Los antecedentes. Rusia estaba regida por un sistema autocrático en el que oficialmente no existían órganos representativos ni partidos políticos, de ahí que estos últimos actuaran en la clandestinidad. Uno de ellos, el de los socialdemócratas, tenía numerosos seguidores entre los obreros industriales; una escisión de los socialdemócratas dio lugar a los bolcheviques.
Los hechos. El 7 de enero de 1905 se produjo en Rusia una huelga obrera. Unos días después, los trabajadores realizaron una manifestación pacífica en San Petesburgo, la capital del Imperio ruso y residencia del zar. Sin embargo, el ejército llevó a cabo una brutal represión sobre los manifestantes que originó centenares de muertos y miles de heridos. La masacre acabó con la imagen paternal del zar que, hasta entonces, tenían los rusos. Como consecuencia, se desencadenó por todo el país una revuelta obrera que reivindicaba mejores condiciones laborales y cambios políticos.
Las consecuencias. El Domingo Sangriento inició la revolución de 1905. Esta revuelta fracasó, pero
sirvió de experiencia a los dirigentes bolcheviques, Lenin y Trotski, para llevar a cabo un nuevo intento
revolucionario en el que un partido muy disciplinado (el Partido Bolchevique) debía protagonizar el
proceso. Además, aprendieron que los campesinos podían ser sus aliados y que los soviets o consejos
de obreros podían ejercer el gobierno en el futuro.
