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ci flS' - bdigital.unal.edu.co fileMagdalena, Chosica y Matucana, unidas pocaminos de hierro ......

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-121 - tan, arboledas y sitios de baños. Además do Anc6n, La Punta, Magdalena, Chosica y Matucana, unidas pocaminos de hierro con Lima) Be distinguen por su elegancia y amplitud; Chorri- llos, el Barranco y Miraflores, encantadores oásis do la arenosa costa del Perú, donde los trenes del ferrocarril conducen sin cesar innumerables visitantes y curiosos. Miraflores es una co- lonia de alemanes ricos, un Postdan en pequeño, al cual van 4 gozar de sus lindas casas de campo sombreadas por bosques de eucalyptus, pinos de Australia, saúcos, nogales y astrapeas; Barranco, un edén lleno do alquerías lujosas ceñidas de jardi- nes y arboledas, donde bombas movidas por el viento truecan el estéril desierto en frondosas huertas, fragantes pensiles y c6modos baños de mar; Chorrillos, ahora cuarenta años mise- rable aldea depescadores, hoy dia el aristocrático Versalles del Perú, lleno de hermosas casas, anchos boulevareb, jardines, paseos y ranchos (lujosas quintas) 4 donde van 4 pasar la tem- porada de baños todo lo que hay en Lima de más elegante y mundano. Allí esté. la Escuela Militar, 6 Colegio de Cabitos, s ituado no lejos de la estación del ferrocarril; allí edificaban en 1880 hermoso templo; allí hay soberbios palacios do gentes capitalistas ybaños de mar montados 4 la europea. De Mollendo & lacapital de Bolivia . —El Puerto.—Salidal de loe trenes y su material.—Trayecto y estaci6n hasta Arequipa.—Aspecto de la ciudad.--Marcha hacia la Cordillera . -Lava, sus obras y estaciones, Vincocays, su altura y nevados. —Altiplani ci e del Titicaca.--Pueblos, indios y trajes.—Lngar de cambio do trenes en Juliaca.--Lago Titica- ca y sus orillas--Puno, situaci6n y aspecto.--Vaporcitos del lago á Chililaya.--Ciudades de 0lÇ yia.--stadistica.--Ferrocarriles y telé- gralos.--Conquista de!Chile y sus protensionee.- -Temo flS' Pero dejemosá Lima y sus encantadores sitios de recreo 16
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tan, arboledas y sitios de baños. Además do Anc6n, La Punta,Magdalena, Chosica y Matucana, unidas pocaminos de hierrocon Lima) Be distinguen por su elegancia y amplitud; Chorri-llos, el Barranco y Miraflores, encantadores oásis do la arenosacosta del Perú, donde los trenes del ferrocarril conducen sincesar innumerables visitantes y curiosos. Miraflores es una co-lonia de alemanes ricos, un Postdan en pequeño, al cual van 4gozar de sus lindas casas de campo sombreadas por bosquesde eucalyptus, pinos de Australia, saúcos, nogales y astrapeas;Barranco, un edén lleno do alquerías lujosas ceñidas de jardi-nes y arboledas, donde bombas movidas por el viento truecanel estéril desierto en frondosas huertas, fragantes pensiles yc6modos baños de mar; Chorrillos, ahora cuarenta años mise-rable aldea depescadores, hoy dia el aristocrático Versalles delPerú, lleno de hermosas casas, anchos boulevareb, jardines,

paseos y ranchos (lujosas quintas) 4 donde van 4 pasar la tem-porada de baños todo lo que hay en Lima de más elegante ymundano. Allí esté. la Escuela Militar, 6 Colegio de Cabitos,situado no lejos de la estación del ferrocarril; allí edificabanen 1880 hermoso templo; allí hay soberbios palacios do gentescapitalistas ybaños de mar montados 4 la europea.

De Mollendo & lacapital de Bolivia . —El Puerto.—Salidal de loe trenes ysu material.—Trayecto y estaci6n hasta Arequipa.—Aspecto de laciudad.--Marcha hacia la Cordillera .-Lava, sus obras y estaciones,Vincocays, su altura y nevados. —Altiplani cie del Titicaca.--Pueblos,indios y trajes.—Lngar de cambio do trenes en Juliaca.--Lago Titica-ca y sus orillas--Puno, situaci6n y aspecto.--Vaporcitos del lago áChililaya.--Ciudades de 0lÇyia.--stadistica.--Ferrocarriles y telé-gralos.--Conquista de!Chile y sus protensionee.- -Temo flS'

Pero dejemosá Lima y sus encantadores sitios de recreo16

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para visitar el gran ferrocarril de Arequipa que trasmonta laCordillera de los Andes y conduce & la capital de Bolívia.

El 26 de Enero de 1879 toqué por segunda vez en elpuerto de Moliendo, al que Virgilio con mucho mayor razónque á Ténedos le hubiera dado la denominación de Staiio ma-¿efiSa carini8; porque os sumamente peligroso, está mal situa-do y no tiene bahía. Sin embargo, cuenta con un templo, ho-teles y bonitas casas de madera colocadas entre riscos 6 sobroun alto y extenso peñón. No lejos se ve la Maestranza y 'aestación del ferrocarril llena de wagones, carros y locomotoras.Cuando puse el pie en tierra, después de escapar ileso y secode los peligros de su detestable puerto, llamaron mi atenciónespecialmente los edificios de hierro del ferrocarril, todos ellostraídos del extranjero y enclavados entre peñascos contra loscuales se estrellan furiosas las olas del Pacífico.

Allí tomé por ocho soles en papel 6 cinco en plata, ('I) unbillete hasta Arequipa, distante de MolIendo 341 leguas. Eranlas siete de la mañana y el tren se puso en movimiento, des-pués de dar la Última pitada de ordenanza. Estaba formado degrande y poderosa locomotora, de tres carros y de dos elegan-tes wagones norteamericanos, uno de primera y otro de segun-da clase. En ellos viajan ordinariamente ocho 6 diez pasajeros,y los días de vapor, de 20 á 40. Desde luégo el tren corre poruna planicie arenosa cerca de la orilla del mar, y con cinco le-guas de velocidad, á la hora, ha€ta la estación de Ensenada,distante cuatro leguas de Moliendo. Allí se principia á subir

'por las faldas de la arenosa y estéril cordillera marítima que

() Cuando pasé al interior del Perú, antes de la guerra, losbilletes do bM Bancos estaban al 63 por 100, á causa de la banca-rrota en que se hallaba la República; cuando sali de ella, en 1880,ya no valía un sol en papel, sino medio real en plata!

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recorre todo el Perú, Bolivia y la mayor parte de Chile y quetanto contrasta con la verde y frondosa que, en tres ramales,atraviesa 6 Colombia. Es tal la aridez y sequedad de estas co-marcas, donde nunca cae sino, de cuando en cuando, un aguenza 6 páramo casi imperceptible, que, paralelamente á losrieles del ferrocarril han debido tender por espacio de mu-chas leguas, largo tubo do hierro que conduce el agua dulcepara las locomotoras y para Moliendo. Mientras se trepa 6 lacumbre de la estéril cadena marítima, alta de mil metros ydistante 15 leguas del Pacifico, con gradientes de 3 y 4 por100, el tren sólo tiene la velocidad de cuatro leguas por hora;pero, una vez coronada, aumenta la velocidad. Antes de llegar4 la cima, Be deben atravesar hondos y numerosos cortes en lasrocas traquíticas, varios puentes y altos terraplenes; luégo sepierde el tren en un laberinto de colinas áridas y estériles di-seminadas por todo el camino hasta Arequipa; camino cincoleguas más largo que nuestro futuro ferrocarril de .Girardot.

A las diez nos detuvimos cuarenta ainutos para almorzaren la estación de Cachendo, perdida en ilimitado desierto co-mo los de Arabia, lleno de movedizas dunas 6 montecillos dearena que el viento hace y deshace continuamente. Casi todoslos pasajeros eran italianos, do que estaba atestado el Perú enese entonces. Después del almuerzo atravesamos la estéril lla-nura que mido ocho y media leguas hasta la estación de laJoya. Esta, como todas las do Moliendo 6 Puno, no es sino unpuñado de casitas de madera para los empleados, la oficina te-legráfica y algunos trabajadores. Desde la planicie se percibenen lontananza las plateadas cumbres del volcán de Arequipa.No se veía un solo árbol en todo cae inmenso horizonte abar-cado por nuestra vista, sino rocas de granito, piedras y arena.¡ Qué contraste con nuestras lindas cordilleras

En la Joya nos detuvimos quince minutos aguardando el

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tren de Aroçiipa que allí debía cruzarse con el nuestro 6 lasonce y cuarenta minutos. Los rieles siguen por un terrenoquebrado lleno de colinas pedregosas hasta el principio de labajada. Eran las doce y media cuando el tren principió el des-censo por una cuesta sembrada de guijarros y envuelto en nu-be de arena hasta la estación de Víctor. A la una y cuarto nosdeslizábamos por entre una larga serie de rocas tan áridas,escarpadas y ásperas, que se asemejan ¿ los paisajes de la Lu-na. i Qué titánicos csf UeTZOB no han sido necesarios para tajaresas rocas y tender rieles en ese laberinto de peñascos, de ba-rrancos y de cerros arenosos! A cada paso vénse partidos losriscos graníticos para dar paso á la locomotora que humeanteda vueltas tí derecha 6 izquierda, subo 6 baja, corre con rapi-dez 6 lentamente marcha, ya sobre elevados terraplenes, yasiguiendo la estrecha ceja de hondos precipicios, dominada porcaprichosos y agrios peñascos. Cuando uno se asoma por laventana del wagón, siente helársele la sangre en las venas 6correrle un brivido por todo el cuerpo, al medir el ojo la pro-fundidad del abismo abierto á los piés. El camino donde es-tán tendidos los rieles apenas tiene tres metros de ancho, y allíel menor desrielazniento puede precipitar el tren al fondo deun barranco más de cien metros profundo.

Cansados, aburridos de no ver sino arena y piedras, sofo-cados con el polvo y el calor, descubrimos, por último, en elfondo del abismo un estrecho valle que as iba dilatando cadavez más pintoresco S medida que e' tren serpenteaba cual gi-gantesca culebra por encima de los riscos de su borde superior.Era aquél el valle estrecho de Arequipa, verdadero oásis rega-do por el Chili. (4') A las dos y media desaparecieron las rocas,

(*) Chili;8ignifica frío en lengua quechua, y Arequipa, sí, Que.daos, palabras dichas por el inca Yupanqui 4 varios de sus soldadosquienes pedían el permiso de quedarse en ese verde dais, £ ¿uvuelta de una expedición guerrera.

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y la locomotora, ya en el fondo del vallo atravesaba larga seriede colinas arenosas. ¡ Cinco días de fatiga, cansancio, gastos 6incomodidades se empleaban antes en recorrer esas 34 leguasde arenoso desierto á lomo de mula, leguas que hoy so hacenen ocho horas y con cinco soles de gasto. A las dos y cuarent3minutos nos detuvimos algunos instantes en la estación deUchumayu, pueblecito de indios compuesto do chozas de cañay tierra, semejantes 6. hornos de cocer pan. A las tres y mediadejamos atrás las colinas de arena y entramos en el ya ensan-chado y verde valle del (Jhuli. Sólo faltaban las caravanas decamellos y los tostados agarenos para que éste fuese un osissemejante 6. los que la Providencia ha colocado cual islas en lainmensidad de loa desiertos de Arabia. Higueras, molles ysaúcos brindaban una hospitalaria sombra 6. la vera del cami-no, y sementeras de maíz, cebada y papas ostentaban su ame-no verdor, tanto más agradable cuanto era mayor el contraste.Pocos minutos más paramos en la aldea de Tiabayaque, paraseguir 6. la no distante población de Tingo, el Versalles deArequipa, 6 donde van las familias acomodadas en la estaciónde calores á, tomar baños y veranear. Al pararse el tren mal-titud de señoritas elegantemente vestidas salieron, como lo ha-cen las de Bogotá el día de procesión, ¿ las ventanas, á losbalcones y 6. las puertas de las pequeñas habitaciones del pue-blo para ver y ser vistas. Maña vieja en las jóvenes, especial-mente en las más vivas, como, según fama, lo son las arequipe-ñas, pues ya hace algo más de dos mil años que de ellas decíael poeta Ovidio: Spectatun veniunt, epectontur et ipn.

La mirada se puede tender desde Tingo hasta el fondodel estrecho valle donde yace Arequipa anal extensa necrópo-lis, levantando las blancas bóvedas de sus casas y las torres desus templos por entre el follaje de los saúcos y eucalyptue. Enefecto, de tejos la ciudad presenta el aspecto de un cementerioouajdD do blancas tumbaa pues la forma especial de los edi.

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flojos y el color blancuzco de la piedra p6mez de que estánconstruidos, tanto más resaltante cuanto es más verde el cin-turón de árboles que la ciñen, concurren á darle ese aspectotan parecido al do las ciudades de Persia. En contorno de lapoblación se hallan esparcidas aldehuelas que dan al valle elaspecto de un campo sembrado de hornos, y que están asenta-das al pie de carritos cónicos coronados por graciosas capillas,en medio de sementeras de maíz y de cebada, 6 á lo largo delas márgenes del Chili.

Al entrar en la grande y hermosa estación de hierro todaaquella poesía desaparece ante los sucios, andrajosos, tostadosy embrutecidos indios que se agolpan á la llegada del tren.Sus maneras son tímidas, En aire humilde, y el acento como elde sus hermanos del Ecuador. ¡ Lástima que nuestro pueblo,tau superior al ecuatoriano y peruano en inteligencia, valor yentusiasmo, no le sea inferior n la suciedad, desgreño y pe-reza, la que en Arequipa presenta un contraste chocantfsimocon la elegancia y actividad ferrocarrileras de nuestro siglo!Es necesario, como en Sabanilla, aguardar largo rato entreloe andrajos, la mugre y el mal olor para obtener el equipajeque parte al hotel en un carro de resortes, mientras que el via-jero toma el tranvía que sólo rueda á. la llegada y salida de lostrenes. Pasado ese pequeño movimiento todo vuelve á la calmayquietismo ordinarios, pues en Arequipa como en Bogotá nocirculan coches por las calles. El movimiento de esta últimaes, sin duda, cien veces superior al de aquélla, y carece, ade-más, de eso elemento de atraso y empecinada rutina que distin-gue al indio. En los 95,813 habitantes de nuestra capital hay,es cierto, algunos indios, pero éstos son monos primitivos quelos del Perú, Ecuador, Guatemala, Bolivia y México. Arequi-pa contaba en 1876, 26,958 habitantes, que se distinguen en-tre los peruanos por su valor, talento, habilidad de manos 6

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ilustración. Estas cualidades contribuyeron no poco á infundirrespeto £ los chilenos, que no entraron en la perla del Mistisino ya terminada la guerra de los cinco años. Si Arequipatiene un ferrocarril de 173 kilómetros, Bogotá, cuya poblaciónes cuatro veces mayor, y cuya riqueza y movimiento comercialmucho más considerables, debería poseer, á la fecha, cuatrotan largos como aquél.

Arequipa está al pie del volcán Misti, que tantas veces laha arruinado, y 6 las orillas del Chili, río apenas mayor que elSan Francisco de Bogotá. Aquél derrama en esos desiertos dearena y piedra una fertilidad que se ostenta en lozanas chacras

6 sementeras ¿e maíz)'papas, trigo y hortalizas, 6 en alamedasy huertas de saúces, molles, eucalyptus, higueras, perales ymanzanos. La ciudad, dividida en dos partes desiguales por elrío y enlazada con algunos puentes, se levantaba apenas, en1880, del montón de escombros á que la redujo el terremoto de1868. Las iglesias, conventos, portales de la plaza y muchascasas particulares estaban ya casi resncitadis do sus cenizas.La perla del Misti, no obstante, posee ferrocarriles, tranvías,telégrafos, alumbrado de gas y una linda plaza adornada se-gún el gusto moderno, al frente de su magnífica Catedral. Contodo, la impresión que causa es la de una ciudad arruinada,algo como Pompeya, 6 la do una población oriental por el colorde la pómez de sus edificios y las apachurradas bóvedas detodas 8118 construcciones. No hay tejados sino azoteas 6 techoscubiertos de barro, que sirven no pocas veces como en el Le-vante, de mirador 6 de sitio para secar ropa. Las casas sonpor lo general bajas y están adornadas de grandes ventanasdo hierro cono en Chile, México, Cuba, Venezuela y demáspaíses de la América, donde harían tristísima figura las en-cogidas y desairadas ventanitas arrodilladas de las ciudadesde colombia; las calles tienen caños laterales y son en parto

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ee-schas y tortuosas; la mayoría de las casas presenta'reeent aúnla sencillez colonial, como las nuestras, y el progreso, nacidode los caminos do hierro, apenas se iba haciendo notar, en1880, no obstante loe ocho aflos de existencia que entonces te-nía el de Moliendo 6 Arequipa, construido con el gasto de$ 12.000,000.

La culpa la tienen los políticos del Perú y ose crecido ele-mento indígena que, no obstante la inferioridad de la raza, haabsorbido por su mayor nómero 6 la europea. Una de las co-sas que más llaman la atención de un extranjero en estas co-marcas del interior del Perú ) son los trajes, los tipos, el len-guaje) las costumbres y el carácter de los descendientes de loshijos del sol. Creo que los caminos de hierro en estas regionesdel territorio peruano no podrán abrir brecha ¿ti la impenetra-ble muralla de rutina) quietismo, suciedad, apatía é ignoranciaque presenta la inmensa masa de su población aborígena.¿ Cómo, me preguntaba admirado, se han podido gastar$ 47.475,997 en hacer una vía férrea que mide 130 leguas,sube 6 4,873 metros sobre el nivel del mar y pasa al través deáridos desiertos, en losque apenas se levantan dos poblacionesde alguna importancia, Arequipa y Puno, aquélla de 26,958almas, y ésta de 3,717; (*) mientras que ea Colombia, todavíahoy, se va en mula 6 ciudades de la importancia de Bogotá yMedellín, capitales de comarcas feraces y riquísimas donde soagitan poblaciones inteligentes tan superiores 6 estos pobresaborígenes; siendo así que ellas no exigen sino 29 leguasde carrilera la una y 40, la otra?

El indio mira con indiferencia ese vehículo, cuyas venta-jas no comprende, rrutinero sigue arriando sus llamas y bu-

(') Según el censo de 1883, Medellín tiene 37,287, y es unes.Ira segunda ciudad, como Arequipa lo ea del Perú.

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rros, incapaz de ponerse 6 la altura de la civilización y desde-fiando sus comodidades; asiste con estupidez á las evolucionesde un tren y sigue arrastrando su oscura y monótona existen-cia en medio de la miseria, de la mugre y de la ignorancia.No bay duda, la gran masa de este pueblo no estaba todavíamadura para gastar $ 06.920,000 en sus nuevo principales fe-rrocarriles; al contrario de lo que sucedo en Colombia, dondela holgazanería y la política de los partidos los hau retardadoinjustificablemente.

Un pequeño nácleo do ingleses y franceses con muchísi-mos italianos dan alguna vida al comercio y 6 la industria, ex-portando por la mitad de su valor las lanas de alpaca, vicuñay oveja, que forman la base de las exportaciones de estas co-marcas, 6 introduciendo carísimas las mercancías europeas quedespiertan, como entre nosotros, en las altas clases de Arequi-pa un lujo exagerado que contrasta notablemente con la sen-cilla y pobre vestimenta, las cobrizas caras, las costumbresvulgaros y ci lenguaje bárbaro de los descendientes de Ata-hualpa. Pero, dejando á un lado los indios, que en lo restantede nuestro camino encontraremos más numerosos y primitivos,volvamos á tomar el tren de ese colosal ferrocarril, obra delnorte—americano Meiggs, para subir á las orillas del Titicaca,lago colocado á la altura do 4,183 metros sobro el nivel delmar.

Salimos de Arequipa, situada á 2,500 metros sobre elmar, seguidos do un tren do carga, el 30 do Enero á las sietede Ja mañana, 4 íbamos 6 pernoctar en Vincocaya 6 4,800 me-tros sobre el mismo nivel. Esperábamos llegar á ese hotel cer-ca de las 5 y 30 minutos de la tarde, después de haber recorri-do treinta y una leguas en diez horas y media, inclusos 150minutos do paradas en seis estaciones. Debíamos hacer, pues,cuatro leguas 6 la hora y subir 2,300 metros de empinadas se-

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nanlaa completamente estériles. Los wagonos oran grandes ylujosos, las locomotoras enormes, numerosos los carros, vastosy cómodos los edificios de la estación y las habitaciones de losingenieros iugleees. Después de pasar el Cliii por el granpuente de hierro que tiene 500 metros de largo, el tren, com-puesto de tres wagones y cuatro carros, atravesó algunos rnai-sales y llanuras estériles, teniendo 4 la vista el Misti coronadode escasas nubes, y destacándose en un cielo de purísimo azul.(*) A los 25 kilómetros comenzáuios la repechada de los pri-meros montes por entre grandes cortes hechos en el granito,por encima de elevados terraplenes y haciendo repetidas curvasen medio de campos estériles y solitarios. Yura, puñado dechozas, es la primen estación, distante seis leguas de Are-quipa.

Después de 15 minutos do parada continuamos hacia lasegunda, Pampa—de--Arrieros, con 15 pasajeros de primera y19 de segunda. Dista de la anterior nueve leguas y en todoese trayecto no se ve ni un árbol, ni sembrados, ni potreros,ni arroyos, ni habitantes, fuera de una aldehuela y de variosranchos anidados en uno que otro manchón de verdura. Untúnel de 117 metros, muchos cortes, terraplenes y curvas abrenel camino 4 la locomotora, que unas veces rápida y otras lenta,trepa por las peñas, pedregales y áridas cuestas lanzando pe-nachos de humo y atravesando cornizas estrechas al borde doprofundos abismos coronados de riscos. Hora y 47 minutosesperamos, en las caait.as de madera de Pampa—de—Arrieros, 4que bajase el tren de Puno, envueltos entre la niebla de aquel

(') Desde el cabo Blanco hasta el Aconcagua, es decir, 660leguas de la alta cordillera mar(tima que recorre el Perú, Bolíviay parte de Chile, de Norte * Sur, no llueve mis que un ligero pá-ramo llamado gatua; en consecuencia, todas esas comarcas sonLridu y anoas.

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Páramo 6 puna. Los compañeros de taje, un inglés, un dina-marqués, dos españoles, un polaco, nueve peruanos y dos co-lombianos estábamos dentro de los wagoues ateridos de frío,callados y medio dormidos.

En seis leguas, que hay de allí á la estación de Cayaba-que, no advertimos trabajos notables de ingeniería fuera demedia docena de puentes de madera, pue* recorríamos vastaaltiplanicie arenosa de 4,700 metros de altura sobre el mar, enla que el frío era intenso y sobre la onal el Mifli y otros dospicos nevados aparecían y desaparecían sucesivamente entre eldenso velo de nieblas que nos circundaba. Dos leguas adelantede Cayabaque emprendimos una nueva subida; luégo seguimosla falda de larga serio do colinas que dominan el Sumbei, ríoque corre encajonado entre rocas basálticas. A. las tres y cuar-to comenzó á nevar, y quince minutos después pasamos el ríopor un hermoso y elevado puente de hirro. A las cinco, enmedio del viento y de la nevada, nos paramos algunos momen-tos en pequeña estación de madera, como lo son toda.s las iwtermedias de este ferrocarril, y algunos indios acudieron 6vendernos higos y granadas. Media hora después tocamos enVincocaya, estación distante 31 leguas de Arequipa y estabiebcida en helada llanura ó puna 6 4,800 metros sobrG el niveldel mar, ea decir, sólo 800 metros inés baja que la cumbre delTolima. Hay allí dos hoteles, uno chileno y otro peruano, paradescansar durante la noche; en aquél se pagan tres soles y enéste uno. En el chileno hay estufa, necesaria para calentarseen semejante páramo donde hiela casi constantemente, salónde tertulia con regulares muebles y piano, cuartos con tres 6cinco camas cada uno, cantina y comedor donde sirven buenacomida y té por la noche y la mañana.

Hay, además, en Vincocaya, algunas casas de madera parlos empleados, las oficinas del ferrocarril, varias bodegas y un

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jardín. Al día siguiente pitó la locomotora á las seis y media,hora en que nos levantamos tiritando de frío, y tornamos los wa-gones, cubiertos 6 la par do los edificios y campos circunveci-nos, con una capa de nieve de tres pulgadas de espesor. A lassiete y cuarto principiamos á movernos hacia Puno, distanteaún 278 kilómetros, los 34 pasajeros salidos de Arequipa. Porexcepción éramos tantos, pues de ordinario e6lo viajan tres 6cuatro, y 6 las veces, uno, no obstante que los trenes no correnentre esas dos ciudades sino los jueves y lunes. Debíamos re-correr los 278 kilómetros en diez horas, inclusas las dos y me-dia que perderíamos en cinco estaciones, con una velocidad docinco leguas por hora, y debíamos bajar, desde Colea, 690 me-tros hasta la altiplanicie del Titicaca. ¿ Con cuántos trabajos,incomodidades y gastos andaríamos en Colombia tan largo ca-mino por el centro de un arenoso y aterido páramo ? Aquíapenas se gastan $ 16 en andar 139 leguas con toda comodi-dad y en s6las 24 horas, Antes se hacía ese viaje en catorcedías, llenos de indecibles penalidades. (4')

Nuestra locomotora Uyupampa atravesó desde luégo, sobrola nieve, estériles llanuras donde pacían algunas manadas dovicuñas y de alpacas monteses, y libres como los venados. Alas ocho y media llegamos á Colea, estación la más alta do todoel trayecto desde Moliendo (4,873 metros). Pasado el Coleapor un puente de hierro, emprendimos la bajada al través decortes y sobre terraplenes Lechos en un terreno ondulado, Ile-

() De Moliendo 4 Arequipa pagué $ 8 por el billete y $ 10por seis bultos de equipaje; de Arequipa 4 Puno $ 20 por el billetey $ 29 por el equipaje; de Puno 4 Santa Rosa, vis del Cuzco, 38leguas, 8 13 4e billete y $ 7-60 do equipaje. Total deleguaa 175;total de gasto $ 87-60 en papel, que valía entonoes el 60 por 100411 plata.

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no de colinas apenas cubiertas de raquítica paja. Ca cuartoantes de las diez y á las nueve leguas de Vincocaya, comenza-mos. á rodar por las faldas do los corros que encierran la pe-queña laguna do Saracocha, cuyas márgenes tocamos dos le-guas niSs adelante. Aquí terminaron los desiertos estériles ycomenzó la triste y escasa vegetación de las planicies. Bajo den-sa nevada continuamos el descenso por las faldas de las coli-nas, encontrando al paso una hacienda y algunos ranchos deindios.

A. las once nos detuvimos ea Santa Lucía, 15 leguas dis-tante de Vincocaya y principio de la vasta altiplanicie del Ti-ticaca, que se extiende por el Sur hasta Puno y por el Nortehasta Santa Rosa, término actual del enrielamiento del ferro-carril del Cuzco. Esa elevada meseta andina, que en gran par-le ocupa el lago cuyo perímetro mide 77 leguas, tiene 57 detargo, es decir, 42 más que nuestra fértil sabana de Bogotá.Se halla, uO como ésta, á 2,600 metros sobre el nivel del mar,sino á 4,183, casi la mitad más, y es mucho menos hermosa,agradable, poblada y productiva. En Santa Lucía hay un ho-telito formado con tablas, donde almorzamos por seis reales enplata. A las doce y cuarto continuamos la marcha siguiendolas orillas del río Cabanillas, que riega la pampa, y por en me-dio de potreros escasamente cubiertos de grama donde pacíanalgunas llamas y burros. Al paso descubrimos varias chozasde indios, un caserío, las pajizas casas de la hacienda de Taya-taya y la oficina do beneficiar metales próxima á la estaciónde Maravillas.

Un cuarto de hora antes de la una nos detuvimos en Ca-baniUas. Esto era el primer pueblo que encontrábamos des-pués de Yura, distante cincuenta leguas 1 El caserío es mise-rable y las indias que acudieron Lla estación para vender ají,

higos, coca, ('1) etc., no entendían una palabra de español,y llevaban en la cabeza un largo y angosto sombrero de paño,llamado montera, con franjas de hilo de plata. Después de 25minutos de espera siguió el tren al través de la extensa pampapor entre ranchos, sementeras de papas y de cebada, rebañosde ovejas, llamas, vicuñas, y de algún ganado vacuno. A lasdos y media nos detuvimos en Juliaca, otro pueblo miserablecuya estación es el punto dondose bifurcan las vías férreas delCuzco y Puno.

Una hora más tarde salimos do Juliaca para esta últimaciudad, siguiendo, al principio, las faldas de pequeñas colinasdonde aparecían, ya ranchos de paja, ya las pequeñas aldeasde Caracol y de Paucarooya; y luégo, orillando los pantanosadyacentes al Titicaca que apenas se veía medio encubiertopor los juncales de su orilla. A las cinco do la tarde nos apea-mos en la estación de Puno, ciudad episcopal distante 69 le-guas de Arequipa y 104 de Moliendo; está situada 4,200 me-tros sobre el nivel del mar. Ya pueden figurarse los lectores elfrío húmedo que hará á tamaña altura y en las márgenes de uninmenso lago. Aquí termina el gigantesco ferrocarril de MrMeigga, el más largo del Perú y el más alto del mundo, quecostó, sin el ramal del Cuzco, 3 37.120,997; obra en la quetrabajaron peones chilenos y bolivianos, para ser abierta altráfico en 1873, después de cuatro años de empecinadas faenas.¡Qué diferencia entro las 109 leguas de esa línea de vía ancha,terminadas en cuatro años, y las siete de vía angosta del ferro-carril de &ntioquia, hechas en diez años, ó las cuatro de el delCauca que han exigido siete, siempre entrabados por las revo-luciones y la política!

(') floja narcótica que, mezclada con cal, mascan continua-mente los indios, y les sirve de alimento.

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El Perú ha hecho gigantescos esfuerzos para tender rielespor en medio de rocas, arenales, desiertos y precipicios. ¿ Quéha hecho Colombia para trazar líneas de hierro por camposferaces, de clima delicioso, por comarcas bien pobladas comolas de Cundinamarca y Boyacá, ó por valles ricos en pj-oduc-ciones mineras, agrícolas y pecuarias, como los del Cauca yalto Magdalena? Más de los treinta y siete millones gastadospor el Perú en el ferrocarril de Moliendo á Puno, hemos dila-pidado en guerras sangrientas que nos han traído la anarquía,roto los vínculos sociales, empobrecido el país y desmoralizadoal pueblo. Con esos millones habríamos tenido de sobra parahacer un ferrocarril de Bogotá 6 Buenaventura, distantes entre

sí 119 leguas; línea que no hubiera atravesado desiertos are-nosos, empinadas cordilleras y punas estériles como el del Pe-rú, sino verdes altiplanicies, ricos valles, campos feraces y bas-tante poblados. Tenemos apenas 38 leguas de trozos de ferro-carril, en ocho principiados y uno por concluír, leguas hechasen los quince aiíos y medio trascurridos desde que emprendi-mos el de Sabanilla. Entre tanto hay en Colombia 138 perió-dicos, la mayor parte efímeros, llenos de apasionados artículossobre política, versos, discursos y mutuas recriminaciones de

los partidos.Puno, apenas grande como nuestro Chocontá, al que se

parece; situado á la orilla del lago más elevado del mundo, ypunto desde donde irradió la civilización de Manco—Capac, (*)fué el teatro en 1780 de la sangrienta carnicería que hizo Ore-llana en la familia del célebre Tupac—Aman, á quien deecuar-

() Dentro del lago está Ja famosa isla de Tiabuanacu, curasminas monolíticas sorprenden á los viajeros y pertenecen al sistema

pelásgico. El Cuzco, 1 donde se dirigió Manoo.Capac, está 74 le-

guas hacia el norte de Pnno.

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tizó vivo después de cortarle la lengua y de hacerle presenciarla muerte de su mujer, hijos y cuñado, por el 8610 delito dequerer reivindicar el trono de sus padres. EL caserío de Punoes de teja y de paja, la Catedral inferior á San Francisco deBogotá, y la población casi toda ella aborfgona. El ferrocarrilha hecho establecer algunos hoteles bastante regulares, dondese pagan dos soles diarios; tiene buena estación y los edificiosnecesarios de calicanto. Hay en la ciudad dos plazas, un arcolevantado en honor de los vencedores de Junín y Ayacucho,alumbrado de petróleo, muelle, dique, varias lanchas, un re-molcador, una balandra y dos vaporcitos para surcar el lagoTiticaca. Su clima es frío, húmedo y muy lluvioso, de Octubre6 Marzo; la vegetación es raquítica, carece de árboles y mato-rrales 6 causa de la altura. Los naturales son indios de unaraza distinta de Ja peruana, raza émula un tiempo y despuéstributaria de la poderosa dinastía inca que dominó desde elMayo, en Colombia, hasta el Maule, en Chile. Hablan el ay-mará, lengua menos dulce que el quechua ó peruano; tienentipos y costumbres completamente primitivos, y en sus trajesnacionales no emplean, como tampoco los del Perú, Móxico,Centro—América y parte de los del Ecuador, ninguna manu-factura europea, sino puramente las telas que ellos tejen conlanas de llama, guanaco y pacocha. Las indias llevan en la

,cabe7u gran bonete de dos puntas, cubierto con una especie deservilleta. Mis opiniones sobre la superioridad de Colombia,en cuanto tt riqueza, hermosura, feracidad de territorio, inte-ligencia y generosidad de BUS habitantes, quedaron más con-firmadas en esto viaje. Un italiano que encontré en eso país yque conoce palito 6 palmo la América del Sur, me decía:" No hay tierra que tenga tantas ventajas como la suya. ¡ Lás-tima que sus paisanos amen más la política estéril que el tra-bajo fecundo!"

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A la caída de la tarde se toma pasaje en alguno de losvaporcitos del lago, cuya forma es la misma que la de los delmar, pues deben resistir el embate de las olas levantadas porlos vendavales de la altiplanicie, y cuyo combustible es la ma-jade de llama 6 de oveja, (*) pues no hay en los contornos nicarbón, ni leña. La travesía del lago, que tiene 40 leguas delargo por 12 de ancho, so hace en 18 horas y no presenta ri-sueñas perspectivas, sino los paisajes melancólicos y desnudosdo las punas ó páramos. So sal ta á tierra en Puerto—P6re7,después de haber navegado 37 leguas y do haber atravesadoen medio del lago la línea divisoria entre el PerL y Bolivia.En aquel miserable pueblecito so toma el tren del ferrocarrilque acaba de construir Bolivia con el gasto de un millón defuertes, para recorrer las 14 leguas que separan á la Paz delTiticaca.

La Paz es una ciudad de 76,372 habitantes, donde dominael elemento indio con su idioma, trajes y costumbres, y donde,aun los blancos, se han impregnado del acento, carácter y cos-tumbree de la raza aymará. Es la capital do hecho, que no dederecho, pues en ella residen los altos poderes de la nación, yposee la más numerosa población, & la que siguen Cochabambacon 40,000, Sucre, la capital de derecho, con 23,000, y Potosícon 20,000. En 1881 las entradas de Bolivia ascendieron, noobstante su desastrosa guerra con Chile, á $ 3.465,790, entrolas que aparecen las aduanas con $ 360,040, los derechos deentrada y exportación con $ 675,560, y las Municipalidadescon $ 100,000. Los gastos dieron la suma de $ 4.709,225,consumiendo la guerra $ 2.871,959 y el Congreso $ 72,648.Entro los productos del erario no se cuentan el salitre y las

() En la altiplanicie del Titicaca, como en Tartana, el árgoló estiércol es el único combustible usado para alimentar el fuego.

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aduanas del litoral arrebatados por Chile. La exportación Ile-g6 6. $ 9.381,917, contando por artículos principales la plataen barras del Potosí por $ 6.897,130 y otros metales por$ 1.136,787, fuera de la quina, de la que sembró, en 1883,8,842,000 árboles, y del caucho, del que M. Reath descubrióel año pasado un extenso bosque, casi inagotable, que se ex-tiende desde las orillas del Beni hasta los 15 grados do latitudsur. (*) La importación fue do $ 6. 150,000, la deuda llega hoyá $ 8.500,000 la exterior, y al $ 2.125,448 la interior. La líneatelegráfica parte de Chililaya sobre el lago Titicaca, pasa altravés de la Paz y de Oruro, toca en Cochabamba, Potosí, Su-cre, y Tupiza, y se enlaza con los telégrafos de la Argentina,después de haber recorrido toda la República de Norte á Surmidiendo 1,135 kilómetros 6 227 leguas colombianas. Ademásdel ferrocarril do Puerto—Cortés al la Paz, estipuló con Chile laconstrucción de una línea férrea que atraviesa, desde la costadel Pacífico hasta la nueva frontera boliviana, todo el territoriocedido.

Los chilenos le han arrebatado casi todo el departamentode Cobija, que mido 132,650 kilómetros cuadrados, encierralas poblaciones de Atacama, Cobija, Antofagasta y Mejillones,

y guarda ricos depósitos de himno y salitre. Antes dB la rei-vindicación contaba con 2.325,000 almas diseminadas en1.297,255 kilómetros cuadrados. Los españoles y portugueses

() Al Mediodía del Beni el bosque mide de 3 4 10 leguas doancho, y cada legua cuadrada cuenta de 300 á 5,000 árboles, Paraexplotarlo se ha estudiado el curso del Beni y se le ha reconocidocapaz de vapores en 161 leguas de su curso; 600 trabajadores hanido t explotarlo y se ha emprendido la construcción do un ferroca-rril desde el río hasta San Antonio. El Beni es afluente del Ama-zonas, oorre por los llanos ardientes de Bolivia y nace en la cordi-llera que los separa de la altiplanicie del Titicaca.

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conquistaron en nombre do la religión, las naciones protes-tantes en el de la civili7.aci6n, y Chile en el del trabajo, y parasalir del ataúd en que Ja aprisionan las altas cordilleras neva-das de los Andes y las olas tumultuosas del mar. ¿ Hasta dón-de llegará la conquista? ¿ Se contentará con ese territorio arre-batado á Bolívia y con los 41,222 kilómetros cuadrados, los42,002 habitantes cercenados al Perú, los $ 22.891,786 de sa-litro y los $1.792,411 exportados en 1881 que antes pertenecíaná esas Repúblicas ? Es verosímil que no, y así lo hacen creerlas siguientes apreciaciones de Las Novedades do Nueva York,del 11 de Enero de 1883:

' S En cambio la situación, como la describe la carta del ffera2d,forma un inusitado capítulo do cargos, y puedo compendiarso así:1.0 Colombia y Chile negociaron un tratado por el cual todas susdiferencias debieran somotorse al arbitraje; 2. 0 El Senado de Chi-le rechazó después ese tratado ; 3.° Colombia invitó, do acuerdocon Chile, 4 las Repúblicas hispano-americanas para un Congresode paz en Panamá, y Chito hizo fracasar el proyecto; 4,0 Chile hadado al Ecuador dos vapores y 10,000 fusiles, y el Ecuador no daA Colombia la satisfacción exigida por insultos anteriores; 5. 0 Chi-lo ha presentado una importante reclamación contra Colombia porhaber ésta permitido el tránsito por el letnto do material de guerrapara el Perú; y 6.0 Detrás de esa reclamación se ooulta el deseode Chile de pedir territorio en vez del dinero que no podría recau-darse en Colombia."

Chile victorioso naturalmente desea y pretende la influen-cia y superioridad en el Pacífico, influencia que no podrá obte-ner sino dividiendo y debilitando, después de haber desmem-brado al Perú y á IJolívia, las Repúblicas más grandes y más

fuertes. El Ecuador es decidido partidario de Chile y su polí-tica completamente opuesta á la do Colombia, y ésta se en-cuentra profundamente dividida con la perpetua lucha de lospartidos, empobrecida con el perenne bregar de los ambiciosos

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y desacreditada por sus continuas revoluciones y la intranqui-lidad que le es ya crónica. En todo caso nuestros aliados na-turales son la Argentina y Venezuela; los jefes venezolanos,los soldados de Colombia y los acorazados de la Argentinatienen que coaligarse para rechazar toda intentona de conquis-ta y desmemkraeión. No podemos confiar mucho ni en la pro-tección de los Estados Unidos, pues nadie protege desintere-sadamente, ni en la neutralidad del Brasil, cuya alianza hacetiempo mendiga Chile, ni en la simpatía del Ecuadot, ni en laayuda del Perú y Bolivia, pues han quedado postrados, ni enla alianza do México que ya tiene demasiado que ver con lo ayankoos, ni en las demás Repúblicas por !Star muy lejanas yser muy pequoüas.

XII

Valparaíso, su movimiento, edificios y calles.—Templos, almacenes.—Laestación del ferrocaril, su material y maestranza.—Nuestros ferroca-rriles.—Lo que necesitamos.—Fuertes de Valparaso.--Almacenes fis-cales.--Cerros vecinos.--Extranjeros residentes.—Lujo de la ciudad.Salida para Santiago.--Vifia del Mar.--Limache-Quillota-Llay-Llay-Cuesta del Tabón.--Altiplanicie do Santiago.- -Construcción del fe-rrocarril y sus vicisitudes.--Costo de la obra.--Ferrocarriles de Chile.Santiago.--Lo que fud al principio de la Independencia y lo que esahora--Su policía, adornos y comodidades modernos.--Sus calles,plazas, paseos y edificios públicos.--Su valle; el do México, Lima.Caracas y Guatemala, y la Sabana de Bogotá.--Los eucalyptus.

Después de veinte días do navegación desde Panamá, ygastando $ 330 en sólo el pasaje, (*) llegué á Valparaíso á fines

() Los veinte días de navegación en el Pacifico cuentan eldoblo de lo que so gasta en loe veintitrés que se emplean desdenuestras costas hasta Euroft, por falta do competencia poderosaque no se deje anonadar por la Compañía inglesa del P. S. S. N. C.


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