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110496978 La Era de La Revolucion

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    L A E R AD E L A R E V O L U C I N1 7 8 9 - 1 8 4 8

    L I B R O S de H I S T O R I A

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    E R I C H O B S B A W M

    L A E R AD E L A R E V O L U C I N1 7 8 9 - 1 8 4 8

    CRTICAB A R C E L O N A

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    Primera ed i c i n en lapa dura f lex ib le: no vie mb re de 1 997Pr imera ed ic in en rst ica: jun io de 2001P r i m e r a e d i c i n e n n u e v a p r e s e n t a c i n : f e b r e r o d e 2 0 1 1No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su incorporacin a un sistemainfn i su transmis in en cualqu ier forma o por cualqu ier medio , sea ste e lec trn ico , mecnico , jxpia. por grabacin t i otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. I.a infraccidere chos me nc i ona dos puede ser const i tu t iv a de de l i to contra la prop ieda d in te lec tual (Asigu ientes de l Cdigo Penal) . Dir jase a C I D R O (Centro l'spaol de Derechos Reprogrficoss i ta fotoeop iar o e sca near a lg n fragm ento de e sta obra. Puede contac tar co n CP'DR O a travsiw w w c o n l i e e n c i a . c o m o p o r t e l f o n o e n e l 9 1 7 0 2 1 9 7 0 / 9.1 272 04 17

    T t u l o o r i g i n a l : / li e Age ofilw Rernliition.I.urope I7HV I.S4HW e t d e n f e l d a n d N i c h o l s o n . L o n d r e s

    D i s e o d e la c u b i e r t a : J a i m e H e r n n d e zI lustrac in de la cub ier ta: C o r b i sC o m p o s i c i n : P a c m e rO 1 9 6 2 . F . ri c J . H o h s b a w m 1 9 9 7 . d e l a t r a d u c c i n F e l i p e X i m n e / d e S a n d o v a l> 201 1 . de la pres ente ed ic i n para Kspaa y A m r i c a :

    CRITICA. S . l . . . D i a g o n a l 6 6 2 6 6 4 . 0 8 0 . 1 4 B a r c e l o n aed itor ia l ("Vd-cr i t ica .e sw w w . e d - c r i t i c a . e sI S B N : 9 7 8 - 8 4 - 9 8 9 2 - 1 8 8 - 5D e p s i t o l e g a l : B . 1 9 5 2 - 2 0 1 02 0 1 I . I m p r e s o y e n c u a d e r n a d o e n F . s p a a p o r B o o k P r i n t D i g i t a l

    http://www.ed-critica.es/http://www.ed-critica.es/
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    PREFACIOEl presente libro estudia la transformacin del mundo entre 1789 y 1848,debida a lo que llamamos la doble revolucin: la Revolucin francesa de1789 y la contempornea Revolucin industrial britnica. Por ello no esestrictamente ni una historia de Europa n i del mundo. No obstante, cuando

    un pas cualquiera haya sufrido las repercusiones de la doble revolucin deeste perodo, he procurado referirme a l aunque sea ligeramente. En cam-bio, si el impacto de la revolucin fue imperceptible, lo he omitido. As ellector encontrar pginas sobre Eg ipto y no sobre el Japn; m s sobre Irlan-da que sobre Bulgaria; ms sobre Amrica Latina que sobre Africa. Natu-ralmente, esto no quiere decir que las historias de los pases y los pueblosque no figuran en este volumen tengan menos inters o importancia que lasde los incluidos. Si su perspectiva es principalmente europea, o, ms con-cretamente, franco-inglesa, es porque en dicho perodo el mund o o almenos gran parte de l se transform en una base eu ropea o, mejor dicho,franco-inglesa.

    El objeto de este libro no es una narracin detallada, sino una interpre-tacin y lo que los franceses llaman haute vulgarisation. Su lector ideal serel formado tericamente, el ciudadano inteligente y culto, que no siente un amera curiosidad por el pasado, sino que desea saber cmo y por qu el mun-do ha llegado a ser lo que es hoy y hacia dnde va. Por ello, sera pedantee inadecuado recargar el texto con una aparatosa erudicin, como si se des-tinara a un pblico ms especializado. As pues, mis notas se refieren casitotalmente a las fuentes de las citas y las cifras, y en algn caso a reforzarla autoridad de algunas afirmaciones que pudieran parece r demasiado sor-prendentes o polmicas.

    Pero nos parece oportuno decir algo acerca del material en el que se habasado una gran parte de este libro. Tod os los historiadores son ms exper-tos (o, dicho de otro modo, ms ignorantes) en unos campos que en otros.Fuera de una zona generalmente limitada, deben c onfiar ampliamente en latarea de otros historiadores. Para el perodo 1789-1848 slo esta bibliogra-fa secundaria forma una masa impresa tan vasta, que sobrepasa el conoci-miento de cualquier hombre, incluso del que pudiera leer todos los idiomasen que est escrita. (De hecho, todos los historiadores estn limitados amanejar tan slo unas pocas lenguas.) Por eso, no negamo s que gran parte

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    8 L A E RA E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8de este libro es de segunda y hasta de tercera m ano, e inevitablemente con-tendr errores y cortes que algunos lamentarn como el propio autor. Alfinal figura una bibliografa como gua para un estudio posterior msamplio.Aunque la trama de la historia no puede dese nredarse en hilos separa-dos sin destruirla, es muy conveniente, a efectos prcticos, cierta subdivisindel tema bsico. De una manera general, he intentado dividir el libro en dospartes. LI primera trata con amplitud el desarrollo principal del perodo,mientras la segunda esboza la dase de sociedad producida por la doblerevolucin. Claro que hay interferencias deliberadas, pues la divisin no escuestin de teora, sino de pura conveniencia.Debo profundo a gradecimiento a numerosa s personas con quienes hediscutido diferentes aspectos de este libro o que han ledo sus captulos enel manusc rito o en las pruebas, pero que no son responsables de mis e rro-res: sealadamen te, a J. D. Bernal, D ouglas Dakin, Ern st Fischer. FrancisHaskell, H. G. Koenigsberger y R. F. Leslie. En particular, el captulo 14debe mucho a las ideas de Ernst Fischer. La seorita P. Ralph me prestgran ayuda como secretaria y ayudante en el acopio de documentacin.

    E. J. H.Londres, diciembre de 1961

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    I N T R O D U C C I NLas palabras son testigos que a menudo hablan ms alto que los documen-tos . Consideremos algunos vocablos que fueron inventados o que adquirieronsu significado moderno en el perodo de sesenta aos que abarca este volumen.Entre ellos estn: industr ia, industr ial, fbrica, clase media, claset rabajadora , capi ta l ismo y socia l ismo. Lo mismo podemos decir dearistocracia y de ferrocarril, de liberal y conservador, como trminospolticos, de nacionalismo, cientfico, ingeniero, proletariado y cri-s is (econmica). Utili tar io y estads tica, sociologa y otros muchosnombres de ciencias modernas, periodismo e ideologa fueron acuadoso adaptados en dicha poca. 1 Y lo mismo huelga y depauperacin.Imaginar el mundo moderno s in esas palabras (es decir , s in las cosas yconceptos a las que dan nombre) es medir la profundidad de la revolucinproducida entre 1789 y 1848, que supuso la mayor transformacin en la his-

    toria humana desde los remotos t iempos en que los hombres inventaron laagricultura y la metalurgia, la escritura, la ciudad y el Estado. Esta revolu-cin transform y s igue transformando al mundo entero. Pero al considerar-la hemos de dis tinguir con cuidado sus resultados a la larga, que no puedenlimitarse a cualquier armazn social, organizacin polt ica o dis tr ibucin defuerzas y recursos internacionales , y su fase primera y decis iva, estrecha-mente l igada a una especf ica s ituacin social e internacional. La gran revo-lucin de 1789-1848 fue el triunfo no de la industria como tal, sino de laindustr ia capitalis ta; no de la l ibertad y la igualdad en general, s ino dela clase media o sociedad burguesa y liberal; no de la economa moder-na, s ino de las economas y estados en una regin geogrfica particular delmundo (parte de Europa y algunas regiones de Norteamrica) , cuyo centrofueron los es tados r ivales de Gran Bretaa y Francia . La t rans formacin de1789-1848 est constituida sobre todo por el trastorno gemelo iniciado enambos pases y propagado en seguida al mundo entero.Pero no es irrazonable considerar esta doble revolucin la francesa,

    1 . L a ma y o r p a rte d e e s a s p a l a b ra s t i en en cu rs o in tern a c i o n a l o fu ero n t ra d u c i d a s l i t e -ra l mente en l o s d i f ere n tes i d i o ma s . A s , s o c i a l i s m o y p e r i o d i s m o s e i n t ern a c i o n a l i za ro n ,mi entras la co m b i n a c i n ca mi n o y h i erro e s l a b a s e d e f erro ca rr i l en to d a s p a r te s , m en o sen su pas de origen .

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    10 L A E RA E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8ms bien polt ica, y la Revolucin industr ial inglesa no tan to como algoper teneciente a la h is tor ia de los dos pases que fueron sus pr incipalesmensajeros y s mbolos , s ino como el doble cr ter de un anchs imo volcnregional . Ahora b ien , que las s imul tneas erupciones ocurr ieran en Franciay Gran Bretaa y tuvieran caracters ticas l igeramente diferentes no es cosaaccidental ni carente de inters . Pero desde el punto de vis ta del his toriador,digamos, del ao 3000. como desde el punto de vis ta del observador chino oafricano, es ms relevante anotar que se produjeron una y otra en la Europadel noroeste y en sus prolongaciones ultramarinas, y que no hubieran tenidoprobabilidad alguna de suceder en aquel t iempo en ninguna otra parte delmundo. Tambin es digno de sealar que en aquella poca hubieran s ido casiinconcebibles en otra forma que no fuera el tr iunfo del capitalismo liberal yburgus.Es evidente que una transformacin tan profunda no puede comprendersesin remontarse en la historia mucho ms atrs de 1789, o al menos a las dca-das que precedieron inmediatamente a esta fecha y que reflejan la cris is de losanciens rgimes del mundo occidental del norte, que la doble revolucin ibaa barrer . Quirase o no, es menester considerar la revolucin norteamericanade 1776 como una erupcin de s ignif icado igual al de la anglo-francesa, opor lo menos como su ms inmediata precursora y acuciadora; quirase o no,hemos de conceder fundamental importancia a las cris is constitucionales y alos trastornos y agitaciones econmicas de 1760-1789, que explican clara-mente la ocasin y la hora de la gran explosin, aunque no sus causas funda-mentales . Cunto ms habramos de remontarnos en la his toria hasta larevolucin inglesa del s iglo xvn, hasta la Reforma y el comienzo de la con-quista militar y la explotacin colonial del mundo por los europeos a princi-pios del siglo xvi e incluso antes . no viene al caso para nuestro propsito,ya que semejante anlis is a fondo nos llevara mucho ms all de los l mitescronolgicos de este volumen.Aqu slo necesitamos observar que las fuerzas sociales y econmicas, ylos instrumentos polt icos e intelectuales de esta transformacin, ya estabanpreparados en todo caso en una parte de Europa lo suficientemente vasta pararevolucionar al resto. Nuestro problema no es sealar la aparicin de un mer-cado mundial, de una clase suficientemente activa de empresarios privados,o incluso (en Inglaterra) la de un Estado dedicado a sostener que el l levar almximo las ganancias privadas era el fundamento de la polt ica del gobier-no. Ni tampoco sealar la evolucin de la tecnologa, los conocimientos cien-tf icos o la ideologa de una creencia en el progreso individualis ta, secular oracionalis ta. Podemos dar por supuesta la exis tencia de todo eso en 1780,aunque no podamos af i rmar que fuese suf ic ien temente poderosa o es tuviesesuficientemente difundida. Por el contrario, debemos, s i acaso, ponernos enguardia contra la tentacin de pasar por alto la novedad de la doble revolu-cin por la familiaridad de su apariencia externa, por el hecho innegable deque los trajes , modales y prosa de Robespierre y Saint-Just no habran esta-do desplazados en un saln del ancien rgime, porque Jeremy Ben tham .

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    I N T R O D U C C I Ncuyas ideas reformistas acoga la burguesa britnica de 1830, fuera el hom-bre que haba propuesto las mismas ideas a Catalina la Grande de Rusia yporque las manifes taciones ms ex tremas de la pol t ica econmica de laclase media procedieran de miembros de la Cmara de los Lores inglesa delsiglo XVIII .Nuestro problema es , pues, explicar , no la exis tencia de esos elementosde una nueva economa y una nueva sociedad, sino su triunfo; trazar, no elprogreso de su gradual zapado y minado en los siglos anteriores, sino la deci-s iva conquista de la fortaleza. Y tambin sealar los profundos cambios queeste sbito tr iunfo ocasion en los pases ms inmediatamente afectados porl y en el resto del mundo, que se encontraba de pronto abierto a la invasinde las nuevas fuerzas, del burgus conquistador, para citar el ttulo de unareciente historia universal de este perodo.Puesto que la doble revolucin ocurri en una parte de Europa, y susefectos ms importantes e inmediatos fueron ms evidentes all , es inevitableque la his toria a que se refiere este volumen sea principalmente regional.Tambin es inevitable que por haberse esparcido la revolucin mundial des-de el doble crter de Inglaterra y Francia tomase la forma de una expansineuropea y conquistase al resto del mun do. S in em bargo, su consecu encia msimportante para la his toria universal fue el es tablecimiento del dominio delglobo por parte de unos cuantos regmenes occidentales (especialmente porel britnico) sin paralelo en la historia. Ante los mercaderes, las mquinas devapor, los barcos y los caones de Occidente y tambin ante sus ideas,los viejos imperios y civilizaciones del m undo se derrumb aban y c apitulaban.La India se convirti en una provincia administrada por procnsules britni-cos, los estados is lmicos fueron sacudidos por terr ibles cris is , frica quedabierta a la conquista directa. Incluso el gran Imperio chino se vio obligado,en 1839-1842, a abrir sus fronteras a la explotacin occidental. En 1848 nadase opona a la conq uista oc cide ntal de los territorio s, que tan to los go bier noscomo los negociantes consideraban conveniente ocupar, y el progreso de laempresa capitalista occidental slo era cuestin de tiempo.A pesar de todo ello, la his toria de la doble revo lucin no es s imp lem en-te la del triunfo de la nueva sociedad burguesa. Tambin es la historia de laaparicin de las fuerzas que un siglo despus de 1848 habran de convertirla expansin en contraccin. Lo curioso es que ya en 1848 este futuro cam-bio de fortunas era previs ible en parte. Sin embargo, todava no se podacreer que una vasta revolucin mundial contra Occidente pudiera producirseal mediar el s iglo xx. Solamente en el mundo is lmico se pueden observarlos primeros pasos del proceso por el que los conquistados por Occidenteadoptan sus ideas y tcnicas para devolverles un da la pelota: en los comien-zos de la reforma interna oc ciden talis ta del Imp erio tu rco, hacia 1830, ysobre todo en la s ignif icativa, pero desdeada, carrera de Mohamed Al deEgipto. Pero tambin dentro de Europa estaban empezando a surgir las fuer-zas e ideas que buscaban la sustitucin de la nueva so ciedad tr iunfan te. Elespectro del comunismo ya rond a Europa en 1848, pero pudo ser exor-

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    Primera parteEVOLUCIONES

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    1. EL M UN D O EN 1780-1790L e d i x - h u i t i m e s i c l e d o i t t r e m i s a u P a n t h o n .

    S A I N T - J U S T '

    I

    Lo primero que deb em os observ ar acerca del m und o de 1780-17 90 esque era a la vez mucho ms peq ue o y m uch o m s gran de q ue el nuestro .Era mucho ms pequeo ge ogr ficam ente, po rque incluso los hom bres mscultos y mejor inform ados q ue ent onc es vivan por ejemplo, el sabio y via-jero Alexander von Hum boldt (1 769 -185 9) slo conocan algun as pa rteshabitadas del globo. (Los mundos conocidos de otras comunidades menosexpansionistas y avanzadas cientficamente que las de la Europa occidentaleran todava ms pequeos, reducidos incluso a los pequeos segmentos dela tierra dentro de los que el an alfa bet o cam pe sin o de S icilia o el cultiv ado rde las colinas birmanas viva su vid a y m s all de los cual es to do era y serasiempre absolutamente desconocido.) Gran parte de la superficie de los oca-nos, por no decir toda, ya haba sid o exp lora da y consig nad a en los m apa sgracias a la notable competencia de los navegantes del s iglo xvm, comoJames Cook, aunque el cono cim iento hum ano del lec ho de los m ares segui-ra siendo insignificante hasta mediados del siglo xx. Los principales contor-nos de los continentes y las islas eran con oc ido s, a unq ue no con la seg uridadde hoy. La extensin y altura de las cad ena s m ont ao sas eur ope as eran con o-cidas con relativa exactitud, pe ro las de Am ric a L atina lo eran esc asa m ent ey slo en algunas partes, las de Asia a pen as y las de Af rica (con exc epci ndel Atlas) eran totalmente ignoradas a fines prcticos. Excepto los de Chinay la India, el curso de los gra nde s ros del m un do e ra des co no cid o paratodos, salvo para algunos cazadores de Siberia y madereros norteamericanos,que conocan o podan co noc er los de sus reg ion es. F uera d e una s es cas asreas en algunos continentes no alcanzaban ms que unas cuantas millasal interior desde la costa , el mapa del mundo consis ta en espacios blancos1. Saint-Jusl. Oeuvres completes, vol . II , p. 514.

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    16 LA ERA I LA RI- VOI l *( ' I O N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8cruzados por las pis tas marcadas por los mercaderes o los exploradores . Peropor las burdas informaciones de segunda o tercera mano recogidas por losviajeros o funcionarios en los remotos puestos avanzados, esos espacios blan-cos habran s ido incluso mucho ms vastos de lo que en realidad eran.No so lamente e l mundo conocido era ms pequeo, s ino tambin e lmundo real, al menos en trminos humanos. Por no exis tir censos y empa-dronamientos con f inal idad prct ica , todos los c lcu los demogrf icos sonpuras conjeturas , pero es evidente que la t ierra tena slo una fraccin de lapoblacin de hoy; probablemente, no ms de un tercio. Si es creencia gene-ral que Asia y frica tenan una mayor proporcin de habitantes que hoy, lade Europa, con unos 187 millones en 1800 (frente a unos 600 millones hoy),era ms pequea, y mucho ms pequea an la del cont inente amer icano.Aproximadamente , en 1800, dos de cada t res pobladores del p laneta eranasiticos, uno de cada cinco europeo, uno de cada diez afr icano y uno decada treinta y tres americano y ocenico. Es evidente que esta poblacinmucho menor estaba mucho ms esparcida por la superficie del globo, salvoquiz en ciertas pequeas regiones de agricultura intensiva o elevada con-centracin urbana, como algunas zonas de China, la india y la Europa cen-tral y occidental, en donde exis tan densidades comparables a las de los t iem-pos modernos. Si la poblacin era ms pequea, tambin lo era el rea deasentamiento pos ib le del hombre. Las condic iones c l imato lgicas (probable-mente algo ms fr as y ms hmedas que las de hoy, aunque no tanto comodurante el perodo de la pequea edad del hielo, entre 1300 y 1700) hicie-ron retroceder los l mites habitables en el rtico. Enfermedades endmicas,como el paludismo, mantenan deshabi tadas muchas zonas , como las de I ta-lia meridional, en donde las l lanuras del l i toral slo se ir an poblando poco apoco a lo largo del s iglo xix. Las formas primitivas de la economa, sobretodo la caza y (en Europa) la extensin terr itorial de la trashumancia de losganados, impidieron los grandes establecimientos en regiones enteras , como,por ejemplo, las l lanuras de la Apulia; los dibujos y grabados de los prime-ros turis tas del s iglo xix nos han familiarizado con paisajes de la campiaromana: grandes ex tens iones paldicas des ier tas , escaso ganado y bandidospintorescos. Y, desde luego, muchas tierras que despus se han sometido alarado, eran yermos incultos , marismas, pastizales o bosques.Tambin la humanidad era ms pequea en un tercer aspecto : loseuropeos, en su conjunto, eran ms bajos y ms delgados que ahora. Tome-mos un ejemplo de las abundantes estads ticas sobre las condiciones f s icasde los reclutas en las que se basan estas consideraciones: en un cantn de lacosta l igur, el 72 por 100 de los reclutas en 1792-1799 tenan menos de1,50 metros de estatura. 2 Esto no quiere decir que los hombres de f inalesdel s iglo xvni fueran ms frgiles que los de hoy. Los f lacos y desmedradossoldados de la Revolucin francesa demostraron una resis tencia f s ica slo

    2 . A . H o v e l a c q u e , J Lt t a i l l e d a n s u n c a n t n l i g u r e . Revue MensueUe de l'Ecole d'An-throf)(>lo>ic n S i k P a r s .

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 17igualada en nuestros das por las ligersimas guerrillas de montaa en lasguerras coloniales . Marchas de una semana, con un promedio de cincuentakilmetros diarios y cargados con todo el equipo militar, eran frecuentes enaquellas tropas. No obstante, sigue siendo cierto que la constitucin fsicahumana era muy pobre en relacin con la actual, como lo indica la excepcio-nal importancia que los reyes y los generales concedan a los mozos altos,que formaban los regimientos de elite, guardia real, coraceros, etc.Pero s i en muchos aspectos el mundo era ms pequeo, la dif icultad e in-certidumbre de las comunicaciones lo haca en la prctica mucho mayor quehoy. No quiero exagerar estas dif iculta des. La seg und a m itad del s iglo xvmfue, respecto a la Edad M edia y los s iglos xvi y xv n, u na era de abun dante sy rpidas com unic acion es, e inclu so antes de la revoluci n del fe rroca rril, elaumento y mejora de caminos, vehculos de tiro y servicios postales es muynotable. Entre 1760 y el final del siglo, el viaje de Londres a Glasgow seacort, de diez o doce das, a sesenta y dos horas. El sistema de mail-coacheso diligencias , insti tuido en la segunda mitad del s iglo xv m y am pliads imoentre el f inal de las guerras napolenicas y el advenimiento del ferrocarril ,proporcion no solamente una relativa velocidad el servicio postal desdePars a Estrasburgo empleaba treinta y seis horas en 1833, sino tambinregularidad. Pero las posibilidades para el transporte de viajeros por t ierraeran escasas, y el transporte de mercancas era a la vez lento y carsimo. Losgobernantes y grandes comerciantes no estaban aislados unos de otros: se esti-ma que veinte millones de cartas pasaron por los correos ingleses al principiode las guerras con Bonaparte (a! final de la poca que estudiamos seran diezveces ms); pero para la mayor parte de los habitantes del mundo, las cartaseran algo inusitado y no podan leer o viajar excepto tal vez a las ferias ymercados fuera de lo corriente. Si tenan que desplazarse o enviar mercan-cas, haban de hacerlo a pie o utilizando lentsimos carros, que todava en lasprimeras dcadas del siglo xix transportaban cinco sextas partes de las mer-cancas francesas a menos de 40 kilmetros por da. Los correos diplomticosvolaban a travs de largas distancias con su correspondencia oficial; los pos-tillones conducan las diligencias sacudiendo los huesos de una docena de viaje-ros o, si iban equipadas con la nueva suspensin de cueros, hacindo les padecerlas torturas del mareo. Los nobles viajaban en sus carrozas particulares. Pero parala mayor parte del mundo la velocidad del carretero caminando al lado de sucaballo o su mua imperaba en el transporte por tierra.En estas circunstancias , el transporte por medio acutico era no slo msfcil y barato, sino tambin a menudo ms rpido si los vientos y el tiempoeran favorables. Durante su viaje por Italia, Goethe emple cuatro y tres das,respectivamente, en ir y volver navegando de Npoles a Sicilia. Cuntotiempo habra tardado en recorrer la misma dis tancia por t ierra con muchsi-ma menos com odidad? Vivir cerca de un p uerto era vivir cerca del mu ndo.Realmente, Londres estaba ms cerca de Plymouth o de Leith que de los pue-blos de Breckland en Norfolk; Sevilla era ms accesible desde Veracruz quedesde Valladolid, y Hamburgo desde Baha que desde el interior de Pomera-

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    18 L A E R A E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8nia. El mayor inconveniente del transporte acutico era su intermitencia. Has-ta 1820. los correos de Londres a Hamburgo y Holanda slo se hacan dosveces a la semana; los de Suecia y Portugal, una vez por semana, y los deNorteamrica, una vez al mes. A pesar de ello r io cabe duda de que NuevaYork y Bos ton es taban en contacto mucho ms es t recho que, d igamos , e lcondado de Maramaros , en los Crpatos , con Budapes t . Tambin era msfcil transportar hombres y mercancas en cantidad sobre la vasta extensinde los oc anos por ejem plo , en cinc o aos (1769 -177 4) salieron de lospuertos del norte de Ir landa 44.000 personas para Amrica, mientras slosalieron cinco mil para Dundee en tres generaciones y unir capitales dis-tantes que la ciudad y el campo del mismo pas . La noticia de la cada de laBastil la tard trece das en llegar a Madrid, y, en cambio, no se recibi enPronne, dis tante slo de Pars 133 kilmetros, hasta el 28 de julio.Por todo ello, el mundo de 1789 era incalculablemente vasto para la casitotalidad de sus habitantes . La mayor parte de stos , de no verse desplazadospor algn terr ible acontecimiento o el servicio militar , vivan y moran en laregin, y con frecuencia en la parroquia de su nacimiento: hasta 1861 ms denueve personas por cada diez en setenta de los noventa departamentos fran-ceses vivan en el departamento en que nacieron. El resto del globo era asun-to de los agentes de gobierno y materia de rumor. No haba peridicos, salvopara un escaso nmero de lectores de las clases media y alta la tiradacorr ien te de un per idico f rancs era de 5 .000 e jemplares en 1814. y entodo caso muchos no saban leer . Las noticias eran difundidas por los viaje-ros y el sector mvil de la poblacin: mercaderes y buhoneros, viajantes ,artesanos y trabajadores de la t ierra sometidos a la migracin de la s iega o lavendimia , la ampl ia y var iada poblacin vagabunda, que comprenda desdefrailes mendicantes o peregrinos hasta contrabandistas , bandoleros, salteado-res , gitanos y t i t ir i teros y. desde luego, a travs de los soldados que caansobre las poblaciones en tiempo de guerra o las guarnecan en tiempos depaz. Naturalmente, tambin llegaban las noticias por las vas oficiales delEstado o la Iglesia. Pero incluso la mayor parte de los agentes de uno y otraeran personas de la localidad elegidas para prestar en ella un servicio vitali-cio. Aparte de en las colonias , el funcionario nombrado por el gobierno cen-tral y enviado a una serie de puestos provinciales sucesivos, casi no exis tatodava. De todos los empleados del Estado, quiz slo los militares de carre-ra podan esperar vivir una vida un poco errante, de la que slo les consola-ba la variedad de vinos, mujeres y caballos de su pas .

    IIEl mundo de 1789 era preponderantemente rural y no puede comprender-se s i no nos damos cuenta exacta de este hecho. En pases como Rusia, Es-candinavia o los Balcanes, en donde la ciudad no haba f lorecido demasiado,del 90 al 97 por 100 de la poblacin era campesina. Incluso en regiones con

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 19fuerte, aunque deca da, tradic in urba na, el tanto por cie nto rural o a grco laera altsimo: ei 85 en L om ba rda , del 72 al 80 en Ve necia, m s del 90 enCalabria y Lucania, segn datos dignos de crdito. 1 De hecho, fuera de algu-nas f lorecientes zonas industr iales o co mercia les , dif cilme nte encon traramo sun gran pas euro peo en el que p or lo me nos c uatr o de cad a cin co de sushabitantes no fueran campesinos. Hasta en la propia Inglaterra, la poblacinurbana slo super por primera vez a la rural en 1851. La palabra urbanaes ambigua, desde luego. Com pren de a las dos ciuda des eu rope as que en 1789podan ser l lamadas verdaderamente grandes por el nmero de sus habitan-tes: Londres, con casi un milln; Pars, con casi medio, y algunas otras concien mil ms o menos: dos en Francia, dos en Alemania, quiz cuatro enEspaa, quiz cinco en Italia (el Me dite rrn eo era trad icio nalm ent e la patriade las ciudades), dos en Rusia y una en Portu gal, P olon ia, H olan da, Au stria,Irlanda, Escocia y la Turqua europea. Pero tambin incluye la multitud depequeas ciudades provincianas en las que vivan realmente ia mayor partede sus habitantes: ciud ade s en las que un hom bre p od a traslad arse en cinc ominutos desde la catedral, rodeada de edif icios pblicos y casas de persona-jes, al campo. Del 19 por 100 de los austracos que todava al final de nues-tro periodo (1834) vivan en ci uda des , m s de las tres cuarta s parte s resid anen poblaciones de menos de 20.000 habitantes, y casi la mitad en pueblos dedos mil a cinco mil habitantes. Estas eran las ciudades a travs de las cualeslos jornaleros franc eses hacan su vuelta a Franci a; en cuy os p erfil es del si-glo xvi, conservados intactos por la paralizacin de los s iglos , los poeta sromnticos alemanes se inspiraban sobre el teln de fondo de sus tranquilospaisajes; por encim a de las cua les desp unta ban las cate drale s espa olas; entrecuyo poivo los judos hasides veneraba n a sus rabinos, o brado res de mila-gros, y los judos ortodoxos discutan las sutilezas divinas de la ley; a las queel inspector general de Gogol llegaba para aterrorizar a los ricos y Chichikov,para estudiar la com pra de las almas mu ertas . P ero estas eran tamb in lasciudades de las que los jvenes ambiciosos salan para hacer revoluciones,millones o ambas cosas a la vez. Robespierre sali de Arras; GracchusBabeuf, de San Quintn; Napolen Bonaparte. de Ajaccio.Estas ciudades provincianas no eran menos urbanas por ser pequeas.Los verdaderos ciuda dano s mira ban po r encim a del hom bro al cam po cir-cundante con el desprecio que el vivo y sabihondo siente por el fuerte, ellento, el ignorante y el estpido. (No obstante, el nivel de cultura de los ha-bitantes de estas adormecidas ciudades campesinas no era como para vana-gloriarse: las comedias populares alemanas ridiculizan tan cruelmente a lasKraehwinkel, o peque as m unicipa lidade s, com o a los ms zafo s patanes.)La lnea fronteriza entre ciudad y camp o, o, m ejor dicho, e ntre ocup acion esurbanas y ocupaciones rurales, era rgida. En muchos pases la barrera de los

    3. L. Da Pan e, Storia del lavara dagli inizi del scala xvm al 1H15, 1958. p . 135. R. S .E ck au s. T h e N o r t h - S o u t h D i f f e r e n t i a l i n I t a l i a n E c o n o m i c D e v e l o p m e n t , Journal of Econo-wic Hislorv . X X I ( 1 9 6 1 ) , p . 2 9 0 .

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    20 L A F . R A D t i L A R E V O L U C I N . 1 7 X 9 - 1 8 4 8consumos, y a veces hasta la vieja lnea de la muralla, divida a ambas. Encasos extremos, como en Prusia, el gobierno, deseoso de conservar a sus ciu-dadanos contribuyentes bajo su propia supervis in, procuraba una total separa-cin de las actividades urbanas y rurales. Pero aun en donde no exista esa rgi-da divisin administrativa, los ciudadanos eran a menudo fsicamente distintosde los campesinos. En una vasta extensin de la Europa oriental haba islotesgermnicos, judos o i talianos en lagos eslavos, magiares o mmanos. Inclusolos ciudadanos de la misma nacionalidad y religin parecan distintos de loscampesinos de los contornos: vestan otros trajes y realmente en muchos casos(excepto en la explotada poblacin obrera y artesana del interior) eran msaltos , aunque quiz tambin ms delgados. 4 Ciertamente se enorgullecan detener ms agilidad mental y ms cultura, y tal vez la tuvieran. No obstante, ensu manera de vivir eran casi tan ignorantes de lo que ocurra fuera de su ciudady estaban casi tan encerrados en ella como los aldeanos en sus aldeas.Sin embargo, la ciudad provinciana perteneca esencialmente a la econo-ma y a la sociedad de la comarca. Viva a expensas de los aldeanos de lascercanas y (con raras excepciones) casi como ellos . Sus clases media y pro-fesional eran los traficantes en cereales y ganado; los transformadores de losproductos agrcolas; los abogados y notarios que llevaban los asuntos delos grandes propietarios y los interminables l i t igios que forman parte de laposesin y explotacin de la t ierra; los mercaderes que adquiran y revendanel trabajo de las hilanderas , tejedoras y encajeras de las aldeas; los ms res-petables representantes del gobierno, el seor o la Iglesia. Sus artesanos ytenderos abastecan a los campesinos y a los ciudadanos que vivan del cam-po. La ciudad provinciana haba declinado tr is temente desde sus das glorio-sos de la Edad Media. Ya no eran como antao ciudades libres o ciuda-des-Estado, s ino rara vez un centro de manufacturas para un mercado msamplio o un puesto estratgico para el comercio internacional. A medida quedeclinaba, se aferraba con obstinacin al monopolio de su mercado, que de-fenda contra todos los competidores: gran parte del provincianismo del quese burlaban los jvenes radicales y los negociantes de las grandes ciudadesproceda de ese movimiento de au todefensa econmica. En la Europa mer i -dional, gran parte de la nobleza viva en ellas de las rentas de sus fincas. EnAlemania , las burocracias de los innumerables pr incipados que apenaseran ms que inmensas f incas satisfacan los caprichos y deseos de susserens imos seores con las ren tas obtenidas de un campes inado sumiso yrespetuoso. La ciudad provinciana de f inales del s iglo xvm pudo ser unacomunidad prspera y expansiva, como todava atestiguan en algunas partesde Europa occidental sus conjuntos de piedra de un modesto esti lo neoclsi-co o rococ. Pero toda esa prosperidad y expansin proceda del campo.

    4 . E n 1 8 2 3 - 1 8 2 7 l o s c i u d a d a n o s d e B r u s e l a s m e d a n t re s c e n t m e t r o s m s q u e l o s h o m -b r e s d e l a s a l d e a s r u r a l e s , y l o s d e L o v a i n a , d o s c e n l m e t r o s m s . E x i s t e u n c o n s i d e r a b l e v o l u -m e n d e e s t a d s t i c a s m i l i t a r e s s o b r e e s t e p u n t o , a u n q u e t o d a s c o r r e s p o n d e n a l s i g l o x i x ( Q u e t el e t , c i t a d o p o r M a n o u v r i e r , S u r t a t a i l l e d e s p a r i s i e n s . Bullelin de la Socit Anthmpolngiquede Pars. 1 8 8 8 . p . 1 7 1 .

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 21III

    El problema agrario era por eso fundamental en el mundo de 1789. y esfcil comprender por qu la prime ra esc uela s is tem tica de ec ono m ista scontinentales los f is icratas franceses consideraron indiscutible que latierra, y la renta de la tierra, eran la nica fuente de ingresos. Y que el ejedel problema agrario era la relacin entre qui ene s po seen la tierra y qu iene sla cultivan, entre los que p rodu cen su riqueza y los qu e la a cum ula n.Desde el punto de vista de las relaciones de la propiedad agraria, pode-mos dividir a E urop a o ms b ien a l complejo econmico cuyo centro rad i-ca en la Europa occidental en tres gr and es sectores . Al o este de Euro paestaban las colonias ultramarinas. En ellas, con la notable excepcin de losEstados Unidos de Amrica del Norte y algunos pocos terr itorios menosimportantes de cultivo independiente, el cultivador tpico era el indio, quetrabajaba como un labrador f orz ado o un virtual siervo, o el ne gro, q ue tra-bajaba como esclavo; menos frec uen te era el arrend atario que c ultivaba latierra personalmente. (En las colonias de las Indias Orientales, donde el cul-tivo directo por los plan tado res e uro pe os era rarsim o, la form a tpica obli-gatoria impuesta por los poseedores de la tierra era la entrega forzosa dedeterminada cantidad de producto de una cosecha: por ejemplo, caf o espe-cias en las islas hola ndes as.) En otr as pa lab ras, el cu ltiva dor tpic o no eralibre o estaba sometido a una coa cci n poltic a. El tpic o terra tenie nte era elpropietario de un vasto territorio casi feudal (hacienda, finca, estancia) o deuna plantacin de escla vos. La ec on om a ca ract erst ica de la pos esi n c asifeudal era primitiva y autolim itada , o, en todo caso , regida por las dem and aspuramente regionales: la Amrica espaola exportaba productos de minera,tambin extrados por los indios vir tualmente s iervos , pero apenas nadade productos agrcolas. La econ om a ca racte rstica de la zona de plan tacio -nes de esclavos, cuyo c entro estab a en las islas del Ca ribe, a lo largo d e lascostas septentr ionales de Amrica del Sur (especialmente en el norte delBrasil) y las del sur de los Estados Unidos, era la obtencin de importantescosechas de productos de exportacin, sobre todo el azcar, en menos exten-sin tabaco y caf, colorantes y, desde el pr incip io de la revolucin industria l,el algodn ms que nada . Este fo rm aba p or ello parte in tegra nte d e la eco-noma europea y, a travs de la trata de esclavos, de la africana. Fundamen-talmente la historia de esta zona en el perodo de que nos ocupamos podraresumirse en la decadencia del azcar y la preponderancia del algodn.Al este de Europa occidental, ms especficamente an, al este de la lneaque corre a lo largo del Elba , las fron tera s occide ntale s de lo que ho y es Ch e-coslovaquia, y que llegaban hasta el sur de Trieste, separando el Austriaoriental de la occidental, estaba la regin de la servidumbre agraria. Social-mente, la Italia al sur de la Toscana y la Umbra, y la Espaa meridional, per-tenecan a esta regi n; per o no Esc and ina via (con la exce pci n parcial deDinamarca y el sur de Suecia) . Esta vasta zona contena algunos sectores

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    22 L A E R A D E L A R E V O L U C I N , 1 7 8 9 - 1 X 4 8de cultivadores tcnicamente l ibres: los colonos alemanes se esparcan portodas partes , desde Eslovenia hasta el Volga, en clanes vir tualmente inde-pendientes en las abruptas montaas de I l ir ia, casi igualmente que los hoscoscampes inos guerreros que eran los panduros y cosacos, que haban constitui-do hasta poco antes la frontera militar entre los cris tianos y los turcos y lo strtaros, labriegos independientes del seor o el Estado, o aquellos que vivanen los grandes bosques en donde no exis ta el cultivo en gran escala. En con-junto, s in embargo, el cultivador t pico no era l ibre, s ino que realmente esta-ba ahogado en la marea de la servidumbre, creciente casi s in interrupcindesde finales del s iglo xv o principios del xvi. Esto era menos patente en laregin de los Balcanes, que haba estado o estaba todava bajo la directaadministracin de los turcos. Aunque el primitivo s is tema agrario del pre-feudal ismo turco , una r g ida divis in de la t ierra en la que cada unidadmantena, no hereditariamente, a un guerrero turco, haba degenerado en uns is tema de propiedad rura l heredi tar ia bajo seores mahometanos . Es tosseores rara vez se dedicaban a cultivar sus tierras, limitndose a sacar lo quepodan de sus campesinos. Por esa razn, los Balcanes, al sur del Danubio yel Save, surgieron de la dominacin turca en los s iglos xix y xx como pasesfundamentalmente campes inos , aunque muy pobres , y no como pases depropiedad agr co la concentrada. No obs tan te , e l campes ino balcnico eralegalmente tan poco libre como un cris tiano y de hecho tan poco libre comoun campesino, al menos en cuanto concerna a los seores .En el resto de la zona, el campesino tpico era un s iervo que dedicaba unagran parte de la semana a trabajos forzosos sobre la t ierra del seor u otrasobligaciones por el es ti lo. Su falta de libertad poda ser tan grande que ape-nas se diferenciara de la esclavitud, como en Rusia y en algunas partes dePolonia, en donde podan ser vendidos separadamente de la t ierra. Un anun-cio insertado en la Gaceta de Mosc, en 1801, dec a: Se venden tres coche-ros, expertos y de buena presencia, y dos muchachas, de dieciocho y quinceaos , ambas de buena presencia y exper tas en d i ferentes c lases de t rabajomanual. La misma casa tiene en venta dos peluqueros: uno, de veintin aos,sabe leer , escribir , tocar un instrumento musical y servir como postil ln; elotro es til para arreglar el cabello a damas y caballeros y afinar pianos yrganos . (Una gran proporcin de s iervos servan como criados domsticos;en Rusia eran por lo menos el 5 por 100.)5 En la costa del Bltico la prin-c ipal ru ta comercia l con la Europa occidenta l , los s iervos campes inosproducan grandes cosechas para la exportacin al oeste, sobre todo cereales ,l ino, camo y maderas para la construccin de barcos. Por otra parte, tam-bin suministraban mucho al mercado regional, que contena al menos unaregin acces ib le de impor tancia indus tr ia l y desar ro l lo urbano: Sajonia ,Bohemia y la gran ciudad de Viena. Sin embargo, gran parte de la zona per-maneca atrasada. La apertura de la ruta de! mar Negro y la creciente urba-

    5 . H . S e . Esquisse d'une histoire dit rgime agraire en Europe ait xvm el v/.v siecles.1921. p . 1X4. J. B l u n i . lord and Peasant in Rusxia. 1 9 6 1 . p p . 4 5 5 - 4 6 0 .

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 23nizacin de Europa occidental, y principalmente de Inglaterra, acababan deempezar haca poco a estimular las exportaciones de cereales del cinturnde tierras negras rusas , que seran casi la nica mercanca exportada porRusia hasta la industrializacin de la URSS. Por ello, tambin el rea serviloriental puede considerarse, lo mismo que la de las colonias ultramarinas,como una economa dependiente de Europa occidenta l en cuanto a a l i -mentos y materias primas.Las regiones serviles de I talia y Espaa tenan caracters ticas econmicassimilares , aunque la s ituacin legal de los campesinos era dis tinta. En trmi-nos generales , haba zonas de grandes propiedades de la nobleza. No esimposible que algunas de ellas fueran en Sicilia y en Andaluca descendien-tes directos de los latifundios romanos, cuyos esclavos y coloni se convir-tieron en los caracters ticos labradores s in t ierra de dichas regiones. Lasgrandes dehesas, los cereales (Sicilia s iempre fue un r iqus imo granero) y laextorsin de todo cuanto poda obtenerse del msero campesinado, producanlas rentas de los grandes seores a los que pertenecan.El seor caracterstico de las zonas serviles era, pues, un noble propietarioy cultivador o explo tador de grand es hacien das, cuya extensin produce vr-tigos a la imaginacin: Catalina la Grande reparti unos cuarenta a cincuentamil s iervos entre sus favoritos; los Radziwill , de Polonia, tenan propiedadesmayores que la mitad de Irlanda; los Potocki posean milln y medio de hec-treas en Ucrania; el conde hngaro Esterhazy (patrn de Haydn) lleg a tenerms de dos millones. Las propiedades de decenas de miles de hectreas erannumerosas.

    6Aunque descuidadas y cu l t ivadas con procedimientos pr imit i -vos muchas de ellas , producan rentas fabulosas. El grande de Espaa podacomo observaba un vis itante francs de los desolados estados de la casa deMedina-Sidonia reinar como un len en la selva, cuyo rugido espantaba acualquiera que pudiera acercarse,7 pero no estaba falto de dinero, igualandolos amplios recursos de los milores ingleses.Adems de los magnates , otra clase de hidalgos rurales , de diferentemagni tud y recursos econmicos , expol iaba tambin a los campes inos . Enalgunos pases esta clase era abundants ima, y, por tanto, pobre y desconten-ta. Se dis tingua de los plebeyos principalmente por sus privilegios socialesy polt icos y su poca aficin a dedicarse a cosas como el trabajo indig-nas de su condicin. En Hungra y Polonia esta clase representaba el 10 por100 de la poblacin total, y en Espaa, a f inales del s iglo xvm, la componan

    medio milln de personas, y en 1827 equivala al 10 por 100 de la totalnobleza europea;8 en otros s it ios era mucho menos numerosa.6 . D e s p u s d e 1 9 1 8 f u e r o n c o n f i s c a d a s e n C h e c o s l o v a q u i a o c h e n t a p r o p i e d a d e s d e m sd e 1 0 . 0 0 0 h e c t r e a s . E n tr e e l l a s l a s d e 2 0 0 . 0 0 0 d e l o s S c h o e n b o r n y l o s S c h w a r z e n b e r g , yl a s d e 1 5 0 . (X ) 0 y 1 0 0 . 0 0 0 d e l o s L i c c h t e n s t e i n y l o s K i n s k y ( T . H a e b i c h , Deutsche Latifundien,1947, pp . 27 ss . ) .7 . A G o o d w i n . e d . . The European Nobility in the Eighteenth Century, 1 9 5 3 . p . 5 2 .8 . L . B . Na mier . 1848, the Revolution of the InteHectuals, 1 9 4 4 . J . V i c e n s V i v e s . Historia

    econmica de Espaa. 1 9 5 9 .

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    24 l .A HR A D H L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8IV

    Socialmente. la estructura agraria en el resto de Europa no era muy dife-rente. Esto quiere decir que. para el campesino o labrador, cualquiera queposeyese una f inca era un caballero, un miembro de la clase dir igente, yviceversa: la condicin de noble o hidalgo (que llevaba aparejados privilegiossociales y polt icos y era el nico camino para acceder a los altos puestos delEstado) era inconcebible s in una gran propiedad. En muchos pases de Euro-pa occidental el orden feudal implicado por tales maneras de pensar estabavivo polt icamente, aunque cada vez resultaba ms anticuado en lo econmi-co. En realidad, su obsolescencia que haca aumentar las rentas de los noblesy los hidalgos, a pesar del aumento de precios y de gastos , haca a los aris-tcratas explotar cada vez ms su posicin econmica inalienable y los pri-v i leg ios de su nacimiento y condic in . En toda la Europa cont inenta l losnobles expulsaban a sus r ivales de origen ms modesto de los cargos pro-vechosos dependientes de la corona: desde Suecia , en donde la proporcinde oficiales plebeyos baj del 66 por 100 en 1719 (42 por 100 en 1700) al23 por 100 en 1780.9 hasta Francia, en donde esta reaccin feudal precipi-tara la revolucin. Pero incluso en donde haba en algunos aspectos ciertaflexibilidad, como en Francia, en que el ingreso en la nobleza terr itorial erarelativamente fcil , o como en Inglaterra, en donde la condicin de noble ypropie tar io se a lcanzaba como recompensa por serv ic ios o r iquezas de o t rognero, el vnculo entre gran propiedad rural y clase dir igente segua f irme yacab por hacerse ms cerrado.Sin embargo, econmicamente, la sociedad rural occidental era muy dife-rente. El campesino haba perdido mucho de su condicin servil en los lti-mos tiempos de la Edad Media, aunque subsis tieran a menudo muchos res-tos irr i tantes de dependencia legal. Los fundos caracters ticos haca t iempoque haban dejado de ser una unidad de explotacin econmica convirtin-dose en un s is tema de percibir rentas y otros ingresos en dinero. El campe-sino, ms o menos libre, grande, mediano o pequeo, era el t pico cultivadordel suelo. Si era arrendatario de cualquier clase, pagaba una renta (o. en algu-nos s it ios , una parte de la cosecha) al seor. Si tcnicamente era un propie-tario, probablemente estaba sujeto a una serie de obligaciones respecto alseor local, que podan o no convertirse en dinero (como la obligacin devender su tr igo al molino del seor) , lo mismo que pagar impuestos al prn-cipe, diezmos a la Iglesia y prestar algunos servicios de trabajo forzoso, todolo cual contrastaba con la relativa exencin de los estratos sociales ms ele-vados. Pero s i es tos vnculos polt icos se hubieran roto, una gran parte deEuropa habr a surg ido como un rea de agr icu l tura campes ina; generalmen-te una en la que una minora de r icos campesinos habra tendido a convertirseen granjeros comercia les , vendiendo un permanente sobrante de cosecha a l

    9 S i e n C a r l s s o n . Staiuls.samhtille och stndspersoner 1700-1865. 1 9 4 9 .

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 25mercado urbano, y en la que una mayora de campesinos medianos y peque-os habra vivido con cierta independencia de sus recursos, a menos que stosfueran tan pequeos que les obligaran a dedicarse temporalmente a otros tra-bajos, agrcolas o industr iales , que les permitieran aumentar sus ingresos.Slo unas pocas comarcas haban impulsado el desarrollo agrario dandoun paso adelante hacia una agricultura puramente capitalis ta, principalmenteen Inglaterra. La gran propiedad estaba muy concentrada, pero el t pico cul-tivador era un comerciante de tipo medio, granjero-arrendatario que operabacon trabajo alquilado. Una gran cantidad de pequeos propietarios , habitan-tes en chozas, embrollaba la s ituacin. Pero cuando sta cambi (entre 1760y 1830, aproximadamente) , lo que surgi no fue una agricultura campesina,s ino una clase de empresarios agrcolas los granjeros y un gran proleta-r iado agrario. Algunas regiones europeas en donde eran tradicionales lasinversiones comerciales en la labranza como en ciertas zonas de I talia ylos Pases Bajos, o en donde se producan cosechas comerciales especiali-zadas. mostraron tambin fuertes tendencias capitalis tas , pero ello fue excep-cional. Una excepcin posterior fue Ir landa, desgraciada is la en la que secombinaban las desventajas de las zonas ms atrasadas de Europa con las dela proximidad a la economa ms avanzada. Un puado de la t i fundis tasabsentis tas , parecidos a los de Sicilia y Andaluca, explotaban a una vastamasa de pequeos arrendatarios cobrndoles sus rentas en dinero.Tcnicamente, la agricultura europea era todava, con la excepcin deunas pocas reg iones avanzadas , t rad ic ional , a la vez que asombrosamenteineficiente. Sus productos seguan s iendo los ms tradicionales: tr igo, cente-no, cebada, avena y, en Europa oriental, alforfn, el alimento bsico del pue-blo; ganado vacuno, lanar, cabro y sus productos, cerdos y aves de corral,f ru tas y verduras y c ier to nmero de mater ias pr imas indus tr ia les comolana, l ino, camo para cordaje, cebada y lpulo para la cervecera, etc. Laalimentacin de Europa todava segua s iendo regional. Los productos deotros climas eran rarezas rayanas en el lujo, con la excepcin quiz del az-car, el ms importante producto alimenticio importado de los trpicos y elque con su dulzura ha creado ms amargura para la humanidad que cualquierotro. En Gran Bretaa (reconocido como el pas ms adelantado) el prome-dio de consumo anual por cabeza en 1790 era de 14 libras . Pero incluso enGran Bretaa el promedio de consumo de t per capita era 1,16 libras, o sea,apenas dos onzas al mes.

    Los nuevos productos impor tados de Amr ica o de o t ras zonas t ropica-les haban avanzado algo. En la Europa meridional y en los Balcanes, elmaz (cereal indio) estaba ya bastante difundido y haba contr ibuido aasentar a los campesinos nmadas en sus t ierras de los Balcanes y en elnorte de I talia el arroz empezaba a hacer progresos. El tabaco se cultivabaen var ios pases , ms como monopol io del gobierno para la obtencin derentas , aunque su consumo era insignif icante en comparacin con los t iem-pos modernos: el ingls medio de 1790 que fumaba, tomaba rap o masca-ba tabaco no consuma ms de una onza y un tercio por mes. El gusano de

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    26 L A ER A E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8seda se criaba en numerosas regiones del sur de Europa. El ms importantede esos nuevos productos la pata ta empezaba a abr i r se paso poco apoco, excepto en Ir landa, en donde su capacidad alimenticia por hectrea,muy superior a la de otros , la haba popularizado rpidamente. Fuera deInglaterra y los Pases Bajos, el cultivo de los tubrculos y forrajes eraexcepcional , y s lo con las guer ras napolenicas empez la produccinmas iva de remolacha azucarera .El s iglo xvm no supuso, desde luego, un estancamiento agrcola. Por elcontrario, una gran era de expansin demogrfica, de aumento de urbaniza-cin. comercio y manufactura, impuls y hasta exigi el desarrollo agrario. Lasegunda mitad del s iglo vio el principio del tremendo, y desde entonces inin-ter rumpido . aumento de poblacin , caracter s t ico del mundo moderno: en tre1755 y 1784. por ejemplo. la poblacin rural de Brabante (Blgica) aumenten un 44 por 100. '" Pero lo que origin numerosas campaas para el progre-so agrcola, lo que multiplic las sociedades de labradores , los informesgubernamentales y las publicaciones propagandsticas desde Rusia hasta Espa-a, fue. ms que sus progresos, la cantidad de obstculos que dif icultaban elavance agrario.

    VEl mundo de la agricultura resultaba perezoso, salvo quiz para su sectorcapitalis ta. El del comercio y el de las manufacturas y las actividades tc-nicas e intelectuales que surgan con ellos era confiado, animado y expansi-vo, as como eficientes , decididas y optimistas las clases que de ambos sebenef ic iaban . El observador contemporneo se sent a sorprendid s imo por e lvas to despl iegue de t rabajo , es t rechamente unido a la explo tacin co lonia l .Un s is tema de comunicaciones mar t imas , que aumentaba rp idamente envolumen y capacidad , c i rcundaba la t ier ra , benef ic iando a las comunidadesmercantiles de la Europa del Atlntico Norte, que usaban el podero colonialpara despojar a los habitantes de las Indias Orientales" de sus gneros,expor tndolos a Europa y fr ica , en donde es tos y o t ros productos europeosservan para la compra de esclavos con destino a los cada vez ms impor-tantes s is temas de plantacin de las Amricas . Las plantaciones americanasexportaban por su parte en cantidades cada vez mayores su azcar, su algo-dn, etc. , a los puertos del Atlntico y del mar del Norte, desde donde seredis tr ibuan hacia el es te junto con los productos y manufacturas tradicio-

    nales del intercambio comercial este-oeste: textiles , sal , vino y otras mercan-1 0 . P i e r r e L e b r u n el ai, L a r i v o l u z i o n e i n d u s t r a l e i n B e l g i o , Studi Storici, II . 3-4( 1 9 6 1 ) , p p . 5 6 4 - 5 6 5 .I I . T a m b i n c o n a l g u n a e x t e n s i n a l E x t r e m o O r i e n t e , e n d o n d e c o m p r a b a n s e d a s , t . p o r -c e l a n a . e t c . . p r o d u c t o s d e l o s q u e e r a c r e c i e n t e l a d e m a n d a e n E u r o p a . P e r o l a i n d e p e n d e n c i ap o l t i c a d e C h i n a y e l J a p n q u i t a r a a e s t e c o m e r c i o u n a p a r t e d e s u c a r c t e r d e p i r a t e r a .

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 27cas . Del oriente europeo venan granos, madera de construccin, l ino (muysolicitado en los trpicos) , camo y hierro de esta segunda zona colonial.Y entre las econ om as relativam ente desarrolladas de Europa q ue incluan,hablando en trminos econmicos , las ac t ivas comunidades de pobladoresblancos en las colonias britnicas de Amrica del Norte (desde 1783, los Esta-dos Unidos de Amrica) la red comercial se haca ms y ms densa.El nabab o indiano, que regresaba de las colonias con una fortuna muysuperior a los sueos de la avaricia provinciana; el comerciante y armador,cuyos esplndidos puertos Burdeos. Bris tol. Liverpool haban s ido cons-t ru idos o recons tru idos en e l s ig lo , parecan los verdaderos t r iunfadoreseconmicos de la poca, s lo comparables a los grandes funcionar ios y f i -nancieros que amasaban sus caudales en el provechoso servicio de los esta-dos, pues aquella era la poca en la que el trmino oficio provechoso bajola corona tena un significado literal. Aparte de ellos, la clase media de abo-gados , adminis t radores de grandes f incas , cerveceros , tenderos y a lgunasotras profes iones que acumulaban una modes ta r iqueza a cos ta del mundoagrcola, vivan unas vidas humildes y tranquilas, e incluso el industrial pare-ca poco ms que un pariente pobre. Pues aunque la minera y la industr ia seextendan con rapidez en todas partes de Europa, el mercader (y en Europaoriental muy a menudo tambin el seor feudal) segua s iendo su verdaderodirector.Por esta razn, la principal forma de expansin de la produccin indus-tr ial fue la denominada s is tema domstico, o putting-out system, por la cualun mercader compraba todos los productos del artesano o del trabajo no agr-cola de los campesinos para venderlo luego en los grandes mercados. El s im-ple crecimiento de este trfico cre inevitablemente unas rudimentarias con-diciones para un temprano capitalismo industr ial . El artesano, vendiendo suproduccin total, poda convertirse en algo ms que un trabajador pagado adestajo, sobre todo s i el gran mercader le proporcionaba el material en brutoo le suministraba algunas herramientas . El campesino que tambin teja podaconvertirse en el tejedor que tena tambin una parcelita de tierra. La espe-cializacin en los procedimientos y funciones permiti dividir la vieja arte-sana o crear un grupo de trabajadores semiexpertos entre los campesinos. Elantiguo maestro artesano, o algunos grupos especiales de artesanos o algngrupo local de intermediarios , pudieron convertirse en algo semejante a sub-contratis tas o patronos. Pero la l lave maestra de estas formas descentraliza-das de produccin, el lazo de unin del trabajo de las aldeas perdidas o lossuburbios de las c iudades pequeas con e l mercado mundial , e ra s iemprealguna clase de mercader. Y los industriales que surgieron o estaban a pun-to de surgir de las f i las de los propios productores eran pequeos operarios asu lado, aun cuando no dependieran directamente de aqul. Hubo algunasraras excep ciones , especialm ente en la Inglaterra industr ial . Los forjado res , yotros hombres como el gran alfarero Josiah Wedgwood, eran personas orgu-llosas y respetadas, cuyos establecimientos vis itaban los curiosos de toda

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    28 L A E R A E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8Europa. Pero el t pico industr ial ( la palabra no se haba inventado todava)segua s iendo un suboficial ms bien que un capitn de industr ia.No obstante, cualquiera que fuera su s ituacin, las actividades del comer-cio y la manufactura f lorecan bril lantemente. Inglaterra, el pas europeo msprspero del s iglo xvm, deba su podero a su progreso econmico. Y hacia1780 todos los gobiernos continentales que aspiraban a una polt ica racional,fomentaban el progreso econmico y, de manera especial, el desarrollo indus-tr ial , pero no todos con el mismo xito. Las ciencias , no divididas todavacomo en el acadmico s iglo xix en una rama superior pura y en otra infe-r ior aplicada, se dedicaban a resolver los problemas de la produccin: losavances ms sorprendentes en 1780 fueron los de la qumica, ms estrecha-mente l igada por la tradicin a la prctica de los talleres y a las necesidadesde la industr ia. La gran Enciclopedia de Didero t y D'Alember t no fue s lo

    un compendio del pensamiento progres is ta pol t ico y socia l , s ino tambindel progreso tcnico y cientfico. Pues, en efecto, la conviccin del progreso delconocimiento humano, el racionalismo, la r iqueza, la civilizacin y el domi-nio de la naturaleza de que tan profundamente imbuido estaba el s iglo xvm,la I lustracin, debi su fuerza, ante todo, al evidente progreso de la produc-cin y e l comercio , y a l rac ional ismo econmico y c ien t f ico , que se cre aasociado a e l los de manera inevi tab le . Y sus mayores palad ines fueron lasclases ms progresis tas econmicamente, las ms directamente implicadas enlos tangibles adelantos de los t iempos: los crculos mercantiles y los grandesseores econmicamente i lustrados, los f inancieros, los funcionarios con for-macin econmica y socia l , la c lase media educada, los fabr icantes y losempresar ios . Tales hombres sa ludaron a un Benjamn Frankl in , impresor yperiodis ta, inventor, empresario, es tadis ta y habils imo negociante, como els mbolo del fu turo c iudadano, ac t ivo , razonador y au toformado. Tales hom-bres, en Inglaterra, en donde los hombres nuevos no tenan necesidades deencarnaciones revolucionar ias t ransat ln t icas , formaron las sociedades pro-v incianas de las que bro tar an muchos avances c ien t f icos , indus t r ia les ypol t icos . La Sociedad Lunar (Lunar Socie ty) de Birmingham, por e jemplo ,contaba en tre sus miembros a l c i tado Jos iah Wedgwood, a l inventor de lamquina de vapor . James Watt , y a su socio Mat thew Boul ton , a l qu micoPriestley, al bilogo precursor de las teoras evolucionistas Erasmus Darwin(abuelo de un Darwin ms famoso) , a l g ran impresor Baskerv i l le . Todosestos hombres, a su vez, pertenecan a las logias masnicas, en las que nocontaban las diferencias de clase y se propagaba con celo desinteresado laideologa de la I lustracin.Es s ignif icativo que los dos centros principales de esta ideologa Fran-cia e Inglaterra lo fueran tambin de la doble revolucin; aunque de hechosus ideas alcanzaron mucha mayor difusin en sus frmulas francesas ( inclu-so cuando stas eran versiones galas de otras inglesas) . Un individualismosecular , racionalis ta y progresivo, dominaba el pensamiento ilustrado. Suobjetivo principal era l iberar al individuo de las cadenas que le opriman: eltradicionalismo ignorante de la Edad Media que todava proyectaba sus som-

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 29bras sobre el mundo; la supersticin de las iglesias (tan distintas de la reli-gin natural o racional); de la irracionalidad que divida a los hombresen una jerarqua de clases altas y bajas segn el nacimiento o algn otro cri-terio desatinado. La libertad, la igualdad y luego la fraternidad de todoslos hombres eran sus lemas. (En debida forma seran tambin los de laRevolucin f rancesa . ) El re inado de la l iber tad indiv idual no podr a tenersino las ms beneficiosas consecuencias . El l ibre ejercicio del talento indi-vidual en un mundo de razn producira los ms extraordinarios resultados.La apas ionada creencia en e l progreso del t p ico pensador i lus t rado ref le-jaba e l v is ib le aumento en conocimientos y tcnica , en r iqueza, b ienes tar ycivilizacin que poda ver en torno suyo y que achacaba con alguna justiciaal avance creciente de sus ideas. Al principio de su s iglo, todava se l leva-ba a la hoguera a las bru jas ; a su f inal , a lgunos gobiernos i lus t rados ,como el de Austr ia, haban abolido no slo la tortura judicial , s ino tambinla esclavitud. Qu no cabra esperar s i los obstculos que an oponan alprogreso los in tereses del feudal ismo y la ig les ia fuesen bar r idos def in i t i -vamente?No es del todo exacto considerar la I lustracin como una ideologa declase media , aunque hubo muchos i lus t rados y en pol t ica fueron losms decis ivos que consideraban irrefutable que la sociedad libre sera unasociedad capitalista.12 Pero, en teora, su objetivo era hacer l ibres a todos losseres humanos. Todas las ideologas progresis tas , racionalis tas y humanistasestn implcitas en ello y proceden de ello. Sin embargo, en la prctica, losjefes de la emancipacin por la que clamaba la I lustracin procedan por logeneral de las clases intermedias de la sociedad hombres nuevos y racio-nales , de talento y mritos independientes del nacimiento, y el orden socialque nacera de sus actividades sera un orden burgus y capitalis ta.Por tan to , es ms exacto cons iderar la I lus t racin como una ideologarevolucionaria, a pesar de la cautela y moderacin polt ica de muchos de suspaladines continentales , la mayor parte de los cuales hasta 1780 ponansu fe en la monarqua absolu ta i lus t rada . El despot ismo i lus t rado su-pondra la abolicin del orden polt ico y social exis tente en la mayor partede Europa. Pero era demas iado esperar que los anciens rgimes se destru-yeran a s mismos voluntariamente. Por el contrario, como hemos vis to, enalgunos aspectos se reforzaron contra el avance de las nuevas fuerzas socia-les y econmicas. Y sus ciudadelas (fuera de Inglaterra, las Provincias Uni-das y algn otro s it io en donde ya haban s ido derrotados), eran las mismasmonarquas en las que los moderados ilustrados tenan puestas sus espe-ranzas.

    1 2 . C o m o T u r g o t , Oeuvres, p . 2 4 4 : Q u i e n e s c o n o c e n l a m a r c h a d e l c o m e r c i o s a b e n t a m -b i n q u e l o d a i m p o r t a n t e e m p r e s a , d e t r f i c o o d e i n d u s t r i a , e x i g e e l c o n c u r s o d e d o s c i a s e s d eh o m b r e s , l o s e m p r e s a r i o s . . . y l o s o b r e r o s q u e t r a b a j a n p o r c u e n t a d e l o s p r i m e r o s , m e d i a n t e u ns a l a r i o e s t i p u l a d o . T a l e s e l v e r d a d e r o o r i g e n d e l a d i s t i n c i n e n t r e l o s e m p r e s a r i o s y l o s m a e s -t r o s , y l o s o b r e r o s u o f i c i a l e s , f u n d a d a e n l a n a t u r a l e z a d e l a s c o s a s .

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    30 I A K RA DI L A R F . V O I - U C I N ; . 1 7 8 9 - 1 X 4 8VI

    Con la excepcin de Gran Bretaa (que haba hecho su revolucin en els iglo xvn) y algunos estados pequeos, las monarquas absolutas gobernabanen todos los pases del continente europeo. Y aquellos en los que no gober-naban , como Polonia , cayeron en la anarqua y fueron absorb idos por suspoderosos vecinos. Los monarcas hereditarios por la gracia de Dios encabe-zaban jerarquas de nobles terratenientes , sostenidas por la tradicional orto-doxia de las iglesias y rodeadas por una serie de instituciones que nada te-nan que las recomendara excepto un largo pasado. Cierto que las evidentesnecesidades de la cohesin y la eficacia estatal , en una poca de vivas r i-val idades in ternacionales , haban obl igado a los monarcas a doblegar lastendencias anrquicas de sus nobles y otros intereses , y crearse un aparatoestatal con servidores civiles , no aris tocrticos en cuanto fuera posible. Msan, en la ltima parte del s iglo xvm, estas necesidades y el patente xitointernacional del poder capitalis ta britnico llevaron a esos monarcas (o msbien a sus consejeros ) a in ten tar unos programas de modernizacin econ-mica. social, intelectual y administrativa. En aquellos das , ios prncipesadoptaron el sobrenombre de ilustrados para sus gobiernos, como los delos nuestros , y por anlogas razones, adoptan el de planif icadores. Y comoen nuestros das , muchos de los que lo adoptaron en teora hicieron muypoco para l levarlo a la prctica, y algunos de los que lo hicieron, lo hicieronmovidos menos por un inters en las ideas generales que para la sociedadsuponan la ilustracin o la planif icacin, que por las ventajas prcticasque la adopcin de tales mtodos supona para el aumento de sus ingresos,r iqueza y poder.Por el contrario, las clases medias y educadas con tendencia al progresocons ideraban a menudo e l poderoso aparato centra l is ta de una monarquailustrada como la mejor posibilidad de lograr sus esperanzas. Un prncipenecesitaba de una clase media y de sus ideas para modernizar su rgimen;una clase media dbil necesitaba un prncipe para abatir la resis tencia al pro-greso de unos intereses aris tocrticos y clericales slidamente atr incherados.Pero la monarqua absoluta, a pesar de ser modernis ta e innovadora, nopoda y tampoco daba muchas seales de querer lo zafarse de la jerar -qua de los nobles terratenientes , cuyos valores s imbolizaba e incorporaba, yde los que dependa en gran parte. La monarqua absoluta, tericamente l ibrepara hacer cuanto quisiera, perteneca en la prctica al mundo bautizado porla I lustracin con el nombre de feudalidad o feudal ismo, vocablo que luegopopular izar a la Revolucin f rancesa . Semejante monarqua es taba d ispues taa util izar todos los recursos posibles para reforzar su autoridad y sus rentasdentro de sus fronteras y su poder fuera de ellas , lo cual poda muy bien lle-varla a mimar a las que eran, en efecto, las fuerzas ascendentes de la so-c iedad . Es taba d ispues ta a reforzar su pos ic in pol t ica enf rentando a unasclases , fundos o provincias contra otros . Pero sus horizontes eran los de su

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    E L M U N D O EN 7 8 0 - 1 7 9 0 31historia, su funcin y su c lase . Dif c i lmente poda desear, y de hecho jamsla realizara, la total transformacin econmica y social exigida por e l pro-greso de la economa y los grupos soc ia le s ascendentes .Pongamos un e jemplo . Pocos pensadores rac ional i s tas , inc luso entre losconse jeros de los pr nc ipes , dudaban ser iamente de la neces idad de abol irla servidumbre y los lazos de dependencia feudal que an sujetaban a loscampes inos . Esta re forma era reconoc ida como uno de los pr imeros puntosde cualquier programa ilustrado, y virtualmente no hubo soberano desdeMadr id hasta San Petersburgo y desde Npoles hasta Estoco lmo que en e lcuarto de siglo anterior a la Revolucin francesa no suscribiera uno de estosprogramas. Sin embargo, las nicas l iberaciones verdaderas de campesinosrealizadas antes de 1789 tuvieron lugar en pequeos pases como Dinamarcay Saboya, o en las posesiones privadas de algunos otros prncipes. Una l ibe-racin ms amplia fue intentada en 1781 por e l emperador Jos II de Austria,pero fracas frente a la resistencia polt ica de determinados intereses y larebelin de los propios campesinos para quienes haba sido concebida, que-dando incompleta. Lo que abolir a las re laciones feudales agrarias en todaEuropa central y occidental sera la Revolucin francesa, por accin directa,reaccin o ejemplo, y luego la revolucin de 1848.Exist a, pues, un latente que pronto sera abierto conflicto entre lasfuerzas de la vieja sociedad y la nueva sociedad burguesa, que no podaresolverse dentro de las estructuras de los regmenes polt icos existentes, conla excepc in de los s i t ios en donde ya haban tr iunfado los e lementos bur-gueses, como en Inglaterra. Lo que haca a esos regmenes ms vulnerablestodava era que estaban sometidos a diversas presiones: la de las nuevas fuer-zas, la de la tenaz y creciente resistencia de los viejos intereses y la de losrivales extranjeros.Su punto ms vulnerable era aquel en e l que la oposic in antigua y nue-va tendan a co inc idir : en los movimientos autonomistas de las co lonias oprovincias ms remotas y menos f irmemente controladas. As , en la monar-qua de los Habsburgo, las reformas de Jos II hacia 1780 originaron tumul-tos en los Pases Bajos austr acos la ac tual B lg ica y un movimientorevolucionario que en 1789 se uni naturalmente al de Francia. Con msintensidad, las comunidades blancas en las colonias ultramarinas de los pa-ses europeos se oponan a la polt ica de sus gobiernos centrales, que subor-dinaba los intereses estr ictamente coloniales a los de la metrpoli . En todaspartes de las Amr icas espaola , f rancesa e ing le sa, lo mismo que enIrlanda, se produjeron movimientos que pedan autonoma no siempre porregmenes que representaban fuerzas ms progres ivas econmicamente quelas de las metrpol i s, y var ias co lonias la cons iguieron por v a pac f icadurante algn t iempo, como Irlanda, o la obtuvieron por va revolucionaria,como los Estados Unidos . La expans in econmica , e l desarro l lo co lonia l yla tensin de las proyectadas reformas del despotismo i lustrado mult ipli-caron la ocasin de tales conflictos entre los aos 1770 y 1790.La disidencia provincial o colonial no era fatal en s . Las slidas monar-

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    32 L A E R A E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8quas antiguas podan soportar la prdida de una o dos provincias , y la vcti-ma principal del autonomismo colonial Inglaterra no sufri las debilida-des de los viejos regmenes, por lo que permaneci tan estable y dinmica apesar de la revolucin americana. Haba pocos pases en donde concurrieranlas condiciones puramente domsticas para una amplia transferencia de lospoderes . Lo que haca explosiva la s ituacin era la r ivalidad internacional.La ex trema r ival idad in ternacional la guer ra pona a prueba los re-cursos de un Es tado . Cuando era incapaz de sopor tar esa prueba, se tam-baleaba, se resquebrajaba o caa. Una tremenda serie de r ivalidades polt i-cas imper en la escena in ternacional europea durante la mayor par te dels ig lo xvin , a lca nzando sus per odos lg idos de guer ra general en 1689-1713,1740-1748, 1756-1763, 1776-1783 y sobre todo en la poca que estudiamos,1792-1815. Este ltimo fue el gran conflicto entre Gran Bretaa y Francia,que tambin, en cierto sentido, fue el conflicto entre los viejos y los nuevosregmenes. Pues Francia, aun suscitando la hostil idad britnica por la rpidaexpansin de su comercio y su imperio colonial, era tambin la ms podero-sa, eminente e influyente y, en una palabra, la clsica monarqua absoluta yaris tocrtica. En ninguna ocasin se hace ms manifiesta la superioridad delnuevo sobre el viejo orden social que en el conflicto entre ambas potencias .Los ingleses no slo vencieron ms o menos decis ivamente en todas esas gue-rras excepto en una, s ino que soportaron el esfuerzo de su organizacin, sos-tenimiento y consecuencias con relativa facilidad. En cambio, para la monar-qua francesa, aunque ms grande, ms populosa y ms provista de recursosque la inglesa, el esfuerzo fue demasiado grande. Despus de su derrota en laguerra de los Siete Aos (1756-1763), la rebelin de las colonias americanasle dio oportunidad de cambiar las tornas para con su adversario. Francia laaprovech. Y natura lmente , en e l subs iguiente conf l ic to in ternacional GranBretaa fue duramente der ro tada, perd iendo la par te ms impor tan te de suimper io amer icano, mientras Francia , a l iada de los nuevos Es tados Unidos ,result victoriosa. Pero el coste de esta victoria fue excesivo, y las dif iculta-des del gobierno francs desembocaron inevitablemente en un perodo de cri-sis poltica interna, del que seis aos ms tarde saldra la revolucin.

    V IIParece necesar io completar es te examen prel iminar del mundo en la po-ca de la doble revolucin con una ojeada sobre las relaciones entre Europa(o ms concretamente la Europa occidental del norte) y el resto del mundo.El completo dominio polt ico y militar del mundo por Europa (y sus prolon-gaciones ultramarinas, las comunidades de colonos blancos) iba a ser l pro-ducto de la poca de la doble revolucin. A finales del s iglo xvm, en variasde las grandes potencias y c iv i l izaciones no europeas , todava se cons ide-raba iguales al mercader, al marino y al soldado blancos. El gran Imperiochino, entonces en la cima de su podero bajo la dinasta manch (Ch' ing),

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    I I M U N D O E N 1 7 8 0 - 1 7 9 0 33no era vctima de nadie. Al contrario, una parte de la influencia culturalcorra desde el es te hacia el oeste, y los f i lsofos europeos ponderaban laslecciones de aquella civilizacin dis tinta pero evidentemente refinada, mien-tras los artistas y artesanos copiaban los motivos -a menudo ininteligiblesdel Extremo Oriente en sus obras y adaptaban sus nuevos materiales (porce-lana) a los usos europeos. Las potencias is lmicas (como Turqua) , aunquesacudidas per idicamente por las fuerzas mil i tares de los es tados europeosvecinos (Austr ia y sobre todo Rusia) , dis taban mucho de ser los pueblos des-validos en que se convertir an en el s iglo xix. Africa permaneca vir tual-mente inmune a la penetracin militar europea. Excepto en algunas regionesalrededor del cabo de Buena Esperanza, los blancos estaban confinados enlas factoras comerciales costeras .Sin embargo, ya la rpida y creciente expansin del comercio y lasempresas capitalis tas europeas socavaban su orden social; en Africa, a travsde la intensidad s in precedentes del terr ible trfico de esclavos; en el ocanondico, a travs de la penetracin de las potencias colonizadoras r ivales , y enel Oriente Prximo, a travs de los conflictos comerciales y militares . Laconquis ta europea d i recta ya empezaba a ex tenderse s ignif ica t ivamente msall del rea ocupada desde haca mucho tiempo por la primitiva coloniza-cin de los espaoles y los portugueses en el s iglo xvi, y los emigrados blan-cos en Norteamrica en el xvn. El avance crucial lo hicieron los ingleses , queya haban establecido un control terr itorial directo sobre parte de la India(Bengala principalmente) y vir tual sobre el Imperio mogol, lo que, dando unpaso ms, los l levara en el perodo estudiado por nosotros a convertirse engobernadores y administradores de toda la India. La relativa debilidad de lascivilizaciones no europeas cuando se enfrentaran con la superioridad tcnicay militar de Occiden te estaba p revis ta. La que ha s ido llamad a la poca deVasco de Gama, las cuatro centurias de his toria universal durante las cualesun puado de estados europeos y la fuerza del capitalismo europeo estable-ci un completo, aunque temporal como ahora se ha demostrado , domi-nio del mundo, estaba a punto de alcanzar su momento culminante. La doblerevolucin iba a hacer irresis tible la expansin europea, aunque tambin ibaa proporcionar al mundo no europeo las condiciones y el equipo para lan-zarse al contraataque.

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    2. LA REVOL UCIN INDUSTRIALTales trabajos, a pesar de sus operaciones, causas y conse-cuencias, tienen un mrito infinito y acreditan los talentos de estehombre ingenioso y prctico, cuya voluntad tiene el mrito, donde

    quiera que va, de hacer pensar a los hombres ... Liberadlos de esaindiferencia perezosa, soolienta y estpida, de esa ociosa negli-gencia que los encadena a los senderos trillados de sus antepasa-dos, sin curiosidad, sin imaginacin y sin ambicin, y tened laseguridad de hacer el bien. Qu serie de pensamientos, qu esp-ritu de lucha, qu masa de energa y esfuerzo ha brotado en cadaaspecto de la vida, de las obras de hombres como Brindley, WattPriestley, Harrison Arkwright...! En qu campo de la actividadpodramos encontrar un hombre que no se sintiera animado en susocupaciones contemplando la mquina de vapor de Watt?A R T H U R Y O U N G , Tours in England and Wales1

    Desde esta sucia acequia la mayor corriente de industria hu-mana saldra para fertilizar al mundo entero. Desde esta charcacorrompida brotara oro puro. Aqu la humanidad alcanza su mscompleto desarrollo. Aqu la civilizacin realiza sus milagros y elhombre civilizado se convierte casi en un salvaje.

    A. de T O C Q U E V L L E , sobre Manchester, en 18352

    IVamos a empezar con la Revolucin industrial, es decir, con Gran Breta-a. A primera vista es un punto de partida caprichoso, pues las repercusionesde esta revolucin no se hicieron sentir de manera inequvoca y menos anfuera de Inglaterra hasta muy avanzado ya el perodo que estudiamos;

    seguramente no antes de 1830, probablemente no antes de 1840. Slo en 18301 . A r t h u r Y o u n g , Tours in England and Wales, e d i c i n d e la L o n d o n S c h o o l o f E c o n o -m i c s , p . 2 6 9 .2 . A . d e T o c q u e v i l l e , Journeys to England and Ireland, e d i c i n d e J. P . M a y e r , 1 9 5 8 ,p p . 1 0 7 - 1 0 8 .

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    L A R E V O L U C I N I N D U S T R I A ! . 35la literatura y las artes empiezan a sentirse atradas por la ascensin de lasociedad capital ista, por ese mundo en el que todos los lazos sociales se aflo-jan salvo los implacables nexos del oro y los pagars (la frase es de Carly-le). La comedia humana de Balzac, el monumento ms extraordinario dedi-cado a esa ascensin, pertenece a esta dcada. Pero hasta cerca de 1840 noempieza a producirse la gran corriente de literatura oficial y no oficial sobrelos efectos sociales de la Revolucin industrial: los grandes Bluebooks (LibrosAzules ) e inves t igaciones es tads t i cas en Inglaterra , e l Tableau de l'tatphysique et moral des ouvriers de Vil lerm, La situacin de la clase obreraen Inglaterra de Engels , la obra de Ducpetiaux en Blgica y los informes deobservadores inquietos u horrorizados viajeros de Alemania a Espaa y a losEstados Unidos. Hasta 1840, el proletariado ese hijo de la Revolucinindustrial y el comunismo, unido ahora a sus movimientos sociales elfantasma del Manifiesto comunista, no se ponen en marcha sobre el conti-nente. El mismo nombre de Revolucin industrial refleja su impacto relati -vamente tardo sobre Europa. La cosa exista en Inglaterra antes que el nom-bre. Hacia 1820, los social istas ingleses y franceses que formaban un gru-po s in precedentes lo inventaron probablemente por analoga con la revo-lucin poltica de Francia.3No obstante, conviene considerarla antes, por dos razones. Primero, por-que en realidad estall antes de la toma de la Bastilla; y segundo, porquesin ella no podramos comprender el impersonal subsuelo de la historia en elque nacieron los hombres y se produjeron los sucesos ms s ingulares denuestro perodo; la desigual complejidad de su ritmo.Qu significa la frase estall la Revolucin industrial? Significa que unda entre 1780 y 1790, y por primera vez en la historia humana, se liber desus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desdeentonces se hicieron capaces de una constante, rpida y hasta el presente ili-mitada multipl icacin de hombres, bienes y servicios . Esto es lo que ahorase denomina tcnicamente por los economistas el despegue ( take-of f ) haciael crecimiento autosostenido. Ninguna sociedad anterior haba s ido capaz deromper los muros que una estructura social preindustrial, una ciencia y unatcnica defectuosas, el paro, el hambre y la muerte imponan peridicamentea la produccin. El take-off no fue. desde luego, uno de esos fenmenos que,como los terremotos y los cometas, sorprenden al mundo no tcnico. Su pre-historia en Europa puede remontarse, segn el gusto del historiador y su cla-se de inters, al ao 1000, si no antes, y sus primeros intentos para saltar alaire torpes, como los primeros pasos de un patito ya hubieran podidorecibir el nombre de Revolucin industrial en el siglo xm, en el xvi y enlas ltimas dcadas del xvu. Desde mediados del xvm, el proceso de acele-racin se hace tan patente que los antiguos historiadores tendan a atribuir a

    3 . A n n a B e z a n s o n , T h e E a rl y U s e s o f t h e T e r m I n d u s tr i a l R e v o l u t i o n , Quarterly Jour-nal ofEconomics. X X X V I ( 1 9 2 1 - 1 9 2 2 ) , p . 3 4 3 . G . N . C l a r k , The Idea ofthe Industrial Revolution. G l a s g o w . 1 9 5 3 .

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    3 6 L A E R A E L A R E V O L U C I N . 1 7 8 9 - 1 8 4 8la Revolucin industrial la fecha inicial de 1760. Pero un estudio ms dete-nido ha hecho a los expertos preferir como decis iva la dcada de 1780 a lade 1760, por ser en el la cuando los ndices estadsticos tomaron el sbito,intenso y casi vertical impulso ascendente que caracteriza al take-off. La eco-noma emprendi el vuelo.Llamar Revolucin industrial a este proceso es algo lgico y conforme auna tradicin sl idamente establecida, aunque algn tiempo hubo una ten-dencia entre los historiadores conservadores quiz debida a cierto temor enpresencia de conceptos incendiarios a negar su existencia y a susti tuir eltrmino por otro ms apacible, como, por ejemplo, evolucin acelerada. Sila sbita, cualitativa y fundamental transformacin verificada hacia 1780 nofue una revolucin, la palabra carece de un significado sensato. Claro que laRevolucin industrial no fue un episodio con principio y f in. Preguntar cun-do se complet es absurdo, pues su esencia era que, en adelante, nuevos cam-bios revolucionarios constituyeran su norma. Y as s igue s iendo; a lo sumopodemos preguntarnos s i las transformaciones econmicas fueron lo bastantelejos como para establecer una economa industrial izada, capaz de producirhablando en trminos generales todo cuanto desea, dentro del alcance delas tcnicas disponibles , una madura economa industrial, por uti l izar eltrmino tcnico. En Gran Bretaa y, por tanto, en todo el mundo, este perodoinicial de industrial izacin coincide probablemente y casi con exactitud conel perodo que abarca este l ibro, pues s i empez con el take-off en la dcadade 1780, podemos afirmar que concluy con la construccin del ferrocarri l yla creacin de una fuerte industria pesada en Inglaterra en la dcada de1840. Pero la revolucin en s, el perodo de take-off, puede datarse, con laprecisin posible en tales materias, en los lustros que corren entre 1780 y1800: es decir, s imultneamente, aunque con l igera prioridad, a la Revolu-cin francesa.Sea lo que fuere de estos cmputos fue probablemente el acontecimientoms importante de la historia del mundo y, en todo caso, desde la invencinde la agricultura y las ciudades. Y lo inici Gran Bretaa. Lo cual, evidente-mente, no fue fortuito. Si en el siglo xvm iba a celebrarse una carrera parainiciar la Revolucin industrial , slo hubo en real idad un corredor que seadelantara. Haba un gran avance industrial y comercial, impulsado por losministros y funcionarios inteligentes y nada Cndidos en el aspecto econmi-co de cada monarqua ilustrada europea, desde Portugal hasta Rusia, todos loscuales sentan tanta preocupacin por el desarrol lo econmico como la quepueden sentir los gobernantes de hoy. Algunos pequeos estados y regionesalcanzaban una industrial izacin verdaderamente impresionante, como, porejemplo, Sajonia y el obispado de Lieja, s i bien sus complejos industrialeseran demasiado pequeos y localizados para ejercer la revolucionaria influen-cia mundial de los ingleses. Pero parece claro que, incluso antes de la revo-lucin, Gran Bretaa iba ya muy por delante de su principal competidorapotencial en cuanto a produccin per capita y comercio .Como quiera que fuere, el adelanto britnico no se deba a una superiori-

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    L A R E V O L U C I N I N D U S T R I A ! . 37dad cientf ica y tcnica. En las ciencias naturales , seguramente los francesessuperaban con mucho a los ingleses . La Revolucin francesa acentuara demodo notable esta ventaja, sobre todo en las matemticas y en la f s ica. Mien-tras el gobierno revolucionario francs estimulaba las investigaciones cientf i-cas , el reaccionario britnico las consideraba peligrosas. Hasta en las cienciassociales los ingleses estaban muy lejos de esa superioridad que haca de laseconmicas un campo fundamentalmente anglosajn. La Revolucin industr ialpuso a estas ciencias en un primer lugar indiscutible. Los economistas de ladcada de 1780 lean, s, a Adam Smith, pero tambin -y quiz con ms pro-vecho a los fisicratas y a los expertos hacendistas franceses Quesnay, Tur-got, Dupont de Nemours, Lavoisier, y tal vez a uno o dos italianos. Los fran-ceses realizaban invent


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