EL ASENTAMIENTO ISLÁMICO DE GIRIBAILE (JAÉN). DE ASENTAMIENTO EN ALTURA A CASTILLO ALMOHADE.

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Juan Carlos Castillo Armenteros*, Luis María Gutiérrez Soler** y María Victoria Gutiérrez Calderón***

*Área de Historia Medieval, Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén - Arqueología y Territorio Medieval, Universidadde Jaén. [ castillo@ujaen.es ] **Área de Arqueología, Centro Andaluz de Arqueología Ibérica, Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén Universidadde Jaén. [ lmsoler@ujaen.es ] ***Área de Historia Medieval, Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén - Arqueología y Territorio Medieval, Universidadde Jaén. [ mvgutier@ujaen.es ]

EL ASENTAMIENTO ISLÁMICO DE GIRIBAILE(JAÉN). DE ASENTAMIENTO DE ALTURA ACASTILLO ALMOHADE

Resumen

En este trabajo se presenta una primera interpretación histórico-arqueológica de las estructuras queconforman el asentamiento de Giribaile. Especialmente se analizan sus elementos de fortificaciónrelacionándolos con la situación política, social y militar desarrollada durante los primeros siglos de al-Andalus.

Palabras clave: Poblamiento, Hábitat Rupestre, Fortificación Medieval.

Abstract

In this work is presented the first historical-archaeological interpretation of the structures whichcompose the settlement of Giribaile. Are analyzed, especially, the elements of the fortress related withthe politic, social and defensive situation developed during the early centuries of al-Andalus.

Keywords: Settlement, Rocks Habitat, Medieval Fortification.

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1. INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende ser una primera aproxima-ción a la configuración y evolución del asentamien-to de Giribaile a lo largo de la Edad Media. En elmismo se analizan varios de los elementos que defi-nen este lugar, y que jugaron un papel importanteen su propia dinámica histórica, marcando la tran-sición entre la Tardoantigüedad y la Alta EdadMedia.

El conjunto fortificado estudiado presenta unlamentable estado de abandono y ruina, que en elcaso de la fortaleza islámica resulta todavía máspreocupante, amenazando algunos de los para-mentos y torres que la componen una inminentedesaparición.

Nuestro estudio toma como punto de partida unaprospección arqueológica superficial, que ha tenidocomo objetivo el análisis pormenorizado de todas ycada una de las estructuras emergentes conservadas,caracterizándolas y adscribiéndolas a un momentocronológico concreto. Estas acciones nos han per-mitido identificar uno por uno los elementos queconformarían el conjunto fortificado de Giribaile, ya partir de aquí, se ha reconstruido hipotéticamen-te su configuración estructural, pese a su elevadogrado de deterioro, a la vez que constatábamos susdiferentes fases constructivas con y las transforma-ciones que sufrió a lo largo de su historia.

Esta primera aproximación a la reconstrucciónestructural y a la evolución histórica del conjuntofortificado de Giribaile, podría servir de base parala planificación de diversas actuaciones de restaura-ción y puesta en valor, como la que se está progra-mando a través de los proyectos emprendidos porel Excmo. Ayuntamiento de Vilches y laAsociación para el Desarrollo de El Condado(ASODECO), a partir de la puesta en marcha deun Centro de Interpretación que tiene como obje-tivo mostrar la riqueza patrimonial e histórica deeste emplazamiento.

Este asentamiento era conocido desde antiguo,como lo confirman algunos testimonios escritos,que aluden a su pasado iberorromano, lo que per-

mitió que fuera objeto de varios estudios como elllevado a cabo por Manuel de Góngora en 18601, oincluso la pequeña excavación arqueológica, dirigi-da por el geólogo francés Georges Servajean entre1968 y 1969 con el fin de confirmar el pasado ibé-rico del este lugar, a la vez que identificarlo con elemplazamiento Giri que se cita en el Libro segundode las vidas paralelas de Plutarco2.

Tras esta intervención el asentamiento ha sidoobjeto de varias actuaciones superficiales como lacampaña de limpieza emprendida en 1986, con elobjetivo de evaluar los antiguos sondeos excavadosentre 1968 y 19693; o incluso las diversas campañasde prospección arqueológica superficial que sevienen desarrollando en la amplia meseta deGiribaile y en su territorio desde 1992 hasta el 20064.

Por otro lado, el castillo medieval ha sido analiza-do de forma muy superficial por parte de variosinvestigadores; con sus trabajos, pretendían dar aconocer los principales elementos que lo compo-nen, y sobre todo, recopilar las noticias que sobreel mismo aparecen recogidas en diversas fuentesescritas y literarias5.

2. SITUACIÓN

El asentamiento de Giribaile se localiza en el térmi-no municipal de Vilches (Jaén), ocupando unámbito territorial delimitado al norte por SierraMorena y al sur por la Loma de Úbeda. Su ubica-ción, sobre una meseta que domina la confluenciaentre los ríos Guadalimar y Guadalén, cerca deMiralrío (fig. 1), le convierten en un lugar con unaexcelente situación estratégica, que le permite conec-tar visualmente con otros lugares históricos situadosen las cuencas de estos ríos y en Sierra Morena.Geológicamente destaca por la presencia de ricosacuíferos y manantiales que manan junto a lascuevas excavadas en la base del farallón rocoso sobreel que se alza la meseta. Estas condiciones naturalesson especialmente favorables para el desarrollo deuna agricultura de irrigación, que se emplaza en lasamplias y fértiles vegas de su entorno, así como parauna importante actividad ganadera, siendo este eluso tradicional de la meseta de Giribaile.

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Por su parte la fortaleza medieval se sitúa en elextremo noreste, ocupando un amplio salienterocoso caracterizado por una acusada orografía,facultad que le convierte en inexpugnable en lamayor parte de sus frentes, con la salvedad delextremo suroeste, por donde conecta directamentecon la meseta, aunque se aísla de ella mediante unasuave vaguada.

3. LA OCUPACIÓN DE LA MESETA DE

GIRIBAILE. LAS FASES PREHISTÓRICAS

El asentamiento de Giribaile ha sido ocupado a lolargo de la historia, en diferentes periodos de tiempomás o menos largos y duraderos, por distintosgrupos humanos que lo eligieron por confluir en éluna serie de recursos físicos propicios para su subsis-tencia, como la presencia de abundantes manantialesde agua, el control de una vega fértil, y, especialmen-te, la seguridad que proporciona un farallón deroca que domina el territorio circundante.

La ocupación más temprana de la meseta deGiribaile se remonta a un poblado de la Edad delBronce6, del que resulta difícil establecer su entidady su jerarquía en el territorio. De este pobladopoco conocemos, sólo que la mayor concentraciónde cerámicas pertenecientes a esta etapa se detectaen la plataforma norte (fig. 2 A), y que también seha apuntado la posible presencia de esta ocupaciónen el centro de la plataforma principal7.

Los diferentes estudios arqueológicos realizados enel asentamiento están planteando interesanteshipótesis sobre los orígenes de la ocupación ibéri-ca de la meseta de Giribaile y de las primeras etapasde este periodo de ocupación. Pero de lo que nocabe ninguna duda es que el oppidum de Giribaile,tal y como hoy lo conocemos, es decir, una ciudadibérica de gran tamaño, 14,56 hectáreas, y fortifica-da en todo su perímetro8 (fig. 2 B), formó parte delpago de Cástulo, un territorio político que en elsiglo IV a.C. alcanzaba las fronteras naturales de lascabeceras de los ríos Guarrizas y Montizón, allídonde se localizan los santuarios de Collado de losJardines y Castellar de Santisteban, auténticos mar-cadores territoriales y simbólicos, ubicados en los

principales pasos de las rutas que comunicabanvarios territorios oretanos, separados por las estri-baciones más orientales de Sierra Morena9.

Sobre la configuración del espacio y la estructurainterna del oppidum poco sabemos, ya que estima-mos que hasta el momento tan sólo se han excava-do 286 m2 pero, gracias a la documentaciónaportada por las antiguas campañas de excavacióny a la prospección arqueológica, es posible presen-tar algunos resultados preliminares sobre la confi-guración de sus diferentes elementos defensivos,que sin lugar a dudas tuvieron que presentar undeterminado grado de operatividad en épocamedieval, pudiéndose ser utilizados por los habi-tantes de este asentamiento a lo largo de la EdadMedia.

El dispositivo de acceso al interior del oppidumestaba configurado por una fortificación de tipobarrera, con una longitud de 246 metros y más de10 metros de altura conservados en algunos puntos(fig. 2 B; lám. 1 A)10. Un complejo sistema dedefensa que impide el acceso al interior del asenta-miento a través de su flanco más vulnerable. Estesistema está configurado por lienzos de muralla demampostería irregular que se unen en ángulosvariables para cubrir la enorme distancia que separalos dos grandes bastiones que defienden la puertaprincipal. Pese a su antigüedad no cabe ningunaduda que este elemento defensivo fue utilizado enla Edad Media para aislar el extremo noreste de lameseta del resto del gran cerro sobre el que se asien-ta el asentamiento.

Además de este acceso, la ciudad ibérica contaríaseguramente con varias puertas más, una de ellas selocalizaba en el punto más elevado y, a la vez, elmás estrecho de la meseta de Giribaile, que sirve delímite entre la plataforma norte y la plataformaprincipal (fig. 2 B), un lugar privilegiado dondeparecen confluir las principales líneas de tránsito ycirculación que comunican el oppidum con suentorno más inmediato.

Recientes investigaciones han planteado la existen-cia de una posible acrópolis para la ciudad ibérica.Esta se localizaría en la plaza de armas que fue uti-

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A B

C D

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Lám. 1. Cueva-Eremitorio de Giribaile.

F

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lizada para el emplazamiento del castillo medieval(fig. 2 B), un lugar protegido por acantilados deroca que le sirven de defensas naturales, y por unavaguada que le permite establecer una distanciafísica respecto al resto de la meseta, un espacio indi-vidualizado por las propias condiciones topográfi-cas y enfrentado a las puertas de acceso a la ciudad,lo que le proporciona una posición de control y dedominio visual sobre el entorno circundante.

El final del asentamiento ibérico y de la ocupaciónmás antigua de la meseta de Giribaile habría querelacionarla con un episodio de destrucción violen-ta que pudo tener lugar en el marco de una acciónde castigo desarrollada durante la Segunda GuerraPúnica. Esta hipótesis se fundamenta en la inter-pretación realizada por los responsables de las anti-guas campañas de excavación, que dan por sentadoun incendio generalizado de la ciudad11, y en losresultados obtenidos en el análisis de los materialescerámicos documentados en las diferentes campa-ñas de prospección arqueológica.

4. LA OCUPACIÓN DE GIRIBAILE ENTRE LA

TARDOANTIGÜEDAD Y LA ALTA EDAD

MEDIA

La ocupación romana del Alto Guadalquivir cul-minaría con un periodo de crisis y recesión, que setradujo, como han constatado las investigacionesarqueológicas, en un aumento del proceso de con-centración de la población rural entre los siglos III

y V d. C.12.

Esta importante transformación de la estructura depoblamiento determinó que en el siglo V el poderimperial careciera de autoridad para organizar esteterritorio, recayendo este poder en la aristocraciahispanorromana que era la que en la realidad contro-laba el territorio. En el valle del Guadalquivir, losgrandes terratenientes se hicieron potencialmenteindependientes, a pesar de la progresiva consolida-ción del reino visigodo en la Península.Paralelamente, como consecuencia de la imposiciónde la nueva religión oficial, se produce el auge de unanueva élite religiosa, que se tradujo en la imposiciónde un proceso de “cristianización” de las ciudades y

de las zonas rurales, dando lugar a la aparición deuna serie de edificios y espacios religiosos13.

Las razones que se han esgrimido para explicar eldeterioro que sufre el poblamiento tanto en lasciudades como en el mundo rural, se encuentran enla compleja crisis que experimentó el sistemaesclavista entre los siglos IV y VII d. C. En el AltoGuadalquivir parece probable que se hubieraproducido una importante recesión demográfica,consecuencia de la irrupción de diversascalamidades14: entra las que se han destacado uncontinuo estado de guerra, continuas y persistentessequías, destructivas plagas de langosta15, críticashambrunas, etc. A estos fatales acontecimientoshabría que sumar la huida de la población ruralhacia lugares elevados de difícil acceso, con elobjetivo de escapar a la presión que ejercen sobreellos los grandes propietarios laicos y eclesiásticos,movimientos migratorios confirmados en lasconstantes menciones de fugas de esclavos ycampesinos, y las correspondientes amenazas aquienes los ayudasen, incluidas en los Concilios16.Las investigaciones llevadas a cabo en la Campiña deJaén17, han permitido localizar un reducido númerode lugares adscritos a este periodo de ocupación. Setrata de asentamientos muy pequeños, ubicados enlas proximidades de ríos o arroyos, en los que apenasresidirían unos pocos habitantes, quizá relacionadosentre sí por lazos familiares. Caracteres que tambiénreúnen diversos asentamientos documentados en elentorno de Giribaile. Pero por otro lado, se constataun importante y progresivo abandono de las villas alo largo de la Tardoantigüedad, que no desaparecen,sino tal y como señala M. Acién18, surgen nuevostipos de asentamientos controlados por los gruposaristocráticos, que son denominados en las fuentesvisigodas como castra y castella19. Establecimientosfortificados aristocráticos visigodos que durante elperíodo islámico evolucionarían hasta convertirseen alquerías o bien en Üuãën, que en ocasionesseguirán vinculados a linajes muladíes, en muchasocasiones encastillados en lugares estratégicos delAlto Guadalquivir.

El emplazamiento estratégico de la meseta deGiribaile, junto a la existencia de abundantesmanantiales naturales y espacios de Sierra donde

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desarrollar una activa ganadería, fueron los factoresdeterminantes para la ocupación de este lugar enépoca visigoda. Los vestigios arqueológicos docu-mentados en la meseta y su entorno más inmedia-to muestran una ocupación prácticamenteininterrumpida desde la Tardoantigüedad hasta laBaja Edad Media. Las investigaciones constatan lapresencia de asentamientos visigodos en sus inme-diaciones, formando pequeños poblados agrícolasde base cerealista, actividad que complementaríancon la ganadería.

Los primeros momentos de esa ocupación podríaremontarse a los siglos VI y VII d.C., periodo en elque se abandonan varios asentamientos ubicados enel valle, concentrándose sus habitantes en esteamplio y escarpado cerro, habilitando una serie decuevas naturales, que amplían y transforman paraconstituir un complejo hábitat troglodítico de altura(lám. 1). Hábitat rupestre conocido como lasCuevas de Espelunca, en el que se incluyen espaciosresidenciales eremíticos y habitacionales20. Esta árease complementa con un poblamiento más o menosdisperso que se expandiría por toda la gran mesetade Giribaile (fig. 2 C) al abrigo de los todavía opera-tivos elementos de fortificación edificados en épocaibérica. Las prospecciones arqueológicas llevadas acabo en la gran meseta así lo confirman, documen-tándose materiales atribuibles a esta época dispersospor toda ella, sin que exista un punto concretodonde se constate una mayor concentración21.

En el propio escarpe rocoso del extremo sureste dela plataforma principal (fig. 3 A; lám. 1 A y B) seconservan vestigios de un interesante hábitat rupes-tre con aposentos que fueron tallados en la rocaviva. Estas grutas se reparten a lo largo de toda lapared rocosa, pudiéndose diferenciar varios “com-plejos rupestres”, es decir, cuevas o grupos decuevas que por su modo de acceso, planta, caracte-rísticas formales, decoración, etc., parecen cumplirdistintas funciones. Aparentemente, la mayorparte de las cuevas responden a un conjunto unita-rio, es decir, seguramente, todas ellas estuvieron enuso, y fueron ocupadas al mismo tiempo.

Resulta difícil establecer con seguridad quiénesfueron las gentes que excavaron y habitaron por

primera vez las Cuevas de Giribaile, aunque, enprincipio, la hipótesis más favorable es aquella querelaciona estas cuevas con gentes que buscaban eneste lugar seguridad y las condiciones favorablespara una forma de vida sencilla, que propicia unclima de soledad y recogimiento, en los albores dela Edad Media22. Este conjunto guarda grandessemejanzas con otros documentados en la zona,entre los que cabría destacar las numerosas cuevasexistentes en el Cerro del Castillo de Vilches, aúnpor investigar, o bien, los complejos rupestresmejor conocidos del Alto Guadalquivir como el deValdecanales y la Vegilla23.

Los estudios llevados a cabo en la zona han docu-mentado cinco complejos rupestres, con ampliassemejanzas entre ellos, pero con configuracionesdiferentes, que posiblemente habría que relacionarcon su desigual funcionalidad, todavía difícil dedeterminar, pero entre las que se encontrarían lapropiamente habitacional, individual o comunita-ria, o incluso de almacenaje, etc. Así lo confirmanla presencia de covachas aisladas, con una únicaestancia, como los interesantes complejos de PiedraHueca (fig. 3 C), o bien los agrupamientos con másde una estancia comunicados entre sí por angostasescaleras excavadas en la roca, entre los que cabríandestacar los documentados en los complejos rupes-tres 3 y 4 (fig. 3 A; lám. 1). Estos agrupamientossiguen el modelo común24, formado por unnúmero variable de dependencias apiñadas. Se tratade construcciones sencillas, de perfil curvo, hora-dadas en la roca a diferentes alturas. Estos tiposconviven con espacios de mayores dimensiones,que pudieron destinarse a reuniones o almacenes,entre los que destacaríamos los complejos rupestres1 y 225 (fig. 3 B; lám. 1). El conjunto rupestre deGiribaile guarda grandes similitudes con otrosmuchos conservados en zonas andaluzas más omenos próximas26.

Dentro de este conjunto rupestre llama la atenciónlos variados signos grabados en sus paredes, princi-palmente los trazados en el complejo rupestre dePiedra Hueca, donde predominan los motivos cruci-formes (cruces latinas con peana triangular o circu-lar, cruces griegas inscritas en un círculo)27 (fig. 3 C),que pese a que han sido interpretados como ele-

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mentos simbólicos prehistóricos28, las nuevas inves-tigaciones los relacionan con el poblamiento rupes-tre de Giribaile, y por tanto con manifestacionesreligiosas de simbología cristiana con una cronolo-gía encuadrable en la Alta Edad Media29.

El problema principal que encierran este conjuntorupestre a la hora de establecer su adscripción cro-nológica reside en su uso continuado a lo largo dela historia, sobre todo en los últimos siglos, ya quea buena parte de estas cuevas se les adosaron varioscortijos, que las reaprovecharon en tiempos másrecientes como viviendas para albergar temporal-mente a los jornaleros que allí vivían (lám. 1 B).Esta continua reutilización ha provocado impor-tantes alteraciones, y sobre todo la desaparición delos contextos arqueológicos que podrían precisarde manera más ajustada su cronología.

La comunicación entre el conjunto rupestre delfarallón sureste y la meseta superior de Giribaile serealizaba a través de dos caminos, el primero seidentifica con una estrecha senda que, partiendo deun punto inicial situado entre los complejos rupes-tres 1 y 2, asciende a modo de escalera tallada en laroca. Es un camino angosto y escarpado, que sólopermite el acceso a pie de modo individual, y seríautilizado con usos y fines muy concretos por partede los habitantes de las cuevas, a los que atribuiría-mos su construcción.

El segundo, de mayores dimensiones, asciende deforma suave por la ladera sureste, hasta alcanzar elpunto donde se produce su máximo estrechamiento,identificado como el lugar donde entran en contac-to la plataforma principal y norte (fig. 2). Se trata deun antiguo camino que estuvo pavimentado conuna gruesa capa de grava, que sólo se conserva enalgunas zonas, fue excavado parcialmente en la roca.Su función era permitir a los habitantes de los asen-tamientos circundantes ascender con caballerías ycarros al interior del poblado. Este camino tiene unorigen antiguo, tal y como demuestra la existenciade una puerta defendida por una torre en época ibé-rica y, muy probablemente, permaneció en uso a lolargo de toda la Edad Media. Enlazaba con otra víaque, proveniente del valle ascendía por la ladera dis-curriendo por zonas escasamente accidentadas, y

conducía directamente a la zona donde se localizanlas cuevas de Giribaile.

Finalmente, en la ladera este de Giribaile, junto alcortijo de Casas Altas, se localizan los restos de unanecrópolis, parcialmente expoliada, que ha dejadoal descubierto enterramientos que, por sus caracte-rísticas tipológicas y orientación, podrían datarsetambién en época altomedieval. Todas las sepultu-ras documentadas por el momento fueron excava-das en la roca, configurando una fosaantropomorfa que presenta amplios hombrossobre los que descasarían las losas de piedras quecubrían el cadáver. Además de este tipo de enterra-miento, se documentan casos en los que las tumbasestán formadas por grandes bloques de piedra,ensamblados unos con otros, definiendo una sólidasepultura. Todos los enterramientos presentanigual orientación, oeste-este. Posiblemente, de estanecrópolis podría proceder una botella de cerámi-ca a torno, de aspecto tosco y pasta poco decanta-da, que actualmente se encuentra depositada en elMuseo Arqueológico de Granada, perteneciente ala colección Gómez-Moreno30.

5. EL ASENTAMIENTO DE GIRIBAILE EN

ÉPOCA ISLÁMICA

5.1. EL PERIODO EMIRAL-CALIFAL

La transformación de la estructura de poblamientoestablecida en el Alto Guadalquivir en época visi-goda culminó tras un dilatado periodo no exentode luchas y conflictos entre la sociedad islámica yla precedente31. A pesar de ello, los pactos estable-cidos en el momento de la conquista permitieronque la aristocracia hispano-visigoda mantuviera lamayor parte de la propiedad de sus tierras, lo quepodría relacionarse con la presencia en el AltoGuadalquivir de un importante número de rebel-des muladíes, herederos de esta aristocracia, a fina-les del siglo IX32.

Tras la conquista del 711 el territorio del AltoGuadalquivir fue ocupado por grupos árabes ybereberes33. Sin embargo estos nuevos pobladores

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lejos de permanecer unidos tras la conquista, man-tuvieron un continuo enfrentamiento que generóla desarticulación del territorio, que según las fuen-tes, en un primer momento protagonizaron losárabes, que combaten por el control del territorio,a los que posteriormente se sumarían los promovi-dos por numerosos rebeldes muladíes y algunosberéberes. Paralelamente, sobre este espacio, elEstado omeya planifica la formación de una estruc-tura sociopolítica cuyo objetivo no era otro que elcontrol del territorio y la apropiación de parte dela producción campesina34. Todo ello con el fin deproceder al fortalecimiento del Estado, con la crea-ción de una incipiente administración, dando lugara un modelo político que se intenta implantar entodo al-Andalus, lo que generó conflictos con lossectores tribales.

Estas actuaciones políticas que desarrollan losemires omeyas generaron el descontento entre lapoblación rural, de los sectores o formaciones tri-bales (bereberes) y en especial de la aristocraciaárabe, y feudalizante (muladí), es decir todos aque-llos que tras la invasión, habían conservado formasdistintas de organizar la producción o de apropiar-se de los excedentes de la misma, y que con estasacciones políticas ven atacados sus intereses y pri-vilegios, sus estructuras sociales y productivas, loque provocaron las numerosas sublevaciones definales del emirato. Frente a ellas, los sectores cam-pesinos reaccionaron de forma muy distinta, porun lado existieron grupos musulmanes e indígenasque aceptaron la imposición del Estado, comoocurre en buena parte de la Campiña y en generalen el valle del Guadalquivir35, sometidos por losdiversos emires a lo largo del siglo VIII. Por otro, losgrupos tribales, muladíes, árabes y beréberes máscohesionados, trataron de resistir dicha imposi-ción, generando gran número de revueltas. Entercer lugar, numerosos grupos campesinos conti-nuaron refugiados en las zonas montañosas, ejer-ciendo en cierta forma una resistencia pasiva.

Esta oposición a la política del gobierno Omeyaestalló violentamente y los distintos emires tuvie-ron que hacer frente a numerosas rebeliones quellegaron a poner en peligro la supervivencia delEstado. Finalmente la primera fitna finalizó con la

imposición de la sociedad islámica y el triunfo delproceso de islamización, tras los éxitos militares ypolíticos del emir cAbd al-RaÜmÄn III, y la sumisiónde todos los rebeldes. El proceso de islamizacióncondujo al fortalecimiento del Estado, lo que endefinitiva suponía la imposición de la sociedad islá-mica en lucha contra las sociedades tribales y feuda-lizantes36. El fracaso de los sectores muladíes rebeldesdeterminó la casi total desaparición en el siglo X delos linajes hispano-visigodos que había pervividotras la invasión, manteniendo sus riquezas y privile-gios, y sobre todo su prácticas, relaciones y alianzasfeudales, que con tanta fuerza defendieron ante elavance de la formación social islámica37.

En el Alto Guadalquivir fueron varios los sublevadosmuladíes, entre ellos destacó cUbaydAllÄh ibnUmayya

ibn al-†Äliya. Un rebelde que controló un amplioterritorio con más de cien Üuãën y aldeas denomina-do †umuntÄn38. Este rebelde que extendió sus domi-nios desde la Sierra de Segura hasta el Guadalquivir,como lo confirma su ataque a los pobladores cris-tianos de Üiãn Qaséulëna en el año 89839.

No obstante, tras ascender al poder cAbd al-

RaÜmÄn III inició en el 913 una campaña decisivacontra los encastillados de Jaén, en la que logródesalojar de sus refugios a los insurrectos, apode-rándose de la totalidad de sus torres y fortalezas.Una vez sometidos, les obligó abandonar losemplazamientos donde se habían rebelado, proce-diendo a la destrucción de estos puntos y a la ins-talación de la población en zonas llanas40.

Si consideramos todos estos acontecimientos, unanálisis pormenorizado de los datos arqueológicosobtenidos de las investigaciones llevadas a cabo enGiribaile y en su territorio circundante, nos lleva aplantear la consolidación de un antiguo asenta-miento de altura existente en época visigoda, y sutransformación en un establecimiento, que a partirde estos momentos se configura de una manera másclara, centrado en el extremo noreste de la meseta(plataforma norte), ocupando una zona que topo-gráficamente se aísla de la gran meseta, gracias auna pequeña elevación y a un significativo estre-chamiento que se produce en la misma (fig. 2 C).Este sector, considerado el más estratégico y más

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inexpugnable de la meseta, destaca por ofrecer unafácil defensa que combina los escarpes rocosos, conlas estructuras de fortificación levantadas en épocaibérica, aunque no se descarta la posibilidad de queel resto de la meseta (plataforma principal) estuvie-se ocupada de forma irregular y dispersa41. Lasprospecciones arqueológicas confirman la existen-cia de estructuras de hábitat diseminados por lasvertientes noreste y este, ubicándose en las proxi-midades de la denominada puerta norte (poterna) ydel lienzo este de la fortaleza islámica, ocupandoespacios con cotas de nivel menos abruptas, perosiempre al abrigo de los farallones rocosos sobre losque se asienta la fortificación.

Esta amplia zona de la plataforma norte, aún porexcavar, presenta una importante colmatación desedimentos, que podrían estar sellando los restosarqueológicos de este asentamiento, y que futurasinvestigaciones podrían aclarar. No obstante, losmateriales cerámicos recogidos, nos están confir-mando una datación del siglo IX. Las característicasque presentan los materiales son bastantes homo-géneas42. Los análisis de datación absoluta por ter-moluminiscencia de algunos de ellos nos señalanque fueron elaboradas en el siglo IX43.

Hipotéticamente, y en espera que se puedan llevar acabo investigaciones arqueológicas de mayorentidad, los estudios superficiales, plantean lainterpretación de que este hábitat se mantuvo tras lainvasión islámica, permaneciendo habitado porpoblación autóctona (hispano-visigoda) queocuparía tanto las cuevas, como la gran meseta deGiribaile. Sin embargo, la problemática situaciónsocial y política antes descrita, determinó que a lolargo del siglo IX, se produce la culminación delprogresivo abandono de los asentimientos de losvalles circundantes de Giribaile, proceso que ya sehabía iniciado en las últimas centurias, resultandouna concentración de la población en las zonas másestratégicas de la gran meseta, en concreto en laplataforma norte. Esta concentración convertirían aGiribaile en un Üiãn que aglutinaría a la mayor partede los pobladores de la zona, por lo que no sólodefendería a la comunidad que lo habita, sino quetambién protegería a otros que optaron porpermanecer en sus asentamientos de la llanura, pero

que en caso de peligro buscarían el amparo de lasdefensas naturales y antrópicas del gran refugio.

Si tenemos en cuenta que este territorio cayó bajoel control del rebelde muladí cUbayd AllÄh ibn

Umayya ibn al-†Äliya, y que por ende sus poblado-res se vieron arrastrados a participar en la fitna queenfrentó a este con los emires omeyas44, resulta bas-tante probable que con el objetivo de consolidarsus dominios en la zona, fuera Ibn al-†Äliya el quellevara a cabo actuaciones encaminadas a reforzar lacapacidad defensiva de este asentamiento, reparan-do las antiguas defensas ibéricas, a la vez que erigíauna nueva fortaleza, ocupando el extremo norestedel cerro, el punto más estratégico, dada su grancapacidad de control visual de todo el espacio cir-cundante y la acusada orografía, que en este puntose hace aún más abrupta. De esta manera este rebel-de muladí, al igual que otros de los herederos delmundo hispano-visigodo con el fin de protagoni-zar un último episodio de oposición al Estado islá-mico, llevaron a cabo una “consistenteconcentración de la población en grandes fortalezasubicadas en las alturas o en puntos preeminentes”45.Para ello tal y como ha señalado M. Acién invirtie-ron todos sus recursos en la construcción de forta-lezas, “y, a diferencia de los anteriores Üuãën-refugio,ahora los llaman ummahÄt al-Üuãën, fortalezas com-plejas..” que están configuradas, según las fuentesescritas, con alcazabas y arrabales46.

Esta fortificación fue levantada con muros demampostería, presentando una planta irregular detendencia triangular, que se adapta perfectamente ala orografía de este extremo de la meseta, y aprove-charía algunos restos de la antigua fortificación ibé-rica. No obstante, esta adaptación determinó quelos principales elementos defensivos se edificasenen el frente sur, con el objetivo de aislarlo del restode la meseta, ya que esta zona carece de escarpesrocosos y defensas naturales. El resto de torres ylienzos de muralla se levantan sobre la base rocosa,a modo de muros en cremallera que reproducen lossucesivos entrantes y salientes del espolón. El regis-tro superficial de las estructuras emergentes nospermite efectuar una primera aproximación suorganización y a la disposición de los diferenteselementos que la integran.

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Lám. 2. Distintas perspectivas del castillo.

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El lienzo noroeste de la fortificación arranca deuna torre de planta cuadrada (torre B) que configu-raba, junto a otra aledaña (torre A), las defensas dela puerta principal de acceso al interior de la forta-leza (fig. 4 A y B; lám. 2 A)47. Este paño de mura-lla se erigió sobre la propia roca, salvando lasirregularidades, fisuras y desniveles del terreno conmampuestos irregulares trabados con mortero decal y arena, que a veces parten de la propia base delfarallón rocoso, con lo que se evitaba que cualquierenemigo pudiera aprovechar esta debilidad de lasdefensas. El paño de muralla discurre de formaquebrada hasta enlazar con una pequeña torre deplanta cuadrada (torre C), de la que tan solo se con-servan restos de sus cimientos (fig. 4 A y B). Estatorre formaba parte de las estructuras que confor-maban las defensas de la puerta norte o poterna. Aella se llegaba tras ascender por una suave sendaque discurría por la ladera noroeste del cerro, refor-zada en algunos tramos con muros de mamposteríaque frenaban la erosión y nivelaban el terreno. Loselementos que defendían este acceso lo formabanuna torre de planta cuadrada edificada sobre unpequeño espolón rocoso (torre D), que fue recorta-do para encajar la cimentación de este cubo (fig. 4A y B, lám. 2 C). De ella tan solo se conservan suscimientos, que descansan directamente sobre laroca. Desde esta pequeña torre partía un lienzo quese acopla a la orografía del cerro (fig. 4 A y B; lám.2 D, E y F) y enlaza con otra nueva torre (torre E)(fig. 4 A y B), actualmente muy destruida, queaprovechó para su edificación varios afloramientorocosos separados por una pequeña oquedad. Estaestructura unida a un pequeño lienzo que cierra elfarallón rocoso con la torre descrita anteriormente,configuran una compleja puerta en codo, una vezvadeada se accedía al interior de la fortificacióndesde la ladera noroeste (fig. 4 A y B). Seguiría lamuralla sobre la cima del escarpe avanzando por elextremo norte, hasta enlazar con el lienzo este, for-mando en el punto de unión un ángulo de noven-ta grados. Ambos tramos se encuentran muydestruidos, llegando incluso a desaparecer loscimientos de la muralla en aquellos puntos dondela erosión ha sido más destructiva (fig. 4 A y B).Finalmente, el paño este enlazaría con el ubicadoen la zona sur, conformando de nuevo otro ángulode noventa grados. Sin embargo, en la zona super-

ficialmente se documentan varias alineaciones demuros de mampostería, que responden a variasfases de construcción, y que nos plantean la dudarazonable de la existencia en este extremo de unagran torre, muy destruida, tanto por la erosióncomo por actuaciones antrópicas posteriores (fig. 4A y B). Una hipotética torre de la que apenas esposible reconocer su perfil, ya que se encuentrasepultada bajo una gran cantidad de depósitos yderrumbes arqueológicos. El lienzo sur, del que seconservan algunos tramos muy destruidos junto aotros que presentan un mejor estado de conserva-ción (lám. 2 B), prosigue sin ninguna interrupciónhasta alcanzar otra de las torres que configuraban laestructura defensiva de la puerta principal (fig. 4 A yB; lám. 2 A). Una torre (torre A) de la que apenas sepuede identificar su perfil, al estar sepultada bajo ungran depósito arqueológico (lám. 2 A), pero que unanálisis detenido del terreno nos ha permitidotrazar hipotéticamente sus líneas externas. Entreésta y la torre que ocupa el ángulo oeste (torre B), selocalizaba la puerta principal, de la que no conserva-mos ningún elemento emergente. La otra torre quedefiende este acceso, se ha convertido en el elemen-to mejor conservado de la primera fortificación, yaque quedó revestida por gruesos paños de tapial deargamasa edificados en una fase posterior. Se tratade una torre de planta cuadrada edificada en mam-postería. Originalmente era una torre hueca, de laque se conserva íntegramente toda su altura, docu-mentándose hoy en día parte de sus adarves y elarranque de su merlatura (fig. 4 A y B; lám. 3 C, D, E y F).

La ausencia de una necesaria excavación arqueoló-gica no nos permite puntualizar si los restosarqueológicos conservados actualmente en su inte-rior pertenecen a esta fase o bien fueron construi-dos en la siguiente, a excepción de una estructurade planta rectangular, muy destruida, que se adosaa la denominada torre A (fig. 4 A y B; lám. 2 A).

Por otro lado, una vez finalizada la fitna yconsolidada la islamización de al-Andalus, lasmedidas tomadas por cAbd al-RaÜmÄn III, setradujeron sobre el territorio, en la consolidaciónde una estructura de poblamiento con base encentros de cierto tamaño, que a partir de estos

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Lám. 3. Detalles de estructuras defensivas.

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momentos iniciaron un lento crecimiento urbanoen detrimento de los enclaves rurales de altura, queen gran parte fueron abandonados, unos de formavoluntaria, mientras que otros muchos fueronobligados por el emir, que así conjuraba el peligro denuevas rebeliones. Su despoblamiento secorresponde con la insistente afirmación de lostextos de que cAbd al-RaÜmÄn III desalojó a laspoblaciones que se habían refugiado en ellosobligándolos a descender al llano, como medio paraconseguir terminar definitivamente con lasrebeliones, y con la resistencia al pago de impuestos.El análisis del territorio del Alto Guadalquivirdefine en este marco importantes transformaciones,de esta manera se abandonan buena parte de losasentamientos defensivos de altura, mientras queaquellos que permanecen, se transforman en puntosestratégicos que serán utilizados como fortines porel Estado, para controlar el territorio. Por otra partela consolidación de algunos centros urbanos supusotambién el abandono de numerosos asentamientosagrícolas, situados en las zonas llanas, buscando supoblación una mayor protección y un mejoracomodo tras las murallas de los primeros. Según losestudios realizados en la Campiña de Jaén, fueronnumerosos los establecimientos abandonados amediados del siglo X48. Esta situación también pudoreproducirse en Giribaile y su entorno másinmediato, siendo su población obligada atrasladarse a centros en desarrollo como Vilches,Baeza o Santisteban.

5.2. LA ÚLTIMA FASE DE OCUPACIÓN DEL

ASENTAMIENTO DE GIRIBAILE. EL PERIODO

ALMOHADE

Tras la caída del califato y el desarrollo de la fitnaque enfrentó a todos los sectores sobre los querecaía el control del Estado andalusí, las tierras dela Cora de ¶ayyÄn fueron repartidas entre las taifasde Toledo, Almería, Granada y Sevilla49, quedandodesarticulada la antigua organización político-administrativa. El siglo XI se ha convertido en unode los periodos más convulsos y complejos de lahistoria de Jaén, como “corresponde a un espaciodonde, durante la mayor parte del tiempo, se entre-cruzan simultáneamente no menos de tres fronteras,siempre en continua ebullición”50.

Pese a la complejidad de esta situación, la estructu-ra de poblamiento establecida en el emirato y trans-formada parcialmente en el califato se mantuvopero con ciertas matizaciones, sobre todo si tene-mos en cuenta los efectos que estos conflictos oca-sionaron entre la población. El clima deinseguridad que suscitaba en las poblaciones cam-pesinas los enfrentamientos entre los distintosbandos, sometidas al continuo pillaje de estosgrupos, les obligó a abandonar buena parte de lasalquerías para buscar refugio tras las murallas de losnúcleos fortificados, que se habían consolidado ydesarrollado durante el califato51, culminando deesta manera un proceso de concentración de pobla-ción iniciado en este último momento histórico.No obstante, el medio rural no se despuebla com-pletamente, sino que permanecieron habitadosalgunos asentamientos, la mayor parte de ellos concarácter defensivo (Üuãën), emplazados en zonasmás elevadas y estratégicas, mientras que se redujodrásticamente aquellos que tenían funciones emi-nentemente agrícolas (qurÄ), despoblándose posi-blemente todos los que ocupaban posiciones másalejadas de los lugares fortificados.

Historiográficamente esta etapa de la historia de al-Andalus, ha sido considerada de una gran convul-sión política52, caracterizada por el enfrentamientoentre los grupos invasores, y sus partidarios, frentea aquellos sectores andalusíes que se les oponían.Conflictos que convirtieron el Alto Guadalquiviren un territorio prácticamente independientedurante periodos muy concretos, entre ellos, losprotagonizados por Ibn Hamuåk (1157-1169), al-BayyÄsà rey de Baeza (1224-1226) e Ibn al-AÜmar

(1233-1246). A todo ello habría que sumar la parti-cipación de los ejércitos cristianos, que aprove-chando los conflictos, se adueñaron de algunosterritorios de la zona.

Los monarcas castellanos en su proyecto expansivohacia el sur, comprendieron la importancia de con-trolar buena parte de los territorios del AltoGuadalquivir, para extender sus dominios hacia laansiada Baja Andalucía, y sobre todo, para adue-ñarse de sus numerosos e importantes núcleosurbanos53. De esta manera, orientaron sus campa-ñas a dominar los accesos al valle y consolidar algu-

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nas fortalezas que sirvieran de bases para posterio-res expediciones. Así pues, ejecutando el plan con-cebido, tras la derrota almohade de las Navas deTolosa (1212), emprendieron la conquista y repo-blación de los castillos de Navas, el Ferral, Baños yVilches; sin embargo, no tuvieron éxito con Baezay Úbeda, que tras un breve paréntesis en manoscristianas, rápidamente fueron recuperadas por losmusulmanes54.

La inseguridad reinante en todo este territorio, evi-denciaba la necesidad de llevar a cabo un exhausti-vo dominio del espacio, que se plasmaría a travésde numerosas fortificaciones levantadas en puntosestratégicos, con el objetivo de ejercer un ampliocontrol de caminos y vías naturales que comunicanlos distintos núcleos de población del AltoGuadalquivir, a la vez que se encargarán de prote-ger a los habitantes de los pequeños núcleos rura-les. Con este fin incluso vuelven a ocuparseantiguos puntos estratégicos, algunos de los cualesya fueron abandonados en épocas precedentes55.

Por lo que respecta a Giribaile, los acontecimientospolíticos y militares acaecidos en al-Andalus entrelos siglos XII y XIII, dieron lugar a una significativareestructuración de la fortaleza. Prueba de ello sonlas modificaciones introducidas en los elementos pre-cedentes, en concreto, las que afectaron a las estruc-turas que configuraban el lienzo sur, el de mayordebilidad, al no contar con defensas naturales.

La intervención efectuada pretendía reforzar la pri-mitiva fortaleza (fig. 4 A y C; lám. 2 A y B, y 3),edificándose una esbelta torre (torre F) de tapial deargamasa sobre un sólido basamento de grandessillares de piedra caliza56 (lám. 3 A y B). Esta torrealbergaba en su interior tres estancias, decreciendoel grosor de sus muros a medida que ascendemos,creando las plataformas necesarias donde descansa-rían las vigas de madera que conformaban las entre-plantas. Paralelamente, esta torre fue rodeada entres de sus frentes por un antemural, a modo debarrera de corta altura, edificado con la misma téc-nica constructiva, dejando un espacio entre ambosa modo de liza de 2 m. de anchura (fig. 4 A y C;lám. 1 A y B, y 3 A y B). Antemuro que se exten-dería y discurriría de forma paralela a todo el

lienzo sur de la fortaleza emiral-califal, configuran-do una primera barrera que incrementaba la capaci-dad defensiva de este sector, que como hemosreiterado, carecía de defensa naturales.

Esta primera actuación, ha sido datada a través de losanálisis de Carbono 14 realizados a un fragmento demadera extraído de uno de sus mechinales, como unaobra ejecutada con anterioridad al desarrollo de labatalla de las Navas de Tolosa (1212)57.

Estos refuerzos también afectaron a una de lastorres que protegían la puerta principal del casti-llo (torre B). Para ello fue forrada por tres de susfrentes con un grueso revestimiento de tapial deargamasa levantado sobre un basamento de mam-postería regular, actuación que ocultó la fábrica demampostería con la que fue edificada originalmen-te (fig. 4 A y C; lám. 2 A y B, y 3 C, D, F). Juntoa ello se rellenó con el mismo material su interior,convirtiéndola en un cubo macizo (lám. 3 G). Elanálisis detenido del cimiento construido paraerigir el lateral oeste de esta torre, evidencia inclu-so un cambio en el proyecto original de esta actua-ción, ya que si en un principio el proyectocontemplaba la edificación de un forro de tapial deun gran grosor, sobre todo en el vértice suroeste, alefectuarse los trabajos, la idea inicial fue corregidahomogeneizando con el mismo grosor toda la obrade tapial (fig. 4 A y C; lám. 3 F). Los análisis deCarbono 14 realizados en una de las adujas demadera conservadas en su interior, le asignan unmomento constructivo posterior a la batalla de lasNavas de Tolosa58.

Si tenemos en cuenta la variabilidad de estosanálisis, y el marco cronológico que nos ofrecen,podríamos datar esta gran fase reformas llevadas acabo en la primitiva fortaleza entre finales del sigloXII y las primeras décadas del siglo XIII.

Pero si consideramos como altamente fiables y pre-cisos los registros cronológicos obtenidos de estosanálisis, y los contrastamos con los acontecimien-tos históricos que se desarrollaron en esta zona endicho marco temporal, podemos establecer ciertasconsideraciones sobre estas dos intervenciones, quea priori estuvieron separadas por un escaso margen

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cronológico, y que sin lugar a dudas se correspon-derían con las reformas que los almohades practica-ron en el castillo ante el avance que los ejércitoscristianos están realizando al otro lado de SierraMorena. Como reacción a esta situación amena-zante, los musulmanes llevaron a cabo diversasactuaciones para controlar la cabecera delGuadalquivir, algunas de las cuales estaban encami-nadas a reforzar los enclaves fortificados más cerca-nos a los pasos de Sierra Morena, y entre ellos elcastillo de Giribaile59. Acciones que prácticamentese extendieron por todo el territorio del AltoGuadalquivir, lo que supuso la construcción denuevas fortalezas y el importante reforzamiento deotras muchas60.

Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) fueronvarios los puntos fortificados de Sierra Morena quepasaron a manos cristianas, entre ellos los vecinoscastillos de Castro Ferral, Baños y Vilches61, mien-tras que Giribaile aún se mantuvo en manosmusulmanas hasta la caída de Baeza, quedando enel límite de una primera línea fronteriza62, estable-cida en el cauce del río Guadalén. Si consideramosadecuados los análisis de Carbono 14 procedentesde la torre B, en este marco de frontera activa tuvoque justificarse la segunda intervención, que pre-tendía mejorar las defensas de la fortaleza, y prote-ger más aún su puerta principal.

Finalmente, en el interior se edificaron varios espa-cios, un aljibe de planta rectangular cubierto conbóveda de cañón de piedra63, y dos dependenciasanexas, posiblemente utilizadas como almacenespara víveres.

Tras la conquista de Giribaile en 1227 se integró enel territorio de la Comunidad de Villa y Tierra(Concejo de Realengo) de Baeza y, dado que lafrontera se desplazó hacia zonas bastante alejadasdel emplazamiento de Giribaile, perdió su funciónmilitar, siendo, tan sólo, ocupada por una pequeñaguarnición, sin que la conquista trajera consigonuevas reestructuraciones o cambios, como ocurri-ría con otras fortificaciones del alto Guadalquivirsituadas junto a las nuevas marcas fronterizas. Estacircunstancia ha determinado que, en la actualidad,

pueda considerarse como una de las fortalezas gien-nenses que mantienen, sin apenas modificación, laantigua estructura islámica.

6. CONCLUSIONES

El asentamiento de Giribaile presenta una estructu-ra que evidencia la evolución de una fortaleza a lolargo de la Alta y Plena Edad Media, pasando de serun simple refugio utilizado por diversas comunida-des rurales, que aprovechan los elementos de unaantigua fortaleza ibérica, y la propia escarpada oro-grafía del terreno, hasta convertirse en una sólidafortaleza dotada de torres y sólidos lienzos de mura-lla, que defendería a un grupo de rebeldes muladíes.

El primer prototipo de fortaleza reproduce unaestructura semejante a la que presentan una grancantidad de Üuãën datados en los primeros tiemposde al-Andalus. Se trata de cerros amesetados, quecuentan por lo general con importantes defensasnaturales, cuya inexpugnabilidad se incrementabacon murallas y bastiones edificados en etapas ante-riores. No obstante, una vez que el Estado omeyapone fin a las revueltas que habían protagonizadolos opositores a su política durante la mayor partedel siglo IX, emprende una serie de actuaciones queculminaron, por un lado con el abandono de losfocos de rebelión obligando a los habitantes de losnúcleos rebeldes a abandonar sus lugares de suble-vación, y por otro inicia la construcción de plazasfuertes en algunos de estos antiguos refugios, afec-tando sobre todo aquellos que tenían un valorestratégico considerable.

El estudio efectuado en este conjunto fortificadoevidencia la superposición de varias estructuras defortificación que son productos de los conflictospolíticos y militares que se desarrollaron en al-Andalus. Pero al mismo tiempo, es obvio que dadoel grado superficial de nuestra investigación, aúnquedan por aclarar varias cuestiones de su configu-ración estructural y de su cronología, que tan solohan sido esbozadas de forma muy somera, peroque futuros proyectos de excavación sin lugar adudas aclararán.

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Fig. 1 . Localización y situación del yacimiento.

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Fig. 2. Fases de ocupación del asentamiento.

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Fig. 3. Cuevas-Eremitorio de Giribaile.

A. Planta General.

B. Planta general complejo rupestre 1.

E. Complejo rupestre 3.D. Complejo rupestre 1.

C. Piedra Hueca.

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Fig. 4. Planta y levantamiento 3D del castillo.

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Notas

1 Referencia que se corresponde con un pasaje del LibroSegundo de las Vidas Paralelas de Plutarco, que permitió alprofesor D. Manuel de Góngora relacionar el lugar citado conGirbialile, en el marco de las exploraciones arqueológicas querealizó por diversos lugares de la provincia de Jaén: ”…. en lameseta de sitio tan excelente se alzó, a mi parecer, sin dudaalguna, la Giri de Plutarco” (GÓNGORA 1916, pp. 5-8).

2 Con el objetivo de contrastar sus hipótesis, GeorgesServajean procedió a la excavación de 19 sondeos estratigráfi-cos distribuidos regularmente (cada 50 metros aproximada-mente) por la zona central de la Plataforma Principal deGiribaile, abriendo un total de 286 m2. Estos cortes permitie-ron documentar la presencia de un incendio generalizado; lascenizas, en ocasiones, forman una capa que llega a alcanzar unmetro de espesor. Este hecho explica que bajo los muros deadobes caídos se conserve una extraordinaria riqueza de mate-riales, de ahí que hayan podido reconstruirse un buen númerode recipientes de cerámica y muchas piezas de metal, de todotipo (SERVAJEAN, SERVAJEAN, CASTILLEJO 1986).

3 CHOCLÁN SABINA 1986.

4 GUTIÉRREZ SOLER 2000; GUTIÉRREZ SOLER 2002;GUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ

GARCÍA 2005; GUTIÉRREZ SOLER, CASTILLO ARMENTEROS

2006.

5 OLIVARES BARRAGÁN 1992, pp. 117-120; LÓPEZ MURILLO,UREÑA PORTERO 2004, pp. 54-59. Junto a estos estudios nosencontramos los publicados por J. Eslava, en los que se plante-an una primera aproximación a la evolución histórica y estruc-tural de la fortaleza (CEREZO, ESLAVA 1989 pp. 308-309;ESLAVA GALÁN 1999 a, pp. 98-102; ID. 1999 b, pp. 219-220).

6 NOCETE, CRESPO, ZAFRA 1986.

7 Así lo confirmar los niveles documentados en el Corte K-1,del sector III-6, y constatados a posteriori, en 1986, duranteuna intervención de limpieza de los antiguos sondeos quehabían quedado abiertos a finales de la década de los añossesenta, en la que se documentó una estructura circular asocia-da a cerámicas a mano que, tal vez, se deba interpretar comoun fondo de cabaña (CHOCLÁN SABINA 1986).

8 GUTIÉRREZ SOLER 2002, pp. 47-49.

9 RUIZ, MOLINOS, GUTIÉRREZ, BELLÓN 2001.

10 GUTIÉRREZ SOLER 2002, pp. 50-52.

11 SERVAJEAN, SERVAJEAN, CASTILLEJO 1986.

12 ALCÁZAR HERNÁNDEZ 2002-2003, p. 115.

13 SALVADOR VENTURA 1998 a; ID. 1998 b.

14 BARCELÓ 1978; SALVATIERRA CUENCA 1998.

15 Localizándose importantes zonas de aletargamiento de estosvoraces insectos en Sierra Morena y en el ángulo noroeste dela provincia, situado entre los municipios de Santisteban yVilches, y por tanto en la proximidad del territorio deGiribaile (LÓPEZ CORDERO, APONTE MARÍN 1993).

16 Concilios visigóticos e hispano-romanos 1963.

17 CASTILLO ARMENTEROS 1998, pp. 279-283.

18 ACIÉN ALMANSA 2001.

19 Ibid., p. 65:“[…] cuando está desapareciendo la realidad mate-rial de la villa clásica, están emergiendo unos nuevos tipos deasentamiento que las fuentes denominan castra y castella, que yano responden a establecimientos del ejército, si bien los términos sí

JUAN CARLOS CASTILLO ARMENTEROS, LUIS MARÍA GUTIÉRREZ SOLER Y MARÍA VICTORIA GUTIÉRREZ CALDERÓN

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mantienen el sentido de fortificación, lo que es novedoso, fortifica-ción que en ocasiones se especifica como turris. Si la clase aristo-crática, como es obvio, no desaparece en época visigoda, pero sí susantiguas residencias-explotación, no parece demasiado arriesgadovincular dicha clase con las nuevas formas de asentamiento que seerigen en el medio rural. Y con ambas cosas, aristocracia y asenta-mientos rurales fortificados, se van a encontrar los musulmanes”.

20 GUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ GARCÍA 2005, p. 17.

21 GUTIÉRREZ SOLER, CASTILLO ARMENTEROS 2006.

22 GUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ GARCÍA 2005, p. 17.

23 MORENO 1967; RIU 1968; VAÑO SILVESTRE 1970; FORTEA

1970-1971; NAVASCUÉS 1970; CASAS 1999.

24 RIU 1968; AZKARATE GARAI-OLAUN 1991; MONREAL

JIMENO 1989; GRANDE DEL BRÍO 1997; GUILLOT 2006.

25 Para un conocimiento más detallado de todos estos comple-jos rupestres puede consultarse el estudio realizado porGUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ

GARCÍA (2005).

26 Entre ellos caben destacar los conservados en la zonas deGuadix, Málaga, Córdoba, Almería, etc. (RIU 1968; BERTRAND

1986; ID. 1990, pp. 47-71; GONZÁLEZ, MATILLA, GÓMEZ,GÓMEZ, MOLINA 2003; PUERTAS TRICAS 1987; CANO 2008;CARA BARRIONUEVO 1986; CARA BARRIONUEVO, RODRÍGUEZ

1987); o de zonas relativamente más alejadas como el árealevantina (RIBERA, BOLUFER 1993).

27 Motivos que están ampliamente documentados en estostipos de hábitat (AZKARATE GARAI-OLAUN 1988; MONREAL

JIMENO 1989; GRANDE DEL BRÍO 1997), o incluso en otrostipos de estructuras (CRESSIER 1986).

28 Esta fue la interpretación efectuada por varios estudiosos(MORENO 1967; FORTEA 1970-1971). La cronología o la atribu-ción cultural de todos estos símbolos incisos en la piedra hansuscitado amplias dudas que han sido puestas de manifiestopor diversos autores (GÓMEZ-BARRERA 1993; BARRERA

MATURANA, CRESSIER 2003.

29 GUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ GARCÍA, 2005, p. 16.

30 GUTIÉRREZ SOLER, RUEDA GALÁN, BEATRIZ LUNA, DÍAZ GARCÍA, 2005, pp. 14-15, Lám. 14.

31 SALVATIERRA CUENCA 1995; ID. 1996; ID. 2001.

32 AGUIRRE SÁDABA, JIMÉNEZ MATA 1979, pp. 141-151;AGUIRRE SÁDABA, SALVATIERRA CUENCA 1989, pp. 473-477;SALVATIERRA CUENCA 2001, pp. 37-114.

33 AGUIRRE SÁDABA, JIMÉNEZ MATA 1979, pp. 112-113.

34 CASTILLO ARMENTEROS, ALCÁZAR HERNÁNDEZ 2006.

35 ACIÉN ALMANSA 1998 a, p. 60; ACIÉN ALMANSA 1998 b, p. 300.

36 ACIÉN ALMANSA 1994, p. 8.

37 ACIÉN ALMANSA 2000.

38 Que ha sido recientemente identificado con la comarca dela Sierra de Segura (SALVATIERRA CUENCA 2001, pp. 97-107).

39 Según los estudios de E. Terés en el año 898 los pobladorescristianos de Cástulo combatían a Ibn al-†Äliya cuando Lubbibn MuÜammad, de los Banë Qasà, acudió desde Toledo y losvenció, momento en el que este asentamiento pudo ser ocupa-do definitivamente por Ibn al-†Äliya (TERÉS 1976, pp. 171-172;SALVATIERRA CUENCA 2001, p. 98).

40 Así lo confirma Ibn öayyÄn “[…] Mandando por delante alvisir y caíd cAbdalÜamàd b. Basàl a la cora de Jaén para rendir acuantos disidentes e hipócritas quedaban en sus fortalezas, mien-tras marchaba con sus mesnadas, primero por la cora de Jaén,donde hizo alto de camino en la fortaleza de Monteleón[Muntilën], de la que hizo rendirse a cAbdallÄh b. Sacàd b. HuÇayl,desalojándole de todas las fortalezas que tenía para ponerlas bajoel gobierno de cAbd al-cAzàz b. Maslama y cAbdallÄh b. cAmr b.Maslama, a los que encargó de destruir las mayores, con sus alca-zabas, construidas en época de desidia, ya que eran refugio de disi-dencia e hipocresía, cuya permanencia le parecía dañina para lagente leal y recta. El recorrió la mayoría, imponiéndose a aquellagente y haciéndoles rendir sus atalayas: hizo general la destrucciónde tales fortalezas, haciendo descender a sus moradores al llano yobligándolos a la obediencia, y lo mismo hizo con las fortalezas dela cora de Elvira, pasando allí desde Jaén, pues recorrió los lugaresdonde quedaban disidentes, los hizo bajar al llano y obligó a laobediencia, ensartándolos en el añazme de la comunidad, conexcelente resultado, pues la gente pudo apreciar la ventaja de unarecta conducta”; IBN öAYY®N 1981, p. 154.

41 Sobre todo si tenemos en cuenta que en la misma tambiénse han recogido materiales cerámicos que presentan las mismascaracterística formales y tecnológicas que los documentados enla plataforma norte (GUTIÉRREZ SOLER, CASTILLO

ARMENTEROS 2006).

42 Se trata de recipientes elaborados a mano y torneta, conpastas sin decantar, que fueron cocidos en hornos simples enambientes reductores. El resultado son vasijas generalmente decocina o almacenaje, poco simétricas, con formas simples debordes redondeados o triangulares, y bases planas o convexas,algunos tipos de ollas incorporan trípodes para ser colocadasdirectamente sobre el fuego. Estos recipientes pueden presen-tar motivos decorativos incisos o impresos muy simples, asícomo cordones digitalizados.

43 MILLÁN, BENÍTEZ 2006.

44 No se ha conservado ningún indicio textual para determi-nar si la población hispano-visigoda de esta zona aceptó pacífi-camente el dominio de Ibn al-†Äliya, y por tanto, se oponía alproceso de islamización planificado por los Omeyas, o si porel contrario, como ocurrió con Cástulo, se opusieron a él,teniendo que ser sometidos por la fuerza. De esta manera suoposición al Estado cordobés obligó a que las comunidadescampesinas que habitaban las inmediaciones de Giribaile opta-ran por buscar refugio en la meseta para protegerse de los ata-ques de los ejércitos omeyas.

45 ACIÉN ALMANSA 1998 b, p. 292.

46 ACIÉN ALMANSA 1998 b, p. 300.

47 Quisiéramos agradecer a Francisco Gómez Cabeza la elabo-ración de las reconstrucciones en 3D de la fortaleza.

48 CASTILLO ARMENTEROS 1998, pp. 209-212.

49 AGUIRRE SÁDABA, JIMÉNEZ MATA 1979, pp. 177-184;AGUIRRE SÁDABA, SALVATIERRA CUENCA 1989, pp. 482-486;SALVATIERRA CUENCA 1996, pp. 172- 181.

50 ALCÁZAR HERNÁNDEZ 2002-2003, p. 130.

51 Así lo confirman las numerosas investigaciones arqueológi-cas realizadas tanto en zonas periurbanas de algunas de las ciu-dades del Alto Guadalquivir (Jaén, Martos, Andújar, etc.),como en ámbitos rurales.

52 AGUIRRE SÁDABA, JIMÉNEZ MATA 1979, pp. 201-255.

53 GONZÁLEZ GONZÁLEZ 1946, pp. 521-524; AGUIRRE

SÁDABA, JIMÉNEZ MATA 1979, p. 216.

54 HUICI MIRANDA 1916; JIMÉNEZ DE RADA 1989,

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262 // 07. 2010. PP. 239-262. ISSN: 1139-9996 // CASTILLOS Y PALACIOS

pp. 324-325; VARA THORBECK 1999, pp. 345-347; ROSADO

LLAMAS, LÓPEZ PAYER 2001, pp. 161-176; LÓPEZ PAYER,ROSADO LLAMAS 2002, pp. 122-128.

55 CASTILLO ARMENTEROS, ALCÁZAR HERNÁNDEZ 2006, pp. 164-165.

56 Con unas dimensiones aproximadas de 7,5 m en su lateralsur, frente a los 6 m de sus frentes oeste y este (ESLAVA GALÁN

1999 a, p. 101).

57 Informe de los análisis realizados por Beta AnalyticRadiocarbon Ating Laboratory de Florida.

58 Informe de los análisis realizados por Beta AnalyticRadiocarbon Ating Laboratory de Florida.

59 A este momento atribuiríamos las obras que condujeron ala edificación de la torre F y del antemural que defiende elfrente sur de la fortaleza.

60 CASTILLO ARMENTEROS 1998 b; CASTILLO ARMENTEROS

2001, pp. 72-73; CASTILLO ARMENTEROS, SALVATIERRA

CUENCA 2006; CASTILLO ARMENTEROS, ALCÁZAR

HERNÁNDEZ 2006, pp. 168-177.

61 GONZÁLEZ GONZÁLEZ 1946, pp. 34-35.

62 CASTILLO ARMENTEROS 1998 b; CASTILLO ARMENTEROS,ALCÁZAR HERNÁNDEZ 2006, pp. 170-171.

63 Con unas dimensiones aproximadas de 7,30 m de largo por4,50 m de ancho, alcanzando una altura de 3,5 m (ESLAVA

GALÁN 1999 a, p. 101).

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