+ All Categories
Home > Documents > Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

Date post: 15-Mar-2016
Category:
Upload: editorial-sexto-piso
View: 223 times
Download: 1 times
Share this document with a friend
Description:
 
Popular Tags:
32
Transcript
Page 1: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva
Page 2: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

Dispara a todo lo que se muevaLa verdadera guerra norteamericana

en Vietnam

Nick TurseTraducción de María Tabuyo y Agustín López Tobajas

Page 3: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

Todos los derechos reser vados.Ning una parte de esta publicación puede ser reproducida,

transmitida o almacenada de manera alg una sin el permiso prev io del editor.

Título originalKill Anything That Moves. The Real American War in Vietnam

Copyright © 2013 by Nick Turse Published by arrangement with Metropolitan Books, a division of Henry Holt and Company, llc, New York. All rights reserved.

Primera edición: 2014

Imagen de cubierta© Terry Fincher / Getty Images

Traducción© María Tabuyo y Agustín López Tobajas

Copyright © Editorial Sexto Piso, S. A. de C. V., 2014París 35-AColonia del Carmen, Coyoacán04100, México D. F., México

Sexto Piso España, S. L.Calle los Madrazo, 24, semisótano izquierda28014, Madrid, España

www.sextopiso.com

DiseñoEstudio Joaquín Gallego

FormaciónGrafime

ImpresiónKadmos

ISBN: 978-84-15601-69-2Depósito legal: M-11787-2014

Impreso en España

Page 4: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

Para todos aquellos que compartieron sus vivenciasy para aquellos cuyas vivencias están aún por ser contadas.

Page 5: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

ÍNDICE

INTroDuCCIóN: una operación, no una anomalía 11

1. La matanza de Trieu Ai 37

2. un sistema de sufrimiento 57

3. Capacidad de destrucción abrumadora 97

4. una letanía de atrocidades 135

5. Sufrimiento sin límites 175

6. El Bummer, la «caza del gook» y el «Carnicero del delta» 231

7. ¿ Qué ha ocurrido con todos los crímenes de guerra? 265

EPÍLogo: Espíritus errantes 309

AgrADECIMIENToS 313

IMágENES 321

NoTAS 337

ÍNDICE ANALÍTICo 423

Page 6: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

DIVISIoNES ADMINISTrATIVASVIETNAM DEL Sur

Da Lat - Municipalidad autónoma

Kilómetros

millas

0 25 50 75 100

0 25 50 75 100

CUERPO I

CUERPO II

CUERPO III

CUERPO IV

zOna EsPECIal dE la CaPItal

SAIGÓN

Page 7: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

INTroDuCCIóN:uNA oPErACIóN, No uNA ANoMALÍA

El 21 de enero de 1971, un excombatiente de Vietnam llamado Charles McDuff escribió una carta al presidente richard Nixon para expresar su indignación por la guerra que libraban los Es-tados unidos en el Sudeste Asiático. McDuff había presenciado en múltiples ocasiones cómo los soldados norteamericanos y sus aliados maltrataban y mataban a civiles vietnamitas, y había podido comprobar que el sistema de justicia militar estadou-nidense era terriblemente ineficaz a la hora de castigar a los culpables de tales actos. «Tal vez sus consejeros no le hayan informado —decía McDuff al presidente—, pero las atrocida-des que se cometieron en My Lai quedan eclipsadas por accio-nes similares perpetradas por los estadounidenses en todo el país». Su misiva de tres páginas escrita a mano concluía con una apasionada súplica a Nixon para que pusiera fin a la par-ticipación norteamericana en la guerra.1

La Casa Blanca remitió la nota al Departamento de De-fensa para su respuesta, y en unas semanas el general de di-visión Franklin Davis Jr., director de la política de personal militar del Ejército, contestó a McDuff. Era «en efecto lamen-table —decía Davis— que sucedan algunos incidentes de ese tipo en áreas de combate». Luego trasladaba firmemente el peso de la responsabilidad de lo que había sucedido al excom-batiente. «Supongo —escribía— que informó inmedia tamente de esas acciones a las autoridades pertinentes». Salvo un pá-rrafo de información sobre la manera de contactar con los investigadores penales del Ejército de los Estados unidos, la respuesta no constaba de más de cuatro frases e incluía unas flemáticas y tranquilizadoras palabras: «El Ejército de los

Page 8: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

12

Estados unidos nunca ha tolerado el asesinato gratuito ni la indiferencia por la vida humana».2

Ésta era, y sigue siendo, la postura oficial de las Fuerzas Armadas norteamericanas. En muchos aspectos, sigue siendo la visión más difundida entre la población de los Estados uni-dos en general. Actualmente, las historias sobre la guerra de Vietnam tratan regularmente de crímenes de guerra o del su-frimiento de civiles sólo en el contexto de un único suceso: por ejemplo, la matanza de My Lai citada por McDuff. Aunque ese único acontecimiento se haya convertido en tema de numero-sos libros y artículos, todas las demás atrocidades perpetradas por los soldados de los Estados unidos han desaparecido esen-cialmente de la memoria popular.

El horror visceral que produce lo que sucedió en My Lai es innegable. En el atardecer del 15 de marzo de 1968, miembros de la Compañía Charlie de la Americal Division, 1.er Batallón, 20.º de Infantería, fueron informados por el oficial al mando, el capitán Ernest Medina, de una operación planificada para el día siguiente en la zona que conocían como «Pinkville». Como recordaba Harry Stanley, miembro de la unidad, «[Me-dina] nos ordenó que “matáramos a todos en el pueblo”». El soldado de infantería Salvatore LaMartina recordaba las pala-bras de Medina de manera sólo ligeramente diferente: debían «disparar a todo lo que respirara». En la mente del observa-dor de artillería James Flynn se quedó grabada la pregunta que uno de los soldados formuló: «¿Se supone que debemos matar a mujeres y niños?». Y la respuesta de Medina: «Disparad a todo lo que se mueva».3

La mañana siguiente, los soldados subieron a bordo de los helicópteros y fueron trasladados a lo que pensaban sería una «lz caliente»: una zona de aterrizaje [landing zone] donde se encontrarían bajo fuego hostil. Sin embargo, resultó que, en vez de encontrarse enemigos vietnamitas con ganas de pelea, los norteamericanos que entraron en My Lai sólo se toparon con civiles: mujeres, niños y ancianos. Muchos estaban todavía preparando su desayuno de arroz. No obstante, las órdenes de

Page 9: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

13

Medina fueron seguidas al pie de la letra. Los soldados de la Compañía Charlie dispararon. Dispararon a todos. Dispararon a todo lo que se movía.

Avanzando en pequeños pelotones, los hombres de la unidad disparaban contra las gallinas cuando se escabullían, contra los cerdos cuando salían corriendo, y contra las vacas y los búfalos de agua que mugían entre las casas con tejado de paja. Abatieron a tiros a los ancianos que estaban sentados en sus hogares y a los niños que corrían buscando refugio. Lan-zaron granadas al interior de las casas sin molestarse siquiera en mirar lo que había dentro. un oficial agarró a una mujer por el cabello y le disparó con su pistola a quemarropa. otra mu-jer que salía de su casa con un bebé en los brazos fue abatida allí mismo. Cuando el niñito cayó al suelo, otro soldado abrió fuego contra él con su rifle automático m-16.

Durante cuatro horas, los miembros de la Compañía Charlie acabaron metódicamente con la vida de más de qui-nientas víctimas desarmadas, asesinando unas veces de uno en uno o de dos en dos, otras veces en pequeños grupos, y re-uniendo a muchos más en una zanja de desagüe que se con-vertiría en terreno de exterminio de infausto recuerdo. No se encontraron con ninguna oposición. Incluso se tomaron un tranquilo descanso para comer en medio de la carnicería. De paso, violaron también a las mujeres y a las niñas, mutilaron a los muertos, quemaron sistemáticamente las casas y conta-minaron el agua potable de la zona.4

Hubo montones de testigos en tierra y todavía más en el aire, pues los oficiales y los tripulantes de los helicópte-ros norteamericanos podían ver perfectamente las pilas cre-cientes de los cuerpos de los civiles. Sin embargo, cuando las Fuerzas Armadas hicieron públicas las primeras noticias del ataque, aquello se describió como la victoria sobre una fuerza enemiga formidable, una batalla legítima en la que se mató a ciento veintiocho soldados enemigos sin la pérdida de una sola vida norteamericana.5 En un telegrama rutinario de felicita-ción, el general William Westmoreland, comandante en jefe

Page 10: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

14

de las fuerzas de ee. uu. en Vietnam, alababa el «duro golpe» asestado al enemigo. Su protegido, el comandante de la Ame-rical Division, añadía una nota alabando específicamente la «agresividad» de la Compañía Charlie.6

A pesar de los comunicados, los informes de radio y las informaciones en lengua inglesa hechas públicas por las fuer-zas revolucionarias vietnamitas, la matanza de My Lai seguiría siendo, para el mundo exterior, una victoria norteamericana durante más de un año. Y la verdad podría haber permanecido oculta para siempre si no hubiera sido por la perseverancia de un solo excombatiente de Vietnam llamado ron ridenhour. El soldado ridenhour, de veintidós años, no había estado en-tre los cientos de soldados americanos que entraron en My Lai, aunque había visto civiles asesinados en otros lugares de Vietnam; pero había oído hablar sobre la matanza a otros com-pañeros suyos que habían estado en Pinkville ese día. Des-concertado, ridenhour dio el paso sin precedentes de reunir cuidadosamente los testimonios de múltiples testigos ocula-res. Luego, cuando regresó a los Estados unidos después de cumplir su período de permanencia de un año en Vietnam, se comprometió a hacer todo cuanto fuera necesario para exponer el suceso a la atención del público.7

Los esfuerzos de ridenhour se vieron apoyados por el mi-nucioso trabajo de investigación de Seymour Hersh, que pu-blicó artículos periodísticos sobre la matanza; por la aparición en la revista Life de imágenes espeluznantes a todo color que el fotógrafo del Ejército ron Haeberle captó en My Lai cuando se estaban desarrollando los acontecimientos; y por la entrevista en tono de confesión que un soldado de la Compañía Charlie concedió a cbs News. El Pentágono, por su parte, luchó cons-tantemente por minimizar lo sucedido, afirmando que las in-formaciones de los supervivientes vietnamitas estaban siendo extremadamente exageradas. Al mismo tiempo, el Ejército centró su atención en el oficial de más baja graduación que podía asumir de forma verosímil la responsabilidad de aquella pesadilla: el teniente de la Compañía Charlie, William Calley.8

Page 11: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

15

una investigación de las Fuerzas Armadas sobre los asesi-natos determinó finalmente que treinta individuos estuvieron implicados en la conducta criminal durante la matanza o en su encubrimiento. Veintiocho de ellos eran oficiales, incluidos dos generales, y la investigación concluyó que habían cometido un total de doscientos veinticuatro delitos graves.9 Pero sólo Calley fue declarado culpable de algún delito. Se le condenó a prisión de por vida por el asesinato premeditado de veintidós civiles, pero el presidente Nixon lo liberó de la cárcel y le per-mitió permanecer bajo arresto domiciliario. Finalmen te fue puesto en libertad condicional después de cumplir sólo cua-renta meses, la mayor parte de ellos en la comodidad de su propio alojamiento.10

La respuesta pública seguiría, en términos generales, la tónica de la oficial. Veinticinco años después, ridenhour lo resumía de esta manera:

Al final, si preguntas a la gente qué sucedió en My Lai, te di-rán: «Ah, sí, ¿no fue aquello de que el teniente Calley se volvió loco y mató a no sé cuántas personas?». Pero no, no fue eso lo que sucedió. El teniente Calley fue, en efecto, uno de los que enloquecieron y mataron a un montón de personas en My Lai; pero eso fue una operación, no una anomalía.11

Mirando hacia atrás, es evidente que la anomalía real fueron la investigación y la denuncia, incomparables y sin precedentes, de My Lai. Nunca se había permitido que ninguna otra atroci-dad norteamericana cometida durante la guerra —y hubo mu-chas— se abordara con la misma atención. Por supuesto, en su mayor parte no habían sido fotografiadas, y muchas de ellas no estaban documentadas de ningún modo. La inmensa mayoría nunca llegaron a conocerse fuera de la unidad que en cada caso las perpetró, y gran parte de las investigaciones que se reali-zaron fueron clausuradas, anuladas o abandonadas. Incluso en las escasas ocasiones en que se investigaron seriamente las acusaciones dentro del Ejército, pronto los informes quedaron

Page 12: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

16

enterrados en archivos clasificados que nunca llegaron a ver la luz del día.12 Los denunciantes que seguían siendo soldados o habían salido hacía poco tiempo del Ejército fueron ame-nazados, intimidados, difamados, o —si tenían suerte— sim-plemente marginados e ignorados.

Hasta que las revelaciones de My Lai se convirtieron en noticia de primera página, las historias de atrocidades fueron desechadas rutinariamente por los periodistas o expurgadas por los directores de los periódicos estadounidenses. El des-tino de los civiles en las zonas rurales de Vietnam del Sur no merecía muchos análisis; incluso los artículos que menciona-ban las muertes de no combatientes lo hacían generalmente como de paso, sin ninguna indicación de que los actos des-critos pudieran ser crímenes de guerra.13 Las fuentes de los revolucionarios vietnamitas, por su parte, detallaban cientos de matanzas y operaciones a gran escala que tuvieron como re-sultado miles de civiles muertos, pero esas informaciones eran terminantemente desechadas como propaganda comunista.14

Y luego, en una inversión sorprendente, casi inmedia-tamente después de la salida a la luz de la matanza de My Lai, las acusaciones de crímenes de guerra pasaron a estar dema-siado vistas, convertidas en un lugar común hasta el punto de que no valía la pena mencionarlas o investigarlas. En octavi-llas, panfletos, libros de tirada corta y periódicos «clandes-tinos», el creciente movimiento norteamericano contra la guerra reiteraba que las tropas de los Estados unidos estaban cometiendo atrocidades de manera habitual. Pero lo que pre-viamente se había descartado como propaganda y chifladuras izquierdistas comenzó de repente a ser desdeñado como una serie de cosas aburridas que todo el mundo conocía, y entre lo uno y lo otro nada más que la matanza de My Lai.15

Tales impulsos se hicieron más fuertes en los años de las «guerras culturales»,* cuando el partido republicano y una

* La expresión «guerras culturales» se remonta en los Estados unidos a los años veinte del siglo pasado, cuando se utilizó para designar los conflictos

Page 13: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

17

derecha envalentonada subieron al poder. Hasta la presidencia de ronald reagan, la guerra de Vietnam fue considerada ge-neralmente como una derrota norteamericana, pero incluso antes de asumir el cargo reagan empezó a rebautizar el con-flicto como «una causa noble». En el mismo espíritu, estu-diosos y excombatientes empezaron, con un éxito importante, a reformular la guerra en términos más optimistas.16 Incluso en los primeros años del siglo xxi, cuando periódicos y revis-tas publicaban revelaciones sobre las atrocidades largo tiempo escondidas de las fuerzas estadounidenses, los historiadores apologistas seguían ignorando gran parte de las pruebas, des-cribiendo los crímenes de guerra de los norteamericanos como meros incidentes aislados.17

Pero la tremenda magnitud del sufrimiento de los civi-les en Vietnam está mucho más allá de lo que se puede expli-car como acción exclusiva de algunas «manzanas podridas», por muy numerosas que éstas llegaran a ser. El asesinato, la tortura, la violación, los abusos, los desplazamientos forzo-sos, la quema de casas, las detenciones ilegítimas, el encarce-lamiento sin el debido proceso: estos acontecimientos fueron prácti camente un hecho cotidiano durante todos los años de presencia americana en Vietnam. Y, tal como lo expresaba ri-denhour, no fueron ninguna anomalía. Más bien fueron el re-sultado inevitable de políticas deliberadas, dictadas desde los niveles más altos de las Fuerzas Armadas.

* * *

oficialmente, las primeras tropas estadounidenses de com-bate llegaron a Vietnam en 1965, pero las raíces del conflicto se remontan a muchas décadas atrás. En el siglo xix, Francia extendió su imperio colonial tomando el control de Vietnam

entre la vida rural y la vida urbana. Fue retomada en los años noventa para designar de forma general el enfrentamiento entre los valores culturales conservadores y los progresistas. [N. de los T.]

Page 14: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

18

así como de las vecinas Laos y Camboya, rebautizando toda la región como «Indochina francesa». La producción francesa de caucho en Vietnam daba tantas riquezas a los colonizadores que el látex que rezumaba de los árboles del caucho era cono-cido como «oro blanco». Los mal pagados obreros vietnami-tas, que trabajaban en duras condiciones, lo conocían con un nombre diferente: «sangre blanca».18

Hacia principios del siglo xx, la ira contra los franceses se había consolidado como un movimiento nacionalista en favor de la independencia. Sus líderes encontraron inspiración en el comunismo, específicamente en el ejemplo del bolchevismo soviético y el llamamiento de Lenin en pro de revoluciones nacionales en el mundo colonial. Durante la Segunda guerra Mundial, cuando Vietnam fue ocupado por el Japón imperial, la principal organización anticolonialista del país —denomi-nada oficialmente «Liga por la Independencia de Vietnam», pero mucho más conocida como «Viet Minh»— lanzó una gue-rra de guerrillas contra las fuerzas japonesas y los adminis-tradores franceses que dirigían el país. Bajo el liderazgo del carismático Ho Chi Minh, las guerrillas vietnamitas colabora-ron con el esfuerzo militar norteamericano. A cambio, recibie-ron armas, entrenamiento y apoyo de la oficina de Servicios Estratégicos norteamericana, precursora de la Agencia Central de Inteligencia, cia.

En 1945, con los japoneses derrotados, Ho proclamó la independencia de Vietnam, utilizando las palabras de la Decla-ración de Independencia de los Estados unidos como modelo. «Todos los hombres son creados iguales —dijo a una multi-tud de medio millón de vietnamitas reunidos en Hanoi—. El Creador nos ha dado ciertos derechos inviolables: el derecho a la vida, el derecho a ser libres y el derecho a alcanzar la feli-cidad». De joven, Ho había pasado algunos años viviendo en occidente, incluyendo, al parecer estancias en Boston y en la ciudad de Nueva York, y esperaba obtener el respaldo ame-ricano para su proyecto de un Vietnam libre. Sin embargo, después de la Segunda guerra Mundial, los Estados unidos

Page 15: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

19

se centraron en reconstruir y reforzar una Europa devastada, mientras la guerra Fría dominaba cada vez más la situación en el continente. Los norteamericanos veían a Francia como un aliado poderoso contra cualquier pretensión soviética sobre la Europa occidental, de modo que tenían poco interés en sancio-nar un movimiento de independencia dirigido por comunistas en una antigua colonia francesa. En lugar de ello, barcos esta-dounidenses ayudaron a transportar tropas francesas a Viet-nam, y la administración del presidente Harry Truman ofreció su apoyo a una reconquista francesa de Indochina.

Muy pronto los Estados unidos estaban enviando equi-pamiento e incluso consejeros militares a Vietnam. En 1953, asumían casi el 80 % de la factura que suponía una guerra más enconada que nunca contra el Viet Minh.19 El conflicto evolu-cionó, pasando de ser una guerra de guerrillas a una campaña militar convencional, y en 1954 una guarnición gala en la bien fortificada base de Dien Bien Phu fue machacada hasta su ren-dición por las fuerzas del Viet Minh bajo la dirección del ge-neral Vo Nguyen giap. Los franceses habían tenido suficiente. En una conferencia de paz internacional celebrada en ginebra, acordaron la división temporal de Vietnam en dos regiones soberanas, el norte y el sur, que debían reunirse en una sola nación tras las elecciones para la reunificación de 1956.

Esas elecciones, sin embargo, nunca tuvieron lugar. Te-miendo que Ho Chi Minh, jefe entonces de la república De-mocrática de Vietnam en el norte, barrería con seguridad en todo el país, los Estados unidos recogieron la situación donde la habían dejado sus socios franceses. Inmediatamente centra-ron sus esfuerzos en impedir la reunificación, armando a sus aliados de la parte sur del país. De esta manera, se promovió la creación de lo que finalmente sería la república de Vietnam, dirigida por un autócrata católico llamado Ngo Dinh Diem.

Desde la década de 1950 en adelante, Estados unidos apoyaría un Estado cada vez más corrupto y represivo en Viet-nam del Sur mientras extendía firmemente su presencia en el Sudeste Asiático. Cuando el presidente John F. Kennedy subió

Page 16: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

20

al poder, había alrededor de ochocientos miembros de perso-nal militar de los Estados unidos en Vietnam del Sur. Esa ci-fra aumentó hasta tres mil en 1961, y a más de once mil el año siguiente. oficialmente inscritos como consejeros destinados a la preparación del Ejército survietnamita, los americanos, sin embargo, tomaron parte cada vez más en operaciones de combate contra las guerrillas del sur —tanto comunistas como no comunistas— que ahora hacían la guerra para unificar el país.20

Después del asesinato de Kennedy, el presidente Lyndon Johnson intensificó la guerra con repetidas incursiones para bombardear Vietnam del Norte, y desencadenó una acometida cada vez más furiosa en el sur. En 1965, la ficción de los «con-sejeros» fue finalmente abandonada, y la guerra americana, como se conoce en Vietnam, empezó en serio. En un discurso televisado, Johnson insistía en que Estados unidos no se in-miscuía en una guerra civil lejana, sino que estaba dando pasos para contener la amenaza comunista. La guerra, dijo, «estaba dirigida por Vietnam del Norte […]. Su objetivo es conquistar el sur, derrotar al poder americano y extender el dominio del comunismo por el continente asiático».21 Para tal fin, Estados unidos convirtió vastas zonas rurales survietnamitas —en las que vivía la mayor parte de la población de Vietnam del Sur— en maltrechos campos de batalla.

En el apogeo de las operaciones estadounidenses, en 1969, la guerra involucró a más de 540 000 soldados nortea-mericanos en Vietnam, además de un número comprendido entre 100 000 y 200 000 soldados más que participaban en el esfuerzo desde el exterior del país. recibían también ayuda de numerosos operativos de la cia, consejeros civiles, merce-narios, contratistas civiles y miembros armados de las «fuer-zas aliadas del mundo libre»: Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Tailandia, Filipinas y otras tropas extranjeras.22 En el transcurso del conflicto, Estados unidos desplegaría más de tres millones de soldados, marines, aviadores y marineros en el Sudeste Asiático.23 (Combatiendo a su lado hubo cientos de

Page 17: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

21

miles de soldados de Vietnam del Sur: el Ejército de la repú-blica de Vietnam se incrementaría hasta llegar a ser una fuerza de casi un millón de unidades antes del final de la guerra, por no hablar de la Fuerza Aérea, la Marina, el Cuerpo de Mari-nes y la policía nacional de Vietnam del Sur). oficialmente, el apoyo militar norteamericano se prolongó hasta principios de 1973, cuando se firmó un alto el fuego y las fuerzas de combate de los Estados unidos se retiraron formalmente del país, aun-que la ayuda norteamericana y otros tipos de apoyo seguirían fluyendo a la república de Vietnam hasta que Saigón cayó en manos de las fuerzas revolucionarias en 1975.

Desde la perspectiva estadounidense, el enemigo estaba compuesto por dos grupos distintos: los miembros del Ejército de Vietnam del Norte y los combatientes oriundos de Vietnam del Sur leales al Frente de Liberación Nacional, la organización revolucionaria que sucedió al Viet Minh y que se oponía al go-bierno de Saigón, aliado de los Estados unidos. Los comba-tientes del fln, conocido oficialmente como Fuerzas Armadas Populares de Liberación (plaf), incluían a guerrilleros vestidos como campesinos y también a soldados uniformados organi-zados en unidades profesionalizadas. El Servicio de Informa-ción de los Estados unidos inventó el apodo «vietcong» —es decir, comunistas vietnamitas— como término despectivo que abarcaba a cualquiera que peleara en el lado del fln, aunque a muchos de los guerrilleros los impulsaba más el nacionalismo que la ideología comunista. A su vez, los soldados norteame-ricanos a menudo abreviaban esta denominación, hablando de «el Cong» o «vc», o, debido al alfabeto fonético militar, de «Alpha-Bravo-Charlie», «Victor Charlie» o simplemente «Charlie».24

En 1968 las fuerzas de los ee. uu. y sus aliados en el sur se enfrentaban a un número aproximado de cincuenta mil soldados norvietnamitas, además de sesenta mil soldados uniformados de las falp, mientras que los revolucionarios de las fuerzas paramilitares —guerrilleros locales a tiempo parcial— probablemente ascendían a cientos de miles.25 Con

Page 18: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

22

frecuencia los norteamericanos hacían distinciones fijas en-tre los soldados norvietnamitas bien armados, con uniforme caqui o verde, con sus cascos tipo salacot, de cartón prensado cubierto de tela, por un lado; los soldados que formaban la fuerza principal de las falp, vestidos de caqui, con sus som-breros de tela, por el otro; y, para acabar, los escasamente ar-mados «pijamas negros», guerrilleros que en realidad vestían una amplia variedad de tipos y colores de ropa, dependiendo del tiempo y el lugar. Aunque, en verdad, eran muy difíciles de diferenciar, puesto que soldados norvietnamitas reforza-ban las unidades del falp, el Vietcong «local» luchaba en tán-dem con los «duros» soldados profesionalizados del falp, y los campesinos-combatientes a tiempo parcial ayudaban a las fuerzas uniformadas norvietnamitas.

La plétora de designaciones y las a menudo vagas dis-tinciones entre ellas subraya el hecho de que los americanos nunca llegaron a comprender realmente quién era su ene-migo. Por una parte, afirmaban que el Vietcong tenía escaso apoyo popular y dominaba los pueblos sólo mediante tácticas de terror. Por otra, los soldados norteamericanos que supues-tamente se dedicaban a responder a la agresión comunista para proteger a los survietnamitas, asesinaban fácilmente a civiles porque suponían que la mayor parte de los campesinos estaban confabulados con el enemigo o se convertían en guerrilleros en cuanto se ponía el sol.

Los Estados unidos nunca quisieron admitir que el con-flicto podía ser una verdadera «guerra del pueblo», y que los vietnamitas estaban unidos a la revolución porque la veían como una lucha por sus familias, su tierra y su país. En los pueblos de Vietnam del Sur, los nacionalistas vietnamitas se habían organizado desde hacía tiempo para resistir a la domi-nación extranjera, y eso no había cambiado cuando llegaron los norteamericanos. Por entonces, la población local estaba a menudo indisociablemente unida a la lucha por la liberación. Al carecer de tecnología avanzada, de recursos financieros o de una importante potencia de fuego, los enemigos vietnamitas

Page 19: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

23

de los Estados unidos aprovechaban al máximo elementos como la ocultación, el apoyo popular y algo menos cuantifica-ble: llámese patriotismo o nacionalismo, o tal vez esperanza, un sueño.

Por supuesto, no todos los campesinos vietnamitas creían en la revolución o la consideraban la mejor expresión del pa-triotismo nacionalista. Incluso pueblos que fueron bastio-nes revolucionarios albergaban a partidarios del gobierno de Saigón. Y muchos campesinos simplemente no querían tener nada que ver con el conflicto ni con nociones abstractas como nacionalismo o comunismo. Sus preocupaciones básicas eran la próxima cosecha de arroz, sus animales, su casa y sus hijos. Pero las bombas y el napalm no distinguen. Cuando aviones equipados con armamento y obuses asolaban el paisaje, cuando soldados con rifles m-16 y lanzagranadas m-79 barrían el país, los campesinos vietnamitas de todo tipo —partidarios de la re-volución, simpatizantes del régimen de Saigón, y aquellos que sólo aspiraban a que los dejaran en paz—, todos ellos perecían en cantidades enormes.

Las cifras de víctimas de la guerra nos dejan, en efecto, ató-nitos. De 1955 a 1975, Estados unidos perdió más de 58 000 miembros de personal militar en el Sudeste Asiático. Sus sol-dados fueron heridos en aproximadamente 304 000 ocasiones, con 153 000 casos lo bastante serios como para requerir hospi-talización, y 75 000 excombatientes quedaron gravemente dis-capacitados.26 Aunque los americanos que servían en Vietnam pagaron un alto precio, un cálculo sumamente conservador de las muertes vietnamitas sacaba a la luz que eran «proporcio-nalmente cien veces mayores que las sufridas por los Estados unidos».27 Las fuerzas militares de la república de Vietnam alia-das de los Estados unidos tuvieron al parecer más de 254 000 muertos y más de 783 000 heridos.28 Y las bajas de las fuerzas revolucionarias fueron evidentemente mucho mayores: tal vez 1,7 millones, incluidos un millón de muertos en combate, más unas 300 000 personas todavía «desaparecidas» según las ci-fras oficiales, pero incompletas, del gobierno vietnamita.29

Page 20: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

24

Por horrendas que estas cifras puedan resultar, palide-cen en comparación con el número de víctimas civiles durante los años de guerra. Al menos 65 000 civiles norvietnamitas murieron, principalmente a causa de incursiones aéreas de las fuerzas estadounidenses.30 Nadie sabrá nunca el número exacto de civiles survietnamitas muertos como resultado de la guerra con los americanos. Aunque los militares estadou-nidenses se esforzaron por cuantificar casi cualquier aspecto del conflicto —desde el número de vuelos de helicóptero al nú-mero de octavillas de propaganda repartidas—, de manera cla-ramente deliberada nunca se plantearon un estudio completo de las víctimas vietnamitas no combatientes.31 Cualquier esta-dística de víctimas civiles que los Estados unidos estableciera se mantenía generalmente en secreto, y cuando de forma poco sistemática se hacían públicas eran, de forma invariable, radi-calmente contadas por lo bajo.32

Sin embargo, incluso las defectuosas cifras disponibles son sorprendentes, especialmente teniendo en cuenta que la población total de Vietnam del Sur era sólo de unos diecinueve millones de personas. usando datos fragmentarios y extrapola-ciones cuestionables que, por ejemplo, se basaban fundamen-talmente en los datos hospitalarios aunque ignoraban casi por completo el gran número de vietnamitas tratados por las fuer-zas revolucionarias (y tampoco tomaban en consideración a los numerosos civiles asesinados por las fuerzas de Estados unidos y a los que se consideró «enemigos»), un analista es-tadístico del Departamento de Defensa estableció un cálculo de posguerra de 1,2 millones de víctimas civiles, incluidos 195 000 muertos.33 En 1975, un subcomité del Senado esta-dounidense para refugiados y víctimas de la guerra ofrecía un cálculo de 1,4 millones de víctimas civiles en Vietnam del Sur, incluidos 415 000 muertos.34 o se pueden tomar las ci-fras ofrecidas por guenter Lewy, especialista en ciencias po-líticas, creador de una escuela revisionista de la historia de la guerra de Vietnam, que invariablemente mira con buenos ojos el esfuerzo bélico de los ee. uu. Incluso él propone que hubo

Page 21: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

25

más de 1,1 millón de víctimas civiles survietnamitas, incluidos 250 000 muertos, como resultado del conflicto.35

En años recientes, estudios y análisis cuidadosos, y tam-bién cálculos oficiales, han apuntado constantemente hacia un número significativamente mayor de muertes de civiles.36 Sin embargo, el análisis más serio de la mortalidad en el tiempo de la guerra en Vietnam, un estudio de 2008 realizado por inves-tigadores de la Harvard Medical School y el Institute for Health Metrics and Evaluation de la universidad de Washington, pro-ponía que un cálculo razonable podría ser el de 3,8 millones de muertes violentas durante la guerra, entre combatientes y civiles.37 Dadas las limitaciones de la metodología del estudio, hay buenas razones para pensar que incluso esta enorme cifra puede ser una infravaloración.38 Con todo, las conclusiones dan crédi to a un cálculo oficial del gobierno vietnamita de 1995 de más de tres millones de muertos en total —entre los que se incluyen dos millones de muertos civiles— durante los años en que los americanos estuvieron implicados en el conflicto.39

El número total de civiles heridos de guerra ha sido tam-bién un punto de controversia durante mucho tiempo. Aun-que las cifras más fiables actualmente disponibles empiezan a dar alguna imagen clara del sufrimiento. una contabilidad resumida nos ofrece las cifras de 8 000 a 16 000 survietna-mitas parapléjicos; de 30 000 a 60 000 que quedaron ciegos; y entre 83 000 y 166 000 que sufrieron amputaciones.40 En cuanto al número total de civiles heridos en la guerra, guenter Lewy aborda la cuestión usando una proporción derivada de los datos survietnamitas sobre víctimas militares, que arroja 2,65 heridos graves por cada fallecido. Esa proporción es nota- blemente baja cuando se aplica a la población civil: sin em-bargo, incluso este multiplicador, si se aplica al cálculo del gobierno vietnamita de dos millones de civiles muertos, da una cifra de 5,3 millones de civiles heridos, para un total de 7,3 mi-llones de víctimas civiles vietnamitas.41 De forma significativa, los registros oficiales de los hospitales survietnamitas indican que aproximadamente un tercio de los que resultaron heridos

Page 22: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

26

eran mujeres y más o menos una cuarta parte eran niños me-nores de trece años.42

¿Qué indican estas cifras tremendas? Dado que la ma-tanza de My Lai entró en la conciencia popular americana como un acontecimiento único y excepcional, las muertes de otros civiles durante la guerra de Vietnam tienden a conside-rarse vagamente como una cuestión de errores o (por usar una expresión que llegaría a ser de uso común después de la gue-rra) de «daños colaterales». Pero, por lo que yo veo, el asesi-nato indiscriminado de survietnamitas no combatientes —la matanza interminable que aniquiló a civiles día tras día, mes tras mes, año tras año, durante la guerra de Vietnam— no fue ni accidental ni imprevisible.

* * *

En junio de 2001, tropecé con las primeras claves de esta his-toria escondida casi por accidente, cuando yo era estudiante de posgrado e investigaba el trastorno de estrés postraumático entre los excombatientes de Vietnam. una tarde, estaba revi-sando documentos en los Archivos Nacionales de los ee. uu. cuando un amable archivero me preguntó: «¿Podrían los tes-timonios sobre los crímenes de guerra causar estrés postrau-mático?». Yo no tenía la menor idea en aquel tiempo de que los archivos pudieran tener documentos sobre los crímenes de guerra en Vietnam, así que nunca se me había ocurrido esa posibilidad. En todo caso, en una hora más o menos tenía en mis manos los documentos amarillentos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra en Vietnam, un destacamento especial secreto del Pentágono que se había reunido después de la matanza de My Lai para conseguir que el Ejército nunca fuera cogido desprevenido en ninguna otra ocasión por un gran escándalo de crímenes de guerra.

Llamar a esos documentos «tesoro escondido» parece extraño, dada la naturaleza del material. Pero así fue como aquel conjunto de materiales se me presentó entonces, caja

Page 23: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

27

tras caja de informes de investigación criminal y de papeleo diario durante largo tiempo ocultos y ya casi totalmente olvi-dados. Había algunos expedientes tan gruesos como una guía telefónica, con descripciones sumamente detalladas y pesadi-llescas; otros, muy finos, insinuando acontecimientos terribles que no habían recibido ninguna atención para su seguimiento; y casi de todo entre medias. Cuando los hojeé aquel mismo día, casi instantáneamente pude comprender algo: documentaban una guerra de pesadilla que ha desaparecido en lo esencial de la idea que tenemos del conflicto de Vietnam.

Los archivos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra incluían más de trescientas acusaciones de matanzas, asesinatos, violaciones, torturas, agresiones, mutilaciones y otras atrocidades que eran justificadas por los investigadores del Ejército. Detallaban las muertes de ciento treinta y siete civiles en asesinatos en masa, y setenta y ocho ataques a me-nor escala en los que civiles vietnamitas fueron asesinados, heridos y víctimas de abusos sexuales. Identificaban ciento cuarenta y un casos en los que los soldados estadouniden-ses usaron puños, palos, bates de béisbol, torturas con agua o torturas eléctricas contra los no combatientes. Los archi-vos contenían también quinientas acusaciones que no fueron probadas en aquel momento, como los asesinatos de una gran cantidad, tal vez cientos, de civiles vietnamitas por la Tiger Force de la 101.ª División Aerotransportada, que sólo se con-firmarían y se harían públicas en el año 2003.

En centenares de resúmenes de incidentes y declara-ciones juradas en los archivos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra, los excombatientes revelaban lo que ha-bía sucedido en el interior del Vietnam rural: la guerra que los americanos, al volver del trabajo, no veían por la noche en la televisión ni leían en el periódico durante el desayuno. un sargento contaba a los investigadores cómo había metido una bala, a quemarropa, en el cerebro de un muchacho des-armado después de abatir a tiros a su hermano; un soldado de un comando describía fríamente cómo rebanó las orejas de un

Page 24: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

28

vietnamita muerto y decía que pensaba seguir mutilando ca-dáveres.43 otros archivos documentaban el asesinato de cam-pesinos cuando trabajaban en sus campos y la violación de un niño llevada a cabo por un interrogador en una base del Ejér-cito. Leyendo caso tras caso —como el incidente en el que un teniente «capturó a dos varones vietnamitas desarmados y sin identificar, de edades estimadas entre los dos y tres años y los siete y ocho años […], y los mató sin razón alguna»—, empecé a hacerme cargo de la ubicuidad de las atrocidades durante la guerra de los Estados unidos en Vietnam.44

En los años que siguieron, con los documentos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra como guía inicial, empecé a localizar más información sobre crímenes de la gue-rra de Vietnam poco conocidos o nunca revelados. Localicé otros expedientes de investigación en los Archivos Naciona-les, presenté peticiones amparándome en la Ley por la Liber-tad de Información, entrevisté a generales y altos funcionarios civiles, y hablé con más de cien excombatientes americanos por todo el país, entre los que se incluían tanto unos que ha-bían presenciado atrocidades como otros que habían come-tido personalmente actos terribles. De ellos aprendí algo sobre lo que podía significar tener veinte años, con escasa experiencia de la vida más allá de la adolescencia en una pe-queña ciudad o en un barrio de una zona urbana deprimida, y ser súbitamente metido entre unos pueblos de casas con te-jado de paja y bambú que parecían directamente copiadas de las páginas del National Geographic, rodeadas de arrozales de un verde tan vivo que casi hacía daño a los ojos. uno tras otro, los antiguos combatientes me hablaron de días de una fatiga agotadora y de la confusión ante órdenes contradictorias, de sentirse en situaciones tan extrañas y desconcertantes que incluso con sus rifles automáticos y sus granadas se sentían asustados cuando atravesaban poblados en los que sólo había mujeres y niños desarmados.

Algunos de los excombatientes con los que intenté contac-tar no quisieron saber nada de mis preguntas, y colgaron casi

Page 25: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

29

instantáneamente el teléfono. Pero la mayoría de ellos se mos-traron dispuestos a hablar conmigo, e incluso muchos parecían alegrarse de poder charlar con alguien que entendía la ver-dadera naturaleza de la guerra. En múltiples viviendas, desde Maryland hasta California, sentados en la mesa de la cocina y en maratonianas llamadas telefónicas de cuatro horas de du-ración, montones de antiguos soldados y marines accedieron a hablar de sus experiencias. Algunos apenas tenían remor-dimientos; por ejemplo, un interrogador que había torturado a prisioneros me dijo que sus acciones eran sim plemente el procedimiento de actuación habitual. otro excombatiente, cu-chicheando para que su familia no pudiera oír nada, insistía mucho en que, aunque había estado presente en una matanza de civiles, él no había jalado el gatillo, independientemente de lo que dijeran sus compañeros de unidad. Luego estaba el que juraba que no sabía nada de que se estuviera matando a civi-les, para contar poco más tarde un incidente en el que alguien de su unidad disparó a una mujer desarmada por la espalda. o también otro antiguo soldado que narraba con arrepen-timiento cómo, al pasar por un pueblo vietnamita, se había dado la vuelta cuando una mujer de la localidad protestaba aira damente (probablemente quejándose por la conmoción que las tropas estaban provocando) y la golpeó fuertemente con la culata de su rifle en la nariz. recordaba que se marchó, riendo, mientras la sangre brotaba de la cara de la mujer. Dé-cadas más tarde, aquel exsoldado no podía imaginar cómo, con diecinueve años, había sido capaz de hacer una cosa semejante, ni tampoco yo podía relacionar fácilmente a aquel hombre jo-vial que estaba ante mí con el adolescente encolerizado capaz de tal brutalidad.

Mis conversaciones con los antiguos combatientes mati-zaban mi interpretación de la guerra, introduciendo la emoción humana en el lenguaje a veces seco de los informes militares, y añadían contexto a los archivos de investigación que a me-nudo se centraban en un solo incidente. Aquellos hombres me mostraban también, de forma reiterada, lo incompletos

Page 26: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

30

que eran realmente los archivos que había encontrado, aunque las carpetas detallaran cientos de acusaciones de atrocidades. En un caso, por ejemplo, llamé a un excombatiente buscando más información sobre una agresión sexual llevada a cabo por miembros de su unidad, a los que se mencionaba en una de las carpetas que había examinado. Me ofreció más detalles so-bre ese incidente particular, pero dijo también que eso no era ninguna anomalía. Los hombres de su unidad habían violado igualmente a muchas otras mujeres, me dijo. Pero ni esas agre-siones ni los disparos aleatorios contra los campesinos rea-lizados por sus compañeros habían sido nunca investigados formalmente.

Entre las entrevistas más conmovedoras que realicé estaba la de Jamie Henry, un antiguo médico del Ejército con el que finalmente llegué a forjar una relación de amistad. Henry era un denunciante en la línea de ron ridenhour, el tipo de hom-bre que muchos quieren ser pero que pocos realmente son, un excombatiente valiente que después de su regreso a Nortea-mérica pasó varios años tratando de sacar a la luz una serie de atrocidades cometidas por su unidad. Mientras muchos otros habían guardado silencio, Henry dio un paso al frente e in-formó de los crímenes de los que había sido testigo, asumiendo riesgos importantes por lo que él consideraba que era justo. Habló con el Comando de Investigación Criminal del Ejército (conocido como cid), escribió un artículo detallado y habló en público en muy diversas ocasiones. Pero el Ejército lo dejó revolotear en el viento, como una voz solitaria repitiendo una y otra vez relatos, al parecer no corroborados, de una violencia escandalosa, a los que la mayoría de los americanos prestaba escasa atención. Hasta que lo busqué y le mostré los documen-tos que había localizado, Henry no tenía ni idea de que, en realidad, a principios de la década de los setenta, los agentes militares de investigación habían localizado e interrogado a sus compañeros de la unidad, demostrando que sus acusaciones estaban más allá de toda duda, pero el Ejército había ocultado posteriormente toda aquella información, no hablando nunca

Page 27: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

31

más de aquello ni a él ni a nadie. Cuando miró por encima mis legajos de fotocopias, se quedó asombrado.

* * *

Con el tiempo, siguiendo las pistas facilitadas por los veteranos con los que hablé y por otras fuentes, descubrí actas de otros consejos de guerra largo tiempo olvidados, expedientes de in-vestigación y documentos relacionados en archivos diversos y a veces en casas privadas por todo el país. Buscando entre las hojas de uno de los expedientes de estos pleitos, me encontré a mí mismo prácticamente inhalando polvo de hacía décadas, y de la otra punta del mundo. Era el año 1970, y una pequeña patrulla del Ejército estadounidense había tendido una em-boscada en la jungla, cerca de la plantación de caucho de Minh Thanh, en la provincia de Binh Long, al norte de Saigón. Casi inmediatamente, los soldados oyeron ruidos de tajos en la ma-leza, luego de ramas cortadas y voces de vietnamitas que se di-rigían hacia ellos. Después, un hombre se abrió paso a través de la maleza; iba de uniforme, dirían más tarde, como todo el grupo de vietnamitas que lo seguía. Al instante, los america-nos entraron en acción, haciendo estallar dos minas Claymore —cada una de las cuales proyecta setecientas pequeñas bolitas de acero que llegan a más de cuarenta metros en un arco letal de sesenta grados— y disparando una ametralladora m-60. Todos salvo uno de los vietnamitas que estaban en el claro murie-ron de forma instantánea. El encargado de la radio agarró de inmediato su teléfono de campo y habló de diez «enemigos» muertos en acción de combate.

Sin embargo, más tarde, algo no sonó bien en el cuartel general. A pesar de la afirmación de los diez enemigos muer-tos, los americanos no tenían armas que mostrar. Con los jui-cios de My Lai presentes de nuevo en todos los titulares de los Estados unidos, el general al mando de la 25.ª División de Infantería hizo algo inusual: pidió a la oficina del Inspec-tor general de la división, cuyo trabajo era hallar ejemplos de

Page 28: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

32

supuesta mala conducta, que investigara. Al día siguiente, un teniente coronel y su equipo llegaron al lugar de la emboscada, donde encontraron los cadáveres de cinco hombres, tres mu-jeres, y dos niños tendidos sobre el suelo del bosque. Ninguno de ellos llevaba uniforme, y en los cuerpos se encontraron sus tarjetas de identificación civil. Lo más cercano a un arma era un trozo de papel con «un pequeño dibujo de un rifle y un avión». Los soldados que tendieron la emboscada afirmaban que era la prueba de que los muertos eran combatientes ene-migos, pero el teniente coronel señaló que aquello era «algo que podía hacer cualquier niño». Igualmente, «los elementos para fabricar bombas camufladas» que se encontraron sobre los cuerpos, y que fueron mencionados por los soldados como prueba de sus intenciones hostiles, resultaron ser inofensivas herramientas agrícolas. Los investigadores americanos foto-grafiaron los cadáveres y se hizo evidente que los vietnamitas muertos eran en realidad civiles que llevaban sacos de brotes de bambú y unos puñados de limas, es decir, personas norma-les que simplemente trataban de ganarse la vida a duras penas en un paraje asolado por la guerra.

Como concluía el informe del inspector general en este incidente particular, las «víctimas vietnamitas eran civiles inocentes leales a la república de Vietnam». Sin embargo, como sucedía con tanta frecuencia, no se emprendió acción disciplinaria alguna, de ningún tipo, contra ningún miembro de la unidad. De hecho, el comandante del batallón afirmó que el equipo actuó «exactamente como se esperaba de ellos». El oficial de operaciones del batallón explicó que los civiles se habían adentrado en una zona «prohibida» o de «fuego li-bre», una de las muchas áreas del país donde se suponía que todo el mundo era enemigo. Por tanto, los soldados se habían comportado de acuerdo con las directrices militares estadou-nidenses sobre el uso de la fuerza letal.

Que los recolectores de limas vivieran precisamente allí, como sin duda habían vivido sus antepasados durante décadas, si no siglos, antes que ellos, no suponía ninguna diferencia, de

Page 29: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

33

hecho. No importaba nada si, como dijo el jefe de la provincia local del gobierno de Vietnam del Sur, aliado del Ejército es-tadounidense, «los civiles de la zona eran pobres, analfabe-tos, e iban adondequiera que pudieran encontrar comida». El informe del inspector general señalaba que no había ninguna documentación escrita respecto del establecimiento de una zona de fuego libre en la región, señalando con eufemismo burocrático que «existe la duda» de si el programa para ad-vertir a los civiles vietnamitas sobre las zonas prohibidas era «eficaz o completo». Pero tampoco eso suponía nada. Como expresaba el informe final de la investigación, la sección ha-bía actuado «según las órdenes que habían sido impartidas y sancionadas por la autoridad competente […]. Las reglas de combate no habían sido violadas».45

Tratando de vincular esos expedientes militares tan for-males con la experiencia real de los vietnamitas normales que habían vivido los acontecimientos, hice varios viajes a Viet-nam, dirigiéndome a pueblos situados en apartadas zonas rurales en compañía de un intérprete. Las piezas del rompe-cabezas no eran fáciles de ajustar. En los archivos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra, por ejemplo, lo-calicé una investigación excepcionalmente detallada de una matanza de casi veinte mujeres y niños por una unidad del Ejército americano en un pequeño poblado de la provincia de Quang Nam el 8 de febrero de 1968. Era evidente que el oficial al mando allí había ordenado a sus hombres «disparar a todo lo que se mueva», y que algunos de los soldados habían obe-decido. Lo que era menos claro era dónde estaba exac tamente ese «allí».

Con sólo una indicación general sobre su localización para guiarme —unos veinte kilómetros al oeste de una vieja ciudad portuaria conocida como Hoi An—, nos embarcamos en una búsqueda de acá para allá. Las preguntas a los lugareños nos condujeron a An Truong, un pequeño poblado con un monu-mento a una matanza de 1968. Pero este particular asesinato en masa se había producido el 9 de enero de 1968, no en febrero,

Page 30: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

34

y había sido realizado por fuerzas surcoreanas aliadas de los americanos y no por los propios soldados estadounidenses. No era el lugar que estábamos buscando.

Después de explicar la situación, uno de los residentes nos condujo a otro poblado no muy lejos de allí. También tenía un monumento conmemorativo, éste en recuerdo de treinta tres personas de la localidad que murieron en tres matanzas separadas entre 1967 y 1970. Sin embargo, nin-guna de esas matanzas se había producido tampoco el 8 de febrero de 1968. Después de entrevistar a los campesinos so-bre aquellas atrocidades, les preguntamos si conocían otros crímenes en masa en la zona. Nos respondieron de forma afirmativa: no en el poblado siguiente por la carretera, sino un poco más allá. Así que hacía allí nos dirigimos. La luz del día se desvanecía por momentos cuando llegamos al poblado y encontramos un monumento que informaba de los datos imprescindibles sobre la terrible historia: las tropas de los Estados unidos habían matado allí a docenas de vietnami-tas en 1968. Las conversaciones con los campesinos dejaban claro, no obstante, que aquellos americanos eran marines, no soldados regulares, y que la matanza se había producido en agosto. Eso es lo que ocurre cuando se investigan crímenes de guerra en Vietnam. Yo había pensado que estaba buscando una aguja en un pajar; lo que encontré fue un verdadero pa-jar de agujas.

En los Estados unidos, sin embargo, la situación en los archivos era con frecuencia frustrantemente la contraria. En una ocasión, un excombatiente de Vietnam me pasó unas pocas hojas de documentos relativos a una investigación sobre el ase-sinato de civiles por marines estadounidenses en un pequeño pueblo en el extremo norte de Vietnam del Sur. Aquellos folios me proporcionaron información suficiente para poder pre-sentar una petición, acogiéndome a Ley por la Libertad de In-formación, de las transcripciones de los consejos de guerra relacionados con los crímenes cometidos por soldados esta-dounidenses. La respuesta de los militares a mi solicitud fue

Page 31: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

35

la misma que se repetía una y otra vez: los documentos habían desaparecido de forma inexplicable. Pero el expediente del gobierno no estaba enteramente vacío. Cientos de páginas de transcripciones de juicios, testimonios jurados, documentos de apoyo y cosas por el estilo se habían desvanecido en el aire, pero las Fuerzas Armadas podían ofrecerme algo como con-suelo: una copia de la cubierta protectora que una vez había envuelto los documentos. Decliné el ofrecimiento.

Efectivamente, un número asombroso de actas de conse-jos de guerra de marines de la época habían sido, al parecer, destruidos o se habían extraviado. La mayor parte de los ex-pedientes de investigación criminal de la fuerza aérea y naval que pudieran haber existido parecen haber corrido la misma suerte. Incluso antes de que esto sucediera, los archivos de la investigación formal habían sido, en el mejor de los casos, una muestra incompleta; como me dijo un antiguo miembro del destacamento de las fuerzas secretas del Pentágono, el co-nocimiento de la mayoría de los casos nunca salió del campo de batalla. Con todo, los archivos del grupo de Trabajo sobre los Crímenes de guerra demostraban que las atrocidades ha-bían sido cometidas por miembros de todas las unidades de infantería, de caballería y de la división aerotransportada, y por todas las brigadas que se habían desplegado sin el resto de su división, es decir, por todas las unidades importantes del Ejército en Vietnam.

La naturaleza dispersa, fragmentaria de los archivos de documentación los hace esencialmente inútiles para calibrar el número preciso de crímenes de guerra cometidos por el per-sonal norteamericano en Vietnam.46 Pero los cientos de infor-mes que reuní y los cientos de testigos a los que entrevisté en Estados unidos y en el sudeste de Asia dejaban claro que los asesinatos de civiles —fueran matanzas a sangre fría como la masacre de My Lai o derramamientos de sangre gratuitos como la emboscada a los recolectores de limas en Binh Long— eran generales, rutinarios y directamente atribuibles a las políticas de dominio de los Estados unidos.

Page 32: Adelanto Dispara a todo lo que se mueva

36

Y esas matanzas realizadas por soldados y marines, mos-traba mi investigación, eran sólo una mínima parte de la his-toria. Por cada asesinato masivo de los soldados de tierra que dejaban montones de cadáveres de civiles en un claro del bos-que o en una zanja de desagüe, había un número exponen-cialmente más alto de víctimas asesinadas por las acciones cotidianas del estilo de guerra norteamericano desde el aire. En todo Vietnam del Sur, mujeres y niños eran asfixiados o aplastados hasta la muerte cuando sus búnkeres se derrum-baban sobre ellos, enterrándolos vivos tras el impacto directo de bombas de doscientos veinte kilos arrojadas desde reacto-res, o proyectiles de novecientos kilos lanzados desde barcos junto a la costa. Innumerables eran los que, enloquecidos por el miedo, salían corriendo buscando seguridad cuando los he-licópteros atacaban sus pueblos por sorpresa, para encontrarse con un artillero de puerta que los partía por la mitad con las ráfagas de una ametralladora m-60, y muchos otros que, para-lizados donde estaban, sufrían el mismo destino. Hay un límite a las matanzas que una brigada, una sección, o una compañía, pueden hacer. Las atrocidades cara a cara fueron responsa-bles sólo de una parte de los millones de víctimas civiles en Vietnam del Sur. Los asesinatos en masa que empequeñecie-ron la matanza de My Lai suponían normalmente una potencia de fuego más pesada y unas políticas de mando que permitían desencadenarla con impunidad.

Ésta era la guerra real, la guerra que apenas aparece en las decenas de miles de volúmenes escritos sobre Vietnam. Ésta era la guerra de la que hablaba ron ridenhour, la guerra en la que My Lai fue una operación más, no una anomalía. Ésta era la guerra en la que los militares norteamericanos y las su-cesivas administraciones de Washington produjeron no unas pocas matanzas aleatorias, ni siquiera una serie reducida de atrocidades, sino algo que supuso miles de días de desdicha implacable, un verdadero sistema de sufrimiento. Qué fue ese sistema, esa maquinaria de sufrimiento y qué significó para el pueblo vietnamita, es lo que este libro pretende exponer.


Recommended