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421-Harris, Marvin - El desarrollo de la teoría antropológica. Historia de las teorías de la...

Date post: 18-Dec-2015
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It\ - /i' EL DESARROLLO DE LA TEORIA ANTROPOLÓGICA. HISTORIA' DE LAS TEORIAS DE LA CULTURA por • MARVIN HARRIS m siglo veintiuno editores MÉXICO ESPAÑA ARGENTINA COLOMBiA
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  • I t \ - / i ' EL DESARROLLO DE LA

    TEORIA ANTROPOLGICA. HISTORIA' DE LAS TEORIAS

    DE LA CULTURA

    por M A R V I N HARRIS

    m siglo veintiuno editores

    MXICO ESPAA ARGENTINA COLOMBiA

  • . ' - ! r-: / / 7

    Wfl ' Thomas Y. Crowell Company, Inc. Ttulo original: The rise of anthropological theory. A history of theories of culture

    DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY

    Impreso y hecho en Espaa rinted and made in Spain

    [SBN: 84-323-0359-3 Depsito legal: M. 9.219-1985

    Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono Igarsa. 'aracuellos del Jarama (Madrid)

    AGRADECIMIENTOS XI

    1. INTRODUCCION 1

    2. LA ILUSTRACION 7 ' La_ Ilustracin y_el concepto de cu l tu ra^ /II . El gabinete vaco, 9.III. ^"Tolerancia, frente relat ivismo^!.IV. Tesoro de signos, 11.V. Encultura-

    cin, 13.^.'jEtnografa., 14VJI. Conducta humana y ley natural, 16.VIII. Modelos materialistas, 19.IX. Ciencia social y libre arbitrio, 20.X. Prede-cibilidad,jPXLPrimeras teoras de la evolucin sociocultural, 22.XII. His-toria universal, XIII.- Estadios evolutivos, f25)XIV. Evolucin de la or-ganizacin social,27.XV* Metodologa del evolucionismo, XVI. Confusin de la evolucin con el progreso, 31.XVII. Teoras sobre la causalidad socio-cultural durante el siglo xvin, 33.XV'HI. La falacia del idealismo cultural, 34. XIX. Determinismo geogrfico, 36.XX. En el umbral del materialismo cultu-ral, 37.XXI. La contribucin de Millar, 42.

    3. REACCION Y RECUPERACION AL COMENZAR EL SIGLO XIX 46 f*^ I. La reaccin teolgica, f4^II. El compromiso positivista, 51.JII. El com-promiso hegeliano, 57.-j[vT Continuidad en la tradicin liberal: John Stuart

    Mili, 62..V. Reafirmacin del cientifismo: Quetelet, Reafirmacin del cientifismo: Buckl, 66. ^

    4. APOGEO Y DECADENCIA DEL DETERMINISMO RACIAlisii ... ( 69 ) { f i | ! 'E l racismo en el siglo XVIII, 71.II. La doctrina del monogenismo en el

    siglo xvii,"72;III. Monognesis, ecologismo y evolucin, 72.IV. Poligenismo, 75,V. Poigenistas y monogenistas ante el problema de la raza, 75.VI. Po-lignesis, monognesis y la cuestin de la esclavitud, 77.VII. El poligenismo y la escuela americana de antropologa, 77.VIII. La escuela americana y la esclavitud, 78.IX. Poligenismo y darwinismo, 80.X. Los componentes de la sntesis darwinista, SlfXI. determinismo racial y las races del darwinis-mo, 82.|QI. E1 racismo y ' l a doctrina de la perfectibilidad, 84.XIII. Ra-ciolga, frenologa y el ndice ceflico, 85.XIV. La inminencia de Darwin, 86.XV. Variaciones en torno al racismo y al antirracismo, 86.XVI. Racismo

    \ en Alemania, 88.XVII. Racismo en Francia, 89.XVIII. Races sociocultura-\ l e s de Spencer y de Darwin, 91.

    . SPENCERISMO 93 I La geologa muestra el camino, 94.II. Precedentes en el siglo XVIII, 94. 111. La contribucin de Charles Lyell, 96.IV. La influencia de Lyell sobre Spencer, 97.V. La contribucin de Malthus, 98.VI. La contribucin de Dar-win, 100.VIL El racismo de Darwin, 102.VIII. La versin darwinista del progreso a travs de la lucha, 103.IX. El errneo nombre del darwinismo social, 105.X. La prioridad de Spencer, 106.XI. Ideas polticas de Spencer, 107.XII. Respuesta de Spencer,"la ciencia lgubre, 108.XIII. Spencer y el evolucionismo, 110.XIV. La dudosa distincin de Spencer, 111.XV. La fa-lacia del spencerismo, 111.XVI. El racismo en una perspectiva moderna, 113.XVII. Los usos del spencerismo, 115.XVIII. Spencerismo e imperialis-

  • mo 116XIX. El spencerismo y la doctrina de la unidad psquica, 118. XX. Lewis Henry Morgan, racista, 118.XXI. Edward Burnett Tylor, racis-ta, 120.

    6. EVOLUCIONISMO: LOS METODOS I 2 2

    I Continuidad en la etnografa, 123.II. La importancia de la arqueologa, 125.III. Piedra, bronce, hierro, 125.IV. El descubrimiento del neoltico y del paleoltico, 126.V. Interpretacin de Lyell del paleoltico, 126.VI. Im-portancia de los datos arqueolgicos en la obra de Tylor, 127.VIL Las t li-mitaciones de la arqueologa, 128 V I I I E l mtodo. compar3tf\'o, 129.IX. El origen del mtodo comparativo, 130.X. El valor del mtodo, comparativo, 132. XI. * Las limitaciones del mtodo comparativo, 134.XII * Tylor y el uso del mtodo comparativo, 135.XL* La estrategia de Morgan, 136.XIV. El ori-gen del mtodo comparativo estadstico, 136XV. La estrategia de Spencer, 136.XVI. *EL abuso del mtodo comparativo, 138.XVII.3 La crtica relativis-ta, 140.-mli : Los survivals y el mtodo comparativo, 141.XIX. Survivals ti-les e intiles, 142,XX. La crtica funciorialista de los survivals, 143.XXI. La importancia de la historia, 144.XXII. * Costumbres estpidas, 145.=XXIII. Trabajo de campo, 145.-XXIV.*El mito., del evolucionismo unilineal, 147. XXV *E1 mito de la negacin de la difusin, 149.XXVI.^Contribuciones del paralelismo y de la convergencia a la uniformidad de la evolucin, 152.XXVII.

    " Lewis Henry Morgan, difusionista, 153.

    7. LOS EVOLUCIONISTAS: RESULTADOS 156 *I. El esquma de Morgan, 156.II.*'Deficiencias del esquema de Morgan, 159. " I I I . Aspee los perdurables' del esquema de Morgan, 162IV. El esquema de

    Bachofen,~164.V. El esquema de Maine, 164.VI. Convergencia hacia el con-tinuo sociedad folk-sociedad urbana, 167.VIL El esquema de McLennan, 168. VIII. La controversia entre Morgan y McLennan, 169.IX. Matriarcado, po-liandria, totemismo, 170.X. El origen del tab del incesto, 171.XI. La evo-lucin de la religin, 173.^XT? Tylor y la evolucin de la religin, 176XIII.

    "Las limitaciones de la perspectiva de Tylor, 176.XIV.' Frazer y la evolucin de la religin, 178.XV. Ms mentalismo, 179.XVI. Retorno al misticismo: Andrew Lang, 179.XVII. Perspectivas estructurales en el estudio de la reli-gin, 181.XVIII. El esquema de Spencer, 181 . -^1^ ; El evolucionismo como progreso cientfico, 183.XX.'La ausencia del materialismo cultural, 184.XXI.

    * Morgan no fue un "materialista cultural, 186.XXII. Spencer no fue un ma-terialista cultural, 187. " "

    8. MATERIALISMO DIALECTICO 1 8 9

    I. La influencia de Marx, 189.II. Descubri Marx la ley de la evolucin cul-tural?. 190.III. La doctrina de la unidad de la teora y la prctica, 191.IV. La amenaza de la poltica, 192V. El evolucionismo de Marx, 193.VI. La convergencia de Marx y Spencer, 194.VII. El esquema evolucionista de Marx, 195.VIII. Marx no fue un evolucionista unilineal, 196,IX. Marx anticipa a Maine, 197.X. Marx y su desconocimiento del mundo primitivo, 198.XI. Marx y la antropologa, 199.XII. Marx y el principio de la seleccin cultural, 200. XIII. El componente hegeliano, 200.XIV. Marx y Engels, materialistas cul-turales, 201.XV. El significado de modo de produccin, 203XVI. La gran transformacin 204. XVII. Funcionalismo- causal diacrnico, 205. XVIII. Fueron Marx ' y .Engels racistas?, 206.XIX. La estrategia del materialismo cultural 209XX. El mito de la explicacin mondica, 211XXI. Marx y En-gels y la simplificacin excesiva, 213XXII. El desarrollo de la antropologa, independiente del marxismo?, 214.XXIII. 6La influencia de Morgan sobre Marx y Engels, 214.XXIV.5 El efecto de Marx y Engels en la interpretacin de Morgan, 216. ^ ^

    9. EL PARTICULARISMO HISTORICO: B O A S J ^ S ^ (218 L La imagen de Boas, 219.II. Los contempornee?Ss4eBoas, 221.III. Cr- V-

    ^ tica del mtodo comparativo, 224.IV. Fue Boas antiefotm'inni'ifn? ??

  • 1965), subsiste, no obstante, el problema de las no correlaciones que son producto de una etnografa de baja calidad, un anlisis tendencioso, una codificacin defectuosa o una hiptesis inadecuadamente formulada. Por el mtodo de tirarlo contra la pared es totalmente posible escribir un cente-nar de ecuaciones triviales que no se relacionan entre s o que se relacionan entre s todas indiscriminadamente y a la vez obtener un resultado negativo respecto a la teora en que se subsumen todas ellas. Si queremos llegar a trazar un cuadro ordenado de la historia hemos de empezar por suponer que en ella actan ciertos principios de orden, y hemos de usar esos prin-cipios para ordenar y clasificar los datos. No podemos limitarnos a tirar nuestros datos contra la pared y ver si se agarran segn las pautas pre-vistas. Antes bien, lo que tenemos que hacer es poner en cuestin nuestros datos, elaborarlos, clasificarlos y codificarlos de acuerdo con las expecta-ciones de nuestras premisas principales. Entonces, y slo entonces, el que no se agarren a la pared s ser una prueba en contra de nuestra premisa principal. Y, a la vez, slo aplicando ese procedimiento puede considerarse que la correlacin particular de cada experimento est conectada con y go-bernada por los principios generales de la evolucin sociocultural.

    Con otras palabras: el examen detenido de la Social structure de Mur-dock revela que nada puede sustituir a la macroteora fundada en el an-lisis detallado causal y funcional, diacrnico y sincrnico, de casos concre-tos. Ha sido gracias a estudios de esas caractersticas, con todas sus im-perfecciones, cmo en los ltimos dos siglos se ha ido elaborando gradual-mente una concepcin de las tendencias macroevolutivas de los sistemas socioculturales. El caamazo general de la evolucin sociopoltica desde las bandas paleolticas a las diferentes variedades de tribus, reinos y Estados est firmememente establecido (vase FRIED, 1967). La relativa fecundidad de las explicaciones tecnoeconmicas y tecnoecolgicas tambin est bien probada. Aquellas clasificaciones que ignoran los macroniveles de la evolu-cin sociocultural y que tratan de escapar a las consecuencias de la causali-dad materialista cultural en el nombre de la pureza inductiva se ajustan a una jmagen falsa de la ciencia. Por otro lado, la utilidad de la compara-cin estadstica intercultural est fuera de toda duda, y la opinin de Tylor de que el futuro de la antropologa est en la investigacin estadstica sigue siendo vlida si esa comparacin estadstica se usa como mtodo para revelar conexiones insospechadas entre las instituciones, para identificar excepciones a las regularidades, o como medida de probabilidad, o como indicador de las necesidades de la investigacin. Pero slo es vlida si la incluimos en la perspectiva terica ms amplia desde la que Tylor propug-naba el uso de su mtodo de las adhesiones. Slo es vlida si reconocemos tambin que las principales instituciones del hombre estn tan claramente estratificadas como la tierra sobre la que l vive (1889) .

    El que al retorno a la generalizacin diacrnica y sincrnica se le haya dado el nombre de neoevolucionismo ha sido un desacierto cuyas consecuen-cias hemos mencionado ya. En la medida en que sugiere la revivificacin de una doctrina que se esfuerza por establecer el hecho de la especiacin, tal etiqueta se presta a impedirnos captar la continuidad del desarrollo de la propia antropologa. El particularismo histrico, la escuela de cultura y personalidad y el funcionalismo sincrnico son perfectamente compatibles tanto con el transformismo biolgico como con el transformismo cultural. Ni siquiera la escuela del Kulturkreis, pese a su claro compromiso con una doctrina religiosa, tiene dificultad en aceptar el hecho de que las cul-turas evolucionan y de que esas transformaciones tienen una explicacin independiente de cualquier hiptesis de una interferencia animista sosteni-da. Los cnones de respetabilidad cientfica de las escuelas emic e idealistas no sufren violencia por el hecho de que su investigacin se asocie con re-laciones causales y evolucionistas. Mead lo ha dicho claramente, expresan-do su inters por los problemas evolucionistas. Su observacin de que este concepto abarca la mayora de los intereses de los antroplogos culturales (MEAD, 1964, p. 327) es perfectamente correcta. Y cuando identifica como causa del cambio en la sociedad manus una eclctica mezcla de personali-dades y de contexto cultural es evidente que su intencin va ms all de la de dar una mera leccin local de causalidad evolucionista. Mas en la po-sicin terica de Mead no se advierte apenas la influencia del tipo concreto de formulaciones causales y evolucionistas que son distintivas del perodo posboasiano.

    Nadie ha negado nunca que las culturas evolucionen, que los sistemas socioculturales sufran cambios acumulativos que son en lneas generales anlogos a los que se proHuce'nTa esp^aci3~6"'rT 'las transformaciones estelares y galcticas. El punto discutido ha sido siempre el de la naturaleza del proceso de cambio cultural. Y la discusin se ha centrado en dos as-pectos principales: qu cantidad de paralelismo y de convergencia se, _ha dadg en la evolucin sociocultural y qu causas han tenido las semejanzas y las diferencias observadas en las carreras evolutivas de los sistemas so-cioculturales.

    Ni Leslie White ni Julin Steward, que son las dos figuras ms impor-tantes de la restauracin nomottica, han descrito adecuadamente el ingre-diente nuevo y estratgicamente decisivo, compartido por ambos, de su perspectiva. Aunque ocasionalmente White (vase 1949b) ha planteado las cuestiones bsicas de la teora antropolgica en trminos de concepciones

  • espiritualistas, vitalistas o idealistas frente a concepciones mecanicistas, materialistas, ha dado mucha importancia a su defensa de la evolucin, al punto de que se le identifica casi exclusivamente con sta. La evitacin de la discusin de las opciones materialista e idealista es todava ms clara en el tratamiento que Steward hace de la evolucin y la causalidad. Y, sin

    : embargo, objetivamente lo que distingue los puntos de vista de los dos de todos sus predecesores y contemporneos es la aplicacin de una estrategia

    1 materialista cultural a la comprensin de la historia.

    ' I . LA INFLUENCIA DEL SPENCERISMO SOBRE LESLIE W H I T E

    Para entender el debate entre Steward y White es necesario antes que nada recordar nuestra anterior- discusin en torno al papel minsculo que el ma-terialismo cultural desempea en las obras de Tylor y de Morgan, en quie-nes White afirma haberse inspirado directamente (vase captulo 5). De hecho, White ha insistido tanto en la continuidad de sus teoras con las

    : de Moi^an y Tylor que se ha negado a aceptar la etiqueta de neoevolucio-nista por entender -que su propio papel se ha limitado a la resurreccin

    ; y no a la remodelacin de la teora antropolgica evolucionista del siglo xix:

    Mas permtasenos decir, y con el mayor nfasis, que a la teora expuesta aqu no se le puede llamar con exactitud neoevolucionismo, trmino propuesto por Lowie, Goldenwei-ser, Bennett, Nunomura (en Japn) y otros. Neoevolucionismo es un trmino que induce a error; se usa para sugerir que la teora de la evolucin es hoy cosa diferente de la teora de hace ochenta aos. Rechazamos esa idea. La teora de la evolucin expuesta en esta obra no difiere en principio ni un pice de la expresada en la Anthropology de Tylor en 1881, aunque por supuesto el desarrollo, la expresin y la demostracin de la teora puede diferir y difiere en algunos puntos. Neolamarckismo, neoplatonismo, etc., son trminos vlidos; neogrativacionismo, neoerosionismo, neoevolucionismo, etc., no lo son [WHITE, 1959b, p. ix].

    Aunque White ha subrayado repetidas veces su deuda con Tylor, Morgan y Darwin, hay entre ellos dos discrepancias fundamentales. Primero, en la me-

    dida en que la perspectiva de esos padres fundadores es materialista, su materialismo es el de Spencer: la explicacin de las diferencias sociocultu-rales en trminos de seleccin biolgica. White, en cambio, ha dedicado un esfuerzo importante a la crtica del reduccionismo, tanto psicolgico como

    j biolgico. Su afirmacin de que la cultura debe ser explicada en trminos 1 de cultura (1949a, p. 141) no se opone slo a la admisin de la importan-

    cia de los factores ecolgicos, tal y como se encuentra en Steward, sino j igualmente a las teoras de Morgan y Tylor. En segundo lugar,, la. ley bsi-| ca de la evolucin de White no tiene precedente entre los evolucionistas i decimonnicos con los que l quiere conectar directamente. Dice as su ley:

    Mientras lo? QtyQ3, factores se mantengan constantes, la cultura evoluciona a medida aue crece la captidad de energa disponible por cabeza y por ao. o a medida que crece

    la _e_f cienciade los medios de hacer trabajar esa energa [ibidem, pp. 368 s.; original, 1943].

    La ley de White se parece ms a una definicin que a una expresin : de covariacin. Pero en su contexto se ve claramente que no es ni una ley

    ni una definicin, sino, ms que ninguna otra cosa, la formulacin de una ! estrategia de investigacin.

    I I . LA ESTRATEGIA BASICA DE W H I T E

    Su estrategia es la estrategia de un materialismo cultural formulado en tr-mino_s_de energa. White la emplea como punto de partida para el an-lisis de las principales tendencias de las modificaciones evolutivas tanto locales como mundiales. Su conexin con el materialismo cultural y con Marx, y no con Morgan, Tylor ni Spencer, resulta clara en el transcurso de la aplicacin de la ley de la evolucin a la explicacin de las lneas fun-damentales de la historia del mundo. Porque White propone considerar los sistemas socioculturales como consistentes de tres partes: tecnoeconmica, social e ideolgica, y formula en trminos inequvocos las relaciones causa-les entre esas divisiones:

    La cultura se convierte as primariamente en un mecanismo para almacenar .energa y hacerla trabajar al servicio del hombre, y secundariamente en un mecanismo para cana-lizar y regular la conducta de ste no directamente relacionada con la subsistencia, la agresin ni la defensa. Los sistemas sociales estn, en consecuencia, determinados por los sistemas tecnolgicos, y las filosofas y las artes expresan la experiencia tal y como viene definida por la tecnologa y refractada por los sistemas sociales [ibidem, p. 390],

    I I I , ACTIVIDADES ANTROPOLOGICAS ANTIAMERICANAS

    En su contribucin al Festschrift, de White (Essays in the science of cultu-re), escribe Betty Meggers (1960, pp. 302 s.):

    La ley de la energa y de la evolucin cultural fue formulada por primera vez por White en 1943 [...] Esta ley se basa en el reconocimiento de que todas las culturas estn compues-tas de tres clases generales de fenmenos: tecnolgga^orgaM De las tres, la tecnologa es la primaria y determina e contenido y la forma de los otros dos componentes.

    Esto dio motivo a una esclarecedora discusin entre Meggers y Morris Opler, uno de los relativamente pocos antroplogos que pueden contar en-tre lps buenos conocedores de la teora marxista. Opler sostena que los verdaderos autores de la ley de White eran Marx y los marxistas, espe-cialmente Nikolai Bujarin (1925), pese a que ni White ni sus discpulos

    citaran esas fuentes. Parece como si Opler hubiera tenido inters en dejar en claro ese extremo para atacar el status cientfico de la posicin mate-rialista cultural subrayando su compromiso con el dogma comunista: Apa-rentemente, ese "prctico instrumental" que la doctora Meggers quiere ha-cer adoptar al antroplogo de campo no es en absoluto tan nuevo como ella pretende hacer creer, y lo principal de su contenido recuerda las tan usadas hoces y martillos (1961, p. 13). La inoportunidad de esta observa-cin resulta todava ms patente al silenciar Opler las razones por las que las ideas de White no podran ser aceptadas por la doctrina comunista.

  • Dado su buen conocimiento de la literatura marxista, Opler no debera te-ner necesidad de que se le recordara que para merecer la aprobacin co-munista hace falta ms que el materialismo cultural: hay que aceptar tam-bin la naturaleza dialctica del proceso evolucionista, especialmente en lo que se relaciona con la primaca del conflicto en el cambio estructural, hay que ser por lo menos un materialista dialctico y aceptar el componente he-geliano de Marx antes de ganarse el derecho de incluir la hoz y el martillo en el instrumental que uno usa. White, que jams ha mostrado el ms m-nimo inters por la dialctica, se hace, pues, merecedor de uno de los peo-res eptetos que los comunistas tienen en su arsenal verbal contra los he-rejes: es lo que Engels llamaba un materialista mecnico.

    No tendra objeto que nos detuviramos en aquellos aspectos de las opiniones de White que demuestran la falsedad de las insinuaciones de Opler. La cuestin de si el materialismo cultural es o no es una estrategia slida para la investigacin cientfico-social no puedejhacerse .depender de si aque-llos que lo han adoptado saldran o no con bien de un interrogatorio del Comit del Senado contra las Actividades Antiamericanas. Ni los hechos ni las teoras cientficas se prueban con juramentos de lealtad. El que los genetistas soviticos resultaran al fin triunfadores en su lucha contra los esfuerzos de su gobierno por depurarlos de los burgueses principios men-delianos, es un smbolo esperanzador para todos los cientficos. Aunque la presin para depurar a la ciencia social occidental de las teoras del mate-rialismo cultural no haya sido tan directa (salvo en el perodo de McCarthy), sus efectos son bien palpables y se notan en todas partes. Los cientficos sociales occidentales se enfrentan a una situacin estrictamente anloga a aquella tan difcil por la que pasaron antes los genetistas mendelianos so-viticos. Parece como si por el solo hecho de que los comunistas hayan po-litizadq_el^ sentido^ del materialismo cultural, en lo sucesivo ste no pudiera seguir constituyendo una estrategia valida para los estudios nomotticos. Mas no porque nuestra ideologa nacional est tan profundamente compro-metida con la supresin del pensamiento marxista en su totalidad podemos nosotros permitir que se nos haga prescindir de las contribuciones vlidas de Marx. Exactamente igual que nuestros fsicos, nuestros qumicos7 nues-tros fisilogos y nuestros matemticos han conquistado para s mismos el derecho de usar los productos de los descubrimientos cientficos, con inde-pendencia del medio poltico en que stos hayan tenido su origen, tambin nosQtrQSj .antroplogos culturales, hemos de sentirnos libres de usar los descubrimientos de los cientficos sociales dondequiera y cuando quiera que nos ayuden a resolver los problemas en que estamos interesados.

    IV. LA QUEMA DE ANTROPOLOGOS

    Opler se manifiesta extraado por el hecho de que alguien pueda fi jar la fecha de origen del determinismo econmico, en la versin de White, en los p r imerosaos cuarenta (en realidad, todo lo que MeggeS HaBa querido

    hacer era dar la fecha de la primera formulacin de White, no la del origen de la teora).

    Resulta increble que alguien que se propone situar en el tiempo y en la historia de la teora un enfoque que subordina sistemticamente lo social y lo ideolgico a lo tecno-lgico se olvide enteramente de Marx y de Engels y de sus herederos. Es curioso que nuestros neoevolucionistas reconozcan constantemente que estn en deuda con Darwin, Tylor. y Morgan y jams digan una palabra sobre la relacin de sus ideas con las de Marx, Engels, Bujarin, Plejnov, Labriola, Suvorov, Lenin, Stalin et alii. Y, sin embargo, es manifiesto que sus formulaciones estn mucho ms cerca de las de Bujarin y, para el caso, de cualquier materialista histrico consecuente, que no de las ideas de Tylor o de Morgan. Con Tylor y con Morgan todo lo que tienen en comn es su conviccin de que ha habido una evolucin cultural. Con Marx, Engels, Bujarin, Plejnov, Labriola y todos los otros comparten, adems de sa, otras convicciones referentes a los elementos y a los m e c ^ m s j ^ t o j u e s t o en marcha eso proccso. Esta estrecha correspondencia podra ser un ejemplo de paralelismo, o el resultado de la difusin de un estmulo, o posiblemente de una filiacin lineal o colateral, o quiz todava de otras fuerzas din-micas. Nos ayudara saber qu es lo que est implicado. En cualquier caso, antes de que se llegue a un punto de total asimilacin, los antroplogos haran bien en echar una ojeada a la historia intelectual reciente y a algunas recientes tendencias de la etnologa americana [ibidem, p. 18].

    Pero la incredulidad de Opler est fuera de lugar. Lo que s es difcil de creer es que Opler no conociera por experiencia la verdadera razn por la que los antroplogos que haban descubierto o redescubierto la contribu-cin de Marx a la estrategia del materialismo cultural se abstenan de citar a Marx. Y es difcil de creer justamente porque el propio Opler, con sus insinuaciones polticas, demuestra estar plenamente dispuesto a arrastrar a sus colegas ante las pasiones polticas de su tiempo.

    LA CONVERSION DE W H I T E

    En los libros y artculos de White la ausencia de referencias a Marx y a la literatura marxista es casi completa; mas para medir el grado de compro-miso de White con el materialismo cultural sera superfluo hurgar en su obra en busca de citas de Bujarin sobre la energa y la tecnologa. En el prlogo de Harry E. Barnes .al Fjzstschrift, de White (el mismo libro en que apa-reci el artculo de Meggers que provoc el ataque de Opler), se hace una clara exposicin de la relacin existente entre la conversin de White al evolucionismo y su toma de contacto con las teoras marxistas. Durante sus estudios de licenciatura, White adopt una perspectiva marcadamente boa-siana. En la New School de Nueva York estudi con Alexander Goldenwei-ser, y en la Universidad de Chicago, donde se gradu, sufri la influencia de los boasianqs Fay-Cooper Col y Edward Sapir. Su primer artculo antro-polgico fue una defensa tpicamente boasiana de la importancia del factor cultural en la determinacin de la personalidad (1925), y en l son muchos los puntos de contacto con el programa que iba a iniciar Margaret Mead. Los primeros pasos hacia la adopcin de su posicin implacablemente an-tiboasiana los dio White durante los dos aos en que ense en la Univer-sidad de Buffalo. Como aqul era territorio iroqus, White se vio por pri-

  • mera vez obligado a leer a Vlorgan y sinti todo el asombro que por fuerza ha de sentir quien, sin haberlo ledo y aceptando opiniones ajenas, tenga a Morgan por un ejemplo sin valor de filosofa especulativa. Fue entonces cuando descubri en Morgan a un estudioso, un sabio, una personalidad excepcional. El paso de Morgan a Marx va Engels era inevitable, y en 1929 estaba ya lo bastante interesado en temas rnarxislas como para buscar tiempo para hacer un viaje a la Unin Sovitica.

    El paso final de la conversin del doctor White a un evolucionismo entusiasta fue su viaje de 1929 por Rusia y por Georgia, durante el cual se familiariz ms a fondo con la literatura de Marx y de Engels, y en especial con las partes de sta que se ocupan de la naturaleza y del desarrollo de la civilizacin. En su tratamiento del origen de la fa-milia, Engels hace un uso particularmente amplio de las ideas de Morgan sobre la evo-lucin social, lo que hizo que el doctor White se ratificara en su creencia en la validez y en la importancia del enfoque evolucionista. Los escritos de Marx y ngels le ayudaron tambin a entender las razones por las que los estudiosos catlicos y los economistas y los historiadores capitalistas se oponan tan vigorosamente a la teora de Morgan sobre el papel de la propiedad en el desarrollo cultural [H. E. BARNES, 1960, p. xxvi].

    No hay necesidad de repetir aqu los argumentos en contra de la ecua-cin que White establece entre el antievolucionismo y los errores centrales, tericos y de hecho, de la escuela del particularismo histrico. Toda esta cuestin puede considerarse como una prueba del extraordinario trauma por el que la ciencia social ha pasado en los Estados Unidos como conse-cuencia de su aislamiento de las opiniones marxistas. White regres de la Unin Sovitica para hacerse cargo de un puesto de profesor en la Univer-sidad de Michigan, en la que con el paso del tiempo iba a conseguir levan-tar uno de los principales centros de antropologa de todo el pas. Aunque se mostraba abierta e inflexiblemente hostil al particularismo histrico, al reduccionismo psicolgico, a las doctrinas del libre albedro y de la teleologa teolgica y prcticamente a todas las otras viejas modas de aquel Medio Oeste en el que trabajaba, se las arregl para evitar que sus crticas derivaran hacia el rea de sus teoras marxistas. Que esto le resultara posible quiz se explique porque el nivel de la teora antropolgica haba descendido has-ta extremos precientficos, de forma que bastaba con recobrar los funda-mentos sobre los que Marx haba levantado sus teoras, y no era preciso ni sobrepasarlos ni alcanzar los niveles de las contribuciones del propio Marx. Pese a esto, son muchos los temas de las publicaciones de White que estn plenamente anticipados en las de Marx y Engels. Y esto vale en particular para la reelaboracin que Marx y Engels hicieron de la obra de Morgan, pues cuando White se presenta a s mismo como un evolucionista que sigue las huellas de Moi gan es,,,.aJeOlQrgE^^ En-gels en el Origen de ja familia, la propiedad privada y el Estado en quien hemos de pensar.

    VI. DEFENSA POR W H I T E DE MORGAN Y DE TYLOR

    La cruzada de White contra los antievolucionistas para devolver la teora de la evolucin a su anterior preeminencia ha dado origen a polmicas irre-

    levantes. Kroeber (1948c), Lowie (1946, 1957) y Steward (1955) han entabla-do discusiones que no han hecho ms que oscurecer la bsica simplicidad del argumento de White. Para White, J a JeoraJe..Ja~evolucin es el viejo y simple concepto tan bien expresado por Tylor: [...] el gran principio en que todo estudioso tiene que apoyarse firmemente, si es que quiere enten-der el mundo en que vive o la historia de su pasado (WHITE, 1959, p. 125). En su contexto completo ese gran principio dice as:

    En conjunto parece que dondequiera aue se encuentran artes elaboradas, conocimientos ! abstrusos, instituciones complejas, estas son siempre resultado de un desarrollo gradual a partir de un estado de vida ameno;- ms simple y ms rudo. Ningn estadio de civi-lizacin llega a la existencia, espontneamente, sino creciendo o desarrollndose a partir del estadio .que le. ha precedido. Este.es. el.gran principio en ,que "todo estudioso tiene Que apoyarse firmemente [...j [TYLOR, 88, p. 20].

    La perfecta aceptabilidad de este tipo de evolucionismo para los boa-sianos ms acrrimos ya la hemos demostrado. Mientras no se pretenda que todas las culturas tienen que pasar por una serie determinada de estadios, ningn boasiano negar nunca que sea posible identificar un conjunto de estadios evolucionistas de alcance mundial. Ahora bien, en defensa de sus hroes evolucionistas dfel siglo pasado White ha insistido una y otra vez en que tampoco .ellos , sostuvieron nunca que todas las culturas pasaran nece-sariamente por el mismo conjunto de estadios, por ejemplo, por el salva-jismo, la barbarie y la civilizacin. Hablar de la posicin de Morgan y de Tylor en trminos de esa antinomia empobrecedora induce a error. Para ellos no era una cuestin de todo o nada, como tampoco lo es para nos-otros. Como Sahlins y Service (1960, p. 12) han observado, Tylor elabor el estudio de la evolucin tanto estadio por estadio como siguiendo sus l-neas generales. La nica cuestin que vale la pena discutir es la de la fre^ cuencia de la convergencia y el paralelismo: no la de si hay excepciones a las regularidades de la historia, sino ms bien la de con qu frecuencia se producen esas excepciones.

    No hay duda de que, desde su perspectiva, Tylor y Morgan supusieron muchas veces que el paralelismo y. la., convergencia .eran bastante ms fre-cuentes de lo que luego los hechos demostraron. Por ejemplo, fue su fe en la uniformidad de la experiencia histrica de culturas muy distantes entre s la que indujo a Morgan a sostener, sobre la base de pruebas fragmenta-rias, que los aztecas se hallaban en un estadio cultural que no se diferen-ciaba mucho del de los iraqueses. Y fue esa misma fe en la uniformidad de la historia la que le hizo suponer que sus fragmentarios datos sobre la Grecia arcaica eran suficientes para identificar un estadio matrilineal.

    Cuando Tylor hablaba de la tendencia de la experiencia humana a dis-currir por canales uniformes, no distingua entre la humanidad en general y la humanidad en culturas concretas. Tal distincin es un refinamiento que los hroes de White no necesitaban. Tylor quera decir que la mayora de las culturas (no todas) se desarrollaban a lo largo de lneas similares (vase p. 148). Las excepciones, que tanto Tylor como Morgan reconocan, se explicaban por la raza, la difusin y las adaptaciones ecolgicas.

  • White ha utilizado este reconocimiento de la difusin y de las pertur-baciones locales de la secuencia evolutiva para dar a las teoras de los evo-lucionistas decimonnicos la forma conveniente para que el evolucionismo se mantenga en el centro de las controversias del siglo xx. Ha sostenido que su evolucionismo- no se aplicaba a. tiempos ni -a lugares concretos, sino que abarcaba al mundo como a un todo. Sin embargo, es claro que tanto Tylor como Morgan estaban igualmente interesados por los dos niveles de generalizacin.

    VII. EVOLUCION UNILINEAL, UNIVERSAL Y JMULTJWHEAL-

    En un intento de formalizar las diferencias entre White y l en la cuestin del evolucionismo, Steward (1955) ha propuesto una triple clasificacin de enfoques evolucionistas: un i l inea^ jun ive r s^^ j r^ l t i l inea l . El evolucionismo unilineal, dice Steward, era caracterstico de los evolucionistas clsicos, que colocaban las culturas concretas en los estadios de una secuencia uni-versal (1955, p. 14). Morgan y Tylor entran dentro de esta categora. Pero cualquiera de los evolucionistas clsicos encaja igualmente bien dentro de la segunda categora de Steward, el evolucionismo universal, una etique-ta ms bien arbitraria para designar la readaptacin [por White] del evolucionismo unilineal, perspectiva que se ocupa ms de la cultura que de las culturas. Al tercer tipo de evolucionismo White lo llama multili-neal y lo define como sigue:

    [...] se interesa por las culturas concretas, mas en lugar de ver n las variaciones locales y en la diversidad hechos molestos que le obligan a pasar del sistema de coordenadas particular al general, se ocupa slo de aquellos paralelos limitados de forma, funcin y secuencia que tienen validez mprica [ibidem , p. 19],

    La insuficiencia de esta clasificacin la demuestra el hecho de que los dos antroplogos que Steward considera como ejemplos del evolucionismo universal, a saber, White y V. Gordon Childe, son igualmente buenos re-presentantes de por lo menos una de las otras dos categoras. White, como los evolucionistas clsicos, ha tratado de situar las culturas especficas den-tro de esquemas universales, y esto es evolucionismo unilineal. Y en su ms completo tratamiento de la evolucin, con el ttulo de The evolution of cul-ture (1959b), White no slo intenta trazar el curso completo del desarrollo cultural, desde la transicin de los antropoides a la sociedad humana hasta los comienzos de la edad del hierro, sino que tambin reconstruye secuencias culturales especficas a la luz de las tendencias generales manifiestas en la secuencia universal. En Australia, por ejemplo, ve en el sistema arunta de clases matrimoniales una evolucin del tipo de relacin kariera a un es-tadio ms alto de desarrollo cultural y evolucin social cuando la unin entre primos hermanos no poda ya conseguir la mxima efectividad del grupo cooperativo formado por el matrimonio (1959b, p. 173). Otra prc-tica comn de White es la de interpretar la significacin de las diversas instituciones de las sociedades concretas, basndose en la suposicin de que su cultura ha alcanzado un determinado nivel de evolucin. As su tra-

    tamiento de la estratificacin social en Polinesia y en la costa del noroeste depende en gran medida de la generalizacin universalista, formulada por primera vez por la escuela de Edimburgo en el siglo XVIII, de que slo cuando el parentesco ha dejado de ser la base de los sistemas sociales y la sociedad ha pasado a organizarse sobre la base de las relaciones de pro-piedad y las distinciones territoriales llegan a existir verdaderas clases de subordinacin y superordinacin (ibidem, p. 203).

    / S;VIII. W H I T E Y CHILDE, EVOLUCIONISTAS MULTILINEALES

    The evolution of culture, de White, es en todos los aspectos el equivalente moderno de la Ancient society, de Morgan: la nica diferencia es la puesta al da de parte de la etnografa y la mayor coherencia , de ..la ...perspectiva materialista cultural. White ha rechazado explcitamente los intentos de Ste-ward de introducir falsas divisiones en la mansin del evolucionismo (1959a, p. 125). Programticamente por lo menos, White profesa todas las variedades de evolucionismo propuestas por Steward:

    De lo anterior se sigue . que la cultura puede ser considerada como una y como mlti-ple, como un sistema que lo incluye todo la cultura de la humanidad como un todo o como un nmero indefinido de subsistemas de dos tipos diferentes: 1) las culturas de los diferentes pueblos o regiones, y 2) las subdivisiones de la cultura, tales como escritu-ra, matemtica, moneda, metalurgia, organizacin social, etc. Igualmente, la matemtica, el lenguaje, la escritura, la arquitectura, la organizacin social pueden tambin ser con-sideradas como unas o como mltiples: se puede estudiar la evolucin de la matemtica como un todo o se pueden distinguir en ella una serie de lneas de desarrollo. En con-secuencia, las interpretaciones evolucionistas de la cultura .sern a la vez unilineales y multilineales. El primer tipo de interpretacin es tan vlido como el segundo: cada uno de ellos implica al otro [WHITE, 1959b, pp. 30 s.].

    Por lo que hace al evolucionismo universal de Gordon Childe, se ha de considerar no slo la adhesin de Childe a los estadios universales de Mor-gan, salvajismo, barbarie y civilizacin, en su presentacin de las secuen-cias arqueolgicas del Oriente Medio, sino tambin su tratamiento entera-mente particularista de la aparicin de un rea cultural distintivamente eu-ropea (CHILDE, 1946, 1958). En la prctica, Childe se inclina a la evolucin mu til inca! ms todava que el propio Steward:

    As pues, en conjunto, la arqueologa no tiene muchas posibilidades de correlacionar las instituciones sociales con los estadios de desarrollo cultural definidos en trminos eco-nmicos. Pero, despus de todo, como hemos visto, esos estadios, salvo los tres mayores, son en s mismos difciles y tal vez imposibles de definir. Pues al menos dentro del es-tadio de la barbarie, las secuencias culturales observables no siguen lneas paralelas [CHILDE, 1951a, pp. 165 s.].

    De hecho, Childe pasa de aqu a comparar la diversidad de la evolucin cultural con el modelo darwiniano de un rbol con ramas en todo su tron-co y con todas sus ramas llenas de vstagos (ibidem, p. 166), lo que no es sino el extremo caso lmite de la evolucin multilineal.

  • IX. MODOS DE EVOLUCION Y EPISTEMOLOGIA

    Es evidente que los tres modos de evolucin definidos por Steward no son mutuamente excluyentes. Es tambin evidente que la lgica de las catego-ras de Steward reposa sobre un continuo que incluye los diversos grados de abstraccin a partir de la descripcin de los casos concretos.

    En un extremo de ese continuo estn aquellas transformaciones evolucio-nistas que se caracterizan por o se conocen a travs de un solo caso. Por ejemplo, se puede considerar el desarrollo de un sistema de apartheid de cuatro castas (africanos, europeos, coloreds y asiticos) como el producto de la evolucin peculiar de Africa del Sur. Similarmente, el sistema natchez de castas exgamas no es conocido en ningn otro lugar, pero manifiesta-mente es el resultado de un proceso de transformacin, aunque sus estadios no sean conocidos.

    A un nivel de generalidad ligeramente ms elevado, podemos anotar los productos de la evolucin caractersticos de varias sociedades dentro de un rea cultural nica. Los sistemas de ocho secciones matrimoniales son un producto peculiar de la evolucin especial de Australia a travs de la trans-formacin de los sistemas de dos y cuatro secciones. Tambin se dan para-lelismos que afectan a una o dos culturas en varias reas culturales, como es el caso de los clanes matrilineales en los bosques orientales de Norteam-rica, en Africa occidental y en Melanesia.

    Finalmente estn los productos universales de la evolucion, tales como el tab del incesto en la familia nuclear o la creencia en el animismo.

    Todas esas categoras pueden extenderse o contraerse indefinidamente segn la cantidad de detalles etnogrficos que queramos exigir antes de conceder que dos ejemplos son el mismo o son diferentes. El evolucionismo universal representa una expansin extrema del grado de abstraccin tole-rado: las diferencias, que para todo lo dems tendran importancia, entre los sistemas de intercambio matrimonial matrilateral y patrilateral se abs-traen y ya podemos incluirlos a los dos bajo la misma rbrica de regula-cin del matrimonio por el parentesco; o las jerarquas endgamas de la India, los Estados Unidos y Africa del Sur se incluyen bajo un mismo sis-tema de castas. Ignorando millones de diferencias triviales p a r a poder sub-rayar unas pocas semejanzas significativas, elaboramos nociones de vital importancia terica, tales como sociedades igualitarias, organizacin estatal, feudalismo, capitalismo o despotismo oriental. A la inversa, si nuestro in-ters histrico particularista es lo bastante intenso, podremos probar a nuestra satisfaccin que el estado de cosas en la Francia del siglo xi no tie-ne paralelo en ningn otro lugar de Europa, y menos todava en Japn o en el Africa occidental. El que ni White ni Steward hayan llegado a captar la problemtica epistemolgica subyacente a nuestros juicios relativos a las semejanzas y a las diferencias de importancia para la evolucin, explica en gran medida que hayan prolongado su controversia ms all de sus lmites tiles. Este fallo se acusa con particular fuerza en la negativa de White a

    admitir que ciertas transformaciones estudiadas por Steward puedan con-siderarse como fenmenos de evolucin.

    X. CUANDO PUEDE CONSIDERARSE QUE EL CAMBIO ES EVOLUCION?

    Mi intencin no es aqu la de erigirme en rbitro de la controversia sobre qu puede considerarse evolucin y qu no puede. Nada podra ser ms es-tril. La investigacin cientfica no puede centrarse en determinar en qu momento, dentro de una secuencia temporal de formas, la acumulacin de cambios en una forma anterior permite identificar una forma nueva. Toda discusin ulterior de este tema llevar probablemente como resultado final a la introduccin de unos pocos trminos nuevos (podra hablarse, por ejemplo, de evolucin menor, evolucin mayor y megaevolucin) que resol-vern esas diferencias d opinin. La materia de la investigacin cientfica, de-ferente de la materia del debate filosfico, es: Qu es lo que causa los cambios observados, sean stos grandes o pequeos, sistemas o meros agregados"> Lo que quiera que cause los cambios a pequea escala tiene que ser impor-tante para entender los cambios a gran escala, y a la inversa, lo que sea que cause los cambios a gran escala tiene que ser importante para entender los cambios a pequea escala. Eso mismo es lo que explica la mutua rele-vancia de la gentica y la seleccin natural en la teora de la bioevolucin, o la de la qumica fsica de los astros y la evolucin de las formas galc-ticas.

    XI. CRITERIOS DE LA EVOLUCION SEGUN WHITE

    El que la restauracin nomottica se haya formulado en trminos de evolu-cionismo ha tenido como consecuencia que la bsqueda de los procesos causales subyacentes y responsables de las diferencias y semejanzas cultu-rales se ha atascado en dicotomas escolsticas. White ha atacado a Ste-ward por estudiar, siguiendo el modelo del particularismo histrico, cam-bios.no..evolutivos, y Steward ha atacado a White por sus generalizaciones excesivas. En un comentario al libro de Steward Theory of culture change White (1957, p. 541) declara:

    Steward cae entre los dos polos de la interpretacin ideogrfica y la interpretacin nomottica, en t j s Je . .P t j s !u to - . Jp . genera!. o se contenta con meros particulares, pero tampoco se decide a traspasar los lmites de la generalizacin. Desea generalizaciones, pero, como ha dicho repetidamente, quiere que sean de alcance limitado (Theory, p. 22 y passim). Trtese de imaginar una ley de la cada de los cuerpos, o de la gravedad, que fuera de alcance limitado. Steward recuerda a alguien que, habiendo descubierto que un ro y otro y otro discurren pendiente abajo, no quisiera llegar al extremo de afirmar que los ros discurren pendiente abajo.

    La transformacin particular que White se niega a considerar como un ejemplo de evolucin es la que afect a dos grupos de indios america-nos, los munduruc, agricultores brasileos, y los algonquino, cazadores y

  • recolectores del Canad. De un modo convergente estas dos tribus respon-dieron al contacto europeo pasando a depender de la produccin de bienes comerciales, caucho en el primer caso y pieles en el segundo. Los unos se convirtieron en tappers, sangradores de los rboles del caucho; los otros, en trappers, tramperos de los animales de pieles. A pesar de las diferentes relaciones tecnoecolgicas, su interconexin con los respectivos puestos co-merciales sigui una lnea de desarrollo similar a travs del endeudamiento ( M U R P H Y y STEWARD, 1955). Para Steward, esas transformaciones represen-tan secuencias evolutivas convergentes. White (1959a, p. 122), en cambio, se p r e g u n t a : Qu justificacin hay para llamar a eso lneas de evolucin?

    En otros estudios de Steward, por ejemplo, en su comparacin del des-arrollo de la civilizacin en Mesopotamia y en Per, White s que se mues-tra dispuesto a conceder que se trata de ejemplos de verdaderos procesos evolutivos. Pero stos

    [ ] son tipos de procesos fundamentalmente diferentes del ejemplo de los sangradores y tramperos de Steward, en el que todo lo que hay son las mismas causas que producen los mismos efectos. As algunas, o por lo menos una de las lneas de evolucin que el describe, resulta ser un verdadero proceso evolutivo; pero las otras no lo son en abso-luto [ ibidem].

    Mas si la evolucin es una_secuencia temP.QBLJe.Jjamas, cmo es posible negar que los m u n d u r u c hayan sufrido un cambio evolutivo con su transformacin de agricultores tribales a recolectores de goma presos de deudas? A esta pregunta tal vez pudiera drsele una respuesta partiendo de la afirmacin de White de que slo los sistemas, pueden evolucionar; una mera agregacin_de..cp^.sin_.mdad orgnica no puede sufrir evolucin (ibidem). Pero lo que resultara muy difcil sera convencer a la mayora de los antroplogos de que las pautas de subsistencia de los munduruc cons-tituyen una mera agregacin. Tal vez para que White acepte que un cambio cultural es evolutivo sea necesario que ste produzca una transformacin de cierta escala, medida. quizs en guanta de energa. Mas si es as, White no ha especificado nunca qu operaciones cuantitativas habra que aplicar.

    XII. STEWARD CRITICA A W H I T E

    Por su parte, Steward ha acusado al enfoque evolucionista universal de White y de Childe de ser incapaz de enfrentarse con la cuestin de las di-ferencias y semejanzas culturales especficas, cuestin distinta de las genera-lidades vagas y poco esclarecedoras de las leyes universales. Los comentarios de Steward recuerdan las crticas boasianas al evolucionismo generalizado:

    Las secuencias culturales postuladas son tan generales que no son discutibles, pero tam-poco resultan verdaderamente tiles. Nadie discute que la caza y la recoleccin, que para Childe caracterizan al salvajismo, han precedido a la domesticacin de plantas y ani-males, para l el criterio distintivo de la barbarie, ni que esta ltima constituya una precondicin para el crecimiento demogrfico, la ciudad, la diferenciacin social inter-na, la especializacin, el desarrollo de la escritura y la matemtica, caractersticas todas de la civilizacin [...] Ciertamente es un valioso objetivo el de buscar las leyes umversa-

    les del cambio cultural. Mas se ha de subrayar que todas las leyes universales hasta aqu postuladas se refieren al hecho de que la cultura cambia que toda cultura cam-bia y asi no pueden explicar los rasgos particulares de las culturas particulares [STEWARD, 1955, pp. 17 s.].

    En la crtica de Steward (1960, p. 146) a Evolution of culture, de White, aparece el mismo argumento dirigido contra las formulaciones evolucionis-tas de White:

    Al contemplar la cadena causal que empieza con la tecnologa y con el control de la energa y que a travs de la sociedad llega hasta la religin, poco desacuerdo puede ca-ber con la proposicin autoevidente segn la cual a medida que aumenta la cantidad

    energa dominada por un sistema sodoculturai per epita y por ao, los sistemas no slo aumentan de tamao, sino que se hacen ms evolucionados, esto es [...] estructural-mente .m4s .diferenciados .y...funclQnalmeate_ittfe.jesi>S!PaJ??idos (p. 39). Mas esto no ex-plica en absoluto qu tipos de estructuras sociales se producen como consecuencia de la aplicacin de tecnologas particulares en medios concretos. White (p. 41) concede que los factores tecnolgicos y ecolgicos operan a la vez para producir diferencias cultu- Vs rales totalmente aparte de la fuente y de la magnitud de la energa dominada; pero l I no est interesado por esas diferencias y afirma (p. 51) que si uno [...] desea descubrir cmo estn estructurados los sistemas culturales y cmo funcionan [...] no necesita en absoluto considerar el habitat natural, pues lo que realmente le preocupa es cmo y ; por qu se ha desarrollado la cultura de la humanidad como un todo [cursiva de 1 Steward],

    /XI I I . LA DEFENSA DE W H I T E K

    La respuesta de White a esas crticas es singularmente poco convincente. Su argumento es que las leyes generales no tienen por qu explicar aconte-cimientos particulares y que los tipos de problemas que Steward quiere plantearse con su evolucin multilineal corresponden en realidad a la tra-dicin del particularismo histrico. La culpable es la formacin de Steward en la tradicin de la escuela de Boas, atomista, ideogrfica, para la que re-sulta intil buscar rima ni razn en los fenmenos culturales.

    El trance en el que encontramos a Steward, indeciso ante lo particular por un lado v lo general por el otro, queda ilustrado citando su objecin contra las generalizaciones mas amplias o leyes universales, como l las llama: no pueden explicar los rasgos particulares de las culturas particulares (Theory, p. 18). Por supuesto que no pueden. bs ta es justamente la caracterstica de una generalizacin o una ley: que lo particular queda subsumido en lo universal. La ley de la gravedad no nos dice si el grave" que cae es una roca o una pluma, y menos todava si la roca es arenisca o la pluma de garza. Y por esto es precisamente por lo que la ley de la gravedad o cualquier otra ley cientfica tiene valor: porque es universal, es decir, porque no nos dice nada sobre lo particular en tanto que particular.

    Pero es cierto que la ley de la gravedad no nos dice nada sobre los ca-sos particulares? Si se predice un eclipse particular de un sol particular por una luna particular y sobre un planeta particular; no tiene eso rela-cin con la ley general? Indudablemente lo que White quiere decir es otra cosa: que ninguna ley general explica todos los aspectos de los casos par-ticulares. De aqu nuestra falta de informacin sobre si los cuerpos que

  • caen son piedras o son plumas. Mas una generalizacin que no nos dijera nada sobre los casos particulares, difcilmente podra aspirar al status de proposicin emprica.

    XIV. LA NECESIDAD DE PROPOSICIONES DE COVARIACION

    Una consideracin ms detenida de lo que White entiende por leyes o generalizaciones culturales nos ayudar a superar la confusin de evolucio-nismo y antievolucionismo. W h i t e formula dos tipos de proposiciones muy diferentes, de los que slo uno puede presumiblemente aspirar al status de generalizacin nomottica. El tipo de proposiciones que decididamente no me-rece tal calificacin es el que resume la evolucin cultural universal con ob-servaciones como stas:

    A medida que la sociedad evolucion gracias al mpetu del creciente control tecnolgico sobre la naturaleza, actuaron los procesos de la exogamia y la endogamia. aumentando el tamao del grupo cooperativo del parentesco pero a la vez manteniendo su solidari-dad y efectividad. El radio del parentesco se extendi hasta alcanzar los lmites de la comunidad; con el tiempo, la tribu, en su conjunto se transform en un grupo de paren-tesco unificado e integrado, que viva unido en trminos de ayuda mutua.

    La costumbre en general y los cdigos especiales de etiqueta y de etica servan para integrar y regular las sociedades. Las clases se definan y se mantenan intactas gracias a las reglas de etiqueta; el bienestar general se estimulaba por las reglas ticas. La divi-sin del t rabajo v la especializacin de las funciones marcaron el curso de la evolucin social [WHITE, 1959b, p. 275],

    Si aplicamos literalmente la separacin que White introduce entre lo particular y lo general, todas estas proposiciones se reducen a la forma: en la historia de la cultura de los homnidos en el planeta Tierra, la forma cultural x fue seguida por la forma cultural y en lugares y en tiempos no conocidos. Dada la estructura lgico-emprica de estas afirmaciones, no tie-ne en absoluto ninguna importancia el que la presunta secuencia se repi-tiera frecuentemente, o slo algunas veces, o no ocurriera ms que una sola vez. Con otras palabras: t a l e s proposiciones no son proposiciones de cova-riacin.

    Para alcanzar un status nomottico, estos sumarios de la historia del mundo deberan ser reformulados como proposiciones de covariacin que permitieran hacer predicciones y retrodicciones probabilistas sobre las cul-turas concretas. De este modo: al alcanzarse un determinado nivel de control tecnolgico (que se tendra que definir con ms exactitud), podemos espe-rar que con una probabilidad ms alta que la del simple azar, el parentesco se extienda hasta los lmites de la comunidad. Por supuesto, tan pronto como reformulamos de este modo las generalizaciones de White, vemos en-seguida que su desdn por los casos particulares no puede concillarse con su bsqueda de la generalidad, puesto que la generalidad no es nada ms que la suma, o la media, de los casos particulares.

    En el contexto de nuestra discusin sobre el materialismo cultural^ toda-va tiene ms inters dar a la supuesta ley de la evolucin de White un

    autentico status nomottico. La proposicin de covariacin implcita en el deternimismo tecnoeconmico de White (la cultura evoluciona en la me-dida en que aumenta la energa del sistema) podra tener esta forma: cuan-do la ratio de eficiencia tecnolgica en la produccin de alimentos (caloras obtenidas por caloras invertidas en el total de horas/hombre de produc-cin) sea mayor de 20: 1, la probabilidad de que existan grupos de filiacin endogamos estralificados es mayor que la del simple azar (HARRIS, 1959a). Como enseguida veremos, tal reformulacin nos obliga a ocuparnos con me-diciones concretas de sistemas culturales concretos, pero adems nos obli-ga a calcular los efectos de cada medio ambiente determinado sobre los procesos productivos tecnolgicamente posibles.

    XV. EL MATERIALISMO CULTURAL Y LA EXPLICACION DE LOS EJEMPLOS CONCRETOS

    Hay otra manera posible de interpretar la ley de la energa de White como una especie de metargmeraUmcin ms que como una proposicin de ^ a c i n . Es esta interpretacin la que en realidad merece nuestra ma-yor atencin, por cuanto que constituye nada menos que una exposicin de una estrategia de investigacin que se propone llegar a una formulacin ms productiva de Jas regularidades diacrnicas y sincrnicas. Se trata de la estrategia que, muchas veces a disgusto, reconoce estar en deuda con Marx: las ms fecundas generalizaciones sobre la historia se han de en-contrar estudiando la relacin entre los aspectos cualitativos y cuantitativos de los sistemas de energa de las culturas, que constituyen la variable inde-pendiente, y los aspectos cuantitativos y cualitativos de los otros dominios de fenmenos sociocuturales, que son la variable dependiente. Hay que subrayar en este contexto que la meta-generalizacin implicada en la estra-tegia de investigacin materialista cultural es plenamente anloga al cele-brado principio biolgico de la seleccin natural y est por lo menos igual-mente bien corroborada por ejemplos especficos.

    Mas en las propuestas de White relativas a las explicaciones nomotticas hay una implicacin de la que debemos disentir vigorosamente a saber' la de que el materialismo cultural como estrategia general slo permite llegar a secuencias evolucionistas sumamente abstractas. Hay que afirmar que esa estrategia no tiene por qu limitarse a las vagas generalizaciones con : las que White ha puesto a prueba algunas veces la paciencia de sus colegas: puede facilitar igualmente bien la comprensin de casos concretos con todo su detalle en la medida en que esa comprensin pueda lograrse por referen-cia a las relaciones nomotticas, en cuanto distintas de las estrictamente i histricas. Podemos, pues, reconocer a White el mrito de la formulacin de esta estrategia (bajo el seudnimo del evolucionismo), pero dejando cons- I taheia a la vez de su incapacidad para aplicarla a casos concretos.

  • XVI. EVOLUCION GENERAL Y ESPECIFICA

    R e c i e n t e m e n t e se ha hecho un intento de conciliar las ideas de Steward con las de White, reconociendo dos variedades diferentes de evolucin: espe-cfica y general. Los autores de esta propuesta, Marshall Sahlins y Elman Service, han sido discpulos y colegas de White y de Steward, circunstan-cia que explica en.parte su misin 4e.xeconclUactn... En su opinin, es el olvido del carcter dual de la evolucin, una idea bien expresada por Tylor y sostenida por el bilogo Julin Huxley, el que est en el corazn mismo de la confusin y de la controversia polmica en torno a trminos tales como evolucin unilineal, multilineal y universal, as como en torno a las diferencias entre historia y evolucin (SAHLINS y SERVICE, 1960, p. 12). Se-gn Sahlins y Service:

    [...] la evolucin se mueve simultneamente en dos direcciones. Por un lado, crea la diver-sidad a travs de modificaciones adaptativas: nuevas formas se diferencian a partir de las viejas. Por otro lado,"la evolucin genera progreso: formas superiores se...desarrollan

    ..a.partir de. las., inferiores, y. las suprimen [ ibidem, p. 12].

    De este modo, la evolucin especfica parece ser equivalente a la diver-gencia y a la adaptacin a los hbitats locales, tanto naturales como cul-turales; la evolucin general, a los estadios de progreso.

    No puede decirse que esta formulacin consiga reconciliar, como que-rra, la ecologa cultural de Steward con el evolucionismo universal de Whi-te. Ni la evolucin especfica ni la general resultan fcilmente aplicables a los hechos de las transformaciones culturales. Al hacer equivalentes la adaptacin y la divergencia, Sahlins y Service parecen pasar por alto una caracterstica destacada de la evolucin tanto cultural como biolgica: la

    convergencia y el paralelismo. Es decir, que la adaptacin, produce tanto divergencia como convergencia.

    Esta impresin se refuerza cuando a continuacin insisten en que el estudio de la evolucin especfica requiere un enfoque filogentico de la taxonoma, opuesto a la taxonoma de la evolucin general que requiere es-tadios o niveles {ibidem). Constituye un error capital el emplear el con-cepto de filogenia (aunque slo sea a modo de analoga) en relacin con las formas culturales, puesto que (como Sahlins y Service saben muy bien) no existe semejanza entre los mecanismos responsables de la continuidad cul-tural y los responsables de la reproduccin biolgica. La filogenia es una expresin de la capacidad de las bioformas para diferenciarse hasta un pun-to en el que el intercambio de genes deja de ser posible. La filogenia im-plica especiacin, y no hay concepto menos aplicable a la evolucin cultural

    1 que el concepto biolgico de especie. La importancia adaptativa de la cul-tura en la evolucin de la biosfera reside precisamente en su explotacin de un circuito de realimentacin no gentico que hace posible la adaptacin sin especiacin. Todos los sistemas socioculturales pueden intercambiar par-tes entre s: los desconcertantes efectos de una situacin parecida en el do-

    minio de lo biolgico se haran evidentes si las palomas y los elefantes pu-dieran aparearse y reproducirse cada vez que los unos disfrutaran de la com-paa de las otras durante el tiempo necesario.

    Si tenemos en cuenta el inters de Steward por los paralelos limitados, en el acto resulta evidente que las diferencias entre Steward y White no pueden superarse identificando el enfoque de Steward con la evolucin es-pecfica. La taxonoma resultante de, o apropiada para, el estudio de los paralelos limitados mal puede calificarse de filogentica (incluso despus de hacer las debidas salvedades sobre la inadecuacin de ese trmino para cualquier proceso cultural), puesto que se ocupa expresamente de regulari-dades que se presentan en partes del mundo muy diferentes entre s. Aun-que Steward habla de procesos de adaptacin, es obvio que tal adaptacin no es Ta de culturas especficas en entornos especficos sino la de una clase de culturas en una clase de entornos y a travs de una clase de inventarios tecnolgicos. De hecho, cabe sostener que tanto en la evolucin biolgica como en la cultural, el nico mtodo prctico para identificar los rasgos adaptativos es el mtodo comparativo, que por supuesto no es otra cosa que la bsqueda de "regularidades no filogenticas en condiciones de com-paracin controlada. La nica va para superar las diferencias entre Ste-ward y White es dndose cuenta de que el problema es cuantitativo y no cualitativo. Como ya hemos visto, si las regularidades de Steward se dan con la suficiente frecuencia y abarcan categoras de transformaciones sufi-cientemente amplias, White no tiene dificultad en aceptar que se trata de procesos evolutivos.

    XVII. OTRA VEZ EL PROGRESO

    El concepto de evolucin general de Sahlins y Service tiene todava un grave defecto adicional. En la medida en que Sahlins y Service siguen las ideas de White y subrayan la importancia de los quanta de energa como medida de la evolucin general, su exposicin se ajusta a la estrategia del materialismo cultural y resulta indiscutible, aun siendo excesivamente pro-gramtica. Pero es lamentable que esos mismos criterios se presenten como medida no slo de la adaptacin cada vez ms lograda de los sistemas so-cioculturales, sino., tambin como medida del . progreso evolutivo.

    En el primer caso nos limitamos a predecir que unos sistemas adapta-tivos tienden a ser remplazados por otros sistemas adaptativos y que estos ltimos suelen ser termodinmicamente ms eficientes y superiores a los pri-meros. No hay duda de que esta afirmacin es generalmente vlida tanto para la evolucin cultural como para la biolgica. Pero lo que ya es cosa enteramente distinta es designar con el trmino progreso la tendencia as observada. Esto parece una reexposicin deliberada del etnocentrismo euroamericano del .s glo xix y de los desacreditados intentos de extraer una leccin moral de los procesos de la evolucin biolgica. Es obvio que por cierto que sea que las culturas termodinmicamente menores y menos efi-

  • cientes sern remplazadas por otras mayores y ms eficientes, de aqu no se sigue que tal proceso tenga que gustarnos ni que estemos obligados a pengar que es moraimcnte bueno y justo. Llamar a la entropa negativa progreso no es cosa que nos ayude a entender mejor las condiciones bajo las que los sistemas culturales evolucionan hasta alcanzar niveles superio-res de productividad y de eficiencia.

    El intento de conciliar la.? ideas de Steward con las de White no exige en realidad ninguna reelaboracin de la tipologa del evolucionismo. La cues-tin central es la de en qu medida la estrategia empleada por Steward se ajusta al materialismo cultural subyacente en las declaraciones evolucionis-tas y energetistas de White, Puede demostrarse que White ha enseado a sus contemporneos a aplicar realmente los principios materialistas cultu-rales a la solucin de los problemas concretos relativos a las diferencias y a las semejanzas culturales. A diferencia de White, Steward ha tratado de identificar las condiciones materiales de la vida sociocultural en trminos de la articulacin entre procesos de produccin y hbitat. Para este mate-rialismo cultural suyo, el propio Steward ha acuado el ttulo de el m-todo de la ecologa cultural.

    Por supuesto, no nos ser posible pasar revista ni a una mnima parte de las investigaciones antropolgicas que se han realizado siguiendo las l-neas de la versin ecolgica del materialismo cultural. Recoger, aunque fue-ra sumariamente, la obra realizada por aquellos que han recibido la influen-cia directa de Steward Sidney Mintz (1956), Eric Wolf (1957, 1966), Morton Fried (1952, 1967), Elman Service (1955, 1962), Ren Milln (1967), Andrew Vayda (1956, 1961c), Robert Manners (1956), F. Lehman (1963) resultara una tarea mproba.

    La lista de los antroplogos que se han inspirado indirectamente en el tratamiento que Steward dedica a las interacciones tecnoecolgicas y tecno-econmicas es proporcionalmente mayor e incluye hasta la fecha a muchos antroplogos ms jvenes que aceptan ya la ecologa cultural como obvia y que slo reconocen la aportacin de Steward en la medida en que la critican para, basndose en datos nuevos, refutar alguna de sus explicaciones ecol-gicas concretas.

    Nada sera ms contrario a las coordenadas generales desde las que se ha escrito este libro que el explicar el reciente auge de los estudios ecol-gicos como una resultante de la influencia personal de Steward. El creciente inters por las relaciones tecnoecolgicas y tecnoeconmicas es el reflejo de un vasto movimiento que se propone dar ms fuerza a las credenciales cientficas de la antropologa cultural en el seno de las prestigiosas y sli-damente fundamentadas ciencias naturales. Precisamente por establecer una conexin entre los fenmenos emic y las condiciones etic de la naturaleza, la ecologa cultural refuerza la asociacin entre la ciencia social y la ciencia natural. Desde una perspectiva sincrnica promueve la investigacin en co-laboracin con las ciencias mdicas, la biologa, el estudio de la nutricin,


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