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Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

Date post: 29-Mar-2016
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Voumen de narrativa con trabajos del taller literario que coordina Mercedes Espinosa
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Colección

En la atmósfera(narrativa)

El mensú edicioneswww.elmensuediciones.com.ar

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Editor . Darío FalconiDiseño de tapa . Robinson Ríos

Diseño de interiores . Darío FalconiLogo editorial . Santiago Gallardo

El collage digital que ilustra las narraciones de Francisca María Córdobaes una gentileza de Mónica Poggetto.

© 2011 Rosa Michela, Griselda Rulfo, Juana Echegaray y Francisca María Córdoba.© 2011 Mercedes Espinosa, Peretti.© 2011 El Mensú ediciones.

Queda hecho el Depósito que establece la Ley 11.723www.elmensuediciones.com.ar / http://elmensu.blogspot.com

[email protected](0353) 4549453 — (0353) 154201252

ISBN 978-987-27570-2-11ª edición. Tirada: 130 ejemplares

Libro de edición villamariense (Argentina).

La responsabilidad de las opiniones expresadas en las publicaciones de EL MENSÚ son exclusiva competencia de los autores, firmantes y herederos; las mismas, no reflejan necesariamente el punto de vista del Editor ni de la Editorial. Del mismo modo la editorial no se responsabilizará por la utiliza-ción de las imágenes que pueda contener la publicación, la inclusión de las mismas, como el permiso

de hacer uso de ellas dependerá de cada autor/es.

Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o transforma-ción de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de su Editor. Su infracción

será penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Contacto con las autoras:

[email protected]

Collar de perlas / Griselda María Catalina Rulfo ... [et.al.] ; coordinado por Mercedes Espinosa. - 1a ed. - Villa María : El Mensú Ediciones, 2012. 120 p. ; 21x15 cm. - (En la atmósfera; 5) ISBN 978-987-27570-2-1

1. Narrativa Argentina. 2. Relatos. I. Rulfo, Griselda María Catalina II. Espinosa, Mercedes, coord. CDD A863

Fecha de catalogación: 11/12/2011

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COLLAR DE PERLAS

El mensú . en la atmósfera . 05

Una experiencia que dio origen a estas páginas. Dejando que las palabras nazcan a través de lo que

se ve, toca, oye, huele o saborea.

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Collar de perlas

Taller Literario de NarrativaMercedes Espinosa, Peretti

(Coordinadora)

Rosa MichelaGriselda Rulfo

Juana EchegarayFrancisca María Córdoba

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9Collar de perlas

. Presentación .

Como si fuera un collar de perlas al que se le hubieran

desprendido sus cuentas color luna, cuatro mujeres desgranan sus

historias, nos prestan su magia.

Ellas son, Rosa Michela, Griselda Rulfo, Juana Echegaray,

Francisca María Córdoba, integrantes del Taller Literario de

Narrativa, coordinado por Mercedes Espinosa, Peretti en Villa María.

Abrimos sus puertas y nos asomamos.

Los veintidos “perlas cuentos” que integran esta antología

llamada “Collar de Perlas” nos sirven de preludio y a su vez nos

lleva a introducirnos en el Taller para contar cómo se trabaja las

palabras al explorar nuevas posibilidades y alternativas que se

manifestaron en ese espíritu crítico y curioso compartiendo con

los demás los trabajos transformados en cuentos, narraciones y

también reflexiones.

La lectura hace a una producción escrita, si no se lee las

palabras se agotan; de un pozo agotado no se puede beber. Así

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10 Collar de perlas

es de fundamental la buena literatura ya sea tradicional, clásica,

moderna o posmoderna. Siguiendo muy de cerca los estilos y las

innovaciones de muchos de esos autores a través de sus cuentos y

novelas que sirvieron de modelo y también de disparadores de un

recuerdo, una vivencia que nos rozó alguna vez dejando una huella

muy clara en nosotros.

Nos detuvimos especialmente en la literatura escrita por

mujeres. El nuevo relato, el que se anima a transgredir. Nombres

como el de Clarice Lispector, Gioconda Belli, Ana María Bovo, Pilar

Mañas, Esther Cros, Ángeles Mastreta, Ana María Shua, Isabel

Allende, Andrea Maturana, son algunas de las que enriquecieron los

escritos.

Por eso todo cuenta, todo sirve para sumergirse y contar una

historia. El tono empleado es de suma importancia. A veces se apela

a uno gris y triste o a uno vulgar, cotidiano, trágico, humorístico,

grave, raro. Y ahí, el animarse a los finales diferentes, inesperados,

se presenta como una posibilidad. Para sorprender al lector, porque

es lo inverso de lo que quizás pudiéramos pensar. Allí reside la

magia de la narrativa. Encontrar el camino o los caminos que lleven

a lo único y original. ¿Qué es difícil? Sí, no lo duden, pero todo se

logra empezando por una punta, como decía mi mamá.

Es cuestión de empezar. Al principio serán seis líneas, en

donde seguro, escribiremos algo de lo que nos pasa. Emociones

trasladadas al papel. Hasta que poco a poco se suman las

descripciones, personajes, escenas, conflictos. Nos metemos en la

piel del protagonista, vivimos sus emociones. La realidad supera

la ficción porque los problemas están seguramente al alcance de

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11Collar de perlas

la mano, muchas veces vislumbrados un día en blanco, una tarde

cualquiera o en una siesta de verano.

En ocasiones ese protagonista o personaje se nos escapa

y es natural retomar el hilo conductor de los hechos. Entonces

reflexionamos sobre lo escrito. Empezamos a ver otras facetas y

surgen las dudas. Nos parece que no es original. Le atribuimos

defectos. No nos convence. Sin embargo, en otros ejercicios, la

historia surge de un tirón, estaba ahí agazapada, como quien dice

a la vuelta de la esquina. Pero, surgen las disculpas, “yo lo hice, no sé

cómo”, “no me fijo en los errores, ni en las comas, ni en los puntos”.

Sólo se me da”. Pura intuición, espontaneidad, envidiable condición

del escritor que en todo taller es prioritaria.

Justo ahí es donde comienza la reflexión y el aprendizaje. La

introducción a un aspecto significativo de una narración acerca

de personajes, protagonistas, espacio, tiempo. Ya que se agregan

ciertas especificaciones acerca del hecho principal, otros elementos

referidos al tiempo, digresiones varias sobre objetos, descripciones

y sugerencias sobre gestos y actitudes. Pensamientos o sentimientos

de los personajes que van conformando dicha narración.

Los disparadores sirven para mover los hilos de los

recuerdos, lo vivido y lo observado escondidos en el laberinto de

nuestro cerebro, pero de tanto en tanto, asomados incrédulos de

tanto olvido. Son ideas, ejercicios o actividades que le sirven a la

imaginación para crear sus narraciones, sin dejar de lado la teoría

que permitirá reflexionar sobre la propia producción.

Aquí presentamos algunos de esos disparadores apuntados

a la creación del escritor.

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12 Collar de perlas

Heren cia

a) ¿qué se puede heredar? ¿qué es lo más preciado?

b) Heredamos una familia — un secreto — una joroba — la mala

suerte — la torpeza — una nariz de una determinada forma — la

inclinación a tocar música — a pintar – un mal carácter — un objeto

que no queremos.

Entonces, a escribir un texto que proyecte una sensación de

confusión o desorden.

Receta de co cin a

¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Quién? Puede ser protagonizado por

un aprendiz de chef pasando por una abuela, una navidad, un

encuentro, un brindis, un conflicto.

¿Qué ritmo le prestamos? Suena como en poesía, pero se

logra utilizando frases cortas y largas. El escritor Cortázar las

utilizaba a menudo.

Al yo protagonista o al personaje se le fue el tiempo. Es muy

lento y no lo puede alcanzar, esto da lugar a frases cortas, seguidas

de frases largas, se estiran y otras se acortan. Todo depende de

cómo barajemos.

Departamentos en venta

Primero demolieron el frente. Dejando al descubierto las altas

habitaciones todavía pintadas de azul y otras con un empapelado

del que quedaban girones de una época de esplendor despegado.

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13Collar de perlas

Pusieron una valla de metal. Después llegó la excavadora y luego

colocaron un cartel con la imagen de los cinco departamentos que

tendría el edificio.

Lo raro era la frase en el cartel: “Ilusiones en venta. Cómodas

cuotas y cómodos balcones”.

Caracte rística de los pe rso n ajes

Son varios, algunos afectados por el nervio ciático, otro

nervioso, de mal humor, trastornos digestivos, irritabilidad, miedos,

dolor de cabeza, falta de apetito, depresión.

Relacionarlos a nivel social, familiar o laboral es un desafío.

Puede ser en un velorio, o en una comida aniversario del club social,

o en un reencuentro de alumnos nivel primario.

In s pírate en un a can ció n

“Ansiedad de tener tus encantos”.En un prospecto adjunto a un medicamento.No tomar este medicamento sin prescripción médica, ni

suspender bruscamente. Puede ocasionar efecto rebote y aumentar la ansiedad.

En el Taller Literario de Narrativa, esos disparadores son sólo sugerencias, sirven para que las inquietudes literarias de muchos no se pierdan en el olvido. También para rescatar ese duende imaginario que todos llevamos en lo más profundo y luego volcarlo

en palabras para acercarlo al lector.

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14 Collar de perlas

Escribir con una finalidad estética utilizando “esa palabra que

despierta mil imágenes”, exacta en su definición pero también bella

en su expresión.

Cuatro mujeres, cuatro escritoras nos cuentan. Buscaron

dentro de sí mismas y nos regalaron un pedacito de su alma. Cada

una tiene su estilo, pero algo en común, sus ansias de comunicarse,

de dar a conocer algo tan preciado como es la originalidad dada

a sus historias.

Mercedes Espinosa, Peretti

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Para Carlos y Félix,Los hombres de mi vida.

Agradezco a María Eugenia Veraque fotografió y diseñó la cubierta;

me dio su tiempo y su amor.

ROSA MICHELA

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19Collar de perlas

. COLLAR DE PERLAS .

Ana había muerto hacía dos semanas. Olivia se enteró

por una nota que los abogados, encargados del testamento, le

hicieron llegar. Allí le decían que siendo familiar directo de la difunta

heredaba todos sus bienes.

Ana Enriqueta Jordán era hermana de su abuela paterna.

Olivia no la conocía, la familia raramente hablaba de ella... Cuando

llegó al departamento, ya estaba vacío. Olivia había contratado una

empresa que evaluó y vendió todo objeto de valor. La propiedad

misma estaba vendida. Sus pasos resonaban en el piso… Sólo

quedaban las marcas de los cuadros en las paredes y el lugar

donde habían estado los muebles. Una extraña sensación de

tristeza la fue invadiendo, ¿esto es todo lo que queda de una vida?

En la cocina había una puerta que daba a un lugar pequeño

que desembocaba en el ascensor de servicio, allí habían dejado

dos canastos con papeles y objetos para tirar. Le llamó la atención

un cuaderno de tapas duras. Un común cuaderno escolar, con

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20 Rosa Michela

sólo abrirlo supo que era un diario. Miró la fecha y arrancaba el

cuatro de diciembre de mil novecientos cincuenta y dos, al hojearlo

comprobó que allí guardados había años de aconteceres. Lo puso

en su bolso y se fue.

Todo ese día con su noche no pudo apartar los ojos ni la

mente de la historia que contaba el cuaderno de Ana.

Hablaba de un amor, hablaba de Sebastián, romántico,

apasionado, bohemio.

Hablaba de noches de pasión. De días eternos sin él. Hablaba

de un amor prohibido, de un hombre ajeno, que pertenecía a otra,

así decía “pertenecía”. De celos. De noches pasadas en la terraza

bailando con las sombras leves que proyectaba la luna creciente.

Hablaba también del rechazo de su familia, Sebastián no

sólo era casado pertenecía a otro mundo. No tenía linaje ni dinero,

solamente tenía su sonrisa blanca y su mirada burlona.

Bruscamente el diario se interrumpe. No había nada más, una

nota, nada. Ni el eco de pensamientos o recuerdos o rencores. Nada.

Tres días después, en la escribanía donde se concretó la

venta del departamento, cuando todo hubo acabado uno de los

abogados le pidió que la acompañara a su oficina

Allí le dijo que en los últimos años su abuela Matilde visitaba

a Ana y que siempre le hablaba de ella, de su carrera de su vida.

Pocos días antes de su muerte le pidió le diera algo que para ella

era muy especial. Le entregó un estuche ovalado de gamuza. Dentro

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21Collar de perlas

había un collar de perlas y una nota, donde le pedía que fuera feliz

y que no permitiera que nadie se lo impidiera. Era la letra del diario.

Fue sólo al llegar a su casa cuando sacó el collar del estuche

vio que en el reverso del broche estaban grabadas las iniciales

entrelazadas. A y S.

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22 Rosa Michela

. EL PUEBLO QUEDÓ DEVASTA DO .

La sequía golpeaba el remoto lugar habitado por un puñado

de campesinos. Las nubes estaban ausentes, un sol abrazador

devoraba el poco verde que se veía en algunos lugares.

Mateo traía las cabras desde el cerro. Era un hombre

flaco, oscuro, arrastraba los pies resquebrajados y tenía los ojos

ardiendo por el hambre y la sed Mientras el sol se escondía divisó

por el camino la silueta de un jinete… Al acercarse reconoció a un

gendarme, estaba armado y se lo notaba molesto. —¿Has visto a un

hombre blanco en estos días?

Mateo pensó en el misionero que les traía azúcar, yerba y a

veces cigarros. –No, le dijo al soldado, no vi a nadie. ¿Ha hecho algo

malo a matado a alguien?

Eso no te importa avisá si lo ves, no lo andés escondiendo

porque vas a pagar vos, entendiste? —Sí señor —contestó Mateo sin

mirarlo.

Cuando el jinete se perdió en el horizonte empezó a soplar

el viento que arrastró a los truenos multiplicados por el eco en los

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23Collar de perlas

cerros. Y empezaron a caer gotas como monedas de polvo hasta

que la lluvia generosa fue llenando los huecos y lavando las piedras.

Mateo dejó que el agua le mojara la cara... Despacito se

metió en el rancho y sin mirar al hombre acuclillado detrás de la

puerta le dijo –Oyó don, lo andan buscando, tiene que irse, la noche

es buena escondedora y el agua borra las huellas.

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24 Rosa Michela

. CON LA PEQUEÑA LUZ DEL AMANECER .

(in s pirado en cuento de Carlos Ve ra)

Francisco Catalino Páez conocido también como Pancho se

despertó antes que aclarara. Se mojó la cara y el pelo. Se enjuagó

la boca, salió de la tapera donde estaba oculto. Sobre el murmullo

del río oyó el chapalear de los remos, notó o vio que los juncos de

la orilla se movían, se mantuvo inmóvil como una piedra. Necesitaba

luz un poco más de luz para estar seguro que lo que oía no era

producto de su imaginación. De pronto en un vislumbre vio la cabeza

de un hombre. Era Antonio, el miedo lo hacía ser cauteloso…

Sabía que si Francisco lo primereaba no tendría escapatoria.

Se lo había jurado, estaba armado y no le temblaría el pulso, la

muerte del muchacho estaba pendiente. Antonio no quería hablar

pero lo golpearon lo patearon hasta que cantó.

Amanecía, la claridad crecía lentamente, Pancho ya no tuvo

dudas, por entre las totoras vio al tipo que entregó al muchacho.

Acomodó la carabina, ahora veía claramente desde su lugar los

movimientos del otro.

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25Collar de perlas

Fue un disparo limpio. Entre los ojos. Casi no hubo ruido ni

gritos. Nada.

Al rato Pancho se acercó y vio que estaba muerto lo empujó

con el pie, el cuerpo sin vida cayó al río, allí era caudaloso y de

corriente rápida.

Arrastró la canoa y la fue haciendo leña trabajosamente.

Madera dura buena para calentarse por las noches. Tal vez hoy

atrapara una nutria o un conejo.

Sentía el alma en paz su hijo estaba vengado. Ojala que

ahora se calmara el dolor.

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26 Rosa Michela

. MONSTRUOS .

María Eleuteria del Corazón de Jesús llevaba veinte años

encerrada en su casa, envenenada con su propio veneno. Estaba

enojada con su padre porque una vez le dijo que hubiera preferido

un hijo varón. Estaba enojada con su hermano ya que siendo hombre

le quitaba lo que hubiera sido suyo. Estaba enojada con los hombres

que no la amaron negándose a aceptar que era la culpable del

rechazo. Estaba enojada con esa vida tan larga que no terminaba

nunca. Hubiera querido morir tantos años atrás, no recordaba

cuántos.

Estaba llena de autocompasión y no se permitía aceptar que

su vida era sólo una vida más, igual a cientos de vidas.

En sus desvaríos inventó criaturas monstruosas que la

acosaban día y noche. Una mano la despertaba rozándole la

espalda. Cuando soplaba el viento oía voces susurrando amenazas.

Alguien cambiaba de lugar las tijeras, las llaves.

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27Collar de perlas

Había un cancerbero con su cabellera de serpientes

acechando la puerta y durante días enteros no salía de casa por

no enfrentarlo.

Su vida era miserable, comía poco y mal, de vez en cuando

caía en su patio la pelota de los chicos que pateaban en el baldío.

Ella invariablemente la devolvía destrozada por el cuchillo de la

cocina.

Una tarde una anciana llamó a su puerta sólo quería

acompañarla, preguntarle si necesitaba algo, no se dignó

contestarle la despidió rabiosamente.

Esa noche los monstruos no le permitieron dormir. En la

oscuridad de su cuarto unos ojos malignos la espiaban, las voces

del viento gritaban. Los perros aullaban convocando desgracias.

No tenía fe, ni amigos. No amaba a nadie, llevaba veinte años

encerrada en su casa revolcándose en la miseria de una vida sin

amor. Con criaturas horrendas creadas por su mente enferma. Tanta

soledad no tenía salida.

María Eleuteria del Corazón de Jesús era su propio monstruo.

Dentro de ella habitaba un espíritu maligno aunque el nombre

elegido por su madre dijera lo contrario.

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28 Rosa Michela

. TRASLA DO .

En avenida Colón y Alberdi vive Don Eusebio Castilla, es un

barrio de casas bajas con jardines y veredas arboladas. Verjas y

ventanas generosas.

La casa tiene tres dormitorios. Una cocina amplia. Un ventanal

sobre la mesada que mira el patio, tiempo atrás poblado de flores.

Una huerta y árboles frutales. Hoy los vidrios se ven descuidados y

los pisos sin brillo. Es que no podés seguir viviendo solo papá, con la

inseguridad y sin teléfono es un peligro, aceptalo viejo a tu edad vas

a estar mejor en un geriátrico. No en cualquiera claro en uno que te

guste. El viejo no decía ni que sí ni que no. Resistía.

Se resistía a dejar la casa donde vivía desde hacía no me

acuerdo bien pero Antonio era chiquito cuando la compramos.

Malenita nació tres años después, de eso me acuerdo bien.

De alguna manera el viejo resistía. Hasta que ocurrió lo de la

ventana.

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29Collar de perlas

Le gustaba mirar la calle ver la lluvia los autos que pasaban

raudos salpicando agua y barro. Los ojos se quedaban prendidos

afuera, una vez él perteneció a ese mundo. Correr para ganar lo

necesario para la familia. Las cosas cambian, hoy todo es lento para

él, si tuviera que apurarse no podría. Piensa y sonríe sin alegría.

Sonríe con bronca no le gusta ser viejo, quedarse sentado a esperar

la muerte. Estar solo. Casi siempre solo.

Entonces ocurrió. Un atardecer ventoso y frío se sintió

observado. En un principio era una sombra. Con los días tenía ojos

y actitud amenazante. Se quedaba mirando su casa mucho tiempo,

el suficiente para asustarlo, Le contó a Antonio, viene casi todos

los días y se queda parado mirándome, te juro hijo que da miedo.

Cierro con llave bajo la persiana y ya no puede verme pero sé que

está acechándome.

La sombra en la vereda fue ocupando todas sus horas. No

podía dormir, dejó de comer hasta que enfermó…

Don Eusebio está listo esperando que pasen a buscarlo. Sus

hijos encontraron un lugar, te va a gustar papá tiene jardín, hay

gente de tu edad para conversar iremos a verte todas las semanas

lo prometo.

En dos bolsos medianos de lona caben sus cosas. El viejo

de pie observa la habitación donde vivió tanto tiempo. Sus pies

clavados en el piso no quieren irse. ¿Qué es una habitación? Cuatro

paredes y un techo? Sólo eso, en ese cuarto nació su hija, murió su

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30 Rosa Michela

mujer. Y la vida que transcurrió adentro? Y las risas y los llantos y los

sueños? Dónde se fueron.

Y la sombra en la vereda habrá sido real o sólo un espejismo

que inventa la soledad?

El viejo comprende que está confundido y que tiene ganas de

llorar. Llorar hasta que lo ojos se le caigan.

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31Collar de perlas

. AUSENCIA .

Hacía dos años que Margarita se había ido a conversar con

los ángeles, a veces en la noche la escuchaba caminar por el piso

de madera del almacén.

Gregorio se había enamorado de su mujer desde la primera

vez que la vio. Era un hombre hosco de carácter encrespado. Pero

Margarita le suavizaba la voz y la mirada, por eso cuando murió se

sintió como si le faltara el aire.

Sus padres eran inmigrantes, él nació en la terrible travesía

oceánica, los barcos resultaron precarios para los sin trabajo recién

venidos de la guerra. Nada en su vida fue fácil. Apenas aprendió a

leer y hacer cuentas para el almacén donde trabajaba su padre

que había empezado como peón de otro italiano. El negocio estaba

instalado en una ochava que hacían la calle de los Mártires y la

Plaza de las carretas.

Gregorio llevaba las cuentas, barría y repartía mercadería en

un canasto casi tan grande como él. La vida lo endureció, aprendió

a llevar los libros y controlar a los proveedores. La naturaleza

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32 Rosa Michela

fue mezquina, flaco como un quijote de nariz prominente. Sólo su

boca era carnosa y sensual. A pesar de su aspecto desgarbado

tenía éxito con las mujeres. Pero era difícil de domesticar y se les

escapaba cuando creían que lo tenían amansado.

Margarita iba todos los días al almacén, casi una niña. Casi.

Decía que le gustaba el olor del jabón, del pan y las especias,

lo que más le encantaba era el olor de la lavandina porque eso

aseguraba que la limpieza fuese perfecta.

Cuando Gregorio quiso acordar estaba fregando con

entusiasmo toda la bodega sólo por verla sonreír...

Los padres de ella no veían con entusiasmo la relación de su

hija, criada para alguien mejor que aquel hombre pobretón y sin

modales. Pero el amor barrió con todos los obstáculos.

La boda fue en un día luminoso con campanas, cura y flores.

Con tal de tener a su Margarita con él, Gregorio cerró los ojos y

se tragó con hidalguía la mirada socarrona del Padre Anselmo,

enemigo político que disfrutó viéndolo sudar en la ceremonia.

Después vinieron tiempos de amor y progreso. El almacén

se fue agrandando. Llegaron dos hijos. Siempre estuvieron juntos

excepto cuando Gregorio viajaba a la capital por negocios. Desde

allá le escribía cartas apasionadas.

Margarita lo había convertido en poeta.

Ahora estaba sólo de ella. No lo quería aceptar porque

sentía que le faltaba una parte de su cuerpo. Una noche la soñó

lejana. Casi invisible. Perdida para siempre. Entonces pudo llorar sin

consuelo ni pudor.

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33Collar de perlas

Nunca había creído en el más allá, pero ahora no sabía que

pensar. ¿Y, si fuera cierto? Si realmente hubiera otra vida? En su

desolación decidió creer que sí. Que su Margarita lo esperaba en

algún lugar. Fue entonces que empezó a escribir las cartas. Primero

con dolor, luego con amor, sólo amor.

Varios años después de la muerte de Gregorio su hijo

mayor las encontró, ciento veintidós cartas escritas en papel azul

guardadas en un costurero antiguo junto a hilos de colores.

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34 Rosa Michela

. LAS MARGARITAS .

“Las Margaritas” era un lugar remoto, un caserío metido

entre montañas y valles. Lo habitaban diez familias, casi todas

emparentadas por bodas, amores fugaces o rencores eternos.

La vida era cómoda, simple. Las estaciones se sucedían, los

cometas pasaban y su cabellera sembraba de luces el lugar.

Un día entre otros días llegó una mujer. Vino en un automóvil

azul y la bocina espantó los patos y alborotó a los perros, traía unos

papeles con sellos y firmas donde se decía que ella Leopoldina

Ángela del Corral era la dueña de toda esa tierra ahora ocupada

por gente sin ningún derecho de estar allí. Que yo pagué buen

dinero para hacer en este lugar lo que se me antoje, y se me antoja

construir un hotel con piscina y jardines colgantes como los que

había en Babilonia.

Al principio la gente pensó que estaba loca, sobre todo

cuando dijo que iba a colgar los jardines pero con los días fueron

llegando personas, camiones y máquinas que empezaron a cavar.

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35Collar de perlas

José, dueño del almacén se animó a decir que no, que no me voy,

que esta casa fue de mi padre y antes de mi abuelo. Otros dijeron

lo mismo. Todos empezaron a protestar y a decir que se quedarían

allí porqué así había sido siempre.

Leopoldina se fue en su reluciente automóvil y las máquinas

se detuvieron. Todos suspiraron aliviados y se felicitaron por haber

tenido el valor de protestar. El alivio duró poco, la mujer volvió con

jueces, abogados y policías.

El juez les explicó que la señora era la legítima dueña. Había

comprado a la provincia tierras fiscales, que ahora eran suyas,

y había decidido hacer un hotel. La vista era espléndida, haría

caminos, dijo también a los habitantes del lugar que tenían un plazo

de sesenta días para irse. Podrían llevarse todo lo que pudieran

cargar, las casas serían usadas por los obreros de la construcción.

El desconcierto los enmudeció, no podían comprender. Viendo

su asombro el juez preguntó si alguien tenía una escritura, algo que

probara que eran los dueños de la tierra. No tenían nada, nunca hizo

falta. Hubo llantos, alguien explicó que el maíz estaba pronto para

ser cosechado, que las calabazas eran enormes y amarillas como

nunca antes pero de nada sirvió. Tenían que abandonar su lugar,

sembrado con luces desprendidas de las caudas de los cometas.

Tenían que irse ¿Dónde?

Lentamente fueron emigrando, dispersándose, dejaron de

ser una grey, se convirtieron en personas desesperadas tratando

de encontrar un lugar. Cualquier lugar. Cualquier lugar en el mundo

donde morir.

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36 Rosa Michela

El hotel se inauguró con música y brillo. Reyes y embajadores

vienen a admirar las noches claras y los ríos transparentes.

Doña Leopoldina Ángela del Corral es dueña de todo, hotel,

montañas, valles y ríos. Las estaciones se suceden, los cometas

siguen pasando pero ya no siembran de estrellas aquel lugar que

una vez se llamó Las Margaritas.

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37Collar de perlas

. A PARIENCIA .

Sólo después de casi dos meses que Don Enrique había muerto,

se nos ocurrió limpiar el sucucho donde vivió. Allí encontramos

en una valija de cartón una buena cantidad de papeles. Algunos

escritos en alemán que no pudimos descifrar, recortes de diarios y

la fotografía casi borrada de una mujer con un niño de la mano.

Había sido un hombre hosco, no hablaba y cuando lo hacía

farfullaba un castellano casi incomprensible, caminaba con dificultad,

un tiro le había destrozado la cadera. Por los papeles supimos que

había llegado a Buenos Aires escapado de la guerra casi al final,

que perteneció al nazismo y pudo salir antes que le echaran el

guante, vivía con miedo y pienso que acorralado por las culpas si

es que se sentía culpable.

Llegó a Rosario y empezó a trabajar como peón de patio con

una gente que traía del puerto bobinas de papel para el diario La

Capital, era trabajador, honesto y poco a poco se fue ganando la

confianza. Nunca hablaba de su pasado y no intervenía en la charla

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38 Rosa Michela

con los demás. Los ruidos fuertes lo angustiaban, los gritos lo ponían

loco y se encerraba en su pieza, todos decían que era un loco de la

guerra pero buena gente.

Un martes de agosto frío y húmedo lo encontraron muerto en

el patio de los camiones, le habían puesto un tiro en la frente justo

entre los ojos, la policía dijo que fue un intento de robo. Lo cierto es,

que alguien lo reconoció, alguien que como él había llegado hacía

bastante ya, huyendo de la guerra, sólo que le había tocado estar

del otro lado de la alambrada.

Hay recuerdos que no se borran rostros que no se olvidan ni

se confunden jamás, quedan impresos a fuego en la mente y el alma.

El asesinato nunca se aclaró, pero fue una muerte piadosa y rápida,

otros no habían tenido la misma suerte.

Lo sucedido intrigó a todos los que lo conocimos; los papeles

nos dieron un pequeño indicio, pero ya no tenía importancia, estaba

frente a un Juez del que no podría escapar. Tal vez encontrara la

piedad que le permitiera descansar en paz.

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A Teresita Mauropor toda una vida de recuerdos.

GRISELDA RULFO

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43Collar de perlas

. AMOR ETERNO .

Una rosa se erguía solitaria. Las enredaderas desvanecidas

junto a la luz solar murmuraban penumbra y abandono.

El camino enroscado entre algarrobos, álamos amarillentos,

siempre verdes, arbustos, saluda a una patrulla de hormigas en

pleno ataque, a arañas y mariposas, pájaros olvidados y alguna

que otra vaquita de San Antonio contemplando la eterna vigencia

del tiempo que no avanza.

Cuando la tarde se estira en su agonía, la melodía se cuela

entre cortinas y persianas.

Mylene danza. La noche enlaza su cintura; túnica plena de

osadías. La sonrisa se curva en su rostro. Es feliz en el aislamiento de

los salones, entre muebles polvorientos y caireles. Felicidad plena

porque el amado vive en ella, ya alejados de ese mundo que la

acosa con vértigos y estridencias.

Los recuerdos se agolpan. Aquella tarde él llamó a la puerta.

Después fueron una seguidilla de días, una y otra vez, trayendo un

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44 Griselda Rulfo

ramo de flores blancas. En un primer momento las dejó y se fue. Pero

los siguientes trajeron palabras, tiempos compartidos y más flores.

Lo hizo pasar, le sirvió te y la tarta de manzanas que a él más

le gustó. Escucharon música, leyeron poesías, contaron y escribieron

historias. Dibujaron con sus cuerpos ese vals para ellos interminable.

Él le habla de su vida, de cuánto ama su trabajo, de las

ilusiones albergadas. Ella baja los ojos y siente latir el corazón de

tanto amor. ¡Qué felicidad tan grande la suya! Es el hombre soñado.

Por eso vivirían juntos por siempre en la mansión de fines de siglo.

No necesitarían a nadie, se tendrían ambos.

Un suspiro extenso la acompaña mientras baja las escalinatas.

En la humedad del sótano oscuro, entre el fétido aroma a flores

podridas de todos colores, él yace.

Su amado cadete de la floristería, aquél que cada tarde

llamaba a la puerta para entregar el ramo encargado por ella

misma. Sí, ese hombre al que entregó el corazón y la vida, un ingrato

con mujer e hijos. ¿Cómo no lo supo?

Al lado del esqueleto amarrado al sillón aún se puede leer en

un trozo de diario de la época: “JOVEN CADETE DESAPARECIDO…”

Ella se sienta a su lado, en la mecedora. Una nube de polvo

escribe palabras de amor.

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45Collar de perlas

¿LO SABES?

¿Sabes? Nunca me animé a decirlo en voz alta. Nunca te lo

dije (y a veces ni a mi misma).

Todo comenzó esa tarde que el destemple de tu voz me llenó

de angustia. Los agudos de tu garganta lujuriosa azotaron mi piel,

se metieron en los recovecos de mi cuerpo y sentí mi cabeza y el

ánimo estallar.

Y siguió después con tus balbuceos y el vaivén de tu cuerpo

desvencijado y mustio. Pero te prefiero así, lastimera y desorientada,

porque reverdece cierta ternura que permite la lástima, la compasión

y algo de incomprendida certeza de que lo nuestro no era bueno ni

para vos ni para mí.

El tiempo desmembró las distancias; a veces pálido como la

esperanza, otros rojo como una lengua de ira. Fue costumbre, tedio,

menos resolución, hastío blasfemado.

Hasta ese día en el que, con los pelos electrizados y los brazos

enrojecidos de tus uñas implacables en cantata auto punitiva te

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46 Griselda Rulfo

abalanzaste, con los ojos sellados de locura e ignominia. Y esa voz

casi aullido, casi ulular, me colmó de repugnancia más que de dolor.

Por eso corrí, di un portazo, llegué al lago, allí donde el

atardecer enrojece el agua con el pastizal llameando. No me

quedé quieta, atravesé el parque donde los caballos corren hasta

embravecer a la luna. Me detuve en seco. Y allí lo supe. Por eso te lo

digo ahora.

¿Lo sabes, verdad? ¿Sabes que te odio?

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47Collar de perlas

. CHOCOLATE .

Al girar por Rivadavia la vida se abalanza hacia mi pecho,

en forma de colores rojos, sienas, verdes, azules profundos, que

no terminan de armar el rompecabezas. Ese fragmento triangular

magenta debiera cerrar la torre de Núremberg pero se mueve

inquieto y salta de uno a otro cuento. Ya que las imágenes sin planos

ni lógica me llenan de dudas que no puedo resolver.

Ése es el lugar. La certidumbre emerge en náusea ácida. Me

apoyo contra la pared y cuento con los ojos cerrados: uno, dos, tres.

Puedo hacer desaparecer ese mundo de colores y desacelero el

pulso. Respiro hondo. Tan hondo que me alcanza e invade el olor

penetrante. Una mezcla de orines y hediondez que me obliga a

contraer el estómago mientras la angustia se hace un nudo en mi

cuerpo.

A medida que me aproximo al vacilante cartel luminoso el

dolor se vuelve agudo y el recuerdo se hace vívido. Por eso lloro

como ese niño que fui.

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48 Griselda Rulfo

Agitado aún por el recuerdo, llego al bar. Me desplomo en la

silla de la mesa del rincón oscuro.

—Un café.

El café calma el silencio y el bombón de chocolate que

debiera endulzar mi presente sólo evoca la tristeza de aquellas

tardes de obscena vanidad. Aquellas tardes donde el hambre

obligaba a masticar con furia un chocolate guardado en el bolsillo

del abusador de manos voraces.

Con la misma furia que hoy destruye el bombón que acompaña

al café en ese bar, de una tarde de otoño, cuarenta años después.

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49Collar de perlas

. EL ROSENDO.

Aceitó el trabuco naranjero, repasó las muescas que

indicaban la media docena de muertos en las grescas de tardes

de pulpería.

Esa tarde tenía una importante tarea que cumplir y estaba

solo. Para eso es mejor estar solo. Se acomodó el chiripá, las botas

gastadas y acomodó las espuelas. El Morado se dejó ensillar

mansamente.

A lo lejos se veían los nubarrones anunciadores de una

tormenta fea. —¡La pucha! (pensó el Rosendo Páez). Debía apurase.

La gran ciudad hervía aquella tarde de agosto de 1873. Aún

quedaban los últimos provincianos que habían venido para los

festejos en homenaje al General san Martín.

Alrededor de la Plaza de Mayo, punto central de donde salían

los tranvías hacia los extremos de la capital porteña un gentío se

agolpaba esperando la hora en que el presidente pronunciaría

su discurso. Cada vez que un tranvía se detenía una bocanada

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50 Griselda Rulfo

parlanchina saltaba al centro de la plaza: niños, padres, abuelos,

vecinos. Nadie quería perderse el acontecimiento.

Los vendedores ambulantes anunciaban su mercancía en

medio del gentío y los canillitas – para no ser menos – anunciaban

las últimas noticias del diario “La Pluma y la Palabra”.

—¡Último momento, “sesenta y cinco maestras

norteamericanas llegan de Estados Unidos” para enseñar en las

mejores escuelas de Buenos Aires.

A medida que la luz diurna se apagaba, los faroles

comenzaron a titilar. Bajo esa tenue luz uno que otro esperante

alcanzaba apenas a descifrar las noticias del día.

“Inauguración del tramo de vía férrea de Córdoba a

Rosario”.

“Los cordobeses más cerca de las estrellas por el

Observatorio Astronómico”

La caldera ciudadana hervía de colores, voces y gentío.

El Rosendo escuchó las sirenas de los barcos del puerto que

llevaban a los pitucos a la Europa, a esa manga de oligarcas. ¡Esa

noche sabrán de lo que es capaz el gauchaje, gringos ladrones!

Y ese Presidente que quiere robarles su identidad provinciana,

vendido. Ya verían.

Apura el paso del Morado, no quiere llegar tarde. Atraviesa

los vericuetos misteriosos de las callecitas de Buenos Aires, en

dirección a su propósito.

Con decisión y altivez el mandatario en el centro de la atención,

a través de un megáfono, deja oír su voz potente anunciando la

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51Collar de perlas

creación de escuelas y el alambrado de los campos. La multitud

aplaudía y se inquietaba.

Los terratenientes, la flor y nata de la sociedad argentina,

refugiados contra las galerías que rodean la plaza, esperan el

resultado de lo urdido en su reunión secreta.

Baja del caballo para subir al escenario. En él se rendirá

homenaje al hombre de la tierra, con palabras y flores nada más.

Bajo el poncho raído la mano en el trabuco no tiembla. Un

fogonazo atraviesa el espacio en dirección al corazón en el preciso

instante en que el presidente gira su cabeza y su cuerpo para

buscar sobre la mesa el regalo que recibirá el Rosendo. El estallido

del trabuco se confunde con el estallido de las voces. No alcanza

su objetivo.

Una lágrima de furia le rompe el corazón.

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52 Griselda Rulfo

. EL TÍO MECO .

La vieja volanta encopetada de años coquetea con los

surcos del campo recién arado. Los saltos desparraman gemidos

aceitosos en esa siesta de enero que rellena las ideas y la piel de

ardores.

El tío Meco azuza a la yegua manchada para que apure el

paso. Los ojos saliéndose de las órbitas enloquecidas de vapor, la

nariz inflamada, el pelo enroscado y revuelto. A puro grito quiebra

el silencio y la paz “chicha” que se estira en el campo del patrón.

Hacia allá van, hacia adelante, pero aún nada se ve.

La mujer aprieta contra el cuerpo asombrado ese temblor

envuelto entre sábanas húmedas de fiebre. Acurrucada, la cara

roja de la tensión, llora desconsoladamente acunada por el ruido

de las altas ruedas de madera. Humedece los labios secos y

resquebrajados de Tobías.

—¡Apúrate, apúrate!

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53Collar de perlas

Meco, como un centauro gigantesco, de pie en la volanta

centellea el látigo en el aire, su voz es una daga. El animal babea

por el trajín, los cascos y los arneses repliegan los sonidos cuando

las ruedas se hacen voces.

¿Qué hacer? Es en vano esa carrera sin fronteras que no lleva

a ningún lado porque los tiempos se recortan.

A lo lejos la silueta del rancho fragmenta el horizonte. La loca

carrera y la ansiedad avivan sus deseos de beber. Le tiemblan

las manos y el sudor en las palmas es indicio de largo tiempo de

abstinencia. No aguanta más. Y hacia allá enfila. Es tal la costumbre

de hacer un alto en el boliche que al llegar los caballos se detienen

y Meco salta, corre presuroso hacia el interior de la vivienda por su

ginebra cotidiana.

Ella mece al bebé, repite el rito de las últimas horas mientras

lo espera. El tiempo pasa, el silencio es cada vez más hosco. Grita.

Una hora después, el cuerpo de Meco se aplasta contra el

suelo empujado por un hombre fornido que vocifera. Apenas puede

levantar la cabeza del suelo envuelto en la aridez de su propio

vómito, nacido de ginebras y sangrías.

Sobre la volanta la mujer tiembla de impotencia ante la

historia repetida. Un suspiro agoniza. Una lágrima muda cae sobre

la palidez del niño.

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54 Griselda Rulfo

. BREVES .

Un o

En el jardín Matra Medu aterrorizada, emite un sonido tan

extraño que le produce pánico y la hace aplastar contra la pared.

A su vez en la vereda, Garsipail el linyera, hizo lo mismo, retrocedió

con un chillido pavoroso.

Mientras los animo con mi pluma sonrío, son sólo dos seres en

dos mundos diferentes mirándose a través de sus temores. Ambos

sucumbieron y están allí, en la misma línea, separados por una

puerta. A la mañana el recolector de residuos levanta la basura del

jardín y de la calle. Las dos figuras se unen al fin.

Dos

Es indispensable responder a ese enigma. Estoy segura que

Nicodemo no conoce la respuesta. Tampoco Sorolla ni Akurista.

Ya sé cuándo llegará el día: cuando en el centro una flecha de

nomeolvides se clave en el corazón de Ulises. Cuando la sirena

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55Collar de perlas

silbe su esperanza en el remolino de grises. Cuando la voz alcance

el silencio. Ese día, justo ese día, subiré a jugar Rayuela en la Vía

Láctea.

Tre s

Muy curioso. Lo es. Se necesita un recorrido barroco para

esclarecer el robo del siglo en esa población de cincuenta almas.

¿Quién le robó el piano a la señora? Ambos detectives de la Fiscalía,

el gordo Osiris y el flaco Némesis ya revisaron cada vivienda del

lugar sin resultado alguno. Ni una tecla siquiera. Es por eso que

quejosos improperios y gritos destemplados desplazan los sonidos

del atardecer. Sin darse cuenta que bajo el sol que declina y la luz

de la luna la sombra de un piano de cola se mece sostenido por

cientos de luciérnagas que atraparon el sonido con su luz.

Cuatro

En el patio marrón con macetas marrones se destaca una

estatua marrón oscura. Acompaña el conjunto mesa y mantelería,

platos y cubiertos en degradé de ocres, sienas y tostados. Los ya

marrones pollos al espiedo crujen esperanzas de sabor.

El único invitado se pregunta ¿por qué no hay azules en ese

tornasol de marrones?

Sencillo, porque el rey de Marronia escribió de puño y letra

un Edicto prohibiendo CUALQUIER COLOR FORÁNEO. No hay misterio.

Sólo poder.

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56 Griselda Rulfo

Cin co

La mano se escondió en el bolsillo. Los dedos rascaron la

ingle. La ingle se emocionó. La mano erotizada no dejó entrever su

estado y se adormeció. El brazo preocupado quiso saber ¿adónde

se me fue la mano?¡Eso no se dice!¡¡Mano chancha!!

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57Collar de perlas

. EL CAMINANTE DEL DÉCIMO “A” .

Todavía no sabía a quién pertenecían los pasos que cada

atardecer recorrían el piso de arriba rítmicamente. Pero el sonido

penetrante le proporcionó la primera pista, eran –sin duda– pasos

de mujer y joven, por la energía del golpe.

Esperaba por ellos sin saber que un par de ojos, desde la

ventana baja del segundo piso del edifico enfrentado al suyo lo

vigilaban mientras escuchaba.

La sala estaba cubierta de una alfombra mullida que silenciaba

sus propios pasos tratando de seguir los de su ¿vecina? de arriba.

Una gran biblioteca distraía su atención con el recuerdo de historias

leídas. Entonces el hoy se borraba y dejaba lugar a la evocación.

Miró el reloj. Debían ser ya las 20 porque los pasos cesaron.

No era exagerada su presunción. Siempre a las 20 se detenían.

Como la primera tarde que tomó conciencia de ello la falta

del sonido familiar lo obligó a mirar el reloj. Precisó el instante y se

asomó a la ventana mirando hacia arriba. Vio un balcón cubierto

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58 Griselda Rulfo

de macetones apretujados de flores, contrastando con el día gris

– azul – siena.

Mientras observaba creyó ser observado. Giró rápidamente

la cabeza y apenas visualizó una cortina moviéndose. Como era

habitual su paranoia se tradujo en un nervioso estrechar de dedos,

ya húmedos por la adrenalina y tuvo una desesperada actitud de

huída.

Sin embargo continuó allí, sin atinar a nada, preocupado, con

un interrogante silencioso. Como siempre los temores lo anulaban.

El tiempo no tuvo medida pero debió pasar rápidamente.

Retornó a las sombras amigas, confundiéndose tras la pesada

cortina cuando algo atrajo su atención. Los pasos, ¿qué pasaba

con ellos? Habían cambiado el ritmo y ya no estaban solos. Otros,

más pesados, casi arrastrándose, seguían a los habituales, se

detenían y luego continuaban. ¿Los enfrentaba? ¿Los perseguía?

¿Eran sigilosos?

No supo responder; le pareció escuchar un ruido ahogado a

continuación de un sonido que no pudo explicar.

¿Qué hacer? Nadie caminaba ya. El silencio era tan pesado

que parecía estallar en voces y señales.

Se decidió de inmediato, alcanzó a tomar el bastón y se

encaminó escaleras arriba subiendo los peldaños de dos en dos. Al

doblar el ángulo del rellano vio una sombra escurrirse más arriba,

hacia la azotea. Titubeó, no supo si perseguirla o entrar por la

puerta entreabierta del Décimo “A”, de donde salía una tenue luz.

Siguió la persecución, llegó jadeante al último piso, siempre

había una puerta entornándose entre él y la sombra. Al salir a la

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59Collar de perlas

terraza sintió el golpe del viento sobre el rostro. Se detuvo. En su

instintivo seguimiento no tuvo en cuenta la posibilidad de un enemigo

armado.

Oculto entre chimeneas y torres, casi sin respirar, acostumbró

sus ojos a la penumbra. Nada, sólo silencio y quietud. Esperó. Casi no

se atrevía a respirar. Cuando la penumbra le fue familiar notó que

estaba solo.

Permaneció quieto aún un tiempo antes de dirigirse al borde

del edificio y mirar hacia abajo. Un escalofrío cosquilleó en su

espalda de sólo pensar en ser lanzado hacia ese minúsculo mundo

que se agitaba allá abajo.

Volvió sobre sus pasos. Desanduvo el camino escalón tras

escalón mirando de reojo los números indicadores de los pisos

hasta llegar al décimo.

La puerta del “A” seguía entreabierta y el mismo hilo de luz lo

atraía como un imán.

Entró como una tromba con el bastón en alto para defenderse.

El departamento abandonado con una nube de telarañas entre sus

columnas lo paralizó. Una rata paseó su dinastía por el grisáceo

piso cubierto de polvo. Una astilla de la ventana derruida golpeaba

metódicamente contra un biombo japonés descolorido por los años.

Un gigantesco reloj de pared enmudecido en su soledad marcaba

las veinte horas.

Cuando el péndulo reinició su movimiento la puerta se cerró

estrepitosamente y de la sombra proyectada en la pared brotó una

dantesca carcajada que lo obligó a caminar sin detenerse, una y

otra vez.

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60 Griselda Rulfo

Abajo, en el noveno “A”, un departamento vacío repite el eco de

los pasos familiares. Mientras más abajo yace el cuerpo destrozado

lanzado minutos antes, al pequeñísimo mundo vislumbrado desde lo

alto del edificio.

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A mis tres hijos y a sus amores,

gracias por estar corazón a corazón.

A mis tres pequeños amores, que huelen a luna

Camila Belén, María José y Emma Luz

por el cariño y las cosas lindas que compartimos.

JUANA ECHEGARAY

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65Collar de perlas

. CASA DE ALQUILER SANTOPOLO .

1

Yo aquí y ella allá en frente mío, Allí está, malicienta, opaca,

con vida añeja y descolorida. La miro parado desde el centro de

la plaza de mi ciudad que no hace mucho tiempo fue un pueblo, un

gran pueblo, SANTOPOLO. Ahora parece una maceta, húmeda y sin

los colores de entonces.

Allí está, entre medio de aquellos colosos, que parecen

sostenerla colgada como un yoyó. Es la casa de Don MARCOS

DE SANTOPOLO y su señora esposa Doña MARÍA ENCARNACIÓN

MIRANDA de DE SANTOPOLO, mis abuelos maternos. Está ubicada

sobre la calle ESPINATTI al 126, entre SAN JOSÉ Y ALQUINTA, frente a

la calle principal y de cara a la Catedral. La primera casa de alquiler,

una novedad para ese entonces. La construyeron, pensando más

que en la necesidad económica, en la necesidad de dar que hablar

a la chusma. Mi abuelo que hacía de dueño y señor del pueblo que

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66 Juana Echegaray

llevaba su nombre, pero no por ser su fundador, sino por la mera

casualidad de tener el mismo apellido de aquel que había muerto

años atrás, sin dejar beneficiario alguno. Por desgracia tomó riendas

en el asunto adjudicándose lo ajeno. Allí nací, crecí y no reproduje

por vagancia.

Mi abuelo un miserable, y doña MARÍA (porque no se dejaba

decir abuela) una déspota, mi padre y… ahí, viviendo a cuesta de

todos huidizo como rata y silencioso como el silencio, o sea era la

nada, mi madre pobre santa, que DIOS la tenga en su gloria, bien

al ladito de ÉL, y que no le deje acercar a ninguno de estos. Ella

fue la única realmente ¨GENTE¨, si con mayúscula. Querida por

todos, fue LA MAESTRA del pueblo, con mayúscula también, había

estudiado en la ciudad de SANTA FE DE LA VERA CRUZ, solo porque

su señor padre quería presumir con un título colgado en la entrada

del comedor, bien visible con un marco más grande que el mismo

cartón, que parecía más bien una estampilla de correo que un título

de docente, donde decía Señorita MARÍA JOSEFINA DE SANTOPOLO

MIRANDA, ¡claro, cómo no iba a figurar el apellido de la madre!

¡Imagínense!

Conoció a mi padre en SANTA FE DE LA VERA CRUZ,

enamoradísima de aquella nada, se casaron, yo no sé cómo, ni

puedo imaginármelo, con toda la contra de esos dos figurines.

En realidad siempre pienso, cómo y de donde salí yo para

nacer tan sanito, bueno e inteligente. ¡Tan lindo muchacho! Je je je,

decían las chusmas del pueblo, que revoloteaban alrededor mío,

cargosas como moscas con sus mosquitas muertas por detrás.

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67Collar de perlas

2

En fin, mi vida transcurrió entre baches y cortadas, con esta familia tan agraciada que me tocó por arte de la gracia divina. Como habíamos quedado, yo en el centro de la plaza y ella en frente mío, veo en el 2º piso, departamento 3º, apoyado en el marco de la ventana desteñida, a MARTÍN el abuelo de LUIS, sordo (cuando le conviene) como tapia de cemento. Otro que nunca quiso que lo llamaran por su título, decía que lo hacía longevo. ¡¡pero qué pavada!! El LUIS mi amigo de la infancia y su familia se habían ido a vivir a SANTA FE DE LA VERA CRUZ (da importancia decirlo de esa manera) y al pobre viejo hicieron como si lo olvidaran, en ese caso

nunca más se acordaron de él.

Me saluda con el pañuelo que alguna vez fue blanco y ahora

negro, lleno de mocos. Sonríe con la boca vacía de dientes, pero

¡¡cómo come, no sé adónde le cabe todo, si es un esqueleto su

cuerpo, creo que le cuento las costillas y seguro que le falta alguna,

sino es que se la comió!! Quizás en algunos de esos días que me

olvidaba llevarle algo de alimento, porque desde el abandono yo

lo cuido.

El viejo MARTÍN, nunca hizo mucho en su vida, más bien poco

y nada, garroneaba de donde podía ¡¡con un arte!! Que hasta mi

abuelo se asombraba, mirá que era bueno mi abuelo para esas

tránsfugadas. Toda su vida se varió de un lado a otro, quizás para

que no le cobraran las deudas. Y aquí estamos, con un viejo que no

paga el alquiler, que le doy de comer, pago la luz, gas, expensas, al

teléfono se lo saqué, porque encima tenía esa pretensión. O sea que

sigue viviendo de arriba. Su vida es y será siempre por el resto de

sus días, una línea recta.

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68 Juana Echegaray

3

En el 2º piso, departamento 2º, se los ve a la YOLANDA y al

EDUARDO, los administrativos, sentados delante de la ventana en

unas sillas que no saben lo que son,(también sus patas soportan

arriba de 100 kilos cada una, toditos los días del año) ante la mesa

de la cocina, verde de manchas de mate. Consumidores compulsivos

de la yerba, creo que son accionistas mayoritarios de los yerbatales

de MISIONES y también de la tabacaleras de SAN MIGUEL DE

TUCUMÁN, no saben lo que fuman estos desgraciados, si hasta una

noche vinieron los bomberos llamados por los vecinos creyendo que

se estaba incendiando el departamento, no se veía nada y salía una

humarada negra que daba pánico. Esa noche creí que me quedaba

sin casa de alquiler.

Viven apalomados desde no sé cuantos años, sin hijos que

alimentar y educar (cosa que les sería imposible a ellos, ya que son

la burrería andante). La YOLANDA tiene una risa que hace volar

a las palomas del tejado, y hasta le da envidia a los deprimidos.

Gruesa, con unas lolas del tamaño de las cacerolas del puchero,

unas gambas que las maneja tan bien para bailar, da gusto mirarlas,

como así también las nalgas pulposas y apetecibles. Con razón que

el EDUARDO está siempre contento.

El EDUARDO. ¡Ja, otro elemento del edificio! Sus manos son

tan blancas y suaves que hasta parecen enfermas, seguramente su

lomo también es blanco de virgen que es.

Según cuentan las malas lenguas, este bicho fue fiolo desde

chiquitito y la pobre de la YOLANDA lo tiene que cargar ahora. En

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69Collar de perlas

realidad ella es la que hace todo el trabajo administrativo, bueno lo

que se dice todo, todito no, porque no hacen nada más que tomar

mate, fumar y estar delante de la ventana día y noche. ¡¡ No saben

ustedes lo que conocen del pueblo, ni la biblioteca popular tiene

tantos informes ciudadanos!! Son la DGI calzada en cuatro patas.

Pero a todo esto, no les cobro el alquiler, más bien le pago su cargo

administrativo con el importe del mismo.

El departamento al lado de la YOLANDA y el EDUARDO, el 3º

está desocupado, creo que allí habitan fantasmas, no hay forma de

alquilarlo.

Pero esa es otra historia…

4

Veo salir por la puerta del frente a la ELSA ¡¡Pero qué mujer

ésa!! Toda desprolija, en chancleta con las uñas de los pies negras

de sucias y largas, creo que las usa como defensa personal. El

vestido chingado, con la melena de color yema de huevos del

campo y las uñas de las manos parecen el desgarro de una película

de FRANKESTEIN, rojo sangre apasionado, como su corazón. Según

dicen las malas lenguas, no usó bombacha en su vida y claro no

tenía tanto tiempo para ponérselas. ¡ Con tanto trabajo nocturno!.

Por detrás, como perrito faldero la sigue el TOÑI, mamado como

siempre, es la ocupación que más tiempo acompañó su vida, el

dice que no la abandonará mientras viva ( el idiota le dicen) porque

fue lo que más feliz lo hizo. La KEFRE, ésta recién llega a su casa

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70 Juana Echegaray

(conste que ahora son las 11,30 horas de la mañana), con una curda

que no sé si embocará la puerta para entrar, ni hablar de subir

las escaleras, no sé si les dije que viven todos juntos en el 1º piso,

departamento 3º debajo del desocupado. La KEFRE, es la hija de

los personajes anteriores que detallé. ¡Lindo valor la piba! Cuando

te descuidás, te hace padre como goma y tiene una lengua que

parece combo con la YOLANDA.

AHHHHHHHH me estaba olvidando del TONI, el hijo de la ELSA,

creo que no es del TOÑI, por las dudas cuando lo anotó le sacó la Ñ.

Todos éstos son los OKUPAS del edificio, para variar las categorías.

Una noche negra y fría, porque era invierno, pero no los fríos de

ahora, sino los que realmente eran de antes, venía la ELSA con el

TONI en los brazos, envuelto en algo que parecía una pañoleta y la

chinita, la KEFRE agarrada de la pollera de su madre, con los ojitos

saltones y los labios morados, descalza y la nariz llena de mocos. La

escena era patética.

Cuando acepté darles abrigo, comida y un lugar donde

dormir, quien apareció, adivinen el TOÑI. Y desde ese tiempo se

quedaron en el departamento 3º del 1º piso, como yo los alquilo todo

amueblado, no tenían más que acomodar las osamentas. Pobres, me

dio tanta lástima ver a una madre con sus hijos tan desprotegida,

por el que no sentí nada fue por el TOÑI, pero como venía en el

mismo paquete, entró nomás.

Otro alquiler menos.

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71Collar de perlas

5

En el departamento 2º del 1º piso, allí nací yo, tan pequeñito,

languilucho (apodo que me acompañó hasta la adolescencia,

después de los quince años me hice fortachón y provocaba miedo

a los del barrio). Mi madre una mujer sensible, era la dulzura

personificada, delgada y muy elegante, hacía lo imposible por

engordarme, sus tortas eran famosas para mis amigos, yo era el

inapetente y no las probaba nunca, pobre, ella con tanto esmero

que las hacía, y a propósito llamaba a los otros a tomar la leche, a

ver si en compañía comía algo. Siempre me tenía impecable, lustroso,

el cabello peinado con raya al medio, que era el hazmerreír de los

otros, así que cuando bajaba por las escaleras, hacía un revoltijo

en la cabeza y salía a la calle como los chicos PUNK de ahora.

Imagínense a mi madre desde la ventana verme así de desprolijo,

pero como ella no levantaba la voz, el reto lo recibía cuando

regresaba. Un día me regaló un perro, después de tanto rogar

y rogar, apareció el señor nadie, mi padre, con una caja (que no

sé cómo no se le cayó de las manos) con el moño azul colgando

y la tarjeta a mi nombre PARA NUESTRO AMADO HIJO SEBASTIÁN,

CON CARIÑO. TUS PADRES. Parecía más bien una tarjeta mortuoria

y encima se anotó un poroto con el regalo, seguro esa fue una

dedicatoria de él, mi madre hubiera puesto algo más emotivo, más

de su estilo, pobre mi madre querida, era quien pagaba el regalo y

todas mis necesidades.

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72 Juana Echegaray

En fin, el entusiasmo del TOBI, mi perro duró el canto del gallo,

ello lo adoptó ante mi falta de cuidados y cariños, tanto que se hizo

faldero, para mi gusto, demasiado mariconazo.

Me encantaba estar con mi madre, le gustaba cantar y tocar

el piano, recitar poemas de NERUDA y bailar por el comedor los

valses vieneses, que me hacía girar con ella, nos reíamos y yo le

pisaba torpemente esos pies tan delicados, aunque esto lo permitía

solo cuando sabía que no había moros a la vista, para no caer en la

cargada. El departamento es agradable y codiciado por todos los

que alguna vez venían a alquilar alguno de ellos, pero no imposible,

si nadie se quería ir, estaban como pegados con cemento. Adonde

van a conseguir un alquiler tan barato. JAMÁS de los jamases

alquilaría la casa que habitó mi madre, aunque me corran los galgos.

Por otra parte, no falta mucho.

6

La familia GARCÍA, si había ciudadanos más exóticos en

la ciudad, esos me tocaron a mí, para variar. El padre del señor

GARCÍA fue peluquero, el abuelo también, el bisabuelo adivinen

siiiiiiiiiiiii también lo fue y supongo que toda la rama genealógica

tuvieron esa genial profesión. Cuando los señores GARCÍA, se

casaron, mi madre les alquiló el departamento 1º del 1º piso, bien

al lado del que yo nací, para ese entonces tenía cinco años y fui

la rata de experimentos de estos aprendices, mi mamá decía que

era una joyita con el corte, pero a mí nadie me saca de la cabeza

Page 73: Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

73Collar de perlas

que a partir de ese día, el puercoespín que tengo arriba mío se

los debo a ellos. Siempre vistieron esas ropas hipis, con pañuelos

enroscados en sus cabezas y los ojos tenías que adivinar adonde

estarían, ya sea para conversar con ellos, como para saber si

estaban mirándote. Los GARCÍAS tuvieron cinco GARCIITAS, todas

ratitas de experimentos, cada corte de moda lo probaban en

esas pobres cabezas, (mirá vos, jamás tocaban las de ellos, que

lucían las melenas debajo de la cintura, aunque él se hace la colita,

el muyyyyyyyyyyyy…) a veces no se sabía de qué origen eran las

nacionalidades de esas pobres niñitas, sobre todo en la mayorcita,

que no había corte que le quedara pasable. Los vecinos de la

cuadra concurrían y concurren todavía a dicha peluquería de origen

dudoso y, a pesar de salir con cara de traste que es tan evidente,

y así de porfiados vuelven al mes siguiente. No es para menos, si

los desfiguran a estos ilusos, sobre todo a las mujeres que urracas

parecen y ellas lucen como si fueran la princesa LAIDY DEE. ¡Si en

esta vida hay que ver cada cosa!

En fin, son los que me pagan el alquiler rigurosamente, bah

para que voy a hacerme el exquisito ¡¡SON LOS ÚNICOS!!

7

Y ahora yo, que vivo apenas empujo la puerta de entrada, en

el entrepiso. Subo cinco escalones y llego a mi departamento, me

mudé allí hace como diez años, cuando JESÚS el portero y su señora

esposa la JESUSA como la llamábamos con mis amigos, se mudaron

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74 Juana Echegaray

con su hijo, el atorrante del ANTONITO a la provincia de ENTRE RÍOS.

Ese buen día sentí la necesidad de independizarme y mi madrecita

que siempre me daba con todos los gustos, me permitió hacerlo

como regalo de los dieciocho años. ¡Lo que no dijeron las chusmas!,

que yo era tan vago como mi padre, que mi madre me daba más

de lo que merecía, que ya no era tan lindo muchacho, que no era

buen estudiante, que era un hipi mugriento y charlatán. ¡Pero hay que

sentir a la gente envidiosa, sólo porque voy a ser el único dueño

de este edificio! Reconozco que extraño a mi mamá, ella que me

inculcó la higiene, la prolijidad, la tolerancia y el buen humor. Pero,

se ve que no supe meterme esos buenos consejos en la sesera. Mi

departamento es grande, a la entrada está la cucha del TOBI, está

tan viejo el pobre, que ya arrastra las patas y tengo que llevarlo

en upa para que haga sus necesidades, claro que el lugar no está

muy aseado que digamos, total cuando me tiro una canita al aire,

como dicen por allí, voy al 1º piso departamento 2º y a otra cosa

mariposa.

De vez en cuando lo hago bajar a limpiar la covacha al LUIS,

no mi amigo de la infancia, sino al pianista que vive en el altillo.

8

Las ratas, ya colmaron mi paciencia y los reclamos de la

vecindad, además de los avisos municipales de clausurar el edificio

de alquiler. Conviven debajo de mi departamento y ya somos como

chanchos amigos. En realidad no hacen nada, si aquí no hay ni para

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75Collar de perlas

comer, por eso tienen que salir a rebuscárselas por ahí. Es lógico

que no voy a estar diciéndoles adonde deben concurrir, que se las

arreglen como puedan, ellas son una multitud y yo con esas nunca

me llevé de acuerdo. Se las siente subir y bajar por las cañerías, los

techos, hacen zig—zag en los pisos, si hasta pegan cada patinazo

cuando sienten alguien pasar, que es para filmarlas y ni hablar de

dejar sobras de comidas o lo que sea, hasta se tragan los libros,

se ve que les gusta mucho estudiar. Y bueno que hagan su vida, son

libres y a la libertad no hay que ponerle cadenas, lo único que les

pido es que mantengan limpia la entrada y que no molesten a la

gente. Que me perdone la vecindad y la Municipalidad, pero yo más

no puedo hacer.

9

Del altillo se sienten las notas del piano, que toca LUIS, pero

no se la crean, es un proyecto de pianista, mi madre al ver que yo no

lo usaría en mi callosa vida, le regaló el piano a este personaje que

cayó en mi casa como pera podrida. Flaco, desgarbado, muerto de

hambre y harapiento, más cualidades para ablandarle el corazón

a mi madrecita querida no podía tener. El flaco se hizo querer por

todos, hasta yo llegué a sentir algo de afecto por él, a pesar de

los celos que me produjeron su llegada. Mi madre lo idolatraba, no

hacía más que hablar de él, reírse con él, en realidad él fue quien

le levantó el autoestima, que para ese entonces ya era huérfana y

viuda por la gracia divina. El flaco LUIS, caradura lindo que se da el

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76 Juana Echegaray

lujo de decir que es profesor de música, si hasta se hizo hacer un

título a nombre del Señor don LUIS ANTONIO DELARROCHE MENDÍA.

PROFESOR DE MÚSICA DE LA UNIVERSIDAD DE LA PLATA. JAJAJA que

tal pascual, si hay gente con cara y mejilla para cualquier cosa.

¡Qué calidad que tiene el flaco! Las chinitas del barrio, esas moscas

cargosas se disputan los mejores horarios para que les enseñe. Él

es todo un señor. Su vida siempre fue un misterio, jamás supimos algo

turbio de él, ni siquiera la YOLANDA que todo lo sabe, o la buscona

de la KEFRE, que no hace más subidas y bajadas al altillo, porque

tiene muchas horas ocupadas en su trabajito.

Aunque siempre sospeché que a mi madrecita le contaba

muchos secretos. Ahora que lo pienso, ¿mi madre, habrá tenido algún

secreto con él? ¡¡ Pero claro, ahora caigo!! Con razón que siempre

me mira con esa cara de alpargata seca, que no paga el alquiler o

lo hace cuando le viene en gana. ¡¡Que voy y le arranco los dientes y

se los doy a comer a las ratas!! Pero no, él no haría algo así, si somos

amigos. Por algo será ¿o no?

10

Y allí, en el tejado están las palomas, el último orejón del tarro,

ya al amanecer empiezan a moverse. Es un palomar infernal, debe

haber ciento por no exagerar, no sé cómo hará el palomo agraciado

con semejante batifondo. Todo el día se siente el revoloteo y los

palominos se pasan pidiendo comida y ellas las buchonas vuelan a

buscarles alimentos para que se callen. Todo el frente de la casa

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77Collar de perlas

está rociado por sus excrementos, si hasta parece una catarata

espumosa, es un asco, que quieren que les diga y no solo eso,

también tapan las cañerías, los desagües fluviales, hacen nido en

cualquier hueco que encuentran.

La paloma es el signo de la paz, pero muchas son signo de...

MIERDA. Y todavía estoy aquí en el centro de la plaza, mirando la

fachada de la casa de alquiler, que está suspendida como si fuera

un yo—yo entre esos dos colosos que son los edificios modernos.

Única herencia que los amados abuelos maternos le dejaron a mi

madre y por supuesto a su más adorado y único nieto ¡yo!

El único ingreso monetario que me sustenta. O sea que trabajar

sería un desatino. Sí, aprovecho al máximo la casa de alquiler que

ya perdió su belleza y su señorío y encima está desteñida por

añadidura.

11

Y aquí sigo yo, adentro de mis pantalones sucios, con unas

zapatillas que alguna vez tuvieron puntera. Lo que sucede es que

a mí nunca me gustó presumir con eso de las marcas de ropas

o calzados. Reservo la plata para los puchos y para la yerba (el

mate es mi principal alimento, tiene muchas propiedades, según las

viejas del barrio). Como yo no soy bocina, tampoco hablo mal de

los vecinos, como hacen la KEFRE y la YOLANDA, eso es de mujeres,

yo escucho, como para tener referencias para alguna que otra

conversación.

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78 Juana Echegaray

Estoy muy cansado de renegar por los alquileres, desgasta el

cerebro, y eso que el mío es estrecho pero muy bien cuidadito.

Espero, ahora sentado en el banco del centro de la plaza,

que la Municipalidad no me clausure otra vez la casa de alquiler,

mi existencia se iría a la bancarrota, sería mi perdición si a esta

altura tuviera que trabajar en otra cosa. En fin, la realidad supera

los hechos. De cualquier manera he sido feliz toda mi vida, viviendo

en la calle ESPINATTI al 126, entre SAN JOSÉ y ALQUINTA, frente a la

plaza principal y de cara a la CATEDRAL, en la “CASA DE ALQUILER

SANTOPOLO”.

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79Collar de perlas

. NIEBLA EN LA CARRETERA .

Escondida tras los matorrales, cuidando de no rasgar el

abrigo transparente, observo atentamente al caballero que camina

por la carretera solitaria. Se acerca muy cauteloso, mirando a

todos lados, a pesar de la oscuridad, hacia el lugar donde estoy

agazapada.

Pasa muy cerca de mí, y admiro su buen porte, quizás sea un

aristocrático. Raro que se dirija caminando –pienso– entonces dejo

que se aleje unos pasos, y sigilosa salgo de mi escondite, tímidamente

me acerco tocándole apenas el hombro derecho. Fantasmagórica

fue la imagen que se dibujó en su rostro, transformada en máscara

de terror, descompuesta y pálida, su respiración agitada se hizo

dificultosa, hasta que por fin su corazón comenzó a latir con cierta

normalidad, entonces le vi nuevamente volverle el color a pesar de

la oscuridad del lugar.

Pasado el momento, me animé a preguntar.

—¿Se dirige usted a Londres por casualidad?

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80 Juana Echegaray

—¿Pero qué hace esta mujer, a tan altas horas de la noche y

en esta carretera? —se preguntó el desconocido.

—¡Me oye usted! –repito ansiosa.

—¡Sí!, sí, éste es el camino. Mi nombre es Marcus –dijo

extendiéndome la mano enfundada en guantes de cuero, que me

resultaron ásperos al contacto.

—¿Y usted cómo se llama?

—No, no puedo… no puedo decirlo, he olvidado mi nombre.

Pero sé que una amiga vive allá en Londres. ¿Puedo confiar en

usted, puede llevarme en el coche hasta allá?

Sus ojos me miraron raro, su boca hizo una mueca que no sé

explicar. Traté de aclarárselo un poco más.

—Quiero ir a Londres, antes que mi cuerpo etéreo se esfume

en la noche. ¡Qué lástima, presiento lo peor, ya es tarde! Mi cuerpo

volátil está dentro del transparente árbol azul.

Lo veo mirando desconcertado de un lado a otro de la

carretera. Menea la cabeza y se va lentamente cubierto por la

espesa neblina de Londres. ¿Habrá sido el amor, ese amor pasajero

que siempre quise encontrar? Su nombre es Marcus. El mío… hace

tanto tiempo que no lo recuerdo, no sé si alguna vez tuve alguno.

Pienso que no. ¡Pero él se llama Marcus!

Y su figura va esfumándose al borde de otra neblina.

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81Collar de perlas

. EL PRESTIGIO DE SU REPUTACIÓN .

Eliseo fue el ser más ruin, tacaño y miserable que podía un ser

humano. Vivía sobre la calle Azopardo al 1500 en la casona vieja

con llamador de bronce sobre las puertas.

Nunca visitado por parientes o amigos, deslizaba su burda

existencia entre el olor de viejos billetes y el agrio mezquino de su

vida solitaria.

Nunca quiso formar una familia propia, todo, todo su empeño

era para hacer una fortuna. Como habrá sido de tacaño que le

negó la posibilidad nada menos que a Dios de llevarle su alma el

día que falleció.

En un cajón barato municipal de rústico pino que su familia a

pesar de todo se apiadó en conseguirle ya que ninguno ponía un

centavo por él, descansaban los restos de Eliseo.

En la sala municipal, iluminada escasamente con candelabros

de velas mortecinas, algunas flores cortadas de jardín y un Cristo

doliente, se encontraban algunos de sus familiares sentados en

sillas esqueléticas o en viejos sillones arañados por el tiempo.

Page 82: Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

82 Juana Echegaray

Mientras tanto, el alma de Eliseo se paseaba entre ellos

observándolos y regocijándose de sus males, preguntándose el

porqué de su presencia en el velorio, si nunca fue aceptado como

familiar.

Sentada al lado del ventanal, se encontraba Eloísa su prima

hermana la menos agraciada de doce hermanos, que sufría de

insomnio. En su rostro se notaban las noches ambulantes en las que

recorría la larga galería de su casa como alma en pena, las ojeras

le llegaban hasta una barbilla sembrada de pelos, a su lado la tía

Antonieta, hermana de su madre, flaca como un espárrago mojado

consumida por el cansancio del duro trabajo del tambo y el cuidado

de diez nietos que vivían a su costa.

No faltó sin embargo su primo Amadeo, toda su vida fue el

más despistado y porfiado de la familia. Una vez al volver a su casa

de madrugada, con algunas copas de más y enfiestado, enfiló la

cuadra al revés y se dirigió hacia la penitenciaría, porfiándole a los

guardias que era su casa, hasta que al fin lo dejaron pasar la noche

en el calabozo o cuando salía del trabajo y tomaba el número de

colectivo equivocado y terminaba en otro barrio, pero ahora el

pobre sufría de Alzheimer, y al acercarse al cajón preguntando

quien era el finado, lo confundió con un tío militar y le hizo la venia

El alma de Eliseo, si el alma tiene una sonrisa, apareció en

ese momento.

Apoyado en el marco de la puerta con las manos ocupadas

de golosinas, reacio a entrar a verlo estaba Eustaquio su primo, él

sí que vivió bien toda su vida, de padres ricos, eran de lo mejor de

la alta sociedad, pero ahora su lomo virgen estaba atacado de

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83Collar de perlas

ansiedad y angustia lo que le hacía comer sin parar y aumentar de

peso llevándolo a los doscientos kilos.

Tampoco faltó su sobrino Lisandro, quizás el preferido de

él, por ser uno de los suyos el que más amarrocó dinero fácil en la

timba y además era mujeriego. El porte de príncipe y la audacia

de un gavilán. El alma de Eliseo ve como éste al arrimarse al cajón

fisgonea como para sacar alguna tajada, preguntando sobre la

posible herencia.

Ni pensar que faltaría su hermana Aída, la llorona de la familia

en todos los velorios.

Llega del brazo de Anastasia su hija menor, la niña atacada

de dolor de cabeza, quien vive en una irritabilidad permanente,

que sólo acercarse a ella, se lo trasmite a uno, una especie de

electricidad y malestar.

En resumen esta es parte de la familia o los buitres al acecho,

sobre la que Eliseo pasea contento su alma, sacando sus inmundicias

al aire, ya que lo acusaron siempre de ser el familiar más tacaño,

ruin y miserable y sólo porque poseía el don y el valor de ser el

prestamista del pueblo.

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84 Juana Echegaray

. EL BASÍLICO .

Aníbal lanzó con toda la furia contenida, el bollo de papel al

cesto de basura que tenía al lado del escritorio.

Era quizás la hoja décima que arrojaba, se sentía frustrado,

no sabía cómo comenzar la carta que pretendía enviar nada menos

que a su suegra, ese basilisco que justamente le tocó en su suerte,

a él… nada menos que a él, pero si todo el mundo decía que era

un “pan de Dios” además lo alababan diciendo “la suerte que tuvo

esa niña en encontrarlo, con semejante madre en desgracia que le

tocó”.

Para su alegría, la suegra en cuestión había realizado un viaje

al extranjero, con la dicha que encontró a un señor que la sedujo lo

bastante como para que ella se tomara un avión e instalara su casa

bien lejos de acá, ahí en Moscú, encima tiene la suerte de vivir en

zona de monarquías, con lo nariz parada que es.

Pero siguiendo con la cuestión debía escribir la nota antes de

que Laurita se levantara para no herir su susceptibilidad, después

de todo es su madre.

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85Collar de perlas

Evaluada suegra:

Como usted siempre quería ser el centro de atención en

toda ocasión y lugar, le comunico que ahora sin su presencia, nos

podemos ocupar más de nosotros mismos y lo mejor de nuestra

pareja, tenemos la alegría de charlar y contarnos absolutamente

todo sin que nos interrumpan y rocíen ajenjo a la conversación, comer

lo que nos plazca con o sin colesterol, tomar mate placenteramente,

cosa que a usted tantas náuseas le producía vernos.

Hacer el amor cuantas veces lo deseemos y en cualquier

lugar y no tener estipulados los días como el sábado por la tarde

cuando salía con sus amigas o los martes y jueves de veinte y treinta

a veintiuna y treinta cuando concurría a yoga y sobre todo no sentir

los fastidiosos golpecitos en la pared de los dormitorios que nos

separaban cuando nuestros cuerpos nos reclamaban caricias, pues

usted se desvela y para colmo de males deambulaba por la casa

abriendo y cerrando puertas como si fuera de día.

Demás está decir que para mí fue una prueba de fuego

convivir con alguien como usted. Realmente que mis amigos me

llamen ¨el magistrado de la paciencia¨ no me asombra, pues ésta

traspuso muchos límites pero considerando lo importante que es

para mí amar a una mujer como Laurita, el gran amor de mi vida,

creo merecer este respiro y ruego a DIOS y a la virgen y a todos

los santos y al bueno del ruso que la sostenga y proteja entre sus

brazos por el resto de sus días (los días suyos, suegra por supuesto).

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86 Juana Echegaray

Como está clavada usted como un estilete en mi corazón y un

cristiano no debe maldecir, mi buen tino me obliga ir a dormir con la

mente en paz.

En resumen, he logrado lo propuesto, el esfuerzo valió la pena.

Su único y paciente yerno.

Hizo un bollo la carta tirándola y embocándola al cesto, se

levantó despacio mirando por la sala. Desde todos los ángulos, la

foto de aquel retrato lo miraba con sorna. ¿Por qué negarlo? El

basilisco de su suegra lo seguiría molestando aunque sea a través

del vidrio de aquel porta retrato.

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“El amor no tiene edad. Siempre está naciendo”.

A mi familia, a mis amigos y a mis compañeros.

FRANCISCA MARÍA CÓRDOBA

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91Collar de perlas

. POBRES PERO FUERTES .

Ruinas, soledad. El viento mañero para arrear nubes, lleva

y trae ecos de puertas batidas en monótono vaivén. Zumbido de

moscas, crujir de maderas, suspiros del viento. El arriero pasa por

ese sendero, sólo a veces, le arisquea; tuerce el ala del sombrero

como para no ver la tristeza agorera que se desliza a su izquierda,

mientras apura el tranco del overo.

Dicen que en los atardeceres, los susurros se escapan por

entre las vigas raídas del techo y vuelan para convertirse en

gemidos. La sensación de aislamiento no mete miedo al hombre,

pero penetra como la helada del sur, perfora la osamenta; una

angustia invasora va recorriendo la espalda hasta la nuca, se fi ja

en la garganta y comprime el pecho.

El j inete fi ja su mirada en el suelo; ha entrado en la zona

del antiguo Camino Real, olvidado, perdido su nombre entre los

libros de Historia, polvorienta realidad hendiendo el paraje donde

algunas cabras hacen crujir el suelo, arisco para el verdeo: “Es que

casi nunca llueve. San Pedro se ha olviao’e nootros” dicen los viejos

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92 Francisca María Córdoba

mirando bizquear a los animales en su intento de buscar comida

entre las piedras, guardadoras de algunos brotes milagrosos.

El calor sofoca; las chicharras presagian una noche infernal

aturdiendo desde las talas del monte. Ni una nube en el cielo; poco

movimiento en el puñado de casuchas en donde empieza y termina

el pueblo. Todo es lento, despacioso. Los patios hierven a esta hora

en que la tierra ha succionado el fuego de la tarde.

La Mabel saca un fuentón con la ropa del Antonio recién

lavada; lo apoya bajo sus pechos, flácidos de tanto amamantar:

blanco alivio para la sed de sus hijos.

En su bicicleta, mitad caño, mitad alambre, la Tomasita

pasa pedaleando con fuerzas; detrás y atado con piolines al

guardabarros, un carrito destartalado la sigue, fiel a su oficio de

transportar leñita, esas patas de arañas que alimentarán el fogón

donde la mamá hará el puchero o calentará el agua para el mate

verdadero, maná de los pobres. Con la mano saluda a los Medina,

doblados sobre el surco esquivo para dar vida.

Más allá, el Oscar y la Pralinda, su tía, encierran dos vacas

para el ordeñe. El muchacho, rápido salta la empalizada y se

acerca a una mesita que bajo un chañar sostiene un cuaderno de

tapas mugrientas, donde garabatea, hoja a hoja cada atardecer,

historias que le ayudan a olvidas otras viejas historias.

En su casa, mitad adobe, otra parte chapas y ladrillos bayos,

don Zoilo relampaguea los ojos retintos cuando oye al arriero:

su silbido es único como el paso irregular de su caballo. Ni bien

desmonta, el viejo le ofrece un amargo. Pocas palabras entre

ellos. Nunca supo con certeza su nombre, ni su edad, ni de donde

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93Collar de perlas

viene, ni a donde va, sólo que cuando el arreo se pone flojo allá,

en el sur, se convierte en su temporaria compañía.

El día se desmaya sobre ellos, se enreda en la cañas del alero,

bosteza algún remolino engañoso de tormenta, se desparrama

por el campo; está cansado. Tanta sed, tanto calor. “¿Ta bueno

el camino? Pregunta el cebador “Mas o meno. Hay guadales…”

responde el hombre de a caballo entre sorbo y sorbo. “La pucha y

no quiere llover…” Miran al cielo a través de la enramada.

Sólo el oeste rojizo, como siempre. “Refrésquese, don, hay

un poco de’agua, entuavía en el tacho”. “Ta bien, se agradece”

el visitante desensilla el caballo que olfateando el aire corre a la

aguada, casi un tazón cuarteado por la sequía.

Pocas palabras, no sea que se seque el garguero. El viejo

sabe que el hombre ha pasado por la tapera achatada en su

mortaja de campanillas azulmoradas, y que todavía le dura el

estremecimiento. Algunos se santiguan, otros apuran el tranco.

Pero de eso no se habla, para qué remover lo pasado.

El suceso dio para agotar conjeturas y habladuría. Fue en el

tiempo en que las tuscas florecían apurando la vida del monte. El

pobrerío, sabía divertirse sobretodo en esa época. Dicen que los

sanavirones eran bailarines de alma. Tal vez de ellos les venían

esas ganas de moverse al compás de la música: dos violines, una

guitarra y para los valcesitos, un acordeón. No paraban de sonar

hasta el amanecer, cuando pateando terrones y alguno que otro

sapo, regresaban a la única realidad que les había tocado en

suerte.

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94 Francisca María Córdoba

El Polo llegado hacía un tiempo con un arreo de mulas,

andaba querendón y la Miguelina, con sus trece recién cumplidos,

había inquietado al hombre. Hacía tiempo que la venía viendo en

el almacén del Turco, entre bolsas de maíz y harina. Con la bolsita

de arpillera en la mano colgando, provocaba sin querer con ese

balanceo inconsciente que le impulsaba desde lo más profundo

de su adolescencia perturbadora ¡Linda la chinita! Los pechos

enhiestos bajo la blusa desteñida y las patitas largas, finas que

sostenían dos caderas en pleno proceso de moldura, como sandías

maduras, cuando en enero, ofrecen voluptuosas sus cáscaras

torneadas anticipo de una pulpa chorreante, roja, fresca... , así la

pensaba el Polo entre pitada y pitada de un armado.

Miradas van, miradas vienen, encuentros casuales; se

fueron acercando. Primero los hombros en un juego casi de

chicos, te pecho, me pechás. Después el roce de los dedos, diez

brazas de pasión que se entrelazaban hasta volverlos ciegos,

sordos, ausentes de su propia sordidez cotidiana. Ellos estaban

descubriendo su propio paraíso.

Los muchachos de los Medina, primos de la chinita, se

habían acercado al hombre y lo habían advertido: “A la Miguelina

ni la tocás, ¿Entendí?”. Pero ahora, meses después, caminaban

en medio de la madrugada, de la mano, sin querer avanzar. Era

difícil estar juntos; cientos de ojos los vigilaban como lechuzones

expectantes y agoreros.

De pronto vieron el atajo, el que lleva atrás de los montes

de tintitacos, alfilerillos, cardones; ahí por donde dicen que corre

el arroyo de agüita limpia y fresca. “Te voy a llevar, mi alma, a

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95Collar de perlas

donde el agua te enjuague los piececitos, así jugás a salpicarme”

le había prometido el hombre del sur, una tarde en que el calor y

la sed hacían jadear a perros, gallinas y hombres por igual. Allá

iban, dando zancadas, enganchándose las ropas con las barbas

de tigres, implacables. Corrieron, desesperados hacia la libertad,

ellos, amantes perseguidos prejuzgados; no podía escapárseles

esta oportunidad.

Cuando las gallinas empezaban a picotear los maíces que

le echaba al boleo la Nora, medio dormida aún, porque había

pasado la noche en vela esperando a su única hija, la Miguelina,

el rumor empezó a correr. Del almacén del Turco al boliche del

Isidro, pasando por el campito de la Pralinda: el Polo no estaba

durmiendo bajo la enramada del rancho abandonado y la chinita

se perdió de la vista cuando volvían del bailongo… y con trece

años decían.

El entonces jefe del destacamento policial fue advertido

de la novedad. “Hay que buscarlos” suplicaba la madre, dando

por hecho que habían desaparecido juntos. “No vaia a ser que la

deje premiada…la desgracia nos caerá encima” gemía la abuela

masticando las palabras junto al tabaco embabado. Don Dalmacio,

el padre de la chinita en cuestión, sacudía su borrachera de la

noche anterior filosofando apoyado en el alambrado divisorio:

“Qué le puede ver un hombre a la Miguelina, no tiene tetas, ni

cabras para arriar, apenas sabe amasar el pan ¿Cómo le va a

parir hi jos y los va a mantener? Escupía así en su semi inconsciencia

mañanera el valor intrínseco de la mujer ligada a lo animal, lógica

de esos pagos olvidados de la mano de Dios.

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96 Francisca María Córdoba

El Zoilo, recién nombrado jefe del destacamento por

benevolencia del último diputado provincial, que acertó pasar por

ahí, camino a su desmonte, los rastreó a caballo durante varios

días, pero nada. Al tercero le pidió ayuda al Benjamín, chango

medio mal nacido, como esos críos endebles que aparecen cada

tanto en una camada de parición. Algo rengo, bizco pero fuerte,

seguidor, como perro de arriero. Montó su petizo y ya la partida

salió más confiada, con víveres, algunas mantas, el machete para

cortar churquis y hasta la escopeta, previamente acondicionada.

Sólo calor, sol, tierra, médanos, sed… algunos buitres,

presagios de carroña, revoloteando el cielo, las mocas olfateando

la muerte… y el viento soplando su aliento a mistoles. Una noche,

hubo un giro del poco airecito que soplaba y se oyó un aire de

vidalita que refrescó los oídos y paralizó los corazones. Se

quedaron tras los médanos que empezaban a formarse tras los

arbustos achaparrados y opacos, y escucharon

Las penitas que yo siento

Vidalita

Son penitas de amor…

Amargaditas lo mismo

Vidalita

Que las hojitas del molle

Vidalita

Ahí deberían estar; quién si no cantaría una vidala parte

del sureño. Se acercaron y los vieron. El hombre acariciaba ese

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97Collar de perlas

cuerpo ideal, de madera torneada con la perfección de ninguna

cadera y cintura humana; a cambio el sonido casi sublime de

la caja inundaba la escena; angelical el rostro de la chinita se

apoyaba en el apero. “¡Alto! ¡No se muevan! ¡Es la ley!” tronó la

voz del Zoilo, amilicada después de dos años de profesión.

No reaccionaron los amantes. Se abrazaron; una bandada

de murciélagos se despegó del techo con el retumbar del

escopetazo al aire que nervioso disparó el Benjamín. Se dejaron

llevar: él esposado tras el caballo del jefe; la china enancada en

el petizo del asistente.

Una pieza mugrosa le sirvió de calabozo al Polo: “Hasta

que se caratule el delito, si es que lo hay…” murmuró la autoridad,

tan serio como las circunstancias se lo imponían. La menor, como

ahora la designaban en la causa, chorreaba su desencanto, no su

vergüenza por los pelos, duros por la sequía y la falta de agua

dulce. Espinas como de garabato macho eran la mirada de su

madre y abuela; los hermanitos husmeaban desde atrás de la

cortina, única puerta de la vivienda, con los dedos en la nariz,

silenciosos, como todos: no preguntas, no consuelo, no reproches.

Ese silencio era un anticipo de su inexorable destino de paria

social. El exilio ya estaba decretado.

El Polo, entre uno y otro cigarrillo, cortesía del ayudante

patizambo que lo miraba con admiración, maquinaba una salida

“¡Juna gran pucha! A mí no me van a encerrar por una china

alzada…” se decía. Entre pensamiento y hecho privó lo último y

una noche coincidiendo con un incendio inesperado, devastador,

el hombre de a caballo desapareció.

Page 98: Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

98 Francisca María Córdoba

La imaginación del pueblo, ese pensamiento mágico que

enriquece a los desesperados, fue transformando el hecho en una

sarta de versiones alimentadas por el tedio, el calor, la inanidad

del tiempo. Nunca fueron aclaradas de las causas del incendio

ni el destino del Polo, pero sí se comprobaba día a día el de la

Miguelina, consumida en lágrimas que caían sobre el patio de su

casa cuando salía a tender la ropa. Ella, entre tanto, se mimetizó

con la tierra yerma: no pudo amamantar, su vientre se contrajo,

perdió su fruto y se quedó tan estéril como el potrero del fondo.

Esa pasión prohibida por sucia y pecaminosa provocó más

de una procesión con la Virgen del Rosario, llevada en andas: “no

vaya a ser que la virgencita nos castigue por tanta inmundicia”. El

tiempo, que todo lo borra o lo atempera llevó a los jóvenes: “pa’la

ciudad, sólo vamos quedando los viejos y las raíces” recitaba

doña Eloísa la dueña del campito más próspero de la zona. “Ahora

lo único que pinta es la necesidá” sentenciaba.

Todas las vidas estaban signadas por la sequía, esa que las

marca desde el vientre fecundado en horas de tedio y rabia por

sobrevivir a la nada. A esa pobreza, “aliada y cómplice de la falta

de agua que siempre, la muy ladina, se desvía para el sur ande

tienen siempre el surco abierto y más ahora con la siembra directa

que le dicen”. El que hablaba así era un maestro sancionado en la

capital de la provincia por no se sabrá nunca qué irregularidad y

que había ido a parar con sus pocos bártulos a la escuelita rural,

inaugurada hacía cuatro años.

¿No quiere llover, don Zoilo? Pregunta el arriero barbudo, un

ojo tapado con un parche, una mano enguantada, acomodándose

Page 99: Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

99Collar de perlas

sobre el apero dispuesto a dormir a cielo abierto. Entre sorbo

y sorbo el Zooilo lo mira de reojo “Ansí es, cosas del destino

y pa’colmo de males, la sequía nos dejó pelados y solos, pero

aunque pobres somos fuertes, usté lo sabe bien, don ¿noe cierto?

El arriero parece no escuchar, mira fi jo el cielo, cápsula invertida

que promete pero no cumple. Tampoco él pudo cumplirle a la

chinita, la que se apergamina en un oscuro rincón del rancho; sola,

con algunas cabritas; “agüita para tus piececitos”, murmura; pero

sabe que si la encuentra, ella no lo reconocerá, tantas temporadas

volviendo, para nada, para engañarse.

La impiedad del tiempo los ha tocado. Ahora lo único que

pinta es la necesidad de agua, de agua, de agua., Tatita Dios para

que se moje los piececitos cuando salga a buscar las cabras.

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100 Francisca María Córdoba

. FAVORES CONCEDIDOS .

La pared chorrea flores lilas, erguidas, signos de súplicas

imposibles. El silencio taconea entre las paredes ocres del pasaje.

Ella, menuda, morena, aprieta su bolsito de lona contra su cuerpo

envuelto en el vestido de confección casera. Apresura el andar;

la cabeza semigacha así acostumbrada por la génesis de años

de servidumbre y acatamiento, la mirada, en un cíclico movimiento

derecha e izquierda que une imágenes con recuerdos.

Aquella vez, Santa Rita había sido egoísta con ella. Tanto le

había pedido por su Damián, lejano y primer amor perdido en una

guerra corta, sucia, impensada. ¿Habría escrito algunos versos en

la trinchera fría?. Se lo había prometido pero a ella no le llegaron,

como tampoco su cuerpo. Ahora, casi desesperanzada, se había

propuesto insistirle a la Santa y le llevaría algunas ramas florecidas

que colgaban desde el muro. Tal vez con la ofrenda le apareciera

algún gesto de piedad para con ella; y salta, una, tres, cuatro veces

hasta cortar dos ramitas índigas con espinas y hojas (¿serían el

sufrimiento y la esperanza que debía transitar todavía?).

Page 101: Collar de perlas - Rulfo, Etchegaray, Córdoba, Michela, Espinosa

101Collar de perlas

Llega al extremo del veredón de baldosas y gira hacia la

derecha, hacia la dirección de donde oía un rumor de coros, hacia

la iglesia tras la cual se refugian las carmelitas y piensa. Ese punto

de clausura en medio de la vorágine ciudadana que se iba en el

alto queda como un códice apretujado en una biblioteca. La calle

en esa hora incierta se ha transformado en un espacio abadiado;

abre la puerta de dos hojas, batiente chillona y un soplo de vacía y

helada religiosidad le estremece la cara. Camina desorientada en

la penumbra hasta encontrar, en un altarcito lateral, la imagen. No

se arrodilla; casi con un poco practicado orgullo, ella habla con la

mujer que la mira desde lo alto con ojos de cera fría. ¡Acordate de

mí santita, tan solita de amor!

Perdón, se me ha caído una hojas del libro, ¿me permite?

Está junto a su bolso. La muchacha gira la cabeza y ve al hombre,

vestido de oscuro, ve sus botas negras apuntándola, rígidas y

brillantes. Creo que se despegaron, continua él, ahora tendré que

encontrar el número de cada página, ¿me ayuda? Embobada por

la voz, grave, con ecos, como si saliera de un pozo, lo sigue hacia

una hilera de bancos. Se sientas; no puede hablar, sólo monosílabas

se le escapan y rebotan entre las columnas de la nave principal,

soporte majestuosos de un cielo de vitrales que se afantasmaban

con las luces del ocaso.

El tiempo es agua y arena filtrando las palabras. Me

llamo Alejo, soy escritor. Yo soy Sabina. Vengo a la biblioteca

del convento a buscar información. ¿Usted? Entré a retarla a la

santita…se ha olvidado de mí. El que olvida algo, siempre lo tiene

en el recuerdo. ¿Cómo, no entiendo? Pregunta ella. Porque se

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102 Francisca María Córdoba

acuerda de lo olvidado, le contesta con una sonrisa que abarca

toda la femineidad de la devota, hasta estremecerla.

Ahora caminan, salen del templo olicudo a incienso y la

noche les echa un aliento mientras bosteza su aburrimiento. No

ven gente que camine con ese apuro robotizado de la vuelta a

casa. Hay sombras fugaces, ecos de cascos equinos entre las

calles que atraviesan. Sin proponérselo, se toman de las manos,

empujan el paso por el declive de la buenos Aires, pasan por el

Buen Pastor, cruzan la avenida y se internan en la majestuosidad

de Nueva Córdoba.

La ciudad es otra con Alejo; su andar sin rumbo se

interrumpe ante una reja increíblemente trabajada; el hombre la

abre con una llave que extrae de su bolsillo; desde los balcones

figuras con fauces y ojos amenazantes los observan son voces de

conciencias centenarias. Necesitamos un tiempo para nosotros, le

susurra el hombre ahora demasiado cerca de ella. Estremecida,

con los ojos acuosos de tantos sentimientos acallados, Sabina solo

atina a mirarlo.

Una cama, adoselada, con sábanas grises de satén recibe

la pasión inmediata de la pareja; desflora en el lecho su virtud

más preciada. No hay palabras, tampoco se pregunta cómo había

llegado hasta ese punto límite, tan esperado, donde el goce afloja

sus músculos para dejar hacer al hombre que ha transformado

las palabras en caricias voluptuosas que resbalan exploratorias

por su dormidez virginal. Algunas lágrimas absurdas, impensadas

resbalan hacia los almohadones de seda.

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103Collar de perlas

Por una claraboya de vidrios multicolores se filtra una

luz agónica que se combina pendularmente con un resplandor

naranja en una sucesión de tiempo indefinido. Es la única referencia

de otra dimensión existente fuera de ese espacio de paroxismo

impensado.

Cuando el jadeo da paso a la quietud, juntos recorren la

casa. La cocina es tan amplia como donde trabaja; una vajilla

de blancos espasmódicos refleja la luz de las lámparas, ahora

encendidas, desde el aparador de algarrobo (¿cómo estará

el algarrobo que aliviaba las siestas cuando el viento del

norte asalinaba su piel y los ojos de la abuela?) Ojos de cobre

pendientes de las paredes azulejadas, los observan enrojecidos

por el fuego avivado en la cocina de hierro. Ellos son uno, con las

tazas humeantes entre sus miradas que se anublan por el vapor;

él la observa con ojos casi transparentes, como lagunas abisales,

con calor inacabable. En las salas con maderas, tapices, caireles,

aprende a jugar al billar y a echarse laxa sobre las alfombras;

conoce la tibieza de los leños encendidos (¿podrá la abuela

cortar esos troncos de colquiyuyo cuando la apura el frío?). Las

caricias la vuelven de ese lapsus de su memoria y envuelta en

bata de espuma, enlazaba y desenlazaba su pudor de cortesana

enamorada; Alejo es un sólido cuerpo que no pesa sobre ella y

transpira aroma a hojarasca húmeda entre sus brazos.

Unas campanadas, nunca oídas, le sobresaltan de su

duermevela; casi aturdida mira el reloj de pie que parece renacer

entre dos columnas; ahora ella ve el sol entrar por las hendijas de

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104 Francisca María Córdoba

los ventanales cerrados. Oye golpes y voces que se acercan a la

casa. Palpa la ausencia de su hombre que ya no está a su lado.

Lo busca por la casa, lo llama; torpemente busca su ropa, recorre

pasillo, salas, salones, salitas y el baño con los espejos empañados,

con moho y dos estatuas gigantes, tiesas, balanceándose por

décadas sobre la bañera. Solo silencio. Soledad. Ecos.

Encuentra su vestidito, calza las sandalias gastadas, arregla

su pelo con una hebilla de hueso y con el bolsito en la mano

dirige sus pies hacia lo que cree la salida. Una llamarada de luz

la sorprende junto con un grupo de obreros que abren el portón

principal. Pasan la rozan, no la ven. Disponen, se ríen. Bueno, acá

vamos, don Alejo Guzmán y v Cabrera ¡por fin! Alardea uno de

ellos con planos bajo el brazo. Otro, el de la notebook le hace

un guiño casi obsceno y contesta ¡A demoler! Se acabaron las

amantes viejo zorro. Los inversores no esperan más.

Como huyen de la luz mala en su Tuscal energiza su paso

aunque ahora es una corriente helada que la observa, la subsiona,

no hacia las colinas sino hacia la agónica casona que, pronto, una

topadora saciará con ella su avidez de paredes con sabor a

flores francesas en sus empapelados casi corre hasta alcanzar

la Cañada. Una lluvia amarilla de tipas en flor baña su cuerpo; se

siente purificada aunque satisfecha de su tiempo de lujuria.

Al llegar a su cuartito del Güemes intenta sacar la llave del

bolso, su mano de costurera encuentra una flor de Santa Rita,

ajada, sabe entonces que ha perdido para siempre al hombre que

la bondad de la Santa le había regalado por un instante eternizado.

Agradecida, le enciende una vela.

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105Collar de perlas

. DE POEMAS Y DE SANGRE .

Es agosto. La noche blanquea su helada por el faldeo del

cerro de las Carretas. Una masa de hombres y mujeres que

mantiene ocupados a los realistas sueña con la independencia,

palabra abstracta todavía para ellos. Ese grupo de cuerpos, puro

instinto, sin planes preconcebidos, arremete contra el invasor de

las milagrosas batallas con un deseo casi ancestral de conservar

la tierra. La mujer se acerca al cholo, alto, fuerte, musculoso;

lo abraza con pasión y temor de no ser amada. El joven, con la

mirada fi ja en un punto intangible, modula la voz e hilvana versos

casi premonitorios de tragedia:

Huañuyta maska riscan Voy en busca de la muerte

Auckanckancu, pucrancura Nuestros enemigos

Jamu llanckancu, pucrancura Ya vendrán

Jalatatajmin Levantando sus campamentos.

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106 Francisca María Córdoba

De pronto, un resplandor; los realistas caen sobre ellos.

Son como llamas sobre caldenes secos. Pedro Artamechi, indio

despechado, sobornado, guió a los hombres del coronel Benavente

por un sendero invisible en medio de la noche. La confusión

espanta, el coraje los reagrupa. Una bocanada ardida da en la

cara de la mujer y sus oquedades, oscuras de llanto, se secan

aún más en su rostro. Con su vientre que le pesa demasiado para

seguir en la lucha, busca refugio tras esas piedras, verdaderos

aludes de muerte, que hacen caer los dueños del suelo desde la

altura del cerro, arrastrando la arrogancia de los godos. El fuego

de fusiles recalentados, el chasquido de las huarakas en reboleo

incesante y el silbo de las flechas se entreveran con el ardor de

los cuerpos, algunos gimientes, otros, casi inhumanizados ante el

japapeo quechua que los energiza. La mujer, espantada, ve a su

joven indio, lugarteniente de los Padilla, multiplicarse en la lucha. Es

vuelo mortífero desmenuzado en el entrevero de sangre. Cerca,

siempre cerca de él, la otra, Juana Azurduy, j inete invencible se

defiende como puma cercado. Juntos tejen una leyenda con hilos

de sangre, valor y poesías, juntos están en el punto exacto en el

que un impiadoso descuido es el comienzo de la muerte.

La mujer, agazapada, aprieta con las manos su cavidad

fecundada, apoya la cabeza sobre la roca sostenedora y piensa…

Antes no fueron lanzas ni flechas las que se cruzaron; fueron tus

ojos, charcos de luna, con los míos, y nos enredamos en el moteo

de luz y sombra que hamacaban la ramas piadosas de un cebil.

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107Collar de perlas

Ñahuyquicuna ppallallaj ckoillor Tus ojos, titilando cual estrellas

Llippipipispa En la noche oscura

Laccaytutapi, hillapa jina Fueron el relámpago

Musppachihuancu. Que me hicieron delirar

Dulce aloja derramada por tu boca, ¿acaso eran para mí

tus versos aquella noche? El cielo fue un pozo invertido, lleno de

estrellas sobre mi vientre; vi soles y soles girando; sentí el crujir de

mis entrañas, ahora nutridas por tu corriente tibia. Pero la otra, con

su voz de guerrera, descuajó la oscuridad con su orden de ayuda:

¡ Juan, te necesito! ¡Mi Manuel ha caído prisionero! Y ahí salieron

al galope, con más caballos que hombres para confundir a los

realistas. Se acollararon con la noche, la sorpresa y los fuegos

avizores que desde las montañas indicaban el camino de los

maturrangos, que cansados y borrachos no los esperaban. Aquella

vez volvieron con el marido y hubo festejo en la montonera. La voz

de mi Juan parecía endulzarse en sus versos como se convertía en

alarido aterrador cuando, con los dientes apretados, arremetía en

las batallas con un odio encendido hacia el español. Decían, por

ahí, que su padre habría sido un potosino aristocrático, bastardo

del rey de España, que amancebó a una descendiente del inca

Huascar para luego abandonarla con un hijo y en la mayor de las

miserias.

Otro alarido quiebra el hedor a muerte, a tierra, a sudor de

caballos. ¡Mi Juan, mi Juan! ¡Nooo! Los lamentos mezclan palabras

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108 Francisca María Córdoba

entrecortadas. ¿Por qué te pusiste en el camino? Era para la

otra el lanzazo. ¿Por qué? ¡Cómo vomita sangre tu pecho!.. . ¡Oh,

tan amado!.. .Te arrastran… ¿Dónde te llevan? Te alejan de mí…

tierra infestada de odio y de venganzas, ¡Te maldigo!. No crecerá

nuestro hijo acá, será noble y bello como vos mi alma, pero estará

en el verde, en donde el cielo se cae sobre el campo… en la paz.

El grito de la que va a parir salpica de rojos la quebrada. Las

nubes, espumas congeladas, bajan piadosas y se ofrecen como

pañales al guagüita. Luego, otra vez, la marcha de esos indios,

mestizos y criollos, impulsados por un mandato casi genético de

proteger las fronteras de la Patria recién nacida. Pero la procesión

de valientes se va agotando a medida que avanza hacia el sur.

Algunas derrotas y la multiplicación de caudillos, la va atomizando.

La mujer es una más de las que cocina para los hombres, duerme

acurrucada al rescoldo del vivaque, cría a su hijo y protege a unos

perros flacos y seguidores. A veces, sueña.

Casi sin darse cuenta, arrastrando su destino incierto, llega

al verde, el de los olores a cebadilla, a ganado, a tierra mojada; la

de los hombres con botas y palabras persuasivas que construyen

de otro modo a la Patria. Su chango ya ha aprendido a pialar,

pinta como enderezador en el día a día y puede cuerpear al

potro más arisco. Déjelo no más, doña. Don Juan Manuel recibe a

tuitos por igual. Va a ser un agregado más en la estancia. El arriero

se compadece del muchacho, la madre cede para abreviarle su

destino de bastardo que empezó aquella noche de agosto. Ahora,

con un fuentón apoyado en la cadera, repleto de ropa con olor

a sudores, va al piletón del fondo. Los peones desde la cocina, le

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109Collar de perlas

ofrecen un mate; no lo acepta. Arisquea el afecto y la confianza

desde que es la lavandera del capataz; desde que otra vez está

sola con una tos persistente como única compañía. Comienza a

ablandar el jabón que se espuma entre sus brazos y sube en

burbujas silenciosas hacia su pelo entrecano. Ve en ellas toda su

vida en escenas redondeadas, transparentes. Oye el viento del

norte colarse entre las hendijas del cuartucho; trae balidos de

guacho y olor a tierra; su tos, hi ja de una espalda mordida por la

helada de años, hace eco en los latones de agua y se mezcla con

un susurro de versos que un aliento audible irrumpe la parálisis de

sus sentidos amortajados.

Causayninchajta quipuycuckanchej Nuestras vidas enlazamos

Manam huañuypis Y ni la muerte

Tracahuasunchu. Huiñay—Huiñaypaj Nos separará. En la Eternidad

Ujllamin casun. Uno solo seremos

Extraviada en la certeza del engaño que tramaron sus celos,

las manos tratan de alcanzar la figura de traslúcida gelatina; el

lugarteniente de los Padilla, Juan Huallparrimachi, ha venido, está

ahí. Un dedo adiosado se extiende hacia la mujer; un cielo de

Patria recreada por los muertos anónimos de independencia, los

espera.

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111Collar de perlas

LAS AUTORAS

ROSA MICHELA

Vive en Villa María. Córdoba. Fue narradora del Grupo Cuento

Azul perteneciente al PEUAM. Egresada de la Dante Alighieri.

Incursionó en pintura en el taller de Ana M. Bertoloti. Algunos de sus

textos fueron publicados en Diez Cuentos con Alas 1 y 2, auspiciados

por la Universidad Nacional de Villa María. Integró el Taller Literario

de Marta Parodi . Actualmente asiste al Taller Literario de Narrativa

coordinado por Mercedes Espinosa, Peretti.

GRISELDA RULFO

Vive en Villa María, provincia de Córdoba. Es profesora

de Educación Física y Psicopedagogía. Tiene estudios cursados

sin finalizar en Metodología de la Investigación Educativa, Letras

Modernas y Arquitectura. Se desempeñó como docente en los

niveles primario, secundario y terciario en diversas instituciones

educativas. Asistió al taller literario dirigido por Marta Parodi, y de

Poesía de Susana Zazetti. Actualmente asiste al Taller Literario de

Narrativa coordinado por Mercedes Espinosa Peretti..

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112 Collar de perlas

JUANA ADELMA ECHEGARAY

Nació en la ciudad de Villa María, Córdoba el 16 de Noviembre

de 1952. Maestra en Cerámica de la Escuela de Bellas Artes. Estudia

Italiano e Inglés. Además estudia pintura en óleos. Alumna del Taller

Literario de la profesora Mercedes Espinosa, Peretti. Tiene tres hijos

y es abuela orgullosa de tres nietas.

FRANCISCA MARÍA CÓRDOBA

Nació en Villa María, provincia de Córdoba; tiene tres hijos y

cinco nietos. Es Maestra Normal y Profesora de Lengua y Literatura.

Ejerció la docencia por más de treinta años en los niveles primario y

secundario en Centros Educativos de su ciudad natal y Villa Nueva.

Ha asistido a talleres literarios dictados por el Licenciado Fabián

Mosello y la Licenciada Dolly Pagani. Actualmente concurre al

Taller Literario de Narrativa de la Licenciada Mercedes Espinosa ,

Peretti. Participó como narradora en el Segundo Encuentro Nacional

de Cuentacuentos en Alta Gracia (Cba) en 2002 representando

al taller de narradores del PEUAM. También narró en diversas

presentaciones en salas de Villa María con el grupo de narradores

del grupo antes mencionado. En la 37º Feria del Libro de Buenos

Aires 2011, leyó poemas en el ciclo “Villa María y sus poetas”. Recibió

en el género poesía el primer premio en el concurso “Termina el

año haciendo versos” organizado por el I.P.E.M. Nº 180 “Rafael

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113Collar de perlas

Obligado” de Ticino (Cba) en 2008 y la Mención de Honor en el

Concurso Nacional de Literatura “Primo Beletti” organizado por la

S.A.D.E. (filial Villa María), la Universidad Popular de Villa María y el

C.A.S. de esta ciudad – 2009. En el género narración ha obtenido

el primer premio en el concurso premio de Literatura para mujeres

“Rosa Tejeda Vásquez de Theaux” 2010. Sus poesías y cuentos han

sido publicadas en libros junto a otros escritores de Villa María y la

región: “Siempre en el mismo río” y Antología Literaria 2010, ambos

publicados por la S.A.D.E. filial Villa María.

MERCEDES ESPINOSA, PERETTI

Vive en Villa María, Córdoba. Es profesora de Lengua y

Literatura. Licenciada en Letras. Ejerció la docencia, en los niveles

primario, secundario y terciario en establecimientos de Villa María y

también de Arroyo Cabral. Tiene publicados “El barrio que nos tocó

en suerte”, “El agua un valor social” y “Amigos del Bonsái y Flora

Nativa”. Publicó distintos ensayos literarios y de educación, como

también fotonovelas presentados en el II y III Congreso Nacional

e Internacional de Educación. Además el ensayo “Aproximación

a lo Fantástico en las Pruebas del Caos” en homenaje a Enrique

Anderson Imbert. Ponencia realizada en XIX Simposio Internacional

de literatura en Lima, Perú. Es coordinadora de Talleres Literarios de

narrativa para niños y adultos.

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Ordendel libro

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COLLAR DE PERLAS

Presentación por MERCEDES ESPINOSA, PERETTI ............................................................... 9

ROSA MICHELA

Collar de perlas ....................................................................................................................................................... 19

El pueblo quedó devastado .......................................................................................................................... 22

Con la pequeña luz del amanecer .................................................................................................... 24

Monstruos ....................................................................................................................................................................... 26

Traslado ............................................................................................................................................................................ 28

Ausencia ........................................................................................................................................................................ 31

Las margaritas ........................................................................................................................................................... 34

Apariencia .................................................................................................................................................................... 37

GRISELDA RULFO

Amor eterno ............................................................................................................................................................... 43

Lo sabes ........................................................................................................................................................................... 45

Chocolate ....................................................................................................................................................................... 47

El Rosendo ................................................................................................................................................................. 49

El Tío Meco ................................................................................................................................................................... 52

Breves ................................................................................................................................................................................ 54

El caminante del décimo “A” ..................................................................................................................... 57

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JUANA ECHEGARAY

Casa de alquiler Santopolo ........................................................................................................................... 65

Niebla en la carretera ......................................................................................................................................... 79

El prestigio de su reputación ........................................................................................................................ 81

El Basílico ........................................................................................................................................................................ 84

FRANCISCA MARÍA CÓRDOBA

Pobres pero fuertes .............................................................................................................................................. 91

Favores concedidos ............................................................................................................................................. 100

De poemas y de sangre ................................................................................................................................. 105

Las autoras .................................................................................................................................................................... 111

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Las cuentas de Collar de perlasse terminaron de ensamblar

en el mes de diciembre de 2011,por orden de EL MENSÚ ediciones enGráfica del Sur, Manuel Lucero 67,

Córdoba, República Argentina.

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