+ All Categories
Home > Documents > Alex Mesa, Una Vida en Contravía

Alex Mesa, Una Vida en Contravía

Date post: 17-Jan-2016
Category:
Upload: camila-garcia
View: 22 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
Description:
Historias que me encuentran y decido contar.
Popular Tags:
5
Camila García | 40901059 Prof. Mario Diament Course Title January 15, 2015 Una vida en contravía Alex Mesa, el corredor de espaldas 25-01-15, 601 Biscayne Boulevard- El hombre se encontraba cual estatua en la sexta con Biscayne. Había estado diseñando su estrategia de carrera durante largo tiempo. Soñaba con ese domingo: temperatura y humedad perfecta, sin aire, sin lluvia; con miles de espectadores aplaudiendo a su paso, en definitiva, con todo de cara. Pero esta vez no pudo ser. 1
Transcript
Page 1: Alex Mesa, Una Vida en Contravía

Camila García | 40901059 Prof. Mario Diament

Course Title January 15, 2015

Una vida en contravía Alex Mesa, el corredor de espaldas

25-01-15, 601 Biscayne Boulevard- El hombre se encontraba cual estatua en la sexta con Biscayne. Había estado diseñando su estrategia de carrera durante largo tiempo. Soñaba con ese domingo: temperatura y humedad perfecta, sin aire, sin lluvia; con miles de espectadores aplaudiendo a su paso, en definitiva, con todo de cara. Pero esta vez no pudo ser.

�1

Page 2: Alex Mesa, Una Vida en Contravía

“Ahí va mi sueño, completar el Medio Maratón de Miami en mi traje neón, mi ‘bazooka beat’ y ¡pa’ tras!”, dice Alex Mesa, un colombiano-estadounidense que asegura su atípica forma de correr (de espaldas) es el único motivo que le queda para levantarse.

Alex entrena cinco días a la semana, tres de ellos corre las calles de Ocean Drive, Collins y Washington Avenue. “En días buenos, cuando me siento muy bien, puedo correr hasta dos horas seguidas”, dice. Uno de esos días fue tan bueno, que hasta una multa se llevó por andar ‘obstruyendo el tráfico’.

Pero los últimos cinco meses han sido un suplicio. Los ochocientos gramos de la pastillita roja, los cien de Norvir y las otras tantas dosis de retrovirales que lo mantienen vivo, también le causan un aturdimiento parecido al del lecho de muerte. “Aceptar las dolencias no es fácil, especialmente cuando se trata de enfermedades mortales”, dice Alex, quien a sus cuarenta y seis años de edad se encuentra en estado de “Incapacidad permanente” debido al VIH, la cirrosis y la hepatitis C que desde hace dos décadas le vienen desgraciando la vida.

Sus inicios en el retro running, disciplina que se ha documentado practicaban desde hace más de mil años en la China, surgió de manera espontánea en la playa de Far Rockaway hacia 1995. Para ese momento se encontraba en DayTop, un centro de rehabilitación por abuso de sustancias en Queens, Nueva York. “Yo no tenía idea acerca de esa técnica, solo empecé a hacerlo porque dentro de mi condición, correr de espaldas era un reto y soy amante de la adrenalina, la locura, el peligro”. Y se refiere a ‘su condición’ porque Alex es el vestigio de una vida sin escrúpulos.

�2

Alex Mesa muestra su “Bazooka Beat”.

Page 3: Alex Mesa, Una Vida en Contravía

Con la promesa de un contrato de trabajo, su padre, junto a su madre y cuatro hermanos, los mudó de Medellín, Colombia a Estados Unidos en 1973. “Yo tenía cuatro años, él quería darnos una vida mejor, alejada de los carteles. Evidentemente, no le supe sacar provecho”.

Los problemas económicos, las borracheras del padre de Alex, que solía acabar reventándolo a golpes y el ‘mal de amores’ que le produjo una novia al casarse con su mejor amigo, hicieron que el muchacho abandonara la escuela a tan solo un año de graduarse. “Nunca fui mal estudiante, pero la parranda era mejor, me hacía olvidar el caos de casa”. Fue a los quince años en el baño de una fiesta cuando unos drogadictos le ofrecieron del polvo que inhalaban de la tapa del inodoro contiguo. “Extendí mi mano y les pedí un poco, era cocaína. Lo demás es historia. Me convertí en un adicto terrible.”

El caos que dejó en su casa pasó a ser un simple inconveniente comparado a su nueva rutina de vida. El desayuno consistía en ingeniárselas para conseguir el próximo ‘hit’ de ‘bazooka’, como le llama al crack en su jerga toxicómana. “Ideaba estafas constantemente y cuando no conseguía un bobo que cayera, entonces me prostituía con hombres”, dice Alex, admitiendo como la droga lo había arrastrado a perder todo aprecio hacia sí mismo.

El día previo a su cumpleaños número 24, se enteró de que había contraído el virus del V.I.H. “Desde ese día el estómago no me ha dejado de doler por todo el interferón que me metí”, se queja Alex. Para 1998 su cuerpo empezaba a apagarse, se sentía débil, apenas conseguía moverse; su piel canela se había tornado amarillenta y sus orines eran la más pura de las sangres.

Su prometida, a la que había conocido en uno de los tantos intentos de rehabilitación, se hizo cargo de él en aquella ocasión. “Su amor y cuidado consiguieron traerme de nuevo a la vida”, agradece a la mujer con quien había compartido no solo amor, sino también sida.

Del hospital en Manhattan lo mandaron al hospicio, pues médicamente no quedaba nada que hacer. “Fue la experiencia más miserable y aterradora de mi vida. No se la deseo ni al peor de los criminales”, dice Alex y agrega, aún maravillado, como esa vez fue ‘la mano de Dios’ que lo haló del infierno.

�3

Page 4: Alex Mesa, Una Vida en Contravía

En 2002 Alex decidió mudarse a Boca Ratón con su futura esposa y el hijastro. Quería alejarse de su familia, evitarle más dolor. Ya había recaído diez veces y no merecía el cuidado de nadie. La soledad absoluta llegó pronto. Ella murió dos años más tarde. “Me sentí devastado, les había fallado a los únicos dos seres que me quedaban.” Le había fallado a la única que cuando él se vio en el pozo, había estado ahí para hundirse con él. Que ya es otra forma de rescate.

Lo que pudo haber sido una tragedia aleccionadora, para Alex significó el éxtasis del desenfreno. Los próximos ocho años los pasó en la cuerda floja; entre putas y mendigos, entre vómitos sanguinolentos, maleantes y homosexuales. Dormía en cualquier cartón, pues ya se había fumado lo de la renta. Era el rey de la ‘bazooka’ en un antro de depravación. Sus días eran noches de profunda negritud que no dejaban asomar la luna.

“En una de mis crisis para conseguir dinero, salí a medianoche y me robé una bicicleta, el dueño me persiguió y me golpeó hasta dejarme la nariz en pedacitos”. Ese abril del 2011 Alex decidió que había sido suficiente e intentó rehabilitarse una vez más. La suite 900 en Biscayne Boulevard pasó a ser su nuevo hogar y los voluntarios del programa The Village, su nueva familia. Fue en ese centro donde entendió los tres pasos que necesitaba para salir de sus adicciones de una vez y por todas: “Reconocer mi enfermedad, dejarme ayudar e intentar-intentar-intentar”, dice de memoria.

Al síndrome de abstinencia se le sumaron complicaciones hepáticas, languidez, pústulas infectadas y aquella maldita bacteria que le carcomía el hombro. Tras dos meses y medio de agonía, los doctores del Mount Sinai lo enviaron al hospicio de

�4

Alex Mesa, Mount Sinai Hospital (South Beach, 2011)

Page 5: Alex Mesa, Una Vida en Contravía

nuevo, y para él, la segunda era la vencida. “Esta vez me dije ‘si voy a morir, me muero en mi casa, solo y al lado de Dios’”.

Usaba las fuerzas que le quedaban para arrodillarse y pedirle a Dios que lo matara. Si ya no tenía futuro. Si era incapaz de soportar ese calvario. “El Señor me dio otro chance. Poco de mi cuerpo funcionaba, pero aún tenía mis piernas”. Y con ellas volvería a correr, aunque fuera hacia atrás.

Alex cumple cuatro años limpio de alcohol y drogas. Ha participado en varias carreras como el Mercedes-Benz Corporate Run (2007), donde fue el único entre 20,000 participantes en completar los 5 kilómetros de espaldas, sin parar. “Lo más importante es la determinación y la confianza en ti mismo”, dice y explica que la pisada en el retro running (punta-planta-talón) produce un menor impacto en sus articulaciones que cuando se corre hacia adelante.

Entre sus anhelos de ser Marine, piloto de avión y papá, hay un sueño que este domingo se ha quedado rezagado entre la boca del estómago y el alma: completar el medio maratón de Miami. “Sé que lo lograré, a fin de cuentas soy la prueba en vida de lo supuestamente imposible”.

El Medicare cubre sus gastos médicos al cien por ciento, pues con su condición de salud tampoco consigue trabajo.. “Traté de colaborar en una compañía de mudanzas y la gente no me dejaba ni tocar sus muebles porque ‘podía infectar a sus hijos’’. Sin embargo, son esas mismas gentes las que le aplauden, le gritan, bailan al ritmo del ballenato en su ‘bazooka beat’ y lo alientan en sus recorridos de espalda por el aire de permanente pasarela de Ocean Drive.

Alex Mesa reside en una casita en Overtown, allí donde van a parar los condenados al fracaso, bajo el puente de ‘los perros suicidas’, bajo un edredón de cemento solidificado; pero es allí donde este hombre ha encontrado utilidad a sus días. Sirve como voluntario en Camillu’s House, el refugio de desamparados. Y es a esos desamparados a quienes les deja la enseñanza de vida que hubiera querido inculcar a los hijos que nunca tendrá: “El truco fundamental de nuestra existencia es dominar el miedo de lo que hay detrás, una vez conquistado eso, no hay nada que pueda detenerte.”

�5


Recommended