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9789871587360_issuu

Date post: 23-Mar-2016
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La Catedral
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La Catedral

Julio Osvaldo Corsini

La CatedraL

Corsini, Julio OsvaldoLa catedral. - 1a ed. - Buenos Aires : Turmalina, 2012.92 p. ; 20x13 cm. ISBN 978-987-1587-36-01. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. TítuloCDD A863

© Editorial Turmalina, 2012

Foto de tapa: Julio Osvaldo Corsini

Buenos Aires, Argentina

ISBN 978-987-1587-36-0

Editorial Turmalina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra, escríbanos a: [email protected]

www.editorialturmalina.com

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Capítulo I

–Gracias por haber venido, amigo mío. Hace tiempo que tenía ganas de hablar con vos y tomarnos un café.

Nada importante, sólo lo importante que puede ser hablar de la vida. Hay momentos en los que siento que lo único importante es hablar de la vida.

No me digas que me estoy poniendo demasiado pro-fundo, vos sos mi amigo y quizás muchas veces no hemos tenido tiempo de hablar de la vida. Esperá que se acerca el mozo, y no quisiera involucrarlo en nuestra conversación.

»Dos cafés, para mí con edulcorante, por favor.

»Bueno, ¿en qué estaba? Ciertamente, en lo de hablar de la vida.

Vos me conocés desde hace mucho tiempo, y quizás sepas muchas cosas de mi vida, pero creo que no lo sabés todo.

A veces hasta por vergüenza no lo contamos todo, no es con mala intención, sino más bien porque hasta noso-tros mismos nos resistimos a pensar seriamente en lo que nos está pasando.

O será que hasta la amistad más profunda guarda cierto pudor en cuanto a los temas que se tocan, y que por más que uno sienta que la amistad es una relación incondicional no se atreve a contar sus miserias, ésas que le corroen el alma, o que le quitan el sueño.

¿Que si es serio?

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Por supuesto, todas las cosas de la vida son serias, y hoy, amigo mío, creo que tengo la gran necesidad de con-tarte lo que realmente siento, así, de una, sin vergüenzas.

»Muchas veces siento que mis pensamientos pue-den estar equivocados, y estoy siendo castigado por mi blasfemia.

»Estoy en un círculo vicioso, por un lado estoy deses-peranzado y dudo, y por el otro es posible que el castigo a mi duda sea lo que me está llevando a estar mal, y por ende la causa de mi desesperanza.

»No me mires así, entiendo que es complicado, pero vos me conocés desde hace tiempo y sabés que a veces se me dan ésos rollos.

»Pero ¿qué puedo hacer? Es lo que pienso, y creo que por el solo hecho de pensarlo, ya no lo puedo ocultar, y por más que no te lo dijera, ¿de qué me serviría? Si lo pienso, y ante el Todopoderoso no lo podría ocultar.

»Como dice el refrán: “en el pecado va la penitencia”.¿Tenés un rato? porque hay algunas cosas que quiero

contarte.

»Estoy pasando el peor momento de mi vida.

»No pongas esa cara de asombro, vos sólo ves de mí la parte que yo me permito que veas, de igual forma que yo puedo ver lo que vos querés que vea.

»No tengo trabajo, no tengo proyectos, pero funda-mentalmente no tengo esperanzas.

»A veces no nos damos cuenta de que todo tiene que ver con la esperanza. O por lo menos así lo siento yo.

Muchas veces el presente se hace menos duro cuando pensamos que mañana va a ser mejor.

»Ya me ha pasado en otros momentos de mi vida, y lo que siempre me ayudó a salir adelante fue esa idea de que

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mañana se iba a poder, de que con esfuerzo, y sin bajar los brazos, se podía.

»Ahora es distinto.

»Lo que más me angustia es no poder pensar que el futuro va a ser mejor, y tampoco soporto vivir este presente.

»Es por eso que quería hablarte, quizás con la idea de que al poder compartirlo sería menos pesado, y de que al hablarlo me entenderías.

»La historia es larga, ¿tenés tiempo?Mejor pidamos algo más fuerte, para tomar coraje.

Sí, ya sé que es media tarde, pero a mí un whisky no me vendría mal.

»Como te decía, quizás por orgullo o por vergüenza no me he permitido mostrar mi verdadera angustia.

Quizás las expectativas que los demás ponen sobre vos son más importantes que las expectativas que vos tenés de vos mismo, y así te olvidás de si vos sos el que querías ser o el producto de lo que los demás esperaban que fueras.

No sé si me entendés...

»Una vez, estando en terapia, el terapeuta nos propu-so que tomados de las manos, y en círculo, cada uno de nosotros usara dos o tres minutos para decir “yo soy” y a continuación decir, casi en monosílabos, algún adjetivo que sintiéramos que nos definiera.

»Muchos al segundo o tercer adjetivo se ponían a llorar.

»Creo que a mí me va a pasar lo mismo si te sigo con-tando mi historia, donde trataré de decirte quién soy, o quién era, me voy a empezar a poner triste, a sentirme vacío, a sentirme desvalido, con esa tristeza que te com-prime el pecho.

»Esa que sin lágrimas te duele y te hace llorar para adentro.

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»Pero bueno, quizás sea éste mi último testimonio de mi paso por la vida.

»Paradójicamente, mi fracaso empezó con un triunfo, o por lo menos con la sensación de haber superado deter-minados obstáculos, que luego inexorablemente volvieron a aparecer y me dejaron con las manos vacías, o lo que es peor, con el espíritu vació.

»Para no aburrirte mucho, creo que yo y toda nues-tra generación pertenece a ese tiempo en el cual en la Argentina, y también en el mundo, bastaba con estudiar, trabajar, esforzarse, y los logros aparecían solos, o mejor dicho, aparecían como consecuencia del estudio, del es-fuerzo y del trabajo.

»Vos sabés bien, o por lo menos conocés una gran parte de mi infancia, y a pesar de que en ese entonces no nos conocíamos, sabés de una infancia muy pobre, y que gracias al esfuerzo de mi madre, a la ayuda de algunas otras personas y a que el principio básico de la vida era “si querés progresar tenés que estudiar”, pude ir pasando de ser muy pobre, a pobre, y luego cuando estuve en edad de trabajar, la que empezaba mucho antes que ahora, pude seguir estudiando, trabajando y progresando.

»Era un mundo más fácil, y había una movilidad social donde se podía ser el hijo de un obrero y a partir de mucho esfuerzo y un poco de suerte llegar a gerente de un Banco.

»Claro, no un gerente de Banco tan devaluado como los de hoy, donde les pagan cuatro pesos, los hacen trabajar mil horas sin ninguna compensación extra y en la primera de cambio los sacan a patadas porque el Banco quebró, se vendió, o se “racionalizó”.

»¿Te acordás de que había una época en la que el gerente del Banco de la Nación, por ejemplo, en algunos

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pueblos del interior, era parte de las fuerza vivas, y en los actos patrios estaba en el palco junto al cura y al intendente?

»Ahora da lástima verlos con los trajes brillosos de tanto uso y tanta planchada casera.

»Pero bueno, esto no tiene que ver con el tema que quiero contarte.

»Creo que todo lo que me está pasando me pegó por el lado de la fe, o mejor dicho por la falta de fe.

»La fe, es esa cosa que nos enseñan a tener cuando las cosas van mal, por la cual agradecer cuando no te va tan mal, y a temer si no hacemos ninguna de las dos cosas.

»Vamos creciendo y vamos tratando de encontrar algo en qué creer, y en la religión, por lo menos la católica, en la que yo me eduqué, o me educaron, siempre se encargaron de hacerme entender que todo pasa por la inmensa sabi-duría de Dios y que no importaba si yo lo entendía o no.

»Como buen creyente, me tenía que alcanzar con que ÉL lo supiera.

»En mi infancia y adolescencia, mi relación con la religión y particularmente con Dios, iba pasando por el mutuo respeto, yo sabía que tenía que hacer cosas por mi cuenta, pero que por otro lado ÉL miraba y me ayudaba o me castigaba dependiendo de los méritos.

»El famoso “ayúdate, que yo te ayudaré”.

»Fue así que a pesar de pertenecer a una familiar muy pobre, fui al colegio, no recuerdo haber pasado hambre, tampoco recuerdo muchos lujos, y sí recuerdo mucho sacrificio.

»Mi adolescencia, cuando nos conocimos, fue un poco más dura, porque los jóvenes se dan cuenta de las carencias más rápidamente.

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»Entonces, enseguida te avivás de si tu pantalón está más roto que el de los otros, o si en tu casa no se come lo mismo que en otras.

Tenés idea de volumen y calidad.

»Ahí te empiezan a preguntar “¿de qué trabaja tu papá?”.

»Ahí te das cuenta de lo que no tenés.

»Ahí nos conocimos y nos hicimos amigos. Siempre valoré que te acercaras a mí a pesar de que mi pobreza fuera notoria. Creo que eso selló más aún nuestra amistad.

»Sufrí un poco más, pero como ya dije, en mi casa el estudio era sagrado, y no importaba de dónde viniera, si quería que algo cambiara me tenía que sacrificar, poner yo mi parte y Dios iba a poner la suya.

»Terminamos la escuela secundaria, me tocó el servicio militar. ¿Te acordás? Todos andábamos rapados, y tratando de conseguir novia.

»Yo ya venía trabajado desde hacía un tiempo, pero fue recién salido de la colimba que encaré la primera búsqueda de trabajo de tiempo completo a la par de empezar mis estudios en la facultad.

»Así fue que entre trabajo, estudio y diversión llegamos a la edad adulta, la edad de tratar de independizarte, la cual, al igual que la edad de trabajar, nos llegaba más temprano.

No es por nada, pero en tu caso fue más fácil, siempre es mejor si tu viejo te puede dar una mano.

No, no te estoy criticando, lo estoy diciendo en general.

»Aunque, ahora que lo pienso, actualmente es más difícil para todos.

Quizás sea por la falta de oportunidades.

»¿Qué se le puede pedir a un joven de veinticuatro o veinticinco años, recién recibido, si tuvo suerte de ir a

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la universidad, y con un sueldo de seiscientos pesos en McDonalds?

»Seguro que se queda con papá y mamá hasta que se mueren y él se puede quedar con la casa.

»Pero como dije, nosotros pertenecemos a la Argentina donde el suplemento de los clasificados de Clarín pesaba más de medio kilo.

»¿Te acordás de que recién salido del servicio militar, con el título perito mercantil, y con el diario abajo del brazo conseguí mi primer trabajo?

»Sin recomendaciones, sin acomodos, sin ningún amigo de papá.

»Derechito, porque quería trabajar y había trabajo.

»Entré como auxiliar administrativo en un Banco.No de cadete.No para andar en bicicleta repartiendo empanadas.No para acomodar latitas en un supermercado.

»Teníamos un título secundario, y en ese tiempo valía.

»Por supuesto que si se quería seguir progresando tenía que seguir estudiando, superarme, esforzarme, mientras tanto Dios me seguía mirando y dándome la posibilidad de trabajar y estudiar.

»¿Te estoy aburriendo? ¿Pedimos otro whisky? A mí me vendría bien. Disculpame que te cuente cosas que ya sabés pero creo que son las que me acercan a lo que te quiero decir. Además, hace tiempo que no hablamos de los tiempos pasados, y a nuestra edad hablar del pasado se termina convirtiendo en un hábito.

»La universidad estatal era gratis y buena, y si bien siempre estuvo superpoblada, aquellos que se sacrificaban tenían su oportunidad.

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»Pasaron los años, y lentamente todo mejoraba, el trabajo y los estudios.

»Aunque parezca de otro planeta, en los trabajos se ascendía, se hacía carrera, y ello implicaba mejores con-diciones de sueldo, mayores responsabilidades y mayores beneficios.

»Pasó el tiempo y algunos nos fuimos casando. Vos fuiste uno de los primeros. Yo traté de esperar a graduar-me, pero igual un año antes me casé, y nos fuimos a vivir a un departamento alquilado. Aquel dos ambientes en Banfield, ¿te acordás?

Bueno, no fueron tiempos fáciles, pero tampoco muy duros. No teníamos muchas cosas. La cama que compramos con un préstamo, cuatro platos playos Durax, cuatro vasos y algunos cubiertos que nos trajimos cada uno de su casa.

»Un equipo de música, un mantel, dos juegos de sá-banas y dos almohadas.

»Como regalo de bodas, y entre varios, llegaron una mesita ratona, un juego de seis platos playos, platos hondos y de postre, seis tacitas de café, y seis de té.

»Por ahí también ligamos unos vasos de whisky y una hielera.

»No teníamos televisor.

»Pero no importaba, los dos trabajábamos, y sentíamos que se podía progresar.

»Nos fuimos de luna de miel a Bariloche porque lo daban a crédito en la Asociación Bancaria.

Al año de casados tuvimos nuestro primer hijo.

»La obra social cubría los estudios pre-parto, el parto, las visitas al pediatra, la leche del bebé, etc.

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En esa época, la clínicas privadas aceptaban a los afi-liados de las obras sociales sindicales, y la medicina privada y prepaga era cosa para las personas de mucho dinero.

»Así iban progresando las cosas, con trabajo, con sa-crificio, y con la ayuda de Dios.

»No es que no hayamos pasado tiempos difíciles.

»El país tuvo sus momentos muy inestables, pero no sé si por la inconciencia que da la edad, o por suerte, nunca sentimos peligrar nuestro futuro, o las posibilidades de trabajar.

»Al tiempo nació Jorge.De a poco, compramos un terreno, comenzamos a

edificar, llegó Marcela.Jorge empezó el jardín, terminamos la casa, nos mu-

damos, compramos un auto mejor, empezamos a disfrutar de irnos de vacaciones.

»Dios nos estaba recompensando por nuestra fe y por nuestro sacrificio, y si bien nunca fuimos “muy devotos”, creíamos más en que si ayudábamos a los que podíamos, si éramos buena gente, si teníamos esa fe interior, y funda-mentalmente si “trabajábamos”, la vida nos iba a ir dando aquellas cosas por las que luchábamos.

»Tuvimos la inmensa suerte de terminar nuestra casa, de mandar a nuestros hijos a buenos colegios (la educación pública ya se estaba deteriorando), de tener nuestro auto, de comprar luego un segundo auto, de ayudar a nuestros padres, (ya casi no había jubilación), y todo eso AUNQUE PAREZCA MENTIRA lo conseguimos TRABAJANDO.

»Es verdad que con suerte y con la ayuda de Dios. Por eso cuando un sindicalista dijo que “en este país nadie se hizo rico trabajando” yo me sentí indignado.

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»No era cierto.

»Nosotros no éramos ricos, pero habíamos conseguido muchas cosas, teníamos trabajo y creíamos en un futuro mejor. Y no éramos los únicos, estaban nuestros amigos, nuestros vecinos, y un montón de gente que se sacrificaba, que quería mejorar por medios lícitos, que no transaba.

»Muy probablemente él se refería a aquellos que sin querer hacer nada, robaban para conseguir las cosas que para un montón de personas significaban muchos años, muchas ganas y mucho sacrificio.

»Hoy, ya pasados muchos años, y con un sabor amar-go en la boca, creo que ése fue el comienzo de parte de la decadencia de valores que vino sufriendo nuestro país.

»Y quiero decir que creo que nos están ganando la ba-talla, cada vez es más la gente que está resignada y abatida.

»No me pongas esa cara. Vos sabés que después de cada crisis nos parece que todo vuelve a la normalidad pero al poco tiempo nos bajan de un plumazo. Y eso se cobra sus víctimas.

No aparecen en los diarios, son muertos silenciosos de un país que lo expulsó.

»Pero bueno, volviendo a aquella época, las cosas parecían transcurrir en una linda calma, llena de trabajo, esperanza, amigos y ver crecer a los hijos.

»Pero llegó un momento de la historia del país en la cual parece que Dios nos abandonó.

»No a nosotros, sino al país.

»O nosotros hicimos tan mal las cosas que ni siquiera toda la ayuda de Dios nos alcanzó.

»El trabajo empezó a escasear, la eficiencia empezó a hacernos sentir inútiles, aparecieron más canchas de paddle, más kioscos, más remises, más gente vendiendo

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cosas en la calle, más gente que tocaba timbre pidiendo, más personas dando clases particulares de algo.

»El diario ya no publicaba avisos de trabajo, lo único que crecía era el rubro cincuenta y nueve: masajes, acom-pañantes, modelos, etc.

»Y como no podía ser de otra manera, el Banco donde yo trabajaba se vendió, se racionalizó y me echaron.

»A mi esposa, que trabajaba en una empresa chiquita, como producto de la crisis le empezaron a quitar beneficios, le bajaron el sueldo, y la terminaron echando.

»En ese momento, en el que parecía que Dios nos había abandonado, apareció la oportunidad de irme a trabajar al exterior.

»En aquel momento, si bien representaba una solución, sólo aquellos que por alguna razón se hayan tenido que ir entenderán que al irte dejás el alma.

Que irse a un lugar desconocido, trasladar a tu fa-milia, saber que todo lo que tenés lo estás dejando atrás, provoca un gran dolor, más allá de la “alegría” de poder seguir trabajando.

»¿Te acordás de las horas que pasamos hablando sobre irme, los cafés que tomamos, de mis dudas y mi cagazo?

Dios nos había cerrado una puerta, pero nos había abierto una ventana.

»Y fue así como en el año 1995, cargando nada más que nuestra ropa, nos fuimos a trabajar a Brasil.

»La verdad, no entendíamos muy bien por qué nos estaba pasando esto.

»Era el país. Era el mundo, el que estaba cambiando. Era la globalización.

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»Pero no importaba, tal como nos habían educado, había que ponerle el pecho, trabajar, sacrificarse y tratar de salir adelante.

»Si cumplíamos con nuestra parte, Dios nos iba a seguir mirando y todo iba a ser para bien.

»“Dios aprieta pero no ahorca”

»A esta altura del relato, supongo que pensarás que soy un poco ingenuo e individualista, al pensar y esperar que Dios nos mire a todos un poquito, para bien o para mal. Pero a fin de cuentas, ¿no es eso lo que nos inculcan en la fe?

»Claro, nunca llegamos a comprender por qué, si nos mira a todos un poquito, hay gente que se muere de hambre, niños que mueren, ancianos desamparados, guerras, etc.

»Obvio que es muy ingenuo creer que porque Dios nos mire el mundo va a ser un paraíso, y que no va a haber gente o maldades, pero para ser honesto nunca entendí esa dualidad de que todo lo ve y que al mismo tiempo permita que existan esas cosas.

»Por otro lado, sería ilógico pensar que ante cada in-conveniente Dios tuviera que andar metiendo mano.

»Cada persona la tiene que luchar por su cuenta, y no todos corremos con la misma suerte, pero hay momentos en los cuales tengo la sensación de que la desgracia se ensaña con determinadas personas.

»No alcanza con la inundación y que pierdan todo, atrás vienen las pestes, el desamparo, la ayuda prometida que no llega y después el olvido.

»O que te llegan esas oleadas de mala racha, dónde no sólo perdés el empleo, sino que te enfermás, te quedás sin ahorros y te rematan tu casa.

»Y en el medio de todo está la fe.

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»La gente que te dice que tengas paciencia, que ya va a pasar, que Dios te va a ayudar, que tengas fe, que reces, que pidas, que creas.

»Parece ser que si miles de personas mueren en un terremoto, es la voluntad de Dios y que en su infinita sa-biduría ÉL sabe por qué, pero al mismo tiempo, si después de veinte días aparece un bebé con vida, es un milagro.

Milagro sería si se hubieran salvado todos.

»No te rías, no es el efecto del whisky, creo que es el efecto de la desesperanza.

»Bueno, esta parte te la sabés casi completa, pero a partir de nuestra partida creo que hubo muchas cosas que te perdiste, y que yo me perdí de vos.

Sí, está bien, nos hablábamos, nos escribíamos, pero no compartíamos, y creo que ahí es donde vos te empezaste a enterar de lo que yo te quería contar.

»Como en todas las cosas nuevas, y si bien yo estaba contratado desde Argentina, tuve que pagar mi derecho de piso.

»Desde las pequeñas cosas idiomáticas hasta inser-tarme en una sociedad distinta, costumbres, valores, etc.

»Como siempre, y aún sin tener alojamiento, lo pri-mero que hicimos fue anotar a nuestros hijos en el colegio siguiendo con el mandato adquirido después de tantos años, no había excusa para no trabajar, estudiar o cumplir con nuestras obligaciones.

»La depresión no podía ganarle a la responsabilidad.

»Nos fuimos instalando, nos fuimos acostumbrando, y entre resignación y fe, fuimos tratando de entender por qué Dios nos había puesto en ésa circunstancia.

»Habría algo que tendríamos que aprender y ésa era la forma que ÉL había elegido.

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»Siempre la FE es algo ambivalente, por un lado si nada pasa es la voluntad de Dios, y si las cosas no salen como uno espera, o peor aún, salen mal, entonces la explicación es que Dios nos está poniendo a prueba.

»Creo que por eso Dios es Dios, y todo es cuestión de fe.

»Yo también estaba siendo parte de ese dilema.

»Por un lado estaba ahí en Brasil, tratando de trabajar, agradecido a Dios por tener esa oportunidad, sin saber bien por qué, pero pensando que Dios sí lo sabía, y suponiendo que me miraba un poquito.

»Y por el otro, no entendía por qué me había tenido que ir, por qué extrañaba, por qué había trasplantado a mi familia y por qué mis hijos seguían llorando.

»Aunque parezca contradictorio, gracias a Dios, las cosas fueron mejorando lentamente, nosotros le pusimos muchas ganas, mucho trabajo, y pareció que Dios nos se-guía mirando un poquito y nos permitió disfrutar, crecer, vivir, construir algunos ahorros y viajar.

»A todo esto seguíamos con nuestra filosofía de tra-tar de ayudar a nuestras familias, tratar de comportarnos como buenas personas y seguir poniendo nuestra cuota de sacrificio para no dejar todo librado a la ayuda divina.

»Seguramente, a esta altura del relato, sería lógico que pienses “¿De qué se queja este tipo? Tiene trabajo, casa, sueldo, ahorros, puede viajar, y encima tiene tiempo para hacerse cuestionamientos filosóficos, de la fe, de Dios, y de sus milagros”.

»Honestamente, no tengo ninguna respuesta.

»Si pienso en los millones y millones de personas que pasan hambre, que están enfermas, que son víctimas de las guerras por el sólo hecho de haber nacido en el lugar

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equivocado, debería parar acá, darte las gracias por la compañía, pagar la cuenta e irme a dormir.

»Pero quisiera aclararte que todo lo que cuento fue hecho a puro trabajo, a puro sacrificio y que si bien no puedo colgarme ninguna medalla por eso, soy conciente de que hay miles de personas que se levantan a la madrugada, trabajan jornadas de muchas horas y al final del día no les alcanza para comer.

»Yo eso lo viví dentro de mi propia familia, en mi in-fancia, y por eso siempre fui sinceramente agradecido de las cosas que la vida me permitía tener.

»Pero volviendo a lo que te estaba contando.

»Nuestra estadía en Brasil duró ocho años.

»Nuevamente, por el efecto de la globalización, las fusiones y la racionalización, la empresa en la que tra-bajaba decidió que ya no había lugar para mí, y terminé con un cheque, cuatro pasajes para Buenos Aires, y una mudanza paga.

»Otra vez fui afortunado, porque según me contaste en ese momento en Buenos Aires, estaban más o menos en la misma situación, la racionalización era feroz, y para peor no había cheque.

»Ya había pasado el corralito, la debacle política, y parecía que la peor parte estaba superada, y que de ahora en adelante se podía mejorar.

»En un primer momento me sentí afortunado, tenía cuarenta y cinco años, era profesional, experiencia inter-nacional y algunos ahorros.

»Seguramente, en Argentina las cosas no estarían muy bien, pero no tan mal como para no conseguir nada, y ade-más los ocho años pesaban mucho y volver a los afectos era una buena sensación.

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»Un hecho que vale la pena aclarar, y que cambió profundamente mi vida, fue que un año antes me había separado, y que luego de dieciocho años de casados y de aquel humilde y esperanzado inicio en Banfield, habíamos decidido separarnos y si bien los dos seguíamos viviendo en Brasil ya no estábamos juntos.

»Dicen los psicólogos que las tres situaciones más estresantes son la mudanza, la separación y la muerte.

»Bueno, yo ya venía pasando por dos.

»El regreso no fue más fácil que la salida original.

»Los chicos ya se habían acostumbrado, tenían sus amistades, nosotros a nuestra forma habíamos hecho las nuestras, y volvernos fue como volver a transplantar de nuevo la plantita que ocho años antes habíamos sacado de Buenos Aires.

»Encima, la separación hacía lucir esta nueva situa-ción como una “culpa” mía, en la cual ni siquiera había sido capaz de mantener mi trabajo, cuando ocho años antes mi familia había dejado todo por seguirme en mi oportunidad de trabajo.

»Nuevamente, la vida, el destino, Dios, o quien fuera, nos ponía prueba.

»En julio de 2003, llegamos a Buenos Aires, entre la alegría de volver a los afectos, la tristeza de haber dejado lo que teníamos en Brasil, los chicos tratando de enten-der qué había pasado, y buscando reinstalarnos como un matrimonio separado.

»Afortunadamente, nuestra relación “ex-matrimonial” seguía siendo muy buena, por lo cual nos ayudábamos mu-cho mutuamente, y fundamentalmente ambos tratábamos de mantener unida la parte que quedaba de nuestra familia.

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»Nuevamente, lo primero que hicimos fue anotar a los chicos en el colegio, uno en la facultad y a la otra en el secundario.

»Transplantados, separados, tristes, pero con el man-dato “intacto”.

»Nada justifica no hacer las cosas que uno tiene que hacer para salir adelante, y para las personas honradas el trabajo y el estudio son sagrados.

»Otra vez, estaba presente la gran pregunta: “¿Por qué nos estaba pasando esto?”, y en seguida nos consolábamos pensando que había gente que estaba peor y que además, Dios sabe por qué hace las cosas.

»Mientras nos instalábamos, me dediqué a visitar to-dos los potenciales trabajos, antiguos amigos, colegas y consultoras.

»Luego me dijeron que gran parte del mercado laboral estaba en las páginas de las consultoras en Internet, así que pase días enteros cargando mis antecedentes en todos los portales que encontraba.

»De pretensiones, ni hablar.

»Se trataba de conseguir trabajo, ese era el mandato que había mantenido durante treinta años, era por lo que en su momento me fui del país, y era lo único que sabía hacer.

»Seguro que algo iba a aparecer, era profesional, con experiencia, inglés, computación, buenos antecedentes, y la verdad, a medida que pasaba el tiempo, cada vez con menos pretensiones.

»Y siempre con la secreta esperanza que “Dios aprieta, pero no ahorca”.

»Mientras tanto, me iba poniendo al tanto de la “rea-lidad” argentina. No esa que me contaban cada vez que venía de visita, casi de vacaciones.

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»Esa que sólo se ve cuando vivís y hablás con la gente.

»Los desocupados, la gente haciendo fila por un plan de ciento cincuenta pesos, el diario que sigue sin tener avisos clasificados, el mismo discurso de que estamos mejor pero que nadie lo ve, que tenés cuarenta y cinco años y no servís ni para McDonalds, y que si hiciste una buena carrera ahora estás “sobrecalificado” para los pocos puestos que hay.

»Las consultoras, que te citan para mantener la inercia de tener una determinada cantidad de entrevistas por mes, cuando en realidad no están buscando nada.

»Es por eso, que pasado un tiempo considerable de espera, empecé a pensar en la posibilidad de hacer algún emprendiendo profesional personal, algo propio.

»No era descabellado pensar que con algo de capital, con experiencia y con muchas ganas, debía haber alguna oportunidad para alguien como yo.

»Si a los cuarenta y cinco era viejo o sobrecalificado para encontrar trabajo, seguro que iba a ser una ventaja para poner mi propio negocio.

»Experiencia, algo de capital y ganas, tenían que ser los componentes de una fórmula exitosa.

»Además, quizás fuera ésta la forma que Dios tenía de decirme que había llegado el momento de independizarme, y tratar de hacer algo en forma profesional e independiente.

»Porque ya lo dice el refranero popular: “cuando se cierra una puerta, se abren diez ventanas”.

»Así que con ese renovado entusiasmo, me dediqué a pensar qué hacer. Qué emprendimiento tomar.

»Lo primero que se me vino a la cabeza fue hacer ase-soramiento profesional en aquella función en la que me había especializado por más de veinticinco años, hasta que

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me di cuenta de que, entre los reales y los inventados, si bostezabas te tragabas un asesor financiero en cada esquina.

»Además, con la crisis bancaria que había pasado el país, los Bancos no sólo no tomaban gente, sino que como lógica consecuencia había miles de tipos, ex-empleados bancarios que tenían consultoras hasta para enseñarte a hacer un plazo fijo.

»En ese rubro éramos muchos.

»Entonces, pensé que la señal de Dios era mucho más profunda, no sólo tenía que ser independiente, sino que en un rubro distinto al cual le había dedicado toda mi vida.

»Es por eso que, con renovado entusiasmo y creyendo haber descifrado el mensaje divino, me puse a pensar en aquellas cosas que podían funcionar o que estaban fun-cionando y que podían ser mejoradas.

»Al final de cuentas había tenido la suerte de vivir en otro país, y de conocer otros, y eso alguna ventaja me tenía que aportar.

»Pensé y pensé.

»Mientras tanto, no dejaba de enviar mis antecedentes a cuanto aviso aparecía, y que tuviera la pinta de parecer-se en algo a mi experiencia laboral, no fuera cosa que el designio fuera que cambiara, pero que al mismo tiempo, estuviera siendo soberbio y dejara pasar una oportunidad de trabajar.

»Después de un tiempo, me pareció que podía fun-cionar la idea de hacer una página de Internet.

Algo interesante, que ofreciera servicios gratuitos a la gente.

»La gente visitaba la página, de esa forma yo podía vender la publicidad a las empresas que quisieran que sus marcas se vieran allí.

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»Algo sencillo, nada para hacerme millonario, pero a fin de cuentas un proyecto mío, que con mucho trabajo, paciencia y un poco de suerte, podría llegar a ser algo en lo que trabajar.

»Obviamente, un proyecto necesita de inversión, di-seño, programación, algo de publicidad, etc.

»Fue así como durante varios meses fui poniendo todas mis ganas, un poco de capital y muchas esperanzas en que fuera ese el proyecto al cual dedicarme.

»No importaba que fuera pequeño y sin ingresos, era algo para hacer, y yo confiaba en que, como siempre, Dios me ponía a prueba, y que con sacrificio me iba a mostrar el camino, y al final iba a recoger los frutos de mi fe y de mi perseverancia.

»Hacía todo esto sin dejar de mandar mis antecedentes a los avisos, sin dejar de decirle a cuanto conocido se me acercaba que estaba buscando trabajo, sin dejar de revi-sar todos los días las páginas de Internet para ver si había algún aviso, sin dejar de presentarme con una sonrisa a las pocas entrevistas a las que me llamaron y de las cuales nunca más tuve respuesta.

»No importaba, por algún lado se iba a solucionar la cosa, o acaso antes no había estado peor y al final Dios siempre me echaba una mano.

»Después de un año, tuve que cerrar la página por-que ya no tenía dinero para seguir pagando el servicio de mantenerla activa.

»Todo el trabajo de carga, diseño y programación, no servía para nada.

»Todo a pérdida.

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»Ahí, pensé “Claro, era lógico que no funcionara, yo no sabía nada de Internet, y en los momentos de crisis uno tiene que tratar de hacer lo que mejor sabe hacer”.

»Era mi culpa.

»Volví a meterle con todo en la búsqueda de trabajo en relación de dependencia.

»Eso era lo que yo sabía hacer, y era eso lo que me iba a permitir salir de ésta situación.

»Nunca te conté, quizás por vergüenza pero a pesar de mi escepticismo en la clase política, llegué a escribirle al Presidente de la Nación.

»Le decía que era un profesional, muy bueno, que era muy calificado, que se fijara en mis antecedentes, que esta-ba dispuesto a trasladarme donde fuera, que me ayudara.

»Un par de semanas después recibí la respuesta de la Directora de Documentación Presidencial, en la que me decían que se complacían en informarme que la habían derivado “para su consideración” a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

»Saluditos y chau.

»Unas semanas más tarde me llamó una señorita, de la Jefatura, que no debía tener más edad que mi hijo mayor, y me recomendó que me dirigiera con mi currículum al centro de gestión ciudadana más cercano a mi domicilio.

»Me sentí más inútil que nunca.

»No pretendía una audiencia presidencial, pero des-pués de haberla luchado tanto, de tener mi título profesio-nal, obtenido en buena ley, de haber trabajado en muchos bancos nacionales y extranjeros, de haber hecho todo en base al esfuerzo y trabajo, sentía que me estaban mandando a sacar un plan jefes y jefas.

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»No pretendía sentirme un salvador de la Patria, y suponía que debían de existir en el país cientos de pro-fesionales más calificados que yo, pero de igual forma y viendo la mediocridad y el constante discurso político en el que se convoca a las personas calificadas a colaborar con el país, sentía que en ese momento hubiese tomado cualquier cosa, aún sin sueldo por el sólo hecho de sen-tirme útil, por el placer de ver que todo lo que me había sacrificado durante mi vida servía para algo.

»Creo que la dirigencia política se sorprendería de la cantidad de gente calificada que estaría dispuesta a colaborar sólo para recobrar esa sensación de sentirse útil.

»No es mi intención denigrar la ayuda social o discri-minar a nadie, y quizás por venir de ese estrato social, y de haber tenido que luchar mucho para superarme y de haber tenido la inmensa fortuna de haberlo logrado, es que entiendo, y que comprendo verdaderamente las ne-cesidades de las personas más humildes de nuestro país.

»Pero no era lo que estaba buscando para mí, y ade-más aún dentro de mi desesperación era incapaz de sa-carle la oportunidad a un verdadero necesitado, porque mi situación, aunque mala, no lo era tanto como la de los más pobres.

»Estoy viendo tu cara y creo que vale la pena que te deje algo en claro.

»Parece que sólo tienen derecho a quejarse los que pasan hambre.

Por supuesto que esta es una situación “inaceptable” en cualquier sociedad.

Pero ¿qué pasa con aquellos profesionales que no consiguen trabajo, con aquellos estudiantes que no tienen futuro, con aquellos comerciantes que deben cerrar sus negocios?

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¿Porque no pasan hambre “por ahora” no tienen de-recho a esperar algo más de sus vidas?

»Yo me sentía así.

»Afortunado de no pasar hambre, y desgraciado porque a la mitad de mi vida no tenía trabajo.

»Porque estaba mejor que los que estaban peor, pero viendo cómo se destruía aquello por lo que había luchado toda mi vida.

»Parece ser que la nivelación siempre es hacia abajo.

»No importa si estudiaste toda tu vida, si te rompiste el alma y te recibiste de Ingeniero y ahora estás manejando un taxi.

»No te quejes, por lo menos no pasás hambre.

»Pero bueno, un poco con esperanza, y otro poco con pastillas, todas las noches lograba conciliar el sueño a la espera de un mañana mejor, “no hay mal que dure cien años”, y si yo no me dejaba estar algo tenía que aparecer.

»Además, tenía que contener la angustia, no podía darme el lujo de que mis hijos tuvieran real idea de mi estado desesperante.

¿Para qué preocuparlos?

»Seguro, con un poquito de la ayuda de Dios, todo se iba a solucionar.

»También estaban mis viejos, que necesitaban de mi ayuda económica, porque este país también se había encargado de fagocitarles sus jubilaciones, y por mucho discurso y promesas, si yo no ponía algunos pesos extra, ellos no llegaban a fin de mes.

»Así que ¿para qué traerles más preocupaciones y humillación?

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»Es cierto que si no me hubieran pasado todas las cosas que te conté, que si hubiese conseguido trabajo, o si siguiera en Brasil., no estaría reflexionando acerca de la fe, de Dios, y de la consistencia entre lo que nos dicen y lo que nos pasa.

»Cuando uno está bien se acuerda poco de Dios.

»Se agradece un poco por miedo, no sea cosa que Dios exista y nos saque lo que estamos disfrutando.

»Si andamos medios jodidos, empezamos a pedirle algo a Dios y nos volvemos un poco más devotos.

»Después, si seguimos más jodidos, pueden pasar dos cosas.

O nos volvemos muy devotos, casi fanáticos, y con gran resignación aceptamos tener el agua hasta el cuello, y pensamos que pertenecemos al pueblo elegido que Dios está poniendo a prueba, para luego recompensarnos en la otra vida.

O nos revelamos, y cuestionamos su existencia.Ahí, nos volvemos críticos.

»Mientras teníamos el Mercedes Benz, no.

»A mí me pegó por la segunda alternativa.

»Antes de que me excomulguen quiero hacer dos aclaraciones.

»Respeto profundamente a la gente que a pesar de las adversidades puede mantener su fe, sin tan siquiera cuestionarse por qué les están pasando determinadas calamidades.

»La segunda es que no cuestiono a la Iglesia, que en última instancia es una organización y que por estar inte-grada por hombres, algunos ayudan, otros se preocupan más y otros se aprovechan de la organización.