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1. John R. McNeill, Naturaleza y cultura de la historia ambiental.pdf

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Historia Ambiental
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Nómadas (Col) ISSN: 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia McNeill, John R. NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL Nómadas (Col), núm. 22, abril, 2005, pp. 12-25 Universidad Central Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105116726002 &yPR FLWDU HO DUWtFXOR 1~PHUR FRPSOHWR 0iV LQIRUPDFLyQ GHO DUWtFXOR 3iJLQD GH OD UHYLVWD HQ UHGDO\FRUJ Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
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Nómadas (Col)ISSN: [email protected] CentralColombia

McNeill, John R.NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL

Nómadas (Col), núm. 22, abril, 2005, pp. 12-25Universidad CentralBogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105116726002

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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11N”MADASNO. 22. ABRIL 2005. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

MEDIO AMBIENTE.Historia y PolÌtica

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N”MADAS12 MCNEILL, J. R.: NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL

* Versión sintetizada y traducida del original en inglés “Observations on the Nature andCulture of Environmental History”, en: History and Theory, Theme Issue 42, December2003, pp. 5-43. Republicado con permiso de Wesleyan University (Copyright 2003) ycon autorización del autor.

** Ph. D., Duke University 1981. Director Estudios de Posgrados, School of ForeingService and History Departament, George town University. Desde 2003 ocupa la CincoHermanos Chair of Environment and International Affaire en la School of ForeignService de la misma Universidad. E-mail: [email protected]

* * * Licenciada en idiomas de la Universidad Nacional de Colombia.

NATURALEZA Y CULTURADE LA HISTORIA

AMBIENTAL*

John R. McNeill**Traducción del inglés: Ana Rita Romero V.***

ORIGINAL RECIBIDO: 13-IX-2004 – ACEPTADO: 24-I-2005

PÁGS.: 12-22

N”MADAS12

Este artículo considera el vigoroso campo de la historia ambiental como un todo, como se ha desarrollado durante lospasados 25 años. Necesariamente adopta un enfoque selectivo, pero presenta más amplitud que profundidad. Conside-ra el surgimiento de la historia ambiental desde la década de 1970, sus condiciones en varios escenarios e historiografías.Concluye que, aunque hay todavía mucho trabajo por hacer, la historia ambiental se ha establecido exitosamente comoun campo legítimo dentro de la profesión de la historia, con un futuro brillante, si bien tal vez por razones desalentado-ras.

Palabras clave: historia ambiental, naturaleza, ambientalismo, transformaciones ecológicas, historia global.

Este artigo considera o vigoroso campo da história ambiental como um todo, como se desenvolveu durante osúltimos 25 anos. Necessariamente adota um enfoque seletivo, mas apresenta mais amplitude do que profundidade.Considera o seu surgimento desde a década de 1970, as suas condições em vários cenários e historiografias. Concluique ainda que tenha muito trabalho por fazer, a história ambiental se estabeleceu com sucesso como um campo legítimodentro da profissão da história, com um futuro brilhante, mesmo que talvez tenha sido por razões desalentadoras.

Palavras-chave: história ambiental, natureza, ambientalismo, transformações ecológicas, história global.

This article aims to consider the robust field of environmental history as a whole, as it has developed over the pasttwenty-five years. It necessarily adopts a selective approach but still offers more breadth than depth. It considers theemergence of environment history since the 1970s, its condition in several settings and historiographies. It concludes thatwhile there remains plenty of work yet to do,environmental history has successfully established itself as a legitimate fieldwithin the historical profession,and has a bright future, if perhaps for discouraging reasons.

Key words: environmental history, nature, environmentalism, ecological changes, global history.

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Cuando Richard White es-cribió su estudio sobre el nuevocampo de la historia ambiental, en1985, le tomó todo un verano leerla literatura al respecto (según re-veló hace poco) (White, 2001: 103;White, 1985). Prudentemente selimitó a la historia ambiental nor-teamericana. Aquí, en cambio, exa-minaré globalmente elcampo. Esto represen-ta, creo, cien veces eltrabajo que representa-ba en 1985, lo que sig-nifica que he tenidoque escoger entre: a)gastar cien veranos le-yendo atentamente laliteratura (asumiendogenerosamente que mieficiencia es similar a lade White) o b) escribirtomando como baseuna muestra pequeñade la literatura. Seguíeste último camino.White confiesa no ha-ber hecho caso al tra-bajo de Joel Tarr parasu ensayo. Confiesoque he debido exami-nar por fuerza el traba-jo de la mayoría de loshistoriadores ambienta-les, pero no el de Tarr.Este ensayo es más unaserie de sondeos de va-riada profundidad que un estudiopropiamente dicho. Muestra unavisión del todo, siendo en conse-cuencia idiosincrático; sin dudales parecerá a algunos lectores de-finitivamente caprichoso, puestoque, hasta donde sé, no se ha in-tentado hasta ahora nada por elestilo, espero que sirva como guíapara los transeúntes y para los re-cién llegados al campo de la his-toria ambiental.

La historia ambiental signifi-ca muchas cosas para muchas per-sonas. Mi definición preferida es:la historia de las relaciones mu-tuas entre el género humano y elresto de la naturaleza. El génerohumano ha sido durante muchotiempo parte de la naturaleza, perouna parte diferente, especialmente

en los últimos milenios cuando ad-quirió el poder y el número suficien-te para convertirse en un género demamífero vagabundo que ejerceuna influencia cada vez mayor so-bre los ecosistemas de la Tierra.La historia humana se ha desarro-llado, y se desarrollará, dentro deun contexto biológico y físicocada vez más grande, y ese con-texto evoluciona por derecho pro-pio. Especialmente en los últimos

siglos ha evolucionado junto conla humanidad1 .

1. Tipos de historiaambiental

Bajo esa enorme carpa2 seaglutinan amigablemente varias cla-

ses de historia ambien-tal, compitiendo por laatención del público,como los actos en uncirco de tres pistas. Ha-blando ampliamente,hay tres variedadesprincipales: una de en-foque material, otra deenfoque cultural-inte-lectual y otra política.La historia ambientalmaterial tiene que vercon los cambios en losambientes físicos y bio-lógicos y la forma comoesos cambios afectan lassociedades humanas,acentuando los aspectoseconómicos y tecnoló-gicos de sus actividades.En contraste, el enfo-que cultural-intelectualhace énfasis sobre lasrepresentaciones e imá-genes de la naturalezaen las artes y las letras,cómo han evoluciona-

do y lo que revelan acerca de lagente y de las sociedades que lashan producido. La historia am-biental política considera la formacomo la ley y las políticas de esta-do se relacionan con el mundonatural. Los historiadores ambien-tales tienden a encontrarse más agusto en una u otra de estas pistas,aunque algunos querrían y podríansaltar entre ellas, incluso al inte-rior de un mismo libro3.

La Laguna Verde del Volcán Azufral, Nariño. Colombia secreta,Villegas Editores. Foto: Andrés Hurtado

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N”MADAS14 MCNEILL, J. R.: NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL

La historia ambiental material(con la que me siento más a gusto)tiene sus propias grietas. Probable-mente la más sobresaliente está en-tre los temas urbano y rural. Lostemas rurales incluyen los ecosis-temas agrícolas, la ecología de laspraderas y los rebaños, las selvas yel peculiar énfasis de los norte-americanos sobre las “reservas na-turales”. La historia del ambienteurbano se enfocó originalmente enla polución y el saneamiento, perose diversificó hasta llegar a com-prender en forma general el desa-rrollo de los sistemas técnicos, elaprovisionamiento y el metabolis-mo de las ciudades (Tarr y Dupuy,1988; Bernhart, 2000; Massard-Guilbaud y Bernhart, 2002). Esposible, algunos dirán que necesario,considerar juntos los ambientes ru-ral y urbano, pero los historiadoreshan tenido el hábito contrario4. Unade las formas más interesantes desaltar la brecha rural-urbana esusando el concepto de metabolis-mo urbano, en el cual la ciudad seasimila a un organismo y se consi-dera en términos de sus entradas ysus salidas. Un estudio reciente he-cho en Manchester, Inglaterra, la“ciudad de choque” de la revolu-ción industrial, emplea este concep-to para causar buena impresión(Douglas, Hodgson y Lawson,2002).

La variedad cultural-intelectualde la historia ambiental tiene unlargo pedigrí y ha atraído a algunoshistoriadores distinguidos, como SirKeith Thomas y Simon Schama(Thomas, [1983] 1996; Schama,1995)5. Para la tradición intelectualoccidental, hasta el siglo XVIII, eltexto más claro y perspicaz siguesiendo Traces on the Rhodian Shorede Clarence Glacken (Glacken,

1967; Worster, [1977] 1985; Pepper,1996 y Coates, 1998). El debate amayor escala dentro de esta ala dela historia ambiental ha tenido quever con el relativo impacto ambien-tal y quizá por eso con la relativamaldad de las diferentes tradicio-nes religioso-culturales. El punto departida es la pretensión de que elOccidente judeocristiano desarro-lló una cultura ambientalmenteávida que contrasta pobrementecon otras. Es por lo general com-parada individualmente con lastradiciones del oriente de Asia, for-madas por el budismo y el taoísmo,pero también con la cultura de lospueblos indígenas en América,Oceanía y Africa. El argumento sebasa normalmente en anotacionesprovenientes del texto ur, general-mente bíblico, más que en una com-paración cuidadosa del registro dela ruina ambiental alrededor delmundo. Una variante norteameri-cana de este tema sostiene que la“cultura capitalista norteamerica-na”6 es particularmente funesta.

En mi concepto ninguna de es-tas afirmaciones es totalmente con-vincente puesto que el cambio y laruina ambiental es y ha sido, porlargo tiempo, ampliamente disemi-nada alrededor del mundo. Losbudistas, los comunistas chinos, losnorteamericanos, los polinesios,todos con ideas contrastantes en suscabezas, respondieron flexiblemen-te a los riesgos y oportunidadesusando la naturaleza a medida quelo permitían las circunstancias,para lograr tanto confort y seguri-dad como podían y justificaron fá-cilmente sus acciones en términosde sus creencias y preceptos. Quétan destructivo haya sido su com-portamiento ha dependido más desus tecnologías, su número o su

poder para dirigir el trabajo de otrosy de sus animales, que de su propiacultura. Más aún, la inestabilidad yelasticidad de sus ecosistemas hatenido que ver más con el impactoy la duración que han tenido susacciones. Esta posición, me apresu-ro a admitirlo, no es compartidapor muchos historiadores ambien-tales, quienes prefieren una posiciónmás hegeliana: el comportamientoes condicionado fundamentalmen-te por las ideas y la cultura7.

Considero que donde la histo-ria ambiental intelectual-culturalhace su más fuerte contribución esen las generalizaciones de nivelmedio que conciernen al impactode una idea específica o un conjun-to de ideas. Por ejemplo, el evan-gelio de la conservación del suelodesarrollado en los Estados Unidosen la década de 1930 fue exporta-do fervientemente a África, China,y por doquier8. ¿Cómo se ajustanestas ideas a los nuevos contextos,social, económica y políticamente?¿Cómo las ideas holandesas sobreel manejo del agua, formadas en unambiente muy característico, se tra-dujeron al archipiélago indonesio?

La historia ambiental política escasi toda la historia moderna. ElEgipto de los faraones o la ChinaSong tuvieron innegablemente po-líticas hacia el mundo natural y dis-cusiones sobre el uso de los recursos.Pero el estudio sistemático decómo los estados se han aproxima-do a la naturaleza, cómo los gruposde interés luchan por ella y cómolas organizaciones explícitamenteambientalistas se unieron a la lu-cha, se confinaron esencialmente ala época posterior a 1880. Entre lospioneros estadounidenses en estecampo estaba Samuel Hays, quien

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escribió acerca de las políticas deconservación en Estados Unidos yaen la década de 1950 (Hays, 1959,1987, 2000). En Europa los parti-dos verdes y la política han atraidoa los historiadores y a los científicospolíticos interesados en los movi-mientos sociales. Lashistorias ambientalespolíticas o las historiasde los movimientosambientales existen enal menos una docenade países9.

Las historias am-bientales políticas sonlas únicas que encajanclaramente con la pre-ferencia de vieja dataque se da entre los his-toriadores de usar elEstado-nación como suunidad de análisis.Ellos colocan las lu-chas políticas en elcentro de sus historias.A este respecto son,entre las diferentes va-riantes de la historiaambiental, las más fá-cilmente integradas alas corrientes de la his-toria y las que menosriñen con las tradicio-nes de la profesión. Lahistoria ambientalcultural-intelectualpuede integrarse có-modamente con lastradiciones de los his-toriadores. Sus fuentes, métodos ytemas son todos familiares a la his-toria intelectual. La historia am-biental material se ajusta másdifícilmente. Ofrece el inamistosomensaje de que los historiadoresnecesitan poner atención no sólo amás cosas sino a muy diferentes cla-

ses de cosas, como la química at-mosférica o la dinámica de la po-blación de los peces. A este respectose parece a la historia econo-métrica, que también obligó a loshistoriadores a desarrollar nuevas yraras habilidades. La historia econo-

métrica tuvo su apogeo en la déca-da de 1970 y mucho después siguiósiendo terreno de especialistas cu-yas contribuciones aún son desco-nocidas para la mayor parte de lacomunidad de historiadores, pocodispuestos o incapaces de aprenderel vocabulario y las matemáticas

involucradas en ella. La historiaambiental, creo, ha encontrado unaamplia y fácil aceptación. Pero paracontinuar en esa buena fortuna loshistoriadores ambientales deben es-cribir libros que sean atrayentes alos lectores y puedan entenderse fá-

cilmente. Esto signifi-ca no sólo desarrollarla habilidad de hacercomprensibles e in-teresantes los asuntostécnicos, sino cons-truir verdaderos puen-tes intelectuales hacialos territorios de otrosespecialistas.

2. Elsurgimientode la historiaambiental apartir de 1970

Aunque las in-fluencias intelectualesde Turner y Febvre so-bre Malin y Le RoyLadurie inspiraron ycontribuyeron a darforma a la historia am-biental, su estímulomás fuerte vino delexterior de la acade-mia. El movimientoecológico popular definales de las décadasde 1960 y 1970 fuedecisivo en la apari-ción de la historia

ambiental como un campo auto-consciente en Europa y Nortea-mérica, y las luchas ambientales enIndia, China y Latinoamérica con-dujeron a algunos académicos deesos países y de otras partes a in-cluir las perspectivas ambientalesen su trabajo. Junto con casi todos,

Sierra Nevada del Cocuy. Colombia secreta, Villegas Editores.Foto: Andrés Hurtado

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los historiadores llegaron a ver unanueva serie de problemas. Muchossintieron deseos de ayudar a buscarsoluciones y vieron una oportuni-dad para el compromiso moral, unaoportunidad de servir a la huma-nidad suministrando un pasadoaprovechable10. Los historiadorespodrían ayudar descubriendo losorígenes de un problema determi-nado, por ejemplo, o podrían se-ñalar el camino hacia un mejorfuturo revelando la existencia desociedades que en el pasado hayanmanejado sus relaciones con elmedio ambiente más exitosa-mente, incluso de una forma mássostenible11.

La última búsqueda normalmen-te condujo a los historiadores hacialos pueblos indígenas, como porejemplo los nativos norteamericanos,o hacia pasados distantes no pertur-bados por el patriarcado, o al menoshacia sociedades no afectadas por larapacidad del capitalismo. Mientrasanimaban, quizá, a quienes en elmovimiento ambientalista estabanimpacientes por presentar alternati-vas a la sociedad tal como la cono-cían, los estudios iniciales en estefilón no resultaron tan bien, vistosbajo un análisis severo. Con el tiem-po, los resultados de la investigaciónen historia ambiental mostraron quelas sociedades preindustriales tu-vieron a menudo amplias conse-cuencias ambientales. Los nativosnorteamericanos, a pesar de la limi-tación de sus tecnologías y de sunúmero, se comprometieron en unamanipulación ambiental en gran es-cala, principalmente mediante elfuego. También lo hicieron los abo-rígenes australianos. Los polinesioscondujeron casi a la extinción a losanimales de las islas donde se esta-blecieron. Las sociedades no capita-

listas, al menos las comunistas, pue-den aventajar a las capitalistas en loque se refiere a daño ambiental12. Losángeles ecologistas, el equivalenteambiental del Buen Salvaje, se esfor-zaron por averiguar si es atractivoimaginar. Fueron resultados descora-zonadores para los intentos de encon-trar en el pasado el antídoto para elpresente.

América Latina

La historia ambiental en Amé-rica Latina está menos desarrolla-da (que en otras latitudes, N. d. E.)pero parece preparada para despe-gar. Las tradiciones académicas son,con frecuencia allí, por lo menostan intelectualmente conservadorascomo en cualquier otro lugar y

Cascada de Las Nereidas, Parque Nacional de los Nevados.

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desmotivan la evolución de nuevoscampos. Como resultado, los ex-tranjeros, especialmente norteame-ricanos, han jugado un papelevidente en el desarrollo de la lite-ratura. Pero, a pesar de los obstácu-los institucionales, los historiadoreslatinoamericanos están incorporan-do cada vez más perspectivas ecoló-gicas en sus trabajos.

En la historia precolombina elproblema fundamental –familiar enmuchos otros contextos– ha sido lamagnitud del cambio ambientalproducido por los Amerindios. ¿Vi-vieron ellos armoniosamente sobrela tierra, posiblemente como mo-delos de sostenibilidad? O a pesarde no ser capitalistas, sin sofistica-ción tecnológica o similar, ¿altera-

ron y degradaron los paisajes? La in-vestigación en esta área, que esprincipalmente arqueológica, admi-te una amplia variedad de interpre-taciones13. La dirección general, sinembargo, va hacia la conclusión deque en muchas regiones de Améri-ca Latina, especialmente Mesoamé-rica, las sociedades precolombinasalteraron radicalmente su medioambiente. Algunos estudiosos con-cluyen que, en lo que toca por lomenos a la erosión del suelo, lassociedades precolombinas excedie-ron a sus sucesores (Endfield,O’Hara y Metclafe, 2000; Endfieldy O’Hara, 1999). Los pueblosamazónicos, aparentemente, consumo cuidado crearon sus propiosretazos de suelo fértil, las llamadas“tierras oscuras” que componen porlo menos el diez por ciento de laregión de bosque húmedo14.

El impacto ambiental de la con-quista de América y los siguientessiglos de gobierno colonial compro-baron que son un tema fértil. AlfredCrosby presentó una de las primerasevaluaciones en The ColumbianExchange, en 1972, uno de los másimportantes trabajos en historia am-biental. En él se hace un mapa de losintercambios biológicos de plantas,animales y enfermedades entre Amé-rica y el resto del mundo, principal-mente Europa, y atrajo gran cantidadde lectores (Crosby, [1972] 2003).Elinor Melville continuó parte del tra-bajo de Crosby, estudiando en deta-lle el impacto ambiental de las ovejasen un valle mexicano, y concluyóque la ganadería euroasiática fue enverdad una adición altamente des-tructiva en los ecosistemas latinoa-mericanos (Melville, 1994).

Los latinoamericanos comen-zaron sus correría en historia am-

Colombia secreta, Villegas Editores. Foto: Andrés Hurtado (detalle)

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N”MADAS18 MCNEILL, J. R.: NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL

biental trabajando dentro de las tra-diciones izquierdistas de la críticasocial, y adoptaron normalmente elmarco general de la raubwirtschaft15,en el que, en este contexto, el co-lonialismo y el capitalismo habíanorganizado (o de hecho se requeríapara su supervivencia) el pillaje deAmérica Latina. En las décadas de1970 y 1980 esta interpretaciónengranaba bien con el análisis de“dependencia” que se había origi-nado en Argentina y Chile y quedespués fue exportado16. Luis Vita-le publicó el primer estudio gene-ral en 1983, escaso en investigaciónpero amplio en alegatos y acusacio-nes (Vitale, 1983). Un trabajo másdetallado y enfocado emergió len-tamente, primero en México y Brasily también en Argentina. El trabajomexicano, en particular, con fre-cuencia tomó los problemas del usodel agua y el riego (Musset, 1991;Lipsett-Rivera, 1999; Endfield yO’Hara, 1997; Ortiz Monasterio yFernández Tijero, 1987; TortoleroVillaseñor, 1996), mientras que enArgentina, como en las grandes pla-nicies de América del Norte, atra-jeron especial atención los aspectosque rodean a la colonizaciónagrícola de las pampas (Zarrilli,2001)17. En Brasil probablementelos bosques son los que han levan-tado mayor atención y sirven decentro al trabajo de Warren Dean.Latinoamericanista pero no latino-americano, Dean fue seguramenteel historiador ambiental más com-pleto de la región. Su obra magnacae justamente dentro de la tradi-ción raubwirtschaft (Dean, 1995;Dean, 1987; Miller, 2000). Los his-toriadores ambientales de Améri-ca Latina también produjeron unpuñado de trabajos desde el sectorcultural-intelectual, que incluyenalgunos mezclados con los estudios

de la política del ambientalismomoderno18.

Relacionado con las ideas deexplotación colonial y raubwirt-schaft capitalista, se encuentra lanoción de “ecología de la pobreza”,promovida por el investigador ca-talán Joan Martínez-Alier. Basadoen una investigación, centradaparticularmente en Perú, afirma quelos campesinos empobrecidos, pornecesidad más que por compromi-so ideológico, llevan formas de vidaecológicamente prudentes. Sutrabajo armoniza con estudios si-multáneos de India que llegaronprácticamente a la misma conclu-sión. Esta imagen de agriculturacampesina de bajo impacto am-biental contrasta fuertemente conla visión generalizada de destruc-ción ambiental que se practica enlas fronteras agrícolas del mundo,sea en América Latina, América delNorte o Australia. Esto tambiénhace parte de una crítica políticade la práctica capitalista, aunquemenos romántica que algunas ba-sadas en la interpretación ecológicaangelical de los pueblos indígenas19.

En todo caso, la existencia demuchas y amplias lagunas en la his-toria ambiental de Latinoaméricasigue invitando a los investigado-res a enfrentarlas con las habilida-des y la fuerza necesarias. Lasdimensiones ecológicas de la eco-nomía de minería, por ejemplo, ode las plantaciones de azúcar, ta-baco y café, han atraído hasta aho-ra solamente a algunos pioneros(Folchi Donoso, 2001; Dore,2000)20. La información básica re-unida por el imperio colonial espa-ñol ofrece una buena materia primapara la historia ambiental de los si-glos XVI a XVIII. Los registros si-

milares de Lisboa son mucho másdébiles (para el Brasil). Los regis-tros holandeses, que arrojan luz so-bre la historia ambiental de Surinamy las Antillas holandesas, tambiénprometen (Boomgaard, 1992). Laescala y el drama del cambio am-biental y su importancia en la lu-cha social sugiere un futuro fuertepara los historiadores ambientalesen América Latina.

3. Temas en historiaambiental

Como con algunos otros géne-ros históricos, la historia ambientalderivó mucho de su primer ímpetude las orientaciones y compromisospolíticos. Muchos historiadores que-rían un tipo de compromiso moral,la impresión de que estaban contri-buyendo al mejoramiento de la so-ciedad. Gran parte del trabajotemprano buscó enfatizar el hechode que el mundo que tenemos no esel único que deberíamos tener, quedeberían tomarse otros rumbos yobviamente deberían haberse toma-do ya. En el pasado, algunas vecescaprichosamente, se han establecidodiversas sociedades ecológicamentemás benignas que la nuestra. Estecompromiso político parece haberdeclinado severamente en EstadosUnidos y Europa, mientras que so-brevive en India y América Latina.No estoy seguro de la razón. Quizás,en parte, tiene que ver con el surgi-miento de una generación más jo-ven en Estados Unidos y Europa,menos animada por el entusiasmoinicial de los movimientos ambien-talistas de las décadas de 1960 y1970, o posiblemente porque, almadurar una mayor sofisticacióncientífica, la historia ambiental haadquirido un tono más neutral. Po-

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siblemente algo de esto, por lo me-nos en Estados Unidos, tiene que vercon la tormenta que siguió cuandoen 1995 William Cronon explicóque en verdad no había vida salvajeen Estados Unidos, que todos losecosistemas revelaban signos demayor o menor impacto humano,que el culto de los estadounidensespor lo salvaje se basaen una equivocación(Cronon, 1995). Estotuvo el impacto deuna traición a la causaambiental, porquepodría ser fácilmenteutilizado por quienesapoyan la tala, la mine-ría, el crecimiento ur-bano, y por lo tanto,como legitimación deposteriores modifica-ciones humanas delmedio ambiente21. Pe-ro mi impresión es quela historia laboral, so-cial y la historia en ge-neral en los EstadosUnidos y Europa hoyestán menos animadaspor el compromisopolítico que hace 25años. Si esto es verdad,la historia ambientalpuede ser simplemen-te arrastrada por lacorriente.

Un tema que loshistoriadores ambien-tales no han confron-tado sistemáticamentees el de la escala. Loshistoriadores han tenido durantemás de cien años una fuerte tenden-cia a usar el concepto Estado-nacióncomo su unidad de análisis preferi-da. Los estados burocráticos fueronbuenos almacenadores y conserva-

dores de archivos, pero para muchostipos de historia, incluyendo la ma-yoría de la historia ambiental, el con-cepto Estado-nación es una escalade operación equivocada. Los pro-cesos ecológicos desplegan sin teneren cuenta las fronteras, y las tenden-cias culturales e intelectuales lo ha-cen casi con el mismo descuido. La

única variedad de historia ambien-tal para la que tiene sentido el for-mato Estado-nación es la historiapolítica y de costumbres. Puede ha-cerse una excepción para los paísesinsulares, donde las conexiones

ecológicas con el mundo más am-plio es menos prominente, especial-mente si la uniformidad ecológicadel territorio nacional es alta. Unahistoria ambiental de Islandia y Nue-va Zelanda22 sería mucho más lógi-ca que una de Alemania o Bolivia.Pero aun Islandia y Nueva Zelandatuvieron y han tenido sus vínculos

ambientales (y so-ciales, económicos ypolíticos) con otros te-rritorios. La elección deuna escala apropiada altema requiere siempreconsideraciones cuida-dosas. Los historiadoresambientales, en virtudde sus roces ocasiona-les con los geógrafos,quienes son muy cons-cientes de los proble-mas de escala, estánentre los mejor pre-parados para quitar ala profesión de historia-dores su confianza en elformato Estado-na-ción. La historia puedeescribirse a cualquierescala, desde la máspequeña hasta la global(e incluso más allá!)(Christian, 2004 ySpier, 1996). Una crí-tica que algunas vecesse hace a la historiaambiental es que susnarrativas son, inexo-rablemente, cuentasdepresivas sobre la des-trucción ecológica, unacatástrofe tras otra.

Dentro de la comunidad de la his-toria ambiental esto algunas vecesse conoce como la tendencia “deca-dencista” y ocasionalmente es temade autoacusaciones. Consideroequivocadas esas críticas. De un

Laguna Verde Encantada, Parque Nacional Natural de los Nevados.Colombia secreta, Villegas Editores. Foto: Andrés Hurtado

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N”MADAS20 MCNEILL, J. R.: NATURALEZA Y CULTURA DE LA HISTORIA AMBIENTAL

lado, la historia militar, que incluyeenumeración amplia de bombardeosy masacres, a menudo se hace inte-resante y motivante. Incluso las his-torias de matanzas y genocidiosatraen montones de lectores. Aúnun tema tan deprimente puede serpresentado como una historia atrac-tiva. De otro lado, la historia am-biental, especialmente del mundoindustrial, contiene algunos desarro-llos muy divertidos. La provisión deagua potable y saneamiento paramillones de personas desde 1880 esuna historia de éxito ambiental querevolucionó la condición humana,especialmente la vida en las ciuda-des. La calidad del aire urbano (enel mundo industrial) se mejoró tam-bién notablemente en las seis déca-das posteriores a 194023. Puede serque la historia ambiental urbana,con el tiempo, pierda esta tenden-cia decadente. La historia ambien-tal más animada, de la que tengonoticia, es: The Greening of Georgia,por R. Harold Brown, que descansasólo parcialmente en las tendenciasurbanas (Brown, 2002)24. Brownencuentra mucho de que estar agra-decido en la historia reciente de lossuelos y la vida salvaje de Georgia(no puedo decir si esta en lo correc-to). También, como se anotó antes,los historiadores han ofrecido últi-mamente una interpretación de lospaisajes africanos que enfatiza el éxi-to del manejo humano y proponeun reto a las anteriores visiones dedecadencia.

La historia ambiental frecuen-temente provoca la indignación delos lectores, quienes piensan queexcluye a la gente o la reduce aabstracciones. La actuación huma-na desaparece en las sombras, entanto que el clima, los virus o latecnología atraen la atención. Esto

es cierto para una parte de la histo-ria ambiental, incluyendo la mía,aunque muchos otros historiadoresambientales escriben con indivi-duos de carne y hueso que domi-nan el escenario25. Desde luego, nosolamente la historia ambiental sepuede escribir así. Cualquier cosaconcebida en la vena de las “fuer-zas sociales anónimas” tiene elmismo sabor. Algunos de los histo-riadores de Annaliste lo considera-ron una virtud y aspiraban a escribirhistorie sans noms. Este aspecto estáconectado al de la escala. La histo-ria ambiental a pequeña escala,como la historia social, se puedeescribir desde abajo, con personasreales en primer plano. Pero la his-

toria ambiental a gran escala tien-de inevitablemente a enfatizar losprocesos y las fuerzas, culturales onaturales, más que las acciones y losdestinos de los individuos. En cual-quier caso, la historia ambientaldebería darnos una dosis de humil-dad: deberíamos aceptar que somossolo una especie entre muchas ycompartir graciosamente el lugar enla cima junto con los bisontes, lasmoscas tse-tsé y El Niño.

4. Caminos no (muy)frecuentados

Podría ser, como he manifes-tado, que la historia ambiental ha

El río Ratoncito“recoge las aguas del

valle de Los Cojines yse precipita por una

cascada de 200metros rumbo al

lejano Orinoco”.

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comenzado a rendir algunos de losbeneficios de la madurez, pero aúntiene un número de fronterasinexploradas, islas oscuras, si nocontinentes oscuros. Una es la his-toria de los suelos. Parece curio-so que la tierra misma no tengamucha atención de los historiado-res ambientales, quienes se hanenfocado algunas veces en la ero-sión, pero la historia de los suelosrequiere mucho más que eso. Laquímica y biología de la fertilidaddel suelo están cambiando perma-nentemente, en parte debido a laactividad del hombre, y esto siem-pre afecta sus proyectos, dondequiera que se dedique a la agri-cultura26. La historia ambiental de

la minería también parece habertenido menos atención de la de-bida; su importancia ecológicapara México, los Andes, EuropaCentral o Suráfrica, donde lasminas de oro alcanzan ocho kiló-metros de profundidad, parecengarantizar el tipo de atenciónprodigada a la historia laboral eneste campo27. Los historiadoressociales, durante una generación,han requerido y suministrado loque ellos llaman “Historia de aba-jo hacia arriba”, o sea comenzan-do con la experiencia de la gentecorriente en la base de la pirámi-de social. Para los historiadoresambientales, la historia desde aba-jo hacia arriba podría comenzar

con el suelo y su historia, pueseste ha sido el sustrato real de losasuntos humanos durante unoscuantos miles de años.

Los efectos ambientales de lasmigraciones humanas merecentambién más análisis. Me pareceque uno de los aspectos de las ideasy la cultura que más importa estáen moldear el comportamiento delos migrantes que viajan de un eco-sistema a otro llevando en sus ca-bezas creencias y conocimiento,por ejemplo, sobre la agricultura,que se formaron en un contextopero luego se trasplantaron a otro.Crosby, a pesar de la atención quepresta a la migración interconti-nental, no tiene mucho que decirsobre el trasplante de prácticasagrícolas. ¿Cuáles fueron los efec-tos de las prácticas agrícolas chi-nas que fueron llevadas por losmigrantes a la estepa mongolesa,o por los esclavos angoleses al Bra-sil, o por los campesinos japone-ses a California?

Finalmente, el campo de la his-toria ambiental mantiene un sesgoterrenal. Los ecosistemas acuáticoshan recibido muy poca atención. Seentiende que con frecuencia es másdifícil recolectar información histó-rica sobre los peces o los arrecifesde coral que sobre los árboles y lospastos. Y los pensadores y escrito-res ambientales, para no mencionarla ley y la política, siempre han te-nido más que decir sobre la tierraque sobre el mar. Pero es posible,especialmente para el último siglo,armar un cuadro de biosistemasacuáticos y los regímenes de conta-minación en algunos cuerpos deagua. Hasta ahora los historiadoreshan dado mayor atención a los ríosque a los lagos y océanos (Cioc,

Colombia secreta,Villegas Editores.Foto: Andrés Hurtado

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2002; Luckin, 1986; Fradkin, 1996;White, 1996; Steinberg, 1991;Afinson, 2003; Evenden, 2004), peroesto puede cambiar. Un proyecto deinvestigación a gran escala, ancladoen Dinamarca, está tratando de re-construir la historia de la poblaciónde diferentes especies marinas, traba-jando desde los registros de pesca, losvestigios arqueológicos y cualquiercosa que pueda ser útil28.

No hay duda que hay otroscientos o miles de temas en buscade autor en la historia ambiental.La anterior no es más que una listade los libros que me gustaría quealguien escribiera.

5. ConclusiÛn

La secta herética de los econo-mistas que trabajan en economíaecológica solicitan algunas vecesuna economía “como si la natura-leza existiera”. La historia ambien-tal ruega porque se reconozca quela naturaleza no solo existe sinoque cambia. Más aún, cambia porsí misma y por las acciones huma-nas, y haciéndolo provoca cam-bios en el contexto en que sedespliega la historia humana. Lahistoriografía de la historia am-biental, aunque desde luego des-igual en el mundo y con respectoa diferentes temas, ha crecidocomo la maleza en los últimos 25años, hasta el punto de que ningu-na persona puede seguirle el paso.Se puede afirmar con justicia quese ha convertido en uno de lo másvitales subcampos dentro de la dis-ciplina histórica, por lo menos enun puñado de países. A pesar delos retos que propone para la co-rriente dominante de la historia(hasta donde sea posible tal cosa),

ha tenido en la mayoría de las oca-siones una recepción benigna y hacomenzado a influir sobre la disci-plina más amplia. Esto es eviden-te, entre otros lugares, en los textosuniversitarios preparados para losEstados Unidos, que incluyen cadavez más retazos de historia ambien-tal. El futuro de la historia ambien-tal parece sólido, a juzgar por laedad de los participantes en lasconferencias29. Todo esto es causade celebración, porque es en ge-neral un indicativo de la vitalidadcontinua de la historia profesionaly, específicamente, porque los his-toriadores ambientales, en razónde su trabajo, han logrado algúnreconocimiento dentro de su pro-fesión (y también del público másamplio). La historia ambiental estáaquí para quedarse.

Sin embargo, la razón funda-mental de que esto sea así no esmotivo de celebración. El inte-rés en la historia ambiental de-pende en gran medida de lapreocupación sobre los proble-mas sociales contemporáneos. Dela misma manera que la historialaboral y de la mujer adquirieronun nuevo impulso cuando los le-vantamientos sociales de la ge-neración anterior enfatizaron lostemas de clase y género, la histo-ria ambiental adquirió su impul-so inicial de las preocupacionesecológicas difundidas en la socie-dad. Ahora es menos política ypartidista, en todo aspecto, de loque fue en su infancia. Pero suhabilidad para continuar atrayen-do a los jóvenes historiadores ypara dirigir la atención de los his-toriadores en general, descansa-rá siempre en la importancia quetienen los temas ambientales paratoda la sociedad.

ApÈndice

La literatura en la historia am-biental puede ser abordada másconvenientemente a través de unapequeña cantidad de sitios web queconsiste principalmente en biblio-grafías, algunas de las cuales sepueden encontrar fácilmente. Re-comiendo los siguientes:

http://www.esenvironmentalhistory.org/bibliography.htmlhttp://www.lib.duke.edu/forest/biblio.htmlhttp://www.stanford.edu/group/laenvironmentalhistory/http://www.h-net.org/~environ/historiography/ausbib.htm(registrados todos en septiem-bre 16 de 2003)

Citas

1 Ecológicamente hablando, desde luego,es arrogante pensar en el realismobiofísico como el contexto de los asun-tos humanos. Pero para los historiado-res, cuyo tema principal, aunque no ex-clusivo, es la carrera humana, resulta apro-piado verlo así.

2 La carpa es mayor que lo que sugiere ladescripción. Para muchos científicospaleontólogos, la “historia ambiental” serefiere a la evolución de los ecosistemas yno requiere que existan en ellos sereshumanos.

3 Para dar un ejemplo, Worster (1978) tratacon los suelos de las praderas, el clima ylos ecosistemas agrícolas, así como conlas ideas prevalentes sobre la tierra y elclima y con la política norteamericanade recursos.

4 Entre los trabajos que llenan esta brechaestán los de Cronon (1992) y Brosnan(2002).

5 Thomas y Schama son pasajeros en lahistoria ambiental; el grueso de su traba-jo reside en otros campos.

6 Esta frase y concepto son usados repeti-damente en varios de los libros de Worster,

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especialmente en Dust Bowl (1978) yRivers of Empire (1985).

7 Las declaraciones más directas en estadiscusión son las de: White (1967), a mijuicio refutadas por Yi-fu Tuan (1968).Otras variantes sostienen que la culturaoccidental desde la revolución científicaeuropea mostró una actitud instru-mentalista hacia la naturaleza, en la cuallos hombres vieron la naturaleza comofemenina y la explotaron consecuente-mente. (Véase Merchant, 1983). Creoque mi posición es débil con respecto alos bosques sagrados. Véase por ejemploByers, Cunliffe y Hudak (2001).

8 Showers (1989) ha comenzado a explo-rar este tema para Lesotho.

9 Una muestra: Delwit y De Waele (1999),Bess (2003), Burchell (2002), Prem-ErLam (1999) y Cinman Simsek, (1993).

10 Roderick Nash, quien dictó en 1970 unode los primeros cursos de historia am-biental, escribió: “Estaba respondiendoa las voces que pedían responsabilidadcon el medio ambiente y que alcanzaronun crescendo en los primeros meses [de1970]” (Nash, 1974).

11 Encontramos una interrogación explíci-ta de la historia en busca de ejemplos desostenibilidad en van Zon (2002).

12 Véase por ejemplo: Shapiro (2001), Díaz-Briquets y Pérez-López (2000), que noson trabajos de historiadores, pero consi-deran las dimensiones históricas de algu-nos temas. Por lo que sé, no hay un traba-jo general comparable sobre la UniónSoviética o alguno de sus satélites. El deFeshbach y Friendly (1992) está limitadoprincipalmente a la situación que se vivíahacia la década de 1980. Cuadros parcia-les muy útiles de la historia ambiental so-viética se encuentran en Weiner (1988),Weiner (1999), Josephson (2002),Stevens (1998) y Turnock (2001).

13 Un ejemplo de esta literatura es el deGrualich (1983) y Annals of the AmericanAssociation of Geographer, 82, No. 3,1992. Un breve resumen es el de Dore(1997). Obviamente este debate riñe conlos indígenas contemporáneos en laAmazonia y otros lugares, a quienes al-gunas veces se les muestra como ejem-plos de rectitud ecológica.

14 Woods y McCann (1999). Los antiguoshabitantes de la Amazonia deben habertransportado las tierras negras bioló-gicamente ricas a nuevos lugares y per-mitido que los microorganismos hicieransu trabajo por meses o años, creando nue-vamente espacios cultivables.

15 En términos gruesos, economía de pilla-je, un término y concepto desarrolladoen la geografía académica de Alemania yFrancia hacia 1870-1920.

16 Trabajos de gran influencia como el deGaleano (1972).

17 El trabajo de mayor influencia sobre Ar-gentina, producido por un biólogo y unaeconomista, es el de Brailovsky yFoguelman (1991).

18 Por ejemplo Pádua (2002) y Simonian(1995).

19 Véase Martínez-Alier (2002) para unacolección de ensayos sobresalientes.

20 Dean y otros han estudiado el impactoecológico del azúcar en Brasil. En el Ca-ribe está casi intacto, pero recomiendover a Funes Monzote (2001).

21 Véanse las críticas en EnvironmentalHistory, No. 1, 1996, pp. 29-47. Un cor-ta revisión del aspecto aparece en Miller(2001).

22 Existe una colección útil para NuevaZelanda: Pawson y Brooking (2002).

23 De la historia del saneamiento urbano yla calidad del aire en el mundo indus-trial, pueden hallarse ejemplos en:Bernhardt (2000), Hamlin (1998),Luckin (1986), Melosi (1980), Melosi(2000), Porter (1998), von Simson(1983), Tarr (1996), Stradling (1999),Mosely (2001) y Brimblecombe (1987).

24 Los libros que usan la información histó-rica para discutir sobre el mejoramientoambiental general en las últimas décadas,por lo menos en el mundo industrial, in-cluyen el de Easterbrook (1995), Lomborg(2001) y Hollander (2003). Ninguno deestos tres es una historia satisfactoria delmejoramiento ambiental, y el libro deLomborg ha atraído críticas agudas y, a mijuicio, justificadas.

25 Un ejemplo es el Dust Bowl de Worster.

26 En los Estados Unidos está Stoll (2003),que es una revisión basada en unos po-cos casos locales. Un trabajo general quetodavía vale la pena consultar, es el deHyams (1975). Hyams fue un erudito queescribió acerca del terrorismo, Proudhon,los Incas y otros temas diversos.

27 Véase sin embargo a Smith (1987).

28 Véanse Holm, Smith y Starkey (2001) yAndersen (2002).

29 Confieso que la evidencia para esta afir-mación es completamente anecdótica.En las reuniones de la American HistoryAssociation la proporción de cabezas gri-ses parece cinco veces mayor que en las

de la American Society for Environ-mental History (ASEH) o la EuropeanSociety for Environmental History(ESEH).

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