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A.T. Jones y E. J. Waggoner - Libros 1888libros1888.com/Pdfs/lec-fe_MC.pdf• Cristo y su justicia...

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1 A.T. Jones y E. J. Waggoner www.libros1888.com
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  • 1

    A.T. Jones y E. J. Waggonerwww.libros1888.com

  • www.libros1888.com

  • A. T. Jones y E. J. Waggoner

    Original: ‘LESSONS ON FAITH’

    Selección de artículos y predicacionesde A.T. Jones y E.J. Waggoner.

    Original en inglés, impreso en U.S.A. porPacific Union College Press

    Angwin, California.

    Traducción: www.libros1888.com

  • “Tampoco en la promesa de Dios dudó con desconfianza: antes fue esforzadoen fe, dan- do gloria a Dios, plenamente convencido de que todo lo que había

    prometido, era también poderoso para hacerlo. Por lo cual también le fueatribuido a justicia.” Rom. 4:20-22

    Prefacio ...................................................................................….............. IViviendo por la fe ..................................................................…................ 01Lecciones sobre la fe …..........................................................….....….……. 05También por nosotros ...........................................................…........….…. 23Creación o evolución ¿Cuál de las dos? ..............................….........….…. 25La fe que salva ......................................................................................… 35El fin de la ley es Cristo .................................................….…................... 37Vida abundante ......................................................................................... 39Fe ............................................................................................................ 41Gracia sin medida y sin precio ................................................................ 44¿Gracia o pecado? .................................................................................... 46No recibáis en vano la gracia de Dios ...................................................... 48Carne de pecado ...................................................................................… 51No al formalismo (I) ................................................................................ 53No al formalismo (II) ...........................................................................… 56Ministros de Dios ..................................................................................... 58Guardados por su palabra ........................................................................ 61El poder de la palabra (I) ......................................................................... 63El poder de la palabra (II) ........................................................................ 65Viviendo por la palabra ............................................................................ 67Gálatas 1:3-5 ............................................................................................. 70Gálatas 2:20 ............................................................................................. 72Gálatas 3:10-14 ......................................................................................... 74Gálatas 5:3 ..........................................................…....................….…….. 76Gálatas 5:16-18 .......................................................................…............... 79Gálatas 5:22-26......................................................................................... 82La perfección cristiana ........................................................................................... 85

    ndice

  • I

    Hacia finales del siglo pasado, el Señor envió un mensaje de justicia a la IglesiaAdventista del Séptimo Día, mediante los pastores E. J. Waggoner, y A. T. Jones.Dicho mensaje se destacó en la Asamblea de la Asociación General de 1888 que tuvolugar en Minneapolis, así como en las de la década que siguió. E. White lo identificócomo el comienzo del fuerte clamor del tercer ángel, que alumbraría toda la tierracon su gloria.

    El fuerte clamor se habría de extender como el fuego en el rastrojo. ¿Qué le su-cedió? El hecho de que estemos todavía esperando el regreso de Jesús un siglo des-pués, es una evidencia abrumadora de que no se aceptó la luz.

    En 1895 E. White advirtió que aquellos que rechazaban a los mensajeros dele-gados de Cristo y al mensaje que traían, estaban rechazando a Cristo. Algunos dije-ron, “Eso es solamente excitación. No es el Espíritu Santo, ni aguaceros de la lluviatardía celestial”. Hubo corazones llenos de incredulidad, que no se alimentaron delEspíritu.

    En 1901 escribió que debido a la insubordinación, podíamos tener que perma-necer aquí, en este mundo, por muchos más años. (Evangelismo, p. 505).

    Desde entonces han pasado más de 90 años. ¿Cuál es hoy nuestra actitud hacia elmensaje de justicia que Dios envió a través de los pastores Waggoner y Jones? ¿Es-tamos resistiendo esa luz? ¿Conocemos siquiera de qué se trata? En Testimoniospara los Ministros, p. 91, se afirma que los pastores Waggoner y Jones fueron en-viados con un precioso mensaje. En el mismo capítulo (p. 96), se formula la pregun-ta de hasta cuándo duraría el odio y el desprecio hacia los mensajeros de la justiciade Dios, y hasta cuándo sería rechazado el mensaje que Dios les encomendó.

    Creemos que la luz que el Señor dio mediante los pastores Waggoner y Jones hapermanecido en el desconocimiento durante muchos años. Pero ahora, una vez másel Señor ha enviado su Espíritu Santo para traer esa luz a la Iglesia Adventista delSéptimo Día. En cualquier librería de iglesia, están hoy disponibles dos libros delpastor Waggoner: Cristo y su justicia y Las buenas nuevas.1 Nuestro propósito coneste libro, es hacer asequible más material de los pastores Waggoner y Jones. El Se-ñor ha enviado luz para quebrantar el poder de Satanás en la vida, y traer la justiciaperdurable. Pidámosle corazones llenos de confianza en Jesús, para que bebamos desu Espíritu, y recibamos gozosamente la luz que ha de alumbrar toda la tierra con sugloria.

    John y Elora Ford1 Noviembre 1977

    1 (N. del T.) : Existe, asimismo, la traducción al castellano del libro del pastor A.T. Jones: El Camino consagrado a laperfección cristiana .

    Estas son las tres obras disponibles en castellano (ademá s de la actual):• Cristo y su justicia (E.J.Waggoner), publicado por Pacific Press en el 1890.• El Camino consagrado a la perfección cristiana (A.T.Jones). Pacific Press, mismo añ o que el anterior.• Las Buenas Nuevas en Gá latas(E.J.Waggoner), se publicó originalmente en 1900. En 1972, Pacific Press publicó

    una reedición.

    refacio

  • 1

    1iviendo E. J. Waggoner“El justo vivirá por la fe” (Rom.

    1:17).Esa declaración es el resumen de lo

    que el apóstol desea explicar acerca delevangelio. El evangelio es poder de Diospara salvación, pero solamente “a todoaquel que cree”; en el evangelio se revelala justicia de Dios. La justicia de Dios esla perfecta ley de Dios, que no es otra co-sa que la transcripción de su propia rectavoluntad. Toda injusticia es pecado, otransgresión de la ley. El evangelio es elremedio de Dios para el pecado; su obra,por consiguiente, debe consistir en po-ner a los hombres en armonía con la ley–esto es, que se manifiesten en sus vidaslas obras de la ley justa–. Pero esa es en-teramente una obra de la fe –la justiciade Dios se descubre “de fe en fe”–, fe alprincipio y fe al final, como está escrito:“el justo vivirá por la fe”.

    Eso ha venido siendo así en todaépoca, desde la caída del hombre. Y loseguirá siendo hasta que los santos deDios tengan escrito su nombre en susfrentes, y lo vean como Él es. El apóstoltomó la cita del profeta Habacuc (2:4). Silos profetas no lo hubiesen revelado, losprimeros cristianos no lo habrían podidoconocer, ya que disponían solamente delAntiguo Testamento. Decir que en lostiempos antiguos los hombres no teníansino una idea imperfecta de la fe, equiva-le a decir que no había ningún hombrejusto en aquellos tiempos. Pero Pablo re-trocede hasta el mismo principio y citaun ejemplo de fe salvífica. Dice: “Por lafe Abel ofreció a Dios mayor sacrificioque Caín, por la cual alcanzó testimoniode que era justo” (Heb. 11:4). Dice asi-mismo de Noé, que fue por fe que cons-

    truyó el arca en la que fue salva su casa;“por la cual fe condenó al mundo, y fuehecho heredero de la justicia que es porla fe” (Heb. 11:7). Se trataba de fe enCristo, ya que era fe salvadora, y teníaque ser en el nombre de Jesús, “porqueno hay otro nombre debajo del cielo, da-do a los hombres, en que podamos sersalvos” (Hechos 4:12).

    Demasiados procuran vivir la vidacristiana en la fuerza de la fe que ejercie-ron cuando comprendieron su necesidadde perdón por los pecados de su vida pa-sada. Saben que solamente Dios puedeperdonar los pecados, y que lo hace me-diante Cristo; pero suponen que habien-do iniciado ese proceso cierto día, debenahora continuar la carrera en su propiafuerza. Sabemos que muchos alberganesa idea. Lo sabemos, primeramente,porque lo hemos oído de algunos, y ensegundo lugar, porque hay verdaderasmultitudes de profesos cristianos que re-velan la obra de un poder que en nada essuperior a su propia capacidad. Si tienenalgo que decir en las reuniones sociales,más allá de la repetida fórmula “quieroser cristiano, a fin de poder ser salvo”,no es otra cosa que su experiencia pasa-da, el gozo que experimentaron cuandocreyeron por primera vez. Del gozo devivir para el Señor, y de andar con él porla fe, no saben nada, y quien se refiera aello, habla en un lenguaje que les resultaextraño. Pero el apóstol presenta defini-damente este tema de la fe, como exten-diéndose hasta el mismo reino de la glo-ria, en la concluyente ilustración que si-gue:

    “Por la fe Enoc fue traspuesto parano ver muerte, y no fue hallado, porque

    por la Fe

  • 2

    lo traspuso Dios. Y antes que fuese tras-puesto, tuvo testimonio de haber agra-dado a Dios. Empero sin fe es imposibleagradar a Dios; porque es menester queel que a Dios se allega, crea que le hay, yque es galardonador de los que le bus-can” (Heb. 11:5-6).

    Obsérvese cuál es el argumento es-grimido para demostrar que es por la feque Enoc fue trasladado: Enoc fue tras-ladado porque caminó con Dios y tenía eltestimonio de agradar a Dios; pero sin fees imposible agradar a Dios. Eso bastapara probar lo expuesto. Sin fe, ningúnacto que podamos hacer alcanza la apro-bación de Dios. Sin fe, lo mejor que elhombre pueda hacer queda infinitamen-te lejos de la única norma válida, que esla de la perfecta justicia de Dios. La fe esuna buena cosa allá donde esté, pero lamejor fe en Dios para quitar la carga delos pecados pasados, no aprovechará anadie, a menos que continúe presente enmedida siempre creciente, hasta el fin desu tiempo de prueba.

    Hemos oído a muchos manifestar lodifícil que les resultaba obrar el bien; suvida cristiana era de lo más insatisfacto-rio, estando marcada solamente por elfracaso, y se sentían tentados a ceder aldesánimo. No es sorprendente que sedesanimen, ya que el fracaso continuo escapaz de desanimar a cualquiera. El sol-dado más valiente del mundo entero,acabaría desanimado si sufriese una de-rrota en cada batalla. No será difícil oírde esas personas lamentos por ver mer-mada la confianza en sí mismas. Pobresalmas, ¡si solamente pudieran llegar aperder completamente la confianza en símismas, y la pusiesen enteramente enAquel que es poderoso para salvar,tendrían otro testimonio que dar! En-tonces se gloriarían “en Dios por el Se-ñor nuestro Jesucristo”2. Dice el apóstol,“Gozaos en el Señor siempre: otra vez os

    2 Rom. 5:11.

    digo: Que os gocéis” (Fil. 4:4). Aquel queno se goza en Dios, incluso al ser tentadoy afligido, no está peleando la buena ba-talla de la fe. Está luchando la triste ba-talla de la confianza en sí mismo, y de laderrota.

    Todas las promesas de la felicidaddefinitiva son hechas a los vencedores.“Al que venciere”, dice Jesús, “le daréque se siente conmigo en mi trono; asícomo yo he vencido, y me he sentado conmi Padre en su trono” (Apoc. 3:21). “Elque venciere poseerá todas las cosas”,dice el Señor (Apoc. 21:7). Un vencedores alguien que gana victorias. La heren-cia no es la victoria, sino la recompensapor la victoria. La victoria es ahora. Lasvictorias a ganar son la victoria sobre laconcupiscencia de la carne, la concupis-cencia de los ojos y la soberbia de la vi-da, 3 victorias sobre el yo y las indulgen-cias egoístas. Aquel que lucha y ve huir alenemigo, puede gozarse; nadie puedequitarle ese gozo que se produce al vercómo claudica el enemigo. Algunos sien-ten pánico ante la idea de tener quemantener una continua lucha contra elyo y los deseos mundanos. Eso es así, so-lo porque desconocen totalmente el gozode la victoria; no han experimentadomas que derrota. Pero el constante bata-llar no es algo penoso, cuando hay victo-ria continua. Aquel que cuenta sus bata-llas por victorias, desea encontrarsenuevamente en el campo de combate.Los soldados de Alejandro, que bajo sumando no conocieron jamás la derrota,estaban siempre impacientes por unanueva batalla. Cada victoria, que de-pendía únicamente de su ánimo, aumen-taba su fortaleza y hacía disminuir en co-rrespondencia la de sus vencidos enemi-gos. Ahora, ¿cómo podemos ganar victo-rias continuas en nuestra contienda es-piritual? Escuchemos al discípulo ama-do:

    3 1 Juan 2:16.

  • 3

    “Porque todo aquello que es nacidode Dios vence al mundo: y esta es la vic-toria que vence al mundo, nuestra fe”(1 Juan 5:4).

    Leamos nuevamente las palabras dePablo:

    “Con Cristo estoy juntamente cruci-ficado, y vivo, no ya yo, más vive Cristoen mí: y lo que ahora vivo en la carne, lovivo en la fe del Hijo de Dios, el cual meamó, y se entregó a sí mismo por mí”(Gál. 2:20).

    Aquí tenemos el secreto de la fuerza.Es Cristo, el Hijo de Dios, a quien fuedada toda potestad en el cielo y en la tie-rra, el que realiza la obra. Si es él quienvive en el corazón y hace la obra, ¿es jac-tancia decir que es posible ganar victo-rias continuamente? De acuerdo, eso esgloriarse, pero es gloriarse en el Señor,lo que es perfectamente lícito. Dijo elsalmista: “En Jehová se gloriará mi al-ma”4. Y Pablo dijo: “Mas lejos esté de mígloriarme, sino en la cruz de nuestro Se-ñor Jesucristo, por el cual el mundo mees crucificado a mí, y yo al mundo”(Gál. 6:14).

    Los soldados de Alejandro Magnotenían fama de invencibles. ¿Por qué?¿Es porque poseían de forma naturalmás fortaleza o ánimo que todos susenemigos? No, sino porque estaban bajoel mando de Alejandro. Su fuerza radi-caba en su dirigente. Bajo otra dirección,habrían sufrido frecuentes derrotas.Cuando el ejército de la Unión se batíaen retirada, presa del pánico, ante elenemigo, en Winchester, la presencia deSheridan transformó la derrota en victo-ria. Sin él, los hombres eran una masavacilante; con él a la cabeza, una armadainvencible. Si hubieseis oído los comen-tarios de esos soldados victoriosos, trasla batalla, habríais escuchado alabanzasa su general, mezcladas con expresionesde gozo. Ellos eran fuertes porque su jefe

    4 Sal. 34:2.

    lo era. Les inspiraba el mismo espírituque lo animaba a él.

    Pues bien, nuestro capitán es Je-hová de los ejércitos. Se ha enfrentado alprincipal enemigo, y estando en las peo-res condiciones, lo ha vencido. Quieneslo siguen, marchan invariablemente ven-ciendo para vencer. 5 Oh, si aquellos queprofesan seguirle quisieran poner suconfianza en él, y entonces, por las repe-tidas victorias que obtendrían, rendiríanla alabanza a Aquel que los llamó de lastinieblas a su luz admirable. 6

    Juan dijo que el que es nacido deDios vence al mundo, mediante la fe. 7 Lafe se aferra al brazo de Dios, y la podero-sa fuerza de éste cumple la obra. ¿De quémanera puede obrar el poder de Dios enel hombre, realizando aquello que jamáspodría hacer por sí mismo?, nadie lopuede explicar. Sería lo mismo que ex-plicar de qué modo puede Dios dar vidaa los muertos. Dice Jesús: “El viento dedonde quiere sopla, y oyes su sonido;mas ni sabes de donde viene, ni a dondevaya: así es todo aquel que es nacido delEspíritu” (Juan 3:8). Cómo obra el Espí-ritu en el hombre, para subyugar sus pa-siones y hacerlo victorioso sobre el orgu-llo, la envidia y el egoísmo, es algo quesólo conoce el Espíritu; a nosotros nosbasta con saber que así es, y será en todoquien desee, por encima de cualquierotra cosa, una obra tal en sí mismo, yque confíe en Dios para su realización.

    Nadie puede explicar el mecanismopor el que Pedro fue capaz de caminarsobre la mar, entre olas que se abalanza-ban sobre él; pero sabemos que a la or-den del Señor sucedió así. Por tantotiempo como mantuvo sus ojos fijos en elMaestro, el divino poder le hizo caminarcon tanta facilidad como si estuviera pi-sando la sólida roca; paro cuando co-menzó a contemplar las olas, probable-5 Apoc. 6:2.6 1 Ped. 2:9.7 1 Juan 5:4.

  • 4

    mente con un sentimiento de orgullo porlo que estaba haciendo, como si fuera élmismo quien lo hubiese logrado, de for-ma muy natural fue presa del miedo, ycomenzó a hundirse. La fe le permitióandar sobre las olas; el temor le hizohundirse bajo ellas.

    Dice el apóstol: “Por la fe cayeronlos muros de Jericó con rodearlos sietedías” (Heb. 11:30). ¿Para qué se escribiótal cosa? Para nuestra enseñanza, “paraque por la paciencia, y por la consolaciónde las Escrituras, tengamos esperanza”(Rom. 15:4). ¿Qué significa? ¿Se nosllamará tal vez a luchar contra ejércitosarmados, y a tomar ciudades fortifica-das? No, “porque no tenemos lucha con-tra sangre y carne; sino contra principa-dos, contra potestades, contra señoresdel mundo, gobernadores de estas tinie-blas, contra malicias espirituales en losaires” (Efe. 6:12); pero las victorias quese han ganado por la fe en Dios, sobreenemigos visibles en la carne, fueron re-gistradas para mostrarnos lo que cum-pliría la fe en nuestro conflicto con losgobernadores de las tinieblas de estemundo. La gracia de Dios, en respuesta ala fe, es tan poderosa en estas batallascomo lo fue en aquellas; ya que dice elapóstol:

    “Pues aunque andamos en la carne,no militamos según la carne, (porque lasarmas de nuestra milicia no son carna-

    les, sino poderosas en Dios para la des-trucción de fortalezas); Destruyendoconsejos, y toda altura que se levantacontra la ciencia de Dios, y cautivandotodo intento a la obediencia de Cristo”(2 Cor. 10:3-5).

    No fue solamente a enemigos físicosa quienes los valerosos héroes de antañovencieron por la fe. De ellos leemos, nosolamente que “ganaron reinos”, sinotambién que “obraron justicia, alcanza-ron promesas”, y lo más animador y ma-ravilloso de todo, “sacaron fuerza de ladebilidad” (Heb. 11:33 y 34). Su debili-dad misma se les convirtió en fortalezamediante la fe, ya que la potencia deDios en la flaqueza se perfecciona 8.¿Quién podrá acusar entonces a los ele-gidos de Dios, teniendo en cuenta que esDios quien nos justifica, y que somoshechura suya, creados en Cristo Jesúspara buenas obras? 9 “¿Quién nos apar-tará del amor de Cristo? tribulación? oangustia? o persecución? o hambre? odesnudez? o peligro? o cuchillo?” “Antesen todas estas cosas hacemos más quevencer por medio de aquel que nos amó”(Rom. 8:35,37).

    Signs of the Times, 25 de Marzo de1889

    8 2 Cor. 12:9.9 Efe. 2:10.

    “El justo vivirá por la fe”

    Romanos 1:17

  • 5

    eccionesA. T. Jones

    Sin fe es imposible agradar a Dios.La razón es que “todo lo que no es de fe,es pecado” (Rom. 14:23); y desde luego,el pecado no puede agradar a Dios.

    Es por eso que, como afirma el Espí-ritu de Profecía en la primera página dela Review del 18 de octubre de 1898, “Lacomprensión de lo que la Escritura quie-re decir, cuando nos urge a la necesidadde cultivar la fe, es más esencial quecualquier otro conocimiento a nuestroalcance”.

    De forma que en lo sucesivo, en ca-da número de la Review ofreceremos, enesta misma columna, una lección bíblicasobre la fe: Qué es, cómo surge, cómoejercitarla; a fin de que todo aquel quelea esta revista pueda adquirir ese cono-cimiento que “es más esencial que cual-quier otro conocimiento a nuestro alcan-ce”.

    Review and Herald , 29 Noviembre 1898

    A fin de comprender lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es esencialcomprender, antes que nada, qué es lafe .

    De poco serviría urgir a una personaa la necesidad de cultivar la fe, si esta notuviera previamente una noción inteli-gente de lo que constituye la fe. Y la tris-te realidad es que, a pesar de que el Se-ñor lo haya establecido claramente en laEscritura, muchos miembros de iglesiadesconocen lo que es la fe. Es posible, noobstante, que conozcan la definición de

    la fe, pero sin conocer lo que es la fe re-almente. Es decir, pueden no habercomprendido la idea contenida en la de-finición.

    Es por eso que no nos detendremosespecialmente en la definición, por aho-ra; lo que haremos es presentar y estu-diar una ilustración de la fe. Un ejemploque la ponga tan claramente de relieve,que todos puedan comprender de qué setrata.

    La fe viene “por la palabra deDios”10 . A ella debemos, pues, acudir.

    Cierto día, un centurión vino aJesús, y le dijo: “Señor, mi mozo yace encasa paralítico, gravemente atormenta-do. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Yrespondió el centurión, y dijo: Señor, nosoy digno de que entres debajo de mi te-chado; mas solamente di la palabra , ymi mozo sanará … Y oyendo Jesús, semaravilló, y dijo a los que le seguían: Decierto os digo, que ni aun en Israel hehallado fe tanta” (Mat. 8:6-10).

    Jesús encuentra aquí cierta cualidadque denomina fe . Cuando comprende-mos lo que es, hemos hallado la fe. En-tender el hecho es entender la fe. Nopuede haber ninguna duda al respecto,ya que Jesús es “el autor… de la fe”11 , y élmismo dijo que lo manifestado por elcenturión era “fe”. Efectivamente, unagran fe.

    ¿Dónde está, pues, la fe? El centu-rión deseaba la realización de algo. An-helaba que el Señor lo realizara. Perocuando el Señor le dijo, “Yo iré” y loharé, el centurión lo puso a prueba di-

    2

    10 Rom. 10:17.11 Heb. 12:2.

    I

    II

    sobre la Fe

  • 6

    ciendo, “solamente di la palabra ”, y seráhecho.

    Ahora, ¿por medio de qué esperó elcenturión que la obra se realizara?SOLAMENTE por la palabra . ¿De quédependió para la curación de su siervo?SOLAMENTE de la palabra . Y el Señor Jesús afirma que eso es fe. Entonces, mi hermano, ¿Qué es la fe?

    Review and Herald ,6 Diciembre 1898

    La fe es esperar que la palabra deDios cumpla lo que dice, y confiar en queesa palabra cumple lo que dice.

    Puesto que eso es fe, y la fe vienepor la palabra de Dios, podemos esperarque sea ésta misma la que enseñe que lapalabra tiene en sí misma el poder paracumplir lo que dice.

    Y así es, efectivamente: la palabrade Dios enseña precisamente eso, y nootra cosa; esa es la “palabra fiel”12 – lapalabra llena de fe.

    La mayor parte del primer capítulode la Biblia, contiene principalmente ins-trucción sobre la fe. En él encontramosno menos de seis declaraciones que tie-nen el definido propósito de inculcar lanoción de fe; si contamos además lo queimplica, en esencia, el primer versículo,en total suman siete.

    La instrucción sobre la fe consisteen la enseñanza de que la palabra mismade Dios es la que cumple lo dicho por esapalabra.

    Leamos, pues, el primer versículode la Biblia: “En el principio, crió Dioslos cielos y la tierra”. ¿Cómo los creó?“Por la palabra de Jehová fueron hechoslos cielos, y todo el ejército de ellos por elespíritu de su boca”.

    12 Tito 1:9. En griego, la palabra “fiel” y “fe”, comparten lamisma raíz.

    “Porque él dijo, y fue hecho; Élmandó, y existió” (Sal. 33:6-9). Antes deque dijese, no había nada : después quehabló, “fue hecho”. Fue hecho, solamentemediante la palabra . ¿Qué fue lo quecausó la creación ? La simple palabra .

    Las tinieblas cubrían toda la faz delabismo. Dios quiso que allí hubiese luz.Pero ¿cómo hacer para que hubiese luzallí donde todo eran tinieblas? Hablóuna vez más: “Y dijo Dios: Sea la luz: yfue la luz”. ¿Como vino la luz? La mismapalabra pronunciada, produjo la luz. “Elprincipio de tus palabras alumbra”(Sal. 119:130).

    No había expansión, o firmamento.Dios quiso que lo hubiera. ¿Cómo lo tra-jo a la existencia? “Dijo Dios: Haya ex-pansión…” Y así fue. El mismo procesocon la tierra, el agua, la vegetación, laslumbreras y los animales. “Y dijo Dios:produzca…” “y fue así”.

    Es, pues, “por la palabra de Jehová”que todas las cosas fueron creadas. Él di-jo la palabra solamente, y fue así: la pa-labra hablada produjo por sí misma elresultado.

    Tal ocurrió en la creación. Y así ocu-rrió también en la redención: curó a losenfermos, echó fuera demonios, calmó latempestad, limpió a los leprosos, resu-citó a los muertos, perdonó los pecados,todo por su palabra . En todo ello, tam-bién “Él dijo, y fue hecho”.

    Y Él es el mismo ayer, y hoy, y porsiempre. Él es siempre el Creador. Yhace siempre las cosas por su palabrasolamente. Siempre puede hacer todaslas cosas por su palabra; esa es la carac-terística distintiva de la palabra de Dios,que contiene el poder divino por mediodel cual ella misma cumple lo dicho.

    Es por eso que la fe es el conocerque en la palabra de Dios hay ese poder,es esperar que la misma palabra hará lodicho por ella, y depender solamente de

    III

  • 7

    esa palabra para la realización de lo di-cho.

    La enseñanza de la fe es la enseñan-za de la naturaleza de la palabra de Dios.Enseñar a las personas a ejercer la fe, esenseñarles a esperar que la palabra deDios haga lo que dice, y a depender deella para el cumplimiento de lo dicho porla palabra. Cultivar la fe consiste en for-talecer, mediante la práctica, la confian-za en el poder mismo de la palabra deDios, para cumplir lo que ella mismapronuncia, y la dependencia de la pala-bra misma para cumplir lo dicho.

    Y “la comprensión de lo que la Es-critura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

    ¿Estás cultivando la fe?Review and Herald ,

    27 Diciembre 1898

    La fe consiste en esperar que la pa-labra de Dios, en sí misma, cumpla loque dice, y basarse solamente en la pro-pia palabra para la realización de lo di-cho por ella.

    Cuando eso se comprende clara-mente, es fácil entender que la fe es “lasustancia de las cosas que se esperan, lademostración de las cosas que no seven”13 .

    Puesto que la palabra de Dios estáinvestida de poder creativo, siendo porlo tanto capaz de producir, en la mismasustancia , las cosas dichas por la pala-bra; y puesto que la fe consiste en espe-rar que la palabra de Dios, en sí misma,cumpla lo que dice, y basarse solamenteen la propia palabra para la realizaciónde lo dicho por ella, resulta evidente quela fe es la sustancia de las cosas que seEsperan.

    13 Heb. 11:1.

    Puesto que la palabra de Dios escreativa per se , y por lo tanto capaz deproducir, o causar la aparición de lo quede otra forma jamás habría existido oaparecido; y puesto que la fe consiste enesperar que la palabra de Dios, en símisma, cumpla lo que dice, y basarse so-lamente en la propia palabra para la rea-lización de lo dicho por ella, resulta evi-dente que la fe es “la demostración de lascosas que no se ven”.

    Es así como “por la fe, sabemos queel universo fue formado por la palabrade Dios, de manera que lo que se ve re-sultase de lo que no aparece”14 .

    Aquel que ejerce la fe, sabe que lapalabra de Dios tiene poder creador, ypor lo tanto, es capaz de producir lo quedice. Por lo tanto, puede tener la certeza–no la suposición – de que el universofue llamado a la existencia por la palabrade Dios.

    Quien ejerce fe puede tener la segu-ridad de que, si bien antes de que Diosdijese la palabra, ninguna de las cosasque ahora contemplamos era visible, porla sencilla razón de que no existía; sinembargo, al pronunciar la palabra, eluniverso fue hecho. La palabra causó suser o existencia.

    Esa es la diferencia entre la palabrade Dios y la palabra del hombre. Elhombre puede hablar; pero en sus pala-bras no hay poder para realizar lo expre-sado por ellas: para que se cumpla lo queha dicho, hace falta que el hombre añadaalgo, además de hablar. Tiene que “hacerbuena su palabra”.

    No pasa lo mismo con la palabra deDios.

    Cuando Dios habla, la cosa ocurre .Y ocurre simplemente porque Él habló.La palabra cumple lo que Dios tuvo abien pronunciar. El Señor no necesita,como el hombre, añadir algo a la palabrahablada. No tiene que hacer buena su

    14 Heb. 11:3 (Biblia de Jerusalé n).

    IV

  • 8

    palabra, ya que ésta es buena. Dios habla“la palabra solamente ”, y la cosa aconte-ce.

    Y así, está escrito: “Por lo cual, tam-bién nosotros damos gracias a Dios sincesar, de que habiendo recibido la pala-bra de Dios que oísteis de nosotros, reci-bisteis no palabra de hombres, sinosegún es en verdad, la palabra de Dios, elcual obra en vosotros los que creísteis”(1 Tes. 2:13).

    Es por eso también que “es imposi-ble que Dios mienta”15. No es solamenteimposible porque Él no lo quiera, sinotambién porque no puede. Es imposible.Imposible porque cuando Él habla, haypoder creador en la palabra pronuncia-da, de manera que por “solamente la pa-labra”, la cosa acontece.

    El hombre puede decir algo, y no sercierto. Puede así mentir, ya que decir loque no es, es mentir. Y el hombre puedementir porque no hay poder en su pala-bra para hacer que lo dicho ocurra. ConDios eso es imposible: no puede mentir,ya que “habló, y fue hecho”. Habla, y lodicho ocurre.

    Es también por eso que cuando lapalabra de Dios se pronuncia para untiempo distante, como en las profecíasque han de cumplirse cientos de añosdespués, al llegar el momento señalado,esa palabra se cumple. Y no se cumpleporque Dios, además de haber dicho lapalabra, haga algo para cumplirla; sinoporque la palabra fue pronunciada paraese determinado momento, y en ella estála energía creativa que hace que en esemomento , la palabra obre lo predicho.

    Es por eso que si los muchachos enel templo no hubiesen aclamado“Hosanna al Hijo de David”16 , lo habríanhecho inmediatamente las piedras; ytambién por eso, cuando se cumplió eltercer día, resultó “imposible” que Cristo

    15 Heb. 6:18.16 Mat. 21:15.

    fuese retenido por la tumba.¡Oh, la palabra de Dios es divina!

    Hay en ella energía creadora. Es “viva yeficaz”17. Lleva en ella misma el cumpli-miento; y confiar en ella y apoyarse enella, como tal, eso es ejercer fe. “¿Tienestú fe?”. 18

    Review and Herald, 3 Enero 1899

    “La comprensión de lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

    Obsérvese que se trata de la com-prensión de lo que significa la Escrituraen cuanto a “la necesidad de cultivar lafe” –no particularmente tener fe, sinocultivarla .

    Las Escrituras no dicen mucho so-bre nuestra necesidad de adquirir la fe,sin embargo, dicen muchísimo sobrenuestra necesidad de cultivarla .

    La razón de ello es que a todo hom-bre se le da en principio la fe: todo cuan-to necesita hacer es cultivarla . Nadiepuede tener más fe que la que se le dio,sin cultivar la que ya posee. Y no haynada que crezca más rápidamente que lafe, cuando se la cultiva –“porque va cre-ciendo mucho vuestra fe”19 .

    La fe es esperar confiadamente quela palabra de Dios cumpla por ella mis-ma lo que dice; y depender de “la pala-bra solamente” para su cumplimiento.Cultivar la dependencia de la palabra deDios, que “la palabra solamente” cumplalo dicho por ella, es cultivar la fe.

    La fe “es don de Dios” (Efe. 2:8); yen las Escrituras está claro que se da atodos: “la medida de fe que Dios repartióa cada uno” (Rom. 12:3). Esa “medida defe que Dios repartió a cada uno”, es el17 Heb. 4:12.18 Rom. 14:22.19 2 Tes. 1:3 (versión Cantera-Iglesias).

    V

  • 9

    capital con el que dota, de principio, “atodo hombre que viene a este mundo”20 ;y se espera que todos negocien con esecapital, que lo cultiven, para salvación desu alma.

    No hay el más mínimo riesgo de queel capital se reduzca al utilizarlo : tanpronto se lo use, se incrementará, “vacreciendo mucho vuestra fe”. Y tan cier-tamente como crece, se conceden justi-cia, paz y gozo en el Señor, para salva-ción plena del alma.

    La fe viene por la palabra de Dios.Por lo tanto, leemos que “cercana está lapalabra, en tu boca y en tu corazón. Estaes la palabra de fe , la cual predicamos”(Rom. 10:8). De manera que la fe , la pa-labra de fe , está en la misma boca y co-razón de todo hombre.

    ¿Cómo puede ser? Cuando la prime-ra pareja pecó en el Edén, creyeron ple-namente a Satanás; se entregaron total-mente a él; los tomó enteramente cauti-vos. Hubo entonces perfecta paz yacuerdo entre ellos y Satanás. Pero Diosno dejó así las cosas; quebró ese acuer-do, destruyó esa paz. Y lo hizo por su pa-labra, diciendo a Satanás: “Y enemistadpondré entre ti y la mujer, y entre tu si-miente y la simiente suya” (Gén. 3:15).

    “Es Dios solamente quien puedeponer enemistad continuamente entre lasimiente de la mujer y la de la serpiente.Después de la transgresión del hombre,su naturaleza se depravó. Entonces hab-ía paz entre Satanás y el hombre caído.Si Dios no hubiera intervenido, el hom-bre habría formado una alianza contra elcielo; y en lugar de luchar entre ellos, loshombres habrían luchado contra Dios.No hay enemistad natural entre losángeles caídos y los hombres caídos.Ambos son malvados, por su apostasía; yel mal, allá donde exista, se alistarásiempre contra el bien. Los ángeles caí-dos y los hombres caídos se asocian en

    20 Juan 1:9.

    compañía. El astuto general de los ánge-les caídos calculó que si lograba inducir alos hombres, como había hecho con losángeles, a unirse a él en rebelión, vendr-ían a ser sus agentes de comunicacióncon el hombre, para alistarse en rebelióncontra el cielo. Tan pronto como uno sesepara de Dios, no tiene poder de ene-mistad contra Satanás. La enemistad queexiste en la tierra entre Satanás y elhombre tiene origen sobrenatural. Amenos que el poder convertidor de Diossea traído diariamente al corazón huma-no, no habrá inclinación hacia lo religio-so, sino que los hombres elegirán másbien ser cautivos de Satanás que hom-bres libres en Cristo. Digo que Diospondrá enemistad. El hombre no puedeponerla. Cuando la voluntad es sometidaen sujeción a la voluntad de Dios, lo serámediante la inclinación del corazón y vo-luntad del hombre del lado del Señor”(Unpublished Testimony ).

    Esa enemistad contra Satanás, eseodio al mal que Dios pone en toda per-sona mediante su palabra, hace que todaalma clame por liberación; y tal libera-ción se encuentra solamente en Jesucris-to (Rom. 7:14-25).

    Así, esa palabra de Dios que siem-bra en cada alma la enemistad contra Sa-tanás, ese odio al mal que clama por li-beración –que sólo se encuentra enJesús–, ese es el don de la fe al hombre.Esa es la “medida de fe” que Dios dio atodo hombre. Esa es “la palabra de fe”que está en la boca y el corazón de todapersona en el mundo.

    “Esta es la palabra de fe, la cual pre-dicamos: Que si confesares con tu bocaal Señor Jesús, y creyeres en tu corazónque Dios le levantó de los muertos, serássalvo. Porque con el corazón se cree parajusticia; mas con la boca se hace confe-sión para salud” (Rom. 10:8-10).

    Por lo tanto, no digas en tu corazón‘¿Quién subirá al cielo, para traernos fe?’

  • 10

    Ni ‘¿Quién descenderá a lo bajo?’, o‘¿Quién irá allá lejos, para encontrar fe, ytraérnosla?’ Porque “cercana está la pa-labra, en tu boca y en tu corazón. Esta esla palabra de fe , la cual predicamos”(Deut. 30:11-14; Rom. 10:6-8).

    Ejercita la fe que Dios te dio a ti, lomismo que a cualquier otra persona enel mundo, ya que “saber cómo ejercitarla fe, eso es la ciencia del evangelio”21 .

    Review and Herald , 10 Junio 1899

    La fe consiste en depender solamen-te de la palabra de Dios, y confiar en queprecisamente ella cumplirá lo que dice.

    La justificación por la fe es, por con-siguiente, la justificación que depende dela palabra de Dios solamente, y que conf-ía en que la sola palabra la cumplirá.

    Justificación por la fe es justicia porla fe; ya que justificación significa ser de-clarado justo.

    La fe viene por la palabra de Dios.La justificación por la fe, por lo tanto, esla justificación que viene por la palabrade Dios. La justicia por la fe es justiciaque viene por la palabra de Dios.

    La palabra de Dios lleva en sí mismael cumplimiento, ya que al crear todaslas cosas, “Él dijo, y fue hecho”. El mis-mo que dijo “Sea la luz”, y fue la luz,Aquel que estando en la tierra dijo“sólo… la palabra”, y el enfermo sanó, losleprosos fueron limpios, y los muertosresucitados, ese mismo declara la justi-cia de Dios en, y sobre todo aquel quecrea.

    Por cuanto todos pecaron, y estándestituidos de la gloria de Dios, “siendojustificados gratuitamente por su gracia,por la redención que es en Cristo Jesús;al cual Dios ha propuesto… para mani-festación de [declarar]22 su justicia, aten-

    21 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.22 Rom. 3:23-25, [versión King James].

    to a haber pasado por alto, en su pacien-cia, los pecados pasados”.

    Al crear todas las cosas, en el prin-cipio, Dios estableció que Cristo declara-se la palabra que las haría existir. Cristohabló la palabra solamente, y todas lascosas existieron. En la redención, que esuna nueva creación, Dios estableció queCristo declarase la palabra de justicia. Ycuando Cristo habla la palabra solamen-te, el hecho ocurre. Su palabra es lamisma, tanto en la creación como en laredención.

    “Por la fe entendemos que los mun-dos fueron formados por la palabra deDios, de modo que lo que se ve, fuehecho de lo que no se veía”23 . En ciertomomento no existían los mundos, nitampoco el material del que éstos secomponen. Dios estableció a Cristo paraque declarase la palabra que crearía losmundos, así como el material del queestán formados.

    “Dijo, y fue hecho”. Antes de quehablase, no había mundos; tras haberhablado, aparecieron. La palabra deCristo es capaz de traer a la existenciaaquello que no existía antes de que supalabra fuese declarada, y que de no serpor ésta, jamás habría existido.

    Así ocurre exactamente en la vidadel hombre. En el hombre no hay justiciaa partir de la cual ésta pueda surgir en suvida. Pero Dios ha establecido a Cristopara declarar justicia en, y sobre el hom-bre. Cristo declara la palabra solamente,y en el oscuro vacío de la vida humana seproduce la justicia para todo aquel que lareciba. Allí donde, antes de ser recibidala palabra, no existía justicia ni nada apartir de lo cual pudiese ser producida,tras ser recibida la palabra, hay perfectajusticia, y la verdadera Fuente de la cualmana. La palabra de Dios recibida por lafe –esto es, la palabra de Dios en la que

    23 Heb. 11:3 [ N.T. Interlineal : de modo que lo que se ve, no hasido hecho de las cosas que se dejan ver]

    VI

  • 11

    se confía para el cumplimiento de lo quedice, y de la que se depende para su rea-lización–, produce justicia en el hombrey en la vida, allí donde no había ninguna;precisamente de la misma manera enque, en la creación del Génesis, la pala-bra de Dios produjo los mundos allídonde no había nada previamente. Élhabla, y así ocurre para todo aquel quecrea, es decir, para todo aquel que lo re-ciba. La palabra misma lo cumple.

    “Justificados [hechos justos] puespor la fe [esperando y dependiendo de lapalabra de Dios solamente], tenemos pazpara con Dios por medio de nuestro Se-ñor Jesucristo” (Rom. 5:1). ¡Así es, ben-dito sea el Señor! Y alimentarse de eseglorioso hecho es cultivar la fe.

    Review and Herald , 17 Junio 1899

    “La comprensión de lo que la Escri-tura quiere decir, cuando nos urge a lanecesidad de cultivar la fe, es más esen-cial que cualquier otro conocimiento anuestro alcance”.

    La fe es esperar que la palabra deDios haga aquello que dice que hará, ydepender de la palabra solamente, parael cumplimiento de lo que ella dice.

    Abraham es el padre de todos losque son de la fe. Su historia instruye,pues, sobre la fe –qué es, y qué hace poraquel que la ejerce.

    ¿Qué, pues, diremos que hallóAbraham nuestro padre según la carne?¿Qué dice la escritura? 24 Cuando Abramtenía ya más de ochenta años, y Sarai, suesposa, era anciana, sin haber engen-drado hijo alguno, Dios “sacóle fuera, ydijo: Mira ahora a los cielos, y cuenta lasestrellas, si las puedes contar. Y le dijo:Así será tu simiente ”.

    “Y [Abraham] creyó a Jehová, ycontóselo por justicia” (Gén. 15:5 y 6).Aceptó la palabra de Dios, y esperó que

    24 Rom. 4:1 y 3.

    ésta cumpliría lo dicho. E hizo muy bienen eso.

    Sarai, sin embargo, no puso su con-fianza solamente en la palabra de Dios.Recurrió a una estratagema de su propiainvención para dar lugar a la simiente.Dijo a su esposo: “Ya ves que Jehová meha hecho estéril: ruégote que entres a misierva; quizá tendré hijos de ella” (Gén.16:2).

    Abram comenzó entonces a desviar-se de la perfecta integridad de la fe. Enlugar de anclar su confianza y dependen-cia solamente en la palabra de Dios,“atendió Abram al dicho de Sarai”.

    Como consecuencia, nació un niño,pero el arreglo resultó ser tan insatisfac-torio para Sarai, que ella misma lo repu-dió. Y Dios mostró su repudio ignorandototalmente el hecho de que hubiese na-cido ese niño. Cambió el nombre deAbram por el de Abraham, y continuóhablándole del pacto por el que sería pa-dre de todas las naciones mediante lasimiente prometida. Cambió asimismo elnombre de Sarai por el de Sara, puestoque vendría “a ser madre de naciones”25mediante la simiente prometida.

    Abraham se apercibió de la total ig-norancia, por parte de Dios, hacia aquelniño que había sido engendrado, y llamóla atención del Señor, diciendo: “OjaláIsmael viva delante de ti”.

    Pero Dios le respondió: “Ciertamen-te Sara tu mujer te parirá un hijo, y lla-marás su nombre Isaac; y confirmaré mipacto con él por alianza perpetua para susimiente después de él. Y en cuanto aIsmael, también te he oído: he aquí quele bendeciré, y le haré fructificar y multi-plicar mucho en gran manera: docepríncipes engendrará, y ponerlo he porgran gente. Mas yo estableceré mi pactocon Isaac, al cual te parirá Sara por estetiempo el año siguiente” (Gén. 17:15-21).

    25 Gé n. 17:16.

    VII

  • 12

    A todo esto, tanto a Abram como aSarai se les había instruido, al serleshecha la promesa, que para su cumpli-miento, nada que no fuese la dependen-cia hacia la sola palabra podría ser larespuesta adecuada. Sarai comprendióque su estratagema no había aportadosino aflicción y perplejidad, y había re-tardado el cumplimiento de la promesa .Abram comprendió que dando oído a laspalabras de Sarai, había despreciado lapalabra de Dios; y ahora se veía obligadoa abandonar totalmente ese plan, paravolver de nuevo a la palabra de Dios so-lamente.

    Pero ahora Abraham tenía ya no-venta y nueve años, y Sara ochenta ynueve. Eso hacía más difícil, si cabe, elcumplimiento de la promesa, y deman-daba más que nunca, una profunda de-pendencia de la palabra de Dios. Requer-ía más fe que anteriormente.

    Ahora era evidente que no se podíadepender de ninguna otra cosa que nofuese la simple palabra de Dios: se apli-caron a ceñirse estrictamente a ella parael cumplimiento de lo que dicha palabracontenía. Excluyeron toda obra, todoplan, maquinación, designio o esfuerzooriginado en ellos, y se aferraron de lasola fe. Echaron mano de la palabra so-lamente, y dependieron absolutamentede la palabra para el cumplimiento deella.

    Y ahora que el camino estaba despe-jado para que obrase “la palabra sola-mente”, la palabra efectivamente obró, ynació la “simiente” prometida. De esemodo, “por la fe”, –por una dependenciano apuntalada por nada, por una depen-dencia en la sola palabra– “por la fetambién la misma Sara, siendo estéril,recibió fuerza para concebir simiente; yparió aun fuera del tiempo de la edad,porque creyó ser fiel el que lo habíaprometido”.

    “Por lo cual también, de uno, y ese

    ya amortecido, salieron como las estre-llas del cielo en multitud, y como la are-na innumerable que está a la orilla de lamar” (Heb. 11:12).

    Y así se cumplió la palabra pronun-ciada a Abraham, cuando Dios “sacólefuera, y dijo: Mira ahora a los cielos, ycuenta las estrellas, si las puedes contar.Y le dijo: Así será tu simiente ”26 .

    Esa es una lección divina sobre la fe.Y eso es lo que significa la Escrituracuando nos urge a la necesidad de culti-var la fe. La fe que le fue imputada porjusticia a Abraham, la justicia de Diospor medio de la fe en Jesucristo. 27

    “Y no solamente por él fue escritoque le haya sido imputado; sino tambiénpor nosotros, a quienes será imputado,esto es, a los que creemos en el que le-vantó de los muertos a Jesús Señornuestro, el cual fue entregado por nues-tros delitos, y resucitado para nuestrajustificación” (Rom. 4:23-25).

    Y todos los que son “de la fe sonbenditos con el creyente Abraham”. Sí,todos quienes repudian las obras, pla-nes, maquinaciones y esfuerzos origina-dos en ellos mismos, y ponen entera-mente su confianza y dependencia enque la palabra de Dios cumplirá lo quedice. Los tales son de la fe, y son bendi-tos con el creyente Abraham, con la jus-ticia de Dios.

    ¡Oh, “saber cómo ejercitar la fe, esoes la ciencia del evangelio”28! Y la cienciadel evangelio es la ciencia de las ciencias.¿Quién dejará de ejercer toda facultadpara comprenderla?

    Review and Herald, 24 Junio 1899

    Cuando Abraham y Sara renuncia-ron a todo su esquema de incredulidad,que había dado como fruto a Ismael, y se26 Gé n. 15:5.27 Rom. 3:22.28 E.G.W. Review and Herald, 18 octubre 1898.

    VIII

  • 13

    mantuvieron por la sola fe –dependiendo únicamente de la palabrade Dios–, nació Isaac, el auténtico hijode la promesa divina.

    Dando oído a la voz de Sarai(Gén. 16:1), Abram se había desviado dela línea de estricta integridad a la pala-bra de Dios, de la auténtica fe; y ahoraque se había vuelto a la palabra solamen-te, a la fe verdadera, debía ser probadoantes de que pudiese cabalmente decirsede él que su fe le fue contada por justicia.

    Había creído solamente la palabrade Dios, en contra de lo que Ismael re-presentaba, y había obtenido a Isaac, elauténtico hijo de la promesa de Dios. Yahora, tras haberlo obtenido, queda porver si retendría la confianza en la solapalabra de Dios, incluso en contra delmismo Isaac.

    Es así como Dios dijo a Abraham,“Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, aquien amas, y vete a tierra de Moriah, yofrécelo allí en holocausto sobre uno delos montes que yo te diré”29 .

    Abraham había recibido a Isaac departe de Dios, confiando solamente en lapalabra divina. Sólo Isaac era la simienteque la palabra del Señor había prometi-do. Después del nacimiento de Isaac,Dios había confirmado la palabra decla-rando, “en Isaac te será llamada descen-dencia” (Gén. 21:12). Y ahora, la palabrade Dios le dice: toma a tu hijo, a tu únicoIsaac, y ofrécelo como una ofrenda ar-diente.

    Dios había declarado a Abraham: tusimiente será como las estrellas del cieloen número; “en tu simiente serán bendi-tas todas las gentes de la tierra”30 ; “enIsaac te será llamada descendencia”; yahora , ¡ofrece a Isaac como una ofrendaardiente!

    Pero si Isaac era ofrecido comoofrenda ardiente, si era quemado, ¿qué

    29 Gé n. 22:2.30 Gé n. 22:18.

    sería de la promesa de que todas las na-ciones serían benditas en él? ¿Qué suce-dería con la promesa de que su descen-dencia sería como las estrellas del cieloen multitud? Y sin embargo, la palabraera firme: Ofrece a Isaac como ofrendaardiente. Abraham había confiado sinreservas en la sola palabra de Dios, encontra de Ismael; pero esto era más queconfiar en la palabra de Dios, en contrade Isaac : ¡era creer la palabra de Dios,en contra de la palabra de Dios!

    Y Abraham lo hizo, esperando con-tra toda esperanza. Dios había dicho: Tusimiente será como las estrellas del cielo;en Isaac te será llamada simiente; ofrecea Isaac como una ofrenda ardiente.Abraham no insistió en que Dios debía‘armonizar esos pasajes’. Para él era su-ficiente saber que todas aquellas decla-raciones eran palabra de Dios. Sabiendoeso, confiaría en esa palabra, la seguiría,y dejaría que el Señor ‘armonizase esospasajes’ si tal cosa fuese necesaria.

    Abraham se dijo: –Dios ha dicho,ofrece a Isaac como ofrenda ardiente. Asílo haré. Dios ha dicho, “en Isaac te serállamada descendencia”; y, tu simienteserá tan numerosa como las estrellas delcielo. Una vez interferí en la promesa, yla estuve impidiendo, hasta que rechacétodo lo que había hecho, y me volví a lasola palabra. Entonces, de forma mila-grosa, Dios me dio a Isaac, la simienteprometida. Ahora Dios me dice, ofrece aIsaac, la simiente prometida, en ofrendaardiente. Lo haré así: Dios me lo dio alprincipio mediante un milagro, y me-diante un milagro lo puede restaurar. Noobstante, cuando lo haya ofrecido comouna ofrenda ardiente, estará muerto; elúnico milagro que podrá entonces res-taurarlo será el que lo devuelva de entrelos muertos. Pero Dios es poderoso parahacer aun eso, y lo hará ; ya que su pala-bra ha dicho que ‘tu simiente será comolas estrellas en multitud, y en Isaac te

  • 14

    será llamada descendencia’. Incluso le-vantar a Isaac de entre los muertos noserá para Dios más difícil que lo que yaha hecho; ya que, por lo que respecta a lafertilidad, tanto mi cuerpo como el deSara no eran mejores que los de unmuerto, y no obstante, Dios engendró aIsaac a partir de nosotros. Puede resuci-tar a Isaac de los muertos, y lo hará.¡Bendito sea el Señor!

    Estaba decidido. Se levantó y tomó asus siervos y a Isaac, y caminó por tresdías, y “llegaron al lugar que Dios le hab-ía dicho”, y cuando “al tercer día alzóAbraham sus ojos, y vio el lugar de lejos,entonces dijo Abraham a sus mozos: Es-peraos aquí con el asno, y yo y el mucha-cho iremos hasta allí, y adoraremos, yvolveremos a vosotros” (Gén. 22:4-5).¿Quién iría? “Yo y el muchacho iremos…y volveremos a vosotros”. Abraham con-fiaba en que Isaac regresaría con él tanciertamente como que iba a ir.

    Abraham esperaba ofrecer a Isaacen holocausto, y luego esperaba verlo re-sucitar de las cenizas, y regresar con él.La razón es que la palabra de Dios habíadicho: en Isaac te será llamada descen-dencia, y, tu simiente será como las es-trellas del cielo en multitud. Y Abrahamconfiaría precisamente en esa palabra,en que jamás podría fallar (Heb. 11:17-19).

    ESO ES FE. Y así “fue cumplida laEscritura que dice: Abraham creyó aDios, y le fue imputado a justicia” (Sant.2:23). Pero “no solamente por él fue es-crito que le haya sido imputado; sinotambién por nosotros, a quienes seráimputado, esto es, a los que creemos enel que levantó de los muertos a Jesús Se-ñor nuestro, el cual fue entregado pornuestros delitos, y resucitado para nues-tra justificación” (Rom. 4:23-25).

    Poner la confianza en la palabra deDios solamente; depender solamente deella, incluso “en contra” de la palabra de

    Dios, eso es FE: esa es la fe que trae lajusticia de Dios.

    En eso consiste ejercitar la fe. Eso es“lo que la Escritura quiere decir, cuandonos urge a la necesidad de cultivar la fe”.Y “saber cómo ejercitar la fe, eso es laciencia del evangelio”. Y la ciencia delevangelio es la ciencia de las ciencias.

    Review and Herald, 31 Enero 1899

    “Al que no obra, pero cree en aquélque justifica al impío, la fe le es contadapor justicia” (Rom. 4:5).

    Esa es la única forma en la quecualquiera en este mundo pueda serhecho justo: primeramente admitir quees impío; luego creer que Dios justifica –tiene por justo– al impío, y que este esjusto con la misma justicia de Dios.

    En este mundo todos son impíos.Impíos significa lo contrario a ‘semejan-tes a Dios’. Y está escrito que “por cuantotodos pecaron, y están destituidos de lagloria [bondad, carácter] de Dios”31 .

    Aquel, por tanto, que admita que enalgo dejó de ser semejante a Dios, en esoconfiesa que es impío.

    Pero la verdad es que todos, en to-do, están destituidos de la gloria de Dios.Porque “todos se apartaron, a una fueronhechos inútiles; no hay quien haga lobueno, no hay ni aun uno” (Rom. 3:9-18).

    Por consiguiente, puesto que no hayen toda la tierra ni uno solo que no seaimpío, y puesto que Dios justifica al imp-ío, eso hace que por la parte de Dios, lajustificación –justicia, salvación– seaplena, gratuita y segura a toda alma enel mundo.

    Y todo cuanto uno debe hacer, porsu parte, para hacerla segura para símismo, es aceptarla –creer que Dios jus-tifica, personal e individualmente, alimpío.

    31 Rom. 3:23.

    IX

  • 15

    Así, por extraño que parezca a mu-chos, la única calificación y la única pre-paración para la justificación es que lapersona reconozca su impiedad.

    Entonces, poseyendo esa califica-ción, habiendo hecho esa preparación,todo cuanto se requiere de él a fin de ob-tener la justificación plena, gratuita y se-gura, es que crea que Dios lo justifica aél, el impío.

    Es fácil para muchos creer que sonimpíos, incluso reconocerlo; pero creerque Dios los justifica a ellos, eso les pa-rece demasiado.

    Y la única razón por la que no pue-den creer que Dios los justifica a ellos, esque son impíos, tan impíos.

    Si solamente pudieran encontraralgún bien en ellos, o si pudiesen ser for-talecidos y mejorar, tendrían algún áni-mo para esperar que Dios los justificase.Sí, se justificarían a sí mismos por lasobras, ¡y entonces profesarían creer enla justificación por la fe!

    Pero eso no sería más que quitar labase a la justificación; ya que si alguienpudiese encontrar bien en sí mismo, esporque lo posee ya previamente, y no lonecesita de ningún otro lugar. Si puedefortalecerse y mejorar por sí mismo, en-tonces no necesita ninguna justificaciónque provenga de cualquier otra fuente.

    Por lo tanto, es una contradicción eldecir que soy tan impío que no veo cómoel Señor me pueda justificar. Si no soyimpío, entonces no necesito ser hechojusto: ya lo soy . No hay medias tintas en-tre la justicia y la impiedad.

    Pero cuando una persona se ve a símisma tan impía como para no encon-trar ninguna base sobre la que esperarser justificado, es precisamente ahí don-de la fe aparece; en verdad, es solamenteahí que la fe puede venir.

    La fe es depender solamente de lapalabra de Dios. Por tanto tiempo comocontinúe la dependencia de uno mismo,

    por tanto tiempo como exista la esperan-za de poder depender de cualquier cosaen uno mismo, no puede haber fe: nohay lugar para ella, ya que la fe es de-pender solamente de la palabra.

    Pero cuando se desvanece cualquieresperanza de poder depender de algonuestro, o que se encuentre en nosotros,y se reconoce esa imposibilidad; cuandotodo lo visible va en contra de cualquieresperanza de justificación, es entoncescuando, reposando en la promesa deDios, en la palabra solamente, esperandocontra toda esperanza, entra en juego lafe: y por fe encuentra justificación plenay gratuita, por más impío que sea.

    Porque escrito está: “Al que no obra,pero cree en aquél que justifica al impío,la fe le es contada por justicia”. “La justi-cia de Dios por la fe de Jesucristo”. “Aquien Dios ha propuesto… para manifes-tación de su justicia, atento a haber pa-sado por alto, en su paciencia, los peca-dos pasados”.

    En eso consiste el ejercicio de la fe.¿La estás tú ejerciendo? “Saber cómoejercitar la fe, eso es la ciencia del evan-gelio”.

    Review and Herald,7 Febrero 1899

    “Justificados pues por la fe, tene-mos paz para con Dios por medio denuestro Señor Jesucristo” (Rom. 5:1).

    Puesto que la fe es depender sola-mente de la palabra de Dios, de lo que lapalabra dice, ser justificado por la fe essencillamente, ser contado por justo aldepender de la palabra solamente.

    Y puesto que esa palabra es la deDios, depender solamente de la palabraes depender solamente de Dios, en supalabra. La justificación por la fe es, porlo tanto, ser tenido por justo al dependerde Dios solamente; y de nadie más quede Él, porque así lo ha prometido.

    X

  • 16

    Todos somos pecadores,-pecaminosos e impíos. Estamos, por lotanto, sujetos al juicio de Dios.Rom. 3:9-19. Sin embargo, hay para to-dos nosotros escapatoria del juicio divi-no. Pero la única manera de escapar aljuicio de Dios es creyendo en Él.

    Cuando David pecó al censar elpueblo, e incurrió de esa manera en unjuicio ejemplar de Dios, el Señor le dio aescoger entre siete años de hambre, huirtres meses de sus enemigos, o sufrir tresdías de pestilencia. Pero David de nin-guna manera quiso elegir; todo lo confióa Dios para que fuese Él quien escogiese,diciendo: “ruego que caiga en la mano deJehová, porque sus miseraciones sonmuchas” (2 Sam. 24:11-14).

    Cuando ponemos solamente en Diosnuestra dependencia, en su palabra, paraalcanzar justicia, tenemos paz para conÉl; porque obtenemos verdaderamentejusticia, “y el efecto de la justicia serápaz; y la labor de la justicia, reposo y se-guridad para siempre” (Isa. 32:17).

    Cuando dependemos solamente deDios –de su palabra– para obtener lajusticia, tenemos paz mediante nuestroSeñor Jesucristo, “porque Él es nuestrapaz, que de ambos”, de Dios y del hom-bre, “hizo uno”, “dirimiendo en su carnelas enemistades” “para edificar en símismo los dos –Dios y el hombre– en unnuevo hombre, haciendo la paz”(Efe. 2:14 y 15).

    Además, al depender solamente deDios, de su palabra, para obtener justi-cia, tenemos paz para con Dios mediantenuestro Señor Jesucristo. “Y por Él re-conciliar todas las cosas a sí, pacificandopor la sangre de su cruz, así lo que estáen la tierra como lo que está en los cie-los. A vosotros también, que erais enotro tiempo extraños y enemigos deánimo en malas obras, ahora empero osha reconciliado en el cuerpo de su carnepor medio de muerte, para haceros san-

    tos, y sin mancha, e irreprensibles delan-te de Él, SI empero permanecéis funda-dos y firmes en la fe”, si continuáis de-pendiendo únicamente de Dios en su pa-labra (Col. 1:20-23).

    Puesto que ha allanado de tal formael camino, y ha hecho la justificación talplena, y la paz tan segura para todos, ydemanda a todos solamente que la reci-ban por el simple método de aceptarla deÉl, dependiendo para ello solamente deÉl, ¿por qué no habría de ser justificadatoda alma que puebla la tierra, teniendoasí la paz de Dios mediante nuestro Se-ñor Jesucristo?

    Eso es “lo que la Escritura quieredecir, cuando nos urge a la necesidad decultivar la fe” ¿La estás tú cultivando?¿Estás justificado por fe? ¿Tienes la jus-ticia por la fe? ¿Tienes paz con Dios me-diante nuestro Señor Jesucristo?

    “Tened fe en Dios” (Mar. 11:24).Review and Herald,

    14 Febrero 1899

    La fe es completa dependencia de lasola palabra de Dios, para el cumpli-miento de lo contenido en esa palabra.

    Siendo así, conviene no olvidar nun-ca que allí donde no hay palabra de Dios,no puede existir ninguna fe.

    Así lo muestra la verdad de que “lafe es por el oír, y el oír por la palabra deDios” (Rom. 10:17). Puesto que la fe vie-ne en verdad por la palabra misma deDios, está claro que la fe no es posiblesin la palabra de Dios.

    Eso lo encontramos bellamente ilus-trado en un episodio de la vida de David:puesto que éste tenía en su corazón edi-ficar una casa al Señor, éste le habló me-diante el profeta Nathán, diciendo: “Je-hová te hace saber que Él te quiere hacercasa… y será afirmada tu casa y tu reinopara siempre delante de tu rostro; y tureino será estable eternamente”.

    XI

  • 17

    Entonces David oró, diciendo:“Ahora pues, Jehová Dios, la palabra quehas hablado sobre tu siervo y sobre sucasa, despiértala para siempre , y hazconforme a lo que has dicho. Que seaengrandecido tu nombre por siempre, ydígase: Jehová de los ejércitos es Diossobre Israel; y que la casa de tu siervoDavid sea firme delante de ti”.

    “Porque tú, Jehová de los ejércitos,Dios de Israel, revelaste al oído de tusiervo, diciendo: Yo te edificaré casa. Poresto tu siervo ha hallado en su corazónpara hacer delante de ti esta súplica ”.

    “Ahora pues, Jehová Dios, tú eresDios, y tus palabras serán firmes, ya quehas dicho a tu siervo este bien. Tenlopues ahora a bien, y bendice la casa de tusiervo, para que perpetuamente perma-nezca delante de ti: pues que tú, JehováDios, lo has dicho, y con tu bendiciónserá bendita la casa de tu siervo parasiempre” (2 Sam. 7:11-29).

    La suya fue una plegaria de fe, yaque se fundaba en la palabra de Dios: lapalabra de Dios era la causa de ella; erasu base ; y la palabra de Dios constituíatoda la esperanza de David, de que esaoración sería contestada.

    Pidió de acuerdo con la voluntad deDios, ya que tal voluntad estaba expre-sada en la palabra de Dios. Habiendo ro-gado en armonía con la voluntad revela-da de Dios, David supo que su oraciónfue oída. Y sabiendo tal cosa, supo quetenía asegurada la respuesta a la peti-ción que había elevado (1 Juan 5:14). Porlo tanto, dijo: así sea. Y así también, larespuesta a la promesa fue, es, y será porsiempre segura para David.

    Todo eso fue escrito para nuestraenseñanza; a fin de que pudiésemos sa-ber cómo elevar la oración de fe, y cómocultivar la fe, en oración. Por lo tanto, ‘vey haz tú lo mismo’. Porque “la compren-sión de lo que la Escritura quiere decir,cuando nos urge a la necesidad de culti-

    var la fe, es más esencial que cualquierotro conocimiento a nuestro alcance”.

    Review and Herald, 21 Febrero 1899

    La fe es por el oír; y el oír por la pala-bra de Dios.

    Por lo tanto, la palabra de Dios es elúnico camino de la fe.

    De ese modo, allí donde no hay pala-bra de Dios, no puede existir fe.

    Y donde hay palabra de Dios, la feconsiste en depender enteramente de talpalabra, confiando en que ella cumplirálo dicho.

    A partir de esas verdades, se hace evi-dente que para que alguien pueda pedircon fe, es necesario primeramente que seasegure de que tiene la palabra de Diospara aquello que pide.

    Siendo así, puede, lo mismo que Da-vid, orar de todo corazón en perfectaconfianza, que no es sino perfecta fe.

    Quien ora de tal modo, puede saberque lo hace en conformidad con la volun-tad de Dios; efectivamente, sabe quecuenta con la clara palabra de Dios paraeso.

    Por lo tanto, sabe que Dios le oye, ypor ello, sabe que tiene aquello para locual ha orado; eso es así porque el únicofundamento de su esperanza es la pala-bra que dice lo que ha de suceder, y queconstituyó la sola base de su petición.

    El Señor nos dice que oremos así;habiendo hecho provisión, por lo tanto,para el constante crecimiento y fortale-cimiento de la fe.

    Muchos oran, pero sin tener la certezade que sea la voluntad de Dios el que ob-tengan aquello que piden, y de esa for-ma, no saben si pueden estar ciertos dehaberlo recibido; y no sabiendo tal cosa,quedan en la duda en cuanto a si susoraciones han sido o no respondidas.

    El Señor no desea que nadie perma-nezca en la incertidumbre. Por lo tanto,

    XII

  • 18

    ha proporcionado su palabra a fin deque seamos perfectos, enteramente ins-truidos para toda buena obra 32 , y porquien nos son dadas todas las cosas quepertenecen a la vida y a la piedad33 .

    Todo aquel que busca en la palabra deDios las cosas que Él ha provisto allí pa-ra todos, orando por esa cosa según lapalabra, pidiendo por lo tanto en totalarmonía con la expresa voluntad deDios, sabe que su plegaria es oída, y quetiene aquello por lo que oró.

    Haciendo de ese modo, las oracionesserán siempre ciertas, la vida colmada delos dones que vienen directamente deDios, y la fe será segura y firme, que nocesará de crecer.

    Muchos elevan la plegaria de los discí-pulos: Señor, “auméntanos la fe”. Esoestá bien, pero nunca se debe olvidar quela fe viene solamente por la palabra deDios. Por lo tanto, cuando tu fe aumente,lo será solamente mediante un aumentoen ti de la palabra de Dios. Y la únicaforma en la que la palabra de Dios puedeaumentar en ti, es oyendo esa palabra,orando al Señor por lo declarado en esapalabra, dependiendo de ella para surealización, y creyendo que lo has recibi-do. Entonces, y de ese modo, es como re-cibes la palabra, y ésta vive en ti.

    Si bien podemos orar, ‘Señor, aumen-ta nuestra fe’, al mismo tiempo debemosrecordar que debemos edificarnos sobrenuestra santísima fe (Judas 20).

    Es así como se debe ejercitar la fe. Lafe solamente puede ejercerse sobre la pa-labra de Dios, y por ella; ya que dondeno hay palabra de Dios, no hay fe posi-ble.

    Y “saber cómo ejercitar la fe, eso es laciencia del evangelio”.

    Review and Herald ,28 Febrero 1899

    32 2 Tim. 3:17.33 2 Ped. 1:3.

    “El justo vivirá por la fe”34 .¿Quiénes son los justos? Únicamente

    los que son de la fe, ya que sólo por la fees justificado el hombre.

    Si bien todos hemos pecado, y estamos“destituidos de la gloria de Dios”, somos“justificados gratuitamente por su gra-cia, por la redención que es en CristoJesús”35.

    “Al que obra, no se le cuenta el salariopor merced, sino por deuda. Mas al queno obra, pero cree en aquel que justificaal impío, la fe le es contada por justi-cia”36 .

    “Justificados pues por la fe, tenemospaz para con Dios por medio de nuestroSeñor Jesucristo”37. Los que son de la fe,y sólo ellos, son los únicos justos de latierra.

    Ahora bien, la fe es dependencia totalde la palabra de Dios, de que cumplirá lodicho por la palabra. “Así será mi pala-bra que sale de mi boca: no volverá a mívacía, antes hará lo que yo quiero”(Isa. 55:11).

    Ser justificado por la fe, por lo tanto,es ser justificado dependiendo entera-mente de la palabra de Dios. Los justosson aquellos que son de la palabra deDios. Es así como los hombres se hacenjustos.

    Los hombres deben, no solamente serhechos justos por la fe –dependiendo dela palabra de Dios–, sino que siendo jus-tos, debemos también vivir por la fe. Elhombre justo vive precisamente de lamisma manera en que fue hecho justo, yprecisamente por lo mismo.

    Venimos a ser justos por la fe; la fe esdependencia total de la palabra de Dios.Siendo justos, debemos vivir precisa-mente por lo mismo que por lo que fui-mos hecho justos; esto es, dependiendoenteramente de la palabra de Dios.34 Rom. 1:17.35 Rom. 3:23.36 Rom. 4:4 y 5.37 Rom. 5:1.

    XIII

  • 19

    Y eso es exactamente lo que dijoJesús: El hombre vivirá “con toda pala-bra que sale de la boca de Dios”38. Esevidente que dijo, en otras palabras, que‘el hombre vivirá por la fe’.

    No hay verdaderamente otra forma devivir, si no es por fe, es decir, por la pa-labra de Dios. Sin fe, sin la palabra deDios, sólo la muerte espera al hombre.

    En realidad, sin la palabra de Dios to-do muere; ya que en el principio, todofue hecho por su palabra. La palabra deDios es el origen y vida de todas las co-sas. “Él dijo, y fue hecho”39 .

    Todas las cosas animadas e inanima-das –el sol, la luna y las estrellas, losanimales y los hombres–, todos depen-den por igual de la palabra de Dios parasu existencia. Sólo al hombre concedióDios el don maravilloso de la elección.Tal don abre la puerta de la fe. Cuandoun hombre elige vivir por la palabra deDios, que es el único medio de vida, la fe–la dependencia total de la palabra deDios– es la forma en la que se aferra alas corrientes de la vida.

    Así, “el justo vivirá por la fe”, por lotanto, “todo lo que no es de fe, es peca-do”, o lo que es lo mismo, el justo debevivir por la palabra de Dios; y todo lo queno es de la palabra de Dios, es pecado.

    “No podemos tener una experienciacristiana saludable, ni obedecer al evan-gelio para salvación, a menos que laciencia de la fe sea mejor comprendida; yhaya un mayor ejercicio de la fe”40 .

    “¿Tienes tú fe?”41 . Ten la divina fe.“Aquí están los que guardan los manda-mientos de Dios, y la fe de Jesús”.

    Review and Herald , 7 Marzo 1899

    “La justicia de Dios se descubre de feen fe” (Rom. 1:17). La fe es entera de-

    38 Mat. 4:4.39 Sal. 33:9.40 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.41 Rom. 14:22.

    pendencia de la palabra de Dios, esperarque la misma palabra realice lo que dice.

    ¿Existe, según eso, una justicia pro-nunciada por la palabra de Dios, de for-ma que el hombre pueda depender com-pletamente de ella, que pueda confiar enque la palabra cumpla lo que declara?

    Efectivamente. Y ese es precisamenteel objetivo del don de Cristo, “al cualDios ha propuesto… para manifestación[declaración, K.J.] de su justicia, atentoa haber pasado por alto, en su paciencia,los pecados pasados” (Rom. 3:25).

    Puesto que Dios ha establecido a Cris-to expresamente para que manifieste,declare o diga , la justicia de Dios, la pa-labra de Dios ha sido ciertamente pro-nunciada y podemos depender plena-mente de ésta, esperando que obre lo di-cho por ella. En otras palabras, hay justi-cia que podemos recibir por la fe.

    ¿Dónde la encontramos pronunciada?En la palabra “perdón”. “Él es fiel y justopara que nos perdone nuestros peca-dos”42 . “Pero hay perdón en ti”43 .

    ¿Qué significa “perdón”? Ese términose compone de dos partes: “per” (por,para); y “don” (donar, dar, dádiva); esdecir, dar por. Perdonar, por lo tanto, essencillamente dar por. Para el Señor,perdonar el pecado, es donar por el pe-cado. ¿Qué es lo que da el Señor por elpecado? Declara “su justicia perdonandolos pecados”44 .

    Así pues, cuando el Señor per-dona –da por–, da justicia por el pecado. Ypuesto que la justicia que el Señor poseees la suya propia, es evidente que la úni-ca justicia que da es la justicia de Dios.

    Tal es el don de su justicia. Todo hom-bre ha pecado. Si es que ha de ser libra-do, sólo puede serlo gratuitamente. Ypuesto que el perdón por el pecado –lajusticia de Dios dada por el pecado– esenteramente gratuito, ahí tenemos el42 1 Juan 1:9.43 Sal. 130:4.44 Rom. 3:25 (versión Cantera-Iglesias).

    XIV

  • 20

    don gratuito de la justicia de Dios “a to-dos los hombres para justificación de vi-da”. Rom. 5:18.

    Toda alma que pida a Dios perdón porel pecado, está en realidad pidiendo lajusticia de Dios por el pecado. Todo elque pide el perdón, lo pide solamentesobre la palabra de Dios, que declara talperdón. Y la fe es completa dependenciade la palabra para el cumplimiento de loque ésta dice. Por lo tanto, la justiciaviene por la fe.

    “Cualquiera que pide, recibe”45. Haspedido muchas veces al Señor que per-done tus pecados; es decir, le has pedidoque dé por tu pecado. Pero cuando hacestal cosa, le estás pidiendo que dé lo únicoque Él da, o puede dar por el pecado, quees su justicia. En eso consiste pedir elperdón del Señor.

    Y efectivamente, perdona –da por–tus pecados, cuando así se lo pides. Diceque lo hace, y así es. “Él es fiel”, es decir,no falla jamás, “y justo para que nosperdone nuestros pecados”. Y lo que dapor nuestros pecados, es su justicia.

    ¿No le estarás agradecido por la justi-cia que gratuitamente te da por tus pe-cados, cuando se la pides?

    ¿Comprendes que la justicia por la fees algo tan sencillo y claro como el pedir-le a Dios el perdón por el pecado?

    Cree que se te concede el perdón portu pecado, cuando así lo pides, y recibeagradecido esa justicia, como el don deDios. En eso consiste ejercitar la fe.

    Pero cuán cierto es que “padecemosmucha aflicción y pesar a causa de nues-tra incredulidad, y de nuestra ignoranciarespecto a cómo ejercitar la fe”46 .

    “¿Tienes tú fe?”. Ten la fe divina.“Aquí están los que guardan… la fe deJesús”.

    Review and Herald ,14 Marzo 1899

    45 Mat. 7:8. Luc. 11:10.46 E.G.W. Review and Herald , 18 octubre 1898.

    “En Cristo Jesús, ni la circuncisión va-le algo, ni la incircuncisión. Lo que valees la fe que obra por el amor” (Gál. 5:6).

    Para aquellos a quienes se dirigía estepasaje, en el momento en que fue escri-to, la circuncisión lo era todo; y era asíen virtud de lo que representaba.

    Para ellos, la circuncisión representa-ba las obras, y nada más que eso. Les pa-recía la mayor de las obras, más grandeaún que la propia creación, ya que, comodecían los rabinos: ‘Tan grande es la cir-cuncisión que de no ser por ella, el Santo(bendito sea) no habría creado el mun-do’. ‘Es tan grande como cualquiera delos otros mandamientos’. ‘Equivalente atodos los mandamientos de la ley” (Fa-rrar, Vida de Pablo, cap. 22, párr. 5, no-ta; cap. 35, párr. 4, nota).

    Sin embargo, eso que para ellos eratan importante, el Señor lo derribó en unmomento, con las palabras: “La circunci-sión nada es”47 y, en Cristo Jesús, la cir-cuncisión no vale nada 48. Y teniendo encuenta lo que para ellos significaba, esoequivalía a decir llanamente que lasobras nada son, y que en Cristo Jesús, novalen nada.

    Entonces, a todos los otros, quienes envista de lo anterior podrían sentirse in-clinados a jactarse de su carencia deobras, excusando así el pecado, se les dala palabra con igual firmeza: “y la incir-cuncisión nada es”. “En Cristo Jesús…,ni la incircuncisión”. En su contexto,equivale a afirmar que la ausencia deobras nada es, y que en Cristo Jesús, laausencia de obras no vale nada.

    Así pues, las obras no son nada, y laausencia de ellas, tampoco. En CristoJesús, ni las obras ni la falta de obras va-len nada.

    Esa palabra inspirada, por lo tanto,declara definitivamente carentes de

    47 1 Cor. 7:19.48 Gá l. 5:6.

    XV

  • 21

    mérito ambas categorías, por ellas mis-mas, o cualquier cosa que se pueda hacero dejar de hacer.

    Lo anterior es tan cierto hoy como lofue siempre. A los efectos de estar o noen Cristo, las obras –y también la ausen-cia de ellas– carecen de valor. Leemos:“¿Estás en Cristo? No, si no os reconoc-éis pecadores errantes, desamparados ycondenados. No, si estáis exaltando yglorificando al yo… Vuestro nacimiento,reputación, riqueza, talentos, virtudes,piedad, filantropía, o cualquier otra cosaen vosotros, o en relación con vosotros,no formará un vínculo de unión entrevuestra alma y Cristo” (Testimonies,vol. 5, p. 48 y 49).

    ¡Qué pues! ¿Se nos abandona al vacíototal? ¡De ninguna forma! Gracias a Diosque hay algo que vale por todo, y porsiempre. Si bien es una verdad estableci-da que “en Cristo Jesús ni la circuncisiónvale algo, ni la incircuncisión”, ni lasobras ni las no-obras valen nada, tene-mos también la verdad eterna de que “enCristo Jesús… lo que vale es LA FE QUEOBRA POR EL AMOR”.

    Obsérvese que no es la fe y las obras loque vale, sino “la fe QUE obra”. Es la fela que puede obrar en ella misma, y lohace. Es eso, y solamente eso, lo únicoque vale para todos, en todo tiempo y lu-gar.

    La fe viene únicamente de Dios; y obrasolamente las obras de Dios. Así, aquelque –en Cristo Jesús– tiene “la fe queobra”, posee aquello que es de valor paraque Dios se pueda manifestar en la car-ne, obrando las obras de Dios. Así, “estaes la obra de Dios, que creáis en el queÉl ha enviado”49 .

    De manera que “si es que hay algobueno en vosotros, es totalmente atri-buible a la gracia del Salvador compasi-vo… Vuestra relación con la iglesia, laforma en la que os valoran vuestros

    49 Juan 6:29.

    hermanos, no valdrá nada, a menos quecreáis en Cristo. No es suficiente creeracerca de Él; debéis creer en Él. Habéisde depender enteramente de su graciasalvadora” ( Id.).

    “¿Tienes tú fe?”. Ten la fe divina.“Aquí están los que guardan… la fe deJesús”.

    Review and Herald, 28 Marzo 1899.

    “Vivid según el Espíritu, y no satisfar-éis los deseos malos de la carne”(Gál. 5:16).

    ¡Qué magnífica promesa! Magnífica enverdad, para todo aquel que cree.

    Piensa en los deseos malos de la carne.¡Cuán extendidos están, y cuán severosson sus clamores! ¡Cuán opresivo es sudominio! ¡Cuán miserable la esclavitudque imponen al hombre!

    Todo el mundo los ha experimentado–deseando hacer el bien que quiere, parahacer solamente el mal que aborrece; te-niendo la voluntad de hacer lo mejor, pe-ro sin encontrar la manera de lograrlo;deleitándose en la ley de Dios según elhombre interior, pero encontrando otraley en sus miembros que está en pugnacontra la ley de su mente, y que lo llevaen cautividad a la ley del pecado que rigeen sus miembros; llevándole a clamarpor fin, “¡Miserable hombre de mí!¿quién me librará del cuerpo de estamuerte?” (Rom. 7:14-24).

    Gracias a Dios, hay liberación. Se en-cuentra en Cristo Jesús y en el Espíritudivino (Rom. 7:25; 8:1 y 2). Y siendo queen Cristo Jesús, la ley del Espíritu de vi-da os ha hecho libres de la ley del pecadoy muerte, “vivid según el Espíritu, y nosatisfaréis los deseos malos de la carne”.No es solamente que haya liberación dela esclavitud a la corrupción: la gloriosalibertad de los hijos de Dios está igual-

    XVILiberación

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    mente a disposición de todo aquel querecibe al Espíritu, y vive según Él.

    “Vivid según el Espíritu, y no satisfar-éis los deseos malos de la carne”.

    Obsérvese la lista de las obras de lacarne: “adulterio, fornicación, inmundi-cia, lascivia, idolatría, hechicerías, ene-mistades, pleitos, celos, explosiones deira, contiendas, divisiones, sectarismos,envidias, homicidios, borracheras, orgíasy cosas semejantes”50 . No llevaréis a ca-bo ninguna de esas cosas; tenéis la victo-ria sobre todas ellas cuando vivís segúnel Espíritu. Así lo afirma la fiel palabrade Dios.

    ¿No es ese un estado deseable? ¿Acasopodemos imaginar algo mejor? Y tenien-do en cuenta que se obtiene pidiéndolo y

    50 Gá l. 5:19-21.51 Mat. 7:7 y 8.52 Juan 20:22.53 Efe. 5:18.54 Efe. 4:30.

    tomándolo, ¿no valdrá la pena pedirlo ytomarlo?

    Acepta la liberación que Cristo hatraído para ti. Manténte, y manténtefirme en la libertad en la que Cristo nosha hecho libres.

    “Pedid, y se os dará”. “Porque cual-quiera que pide, recibe” 51 . “Tomad elEspíritu Santo”52 . “Sed llenos del Espíri-tu”53 . Sí, “andad en Él”, el “Espíritu San-to de Dios, con el cual estáis sellados pa-ra el día de la redención”54 .

    Review and Herald , 14 Marzo 1899

    “Señor, no soy digno deque entres debajo de mitechado; mas solamente di lapalabra , y mi mozosanará … Y oyendoJesús, se maravilló, ydijo a los que leseguían: De cierto os digo,que ni aun en Israel he hallado fetanta” Mateo 8:6-10

  • 23

    ambién

    El cuarto capítulo de Romanos es unode los de mayor riqueza en la Biblia, porla esperanza y ánimo que contiene parael cristiano. En Abraham, tenemos unejemplo de la justicia por la fe, y quedaexpuesta ante nosotros la maravillosaherencia prometida a todos los que tie-nen la fe de Abraham. Y esa promesa noestá restringida. La bendición de Abra-ham viene tanto a los gentiles como a losjudíos; nadie hay tan pobre que no pue-da compartirla, ya que “es por la fe, paraque sea por gracia; para que la promesasea firme a toda simiente”.

    La última cláusula del versículo dieci-siete merece especial atención. Contieneel secreto de la posibilidad de nuestroéxito en la vida cristiana. Dice que Abra-ham creyó a Dios “el cual da vida a losmuertos, y llama las cosas que no son,como las que son”. Eso denota el poderde Dios; implica poder creador. Diospuede llamar algo que no existe como siexistiese. Si eso lo hiciese un hombre,¿cómo lo calificaríamos? Como unamentira. Si un hombre dice que una cosaexiste, siendo que no es así, a eso lo co-nocemos como mentira. Pero Dios nopuede mentir. Por lo tanto, cuando Diosllama las cosas que no son como si fue-ran, es evidente que con ello las hace ser.Es decir, su palabra las hace venir a laexistencia. Hay un conocido y antiguodicho infantil: “si mamá lo dice, es así,aunque no lo fuese”. Tal sucede conDios. En el tiempo referido como “en elprincipio” –sin más escenario que el de-solador vacío de la nada–, Dios habló, einstantáneamente surgieron a la existen-cia los mundos. “Por la palabra de Je-

    hová fueron hechos los cielos, y todo elejército de ellos por el espíritu de su bo-ca… Porque Él dijo, y fue hecho; mandó,y existió” (Sal. 33:6-9). Ese es el poder alque alude Romanos 4:17. Leámoslo yapreciemos la fuerza del lenguaje en re-lación con lo expresado. Hablando to-davía de Abraham, dice el apóstol:

    “Él creyó en esperanza contra espe-ranza, para venir a ser padre de muchasgentes, conforme a lo que le había sidodicho: Así será tu simiente. Y no se en-flaqueció en la fe, ni consideró su cuerpoya muerto (siendo ya de casi cien años),ni la matriz muerta de Sara; Tampoco enla promesa de Dios dudó con descon-fianza, antes fue esforzado en fe, dandogloria a Dios, plenamente convencido deque todo lo que había prometido, eratambién poderoso para hacerlo. Por locual también le fue atribuido a justicia”(Rom. 4:18-22).

    Aprendemos aquí que la fe de Abra-ham en Dios, como Aquel que era capazde traer las cosas a la existencia por supalabra, fue ejercida en relación con sucapacidad para crear justicia en una per-sona destituida de ella. Los que ven laprueba de la fe de Abraham como refi-riéndose simplemente al nacimiento deIsaac, pierden la enseñanza central y labelleza del pasaje sagrado. Isaac no eramás que aquel a través del cual le seríallamada simiente, y esa simiente es Cris-to. Véase Gál. 3:16. Cuando Dios dijo aAbraham que en su simiente serían ben-ditas todas las naciones de la tierra, enrealidad le estaba predicando el evange-lio (Gál. 3:8); por lo tanto, la fe de Abra-ham en la promesa de Dios era realmen-

    E. J. Waggoner3por Nosotros

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    te fe en Cristo como el Salvador de lospecadores. Tal era la fe que le fue conta-da por justicia.

    Obsérvese ahora la fuerza de esa fe. Supropio cuerpo estaba ya virtualmentemuerto a causa de la edad, y el de Sarano estaba en mejor condición. El naci-miento de Isaac de una pareja tal, nosignificaba menos que producir vida apartir de los muertos. Fue un símbolodel poder de Dios para traer a la vida es-piritual a quienes estaban muertos entransgresiones y pecados. Abraham es-peró contra toda esperanza. Humana-mente hablando, no había posibilidadalguna de que la promesa se cumpliese;todo iba en contra, pero su fe se aferró yreposó en la inmutable palabra de Dios,y en su poder para crear y dar la vida.“Por lo cual también le fue atribuido ajusticia”. Y en suma:

    “No solamente por él fue escrito que lehaya sido imputado; sino también pornosotros, a quienes será imputado, estoes, a los que creemos en el que levantóde los muertos a Jesús Señor nuestro, elcual fue entregado por nuestros delitos,y resucitado para nuestra justificación”(Rom. 4:23-25).

    Así pues, la fe de Abraham fue lo quedebe ser la nuestra, y con similar objeto.El hecho de que sea por la fe en la muer-te y resurrección de Cristo, que se nosimputa la misma justicia que se le im-putó a Abraham, muestra que la fe deAbraham lo fue igualmente en la muertey resurrección de Cristo. Todas las pro-mesas de Dios a Abraham lo eran paranosotros, tanto como para él. En un lu-gar se nos dice que eran especialmentepara nuestro provecho. “Porque prome-tiendo Dios a Abraham, no pudiendo ju-rar por otro mayor, juró por sí mismo”.“Por lo cual, queriendo Dios mostrarmás abundantemente a los herederos dela promesa la inmutabilidad de su conse-jo, interpuso juramento; para que pordos cosas inmutables, en las cuales esimposible que Dios mienta, tengamos un

    fortísimo consuelo, los que nos acoge-mos a trabarnos de la esperanza pro-puesta” (Heb. 6:13,17,18). Nuestra espe-ranza descansa, por lo tanto, en la pro-mesa y juramento hechos a Abraham, yaque tal promesa, confirmada por un ju-ramento, contiene todas las bendicionesque Dios puede otorgar al hombre.

    Pero antes de pasar a otro punto, va-mos a hacer lo anterior un poco más per-sonal. Alma vacilante, no digas que tuspecados son tantos, y tú tan débil, queno hay para ti esperanza. Cristo vino pa-ra salvar a los perdidos, y es poderosopara salvar hasta lo sumo a los que porÉl se allegan a Dios. 55 Eres débil, pero tedice, “mi potencia en la flaqueza se per-fecciona” (2 Cor. 12:9). Y el registro ins-pirado nos habla de aquellos que “saca-ron fuerza de la debilidad” (Heb. 11:34).Significa que Dios tomó la debilidadmisma de ellos, y la transformó en forta-leza. Demuestra de ese modo su poder.Es su forma de obrar. “Antes lo necio delmundo escogió Dios, para avergonzar alos sabios; y lo flaco del mundo escogióDios, para avergonzar lo fuerte; y lo vildel mundo y lo menospreciado escogióDios, y lo que no es, para deshacer lo quees: Para que ninguna carne se jacte en supresencia” (1 Cor. 1:27-29).

    Ten la fe sencilla de Abraham. ¿De quémanera obtuvo la justicia? No conside-rando lo mortecino o falto de fuerza queestaba su cuerpo, sino estando dispuestoa dar a Dios toda la gloria. Siendo esfor-zado en la fe de que Él sería capaz dehacer todas las cosas a partir de lo queno era. Tú, por lo tanto, no consideres ladebilidad de tu cuerpo, sino la gracia y elpoder de nuestro Señor, teniendo la se-guridad de que la misma palabra capazde crear el universo, y de resucitar losmuertos, puede crear en ti un corazón.limpio, y vivificarte en Dios. Serás asíhijo de Abraham. Hijo de Dios por la feen Cristo Jesús.

    Signs of the times, 13 Octubre 189055 Heb. 7:25

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    reación o evolución

    Hoy vamos a hablar sobre el tema dela evolución. Quisiera que prestaseiscuidadosa atención, y que os dieseiscuenta por vosotros mismos de si sois ono evolucionistas. Primeramente os voya leer en qué consiste la evolución; se-guidamente podréis ver si sois o no evo-lucionistas. Las siguientes afirmacionesestán tomadas de un famoso tratado so-bre el tema, escrito por uno de los prin-cipales defensores del evolucionismo,por lo tanto, se pueden considerar ajus-tadas y rigurosas, en tanto que definicio-nes autorizadas:

    “La evolución es la teoría que repre-senta el devenir del mundo como unatransición gradual desde lo indetermi-nado hacia lo determinado, desde lo uni-forme a lo variado, y que asume que lacausa de esos procesos es inherente alpropio mundo que es objeto de la trans-formación”.

    “Evolución es, pues, casi un sinónimode progreso. Es una transición desde loinferior a lo superior, de lo peor a lo me-jor. Tal progreso apunta a un valor aña-dido en la existencia, tal como reconocennuestros sentimientos”.

    Obsérvense los puntos destacados enestas tres frases: la evolución representael devenir del mundo como una transi-ción gradual desde lo inferior a lo supe-rior, de lo peo


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