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79158078 Ni Patriotas Ni Realistas Introduccion 2011

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    NI PATRIOTAS NI REALISTAS

    EL BAJO PUEBLO DURANTE LA INDEPENDENCIA DE CHILE,

    1810-1820.

    Leonardo Len

    Universidad de Chile

    SANTIAGO, 2010

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    INDICE

    TtuloDedicatoriaGlosario y AbreviaturasMapa

    Introduccin

    1. El Cabildo Abierto de 1810.2. La construccin de una falsa memoria histrica.3. Balance historiogrfico.

    Captulo I

    Reclutas forzados y desertores de la Patria: 1810-1814

    1. Independencia y bajo pueblo.2. Reclutas forzados y desertores durante la Patria Vieja, 1810-1814.3. Los desertores de la patria.4. Una tarea inconclusa.

    Captulo IIEl Interludio Monarquista, 1814-1817.

    Captulo III

    Luchando por la patria, combatiendo contra el pueblo: 18171818.

    1. El difcil dilema de la plebe: sobrevivir entre dos patrias.2. Entre Chacabuco y Maip, 18173. La guerra patriota contra Penco.4. Lo peor de la guerra domestica: el segundo xodo patriota, 1818.

    5. Maip: el desenlace inesperado.Captulo IV

    Los aos decisivos: 1818-1820.

    1. Chile despus de Maip.2. 1819: el ao decisivo.3. La expedicin libertadora y la apata popular. 1820.4. Robando y matando mientras la patria est en peligro: ladrones y montoneros en los alboresrepublicanos, 1817-1820.

    Conclusiones

    1. La matriz de la Patria.2. La naturaleza inalterable de la plebe.3. Una historia Inconclusa.

    Fuentes y Bibliografa

    Portada: Chingana (Claudio Gay, Atlas)Contraportada: Fiesta en saln aristocrtico con mozos populares descalzos.

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    En homenaje a mi maestro y amigo

    Professor John Lynch

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    GLOSARIO Y ABREVIATURAS

    Actas Jos Toribio Medina,Actas del Cabildo de Santiago durante elperiodo llamado de la Patria Vieja (1810-1814). EdicinFacsimilar. Fondo Histrico y Bibliogrfico Jos ToribioMedina (Santiago de Chile, 1960).

    ABO Archivo de don Bernardo OHiggins.

    AEE Archivo Epistolar de la Familia Eyzaguirre.

    AJMC Archivo del General Jos Miguel Carrera, Edit. Por ArmandoMoreno Martn y la Sociedad Chilena de Historia y Geografa

    ANALES Anales de la Universidad de Chile

    ANFCG Archivo Nacional, Fondo Capitana General

    ANIC Archivo Nacional Histrico, Fondo Intendencia de Concepcin

    ANFRA Archivo Nacional, Fondo Real Audiencia

    ANFMI Archivo Nacional, Fondo Ministerio del Interior

    ANFVM Archivo Nacional, Fondo Vicua Mackenna.

    ANJT Archivo Nacional, Fondo Judicial de Talca.

    ANJP Archivo Nacional, Fondo Judicial de Puchacay.

    BLDG Boletn de las Leyes y Decretos del Gobierno

    CDHAAS Coleccin de Documentos Histricos del Archivo delArzobispado de Santiago, Editado por Elas Lizana

    CHDICh Coleccin de Historiadores y Documentos relativos a laIndependencia de Chile (Santiago, 1900-1954).

    EO Epistolario de don Bernardo OHiggins, 1798-1823 (Santiago,1916).

    SCL Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de la Repblica de Chile1811 a 1845 (Santiago, Imprenta Cervantes, 1887)

    BNCAPCh Guillermo Feli Cruz, Biblioteca Nacional, Coleccin deantiguos peridicos chilenos (Santiago, Imprenta Cultura,1958). Los peridicos citados provienen de esta Coleccin.

    Gazeta de Santiago Gazeta de Santiago de Chile

    Viva La Patria Viva La Patria. Gaceta del Supremo Gobierno de Chile.

    Viva el Rey. Viva el Rey. Gazeta del Gobierno de Chile.

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    AGRADECIMIENTOS

    La Independencia en Chile fue una guerra civil feroz y sangrienta que llevaron a cabodos fracciones del patriciado republicanos y monarquistas- con el objeto de establecer oreforzar un sistema poltico que les permitiera doblegar la cerviz de la plebe. Un conflicto deorigen domstico que arrastr al resto de las clases sociales y de las regiones a los campos deMarte, destruyendo las bases del pacto social que permiti la gobernabilidad por ms de tressiglos. Esta es la hiptesis central del libro que presentamos y cuyo trazado surge tanto de larevisin de la documentacin y fuentes de la poca, como del anlisis de la obra de numerososhistoriadores y ensayistas cuyas reflexiones han enriquecido nuestra visin de aquel proceso.En ese sentido, este libro se yergue sobre esa amplia montaa del saber histrico que permiteotear una vez ms el horizonte, en busca de esos caminos olvidados que nos llevarn aldescubrimiento de mundos lejanos que permanecen todava en la penumbra de la memoria. Poreste motivo, no puedo dejar de agradecer las enseanzas que recib de Nstor Meza Villalobos,Eugenio Pereira Salas, Sergio Villalobos, John Lynch y de Gabriel Salazar. Con cada uno deellos mantuve una estrecha colaboracin acadmica, ya sea como Ayudante de Ctedra, comoAyudante de Investigacin o bien como simple colaborador y amigo. Es difcil reconocer endetalle cada uno de sus aportes pues fueron diversos y numerosos, pero vale decir que sussugerencias y crticas estuvieron presentes al redactar estas lneas. Espero que el rigor con queasum esta tarea y la pasin con que se formulan las interpretaciones, demuestren el valor de susenseanzas, pues fueron ellos los que me formaron en esta disciplina que hoy puedo definircomo uno de los grandes ejes que dio sentido a mi vida. Esta obra representa una nueva visindel proceso poltico que tuvo lugar entre 1810 y 1820. En ese sentido, rompe viejos esquemas,derriba algunos mitos y apunta crticamente hacia el relato que elabor la historia oficial paraexplicar un acontecimiento clave en la historia de Chile. No creo que las hiptesis aquexpuestas tengan una aceptacin universal, pues el peso de la noche historiogrfica esdemasiado denso para borrar de una plumada lo que el Estado nos inculc por siglos a travs delsistema educacional chileno. El olvido, e incluso dira que el error histrico, son un factoresencial en la creacin de una nacin, seal el pensador francs Ernest Renn, de aqu que elprogreso de los estudios histricos sea frecuentemente un peligro para la nacionalidad. Lainvestigacin histrica, en efecto, ilumina los hechos de violencia ocurrido en el origen de todas

    las formaciones polticas

    1

    . Chile, como se ver en las prximas pginas, no fue una excepcin.Tampoco fue excepcional que la historia de la Independencia se transformara en un dogma casisagrado y que el relato del proceso fuese objeto de la manipulacin ideolgica, como lo sealtan acertadamente Heraclio Bonilla2. De all que no ha sido fcil asumir el desafo, pero ya eshora de que se formule una interpretacin de los sucesos que se desprenda de la camisa defuerza impuso la historia oficial y que refleje, en la medida que lo permiten las fuentes, la visinde las clases populares. Como bien afirm John Tutino, las comunidades han irrumpido en lahistoria para reivindicar patriotismos locales o desafiar historias nacionales3. Borrar las letrasde bronce es una tarea difcil pero que no nos debe acobardar. Es una deuda que tenemoscontrada con todos aquellos que quedaron olvidados en el camino.

    Siempre es un placer presentar un libro, pues ello significa que ha terminado ese largorecorrido que por varios aos captur el pensamiento hasta transformarse en una actividad casifebril. Aos de bsqueda y reflexin crtica, en que se mezclaron la investigacin con las

    tribulaciones que despiertan el reconocimiento de un hecho histrico crucial, concluyen

    1Ernest Renn, Qu es una Nacin?, en lvaro Fernndez Bravo, (Compilador), La invencin de la Nacin.

    Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha (Editorial Manantial, Buenos Aires, 2000): 56.

    2 Heraclio Bonilla, Clases populares y Estado en el contexto de la crisis colonial, en Heraclio Boniillaet al, La Independencia del Per (Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1991): 13.3 John Tutino, Presentacin de la obra de Florencia Mallon, La construccin de Mxico y Per poscoloniales(Editorial Historias Ciesas, Mxico, 2003): 33.

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    sbitamente cuando desde las pginas que tenemos al frente se comienzan a materializar losnuevos conceptos e interpretaciones que permiten hacer otra lectura del pasado. Nunca se sabesi se ha conseguido plenamente el objetivo propuesto en las hiptesis preliminares. Solamenteel lector puede emitir ese juicio. Por cierto, una obra histrica debe plantear ms preguntas querespuestas, pues debe ser un camino abierto y una invitacin para que se inicie el largo trnsitohacia el redescubrimiento de lo que aconteci y modificar la memoria colectiva, conformadadespus de dcadas de educacin, adoctrinamiento y manipulacin. Una memoria colectivaque, muchas veces de modo intuitivo, las grandes mayoras no reconocen como suya. En estecaso, la invitacin tiene una dimensin acadmica pero tambin moral, pues se trata de unintento por reconstruir la historia de la plebe que, a pesar de los aos que han transcurrido, bregapor darse a conocer.

    Se vinculan con la produccin de esta obra los centenares de estudiantes que atendieronmis clases sobre el tema de la crisis colonial en Imperial College (University of London),Universidad de Chile, Universidad de Valparaso, Universidad ARCIS y Universidad NacionalAndrs Bello. Ellos escucharon las primeras hiptesis que alentaron esta investigacin y luego,con mucha tolerancia, me ayudaron a reflexionar sobre el tema. Espero no haberles fallado enlo ms esencial que debe entregar un profesor a sus alumnos: ensearles que el primer deber delhistoriador es tener una conciencia crtica de la forma como se reconstruye el pasado en elrelato, en tanto que la memoria es siempre social y emerge determinada por el espritu de los

    tiempos. Razones ms que suficientes para siempre comenzar de nuevo, porque nuestradisciplina es una ciencia que nunca termina de descubrir los matices, variaciones y tonalidadesdel pasado con el propsito de responder a las preguntas e interrogantes que surgen del presente.Se podra decir que cada generacin de historiadores desarrolla un nuevo relato, pero ellosignificara relativizar de un modo radical el sentido de nuestra disciplina; ms bien estimo quese trata de un enriquecimiento continuo, apoyado en el descubrimiento de nuevos registros y laelaboracin de nuevas metodologas, a lo que se suma la transformacin de la sensibilidadhumana bajo la influencia de aquellas circunstancias que le rodean y determinan. Loshistoriadores del siglo XIX no conocieron las Guerras Mundiales, las masacres obreras, elHolocausto europeo, las bombas nucleares, la globalizacin de la miseria; tampoco tuvieron a sualcance las tecnologas y herramientas, el bienestar material y las asombrosas conquistas que harealizado la humanidad durante la centuria. Sus libros reflejan el mundo de servilismo,prepotencia y exclusin que les toc vivir. Reiterar sus palabras a comienzos del siglo XXI

    sera no tan solo un sinsentido sino tambin una negacin de la verdad tal cual hoy lapercibimos. En el futuro, otros historiadores criticarn, modificaran y superarn los conceptosexpuestos en esta obra. Esa es, en ltima instancia, la esencia misma de nuestra disciplina.

    Mis agradecimientos a los licenciados Hugo Contreras, Rodrigo Araya, Claudio Palma,Loreto Orellana, Vctor Quilaqueo, Ivette Quezada, Csar Gamboa y Alexis Caldern que meayudaron a reunir parte de la documentacin aqu utilizada y por sus comentarios crticos a losprimeros borradores. Algunos de ellos han sido mis colaboradores y amigos por muchos aos.Tambin quedo endeudado con el personal del Archivo Nacional, del Museo Histrico deMendoza y de la Biblioteca del Departamento de Ciencias Histricas de la Universidad deChile, por hacer ms grato mi trabajo y facilitar la recopilacin de datos bibliogrficos. Enparticular debo agradecer a Alejandra, encargada de la rica biblioteca de don Eugenio PereiraSalas. Mis agradecimientos a Fondecyt que provey la ayuda financiera, a travs del Proyecto

    1090144: Las montoneras populares y la rebelin del peonaje, 1810-1832, para realizar lainvestigacin; a Katherine Pulgar, Encargada de Proyectos de Fondecyt, quien ha mostradopaciencia y comprensin al momento de recibir solicitudes de postergacin de fechas para lapresentacin de los Informes; agradezco las autoridades de la Facultad de Filosofa yHumanidades de la Universidad de Chile, por haberme proporcionado el ambiente acadmicoadecuado para concluir esta tarea. Finalmente, mis agradecimientos a mis hijos lvaro,Sebastin, Rodrigo, Felipe, Catalina, Elena y Nicols, por el inters que han demostrado por mitrabajo.

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    Santiago, noviembre 2009.

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    Introduccin

    Ogni vilt convien che qui sia morta*

    El 18 de septiembre de 1810, los patricios santiaguinos despertaron como vasallos delrey de Espaa pero al caer la tarde ya comenzaban a ser ciudadanos independientes. Chileiniciaba su camino hacia el concierto de repblicas sin disparar un tiro y sin haber derramadouna sola gota de sangre. Nunca ha tenido igual regocijo en sus cansados aos, escribi elPresidente de la Junta de Gobierno a los cabildos de las dems ciudades del reino, que cuandoobserv las aclamaciones de un pueblo el ms honrado del universo, sin haber intervenido elms pequeo desorden, ni la ms corta desgracia. En cinco horas qued todo acordado.....4.Mateo de Toro y Zambrano, el Conde de la Conquista que asumi como presidente, prometi,temprano aquel da, el gobierno ms feliz, la paz inalterable y la seguridad permanente delreino5. Es difcil pensar en una descripcin ms apropiada de los objetivos que deben tenerseen cuenta para calmar las angustias que proliferaban en el pecho del patriciado durante aquellosdas de turbulencia y ansiedad.

    La elite aristocrtica recibi con los brazos abiertos la nueva era que se iniciaba con lainstalacin de la Primera Junta Nacional de Gobierno. Lleg el da 18, da feliz en que renacila paz y tranquilidad de esta capital, escribi Agustn de Eyzaguirre, connotado comerciantesantiaguino, al dar cuenta a su agente en Buenos Aires de los acontecimientos acaecidos enChile6. En otra comunicacin, el mismo Eyzaguirre, quien fue descrito como el primer agentede la revolucin, manifestaba que se acabaron todas las inquietudes..7. Para comerciantes,terratenientes, financistas y benemritos del reino, la instalacin de la Junta integrada pormiembros de su clase, les proporcion la paz espiritual que no conocan ya por varios meses.Estamos gozando una paz inalterable, escribi en una tercera comunicacin el mismoEyzaguirre, exultando entusiasmo8. El regocijo del patriciado local, que haba conspiradocontra el gobierno constitucional para establecer la independencia de Espaa, fue genuino. Lasalida repentina del sol, barrunt Manuel de Salas, no habra disipado las tinieblas con msprontitud9. Casi una dcada ms tarde, el autor de El Amigo de la Ilustracin declar consimilar entusiasmo: Vio Chile la aurora de una tan bella revolucin: rompironse [sic] a su luzlas cadenas y los grillos; y psose [sic] en nuestras manos el inestimable tesoro de laLibertad10. Iguales palabras utiliz Mariano Egaa, prominente ilustrado de la poca, conmotivo de la inauguracin del Instituto nacional: El 18 de septiembre de 1810 reconocisteisque erais hombres y que tenais derechos11. Dos aos ms tarde, con la publicacin de la

    * Conviene que toda vileza muera aqu . Inscripcin a la entrada del Infierno de Dante, Divina Comedia.

    4La Junta Nacional del Gobierno a los cabildos provinciales, Santiago, 19 de septiembre de 1810, AJMC Tomo I:

    234.

    5 Acta de Instalacin de la Primera Junta de Gobierno de Chile, Anales: 20.

    6 Agustn de Eyzaguirre a Manuel Romero, Santiago, 30 de septiembre de 1810, AEE: 208.7

    Agustn de Eyzaguirre a Miguel de Eyzaguirre, Santiago, 26 de noviembre de 1810, AEE: 238.

    8Agustn de Eyzaguirre a Antonio Manuel Pea, 27 de noviembre de 1810, AEE: 239.

    9Manuel de Salas, Motivos que ocasionaron la instalacin de la Junta de Gobierno de Chile, 1810, CHDICh XVIII:

    168.

    10El Amigo de la ilustracin 1, sin fecha, BNCAPCh 1817: 347.

    11Mariano Egaa con motivo de la Apertura del Instituto Nacional, 10 de agosto de 1813,El Monitor Araucano, 12

    de agosto de 1813: 24.

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    Aurora de Chile, el primer peridico nacional, se hizo memoria del momento glorioso que tuvolugar esa tarde de septiembre en que se puso fin al rgimen monrquico:

    Desapareci en fin este triste periodo; pero aun sentimos sus funestas influencias. Laignorancia entraba en el plan de la opresin. La educacin fue abandonada: laestupidez, la insensibilidad ocuparon en los nimos el lugar que se deba al sentimientode su dignidad, al conocimiento de sus derechos: se corrompieron las costumbres, se

    adquirieron los vicios, y las inclinaciones de los esclavos; y acostumbrados los Pueblos obedecer maquinalmente, creyeron que les era natural su suerte infeliz.12.

    Lo ms significativo de la instalacin de la Junta fue que la elite actu como un solocuerpo, dejando sentado un legado de unidad que los estadistas y gobernantes posteriores nopodran ignorar fcilmente. Compatriotas. Se acerca el 18 de septiembre, escribieron cuatroaos ms tarde Bernardo OHiggins y Jos Miguel Carrera, luego de haber superado lasdivisiones internas que dejaban al pas expuesto a la reconquista monrquica, el aniversario denuestra regeneracin repite aquellos dulces das de uniformidad que sepultaron la noche deldespotismo13. Bastante razn tuvo el historiador Jos Toribio Medina cuando escribi: Nopoco pao que cortar tendra quien quisiese tratar del memorable cabildo abierto del 18 deseptiembre de 181014. La tradicin municipal, el concepto de representatividad, el legalismoindiano y las ansias de poder de la elite se fundieron en un acto fundacional que no tendraparangn en el proceso poltico que le sigui15.

    Desde el punto de vista del patriciado, lo que sucedi el primer 18 de septiembre fue unevento memorable. La elite se haba hecho de todo el poder poltico del reino. Aos ms tarde,conmemorando en Talca el Cabildo Abierto de 1810, el fraile Andrs Canabela, recordabaaquel da feliz de quien hoy se hace memoria aniversaria; esto es , aquel da feliz en que loshabitantes de este precioso suelo de Chile, saliendo de las sombras del engao y del profundosueo en que yacan en tan larga serie de aos, dieron el gran paso con que la Patria se apresuraa su libertad; e instalando su nuevo gobierno republicano para sacudir el indigno yugo y duraservidumbre que como por costumbre sufran16. Las palabras del fraile fueron bellas,apasionadas y conmovedoras, pero dirigidas al pequeo mundo de la elite. Igualmente lo fueronlas celebraciones posteriores. La esplendidez con que la Municipalidad de Santiago dispusolas fiestas cvicas en celebracin del glorioso 18 de septiembre en que Chile instal su gobiernopatrio, seal la Gazeta Ministerialen 1819, y el entusiasmo que despleg en ellas el ilustre

    vecindario de esta capital..., permitan ahorrar palabras en la hoja impresa17. Reconociendo elrol protagnico que jug la elite en esos eventos, Jos Antonio Irisarri, el autor del SemanarioRepublicano, escribi en 1813 comentando la instalacin de la Junta: A pesar de tantoobstculo que presentaba la escasez de ideas de nuestros pueblos, no faltaron algunos espritusilustrados, que emprendiesen la grande obra de sacudir un yugo sentado sobre los corazonesms bien que sobre las cervices18.

    12Aurora de Chile, peridico ministerial y poltico. Prospecto, febrero 1812: 2.

    13Manifiesto de los generales del Ejrcito a sus conciudadanos y compaeros de armas, Santiago, 4 de septiembre de

    1814, ABO II: 345.

    14

    Jos Toribio Medina, Los que firmaron el Acta del cabildo abierto del 18 de septiembre de 1810, en TresEstudios Histricos (Santiago, 1952): 27.

    15 Sobre la fuerza de estos conceptos, ver Mnica Quijada, Las dos tradiciones. Soberana popular eimaginarios compartidos en el mundo hispnico en la poca de las grandes revoluciones atlnticas, enJaime Rodrguez,Revolucin, Independencia y las nuevas naciones de Amrica,: 61-86.16 Francisco de Barros, Descripcin de las fiestas septembrales [sic] celebradas en Talca el ao de 1817, ABO X:209.

    17 Gazeta Ministerial de Chile, 9 de octubre de 1819: 145.

    18El Semanario Republicano, 7 de agosto de 1813, en CHDICh 27: 6.

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    Los panegiristas de la Revolucin no tuvieron el valor para sealar que el 18 deseptiembre de 1810 marc el inicio de una guerra civil que sembr con destruccin, fuego ysangre, los campos de Chile. Solamente en los escritos de sus enemigos se logra apreciar lamagnitud de la tragedia que los juntistas arrojaron sobre el pas. 19. La naturaleza elitista yexcluyente de la nueva Patria qued en evidencia para todos aquellos que no suscribieron lapropaganda republicana. Teniendo presente que el origen de la Revolucin y su continuacin,escribi Fernando VII en una Proclama remitida a los chilenos en febrero de 1816 procurando lareconciliacin, haba sido obra de un corto nmero de hombres ambiciosos y corrompidos quepresentando a la metrpoli en un estado de anarqua y prxima a su ruina, lograron seducir a lamultitud para tiranizarla con el colorido de una imaginaria independencia20. Se puedepensar que el rey tena razn para criticar abiertamente a quienes rehusaron su vasallaje. Perderun imperio no es un legado que adorne la vida de un monarca ni de aquellos que le apoyarondecididamente. Pero s tena razn al describir la tragedia que sacudi a Hispanoamrica. Noson pases ajenos los que devastan, es la misma Patria la que se despedaza, seal uno de loscomisionados enviados por el virrey Pezuela para negociar una tregua con San Martn en Per afines de 1820, no son enemigos los que se combaten, son unos propios hermanos quedescienden al sepulcro clavndose el pual en el corazn, llenos de saa. Cuando sepronunciaron estas palabras ya era tarde para lamentaciones, pues ninguna negociacindiplomtica lograra borrar de la memoria colectiva los horrores que convirtieron en fierosenemigos a los sujetos de la elite que, en 1810, se congratularon calurosamente por el paso quedieron en defensa de la eufemstica soberana popular. Ignacio de la Carrera, uno de losvocales que firm el Acta, Agustn Eyzaguirre, Manuel Antonio Talavera, Francisco Javier de laReina, Melchor Martnez y Toms de Figueroa, terminaron aos ms tarde en el cadalso,recogiendo los cadveres de sus hijos o marchando con amargura hacia el exilio, sin imaginarque las decisiones que adoptaron esa maana de Septiembre quebraran familias, destruiran launidad de la aristocracia y demolera el sistema monrquico que permiti una convivenciapacfica entre los diferentes segmentos sociales que constituan la columna vertebral de Chile.Sin poder adivinar lo que contena para ellos el futuro, los patricios tenan razn para felicitarse.Como concluy muy acertadamente el historiador ingls Simon Collier, la revolucin fue laculminacin del deseo de los criollos de ser amos en su propia casa en un momento deemergencia.21 La aristocracia de este pas mestizo, escribi John Lynch, necesitaba el poderpara proteger sus intereses econmicos22.

    Y qu pas con los pobres, con aquellos cientos de miles de hombres y mujeres quecomponan la gran mayora de la poblacin del pas? Para ellos la noticia no fue tan feliz, pueslos vientos de cambios que soplaban en las bvedas de la elite no borraron de sus mentes losabusos y atropellos cometidos tantas veces en su contra por los aristcratas; tampoco el son delas melodas que escapaban de los balcones solariegos les permita ignorar la inmensa tragediaque se cerna sobre sus cabezas. Esa tarde, los plebeyos no consiguieron extinguir la sensacinde nusea que se genera cuando la pobreza, la opresin y la desesperanza se combinan paraoscurecer el horizonte de la vida. Para ellos el da no haba sido glorioso ni pico. Al referirse alos preparativos que se hicieron para convocar y celebrar el Cabildo Abierto de septiembre de1810, el historiador francs Claudio Gay escribi:

    Por orden del Presidente, las tropas haban ocupado muy de maana sus respectivospuestos. El regimiento de la Princesa, bajo las rdenes de don pedro Prado, ocup toda

    la extensin de la caada, comprendida entre San Diego y San Lzaro; el del Prncipe,mandado por el Marqus de Montepo, fue dividido por compaas, tres de las cualesocuparon las cuatro avenidas del Consulado, mientras las dems se encargaban

    19 Viva la Patria. Gazeta Ministerial Extraordinaria de Chile, 16 de noviembre de 1820, XIV: 184.

    20Real Cdula, Madrid, 12 de febrero de 1816, Viva el rey, 6 de septiembre de 1816: 211.

    21Simon Collier,Ideas y poltica de la Independencia de Chile, 1808-1833 (Santiago, 1977): 66.

    22 John Lynch,Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826, (Barcelona, 1980): .

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    simultneamente de mantener la tranquilidad en la ciudad, y de la guardia del cuartel deSan Pablo. En la Plaza Mayor, haba tomado posicin el regimiento del Rey, encomunicacin, por medio de la compaa de lnea de Dragones de la Reina, con al deDragones de la Frontera, establecida en la plazuela del Consulado, al mando de JuanMiguel Benavente, plazuela donde se hallaba el comandante general de las armas donJuan de Dios Vial Santelices y sus dos ayudantes, con orden de contener al populacho,y, sobre todo, de vigilar los facciosos para impedirles de turbar el orden de aquellasolemne y augusta funcin (Subrayado nuestro)23.

    Sin duda, con excepcin de las fiestas y celebraciones cvico religiosas, pocas vecesvieron los habitantes de Santiago el despliegue de un dispositivo militar de la magnitud queobservaron el 18 de septiembre. Sin todo era tan pacfico y enmarcado en los lineamientosconstitucionales de la poca, por qu se procedi a movilizar las fuerzas militares? El propioGay entrega una pista significativa: para contener al populacho. Qu se tema que hicieranlos plebeyos cuando la elite patricia se dispona a capturar el poder?; Qu tipo de organizacintena la plebe y cuales eran sus percepciones de la crisis poltica que afectaba al pas? Por quse entregaron papeletas a los potenciales votantes en el Cabildo Abierto y se mantuvo unaestricta guardia: acaso se tema que la canalla irrumpiera en la Sala del Consulado, dondetuvo lugar la reunin? Se esparci mucho dinero a la plebe que, el da anterior (18 deseptiembre), ni pudo participar de nuestros goces, escribi Bernardo de Vera y Pintado en su

    Diario de los eventos, porque arrinconada y custodiada de la caballera en el cerro de SantaLuca, para que no perturbase la serenidad y orden inimitable de aquella funcin24.

    Para los plebeyos ms agoreros y supersticiosos, el futuro controlado por loscomerciantes y terratenientes no les prometa nada bueno despus de haber disputado con ellosel derecho a ser tratados como hombres libres y soberanos; tampoco vean con buenos ojos a losnuevos mandones los miles de sujetos populares que haban servido como trabajadoresforzados, a racin y sin sueldo, en la construccin de las inmensas obras pblicas que adornaronel reino desde mediados del siglo XVIII25. Para los lacayos y sirvientes, los reos de las crceles,los fugitivos de la justicia, los peones y gaanes, vagos y criminales que abundaban en el reino,sumados a todos aquellos inquilinos que quebraron los lazos de sujecin feudal para asentarseen las villas y ciudades, el ascenso de los patrones al poder presagiaba infaustosacontecimientos. As, en los arrabales y rancheras, en los patios interiores de los solares y en

    las calles estrechas y oscuras de la ciudad, all donde mapuches, mestizos, negros, zambos ymulatos, entrecruzaban sus vidas y observaban desde lejos los avatares de la aristocracia, lanoche del 18 de septiembre de 1810 les sorprendi cavilosos y meditabundos. La ciudadaunque llena de gentes pareca que respiraba la tristeza del Viernes Santo; tal fue su lugubrez[sic] general.26. Alguna razn tuvieron los oidores de la Real Audiencia al escribir, en lasvsperas de estos acontecimientos, que son muchos los que gimen, lloran y se lamentan por losmales que amenazan a la Patria27. Un aire de inefable tragedia flotaba en el ambiente, la calma

    23 Claudio Gay, Historia Fsica y Poltica de Chile: segn documentos adquiridos en esta Repblica durante doceaos de residencia en ella (Pars/ Museo de Historia Natural de Santiago, 30 Vols., 1840). Para este libro se haconsultado la versin publicada por la Biblioteca Fundamentos de la construccin de Chile, Edit. Rafael Sagredo(Centro de Investigaciones Barros Arana, Santiago, 2007): 81.

    24

    Diario de Bernardo Vera y Pintado, citado por Gay: 84.25

    Loreto Orellana, Trabajar a racin y sin sueldo: elite, bajo pueblo y trabajo forzado en Chile colonial, 1770-1810, Tesis para Optar al Grado de Licenciado en Historia, Departamento de Ciencias Histricas, Facultad deFilosofa y Humanidades, Universidad de Chile (Santiago, 2000).

    26 Manuel Antonio Talavera, Revoluciones de Chile. Discurso histrico, diario imparcial de los sucesosmemorables acaecidos en Santiago de Chile. Primera Parte. Contiene desde el 25 de mayo de 1810 hasta el 15 deoctubre del mismo, CHDICh Vol. 29 (Santiago, 1927): 101.

    27Oficio de la Real Audiencia al Gobierno sobre el movimiento de tropas, Santiago, 17 de septiembre de 1810,

    citado en Melchor Martnez, Memoria Histrica sobre la Revolucin de Chile desde el cautiverio de Fernando VIIhasta 1814, en CHDICh Tomo XLI, (Biblioteca Nacional, Santiago, 1964) 1: 108.

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    que siempre precede a la tormenta. Prevean los plebeyos que, sin rey que les protegiera nileyes que velaran por sus derechos, de all en adelante sera ms peligroso ser pobre en Chile?

    Se podra pensar que la reunin del Cabildo Abierto fue un acto legtimo, consagradotanto por la tradicin, que estableca que frente a la monarqua acfala la soberana retornaba alpueblo, como por el derecho castellano que, desde los tiempos de Isidoro de Sevilla y de lasLeyes de Las Partidas, consagraba el derecho de la comunidad a asumir el poder a travs del

    sistema municipal durante los tiempos de crisis. Lo que ha terminado en llamarse la tradicinpactista, vale decir, del pacto social forjado en los orgenes mismos de mundo hispnico. Deacuerdo con el acta de instalacin de la Primera Junta Nacional de Gobierno, la asamblea quetuvo lugar en el edificio del Consulado en la maana del 18 de septiembre reuni al Presidente,a los miembros del cabildo y de las corporaciones, a los jefes de las ordenes religiosas y a losvecinos ms connotados del vecindario noble de la ciudad. En suma, se reunieron all no msde 500 personas, con excepcin de los oidores de la Real Audiencia, quienes objetaron desde uncomienzo la realizacin del acto. Por supuesto, calculando la poblacin de Santiago en ms de100.000 personas, el nmero no fue para nada representativo de los habitantes de la ciudad, loque rest legitimidad a la reunin para todos aquellos que no eran vecinos ni miembros delAyuntamiento. Argumentando en contra de quienes criticaron el escaso nmero de personasque atendi a la reunin, Irisarri escribi algunos aos despus: En esta capital se congregaronen el Consulado ms de quinientas personas de la primera representacin del pas. Cmo,

    pues, el seor Flores Estrada se atreve a asegurar que nuestra revolucin es obra de unos pocosintrigantes? 28. Olvidaba sealar Irisarri que a esos congresales no los eligi nadie y que norepresentaban ms que sus propios intereses. Este hecho fundamental no pas desapercibido alos sujetos ms perspicaces de la poca. As por lo menos lo expres un testigo: no habanrecibido el poder representativo ni de la ciudad y menos de todo el reino; y por consiguiente nopodan representar a todo el pueblo chileno. Es necesario confesar que la autoridad de la nuevaJuntaprocede o emana de aquella pequea reunin de facciosos, de electores que en ese daabusaron del nombre del pueblo29. Las dudas y cuestionamientos perduraron en el tiempo.Como si este Cabildo o pueblo comprendiese todo Chile, escribi aos despus HiplitoVillegas, encargado de los asuntos de Hacienda y de plena confianza de OHiggins, delimitandocon precisin el verdadero alcance de la reunin30. Fue la historiografa posterior la quedesconoci este elemento esencial porque se trataba de encubrir el hecho de que la Repblicafue gestada por una minora.

    Poco import a quienes organizaron el Cabildo Abierto de 1810 su representatividad.El objetivo principal de la reunin consista en analizar las tribulaciones por las cualesatravesaba el reino para tomar las decisiones que enmendaran su rumbo. Sin embargo, enmedio de los discursos que proclamaron la situacin de acefala en que qued la monarquadespus de la captura de Fernando VII, el derecho que tenan los chilenos para erigir una Juntaen nombre de la soberana popular y la necesidad de hacerlo cuando el reino se hallabaamenazados de enemigos y de las intrigas, los redactores del acta introdujeron un elementoque despus la historiografa ha preferido ignorar. Nos referimos a la grave situacin internaque viva el pas en esos momentos.

    Que siendo el principal objeto del gobierno y del cuerpo representante de la patria, elorden, quietud y tranquilidad pblica, perturbada notablemente en medio de laincertidumbre acerca de las noticias de la metrpoli, que produca una divergencia

    peligrosa en las opiniones de los ciudadanos, se haba adoptado el partido deconciliarlas a un punto de unidad, convocndolos al majestuoso Congreso en que se

    28 Jos Antonio Irisarri, Sobre la justicia de la Revolucin en Amrica, El Semanario Republicano, 14 y 21 denoviembre de 1813.

    29Martnez, 1: 112.

    30 Hiplito Villegas a OHiggins, Santiago, 22 de septiembre de 1817, en ABO 8: 348.

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    corrigiendo las sediciones y movimientos populares por el nivel inalterable que proscribennuestras leyes. A qu, pues, tomar otro medio desconocido y dejar el primero autorizado a laNacin?39. El mismo Talavera, en la Tercera parte de su obra, reiter sus sospechas frente a loacontecido en 1810:

    El desorden, convulsiones populares y los movimientos debidos a la intriga yseduccin que se describen en los muchos das que mediaron desde la abdicacin del

    mando superior hasta la instalacin de la Junta, me persuadieron siempre que su acta,fuera de una secreta hipocresa, contena una afectada simulacin sobre elobedecimiento y deferencial sumisin al Supremo Gobierno nacional.este fue elmotivo que me impuls a no soltar de las manos el Diario de todas estas revoluciones,sin estampar la acta en el da 18 de septiembre, y al pie de ella el esmalte de 13reflexiones breves y sucintas, que me parecieron bastantes para despertar y engaar acualquiera, ponindole a cubierto de toda sorpresa y engao40.

    Irisarri, inspirado por su liberalismo, tuvo la valenta de denunciar la serie de ambigedades quedesde 1810 plagaron el discurso poltico de los complotadores contra el sistema monrquico:Presentemos, vuelvo a repetir, nuestras ideas sin ninguno de aquellos disfraces que al mismotiempo que dan ventajas a nuestros enemigos, no nos sirven a nosotros, sino para retardarnuestros progresos, y caminar a cada paso por medio de mil contradicciones, que desacreditannuestro sistema. Ya hemos visto que nada adelantamos con una poltica hipcrita....41. Depoco sirvieron estas advertencias cuando se tiene presente que las acciones llevadas a cabo porel patriciado durante 1810 fueron inspiradas por el profundo temor que sentan frente a unposible levantamiento de la plebe. De otra parte, se ha exagerado el papel poltico que jug laentidad municipal, otorgando un sobredimensionado discurso a quienes, en realidad, solamentevelaron por la seguridad de sus propiedades y personas. Pretender encontrar en el Cabildo unamatriz democrtica o popular es sin duda una exageracin. Ms bien los que se atrincheraronall fueron los mentecatos de siempre que, ante cualquier rumor, acuden a los cuartelesdenunciando el desorden popular. En 1813, por citar un ejemplo, interesados en realizar lo msrpido posible la matrcula de los habitantes de la ciudad, los ediles manifestaron que esa tareadeba llevarse a cabo sin tardanza, para que tengan efecto las importantes miras de llenar losobjetos del buen orden, tranquilidad y pblica seguridad...42.

    El protagonista central de la tragedia que se tema en los crculos aristocrticos fue la

    plebe, la que procedera a la matanza de la nobleza santiaguina, ese reducido segmento de laelite que debido a su condicin de propietaria de solares en la ciudad, de su alcurnia benemritay de su ya probado inters por asumir las riendas del gobierno, se haba atrincherado en elCabildo de la ciudad. Cada paso dado por el gobernador y las autoridades monrquicas sevinculaba con ese dramtico final. Con motivo de la prisin de Jos Antonio Ovalle, JosAntonio Rojas y Bernardo Vera y Pintado, el Cabildo estim necesario fundar su argumento afavor de su liberacin sealando que estos patricios eran hombres inspirados por su religin, sunobleza y el amor a su patria, tienen intereses y familias para velar sobre el buen orden ytranquilidad pblica43. En una palabra, en medio de una situacin voltil, los concejalesestipulaban que ellos estaban en condiciones de salvar al reino. Entonces fue cuando su IlustreAyuntamiento y vecindario, se manifest en el Acta de instalacin del primer CongresoNacional, reanimados con la memoria de sus leales progenitores y noble presentimiento delvasallaje ms feliz, sensibiliz la tierna efusin de sus afectos...la diversidad estaba solo en los

    39Talavera, I: 90.

    40 Talavera: 317.

    41El Semanario Republicano, 7 de agosto de 1813: 10.

    42Acta del Cabildo de Santiago de 22 de abril de 1813, ACS: 215.

    43 Representacin del Cabildo de Santiago al gobernador Garca Carrasco, 28 de mayo de 1810.

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    medios, conviniendo todos en su incomparable importancia44. Talavera lo expres con untono ms crtico: El vecindario de Chile atropellando todas estas leyes, se reasume en s unafacultad que no le corresponde45. Esta tarea no la eludi la aristocracia que se representaba as misma como la encargada de vigilar el orden y la estabilidad en su condicin, auto asignada,de ser los benemritos del reino. La lealtad de los habitantes de Chile, seal el consejomunicipal en un acta de septiembre de 1808, en nada degenera de la de sus padres, que a costade su heroica sangre, sacaron este pas del estado de barbarie en que se hallaba, y unindolo alimperio espaol lo civilizaron, poblaron e hicieron religioso.46. En agosto de 1810, conmotivo del reconocimiento del Consejo de Regencia, el procurador del cabildo declarpblicamente que cada uno de los regidores se vea constituido padre de la patria y quereunidos todos tenan la potestad misma del pueblo47. En esas circunstancias, quin seatrevera a disputarle a la nobleza el derecho que se asignaba para gobernar el reino,excluyendo a las dems clases sociales?

    Hubo voces disonantes, pero provenan del mismo crculo de benemritos. El Cabildode Rancagua, a mediados de agosto de 1810, hizo sentir su voz de fidelidad al monarca,mientras reclamaba contra la falta de representatividad de una corta parte del pueblo, que sueletomar el nombre de vecindario por sus miras y fines particulares, muy distantes de la felicidadpblica.48. De poco servan estas crticas, cuando desde diversos lugares del reino llegabancomunicaciones de los cabildos locales reconociendo la legitimidad del acto realizado por los

    ediles capitalinos49

    . En esos das, las minoras se sumaban a la audacia poltica del reducidogrupo de nobles que haba logrado establecerse como el representante de la soberana nacional.As, con motivo de la predica contra revolucionaria que llev a cabo el fraile Jos Mara Romo,los concejales le acusaron de haber tratado a este pueblo de tumultuoso e infiel. All atribuyespecial y sealadamente esta grave nota a los patricios chilenos50. Identificar los intereses dela comunidad el pueblo- con los propios, y confundir a los lectores menos despabilados con eluso indistinto de los vocablos fue, probablemente, uno de los mayores logros de su estrategiapoltica. As lo demostrara la posterior evolucin de los hechos. La tarea que asumi laaristocracia benemrita fue una bestia bicfala. Despojar del poder a los agentes del monarca y,al mismo tiempo, aplacar cualquier conato revolucionario de la plebe. Como bien lo expresarIrisarri, el movimiento se basaba en la necesidad que hay de refrenar por una parte la licenciadaosa de los pueblos, y por otra quitar a los Gobiernos la facilidad de ejercer el despotismo51.

    Sin alejarnos demasiado de los eventos que tuvieron lugar en el edificio del Consuladola maana del 18 de septiembre de 1810, debemos enfrentar la pregunta ms elemental: culesfueron los factores que provocaron la reflexin de los asamblestas sobre la potencialidad de unacrisis interna que poda sumir al pas en la anarqua y la violencia? Por qu, casi dos dcadasms tarde, el Procurador del Cabildo manifest que la adhesin expresada al monarca fue

    44Acta de Instalacin del Congreso nacional de Chile, 4 de julio de 1811, en Martnez, 1: 258.

    45Talavera, I: 92.

    46Acta del Cabildo de Santiago, 19 de septiembre de 1808.

    47Acta del cabildo de Santiago, 14 de agosto de 1810.

    48

    Acuerdo del cabildo de Rancagua, agosto de 1810, citado por Talavera, 41.49

    Sobre este punto, el profesor Cristin Guerrero Lira ha realizado un exhaustivo catastro de la reaccin de losCabildos locales. Ver Cristin Guerrero Lira, Legitimidad, Legalidad y Representatividad en la composicin de losPrimeros Gobiernos Nacionales, Chile 1810-1814, Ponencia presentada en Seminario Las revoluciones americanas

    y la Formacin de los estados Nacionales (Santiago, 2010). Sobre los aspectos jurdicos del proceso, JaimeRodrguez E,.,Revolucin, Independencia y las nuevas naciones de Amrica (Fundacin MAPFRE Tavera, Madrid,2005): 15 y ss.

    50Presentacin del Cabildo contra el fraile Jos Mara Romo, Santiago, 31 de agosto de 1810, citado en Martnez:

    82.

    51El Semanario Republicano, 25 de septiembre de 1815: 69.

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    solamente un ardid? Sin esa calidad, seal Jos Manuel Infante, habra sido irresistible laoposicin de pueblos connaturalizados con la servidumbre52. Reflejando esa inquietud, se hizollegar a la capital a las principales fuerzas militares de la regin. El 18 de septiembre de 1810Santiago pareca una ciudad bajo estado de sitio. Cientos de soldados de lnea y milicianos delos diferentes regimientos vigilaban los principales puntos de acceso de la capital. Todas lascalles de dicho Tribunal [del Consulado] , la puerta exterior, e interior, estaban con centinelasdobles y he aqu el prospecto formidable de fuerzas con que se atimid [sic] al honrado y fielpueblo de Santiago de Chile, y la razn porque la fuerza le vino a dar la ley53. Por qu sesupona que la inmensa mayora de los chilenos y chilenas no estara dispuesta a soportar lasecesin del imperio? Quizs fue la misma suposicin que, en su raz, deslegitim la asambleade septiembre: la incapacidad de quienes pretendan llevar a cabo la revolucin de convocar aun cuerpo ms representativo de la Patria, incorporando activamente a la plebe en el proceso.Del pueblo materialmente tomado no debe tratarse, aleg la Real Audiencia al revisar losoficios en que el Cabildo convoc al pueblo de Santiago para el da 18 de septiembre, porquesera un proceder infinito con la muchedumbre de habitantes de tantas clases, y nunca puede serste el pueblo a quien corresponda en ningn tiempo reasumir derechos gubernativos. Esepueblo, segua el oficio, si fuese consultado por sujetos de probada imparcialidad, de los votosde la muchedumbre, es muy notable el exceso de los que estn por la ms santa, fiel y sagradacausa de que no se haga novedad en nuestro Gobierno conservndose en todo su esplendor yrespeto las autoridades constituidas54.

    El desprecio hacia la plebe llev al vecindario noble de la ciudad a cometer un graveerror al excluir a los representantes del bajo pueblo en su congreso; no solo reaccion de unmodo autoritario y excluyente, sino que al mismo tiempo desconoci una tradicin poltica quepor ms de dos siglos fue escenificada en los parlamentos fronterizos, consistente en laelaboracin de un dialogo poltico entre los principales grupos sociales para asegurar lagobernabilidad. La paz social durante dos centurias haba descansado sobre el consenso, unhecho de inmensa trascendencia poltica que no se deba ignorar. Al final, como seal mstarde un connotado intelectual patriota, qued ms que claro que la voz del pueblo no es la vozde cuatro tertulianos que proyectan divertir sus pasiones con una escena de revolucin55.Agustn de Eyzaguirre, uno de los connotados alcaldes del Cabildo santiaguino, escribi en untono similar durante aquellos crticos das: En La Paz hubieron [sic] muchos desastres,muertes, robos y ltimamente los insurgentes saquearon la ciudad y huyeron, pero gracias a

    Dios que ya hemos librado a nuestro continente de revoluciones56. El fraile Jos Mara Romotambin se refiri a la arrogancia con que el patriciado llevaba a cabo sus movimientos: Eseespritu revolucionario y altanero que reina en muchos de nuestros amados chilenos que se creenverdaderos patriotas, cuando no hacen ms que desnudar el cuello de la patria para eldegello57. Y ms adelante agreg: No os admiris de que declamemos en los plpitos contrauna desobediencia tan escandalosa, contra una soberbia tan luciferina y contra una ambicin tanfunesta que solo degrada a nuestro Reino.58. Otro observador de la poca, escribiendo casiun ao ms tarde, puntualiz: La Junta tom su exordio destronando con intrigas, tumultos yviolencias las autoridades legtimas constituidas por Fernando Sptimo; la Junta se abrog lasuprema autoridad, se apoder del Erario Pblico, impuso a todo el reino contribuciones,

    52El Valdiviano Federal, 11 de octubre de 1831, citado por Collier, Ideas y poltica: 85.

    53 Talavera, I: 83.

    54Oficio del Fiscal de la Real Audiencia, 14 de septiembre de 1810, en Martnez 1: 95.

    55Jos Antonio Irisarri,El Semanario Republicano, 19 de febrero de 1814.

    56 Agustn de Eyzaguirre a Bernardo Solar, Santiago, 19 de enero de 1810, en AEE: 231.

    57Texto del sermn del R. P. Fray Jos Mara Romo, pronunciado en la Iglesia de la Merced, 29 de agosto de 1810,

    citado en Martnez: 82.

    58 Id., p. 83.

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    levant nuevos cuerpos de tropas con la excusa de defensa; y todo esto lo dispone y ordena anombre de Fernando Sptimo y para conservarle estos dominiosme dirn que esta hipocresase dirige a sorprender la sencillez y fidelidad de los pueblos amantes todava y acostumbrados arespetar y obedecer las rdenes y mandatos de nuestros reyes. Respondo que los pueblos y laplebe, por ignorantes que sean, advierten y saben que la Junta persigue, aborrece y tienendeclarada la guerra al Rey y a la Nacin59. La hipocresa y la necedad, conclua el autor, luegode achacar esos dos eptetos a la Junta de Gobierno, son dos vicios menos advertidos perocriminales, viles, infames que la deben hacer ms abominable.

    Antes de proseguir, es necesario sealar que, en aquellos tiempos, el uso de vocabloscomo pueblo, pas y popular tenan un significado diferente al actual. La locucin puebloremita a la plebe? se pregunt recientemente la historiadora Alejandra Araya60. Sin entrar enun anlisis filolgico de los vocablos, por el momento, alertamos al lector sobre el verdaderosignificado de esta y las dems categoras pues su uso indiscriminado por los contemporneosdistorsiona la lectura de las fuentes. En esta obra, para referirnos al bajo pueblo, vale decir, parareconstituir la historia de la inmensa mayora de la poblacin del reino, se utilizapreferentemente el concepto de plebe. Barros Arana, por el contrario, utiliza el vocablo pueblopara referirse a la elite, distinguiendo al pueblo de la plebe. As, en ms de algn punto de suobra describe, por ejemplo, la injerencia que el elemento popular, representado por loscabildos, pretenda tener en la direccin de la cosa pblica. En una palabra, trminos como

    elemento popular, son usados por Barros Arana como sinnimo de aristocracia, nobleza opatriciado. El Cabildo de Santiago, seala en otra parte al describir la actuacin de lainstitucin durante los ltimos meses del gobierno de Garca Carrasco, pas entonces a ser elrepresentante fiel y caracterizado de la oposicin popular.. El uso restringido del conceptopopular nos enfrenta al problema de fondo de la historiografa tradicional que no es otra cosaque la omisin total de la plebe de sus pginas. El bajo pueblo no existi para los historiadoresrepublicanos del siglo XIX y, mucho menos, para sus herederos del siglo XX.

    Los historiadores han sealado que el movimiento de 1810 obedeci a la invasinnapolenica, factor principal en el desencadenamiento de los acontecimientos que llevaron a lasecesin. Miguel Luis Amuntegui, uno de los historiadores ms versados en estos asuntos,manifest : Los vecinos ms notables de esta ciudad, vistas las crticas circunstancias porqueatravesaba la monarqua, se reunieron para nombrar, siguiendo el ejemplo de las provincias de

    Espaa, una junta provisional que gobernase el reino, mientras recobraba su trono el legtimo yamado soberano..... 61. Barros Arana tambin argument, en un crptico prrafo de su obra,sobre la naturaleza domstica de los eventos que llevaron a la revolucin. Comentando lassospechas que alimentaba en su pecho el jefe de escuadra Joaqun Molina, enviado desdeEspaa para hacerse cargo del gobierno de Quito, el historiador liberal coment: El inexpertoobservador no comprenda que la revolucin que se iniciaba tena su origen propio yfundamental, que nada podra contener su estallido y su desenvolvimiento..62. La crisisconstitucional que se desat a travs de Espaa y su Imperio debido a la invasin de Napolen ya la prisin de Fernando VII fue un hecho de radical importancia en la forma como sedesenvolvieron los eventos, pero corresponde preguntarnos: Es posible creer que hechos queocurran a una distancia tan considerable, de los cuales se tena pocas noticia y cuyo impacto enla vida cotidiana del reino era insignificante, podan provocar la situacin de desgobierno quedescribieron los autores del primer documento oficial de la nueva patria? En realidad, a pesar

    de su entusiasmo revolucionario, ni siquiera los redactores del acta de instalacin del primergobierno nacional se atrevieron a ir tan lejos. Como se encargaron de destacar, la inquietud, el

    59Martnez, 1: 215.

    60 Alejandra Araya, Imaginario poltico e impresos modernos: de la plebe al pueblo en proclamas, panfletos yfolletos. Chile 1812-1823 (Manuscrito, 2009) facilitado por la autora.

    61Miguel Luis Amuntegui, Los precursores de la Independencia de Chile (Santiago, 3 Vols., ), Vol. 3: 521.

    62 Barros Arana, VIII: 75

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    desorden y la intranquilidad se producan en medio de las infaustas noticias que llegaban desdeEuropa y no a causa de lo que ocurra en la pennsula. En otras palabras, el diagnsticomostraba, de una parte, la anarqua domstica y, de otra, la crisis constitucional imperial. Eranhechos de naturaleza diferente que se manifestaban de modo contemporneo. La ligazn entreambos no era ms que de simultaneidad, no de causalidad, como lo han pretendido hacer ver loshistoriadores tradicionales.

    Sin embargo, si no fueron los factores externos los que perturbaron notablemente elorden pblico en el reino de Chile, cules fueron las causas de la crisis de gobernabilidad?Qu proceso subterrneo se vena produciendo en el pas que provoc tanta alarma en la elite,al punto de llevarla a tomar el paso revolucionario de auto-convocarse al Cabildo Abierto ytomar el camino del quiebre constitucional? Es un hecho universalmente aceptado que larevolucin que tuvo lugar en Chile en 1810 estuvo dirigida a instalar a la minora aristocrticaen el poder. Parafraseando a Julio Alemparte, el Cabildo Abierto de 1810 represent la fusindefinitiva de la soberana con el poder. En Castilla estaba el cetro escribi- la potestadoficial, la ordenacin jurdica; pero la autntica soberana que es la que surge del dominioefectivo de las tierras y de la masa de habitantes, estaba en manos de los seores63. Si bien losterratenientes, empresarios mineros y comerciantes ya controlaban gran parte del podereconmico, an restaba capturar la administracin del pas para eliminar la burocracia colonialdirigida desde Espaa y asumir, de ese modo, el control del pas. Aqullos decan que si la

    Espaa se perda, reportaba Agustn Eyzaguirre dando cuenta de los sucesos que sacudan aSantiago en septiembre de 1810, caducaban ya todas las autoridades y entrbamos en anarqua;de esto resultaba que el ms atrevido o poderoso poda hacerse un dspota del reino y sacrificara los vecinos honrados a su ambicin64. En otras palabras, se trataba de tomar cuanto antes elgobierno para impedir que otros se apoderaran del poder. Esta interpretacin tambin fuesuscrita por Meza Villalobos, quien agreg que el movimiento juntista de septiembre fuellevado a cabo por la nobleza, la cual temi la prdida de su preponderancia poltica y decuanto ella significaba, especialmente en la situacin en que entonces estaba la monarqua 65.Este paso, por cierto, era el ltimo que deban dar los patricios para capturar el poder total,despus de varias dcadas de progreso en esa direccin. Usando en las corporaciones elderecho a elegir o solicitando el cumplimiento de leyes que la beneficiaban, escribi Meza, lanobleza dominaba en la administracin municipal, en la iglesia y ocupaba cargos en laadministracin real66.

    Se sabe que el poder no es nada si no se ejerce contra otro. Contra quin lo ejercera elpatriciado chileno? La respuesta a esta pregunta es crucial y solamente podemos visualizar dosalternativas: contra los enemigos externos representados principalmente por los franceses o losseguidores de Carlota Joaquina- o bien contra el enemigo domstico constituido por la plebe.Contra los primeros deba enviarse una escuadra contundente o, por lo menos, unir fuerzas conlas dems provincias de Amrica para ir en socorro de la Madre Patria o evitar la influenciaportuguesa en las antiguas dependencias coloniales de Espaa. Contra la plebe, que tena unapresencia mucho ms tangible y directa en estos episodios, se deban armar nuevos regimientos,reforzar las guarniciones y proceder a dar el paso crucial de declarar la guerra interna a travsdel disciplinamiento social, el control de los cuerpos y la domesticacin del espritu insumisodel bajo pueblo. Por supuesto, como se desprende de la evidencia, fue la segunda opcin la quese apoder del escenario. Nunca ms, desde septiembre de 1810, se pens en hacer algo que

    ayudase a libertar al amado monarca, sino que se procedi a luchar con todos los medioscontra la plebe.

    63Julio Alemparte,El Cabildo en Chile Colonial(Santiago, 1940): 99.

    64 Agustn de Eyzaguirre a Manuel Romero, Santiago, 30 de septiembre de 1810, AEE: 234.

    65Nstor Meza Villalobos, La consciencia poltica chilena durante la monarqua (Instituto de Investigaciones

    Histrico Culturales, Santiago, 1957): 306.

    66 Id., 250.

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    La existencia de un enemigo interno peligroso y dispuesto a alzarse aprovechando ladebilidad del gobierno persisti en el imaginario elitista ms all de las diferencias quesurgieron entre republicanos y monarquistas. De alguna forma, el miedo a la plebe se convirtien uno de los pocos elementos que hacan coincidir sus respectivas ideologas. El orden ylibertad no pueden conservarse sin un gobierno, escribi Camilo Henrquez en la Aurora deChile, y por esto la misma esperanza de vivir tranquilos, y dichosos, protegidos de la violenciaen lo interior, y de los insultos hostiles, compeli los hombres ya reunidos depender, por unconsentimiento libre, de una autoridad pblica67. Desde la otra trinchera, durante laRestauracin monrquica se informaba: Ya estn casi concluidos dos castillos que dominantodo los ngulos de la ciudad, se inform en Viva el rey. Gazeta del Gobierno de Chile, enseptiembre de 1816, al describir el progreso de las obras defensivas del Cerro Santa Luca, ypresto ser Santa Luca una fortaleza respetable a los enemigos exteriores, y una bridaimponente a los de casa (si por desgracia abrigase algunos nuestro suelo)68.

    Bastante alarde se ha hecho de las divisiones que surgieron en el seno de la elite a causade la crisis constitucional provocada por la acefala monrquica. En efecto, la rivalidad entrelos espaoles peninsulares y los espaoles criollos todos al fin espaoles, representativos de noms de un cinco por ciento de la poblacin del pas- se agrav en los meses de agosto yseptiembre, llegando a producirse notorios desencuentros entre ambos grupos. Como sealNstor Meza, en esos das, el Cabildo y el gobernador se acechaban mutuamente. La Real

    Audiencia, en un oficio que remiti al Cabildo de Santiago el 13 de septiembre de 1810, serefera, abiertamente, a la zozobra e inquietud que reinaban en la capital, mientras que Infantedescribi, en el da de instalacin de la Junta, el peligroso hecho de que cada da se aumentabams el odio y aversin entre ambas facciones, hasta amenazarse recprocamente con elexterminio de una u otra69. Segn Melchor Martnez, nada importaba tanto al Gobierno deChile como una suma vigilancia y sabia poltica para conservar el orden y fidelidad del reinoque daba manifiestas seales de inminente peligro en los diversos partidos y opiniones quepblicamente se ventilaban con indecible acaloramiento y libertad70. Barros Arana, quienrealiz un anlisis detallado de estos eventos, manifiesta: Al terminar el ao 1809 la agitacingeneral de los espritus haca presentir una prxima conmocin en el reino de Chile71.

    El pas, de acuerdo al tenor de estas observaciones, pareca hallarse al borde de unaguerra civil. Ya en mayo de 1810 se haba ordenado la formacin de una Junta de Vigilancia

    para la conservacin del orden y la Real Audiencia solicit al Cabildo que no se hicieranpblicas sus discordias con el gobernador a fin de excusar el placer a algunos espritussediciosos y malcontentos.72. Estas acciones hacen pensar que las rivalidades hispano-criollas, las conspiraciones de los partidarios de la princesa Carlota Joaquina y las divisionesque se registraban entre los partidarios del monarca y los conspiradores revolucionarios fueronlos nicos hechos polticos de la poca. Nunca se piensa en la posicin que asumi la plebe nise reflexiona sobre como afect al bajo pueblo la invasin napolenica; tampoco se examinanlas consecuencias que tuvo en el mundo popular el creciente vaco de poder que se registraba enla cpula poltica del reino. Acaso estos acontecimientos no alteraban tambin la existenciadiaria de la mayora de la poblacin del pas? Lamentablemente, el ejercicio del pensamientocrtico frente a estos relatos parece estar vedado por el grueso muro que levantaron loshistoriadores de la elite durante el siglo XIX y que consolidaron los panegiristas de la centuria

    67Aurora de Chile, 13 de febrero de 1812: 6.

    68 Viva el rey, 27 de septiembre de 1816.

    69Oficio de la Real Audiencia al Cabildo de Santiago, 13 de septiembre de 1810, ACS:49; Discurso de Jos Miguel

    Infante, 18 de septiembre de 1810, en CHDICH XVIII: 221.

    70Martnez, 28.

    71Barros Arana, VII: 81.

    72 Acuerdo de la Real Audiencia al Cabildo de Santiago, 15 de junio de 1810.

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    siguiente. Gracias a un acto de notable prestidigitacin historiogrfica, la historia solamenteafecta a aquellos que habitaron en las altas bvedas del poder. Pero la plebe tambin posee susmecanismos propios para evitar que se le omita totalmente del escenario histrico. As, enmedio de las intrigas de palacio y conspiraciones aristocrticas, los presos de la crcel deSantiago prepararon un motn.

    El da 8 [de septiembre], como a las 9 de la noche, corri la noticia repentinamente

    que sobre 88 presos que se hallaban en la crcel pblica, estaban de comn acuerdopara formar asalto a la Guardia, matar las centinelas y Alcalde al tiempo de hacer larequisa o registro de los calabozos a esa hora; que de ello haba dado denuncio uno delos mismos reos. A la referida hora se dio parte al Gobierno duplicando las guardias,se hizo el registro por el Alcalde Eyzaguirre, comisionado a este fin. Se encontraronen aquella noche 14 cuchillos muy afilados y 2 machetones, muchas limas para limarlas prisiones y un naranjero, cargado con 7 balas. Se dej la crcel con duplicadaguardia. El da 9 se repiti el registro y se encontraron 12 cuchillos y dos pualesms una pistola cargada. Puestos en confesin, declararon que esa noche pretendandar el asalto para liberarse. Los crticos, en circunstancias de un movimiento populartan grande, han opinado que los presos seran para patrocinar algn partido73.

    Esta suerte de datos, omitidos con inteligencia y sutileza de la memoria colectiva de loschilenos, proporciona una perspectiva distinta para interpretar los acontecimientos que llevarona la formacin de la Junta Nacional de Gobierno. Por cierto, no se duda que la accinsubversiva del Cabildo santiaguino no se dio en el vaco. Tampoco eran novedosas susoperaciones conspiradoras. Ya en julio de 1810, el patriciado haba participado activamente enel derrocamiento del gobernador brigadier Antonio Garca Carrasco. Sin embargo, el recuentoque se hace de esos acontecimientos se centra en la mala gestin del gobernador y se omite untrasfondo ms siniestro y relevante que reportaron los testigos de la poca. Nos referimos a lasacciones desplegadas por el bajo pueblo durante esos das y a la denuncia formulada acerca dela connivencia desarrollada por Garca Carrasco con los elementos ms violentos de la plebepara llevar a cabo una sanguinaria matanza de la elite santiaguina. En tanto que estos hechos los nicos capaces de perturbar notablemente el orden, la quietud y la tranquilidad pblica-estaban presentes en la mente de los patricios de la ciudad durante el cabildo abierto del 18 deseptiembre, no est de ms researlos brevemente.

    Al reconstruir los acontecimientos domsticos que sirvieron de marco al 18 deseptiembre de 1810, la mayora de los historiadores est de acuerdo en sealar la importanciadel gobernador Garca Carrasco en el desenvolvimiento de los hechos. El desacertado manejode la situacin chilena por Garca Carrasco, escribi Collier, fue incuestionablemente unacausa de peso en la efervescencia poltica que condujo a la creacin de la Junta.poca dudacabe de que los chilenos llegaron a mirar a su gobernador con amargo desdn y desprecio74.Este lapidario epitafio que interpuso el historiador ingls Simon Collier corre en una vetasimilar a la de Nstor Meza, quien manifest que en julio de 1810 la nobleza vivi bajo el temorde vctimas del despotismo, lo que le llev a repeler la fuerza por la fuerza75. SergioVillalobos, siguiendo el camino trazado por los historiadores liberales, manifest que GarcaCarrasco fue un militar de vida oscura....indudablemente, no estaba preparado para tan altaslabores, pues careca de tacto poltico76. Jocelyn-Holt, el destacado ensayista, tambindescribi a Garca Carrasco como un oscuro brigadier....cay por su propio peso. Las

    circunstancias no eran las ms propicias para llevar a cabo impunemente un gobierno vacilante,

    73 Talavera, Ob. Cit., p. 66.

    74Simon Collier,Ideas y poltica de la Independencia chilena, 1808-1833 (Edit. Andrs Bello, 1977): p. 62.

    75Nstor Meza: 222.

    76 Villalobos: 157.

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    corrupto y arbitrario. Todos sus abusos e ineptitudes fueron tolerados, aunque de mala gana,pero no su creciente arbitrariedad, la que provocara su fin77.

    Sin duda, durante la administracin de Garca Carrasco se cometieron diferentes erroresadministrativos, en la mayora de los casos causados por los obstculos y dificultades queinterpona el patriciado a la gestin del gobernador. As ocurri con la designacin de susecretario como Rector del Colegio Carolino o cuando decidi remitir lanzas a la pennsula

    para ayudar a repeler a los invasores francs. Al respecto, durante la sesin del 7 de marzo de1810, los ediles instruyeron que el procurador de ciudad instaurase sin prdida de instantes lapeticin correspondiente para que no se extrajesen de la ciudad las lanzas con que se contabapara su defensa. Asumiendo la representacin de la poblacin de la ciudad, el acta sealabacon cierto tono de alarma: el pueblo clama porque en las crticas circunstancias en que se hallase le despoje as de las nicas armas que tiene su caballera, y que acaso sea este donativo dealgn (sic) provecho, siendo mucho ms interesante a la Metrpoli que se le remitan algunoscaudales en efectivo78

    Segn los testimonios disponibles, fueron numerosos los personajes que expresaron sudescontento con el proceder del gobernador. Manuel Antonio Talavera, probablemente uno delos ms acuciosos observadores de aquellas jornadas, seal en su obra que desde el inicio delgobierno de Garca Carrasco, se empez a desabrir los nimos y a contraerse el desafectogeneral.. Juan Antonio Ovalle, en su discurso de inauguracin del primer CongresoNacional en 1811, se refiri a la administracin de Garca Carrasco como un Gobierno necio ybrbaro.79. Un observador extranjero, el capitn de la marina norteamericana RichardCleveland, quien tuvo oportunidad de departir con el gobernador, dej una descripcin que sepodra juzgar ms benigna. Era Carrasco un hombre de agradables maneras, de aspecto queimpona a su favor y aparentemente de benvola disposicin; pero de carcter indeciso, demente estrecha, inflado de vanidad y pronto a exaltarse contra el que se atreviese a no cumpliruna orden dada en nombre de su Rey80. Melchor Martnez, otro prolijo cronista de losacontecimientos que se van narrando, solamente acus a Garca Carrasco de llevar a cabogolpes impolticos [que] separaban los miembros principales de la unin e identidad quedeban tener con la cabeza, mxime en unos tiempos tan crticos y delicados en que la desuninaceleraba la pronta ruina del Estado81. Los miembros de la primera Junta Nacional deGobierno fueron mucho ms categricos al demostrar su desprecio hacia el gobernador. Algo

    ms de dos aos vivimos sujetos al despotismotodo era padecer unos males que deban agitaral ms sufrido: pero la ciega obediencia del Reino renda sin rplica la cerviz.82. BarrosArana, en cambio, fue mucho ms drstico en su descripcin: La posicin subalterna quesiempre haba ocupado [Garca Carrasco], su falta de relaciones y de trato con personas deconsideracin, lo haban reducido a vivir en un medio social inferior al que corresponda alpuesto que iba a ocupar, y a mantener relaciones de amistad que deban alejar de su lado a lagente aristocrtica83. Domingo Amuntegui Solar, en un descarado panegrico republicano,seal con similar acidez: El brigadier espaol que entonces gobernaba Chile, no slo eraincompetente, sino indigno del empleo que ejerci.84

    77Jocelyn-Holt: 142.

    78Acta del Cabildo de Santiago de 4 de mayo de 1810, ACS: 7.

    79 Oracin del Diputado Juan Antonio Ovalle, Santiago, 4 de julio de 1811, en Martnez, I: 250.

    80Richard J. Cleveland,A narrative of voyages, Vol. 1, cap. 12. Citado por Barros Arana VII: 18.

    81Martnez, 1:17.

    82 Memorial al Rey de la Junta Gubernativa, Santiago, 2 de octubre de 1810, en Martnez, I: 121. Vase tambinTalavera: 332.

    83Barros Arana, VII: 18.

    84 Domingo Amunategui Solar,

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    El primer desacierto del brigadier fue reclamar su derecho a sucesin en el mandosiguiendo la Real Orden del 23 de octubre de 1806 que estableca que el oficial de mayor rangodeba asumir el cargo en caso de muerte, ausencia o enfermedad del gobernador titular. Estaaccin de Garca Carrasco, hecha desde las distantes guarniciones de la Frontera, significdesafiar el nombramiento que hizo la Real Audiencia del oidor Juan Rodrguez Ballesteros cuyogobierno, escribi Barros Arana, era preferible al de alguno de los pobres y oscuros militaresque residan en el sur de Chile85. Garca Carrasco, como se ver, obedeca a ese perfil segn elhistoriador liberal. Perteneciente al arma de ingenieros, Garca Carrasco fue descrito como unmilitar oscuro, de escaso prestigio y de pocos nimos.ni por su inteligencia ni por su carcterestaba preparado para salir airoso en la primera tempestad que se levantase86. Luego de asumirel mando, el 22 de abril de 1808, el oscuro militar comenz a demostrar, de acuerdo a BarrosArana, su incapacidad para llevar a cabo un gobierno normal.

    Los hbitos del presidente, sus gustos poco aristocrticos, su aficin a las relacionescon gentes de condicin modesta y, aun, podra decirse ordinaria, alejaban del palacio alos magnates ms caracterizados de la colonia.viejo celibatario, acostumbrado a vivirmodesta y oscuramente, estaba rodeado de militares de escasa educacin y de pequeosnegociantes espaoles o criollos que le llevaban noticias ciertas o falsas de lo que sehablaba en la ciudad, y de todas las miserias que podan agradar a las almas cuidadas ypequeas. El arreglo interior del palacio estaba a cargo de una negra vieja y ordinaria,

    de la cual se contaba que ejerca tal influencia sobre el nimo del Gobernador, que ellapoda conseguir cualquier merced para los que solicitasen sus servicios y losremunerasen generosamente. Carrasco era, adems, poco aficionado a las diversionescultas, a la msica y a las representaciones teatrales, y tena, en cambio una pasindecidida por las rias de gallos y por otros entretenimientos propios de la gente bajaatodas horas reciba en el palacio a las personas de cualquier condicin que deseabanexponerle una demanda por insignificante que fuera. En la calle misma, cuando sala apaseo, se detena a or querellas de esa naturaleza o a interrogar a los transentes sobreasuntos de pequeo inters87.

    El mismo Barros Arana, dando cuenta de la soterrada confirmacin desde Madrid de GarcaCarrasco como gobernador en propiedad del reino, describi el profundo desencanto queexpresaba la elite santiaguina hacia su gestin. Vean estos en ese alto funcionario un hombre

    de escasa inteligencia, de carcter dbil, aunque atropellador, que se dejaba llevar a la violenciapor malos consejeros, y que, adems, haba perdido su prestigio en los primeros meses demando88. Nuevamente se hace necesario citar a Martnez, el cronista de la poca que, a lolargo de su escrito, demostr una mayor comprensin de los eventos. De acuerdo a steescritor, durante el gobierno de Garca Carrasco se fue produciendo un distanciamiento entreste y la elite atrincherada en el Cabildo. La conducta posterior y sucesiva de este respetablecuerpo nos desengaar de la inconstancia, liviandad y perfidia de los hombres que no caminanpor la senda recta de la sinceridad y verdad89.

    Por sobre estos negativos de la personalidad de Garca Carrasco, lo que trascendi fuesu fama de hombre popular, razn por la cual la elite se distanci de l y motivo por el cual,posteriormente, motiv el juicio negativo de la historiografa liberal. Pocos hombres quellegaron a ejercer ese cargo, en realidad, pueden haber reunido tantos defectos y calamidadescomo las que se le imputaron al ltimo gobernador espaol. Sin juzgar si estas cualidades de

    hombre popular fueron un desalio o un adorno para su persona, lo ms significativo de la

    85Barros Arana, Vol. 8: 10.

    86 Id., p. 17.

    87Barros Arana, Ob. Cit., p. 22.

    88Barros Arana, ob. Cit., p. 66.

    89 Martnez, Ob. Cit. p. 26.

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    reconstruccin realizada por los historiadores liberales fue la cita parcial que hicieron de lasfuentes en que fundaron su retrato. En particular, por la coincidencia en los dichos, vocablos yexpresiones, pensamos que para realizarlo tuvieron a la vista el documento annimo que circulen Santiago desde mediados de julio de 1810 bajo el ttulo de Carta de Santiago Leal a PatricioEspaol90. En efecto, en este documento, que se propone dar cuenta exacta, sin lisonjas nifiguras retricas, del derrocamiento de Garca Carrasco, los historiadores encontraron granparte de los eptetos que ms tarde usaron en su relato. No obstante, como veremos en laspginas siguientes, omitieron la informacin ms importante y significativa que all se contiene.

    Santiago Leal, el testigo annimo que eligi el autor de este documento para llevar acabo su narracin, inici su relato con la muerte de Luis Muoz de Guzmn y las gestiones querealiz Garca Carrasco desde el sur para suceder el mando del reino, alegando su condicin demilitar de ms alta graduacin en el reino. Esta es la poca en que deben fijarse todos losprincipios de las novedades ocurridas...... A rengln seguido,Lealmanifest que los empleosdesempeados por el brigadier en el pasado gobernador del puerto de Valparaso y maestre decampo del ejrcito de la frontera- nunca permitieron discurrir los movimientos de su alma, sibien manifiesta que el trabajo realizado en su carrera militar le granje el carcter deimpremeditado y an de feroz. No obstante, prosigue el autor,

    el vulgo se haba formado una idea ventajosa de este sujeto. No saben los hombrescomunes distinguir que los vicios ms de una vez se disfrazan con el traje de la virtud.As es que, viendo a Carrasco en Valparaso preferir en su trato la sociedad de loshombres ms humildes, acompaarse de los plebeyos, gustar de sus asambleas,entretenerse en sus juegos y derramar entre ellos el prest militar de que subsista, lecanonizaban de hombre popular, limosnero y desprendido del orgullo que haceabominable a los grandes. Pero lo cierto es que lo que pareca humildad, grandeza denimo y desprendimiento, no era ms que poquedad de corazn, bajeza desentimientos y una triste habituacin de prodigar sus pocos intereses entre las gentesde su devocin91.

    Descrito como un sujeto rodeado de una irresistible aura popular, el propio Cabildo de laciudad habra escrito al rey agradeciendo su nominacin en el cargo y solicitado que se ledesignara Gobernador en propiedad. Sin embargo, seala el autor, el entorno de GarcaCarrasco estaba compuesto por los figurones ms despreciables. La dama primera de esta

    tragicomedia es una indecente negra, por cuya mano se consiguen de Carrasco los favores msinesperados. Los penachos ms altos de este pueblo se rinden a las faldas de la etopeMagdalena para lograr un feliz despacho en sus pretensiones. Otro de sus compaeros fueDemin Segu, asesino de profesin e ntimo amigo y comensal de Carrasco, quien le habraayudado a saquear a la fragata inglesa Scorpion, en las playas de Topocalma92. A estos sujetossumaba los innumerables criminales que libraba de los tribunales, interviniendo en los juiciosque se llevaban a cabo en los estrados judiciales. Slo aspiraba a la proteccin de todo hombrebajo y delincuente....desautorizada la justicia, la plebe estaba en estado de insubordinacin eincorregibilidad; todo se preparaba para una catstrofe . Paralelamente, adems de la constantehumillacin de los nobles, el autor del documento declara que el gobernador dispuso ladesmovilizacin de las milicias capitalinas, que suspendi los ejercicios militares y quedemostr abiertamente su desprecio y desconfianza hacia el patriciado de la ciudad. En unapalabra, siguiendo la argumentacin del documento, los nobles de la capital presenciaban en

    90 Carta de Santiago Leal a Patricio Espaol, Santiago, 18 de julio de 1810, en CHDICh, Tomo VIII (Santiago,

    1902). Barros Arana afirma haber encontrado copia del documento en el Archivo de Buenos Aires, y manifiesta noreconocer a su autor. De acuerdo a Meza, el autor del opsculo apcrifo fue Manuel de Salas; ver, Meza, Laconsciencia poltica ,p. 319.

    91Id., p. 66.

    92De acuerdo a Barros Arana, Segui era un espaol desertor que ejerca el oficio de pulpero en Valparaso y que

    siempre se le hallaba pronto para empresas de la ms dudosa moralidad.este personaje era el hombre de la amistadntima y de toda la confianza del presidente Carrasco. Ver Barros Arana, 108, nota 42.

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    esos das la materializacin de una de sus peores pesadillas: una revuelta popular encabezadapor el propio gobernador del reino. Mientras creca el abismo entre Garca Carrasco y lanobleza, observ el autor, ste se lisonjeaba sin reserva de tener muy de su parte a la plebe, aquien, ofrecindole las propiedades de los ricos, la hara entrar en cualquier partido93.

    El incidente ms ilustrativo de las preferencias del gobernador y que reflej de un modopblico el abismo que exista entre ste y la aristocracia capitalina fue la orden de prisin que

    dict contra Jos Antonio Rojas, Jos Antonio Ovalle y Bernardo Vera y Pintado, bajo laacusacin de conspirar contra la monarqua. Segn el autor, para condenarlos, el gobernador ysus cmplices buscaron carpinteros, toneleros y otros hombres miserables, dispuestos atestificar contra los tres emblemticos patricios. Una vez que se realiz la orden de deportacinal Per de los tres reos, prosigue Barros Arana, el pueblo que se agrup para defenderlos enlas playas del puerto fue amedrentado por una multitud armada reunida por Demin Segu. Lamultitud, como era de esperarse, estaba conformada por gente de su mismo jaez para acabarcon todos al primer movimiento que se sintiese..... De acuerdo a Manuel Antonio Talavera,Segu logr reunir ms de cuarenta hombres eligiendo a este fin los marineros ms bandidos yde alma ms atravesada con las miras de resistir cualquier oposicin que se hiciera por parte delos reos94. El improvisado contingente popular habra estado armado de sables, pistolas y otrasarmas. Melchor Martnez describi una escena similar. Un soez marinero cmplice yparticipante de la presa Escorpin gobernaba cien hombres apostados por el Seor Ex

    Presidente y de quien se haba valido Bulnes.95

    . Durante el embarque de Ovalle y Rojas, elpropio Segu supervis la operacin. Ante la demora por conseguir un bote para trasladar a losprisioneros al buque que se encontraba a punto de zarpar con destino a Lima, el capitn de laplebe habra expresado que cualquier bote era bastante para embarcar a unos traidores96.

    Pocos das despus, cuando la Real Audiencia y el Cabildo de Santiago realizarondiligencias para lograr que Garca Carrasco depusiera su actitud beligerante, el gobernadorhabra ordenado, segn el texto de Santiago Leal, al comandante de artillera que ocupase laplaza de armas con el tren cargado de metralla... asegurando que tena seiscientos plebeyospara cualquier designio. Acciones de este tipo, de acuerdo con Santiago Leal, retrataban laperfidia y traicin del presidente. Luego agrega:

    Como ya se descubran sin tanto rebozo las cavilaciones del Jefe (Garca Carrasco),testificaron sujetos de la mayor probidad que le haban odo decir ms de una vez

    ms de una vez que pronto llegara el da en que dijese a la canalla: Ea, haced vuestrodeber; que no es justo que unos tengan mucho y otros tan poco o nada, debiendotodos los bienes ser comunes. Nadie dudaba de esta sacrlega intencin pues paracreerla recordaban no solo la suma adhesin que Carrasco tena a la Plebe, sino eldescaro con que atropellaba las leyes y los magistrados para sostenerla, favoreciendocon especialidad a cuanto tunantn desalmado poda capitanearla.....(Subrayado en eloriginal)

    Desde ya se puede alegar que la naturaleza afiebrada de este relato, escrito parajustificar el derrocamiento del ltimo gobernador espaol en Chile, le niega todo valor histrico.Sin embargo, los historiadores liberales solamente descalificaron los datos relativos a laconspiracin que habra tramado Garca Carrasco con los capitanes de la plebe para llevar acabo una sanguinaria revolucin social. Solamente Barros Arana, en una escueta lnea que se

    pierde en el relato general, afirma que Garca Carrasco haba tratado de reunir por medio de

    93Id. 68.

    94Talavera, I: 13. De acuerdo a Talavera, Segu qued preso desde aquella noche por orden del gobernador del

    puerto.

    95Oficio del cabildo de Santiago con los cargos que comprueban la arbitrariedad y despotismo del presidente Garca

    Carrasco, Santiago, 7 de agosto de 1810, en Martnez, I: 3 - 64.

    96 Talavera, I: 14.

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    sus agentes, chusmas asalariadas que acudieran a su defensa97. El resto de la informacin,especialmente aquella relativa al carcter y naturaleza del Presidente y del entorno que lerodeaba, se cita completa. En realidad, la descalificacin de las fuentes en nuestra historiografaes un vicio de vieja raigambre y afecta solamente aquellos prrafos que, como en este caso, vancontra la versin oficial de la historia del pas. En otras palabras, los historiadores ejercen elsesgo y recortan las fuentes cuando los datos apuntan hacia una reivindicacin, discurso oproyecto, que retrata de una manera distinta al mundo popular98. Es parte de lo que podramosllamar el peso de la noche historiogrfica sobre nuestra memoria. En fin, de acuerdo a SantiagoLeal, la perfidia del Presidente lleg a su clmax cuando, al salir de una ceremonia religiosa enla Catedral, declar ante los miembros de la aristocracia que sera el Robespierre de Chile.Una expresin similar record el cabildo en su oficio del 7 de agosto de 1810: Haca conocerque sera capaz de realizar las ideas de crueldad con que en su tertulia amenaz a losconcurrentes expresndoles que se haba de volver otro Robespierre 99.

    Nadie dudaba de estos sentimientos brbaros y hostiles contra una ciudad pacfica yms, prosigue el relato que vamos citando, cuando constaba que Carrasco, muchosdas antes tena dentro de su palacio caones provistos de metralla y muchos fusilescargados con bala. Por eso en el mismo instante en que pudo descansar en virtud delo acordado, (la aristocracia) se llen de cuidados y de sobresaltos mayores.Crecieron consecutivamente hasta la noche, en que ya se oan en algunos de la plebe

    expresiones que no podan ser sugeridas por una mano oculta. Esta noche es lamatanza, decan; y no faltaban algunos que, atropellando a una seorita de laprimera clase, hermana de uno de los Alcaldes actuales, reconvenido por otro de suexceso, decan. qu alcaldes, ni alcaldes! Ya somos todos iguales! (Subrayadonuestro).

    La noche que se vivi en Santiago el jueves 12 de julio de 1810 fue memorable. MientrasGarca Carrasco se entretena escuchando la msica de una orquesta dirigida por un pardo en lashabitaciones de su palacio, los nobles se juntan y en pocos momentos estaban todos armados.El propsito era movilizar al patriciado contra Damin Segu y el comandante de la milicia depardos, quienes aparecan sindicados como los lderes de la revuelta popular. Es Damin unmonstruo enemigo de la humanidad, se deleita con el asesinato, y cuando en sus sangrientasmanos est an chorreando la inocente sangre del generoso Bunker y sus sirvientes, esperan

    estos ciudadanos que vengan a mezclar la suya con la de aquellos infelices. Cul sera, pues,amigo mo, la opresin y congoja de este pueblo? Cules los cuidados y lgrimas de lasmujeres?. De una parte, la plebe se preparaba para llevar a cabo la matanza, mientras elvecindario noble recorra las calles en patrullas dispuesto a vender cara su sangre. Algunosvecinos de los que tenan influjo en la campaa, escribi posteriormente en su Diario elgeneral Jos Miguel Carrera al describir los eventos de 1810, o que mandaban fuerzas de lasmilicias, las disponan a favor del pueblo100. As transcurrieron las noches de los das 13 y 14de julio, fecha ominosa del movimiento revolucionario parisiense. Recordando otrosaccidentes del gobierno de Carrasco, escribi Barros Arana, se aseguraba, adems, que losagentes de ste reunan turbas de malhechores, como las que Segu organizaba en Valparaso, ylas armaban de puales para caer en un momento dado sobre los patriotas ms caracterizados,cuyo exterminio se daba como resuelto en los consejos de palacio. Agregabase [sic] en loscorrillos que uno de los agentes de Carrasco ofreca la libertad a los esclavos que acudiesen a

    97Barros Arana: 110.

    98Se puede citar, por ejemplo, la descripcin del carcter del sucesor de Garca Carrasco. Nos referimos a Mateo de

    Toro y Zambrano, quien, al decir de un testigo, asumi el mando casi embargado y enajenado de los sentidos, sin lamenor pericia militar ni conocimientos polticos, criado solo en las haciendas del campo y todo contrado a susintereses.gobernado como mquina por los facciosos y mucho ms por sus hijos y deudos, vino a lo ltimo avender y prostituir el mando al propio pueblo., Talavera, I: 212.

    99Id.: 74.

    100 Diario de Jos Miguel Carrera, CHDICh 1: 8.

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    servir al gobierno y que se prestasen a apresar o dar muerte a sus amos. Estos rumores,circulados con prodigiosa rapidez, eran credos en todas partes, y provocaron en la poblacin elpropsito de resistencia a mano armada101. Esta descripcin de los eventos hecha por BarrosArana la bas en la versin de los hechos que hizo circular el Cabildo de Santiago una vez quefue derrocado Garca Carrasco. All, bajo la forma de un oficio, las autoridades de la ciudadmanifestaron que Santiago se encontraba al verdadero borde de una guerra civil.

    A las primeras horas de la noche del 13 de julio, se vean ya frecuentar las callesvarias tropillas de gentes del pueblo, dirigindose todos a la Plaza Mayor, a dondeconcurriendo tambin la principal nobleza, se compuso un concurso como de milhombres, que todos o los ms venan prevenidos con toda especie de armas, unos apie y muchos a caballo.lo restante de los tumultuantes se repartieron en diferentescuadrillas o patrullas por varios puntos de la ciudad, precedidos y comandados todoslos dichos destacamentos por los dos alcaldes y por otros sujetos de su posicinenesta vigilante diligencia sufrieron toda la noche que fue una de las ms rigurosas deaquel Invierno..un vil mulato sali proponiendo libertad a los esclavos, comosostuviesen al Presidente; cada noche se difunda una gran novedad; ya que se armabala plebe para que saqueasen a la capital; ya que aparecan escuadrones de gentes delas campaas. Lo cierto es, que las rdenes y misterios del Sr. Presidente tuvieron atoda la gente honrada temerosa de la ms inicua agresin102.

    Antonio Talavera proporciona una descripcin similar de los eventos de aquellamadrugada:

    prevaleci esta noticia principalmente de las 8 a las 9 de la noche del referido da 13,y a esta hora comenz a granear la gente alta, y baja por todas las calles, a conducirsede acuerdo a la plaza mayor. Inmediatamente se hizo una convocatoria de toda lanobleza del vecindario, que armndose de pistolas, trabucos, sables y otras armasofensivas y defensivas, los unos a pie y los otros a caballo hasta el nmero de 800,poco ms o menos, se presentaron unos en las casas de los alcaldes y otros en la deD. Manuel Cotaposla dems parte de la gente se distribuy en diferentes puntos,teniendo unos y otros al frente sus dos dignos alcaldes y los primeros magnates delpueblo. En esta vigilancia sufrieron la noche ms cruel y ms fra del 13 de julio, yamaneci el 14 sin haber habido la menor novedad103.

    Poco falta aadir para reconstruir la crisis social y poltica que precedi alderrocamiento del ltimo gobernador espaol en Chile. Las causas de esta crisis, como sedesprende del relato de Santiago Leal, -y que corrobora el Oficio del Cabildo y de los testigosmencionados- no se vinculaban a los acontecimientos de la pennsula, sino que fue parte de unpaulatino proceso de quiebre de la gobernabilidad interior, de distanciamiento entre elgobernador y la elite y de una creciente insubordinacin de la plebe. Cuando menos, lospatricios acusaron a Garca Carrasco de realizar desatinadas operacionesoprimiendo a laspersonas recomendables y asociado a las mal reputadas104. Otro elemento que refuerza lapreocupacin de la elite por la crisis interior fue su creciente temor de que la soldadesca de laciudad que estaba bajo el control de oficiales pertenecientes a la aristocracia- quedasedesarmada frente a la decisin del gobernador de remitir lanzas desde Chile en ayuda de losregimien


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