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cabo de hornos.pdf

Date post: 09-Oct-2015
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5/19/2018 cabodehornos.pdf-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/cabo-de-hornospdf 1/34  FRANCISCO COLOANE CUENTOS  Cabo de Hornos  Las costas occidentales de la Tierra del Fuego se desgranan en numerosas islas, entre las cuales culebrean canales misteriosos que van a perderse allá en el fin del mundo, en "La Sepultura del Diablo".  Los marinos de todas las latitudes aseguran que allí, a una milla de ese trágico promontorio que apadrina el duelo constante de los dos océanos más grandes del mundo, en el cabo de Hornos, el diablo está fondeado con un par de toneladas de cadenas, que él arrastra, haciendo crujir sus grilletes en el fondo del mar en las noches tempestuosas y horrendas, cuando las aguas y las oscuras sombras parecen subir y bajar del cielo a esos abismos.  Hasta hace pocos años, sólo se aventuraban por esas regiones audaces nutrieros y cazadores de lobos, gentes de distintas razas, hombres corajudos que tenían el corazón nada más que como otro puño cerrado.  Algunos de estos hombres han quedado engarzados para toda la vida en esas islas. Otros, desconocidos, acorralados por el látigo del hambre que parece arrearlos de oriente a occidente, llegan de tarde en tarde a esas tierras inhospitalarias, donde pronto el viento y la nieve les machetean el alma, dejándoles sólo los filos con dureza de carámbano.  Al final de los canales existe un lugar de tenebroso renombre: el presidio de Ushuaia. De las sangrientas evasiones de presidiarios también han quedado regados por las islas, entre los indios a veces, hombres que han conquistado su libertad a tiro limpio y que no podrán asomar la cabeza por donde haya una luz de justicia.  Nada debe extrañar al hombre de esas tierras: que un barquichuelo se haga a la mar con cuatro marineros y regrese con tres; que un cúter haya desaparecido con toda su tripulación, etc. Nada debe extrañarle cuando las pieles y el oro son repartidos proporcionalmente entre los tripulantes. . .  Al final de esos canales, cercana al cabo de Hornos, está situada la isla Sunstar.  Los dos únicos habitantes de la isla, Jackie y Peter, están sentados en el umbral del rancho en un inacabable anochecer de diciembre. El rancho es una construcción de
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    FRANCISCO COLOANE

    CUENTOS

    Cabo de Hornos

    Las costas occidentales de la Tierra del Fuego se desgranan en numerosas islas,entre las cuales culebrean canales misteriosos que van a perderse all en el fin delmundo, en "La Sepultura del Diablo". Los marinos de todas las latitudes aseguran que all, a una milla de ese trgicopromontorio que apadrina el duelo constante de los dos ocanos ms grandes del

    mundo, en el cabo de Hornos, el diablo est fondeado con un par de toneladas decadenas, que l arrastra, haciendo crujir sus grilletes en el fondo del mar en lasnoches tempestuosas y horrendas, cuando las aguas y las oscuras sombras parecensubir y bajar del cielo a esos abismos. Hasta hace pocos aos, slo se aventuraban por esas regiones audaces nutrierosy cazadores de lobos, gentes de distintas razas, hombres corajudos que tenan elcorazn nada ms que como otro puo cerrado. Algunos de estos hombres han quedado engarzados para toda la vida en esasislas. Otros, desconocidos, acorralados por el ltigo del hambre que parece arrearlos

    de oriente a occidente, llegan de tarde en tarde a esas tierras inhospitalarias, dondepronto el viento y la nieve les machetean el alma, dejndoles slo los filos con durezade carmbano. Al final de los canales existe un lugar de tenebroso renombre: el presidio deUshuaia. De las sangrientas evasiones de presidiarios tambin han quedado regadospor las islas, entre los indios a veces, hombres que han conquistado su libertad a tirolimpio y que no podrn asomar la cabeza por donde haya una luz de justicia. Nada debe extraar al hombre de esas tierras: que un barquichuelo se haga a lamar con cuatro marineros y regrese con tres; que un cter haya desaparecido con

    toda su tripulacin, etc. Nada debe extraarle cuando las pieles y el oro son repartidosproporcionalmente entre los tripulantes. . . Al final de esos canales, cercana al cabo de Hornos, est situada la isla Sunstar. Los dos nicos habitantes de la isla, Jackie y Peter, estn sentados en el umbral delrancho en un inacabable anochecer de diciembre. El rancho es una construccin de

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    dos piezas formadas con troncos rsticos, sobre cuyo techo los lquenes y musgosverde-amarillentos crecen como una tiesa sonrisa de esa naturaleza agreste hacia elcielo que, cargado de desgracias, deja caer sus nieves durante la mayor parte del ao. Los cazadores dicen que son hermanos, pero nadie sabe nada; ellos nunca lo hanmanifestado, como que no abren la boca sino para la violencia y para engullir. Jackie tiene la faz impersonal y vaga de un recin nacido; de regular estatura, conun chispeante reflejo en los ojos sumidos en prpados sin pestaas, enrojecidos y

    tumefactos, parece a veces un gran feto o una foca rubia. Peter es ms interesante con sus rasgos de zorro, de felino hipcrita y cansado. Aprimera vista tiene una actitud apacible, pero en la cabeza de estopa asoleada hayunos mechones turbios, ms oscuros, que advierten, sin saberse por qu, de algosrdido y agresivo que se esconde en esa aparente mansedumbre. Comentan que tienen algunas libras esterlinas guardadas y que estn juntandoms para irse a sus tierras... A qu tierras? De dnde han venido?. . . Nadie sabe el origen de muchos hombres de esos lugares, nadie sabe a dnde vana ir a parar; si parecen emergidos de la tierra misma, de esas aguas raras y perdidas

    en el extremo del orbe. Hablan una mezcla de espaol e ingls gutural. Su trato con los indios y la soledadles han hecho perder el don de hilvanar pensamientos y frases largas. Sonentrecortados en su decir y difciles de entender para los hombres un poco mscivilizados que bajan desde Magallanes a buscar las codiciadas pieles. Despus de haber comido un poco de pescado se han sentado en la puerta, adescansar, en medio de la tarde que va cayendo con los ms extraos reflejos delcrepsculo austral. Al frente, las aguas del canal estn tranquilas y profundas; en el fondo de lasensenadas, circundadas de robles, tienen un color ms oscuro y parecen vagar sobrela tersa superficie vahos de negruras inquietantes. El silencio es completo, esttico y fro. Jackie lanza un bostezo desde sus quijadas de foca, apoya la cabeza en la mano ymira una nevada montaa, a lo lejos, por detener los ojos en algo, ms que por unlejano instinto hacia la belleza. De pronto hace un movimiento inquieto y para la oreja en direccin a un ruido queadvierte venir de la playa cercana. Primero es un chapoteo como el de una nutria quesale del mar trepando por los acantilados; despus es un suave y tierno despegar deremos en el agua.

    Por costumbre de cazador va a buscar un Winchester al interior de la choza yaguarda en medio de la puerta. Peter tambin se ha levantado en actitud de espera. Al cabo de un rato, el mojado ruido cesa, y a poco se oye un abrir de malezas en elrobledal que circunda, en parte, al rancho, y, ya no les cabe duda, alguien avanzaentre los robles bajos y tupidos. Entre hombre y hombre, nadie all usa armas; Jackie, con desgano, deja el rifledetrs de la puerta. Nadie usa armas, porque un cartucho vale una piel de lobo o de nutria; y cuandoalguien quiere evitar el molesto reparto de los cueros, se elimina al socio

    abandonndolo en un peasco solitario en medio del mar o basta con un pequeoempujn junto a la borda del celoso cter, en una noche tranquila, mientras se navega. Una mancha parda apareci entre el verde del ramaje, y un hombre echado haciaadelante, con la ropa desgarrada y empapada, avanz al pequeo claro de pampa,como un animal apaleado surgido de una charca.

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    Los hermanos se miraron; el hombre se detuvo a unos pasos de ellos: alto, magroy noble a pesar de que en l todo estaba desvalido; renegridos los poblados bigotes yla barba. Levant la cabeza, y con una extraa mirada de splica, como si todo l sehubiera azotado contra el suelo, dijo: Un poco de comida!... Vengo arrancando de Ushuaia!. . . La voz sali rara, como si en todos los das de peripecias no la hubiera usado yahora no tuviera timbre.

    Peter, el de los mechones oscuros en la cabellera de lampazo, movi la cabezanegativamente y, con la mano levantada indicando el camino por donde el hombrehaba llegado, dijo tropezando en las palabras Vamos!... Andando!... Lrgate!... El hombre no rog, saba que estaba de ms; y ya se dispona a volverse, cuandosu vista se detuvo fijamente en un montn de cueros de lobeznos, estaqueados juntoa las paredes de la choza. Las pieles ms codiciadas por los cazadores son las de lobos de dos pelos; perolos industriales europeos han imitado muy bien esta fina piel con los cueros de los

    lobitos de un pelo, muertos dentro de los ocho das de su nacimiento y descueradosantes de las veinticuatro horas de haberlos muerto. Esas pieles se conocen con el nombre de "popis", y los compradores enMagallanes pagan a razn de cuarenta a cincuenta peniques por cada una. La abundancia de lobos de un pelo en las regiones antrticas es enorme. Ladificultad est en los inaccesibles lugares en que paren las lobas y la duracin de lacaza, que debe ser, como dijimos, dentro de los ocho das del nacimiento. Ustedes cazan "popis"!... dijo el prfugo con algo en la cara que no alcanz aser sonrisa, y continu: Yo conozco una caverna, una enorme lobera dondeabundan ms "popis" de lo que se puede cazar. La cara de Peter se ensanch, y en los labios apareci una sonrisa, como el oscuropantano que en alguna noche plateada se ilumina igual que la fuente. Pero, antes, un poco de comer!... Estoy que me caigo de hambre!sigui elprfugo. Primero dinos: dnde est la lobera?exclam uno. Han odo ustedes hablar de La Pajarera?...

    S! Vaya una novedad, ya sabemos que en su interior hay una lobera y que nadieha podido entrar en esa isla endiablada, porque la boca de la caverna est en plenoocano, llena de peascos y rompientes.

    Eso es!...dijo satisfecho el prfugo. Nadie ha entrado por ah, pero dondehay pjaros hay lobos, y donde hay lobos, pescados!... Antes de salir mar afuera, en elrecodo que tiene la isla en la mitad, all donde nadan y juguetean las manadas defocas, hay una entrada oculta!. . . Vamos, qudese aqu! sonri Peter con su cara maligna. El hombre comi un poco de pescado seco, restos de carne asada, y se acomodpara dormir sobre unos cueros, detrs de la mohosa y destartalada cocina. Los gringos se echaron sobre sus camastros de toscas tablas de roble, apegados ala pared, que en esta parte estaba calafateada de estopa y pedazos de cueros

    podridos, para guarecerse del viento y de la nieve. Volvi a reinar de nuevo el silencio. La noche austral afuera, quieta y helada. Todo es cuestin de precio, en esa tierra y en todas partes! Al amanecer, ms omenos a las dos y media de la maana, ya estaban a bordo del pequeo cter con suchalana a popa, los tres hombres afanados en zarpar, como si se hubiesen conocido

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    toda la vida. El sol semigola empezaba a iluminar el paisaje de soslayo, como un reflectorpaliducho y lejano, cuando las explosiones del motor a kerosene del cter taladraronla paz de los lugares y la embarcacin fue avanzando despaciosamente, rumbo al sur,canal abajo. A las tres horas de navegacin llegaron a la desembocadura del canal. Ms all sedivisaban las grandes olas del ocano, que iban menguando sus furias al acercarse a

    la pequea angostura de la salida. sta las transformaba en mar picado y correntoso,peligrossimo cuando las mareas suban o bajaban. El cter inici un tenue balanceo por la amura de babor y, virando, fue a buscar elrecodo de la isla, donde despus de buscar fondo, Jackie lanz al mar la pequeaancla. La Pajarera es una isla alargada en forma de monstruo o lobo echado, cuya cabeza,cimbrada por los recios vendavales del cabo, parece agacharse desafiante y vomitarrocas despedazadas donde el mar va a romperse eternamente. All es!. . .dijo el prfugo, sealando desde la proa del cter una disimulada

    hendidura que penetraba en la isla, y que se perda en tupido ramaje, y contemplandola pared griscea de la isla sinti escaprsele un respiro desde el fondo del ser. Esa era su "pajarera"; ocho aos sin verla. La caverna que l solo conoca. Entreesos mismos recovecos estuvo escondido una vez, cuando en Ushuaia los malditosreflectores de los guardacostas le pescaron el contrabando de aguardiente...; hubotiros y necesidad de acertar. Quin sabe cuntos!... Todo qued atrs. La alta roca se cortaba en una lnea pareja inclinada hacia el mar. La sombra de sucumbre saliente rodaba una zona de claridad en las aguas. Hubiera semejado un trozo de un mundo extrao, muerto, si en las pequesimasgrietas, como escalones formados por capricho natural, millares de pjaros noestuvieran constantemente apiados; balconeaban, cual habitantes de un curiosorascacielos, cuervos de mar, patos liles, caiquenes blancos, triles, albatros, gaviotas ypalomas del cabo. Un orden admirable guardaba esa "pajarera", que le haba dado el nombre a la isla.En la parte de abajo, los pinginos se aglomeraban con sus pechos de nieve y con suestpida gravedad; seguan arriba los cuervos y patos liles con sus pazguateras demirones, escandalizndose por todo. En la parte alta, saliendo y llegando como adeterminadas expediciones, las gaviotas y albatros ponan sus notas de lontananza. De vez en cuando, un picotazo en la ria lanzaba al espacio a un cuervo que

    sostena la cada con las alas; otro llegaba en vuelo recto dispuesto a abrirse un lugar;y se armaba un tumulto de alas, picos y graznidos. "Donde hay gaviotas hay lobos, y donde hay lobos, pescados", haba dicho elforastero. La corriente que se estrecha en esa parte y la ensenada guarecida yprofunda de La Pajarera, eran la va central del trfico incesante de los habitantes delmar. As, la eterna lucha apareca del fondo del mar cuando un lobo sacaba de un estirnel redondo cogote fuera de la superficie, mordiendo un robalo que se retorca como unbrazo blanco y espejeante.

    Era un espectculo escultrico del mar: la piel del lobo, reluciente y oscura, elcuello dilatado en formas vigorosas, las fauces de perro y de hombre, con sus bigotesdestilantes cual trozos de cristal, apretando la cola del pez que se enroscaba yabofeteaba las quijadas ansiosas de la bestia. Ms all, en pequeos grupos, con sus cuerpos esbeltos de delfines, nadaban a

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    saltos y en parejas los lobos finos de dos pelos. Los tres cazadores, embarcados en la pequea chalana, se acercaron a lahendidura oculta por la cortina de lquenes y enredaderas. Apartando el verde cortinaje, penetraron en una boca oscura. Era la entrada ocultade la caverna. La roca sudaba humedad y el agua de una pequea vertiente caa eninflados goterones al mar. Alumbrados con un farol, avanzaron empujndose con los pequeos remos contra

    las paredes lisas y viscosas. Habran se internado unos treinta metros, cuando una claridad confusa fuerecibindolos poco a poco y un sordo rumor ajeno, como retumbos de bomboscolosales, turb aquella paz de tumba. Era el mar bravo que se rompa en la entradainaccesible de la caverna, la que quedaba hacia el cabo. Poco a poco la semiclaridad disminuy, se hizo ms pareja. Las paredes seadivinaban cortadas a pique y hacia el techo de la caverna no se vean ms quenegruras espesas y aplastantes. El prfugo tom la singa de la chalana, hacindola avanzar con mil precauciones. El

    remo, aleteando suavemente en forma de hlice, apenas produca un ruido cuyo ecose tragaban las oquedades. Los tres hombres se agachaban instintivamente oteando hacia adelante, dondepareca estar poblado de pavuras. De pronto un extrao olor a sangre de pescado putrefacta lleg a atosigar a los treshombres, en ondas tibias y nauseabundas. El olor se fue intensificando; las ondas tibias se hicieron oleadas sofocantes ypesadas, y un rumor blando y apagado fue percibindose. De sbito, la galera de la caverna se ensanch y en el fondo de una poza enormese divisaron montoneras de cuerpos grandes, pardos y redondos, que se movan conpesadez y lentitud. Esa es la lobera!dijo el prfugo, y su VQZ enronquecida continu: Hay quetener cuidado con los machos viejos, esos grandes y barbudos, que son los nicosque se quedas acompaando a las hembras en la paricin. Preparen el rifle, y, cuandoestemos cerca, disparen unos balazos para que las lobas se abran y podamos bajaren las toscas de la pequea playa. A los disparos se agitaron los cuerpos y en un breve claro de playa los hombresatracaron la chalana; cada uno desembarc llevando en la mano un grueso palo enforma de maza.

    Un macho enorme, con bigotes tiesos y horribles, movi las arrugas de sus belfos;sus ojos se movieron con extraos reflejos y se levant sobre sus aletas en actitudferoz... Un disparo de Jackie, que llevaba el rifle, retumb, y el lobo se desplomlanzando un bramido sordo y profundo.. En las profundidades de una caverna, en el seno de una isla, rodeados de sombras,de un olor y de un calor pesados que embotaban los sentidos, los hombres sufrieronun breve remezn y aflojaron un poco su reciedumbre cuando sintieron aquelbramido del lobo moribundo... Acostumbrados, s..., pero mar afuera, en donde las olas y el viento pegan de frente

    y atacan fuerte; mientras que estas hondas negruras, esta pesadez de cuevas hechaspara monstruos. . . Estos son los jodidos!dijo el gringo cuando vio desplomarse la bestia delguaracazo. La paricin estaba en su apogeo. Algunas lobas en el duro trance se ponan de

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    costado y de sus entraas, abiertas y sanguinolentas, salan unos turbios animalitos,movindose como gruesos y enormes gusanos con rudimentos de aletas. Otrasemitan intermitentes raros quejidos, casi humanos, en los ltimos dolores delalumbramiento. En su estibamiento, a veces se aplastaban unas con otras, y, madresal fin, en su desesperacin, se daban empujones y mordiscos para salvar a sustiernos hijuelos de ser aplastados. Estos, los ms grandecitos, se encaramaban sobrelos lomos maternos como curiosos ositos de juguete, o bajaban dando los primeros

    tumbos de la vida. Una rara palpitacin de vida, lenta y aguda, emanaba de esa masa dolorosa einforme, de cuerpos redondos pardo oscuro. Quejidos de tonos bajos, sordos. Choques de masas blandas. Desplegar de aletas,resoplidos. Chasquidos pegajosos de entraas en recogimiento. Algo siniestro y vital,como deben ser las conjunciones en las entraas macerantes de la naturaleza. Si aquello no era una lobera, era una isla en el trance doloroso!... Una islapariendo! El gemido de la naturaleza creadora, en esa bolsa de aire ftido y aguasoscuras! La matriz fecunda de la isla incubando los hijos predilectos del mar! El mar,

    ese macho arrollador y bravo que baa sus peascos relucientes desde afuera!... Elprogenitor que devuelve los dolores parturientos de la isla, con blancas caricias deespumas engarzadas a los riscos! Regin de un mundo lejano!. . . Lobos, loberos,islas extraas! Tierra sobrecogedora, inolvidable y querida; el hombre que se haestremecido en sus misterios, se amarrar para siempre a sus recuerdos! Ella y sushombres son como el tmpano. Cuando la vida le ha gastado las bases azules yheladas, da una vuelta sbita y aparece de nuevo la blanca y dura mole navegandoentre las cosas olvidadas!... Pero es intil que se esconda la vida en lo ms profundo de sus entraas: all semete el hombre con sus instintos para arrancarla. Los tres cazadores iniciaron su tarea de siempre y de todas las partes: matar...,matar, destruir la vida hasta cuando empieza a nacer. Con los mazos mortferos en alto, fueron brincando por sobre los cuerpos quedaban a luz y descargando garrotazos certeros sobre las cabecitas de los recinnacidos. Los tiernos lobeznos no lanzaban un grito, caan inertes, entregando la vidaque slo poseyeron un instante. Matar y matar!... Cuanto ms rpido, mejor! Como posedos de una locura extraa,los hombres asestaban mazazos e iban amontonando los pequeos cuerpos. Sudorosos, cansados, se detenan un momento a tomar aliento. Un macho viejo y

    grande les atemorizaba a veces, y haca intervenir el fusil. Las lobas no se defendan ysus ojos contemplaban fijamente, con un fulgor indefinible, la tarea de los matadoresde sus hijos. Cuando hubieron calculado la carga de la chalana, empezaron a arrojar en suinterior los muertos, hasta que la lnea de flotacin les aconsej prudencia. Luego, la chalana, llena de lobitos pardos v relucientes, fue saliendo de entre lasentraas rocosas, y los hombres, con su cargamento, surgan a la luz como extraospescadores que hubieran ido la tender sus redes al abismo, que peces de all parecanesos lobeznos.

    Dos faenas iguales alcanzaron a realizar aquel da, de la caverna al cter. Y con lasavanzadas sombras de la noche, recalaron al lugar del rancho e iniciaron,incansables, el descueramiento, pues de un da para otro las pieles mortecinas seechan a perder. A la maana siguiente, todos los rajones disponibles del rancho estaban repletos

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    de cueritos de "popis" estaqueados. Como si hubiramos completado la temporada! dijo uno de los gringos,

    jubiloso. Cinco das continuaron trayendo el cter cargado de pieles. La faena de la cazallegaba a su trmino. Ya haban pasado los ocho das de la paricin. Durante las noches, en el breve descanso que dejaban el descueramiento y elestaqueado, los gringos se haban vuelto ms obsequiosos con el valioso husped.

    ste haba trasmutado los rasgos fijos de su faz, siempre detenidos en una actitud deespera, por una sonrisa que empezaba a desarrollarse bajo el renegrido bigote. En la maana austral, fra y luminosa, resbal una vez ms el ruido fatigoso delmotor del cter y fue a refugiarse, con eco apagado, en los mbitos de los canales. Hoy es el ltimo da y trataremos de hacer tres chalanas de "popis"! dijoJackie, aflojando un rizo de la vela para ayudar al motor, con la fina brisa que pegabapor la aleta. El prfugo extendi una sonrisa esperanzada y fue diciendo, pausadamente,mientras miraba al cielo:

    Despus de sta, yo he de "rumbiar" al norte!... Ustedes saben!... Unos cuantoscueros no ms, para drselos al patrn del primer cter que me pueda llevar! Mequedara aqu, pero ya no sirvo; la temporada de caza pas y nunca se estdemasiado lejos de Ushuaia... Algo helado pas entre las miradas de los hermanos... Siempre los dos gringos sehaban estado preguntando desde lejos lo mismo, en iguales circunstancias de la vidacuando as se miraban. Ambos eran canallas, pero les costaba serlo sinceramente...Haban pasado siempre echndose del uno al otro la bola negra de sus pensamientos. Apartando sombras, como en los das anteriores, penetraron en la caverna yatracaron la chalana en el claro que dejaron las lobas en los postreros das de suparicin. El herido instante en que la vida nace a su curso ola, como siempre, a muerte y vida Con los dientes destapados como en apretada sonrisa, el prfugo se interncaverna adentro, golpeando a derecha e izquierda sobre las frgiles cabecitas. Estaba metido muy adentro, confundido entre las sombras, posedo de su afn dematar, avanzando a horcajadas sobre los lomos como un extrao demonio queexplorara a mazazos las espesas negruras, cuando los hermanos se miraron desbito. Fue slo un instante supremo! Sus miradas chocaron hasta con temor. Nohaban hablado una palabra, pero ya desde antes estaban de acuerdo sus

    pensamientos canallas. Se comprendieron..., y bajo un solo impulso saltaron a bordode la chalana y emprendieron presurosos la fuga. El prfugo, cansado, detuvo de pronto la matanza... y, lentamente, volvi la cabezahacia atrs. La chalana ya desapareca en la galera de salida. No tuvo tiempo para nada. Qued estupefacto, como si la tierra entera hubieradesaparecido quedando slo l, flotando y sumido en el vaco, sin piso, sin cielo. . . Cuando hemos cargado nuestra barca con el equipaje, con las ms bonitasilusiones y sueos y quedamos estupefactos en la playa del engao, vindola partir,en lontananza, llevndonos todo y dejndonos la fofa hilacha que no atina a nada. ..,

    entonces aflojamos; pero echamos un vistazo hacia atrs, vemos que hay senderosde regreso, nos recobramos, y aunque vayamos curvados por nuestra pesada cruz,con el alma doblada, ya levantaremos el hombro y arrojaremos la cruz en alguna verapolvorienta, y volveremos a ser lo que fuimos. Pero cuando no hay caminos de regreso, el alma queda sobre un filo, oscilando en

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    el lmite, en constante cada. El filo puede ser un hilo de luz lacerante o una sima. El prfugo avanz hasta el borde del agua. Se sent en la arena y lanz unaespecie de mirada por sobre el lomaje pardo de las bestias, por sobre las paredessombras, por sobre las aguas tranquilas y siniestras de la negra caverna... Afuera, la chalana ya sala al canal, sonriente de luz y de pjaros. . . Un calor sofocante..., un olor que viene en rollos.. ., en madejas de estopa blandacomo el algodn. Y se mete por las narices..., por la boca, atascando.

    Un lobo grande y negro..., un lobo, s, con los bigotes tiesos en la pulpa asquerosade los belfos hediondos, con hedor espeso, que viene a aplastarle el pecho con susaletas enormes, blandas, pegajosas y pesadas como los tablones de la muerte. Pero si no es un lobo! Es Luciano, el bachicha, que, borracho, viene a echarle sucorpulencia encima. Luciano no mueve sus gruesos labios olorosos a toscano, perosus ojos le preguntan por los cueros!. . . Los cueros por los cuales pelearon y l lo dejo tendido en la arena de una pualadaen el vientre! Sangre!... Alivio! l nada ahora con lentitud en el mar; junto a l se sumergen lobos

    conocidos en las aguas glaucas y cristalinas; las aguas se vuelven oscuras... Pero sino son aguas. . . Es sangre espesa y revuelta, y a su lado ve dos lobos largos y rubios.. . No; son monstruos, mitad hombres, mitad lobos... Pero no; son Jackie y Peter quemuestran sus dientes apretados y estn sonrientes.... Qu es eso, Dios mo? Una loba est abriendo sus entraas sobre su faz. Sulobezno va saliendo del vientre como una babosa negra... Y lo ahoga... Ah...,pas!...Qu alivio! Pero las entraas se recogen, lo absorben, son enormes y lo arrastranhacia el interior... Las entraas lo aprietan horriblemente.. . La loba lo va a parir y no puede! Las vsceras lo empujan, lo atraen, hacen de l unnudo. . ., y todo es negro, es sangre negra, es baba espesa. Descanso! Lentamente se levanta un clamor a lo lejos. El clamor se convierte en uncntico armonioso de miles de voces infantiles. Y por las paredes, ahora celestes, dela caverna van apareciendo bandadas de nios... No, son pjaros...; no, son lobeznoscon sus aletas transformadas en alas... Y cantan... Y vuelan.. . Y l, qu hace?... Ha asestado una pualada al lobo que nada a su lado, y estelobo es Luciano y lo ha enterrado en la arena. . . Pero, Dios mo, l es bueno, y cmoha hecho eso?, y por qu embiste contra los lobitos que vienen a cantarle a su ladocon voces de ngeles? Y los va matando con el mango del pual... Y no puededespegarse de su crueldad..., y los lobitos van cayendo uno a uno... ,.y se van

    apagando poco a poco sus cnticos celestiales. Todo es paz, es dulzura, silencio..., y l tiene alas ahora, es liviano y quiere vaciarseen un hilo largo que sale hacia la luz. . . Y se eleva gilmente, volando hacia unaclaridad que se abre entre las nubes rocosas. . . Y asciende. . . Asciende hacia unazona de luz y de paz. Algunos aos despus, en un diario de Punta Arenas apareci una lacnica noticiaque no extra a las gentes, acostumbradas a leer las misteriosas tragedias que detiempo en tiempo ocurren en esos mares: El comandante de una escampava que realiza expediciones a los canales del

    extremo sur, ha comunicado a la autoridad martima haber encontrado un cter, alparecer abandonado desde hace tiempo, en la cercana de la isla denominada La

    Pajarera, situada cerca del cabo de Hornos.

    Un viejo lobero que oy la noticia junto al mesn del bar de don Paulino, elasturiano, coment, entr sorbo y sorbo de grapa:

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    Este cter debe de haber sido de los gringos Jackie y Peter...; eran tanambiciosos los gringos esos!... Se habrn hecho pedazos al querer entrar en la bocade la cueva de La Pajarera. La boca est en pleno ocano, llena de rompientes, y dicenque en su interior hay grandes loberas. . . Los dos gringos entraron; pero seguramente no salieron, ni ya saldrn jams.

    Cazadores de focas

    Punta Sobaco no aparece con ese nombre en las cartas de navegacin, ni conningn otro, pues faltaran denominaciones para designar todos los accidentes

    geogrficos que caracterizan el despedazado archipilago de las Guaitecas. Slo loscazadores de focas de Quelln la conocen as, y entre ellos el capitn ato.Tampoco este nombre es conocido en el puerto de Quelln, de pocos habitantes, y elltimo del sur de la isla grande de Chilo. El capitn ato es llamado as slo por sus amigos los indios alacalufes de ms alldel Golfo de penas. Es que Luis Andrade tena una nariz tan aplastada como la de unafoca que se hubiera dado un cabezazo contra una roca. Las dos fosas nasales eran lonico que asomaba a la superficie de su rostro; pero le bastaban para olfatear lasrutas que seguan sus congneres del mar, y as fue como dio con la famosa caverna

    donde paren las lobas en Punta Sobaco. Los cientficos dicen que las focas fueron en tiempos remotos mamferos de tierraadentro y que se hicieron a la mar por razones an no bien sabidas. Tal vez fueronacosadas por otras fieras, o las empuj la necesidad, cuando eran anfibios quepescaban en la desembocadura de los grandes ros. El hambre y la necesidad llevan aanimales y hombres por azarosos caminos. Posiblemente se dieron cuenta de quehaba ms peces en el mar que en los ros y, poco a poco, fueron entrando en l hastaconvertirse en lo que son hoy. As el capitn ato, en busca de sus pieles, se adentraba todos los aos en lapoca de la paricin de las lobas de un pelo por todos los roqueros y cavernas quequedan mar afuera del destrozado archipilago. Aquella tarde el sol pareca el ojo de un dios primitivo, como el del buey Apis de losegipcios, cuando en la chalupa ballenera el capitn con sus cuatro remeros empez aescapular los contornos hacia Punta Sobaco. Generalmente el sol sale as por entrelas nubes despus que ha pasado la tempestad, como para mirar lo que ha ocurridoentre el mar y la tierra. De la que acababa de pasar, slo quedaba una mar boba quevena rodando desde la lejana, donde se perfilaba igual que el lomaje de inmensostoros que estuvieran arando el ancho horizonte del ocano Pacfico. El redoso de Punta Sobaco es sucio. Se presume que ese nombre le fue dado

    porque en esa parte de la punta, los acantilados se doblan cual gigantesco brazo queabofeteara el mar. El puo queda afuera, con altas coyunturas rocosas agrietadas porel embate del ocano que tiene olas de dos metros ms altas que las de todos losmares. Estas mareas bobas vienen de tres en tres, con intervalos, para que el mar

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    respire un rato antes de enfrentarse con el puetazo de piedra de la tierra. De tarde entarde tambin emerge, insospechadamente, alguna extraa ola solitaria que no sesabe de dnde viene y remonta triunfante por los altos cantiles cual si se tratara de unmaremoto, de los que suceden a veces en la regin, capaces de cambiar hasta sucuriosa geografa. Una de estas olas pesc a la chalupa del capitn ato mientras enfilaba la grietaprofunda que da a la entrada, por mar afuera, de la caverna de la lobera. La estrell

    como si se tratara de una brizna contra el alto acantilado cortado a pique. El capitnato gobernaba la bayona y no tuvo tiempo de maniobrar para evitar el estrelln. Laembarcacin de apenas siete metros de eslora fue tomada en vilo por la cresta de laola y lanzada contra las piedras con otro puetazo. Los cuatro remeros fueronlanzados al agua entre las cuadernas y las tablas rotas. El capitn solt la bayona ylogr agarrarse a dos manos en el verduguete de la regala de la popa; all permanecisentado por unos instantes como en un trono; pero luego su asiento tambin fuedestrozado, con tan mala suerte que, al empuar el listn redondeado del verduguete,ste le hizo astillas las cuatro primeras falanges de la mano derecha, al darle contra la

    roca. El capitn ato solt as su ltima tabla de salvacin y herido, cual un reydestronado que abandona el bastn de mando, sigui nadando a lo perro detrs desus compaeros. La mayora de los chilotes, no obstante ser de los mejores marinos, por lo generalno saben nadar, tal vez porque piensan nunca en naufragar. Debido al susto o por un fenmeno que se explicaran los fsicos, la tablazn de laballenera destrozada qued afuera en el canalizo de la grieta y sus tripulantes fueronlanzados por el impulso de la resaca caverna adentro. All, en aguas ms tranquilas,pudieron mantenerse a flote, y nadando instintivamente siempre a lo perro o a lo rana,alcanzaron una estrecha explanada cubierta por los negros cuerpos de las focas ylobeznos recin nacidos, los llamados en jerga lobera popis, en busca de cuyacodiciada piel iban los cinco hombres. La caverna de Punta Sobaco tiene dos entradas. Una de ellas queda precisamenteen la concavidad que debe haberle dado este nombre, una oquedad que semeja la deesa parte del cuerpo humano. All la vegetacin costera se vuelve umbrosa y seentremezclan las lianas colgantes de los cantiles, de un verde plateado con lasramazones de helechos y pangues, ms oscuras, que dificultan la visibilidad de laentrada. Por tal motivo el capitn ato prefera la entrada del extremo de la punta, la demar afuera, que se comunicaba con la otra de ms a tierra, por medio de un tnel que

    casi atravesaba de parte a parte Punta Sobaco. All, en las plataformas rocosasformadas por la erosin del mar, paran las lobas de un pelo y las cubran sus machos,como generalmente lo hacen, despus de dar a luz sus popis. Al ver a los hombres que salan del mar arrastrndose como ellas, igual quegrandes gusanos, deben haberlos mirado como a otras focas, algo extraas, perofocas al fin. As, se apartaron con sus cras hacindoles un hueco en el lugar, puedeque el mejor, tal como lo hacen cortsmente los indios alacalufes toda vez que llegaun visitante en busca de calor a sus chozas. Los extraos forasteros echaron un vistazo a su alrededor y se sintieron felices de

    haber salvado el pellejo; ellos que, precisamente, iban en busca de los pellejos ajenos,de los seres que les daban albergue. Pero tal felicidad no poda durar: luego se dieroncuenta que las bocas de la caverna no podan ser alcanzadas sino con unaembarcacin como la que haba quedado afuera hecha pedazos entre los roquerosde la entrada.

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    Los cinco hombres se miraron, no de la manera que las focas los miraban a ellos,con tranquilos ojos, con un parpadeo por momentos tierno y manso, semejante al delos faros de intervalo largo que sealan la entrada a un buen puerto.

    Llevaban dos das dentro de la caverna, preocupados por la grave situacin,cuando de golpe un milagro de la resaca, porque los hay a veces en el mar, en la tierray en el cielo, hizo que unas cuantas tablas de ciprs de las Gauitecas, del que estaba

    hecha su propia chalupa ballenera, llegaran a la precaria playa subterrnea, como si elrbol regresara a la tierra para dar de nuevo amparo al hombre. Benedicto Crdenas,el ms prevenido, llevaba cerillas dentro de la tabaquera hacha de una vejiga de oveja.El rollo de tabaco y las cerillas ni siquiera se haban humedecido con el percance. Fueel primero en echar una fumada en su cachimba hecha con un cacho de jaiba y queconserv en su bolsillo como otro milagro entre el mar y el hombre. Convid algunaspitadas, por turno, a sus ateridos compaeros, para que espantaran un poco losmalos pensamientos. Con sus cuchillos loberos, que llevaban siempre envainados a la cintura, carnearon

    una foca y con la grasa y las tablas hicieron su primera fogata. Tambin asaron losprimeros filetes de lomo. El capitn ato, como siempre lo haca, reserv el coraznpara s, pues era su presa favorita, al igual que otros prefieren la rabadilla de la gallina,y empez a curarse la mano destrozada con sus propios orines. Las voces de los hombres tienen una extraa resonancia sobre el mar. Van yvienen colgantes, como pndulos, pequeos soles sonoros que nacen y se escondencon misteriosos pasos de danza. En cambio, bajo tierra la voz del hombre cambia, seopaca como si buscara el silencio. No dan ganas de hablar si se entra a la galera deuna mina de carbn submarina. Benedicto Crdenas fue tambin el primero en darse cuenta de lo que estabanhaciendo: -Quemamos nuestras naves como Hernn Corts! -dijo, mirando las tablas queardan jubilosas entre el chisporroteo del aceite de foca. -Quin es el tal Corts? -pregunt Eliseo Vera, a quien apodaban Liche. -El espaol que conquist Mxico y que orden quemar sus naves para no regresarms a Espaa -le explic Crdenas, quien haba cursado hasta el primer ao dehumanidades en el Seminario jesuita de Ancud. -Lo que yo, voy a regresar a Quelln aunque sea a nado -dijo el capitn ato,despus de echar otra orinada en su mano y levantarla, mirndola semidoblada, como

    una pequea bandera en derrota. Las cuatro primeras falanges tenan los huesostotalmente rotos, y el resto de la mano se mantena unida nada ms que por lospedazos de piel y los nervios entre la carne machucada. Los cuatro dedos se movanhacia atrs y hacia adelante, igual que la aleta muerta de una foca.. Otro milagro, estavez el de sus propios orines, ya que su resto de mano no se infect y evit lagangrena. Benedicto Crdenas era el ms instruido. Trabajaba en una oficina del registro Civilde Quelln pero, tentado por la aventura de la cacera de focas, todos los aos se lasarreglaba para dejar su trabajo pueblerino y embarcarse en la cuadrilla de cazadores

    del capitn ato. Eres un chupa lpiz, le deca despectivamente el capitn. Jos Leuqun y Pedro renn completaban la tripulacin. Todos eran de Quelln,donde la naturaleza de las islas y los esteros adyacentes marcan una zona detransicin entre Chilo y el austro ms inhspito. Hasta esa zona llega una especie defardela de oscuro plumaje ocre, de tamao semejante al de una gaviota, y no se sabe

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    por qu no pasa ms al norte, aunque es una veloz cazadora a flor de agua. Siemprese vuelve de all al sur, lo mismo que algunas ballenas que se asoman al golfo deCorcovado y despus vuelven a mar abierto por el canal que pasa entre la isla grandede Chilo y la de Huafo. Leuqun y Renn, dos indgenas huilliches, se sentaron silenciosos y resignados,como lo hacen los alacalufes en cualquier grieta de una roca para pasar el temporal. Las focas fueron dejndoles cada vez ms espacio a los hombres, a medida que

    stos mataban a los popis para sacarles la piel y devorar su carne, ms tierna y conmenos a gusto a pescado que la de los adultos. Carneaban a alguno de stos nadams que para obtener su grasa para la hoguera y cubrirse con el cuero a manera defrazada, con la carnaza para afuera. Al tercer da Eliseo Vera, el Liche, empez a rer extraamente. Fue una carcajadagutural, como si saliera de ms abajo de la caverna donde estaban refugiados.Carcajada que a veces terminaba en una especie de hipido o llanto de borracho. Alnotar que los otros se molestaban, porque no saban si era risa o llanto, se apart desus compaeros y se fue a rer solo, entre las focas, que no se asustaron por su

    extraa afectacin. Era un hombre desgarbado, flaco, alto, de cabello tirado a rubio yunos ojos rojizos, que parecan los de un aguilucho buscando presas en el camino. Al da siguiente, siempre riendo, se lanz al mar. Era el que saba nadar mejor, y sedirigi braceando hacia la boca de los pangues y helechos, la que daba el nombre aPunta Sobaco. Se perdi en la penumbra, a pesar del coro de sus compaeros, que legritaban que volviera. Al otro da, la corriente que vena de mar afuera trajo su cadver,pero sin la cabeza y sin un brazo, desgarrado como las cuadernas de la chalupaballenera entre las rocas. Sus compaeros volvieron a echar el cadver al mar, ascomo los restos de las focas que no servan para la hoguera.. La resaca volvi atraerlos y entonces Crdenas y Andrade empezaron a rer igual que el Liche, o a llorar,porque tampoco ellos lo saban bien, como tampoco se daban cuenta dentro deaquella caverna si era de da o de noche. Leuqun y Renn permanecan siempresilenciosos; pero se alejaron de las risas y se fueron entre las focas, que seguanpariendo, y los machos cubrindolas despus del parto. A veces stos peleaban poruna de las hembras y los ms jvenes acorralaban al ms viejo, echndolo al mar,como sus compaeros al Liche. Las focas se aparean igual que los hombres con sus mujeres. Esto entretuvo a losnufragos al principio, pero despus les aument la risa. La cpula inocente de lasfocas les recordaba a sus mujeres y los popis a sus propios hijos, y el cadver del

    Liche trado y llevado por las corrientes y la resaca, le evocaba la muerte. El marretumbaba afuera con voz poderosa y a veces, cuando sala el viento, se confundacon ste. Por momentos ambos entraban por las gargantas cavernosas, como sifueran a echar un vistazo a los cuatro nufragos, y salan presurosos por las bocas,mezclndose la risa blanca de la espuma con su lbrego ulular.

    Al quinto da, una ola produjo una resaca mayor que todas las anteriores, vino acubrir con sus cendales de espuma a los hombres y a las focas y trajo otras tablas dela chalupa. Benedicto Crdenas se opuso a que se echara una sola de ellas a la

    hoguera. -Vamos a construir un barco! -dijo con voz extraa. Los otros lo miraron como al Liche cuando ste comenz a rer. Pero al parecerBenedicto no se haba vuelto loco. Al contrario, estaba preocupado y serio, con lacabeza gacha, pensando en lo que iba a hacer con esas tablas y una que otra

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    cuaderna de cachigua, que la maravilla del mar haba depositado a sus pies. Lacachigua -rbol autctono de brazos y ganchos retorcidos- la utilizan los chilotes paralas cuadernas de sus botes, ya que parece que la propia naturaleza preparara laarmazn de sus pequeas embarcaciones. Tal vez desde el neoltico, el hombre de lasislas vena construyendo con sus hachas de piedra las dalcas, tres tablones dealerce calafateados y amarrados con boqui a las cuadernas de cachigua, tan bienhechas que le parecieron batiquines de Flandes a Miguel de Goizueta, el primer

    espaol que las conoci y las describi al navegar por las islas en 1557. Las tablas ylas cuadernas rotas tambin traan sus respectivos clavos, y con esos materiales,Benedicto Crdenas empez la construccin de su barco. La duda empez a rondar entre los otros compaeros: se habra vuelto loco comoel Liche o estaba cuerdo como ellos? Crdenas empez a cantar: Corre, corre,enamorado, buscando una calle por donde ella aparezca Re, re, enamorado,buscando la vida que puede venir De las palabras pas al silbido, que fue llevadopor el viento y despus devuelto por las carcajadas del mar. Poco a poco la locura o cordura de Benedicto fue contagiando a sus compaeros,

    quienes se pusieron, afanosos, a ayudarle en la construccin de su barco. stequed inconcluso y ms pareca una artesa de duea de casa que un batiqun deFlandes o una dalca huilliche. Transcurrieron otros das con sus noches, sin que el mar devolviera otras tablas,hasta que un da, en la penumbra, descubrieron un bulto. A primera vista creyeron queera nuevamente el brazo del Liche. Pero no era tal cosa, sino una cuaderna quesobresala cual dbil mstil de su armazn tinglado. Era una de las amuras de laballenera que la corriente traa casi completa. Todo cambiaba ahora. La desarmaron y,entusiasmados, continuaron la construccin. Pronto la embarcacin qued lista. Sucapacidad slo permita llevar a flote a un hombre. Al probarla, el agua entr como poruna tina rota, a falta de calafateo. No tenan estopa ni brea. Entonces el capitn atohizo su mayor contribucin. -Pongmosle por debajo un cuero de toruno -dijo, refirindose a los grandesmachos viejos.as lo hicieron y el ensayo result. ahora faltaban los remos noquedaba ni una sola tabla que sirviera de bayona o algo parecido. La batea forrada con el cuero de la gran foca se mantuvo bien a flote, sostena conrelativa seguridad a un tripulante, pero no haba con que remar a no ser con lasmanos. El capitn ato segua orinando la suya, ya totalmente salvada de lagangrena.-los indios yaganes dicen que el primer hombre baj del cielo

    descolgndose por una soga de cuero foca -coment sabiamente crdenas, y agreg-: por qu nosotros no podemos salir esta cueva medio tambin un lazo cuero? Antes en las islas se hacan lazos de cuero de foca, pero al apegualar un torodesde la cincha del caballo, este tipo de lazo ceda como elstico y no tena la buenatensin que requiere esta faena. Por eso el cuero de lobos se us nada ms que paracoyundas. Un solo cuero de foca cortado en una delgada lonja en espiral les dio un lazobastante extenso. Sin embargo, tuvieron que aadirle dos o tres ms para dar el largohasta la boca de salida ms prxima, la del sobaco velludo de helechos. Luego

    sacrificaron una de las tablas de la regala y la reemplazaron con piel de foca embutidaen la de ms abajo. Crdenas, por supuesto, fue el primero en probar la locura de subarco, singando con la tabla en un extremo de la batea. -Si alcanzo hasta la boca de la cueva sin hundirme y, de todas maneras, si mehundo, ustedes tiran del lazo a mi barco y esperan otras tablas para agrandarlo -dijo

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    mirndolos con una ligera sonrisa, y agreg-: Si prefieren, rifamos quin sale primeroy quin ltimo. Los cuatro nufragos se quedaron silenciosos, pero el balido de una foca, como sifuera una respuesta, decidi a benedicto a intentarlo primero. Rem a la singa con la tabla llevando el rollo de lazo en el interior de su precarianave. El avance era lento, pero a medida que se desenrollaba el lazo, sostenido desdela playa de la caverna por Leuqun, la lnea de flotacin fue subiendo un poco.

    Benedicto lleg a la bocana y trepando por entre los helechos, dej la barca con suremo adentro, dispuesta para sus compaeros. Leuqun tir la soga con cuidado y la batea lleg para el otro tripulante. El segundoen zarpar fue el capitn ato, singando precariamente con la tabla en su manoizquierda. Era su primera experiencia en su nueva vida de manco. Tuvo que abandonar definitivamente la cacera de focas. Y una tarde me cont todoesto sirvindome una copa de vino blanco en su casa de Quelln. Leuqun fue el ltimo en salir de la cueva. Despus, un barco que vena de lasGuaitecas cargado de postes de ciprs, vio las seales de humo que hicieron los

    cuatro nufragos en un promontorio de la ruta, y pas a recogerlos, llevndolos aQuelln, porque todos eran de ese puerto. El mdico del hospital examin la mano del capitn ato. No quiso amputarle losdedos, que ya haban aprendido a flamear sobre el pulgar, cual gallardete nuticosobre un mstil tronchado a medias por un temporal.

    Golfo de Penas

    Entre ola y ola nuestro barco se recostaba como un animal herido en busca de unasalida a travs de ese horizonte cerrado de lomos movedizos y sombros. -Agrrate, viejo! -dijo un marinero haciendo rechinar sus dientes y contrayendo lacara como si un doloroso atoro le anudara las entraas. El barco, cual si lo hubieraescuchado, cruji al borde de una rolada de cuarenta y cinco grados y fue subiendosobre el lomo de otra ola, semirrecostado, pero ya libre de la vuelta de campana o de laida por ojo. La cerrazn de agua era completa. Arriba el cielo no era ms que otra ola

    suspendida sobre nuestras cabezas, de cuya comba se descargaba una lluvia tupiday mortificante. De pronto, emergiendo de la cerrazn, apareci sobre el lomo de una ola unasombra ms densa; otra ola la ocult, y una tercera la levant de nuevo mostrndonosel ms inslito encuentro que pueda ocurrir en esos mares abiertos: un bote concinco hombres. Raro encuentro, porque por ese golfo slo se aventuran buques de gran tonelaje. Elnuestro, con sus diez millas de mquina, haca ms de veinticuatro horas que estabaluchando por atravesarlo de sur a norte, y una cscara de nuez como ese bote

    minsculo no poda tener la esperanza de hacerlo en menos de una semana hasta elFaro San Pedro, primeros peones de tierra firme que se hallan al sur del temido golfo. En medio de los ruidos del temporal, la campana de las mquinas reson como uncorazn que golpeara sus paredes de metal y el barco fue disminuyendo su andar. Era un bote de ciprs, ancho de cuyas gruesas cuadernas que mostraban su pulpa

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    sonrosada de tanto relevarse con el agua del mar y de la lluvia. Los cuatro bogadoresremaban vigorosamente, medio parados, afirmando un pie en el banco y el otro en elempaletado, y mirando con extraa fijeza el mar, especialmente en la cada de la ola,cuando la falda de agua resbalaba vigorosamente hacia el abismo. El patrn, aferradoa la caa del timn, iba tambin de pie, y con una mano ayudaba al remero de popacon un envin del cuerpo que pareca darles fuerzas a todos, quienes como un solohombre seguan el comps de su impulso. De tarde en tarde algn lomaje labrado

    esconda al bote, y entonces, semejaban estaban bogando suspendidos en el mar porun extrao milagro. Cuando estuvo a la cuadra, le lanzaron un cabo amarrado a un escandallo, que elremero de proa at con vuelta corrediza a un eslabn apernado en su banco. Lacercana se haca cada vez ms peligrosa. Las olas suban y bajabandesacompasadamente al buque y al bote; de tal manera que, en cualquier momento,poda estrellarse el esquife hacindose pedazos contra los costados de fierro delbarco. Una escalerilla de cuerdas fue lanzada por la borda, y, cuando la cresta de unaola levant el bote hasta los pescantes mismos del puente, en la bajada, de un salto, el

    patrn se agarr a la escalera y trep por ella con la agilidad de un gato. Puso pie encubierta y como una exhalacin ascendi por las escaleras hasta el puente de mando. Arriba, patrn y capitn se encerraron en la cabina. Estbamos a la expectativa. Losremeros mantenanse alejados a prudente distancia con su cscara de nuez; el barcoencajaba la proa entre las olas y la levantaba como una cabeza cansada, sacudindolade espumas. El contramaestre y los marineros estaban listos con la maniobra para izarel bote a borde, en cuanto el capitn diese la orden. Los minutos se alargaban. A qu tanta demora para salvar un bote en medio delocano? La expectacin se hizo menor cuando vimos salir al patrn de la cabina. Hizo ungesto raro con la mano y baj de nuevo las escaleras con su misma agilidad de gamo.Pero la orden de izar a los nufragos no se oy. Nuestro asombr, entonces, aument. Pas a mi lado, me enfrent con una mirada fra y enrgica. Quise hablar, pero lamirada me detuvo. El hombre iba empapado; llevaba el cuerpo cubierto por unpantaln de lana burda y un grueso yersey; la cabeza y los pies, desnudos; el rostro,relavado como el ciprs de su bote y en todo su ser, una agilidad desafiante, con laque pareca esconderse apenas del castigo implacable de la intemperie. Cruz de nuevo como una exhalacin, salt por la borda, se aferr en la escalerilla ,aprovechando un balance, estuvo de un brinco agarrado de nuevo a la caa de su

    timn. -Largaaa! -grit, y el proel desat el cabo, lanzndolo al aire con un gesto dedesembarazo y desprecio. Los remeros bogaron vigorosamente, y el bote se perdidetrs de una montaa de agua. Otra lo levant en su cumbre, y despus se esfumcomo haba venido, como una sombra ms densa tragada por la cerrazn. En el barco la nica orden que se oy fue la de la campana de las mquinas, queaument su andar. Los marineros estaban estupefactos, como esperando algo an,con las manos vacas. El contramaestre recoga el cabo y el escandallo con lentitud,desabrido, como si recogiera todo el desprecio del mar.

    -Por qu no los llevamos? -pregunt ms tarde al capitn. -No quiso el patrn que los llevramos en calidad de nufragos -me contest. -Y por qu? -Somos loberos de la isla de Lemuy y vamos a los canales magallnicos en buscade pieles! No somos nufragos!, contest.

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    -No saben que la autoridad martima prohbe salir de cierto lmite con unaembarcacin menor? Piensan acaso atravesar el golfo con esa cscara? -No es una embarcacin menor, es un bote de cinco bogas y todos los aos enesta poca acostumbramos atravesar con l el golfo. Lo nico que le pedimos, es quenos lleve y nos deje un poco ms cerca de la costa; nada ms!!. -Si los llevo debo entregarlos a las autoridades de la Capitana del puerto de su

    jurisdiccin!

    -No, all nos registrarn como nufragos y eso ni vivos ni muertos! No somosnufragos, capitn! -Entonces no los llevo. Bien, capitn! Y haciendo un gesto con la mano, el patrn haba dado por terminada la entrevista. Sin poderme contener, profer: -As como los dej peleando con la muerte aqu en medio de este infierno de aguas,pudo haberles dado una chance dejndolos ms cerca de la costa! Quin le iba aaplicar el Reglamento en estas alturas?

    -Era un testarudo ese patrn!-: Si me ruega un poco, lo habra llevado! Afuera la cerrazn se apretaba cada vez ms sobre el Golfo de Penas.

    TIERRA DEL FUEGO

    La derrota iba a las ancas de aquellos tres jinetes que atravesaban a trote largo elPramo. El ltimo tiroteo contra las fuerzas de Julio Popper haba tenido lugar en lasmrgenes del ro Beta, y los enemigos del enriquecido buscador de oro, unos setentaaventureros de todas las nacionalidades, se haban desbandado, totalmentederrotados por las fuertes bajas sufridas. Unos huyeron hacia los cordones cordilleranos de Carmen Sylva, sierra que elmismo Popper as haba bautizado en honor de su reina rumana. Otros fuerontragados por los vastos coironales de China Creek, y unos cuantos ascendieron porlos montes del ro Mac Lelan, refugio de cuatreros y de los ltimos indios onas. Slo Novak, Schaeffer y Spiro huyeron por la costa sur de la Tierra del Fuego, conla esperanza de ocultarse tras el sombro mogote del cabo San Martn. Conservabantodava algunas balas para sus carabinas, y Novak, una cartuchera completa de las

    del calibre 9, para su Colt de cao largo, el nico del tro. Estas escasas municiones eran lo nico que todava les daban nimo en sudesesperada situacin, a pesar de que con ellas no habran podido sostener unprolongado tiroteo. Lo dems era todo derrota, debilidad, aniquilacin, tanto dentro desus corazones de hombres fugitivos como fuera de ellos, en el desamparo de laestepa fueguina. -Tienes sangre en el pantaln -dijo Novak, con una extraa ternura en la voz,indicando la pierna derecha de Schaeffer. -S, lo s -contest framente Schaeffer, fijando sus ojos azulencos en el

    encapotado cielo, como el pjaro que estira el pescuezo antes del emprender el vuelo. -Bala? -interrog Spiro. -No, boigas de guanaco! -profiri Schaeffer, con rabia. -Vamos a ver -dijo Novak, sofrenando el trote del caballo. -Qu?

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    -La herida -replic el ex sargento alemn, con algo todava del superior que sepreocupa por el estado de su tropa. -No es nada, sigamos -profiri con leve asomo cordial Schaeffer, espoleando sucabalgadura. Cosme Spiro lanz una mirada cautelosa a sus espaldas y espole an ms sucaballo, ponindose a la delantera del tro. El viejo Schaeffer, como un pjaro herido, volvi a levantar la cabeza hacia el cielo.

    Ms las punzadas de la herida, era el fluir de la sangre lo que lo atormentaba; porquecada vez que afirmaba el pie en el estribo para sostener el cuerpo en el ritmo del trote,senta brotar una onda lquida de la herida, onda que escurra con escalofriante tibiezapor la pierna hacia el pie, humedeciendo cada vez ms al interior de la bota. Con la mano derecha puesta en su vieja carabina alemana, de cao recortado,atravesada sobre el morrn delantero de la montura, trataba de alivianar la fuerza quehaca el pie en el estribo para mantener el ritmo del trote largo; pero era intil, la ondatibia surga con regularidad agobiante, resbalando insidiosamente por la piel hastaempozarse dentro de la bota. Era entonces cuando Schaeffer estiraba su cabeza,

    como un pjaro, pero no para emprender el vuelo de una oracin, sino para largar unabandada de maldiciones al cielo y a su Dios, por haberle arrastrado a tan desgraciadasituacin. -Quin me mand a meterme en contra de Popper -djose. Murmurando entredientes el viejo-, cuando el rumano me trataba como a un compatriota y siendo comosoy un hngaro perdido en estas playas? De tarde en tarde, como el fluir de su sangre en esas ondas tibias e insidiosas,surgan en su mente fugaces recuerdos de sus andanzas con el buscador de oroenriquecido en el Pramo. El dolor y las rondas de la muerte traen en cualquiercircunstancia la vida as, a retazos. Record su primer encuentro con aquel oficial borracho en el bar de Punta Arenas,que casi lo confundiera con un teniente del ejrcito austro-hngaro por el uniformeEra nada menos que el tal Novak, que ahora trotaba fugitivo a su lado con la mismaderrota montada en las ancas! Popper lo haba convertido en el comandante de suescolta personal, uniformada a la usanza militar austro-hngara, lo mismo que el restode su polica en el Pramo, cuyas armas y uniformes imponan respeto entre sustrabajadores y los indgenas que ya empezaban a tener conciencia del significado deuna fuerza armada.

    En aquella ocasin el comandante de la escolta de Popper haba pagado con unaextraa moneda que el dueo del bar no quiso aceptar sin antes haberla pesado enuna balanza para oro. Eran exactamente cinco gramos de este metal, acuados por elanverso con un gran "5" atravesado por la palabra "gramos", y en una orla que deca"Lavaderos de oro del Sud", y en el reverso, "Julio Popper" - Tierra del Fuego - 1889". Para el fue una sorpresa aquella curiosa moneda, pues se encontraba sin uncentavo en el puerto de Punta Arenas, a donde haba arribado despus de haberrastreado intilmente por la costa del estrecho de Magallanes, llegando a los placeresaurferos cuando otros ya haban dejado slo los hoyos.. Convers con Novak y le

    atrajo la fama del rumano enriquecido que se haca llamar el "Rey del Pramo".Alentado por el jefe de la escolta, se enrol en sus huestes; pero, como todos los queandaban tras el brillo del oro, con el secreto propsito de hacerse tan rico como elamo. En el lugre Mara Lpezsurcaron las aguas del estrecho bordeando la Tierra del

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    Fuego por el Atlntico, y arribaron al Pramo, gigantesca escollera que avanza unadocena de kilmetros mas afuera, protegiendo con su brazo de piedra una extensabaha, San Sebastin, donde el mar sube y desciende ms de diez metros de nivel,desnudando kilmetros y kilmetros de gredosas playas bordeadas de dunas ymatorrales costeros que dan comienzo a la llanura fueguina cubierta de extensospastizales de coirn. Toda la regin se conoce con el nombre de El Pramo, y all, Julio Popper, que fue

    el primer blanco que atraves la isla desde el estrecho de Magallanes hasta el OcanoAtlntico, haba descubierto vrgenes yacimientos de oro en polvo, escamas y pepas.Pero la canaleta corriente, la porua y la chaya no bastaron a la ambicin delafortunado buscador de oro. Observando el gran desnivel de diez y ms metros quese produca con las mareas, se las ingeni para aprovechar esta energa csmica:hizo cavar tneles de siete metros bajo el nivel de la alta marea e invent unmecanismo de madera que puso dentro de ellos, cuando el mar ascenda, encerraba elagua en estos tneles con slidas compuertas, y cuando bajaba, liberbalo de suprisin, pero regulando su fuerza de manera que relavara todo el material aurfero

    acumulado por sus decenas de trabajadores. El rendimiento de estos artefactos fue tan extraordinario que Popper los bautizcon el nombre de "Cosechadores de Oro" No era para menos; la sementera daba casimedia tonelada de oro al ao, y con aquel toro csmico uncido a ese yugo del ingeniohumano, Julio Popper poda vanagloriarse de haber sido el primer hombre que haya"arado y cosechado en el mar". Pero las cosechadoras del rumano audaz prdoucan slo para su inventor, y loscodiciosos aventureros que lo acompaaron en su travesa, con la esperanza dehacerse tan ricos como l, empezaron a mirar con envidia y rencor al amo que seadueaba de todos los placeres sin dejar un pedazo de terreno donde pudieraprosperar por su cuenta alguno de ellos. Un da desertaron varios porque lleg la noticia de que en el ro Cullen y en losarroyos Alfa, Beta y Gama se haban encontrado otros aluviones aurferos casi tanricos como los del Pramo. All la porua y la chaya individuales podan hacerprosperar a ms de algn buscador de oro en forma independiente, en vez de estaruncido al yugo de Popper, como el mar, para lavarle su oro.

    El "Rey del Pramo", sin embargo, no permiti que sus desertores le hicieran lacompetencia en sus mismas barbas, y empez a hostilizarlos con su fuerza armada

    para que abandonaran esos parajes y se los dejaran a sus desmedidas ambiciones.Otros hechos vinieron a agravar los conflictos humanos en esa apartada orilla delplaneta. Aprovechando una ausencia del amo, que se haba dirigido a Punta Arenas,un grupos abord al lugre Mara Lpez, fondeado en la baha de San Sebastin, yhuy llevndose veinticuatro kilogramos de oro. Pero el mar no slo ayudaba a cosechar el oro a Popper, sino que se lo cuidabacomo un celoso guardin, ms fieles que los hombres al saquear las bodegas del"Rey del pramo", los hechores se llevaron todo el licor que encontraron, lo queredund en desgracia para ellos. En plena mar, sobrevino una tempestad y como

    todos estaban borrachos, celebrando la fuga, no atinaron a maniobrar con las velas yel lugre zozobr, llevndose al seno del ocano todos sus tripulantes, fondeadosdefinitivamente con los veinticuatro kilos de oro, para ejemplo eterno de las sbditosdel "Rey del Pramo". De regreso a sus dominios. Julio Popper no qued conforme con esta accin

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    ejemplarizadora de su fiel aliado el mar, y las emprendi contra los que lavaban oro enlos tres arroyos, diciendo que aqullos eran los culpables por ser una guarida debandidos y ladrones que haba que castigar con dureza an ms ejemplar. As lo hizo,y colg a tres o cuatro individuos en los postes que marcaban los linderos de suspertenencias, ponindoles un letrero que deca: "Lasciate ogni speranza voichentrate", la frase de Dante que adverta a los humanos que perdieran todaesperanza al traspasar los umbrales del Infierno. Ni los onas ni los aventureros del

    arroyo Beta conocan "La Divina Comedia"; pero ms elocuente que la lengua deDante fue para ellos el crneo mondo de los esqueletos, sobre los cuales se parabanlos caranchos ahtos de festn. Esto era en buenas cuentas lo que les esperaba a Novak, el alemn; Spiro, elitaliano, y Schaeffer, el hngaro, por haberse pasado a la partida de los revoltosos envez de defender las pertenencias del que haba confiado en ellos. Sobre todo el fielNovak, el comandante de su guardia personal, quien haba capitaneado en persona laltima resistencia de los setenta combatientes del arroyo Beta. sta era tambin lacausa de las constantes miradas furtivas de Spiro hacia sus espaldas, aunque ya iban

    bastante protegidas por las de sus compaeros que seguan su trote.

    Schaeffer encogi cuanto pudo los dedos del pie dentro de la bota para calcular lasangre que se haba escurrido dentro de ella, y como si al mismo tiempo tratara deevadir ese clculo, estir su cuerpo entumecido, levantando una vez ms su miradadesde el pie al cielo, de un gris cruel que aplastaba a la tierra. La cordillera Carmen Sylva disminuye cuando se acerca a la costa oriental de laTierra del Fuego; sus estribaciones se deshacen en suaves colinas cubiertas de matanegra, calafate y romerillo, ramazones aproximadas para ocultarse. Luego la cordillerase levanta de nuevo en el mogote del cabo San Martn, cuyo acantilado, cayendo apique en el mar abierto, cierra la baha de San Sebastin, impidiendo el paso por laplaya, de donde se divisa la gran escollera del Pramo como una ola oscura y esttica,petrificada en plena mar. Al internarse por este oasis de proteccin, la cabalgata disminuy un poco su trotelargo. -Parmonos a ver lo de la pierna -dijo Novak, y dirigindose a Spiro le orden convoz autoritaria-: T, anda hasta ese cerro, y qudate all para avisarnos si ves algo. En un pequeo claro de pampa rodeado de matorrales de mata negra, Schaeffer sedesmont y comprob por primera vez la importancia de su herida. La bala le haba

    atravesado el muslo por delante, de parte a parte; pero, afortunadamente, no habatocado el hueso. Al atravesar el msculo de soslayo, la herida haca la veces de uncanal de drenaje, que recoga la sangre de los tejidos rotos interiormente y la verta porel orificio ms bajo. Sobre todo, al afirmar el pie en el estribo para sostener el cuerpoen el vaivn del trote, los msculos compriman la herida y vacibase la sangreacumulada, en esas ondas tibias e insidiosas que hacan que Schaeffer estirara elpescuezo y la cabeza como un cormorn. Con los pantalones cados, el viejo mir por primera vez la entrada y la salida de labala; estaba desvalido y plido, con un temblor que cada vez se haca ms perceptible

    en su labio superior. Pero contuvo el temblor mordindose el bigote, como hacen losbueyes cuando aprisionan un manojo de pasto entre los belfos. Su rostro era denatural colorado y tumefacto, de nariz algo respingada y alcohlica, en cuya puntapenda casi siempre una gota de sospechosa transparencia. Lo mismo que en losojos, donde siempre haba un brillo humedecido, como si una lgrima indiferente se

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    hubiera quedado detenida en ellos. Al recostarse el viejo en la pampa, Novak vio ese rostro plido, de ojos azulencos,con un resplandor hiertico, como si una oculta juventud quisiera asomarse a l.Desat la cantimplora de su montura y le dio algo de agua. Schaeffer, entreabriendosus labios, bebi un poco de agua; pero siempre manteniendo un pedazo de bigotemordido, como si quisiera agarrase al l. Novak le quit el pauelo azul y rojo quellevaba al cuello, y, rasgndolo, tapone los hoyos que haba dejado la bala y con el

    resto vend la herida. La palidez de Schaefer se acentu y cerr los ojos. Novak vioque la nariz alete, el labio superior volvi a temblar y el resplandor juvenil se acentuen la ajada cara del viejo. Pero al rato Schaeffer entreabri los ojos y mirando un pocoasustado en su derredor profiri a la sordina: -Yo cre que me haba jodido -Ests mejor -dijo Novak con un acento de fro consuelo-; pero debemos movernosde aqu, a un lugar ms seguro Has perdido mucha sangre y no s si puedasmoverte. -Djenme aqu no ms Si me repongo sigo, y si no, ya estoy viejo para seguir as

    con ese trote largo. -Los caballos estn casi cortados. Creo que no podremos seguir sin darles algndescanso. Debemos pasar la noche por estos lados y partir maana antes que aclare. Novak lanz un estridente silbido, y Spiro empez a descender de la cumbre dondeatalayaba. -Schaeffer est mal, creo que no puede seguir de a caballo -djole. -Y? -profiri Spiro, con una mueca algo cruel y desagradable. Era un individuomediano, regordete, de cara redonda, mofletuda y fofa, con ojillos negros y vivacesque aleteaban como dos moscas cadas sobre un pan recin amasado. Buscaremos un lugar donde poder pasar la noche con ms seguridad y veremosmaana para dnde seguimos con los caballos frescos -agreg Novak. -No se jodan por m -profiri Schaeffer, medio incorporndose sobre los codos.Luego mir su pierna y vio que la sangre se haba detenido algo. Lade la cabeza, ydesde el suelo sus ojos, escrutaron el rostro de Novak, de mandbula cuadrada,saliente, largo y anguloso, como todo su gigantesco cuerpo, coronado por algunasmechas rubias apareciendo debajo de la sebosa gorra de cuero. Haba una solidezfsica en ese andamiaje de huesos y msculos, y el rostro, algo infantil, tena cierto airede orgullo y de mando. A su vez Spiro miraba la herida de Schaeffer parpadeando, como si algo en ella le

    molestara la vista. De pronto los tres hombres se miraron; es decir, Spiro y Novakmiraron a Schaeffer, y ste, desde el suelo, los abarc en una sola mirada. Los ojos delos tres hombres se separaron luego, como si hubieran tropezado; pero volvieron areunirse en la sangrante herida. All estaban fijos, inclinados sobre la carne por dondeatraves el plomo de la bala, tal vez pensando que en vez de una pierna pudo habersido alguno de esos tres corazones fugitivos. -No se jodan por m Sigan adelante no ms -repiti Schaeffer con voz ms entera,pero tambin ms fra. Spiro y Novak se miraron de refiln, escrutndose mutuamente.

    -Tendremos que buscar un lugar lo ms lejos del camino para pasar la noche -volvi a decir Novak. -Si quieren, yo voy a ver por ah -dijo en voz baja Spiro. Novak, desde su altura, pareci escarbarlo con sus ojos grises. -No -le dijo-, mi caballo es el que est en mejores condiciones. T te quedas aqu

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    cuidando a Schaeffer; yo voy y vyelvo luego. Spiro hizo parpadear sus dos moscas; mir a Novak, y una sonrisa solapada searrastr por el pasto hasta los talones del alemn. -Bueno, anda -le dijo. Novak mont y parti, agachndose sobre su cabalgadura, a trote largo. La lenta penumbra del crepsculo fueguino empez a fluir desde el cielo opaco,empalideciendo an ms el rostro de Schaeffer y acentuando la blancura de Spiro.

    ste mir a Novak hasta que se hubo perdido entre los lomajes, y luego volvi los ojoshacia Schaeffer; el viejo continuaba como durmiendo. Voy a vigilar al cerro, por si alguien nos siguiera -profiri con voz aterciopelada,como si no quisiera despertarlo. -No te jodas por m -replic sorprendentemente despierto el viejo, y agreg,mirndolo fijamente-: Agarra t caballo no ms y mndate a cambiar! -Es que -Que o que Novak ya no vuelve, alcnzalo. T crees?

    -Te gan el "quien vive" solamente. -Por qu eres as, Schaeffer? No crees que vuelva? -Y con voz tan sigilosacomo la cada de la tarde, agreg-: Cmo dejarte aqu botado? Te moriras dehambre y fro! -Antes de eso me despacho de un tiro -y agreg con frialdad-: y psame la carabinapor si acaso; no temas, no es por si te arrancas; la puedo necesitar luego. -Arrancarme, dijiste? -No disimules, llegas a saltar por seguir detrs del otro. -No, Schaeffer, no te paso la carabina Por qu? -Puedes hacer una tontera, hay que aguantar hasta el ltimo No crees queNovak vuelva? -Por qu te preocupas tanto de Novak? Preocpate de ti! -Es que a veces, t sabes, Schaeffer, las circunstancias Si supiera uno cundova a fallar, le quitara el cuerpo, por anticipado. -Vete no ms, y djame la carabina Novak ya no veulve para que me la pase -No vuelve, dices t, Schaeffer? No, no s vuelve! No te paso la carabina,puedes hacer una tontera antes de tiempo -Entonces djame dormir! -dijo el viejo algo quejosamente, y se acomod,

    recostndose sobre la pierna sana. Aunque cortas, las noches fueguinas en noviembre son todava intensamenteobscuras, sobre todo cuando por los cielos se corre ese teln de nubes queensombrece a la tierra. Como la noche, Schaeffer cay pesadamente dormido. Despert cuando Novak lo remeca por un hombro preguntdole por Cosme Spiro.ste no se hallaba por ninguna parte, haba huido, y mientras que con una mano habadejado la carabina de cao recortado junto al viejo, con la otra le haba llevado suyegua con montura y todo.

    *

    Novak haba encontrado un buen refugio entre un grupo de rocas volcnicas cercade la costa, y esa misma noche condujo a Schaeffer hasta all. El montn pedregosohaba dejado una especie de cueva, donde las boigas demostraban que los

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    guanacos la usaban de guarida contra el mal tiempo. -Da lo mismo que se haya quedado o arrancado cobardemente! -dijo Schaeffer,comentando das despus con Novak la fuga de Spiro. -No es lo mismo -replic-; cuanto antes se descubre un traidor, mucho mejor. -Yo dudaba de ti -dijo el viejo con parsimonia-; pero de Spiro estaba seguro de quese iba a arrancar. No hay ms que ver a los hombres en la cara. No me engao, lonico que me jode es que se haya llevado a la "Molly". Sin mi yegua, qu voy a hacer

    cuando me reponga? -Veremos -profiri Novak. Al poco tiempo, Schaeffer se haba repuesto bastante de su herida. Sobre una rocade la playa cercana, novak haba hallado una costra de sal marina, y llevndola paraasar las aves que cazaba, sirvi tambin para desinfectar la herida del viejo, que conayuda del sol y del aire costero fue cicatrizndose. "Por qu ste se preocupar de m?", se pregunt ms de una vez Schaeffer, sinsospechar que la formacin militar del alemn, ex sargento de artillera, lo impulsaba asalvar al herido en la refriega. Friz Novak llevaba adentro el milico, y si haba

    organizado el combate en contra de Popper, era porque ste se haba comportadocomo un tiranuelo feudal con su tropa, de la que Novak era comandante. En cambio, la vida maltratada de Schaeffer, desde su lejana infancia en que tuvoque abandonar su "puszta" para emigrar a Amrica, lo haba dejado curtido ante laconducta de sus semejantes. Para l, todos los hombres eran ms o menos lo mismo,especialmente los que andaban corriendo en tropel detrs de las pepas de oro. Decada uno de ellos poda esperarse tanto un bien como un mal, todo dependa de lascircunstancias en que se encontraran. As se lo haba enseado la vida, y as tena queser. As era l tambin; nunca se consider ni ms ni menos que los otros, y por esomismo le intrigaba el proceder de Novak. En su fuero interno Schaeffer considerabams lgico el comportamiento de Spiro, que arranc del peligro dejndole su carabinapara que se suicidara, pero robndole la yegua que le serva de refuerzo en su fuga. Sin embargo Novak, el duro y a veces cruel comandante de la fuerza armada deJulio Popper, lo haba acomodado sobre su caballo y cabestrendolo cuidadosamentepara que no se desangrara, lo condujo hasta esa cueva entre las rocas. Todavarecordaba el lejano piar de las gaviotas y el graznar de los cormoranes, que en mediode la noche los guiara hacia la costa. Al da siguiente, Novak comprob que el piarprovena de un "roquero"; entre el cantil con que terminaba la pampa y la lnea de lapleamar, se levantaba un extenso planchn de toba, donde millares de gaviotas

    haban diseminado sus nidos, poniendo sus huevos en los hoyuelos hechos en latoba por la accin de las ventiscas. Con el pauelo que llevaba al cuello, Novak le traauna buena provisin de huevos, que l se encargaba de hervir para ambos en lamarmita. Estos huevos de gaviotas y de cormoranes en plena postura fueron lasalvacin definitiva de Schaeffer. "Tal vez por eso no se habr ido todava -pensaba elviejo-: porque encontr comida!" Una maana Novak caz una guanaca parida, con su "chulengo". Comieron asadoel animalito, tan tierno como un cordero, y de la guanaca hicieron charqui que secaronsobre las piedras al sol y al aire marino. La vida se estaba presentando fcil para los

    dos hombres refugiados detrs del cabo San Martn, tan apropiado con su pen quecaa a pique mar adentro impidiendo todo paso por la costa. Poco a poco Schaeffer fue arrastrndose fuera de la cueva para defender arebencazos contra los caranchos la carne de los guanacos que de tarde en tardecaan bajo la buena puntera de Novak. Juntaba mata negra para hacer fuego y atenda

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    otros quehaceres de la cueva mientras Novak sala para aprovisionar la despensa,nada difcil en aquella poca, pues la primavera fueguina estaba en todo su ubrrimoapogeo. Avutardas y caiquenes, estos ltimos tan grandes como gansos, empezaban allegar a millares en sus largos vuelos migratorios desde el norte, para empollar en laTierra del Fuego, y ms tarde, con la llegada del invierno, regresar con sus polladas aclimas ms benignos. Rosados flamencos y diferentes variedades de patos poblaban

    tambin las lagunas y riachos que se deslizaban por las pampas, entre los suaveslomajes de abundante y crecido pasto coirn. Como una mariposa que abandona la intil cscara en que fue crislida, el espritude Schaeffer fue saliendo de su amargo maltrato y encontrando que la vida en esospramos no estaba del todo mal. Ambos hombres hacan libremente lo que les dabagana, cambiando slo las palabras necesarias para vivir una buena compaa. LaTierra del Fuego tambin se transformaba a tono con sus espritus, saliendo delinvierno, que es tambin una dura derrota bajo la gruesa costra de nieve y hielo. Elpasto coirn, la gramnea nica, cuyo metabolismo le permite vivir bajo la nieve, haba

    resurgido de nuevo para solaz de guanacos, cisnes avutardas, patos y caiquenes. Enla costa, las gaviotas ofrecan sus huevos del tamao del de una gallina, perojaspeados de caf y celeste, como flores de loza sobre la obscura toba, y hasta lasmanadas de focas empezaban a inundar los roqueros y arenales con sus cachorrosparidos en las loberas del Cabo de Hornos. Pero de tarde en tarde, en medio de aquellos da de placidez y ocio, Novak ySchaeffer levantaban de pronto sus cabezas por entre las piedras de su guarida ymiraban en su derredor como un par de focas desconfiadas. Siempre tenan remor del"Rey del Pramo". Adems, saban que aquello no iba a ser eterno; que el invierno volvera a humillarla tierra; que un da caiquenes y avutardas emprenderan su vuelo de regreso a otrastierras y hasta los guanacos se haran ms escasos. Y ellos! Adnde? A quparte? Conqu alas? -Caracol, caracol, saca tus cachos al sol! -deca Schaeffer cada vez que haba buentiempo y poda poner su herida ante el eterno curandero de la tierra. En cuanto pudo caminar, usando de bastn su carabina, se dirigi a la playa arespirar a pulmn lleno las brisas del mar. Una maana dio un largo paseo hacia elnorte, a travs de las dunas que marginan la pampa antes de que se eleve elacantilado del cabo. Otro promontorio se levantaba entre la pampa y el mar, en medio

    de la ancha playa de dunas y cascajo, como un castillo medieval solitario, con matanegra sobre su cumbre y arbustos y flores costeras que descendan comoenredaderas por sus costados. Para probar la curacin de su pierna se dirigi hastaall y emprendi su ascensin; desde la cumbre se divisaba la lejana escollera delPramo, y hacia el sur, la playa arenosa que ondula ligeramente hasta dar con el lejanopen de cabo Domingo. El Atlntico austral se perda como una llanura verde grishacia las regiones antrticas, y la pampa, con llanuras verde amarillas, hacia losazules cordones serranos de Carmen Sylva; las dunas festoneaban de gris estas dosinmensidades, y de blanco las espumas de las olas, que como rosas iban a

    deshojarse en la ancha playa de cascajo. De pronto, al recoger la vista desde la llanura ocenica, sus ojos tropezaron conotra blancura en medio de la griscea playa, cual el armazn de una nave encallada.Le extra la forma del cuadernaje y al observarla mejor descubri que se trataba delesqueleto de una ballena enorme, blanqueado por la intemperie.

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    Volvi a mirar hacia los confines del mar antrtico, donde estaba el pas de laballena, y recogi de nuevo la vista, como siguiendo la ruta del cetceo, hasta elarmazn de huesos empotrado en medio de la ancha playa de cascajo.. Mir luego loscontornos pampeanos, el arcilloso paredn con que el cantil de la pampa se ibaelevando hacia el cabo, las dunas como un mar ms quieto y el promontorio bajo suspies. "As tambin pudieron quedaron tirados mis huesos en esta ltima orilla delmundo!", pens, con cierta desazn, y emprendi el camino de regreso.

    Una brisa humana en la que haca mucho tiempo no se refrescaban sus corazonesfue poco a poco invadiendo la vida de aquellos dos hombres en ese apartado rincnde la orilla oriental de la Tierra del Fuego. A menudo iban a cazar focas de un pelo que llegaban con sus cachorros desde elmar austral. Sus pieles les servan de abrigo y de alimento la carne de los animalesnuevos, muertos de un solo garrotazo en la trompa. A medida que avanzaba la empolladura, los huevos comestibles de gaviotas se

    haban hecho ms escasos, y stas, peligrosas en la defensa de sus nidos. Mientrasuno se agachaba a recoger los huevos, el otro deba estar borneandopermanentemente un rebenque o un palo para defenderse de las aves que furiosas selanzaban en bandadas contra los que les robaban. Eran millares de aves, quetachonaban el cielo de aletazos y graznidos y que en ocasiones se volvan tanamenazantes que tenan que suspender la recogida y colocarse espalda contraespalda para poder defenderse a rebencazos, de los picotazos. Pero las avutardas y caiquenes reemplazaron con creces a las gaviotas, llegabantambin por millares, y entre el pasto coirn los nidos abundaban con quince, veinte yms huevos cada uno, del tamao de los de un ganso los de los caiquenes y del de

    una gallina los de las avutardas, y del mismo sabor que los de esas aves de corral. Elcaiqun era fcil de cazar, pues dejaba que se le acercaran de a caballo, pero no de apie. Un pedazo de charqui compartido junto al fuego, el caballo que les serva encomn, todo fue estrechando cordialmente la vida de estos hombres. En otrosmomentos vagaban con ese permanente instinto del buscador de oro, cuyos ojosnunca estn ociosos a la vista de las rocas, gredas o arenas. -El otro da divis un esqueleto de ballena en la playa que est cerca del cabo -dijoSchaeffer con parsimonia-, y se me est poniendo en la cabeza la idea de traer unas

    costillas para hacer un reparo para el viento frente a esta cueva, y tambin podramosponerlas afirmndolas a la entrada, con unos cueros encima; no pasara el viento ni lalluvia. -Bueno sera; pero piensas quedarte toda la vida en esta cueva? -dijo Novak. -Mientras haya algo de comer, creo que estamos mejor aqu -No pienso terminar como un indio ona debajo de una carpa de cuero de lobo. -Creo que hay que seguir por aqu. -Para qu? -Buscando oro.

    Novak levant la cabeza; era la primera vez que se mencionaba la palabra orodesde que estaban all, y hasta le extra que Schaeffer lo nombrara. -Tal vez s; pero en otros lugares de la isla. Popper se ha adueado de toda estacosta y piensa seguir ms al sur con otra expedicin por su cuenta Pensar que leguard las espaldas desde que atravesamos por primera juntos la isla matando indios!

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    Y ahora escondindome como un ratn para que no me cuelgue de sus postes! -Nunca debimos meternos contra l Hay que aullar siempre con el lobo, nuncacontra el lobo! -profiri Schaeffer, atizando unas pocas brasas que quedaban entrela ceniza apaegada a la piedra. -Yo haba aullado bastante con el lobo, mandndole su fuerza armada para queotros le lavaran oro. En dos aos casi media tonelada de oro en pepas y polvo! Y alfinal para que me diga: ste es tu sueldo como comandante del escuadrn, tirndome

    unas monedas fabricadas por l mismo! -Era de oro macizo y valan lo que pesaban, no como las que hacen los gobiernos. -Pero quin lo autoriz para acuar monedas por su cuenta y pagar a su gentecon ellas? Y su retrato en las estampillas del correo que invent? Y sus leyesarbitrarias y esa milicia uniformada como si fuera un verdadero rey? Quin le dio esapotestad? -T mismo Te gustaba mandar soldados como cuando eras sargento,uniformarlos para que te llamaran comandante y t te sintieras como un general -djoleSchaeffer, sonriendo con sarcasmo.

    -Lo hice para que nos respetaran los indios. -Despus de los indios nos toc a nosotros, para que trabajramos. T le ayudasteen esa jodienda porque creste que te iba a dar una buena tajada; pero como no te ladiera, te pusiste en su contra y me metiste a m en la colada. Y pensar que con losmismos monigotes que t inventaste nos jodi a nosotros! Schaeffer se refera a la pintoresca estratagema usada por el "Rey del Pramo" paramostrar su "ejrcito" mucho ms grande de lo que era, a los ojos de los aborgenes yde las partidas que siempre merodeaban por los contornos del Pramo atradas por lacodicia del oro. Novak mismo haba fabricado unos muecos de paja: vestidos con eluniforme de la milicia y amarrados a las monturas de los caballos eran cabestreadosen fila por un solo jinete por los linderos de sus dominios, con una carabina demadera terciada a la espalda. Desde lejos parecan verdaderos soldados de caballera,con l aventaja de que una bala poda atravesarles el corazn sin derribarlos "Pareceque esos soldados estuvieran enfermos Por qu llevan la cara tapada?", dijoalguien que los observ desde lejos, y lleg despus a trabajar a los yacimientos delPramo. Entonces Popper les hizo pintar unas mscaras y se las puso entre mechones depasto coirn. Schaeffer se sonri con amargura al recordar que muchas veces, pororden del "comandante", tuvo que cabestrear a los monigotes, hacindolos trotar para

    que parecieran ms vivos. Lo que ms fastidiaba a Novak en sus recuerdos era que los mismos monigotesinventados por l haban servido despus para derrotar sus fuerzas en la refriega delarroyo Beta. Conociendo la treta, haba descuidado su frente y reforzado suretaguardia; pero en vez de monos de paja, Julio Popper en persona y con todos sushombres se haba dejado caer por delante, mientras los monos rodeaban a los lejoslos flancos. Sus hombres, confundidos, no supieron hacer frente en buena forma ysobrevinieron el desbande y la derrota. Al da siguiente, Schaeffer ensill el caballo que serva a ambos, y se dirigi a la

    playa para poner en prctica la idea del reparo de costillas de ballena para el viento yla lluvia. Cuando se acercaba a la osamenta, el caballo empez a resoplar, desconfiando deaquel extrao andamiaje tan blanco, y luego, ms cerca, se retac del todo. Alespolearlo Schaeffer, dio un brinco de lado que casi lo volte. Se baj, le at las

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    maneas y se dirigi hasta el esqueleto. De cerca impresionaba an ms la grandeza de aquellos huesos, que todavaconservaban ntegra la forma del gran cetceo, que por lo menos debi haber tenidounos treinta y cinco metros de largo. Los huesos de la cabeza semejaban ungigantesco carro romano, el trax del cuadernaje de un barco, y las vrtebras de lacola, una serpiente monstruosa que se enterraba en la arena. Schaeffer se pase un rato dentro de la arcadera, estirando los brazos hacia arriba,

    calculando asombrado las dimensiones del animal, a pesar de que las vrtebrasestaban a medio enterrar entre el cascajo y la arena. Mir una por una las costillas, ysaliendo del interior del esqueleto empez a remecerlas para obtener lo que sepropona. Estaban muy firmes; pero una de ellas cedi ante los remezones decostado; los bordes afilados fueron abriendo un hoyo hasta que, colgndose de unextremo, logr zafarla. El viejo se sec del sudor despus de la tarea y se sent sobrela misma costilla, ponindola a manera de curvada banca sobre la arena. Pens endescansar un rato y luego en conducirla hasta donde estaba maneado el caballo; laamarrara al pegual con el cabestro, si no poda llevarla sobre el morrn de la montura,

    y la arrastrara hasta la cueva. Un da una y otro da otra, hasta construir en buenaforma el reparo. Contempl su chaquetn de cuero tirado en el suelo. Se lo haba sacado paratrabajar en la costilla; estaba rado y haba perdido su color caf; ms pareca unpedazo de su propia piel, tambin descolorida y agrietada por la intemperie deaquellos pramos. "No poderse sacar los lomos -pens- y renovarlos!" De sbito sus ojos se aguzaron como los del gato cuando vislumbra la cola delratn; se los restreg, como si tratara de despertar de una visin, y, levantndosesigilosamente, con paso felino, tambin, se acerc cuidadosamente, comohipnotizado por lo que vea sobre su rado chaquetn. Era una arena negra que habasaltado desde el fondo del hoyo al desprenderse de un tirn el hueso de la ballena. La tom temblorosamente entre sus dedos y la escarmen; casi sin dar crdito asus ojos, sus dedos reconocieron el fierrillo, la caracterstica arenilla negra en cuyavecindad se encuentra generalmente el oro. Todo el desamparo de aquel apartadoparaje se convirti para Schaeffer en el ms hermoso y atrayente lugar de la tierra. Acaricieando el fierrillo en el hueco de la mano se acerc al hoyo de donde habasalido; la arena y el cascajo ya lo haban cubierto de nuevo. Entonces se puso aescarbar con las dos manos, como si quisiera abrirse un camino a travs del coraznde la tierra.

    Al llegar al fondo sus manos se detuvieron como si hubieran asido el mundo; susdedos palparon cuidadosamente bajo tierra, reconociendo all la aterciopelada tersuradel fierrillo, el xido hierro magntico, las negras arenas que hicieron desorientar lasbrjulas de la flota de Nassau, los primeros barcos que anclaran detrs del Cabo deHornos. Schaeffer hundi cuanto pudo la mano, hasta tocar el borde de la vrtebra dedonde se haba zafado la costilla, y como con una porua fue extrayendo el sugestivomaterial. Volc parte de l en la palma de la mano, y con religioso respeto empez aremoverlo, como si su mano fuera una diminuta chaya. Examin minuciosamente

    hasta el ltimo grano de arena, pero no haba oro, era puro fierrillo. Con aletargadoademn, como si no quisiera dejar escapar an esas arenas, entreabri los dedos ydej escurrir la arenisca, que fue aventada por la brisa. En su derredor, el paraje volvia su desamparo, la playa se le hizo ms griscea, hostil el mar con su cabrilleoacerado, y el cielo, a pesar de los lampos que el viento abra, arreando nubes en lo

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    alto, era un ojo despiadado contemplando esa realidad. Pero Schaeffer continu escarbando, ya con su cuchillo, ya con sus uas, como untopo asustado que buscara refugio. Se detena slo para enjugarse el sudor o cuandoestaba agotado; aprovechaba esos instantes para batir de nuevo las arenas en sumano; pero, comprobando su fracaso, las arrojaba de nuevo profiriendo condesnimo: Puro fierrillo!

    A media tarde, porque no tuvo hambre ni se dio cuenta del paso del medioda, sepuso a remover otra de las costillas, con el mismo resultado; ya agotado y enrabiado,intent con otra ms pequea. El sol, siempre avanzando entre claros de cielo ybancos nubosos, como el nimo del hombre, iluminaba y obscureca los contornosdel lugar. Cansado, con los nervios hechos pedazos, se sent una vez ms sobre una costillapuesta a manera de banca. Sinti por dentro una inanicin puesta a manera de banca.Sinti por dentro una inanicin semejante a la de la noche en que la bala le habaatravesado la pierna. Mir su chaquetn de cuero, tan arrugado como un trapo viejo,

    como l lo estaba por fuera y por dentro. Pero, recuperndose, se arrodill de nuevo aescarbar, como si la vida le fuera en ello. La gran pepa de oro del sol empezaba tambin a batirse en retirada hacia la negraarena de la noche, cuando sus ltimos y alargados rayos se cuajaron en unaslucecillas ms amarillentas sobre la palma de la mano de Scahaeffer. Eran escamas deoro, que al soplo de su aliento haban quedado liberadas de la sombra del fierrillosobre su rugosa piel! Se qued un buen rato mirndolo, hasta que la gota de dudosa transparencia quesiempre asomaba por la punta de la nariz se hinch y cay, descuajndose sobre lasescamas de oro. Se restreg los ojos, no ya para dejar de ver visiones, sino porquelloraban. Haca muchos aos que no lloraban aquellos ojos. El sol, ocultndose, de


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