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CIÉNAGA DE AYAPEL ASÍ EMPEZÓ LA ESCASEZ Y EL DETERIORO Víctor Negrete Barrera Consuelo Agudelo – Emiro Cordero Montería, 2015 Roger Serpa Espinosa
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CIÉNAGA DE AYAPEL

ASÍ EMPEZÓ LA ESCASEZ Y EL DETERIORO

Víctor Negrete Barrera Consuelo Agudelo – Emiro Cordero

Montería, 2015

Roger Serpa Espinosa

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CIÉNAGA DE AYAPEL ASI EMPEZÓ LA ESCASEZ Y EL DETERIORO

Víctor Negrete Barrera – Consuelo Agudelo – Emiro Cordero

LA CIENAGA DE AYAPEL TREINTA AÑOS ATRÁS

1. Etapas de la pesca en la ciénaga

La pesca en la ciénaga de Ayapel ha pasado por varias etapas:

De subsistencia

Hasta mediados del siglo pasado la pesca fue de subsistencia: apenas sacaban lo indispensable para el consumo familiar. Disponían de botes de ocho a nueve varas que fabricaban con maderas de tolua, balaustre, cucharo y ceiba blanca. Los aperos consistían en atarraya pequeña, arpón, volantín, flecha, el “perro”, la guinda o línea y la nasa.

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La atarraya era de dos y media a tres varas de largo, es de fácil manejo para el pescador y el menos nocivo para la fauna, además es el que menos maltrata los peces. El tejido lo hacían antes con pita y después con nailon. El Arpón lo fabricaban con caña lata, madera de alta dureza y sencilla de manejar. Le colocaban un cordel de seis a siete metros de largo y el arpón propiamente dicho, casi siempre de acero con punta muy fina y un gancho o lengüeta para que la presa no se suelte. Lo usaban para capturar bagres y sábalos y después en la captura de babillas y ponches o chigüiros. El volantín es un anzuelo con curricán o pita de distinto grosor sujeto a una boya, generalmente de balso, que mantiene el pescador en sus manos. Los anzuelos variaban desde el número 1 hasta el número 5 y los usaban de acuerdo al pez que pretendían coger: bagre, sábalo y dorada. La flecha la hacían con la espiga que brota de la caña flecha o la caña de azúcar. A la caña le colocaban en la punta un taco de maquenque u otra madera fina en el que amarraban dos clavos largos, puntiagudos, con una serie de ranuras a los lados que perforan el pez y en su desespero no logra desprenderse. La usaban para coger bocachicos en los comederos y doradas en sitios donde había árboles que sueltan frutos a la ciénaga. El perro lo fabricaban con totumo cimarrón, le sacaban la tripa por un hueco y por él metían la punta de una pita de 30 a 40 centímetros sostenida con cera; en el otro extremo de la pita amarraban anzuelos número 7. La carnada era fruta de los árboles arraijan o zapatera y lo usaban en quebradas y manglares. La guinda o línea era una pita o nailon que medía de 100 hasta 300 metros, extendida entre dos puntos, de acuerdo al sitio donde la usaban. A esta cuerda le colgaban segmentos de pita con anzuelos número 8 cada 50 centímetros. A cada uno le ponían una carnada de arenca o sardina. El pescador revisaba varias veces durante la noche o el día. La nasa era una trampa grande de alambre, cuadrangular o circular, con una apertura que permitía la entrada e impedía la salida. En su interior colocaban una bolsa de nailon con agujeros llena de carnada, compuesta de tripas de bocachico y vísceras de animales. Estaba diseñada para coger barbules, aunque no faltaba el comelón. Los barbules, como otras variedades, los vendían en sartas, por lo regular grupos de 18 unidades de tamaño medio o de 10 si eran grandes. La nasa la fabricaban en el pueblo. Algunos de estos materiales: anzuelo, arpón, nailon, alambre y pita los adquirían de comerciantes llegados de Barranquilla, Magangué y El Banco.

La jornada de pesca era de cuatro a nueve de la mañana. Con el arpón cogían bagres de 40 a 50 libras, sábalos de 50 a 70 libras y pacoras de 12 libras; con la atarraya, bocachicos de 27 centímetros de largo y con el volantín capturaban dorada, picúa, doncella, bagre blanco, moncholo, chango, mojarra. Bastaban dos personas: el del canalete y el que lanzaba el arpón o arrojaba la red. También estaban los que salían con palos o machetes a buscar en las orillas y los flechadores; estos se valían de una vara de magaleto o caña flecha, provista en uno de los extremos de una punta metálica con dos puyas en forma de sierra.

Pre-comercial

Entre 1945 y 1954, años en los que construyeron la carretera Troncal de Occidente, comenzaron los primeros pasos de comercialización con la llegada de camiones y lanchas compradoras del producto. Los pocos camiones que desafiaban la falta de vías para llegar hasta el pueblo cargado con hielo lo hacían a través de trochas que salían de La Apartada, el pueblo vecino que nació y creció al lado de

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la carretera, seguían por Rio Viejo y Caño Mocho (después hicieron parte de las haciendas Corinto y Las Catas), Palotal, Pata de Vaca, Quebrada de Monteadero, tomaban el camino real y llegaban al pueblo.

Entre los primeros que se aventuraron a hacer este recorrido figuran el indio Porfirio y el Mocho Palencia. Compraban pacora, bocachico y bagre. Cada uno de ellos contaba con una o varias personas de confianza con quienes hacían los negocios. Estos contemplaban la fecha de llegada, carga y precios. Estas mismas personas arreglaban con cierto número de pescadores con el fin de completar la carga negociada.

Las lanchas estaban provistas con remolques o canoas con motor o “chivo”. Traían de El Banco, Magangué y Barranquilla los productos de primera necesidad para surtir las tiendas del pueblo y regresaban llenos de peces mamo, o lo que es lo mismo, pescados abiertos con cortes grandes a lo ancho, salados y completamente secos.

Preferían bocachico, chango, mayupa, mojarra, ventón, dorada y picúa. Ya abiertos y salados los colocaban en la playa sobre palmas de corozo y cuando estaban secos los empacaban en costales de yute. En dos de estos costales cabían 500 pescados, es decir, una carga.

Estos hechos ocasionaron los siguientes cambios: aumentaron las atarrayas a cuatro y media, cinco, seis y siete varas; el horario pasó de cuatro de la tarde a nueve de la noche; aparecieron los primeros chinchorros de 50 varas.

Comercial

La carretera Troncal en servicio facilitó enormemente la llegada de los camiones y con ellos entró de lleno la etapa de comercialización. Esta ha pasado por dos fases bien definidas.

Los grandes chinchorros. Entre los años 55 y 60 del siglo pasado hicieron su aparición los chinchorros de 150 varas con canoas de 12 a 14 varas. El manejo de estas redes, con plomo en la parte inferior y trozos de balsos en la parte superior, necesita por lo regular de 8 a 10 hombres y dos canoas.

El recurso abundaba, los chinchorros capturaban de todo pero seleccionaban pacora, bagre y algunos bocachicos de gran tamaño, el resto era devuelto al agua o dejado en la playa. Empezó a desaparecer el volantín y el arponero. Los atarrayeros empezaron a organizarse y practicar los llamados corrales, puesto que individualmente es difícil la captura.

Los motores fuera de borda. A principios de la década del sesenta ya existían algunas canoas con motores, las usaban para el transporte de pasajeros y para el uso particular de los hacendados. Cuando las incorporan a la pesca suceden nuevos cambios: a) Los chinchorros alcanzan hasta 200 varas y unidos varios de ellos logran grandes longitudes; la distancia entre nudos disminuye. b) Practican la modalidad de pesca llamada arrastre. Los chinchorros son fabricados con nailon, plomo, cáñamo y bolas de plástico como boyas. Su manejo exige entre ocho y 16 pescadores.

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En un principio los propietarios de chinchorros y motores eran comerciantes y ricos del pueblo que habilitaban a pescadores para que les trabajaran en la subienda. Después, a medida que generalizaron la posesión de estos implementos surgieron las pesqueras dotadas con hielo que les permitieron conservar por unos días el producto y negociarlo con los compradores que llegaban de distintas partes del país. A la larga los dueños de estas pesqueras imponían el precio del pescado. Mientras tanto, los atarrayeros aumentaron sus redes a ocho y nueve varas, siguieron con los corrales y por lo general vendían a determinado chinchorrero o pesquera. Estos los recogían en los propios lugares donde funcionaban los corrales.

2. Condiciones de vida

Lugares de habitación

El municipio de Ayapel tenía una población aproximada de 38.000 habitantes. Los pescadores permanentes sumaban unos 2.000. Este número lo doblaban o triplicaban en tiempos de subienda. Habitaban en pequeños caseríos a orillas de la ciénaga o del rio San Jorge y en barrios de la cabecera municipal. Los pueblos más conocidos eran Marralú, El Cedro, Boca Sehebe, Cecilia y Sincelejito. Entre los barrios sobresalían Loma Linda, La Estrella, Las Brisas, La Victoria, Lleras y Camboya, entre otros.

Vías de comunicaciones

La principal vía de comunicación era el rio San Jorge y la ciénaga que permitían comunicación con la mayoría de los pueblos en tiempo de invierno. Durante el verano utilizaban caminos que formaban en los playones a medida que la sequía los secaban. La principal vía terrestre era la que comunica a Ayapel con La Apartada, totalmente destapada, donde empalma con la Troncal de Occidente. El aeropuerto más cercano era el de Montelibano, a una hora y quince minutos de Caucasia que está a hora y media. Ayapel tuvo en su tiempo un aeropuerto que después invadieron para viviendas.

Vivienda

Las viviendas de los pescadores estaban hechas de bahareque y palma, con pisos de tierra, en una o dos habitaciones vivían hasta 10 o 12 personas. El total de viviendas era de 6.134 distribuidas así: en la cabecera municipal el 37% y el 63% en el resto del municipio, de las viviendas en la cabecera municipal solo contaban con servicios públicos el 11.7% mientras en el resto del municipio llegaba a un 0.03%.

La situación de los pescadores en los barrios subnormales de la periferia de Ayapel en cuanto la cobertura de servicios públicos era mucho más grave si tenemos en cuenta que existían barrios enteros que no contaban con los servicios de acueducto y energía.

Educación

Los barrios y pueblos donde residían los pescadores carecían casi en su totalidad de centros educativos. En las pocas partes donde había, únicamente atendían los grados primero y segundo de

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primaria con una capacidad de 30 a 40 alumnos por grupo, lo que resultaba insuficiente. Las construcciones por su parte eran ranchas provistas en la mayoría de los casos solo de techo. No contaban con pupitres, ni materiales de estudio y la pizarra eran tablas sujetas a la tierra. Algunos maestros eran pagados por la comunidad o recibían algún reconocimiento mínimo por parte del Estado.

Los padres en su mayoría no sabían leer ni escribir: un 15% estudió primaria incompleta, un 13% terminó la primaria, un 5% comenzó la secundaria y sólo un 3% la terminaron.

Salud

El municipio disponía de un hospital local con capacidad para 28 camas. Solo atendían casos urgentes porque carecían de equipos y médicos especialistas. A los enfermos con frecuencia los remitían a Montería o Medellín.

Existía gran proporción de personas afectadas por anemia, picaduras de raya y culebra, paludismo y enfermedades de la piel. Muchos murieron a causa de desnutrición, parásitos, diarreas, enfermedades del corazón y cerebrovasculares, tumores malignos. Las principales causas de mortalidad en los niños la desnutrición y los parásitos.

Servicios públicos

Los barrios de pescadores no contaban con los servicios públicos indispensables. El agua, por ejemplo, la sacaban de pozos que abrían en las orillas de las ciénagas en tiempo de verano o les tocaba buscarla en barrios que si tenían el servicio.

Actividades económicas

Las principales actividades del municipio: pesca, agricultura, ganadería, comercio y minería. Había pescadores permanentes y ocasionales. Los primeros son aquellos que vivían básicamente de la pesca, tanto en invierno como en verano. Los ocasionales son aquellos que pescaban durante el verano y principio del invierno, luego combinaban con otra actividad. Esta podía ser el jornaleo, la vaquería, los cultivos, la búsqueda de oro o el rebusque en poblaciones más grandes.

Los pescadores permanentes, especialmente en épocas difíciles, hacían uso de los otros recursos que les brindaba la ciénaga. Los principales eran: la captura de babillas, galápagos, hicoteas, zorras, cacó, loros, boas; la caza de pisingos, barraquetes, cuervos y otros patos silvestres; la sacada de leña y la

Índice de alfabetismo de los pescadores No escriben ni leen 64% Primaria completa 15%Secundaria incompleta

5%

Secundaria completa 3%

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hechura de carbón. En estas condiciones de escasez de pescado la mujer se veía obligada a preparar galletas, cocadas y caramelos en general para vender en el vecindario o en los otros asentamientos.

3. Características del pescador

Para el caso particular del pescador de la ciénaga de Ayapel y rio San Jorge, los han diferenciado desde dos puntos de vista: de los aparejos que utilizaba y de su procedencia.

De los aparejos que utilizaba.

De acuerdo con los aparejos que utilizaba el pescador encontramos dos tipos principales: los atarrayeros y los chinchorreros

- El atarrayero contaba con la atarraya para ejercer su actividad. Esta red tenía cinco, seis o siete varas de largo y un diámetro de cuatro o cinco metros. Las elaboraban de acuerdo al gusto y a la capacidad del pescador para lanzarla. La canoa era de ocho a diez varas; la mayoría de más de ocho años de uso y deterioradas. Los remos eran de roble o de cualquier otra madera fuerte y resistente al agua.

- El chinchorrero desempeñaba su labor con una malla de 120 o 150 metros de largo, una canoa de 12 varas para regar el chinchorro, otra canoa de 15 a 20 varas para transportar el pescado y un motor fuera de borda, los más usuales de 40 caballos de fuerza.

Con el chinchorro sacaban entre el 70 y el 80 por ciento de la pesca total. El valor de los implementos que utilizaba el chinchorrero valía alrededor del millón de pesos, puesto que incluía el nylon, las boyas, el plomo, las dos canoas y el motor. Esto significaba que no todos los pescadores podían adquirirlos.

Dentro de los chinchorreros destacamos aquellos que tenían su propio equipo y los que prestaban o arrendaban a otros chinchorreros o comerciantes. Cuando comenzó el uso de este aparejo de pesca, lo empleaban principalmente para la captura de bagres de gran tamaño, medía unos 40 o 50 metros. En la ejecución de faenas de pesca, extendían la red formando un semicírculo sin sacarlo totalmente del agua, uno o dos pescadores se introducían al agua escogiendo los bagres de mayor tamaño, luego de esta selección levantaban la red para liberar los demás peces.

Con el pasar del tiempo los chinchorros fueron aumentando su tamaño hasta 150 o 200 metros y disminuyendo la distancia entre nudos al pasar de 10 centímetros a cuatro o tres centímetros que tenían en ese entonces.

En un pasado cercano, alrededor de 10 o 15 años, las capturas fueron abundantes y las especies diversas; en esa época seleccionaban y desechaban las especies no comerciales pero los pescadores abusaron del recurso al no devolver al agua las especies no deseadas. La fabricación de los chinchorros era manual, ocupando mano de obra de los mismos pescadores, años después la malla la fabricaban en el interior del país en forma industrial.

Censo de los pescadores

Atarrayeros 340 Chinchorreros (dueños) 250Chinchorreros (ayudantes ) 4.850 Pescadores permanentes (más de seis meses) 300

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De su procedencia

De acuerdo con la procedencia del pescador lo consideraban urbano o rural, sea porque habitaba regularmente en la cabecera municipal o en pequeños pueblos situados a la orilla de la ciénaga o del rio. Son urbanos aquellos que vivían en barrios como Loma Linda, La Estrella, Las Brisas, La Victoria, Camboya, Ospina Pérez, Santa Elena, San José, Inmaculada y Santa Cecilia. El pescador rural habitaba en comunidades como Cecilia, Sincelejito, Los Negritos, Barandilla, Tiesto, El Cuchillo, El Totumo, Plan de Mesa, Corea, Playa Blanca, Prieto, Pueblo Nuevo, Bermejo, El Cedro, La Apartada, Palotal, Marralú, Las Parcelas, Morrocoy, Canaima, Pueblecito, Las Múcuras, Sehebe y La Invasión. Además estaban las veredas Santa Rosa, Manzanares, Loma Grande, Las Escobillas, Guayabal y otras menores.

Durante la temporada de subienda a los lances llegaban jaladores de muchos sitios. Esta inmigración de pescadores incrementó la presión sobre la pesca en el rio y con frecuencia sucedían competencias con los pescadores y ayudantes nativos.

El atarrayero urbano

Tenía las siguientes características: por lo regular eran jóvenes y adultos que empezaron a pescar desde niños y su sustento fue provisto por recursos de la ciénaga. El promedio de miembros de hogares ya adultos era de ocho hijos. La mayoría de los niños no estudiaban. Los varones ayudaban al padre en sus actividades mientras que las niñas lo hacían con la madre. Casi todas las parejas convivían en unión libre. Era muy frecuente encontrar hogares con hijos de otros padres o madres. La relación entre padrastro, madrastra e hijastro no era discriminatoria en relación con los propios hijos y padres.

El padre estaba dedicado de lleno a su actividad. Cuando permanecía en casa lo encontraban ocupado en arreglar los aparejos, descansar, a veces escuchar radio y con frecuencia consumir licor y fumar cigarros o tabacos. Visitaban las cantinas y lugares donde expendían licores, tenían fama de mujeriegos. El 64% de ellos no sabían leer ni escribir. Pocos salían al centro del pueblo. Se sentían marginados de la vida social y políticamente eran manejados por los distintos grupos políticos que han tenido presencia en el municipio.

Procedencia pescadores atarrayerosAyapel (casco urbano) 40%Cedro 25%Otros (Cecilia, Palotal, Marralù, Sehebe) 35%

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Eran hombres mestizos curtidos por el sol, dentadura incompleta y la mirada cansada, con expresiones aprendidas de otros sectores sociales que reflejaban lo que han dado en llamar bacanería. Existía en ellos la preocupación fundamental porque a los hijos no les faltara comida, así las otras necesidades básicas no las atendieran. Los atarrayeros no solo eran de Ayapel, también los había de Jegua, San Marcos, San Benito Abad, Mompox, Loba, Magangué y de otros lugares del bajo San Jorge, Cauca y Magdalena.

La mujer cumplía con los oficios domésticos, es decir, cocinar, lavar, planchar, atender los niños, remendar, cuidar las plantas. Fuera de sus actividades cotidianas a veces desempeñaba otras como lavar y planchar ajeno, hacer cocadas, panelitas y caramelos y salir a fiar a las tiendas. Desde niñas les enseñaron sus obligaciones y a pesar de que muchas habían tenido dos o más maridos eran respetadas y admiradas por el vecindario donde residían. No contaban con los medios para divertirse y recrearse, ya sea porque no había sitios en el pueblo o no lo deseaban. Descansaban en las horas de la noche, puesto que todo el día estaban pendientes de cumplir con sus tareas.

Muchas veces no disponía de tiempo ni siquiera para arreglarse. Los oficios y cuidados a los niños las mantenían desaliñadas y poco a poco perdían el interés por su aspecto físico. Eran francas, amables y muy serviciales. Asistían a las reuniones de padres de familia y las encargadas de traer el agua desde los pozos distantes. No les preocupaba la política ni lo que pasara fuera de su mundo. Estaba convencida que era pobre y como tal moriría. Desde la edad aproximada de 13 años empezaba a tener marido, no conocía ni disfrutaba la adolescencia.

Los hermanos eran unidos y cuidaban entre sí, debían gran obediencia a los padres, respetuosos con los mayores, pasaban en pantalonetas o pantalones “mochos”. Desde muy pequeños ayudaban en las actividades de sus padres y en el transcurso de los años moldeaban el carácter, los valores y principios de acuerdo con lo que observaban en sus hogares. Salían a vender el pescado que traía el padre o los dulces que hacía la madre. Algunas veces también recogían basura. Sus vidas las desenvolvían en la ciénaga y en los barrios, aparentemente con mucha libertad. No contaban con lugares de recreación pero la diversión nunca faltaba con los juegos tradicionales u otros que ellos inventaban. Se comportaban con naturalidad y franqueza.

El atarrayero rural

Por el hecho de vivir en el campo tenía algunas características diferentes. Era más propenso a las creencias populares, anécdotas, dichos y refranes y un gran degustador de las comidas y bebidas típicas, además de ser bromista, burlón, exagerado y sentimental.

No tenía acceso a las facilidades de cantinas y mujeres del casco urbano. A los hijos los trataba con más dureza y exigencias que a las hijas. Les enseñaba las actividades que tienen que ver con la agricultura y la ganadería. El culto y respeto a los vínculos de sangre y sacramento era fundamental. Muchos pertenecían a organizaciones como las acciones comunales o asociaciones de pescadores, en este sentido eran más organizados y unidos. Hombres muy sencillos, preocupados por no quedar mal en sus negocios o convenios. Respetaban la palabra empeñada.

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Políticamente eran tenidos en cuenta por el número de votos que representaban. Desconocían ante quiénes o a qué entidades del Estado podían hacer solicitudes para satisfacer demandas urgentes que padecía la población. Las mujeres que habían tenido varios maridos eran pocas, estaban sujetas a las labores domésticas y no poseían los medios suficientes para llevar una vida más descansada. Los hijos, en condiciones similares a los de la parte urbana, llenos de privaciones en ámbito físico más restringido.

El chinchorrero urbano

Es aquel que cuenta con los aparejos indispensables y realiza faenas de pesca. Cuando decimos que realiza faena de pesca nos estamos refiriendo a que él hace parte del equipo que la ejecuta o no. En este último caso las dirige para que otros la ejecuten a través de alguien que lo representa.

Del chinchorrero podemos decir respecto a su equipo que es el propietario, el administrador o el habilitado. Los propietarios de chinchorros podían ser pescadores o no, tales son los casos de los comerciantes, ganaderos o prestamistas. No excluían que personas distintas a las nombradas podían hacerse a este equipo y entregarlo en arriendo o habilitación. Los pescadores propiamente dichos que adquirían chinchorros eran contados con los dedos de la mano.

El chinchorrero que arrendaba los aparejos acordaba con el propietario las condiciones específicas de tiempo de uso, costos, venta del producto y otros por el estilo. El chinchorrero habilitado era el que recibía, generalmente de un comerciante, los aperos indispensables para pescar y con el producto pagar la deuda pendiente con él, más el gasto que le ocasiona el uso de la red.

En este caso nos vamos a referir al chinchorrero dueño de su equipo. De los chinchorreros que arrendaban y los habilitados no hablaremos porque sus casos eran parecidos a los que vimos cuando tratamos el tema de los atarrayeros. La diferencia es que aquellos eran más decididos.

Para ser considerado un chinchorrero significaba contar con ciertas condiciones que le permitiera negociar determinada cantidad de pescados y poder sufragar los gastos que demandaba esta actividad. No cabe duda que sus condiciones económicas, sociales y políticas eran mucho más ventajosas que las de los atarrayeros. Una diferencia fundamental entre ellos era el de las actividades que realizaban en la pesca: mientras el atarrayero únicamente intervenía en la captura, el chinchorrero entra directamente en la venta del producto en cantidades comerciales, es decir, se constituye en un elemento del proceso de comercialización.

Por este solo hecho el chinchorrero tenía que manejar categorías un poco más amplias relacionadas con lo social y el mercadeo. Su trato abarca entonces el comerciante, el prestamista o el hacendado en términos más complejos de lo que hacen los atarrayeros. Como tiene hombres a su servicio, de 8 hasta 15 por chinchorro, entra en conversaciones con los políticos también en un plano diferente. La casa donde vive está en mejores condiciones, ya existe interés porque los niños vayan a la escuela y las mujeres empiezan a diferenciarse. En términos generales podemos decir que la diferencia entre el chinchorrero y el atarrayero va desde las actividades mismas de la pesca hasta el poder económico de uno y otro.

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El chinchorrero rural

Es muy semejante al chinchorrero urbano, con la diferencia que éste se encuentra en mejores condiciones de negociar y establecer relaciones con personas y entidades de los centros urbanos por estar más cerca de ellos y ser más desenvuelto en el trato.

Procedencia pescadores chinchorreros

La mentalidad del pescador ayapelano hace 30 años, lo podemos caracterizar por ser un hombre apacible, meditabundo, tímido, retraído y poco preocupado por los problemas y las cosas que suceden fuera de su círculo. Excesivamente conformista. Toma posiciones frente a las cosas pero no las asume, ni las expone ni las sustenta; a veces las comenta con sus íntimos en pequeños corrillos. Está convencido que nació para ser pobre y como tal debe morir. Tiene conciencia de sentirse por debajo de otros pero termina justificando su condición. Estima que ese mismo es el futuro para sus hijos. Desearía una ocupación diferente para ellos pero termina aceptando que no es posible. Sobre el fin de la vida piensa que todo se reduce a trabajar en la pesca, a conseguir una mujer, tener hijos con ella, darles de comer, asegurar que los hijos sigan su ejemplo y morir sin mayores problemas.

Las actividades que debían cumplir el pescador y su mujer eran aceptadas voluntariamente por cada uno de ellos. La mujer era sumisa, conformista, despreocupada y sin afán de superación. Un aspecto característico de la mentalidad del pescador era su falta de objetividad y espíritu crítico, por lo general cuando explica las cosas busca culpables diferentes a él mismo. No le gusta que lo acusen y es muy terco cuando toma decisiones. Tiene una gran capacidad para acomodarse a cada situación. Trata de ser honesto consigo mismo y ya no es el hombre francote de otros tiempos.

Revolución para ellos es respetar los derechos amparados por la ley, no permitir que en Ayapel y la ciénaga sigan mandando los cachacos sino los pescadores. Asegura que la transformación del sistema en que vivimos no es posible por la politiquería. Para ellos Dios es un ser que existe pero no lo tienen muy en cuenta. Confían más en los santos y santas que ellos y otros pobres han inventado, entre ellos Matías y Aquilino. Son estos santos y santas los que los socorren y ayudan cuando tienen problemas con la pesca y las calamidades del cuerpo. Con frecuencia les ofrecen mandas y les organizan fiestas.

Hay aspectos en los pescadores que tratan casi como tabú. Es el tema del amor. Es difícil saber qué piensan de él porque no lo dicen. Cuando se les menciona sienten pena y en cierto momento son

Ayapel 30%Cecilia, Palotal, Marralú, Sehebe 25%Bajeros 45%

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esquivos y agresivos. Tal parece que decirlo es síntoma de feminidad o de cobardía. Parece que en el fondo quieren y son tiernos a su manera.

El trasmallero

Para la pesca con trasmallo necesitaba una red que oscila entre 100 y 200 varas de largo con un ancho de tres metros. La canoa puede tener el tamaño de las que usa el atarrayero o el chinchorrero con sus respectivos remos.

En este trabajo no hemos considerado el caso de los trasmalleros como algo especial, debido a que los chinchorreros y los atarrayeros disponen de esta red para tapar entradas o rodearles los refugios a los peces. No tienen una característica específica, aunque su uso está proscrito.

4. Faenas de pesca

Para el presente trabajo las faenas de pesca las dividimos en diurnas y nocturnas y los métodos los clasificamos en lícitos e ilícitos.

Faena diurna

Empezaba a las tres ó cuatro de la mañana. El hombre revisaba la atarraya, arregla las flechas y busca los remos y palancas. La mujer preparaba la comida, casi siempre viuda de pescado o pescado frito, arroz o queso con yuca. Ambos eran ayudados por los hijos del mismo sexo respectivamente. A las cuatro y media ó cinco de la mañana emprendían la marcha hacia diferentes sitios de la ciénaga en donde suponía, por pura malicia, experiencia o intuición encontrar una buena pesca.

La actividad de lanzar atarrayas o flechas puede durar hasta las tres de la tarde, hora en la que debía regresar, con peces o sin ellos, dependiendo de días buenos y malos. Cuando los días son malos a la mujer le tocaba conseguir la comida a crédito o prestando, puesto que el pescador dedica el poco tiempo que tiene para estar en casa a descansar y arreglar los equipos para salir de nuevo en la madrugada siguiente.

A pesar de los fuertes soles y vientos que impiden localizar buenos bancos de peces, las faenas diurnas son menos riesgosas que las nocturnas. Por lo regular el producto que alcanzan a sacar lo venden a los tambuqueros (compradores que vienen de pueblos cercanos a comprar con recipientes de plásticos, madera o cartón fuerte denominados tambucos), a camioneros o a las pesqueras localizadas en el puerto. Lo pueden vender también al detalle o en sartas en el puerto o mandar a los hijos a ofrecerlos por la calle. Del total de la captura separan algunos ejemplares para el consumo de la familia.

La faena de pesca considerada más complicada es la del flechador, ya que tiene que localizar los comederos del bocachico y esperar pacientemente el momento oportuno para lanzar la flecha. Durante el día pueden utilizar todos los implementos de pesca conocidos, desde los chinchorros hasta los anzuelos, pasando por las nasas y las guindas. Estas faenas son menos complicadas en el verano, puesto que en invierno deben hacer recorridos más largos para llegar a los sitios de pesca.

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Faena nocturna

Comienza entre las dos y las cinco de la tarde. Las realizan con casi todos los implementos que existen. Por ejemplo: los pescadores con trasmallo salen a las tres de la tarde o un poco antes hacia aquellos sitios que son salideros de bocachicos. Cuando llegan al lugar tienden la red, dejando atados sus extremos a estacas que colocan a ambos lados. Una vez instalada les toca esperar hasta las 12 de la noche cuando realizan la primera inspección.

Entre las seis y siete de la noche comen lo que llevan, puesto que pueden ser uno o dos los pescadores. La comida o sarapa la llevan en ollas de aluminio o envueltos en hojas de bijao. Por lo regular a esta hora de la noche hay mucho mosquito, a la aparición de esta plaga le llaman cocherana, afortunadamente para ellos pasa cuando llegan los vientos. Terminada la comida y retirada la plaga descansan un poco o continúan comentando sobre asuntos de la pesca y de la vida. A las 12 de la noche revisan la red y sacan lo que han atrapado. De inmediato proceden a sacarles las tripas para impedir que se pudran.

Al amanecer, cuando les toca recoger la red sacan lo que lograron capturar en el último periodo de la noche. Entre las siete y ocho de la mañana están de regreso a sus hogares: venden el pescado, dejan lo suficiente para la comida del día, los arreglan, desayunan y se acuestan a dormir hasta las 11 o 12 del día. Almuerzan y de una vez comienzan a preparar los implementos para salir de nuevo a la ciénaga.

Los pescadores con atarrayas salen entre las cuatro y cinco de la tarde. Pero no lo hacen solo, ya que por lo regular salen grupos de seis u ocho canoas, cada una con dos personas: el patrón, o sea, el que dirige la embarcación y el atarrayero, es decir, el que arroja la red.

Los trasmalleros van provistos de sus implementos y la sarapa o comida, también llevan sus tarros o frascos llenos con tabacos, cigarrillos y fósforos. Los llevan en estos recipientes para protegerlos del agua. Como tienen que permanecer en el agua durante toda la faena llevan una totuma para achicar el agua que entra por sus canoas viejas y deterioradas; el enjuagador, que es un trapo viejo que usan para secar la canoa cuando van a recostarse un poco y las ruanas o plásticos que les sirven para protegerse de las plagas, las lluvias y el rio.

Ya dispuesto todo salen a la ciénaga y después de un tiempo llegan al sitio previsto. Acuerdan lo que van hacer y empiezan a comer antes de que llegue la cocherana. Comidos y descansados, a eso de las 10 u 11 de la noche se alistan para la captura. Las canoas las organizan de tal manera que forman dos filas que luego unen en la parte de atrás, o sea, hay dos canoas que marchan en la punta, detrás de cada una de ellas marchan varias y para cerrar el espacio colocan dos o más canoas en la parte de atrás de acuerdo con el número de canoas. La distancia que separa a los dos punteros es variable.

Para guiarse en la oscuridad los punteros van gritando y los demás los siguen. Cuando llega el momento oportuno los punteros gritan ¡tópalo! y enseguida empiezan a cerrarse en forma de círculo. Cuando estiman que pueden lanzar las redes sin enredarse una con otra, proceden a lanzarlas. Esta operación la repiten hasta las tres ó cuatro de la madrugada cuando deciden regresar a casa.

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El producto lo vender junto, o sea, todo el grupo o en sartas con varias unidades. Una vez dejan todo preparado se echan a dormir y levantan horas después para volver de nuevo a la ciénaga. Estas faenas nocturnas son más difíciles en la época de invierno porque con frecuencia los truenos y relámpagos anuncian la llegada de las lluvias que obligan a los pescadores a refugiarse en los manglares o los firmes movedizos para evitar el hundimiento de las canoas o la pérdida de los aparejos. Estas lluvias pueden durar toda la noche, entonces el pescador debe regresar a casa sin ningún producto, con mucho frio y hambre.

5. Métodos de pesca

Dijimos que los métodos de pesca pueden ser lícitos e ilícitos. Uno u otro caso depende no de los implementos en sí, sino del uso que le dan o de la intención con la que los manejan.

Métodos ilícitos

Los más usados en la ciénaga de Ayapel son el arrastre, el zangarreo, la tranca, el uso de tóxicos y trasmallos en los salideros de los peces.

El arrastre. Los encargados emplean 1.000 o 1.500 metros de chinchorro, sujetos sus extremos a canoas de 15 metros y motores de 40 caballos de fuerza y arrastrarlos durante varios cientos de metros hasta donde encuentren playa para depositar en ella todo lo recogido. Esta operación la repiten en diferentes lugares de la ciénaga todas las veces que sea necesaria a cualquier hora del día o de la noche.

Este método de captura acaba con los peces pequeños, puesto que el arrastre es tan violento que les destroza los sensibles sistemas de respiración y como comercialmente no son rentables, simplemente los dejan abandonados, convirtiendo estas playas en inmensos cementerios de peces podridos. Los pescadores que más utilizan este método son los que vienen de otros departamentos y los de más solvencia económica en la zona. Muchos estiman que los comerciantes de pescado son los que más han presionado a los pescadores a utilizar este método.

El trasmallo y el chinchorro llegaron a la ciénaga de Ayapel entre 1956 y 1958, los trajeron del Magdalena y del Atlántico. Hay otro aparejo, la nasa, que la trajo un pescador del departamento del Tolima de nombre Pomponio en 1959.

La tranca. Consiste en tender el chinchorro a todo lo ancho de un caño sujetándolo firmemente a unas estacas que clavan a lado y lado del caño con el fin de que todos los peces que bajan en busca de la ciénaga queden almacenados en la red. Allí los dejan durante varias horas, recogen lo capturado y luego repiten la operación durante todo el día o la noche.

Este método también lo utilizan en los rincones de ciénagas, sobre todo cuando desean pescar pacoras y bagres. Para hacerlo tienden el chinchorro de una playa a otra, dejando sin salida al rincón. Inmediatamente dos personas a bordo de una canoa van hasta el final del rincón y empiezan a golpear el agua con una porra de madera en dirección a la salida. Los peces huyen tratando de escapar pero encuentran la red. Los responsables, apenas sienten que han llegado los peces recogen

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el chinchorro y arrastran el producto hasta la playa. Este proceso lo adelantan en cada rincón que consideren tenga peces en cantidades apreciables.

Hay que aclarar que los peces grandes llegan a los rincones por la noche cuando persiguen las sardinas y las arencas para comer. Estas últimas son empujadas por el fuerte olaje hasta las orillas. Cuando desaparece éste buscan de nuevo el centro de la ciénaga.

El zangarreo. Pueden emplearlo con chinchorros, trasmallos o atarrayas. Consiste en encerrar los sitios donde los peces buscan refugio, estos pueden ser en las palizadas, en los manglares de agua dulce y en las aglomeraciones de taruyas o firmes movedizos. Una vez asegurados proceden a cortar la palizada y los manglares con hacha y machete hasta sacar a tierra todos los obstáculos, quedando el lugar completamente libre, abierto para el manejo de la red.

Este método lo utilizan más que todo en caños y en ciénagas de mucho mangle o criaderos. Son muchos los criaderos que les han arrebatado al mangle debido a este sistema. Mencionamos apenas los casos de los caños Grande, Barro, El Jobo, Muñoz y El Tronco; las ciénagas La Miel, Escobilla, Escobillitas, Las Palmas, La Mantequera, Patico, Comedero, Florida, Los Bagres, Corozal, Los Toros, Cañaguate y otras. Las quebradas más afectadas fueron Aguas Claras, Popales, Trejos, Quebradona, Escobilla y otras. Estos parajes eran los mayores criaderos y más seguros refugios que tenían los peces de las ciénagas, aunque quedaron pocos están deteriorados y el método continuaron aplicándolo.

El uso de tóxicos. El primer paso consistía en detectar un buen lote de yerba majate donde abundaba el bocachico y con un trasmallo rodearlo en forma de círculo en las horas de la tarde. Esperaban la llegada de la noche para continuar con el proceso. Llegado el momento tomaban una vara larga, en la punta le sujetaban pedazos de tela, los mojaban en una solución de veneno y la introducían con fuerza por distintos sitios del lote encerrado. Los animales cuando percibían el veneno trataban de buscar agua buena pero encontraban la malla. Algunos sobreaguaban desesperados, echándoles mano de inmediato. La mayoría, ya inertes, quedaban aboyados en la superficie.

El uso del trasmallo. Nos referimos más que todo a aquellos que colocan en los salideros, “caminaderos” y comederos del bocachico. La red la fijan en un mangle y una o dos estacas, esperan varias horas durante la noche para revisar la red.

Métodos lícitos

Son aquellos que realizan con aparejos reglamentados, es decir, que cumplen con las disposiciones fijadas por las entidades correspondientes en lugares permitidos y capturan únicamente lo permitido por esos mismos organismos. Según esto en la ciénaga de Ayapel la gran pesca no la realizaron con métodos lícitos, puesto que los aparejos, los sitios de pesca y las tallas de las capturas no cumplían los requisitos exigidos.

La Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS) reglamentaron la administración, conservación, control y vigilancia de los recursos pesqueros en el mes de noviembre de 1975 mediante el Acuerdo número 15. Lo estipulado en este Acuerdo ha sido violado

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sistemáticamente por los empresarios del negocio, los dueños de las grandes mallas y los pescadores. La CVS creyó que con la expedición del Acuerdo era suficiente.

Partiendo de esta base consideramos que si bien no aplicaron del todo los métodos lícitos de pesca, por lo menos había dos que pudieron reglamentarlos para bien de los pescadores, del recurso, de la población y de las mismas entidades encargadas de conservarlos. Estos métodos eran: el de los corrales y el de los lances.

Los corrales. Los atarrayeros son los que menos perjuicio ocasionan al recurso pesquero pero con su pequeña red en una extensión tan grande de agua es poco lo que pueden hacer. El método que han ideado desde hace muchos años para contrarrestar esta desventaja son los corrales. Consiste en la organización de 8, 10, 12 o más canoas, provistas de los aparejos indispensables del atarrayero y dos personas a bordo: el que conduce la embarcación y el que se encarga de lanzar la red.

6. Los lances

Normalmente es aceptado que la época de subienda está comprendida entre los meses de diciembre y abril. Esta la efectuaban en el rio San Jorge pero indiscutiblemente el sitio más importante era el comprendido entre Boca Sehebe y el rio San Pedro.

Desde el mes de octubre comenzaban a llegar los pescadores con el fin de levantar las ranchas a orillas del rio. El conjunto de estas ranchas levantadas para la época de la subienda la llaman Ranchería. Las construyen con los elementos que tienen a la mano: madera de distintas especies, cartón, balsas, guaduas y palma. Cada una de ellas dispone de un sitio abierto que sirve de cocina, sala y lugar de juegos; de un cuarto donde están las camas, camastros o trojas y lo más íntimo de la familia, aquí duermen las mujeres, los cónyuges y los niños. Los solteros duermen afuera en hamacas o esteras.

A un lado, en la parte de atrás del cuarto construyen un pequeño baño para uso exclusivo de las mujeres; los hombres hacen sus necesidades en las pajas cercanas, lejos de las ranchas. En cada grupo de ranchas instalan pequeñas tiendas o ventorros dotados de lo más indispensables: vituallas y aliños, gas, medicamentos de botiquín, tabaco, cigarrillos y abundante licor. Algunos cuentan con equipo de sonido instalados a plantas eléctricas. En varias ranchas cuentan con televisores y radios receptores. Los programas de radio que más escuchan son los musicales, en especial los que pasan porros y vallenatos. Los programas de televisión que más ven son los noticieros, telenovelas y programas de acción.

A los distintos grupos de ranchas les corresponden un número determinado de familia. Por lo regular en cada rancha comparten dos o tres familias, unidas por vínculos de sangre o compañerismo. Todos los miembros son parientes o amigos. El dueño o el administrador del chinchorro ordinariamente están acompañado de su mujer e hijos de ambos sexos y familiares y amigos que participan en la tarea de la pesca.

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Cada chinchorrero puede tener entre uno y cinco chinchorros, para su manejo requiere de 12 a 15 hombres. Lo que hace que cada grupo de ranchas lo integren entre 10 y 40 chinchorreros. A cada grupo de ranchas con este tipo de organización y el propósito de pescar durante la subienda le denominan Lance.

Todos los chinchorreros del lance tienen la oportunidad de hacer sus tiros, es decir, lanzar la red, por turnos y en orden previamente acordado por los propietarios. Así pues, los tiros pueden repetirse cada 3 y 15 horas, dependiendo del número de chinchorros que halla en el lance. Durante los picos de subienda en cada chinchorrazo pueden sacar entre 3.000 y 5.000 pescados.

Los implementos utilizados por el chinchorrero son: la red (según la CVS, debe tener un largo máximo de 80 metros, un ancho máximo de 3,5 metros y una distancia entre nudos contiguos de cinco centímetros), en la práctica no cumplen con ninguna medida, la canoa pequeña para regar el chinchorro, la canoa con motor, más grande que la anterior, utilizada para transportar el producto.

Cada lance es bautizado por ellos mismos con nombres que tienen que ver con hechos sucedidos u ocurrencias de sus miembros. Los principales son los siguientes: El Muñeco, El Tigre, El Clavo, Los Aporriados, El Problema, El Roble, El Guayabito, El Alkaseltzer, Toldo Bajito, El Corrinche, Coco Pelao, La Ceiba, El Toro, El Veinte, Mata de Chopo, El Jobo, Las Pelotas, La Gitana, Playa Tendida, Rana en Viuda, Sapo Frito, entre otros.

Los lances son ubicados de acuerdo a las características especiales de las riberas y del fondo del rio. Su localización viene de tiempo atrás y los ocupantes de cada uno de ellos son casi siempre los mismos. La cantidad de chinchorros que poseen tiene relación con la productividad del lance, de su cercanía a Boca Sehebe y las condiciones económicas de los ocupantes del lance. Como criterio para la localización acordaron una distancia mínima de 2.000 metros a partir de Boca Sehebe y prohibir la pesca en los remolinos, disposición que no cumplen.

La faena de captura, o sea, el tiempo que tardan entre regar y recoger el chinchorro es de aproximadamente media hora. Como ya dijimos, entre uno y otro turno pueden pasar varias horas, lo que perjudica al dueño o administrador de los chinchorros porque los colaboradores o jaladores pasan mucho tiempo inactivos, aunque en verdad durante este tiempo, llamado vidrio por ellos, lo dedican a reparar las redes y otras actividades relacionadas con la actividad.

Por lo general los jaladores (los que jalan el chinchorro para recogerlo) son jóvenes que durante el resto del año tienen otras ocupaciones y vienen durante la subienda a estos lugares a rebuscarse algunos pesos. Ordinariamente regresan a sus casas localizadas en los pueblos cercanos cada fin de semana, dependiendo del ajetreo, la demanda y la abundancia o no de pescados.

El dueño del chinchorro o el administrador es el encargado de los aspectos organizativos y la venta del pescado. Directamente no pesca. A veces destina a uno de los pescadores para que lo reemplace en estas labores, al escogido le llaman patrón. Si el dueño es un comerciante, hacendado o prestamista nunca va a los lances, todo lo hace a través de los administradores. En cada lance

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funciona un tipo de reglamento que contempla los deberes y derechos que tiene cada uno de sus miembros y cada lance es diferente a otro.

Como anotamos anteriormente el chinchorrero viene con su familia o parte de ella y los colaboradores son sus amigos más cercanos. Esto hace que entre ellos primen unas relaciones cordiales. No debe extrañar encontrar en estos lugares a jóvenes estudiantes que pasan sus vacaciones en los lances con sus padres durante estos meses.

A pesar de esta familiaridad y camaradería existía un reglamento que debía ser cumplido por todos. Estaba prohibido pelear, tener mal vocabulario, dejar comida (cada uno servía la cantidad que deseaba, si dejaba lo castigaban por despilfarrador), ensuciar los utensilios de la cocina, molestar a la ranchera o mujer que cocina, hacer necesidades cerca de las ranchas, incumplir con el trabajo, desobedecer las órdenes y en fin, todo aquello que fuese en contra de las buenas relaciones entre sus miembros.

Muchas veces la ranchera era la esposa del dueño o administrador del chinchorro o de cualquiera de los demás participantes. La consideraban un miembro más y por lo tanto recibía la misma cantidad que les correspondía a los otros que participaban directamente de la faena. Cuando no había ranchera los mismos pescadores o jaladores cumplían la labor. El día que les tocaba cocinar no pescaban pero recibían el mismo reconocimiento. Todos los días los miembros del lance escogían el menú que deseaban. El que incumplía el reglamento recibía multas y otras sanciones: lavar trastos, comprar para todos determinadas cantidades de panelas o potes de avena. La mayor pena era el despido del lance.

El propietario, administrador o jefe que cometía faltas pagaba doble su multa y no podía negarse a cancelarla. El dueño o administrador del chinchorro era el responsable de construir la rancha, tener los aparejos y vender el producto. Había casos en que los propios pescadores y jaladores vendían el producto en el mismo sitio al que mejor lo pagara. El producto era repartido de la siguiente manera: el 50% para el chinchorrero y el otro 50% lo repartían entre los colaboradores, incluyendo la ranchera.

Algunos lances tenían problemas de diversa índole, principalmente por la procedencia, puesto que había muchos con personas de un mismo sitio y otros con personas de distintos lugares. Donde predominaban las personas de distintos sitios no faltaban las disputas o celos por cuestiones de procedencia. Los de Cecilia, por ejemplo, podían disgustarse con los de San Marcos y los de Ayapel con los de Magangué.

Otro motivo era la cercanía a Boca Sehebe. Los que estaban cerca de este lugar lograban una mayor captura, impidiendo hasta cierto punto que los situados rio arriba capturaran más. Eran los casos de los lances Rana en Viuda, El Problema y Calabacito. Los de rio arriba consideraban que estos lances perjudicaban más el recurso pesquero. Lo mismo decían los ayapeleros de los pescadores que venían de otros departamentos.

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Al final podemos decir que los lances constituían una verdadera organización social y económica, eran estables a pesar de funcionar algunos meses del año. Su estabilidad era tal que algunos terminaron convertidos en pueblos. El caso de Boca Sehebe es muy significativo.

7. Actitud de los diferentes sectores sociales ante la situación de la pesca

Un proyecto de impulso de la pesca artesanal en la ciénaga de Ayapel requirió saber con exactitud cuál era la opinión y el comportamiento de los diferentes sectores sociales que habitaban en Ayapel y de qué manera, directa o indirectamente, estaban vinculados con la pesca. Entre los grupos sociales que encontramos en Ayapel estaban siriolibaneses, paisas, chocoanos, bajeros, sabaneros y los distintos sectores de los propios ayapelanos.

Siriolibaneses Las principales familias y las actividades que llevaron a cabo fueron las siguientes: Farah: reconocidos como agricultores, comerciantes, distribuidores de combustibles y dueños de piladoras de arroz. Chejne: dedicados al comercio, después a la ganadería y la política. Abisambra: comerciantes y propietarios de piladoras de arroz. Náder: ganaderos y políticos. En resumen, montaron haciendas, una piladora de arroz y una fábrica de panela. La mayoría de ellos no contrajeron matrimonio con gente del lugar. Casi todos marcharon para otros sitios, especialmente Bogotá, Barranquilla y Medellín. Paisas Los hubo pobres y ricos: los primeros dedicados al cacharreo, ventas en el mercado y otros tipos de oficios marginales. Los de mayor solvencia fungían de comerciantes, hacendados, ganaderos, propietarios de la mayoría de los clubes o casas fincas situadas en los alrededores de la ciénaga. Por lo general eran casados con mujeres de su tierra. Los productos que consumían en las cortas o largas temporadas que pasaban en Ayapel eran traídos de Antioquia y varios hasta pagaban el catastro en su propio departamento. Aprovecharon mejor las ventajas del turismo y la recreación de la ciénaga y Medellín era uno de los destinos del comercio pesquero. Ellos y otras personas del interior crearon y manejaron las pesqueras y a la larga los que controlaban el valor del producto.

Chocoanos

Eran profesores, llegaron con el fin de mejorar su situación económica y social. En una buena proporción buscaron y casaron con mujeres blancas o de piel clara o trigueña de Ayapel. La mayoría decidió quedarse a vivir en el pueblo. Uno de ellos llegó a ser alcalde, diputado y fundador del Instituto Ayapel. El otro ejemplo fue profesor de danzas y un gran activista cultural. Los demás dedicados a sus clases.

Bajeros

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Así les llaman a los que vienen de San Marcos, Caimito, San Benito, Jegua y hasta cierto punto la gente que viene del bajo San Jorge, Cauca y Magdalena. Es el grupo más identificado con el ayapelero pobre o pescador, por algo hacen parte de la misma zona cultural. Fueron ellos quienes trajeron el chinchorro, comercializaron el pescado y establecieron los primeros depósitos hasta que llegaron los paisas y los desplazaron. Dedicados por completo a la pesca de ciénaga y de rio, consiguieron compañeras y gran parte de ellos no volvieron a sus tierras. De vez en cuando aparecían conflictos con los ayapeleros por el tratamiento que le daban al recurso.

Sabaneros

Procedían de Tuchín, San Andrés de Sotavento y Chinú. En el pasado tuvieron una gran relación con los ayapeleros, trabajaron la pesca y algunos fueron comerciantes. Tiempo que aprovecharon en un proceso de mezcla con los ayapeleros. La mayoría de ellos hizo parte de cuadrillas dedicadas al jornaleo. Sus ratos libres los dedicaron a la artesanía. Los pocos que quedaron continuaron desarrollando esta actividad.

Ayapeleros

También llamados ayapelanos, ayapelenses o ayapeleños. Son agricultores (pequeños, medianos y grandes), ganaderos, pescadores, buscadores de oro. Culturalmente expresaban identificarse más con las poblaciones aledañas del departamento de Sucre. Esta identidad estaba arraigada y percibía en los sectores populares y las clases medias y altas. Muchos se ufanaban en diferenciarse de la gente del Sinú.

Ayapel es una de las poblaciones más viejas que tiene el departamento. Cuenta con un buen número de profesionales (abogados, economistas, veterinarios, agrónomos, ingenieros y otros) pero la mayoría están por fuera y los pocos que permanecen muestran indiferencia por esta actividad. En conclusión la situación no era la mejor:

- Los profesionales que ya mencionamos son apáticos a la situación de la pesca y los recursos. - Los políticos, la mayoría pertenecientes al partido liberal, tanto los viejos como los nuevos

dirigentes, han preferido siempre la burocracia y las tramas parroquiales. - Las organizaciones populares urbanas (acción comunal, braseros y la de los propios

pescadores) a duras penas tratan de mejorar las condiciones de vida de sus afiliados y no han podido proyectarlas hasta la situación de la pesca.

- Los campesinos están desorganizados y difícilmente pueden contribuir con algo. - Los comerciantes son los mayores beneficiados sin embargo no retribuyen siquiera parte de

sus ganancias a la conservación de los recursos ni a mejorar las condiciones de la ciénaga. - Los educadores, organizados a nivel municipal y departamental, empeñados en su labor

docente, sin preocuparse por actualizar sus programas ni incluir en ellos aspectos que tengan que ver con la pesca, la ciénaga y los otros recursos.

- Los estudiantes, a pesar de su número en dos colegios de bachillerato, no dan a conocer sus opiniones siguiendo fielmente el ejemplo de los profesores y otros sectores.

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- La Corporación Amigos de Ayapel era el ejemplo de que las organizaciones cívicas si pueden adelantar algunas obras de beneficio común.

- Hacendados, ganaderos y mineros inescrupulosos contaminan la ciénaga y destruyen los manglares.

- Las autoridades contribuyen a deteriorar el medio puesto que convierten algunos lugares en basureros públicos o arrojan las aguas negras del alcantarillado.

Como puede observarse la situación es difícil y complicada. Parece ser que todos sin excepción quieren aprovecharse de la ciénaga y sus recursos sin devolverle nada a cambio; mientras a otros no les importa la suerte que corra. Esto es por lo menos lo que deducimos del hecho de que los paisas o antioqueños, siriolibaneses y chocoanos como grupos cerrados que son no se desarraigan del todo de sus lugares de origen y por lo mismo no sienten compromisos con la ciénaga. Los bajeros, sabaneros y ayapeleros de sectores populares, presentan grandes limitaciones para cumplir una mejor labor. Los otros grupos de alguna importancia en el municipio no muestran interés en estos casos.

8. Tipos de organización

Los pescadores de Ayapel han pasado por distintas formas organizativas en los últimos cuarenta años. A continuación las describimos:

Los Comuneros

El municipio de Ayapel contó desde principios del siglo pasado con el uso y gozo comunitario de las ciénagas y sabanas de su territorio. A medida que crecía la población aumentó la utilización de estos recursos, a tal punto que hubo necesidad de reglamentarlos. Conformaron una Junta de terreno, escogida por el pueblo para que administrara, preservara, defendiera y explotara los terrenos comunales. Fueron hombres raizales del pueblo, preocupados por la conservación del recurso pesquero. Contaban a su favor con el hecho de ser hombres mayores, honestos, sin ninguna tachadura moral. Las decisiones que tomaban eran aceptadas al pie de la letra. A este carisma agregaban la disposición firme de defender estos recursos. Llegado el caso, no vacilaban en utilizar las armas si era necesario. En los momentos críticos colocaban letreros en todos los sitios donde prohibían pescar. El que desobedecía corría un gran riesgo. La eficacia de su gestión fue tal que mantuvieron el recurso. Todavía les recuerdan como el mejor grupo que existió por su preocupación y defensa de la ciénaga y sus recursos. Su permanencia fue prolongada, solo la vejez y la muerte de sus miembros acabaron con ella. Entre sus últimos representantes están Santiago Pulgar, Juan Bernal, Pablo Pacochaga, los hermanos Centeno y Eduardo Benítez. Sindicato de pescadores Por el año de 1952 Domingo Nicolás Martínez, Víctor Vides y José Manuel Regino asumieron la tarea de organizar al pescador de atarraya. El objetivo de esta organización: evitar el desperdicio del

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pescado y la defensa del precio del producto. De esta manera organizaron a los dueños de 310 canoas en tres cuadrillas que denominaron A, B, C. Las canoas de cada cuadrilla tenían la letra y un número correspondiente para su identificación. A las cuadrillas les tocaba pasar por turnos. Solo si había necesidad salían dos al mismo tiempo. Este caso sucedía cuando había un gran número de carros esperando en los puestos de cargue. A cada integrante de cuadrilla le daban un cupo, es decir, le asignaban determinada cantidad de pescado según la necesidad de la demanda. Si cogía un volumen mayor de lo estipulado el excedente lo entregaban al jefe de playa como pago por los servicios prestados a la organización. La función de este jefe de playa era velar por el cumplimiento de los turnos y la carga. La organización la mantuvieron durante tres años trabajando formalmente. El cura y el alcalde de ese entonces, el padre Matías y el señor Marceliano Rojas, les solicitaron donaran unas bancas que la iglesia necesitaba. Como la organización negó la petición le quitaron la personería jurídica que tenia y comenzaron a cobrarles impuestos. Las cuadrillas optaron para cargar cada una por su lado y de manera clandestina. Así fueron creándose grupos más pequeños sin ninguna relación entre sí. Llamas Bastidas y Agustín Florián crearon uno de estos grupos; Víctor Vides hizo lo mismo. Al poco tiempo desaparecieron. Ya sin ningún tipo de organización los pescadores ayapeleros presenciaron la llegada de los primeros chinchorros que trajeron los pescadores de la Villa de San Benito Abad. Lo único que pudieron hacer fue reclamar que los foráneos cumplieran con los letreros donde estaba prohibido pescar. La desventaja con los foráneos era evidente, puesto que las pequeñas atarrayas que utilizaban en Ayapel no podían competir con sus chinchorros. Los comerciantes Cástulo Vides, Clemente Bohórquez y Manuel Cuadrado contrataron la cuadrilla de foráneos para satisfacer la demanda que tenían y poco a poco los atarrayeros quedaron marginados. En estos años hubo un gran cargue en los puertos de Marralú, El Puente, Ayapel y Montelibano. Era tal la abundancia del recurso y sin ningún control que en 1962 llegó un grupo de pescadores del departamento del Tolima. Los ayapeleros no pudieron más y los expulsaron de la ciénaga. A muchos de ellos hubo que recogerles pasajes de regreso. Esto no lo hicieron con los villeros (de la Villa San Benito Abad) porque estaban contratados por personas del lugar. Por estos mismos años llegó una empresa comprando madera para una fábrica de fósforos. Cooperativa Agropesquera Los hechos sucedidos llamaron la atención de un grupo de personas vinculadas con el municipio, preocupados por la desorganización del pescador, la situación social y económica del gremio y decidieron crear la Cooperativa Agropesquera. Además de pescadores podían ser miembros personas de otros oficios. Su objetivo primordial el aprovechamiento del recurso pesquero con el fin de mejorar las condiciones de vida de los asociados.

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Para una mejor organización zonificaron el municipio en centros o sitios pesqueros: Tierra Santa, Marralú, El Cedro, Cecilia, Playa Blanca, Sehebe y Ayapel que abarcaba los diferentes barrios del casco urbano. En cada uno de estos sitios crearon un comité encargado de vigilar la buena marcha de la Cooperativa. En los primeros tiempos marchó tan bien que contó con la asesoría de Dancoop y recibió créditos del Idema por valor de un millón de pesos que utilizaron para comprar un carro y montar una tienda grande. Cada socio debía cancelar un aporte por valor de 1.500 pesos y una cuota de admisión por valor de 50 pesos. Quien no tuviera en efectivo podía cancelar y abonar con implementos de pesca. Por malos manejos administrativos, la concentración del poder en el gerente y el escaso control del tesorero y fiscal acabaron con la organización tres años después. Asociación de pescadores Varios años después, medio repuestos de lo negativo que resultó la cooperativa, en 1975 comenzaron a brotar algunos intentos de organización. Uno de estos intentos consistió en afiliarse como seccional de la Unión Sindical de Pescadores del rio Magdalena (Usprimag). Su objetivo: aglutinar a todos los pescadores artesanales del municipio. Su existencia fue breve, debido, entre otros, a la poca conciencia gremial, desconfianza y descontento porque la directiva y la oficina principal no tenían sede en el departamento de Córdoba. Asociación de pescadores de Ayapel En 1982 insistieron de nuevo y crearon la Asociación de Pescadores de Ayapel con reconocimiento oficial. La Asociación creció rápidamente y llegó a tener más de 250 asociados. Entre sus objetivos estaban: luchar por el bienestar social y económico del pescador y el buen uso y manejo del recurso ictico. Adelantaron programas con la CVS, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y otras entidades de carácter departamental y nacional, montaron una tienda comunitaria. Esta y otras acciones las adelantaron en estrecha colaboración con la Corporación Amigos de Ayapel (Coraya). En 1986 la asociación vivía un proceso de deterioro progresivo. Sus asociados terminaron dejándola sola. No supieron enfrentar los continuos conflictos personales que aparecieron y los directivos no adoptaron programas convincentes de acción ni contaban con una metodología adecuada para hacerlo.

CIÉNAGA DE AYAPEL EN LA ACTUALIDAD SEGÚN LA CVS

La ciénaga de Ayapel es el complejo cenagoso más importante de la cuenca del río San Jorge en el departamento de Córdoba. El área de la cuenca en el departamento es de 145.512,52 hectáreas comprendidas entre los 20 y 150 metros de altura sobre el nivel del mar. Está ubicada en su totalidad

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en el municipio de Ayapel, en la zona de vida de bosque húmedo tropical y hace parte del macrosistema de humedales y zonas anegables de la Depresión Momposina. Los meses de máxima sequía son marzo y abril y los de mayor nivel entre julio y noviembre.

Presenta un área de 63.900 hectáreas de espejo de agua y posee una superficie de 10.124 hectáreas en época de aguas bajas, las cuales llegan a 19.926 hectáreas durante el invierno. Está ubicada en la margen derecha del río San Jorge. Según la clasificación Ramsar es un sistema palustre permanente/emergente.

Pesca

Para el caso de los peces reporta la captura de 7.770 individuos de 44 especies y dos morfo-especies, pertenecientes a ocho órdenes y 23 familias. Esto representa el 30% de las especies reportadas para la cuenca del Magdalena. Las principales especies de la ciénaga son el bocachico, bagre rayado, blanquillo, pacora, vizcaína, moncholo, doncella y comelón. El bocachico representa el 40% de las capturas totales.

Para las ciénagas de la Mojana, incluyendo a la de Ayapel, reportan promedios anuales en producción pesquera de 29.600 toneladas en la década de 1970 y 20.650 toneladas para la de 1980. 30% corresponde a Ayapel.

Según las estadísticas de la CVS muestran una disminución progresiva de los recursos pesqueros en Ayapel donde la movilización en los años 90 alcanzó las 10.729 toneladas, reduciéndose a menos de 3.000 toneladas en el 2001. Una reducción de casi del 70%. Hoy la pesca está reducida casi en un 90%. Estos rendimientos de producción pesquera muestran la tendencia histórica hacia su disminución.

• 1997 reporta un rendimiento de 31 kilogramos día. • 1999 registran rendimientos de 11.8 kilogramos día. • 2007 los rendimientos son de 5,52 kilogramos día. La pesquería es la principal actividad económica de la zona. El principal arte de pesca es la atarraya. Principales especies de peces capturadas: bocachico, comelón, pacora, bagre pintado, blanquillo, doncella, chango, mojarra lora, moncholo, barbudo y mojarra amarilla. La comercialización es realizada esencialmente en Ayapel y San Marcos (Sucre).

Minería La actividad de minería de oro con maquinaria pesada la realizan desde hace años los grupos armados ilegales y el narcotráfico. Los daños causados a las aguas, los cauces y el territorio en general son cuantiosos e invaluables. La minería artesanal debe reglamentarse para que cause el menos daño posible. Inundación

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La Ciénaga de Ayapel hace parte de un sistema hidrológico independiente que recoge las aguas provenientes del río Cauca, quebradas y caños para posteriormente entregar sus excedentes al río San Jorge. Es influenciada por el río Cauca cuando éste se desborda, provocando grandes inundaciones y aportando contaminación por mercurio, que este recoge por su paso por el bajo Cauca antioqueño. Han ocurrido acciones sobre el curso del San Jorge que han modificado su conectividad con la ciénaga. La presencia de los terraplenes de las vías que van paralelas a su curso, construidas sobre los diques, parece haber elevado el nivel umbral de desborde al río y su masivo derrame sobre las ciénagas Caimanera y Toros. La conexión a través del caño Grande-Viloria constituye el vinculo primordial por el cual transporta la mayor proporción del flujo de salida. De acuerdo con observaciones de pobladores y pescadores de la zona, la ciénaga tiene una mayor capacidad de retención de su volumen que lo que se observaba en las décadas del 60 y 70. Fuentes

Criterios básicos para el desarrollo e impulso de la pesca artesanal en la ciénaga de Ayapel. Convenio CVS-Fundación del Sinú. Montería, 1987.

Entrevistas a Jorge Pelayo, Eduardo Cerra, Ladislao Márquez, Ulises Pinzón. Ayapel, 1985-1987

Algunos datos actualizados de la ciénaga de Ayapel. CVS. Montería, 2015


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