CHILENocturno

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Auspiciado por Grupo CGE.

Fotografía / Cristóbal Correa MontalvaDiseño / Ele GráficaTextos / Migue LabordeCorrecció de Estilo / Miguel LabordeImpresión / Word Color Chile

I.S.B.N. 978-956-8489-05-2Inscrispción N. 208.390Primera edición 2011Santiago - ChileDerechos reservados de textos y fotografíasEmail: foto@cristobalcorrea.clwww.cristobalcorrea.clDiseño Gráfico: Ele Gráfica y cía.www.elegrafica.cl

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Con más de 105 años de trayectoria, el GRUPO CGE, uno de los principales conglomerados energéticos del país presente en los sectores de electricidad, gas y servicios, ha acompañado e impulsado el desarrollo sustentable de Chile, como un socio activo para el progreso de nuestro país, sus regiones y sus habitantes.

La historia del GRUPO CGE está ligada a la historia de Chile, acompañando el crecimiento nacional y entregando energía a lo largo del país. Dentro de este contexto, nos hemos planteado el desafío de seguir aportando a este desarrollo de cara a los próximos 100 años.

En este camino, el modelo de gestión por valores, difundido ampliamente como “El Alma de Nuestro Grupo”, guía lo que hemos establecido como visión empresarial y reafirma el compromiso que tenemos con nuestros públicos de interés, a través del cual mantenemos vigente la propuesta de valor de todas las empresas y colaboradores que integran la organización a lo largo de todo el país.

“Chile Nocturno” es el reflejo de la estrecha relación que tenemos con Chile y sus regiones. A un año del Bicentenario, hemos querido retratar en este libro la cotidianidad del país a través de hogares chilenos y paisajes

urbanos al atardecer, en los cuales la luz natural se funde con la eléctrica, reflejo de la convivencia armónica del GRUPO CGE con las comunidades y el medio ambiente.

Quiero agradecer a quienes hicieron posible la realización de este libro. En primer lugar, al fotógrafo, Cristóbal Correa, quien logró retratar un Chile iluminado a través de imágenes de más de 35 ciudades emblemáticas en las cuales en su gran mayoría estamos presentes. También quiero dar las gracias al escritor e historiador, Miguel Laborde, por el dedicado relato construido, en el que quedó plasmada una historia de Chile contada a través de la llegada de la electricidad y la modernidad a las ciudades más importantes de Chile.

Tenemos la fuerza para iluminar a Chile, y el libro que estamos presentándoles da cuenta de un país vivo, de norte a sur, con sus distintos paisajes, colores y personalidades que juntos hacen de éste el Chile que tanto queremos.

Jorge Marín Correa Presidente Grupo CGE

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PutreArica

Iquique

Tocopilla

Antofagasta

Calama San Pedro de Atacama

CalderaCopiapó

Vallenar

La Serena CoquimboOvalle

Los AndesViña del Mar ValparaísoSan Antonio

SantiagoRancagua

CuricóTalcaConstituciónLinaresChillánConcepción

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TemucoVillarrica

ValdiviaOsorno

Puerto OctayPuerto Varas Puerto MonttAncud

Castro

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Puerto Natales

Punta Arenas

Chile es un país con vocación de futuro. Tiene una cultura atenta a los signos de los tiempos, se emociona con los nuevos descubrimientos, se conmueve con las hazañas de la ciencia, vive la adrenalina de estar al día con todo cuanto sucede en las fronteras de la tecnología. Es lo que nos caracteriza en América Latina.

Ese fenómeno se acentúa en torno a la electricidad. Cuando ésta comienza a expandirse en la región, Chile era uno más de los países que, con los rieles del ferrocarril, las líneas del telégrafo y el alumbrado a gas, estaba conociendo los avances más importantes al mediar el siglo XIX.

Pero la electricidad fue más que eso; ella será la imagen y mejor metáfora de los tiempos modernos. Desde la Plaza de Armas hasta los pueblos remotos, “la llegada de la luz” parece anunciar una vida más libre, unida al resto del mundo y, valga la redundancia, luminosa. No es extraño que el hombre de pueblo grite ¡Viva Chile!, cuando el alcalde y el empresario bajen la palanca y se haga la luz.

Benjamín Vicuña Mackenna es un protagonista de su avance. Tras recorrer Estados Unidos de costa a costa -en diligencias y a caballo-, y luego las principales ciudades de Europa, volvió enamorado de la luz. Dejará entusiasmada a

toda una generación con esa visión poética suya, de calles iluminadas donde las personas pueden pasear luego del trabajo, ir a la plaza, ver espectáculos, hacer compras y con una seguridad que no aportaban las opacas lámparas de entonces.

Él no verá la culminación del proceso pero, como en tantos temas, dejó un sueño vivo. Aceras bien iluminadas, hombres y jóvenes leyendo diarios y libros al anochecer, el resonar de los motores industriales que, por miles, atraerá a los campesinos hacia la luz y sus ciudades. Verá la tierra prometida aunque no logre entrar a ella.

Original este proyecto de Cristóbal Correa, Chile nocturno. Tal vez por su formación profesional de geógrafo tuvo la intuición de alejarse y contemplar las urbes y los pueblos a la distancia, a gran escala, y así regalarnos esas imágenes de cuando la luz natural se va pero la reemplaza la eléctrica, controlando la inquietante oscuridad; o esos paisajes nocturnos donde, especialmente en la costa, la iluminación aporta el mejor espectáculo. Ahí, durmiendo o viviendo en paz, estamos los chilenos. Así somos.

Miguel Laborde

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Con un paisaje privilegiado, más de una vez ha despertado el deseo de transformarla en ciudad balneario para el retiro y la recreación. Sus playas de aguas templadas, valles y quebradas verdes en medio del soleado desierto, temperatura estable y placentera (18.9 grados promedio), frutas semitropicales y las mejores aceitunas del país en el Valle de Azapa, le dan un ambiente casi paradisíaco.El pasado se hace muy presente en este litoral que produjo las misteriosas momias Chinchorro y se vinculó al Imperio de Tiwanaku, al Inka, al virreinato español -que le dio el rol de ser puerto de salida de las enormes riquezas de Potosí-, luego al Perú y, desde 1879, a la República de Chile. Es, desde entonces, la puerta norte del país.Su edad de oro fue a mediados del siglo XX, como Puerto Libre (1953) y beneficiaria de la Junta de Adelanto de Arica (1958) que le aportó desde un desarrollo industrial autónomo hasta sus primeros monumentos modernos: el Hotel de Azapa, el Aeropuerto de Chacalluta y el Casino y Hostería de Arica. Pasó entonces a ser una de las más pujantes ciudades del país, incluso visitada por autoridades internacionales interesadas en conocer el milagroso modelo que había logrado transformar una pequeña ciudad olvidada en una capaz de labrarse un futuro nuevo en el borde de un desierto. Para abastecerla de la energía necesaria -hasta entonces dependía de una pequeña termoeléctrica-, en 1967 se construyó la Central Hidroeléctrica de Chapiquiña, que todavía sirve de respaldo en emergencias.Como ciudad de frontera, tiene el atractivo de su inmediata vecindad con Tacna (sur de Perú), y conectividad con Bolivia, tanto por carretera como por tren cuando se rehabilite, próximamente, el tren que sube a La Paz.

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En un paisaje solemne, de montañas que se entrecruzan encerrando un valle cálido, aparece Putre en medio de la soledad. Casi no crecía, por siglos, siempre con sus mismas seis calles de norte a sur y otras tantas de este a oeste, con una población estable de unos 500 habitantes. Algunas casonas de maderas barrocas talladas y forjas coloniales daban testimonio, apenas, de cuando los españoles preferían radicarse aquí para alejarse de los piratas y tsunamis de la costa. Por su profunda fe, la iglesia del lugar se pobló de valiosas obras de arte religioso.La llegada de la electricidad hace medio siglo, obra de CORFO con fondos de la Ley del Cobre, y un camino nuevo desde Alto Pacollo en la misma década de los 60, comunicaron el lugar con el mundo moderno. Desde entonces, Putre es un activo punto de encuentro entre las montañas y el mar.

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Iqui

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Hija del salitre, se esconde al pie de un acantilado. Hasta ella bajaban del interior para embarcar ese abono que nutriría suelos de todos los continentes. Viniendo del desierto hay que llegar a su borde para divisar, abajo, una cinta angosta al borde del mar: Iquique.Hay algo diferente en su traza, que no es de calles rectas. Se fue formando por los caminos que seguían los mineros al bajar del desierto, el de Alto Hospicio por calle Latorre, el de la Quebrada de Huantaca por Sotomayor y a lo largo de la costa por Pedro Lagos. La plaza surgió del encuentro de los tres.A fines del siglo XIX, después de la gesta de Arturo Prat en su bahía, algunos incendios se aprovecharon para enderezar calles, misma época en que -entre 1885 y 1900- se construyen la mayoría de las nobles casas de madera que hoy conforman la Zona Típica. En 1893 se completa la modernización de la ciudad, con los tendidos eléctricos de la Compañía de Alumbrado y la red del alcantarillado. Iquique se transforma en una de las ciudades más modernas del país y del Pacífico Sur.Poblada por aventureros que hablaban en diez lenguas, las colonias extranjeras mejoraron la ciudad para el Centenario al donar cada una un monumento, en tanto el Estado le sumó varias plazas, Prat, Condell y Gibraltar entre las principales.Como espejismos del desierto esta ciudad engaña al ojo. Sus fachadas esconden jardines de sombra que parecen pequeños oasis, soñados por cateadores abrumados por el sol incandescente. Por eso mismo es que, con brisa y estrellas, Iquique se hace más grata al ser iluminada cada noche, con su perfil en curva que es un espectáculo que atrae al viajero y alegra al marino.

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Es caleta útil y modesta, una que siempre ha prestado servicios al interior. Nació a mediados del siglo XIX para el embarque de salitre y guano, refugió a combatientes de la Guerra del Pacífico, y vivió su apogeo cerca del año 1900 como centro financiero y comercial de las grandes empresas que exportaban el salitre a docenas de países de todo el mundo. Hasta ella llegó el ferrocarril del concesionario británico, cruzando la Cordillera de la Costa, para traer los productos a los muelles del puerto. En ella, por su importancia, se instaló la Casa de Fuerza termoeléctrica en 1915, para alimentar con su energía al mineral de Chuquicamata y, de paso, a toda la zona.Con nueve playas y el ahora popular enclave de San Pedro de Atacama en su interior, al fin tiene un futuro propio: ser el acceso costero del creciente turismo de la Región de Antofagasta.

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Los hallazgos de salitre de José Santos Ossa le dieron vida a “La Perla del Norte”; primero a su caleta La Chimba y luego a la ciudad que, de acuerdo a la tradición hispanoamericana, se trazó con calles rectas y manzanas cuadradas. Es todavía una de las cinco ciudades principales de Chile, el núcleo portuario, administrativo, comercial y financiero de una de las regiones más productivas del país.La Plaza Colón, el Muelle y la Calle Bolívar, fueron sus puntos más activos en el pasado, ese centro que hoy se reparte, al norte y al sur, en barrios comerciales modernos que han dialogado mejor con el mar gracias a avenidas costaneras de altas luminarias que ya casi bordean la ciudad completa. En las playas, Juan López por el norte y La Portada por el sur, culmina la relación diurna con el mar, en tanto es en el Paseo Peatonal Prat, muy iluminado de noche, donde se concentra la recreación nocturna.Con cerros a su espalda -demasiado abruptos para ser habitados-, la ciudad tuvo que crecer por los extremos, paralela al mar, en la angosta faja que le deja libre la Cordillera de la Costa. Por la escasez de lluvias la ciudad creció plana, adherida al suelo como una segunda piel; recién en su esplendor, de 1880 a 1920, su perfil urbano se enriquece con edificaciones más importantes, muchas de ellas obra de extranjeros que llegaron por la plata y el salitre. Hoy también es cosmopolita, de ingenieros y técnicos asociados a empresas mineras que obtienen en esta región más del 45% del PIB chileno, principalmente cobre; por lo mismo, su Barrio Industrial es uno de los más avanzados de todo el país. Su aire internacional se acentúa con un puerto donde entran y salen productos que van y vienen de Argentina, Bolivia y Paraguay.

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Con una historia de siglos -por su oasis pasa el Camino del Inca-, antes de la llegada del hombre europeo era un centro de comunicaciones entre el altiplano, la costa y los pueblos trasandinos.Sus minas de cobre le cambiaron el destino en el siglo XX. Conocida como “La Capital Minera de Chile”, aspira a ser cabeza de una región nueva, El Loa. Y es que a pesar de ser ciudad dormitorio de varias grandes minas, y a que el 40% del cobre estatal se extrae de su territorio, sus habitantes consideran que su aporte no se ve correspondido.Este sentimiento aumentó a partir del 2007, cuando se cierra el Campamento Minero de Chuquicamata y cerca de 15 mil nuevos habitantes se sumaron a la ciudad, sin que se hicieran mayores inversiones en infraestructura.Ubicada a bastante distancia de la Carretera Panamericana -y a más de 2 mil metros de altura-, Calama se siente perjudicada por las ciudades costeras que concentran las obras públicas. Le gustaría ver un buen parque junto al Río Loa que la atraviesa, tener un hospital completo y administrar sus propios recursos.Cabeza de la mayor riqueza del país, quiere gozar los beneficios correspondientes, como crecer en áreas verdes sombreadas que suavicen la hostilidad del desierto, defender su oasis que las construcciones rodean y tener edificios institucionales nobles. En suma, dejar de ser campamento minero abierto, como cuando sus noches acogían a docenas de mineros que venían a recrearse atraídos por sus luces, para cumplir mejor su rol de acogida de los turistas que llegan para iniciar aquí sus excursiones a los géiseres, salares, pucarás y pueblitos andinos que la rodean. Por ahora, es una novedad el Paseo Peatonal Andrónico Abaroa, cuyo nombre recuerda al emprendedor que trajo la electricidad a Calama.

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Es la pequeña y luminosa capital del turismo cultural del Norte chileno. Aquí se asentó el hombre hace unos 11 mil años, cuando en medio del desierto encontró quebradas, oasis y salares con agua dulce, la que condujo y elevó por hábiles canales hasta sus cultivos y corrales de llamas, alpacas y vicuñas. Bien escogido el lugar, está ubicada justo donde los cursos de agua cordilleranos desembocan en el Salar de Atacama.Los habitantes de San Pedro de Atacama crearon su propia cultura, de creciente interés mundial, cuyos vestigios visitan cada vez más extranjeros mientras se multiplican los hoteles y restaurantes. Con sus noches esplendorosas, se ha estudiado un modelo especial de iluminación nocturna, similar a los de las zonas de observatorios astronómicos, para así favorecer la contemplación de las estrellas en las transparentes noches del Desierto de Atacama, zona de excepcional luminosidad atmosférica.

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El explorador y cateador Diego de Almeyda, dueño de locales en Valparaíso y tierras en Rancagua, será el primer poblador blanco de esta caleta de indios changos. Asociado con el inglés Onofre Bunster es de los pioneros en la exportación de cobre y fue quien le dio su nombre al lugar, al ver que sus piedras ahuecadas acumulaban agua de noche que, con el sol diurno, hervía. Puerto de salida de la plata de Chañarcillo, compartirá con Copiapó el primer ferrocarril chileno, el telégrafo eléctrico desde 1879 y un pionero cable telefónico submarino. Gracias a Guillermo Wheelwright tuvo faro y alumbrado a gas en el siglo XIX, antes de que llegara la luz eléctrica.En la actualidad se beneficia de la exportación de uva, bivalvos y algas, productos que se embarcan, junto a casi medio millón de toneladas anuales de cobre, en un moderno puerto mecanizado al que pueden acceder naves de hasta 200 metros de eslora.

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En el siglo XVIII, cuando los mineros andaban dispersos por el desierto, el gobernador Manso de Velasco fundó esta ciudad donde iglesia y autoridad civil, educación y policía, podrían instalarse como correspondía a una sociedad “civilizada y cristiana”.Los notables hallazgos de los mineros la enriquecerían, y fue así como gracias a algunos afortunados, los Matta y Gallo especialmente, Copiapó llegó a tener Catedral, gran teatro, compañía de músicos italianos, filarmónica, hospital y una Escuela de Minas que es el origen de la actual Universidad de Atacama.El comercio nacional, la construcción en Santiago, las obras de infraestructura para la agricultura, los ferrocarriles, todo se aceleró al ritmo impuesto por los hallazgos mineros de la zona de Copiapó. En la naciente nación chilena, empobrecida por las guerras de la Independencia, sus minas -cerca de cien-, fueron el principal sustento para financiar la “organización de la República” entre 1831 y 1861. Son los años de los decenios, en que esta riqueza lleva a Valparaíso a dominar el Pacífico occidental con su marina mercante, cuando se crea la vitivinicultura, el sistema educacional, el ferrocarril, entre otros. El desarrollo de la economía nacional tiene aquí su origen.Es el norteamericano Guillermo Wheelwright el que impulsa el ferrocarril en el desierto de Copiapó a Caldera (1851), el alumbrado a gas (1852) y, finalmente, la llegada del telégrafo eléctrico en la década de 1860. La breve guerra con España bastó para alertar a las autoridades: no podía quedar totalmente aislada la gran ciudad del Norte.Ubicada en un área astronómica de interés mundial, fue la primera ciudad de Sudamérica en adoptar luminarias no contaminantes visualmente (vidrio plano apuntando al suelo), para no oscurecer los registros de los observatorios, iniciativa que permitió, además, poner en valor el patrimonio arquitectónico de la orgullosa capital de Atacama.

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El valle del Huasco tiene a Vallenar en su centro, por iniciativa de Ambrosio O’Higgins para promover su minería. Tal era su esplendor al inicio de la República, que esta ciudad contó con el primer banco del país, iniciativa de José Miguel Carrera.A fines del siglo XIX llega un emprendedor hijo de Austria, Iván Franulic, hablando de electricidad. Genera dudas y desconcierto, con sus maniobras al pie del cerro al final de la Calle Talca, donde instala su turbina prometiendo que las velas y los chonchones pasarán al olvido. Pero una oscura noche en pleno invierno, en junio de 1913, el alcalde inaugura el milagro. Todos, incluso la orquesta, enmudecen. Hasta que un ronco espectador gritó “¡Viva Chile!”. Nadie, testigo de ello, olvidó la noche en que Vallenar se iluminó con la luz eléctrica. Ciudades cercanas como Freirina tendrían que esperar mucho más, hasta 1930, para conocerla.

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En la desembocadura del río Elqui, elevada sobre terrazas naturales que le entregan una ancha vista del océano, todavía hay trazas de la época cuando esta ciudad tenía más religiosos que seglares. Sus cuatro iglesias de piedra con plazuelas de fachada conservan ese sello colonial, como ninguna otra ciudad de Chile.En el siglo XIX se afrancesó como todas las ciudades principales, y también se benefició del avance de la electricidad hacia el final de la centuria, en lo que tuvo un rol principal el ingeniero Francisco Huneeus Gana, quien en la misma época participa en la introducción del alumbrado eléctrico en Rancagua y San Bernardo y en su expansión en Temuco. El año 1905, junto al también ingeniero Raúl Claro Solar, lidera el nacimiento de la Compañía General de Electricidad Industrial (CGE) con el propósito de impulsar el desarrollo de la electricidad a nivel nacional, comenzando por San Bernardo, Rancagua y Temuco en su primera etapa. Efectivamente, llegará a ser, formada por chilenos, una de las empresas principales del país en un rubro hasta entonces controlado por emprendimientos ingleses y alemanes.La imagen posterior se debe al “Plan Serena” del presidente Gabriel González Videla, quien derivó gran parte del presupuesto de Obras Públicas de su periodo, a mediados del siglo XX, para transformarla en un polo turístico nacional con Casino propio. La Avenida Francisco de Aguirre, de hermoso parque con esculturas y luminarios de diseño francés, fue parte de ese proyecto que, además, significó pavimentar la Carretera Panamericana desde la capital.La expansión del turismo sólo se alcanza en los años 80, cuando las autopistas la aproximan a Santiago y a las ciudades trasandinas más cercanas. Desde entonces, del tradicional Faro hacia el sur, el bordemar se ha activado con edificios de altura, restaurantes, discotecas, bares y numerosas heladerías.

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En la Colonia había un fundo que llegaba al mar. La bahía estaba casi desnuda, con tanto pirata que, apenas se construía algo, le metía fuego. Fue la República la que hizo el puerto. Es obra de una mujer, Buenaventura Argandoña Subercaseaux, quien dona las tierras, concede derechos de agua y aporta para construirle iglesia a la ciudad futura. Viuda de un catalán que comprara la bahía en 1826, se casa con el inglés George Edwards y su mansión se transforma en el faro social de Coquimbo. Joaquín Vicuña y la firma Urmeneta y Errázuriz comenzarán, desde aquí, a llevar su cobre por el mundo.La pendiente de la ciudad, abrupta, se atravesó con rieles para llevar los minerales hasta el costado de los veleros, y muchas familias de la zona se transformaron en proveedores de pescados y ostiones de las naves surtas en la bahía. En la Plazoleta del Muelle, al crepúsculo, llegarán las parejas a sentarse hasta ver aparecer las estrellas, bajo una hermosa estructura.El promotor local de la electricidad, dueño de la empresa en Coquimbo y Guayacán, Carlos Alberto Johansenn, es quien impulsa en 1916 la Asociación de Empresas Eléctricas de Chile que enfrentará los problemas derivados de la Primera Guerra Mundial.Coquimbo tuvo luego unos años de olvido, pero las últimas dos décadas han visto renacer a este puerto que ahora se identifica por la gigantesca Cruz del Milenio, a la que también se agregó una mezquita sobre el Cerro Dominante a 110 metros sobre el nivel del mar. Con su iluminación nocturna, son visibles a muchos kilómetros de distancia.También se ha transformado el nuevo borde costero, con un paseo y el histórico Barrio Inglés que, construido en madera, recientemente se recicló, pintó e iluminó; el puerto vive hoy una renovada bohemia turística.

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“La Perla del Limarí” es la ciudad que encabeza esta cuenca hidrográfica, la más grande de la serie de los valles transversales, seguida por las de Elqui y Choapa, lo que le permitió abastecer desde aquí a los trabajadores del salitre y del cobre del Norte Grande en el siglo XIX. Humberto Larrondo es bien llamado “el constructor del Ovalle moderno”. Como alcalde entre 1938 y 1944, es quien impulsa la construcción de edificios municipales, la instalación del alumbrado eléctrico, la pavimentación de las calles y la construcción de las redes de alcantarillado y agua potable.A partir de los años 90 el país “descubre” este valle olvidado. Viñedos de uva de mesa y viníferos, paltos y olivos, hortalizas y flores, atraen más y más inversiones en tanto aumentan los visitantes que, en el notable Museo del Limarí (antigua estación del ferrocarril) encuentran colecciones de arte diaguita, de El Molle y testimonios de su desconocida historia.

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Nuestro principal “puerto de montaña”, aunque al interior del valle de Aconcagua, se ha beneficiado con ese rol internacional; al ferrocarril hacia Valparaíso (1863) seguirá el telégrafo eléctrico y luego el Tren Trasandino (1910), hazaña de la ingeniería que comunica a la ciudad con todo el mundo, obras estas dos últimas de Juan y Mateo Clark, hermanos de una tenacidad excepcional, quienes tuvieron que crear en Londres su propia empresa constructora de ferrocarriles, la Clark’s Transandine Railway Company, la que inició las obras en 1889 por el lado chileno y logró inaugurar el tren para el Centenario de 1910.El espíritu dinámico sigue vigente. Son cientos de camiones los que cruzan el by-pass que ahora bordea la ciudad llevando productos chilenos de exportación o trayendo otros que provienen de Argentina, Brasil o Paraguay. Como otras ciudades, en busca de su eficiencia energética Los Andes está reemplazando su alumbrado público, más de 5 mil luminarias, para aumentar a intensidad lumínica y la seguridad ciudadana, pero disminuyendo el consumo.

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Si la familia Álvarez inició las plantaciones de flores que le darían tanto renombre, y los Vergara Álvarez crearon la ciudad balneario donde ellos mismos con su palacio le darían celebridad en las costas del Pacífico Sur, es el deseo de brillar ante el mundo lo que lleva al general Carlos Ibáñez del Campo, hacia 1930, a impulsar el Casino y el Palacio Presidencial del Cerro Castillo, iniciativas que, a su vez, despertarán el interés de muchas familias veraneantes por alzar mansiones de calidad. El propio municipio invierte más tarde en hoteles, Miramar y O’Higgins, con lo que se completa el ambiente internacional y elegante de “La Ciudad Jardín”.La pionera carretera pavimentada hacia Concón -la Avenida Borgoña-, será recorrida por automóviles descapotados cada verano, evocando los circuitos europeos de Mónaco, Niza y Cannes.La gran empresa de la zona, la Refinaría de Azúcar (CRAV), fundada por empresarios como Julio Bernstein, la que había adquirido la empresa concesionaria de la iluminación de la ciudad, la Viña del Mar Electric Company, construirá por entonces, 1928, una central termoeléctrica que asegure el suministro tanto a la empresa como a la ciudad. Por entonces, las principales industrias del país invierten en generar la electricidad que necesitan, esfuerzo que, al exceder sus necesidades, les permite ofrecer el servicio a las ciudades más cercanas.Aquí, las luces de las calles, el casino y los grandes hoteles iluminarán la noche invitando a los veraneantes a salir a sus calles. Luego, el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar le permitirá mantener presencia año tras año, por lo que ha seguido creciendo en hoteles y restaurantes, así como en edificios residenciales de veraneantes nacionales y extranjeros.

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Conocido como el principal puerto de Chile, fue la primera ciudad moderna del país. Ferrocarriles, telégrafo y la navegación a vapor, la preparan para ser también la primera en recibir la electricidad, los tranvías eléctricos y el teléfono, toda una infraestructura que le permite una industria pesada capaz de fabricar puentes metálicos, locomotoras y submarinos, avances que culminan con la ocupación férrea del puerto y los funiculares que se importan de Inglaterra y Alemania desde 1883.Gran protagonista es Guillermo Wheelwright, quien en 1835 inaugura la línea de barcos a vapor y 17 años más tarde, el telégrafo entre el Puerto y Santiago. La celebrada imagen nocturna asoma en 1856 con el alumbrado a gas, pero culmina cuando la Compañía Alemana Trasatlántica de Electricidad (DUEG) levantó en 1905 una central hidroeléctrica, no sólo la primera del país para proveer a una ciudad, sino que la primera de Chile con alternadores y, de tipo embalse.A siete kilómetros de Laguna Verde, la central El Sauce abastecerá al Puerto y a sus tranvías eléctricos desde 1908. Sus aguas venían del Tranque La Luz, el cual rodeado de bosques en Curauma, hoy es un paseo de los porteños, muy concurrido por deportistas del remo. Su cuenca se alimenta por una serie de quebradas y esteros como Las Tablas, que en gran parte drenan hacia el Estero Placilla. Gracias a esa iluminación, protagonista de las Fiestas del Centenario de 1910, podrá lucir la imagen que llevará al escritor español Vicente Blasco Ibáñez, el novelista del Mediterráneo, a escribir que de tantos puertos que conocía ninguno superaba a Valparaíso de noche.El Canal de Panamá le quitaría protagonismo en el siglo XX, dejándolo como “puerto de nostalgia”, pero ahora, con la economía exportadora de Chile en el Pacífico, ha recuperado su vocación innovadora y cosmopolita.

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Se dice que Benjamín Vicuña Mackenna transformó una aldea colonial en la capital de Chile. El “Intendente poeta” (1872-1875) logró iluminar a giorno (como la luz del día) la Plaza de Armas, para que los santiaguinos se atrevieran a salir de sus casas al anochecer, a pasear en ese lugar que hizo arborizar.Alcanzó a concebir la idea de instalar en lo alto del Santa Lucía un faro cuyo foco iría girando para iluminar Santiago a lo largo de la noche, lo que, pensaba, habría dado fama mundial a la capital chilena.Los sistemas a gas fueron superados por el de Edison, que llega en 1882 bajo la forma de un motor capaz de alimentar 2.000 luces, deslumbrando a los capitalinos al año siguiente cuando vean iluminada la Plaza de Armas en su borde norte y algunas casas comerciales. Una de las novedades más celebradas se produjo en el local de los socios Díaz y Spencer; su vitrina con tres luces y el salón interior donde otras luces permitían admirar retratos al óleo en detalle, fueron el tema de conversación. Con orgullo se celebraba que Santiago disponía de luces eléctricas apenas cuatro años después que las inventara Edison. En 1897 se comienza a construir una planta térmica, de The Chilean Electric Tramway and Light Co.. El manejo de la energía permitirá que para el año 1900 la capital inaugure tranvías eléctricos y servicio domiciliario.Parte del mérito de la rápida difusión se debe a Luis Zegers, genio inventor quien también ideara sistemas de iluminación, por lo que fue uno de los dos encargados de iluminar Santiago para celebrar, con gran despliegue de iluminación eléctrica, el Centenario de la Nación en 1910. La expansión de la ciudad avanzaría junto con la de sus luminarias públicas y lámparas privadas, por el valle del Mapocho.

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Para ser el principal puerto del país, en competencia con Valparaíso, a su hermosa bahía natural formada en la desembocadura del río Maipo, llegó el ferrocarril en 1909, el que dinamizó la zona; al año siguiente comienza la construcción del puerto que hoy tiene cuatro terminales.Su rol portuario se complementó recientemente con uno turístico, al construirse el 2003 una costanera, el Paseo Bellamar, donde mercado, feria artesanal, restaurantes y discotecas se suceden junto al mar. Tuvo tal éxito que el 2005 se agregó una segunda fase, con 48 nuevas luminarias siguiendo la curva del borde costero; desde los balnearios de Rocas de Santo Domingo y Cartagena acuden ahora los visitantes de fin de semana y los veraneantes.Las autoridades recuerdan que en los años 20 había existido un paseo, abandonado después, cuando sólo interesaban las faenas portuarias; ellos recuperaron el lugar tradicional y, de paso, el orgullo de pertenecer al que desean sea el principal puerto nacional.

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Aunque es un símbolo del mundo rural más tradicional, y desde siempre ha sido un punto de encuentro de hacendados y campesinos que llegan a ella a hacer sus trámites y compras, su historia ha crecido muy unida a la minería de El Teniente, que, a 50 kilómetros, le ha aportado empleos e inversiones que han sido fundamentales para su desarrollo.La Compañía General de Electricidad (CGE), que en 1917 adquirió le empresa Caupolicán del mismo rubro, logró con ello iniciar la interconexión de todos los establecimientos localizados entre el Río Maipo y San Fernando, con lo que Rancagua comenzó a recibir los adelantos que hasta entonces admiraba en la capital, como el sistema de tranvías eléctricos que ya recorrió esta ciudad en 1919, así como el sistema de alumbrado domiciliario y público.Las últimas innovaciones corresponden a la reciente transformación de los espacios públicos, que comenzó con la Plaza de Los Héroes y la peatonalización de algunos tramos de calles céntricas asociadas al núcleo histórico, y que ahora culminó con el tramo urbano de la ancha Carretera del Cobre, la que se ha ido transformando en el eje vial con más movimiento de la ciudad.Con su doble vía, también concentra el principal comercio, bancos e instituciones, que se suceden en dirección al puente sobre el río Cachapoal que cruza la ciudad. La autoridad, por solicitudes de los propios rancagüinos que demandaban más iluminación para circular con mayor seguridad, optó por mantener el mismo número de luminarias, pero de nueva tecnología, las que gastan la mitad pero su luminosidad es más alta, por lo que el ahorro energético será cercano al 50% y la ciudad tendrá, como querían sus habitantes, su principal eje bien iluminado.

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Curi

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A principios del siglo XX, en tiempos de aumento de cultivos agrícolas, Curicó abastecía a los numerosos campos regados por los ríos Lontué, Claro y Mataquito, e incluso los costeros en torno a Vichuquén. Embellecida con árboles nobles y mobiliario urbano en la Plaza de Armas y la Alameda Manso de Velasco, se preciaba de ciudad elegante. Apenas despuntaba ese nuevo siglo cuando se expandió la electricidad. Una de las primeras acciones de la Compañía General de Electricidad (CGE) el mismo año 1905 en que nació la empresa, consistió precisamente en comprar el establecimiento de fuerza y alumbrado eléctrico de esta ciudad, que había sido ofrecidos por ingeniero y socio Francisco Huneeus Gana. De inmediato se invirtió en ampliar las instalaciones y, poco después, la pujante capital provincial tuvo otra empresa más compitiendo, la Empresa Eléctrica de Curicó (EEC).Orgullosos estaban los habitantes con su ciudad que, tan demandada, crecía en hoteles, restaurantes, tiendas, agencias bancarias, oficinas de abogados e ingenieros, todo cuanto podía requerir una provincia europea de la misma época. La electricidad generó una cultura radial en Curicó que ni siquiera la televisión lograría destronar más adelante; la radio Condell, de 1933, es una de las más antiguas de Chile.El inicio del siglo XXI tendrá dos caras; el desafío de recuperarse de los graves daños causados por el terremoto de 2010, y el dinamismo que le imponen los productores de la zona, ahora de frutas y vinos de exportación. El tesón de los curicanos fue más necesario que nunca en ese año de reconstrucción; luego de cuatro meses de trabajos, el terremoto se produjo justo cuando se había completado la remodelación de la Plaza de Armas, una de las más hermosas del país, con nuevas luminarias y baldosas. Y hubo que comenzar, una vez más, de nuevo.

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La capital del Maule tuvo un siglo XIX floreciente, que la ubicó entre las ciudades más importantes del país, en el sexto lugar; a la agricultura siguió la industria, y a las casonas de adobe y tejas se sumaron las mansiones republicanas de inspiración francesa.La electricidad no podía tardar al iniciarse el nuevo siglo. Así nació una pequeña empresa de fuerza que comenzó a extender el alumbrado, la que el año 1927 fue adquirida por la CGE luego que esta empresa, tras un acuerdo con Chilectra, comenzara a crecer al sur del río Maipo, desde Buin hasta Valdivia.Se privilegió Talca por tratarse, se dijo, de un importante centro de consumo, lo que justificaría más adelante la construcción de una gran central hidroeléctrica en el río Cachapoal, para servir todas esas provincias del centro sur del país, donde se concentraba el núcleo agrícola más tradicional. En la actualidad, la ciudad vive una pugna entre tradición y modernidad. Hay sectores que valoran el orgulloso centro histórico, de matriz europea, esperando que paseos peatonales ahora bien iluminados en sus angostas calles le den una nueva vida a ese casco con todo su comercio de siempre, en tanto otros se han alejado hacia la autopista, el nuevo centro comercial y el Casino, habitando en condominios ajardinados que tienen más cercanía con las ciudades de Estados Unidos. La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca ha realizado varios talleres buscando ordenar las tensiones que fragmentan la ciudad hacia el oriente, el poniente, San Clemente, sin que haya consenso sobre dónde se deben concentrar las inversiones.El municipio talquino optó por organizar un foro sobre “¿Cómo quieres tu ciudad al 2012?”, con participación de 22 entidades, oportunidad en que se firmaron protocolos, comenzando con uno para instalar luminarias de nueva tecnología, de mayor intensidad y menor consumo.

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Este puerto se remonta al Siglo de la Conquista, cuando Juan Jufré descubre que la bahía está rodeada de árboles de calidad para construir barcos. El lugar queda marcado por la importancia que tuvo hacia el 1900, cuando la inmigración y el comercio hicieron de él una ciudad emprendedora, con actividad cultural y buenos hoteles, destacando en su paisaje urbano las casonas que forman un cierto tejido afrancesado, muy de época. Ellas aportan un contraste con la arquitectura pública moderna del Teatro Municipal (1930) y la Estación de Ferrocarril (1940), la que da cuenta de la fuerza con que el Ministerio de Obras Públicas adoptó ese lenguaje en la primera mitad del siglo XX, especialmente para enfrentar el desafío de los sismos. Sin embargo, por su cercanía al epicentro y el golpe del tsunami, Constitución fue excepcionalmente golpeada por el terremoto del 2010, obligando, prácticamente, a construir una ciudad nueva.

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Es una ciudad provincial que presta servicios a una gran cantidad de comunas circundantes; capital de arroz en Chile, importante en azúcar de remolacha y ahora en kiwis y berries, mucha de esa producción está destinada a las exportaciones. También tiene raíces históricas -centro de tradiciones y costumbres campesinas- y la rodean pueblos tan típicos como Villa Alegre y Yerbas Buenas.Entre el pasado y el presente, y mientras se expande en todas direcciones -incluso hasta la ribera del río Ancoa- los efectos del terremoto del año 2010 impulsaron varias innovaciones pendientes, como el reemplazo, para mejorar la visibilidad nocturna y aumentar la seguridad ciudadana, de sus lámparas de mercurio por otras de sodio de alta presión, lo que ya se implementó en el sector céntrico para seguir luego con los barrios más apartados. Como dicen los linarenses, tendrán que aprender a transformarse de pueblo en ciudad sin perder su atmósfera evocadora de otros tiempos.

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A pesar der ser una ciudad sobreviviente de múltiples tragedias, sus excelentes praderas ganaderas y sus suelos fértiles y aptos para la agricultura intensiva dieron origen a una población de esfuerzo que ha sido capaz de renovar una y otra vez la capital de Ñuble.Aunque el ferrocarril se detuvo en Curicó por muchos años, finalmente se extendió hasta Chillán en 1874, abriéndola al comercio y el transporte. La Compañía General de Electricidad (CGE), de 1905, nació con el proyecto de proveerle fuerza y alumbrado, por lo que adquirió su concesión el mismo mes de su fundación y en mayo de 1908 la ciudad ya contó con energía eléctrica. La planta estaba en Chillán por la gran cantidad de industrias establecidas, de hoteles y comercio importante; se sabía que habría demanda, aunque debería enfrentar al principio, con bajos precios y plazos, la competencia del alumbrado a gas, proceso similar al que se viviría en varias ciudades no sólo del país sino del mundo, en una llegada al siglo XX que exigía electricidad como símbolo de progreso. El 30 de abril de 1921 se vivió otro día histórico, cuando las autoridades inauguraron el servicio de tranvías eléctricos.El siglo XXI comienza con un nuevo sueño, renovar todo el casco antiguo, reciclando sus mejores patrimonios arquitectónicos y creando una red de circuitos peatonales con modernas luminarias, escaños, texturas de piso y arborización, de modo que el caminante pueda desplazarse por espacios públicos de calidad de un hito en otro: Plaza Cívica, Plaza del Mercado y Parque Estero Las Toscas. El circuito principal corresponderá al paseo Peatonal Arauco, como eje articulador de los lugares más relevantes del centro de la ciudad, iniciativa que también se orienta a respaldar al comercio establecido tradicional de la ciudad.

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Capital de la guerra, la ciudad de la frontera, la que vivió siempre en emergencias, la que se debió cambiar de lugar por los tsunamis, la que inició la Independencia; la capital del Sur.Su mítico río Bío Bío con sus puentes que la prolongan en la ribera opuesta, su propio puerto en Talcahuano y sus naturales lagunas, que sorprenden en plena ciudad al igual que su verde cerro, todo le dio una vocación muy urbana, excepcional en Chile. Como si nunca hubiera sido aldea.Industriosa (textiles, loza, vidrios, azúcar, trigo, carbón, etc.) sus líderes locales serían capaces de impulsar una educación superior propia, con excelente infraestructura, con la Universidad de Concepción, al igual que fundarán su propio Banco de Concepción y el Hospital Clínico Regional.La electricidad fue, por lo mismo, establecida ya en 1887, por una sociedad entre el chileno Tomás García López y el norteamericano Herbert Goldstone.Cuando se impulsó la gran industrialización de Chile, en torno a 1940, hacia ella se volverán los ojos; el acero de Huachipato, la mayor empresa, debía estar junto a Concepción. Nadie le discutiría su rol de segundo polo industrial del país. Hoy en día el Concepción Metropolitano está integrado por Concepción y Talcahuano, además de extenderse en la ribera sur del Bío Bío con San Pedro y a lo largo de la ribera hacia Chiguayante. Varias iniciativas corresponden a la vialidad para unirla; a Talcahuano, San Pedro, Penco, pero el tema central es abrir la ciudad al Bío Bío, lo que ya se había iniciado con el proyecto Ribera Norte, gran área de usos diversos (vivienda, equipamiento, edificios público). Para la escala del paseante, las calles Barros Arana y Pinto fueron peatonalizadas en el corazón comercial de la ciudad, uniendo mediante ellas el centro con la universidad.

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El hallazgo de carbón cambió la historia de este lugar. Siguiendo los pasos de Jorge Rojas en Coronel, “padre del carbón chileno”, Matías Cousiño hizo lo propio en Lota. Innovador, reemplazará los carruajes tirados por caballos, que debían penetrar en túneles bajo el mar en el Golfo de Arauco, por trenes impulsados por motores a vapor.Pero el auge del carbón obligará a aumentar la producción. Su hijo Carlos Cousiño Goyenechea hizo estudiar las fuentes de energía, concluyéndose que la mejor opción era la hidroeléctrica aprovechando las caídas de agua del cercano río Chivilingo.En ese lugar se construirá la primera central hidroeléctrica de Chile y segunda de Sudamérica, supuestamente diseñada por el propio Thomas A. Edison, Monumento Nacional. Efectivamente, aumentará la producción de carbón y la ciudad de Lota tendrá acceso a la energía eléctrica. La opción fue imitada por otros empresarios mineros tanto en Chile como en el resto de la región.

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Este es el medio que Pedro de Valdivia celebrará como el mejor del país. Es la zona donde comienza el bosque de grandes árboles, con lagos amplios y volcanes nevados, lomas suaves, suelos fértiles y ríos caudalosos; según él, “en el mundo no hay nada comparable”. La calidad de los suelos es excelente lo que permitirá que la zona, Cautín, se transforme a principios del siglo XX en “el granero de Chile”, superando su producción a la de las demás provincias. Este auge fue posible gracias al tendido del ferrocarril, que permitió sacar con rapidez los productos cruzando ríos y densos bosques.A principios del siglo XX fue una ciudad cosmopolita, donde el mapudungun o el francés eran idiomas cotidianos en los mercados. Con varios hoteles y diarios, innovadora, no fue extraño que muy pronto adoptara el alumbrado eléctrico, atrayendo los fines de semanas a los tenaces granjeros de las cercanías.Fue el alemán Eduardo Menzel, quien dueño de una pequeña fábrica generó energía para el alumbrado eléctrico de la ciudad, en los mismos años, hacia 1900, en que comenzaba a pavimentarse. Un gran incendio destruirá una cuadra completa, algo frecuente por el uspo de leña, con lo que nace la Bomba Germania de bomberos, en la que el mismo Menzel integrará su primera directiva. Posteriormente venderá su empresa a CGE, la que buscaba unir los establecimientos dispersos a lo ancho y largo del país.En los años 20, el alcalde Eduardo Solano contratará la extensión del servicio en forma más amplia, para llegar con el alumbrado a los barrios más apartados, por demanda de los vecinos que reclamaban más seguridad para sus desplazamientos nocturnos.Consciente de su historia, simbolizada en el cerro Ñielol, ahora busca crecer en la isla del río Cautín, donde se proyecta el principal polo de arte y cultura de la ciudad.

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Su origen minero y rural se ha visto superado en estas últimas décadas por sus atributos turísticos. Juntoa un lago y con volcán, bosques y termas cercanas, desde aquí hasta Pucón, su ciudad hermana junto al lago, todo terreno con vista ya tiene un uso turístico estacional o permanente.Las trabas del crecimiento impulsaron un proyecto de vialidad contra la congestión estival, una Costanera que ocasionó críticas en la zona, las que finalmente fueron atendidas. Los habitantes no querían una vía rápida en el borde del lago, muy útil para los veraneantes pero no para quienes viven todo el año y acostumbran a pasear en la ribera. De 1700 metros de largo, dejaba zonas oscuras y desprotegidas, y pocos puntos de cruce. Finalmente, y por tratarse del proyecto más decisivo para la imagen de Villarrica, se llegó a una solución equilibrada y de buena iluminación, la que en parte debió ser reconstruida después del terremoto del 2010.

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Símbolo de la colonización alemana, con astilleros y cervecerías, curtiembres y fábricas de calzado, salones de té y paseos junto al Calle Calle, todo se fue configurando con un orgullo regional marcado por la huella de inmigrantes que debieron iniciar una nueva vida con poco más que un hacha y pocas semillas.Recibirá el siglo XX con promisorias señales de prosperidad: primer centro maderero del país, contaba con los Altos Hornos de Corral para la industria siderúrgica y crecían sus empresas navieras. En cuanto a la electricidad, como en muchas partes del país fue primero el emprendimiento de una minera, en este caso de la Compañía Carbonífera de Máfil, la que la desarrolla por su eficiencia y que, una vez funcionando, ofreció el servicio a la ciudad más cercana, en este caso mediante la Empresa Eléctrica de Valdivia.La ciudad era más compleja que en la actualidad, pero el célebre y devastador incendio de 1909, casi total, fue la oportunidad para regular el trazado de las calles, corregir las líneas de edificación, priorizar materiales, con lo que resultó tras ello mucho más homogénea, con una imagen casi de postal, embellecida por sus ríos, la Isla Teja al frente de su barrio céntrico y los muelles donde los valdivianos paseaban viendo entrar y salir los barcos. El Terremoto de Valdivia, como se conoce al de 1960, catástrofe mundial, el de mayor rango entre los registrados, arrasó con la mayor parte de la arquitectura moderna de hormigón, pero conservó la anterior de madera, patrimonio muy apreciado actualmente por lugareños y visitantes.La Universidad Austral, el Centro de Estudios Científicos, el ya consagrado Festival Internacional de Cine y la propia Semana Valdiviana en verano le han asegurado una imagen complementaria, de ciudad consciente y responsable de sus muchos atributos.

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En cuanto al servicio de luz eléctrica, parecía que la llegada del siglo XX hubiese sido acompañado de una orden al respecto. Osorno no fue la excepción. Un ciudadano francés, que se elevó de la cancha de pelota vasca de un compatriota, en un globo a más de 500 metros de altura, fue el primer símbolo de una época marcada por los prodigiosos avances de la ciencia, la industria y la tecnología.El año 1902 ya estaban avanzados los proyectos eléctricos, al principio aprovechando el salto de Pilmaiquén que después se abandonó por su alto costo, para seguir con más modestia pero con prisa a cargo de un directorio presidido por Ricardo Kraushaar. La gran fiesta inaugural, de las obras concluidas por la Empresa de Luz Eléctrica, se celebró junto con un aniversario del Combate Naval de Iquique, el 21 de mayo de 1908. Poco después, en julio de 1912, comenzó a correr el ferrocarril entre Puerto Montt y Osorno. El agua potable al interior de tuberías, la pavimentación de las calles, el teléfono, los vehículos motorizados, se fueron sumando con el mismo espíritu de voluntad que deseaba celebrar el Centenario de 1910 de acuerdo a las nuevas tecnologías y a la modernidad.Esta ciudad, que sus impulsores Ambrosio O’Higgins y John Mackenna habían querido que fuera un modelo del siglo XVIII, estaba logrando serlo casi justo un siglo después; si ellos lo hicieron con irlandeses, ahora era el turno de los alemanes, por supuesto con un importante aporte de población local.El Banco de Osorno y La Unión, las ferias ganaderas que irían posicionando a las carnes y lácteos de los Llanos de Osorno como los mejores del país -luego exportados-, los parques promovidos por el paisajista Oscar Prager que mejoraron el diálogo con el paisaje local, son signos de un espíritu emprendedor que finalmente llevó a esta ciudad a transformarse en la capital de una región, la de Los Lagos.

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En la ribera norte del Lago Llanquihue, protegido por el Cerro Centinela y frente a una bahía tranquila, al espectáculo de las aguas se suma el de los volcanes Osorno, Calbuco y Puntiagudo, todo lo cual lo ha transformado en un enclave turístico muy prestigiado.El año 2010 se estableció una Zona Típica con el propósito de exhibir la arquitectura de madera de los colonos alemanes que poblaron el lugar, los que, herreros, mueblistas, curtidores, mezclaron sus tradiciones en el diseño de las casas con la tecnología chilota, lográndose una tipología original.Los chilotes venían en cada verano a colaborar con las cosechas, lo que favoreció la síntesis de culturas. Emprendedores, los colonos sumarían productos lácteos y cecinas a los agrícolas. Con barrosas sendas a Osorno y Puerto Montt, aprendieron a navegar y, cada propiedad con su muelle, el Llanquihue se transformó en comarca con una vida propia que ahora recupera el turismo rural.

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Patriarca de la ribera sur del Lago Llanquihue, Francisco Schwerter, nacido de pioneros germanos (1878), fue primero un próspero agricultor, imitado por su maquinaria para la producción de lácteos y la importación de vacunos alemanes.Luego, respetado y muy cristiano, asumirá la presidencia de la Sociedad Hospital San José, para que los enfermos locales tuvieran atención sin arriesgar sus vidas en largos viajes.Finalmente, en 1924 se transforma en el alcalde más emblemático que tendrá Puerto Varas, por cinco años y luego vuelto a elegir en 1931. La aislada aldea, dirán sus coetáneos, se transforma gracias a él en digno pueblo y luego en pequeña ciudad, por la infraestructura que atrae a otros agricultores del lago que construyen aquí hermosas casas de madera hoy valoradas por el turismo. Con las redes de agua potable y alcantarillado, y luego con la electricidad, la calidad de vida cambió con el alcalde Schwerter.

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La Conquista del Sur tuvo aquí un centro neurálgico desde donde penetrarían colonos y aventureros hacia el interior (Osorno y el Lago Llanquihue), o hacia las tierras más australes de Chiloé, Aysén y Magallanes.En los inicios del siglo XX, al hospital “Santa María” que ya existía con excelentes directores alemanes, se sumó el ferrocarril (1912) y el servicio de la Sociedad Austral de Electricidad (Saesa). Así, la ciudad se fue conectando y modernizando. Sólo tardó la pavimentación para que los aislados agricultores del interior pudieran llegar a Puerto Montt a embarcar sus productos. Fue lo último en lograrse.Hasta la fecha, sigue siendo un nodo clave en comercio, transportes y finanzas, además de principal centro de negocios de ese Sur del cual Puerto Montt es “La puerta de la Patagonia”. En la senda de Federico Oelckers, inmigrante que desde aquí fue el padre de la navegación a vela en Chile, también ha crecido la marina local, con incontables yates que zarpan hacia el Sur.La actual Capital de la Región de Los Lagos ha debido luchar con ese rol de ciudad de paso, para lo cual promociona sus mejores atributos, como su célebre Mercado de Mariscos y Pescados, la enorme y bien provista feria artesanal, y el mismo paisaje de los botes que entran y salen cargados de las productos de las islas en la Caleta Angelmó. De ahí, además, los proyectos para la construcción de subterráneos para despejar la superficie y el desarrollo del borde costero con mobiliario urbano y luminarias, todo lo cual apunta a presentar un escenario de espacios públicos atractivos que contengan a los turistas antes de su partida a los circuitos del interior o australes.

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Apenas protegida por cerros, de los vientos huracanados que azotan la Isla Grande de Chiloé por el oeste, Ancud nació por la necesidad de controlar el tráfico por el Cabo de Hornos, especialmente de piratas. Con la República, desde aquí zarpan muchos exploradores australes.Hacia el 1900, el presidente Jorge Montt promoverá la instalación de colonos europeos para desarrollar la economía isleña. Uno de ellos, José Mucke, funda la Empresa Eléctrica de Luz y Fuerza en calle Los Carrera, la que dependía de un motor a vapor de 135 caballos de fuerza, el que operaba sin interrupciones. En comparación a las ciudades continentales que sólo recibían el servicio a partir del crepúsculo, el atributo de Ancud era motivo de orgullo ciudadano, y es por ello que una de las calles principales de Ancud recuerda al empresario que lo hizo posible. Posteriormente se vinculó la isla al Sistema Interconectado Central a través de un cable submarino.

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La Isla Grande de Chiloé, que vivió aislada por siglos, generó un modo propio de vivir en el “bordemar”; con excelentes maderas, aprenderá a crear con ellas desde sus viviendas a sus botes hasta lograr una excelencia de interés mundial.Castro fue uno de sus polos, la ciudad de los palafitos, el centro comercial, gracias a su puerto que era escala fija para las naves que seguían al Sur. Su corazón estaba en los muelles.Todo llegaba lento a este mundo aislado. El ferrocarril inaugurado en 1912 inicia su conexión al resto, pero fue la radio, al llegar la electricidad, la que revolucionó a los isleños y comunicó a la isla con el resto del país. Cuando don Carlos Barrientos, “el dueño de la luz” hacia 1930, no activaba el motor y ya era hora de noticieros, el vecindario bullía de reclamos. Hoy, como siempre, Castro es un nodo; siempre comercial, pero además turístico.

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En un país de tantas cordilleras, casi no hay ciudades tan vinculadas a ellas como la capital de la región de Aysén, por algo llamada “La ciudad de la nieve eterna”.En un valle remoto, aislado, de escasos colonos pioneros, el Estado tuvo que intervenir para que la más grande ganadera de la región, la Sociedad Industrial de Aysén, se instalara en 1903 con el compromiso de que sus productos debían salir hacia el Océano Pacífico, mediante una línea de navegación estable. Con este compromiso, la empresa tuvo que trazar una senda ancha hasta un embarcadero fluvial (origen de Puerto Aysén), y ahí cargar barcos que llegaban a Puerto Montt. Con la nieve cubriendo todo, a veces hasta dos metros de altura de abril a noviembre, la navegación fue por entonces la única forma segura de transporte.La ganadera estableció un punto de descanso y recreación con un paisaje espectacular, en una pampa junto a los ríos Coyhaique y Simpson, la que fue aprovechada por el Estado para fundar esta ciudad en 1929. La ciudad tiene una curiosa plaza pentagonal en su centro, solución democrática para evocar a los cinco regidores fundadores.Si las cabezas de ganado superaron las 100 mil, la conectividad siguió siendo mínima -los aeródromos sí aumentaron- hasta que la Carretera Austral la dejó a 420 kilómetros de Puerto Montt.Es entonces cuando el resto del país comenzó a descubrir una de las zonas de paisajes más sobrecogedores del territorio nacional, lo que favorecería la economía local junto a la llegada de la salmonicultura.Aunque las señales de celular fueran débiles o inexistentes, y las conexiones de Internet escasas en algunos cibercafés, la comunicación de Coyhaique ya era un hecho y el comercio, encabezado por la industria hotelera, se consolidó en esta ciudad que es cabecera de muchos circuitos de Aysén.

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En la zona austral del continente soporta los violentos vientos del Pacífico, un escaso asoleamiento y una alta pluviosidad; pero está junto al Estrecho de Magallanes, el que comunica los dos mayores océanos del planeta. Es estratégica.El hallazgo de oro a fines del siglo XIX, y los buenos resultados de la ganadería de ovinos en sus pampas, reforzarán su existencia. El Presidente Pérez Mascayano la respalda al nombrarla Puerto Libre de Aduanas.Proveyendo al creciente número de barcos a vapor que cruzaban el Estrecho (lo preferían antes que la ruta del Cabo de Hornos), así como a las balleneras y loberas, tendrá un destino propio y comienzan a llegar colonos a establecer comercios, casas de importación, bares, carnicerías. El notable manejo del ladrillo, y progresivamente del acero, permitirán que muchas construcciones obtengan algo necesario en ese clima: amplios espacios interiores, bien construidos y aislados, sólidos e impermeables.Es la primera ciudad chilena en contar con luz eléctrica domiciliaria, desde la fiesta inaugural celebrada patrióticamente el 17 de septiembre de 1898, mismo año en que se inaugura el servicio telefónico. Pronto llegarían los primeros automóviles. Muchos viajeros, al desembarcar, no sabían en qué continente se encontraban. Aunque apenas despuntaba el siglo XX en el horizonte, con grandes frigoríficos y línea de ferrocarril hasta el mismo muelle, era una ciudad hermosa y ya moderna.Los grandes frigoríficos, construidos entre 1905 y 1920, permitirán sus exportaciones y llega a ser el centro financiero y económico más importante de la Patagonia. Ello le permitirá mantenerse en los inciertos años 30 y 40 del Siglo XX. En años recientes sumará un rol turístico, con el auge de los cruceros que recorren la zona o zarpan hacia los mares antárticos; hoteles, restoranes, casino de juegos, centros comerciales, le aportarán empleos y una nueva vocación.

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Hacia el extremo meridional de Chile aparece este puerto que, de soberbia geografía, es el portal de acceso a lugares de enorme interés turístico: Torres de Paine, Parque Nacional Los Glaciares y Cueva del Milodón.Gracias a los exploradores, algunos europeos y luego un gran contingente de inmigrantes de Chiloé, se comenzó a desarrollar la ganadería a fines del siglo XIX, lo que llevó al colono Rodolfo Stubenrauch a inaugurar almacén y hotel en la desembocadura del río Natales.En rápida reacción, el gobierno reservó el año 2006 unas 200 hectáreas en la desembocadura para fundar este asentamiento que, con tendido eléctrico que permitió la construcción de frigoríficos, comenzó a prosperar. Fue entonces cuando las carnes envasadas comenzaron a viajar hasta Europa y Estados Unidos.Sus instalaciones son hoy parte del turismo, que es actualmente la actividad más dinámica de esta ciudad receptora de miles de visitantes que vienen a conocer, desde aquí, “el fin del mundo”.

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