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Ascenso y Caida de Napoleon Bonaparte

Date post: 31-Dec-2015
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-1- Alan Woods A A s s c c e e n n s s o o y y c c a a í í d d a a d d e e N N a a p p o o l l e e ó ó n n B B o o n n a a p p a a r r t t e e
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Alan Woods

AAsscceennssoo yy ccaaííddaaddee NNaappoolleeóónn BBoonnaappaarrttee

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Procedencia del texto:

http://www.fundacionfedericoengels.org/

Maquetaclón actual: Demófilo, 2010

Sumario

Introducción 3Los años de formación de Napoleón 6La pleamar de la revolución 9Napoleón y el Thermidor 13Una república de dinero 19La campaña italiana 22Napoleón contra el Directorio 26La campaña egipcia 28El 18 Brumario 30¿Qué es el bonapartismo? 34Golpes contra la izquierda 39La Iglesia 41El código napoleónico 44La razón de las guerras napoleónicas 47Las aventuras española y rusa 52Los errores de cálculo de Napoleón 59______________________________________________

OMEGALFABiblioteca Libre

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Alan Woods

Ascenso y caídade Napoleón Bonaparte

http://www.fundacionfederg/

El marxismo nunca ha negado el papel del individuo en la his-toria, pero ha demostrado cómo los rasgos personales es-pecíficos reflejan un contexto histórico y social determinado.La personalidad de aquellos que hacen la historia —para bieno para mal— ciertamente tiene una influencia sobre sus ac-ciones. Pero atribuir a la personalidad una cualidad determi-nante sería caer en el burdo subjetivismo. Es necesario de-mostrar la relación dialéctica entre los factores subjetivos yobjetivos. En esta ecuación el factor objetivo es el fundamen-tal.

Los estudios psicológicos de los "grandes hombres y mujeres"con frecuencia sirven como una hoja de parra para enmasca-rar la falta de comprensión de los procesos socio-históricosamplios. El estudio de la historia se sustituye por las observa-ciones personales triviales. En lugar de ciencia tenemos chis-mografía. Los rasgos negativos y las peculiaridades de unagran persona se encuentran detallados en las memorias de unayudante de cámara. Pero como dijo Hegel, el ayudante decámara que recuerda estas trivialidades nunca hace historia.

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El estudio cuidadoso del carácter y los antecedentes de Na-poleón Bonaparte pueden suministrarnos algunas ideas útilessobre su comportamiento, de la misma forma que una infor-mación similar de Hitler y Stalin pueden arrojar luz sobre ellosmismos. En su biografía de Stalin —una obra maravillosa-mente profunda sobre el materialismo histórico— Trotskydedica el primer capítulo a la infancia y educación de Stalin,un componente necesario de cualquier biografía. Excluye cui-dadosamente las exageraciones y conclusiones efectistas so-bre el pasado de un hombre y toma como base aquellas rela-cionadas con lo que más tarde se convirtió. Trotsky, despuésde estudiar cuidadosamente las fuentes materiales, nos dauna pequeña cantidad de información útil que nos puedeayudar a tener una comprensión más profunda de la evolu-ción posterior de Stalin.

Los hombres y las mujeres hacen su propia historia, pero nolibremente, en el sentido de que el alcance y los resultados desus acciones están estrictamente limitados por el contextosocioeconómico que existe independientemente de su volun-tad. Períodos históricos distintos requieren personalidadesdiferentes. Hay veces que la historia exige un Lenin o unTrotsky, pero hay otros momentos en que se hace notar unStalin. Es el contexto histórico lo que da al individuo el campode acción necesario. Pero existen determinadas circunstan-cias donde las acciones de un individuo o grupo de individuospueden ejercer una influencia decisiva, inclinando la balanzaen un sentido u otro.

Por supuesto, las características personales no pueden de-terminar el curso de los grandes acontecimientos históricos.Pero pueden influir e influyen en las formas específicas queadoptan los acontecimientos. No crean el flujo y reflujo de los

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procesos históricos amplios, pero sí pueden crear patronesmuy complicados, contracorrientes y remolinos que afectan alcorto y medio plazo. La personalidad de Stalin no fue la causade la degeneración burocrática de la Revolución Rusa. Estofue el resultado del aislamiento del primer estado obrero enel mundo en unas condiciones de atraso terrible. Pero elcarácter de Stalin por supuesto dio a la reacción burocráticacontra Octubre un tinte particularmente feroz y "asiático".

Toda analogía tiene sus limitaciones y sólo es útil dentro delas fronteras de estas limitaciones. Sin embargo, resulta lla-mativo para todo aquel que se tome en serio la historia queciertas características personales reaparezcan constante-mente en un contexto histórico determinado, como ciertasmorfologías animales reaparecen en diferentes etapas de laevolución. Las similitudes entre, por ejemplo, Napoleón,Hitler y Stalin se han comentado en muchas ocasiones. De lamisma forma, hay similitudes entre el carácter del zar Nicolásy su esposa alemana con el de Luis XVI y su esposa "austriaca"—María Antonieta—, incluso con Carlos I de Inglaterra y suesposa francesa. Normalmente se considera que son acciden-tes históricos que entran en la categoría de coincidencias ex-traordinarias.

La Revolución Francesa ofrece un material muy rico para elestudio de cómo se relacionan individuos diferentes con elproceso histórico. Las características de Danton y Robespierreles permitieron florecer y encontrar un eco en el período deascenso revolucionario. Había hombres con visión, héroesque creían apasionadamente en los principios e ideales. En elperíodo de descenso, cuando la revolución había agotado supotencial y había entrado en una espiral descendente, todoparece convertirse en su contrario. El tipo de individuos que

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surgieron en este período no tenían nada que ver con los quesurgieron durante la marea alta revolucionaria.

Aquí encontramos hombres y mujeres de una clase diferente.Estas personas tenían un carácter y personalidad concretoque se adaptaba perfectamente a la suerte cambiante de larevolución, el oportunista sin principios, el conformista adu-lador, el burócrata egoísta y el avaro cazafortunas. El nombrede Joseph Fouché resume perfectamente el carácter de lascriaturas que pasaban con una enorme facilidad de un campoa otro, abandonando los principios y la ideología como si fue-ra un balasto inútil.

Los años de formación de Napoleón

El nombre de Napoleón está rodeado de tal cantidad de le-yendas que es difícil separar la realidad de la ficción. Se diceque ya en la escuela demostró unas asombrosas cualidadespara la dirección, incluso dirigiendo una batalla de bolas denieve. Sin duda es el producto de la escuela mitológica napo-leónica que durante el siglo XIX se promovió sistemática-mente en Francia por razones políticas. Difícilmente cuadracon la imagen general del niño reservado y taciturno que hallegado hasta nosotros.

Napoleón era hijo de una familia corsa de clase media, en unmomento en que Córcega todavía no era francesa. Anterior-mente pertenecía a Génova y la población corsa no hablaba elfrancés sino el italiano. Eran, y son, un pueblo mediterráneointensamente independiente, con un temperamento medi-terráneo. A Napoleón siempre le cohibieron sus orígeneshumildes y antecedentes provincianos. Procedía de una fami-

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lia mediocre y fue a una academia militar mediocre, dondesus condiscípulos se mofaban de su intenso acento corso.

Según todas las fuentes, sus días de escuela no fueron el pe-ríodo más feliz de su vida. El resultado no es difícil de prede-cir. Era un niño difícil y reservado, resentido con sus iguales.Se hundió en sus estudios. Sus profesores consideraban queera "muy regular en su conducta" pero "pobre en baile y di-bujo". La razón por la cual Napoleón carecía de lo que se lla-man gracias sociales (algo que ocurrió durante toda su vida)fue que se sentía socialmente inferior, una inferioridad cons-tantemente enfatizada por sus condiscípulos franceses adine-rados. De esta infancia sale una imagen clara, decididamenteno existió esta batalla de bolas de nieve donde él dirigió a suscondiscípulos. Era, en pocas palabras, un niño inadaptado eintrovertido. Por otro lado, era excelente en matemáticas,una cualificación que decidió su especialización como oficialde artillería.

Fue un golpe de suerte —uno de los muchos que le beneficia-ron— porque en el antiguo régimen la artillería era la ramamás prestigiosa del ejército. Pero el mayor golpe de suerte deNapoleón fue nacer cuando nació, en la época de la Revolu-ción Francesa. Napoleón, como muchos otros, fue obra de larevolución que puso al mundo del revés y para un joven am-bicioso (siempre fue ambicioso, consecuencia de su resenti-miento debido a su estatus inferior) presentaba enormes ynuevas oportunidades.

Las cosas no fueron mejor para él en la escuela de artilleríaque, al ser el sector más prestigioso del ejército, estaba llenade hijos de familias nobles que llegaban allí por las influen-cias, independientemente de su capacidad o ausencia de ella.El teniente taciturno y malhumorado procedente de una fa-

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milia corsa de clase media, continuaba sintiéndose inferior yresentido con los aires de superioridad y los modales de losjóvenes aristócratas snobs que eran sus oficiales. El mundoanticuado de la jerarquía y la tropa le repelía y le disgustaba.Por esa razón, la Revolución llegó como algo caído del cielo yle dio la bienvenida con los brazos abiertos. No es necesariodudar de la sinceridad de los sentimientos revolucionariosque Napoleón abrigaba en esta época. Simplemente ajustabalas cuentas con aquellos que se habían negado a reconocerley apoyarle.

En esta época Napoleón todavía se sentía demasiado corso.En realidad, la discriminación racial sufrida en la escuela habíaexacerbado su sentimiento nacional y provocado un profundosentimiento de rencor contra todo lo francés. Pero la vidapuede dar giros extraños. Ya se sabe que un amor rechazadopuede convertirse en odio. En esa época Napoleón soñabacon ponerse a la cabeza del movimiento nacionalista corso.En ese momento, sus horizontes no iban más allá del deseode hacerse un nombre por sí mismo en la isla de Córcega.Pero calculó mal. Dicen que nadie es profeta en su tierra y ensu caso fue verdad. Los nacionalistas corsos estaban inclina-dos hacia las ideas monárquicas y reaccionarias, les disgusta-ban los ideales de la revolución. También desconfiaban deNapoleón que tuvo la mala suerte de ser visto como un pro-vinciano corso para los franceses y como un intruso francéspara los corsos.

Rechazado por sus compatriotas, Napoleón abandonó todossus ideales nacionalistas. Más tarde pasó de ser un ardientepatriota corso a un defensor ferviente del centralismofrancés. El líder nacionalista corso Pascal Paoli, apoyaba lacausa monárquica y organizó una insurrección que fue aplas-

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tada por Bonaparte. Estas cosas no se olvidan y perdonan enuna isla pequeña donde las ofensas de sangre forman partede la vida cotidiana. Napoleón Bonaparte se vio obligado ahuir de Córcega con su familia y desde entonces se convirtióen un implacable nacionalista francés. En esto existen impor-tantes paralelismos con Hitler, que era austriaco pero setransformó en un defensor fanático de la superioridad racialalemana También con Stalin —el georgiano—, quien durantetoda su vida habló un ruso espeso, pero que se convirtió enun seguidor igualmente fanático del centralismo gran ruso.

No hay nada sorprendente en este repentino giro de cientoochenta grados. Napoleón nunca tuvo principios fijos en na-da, excepto en su propio progreso. Sus tempranas simpatíasrepublicanas puede que fueran auténticas pero lo cierto esque eran moderadas porque incluían una fuerte dosis deoportunismo. Se especializó en conseguir el favor de sus su-periores para ascender en la escala del progreso arribista.Cuando le favoreció presentarse como un jacobino, se vistiócon la bandera tricolor, pero más tarde, cuando su estrellapalidecía, con la misma celeridad se puso en contra los jaco-binos.

La pleamar de la revolución

Durante varios años el péndulo de la revolución giró profun-damente hacia la izquierda. La tendencia más moderadaconstantemente era sustituida por otra más revolucionaria.En todas las etapas de la revolución la fuerza motriz eran lasmasas. En agosto de 1792, en medio de la guerra con Austria,los barrios obreros de París estaban en una situación de fer-mento. Las masas se levantaron contra la Asamblea y toma-

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ron el Palacio de las Tullerías. Formaron un Consejo MunicipalRevolucionario o Comuna y exigieron la convocatoria de elec-ciones —con sufragio universal masculino— para elegir unanueva Asamblea Nacional. Este movimiento de las masas im-pulsó la revolución aún más a la izquierda, creó una situaciónde doble poder. Los jacobinos, el ala más radical de la pe-queña burguesía revolucionaria, creció rápidamente a expen-sas del ala moderada, los girondinos. En respuesta a las de-mandas de la Comuna, se eligió una nueva Asamblea en oto-ño de 1792, basándose en el sufragio universal masculino.Naturalmente, el poder en la Asamblea pasó a las manos delala de izquierdas.

A partir de 1792 los destinos de la revolución estuvieron inse-parablemente unidos a la guerra. En 1791 se había formadoen Renania un ejército contrarrevolucionario en la emigra-ción. El Conde d’Artois estableció sus cuarteles generales enCoblenz y sus agentes vagaban por Francia en busca de reclu-tas para la "liberación" de Francia. Fue esta amenaza la queprovocó el inicio del Terror. El rey Luis y María Antonieta queconstantemente participaban en complots y conspiraciones,mantenían correspondencia con Coblenz. Muchos oficialesmonárquicos desertaron para unirse a los contrarrevoluciona-rios. La revolución estaba en peligro.

Las monarquías de Europa no podían tolerar la RevoluciónFrancesa y se aliaron contra ella. La Primera Coalición de Aus-tria, Prusia, Gran Bretaña, Países Bajos y España se formó en1793. Como señala David Thomson: "Las causas inmediatasde la guerra incluían las intrigas de la corte y los emigrados, elclamor bélico de los girondinos en la Asamblea, la agresivaconfianza en sí mismos de los revolucionarios, el descréditodel rey y la diplomacia prusiana. Pero su causa básica es más

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profunda. En términos modernos, se trataba de dos formasde sociedad basadas en principios completamente diferentesy si ambas podían coexistir pacíficamente. Francia había aca-bado con el feudalismo dentro de su propio territorio, habíadestruido las pretensiones del absolutismo real y fundadonuevas instituciones basadas en los principios de soberaníapopular, libertad individual e igualdad. Las viejas institucio-nes, derrocadas en Francia, seguían existiendo en sus vecinoscontinentales. La influencia de la revolución se extendió, mi-nando la posición de los otros gobernantes e implícitamentedesafiando en todas partes los remanentes de la servidum-bre, el feudalismo y el absolutismo. Los ideales revoluciona-rios eran demasiado dinámicos como para ser ignorados porel orden establecido" (David Thomson, Europe Since Napo-leon, pág. 35).

El Duque de Brunswick publicó su famoso manifiesto decla-rando que sus ejércitos estaban interviniendo en Francia parasuprimir la anarquía y restaurar la autoridad legal del rey,amenazando las vidas de los líderes revolucionarios. La res-puesta de la revolución fue el manifiesto del 27 de julio de1792. Después de las primeras victorias de los ejércitos revo-lucionarios, Francia ofrecía "fraternidad y ayuda" a todos lospueblos que deseaban seguir el ejemplo de Francia y afirmarsu libertad frente al antiguo orden. Al manifiesto le siguió endiciembre una nueva declaración de la Asamblea, en ella sedecía que Francia haría cumplir los principios sociales revolu-cionarios en aquellas partes donde estuvieran presentes losejércitos franceses. Los ejércitos revolucionarios abolirían lasobligaciones feudales y confiscarían la propiedad del clero y laaristocracia. Francia respondió a la amenaza de la contrarre-volución con una guerra revolucionaria contra la Europamonárquica.

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La guerra tuvo el efecto de acelerar el proceso revolucionario.La recién elegida Asamblea se reunió el 21 de septiembre de1792, un día después de que el ejército prusiano fuera derro-tado por las fuerzas revolucionarias, y anunció la abolición dela monarquía. Después de la victoria en Jenappes, cuando losfranceses ocuparon Bruselas, la República llevó a juicio a Luis.El 21 de enero de 1793, arrojó la cabeza del rey a la horrori-zada Europa. Al ejecutar al rey la República había quemadosus naves. Ya no era posible dar marcha atrás.

En condiciones de guerra e invasión extranjera, la revolucióntuvo que recurrir a medidas drásticas para defenderse. El es-tablecimiento del Comité de Seguridad Pública y el Terrorjacobino tenía la intención de asestar un golpe a la contrarre-volución. Esta era la marea alta de la revolución, pero tam-bién el punto en que el movimiento de masas había alcan-zado sus límites e incluso había ido más allá de ellos. No eraposible ir más allá sin sobrepasar los límites de la revoluciónburguesa, era algo que estaba objetivamente descartado. Lasmasas en París habían arrastrado todo a su paso e inclusocomenzaron a tomar medidas contra la propiedad privada. Eneste momento, la burguesía y sus aliados de la clase mediarecularon ante la Revolución y el péndulo comenzó a girar endirección contraria.

A pesar de su aparente jacobinismo, Napoleón siempre mi-raba a las masas con desconfianza. Odiaba a la "muchedum-bre" de París. Cuando obligaron al rey a ponerse el gorro rojoen el verano de 1792, Bonaparte no disfrutó de las celebra-ciones. Su visión era la típica de un pequeño burgués clásico,odiaba a las clases superiores y temía a las masas. Su verda-dera inclinación siempre fue hacia el "orden", la disciplina y suoposición al "fraccionalismo". Pero en 1793, cuando la revo-

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lución todavía estaba en pleno torrente, el joven Bonapartede 23 años de edad todavía nadaba a favor de la marea. Sin larevolución Napoleón nunca habría sido lo que fue. La revolu-ción recompensaba el talento y sin duda él lo tenía.

La gran oportunidad de Napoleón llegó en 1794 con el asediode Toulon. Este puerto clave mediterráneo fue ocupado porlos ingleses. Inglaterra era el verdadero baluarte de la reac-ción y patrocinaba las guerras contra la Francia revolucionariaque otros luchaban. Napoleón vio la oportunidad de dejarhuella, lo hizo a través de una valentía notable y un alto gradode destreza en el uso de la artillería que decidió la batalla afavor de Francia. Su rápido ascenso hacia la fama y el éxitohabía comenzado.

Napoleón y el Thermidor

El avance de Napoleón contó con la ayuda de sus relacionescon los principales dirigentes jacobinos. Mantenía unas exce-lentes relaciones con Robespierre y utilizó su influencia paraconseguir su ascenso a general de brigada. Su estrella estabaen ascenso. Pero después todo pareció derrumbarse. En elverano de 1794 Robespierre fue derrocado y ejecutado por lareacción thermidoriana. Las fuerzas que estaban decididas afrenar la revolución se unieron en la condena de los "extre-mistas" y "terroristas", aunque muchos de los que gritaban envoz alta eran antiguos extremistas y terroristas.

En realidad, el alcance del Terror se ha exagerado mucho.Teniendo en cuenta los estándares modernos fue un asuntorelativamente suave. El Tribunal Revolucionario de París con-denó a muerte a 2.639 personas, en total, las cortes revolu-cionarias condenaron a 17.000 personas. La gran mayoría de

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los que cayeron víctimas del Terror fueron ejecutados en eje-cuciones sumarias en medio de una violenta guerra civil quehundió en la locura ciudades como Vendée y Lyón. La explica-ción a esta violencia se encuentra en el hecho de que la re-volución se sentía amenazada por enemigos internos, perosobre todo externos. El Terror demostró ser un instrumentocontundente y cuando comenzó a volverse en contra de losrevolucionarios y los trabajadores, se alejó completamente delas masas que eran la base de la revolución y esto finalmenteprovocó la caída del régimen jacobino.

La verdad es que la revolución había alcanzado su cenit y sehabía agotado. Los jacobinos de clase media no podían satis-facer las demandas de las masas que estaban empujando loslímites de la propiedad privada burguesa. Cuando las masascomenzaron a sucumbir a la desilusión y al cansancio, Robes-pierre estuvo perdido. Cuando el instrumento del Terror sevolvió en contra de la izquierda sólo consiguió destruir supropia base y entregar la iniciativa al ala de derechas.

Había comenzado su largo y doloroso declive. El Terror revo-lucionario jacobino fue sustituido por el Terror contrarrevolu-cionario thermidoriano. El Thermidor llevó directamente a lareacción, pero este drama no tuvo lugar en un solo acto. Ini-cialmente no fue un giro hacia la monarquía sino hacia el alamoderada del jacobinismo que pensaba que la revoluciónhabía ido demasiado lejos y deseaba detenerla. La lucha par-tidista a su vez reflejaba un cambio en la correlación de cla-ses. Las masas de pobres urbanos, proletarios y semiproleta-rios, estaban alicaídas y apáticas. Su voz se ahogaba en mediode un coro de clases acomodadas que exigían orden.

La característica general de los termidorianos era su extremamediocridad. Con la excepción de Carnot, un genio militar y

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un gran organizador, el resto era un racimo de oportunistasserviles y vergonzosos, hombres de intelecto limitado y sinvisión. La base de clase de la nueva Convención consistía enempresarios, especuladores financieros, personas que se ha-bían enriquecido estafando al ejército y, sobre todo, los terra-tenientes que ahora era la clase más grande de Francia y queproporcionó una base sólida de apoyo a Napoleón. Estos ele-mentos apoyaron la Convención y la mantuvieron.

Fue el cambio de correlación de fuerzas de clase lo que prede-terminó la victoria de los thermidorianos, a pesar de su me-diocridad. Aunque sus oponentes jacobinos en general esta-ban más capacitados, su capacidad no les sirvió de nadacuando cambiaron las circunstancias.

Las masas, que habían sido el resorte principal de la revolu-ción, la fuente de toda su fortaleza, estaban agotadas, ham-brientas y desilusionadas. En cambio, las fuerzas de la reac-ción cada vez tenían más confianza. Los legitimistas disfraza-dos salieron no se sabe de donde y comenzaron a intrigar yconspirar. En lugar de la austeridad, volvieron a ponerse demoda el lujo, el buen gusto y la alta sociedad. Ridiculizabanabiertamente las viejas virtudes revolucionarias de la igualdady la fraternidad, mientras que la libertad sólo era para losnuevos ricos que habían hecho sus fortunas fuera de la revo-lución y ahora deseaban disfrutar de una vida en paz y tran-quilidad.

El Thermidor desembocó en muchos cambios y en gran partefueron imprevistos por la dirección. La Convención renunció atodos los intentos de hacer cumplir el Maximum, la ley queintentaba limitar los aumentos de precios. Esta era una me-dida que afectaba a las masas y aumentaba aún más su ale-jamiento de la revolución. La desmoralización y la apatía crec-

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ían, junto con la indiferencia hacia la política en general. Lasmasas estaban agotadas después de años de tormenta y ten-sión. Sus rebeliones ahora tenían un carácter desesperado,sin una perspectiva real.

En la primavera de 1795 la dislocación del comercio y el altoprecio del pan provocaron una agudización del malestar so-cial. Estallaron revueltas en París, la población exigía "pan y laConstitución de 1793". Pero las masas rápidamente fueronaplastadas por las tropas del general Pichegru. En mayo ungrupo de insurgentes, dirigido por rebeldes jacobinos, tomó laConvención hasta que fue expulsado por tropas regularesdirigidas por Murat y Menou. El ejército desmanteló fácil-mente las barricadas en los distritos obreros. La Guardia Na-cional, el aliado tradicional de los revolucionarios, fue reorga-nizada y se convirtió en una institución puramente de clasemedia.

El gran drama histórico afectaba a las vidas de muchos indivi-duos. Como muchos otros, Napoleón se encontraba ahora enuna posición delicada y peligrosa. Sus conexiones con Robes-pierre le comprometían a los ojos de la reacción. Fue investi-gado por acusaciones de terrorismo. Estos cargos a menudotenían como consecuencia el afeitado con la "navaja nacio-nal", como se conocía popularmente a la guillotina. Pero co-mo muchos otros arribistas, cambió de camiseta y se adaptóal nuevo régimen. Una vez más los acontecimientos actuarona su favor.

Los monárquicos, cansados de esperar en la sombra, comen-zaron a impacientarse. Cuando la asamblea aprobó un decre-to declarando que dos tercios de los diputados debían serelegidos entre las filas de la vieja Convención, intentaron or-ganizar una insurrección. Eso fue en octubre (Vendimiario).

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Esto alarmó a las autoridades que deseaban poner fin al go-bierno jacobino pero que no querían regresar a la monarquía.Los monárquicos creían que había llegado la hora de ajustarcuentas con la revolución. Estaban equivocados. Fueronaplastados por la fuerza. La Convención llamó al general Ba-rras en busca de protección. Su joven subordinado era Napo-león Bonaparte. Barras utilizó los servicios de Napoleón paraaplastar la insurrección de París. Esta tarea requirió dispararcontra civiles franceses. Muchos eran reticentes a cumplir coneste deber, pero no Napoleón. Más tarde pronunció su frasede que había dispersado a la multitud con una "bocanada demetralla". En realidad fue mucho más que una "bocanada" yaque al menos murieron asesinadas doscientas personas.

Este incidente fue significativo porque por primera vez inter-venía el ejército como una fuerza decisiva en la política inter-na francesa. Lenin explicó que el Estado es, en última instan-cia, cuerpos de hombres armados. Normalmente, el Estado esun arma en manos de la clase dominante, utilizada para con-tener a las masas. Sin embargo, hay períodos determinadoscuando la lucha de clases alcanza un punto muerto en el cuallas fuerzas en contienda se desequilibran. En estas circuns-tancias, el Estado puede elevarse por encima de la sociedad yadquirir un grado considerable de independencia. Este es elfenómeno que los marxistas denominan bonapartismo. Conropajes diferentes se ha recurrido a él a lo largo de la historiade la sociedad clasista. En el mundo antiguo existía el cesa-rismo y Napoleón adoptó a César como su modelo de perso-naje histórico. En 1809 en una conversación con Canova co-mentó: "¡Qué grandes personas eran los romanos, especial-mente en la Segunda Guerra Púnica! ¡Pero César! ¡Ah César!¡Ese fue el gran hombre!".

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Con cada paso atrás que daban las masas, crecía la insolenciay la confianza de los reaccionarios. Algunos de los legitimistasexiliados comenzaron a regresar y levantar la cabeza. Debidoa la forma legal de la contrarrevolución, la Convención aban-donó las constituciones redactadas por los jacobinos y losgirondinos y redactó una nueva constitución que insistía másen los deberes que en los derechos. Esta constitución se im-puso por la fuerza en octubre de 1795 y se mantuvo en vigorhasta diciembre de 1799, cuando fue sustituida por una bo-napartista.

Hasta el último momento hubo gente dispuesta a luchar con-tra la contrarrevolución. En octubre de 1795 se formó la So-ciedad del Panteón para luchar contra la nueva Constitucióndel Directorio. Publicó un periódico llamado Tribuna y elnombre del editor era François-Noël Babeuf, más conocidocomo Gracchus Babeuf. Cuando el directorio decidió cerrar lasociedad eligió a Napoleón para hacer el trabajo sucio. Babeufy Silvain Maréchal respondieron con la creación de un comitéinsurreccional o "Directorio Secreto" formado por seis y pre-parado para la rebelión.

El significado de la conspiración de Babeuf fue recuperar laidea de la igualdad bajo la bandera del comunismo. Por unlado exigía la implantación de la Constitución de 1793, quehabía sido aprobada pero que nunca fue implantada. Por otrolado, proclamaron la "República de los Iguales" basada en laabolición de la propiedad privada y la supresión de la diferen-cia entre ricos y pobres. Se hicieron los preparativos para lainsurrección, se acumularon armas y municiones. Los agentesrevolucionarios penetraron en las unidades del ejército, lapolicía y la administración. Cuando se diera la señal, los ciu-dadanos de cada distrito de París tenían que marchar detrás

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de las banderas para apoyar a los amotinados del ejército. Seiban a tomar los edificios públicos y las panaderías.

La debilidad de esta rebelión se encontraba en su naturalezaconspirativa. En sí misma reflejaba el declive del movimientode masas. Unos años antes no habría sido necesario organizaruna conspiración para sacar a las calles al pueblo de París.Tenía todas las debilidades de una conspiración. Desde elprincipio se infiltró la policía. En víspera de la insurrecciónarrestaron a los conspiradores. El Directorio llevó a Babeuf y alos demás a juicio para intimidar a la oposición. Durante lostres meses que duró el juicio, Babeuf mostró un coraje admi-rable, utilizó el juicio como una plataforma para exponer susideas y denunciar el orden social existente. Fue ejecutado,una víctima del Terror Blanco. Pero sus ideas sobrevivieronmucho después de su muerte, gracias a la obra de su compa-ñero, Phillippe Buonarroti.

La conspiración de Babeuf realmente fue la última bocanadade la Revolución Francesa, al mismo tiempo señalaba el cami-no hacia adelante. Su ejemplo sirvió de inspiración a los tra-bajadores franceses del siglo XIX y sus ideas tuvieron influen-cia en los jóvenes Marx y Engels.

Una república de dinero

Con la derrota final del ala de izquierdas el proceso de dife-renciación entre ricos y pobres alcanzó su expresión extrema.Durante los últimos años del siglo XVIII cambió la atmósferade toda la sociedad francesa. Las clases adineradas triunfan-tes controlaban la situación sin ninguna oposición. Su pers-pectiva de clase, su moralidad y valores de repente se convir-tieron en los dominantes. La vieja austeridad fue sustituida

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por el florecimiento del lujo, la corrupción y el hedonismo. Ensu perspicaz biografía de Fouché, Stefan Zweig describe estecambio:

"Un nuevo señor estaba llegando al poder [...]. Este nuevoseñor era el dinero. Apenas acababan de reposar los restos deRobespierre y los demás, cuando el dinero sufre una resu-rrección, se convierte en el todopoderoso y una vez más, apa-rece un innumerable número de pelotas y esclavos. Comoantes de la revolución, las calles estaban llenas de hermososcarruajes tirados por caballos bien cuidados resplandecientescon sus nuevos arreos; y sobre los asientos acolchados ibanencantadoras mujeres vestidas con sedas y muselinas caras,vestidas tan ligeramente que algunas parecían ir casi tan des-nudas como las diosas griegas. Jóvenes dorados paseaban porel Bois, con levitas amarillas, marrones o escarlatas y ajusta-dos mahones blancos. En su mano derecha llevaban elegantesfustas con empuñaduras doradas, estaban contentos de utili-zarlas ahora, de nuevo, para azotar a los aterrados ‘terroris-tas’. Las perfumerías y las joyerías hacían sonados negocios.Por arte de magia aparecieron quinientas, mil salas de bailes ycafés. Se construían villas, se compraban y vendían casas, losteatros se llenaban; la especulación y las apuestas abunda-ban; las elevadas apuestas en el juego continúan detrás de lascortinas de damasco del Palacio Real. Dinero, dinero una vezmás es lo que se tramaba, autocrático, arriscado y desafiante"(Stefan Zweig, Fouché, pág. 87).

Bajo el terror jacobino a las clases adineradas no les quedóotra alternativa que encubrir su riqueza. Ahora hacían osten-tación de ella abiertamente. Además, se estaba produciendouna rápida redistribución de la propiedad. La consigna de la

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época era: "¡enriqueceos!". Los termidorianos se tomaron enserio esta consigna:

"Las fincas cambiaban de manos y el dinero se pegaba a losdedos. Las posesiones de los emigrados fueron subastadas yse convirtieron en una oportunidad de adquirir riqueza. Losassignants [papel dinero emitido por la Revolución] veíandepreciarse su valor según pasaban los días, la inflación em-prendió un rumbo frenético; la especulación monetaria confrecuencia era lucrativa. La gente con dedos ágiles y manoscomo garras, si sabían arrastrarse ante el gobierno, teníanbastante libertad para acumular reservas" (Ibíd., pág. 88).

Los nuevos ricos que ahora tenían el control eran arribistas ytenían las características habituales de los ricos advenedizos:vulgares en sus gustos y sin escrúpulos en la política, sobretodo deseaban poner a salvo sus conquistas del peligro de larestauración o la confiscación. Igualmente se oponían a larestauración monárquica y a las demandas de las masas. Mi-raron a su alrededor en busca de un salvador y lo encontraronen la persona de Napoleón. Los agradecidos termidorianoscolmaron a su salvador con recompensas y condecoraciones.Fue agasajado en todos los salones de París, donde era pre-sentado como el compañero y amigo más íntimo de Barras.

Pero tras las bambalinas estaban intranquilos. Alguien le dijoa Barras: "Ascended a este hombre o se ascenderá él sólo".Como recompensa por sus servicios al Directorio, Bonapartefue puesto a cargo de la policía, una posición muy importan-te. Sobre la superficie era un funcionario fiel del Directorio,pero en realidad lentamente comenzó a acumular las riendasdel poder en sus manos. A los 26 años de edad Napoleón porfín había "llegado" a su meta. Era un joven procedente de una

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familia humilde con pocas prerrogativas y ahora toda Franciaestaba a sus pies.

Incluso tomó posesión de Josefina Beauharnais, la amante deBarras (aunque lo más probable es que ella tomara posesiónde él). Se casaron en 1796. Lo que Napoleón no sabía era queJosefina era una de las espías de Fouché. No era muy difícilsobornar a este tipo de mujeres, las típicas cortesanas aris-tocráticas y semiaristocráticas que no jugaron un papel insig-nificante en el Thermidor. La frívola lady Creole quería tres-cientos sombreros y setecientos vestidos al año y por consi-guiente siempre necesitaba dinero. Según las memorias deFouché, éste la pagaba mil louis d’or para costear sus facturasy ésta a cambio le contaba todo lo que su marido le decía enla intimidad del lecho matrimonial. Este detalle nos da unaidea certera de la moralidad del régimen de la reacción.

La campaña italiana

En este loco torbellino de explotación y especulación, se pre-sentaban oportunidades espléndidas para que la Convencióndeclarara la guerra a sus enemigos extranjeros. Si la guerraera una necesidad también era un gran negocio. Era una cues-tión tan simple como hacerse rico vendiendo mala comida ybotas rotas al ejército. Dar con la persona adecuada en el go-bierno te podía abrir la puerta a contratos militares muy ren-tables. También eran las guerras de Napoleón. Cuando losaustriacos se instalaron en el norte de Italia para apoyar a losBorbones, Francia se vio obligada a actuar y Napoleón dio unpaso adelante más en su carrera.

La guerra italiana no sólo fue un buen negocio, también sirvióa otros objetivos. El Directorio era notoriamente corrupto y

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cada vez más impopular. Había abolido el Maximum y comoconsecuencia los precios se habían disparado. La pobreza y ladesigualdad aumentaron. La guerra en Italia era una forma dedesviar la atención pública de los problemas internos. En unasituación donde las clases habían llegado a un punto muerto,el ejército se convirtió en la fuerza decisiva. Napoleón se pre-sentó como un "soldado sencillo". Su popularidad aumentabaen la misma proporción que disminuía la del Directorio. Alenviarle a luchar en Italia el Directorio esperaba que fueraderrotado y perdiera algo de su popularidad. Además, lasoportunidades de derrota parecían excelentes. El ejércitoestaba desmoralizado y hambriento, como el resto de la po-blación. Pero Napoleón contó con la ayuda de su destreza yuna gran dosis de suerte.

Como siempre su "suerte" derivaba de la Revolución. Losejércitos revolucionarios derrotaron a los invasores porqueestaban organizados en líneas revolucionarias y despertabanun entusiasmo revolucionario. El mérito de la organización deestos ejércitos no era de Napoleón, sino de hombres comoLazare Carnot, que desarrolló la idea de la "levée en masse"—servicio militar universal— que permitió crear un ejércitode ciudadanos. Esto dio a Francia una ventaja tremenda sobresus enemigos. Sólo Prusia podía rivalizar con ella porque ha-bía creado antes el ejército permanente.

La táctica principal de Napoleón era sencilla: concentrar fuer-zas para asestar un golpe devastador contra el punto másdébil del enemigo —preferiblemente el centro—. En la batallade Lodi, él personalmente dirigió la avanzadilla francesa haciaun puente estrecho y derrotó a la retaguardia austriaca. Estaacción no fue decisiva porque el ejército austriaco escapó.Pero parece que sí convenció a Napoleón de que poseía po-

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deres especiales para inspirar a los hombres en la batalla. Enesto había algo de verdad, como confirmó el Duque de We-llington al comentar que el sombrero de Napoleón en el cam-po de batalla valía por 40.000 hombres.

La victoria de Napoleón provocó el colapso de la capacidad defuego austriaca en todo el norte de Italia. Este acontecimien-to tuvo gran significado histórico y político. La bandera trico-lor ondeaba sobre Milán y en todas las ciudades de Lom-bardía. Por primera vez los franceses intentaban exportar larevolución como un arma contra sus enemigos monárquicos.Se aprovecharon de la situación basándose en el movimientonacionalista antiaustriaco. La presencia del ejército francés sinduda dio un impulso al movimiento nacional, al menos en susetapas iniciales. Pero como una vez dijo Robespierre: a nadiele gustan los misioneros armados con bayonetas. Los france-ses no tenían dinero para financiar la campaña italiana y elejército tenía que vivir de la tierra, eso significaba vivir de loscampesinos italianos. Al inicio de la campaña se dirigió a lastropas en los siguientes términos: "Soldados, estáis mal ali-mentados y casi desnudos [...] os llevaré a las llanuras másfértiles del mundo, donde encontraréis grandes ciudades ytierras ricas. Acumularéis honor, gloria y riquezas".

Al principio los italianos daban la bienvenida a los francesescomo libertadores. Estaban preparados para el cambio. Perocuando experimentaron el saqueo y el robo de los franceses,su actitud cambió. Los elementos radicales de la clase mediaitaliana culta en las ciudades principalmente eran pro-franceses. Pero la mayoría de los italianos consideraban a losfranceses explotadores y ocupantes, dedicados al pillaje, elasesinato y la violación. Hubo explosiones de rabia popularque fueron sofocadas brutalmente.

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Napoleón fue el responsable de todo esto. Si no era muy po-pular con los campesinos italianos, sí lo era entre sus solda-dos. Por primera vez en años el ejército francés estaba bienpagado. Esto fue a costa del pueblo italiano, pero este pe-queño detalle no disminuía el verdadero entusiasmo queexistía por Napoleón entre los soldados franceses. Ahora erancompletamente leales a su general, o en cualquier caso, esta-ban mucho más cerca de él que del gobierno de París. Al me-nos él les pagaba y les permitía saquear.

Pero el saqueo perpetrado por los soldados de Napoleón erainsignificante en comparación con lo que tomó el propio es-tado francés. En octubre de 1797 Austria firmó el Tratado deCampo Formio por el cual abandonaba Bélgica a Francia yreconocía su anexión; reconocía la nueva creación francesade la República Cisalpina en el norte de Italia, la entrega delas islas Jónicas de la costa griega, pero mantenía Venecia ytodos sus territorios en Italia y el Adriático. Con tratados se-cretos el emperador austriaco además prometió ceder aFrancia zonas importantes de Renania y a cambio le prome-tieron parte de Bavaria y la exclusión de su rival Prusia decualquier conquista territorial. El historiador Pierre Lanfreyescribe lo siguiente:

"Nuestro egoísmo nacional en general arroja un velo queoculta los motivos de esta rapacidad desvergonzada que ca-racterizó nuestra primera ocupación de Italia [...] La poblaciónprefiere dejarse seducir por frases hermosas y retóricas des-tinadas a adormecer a la multitud [...] De esa manera el ver-dadero significado de los acontecimientos permanece ocultoy se produce cierta sorpresa cuando ese supuesto heroísmo yvirtudes llevan al cínico tratado de paz de Campo Formio. Lapoblación no comprende por qué nuestro trabajo en Italia se

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deshizo tan rápidamente, ni por qué al final nuestra propiarepública fue condenada a sufrir su extinción a manos de suspropios soldados republicanos1 (P. Geyl, Napoleon – For orAgainst?, pág. 87).

Napoleón contra el Directorio

Las noticias de las victorias de Napoleón en el Directorio no serecibían con escenas de júbilo, más bien les alarmaban. Conuna maniobra transparente París intentó obligar a Napoleón acompartir su mando con el general Kellermann, pero el pri-mero era un intrigante lo suficientemente astuto como paranegarse. Había edificado su propia maquinaria propagandís-tica que se complementaba con su propio periódico de noti-cias privado, El mensajero de Italia, que se vendía en París ydaba informes entusiastas de sus hazañas militares. Se estabaconvirtiendo en una fuerza a tener en cuenta. El Directorio, alque le rechinaban los dientes, tuvo que dar marcha atrás.Napoleón había ganado la primera prueba de fuerza contrasus "amos" de París. Palmo a palmo la correlación de fuerzasfue cambiando a su favor.

El Directorio tenía razones para estar alarmado. Napoleón noactuaba como un general victorioso sino como un gobiernoen el exilio. Llevaba adelante sin permiso negociaciones con elPapa y el rey de Nápoles. Poco a poco fue tomando forma unrégimen de doble poder. En el frente militar los ejércitos aus-triacos contraatacaron y fueron de nuevo derrotados. EnTívoli 8.000 austriacos fueron asesinados. Después cayó Man-tua. Napoleón sin duda era mucho mejor general que susenemigos austriacos. Pensaba más rápido que ellos y se mo-

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vía también con mayor rapidez. Sobre todo, las tropas france-sas estaban seguras de sí mismas y eran enérgicas. Napoleóntenían la habilidad —esencial en la guerra— de ir a la esenciade la situación, analizar todos los factores de la ecuación yactuar decisivamente. Inmediatamente veía los puntos débi-les en las defensas enemigas y se concentraba en estos pun-tos.

A pesar de la conducta depredadora de su ejército, Napoleóndevolvió Italia a los italianos. Por lo tanto su papel es contra-dictorio. Muchos italianos consideran este período el princi-pio de la lucha de liberación nacional italiana. Después re-gresó a París donde le esperaban sus rivales con temor, sobretodo el débil y decrépito Directorio, que para librarse de estamolestia dirigió su atención a Inglaterra. Comenzó a planearuna invasión que no llegó a nada.

Gran Bretaña era el principal enemigo de Francia. Era la prin-cipal fuerza marítima y comercial. Estaba dirigida por una oli-garquía bajo el mando de William Pitt, un enemigo implacablede la Revolución. La gran riqueza de Inglaterra y su fuerzanaval representaba una amenaza constante para Francia. Pa-radójicamente, Inglaterra salió ganando en la guerra conFrancia. Se apoderó de las colonias francesas y holandesas.Todavía controlaba los mares. Por lo tanto, no tenía ningúninterés en la paz y seguía siendo una espina clavada en el cos-tado de Francia. Objetivamente, Inglaterra tenía razones paraintentar estrangular el poder en ascenso de Francia antes deque estuviera en posición de desafiarla.

A diferencia del poder de Inglaterra, que al ser una isla des-cansaba sobre su armada, el poder de Francia estaba en susejércitos terrestres, constantemente surtidos con una fuenteaparentemente inagotable de reclutas procedentes del cam-

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pesinado. Esto dictaba las tácticas de ambas partes. Para gol-pear al enemigo Napoleón intentó llevar a cabo una guerrasemirrevolucionaria contra Inglaterra apelando a los irlande-ses para que se levantaran contra el dominio inglés. En 1797-8 se iniciaron los preparativos para una insurrección conjuntay la invasión, pero al final los franceses abandonaron a UnitedIrishmen y fueron aplastados sin piedad. El poder marítimoinglés, socavado por la victoria naval en Cabo Vincent, fuesuficiente para abortar los planes franceses de invasión.

La campaña egipcia

Frustrado en el frente anglo-irlandés, Napoleón buscó otrofrente militar para consolidar su control del ejército. Estesiempre fue el elemento clave de sus planes, necesitaba ir devictoria en victoria, mantener contentos a sus soldados con laperspectiva del saqueo y la gloria. También se adaptaba muybien a su carácter de aventurero y jugador. Ideó un plan parainvadir Egipto. Siempre había sido el objetivo de Inglaterraporque Egipto era clave para la India y el control del Medi-terráneo Oriental. También favorecía su vanidad al compa-rarse con Alejandro Magno. Recordando que éste último hab-ía llevado con él en sus campañas a Aristóteles y otros hom-bres sabios, decidió llevar un pequeño ejército de ar-queólogos, artistas, ingenieros y científicos, que hicieron des-cubrimientos importantes. La ciencia de la egiptología co-mienza realmente con el descubrimiento de la piedra Rosettaque permitió descifrar la escritura jeroglífica.

La campaña egipcia comenzó bien. Tomó fácilmente Ale-jandría. Después llegó la terrible marcha sobre el Cairo quereveló una ausencia total de conocimiento del terreno. Los

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hombres morían como moscas debido al calor y la falta deagua. Era un ejército acostumbrado a vivir de la tierra, peroestos terrenos baldíos no tenían nada para vivir. Las condicio-nes eran tan malas que los soldados se suicidaban, enloquec-ían por el calor y la sed. En Giza se enfrentaron a un ejércitode mamelucos y turcos. Pero en la batalla de las Pirámides,Napoleón demostró una vez más su capacidad para inspirar asus soldados. Ahí hizo su famoso discurso: "¡Soldados! Desdelas cumbres de estas pirámides cuatro mil años os observan".

Los egipcios no se parecían a un ejército moderno europeo yel ejército francés era el más diestro de Europa. Engels en elAnti Dühring explicaba la ley dialéctica de la transformaciónde cantidad en calidad con relación a la fuerza relativa de lossoldados mamelucos y franceses. La batalla sólo duró doshoras y finalizó con la derrota completa de las fuerzas egip-cias. Pero la armada británica inmediatamente anuló los efec-tos de esta victoria. Con Nelson al frente, un líder militar queera igual a Napoleón en osadía, energía e iniciativa, los britá-nicos destruyeron la flota francesa en la Bahía de Aboukir.Napoleón se atascó en Egipto.

Marchó por tierra hacia Siria, en concreto a Acre, el antiguocentro de las cruzadas. Demostró una total crueldad al masa-crar en Gaza a mil prisioneros turcos. ¿Por qué no? debiópensar el mismo hombre que no dudó en disparar a sus con-ciudadanos franceses en las calles de París. ¿Por qué deberíaperdonar la vida a una "raza inferior"? Aquí tenemos la ver-dadera cara del colonialismo europeo que se ha convertidoen algo tan familiar para nosotros en una guerra colonial trasotra, desde la conquista británica de la India, pasando por laconquista belga del Congo, la estadounidense en Vietnam yahora Iraq. Napoleón sentó un precedente para todo esto. En

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la batalla de Aboukir asesinó a miles de turcos. Esta carniceríaacrecentó su prestigio en casa aunque a decir verdad no teníademasiado mérito en un conflicto tan desigual.

El 18 Brumario

De regreso a París el Directorio se encontró con un problemaserio. Los ejércitos franceses habían sido derrotados. La eco-nomía era un desastre. Las masas estaban inquietas. El débilgobierno estaba fracturado por las escisiones y las luchasfraccionales y de camarillas. Se tambaleaba al borde delabismo. Un buen empujón habría provocado la caída. Proba-blemente muchos de sus miembros estaban contentos con lasnoticias de la victoria de Nelson en la bahía de Aboukir. Larealidad es que habían muerto miles de marineros franceses,pero para ellos era más importante la humillación de Napo-león. Sin embargo, nada podía detener la desintegración in-terna del Directorio. Había madurado el momento para uncoup d’état. Barras y Sieyès llegaron a la conclusión necesaria.Habían traicionado a Robespierre y ahora estaban prepa-rando la traición al Directorio. Pero necesitaban una pequeñaayuda. Al enviar al extranjero a Napoleón el Directorio pen-saba que se podía librar de él. En su lugar, consiguieron au-mentar su popularidad y prestigio. Ahora Sieyès le invitó arestaurar el Orden, la especialidad de Napoleón.

La podredumbre del gobierno se pudo ver en el hecho de queBarras había iniciado conversaciones secretas con el exiliadoLuis XVIII, mientras que otros sectores buscaban un acuerdocon el pretendiente al trono, Felipe, duque de Orleans. Enseptiembre de 1797 el Directorio evitó que la mayoría, queahora consistía principalmente en monárquicos, llevara a ca-

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bo un golpe de estado. Para esta tarea el Directorio tuvo quebasarse en Bonaparte, que le ayudó a expulsar a los reciénelegidos diputados de la cámara, es el llamado coup d’état deFructidor. Al basarse en la fuerza armada para resolver losproblemas del parlamento, el Directorio demostró que estabaen bancarrota no sólo económica, sino también políti-camente. Esto acercó un poco más el golpe de Bonaparte. Elproceso se aceleró aún más con la anulación de las eleccionesde 1798, los resultados de las mismas eran insatisfactoriospara el Directorio (el coup d’état de Floreal).

En noviembre de 1799, el mes de Brumario según el nuevocalendario establecido por la Revolución, Napoleón llevó acabo su golpe. Sieyès al principio le veía como el socio másjoven. Imaginaba que él estaba utilizando a Napoleón cuandoen realidad ocurría exactamente lo contrario. De la mismaforma que Zinoviev subestimó a Stalin, también Sieyès subes-timó a Napoleón. Pensaban que la clave de la política era lacapacidad de intrigar y maniobrar. En realidad, estas cosasocupan un papel menor en la política de los grandes aconte-cimientos históricos: son la calderilla de la historia. Y son im-portantes sólo para los hombres y mujeres con mentes pe-queñas.

Las grandes transformaciones históricas —revolucionarias ocontrarrevolucionarias— no están determinadas por cálculosdiplomáticos, intrigas y maniobras, o por la "inteligencia" delos participantes. Están determinadas, en última instancia,por los grandes cambios en la correlación de fuerzas de clase.Eso es lo que establece las reglas fundamentales y los límitesdentro de los cuales las cualidades personales, la inteligencia,la iniciativa, etc., de los caracteres dirigentes puedan ponerseen juego. Naturalmente, la previsión y las capacidades perso-

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nales de los protagonistas juegan un papel. Pero su capacidadde determinar el resultado final está estrictamente limitado.En el período de reflujo de la revolución, el elemento de lapequeña intriga asume un mayor significado que en el per-íodo de ascenso revolucionario, cuando el papel decisivo lojuegan las masas. Pero en cualquier caso, no puede afectar deforma decisiva al resultado final.

Por su carácter aventurero y de oportunista sin principios quehabía salido de la revolución, aunque nunca fue realmente unrevolucionario, Napoleón se adecuaba admirablemente alpapel de verdugo. Además, tenía una ventaja inconmensura-ble sobre sus rivales, él contaba con la lealtad del ejército, elejército campesino que imaginaba que sólo él era la encarna-ción de la revolución que les dio la tierra y ahora estaba com-prometido con la extensión de los ideales de la revolución y lagloria de Francia en los demás países.

Por supuesto esto era completamente incierto. Los campesi-nos franceses consiguieron la tierra con métodos revoluciona-rios. Después del 14 de julio de 1789 se levantaron y quema-ron el chateaux de los terratenientes, destruyendo los archi-vos feudales y afirmando su libertad de las obligaciones feu-dales. Pero con el paso del tiempo la mitología sustituyó larealidad y todo se confundió en la mente de los campesinoshuérfanos políticamente. En la historia un mito puede cobrarvida propia y convertirse en un factor poderoso. Esto se de-mostró con la persistencia durante generaciones del mitonapoleónico entre los campesinos franceses.

Napoleón maniobró entre las clases, apelando ahora a la de-recha y después a la izquierda, para fortalecer su propia posi-ción. A la burguesía le prometió Orden y el final de los distur-bios revolucionarios, mientras que a los soldados les hablaba

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demagógicamente de salvar la revolución de los conspirado-res monárquicos. No era ni lógica ni consistente. No necesi-taba serlo. Tenían 80.000 argumentos excelentes encarnadosen sus soldados. El ejército tenía la espada pendiendo sobrela cabeza de sus enemigos que él utilizaba en cualquier mo-mento.

La conducta de Napoleón durante el golpe de estado del 18Brumario no reflejaba mucho el prestigio que tenía, no fue sumejor momento. A la hora de la verdad, cuando intentó diri-girse a la Convención y fue interrumpido con los gritos de susoponentes, se reveló como una figura ridícula. Valiente per-sonalmente y decidido en el campo de batalla, su audacia nole sirvió en el campo del debate. Se redujo a tartamudearideas de lo más comunes sobre el "Dios de las batallas" enmedio de las burlas de los diputados hostiles. En determinadomomento miró como si todo fuera a ser abortado por un pu-ñado de alborotadores parlamentarios, a pesar de que la ma-yoría de los diputados ya estaban comprados y el ejércitoestaba en su bolsillo. Al final, tuvo que ser rescatado por susamigos que le arrastraron fuera de la Cámara. Sólo las bayo-netas de sus soldados le salvaron de una derrota vergonzosa.

Napoleón fue nombrado Cónsul junto a otros dos, pero pron-to les apartó a un lado. En realidad, era el gobernante supre-mo de Francia con poderes monárquicos. Incluso acabó conlos últimos vestigios de la revolución, Napoleón hablaba en sunombre. Insistía en que no deseaba tomar el poder por símismo, que sólo quería defender el orden revolucionario,consolidarlo, purgar a los canallas y a los enemigos, y dirigirloa la victoria. Para cumplir este objetivo eran necesarias la dis-ciplina y la unidad. Como en la antigua Roma, en momentosde gran peligro para la República era necesario que ésta en-

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tregara el poder a hombres que sabían como defenderla. Envísperas del golpe de Barras confió en el jefe de policíaFouché: "Necesitamos una cabeza y una espada", sugiriendoque Barras era la cabeza. Pero al final los papeles se cambia-ron. Barras y Sieyès pensaban que estaban utilizando a Na-poleón pero en realidad eran ellos los que estaban siendoutilizados. Cuando su utilidad desapareció fueron arrojados alpolvo de la historia.

¿Qué es el bonapartismo?

La tendencia hacia el gobierno de un solo hombre —hacia ladictadura— se iba imponiendo de una forma irresistible. Enuna situación donde las fuerzas en contienda se han agotado,el ejército (es decir, el estado) se eleva por encima de la so-ciedad. Emerge en la forma de dominio de la espada —la ca-racterística esencial del bonapartismo—. Pero a la cabeza delejército está el comandante, el generalísimo, el jefe supremo.No es casualidad que la palabra emperador proceda de la pa-labra latina imperator, que simplemente significa comandantedel ejército. El jefe del ejército ahora se presenta como el jefesupremo de la nación, la personificación de la nación. Se pre-senta como alguien por encima de todos los mezquinos inter-eses de clase, partidos y fracciones. Él pretende representaral conjunto del pueblo, habla en su nombre. Desde su exiliofinal en Santa Elena, Napoleón protestó y dijo que su únicamotivación era su amor a "Francia". Pero como él identificabaFrancia con su propia persona, su voluntad y sus caprichos, nohay contradicción aquí. Luis XIV dijo "yo soy el estado", y to-dos los bonapartistas de la historia dicen "yo soy la nación".

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Sin embargo, el gobierno de la espada no agota la definiciónde bonapartismo. Hay muchos tipos de gobierno que se basanen la espada. El bonapartismo tiene unas características parti-culares que surgen porque expresa una situación específicadonde las fuerzas de clase antagónicas están en un estado deequilibrio inestable. En esta posición, el gobernante bonapar-tista tiende a equilibrarse entre las clases. Napoleón se apoyóen un momento en la izquierda para asestar golpes a la dere-cha, y en otro momento, se basó en la derecha para dar gol-pes a la izquierda. En todo momento él incrementaba su pro-pio poder.

Napoleón era "todas las casas para todos los hombres". Estole permitió ganar el apoyo de muchos oponentes del ala deizquierdas del Directorio —antiguos jacobinos que deseabanrestaurar la revolución con sus principios originales e imagi-naban (equivocadamente) que Napoleón era el hombre ade-cuado para cumplir esta tarea—. En su lenguaje y comporta-miento del primer período, no hizo nada para desalentar estacreencia ingenua. Pero en realidad, mientras hablaba de "iz-quierda" se dirigía hacia la derecha, este giro inevitablementeterminó en la coronación de un nuevo emperador, la restau-ración de la nobleza y el Concordato con el Papa. El error deestos jacobinos que apoyaban a Napoleón era el mismo quecometieron viejos bolcheviques como Kámenev y Zinóvievque capitularon ante Stalin en el período de 1927-31, cre-yendo que éste frenaría a Bujarin y al ala de derechas, queintroduciría la colectivización y que los planes quinquenalessupondrían el regreso al leninismo. Pronto se desengañarían.

Todo régimen insurrecto debe pagar un servicio al régimenque ha derrocado. A pesar de su esencia reaccionaria, el bo-napartismo había surgido de la revolución y aquellos que

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usurparon el poder todavía se sentían obligados a prestar unservicio a ella. De la misma forma que el emperador Augustocontinuó manteniendo las formas externas de la RepúblicaRomana mucho después de que la hubiera destruido, Stalin,el ejecutor del Partido Bolchevique, también continuóhablando en nombre del leninismo y la Revolución de Octu-bre. Aunque la contrarrevolución ya había liquidado el régi-men político de 1793 Napoleón continuaba hablando el len-guaje de la revolución.

El régimen bonapartista de Francia proclamaba estrepitosa-mente los valores republicanos: libertad, igualdad y fraterni-dad, especialmente fuera de Francia. De este modo, encon-traba eco entre la clase media liberal y progresista y entre laclase obrera de otros países. De la misma forma, Stalin enRusia recibió el apoyo entusiasta de los trabajadores de otrospaíses que imaginaban que mantendría el comunismo y losideales de octubre, incluso cuando estaba pisoteando losideales en Rusia e internacionalmente. En ambos casos, lacontrarrevolución continuaba hablando el lenguaje de la re-volución y esta era una fuente importante de fuerza en laarena internacional.

La realidad fue que el bonapartismo dio el coup de grace finalal régimen político establecido por la revolución. Con el pre-texto de "eliminar excesos" y "abolir el Terror", Napoleónrealmente estaba diciendo "la revolución ha terminado". Subase de clase era la gran capa de personas que habían salidobien de la revolución y ahora deseaban vivir en paz y tranqui-lidad para disfrutar los frutos de su éxito. Napoleón prometiódefender la revolución tanto contra los monárquicos, quedeseaban dar marcha atrás al reloj a 1788, como contra las

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masas plebeyas y semiproletarias que habían perdido el po-der político en 1794.

"Siempre trató a los trabajadores como inferiores", escribeAlphonse Aulard, "por una ley del Año XI y el decreto del AñoXII [1803 y 1804] les puso bajo la supervisión policial, les pres-cribió la posesión de una tarjeta de identidad sin la cual po-dían ser arrestados por vagabundos, una vez más prohibió lossindicatos y las huelgas bajo pena de prisión, encargó al Pre-fecto de Policía la resolución de las disputas laborales. Huboun retroceso hacia el anciente régime cuando el Código Na-poleón impuso que en estas disputas la palabra del empresa-rio era la que valía. El plebiscito podría ser la base del nuevorégimen, pero aquí como en los otros casos, Bonapartemostró evidencias de una inclinación a destruir la igualdad ydividir la sociedad francesa en una clase burguesa privile-giada, social y políticamente, y una clase plebeya subordi-nada". (Ver P. Geyl, p. 321).

Los trabajadores, agotados por los esfuerzos del período an-terior, no ofrecieron resistencia al régimen bonapartista,aunque a media voz lo maldecían. Las ciudades obreras semantenían tranquilas gracias a una política de pan y carnebaratos. Con este propósito se pusieron bajo control a lospanaderos y carniceros de París. La industria revivió y los sala-rios subieron, la tendencia se vio impulsada por la escasez demano de obra provocada por el servicio militar obligatorio.

Por otro lado, Napoleón tenía un aliado poderoso en el cam-pesinado, los millones que habían obtenido tierra como resul-tado de la revolución y que veían en Napoleón la mayor ga-rantía de su título sobre la tierra. También ocurría que elcampesinado era la base del ejército de Napoleón, que leadoraba. En la medida que Napoleón mantenía la lealtad del

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campesinado y el ejército campesino, su posición estaba ase-gurada. Era capaz de formar un estado a su propia imagen ysemejanza. Si examinamos este estado aislado, parece querepresenta el regreso al pasado monárquico. No detectamosni un solo trazo de la antigua república revolucionaria de1793. El poder despótico liquidó sistemáticamente los últimosremanentes del régimen revolucionario y restauró todas lasantiguas formas: jerarquía, base, nobleza, títulos y finalmenteincluso la Iglesia Católica.

Siguiendo con su habitual forma de actuar, Napoleón lanzó susegunda campaña italiana para aumentar su prestigio y con-solidar su régimen a través de la conquista extranjera. Napo-león siguió su instinto de jugador y no le engañó. Tuvo suerte—pero esta "suerte" tenía unas bases objetivas—. Los ejérci-tos a los que se enfrentó eran los ejércitos de los regímenesfeudales monárquicos degenerados. Sobre el papel eran for-midables maquinarias bélicas, pero en el campo de batalla notenían comparación con el ejército francés, que a pesar detodo era el hijo de la revolución y estaba inspirado para lu-char por sus ideales. Los soldados de Napoleón eran experi-mentados en la batalla y estaban acostumbrados a ganar. Encontraste, el ejército austriaco estaba desmoralizado y carecíade la voluntad de lucha, especialmente en suelo extranjero.

Como Cónsul Primero, Napoleón creó un formidable aparatoburocrático con una policía secreta y una red ubicua de espíascontrolada por el renegado jacobino y antiguo terroristaFouché. Toda la disidencia se sofocó brutalmente. La prensafue sometida a una rígida censura. De los setenta periódicosde París sólo quedaron tres. Podemos decir que ¿con Napo-león finalmente la revolución quedó liquidada? Esta preguntaes más complicada de lo que parece. Lo que destruyó Napo-

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león —y él lo destruyó total y completamente— fue el régi-men político establecido por la revolución. Pero lo no que nodestruyó y no podía destruir eran las nuevas relaciones depropiedad establecidas por la revolución

Golpes contra la izquierda

Las fuerzas de la reacción monárquica al principio estabanencantadas, creían que Napoleón reintroduciría la monarquía.De la misma forma, en los años veinte algunos monárquicosrusos dieron la bienvenida a la victoria de Stalin sobre Trots-ky, esperaban que la burocracia restableciera el capitalismo.Engañado por las apariencias externas, Luis XVIII escribió aNapoleón ofreciendo regresar y que todo quedase olvidado.El Cónsul Primero le respondió amablemente declinando lagenerosa oferta de Su Majestad. A pesar de los parecidos ex-ternos con el antiguo régimen, el nuevo estado no tenía nadaen común porque éste descansaba sobre unas bases de clase yunas relaciones de propiedad completamente diferentes. Enúltima instancia, éstas son decisivas, no las formas bajo lasque aparecen.

Cuando los reaccionarios se dieron cuenta de su error, seprepararon para librar una lucha a vida o muerte contra laFrancia napoleónica. Toda Europa se unió en esta cruzada.Utilizaron todos los métodos posibles, incluido el intento deasesinato, para destruir a su enemigo. En 1800 los conspira-dores monárquicos intentaron asesinar a Napoleón con laayuda de lo que era conocido como una "máquina infernal".En vísperas de Navidad, Napoleón se dirigía al estreno enParís del oratorio de Hayden, La Creación. Cuando su carruajepasó por la estrecha Rue Nicaise, hubo una devastadora ex-

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plosión. Los acontecimientos que rodearon este incidente sondescritos por Balzac en su novela Un asunto tenebroso, quedescribe el período con una gran exactitud, distinguiendocuidadosamente entre las diferentes clases y fracciones en lasociedad francesa y descubriendo sus intereses y psicología.

Después de 1799 el régimen se enfrentaba a la oposición tan-to de la derecha como de la izquierda. En realidad, los ja-cobinos ya eran una fuerza agotada —una simple sombra desu pasado—. El peligro real venía de la derecha, de losmonárquicos que creían que había llegado su hora. La policíaestaba convencida (correctamente) de que el ataque fue obrade los Chouans monárquicos. Pero Napoleón no quería oírhablar de ello. Echó la culpa a la izquierda: 130 republicanosfueron acusados de terroristas y sin ninguna prueba, fueronenviados a la "seca guillotina" del exilio en Guayana, de don-de muy pocos regresaron vivos.

De la misma forma que Stalin utilizó el asesinato de Kirov co-mo un pretexto para golpear a los viejos bolcheviques, Na-poleón se aprovechó del incidente de 1800 para golpear a laoposición de izquierdas. Su principal apoyo se encontrabaentre la derecha. Sus víctimas siempre eran los seguidores dela izquierda —hombres de principios que se oponían a él y seresistieron al golpe de estado del 18 Brumario o que repre-sentaban un peligro de otra forma—. Pocos días después,Fouché, el ministro de policía, desenmascaró a los verdaderosterroristas —el ala de derechas monárquico Chouans—. Se lesdeclaró culpables y fueron guillotinados, pero no liberaron alos viejos jacobinos. Bonaparte estaba decidido a acabar conellos y se había asegurado de que el decreto de proscripciónse hiciera en nombre de la "seguridad del Estado" en general,no en nombre del intento de asesinato de diciembre.

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Esto no era casualidad. Napoleón estaba decidido a eliminarlos últimos vestigios del jacobinismo que permanecía comouna reprimenda silenciosa a sus planes de engrandecimientoimperial. Al igual que Stalin no podía tolerar la supervivenciade los viejos bolcheviques incluso después de que éstoshubieran capitulado y rebajado ante él, Napoleón tampocopodía tolerar la supervivencia de personas que, aunque impo-tentes, todavía podían servir de recuerdo de lo que había sidola Revolución Francesa. Poco tiempo después, exigió, y loconsiguió, el consulado de por vida.

La Iglesia

Una muestra clara de la naturaleza del régimen fue el Con-cordato de Napoleón con el Papa. La revolución francesa ha-bía dejado a un lado la religión. El total dominio de la iglesiasobre la vida social se había hecho añicos. En cualquier caso,el catolicismo del campesino francés era muy superficial. Ge-orge Lefebvre comenta lo siguiente:

"No se debe medir la influencia de la Iglesia sobre la pobla-ción por su progreso material. En muchas regiones era consi-derable el grado de indeferencia y en las ciudades siempre sepodía encontrar gente dispuesta a aplaudir a Edipo o Tartufo"(P. Geyl, pág. 394). Edipo, la primera tragedia de Voltaire eraun ataque a la Iglesia y la hipocresía religiosa. La Iglesia estabademasiado identificada con las clases superiores y la monar-quía. No tenía demasiado atractivo para la mayoría de la po-blación, aunque había excepciones, como la zona atrasada ymuy religiosa de Vendée, que fue el centro de la contrarre-volución. La mayoría de la población miraba con indiferenciala destrucción de la Iglesia o lo aplaudían entusiastamente. La

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restauración de la Iglesia Católica bajo Napoleón fue un mo-mento cualitativo en la degeneración de la revolución.

La relación entre la Iglesia y el estado establecida por el Con-cordato era mutuamente beneficiosa. El régimen no tenía unápice de respetabilidad y los derechos de propiedad de losnuevos ricos se fortalecían. La Iglesia recuperó algo, si no to-do, de su poder y privilegios perdidos. El estado pagaba elsalario de los sacerdotes. Pero Napoleón seguía siendo el jefey nombraba a los obispos. En el día de Pascua de 1802 se ce-lebró una misa especial para celebrar el Concordato en NotreDame. Nadie estaba feliz con esto, incluso en el círculo íntimode Napoleón. Uno de sus generales cuando preguntó por elCónsul Primero respondió: "¡Un disfraz muy monacal! Lo úni-co que está ausente es la sangre del millón de hombres quemurieron intentado superar lo que usted está restaurando".

La restauración de la Iglesia fue casi el último acto del des-mantelamiento del edificio político creado por la revolución.Fue un acto deliberado para convencer a todos de que la re-volución estaba superada y que el régimen actual era unrégimen de Orden, donde la propiedad privada, la familia y elestado eran sacrosantos. También estaba diseñado para man-tener bajo control a la clase obrera. Citando al propio Napo-león:

"Por mi parte, en la religión no veo el misterio de la transubs-tanciación sino la miseria del orden social.

"La sociedad no puede existir sin la desigualdad de la propie-dad, una desigualdad que no se puede mantener sin la reli-gión [...] Debe ser posible decirles a los pobres: ‘Es la voluntadde Dios. En el mundo deben existir los ricos y los pobres, pero

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en el futuro y para toda la eternidad habrá una distribucióndiferente" (Ver P. Geyl, pág. 323).

¿Se puede expresar con mayor cinismo y claridad la actitud dela clase dominante hacia la religión? Las masas apoyaron larevolución porque creían que desembocaría en un nuevo or-den de libertad, igualdad y fraternidad. Mientras la burguesíalas necesitó como tropas de choque en la lucha contra susenemigos, las permitió continuar creyendo que el reinado dela burguesía desembocaría en una edad dorada. Pero cuandoya estuvo confortablemente instalada en el poder, la bur-guesía reescribió las reglas, explicando a las masas que el ob-jetivo de la igualdad y una "distribución diferente" debían serligeramente pospuestos —hasta después de que estuvieranmuertas— cuando ya serían libres para disfrutar de estas co-sas para toda la eternidad. Los ricos, por supuesto, podríandisfrutar de ellas ahora. Pero había que convencer a los po-bres de la necesidad de ser pacientes y sumisos. Para conse-guir este milagro la burguesía recurrió a los servicio de la Ma-dre Iglesia. Desde entonces ha prestado este servicio.

Napoleón utilizó la religión para el fortalecimiento de su po-der. Incluso dictó un nuevo catecismo, cuyo séptimo capítulodecía lo siguiente:

"Los cristianos se deben a los príncipes que les gobiernan ynosotros en particular nos debemos a Napoleón I, nuestroEmperador, le debemos amor, respeto, obediencia, lealtad,servicio militar, los deberes impuestos por la conservación y ladefensa del imperio y su trono; también le debemos rezos fer-vientes para su seguridad y para la prosperidad temporal yespiritual del Estado.

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¿Por qué tenemos todos estos deberes hacia nuestro Empera-dor?

En primer lugar porque Dios [...] dispensa copiosamente re-galos a nuestro Emperador, ya sea para la paz o la guerra, leha convertido en ministro de su poder y su imagen sobre latierra. En segundo lugar, porque Nuestro Señor Jesucristo,tanto por sus enseñanzas como por su ejemplo, nos ha ense-ñando lo que debemos a nuestro Soberano [...]".

Y sigue con otras cosas por el estilo.

Nadie pronunció una palabra de queja sobre el nuevo cate-cismo. Roma guardó silencio. Los obispos franceses le dieronla bienvenida con muestras de gozo. Napoleón ahora era elamo de Francia —Cónsul de por vida— un título confirmadopor el plebiscito. La Iglesia había regresado pero bajo su firmecontrol. Alphonse Aulard consideraba el Concordato, correc-tamente, como "un acto contrarrevolucionario por excelen-cia".

El Código Napoleónico

Napoleón fue muy cuidadoso con sus usurpaciones de podery procuró siempre convocar un plebiscito posterior para legi-timarlos. Pero en realidad su verdadero poder derivaba no delos plebiscitos (el método clásico del bonapartismo) sino delejército. El nuevo sistema legal, el Código Napoleónico, santi-ficaba las nuevas relaciones de propiedad. El campesinadomucho tiempo después seguía creyendo que Napoleón lehabía dado el derecho a la tierra. En realidad no era cierto.Los derechos feudales fueron abolidos por la revolución en superíodo ascendente en 1792-3. Napoleón simplemente tomóposesión de la situación que existía y la dio un marco legal.

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La verdadera base de clase del régimen napoleónico eran lasclases medias adineradas que habían hecho su fortuna con larevolución. Querían defender las nuevas relaciones de pro-piedad que garantizaban sus fortunas, pero también queríandetener la revolución. Querían trazar una línea de separacióny establecer un Orden que les protegiera contra la amenazade la restauración monárquica y contra las "excesivas" reivin-dicaciones de las masas. Estaban cansados de años de tor-menta y tensión y deseaban disfrutar de sus recién adquiridosprivilegios e ingresos. Eran exactamente las mismas conside-raciones que motivaron a la burocracia rusa y a la fracciónestalinista en el período posterior a la muerte de Lenin.

El Código Napoleónico era la expresión legal de los interesesde esta clase. Era la codificación de la contrarrevolución polí-tica que liquidó el carácter democrático de la revolución yconfirmó su contenido burgués:

"El Código confirmaba los derechos de la propiedad privada yel acuerdo agrario de la revolución, reafirmaba a todos losque habían adquirido las antiguas tierras de la Iglesia y la no-bleza que sus derechos actuales serían preservados. Bona-parte aseguró, sobre todo, que no habría contrarrevolución yesto congregó detrás del Consulado a las clases medias y loscampesinos". (David Thomson. Europe Since Napoleon, p. 58).

La naturaleza reaccionaria de este documento queda másclara en el capítulo dedicado a la familia: "La autoridad delpadre sobre la esposa, sus hijos y la propiedad de la familiafue fortalecida, frente a la tendencia revolucionaria hacia laigualdad de las personas y la igual división de la propiedad.Con el Código las esposas quedaban sometidas a los maridos,el divorcio era más difícil y hasta una cuarta parte de la pro-piedad podía ser legada a alguien fuera de la familia" (Ibíd.).

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Para fortalecer el poder del Estado y aumentar su control so-bre la población, Napoleón creó una burocracia centralizadaque ha caracterizado a Francia desde entonces. Estableció elsistema de prefectos. Charles Seignobles comenta:

"Un sistema centralizado de agentes gubernamentales,opuesto al régimen electivo autónomo creado por la revolu-ción. La nación ya no tenía que participar en el comporta-miento o en la elección de sus líderes locales. Los francesesdejaron de ser ciudadanos para convertirse una vez más ensúbditos, ya no de un rey, sino del gobierno" (Ver P. Geyl, pág.333).

El régimen bonapartista era un estado policial represivo. Elministro de la Policía, suprimido en 1802, fue recuperado en1804 con Joseph Fouché. Las lettres de cachet, el odiado sis-tema de denuncias anónimas y arrestos arbitrarios del ancienrégime, fue recuperado por decreto en 1810. Éste establecíaprisiones estatales y permitía el arresto y la detención sin jui-cio por encima de la autoridad del Consejo de Estado. Franciaestaba infectada por un ejército que mantenía informado alEmperador de cualquier oposición y podía aplastarla inme-diatamente.

Napoleón creó una jerarquía basada en el rango, las medallas,incluida la Legión de Honor (con cuatro grados), abierta a to-dos los rangos por la valentía en el campo de batalla. A losviejos veteranos revolucionarios no les gustaba nada estasllamativas baratijas porque para ellos la insignia de honoreran las heridas recibidas en la lucha por defender la revolu-ción y la Patrie . Con estos métodos Napoleón abolió el anti-guo igualitarismo y creó una elite, una nueva aristocracia queimitaba todas las formas del antiguo régimen pero que teníaun carácter completamente burgués.

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La nueva nobleza disfrutaba no sólo de títulos altisonantes yuniformes llamativos, también de salarios oficiales generososy extras. Al final el Papa Pío coronó emperador a Napoleón, ypor lo tanto, insistió en ser llamado "Sire" o "Vuestra majes-tad". Por todo esto parecería que la revolución había dadomarcha atrás. Aquí teníamos al emperador, la nobleza, unsistema de honores, la Iglesia y todos los adornos del antiguorégimen. Pero las apariencias engañan. Sobre la superficienada había cambiado desde que Luis XVI se sentara en el tro-no. Debajo de la superficie había cambiado todo. Las formasexternas del estado y el gobierno eran las mismas, pero elsistema de clases era completamente diferente.

Este hecho fue perfectamente comprendido por las otras po-tencias europeas que se unieron para derrotar a la Francianapoleónica. En 1805 se formó la Tercera Coalición, formadapor Inglaterra, Austria, Rusia y Suecia. La fuerza motriz, comosiempre, era Inglaterra. Este poder isleño siempre mantuvouna política consecuente, basada en la correlación de poderen Europa. El poder de Inglaterra dependía de dos cosas: lafuerza naval y una Europa débil y dividida. El ascenso del po-der francés hizo que Inglaterra tuviera la imperiosa necesidadde debilitar a Francia. Su poder naval una vez más quedó de-mostrado en la batalla de Trafalgar, cuando la flota inglesa almando de Nelson destruyó las flotas combinadas de España yFrancia.

La razón de las guerras napoleónicas

En 1789 existía una correlación de fuerzas difícil en Europa:un equilibrio tolerable entre los borbones y los habsburgos,Austria y Rusia, el Imperio Otomano y Rusia. Pero la Revolu-

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ción Francesa destruyó completamente el equilibrio y quedóhecho añicos con el largo período de guerras. Francia se en-contró frente a una serie de coaliciones inestables que se re-unían de vez en cuando, principalmente como resultado de laestrategia y el oro británicos. La revolución reordenó radical-mente de nuevo el mapa de Europa, creando las bases para elsurgimiento de los estados europeos modernos en los cienaños siguientes.

Polonia en 1793 quedó dividida entre Rusia, Prusia y Austria,terminando un proceso que comenzó veinte años antes. Enrealidad, en 1794 las monarquías de Rusia y Austria llegaron aun acuerdo para dividirse no sólo Polonia, también Turquía,Venecia y Baviera. Sin embargo, los asombrosos éxitos de losejércitos revolucionarios franceses inmediatamente echarona un lado todos estos planes. Inicialmente los franceses eranrecibidos por muchas personas como libertadores, un hechoque en gran medida facilitó su trabajo. Aunque los francesesexigían un precio, en la mayoría de los casos la población na-tiva no lo consideraba una carga superior al dominio de susmaestros feudales y normalmente era inferior.

La preocupación predominante de las monarquías europeasera derrotar a la Francia revolucionaria. La idea de la sobe-ranía del pueblo era un anatema para todas ellas, y cuando larevolución tiró la cabeza del rey a sus pies, estaba claro quesólo podía haber un resultado. Era una cuestión de conquistaro morir. Detrás de todas las coaliciones antifrancesas estabael poder de Inglaterra. Pitt y aquellos a los que él represen-taba, odiaban los principios democráticos revolucionarios queamenazaban con extenderse a través del Canal, además elconflicto estaba exacerbado por la rivalidad colonial y comer-cial con Francia.

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Napoleón intentó llegar a un acuerdo con la firma del Tratadode Amiens. Pero todo el mundo veía que se trataba de unatregua incómoda. Inglaterra no quería la paz, sólo quería des-truir el poder de Francia. Por su parte, Napoleón simplementeutilizó la tregua para fortalecer su armada. Con el objetivo derivalizar con el poder marítimo británico avanzó expandiendosus puertos y astilleros. Incrementó el programa de construc-ción de barcos y preparó expediciones coloniales a las islasMauricio y Madagascar, que, no es casualidad, estaban situa-das en la ruta hacia la India británica.

Esta tregua, como todas las demás, sólo era la preparaciónpara una nueva guerra. Al darse cuenta de que la guerra erainevitable, Napoleón decidió atacar primero, de esta formaevitaba que se unieran las fuerzas de la coalición contra él.Veía que el eslabón más débil de la coalición era Austria ycayó sobre el ejército austriaco antes de que los rusos tuvie-ran la oportunidad de ir en su ayuda. Fue un ataque muy au-daz. El ejército francés marchó desde la costa francesa entotal secreto y sorprendió a los austriacos cerca de Ulm. Laslíneas de comunicación austriacas fueron cortadas y el des-graciado general Mach, como irónicamente le llamaba Na-poleón, tuvo que rendirse con 25.000 hombres. Esta obramaestra de la planificación militar desmoralizó totalmente alos austriacos y supuso un duro golpe para la coalición.

En el siguiente asalto, en Austerlitz, los franceses estabanagotados y les excedían en número gracias a la fuerza combi-nada de rusos y austriacos. Pero Napoleón utilizó el paisajepara desplegar su artillería con buen efecto. Engañó al ene-migo al que hizo creer que era más débil de lo que realmenteera, les puso un cebo en una trampa. Los austriacos y los ru-sos fueron derrotados. Pitt, el verdadero líder de la Coalición,

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quedó hecho añicos. Cuando llegaron las noticias desde Aus-terlitz se dice que comentó con desesperación: "Parece que elmapa de Europa no cambiará en diez años".

Pero Pitt estaba equivocado. Napoleón se vio empujado acombatir en nuevas guerras que dilataban seriamente las po-sibilidades reales de su país. Se dice que si Napoleón sehubiera detenido en este momento podría haber conseguidoconsolidar sus victorias y toda la historia de Europa habríasido diferente. El historiador francés Adolphe Thiers escribió:"Si no se hubiera acumulado más y más sobre los sobrecarga-dos cimientos" éstos no habrían colapsado. Pero Napoleónavanzó implacablemente.

Se podrían dar diferentes explicaciones a esta imprudencia: elcarácter aventurero de Napoleón, sus pretensiones dinásticasy otras cosas por el estilo. Éstas pueden explicar parte perono todo. Debemos buscar las verdaderas razones en las con-diciones objetivas de Francia, la naturaleza peculiar del régi-men de Napoleón y los intereses de clase que había detrás deél. La guerra sólo era el método a través del cual desviaban laatención de la población de la política que llevaba a cabo laoligarquía y que pretendía desheredar al campesinado y con-fiscar la tierra. La avarienta clase media, presa de la fiebreespeculativa, veía en la guerra una forma de conquistar losmercados mundiales. La paz verdadera con Inglaterra sólohabría sido posible a costa de renunciar a todo el poder naval,colonial e industrial. La rendición de Antwerp, Egipto, SantoDomingo, Luisiana y la marina mercante, la renuncia a losprincipios franceses de la ley marítima (el principio de que lasbanderas protegen la carga), todo esto difícilmente habríasido suficiente para reconciliarse con Gran Bretaña.

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Por todas estas razones era imposible una paz duradera entreFrancia e Inglaterra. Cada tregua era simplemente un inter-valo entre una guerra y otra. En la primera etapa, los france-ses conseguían una victoria brillante tras otra, en parte comoresultado de la superioridad de la maravillosa maquinariamilitar francesa, en parte por la dirección inspiradora de Na-poleón, pero también debido a los defectos inherentes de losregímenes feudales corruptos y degenerados y sus ejércitos.Sin embargo, en determinado momento, Napoleón se exce-dió. Ésta parece ser una tendencia inherente y fatal en todoslos grandes imperios, incluidos los actuales Estados Unidos.Las grandes victorias pueden provocar un exceso de confianzay finalmente pueden conducir a grandes derrotas.

Hay otro paralelismo importante entre la Francia napoleónicay los EEUU de George W. Bush. Clausewitz, el gran teóricomilitar prusiano que estaba muy al corriente de los escritos deHegel, explicaba que el propósito de la guerra debe ser laconquista de objetivos limitados. Pero Napoleón, como Ge-orge W. Bush en su "guerra contra el terrorismo", no teníaestos objetivos. A pesar de su brillantez táctica en el campode batalla, Napoleón no tenía una estrategia global clara-mente perceptible que no fuera derrotar a cada una de lasgrandes potencias de Europa y obligarlas a aceptar sus dicta-dos. ¡Era un orden del día demasiado ambicioso! Sólo llevabade una guerra a otra. El dinero conseguido con una expedi-ción iba destinado a la próxima, y así ad infinitum. Esto real-mente no constituye una verdadera estrategia. Simplementees el orden del día de un saqueador a gran escala, lo que re-almente era Napoleón.

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Las aventuras española y rusa

Con Napoleón las tendencias imperialistas de Francia sehicieron cada vez más pronunciadas. Mientras que en la pri-mera fase de las guerras revolucionarias los franceses confrecuencia eran recibidos como libertadores, ahora cada vezse les veía más como opresores y ladrones. La política de Na-poleón de financiar las guerras tratándolas como una em-presa tenía sus desventajas. Se esperaba que el ejército vi-viera de la tierra exigiendo suministros a la población local. Lainsistencia de Bonaparte en que la guerra debería ser renta-ble llevó a exigencias e impuestos más duros en las tierrasocupadas. Esto creó un sentimiento antifrancés. En el períodode la revolución, Francia exportaba liberalismo, ahora expor-taba, inconscientemente, nacionalismo.

Napoleón respondió a la superioridad naval británica con elSistema Continental que tenía como objetivo estrangulareconómicamente a Gran Bretaña excluyéndola de las mer-cancías de Europa. Sin embargo, el plan golpeó más a las eco-nomías de los estados europeos que a la economía británica.Además, su cumplimiento estaba lleno de agujeros y dificul-tades. Esta política, más que cualquier otra, provocó un pro-fundo rencor contra Napoleón entre las naciones europeas yllevó al fortalecimiento del sentimiento nacionalista en Ale-mania, Italia, España y Rusia. La cuestión económica provocóun amargo resentimiento en Holanda e Italia. Pero habíaotros factores, más intangibles, como eran el orgullo nacionaly la creciente conciencia ante el contraste que existía entrelos sentimientos liberales que emanaban de París y la realidadde un gobierno opresivo y explotador.

Esto a su vez daba más alas a las intrigas británicas. Aunqueotros podrían haber actuado como los principales actores del

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drama, Londres siempre movió los hilos detrás de bambali-nas. En 1806 Prusia declaró la guerra a Francia y a las pocassemanas Inglaterra y Rusia se unieron para formar la CuartaCoalición. En la práctica, Inglaterra siempre fue la fuerza mo-triz de estas coaliciones. Los ingleses enviaron ayuda militar alos españoles que estaban llevando a cabo una feroz guerrade guerrillas contra las fuerzas francesas que estaban ocu-pando el país.

La aventura española fue un error importante que le costócaro a Napoleón. Debido a sus ambiciones dinásticas Napo-león intentó instalar a su hermano José en el trono español.Obligó a España a entrar en guerra con Portugal para impedirel acceso británico a sus puertos y fortalecer el Sistema Con-tinental. Utilizando esto como excusa envió un ejército a Es-paña y lo alojó entre una población poco dispuesta a aceptarsu dominio. El verdadero objetivo de Napoleón era poner a suhermano José en el trono español. Para hacer el trabajo sucioenvió a Madrid a su títere fiel, Savary. De él Napoleón decía:"Si ordeno a Savary asesinar a su esposa e hijos, sé que loharía sin vacilar". La tarea de Savary era llevar a la familia reala Bayona donde quedaría prisionera de Napoleón.

El resultado fue la insurrección sangrienta de Madrid el 2 demayo de 1808, que fue sofocada por los franceses con unaespantosa carnicería, como quedó reflejado en dos de las másimportantes obras maestras de Goya. Napoleón pensaba queesta "buena lección" mantendría tranquilos a los españoles. El2 de mayo se convirtió en el grito de batalla del pueblo espa-ñol que en todas partes se levantó contra los invasores fran-ceses. El resultado fue una larga y agotadora guerra de gue-rrillas que costó a los franceses medio millón de hombres. La"úlcera española", como la llamó Napoleón, lentamente

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agotó las fuerzas y las finanzas de Francia de la misma formaque la guerra de Vietnam agotó la fuerza del imperialismoestadounidense en el siglo XX.

Desde este momento, la suerte de Napoleón cambió. Era co-mo si su famosa "suerte" le hubiera abandonado. Pero la"suerte" en política es relativa. En general, uno se labra supropia suerte, o al menos actúa de tal forma en una situacióndeterminada que le conduce a a un resultado afortunado. Yes evidente que un resultado afortunado es más probable enuna situación favorable que en una desfavorable. En el grandrama de la historia hay situaciones que conducen a resulta-dos determinados y otras que no. En el período de auge de laRevolución Francesa, el ala de izquierdas parecía disfrutar deun ascenso irresistible. La razón era objetiva: el movimientode masas tenía un impulso colosal y empujaba constante-mente la revolución hacia adelante.

Es verdad que en la dirección había individuos de gran talentoy capacidad. Pero en tal situación incluso la gente con menostalento puede conseguir grandes resultados. Sus errores notienen consecuencias serias y sus éxitos se magnifican. Estocrea una especie de ilusión óptica en que "les sonríe la for-tuna". Pero la fortuna es una bondad inconstante. Su sonrisapuede convertirse en un ceño fruncido en cuestión de un ins-tante. Un individuo que aparentemente no puede hacer nadaequivocado, de repente, parece que no hace nada correcta-mente. Este hecho tiene su reflejo en la sabiduría popular, enun refrán que dice: "A perro flaco todo son pulgas".

La idea de la "suerte" es una forma muy superficial de presen-tar las cosas. Por supuesto, tanto en la vida cotidiana como enla historia, hay muchos accidentes. Estos son imprevistos,sucesos que no obedecen a ninguna ley particular y por lo

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tanto son considerados acontecimientos fortuitos. Un acon-tecimiento verdaderamente fortuito no se puede explicar ypuede dar lugar a todo tipo de interpretaciones místicas. Poreso los jugadores siempre tienen tendencia a ser supersticio-sos. Pero incluso en el juego no hay lugar a la casualidad. Unjugador puede tener una mano de cartas buena o mala. Nopuede controlarlo (a menos que haga trampas, que siemprees posible), por esa razón también es importante jugar bien tumano. Pero cuando las cartas son constantemente malas,incluso el jugador más habilidoso perderá.

En su gran drama político, Julio César, Shakespeare pone lassiguientes palabras en boca de Bruto:

"Hay un flujo y reflujo en los asuntos de los hombres, que, sise toma en la subida, lleva a la fortuna, y si se descuida, todala travesía de la vida queda encallada en bajíos y miserias. Enun mar así flotamos ahora, y debemos aprovechar la corrientecuando nos ayuda, o perder nuestra carta". (Shakespeare,Julio César, Acto IV Escena II).

Esta es la realidad de la historia en general. En medio de todala miríada de pequeños acontecimientos fortuitos es posiblediscernir corrientes y tendencias amplias, el "flujo y reflujo delos asuntos" al que hace referencia Shakespeare de una formamagistral. Engels expresó la misma idea cuando dijo que ha-bía períodos en la historia donde veinte años equivalen a unsolo día, pero que hay otros períodos donde la historia deveinte años se concentra en veinticuatro horas. Vemos lomismo en la evolución donde largos períodos de stasis soninterrumpidos periódicamente por cataclismos caracterizadospor la extinción en masa de algunas especies y la aparición deotras.

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En estos momentos críticos de la historia, cuando la cantidadse transforma en calidad, las acciones de un número relati-vamente pequeño de personas, o incluso de un solo indivi-duo, pueden producir efectos desproporcionados con susposibilidades aparentes. De la misma forma, una fábrica queno ha experimentado una huelga en diez o veinte años, don-de los militantes se ven completamente aislados e impo-tentes, de repente, entra en una fase de militancia comple-tamente inesperada tanto para los empresarios como para lavanguardia. Por encima de algún incidente trivial (que entra aser catalogado como un "accidente"), la furia de los trabaja-dores se ha ido acumulando lentamente durante un largoperíodo y de repente estalla. La situación instantáneamentese convierte en su contrario. Personas aparentemente atra-sadas ahora están abiertas a las ideas más radicales y militan-tes. Los militantes que antes estaban aislados ahora son escu-chados con entusiasmo por las masas.

Estas transformaciones se han podido ver muchas veces en lahistoria. Se las llaman revoluciones. Pero una revolución, pordefinición, es una situación excepcional. No puede durar in-definidamente. O lleva a una transformación fundamental dela vida de las masas, o en determinado momento se cansarány caerán en la apatía y la indiferencia. En tales circunstancias,el ala revolucionaria ya no encontrará eco y la iniciativa pa-sará de nuevo a las fueras contrarrevolucionarias. No importala destreza, la inteligencia o demás cualidades personales queposea la vanguardia, no habrá mucha diferencia en el resul-tado. En el mejor de los casos podría retrasar el resultado omodificar este o ese aspecto, pero el resultado en lo funda-mental sería el mismo.

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En el período posterior a la muerte de Lenin, cuando la Re-volución Rusa estaba aislada en condiciones de extremo atra-so, Stalin se elevó al poder como el representante de la buro-cracia, la casta de funcionarios privilegiados que les había idomuy bien con la Revolución de Octubre y deseaban disfrutarlos frutos sin que las demandas de las masas les molestara.Aquí tenemos las mismas tendencias que había en Franciacuando la marea revolucionaria comenzó a descender. Vemosesta misma tendencia cuando el Estado escapa del control dela clase obrera y se eleva por encima de la sociedad. Esto es loque precisamente los marxistas llamamos bonapartismo, sóloque con un carácter peculiar: el bonapartismo basado en lasnuevas relaciones de propiedad nacionalizada establecidaspor la Revolución de Octubre o, por utilizar el término acuña-do por Trotsky, bonapartismo proletario.

Regresaremos a la cuestión del bonapartismo proletario en elfuturo. Por ahora es suficiente con decir que la mediocridadpersonal de Stalin y su crudeza teórica no fueron un obstáculopara su ascenso al poder, en esas circunstancias concretasrealmente se convirtieron en una ventaja. Los escritos de"marxistas" vulgares como Isaac Deutscher, para quien "nadasale tan bien como el éxito", no tiene nada en común con elmétodo científico del materialismo histórico. Para Deutscherel hecho de que Stalin derrotara a Trotsky automáticamentesignifica que él debía ser más "inteligente", que Trotsky co-metió errores, permitiéndole ser superado y otras cosas porel estilo.

Esta clase de historia está llena de superficialidades que noexplican nada. Nos hace sacar la conclusión de que si Trotskyhubiera sido tan inteligente como Isaac Deutscher, no habríacometido estos errores y habría ganado a Stalin. En realidad,

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la causa de la derrota de la Oposición de Izquierdas hay quebuscarla en la situación objetiva, el agotamiento de la claseobrera después de años de guerra, revolución y guerra civil,las condiciones de hambre, pobreza, analfabetismo y atraso,la muerte de un gran número de trabajadores avanzados en laGuerra Civil, todos estos factores llevaron al aislamiento de lavanguardia proletaria, los bolcheviques leninistas encabeza-dos por León Trotsky. En realidad, Trotsky sabía muy bien quela Oposición sería derrotada y lo que intentaba era crear lastradiciones para las futuras generaciones de revolucionarios,y lo consiguió, mientras que Stalin, Bujarin, Kámenev y Zino-viev no dejaron nada.

Todo esto ha ocurrido antes, aunque sobre una base de clasedistinta y en un contexto histórico diferente. Los grandes in-dividuos, como explica Hegel, son aquellos que expresan me-jor la naturaleza del período histórico en el que viven. Porutilizar su frase exacta, ellos "encarnan" el "espíritu mundial".Cuando Hegel vio a Napoleón dicen que exclamó: "¡Acabo dever el Espíritu Mundial montado a caballo!" Ciertamente Na-poleón expresaba la naturaleza de sus tiempos mejor que lamayoría. Su "suerte" se puede reducir al hecho de que seelevó con la revolución y después encarnó el espíritu de lareacción termidoriana más claramente y de una forma másconsistente que los demás. Sus victorias militares revelan sutalento personal como general. Pero sobre todo, revelan laincapacidad de los degenerados ejércitos monárquicos feu-dales para luchar contra el ejército que surgió de la revolucióny que todavía encarnaba su espíritu de lucha y su entusiasmomisionero, aunque de una forma caricaturizada.

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Los errores de cálculo de Napoleón

En determinado momento a Napoleón le abandonó su "suer-te". Comenzó a cometer errores, como la desastrosa campañaespañola y la incluso más catastrófica invasión de Rusia en1812. Pero estos errores reflejaban el hecho de que el impul-so había sustituido a la estrategia, en realidad no existía nin-guna estrategia. Una campaña de saqueo llevaba a otra, y asíad infinitum. Constantemente se excedía y esto cada vez eramás obvio para sus colaboradores. El empedernido oportunis-ta Fouché comentó irónicamente a alguien que le preguntócuando terminaría todo esto: "Oh no importa. ¡Después lle-gará Rusia, y después de Rusia siempre queda China!"

Estas guerras tenían un carácter cada vez más rapaz, aunquelos franceses siempre las presentaron como guerras de libe-ración. Jules Michelet en 1851 reprendió a los belgas por susquejas sobre las onerosas cargas impuestas por los ocupantesfranceses:

"Cuando Francia emprendió, para los belgas y para el mundo,la guerra que le costó, desde 1792 a 1815, diez millones desus hijos, no lo hizo, a pesar del terrible derramamiento desangre francesa, para quejarse del escaso dinero belga". Peroni los belgas, ni cualquiera de los otros países ocupados porFrancia, veían las cosas de la misma forma. Cada agresor im-perialista de la historia (con la posible excepción de GengisKhan, quien, para ser justos, siempre fue muy sincero) ha in-tentado justificar el saqueo haciendo referencia a principiosmuy elevados. Eso ocurrió con Napoleón y hoy ocurre lo mis-mo con George W. Bush con relación a la invasión de rapiñade Iraq.

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La crueldad de Napoleón hacia los pueblos conquistados estábien documentada. Cuando recibió noticias de una insignifi-cante revuelta en Hesse, escribió lo siguiente a su coman-dante en jefe en enero de 1807:

"Mi intención es que la ciudad principal donde comenzó lainsurrección sea incendiada y que se ejecute a treinta cabeci-llas; es necesario dar un ejemplo para contener el odio delcampesinado y de la soldadesca. Si usted todavía no ha dadoun ejemplo no lo retrase más [...] No puede pasar un mes sinque se incendie la ciudad principal, municipio o ciudad pe-queña que dio la señal para la insurrección, y hay que ejecu-tar a un gran número de individuos [...] No debe quedar ras-tro de los cuarteles que se han sublevado" (P. Geyl, pág. 161).

En la guerra, como en la lucha de clases, las personas apren-den. Napoleón solía decir que los ejércitos derrotados apren-den bien. Con los martillazos de la derrota, los enemigos deFrancia aprendieron a imitar los métodos de los franceses. Losaustriacos, por ejemplo, llevaron a cabo reformas y en la gue-rra de 1809, aunque la ganó Napoleón, consiguieron infligir alos franceses bajas terribles en la batalla de Wagram. Estoenvió una señal al resto de Europa diciendo que el ejércitofrancés quizá, a pesar de todo, no era tan invulnerable. Sindejarse intimidar, Napoleón eligió luchar con Rusia, aunque sesuponía que era un aliado de Francia. En realidad, sólo era unmatrimonio de conveniencia temporal. Al final, los interesesde Francia y Rusia estaban en conflicto: ambos deseaban do-minar el Mediterráneo, Oriente Medio y conquistar Constan-tinopla.

La razón aparente del conflicto fue la negativa del zar a acep-tar el Sistema Continental y apoyar el bloqueo de Gran Bre-taña. Napoleón provocó al zar creando el Ducado de Varsovia,

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uniendo la mayoría de los antiguos territorios polacos de Pru-sia y Austria, una amenaza clara a los territorios polacos deRusia. Pero la verdadera razón era la rivalidad entre Francia yRusia con relación a Constantinopla y Oriente Medio. En1812-13 Gran Bretaña y Suecia silenciosamente iniciaron con-tactos con San Petersburgo con la idea de intervenir en elmomento del ataque francés.

La campaña de 1812 fue el mayor error de cálculo de Napo-león. Fue similar al error de cálculo cometido 130 años des-pués por Hitler. Embarcarse en una empresa tan grande enlas estepas rusas mientras Gran Bretaña permanecía sin de-rrotar en su retaguardia era una aventura temeraria. La bata-lla de Borodino costó a Napoleón pérdidas enormes e irrepa-rables. Avanzó más de lo que era su intención inicial, los rusosutilizaron la táctica de una defensa profunda, haciendo uso delos vastos espacios de Rusia y una política de tierra quemada.Aunque ocupó Moscú, que después quemaron los rusos, tuvoque retirarse, perdiendo 225.000 hombres y otros 100.000fueron tomados prisioneros.

La Cuarta Coalición hizo retroceder a Napoleón y cruzar el ríoElba, cuando una sublevación nacionalista sacudió toda Ale-mania. En octubre de 1813 sufrió una de las mayores derro-tas, perdió 50.000 hombres en la batalla de Leipzig contra losprusianos. Estas enormes pérdidas supusieron una enormepérdida de mano de obra para Francia y el saqueo de su te-soro. Mientras las tropas francesas eran expulsadas de Rena-nia, los británicos entraron a Francia desde España. Napoleóncayó preso en un movimiento de tenazas. Aparecieron lasdivisiones en el régimen. Cuando París capituló, el 7 de abrilde 1814, firmó su abdicación como emperador de los france-ses. El hermano de Luis XVI entró en Francia y subió al trono

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como Luis XVIII, después de firmar de mala gana una cartagarantizando ciertos derechos y libertades.

El resto de la historia se cuenta rápidamente. Sólo diez mesesdespués del exilio en una minúscula isla de Elba en el Medi-terráneo, Napoleón escapó y entró en Francia para intentar laúltima confrontación con sus enemigos. Hasta el final, su espí-ritu de jugador no le abandonó. Pero realmente se trataba deun juego desesperado con escasas posibilidades. Confió en lapersistencia de la leyenda napoleónica entre el campesinadoy en esto no estaba equivocado.

El campesinado francés siempre ha sido la columna vertebraldel bonapartismo. Creían que el Emperador les había dado latierra y muchos estaban dispuestos a luchar para defender latierra y a él. Entre los soldados campesinos todavía persistíaun sentimiento de orgullo por las victorias del pasado y laesperanza de otras nuevas en el futuro, gracias a l’empereur.El mito napoleónico sorprendentemente persistía entre loscampesinos, como vimos en el período de 1848-51 e inclusomás tarde.

Sin embargo, todo esto no fue suficiente para evitar su de-rrota en Waterloo. Napoleón fue emperador una vez más,pero sólo de nombre. Publicó sus proclamas, órdenes, enviócartas a los tribunales extranjeros, pero todo en vano. Elpéndulo de la reacción había girado tanto a la derecha quehizo inevitable la restauración de la monarquía. Incluso entreel campesinado existía un sentido de cansancio después deaños de guerras y requisiciones eternas. Aparecieron en lasparedes carteles burlones, aparentemente firmados por elEmperador:

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"Artículo 1: Cada año se me deben entregar 300.000 hombrescomo carne de cañón.

Artículo 2: Si es necesario, este número se incrementará a 3millones.

Artículo 3: Todas estas víctimas serán enviadas muy pronto algran matadero".

Si este ambiente es el que existía entre sectores del campesi-nado, mucho más era el escepticismo entre las clases adine-radas, cuyo único deseo era que las dejaran en paz para dis-frutar de su dinero. La gran burguesía que había adulado aNapoleón y actuado de una forma servil mientras él se man-tenía incontestable en el poder, ahora le abandonó y se pusoal lado de los británicos, restauró a los borbones que ofrecíanmayor seguridad. Stefan Zweig expresa muy bien la mentali-dad de estas capas:

"Los ciudadanos adinerados, ansiosos de tener estabilidad ensus ingresos, de ninguna forma compartían el entusiasmo delos oficiales y luchadores profesionales para quienes la pazsólo significaba una interrupción de su trabajo; y cuando, for-zosamente, Napoleón les garantizó el sufragio, ellos le res-pondieron con una bofetada en la cara eligiendo a los mismoshombres que quince años antes le habían perseguido y arro-jado a la oscuridad, los revolucionarios de 1792, Lafayette yLanjuinais" (Fouché, pág. 183).

La burguesía francesa capituló ante los borbones en 1814,como la burguesía inglesa había invitado a Carlos II a regresarde Francia después de la muerte de Cromwell. En ambos ca-sos, la burguesía vio en la monarquía un baluarte contra larevolución, un pilar de la propiedad y el orden. Abandonarona Napoleón quien en el momento de la verdad sólo tuvo la

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sombra del poder. La derrota militar en Waterloo sólo fue laúltima nota sangrienta de un texto ya escrito por la historia.Napoleón terminó sus días en una roca yerma en medio delocéano, el 8 de julio de 1815. Luis XVIII fue restaurado porsegunda vez.

Si examinamos los regímenes políticos que existieron enFrancia desde 1789 a 1815, vemos las transformaciones másincreíbles: desde la república jacobina revolucionaria a la re-acción termidoriana, pasando por el Directorio y el Consu-lado, después el imperio bonapartista y finalmente la restau-ración de la monarquía borbónica sobre las bayonetas prusia-nas y británicas en 1815.

Se podría sacar la conclusión de que la rueda de la historiasimplemente cerró el círculo: la revolución regresó a su puntode partida. Pero esta conclusión sería totalmente errónea. Elerror consiste en ver la sociedad del revés, examinar sólo loscambios de la superestructura política y no comprender losprocesos que se desarrollan debajo de los cimientos del edifi-cio social, las fuerzas productivas y las relaciones de propie-dad. La tarea principal de la revolución burguesa en Franciaera la revolución agraria. La esencia de la revolución francesaconsistía en la abolición de las antiguas relaciones de la tierra,la división de las grandes haciendas feudales y la distribuciónde la tierra entre el campesinado. Y a pesar de todos los cam-bios que ocurrieron con el régimen político, las relacionessociales de producción en Francia básicamente siguieronsiendo las mismas. Incluso la restauración borbónica no pudocambiar esto.

Al final la Gran Revolución Francesa defraudó las esperanzasde las masas y todo el proceso se convirtió en su contrario.Pero la rueda de la historia no regresó a su punto de partida.

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La revolución provocó una transformación profunda de lasrelaciones de clase y económicas en Francia. Abolió radical-mente el feudalismo y puso las bases para el ascenso del capi-talismo y por lo tanto de la clase obrera, el vehículo para elestablecimiento del socialismo.

Además, la experiencia de la Revolución Francesa dejó detrásuna tradición valiosa sobre la que han edificado generacionesposteriores. Sobre esas bases se desarrolló la revolución de1848 y sobre todo la Comuna de París de 1870-71, que tam-bién tuvo como punto de partida las tradiciones revoluciona-rias de 1789-93. Incluso hoy, cuando paseamos por las calles yplazas de París es posible ver la historia revolucionaria escritaen cada ladrillo y adoquín. Los fantasmas del pasado nunca sehan exorcizado. Están frente a nosotros en cada calle. El pa-sado ilumina el camino del futuro.

En la primera década del siglo XXI, el sistema capitalista quenació de lleno en la revolución se ha convertido en algo ca-duco y decrépito. Sus líderes parecen los patéticos represen-tantes seniles del ancien régime. Existe un fermento generalde descontento y un cuestionamiento de los valores y la mo-ralidad de un sistema que ha superado su razón de existir y seha convertido un freno monstruoso para el progreso humano.

La nueva generación con entusiasmo buscará y redescubrirálas ideas y tradiciones de la revolución rusa, la Comuna deParís y la Revolución Francesa. El bonapartismo y el estali-nismo serán arrojados al cubo de basura de la historia. Lossueños del pasado se convertirán en la realidad de futurasgeneraciones, en un mundo socialista, y harán suyas las ideasde Gracchus Babeuf y los comuneros.

Londres, junio de 2003

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