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Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

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CORIPO JUANIDE PANEGÍRICO DE JUSTINO II INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ANA RAMÍREZ TIRADO & EDITORIAL GREDOS
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CORIPO

JUANIDE

PANEGÍRICO DE JUSTINO II

INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

ANA RAMÍREZ TIRADO

&EDITORIAL GREDOS

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 243

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A se so re s p a ra la secc ió n la tin a : J osé Ja v ie r I so y J osé L uis M o r a l e jo .

Según las normas de la B.C.G., la traducción de este volumen ha sido revisada por A n to n io R am ír ez de V e r g e r .

© EDITORIAL GREDOS, S . A.

Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1997.

Depósito Legal: M. 32164-1997.

ISBN 84-249-1874-6.

Impreso en España. Printed in Spain.Gráficas Cóndor, S. A.Esteban Terradas, 12. Polígono Industrial. Leganés (Madrid), 1997.

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JUÁNIDE

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INTRODUCCIÓN

1. El autor

Poco sabemos de la vida y personalidad de Flavio Cresco- nio Coripo, cuyos datos biográficos proceden casi exclusiva­mente de sus obras Los manuscritos nos han transmitido su nombre completo, Flavius Cresconius Corippus, que no debe ser confundido con el de Cresconio, obispo de finales del siglo vu d. C .2. El praenomen Flavius está difundido por varias re­giones del imperio desde Constantino. El nomen Cresconius,

1 J. P a r t s c h , Corippi Africani Grammatici Libri qui supersunt. Recensuit losephus Partsch («Monumenta Germaniae Historica, Auct. Ant.», III 2), B er­lín, 1879, págs. X L III-X L V I; G. W. S h e a , The Iohannis o f Flavius Cresconius Corippus; Prolegomena and Translation, C olum bia U niversity , 1980 (= 1966), págs. 6-11; A v. C a m e ro n , «T he c a ree r o f C o rip p u s again» , Class. Quart. 30 (1980), 534-539; S. A n te s , Corippe (Flavius Cresconius Corippus). Éloge de l ’empereur Justin 11, Paris, 1981, págs. ΧΙ-ΧΠ; M. A . V inchesi, Flavii Cresco- nii Corippi Iohannidos Liber primus. Introduzione, testo critico, traduzione e commento, N apoli, 1983, págs. 23-26; A . R am íre z d e V e r g e r , Flavio Cresco­nio Coripo. El Panegírico de Justino II. Introducción, Edición crítica y Tra­ducción, Publicaciones de la U niversidad de Sevilla , Sevilla, 1985, págs. 11-12.

2 S h e a , The Iohannis..., pág . 10; S . A n te s , Éloge..., p ág . X V I, n o ta 2; V in c h e s i, L iber prim us..., p ág . 24; R a m íre z d e V e r g e r , El Panegírico..., pág. 11.

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derivado del verbo crescere y relacionado con la idea de «cre­cimiento», es bien conocido y lo encontramos en África en época tardía; mientras que el cognomen Corippus, del que no existe ningún otro ejemplo y es probablemente no latino, quizá pueda tratarse de un nombre beréber; la etimología propuesta por Mazzucchelli, primer editor de La Juánide, que hace deri­var dicho cognomen del griego «kóros» (puer o niger) y «hip­pos» (equus), no parece tener seguro fundamento3.

Se ignora el lugar exacto de su nacimiento y la región en que pasó los primeros años de su vida, aunque debió de haber nacido en África a comienzos del siglo vi d. C., pues en el Pa­negírico de Justino II —la segunda de sus obras que ha llegado hasta nosotros y que escribió tras la muerte del emperador Jus­tiniano en el 565— el autor hace alusión a su avanzada edad: fessae miserere senectae (Pan. Anas. 48); senio dextram, pie, porrige fesso (Praef. 37). Por el Matritensis 10029, códice en el que se conserva el Panegírico, se sabe que debió de haber ejercido la profesión de grammaticus en África y en la Praefa­tio de La Juánide, su primera obra conservada, se nos informa sobre la lectura de la misma ante los proceres de Cartago. Es el mismo prefacio el que nos revela el gusto de Coripo por la Mu­sa rustica (v. 28), con lo que suponemos que el autor había es­crito con anterioridad poemas de tipo bucólico que no han lle­gado hasta nosotros4.

3 Cf. P. M azzucchelli, Flavii Cresconii Corippi Iohannidos seu de bellis Libycis libri VII. Editi ex codice Mediolanensi musei Trivultii opera e t studio P etri Mazzucchelli, Milán, 1820, pág. X ; V in c h e s i, L iber prim us..., pág. 24, nota 55; J. M. L a ssèr e , «La Byzacène méridionale au milieu du V Ie S. p. C. d’après la Iohannide de Corippus», Pallas 31 (1984), 171.

4 V in ch esi, Liber primus..., págs. 23-24; R a m íre z d e V e r g e r , El Panegí­rico..., pág. 11. Para S. A n tè s (Éloge..., pág. XII, nota 2), Coripo haría alusión a su vida en el campo en el prefacio de la Juánide (v. 25, quondam p er rura lo­cutus), y dada su proximidad, considera la expresión Rustica... Musa, como «poesía campesina», lo que no significa que fuera de inspiración bucólica.

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INTRODUCCIÓN 11

La lectura de La Juánide nos revela no sólo su dominio de los clásicos latinos y de la poesía cristiana, sino su profundo conocimiento de la geografía y etnología africanas. Es proba­ble, por otra parte, que Coripo fuera testigo de los hechos que cuenta en sus versos, como la guerra de los vándalos y la re­vuelta de los moros5 y que incluso sufriera las consecuencias de las mismas, como parecen afirmar las palabras del propio poeta en el prefacio del Panegírico de Justino II (v. 43): nuda­tus propriis et plurima vulnera passus («privado de mis bienes y con el sufrimiento de muchas heridas»).

De África, Coripo se traslada más tarde a Constantinopla donde debió de haber estado al servicio del cuestor Anastasio6, al que dedica un pequeño panegírico que introduce su obra de­dicada al emperador Justino II. Es probable que su muerte se produjera poco tiempo después de la composición del Panegí­rico, que debió de escribir en tomo a los setenta años.

2. Presentación y clasificación como género literario de«La Juánide»

La Iohannis seu de bellis Libycis es un poema épico de ca­rácter celebrativo, basado en hechos históricos, que canta las campañas en el norte de África a mediados del siglo vi d. C. de Juan Troglita, general al servicio del emperador Justiniano. El poema, al que precede un prefacio en dísticos elegiacos de cua­renta versos, se compone de 4.671 hexámetros desarrollados en ocho libros.

La temática de la obra se dispone del modo siguiente: el primer libro narra el desembarco de la flota bizantina en Caput

5 V inchesi, Liber primus,,., pág. 25; J. M. L a s s è re , «L a B izacéne...» , pág. 164; R am íre z d e V e rg e r , El Panegírico..., pág. 11.

6 Sobre la naturaleza de esta función, cf. V in c h es i, Liber primus..., págs. 25-26; R am íre z d e V e rg e r , El Panegírico..., pág. 12.

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Vadorum y la marcha del ejército hacia Cartago y Antonia Cas­tra; en este lugar una embajada enemiga es recibida por el ge­neral. El libro segundo comienza con un catálogo de las tribus moras. Se produce a continuación una emboscada de los moros a un grupo de exploradores romanos que son finalmente libera­dos por Juan y el resto del ejército. Durante la noche Juan en­vía un mensaje al jefe moro. El libro tercero (desde el v. 52) y cuarto (hasta el v. 246) comprenden el discurso, in medias res, del tribuno Liberato en el que narra, a petición de Juan, las cau­sas de la guerra de África y los últimos acontecimientos del rei­no vándalo (años 530-543). El relato termina con el regreso del mensajero enviado por Juan y la noticia de la resistencia mora frente a los romanos. El resto del libro cuarto y la totalidad del quinto describen la batalla que se desata a continuación entre romanos y moros. El libro termina con la descripción de la to­ma del campamento enemigo y la huida de los moros. En el li­bro sexto se describe la entrada triunfal de Juan y su ejército en Cartago y la persecución posterior de los moros, que se aden­tran en el desierto y son finalmente derrotados por los romanos. Los libros séptimo y octavo narran el reagrupamiento de tropas romanas y su victoria frente a los últimos ataques de los moros. Aunque el final del poema está perdido, el último fragmento parece ser una descripción del ejército romano que persigue al último de los fugitivos moros1.

La datación del poema suele establecerse en torno al dece­nio del 550, tras el cese de las hostilidades en el norte de África con la victoria de Juan Troglita sobre los moros en el 548 y cuando aún permanecía vivo el recuerdo de las campañas del general8.

7 S h e a , The lohannis..., págs. 35-42; R a m íre z d e Y m e m , El Panegíri­co..., págs. 11-12.

8 V in ch esi, Liber primus..., pág. 24, nota 56; J. M. L a s s è re , «La Byzacè- ne...»,pág, 164; R am íre z d e V e rg e r , El Panegírico..., pág. 11.

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INTRODUCCIÓN 13

La clasificación como género literario de las obras de Cori­po ha sido en ocasiones objeto de discusión por parte de algu­nos estudiosos9. La diversidad y complejidad de elementos que las constituyen, así como la consideración de su contexto histó­rico y literario, nos impiden aplicar los mismos criterios de cla­sificación válidos para las obras clásicas, siendo por otra parte obligado considerar la evolución sufrida por los géneros litera­rios y las influencias mutuas que puedan existir entre ellos mis­mos. En lo que concierne a la Juánide, no he dudado en llamar­la «poema épico», compartiendo la opinión de otros autores10, pues considero que es éste el carácter fundamental del poema, debido no sólo a la abundancia de elementos de dicho género literario que en él se manifiestan, sino a su intencionalidad, pues Coripo se siente continuador de Virgilio y con la creación de su Juánide pretende ofrecer un nuevo poema nacional roma­no que ensalce y apoye la nueva era de prosperidad para el Im­perio representada por Justiniano. Así, son propios del género épico los siguientes elementos que encontramos en el poema de Coripo: tópicos como el de la falta de palabras para describir tan grandes empresas (123-25), el de las aristeíai o descripcio­

9 M. D. N. E s te f a n ía Á lv a r e z , Los Panegíricos de Flavio Cresconio Co­ripo, Santiago de Compostela, 1972; «Epopeya heroica, poema histórico, pane­gírico poético: un intento de definición», Actes del VII simposi d ’estudis Clás- sics 21-24 de M arç de 1983, 55-72; «Precisiones a lohannidos sen de Bellis Libycis libri VIII de Coripo», Bivium (Homenaje al Profesor Manuel C. D íaz y Díaz), Madrid, Gredos, 1983, págs. 63-66.

10 S h e a , The Iohannis..., pág. 1; D. K n e c h t , «Remarques critiques sur la Iohannis de Corippe», L'Ant. Class. 40 (1971), 675; V in c h es i, «Note testuali all’epos di Corippo», Stud. Class. Orient. 30 (1980), 143-158; W. E h l e r s , «Epische Kunst in Coripps Iohannis», Philologus 124 (1980), 109-135; S. A n tè s , Éloge..., pág. XIII; A v. C a m e ro n , «Corippus’s Iohannis: epic o f By­zantine Africa», Papers o f the Liverpool Latin Seminar 4 (1983), 167-180; J. M. L a s s è re , «L a Byzacène...», pág. 163; V. T a n d o i, «Corippo», E V 1 (1984), pág. 890; R am írez d e V e rg e r , El Panegírico..., pág. 12.

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nes de batallas en las que además destaca el carácter realista y preciso de la narración (IV 173-76; V 421-92 o el final del li­bro VIII, entre otros), la topozesía o descripción de lugares (IV 191-92), el tópico de la salida del sol para anunciar un nuevo día ( I II225-26; IV 256-59; V I21-22, 459; VIII 227-28, 279, 318); los epítetos heroicos (I 397; IV 505, 610); símiles (II 216-23, 255-58; IV 462-64; V II446-51, entre otros); catálogos de tropas (libro II), descripción de batallas, discursos pronun­ciados por distintos personajes (arengas, plegarias, increpacio­nes...); elementos maravillosos como la aparición infernal y ce­lestial ante Juan (1243-58; 258-69) o la consulta de Güenfan al oráculo de Amón y el éxtasis de la sacerdotisa (III 81-105); además de numerosos paralelos homéricos y virgilianos.

Pero si es indudable el carácter épico de la Juánide, tam­bién es indiscutible su particularidad, dado la intervención de elementos pertenecientes a otros géneros literarios que en ella se observan. Por lo que bien puede decirse que es además un poema de inspiración histórica, y en este sentido, no puede ser considerado como la Farsalia de Lucano, en cuanto a su fideli­dad a la historia, ni del carácter de la Eneida, pues no se basa, como ésta, en hechos míticos, sino reales. Coripo es, ante todo, un poeta y no un historiador; su fin es escribir poesía, pero para ello se sirve de una base histórica y de personajes reales, to­mando episodios como la dominación de los vándalos en Áfri­ca y las revueltas de los moros contra el imperio bizantino, te­mas tratados al mismo tiempo por el historiador Procopio. Su gusto por «las normas solemnizantes y artísticas de la narración épica tradicional»11 y una clara intención celebrativa explican su particular veracidad y la personal interpretación de los he­chos que a veces nos ofrece y en la que manifiestamente se ale­ja de Procopio. Aunque no olvidemos que Coripo es en otras

11 Cf. V in ch esi, Liber primus..., pág. 27, nota 64.

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INTRODUCCIÓN 15

ocasiones una buena fuente de información de la que se han servido historiadores contemporáneos como Diehl, Bury, Stein y otros; y, si bien, los hechos históricos que narra no siempre merecen credibilidad por las razones aducidas, sus datos geo­gráficos o etnológicos no admiten duda12.

En el poema de Coripo se observan también toda una serie de características propias de la composición de panegíricos: el prefacio en dísticos elegiacas, al igual que en muchos panegíri­cos de Claudiano; la superioridad del héroe, Juan Troglita, so­bre los héroes del pasado (Praef 15); la disculpa de impericia por parte del autor (Praef. 22-28); las alabanzas al general Juan o al emperador13. Pero no me parecen datos suficientes para clasificar el poema como panegírico, pues dichas característi­cas son simplemente fruto de una época en que la poesía histó­rica manifiesta una orientación hacia el panegírico14.

Por lo tanto, creo que en la Juánide se dan los requisitos ne­cesarios para que pueda ser calificada de epopeya con base his­tórica y de carácter celebrativo.

3. Fuentes literarias

La obra que Coripo toma como base para la composición de su Juánide es la Eneida·, en ella se inspira, no sólo en cuanto a la forma, sino en cuanto a la intencionalidad, ya que la epopeya virgiliana respondía a la perfección a su necesidad de exalta­ción del poder bizantino como heredero y continuador del im­perio romano, pues no en vano fue para el Occidente latino, hasta el Medievo, el poema nacional romano que había expre­

12 S h ea , The Iohannis..., pág. 43.13 E s te f a n ía Á lv a r e z , «Epopeya histórica...», pág. 68.14 E . B ic k e l, Lehrbuch der Geschischte der römischen Literatur = Histo­

ria de la Literatura Romana [trad. J. M.* D ía z -R e g a Ñ ó n L ópez], Madrid, 1982, pág. 485.

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sado la eternidad del Imperio y de su poder15. La influencia de Virgilio, cuyo nombre cita Coripo en su prefacio (vv. 12, 16), se manifiesta de modo evidente a lo largo de todo el poema. Así, los títulos de ambas obras, Aeneis, Iohannis, reflejan el nombre de los héroes cuyas hazañas se cantan. El protagonista, Juan Troglita, el héroe que encama los valores típicamente ro­manos, resulta ser una reproducción de Eneas; su mismo hijo, Pedro, se siente identificado con Ascanio, hijo del héroe virgi- liano (1201-203). Y observamos, por otra parte, reminiscencias virgilianas en la narración de Coripo, como la salida de la flota desde Bizancio (1 159-170), que recuerda la marcha de Eneas de Cartago (Eneida IV 581 y ss.); o el paso de las naves de Juan junto a la costa de Troya (1 170-207) y el recuerdo de los sucesos allí acaecidos, en especial la huida de Eneas, que es considerado como antepasado de los bizantinos. O la primera escala de la armada bizantina en Sicilia (I 210) y la alusión a los monstruos Escila y Caribdis que aparece en Virgilio en la misma situación (Eneida I I I 420-32); los catálogos de berébe­res en los libros II y IV, tomados de los catálogos virgilianos16.

Coripo se aleja, no obstante, de Virgilio, y de su predece­sor, Homero, en algunas ocasiones, mostrando rasgos que le son propios. El elemento divino, por ejemplo, está menos pre­sente en la Juánide que en la Ilíada o en la Eneida, y presenta además un carácter diferente. El aparato divino de la Juánide está constituido por un solo Dios, el Dios cristiano que no in­terviene de modo directo en el desarrollo de los acontecimien­tos (aunque en el libro ΙΠ la peste es considerada como un cas­tigo divino), como los dioses homéricos y virgilianos, pero concede su protección a los romanos, sus seguidores, frente a

15 V in ch esi, Liber primus..,, pág. 28.16 V in c h es i, Liber prim us..., págs. 2 8-31 ; A. C a m e ro n , «Corippus’s Io­

hannis...», pág. 175.

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INTRODUCCIÓN 17

los moros infieles. Se trata de un Dios más propio del Antiguo Testamento, que ejerce su poder sobre el universo y, de acuer­do con la concepción bizantina del poder, desata su cólera con­tra los enemigos del Imperio. Este Dios posee además ciertas reminiscencias de Zeus-Júpiter, de modo que Coripo llega a describirlo lanzando rayos (IV 280); por otra parte, la combina­ción de elementos pertenecientes a la tradición clásica con otros propios del cristianismo constituye una de las característi­cas más sobresalientes del estilo del poeta africano.

Es curiosa, al mismo tiempo, y paralela a la función de la divinidad, la intervención en el poema, del Destino que Coripo designa con los nombres de fatum, stamina, Fortuna y cuya ac­tuación en la Juánide como responsable en el desarrollo de los acontecimientos resulta más evidente que la intervención divi­na; característica que hace a Coripo más próximo de un autor como Lucano.

Por lo que respecta a los personajes, los de la Juánide, care­cen de la humanidad que se observa en los de Homero o Virgi­lio y si en ocasiones —como en el largo discurso del tribuno Liberato que abarca parte de los libros III y IV— Coripo llega a mostrar los sentimientos del personaje, se trata más bien de un recurso formal que de una verdadera intención de expresar la psicología humana. Los personajes de Coripo, por otra parte, están trazados según una concepción maniquea, pues el poema se basa de modo evidente en la oposición romanos (buenos)- moros (malos). El enemigo no es considerado con respeto o ad­miración, como en la épica homérica o virgiliana, sino con cla­ro desprecio, como un pueblo bárbaro que nada tiene en común con los civilizados bizantinos y cuyo sometimiento está am­pliamente justificado por su infidelidad al emperador y, por consiguiente, a Dios. En este sentido, y ante la clara toma de posición de Coripo, el poema carece del dramatismo existente en los enfrentamientos entre personajes de la Ilíada o la Ene i­

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da. El mismo Juan Troglita, en su papel de héroe al servicio de la causa, dibujado según el modelo de Eneas, resulta más un estereotipo que un personaje con vida propia.

Pero también se observa en el poema de Coripo una clara influencia de otros autores: Ovidio (Metamorfosis), Lucano (al­gunos pasajes de la Farsalia tienen como escenario África); Lucrecio, del que Coripo toma algunos préstamos, Ennio, Ca­tulo y Horacio constituyen fuentes ocasionales. Se encuentran algunos ecos de Valerio Flaco, Silio Itálico y Estacio y, entre los escritores tardíos, Claudiano es el modelo más frecuente17.Y no es menos importante la influencia de la literatura cristiana en la obra de Coripo y las frecuentes analogías con el lenguaje poético de Draconcio o Sedulio18. De todos los autores citados Coripo copia términos, sintagmas y tópicos literarios. No obs­tante, nuestro poeta no debe ser juzgado por su originalidad — la Antigüedad daba a este concepto un significado muy distinto al que se le otorga en nuestros días— , sino más bien como un autor que poseía, dada su condición de grammaticus, un pro­fundo conocimiento de la preceptiva clásica y cuya labor con­sistió en aplicarla a su obra. De hecho, cabe pensar si muchas de sus imitaciones no se habrían producido de modo espontá­neo y como fruto de su buen conocimiento de la literatura. No es, pues, en la originalidad de Coripo donde reside su impor­tancia, sino en su labor como continuador y último representan­te de la épica latina, así como en la fusión de la tradición clási­ca con los elementos y nuevos esquemas narrativos de la literatura cristiana que supone su poema la Juánide19.

17 S h e a , The Iohannis..., pág. 152.18 V in ch es i, Liber Primus..., págs. 31, 33.19 V in ch esi, Liber Primus..., pág. 31.

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INTRODUCCIÓN 19

4. Funcionalidad y valoración de la «Juánide»

El renacimiento del epos histórico en el siglo vi d. C. no es fruto de la casualidad, sino el resultado de un determinado am­biente político y cultural. La creación de la Juánide tiene, pues, su origen en un clima de sentimiento nacional y romano, de in­flamado patriotismo y no debe ser considerada exclusivamente como el poema que exalta a Juan Troglita, vencedor de los mo­ros, sino, sobre todo, como el carmen Romanum y el nuevo poe­ma nacional que canta, como la Eneida virgiliana, el retorno a la pax romana20 y los nuevos destinos del Imperio21.

En este sentido, el poema tiene un carácter político, de afir­mación de los valores morales, religiosos y estatales vigentes en la época de Justiniano. Así, la victoria de Juan sobre los mo­ros recreaba el espíritu triunfador de las hazañas del general Belisario, que en los años 533 y 534 reconquistó la provincia de África, dominada por los vándalos, restableciendo la autori­dad imperial y dando comienzo con ello a una nueva era; pues Justiniano no había sido solamente el vencedor de los bárbaros, sino también el elegido por la Providencia para liberar a los pueblos22.

La importancia de una obra como la Juánide reside no sólo en el aspecto textual o literario, sino también en el histórico, pues los acontecimientos reales constituyen la base en la que Coripo se apoya para la construcción de su poema. Sobre los hechos que en la obra se tratan, sólo Procopio (Guerra contra los Vándalos I I 28, 45-52) y algunos otros autores como Mar­

20 J. L. V idal , Introducción General, págs. 78-79, en P. V irgilio M a ró n , Bucólicas. Geórgicas. Apéndice Virgiliano [trad. T. A. R ecio G arcía , A . So­ler R u iz], B. C. G. 141, Madrid, Gredos, 1990.

21 D. R o m a n o , «L’ultimo epos latino. Interpretazione della Iohannis», Letteratura e Storia nell'età tardorromana, Palermo, 1968, págs. 258-259.

22 V in ch esi, Liber Primus..., pág. 27.

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celino Comes (Chronicon, en Patrologiae Latinae Cursus, ed. Migne, v. 57, pág. 945), Paulo Diácono (Historia Langobardo­rum, pág. 62) y Jordanes (Romana, ed. Mommsen, en M. G. H. Auct. Antiquis V, pars prior, págs. 51-52) hacen una breve mención, pero ninguno de ellos ofrece mayores detalles. Cori­po es además el único autor que nos proporciona una informa­ción detallada sobre las campañas de Juan Troglita23. A este respecto, el poeta africano se convierte en una fuente importan­te de información al ofrecernos una serie de datos históricos, geográficos y etnológicos indispensables para el conocimiento de la situación en el norte de África en época bizantina; y su poema, la Juánide, ocupa su puesto en la historia del epos his­tórico romano como último producto de una larga tradición li­teraria que había tenido ya en Nevio, Ennio, Lucano y Claudia­no sus representantes más ilustres24.

5. La tradición manuscrita

La Juánide se transmitió en los siguientes códices: Casi- nensis, Budensis —ambos desaparecidos—, Excerpta Veronen­sia, de los que sólo se ha conservado un fragmento, y Trivultia- nus 686 (T), único que ha llegado hasta nosotros25.

Del Casinensis, el más antiguo, de mediados del siglo xi, y que hizo transcribir Desiderio, abad de Montecasino, sólo se conoce la palabra que introduce la praefatio del poema, Victo­ris; sabemos, además, que este códice llevaba como título de la obra de bellis libycis. El Budensis, de datación incierta, fue descubierto por Cuspiniano en la célebre biblioteca de Buda, al comienzo del siglo xvi, y presentaba como título Iohannidos26.

23 S h ea , The Iohannis..., pág. 42.24 R om ano , « L ’ultim o epos...» , pág. 272.25 P a r t s c h , Corippi Africani..., pág. XLVII.26 S h e a , The Iohannis..., págs. 11-12; V in ch es i, Liber primus..., pág. 9.

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INTRODUCCIÓN 21

La confrontación entre el Casinensis y el Budensis planteó un problema, ya que éste último no comenzaba, como el Casi­nensis, con la palabra Victoris; el descubrimiento del tercer manuscrito, el Trivultianus, resolvió el misterio: el Casinensis incluía el prefacio del poema, mientras que el Budensis o bien no lo incluía o, en el caso contrario, Cuspiniano prefirió co­menzar por los primeros versos del primer libro27.

Veintidós versos del poema han sobrevivido en los Excerp­ta Veronensia, manuscrito del inicio del siglo xiv. Este manus­crito resuelve el problema del número de libros del poema. El Trivultianus está dividido en siete y parece ser que el Budensis comprendía ocho libros. Gracias a los Excerpta Veronensia sa­bemos que el cuarto libro del Trivultianus fue dividido en dos libros a partir del verso 64428.

El Trivultianus, códice del siglo xiv, toma su nombre del marqués Trivulzio, en cuya biblioteca, en Milán, fue descubier­to por Pietro Mazzucchelli a principios del siglo xix. Allí se conserva en la actualidad. La ignorancia de la existencia de es­te manuscrito hasta fecha tan tardía es debida al hecho de que fue erróneamente atribuido a un autor italiano del siglo xiv, Giovanni De Bonis di Arezzo29, copista del poema de Coripo, que se encontraba agrupado con el resto de sus obras30.

Los libros que componen la Juánide no están separados por ninguna numeración en el Trivultianus, sino sólo por un espa­cio en la escritura que indica el final de un libro y el inicio del siguiente. El texto presenta algunas anotaciones marginales de De Bonis de tipo retórico o descriptivo31. El códice carece de título, aunque aparece el nombre Crestonius en letras borrosas,

27 S h e a , The Iohannis..., pág. 12.28 S h e a , The Iohannis..., pág. 13.29 Sobre su v ida y obras, cf. V inchesi, Liber Primus..., págs. 12-18.30 S h e a , The Iohannis..., pág. 13; V in ch esi, Liber Primus..., pág. 10.31 V inchesi, Liber Primus..., pág. 11.

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2 2 JUÁNIDE

y se han perdido el final del libro octavo al igual que algunos fragmentos, como IV 200; VI 585-591; VIII 369, 622-626, 650-65632. En época más reciente ha podido determinarse la caída del segundo y séptimo folio que corresponden a dos am­plias lagunas sucesivas en Juánide 1 22 y 27033.

En el Trivultianus preceden a la Juánide las periochae —llamadas de este modo por Mazzucchelli— del poema, escri­tas por la misma mano del códice y que comprenden las anota­ciones relativas a hechos históricos del siglo xiv y tienen un paralelo con los acontecimientos de la Juánide34.

El códice, escrito en minúscula, con caracteres semigóticos presenta numerosos errores ortográficos, debidos a la negligen­cia del copista por una parte35, y al influjo de la pronunciación vulgar por otra36. Son frecuentes y aún más graves las faltas de comprensión del texto antiguo, especialmente las que hacen alusión a lugares o nombres de personajes, problemas que sólo en parte la filología moderna ha podido resolver valiéndose de investigaciones histórico-topográficas. Pero es probable que ya el antígrafo de T estuviese deteriorado en este sentido y a esto habría que imputar la existencia de las numerosas lagunas del poem a37. Su condición de codex unicus no ha hecho más que añadir dificultades a la labor de los editores en su interpreta­ción del texto latino.

32 P a r t s c h , Corippi Africani..., págs. X L V II-X L V III.33 V in ch esi, Liber Primus..., pág. 11.34 V inchesi, Liber Primus..., págs. 10, 12.35 P a r t s c h , Corippi Africani..., pág s. XLVIII-L, no s o frec e n u m ero so s

ejem plos.36 T a n d o i, «N o te a lia Io h a n n is d i C o rip p o » , Stud. It. d i Fil. Class. 52

(1980), 52 , 79.

37 V in ch esi, Liber Primus..., págs. 10-11.

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INTRODUCCIÓN 23

6. Ediciones críticas

La primera edición de la Juánide fue publicada en Milán, en 1820, a cargo de Pietro Mazzucchelli, personaje de sólida cultura e intereses variados, desde Dante a la literatura del 700, y que desempeñó el cargo de director de la biblioteca Ambro- siana de M ilán38. En un largo prefacio de setenta y dos páginas Mazzucchelli nos habla de la personalidad de Coripo, de los distintos códices de la Juánide, de su argumento y su utilidad para ilustrar y llenar las lagunas de la historia de África en el siglo vi, y realiza finalmente una serie de consideraciones sobre su edición. El texto de la Juánide comprende el poema en siete libros, ya que el cuarto y el quinto aparecen unidos en uno solo. Son interesantes las anotaciones al texto que aparecen al final del mismo, y que incluyen comentarios históricos y geográfi­cos —en los que Mazzucchelli toma como fuente a Procopio, utilizando sus propias palabras—, paralelos de Coripo con otros autores clásicos como Lucano, Claudiano y, sobre todo, Virgilio, autores que Mazzucchelli toma como punto de refe­rencia para realizar sus correcciones. Mazzucchelli alude, por otra parte, a los versos de De Bonis cuando éstos se basan en la obra de Coripo. Termina con un índice de algunas palabras y de todos los nombres propios que aparecen en la Juánide y con las Periochae donde establece la estructura del poema según su contenido. El valor de esta edición reside en haber hecho legi­ble un texto corrupto y haberlo enmendado, especialmente en el aspecto toponímico y onomástico, recurriendo para ello a una escrupulosa confrontación con las fuentes historiográficas, especialmente Procopio39. Pero el mismo Mazzucchelli recono-

38 V inchesi, Liber Primus..., pág. 20.39 V inchesi, Liber Primus..., pág. 20.

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2 4 JUÁNIDE

ce en su prefacio que no pudo «sanar todas las úlceras» del Tri- vultianus y deja esa labor para los editores posteriores40.

En 1836 Immanuel Bekker, editor infatigable, publica en Bonn las obras de Coripo y Merobaudes en el Corpus Scripto­rum Historiae Byzantinae. Aunque no manejó el códice, se sir­vió sin embargo del texto de Mazzucchelli para la Juánide41. La edición de Bekker comienza con un breve prefacio del autor seguido del largo prefacio de Mazzucchelli. El poema, al igual que en Mazzucchelli, aparece dividido en siete libros. La edi­ción termina con las notas de Mazzucchelli y un índice de nombres propios y de algunas palabras y expresiones particula­res a las obras de Coripo. Dotado de gran experiencia editorial, Bekker supo mejorar en ciertos casos la distinctio del texto y proporcionar algunas conjeturas acertadas como Nabedes (nec habet T) en 1 62; Abydenis en 1 172 o e primis en 1417, aunque las intervenciones de mayor relieve, como el mismo Bekker re­conoce, son debidas al auxilio de K. Lachmann42.

La edición de las obras de Coripo en 1879, en los Monu­menta Germaniae Historica, a cargo de Joseph Partsch, repre­senta un gran paso adelante. Partsch introduce su edición con un extenso proemium en el que además de tratar sobre la tradi­ción manuscrita y ediciones de las obras de Coripo realiza un importante estudio histórico-geográfico de África desde el pe­ríodo vándalo a la dominación bizantina, fruto de sus confron­taciones con las fuentes contemporáneas de Coripo y de testi­monios geográficos antiguos y recientes. Es útil destacar en su introducción la lista de errores en la escritura del Trivultianus,

40 Cf. M azzucchelli, Flavii Cresconii..., pág. LUI.41 I. B e k k er , M erobaudes e t Corippus. Recognovit Immanuel Bekker

(«Corpus Scriptorum Historiae Byzantinae»), B onn , 1836; cf. V inchesi, Liber Primus..., págs. 20-21.

42 V inchesi, Liber Primus..., pág. 21.

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INTRODUCCIÓN 25

resultado de sus estudios del códice43. La Juánide aparece divi­dida en ocho libros y al final de la edición Partsch incluye tres índices: uno geográfico; otro histórico y mitológico; y un terce­ro de palabras y expresiones. Partsch investigó con mayor rigor científico que el empleado por Mazzucchelli, dando una re­construcción válida del período y lugares históricos. Resta­bleció en el texto buena parte de la toponimia exacta y los nombres reales de las tribus y guerreros beréberes. Coripo se convertía así en una fuente de primera importancia para los usos y costumbres de los pueblos indígenas de la provincia de África en el período comprendido entre el reino vándalo y la reconquista bizantina44.

Algunos años más tarde, en 1886, Michael Petschenig edita en Berlín las obras de Coripo. Esta edición estuvo precedida de una serie de estudios y aportaciones textuales que revelan un interés por el aspecto lingüístico y sintáctico del poema45.

Petschenig, siguiendo a Gustav Lowe, dividió el libro cuar­to de la Juánide, a partir del verso 644, en dos, «pues el Buden- sis testimonia que Coripo dividió las hazañas de Juan en ocho libros»46. No manejó el códice de la Juánide pero, buen cono­cedor del latín tardío, intenta interpretar el texto antes que en­mendarlo. En muchos casos restablece la lectura del manuscri­to contra las intervenciones normalizantes de los editores precedentes, basándose en analogías expresivas con la lengua latina de la época, especialmente con autores del mismo am­biente de Coripo. Concluye su edición crítica con un índice de particularidades léxicas, sintácticas y prosódicas de gran ayuda

43 V inchesi, Liber Primus..., págs. 21-22.

44 V inchesi, Liber Primus..., pág. 22.43 M . P e ts c h e n ig , Flavii Cresconii Corippi Africani grammatici quae su­

persunt. Recensuit Michael Petschenig («Berliner Studien», IV), B erlín , 1886; cf. V in ch esi, Liber Primus..., pág. 22.

46 Cf. P e ts c h e n ig , Flavii Cresconii..., págs. X I-X II.

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2 6 JUÁNIDE

para el conocimiento de la lengua del latín épico tardío. A este respecto, el mismo Petschenig especifica que en su índice sólo se preocupó de las palabras y expresiones más excepcionales, particularidades propias de Coripo o de los africanos que Partsch y los editores anteriores habían olvidado47.

En Cambridge vio la luz en 1970 la edición de la Juánide de J. Diggle —libros impares— y F. R. D. Goodyear —libros pares— que supuso un considerable progreso en la constitución del texto48. Una breve praefatio introduce esta edición en la que se mencionan las diferentes ediciones de la Juánide y se exponen una serie de consideraciones sobre la edición. Es dig­no de mencionar el denso aparato crítico donde se demuestra al lector la dificultad de lectura y de interpretación. Se concluye la edición con un índice histórico y geográfico. La lectura del códice, que los editores han manejado en microfilm, se ve me­jorada, aunque se nota una excesiva tendencia a la conjetura brillante y parece tenerse más en cuenta la tradición clásica que el latín tardío de Coripo. Pero la importancia de esta edición re­side en haber proporcionado una puntuación más moderna y ra­cional, además de haber reavivado el interés por el último poe­ta épico latino49.

Más reciente es la edición del libro primero de la Juánide a cargo de María Assunta Vinchesi, publicada en Nápoles, en 1983. Aunque no abarque el poema completo de Coripo, la ri­queza de esta edición crítica reside en su extensa y completa introducción, la traducción del libro primero y su comentario. En la introducción se nos hace un detallado recorrido a través de la tradición manuscrita y distintas ediciones del poema de

47 Cf. P etschenio , Flavii Cresconii..., pág. ΧΠ; V in ch esi, Liber Primus..., pág. 22.

48 V in ch esi, Liber Primus..., pág. 23.49 V inchesi, Liber Primus..., pág. 23.

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INTRODUCCIÓN 27

Coripo, datos biográficos del autor y el contenido y forma na­rrativa del primer libro de la Juánide. La edición dispone igual­mente de un extenso aparato crítico. Vinchesi intenta completar las lagunas del manuscrito, al que tuvo acceso directo, a partir del verso 22 y 270, mediante la confrontación de las obras de Giovanni De Bonis, copista de la Juánide, cuyos poemas reci­bieron el influjo de Coripo. En el comentario no sólo se tratan los aspectos lingüísticos, sintácticos o estilísticos, sino también todos aquellos detalles relativos a la historia o geografía, con objeto de facilitar la comprensión del texto, proporcionándose­nos de este modo una información importante sobre el contexto histórico-político del momento. Al final de la edición se incluye un índice de nombres propios y de particularidades lingüísticas.

7. Traducciones españolas de la «Juánide»

Hasta el momento no existía ninguna traducción al español de la epopeya de Coripo. En nuestra Memoria de Licenciatura, Estudio literario sobre la «Iohannis» de Coripo (los discur­sos), adelantamos la traducción y el comentario de los siguien­tes discursos de la Juánide: I 390-410 (discurso fúnebre); VII 167-194 (lamentatio); VII 88-103 (plegaria); VI 30-52 (arenga del caudillo romano); V I 107-126 (arenga del jefe moro); VIII 115-126 (increpaciones del caudillo romano); V 166-182 (in­crepaciones del jefe moro). Posteriormente, en nuestra Tesis Doctoral La «Iohannis» de Coripo (libro IV): introducción, edición crítica, traducción y comentario realizamos un estudio parcial de la Juánide en el que incluimos la traducción del libro IV. Tanto los primeros fragmentos traducidos, como la traduc­ción del libro IV han sido revisados y corregidos en esta tra­ducción completa de la Juánide que hemos realizado.

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28 JUÁNIDE

8. Nota textual

Hemos tomado como base para nuestra traducción española la edición crítica de J. Diggle y F. R. D. Goodyear. No obstan­te, nos apartamos de ella y aceptamos otra en los siguientes pa­sajes:

Pasajes D iggle, Goodyear Lectura adoptada

LIBRO I

65 ...are arcem (Lachmann)312 et clauso monteque clauso montis requiesse

procella (V inchesi)

LIBRO Π31 duram... dextram diram (Goodyear)

105 litebit licebit (M azzucchelli)108 iuncta seva lancea saeva (H aupt)123 curant certant (D iggle)403 bene bona (T, Tandoi)

LIBRO III26 et ut (Knecht)34 alta alma (Petschenig)79 mox vix (Bekker)93 multus nullus (T)

120 multím multum (M azzucchelli)170 intrepidus et trepidus (T)191 premit fremit (T)241 furit ruit (Haupt)258 preceps pariter pariter praeceps (Mazzucche­

lli)302 ut (añade Tandoi)344 his hinc (D iggle)404 cursu versu (Amann)414 heu nec (Ramírez Tirado)

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1

1135436992

127136166172212216234420422440444460471493539553565571578597603637

4285

INTRODUCCIÓN 29

D iggle, Goodyear Lectura adoptada

LIBRO IV

ductor iacet dum (M azzucchelli) decet (Ramírez Tirado)

urbe urbi (7)medius m elius (Tandoi)tenuere equites tenuit (Partsch) miles (7)sensere exire (L. Mueller)ritum motum (Goodyear)nunc tunc (G oodyear)monet m ovet (7)datum latum (7)gravi virtute gravitate (7)furentis cruentis (Mazzucchelli)haec hoc (T)fastis fatis (Petschenig)tetulit tendit (Petschenig)munere numine (Mazzucchelli)vires viros (7)nutant iaceant (Bekker)in et (Knecht)luctatur laetatur (M azzucchelli)et in maeratas auratas (7)commistas com missas (T)disponit com ponit (T)parat parant (7)venti vento (7)bellorum Maurorum (Bekker)tutus notus (7)Sidifan Sidis an (7)

LIBRO V

numine nom ine (7)pectore pectora (Bekker)fatis natis (7)

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3 0 JUÁNIDE

’ASAJES D iggle, Goodyear Lectura adoptada

201 infesto infausto (7)345 ast tor austur (Partsch)

LIBRO VI

206 arene acerbus (D iggle)214 pensasset prensasset(7)257 occiduos assiduos (Riedmüller)291 flamina... terror flammas... error (Cazzaniga)328 monens m ovens (7)341 quoquo hanc quoque hunc scripsisse (Ramí­

r ez T irado)411 conterimur contrahimur (7)446 Martis mortis (7)508 condensis non densis (7)666 erant eunt (Hall)666 atro atrox (7)

LIBRO Vn

174 caperent caperet (T)180 aeternum externa (M azzucchelli)187 m ei tui (7)213 an patris iam pariter (D iggle)214 dicam veratus dicam ve ratus (Petschenig)370 ingens ignes (Mazzucchelli)414 rarus raros (Mazzucchelli)437 inficit conficit (Partsch)502 hinc nunc (Petschenig)526 victi vi v ictosve (7)

LIBRO Vffl

256 pavet parat (D iggle)352 nunc tunc (7)353 fatemur fatetur (Knecht)511 cunctos cuneos (Knecht)628 retorsit requirit (Goodyear)

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BIBLIOGRAFÍA

a) Ediciones

Citaremos únicamente las dos últimas ediciones de la Juánide —a las ediciones antiguas ya aludimos en la introducción, págs. 23-27— por parecemos las más interesantes y asequibles para el lector:J. D iggle - F. R. D. Goodyear , Flavii Cresconii Corippi Iohannidos

seu de bellis Libycis libri VIII, Cambridge Univ. Press, Cambridge, 1970.

M. A. V inchesi, Flavii Cresconii Corippi Iohannidos Liber primus. Introduzione, testo critico, traduzione e commento, M. D’Auria Editore, Nápoles, 1983.

b) Traducciones

Existe sólo una traducción completa de la Juánide en inglés que, a nuestro juicio, podría ser ampliamente mejorada, pues hemos observa­do en ella numerosos errores en la interpretación del texto:G. W. Shea , The Iohannis of Flavius Cresconius Corippus; Prolego­

mena and Translation, Nueva York, Columbia University, 1980 (= 1966).

c) Historia bizantina

L. B rÉhier, Le Monde Byzantin. Les institutions de l’empire Byzantin /-//, París, 1949.

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vanni de Bonis», Riv. Filol. Istruz. Class. 108 (1980), 291-316.—, «Nuovi Ritrovamenti. Recupero di versi della Iohannis di Corippo

da imitazioni umanistiche», At ene e Roma 27 (1982), 64-71.

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PREFACIO A LOS NOBLES DE CARTAGO1

Me he atrevido, nobles, a cantar los Presentación del tema triunfos de un vencedor: entonaré can-

e importancia de tos de alegría en tiempo de paz. Hela poesía querido escribir sobre la grandeza de

Juan2 en la guerra, las empresas del héroe que leerán las generaciones venideras. La poesía da a co­nocer a todo el longevo mundo, al recordar todas las batallas de los antiguos dirigentes.

¿Quién al gran Eneas, quién al fe-Homero y Virgilio . .

nos dieron a conocer roz Aquiles hubiera conocido, quién ala los héroes antiguos, valeroso Héctor, quién los caballos de

Juan Troglita les supera Diomedes, quién los ejércitos de Pala-en sus empresas medes, quién a Ulises hubiera conoci­

do si la poesía no evocara sus antiguas hazañas? El poeta de

1 Debemos suponer, según el título del prefacio y las propias palabras del poeta, que Coripo llevó a cabo una lectura de su poema ante la nobleza de Car­tago.

2 El general en jefe (magister militum) Juan Troglita, héroe del poema, era un antiguo oficial del ejército de Africa que había tomado parte en la expedi­ción del 533 y bajo las órdenes de Belisario, se encargó del mando de una parte de las tropas. Más tarde, durante el primer gobierno de Solomón, defendió la frontera de Tripolitania.

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38 JUÁNIDE

Esmirna3 describió al valiente Aquiles, Virgilio, versado en la composición de poemas, a Eneas: pero las hazañas de Juan me instruyeron para describir sus campañas y referir todos sus he-

15 chos a los hombres del futuro. Juan es superior a Eneas, es más grande su valor, mi verso sin embargo no es digno de Virgilio. Las ilustres hazañas del general, las cualidades del hombre y las batallas ganadas están gritando a voces mi atrevimiento. La suerte incierta del poeta vacila en una situación crítica: por una

20 parte, el reconocimiento victorioso, por otra, el temor que hace palidecer.

Me estimula a cantar el argumento Actitud humilde fidelísimo de los hechos: siendo frío de

del poeta talento, me enardecí con estas hazañas.ante su auditorio.Petición del favor Canto en un verso tosco a un general

del público ilustre y la torpeza retiene la lengua en25 mi boca. ¡Y decir (que yo), ignorante,

que en otro tiempo canté por lo campos, voy a enviar pública­mente mis poemas a la población de la ciudad! Tal vez, lo con­fieso, ponga una sílaba en verso cojo: pues mi musa es campe-

30 sina4. Sin duda, la gloria de cantar las alabanzas debe ser reconocida: ¿voy a ser yo solo engañado al escribir sin recom­pensa alguna? El miedo expulsado de mi pecho me estimula más que mi boca: que sea mi boca reconocida por las alabanzas que ha pronunciado. La victoria concede los versos que niega

35 la erudición y me reconforta una gran satisfacción, cansado de escribir poemas. Si Cartago así se alegra en sus triunfos, tenga

3 Homero.4 El término tiene diversas interpretaciones: bien se refiere a la composi­

ción, por parte de Coripo, de poemas bucólicos que no han llegado hasta noso­tros, bien alude al origen campesino del poeta o bien, podíamos pensar, con T a n d o i («Corippo», pág. 890), en una captatio benevolentiae y en este caso rustica equivaldría a «rudimentaria».

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PREFACIO 39

yo el reconocimiento merecido, que tenga, os lo ruego, vuestro afecto.

Mientras mi musa campestre rivali­za con las camenas5 romanas, la fama eleva a nuestro general hasta las estre­llas. Si os agrada que recite mis pala- 40 bras del libro primero, entonces canta­

ré la primera parte de mi poema, obedeciendo vuestras órdenes.

El poeta se dispone a recitar su obra

5 Son, en Roma, las ninfas de las fuentes que no tardaron en ser asimiladas a las Musas.

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LIBRO PRIMERO

Canto las enseñas, los caudillos, losPresentación del tema: pueblos feroces y las destrucciones de

de los valores romanos sastres de Libia y los enemigos doble-

puesta a los hombres y la escasez de agua que golpeaban ambos ejércitos con mortífera confusión; canto a los pueblos amotinados, abatidos y sometidos, canto al general que marcó su empresa con un gran triunfo: las musas desean volver a can­tar a los descendientes de Eneas. La paz se devuelve a Libia tras el cese de la guerra. Más segura resplandece la Victoria con sus dos alas; ya la Piedad mira atenta a la tierra desde el al­to cielo; junto con la Justicia, también la Concordia, favorable y propicia, restablece el universo rodeándolo con sus dos bra­zos. Grandioso en medio de éstas, Justiniano, levántate de tu alto trono complacido en tus triunfos, emperador, y como ven­cedor, proporciona leyes a los tiranos que no han sido abatidos: pues tus nobles plantas pisan a todos los reyes sin excepción y la púrpura6 se dispone ya a servir al imperio romano. Bajo tus

guerra en África, empresas de Juan

Troglita y restauración

la guerra, las insidias y matanzas de hombres y las duras empresas, los de­

gados en sus fuerzas, el hambre im-

6 Se refiere a la p az im puesta a P e rs ia en 546 .

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4 2 JUÁNIDE

pies se prosterna el enemigo vencido, duras cadenas atan a los pueblos y con fuerte nudo aprietan las manos atadas a la espal­da, los cuellos soberbios se doblan con el peso de las cadenas (***)7 aunque mi pecho hiciera salir mi canto por cien bocas, no me bastaría a mí, poeta, la inteligencia ni el talento8 que despliega su vuelo por los solitarios senderos del ancho mundo. A grandes rasgos cantaría aquello: esto9 es digno de las mayo­res alabanzas.

África vacilaba, agotada, bajo un Situación de África gran peligro. Pues se había inflamado

antes de en las armas bárbaras una fiera locura,la llegada del ejercito soberbia por sus insidias, espadas, in­

cendios y hombres, que prendía fuego a todas las ciudades de la tierra saqueada y se llevaba, arrastra­dos de todas partes, prisioneros a los africanos. Ya no se hacía distinción alguna: a nadie fue posible respetar a los sacerdotes ni proporcionar a los viejos cansados la honra, cualquiera que

7 La laguna que presenta el manuscrito es interpretada por V in ch esi (Li­ber Primus..., págs. 12-17, 41) con la introducción de unos versos de Giovanni D e Bonis, poeta y copista de la Juánide que vivió entre 1340 y 1404 aproxima­damente y que acusa una fuerte influencia de Coripo en sus composiciones:

Te pavet Euphrates, iterum te saevus Hydaspes fortia bella movens; formidant Caspia claustra, extremus Tanais septem pigrique Triones,Herculeae Gades Libyaeque ardentis harenae et Bacchi fines Maeotidis atque paludes *** te Nilus adhuc. *** et niger extremo pallescens Indus in orbe.* * *

* * *

* * * p e r centum U nguas * * *

8 Tópico de la falsa modestia (Cf. C urtius , I, págs. 127-131).9 «Esto» (haec) alude a las hazañas de Juan Troglita en África, mientras

que el anterior «aquello» (illa), en el mismo verso, representa las empresas de Justiniano que se acaban de citar.

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LIBRO I 43

fuese, de la pira. Quedó entonces tirado en el suelo todo cadá­ver, atravesado de puñaladas. A ningún hijo fue lícito poner ba­jo un túmulo de tierra los cuerpos asesinados de sus padres ni fue permitido derramar sobre las heridas las debidas lágrimas: mientras el padre es aniquilado, se arrastra a los hijos y a la es­posa y se saquean las riquezas, todo lo aplasta la malvada fuer­za de la guerra y se abandonan los debidos funerales a la tierra desierta. El noble y el pobre mueren con un mismo destinoI0, por todas partes se deja oír el llanto y a todos inunda el terror y el funesto miedo y todo se trastorna con horribles peligros. ¿Quién podría describir las lágrimas, las matanzas, los botines, los incendios, las muertes, las insidias, los llantos, las torturas, las cadenas, los pillajes, quién enumerar los desgraciados sufri­mientos? África, la tercera parte del mundo u , perece humeante en llamas.

Y entonces el misericordioso empe­rador examinaba una y otra vez las pre­ocupaciones en su corazón, sopesándo­las y meditando qué general en jefe y caudillo supremo del ejército12 debía enviar a nuestras tierras, con la inten­ción de reparar tanto destrozo. Y al re­

flexionar sobre todo esto, sólo le agrada Juan por su valor e in­teligencia y le parece digno por su valentía y su capacidad de

10 La frase es un tópico literario (cf. Π Ι447-48) y evoca a H oracio (Odas 1 4, 13-14): pallida Mors aequo pulsat pede pauperum tabernas / regumque tu­rris («la lívida Muerte de igual modo golpea con su pie las cabañas de los po­bres que los palacios de los reyes»).

11 La subdivisión del mundo en tres partes es usual en la geografía anti­gua, al menos desde Heródoto.

12 Los magistri militum representaban la máxima autoridad en el ejército. En la época de Justiniano eran cinco: m. equitum et peditum in praesenti duo con sede en Constantinopla; m. p e r Orientem; m. p e r Thraciam; m. p e r Illyri­cum; m. p er Armeniam.

Justiniano elige a Juan TrogUta como

Salvador de África, recuerda sus

campañas anteriores y le ordena venir

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4 4 JUÁNIDE

decisión. Sólo él es capaz de atacar a los pueblos feroces y aba­tir, enérgico, a las tropas enemigas. Es más, la gloria del héroe y las pruebas de una empresa insigne y las durísimas guerras vencidas a un reino soberbio le son gratas: cómo expulsó a los persas, con qué golpe abatió a los partos, confiados en hacer frente con una multitud de hombres y apiñadas flechas; en la época en que los anchos campos de N ísibe13 manaron sangre de los persas, Nabedes, el primero después del rey parto, enta­blando el combate, confiado en su fiero valor, perdió las tropas aliadas, sobreviviendo él mismo, y al huir, llevado por su te­mor, apenas pudo cerrar las puertas y ya irrumpía en la ciuda- dela de Nísibe el jinete romano y Juan victorioso golpeaba con su venablo las altas puertas de los persas.

Ante los ojos del emperador desfilan una tras otra todas las valerosas hazañas del fiel varón. Sopesa y examina sus empre­sas: cómo una concentración de enemigos había cercado Teo- dosiópolis14 con un difícil asedio; cómo él, atravesando veloz las sombras de la noche, vino a socorrer las murallas de la ciu­dad vacilante, entrando en las puertas amigas a través de los enemigos; cómo, aterrorizado, el poderoso Merméroes15 se ale­jó de aquellas murallas y cómo, más fiero por sus armas nume­rosas, se atrevió después a invadir D aras16 —cuya escarpada ciudadela rodea una muralla que se eleva hasta las estrellas y que gobernaba el general Juan con sus enseñas— y atacar las falanges latinas. Pero después que el general, vigilante, arreba­tó al enemigo la primera ciudad, persiguiendo a continuación a

13 La ciudad, importante centro militar, se encontraba en el norte de M e­sopotamia. El hecho narrado tuvo lugar en el 451.

14 Ciudad situada en Mesopotamia, a poca distancia de Daras.15 General persa que es recordado por P ro c o pio en Guerra contra los

Pers. 115 21; 1129-30.16 Sede del cuartel general bizantino en Mesopotamia, célebre por la vic­

toria de Belisario en 530.

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LIBRO I 45

los que huían, toma primero posesión de los caminos y defien­de todos los campos, para que el atroz enemigo no los devasta­ra o dañara a alguien, y ocupa el primero la fortificación de ele­vada muralla. No soportó esperar más: pues inmediatamente, 85 osando, más fuerte, atacar al enemigo en campo abierto, abatió en afortunado combate innumerables batallones, ilustres jefes y pueblos aliados. Puso en fuga a Merméroes, señor de los par­tos, que huía, vencido, por los campos. Entonces cada persa, te- 90

miendo al romano que le perseguía, arrojó de su mano en mitad de los campos sus espadas y adornos resplandecientes. La espa­da oriental brilla sobre el campo de batalla y las ligeras vainas y las lanzas y escudos y penachos y los caballos yacen confun­didos con los cuerpos y los escuderos del general persa, sober­bios con sus armas. Y también él hubiera estado postrado en el 95

campo de batalla si el magnánimo general no hubiera querido cogerlo vivo. Así pues, vencido, Merméroes vio la escarpada ciudadela cuando entró en ella en compañía de unos pocos hombres. Entonces de pie en medio del campo, bendijo al Se­ñor el sabio Urbicio 17, al que la corona imperial más poderosa 100

del orbe tuvo entonces como primer súbdito y leal al imperio y que había enviado, elegido, a muchos territorios para conocer cuáles habían sido las causas de la cruel guerra. Éste, al ver a 105

los vencedores romanos excitados y a los enemigos temerosos huir por los anchos campos, extendiendo las manos y levantan­do sus ojos al cielo, así dice complacido: «Gloria a ti siempre, Dios poderoso, porque finalmente merecí, después de tanto tiempo, ver a los persas vencidos por el valor de nuestro Juan».

17 El personaje fue un cierto alto funcionario de la corte encargado en Bi- zancio de controlar la situación en Persia.

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4 6 JUÁNIDE

Mientras reflexionaba entonces el emperador en su ánimo una y otra vez sobre estas hazañas, juzga que sólo éste, por su pro­bada lealtad, puede defender a la oprimida Libia. Y sin más de­mora ordenó hacer venir al general desde los confines del mun­do. Éste, sereno, abandona las tierras enemigas para dirigirse a las aguas occidentales y en el breve espacio de un día obede­ció las órdenes de su señor y volviendo al instante victorioso pisó inmediatamente los umbrales de la dorada pyerta roma­na 18. Complacido, permaneció ante los pies del emperador. Él con rostro sereno se volvió a mirar a su súbdito que se apresuró a dar besos solícitos a los bondadosos p ies19. Le ordena referir en pocas palabras los hechos de Oriente. Como se le ha ordena­do, notifica a los inalterables oídos las guerras que ha llevado a cabo. La corona imperial, complacida en su pupilo, desea que así venza siempre. Al instante lo envía a socorrer a Libia.

Por orden del emperador se cargan las naves de soldados, bagajes y armas

P> epatam os se envía al recluta inexperto que debepara la flota

aprender a luchar bajo las órdenes del gran general que ganará la guerra. Ya

un viento leve que soplaba sobre las velas hacía navegables las aguas en una época segura y Tetis20, propicia para los marine­ros, aconsejaba la navegación.

18 Coripo se refiere a la Puerta Dorada, situada no lejos del puerto de Constantinopla y donde se iniciaba la principal arteria de la ciudad que llegaba hasta el palacio imperial. Era además el recorrido obligatorio del vencedor.

19 Se trata de la osculatio pedum, que formaba parte del ceremonial de la corte.

20 La diosa Tetis, madre del héroe Aquiles, era una de las nereidas y, porlo tanto, una divinidad marina e inmortal. Coripo utiliza su nombre como si­nécdoque para referirse al mar.

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LIBRO I 47

Entonces el egregio emperador ins-instrucdones truyó con inmensa benevolencia a su

del emperador general, dirigiéndole estas palabras:a Juan XT ̂ j, , .. «Nuestro estado recompensa con pre-antes de partir r c

y despedida de ambos mios dignos del esfuerzo demostrado21,mientras sea yo el emperador, y ayuda

a todos sin excepción y hace subir de puesto a cualquier hom­bre que siente acudir presuroso en defensa de sus tierras y sus pueblos. Ahora escucha mis palabras y conoce los asuntos de buen grado, reteniéndolos en tu mente. Llegó a nuestros oídos bajo cuántos peligros yace África, digna de compasión. La mi­sericordia empuja a socorrerla, en su agotamiento. Decidimos, y así pareció a nuestro ánimo, que tú, valerosísimo, podías ve­lar por Libia. Pon en marcha tus enseñas y sube veloz a las al­tas naves; alivia a los desgraciados africanos con tu acostum­brada valentía y abate con tus armas los ejércitos rebeldes de los laguantan y doblega el cuello colocado bajo nuestros pies22, oprimido por tu valor. Conserva las antiguas leyes de los pa­dres, levanta a quienes están agobiados, derriba a los rebeldes. Éste es el afán de nuestra clemencia: perdonar a los que se so­meten; ésta la honra de nuestro valor: dominar a los pueblos soberbios. Estos preceptos míos, consérvalos en tu mente, fide­lísimo general. Que el resto esté en manos de Cristo, Señor y Dios nuestro, que todo restablece mejorándolo y que te guíe en todo con su favor. Que nosotros veamos tu honor aumentado justamente por tus méritos con mejores títulos».

21 La frase alude al concepto cristiano de D ios que distribuye la recom­pensa según los méritos y que aparece ya en el Antiguo Testamento.

22 Laguantan es la tribu beréber, llamada Ilaguas por Coripo en otras oca­siones, que habitaba entre la Tripolitania del Sudoeste y el Sahara. El gesto al que alude Coripo, que consistía en pisar el cuello del enemigo vencido, era de origen oriental y formaba parte del ritual bizantino (cf. Panegírico de Justino II Π 107-108).

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4 8 JUÁNIDE

Cae ante sus pies y cubre de besos afectuosos las divinas plantas, regándolas con lágrimas. Paternal, el mismo empera­dor se entristeció al ver partir al general y el afecto conmovió el ánimo imperial.

A continuación, dirigiéndose a la

Últimos preparativos flota> el noble general exhorta a loSde los marineros marineros que dan gritos de alegría.

y partida de la flota Traen las naves de la playa; el primertramo de mar es barrido por los remos

que golpean una y otra vez las aguas; levan anclas rápidamen­te; se apresuran en medio de grandes gritos; aflojan las pesadas amarras con terrible rechinamiento y despliegan las velas. Y el aire mueve las naves, impulsándolas con soplo suave. Los bar­cos cubren el profundo mar y la superficie se oculta, ceñida por cientos de naves. Se intensifican los soplos favorables del co­ro 23 propicio que empujan las naves: veloces, rasgan las aguas con sus broncíneas proas, surcan la superficie los espolones, el agua espumosa murmura bajo las largas quillas.

La flota atraviesa el estrecho de Paso p o r Troya Tracia por una costa estrecha, allí por

y recuerdo donde el mar separa Sesto de las llanu-de los héroes homéricos ras de Abidos; vuela segura empujada

por los vientos sobre las aguas del Si­geo y recorre la costa de la antigua y deplorable Troya. Enton­ces recitan los famosos versos del poeta de Esmirna24 y reco­nocen desde la alta nave los lugares de sus antepasados: aquí el palacio de Príamo, allí la casa de Eneas, que está retirada y ro­deada de árboles. Aquí el cruel Aquiles arrastró el cadáver de Héctor en su carro veloz. En esta playa al gran Demóleo abatió,

23 Viento frío del Norte.24 Se alude a una serie de héroes y episodios de la guerra de Troya canta­

dos por Homero.

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LIBRO I 49

vencedor, nuestro antepasado Eneas con el que resplandecen las altas murallas de Roma y el excelso nombre del imperio y mantiene al ancho universo bajo el dominio del emperador. Y cantan todas las batallas de la guerra de Argos: cómo cayó Pa­troclo atravesado por la lanza de Héctor y el negro Memnón fue vencido por el golpe del Pelida25 y cómo lloró la Aurora la digna muerte de su poderoso hijo; cómo se desplomó la virgen guerrera Pentesilea26 en medio de sus tropas y en qué noche pereció Reso27; cómo el joven Troilo se enfrentó con el fuerte Aquiles; conforme a qué ley cayó el vencedor herido por la fle­cha de Apolo y con qué herida murió atravesado el raptor Paris.Y evocan después el último incendio de la exhausta Troya y la huida de Eneas: cómo entonces, tras perder a su esposa, se lle­vó con él en su barco, surcando veloz tantos mares azules, a su hijo, llamado con el ilustre nombre de Julo, y a su padre.

Escucha el noble Pedro28 a los que El hijo de Juan, narran las batallas. Al oír el ilustre

se identifica con Julo, nombre del niño Julo, su pecho infantilhijo de Eneas arde en un nuevo deseo de leer con la

intención de conocer las guerras. Un profundo respeto le conmueve: se considera Ascanio, cree que su madre es Creúsa29. Ésta era hija de rey: también su madre es

25 Memnón era hijo de Eos (la Aurora) y de Titono, uno de los hijos de Laomedonte y, por consiguiente, hermano de Príamo.

26 Amazona, hija de Ares y Otrere. A la muerte de Héctor, acudió en auxi­lio de Príamo y sucumbió a manos de Aquiles que la hirió en el seno derecho.

27 Héroe tracio que luchó al lado de los troyanos, célebre por sus caballos, blancos como la nieve y rápidos como el viento. Fue muerto por Ulises y D io­medes que lo sorprendieron dormido y se llevaron sus caballos.

28 Coripo es la única fuente antigua que cita el nombre del hijo de Juan Troglita.

29 Ascanio es otro nombre con el que se designa a Julo, el hijo de Eneas. Creúsa, primera esposa de Eneas y madre de Ascanio, murió en el incendio de Troya.

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50 JUÁNIDE

hija de rey; entonces Eneas era el padre: y ahora es su padre el 205 mismo Juan. Esto medita lleno de gozo, la alegría inunda su

corazón; esto decía él mismo a su padre, esto decía a sus escla­vos, esto a todos por el mar cubierto de velas, Pedro, única sa­tisfacción de su ilustre progenitor, la otra esperanza para el Im­perio romano.

Se desliza la flota segura por el mar La fa lta de viento Egeo así como por las aguas del Adriá-obliga a la flo ta tjc o y gracias a los vientos favorables

a atracar J a210 en la costa de Sicilia surca más rápida alta mar. Apenas toca

las costas sicilianas, el aire abandona las naves, el viento permanece callado y todo el mar se extien­de con aguas inmóviles; ni la más leve ola golpea la orilla. Se calló entonces la biforme Escila30, se callaron los ladridos de

215 los perros, el agua no obligó a las rocas a devolver, con un es­tremecimiento, los aullidos de los lobos. Aunque se unan aquí los extremos de una y otra tierra y ambas costas se agiten en un angosto estrecho, Caribdis, que nunca se aplaca, retuvo, inmó­viles, sus olas y no sorbió las claras aguas para volver a es-

220 cupirlas. Caen las velas aflojadas y sin viento alguno que las hinche, se ataron a sus palos. Entonces, ordenando soltar los cables a sus aliados, les dice el general: «Entrad en el puerto tranquilo». Ante tales órdenes, rápidamente acuden volando los

225 marineros sobre todos los aparejos: éste corre a soltar las velas, aquél recoge los pliegues; otro exhorta con agradables cantos a sus compañeros, alentándolos con su aguda voz. Los hombres

30 Monstruo marino emboscado en el estrecho de Mesina; su aspecto es el de una mujer cuyo cuerpo, en su parte inferior, está rodeado de perros, seis ani­males feroces que devoran cuanto pasa a su alcance. Aparece con frecuencia asociado a Caribdis, monstruo situado en el mismo lugar que tres veces al día absorbía agua de mar, tragándose todo lo que flotaba, y luego devolvía el agua absorbida.

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LIBRO I 51

se dan ánimos con sus gritos: la voz misma ayuda al esfuerzo, dando fuerzas y alegría a los marineros.

Junto a las llanuras del siciliano Pa­se levanta el viento quino se extiende Caucana31, de curva-

y la flo ta da costa, cuyo puerto hirió el ancla dese pone en marcha

mar llenas de estrellas, llevando a la tierra la noche negra de sombras. Dormía entonces en su barco el noble general Juan, Ubre de preocupación, cuando el mismo timonel de su nave, vi­gilante, siente levantarse un suave viento. Corren aquí y allí los jóvenes veloces por todas las naves preparando los aparejos y desatan los cables que los unían a la costa, sin esperar las órde­nes del general. Los marineros alzan todas las velas, desplegán­dolas al viento.

nieblas, surgió ante los pies del general. Parecía su rostro, es­pantoso por su negro color y sus ojos que daban vueltas cubiertos de llamas, el de un m oro33. Entonces comenzó a ha­blar así: «¿A qué costas diriges tu flota? ¿Crees que vas a atra­vesar el mar hasta Libia?». Como respuesta dice el general:

31 El promontorio del Paquino (cf. Eneida III429, 699; V il 289) estaba si­tuado al Nordeste con respecto a la punta sur de Sicilia, y la costa se extendía llana hacia el Sudoeste, doblándose luego en dirección al Noroeste: en este punto debía encontrarse Caucana.

32 El genio de la estrella vespertina que, cada atardecer, trae el descanso de la Noche.

33 La identificación del diablo con el moro enemigo legitima aún más las empresas del liberador.

de nuevo la flota romana con corvo mordisco. Y ya el Héspero32 encrespa las aguas del

Juan tiene dos apariciones

Ya la flota, empujada por los vien­tos, ganaba el mar abierto y surgía del lejano cielo la Aurora bañada de rocío, haciendo salir el día, cuando una si­niestra aparición, procedente de las ti-

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5 2 JUÁNIDE

«¿Estás viendo atravesar el mar a nuestras naves y me lo pre- 250 guntas?». Entonces la siniestra aparición con rostro amenazan­

te, retorciendo los ojos espantosos por las apariciones inferna­les, «no atravesarás», le dice. Comprendió Juan que era el ángel maligno que fue precipitado del alto Olimpo. Y no temió, sin embargo, el rostro que imitaba fieros rasgos de hombre; lo

255 sigue mientras huye e intenta darle alcance. Aquél delante, es­parciendo con su mano espesas tinieblas, impedía el paso al ge­neral con una negra nube de polvo. Pero por segunda vez baja del alto cielo un anciano de rostro sereno que vestía una túnica

260 blanca y un manto resplandeciente y permaneció ante los ojos de Juan que buscaba sus armas; sujetó su mano y (esto) le dijo con santas palabras: «Que el arrebato no instigue tu corazón a una cólera tan grande; rechaza el mal con tu bondad; evita la

265 disputa violenta con el maligno y no lo temas». A éste dijo el general: «Venerable padre y hombre de Dios, tú estás viendo al que se esfuerza y se empeña en cerrarme el paso». Entonces es­to dice el anciano de bondadoso espíritu: «¡Oh, afortunado! Si-

270 gue nuestros pasos y camina teniéndome como guía». Hablan­do así, levantó sereno el resplandeciente fuego de su lámpara derramando una gran luz (***)34.

Es más, todos los tirhoneles enton­ces permanecen inactivos y con ánimos dudosos; huyendo, da la espalda al viento y reconoce que el auxilio de la técnica está vencido, sin saber adónde dirigir su barco. Las velas con sus plie-

275 gues desgarrados no soportan el soplo del viento; nadie las ne­cesita: los marineros recogen todas las velas y abandonan al mismo tiempo las naves a los vientos y a las olas. En distintas direcciones se dispersan por diversos puntos del mar, adonde

Se desata una tempestad:

desánimo de los marineros ante el peligro

34 P asaje lagunoso.

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LIBRO I 53

los arrastra el azar y la fuerza del viento, errantes en la noche.La fortuna amenaza a los desgraciados con un duro naufragio. Creen que no queda salvación alguna y pierden la esperanza de 280

vivir ante los inminentes peligros.Gimió el general y entristecido ele­

vó su pensamiento a los cielos; guiadoPlegaria su c)evoc¡5 n como e[ mismo mié-

del general Ado le dictaba, busca, con lágrimas que brotan de sus ojos, la ayuda de Dios y

postrado comienza, suplicante, su oración con estas palabras: 285 «Todopoderoso padre del Verbo y creador de las cosas, princi­pio sin fin, Dios, todo te reconoce como autor y señor y tiem­blan los elementos ante ti, su hacedor; los vientos y las nubes te 290

temen, el aire te sirve y por orden tuya truena ahora el alto éter y se mueve la enorme maquinaria del universo sacudido. Tú eres sabio, padre venerable, Tú conoces todo de antemano: ni con deseo de riquezas, ni con afán alguno de lucro me veo obli­gado a venir a Libia, sino para poner fin a la guerra y salvar vi­das desgraciadas. Este es mi único objetivo, ésta toda la aspira- 295

ción de mi corazón. Aquí sólo me trae la sagrada voluntad del emperador. Nuestro emperador gobierna con tu beneplácito. Él mismo reconoce que te debe justa servidumbre, como está esta­blecido; Tú a él nos sometes a todos y nos ordenas servirle; yo 300

he cumplido tus preceptos. Propicio, vuélvete a mirar, padre santo, nuestro infortunio y socorre, aplacado y bondadoso, tan gran calamidad. Pero si sus faltas condenan, sometido a tu jui­cio, al pecador Juan, aplástame con cualquier otra muerte, pero 305

perdóname ahora por mi querido Pedro». Al pronunciar este nombre se le ahogó la voz en la garganta, tembló su corazón de padre, más frías que el hielo desfallecieron sus piernas y sus manos; todos sus miembros vacilaron. Derrama entonces lágri­mas como las aguas de un río, elevando hasta los cielos gran­des gemidos.

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5 4 JUÁNIDE

310 Acoge el Señor el llanto y las pala­z o s escucha bras del que así ora: ordena aplacarse ala plegaria y los fuertes vientos y a la tormenta reti-

aplaca la tormenta rarse a la gruta de un monte. Huyen las315 nubes de ligero vellón. Vuelve el sol y

el sagrado día resplandece en el claro cielo con una brillante luz. La firme voluntad divina aplaca la superficie del agua: soplaron vientos favorables. Alegres, se ponen en movimiento los marine­ros, llenándolo todo con sus voces; despliegan las velas quietas

320 en sus mástiles y se hinchan los pliegues. Acogen entonces de to­das partes a las naves aliadas y resplandecen por todo el mar las velas. Ya vuelan más y más veloces y los soplos favorables em­pujan a las naves que surcan el azul en su carrera.

Al fin divisó el general a lo lejos laJuan costa de la tierra abrasada, reconociendo

d m sa la costa jas indomables riendas de Marte y node la tierra africana y . . „ordena desembarcar s e tratab a d e u n a ln c le r ta v lS10n ~ P ueS

325 los incendios dicen la verdad— : losvientos revolvían las llamas, encrespándolas en un torbellino y el humo y la pavesa, volando más allá de las estrellas, esparcían por el alto cielo pequeñas chispas. Se eleva y ya hierve la llama

330 en medio del cielo, envolviendo todos los árboles de la tierra incendiada. Una mies abundante se quema, madura en los cam­pos cultivados. Y todos los árboles sirven al fuego de alimento, que crece con el follaje, y se deshace consumido en cenizas.

335 Desgraciadas ciudades se destruyen con sus habitantes asesina­dos y todos los edificios con sus techos arrancados son pasto de las llamas. No de otro modo lo hubiera incendiado todo Fae- tonte35 por todas las regiones del mundo con el carro que le fue

35 Hijo del Sol y de la Oceánide Clímene, fue criado por su madre sin sa­ber quién era su padre, pero se lo reveló al llegar a la adolescencia. Entonces el muchacho reclamó un signo de su nacimiento y pidió al Sol que le dejase con­ducir su carro. Faetonte partió siguiendo el camino trazado en la bóveda celes-

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LIBRO I 55

injustamente concedido, arrastrado por caballos que vomitaban llamas, si el padre todopoderoso, compadecido de la tierra, no hubiera desuncido los caballos jadeantes con su extraordinario rayo, sofocando el fuego con el fuego.

El general ardió en deseos de socorrer a la desgraciada tie­rra, encolerizado, con más compasión que de costumbre, y regó con lluvia abundante sus mejillas. Ardió su valor con el habi­tual deseo de luchar y la ira le empujaba a dirigir sus pasos pre­cipitados en medio de las olas. Pero a su afán se opone su natu­raleza y el valor unido a la moderación que, dirigiéndolo todo y equilibrando lo glorioso con lo pequeño, gobierna las empresas de los hombres. Rápidamente ordena volver las naves hacia la costa y penetró gozoso en la conocida arena.

El mar no baña con aguas unifor­mes la costa de Bizacio36, pues la tierra

Descripción del lugar . . x T , ✓ t ·, Λ , opone resistencia. Una parte, mas lisadel desembarco r r 1por la suavidad de la marea, se ofrece como abrigo a las curvas naves: los

fondos marinos forman un puerto tranquilo en extremo. Aquí no hay fuerza del noto37 capaz de encrespar las suaves olas ni el viento hace temblar la clara superficie del agua. A la otra parte la golpean las aguas y el mar al retirarse de la orilla ruge estrellándose contra los escollos: resuena el agua penetrando en las rocas, aquí y allá derramándose sobre las negras algas. Allí el hinchado bóreas y el euro más violento por sus tormentas re­vuelven el mar desde su fondo profundo. Entonces perecen las desdichadas naves con el cable roto por la fuerza del mar: a menudo se extendieron sobre los escarpados campos las tablas

te, pero pronto, atemorizado, descendió demasiado y estuvo a punto de incen­diar la Tierra. Zeus lo fulminó para evitar una conflagración universal.

36 Provincia situada entre Numidia y Tripolitania.37 El Noto es el dios del viento Sur, cálido y cargado de humedad. El Bó­

reas es el dios del viento del Norte. El euro es el viento del Sudoeste.

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56 JUÁNIDE

d e la n a v e junto a la s proas putrefactas q u e y a c e n sobre la h ier-

365 ba. P or e s to tem en e l lugar lo s m arin eros y h u y en d e lo s horri­

b le s p e lig r o s para d ir ig ir se a la s a g u a s se g u r a s d e u n a z o n a

tranquila.

E n a q u ella c o sta h a b ía fo n d ea d o la

f lo ta ro m a n a e n la é p o c a e n q u e B e li -

s a r io 38 p isó e l su e lo d e L ib ia para d o ­

m in a r e l p o d e r v á n d a lo : lo s a n tig u o s

m arineros llam aron a e s te puerto P unta

d e lo s V a d o s, p o r la d istin ta naturaleza

370 d e su s partes. A l ven ir aquí tam bién so ltó sus v e la s e l n o b le g e ­

nera l Juan, d e id é n tico va lor. ¡A fortu n ad o a q u e l lugar q u e fu e

abrigo seguro y p rop ic io para la f lo ta latina! E n to n ces e l ancla,

su jeta p o r su b o c a d o , m a n tu v o a la s n a v e s seg u ra s e n la costa . 375 R e c o n o c ió aquel puerto e l v a lero sís im o g en era l y , co m p la c ién ­

d o se e n e l lugar, lo m ostró c o n e l d e d o d e sd e e l m ar, d ic ie n d o

a s í a su s com p a ñ ero s de b u en grado: «M ien tra s la s n a v es v e n ­

g a d oras o cu p a b a n por pr im era v e z e s ta s tierras, y o m ism o fu i

e l p r im ero en p isar la arena d e e sta p la y a , c o n fia d o e n m is ar-

380 m as ju v en iles: pu es y o era u n o d e lo s cap itan es. C uando e l pér­

f id o tiran o G é ila m ir 39 o sten ta b a e l p o d er e n lo s terr itor ios d e

L ib ia , e s ta arena la p isó por v e z prim era la tropa rom ana y aquí

b e b ió e l a g u a d e L ib ia ; e n e s ta o r il la e s ta b le c ió e n to n c e s su

c a m p a m en to e l e jér c ito q u e v e n ía c o n su s p r im era s arm as.

385 A q u e l cerro a lo le jo s , cerca d e las aguas del m ar, ¿ lo v é is có m o

38 El general Belisario desempeñó un importante papel en la política ex- pansionista de Justiniano. Su carrera comenzó en el 529 al ser nombrado ma­gister militum per Orientem. Reconquistó la provincia de Africa a los vándalos (533-534) e intervino en la conquista de Italia en dos campañas (535-540 y 544-548). Aunque cayó varias veces en desgracia, hizo siempre prueba al em­perador de su lealtad ejemplar.

39 Ultimo rey de los vándalos que fue vencido por Belisario y llevado pri­sionero a Constantinopla donde desfiló en el cortejo del general.

Se recuerda una expedición de Belisario

al mismo lugar en la que perdió la vida

el hermano de Juan

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LIBRO I 57

crece y e s aum entado por la f in a arena q u e transporta e l n o to ?

A ll í e n lo a lto c o lo c ó e l g en era l B e lisa r io su t ien d a c o n to d a s

la s e n se ñ a s ; e n torno a é l s e e s ta b le c ie r o n lo s ca p ita n es ju n to

c o n lo s o f ic ia le s . Y o acam p é e n e s te lu g a r acom p añ ad o d e m i 390

d ifu n to herm ano. ¡A y , du rísim o d estin o , e n e m ig o d e lo s g o z o s

h u m a n o s! ¡A y , cu án tas a leg r ía s d e lo s h erm a n o s q u e se am an

arrebata la m u erte brutal q u e l le g a d e rep en te! ¡C o n qué v a lo r

derribó en co ler iza d o al e n e m ig o aquel h erm ano m ío! ¡C on qué 395

p rud en cia , a l ejercer e l m and o, c o n se r v ó , b e n é v o lo , a su s a lia ­

d os! ¡A q u é gran h om b re llo ró e l E stad o! N o arrebató e l d e st i­

n o d e la guerra a m i v a ler o so h erm an o q u e v o lv ie r a tantas v e ­

c e s v e n c ed o r d e l cru el en e m ig o . ¡A y , m uerte atroz, tú v e n c e s a

lo s ju sto s! Tú eras, P a p o 40, para m í la im a g e n d e m i padre y de 400

m i h ijo . .. e l ú n ic o c o n su e lo d ig n o d e ta n ta d esv en tu ra e s q u e

d esp recias, v ic to r io so , e l agua d e la E s t ig ia 41. E sto s lugares m e

h an h e c h o recordar a m i d ifu n to h erm a n o , p ro v o ca n d o m is lá ­

g r im a s . ¡Q u é g u erras l le v ó a c a b o e n e l p a sa d o a q u el h éro e!

Q u e D io s m ism o m e secu n d e e n m ejo res em p resa s . S ea v en tu - 405

r o so e s te lugar, m ás q u e en a q u el año , c o n la b e n e v o le n c ia d i­

v in a . P er o m ien tra s p e r m a n e c e in a c a b a d o e s te c a m p a m en to ,

ante tanta am enaza d e guerra, ¡a cu án tos p u eb lo s se le s qu ita la

p o s ib ilid a d d e sa lv a c ió n ! S i la V ic to r ia fa v o r ec e a m is en señ a s

e n la guerra, y o term inaré la fo r tif ica c ió n in ic ia d a e n este lugar, 410

reforzán do la c o n dura piedra».

40 Según P rocopio (Guerra contra los Vánd. 1 11, 7), era comandante de caballería con Belisario; este autor lo nombra sólo como hermano de Juan (Guerra contra los Vánd. II 28, 45). Es probable que su muerte se produjera entre el 533 y 537.

41 Laguna, o río, según otras versiones, de los infiernos. Coripo la utiliza en este caso como sinécdoque para referirse al mundo subterráneo, al Infierno.

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58 JUÁNIDE

H a b la n d o a s í se c o m p a d e c ió d e la s El ejército bizantino c iu d a d e s d e s ie r ta s d e h a b ita n te s y d e

se traslada la s c a s a s v a c ía s y l lo r ó a p ia d á n d o sedesd e C a rt a s o

a los campos de Bizacio de lo s d esa stres d e L ib ia ; ord en ó d esa ­tar lo s c a b le s d e la p la y a y a b a n d o n ó

415 la s v e la s a l v ie n to d e se a d o . E l tercer d ía o fr e c ió an te la v ista ,

d e sp u é s d e tanto tiem p o , la s m urallas d e C artago , d e v o lv ie n d o

al g en era l a la ex h a u sta c iu d ad . A p en a s h a b ía d ejad o la h u e lla

d e su p ie e n la p la y a , ordenaba al e jér c ito sa lir e n d irecc ió n al

ca m p o y d a orden a lo s cap itanes d e form ar la s tropas e n apiña-

420 d as f i la s y avanzar e n fo r m a c ió n . U n p r o fu n d o d o lo r p r o v o c a

su ira: m á s aún , e l su fr im ien to ante la d e s tr u c c ió n d e la tierra

q u e é l m ism o h a b ía c o n o c id o lo e m p u ja a lev a n ta r e l ca m p a ­

m e n to . O b e d e c ie n d o a su s ó r d e n e s la trop a , d e sp er ta n d o d e l

su eñ o , v a y v ien e agitada y to d o s lo s so ld a d o s , v o lv ie n d o a co -

425 ger la s esp ad as, reclam an la batalla. E n to n ces lo s can tos ron cos

d e l retorcid o bron ce p rov o ca n e l ard ien te d e se o d e com batir. Y

y a n u e v e e sc u a d r o n e s irru m p en e n la s a n ch a s p u ertas y to d a s

la s m urallas derram an tropas cubiertas d e hierro: aqu í avan za la

cab a ller ía , una parte d e la in fan ter ía s e m u e v e len ta por m il d i­

r e c c io n e s y g im e la se c a tierra, g o lp ea d a p or lo s p ie s .

430 C o m o e l d u eñ o d e u n a h erm o sa p a rcela , cu a n d o ca m b ia d e

sit io la s co lm en a s , ordena a la apretada m u ltitu d d e abejas salir

d e lo s p a n a les y avanzar e n fo r m a c ió n ante su s doradas tierras

o si, p ro v o ca d a su ira casu a lm en te por u n j e fe e n e m ig o , prepara

b a ta lla s o se apresura en a lejar a lo s m e z q u in o s zá n g a n o s y la

435 tropa presu rosa , o b e d e c ie n d o a su s ó rd en es, d e ja la s c o lm e n a s

p o r n u m ero sa s entradas y sa lid a s y c o n ro n c o s c h ill id o s lla m a

al en em ig o : n o d e otro m o d o sa len lo s so ld a d o s a la llanura por

to d a C artago, co n ten to s d e avanzar c o n lo s estand artes e n alto.

440 D e aqu í se encresp a u n a m ies co m p a cta d e m a n íp u lo s cub iertos

d e bron ce: u n o s lle v a n aljabas y arcos, a o tros l e s resu en a n e n

su s a n ch o s h o m b ro s la s arm as resp la n d ec ien te s; b r illa n la n za s

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LIBRO I 5 9

y e sc u d o s y la s p esa d a s corazas y lo s p e n a c h o s erg u id o s sobre

la p u nta d e lo s c a sc o s . A co n tin u a c ió n u n extraño to rb ellin o de

o scu ro p o lv o se levan ta ; la p e z u ñ a r e m u ev e la tierra p iso te á n ­

d o la co n tin u am en te y e l p o lv o d e la arena so m etid a arrem olina

e l aire.

Entre lo s prim eros, e l genera l m ism o v a a ca b a llo exhortan­

d o a su s f ila s e in flam a, co m o d e costum b re, a sus cap itanes d e ­

s e o s o s d e lu ch ar record an d o lo s a n tig u o s c o m b a tes l le v a d o s a

ca b o en P ersia . N o pod ría de otro m o d o ex cita r lo s esp íritu s de

su s so ld a d o s sin alabar la s em presas de la guerra. A s í e l m ism o

Júp iter , s e g ú n d ic e n lo s a n tig u o s p o e ta s e n v e r s o s p a g a n o s ,

m ien tras F legra era ocupad a por la cru el r eb e lió n d e lo s g ig a n ­

te s 42, daba a c o n o c er la v o lu n ta d d e lo s h a d o s a la m u ltitu d de

d io se s: c ó m o p o d ría derribar a lo s n a c id o s d e la tierra c o n su

ra y o fu lm in a n te , c o n q u é la n za d esgarraría M arte la s articu la­

c io n e s (d e l e n e m ig o ) , a q u ién es transform aría P a la s en p iedra ,

d esp u és d e v er a G órgona; a q u ién daría m uerte e l arquero co n

abundantes f lec h a s , a q u ién es a travesaría la v e lo z D e lia c o n su

d ard o43.

42 Los gigantes, hijos de la Tierra y Urano; nacieron en Flegra, en la pe­nínsula de Palene, Tracia. Son seres enormes, de fuerza invencible y terrorífico aspecto. Apenas nacidos ya amenazaron al cielo contra el cual lanzaron árboles encendidos y rocas enormes. Esta actitud provocó el enfrentamiento con los dioses al que alude Coripo.

43 La diosa Palas Atenea había colocado en su escudo la cabeza de Medu­sa (Górgona), monstruo degollado por Perseo, de modo que sus enemigos se convertían en piedra con sólo mirarla. «El arquero» es el dios Apolo, uno de cuyos emblemas es el arco y «Delia» alude a la diosa Artemis — Diana, para los romanos— , nacida en Délos.

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6 0 JUÁNIDE

460 Y y a e l e jérc ito , ap resu rán d ose por

Los romanos establecen la s a n ch a s lla n u r a s d e B iz a c io , em -su campamento prend ía e l ca m in o d e l lugar q u e lla m a -

en Antonia Castra. , , _ ,Discurso del moro Macco ron lo s a n te p a sa d o s C a m p a m en to de

y respuesta de Juan A n to n io 44. A q u í, apenas asen tó Juan su

cam pam en to , v in iero n lo s em bajadores

d e l tirano. H a ce llam ar a é sto s a su tien d a e l ilu stre genera l pa-

465 ra q u e le transm itan las d isp o sic io n es d e l cru el tirano. E n ton ces

M a cco , q u e hab laba la len g u a latina, d ic e , o b ed ec ien d o a su or­

den : « E l n o b le j e f e d e l agu err id o p u e b lo d e lo s la g u a n ta n , e l

h éro e A n ta la s 45, h ijo d e G ü en fan , n o s ord en a d ec ir te e s to . A s í

q u e tú, Juan, a q u ien c o n o c ió la tropa m a s i la 46 e n tiem p o s d e l

470 cru e l S o lo m ó n 47, q u e fu is te g en era l c e r c a d e n u estro s terr ito ­

r io s y e n o tro t ie m p o p r o te g is te la c o s t a lin d a n te c o n e l m ar,

¿ n o o ís te q u e ca y ero n lo s e sc u a d r o n e s d e S o lo m o n , to d o s por

ig u a l, e n dura b ata lla y c ó m o l le n ó e l r ío d e m u erte e l e jérc ito

475 r o m a n o y c u á n to s h o m b res v u e s tr o s c u b r ier o n , m u e r to s , lo s

ca m p o s y la gran derrota e n la guerra d e tu gen era l? ¿T ú v a s a

480 atreverte a atacar a p u eb lo s in v e n c ib le s? ¿ N o c o n o c e s e l va lo r

44 No se sabe con precisión de qué lugar se trata.45 Jefe, como sucesor de su padre Güenfan, de la tribu de los frexes — en

este caso, Coripo utiliza el adjetivo laguantan con el sentido genérico de «mo­ros»— y uno de los reyes principales de Bizacena. Ya bajo el dominio vándalo comienza a realizar saqueos y pillajes, hasta que consigue hacerse con el poder y para ello, unas veces permanecerá fiel a los romanos, otras se les enfrentará, según su conveniencia.

46 Coripo utiliza tres términos generales para referirse a los moros: Mauri, M assyli (en este caso lo utiliza com o adjetivo, modificando a «tropa») y Mazax. El segundo aparece en la Eneida V I 60, y el tercero en Farsalia IV 681.

47 El ex-cónsul Solomón, jefe de estado mayor de Belisario, fue nombra­do por Justiniano sucesor del mismo y prefecto del pretorio de África. Por Pro- cop io (Guerra contra los Vánd. ΙΠ, 11, 16) sabemos que era un eunuco y, se­gún el m ism o autor (G uerra contra los Vánd. IV 19, 3-4), gobernó con moderación y aseguró una completa seguridad en África.

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LIBRO I 61

e n e l c o m b a te d e l p u e b lo d e lo s i la g u a s , q u e ta n to c e leb ra la

antigua fa m a eterna? C u y o s an tep asad os y a c o n o c ió en la g u e ­

rra M a x im ia n o 48, em perador q u e p o se ía e l cetro d e R om a sobre

e l orbe. T ú , c o n u n os p o c o s so ld a d o s, tú q u e y a v a s a m orir, ¿te

atreves a m irar m is escu a d ro n es? ¿ V as a p o d er res is tir n u estro

ataque y m irar a la cara d e m is h om b res, gen era l rom ano, e n e l

ca m p o d e b a ta lla? M ejo r , date la v u e lta , c o g e tu s estan d artes,

e m p ren d e la retirada y guárdate d e la m u erte . P er o s i p ie n sa s

q u e p u ed es entablar bata lla c o n m ig o , s i te agrada m orir y y a te

lla m a e l d ía ú lt im o , ¿por q u é ca n sa s a tu s h o m b res? C o n tésta ­

m e cu á l e s tu d e c is ió n y vendré a don d e qu iera q u e d esees, para

n o h a cer esperar al d estin o . E sta s ó rd en es m e d io nu estro j e fe

v a ler o sís im o , tú da la respuesta q u e qu ieras» .

E n to n ces seren o e n su f irm eza de carácter, s in en co lerizarse

contra e l e n e m ig o , d ic e e l general: « N o e s n e c esa r io respond er

ahora al cru el e n e m ig o . D e b o m ed itar durante a lg u n o s d ías la s

in stru cc io n es d e l fero z tirano y d esp u és o s daré la s m ías» . H a ­

b la n d o d e e s te m o d o , ord en ó ten er lo s b a jo v ig ila n c ia m ien tras

preparaba va lero sa s em presas. ¿Q u ién p u d o esperar que q u ed a ­

b a u n a sa lv a c ió n para a q u ello s h o m b res? ¡C uánta to lera n c ia la

d e l gran general! ¡Cuánta su b on d ad y su m oralidad en e l m a n ­

do! L o s cora zo n es bárbaros se h inchan , in fla m a d o s por una c ó ­

ler a d esm esu ra d a : é s te actúa c o n c le m e n c ia , g o b ern a n d o c o n

d ig n id a d ro m a n a . N o q u iso c a st ig a r a lo s so b e r b io s c o n u n a

m u erte in m e d ia ta , s in o sa lv a r a lo s h u m illa d o s y a liv ia r a lo s

so m e tid o s . A s í p erm an ece y perm an ecerá siem p re la virtud ro ­

m ana: reprim e y sa lva , prom ete e l perdón d esd e la ira.

48 Marco Aurelio Maximiano compartió el poder con el emperador Dio- cleciano, instaurador de la Tetrarquía, durante los años 286 a 304 d. C. y tuvo que enfrentarse a las tribus de moros y beréberes que se rebelaron en África.

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6 2 JUÁNIDE

510 C uando L u c ífe r o 49 ex ten d ió su s ra-Se levanta el campamento y 0S r e s p la n d e c ie n te s s a l ie n d o d e la s

de los romanos que ■avanzan h ad a el enemigo. aSu a s d e l O c e a n o , e n to n c e s e l g en era l

Discurso de Juan d a o rd en d e le v a n ta r to d o e l c a m p a ­

m en to y d e sa lir a la s fa la n g e s e n a p i­

ñadas f ila s . D a n d o la señal, g im e terrib le, c o n e sp a n to so canto ,

la trom peta d e h u ec o b ronce, arrojando d e l p e c h o e l d u lce su e ­

ño . S e dan á n im o s lo s so ld a d o s — e l c la m o r lle n a la s tien das—

515 y ex h o r ta n a l co m p a ñ ero ; e n to n c e s lo s e sc u d e r o s arrancan la

te la d e la s tiendas, fijada al su e lo , traen d e la s altas caballerizas

a lo s c a b a llo s adorn ad os c o n p la c a s d e m e ta l y r e c o g e n to d a s

la s arm as. P ero cuand o e l ejército e m p iez a a avanzar, form ad os

520 lo s escu a d ro n es, y a m ostrar p o r la llan ura la s á g u ila s v ic to r io ­

sa s , p o n ie n d o a s í o rd en a la s p r e o c u p a c io n e s e n su c o ra z ó n ,

siem p re atento , advierte é l m ism o a su s ca p ita n es, refir ién d o les

y m o strán d o les la situación: « ¡O h , e jérc ito rom ano, oh , f id e lís i­

m a esp era n za d e l E sta d o , oh , v a lo r y h on ra d e l m u n d o , e l m ás

525 s ó lid o s o s té n y le a lta d d e l Im p er io y r e c o m p e n sa a n u estra s

em p resa s , aun qu e b ie n c o n o c é is la c o n fia n z a q u e d eb em o s p o ­

ner e n e s te p u eb lo , y o m ism o o s recordaré, s in em bargo , la s in ­

s id ia s , lo s e n g a ñ o s y la s tr a ic io n e s p r o n o s t ic a n d o lo q u e h a y

q u e tem er y e x p o n ie n d o lo q u e h a y q u e hacer. L a s duras bata­

l la s n u n ca ca rec iero n d e m a lv a d a s tra ic io n es: e l e jérc ito m oro

530 s ie m p r e c o m b a tió m e d ia n te in s id ia s 50 y a c e c h ó , c o n f ia d o en

d u d osas arm as; só lo e l en g a ñ o m a n tien e a la s fu erza s m asila s y

49 Es el nombre latino de Fósforo, la estrella matutina, también llamada Heósforo. Frecuentemente es personificado en poesía como el astro que anun­cia la Aurora y trae la luz del día.

50 Es característico de la estrategia de los moros el sorprender al enemigo desprevenido e indefenso mediante estratagemas y emboscadas. La técnica de los moros que detalla en este caso Coripo y que consistía en acorralar al enemi­go en un valle, provocando después una emboscada, ya la explica L u ca n o en la Farsalia IV 736-748.

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LIBRO I 63

h a c e lu ch ar a lo s co b a rd es, m ien tra s la s ro ca s o fr ez ca n e sc o n - 535

drijos e n lo s m ás a ltos m o n tes o lo s r íos d e ex ten sa s orillas o e l

c a m p o d o n d e s e e x t ie n d e la v e r d e o l iv a o lo s á rb o les d e fr o n ­

d o s a c o p a p e r m ite n a l e jé r c ito p e r m a n e ce r e sc o n d id o e n e l

c a m p o . C o n e sta s a stu cia s p r o v o c a e l m o ro la lu c h a , d e m o d o

q u e, a l aparecer d e rep en te con ra p id ez , a te m o r ice a l e n e m ig o

d esp re v e n id o y lo a sed ie , in seg u ro , c o n fia d o e n su nú m ero , en

e l terreno y e n lo s ca b a llo s d om ad os; e n to n c e s s e en v ía n m a lí- 540

c io sa m en te u n o s p o c o s guerreros a lo s lla n o s c a m p o s para pro­

v o ca r e l co m b a te y h u y en al ser v is to s para atraer a m ás e n e m i­

g o s . E l m oro b lan d e lan zas c o n punta d e h ierro y n o c esa d e dar 545

v u e lta s c o n su ca b a llo d o m ad o; p ero c u a n d o se a cerca e l e n e ­

m ig o , h u y e c o n h a b ilid a d para d isp ersar , a stu to , la s fila s ord e­

nadas m ientras lo p ersig u e un a tropa n u m ero sa q u e se cree v e n ­

ced ora , ex ten d ién d o se en lo s ca m p o s e n tod as d ireccio n es. C on

e sta s e stra ta g em a s ac tú a e l m o ro c o b a rd e s im u la n d o la lu ch a ,

hasta co n d u cir al ejército contrario en m e d io de lo s e n e m ig o s y

lo en c ierra e n v a lle s s it ia d o s . E n to n ce s cu a n d o s e d escu b re e l 550

e n g a ñ o , a flo ja la s duras r iend as y h a c e v e n ir d e tod as partes a

la s bandas que perm anecían ocu ltas. É l, q u e e s p resa de un m ie ­

d o atroz, h u y e e n e l prim er tum ulto: a é ste , que e l m ism o m ied o 555

h a c e tem ero so , abate e l m oro c o n duro g o lp e . P ero s i v a lero sa ­

m en te lo s so ld a d o s le s h acen fren te c o n firm eza , n in guna tropa

p e r se g u irá a q u ien es se a trev en a lu ch ar , s in o q u e huirán v o l ­

v ie n d o lo s su a v es c u e llo s d e su s c a b a llo s : d e e s te m o d o a b an ­

d o n a n e l c o m b a te . A s í c a e e l e jé r c ito q u e h u y e , a s í r e s is te e l seo f irm e . P u e s la fo r tu n a abatirá a lo s c o b a r d e s y ayud ará a lo s

prudentes y v a le r o so s51 : pu es c o n frecu en c ia v o lv ió a ver a m u ­

c h o s y ¡cuántos obtu v ieron la v ic to r ia d e e so s m ism o s peligros!

C o m o d e b e n ser lo s ca p ita n es, p ru d en tes , fu er te s y f ie r o s , q u e 565

51 La sententia recuerda el virgiliano audentes fortuna iuvat (Eneida X 284).

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6 4 JUÁNIDE

d em uestre ca d a u n o su s fuerzas en e l m o m en to crítico d e la b a­

talla . Q u e é sa se a la em p resa d ign a d e vu estro v a lor. D isp o n e d

la s trop as e n e sc u a d r o n e s y q u e a v a n c e n to d a s la s e n se ñ a s en

m a n íp u lo s o r d e n a d o s . Q u e s e a c tú e so b r e to d o c o n la m a y o r

p ru d en c ia , se g u id , v ig ila n te s , e s ta s r e c o m e n d a c io n e s : d e e s te

570 m o d o v en ceré is a lo s e n em ig o s . Q ue p reced an lo s o fic ia le s , ca ­

da u n o e n su orden , a la tropa y q u e m ien tras v a y a n lo s cap ita ­

n e s a exp lorar lo s v a lle s so sp e c h o so s y a preparar ca m in o s ac­

c e s ib le s . T o d o e l ejército estará seguro c o n esta s d isp o sic io n es:

y e l e n e m ig o n o ven d rá por sorp resa a l q u e e s p ru d en te y per-

575 m a n e c e r o d e a d o d e lo s s u y o s . P ero s i e l e jé r c ito m o r o , a c o s ­

tum brado a la s oscuras tram pas, ataca, antes u n v e lo z m en sa je ­

ro a c a b a llo lo traéra h a sta m is o íd o s y hará apresurarse a la s

c o h o r te s c o n c a u te la . R e co r d a d e s to , c a p ita n es: c o n f ia d e n la

ju sta sa lv a c ió n » .

580 E sto d ijo e l g e n e ra l y e l e jér c ito lo a cep ta c o n p alab ras d e

aprobación: lo a laban , le a p lau d en y lo aprueban , se reg o c ija n

e n su co ra zó n y , a legres, e jecu tan su s órd en es c o n so licitud .

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LIBRO SEGUNDO

M ien tra s ta n to , se e x p u lsa al m o ro

Huida de los moros destructor de r eg io n e s enteras y e l en e -

tien d a s e n lo s b o sq u e s . L o s p r o fu n d o s v a l le s y la s in c lin a d a s

c o lin a s se llen a n d e inn um erab les tribus q u e cubren lo s an ch o s

ca m p o s y lo s r ío s s in u o so s . A p iñ a d o s e scu a d ro n es im p id en v er

la tierra lim ítro fe y la ch o za c o lg a n te o cu lta las co p a s de lo s ár­

b o le s e n lo s a ltos b o sq u es . H u y e d e aqu í to d o tip o d e an im ales

tem ien d o lo s v en a b lo s d e l m oro sanguinario; pero s in poder e s ­

capar, d esgraciad os, a tam aña destru cción , sin o q u e y a cen e n e l

su e lo c o n lo s d ardos c la v a d o s e n e l p e c h o . N o p u d o e l tiern o

pájaro co lg a r su querido n id o d e la s altas ram as o entre e l fo l la ­

je ; p u es lo s m o ro s atan su s tien d a s a to d o s lo s á rb o les para l e ­

vantar u n te c h o y e n n in g ú n m o n te q u ed a y a u n a c im a v a c ía :

ig u a l q u e se o c u lta la tierra, cu b ierta p o r u n a n u b e cargada de

n ie v e , y lo s ca m p o s, lo s m o n tes y to d o s lo s árboles están b la n ­

c o s y e l m ism o m o v im ien to d e l aire es lim itad o; la s abundantes

llu v ia s arrebatan la apariencia e v id en tís im a de la s co sa s y n o se

ante el avance de los romanos.

Invocación del poeta a Justiniano

y a las musas

m ig o a d v e r so lo a p la sta e n su a g ita ­

c ió n . A l h u ir , a b a n d o n a a terrorizad o

la s c iu d a d es s itia d a s y a g o b ia d o p o r e l

m ied o a cu d e corriend o a lo s altos m o n ­

te s para m ontar y p roteger su s fun estas

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66 JUÁNIDE

r e c o n o c e n lo s astros en n in g u n a c o n s te la c ió n . ¿Q u é p o e ta c o n

u n a n u e v a té cn ic a m e pondrá e n orden tan tos p u eb lo s , tribus y

b a ta lla s52? T ú, Justin iano, en séñ a m elo to d o , c o n tu ayuda: pero

h a z partícipe a la m usa de d e lic io so en can to . Q u e e lla d isp on ga

m is v e rso s q u e v a c ila n entre in só lita s palabras: tan sa lva jes so n

lo s n o m b res vo c ifera n tes e n la len g u a bárbara.

V a e l prim ero a la guerra, o b lig a d o Enumeración p 0r ja m uerte fraterna, A n ta la s 53 prín-

de las tribus >> los jefes ^ ^ | QS m o r o s qUe e n otro tiem p oque participan en

el combate fu e sú b d ito d e lo s e m p e r a d o r e s r o ­m a n o s , gra to a lo s c a p ita n e s y f i e l a

n u estro s d ir ig en tes: p r o v o ca n d o al c o m b a te , fu r io sa m e n te en ­

c o le r iz a d o , le v a n tó su te m ib le d ie stra c o n la q u e em p u jó c o n

v io le n c ia a to d o s su s p u eb lo s, cub iertos d e b ron ce , h a c ia la s re­

c o m p e n sa s d e la guerra. F u e f i e l a la p a z e s ta b le c id a e n la s

fro n tera s l ib ia s y la m a n tu v o du ran te d ie z a ñ o s e n te ro s . ¡A y ,

q u é in d iscr ec ió n d e u n j e fe ignorante p r o v o c ó la lu ch a , h a c ien ­

d o rea v iv a rse la s lla m a s apagadas! L a lo cu ra sem b ró en to n ces

la s s e m illa s d e la p e lig r o sa guerra; la c ó le r a fa c il i tó e l c r im en

d e la p e r f id ia y e l g e rm e n d e tan ta m u e r te . C o n m á s d u reza

p r o v o c ó a la s rudas tribus d e L ib ia , p ro m o v ien d o m atanzas en

tod o e l orbe.C on escu ad ron es d e la m ism a raza lo s ig u e n lo s f r e x e s 54 en

apretadísim a form ación; c o n c u e llo a ltiv o a laban a su dirigente,

52 Tópico de la falsa modestia (cf. nota 8).53 La muerte de su hermano Guarízila se llevó a cabo por orden de Solo­

món, el pacificador de África antes de la llegada de Juan Troglita, sin conside­rar su fidelidad al imperio mantenida durante años.

54 Una de las tribus que habitaba las estepas y llanuras del sur de Tunicia y en época bizantina de las más temibles entre las poblaciones indígenas de es­ta región. Bajo el mando de su gran jefe Antalas, habían derrotado más de una vez a los ejércitos de los reyes vándalos y tanto por el prestigio de sus fuerzas como por el nombre de su rey, ejercían sobre las tribus vecinas una autoridad incontestable.

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LIBRO Π 67

p u eb lo fuerte, de hom b res duros y fiero e n e l p e lig ro de la g u e- 45

rra, tan to s i v a a p ie , a n tic ip á n d o se p o r la llan u ra a través d e l

e n e m ig o , c o m o s i e sp o le a lo s ijares d e su ca b a llo relin ch an te .

P o r u n a parte, em p u ñ an su s arm as lo s v e lo c e s e scu a d ro n es de

c a b a lle r ía q u e a co m p a ñ a n a S id if a n 55. É l v u e la im p e tu o so en

m e d io d e la form ación , co n fia d o en su ca b a llo , y , en érg ico , p o ­

n e e n m o v im ie n to a la s fa la n g e s arm adas, p r o v o c á n d o la s , c o ­

rriendo, in d ó m ito , aq u í y a llá por lo s a n ch o s ca m p o s. P or otra, 50

la s coh o rtes de S in u sd isa se ex tien d en ráp idam ente por e l ca m ­

p o d e b ata lla y lo s silv a ca s am enazadores y lo s naffur, de cru e­

le s arm as y e l fero z S ilc á d e n it56, q u e e n lo s ca m in o s apartados

d e lo s e le v a d o s b o sq u es prepara b a ta lla s te m ib le s por su s e m ­

b o sca d a s, am edrenta a lo s e n e m ig o s c o n la c o n fu s ió n d e l lu gar 55

y e s d escu b ier to , fuera d e sí, e n so m b río s c r ím e n e s 57. A c o n t i­

n u a c ió n avanzan lo s q u e h ab itan la s m o n ta ñ a s d e G úrubi y lo s

v a lle s e s tér ile s , la s c o lin a s d e M ercu rio e í f e r a 58 d e fro n d o so s

55 Nada se conoce sobre los nombres de Sidifan o Sinusdisa (v. 51), que me inclino a interpretar más como referidos a personajes que a tribus. La difi­cultad que plantea Coripo consiste en que en muchas ocasiones no puede dis­tinguirse entre los nombres referidos a grupos y a individuos, pues con frecuen­cia las tribus son nombradas con términos en singular.

56 Los silvacas y silcádenit, cuya situación geográfica nos es desconocida — sólo se nombran algunos lugares como Gúrubi, Mercurio e Ifera— pertene­cen al mismo grupo que los Frexes, al igual que los Naffur, que parecen estar establecidos al sudeste de la Bizacena y que se encuentran continuamente aso­ciados a las empresas de Antalas.

57 Cf. nota 43.58 Resulta difícil la identificación de estos lugares. D i e h l (L ’Afrique By­

zantine..., pág. 3 0 4 ,1) habla de un país montañoso y boscoso, en la península del cabo Bon, que se extendía desde Curubis (Kourba) hasta el promontorio de Mercurio. Para S h e a (The Iohannis..., págs. 54-55) resultaría tentador identifi­car Gurubi con Curubis, la actual Gurba que, según Ptolomeo, el Itinerarium Antonini y Cellario, está entre Hadrumentum y Neapolis, cerca del promontorio de Mercurio.

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6 8 JUÁNIDE

b o sq u es; c o n e llo s m archaba e l im p o n en te A u tílite n 59 q u e n o le

ib a a la z a g a e n la s a trevidas em p resa s d e su pad re , p r e fec to y

a lia d o e n la guerra y q u e a n a d ie era f ie l; dab a r ien d a su e lta a

su s c r ím e n e s in c e n d ia n d o , r o b a n d o c o n cru e ld a d , m a ta n d o y

l le v á n d o se lo to d o por la fuerza . Iban lo s s ilv a iz a n y lo s n ó m a ­

d as m á c a r e s60 q u e e n lo s a lto s m o n te s esca rp a d o s y e n lo s e s ­

p e so s b o sq u es levan tan sus erizadas tien d as, p ro teg ién d o se tras

la som b ra d e u n a roca; lo s silza c ta s y lo s v e lo c e s c a u n e s 61, en ­

tre q u ien es derram a su corriente e l V ádara a su p a so por lo s lla ­

n o s y m e z c la la s fu e n te s c o n su s a g u a s , p o r d o n d e d ir ig e su

cu rso , d e sd e la c im a de u n m o n te , sob re la h ierb a d e su s curva­

d a s o r illa s . A c u d ie r o n a co m b a tir lo s p u e b lo s q u e a lim en ta e l

A g a lu m n o , a l q u e p u ed e v e rse alzar su e le v a d a c im a en m ed io

d e la s n u b e s , y e l M a c u b io 62 q u e so s t ie n e lo s astros d e l v a sto

f irm a m en to ; y lo s p u e b lo s a lo s q u e (* * * ) a lim e n ta atand o la

e sc a s ís im a ceb a d a cargada d e paja d e la tierra l le n a d e m aleza .

S a sca r a c u d e ta m b ién a la lla m a d a d e sd e terr ito r io s le ja n o s y

lo s á s tr ic e s , A n a cu ta su r , C e lia n o e i m a d a s 63, Y lo s p u e b lo s

59 Sin duda, es otro jefe moro, aunque nada se conoce sobre su identidad.60 No sabría decirse exactamente dónde se encontraban establecidas las

tribus de los silvaizan y mascares cuyas tiendas estaban cubiertas de follaje, de ahí el adjetivo «erizadas» (horrida). A l parecer, las tribus revueltas y mal so­metidas se refugiaban en las regiones montañosas del norte y del interior de la provincia proconsular.

61 Estas tribus ocupaban el alto valle del Bagradas, hacia el punto donde el río se escapa de las montañas para entrar en la llanura y con seguridad cubrían la región accidentada y difícil que se extiende entre Khamissa (Thubursicum Numidarum) y Soukarrhas al oeste, Chemtou y el K ef al este.

62 Montes del sur de Bizacena; ambos se sitúan a cuarenta kilómetros aproximadamente de la antigua ciudad de Thelepte.

63 No sabemos con seguridad si el nombre de Sascar alude a un individuo o a una tribu. Los mecales o imadas eran tribus que vivían sobre la orilla de la Pequeña Sirte, en los confines mismos de Tripolitania y Bizacena, entre el lago Tritón y el mar; y cerca de ellos el numeroso y poderoso pueblo de los ástrices, cuyo territorio se extendía cerca de la costa.

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LIBRO II 69

q u e p o sey e r o n la encresp ada Z é rs ilis d e r ed u c id o s ca m p os. La

d esh o n ro sa G á lica m and a en seg u id a su s s in ie stro s hom bres; y

n o c esa n lo s fu n esto s cam pos d e enviar a lo s p u eb lo s que la n u ­

tr ic ia T ilíbaris rec ib ió d e las tierras de T alante , por donde M ar­

t a 64, cread ora d e l m a l, p r o lo n g a a l m ar su s arenas m e zc la d a s , so L a tropa rom ana h u b iera ev ita d o v er e s to s fu n es to s ca m p o s, si

e l d estin o , a m en u d o e n em ig o d e lo s b u en o s, hubiera perm itido

rom p er lo s h ilo s d e la m uerte: a s í tú lo d isp u s is te , P adre e m i­

n en tís im o , a sí lo e x ig ía n tus órdenes.

U n m e n sa je ro , a tra v esa n d o h a sta lo s m á s r em o to s terr ito - 85

r io s d e L ib ia , c o n v o c a a la s tribus in d ó m ita s para luchar contra

lo s extranjeros. E l i la g u a s65, q u e nu nca fu e v e n c id o , acude co n

n u m ero so s so ld a d o s y aterroriza al orbe en tero corriendo d e un

la d o a otro. L o s ig u e e l sa lv a je á u stu r66 c o n la s r iend as d e su s 90

ca b a llo s a flo jadas, co n fia d o e n su s fu erzas, v a lero so en arm as y

su p erio r só lo e n n ú m ero . P u es e l áustur guerrero , a n s io so por

entablar eq u ív o ca s bata llas e n lo s c a m p o s, lev a n ta m uros am a­

rrando lo s c a m e llo s y c a v a fo s a s y c o lo c a g a n a d o d e d is t in ta 95

c la se , rod eá n d o se de un apretado c írcu lo para im p ed ir co n o b s ­

tá cu lo s e l ataque de lo s e n em ig o s y cerrarles e l p a so en su c o n ­

fu s ió n 67. C orre e n to n c e s e l c ru e l ila g u a s a abatir a lo s e sc u a -

64 Para D iehl (L’Afrique Byzantine..., pág. 3 0 3 ,1), Zérsilis puede ser Ger- gis, en la costa de la Pequeña Sirte; Talalati y Tilíbaris fueron en otro tiempo estaciones de la ruta de Tacapae a Leptis Magna, y capitales de los territorios militares; Gálica y Marta se situaban al sudeste de Gabés.

65 La más importante de las tribus de los marmáridas es la de los ilaguas o laguantan, sin duda los leuathai de Procopio. Establecida, al parecer, en los confines occidentales de Tripolitania. Durante muchos años esta tribu comenzó y dirigió todos los ataques emprendidos contra el país bizantino. Parece además haber ejercido sobre las tribus vecinas una especie de preeminencia.

66 Los áustures, rápidos jinetes, acostumbrados a vivir de robo y de pilla­je, vivían, según indica Amiano Marcelino, entre Leptis Magna y Cirene.

67 Coripo alude a una táctica típica de los moros, la de proteger el campa­mento con los propios animales (cf. IV 598). También P rocopio (Guerra con-

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7 0 JUÁNIDE

drones entre lo s estrech o s m uros y se d ir ig e c o n seguridad a lo s

c a m p o s p e r sig u ien d o y cerrando e l p a so y c o n in au d ita m atan-

100 z a se e n fu r e ce , destructor, contra e l d e sg r a c ia d o e jérc ito . T ie ­

n en e l ariete, arm a m onstru osa de guerra, y levan tan sus tiendas

d e m anera ord en ad a c o n la s e n señ a s c o lo c a d a s e n d iv e rso s s i­

t io s , raza esp a n to sa de hom b res aguerridos, audaz por sus in n u ­

m erab les v ic to r ia s , q u e n o deja nu n ca d e luchar, im p ía y cruel;

n o tem e d estru cción alguna, aunque p u d o haber tem id o o le se -

105 rá p e r m itid o m e re c id a m e n te : q u e s e a rrep ien ta du ran te la rg o

t iem p o d e haber s id o cruel. P u es e l p o d er o so Ila g u a s, postrado

e n otro tiem p o c o n un a herid a por lo s a n ch o s c a m p o s, en tregó

lio su s terrib les lan zas, p o n ien d o f in a lo s b o tin es y batallas. E l f e ­

r o z Y e r n a 68 era su j e f e y sa c e rd o te d e l d io s G ú r z i l69. D ic e e l

p u eb lo q u e su padre e s e l corn ifero A m ó n 70 y u n a brava b e c e ­

rra su m adre: ¡tan gra n d e e s la lo c u r a d e la s m e n te s c ie g a s !

¡A y , a s í e n g a ñ a n lo s d io se s a su s d e sg r a c ia d o s p u e b lo s ! A c u ­

d e n lo s i fú r a c e s 71, ex p erto s e n arm as h o s t ile s : su in fa n ter ía se

d is t in g u e p o r lo s e sc u d o s y arm as r e so n a n te s , p o d e r o sa e n e l

m a n ejo d e la e sp a d a cu a n d o a ta ca a l c r u e l e n e m ig o . L a tropa

tra los Vánd. IV 11, 17-20) hace alusión a este sistema de defensa en el ataque de Solomón a los moros. El camello, animal indispensable paj-a los nómadas de Tripolitania, es utilizado al mismo tiempo como animal de carga, como montu­ra y animal de combate.

68 En el gran levantamiento del 546, Yerna, jefe de la tribu de los laguan- tan, fue nombrado general en jefe a la cabeza de todas las tribus de Tripolitania.

69 Divinidad adorada por la tribu de los laguantan, cuyo nombre servía a sus adoradores como grito de guerra en las batallas y su imagen, llevada como fetiche en medio de los combates, era regada, la víspera de la lucha, con la san­gre de los sacrificios.

70 Dios de Tebas, en Egipto, que era adorado bajo la forma de un camero. Había sido asimilado a Zeus por los griegos. O v id io (cf. Metamorfosis V 17; X V 309) utiliza también el adjetivo «cornifero» (corniger) al referirse a Amón.

71 Sobre la tribu de los ifúraces no se conoce nada, sólo sabemos por Cori­po que eran soldados de infantería.

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LIBRO Π 71

m u c tu n ia n a 72 q u e hab ita la d esier ta T r íp o li baja d e sd e la s t ie ­

rras cá lidas; la m alvada G ádabis en v ía h om b res d esd e su c iu da-

d e la y la p ér fid a D íg d ig a 73, er iza d a d e terr ib les m urallas, p r o ­

p o r c io n ó un a fo rm a c ió n a la s tierras v e c in a s . E n to n ces acu d en

lo s p u e b lo s q u e barren lo s e sta n q u es c o n su s ch a lu p a s v e la n i-

d e s 74 y corren co n hab ilidad por la su p erfic ie d e l agua, arrojan­

do su s curvados an zu e lo s a lo s p e c e s tem b lorosos.

L o s b a r c e o s 75 r iv a liza n en su c ó le ra c o n acostu m b rad o fu ­

ror, co m ie n z a n a abandonar su s tierras y a tratar d e obtener la s

nuestras. L a ira y la guerra proporcion an arm as y u n a raza dura

a e s to s hom b res. N o lle v a n lo s e sc u d o s y la s esp ad as am enaza­

doras ceñ id a s al co stad o , co m o d e costum b re, s in o q u e co n una

cu erd a q u e lo s ro d ea , l ig e r a m e n te ajustada , su jeta n las v a in a s

c o lg a n d o d e su s b razos d esn u d o s. Y n o adornan lo s m oros sus

brazos c o n m angas d e tún ica n i s e c iñ en c o n cin turones in cru s­

ta d o s d e n in g u n a c la se d e cu en ta s, s in o q u e , d e sc e ñ id o s , e x c i ­

tan a su s f iero s escu ad ron es al co m b a te lle v a n d o d o s lan zas de

h ierro m u y p e sa d o . U n to sc o m a n to a c o lc h a d o 76 q u e c u e lg a ,

anu dad o, d e lo s m iem b ro s le s c a e bajan do d e sd e lo s hom bros;

d e sp u é s , u n m an to d e te la , atado c o n u n fu erte n u d o , le s cubre

la negra ca b eza y bajo la negra p lan ta p isa e l áspero p ie m oro.

72 Para M azzucchelli (en I. Bek k er , Merob. e t Corip., pág. 231) esta tri­bu debió de vivir cerca de la ciudad de Macuma o Macumades Syrtes.

73 P ro c o p io sitúa el pueblo de Gádabis cerca de Leptis Magna (Edif. V I 4, 12) y Dígdiga es referida en la Tabula Peutingeriana como el municipium Se- lorum.

74 No se sabe nada de los velanides, ni siquiera si se trata de una tribu, ex­cepto que se los nombra con relación a las ciudades de Gádabis y Dígdiga.

75 Son probablemente los habitantes de Barca, que aparece en el Itinera­rium Antonini, conocida también en la antigüedad como Ptolemais e identifica­da con la moderna Tolometa. Este pueblo es mencionado por Heródoto y Ptole- meo.

76 Procopio nos da también esta característica de los moros: «En cualquier época van vestidos con una túnica basta y un manto de tela áspera».

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72 JUÁNIDE

A tantos p u eb lo s m oros sop ortó Á fr ica en la guerra. ¿Q uién

p o d ría p en sa r q u e ha so b r e v iv id o la d e sd ic h a d a ? P ero n o fu e

esto su fic ien te , ¡oh, d io ses! A l instante se levan ta , audaz, d esd e

uno y otro territorio, e l j e f e e n e m ig o in d ig n a d o por la destruc­

c ió n que la tropa rom ana le ca u só antes a é l c o n lo s estragos d e

la guerra: por e so , terrib le, a cu m u la ahora tanta ira. L e a c o m ­

pañ an in n u m era b les tribus: lo s q u e v iv e n e n G ém in i P e tr a 77 y

en lo s ca m p o s d e Z érq u ilis cu b iertos d e m a lez a y lo s que hab i­

tan lo s in fa m es m on tes del fu n esto N a v u so y lo s lugares d esier ­

to s y lo s q u e a lim e n ta la s e c a tierra d e la e x e c r a b le Á r z u g is

— a sí la llam an lo s an tiguos— . L a tropa aurasitan a78 baja d e las

tierras a ltas; su s lín ea s d e in fan ter ía no p u ed en ven ir a co m b a ­

tir, pero su caballería lu ch a co n valor. L lev a n en to n ces d o s lan ­

zas d e duro enebro y aguda punta d e h ierro y a m en u d o un lig e ­

ro e sc u d o to sc o p en d e de la dura e sp a ld a o le s c a e su sp en d id o

d e l c o s ta d o y la e sp a d a m ism a , fu lm in a n te , le s c u e lg a , atada,

d e l hom bro izquierdo. E l m oro labrador, q u e s ie g a d o s v e c e s al

a ñ o las m ie s e s d e la c á lid a V a d is 79 atan d o la c eb a d a en p a ca s

bien apretadas, e s presa d e d e lir io , ¡ay!, sob re la se c a arena del

ca n d en te F eb o . ¡Q ué grande e s e l afán d e b otín ! S e h a ce fren te

77 Los territorios que ahora se nombran estaban ocupados por las tribus de Numidia. Gemini Petra es el precipicio mencionado por P ro c opio y llamado Geminianou pétra (Guerra contra los Vánd. II 20, 23). Zérquilis es, según P artsch (en G. W. Sh e a , The iohannis..., pág. 57),' la otra fortaleza del monte Aurasio, que P rocopio llama «Serboule» (Guerra contra los Vánd. II 19, 19). Los montes de Navuso y la tierra de Árzugis son más difíciles de identificar.

78 A sí llamada por vivir en los territorios cercanos al monte Aurasio.79 Vadis estaba situada cerca del monte Aurasio, Pr o c o pio la situa al pie

(Edif. VI 7, 8). P artsch (Corippi Africani..., pág. XV) la identifica con la mo­derna Badis. En las regiones montañosas y llanuras fértiles vivían las poblacio­

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LIBRO II 73

al ardiente calor, se soporta la sequ ía , e l ardor del e stío y la sed

por e l afán d e una guerra sa lvaje y e l d e se o del in d ig n o dinero.

E l v a lero so e jército , apresurándose, Primer enfrentamiento v e fa y a a ]o s e n e m ig o s ap iñ ados en las

n o dejaban ver n in guna cum bre. T o d a s la s v iv ie n d a s perm ane­

c en ocu ltas. P or todas partes su en a una v o z cruel con fu n d id a en

e l a ire. S e creería q u e, un fu erte tem p ora l, al desatarse , sacu d e

lo s b o sq u e s y la s s e lv a s so n o ra s y q u e s e e stre lla n en la c o sta

la s a g u a s en trech o ca d a s del m ar. S e a g u d iza , por una parte, el

griterío d e lo s jó v e n e s , e l re lin ch o e n lo q u ec id o d e lo s cab a llos ,

por otra. G o lp ea n el aire las m adres c o n te m b lo ro so s g em id o s.

L a tierra h ie r v e e n to n c e s en a g ita d o tu m u lto . V ie n e e n to n c e s

un gru p o d e p asto res h u yen d o d e lo s v a l le s ante la lleg a d a del

e n e m ig o . E l b a lid o d e l g an ad o r esu e n a p o r lo s p rad os y brota

de la arena un p o lv o denso . Y a corría e l ca b a llo por lo s cam p os

c o n la s r iend as a flo jad as y era e l p r im ero en arrebatar la presa

entre lo s reb años ahu yentados. E n to n ces le s sa len al paso , d e s­

de un p e lig r o s o d e sfila d e ro , u n o s p o c o s e n e m ig o s pero n o se

le s v e avanzar ordenados en escuadrón a lg u n o ni am enazar im ­

p e tu o so s a lo s e n e m ig o s que se en cu en tran en fren te , s in o que

só lo se en fu recen c o n un griterío . L a tropa en to n ces busca d es­

d e lo s b o sq u es lo s m a n to s a g ita d o s p or fr e c u e n te s m o v im ie n ­

tos, llam an d o en su ayuda, segú n la costum b re, a la s m ultitudes

d e m o ro s. A s í p u es , lo s v e lo c e s fr ex e s a cu d en v o la n d o al p r i­

m er en fren ta m ien to en un co m b a te s in im p o rta n c ia y aseguran

s ó lo lo s g a n ad os: p u es la im p la ca b le fo r m a c ió n n o lle v a arm a

alguna.

sin importancia entre romanos

V moros

c im as d e lo s m o n te s y c o lin a s y lo s lu ­

g a res h u m e a n te s d e l la m a s y lo s b o s ­

q u es q u e cu b r ía e l c o m p a c to e jér c ito

nes sedentarias que cultivaban la tierra, mientras que en el límite del desierto o en las vastas estepas propicias para los pastos, la vida nómada persistía.

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7 4 JUÁNIDE

N o se in ic ió , s in e m b a rg o , la bata -

Unapatrulla romana l ia c o n derram am ien to d e sangre. P u esse adelanta G éisir it, j e fe v a ler o so , s e h ab ía adelan-

para espiar al enemigo . , , - . ̂ ,y « descubierta tado a la fo rm a c ió n p or orden d e l gen e-p o r los moros ral, a co m p a ñ a d o d e l sa b io A m a n c io 80,

190 para ex p lo ra r lo s terr itor ios e n e m ig o s ,

so n d ea r lo s v a lle s y a llan ar lo s c a m in o s , se g ú n la co stu m b re .

L o s e jér c ito s ro m a n o s se asien ta n ahora e n u n e le v a d o m o n tí­

c u lo y c o n te m p la n c o n su s o jo s a lo s p u e b lo s im p ío s ; e n su

195 p e n sa m ie n to dudan q u é h a n d e referir a su ilu str e g en era l. N o

p u ed en soportar aqu el tum ulto n i ob serv a n c o n d e ta lle aqu ellos

parajes a testad os. ¿ Q u ién p o d ría v er ta n to s m ile s d e h om b res?

T a n to s c o m o la la n g o sta q u e c a e cu a n d o so p la e l a u s tr o 81 y se

e x tie n d e b a jo la s e stre lla s so b re lo s c a m p o s d e L ib ia a l acabar

la p r im a v era o cu a n d o e l n o to le o r d e n a p r e c ip ita rse d e sd e e l

200 a lto c ie lo a l m ar y u n en o rm e to rb e llin o la arrastra: e l co ra zó n

de lo s ca m p esin o s vac ila n tes se e strem ece ante e l tem or d e que

la terrib le p la g a triture la s co sech a s, d ev a ste lo s tiernos frutos y

lo s h u ertos q u e em p ieza n a verdear o d añ e la o l iv a q u e f lo re ce

e n tiernas ram as.

205 Y y a ib a a v o lv e r se la tropa rom a n a c o n lo s in fo r m es para

su general, cuand o e l e n em ig o , q u e se encontraba cerca , rápida­

m e n te lo s ro d ea . Y a v a n za b a n ahora la s f i la s d e e n d u re c id o s

hom b res. A cu d en lo s e n em ig o s ap iñ ados d esd e lo s m o n tes y de

to d o s lo s d e sfila d e ro s , d erram án dose por to d o s lo s ca m p os: e l

áustur y la tropa m utu n iana q u e se p o n e e n m o v im ie n to , ardo­

ro sa , c o n arm as in d ó m ita s. L e s s ig u e e l v a le r o so ila g u a s . Y e l

ejérc ito , tra slad án d ose cerca d e la m u ch ed u m b re en e m ig a , c o -

210 rría y a c o n inn um erables cab a llos; crea la c o n fu s ió n y lo s h o s t i­

g a y se con cen tra m á s y m ás e n apretada fo rm a c ió n , dom in an -

80 Amancio era el escudero de Juan Troglita.81 Viento del Sur.

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LIBRO II 75

d o a lo s so ld ad os. L as lanzas m ism a s estrech an e l cam po d e ba- 215

ta lla y u n en o r m e e s tré p ito g o lp e a la tierra . C o m o c u a n d o el

v ien to em puja c o n fuerte silb id o a la s n u b es q u e corren; en to n ­

c e s se in fla m a un nubarrón c o n frecu en tes re lám p agos y la tor­

m enta , q u e lle g a por e l fren te contrario, s e desata , arrojando un

terr ib le g r a n izo d e e n o r m e p e so : e l v ia je r o , so m e t id o p o r la s 220

l lu v ia s y v ie n to s , in c lin a n d o e n to n c e s su ap en ad o rostro, tirita

d e fr ío c o n u n ca sta ñ e tea r d e d ie n te s; a s í e n c o r v a la e sp a ld a ,

v e n c id o , y e n c a m in á n d o se a lu g a r es s e g u r o s , co rre h a c ia lo s

b o sq u es y v iv ien d a s. D e l m ism o m o d o se retiraba v en c id o e l j i- 225

n e te rom an o , ante e l ataque d e l p o d er o so e n e m ig o . A u n q u e su

in s ig n e v a lo r se d e sp ie r ta para p e r se g u ir v a le r o sa s h a za ñ a s ,

c a e , s in em b argo , sob re é l e l e n e m ig o q u e acu d e n u m ero so en

e x c e so . L o s so ld a d o s n o p u ed en arrojar c o n la m ano lo s dardos

n i f le x ib le s saetas; só lo apenas le s b a sta la esp a d a para d e fe n ­

d erse e n e l com b a te , apenas le s bastan lo s e sc u d o s para resistir

lo s g o lp e s . G o lp ea en to n ces e l aire un sin iestro griterío: lo s e s - 230

c u d o s d e lo s h o m b res q u e h a c e n fren te a lo s d ardos rec ib id o s

l e s r e sp o n d en c o n g e m id o s . L a v id a e s zara n d ea d a por h o rr i­

b le s p e lig r o s . E n to n ces e l e jérc ito rom a n o in ten ta p o c o a p o c o

retirarse d e la lu ch a , d e b a tié n d o se por a lca n za r la s c o lin a s de

e nfrente.

Un mensajero informa b ía v io le n ta d o lo s tra n q u ilo s o íd o s y sobre la situación critica sem br 5 ja a g ita c ió n e n e l cam p am en to

m era b les, de lo s b o sq u es y lo s m o n tes

y q u e abom inab les ejércitos hab ían llen a d o lo s cam p os, q u e lo s 240

lugares eran ocu p ad os por p u eb lo s d e arm as resp la n d ec ien tes y

q u e y a p od ían sucum bir lo s cap itanes ante tan gran batalla.

A l in stan te to d o s lo s j in e te s se precip itan e n cam po abierto:

p u es a tod os im pulsaba e l patriotism o, la p a sió n y e l m ied o a su

E ntretanto u n v e lo z m en sa jero h a- 235

de la patrulla. El general acude

en su ayuda

c o n en o rm e e strép ito , d ic ien d o q u e lo s

fe ro c es e n e m ig o s hab ían bajado, inn u-

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7 6 JUÁNIDE

gen era l q u e, tem ib le , em puja la s e sp a ld a s d e lo s su y o s , co n d u ­

c ié n d o lo s c o n su v o z : y g o lp e a a v e c e s c o n su la n z a a lo s que

245 v e detenerse. O rdena a la s tropas q u e sa lgan d e l cam pam en to y

l e s m anda ir en ayuda d e sus com pañeros.

T ras c o n d u c ir a lo s v e lo c e s e sc u a d r o n e s d e c a b a lle r ía a

ca m p o a b ierto y adelantarse a lo s c a p ita n e s , in c re p a a lo s que

s e d em oran e n e l ca m p a m en to , a tem o r izá n d o lo s c o n e l so n id o

250 d e l ron co b ronce. L a trom peta, lla m á n d o lo s c o n in sis ten c ia , g i ­

m e , terr ib le , c o n te m b lo r o so ca n to . L e s s ig u e u n a fo r m a c ió n

c o m p u e s ta p o r n u m er o so s m a n íp u lo s . L a p e z u ñ a e n so m b re ce

d e p o lv o la s llan u ras r e s p la n d e c ie n te s , e l s o l e n su e sp le n d o r

p a lid e c e , a l con tra erse sus b r illa n tes ra y o s y e l c ie lo e s entur­

b iad o por la arena q u e sube hasta é l. A s í c o m o e l euro se p reci-

255 p ita d esd e lo s m o n tes de É o lo , so p lan d o p o ten te cuand o las tor­

m en ta s barren la aren osa c o sta y en turb ia e l aire e n to n c e s c o n

s o p lo a m en a za d o r , ra sg a n d o la s n u b e s c o n h o s t i le s so p lid o s:

d e l m ism o m o d o siem b ra d e c o n fu s ió n la s llan u ras e l e jérc ito

260 rom ano e n com p acta m ultitud. Y e l p o lv o y a se c iern e sobre lo s

e n e m ig o s a lo le jo s . M ela n g o , r e c e lo so , lo s v e v en ir d esd e u n a

r o c a situ ad a e n fren te y da la se ñ a l bárbara, a lb o rotan d o a su s

coh ortes c o n un enorm e grito. L a fo rm a c ió n e m p iez a a abando­

nar p o c o a p o c o lo s ca m p o s para p o n er se a sa lv o en e l ca m p a ­m en to .

265 A l llegar e l va leroso general rodeado

El general regresa por su tropa, v e a lo s e n e m ig o s asenta-con sus hombres indemnes (j o s e n j a c jm a ¿ g Jo s m 0 n te s y r e c ib e

y ordena , ,montar el campamento c o n a le Sn a a su s h o m b res in d em n e s y

cerca del enemigo g o z o so s . C u en tan e n to n c e s la s fe r o c e s

y terr ib les b a ta lla s q u e h a b ía lle v a d o a

ca b o la tropa en m ed io de cru eles p e lig r o s y hab lan d e lo s per-

270 n ic io s o s d esfila d ero s . E l g en era l m ism o ord en a a su s hom b res

cavar lo s fo so s y m ontar e l cam p am en to , n o le jo s d e l e n em ig o ,

c u y o c a m p a m en to e sta b a s itu a d o e n fr e n te , s in o m u y cerca .

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LIBRO II 77

L lev a n a ca b o rápidam ente su s in stru cc io n es y fija n en seg u id a

por la llanura la s b la n ca s tien d a s d e n iv e o s to ld o s . E n to n ces la

v a ler o sís im a tropa rom ana, tras levan tar e l ca m p am en to , corre

d e u n la d o a otro c o n d iferen tes o cu p a c io n es . U n a parte c o lo c a 275

d e n u ev o en su lugar la s p od ero sa s arm as, ex a m in a las aljabas,

v u e lv e a tensar lo s arcos y su jeta lo s p e sa d o s to ld o s en la s altas

c o lu m n a s. C la v a n e n orden la s la n za s so b re lo s tiernos prados

a p o y a n d o , se g ú n la c o stu m b re , lo s e sc u d o s so b re la s la n z a s y 280

ajustan las pesad as corazas y lo s c a sc o s c o n p ie le s superpuestas

y g u ard an la s h o n d a s y e l r e s to d e la s arm as. O tra parte b ien

d isp u esta reúne lo s cab a llos q u e han p restado sus serv ic io s , l le ­

v á n d o lo s a pastos seguros. V u e la un o , experto e n la preparación

de la com id a , c o lo c a e l caldero sobre la s llam as y sirve la s v ia n ­

das. O tro saca agua h elad a de u n p o z o y otro prepara lo s le c h o s 285

curvados sobre la hierba y c o lo c a todos lo s p latos en sus lugares,

preparándolos para e l banquete y la v á n d o lo s co n agua corriente.

M ientras tanto e l ilu stre general da-

Juan comparte b a v u e l t a s e n s u m e n t e a s u s preO C U -suspreocupaciones p a c io n e s , c o n s id e r a n d o lo s d is t in to scon el fie l Ricinario asu ntos: la s tr ib u s y lo s terr itor ios, lo s 290

c a u tiv o s a fr ica n o s q u e m e z c ló la g u e ­

rra c o n las tribus y lo s so m etió , desg ra c ia d o s, c o n la captura de

u n b o tín . S e co n su m e e l g en era l y da v u e lta s u n a y otra v e z en

su m e n te a e sta s p r e o cu p a c io n es , s in sa b er q u é d e b e h acer . Y

su d estacad o va lor y a prepara entablar e l co m b ate. S ó lo su c le ­

m e n c ia le d icta e l perd ón para n o destruir sin d istin c ió n a lgun a 295

a lo s c iu d ad an os ca u tiv o s por aq u ello s q u e se hab ían levan tado

en arm as. In som n e, su p en sam ien to se debate , v o la n d o de u n a a

otra posib ilidad : cuand o su v o lu n tad to m a una d ec is ió n , se o p o ­

ne lu e g o a e lla . U n a lu ch a in tern a e n lo q u ec e su corazón: la b e ­

n e v o le n c ia y la c ó le ra se en fren tan . Y c o m o u n c a m p e s in o al

ver q u e su s tierras dan frutos m e zc la d o s c o n zarzas, con apena- 300

do co ra zó n se preocupa, so líc ito , de arrancar d e su s cam p os las

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78 JUÁNIDE

fu n esta s zarzas, pero — la m ism a C e r e s 82 lo p r o v o ca — te m e y

c a lc u la la p érd id a s i lo s abrojos m a l d isp er sa d o s arruinaran la

ceb a d a o m urieran lo s frutos c o n la s m a la s h ierbas; a s í so p esa -

305 b a e l padre e n su corazón las p reo cu p a c io n es , u n a tras otra, ju z ­

gá n d o lo to d o en la balanza: a q u é lad o v a a in c lin a rse su v o lu n ­

tad y q u é deberá hacer. Y n i le agrada estar de p ie n i sentado en

agradable con versación : lo s su sp iros se m u ltip lica n d e su ca lla -

310 d a len g u a . A g o b ia d o por la s p r e o cu p a c io n es y resp iran d o c o n

dificu ltad , se levan ta y en m ed io d e l cam p am en to d ec id e luchar

y v a y v ie n e por lo s ca m in o s, fa tig a n d o su m e n te y su cuerp o .

L o a co m p a ñ a e n su cam inar, e x c ita d o p o r la s m ism a s p r e o cu ­

p a c io n e s , la g loria d e l ilu stre genera l, su h o n orab le co n sejero y

315 e n ex trem o b e n é v o lo , R ic in a r io 83 p eg a d o a su co sta d o . L o tien e

c o m o f ie l a lia d o e n lo s cru e les p e lig r o s , h o m b re d e v a lo r , q u e

l e s irv e d e c o n su e lo por su b u en ju ic io . S e a leg ra e l g en era l de

q u e é s te , v e n c id a la bata lla c o n lo s m a y o r es tr iu n fo s, h a y a so ­

p orta d o c o n é l tan grandes e m p resa s e n la guerra, o b te n ie n d o

320 ig u a lm en te la m ayor recom p en sa . A s í p u es , ib a en to n ces co m o

com p añ ero , cap az d e soportar la s fa tig o sa s p reo cu p a c io n es y le

reconfortaba , en su tranquilidad, c o n su co n v ersa c ió n .

« M i p e n sa m ie n to v a c ila an te la s

am enazas que n o s acosan por doquier»,Juan pide consejo ,. , , . , , ,

a Ricinario g e n e ra l, « y ja d e a m i p e c h o a ldudar cu á l será nu estra oportun idad de

sa lv a c ió n e n e s to s m o m e n to s c r ít ic o s .

325 N o habrá v ic to r ia s i s e o c a s io n a n g ra n d es pérd idas: p u es s i se

destru yen la s co sa s por las q u e v in e a luchar ¿qué b e n e fic io ha-

82 Es el nombre romano de la diosa griega Deméter, hija de Crono y Rea. Es la divinidad de la tierra cultivada y esencialmente la diosa del trigo. Tanto en la leyenda, como en el culto, se halla estrechamente vinculada a su hija Per- séfone, que fue raptada por su tío Hades, enamorado perdidamente de ella.

83 Consejero y jefe de estado mayor de Juan Troglita y que, al igual que él, había tomado parte en la última guerra persa.

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LIBRO II 7 9

brá para e l ven ced o r? P u es e s to y ca n sad o d e toda esta situación

lle n a d e ca lam id ad es. P or una parte, n o s am enazan co n u n a fu ­

n e sta d estru cció n , por otra, q u ieren n eg a r la g lo r ia y qu itar de 330

n u estra s m a n o s lo s tr iu n fo s o b te n id o s p o r n u estro e x ig id o d e­

ber. S i d e c id im o s luchar, lo s c a u tiv o s a fr ica n o s p erecerán c o n ­

fu n d id o s c o n la s tribus. ¿Q ué g lo r ia la d e nuestra hazaña, s i en ­

treg a m o s a lo s d esgraciad os? N in g ú n e n e m ig o será v e n c id o en

e s te m o m e n to . P ie n sa q u é d e b o d e c id ir ante e l r ie sg o d e la

cru el guerra y d im e q u é d ebo hacer» . 335

E sto d ijo c o n c a lm a e l h éro e R ic i-

nario , h a b la n d o b r e v em e n te y c o n v o zRespuesta clara: « E l va lor q u e lo so p esa to d o con

de Ricinario . . . . .m od era ció n , e s te e s e l m a s im portante,

éste s ó lo m e p a rece b ien , é s te e s capaz

d e v e n c e r y a p acigu ar a lo s p u e b lo s . M á s v a le , n o b le g e n era l, 340

q u e d o m in es tu in d ó m ito va lor c o n una santa b en ev o len cia ; con

cu a lq u ier c o sa q u e h a g a s d e sp u é s , la v ic to r ia será nuestra: así

lo m u estran e l orden e s ta b le c id o y to d a s la s c o sa s . S ó lo e s n e ­

c e s a r io e n v ia r em b a ja d o res a l duro tira n o , p r o m e tié n d o le la

paz; q u e rec la m en a lo s p r isio n ero s y q u e se retire de nu estros

territorios e l im p e tu o so áustur y e l cru el p u eb lo d e lo s ila g u a s.

Q u e é s te m ism o , acostum brado a soportar c o n frecu en c ia e l yu- 345

g o d e l em perador, so m eta su cu e llo . S i s e retira, to d o estará sa l­

v a d o ; p erd o n a rá s a la s tr ib us y s e c o n c e d e r á s in v io le n c ia la

v ic to r ia a n u estro im p e r io . P er o s i, p o r c a su a lid a d , e l r eb e ld e 350

m a n tien e a lt iv o su c u e llo , e n to n c e s d eb erá ser v e n c id o p o r las

arm as. Y n o habrá e n n in g ú n m o m en to arrepentim iento e n fa ­

v o r d e lo s d esd ichad os: s i ca en e n com b a te , Juan estará lib re de

to d o p eca d o . T u probada b on d ad p erm anecerá in tacta en tu c o ­

razón » . A gradaron al general lo s ju sto s c o n se jo s d e l f ie l varón;

au n q u e lib era d o e l p ad re d e a q u e lla s p r e o c u p a c io n e s , n o d e s- 355

can sa , s in em bargo , p u es otras p reo cu p a c io n es fa tig a n su co ra ­

zó n su cesiv a m en te .

Page 74: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

80 JUÁNIDE

In m e d ia ta m e n te p o n e e n p r á c tic a

Instrucciones del general e l Pla n Y o r d e n a a u n v e lo z e sc u d e r o al mensajero que irá q u e l le v e su s p r o p o s ic io n e s a l so b er -

hasta el jefe moro b io tirano, in stru y én d o le d e e s te m odo:

« L le v a m is pa lab ras al reb eld e; g o lp e a

lo s so b er b io s o íd o s c o n e s to s c o n se jo s n u estro s . M ien tra s p e ­

c a n la s tr ib u s, la c le m e n c ia rom a n a p e rd o n a , o lv id a n d o to d o s

lo s d e lito s . N o te n e m o s p r isa e n d estru ir cu a lq u ie r tribu e n e l

c o m b a te s i r en u n c ia n f in a lm e n te a la g u erra , r e t ir á n d o se , s i

so m e tid o s p id en para s í m ism o s tratados, p erd ó n y paz. E l em ­

p era d o r p r e fie re q u e to d o le p e r te n e z c a para sa lv a r a to d o s y

g o b ern a r lo s c o m o su señor, p erd on an d o a lo s so m e tid o s y d o ­

b le g a n d o c o n su fu erza a lo s so b e r b io s 84. Q u e e l a g o b ia n te te ­

m o r n o s e a d u eñ e d e tu co ra zó n , e s c la v iz a d o p o r tus p e c a d o s.

P u es tod o te será v en ta jo so s i te retiras y te d arem os por añadi­

dura e l perdón y la p az de b u en grado. T antos p u eb lo s aprende­

rán cu á l e s e l p od er rom ano y cu á l su c le m e n c ia y fuerza de g o ­

b iern o . ¿Q u é fatalidad te d om ina? ¿ N o n o s fu is te siem p re f ie l y

acostum brabas a alegrarte c o n nu estros triunfos, en to n ces co m o

b u en sú b d ito ? ¿ Q u é m a lo s h a d o s te arrastran, so b er b io , h a c ia

c ru e le s guerras? D e ja y a d e u n a v e z la s terr ib les a c c io n e s q u e

l le v a s a ca b o , trastornado, co n tra la s d e sd ic h a d a s tierras. ¿ D e

q u é te s irv e , in fe liz , p rovocar a la s e n se ñ a s rom an as? ¿Por qué

te d isp o n e s a .prec ip itar a lo s d e sg r a c ia d o s e n tam aña d estru c­

c ió n ? ¿ A c a so p ie n sa s que cu a lq u ier tribu a través d e lo s s ig lo s

h a p o d id o v en cer a la s tropas rom anas? N o so tro s d o m in a m o s al

im p erio persa , n oso tro s a lo s la zo s , lo s h u n o s, lo s francos y lo s

g e t a s 85. Y lo s fero ces p u eb lo s q u e bajo la b ó v e d a c e le s te se ex -

84 Cf. V III464: «al perdonar con su poder a los humildes y humillar a los rebeldes» (dum relevat virtute humiles humilatque rebelles).

85 Se trata de pueblos bárbaros. Los lazos son unos pueblos de la Cólqui- de, región de A sia Menor; los hunos provenían de la Sarmacia asiática; los francos eran un pueblo germano y los getas estaban establecidos en el Danubio.

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LIBRO Π 81

tien d e n por e l a n ch o m u n d o s ir v en c o m o e sc la v o s en n u estros

p a la c io s y bajo e l m ando d e l v irtu oso em perador, tras haber re­

n u n c ia d o a la lu ch a , se d isp o n e n a acep tar su s ó rd en es, d o b le ­

ga n d o su s c u e llo s al grato y u g o . A c ep ta m is pa lab ras s in d ila ­

c ió n para sa lv a r a la s tr ibus y a lo s tu y o s . N o o s e n v ia m o s la

p r o p u es ta c o m o c o b a r d e s , p e n sa n d o e n n u estra sa lv a c ió n , ni

h u im o s d e la lu ch a a l pedir la p az . L a c le m e n c ia 86 que m a n tie ­

n e e l u n iv erso y v e la por lo s d esg ra c ia d o s ca u tiv o s y por v o s o ­

tros, tem e por vuestra sa lvac ión . É sta, e n su grandeza, m e orde­

na perdonar a vuestras fu erza s q u e e stá n a p u n to d e sucum bir:

por lo s ca u tiv o s m e será perm itido co n ced er e l perdón.

P ero s i, e n tu d u reza , te a trev es a ir e n con tra d e m is p a la - 395

b ras, prep ara la guerra m añana: d isp e r sa e l g a n a d o , s e g ú n tu

costum b re, e n torno a lo s fo so s para p r o te g e r lo s87; levan ta m u ­

rallas q u e han d e ser derribadas; reú ne lo s reb a ñ o s de o v e ja s y

la s cabras preñadas y lo s c h iv o s que b a la n en e l centro c o n m i­

rada am enazadora. N o n eces ita m o s derrum bar la s h u ecas torres 400

ap u n tan d o c o n e l ariete . M ejo r d e sp o ja re m o s a lo s e n e m ig o s

s in é l y entre tus o v eja s tod o ca m ero será robado y serv irem os

u n b u en a lm u erzo so b re la s m u ra lla s d estru id a s . E l e sc u lp id o 405

G ú rzil, ba jo c u y a p ro tecc ió n d ic en q u e s e c o n c e d e prosperidad

a tu e jé r c ito , será p a rtid o e n d o s , d esp a rra m a d a su m a d era y

en v ia d o al fu e g o ardiente ante la v ista d e tod os. V uestras tribus

d isp ersa d a s lo b u sca rá n en la llan u ra y p o r to d o s lo s m o n te s .

C ualquier crim en co m etid o por la inm oralidad m ora lo vengará 410

en ju sto com b a te nuestra tropa, derribando en la llanura lo s ca­

l ie n te s tr o n c o s , u n a v e z co rta d a s su s c a b e z a s . A p ren d erá s lo

m u ch o q u e p u ed en nuestras bata llas m ien tras la espad a v e n g a a

lo s d esd ich a d o s africanos y lo s e jérc ito s m orib u n d os caen d e s­

parram ados por lo s fo so s» .

86 Se refiere a la clemencia (pietas) del emperador, la misma que impulsa a Juan a perdonar a los moros si aceptan su proposición.

87 Cf. supra nota 66.

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8 2 JUÁNIDE

415 A p en a s d ijo e sto e l general, e l m en -Marcha del mensajero. .

Descripciones del saJero Plsaba las regiones montañosas.campamento D ir ig ié n d o se a l ca m p a m en to e n e m ig o ,

romano y moro a tr a v ie sa p o r en tre la s t ie n d a s y , s indurante la noche dudarlo, se e n ca m in a d esp u és a la r e s i­

d e n c ia d e l fe ro z tirano. L a h ú m ed a n o c h e d e v u e lv e a l c ie lo lo s

420 astro s r e sp la n d e c ie n te s y la s e s tr e lla s fu g a c e s . P u e s C in t ia 88,

c o n su cu ern o y a v a c ío se su m erg ió e n e l ag u a s in dar lu z a la

o scu ra tierra: e l transcurso d e l m e s h a b ía d eb ilita d o su lu z . P e ­

ro e l ca m p am en to d e lo s ca p ita n es ro m a n o s n o sin tió la s t in ie ­

b la s de la n oche: in ten sas lu c e s resp la n d ecen , c laras, en la s h o ­

g u era s p o r lo s c a m p o s y b r illa la tierra p o r lo s a lto s m o n te s

425 c ircu n d a d a p or e l fu e g o . L o s e s p e s o s b o sq u e s d e sp id e n ra y o s

d e lu z h a sta la s n u b es. ¿ Q u ién p od ría a q u e lla n o c h e d istin gu ir

e l c ie lo d e la tierra, d ic ien d o cu á l era la estre lla resp lan d ecien te

y cu á l la llam a? T o d o era lu z . P or un a parte, resp la n d ece la t ie ­

rra d e lla m a s, por otra, e l c ie lo d e estre lla s. C ad a v e z q u e corría

430 v o la n d o u n a ch isp a d e fu e g o , se co n sid erab a u n a estre lla fu g a z

e n la n o c h e . Q u ien q u ie ra q u e v io la s t ie n d a s d e sd e e l ca m p o

o p u esto , tem b ló , en su ign oran cia , crey en d o q u e eran la s estre ­

lla s q u e aum entaban de m o d o extraño e n e l c ie lo . V a g ó e l m a ­

rinero p or la s llanuras m arinas, sin p o d er en to n ces reco n o cer de

n in g ú n m o d o la s c o n s te la c io n e s , y s e r e s is t ió a n a v e g a r , h a ­

c ie n d o retroceder su nave.

435 V ig ila n te , e l so ld a d o m o ro arm ado pa sa b a la n o c h e in so m ­

n e. C orriendo aquí y a llá rod ea lo s fo s o s y ex a m in a lo s so n id o s

c o n o íd o atento, p rev in ién d o lo tod o , n o fuera a lg u ien a intentar

ten d er u n a em b o sc a d a , a p r o v e ch á n d o se d e la o sc u r id a d d e la

440 n o c h e , o atacar e l in se g u r o ca m p a m en to . C orren aqu í y a llá a

p roteger la s tiendas por tu m o y por tu m o d u erm en p lác id am en -

88 Nombre de Diana, identificada con la luna, honrada en el monte Cinto, en la isla de Délos.

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LIBRO H 83

te c o n e l to rso cu b ierto d e h ierro d o b la n d o su s c u e llo s q u e se

in c lin a n sob re e l p e c h o . U n o s se ajustan lo s e sc u d o s , o tros la s

aljabas c o lo c a d a s tras la n u ca y lle v a n la n za s y arcos. L o s q u e 445

están sen tad os, ap oyad os en la s esp ad as, dob lan e l rostro sobre

e l p e c h o . E l su eñ o , e sca p á n d o se , apenas to c a lo s o jo s en e l ala

o p u esta ; y d e n u e v o , u n a y otra v e z d e ja n c a er la c a b e za , s in

p o d er lev a n ta r la , y c ierran lo s o jo s y lo s ag ita n y se g o lp e a la

ca b eza ca y en d o sobre e l agitado p ech o . M ientras h a cen guardia 450

y cam b ian lo s tu m o s, arriesgánd ose en la ruta, e l resto de la ju ­

v e n tu d , a sa lv o e n e l c a m p a m en to , d o r m ía y a p lá c id a m e n te .

S ó lo la s v io le n ta s a c c io n e s d e la guerra atorm en tan su m ente:

e l in so m n io trastorna su s p reo cu p a d o s esp ír itu s, o fr ec ié n d o le s

d is tin ta s v is io n e s e n la n o c h e . C u a n d o e l so ld a d o re la jó su s 455

m iem b ros c o n un agradable sop or, le in v a d ió e n seg u id a e l pri­

m er su eñ o c o n h ú m ed as alas d e n u ev o r o c ío 89 y , h ab ien d o e x ­

h a la d o su a lie n to , ja d e ó su p e c h o y , a u se n te , to m ó e l ca m p a ­

m en to e n e m ig o d esd e lo s a ltos m o n tes . A u n q u e duerm e c o n el

cuerpo in a c tiv o , trabaja sin em bargo c o n su m en te, luchando, y 46o

v e n c e a l e n e m ig o desp oján d o lo o lo h iere o e sq u iv a co n astu cia

lo s g o lp e s q u e le so b rev ien en , o p o n ien d o su e sc u d o . U n a s v e ­

c e s h a y una sep aración entre su m en te y su m ano y otras, p o n e

a m b as e n m o v im ie n to . L e p a r e c e q u e é l m ism o lu c h a e n lo s

b o sq u es , pero su s m iem b ro s d esca n sa n d e b ilita d o s por e l s u e ­

ñ o . A m e n u d o v e n su s o jo s en ta b la rse e l c ru e l c o m b a te , su s 465

o jo s cerrad os v e n la lu ch a . V a v io le n to e n su c ó le r a co n la in ­

te n c ió n d e atacar, pero lo s m iem b ro s c a n sa d o s d e l guerrero se

a flo ja n c o n e l su eñ o . ¡C uántas v e c e s su d iestra , b la n d ien d o la

esp ad a , h iere , p erversa , un p e c h o a lia d o , c r e y é n d o lo en e m ig o .

89 Alusión a Hipno, la personificación del Sueño, que es hijo de la Noche y del Érebo y hermano gemelo de Tánato, la Muerte. Es representado a menu­do como un ser alado que recorre velozmente la tierra y el mar y aletarga a los demás seres.

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8 4 JUÁNIDE

471 E l ejército m aurusio in form ado de antem ano, en m e d io d e l b o s ­

qu e e s y a co n d u cid o por cru eles h ad os a lugares im penetrab les.

A l v e r q u e su ca m p a m en to e s sa q u e a d o , a b a n d o n a e l am argo

475 su eñ o . D e s fa l le c e y n o p u ed e llorar a su s c a m e llo s d esp ed a za ­

d o s n i se levan ta , v en g a tiv o , s in o q u e v e correr por to d a la l la ­

nura a la s f ila s desparram adas, levan tan d o en v a n o su diestra, y

a o tros, por otra parte, que han sid o derribados fuera de lo s c a ­

m in o s c o n d istin ta suerte. A cu a lq u iera q u e p reten d e correr se

le deb ilitan lo s m iem b ros d e tem or, d esp lo m á n d o se c o n e l p e so

480 d e l su eñ o . T o d o lo aterroriza e l e n e m ig o fero z , c la v a n d o una y

otra v e z e l h ierro cru e l e n la s en trañas. Q u erien d o e sq u iv a r e l

v io le n to g o lp e que p ro v o ca la herida, g o lp e a e l p e c h o d e su e s ­

p o sa , dejand o caer su ca b eza . E n to n ce s , se apod eran m á s b ie n

d e e lla ; p u e s e l so b er b io raptor se la l le v a b a p o r lo s b o sq u e s

485 arrastrándola por lo s ca b e llo s . V ié n d o se a sí ca d a un o , tem ían e l

su e ñ o q u e l e s g o lp e a b a e l p e c h o . C o n tá n d o se e l s in ie stro d e s ­

ca n so durante la n o ch e , le s aterrorizan la s v is io n e s , pero se a le-

490 gran d e q u e fueran fa lsas y r íen lo s hom b res a l contarse la s b a ­

ta lla s y e l su eñ o . L a breved ad d e l tiem p o p rop orcion ó a legr ía a

lo s d esgraciad os.

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LIBRO TERCERO

L as p r e o c u p a c io n e s m a n ten ía n en

El general y sus hombres v i lo la m e n te d e l in v e n c ib le g en era ltratan los asuntos q u e , tem ien d o p o r lo s su y o s , no o frece

de la guerra , , ,y la destrucción actual a su s m iem b ro s d e sc a n so a lg u n o y s in

de África cerrar su s o jo s a l agra d a b le su eñ o , lo s

m a n tien e f ijo s , a l a c ec h o , e n e l c en tro

d e l cam p am en to . R od ead o de su s ca p ita n es que se apiñaban en 5

torno a é l, d iscu tían d e m o d o sem ejan te la s cu e stio n e s m ás im ­

portantes, p asa n d o la n o c h e en variada c o n v e rsa c ió n . S e c u e n ­

tan la s sa tisfa cc io n es d e l com bate y la s am argas pruebas por la s

q u e p a só e l ejército rom ano en su co n q u ista d e l m un do, narran- 10

do unas v e c e s por orden las batallas b ien llev a d a s a térm ino, re­

co rd a n d o otras c o n r en o v a d o d o lo r la s gu erra s m a l d ir ig id a s .

M ientras cuentan distin tas co sa s , h ab ló a s í e l general: «¡E n qué

situ a c ió n se encontraba Á fr ica e n e l m o m en to de nuestra lle g a ­

da, cu a n d o D io s e n v ió a l cru el r e in o su m a y o r v e n g a n z a para 15

destruir al terrib le tirano y a la raza vand álica , tras c ien años de

p o d e r !90 ¡C on q u é v io le n c ia hab ía m altratado a lo s afr icanos e l

90 Sobre la duración del poder vándalo en África, hay desacuerdo entre los cronistas que tratan el tema y Coripo, quien habla de cien años de poder, redon­deando, sin duda, la cifra. A sí Marcelino Comes, Victor Tonense y Mario Epis­copo consideran, al igual que Procopio, que el dominio vándalo tuvo una dura-

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86 JUÁNIDE

ab o m in a b le G éilam ir , a n iq u ilán d ose e n su m ald ad , e n la é p o c a

e n q u e e l n o b le general B e lisar io en v ió bajo e l y u g o a la s ciuda-

20 d es s id o n ia s91, y presentó al tirano capturado ante lo s m ás ilu s ­

tres d e la c iu d a d ! ¡C o n q u é r a p id ez s e l le v a r o n a c a b o tantas

guerras, al d isponer d e la s m ejores fuerzas, y qué d ign a la fortu-

25 n a q u e acom p a ñ ó a l héroe! A v a n za b a su ejérc ito b ajo la s so m ­

bras de lo s fron d osos árboles y n o le s a fectó e l ardiente ca lor del

so l q u e qu em ab a co m o en e l e s t ío abrasador, aunque era otoño ,

h a sta ta l p u n to q u e, a ca u sa d e l ard ien te carro d e F eb o 92, una

guerra m á s p en o sa se llev a b a a ca b o sob re la ca lien te arena.

Y una v e z se h iz o la paz y fu e capturado e l tirano, A fr ica se

30 v o lv ió e n e x tre m o fe cu n d a . D e jé a L ib ia r ic a y c u ltiv a d a ; al

m archarm e v o lv ió a su esta d o anterior e in c lu so m ejo r q u e an­

te s — a s í lo recu erd o— : fértil y r eb o sa n te d e m ie s e s , p rod u cía

e l b r illo q u e derram a e l fruto d e la o l iv a y e s ta lla b a e n z u m o s

d e l a le g r e Y a c o 93. L a p a z era b ie n h e c h o r a p a ra la com arca:

35 ¿ Q u é v io le n ta p a s ió n tan d esatad a l le v ó a lo s h o m b res al c o m ­

b a te? ¿Q u é lo c o furor c o m e n z ó a arder e n e s to s d e sg r a c ia d o s

terr ito r io s? ¿ Q u é B e lo n a 94 e x c ita a la s in n u m er a b le s tr ib u s,

ción entre noventa y dos y noventa y siete años y hacen coincidir su caída con la captura de Géilamir, miembro de la familia real al que los vándalos conce­dieron el poder tras haber destronado al rey Hilderic.

91 El adjetivo «sidonio» equivale aquí a «cartaginés».92 Coripo recurre a esta perífrasis para referirse a la elevada temperatura

que soportó el ejército de Belisario.93 Dios que preside místicamente la procesión de los iniciados en los mis­

terios de Eleusis. Parece ser que su nombre era el grito ritual Iacche proferido por los fieles. Las tradiciones varían sobre su personalidad, aunque en general este dios, cuyo nombre recuerda uno de los que lleva D ioniso, Baco, puede considerarse como mediador entre las diosas eleusinas y Dioniso. Se le identifi­ca a veces con Baco.

94 Diosa romana de la guerra, considerada a veces como esposa de Marte; se le representa también conduciendo su carro, con rasgos horripilantes, empu­ñando una antorcha, o bien una espada o una lanza. Se parece mucho a la re­presentación tradicional de las Furias.

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LIBRO m 87

g o lp e á n d o la s in ju sta m en te c o n su lá t ig o ? , o ¿qu é E r in ia 95 s o ­

b r e v ie n e e in fla m a n d o a la s tribus c o n lo s fu e g o s d e F a eto n te ,

a sí to d o lo arruina, a l p rovocar un a v io le n ta destrucción ? V e n ­

ga , c o n té sta m e, cu alqu iera q u e e s té s p resen te y se a s te stig o de la é p o c a que d iscu tim o s» .

E l i lu s tr e G e n c io , r e sp o n d ie n d o aGencio propone su g e n e ra l y s ie n d o é l m ism o ta m b ién

al tribuno Liberato i j · r v · ̂ j- . , . g e n e ra l, d ice : « D ir ig e n te su p rem o d ereferir los orígenes σ ° r

de la guerra de África l ° s ca p ita n es, q u e m e re ce s e l hon or deu n a d ig n a a c la m a c ió n , q u e eres e l s o s ­

té n d e u n a tierra v a c ila n te , e sp e r a n z a d e L ib ia , p r o te c c ió n y

fuerza de nuestra v ictor ia , d e sc o n o c e m o s e l in fa m e origen d e la

rec ien te guerra, p u es im p en etra b les m iste r io s lo encubren . S i a

v u estro tribuno C e c íl id e s96 que e s de la r eg ió n , se l e ordena n a ­

rrar la cr is is d e l in ic io d e la guerra, podrá ac laram os todo, p u es

u n c iu d a d a n o c o n o c e cu a lq u ier c o sa q u e se l le v e a cabo e n su

patria: a la s tribus y su s territorios, a l r esp o n sa b le d e l m al o la

có lera d e una é p o ca pasada».

S e ordena a L ib erato q u e hab le c o n

Liberato pa la b ra s so s e g a d a s . O b e d e c ió a l in s -expresa su emoción al ta n te y h a b ló a s í c o n c la ra v o z : « M e

recordar tales momentos e sfo rza ré , e l m á s n o b le d e lo s g e n e ra ­

le s , en narrar la s ca u sa s d e la s ca la m i­

d ades, c o m o lo e x ig e n tus órdenes. P ero cu an d o in ten to hablar,

95 Las Erinias, llamadas también las «Euménides», son unas divinidades violentas que los romanos identifican con las Furias. En un principio su núme­ro es indeterminado, pero más tarde se va precisando, así como sus nombres; generalmente se conocen tres: Alecto, Tisífone y Megera. Se representan como genios alados, con serpientes entremezcladas en su cabellera y llevando en la mano antorchas o látigos. A partir de los poemas homéricos, su misión esencial es la venganza del crimen.

96 Liberato Cecílides, tribuno africano del que se sirve Coripo en el poema para narrar, in medias res, el origen de las revueltas en África.

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88 JUÁNIDE

s e e n c ie n d e la p erv ersa lla m a , la san gre h e la d a a ltera e l r itm o

d e m i co razón y e l relato apenas p u ed e salir de m i v o z paraliza­

da. P u es tú m ism o m e ordenas soportar esta s pruebas de n u ev o ,

a l co n ta r la c ru e l guerra q u e su fr ió Á fr ic a . P e r o y a q u e m e

aprem ian la s e x ce lsa s órdenes d e m i gen era l y señor, m árchate,

d olor , le jo s d e aquí, p u es va s a ser v e n c id o por u n a gran auda­

c ia . H a y q u e o b e d e c er y cu m p lir la s ó rd en es c o n la h u m ild a d

q u e p ro v o ca e l tem or.

A l p r in c ip io Á fr ica y a h ab ía sufrido Comienzo del discurso una ¿ o b le catástrofe; ahora de n u ev o la

de Libeiato (que finaliza d esg ra c ia d a so p o rta u n a d o b le ca la m i- en el v. 246 ° r

del libro cuarto) dad . L a m a ld a d q u e d iv id ió a l m u n d otu v o su o r ig e n e n n u estra s fro n tera s.

G ü e n fa n e s e l r e sp o n sa b le d e n u estra s d e sg r a c ia s , a l n a cer e l

sa lv a je A n ta la s . P u es en u n a é p o c a rem o ta la p a z era se g u r ís i­

m a e n to d a s la s tierras d e L ib ia . L a p o b re Á fr ic a e x u lta b a d e

a leg r ía , ad orn ad a c o n ren o v a d a s g u irn a ld a s . L o s c a m p e s in o s

entrelazab an su carro d e rubias esp ig a s; B a c o 97 en ro jec ía en su

acostum b rad o pám pano y la P a z d ecorab a a la fértil Á fr ica c o n

la brillante o liv a . A s í f lo rec ió Á fr ica durante treinta años tras e l

n a c im ie n to d e A n ta la s y , p o d e r o sa , la z o n a m á s gra n d e d e l

m u n d o , r e s p la n d e c ió , c o m o r e sp la n d e c e L u c ife r p o r to d o e l

c ie lo y v e n c e al br illo d e las estrellas c o n una lu z m ás brillante.

L o m ism o q u e in f lig ió a nuestra tierra e l h ijo d e G üenfan , c o n ­

c éd e le , n o b le padre, a su s v id as y a su raza.

97 El nombre del dios Baco se utiliza aquí como metonimia para referirse a los racimos de uva que se convertirán después en vino. Dioniso, llamado tam­bién Baco, es identificado en Roma con el antiguo dios itálico Liber Pater. Es en la época clásica el dios de la viña, del vino y del delirio místico.

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LIBRO III 89

Y a s ien d o p eq u eñ o A n ta las, apenas Güenfan, ro za ro n su s fe r o c e s la b io s lo s p e c h o s

padre de Antalas m a ter n o s , v u e la a l in s ta n te la F am a,siendo este un nino,consulta un oráculo a cu c ia d a por la terr ib le a d v erten cia de

M e g e r a 98 a p rev en ir e l p e lig r o . S u p a ­

dre, p u es , e n person a se d irige a l fa lso tem p lo d e A m ón . E n to n ­

c e s , para co n o cer e l tem ib le d estin o d e su m a lv a d o h ijo " , o fre ­

c e , seg ú n la costum bre profana, horrib les sacr ific io s a J ú p iter100

y en ca m in á n d o se al sin iestro altar d e A p o lo 101 b u sc a lo s tr íp o­

d es y e l laurel d e F e b o 102. L a fu n estís im a sangre se derram a s o ­

b re lo s a ltares q u e c a u sa n e sp a n to , m ien tra s la sa c e rd o tisa ,

adornada c o n c in ta s, sa cr ifica to d o tip o d e g an ad o para p r o v o ­

car a lo s h ad os. Indagó prim ero e n las v iscera s q u e había extra­

íd o , ex a m in a n d o la s entrañas e x p u esta s e n la rg u ís im a h ilera , y

98 Cf. supra nota 95.99 La raza mora, supersticiosa en exceso, escucha religiosamente a cual­

quiera que predice el porvenir; tienen una confianza ciega en sus adivinas y só­lo deciden en los más graves asuntos después de haber consultado sus oráculos.

100 Júpiter es el dios romano asimilado a Zeus; el gran dios por excelencia del panteón romano. Divinidad del cielo, de la luz diurna, del tiempo atmosfé­rico y del rayo y el trueno, constituye el poder supremo, preside el consejo de los dioses y de él emana toda autoridad.

101 El dios Apolo, nacido en Délos, es hijo de Zeus y Leto y hermano de la diosa Ártemis. El trípode es uno de sus emblemas y, sentada sobre él, la Pitia pronuncia sus oráculos. Además de ser el dios del vaticinio, es dios de la músi­ca y la poesía y se le representa como un joven alto y muy hermoso. Las alu­siones que Coripo hace a Júpiter y Apolo no son fáciles de interpretar, pues es un moro el que dédica sacrificios a estas divinidades. Es conocida la importan­cia concedida por los moros a la adivinación, pero no hay constancia de que rindiesen culto a dioses del panteón romano.

102 El laurel es el árbol consagrado a Apolo. Febo, «el Brillante», es un epíteto y, a menudo, nombre del dios. Es la única vez que Coripo utiliza este término para referirse a Apolo, pues en todas las demás ocasiones lo emplea para aludir al sol (cf. I I 158; Π Ι26, 225; IV 25, 257, 529; V I459; VII 320; VIH 227, 279, 318; Panegírico de Justino IIIV 118).

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9 0 JUÁNIDE

c o lo c a la s h o rr ib les v isc er a s so b re la s lla m a s q u e n o c e sa n de

90 arder. A con tin u a c ió n , c o n asp ecto fero z q u e p r o v o c a terror, es

p o se íd a ; s e a p od era d e e lla u n a sú b ita lo c u r a q u e le h a c e c la ­

v a r se a u n t ie m p o lo s c u c h i llo s q u e e s ta b a n h u n d id o s e n la s

v iscera s. N in g u n a sangre m ana d e su cu erp o aunque e l cu ch illo

95 rep rod u ce la s her id as c o n rep etid o s g o lp e s . S e er iza e l c a b e llo

e n su c a b e za y e n to n c e s , en u n sa lto , r e v u e lv e su s o jo s l la m e ­

a n tes y se v e fo rza d a a dar sa lto s y v u e lta s c o n su cu erp o . U n

rubor de fu e g o tifie su rostro, trastornado c o n la m arca d e l d ios;

su c u e llo y su s c a b e llo s , d e já n d o se l le v a r , le c a e n so b re lo s

íoo h om b ros. S u en a su p e c h o d esd e dentro c o n ro n co s so p lid o s; se

co n fu n d en en to n ces m urm ullos y palabras d e d istin to sen tid o y

lo s su sp iros agitan su h in ch ado p ech o . C o m o se lev a n ta V u lc a ­

n o 103 al clarear la aurora y e x c ita c o n h a b ilid a d a lo s h in ch ados

v ien to s , fru n cien d o su fu e lle , a acudir ju n to s y a tiza la s llam as,

ios in v o c a n d o a lo s euros reson an tes para ren ovar e n su fragu a la s

torm entas apagadas.

lo s m o ro s d e l y u g o y la s ataduras. A l crecer tu h ijo A n ta las to ­

da c la s e d e lo cu ra y c ó le r a trastornará e l d e sg r a c ia d o m u n d o

lio c o n su e sp a n to sa llam a. L a lla m ea n te T is í f o n e 104, d e retorcidas

se r p ie n te s y c a b e llo s q u e se e n c re sp a n p o r e l a ire v a c ío , c o ­

m e n z ó a ensañ arse. E stá em papad o su rostro , ro c ia d o de n egro

v e n e n o y d esfigu rad o en sus p ro p o rc io n es c o n lo s o jo s y la tri-

103 Divinidad romana identificada con el dios griego Hefesto, dios del fue­go, de los metales y de la metalurgia. Reina sobre los volcanes, que son sus ta­lleres, y en ellos trabaja con sus ayudantes, los Cíclopes.

104 Cf. supra nota 95.

La sacerdotisa en trance

predice las correrías de Antalas

E n to n c e s p r o fe t iz a n d o u n fu n e s to

d estin o , co n testa la sa cerd otisa co n du­

ras p a la b ra s: « G ü e n fa n , lo s h a d o s

atraen d e l m ism o m o d o la d estru cció n

de lo s v á n d a lo s y d e L ib ia , a l liberar a

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LIBRO ΙΠ 91

p le len gua; la s s ie n e s se le en d u recen d e horrib le p u s. V e o r ío s

de sa n g re v á n d a la bajar co rr ien d o d e lo s m o n te s . ¡M ira c ó m o

p r en d en fu e g o a la s c iu d a d es lib ia s ! ¡M ira c ó m o sa q u ea n la s

c a sa s v a c ía s , p o n ie n d o e l (b o t ín ) a l d e sc u b ie r to ! ¿P or q u é ,

p u e s , d io s e s , prep ará is u n d e so r d e n d e ta l en v erg a d u ra , s e m ­

brando por d o q u ier la co n fu s ió n ? ¿ D e q u é le s s ir v ió a lo s m o ­

ros en g ra n d ecerse sob rem anera? — m ira c ó m o d e n u ev o p e r e ­

cen — . ¿ D e q u é sirv ió e l haber m erecid o , durante b rev e tiem p o,

u n d esa stre p r o v o ca d o p or una fu erza in d ó m ita ? E ste j o v e n 105

a lza rá u n a s v e c e s , d estru irá o tra s, m u c h a s n a c io n e s c o n su

nom b re y u n destin o d iverso reg irá la s d istin tas etapas de su v i ­

da. P or lo que la agotada Á fr ica llam ará e n su ayud a a su h a c e ­

dor, e l d io s que e lla m ism a ven era y que t ien e e l p o d er de r e c o ­

n o c e r a lo s ju s to s . E n to n ces e l m á s ilu stre creador d e l nom b re

rom ano en v ía d e antem ano las fuerzas d e O riente a nuestros te ­

rr ito r io s . M ir a c ó m o a terroriza a to d o s c o n su f lo ta . A h o ra

t ie m b la e l j o v e n in v e n c ib le c o n u n a r ep en tin a p a lid e z an te la

l le g a d a d e la escu a d ra ; y a so p o rta e l y u g o , ja d e a n te ; u n gran

p e so lo dom ina; arde e n d e se o s d e rom per la s in ju sta s cad en as

qu e so p o rta su cu e llo : y h e aq u í q u e , tras rom p er su s cad en a s,

prepara la lu c h a d e n u e v o . A c u d e e n to n c e s ju n to a é l un gran

n ú m ero d e h o m b res y e l jo v e n corre a destru ir e l m u n d o . ¿ D e

q u é s ir v e a la s tr ib us a lza rse tras su c a íd a para m o r ir aq u í en

e x c e so ? ¿P or q u é a lzarse tan a lto para ca er d e n u ev o ? H e aqu í

qu e se m archa, a ltiv o , d e nu estros territorios cargad o de d e sp o ­

jo s y al v o lv er , f in a lm en te , bañ ó lo s c a m p o s, ¡ay!, c o n nuestra

sangre coagu lada» .

105 Se refiere a Antalas.

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9 2 JUÁNIDE

P o se íd a por e l trance, la q u e a s í ha­

blab a , g ira su rostro tras la e sp a ld a re-La sacerdotisa to rc ien d o e l c u e llo : guardó s i le n c io de

vuelve en sir ep en te c o n u n e s tr e m e c im ie n to , d e s ­

v a n e c ié n d o se p e sa d a m en te e n e l su e lo

y u n m urm ullo in in te lig ib le recorrió su s ca n sa d o s la b io s. C o m o

cuand o u n a tubería lle v a de u n lugar a o tro por su h u ec o bronce

u n a co rr ien te d e agua, que f lu y e , d erram án dose , c o n ro n co s o ­

n id o . P ero s i s e d ec id e retener la corriente canalizada , e l obrero

c o n rap idez y hab ilidad corta e l p a so d e l agua, trenzando un an­

c h o d iq ue; la a flu e n c ia d e a g u a e s d e ten id a , cortad a p or e l d i­

q u e . L a co rr ien te v u e lv e a su o r ig e n y e l r e s to d e l cu rso f lu y e

sob re aguas tranquilas.

A n im a d a p o r la s n u ev a s respuestas,

Juventud de Antalas: se co m p la c ía la tribu y guardaba silen -píllajes y luchas c ió , p u e s era u n a tr ib u d e c o n d ic ió n

contra los vándalos h u m ild e . S in em b a rg o , to d a s su s e sp e ­

ranzas y tem o res se con cen tran en A n ­talas: lo p r o te g en y lo cu id an c o m o a lg o sagrad o , a leg rá n d o se

d e l don q u e lo s h ad os le han p rom etid o .

H ab ía cu m p lid o lo s d ie c is ie te años cuand o e l jo v e n se d ed i­

c ó a ro b o s n e fa sto s . Ig u a l q u e C a c o 106, p r iv a d o d e la v id a por

lo s b razos h ercú leo s, em pren d ió , tem ib le , e l ca m in o de n o c h e y

arrastró, tras h ab erlo robado, a l g u ía y padre d e u n reb año, su ­

je to firm em en te por e l cu e llo , l le v á n d o se lo , e n su locu ra , hasta

106 Héroe local de Roma cuyo mito está ligado al de Hércules. La historia cuenta que Caco robó a Hércules los bueyes que éste sustrajo a Gerión. Para no dejar huellas, Caco arrastró a los animales por la cola, obligándolos a caminar hacia atrás hasta su cueva, con lo cual las pisadas parecían dirigirse en sentido contrario. Hércules descubrió la estratagema al oír el mugido de los bueyes en la cueva que sintieron la presencia del resto del ganado. Tras entablar batalla con Caco, lo mató con su maza. Coripo ilustra, pues, con este mito la avidez de Antalas, al que presenta devorando un carnero tras haberlo robado.

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LIBRO III 93

u n a cu e v a . L o estra n g u la d e sp u é s , o p r im ien d o c o n su p u ñ o la

apretada garganta. S e d esp lo m ó sin a lien to ante su s p ie s e l car­

n ero , ú n ica e sp era n za d e l g an ad o lan u d o . E n to n ce s , d e se n v a i­

nan do su espad a, arranca la p ie l q u e esta b a firm em en te adheri­

da , d e ja n d o a l d e sc u b ie r to la s v is c e r a s d e sn u d a s . C orta al

an im a l en tero en cu a n tio so s tr o zo s y en tre la za su s a r ticu la c io ­

n e s te m b lo r o sa s so b re lo s a sa d o re s . Y e l h o r r ib le d e sp o jo se

q u em a e n la lla m a abrasadora. E n m itad d e l fu e g o , ja d ea n te y

p resu ro so lo en g u lle , m ed io q u em ad o , d ev o rá n d o lo entero c o n

gran av id ez.

Y a d e sd e a q u e lla é p o c a c o m ie n z a A n ta la s a c recer en m e ­

d io d e c ru eles robos y a m antener a su s seg u id o res c o n o scu ros

b o tin es. M ás tarde reúne hom b res a lo s q u e exhorta, en su m a l­

dad , a ir c o n é l a robar en s i le n c io entre la s t in ieb la s de la n o ­

ch e . L o s in stru y e c o n h a b ilid a d d e m o d o q u e e l ladrón lo m is ­

m o roba u n aprisco entero que u n rebaño d e b u ey es . S e d isp o n e

a e sc o n d e r su b o tín e n lo s a lto s m o n te s y a e sc o n d e r se e n la s

rocas o cu lta s y lugares seguros. S e atreve a tender em b o sca d a s

e n u n v a lle tom ad o de antem ano y , e sco n d id o , a atacar a la s fa ­

la n g es vánd alas. ¡A cuántos je fe s , a cu án tos e n e m ig o s decap itó

c o n su espad a, cercá n d o lo s c o n u n a sed io e n m e d io de lo s d e s ­

fila d ero s; arrastrando a lo s e scu ad ron es bárbaros c o n in ten c ió n

perversa, lo s abatió, im pío , con su lanza sobre lo s anchos cam pos!

H a d o s im p la c a b le s a c o sa b a n a lo s

d esg ra c ia d o s a fr ica n o s e n aqu ella é p o -Pi mieras revueltas c a y a d e str u id o rá p id a m en te

ae los morose l r e in a d o v á n d a lo , tras c ie n a ñ o s d e

d u r a c ió n 107. E n to n ce s p o r v e z prim era

lo s fr ex e s co m en za ro n a prender fu e g o a la s c iu d a d es de n u es -

107 Coripo sitúa el final del dominio vándalo coincidiendo con el ataque de Antalas y los moros a los ejércitos vándalos, discrepando en esto de los cro­nistas anteriormente mencionados (cf. supra nota 90).

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9 4 JUÁNIDE

tras r e g io n e s , a d ev a sta r la s v iv ie n d a s y a correr p o r lo s ca m ­

p o s , a trev ién d o se a entablar b a ta lla s h o s t ile s . A co n tin u a c ió n ,

p o n ien d o e n m o v im ie n to su s fuerzas [N affu r ru ge ja d e a n te ]108,

190 y a lo s h o m b re s d e to d o e l p o p u la c h o , N a ffu r r u g e ja d e a n te

d e s d e la r e g ió n v e c in a . U n d e s t in o d e sp ia d a d o n o s o b l ig a a

aban don ar n u estra s tierras y lo s q u er id o s la res, a tem o riza d o s.

C o rre e x c ita d o e l fe r o z saq ueador: y a n o e s p o s ib le la v id a a

sa lv o e n n in g ú n lu gar . N o s v e m o s a c o sa d o s y em p u ja d o s por

195 h a d o s h o s t i le s . A u n m ism o t iem p o p e r e c ie r o n lo s g o z o s d e l

re in o v á n d a lo y lo s nuestros. T u v im o s en to n ces la d esgracia de

llorar a n u estros p e n a te s 109 derribados y la d esh o n ra de buscar

tierras seguras.

E n a q u ella é p o c a H íld im e r 110 enta-

Los moros libran b10 b ata llaS COn funeStaS “ S eñ as, p o c o200 la última batalla contra acostum brado c o m o estab a a atacar: no

los vándalos de Híldimer sería cap az d e v e n c e r c o n fu erza a lg u ­

n a n i l e ser ía p o s ib le h a c e r fren te c o n

en señ a s tan nu m erosas. E n p len o m o n te , d o n d e u n d estin o e n e ­

m ig o lo atem oriza, e l hado adverso corta lo s h ilo s d e su v id a 111 :

a m e n u d o la F ortu na , irritada contra lo s b u e n o s , p ro teg e a lo s

m a lv a d o s. Y a se hab ían d e ten id o so b re la s cu m b res y lo s b o s -

205 q u es la s e n se ñ a s d e lo s m o ro s so b er b io s; e l e jé r c ito h a b ía ro-

108 En el v. 189 se repiten tres palabras {tune Naffur anhelus) que Petsche- nig separó del texto.

109 Los lares y penates eran divinidades protectoras del hogar.110 Lugarteniente-del ejército vándalo que Petschenig — al que siguen

Diggle y Goodyear— idéntificó erróneamente con el anciano rey Hilderic.111 Aunque Coripo se sirve del término fatum (el destino), hace en reali­

dad una clara alusión a las Parcas cuando habla de la ruptura del hilo de la vi­da. Las Parcas son las divinidades romanas del Destino, identificadas con las Moiras griegas, de las que se han asimilado casi todos los atributos. Se las re­presenta como hilanderas que limitan a su antojo la vida de los hombres. Como las Moiras, son también tres hermanas: una preside el nacimiento; otra, el ma­trimonio, y la tercera, la muerte.

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LIBRO ΙΠ 95

d e a d o a l e n e m ig o d e sd e lo s p e ñ a s c o s d e la s c im a s , de m o d o

qu e lo s so ld a d o s a co sa d o s n o ten ían n in g u n a p o sib ilid a d d e e s ­

capar, n i pu d ieron confiar en su núm ero e le v a d o , n i tener e s p e ­

ranza d e sa lvar la v id a , sien d o im p o sib le h acer fren te a lo s m o ­

ros: hasta tal p u nto e s reten ida la tropa v á n d a la p or lo s h o stile s

p eñ a sco s . L as escarpadas rocas sirven d e p ro tecc ió n a la so b er- 210

b ia tribu, m ien tras q u e e l en e m ig o , ro d ead o , e s cerca d o por lo s

profun dos v a lle s .

E n m itad d e lo s b o sq u es y lo s p a sto s e x is te un lugar fu n e s ­

to , d e en orm e e x ten sió n y por tod as partes p ro teg id o por esca r­

padas rocas. A pesar d e q u e e ste territorio se e le v e , escarpado y

co ro n a d o d e u n a a ltís im a c im a , cub iertas su s p eñ a s de fro n d o - 215

so s sa u ced a les , por su s alturas d e llan a cu m b re se ex tien d en las

llanuras ce le s te s . N o e x is te n in gú n c am ino a c ce s ib le , apenas un

send ero; por tod as partes só lo h a y crestas quebradas co n c a m i­

n o s s in u o so s e n esta e lev a d a m eseta . U n e sp e so b o sq u e c ircu n ­

da e sta apartada reg ión .

C u a n d o H íld im e r v io e l c a m p a m en to p r o te g id o por ta le s 220

d e fe n sa s naturales y q u e e l fren te , y a s in n in g ú n a c c e so , se s i ­

tu a b a e n e l p r e c ip ic io , te m ió a r r iesg a rse a l c r u e l p e lig r o . É l

m ism o en to n ces ordena a la s com p actas fo rm a c io n es que se d e ­

ten gan c o n sus propias en señ as, s in saber p o r dón d e atacar a lo s

e n e m ig o s fo r tif ica d o s . T o d o se le s v u e lv e e n con tra c o n la in ­

terv en c ió n de lo s hados.

F eb o inu ndab a y a d e lu z e l cen tro d e l c ie lo , resp la n d ec ien - 225

do e n to d o su ardor: e l fu e g o ardía e n la s se c a s gargantas y u n

ca lor so fo ca n te aco sa b a a lo s d esg ra c ia d o s. L a in ten sa sed h iz o

bajar a a lg u n o s h a c ia la s frías a g u as, de m o d o que lo s so ld a d o s

se retiraron , p u es por a q u el e n to n c e s e l r ío e s ta b a m u y le jo s .

L o s c r ia d o s l le v a b a n o d res l le n o s d e a g u a , s itu á n d o se e n u n 230

p r o fu n d o v a lle , n o le jo s d e l lu g a r . C u a n d o e l p r im er v á n d a lo

q u e a lca n zó la s fu n estas aguas se fe lic itó p o r haber apagado su

se d , a c u d ió e n to n c e s co rr ien d o e l resto d e la m ultitud: a s í lo s

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9 6 JUÁNIDE

235 arrastraban los hados, así la perversa Fortuna condenaba a muerte al ejército.

En ese instante un portaestandarte, atreviéndose a pensar que se debía cambiar la enseña, tiró con fuerza de las riendas, haciendo volver a su caballo desde los altos montes; le sigue el ejército de apiñadas armas. Los lugares intransitables y escar­pados se hacen visibles y al intentar agarrarse a los peñascos,

240 vuelven la espalda. El enemigo, creyendo que emprendían la huida, se precipita desde la cima del monte. La fatalidad llenó a todos, incluso a los capitanes, de terror. Se arrancan los estan­dartes en la huida. No había llanura por donde pudiera correr li­bre el caballo, atravesándola veloz con las riendas aflojadas.

245 Por las rocas y escollos, por las escarpadas piedras del monte caen los soldados empujados por el miedo y se hunden por su propio peso. Los hados persiguen a los desgraciados y el ene­migo los aterroriza en su carrera, acosándolos con ardor. Por todas partes cae la numerosa multitud, atravesándose el pecho

250 con sus propias armas. Unos vienen a precipitarse sobre las lanzas de los que caen, a otros arrastra el peso de sus compañe­ros. Así se precipita, sin distinción alguna, un ejército compac­to de hombres desde los altos montes en medio de la confusión. El jinete y el valeroso caballo caen juntos, mezclados con las armas; éste, precipitando su carrera en rápido torbellino, aplas-

255 ta a su amo con su enorme peso n2. Como cuando sobreviene el granizo y arranca la verde oliva sacudiendo el fruto del árbol tras golpear la copa. Entonces, tras precipitarse la tormenta, la tierna rama, sacudida al mismo tiempo por el granizo, es derri-

260 bada también al suelo. No era el valor de los enemigos, sino los

112 Estos versos en los que se describe la caída al río del ejército vándalo arrastrado por el pánico y la confusión, constituyen un paralelo y antecedente de otro pasaje en el libro IV (191-200) que narra prácticamente la misma situa­ción.

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LIBRO ΠΙ 97

hados hostiles lo que pesaba sobre los soldados dispuestos a perder una nación tan grande.

Desde aquí volvió el ejército hecho delpod'ervándalo pedazos, destituyó al tembloroso rey,

y tiranía agotado por su avanzada edad y aterro-del jefe moro rizado por el desastre, y concedió a

Géilamir continuación el cetro al cruel tirano1I3.En aquel momento deploró el emperador la raptura del tratado con el reino vándalo, Roma entonces trató de recuperar Libia con sus acostumbradas victorias. Sin embargo, en el corto tiempo que duró el desastre muchas cosas se destruyeron en de­masía: todo fue víctima de la horrible guerra. Pues en aquel tiempo dos calamidades pesaron sobre África: la asediaba, por una parte, la insaciable guerra, por otra el tirano con sus saque­os. La Fortuna robó a los desgraciados africanos el auxilio de una bienhechora salvación, amenazándolos con la muerte en una lucha mutua. ¿De quién deberán huir? ¿en qué lugar van a caer? si hay saqueos por doquier, si en cualquier lugar los hom­bres están aterrorizados. Así Libia entera, la más insigne de las tierras, es despojada por crueles pillajes, como perece un barco, ¡ay!, a la deriva, bamboleado por el borrascoso viento.

El emperador lleno de bondad yEl emperador compadecido, según su costumbre, de

restaura la paz. África , QS ^ f in ^ c a la m id a _conoce la prosperidad,

durante diez años des con el mejor consuelo para los des­graciados africanos y destruyó ambos

males, glorificando a los antepasados sidonios con más dignos

113 La destitución del rey Hilderic, según la versión de Coripo, fue provo­cada por la derrota que sufrió el ejército vándalo contra Antalas y los moros; fue el ejército, pues, quien entregó el poder a Géilamir («el tirano»). En este punto Coripo discrepa una vez más de Procopio, que atribuye la caída del rey a una conspiración de su sucesor, Géilamir, que utilizó como excusa para usurpar el poder el hecho de que el viejo rey había sido demasiado débil con los moros.

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98 JUÁNIDE

280 honores114. Vuestra tropa arrebató a los desgraciados africanos de las fauces de la muerte y, exhaustos, les retiró el cruel yugo. África se alzó ennoblecida por vuestros triunfos; tras la cons-

285 temación concedisteis alegría a esta tierra aliada, con el someti­miento de las tribus y la victoria sobre el orbe entero. En ese momento los intrépidos jefes de los moros, sometidos por vues­tro valor, temblaron ante la guerra; entonces todos, temiendo vuestros ataques, corrieron veloces a soportar de buen grado el gobierno y las leyes del emperador.

290 Esta prosperidad conoció nuestra tierra, que floreció libre durante diez años enteros115, y aunque hubo rebeldes, por fuer­za del destino, el enemigo más bien fue destruido antes de lle­varse su presa. Entonces bajo tu vigilancia, padre, no pudo África ponerse de acuerdo en sus propósitos para decidir la

295 guerra. Léucada116 contempló tu valor y tus batallas. Los cam­pos se inundaron de sangre, se emblanquecieron de huesos; el arado hiende las cabezas arrancadas de los hombros y los tron­cos son esparcidos sobre la hierba por tu espada. De todos es sabido lo que pudiste llevar a cabo en aquel combate con la

114 Justiniano, llevado por un sentimiento de deber religioso para con los católicos de África, decide entablar la guerra con los vándalos y envía a Belisa- rio, que se embarca con el grueso de su armada en 533. El 15 de septiembre, Belisario, al frente de su ejército, entra en Cartago y comienza inmediatamente los preparativos para su fortificación. Tras varias batallas contra el ejército ván­dalo, éste es vencido por fin y Géilamir, ante la inminencia de la derrota, em­prende la huida.

115 Coripo alude probablemente a la pacificación de África durante Solo- món, aunque su duración no fue de diez años, sino desde el 534 al 539.

116 El término plantea dificultades de interpretación, pues, si por una par­te, P artsch (Corippi Africani..., pág. ΧΠ) lo considera como uno de los nom­bres con los que Coripo alude a la tribu de los laguantan o ilaguas — siendo és­ta su única aparición en toda la obra— , por otra, para Sh e a (The Iohannis..., pág. 46) como para D iggle y G oodyear (F. C. Corip. loh...., pág. 195) se tra­taría de un lugar de difícil identificación.

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LIBRO III 99

ayuda de Dios. ¿Quién pudo dejar las huellas de tantas tropas sobre las llanuras? En tu grandeza, has realzado con honores y 300

has engrandecido a menudo los triunfos de Solomón m .Mira cómo Yaudas 118 intentó al

Estucias emprende mismo tiempo la guerra y la dirigió,

corrían en mitad de los bosques. Pero 305

Estucias119, que había pertenecido antes a nuestro bando, dio comienzo a la guerra. Este delirio, esta cólera, este afán crimi­nal se añadieron al noble imperio: renació la guerra civil. En aquella época Cartago, una vez roto el tratado, vivió feroces sa­queos y un abominable peligro en una lucha sin ventaja120. Fue 310

vencido, sin embargo, en breve tiempo y se marchó Estucias. Membresa lo vio correr por sus campos; lo vio emprender igualmente la huida, tras haber dispersado al enemigo, el noble

117 Liberato compara a Juan Troglita, a quien dirige su relato, con Solo­món, e l pacificador de África anterior a su llegada. Cf. nota 47.

118 Jefe moro al que Procopio describe como un gran ambicioso, dispuesto a todo para aumentar su poder. Lleva a cabo sus saqueos por doquier al frente de su caballería. D e elevada estatura y probado valor, tiene entre los suyos un prestigio sin igual; su habilidad no le va a la zaga a su valentía y, al abrigo de sus inaccesibles montañas, puede agotar a sus adversarios con una larga guerra de emboscadas.

119 Jefe de los rebeldes de Bulla Regia, que hasta antes de la revuelta era «guardia de corps» del magister militum vacante, Martín.

120 Coripo alude a las revueltas que inician las tribus moras tras la caída del poder vándalo y la marcha de Belisario que deja a Solomón al trente de la situación. África vive entonces momentos de gran tensión, pues el restableci­miento de la administración financiera imperial había exasperado a la pobla­ción, con la que el fisco vándalo había sido mucho menos exigente. Por otra parte se retrasaba la soldada de las tropas y la legislación con la que Justiniano pretendía liquidar el régimen vándalo en materia económica y religiosa aumen­taba aún más el descontento del ejército.

una guerra civil que es sofocada

p o r Belisario

sin embargo, antes de ver el campo abierto, tembló ante los romanos que

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100 JUÁNIDE

315 B e lisa r io q u e v e n c ió c o n u n m o d e sto e jérc ito m . A ti ta m b ién

te v io la V ic to r ia en p le n o co m b ate; irru m p ien d o e n e l cam p a­

m en to , v a lero so , hac ías p ed a zo s a lo s escu a d ro n es c o n tu p o d e ­

r o sa e sp a d a y c o n sem eja n te v a lo r m a ta b a s a lo s h o m b res d e l

so b er b io y v e n c id o tirano q u e G e r m a n o 122 d isp ersa b a . A ti te

con tem p la b a C elas V átari c o n extraordinario am or; a ti te hab ía

320 v is to A u t e n t i123 m atar a lo s cru e le s e n e m ig o s . V iv ió e n to n c e s

n u estra tierra u n a fe cu n d ís im a tregua. N i la guerra, n i e l rapaz

saqueador, n i e l avaro so ld ad o se acercaron a nu estras ca sa s en

322 e l cam po. S e respetan todas la s p o se s io n e s y e l so ld ad o , p a c ífi-

121 Estucias, con un ejército de aproximadamente ocho mil hombres, al que se añadieron un regimiento de vándalos y un gran número de esclavos fu­gitivos, creyó poder tomar Cartago con facilidad. La ciudad pudo ser salvada por la rápida intervención de Belisario que, acompañado de Solomón y de ape­nas cien de sus «guardias de corps», llegó justo a tiempo para evitar la capitula­ción. La noticia de su regreso a Cartago fue suficiente para desanimar a los si­tiadores, que se retiraron en medio del desorden. Belisario se lanzó a su persecución y alcanzó a los rebeldes cerca de Membresa, a orillas del B agra­das, infligiéndoles la derrota.

122 Primo del emperador Justiniano y una de las grandes figuras de la épo­ca. Procopio lo define como un verdadero señor en el mejor sentido del térmi­no; de absoluta integridad, muy rico pero también generoso, súbdito siempre fiel, nunca dejó de hacer prueba de su prudencia y tacto extremos. Justiniano apreciaba sus cualidades morales y la gran capacidad militar de la que hizo prueba. En 536 Germano, ex-cónsul honorario y patricio, ocupaba el más alto cargo con el que puede ser investido un general del imperio: el de primer ma­gister militum in praesenti, cuando el emperador decidió confiarle la tarea de salvar la prefectura de África que estaba a punto de convertirse en estado inde­pendiente, dominado esta vez por la soldadesca revuelta.

123 El término Celas Vátari presenta un problema de interpretación. Vátari aparece en la Tabula Peutingeriana como una ciudad de Numidia, identificada con el moderno el Gattar. Celas resulta inexplicable. Puede pensarse que se tra­te de una confusión de nombres, pues Procopio cuenta que Juan Troglita parti­cipó con Germano en una importante batalla en Scalae Veteres, Es posible, pues, que Coripo confundiera Scalae Veteres y Cellas Vatari. Autenti, fortaleza de Bizacio, es situada por el Itinerarium Antonini en la ruta entre Thevis y The- veste.

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LIBRO ΙΠ 101

co, se complace en su propio hogar. Todo estaba lleno de pros- 326 peridad; la paz era estable en la comarca de Libia. En aquella 325

época era fecunda Ceres, entonces el pámpano se complacía en los racimos y resplandecían los colores del árbol, guarnecido de olivas como gemas. El viñador comenzaba a plantar sus vi- 327

ñas nuevas por doquier y, con los bueyes uncidos al arado que él mismo dirigía, sembraba alegre sus campos y su canto sose­gado se escuchaba desde la montaña. También se atrevió a can- 330

tar a la luna el alegre caminante. Por todas partes lanzaban su pregón los mercaderes. Se repiten como un eco por las tierras tranquilas hermosos cantos y voces suaves. Canta, por una par­te, regocijado el labrador, el alegre viajero, por otra. Pues las 335

camenas encantaban y aliviaban el corazón de los hombres con variados cantos.

Existió entonces una completa li- lJna nueva ruina bertad> Pero Por Poco tiempo. Los hilos

se precipita sobre África: de los hados son hostiles a la desgra- la peste ciada humanidad. ¿Por qué, Láquesis124,

mantienes el destino de los hombres pendientes de tan fino hilo? Con sólo tocarlo, se precipita al instante el universo en ruinas.

(***) o vuelves con sólidas cadenas de bronce y de hierro 340 (***) trastornándolo todo, el terror acosaría (***), la cólera no destruiría (***) y África entonces, más restablecida, habla re­cuperado nuevas fuerzas (***)125.

Y la epidemia había comenzado a destruir al género huma­no y al mundo que se tambaleaba. Llegando en poco tiempo a 345

124 Láquesis es una de las Moiras que, junto a Atropo y Cloto, regulaba la duración de la vida de cada mortal desde el nacimiento hasta la muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera corta­ba cuando la correspondiente existencia llegaba a su término.

125 Pasaje fragmentario.

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102 KJÁNIDE

nuestras costas, se propagaba con asombrosa rapidez126. Nunca se había conocido un género de muerte tan terrible, ni en los al­bores del universo informe, ni en la época de Pirra127. Pues este año mortífero, trastornando a los desgraciados con calamida-

350 des, había confundido a los manes con los dioses celestiales y los hombres se veían heridos por flechas divinas, contemplan­do cómo surgían entonces de la profundidad de la tierra dife­rentes plagas y visiones terroríficas. En este momento ya no existe terror alguno ante la crueldad de la muerte; cerraban sus

355 ojos los hombres sin temerla, cualquiera que fuese su edad. El amargo llanto abandona al género humano y no derraman lágri­mas los ojos, pues cada cual teme por su propia vida. Nadie en­tonces cumplía con el debido rito funerario; no se oyeron la­mentos de duelo en la ciudad: no llora el marido a su esposa, ni la novia al novio, no se entristece la madre por sus hijos, ni los hijos por su madre. ¡Ay, corazones endurecidos que no lloran

126 Se trata de la devastadora peste que se originó en Egipto en el verano de 542. D e Egipto se extendió por Palestina y Siria hasta alcanzar Constantino­ple en la primavera del año siguiente, difundiéndose después por Asia Menor, Mesopotamia y Persia. Por Occidente llegó hasta África y, desde allí, invadió Sicilia e Italia. Procopio nos ha dejado una minuciosa descripción que toma co­mo fuente la peste de Atenas descrita por Tucídides. Coripo trata, pues, un te­ma vigente como motivo literario desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días y lo utiliza como un ex cu rsu s, muy de moda en esta época, para enfatizar el estado de postración en que se encontraba el norte de África antes de la lle­gada de Juan Troglita. Cf. A. R am írez d e V e rg e r , «La peste como motivo litera­rio (A propósito de Coripo, Ioh . ΙΠ 338-379)», C u a d. F il. C lá s. 19 (1985), 9-20.

127 Cuando Zeus quiso destruir a los hombres de la Edad del Bronce por considerarlos una raza viciosa, decidió enviar al mundo un gran diluvio con ob­jeto de ahogarlos. Sólo quiso preservar a dos justos: Pirra y su esposo Deuca­lion. Construyeron una arca en la que se introdujeron y durante nueve días y nueves noches estuvieron flotando sobre las aguas. Después del diluvio, que los depositó en la cumbre del Parnaso, ambos crearon seres humanos arrojando piedras por encima de sus respectivos hombros. Pirra creó mujeres y Deucalión hombres. Cf. O vid io , M et. 1 125-415..

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LIBRO III 103

ante una muerte nunca conocida en otro lugar! Se decretó el lu­to público pero nadie llora en la intimidad del hogar: aquella muerte era de poco valor para todos.

Ya abandonaban los ciudadanos libios las ciudades, que se van quedando deshabitadas; apenas quedaba un solo habitante que, vagando por muchas casas, buscaba, tras un largo proceso, el patrimonio paterno. Sin ningún derecho ya está lleno de ri­quezas el que era heredero de mil padres. Un desconocido se apoderó a un tiempo del patrimonio de los antepasados, de las cosechas, la plata, el guardarropa y el oro, llenando, insaciable, con tantos bienes su hacienda. Se enriqueció con tantas pose­siones y, sin embargo, nunca sacian los avaros su avidez sin lí­mite. Se arde en deseos de contraer nuevos matrimonios; des­posan viudas ricas, mientras ningún novio solicita a la doncella sino que se busca esposa según la riqueza de su difunto marido y se concede una pequeña dote a las doncellas. De este modo ninguna mujer en esta época maldita se preocupó de guardar luto por su marido.

Entonces todos tienen acceso a los tribunales y comienzan a entablarse penosos pleitos. La discordia se ensañó por doquier originando crueles disputas. La honradez desapareció por com­pleto; nadie, movido por su conciencia, obra con justicia.

Por este motivo el todopoderoso envía otracalam uiad Creador, sin ninguna dilación y llevado

como castigo por su cólera, castigó a los desgracia-a los africanos: dos y, enojado contra todos, suprimió

Antalas sus ¿isputas> Hizo aparecer a un ene­migo que nació en nuestra propia tierra128. Este lloraba conmo­vido la muerte de su hermano, pero no hubo fuerza alguna con

128 El enemigo del que habla Liberato, y el que parece ser causante de to­dos los males de Africa, es Antalas. Recordemos que ya Liberato acusaba pri­mero a su padre Güenfan de haberlo engendrado (v. 66).

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104 JUÁNIDE

la que pudiera atacar. Sin embargo, mientras mantiene oculto su proyecto de guerra en su corazón, vio cómo el destino de­plorable de los soldados había reducido sus innumerables tro­pas. La peste, aliada de la guerra, no perjudicó a las rudas tri­bus; no obstante, temeroso, tomaba precauciones para evitar el contagio en la tierra saqueada. Pero cuando pasó la epidemia, empezó a surgir un ardiente deseo de luchar y él obligó a los funestos escuadrones a combatir. Los envió a las remotas are­nas de la sedienta Libia —donde en otro tiempo había secado Faetonte la tierra con el exceso de sol, precipitado por el ra­yo— e instruyó a los malvados pueblos, hablándoles hasta la saciedad de la matanza de nuestros hombres. Y al instante se extienden las feroces tribus por el territorio libio. El saqueador comienza a correr, enloquecido, por nuestras tierras, destruyen­do las viviendas, incendiando las casas y prendiendo fuego, en su ímpetu, a las ciudades.

Cuando Solomón vio surgir una guerra de tal envergadura, congregó a los ejércitos romanos llamados de to­das las regiones, apresurándose a hacer frente a un destino hostil. Se envía al instante un mensaje de escritura funes­

ta y he aquí que corre volando, forzado a combatir con desven­taja, un jefe de los moros amigo del desdichado Solomón y siempre fiel en extremo al imperio romano: Cúsina129, podero-

129 Cúsina es medio beréber, hijo de un jefe indígena y de una mujer ro­mana. Aunque se rebela al principio contra la autoridad bizantina, su única pre­ocupación será en adelante firmar la paz con el imperio lo más pronto posible. Se alió, pues, a la causa imperial y hasta tal punto le fue fiel — no en vano su nombre va siempre acompañado del adjetivo fidus, al igual que el Acates de Virgilio— que Justiniano lo nombró magister militum vacante y puso bajo sus órdenes, además de sus moros, a los soldados del ejército regular.

Solomón reúne un ejército de aliados

contra Antalas. Muerte de Solomón

en combate

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LIBRO m 105

so e n fu e r z a s , l le v a n d o c o n s ig o a lo s m a str a c ia n o s 13°. A c u d e 410

c o n é l e l q u e era en to n ces gen era l e n T r íp o li, e l v a lie n te P e la ­

g io qu e, llev a n d o c o n s ig o al com b a te a lo s aguerridos m eca les ,

q u e eran p a g a n o s, n o avanzaba c o n fu erza s favorab les; s in c o ­

n o cer su s artim añas, to m ó bajo su m a n d o a lo s fa lso s ifú races.

S ie m p r e q u e fa lta c la r id a d a l p e n s a m ie n to , F o rtu n a , e s tá s al

a cech o , am enazante. ¡ S o lo m ó n , d ign o d e c o m p a sió n , n o 131 de- 415

b ias haber u n ido é sto s a tus fuerzas! E l q u e e s arrastrado p o r un

d e s t in o d estru cto r s iem p re h a c e lo q u e e s p e r ju d ic ia l para él;

n ad ie podrá evitar lo q u e e s inm inente.

Y y a l le g ó e l d ía p ostrero para n u estra tierra; e l had o a m e ­

n azante se apresuraba en to n ces a aniquilar a L ib ia . A v a n za S o ­

lo m o n sem b ra n d o d e b a ta lla s la e sp e su r a d e lo s b o sq u e s , sin

tem or y co n fia d o en su s fuerzas. Y a h ab ía v e n c id o a lo s e n em i- 420

g o s y e l ejército contrario ya h ab ía c o m en za d o la hu ida llev a d o

p o r e l m ie d o y é l m ism o y a co rre im p e tu o so a tra v és d e lo s

e n e m ig o s , p ers ig u ien d o a lo s e scu a d ro n es q u e h u y en ex trav ia ­

d o s , cu a n d o d e rep en te la lea lta d fu e qu ebrantada. L a F ortuna 425

l e s v o lv ió la esp a ld a , L á q u es is ro m p ió e n to n c e s lo s h ilo s y la

V ic to r ia u ltrajada r ep le g ó su s a la s c a íd a s . E n a q u e l m o m en to

lo s fu n esto s h ad os encontraron a su in term ediario . E l m iserab le

G ú n tarit132 sem bró e l terror en nuestro ejército , estand o a punto

130 El término «mastracianos» no ha podido identificarse en relación con ninguna de las tribus moras.

131 Proponemos la conjetura nec (en lugar de heu en el manuscrito); nos parece más apropiada al sentido del texto, si consideramos la expresión del v.411, «no avanzaba con fuerzas favorables».

132 Es el dux de Numidia. Antiguo lugarteniente de Solomón, había parti­cipado recientemente en la batalla de Cillium; su actitud ambigua y su huida le habían hecho, no sin razón, sospechoso de traición. Ambicioso, sin escrúpulos, era capaz de todo, pero bastante hábil, por otra parte, para no comprometerse con demasiada evidencia. Aprovechó su mandato en Numidia para entablar re­laciones con los grandes jefes del lugar, pero, por otra parte, y a pesar de las negociaciones que mantenía en secreto con los beréberes, Gúntarit fingía per­manecer fiel al imperio.

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106 JUÁNIDE

430 d e arruinar p o r c o m p le to la s fu e r za s r o m a n a s. N i la F o rtu n a

a m e n a za d o ra , n i e l e n e m ig o , n i e l a n g u s t io so m ie d o h a b ía n

a c o sa d o a l v e n c id o , s in o q u e d a la v u e lta , m a lin ten c io n a d o , a

su s estan d artes, f in g ie n d o la h u ida . C u a n d o lo v io tem b lo ro so

al v o lv e r se tod a la coh orte , lo p ersig u e tras abandonar a su g e ­

nera l q u e lu ch ab a e n p le n o fo so . E ste p e n o s o azar in fu n d ió en -

■ 435 to n c e s a u n tiem p o n u ev a c ó le ra y v a lo r a lo s e n e m ig o s , a n o ­

so tr o s m u er te , m ie d o y la d e sv e r g o n z a d a h u id a q u e su e le

an iq u ilar a lo s p u eb lo s c o n u n a m u erte d esh o n ro sa . L o s p e r s i­

g u e e l e n e m ig o en su im p la c a b le c ó le r a , m á s p o d e r o so ahora

440 p o r su s com p actas arm as. A l h acerse in m in en te e sta m ism a ag i­

ta c ió n , m u e r e , ¡a y !, d e m o d o in ju s to S o lo m ó n , c o n su p e c h o

traspasado por la s duras flech a s . A l in stan te la situ a c ió n cam bia

p o r c o m p le to . S e g ú n e s c o stu m b re e n e s ta d o d e guerra, n a d ie

en su locu ra perm an eció y a f ie l a la ca u sa im peria l, s in o q u e to ­

d a la tropa a liad a lu ch ó para apoderarse d e l b o tín . L loró en ton ­

c e s a l hu ir e l labrador ap en ad o p o rq u e e l e n e m ig o le ro b ó su s

445 n o v il lo s d esu n c id o s . E n aqu el m o m en to tod as la s ca sa s fu eron

destru id as c o n tod as su s p o se s io n e s y n o só lo su cu m b ió e l p o ­

bre, g o lp ea d o por esta desgracia , sin o q u e tanto e l r ico c o m o e l

450 p ob re se v iero n im p lica d o s. Tras e l m and ato de S o lo m ó n se d io

r ien d a su e lta a l p illa je y n in gu n a r eg ió n se lib ró d e la m a lv a d a

guerra. E l sa q u ead or e n lo q u e c id o p ren d e fu e g o p o r d o q u ier a

la s c iu d a d e s y lo s c a m p o s . Y n i la c o s e c h a o e l árb o l q u e se

c o n su m e ardiendo e n e l fu e g o so n lo s ú n ico s e n ser destru idos,

p u e s lo q u e s e sa lv ó d e la p e s te lo d e v o r a e l g a n a d o y A fr ic a

455 en tera e s p iso te a d a p o r lo s j e f e s m o r o s . ¡A y , d o lo r ! N in g ú n

e jér c ito p u d o y a res is tir en lo s c a m p o s , n i so ld a d o a lg u n o d e ­

fe n d e r la s m u ra lla s cerradas; to d o lo a b a n d o n a b a a l p illa je la

c ó le ra d iv in a . D e n u ev o corrió a com b atir e l p ér fid o E stu cia s a

la s ó rd en es d e A n ta las; e l tirano tu vo e l d erech o d e correr por

460 doq u ier saq ueán d o lo tod o bajo la s órd en es de su j e fe m oro.

Page 101: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO CUARTO

E l tr ib u n o L ib e ra to

p ro s ig u e su re la to :

lo s m o ro s

tom an la c iu d a d

d e H a d ru m e to

M ien tra s d e b o 133 record ar e l n o m ­

bre d e l c ru e l tira n o , s ie n to de rep en te

un d o lo r m u y in te n so q u e h a c e e s tr e ­

m ecer m is h u eso s d esd e lo m ás p rofun­

do d e m i ser. C o n fu sa m en te m e debato

recordando tantas derrotas sufridas por

lo s j e fe s , tantas d esg ra c ia s d e lo s m ío s y m ía s, p u e s e l p ér fid o

so ld a d o c o n s ig u ió q u e u n o s h o m b res am ed ren tad os entregaran

su s en señ a s a lo s m a lv a d o s e n em ig o s . S er ía interm inab le narrar

la catástrofe: n o obstante, contaré lo s cr ím en es d e la guerra con

la s palabras justas. H im e r io 134 era e l j e f e que custod iab a la ciu -

133 Proponemos esta conjetura (d e c e t), pues no supone un gran cambio con respecto a la versión del manuscrito (ia ce t). Para la construcción dum ... ec-

ce en la Ju á n id e , cf. IV 136-137; V I465, 468.134 Prefecto de Hadrumeto, ciudad costera situada entre Cartago y Punta

de los Vados. Coripo narra en estos versos la toma de la ciudad por los moros mediante una estratagema preparada por éstos. La versión que da P r o c o pio (G u e rr a co n tra lo s Vánd. IV 23, 3-17) de los hechos es algo diferente, pues, se­gún él, Juan, el hijo de Sisinolo, ordena a Himerio que reúna sus tropas en una llanura cerca de Hadrumeto para preparar el ataque a las tribus que saqueaban los alrededores de la ciudad. Desgraciadamente el lugar estaba ocupado por los rebeldes y las tropas de Himerio fueron derrotadas.

Page 102: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

108 JUÁNIDE

dad sitia d a , p r o te g ie n d o c o n so ld a d o s la s m u ra lla s cerradas y

la s e lev a d a s torres. P ero una in triga arrastró a lo s d esgraciad os

fuera de su s m urallas, en treg á n d o lo s a la e sc la v itu d d e lo s m o ­

ros. P u es se en v ía a la c iu dad sitiada u n a carta m u y persuasiva ,

d e escritura fu n esta , e scrita en n om b re d e l general; cuand o en ­

tra e l so ld a d o s in o n io 135 d ice q u e la carta e s d e J u a n 136. L eem o s

la s ó r d e n e s d e l tiran o to m á n d o la s p o r la s d e n u es tro g e n era l.

N o s exh o rta e n la carta c o n fr ecu en c ia , c o m o s i fu era e l g e n e ­

ral, a atacar e n ca m p o abierto y a destruir ig u a lm en te lo s c a m ­

p a m en to s d isem in a d o s de lo s m oros. E n m e d io d e la c o n fu s ió n

lo s tribunos dan án im os a lo s so ldad os.

D a m o s la o rd en d e em p ren d er la m a rch a . S a le in c lu s o e l

p ro p io g en era l m ás v e lo z q u e la c a lla d a b r isa y en tre la s so m ­

bras d e la n o c h e se precip ita la cab a ller ía para u n irse a la s e n se ­

ñ as a liad as, p ero cu a lq u ier prem ura e s p o c a para lo s so ld a d o s.

A q u e l in f ie l S in ó n se adelantó e n to n c e s co rr ien d o , d isp u esto a

preparar a su p u eb lo y tramar las intrigas.

C uando e l fu n esto F eb o sa có de la s h e la d a s aguas sus fo g o ­

s o s c a b a llo s , s e d e sc u b r ió e l e n g a ñ o . V im o s e n to n c e s , — ¡ay ,

desgraciad os!·— ·, la s en señ a s d e l tirano a co m eter a la s nuestras

y a lo s fe ro c es m oros que in festaban lo s ca m p o s. R etro ced im o s

atem orizad os, p u es ¿qu ién p o d ía h a cer les fren te? A n ta las y E s-

tu c ias, fuera d e sí, p ersigu en por lo s p rados a la s am edrentadas

tropas: n o h a y sa lv a c ió n p o s ib le ; e l e n e m ig o e n gran n ú m ero

r o d ea am en a za n te a nu estros te m b lo ro so s so ld a d o s . T en ía m o s

135 El adjetivo Slnonius se utiliza como sinónimo de traidor para evocar al Sinón que, durante la guerra de Troya, convenció a los troyanos de la huida de los griegos, induciéndoles a aceptar el enorme caballo de madera — en cuyo in­terior éstos se habían escondido— que esperaba ante las puertas cerradas de la ciudad; cf. V irgilio , Eneida I I 7 9 ,1 9 6 , 258, 329.

136 Oficial romano que era también llamado «el hijo de Sisinolo» y que protagoniza la parte de la narración de Liberato incluida en este libro — sus alusiones al «general» o al «general Juan» se refieren, pues, a este personaje— .

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LIBRO IV 109

la m uerte ante lo s o jo s y e l d estin o cru el n o s n eg a b a su aux i l io

— ¡ay! o ja lá hubieran esta d o n u estros ca d á v eres ten d id os e n e l

ca m p o d e batalla , la in d ign a deshonra se alejaría ahora de n u es­

tras arm as. D e m ejo r m o d o p e r e c ió Juan , a l q u e arrebató u n a 35

m u erte a fo r tu n a d a 137 p u es n o h u b o de sop ortar la sob erb ia del

e n e m ig o d om inad or n i tem ió la esp a d a d e l am o s ig u ien d o , c o ­

m o p r is io n ero , la su erte co m ú n — 138, p u e s e l v ig o r o s o ca b a llo

se v e forzad o a correr — resuena, co n e l ch oq u e continuo , su p e ­

zuña d e cuerno— hu yen d o a través de ca m p o s ex ten so s y e l f e ­

roz e n e m ig o n o s atem oriza , am enazán d on os d esd e lo s m on tes. 40

L a fo r ta le za d e C e b a r 139 o fr e c ía u n ca m p a m en to de d if íc i l

a c ce so e n cam p o abierto. H a cia aqu í d ir ig ió la desgraciad a tro­

p a las riendas de sus caballos; e l so ld ad o o cu p ó la forta leza con

lo s desgraciad os tribunos; e l genera l esta b a ta m b ién entre e llo s .

M a s n o to m a m o s la p reca u ció n d e cerrar la s puertas. A seg u ra - 45

m o s lo s ca b a llo s y n o s arm am os para u n c o m b a te a p ie , r ech a ­

za n d o a lo s e n e m ig o s q u e ava n za b a n h a c ia la s v iv ie n d a s . L o s

d o s tiran os c o n la m u ltitu d q u e le s aco m p a ñ a b a , la co h o rte de

lo s laguantan y naffur, de num erosas arm as, se lanzaron a c o m ­

batir precip itadam ente.

E n to n ce s E stu c ia s , sim u la n d o rep rim ir la cru e l batalla , c o - so

rre v e lo z co m o e l fu e g o , co n la esp ad a d esen v a in a d a , al m ed io

de las f ila s . A c o n se ja p ersu a siv a m en te a lo s fe ro c es m oros que

ab an d on en e l ca m p o d e bata lla y rep rim e c o n v erg o n zo sa s p a ­

lab ras la c ó le ra d esatad a . A b a n d o n a ro n é s to s e l lu gar , p ero e l

137 Mantenemos los versos 35, 36 y 37 en su orden original; en la edición de Diggle y Goodyear se sitúan tras el verso 201. El paréntesis que comprende los versos 33 a 37 es nuestro.

138 Parece ser que Juan, el hijo de Sisinolo, tuvo una muerte parecida a la de Solomón, en cualquier caso, murió combatiendo hasta el final, de ahí la ex­presión «muerte afortunada» (felici morte) que alude a la idea de mors honesta, la muerte digna en el combate.

139 Fortaleza de Bizacio, provincia situada entre Numidia y Tripolitania.

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110 JUÁNIDE

m alv a d o p erm an eció d e p ie sobre un a lto m o n tícu lo , aparentan­

d o seren id a d , m ien tra s h o s t ig a b a c o n h a la g o s a lo s d e á n im o

in d ec iso . A un tiem p o garantiza la lucha , y aprem ia a su s h o m ­

bres y c o n d iversas palabras le s exhorta a com batir. U n a s v e c e s

se m u estra a m en a za n te , p e r su a s iv o o tras. L o s so ld a d o s dejan

ca er su s arm as, d om in a d o s por e l terror y ráp idam ente se arro­

ja n a la s r o d illa s d e l tirano, a c la m á n d o lo c o n ferv o r . N in g u n a

sa lv a c ió n h a y y a para lo s je fe s . ¿Para q u é d ec ir m á s? S o lic ita ­

m o s e l p erdón . S e n o s da e n seg u id a . P ro cu ra m o s q u e lo s e n e ­

m ig o s ju r e n p o r su v id a: a s í lo h a c e n . O b lig a d o s , s im u la m o s

so m e te m o s a lo s cru eles tiranos. L a c iu d a d de Justin iano e s en ­

treg a d a e n to n c e s a lo s d e sp ia d a d o s m o r o s c o n u n d e s t in o in ­

cierto .

in d e c is o a en tregarse a su s p rop ias e n señ a s . L o s so ld a d o s c o n ­

sin tieron salir d e l cam pam en to e n e m ig o y em prender p ro g resi­

v a m e n te la h u id a . L a s t in ieb la s p ro tecto ra s d e la n o c h e s e m e

l le v a n tem ero so , seg u id o de u n a m ultitud . A l lleg a r , v i m i ca sa

y a m i e sp o s a . M artu rio a b a n d o n ó e n su h u id a a lo s c r u e le s

e n em ig o s; le s ig u en detrás lo s so ld a d o s, aunque e l que q u iso se

qu ed ó. L a c iu d ad d e Justin iano p erm a n ece abierta a lo s ataques

nocturnos: un c iu dad ano lea l la abrió c o n u n a ju s ta tr a ic ió n 140,

n o p u d ien d o soportar e l y u g o d e l cru el tirano. A pesar de tod o ,

140 Hadrumeto, que había caído en manos de los rebeldes, fue devuelta a la armada bizantina gracias a la estratagema de un sacerdote llamado Paulo. Éste, después de llegar hasta Cartago y volver con un grupo reducido de solda­dos, hizo correr el rumor de que Germano acababa de desembarcar con un po­deroso ejército y se dirigía a Hadrumeto. Tal era el prestigio de éste, que la no­che siguiente se abrieron las puertas de la ciudad a la armada imperial.

E stra ta g e m a

d e lo s ro m a n o s

p a r a e s c a p a r

de lo s m o ro s

A c o n tin u a c ió n c o n s e g u í atraerm e

la a te n c ió n d e lo s a lia d o s c o n m i d is ­

curso . M arturio ta m b ién e sta b a p repa­

rado para la s e s tra ta g e m a s . A s í q u e

a m b o s p e r su a d im o s a lo s de. e sp ír itu

Page 105: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO IV 111

la s e n señ a s p ú b lica s p erm an ecían encerrad as e n la s m urallas y

n a d ie fu e ca p az , co m b a tien d o e n ca m p o ab ierto , d e atacar a la

tropa e n e m ig a , n i e l g e n e ra l q u iso y a c o n fia r e n su s a lia d o s ,

m ien tras estu v iera v iv o e l m a lv a d o E stu cia s. so

C u a n d o la d e so la d a Á fr ica s e v e ía

L le g a d a d e l a m en a za d a p o r ta n to s p e lig r o s e l m ars e n a d o r A r io b in d o se i lu m in ó c o n la s n a v e s d e A r io b in -

a Á f r ic a d o 141. L a lle g a d a d e l g en era l fu e m o ti­

v o d e asom bro; e l p u eb lo d e lo s laguan-

tan s e m a rch ó a terrorizad o . ¡O ja lá n o h u b ie ra c o n te m p la d o 85

A rio b in d o im p a sib le lo s p en ates de lo s ca rtag in eses! Á fr ica su­

fr ió e n to n c e s m a ta n za s por u n a c a la m id a d m á s d e sa s tro sa y

san grien tos sa q u eo s entre am b os je fe s . E l pod er com partid o no

sa b e so p o rta r a d o s ig u a le s : e n n in g u n a é p o c a h a su rg id o la

a m ista d entre q u ien es co m p arten e l p o d er . A s í n o s lo en señ a n 90

lo s m ism o s e jem p lo s de nu estros antepasados. Ig u a l que u n p ie

s ig u e a l anterior, q u e h a e ch a d o a andar p r im ero , o lo s m ie m ­

bros d e l cuerp o s ig u en e l m o v im ie n to q u e d icta la ca b eza o las

ra m a s d e l árbo l p r o d u ce n e l fru to d e su p r o p ia e s p e c ie , n i e l 95

m u n d o to sc o aún, apenas fértil c o n sus e sc a sa s e sp ig a s , fu e ca­

p a z d e m an ten er a d o s , n i R o m a — e l m á s p o d er o so de lo s im ­

p e r io s— q u e c im e n tó su s n u ev a s m u ra lla s c o n su p rop ia san ­

gre. L a r iv a lid a d lo s d iv id e e n m e d io d e la c o n fu s ió n y am bos

p erm a n ecen d e sa v e n id o s d esp rec ia n d o a su ig u a l. E l e sta d o se

e sc in d e e n d o s partes e n la s q u e ca d a u n o a p o y a a sus d ir ig en ­te s . M ie n tr a s u n o , e n g r e íd o , s e cre e e l p r im ero y e l o tro , s in 100

em b argo , n o se co n sid era en seg u n d o lugar, Á fr ica llora d ev a s­

tada p or lo s saq u eos extranjeros.

141 Ariobindo, senador romano enviado a África por Justiniano, había ac­cedido a su cargo por estar emparentado con el emperador, pero era en realidad un personaje sin ninguna fuerza de carácter, sin decisión ni experiencia. Cuan­do Ariobindo llega a África era Sergio, sobrino de Solomón, quien estaba al frente de la provincia. Más adelante Coripo aludirá a la rivaliad entre ambos.

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112 JUÁNIDE

P or orden d e lo s j e fe s y d e l v a lero - E nfren ta m ien to so j u a n p r e c isa m e n te a ta caron c o n

en tre tom em os y m oros. fuerzas d e s ig u a le s a lo s fe ro c es en em i-A re n g a de Ju a n °a su s so ld a d o s g ° s> pero em pren d ieron la hu ida v e n c i­

dos: fu e la am a rg a lu c h a en tre la s p a ­

s io n e s q u ie n v e n c ió a lo s so ld a d o s . U n a v e z m á s e l g e n e ra l

Juan en p ersona, abriendo la m archa, ava n za contra e l en em ig o

n u m ero so d isp o n ié n d o se a m orir , c o n fia d o e n su arrojo; y l le ­

v a n d o tras d e s í a lo s v a lie n te s tr ib unos n o te m ió en fren tarse a

tan tos horrores. S u am or por la patria d e sp re c ió la s h er id as de

l a m uerte desp iadada. C uando se d io cu en ta d e q u e ya se apro­

x im a b a la lleg a d a d e l cruel en e m ig o , s in pereza , so lic itó v o lu n ­

ta r ia m en te la m u erte . C o lo c ó su s e sta n d a r te s e n e l fr en te y ,

c o n fia n d o en sus a liad os, le s h ab ló d e e sta m anera: «E l d esp re­

c io d e la v id a en b e n e f ic io d e la patria, e sto e s la au tén tica v i ­

d a 142. L a m uerte , seg ú n la le y d e l T o n a n te 143, e s e l d estin o d e l

ser hu m ano sin e x cep c ió n , p u es u n d ía h a d e lleg a r d e u n m odo

u otro . S e a cerca e l e n e m ig o , c o m p a ñ ero s . ¿C uántas v e c e s e s ­

c a p a r e m o s a l gra to o f ic io d e la gu erra? ¿ C u á n ta s v e c e s v a a

re írse d e n o so tro s e l e n e m ig o to m á n d o n o s por c o b a rd es , ante

n u estra h u id a ? A h o ra h a y q u e r e s o lv e r la s itu a c ió n q u e n o s

aprem ia , ahora e s n e c esa r io e l v a lo r . S ie m p r e su p e d e vu estra

v a len tía , so ld a d o s , s iem p re d e v u estra lea lta d . L e v a n ta o s , c iu ­

dad anos ro m a n o s, por la g lo r ia d e n u estro sagrado em perador,

y d o b leg a d a lo s p u eb lo s sob erb ios. A le ja d y a d e v u estros je fe s

tan en o r m e o p ro b io . P ero su p o n g a m o s q u e p re ten d em o s huir:

e l e n e m ig o ap lastará e n to n c e s a lo s f u g it iv o s c o n un a m u erte

d ig n a d e m ujeres. C am biad de parecer y q u e la desh onra se a le ­

142 Las palabras del general recuerdan el discurso de Vulteyo en F a r s a lia

IV 476-520.143 Epíteto de Júpiter por ser él quien lanza desde el cielo los rayos y los

truenos.

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LIBRO IV 113

j e d e nu estras som b ras. ¡A y , o ja lá se m e enfren tara aquel san ­

guinario E stu cias y la fortuna m e lo entregara en persona! ¡O ja­

lá q u e nu estras resp ectiv a s e sp a d a s n o s abrieran lo s cora zo n es

a u n tiem p o lle v á n d o se n o s la su erte desp iad ad a , o q u e u n a f le ­

c h a fa tíd ica se c lavara en e l cu erp o d e l tirano c o n herid a m o r­

tal! Y al m ism o tiem p o e l E stad o se v iera p rivad o , c o n m ig o —

s i a s í lo a m en a za b a m i d e s t in o — , d e l h orror d e una guerra

c iv il» .

M ientras é l p r o v o c a a su s hom bres,

Nuevo enfrentamiento e l perverso ejérc ito m a sila lle g a en ton-entre ambos c es corriendo c o n in ten c ió n de atacar y

ejércitos s irv ién d o se de estratagem as se e sta b le ­

c e en la s or illa s d e un río cercan o , d is ­

p u e s to e n u n a larga f ila . E n to n ce s c o m ie n z a n e l co m b a te p r i­

m ero la s v e lo c e s f lec h a s q u e atraviesan c o n su a lado hierro lo s

cu erp o s im p ío s . E l e jérc ito e n e m ig o a l retirarse d ir ig ió lo s c a ­

b a llo s al otro lado d e l río: e l genera l lo s s ig u e atravesando ráp i­

d am en te e l r ío entre u n a n u b e d e dardos. S in m ie d o al p e lig ro ,

s in m ie d o a la m u erte recorre u n ca m in o s in r e to r n o 144 y arre­

m e te con tra lo s e n e m ig o s . C o m o un f ie r o le ó n d ev orad or q u e

d e str o za g a n a d o s y toros b ra v o s y a u n o a h u y en ta , a otro a n i­

q u ila — el rebaño atem orizado se d isp ersa por doq u ier y e l p a s ­

tor em p ren d e la h u id a— ; e n lo q u e c id o , c o n su s d ie n te s en sa n ­

g r en ta d o s d e sp e d a z a y m u erd e p or lo s a n c h o s c a m p o s , a sí

h o stig a b a e l g en era l Juan v a ler o sa m e n te la s f i la s m a sila s , c u ­

b r ien d o d e m u erte e l cam p o d e bata lla . L a c o h o r te im itá n d o lo

ataca c o n la s esp ad as atravesando lo s e scu a d ro n es fu g itiv o s . Y

se la n z a f o g o s o p o r to d a la llan u ra c o n su s a lia d o s e l g e n e ra l

en fu rec id o , p ersig u ien d o a lo s m o ro s e n fu g a , c o m o triunfante

v enced or.

144 La expresión «sin retorno» (irremeabile) tiene cierto sentido premoni­torio y hace alusión a la muerte de Juan, el hijo de Sisinolo.

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1 1 4 JUÁNIDE

Y a está n ca lien tes la s arm as d e tanta sangre; em p u ñ a la lu ­

chadora diestra d e l so ld a d o y d e l gen era l la e sp a d a enrojec id a .

¡A y , d e sd ic h a d a d esg ra c ia d e u n a su erte in justa! ¡O h, c a la m i­

dad sin lím ite ! Y a se retiraba e l e n e m ig o d errotad o y e l j in e te

ro m a n o derribaba p o r doq u ier gru p os d e a d v ersa r io s so b re lo s

p rados y , c o m o v en ced o r , daba la m u erte , cu an d o d e p ronto e l

cru e l E s tu c ia s , h a c ien d o avanzar su s e n se ñ a s e n e m ig a s d e sd e

e l cen tro de la s em palizadas, acude corriendo; e ig u a lm en te van

H er m ó g en es , d esh onra para e l nom b re la tin o , y T a u r o 145. Tras

e sto s reb eld es v a u n a tropa rom ana, m as n o de lo s nuestros.

E n to n ce s d e n u e v o acu d en a u n t iem p o c o n d ep lo ra b les in ­

te n c io n e s y se en tab la una guerra c iv il . S e b u sc a e l co ra zó n de

lo s fa m ilia r e s y su s en trañas la s a tr a v ie sa n la s d ie stra s d e lo s

parien tes.

d o sop ortar la c ó le ra d e su rostro . É l, n o o b sta n te , c o lo c ó u n a

f le c h a e n e l arco y apuntándola la la n z ó c o n fuerza . Y la f lec h a

a tra v esó e l m u s lo d e l c ru e l tiran o r o m p ié n d o le e l h u eso h a sta

la s b lan das m éd u las y la s p lu m a s se en ro jec iero n bañadas d e la

san gre q u e a llí brotaba im p regn an d o la s v e stid u ra s señ o r ia le s .

P ero E stu cia s a lcan zad o , abatido por la her id a m orta l h u y e ha­

c ie n d o v o lv e r a su ca b a llo . S u s co m p a ñ ero s lo so s t ie n e n , p u es

la m uerte y a lo h a c ía caer, y lo c o lo c a n b ajo un árbol frondoso .

145 Se trata de dos dirigentes o soldados romanos rebeldes. La traición al ejército bizantino era algo frecuente en esta época.

E s tu c ia s

es h e r id o en com bate

E l p r im ero e n r e c o n o c e r la s e n s e ­

ñas de E stu cia s fu e e l m a g n á n im o Juan

q u e p e r m a n e c ió , te rr ib le , fr en te a é l

c o n e l arco ten sa d o . M á s aún, lo s a lia ­

d o s em p ren d iero n la h u id a , n o pu d ien -

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LIBRO IV 115

In c re p a c io n e s

d e l g e n e ra l

a su s a lia d o s fu g it iv o s.

É s to s m ueren

E l g e n e ra l v o lv ié n d o s e v e n c e d o r

v io a su s a l ia d o s q u e h u ía n p o r lo s

c a m p o s y u n in m e n s o d o lo r le ab rasó

su s f irm e s en trañas. E n to n ce s l le n o de

en su p re c ip ita c ió n tr is teza y la m en ta n d o la d e sg r a c ia ha-

co m p añ eros? V u estra e s la v ictor ia , c iu d ad an os. E stu cias, atra­

v e sa d o por nu estra flech a , y a s e h a retirado d e l co m b a te y per­

m a n e c e te n d id o e n e l su e lo . D a d la v u e lta a la s e n se ñ a s . ¿A

d ó n d e o s p recip itá is? ¿ A d ón d e o s l le v a e l d estin o lam en tab le?

¡A y , va lo r rom ano, e stá s m uerto !» . A s í, c o n e sta s palabras, re ­

prendía a lo s so ld ad os aterrados ante la suerte d e l destino. P ero

n a d ie v o lv ió . L o s p e r s ig u e , te m e r o so s , e l v a lo r d e lo s m o ro s

q u e corren a m ile s tras e llo s .

H ab ía u n c a u ce q u e atravesaba lo s c a m p o s y cortaba e n dos

partes la tierra v ec in a . H asta aq u í l le g a la tropa fu g itiv a y , p re­

c ip ita d o s por e l tem or a la m u e r te 146, c a e n a la s o r illa s y fo so s ,

o r ig in á n d o se u n lam en tab le desastre . ¡A y ! E l p e so d e lo s c o m ­

p añ eros y e l tem or a lo s e n em ig o s a co sa a lo s desgraciad os so l­

d a d o s. L a m ism a p r e c ip ita c ió n em p u ja a m u c h o s sobre la s ar­

m a s d e lo s q u e ca ía n ; a tr a v ie sa n o tro s su c o r a z ó n c o n su s

propias p icas; lo s r ec io s ca b a llo s aplastan c o n su enorm e p e s o a

su s a m o s e n u n a estru en dosa ca íd a . A s í p e rece u n a tropa d ign a

d e lástim a y sus tribunos derrotados. A l m ism o tiem p o e l g e n e ­

ra l ( * * * ) 147. M artu rio ap en a s p u d o in ten ta r hu ir; d isp u e s to a

m orir, arrem etió contra lo s e n em ig o s c o n u n a p eq u eñ a tropa. E l

azar o torgó al audaz guerrero la sa lv a c ió n , a leján d o lo de la d e s ­

p iadada m uerte.

b ló d e e s te m o d o : « ¿ D e q u ién h u ís ,

146 Cf. III245-255.147 Es probable que en los versos que faltan se narrara la muerte de Juan,

el hijo de Sisinolo.

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116 JUÁNIDE

M ientras tanto, E stu cia s m oribundo

se la m en ta b a . E l sa lv a je se arrep ien te

Muerte de Estucias de h ab er em p ren d id o la lu ch a . S u sp ira

y g im e , in crep á n d o se a s í m ism o entre

la m en to s d e e s ta m anera: «¿Q ué d e se o

tan cru el d e luchar m e ha p o se íd o ? ¿Por qu é, lle n o d e ingratitud

y e je r c ie n d o u n p o d er fu n e s to , n o fu i n u n c a f i e l a l se ñ o r d e l

210 Im p er io ? E s d e lo ú n ico q u e ahora m e arrep ien to , m u erte d e s­

p ia d a d a , m ien tra s m e arrastras e n m e d io d e m i in fo r tu n io .

C u m pliré , perversa, e l ca stig o q u e m erecí. C atilina , exasperado

por la s sanguinarias furias, e stá aqu í c o m o co m p añ ero m ío . Y a

v e o abrirse e l T ártaro148 y r ev o lv erse la s esfera s d e lla m a s y lo s

215 e sp a n to so s in cen d io s . E s ésta la reco m p en sa a m i tra ic ión , ju n ­

to c o n e l crim en de la dura m uerte, que m e p rop orcion a la g u e ­

rra. Q u e la m en ten y ev iten lo s la tin os e s te c a stig o y m antengan

la f id e lid a d a su Im p er io y a su em p era d o r» . A s í h a b ló y la

m uerte cru el co n tu vo su m iserab le a lien to .

220 A l m orir E stu c ia s , s i b ie n e l e jérc i-

tras hacerse con el poder, te ¿e j uar)j 2a v a le n t ía d e lo s r o m a n o s

e l m a lv a d o , e l p ér fid o , e l fu n es to , e l a m en a za d o r , e l e stú p id o ,

e l adúltero, e l ladrón, e l h o m ic id a , e l saqueador, e l p é s im o pro-

125 m otor d e bata llas G úntarit atacó sin p ied a d al j e fe desp reven id o

sorp ren d ién d o lo c o n su s argucias y e n g a ñ á n d o lo c o n una ser ie

d e juram en tos. Y n o le im p resio n ó la d ign id ad d e tan ilu stre g e ­

neral n i tem ió em prender la guerra n i asum ir e l n om b re de tira-

230 n o . ¡Q ué m a ta n za s, q u é in h u m a n o s p e lig r o s sop ortaron lo s ti-

Gúntarit, to sen tía u n en o rm e d o lo r ante la m uer­

es asesinado en un complot dirigido

p o r Atanasio

c o m e n z a b a a r esu r g ir y y a se d ir ig ía

n u estro e jé r c ito a l fr en te . Y e n to n c e s ,

una v e z m ás c o n p erv ersa s in ten c io n es

148 El Tártaro es el mundo subterráneo, identificado con el infierno, lugar donde se atormentaba a los grandes criminales.

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LIBRO IV 117

ríos! F ueron so m etid o s por la p o d ero sa esp ad a , aunque por p o ­

c o t iem p o , p u es se acortó e l p la z o d e l a b o m in a b le y p erv erso

poder. F u e e l venerab le A ta n a s io 149 q u ien c o n su s m ejores c o n ­

se jo s lib ró a lo s a fr icanos de la m atanza d e l m a lv a d o Gúntarit.

É l so lo c o n sig u ió d ev o lv er L ib ia al im p erio rom ano y condenar

a m u erte al n e fa sto tirano. E l arm en io h ab ía co lab orad o en to n - 235

c es en tan im portante p royecto . S eren o , c o n la severidad propia

d e la v e je z lo o b lig ó a sacr ificar a l h o m b re d esp iad ad o . N o te ­

m ió e l v en era b le an c ia n o arriesgarse e n d e fe n sa d e la libertad.

E l in fe l iz G úntarit, q u e p reten d ía m a n ten er su tirá n ico p o d er , 240

sin tió la esp ad a d e l arm en io entre la s fu n esta s co p a s y m an ch ó

co n su sangre la s m esa s apenas co lo ca d a s.

A s í se h u n d e Á fr ic a su cu m b ien d o ,F in de la n a rra c ió n sin ser v e n g a d a , en tre ta n to s sa q u e o s .

de L ib e ra to . E xh au sta te e sp era a ti ,5°. Socó rre la en 245R e a c c ió n de lo s r

so ld a d o s su a flic c ió n , p u es te e s p o sib le: tu va lore s y a fa m o so e n e l m u n d o en tero y tu

fuerza y sen sa tez perm anecen alertas en tus ilu stres hazañas.»

R e co r d a n d o ta le s h e c h o s narraba la gu erra e l tr ib uno c o n

lo s o jo s l le n o s d e lá g r im a s y la m en ta b a c o n am argo llan to la s

ca la m id a d es d e L ib ia y e l d e stin o de to d o s su s d ir ig en tes. G i- 250 m ió e m o c io n a d o e l m ag n á n im o general; lloraron lo s je fe s; c o n

e sp ír itu s in d ó m ito s se preparan a co m b atir . L a v e rg ü en za y e l

d o lo r d eb ilitan lo s v a lero so s co ra zo n es. E n to n ces m anchan su s

m e jilla s , p a lid ecen , en ro jecen y n o o cu lta n la rab ia e n sus ro s-

149 Prefecto del pretorio, Atanasio era un sutil y astuto diplomático que permanecía fiel al emperador. Fue el promotor, junto con Artábano, al que Co­ripo llama «el armenio» (comandante de uno de los regimientos armenios que había acompañado en 545 a Ariobindo a África), de una conjuración contra Gúntarit que acabaría con el asesinato de éste.

150 El tribuno Liberato, al terminar su discurso con una intervención que recuerda a las súplicas de las plegarias, se dirige a Juan Troglita que ha perma­necido en silencio escuchándolo.

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118 JUÁNIDE

255 tros. Y a a n sia n q u e surja e l d ía v a c ila n te y e l le n to am an ecer ,

q u eján d ose ante la larga n och e .

F e b o su rca b a e l c ie lo r a sg á n d o lo

Preparativos c o n su lu z r e s p la n d e c ie n te y , a tra v e­sara el combate sando la s n u b es c o n su s rayos errantes,

y plegaria de Juan e sp a r c ía la lu z d e su lá m p a ra b a jo la s

aguas tem b lorosas. N a c ía e l d ía gratísi-

260 m o a lo s in fe lic e s a fr icanos. Y y a lo s j e fe s a n im ando a l e scu a ­

drón c o n d iversas palabras aprem iaban a lo s v a lero so s so ld a d o s

y a lo s ilu stres tribunos, exhortando y d ir ig ien d o ca d a un o a lo s

su y o s: le s o rd en a n lev a n ta r e l c a m p a m en to y preparar la s ar­

m a s o esp erar la s ó rd en es d e su s su p erio res . L o s so ld a d o s c o ­

g e n lo s estan d artes, se preparan y se a leg ra n a l v er la b r isa fa -

265 v o r a b le q u e ju g u e te a g o lp e a n d o la s b a n d era s . M a s e l n o b le

Juan e n tr is tec id o , lev a n tá n d o se s e a rro d illa c o n p ia d o so c o ra ­

z ó n y e le v a n d o su s m a n o s y su s o jo s, su p lica n te , pron u n cia e s -

270 tas p a lab ras, h a c ien d o reson ar su v o z : « A ti, C r isto , padre p o ­

d eroso , c o n razón te g lo r ifica n la s len g u a s d e lo s h om b res y m i

c o r a z ó n s in m a n ch a ; c o n g u s to te a la b o y te d o y g r a c ia s . N o

pretendo ensalzar a nadie m ás. Tú, creador d e l un iverso , T ú v en ­

c e s p u e b lo s y b a ta lla s , T ú a p la sta s la s arm as im p ía s . T ú a c o s-

275 tum bras acudir en nuestra ayuda. M ira la s c iu d a d es incen d iadas

p o r lo s p u e b lo s sa lv a je s , T o d o p o d e r o so , m ira lo s c a m p o s. Y a

n in g ú n labrador c u lt iv a su s tierras, y a n in g ú n sa cerd o te e s c a ­

p a z d e llorar e n e l tem p lo por su p u eb lo ; p u es e n la s m ontañ as

to d o s , c o n la s m a n o s atadas a la esp a ld a , so p o rta n p esa d a s ca -

280 d en a s . M íra n o s , P adre san to , y q u e n o c e s e n tu s r a y o s ,SI. E s ­

p arce la s bandas de m oros bajo nu estros p ie s; lib era a lo s cauti-

151 El Dios cristiano de Coripo aparece a menudo como un ser violento, ante el que el Universo entero se estremece (cf. 1 288-91; Panegírico de Justino I I II 33), más propio del Antiguo Testamento, y con ciertas reminiscencias de Zeus-Júpiter. Esta combinación de elementos cristianos y clásicos es típica del pensamiento de Coripo.

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LIBRO IV 119

v o s a fr ica n o s d e lo s p u eb lo s d e sp ia d a d o s y co m p a d e c ié n d o te ,

se g ú n tu co stu m b re, co n tem p la , b e n é v o lo , a tus h ijo s rom anos

y con v ier te , p ro p ic io , nuestro llan to en a legría».

M ien tra s d e c ía e s ta s c o sa s , derra- 285

instrucciones m aba su s lá g r im a s sob re la s seca s are-del general n a s, p u é s e l d o lo r y la d e v o c ió n c o n -

a sus soldados. m u e v e n y e m o c io n a n su b o n d a d o soRegreso de

un mensajero romano c o ra z o n y sa c u d e n su s m ie m b r o s c o ny discurso de éste a b u n d a n tes s o l lo z o s . U n a v e z q u e , al

term in ar c o n la s p a la b ra s o p o r tu n a s, 290

guardó silen c io , s e levan ta en to n ces triunfante y secan d o lo s rí­

o s q u e flu ía n d e sus o jo s, y a c o n rostro seren o , e l h éroe se v u e l­

v e h a c ia su s hom b res y ordena apresurarse a la s cohortes arm a­

das. E l m ism o se c o lo c a sobre u n m o n tíc u lo d e sd e donde, m ás

a lto , p u d iera aco n seja r, seg ú n su co stu m b re , a to d o s sus c o la ­

boradores. A c u d en lo s cap itan es se le c c io n a d o s y lo s v a lero so s 295

o f ic ia le s y lo s so ld a d o s que v ie n e n e n ap iñ ada fo rm a ció n . R o ­

dean al genera l por todas partes e n apretada m ultitud . C o m o las

abejas que, en lazan d o su s patas unas a otras, fo rm an un en jam - 300

bre y s ig u en c o n frecu en c ia a su reina; é s ta ocu p a la copa d e un

árbol o e l in terior d e u n fresn o d e fro n d o sa s ram as, c o lo c á n d o ­

se a llí e lla m ism a y e s la prim era, resp etad a p or su zu m b id o , en

e le g ir u n lugar; e l ejército de tup idas a las, por su parte, se reúne

a su a lrededor y e jecu ta la s órd en es d e su reina. E ntretanto l ie - 305

g a sú b ita m en te c o rr ien d o u n e sc u d e r o q u e v e n ía d e lo s a lto s

m o n te s y a l v er a la n u m ero sa m u ch ed u m b re y a l g en era l r e s ­

p la n d e c ie n te e n e l c en tro , e n u n e le v a d o m o n tíc u lo , c o n su

diestra v u e lv e la s riendas de su v e lo z ca b a llo y , d ir ig ién d o se al

g e n e ra l, e m p ren d e u n a v e r t ig in o sa carrera so b re la h ierb a y ,

tras a travesar ráp id a m en te e l a p iñ a d o e sc u a d r ó n , d e sm o n tó y 310

b e só e n to n c e s lo s p ie s , seg ú n la c o s tu m b r e l52, d e l m agn án im o

152 Cf. nota 19.

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120 JUÁNIDE

general. Y se le acerca en to n ces toda la m ultitud im p etu o sa , d e ­

sean d o c o n o cer la situ ación y o ír la resp u esta d e l cru el tirano; y

está n tem ien d o q u e é s te p id a la paz, cu a n d o , tras h a b érse le or ­

denad o hablar, A m a n cio o b ed ec ió y ( * * * ) 153 (d ijo ) c o n v o z s e ­

rena: « C u m p lie n d o to d o lo q u e m i señ o r m e o rd en ó c o m o e s ­

c la v o , fu i c o rr ien d o a tra n sm itir su s ó r d e n e s a tr a v és d e la s

tr ibus y , a l lle g a r , v i al terr ib le tiran o e n u n a gruta , e n lo m ás

320 a lto de u n m on te . E n ton ces é s te lla m a a lo s reb eld es atrayéndo­

lo s c o n su v o z . L a m u ltitu d d e m o ro s a cu d e e n v e lo z carrera;

su s ro stro s o sc u r o s l le n a n la s tien d a s: ig u a l q u e d ic e n q u e e n

otro tiem p o P lu tó n 154 c o n v o c ó u n a asa m b lea para prom over lu ­

ch a s entre lo s d io se s y a cu d ieron in n u m era b le s m o n stru o s por

lo s a n c h o s ca m in o s: H id ra y la fu n e s ta M e g e r a y e l a n c ia n o

325 C aronte , tras abandonar su barca, v e n ía n corriend o; y T is ífo n e

b lan d ien d o u n en orm e y p esa d o p in o en v u e lto e n llam as, A le c ­

to , la d e en ro sca d a s serp ien tes , fuera d e s í, y to d o s lo s rostros

330 q u e e s p o s ib le v e r b a jo e l in m e n so A v e r n o . C u a n d o l le g ó e l

apretado escu ad rón y rod eó a su je fe , tras sen tarse é ste , p erm i­

t ió q u e se c o lo c a r a n a su la d o a q u e llo s d e l e sc u a d r ó n q u e lo

m e re c ía n . É l, a su v e z , c o m o p r e fec to , se s itu ó e n e l cen tro y

m irá n d o lo s a lt iv a m en te a to d o s d e e s te m o d o h a c e reso n a r su

atronadora v o z: «C iu d a d a n o s, q u iero p resen ta ro s a lo s e m isa ­

r io s , daros a co n o cer e l duro m en sa je d e Juan y m ostraros a to-

335 d o s a su portador. E scu ch ad lo ab iertam ente c o n o íd o s atentos y

d ec id id , s i e n v u estro án im o está , s i d e b e m o s so lic ita r la p a z o

p rovocar la guerra».

153 Este verso está incompleto, aunque no aparece ningún espacio en el manuscrito.

154 Plutón es el sobrenombre ritual de Hades. Hidra fue la serpiente de múltiples cabezas aniquilada por Hércules. Caronte es el anciano barquero que pasa las almas hasta la orilla opuesta del río de los muertos. Megera, Tisífone y Alecto son las tres Furias; cf. nota 95. En cuanto al Averno, es el mundo de ul­tratumba.

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LIBRO IV 121

S e m e p erm itió hablar u n a v e z q u e im p u siero n s ilen c io con

lo s d e d o s a su s len g u a s . L es tra n sm ití la s in str u c c io n es e n c o ­

m endad as por e l em perador y su d eseo ; ex p u se en un largo d is­

cu r so c ó m o la in m e n sa b e n e v o le n c ia d e n u estro so b er a n o se

e x tie n d e por d oq u ier . U n í su in d ó m ito v a lo r a su bon dad . D i ­

je , añad ien d o c o n frecu en c ia a lgu n as a m en a za s, q u e lo s ro m a ­

n o s 155 eran ca p a ces d e perdonar, aunque siem p re d o b legaron a

lo s p u eb lo s so b erb io s, y q u e hab ían so m e tid o por co m p leto en

e l c o m b a te a lo s p o d e r o so s tira n o s; y en u m e r é a lo s p u e b lo s

q u e, tras p rovocar en fren tam ien tos d e sd e e l c o n fín d e l m u n d o ,

so m e tie r o n la p o d e r o sa R o m a y n u es tro p r o p io em perad or.

A s e g u r é n u estra in te n c ió n d e lu c h a r y , v o lv ie n d o atrás, le s

m ostré la s p o sib ilid a d es de la p az . Por ú ltim o , guardé s ilen c io y

so lic ité u n a respuesta .

E l lo s , u n a v e z in terru m p id o m i d isc u r so , e n lo q u e c id o s ,

em iten entre s í c o n su s len g u a s silb an tes d iferen tes gritos y h o ­

rr ib le s so n id o s , co m p a rtien d o u n e x tra o rd in a r io pavor: ig u a l

q u e e n p le n o m o n te , cu a n d o s e e x t ie n d e n la s n u b e s so b re la s

an chas tierras, lo s lo b o s g o lp ea n e l aire c o n su s frecu en tes au­

l lid o s y h a cen resonar la s h u ecas som bras c o n su s ladridos.

C u a n d o se ca lm a n lo s á n im o s, en -

R esp u e sta de A n ta la s to n c e s A n ta la s , a lt iv o y c o n pa lab rasa l m en sa jero c r u e le s , m e da la s ig u ie n te resp u esta :

ro m a no « B a sta n te c o n o z c o e sa le a lta d d e l Im ­

p erio rom ano q u e h a s id o rec ien tem en ­

te q u eb ran tada. Y q u e n a d ie p ie n s e q u e p u ed e en gañ ar m á s a

A n ta la s; y a b a sta c o n q u e e l a rm en io tu v ie ra u n a v e z o c a s ió n

155 A sí se llama normalmente a los soldados del ejército bizantino; y de hecho así es como se consideraba de modo oficial a los súbditos del emperador que reina en Constantinopla, que además puede reivindicar el título de empera­dor romano. Esto demuestra el vínculo tan estrecho entre Bizancio y la antigua Roma.

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122 JUÁNIDE

d e h a c e r lo l56. ¿Q u é c la s e d e a m ig o s m e in v e n ta s c o n tu a stu ­

c ia ? ¿N o lo era y o vuestro? ¿ N o acud í m á s d e u n a v e z en v u e s ­

tra ayuda? ¿ N o e s tu v e a l serv ic io d e v u estras órd en es c o n lea l-

365 tad? ¿ N o lu ch é , rom ano, por tus ca u d illo s? T e stig o s su fic ien tes

s o n e l E sta d o , le a l s in d u da, y tu sa n g re , h er m a n o G u a r íz ila ,

derram ada por orden d e u n j e fe in ju s to 157, y la reco m p en sa re­

c ib id a d e tu arm en io q u e e n se ñ ó c ó m o é l, v a lié n d o se d e n u es-

370 tro pod er , p u d o d o b leg a r a l tirano G úntarit. A s í, le a l a v u estra

p a z b e n e fic io sa , m e re c ié n d o lo así, p u es c o n fr ec u e n c ia con tr i­

b u í a v u e str o s tr iu n fo s, ¿ tu v e e s ta d ig n a r ec o m p e n sa ? P o rq u e

em p ren d í bata lla s e n vu estro b e n e f ic io , ¿ é sta e s v u estra f id e li­

dad? ¿H om bres a sí se llam an am ig o s? ¡S i so la m en te m e h u b ie ­

ras entregado a A rtábano, fortuna, s ié n d o m e fa v o ra b le , cuando,

375 p or u n ex trañ o azar, n u estro v a lie n te ila g u a s d ir ig ía e l ca m p a ­

m e n to y lo s p u eb lo s d e lo s terr ito r io s d e l f ie r o A u stro ! P o r e l

contrario, a é sto s c o n u n p eq u eñ o grupo d e so ld a d o s se d isp o n e

ahora a atacar e l g en era l Juan q u e, s in p en sa r p e d ir n o s la p a z

c o n h u m ild es palabras, a gob ia astu tam ente c o n tem o res in ú tiles

a q u ien es debería so licitarla .

380 D e s p u é s d e ta n to s tr iu n fo s m e r e c id o s r e a liz a d o s p o r m i

diestra , u n a v e z v e n c id a la bata lla y m u ertos lo s j e fe s gracias a

m i arrojo, d esp u és d e l fiero S o lo m ó n y d e la m uerte d e l prim er

J u a n 158, ¿podrá a lg u ien atacar a A n ta la s e n la lu ch a? ¡P ues que

e l cordero q u e p a ce en lo s v a lle s aterrorice al lo b o y q u e e l leó n

385 tem a a l c ie rv o d e a ltiv o s cuernos! ¡O q u e e l perro im p etu o so se

a tem o rice ante la lieb re o e l g a m o y e l sa n gu in ar io h a lc ó n ante

la in o fe n s iv a p a lo m a q u e v u e la b a jo la n u b e! ¡Q u e e l m ism o

136 Artábano, durante el reinado de Gúntarit y para intentar derrocarlo, ne­gociaba en secreto con Antalas haciéndole una serie de promesas para atraerlo hacia el partido de Bizancio, promesas que al parecer no llegó a cumplir.

157 Cf. nota 53.158 Alusión al hijo de Sisinolo.

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LIBRO IV 123

escu d ero de J ú p iter159 h u ya por e l aire transparente tem ero so de

la r o n ca g ru lla y d e l c isn e cantor y q u e p e r ez ca to d a la natura- m le z a e n e l c a o s d e su s e le m e n t o s 160! D e c id o , p u e s , lu ch a r de

n u ev o contra lo s rom anos tantas v e c e s v e n c id o s . Q u e v u e lv a n y

qu e en tab len la batalla».

A p e n a s d ijo e s to e l e m isa r io , in te -

Reacción rru m p ien d o su s p a la b ra s , se e x t ie n d ede los soldados entre lo s je fe s y lo s ex c ita d o s escuadro-

y arenga de Juan n e s u n COnfuSO m u r m u llo . D e l m ism o 395

m o d o q u e , a l c o m e n z a r la tem p esta d ,

g im en la s aguas g o lp ea d a s por u n p o ten te to rb e llin o ch o ca n d o

contra la s orillas; en to n ces la s o la s rep rod ucen e l son id o y toda

la c o sta se e strem ece c o n su c a íd a y la s aguas encresp ad as por

e l abundante o lea je se retiran. E l gen era l lev a n ta n d o su d iestra

im p o n e s ile n c io c o n u n a señal. In m ed ia ta m en te s e ca llaron lo s 400

so ld a d o s y atentos d ir ig ieron la m irada a su je fe . E n to n ces d iri­

g e n a é l to d o s lo s ro stro s y to d a s la s m e n te s , q u er ien d o e s c u ­

char d e se o so s la d e c is ió n de su líd er y p restand o su s sen tid os y

o íd o s a su s p a la b ra s. E l g e n e ra l ex h o r ta c o n v o z seren a a la s 405

c o h o r te s a ten ta s y , e x c ita n d o a l c o m b a te su s e sp ír itu s im p a ­

c ien te s, lo s in fla m a c o n ta les palabras, rea firm án d olos contra e l

e n e m ig o : « A s í c re c ió la g lo r ia d e l Im p er io ro m a n o , co m p a ñ e ­

ros, y d e e s te m o d o lle g ó e l E stad o a gobernar to d o e l u n iverso ,

e n tan to q u e so m e tía n a c io n e s y g an ab a b a ta lla s . N o te m ió e l 410

so ld a d o rom ano a lo s p u eb lo s q u e em puñ aban arm as n i v o lv ió ,

a te m o r iza d o , la e sp a ld a ante lo s e sc u a d r o n e s , p o r n u m er o so s

q u e fueran; s in duda, m antu vo la c o n fia n z a en lo s su y o s y p er­

m a n e c ió alerta c o n gran astu cia y s ien d o cap az d e soportar la s

fa tig a s d e l c o m b a te gra cia s a su en tereza . P ero siem p re q u e la

lea lta d fu e quebrantada y n in g ú n resp e to d eb id o a l em perador

159 Alusión al águila.160 Es el tópico de los adÿnata o impossibilia.

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124 JUÁNIDE

415 c o n s ig u ió d o b leg a r lo s e sp ír itu s d isp u e s to s a co m b a tir , m ie n ­

tras se p r e fiere e l ro b o y e l sa q u eo , m ien tra s e l so ld a d o d e se a

la s reco m p en sa s d e l co m b a te q u e n o s so n p erju d ic ia les , en to n ­

c e s la tropa rom ana, atem orizad a p or su s prop ias fu erzas, h u y e

420 crey en d o q u e so n lo s p u eb lo s sa lv a jes q u ien es han v en c id o . N o

o frec ió , s in em bargo , la F ortuna largas fa tig a s a e sto s p érfid os,

s in o q u e v o lv ió m á s p r o p ic ia y fa v o r a b le . A m ó a su q u er id a

R o m a p o r v o lu n ta d d e lo s h a d o s . P o r e l la a n iq u iló a m u c h o s

c u lp a b le s , d estru y én d o lo s por c o m p le to , y p ro p o rc io n ó su a le ­

gría a nuestro im perio .

425 ¿ D e q u é l e s ir v ió a l in se n sa to G ún tarit, q u e c a y ó rod an d o

e n la m atanza d e l arm enio, ostentar e l nom bre d e tirano? ¿A ca so

e n e l banquete , entre la s co p a s de la m e sa fe stiv a , n o rec ib ió su

ca stig o m erecid o por haber roto e l p acto? ¿Q ué v o y a contar d e l

fu g itiv o E stucias que andaba errante por tantos r in con es de la tie-

430 rra? M ientras fu e am b ic io so , m ientras preten d ió lo que era in ú ­

til, queriendo p oseer e l nom bre de tirano en in justo com bate ¿ se ­

rá n ecesario contar q u é m atanzas arrojó sobre L ib ia , qué locuras

so b re la s tr ib u s y c o n cu á n ta sa n g re t iñ ó su e sp a d a ? A u n q u e

d em a sia d o tarde, m urió , n o obstante , c o n una m uerte d ign a , pa-

435 gand o su crim en y , a l m ism o tiem p o , su frien d o su castig o .

V e is , p u es , so ld ad os, cuánto se e sfu erza la Fortuna por co n - '

servar la lea ltad a lo s em peradores y c ó m o se en carga d e so m e-

440 ter, e n afortu n ad o co m b a te , e l u n iv e r so en tero a lo s ro m a n o s.

A s í p u es , v a m o s, com pañeros de lu ch a y f ie le s c iu dad anos, que

d e sp lie g u e cada un o a su s h om b res ante e l p e lig ro m a n ifiesto y ,

seg ú n la costum b re rom ana d e nuestro sagrado em perador, a co ­

m e te d a e s to s p u e b lo s m a lig n o s . Q u e se p a n lo s p u e b lo s y re ­

y e s so m e tid o s lo q u e e s la v a len tía d e l Im p er io , la g lo r ia e n e l

com bate. M irad bajo cuántos p e lig ro s se h u n d en ahora nuestras

445 e n se ñ a s y p e r m a n e ce d a ler ta s, so ld a d o s . L o s m o r o s r o d ea n

n u estra s t ien d a s . C o n e l v a lo r y la e sp a d a d e b e m o s b u sca r la

sa lv a c ió n . Q u ien es co n sid era m o s c o m o a m ig o s a n u estro la d o

Page 119: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO IV 125

y c r e e m o s p a c íf ic o s está n p e n d ien te s d e l resu lta d o fina l: s i e l

rom ano resu lta v icto r io so en to n ces se so m eten , le adoran y só lo

la su erte d e lo s v en ced o res y e l m ied o q u e han exp erim en ta d o 450

lo s m antend rá f ie le s . A h ora , ahora lev a n ta o s c iu d a d a n o s. É sta

es la v ic to r ia q u e d iv id irá la s d o s fa c c io n e s . Q u e m ueran atra­

v e sa d o s por la esp a d a , q u e v u estra v a le n t ía a terrorice a e s to s

e n e m ig o s . Id, cap itanes, y que cada un o d isp o n g a su s tropas en

la s p o s ic io n e s co rresp o n d ien tes . Q u e a v a n c e n lo s estan d artes 455

c o n su s p r o p io s m a n íp u lo s y l le v a d a l fr en te lo s e scu a d ro n es

b ien form ad os» .

H a b ló así y d e un sa lto subió a l alto

El general a caballo lo m o d e su c a b a llo . L a s arm as d e l v e -se dm ge al combate: n e ra b le v a ró n r eso n a r o n y su c a s c o ,

enumeración de las tropas , , ■ .. , r 1„ b r illa n d o c o n m u s ita d o fu lg o r , e m it ió 46oy dirigentes a

que lo acompañan co n e l refle jo d e l so l lu c es y resp lan d o­res y e l a rd ien te d e s te l lo d e su co ra za

se e x te n d ió p or e l ca m p a m en to . C o m o u n a to rm en ta q u e , im ­

p u lsa d a p o r u n ex traord in ario e stru en d o d e sd e e l l ím ite d e la

b ó v e d a c e le s te h a sta a lcan zar e l cen tro d e l c ie lo , resu en a y de

repente lan za rayos a través d e la s nu bes.

E n to n ce s le aclam aron to d o s lo s c a p ita n e s y to d o s lo s o f i - 465

c ía le s . A c o n tin u a c ió n la c o h o r te , im itá n d o lo , s e a p o y ó sob re

la s en o rm es la n za s y d e un sa lto e sp o le ó lo s c a b a llo s m ien tras

otros sujetan e l largo c u e llo d e lo s so b erb io s an im ales. E l ca b a ­

l lo v e lo z se debate contra e l b o ca d o por to d a la llanura brincan­

d o a d erech a e izq u ierd a sob re la h ierba; se a leg ra a l sen tir en 470

su c u e llo la s m a n o s d e su am o y d isfru ta co rr ien d o a través de

la s ex ten sa s llanuras.

S e form aron lo s escuadrones. G en c io d irige la form a ció n en

e l a la derecha , rodeando las e n señ a s c o n m a n íp u lo s e sc o g id o s .

É l m ism o c o m o capitán, triunfante, c o n su fu lgurante ca sco , ca- 475

b a lg a y m ientras g a lo p a entre lo s escu a d ro n es, d istin g u ién d o se

por sus p en a ch o s y resp lan d ecien te c o n e l brillo d e l oro, exhor-

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126 JUÁNIDE

ta al co m b a te y ordena las f i la s , lle n o d e arrojo, c o n d ign a m a ­

estría . Junto a é l P u tz ín tu lo , v a le r o so , p o n e e n m o v im ie n to la s

arm as d e lo s jó v e n e s , llev a n d o tras lo s estandartes su s apiñadas

480 co h o r tes . E ste m ism o , de esp ír itu lu ch ad or, im p res io n a n te c o n

su c a sc o em p en a ch a d o y su r e sp la n d e c ie n te co ra z a , ib a a lt iv o

e n su c a b a llo , m u y a p u esto , c o n u n a la rg a la n z a . Y , c o m o era

su c o stu m b re , ex h o r ta b a c o n su s p a la b ra s a lo s a l ia d o s , p u es

un a incom parab le sabiduría anidaba siem p re e n su v a lero so c o ­ra zó n . ¡A fo r tu n a d o , s i lo s h a d o s le h u b iera n c o n c e d id o e n su

485 v id a la rg o s d ías para q u e fuera an c ia n o en su v e je z , q u é an cia ­

n o hubiera sido!

A c o n t in u a c ió n G re g o r io , e l te rc er o , fu era d e s í , c o n u n a

la n za q u e c o g ió precip itadam ente y e l e sc u d o lig ero , resp lande­

c ía c o n su s arm as iberas.

"Próxim o a é ste , G éisir it, c o n sc ie n te d e su p ro p io va lo r , ha-

490 c ía avanzar a sus tropas y estandartes c o n in te n c ió n d e destruir

lo s cam p am en tos en em ig o s antes de la señal. P ro teg id o por bri­

l la n te s arm as, v a em p u ñ a n d o v e n a b lo s d e e n o r m e p e so . E stá

resp la n d ec ien te c o n to d o e l cuerp o arm ado d e h ierro y la cora-

495 z a en trelazad a c o n m a lla s d e oro. L le v a u n c a sc o dorado co m o

la lla m a c o m b in a d o c o n h ierro c u y o ex tre m o , a l ig u a l q u e lo s

p en a ch o s , e stá form ad o por u n a crin d e ca b a llo . S e c iñ e c o n un

b rilla n te c in tu rón recam ad o d e ped rería y le adorna e l co sta d o

su e sp a d a e n u n a v a in a d e m a rfil. E n to n c e s , e n tr e la zá n d o la s

c o n u n c o rd ó n p e r sa d e abu n d an te o r o , c o lo c a e n su s p iern a s

la s g r eb a s in cru sta d a s d e ro ja p ú rp ura c o n gra n m a e str ía y

500 adornadas c o n pedrería . D a g u sto v er to d a s su s e n se ñ a s y , aún

m á s, su ex trem ado valor.

A co n tin u a c ió n , organ izan do lo s e scu a d ro n es por lo s ex ten ­

s o s c a m p o s, ib a v a ler o so M arturio , q u e to m a b a su s d e c is io n e s

c o n d eterm in ación y d ir ig ía a lo s a lia d o s c o n v a lo r d ig n o d e un

505 tribuno. E l v ig o r o so M arcian o s e la n z a co n tra la d en sa fo rm a ­

c ió n d e e n e m ig o s , d isp u esto a m ezclar c o n la su y a la sangre del

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LIBRO IV 127

b a rceo . Y e l e g r e g io Senátor , d e ilu stre e stirp e , ca b a lg a lle n o

d e d icha, adornado co n su s arm as resp landecien tes.

A com p añ ad o de una num erosa m ultitud les s ig u e el f ie l C ú- 510

s in a al fren te d e lo s e sc u a d r o n e s co n la s e n se ñ a s m a sila s . Era

rom ano d e esp íritu y n o estaba le jo s d e ser lo de sangre, dotad o

d e co stu m b res p a c íf ic a s y d e sob ried a d latina. N o había q u ien

le ig u a la ra en fu erza f ís ic a ni e n e l la n z a m ie n to d e d ard os, ni

A d o n is , am ado por V en u s, ni e l va lero so A q u i le s l61.

Y por la otra parte, en la relu c ien te a la izq u ierda , d esem p e- 515

fiando el cargo de general, se apresura e l ilustre J u a n 162, y a an­

c ia n o y a v a n z a d o en a ñ o s , p o s e e d o r d e u n a v ig o r o s a v e je z y

una v a len tía ju v e n il q u e le p erm itió , g lo r io so , d o b leg a r al e n e ­

m ig o em p lean d o no p o c o esfu erzo . V a m ontad o e n un sob erb io 520

c a b a llo d e c o lo r m a tiza d o de m an ch a s b la n ca s y negras, ador­

n ad o co n oro y pedrería q u e corre, p ia fa n d o , lig e r o por to d a la

llanura. É l va y v ien e v e lo z , c o n in fa tigab le vo lun tad , ordenan­

d o su s e sc u a d r o n e s p e r so n a lm e n te y tr a n sm itien d o su se g u r i­

dad a lo s a lia d o s q u e se acercan . E l in fa tig a b le F rón im u t, a su 525

lado , p o n e en m archa su s tropas c o n lo s estand artes levan tad os

y se le une c o m o a liad o en ca m p o abierto. A u n q u e sea é l q u ien

destaq u e en e l cen tro, deslum brante co n su s p en a ch o s y su c a s ­

c o y lev a n tán d ose, ergu id o , g o lp e e lo s ra y o s y la lu z del so l con

e l extraordinario fu lg o r d e su espada, n o obstante nu m erosas f i- 530

la s d e so ld a d o s ra d ia n tes c o n s u s e sc u d o s y c a s c o s lo rod ea n

por todas partes.

161 Venus era una antigua divinidad romana que fue asimilada a la Afrodi­ta griega, diosa del amor que tuvo amores con dioses y mortales, entre ellos Adonis. Aquiles, hijo de Peleo y de la diosa Tetis, fue uno de los héroes que participó en la guerra de Troya.

• 162 Es el capitán romano Juan el Mayor.

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128 JUÁNIDE

C erca estab a M arcen cio aprem iando a su s tropas y anim án­

d o la s a com batir. Corren lo s escu ad ron es, tal c o m o se Ies ha or­

d en ad o , a través d e la s an ch as llan u ras. O prim e su s rub ios c a ­

b e llo s un c a sc o dorado en d u rec id o p or e l b ro n ce y p esa d o por

535 su s p e n a c h o s ; y u n a co ra z a d e r e s p la n d e c ie n te s e sc a m a s ro ­

d ea sus en orm es hom bros. S u ca b a llo rea liza arrogantes cab rio ­

la s c o n la s patas. L le v a la s arm as e n su s c o s ta d o s y v a c eñ id o

540 c o n u n a a lja b a y un arco r e so n a n te ; c o m b a t ie n d o c o n d o ra ­

d a s f le c h a s , p r o te g e lo s e sta n d a r te s r o d e a d o s p o r lo s a terro ­

r iz a d o s tr ib u n o s. P or una parte e s ta b a L ib era to q u e s e d is tin ­

g u ía e s p e c ia lm e n te p or su la r g a la n z a ; p o r o tra , e l a p u e s to

Ú lita n , cu b ierto c o n arm as d e d iv erso co lor; é s te era e x c e le n te

en e l la n za m ien to d e l dardo y n o era len to en e l tiro co n e l ar­

c o curvo .

Ifísd a y a s — con la co m p a ñ ía de su h ijo B itip ten — , m u y há-

545 b il en e l m anejo d e l ca b a llo c o n las riend as aflo jadas, avanzaba

c o m o p re fec to y g u ía d e su p u eb lo q u e le se g u ía intrép ido. Era

un p u eb lo nu m eroso en h om b res y d e gran va lor. Su p rop io d i­

r ig en te , d e carácter e n é rg ico , h a b ía m a n ten id o su lea lta d a lo s

ro m a n o s y era qu erid o por e l e jér c ito , lo s ca p ita n es y e l n o b le

550 gen era l en j e fe . Su ilu stre h ijo , m u y aud az en e l m a n ejo d e la s

arm as, no le ib a a la zaga al padre de tal m o d o , q u e podría v en ­

c er c o n su s d ardos la s d e lic a d a s f le c h a s q u e la n za n lo s persas

co n su s ten sa d o s arcos.

E l ca p itá n T árasis, p o n ien d o e n m arch a su s a lto s estand ar­

te s , ord en a la s f i la s d e in fa n ter ía reu n id a s se g ú n la d iv ers id a d

555 d e su s arm as. É l m ism o a c a b a llo d ir ig e la b a ta lla entre lo s e s ­

cuadrones o b licu o s y ordena a lo s su y o s q u e se protejan co n lo s

e sc u d o s . L a v a lero sa lín e a d e bata lla , e r izá n d o se co n lo s e sc u ­

d o s en trelazad os, se ex tien d e a lo la rg o en apretad ísim a form a­

c ió n p o r lo s a n c h o s c a m p o s . L o s so ld a d o s s e o c u lta n tras lo s

560 gru eso s e sc u d o s c o m o tras una m uralla; só lo surgen por en c im a

la s h a ch a s y la s puntas d e lo s c a sc o s resp la n d e c ie n te s c o n su s

Page 123: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO IV 129

p en a ch o s. L a llanura cubierta d e hierro se encresp a con las lan ­

zas ergu id as y brilla e l aire cargado de extrañ os terrores.

D e e s te m o d o e l v e n e ra b le Juan , d e p o d e r o sa s arm as, p o ­

n ien d o e n orden su s a las para la bata lla , reú ne en e l cen tro lo s

estan d artes, d ir ig ié n d o lo to d o e n la fo rm a c ió n e ig u a la n d o lo s 565

escu ad ron es a través d e la co lu m na. C ab a lga en m ed io d isp u es­

to a luchar co n tod as su s arm as y a dirig ir co n v a len tía su s tro­

p a s , an im a n d o a su p u eb lo a com batir. C o m o lo s o jo s escru ta - 570

d o res d e un toro preparado para em b estir m iran a ten tam en te a

un la d o y a o tro y b u sca n p o r d ó n d e h er ir al e n e m ig o q u e le

ataca y e m b iste p o r un lad o , g ira a la d erech a y a la izq u ierd a

le am enaza , m u ltip lican d o las heridas c o n d iferen tes cornadas y

a llí por d o n d e le ind ican su s o jo s se c la v a n su s astas, a s í e l g e ­

neral ordena a la s f ila s , una v e z ex a m in a d a s por partes ig u a les , 575

entrar en co m b ate. D e l m ism o m o d o q u e e l órgan o o la lira d e ­

b en ser p u lsa d o s p or lo s d e d o s d e l e x p e r to , d e m an era q u e

c u a n d o é s te la to c a la c a ñ a su e n a al c o n ta c to c o n e l v ie n to ,

m ien tra s q u e , ni la s cu erd a s n i e l : a ire su sp ira n s i la v o lu n ta d

d e l m ú s ic o no h a ce resonar ca n to s b ien articu lados; a sí a v a n za 580

la lín ea d e bata lla ante la orden d e l gen era l y entra en co m b a te

en fo rm a ció n c o n lo s correspon d ien tes estandartes.

Junto al genera l e sta b a R ic in a rio , q u e resp la n d ec ía c o n su s

b rilla n tes arm as y d isp o n ía lo s e scu a d ro n es con e l m ism o c u i- 585

d ado. E ra d e esp íritu im p u ls iv o , d e sev erid a d m oderada y gran

corazón , in d u lgen te , sab io , v a lero sísim o , incapaz d e hacer m al,

d e p o d ero sa s arm as, v en ced o r e n la guerra, portador de la p a z ,

h u m ild e d e corazón — lo que resu lta grato a C risto— , b on dad o- 590

s o y d ig n o de a cerca rse a sem eja n te g en era l. P orq u e no fu e la

naturaleza q u e se m uestra en e l cuerp o , s in o lo s ra sg o s d e l don

m á s p recia d o — e l am or casto , e l p a tr io tism o , la bondad , la sa ­

biduría, e l valor— q u ien es un ieron a a m b os bajo una so la alm a.

A s í p u e s , ib a a c a b a llo e n m e d io d e la s f i la s d is t in g u ié n d o se

por su s arm as e instruía a lo s a lia d o s co n so seg a d a s palabras.

2 4 3 .- 5

Page 124: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

130 JUÁNIDE

595 E l e jérc ito e n e m ig o s ie n te adm ira-E ljefe moro Yerna cjón por e l v a ler o so Juan q u e d ir ige lo s

fortifica SU campamento a fortu nad os e s ta nd artes e n fo rm a c ió n .ante al ataque de

los romanos P ei'° Y ern a, j e fe d e lo s m o ro s, durantela n o c h e a n g u stia d o p o r la s p reo cu p a ­

c io n e s , con stru y e u n a m uralla en torno a l cam p am en to rodeán-

600 d o lo c o n o c h o f i la s d e c a m e l lo s 163. A c o n t in u a c ió n lo r o d ea

c o n se is f i la s d e b u e y e s , en trelazan d o h á b ilm e n te su s cu ern os.

Y c o n a stu c ia y m a estr ía prepara em b o sc a d a s p o r lo s c a m in o s

apartados, d e m o d o qu e, m á s tarde, lo s m o ro s advertid os corran

v e lo c e s e n p len a batalla a ased iar a l escu a d ró n d esp rev en id o de

so ld a d o s in d e fe n so s q u e se d ir ig e n a l c a m p a m en to . N i M in o s

e n su p r e o c u p a c ió n h iz o d o b la r c o n tan tas cu rv a s lo s c ír cu lo s

e q u ív o c o s por lo s e scon d rijos d e l la b e r in to 164, retorciendo c o n ­

fu sa m e n te lo s c a m in o s q u e e l h ijo d e E g e o , b ie n a c o n se ja d o ,

su p o en con trar c o n h a b ilid a d , v o lv ie n d o so b re su s p a s o s , tras

βίο haber ten sad o e l h ilo . E n to n ces é l m ism o h irió c o n su esp ad a e l

p e c h o b ifo rm e y la b estia , v o m itan d o san gre , se d e sp lo m a c la ­

va n d o sus cuern os en la oscura tierra. Para construir una tercera

barrera e n la em p a liza d a , d isp er sa e l g a n a d o p e q u eñ o y u n e a

615 lo s an im a les trabánd oles la s patas. E n e l cen tro ata h áb ilm en te

a lo s a sn o s ap iñ ad os, estiran do las cu erd as res is ten te s y c o lo c a

tram pas por e l cam pam en to , horcas b ico rn es , e sp in o s a fila d o s y

en orm es rocas para im ped ir e l paso .

163 Cf. nota 67.164 Minos, según la mitología, fue un rey de Creta cuya esposa Pasífae tu­

vo amores con un toro y concibió al Minotauro, monstruo que tenía cabeza de hombre y cuerpo de toro. Minos mandó construir un inmenso palacio, el labe­rinto, formado por un embrollo de salas y corredores de modo que nadie podía encontrar la salida, donde encerró al monstruo. Teseo, hijo de Egeo, mató al Minotauro y consiguió salir del laberinto siguiendo el hilo de un ovillo que le regaló Ariadna, la hija del rey.

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LIBRO IV 131

D e l m ism o m o d o A n ta la s d ir ig e la 620

Alineación de tropas lu c h a c o n m a e str ia y a v a n z a ro d ea d oy enumeración por su s e sc u a d r o n e s . C o n fia d o e n su

de los jefes moros c a b a llo , r e sp la n d e c e e n e l cen tro y s i ­

túa a la s fa la n g e s para u n c o m b a te a

p ie , u n id a s por lo s p esa d o s e sc u d o s . P er o m a n tu v o m u y cerca

lo s escu ad ron es para proteger e l cam pam en to y n o qu iso q u e la

in fa n te r ía se arriesgara a lu c h a r m ás le jo s , h a b ien d o e x p e r i- 625

m en ta d o e n tantas o c a s io n e s lo q u e p u e d e n e l terror y e l va lo r

rom ano en e l com bate. L a fo rm ación m ora , sin em bargo, av a n ­

z ó en orden p r e c iso c o n estandartes sem eja n tes . D e la n te la ca­

b a ller ía v e lo z reco rre to d a la lla n u ra y v a rau d o e l la g u a n ta n

in u n d an d o lo s ca m p o s, la s c o lin a s cerca n a s, lo s p ro fu n d o s va - 630

lie s , lo s b o sq u es y lo s r íos, c o n e l fiero Y e m a y e l tem ib le B ra ­

ten q u e le sigue. A continuación, sigu ién d o lo s co n m uchos m iles

de h o m b r e s , C á m a lo a v a n z a co n tra lo s e n e m ig o s e H isd réa -

s e n 165 y e l fero z Y a ld a s y e l im p etu o so S ín zera y tod os lo s que 635

n ad ie , q u e pretenda com pren der sus n o m b res o nom brar tantos

p u eb lo s cru eles , e s capaz de recordar. E n m ed io d e ésto s estaba

e l cru el S id isan que estim ulaba y d ir ig ía la lucha , al frente d e la

ca b a ller ía y d e la s en señ a s d e l a la d erecha . Y e n e l ala izq u ier ­

da C arcasan 166, a so c ia n d o su s e scu a d ro n es , d e sp lie g a la s d en ­

sa s f i la s p o r to d o e l c a m p a m en to , e x c ita n d o a lo s ifú r a c e s a 640

com batir; e ig u a lm en te M ela n g o d ir ige su s e n señ a s y G anta i y

G ü en ta n , A la c a n z a y e l cru el Y u tu n g u n , e l v e lo z A u tíliten , e l

v a ler o so Catúbar y lo s inn um erab les j e f e s q u e la s Sirtes e n v ia ­

ron a com batir.

165 Quizá sea Esdílasan o Isdflasan, jefe moro que se rebeló contra los ro­manos y que menciona P rocopio (Guerra contra los Vánd. IV 10 ,6 ; 12 ,26 , 29).

166 £ e y j c ] a tr ib u ,je j o s i f ú r a c e s .

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LIBRO QUINTO

Preliminares de la batalla:

increpaciones de Juan a Antalas

Y y a s e a c er ca b a n lo s e n e m ig o s a

su s a d v e r sa r io s , q u e e sta b a n s itu a d o s

en fren te , c o n lo s estandartes en form a­

c ió n . S a c a n d e la s a lja b a s lo s a r co s y

la s a ladas f le c h a s y arrojan lo s dardos.

U n a parte h ab ía d e lim itad o en su ava n ce u n e sp a c io del cam po

v a c ío ; e l e jér c ito extran jero im p e d ía e l a c c e so a lo s so ld a d o s

rom a n o s y , cerrán doles e l p a so , h ab ía o b lig a d o a lo s e n em ig o s

qu e avan zab an a perm an ecer e n su s p o s ic io n e s y la fo rm a ció n

se q u ed ó in m ó v il, su jetando fu ertem en te la s r iend as. A l o b ser­

var la s fila s d e l e n em ig o , A n ta las, h ijo d e G üenfan , v io al g e n e ­

ral Juan entre la s en señ a s , r e c o n o c ié n d o lo a lo le jo s . E n to n ces

p asand o entre lo s dardos de lo s su y o s, v a a ltivo e n su ca b a llo y

atra v iesa ante la v is ta d e l n o b le d ir ig en te . E l v a le r o s ís im o g e ­

neral q u e avanzaba sin hacer u s o 167 d e su s arm as sa lió , n o o b s ­

ta n te , a l en c u e n tr o d e su e n e m ig o . E m p ren d e a q u é l la h u id a ,

h a c ie n d o v o lv e r c o n la s r ien d a s a su c a b a llo d o m a d o . A é l se

d ir ig ió d e e s te m o d o e l gen era l: « ¿ A d ó n d e h u y e s , A n ta la s?

¿ É sta s so n tus p a la b ra s a m en a za d o ra s? M ira c ó m o te lla m a

167 V in c h es i («Note testuali...», pág. 152) da al adjetivo vacuis el sentido de non occupatus.

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134 JUÁNIDE

Juan , q u e a v a n za c o n u n o s p o c o s s o ld a d o s 168. ¿ H a c ia d ó n d e

d e sv ía s tu cam in o , v e lo z ? Entre tanto q u e ju z g u e e l que m u ev e

e l c ie lo y la tierra y la n za lo s rayos» .

e l cen tro d e lo s m o ro s un toro q u e e l sa cerd o te Y ern a y m á x i­

m o líd er d e lo s je fe s d e la tribu, h ab ía f in g id o q u e representaba

la d iv in id a d d e G ú rzil A m o n io 170, c o m o p r im er p r e sa g io para

lo s su y o s . S e e n c o le r iz a e l a n im a l e n to n c e s en tre u n o s y otros

c o n su s astas lev a n ta d a s, s in saber p o r d ó n d e em b estir a l e n e ­

m ig o . A n te la a g itación d e la s fo rm a c io n es, avan za e n su carre­

ra y arrem ete contra lo s e scu a d ro n es s ír tico s y , bravo , rec lam a

de n u ev o su cam p am en to . L o s ig u e u n j in e te rom an o q u e arro­

ja n d o u n dardo tem b loroso (entre) su s ijares lo derribó en m itad

d e la arena.

retum ba; resu en an en to n ces to d o s lo s e c o s q u e im ita n la s d ife ­

ren tes len g u a s, d e v o lv ié n d o se la s a la s tribus. P o r aqu í e l e jérci­

to m aurusio , in v o ca n d o a S in ifere , lla m a al fe ro z M a stim a n 171:

168 Juan alude de modo irónico a las palabras que Antalas le dirige en el libro IV 375: «a éstos (a los moros), con un pequeño grupo de soldados se dis­pone ahora a atacar el general Juan».

169 El verso 22 está incompleto.170 Apelativo de Gúrzil al que se considera hijo del dios Amón.171 Ambos nombres corresponden a dos divinidades de los moros. El

nombre de Mastiman aparece con i larga, mientras que en V III307 la i es breve.

Presagio para los moros

A n te e l q u e d e c ía ta le s c o s a s para

in c ita r le a lu ch a r , e n r o je c ió A n ta la s y

se c o n fu n d ió p e sa r o so en tre la s arm as

d e su s h o m b re s; c u a n d o ( * * * ) 169 m e ­

diante e l u so d e la m a g ia se en v ía d esd e

Invocaciones a los dioses respectivos

A n u n c ia r o n la b a ta lla lo s c u e rn o s

c o n su r o n c o ca n to ; e n to n c e s se e le v a

hasta la s e stre lla s u n extraño c la m o r de

v o c e s ro tas y la E r in ia s e in f la m a c o n

p en etra n tes a la r id o s . E l b o sq u e en tero

Page 128: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO V 135

« M a stim a n » , r e sp o n d e e l e c o . P o r a l lí d ic e n « G ú rzil» : «G úr-

z il» , resu en a n la s h u eca s ro ca s . P or a q u í la tropa rom ana, en- 40

turbiando e l aire c o n su s v o c e s , grita d e form a atronadora y con

un g em id o resp on d en a su v e z la s m ontañ as al ru ido de la s alja­

b a s g o lp e a d a s . R e tu m b a u n a v o z v e n e r a b le . S e grita: « Q u e

C risto p o d ero sísim o lu ch e en tu nom bre, Justin iano, con tus ar­

m a s. C o n serv a , P adre v e n e ra b le , e l p o d er d e n u estro em p era ­

dor». A n te e l nom b re lo s c ie lo s se e strem ec iero n ; lo s b o sq u es 45

tem b laron p rofir ien d o g e m id o s, c o n u n sa cu d im ien to de la t ie ­

rra, y p arecía que eran g o lp ea d o s, al ser sacud id a la c im a d e lo s

m o n te s . L a s m o n ta ñ a s y lo s la g o s e m ite n r o n c o s q u ejid o s; e l

u n iv erso se estrem ece , lib erado d e su trabazón y lo s e lem en to s

r eco n o cen c o n sus len g u a s a su Creador.

A co n tin u a c ió n se d esa ta la có lera y 50

lo s á n im o s se in fla m a n c o n e l d e se o de

In ic io de la b a ta lla luchar. L o s so ld a d o s e sp o lea n a su s ca ­b a llo s , arro jan do c o n su s b ra zo s u n a

nube d e f lech a s , y la lu z d e l so l p a lid e ­

c e ante la den sid ad de la s lanzas. B ajo la s ja b a lin as se precip ita

u n a n o c h e n eg ra y e n e l ca m p o d e b a ta lla , so b re la s arm as, la

e sp a d a d e u n o y o tro b an d o sep a ra la lu z y la s t in ie b la s . L o s 55

dardos q u e se arrojan a l e n e m ig o se m u ltip lica n c o n las f lech a s

la n za d a s q u e v u e la n a ltern ativam en te d e un a y otra parte. E n ­

to n ces todo e l aire so p la fu n esto y o scu recid o por tan gran ca n ­

tidad d e la n za s; lo s ban d os r ec ib en en e s ta m ed id a tantas h e r i­

das c o m o la n za s arrojaron. T o d o dardo q u e se a cerca a m en aza 60

m uerte, pero u n a suerte d esig u a l e jerce su poder. P u es co n m u ­

ch a fr ec u e n c ia u n dardo la n za d o , g o lp e a n d o e n su carrera una

la n za en em ig a , c a e e n e l cam p o d e bata lla , al añad írsele u n d o ­

b le p e so ; M arte e s privado de d o s her id as robadas a un tiem p o

y la m ism a m uerte e n otros se en ro jece . E n to n ce s s e h u m ed ece 65

la tierra m e z c la d a c o n la san gre y e l a ire s ilb a a l arrojarse la s

la n za s . M arte d esa ta su có le ra y arrolla a lo s c a b a llo s m uertos

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136 JUÁNIDE

r e v u e lto s e n m ita d d e la m a ta n za d e g u errero s . S e añ a d e u n a

v io le n c ia d esm ed id a q u e se p rec ip ita d e u n a y otra parte y lo s

so ld a d o s, c eg a d o s por la c o n fu s ió n y la ira, o fr ec en sus p ech o s

a la s arm as contrarias; lo s q u e se preparan para atacar a o tros

rec ib en la esp a d a en sus entrañas y derram an la d u lce v id a por

la s heridas.

E l im p e tu o so R ic in a rio , abrién dose

Intervenciones P a so en tre lo s in q u eb ra n ta b le s e n e m i- de Ricinario y Juan g o s , se p r e c ip ita y p o n e e n fu g a a la s

en el combate f i la s y la s e n se ñ a s co n tra ria s, u n a v e z

m u erto É ilim a r , q u e era e l p r im ero en

atacar pro v o ca n d o batallas y q u e se a trev ió a acom eter a la s f i ­

la s rom an as, c o n fia d o en su c a b a llo y e n su s h o m b res. E l i lu s ­

tre h éro e p u so a é s te fuera d e com b ate: a travesán d o le e l p e c h o

c u a n d o a v a n za b a , h a c ié n d o le fren te c o n su e sp a d a , c o r tó por

la s ro ta s c o s t i l la s su s ó r g a n o s v i ta le s y la la n z a s e p r o lo n g ó

por su esp a ld a co n un gran im p u lso .E l m o r o h a c e v o lv e r a su s c a b a llo s m ien tra s h u y e c o n un

m ied o q u e le produ ce e sca lo fr ío s . L e s ig u e la tropa rom ana que

siem bra la c o n fu s ió n h o stig á n d o lo y o p rim e e n su a g itación a la

reta g u a rd ia m a u ru sia p or la e x te n sa lla n u ra y c a n sa a lo s q u e

h u y e n c o n u n a m a ta n za s in d if ic u lta d . C u a n d o la c a b a lle r ía

destrozad a v io d esd e e l fren te a la in fan ter ía a liad a q u e espera­

b a preparada, recobran e l va lo r sus co ra zo n es, h a ce v o lv er a lo s

c a b a llo s y corre inu n d an d o e l ca m p o d e fe r o c e s gr itos y b u sca

e l cam in o a través d e la s espad as de lo s so ld a d o s en e m ig o s . P e ­

ro c o n ex trem a d o v a lo r e l gen era l l e s c ierra e l p a so y c o n s o li­

d a n d o lo s á n im o s d e su s h o m b re s , l e s e x h o r ta c o n a m isto sa s

palab ras: « N o b le s ro m a n o s , c o n s u e lo d e l Im p er io y n u estro ,

aco stu m b rad os a soportar tantas v e c e s la s fa tig a s d e la guerra,

h a b é is d e se a d o la lu c h a , a l f in a l s e n o s h a p r o p o r c io n a d o la

o c a sió n d e luchar. L a situ ación v a c ila y a en e l r ie sg o de un so lo

in sta n te . E n e s te e sp a c io d e t iem p o p r e c ip ita o s contra lo s e n e ­

Page 130: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO V 137

m ig o s c o n e l m ayor em puje. É ste será e l ú n ico e sfu erzo c o n e l 95

q u e se c o n c e d e r á u n a c la ra v ic to r ia a n u estro b a n d o . S o m o s

p ortadores d e lo s m a y o res h o n o res para lo s so ld a d o s q u e v e n ­

c e n la s guerras, d o b leg a n d o a lo s p u e b lo s so b er b io s , y ren u e ­

van la sa tisfa cc ió n d e l Im perio rom ano».

A s í h a b ló e irru m p ien d o v e lo z e n m e d io d e la fo r m a c ió n , 100

e sp o le a su ca b a llo y v a ru g ien d o c o n p o te n te v o z a tra v és del

en em ig o . L e s ig u en su s v a lero sísim a s f i la s de tup idas arm as. E l

p o lv o lo o c u lta to d o . U n a llu v ia de h ierro ca e so b re e l ca m p o

de bata lla y la cuerda d e l arco la n za la f le c h a q u e rev o lo tea . E l

g en era l e n v ió pr im ero a M a n tísin a n a la s som b ras, co rtá n d o le

la c a b e z a c o n su esp ad a . Y n o sin tió la p ro fu n d a herid a e l ro - 105

b u sto c u e llo d e l guerrero , n i la e sp a d a , q u e se d e tu v o e n sus

h u e s o s , e s ta b a te ñ id a d e sa n g re . S u c a b e z a p e r m a n e c ió e n e l

su e lo c o n lo s o jo s abiertos y su ca b a llo corre por la llanura l le ­

v a n d o su cu erp o y la san gre b r illa p or d o n d e s e h a a travesad o

e l cu e llo . A co n tin u ación h iere a L aúm asan en la s sien es c o n su 110

p o d ero sa esp ad a q u e le atraviesa ig u a lm en te lo s h u eso s ro tos y

e l b la n d o cerebro; contin u an d o c o n e l c a sc o y e l m anto a l m is ­

m o tiem p o , le h en d ió la fren te y lo s o jo s , cortán d o le lo s largos

c a b e llo s . A l v e lo z c a b a llo d e G u a rsu c ia lo derriba arrojándole

una la n za en co m b a te cuerpo a cuerpo. T em b ló la p ica c la v a d a 115

en e l ijar izq u ierdo y , atravesando co n su hierro ca lien te la s en ­

trañas d e l ca b a llo y e l p ie d erech o de su am o, q u ed ó co lg a n d o ,

en gan ch ad a . S e d esp lo m a e l ca b a llo h er id o y é l m ism o aplasta

e n su ca íd a a su am o y lo g o lp e a brutalm ente c o n un p eso m or­

tal. A l terrib le M anzérasen corta en d os por e l m e d io co n su in- 120

f le x ib le esp a d a y e l cuerpo se separó h a c ia uno y otro la d o , ca ­

y en d o en d os m itades. D erribó a Y arto co rtán d o le e l c u e llo y su

m a n o arm ada; a l cortarla, t ien e ésta su jeta la esp ad a , m ien tras

q u e e l cu erp o c a e fr ío . E l e s tr e m e c im ie n to d e l g o lp e lo arroja

co n tra la tierra , sa c u d ie n d o su s b r a z o s in e r te s d e n e r v io s ca - 125

lien tes.

Page 131: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

138 JUÁNIDE

M á za n a , q u e o b ser v a b a e l ím p e tu d e Juan e n la m a ta n za ,

sa lié n d o le al en cu en tro , se p re c ip ita so b re é l y lo a taca , b la n ­

d ie n d o u n a la n z a c o n su brazo . Y tras la n za rla contra e l h éro e

q u e se acercaba, h iz o v o lv er a su ca b a llo , so m etién d o lo . P ero e l

v a lero so general, sin tem or a lgun o a la s herid as, d e sv ía e l arm a

arrojada, r ec ib ién d o la c o n su e sc u d o y s in m ie d o ataca a l e n e ­

m ig o y lo h iere c o n v a len tía . S u sa n g re a l brotar t iñ e la v erd e

h ierb a y y a c e e n e l su e lo e l en o rm e ca d á v er . V io G ard io a su

r o b u sto h erm an o derribado p o r e l g o lp e y v u e la e n to n c e s p re­

p a r á n d o se a v e n g a r su m u erte . P r o te g id o p o r su e sc u d o y s o ­

b erb io c o n su s arm as, se d ir ig e h a c ia e l g en era l; lo em p u ja un

v a lo r c o n sc ien te d e l p e lig ro y e l d o lo r p o r la m u erte d e su h er­

m a n o . M ien tras se d istrae a l lev a n ta rse c o n la ro d illa dob lada ,

r e c ib e p o r la s c o s t i lla s u n a la n za , q u e v ib ra n d o le a tra v iesa la

co raza , y c a e h er id o e n la arena. A é l, q u e y a e s tá v e n c id o por

la m uerte, d ice e l n ob le Juan: «¿Por e sto era, desgraciado, por lo

q u e n o s atacabas, s in ser co n sc ien te d e nu estro va lor? o ¿acaso ,

m á s b ie n , te preparabas a ir c o m o co m p a ñ e r o d e tu h erm an o?

M ira c ó m o se ha cu m p lid o tu vo lu n tad , m a lv a d o , en u n destin o

co m ú n ; e s m á s, p e r s ig u ie n d o a l m is m o t ie m p o e l b o tín y la

m uerte , d e l m ism o m o d o te m archas c o n tu herm ano d e lo s te ­rritorios lib io s» .

In m ed ia ta m e n te a taca Juan d e sd e lo a lto a C u lla n c o n su

la n z a h o s t il y lo p e r s ig u e durante la r g o tie m p o . L a ca b a lle r ía

m ora em pren de la hu ida por toda la llanura, esca p a n d o , aterro­

rizada , d e su n o b le en e m ig o . É l m ism o lo s p ersig u e fuera d e s í

y , tras h a b er arrojado su s la n z a s , la s c la v a e n la s e sp a ld a s d e

lo s guerreros y una gran cantidad d e san gre se derram a sobre la

arena. C a en lo s cu erp os a p iñ ad os, r ev u e lto s p o r la e x ten sa l la ­

nura. E l terror d e la guerra p recip ita a l e n e m ig o ilaguantan: to ­

d a s la s f i la s se e s tr e m e c e n . E l e sp a n to an te su in s ó l i to v a lo r

in u n d a lo s co razon es d e la tribu: se asom bran y se horrorizan y

h u y e n d e l h éro e . D e l m ism o m o d o tem b la ro n an te e l T o n a n te

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LIBRO V 139

lo s g ig a n te s , derribados por e l ra y o c o n e l c u e llo roto; a s í hu ía

la tropa troyana d e l va lero so A q u iles .

C u a n d o B r u te n v io q u e la s tr ib u s,

Increpaciones arrojadas fuera d e lo s ca m p o s, em pren­de Bruten d ía n la retirad a h u y e n d o , q u e se h a b ía

a los moros que huyen d esp erta d o en lo s su y o s u n in só lito te­

m or y q u e la s f i la s se ren d ían dan d o la

v u e lta a la s e n señ a s y lo s m o ro s, que h u ía n a ca u sa del m ied o ,

entraban e n e l seg u ro ca m p a m en to , c r e y e n d o q u e su s ú ltim o s

h ad os pon ían f in a su vida; lla m a y h o s t ig a c o n su v o z a la s c o ­

hortes que se a lejan y v u e lv e a co n d u cir a l com b a te a lo s tem e­

ro so s guerreros c o n ta les palabras: « O h , tropa d ig n a de lá stim a

q u e n u n ca se retiró v e n c id a , ¿ d e d ó n d e v ie n e e s e in ten so m ie ­

d o ? y ¿ c o n q u é em p u je p e r s ig u e a la s a te m o r iza d a s tro p a s?

¿ A c a so a lg u ien se p rotege c o n e sta hu ida? ¿V as a estar a sa lv o

e n e l cam pam en to q u e e l sob erb io v e n c ed o r de la guerra y a e s ­

tá d isp u esto a saquear? ¿D e q u é tem id a bata lla h u y es , e s fo rz a ­

d o p u eb lo d e lo s laguan tan ? ¿ A d ó n d e corres , áustur, v e n c id o

por e l e n e m ig o , tú q u e c o n f ía s e n tu c a b a llo , c o n tan gra n te ­

m or? ¿ N o o s a v ergü en za , ay , d e sd ic h a d o s , e l hab eros m arch a­

do abandonando e l fren te? ¡O h, va lor, oh , arrojo d e lo s guerre­

ro s! ¿ O s agrad a v o lv e r d esa rm a d o s y p r iv a d o s d e to d o ? ¿ D e

e s te m o d o v á is a co n tem p la r a la s S ir te s ca lu ro sa s? O h, tropa

d eser to ra , recu erd a la s a n tig u a s g u erras d e tu s a n tep a sa d o s y

la s lu ch a s terrib les y su n o b le bravura. V u estro s padres v e n c ie ­

ron a l Im p erio; y M a x im ia n o , aunque p o s e ía e l p o d ero so cetro

d e l Im p erio R o m a n o , n o fu e ca p a z d e v e n c er a nu estros a b u e­

lo s . M ira d ahora c o n c u á n to s so ld a d o s y c o n q u é p o p u la c h o

n o s h o stig a Juan, destruyendo nuestra fo rm a ció n , y , por ú ltim o,

a cud id a socorrer a vuestros h ijo s» .

C o n ta les palabras s e in f la m ó el v a lo r d e lo s m o ro s, v o lv ió

e l e jército y em pren d ió la batalla de n u ev o c o n m á s v io le n c ia y

alborotó la s n u bes arrojando m ultitud d e dardos. L o m ism o que

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140 JUÁNIDE

un a n a v e som etid a por un torb ellin o , q u e e s a m en u d o sacud ida

e n su ruta, e s l le v a d a h a c ia la s aguas m arin as a d on d e e l austro

la d ir ige; m ien tras fu n esto s p e lig r o s siem b ran la c o n fu s ió n e n ­

tre lo s d esg ra c ia d o s m arin eros, le s so b re v ien e un v ien to d e so-

190 p ío d e se a d o , se lev a n ta a n im o so e l p i lo to y , ex h o r ta n d o a sus

com p a ñ ero s c o n grandes gritos, h a ce v o lv e r la n a v e c o n h a b ili­

dad y d e sp lie g a la s v e la s afortunadas a lo s v ien to s seren os. D e l

m ism o m o d o rean im ó e l p refecto c o n su v o z a lo s p u eb lo s v e n ­

c id o s e h iz o v o lv er al com b ate a lo s esp íritu s fero ces .

195 B ru ten arrojó su lan za contra P a u lo q u e le h a c ía fren te y la

p ic a a travesó e l p e c h o ca lie n te d e l h éro e , v ib ran d o a ca u sa d e l

im p u ls o , y le d esg a rró e l c o n d u c to d e su p a lp ita n te p u lm ó n ,

ro m p ién d o le dos co stilla s c o n la fu erza d e l g o lp e . Y a ld a s h iere

c o n su e sp a d a a L argo q u e p ro v o ca b a la lu ch a . S ín zera m ata a

200 C rescen te e Ila san a Servando. H isd réasen , a tacando a l tribuno

M arcian o e n un encuentro fu n esto , arrojó su la n za c o n en orm e

fuerza , y esp a n to so por su có lera , h iere la fren te d e l robusto ca-

205 b a ilo d e su ad v ersa r io . S e d e sp lo m a e l c a b a llo a b a tid o p o r la

h er id a m orta l, ro m p ien d o la la n z a b a jo su en o rm e p e so . R á p i­

d am ente se lev a n tó e l tribuno co n gran v a len tía y s in am ilanar­

s e ante la pérd ida d e su cab a llo , p erm a n eció e n e l ca m p o de b a ­

ta lla c o m o so ld a d o d e a p ie y resp la n d e c ió a lt iv o c o n su c a sc o

210 y su escu d o . P ero e l feroz H isdréasen , aterrado ante su v ista , se

d e tu v o y , s in a treverse a atacar so lo a su e n e m ig o , em p ren d ió

la retirada. E n to n ces lo s ig u e e l tribuno c o n la esp a d a d esen v a i­

nada. H isd réasen h iz o v o lv er a su c a b a llo dom ad o , e sp o leá n d o ­

lo , y , h u y e n d o a te m o r iza d o a tra v és d e l e sc u a d r ó n a lia d o , se

co n fu n d ió entre la s com pactas arm as. P ero cuand o su p erseg u i­

dor n o c o n s ig u ió a lcanzar a l que le arrojó la lan za , derribó c o n

215 su e sp a d a e n e l cen tro a M er a sg u n y a d em á s a S u a rtifa n . L a s

m on tañ as sa lv a n a l v e lo z G am asdro, m ien tras q u e e l d esd ich a ­

do Isaguas rec ib e la m uerte. A co n tin u a c ió n e l v en ced o r , m o v i­

do por su có lera arrebata la s arm as d e lo s e n e m ig o s v e n c id o s y

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LIBRO V 141

con violencia y sin temor, hace frente a los que huyen con las lanzas de sus aliados. Se extienden por doquier los cuerpos 220 amontonados de los guerreros y los caballos al mismo tiempo, a los que en el medio alcanza un dardo arrojado al azar mien­tras vuela contra los enemigos.

Y a lo lejos lo contemplaba Anta- 225 las, que lo observaba todo desde una

Intervención de Antalas eievacja colina. Pues no quiso entablar en el combate , , „ ,

antes la batalla con los primeros gue­rreros, sino que astutamente tenía la in­

tención de acudir a combatir como refuerzo. Entonces no so­portó al tribuno impetuoso en la matanza y, ardiendo en deseos de socorrer a los moros extenuados, se dirigió desde la colina hacia las líneas dispersadas. A sí pues, irrumpe con violencia en 230 el escuadrón aliado, dirigiéndose hacia Marciano que perseguía a los escuadrones por los prados. Igual que un león, provocado 235 por el enorme griterío de los cazadores en pleno monte, agitan­do su áspero lomo con latigazos y golpes de su cola, aviva su cólera para combatir y con un rugido doblega a los fuertes hombres con su valor. Va a su encuentro el tribuno, sin miedo ante la vista del enemigo y se precipita contra él, dirigiéndose hacia el guerrero con espada funesta. Pero antes una lanza atra­vesó la rodela que le hacía frente y con su ancha punta perma- 240 neció clavada, dañina, en las costillas del héroe.

A continuación se produce el estruendo. Las montañas re­suenan con los fuertes gritos y la batalla se hace más violenta, una vez dominada la agitación. E l valor de Antalas que avanza­ba provoca la cólera y proporciona esperanza a los vencidos.De nuevo se esfuerzan por luchar; los escuadrones se concen- 245 tran en cuñas y se renueva la formación. É l mismo, cuando concentró sus fuerzas, tras haber reunido a sus escuadrones, se precipita con gran ímpetu por entre las espadas blandiendo su lanza y lo llevan en un vuelo hasta los apiñados enemigos. El

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142 JUÁNIDE

p rim ero q u e le h iz o fren te , sa lié n d o le a l en cu en tro f o g o s o fu e

250 O rno, q u e n o fu e engendrado d e la raza d e R ó m u lo y al q u e su

m a d re , P er s ia , e d u c ó para co m b a tir; Á fr ic a , s in e m b a rg o lo

arrebató a su m adre, v e n c id o por la m a n o d e A n ta la s . P u es au­

d a z , b la n d ie n d o su la n z a c o n fu e r za , a tr a v e só e l e s c u d o y al

en e m ig o . Inm ed iatam ente, en tregad o a u n o s h a d o s h o s tile s , sa-

255 le co rr ien d o a su en cu en tro e l d e sd ic h a d o A r sa c is , a l q u e c o n

su e sp a d a h o m ic id a A n ta la s e n c o le r iz a d o co rta p o r la m ita d ,

p o r don d e se c iñ e e l arco, separando e n d o s partes sus entrañas

palp itan tes. A continuación , dando la v u e lta a su lanza , h iere al

a tem o r iza d o M a le o ; traspasa e n su fu r ia a A r tem io y a M auro

d e n om b re fu n esto q u e derriba, h er id o p o r e l g o lp e d e su c o m ­

pañero.

260 Z u d io , o r g u llo so c o n su s h erm o sa s

Descripción arm as, tras h ab er rech azad o e l ca b a llo ,de !as matanzas ib a c o m o in fa n te y c o m o tr ib uno aba-

de uno y otro ejercito ^ tr iu n fad or , a lo s e sc u a d r o n e s en e -con la enumeración

de los guerreros m ig o s . Y y a h a b ía derribad o a M isa n -abatidos tas y a T isera s: T ise r a s p e r te n e c ía a l

265 p o p u la c h o r e b e ld e , M isa n ta s l le v a b a

u n p e n a c h o m . E n to n ce s e n v ía a la s so m b ra s a l cru e l S a n g in .

S o m e tió al so b erb io A m aro y a G árafin y a T ílifa n y a lo s d os

h erm a n o s lo s derribó e n e l su e lo a c a u sa d e su s h er id as. C ada

h erm ano m ientras m oría v io m orir a su h erm ano. S e co m p a d e­

c iero n d e l cora zó n d e su m adre que habría de soportar u n triste

270 d o lo r durante tan largo tiem p o. S id ifan , q u e d esd e una c o lin a lo

v e ía en c o le r iz a rse a lo le jo s , s e prepara para sa lir le al e n cu en ­

tro. R e ú n e e n to n c e s la s arm as sír tica s y a taca a l n o b le tribuno

fiero en la m atanza, a qu ien a co sa la cantidad d e e n e m ig o s y su

v a lo r . L o s e n e m ig o s ap iñ ados lo r o d ea n y lo rech a za n por do-

172 E l calificativo «em penachado» (pinnatus) in d ica en e l e jérc ito m oro a un o fic ia l de fam ilia noble.

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LIBRO V 143

q u ier arro já n d o le f le c h a s . A tr a v ie sa n y h ie re n a l h é r o e . M il 275

e n e m ig o s lo derriban en to n ces en m itad d e l ca m p o , aniquilado

p o r su s h er id a s . L a lín e a d e b a ta lla d io la v u e lta , tras h ab er

arrojado lo s estandartes fuera d e l cam in o; e l terror había em p u ­

ja d o a lo s j e fe s rom a n o s a em pren der la retirada. P ero apresu - 280

rá n d o se e l gen era l, aco m p a ñ a d o por su s f ie le s e sc u d e r o s , ani­

m ó c o n su va lor a su s com pañeros v en c id o s .

A c o n tin u a c ió n Juan , te m ib le por su e sp a d a , irru m p ien d o

prim ero e n la s f i la s e n em ig a s , a travesan d o a M a d en por e l p e ­

c h o c o n una fu lm in a n te ja b a lin a , lo derribó en e l su e lo y a l ro­

b u sto M a g a rg o y a T ad en y a M eila n . Irg u ié n d o se en to n ces en 285

to d a su estatura, Á riarit derribó a l en o rm e M esta n de un g o lp e

y c o n su espad a h a ce rodar a M a g n o y la ca b eza d e A ltísera ro­

dó d e su c u e llo por la hierba. L a cara d e Z am bro le cae rodando

p o r e l p e c h o , u n a v e z g o lp e a d o su c u e llo y R o fa s a n iq u ila d o ,

v o m ita arrojando d e su e stó m a g o rojos r ío s y al echar la s entra- 290 ñ a s , c o n su s ú lt im o s s o l lo z o s y a n o p o d ía sa ca r palabra d e su

boca .

N o le jo s d e a llí Z iper corría h a c ia e l cen tro d e la form ación

y sem b ra b a la c o n fu s ió n en tre lo s g u errero s , o b lig á n d o lo s a

v o lv e r a l ca m p a m en to . M ató c o n m u ertes d iferen tes a Y a ld a s ,

T usdrun, A racan y N a d o s, p ero lo s derribó en u n so lo v a lle . A 295 é s to s a ñ a d ió a l v e lo z H as y d erribó a l o r g u llo s o C o n u n ia n en

m itad d e la arena, hirién d o lo c o n su p ica .

L la m a n d o a su portaestand arte V ítu lo , e l f ie r o R ic in a rio lo

o b lig a a acercar la e n se ñ a e n m e d io d e lo s m o r o s . É l m ism o ,

v o la n d o ig u a lm en te a través d e lo s a p iñ ad os e n e m ig o s c o n v a ­

len tía , se d ir ig e h a c ia e l cam p am en to d e lo s sa lv a je s . L e s ig u e 300

e n to n c e s e l r es to d e la tropa, d e str u y e n lo s a c c e s o s e in ten tan

destrozar lo s fo so s . ¿Q ué d o lo r fu e a q u el c o n e l q u e así s e diri­

g ía R ic in ario fo g o so h a c ia lo s m o n tes e n e m ig o s , derribando las

fo r m a c io n e s y preparando irrum pir e n e l ca m p a m en to ? A lc i- 305

d e s , te m ib le p or su v a lor, sem b ró la c o n fu s ió n d e ta l m o d o en

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144 JUÁNIDE

la s m urallas d e T roya, h o stig a n d o a lo s L ao m ed o n tía d a s y a su

tem b lo ro so r e y 173. R ic in ario p ersig u e y m ata a lo s guerreros. A

co n tin u a c ió n , b lan d ien do su dardo, h iere e l duro p ech o de L an­

z o que se en fu rece en la m atanza. E n to n ces derriba al su e lo co n

su esp ad a la ca b eza d e l fiero M a sg iien y h iere d esd e le jo s a N á -

310 cu sa n c o n su r íg ida lanza. D erribó e n m itad de la arena a l caba­

l lo de M acú rasen , atravesado por u n a p rofun da herida, y ap las­

ta é l m ism o a su a m o q u e s e p r e c ip ita d e sd e arriba. C o n la s

315 v en a s rotas su cora zó n deja escapar a su a lm a purpúrea. E l m o ­

ribundo sa cu d e la tierra co n su s ta lo n es y g o lp e a la hierba.

S e g u id a m en te e l v a lero so S ó lu m u t atacó a lo s e n e m ig o s en

co m p a cta form ación . M ata a C u llen y derriba e n e l su e lo a Y u -

tu n g u n q u e a cu d ía corr ien d o c o n é l. C orta e l c u e llo c o n su e s ­

p ad a a M eu zz en , a l que hab ía aco sa d o , y p ersig u ien d o a L altin ,

lo derribó d e su ca b a llo y h iere al v a ler o so S in isg u n y a V arin-

320 n o , al q u e aún n o se llev a b a n lo s h ad os. L a esp ad a le rom pió la

co ra z a y a lca n zó la m ano izq u ierd a , d esga rra n d o c o n e l g o lp e

lo s n e r v io s p r in c ip a le s . É l h u y e v e n c id o en tre la s f i la s c o n la

325 r o d e la hu nd id a; la m an o izq u ierd a le c u e lg a c o n lo s d ed o s e n ­

san gren tad os y la sangre im p regn a su s h u e lla s , p in tá n d o la s, en

su carrera.

G éis ir it derriba a l ardoroso M íf ic o , q u e d esa ta su c ó le ra en

e l ca m p o d e b a ta lla y h iere p o r e l p e c h o a C eu cro q u e le h a c e

fren te . D o r o tis a tra v esó c o n u n a f le c h a a l em p e n a c h a d o A n ti-

330 fan . A l in stan te en co rv a su co m b ad o arco c o n en orm e fuerza y ,

173 Alcides, Heracles o Hércules es un héroe hijo de Anfitrión y Alcmena. Laomedonte, rey de Troya, se negó a pagar a los dioses Apolo y Posidón, a los que había encargado la construcción de las murallas de Troya; como castigo Posidón envió un monstruo que causaba estragos en la ciudad, hasta que Hér­cules se ofreció a matarlo. Como Laomedonte se negara de nuevo a pagarle la recompensa prometida, Hércules volvió con un ejército y aniquiló al rey y a sus hijos, excepto a Príamo.

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LIBRO V 145

la n za n d o una flec h a , h iere a l rob u sto M a g g ite q u e rueda e n su

ca íd a . L a f le c h a la n za d a m a n tu v o su tra y ecto r ia , e sc a p á n d o se

por la s s ie n e s d e l cruel C am bro. C uando e l desd ich ad o Cam bro

se d esp lo m ó de bruces, arrebatado por u n a herid a q u e iba d esti­

nada a otro, B arsippa, p roteg id o por su e scu d o , atacó a un e sc u ­

dero, arrojando una la n za en su e x c ita c ió n . M ien tras se d istrae

sa ltand o c o n su e scu d o sobre su n o b le e n e m ig o , e l ág il B a rsip ­

p a r e c ib e en su s entrañas u n a f le c h a e m p lu m a d a y cae a tierra

c o n su en o rm e p e so . B u lm itz is p ers ig u e a A c ó q u e se precip ita

c o rr ie n d o a tra v és d e la b a ta lla y lo a tr a v ie sa a rro já n d o le de

cerca un a lan za . A co n tin u a c ió n p e r s ig u e a l n eg ro M anonasan

y derriba a l gu errero c o n su e sp a d a e n sa n g re n ta d a . M u e re e l

fiero V a sc in a c o n su brazo arrancado p o r la esp a d a de B u lm it­

z is y derriban a l v a lero so T a m a zo y u n duro v e n a b lo a traviesa

a M ártzara y a l áustur en ex trem o c o lé r ic o . G erm ano so m e te a

A rzen , S á lu sis a M én id en y Juan a M esta n en u n a roca. T áñala

m ata a Iten , V ita lis a T izen c o n una f le c h a y F íscu la derriba de

un g o lp e al enorm e Frecten.

E n to n ces M arte , d esen ca d en á n d o seRetirada de los moros v io le n to , o b lig a b a a la s fo r m a c io n e s ,

a su campamento; _ . j i · j *n, , . em p in a d a s por e l m ied o , a penetrar enhasta allí los persiguen L J A r

los romanos e l seg u ro ca m p a m en to . E l so ld a d o c o ­m e n z ó a m atar a lo s m o r o s en m e d io

de lo s c a m e llo s y a destruir c o n v io le n c ia lo s fo so s sitiados. P e ­

ro en to n ces se acude corriend o p or d o q u ier co n u n a gran b ata ­

lla y corren a un tiem p o lo s v a lero so s rom a n o s y lo s m oros, re­

b e ld e s y p a c íf ic o s . Y n ad ie r e c o n o c e a su h erm an o , recub ierto

d e p o lv o , n i e l c o n o c id o pu do v er al q u er id o a m ig o ; n i fu e ca ­

paz e l ciu dad ano de reco n o cer al ciu dad ano. S e hab ían m e z c la ­

d o sin n in g u n a d iferen c ia la s l ín e a s c o n lo s escu a d ro n es e n un

co m b a te desp iad ad o y avanzaban corriend o las fo rm a cio n es de

ap iñadas arm as. E n la c o n fu s ió n d e l co m b a te la m uchedu m bre

apenas p erm itió atacar a la s bandas que o frec ían resisten cia .

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146 JUÁNIDE

H a cen p ed a zo s e l p e c h o contra e l p e c h o , lo s e sc u d o s contra

lo s e sc u d o s y g o lp ea n e l rob u sto c u e llo d e lo s guerreros cerca ­

n o s c o n la s c im eras d e lo s c a sc o s . E n to n c e s , s in darse cu en ta ,

e l en e m ig o rec ib e cru eles heridas, atravesad o p or c u c h illo s que

365 n o p u ed e ver. L o s cu erp os m uertos se am on ton an en co m p a cta

m u ltitu d . C a en m il c a d á v e re s: la sa n g re se derram a so b re la

arena. S e p isa un largo río d e san gre y su corr ien te purpúrea, y

la s h u ella s se em papan c o n e l rojo lim o .

Y e m a y e l fo g o so A n ta las aprem ian a lo s d esg ra c ia d o s m o ­

ros, in c itá n d o lo s a com batir; em pujan a la s fo rm a c io n es a aban-

370 donar e l cen tro d e l cam pam en to y l le v a n arm as a lo largo d e to ­

das la s m urallas. L o s a d o lescen tes se apiñan m e zc la d o s c o n lo s

v ie jo s . S e o b lig a a to d a s la s e d a d e s a a cu d ir co rr ie n d o h a c ia

lo s fo so s s itiad os y la crecien te c o n fu s ió n e x c ita la lucha . A lo s

r o m a n o s in fu n d ió có le ra su v a lo r , a lo s m o r o s su p o s ic ió n . E l

375 fa ls o m o ro lu c h a p o r d o q u ier c o n in s id ia s . V a co rr ien d o y o b ­

serv a e n m ed io d e lo s ca m ello s a lo s e n e m ig o s q u e entran en e l

ca m p a m en to y co n fiereza , unas v e c e s lo s a traviesa , arrojando

d e cer ca u n dardo, otras v e c e s , c o n su e sp a d a d e se n v a in a d a y

380 lo s h o stig a , acorralados.

E n e s te m o m en to , u n a v e z e sta b le c id a , la fo r m a c ió n d e lo s

m o r o s sa le d e su s m u ra lla s e in te n ta rec h a z a r a lo s v a le r o so s

e sc u a d r o n e s . Y n o só lo p ro p in a e sp a n to sa s h er id a s la e sp a d a

q u e r ev o lo tea , s in o q u e ahora ca en p ied ra s y t izo n es; u n a s v e ­

c e s se la n za n tro zo s d e m adera, a c o n tin u a c ió n resu en an sob re

385 lo s c a sc o s y e sc u d o s p értigas y en o r m es p ied ra s partidas e n e l

m o n te; otras v e c e s lo s cu erp o s en treg a n la s a lm a s bajo e l p e so

d e l p lo m o . C o n frecu en c ia s e v e n an torchas q u e corren e n c e n ­

d id as, c o m o un rayo , de rojas llam as, v o la n d o d esd e u n a y otra

p a r te 174. E l so ld a d o m antiene su p o s ic ió n c o n to d o su ím p etu y

174 La técnica de los moros consistía en arrojar sobre la cabeza del adver­sario toda clase de proyectiles desde lo alto de los cam ellos, sobre los que transportaban a las mujeres y niños junto al material.

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LIBRO V 147

confiado en el valor de su invencible general, ataca el campa­mento enemigo. Lucha, no obstante, el cruel enemigo y ataca a 390

los soldados y defiende los fosos, manteniéndolos alejados. Pe­ro el general Juan, animando y alentando a sus compañeros, les da fuerzas con su atronadora voz. Aquel sonido, que llena de confusión a los enemigos, los aterroriza y tiemblan ante el ros­tro y la voz del héroe. Como cuando Júpiter provoca sus espan- 395

tosos fuegos, habiendo sacudido el éter, y aterroriza con su trueno a todas las especies de la tierra y se estremecen los cora­zones cuando se desgarran las nubes. Del mismo modo siembra la confusión entre las filas marmáridas el miedo estremecedor, cuando la voz del noble Juan golpea sus pechos.

La formación trastornada se aterro- 400

Juan riza y emprende la retirada. Los persi-exhorta gue el romano que derriba los cuerpos

a sus hombres unos sobre otros en sus mismas posi­ciones. El general triunfador les exhor­

ta a irrumpir en el campamento e inflama sus corazones con alentadoras palabras: «Habéis vencido, compañeros. Derribad 405

ahora sin dificultad las murallas con las espadas y aniquilad a las tribus con los puñales ensangrentados, mientras se presenta la ocasión de la venganza, mientras un miedo mortífero acosa al enemigo, mientras el más noble valor anida en vuestros cora­zones. Ahora es el momento: exigid, jóvenes, la recompensa de la guerra. Una vez aniquilados los enemigos, será lícito esperar 410

el botín. Por órdenes del emperador (¡que así pueda ver los amados ojos de mi querido Pedro a salvo! ¡Así merezca ver, como vencedor, las ciudadelas de Cartago!) entregaremos de buen grado todo el campamento a los soldados como recom­pensa a sus esfuerzos. Ni a mí, ni a ninguno de los jefes le será lícito privar a los soldados de botín. Que tenga su alegría el sol- 415

dado saqueador y que se regocije, valeroso, en las empresas que él mismo se atrevió a realizar. ¡Ea, vamos, jóvenes! Ani-

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148 JUÁNIDE

quilad, terribles, al hombre, al ganado y lo que se interponga en vuestro camino y allanad con una ancha ruta los caminos tor-

420 tuosos. Yo mismo avanzaré el primero para que el soldado, protegido contra el enemigo, vea qué debe hacer, siguiendo en­tonces cada uno mi ejemplo».

Así habló y él mismo, que se diri- E s tra g o s de gía el primero al campamento, hiere

lo s d ir ig e n te s ro m a n o s con su espada a un enorme camello en en e l cam pam ento m o ro las patas, por donde toda la fuerza del

animal se oculta concentrada en los 425 tendones. Entonces la dolorosa herida atravesó las dos patas y

cortó los dos huesos con un breve golpe. Retrocede el camello que cayó rodando en el suelo con horrible estrépito y aplastó con su peso a dos moros, que ante su espantoso miedo al gene­ral se habían escondido bajo su alto vientre, y trituró sus hue­sos, confundidos desordenadamente con las médulas golpea-

430 das. Se cayó al suelo la getula175 tendida hacia atrás, con sus dos hijos y el bagaje se les desploma al caer. Se cayó el lecho y la piedra de moler el grano; el peso rompió las ataduras y eli­minó el obstáculo.

435 De repente, se siembra la confusión en el campamento y seabren las murallas, resquebrajadas por un solo golpe; como un alto edificio, cuando se derriban sus columnas, cae desplomán­dose con estrépito y su enorme armazón, tras haberse desligado de las rocas, yace desparramada por la extensa llanura.

440 Desde otra parte Gencio derriba en el suelo a las bandasenemigas y con sus soldados en compacta formación siembra la confusión en las murallas destruidas con implacable ardor. Del mismo modo derribaba el impetuoso Putzíntulo los horri­bles cuerpos con sus flechas fulminantes. Igual que corren dos

175 He interpretado el adjetivo «getula», siguiendo a Mazzucchelli, referi­do a una mujer mora que iría montada en el camello con sus dos hijos.

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LIBRO V 149

leones, inducidos por el hambre funesta, acosando a los gana­dos, así iban ambos, implacables, contra los enemigos, acome­tiéndolos por su parte con un golpe. Frónimut corre infatigable, destrozando la formación opuesta y levanta el campamento en­tero. Marcencio ardía de ira con sus apiñadas armas, derriban­do a las formaciones en mitad de los fosos y al mismo tiempo se encoleriza el impetuoso Juan con su espada enrojecida.

En otra parte aniquilaba a las bandas enemigas Cúsina, que estaba unido a los romanos en parentesco y lealtad. Derraman­do sobre sus armas abundante sangre, derriba los cuerpos mau- rusios por los anchos campos con una nube de flechas. Hace rodar con su firme espada los brazos y cuellos de muchos gue­rreros y mutila los nervios de sus caballos. Los tribunos destro­zan los fosos por doquier. Entre ellos desata su cólera el gallar­do Tárasis contra los enemigos: el capitán (atraviesa) el pecho jadeante; las entrañas desgarradas se salen por las rotas costi­llas y se endurecen con la sangre caliente. El valiente Ifisdayas iba fogoso con sus fuerzas más poderosas y aniquilaba a las lí­neas contrarias por los prados, derribando los cuerpos sírticos con su ardiente espada. El extremado valor de los generales y la cólera que manifiestan inflama a sus compañeros.

Por otra parte los soldados provocan entonces un gran tu­multo con sus espadas: acometen y matan, roban y hieren, avanzan derribando cadáveres por doquier y corren feroces. Hieren sin discriminación alguna. Ni la edad, ni el sexo inocen­te apacigua sus espíritus: todo tipo de cuerpos aniquila el solda­do romano176. Estalla el estruendo de las armas. Los montes re-

176 Esta vergonzosa actitud de los soldados bizantinos — no olvidemos, por otra parte, que se trata de mercenarios que se comportan como verdaderos asesinos sin tener en cuenta precisamente el derecho romanos— es apenas mencionada por los historiadores. Así, P rocopio sólo nos dice que Juan mató combatiendo a muchos enemigos y que recuperó las enseñas de Solomón (cf. Guerra contra los Vánd. II 28 , 46); en la misma línea se sitúa J ordanes, que

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150 JUÁNIDE

producen el sonido de las armaduras rotas; gimen los pechos con sus miembros arrancados y los cadáveres se concentran, mezclados por los anchos campos. Al igual que una gran multi­tud de campesinos que derriba los árboles de un antiguo bos-

475 que, a porfía persiste en cortar las secas ramas; tan gran canti­dad de hachas reproduce los fuertes golpes por todo el bosque que les responde con gemidos. Del mismo modo irrumpió Juaíi en el salvaje campamento moro con sus aliados. Rechinan las

480 espadas por doquier y se enrojecen con la sangre. Entregan sus vidas en la herida con un gemido y ruedan, al caer por los pra­dos mezclados, bien los jóvenes con los viejos, bien las madres, aplastadas por el peso con sus hijos pequeños entre los rudos ganados. Derrotan con sus ardientes espadas a innumerables enemigos y al sobrevenir la desgracia de los que mueren, abate

485 a muchas mujeres. Las moras, llevadas por los cabellos, temen las fieras heridas mientras las arrastra el enemigo triunfador. Uno lleva a los niños que han sido arrebatados en un vuelo al enemigo y los envía a los siervos y vuelve, pisoteando los ca-

490 dáveres, al centro de los fosos. Otro se divierte rompiendo las ataduras de los camellos; otro roba los bueyes; otro vuelve con las ovejas que se habían alejado; éste golpea a los lentos asnos, dándole la vuelta a su lanza. Ya todo es destruido: en ninguna parte hay ganados de los moros177.

nos cuenta cómo los moros enemigos fueron vencidos por los moros fieles al Imperio y que en un solo día Juan aniquiló a diecisiete de sus jefes, obteniendo la paz en toda África (cf. Rom. 385).

177 El término taiya («ganado») parece ser moro, conocido y utilizado por los soldados que luchaban en África en aquella época (cf. V II 273). Coripo imita a Sa lustío (Yugaría X V III 8), V irgilio (Geórgicas III340) y T ito L ivio (XXX 3, 8 y ss.), autores que se sirven del término púnico mapalia, al utilizar esta voz extranjera. Los autores discrepan en cuanto a su interpretación, así C a z za n ig a («Animadversiones...», págs. 65-66) lo interpreta como «tribu»,

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LIBRO V 151

Un jinete solo corre entonces desar- H u id a de lo s m o ro s mado por el campo abierto. Huye aquel

a co m p a ñ a d o s fiero Yerna, doblegada su fuerza, y sed e l je fe Y ern a „ , . , .

al qu e abaten lo s l l e v 0 cons'8° la espantosa imagen dero m a n o s su dios Gúrzil. Esperando que con la 495

ayuda de éste podría ponerse a salvo, sobrecargó a su caballo, agobiándolo con un doble peso y él mismo, desdichado, aceptó su propia muerte. Quienquiera que sea a quien veneras, embustero, ¿qué protección ofrece a las tribus? ¿Qué merecido auxilio te ofrece a ti mientras tú caes 500

muerto, mientras él es hecho pedazos por los enemigos, mien­tras funden su reluciente metal en la llama destructora?

Los escuadrones sírticos huían por las anchas llanuras y los persigue el ejército rodeado de tupidas armas que los derriba fuera de los caminos con suerte diversa. Y nadie pudo hacer 505

frente a los romanos que los perseguían en violento combate, ni volver el rostro y la mirada al huir. Arrojan las espadas, domi­nados por un miedo estremecedor y caen en su precipitación.El soldado cruel persigue entonces a los temblorosos guerreros en una matanza sin dificultad. Vuelven a levantar los soldados 510

las antiguas enseñas de Solomón y , al mismo tiempo, retiran las de Yerna que habían sido capturadas. Espantosos cadáveres se extienden por llanuras enteras; se precipitan por los valles y pe­ñascos. Ya se llenan los ríos de cuerpos amazacotados; los ca­ballos pisan los cadáveres y su veloz pezuña se enrojece con 515

los miembros golpeados. Profieren gemidos los desdichados.Por la hierba corre la sangre y la que ha rociado las armas, una vez coagulada, pega las espadas en las manos de los guerreros. Todas las espadas se enrojecen. Murió, entre muchos miles, el 520

jefe Yerna. Aquel fiero rey de los marmáridas, en otro tiempo al­tivo, yace herido en mitad de la arena, completamente desarmado.

mientras que para Riedmiiller, S h e a ( T h e lo h a im is ...., págs. 125-126) y T a n d o i («N o te a lia ¡o h ...» , pág. 73) su significado es el de «ganado».

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152 JUÁNIDE

A q u e l d ía h u b ie ra s id o e l ú lt im oEl ejército romano p a ra to d a s la s tr ib u s s in e x c e p c ió n , s iregresa victorioso a , . .

un retraso p ro p ic io , c o m o ocurrio antessu campamento r ral finalizar el día en u n a o c a s ió n , hu b iera reten id o al so l

q u e s e p r e c ip ita b a . M á s in c lin a d o y a ,

se g ú n e l o rd en f ijo d e su e je , su m e r g ié n d o se a rd ien te e n la s

a g u a s d e p o n ien te , entre t in ieb la s q u itó d e la v is ta a la s tribus

e n fu g a y e l c o m b a te , r e c o n d u c ie n d o a l v a le r o s o e jé r c ito a l cam pam en to .

Armauirumque
MAN 9072
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LIBRO SEXTO

Una vez vencedores, no todos los romanos buscaron de noche el plácido descanso al mismo tiempo, sino que, por turno, vigilan el campamento cen­tinelas escogidos sin cerrar sus ojos. Alegres pensamientos recorren las mentes insomnes. Tras la batalla los

miembros del indómito soldado no están en absoluto entumeci­dos; la victoria reanima los nervios golpeados; además la espe­ranza de la captura del botín renueva su valor y las promesas del fiel general levantan los ánimos.

Entretanto las formaciones de moros, protegidas por las ti­nieblas de la noche, corrían por los lugares apartados en todo el territorio, dispersadas por el miedo. La noche misma les sirve de ayuda, la noche misma los agobia. Ella arrebató a todos los guerreros de las fauces del Orco178, ocultándolos en su oscuri­dad, pero de nuevo angustia a las mismas bandas que vacilan en un combate poco seguro. Huyen atemorizados sin que nadie

E u f o r ia en e l

cam pam ento ro m a no

tra s la v icto ria .

L o s m oros,

a ú n a terro riz a d o s,

co n tin ú a n la h u id a

178 Se trata, en las creencias populares, del demonio de la muerte, y se identifica con los mismos Infiernos, donde viven los muertos.

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154 JUÁNIDE

los persiga. Temblando de miedo, creen que su propio estrépito y el ruido que hacen los suyos es el enemigo y en medio de la confusión golpean los altos flancos de sus caballos. Las monta­ñas resuenan en el silencio de la noche con el sonido repetido de sus látigos; la pezuña veloz, al golpear el duro suelo, excita con espanto a la formación aliada.

olas bullen en efervescencia al dar a luz a los fuegos sagrados.Poniéndose en pie primero el general, con su acostumbrada

devoción da las gracias con alegría y adora al Señor del poder, otorgándole a cambio las alabanzas debidas por semejante don. Vinieron entonces los capitanes escogidos y los valerosos ofi­ciales y los principales entre los nobles. En medio de ellos el general en persona habló el primero de este modo: «¡Qué pue­blo tan inflexible se desplomó ante vuestros pies, compañeros! Ni en la salvaje Persia ni entre los pueblos del A lbis179 vi a un pueblo tan dispuesto a morir, que ofreciera de este modo su cuello a la muerte, que así acometiera al contrincante. Pues cuantas veces obligué a huir al enemigo derrotado, tantas veces volvió con expresión desafiante y amenazadora, gritando con estrépito y dando saltos con fiereza. Sin embargo, se retiró do­blegado por nuestra inigualable disciplina y el poder de nuestro Dios.

Ahora considero oportuno apresurar la protección de las fronteras líbicas con la guardia acostumbrada y restituir un go­

Nace un nuevo día.

Juan da instrucciones a sus hombres

El nacimiento del siguiente día obligaba a Febo, en su recorrido, a salir corriendo del Océano. El mar se agita y se inflama con sus caballos jadean­tes; las aguas empiezan a hervir; las

179 A l parecer, se trataría de ciertos pueblos de Germania. El A lbis es el actual Elba.

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LIBRO VI 155

b ie rn o p ró sp ero . C o n d u c id r á p id a m en te v u e str a s tropas a su s 40 p o s ic io n e s hab itu ales y p ro teg ed la zon a . R o d ea d c o n fo r tif ica ­

c io n es lo s a ltos m o n tes, la s grutas, lo s b o sq u es , lo s r íos, la s ro­

ca s d e la s fron d as, lo s e sco n d r ijo s y c o n p reca u c ió n m an ten ed

cerrad os lo s d e sfila d e ro s sitia d o s. E n p o c o tiem p o ha d e p e r e ­

cer la in fa m e raza d e lo s m o ro s y h a d e m orir d e ham bre. O al 45 in stan te se som eterá a nuestras arm as y ped irá la p az , si e l g u e ­

rrero, derrotado, n o t ien e fu erza s para saq uear la s v iv ie n d a s , o

se d ir ig irá e n su h u id a a lo s ú lt im o s c o n f in e s d e l m u n d o y 50 abandonará nu estros territorios. Q u e lo s d o s cap itanes de B iz a -

c io se p reo cu p en en ex trem o d e sem brar la c o n fu s ió n entre las

angu stiadas f i la s m a sila s , p ers ig u ién d o la s c o n u n a lín ea d e b a ­

ta lla , d e h o s t ig a r a la s fu n es ta s fa la n g e s c o n la s esp a d a s y de

exp u lsar a lo s e n e m ig o s le jo s d e nuestras fronteras».

T e rm in ó d e h a b la r y to d o s s in e x ­

c e p c ió n c o n v in ier o n en o b ed ecer a susEntrada triunfal p a la b ra s. A c o n t in u a c ió n , e l e jé r c ito

de Juan en Cartago , ,r esp la n d e c ie n te s e retira y se d ir ig e a

su s p r o p ia s c iu d a d e la s ; v a n h a c ia su s

c iu d a d es, forta lezas y territorios. L a d esgraciad a A fr ica se lib e - 55 ra d e u n a la rg a a f l ic c ió n y , e n su a leg r ía , ca n ta la v ic to r ia de

Juan, d e e sp ír itu se r en o . L a a fo r tu n a d a C a rta g o J u stin ia n a ,

a c la m a n d o a l g en era l c o n n u m er o so s a p la u so s , lo rec ib ió co n

lo s b ra zo s ab iertos. Y a se abren la s p u ertas que e stu v iero n c e - 60 rradas durante m u ch o tiem p o. E l triunfante v en ced o r entra atra­

v e sa n d o la c iu d a d ante la a leg r ía d e l p u e b lo . L o s padres s id o - 65

n io s l e en treg a n p a lm a s y v e rd es la u re le s; a cu d e co rr ien d o de

to d o s lo s ca m in o s la m ultitud para ver la entrada d e la s f i la s la ­

tinas; acu d en lo s ca n sad os an c ia n o s y la s tím id as d o n ce lla s d e ­

s e o s a s d e ver; d e p ie p o r la s m u ra lla s la s m a d res o b ser v a n y

l lo r a n d e a le g r ía d e m a n era d iv e rsa . L a la rg a d u ra c ió n d e la

cru el guerra c o n m u ev e su s espíritus; se lam en tan c o n fem en in a 70 c o m p a s ió n , recu erd a n la s d e sg r a c ia s p a sa d a s y cu en ta n la s

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156 JUÁNIDE

a tr o c id a d es d e l c ru e l tiran o 18°: c ó m o , tras r o m p e r e l tratad o ,

abrió su ce s iv a m e n te la s in seg u ra s pu ertas a la s tribus; c o n qué

in te n c ió n en g a ñ ó a la d esd ich a d a c iu d a d y c o n cuántas m atan­

za s la s h o s tig ó e n su m aldad.

L o s n iñ o s , lo s jó v e n e s y lo s an c ia n o s cantan c o n in term ina­

b le s a lab an zas e l nom b re d e l g en era l, c o m o tributo al em p era­

dor, y se reg o c ija n su s cora zo n es. T o d a s la s ed a d es se adm iran

al ver la s en señ a s guerreras, lo s rop ajes cu b ierto s d e p o lv o y a

lo s h om b res, a q u ien es la cru el m atanza daba u n a sp ecto espan­

to so . C on tem p lan las corazas, las c im eras d e lo s c a sc o s , lo s e s ­

c u d o s y esp a d a s am en a za d o ra s, lo s c in tu r o n e s , la s r ien d a s de

lo s caballos , lo s penachos, lo s arcos y la s aljabas resonantes y lo s

dardos c o n la punta enrojec id a p or la sangre m a sila . L e s agrada

m irar e l p a so d e la s m o ra s c a u tiv a s , c ó m o v a n , c o n su fren te

g rab ad a , sen ta d a s e n lo s a lto s c a m e llo s , a te m o r iza d a s, e s tr e ­

chand o bajo su p ech o a sus n iñ o s p eq u eñ o s. O tras c o n e l rostro

e n tr is tec id o — ¡ay, p o b res m a d res!— , se e s fu e rz a n e n sujetar,

lo s fa rd o s y la s cu n as, ro d eá n d o lo s c o n a m b o s b ra zo s. G im en

lo s co ra zo n es im p íos; qu ieren y a servir en seg u id a a la s d esgra­

c ia d a s m adres africanas; sus in fa m es c o ra z o n e s c o n o c ie ro n las

ca la m id a d es y se lam en taron por su in fortun io ; se d ieron cu en ­

ta d e h a sta q u é p u nto deb ían ev ita rse la s guerras. C on d en an su

suerte y a su s d io ses.

Y n o tuvieron un so lo c o lo r to d o s lo s ca u tiv o s. Sentad a co n

su s h ijo s n e g r o s v a a q u é lla , d e c o lo r se m eja n te , ca u sa n d o e s ­

p a n to , d e l m ism o m o d o q u e s e p u e d e v e r e n n e g r e c e r se a la s

crías de lo s cu erv o s co n su m adre sen tad a en c im a , cuand o o fre­

c e e l acostum brado a lim ento a su s p ic o s ab iertos y c o n la s alas

e x te n d id a s lo s abraza , d á n d o le s c a lo r . M ie n tr a s lo s p a d res y

m a d res s e c o m p la c e n e n m ostrar lo s e sp a n to so s ro stro s a su s

h ijo s p eq u eñ o s, entrando de e s te m o d o en e l um b ral d e l tem p lo ,

180 A lusión a G úntarit.

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LIBRO VI 157

e l n o b le g en era l a co m p a ñ a d o d e la s e n se ñ a s o ró al S eñ o r d e l

c ie lo , d e la tierra y d e l m a r 181 y e n tr e g ó u n a o fren d a q u e el

o b is p o , se g ú n la co stu m b re , c o lo c ó e n e l altar y c o n sa g r ó a

C risto c o m o agradecim iento por e l regreso del h éroe y la derro­

ta d e lo s en em ig o s .

E ntretanto , e l j e f e s ír tic o C arcasan

D is c u rs o de C a rca sa n reúne a la s fo rm a cio n es d e todos lo s te-en e l qu e e x presa rrito r io s, q u e h a b ía d isp er sa d o un in-

su d ece p c ió n . , . ,ante la h u id a m e n S 0 t e fr 0 r ’ V h a b la a lo S a f l ' 8 ld oSde lo s m o ro s con lágrim as q u e le brotan d e sus ojos:

« N o e sp era b a , tr ib u s in d ó m ita s , v e r a

lo s m o r o s d e e s te m o d o derrib ad os. E l ila g u a s , q u e nu nca fu e

v en c id o , desarm ado está y v u e lv e derrotado. M adres, e sp o sa s e

h ijo s h e m o s perd ido a un tiem p o , ¿qué n o s q u ed a por ú ltim o a

lo s guerreros, si no e s só lo la m uerte? ¿ Q u é o s p arece bien a h o ­

ra?, ¿p erm a n ecer in a c tiv o s? , o ¿ a ca so o s p a rece m ejor p r o v o ­

car, c o n luchas y guerras, las arm as del aguerrido so ld ad o? F ue

una v erg o n zo sa y dep lorable fa lta e l haber retroced ido una v ez ,

so m etid o s. N o toda la ayuda o frec id a por lo s d io se s se a lejó de

a q u ello s cam pos: no lo pretende, pu es, A m ó n , ni G úrzil, q u e ya

se la m en ta por su ultrajada d iv in id a d l82; n o lo am en aza d e este

m o d o la fo r tu n a , q u e q u iso sa lv a r a n u e s tr o s h o m b res . S ó lo

p erd im o s n u estros reb añ os, p ero aqu í e s tá nu estra fo r ta leza de

esp íritu . M irad cuántos guerreros han su cu m b id o . A l igu a l que

s i un cántaro sacara agua del O céa n o , ¿ a c a so en a lg o T etis p o -

181 Esta concepción de Dios como creador del universo y señor de todos los elem entos, aparece ya en las plegarias de la J u á n id e I 286-291; IV 272; V III341-347 y en el P a n e g ír ic o de Ju s t in o I I II 12, 36, 52 ,58.

182 Alusión al final del libro quinto (vv. 501-502), donde la imagen de Gúrzil es quemada.

Page 151: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

158 JUÁNIDE

dría d ecrecer o apreciar la fa lta? C on tantas e stre lla s c o m o c a ­

en , arrojando e ste la s d e fu e g o y , sin em b argo , e l c ie lo lle n o d e

c o n ste la c io n e s co n se r v a siem p re to d o s su s astros. D e e s te m o ­

d o e l in fo r tu n io a lc a n z ó a n u estro p u e b lo , s in e m b a rg o , en su

125 ex trem ad o va lor, apenas lo su frió . T o m a d una d e c is ió n y s o c o ­

rred rápidam ente a vuestro reino» .

Bruten propone p ronu nció su b o c a , c o n fiereza to m ó la

130 nu estras e sp o sa s e h ijos; p u es d e c id o q u e m u ra m o s y term in e­

m o s nuestra v id a luchan do. ¿Q ué rep u tac ión tendrá nuestra tri­

bu p o r to d o s lo s p u e b lo s , s i la in juria d e n u estra m a ta n za , no

135 ven g a d a , se cu en ta por e l a n ch o m u n d o? M ejo r q u e se l le v e la

m u erte a la s tr ib u s, e n g u ll id a s p o r un r e p e n t in o resq u eb ra ja ­

m ien to de la tierra; q u e se abran las fa u c e s d e l Tártaro y la s ca ­

sas som b rías por la fa lta de luz; q u e P rosérp ina c o n serv e su rei­

n o p r iv a d o d e p a d re p o r la s g u erras d e su n e g r o m a r id o l83.

T ien es e jérc ito s, tien es armas: p on te en p ie , em pren de la guerra

140 c o n ardor. B a jo tu m an d o o freceré c o n fia d o m i v id a , s in un re­

p roche. É sta e s la sa lv a c ió n segura. T ú eres la g lo r ia de nuestra

tribu, tú e l h on or de nuestro valor, tú la esp era n za fid e lís im a d e

lo s m o ros» .

A p e n a s d ijo e s to B ru ten , to d o s le s ig u e n g r ita n d o y d ic e n

« C a rca sa n » en tre g r ito s y r e c o n o c e n c o n su s v o c e s y e n su s

m en tes q u e C arcasan e s e l ú n ico je fe d e to d a s la s tribus.

C u an d o B ru ten o y ó la s q u eja s q u e

reanudar la lucha. Aclamaciones

a Carcasan

in ic ia tiv a de luchar. « N o b le padre», d i­

jo , « co m b a tien d o d e n u ev o p od rás h a ­

cer r e v iv ir , c o n n u estro e s fu e r z o , a

183 Prosérpina es la diosa de los Infiernos romana, asimilada a la Perséfo- ne griega.

Page 152: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO VI 159

C uando v io q u e h ab ía aum entado e l C a rc a s a n s o lic it a furor q u e se o r ig in ó en la s tribus y q u e

e l o ra c u lo d e A m on. h a b ía c r e c id o la lo c a p a s ió n por la in - L a s a c e rd o tis a pro fe t iz a

su en tra d a tr iu n fa l SenSata lu d la > Se d lr l§ e a c o n tin u a c ió n e n C a rt a g o a lo s terr ito r io s d e lo s m a rm árid as,

don de v iv e e l c o m ífe r o A m ó n , y s o l ic i­

ta la s r e sp u e sta s d e l c ru e l Júpiter. S ie m p r e g u sta d e engañ ar ,

em bustero , a lo s esp íritus d esd ich ad os e s te Júpiter a l que e n v a ­

n o p r eg u n ta s; s e a leg ra c o n la sa n g re , e sp a n to so , y b u sc a la

d estru cció n d e tod os lo s p u eb lo s s in e x c e p c ió n 184.

C u and o e l fiero toro ca y ó , c o n su testu z g o lp ea d o por e l h a ­

ch a d e d ob le f ilo , la fun esta sacerd otisa arrebata c o n sus m an os

e l ro n co tam bor y da vu eltas e n to m o al altar c o n estrép ito , sa l­

tando presa d e l delir io . P alp ita su a ltivo c u e llo , su s o jos brillan

c o n fu e g o , se le er iza n e n la c a b e z a lo s c a b e llo s y su rostro se

en ro jece c o n la ag itación , m an ifestan d o la p resen c ia d ivina. Y a

m an ch a su s m ejilla s d e pa lid ez, y a r ev u e lv e su s o jo s , ya v u e lv e

su c a b e z a c o n u n fu erte ru g id o , m ien tras c o n cen tra en e lla lo s

c ru e le s fu e g o s . P ero a l sen tir a la d iv in id a d e n to d o su p e c h o ,

c o n te m p la d e n o c h e a la a lta lu n a d e sa n g r ien ta lu z y trata d e

co n o c er lo s h ad os, exam in ándola; se abrasa, jad ea , bosteza , p a ­

lid ec e , en rojece, se quem a, se h ie la b u scan d o e l ca m in o d e l h a ­

do . P o r f in , su d esm esu ra d a v o z d io a c o n o c e r d e su s fe r o c e s

la b io s lo s m isterios d e lo s h ad os bajo la brisa: « E l v en ced o r ila -

g u a ten se sem brará la c o n fu s ió n entre lo s la tin o s h o stig á n d o lo s

e n v io le n to co m b ate. E l m oro d e extrem ad o va lor ocupará para

siem p re lo s ca m p o s d e B iz a c io . E n to n ce s habrá u n a paz nu tri­

c ia . E l j e fe C arcasan, entrando e n las a ltas c iu d ad elas de Carta-

g o p o r su s p u erta s ab ierta s , c o n a r ro g a n c ia y seren id a d , será

l le v a d o , e n co m p a ñ ía d e su s h o m b res, p o r e l c en tro d e la c iu ­

184 Coripo recurre a la v itu p e ra tio cu ltu s , tópico utilizado para injuriar y descalificar a los dioses y la religión del enemigo.

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160 JUÁNIDE

dad. E l a fricano se adm irará ante lo s e sp a n to so s rostros. C orre­

rán c o n laureles y palm as ante su lleg a d a . C artago será llam ad a

afortunada por tod os lo s p u eb lo s. E l terror a C arcasan som eterá

a la s v io len ta s tribus que gustarán de lo s tratados d e paz» .

M ientras e s to p ro fe tiza la sacerd oti­

sa, e l esp ír itu , trastorn ánd ola , c ierra suE l p o e ta re ve la b o c a y e n g a ñ a a la s m e n te s d esg ra c ia -

la v e rd a d d e l o ra c u lo , _das. C on esta s m entiras en g a n o e l ralso

A m ó n a la s tr ibus m a sila s , m ien tras en

la p r o fe c ía , cu b re d e som b ra la v erd a d y prepara la s in s id ia s .

P u e s e s c ier to q u e lo s m o ro s o cu p a ro n durante to d o e l t iem p o

lo s c a m p o s d e B iz a c io y siem p re lo s hab itarán su s h u e so s que

ahora y a c e n ro tos por e l va lo r d e l n o b le Juan. E l j e fe C arcasan,

e n c o m p a ñ ía d e su s h o m b res , ib a a lt iv o a tra v esa n d o la s a ltas

c iu d a d e la s de C artago; Á fr ica v io d e sp u é s , u n a v e z cortad o su

c u e llo , su ca b eza c lavad a e n u n a dura p ica .P rivado d e ju ic io y d em a sia d o co n -

C a rc a s a n , f ia d o e n la s r e sp u e s ta s q u e le seránco n fia d o en e l o rá cu lo , h o s tü C a rca sa n p repara guerras e s -

re u n e a su s tro pa sy se p re p a r a p a r a la g u e rra p a n to sa s . L a n o t ic ia se e x t ie n d e y v a

por to d o s lo s p u eb lo s h ab lan d o d e l p o ­

der q u e v a tic in ó A m ó n para la s tribus. L o s v e lo c e s escuadrones

bajan co rr ien d o d e sd e la s c á lid a s S ir tes e in v ita n a la s fe r o c e s

tribus c o n e l p retex to d e c o n se g u ir e l pod er . L a m uchedu m bre

bárbara se reúne y se aum enta en nú m ero y en arm as. E n ton ces

corren lo s j in e te y lo s in fan tes y lo s q u e, seg ú n la costum b re de

lo s m o ro s, cabalgan sobre a ltos ca m e llo s . Y n o só lo lo s ilagu as,

n i la s tribus q u e prim ero lucharon acud ieron c o n e llo s , s in o que

v in iero n e l rudo n a sam ón 185 q u e c u lt iv a la s tierras sírticas y e l

185 La tribu de los nasamones vivía al sudeste de Cirenaica y son mencio­nados ya por Plinio el Viejo y Heródoto. Si no han sido mencionados con ante­rioridad es porque toman parte en la guerra sólo tras la derrota de los moros. L uca no también habla de este pueblo en la F a r s a lia IV 679; IX 439 ,444 ,458 .

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LIBRO VI 161

q u e habita la s tierras cercanas a lo s cam p os d e lo s g a ra m a n tes186

y lo s h o m b re s q u e b e b e n la s a g u a s a la o r illa d e l fér til N i lo .

¿ Q u ién p o d r ía n om b rar o en u m erar a la s tr ib u s? ¿ S e p o d ría n

co n ta r la s a g u a s d e l m ar o la s g o ta s d e la s n u b e s o to d a s la s

arenas q u e bañan la co sta o lo s p e c e s d e l m ar o la s aves q u e la

tierra entera p o se e o todas las e sp ig a s q u e p ro d u cen lo s d iferen ­

te s c a m p o s c o n e l retorn o d e la p r im a v era o c u a n ta s e stre lla s

adornan tod o e l c ie l o 187?

A con tin u a c ió n e l im p la ca b le d ir igente de la guerra, c rey én ­

d o se segu ro y p o d ero so co n su s fu erza s, restauró a lo s íd o lo s y

la s en señ a s y p u so e n m o v im ien to a su s lín ea s d esd e lo s territo­

r io s m á s a leja d o s, ru g ien d o c o n m á s v a lo r q u e e l a costu m b ra­

d o , y d ir ig ié n d o s e co n tra e l e n e m ig o . A l ig u a l q u e A n t e o 188,

v e n c id o p o r lo s b razos h e r cú le o s , fo r ta le c ía c o n fr ec u e n c ia su

cu erp o c a n sa d o a l c o n ta c to c o n la arena, c a y e n d o v o lu n ta r ia ­

m en te , h a sta q u e e l v e n c ed o r t ir in t io 189 d escu b riera su a stu c ia

y , c o g ie n d o a su e n e m ig o c o n to d a su fu erza , sujetara su cu er ­

p o , q u e se in c lin a b a c o n e n o rm e p e so , m ien tra s l e o p r im ía la

terr ib le gargan ta ; a l n o p o d er to ca r a su m a d re , la T ierra , la

m u erte v e n c ed o ra le cerró lo s o jo s al d esg ra c ia d o . V e n c id o de

este m o d o , C arcasan ren ueva tod a su fu erza d esd e la s S irtes, su

territorio, y d e esta form a prepara su s arm as contra e l en em ig o ,

186 Los garamantes eran un pueblo nómada de la Libia interior, al sur del Atlas, famoso por su arrojo y de quienes tal vez desciendan los tuaregs. Los ro­manos trabaron contactos con este pueblo en la expedición realizada por L. Cornelio Balbo en el año 19 a. C.

187 La interrogación es nuestra.188 Gigante hijo de Posidón y Gea, la Tierra. Era invulnerable siempre que

tocara a su madre, pero Heracles luchó contra él y consiguió vencerlo, levan­tándolo en vilo e impidiendo que tocara a la Tierra.

189 Tilinte es una ciudad de la Argólide. Aunque Hércules nació acciden­talmente en Tebas, siempre se considerará al Peloponeso y, en especial, la Ar­gólide, como su verdadera patria, de ahí el apelativo.

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162 JUÁNIDE

s in saber q u e v a a m orir. E n to n ces se d e sv a n ec e n e l terror ante

220 e l com bate y tantos crueles p eligros en la oscuridad de la noche.

V u e la e n e s te m o m e n to u n v e lo z

de j in e te s d esd e la s tierras d e l E ste , saq u ean d o la s v iv ien d a s de

T ríp o li y q u e C arcasan c o m o je fe se d ir ig ía h a c ia la s altas m u ­

rallas d e C artago, instruyend o a la s tribus fe ro c es y p rom etién ­

d o se la g loria d e l poder. A p en a s p isó la corte s id o n ia e l m en sa ­

je r o q u e lle v a b a la s n o t ic ia s a l g e n e r a l, u n a c ó le r a v io le n ta

230 sa cu d ió su co ra zó n cuand o e l hom b re le e x p u so su rela to . P ero

la p e r fec ta sab id uría de su esp ír itu h o n e s to , d o m in a n d o su in ­

v e n c ib le v a lo r trata d e adq uirir la p ru d en c ia . M e d ita la s p re ­

o c u p a c io n e s e n su m en te y p e r m a n e ce in m ó v il, c o n la m irad a

f i j a 190. S e d esp lieg a la sagacidad de su esp ír itu q u e tod o lo exa-

235 m in a . S o p e s a c o n d isc e r n im ie n to la s itu a c ió n y v e por to d a s

partes u n p e lig r o n efa sto . A c o n tin u a c ió n , h a c ien d o ven ir a lo s

n o b le s , se g ú n la costu m b re, so lic ita su s c o n se jo s y le s d e sv e la

su e s ta d o d e á n im o y su s p r e o c u p a c io n e s c o n ta le s p a lab ras:

« E l ila g u a s , q u e h a sid o v e n c id o y será v e n c id o d e n u ev o , n os

d ec la ra otra v e z la guerra, c o m p a ñ e r o s , y se a trev e a atacar a

240 nu estras e n se ñ a s expertas. H o s tig a y a lo s c a m p o s d e T r íp o li y

ro b a e l b o tín d e lo s reb e ld e s , p ro m etien d o d ir ig ir se a n u estros

territorios. D isp o n g o pon er e n m o v im ien to la s en señ a s , ir a l en ­

cu en tro d e tantas tribus c o n la in te n c ió n d e em pren der la bata-

190 La impasibilidad, el perfecto control de las pasiones, la imperturbabili­dad ante cualquier acontecimiento, forman parte del espíritu bizantino y carac­terizan a personajes como el emperador o sus generales y se pone de manifiesto en el arte mediante el hieratismo con el que son representados el mismo empe­rador y su corte.

225

Un mensajero informa a Juan

sobre los planes de Carcasan.

Discurso de Juan

m ensajero e n v ia d o p or e l n o b le R u fin o

y a la s c iu d a d es líb ic a s apaciguad as y a

aterroriza la n o t ic ia d e q u e la s tropas

v e n c id a s h a b ía n e m p r en d id o la lu c h a

d e n u e v o , q u e y a co rr ía n e scu a d ro n es

Page 156: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO VI 163

l ia e n tierras ex tran jeras y derribar a lo s e n e m ig o s le jo s de

n u estros ca m p o s, para que A fr ica n o p erezca m á s, go lp ea d a de

n u e v o p o r c r u e le s d e sg r a c ia s . P ero p r e o cu p a n m i á n im o lo s

g a sto s , lo s lugares y la d ificu ltad de lo s ca m in o s, p u es es c o n o ­

c id o e s te año e s tér il y la m ism a p r o v in c ia h a p erd id o su s p r o ­

p io s r e c u r so s e n la s gu erras, ¡a y !, d e m a sia d o a g o ta d a e n su

p ostra c ió n . U n gran e jército n o será ca p a z de soportar e l h a m ­

bre. S i p erm itim os a lo s e n e m ig o s que s ó lo a lca n cen las tierras

m ás a lejad as de B iz a c io , en to n ces querrán apresurarse, to d o lo

destruirán c o n su s saq u eos y u n a v e z m á s hostigarán las lu ch a s

a u n a tierra agotada. D e c id io s y rea firm ad a lo s esp íritu s in d e ­c iso s c o n vuestra in strucción » .

A p en a s e l g e n e ra l d ijo esta s c o sa s ,L o s so ld a d o s rom anos, to d o e l e jérc ito d e c id e avanzar m á s le -d e c id id o s a lu ch a r, se j o s y (jic e n qU e so n ca p a ces de soportar

e n ca m in a n co n e l g e n e ra l , .h a c ia e l S u r l ° s frecuentes ca lo res d e L ib ia . T o d a la

m u ltitu d p r o m e te ten er m a n o s y m e n ­

te s fe r o c e s y qu ieren intentar grandes e s fu e rz o s p o r su patria y

d esp recian a la s tribus reb eld es y a lo s á n im o s v io le n to s [la s l í ­

n eas d e fiero v a lo r]191.

C uando e l genera l v e a su s f i la s an im adas p or u n fiero va lor

y q u e p rom eten ser va lero sa s e n la guerra, da la señ a l de p on er

e n m o v im ie n to la s e n se ñ a s . E n to n c e s la tro m p eta de b r o n c e

e m ite ro n co s g e m id o s; su v o z im p la ca b le grita a la s tropas ar­

m ad as. D e sd e su s p ro p ia s p o s ic io n e s a c u d e n to d o s lo s e sc u a ­

d ro n es y lo s in fa n te s q u e han r e c ib id o la o rd en , lo s a lia d o s y

lo s cap itanes la tin o s y e l líder C ú sina , co n d u c ien d o al com b ate

a la s f i la s m a sila s , s iem p re e n e x tre m o le a l a la s arm as r o m a ­

n as. E l v a le r o s ís im o g en era l se d ir ig e a la zo n a d e l Sur d o n d e

191 Las palabras que aparecen entre corchetes provienen del verso siguien­te; se trata, tal vez, de un error del copista, que «saltaría» al verso siguiente, in­ducido por la igualdad de las desinencias en los términos tru ce s / acies.

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164 JUÁNIDE

la ard ien te lu z d e l s o l bajo e l astro d e C á n cer in u n d a la s seca s

tierras abrasadas e n e x c e s o p or su c a lo r y lo s c a m p o s s iem p re

p a d e c e n se d y se q u em a n c o n lo s v ie n to s . P u e s e l á b reg o a llí

se c a to d o s lo s ca m p o s c o n torm en tas q u e arrojan lla m a s y a llí

e l a fricano sed ien to vaga , d e sfa llec id o y n eces ita d o , por la s ca ­

lien te s arenas, b u scand o la s aguas e stig ia s .

L a F am a, q u e d iv u lg a la n o t ic ia a

tra v és d e in n u m er a b le s le n g u a s , v u e la

p r im ero p r o c la m a n d o q u e e l v a le r o so

Juan s e apresura c o n to d o s su s ca p ita ­

n e s . L o s m a lo s ru m o res se d ir ig en h a ­

c ia lo s o íd o s d e la tribu d e lo s la g u a n -

tan . E l c r u e l j in e te sa q u ea d o r d e v a sta b a y a la s tierras d e

B iz a c io . P ero e l rum or d e l n o m b re d e Juan , g o lp e a n d o su p e ­

c h o c o n en o rm e fu erza , lo a terrorizó e h iz o v o lv e r a su s in n u ­

m era b le s f i la s . Y a creen , l le v a d o s p o r e l terror, q u e e l g en era l

e stá e n c im a y tiem b la n p o rq u e lo h a n c o n o c id o . R ecu erd a n su

rostro cru e l y tod as la s e n señ a s d e l h éro e . Y n o dudan e n fran­

quear la s seca s G a d a y a s192 y lo s lugares fu n esto s don de n o hay

m o d o a lgu n o d e ir o de v iv ir . N in g u n a a v e a traviesa v o la n d o e l

aire ca lie n te por a q u ellos territorios. E l m ism o escu d ero de Jú­

p iter q u e transporta lo s fu e g o s d e su ra y o , apenas p u ed e sin p e ­

lig ro d esd e e l ex trem o d e l c ie lo soportar la s lla m a s que su error

l e o b lig ó a afrontar.

C uando e l g en era l se d io cu en ta d e q u e la s tropas en em ig a s

se h a b ía n retirad o p o r e l d e s ie r to a te m o r iza d a s , c o n su a c o s ­

tum brado v a lo r p ersig u e a lo s q u e h u y en , p en etran d o c o n m ás

ím p etu e n la s ca lien tes arenas d e la tierra sed ien ta . N o obstante,

192 Los antiguos geógrafos e historiadores no mencionan este lugar. P a r t s c h (Corippi Áfricani..., pág. XXXI) cree que se trata más bien de un tér­mino moro, pues estos pueblos llamaban a las dunas «guedea», de modo que la expresión siccas Gadaias haría alusión a las dunas que limitan el desierto.

Ante el avance de Juan, los moros huyen

al desierto donde los persigue el ejército romano

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LIBRO VI 165

o rd en ó a to d o s lo s su y o s q u e se llev a ra n agua y co m id a; ráp i­

d a m e n te o b e d e c e n la s ó r d e n e s d e l g e n e ra l. P er o ¿hasta qué

pu n to p o d ría sac iar a tantos h o m b res e n a q u e llo s lugares y en

c u á n to s d ías a lim en ta r ía a tan n u m er o sa fo r m a c ió n ? P u e s lo s 300 odres d e agua están v a c ío s y y a n o h a y co m id a e n n in guna par­

te. E n to n ces se abrasan co n la s gargantas seca s y d e sfa llec en de

ham bre. ¡A y !, e l so ld a d o delira , s in a lien to y se q u em a en ro je ­

c id o c o n e l ardor d e l so l, abrasándose b a jo s sus poten tes rayos.

S in encontrar río a lgun o entre la s arenas, b u sca e l agua y se e s ­

fu erza en v a n o , c o m o en otro tiem p o , m ien tras la s ilu stres for- 305

m a c io n e s d e lo s d á ñ a o s se d ir ig ía n a lo s c a m p o s te b a n o s , se

asustaron ante lo s la g o s y fu en tes se c o s p o r e l p od er de B a c o y

su general, A drasto m , sediento b u scó ríos en lo s anchos cam pos.

E l in fo r tu n a d o so ld a d o se la m en ta 310 Q u e ja s Y> p rorru m pien do e n d esd ich a d a s q u e ­

de lo s ro m a n o s ja s, d ice: « S i fu n es to s h a d o s am enazan ante e l h a m b re y la s e d ahora c o n destruir en un so lo instante a

la raza rom an a , h a y e sp a d a s, h a y g u e ­

rras y la có lera fero z de la s tribus; que n o s a trav iese una lan za ,

q u e v e n g a n , c o m o u n ra y o , to d o s lo s d a rd o s a la v e z . Q u e la 315 f le c h a la n za d a traspase nu estras entrañas y d eje escapar n u e s ­

tras v id a s p or tantas herid as. ¿P or qué e l ham bre cru el y e l c a ­

lor y la sed , al a c o sa m o s, ay, c o n un h ad o len to , n o s cansan de

e ste m o d o c o n un a m uerte larga? Q ue n u estra tropa se o fr ez ca

a la s e sp a d a s . D a la v u e lta a lo s e sta n d a rtes. E sto te su p lic a a

u n t ie m p o , ¡o h , n o b le g e n e ra l! , la h a m b rien ta m u ltitu d . T e n 320 c o m p a sió n , en tu m isericord ia , d e n oso tro s y de ti m ism o. D ir i­

g e , n o b le , a lo s tu y o s tu m irad a . L a e s c u a l id e z e n d u re c e y a

n u estras a r ticu la c io n es y n u estro s h u e so s d esn u d o s están aga-

193 Se alude a la expedición de los Siete contra Tebas — a los que se llama «dáñaos» por el fundador de Argos, Dánao— que fue capitaneada por Adrasto, uno de los reyes de Argos.

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166 JUÁNIDE

rro ta d o s y e n f la q u e c id o s c o n su s m é d u la s se c a s . L o s n e r v io s

están ten so s , se n o s seca la p ie l y nuestras m ejilla s , c o n lo s o jo s

325 hu nd id os, están cubiertas de p a lid ez. L a som b ra d e la m uerte se

adueña y a d e nuestros cuerp os y la se d n o s abrasa e l a lien to» .

A p en a s d ijo e s to la m ultitud d e b ili­

tada, e l padre e n p erso n a c o n tu v o a lo s Increpaciones de Juan a f l i ^ e n su b o n d a (j r e _

a los soldados σ Jc o n fo r ta a lo s a g o ta d o s c o n su d iscu r­

so , p r o v o c á n d o lo s a m e n u d o c o n ta les

palabras: «O h , esperanza rom ana, g lo r ia y sa lv a c ió n d e nuestra

330 patria, n o rech a ces la s p en a lid a d es duras e n e x c e so . D o m in a tu

sed y e l ham bre terrib le. R ecu erd a ahora la s d if íc ile s em presas

d e tus padres. L a s n a c io n es co n o c ie ro n la fu erza d e tus antepa­

sa d o s. D e e s te m o d o , h a c ien d o fren te a la s d if ic u lta d e s , v u e s ­

tro s p ad res d o m in a ro n e l m u n d o c o n su s p ro p ia s v ir tu d es . L a

cap acid ad d e res is ten c ia e s la m a y o r virtud; la s tribus la tem en

335 y aterroriza a o tros e n e m ig o s , al causar su m u erte . L a lín e a d e

bata lla e n e m ig a se debate entre d os ca lam id ad es: por u n a parte,

la se d abrasadora, e l ardiente ca lor y e l ham b re lo s atorm enta;

p o r otra, lo s h o s t ig a y am en a za e l terror a lo s ro m a n o s. In ten ­

ta d , f e r o c e s , a travesar la z o n a d e l c a lo r y la s r e g io n e s q u e se

n o s n iegan . L a reg ió n ardiente, co m o te s tig o y c o n la confirm a-

340 c ió n d e l c ie lo , contará vu estra s h a za ñ a s . V u es tro s d e sc e n d ie n ­

te s leerá n q u e d esp u és d e l ilu stre C a tó n 194 y o lo in ten té y é s te

194 Se refiere a Catón de Útica, que atravesó las Sirtes con sus hombres. D e hecho, el tono del discurso de Juan recuerda el que Catón dirige a sus hom­bres en la Farsalia IX 379-405 y donde también se insiste en la importancia de la patientia , la capacidad de resistencia del soldado.

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LIBRO VI 167

ta m b ién lo e s c r ib ió 195. Q ue e l am or a la patria d o m in e vuestra

razón y cesará la m alvad a sed , rech azad a por e l m iserico rd io so

p od er d iv in o y vuestro ardiente d e se o d e beber será sac iado» .

D e e sta form a aplacaba e l ilu stre g en era l a la s cohortes la ti- 345

ñ as c o n so seg a d a v o z , c o m o s i regara to d o s su s co ra zo n es con

e l r ío d e su grata palabra y llenara sus e s tó m a g o s d e m anjares.

P ero u n a su er te d esg ra c ia d a só b re ­la m uerte v jn o a ja ca u sa la tin a q u e , una v e z de-

de lo s c a b a llo s , . . . , . . . . .p ro v o c a e l d esá nim o b lllta d a su a s i s t e n c i a , d ism in u y o sus

en lo s so ld a d o s ro m a n o s p o d er o sa s fu erza s . L o s c a b a llo s v a g a ­

b a n p o r to d o s l o s c a m p o s e n b u sc a de

pastos; p u es e l ham bre esp an tosa y e l ardiente d e se o de saciarla 350 se adueñaba d e toda e sp e c ie d e seres. N o h ab ía h ierb a fresca , ni

árbol c o n h o ja a lgun a cuando, d e rep en te, la llan ura ca m b ió de

c o lo r c u b r ié n d o se d e e sp e sa h ie rb a y lo s c a m p o s s itu a d o s en

fr en te s e tiñ e ro n d e f lo r e s . L a h a m b rie n ta m a n a d a , al v e r la

h ierb a du ran te tan la rg o t ie m p o d e se a d a (p u es la em p u ja un 355 ham bre terrib le), corre e n tod as d ir ec c io n es y p a c e por doquier

e n to d o s lo s lugares. L o s ca b a llo s lam en y a las arenas desnudas

s in p o d er saciar su ham bre al pastar un a hierb a ven en o sa . P ues

p erec iero n d e un a extraña m uerte , am on ton ad os e n lo s ca m p o s

m ism o s c o n la hierba apretada entre lo s d ientes.

L a m u er te d e lo s c a b a llo s d e s tr o z ó a la tro p a rom an a . S u 360

có lera fero z desap arece y to d o s lo s so ld a d o s cam in an apenados

y a f l ig id o s y g ra n d es p r e o c u p a c io n e s c o n fu n d e n su s m e n tes .

A terrorizado e n e x c e so por e s ta ú n ica d esg ra c ia , s e v in o abajo

e l extraordinario va lo r d e lo s h om b res. E n to n ces la fortuna fu - 365

n esta sem b ró la c o n fu s ió n en e l ca m p a m en to c o n e l prim er tu­

m ulto , ap lastán dolos c o n su p eso .

195 Alusión al poeta. La conjetura que proponemos (q u o q u e hunc), no sólo se aparta mínimamente de la versión del manuscrito (q u o q u o h a nc), sino que conviene bien al sentido del texto; cf. v. 340 en el que se alude a Catón, que fue inmortalizado por Lucano.

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168 JUÁNIDE

C uando en to n ces v io e l genera l que E l g e n e ra l h a b ía s o b r e v e n id o ta m a ñ a r u in a y

levanta e l cam pam ento y hab ían d ism in u id o la s fu e r z a s d eo rd e n a e sta b lecerlo

a o r illa s de un r ío lo s su y o s , lev a n ta n d o e l ca m p a m en to ,se d ir ig e h a c ia la s r e g io n e s d e la c o sta

c o n la in te n c ió n d e a liv iar y rean im ar a su s a f lig id o s hom b res.

370 Y e l so ld a d o y a e m p iez a a sentir e l aire lig e r o y , al acercarse a

la costa , encuentra hierba fresca , aunque n o h a y río a lgun o. E n­

to n c e s m a stica n flo res c o n su s b o ca s r e sec a s , tiñ é n d o se c o n su

ju g o lo s ardientes lab ios; y sac ian e l ham bre c o n extrañ os v e g e -

375 ta les , pero n o pu ed en aplacar e l ham bre. M u ch o s v u e lv en apro­

vech a n d o la oscuridad de la n o ch e , o tros se d isp ersaron por lo s

c a m p o s b u sc a n d o a lim en to ; o tro s v a g a n e n b u sc a d e agua; e l

ham bre cru el o b lig ó a otros a hu ir y aban donaron to d o s lo s e s ­

tandartes d e l general que han desp reciad o .

380 E l g en era l e sta b le ce su ca m p a m en to a la o r illa d e l r ío in d i­

ca d o . L a tropa rom ana se p rec ip ita se d ie n ta so b re su s o r illa s y

se sa c ia e n su s lím p id a s aguas. A l l í ju n to al ag u a a cu d e e l s o l­

dado por doquier y b e b e d e su agradable corriente. C o m o care­

c e d e pan , c o m e flo res y v erd e hierba, d esea n d o c o n e sto saciar

385 su ham bre. E l general ordena que su m en sa je se transm ita a tra­

v é s d e la s c iu d a d es costeras: q u e sa lg a n n a v e s q u e tra igan a li­

m en to para su s hom b res. ¡A y , fu n es to s h ad os! T u v iero n N o to s

co n tra rio s. P u e s u n a su erte cru e l im p id ió a lo s b a rco s d e v e la

cruzar la s aguas. S e u n ió , cerca n a , p e r o e n to n c e s n o le a l a lo s

390 la tin os, la tropa u r c e lia n a 196 q u e se m e z c ló al d estin o de lo s ro­

m anos.

196 La identidad de esta tropa y el origen de su apelativo nos son descono­cidos.

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LIBRO VI 169

L o s ástrices hab ían ocupad o, y a du- Los ástrices rante largo tiem p o , a q u ellas tierras con

envían embajadores ^ to sc a s c a sa tribu v lo lc n ta e n laa Juan

para solicitar la paz § uerra y n u m ero sa en h om b res y a sal­v o du ran te m u c h o s a ñ o s . C u a n d o se 3 9 5

d io cuenta d e que lo s estandartes de Juan que avanzaba estaban

en su s terr ito r io s, a terrorizada ante su p rim era lle g a d a , corr ió

c o n h u m ild a d a en v ia r le em b ajad ores para ped ir la paz. E l g e ­

nera l lo s rec ib e seren o en m ed io de la s tien das. S o lic ita n d o in ­

d u lg en cia , p az y sa lv a c ió n para su p u eb lo , expresaron , so m e t i­

d o s , su s ru eg o s: «T u p o d e r o sa r ep u ta c ió n , n o b le g e n e ra l, e l 4 0 0

v ig o r d e tu esp íritu , tu va lor y tu lea lta d q u e se propagaron an­

te s d e tu lleg a d a , aterrorizaron a todas la s tribus por ig u a l y las

co n d u jero n g u sto sa s bajo tu autoridad. C o n e l c u e llo d o b le g a ­

do , la ilu stre raza de guerreros ástr ices se so m ete a tus órdenes,

v a ler o sís im o . L o s an cianos de nuestra tribu g u stan de tus trata- 4 0 5

d o s y lo s d esean al m ism o tiem p o; y c o n la v o lu n tad de servirte

preparan su s c u e llo s a l y u g o . P erdon a, ilu stre , a q u ien es te su­

p lica n . T e ro g a m o s la p a z y u n tran q u ilo d e sc a n so d e sp u é s de

la guerra».

E n m ed io d e estas palabras sonaron

Nuevas quejas de lo s m urm ullos d e la ignorante m ultitud los soldados romanos. en e j cam p am en to d e l general: «¿H asta 4 1 0

Los hijos de los ástrices c u ¿n(j0 m a tará e l h a m b re im p u n e a se entregan a Juan

en prenda n u es tro s e sc u a d r o n e s? N o te n e m o sn in gu n a esp era n za de v id a n i de sa lv a ­

c ió n . S o m o s d ism in u id o s p or e l h am b re, tropa d ig n a d e lá s t i­

m a » . C u a n d o a q u el so n id o l le g ó h a sta lo s o íd o s d e l g e n era l,

p r o fu n d a m e n te im p r es io n a d o d ic e a s í a l o íd o d e R ic in a rio :

« P o n fin ahora a la s fun estas qu ejas d e l cobarde so ldad o. ¿Q ué 4 1 5

lo cu ra d e su razón em puja a la ruina a la s desd ichad as m u ltitu ­

d e s e n la c o n fu s ió n ? E stá n v ie n d o a lo s em b a ja d o res; e s to s

p u eb lo s m e p id en tratados, p erm a n ecen h u m ild es , ro gán d om e

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170 JUÁNIDE

c o n sú p lica s . É sto s h an d escu b ier to lo m á s r ec ó n d ito d e n o s o ­

tros y nuestro m al secreto . ¡A y , d e testa b le p o p u la ch o q u e rinde

420 c u lto a l e s tó m a g o , c o m o e l g a n a d o y la s f ie r a s !» . A l in sta n te ,

sa lie n d o ráp id a m en te , R ic in a r io a c a lló to d o s lo s ru m ores c o n

so s e g a d a s p a la b ra s, tr a n sm itien d o la s ó r d e n e s d e l g e n e ra l.

C uando se h iz o la ca lm a, e l genera l s in perder tiem p o d ic e a lo s

em bajadores: « H ab éis o íd o ahora la có le ra q u e n u estro ejército

425 h a d eja d o esta llar . E l so ld a d o d e se a e l v io le n to co m b a te; p ro ­

y e c ta cru zar a tr a v és d e v u e str a tr ib u . P er o n u es tro p o d er se

- a fa n a s ie m p r e e n perdonar a lo s so m e t id o s . A p la s ta m o s a lo s

p u eb lo s q u e p o see n arm as, a lo s h u m ild es lo s a cep ta m o s c o m o

a m ig o s. M arch aos, hom b res. S i un a fid e lid a d au tén tica so lic ita

m is tratad os, traed a v u estro s h ijo s c o m o p ren d a a m i ca m p a -

430 m en tó y c o n serv a d m i paz. T o d a la ra za d e lo s á str ices p erm a­

n ecerá segu ra y p o d ero sa bajo n u estro em perad or» . Tras haber

d ic h o e s to , lo s carga d e p resen tes . E llo s r e c o n o c e n su so m e ti­

m ien to a l Im p erio rom ano, p ro m etien d o o frecer a su s h ijo s co -

435 m o p ren d a d e la p a z . A p ru eb a n a lo s la t in o s p o r su v a lo r y su

b e n e v o le n c ia . A la b a n la s fu e r za s y la le a lta d d e l em p erad or y

d e l general. V u e lv e n , tras haber co n v e n id o la paz.

P ero a lo le jo s , v a g a b a e l i la g u a s Los moros e x te n u a d o y s e d ie n to p o r lo s ár id o s

continúan su huida ca m p 0 s, s in p o d e r so p o rta r y a tan tasperseguidos por tos _ .

exploradores romanos fa tl§ as m e l ham b re cru el. N o h a y n in ­guna p o s ib ilid a d d e sa lv a c ió n y n in gú n

440 ca m in o s e le s m uestra. D etrás esta b a Juan, d e la n te e l e x c e s iv o

c a lo r d e l so l. P or to d a s partes la tribu te n ía la m u erte ante sus

o jo s y n o e s p o s ib le ( * * * ) 197 avanzar n i em pren der la retirada.

C o n fu n d id a por lo s p e lig r o s , g im e la a n g u stia d a m u ltitu d , re-

445 clam an d o la m uerte. U n a suerte adversa lo s persu ad ió para reti­

rarse, d e sv ia n d o e l fu n esto rum bo d e la in fa m e tribu. L a tropa

197 El verso 442 está incompleto.

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LIBRO VI 171

s ír t ic a se d a la v u e lta im p u lsa d a p o r e l c ru e l d e stin o d e su

m uerte , n o para so licitar la bata lla c o n su s dardos, sino para in ­

tentar u n a h u id a p o c o segura . E l ex p lo ra d o r ro m a n o a ca b a llo

corría p or doquier y m ezc la d o c o n lo s la tin o s esta b a e l f ie l m o- 450 ro q u e b u sca b a d e l m ism o m o d o d ó n d e h a b ía h u e lla s d e la tri­

bu. N o ten ían n o tic ia s , n i hab ía e n e m ig o a lgun o e n las in m ed ia ­

c io n e s , cu a n d o , d e rep en te , e n la o sc u r id a d d e la n o c h e v e n

u n o s fu e g o s ardiendo y lo s exam in an , s in saber s i son lo s ástri-

c e s o e l fu g itiv o ilagu as.

U n a fu n esta A urora q u e sacab a su s 455Cúsina propone n egros c o rce le s d e la s o la s d e l O céan o ,

atacar a los moros. e x te n d ía su s r a y o s a l c ie lo , h a c ien d o El general decide avanzar , . Λ, , _ . . . .

al lugar que ocupa S a llr U n l u g u b r e S o 1 COn SUS C ab a ll0S el enemigo portadores de cru eles h ad os. L as nubes

o c u lta n su p a s o y F eb o l le n a e l d ía de

tin ieb la s c o n su o scu ra luz . E n to n ces u n m en sajero v o la n d o re- 46o

f ir ió q u e b ajo la n o c h e s ile n c io sa v io brillar , le jo s de lo s fo so s

de lo s su y o s , a gran d istan cia , in n u m erab les fu e g o s . N o e stu v o

c laro e n su re la to s i e l ago ta d o ila g u a s em p ren d ía la retirada o

s i la v e c in a tribu d e lo s ástr ices d e sp le g a b a su ca m p a m en to en 465

lo s parajes. M ientras e l genera l e x a m in a la c u e stió n en su m en ­

te c o n sagacid ad en e l d if íc il m o m en to y se asom bra ante lo crí­

t ic o d e la situ a c ió n , en to n ces e l f ie l C u sin a , q u e v ien e adem ás

a co m p a ñ a d o d e u n a gran m u ltitu d , l le g a de rep en te y a s í d ice

c o n a legría al general: «E l fu g itiv o ila g u a s se prepara para atra- 470 vesa r a e sco n d id a s por aquí, agotado y desarm ado, tras levantar

su d eb ilita d o cam pam en to . H a l le g a d o la o c a sió n — pon e n p ie

lo s estand artes, e l m á s n o b le d e lo s g e n e ra le s— d e destruir en

se g u id a a la a g o ta d a tribu. P u e s e s u n a e m p r e sa fá c il para e l

ejército . U n río som b río baña la s u m b rosas riberas con su mar­

g e n v erd ec id a , ro d ead o de á rb o les d e d istin ta c la s e y d e v erd e 475 ju n c o . A q u í se d ir ig en la s tr ibus. V a y a m o s lo s prim eros hacia

e l r ío y o cu p em o s todo su curso» .

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172 JUÁNIDE

A gradaron a lo s so ld ad os la s palabras d e l varón. E l general,

480 n o o b sta n te , le s p ro h ib ía avan zar , p u e s y a d e sd e h a c e tiem p o

co n serv a b a en su preocu pado co ra zó n lo s rum ores d e la ag o ta ­

da tropa. P ero ¿qu ién podrá d om inar o h acer fren te a lo s d e s ig ­n io s f ija d o s p or D io s? L ev a n ta n d o e l ca m p a m en to , e l g en era l

ordena a su s cohortes que a v an cen en fo rm a c ió n a través de sus

tropas y escu ad ron es. S u b e e l p o lv o h a sta lo a lto am onton and o

485 la s n u b e s y en tu rb ia n d o e l c ie lo c o n la arena. E l g e n e ra l e m ­

p ren d ía u n e sp a n to so ca m in o y la fu n es ta G á lic a m ostrab a su s

m a lv a d a s c o lin a s y su s s in ie str o s c a m p o s . E l S o l e n su a scen ­

s ió n in fla m a b a e l a lto c ie lo c o n su carro de fu e g o , cu a n d o lo s

490 ejérc ito s, un o tras otro, se asentaron ju n to al c a u c e d e l río . P ero

e l e n e m ig o sír tico , d e ten ien d o su p a so c o n e sp a n to y em p ren ­

d ien d o la retirada, abandonó la s or illa s y dejó e l d esea d o río.

E n aqu el m o m en to e l general le s da

El general ordena la orden de esta b lecer e l cam pam en to y495 establecer el campamento jo s f o so s y retrasar e l com bate, pu es

/ . , p reparaba e m p ren d er la b a ta lla a l d íaúnicamente r r rpara proteger el rio s ig u ie n te , y l e s o rd en a s ó lo d e fe n d e r

c o n su s arm as e l r ío y su s aguas. C o n ­

se jo ú til s i en to n ces la tropa rom an a h u b iera c u m p lid o la s in s ­

tr u c c io n e s d e q u ien le s d io la s ó r d e n e s . P er o u n d e sg r a c ia d o

d e stin o d io o sa d ía a lo s so ld a d o s y co rre la tro p a por d o q u ier

disp ersa por lo s cam p os y lo s prim eros hom b res pro v o ca n a las

500 p r im era s f i la s e n e m ig a s . A c u d e n c o rr ie n d o s in o rd en a lg u n o

lo s la tin o s c o n u n griterío , s in su a costu m b rad a fo rm a c ió n . L a

trom p eta , to ca d a por orden d e l cap itán , n o ca n tó c o n su agud o

so n id o la s h o s tilid a d es la a g ita c ió n d e l com b a te; la s sob erb ias

e n se ñ a s n o p erm a n eciero n en su s p o s ic io n e s para la bata lla . A

505 través d e l e n e m ig o , s in orden, ¡ay !, co rr ía la tropa co n fia d a en

e x c e so , c o n un destin o adverso. E n e l prim er encuentro la s fila s

d e lo s m arm áridas se retiraron aterrorizadas. L o s s ig u e la tropa

510 rom ana q u e p r o v o ca v io le n to s co m b a tes c o n su s arm as d isp er-

Page 166: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO VI 173

sa s . E l j in e te la t in o derriba p o r lo s c a m p o s c o n su la n z a lo s

cuerp os de lo s que h u y en de la batalla; lo s a traviesa y lo s h o sti­

g a y e l tem or o b lig a a lo s v e n c id o s a ir ju n to a su s c a m e llo s 198.

P ero a lo le jo s , Juan, p o d ero so en arm as, p ro teg ía tod as sus

e n señ a s e n su p rop ia d isp o s ic ió n , dan do la orden d e e sta b lecer s is

e l cam p am en to y lo s fo so s y q u e lo s d ir ig en tes d e lo s so ld a d o s

atacaran a lo s e n e m ig o s só lo para p ro teg er e l agua del río. For­

m aron la s fila s . C ú sina en person a ocupab a e l la d o d erecho , ro­

d ead o por la s arm as m asilas y latinas. Junto a é l, Frón im ut, va­

le r o s o e n la s arm as ro m a n a s y e l v ig o r o s o ca p itá n Juan ,

adornad o c o n e l b ien a v en tu ra d o n o m b re d e l g e n e ra l ( * * * ) 199,

n o afortu nad o e n su suerte. Y e l la d o izq u ier d o lo ocu p aron e l 520 ro b u sto P u tz ín tu lo , e l arquero G é is ir it y S ín d u it, d e sob erb ias

arm as. E n e l m ed io perm anecía e l m á x im o líd er d e lo s d ir igen ­

te s y a c o n se ja b a e n v a n o a su s co m p a ñ e r o s c o n su s p a lab ras,

p u es y a le s so b rev en ía un p e n o so d estin o . A n te é l T árasis, pro- 525 teg ien d o c o n e scu d o s la s apiñadas fa la n g es de infantería, corría

d e u n la d o a otro e n su v e lo z c a b a llo y prep arab a su s e s c u a ­

drones.

E ntretanto , u n m en sa jero v e lo z lle -

U n m e n sa je ro g a e n to n c e s a n te e l g e n e ra l d ic ie n d oa n u n cia qUe [o s e n e m ig o s e n m e d io de la co n -

la re tira d a d e l enem igo. fu s^ n s e retjran y a v e n c id o s , h u y en d oD o s escu d e ro s

co n v en cen a l g e n e ra l Por lo s c a m p o s. P ero e l jo v e n n o pu do 530

p a r a qu e en ta ble com bate c o n esta s palabras d isu ad ir lo de su ju s ­

ta d e c is ió n ; su in te n c ió n n o se a lteró . M a s n o lo q u isiero n a s í lo s d e s ig n io s d e l te m ib le D io s: lo s e s ­

cu d eros persuad ieron al líder e n su duda a afrontar e l com b ate, 535 Á riarit, e n otro tiem p o v a ler o s ís im o , y e l e sfo rz a d o Z íper, dos

198 El sentido de la expresión es «el temor obliga a los vencidos a retirarse a su campamento».

199 Esta parte del verso 520 aparece borrosa en el manuscrito.

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174 JUÁNIDE

p o ten tes rayos en la guerra, a lo s q u e en to n ces tem iero n la s fa ­

la n g es m a sila s, am bos sem ejan tes en v a lo r y c o n u n d estin o c o ­

m ún. E n to n ces Z íper co m en zó a hablar así: «S o co rre a lo s la ti­

n o s , e l m á s n o b le d e lo s generales. T us a liad os entab lan fero ces

bata llas e n lo s ca m p o s, pero a l ser u n o s p o c o s , e l e n e m ig o nu-

540 m e r o so lo s h o s tig a ; su e le v a d o n ú m ero lo s a c o sa . S ig a m o s a l

c o m b a te a n u estros a lia d o s. C o g e la s arm as y so co rre a lo s tu ­

y o s » . E n to n c e s e l v a le r o so Á riarit se in f la m ó c o n e l d e se o de

com b a tir y o b lig ó a su líd er , q u e se dem orab a , a p o n er e n m o ­

v im ie n to la s e n se ñ a s . C o n la s pa lab ras d e su f i e l su b ord in ad o

se e x c itó e l án im o d e l general.

L a esp a n to sa trom peta g im e c o n su canto m ortífero y em p u ­

j a a lo s e scu a d ro n es a la bata lla . L a tropa a v a n za e n v a n o b ie n

ordenada, p u es lo s h ad os la aprem ian . A s í lo h a s d ec id id o , e x ­

c e ls o P adre, m ien tras qu ieras ultrajar a lo s p u e b lo s p eca d o res

550 d e L ib ia . Su s fa lta s fu eron la ca u sa d e tam año m a l, q u e n o fu e

cu lp a d e su gobernante.

C a rca sa n , a l v e r a c u m u la r se u n a

Carcasan n u b e d e p o lv o a lo le jo s , grita ráp ida-

exhom * s“s hombres m en te a su p r o p ia fo r m a c ió n d e n a sa -a luchar;

éstos les obedecen m o n e s Ύ r ea n im a su s te m b lo r o so s c o ­razo n es c o n ta le s palabras: «In dóm itas

555 tribus, c u y o co n o c id o va lor m e p ersu ad ió a atacar a la s f i la s r o ­

m anas c o n la s arm as, é ste e s e l d ía en q u e e l corn ifero A m ó n os

p ro m e tió e l su e lo d estin a d o 200. Id ahora s in m ie d o , arm ados a

través d e l e n em ig o ; d esp leg a d ahora la s a laban zas d e la patria.

560 Q u e lu c h e ca d a u n o fe ro z c o n su tropa y c o n fia d en lo s h ad os.

G randes d iv in id ad es n o s protegen; se o s co n ced erá una v ictor ia

seg u ra , cre ed m e , gu erreros. R e c h a z a d e l v e r g o n z o s o m ie d o y

l le v a d a la batalla vuestras fuerzas y á n im o s d e siem pre» .

200 Carcasan exhorta a sus soldados al modo de César en la Farsalia VII 254 y ss.: haec est illa dies, mihi quam Rubiconis ad undas promissam...

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LIBRO VI 175

A p en a s d ijo e s to C arcasan, u n terro rífico gr iterío se e x te n ­

d ió por e l cam pam en to sírtico c o n un v io le n to estrépito . L a s lí- 565

n e a s m arm áridas se en fu rec iero n . U n p e n o s o d e st in o p r o v o ca

su c ó le r a y B e lo n a e x c ita a la s cru e les m u ltitu d e s , em pujan do

la s esp a ld a s bárbaras c o n su lá tig o en san gren tad o . E n to n ces se

in f la m a n d e lo cu ra lo s f ie r o s c o r a z o n e s . N u m e r o so s c a b a llo s

e m p e z a b a n a a b a n d o n a r e l c a m p a m e n to y o c u p a b a n la s l la ­

nuras.

E n m ed io d e l territorio había u n río 570 La espesura del terreno ap ro p ia d o pa ra la s e stra ta g em a s d e la

impide luchar guerra y lo s e n g a ñ o s d e lo s m oros. U na ambos ejércitos e sp e so b o sq u e re tien e la s arm as, en re ­

d á n d o las en su fo lla je ; lo s se c o s ta m a ­

r isco s y e l a ceb u ch e de hojas am argas hab itaron lo s h o stile s va ­

l le s . A q u í e sta b a n situ a d a s la s l ín e a s m a rm á rid a s , en la parte 575 contraria estab an la s lín ea s la tin a s y p ro v o ca b a n la fu n esta lu ­

ch a . E l b o sq u e traba la s arm as d e l so ld a d o y e l dardo v o la d o r

c o n su s ram as q u e le im p id en e l p a so . Y n o lo atraviesa la d e l­

gada f lec h a lanzada por la m ano robusta, n i e l j in e te pu ed e diri­

g ir l ib r e m e n te su c a b a llo co n tra lo s e n e m ig o s , n i e l so ld a d o

p u ed e ejercitarse c o n su larga jabalina , p o r doq u ier enredado en

la s ram as q u e le aprietan. A q u e l lugar im p id ió luchar a lo s in - 58o

q u ie to s ca p ita n es y a l p reca v id o g en era l y o b lig ó a las fo r m a ­

c io n e s a m antenerse in m ó v ile s . D e tu v iero n su p a so , sin atrever­

se n a d ie a luchar, ca d a un o se m a n tu v o q u ieto e n la escarpada

orilla . E l general avanza va lerosam en te h a c ia e l lugar preparan- 585

d o in ten tar c o n su s e scu d ero s p o r q u é c a m in o p u ed a atravesar

lo s fro n d o so s d esfila d ero s (* * * ) e l n a sa m ó n esco n d id o (* * * ) y

e l ca m in o segu ro e s p ro teg id o (* * * ) la tropa f ie l h o stig a d a , en 590 su h u id a ( * * * ) 201 ante la lle g a d a p recip itad a d e l cru el en e m ig o

n o la n z ó dardos. A l v er a lo s n a sa m o n es en fren te , hu ye a l in s-

201 Estos versos aparecen incompletos en el manuscrito.

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176 JUÁN1DE

tante m ás v e lo z q u e e l austro y c o n m á s rap id ez q u e u n a apari­

c ió n v ista en su eñ os.

595 E n to n ces u n a n o tic ia f ia b le q u e l íe ­

lo s romanos g ó e n un v u e lo in fo r m ó a l n o b le g e n e -caen e'! ]ma e»'b" ^ a ral q u e lo s m o ro s ap a c ig u a d o s abando-

de los moros, xIntervención de Juan n a b a n Ya la b a ta lla , l le v a d o s p o r u n

gran terror. Y por orden d e Juan, e l ju i­

c io s o P a u lo ju n to c o n A m a n c io se apresura a a liv ia r a lo s s o l­

d a d o s c o n su ayud a. E n n in g u n a parte s e v ier o n y a h u e lla s de

600 lo s m o ro s, n i e l nú m id a, al hu ir a tem orizad o , v o lv ió su m irada

al co m b a te n i su rostro a l e n e m ig o . V o lv ié n d o se e n to n c e s , h u ­

y e r o n lo s ca p ita n es y to d o s lo s o f ic ia le s se retiran te m e r o so s ,

u n a v e z q u e e l g e n e ra l r en u n c ió a lu ch a r . E n e s e m o m e n to e l

ila g u a s v e n c ed o r p er sig u e a la s lín ea s d isp ersas. E l griterío su -

605 b e h a sta e l c ie lo . L a fa c c ió n e n e m ig a su e lta a h ora su s fo r m a ­

c io n e s d esd e to d o s lo s v a lle s p or la e x te n sa llanura. S e creería

q u e d e u n a g r ie ta d e la tierra q u e se resq u eb rajara d e rep en te ,

brotaban hom b res. C orriendo aquí y a llí, rodean lo s estandartes

610 y co rren ap iñ ados a m ile s tras lo s ca p ita n es d isp erso s . L a s lan ­

z a s q u e s e arrojan e c l ip s a n la lu z d e l d ía y la s t in ie b la s d e la

n o c h e cu b ren lo s c a m p o s e n to d a su e x te n s ió n . P rorru m pe en

g e m id o s la d esd ich a d a tropa; dardos en sa n g ren ta d o s derriban

su s c a b a llo s por lo s ca m p o s. E l e n e m ig o in fa t ig a b le d esa ta su

615 có lera , v io le n to y cruel. A q u e l d ía hu b iera p o d id o destruir a un

t ie m p o d e u n a so la d e sg r a c ia a to d a la raza la tin a , s i e l P adre

to d o p o d e r o s o , q u e se c o m p a d e c ió d e s d e e l a lto c ie lo , p r o te ­

g ien d o a la s lín ea s rom anas entre tan tos m ile s d e e n e m ig o s , n o

hubiera sa lv a d o a lo s que hu ían co n la v o z d e l n o b le Juan. P ues

620 al ver a lo s escu ad ron es a liad os abandonar lo s ca m p o s, h a c ien ­

d o reso n a r su v o z , a u m en ta su c ó le r a c o n ta le s p a lab ras: « S i

m orim os, com pañeros, si e l ú ltim o had o arrastra c o n su suerte a

lo s la tin o s y prepara derribarlos c o n c ru e le s guerras, ¿por q u é

d eb o m orir c o n una m uerte d ign a de m ujer? S i la v id a su b siste ,

Page 170: Coripo. Juanide, Panegirico de Justino II (Gredos 243).pdf

LIBRO VI 177

¿por q u é d eb o , co b ard e , hu ir? A flo ja d y a lo s fr en o s , c iu d a d a ­

n o s . Su jetad lo s estandartes, héroes; d esp reciad la có lera d e las

tribus y em p ren d ed la bata lla c o n v io le n c ia . O v e n c e m o s a lo s

en e m ig o s , si e s la vo lu n tad de D io s , o s i n o s lo im p id en lo s p e ­

ca d o s d e m is fa c c io n e s , n o n o s fa ltará n u estra a labanza a l m o ­

rir. R e ch a za d la h u id a , d ese n v a in a d la esp a d a . Q u e ha g a ca d a un o lo q u e m e v e hacer a m í.»

b la n la s v io le n ta s b a ta lla s y co rren la s la n z a s p o r d o q u ier en

u n a con tin u a nube. R esu en an corazas y c a sc o s , g im e el e scu d o

d e b ro n ce bajo lo s g o lp e s y entre la s entrañas h a c e n salir e l a l­

m a purpúrea d e la s v e n a s rotas. Z ip er, a lt iv o p o r su v a lo r , iba

c o lé r ic o entre la s arm as im p la ca b le s a través d e l e n e m ig o , d e ­

rribando a lo s e scu a d ro n es s ír tic o s c o n d ardos m o rtífero s y lo

m ism o h a c ía S ó lu m u t, aunque ten ían a m b o s d iferen te d estin o .

A tr a v ie sa n c o n su s la rg a s p ic a s e l p e c h o d e gran ca n tid a d de

con tr in ca n tes . S e c la v a la la n za en e l h íg a d o p alp itan te y e n e l

co ra zó n d e lo s guerreros; c o n u n dardo v o la d o r abren la s h u e ­

ca s s ien es. U n o arranca una ca b eza , otro corta u n enorm e m u s­

lo . N o se hubiera v isto de otro m o d o a u n a pareja d e leo n es en ­

sa ñ a rse c o n su s fa u c e s e n m e d io d e lo s reb a ñ o s: ahora u n o

destroza , im p lacab le , su presa c o n las garras; ahora e l otro h a ce

p ed a zo s e l tierno ganado co n su s d ien tes ensan grentad os, r e g o ­c ijá n d o se c o n la sangre tibia.

P ero , por otra parte, B u lm itz is y e l robusto Á riarit y e l fiero

D o r o tis y e l m ism o e scu d ero Juan derribaban por la s ex ten sa s

llanuras lo s cu erp os de su s a tacantes c o n herid as d e d iverso ti­

p o . S e e n fu r e c e u n o , so b er b io c o n su e sp a d a ; o tro , a u d a z , e s

Descripción de la batalla

y nueva interpretación de Juan

en el combate

H a b la n d o d e e s te m o d o , co n rostro

cruel, e m itió u n ru g id o d e su b o ca , c o ­

g ió ráp idam ente la brillante em puñadu­

ra de su espad a y co lé r ic o la d ir ig ió ha­

c ia la h er id a . S u f a c c ió n se g u r a se

v o lv ió h a c ia su v o z . E n to n ce s se en ta -

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178 JUÁNIDE

655 m á s v ig o r o s o para lanzar la p ica . U n o la n z a duras f le c h a s c o n

e l n erv io silbante; otro ruge v a lero so e n su destreza y lu ch a co n

lo s d ardos d e a m b o s. E l g en era l e n p e r so n a r e sp la n d e c e e n e l

cen tro c o n su espad a fu lm inan te, m a n ten ien d o a lejadas a la s fa -

660 la n g e s e n e m ig a s c o n terror. N o d e o tro m o d o se cu en ta e n u n

p o e m a q u e J ú p iter arm ado h iz o tem b la r a lo s g ig a n te s e n la

guerra, a l destruir la fuerza de su rayo a lo s e sp a n to so s herm a­

n o s co n una herida ardiente.

A q u e lla tropa hu b iera v e n c id o , s i la fortu n a irritada n o le s

hubiera n eg a d o en to n ces su s é x ito s . Y a crece la nu m erosa ban­

d a d e e n e m ig o s ; v in ie r o n m u ltitu d e s d e in fa n te s m arm áridas.

665 P o r d o q u ier v u e la a su a lred ed o r u n a n u b e d e d ard os y p a sa n

tro zo s d e p esa d a s e sta ca s y p iedras am en azad oras c o m o rayos.

E l e sp a n to so cam po d e batalla se o cu lta b ajo e l p o lv o ; e l so ld a ­

d o , a se d ia d o , ap en a s p u ed e d istin g u ir su s p r o p io s dardos. In ­

qu eb ran tab le, e l g en era l h a c e fren te a to d a s la s f le c h a s , p ro h i­

b ié n d o le s v o lv e r la e sp a ld a . E n la gran c o n fu s ió n q u e le s

670 a m en azab a ca y ero n d o s escu d ero s: c a e e l ro b u sto Á riarit, m as

n o d e u n so lo dardo, y e l n o b le Z iper c o n c ie n heridas. U n fuer­

te g o lp e a travesó d e cerca e l c a b a llo d e l g en era l a l avanzar; e l

aguerrido g en era l, arrancando c o n su d iestra e l dardo d e l cuer-

675 p o d e su im p e tu o so ca b a llo lo ro m p ió y , lo arrojó, e n c o le r iz a ­

do , a la cara de su en em ig o .

E n e s e m o m en to , al v e r y a a su s a lia d o s p u e s to s e n fu g a y

su s p rop ias herid as, e l genera l d io un rug ido; su b ió a con tin u a­

c ió n al a lto lo m o de su ca b a llo y c o n rostro am enazador rápida­

m en te irrum pió, terrib le, en la c o m p a cta fo rm a c ió n . E l g en era l

ju n to c o n su s a lia d o s se abre c a m in o c o n la e sp a d a en tre la s

680 fo rm a cio n es en em igas; la s lín ea s , em pujadas por e l terror al g e ­

neral, em p ren d en la retirada. E l h éro e se apropia de u n territo­

r io pa ra é l y su s h o m b res; s e e n c a m in a e n to n c e s a tr a v és d e l

e n e m ig o , situan do a su s so ld a d o s entre la s e n se ñ a s y m an tien e

685 a le ja d a s c o n su s f le c h a s a la s f i la s m a s ila s . N in g ú n guerrero

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LIBRO VI 179

pudo ya atacar al encolerizado general. Cualquiera que lo persi­gue recibe a cambio una herida de su arco que se vuelve contra él. Si alguien lo ataca por casualidad, es derribado, traspasado de lejos su pecho jadeante por su rígida lanza. Quienes se reú- 690 nen a su lado, al instante entregan sus almas a los dardos vola­dores: su flecha les parte en dos.

Entonces el nasamón, que temía unirse a las enseñas del general, se reti­ra y, con ímpetu, dispersa sus caballos a modo de obstáculo por los anchos campos y mata a los hombres que abandonaron las enseñas al huir y fue­ron los primeros en temer las violentas 695

amenazas del combate y volver la espalda.El capitán era noble, resplandeciente con su título de líder,

y no menos con su valor, e ilustre con las armas romanas. Cuando el general lejos de allí vio al que escapaba del combate 700 por la extensa llanura, de este modo lo llama con tales palabras: «¿Ésta es vuestra lealtad? ¿De esta forma luchamos», dice, «para que perezca la tropa romana? ¿Ahora abandonas las ar­mas? ¿A dónde corres, desgraciado? Por tu culpa perecen nues­tros desdichados soldados y nuestra reputación». Él enrojeció 705 ante las palabras del general y un profundo dolor, al mismo tiempo, se inflamó en sus huesos. Entonces un funesto pudor lo empujó a mirar a las tribus que lo perseguían; la muerte cruel lo apremiaba en su deseo de romper los escuadrones enemigos. Lucha por defender a sus compañeros asediados. Ya se derriba al enemigo vencedor y se levanta al vencido; se altera el desti- 710 no de los que perecen. La fortuna ayuda primero al valeroso.Ya se enfurece, soberbio, en la matanza y derriba los cuerpos

H u id a

de lo s na sa m on es;

Ju a n in c re p a a su ca pitá n

y éste, a v erg o n za d o

em p re n d e la lu ch a

co n m ás ím petu

202 El adjetivo alude a Hircania, comarca del Asia antigua, cercana al mar Caspio y fronteriza con la Escitia asiática, con Partía y con Media.

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180 JUÁNIDE

con diferente suerte. Como se enfurece una tigresa madre, jade- 715 ante por los campos hircanos202, privada de sus cachorros que

casualmente robó un jinete, arrebatándolos de su cubil caucasio —él, que los lleva como espectáculo para los reyes persas, can­sa, atemorizado, a su caballo con su espuela de hierro— ; ella entonces, semejante a su macho y más veloz que el Céfiro203, se lamenta por sus queridas crías y vuela feroz. De este modo

720 se empeña el capitán en luchar contra los hombres. A uno corta la cabeza con su espada y lanzando el dardo del moribundo, de­rriba a otro desde lejos; a otro golpea en el pecho con su fuerte pica; amenazador, atraviesa con su vibrante lanza el escudo de

725 otro, su mano y su costado al mismo tiempo. Otro, ve su pierna sin vida arrancada por un golpe que cae en un pedazo y se la­menta junto a ella, habiendo sobrevivido. Herido, yace otro destrozado por su caballo caído y atravesado sobre él. La san-

730 gre espumeante brilla desde lejos y al fluir se mezcla con las ti­bias arenas. El impetuoso vencedor propinaba heridas de mil modos, pues la fortuna le ofrecía la ocasión. Su caballo ya can­sado y jadeante, exhalando vaho, se niega a correr. La forma­ción maurusia engrasa en su avance; le siguen Cámalo y Cerao y el fiero Estóntao. El enorme ejército rodea al enemigo y de-

735 lante las lanzas que vuelan apiñadas, siembran la confusión en el campo. El escudo, haciendo frente a los dardos que le atacan, gime y hace resonar su ronco bronce. Hostigan y desconciertan al héroe con su griterío. Su escudo atravesado es cubierto por

740 espesos dardos. Ya transpira bajo su propia coraza y lo opri­men el peso de las armas; el espeso bosque fatiga al agotado capitán y se debate contra la multitud que se le viene encima. Retirándose despacio, se dirige con habilidad a las regiones ve­cinas de la costa y con las aguas del mar protege su lado dere-

745 cho. Al avanzar, se protege el lado izquierdo y la espalda con el

203 Viento del Oeste, suave y templado, que anuncia la primavera.

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LIBRO VI 181

escudo; a continuación, defiende su rostro y su camino con los dardos. Como un león sin miedo, rodeado por un círculo de ca­zadores temblorosos, ruge con valor y ensordece feroz sus mur­mullos abriendo tremendamente sus fauces, mientras excita su cólera, enfurecido, habiéndose desatado su fiereza y los hom­bres no tienen ni el ánimo ni el valor de correr a su encuentro, 750

sino que sólo con sus gritos y arrojándole lanzas atacan a su enemigo de lejos. No de otro modo, colérico, se retiraba él ase­diado por la muchedumbre para ocupar la curvada costa mien­tras evitaba los dardos con su escudo.

Lejos, en mitad de la arena, hay unlugar escarpado, al que bañan en su

Muerte del capitán ·ιι i j i '. , orilla las aguas del mar, como un no yen su retirada σ J

en su desembocadura encierran los campos con sus aguas amargas. En es- 755

tos lugares las algas y el limo que se depositan y el abundante cieno se pudren bajo una agitada corriente. Cuando llega aquí el caballo del capitán se horroriza ante las negras algas y huye atemorizado. Entonces resoplando por el hocico, endereza las 760 dos orejas —señal de temor—, se da la vuelta, humea fiero y revuelve sus ojos al acecho, sin atreverse a afrontar el espanto­so peligro.

El noble capitán había terminado, ¡ay!, el recorrido de su vida y su camino, defendiéndose. Le persigue el enemigo en 765 compacta formación, hostigando y desconcertando al héroe con sus gritos. Entonces espolea una y otra vez a su caballo, golpe­ando sus robustos ijares. Salta el caballo espoleado e intenta en su carrera acercarse al camino negado y cuando él mismo cae, engullido, se sumerge en el torbellino y la infame tierra engulle además a su amo en su cruel avidez. La fortuna arrancó al hé- 770

roe del enemigo, acogiéndolo para que no permaneciera inerme y humillado, suplicante y le proporcionó una sepultura para que no yaciera su cuerpo desnudo sobre las arenas de Libia.

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LIBRO SÉPTIMO

E ntretanto e l g en era l em p ren d ía ya

Los romanos u n c a m in o se g u r o c o n lo s e sta n d a rtesllegan a una ciudad p r o te g id o s p o r su fo r m a c ió n y , a g o ta -

donde descansan -, , „ ,, , do , se a cerco a la s m urallas de u n a p e-y recuperan tas fuerzas r

tras la batalla queña c iu d ad c o n lo s a lia d o s que traía.A q u í s e sa c ió e l h a m b re d e l e jér c ito .

A q u í se perm itió a lo s hom b res esperar la sa lv a c ió n desp u és de 5

la guerra. A q u í e l agua sa c ió la ardiente se d de lo s ca b a llos y su

ham bre fu n esta c e só gracias al pasto . E l so ld a d o antes sed ien to ,

b a ñ ó a lo s ca b a llo s e n e l r ío , g o z á n d o se e n la s d esea d a s aguas

y , recordando las desgracias p asadas, in troducía su cuerpo e n el

a g u a h e la d a . C o n e l t iem p o r ecu p era n c o m ie n d o su s e s c a s a s 10

fuerzas y tras la guerra terrible b eb en e l v in o q u e le s trae la a le ­

gría.

A h o ra la n egra n o c h e corre sob re la tierra y retrasa lo s q u e ­

h a ceres d e l m u n d o , co n fu n d ién d o lo to d o b ajo u n c ie lo oscu ro . 15

A ésta le s ig u e e l h ú m ed o su eñ o q u e (y a ) trae e l d u lce co n su e lo

d e la s p reo cu p a c io n es y abraza c o n alas s ilen c io sa s . E l d esca n ­

so a m ig o de la n o ch e , dando riend a su elta a su pod er , había re ­

la ja d o lo s o jo s q u e s e cerrab an . E n to n c e s la s m e n te s d e lo s

h om b res se abandonaron, o lv id ad as de su s d esgracias y de e llo s

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184 JUÁNIDE

mismos; por lo demás, sus cuerpos resoplaban con los miem­bros agotados por tantos esfuerzos.

No obstante, en un momento lleno Juan y Ricinario de confusión, el general pasa la noche

permanecen insomnes, insomne, considerando en su mente lasAquél tiene prisa . , . . _, innumerables preocupaciones. Conmo-p o r reemprender r r

la lucha vido por la compasión, mientras la­mentaba tantas muertes, el padre lloró,

derramando lágrimas. Ricinario era entonces el consuelo del general y su compañero en las fatigas. Él siempre soportaba por igual las dificultades unidas a la prosperidad, sin dormir con el soldado corriente, amigo del rigor y poderoso por su arrojo, nunca temió exponer su vida por la patria. El persa fe­roz conoció todas las hazañas del héroe, su talento, su fuerza, sus decisiones, sus esfuerzos, su ilustre labor en la guerra, su paz y su generosa lealtad. África supo lo que hizo entre los mo­ros enemigos y el padre mismo supo que el héroe había sopor­tado a menudo con él penalidades. Así crece el amor, así per­manece entre ambos un grato afecto. Él considera a Juan como su padre y Juan lo considera como su propio hijo, nacido de su sangre. Así pues, entristecidos e insomnes, se hablaban el uno al otro, contándose las nobles muertes en el campo funesto.

El general dijo esto primero: «Vana es, sin duda, la aten­ción de los hombres sin la atención divina. Nadie puede vencer una guerra con sus propias fuerzas. Sólo el Todopoderoso que aplasta al enemigo, que todo lo mueve, lo cambia y lo destruye. La raza romana, sin embargo, no es demasiado odiosa para el Señor de las alturas, pues quiso salvar a mis hombres que eran hostigados por tantos miles de enemigos. Decido apresurarme a reparar el desastre y atacar inesperadamente, mientras el vence­dor está seguro y cree que el vencido emprende la huida. ¡Cuántas veces los vencidos vencieron en el combate a los hombres soberbios ! La victoria más excepcional se concede a

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LIBRO VH 185

unos pocos. Decide, querido amigo, qué conviene más a nues­tras armas».

Entonces Ricinario, sereno en su so

Consejos de Ricmiario firmeza, habló, dando amistosos conse-algeneral, que j os ai general que lo había ordenado:

los pone en practicacon prontitud <<Es Just0> noble general, contar con la

ayuda divina. ¿Por qué insistes en em­prender de nuevo la batalla? ¿Te empuja tu conocido valor y la fuerza de tu poderosa diestra? Sin embargo, no es necesario 55 que expongas ahora tu vida a inciertos peligros. Una suerte cruel en favor de los enemigos los hizo soberbios y audaces. Los corazones de quienes huyen del combate están siempre yertos de temor. El extraordinario valor, doblegado por el te­rror ante la muerte, siente miedo. Es propio de unos pocos el 6o

soportar los desórdenes de la guerra, tras las batallas que, con más fuerza, han golpeado a los hombres en la reciente matanza.La mayor parte de los nuestros ha sido dispersada, pero perma­nece a salvo. Retínela, valeroso general, y ordénales reponer fuerzas y reclama, gritando unas veces de una parte y otras ve­ces de otra, a las tribus que siempre leales mantienen nuestros 65

tratados. Ordena a éstas desplegarse, tras haber puesto en mo­vimiento sus tiendas204 y estandartes. Acudiendo así reunido todo el ejército, estará a salvo, al encontrar, en efecto, todo lo que pueda venderse; pues las tribus traen consigo muchos ga­nados. Vendrán naves hacia la costa que traerán comida y vino.El tiempo mantiene ya el mar abierto. Las formaciones repon- 70

drán sus fuerzas quebrantadas y, olvidados del miedo, los es­cuadrones renovarán las batallas».

204 El sustantivo cannae equivale en Coripo a mapalia («tiendas»).

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186 JUÁNIDE

Le agradó el consejo al general y, reteniendo las excelentes palabras de su fiel amigo, ordena a sus subordinados que lleven a todos sus instrucciones con rapidez. Corre el caballo por do­quier llevando las órdenes del general y rápidamente ponen en movimiento a las tribus y a los suyos. Ningún general rechaza­do en la guerra pudo renovar los feroces combates con tanta prontitud como fue capaz el ilustre Juan, de espíritu diligente. La fortuna no lo elevó primero, engreído por su éxito en la gue­rra, ni después lo abatió la adversidad, inconmovible en su for­taleza.

La Aurora bañada de rocío, sur- Plegaria de Juan giendo del Océano, ya había alejado

al amanecer ias heladas sombras. Cuando el gene-solicitando la ayuda

divina ral vio nacer la blanca luz, se lavó conagua ambas manos, el rostro y el cabe­

llo endurecido con el polvo de la lucha del día anterior y oró con las palmas levantadas, pronunciando estas palabras: «Padre todopoderoso, poder y gloria del universo, firme salvación y artífice del mundo, Tú que todo lo determinas en segura alian­za, lo cambias y diriges con tu acción. Varías las épocas, pero Tú no cambias a través de ellas, desarrollando el año prolonga­do en cuatro etapas sucesivas y encerrando el día en doce horas iguales. Todo lo renuevas según su orden, pero a ti nadie te re­nueva, permaneciendo Tú mismo creador, señor y hacedor del orbe. Creo, Padre supremo, que es enorme tu poder y lo reco­nozco. Que las detestables divinidades engañen a las infelices tribus que creen en ellas. A menudo Tú mismo permites que los tuyos sean sometidos a prueba, sin embargo, también a tu vez los levantas rápidamente gracias a su devoción. Acércate y presta consuelo a tus agotados hijos. Pon en pie a las líneas ro­manas y abate a las orgullosas masilas que desean la guerra; acude rápidamente a socorrer nuestra desgracia, te lo ruego y, como guía nuestro, vela por nosotros».

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LIBRO VII 187

Con estas súplicas el padre inunda- L a p le g a r ia ba su rostro de lágrimas, conmovido

es escuch ad a . ]a devoción y preocupado, sope-C o n c e n tra c io n d e tro pa s

y a re n g a d e l g e n e ra l sando el peligro de Libia, gemía una yotra vez. Entonces el Padre todopode­

roso acogiendo las lágrimas y las palabras del que se lamenta­ba, quiso reponer las fuerzas latinas. Acuden los aliados que había dispersado el horror de la guerra y el miedo al enemigo. Dicen en ese momento al general que muchos hombres están a salvo y que le esperan en Yunci205, si quiere seguirlos. La noti­cia de la salvación de los aliados produjo una pequeña alegría y el consuelo en la adversidad. El general los congrega entonces a todos, llamándolos con el bronce. Temblorosos, formaron un espaciado círculo. Lo rodean entristecidos y derraman lágrimas sobre sus pechos. El buen general les habla con agradable voz, exhortando y reanimando a sus hombres y comienza con tales palabras: «No es necesario, jóvenes, que durante la guerra que­brantéis con lágrimas vuestros espíritus valerosos. El soldado romano nunca ha sido debilitado por las adversidades. ¿Por qué lloráis tanto, amigos? Mirad cómo vienen los aliados de entre los enemigos, todos a salvo, haciéndonos saber que otros han sobrevivido en Yunci. Si viven los aliados, no hay motivo para que piense cada uno que los ha perdido a manos del enemigo. El botín, que quizá ahora lamentáis que os arrebataron los gue­rreros, permanecerá seguro y aumentará incluso. Los enemigos que véis enorgullecidos por una fácil matanza, aprenderán con dureza lo que pueden las batallas y la fortaleza romana. Enton­ces os agradará coger vuestro botín y el de los moros a un tiem­

205 Vinci o Yunci era una población costera de la Bizacena meridional, mencionada por P rocopio (G u e rr a c o n tra lo s V án d. I 15, 8), lo u c e , y situada, según el mismo autor, cerca de C a p u t V a d o ru m , a nueve días de distancia des­de Cartago. Partsch lo identifica con el actual pueblo de Kasr Unga.

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188 JUÁNIDE

po con vuestro acostumbrado valor. Liberad vuestros entristeci­dos espíritus, alejad las preocupaciones y arrojad de vuestros corazones el miedo indigno, latinos. Llegará la victoria para nuestro Imperio».

Así hablaba el general, causando alegría a otros, pues entristecido él

Ju a n se d ir ig e a mismo simulaba ante sus amigos unla c in d a d e la a e L a n b u s

rostro risueño. Les proporcionaba es­peranza con su apariencia al retener en

su mente las preocupaciones. A continuación, dirigiéndose a Yunci, reúne a la formación romana y dispone que los capita­nes, los destacamentos y los valerosos oficiales vuelvan a sus propias posiciones, reanimen a los fatigados caballos dándoles de comer y esperen a la siguiente lucha. Él mismo emprende el camino avanzando por los territorios de la costa, donde pudiera reponer las fuerzas a sus aliados con un alimento diario. A con­tinuación, tras abandonar la playa, se dirige a una ciudadela, si­tuada en un lugar elevado. La ciudad de Láribus206 se alza en mi­tad de los bosques, en extremo segura y fortificada por nuevas murallas que construyó el mismo emperador Justiniano, pode­roso señor del orbe de Oriente y de Occidente, gloria del Impe­rio romano. En este lugar ordenó el general que salieran a su encuentro rápidamente sus aliados, los capitanes y las tribus que él sabía que habían sido fieles a sus enseñas en la primera con­tienda.

206 Esta ciudad es mencionada por P rocopio (G u e r ra c o n tra lo s Vánd. II 28, 48) y aparece también en las obras de antiguos geógrafos como Celario que la sitúa cerca de Utica, entre los ríos Bagradas y Tusca, el It in e ra r iu m A n to n in i

o la T a b u la P e u tin g e ria n a . Partsch y Diehl la identifican con la actual Lorbus.

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LIBRO VH 189

Una desgraciada noticia había gol- L le g a a C a rta g o peado la ciudad tiria207 anunciando las

la n o t ic ia de la m uerte de cruejes batallas y las muertes en el te- lo s so ld a d o s ro m a n o s ·, , ,- „· , , „ , ,

y d e l ca pitá n rnble frente. Sm duda, todos se queda-L a m en to s de su v iu d a ron paralizados, pero hubo una sola es­

peranza segurísima para la situación, pues el rumor hizo saber que el general estaba a salvo.

Entretanto, esta misma noticia llega veloz hasta los oídos de la desgraciada esposa del capitán208. El calor abandonó su para­lizado corazón y con un temblor palideció súbitamente su ros­tro. A continuación se desplomó la desdichada: su dolor le arrancó, con la luz del día, el cielo y la tierra entre tinieblas. Entonces la imagen de la muerte mantuvo sus ojos cerrados, debilitados sus nervios, durante largo tiempo. Acuden corrien­do las esclavas y se esfuerzan por levantar rápidamente a su se­ñora caída, reanimándole el corazón con sus manos. Su débil vida apenas pudo recalentarse en los helados miembros. Levan­tada por sus manos (***)209 se sentó con la mirada fija, enaje­nada, herida por la pena y olvidada de sí misma. Luego exhaus­ta, recobró el sentido, como confuso, y con el primer dolor de su duelo, empezó a hablar así: «Sufre mi alma, pero mis ojos no pueden derramar ninguna lágrima. ¿Por qué la boca de esta desgraciada no prorrumpe en lamento alguno? ¿Es que en me­dio de tanto sufrimiento el ardiente dolor abandona mi ánimo?, o ¿acaso, más bien, es el mismo dolor quien me impide el llan­to y la palabra? ¿No fue esta desdichada suerte quien me trajo, apremiándome, a Libia como extranjera, siguiendo por mar y por tierra las campañas de mi querido esposo? ¿Por qué no co­rrí a través de la batalla? Entonces el cruel destino del sepulcro

207 Alusión a Cartago.208 Se trata del capitán romano Juan el Mayor, cuya muerte se narra al fi­

nal del libro sexto (vv. 763-73).209 El verso 163 está incompleto.

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190 JUÁNIDE

175 s e hubiera apoderado a un tiem p o de a m b os d esven tu rad os, se ­

pu ltán d on os en un súbito resquebrajam iento d e la agrietada t ie ­

rra. Y h u b iera e stre c h a d o su a m a d o p e c h o m ien tra s se u n ía n

nuestras m a n o s y , abrazada a m i m arido, se hubieran co n fu n d i­

d o n u estro s cu erp o s. L a m u erte e s c o s a grata para lo s q u e su ­

fren . ¡Y o ja lá h u b iera n p erm itid o lo s h a d o s a u n a a m an te d e-

iso s e o s a atravesar de n u ev o , c o m o co m p a ñ era , la s som b ras! A y ,

d e sd ic h a d o , ante q u ien tem b la ro n las fe r o c e s tr ib us, y a c e s s e ­

p u lta d o b a jo la arena extran jera . T u v a lo r fu e la ca u sa q u e te

e m p u jó a la m u erte . ¿P or q u é , s i h a b ía n h u id o tus h o m b re s ,

q u isiste v o lv er so lo y rechazar a lo s inn um erab les escuadrones,

ay , c o n f ia n d o d e m a sia d o e n t i m ism o ? ¿ A d ó n d e v o lv e r é ?

185 ¿ D ó n d e correré? ¿ A q u ién p e d ir é ay u d a , u n a v e z c a u tiv a ? T ú

eras m i s o s ie g o e n la d esg r a c ia ; c o n t ig o n o te m í, p u e s e n ti

con fia b a , atravesar e l profundo m ar cuand o e l austro im p etu o so

c o m b a tía la s n a v e s te m b lo r o sa s e n c re sp a n d o la s o la s . S in ti,

¿podré regresar a través d e e sp a n to sa s tem p esta d es , d esg ra c ia ­

d o da e sp o sa , v iu d a de tan ilu stre m arido? A y , si u n o s h ad os fa v o ­

rab les hubieran aco m etid o m is p en as, arrebatando m i v id a , y la

m u erte cru e l n o m e hu b iera p erm itid o su frir p o r la rg o tiem p o

ta n ta s d e sv e n tu ra s , s in o q u e , g r a c ia s a u n d e s t in o in m e d ia to ,

disfrutara d e la s m anos y d e l rostro de m i querido Juan, un ida a

é l... «L a d esg ra c ia d a inu ndab a la c iu d a d s id o n ia d e abundante

lla n to , la m en tá n d o se entre lá g rim a s. E l so n id o d e su s a u llid o s

195 h a ce crecer lo s e le v a d o s tech o s. T o d o s lo s o jo s derram an fu e n ­

tes sa ladas, lo s g em id o s rom pen lo s p ia d o so s p ech o s.

200 P er o e l v e n e r a b le A ta n a s io , c o n s i­

s te ™ « , prepara enviar ¿ era n d o su s p r e o c u p a c io n e s su c e s iv a -refiierzos al general m en te y a larm ad o p or la s itu a c ió n y la

con la ayuda de Pedro s a lv a c ió n d e su p a tr ia , p o n e e n m o v i­

m ie n to a to d a s la s fo r m a c io n e s para

avanzar p or la s anchas llanuras y acercarse al v a ler o so general.

S u v e n e r a b le v e je z c o n d u c e a su s h o m b res c o n a te n c ió n . L o s

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LIBRO VII 191

empuja el respeto y el afecto a tan ilustre varón. Su dignidad, 2 0 5

propia de los ancianos, su resistencia y sus agradables palabras cautivadoras, sirven de consuelo a los desdichados espíritus.

Así pues, el padre Atanasio ordenaba entonces enviar una gran cantidad de material y, mientras conducía a sus aliados los apremiaba y el agradable anciano enviaba su amistoso consejo 2 1 0

al valeroso general. Y el ilustre Pedro, que lo disponía todo co­mo si fuera un hombre de edad, ordena a sus subordinados que lleven rápidamente mensajes a su noble padre y que de nuevo le informen. ¡Hasta qué punto, respetable niño, el sentido del deber ya empuja tu ánimo del mismo modo para proteger a Li­bia con tu padre! Esto, cualquier cosa que yo piense o diga que sea según mi opinión, es un admirable indicio, el que a pesar de 2 1 5

ser niño, comprendas estas preocupaciones con tu mente infan­til. Ya temen y tiemblan las tribus ante tu reputación y desfalle­cen de miedo y al oir el nombre del pequeño Pedro expresan su temor en su mirada y sus manos.

Al mismo tiempo sus subordinados con la mayor eficacia y toda su aplicación se esfuerzan por el Imperio (***)210 y por el 2 2 0

noble general, empujando a los escuadrones indecisos a ir al combate y exhortan y doblegan a los hombres poniéndolos en movimiento con su instrucción. Ahora estimula uno a sus com­pañeros con un ruego, ahora otro los excita con dureza. El sol­dado romano odia el gusto por el retraso cuando el tiempo es escaso. Es más, el dolor y la compasión de los hombres y el 2 2 5

amor al ilustre Juan conmueven sus espíritus. Ahora el joven examina una y otra vez en su mente el rostro sereno y oye y ve a los ausentes con desasosiego en su imaginación y ruega al Señor por el prestigio y la salvación de tan noble general. Se 2 3 0

estremece de miedo y reflexiona en su interior y, al considerar tantas penalidades en su ánimo, fatiga su compasivo corazón,

210 Pasaje lagunoso.

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192 JUÁNIDE

d e l m ism o m o d o q u e h a cen ju n to s ahora su p ad re y R ic in a r io

— sin duda, se en tr istecen su s c o ra zo n es en la a b om in ab le d es­

g ra cia — . A rd e e n d e se o s d e em p ren d er e l c a m in o , d e v e r lo s

2 3 5 q u er id o s e sc u a d r o n e s y c o n la v o lu n ta d d e b e sa r lo s p ie s d e l

general, tod o lo d ispone co n precau ción y co n e l m ayor cuidado.

G im e n p o r lo s c a m in o s lo s carros

Actividad cargados y h a y gran a g ita c ió n e n la ru-de las tropas ta c o n lo s a lto s c a m e llo s . L a e sp a d a

en marcha g o lp e a e l b ro n ce reson an te . L lev a n por

las anchas llanuras to d o s lo s graneros y

gran cantidad d e arm as que, seg ú n la costu m b re , d eb en ser pa-

240 g a d a s p or lo s la tin o s . Y y a corren d e aq u í y d e a llá lo s ca p ita ­

n e s y lo s v a ler o so s o f ic ia le s y lle v a n la s á g u ila s v ic to r io sa s en

c o m p a cto s escuadrones.

S e e n v ía a l astu to jo v e n Juan E ste -

Juan Estefánides fá n id e s para reu n ir c o n d is c r e c ió n a2 4 5 reconcilia d o s fa c c io n e s . P u e s y a e n to n c e s e l fe -

a Cusma e Ifisdayas. m z J fjs(Jay a s y e J C Ú SÍna c o n SUEnumeración

de los moros aliados o d l° m u tu o c o n se r v a r o n la s s e m illa sde los romanos de u n a guerra c ru e l en tre s í. L a fu tu ra

guerra em p eza b a y a a in flam ar por tur­

n o lo s c o ra zo n es bárbaros, m ien tras e l o d io d u p lica b a su c ó le ­

ra. A s í p u es , e l genera l ordena a é ste esta b lecer un a p az in a lte-

250 ra b ie en tre a m b o s , ca lm a r a lo s h o m b r e s y h a c e r v e n ir a la s

tribus e n ayud a d e l Im perio. Y otro n o hubiera p o d id o dob legar

su s esp ír itu s in f le x ib le s o aplacar su s á n im o s fe r o c e s . É l p o d ía

am ansar c o n sus palabras a lo s tigres sa lv a jes, su avizar a lo s f e ­

ro ces le o n e s c o n su fa c ilid a d en e l d iscu rso y rechazar e l p e m i-

255 c io s o v e n e n o de la s serp ien tes c o n su v o z . É l, s in em bargo , se ­

paró a lo s q u e se en fu recían , cada u n o e n un a parte, refren ó su

cru eldad y c o n su extraordinaria hab ilid ad fa v o r ec ió a la s tribus

c o n u n p a c to . ¡Q u é m ie d o s , q u é fa t ig a s so p o r tó é l a m e n u d o

260 en tre a m b o s , m ien tra s d o b leg a b a tan ta có lera ! P er o l e agradó

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LIBRO Vil 193

afrontar tan crueles peligros por su patria. Preparó a las tribus y las condujo, al mismo tiempo, al combate.

Acude, pues, bramando, equipado con diversas armas el fiel Cúsina y, como líder, conduce a la batalla innumerables filas de moros. Gimen todos los campos con el levantamiento de las 265 tiendas y sus pisadas endurecen las extensas llanuras. Arma, valeroso a sus treinta capitanes y aunque a cada uno le sigan mil guerreros, él se alegra, sin embargo, de ser dirigente entre los soldados romanos, a quienes el más poderoso emperador del orbe en persona los entregó como aliados de la paz y ayuda en el combate. En ellos confiaba, doblegaba a las tribus y gana- 270

ba batallas.Viene impetuoso Ifisdayas con cien mil hombres y el gana­

do llena las extensas llanuras de Ársuris211, pero era menor el número que su valentía. No obstante, equipa con armas a las formaciones enemigas de terrible aspecto mientras provoca violentísimas batallas a través del enemigo con sus apiñadas 275

flechas. El súbdito Yaudas proporcionó ayuda al Imperio al ar­mar, con su hijo, a doce mil compañeros. Acudiendo al mismo tiempo el jefe Bézina, conduce todo su ejército y llena los cam- 280

pos con sus bestias de carga.Una vez que el general consolidó

E l g e n e ra l sus fuerzas con los innumerables es-d e s p lie g a su s fu e rz a s CUadrones, pone en movimiento sus

p a r a la batalla. A n ta la s rp re p a r a su s tro p a s enseñas y da rienda suelta a las tribus

que se extienden como caudales de agua, al dirigirse a la violenta batalla. En los campos mamen-

211 Según Ptolemeo, el lugar estaba situado entre S icca V e n e ria y Theves- ta. P artsch ( C o r ip p i A fr ic a n i..., pág. XXXVI) no acepta esta versión y consi­dera a Ársuris como un pequeño pueblo de Bizacio. En cualquier caso, parece más acertada la localización del primero, si tenemos en cuenta la proximidad entre Ársuris y Láribus, donde Juan se había situado con sus tropas.

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194 JUÁNIDE

ses212 el áustur derribaba los cuerpos de los campesinos con sus 285 funestos dardos, apoderándose de una parte de Bizacio y de un

próspero botín. En aquel momento Antalas había unido de nue­vo su propia formación a la facción contraria y se ponía en mo­vimiento para luchar.

La noticia de la llegada del general L o s m o ro s co n o cen atraviesa los vientos con sus alas velo-

la lle g a d a d e l g e n e ra l ces ]]evan(j0 su mensaj e en direcciónC a rca s a n s im u la la h u id a

290 a c o n s e ja d o p o r A n ta la s al campamento sírtico. Vuela por todaslas bocas. Unas veces aterroriza a los

orgullosos enemigos, pregonando terribles palabras: la gran cantidad de tribus que había acudido a luchar en ayuda del ge­neral. Otras veces provoca la cólera mientras dice el feroz An­talas con su acostumbrada astucia que las bandas de moros que

295 se han unido a las enseñas latinas son unos cobardes. Entonces Carcasan, en un arrebato, quiso salirle al encuentro. El enemigo güenfeyo2,3 lo hace retroceder, instruyéndolo con sus consejos y sus palabras. Además añade estas cosas: «Si deseas vencer a los romanos, poderoso dirigente, escucha de buen grado estas

300 palabras de salvación para que se lleven a cabo. No es necesa­rio emprender la batalla en estas tierras; el valeroso soldado aún no ha sido golpeado por destrucción alguna en el combate y se enfurece con violencia. Ni podrás poner en movimiento a tus impetuosos guerreros contra los ejércitos latinos, ni hacer frente al hambre. Pero levanta el campamento y simula ponerte

305 en camino para huir. Como un ejército enorme nos perseguirá en nuestra huida, destruiremos cualquier campo verdecido: en­tonces no encontrarán nada. Si en este momento provocas vio­lentas batallas, serás el vencedor y el hambre y la espada mata-

212 A sí se llamaba el área que rodeaba a la ciudad de Mammes, situada, según P ro copio (G u e rr a co n tra lo s Vánd. I I 11, 14-15; E d if. VI 6, 18), en Bi- zacena, cerca de la frontera con Mauritania.

213 Alusión a Antalas, hijo de Güenfan.

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LIBRO VII 195

rán a los vencidos». Le agradó el funesto consejo y levantó el 310

campamento.El valeroso general persigue a las

Los soldados romanos berzas que huyen recorriendo de nue-nopueden soportar vo todo su camino. Cerca ya del ene-

la sed y el calor migo, intentaba emprender la batalla consus enseñas reunidas. Pero como Dios 315

no había otorgado aún su hora al general, reservó sus armas, adecuadas a mejores triunfos. Pues las formaciones proseguían su camino por las extensas llanuras y el polvo del enemigo in­dicaba con más claridad que no estaba lejos de los soldados. El yalor se acrecentaba en los implacables espíritus y estaban a 320

punto de provocar la batalla cuando súbitamente el día se hizo más caluroso. Pues Febo subía más alto en sus caballos jadean­tes, suspendido en medio del cielo, en el momento en que la sombra más reducida se apropia de los dos pies. El ábrego, vo­mitando fuego, comienza a abrasar las tierras con sus soplos y debilita las fuerzas y el furor de los soldados. Todos sus euer- 325

pos están resecados por el soplo del viento abrasador. Se les se­ca la lengua, el rostro se enrojece, jadea el pulmón en profundi­dad, golpeando el pecho, y hace salir fuego de la nariz. Sin saliva, la boca reseca comienza a calentarse y un fuego abrasa­dor arde en sus secas gargantas. Todos los humores fluyen co- 330

rrompidos de las entrañas y bañan la piel que inmediatamente seca el pernicioso calor del aire, retirándolos, calientes, del cuerpo.

Cuando esto vio el general Juan,El general tras atrasar la lucha, estableció su se-

establece el campamento diento campamento junto a un grato junto a un río. El calor .. . ■ ' 1 j 1, , , manantial. El eiercito abrasado por la 335nace también estragos J r

entre los moros sed acude corriendo hacia las heladasaguas y se precipitan sedientos. De este

modo se concentran las innumerables abejas en los caños de un

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jardín al volver ya de libar y el enjambre artífice de la miel be- 340 be las aguas de la corriente. Así corre por las orillas toda espe­

cie quemada por el fuego. Las riendas no retrasan a los caballos domados, ni a los camellos retienen las escasas cuerdas que hay en sus bocas. Todas las especies confundidas bebían las aguas errantes. Mientras beben se abrasan y están sedientos.

3 4 5 Uno bebe de rodillas, otro con las manos ahuecadas, otro, incli­nado, lame con la lengua las aguas del río. Uno bebe en un ja­rro y el otro coge una copa y una vasija. Pronto disminuye la comente. El guerrero hunde su boca en la misma arena que los

350 caballos arrastran al moverla con frecuencia y la multitud que se abrasa de sed no desprecia el agua mezclada con el fango: hasta tal punto perseguía el soplo del ábrego a los desdichados.

No obstante, una llama cruel consumía al campamento síni­co, confundido por un miedo excesivo y sometido a peligros sucesivos. Pues además del viento, un profundo temor que los agotaba y aumentaba su sed, empujaba a las rudas tribus a ir

3 5 5 más lejos; pero el ábrego retiene a los pueblos vencidos, impi­diéndoles el paso con su fuego. Una espantosa muerte acosa a los cautivos africanos. El saqueador hostiga a los desgraciados, la llama los retiene, la lanza hiere las espaldas de los infelices, el ábrego que abrasa con sus llamas siembra la confusión en

360 sus mentes. La muchedumbre caía gimiendo postrada sobre los campos; muere descarriada con diferentes destinos. Uno cae por causa del fuego del viento, otro por la herida de la cruel es­pada, otro por ambas cosas, pues con las espadas derriban los cuerpos de aquéllos a los que quedó un leve aliento en el borde de los labios. Un soplo de viento que sobreviene ahora con más

365 fuerza alborota los cuerpos maurusios, acosándolos con la muerte.

Mezclados por los campos caían agotados los caballos; un destino cruel les negaba la vida. El temor, sin embargo, que acosa a las bandas enemigas, les ordena atravesar el desierto. Y

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LIBRO VH 197

el terror ya no les permite establecer su campamento, sino que 370

empuja a las tribus masilas hacia los extensos territorios. Du­rante diez días el ábrego había acrecentado sus llamas, que­mándolo todo con tormentas que se propagaban como el fuego.El ejército contrario al huir de los enemigos durante tantos dí­as, se situó, a causa de su terror, lejos de los agotados latinos.

Por orden del general, el tribuno 375

Se envía a Cecílides Cecílides sale a espiar al enemigo,para espiar al enemigo, acompañado al mismo tiempo de un

El tribuno decide , , .capturar vivos destacamento de feroces jinetes a quie-a unos cuantos nes agradaba por su valor. La consti­

tución del héroe, que derribaba a los enemigos con no menos fuerza que Hércules, había sido ya co­nocida por el noble general. Era veloz por su agilidad, temible por su excesivo valor, maduro en sus decisiones. Aunque la 380 violenta tribu maurusia había cortado todos los accesos me­diante un asedio, él, sin embargo, más esforzado, a menudo ha­bía golpeado a las feroces tribus con sus precavidas armas. El ilaguas, derribado en combate, tembló ante el héroe, temblaron los frexes y el naffur jadeante. A éste temió aquel tirano del 385 pueblo vándalo, a éste, en extremo valeroso, estimó el venera­ble general en persona. Él mismo observó a menudo al héroe que se esforzaba con sus propias armas; recibió de sus manos a los rebeldes capturados en el combate. La tropa romana cono- 390

ció las valerosas hazañas del héroe, regocijándose con tan gran cantidad de triunfos. Así pues, se marchó, tras haber sido en­viado.

El mezquino saqueador que ocupaba los campos de Yunci, cercanos al mar, vagando fuera de peligro, quemaba todas las propiedades, prendiéndoles fuego. Cecílides se había escondido en la oscuridad de la noche y penetró rápidamente en las mura­llas de la angustiada ciudad a ttavés del enemigo: tan grande 395

era la confianza en su espada. Cuento hechos que no son deseo-

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nocidos. Él no temió vencer el peligro en beneficio de su pa­tria. De este modo le fue posible cumplir las órdenes del gene-

400 ral y soportar tantas fatigas. Franquea las puertas e indaga los lugares secretos del enemigo; rodea los fosos contrarios, des­viándose según su orden y reconoce sus posiciones, recorrién­dolas en medio de un silencio que le es favorable. Desde aquí vuelve junto a sus compañeros y se dirige, a continuación, ha-

405 cia el noble general. Y ya había franqueado con valentía innu­merables bandas de saqueadores. Cuando ve a lo lejos las tien­das de los moros y se da cuenta de que sus hombres no corrían terribles riesgos con relación a la tribu y descubre que los ene­migos devastan la región por doquier, estalla la cólera en su co­razón y comienza a hablar así a sus compañeros: «Si llevamos

410 sólo palabras al general, nuestra lealtad no será suficiente. Pues todos nosotros confesamos saber sólo el lugar que ocupa el campamento. Llevar el plan de la tribu al excelso general será de la mayor utilidad para el Imperio latino. Llega el momento,

415 compañeros; capturemos ahora a unos cuantos hombres del enemigo para que descubran abiertamente a nuestro general to­dos los secretos de su jefe Carcasan».

Y sin hablar más, he aquí que viene C o n tien d a en tre a su encuentro Varinno, que fue en

lo s e sp ía s ro m a n o s 0tr0 tiempo un imponente guerrero,y lo s m o ro s ̂ i . j t-·, . , , acompañado de una funesta banda. Era

q u e em prenden fin a lm en te 1la huida empenachado y no fue a él a quien ha­

bía herido con anterioridad Sólumut, 420 poderoso con su espada —no obstante, ambos214 eran violentos

por naturaleza y, emparentados por la sangre, se dirigían a tra­vés de la batalla—. Cuando Liberato, al observarlo lo vio avan-

214 Se refiere a los dos Varinnos — el mencionado en esta ocasión y otro guerrero moro del mismo nombre que aparece en el libro quinto (v. 320)— que eran parientes.

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LIBRO VH 199

zar contra él y solicitar la lucha con su diestra levantada, él mismo se precipita el primero, arrojándose sobre los escuadro­nes de caballería. A continuación atravesó por el pecho al fiero 425

Veuman con su pesada pica y entregó a la muerte a Marzin con su poderosa espada, al negro Lamaldan y a Zeias e hirió al ro­busto Tifilan, a Burcanta y a Nathún, a Sarzún y a Tilín y a Ni- can, armado con espada. Envía a las sombras como compañe­ros de éstos al terrible Masan y a Dextro que blandía un dardo. 430 Pedro215 atravesó con su lanza al audaz Táfaran y hacia él, mientras luchaba, se dirige Yámmada con armas hostiles; no obstante, Pedro, haciéndole frente, lo aniquiló con su espada, haciendo rodar las altivas sienes de su cabeza con las venas cortadas. Estéfano hiere a Altisan y Tarah con su espada a Yu- 435 gurta; Prisco a Murífero y Caroso a Yelidasen; Silvutis a Zem- bro; Grorgio ejecuta a Auspur, atravesándole la ingle con el golpe del dardo que le ha arrojado.

La falange maurusia emprendió la huida derrotada; la persi- 440 gue la tropa de los vencedores y el veloz tribuno. Una espesísi­ma nube hecha del polvo de la huida se levanta hasta las llanu­ras etéreas. Resuena la pezuña de duro cuerno y la llanura se oculta cubierta por la arena esparcida. Vuelan los enemigos, 445 unos y otros, espoleando una y otra vez los ijares de sus caba­llos con las espuelas. Entonces el polvo sigue a las formacio­nes, trazando el camino. No de otro modo el viento, tras rom­per sus ataduras, revuelve las blandas arenas con su soplo, cuando el hinchado bóreas, liberado ya de su palacio escítico se enfurece por los campos. Un espantoso remolino vuela prime- 450 ro, revuelto por la fuerza del Noto y empujado, con movimien­tos circulares, barre las tierras arenosas enturbiando la llanura.

215 No se trata en este caso de hijo de Juan Troglita, sino de un soldado ro­mano.

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2 0 0 JUÁNIDE

El soldado, impetuoso en el com-Los romanos capturan bate, ya había perseguido a las for-

y le da cuenta de su misión rribándolas por la hierba con su espada

go, desprecia y desdeña el derribar a los hombres en una ma­tanza, empeñándose, por el contrario, en cogerlos vivos, corría de un lado a otro en su veloz caballo y, blandiendo su pica, pre­cipitaba sus enormes cuerpos tras haber golpeado sus miem-

460 bros. Cogiendo a cuatro moros escogidos de la formación, los ató y ligó fuertemente sus brazos, rodeándolos con nudos y los salvó para que contaran al noble general sus secretos y los die­ran a conocer con sus propias lenguas. A Varinno cogió con

465 fuerza por los cabellos y lo suspendió de su caballo. El desgra­ciado nasamón tembló y quedó colgando de su diestra. Soltán­dolo en seguida, el tribuno lo tendió en el suelo y rápidamente se sentó sobre el fiero pecho desmontando con agilidad y, tras entrelazar sus brazos, anudó por sus dos manos ásperas atadu-

470 ras. Desde aquí es conducido el cruel Varinno, vencido, con las manos atadas a la espalda, junto con sus compañeros y perma­neció ante los pies del general con expresión tranquila. Enton­ces acude corriendo hacia él toda la multitud romana con afán de verlo y los jefes masilas deseosos de conocer los asuntos y

475 si es clara su lealtad. Tras haberse ordenado hablar al victorio­so Cecílides, dice así: «Cumpliendo tus duras órdenes, el más noble de los generales, corrí luchando con Cristo entre los ene­migos y vi el funesto campamento que establecieron los gue­rreros en los desdichados campos de Yunci. Al entrar en la te­merosa ciudad, me compadecí de las guerras que la rodeaban.

480 Allí, sin embargo, vi grandes milagros, pues los edificios no se extienden rodeados por muralla alguna, sino que están fortifi­cados por la protección divina. No defienden con torres los al-

a vanos moros; Cecílides los lleva

ante el general

maciones fugitivas por los campos y dispersaba las bandas de guerreros, de-

455 caliente. El tribuno mismo, sin embar-

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LIBRO V n 2 0 1

tos pináculos de alado techo. Un obispo216 tranquiliza a los 485

pueblos con el poder de su palabra; así prepara sus rudos espí­ritus con la gracia divina —él puede apaciguar con sus conse­jos a los feroces leones y aplacar a las fieras. Los corazones de los lobos se ablandan y no lastiman a los tiernos corderos con ávidos mordiscos— y los exhorta al mismo tiempo; tú, si vinie­ras, ordenarías confiado que se apresurara a acompañarnos a una batalla victoriosa para el Imperio romano. Y no pone fin a 49o sus lágrimas al rezar por tus hombres, tus armas y las fuerzas latinas, rogando continuamente que el Todopoderoso aplaste a nuestros enemigos y humille a los soberbios con su poder. Yo, al marcharme, capturé a estos rebeldes con excesivo esfuerzo 495

para que te revelen todos los secretos de su malvada tribu y te informen punto por punto sobre su intención».

El tribuno terminó de contar las ha- E l g e n e ra l zafias que había llevado a cabo. Pero el

in c re p a general, que ya desde hace tiempo mi-a lo s p r is io n e ro s raba despectivamente a los cautivos

hasta qu e uno de e llo sle re v e la la s in te n cion es con mirada amenazadora, dijo encóle­

l e lo s m o ro s rizado: «¿Quién desafió nuestros pro- 500

pósitos? Hablad, canallas. ¿Qué funes­to destino os obligó ahora a volver con vuestras luchas por los campos líbicos, a invadir los caminos prohibidos y a saquear con vuestros acostumbrados pillajes las casas de los púnicos y los pueblos latinos? ¿Cree Carcasan que ha vencido? A él des­pués de cierto tiempo lo someterá Dios en la guerra y la plebe romana lo verá atado y hecho preso por sus propias armas. An- 505

tes de que suene la trompeta217 recuerda hacia qué insidias em-

216 Se trata del obispo Verecondo de Yunca. Yuncí era una sede episcopal floreciente y en ella tuvo lugar un concilio en 523, preludio de otro más impor­tante de la Iglesia de Africa que se celebraría en Cartago dos años después.

217 Se refiere al toque de trompeta que anunciará la ejecución.

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2 0 2 JUÁNIDE

pujó el terror a vuestra mente, vuestros engaños y las artimañas de los tuyos».

510 Entonces dice el empenachado nasamón: «Tu inflexible or­den me apremia a confesarlo todo. Aunque mis propias pala­bras me amenacen con una muerte merecida, todo lo diré, sin

515 embargo en mi relato. Carcasan es el dirigente valerosísimo de nuestro ejército. En su autoridad reside y permanece patente la mayor esperanza de nuestro reino. De este modo vaticinó el profético Amón a nuestras tribus, concediendo los campos de Bizacio a los moros mediante la lucha y permitiendo que Car- casan fuera, soberbio, por los pueblos líbicos y devolviera la

520 paz al mundo. Con estas palabras de Amón Belona obligó a las innumerables tribus a volver de nuevo por vuestros campos. Nuestro mismo jefe precisamente quiso entonces entablar bata­lla contigo. El enemigo güenfeyo, cambiando sus intenciones, retrasó la lucha del héroe y apartó su pensamiento de la guerra,

525 pero mediante un consejo penoso en demasía. Sin duda, tú piensas, más bien, que ahora estos pueblos están dispuestos a huir, pero no los empuja un intenso terror, ni temen a los que han sido vencidos218. Para que el hambre agote vuestras fuer­zas, han fingido la huida y os preparan calamidades con astu-

530 cia. No creas que nuestras tribus huyen, incluso si viniera el emperador y vaciara el orbe entero llevándolo consigo a la gue­rra. Maximiano no pudo entablar lucha abierta con éstos, aun­que tuviera en su poder el cetro como emperador del pueblo ro­mano y, vencedor, atravesara por todos los pueblos de los

535 púnicos con encarnizadas luchas. Pero ahora, porque Amón con seguridad nos concede batallas victoriosas mediante sus respuestas, ¿crees que el laguantan se retira con los suyos o que

218 El participio hace alusión a la derrota que sufrieron los romanos en el libro sexto. Varinno aprovecha así los últimos momentos antes de su ejecución para recordar a Juan el penoso acontecimiento.

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LIBRO Vn 203

h a h u id o ? E sto querrías, g en era l im p la ca b le , p ero no será ésta

la vo lu n ta d d e tus hados».

E n to n c e s , d e sd e ñ a n d o en sa ñ a rse

Juan ordena Por m a s tiem P ° contra la s palabras della ejecución de los en lo q u ec id o , ro m p ió e l s ilen c io d e este

prisioneros m o d o : « P ero , para q u e v o so tr o s o c u ­

p é is d e m anera m á s seg u ra %stos ca m ­

p o s n u es tro s» 219. D ic e a sí y ordena q u e se lev a n ten c in co tablas

e n u n a h iler a y q u e lo s c u e llo s d e lo s q u e v a n a m orir s e su s­

p en d an de una e sta ca d e d os puntas. P rec ip itá n d o se ante su or­

den, sus subordinados actuaron co n rapidez.

219 La frase, con gran carga irónica, alude a las palabras del oráculo (VI 167-68): «el moro de extremado valor ocupará para siempre los campos de Bi- zacio» (aeterno tempore Mazax Bizacii campos magna virtute tenebit).

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LIBRO OCTAVO

Cuando el general conoció el per- El general ordena verso plan y salieron a relucir todas las

trasladar el campamento traiciones y se dio cuenta del cruel cri- a los campos de Yuncí. . . . ̂ ,„ , , , men de la raza impía, mientras todo loCarcasan y Antalas rse retiran a los montes medita con mirada callada, la sagaci­

dad de su mente corre a través de las distintas posibilidades, buscando con afán qué se debe hacer. Su profunda sabiduría puede, sin duda, vencer a las tribus me­jor que su fuerza armada. Con justo temple examina sus dife­rentes preocupaciones, pasando revista a una tras otra con rapi­dez, y mentalmente vuela a través de todas ellas. Del mismo modo revolotea la golondrina de veloces alas buscando tierno alimento para sus crías; unas veces descubre la hierba verde a ras de suelo y va y viene de un lugar a otro; otras, examina las ramas de un alto árbol y rasga el aire con sus calladas alas. Fi­nalmente, el general con espíritu sosegado estableció un plan y habló así a sus compañeros: «No se atreve Carcasan, confiado en sus fuerzas, a acometer á nuestro ejército, sino que actúa con astucia en su crueldad, preparando acosar a las cohortes la­tinas y huir después. Aunque huya el malvado astuto, no obs­tante, no escapará. Será vencido con gran destreza. Debo esta­blecer mi campamento en mitad de los campos de Yunci que

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206 JUÁNIDE

ahora ocupa el saqueador. Si por casualidad se atreviera a enta­blar batalla conmigo, será derribado en las tierras llanas, pues nuestro soldado atacará mejor en campo abierto, sin trabas a caballo, hiriendo con la jabalina o con el disparo de su flecha. Mas si la tribu impía abandonara estos lugares en su huida, to­maremos antes la costa y ordenaremos que no salga del territo­rio provisión alguna. No menos perecerán los enemigos sin po­der resistir largo tiempo; el hambre funesta, golpeando a las tribus infames, las matará sin necesidad de combatir. A noso­tros, en cambio, el mar nos alimentará, proporcionándonos to­dos los víveres a su debido tiempo y nos proveerá a la vez de comida y de vino. Levantad el campamento, hombres, y avan­zad con vuestros estandartes en orden».

Apenas dijo esto, el soberbio jinete y el infante cubrieron todas las llanuras con lento avance; apretados escuadrones de hombres irrumpen por los campos y el relincho de los caballos se vuelve más sonoro. Supieron esto Carcasan, informado por sus precavidos escuadrones, y el feroz Antalas. De repente, con un ruido estrepitoso levantan el campamento. Temiendo per­manecer en las tierras llanas, abandonaron el territorio y esta­blecen con temor su campamento en los montes elevados y se rodean de sus grandes camellos. El ejército romano de apiñadas armas ocupa la costa; las tiendas llenan las extensas llanuras y los jefes masilas se colocaron junto a los latinos que estaban en el centro. Fijaron sus tiendas aquí y allí por todo el territorio y ocuparon todos los accesos. En aquel momento el padre Juan reunió personalmente naves de toda la costa y les ordenó per­manecer en el puerto de Larisco 220 y reconfortó con víveres a

220 Nada se conoce sobre dicho puerto. Podemos pensar, no obstante, que se encontraba cerca de la ciudad de Vinci o Yuncí, si tenemos en cuenta que en este lugar Juan ordenó a su flota tras haber enviado una patrulla con Liberato a Vinci.

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LIBRO νΠΙ 207

sus compañeros y a las tribus, distribuyéndolos por el campa­mento y entre sus tropas.

Mientras avanza el día y él, valero­sísimo, proyecta con digna maestría ajusticiar a las tribus, estalla una sedi­ción y la cólera atormenta por el cam­pamento a los soldados latinos con en­loquecedores aguijones. Ya aguzan con

repetido zumbido sus espíritus vacilantes contra sus propios pe­chos. ¡Ay, dolor! Cada uno arma su diestra de nuevo contra sus propias entrañas y preparan las espadas contra sus propios cue­llos. ¿Qué locura fue aquella con la que de este modo se infla­mó todo soldado latino para arruinar entonces por completo a sus propias filas? Una suerte despiadada arrastraba a sus espíri­tus desdichados. ¿No temes, romano, a tu líder? Guárdate de tantas luchas, de tantos enemigos que, es cosa cierta, se situa­ron en torno a tu campamento. Mira que preparas junto con las tribus causar la ruina de Libia mediante la guerra y en tu mal­dad atacas a la desgraciada con dardos hostiles. ¡Ay, patriotis­mo! ¿Dónde está la sagrada lealtad? Un destino cruel se esfuer­za por quitarnos de las manos los triunfos adquiridos de las naciones.

El soldado, mirando de reojo al general, comenzaba enton­ces a hablar con dureza y a excitar los espíritus apacibles de sus compañeros, llenándoles los oídos de murmuraciones. Y no pu­sieron ya límite a sus odios, sino que con voz sacrilega pronun­cian palabras impías. Del mismo modo que el fuego prendido quema el bosque y las primeras llamas provocan el incendio, cuando una pequeña chispa comienza a prender el ligero folla­je, o crepitan con la yesca las frágiles cañas. Con frecuencia se ve salir primero un humo negro y poca ceniza, a continuación Vulcano se yergue hasta las huecas brisas y vientos funestos devoran las frondosas colinas. De este modo, cegados por la lo­

Estalla una sedición en el ejército romano.

Los soldados se quejan de no haber recibido

la paga

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208 JUÁNIDE

cura, aguzaron poco a poco sus espíritus; de este modo estalla­ron sus amenazas: «¿Hasta dónde seguirás, desgraciada tropa, a este líder en la lucha? ¿A dónde son arrastradas las agotadas formaciones? ¿Dónde se prepara una vez más una muerte cruel para los desdichados soldados? Ay, él destroza mediante diver­sos peligros nuestras vidas sin valor y no se nos da recompensa alguna. Nos pagó con muertes en una guerra sangrienta. La sangre romana bañó la arena y se ennegrecieron las aguas mez­cladas de pus. A nosotros nos abrasó la sed y el hambre y el ábrego con sus llamas y no hubo gloria alguna para quienes la merecían. Acudid corriendo, ciudadanos. Coged piedras, antor­chas, espadas, cualquier cosa que la cólera y la ira os propor­cione. Que nuestra facción se vea libre de una abominable car­ga con la merecida muerte de nuestro líder».

De este modo protesta encolerizado el ejército, excitado por una terrible agitación, y aumentan las impías murmuraciones. La enloquecida tropa se congrega y, tras ser convocada una asamblea, aguzan con violencia su ira (***)221 vacilante y deci­den cometer un crimen. Su horrible griterío solivianta el cam­pamento; el cielo resuena con feroces gritos, al igual que el na­samón que ataca el campamento inseguro, sembrando por doquier la confusión. Cuando el estrépito llegó hasta los oídos del general, dijo: «¿Qué locura excita mi campamento con un ruido ensordecedor? Averiguadlo y haced retroceder su rápido avance».

221 El verso 91 está incompleto, aunque no aparece ningún espacio en el manuscrito.

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LIBRO VIII 209

El jefe Tárasis sale primero, impa- El general envía cíente por conocer el origen de los he-a Tárasis para chos. Cuando oyó el confuso estrépito

aplacar a sus hombres. gj mumiuUo de los hombreS, se acer-Duras increpaciones

de Juan c° Para calmar a los soldados con sose-a los amotinados gadas palabras. Y ni la apariencia del

líder, ni sus palabras suplicantes, ni el honor romano los doblegan: el respeto abandonó sus corazo­nes. Aún más, incluso se atrevieron a atacarle con piedras ame­nazadoras. La suerte cruel y el destino apremiaban a los hom­bres, acosándolos con una muerte próxima y el día postrero arrastraba a los desgraciados.

A continuación, un mensajero se vuelve rápidamente a pie junto al confuso general y, al comunicarle que las crueles iras del loco soldado se han inflamado, dice que ha estallado de re­pente la guerra civil. Rugió el general y, terrible, cogió su dar­do y abandonó los fosos y el campamento, enfurecido, saliendo con su particular arrojo, seguido de sus escoltas, los capitanes y una tropa fiel. Seguidamente se detuvo en un elevado montícu­lo y con duras palabras hizo temibles observaciones a los enlo­quecidos soldados así: «¿Me creías acaso inhumano, soldado, en tu implacable locura? Si la ley divina y la humana salva­guardan las luchas entre ciudadanos, aquí me tienes. Apresúra­te si crees impedir la guerra con mi muerte, si Juan es el res­ponsable de la reyerta. ¿Es ésta la lealtad de los ciudadanos? Si de esta manera abandonó el patriotismo romano vuestras con­ciencias, entonces lucharé sin dudarlo con estas tribus. Pues nuestro valeroso Cúsina será siempre fiel al Imperio, al igual que su tribu, sus compañeros y jefes. Vosotros, tropa cobarde, salid de nuestro campamento. Marchaos. Que venga ya Cúsina, tras haber levantado sus tiendas; que nuestro querido Ifisdayas esté presente con sus propios hombres y Bézina y la veloz línea de batalla de nuestro siervo Yaudas».

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210 JUÁNIDE

Apenas dijo esto, las formaciones Los aliados maurusias, con sus estandartes apiña-

muestran su adhesión irrumpieron en los campos por do-al general y los rebeldes, . . , ,

avergonzados se <lUler Para venlr en ayuda del general. arrepienten de su actitud Entonces la tropa romana empuño sus

armas con más violencia y por todos los fosos resplandecieron soldados cubiertos de hierro. Ni la pereza afectó a sus espíritus implacables, ni les aterrorizó el enemigo en apiñada formación. Sin embargo, la apariencia del propio general, el terror que les infundía y el juicioso Ricinario que les reprendía con sosegadas palabras, empezaban a repri­mir esta locura en sus mentes exaltadas. Renunciaron a sus amenazas; se marchó la funesta Erinia. Los hombres se arrepin­tieron de haberse dejado llevar por la cólera. Ahora, con voz humilde, quieren someter sus cuellos, no empujados por las tri­bus, sino acordándose del Imperio. Los incitó el patriotismo y la lealtad, el miedo al emperador, la dignidad y valor del gene­ral y Ricinario que hacía volver a las formaciones con apaci­bles palabras.

El general ordena detenerse un instante a cada fila sucesiva­mente durante una doble tregua y dirige estas palabras a los la­tinos: «Mirad cuántas tribus siguen las justas leyes del Imperio y arrepentios de haber querido cometer un crimen. Pero si, por casualidad, proyectáis continuar la penosa guerra y saciar vues­tro malvado espíritu, decidlo. Que sepa cuál es vuestra última voluntad: ¿voy a salvar a mis aliados o aniquilar a unos rebel­des?». Y no menos que César, en medio de la sublevación que le amenazaba222, pudo aterrorizar a los romanos con sus seve-

222 L a comparación con César lleva a pensar, ya que en el texto no apare­ce el sujeto expreso, que el discurso es pronunciado por Juan y no por Ricina­rio. D e hecho, Coripo, con relación a este pasaje y a las anteriores protestas de los soldados (77-88), alude a L u c a n o (Farsalia V 261-364), que describe una sedición de los soldados de César, en donde se observa la misma estructura:

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LIBRO VEI 211

ras palabras. La falange enrojeció sorprendida y con voz humil­de y respetuosa ruega así al general: «Una infame locura empu­jó a unos pocos a intentar esta clase de crimen. A estos culpa­bles, como corresponde, está reservado un justo castigo. Que su propia pena persiga a los criminales. Nosotros acataremos con 155

humildad las órdenes de nuestro general y señor».En medio de estas palabras, la mu-

Castigo de los culpables chedumbre inocente arrastra a los res-y traslado ponsables del crimen; los llevó atados

del campamentoa los campos de Catón ante el general por delito tan grave y

con espíritu sumiso castigó su culpa.Se hizo la calma entre los soldados; la venganza del abomina- 160

ble crimen apaciguó sus conciencias. A partir de entonces, el terror al general fue mayor entre todas las tribus. Una vez cal­mados los soldados, el general entra satisfecho en el campa­mento. Sus compañeros regocijados, confiesan entonces con sumisión que obedecerán sus órdenes. A continuación, ordena inmediatamente que el bronce resonante llame a las filas con su ronco canto. Tras haber puesto en marcha sus enseñas, abando- i65 na la costa y establece su campamento en los campos de Ca­tón223.

querellas de los soldados, reacción del general y castigo de los promotores de la rebelión, además de otros numerosos paralelos.

223 Se trata del lugar en el que los moros sufrieron la última derrota. Nin­gún otro autor lo menciona; dado que Juan se encontraba en Bizacio, cerca de Larisco y Yunci, hay que pensar que el lugar se encontraba en alguna parte del interior de Bizacio.

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212 JUÁNIDE

El saqueador sírtico mantenía segu­í/na estratagema ro su campamento en territorios fortifi-

de Juan cados. Pero un hambre terrible comen-hace bajar a los moros za^a ya a hacer estragos en toda la raza

de los montes. Aquél , . , . , „ ,„„„ „..„.„í,/ de los marmandas. Solo el ganado lesconvoca una asamblea °

y explica la estrategia sirve de alimento, pues no queda comi-que deben seguir da alguna. Cuando lo supo el poderoso

general del pueblo romano, que prepa­raba cercar a las tribus con un asedio, mantuvo entonces aleja­das sus enseñas durante algunos días y dejó a sus filas fuera del peligroso bosque. Y pasó ya un día y otro sin luchar, gracias a la astucia del general. Y la misma tranquilidad hizo que las in­decisas tribus se aventuraran a los campos. El desgraciado na- samón cree que el pavor de los romanos es auténtico; ordena establecer el campamento, una vez desmantelado, en la llanura. Con la muerte ya demasiado cerca había asumido un espíritu temerario y una ira implacable.

El general convoca una asamblea, haciendo salir a sus for­maciones del centro del campamento. Él mismo permaneció en pie, elevado sobre un montículo. Entonces acudieron los capi­tanes escogidos y los valerosos oficiales y los soldados, que ve­nían en apretada formación, corren por destacamentos y escua­drones. Y la tropa masila, fiel al Imperio, se reúne mezclada a los latinos, así como la impetuosa tropa romana. El amor y el terrible miedo a su general ordenó a todos acudir corriendo por los campos con el mismo sentimiento. Su aspecto externo dis­tingue a unas tribus de otras: a unos proporcionaba túnicas y espada, a otros, con los brazos desnudos, según su costumbre, púrpura pintada, combinada con diferentes colores. A unos les protege el escudo de metal, a otros el pequeño de cuero. El sol­dado se mantiene de pie, erguido con su casco y el moro en­vuelto en el ropaje de su manto. Y otro, que se aparta los largos cabellos de la frente, apoyándose en dos dardos y doblando la

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LIBRO Vni 213

rodilla, clava en la sólida tierra su dura punta. En medio de ellos les habla el general con amistosas palabras: «Compañeros romanos, única esperanza de una tierra exhausta, la verdadera salvación de Libia está ahora pendiente de vuestras armas. Conviene ya poner fin a la guerra y a las duras fatigas. Es pre­ciso luchar».

Las filas regocijadas y las tribus latinas ponen en marcha las enseñas. Ruge una voz al unísono y los soldados, los capita­nes y las tropas masilas gritan con gran estruendo. Dan ñenda suelta a sus ímpetus y el griterío se extiende con alegre murmu­llo por todas las formaciones. No resuenan de tal modo las aguas revueltas del mar al anunciar a los vientos que han de ve­nir de lejos.

Cuando el ilustre Juan oyó los deseos de sus hombres, les dio a conocer con mayor determinación cuál fue la primera causa de su salvación y la victoria que fue garantizada a su po­derosísimo Imperio. Tras acallar el griterío y ordenar silencio con su diestra, los hombres guardaron silencio atentos y levan­taron sus ojos al rostro del que les hablaba; sus mentes y oídos se preparan a escuchar sus órdenes. Con clara voz habla el ge­neral de este modo a sus compañeros: «Este día, compañeros, ha transcurrido y el día de mañana no nos es lícito luchar, pues ha sido consagrado al Señor a través del orbe; por lo que, va­mos, oh, nobles, sirvamos a Cristo con alegría. Humildes, pi­dámosle con lágrimas su protección y vendrá, estoy seguro, rápidamente. Y a las malvadas tribus destruirá Dios y se com­padecerá de nuestras fatigas, proporcionando nuevas alegrías a nuestro Imperio. Pero cuando el venerable sacerdote, conforme al rito, haya ofrecido al Señor las ofrendas celestiales, una vez llevada a cabo la ceremonia religiosa, y el soldado romano ha­ya cumplido religiosamente sus deberes, colocaremos las m e­sas. Y no apacentaréis a los caballos lejos de los campos, por­que, tras haber recibido, como de costumbre, la comida, he

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214 JUÁNIDE

225 decidido levantar el campamento, no para dirigir funestas gue­rras, sino sólo para acercarme a estos lugares de modo que ma­ñana, tan pronto como Febo, surgiendo del horizonte, toque al mundo con sus caballos que vomitan llamas, nos sea permitido entablar la batalla con ardorosa matanza en la vecina Lataris224.

230 Y no nos debilitará un largo camino y el jinete y el infante se­rán valerosos y matarán con valentía a las tribus feroces».

Se ponen en pie los hombres con un clamoreo y le aplauden y le aprueban y se regocijan en sus corazones. Las cohortes vuelven al campamento.

235 Y no menos en la parte contraria, el

Carcasan propone la lucha rebelde nasamón que preparaba un plancomo solución para para el momento de la espantosa gue-combatir el hambre. ^ habfa reunido a las formaciones

Autihten sugiereatacar de improviso imPias de una muchedumbre emparen-

al día siguiente tada y a otras tribus a las que el ansiapropia del saqueador y el día de su ho­

rrible destino, ya en la hora postrera de la muerte habían empu- 240 jado a destrozar a Libia mediante las guerras. Con ellos el hijo

de Güenfan, provocando violentos combates, maquinó planes en su pensamiento, pues no podía soportar el esperar largo tiempo. Sin embargo, Carcasan, el primero en rango, empezó a hablar así: «Las fuerzas cercanas de Juan nos hostigan y el

245 hambre cruel pesa ya sobre todos nosotros. Hay una sola salva­ción para nuestras tribus: entablar rápidamente la batalla, mien­tras permanecen con vigor las sólidas fuerzas en nuestros miembros. Pues el ganado como única y última esperanza de

224 El lugar, que sólo aparece una vez en Coripo, no es recogido en ningún mapa ni mencionado por los autores. D iggle y Goodyear, últimos editores del texto completo, piensan que se trate de un nombre corrupto. Se podría pensar que se trata de Celias Vatari, pero esta última se sitúa demasiado lejos de la zona.

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LIBRO VIII 215

comida y el agua comente mantienen a nuestros hombres. To­do nasamón carece ya de trigo. No hay necesidad de recordar el vino, pues el agua corriente nos sacia. Si vencemos a los ene­migos, el moro lo tendrá todo, al saquear, una vez aniquilado el soldado, su campamento tan lleno de bienes. Las respuestas que el cornifero Amón dio en su oráculo — que venceremos a las bandas latinas en la guerra— permanecerán inalterables pa­ra mí, que estoy seguro».

«Mañana los latinos deben celebrar un día de fiesta», conti­núa Autíliten. «El soldado romano no prepara combate alguno durante sus habituales sacrificios. Acometamos de improviso a los enemigos desorganizados durante el mediodía, mientras to­dos los cuerpos agotados yacen bajo la sombra, extenuados por el excesivo calor. Además, se necesita valor sólo para destruir su doble foso. Ataca primero el campamento del infatigable Juan y, al mismo tiempo, tras haber reunido las enseñas, elige valerosas cohortes en apretada formación y jefes audaces y de­safía de este modo a las tropas latinas. A llí es preciso luchar con gran derramamiento de sangre. Que Guársana conduzca a las demás filas apiñadas a donde el infame dirigente Cúsina tie­ne su campamento. Aquí también una tropa decidida de solda­dos romanos arde en deseos de luchar. Su mismo jefe es ade­más violento y prepara aniquilar a las tribus en favor de la causa romana, mientras se jacta, engreído con sus títulos hono­ríficos, mientras se dice que es general y de su misma sangre, nacido de madre latina. Complaciéndose a sí mismo con esta alabanza, el atroz enemigo pretende parecer valeroso y fiel. Una vez vencidos éstos, el nasamón no hablará de otros adver­sarios; todos seguirán a tus fuerzas. Se concederá de este modo una sólida victoria a nuestras enseñas».

Los hombres se mostraron de acuerdo con su plan y las in­fames tribus rugieron con fiereza excitando sus mentes para el combate.

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216 JUÁNIDE

Las aguas ocultaron el día en el D e noche, Océano, le siguió la negra noche. En-

Juan y Ricinario tonces Febo desunció sus caballos, en-permanecen insomnes tonces Cintia los unció mientras reno-

280 vaba nuestras fuerzas. Ésta surge de lasolas, el otro se sumerge en las aguas. Todas las especies reci­ben en sus miembros el plácido descanso y el sueño paralizador poseía a los demás animales por los campos, marcados por el agradable sopor con sus miembros cansados: los ganados y dis-

285 tintas aves, las espantosas fieras y los helados peces en la costa, mientras que Juan, insomne, excitado entonces por el combate, pasaba la noche en vela y con inteligencia daba vueltas en su precavida mente a sus grandes preocupaciones, examinándolas ordenadamente.

290 Junto a él el prudente Ricinario examinaba la espantosa guerra con mente serena y, con sagaz percepción, mientras re­corría los diferentes hechos, los repasaba en orden. Ambos se animaban uno a otro con sus palabras y la mutua conversación mantenía el sueño alejado de sus ojos. ¡Oh, cuántas veces, en la misma medida invocaron ayuda y rogaron con lágrimas durante largo tiempo al Señor poderoso por la salvación del Imperio, de sus hombres, de Libia y de ellos mismos! Y no pronunciaron ambos en su tristeza plegarias inútiles. Desde su alta morada el Padre que aterroriza al universo con su rayo los vio rezando y puso fin a tanta fatiga en la guerra.

300 Entretanto se produce un gran es­trépito en el campamento de los mar-

Sacrificios máridas, entregado a sacrificios noc­en el campamento moro

turnos. Colocan los altares y ruegan a sus falsas divinidades. Conducen el

ganado en torno a los altares y derraman la sangre desgracia- 305 da en ríos por los prados. Unos sacrifican a Gúrzil, otros a ti,

cornifero Amón; otros rinden culto a Sinifere, al que el máza-

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LIBRO VIII 217

ce 225 considera como el dios Marte y cree que es el poderoso señor de la guerra, y otros a Mástiman. Con este nombre llama­ron las tribus de los moros a Júpiter Tenario, a cuya funesta di­vinidad se sacrifica una víctima del género humano con gran derramamiento de sangre. ¡Oh, crimen siniestro! Un desdicha- 310

do gemido que conmueve la brisa por doquier golpea el cielo con sus gritos. Éste clava la espada en las gargantas, provoca a la divinidad misma con sus palabras y, exhortándola a salir por las sombras equívocas, le ordena emprender el camino de la luz. A continuación, según la costumbre impía, arrancan las en- 315

trañas de los animales y buscan afanosamente los hados. Dios anuló estos sacrificios y toda divinidad fue sorda al oráculo. El sacerdote no dio a nadie una respuesta.

Febo, resplandeciente desde el ho- Celebración de la misa rizonte del remoto cielo, rasgaba las

en el campamento aguas del Océano y, resurgiendo con 320romano. su [u z potente, extendía hacia el orbe

Plegaria de Juan. r 9Ofrendas y bendiciones sus brillantes rayos al nacer el venturo­

so día. Y ya vienen, según el orden es­tablecido, los que adoran a Cristo: los soldados, la tropa roma­na y los nobles capitanes acompañados de sus enseñas. En el mismo lugar en que el general Juan ocupó su tienda de tensa- 325

dos cortinajes, junto con los principales en el centro del campa­mento, colocó el sacerdote un gran altar que cubrió y envolvió por entero, según la costumbre de sus antepasados, con ropajes sagrados. Los sacerdotes asistentes, con abundante llanto, for- 330

man coros y salmodian hermosos cantos con voz humilde. Pero cuando el general alcanzó el umbral del sagrado templo, al en­trar, sus hombres prorrumpieron en dolorosos gemidos. Arra­san sus ojos en lágrimas; su voz sacude los cielos por doquier y con puños hostiles golpean sus corazones tan conscientes de

225 Cf. nota 46.

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218 JUÁNIDE

sus faltas. «Perdona los pecados de nuestros padres y los nues­tros, te rogamos, Cristo», gimen y levantan la mirada al cielo

335 con las manos extendidas y solicitan el consuelo del Señor para ellos.

El mismo Juan, postrado de rodillas entre los principales, 340 orando por su pueblo conmovido por la devoción, derramaba

de sus ojos lágrimas como un río y golpeándose el pecho con frecuencia ruega con tales palabras: «Creador del mundo, única vida y salvación de las cosas, Dios, todopoderoso hacedor de la tierra, del mar y del cielo, que con tu poder inundas el cielo y la tierra y el mar de olas errantes, o cualquier cosa que nace del

345 orbe, y el aire y el negro Averno de lívido pueblo. Tú solo os­tentas el poder, Tú la máxima autoridad, la gloria y la sobera­nía y la fuer/a de tu poderosa diestra. Vuelve ya por fin tu mi­rada a los romanos, míranos, altísimo y, compasivo, ven a

350 socorrernos, Padre, y haz pedazos, te lo ruego, a las tribus so­berbias con tu poder. Y que te reconozcan las naciones sólo a ti como poderoso Señor, mientras aplastas a los enemigos y sal­vas a los tuyos en la guerra. Y entonces el género humano en su totalidad rechazará los dioses de piedra y te reconocerá po­deroso, como verdadero Dios».

Mientras refería estas cosas, el padre regaba la tierra con la 355 fuente de sus ojos, conmovido por la devoción y se lamentaba

en su interior por el peligro de Libia y las duras fatigas del Im­perio y de sus hombres.

A su lado Ricinario, que en la misma medida humedecía su rostro, derramaba lágrimas de sus ojos y, suplicante, con expre­sión entristecida, rogaba ayuda para los soldados latinos. Los

360 nobles capitanes con el pecho humedecido enviaron hasta el cielo su llanto y los valerosos oficiales y todas las cohortes, con su voz arrasada por las lágrimas, derramaron a un tiempo sus plegarias ante Dios. El obispo, tras cubrir el altar de ofrendas, las ofreció en favor de los soldados latinos y regó el altar con la

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LIBRO VEI 219

fuente de sus lágrimas. A continuación, bendijo al venerable Juan, honrándolo con sosegadas plegarias y devolvió religiosa­mente las acostumbradas alabanzas a Cristo. La ofrenda, que santificaba y purificaba a un tiempo a toda la raza latina, era grata al Señor del altísimo cielo.

(***)226 uniéndose a los capitanes, Intervención de Juan diJ°22?: «Valeroso Putzíntulo, apresú-

y enumeración rate con tus escuadrones y estandartes de los moros que abate a donde el fiel Cúsina tiene sus ense­

ñas. Al mismo tiempo, tú, poderoso Géisirit, une tus aliados a este hombre, pues es justo aliviar a quienes son fieles. Tú, en cambio, Sínduit, tras haber reunido ahora las armas de los jóvenes, únete a las filas romanas donde el valiente Ifisdayas haya establecido a su tribu y sus enseñas. Cerca de ti estará el aguerrido Frónimut que ayudará a tus tro­pas y estandartes».

Él da órdenes a sus hombres y ya cada soldado siguiendo a sus enseñas había ordenado sus filas por los extensos campos y los escuadrones enemigos se apresuraban por todas partes. Las primeras formaciones armadas de marmáridas corren con enor­me griterío por los campos y doblando hacia atrás sus brazos, blanden sus lanzas, intentando enviarlas al combate. Aquí esta­ba Zábeas, aquí Bruten, a los que luego siguieron mil jefes. Una espesa nube de lanzas vuela cubriendo el alto cielo. Esqui­van con los escudos los golpes que se aproximan; gime el bron­ce del soldado. Entre tantas armas de hombres enloquecidos, ninguna espada fue manchada con la sangre romana.

226 Pasaje lagunoso.227 Tal vez el sujeto de esta frase estaba explícito en los versos que faltan

en el párrafo precedente, pero suponemos que se trataba de Juan.

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220 JUÁNIDE

390 E l primero en ir a luchar es el mismo Juan con gran arrojo; blandiendo su lanza irrumpe en mitad del enemigo y con su pi­

ca hiere en profundidad el pecho de Sasfo que estaba frente a

él. E l guerrero cae rodando de su caballo y la cavidad que ha

sido penetrada hace fluir un río de sangre que rocía las secas

395 arenas. A l instante, persigue a Ifnaten, al que hiere por detrás

en la espalda con su larga lanza, por donde la espina dorsal del que permanecía sentado une las curvas costillas con la fuerza

de sus vértebras. Mientras recibe, encolerizado, la lanza que se

adhiere a sus huesos y se debate largo tiempo por extraerla, he

400 aquí que viene el soberbio Mirmídonis e intenta arrojar un dar­do tembloroso. Juan, sin embargo, arrebatando la pica del mo­ribundo, la arrojó con esfuerzo, atravesó por el medio a su ene­

migo y le alcanzó el corazón con su «nuevo» venablo. Empujó, audaz, a Tameneo con su enorme lanza y lo derribó de su caba-

405 lio. Arranca con su espada la mano izquierda de Narto, junto con el escudo, y clava el arma en el cuello de Samasco. Corta

el cuello de Fíleto; atraviesa las entrañas de Palmo; hiere en el

rostro a Calamena y le arranca con su espada la nariz y las me­jillas con los dientes hechos pedazos; sus espantosos miembros

410 golpean el suelo y los campos gimieron con la enorme caída. Y

no lejos, hiere con su pica a Anco, que estaba frente a él, sa­llándole al encuentro, y a continuación, atravesó el pecho de

Manto con su espada caliente y rugiendo empujó con fuerza su

lanza que traspasó los dos costados de Mastuma y derriba con

415 su pica a Salpin, tendido en el suelo, y golpea con ímpetu desde

su caballo a su enemigo moribundo. Brilla la sangre que fluye abundante del negro cuerpo y rocía las calientes arenas. Veloz­mente persigue a Autíseran al que derribó al suelo de un empu­

jón, atravesado por su lanza y mata a Caggun y a Tanin y a A l- 420 tífatan y traspasa el pecho de Anesto. Degüella con su espada a

Autúfadin y con su jabalina ataca al soberbio Ontísiren. Hizo

rodar con su espada la cabeza de canapo y derribó al suelo a

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LIBRO V ni 221

Tubian con el rígido hierro. Obliga a retirarse a las filas del malvado nasamón. A éstas persigue el jinete romano y los vale­rosos oficiales y los escuderos del general; en el medio vuela el 425

general en persona. Los hombres atacan y siembran la confu­sión entre las formaciones de los marmáridas que huyen por los campos, los aniquilan, los derriban y atraviesan.

Una vez expulsado de aquí, el nasa- Arenga de Cúsina món da la vuelta y Cúsina, tras haber

a sus hombres. organizado su formación en el lugar El combate se recrudece ¿on(je d¡rjge sus propios escuadrones,

y los moros 1 1 1 1 1 ·hostigan a los soldados con soldados de diversa procedencia, y

de Cúsina sus fieles enseñas, la alinea en formade cuña. Preparando salir al encuentro 430

del enemigo, habla a los jóvenes con amistosas palabras: «Compañeros romanos y tribu que nos es fiel, mostrad ahora vuestros valerosos espíritus, vuestra fuerza y lealtad. Resistid a las amenazas del laguantan y no temáis al enemigo que se os 435 acerca. Ya está aquí Juan, vencedor, poniendo en marcha a to­das las enseñas romanas al mismo tiempo. Id vosotros a través del enemigo. Que mientras él avance, alabe a los que son vale­rosos y fieles al Imperio. El valor del héroe se conoce; cuánta gloria para vosotros, hombres, el haber sido gratos a los ojos del general».

De este modo, Cúsina, inflamando los espíritus indecisos, 440

empujó a sus compañeros a la lucha y a la vez esparció sobre todos ellos las semillas de la ira. Los ánimos de los hombres se conmovieron en virtud de la gloria. La tropa romana hizo irrup­ción en los campos, con todo su valor, y el jinete moro confun­dido con los latinos; el capitán en persona vuela a través de los apiñados enemigos, fogoso en medio de sus soldados y los es- 445

forzados oficiales empuñan las armas latinas. Reciben a las bandas de nasamones según su costumbre, preparan sus lanzas y presentan los escudos. En ese momento los primeros escua-

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222 JUÁNIDE

drones provocan violentos combates. Sube el griterío hasta el cielo y al mismo tiempo el polvo llena el firmamento, oscure­ciendo la luz del sol. El aire se cubre de densos dardos, la fle­cha voladora se lanza desde el nervio y corre la pica a través de las espesas nubes. Una parte alcanza los cuerpos, otra los cam-

455 pos. Hieren y caen aquí y allí las tribus. Los marmáridas ataca­ban con gran valor, pero sólo la fiel esperanza en la venida del general reconfortó al capitán, a sus compañeros y a los solda­dos a la vez.

Cuando supo el general Juan, al El general transmitirse la noticia, que el fiel Cú-

anima a sus hombres sina, en una parte de los campos, eraa ir en ayuda de Cúsina, , , , .

j atacado en encarnizada lucha y que secuyos soldados J nrecobran el ánimo encontraba indefenso ante la gran can­

tidad de armas, él mismo inflama a los 460 suyos contra el enemigo con tales palabras: «El Imperio roma­

no considera ciudadanos latinos a todos los pueblos que ve fie­les y sumisos. Satisfecho con este patriotismo, sometió al orbe

465 entero bajo su mando, al alzar con su poder a los humildes y humillar a los rebeldes. Cúsina, fiel en extremo a nuestra causa, lucha en crítico combate; si no lo hiere el enemigo, la fama de nuestra reputación se mantendrá a través de los siglos. Que se vea la lealtad romana, el valor y la resistencia. Ea, vamos, oh,

470 jóvenes, aliviad con vuestra ayuda al héroe en este momento tan crítico de la guerra, derribad a las tribus soberbias y salvad, compañeros, a quienes están bajo vuestra protección».

A sí habló y, poniendo en marcha las enseñas, hicieron irrupción las formaciones. Ya se retiraba del frente la fiel tropa maurusia, ya era el laguantan el vencedor. Putzíntulo, junto a

475 Cúsina y Géisirit retrocedían con armas vencidas. De pronto, ven a lo lejos los estandartes de Juan acercarse; recobran los ánimos y hacen volver los blandos cuellos de sus caballos y en seguida reclaman de nuevo el combate con arrojo.

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LIBRO νΠΙ 223

Delante, Putzíntulo impetuoso vue-Putzíntulo, la con violencia contra los enemigos,

que derriba a varios situados en el lado opuesto, y los atacaguerreros moros, , T. . . , . el primero. Entonces derriba a Imas- 480es herido p o r el enemigo

y llevado moribundo tan> traspasado por una profunda heri- al campamento da, y con su espada hiere al robusto Ni-

faten y corta el fiero cuello del negro Mamón. Haciéndole frente a Irto que le atacaba, le corta en dos la cabeza con su espada y la sangre, mezclada con los se­sos, se derrama sobre sus miembros. Avanzando cerca de su 485 enemigo Amanto, con herida mortal le atraviesa la garganta con un pesado venablo, cerrándole el paso a su palabra. La sangre que fluye después por su boca y por las dos heridas, brilla al haberse arrancado la lanza. De lejos lo vieron, impe­tuoso, entre las armas de sus propios hombres, los jefes de los ifúraces. Entonces, una vez dispuesta la formación, muchos 490

miles, cada uno contra su enemigo, lanzan a un tiempo sus dardos. Él recibe con su escudo las lanzas que le atacan. Sin temer herida alguna, había despreciado la coraza, confiado en su valor.

Mientras vuelan a su alrededor las apiñadas lanzas, el noble 495

capitán, ay, siente bajo su pecho un terrible dardo. Y sin que semejante herida lo doblegue, de este modo exhorta, gozoso, a sus compañeros: «La victoria permanece vuestra, ciudadanos. Luchad, hombres, y sacrificad a las abominables tribus como ofrendas para mi funeral. Si vencéis a los enemigos, entonces veré, entonces viviré más y alegre a través de las sombras co- 500

locaré a las tribus de los laguantan entre mis propios triunfos.En cambio, a vosotros, sanos y salvos excepto uno solo, os re­cibirá la encumbrada Cartago de elevadas puertas con el mayor triunfo».

Al que decía tales cosas, ya agotado por la herida, pero go- 505

zoso en su espíritu, lo recogen sus compañeros y lo dejan en el

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224 JUÁNIDE

campamento. Éste, como compañero de los Decios 228, iba ha­cia las sombras infernales, afortunado en su muerte. Su nom­bre, al terminar la contienda, siempre será bienaventurado y siempre se recordará su muerte, mientras nuestros descendien­tes lean en épocas venideras estas feroces guerras,

sio Y la tropa romana a la orden de su

ja flechas silbantes con las cuerdas de ronco sonido, así como derraman las huecas nubes densos chaparrones de granizo y arrancan los cultivos por los anchos campos; la abundante co­secha queda destrozada y el verde pámpano no defiende a sus

515 propias uvas, ni ningún árbol frondoso protege sus tiernas ra­mas con la defensa de sus hojas. Entonces lanza la cuerda del arco la terrible flecha que revolotea, portadora de certeras heri­das. Ningún dardo se precipitó sin sangre, ni cayeron sin sangre

520 en el frente las flechas voladoras. Ya el robusto caballo, ya el apiñado enemigo se derriba. Y toda espada se enrojece caliente con la sangre masila. Avanza la tropa armada con jabalinas y por todos los campos derriban cadáveres los oficiales en afortu-

525 nada matanza. Las armas de los soldados se calientan; no hay ninguna espada de soldado romano que no tenga sangre mora. El dolor excita la cólera. ¿Quién podrá explicar con palabras tantos penosos cadáveres de dirigentes entregados a los cam-

530 pos, quién, que cuente las diferentes muertes o la derrota y cap­tura de los enemigos y los hombres que con arrojo derribó el

228 La familia de los Decios, de origen plebeyo, pasó a la historia entre los héroes de la antigua Roma. Ya en la Eneida (VI 824, 842, 845), en la famosa bajada de Eneas a los Infiernos, su padre Anquises le muestra las almas de los futuros héroes de Roma, entre los que cita a los Decios, a los Escipiones y a los Fabios.

Descripción de la batalla

capitán, mientras siembra la confusión entre las terribles formaciones enemi­gas, se dirige a través de las cuñas. Tras haber retrocedido un ala, les arro-

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LIBRO VIII 225

mismo general? A un tiempo pereció el populacho sin nombre de los marmáridas; pero entre los muchos, citaré en mi poema a unos pocos a quienes primero llevó la fama en un vuelo desde los enemigos, hasta los oídos de todos.

Juan, poderoso en armas, viendo al 535Enumeración enemigo que le cerraba el paso, irrum-

de los moros abatidos , ._ , r ., , ,. . pe en las apiñadas filas y hace pedazosp o r Juan, Ricmario x J ry otros soldados romanos a los escuadrones rebeldes con su espa­

da mortífera; de la misma manera que siega la mies el experto segador con afilada hoz en la época apropiada, y ahora su mano izquierda comprime la paja con las tiernas espigas, ahora la corta su derecha, ahora con sólida cuerda ata innumerables gavillas, expresando su alegría por los campos. El sírtico Altílimas cayó vencido por el golpe del ge- 540

neral, derribado en el suelo con el cuello cortado. Corre enton­ces el empenachado Alacanza contra su ilustre enemigo con su lanza en ristre, espoleando una y otra vez a su brioso corcel. Pero, sin temor alguno, le corta el general la cabeza con su es- 545

pada. Sus cansados ojos vieron caer a su propio tronco; la len­gua del moribundo no pudo dejar escapar una palabra, pero emitió un sonido. Derribó a continuación al encolerizado Espú- 550

tredan y, luchando con valentía, abate a Tamatonio y a Yugurta y mata a Turso. Hiere por detrás al caballo de Audíliman; las terribles heridas que le propinó su espada le cortaron los duros huesos y los tendones de las patas. El caballo se revuelve hacia su espalda, mas no con todo su cuerpo, pues aún no había hin­cado en la tierra los altos ijares. Aún robusto y fiero, se debate 555 con su cuello erguido y al intentar levantarse, derriba a su señor en la arena. Multiplicando las heridas por sus miembros, Juan avanza vencedor, temible con su espada desenvainada, contra el que se esfuerza —orgulloso— y lo golpea en la frente. En- 560 tonces la espada mezcló con su sangre derramada los duros huesos y el cerebro. A continuación, vuela empuñando su lanza

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226 JUÁNIDE

por el campo de batalla. Amenazante, traspasa entonces el te­rrible pecho de Flaco y su dura espalda, atravesándolo con su jabalina. La sangre le brilla por ambas heridas y se derrama so-

565 bre la hierba de la tierra caliente. Altivo, traspasa con su pica los audaces miembros de Cemisa, que le hacía frente, y el cora­zón del tembloroso Derco con precipitación. Entonces hiere con su espada el costado de Graco; degüella a continuación a Minisa y atraviesa las sienes del feroz Cutin. Abatió a Cámalo,

570 que aún vivía; él mismo lo coge por los cabellos y arrastra a su prisionero, que entregó después a sus propios ayudantes, y per­sigue a otros escuadrones por caminos desconocidos.

Labbas, que blandía una lanza con brazo hostil, intentó ata­car con su arma al noble general. Pero tras sentir, cuando avan-

575 zaba, el ímpetu de su enemigo, suplicaba perdón el desgraciado con voz sumisa: «Por los huesos de Evanto 229, bien dispuestos en digna sepultura, que dieron vida a tal héroe; por las grandes hazañas venideras de tu hijo Pedro, cuyo prestigio vuela ya po­deroso entre los enemigos, atormentando a las tribus feroces y

580 a su reino, y por la obra de tu valor con el que fue vencido el ilaguas, concede a esta alma la vida, te lo ruego, tras sus críme­nes, y en tu victoria, consérvame entre tus triunfos cuando aca­be la guerra. Pues me agrada servir a un hombre semejante». Cambiando de opinión con estas palabras, contuvo su golpe el

585 general, mas rápidamente le enlaza ambos brazos, atándolos tras su espalda con una áspera cuerda.

El apacible Ricinario arremete contra el violento Urtanc y empuja con rapidez su inflexible lanza a través del pecho del guerrero. Cayó ante sus pies — parte importante de la abomina-

590 ble guerra, joven de ánimo esforzado— Urtanc, que nunca fue clemente, y ensució el suelo con su horrible sangre. Después

229 Labbas invoca al padre de Juan, Evanto, con la pretensión de conmo­ver al héroe.

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LIBRO VIH 227

ataca a Meilan (***)230 al que derriba, vencedor, de un empu­jón, y hunde con su pesada lanza en la caliente arena. Degüella a Alantas, cortándole la cabeza con su espada fulminante, y hiere al negro Sacoma. Su fogoso caballo lo miró con horror 595

mientras caía por los prados y su pezuña, acosada por el miedo, pisoteó la blanda arena y quiso emprender la huida. No obstan­te, Ricinario, que hizo chasquear velozmente su látigo golpeán­dole los altos flancos, obligó al tembloroso corcel a avanzar por las anchas llanuras. Una vez que el caballo, forzado, pasó 600

sobre el cadáver, volaba entonces Ricinario impetuoso por el vasto llano, extendiendo la muerte a su alrededor en propicio combate y sembrando la confusión con sus dardos entre las for­maciones sírticas. Derriba en aquel momento al veloz Afun y al robusto Nicandro y multiplica las duras heridas al traspasado Suero. Mata a continuación a Tánado y abate al valeroso Eran- 605

cun; hiere con su espada a Tínudo y atraviesa a Enipten con su jabalina.

Bulmitzis ataca con su pica a Túmudan; seguidamente, per­sigue con valentía a Licurdan por los campos. El dardo, que se desliza al mismo tiempo por la espalda y las entrañas del rebel­de, le desgarró el corazón. Altivo, va a caballo Súccur, confia­do junto a las formaciones. A éste lo persigue Sólumut. A l no βίο poder darle alcance, arrojando desde lejos una lanza de fresno que atraviesa los campos, traspasa los flancos de su caballo con el arma poderosa. El corcel, dominado por la herida, aplasta a su amo con el peso de su caída. Sin herida de guerra, Súccur 615

envió su desgraciada alma hacia las sombras estigias; su caba­llo, que le dio la confianza en sí mismo, no lo salvó por su ve­locidad a través del enemigo, ni su consciente valor lo arrebató, deshecho, de los hados, ni Gúrzil con su sagrado poder.

230 El verso 591 está incompleto, aunque no aparece ningún espacio en el manuscrito.

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228 JUÁNIDE

620 El escudero con el nombre del ge­neral231 corta desde los hombros la ca-

M ueite de Carcasan |je z a y art0 con SU espada. Paline-a manos de Juan x

que, Astit Enerdi Mee 232 Dorotis mata625 con su espada a Tiluzant (***) cortó

(***) entonces Fástita mientras corría traspasó al caballo deAnzatal, tras arrojar un dardo. Huye inmediatamente a través de los mil enemigos, confundido entre los suyos (***) 233 Car- casan, conmovido por la matanza de tantos hombres suyos, busca las enseñas del general a través del enemigo con muchos

630 miles de guerreros. Lo vio venir (***) 234 el noble héroe. El en persona coge con su mano las afortunadas armas de su escude­ro Juan y se precipita, soberbio, con la jabalina y ataca con gol­pes (su pecho) que le hacía frente, hiriéndolo sin temor. Corrió la sangre por las armas, brotando de la profunda herida y ro-

635 ciando las vestiduras señoriales. Al instante, una vez muerto el tirano, las filas de los marmáridas emprendieron la huida llenas de confusión. Ya nadie lanzó su dardo contra el enemigo, sino que el caballo, obligado a correr, se lleva con las riendas afloja-

640 das. Y el nasamón ya no pudo confiar en su campamento. Por el ancho llano corren confundidos el jinete y el infante, dis­puestos a morir. Los persiguen las enseñas romanas junto a los capitanes, los escuadrones y los valerosos oficiales; y, al mis­mo tiempo, regocijado por el afortunado combate, vuela Juan el primero, derribando por los prados a las bandas apiñadas. Era llano el campo, por el que el soldado podía correr en liber-

231 Alusión a un escudero cuyo nombre era Juan y que aparece de nuevo en los versos 630-31 («las afortunadas armas de su escudero Juan»),

232 Parece que estos nombres aluden a soldados moros o romanos. Maz- zucchelli considera a Palineque (él lee Plulinaeque) y Enerdi como nombres de moros y Astit y Mee como romanos.

233 Los versos 622 y 623, así como el 626 están incompletos.234 Falta el final del verso 629.

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LIBRO VIII 229

tad y dispersar con sus dardos a los escuadrones enemigos. Los 645 hombres acometen y matan por doquier los cuerpos paganos de los marmáridas. El ilaguas vencido cumple su castigo y las fi­las de los ifúraces y los frexes confundidos con (naffur). Entre­gan sus almas a las espadas. La cólera del soldado romano235 (***) se sientan entre las ramas. Allí, ardiente como un cazador eso que con destreza coge pájaros con la liga. Los ríos de sangre 655 que fluyen de todo el árbol ( ***)236

235 Los versos 649-653 están incompletos.236 El final del libro se ha perdido.

Armauirumque
MAN 9072
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ÍNDICE DE NOMBRES

ábrego, VI 272; VII 323, 355, 359, 370; VIII 84.

Acó (moro), V 339.Adonis, IV 514 (cf. n. 161). Adrasto, V I308 (cf. η. 193). Adriático (aguas del), 1 209. Africa, passim. africano, passim.Afun (moro), VIII603. Agalumno, I I 69.Alacanza (moro), IV 642; Vm 543. Alantas (moro), VIII 593.Albis, V I33 (cf. n. 179).Alcides (cf. Hércules), V 305 (cf.

η. 173).Alecto, IV 327.Altífatan (moro), VIII419. Altílimas (moro), VIII541. Altisan (moro), V II435. Altísera (moro), V 287. Amancio (romano), I I 189 (cf. n.

809); IV 315; V I598. Amanto (moro), VIII485.

Abidos, 1 172, Amaro (moro), V 265.Amón, II 110; III 81; VI 116,

147, 179, 190, 556; VII 515, 519, 534; V III252, 304.

Anacutasur, I I75.Anco (moro), VIII410.Anesto (moro), VIII419.Antalas (moro), I (468), 469 (cf.

n. 45); II 31; III 67, 73, (77), 109, 459; IV 30, 360, 383, 619, (652); V 9, 16, 224, 242, 251, 255, 370; VII 286, 293 (296), (522); V III37.

Anteo, VI 210 (cf. n. 188).Antifan (moro), V 328.Antonio (campamento de), 1 461

(cf. n. 44).Anzatal (moro), V III624.Apolo, 1 191, (458); III 84.Aquiles, Pref. 7, 11; I 178, 190;

IV 514 (cf. n. 161); V 158.Argos, 1 184.Áriarit (romano), V 285; V I535,

543, 649, 670.

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232 JUÁNIDE

Ariobindo, IV 83 (cf. η. 141). Arsacis (romano), V 254. Ársuris, VII 273 (cf. η. 211). Artábano, IV (236, 241, 361,

367), 373 (cf. η. 149 y 156), 426.

Artemio (romano), V 258.Arzen (moro), V 345.Árzugis, I I 148.Ascanio, I 201 (cf. η. 29).Astit, V III621 (cf. n. 231). ástrices, I I75 (cf. n. 63); V I391,

404, 431,454, 464.Atanasio (romano), IV 232 (cf.

n. 149); V II199.Audíliman (moro), VIII551. Aurora, 1 187, 243; VI 455; VII

83.Auspur (moro), VII 437. austro, I I 197 (cf. η. 81): V 187;

VI 593; V II187. áustur, II 89 (cf. η. 66), 91, 209,

345; V 172; VII 283.Autenti, III 319 (cf. η. 123). Autíliten (moro), II58 (cf. η. 59);

IV 643; VIII255.Autíseran (moro), VIII417. Autúfadin (moro), VIII420. Averno, IV 328; VIII345.

Baco, III 71 (cf. n. 97); VI 306; V II70.

barceos, II 123 (cf. n. 75); IV 506.

Barsippa (moro), V 334, 337. Belisario (romano), I 367 (cf. n.

38), 387; III19, 313.

Belona, ΙΠ 36 (cf. n. 94); V I566;VII 519.

Bézina (moro), VII 279; VIII 126.

Bitipten (moro), IV 546. Bizacio, 1 350 (cf. n. 36), 461; VI

49, 168, 182, 251, 280; VII 285,517.

bóreas, I 359; V II448.Bruten (moro), IV 631; V 159,

195; VI 127, 142; VIII 384. Bulmitzis (romano), V 339, 343;

V I649; VIII 607.Burcanta (moro), V II428.

Caco, III158 (cf. n. 106). Caggun (moro), VIII418. Calamena (moro), VIII407.Cámalo (moro), IV 632; V I732;

VIII 569.Cambro (moro), V 332, 333. camenas, Pref. 37 (cf. n. 5); 1 8. Cánapo (moro), VIII 421. Carcasan (moro), IV 639 (cf. n.

166); VI 104, 143, 170, 175, 185, 217, 226, 551, 563; VII 295, 416, 505, 513, 517; VIII 16, 36, 242, 627.

Caribdis, 1 218 (cf. n. 30). Carente, IV 325.Caroso (romano), V II436. Cartago, Pref. 35; 1415, 438; III

308; V 411; V I 169,174,184, 225; VIII 503.

Cartago Justiniana, V I58. Catilina, IV 212.Catón, V I340 (cf. n. 194).

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ÍNDICE DE NOMBRES 233

Catón (campos de), V III166 (cf.n. 223).

Catúbar (moro), IV 643. Caucana, 1 229 (cf. n. 31). caunes, I I 66 (cf. n. 61).Cebar, IV 41 (cf. n. 139). Cecílides (romano, cf. Liberato),

III 47 (cf. n. 96); VII 375, 422, 475.

Celas Vátari, III 318.Celiano, I I 75.Cerao (moro), V I732.Ceres, I I 302 (cf. η. 82); III 324. Cernisa (moro), VIII 566.César (C. Julio), V III149 (cf. η.

222).Ceucro (moro), V 327.Cintia, Π 418 (cf. η. 23); V in 279. Concordia, 1 12.Conunian (moro), V 296. coro, 1 167 (cf. η. 23).Crescente (romano), V 200. Creúsa, 1 201 (cf. η. 29).Cristo, I 151; IV 588, 686; VI

103; VII 476; VIII 215, 322, 335, 367.

Cullan (moro), V 147.Cullen (moro), V 317.Cúsina (moro), III 408 (cf. n.

129); IV 510; V 451; V I268, 468, 517; VII 245, 264; VIII 122, 124, 266, 371, 429, 439, 458, 465, 475.

Cutin (moro), VIII568.

Dáñaos, VI 305 (cf. n. 193). Daras, 1 77 (cf. n. 16).

Decios, V III506 (cf. n. 227). Delia, 1 459 (cf. η. 43). Demóleo, 1 180.Derco (moro), V III566.Dextro (moro), V II430. Dígdiga, I I 119 (cf. n. 73). Diomedes, Pref. 8.Dorotis (romano), V 328; V I650;

VIII622

Egeo (mar), 1 208.Egeo (hijo de), IV 610.Éilimar (moro), V 74.Eneas, Pref 12, 15; 1 8,177, 181,

194, 203.Enerdi (cf. Astit), VIII621. Enipten (moro), VIII606.Éolo (montes de), I I 256. Erancun (moro), VIII605. Erinia, III 37; V 34; V III136. Escila, I 213 (cf. n. 30). Esmirna (poeta de), Pref. 11; I

175 (cf. n. 24).Espútredan (moro), VIII549. Estéfano (romano), VII435. Estigia (el agua de), 1 401 (cf. n.

41).Estóntao (moro), V I733. Estucias, III 305 (cf. n. 119),

458; IV 30, 49 ,81 ,130 , 161, 168, 177, 184, 205,219, 429.

euro, I 360; I I255; III104. Evanto, VIII576 (cf. n. 228).

Faetonte, 1 336 (cf. n. 35); III 38, 395.

Fama, VI 276.Fástita (romano), VIII624.

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234 JUÁNIDE

Febo, I I 158; III 26 (cf. η. 92), 85, 225; IV 25, 257; VI 21, 459; VII 320; VIII 227, 279, 318; cf. Apolo.

Fíleto (moro), V III406.Físcula (romano), V 348.Flaco (moro), VIII561.Flegra, 1 453 (cf. nota 36). Fortuna, III413, 424.Francos, I I 383.Frecten (moro), V 348. frexes, I I 43 (cf. n. 54), 184; III

187; VII 384; V III648. Frónimut (romano), IV 525; V

446; V I518; VIII377.

Gádabis, I I 117 (cf. n. 73). Gadayas, V I285 (cf. n. 192). Gálica, I I 77; V I486.Gamasdro (moro), V 217.Gantai (moro), IV 642.Gárafin (moro), V 266. garamantes: V I 198 (cf. n. 186). Gardio (moro), V 135.Géilamir, 1 381 (cf. n. 39); ΙΠ 17. Géisirit (romano), I I 188; IV 489;

V 326; V I522; VIII372, 475. Gémini Petra, I I 145 (cf. n. 77). Gencio (romano), III41; IV 473;

V 439.Germano (romano), III 317 (cf.

n. 122); V 345. getas, II 383 (cf. n. 85). gigantes, 1453 (cf. n. 42);V 157;

VI 658.Górgona, 1 457.Graco (moro), VIII567.

Gregorio (romano), IV 487. Grorgio (romano), V II437. Guarízila (moro), IV 366 (cf. n.

157).Guársana (moro), V III266. Guarsucia (moro), V 114. Güenfan (moro), III66, 107. Güentan (moro), IV 642. Gúntarit (moro), III 428 (cf. n.

132); IV 222, 240, 369, 426. Gúrubi, I I 56 (cf. n. 58).Gúrzil, I I 109 (cf. n. 69), 405; V

25, 39,495; V I 116; VIII304, 619.

Héctor, Pref. 8; 1 179, 185. Hércules (cf. Alcides), V II378. Hermogenes (romano), IV 163

(cf. η. 145).Héspero, 1 232 (cf. η. 32).Hidra, IV 324 (cf. η. 154). Híldimer, III 198 (cf. η. 110),

219.Himerio (romano), IV 8 (cf. η.

134).Hisdréasen (moro), IV 634 (cf.

η. 165); V 202, 209,213. Homero, cf. Esmima (poeta de), hunos, II 383 (cf. n. 85).

ífera, I I 57 (cf. n. 58).Ifisdayas (moro), IV 545; V

460; VII 245, 272; V III125, 375.

Ifnaten (moro), V III394. ifúraces, II 113 (cf. n. 71); III

412; IV 641; VIII490, 648.

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ÍNDICE DE NOMBRES 235

ilaguas (cf. ¡aguantan), 1 478; II 87 (cf. η. 65), 96, 106, 210, 345; IV 374; VI 108, 195, 238, 437, 454, 462, 469, 604;VII 383; VIII 580, 647.

Has (moro), V 295.Ilasan (moro), V 200.imadas (cf. mecales), II 75 (cf.

η. 63).Imastan (moro), VIII480.Irto (moro), VIII 483.Isaguas (moro), V 218.Iten (moro), V 347.

Juan (Troglita), passim.Juan (hijo de Sisinolo), IV 14 (cf.

n. 136), 35, 103, 106, 150, 168, 382.

Juan (el Mayor), IV 516 (cf. n. 162); VI 520; V II194.

Juan (escudero), VI 650; VIII (630).

Juan Estefánides, V II243.Julo (cf. Ascanio), 1 194, 198.Júpiter, I 451; IV 388; V (156),

395; V I659; VIII 308 (Tena- rio).

Justicia, 1 12.Justiniano, I 15, (48, 110, 118,

125, 131, 157); II 24; IV 64, 75; V 43; V II145.

Labbas (moro), VIII 572.laguantan (cf. ilaguas); I 144,

467; IV 48, 85, 629; V 171;VI 278; VII 535; VIII 434, 474, 501.

Laltin (moro), V 319.Lamaldan (moro), V II426. Lanzo (moro), V 308. Laomedontíadas, V 306 (cf. n.

173).Láquesis, ΙΠ 338 (cf. n. 124), 425. Largo (romano), V 199.Láribus, V II143 (cf. n. 206). Larisco, VIII 46 (cf. n. 220). Lataris, VIII229 (cf. n. 224). Láumasan (moro), V 110.Lazos, I I 383 (cf. n. 85). Léucada, III294 (cf. n. 116). Liberato (cf. Cecílides), III 47;

V II375, 475.Libia, passim.Licurdan (moro), VIII607. Lucífero, 1 509 (cf. n. 49); III75.

mácares, I I 62 (cf. n. 60).Macco (moro), 1 467.Macubio, II 72 (cf. n. 62). Macúrasen (moro), V 311. Madden (moro), V 282. Magargo (moro), V 283. Maggite (moro), V 330.Magno (moro), V 286.Maleo (moro), V 257.Mamón (moro), VIII482. Manonasan (moro), V 341. Mantísinan (moro), V 104. Manto (moro), VIII411. Manzérasen (moro), V 120. Marcencio (romano), IV 532; V

447.Marciano (romano), IV 505; V

201, 231.

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236 JUÁNIDE

Marta, II 81 (cf. η. 64).Marte, 1 456; V 349.Marturio (romano), IV 66, 73,

201,503.Mártzara (moro), V 344.Marzin (moro), V II426.Masan (moro), V II430. Masgüen (moro), V 310. Mastiman, V 38 (cf. n. 171); VIII

307.mastracianos, ΙΠ 408 (cf. n. 130). Mastuma (moro), VIII412. Mauro (romano), V 258. Maximiano, I 480 (cf. η. 48); V

179; V II530.Mázana (moro), V 126. mecales (cf. imadas), III410. Mee (cf. Astit), VIII 621. Megera, III 80 (cf. n. 98); IV 324. Meilan (moro), V 284.Meilan (moro), VIII590. Melango (moro), I I261; IV 641. Membresa, III 311.Memnón, 1 186 (cf. n. 25). Méniden (moro), V 346. Merasgun (moro), V 216. Mercurio (colinas de), II 57 (cf.

n. 58).Merméroes, I 75 (cf. n. 15), 89,

98.Mestan (moro), V 285.Mestan (moro), V 346.Meuzzen (moro), V 318.Mífico (moro), V 326.Minisa (moro), VIII 567.Minos, IV 606 (cf. n. 164). Mirmídonis (moro), VIII 399.

Misantas (moro), V 262, 264. Murífero (moro), V II436. musa, Pref. 28, 37; II 25.

Nabedes, 1 62.Nácusan (moro), V 310.Nados (moro), V 293. naffur, II 52 (cf. n. 56); I I I189,

190; IV 48; VII384; VIH 648. Narto (moro), VIII404. Nasamón, VI 198 (cf. n. 185),

552, 589, 593, 692; VII 465, 510; VIII 95, 177, 234, 248, 274, 423, 428, 446, 639.

Nathún (moro), V II428. Navuso, I I 146.Nican (moro), V II429. Nicandro (moro), VIII603. Nifaten (moro), VIII481.Nilo, V I 199.Nísibe, I 60 (cf. n. 13), 65.Noto, I 354 (cf. n. 37), 387; II

198; III 98; VI 387; V II450.

Occidente, V II146.Océano, 1 510; VI 121, 455; VII

83; VIII 278.Olimpo, I 253.Ontísiren (moro), VIII421. Orco, V I 12 (cf. n. 178).Oriente, 1 120; I I I127; V II146. Orno (romano), V 248.

Palamedes, Pref. 9.Palas, I 457 (cf. n. 43). Palineque (cf. Astit), VIII621. Palmo (moro), V III406.

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ÍNDICE DE NOMBRES 237

Papo, 1400 (cf. η. 40).Paquino, I 229 (cf. η. 31).Paris, 1 192. partos, I 61, 88.Patroclo, 1 185.Paulo (romano), V 195.Paulo (romano), VI 598.Paz, III 72.Pedro, 1 197 (cf. η. 28), 207, 305;

V 410; VII 209, 218; VIII 577.

Pedro (romano), VII 431 (cf. η.215), 433.

Pelagio (romano), III 410. Pelida (cf. Aquiles), 1 186 (cf. n.

25).Pentesilea, 1 189 (cf. n. 26). persas, 1 58, 67, 108; IV 552; VII

28.Persia, 1449; V 249; V I33. Piedad, 111.Pirra, III 346 (cf. n. 127). Plutón, IV 322 (cf. η. 154). Priamo, 1 177.Prisco (romano), V II436. Prosérpina, V I 136 (cf. η. 183). Punta de los Vados, I 369. Putzíntulo (romano), IV 478; V

441; VI 521; VIII 370, 474, 479.

Reso, 1 189 (cf. n. 27).Ricinario (romano), II 314 (cf. n.

83), 335; IV 583; V 72, 297, 302; V I413; VII 23, 50, 231;VIII 134, 141,289,357,586, 597.

Roffas (moro), V 289.Roma, 1 181; ΙΠ 266; IV 96, 346,

422.Rómulo (raza de), V 249.Rufino (romano), V I221.

Sacoma (moro), VIII594.S alpin (moro), V III413.Sálusis (romano), V 346. Samasco (moro), VIII405. Sangin (moro), V 265.Sarzún (moro), V II428.Sascar, I I 74 (cf. n. 63).Sasfo (moro), VIII 391.Senátor (romano), IV 507. Servando (romano), V 200. Sesto, 1 172.Sidifan (moro), I I 47 (cf. n. 55);

V 270.Sidisan (moro), IV 367.Sigeo, 1 173.Silcádenit, I I 53 (cf. n. 56). silvacas, I I 52 (cf. n. 56). silvaizan, I I62 (cf. n. 60). Silvutis (romano), VII437. silzactas, I I 66 (cf. n. 61). Sínduit (romano), VI 522; VIII

374.Sinifere, V 37 (cf. n. 171); VIH 305. Sinisgun (moro), V 319.Sinon, IV 23 (cf. n. 135). Sinusdisa, I I 51.Sínzera (moro), IV 634; V 200. Sirtes, IV 644; V 175; V I191, 218. Solomón (romano), 1 470 (cf. n.

47), 473; III 301, 401, 406, 414, 441, 449; IV 382; V 510.

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238 JUÁNIDE

Sólumut (romano), V 316; VI 640; V II420; VIII611.

Suartifan (moro), V 217.Súccur (moro), VIII 610, 615. Suero (moro), VIII604.

Taden (moro), V 284.Táfaran (moro), V II431. Talante (tierras de), I I 79. Tamatonio (moro), VIII549. Tamazo (moro), V 343. Tameneo (moro), VIII403. Tánado (moro), VIII605.Táñala (romano), V 347.Tanin (moro), VIII418.Tarah (romano), V II435.Tárasis (romano), IV 553; V 457;

V I525; V III98.Tártaro, IV 213 (cf. n. 148); VI

135.Tauro (romano), IV 163. Teodosiópolis, 1 70 (cf. n. 14). Teseo, cf. Egeo (hijo de).Tetis, 1 130 (cf. n. 20); V I 122. Tifilan (moro), V II427.Tílifan (moro), V 266.Tilín (moro), V II428.Tilíbaris, II 80 (cf. n. 64). Tiluzant, VIII 622.Tínudo (moro), VIII606.Tiseras (moro), V 263.Tisífone, III 111 (cf. n. 104); IV

326.Tizen (moro), V 347.Trípoli, II 117; III 409; VI 225,

240.Troilo, 1 190.

Troya, 1 174, 193; V 305. Tubian (moro), VIII422. Túmudan (moro), VIII607. Turso (moro), VIII 550. Tusdrun (moro), V 293.Tracia (estrecho de), 1 171.

Ulises, Pref. 9.Úlitan (romano), IV 542. Urbicio (romano), 1 100.Urtanc (moro), V III586, 589.

Vádara, I I 68.Vadis, I I 156 (cf. n. 79). Varinno (moro), V 320. Varinno (moro), VII 417, 463,

470.Varto (moro), VIII620.Vascina (moro), V 342.Venus, IV 514 (cf. n. 161). Veuman (moro), V II425. Victoria, 1 10, 408; III 314, 426. Virgilio, Pref. 12, 16.Vital (romano), V 347.Vítulo (romano), V 297. Vulcano, III 102 (cf. η. 103);

V III74.

Yaco, III 33 (cf. η. 93).Yaldas (moro), IV 634; V 199,

293.Yámmada (moro), V II432. Yarto (moro), V 122.Yaudas (moro), III 302 (cf. n.

118); V II277; V III126. Yelidasen (moro), V II436.

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ÍNDICE DE NOMBRES 239

Yerna (moro), I I 109 (cf. n. 68); IV 597, 631; V 23, 369, 494, 511,519.

Yugurta (moro), VII 435; VIII 549.

Yuncí, V II111 (cf. n. 205), 122,136, 391, 478; VIII20.

Yutungun (moro), IV 462; V 317.

Zábeas (moro), VIII 384. Zambro (moro), V 287.Zembro (moro), V II437. Zérquilis, I I 145.Zérsilis, I I 76.Zeyas (moro), V II427.Zíper (romano), V 291; VI 535,

538,638, 671.Zudio (romano), V 260.

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PANEGÍRICO DE JUSTINO II

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INTRODUCCIÓN

1. Presentación y clasificación como género literario del«Panegírico de Justino II»

El Panegírico de Justino II es un poema en hexámetros di­vidido en cuatro libros, con un total de 1.581 versos y precedi­do de un prefacio de 48 versos y de otro poema, El Panegírico de Anastasio, de 51 versos. En él se narran los sucesos acaeci­dos tras la muerte de Justiniano, el 14 de noviembre del 565 d. C., y las primeras semanas del reinado de su sobrino Justino, cuyo acceso al poder se realizó mediante un golpe de estado se­natorial.

Las distintas partes de las que consta el Panegírico no fue­ron escritas en la misma época. Compartimos la opinión de A ntès1 cuando afirma que «ninguna parte de la obra pudo ser posterior al mes de abril del 568», pues no se alude a la inva­sión de los lombardos en Italia, que se inició el 1 de abril del 568, y en el prefacio se muestra a este pueblo vencido y some­tido a Justiniano (Praefi 12-18). El Panegírico de Anastasio fue escrito probablemente en los primeros momentos del reina­do de Justino II, a finales del 565 o principios del 566, cuando

1 Cf. S. A n tès , Éloge..., pág. XX.

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244 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

Anastasio desempeñaba las funciones de cuestor de palacio y jefe de la cancillería imperial. El prefacio pertenece al período de entre fines del 567 o comienzos del 568. Los tres primeros libros fueron escritos entre finales del 566 y del 567, si tene­mos en cuenta la referencia a la ejecución de los patricios Adeo y Eterio el 3 de octubre del 566, tras su intento de envenenar al emperador Justiniano. Mientras que el libro IV, en el que se ce­lebra la inauguración consular de Justino, el 1 de enero del 566, pertenece, al igual que el prefacio, a finales del 567 o princi­pios del 568z.

La segunda obra de Coripo, a la que hemos llamado «pane­gírico», no es, en realidad, un panegírico formal, pues no se es­cribió siguiendo estrictamente las reglas que prescribía la retó­rica; su complejidad, al igual que observábamos en el primer poema, la Juánide, ha planteado dificultades a los estudiosos en cuanto a su clasificación según los géneros literarios tradi­cionales. Así, ha sido considerada por algunos como epopeya histórica3 o epopeya principesca histórico-encomiástica4 o co­mo una mezcla de panegírico y épica5. En todo caso, observa­mos que el Panegírico es el resultado de la combinación de una serie de elementos de los que se sirve Coripo para alcanzar su objetivo: apoyar la subida al trono de Justino Π y justificar su política.

En el Panegírico de Justino II hay elementos propios de la literatura panegírica: el hecho de poner de relieve ciertos as­pectos beneficiosos de la política del nuevo emperador (II 308-

2 . S. A n t ès , Éloge..., págs. X V II-X X I; R a m ír ez d e V erg e r , El Panegíri­co..., pág. 13

3 U. J. St a c h e , Flavius Cresconius Corippus, In laudem Iustini Augusti minoris, Ein Kommentar, Berlín, 1976, págs. 4-6.

4 S. A n t ès , Éloge..., pág. LII.5 T h . N iss e n , «Historisches Epos und Panegyrikos in der Spätantike»,

Hermes 75 (1940), 298-325.

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INTRODUCCIÓN 245

398, 386-389, 420-422); las donaciones a los súbditos (IV 90- 206); el tópico de la dificultad del orador ante la envergadura del tema que debe tratar (I 3-14); la idea del poder alcanzado sin maquinación (1 1-2); la enumeración de los méritos (Praef) y las virtudes del emperador (III 88-105; IV 192-205, entre otros); la comparación de Justino II con los emperadores ante­riores, en especial César Augusto (II403-406; III 27, 130-131;IV 138-139); el tópico del emperador como médico (Praef. 44-46)6.

También existen en el poema elementos de la ideología im­perial romana tradicional, en cuyo portavoz se convierte Cori- po; citemos entre otros: la recusatio imperii (I 154-172); la aceptación del poder como una carga (I 51-52; Π 180); la apor­tación de estabilidad a un mundo cansado (1 185-186); idea de la renovatio (IV 137-138); la asociación del emperador a la luz solar (1 101,149; I I 91,149, 299; IV 328), en este caso, además el sol se identifica con Cristo7; tópico de la complicidad de los elementos naturales (1361)8.

Son evidentes, por otra parte, los elementos propios de la épica, si tenemos en cuenta, además, que los panegíricos lati­nos en hexámetros, especialmente los de Claudiano, presenta­ron siempre afinidades con la epopeya9. Así, encontramos des­cripciones (I 94-114, 272-293; II 84-136; III 191-209); apariciones (128-65); el tópico de la Aurora para indicar el co­mienzo de un nuevo día ( I I 1-2); plegarias (II 11-42, 52-69); escenas de carácter épico, tal que la tala de árboles (IV 20-49); préstamos de otras obras épicas como el adiós de Justino a Jus­tiniano, eco de la despedida de Eneas a Palas (III35-36; Eneida

6 S. An t e s , Éloge..., págs. XXIV, no ta 4; XLI, XLIV.7 A v. C a m e ro n , « C o rip p u s ’ P o e m on J u s tin II: a te rm in u s o f a n tiq u e

art?», Ann. Sc. Norm. Pisa 5 (1975), 149.8 S. An t e s , Éloge..., págs. XLV-XLVII.9 S. A nt es , Éloge..., pág. L.

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246 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

XI 9 7 -9 8 )i0; discursos (I 130-153; II 178-274, 333-356; III 271-307, 311-398); símiles (1229-235, 349-356; I I 78-83, 92- 97; III 50-54, 172-176; IV 28-33, 148-153, 215-223, entre otros).

Hay que destacar, además, el carácter cristiano del Panegí­rico; así, se nos muestra a menudo a los emperadores en actitud piadosa y en todo momento se manifiesta su sumisión a Dios, pues es Él quien les ha conferido el poder que ostentan. Se ob­servan también temas y expresiones tomados de la Biblia como el Árbol de la Vida (Pan. Anas. 7-25); la imagen de los miem­bros del cuerpo (II 186-253); la parábola del Buen Pastor (IV 198-205); la idea de la humildad ante la grandeza de Dios (IV 319-320); la profesión de fe de Justino (IV 292-311); así como préstamos de poetas cristianos entre los que hay que mencionar a Prudencio, Sedulio y Sidonio Apolinar.

Así pues, si es cierto que el Panegírico no cumple estricta­mente todos los requisitos de la literatura panegírica, no nos parece, sin embargo, adecuado calificarlo de epopeya, pues basta una comparación con su primera obra, la Juánide, para observar que el Panegírico no puede situarse en el mismo ni­vel. Por el contrario, sí hemos observado, en cuanto al fondo e intencionalidad del poema, una coincidencia con otros panegí­ricos, pues su fin es justificar y ensalzar la política del empera­dor. El poema de Coripo, como bien estima Averil Cameron u, desempeña, pues, la función de un panegírico, pero de una for­ma nueva. Y en cuanto a su carácter histórico, nos parece ob­vio, ya que los panegíricos tienen como protagonistas a perso­najes reales.

10 S. A n tè s , Éloge..., págs. XLIX-LII.11 Cf. A v. C am ero n , «Corippus’ Poem...», pág. 134.

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INTRODUCCIÓN 247

2. Fuentes literarias

Los primeros versos del poema, «canto bajo buenos auspi­cios la grandeza del imperio...» (1 1-3), evocan el comienzo de la Eneida n , pues no en vano fue Virgilio el poeta que mayor influencia ejerció sobre Coripo. Encontramos también ecos de la epopeya virgiliana en ciertos símiles: el del árbol abatido y los pájaros que revolotean a su alrededor (1229-235; Eneida VI 282-283) o el de la golondrina que busca el alimento para sus polluelos (IV 256-263; Eneida 473-477); y en algunos episo­dios como la aparición de la Virgen ante Justino (140-65) que recuerda la de Venus ante su hijo Eneas (Eneida I 314-405); o las palabras de despedida que Justino dirige a Justiniano (III 35-36) y que remiten al adiós de Eneas a Palante (Eneida XI 97-98)13.

El Panegírico es un poema esencialmente descriptivo; Cori­po, fiel al gusto por las écfrasis de la época, describe de forma detallada escenas de la vida palaciega y del ceremonial de la corte bizantina: el palacio de Justino (I 97-111); el sudario de Justiniano (I 276-293); el circo (I 314-344); la indumentaria imperial de Justino (II 84-136); el funeral de Justiniano (III 1- 61); el banquete de los nuevos emperadores (ΙΠ 85-133); la sa­la de audiencias del palacio imperial (ΙΠ 191-230); los prepara­tivos para la inauguración consular (IV 1-89); la procesión consular (IV 224-263). En este sentido, el poeta sigue la línea de autores como Estado y Marcial, representantes de la tradi­ción de descripciones de actividades imperiales y mansiones lujosas14. Por otra parte, Coripo muestra una especial predilec­ción en la descripción de obras arquitectónicas — como el pala-

12 S. A n tè s , Éloge..., pág. L.13 S. A n tè s , Éloge..., págs. LI, LXXXIV, n o ta 1.14 S. A n tè s , É loge ..., p á g . LIV; A v . C a m e r o n , « C o r ip p u s ’ P o e m ...» ,

pág. 133.

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248 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

cío imperial o la sala de audiencias— y artísticas (sudario de Justiniano, vestimenta de Justino); Averil Cameron ha señalado al respecto la importancia de la influencia del arte visual y de los temas iconográficos en el Panegírico, hasta tal punto que el método de Coripo, en su opinión, no es en absoluto el método del argumento, sino el de la demostración; la retórica de la lite­ratura cede ante la retórica del arte visual15. El poeta, buen co­nocedor de la vida de palacio, sabía hasta qué punto podía im­presionar a sus lectores — u oyentes— la exposición de la magnificencia y el lujo de la corte, de modo que bien podría­mos decir que en el Panegírico la labor de Coripo equivale más a la del pintor que a la del narrador.

Hay que considerar además en el poema de Coripo una se­rie de préstamos de otros autores; así, el poeta toma junturas y cláusulas de Virgilio, en primer lugar, y a continuación de Ovi­dio, Claudiano, Lucano, Estacio y Silio Itálico. Entre los poetas cristianos, sobre todo, Prudencio, Sedulio y A vito16. Pero tam­bién son dignos de mención los préstamos que se hace Coripo a sí mismo, tomados bien de su primera obra, la Juánide, bien del mismo Panegírico, lo cual justificaría, en opinión de Antés17, las críticas de algunos estudiosos que acusan a Coripo de haber escrito una obra mediocre a causa de su vejez y miseria.

3. Funcionalidad y valoración del «Panegírico de Justino II»

El tono laudatorio del Panegírico y las características del mismo nos llevan a pensar que se trataría de una obra escrita por encargo. Coripo, pues, adoptaría la actitud de buena parte de los poetas del Bajo Imperio, para quienes la poesía no era

15 Cf. A v. C am eron , «Corippus’ Poem...», pág. 134.16 E s in te re san te la lis ta de ju n tu ra s y c lá u su la s q u e o frece A n te s en su

ed ic ión (Éloge..., págs. LXXUI-LXXIX).17 Cf. S. A n tè s , Éloge..., págs. LXII, LXXIX.

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INTRODUCCIÓN 249

más que una profesión que ejercían bajo la protección de un patrono. Alan Cameron 38 los llama «professional poets» o «wandering poets», ya que se veían obligados con frecuencia a ir de ciudad en ciudad en busca de nuevos patronos o persona­lidades a quienes pudieran dirigir sus encomios. Tal vez fuera el cuestor Anastasio — a quien está dedicado el primer panegí­rico— quien encargara a Coripo la composición del poema 19. Los primeros versos del libro I nos hacen pensar, más bien, en altos dignatarios de la corte, entre los que estaban el mismo Anastasio, Tomás, Magno, Teodoro y Demetrio (1 15-27); es la única referencia clara de Coripo a sus posibles patronos, aun­que dicha alusión puede responder simplemente al conocido tó­pico literario del autor que escribe por encargo de un personaje importante20. Por otra parte, si consideramos las alusiones del poeta a su vejez y su estado de indigencia (Pan. Anas. 48-51; Pref. 43-48), no sería de extrañar que Coripo escribiera su Pa­negírico por iniciativa propia y con la intención de mejorar su posición social o de obtener ciertos privilegios21.

Es indiscutible, pues, la función política del Panegírico de Justino II; con él Coripo pretende legitimar la subida al trono de Justino, quien no tenía, en realidad, ningún derecho particu­lar al imperio — ya que Justiniano murió sin designar heredero alguno— y accedió al poder gracias a la maniobra política há­bilmente dirigida por el eunuco Calinico, personaje de gran in­fluencia en la corte22. El poeta se dirige, de este modo, a los

18 Cf. A. Cam ero n , «Wandering Poets: A Literary Movement in Byzanti­ne Egypt», Historia 14 (1965), 470-509.

19 A v. Cam eron , «Elites and Icons in Byzantium», Continuity and Change in Sixth-Century Byzantium, Londres, 1981, pág. 12, nota 40.

20 S. A n tè s , Éloge..., págs. XVI, XXXII.21 Av. C am ero n , «Corippus’ Poem...», págs. 158-159.22 S. A n t ès , Éloge..., págs. XXV; A . R am írez de V erg e r , «La imagen de

la realeza en el Panegírico de Justino II de Flavio Cresconio Coripo», La ima­gen de la realeza en la antigüedad, Madrid, 1988, pág. 191.

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250 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

eventuales opositores de Justino en la corte: los políticos y mi­litares de alto rango y funcionarios de la cancillería, que eran los únicos capacitados para comprender el latín en la zona oriental del imperio23. El modo más claro de legitimar el reina­do de Justino consistía en afirmar que el poder del emperador proviene de Dios, por quien ha sido elegido para desempeñar tan alta función; la idea se repite con frecuencia en el Panegíri­co (1 152, 182, 209-210, 366-367; I I 45; III 333, 360-361; IV 277, 339-340) y con ella Coripo no hace más que aludir a la concepción bizantina del poder, según la cual el emperador es el representante y la imagen de Dios en la tierra24. Los discur­sos de Justino son esenciales para el conocimiento de sus pri­meras actividades en cuanto a política interior y exterior (con relación a la justicia y al fisco, preocupación por la seguridad y moralidad públicas, saldo de deudas, supresión del tributo a los pueblos bárbaros, etc.), de forma que Coripo intenta justificar y valorar la política del emperador que logró, por otra parte, sub­sanar los graves errores cometidos por su antecesor Justiniano (Π 269-271)25.

Pese a la actitud partidista adoptada por Coripo y al incon­testable carácter propagandístico del texto, el Panegírico de Justino II es de un gran valor histórico, no sólo desde el punto de vista político, sino en el aspecto religioso, simbólico o des­criptivo con relación a la vida palaciega. El Panegírico es la única fuente que poseemos sobre los últimos acontecimientos del reinado de Justiniano y el inicio del mandato de Justino Π26.

23 S. A n t ès , Éloge..., pág. X X X V ; V in ch esi, reseña a S. A ntès (Éloge...), Atene e Roma 29 (1984), 195.

24 S. A n t è s , Éloge..., pág. XXXV; A . R a m ír ez d e V e r g e r , «La imagen de la realeza...», págs. 193-194.

25 S. A n t è s , Éloge..., págs. XXXVII, XXXIX.26 S. A n t è s , Éloge..., págs. XXXIX-XL; R a m ír ez d e V e r g e r , «La ima­

gen de la realeza...», pág. 205.

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INTRODUCCIÓN 251

Gracias a él tenemos también acceso al ceremonial de la corte bizantina, siendo además el único texto que ofrece una descrip­ción tan detallada sobre el ritual de ascensión al trono en el si­glo v i 27. Con todo, la última obra conocida de Coripo no es destacable únicamente como fuente histórica, sino como conti­nuadora de la cultura clásica que representan autores como Vir­gilio, Ovidio, Lucano y Claudiano2S.

4. La tradición manuscrita

La crítica29 ha supuesto que el texto del Panegírico de Jus­tino II pasó de Constantinopla a España durante el reinado del rey visigodo Leovigildo (568-586), momento en que la influen­cia bizantina alcanzó su apogeo en nuestro país. Los bizantinos toman el sur de España y Leovigildo reconoce la autoridad de Justino II e imita el ceremonial de la corte bizantina. Esta hipó­tesis parece lógica, pues los contactos e intercambios culturales entre España y Bizancio eran frecuentes e importantes en esta época: figuras como Juan de Biclara o Leandro, hermano de Isidoro de Sevilla, realizaron viajes a Bizancio donde permane­cieron, el primero desde el 558 hasta el 574 y el segundo du­rante los años 579 al 582.

En cualquier caso, es en el año 653, fecha en> que tuvo lugar el VIII Concilio de Toledo, cuando aparece la primera noticia segura de que el texto del Panegírico se encuentra en España, en la ciudad de Toledo30. Según S. Teillet31, el rey Recesvinto,

27 Av. C am ero n , «Elites and Icons...», pág. 10.28 R am írez de V erg er , El Panegírico..., pág . 15.29 Cf. S. A ntès , Éloge..., págs. LXXXVI-LXXXVII, nota 2; A. Ram írez

de V erger, «Sobre la Historia del texto del Panegírico de Justino II de Coripo (568-882 d. C.)», Rev. d'Hist. des text. 18 (1988), 229-230.

30 R am írez d e V erger , «Sobre la Historia...», pág. 230.31 Cf. S. T e il le t , D es Goths à la nation gothique. Les origines de l ’idée

de nation en Occident du V au VII siècle, Paris, 1984, pág. 539.

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252 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

al pronunciar su discurso en dicho Concilio, se inspiró en el discurso de Justino ante los senadores (Π 178-274).

Nuevas referencias al texto del Panegírico de Justino II nos ofrece una obra compuesta por Julián de Toledo entre los años 680 y 687 d. C., el Ars grammatica, en la que se citan cuatro versos del Panegírico (Pref. 25; I I 1, 254; IV 243)32. El códice misceláneo Escorialensis R. II. 18 menciona también los pane­gíricos de Coripo a Justino Π y Anastasio, incluidos en un in­ventario de la biblioteca de la catedral de Oviedo escrito, posi­blemente, en Toledo, en el 882 d. C .33. El traslado del texto de Coripo a Oviedo pudo producirse en el 711, pues con la llegada de los árabes a España se llevaron desde Toledo a Asturias reli­quias y libros cristianos. Pero la influencia de Coripo en poetas mozárabes cordobeses del siglo ix hace pensar que el Panegíri­co pasara de Córdoba a Oviedo en el 882, de modo que el ma­nuscrito citado en el Escorialensis R. II. 18 sería de origen cor­dobés 34.

El Panegírico de Justino II se ha conservado, en el estado en que ha llegado hasta nosotros, en un codex unicus, el Matri- tensis B N 10029, antiguo Toletanus 14.22, del siglo x, aunque hay autores35 que lo consideran del siglo ix o incluso del xi. El texto del Panegírico junto con sus periochae, que no fueron es­critas por Coripo, está precedido de obras de Draconcio y Eu­genio de Toledo y seguido de obras de Seduüo, Eugenio, Vere­cundo, Juvenco y Fortunato, entre otros 36. El códice está

32 S. A n t è s , Éloge..., págs. LXXXV-LXXXVI; R a m ír ez d e V e r g e r , El Panegírico..., pág. 44; «Sobre la Historia...», pág. 230.

33 S. A n t ès , Éloge..., pág. LX X X V II, n o ta 4; Ra m ír ez d e V erg er , El Pa­negírico..., pág. 44.

34 R a m írez d e V erg e r , E l Panegírico..., pág. 44; «Sobre la Historia...», págs. 230-232.

35 Cf. S. A n tè s , Éloge..., pág. L X X X V IU , nota 3; R am íre z d e V e rg e r , ElPanegírico..., pág. 44.

36 S. A ntès, Éloge..., pág. LXXXIX.

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INTRODUCCIÓN 253

escrito en letra visigótica minúscula y fue corregido por varias manos, de las cuales la tercera utilizó una escritura más tardía y sin gran interés37. Parece muy probable que el manuscrito deri­ve del citado anteriormente en el Escorialensis y que contiene el inventario de la biblioteca de la catedral de Oviedo. Según una inscripción del siglo XVI que aparece al comienzo del códi­ce, fue localizado por primera vez en Valladolid donde, lo compró Miguel Ruiz de Azagra, secretario del archiduque de Austria Rodolfo II y primer editor del Panegírico de Justino II. En 1587 un canónigo de la catedral de Toledo, Juan Bautista Pérez, lo compra a los herederos de Ruiz para la biblioteca de su catedral. De allí el manuscrito fue trasladado posteriormente a la Biblioteca Nacional de Madrid, donde se conserva hoy38.

El Panegírico de Justino II no ha sido transmitido en su to­talidad en el Matritensis; hay que citar las siguientes lagunas39: las dos primeras periochae principales del libro I, así como las periochae principales VIII a XV del mismo; las últimas perio­chae principales del libro III, las del libro IV y algunos versos iniciales del prefacio; varios versos del libro IV (entre el v. 172 y el v. 173); el final del poema. Antés40 estima la pérdida final en unos cincuenta versos, en los que se narrarían el final de la procesión consular y el regreso al palacio.

En la transmisión del texto de Coripo intervinieron, además del Matritensis, otros códices que A ntés41 divide en dos gru­pos: los manuscritos españoles y los de origen francés. Entre los primeros se destacan dos códices de Oviedo, hoy perdidos;

37 S. A n tès , Éloge..., págs. LXXXIX, XCII; R am írez d e V erger, E l P a­negírico..., pág. 44.

38 S. A n t ès , Éloge..., págs. LXXXIX-XC; R a m ír ez de V erg er , El Pane­gírico..., pág. 44.

39 S. A n tès, Éloge..., págs. XCÏÏI-XCIV.40 Cf. S. A n tès , Éloge..., pág. XCIV.41 Cf. S. A n t ès , Éloge..., págs. XCV-C.

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254 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

el más reciente (O2), del siglo xn, fue escrito o mandado escri­bir por Pelayo, obispo de Oviedo, en época de Alfonso VI; y fue, a su vez, copiado de otro manuscrito ovetense (O1) de la biblioteca de Alfonso ΙΠ en el siglo ix. El O2 habría servido de modelo a otros dos manuscritos: el Matritensis B N 1346, anti­guo F 58, del siglo xvi y el Escorialensis b. III. 14 del xvi. Los manuscritos de origen francés comprenden el codex Santonen- sis, hoy perdido, cuya datación no ha sido fijada — quizá el si­glo XII— y que contenía los versos III 271-288. E. Vinetus lo publicó en su edición príncipe de Sidonio Apolinar con el epí­grafe epistola regis Avarum ad imperatorem Romanum; el co­dex Laurentianus plut. 45, 26, del siglo xii, que contiene el mismo fragmento que el anterior y fue editado por primera vez por B. Kopitar en 1839; y un códice del siglo xiii, el Vaticanus Ottobonianus 2013 que comprende los mismos versos que los anteriores42.

5. Ediciones críticas

Debemos al español Miguel Ruiz de Azagra la primera edi­ción del Panegírico de Justino II, en 1581; Ruiz de Azagra fue uno de los pocos editores que se sirvió de los documentos ofre­cidos por la tradición manuscrita, utilizando para su editio prin­ceps los códices M, O y S. Las ediciones posteriores —Demps­ter (1610), Rivinus (1653), Ritterhusius (1664), Goetz (1743), Collectio Pisaurensis (1766), Foggini (1777), Jaeger (1779), Bekker (1836)— , aunque numerosas, no aportaron al texto me­joras considerables, pues los distintos editores se limitaron a añadir correcciones y anotaciones al texto de Ruiz de Azagra43. Habrá que esperar, pues, hasta el 1879, año en que Partsch pu-

42 R am írez de V erger , El Panegírico..., pág. 51.43 S. A n t è s , É loge..., pág. Cl; R a m ír e z d e V e r g e r , E l P anegírico ...,

pág. 56.

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INTRODUCCIÓN 255

blicó su edición del Panegírico en la colección Monumenta Germaniae Historica; esta edición supuso una considerable mejora del texto de Coripo, que Partsch estableció a partir de los manuscritos M, O, S y L. En 1886 Petschenig tomó como base y corrigió en su edición el texto del anterior.

En la actualidad hay que citar la edición de D. Romano en 1970, basada en el texto de Partsch y que no aportó nada nuevo al texto de Coripo; su valor reside en ser la primera traducción, en italiano, del Panegírico44. Le sigue la edición de Averil Ca­meron en 1976, cuyo texto estableció sirviéndose de los códi­ces M, O, E, S y L — el Vaticanus le es desconocido— . Dicha edición consta de una breve y clara introducción (vida y activi­dad de Coripo, estructura narrativa del Panegírico, aspectos so­ciológicos del poema, estilo, métrica, tradición manuscrita), traducción, la primera en inglés, que Ramírez de Verger45 con­sidera demasiado literal, aunque supera la de Romano; y el comentario que es la parte más rica e interesante, en especial desde el punto de vista histórico, pues las observaciones y acla­raciones de Cameron facilitan la comprensión del texto de Co­ripo y el conocimiento de un período clave en la historia de Bi- zancio46.

Compartimos la opinión de Ramírez de Verger47, para quien la edición de S. Antès (1981) aventaja a todas las anterio­res. Precede a la edición crítica una larga y detallada introduc­ción que proporciona abundante información histórica y litera-

44 R am írez de V erg er , reseña a A v . C am ero n (In laudem...) en Emerita 47 (1979), 460 y El Panegírico..., pág. 56; V in ch esi, «Problemi della Laus Ius- tini di Corippo in due edizioni recenti», Atene e Roma 25 (1980), 173; S. A ntès , Éloge..., pág. CI.

45 C f. R am írez de V erg er , reseña a A v. Ca m ero n ..., pág. 462.46 R am írez d e V erger , reseña a A v. Cam ero n ..., págs. 460-462; V inche-

si, «Problemi...», pág. 181; S. A n tès , Éloge..., pág. CI.47 Cf. R am írez de Verg er , El Panegírico..., pág. 56.

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256 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

ria (autor, contexto político del poema, género literario, lengua y estilo, fuentes literarias, transmisión del texto, ediciones). El mismo Antés48 califica su edición como «un regreso a la fuente del texto» y nos cita una innovación suya, pues él es el primero en editar con acierto el Panegírico de Anastasio en primer lu­gar, seguido del prefacio y de los cuatro libros del Panegírico de Justino II, mientras que todos los editores anteriores, si­guiendo al Matritensis 10029, situaban el Panegírico de Anas­tasio entre el prefacio y el libro I. Son interesantes las notas que acompañan a la traducción, primera en francés, así como las notas complementarias que aportan mayor claridad al texto y ofrecen explicaciones históricas, geográficas, lingüísticas, etc, sobre el ceremonial de la corte bizantina.

La última edición del Panegírico, acompañada de introduc­ción y traducción, ha sido realizada por A. Ramírez de Verger en 1985, cuyo texto latino hemos seguido en nuestra traducción — aunque también hemos recurrido en numerosas ocasiones a la edición de S. Antés— . En la introducción dedica apartados al autor, sintaxis, léxico, estilo, prosodia, tradición manuscrita y hace una breve alusión a las ediciones críticas, pero su apor­tación consiste en proporcionarnos una abundante información sobre los problemas ortográficos del Matritensis, al que quiso restituir algunas lecturas fidedignas, con lo que supera a edicio­nes anteriores y demuestra su buen conocimiento de la ortogra­fía y fonética del códice, al que tuvo acceso directo. El valor de esta edición reside además en la traducción, pues se trata de la primera en castellano de una obra de Coripo. Las notas que la completan son en su mayoría de carácter histórico y, en nuestra opinión, demasiado sucintas.

48 Cf. S. A ntès, Éloge..., págs.CI-CH, CV.

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BIBLIOGRAFÍA

a) Ediciones y comentarios

Prescindiremos de las ediciones más antiguas del Panegírico deJustino II, que ya hemos citado en esta introducción (pág. 254), paralimitamos a destacar las más recientes.

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Av. C a m e r o n , Flavius Cresconius Corippus. In laudem Iustini Au­gusti minoris libri IV. Edited with translation and commentary by Averil Cameron, University of London, The Athlone Press, 1976.

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A. R a m í r e z d e V e r g e r , Flavio Cresconio Coripo. El Panegírico de Justino II. Introducción, Edición crítica y Traducción, Sevilla, Pu­blicaciones de la Universidad de Sevilla, 1985.

b) Estudios de conjunto

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258 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

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PANEGÍRICO EN HONOR DE ANASTASIO1

CUESTOR Y JEFE DE LA CANCILLERÍA IMPERIAL

Al contemplar, justo varón, el interminable bosque de tus elogios, me esfuerzo por llegar hasta las altas ramas y coger los abundantes frutos de sus más altos racimos. Pero en mi peque- ñez, pretendo frutos mayores que no puedo alcanzar, pues so­brepasan mi propia estatura; y muy distantes los contemplo, me 5

admiro al verlos y extiendo hacia ellos los brazos de mi inspi­ración y de mi afán. Un frondoso árbol, de apariencia muy her­mosa, se halla en medio de unos bosques sagrados, con sus tu­pidas ramas extendidas al espacio celeste, colmado de toda 10

especie de frutos, incluso cuando no es su época apropiada, añadiendo brotes nuevos a sus frutos maduros. Su copa alcanza las estrellas del alto cielo, mientras su raíz bebe de una fuente y de arroyos sagrados y, una vez saciado, extiende su follaje por encima de las nubes. Si me es lícito establecer una compara- 15

ción entre lo pequeño y lo grande, me parece haber ofrecido como apropiados los símbolos del árbol y la fuente. Pero si no

1 Anastasio, a cuyo servicio estaría probablemente Coripo en la corte im­perial, desempeñaba el cargo de ministro de justicia del imperio bizantino (quaestor sacri pala ti) y de jefe de la cancillería imperial (m agister officio­rum).

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262 PANEGÍRICO EN HONOR DE ANASTASIO

fuera así, mi ingenuidad, desconocedora del error, te pide per­dón, cuestor insigne. Tú eres el frondoso árbol que bebe de la augusta fuente; la desbordante fuente de palacio es nuestro se-

20 ñor y común benefactor, la fuente que todo lo colma de rique­zas, que elevó tus brazos por las extensas tierras e hizo descan­sar a los pueblos bajo vuestra sombra. Permíteme beber de esta fuente: tú me ofreces el alimento y la agradable fuente el agua.

25 En estos deliciosos parajes seré con gusto alimentado y, sacia­do, me protegerá vuestra sombra, el más ilustre jefe de la guar­dia imperial, orgullo de los nobles, árbitro del orbe, que riges bajo los auspicios del emperador las leyes y el derecho, garante de la justicia, padre de los necesitados, preocupado en aliviar todas las desgracias con tus justos juicios porque menosprecias

30 los favores, desdeñas la avaricia y te repugna el amarillo oro, cuestor Anastasio, cuya fidelidad conoció, por don de Cristo, el emperador que te condecoró con un doble honor2. Afortunado es el mundo entero bajo el reinado de Justino, afortunada esta época en la que reina Sabiduría3, afortunados los pueblos bajo

35 tu jurisdicción, a quienes proporcionas alegría bajo el gobierno de emperadores justos. Aunque tú mires por el mundo en gene­ral, los desdichados africanos en especial, a ti dirigen su mirada y sus rostros. África te expresa su gratitud al disfrutar ya de

40 vuestra protección y se alegra de que sus ciudadanos refieran con frecuencia la gran ayuda que les presta Anastasio. Devuél­veme también a mí semejante dicha, el más noble de los cues­tores. Estas sagradas letras4 ponen de manifiesto lo que el es-

2 Se refiere a los honores de quaestor y m agister que hemos citado en la nota 1.

3 Alusión a Elia Sofía, sobrina de la emperatriz Teodora y esposa de Justino.4 Alude a un decreto de Justiniano, o de Justino II (Av. C a m ero n , «The

career...», págs. 537-539), por el que Coripo es recompensado por la composi­ción de su poema Iohannis con un puesto en la corte (principis officium, v. 48).

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PANEGÍRICO EN HONOR DE ANASTASIO 263

fuerzo ha permitido realizar, lo que la generosa y previsora vi­gilancia ha conseguido durante las noches de insomnio, ante la indolencia de las Musas. Léelas, insigne jefe de la guardia im­perial, y defiende mi causa. A ti me encomienda el decreto en 45 calidad de esclavo vuestro. En vuestra fuente tiene su origen este arroyuelo mío, bajo cuyo nombre desempeño una función en la corte imperial. Compadécete de mi extenuada vejez y cu- 50

ra mis heridas con tu habitual compasión para que, gozoso, te manifieste mi gratitud y cante en afortunado poema los sagra­dos triunfos del invencible emperador.

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PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

(RESUMEN)

El Panegírico en honor de Justino II contiene:

I. Un prefacio en el que el poeta canta las alabanzas del emperador Justino.

II. Al recordar el sometimiento de los ávares y de otras naciones a Justino, la arrogancia dominada de los bárbaros renueva sus elo­gios.

III. Declara que Justino y Sofía, a quienes los pueblos sometidos re­claman un tratado de paz, son dignos de la soberanía imperial.

IV. El poeta suplica el favor del emperador para que, con la eficaz atención de su benevolencia, lo guíe, agotado por su vejez y ago­biado por las calamidades.

(Éste es el contenido del Libro Primero:)

(***)III. Recuerda el autor a las personas por cuya incitación escribió este

poema para gloria de Justino.IV. El poeta expone de una manera artística la muerte de Justiniano,

cuando, según un decreto del senado, Justino, con elogios dignos de su tío (***)

V. El momento en que Justino, deshecho en lágrimas y abatido por la muerte de Justiniano, mientras un profundo sopor le ganaba suave-

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266 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

mente, vio a Santa María Virgen en sueños que le entregaba en su­cesión el poder de su tío fallecido.

VI. Sobre la mansión de Justino, que es despertada por los golpes de Calinico para hacer entrar al senado y elegir como emperador a Justino, y la respuesta enojada del guardián ante el escándalo.

VH. Descripción del palacio de Justino, con qué fastuosa apariencia y laborioso trabajo fue construido.

(***)(XVI) (Cuenta que la Fama indujo a toda la población) a congregarse

con la mayor presteza posible para honrar a Justino.XVII. Aquí explica el poeta de modo admirable la interpretación del

circo y su fastuosidad.XVin. Dice aquí quién fue el primero en uncir cuadrigas y cómo una

infundada superstición pagana imaginó dios al sol. Este culto al sol, no obstante, fue otorgado después a los (emperadores) ro­manos.

XIX. El pueblo, impulsado por su amor a Justiniano, acompaña a Jus­tino, el heredero del imperio, con la aclamación de su reconoci­miento.

Éste es el contenido del Libro Segundo:

I. Sobre la aglomeración y el esfuerzo del pueblo en su deseo de ver al emperador Justino.

Π. Justino y Sofía no aceptaron las enseñas imperiales sin antes, con una devota ofrenda de incienso en los sagrados altares, rogar al Se­ñor con sumisas oraciones.

III. Sobre la fastuosidad de la augusta indumentaria y demás aderezos con los que Justino resplandeció en la ceremonia de su coronación.

IV. Siguiendo el rito de sus predecesores, Justino es elevado por los brazos de cuatro jóvenes sobre un escudo en su coronación.

V. Coronado por el pontífice Juan con la sagrada corona, Justino es proclamado emperador. Y del mismo modo son ensalzados él y So­fía por las aclamaciones y alabanzas de los senadores y de todo el pueblo.

VI. Sobre las palabras que dirigió Justino al senado tras subir al trono imperial.

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RESUMEN 267

VII. Justino, adelantándose, rodeado por el senado en pleno, se dirige públicamente a la población para hablarles del restablecimiento de las costumbres y las donaciones venideras.

Vin. Los acreedores, con lágrimas en los ojos, presentan ante la vista de Justino las cédulas del emperador Justiniano. El, apiadándose de ellos, salda las deudas de su tío y ordena que sean liberados de pri­sión muchos hombres envueltos en crímenes.

Este es el contenido del Libro Tercero:

I. Según la costumbre de los antepasados, Justino prepara con fastuo­so lujo el funeral de su tío fallecido y, tras celebrar los últimos ho­nores con la asistencia de un coro, dispuso su cuerpo en una sepul­tura de oro.

II. Tras el dolor por su muerte, el pueblo se regocija con su antigua alegría, adorna las puertas de las casas con gloriosas guirnaldas, decora los umbrales y brinca alborozado con múltiples aclamacio­nes en honor de Justino y Sofía.

UI. El poeta describe la insigne magnificencia del banquete imperial, así como la sobriedad y moderación de Justino entre tan gran pro­fusión de refinamientos y colma de elogios el recuerdo de su tío al que no se permite olvidar durante el banquete, según su acostum­brado afecto.

IV. Sobre el término del banquete y la inquietud de los emperadores por el Estado y de los ruegos del poeta que suplica a Sabiduría por la perfecta conclusión de su poema.

V. Se adorna el augusto palacio del emperador y, tras ser convocados los nobles, toda la jerarquía palatina se dispone por grupos en fun­ción de su cargo y su atavío y es proclamada la supremacía romana sobre todas las naciones.

(***)

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PREFACIO

***5 Dios te permitió tener a tus pies a todos los reinos; so­metió a orgullosos reyes y disminuyó las bandas enemigas6.

La que fue dura raza de los ávares7, de cabellos en forma de culebra, de terrible apariencia y feroz en los sangrientos com­bates, sometida a tu imperio y dispuesta a servirte, en medio del palacio, suplicante, con la cabellera suelta te ruega la paz, sin atreverse a confiar, siendo tan numerosa, en sus miles de hombres y atacar a las enseñas romanas. ¿Quién podría enume­rar a los francos, tantas veces vencidos en la batalla, a los so­metidos getas, a los tiranos abatidos y capturados, a los feroces pueblos de los lombardos y los gépides que intercambiaban mutuas heridas por vastos territorios en su barbarie, al tiempo que el éxito del emperador aniquilaba a ambos pueblos, uno

5 El primer verso está incompleto.6 Este tipo de expresiones, que refleja la intervención divina a favor de la

causa latina, aparece ya en la Juánide (cf. IV 273, 281; VI 616-618; VII 101- 103; V III299, 349-352).

7 Los ávares aparecieron por primera vez en Bizancio en el 558. A l igual que en la Juánide — donde se identifica al moro con el diablo y con personajes infernales o se insiste en el color oscuro de su piel— , el enemigo es aquí tam­bién representado con apariencia monstruosa.

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tras otro, sin que corrieran riesgos sus soldados8? ¡Qué gran cantidad de enemigos tuyos cayó, como castigo a su propia traición! Ahora, tras el cese de las hostilidades, vencedores y vencidos sirven en tu palacio.

A ti sólo el Padre Todopoderoso te ordenó ascender hasta la elevada ciudadela y te sentó en el más alto trono. Vigilancia9, madre de vuestras decisiones, está siempre presente en tu mira­da serena, así como la que conservas en todo tu corazón, la bienhechora emperatriz Sabiduría, con quien compartes tu rei­no. También tú, que fuiste nombrado con el nombre de Justicia, sujetas con firmeza las riendas de reyes sobre quienes tú debes gobernar. Por estos tres nombres se rige todo lo que se mue­ve 10. Las naciones acuden disputándose tratados con el imperio romano; gracias a un emperador justo, el nombre romano es amado y todos aspiran a una vida dichosa bajo el poder de un piadoso soberano. Incluso los que se vanaglorian de ser amigos del sol, que contemplan los altos cuernos de la luna menguante y adoran la luz errante de los astros en la noche y los consultan, se ven agobiados por su temor hacia ti y corren presurosos a in­clinar su orgullosa cabeza y a ofrecerte su cuello sometido ".

¿Qué voy a contar de los pueblos de Libia, qué de las gue­rras sírticas, que ya fueron materia de mis libros12? Ha llegado el momento de cantar hazañas de mayor peso. Tiéndele tu ma­no, compasivo, a un anciano extenuado; tú has de proporcio­narme el asunto apropiado de mis versos, la inspiración y la vo­luntad para cantarlos. Tú, a quien está permitido vencer a pueblos indomables y someter reinos bárbaros, vence, te lo rue-

8 Se alude a las victorias de Justiniano en Italia en los años 552 (Busta Gallorum y Mons Lactarius) y 554 (Casilinum).

9 Vigilancia, la madre de Justino, era además hermana de Justiniano.10 Se refiere a Vigilancia (v. 21), Sabiduría (v. 23) y Justicia (v. 24).11 Son los persas.12 Alusión a la Juánide.

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PREFACIO 271

go, la despiadada ira de mi mala fortuna: vencer al destino es más duro que ganar una guerra. Despojado de mis bienes y tras haber sufrido numerosas heridas, he acudido a un m édico13 a llamar con ruegos a su piadoso corazón, a un médico que cura las enfermedades con una sola palabra y alivia las heridas sin preparar medicamento. Yo, al que así me cura, si alguna fiabili­dad tienen los siervos, expreso constantemente mi gratitud y le ofrezco en pago mi poema.

13 Es el tópico mediante el que se considera al soberano como médico. La comparación remonta a Platón y en la literatura latina merece la pena citar a Sé n ec a , Clem. 1 15 (17), 2 y Claudiano , Carrn. ΧΧΠ 204-205.

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LIBRO PRIMERO

Canto bajo buenos auspicios laPresentación del asunto grandeza del imperio, que fue obtenido

hazañas, creo, no obstante, útil que los siervos adapten su espí- 5

ritu fiel a sus señores, cualquiera que sea el cargo que desem­peñen. Yo ofrezco mi voz; vosotras, diosas, concededme las palabras; madre Vigilancia y Sabiduría, que, ostentando el po­der supremo, das tu protección al universo, con vosotras me 10

basta, a cambio de todas las Musas, para cantar mis versos; vo­sotras me descifraréis los secretos misterios. Y tú, Madre de Dios, tiéndeme tu santa diestra y ayúdame, te lo suplico. El asunto de mi empresa se me aparece inmenso y ofrezco mis brazos debilitados ante su peso. El cuestor Anastasio, parte 15

14 Esto sucedía en la noche del 14 al 15 de noviembre del 565 d. C. Aun­que en realidad, la llegada al poder de Justino II se produjo en circunstancias muy diferentes, pues éste, como Justiniano no hubiera nombrado aún a su here­dero, accedió al trono gracias a una maniobra bien preparada. Por otra parte, el tema del poder alcanzado sin maquinación es un tópico de la literatura panegi­rista.

y mención de los personajes

que encargaron al poeta la obra

sin hacer uso de violencia o de armas y no poseído por ambición 14. Aunque nadie podría enumerar por orden todos los ilustres recuerdos de sus piadosas

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274 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

ilustre del respetable senado, quien determina las costumbres, sacerdote de la justicia y de las leyes, me apremia, pues ama a sus soberanos, y me anima a emprender la composición del po­ema; al igual que Tomás15, soporte de la vacilante tierra de Li­bia, a la que puso en pie, tras su caída, quien devolvió a los africanos la esperanza de vida, acordó la paz y puso fin a la guerra sin violencia, venciendo con sus consejos a quienes na­die había vencido mediante las armas. Y M agno16, noble por sus méritos y su nombre, al que aprecian sus soberanos por su inteligencia y se ocupa de las cuentas sagradas y ejerce su con­trol escrupuloso sobre los dirigentes del imperio latino; me am­paran, por una parte, Teodoro17, sucesor y gloria renacida del buen Pedro18, jefe de la guardia imperial con la dignidad propia de su padre, por otra, Demetrio19 que trata los secretos del sa­grado palacio (* * *)20.

15 Con seguridad era prefecto del pretorio de África, que tenía su sede en Cartago; esta función estaba desempeñada por un funcionario civil que dirigía e l correo imperial, la construcción y el mantenimiento de edificios públicos, aseguraba el pago de los soldados y agentes civiles, se encargaba del aprovisio­namiento y reclutamiento del ejército y de la dirección de los arsenales.

16 Magno desempeñó la función equivalente a la de ministro de economía (comes sacrarum largitionum) durante el período entre el 566 y 573.

17 Hijo de Pedro el patricio, sucedió a Anastasio — que ejerció únicamente como cuestor— en el cargo de jefe de la cancillería imperial en los años 566 y 567. Teodoro fue además comes sacrarum largitionum en el 576.

18 Fue predecesor de Anastasio como m agister officiorum desde el 539 al 565, en que fue nombrado este último.

19 Se refiere al cargo de jefe de la cancillería imperial (proto-a-secretis) a las órdenes del magister officiorum y que tenía como función el redactar infor­mes, despachar órdenes y establecer la correspondencia con los funcionarios del imperio. La identificación del personaje resulta problemática, pues no se conoce ningún Demetrio bajo el reinado de Justino II.

20 Pasaje lagunoso.

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LIBRO I 275

El sueño oprimió sus humedecidos ojos. Creo que este sopor se apoderó de él, no sin la voluntad de la Suprema Divinidad: el sueño le había sobreveni- 30

do para mostrarle las señales de los bienes venideros y descifrarle los mis­

terios de los hechos ocurridos. Apenas había ofrecido un com­pleto reposo a sus vencidos miembros, cuando, descendiendo de las alturas celestiales, la Virgen, de aspecto benévolo y con paso alegre y pudoroso, con un velo que cubría su resplande- 35

cíente cabellera, con la mirada llena de bondad — según mos­traban las señales, era la imagen de la sagrada Piedad— se de­tuvo ante sus divinos pies y lo coronó con su diestra, ciñendo la sagrada diadema sobre su cabeza; y, mientras lo rodeaba deli­cadamente con el manto imperial, le dijo: «Tú mereces esta in- 40

dumentaria, el más noble de los monarcas, príncipe que en to­dos suscita al mismo tiempo miedo y amor, querido por Dios poderoso, divina descendencia. He aquí que, llena de gozo, me anticipo a tu buena fortuna y me presento ante ti, afortunada mensajera de los acontecimientos: esta noche bienhechora nos 45

ha arrebatado a tu padre. ¡Levántate, valeroso príncipe! Te está esperando el día, Justino; tú eres el siguiente heredero, a ti te adornó el Padre Todopoderoso con honor divino21, a ti te con­firmó tu tío como soberano de la sagrada corte. ¿Por qué derra- 50

mas lágrimas ante los acontecimientos? ¿Por qué te hace llorar una alegría? ¡Abandona la tristeza! Tu padre está vivo, vive en el cielo y goza de mejor vida. Sucédele en su tarea y acepta la

21 Con estas palabras de la Virgen, al igual que con la imposición de la co­rona y el manto, Coripo, no sólo pretende legalizar la subida al trono de Justi­no, sino expresar la concepción bizantina del poder — recogida en la doctrina de Eusebio de Cesarea (260-340 d. C.)— , que es concedido por Dios al empe­rador y que llega a ser de este modo la imagen divina en la tierra (hic Omnipo­tens imago, cf. I I 428).

Aparición en sueños de ia Virgen ante Justino

para comunicarle que es el heredero

de Justiniano

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276 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

penosa labor de gobernar el imperio. Tienes valor y energía, una edad conveniente, prudencia en tus decisiones, firmeza de carácter, una voluntad augusta, vigilancia, protectora del impe­rio y sabiduría que es digna del cielo y gobierna el ancho mun­do. ¡No consideres vanas estas palabras o fingidas por el sue­ño! ¡Apresúrate! Te hablo con certeza: el mundo entero te servirá, lleno de admiración ante las nobles hazañas de tus vir­tudes. Y cualquier enemigo de vuestra corte22 caerá por su pro­pio peso y la espada justa de las leyes se abatirá sobre los mal­vados. Las guerras con los bárbaros engrandecerán la gloria romana y caerán a vuestras plantas reinos poderosísimos. Aquí están los nobles llamando a los umbrales de tu puerta para ro­gar a Justino y Sofía que sucedan a su padre». Esto dijo la Vir­gen y, cuando el plácido sueño abandonó los ojos de Justino, volando se confundió con la serena brisa23.

Y ya un numeroso grupo, impulsa- m eunuco Calinico do Por una impresión repentina, gol-

acompañado del senado peaba el umbral que había sido prote-acude a ver a Justino gido por cadenas allí extendidas. Ante

el escándalo, el guardián que se encar­gaba de proteger la puerta, dijo así encolerizado: «¿Quién es el imprudente que se atreve a interrumpir el plácido sueño de los soberanos cuando las altas horas de la noche obligan al agrada­ble descanso y el sueño es muy grato a todos los miembros?». «Si aún conservas la fiel solicitud para con tus soberanos, le­vántate (rápidamente)», le contestó Calinico24. En cuanto reco­

22 Al parecer, se aludiría a la ejecución de los patricios Adeo y Eterio el 3 de octubre del 566, que habían pretendido envenenar a Justino ese mismo año (cf. IV 348-350).

23 Las apariciones divinas son características de la épica y, de hecho, ésta nos hace pensar en la aparición de Venus a su hijo Eneas al comienzo de la Eneida (1314-405).

24 Este anciano dignatario, jefe de los eunucos (praepositus sacri cubiculi) y nombrado tesorero imperial (sacellarius) por Justiniano antes de su muerte

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LIBRO I 277

noció su voz, anunció a su señor que Calinico estaba en la puerta, con cuyo nombre, recibió Justino un auspicio favorable. Ése fue el primer indicio de prosperidad y ventura que devolvió épocas dichosas a un mundo extenuado25, porque entonces, por primera vez, la Buena Victoria26 vino hasta su puerta para con­ducir a los soberanos del mundo al augusto palacio. Fue un destino favorable el que te otorgó este nombre, Calinico, gra­cias a tus méritos, insigne varón. Y designado como instrumen­to de tan importante resolución, aunque Dios lo haya realizado todo, tú también, porque al haber vivido y seguir viviendo jun­to a tus señores con tal lealtad, recibirás a cambio de tu solici­tud, prestigio, gloria y celebridad imperecederos. La voluntad divina se llevó a cabo sin el menor retraso: inmediatamente, por orden de su amo, el portero, tras descorrer los pestillos, abrió la enorme puerta de goznes rechinantes. La aparición, que había alejado de su pecho el agradable sueño, ya había puesto al corriente a Justino; profundas preocupaciones conmo­vían su piadoso corazón. Una vez abiertas las anchas puertas, el senado penetró en el amplio atrio y bajo el dorado techo em­prendió el camino, presuroso, precedido de un palaciego.

(cf. IV 332-337), desempeñó un papel primordial en la ascensión al trono de Justino Π, al favorecer su candidatura y conseguir el apoyo incondicional del Senado a su investidura.

25 Se trata del tópico laudatorio de la felicium temporum reparatio que asocia la llegada de una nueva era de prosperidad al comienzo del nuevo reina­do. Este tema será ampliamente desarrollado en el discurso de Justino al pueblo (cf. I I 333-356).

26 La Victoria, divinidad protectora, estaba íntimamente unida, ya desde los emperadores paganos, a la persona del príncipe y es quien le confiere su tí­tulo de invictus; asi, la victoria acompaña siempre a las armas del emperador, que es asistido por el Todopoderoso. Con los emperadores cristianos aparece con frecuencia representada en las monedas.

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278 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

La residencia privada se encuentra Digresión en Parte superior del edificio; irradia

sobre el palacio su propia luz, como abierta, sin límites,de Justino al cielo, radiante con el distinguido bri­

llo de un resplandeciente metal. Si me es lícito decirlo, el palacio no necesita de rutilante sol, sino que debe ser llamado «el palacio del sol», de vista muy agradable y con un paisaje digno de admiración: una parte mira al inmenso mar, la otra parte se orienta hacia el puerto21, el puerto al que rodean los brazos de dos orillas, con cuyas murallas levantadas resisten a los vientos desatados y ofrecen un mar en calma para fondear; con su protección de mármol refrenan la agitación del oleaje e impiden con su estrecha entrada el vaivén de las olas. El lugar agradaba a los emperadores y desde allí solían contem­plar el mar de olas errantes y las curvadas naves que transpor­taban todas las mercancías de ambos m undos28. En este mo­mento, tras levantarse con premura del elevado lecho, el emperador electo se sentó en un lugar retirado y contaba a su querida esposa la aparición que se le había presentado.

Mientras habla y sopesa estas preo- Justino y Sofia cupaciones con su piadosa esposa, los

reciben a los senadores. senaciores franquean el sagrado umbralCalimco con expresión de desaliento. Su actitud

anuncia la muerte rde Justiniano reflejaba la desgracia con claros indi­

cios. Al punto se levantaron los empe­radores y, dejando la conversación en su retiro, se acercaron al centro de la estancia. «¿Qué venís a anunciarme, amigos? ¿Por qué estáis tristes?», les preguntó Justino. «¿Ha muerto el insig­ne padre del orbe o está vivo?». En ese momento el palacio

27 Es el puerto de Sofía, cerca del cual, sobre la Propóntide, estaba situado el palacio de Justino Π, conocido por el nombre de Sophiae.

28 Europa y Asia.

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LIBRO I 279

prorrumpió en grandes sollozos. Calinico acalló los gemidos con un dedo sobre sus labios e hizo el silencio con su diestra: del mismo modo que un río al desbordarse irrumpe en los an­chos campos, inundándolos; si entonces el precavido campesi­no encauza las desbordadas aguas con diques de contención, la corriente retrocede hasta su origen, las aguas precipitadas que­dan frenadas, toda la fuerza del río se retira y disminuyen los riachuelos que había absorbido la porosa arena. «El imperio ro­mano, en vida de tu padre, fue engrandecido con vuestros con­sejos y desvelos: es cosa sabida por el pueblo y nosotros lo re­conocemos con él. Y ¿quién no había pronosticado que tú, Justino, de augusto linaje, serías digno de ser emperador, que tú serías soberano de la sagrada corte, cuando reinabas en el di­vino palacio de tu noble padre, mostrándote semejante en tu in­terés, sólo distinto por la corona? Según la jerarquía, eras lla­mado curopalates29, pero por una disposición del emperador habías sido nombrado César. Y aunque ostentara el poder el anciano, aún robusto, bajo tu control estaban los intereses del imperio que gobernabas con tu influyente decisión. Nada reali­zó Justiniano sin tu colaboración, ya emprendiera con nobleza esforzadas guerras, ya estableciera, como vencedor, tratados de paz con los vencidos. Ahora tu mismo padre, gozoso y lleno de vida se encaminó hacia el imperio celestial mediante una muer­te afortunada, designándote a ti como su sucesor. Asúmelo con alegría: tu tío ha entregado bajo tu autoridad el universo que él gobernó. Aquel venerable varón pensó en ti, no como pariente, sino como hijo. Las leyes te solicitan, la corte te apoya. Tú eres la gloria, el resplandor y la virtud del imperio latino. En ti está

29 El cura pa la ti era el jefe de la guardia palatina, bajo la autoridad del m agister officiorum. Justino II quiso dar a este cargo, que fue su único título antes de subir al trono, mayor importancia de la que tenía en realidad y, así, a partir de su reinado, se convirtió en una de las más altas dignidades del im pe­rio, reservada prácticamente a miembros de la familia imperial.

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280 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

nuestra salvación, en ti renace toda nuestra esperanza. Haz esta concesión a los tuyos, te lo suplicamos, sucede a tu padre. No te retrases, acepta el don de Dios, haz uso del cetro paterno y recibe el nombre de Augusto que aún no tenías».

Con tales palabras el fiel Calinico Justino dirigía súplicas a sus sagrados oídos,

rechaza el poder mientras exhortaba y apremiaba a los («recusatio imperii») soberanos del imperio, vacilantes, y el

senado, expresando su acuerdo, adora­ba una y otra vez a sus monarcas y, de rodillas en actitud de sú­plica, besaba con insistencia sus divinos pies y en silencio con­firmaba las palabras que había pronunciado su compañero.

En cambio Justino, emocionado por el destino de su difunto padre, rechazaba el poder sollozando y regaba sus mejillas con una copiosa lluvia y su rostro y sus vestiduras estaban empapa­dos: tan grande era su amor por el anciano. «¡Ya basta!», les dijo. «Me exigís una empresa difícil y en vano me apremiáis, amigos. Pues, ¿he de adornar mi cabeza ciñendo la corona cuando Justino debe estar triste? El universo desea llorar; el Es­tado y el mundo entero pierden a un padre, no a un monarca. Pues ¿a quién no sostuvo, favoreció, aconsejó, alimentó y amó con bondadosa compasión? Y, sin embargo, muchos hubo que pretendieron dañarle en su inocencia. La función imperial no carece de envidia. Iré entristecido a los funerales de mi padre. Rechazo las insignias imperiales»30.

30 Se trata de la recusatio imperii, rito mediante e l que se pretendía de­mostrar la falta de ambición del nuevo emperador y al que se sometían tanto los emperadores legítimos como los usurpadores. Augusto, al rechazar el im­perium proconsular o las magistraturas extraordinarias, constituye el primer ejemplo.

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LIBRO I 281

Todo el grupo, postrado y tendido ante sus pies, mientras así hablaba, dice al unísono: «Ten piedad, compadécete, santo varón, de quienes te suplican, ven a socorrernos en la adversidad. Pronto verás con la llegada del día que

todo se habrá perdido, si el pueblo llega a percibir el vacío de poder, ante la pérdida del emperador. Por mucho que te con­mueva el afecto por tu buen padre, que no sea el amor a la pa­tria menor que el de tu progenitor. Tu mismo tío, moribundo, te ordenó con sus propias palabras que fueras tú quien conservara el cetro. Mira cuánta fue la previsión y solicitud del anciano para con nuestra ciudad y el mundo entero. En tu favor hizo Dios todo lo que quiso que fuera realizado. Sube al trono pater­no, príncipe valerosísimo, y gobierna el mundo que a ti se so­mete. Una edad de oro31 verá la luz durante vuestro reinado y no parecerá que el palacio romano ha cambiado de soberanos». Conmovido por estas palabras, cedió al cabo Justino. Se dirige a la mansión imperial acompañado por los sumisos senadores. Tras él va su queridísima esposa, que marchaba entonces sin el acompañamiento de la acostumbrada escolta. Avanzan a media noche por la ciudad tranquila con expresión poco alegre, aun­que se encaminaban al gobierno del imperio con el regocijo del senado, aunque era evidente que todo estaba bajo control, pues el dolor por su padre aún anidaba en sus divinas almas. Ante sus piadosos ojos se aparece su serena imagen que llena de ins­piración su pensamiento y, al permanecer por entero en lo más

31 Tópico de la «edad de oro» que se relaciona con el ya citado de la fe li­cium temporum reparatio. Entre los autores que mencionan la vuelta de la edad de oro con la llegada de un nuevo emperador hay que citar a V irgilio (Bucól. IV 4-7), S é n ec a (Apoc. IV 1, 8-9), C a lpu r n io S Iculo (Égl. I 4 2 ,1 63-65), M arcial (V 19, 1-2, VID 55,1-2) y E stacio (Silv. 1 6, 39-42).

Siíplicas de los senadores.

Aceptación de Justino, que se encamina

al palacio imperial

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282 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

profundo de ambos corazones, colma de divinidad sus piadosos espíritus.

Nada más tocar el umbral del pala­i s guardia imperial cio imperial con su sagrado pie, retum-

acepta y protege bó en todos los techos el canto de los 200 al nuevo emperador gallos. Las aves fueron las primeras en

percibir el final de la noche, auguraron un día de júbilo y ofrecieron su aclamación con un insistente batir de alas y agudo canto.

Los centinelas32 que protegen el palacio imperial son los 205 primeros en desear, a la entrada de los soberanos, un próspero

reinado y rodean todos los accesos con soldados armados para que ningún enemigo se atreva a acercarse a la augusta morada con malas intenciones: tan grande fue la lealtad y precaución de los soldados y la solícita astucia de los fieles senadores. Pe-

210 ro ¿quién intentaría impedirlo, cuando Dios ya había anunciado por su santa boca que el imperio sería concedido a Justino y a Sofía y había rodeado todo el palacio de una imponente mura­lla y de escuadrones celestiales?

215 El precavido Tiberio33, tras tomar las disposiciones necesa­rias, protegió el palacio, siempre con la mayor preocupación de ser útil a su señor; pues a él educó el mayor y común bienhe­chor del orbe. Habiéndolo elegido desde los primeros años de su niñez, lo retiró del seno materno y, como un padre a su hijo lo alimentó, lo rodeó de atenciones y lo amó y cuando se hizo

32 Los excubitores, la guardia del palacio imperial, eran, en época de Justi­niano, 300 hombres bajo el mando de un comes excubitorum. Su apoyo a Justino Π fue vital para su acceso al poder.

33 Tiberio, secretario de Justino y su hombre de confianza, fue nombrado por éste jefe de la guardia palatina (comes excubitorum) hacia el 564. Adopta­do y coronado César en 574, será e l futuro emperador Tiberio Constantino Π (578-582).

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LIBRO I 283

hombre, poco a poco lo guió hacia las más altas funciones. Por eso es por lo que el joven pone todo su empeño en favor de los soberanos del imperio y no duda en arriesgar su alma y su vida; permanece vigilante y manifiesta su lealtad, lo que le valió el más sincero aprecio de su soberano. Él apremiaba a los fieles sirvientes, exhortándoles con discretas consideraciones a apre­surar el próspero advenimiento de un reinado felizmente reco­nocido y les ordena que todo esté dispuesto.

Mientras tanto, el cuerpo del empe- Justiniano rador yacía sobre un elevado féretro de

yace muerto en oro ante el llanto de una muchedumbre el palacio imperial de sirvientes cuyos rostros regaba de

lágrimas un justo pesar. Como un árbol en mitad de la campiña, en extremo agradable para las aves, que cae abatido por los años, pero aún conserva su antigua fuerza en sus frondosas hojas y, tendido sobre su tronco, ex­tiende por el ancho suelo sus debilitadas ramas; y a su alrede­dor revolotean y en él se posan quejumbrosas aves que con tris­teza se lamentan de que haya caído su antigua vivienda y deciden buscar otro árbol para sus nuevos nidos: de este modo conservaba Justiniano las últimas improntas de su vida, sin que la muerte mudara su color, sino que resplandecía con su habi­tual destello. Su venerable muerte manifestó con claros indi­cios su victoria sobre el mundo; sólo él, entre todos los que llo­raban, parecía alegrarse con piadosa expresión, engalanado con la corona y tendido, con un vestido de púrpura, de tal forma que se podría creer que su cuerpo descansaba en el sueño, no en la muerte despiadada. Y no injustamente, creo, pues ¿iba a estar él, al morir, tan dichoso y con semblante tan lleno de bon­dad, si su alma, consciente del bien que llevó a cabo, no hubie­ra abandonado sus tranquilos miembros, volando hacia el cielo y no hubiera afianzado el imperio tras confirmar a un here­dero?

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284 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

Cuando acudió allí el noble Justino Lamentos con su sagrada esposa, poniendo sus

de Justino y Sofía amorosos brazos en tomo al cuerpo sin250 ante el cadáver vida, así habló sollozando: «Luz de la

ciudad y del universo, padre Justinia­no, ¿abandonas tu amada corte y dejas a tus allegados, a tus sir­vientes y a tantos súbditos? ¿Menosprecias la tierra? ¿No velas por el mundo extenuado? Aquí tienes a los ávares, a los amena-

255 zadores francos, a los gépides, a los getas y a tantas otras na­ciones que, tras poner en movimiento sus enseñas, provocan guerras por doquier. ¿Con qué empuje vamos a vencer a tantos enemigos si tú, firmeza de Roma, estás muerto?». Estas pala­bras pronunciaba Justino, derramando lágrimas por amor a su padre, pues ya inundaba todo su corazón la inquietud ante la

260 guerra. Al instante se prepararon los estandartes, los capitanes, la flota, las líneas de batalla, los ejércitos y las armas, siendo todo dispuesto con una nueva resolución y preparado en silen­cio. Ante una seña de Justino tiemblan los pueblos y los reinos; todo lo aterroriza su fuerza inquebrantable. La naturaleza dio

265 entonces a conocer su piedad y la condición de la carne, que nadie es capaz de evitar, pues es igual a todos los mortales, acrecentó el justo dolor en su divino corazón. Y en esos mo­mentos es cuando se debe alabar y por siempre cantar la piedad de Justino. Decidme, ¿qué hombre podría llorar con lágrimas tan amargas la muerte de un anciano, al ser él sucesor y herede­ro del imperio? Justino ejerce el poder y sufre, sin embargo.

270 Hubiera preferido prolongar el reinado de su padre a acceder al trono imperial y empuñar el cetro.

Y no menos lloraba al padre amado Descripción del la ilustre consorte del imperio y com-

sudario de Justiniano pasiva deploraba el destino de los hombres. Añade a los funerales pater­

nos más ofrendas que las habituales y dispone que avance la

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LIBRO I 285

comitiva apretada en apiñadas filas. Le ofreció ademas una tú­nica recubierta de valiosa púrpura, donde se representó, res­plandeciente de piedras preciosas y bordada con oro la serie completa de las hazañas de Justiniano. A llí el bordador con fi­na aguja y arte excepcional había dado vida, siguiendo un or­den, a las falanges de bárbaros con el cuello doblegado, a los reyes aniquilados y a los pueblos sometidos. Y había realza­do el amarillo oro con respecto a los otros colores, de tal modo que todo aquél que los contemplara los considerara cuerpos auténticos: de oro estaban pintadas las figuras, de púrpura la sangre. Y había representado en el centro del palacio a Justinia­no vencedor, pisando el feroz cuello del tirano vándalo34 y a Libia que aplaudía, enarbolando mieses y laurel. Añadió a la antigua Roma35 que extendía sus brazos con un seno desnudo en su pecho descubierto, nodriza del imperio y madre de la li­bertad. La diligente Sofía ordenó que esto sea realizara para que la hora fatal condujera hasta su augusta morada al regio ca­dáver, engalanado con sus propios triunfos.

Mientras los sirvientes se aprestan La Fama a cumplir las piadosas órdenes y pre-

da a conocer paran el féretro, surgió un enorme gri-la muerte de Justiniano . , .

y la m b id a al trono teño, prorrumpieron en aplausos yde Justino aclamaciones de alegría y se alzó un

clamor desde las profundidades de latierra hasta el alto cielo y la paz bienhechora fue del agrado deljuicioso pueblo. Alegre, batiendo sus alas a través de la augustaciudad va volando la Fama y despierta inesperadamente delsueño profundo a sus habitantes; tocando a las puertas y gol­

34 Es el rey Géilamir, a quien ya alude Coripo en la Juánide (1381 ; III17).

35 Roma es llamada antiqua para diferenciarla de Constantinopla, que es la nova Roma (cf. I 344; III 156, 247; IV 101, 141).

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286 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

peando los umbrales, multiplica sus lenguas, afortunada mensa­jera. El Sueño huyó ante su venida y con él arrastró a la Pereza que, al ser derribada, abandonó por entero la ciudad. Suspendi­da en el aire, la Fama protectora apremia, chasqueando los de­dos con frecuencia, a la población que se retrasa. «¡Levantaos, levantaos!», exclama, reprobando el retraso y cuenta que el pa­lacio está lleno de nobles en asamblea para determinar, cuando la noche llegue a su fin, el nombre del elegido que desempeña­rá la función del anciano muerto. La Fama empuja, excita, gol­pea los miembros, acosa, apremia. La población se apresura, vacía las casas y alegre va corriendo por todos los barrios. Se originan los primeros rumores, aún poco claros a causa del miedo y todos los ciudadanos, saliéndose al encuentro, se pre­guntan unos a otros y lentamente se difunde la noticia entre la multitud.

presentaban las cuatro estaciones del año entero. Siguiendo es­ta representación, con signos, números y música, establecieron el mismo número de aurigas que de colores y formaron dos equipos con aficiones opuestas38 como lo son los rigores del

36 Las carreras del circo fueron establecidas, en un principio, en honor del sol (cf. T ertuliano , Sped. VIII 1). La expresión sol novus era una antigua de­nominación del solsticio de invierno.

37 Llamados Pírois, Eoo, Eton y Flegetonte (cf. O v id io , Met. II 153); sus nombres evocan la idea de llama, fuego o luz.

38 En la época de Coripo las facciones rivales estaban constituidas por los Azules y los Verdes, siendo los Rojos y los Blancos subdivisiones de ambos equipos. En ocasiones la rivalidad se manifestaba en enfrentamientos violentos entre unos y otros.

Explicación sobre el circo

y su simbolismo

Los antiguos senadores dedicaron los gratos espectáculos del circo en ho­nor del sol nuevo36; pues creían, según una cierta teoría de los hechos, que eran cuatro los caballos del S o l37, que re-

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invierno a los calores estivales. Pues el verde florece como el campo del mismo color que la hierba en primavera o el olivo de espesa copa o todo bosque en su magnificencia. El rojo res­plandece con el manto purpúreo del verano, así como algunos frutos enrojecen con su resplandeciente color; el azul del otoño, rico en el color del hierro y de la púrpura, distingue a las uvas y olivas maduras. El color blanco, semejante a la nieve en su blancura y a la escarcha del invierno, se une al verde como compañero. El propio circo, que es inmenso como el círculo del año completo, se cierra en un óvalo de largas curvas que abarca dos metas situadas a la misma distancia y la zona de la arena en el centro por la que se abre camino la pista39.

¿(Para qué) contar que fue (Troquilo)40 el primero en uncir cuadrigas y pertrechar nuevos carros y que a continuación vino Pélope41 a causar la muerte de su suegro? El yerno fue conside­rado más aventajado por su técnica y estuvo mejor sujeto gra­cias al amor de su futura esposa. Nuestros primeros antepasa­dos no realizaban este rito según las reglas, pues pensaban de forma equivocada que el sol era dios. Pero cuando el creador del sol quiso mostrarse a plena luz y, siendo de naturaleza divi­na, se encamó en una virgen, se retiró entonces al sol ese favor

39 Coripo ha establecido una correspondencia, por una parte, entre los ca­ballos del Sol, los colores, las facciones y las estaciones y, por otra, entre el cir­co y el universo, basándose en una tradición tanto latina como bizantina.

40 Tróquilo es un argivo, hijo de ío, a quien se atribuye la invención de los carros, en particular el carro sagrado empleado en el culto de Hera argiva; aun­que también es atribuida la invención de la cuadriga a Erictonio, uno de los pri­meros reyes de Atenas.

41 Pélope, hijo de Tántalo, estaba enamorado de Hipodamía; pero su padre Enómao se negaba sistemáticamente a otorgar su mano, pues un oráculo le pre­dijo que moriría a manos de su yerno. Todo pretendiente de su hija debía con­tender con él en la carrera de carros, en la que eran vencidos y matados. Hipo­damía, enamorada de Pélope, ayudo a éste a sobornar al auriga de su padre, de modo que Enómao murió al romperse el eje de su carro durante la carrera.

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288 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

y su honor y gracia se otorgó a los emperadores latinos y losgratos placeres del circo a la nueva Roma.

345 A llí estaba la población en pleno:niños, jóvenes y ancianos (***) la

Aclamación popular m u lt i tu d la u d e 4 2 t e n ía n t o d o sa Justino

una sola voz, un mismo espíritu; un solo nombre es grato a todos. Como

350 cuando el ave Fénix renueva sus miembros que ella ha abando­nado, al renacer de sus propias cenizas43, mientras una asam­blea armoniosa de aves permanece unida contemplando al sol y al ave del sol, hasta que ésta se presenta y acogen al nuevo so­berano con aclamaciones: así, el esplendor del imperio, al rena­cer así la santa iota44, se alzó de su propia muerte para renovar

355 su vejez y el emperador Justiniano vive en el príncipe Justino de nombre erguido. Así el pueblo, que acude por doquier con el regocijo de las aves, por amor a su soberano, clama: «¡Vence, Justino!»45. Aumenta el enorme griterío y el luto se aleja del

360 palacio imperial ante la llegada de la nueva alegría. El clamor provoca la exaltación de la multitud; todos los elementos ofre-

42 Los versos 346 y 347 están incompletos.43 El Fénix es un ave fabulosa originaria de Etiopía, cuya leyenda está re­

lacionada en Egipto con el culto al Sol. A l ser única en su especie, no puede re­producirse y, así, cuando siente llegar su fin, se quema a sí misma en una pira y de sus cenizas surge un nuevo Fénix. Es, por lo tanto, el símbolo de la renova­tio por excelencia y es utilizado además en el arte cristiano como símbolo de la inmortalidad. Coripo se sirve de la imagen para expresar e l renacimiento de Justiniano en Justino II.

44 La iota es la inicial de los nombres de Justino y Justiniano, símbolo de la rectitud y la fuerza, y que, como la imagen del Fénix, insiste en la continui­dad del imperio.

45 Este tipo de aclamación era muy frecuente en Roma en la época impe­rial y aún más en Constantinopla. El grito sirve para aclamar todos los momen­tos públicos de la vida del emperador: entronización, victorias militares, coro­nación del emperador y su consorte.

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cen su favor a Justino, la alegría es general. Todos los dignata­rios acuden atraídos por el clamoreo, el sagrado palacio se lle­na de luz. Es más, se podría creer que incluso el mismo cuerpo sin vida del emperador, a quien la muerte había dado una apa- 365

riencia angelical, se regocijaba. Dios proporcionó claros indi­cios y demostró que había sido Él mismo quien puso sobre la cabeza de Justino la deslumbrante corona del imperio.

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LIBRO SEGUNDO

La Aurora cubierta de rocío habíaA l día siguiente

Justino se dirige al templo de San Miguel.

Plegaria del nuevo emperador

se por las frecuentes súplicas de los nobles, no aceptó las reales insignias del imperio sin antes encaminarse al sagrado templo, en actitud de súplica, para hacer sus ofrendas a Cristo entre multitud de oraciones.

Al instante, dirigiéndose hacia el umbral del templo del Ar­cángel47, depositó sobre el fuego piadoso incienso, ofreció ci­rios resplandecientes y con los ojos arrasados en lágrimas, co­menzó su súplica de este modo: «Príncipe todopoderoso, Padre insigne del Altísimo Verbo, luz eterna, Dios que ha modelado y

46 Es la mañana del 15 de noviembre del 565.47 Se trata del arcángel San Miguel, por quien Justino sentía una especial

devoción, pues su hijo Justo fue enterrado en una de las iglesias consagradas al arcángel. La localización del templo al que Justino se dirige es difícil de preci­sar, dada la proliferación de iglesias — doce, en época de Justiniano— consa­gradas a San Miguel.

mostrado su color purpúreo, consagra­da por el poder de D ios46, y exhortaba a los emperadores a aceptar el reino que la gracia divina les había otorgado. No obstante, Justino, pese a conmover-

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292 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

creado el universo, cuya sabiduría hizo el cielo lleno de estre­llas, cimentó la tierra, embelleció los campos con flores, otorgó sus frutos a los árboles, la hierba a los valles; cuya fuerza crea­dora dio forma a los fuegos brillantes del cielo para distinguir el día de la noche, engalanó al sol con una cabellera de rayos resplandecientes, hizo menguar poco a poco a los cuernos de la luna y poco a poco crecer, dio forma a variadas figuras de as­pecto diferente y creó al resto de los animales encorvados sobre sus miembros, sólo al hombre en posición erecta, al que en se­guida dotó de inteligencia, dando vida al barro seco con su di­vino aliento. Tras quitarle una de sus costillas, consiguió dar forma a una compañera semejante al ser creado y se la entregó; y un mandato del Verbo divino hizo que se sometieran a ellos las criaturas que viven bajo el límpido cielo. ¿Qué gracias he de darte por tan inmenso don, creado, en mi pequeñez humana, a la imagen del infinito Creador? Aquí me tienes, una parte in­significante de la creación, sometido ante tus ojos, Altísimo. A ti sólo sirvo, ante ti inclino mi cabeza; sólo ante ti se doblan to­das las rodillas, al que temen todas las cosas y ante quien tiem­blan los elementos. Lo que ven los hombres y lo que no les está permitido ver, se muestra transparente ante tus ojos; ellos te sirven, te adoran y alaban tu creación. Si me ordenas ostentar el poder de Roma y subir al trono de mi padre, si ha sido de tu agrado el confiarme a tantas naciones, permíteme poder cum­plir tu voluntad. Tú dominas a los enemigos, subyugas a los so­berbios y sus enloquecidos corazones, Tú obligas a los reyes a servir como esclavos. Concédeme, así lo deseo, la capacidad de llevar a buen término tus preceptos». Agradaron al Padre las piadosas palabras de la plegaria de Justino, el Hijo escuchó la oración del suplicante y el Espíritu Santo dijo «¡reina!». La voz secreta de Dios se dio a conocer con el desenlace de los he­chos: no se hubieran producido si la santa voz de Dios no lo hubiera ordenado.

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LIBRO II 293

La purísima consorte del ilustre im- P legariaa perio se dirigió también al elevado

la Virgen de Sofía templo de la Virgen y Madre48 y, trasacompañada de su hija franquear bajo buenos auspicios su ve­

nerado umbral, se detuvo, deslumbran­te, con las manos extendidas ante el piadoso rostro y, con la mirada baja, comenzó estas plegaria: «Virgen, Madre santísima so del Creador del mundo, soberana del alto cielo, que eres, de modo sorprendente, la única en ser verdadera madre, permane­ciendo virgen, elegida por Dios como madre, sin semen de pa- 55

dre; al concebir, por tu fe, al Verbo, diste vida a nuestra salva­ción. ¡Oh, piedad admirable de Dios que causa espanto el pronunciarla! El Señor Dios, creador de los cielos, única ima­gen de Dios Padre, se cubrió con un velo de auténtica carne, encarnándose de una virgen con forma de esclavo. ¿Qué dignos 60

honores hemos de ofrecerte a ti, bendita, y a tu Hijo, en pago a tantos bienes? A ti, gloria de las madres, ruego tu auxilio; que siempre te adore y te reconozca como señora y protectora del nuevo imperio de Justino. Conserva, ilustre, nuestra cabeza, 65 concede al imperio tu protección, dirige nuestra vida, lleva a buen término lo que ha sido comenzado; concédenos el éxito en todo, según nuestras buenas disposiciones; somete a los pue­blos feroces y que perezcan los soberbios bajo justa espada. Que viva yo siempre bajo vuestra protección». Pronunciando 70

aún numerosas súplicas con piadosas palabras, tras depositar su ofrenda de cirios, volvió al alto palacio. Le acompañaba a su divino costado su hermosísima hija49 que podría vencer a la lu­

48 Podría tratarse de la iglesia de Nuestra Señora de Chalcoprateia, que se encontraba cercana al palacio, frente a la puerta occidental de Santa Sofía, aun­que de nuevo su ubicación resulta problemática al ser más de cien los templos de la Virgen en Constantinopla y alrededores.

49 Arabia, esposa de Baduario (cf. I I 284), era la única hija viva de Justino Π y Sofía, al haber fallecido otros dos hijos de los emperadores, Justo (cf. nota2 supra) y la pequeña Firmina.

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294 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

na llena con su resplandor, de la misma estatura que su madre, de esplendor semejante en su elegancia, igual de hermosa y pa­recida a su madre en la blancura de sus mejillas. Sus ojos res­plandecen con el brillo del fuego. Las diferenciaba el nombre y la edad, pero no la gracia de su distinguida belleza. Como el brote de un árbol que nace de la raíz de su madre y alza altivo su copa entre las altas ramas para igualar la sombra materna con sus nuevas hojas, mientras su madre se regocija al tener co­mo igual a su propio vástago que florece de su semilla y dicho­sa, eleva hasta las brisas sus feraces ramas, contemplando des­de su copa los campos sembrados.

En aquel momento el príncipe pe-Descripción de las netraba jubiloso en la divina morada y

vestiduras imperiales ja muititud, en su regocijo, llenaba losde Justino. , . , T ... , . ,, . „ amplios salones. Los fieles servidores,Imposición del collar r

al emperador según su respectiva función, se apresu­raban a ofrecer sus manos a su servi­

cio. Sacan y traen la vestimenta imperial, el valioso cinturón recamado de pedrería y la corona para su sagrada cabeza50. Justino se despoja de su anterior indumentaria, permaneciendo sólo vestido con un manto que acrecentó el resplandor de sus reales miembros, como cuando una densa nube comienza a desgarrarse y el aire transparente deja ver el cielo sereno, el sol envía sus rayos resplandecientes y todos los elementos se con­gratulan de haber visto la luz. Al instante, levanta la hierba su suave cabeza, germinan los sembrados, maduran los frutos y la misma luz se regocija al contemplar las tierras. «Éste es el fa­moso día», dijeron los súbditos llenos de gozo, «que tu bonda­doso padre había predicho a través de su santa boca».

50 Con la preparación de la indumentaria imperial se inicia el ritual de la coronación de Justino Π.

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LIBRO II 295

El príncipe avanza y viste sus piadosos miembros con una túnica, cubriéndose con un vestido dorado con el que resplan­deció en todo su esplendor y despidió su luz que disipaba las oscuras tinieblas, aunque aún no se había mostrado el sol en el cielo. Sus pies resuenan con el purpúreo y brillante coturno; ató sus regias piernas con cintas escarlatas — obra del cuero persa, teñido con la púrpura campana51— con las que suele el empe­rador romano en su victoria pisar a los tiranos sometidos y do­blegar el cuello de los bárbaros. Eran apreciadas por su color rosado de sangre, alabadas por su tono púrpura y fueron esco­gidas por su tacto suavísimo para los sagrados pies. Sólo a los emperadores, bajo cuyas plantas hay sangre de reyes, es apro­piado utilizar esta indumentaria; con seguridad, todo misterio es demostrado con un razonamiento seguro de los hechos. Un resplandeciente cinturón52, cuyo brillo irradiaba su noble pe­drería y oro fundido, ceñía sus regios costados y un divino ves­tido le caía, sujeto desde el pecho, suelto hasta la rodilla, blan­co con una lujosa orla. Un manto de brillante púrpura se extendía sobre sus reales hombros que, recamado de oro res­plandeciente, vencía a la luz cuando el príncipe mostraba su diestra53. Un broche dorado54 sujetaba con su curvo mordisco los bordes que se unían y sobre los eslabones de sus cadenas brillaba la pedrería, gemas que otorgó la feliz victoria en la guerra contra los getas y que Rávena benévola devolvió a los

51 El adjetivo alude a las industrias de tintes situadas en la región de Cam­pania.

52 El cinturón, que no formaba parte de la vestimenta imperial durante los dos primeros siglos del imperio, fue introducido por Vitelio.

53 La clámide, como muestran las representaciones del emperador en los mosaicos, estaba abierta en el lado derecho para dejar pasar el brazo.

54 Las fíbulas eran piezas de especial importancia en el atuendo imperial. En el reinado de Alejandro Severo existió incluso un praepositus a fibulis.

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296 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

emperadores y trajo Belisario de la corte vandálica55. Las prue­bas de tus victorias, piadoso Justiniano, permanecen bajo la protección y el gobierno de Justino sobre el mundo; vuestros nombres serán cantados a través de todas las épocas y los pue­blos venideros narrarán vuestros prodigios. Un collar de oro consagrado, que las manos de Armado pusieron en torno a su cuello, inauguró su divino imperio56; al tiempo que hacía esto y extendía tres veces su diestra con la ofrenda, dijo: «Te confie­ro, Justino, la dignidad imperial», «y yo te designo como tribu­no», respondió el emperador. Afortunado Armado que fue el primero en oír las palabras del soberano y el primero en recibir solemnes dones.

Cuatro jóvenes elegidos levantan en el aire un enorme escudo de forma circular; Justino, elevado por las ma­nos de sus asistentes, permaneció enci­m a57, erguido, como su inicial, que de trazo estable, nunca se dobla, consa­

grada por tres nombres que rigieron el imperio con poder seme­jante 58; todos de un mismo linaje, su gobierno fue sucesivo, la época de su reinado consecutiva y su poder ininterrumpido. El imperio ha avanzado según su lógica sucesión: el reinado de

35 En el año 534 Belisario trajo a Constantinopla el tesoro real vándalo del que se había apoderado en Hipona.

56 La im posición del collar suponía el reconocimiento y aceptación del poder imperial por parte del ejército. El rito era llevado a cabo — desde Anasta­sio y Justino I— por el cam piductor lanciariorum, suboficial de uno de los cuerpos de las tropas de palacio. El campiductor Armado, encargado de la mi­sión, fue elevado al grado de tribuno, siendo frecuentes este tipo de promocio­nes con el advenimiento de un nuevo emperador.

57 Este rito, que formaba parte del ceremonial de la coronación, era de ori­gen germánico — es conocido desde T á cito (B ist. IV 15)— y se realizó por primera vez en la coronación del emperador Juliano el Apóstata, en el 360 d. C.

58 Justino I, Justiniano y Justino Π.

Descripción de las vestiduras imperiales

de Justino, imposición del collar

al emperador

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LIBRO II 297

dos de ellos permanece ya transferido al cielo y ahora nos asis­te el mayor y común bienhechor del orbe, a quien los reyes confían sus cuellos sometidos, cuyo nombre temen y cuya divi­nidad adoran. El distinguido príncipe se alzó sobre el escudo, 150

como imagen del s o l59; una nueva luz resplandeció desde la ciudad. Y un único y mismo día favorable se admiró de que se alzaran dos soles al mismo tiempo. ¿Acaso mi poema sobrepa­só su límite? Causará sorpresa quizá el haber dicho que nacie­ron dos soles a un tiempo. Pero no se dirá que mi boca pronun- 155

ció palabras vacías o imágenes sin sentido, si se examinan mis afirmaciones; pues el espíritu del justo resplandece más que el sol, no se sumerge en las aguas, no retrocede ante las tinieblas, ni lo cubre la oscura sombra. La luz de las buenas acciones bri­lla con eterno resplandor.

Cuando vio que todo había sido cumplido según el ritual de sus predecesores, el patriarca Juan60, de edad madura, bendijo al emperador que permanecía en alto y, entre plegarias al pode­roso Señor del cielo, ordenó consagrar la cabeza del soberano 160

con la sagrada diadema y al colocarla con gozo sobre su cabeza (***)61. Resonó de repente el clamor de los senadores, a conti- 165 nuación crecen los vítores de los súbditos, a los que respondió el eco. Alaban con múltiples elogios los nombres de los sobera­nos; innumerables voces desean vida a Justino y en igual nú­mero aclama la población en pleno a la emperatriz Sofía. Miles 170

59 La comparación del emperador con el Sol es un tópico de la literatura panegirística. En la iconografía o la numismática, a partir del siglo m, se repre­sentaba al emperador como el Sol sobre su carro.

60 Es Juan ΙΠ, al que llamaban «el Escolástico», patriarca de Constantino­ple desde abril del 565 hasta su muerte en agosto del año 577 y unido a Justino Π por estrechos lazos de amistad.

61 El patriarca interviene en la coronación a partir de los años 450-457 y es en el siglo vi cuando la coronación religiosa se asocia a las ceremonias mili­tares, legitimando de este modo el patriarca el poder concedido por el ejército al emperador. Falta el resto del verso.

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298 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

de voces diferentes cantan mil alabanzas; dicen que Justino y Sofía son dos luces iguales para el mundo; «¡reinad los dos du­rante siglos!», dicen y desean años venturosos a sus felices mo­narcas. El griterío resonó durante largo tiempo y al final cesó.

175 Tras su coronación, Justino subióDiscurso de Justino al trono de sus antepasados y se sentó

ante el senado. haciendo la venerable señal de la cruzAclamaciones

de los senadores Y con la mano levantada, ante el sena­do en pleno, allí presente, comenzó a

hablar de este modo por su piadosa boca: «Dios que reina sobre todos los reinos nos ha otorgado el reino de nuestros antepasa­

do dos y concedido la corona paterna. El Creador del universo me ha impuesto la tarea, que Él mismo ha creado, del gobierno. Alabamos la obra del Hacedor y admiramos a un temible sobe­rano. Le damos gracias y le manifestamos nuestra gratitud. De

185 su propiedad es todo lo que somos, como lo demuestra la razón y (***)62. Un ser vivo está formado por muchos miembros, pe­ro es la cabeza quien los gobierna63. A sí pues, Dios creador, cuando dio forma al hombre (***)64 de modo que la cabeza go-

190 bernara sobre todos los miembros. Para cuyo gobierno se ha unido a la cabeza la sabiduría que, al estar situada en la cumbre del cuerpo65, observa sus miembros con mirada serena, de ma­nera que, a aquellos que ve en su sagacidad, con ojos atentos, debatirse con la enfermedad que esclaviza su cuerpo, cure y ex­pulse con medicinas sus perniciosos males. El imperio romano

195 está dispuesto a la perfección en un solo cuerpo, del que está

62 Sólo se ha conservado el comienzo del verso 185 (et rerum certas).63 Coripo utiliza una antigua alegoría (cf. L iv io , I I 32; C icerón , Offic. ΠΙ

22; Sé n ec a , D e Clement. 1 5, 1 y Vulg. I Cor. 12, 12 s.) en la que compara al Estado con el cuerpo humano.

64 El verso 188 está incompleto.65 La imagen de la cabeza como la ciudadela del cuerpo procede de

Platón (Tim. 70a; Rep. 560b).

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LIBRO II 299

permitido decir que se compone de muchos miembros. Noso­tros somos, por consiguiente, la cabeza de este cuerpo consoli­dado. Sabiduría ha sido elegida como consorte de esta sagrada cabeza, para que, en su clarividencia, gobierne conmigo el mundo que me ha sido confiado, sentándose en el mismo trono. 200

Vosotros, los miembros que estáis más cerca de mí, senadores, la mayor esperanza de nuestro reino, vosotros sois el pecho, vosotros los brazos de esta cabeza, vosotros de cuyos consejos y desvelos se sirvió el Estado para dominar a los pueblos y so­meter reinos. A mí me ha sido encomendada la más alta fun- 205

ción en el gobierno del imperio. Y ya que es nuestro cometido el gobernar el mundo sometido, también os encomendamos a vosotros el velar por el interés del orbe. Hablamos a hombres leales y os exhortamos con estas palabras. Ante todo hay que venerar a Dios con todas las fuerzas, siempre hay que adorarle, siempre temerle y amarle, a Él que ha creado todo el esplendor 210

del bello universo. Nosotros intentamos imitar, según la capaci­dad de nuestra naturaleza, al que lo crea y lo da todo. Por vo­luntad divina yo mando, como cabeza sobre sus propios miem- 215

bros. Reservad una misma justicia para todos los pueblos por igual y mantened los límites de la ley; gobernad al pueblo co­mo deben gobernarlo los verdaderos padres del imperio y pro­tegedlo como a vuestros propios pies y miembros inferiores, pues no debe concederse menor atención a los miembros más 220

humildes. Vemos, según la ley de la naturaleza, que las manos, cuando se aproximan a los pies, les prestan su ayuda y nos da­mos cuenta de que los ojos, con los que vemos lo que está más bajo, son los servidores de los pies. Allanad los caminos ante vuestros pies; no menospreciéis la parte que es apropiada para grandes funciones y duros esfuerzos, mediante la que se trans­porta todo el cuerpo con la cabeza en lo más alto. Quien anda 225

con pies rectos no se inquieta ante mal alguno ni teme la ofen­sa: el camino recto desconoce la caída. Es más, incluso al cabe-

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300 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

lio hay que otorgar el cuidado diario. Que nadie considere des­preciable lo que sabe que concierne al cuerpo. Que la gravedad, que el ejemplo de los senadores se difunda por el mundo ente-

230 ro. Que se eviten los asesinatos, que se ponga fin a los alterca­dos entre las facciones66, que no se presente ocasión alguna pa­ra el ultraje, que cese la injusta práctica de la avaricia. Perdonad a quienes se nos han sometido, doblegad el cuello de

235 los soberbios. Que su propia culpa castigue a los culpables, que las leyes protejan a los pacíficos.

Dirigid hacia aquí, varones, vuestros oídos y toda vuestra atención y aprended de nuestras palabras la confianza que os otorgamos. Los campesinos cultivan sus propios campos, dese­an las cosechas con el trabajo diario y labran la tierra con el

240 arado. La productiva tarea se reparte entre los buenos colonos: un grupo destripa terrones, otro confía las semillas a los surcos; otro grupo canaliza las límpidas aguas y riega los huertos con el agua que traen los canales. La tierra sabe enriquecer a los co-

245 lonos que la cultivan. Del mismo modo el Estado, como la tie­rra fértil, cubre de riquezas a quienes le han prestado sus servi­cios; el senado es su gran esperanza; éste florece con su virtud, fidelidad, severidad y rigor. Quienes velan por el Estado recibi­rán una gran recompensa. Que nadie se apodere de la propie-

250 dad del fisco. Sabed que el fisco desempeña el papel del estó­mago, por el que se alimentan todos los miembros. Si el estómago está vacío, desfallecen todos los miembros, pierden su vigor y los huesos contraídos permanecen rígidos cuando la médula se seca. A todos nutre el fruto del sagrado fisco, del

255 que se obtiene el bien común, el apoyo común. Que el fisco sea

66 Alusión a los enfrentamientos entre los Azules y los Verdes (interpreto populorum con el valor del griego démoi que designaba las facciones del circo. Cf. II 336), provocados, no sólo por la competencia deportiva, sino por una ideología social y política diferente. Bajo el poder de Justino no se conocieron altercados de gran importancia.

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LIBRO II 301

protegido sin ofender a ningún hombre justo; que tome lo que le pertenece y deje la propiedad privada. Practicamos la justi­cia67, otorgamos nuestro respeto y afecto a los hombres justos; esta justicia os encomendamos y os ordenamos conservarla. Muchas cuestiones fueron descuidadas mientras vivía mi pa- 260

dre68, por lo que el fisco arruinado contrajo tantas deudas que pretendemos saldar, llevados por la compasión, a los desdicha­dos ciudadanos. Que el mundo entero se regocije de que en la época de Justino se reparó lo que no se hizo ni se llevó a cabo por la ancianidad de mi padre. Ya no tenía el anciano interés 265 alguno; en la más absoluta inactividad, ya sólo le animaba su amor por la otra vida. Toda su mente estaba en el cielo; sin acordarse de este cuerpo, pensaba que ya había franqueado la apariencia dé este mundo. Y aunque agotó los ingresos del arruinado fisco, no obstante, conservo la bendición de mi santo 270

padre que es capaz de repararlo todo y restablecer lo que se ha arruinado. No permitimos que nadie cause daño al sagrado fis­co, ni consentimos que nadie sea maltratado en su nombre. Que todos disfruten de sus bienes y hagan uso de sus derechos».

Una vez que el emperador pronunció este discurso con voz 275

sosegada, el senado lo adoró, postrado, alabando sus piadosas palabras y el griterío de la aclamación se elevó hasta las es­trellas.

67 La justicia era la cualidad principal que se exigía a un emperador, por la cual éste se constituye verdaderamente como representante de la autoridad di­vina.

68 La situación política a la muerte de Justiniano era desastrosa. Justino alude al estado crítico del erario público, obligado a contraer numerosas deu­das, pero a esto hay que añadir el descontento del ejército, en el que abundan las deserciones y los enfrentamientos entre las facciones del circo, prueba del gran malestar social. Justino adoptaría una serie de medidas durante su manda­to para paliar esta situación.

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302 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

280

Justino se dirige al circo,

donde es aclamado p o r la multitud

Al instante, Justino se dirigió a la tribuna del inmenso circo69 para ver al pueblo en su regocijo y exhortarle con su piadosa elocuencia. Entonces avan­zan en larga fila los nobles y el senado

en todo su esplendor. Entre los primeros, distinguido por su venerable rostro y gozoso al servicio de su hermano, iba Mar-

285 celo70; y Baduario71, nuevo administrador del sagrado palacio, sucesor de su suegro, pues en seguida fue nombrado curopala- tes. Diferentes en edad, pero semejantes en afán y voluntad, ambos patricios, ambos queridos por el emperador, resplande­cían como dos estrellas radiantes, estrellas que adornan el cielo

290 con potente luz y que sólo pueden ser vistas cuando aparece el sol y desaparece la masa de las estrellas, cuando todos los as­tros palidecen y la luz que nace contempla la hierba tocada por su resplandor y el nuevo día cubre las estrellas.

Un cursor72 se adelantó corriendo a dar la señal, colocan- 295 do una lámpara, según la costumbre. Un murmullo de júbilo se

extiende entre el alegre gentío. El pueblo, poniéndose en pie, levantó sus ojos atentos hacia el trono imperial, pues en su re­gocijo, deseaba con el mayor afán ver al bienaventurado sobe-

300 rano. Este salió en toda su gloria y fortaleció su serena frente con la señal del santo madero. Y cuando, tras saludar al pueblo,

69 La aparición del emperador en el circo ante el pueblo formaba paite del ritual de entronización.

70 Marcelo era hermano de Justino II. Participó en la guerra contra los per­sas en el año 544 y en el 562 estuvo al frente, como m agister militum, de una expedición contra los hunos.

71 Baduario era el esposo de Arabia, hija de Justino II y Sofía (cf. II 72). Su nombramiento como curopalates y comes sacri stabuli se produjo en el 572. Murió en el 575 ó 576, tras haber perdido una batalla contra los lombardos.

72 Los cursores tenían a su cargo el correo estatal y también se ocupaban de asegurar el orden en el hipódromo.

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LIBRO II 303

llegó hasta los asientos, subiendo hasta el dorado trono y sitial paterno, levantado en alto con cojines de plumas y bellos tapi- 305 ces, contempló al alegre gentío y con humilde semblante, al ver a los miles de personas que le rodeaban entre aplausos, sonrió, conservando su dignidad y ofreciendo alegría a la multitud.

Cuando el emperador se sentó en el alto trono, resonó un gran clamor de alegría; el pueblo desea con múltiples voces una edad de oro para los emperadores y ambas facciones piden a gritos larga vida para Justino y ruegan por la emperatriz Sofía 310

con innumerables oraciones. Resuenan los aplausos, se propaga el regocijo de las facciones, las filas se responden unas a otras a las aclamaciones, levantan sus diestras a un tiempo y a un tiempo las bajan. Por todo el circo la muchedumbre agita con 315

empeño sus mangas blancas, al igual que las olas que avanzan apretadas una tras otra. Se organizan cantos que se acompañan de música. Levantan la cabeza a un tiempo, unas veces con los brazos alzados, otras dejándolos caer. Avanzan a la vez y a la 320

vez retroceden: la masa compacta de una multitud humana va y viene73. Se creería estar viendo las espesas copas de un bosque de coniferas jugar encrespadas por el suave soplo del euro, cimbrearse inclinando su cabellera y doblar sucesivamente, a uno y otro lado, sus frondosas ramas de flexible copa. A conti- 325

nuación, tras ser dada una señal, la muchedumbre guardó si­lencio y todas las gradas del clamoroso circo permanecieron calladas, como cuando sopla una brisa suave, al calmarse los vientos, y el mar de olas errantes, que es agitado por la tempes­tad, allana sus tranquilas aguas; entonces toda la superficie ma­rina resplandece en honor del sol y se acalla en la quietud de 330

sus orillas.

73 Los Azules y Verdes, ambas facciones del circo, desempeñaban una importante función en las aclamaciones imperiales que se realizaban en coro con acompañamiento musical de órganos que se situaban cerca de las dos metas.

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304 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

Discurso de Justino ante el pueblo

Cuando cesaron las ruidosas acla­maciones y el griterío de la población, el divino emperador con su voz augus­ta, en un discurso al pueblo, le hizo es­tas recomendaciones: «Vivid felices,

ciudadanos, es tiempo de júbilo. Regocijaos y conservad vues- 335 tra alegría, pues es Dios quien nos la ha concedido. Que nadie

turbe su dicha. Que desaparezcan las matanzas, que cesen los enfrentamientos entre las facciones. Y que ahora, después de las duras fatigas, doy mi palabra a todos, tenga el pueblo paz y

340 nosotros una diligente vigilancia. Construiré una ciudad tran­quila para la seguridad de sus ciudadanos. Nosotros os tenemos bajo nuestra responsabilidad, nosotros protegemos vuestros bienes. Creedlo, la política de mi mandato no tolerará que los injustos se ensañen largo tiempo. Poned orden a vuestras cos­tumbres; alejad vuestras manos del robo, dejad de hacer el mal.

345 Aprended la justicia y observad los preceptos de las leyes. Quien practica la justicia no temerá a ningún tribunal; ningún juez le infundirá temor; la fuerza de la ley se abatirá sobre los culpables. Sed pacíficos. Si el compañero ama a su compañero, si el ciudadano a su conciudadano, no sólo dispondré los desea-

350 dos espectáculos del circo, sino que prepararé recompensas e importantes donaciones para el pueblo. Enriqueceré con favo­res a la población y restableceré, durante mi consulado, el nom­bre negado a los cónsules después de tanto tiempo74. Y para que el mundo entero se llene de júbilo con el don de Justino,

355 los dones de mis calendas se apresuran en llegar. Mantened

74 En realidad, no se produjo, como afirma Coripo, una verdadera restau­ración del consulado, pues Justiniano, sin llegar a suprimir la dignidad, no nombró ningún cónsul, permaneciendo él mismo como único titular del cargo. Justino pretende atraerse el favor del pueblo con la celebración de su consula­do, pues la ley sólo permitía distribuir el oro de las donaciones solemnes al em­perador cónsul.

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LIBRO II 305

vuestras posiciones, apresuraos, preparaos y contad con nuestra silla curul en el día prometido». El pueblo se asombró en su re­gocijo cuando escuchó el inesperado nombre de cónsul. Esta­llan las aclamaciones y un enorme clamoreo se difunde entre la alegre (población). Se oye por doquier un temblor de murmu- 360 líos y se multiplican los aplausos que resuenan con suave ca­dencia.

Mientras tanto, las gradas del an- Justino cho circo se quedan vacías; de todas

salda las deudas partes baja una muchedumbre de hom-de Justiniano bres que sollozan y llenan toda la arena

con documentos que extienden ante el mismo trono del soberano. Y regando sus rostros con abundan- 365 tes lágrimas y con el cuerpo postrado en tierra, cayeron de bru­ces. «Compadécete de nosotros, estamos acabados», resonó du­rante largo tiempo una voz potente. «Lee las sagradas cédulasde tu padre, calcula la cifra a partir de tantos documentos ypresta ahora auxilio a tus siervos. Nosotros confiamos nuestras pertenencias a quien nos lo ordenó. ¿Quién os negaría a voso- 370

tros, los emperadores, lo que os pertenece, pues vuestro es todo lo que el mundo posee? Tú sabes, el más insigne de los sobera­nos, hasta qué punto es provechoso el comercio público para vuestro fisco. ¿De dónde procederán los tributos anuales pa­ra tu imperio si nuestra fuerza desfallece? A tu servicio están todos nuestros actos. Nosotros llamamos bienes privados a tus 375

posesiones. Apenas si, arruinados, nos queda el alimento coti­diano que un largo día y la suerte nos proporciona tras un largo esfuerzo y nos restablece por la noche un ligero refrigerio». Sin poder soportar largo tiempo el llanto amargo de tantos hom­bres, compartió su dolor compadecido y se sometió piadosa y libremente a sus propias leyes. «Las deudas», dijo, «deben ser 380 saldadas por quien ha sucedido a su padre como heredero». Or­dena traer a sus fieles sirvientes su tesoro personal. En seguida

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306 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

acudieron numerosas cuadrillas con sus robustos brazos carga- 385 dos de cientos de libras. Las descargaron de sus hombros. La

multitud se concentra en un solo grupo y el circo entero res­plandeció con el oro esparcido. Entonces, tras ser expuestas las cuentas en público y ante la vista del pueblo, pagó las deudas de su padre y recogió los títulos de deuda.

390 ¡Cuánta alegría en aquel momento, cuánta aclamación! Por doquier se eleva hasta el cielo el alegre griterío de las aclama­ciones populares. Se admiran los nobles ante tal espectáculo, se admira el pueblo: por una parte brillan las resplandecientes lla­mas con los documentos ardiendo, por otra, brilla el amarillo

395 oro que rivaliza con el fuego; por un lado echan al fuego los documentos, por otro, equilibran en peso las monedas de oro esparcidas sobre el platillo de una balanza, empujándolo con el pulgar. Después se van con los pliegues de la túnica repletos, cargados bajo el peso de las monedas. Alzando los ojos ruegan por la vida del emperador. Justino fue considerado más genero-

400 so y benévolo que su padre. ¡Con qué fuerza de carácter aplastó el afán de lucro, saldando las deudas del Estado, por voluntad propia, con su oro privado, señor compadecido de sus siervos menesterosos! Con esta sola acción el nuevo emperador en su piedad ha vencido a todos sus antecesores. Aunque realizara

405 después mejores acciones, éste era, sin embargo, un primer pre­sagio que ninguno de sus antepasados vaticinó que los empera­dores anteriores llevaran a cabo.

servar el pudor ante las adversidades. El grupo iba sin prestar atención a su sexo, con deplorable aspecto, en medio del gen­tío. Cuando llegaron a la venerable tribuna del emperador, to-

410

E l emperador proclama una amnistía

y regresa al palacio imperial

A continuación se produjo otra obra piadosa de semejante importan­cia. Se presentaron esposas y madres que lloraban por sus maridos e hijos presos: un profundo dolor no sabe con-

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LIBRO II 307

das dieron con sus pechos en la dura tierra, gritando: «Eres mi­sericordioso, todo lo puedes. Mira estas piadosas lágrimas, li- 415

bera a los desgraciados, devuelve a estas madres sus hijos, a es­tas esposas sus maridos. Que este día sea dichoso para todos; que nadie, emperador, viva en la triste/a tu alegría. Borra los delitos de todos para que el mundo dichoso se alegre de la in­dulgencia del emperador». Contempló el piadoso emperador 420

estas lágrimas, asintió a las súplicas de las desdichadas y orde­nó que todos fueran absueltos de sus crímenes, a la manera de Dios, pues es Dios aquel a quien corresponde con una sola pa­labra ajusticiar a los malvados y librarlos de la muerte. Creedlo sin rebuscamientos, pues no es atrevida mi palabra. Quien esto lleva a cabo, Dios es. Dios está en el corazón de los monarcas. 425

Esto es lo que Dios soberano ordena a los soberanos. Cristo concedió toda la autoridad a los señores de la tierra. Aquél es Todopoderoso, éstos son la imagen del Todopoderoso.

Tras haber hecho entrega además de otros muchos presen­tes en solemne donación, Justino se despidió de la multitud y volvió al alto palacio.

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LIBRO TERCERO

Nada más tocar el umbral de la au­gusta morada, aunque ya había trans­currido la sexta hora de ese día festivo, el emperador no reclamó deliciosos manjares ni agradable bebida, sin ha­

ber antes confiado al sepulcro el santo y venerable cuerpo de su padre, al que honró con magníficas exequias. Ante la puerta es­taba ya la (comitiva); por todos los lugares de palacio y a lo largo de los pórticos se encontraba el senado mezclado con el pueblo, dentro lloraban los servidores. Había mil vasos de oro, mil adornos en las columnas, mil vasos de plata con cirios que llenaban los salones, dispuestos cada uno en su lugar, siguien­do una ancestral costumbre. Un penoso menester bullía en el inmenso palacio.

El elevado catafalco resplandecía con incrustaciones de pie­dras preciosas, que ganó en épocas remotas la supremacía ro­mana, joyas ofrecidas por el verde Nereo y la tierra de la India75

75 Con la alusión al «verde Nereo» se refiere al mar cuyas joyas son las perlas. En cuanto a las joyas de la India, Coripo se sirve del tópico por el cual se consideraba que las gemas procedían de este lejano país (cf. T ibulo , II 2, 15; C laudia no , V III585-586).

Exequias de Justiniano. Adiós de Justino ante el cadáver.

Tristeza de los súbditos

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310 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

y que trajo César desde el palacio de Menfis como presente de la suplicante Cleopatra cuando, tras haber sobornado al centi­nela, venía, pálida, a romper las cadenas de su hermano76. Vis­tas de frente, emitían resplandores, mas no eran de luz, sino de fuego. La luz brillaba por doquier, haciendo relucir los dorados artesonados del magnífico techo. Queman incienso de Saba y derraman sobre páteras allí colocadas miel aromática y bálsa­mos de perfumada esencia. Se disponen multitud de otras espe­cias y extraordinarios ungüentos para conservar el sagrado cuerpo hasta la eternidad. Así fue el último homenaje que rin­dió a su padre el emperador Justino, más piadoso que César Augusto77. Cuando, entrando el primero, vio el venerable cuer­po, se dejó caer entre lágrimas y recogió los helados besos de su divino padre, pronunciando estas palabras: «Nosotros llora­mos entristecidos y profundamente apenados. Tú, padre santísi­mo, estás dichoso, ausente, entre escuadrones de ángeles y, una vez enterrado tu cuerpo, contemplas ya a Dios y disfrutas de una vida mejor bajo la luz de un sol sobre el que no se precipita noche alguna. ¡Adiós, padre ilustre, adiós! ¡Adiós para siem­pre, padre amado!». Sin más demora, ordena con una señal ma­jestuosa levantar el féretro; la muchedumbre avanzó, saliendo de todos los lugares del palacio y el entristecido cortejo encen­dió cirios fúnebres. Personas de uno y otro sexo y de todas las edades acuden al funeral. ¿Quién podría enumerar las maravi­llas de semejante comitiva? Por una parte, la venerable clase de

76 Coripo se inspira en los versos de L u c a n o (X 56-58): cum se parva Cleopatra biremi / corrupto custode Phari laxare catenas intulit Emathiis ig­naro Caesare tectis.

77 La pietas de Justino hacia el emperador Justiniano fue mayor que la de Augusto hacia César, aunque, en realidad, el funeral en honor de Julio César al que alude Coripo, fue organizado, por la madre de Octavio Augusto. Coripo lo atribuye al hijo siguiendo la tradición panegirista, uno de cuyos tópicos consis­te en la comparación con Augusto.

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LIBRO IU 311

los diáconos entre cánticos, por otra resuena un coro de vírge­nes cuya voz hace vibrar el cielo. Caen las lágrimas como la 45 nieve; los vestidos de todos estaban mojados con una lluvia de llanto, mientras que los ojos humedecidos, anegados en su pro­pia fuente, regaban rostros y pechos. Las madres, enajenadas, iban con los cabellos sueltos: unas ante las puertas, otras en la parte superior de los edificios, llenando las altas ventanas en apretada muchedumbre. Como un coro de aves que se concen- so

tra en las orillas del hiperbóreo Istro7S, a las que el crudo in­vierno fuerza a abandonar las heladas tierras; obligadas por el hielo y la nieve, se agrupan en multitud y, apiñadas en un solo lugar, pretextan retrasos y no quieren abandonar el río. Muchos 55

quemaban piadoso incienso al paso del cortejo; el pueblo afli­gido corría por doquier en su afán de contemplarlo. A todos un solo afecto, a todos un justo pesar les provocaba el llanto y llo­raban ante la vista del féretro, hasta que, tras penetrar en el atrio del templo de los Santos Apóstoles79, colocaron los ilus- 60

tres restos en el sagrado sepulcro que él, llevado por su devo­ción, se había hecho erigir de oro puro.

Una vez que sobrevino la calma, la E l pueblo aclama población, en su alegría, adornó por to-

a los nuevos emperadores da la ciudad las sagradas murallas y Ju stm o y Sofia coronó de guirnaldas los edificios. Se

arrebata a los prados su hermosura, se arranca todo bosque colmado de frutos, así como las ramas del verde olivo. Adornan las jambas de las puertas, decoran con 65 junco los umbrales y por todos los barrios despliegan colgadu­ras en señal de fiesta. Los jóvenes entonces comienzan a bailar

78 Nombre antiguo del Danubio inferior.79 La iglesia de los Santos Apóstoles fue inaugurada en el año 550. Su

nombre procede de las reliquias de los apóstoles Lucas, Andrés y Timoteo que se encontraron bajo la basílica sobre la que fue construida la iglesia. En ella fueron enterrados Justiniano, Teodora y otros emperadores.

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312 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

y a pronunciar una alabanza tras otra; dan golpes en el suelo con sus pies, doblan las piernas con paso flexible y retoman nuevos cantos de extraordinaria melodía. Proclaman que Justi­no y Sofía, en su piedad, son dos luces resplandecientes. Órga­nos, plectros y liras resonaron por toda la ciudad; se ofrecieron mil clases de espectáculos, mil festines, hubo danzas, risas, aje­treo, regocijo y aplausos. Desean larga vida a los emperadores entre alegres clamores. «Tras la vejez», afirman, «el mundo se regocija por su rejuvenecimiento y busca los principios de su aspecto originario. Desaparece ahora una edad de hierro y sur­ge una edad de oro80 en tu época, Justino, esperanza de la ciu­dad y del mundo, resplandor del imperio romano, gloria añadi­da a todos los emperadores que te precedieron, cuya sabiduría victoriosa obtuvo la más alta cumbre del reino paterno». Repi­ten el nombre de Sofía, llamándola «segunda luz» y añaden un nuevo canto con aclamaciones.

Mientras tanto el emperador, sere­no, había comenzado junto con su sa­grada esposa a gozar de los felices pla­ceres de la mesa imperial81, de los regios manjares, de los gratos dones de Baco, que provenían de la fértil Sarep­

ta 82 y de Gaza, que Ascalón83 y Creta habían entregado a los alegres colonos y los que produce la antigua Tiro y el Africa fecunda84 o los que obtiene Méroe, Menfis y la resplandeciente

80 Cf. nota 31.81 La mesa imperial, separada del resto, se reservaba a la familia imperial

y a los invitados de prestigio.82 Sarepta estaba situada en la costa palestina, entre Tiro y Sidón, y era fa­

mosa por los vinos que se obtenían de sus ricos viñedos.83 Situada al norte de Gaza, en Palestina.84 Las relaciones comerciales entre Cartago y la parte oriental del imperio

eran importantes, incluso durante la ocupación vándala. Estos contactos se faci-

Banquete imperial.Frugalidad

y mesura de Justino. Descripción de

la vajilla imperial

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LIBRO III 313

Chipre85 o los que proporcionan las viejas vides —que el ítaco Ulises plantó con sus propias manos mientras protegía la casa de Laertes en la ciudadela ebalia, cuando aún no evitaba los pe- 95

ligros de la guerra de Troya86— en su robusta madurez; o los vinos que extrajo el viñador de las uvas de Metimna que exha­laban un extraordinario perfume a límpido falerno87. Se mez­clan los antiguos dones del vino palestino, blanco por su color de nieve y muy ligero por su suave sabor. Al brillante metal en- 100

tregaban oscuro vino crisático88, que la naturaleza produce sin que necesite de la líquida miel, y lo mezclan con la ofrenda del vino de Garizim89. ¿Quién podría contar todo lo que ofrece a los monarcas el orbe y todas las provincias sometidas al impe­rio romano? Pese a la abundancia de estos bienes presentados

litaron tras la reconquista bizantina. C oripo , en su Juánide (Π Ι331-332), cita la alegría de los mercaderes tras la expedición de Belisario.

85 Méroe, situada en el Alto Nilo, era la antigua capital de Etiopía; al igual que Menfis y Chipre, era famosa más por su fertilidad que por sus vinos.

86 U lises de ftaca, hijo de Laertes, era uno de los héroes de la guerra de Troya. Coripo, según A n tès (Éloge..., pág. 56, n. 1), pretende dar prestigio a los viñedos de ítaca al asociarlos al nombre de Ulises, suponiendo que fueron plantados por el héroe. En cuanto a la ciudadela ebalia, es ítaca o la «ciudadela de Penélope», hija de Icario, que era, a su vez, hijo de Ébalo, rey de Esparta. Por último, Coripo alude a un episodio posthomérico en el que Ulises se fingió loco, intentando evitar su participación en la guerra de Troya.

87 El vino de Metimna, al sur de Lesbos, es mencionado a menudo por los poetas latinos (cf. V ir g il io , G eórgicas I I 89-90; H o r a c io , Sátiras I I 8, 50; P r o pe r c io , IV 8, 37-38; O v id io , A rte de Am ar I 57; Silio I tAl ic o , VII 209- 211). El falerno es el vino, muy apreciado, procedente del territorio del mismo nombre en la región de Campania. Horacio cita este vino con mucha frecuen­cia.

88 De los pocos textos que hablan de este vino del Ática, para A n t è s (Élo­ge..,, pág. 116) el de Coripo es el más explícito al aclarar que se trataba de un vino dulce natural.

89 El monte de Garizim, en Samaria, era famoso por sus viñedos. Según A ntès (Éloge..., pág. 116), Coripo es el único que hace referencia a sus viñas, aunque los viñedos de Palestina son mencionados también por la Biblia.

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314 PANEGÍRICO DE JUSTINO Π

105 con gran magnificencia, el soberano, con su acostumbrada mo­deración y parquedad en la comida, tomó escaso alimento y cuanta bebida pueda tomar un espíritu sobrio, sin perder la mo­deración gracias a su severidad. La misma preocupación por su reinado y su espíritu sosegado le inducen, con razón, a comer con mayor frugalidad y, en cuanto a la bebida, poca necesita la

110 sabiduría. Colocan sobre las brillantes mesas platos de oro re­cargados con el peso de sus gemas. En todos ellos estaba repre-

115 sentado Justiniano. Esta representación pictórica era del agrado de los soberanos que se regocijaban, como hijos afortunados, al contemplar la efigie de su padre. Se podían tomar por auténti­cas y con vida las imágenes allí representadas. El arte y la ma­teria, hubieran podido darles vida si tú, naturaleza, no les nega­ras el derecho a darla. A la condición humana se ha permitido vivir tras la muerte gracias al prestigio: la propia gloria conser-

120 va el nombre ilustre. El mismo Justiniano había ordenado re­producir en cada vaso con el oro extranjero la historia de sus victorias, en la época en que, triunfante, había cargado de cade-

125 nas a los tiranos capturados cuando, en su cuarto consulado90, pisaba el elevado Capitolio en cortejo triunfal. Los sagrados monarcas conversaron sobre su divino padre durante la grata comida; entonces, entre manjares y deliciosas bebidas, ensal­zan su glorioso nombre con las mayores alabanzas, reconocién-

130 dolo vivo en sus labios. Ningún monarca amó de tal modo a su predecesor, aunque fuera un hijo el sucesor en el reino paterno. Su muy amado padre siempre estará ante los ojos de su hijo en todo instante y siempre permanecerá en su corazón.

90 El 1 de enero de 535. Justiniano había ordenado hacer una vajilla que ilustrara su triunfo sobre los vándalos con el oro obtenido en la campaña de Be- lisario, a finales del 534, cuando éste capturó al rey vándalo Géilamir y a su fa­milia.

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LIBRO m 315

Una vez que tomaron las últimas Vigilia copas de aquella cena digna de dioses

de los emperadores s e ca]m¿ ej a]e g re bullicio de la ilus-que se ocupan J σ

de los asuntos de Estado tre mesa que este Primer día había con­vocado, ambos soberanos se levantaron

serenos del alto lecho para dirigirse a sus dependencias particu­lares, Mas no abandonaron sus corazones al inactivo sueño, pues quienes tienen la piadosa tarea de gobernar tan numerosos pueblos, de someter a crueles tiranos, de tomar decisiones y or­denar los asuntos del mundo mantienen su mente despierta. Al talento de los hombres conviene reconocer que deben ser admi­radas más que enumeradas las importantes decisiones que to­maron para la seguridad del imperio. ¿Quién estaría suficiente­mente dotado para enumerar, en un poema que se precie, los prodigios de tantas hazañas divinas? ¿Con qué palabras, con qué alabanza podría representarlas? Divina y protectora empe­ratriz, nombre santo y venerable, bien inmortal, Sabiduría de nuestra lengua, consagra este poema bajo tus auspicios, vuelve tu mirada al que canta tus deseos y ofrece, en tu clemencia, ayuda a este suplicante.

La dorada luz del día había visto Hacen acto de presencia p0r séptima vez91 el mundo en su rego-

las tropas y cijo, expulsando los fríos invernaleslos distintos funcionarios

palaciegos con una plácida primavera. El sol na­ciente, que todo lo tocaba con sus ra­

yos más ardientes, había entibiado las heladas escarchas con su apacible fuego. Todos los elementos se regocijaban, una suave temperatura los calentaba y la nueva Roma cumplía sus deseos. Se adornó el palacio imperial y, por orden del soberano, se hizo venir a todos los dignatarios y se ordenó a la guardia de pala-

91 Se trata del 21 de noviembre del año 565.

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316 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

160 cio92 permanecer en sus puestos. Y al instante, según el orden determinado, el grupo de los ordenanzas, de los mensajeros, de la policía secreta93, la guardia especial94, junto con los tribunos de palacio y el cuerpo de protectores95 bajo el mando de su je­fe, toda la multitud del personal palatino se presentaron con di-

165 ferente atavío, aspecto, indumentaria y condición. El numeroso cuerpo de los centinelas96 que vigilaban el divino palacio, api­ñados desde la misma puerta por los extensos pórticos, protegía a modo de muralla la parte izquierda y derecha entrelazando sus dorados escudos bajo sus lanzas levantadas. Se mantenían erguidos, con la espada ceñida al costado y los pies calzados

n o con coturnos y todos se distinguían de modo semejante y desta­caban por sus anchos hombros y brazos robustos. Como las en­cinas de fruto cónico en medio de un río sagrado, entre las que el curso del agua resuena con ronco susurro, dan espesura al

175 bosque con su frondosa madera e impiden con sus ramas el pa­so de la luz y levantan gozosas sus (altas) copas sin podar y golpean con su cima las estrellas. A izquierda y derecha se po­dían ver las filas en formación con sus hachas de doble filo res­plandecientes de extraordinaria luz, formaciones impresionan-

92 Coripo utiliza el término schola, pues el personal palaciego estaba divi­dido en scholae: scholae civiles, compuestas por empleados superiores del pa­lacio y de las oficinas de la administración central, y scholae militares.

93 Los decani desempeñaban el papel de ordenanzas, aunque a veces tam­bién se les utilizaba como mensajeros o para mantener el orden. Para los men­sajeros o cursores, cf. nota 72. La misión principal de la policía secreta era ase­gurar a la policía de Estado y llevar los despachos del emperador; igualmente procedían a los arrestos y controlaban el correo público; a veces se les tenía por espías.

94 Escolta de gala que protegía al emperador durante sus desplazamientos y en las ceremonias oficiales. Iban vestidos de blanco y llevaban sobre el pecho una cadena de oro con tres nudos.

95 Tropa de élite armada de una larga lanza dorada y de un gran escudo circular u oval.

96 Cf. nota 32.

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LIBRO ΙΠ 317

tes y de edad pareja. El augusto palacio imita al Olimpo en sus cargos: hasta tal punto son todos ilustres, tan bien ordenados todos en sus formaciones, tan resplandecientes por su brillo; como las doradas estrellas que resplandecen en la bóveda ce­leste llevan a cabo su curso completo equilibradas por su medi­da, su número y su peso y se mantienen fijas en lugares esta­bles y el resplandor de una sola destaca entre todas; todos los astros se rinden ante la magnificencia de sus llamas, se alimen­tan con la luz de su soberano bajo el que permanecen ocultos. De este modo se mantiene el poder romano sobre todos los rei­nos, resplandeciente por encima de los pueblos, tan sólo some­tido al único brillo del cielo.

Una enorme sala se distingue por Descripción su ^tís' 010 techo, resplandeciente con

de la sala de audiencias el fulgor de los metales, sorprendente y del trono imperial p0r su ostentación y más admirable

aún por la belleza del lugar y su extra­ordinaria decoración. El centro de la morada está ennoblecido por el trono imperial, rodeado de cuatro magníficas columnas sobre las que un reluciente dosel, hecho con abundante oro de Lidia y que simula las zonas de la bóveda celeste, cubre de sombra la inmortal cabeza y el trono del que allí se sienta y que está adornado de joyas, suntuoso de oro y púrpura. El dosel se curvaba en cuatro arcos entrelazados. Una Victoria que ocupa­ba de modo semejante el lado izquierdo y derecho, estaba sus­pendida en el aire a gran altura con sus alas desplegadas, lle­vando en su diestra una corona de laurel resplandeciente. Un suelo de enormes dimensiones, sorprendente por su embaldosa­do y los tapices que lo cubrían, y unos bancos colocados en lar­ga hilera adornaban la magnífica sala recubierta de cortinajes. Los cortinajes recubrían además las jambas de las puertas. Cen­tinelas vigilaban los nobles umbrales e impedían la entrada a quienes de modo indigno la pretendían, en apiñada formación y

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318 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

210 temibles por su gesto altivo. Una vez que todo el personal llenó el palacio adornado con sus formaciones, una esclarecida luz resplandeció desde las dependencias más recónditas, inundan­do la sala del trono en su totalidad97. El emperador sale en

215 compañía de todos los miembros del senado. Le prestaba sus servicios una multitud de eunucos: a ellos se les otorga la ma­yor confianza y pleno poder para atender los lugares sagrados, preparar el dorado lecho, cubrir la mesa real de magníficos manjares, conservar intacto el palacio, penetrar en la sagrada alcoba, preservar las puertas interiores y tener preparado el ves­tuario 98. Entretanto, tras los pasos de su soberano, Narses99 ar-

220 mado, de destacada estatura, sobrepasa con su cabeza todas las formaciones y llena de resplandor la corte imperial con su ele­gancia, su acicalada cabellera, su distinción y su rostro notable.

225 Toda su persona refulgía como el oro 10°, discreto en el porte y en la indumentaria, estimado por la integridad de sus costum­bres, temible por su bravura, impetuoso, prudente, atento noche y día a los señores del imperio y brillante con el resplandor de su gloria: igual que la estrella de la mañana que reluce en el cielo despejado vence con sus rayos dorados a las plateadas es-

230 trellas y anuncia la llegada del día con su deslumbrante luz.

97 Se trata del Gran Consistorio que fue probablemente construido por Constantino, Servía además como sala de audiencias, especialmente para reci­bir a las embajadas. A llí pronunciaba el emperador sus discursos y eran nom­brados algunos funcionarios.

98 Se ha descrito en estos versos las funciones de los eunucos, llamados cubicularii por asignárseles el cuidado de las habitaciones privadas de los em­peradores.

99 Homónimo del general de Justiniano, Narses era un favorito de Justino Π que fue designado spatharius o jefe de la guardia privada del emperador, que protegía el aposento real.

100 Según A ntès (Éloge..., pág. 120), el sentido del adjetivo aureus se re­fiere a la belleza moral.

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LIBRO m 319

Una vez que el monarca ascendió, Entrada sereno, a su elevado trono y sobresa­

le la embajada líendo por encima de todos, vistió susde los ávares. , , .

n , .. miembros con ropaies de purpura, elPostración r J r rante el emperador jefe de la cancillería anunció que los

embajadores de los ávares101, a quienes se había ordenado pasar, estaban en la entrada del divino pala­cio, suplicando contemplar los sagrados pies del bondadoso so­berano, quien ordenó con palabra y talante amistosos que se les recibiera. La juventud extranjera contempla con admiración la primera entrada, mientras examina con detalle la inmensa sala. Ven hombres erguidos de enorme estatura con dorados escudos y levantan su mirada hacia las doradas picas que resplandecen con abundante hierro y a las áureas cimeras y rojos penachos. Se estremecen ante las lanzas y las crueles hachas amenazantes y contemplan las demás maravillas del ilustre séquito, creyen­do que el palacio romano es otro cielo; se regocijan de ser ob­servados y parecen entrar sonrientes. Del mismo modo que los tigres de Hircania102, siempre que la nueva Roma ofrece espec­táculos a la población, no rugen con su habitual ferocidad do­meñados por el domador, sino que, haciendo su entrada por to-

101 Pueblo de Asia central que en el año 558 envió embajadores a lustinia- no proponiéndole sus servicios a cambio de tierras, donaciones y una subven­ción anual. Con la misma intención se presentaron los embajadores ante Justi­no, quien pretende acabar con el sistema de subsidios a los pueblos bárbaros a cambio de paz.

102 Los tigres de Hircania, la actual Mazandaran, al sudeste del mar Cas­pio y al noroeste de Teherán, eran famosos en la antigüedad.

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320 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

250 do el extremo de la arena, levantan la vista al circo repleto de miles de personas, aprenden a amansarse con gran temor, re­nuncian a su furia, se alegran de soportar las crueles cadenas y de avanzar hasta el centro de la arena, complacidos en su orgu­llo de ser ellos mismos el espectáculo, pasean su mirada por las gradas y la entusiasta muchedumbre y postrados, adoran el tro-

255 no del soberano. Cuando, tras descorrer el cortinaje103, abrieron las puertas de las cámaras privadas y resplandecieron las salas del dorado palacio y el ávar Targites104 vio brillar la cabeza del emperador con la sagrada corona, tres veces con la rodilla en tierra le adoró postrado y permaneció clavado en la tierra105.

260 Siguiendo su ejemplo, los otros ávares cayeron de bruces con el mismo temor; gastan con su frente los tapices extendidos y llenan la espaciosa sala con sus largos cabellos y el augusto pa­lacio con sus enormes cuerpos. Una vez que el emperador en su

265 clemencia ordenó a los embajadores ponerse en pie, los oficia­les por orden y advertencia de su jefe levantaron a los hombres prosternados. «Haced vuestras reclamaciones», dijo con voz serena y bondadosa el soberano, «dadlas a conocer y referid el mensaje de vuestro rey».

103 El cortinaje o velum separaba el trono de la mirada de los súbditos y era descorrido cuando el monarca los recibía; este uso del protocolo palaciego lo encontramos ya en los persas.

104 Este mismo nombre aparece también como embajador del Cagan de los ávares en los años 569 y 597, de ahí que Stein se incline a pensar que el nombre señalaría, más que a una persona, a una función.

105 Los embajadores debían realizar una triple adoración; el rito debía re­sultar familiar a los ávares, pues se trataba de una costumbre oriental que hizo su aparición en la corte de Justiniano.

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LIBRO ID 321

Después de pronunciar el soberano 270

Discurso del embajador estas palabras con apacible voz, el rudoávar Targites y bronco ávar comenzó a hablar de esteque solicita modo hostil: «El rey de los ávares, el

el tributo anualpagado p o r Justiniano CaSan 106< luchando en los confines del

a su pueblo mundo, derribó a conocidos tiranoscon su excesivo valor y sometió a in­

numerables pueblos y potentes reinos. Su ejército es capaz de 275

secar el tracio Hebro, agotando su caudal, poner al descubierto su cauce tras haber bebido y marcharse sin haber sido aún ple­namente saciado107. Al Cagan temieron los crueles persas108 que ante sus amenazas acercaron las manos a sus rodillas y ob­tuvieron la paz en pago a sus ruegos. De no haber sido así, Ba­bilonia hubiera estado inútilmente circundada de altas murallas 280

y ahora Persia soportaría la hegemonía de los ávares. Hicimos irrupción en el Eufrates, hemos pasado a través de ríos helados y de nieves invernales por donde el frío frena el curso del agua que se vuelve más dura que cualquier tipo de metal. Hemos visto puentes levantados ‘con una bóveda de hielo extendidos sobre estanques, lagos, ríos y fuentes. Como el empedrado o el 285 mármol de un suelo pavimentado, el agua solidificada recubría las otras capas de agua. Hemos conducido nuestros carros re­chinantes sobre aguas endurecidas sin que allí dejara huella al-

106 Para W. T om a sch ek («Ávares», R E II 2, Stuttgart, 1896) el nombre procede del mongol chagha, que signitica «roto», mientras que para F. A lt- h e im , (Attila e t les Huns, París, 1952, pág. 55) se trataría del producto de una contracción *kav kavan > kav kan, cuyo significado sería «rey de reyes».

107 Coripo aplica a los ávares una leyenda sobre el ejército de Jerjes, que era tan numeroso, según se decía, que había secado el Escamandro al beber sus aguas.

108 No existe ningún testimonio histórico seguro que pruebe la existencia de contactos entre persas y ávares o un tratado entre estos dos pueblos. M e­diante estas bravatas, que en absoluto se corresponden con la realidad, Coripo desacredita a los embajadores ávares.

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322 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

290 guna el movimiento de las raedas; y su giro broncíneo al desli­zarse no formó los habituales surcos ni la frágil belleza del cristal pudo ser dañada por la firmeza y resistencia del hielo. Con sonoro relincho el hueco casco de nuestros corceles piso­teó las líquidas llanuras produciendo un desmesurado estrépito.

295 Caminamos sobre la lluvia, anduvimos por el agua con los pies secos. Las extensiones nevadas nos ofrecieron anchos caminos. Luchamos encarnizadamente contra pueblos aguerridos, al tiempo que otra parte de los nuestros levantaba campamentos. Entablamos combates, asaltamos ciudades fortificadas y derri-

300 bamos seguras fortalezas habiendo destrozado sus murallas. En este momento nuestro rey victorioso ha alcanzado las orillas del escítico Istro y mientras planta sus apiñadas tiendas por extensas llanuras, nos ha enviado, soberano, hasta éstas magní­ficas murallas tuyas. Ha llegado el momento de recibir la con­tribución anual de vuestro generoso padre. Lo que nos suminis­traba aquel santo varón, es conveniente que también vosotros

305 lo suministréis. Si quieres que se respeten los tratados de paz y se conserven los pactos, enviad a nuestro rey los tributos debi­dos que él reclama».

Respuesta de Justino, cia, el monarca en modo alguno lleva-

otorgado a los embajadores el permiso de hablar, conviene, en la misma proporción, que sean de carácter discreto, dignos por la honestidad de su vida y tales que puedan saber, según un or­den de prioridades, en qué ocasiones deben hablar con humil-

315 dad y en qué otras con arrogancia; que sus demandas suavicen mi cólera y velen por su vida cuando reclamen tratados. Lo que profiere tu altanería, hinchada por tus vanas palabras, revela la

Mientras hablaba con tal arrogan-

310

que se mega a pagar el tributo.

Retirada de los ávares

do por la cólera, sereno, con la mirada tranquila por su probidad, contempló al joven y esto expuso con sosegadas pa­labras: «En la medida en que se ha

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LIBRO III 323

indignidad de un espíritu cobarde. ¿Por qué alabas a unos fugi­tivos y ensalzas con un vano prestigio a un pueblo proscrito? ¿La raza feroz de los ávares que sometió a reinos poderosos no 320

fue capaz de proteger sus propios territorios y abandonó, fugiti­va, el lugar donde vivía? Tú, como si trataras con ignorantes, te atreves a decir mentiras a partir de falsos rumores e inventas sueños imaginarios con vergonzosos engaños. Eso que a ti aho- 325

ra te ha parecido bien atribuir a vuestro esfuerzo, suele ser para nuestros soldados motivo de entretenimiento cotidiano: esto para los señores es una afición, para los esclavos es un deber.De este modo se hizo floreciente en el mundo entero este sa­grado imperio: combatiendo y asegurando la paz. Nosotros, si­guiendo la costumbre de nuestros antepasados, amamos la paz, 330

pero en ningún momento tememos las crueles guerras. La paz es para los sometidos, en la guerra perecen los orgullosos. Per­donamos a los inocentes, no hay indulgencia para los culpa­bles. El Estado romano pertenece a Dios y no tiene necesidad de armas terrenales. Vive por derecho divino, no es el primero en entablar batallas, pero asume las declaradas contra él. Y si 335

hay pueblos ingratos que se niegan a obedecerle, primero se llama la atención a estos enemigos por su forma de gobierno; quien acepta estas advertencias conserva la vida y tiene la espe­ranza de recibir de nuestra parte los honores que merece. Quienquiera que ama la paz permanecerá seguro bajo su pro- 340

tección, quienes quieran la guerra, perecerán en la destrucción de la guerra. Cualquier pueblo que se atrevió a provocar a las enseñas romanas, se horrorizó ante la vista de sus escuadrones fulminados por un súbito rayo; vio caer a multitud de los suyos y a sus reyes altivos humillados y doblegados bajo nuestros triunfos. ¿Así que el Cagan se dispone a dirigir' sus hostiles en- 345

señas contra las mías y el pueblo de los ávares me amenaza con trompetas de guerra y campos de batalla si no firmamos pac­tos? ¿Creéis que nuestro padre actuó de este modo por temor,

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324 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

porque hizo donaciones, apiadado de unos necesitados y prófu- 350 gos? A nosotros nos mueve la clemencia de nuestro gobierno y

ordenamos que se entreguen a los pueblos agradecidos las do­naciones previstas. Nuestra mano es generosa, no derrochado­ra: no sabe malgastar. Distribuye sus riquezas con el derecho con el que domina el mundo entero. Por propia voluntad hace­mos donaciones a los dignos, a los indignos las rehusamos por

355 propia voluntad. Tú te atreves a igualar tus divisiones con mis divisiones y tus fuerzas con las mías. Nuestras armas no nos merecen confianza, aunque tengamos tantos generales, tropas, valerosos tribunos, reyes y pueblos sometidos al imperio como las gotas que caen del cielo o los granos de arena que hay en la

360 playa. El que está en las alturas y que es mi único y especial apoyo, Dios, es el poder y la gloria de nuestro imperio, por el que se nos ha concedido una segura salvación, el cetro y el po­der. Él alzó al pueblo latino, en su benevolencia, por encima de todos los reinos y recomienda el amor por su paz. De su espe­ranza disfrutamos, con su fuerza derribamos a los soberbios,

365 con su clemencia protegemos a los pueblos. Él multiplica nues­tras victorias con su magnífico poder. Su obra ensalzamos y só­lo Él nos infunde temor. A este único Dios adoramos y recono-

370 cemos como rey y señor. Que lo reconozcan los ávares porque éste es el Dios de todos. No soportamos la altanería. Acogemos a los pueblos que desean someterse y, en su humildad, los re­confortamos con donaciones y honores. Que cada uno calcule sus propios recursos y las fuerzas de sus hombres, contra quié­nes emprende la guerra y con qué esperanza empuñó las armas.

375 Que considere aún más de dónde puede reclamar la ayuda divi­na en su propio beneficio. Si es posible que unas falsas divini­dades puedan atacar a un Dios poderoso, si estatuas de piedra — figuras y monstruos sordos y mudos que se alzan modeladas con la fusión de diferentes metales— pueden aparecer por sí

380 mismas, si la tierra entabla combate contra el cielo, vosotros

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LIBRO m 325

empuñaréis vuestras armas contra las mías. Si desconoces, bár­baro, la supremacía del valor romano, investiga en los tiempos remotos sobre la autoridad que tuvieron nuestros antepasados, padres y abuelos latinos. Aprende, ignorante, el poderío que detentó nuestro anciano padre bajo el que cayeron, en plena matanza, los tiranos vándalos, los getas sometidos, los jóvenes guerreros alamanes, los francos y tantos otros pueblos y céle­bres reinos a través del mundo entero que, sometiéndose al yu­go, doblegaron sus altivos cuellos bajo nuestras victorias y pu­sieron su espíritu y su alma a nuestro servicio y nos guardan fidelidad después de haber sido nuestros adversarios. Ahí tie­nes a Escultor109 que, dispuesto a servir en nuestra corte, nos envía a sus embajadores con numerosos regalos. Preparamos nuestras armas contra los pueblos ingratos que defendimos110, nos oponemos a los tiranos, abrimos nuestra puerta a los escla­vos fugitivos. Esta circunstancia no está de acuerdo con nues­tras leyesin . Denuncio el hecho, pues ofrecemos nuestra ayuda a un pueblo indigno. ¿Y cree el Cagan que le tenemos miedo e intenta provocar a mis enseñas mediante la guerra? Está bien, id y preparad el frente, los ejércitos y campamentos y esperad, con toda seguridad, a los jefes de mis fuerzas».

El ávar se estremeció lleno de estupor y su enorme pavor le hizo quedarse inmóvil. Su lengua humedecida se le adhirió a la reseca garganta y, trastornado por su infortunio, abandonó el augusto palacio.

109 El patronímico quizá se refiera al jefe de un pueblo, tal vez turco, dife­rentes de los ávares.

110 Seguimos la puntuación de la edición de Antés.111 Siguiendo a Antés, no utilizamos signo de interrogación en el verso.

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326 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

Final provisional del Panegírico

de Justino II

En cuanto a las demás disposicio­nes que el monarca previsor tomó me­diante su noble determinación, nadie está en la medida, lo reconozco, de ex­ponerlas con palabras y el argumento

completo de este libro se acerca a su fin. Estas cuestiones, un poco retrasadas, las dejo, no para ser omitidas, sino para adap­tarlas cada una a su lugar y anotaré con dedicación, en la medi­da de lo posible, el interés de los hechos m.

112 El libro cuarto fue compuesto algo después que los tres primeros libros y al mismo tiempo que el prefacio, a finales del año 567 o a principios del 568.

Armauirumque
MAN 9072
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LIBRO CUARTO

Preparativos para la

inauguración consular: se levanta

una tribuna con gradas para el pueblo

Ya la proximidad del día en que se iba a contemplar al cónsul113 apremiaba a toda la multitud a llenar los asientos en las arcadas y lugares que destina a la población el prefecto de la ciudad "4, quien vela por el cumplimiento de las leyes y se encarga de asegurar la liber- 5

tad, el que defiende la justicia y enmienda la injusticia desem­peñando su cargo con dignidad, terrible por su excesiva severi­dad y muy venerable por su humana bondad. Así, se apresuran en cercar su propio emplazamiento y preparar el lugar y en mi- 10

tad del foro ■—por donde el monarca, al salir del sagrado pala­cio vestido con la trábea115, cubriría, como una nevada, de ri-

113 El 1 de enero del año 566 d. C.114 El prefecto de la ciudad era en Constantinopla el representante directo

del emperador al frente de la ciudad. Organizaba los espectáculos públicos y garantizaba la seguridad de los ciudadanos.

115 La trábea o toga p id a o triumphalis, elemento principal del traje triun­fal, era más corta que la toga normal y estaba decorada con franjas y engalana­da con gemas.

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328 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

quezas al pueblo en solemne donación116— se alza un nuevo edificio m. Por toda la ciudad el vendedor de madera es acosa­do por una gran cantidad de compradores: la muchedumbre se

15 lanza con afán de comprar. A continuación, los carros que chi­rrían con el enorme peso trasladan la madera de los bosques, haciendo girar sus ruedas con estridencia. Se expone el carga­mento, pero la madera seca de los árboles es apenas suficiente. Entonces se dirigen en naves a las ciudades vecinas para abatir

20 con el hacha los verdes bosques. Las frondas comienzan a per­der su follaje, se desnudan los campos, el hierro silba en los frondosos árboles y por doquier gime de cansancio el leñador y las hachas numerosas multiplican sus golpes. Las aves abando­nan sus nidos al huir. Los animales desconfían de sus propias

25 guaridas y dejan sus queridas viviendas. Las cavernas se estre­mecieron, ante la profunda sacudida y los tenebrosos cubiles temen la luz que penetra en su interior. Una apiñada multitud se extiende por los antiguos bosques como las abejas a quienes la templanza de la primavera impulsa a levantar un nuevo cam-

30 pamento y a fortificar con cera los panales "8. Levantando el vuelo, apretados enjambres vagan por la frondosa campiña, se posan sobre flores de variado color, liban el húmedo rocío, car­gan sus hombros, elaboran la líquida cera y asientan su querido hogar sobre piedra porosa, mientras se consagran a su trabajo y se aplican sin tregua a las gratas tareas.

35 Al instante se derriban troncos de toda clase de árboles, ca­da uno se debe adaptar a su función: con los más sólidos se ha­cen vigas, con los tiernos tablas. Cae el fresno talado por el ha­cha cuadrada de doble filo y el alto pino tras numerosos

116 Se trata de la sparsio o distribución de monedas de oro que el nuevo cónsul arrojaba a la población durante su procesión consular el 1 de enero.

117 Era una tribuna construida en e l foro de Constantino para la ocasión.118 Coripo utiliza esta expresión militar aplicada a las abejas siguiendo

una costumbre de V irgilio (cf. Geórg. IV 108).

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LIBRO IV 329

hachazos. A continuación las dulces hayas y el tejo de amarga savia y el tronco de la encina y el firme y pálido boj, muy bello por su blancura. El hacha abatió las antiguas encinas y los ol- 40

mos abrazados a las vides y el oloroso cedro y el firme roble que nunca flota, el ésculo, el álamo, el arce, el terebinto, el chopo, el fresno. El abeto de los montes queda cortado en finas 45 tablas, así como los enebros, los suaves tilos y el perfumado ci­prés: en mil pedazos cortan los troncos. Resuena el mazo al golpear el aire, las sierras en su ir y venir rechinan con el orín y a lo lejos se oye la curvada segur talando la madera. Ni siquiera 50

cortó tantos árboles el pueblo de ín a co 1,9 al equipar su flota, aparejada con mil navios.

Así era la construcción que, al comienzo, ofreció su espec­táculo a la ciudad alborozada. La población se queda sorprendi­da y gente de ambos sexos y de todas las edades llegaban co­rriendo deseosos de verla. La muy sabia mano de los artistas 55

había trazado arcos redondeados con maderos curvados y con tablas fijadas a vigas huecas había levantado un edificio col­gante, formando un solo bloque con cuatro tribunas; ajustando capiteles de boj a columnas de chopo, había consolidado su ba­samento con el mismo material. Recubren todas las zonas pía- 60

ñas con madera pulida, construyen el entablado, trabándolo con ligaduras de hierro de modo que pueda soportar el peso y el al­boroto de la población y los movimientos de la entusiasta mul­titud. La madera cortada delimitaba por ambos lados el respal- 65

do de todos los asientos y ofrecía por doquier su protección, belleza y seguridad. Colocaron gradas donde la plebe se situara en una larga fila, repartida en grupos y corporaciones para que pudiera extender sus manos abiertas a las donaciones, contem- 70

piar con más facilidad el espectáculo, expresar su entusiasmo

119 El pueblo de ínaco, dios-río, antiguo rey de Argos, son los argivos. Coripo hace una alusión a la expedición de los argivos contra Troya.

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330 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

con aplausos y recoger en los pliegues de sus túnicas los do­nes 120 que, innumerables, se disponía el cónsul a arrojar sobre el pueblo y tender sus ávidas manos hacia donde cayera la do­rada lluvia121 con más intensidad.

Cuando cesó el trabajo de los artesanos, una vez terminado el edificio, y resplandeció la belleza de tamaña construcción, limpian en un gran espacio todo lo que un momento antes se había ensuciado con los fragmentos de madera y cada uno adorna su asiento y corona su lugar con festivo follaje. El suelo entarimado verdeaba con ramas, allí sujetas, de palmera y de olivo, amigo de la paz. El laurel triunfal122 adorna todos los te­jados inclinados y en un abrazo los rodea con sus propicias ho­jas. ¡Qué entretenimientos, qué seriedad123 tenía allí la pobla­ción! Se podía ver ahora a unos solazarse, a otros contemplar el espectáculo: había mil clases de distracciones. Extienden toldos que cubren los asientos, conforme a cada lugar, para mayor ad­miración: lo público no tiene valor, lo que está oculto es digno de respeto y lo que está más escondido, se considera de mayor valía. Después, a nadie se permitió circular bajo los pórticos que fueron cerrados al paso: para todos se abre un ancho ac­ceso.

120 Eran objetos (m issilia) de diferente valor, según su destinatario, que distribuía a los dignatarios y a la población el cónsul o el triunfador durante su procesión. Entre otros missilia había grandes bandejas redondas, cuadradas u ovaladas, pequeñas copas redondas, otras copas adornadas de una cruz, etc.

121 Alusión a la sparsio (cf. η. 116).122 El laurel, empleado como decoración en los triunfos, se utiliza en esta

ocasión porque la procesión consular es de carácter triunfal. Por otra parte, los ornamentos triunfales y consulares se confunden desde el siglo n.

123 Se opone el aspecto festivo de los preparativos a la solemnidad del ac­to. Petschenig ofrece dos ejemplos de esta oposición ioca-seria (S a lu stio , Guetra de Yugurta X C V I2, y Lrvio 1 4, 2) que es, por otra parte, muy frecuen­te en la literatura latina.

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LIBRO IV 331

El octavo día tras el nacimiento de Comienzo Cristo124 había hecho volver, con nue-

del nuevo año. yo resplandor, los pasos del año queDonaciones del emperador . . . „ _

al senado y giraba sobre si mismo. Con su recorrí-a la guardia imperial do acostumbrado, el círculo había ter­

minado una órbita entera, trayendo de nuevo, tras el final de sus días, el principio de otro año; y un nuevo transcurso de meses apremiaba, uno tras otro, a la rueda redonda que hace girar el curso de todas las edades y eterna­mente pone fin a los días. La luz del sol resplandeció en el cla­ro cielo y se ofreció piadosamente a los deseos del mundo entero, llenando de júbilo todas las tierras con su benéfico resplandor. Otra luz brillante había avivado a esta luz resplandeciente cuando ambas se mostraban a la tierra ante la dicha del cielo: el sol radiante y el cónsul triunfante. La nueva Roma relucía y el palacio en su gozo competía con el mismo cielo. Los oficiales, a los que se asignó esta tarea, preparaban las donaciones de pri­meros de año y llenaban la corte con sus tropas bienhechoras. Llevan el oro resplandeciente amontonado en enormes canastos y cubren el lugar en el que ya había sido colocada en alto, so­bre un firme pedestal, la silla triunfal125 donde aún no se había sentado el insigne cónsul. A continuación, traen sobre sus altos hombros vieja plata refundida en formas y objetos variados con inscripciones grabadas y figuras esculpidas; el enorme peso los fatiga y vuelcan en un solo lugar los pesados cofres: ambos metales se acumulan en enormes montones.

En el grandioso edificio sobresalía el trono, construido con asombrosa ostentación, magnífico por su oro y pedrería, dotado de luz propia, sin necesidad del brillo del sol; la calidad de sus

124 Se tra ta del d ía de la inauguración consular, e l 1 de enero .125 E s la silla curul, de oro y p iedras p rec io sas , qu e era llevada sobre una

espec ie de en tarim ado . A ntès (Eloge..., págs. 127-128) la d e sc rib e con m in u ­ciosidad.

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gemas alumbra los lugares cercanos transformando el color de las cosas y oscureciendo los rayos del reluciente Febo. Joyas de forma redonda se combinan con cuadradas, las de color blanco

120 con las verdes. Resplandecen los topacios y la murra y el piro­po 126 llameante que disipa las tinieblas con su propio fulgor. A este elevado trono de escalones dorados y sagrados tapices, an-

125 tes de que el sol apareciera en medio de la corte, subió el empe­rador, ceñido con la trábea ancestral, engalanando su augusta frente con la corona real; y, sin perder su piadosa compostura, se sentó con dignidad, dando mayor realce a la indumentaria imperial y a la costumbre de los de G abio127. Su púrpura res­plandecía con la pedrería del Hidaspes 128 que vencía con su fui-

no gor a la luz del día, más brillante y perfecta por la grandeza del monarca que allí se sentaba. El senado fue el primero en ado­rarlo, postrado, con las siguientes palabras: «Vence, Justino, que bajo tu consulado, bajo tu mandato el mundo entero pros­pere afortunado. ¡Salve!, el primero de los emperadores, no en

135 la sucesión de números, sino de méritos, distribuidor de rique­zas, pródigo en honores, corona de la libertad, cima del mun­do m , único poder y patente salvación del imperio, restaurador de un nombre ilustre. Vuelven tiempos pasados y una edad

126 La murra era una materia mineral, no bien conocida en la actualidad, con la que se fabricaban vasos muy apreciados. En cuanto al piropo, se trataba de una aleación de oro y bronce (o cobre).

127 «La costumbre de los de Gabios», mencionada a menudo en la literatu­ra latina, consistía en un modo particular de llevar la toga, echando hacia atrás un extremo de la misma por encima del hombro izquierdo, para recogerlo al la­do derecho, anudándolo por debajo del pecho, mientras que la cabeza se cubría con el otro extremo de la toga. Era utilizada, en su origen, durante los sacrifi­cios y después por el cónsul en su procesión.

128 Es el actual Djelan, río de la India continental, afluente del Indo.129 Coripo utiliza un título que se daba normalmente a Roma en ¡a Anti­

güedad y en la Edad Media.

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LIBRO IV 333

nueva 13°. Has renovado la antigua época de César Augusto, aunque más insigne y grandiosa es la tuya. Desde ahora vuestro 140

primer año, dichoso, comparte contigo tu alegría y la nueva Roma realiza numerosos sacrificios en favor de tus triunfos». A continuación, se leen en voz alta los nombres de los senadores y los padres conscritos, al ser nombrados por la voz, se acercan sonrientes, suben a la parte más elevada del trono, extienden 145

sus manos y toman los presentes del cónsul y señor del mundo y, orgullosos con los obsequios recibidos, llevan vasos de plata rebosantes de amarillo metal; como los dones de la feraz cam­piña que recogen los campesinos cuando verdean los prados y los lirios blancos que llevan en cestos repletos, en cuyo centro 150

reluce el oro de la perfumada flor. Y se regocijan de llevar a su casa las primicias de un año fértil; decoran puertas y umbrales y entrelazan guirnaldas con sus ofrendas para aplacar a los dio­ses. Seguidamente la elocuencia de los oradores cantó en las 155

dos lenguas131, como gracia solemne, los encomiables méritos del augusto cónsul. La fortuna otorgó su favor a quienes lo me­recían y el reconocimiento sucedió a las justas palabras. ¡Oh dichosos, los que obtienen de la realidad numerosos motivos para el elogio! ¿Qué dirán que no sea digno de alabanza quie- leo nes reconstruyen la vida y las hazañas de un emperador de tales méritos? ¿Qué fue ese alboroto? ¿De dónde se obtuvo tanta aclamación y tan gran número de panegiristas? ¡De qué artes, de qué talento se han servido! ¡Con cuánto empeño se esforza­ron entonces por añadir oropel a los oropeles y elogios a los elogios! No fueron, sin embargo, capaces de enumerar según íes su orden los prodigios de su santa vida: para narrar cosas divi­nas ni la fuerza ni la inteligencia humanas son suficientes. Si

130 El tópico de la felicium temporum reparatio (cf. η. 31) se ilustra ahora con la restauración del consulado por parte de Justino.

131 Latín y griego.

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alguien coge agua de la fuente del Nilo y la bebe o encauza su comente hacia arenas porosas, sin duda, ese hombre es saciado por el agua y también son saciados los campos, si él los riega: llena las fuentes y los ríos y ofrece caudalosas aguas a quienes quieren beber... (***)132. Apreciamos los deseos que formula­mos para nuestros soberanos; entre cánticos, venerando a nues­tros piadosos monarcas, los honramos con nuestras aclamacio­nes. Cuando los alabamos, somos dignos de alabanza por nuestras alabanzas y gozamos de un bien inestimable. Pues la estirpe de los dioses no tiene necesidad de alabanzas humanas, mas considera las ofrendas de sus vasallos y honra con su afec­to a quienes le demuestran su sumisión. La mano imperial qui­so mostrarse entonces más generosa y fecunda, sin favorecer a nadie con su preferencia. De modo que hizo posible con sus donaciones que aquellos fuesen iguales que los senadores, aunque los diferenciara su rango. La vigilancia de la noche me­reció este favor, así como la sabiduría133, protectora de las que­ridas musas. El emperador, en su enorme sapiencia, sabe tam­bién que la literatura ocupa una posición importante y conoce la ingente tarea a la que se entregan los escritores.

a todas sus ovejas ciones y escuadrones, les concedió pia-

de riquezas a sus fieles súbditos, según sus méritos y su cargo: ese mismo insigne varón los había alimentado a todos y tam­bién los dirigía cuando vivía su padre. Nacido con la dignidad

132 Pasaje incompleto.133 Referencia a Vigilancia y Sofía (cf. I 8-9), protectoras de Coripo, aun­

que al mismo tiempo en la expresión vigilantia noctis se alude al tópico de la «agrypnía» o insomnio del poeta.

Justino es comparado al Buen Pastor

que conoce

Al instante, a los oficiales que pro­tegían la excelsa corte, designados en el orden debido y según la antigua cos­tumbre, haciéndolos venir por corpora-

dosos presentes lleno de gozo y cubrió

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LIBRO IV 335

imperial, criado en plena corte entre grupos de protegidos y asambleas de hombres fieles, conocía el nombre de todos, las 195

acciones de todos, a todos manifestaba un tierno afecto, a todos alentaba siempre y aconsejaba siempre con la dedicación de un padre y, según su modo de gobernar, él mismo protege, alimen­ta y da abrigo a sus vasallos, igual que el precavido pastor134, que durante largo tiempo llevó a pastar a sus toros y rebaños la­níferos a campos cubiertos de hierba, conoce todos los nombres 200

que él impuso a sus toros, se regocija con el aumento de su amado rebaño, entra en el redil, separa a los tiernos corderos para reunirlos en un solo lugar, llamándolos por sus nombres 205

conocidos; al oír su voz, le siguen y reconocen a su amo, gol­pean el aire con sus balidos y loman con avidez la verde hierba que él les trajo.

, „ * . r .■ tinaies de seda pendían de todas las co-la llegada de Justino J r^que se retrasa en el palacio lumnas y a través de los porticos y por

todos los barrios se situaba, a cada la- 210

do, la enfervorecida multitud con las manos y los pliegues de la ropa dispuestos. Esperan la llegada del cónsul que se retrasa en la excelsa corte, permanecen pendientes de su demora, tratan de averiguar las razones y todos dirigen su mirada hacia la en­trada del palacio con deseos de ver pasar al augusto cónsul. Del 215

mismo modo que los habitantes de Libia, ante la tierra sedien­ta 135, levantan sus ojos hacia las nubes y en cuanto centellean los primeros rayos en el agitado cielo y el Noto con numerosos

134 Coripo toma com o referencia en este sím il la parábola cristiana de) Buen Pastor.

135 L uca n o (IX 690-696) también nos habla de la sequía de la tierra de Libia.

La multitud en las tribunas

espera

Mientras tanto, la población había ocupado todos los edificios decorados con guirnaldas de variadas hojas. Cor-

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truenos confunde el firmamento, la multitud de labradores se dispersa corriendo por los secos sembrados con esperanza de

220 lluvia; limpian las cis-ternas, equilibran las entradas de los ca­nales y dirigen todo el curso de las aguas de modo que la límpi­da corriente se deslice sobre los verdes prados —los fuerza la penosa sequía—, interponen montones de arena seca a modo de barrera y cercan las pendientes de la fecunda tierra.

Una vez que, en calidad de cónsul,Descripción de colmó de riquezas a sus fieles protegi-

225 la procesión consular ^08 e j emperador ordenó con gesto se-de Justino.

Aclamaciones del pueblo ñorial que avanzaran todos para hacer las piadosas donaciones a la población.

Se ejecutan con gusto sus mandatos. La silla divina es alzada 230 por las manos de mil sirvientes en solemne procesión m . Jóve­

nes seleccionados someten sus hombros al grato esfuerzo, se ajustan sólidas correas, todos de la misma edad, con igual indu­mentaria y belleza semejante; su vestido era de idéntico color rojo y sus cinturones relucían con el oro puro137. Los senadores avanzaban sonrientes con egregios vestidos, unos engalanados

235 con la trábea, otros con la toga, según la condición y el ornato que proporcionaba a cada uno el grado que le fue estimado. Vienen a continuación los oficiales imperiales y, entre los pri­meros, un heraldo los apremia con sus gritos, ordenando a to­dos avanzar divididos en grupos. Las cohortes avanzan apiña­das acompañadas de un lictor 13S. Por otra parte, una tropa

136 La procesión consular de Justino, que es llevado en la silla curul, parte del palacio de Santa Sofía. La ceremonia, celebrada también el 1 de enero, era prácticamente la misma llevada a cabo por los antiguos cónsules cuya proce­sión partía desde su propia casa hasta el Capitolio.

137 El cinturón (o cingulum) era una prenda obligatoria y emblema distin­tivo de quienes desempeñaban un cargo al servicio del Estado; su ornamenta­ción variaba según el rango de quien lo llevaba.

138 Los lictores, especie de ordenanzas asignados a un magistrado dotado del imperium, precedían siempre a los magistrados cuyas órdenes ejecutaban, y

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armada asegura los costados del emperador a derecha e izquier­da. La numerosa guardia de los centinelas139 protegía con s u s 240

escudos la piadosa espalda y las falanges de su guardia privada resplandecían con sus brillantes picas de rutilante oro. El cón­sul, por su parte, resplandeciente con la sagrada corona, engala­nado con la trábea, relucía con las joyas y el oro, impresionante por la expresión de su rostro y sus hombros. Y, como una lumi- 245

naria divina, su presencia vencía al brillo de las gemas y al oro, igualándose a las estrellas del cielo con su mirada angelical. Cuando alcanzó el próspero umbral de la sagrada puerta, en el lugar en que un camino conduce directamente al centro de la ciudad, el pueblo se llenó de temor ante su paso y él resplande- 250

ció del mismo modo en que el dorado sol que, desde las límpi­das aguas del Océano, muestra sus brillantes rayos y, encendi­do, extiende por doquier la clara luz del día e ilumina al mundo entero con la belleza de su resplandor. Entonces, al ver al cón­sul, el pueblo se levanta entre aplausos y se multiplican las aclamaciones. De este modo vuelve la tierna golondrina para 255

ofrecer a sus polluelos el alimento que buscó con afán. Al pre­cipitarse, parlanchína, a través de las anchas oquedades para ver su propia morada, ante la llegada de la madre, se levantan de todo el nido los gárrulos polluelos, reclaman la comida, bus- 260

can con sus picos el pico de su fiel progenitora y permanecen con los buches abiertos; y ella, suspendida en el aire, recorre con sus ojos todo el nido y reparte con afecto la comida, de modo que pueda alimentar a todas sus crías.

simbolizaban la autoridad jurisdiccional del mismo. Portadores de los fasces (haz de varas atadas con un hacha en el centro), su número fue variable según las épocas y las magistraturas. Aunque el lictor que aparece en el texto de Cori- po pertenece, más bien, al servicio del orden.

139 Cf. n. 32 del libro primero.

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El emperador Justiniano había con­sagrado un templo con el augusto nom­bre de Sofía140 cuando ostentaba el po­der romano y su alma venerable, que no desconocía entonces, creo, el futu­ro, dirigía, propicia, sus plegarias a

Cristo; o más bien Dios, según un justo orden de cosas, lo per- 270 suadió sin que él lo supiera a consagrar antes bajo piadosos

auspicios el secreto de los bienes venideros. Teodora reinaba en la época en que su fundador edificó la sagrada ciudadela que

275 mereció ostentar el nombre de Sofía, aunque no gobernaba to­davía141: esos fueron los presagios del poder futuro. Una vez terminada, la obra reveló el enorme misterio que permanecía oculto bajo su grandiosa construcción. El camino ha aparecido ahora luminoso ante nuestros ojos. Con la claridad de la luz comprendemos que tiempo atrás el imperio fue prometido, co-

280 mo presente divino, a los piadosos Justino y Sofía; ha salido a la luz lo que antes estaba oculto y ningún velo impide ya nues­tra visión. La sabiduría de Justiniano ha realizado sin duda una empresa digna de Sofía: edificó un hermoso templo, le propor­cionó una sólida consistencia, lo comenzó, lo llevó a buen tér­mino y lo adornó y enriqueció con sus dones. Que no se men­cione ya la descripción del templo de Salomón 142, que se

140 Santa Sofía fue comenzada el 23 de febrero del año 532 y consagrada solemnemente el 27 de diciembre del 537. Para su construcción, de un lujo y ostentación extraordinarios, Justiniano hizo traer materiales provenientes de monumentos antiguos: el oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas fueron utilizados en profusión. El edificio causó tal impresión, que pronto se propaga­ron leyendas en las que se decía que había sido construido por intervención di­vina.

141 Alusión a la esposa de Justino.142 Referencia a las palabras pronunciadas por Justiniano («Salomón, te he

vencido») durante la inauguración del templo; aunque la comparación con el templo de Salomón era tópica.

Justino se encamina a Santa Sofia. Interpretación

del nombre.265 Paráfrasis del Credo

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retiren todas las maravillas de los países conocidos. Pues hay 285 dos afamadas maravillas que imitan al resplandeciente cielo, construidas por decisión de Dios: el venerable templo y los bri­llantes techos del nuevo palacio de Sofianas143. Éste es el pala- 290

ció del emperador, aquél el de Dios. Dios glorificó ambas cons­trucciones, pero el templo, por su gloriosa grandeza, resulta más impresionante. Pues allí se demuestra cómo Dios mani­fiesta su presencia por doquier, llenándolo todo al mismo tiem­po. A llí con los ojos del espíritu se ve el sagrado poder, que permanece indivisible, del Padre, del Hijo y del Espíritu San­to 144. Se cree en una sola sustancia, pero hay tres personas; 295

existen cada uno por sí mismos y sus nombres son resplande­cientes. Del mismo modo que el Padre es (Dios), el Hijo es Dios con gloria semejante y también es Dios el Espíritu Santo.De las tres personas, una, que bajó del cielo para redimir a la 300

humanidad, tomó forma humana naciendo de una virgen. Vino por voluntad propia y el Autor y Creador del mundo se hizo hombre, permaneciendo verdadero Dios, nacido, no creado, plena luz que procede de la luz, una sola persona que existe en dos naturalezas, semejante al Padre en su divinidad y por com- 305

pleto semejante al hombre, sin pecado, perdona los pecados, Cristo que hace numerosos milagros entre los hombres. Con su muerte aplastó a la muerte y, al resucitar a la vida, dio vida a todos los que creían en Él. Subiendo al cielo, se sentó a la dere- 310

cha de la gloria del Padre, que es eterno como Él y ha de venir a juzgar al mundo y posee un reino que no tiene fin. El empera-

143 El palacio de Sophianae, cuya construcción debió de ser terminada a principios del 568, estaba situado en la orilla asiática del Bosforo.

144 Con esta paráfrasis del Credo (vv. 293-311) Coripo apoya el decreto sobre éste, publicado por Justino en los años 566 ó 567. Además el poeta, para poner de relieve la ortodoxia del emperador en un período trastornado por la herejía monofisita —por la que únicamente se reconocía en Cristo su naturale­za divina— , añade una profesión de fe anti-monofisita (vv. 300-305).

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dor Justino que lo amaba con espíritu fiel, saliendo del palacio vestido con la trábea, se encaminó primero al elevado templo y

315 dio las gracias a Dios con su habitual devoción. Consagró nu­merosos presentes acompañados de plegarias y enriqueció el sagrado templo con una importante ofrenda. Ofreció cirios y rogó en voz baja y con humilde corazón y se marchó bendecido

320 por la mano de Dios, más ensalzado, más justo por reconocer él mismo su humildad ante Dios y su verdadera fe que él conser­va con devoción. Quien lo quiere, es querido; y a quien Cristo, noble soberano, ama, es amado. Él es rey de reyes y a nadie se somete. El emperador Justino gobierna en paz con su protec-

325 ción y a Él sólo adora con la certeza de su esperanza.Una vez que el devoto emperador

Justino abandonó el umbral del templo, trassube de nuevo haber pronunciado sus plegarias, subióa la silla curul. gozoso (a) su alto sitial de cónsul para

Calinico recuerdalas últimas palabras ser transportado y se sentó en medio de

330 de Justiniano la luz. Ante sus pies permanecían susprotegidos para llevar a cabo con ale­

gría las órdenes de su señor, con el rostro y los vestidos res­plandecientes, convertidos en padres del pueblo romano, sin serlo por su origen. Brilla en su honorable ancianidad el patri­cio Calinico, quien, nombrado antes padre del imperio, mereció ser tenido en mayor estima como guardián de las sagradas ri-

335 quezas del tesoro imperial. Pues al morir, Justiniano le otorgó inmediatamente estos honores y confió a su fiel oído el secreto de su decisión: «Soy llamado», le dijo, «mi fiel protegido, se apresura en llegar mi último día y por orden del Creador soy llevado de mi reino a su reino. Dios ha entregado a Justino todo el imperio latino. Tú, fiel amigo, recuerda estas palabras que te entrego como legado. Cuando mi alma, una vez abandonada la carne, al subir al cielo penetre en la radiante ciudadela, dirígete al umbral de Justino entre dignatarios. Haz la propuesta al va-

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ron; incluso si no quiere aceptarla, apenado por mi muerte, acu- 345

dirá, aceptará después. No dudes: nadie sería capaz de desdeñar los terribles preceptos de Dios. Reconocerá afectuosamente a quienes me guardaron fidelidad; perjudicará a quienes me per­judicaron 145. Incluso se dispondrán a tentarle con una acción semejante, hasta morir y sufrir el justo castigo con su propia sangre. Pero la justicia del emperador reprende a los malos 350

súbditos con la bondad de su decisión: sin querer destruir todo lo que le está sometido, castiga a las perversas almas mortales de modo que el castigo (eterno) de la muerte no espere y lo su­fran en mucho menos tiempo. Basta con sufrir penas (corpora­les) que serán pasajeras: que (no) tiemblen ante el suplicio eter- 355

no ni teman el castigo impuesto para siempre. El castigo atenúa el crimen cometido. Sin duda, los ejemplos de unos pocos mal- 36o vados, cuyo recuerdo temen y condenan nuestras leyes tras su muerte, son útiles a muchos. La muerte de un solo hombre ha de ser provechosa para muchos, pues las traiciones cesan ante el temor de un castigo. El mismo Dios ha designado legislado­res en el mundo entero». Conservando en su corazón estas pa­labras, el fiel Calinico le obedeció con lealtad y mereció el 365 afecto de su soberano. También estaba presente Narses, temible por su espada, robusto por la fuerza de sus miembros, de aspec­to afable, bondadoso, aunque de excesiva severidad, que real­zaba el trono de su soberano con magníficos estandartes que él sostenía, como la valiosa ágata o el mármol de Paros 146 que 370

resplandece en medio del amarillo oro cuando les da forma la mano del artista: así, con esta luz resplandeciente, con su carác-

145 Se hace una referencia a las conspiraciones contra Justiniano al final de su mandato. Cf. n. 22.

146 El famoso mármol de Paros, de color blanco y muy apreciado, fue ex­plotado desde la prehistoria hasta el siglo xv. Los autores antiguos lo mencio­naban con frecuencia; Coripo al citarlo aquí toma como referencia a V irgilio (Eneida I 593).

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ter apacible y su expresión afable que le hacía tan grato, relucía con sus brillantes armas, protegiendo la espalda de su señor. También estaba allí Tiberio, muy querido al monarca de la sa­grada corte, que desempeñaba todas las responsabilidades y (***)147 en el ejercicio de su cargo, con serenidad instaba a me­nudo al (personal) palaciego a cumplir sus obligaciones con sus indicaciones y advertencias ***148.

147 El verso 375 está incompleto.148 Faltan en el manuscrito los últimos versos del poema.

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ÍNDICE DE NOMBRES

Abreviaturas y signos que hemos utilizado en este índice:

A = Panegírico en honor de Anastasio.Pref. = Prefacio al Panegírico de Justino II.

africanos, A 37; 1 19.África, A 38; III90. alamanes (guerreros), III385. Anastasio, A (1), 31 (cf. n. 1),

40, (44); 1 16.Apóstoles (templo de), ΙΠ 59 (cf.

n. 79).Arabia, (II72).Armado, I I 130 (cf. n. 56), 135. Ascalón, III 89 (cf. n. 83). Aurora, I I 1.ávares, Pref. 4 (cf. n. 7); I 254;

Π Ι231-401 (embajada de) (cf. n. 101), 233, 258, 260, 270- 271,280, 321,347,369, 399.

Babilonia, III279.Baco, III 87.Baduario, I I 284 (cf. n. 71).

Belisario, I I 125 (cf. n. 55).

Cagan, III 271 (cf. n. 106), 345, 395.

Calinico, 1 76 (cf. n. 24), 122; IV 332.

campana (púrpura), I I 106 (cf. n. 51).

Capitolio, III125.César (C. Julio), I I I16.César Augusto, III27; IV 138. César (= emperador), 1 138. Chipre, III91 (cf. n. 85). Cleopatra, I II17.Creta, III 89.Cristo, A 31; II 7, 427; IV 90,

266, 306, 322.

Demetrio, 1 27 (cf. n. 19).

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344 PANEGÍRICO DE JUSTINO II

ebalia (ciudadela), III 94 (cf. n. 86).

Escultor, III390 (cf. n. 109). euro, I I 321.Eufrates, III281.

falerno, III 97 (cf. n. 87).Fama, 1 299.Febo, IV 118.Fénix, I 349 (cf. n. 43). francos, Pref. 10 (cf. n. 8); 1254;

III 385.

Gabios (costumbre de los), IV 127 (cf. n. 127).

Garizim, III102 (cf. n. 89). Gaza, III 88.gépides, Pref. 12 (cf. n. 8); I 254. getas, Pref. 11 (cf. n. 8); I 254;

I I 123; III 385.

Hebro, III274.Hidaspes, IV 128 (cf. n. 128). hiperbóreo (Istro), III 50 (cf. n.

78).Hircania, III246 (cf. n. 102).

ínaco (pueblo de), IV 50 (cf. n. 119).

India, I I I15 (cf. n. 75).Istro, III 50 (cf. n. 78), 300. ítaco (Ulises), III93 (cf. n. 86).

Juan, I I 160 (cf. n. 60).Justicia, Pref. 24.Justiniano, I (45, 50, 120, 130,

139, 163, 226), 237, 251,

(270, 272), 277, 284, 356, (365); II (37), 126, (260, 263, 270, 367, 382, 389, 399); III (4, 26, 30), 113, (114), 124, (127,132, 303, 348, 383); IV (191,264), 265,335, (365).

Justino, A (20, 32), 33, (51,113); (Pref 28-29); I 46 (cf. n. 1), 65, 120, 133, 166, 210, 250, 262, 355, 358, 361, 367; Π 65, (84), 127, 133, (134-135, 148, 161), 168, 171, 264, (275, 287, 298, 307), 310, (332), 353, (398, 404, 413, 419-420), 430; ΠΙ (3), 27, 264, 269, 309, 402; IV (1, 10,71, 101, 124), 131,(156, 184, 211,214, 225, 240, 243), 278, 312, 324, (326), 340, 343, (368, 373, 375).

Justino y Sofía, (I 23, 75, 109, 203; II 167, 309; III75; 103, 126, 137).

Laertes, III94 (cf. η. 86).latino, 124,149, 343; IU 362, 382.Libia, Pref. 35; I 287.Lidia, III 196.lombardos, Pref. 12 (cf. n. 8).

Magno, 1 22 (cf. n. 16).Marcelo, I I283 (cf. η. 70).Menfis, III 16, 91 (cf. η. 85).Méroe, III 91 (cf. η. 85).Metimna, III 96 (cf. η. 87).Miguel, (II 8 [cf. n. 47]).musas, A 42; 1 10; IV 183.

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ÍNDICE DE NOMBRES 345

Narses: III 221 (cf. η. 99); IV 368.

Nereo, III 15 (cf. η. 75).Nilo, IV 168.Noto, IV 217.

Océano, IV 251.Olimpo, III179.

palestino (vino), III 98.Paros, IV 370 (cf. n. 146). Pedro, 125 (cf. n. 18).Pélope, 1335 (cf. n.41). persas, III277 (cf. n. 108). Persia, III 280.Piedad, 1 36.

Rávena, I I 124.Roma, 1 288.Roma (nueva = Constantinopla),

I 344; III 156, 247; IV 101, 141.

Saba, III 22.Salomón (templo de), IV 283 (cf.

n. 142).Sarepta, III 88 (cf. η. 82). sírticas (guerras), Pref. 35.

Sofía, (A 34; Pref. 23); I 9, 65 (cf. n. 3), (114-115, 188), 210, (248, 272), 291; II (47, 74- 75), 169,171, 311; III71, 83, (85, 148); IV 272, 278,280.

Sofía (templo de), IV 264-290.Sofianas (palacio de), IV 287 (cf.

n. 143).

Targites, III 258 (cf. n. 104).Teodora, IV 270.Teodoro, 1 26 (cf. n. 17).Tiberio, 1 213 (cf. n. 33); IV 375.Tiro, III 90.Tomás, 1 18 (cf. n. 15).tracio (Hebro), III 274.Troquilo, I 334 (cf. n. 40).Troya (guerra de), III95.

Ulises, III93 (cf. n. 86).

vandálica, I I 125.vándalo, I 286; III 384.Victoria, I 81 (cf. n. 26); III 201.Vigilancia, Pref. 21 (cf. n. 9); I

8.Virgen, I 33, 66 (templo de la);

I I 48, 52.

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ÍNDICE GENERAL

JUÁNIDE

Págs.

In t r o d u c c ió n ................................................................................. 9

1. El autor, 9. — 2. Presentación y clasificación como género literario de la Juánide, 11. — 3. Fuentes litera­rias, 15. — 4. Funcionalidad y valoración de la Juánide,19. — 5. La tradición manuscrita, 20. — 6. Ediciones crí­ticas, 23. — 7. Traducciones españolas de la Juánide, 27.— Nota textual, 28.

B ib l io g r a f ía ................................................................................... 31P r e fa c io a lo s n o b l e s d e Ca r t a g o .................................. 37L ibr o 1 ................................................................................................. 41L ib r o I I ............................................................................................... 65L ib r o I I I ............................................................................................. 85L ib r o I V ............................................................................................. 107L ib r o V ............................................................................................... 133L ib r o V I ............................................................................................. 153L ib r o V II ........................................................................................... 183

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348 CORIPO

Págs.

L ibro V II I ................ÍNDICE DE NOMBRES

205231

PANEGIRICO DE JUSTINO II

INTRODUCCIÓN 243

1. Presentación y clasificación como género literario del Panegírico de Justino II, 243. — 2. Fuentes literarias,247. — 3. Funcionalidad y valoración del Panegírico de Justino II, 248. — 4. La tradición manuscrita, 251. ■— 5. Ediciones críticas, 254.

B ib l io g r a fía ............................................................................... 257PANEGÍRICO EN HONOR DE A N A S T A S IO ...................................... 261Re s u m e n ........................................................................................ 265Pr e f a c io ........................................................................................ 269L ibro 1 ...................................................................................... 273

ÍNDICE DE NOMBRES

Libro I I . Libro III Libro IV

291309327343


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