+ All Categories
Home > Documents > C:UsersDaniel MéndezDocumentsHomiletica03 - Domingo III de...

C:UsersDaniel MéndezDocumentsHomiletica03 - Domingo III de...

Date post: 26-May-2020
Category:
Upload: others
View: 5 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
34
Texto Litúrgico Exégesis Comentario Teológico Santos Padres 11 diciembre Domingo III de Adviento (Ciclo A) – 2016
Transcript

Texto Litúrgico

Exégesis

Comentario

Teológico

Santos Padres

11diciembre

Domingo III de Adviento (Ciclo A) – 2016

Aplicación

Directorio

Homilético

Información

Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

Domingo III de Adviento (A)

(Domingo 7 de Diciembre de 2016)

LECTURAS

Dios mismo viene a salvarnos

Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10

¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca

como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la

gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del

Señor, el esplendor de nuestro Dios.

Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que

están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la

represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos.»

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;

entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.

Volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo,

coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y

los gemidos se alejarán.

Palabra de Dios.

SALMO 145, 7. 8-9a. 9bc-10

R. Señor, ven a salvarnos.

O bien:

Aleluia.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre,

hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos de los ciegos

y endereza a los que están encorvados.

El Señor ama a los justos,

y protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda;

y entorpece el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones. R.

Anímense, porque la venida del Señor está próxima

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10

Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador

espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las

lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida

del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser

condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza

y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Palabra de Dios.

ALELUIA Is 61, 1

Aleluia.

El espíritu del Señor está sobre mí,

él me envió a llevar la buena noticia a los pobres.

Aleluia.

EVANGELIO

¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 2-11

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus

discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos

ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los

muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para

quien yo no sea motivo de tropiezo!»

Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la

multitud, diciendo:

«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver?

¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los

palacios de los reyes.

¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.

El es aquel de quien está escrito: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, para

prepararte el camino".

Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin

embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor.

Volver Textos Litúrgicos

GUION PARA LA MISA

Domingo III de Adviento (Gaudete)

Ciclo A

Entrada:

Celebramos hoy el tercer domingo de Adviento. La venida de Cristo que nace pobre

en Belén está muy cerca. Debemos prepararnos convenientemente para esta venida.

La mejor manera de prepararse es participando activamente de esta Santa Misa, es

decir, del Santo Sacrificio de Cristo que se realiza sobre el altar.

1º Lectura: Is 35, 1-6a. 10

Con brillantes imágenes, el profeta describe el gozo de la naturaleza, eco de la alegría

de Dios que viene a salvar a su pueblo.

2º Lectura: Sgo. 5, 7-10

La espera vigilante ante la inminente venida del Señor es la clave de todo heroísmo

cristiano.

Evangelio: Mt. 11, 2-11

Jesús, con sus milagros, probaba la presencia de Dios entre los hombres, la llegada

del Reino prometido.

Preces

Animados por la cercanía del Señor, dirijamos a Él nuestras oraciones.

A cada intención respondemos cantando:…

*Por el Santo Padre para que como alegre mensajero anuncie a los pueblos que el

Emanuel, el Dios con nosotros, está cercano, y que su llamada a la unidad y a la paz

de todos los pueblos sea realmente acogida por todos los responsables de las

naciones. Oremos.

* Para que todos los hombres de buena voluntad se comprometan a construir un

mundo en el que la vida del hombre siempre sea amada y defendida. Oremos.

* Para que, ya cercanos a la Noche en que nació la Luz del mundo, todos los

cristianos se unan para dar gracias y proclamar la fidelidad de Dios a sus promesas.

Oremos.

(Para los miembros de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado:

* Por todos los miembros de nuestra familia religiosa, especialmente por los

abundantes frutos de las misiones que se están predicando, y para que todos puedan

conocer el mensaje de salvación y lo abracen decididamente. Oremos.)

Mira, Señor, que tu día está cerca. No retardes tu misericordia con los hombres

que creaste y redimiste por tu Sangre. Que vives y reinas por los siglos de los

siglos. Amén

Ofertorio

Nos preparamos para la venida del Señor con una constante donación de nosotros

mismos unidos al único Sacrificio.

Presentamos:

* Junto con estos cirios ofrecemos la alegría expectante de todos los cristianos.

* Ofrecemos el pan y el vino, y a nosotros mismos, pidiendo que nuestra ofrenda se

convierta en Cristo.

Comunión:

En cada Eucaristía nuestro Señor Jesucristo viene a visitar su viña, la cepa que plantó

con su mano, el retoño que Él hace vigoroso.

Salida:

Tenerte por Madre, Virgen Santa, nos da confianza en el camino de la vida. Tu intacta

belleza espiritual es para nosotros manantial vivo de confianza y de esperanza.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _

Argentina)

Volver Textos Litúrgicos

Inicio

Exégesis · P. José María Solé - Roma, C.F.M.

Tercer Domingo de Adviento

Isaías 35, 1-6. 10:

Isaías nos presenta otra bellísima panorámica de la Era Mesiánica. El estilo poético y

los símbolos sumamente expresivos nos facilitan la interpretación de tan rico pasaje:

— Así como el pecado introdujo la maldición y convirtió la tierra en erial de espinas,

así el Mesías trae la «Bendición» y trueca la tierra en vergel. Vergel en que las

arboledas y los jardines primaverales (2), los límpidos manantiales y los caudalosos

ríos (7), deben ser interpretados y transportados a escala espiritual y sobrenatural.

— La Era Mesiánica, clara contrapartida de la Era de pecado iniciada por Adán, nos

trae también la liberación plena de nuestra vieja esclavitud. Ya no estaremos bajo el

yugo tiránico del pecado. El Mesías abre el «nuevo camino de santidad» (8). Sus

«redimidos» caminarán por esta senda amplia y libre, seguros, puros, gozosos:

«Alegría y gozo rebosan. Desaparecieron la tristeza y las lágrimas» (10). San Juan,

en el Apocalipsis, nos declara cómo todo esto se cumple ya en la Iglesia peregrina.

Bien que el cumplimiento pleno y definitivo se nos dará en la Iglesia triunfante. Pero

tenemos ya al presente, en virtud de la Redención de Cristo, las primicias y el

pregusto (Ap 7, 14; 7, 17).

— No sería perfecta la Era Mesiánica si con el pecado no quedaran extirpadas sus

secuelas: el dolor las enfermedades y la muerte. El Profeta describe cómo ciegos,

sordos, mudos y paralíticos (5) recobran cumplida salud. Jesús-Mesías realizará

innúmeras curaciones milagrosas de ciegos, mudos, sordos, paralíticos, y hasta

resurrecciones de muertos, para expresarnos la Redención cumplida que Él nos trae;

y con esto nos invita a disponemos y a abrirnos a ella. La gozaremos en la etapa final

y eterna de la Era Mesiánica: Qui primo adventu in humilitate carnis assumptae,

dispositionis antiquae munus implevit, nobisque salutis perpetuae tramitem reseravit

(Pref).

Santiago 5, 7-10:

El Apóstol Santiago traza un programa de vida cristiana. El cristiano es un peregrino

que se dirige al encuentro del Señor. Un siervo siempre en vela aguardando la

llegada de su Señor:

— La orientación y la tensión escatológica de la vida cristiana comporta: Una fe

serena y una esperanza firme de los bienes eternos: «El Señor está próximo» (8b). El

Advenimiento del Señor, siempre incierto cuanto a la hora y siempre próximo e

inminente por cuanto para cada uno la hora incierta de la muerte es asimismo la del

encuentro personal con el Señor, nos obliga a esperarle en perenne vela de fervor (cfr

1 Ped 4, 7).

— A la vez la vida cristiana es ejercicio continuo de paciencia, constancia y

longanimidad: «Hermanos, tened longanimidad hasta el Advenimiento del Señor»

(7a). Estamos sometidos a recias pruebas, tentaciones, seducciones, persecuciones.

Pero todo lo soportamos y superamos con la mirada fija en el Supremo Juez: «Ved

que el Juez está ya a la puerta, y va a galardonar todos vuestros sacrificios, todas

nuestras victorias: «Hermanos míos, considerad una suprema dicha el veros

envueltos en todo género de pruebas. Sabed que vuestra fe sometida a prueba

produce perseverancia. Esta perseverancia acrisolada produce obras acabadas y os

hace perfectos y consumados sin la mínima deficiencia» (Jac I, 2-4; cfr 2 Tim 4, 8).

— Santiago ilustra esta bella doctrina de la paciencia con modelos de la vida social y

de la vida religiosa. En la vida social es modelo de paciencia y esperanza el agricultor:

«Ved cómo el agricultor aguarda el precioso fruto de la tierra, esperándolo

pacientemente; y aguarda del cielo la lluvia temprana y la tardía» (7b). En la vida

religiosa tenemos modelos admirables en los Profetas (10). Esperemos como ellos

con fe constante la «Parusía». La Eucaristía es a la vez sacramento de fe y viático de

vigor en nuestra vida de peregrinos.

Mateo 11, 2-11:

Pasaje evangélico sumamente interesante porque nos orienta e ilumina en la

valorización e interpretación de la persona de Cristo y de su obra:

— La realidad del Mesías supera tanto cuanto los Profetas más iluminados pudieron

conocer, que incluso el Bautista, su Precursor, se halla desconcertado. En Mateo, 3,

10-12 tenemos la presentación que el Bautista hace del Mesías. Y el Mesías

justiciero, discriminador de justos e impíos, se presenta ahora Maestro manso y

humilde, predicador del programa de las «Bienaventuranzas», perdonador de

pecados, amigo de publicanos y pecadores, sembrador de bondad y misericordia

hasta el derroche. ¿Y por qué no protesta airado contra Herodes? ¿Y por qué no abre

las puertas de la cárcel a Juan? El mensaje de Juan a Jesús a la vez que pide una

respuesta orientadora para los discípulos de Juan, indica la pasión espiritual, el

Getsemaní, que pasa el alma del Precursor.

— Jesús ilumina la noche de Juan. El cumple las profecías Mesiánicas con una

fidelidad y a la vez con una plenitud que sobrepasa cuanto pudieron conocer los

Profetas (5). Toda la Escritura habla de Él; pero su sentido debe ser transportado a

clave espiritual y divina. Él es el Mesías-Redentor-Salvador.

Juan Bautista encarcelado en la fortaleza de Maqueronte por Herodes Antipas, debe

ser ahora precursor de Cristo crucificado como lo fue antes de Cristo Redentor. La

respuesta que Jesús da a los discípulos del Precursor, iluminará la noche de su cárcel

y le vigorizará para el próximo martirio. Así cumple que selle su testimonio el heraldo

valiente y fiel.

— Jesús nos dice el lugar que el Bautista ocupa en esta economía Mesiánica. De

entre todos los que han precedido al Mesías y han preparado sus caminos es Juan el

más noble y el más grande. Precursor inmediato del Mesías Maestro, ahora en cárcel

y muerte, va a serlo del Mesías Crucificado: Bienaventurado quien no se escandaliza

en tal Mesías (10).

(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona, 1979)

Volver Exégesis

Inicio

Comentario Teológico· P. Leonardo Castellani

La misión de San Juan Bautista

El ano litúrgico se abre con el Adviento que significa Venida o Llegada. La

Iglesia abre y cierra el ciclo litúrgico con un evangelio acerca de la Segunda Venida

de Cristo o sea la Parusía; y durante las otras tres semanas del Advenimiento, lee

tres evangelios acerca de San Juan Bautista, el nuncio de la Primera Venida de Cristo

llamado el Precursor. Ellos contienen el primero, tercero y cuarto testimonio que dio el

Bautizador solemnemente de que el Rabbi Ieshua de Nazareth era realmente “El que

había de venir”, el Esperado; en aquel tiempo, ansiosa y nerviosamente esperado y

ahora también; por los que conservan aquella antigua fe.

Lo malo para comentarlos es que no están en ese orden, sino al revés: primero

está el último, el testimonio que dio definitivamente desde el calabozo, licenciando a

sus discípulos para que fuesen a Cristo; al cual testimonio Cristo respondió dando

testimonio a su vez de su humilde precursor con una gran alabanza, pero no lo libró

de la cárcel. Este es el evangelio de hoy. Después viene el que dio a los fariseos; y

por último el que dio ante todo el pueblo, desde el comienzo de su predicación,

anunciando que había que prepararse enérgicamente porque había llegado el tiempo

en que “toda la carne vería el divino Salud-Dador”. Ante todo el pueblo es un decir,

porque los que se congregaban en la ribera del Jordán cerca de Betsaida, donde el

salvaje nazareno bautizaba y clamaba, eran más bien pocos, de a grupitos; pero

había allí de todas las profesiones y clases sociales, incluso fariseos; y hasta el

mismo Herodes Antipas cayó allí una vez, por desgracia. De a grupitos pasaron por

allí, al final, muchísimos; todo el pueblo, puede decirse (éste es el evangelio del tras-

próximo Domingo).

Así, pues, mientras Jesús trabajaba con sus manos oscuramente en el taller

de Nazareth, apareció en una playita del río llena de cañas y sicomoros un

desconocido venido del desierto, que podríamos llamar ermitaño, con larga melena

nazarena, una piel de camello por vestido y un físico enjuto y quemado por el sol y las

privaciones, pero de un coraje y una potencia extraordinaria: “salvaje magnético” lo

llama Papini; “endemoniado” lo llamaron a poco andar los fariseos. Este profeta

poderoso austero humilde, que fue mártir de la moral natural, y no hizo otra cosa en

su vida que “allanar los caminos” para otro, suscitó una gran expectación, tanto que

algunos creyeron era el Mesías; y un fuerte movimiento religioso, del cual benefició

Cristo. Antes de predicar la moral divina, había que “enderezar los senderos” de la

moral natural. El Bautista es la rectitud moral y la humildad llevadas al heroísmo; él

predica la ley natural así como su Bautizado número uno promulgará más tarde la ley

divina; los dos luchan contra la seudo Ley anquilosada y corrompida de los fariseos.

Los temas de Juan son solamente tres: 1) Haced penitencia; 2) el Tiempo ha llegado

de la Venida; 3) vosotros “raza de víboras”, ¿qué os habéis pensado?

Lo primero que hizo Cristo después de despedirse de su madre viuda y dejar el

taller (“a su hermano Jacobo” dice Schalom Asch) fue recibir el bautismo de la

penitencia, conexión visible y solemne de su misión con la de Yohanan; y por él con

todos los antiguos profetas y todo el Antiguo Testamento. Como nota San Agustín la

religión (“la Ciudad de Dios”) es una sola; y se remonta hasta el principio del mundo,

conectados todos sus tramos por nexos perspicuos y solemnes; Adán, Abraham,

Moisés, Los Profetas, Juan Bautista, Cristo. Para ensenarla hay que tener autoridad y

la autoridad no se inventa, se recibe. Allí en ese bautismo que tuvo lugar una tarde

cualquiera de un día cualquiera ante un grupo de cualesquiera, sucedió la primera

revelación del último Tramo de la Religión, el definitivo, tras el cual no hay ya que

esperar otro, revelación que el mismo Juan necesitaba, pues “Aquel sobre quien

descendiera el Espíritu, Ese es”, le había sido dicho por el Espíritu en el desierto. Y

así Cristo en toda su carrera se refiere siempre a esa primera revelación y vínculo

legitimante (“¿Con qué autoridad dices estas cosas?”.) Tú te has inventado una

autoridad que nosotros no te hemos dado. “Con la autoridad que me dio mi Padre.”

“Éste es mi hijo querido en quien están todas mis complacencias. Oídle a El”,

dijo el trueno del cielo, al mismo tiempo que una luz en forma de paloma se cernía

sobre los dos humildes nazarenos, inmergidos el agua hasta las rodillas, como lo

hemos visto tantas veces... gracias a los pintores.

No se entiende nada del Bautismo de Cristo si no se atiende a esta necesidad

de la autoridad religiosa. “Yo no me he enviado, Dios me ha enviado” debe poder

decir el Apóstol; y eso significa Apóstol: Enviado. “Tú no tienes necesidad de

bautismo”, dijo Juan a Jesús; “Deja eso ahora”, le replicó éste. Necesitábamos

nosotros ese nexo de la autoridad religiosa.

No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa avisa

previamente a las autoridades. A veces lo autoriza Él mismo, o con la santidad de su

vida, o con milagros; y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios a

reconocerlo. Si lo desprecian, Dios permite que caigan en el peor error, y cometan el

crimen más horroroso, que es matar a un hombre de Dios –por el hecho de ser de

Dios– en nombre de Dios. Entonces un desastre espantoso se desploma sobre esta

gente y sobre el pueblo que representan, podrido como ellos. Pobre Argentina, que

no escuchas a tus maestros, desprecias a los precursores y matas a los profetas.

“Los fariseos –dice el Evangelista– despreciaron a Juan, y no recibieron el bautismo

de penitencia, con lo cual se embromaron”, y rehuyeron la sabiduría “la cual se

justificó después por sus obras”, es decir, por las obras milagrosas que hizo Cristo.

Desde entonces comenzaron las violentas imprecaciones de Juan contra los jefes

espirituales de la nación; pero no sin que antes el profeta hubiese dado llana y

modestamente cuenta y razón de sí mismo a la delegación oficial de estos jefes

oficiales, que se le aproximó cuando ya su nombre corría indetenible entre las gentes

religiosas, que lo tenían por el Mesías, unos; por Elías el segundo Precursor, otros; y

por un gran profeta, todos. La única profecía que hizo Juan fue reconocer al Mesías

como Mesías; no es poco. Es todo, si se quiere.

“Si queréis, él es ciertamente el Elías, el que ha de venir; pero esto que os

digo es misterioso”, dijo Cristo como última palabra acerca de Juan; el cual ya

entonces (al fin del primer año, primera misión de Galilea, después de la primera

resurrección de un muerto) estaba en el sótano del palacio de Herodes, sin hacerse

ilusiones acerca de su futuro “Conviene que el Otro crezca y yo mengüe.” Juan cerró

entonces su misión entregando el resto de sus discípulos –ya había enviado a otros–,

que con ansiedad en torno de él todavía se afanaban desesperanzadamente, al

Taumaturgo que desde Cafarnaúm recorría el lago, las aldeas y las colinas. Juan no

había hecho ningún milagro; sus discípulos esperaban de él que, rompiendo cerrojos

y cadenas, aterrorizase a Herodes y volviese a su puesto del río Jordán. No lo hizo.

Pero el Mesías sí había de hacer milagros; era una de las señales que había puesto

acerca de Él el profeta Isaías.

Juan se comporta siempre con una humildad conmovedora; fiero delante de

los fariseos, delante de Jesús se hace polvo: “No soy digno ni de atar las cintas de

sus sandalias.” Así en esta ocasión en vez de responder directamente a sus

contusionados secuaces, envía a dos de ellos en su nombre y en representación de

todos a Galilea a preguntar al Joven Maestro: “¿Eres Tú el que [desde hace siglos

esperamos] ha de venir, o hemos de esperar todavía a otro?”. Jesús tampoco

respondió directamente –las palabras son pequeñas en algunas ocasiones– sino que

prosiguió sin responder su predicación y sus curas delante de los dos johannidas y fi-

nalmente dijo: “Andad y anunciad a Juan lo que habéis presenciado: Los ciegos ven,

los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos

resucitan, los pobres son evangelizados: y dichosos los que de mí no se

escandalicen” (es decir, dichosos los que en mí no tropiecen; porque encontrando a

Cristo, o se cree, o se da un encontronazo).

Cristo resumió en esta breve respuesta las profecías taumatúrgicas de Isaías

de los cantos 29, 35, 61, 13, 26 y sobre todo del canto 5: del cual dos frases literales

están aquí: “Los ciegos ven... los pobres son iluminados”. Ese es el milagro

fundamental de Cristo y de su Iglesia: iluminar. ¡Y ay de la Iglesia cuando los pobres

no son iluminados!

Apenas los dos johannidas, exultantes sin duda, zarparon, Cristo canonizó al

Bautizador, y le rindió a su vez testimonio. En la turba que lo escuchaba había

quienes escucharon antes a Juan; y a éstos se dirigió: ¿A quién fuisteis a ver en el

desierto de Besch-Zeda? ¿A una caña que el viento agita? Decidme ¿qué cosa

fuisteis a ver...? ¿A un hombre vestido con elegancia? Los que visten fino están en el

Palacio de Gobierno, no en el desierto. Respondedme pues a quién habéis andado a

buscar. ¿A un profeta? Sí, así es, a un gran profeta y más que profeta. Éste es aquel

de quien tenemos Escritura: He aquí que yo mando delante a mi Enviado, que

prepare los caminos delante de Ti...”. Es un versículo del profeta Malaquías. Cristo

alude a los hombres “influyentes” que andaban por entonces vendiendo palabrería

devota, que no tenía efecto alguno, como rumor de cañaveral; y a los Saduceos o

progresistas (la secta rival de los Fariseos o separados) que hoy llamaríamos

intelectuales que andaban en torno al diletante Herodes Antipas –por lo cual el

Evangelio los llama a veces “herodianos”– discutiendo las últimas novedades de la

filosofía de la Metrópoli. El de Besch-Zedá era otra cosa.

Cristo lo “canonizó”: “Palabra de Honor [excáthedra] ningún hijo de mujer se

alzó en el mundo mayor que Juan el Bautista”, de donde algunos teólogos han

discutido verbosamente si el Bautista es un santo mayor que Abraham o mayor que

Moisés, o mayor que San José. Pero Cristo determinó claramente el sentido de sus

palabras añadiendo otra exageración –todo Cristo está lleno de exageraciones

equilibradas de a dos en dos, como los arcos góticos de una catedral–: “Pero yo os

digo que el menor del Reino de los Cielos es mayor que él”: con lo cual dijo que la

preeminencia de San Juan se entiende solamente sobre todos los profetas del

Antiguo Testamento; en efecto, los demás vieron de lejos y entre celajes al Mesías; y

éste lo mostró con el dedo... Con Juan se cierran “la Ley y los Profetas” –añadió

Cristo– y comienza la Iglesia, no en contra sino encima. Los judíos deberían

levantarle una catedral en Jerusalén al Bautista. Y a lo mejor se la levantan, ahora

que se están reuniendo todos allá. En Jerusalén en donde lo mataron.

Ninguna catedral mayor que la devoción del pueblo cristiano al híspido profeta

de Besch-Zedá: cosa de la mitad de los cristianos del mundo se llaman Juan, sin

contar una de las mejores provincias argentinas y contando todos los italianos que se

llaman Bachicha (“Aserrín aserrán los maderos de San Juan [algunos dicen “los

dineros de San Juan”] ¿dónde están?”). El 24 de junio es en Europa el día más largo

del año (el solsticio de verano) y los gentiles celebraban la víspera de ese día al dios

Sol, encendiendo hogueras sobre las colinas para matar la noche del todo; y con

festejos de alegría y con supersticiones pintorescas. Los cristianos transformaron esa

fiesta étnica –cuyas supersticiones no obstante han llegado hasta nosotros–

plantando al Precursor en ese día –entre nosotros el más corto del año– y

transformando las hogueras de Apolo y Osiris en Las fogatas de San Juan. Pero San

Juan no fue el iluminador, no fue el sol, sino a la manera del alba que precede

brevemente al sol, en verde, oro y sangre. “No era él la luz, sino para dar testimonio

de la Luz”, dice de él otro San Juan, el Evangelista.

La idea es que ese día hay que quemar todos los trastos viejos, cachivaches y

rezagas que hay en la casa y hacer limpieza de basura e inutilidades; y ese fue

justamente el fondo de la prédica del Bautista; “Poner el hacha en la raíz del árbol

muerto.” ¡Qué andáis con pamplinas, con palabras muertas, con discusiones inútiles,

con leyes nimias, con politiquerías pueriles y con pataratas de Reforma, Reacción y

Revolución en los momentos en que las bases mismas del mundo se descompaginan

todas! Quemad con la penitencia la leña muerta, si queréis obtener luz Cuando veáis

que los comunistas queman iglesias, haced vosotros en vuestro corazón las santas

fogatas de San Juan.

Los “comunistas” queman iglesias, que les parecen inutilidades, ellos celebran

a San Juan a su manera, que no es buena. La buena es quemar las inutilidades del

corazón. Cuando los vándalos quemaban iglesias en Roma, San Cipriano escribía a

sus obispos: “No os deis afán por edificar templos materiales en los cuales al fin y al

cabo sabéis que un día se sentará el Anticristo. Edificad la fe en los pechos, templos

que nadie puede quemar.”

Con esto no queremos decir que hay que dejarlos no más a los “comunistas”

quemar Iglesias. ¡Cuernos!

(Castellani, L., El Evangelio de Jesucristo, Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1977, p.

406-412)

_____________________________________________________

La señora Julia de Seydell me advierte amablemente que el inciso “Oídle a él” no está

en el Bautismo de Jesús sino en la Transfiguración (Mateo XVII, 1, Marcos IX, 1 y

Lucas IX, 28). Reconozco que es así, para ser enteramente exacto. El origen de mi

confusión es que algunas exégesis modernos conjeturan que en las dos ocasiones la

voz del Padre fue la misma; y los Evangelistas reservaron la pequeña añadidura

“oídle” –que de rodos modos está implícita en la teofanía del Bautismo– para la

ocasión más solemne; basándose para ello en la autoridad del Codex Beza. No me

parece probable esta conjetura. Ver sobre esto John O'Flynn y Reverendo A. Jones

en Catholic Commentary on Holy Scripture, Nelson, London.

Cuando se escribió esta homilía, acababa de acontecer en Buenos Aires el episodio

de “la quema de las iglesias”, que fue imputado oficialmente a “los comunistas”.

Volver Comentario Teológico

Inicio

Santos Padres· San Juan Crisóstomo

LAS TURBAS SOSPECHARON DE JUAN

1. El asunto de los discípulos de Juan se había resuelto bien, y se retiraron de

la presencia de Jesús confirmados por los milagros que allí mismo le habían visto

realizar. Ahora había que corregir también la opinión del pueblo. Los discípulos de

Juan nada malo podían sospechar de su maestro; pero aquella muchedumbre ingente

pudo sacar las más absurdas consecuencias de la pregunta que a Jesús le dirigieron,

pues ignoraban la intención con que Juan los había enviado, y es muy probable que

cuchichearan entre sí diciendo: ¿El que dio tan solemnes testimonios ha cambiado

ahora de opinión, y está en dudas de si es éste el que ha de venir o hay que esperar

a otro? ¿No dirá esto por estar en desacuerdo con Jesús? ¿No se habrá vuelto

cobarde a fuerza de cárcel? ¿No serían vanas y sin sentido todas sus palabras

anteriores? Como era, pues, muy natural que la gente se forjara sospechas por el

estilo, mirad cómo corrige el Señor su flaqueza y elimina todas esas sospechas.

Porque, cuando se marcharon ellos, empezó Jesús a hablar de Juan a las

muchedumbres. ¿Por qué cuando aquéllos se marcharon? Para no dar la impresión

de que adulaba a Juan. Mas al corregir al pueblo, no saca a relucir lo que éste

sospechaba, sino que se contenta con dar la solución a los pensamientos que

internamente los agitaban, con lo que les hacía ver que sabía Él los íntimos secretos

de todos. Tampoco les dice como a los judíos: ¿Por qué pensáis mal? Porque si es

cierto que pensaban mal, no lo pensaban por malicia, sino por ignorancia del sentido

de las palabras de Juan. De ahí que tampoco el Señor les habla ásperamente, sino

que se contenta con corregir su modo de pensar, hace la apología de Juan y

demuestra a las turbas que no había éste abandonado su opinión primera ni se había

arrepentido.

JUAN NO ERA UN INCONSTANTE

Porque no era Juan un hombre ligero y versátil, sino muy asentado y firme; no

era Juan tal que traicionara la misión que se le había confiado. E intentando el Señor

asentar esta verdad, no la prueba de pronto por su propia afirmación, sino, ante todo,

por el testimonio mismo del pueblo. Y así no sólo por lo que dijeron, sino también por

lo que hicieron, los pone a ellos mismos por testigos de esa firmeza de Juan. De ahí

que les diga: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? Como si dijera: ¿Por qué

abandonasteis ciudades y casas y os juntasteis como un solo hombre en el desierto?

¿Acaso para ver a un hombre miserable y ligero? Eso no tendría sentido. No es eso lo

que demuestra aquel afán, aquel correr todos a una hacia el desierto. Un pueblo tan

enorme, tantas ciudades no se hubieran derramado entonces con tanto fervor por el

desierto y a lo largo del Jordán, si no hubieran llevado la ilusión de contemplar a un

hombre extraordinario, maravilloso y más firme que una roca. No salisteis ciertamente

a contemplar una caña agitada por el viento. A una caña, en efecto, se parecen

perfectamente los hombres ligeros, los que son fácilmente llevados de acá para allá,

los que dicen ahora una cosa y luego otra y no están firmes en nada. Y notad cómo,

dejando a un lado el Señor todo otro defecto, sólo les habla de la ligereza que

entonces particu-larmente les hacía a ellos sospechar y cómo les quita todo motivo de

suponerla en Juan. ¿Pues qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido de ropas

delicadas? Mirad que los que llevan vestidos delicados viven en los palacios de los

reyes. Con lo que quiere decir que Juan no era naturalmente versátil. Y esto —viene a

decir el Señor—vosotros lo pusisteis de manifiesto con vuestro fervor por ir a verlo.

Mas tampoco se puede decir que, sí, Juan era de suyo firme, pero que, habiéndose

entregado al placer, se volvió flojo. Los hombres son lo que son, unos por naturaleza,

otros porque se hacen. Por ejemplo, hay quienes son naturalmente iracundos; otros

adquieren esa enfermedad de su alma a consecuencia justamente de otra larga

enfermedad corporal. Unos, igualmente, son ligeros y fáciles por naturaleza; otros se

hacen tales por entregarse al placer y a la molicie. Pero Juan—les dice el Señor—ni

es tal por naturaleza, pues no salisteis a ver una caña; ni por haberse entregado al

placer, perdió la ventaja que le dio la naturaleza. Que no fue esclavo del placer, bien

lo demuestra su vestido, el desierto y la cárcel. Porque, si hubiera querido vestir ropas

blandas, no se hubiera ido a morar en el desierto ni se hubiera metido en la cárcel,

sino que habría buscado los palacios. Y es así que, con sólo haber callado, hubiera

podido gozar de infinitos honores. Porque si aun después que le reprendió; si aun

estando en la cárcel, aun le temía Herodes, mucho menos le hubiera castigado de

haber él guardado silencio. Si, pues, Juan dio prueba de su firmeza y constancia con

sus obras, ¿cómo podía ser justa sospecha alguna en esas virtudes?

LA GRANDEZA DE JUAN BAUTISTA

2. Así, pues, habiendo el Señor caracterizado a Juan por el lugar en que

viviera, por el vestido y por el mismo concurso del pueblo hacia él, ahora alega

también al profeta. Y en efecto, después de decir: ¿Que salisteis a ver? ¿Un profeta?

Sí, yo os lo aseguro, más que un profeta, prosigue: Porque éste es de quien está

escrito: Mira que yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino

delante de ti. Primero alega el Señor el testimonio de los judíos, y luego acomoda

también el del profeta; o, por mejor decir, primero pone el voto de los judíos, que es la

mejor demostración, por ser testimonio dado por enemigos; en segundo lugar, la vida

de Juan; tercero, su propio juicio; cuarto, al profeta, y por todos los lados cierra la

boca de quienes pudieran sospechar del Precursor. Tampoco pudieran decir que, sí,

Juan era naturalmente firme, pero que luego había cambiado, pues ahí estaba su

modo de vestir y la cárcel y, después de todo esto, el testimonio del profeta. Y ya que

el Señor llamó a Juan mayor que un profeta, ahora les hace ver en qué es mayor que

un profeta. ¿En qué es, pues, mayor? En que es el que está más cerca del que había

venido. Porque yo te enviaré—dice---a mi mensajero ante tu faz, es decir, muy cerca

de ti. Así como en una comitiva regia, los que van más cerca del coche real son los

más ilustres entre todos; así Juan, que aparece momentos antes del advenimiento del

Señor. Notad cómo de ahí declaró la excelencia del Precursor, y ni ahí se detuvo, sino

que añadió su propio voto diciendo: En verdad os digo, no se ha levantado entre los

nacidos de mujer nadie mayor que Juan Bautista. Que es como decir: No parió mujer

a nadie mayor que Juan. Realmente, la afirmación de Jesús basta para declarar esta

grandeza; más si queréis "saberlo por la realidad misma, considerad su mesa, su

manera de vida y la alteza de sus pensamientos. Juan vivía en la tierra como si

morara ya en el cielo; estaba por encima de las necesidades de la naturaleza, seguía

un camino maravilloso, gastaba su tiempo entero en himnos y oraciones, sin hablar

con hombre alguno, y conversando, en cambio, continuamente con Dios. A nadie

conocía, por nadie fue jamás visitado. No se alimentaba de leche ni gozaba de lecho,

ni de techo, ni de pública plaza, ni de ninguna otra de las comodidades humanas. Sin

embargo, Juan sabía unir la mansedumbre a la firmeza. Mirad, si no, con qué

moderación habla con sus discípulos, con qué valor al pueblo judío y con qué libertad

al mismo rey. De ahí que dijera el Señor: Entre los nacidos de mujer, no se ha

levantado nadie mayor que Juan Bautista.

JUAN NO PUEDE SER COMPARADO A JESÚS

Sin embargo, como la hipérbole misma de la alabanza podía engendrar alguna

falsa idea, y estimaran los judíos a Juan más alto que a Jesús, mirad cómo también

esto lo corrige el Señor. Y es así que, como de lo mismo que los discípulos de Juan

se edificaron, pudo resultar daño para las turbas, teniéndole a Juan por hombre ligero,

así ahora, de lo mismo que era corrección de las turbas, podía también resultarles

mayor daño, si concebían de Juan más alta idea que de Cristo mismo, fundados en lo

que de aquél se les decía. De ahí que el Señor los corrige, sin dejar lugar a sospecha

alguna, diciendo: Pero el que es más pequeño en el reino de los cielos es mayor que

él. Más pequeño por la edad y también en la opinión del vulgo, pues le llamaban

comedor y bebedor y solían decir: ¿No es éste el hijo del carpintero? Y por todas

partes le despreciaban. — ¿Pues qué—objetarás—, sólo por comparación con Juan

es mayor el Señor?-¡De ninguna manera! Porque ni el mismo Juan intenta establecer

comparación, cuando dice: Él es más fuerte que yo , ni tampoco la establece Pablo

cuando, haciendo mención de Moisés, escribe: De mayor gloria que Moisés fue tenido

Cristo por digno . Y, en fin, el Señor mismo no se compara con Salomón cuando dice:

Y aquí está quien es más que Salomón . Más aunque diéramos de barato que aquí

habló comparativamente, ello fue pura dispensación del Señor, atendiendo a la

flaqueza de sus oyentes. En realidad, la gente estaba muy embobada con Juan, y

entonces justamente la cárcel y la libertad con que había reprendido al rey había

hecho más gloriosa su figura. Ya era, pues, bastante que, por entonces, aceptaran la

comparación con Jesús. A la verdad, también el Antiguo Testamento conoce este

modo de corregir las almas de los que yerran, comparando lo que no admite

comparación. Por ejemplo, cuando dice: No hay semejante a ti entre los dioses,

Señor . Y otra vez: No hay Dios como nuestro Dios . Hay, sin embargo, intérpretes

que afirman haber dicho Cristo esas palabras refiriéndose a los apóstoles, otros a los

ángeles. Falsa interpretación. Y es que, cuando algunos se apartan de la verdad, los

errores no tienen término. ¿Qué sentido lógico tendría decir eso de los apóstoles o de

los ángeles? Por otra parte, si hablaba de los apóstoles, ¿qué inconveniente había en

establecer la comparación nominalmente? En cambio, refiriéndose a sí mismo, es

natural que ocultara su persona en atención a la sospecha dominante en el vulgo y

porque no pareciese que decía algo grande de sí mismo; conducta que le vemos

observar en muchas otras ocasiones. — ¿Y qué quiere decir: en el reino de los

cielos? —En lo espiritual y en todo lo que atañe al dejo. Además, decir: Entre los

nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan Bautista; era oponerse El

mismo a Juan y contarse de este modo como la excepción. Porque si es cierto que

también Él había nacido de mujer, no, sin embargo, del mismo modo que Juan.

Porque Jesús no era puro hombre ni nació como otro cualquier hombre, sino de modo

singular y maravilloso.

San juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (I), Homilía 37, 1-3,

BAC Madrid 1955, 730-37

Volver Santos Padres

Inicio

Aplicación · San Juan Pablo II· S.S. Benedicto XVI· S.S. Francisco p.p.. P. Jorge Loring, S.J.

Juan Pablo II

Hoy, tercer domingo de Adviento, se renueva el feliz anuncio: "Gaudete in Domino

semper,Estad siempre alegres en el Señor" (Flp 4, 4). Son palabras tomadas de la

carta de san Pablo a los Filipenses, que caracterizan la liturgia de hoy.

Esta invitación a la alegría tiene una motivación muy precisa: "El Señor está cerca"

(Flp 4, 5),Dominus prope est, verdad familiar para el israelita piadoso, que le da

confianza y consuelo; verdad que tiene su fundamento pleno en Cristo. En efecto, en

él Dios se hizo cercano a todo hombre: él es el Mesías, el "Emmanuel", el "Dios con

nosotros" (cf. Is 7, 14; Mt 1, 23). La alegría es el centro del evangelio de la Navidad.

La Iglesia, como madre experta, conoce mejor que cualquier otra institución las

dificultades y los sufrimientos inherentes a la vida humana. Sabe bien que en la

existencia de numerosos pueblos y personas la tristeza prevalece sobre la alegría, la

angustia sobre la esperanza.

Pero precisamente a esos hombres y mujeres está destinado de modo privilegiado el

anuncio navideño, porque Cristo "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los

oprimidos y a los afligidos el consuelo" (Plegaria eucarística IV). Él es el auténtico

liberador del hombre, enviado por Dios para rescatarlo del poder del mal y de la

muerte. De esta liberación profunda e integral deriva la alegría que Cristo da a sus

amigos, una alegría que, como su paz, es diversa de la del mundo (cf. Jn 14, 27),

superficial y efímera.

Los graves problemas que afectan a la existencia hacen a veces difícil reconocer

estos dones de Cristo. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, tiene precisamente la

misión de hacerlos visibles y testimoniar su presencia. La humanidad anhela, sobre

todo hoy, la alegría y la paz. A los creyentes nos corresponde convertirnos día a día,

con la elocuencia del amor operante, en levadura profética de un mundo reconciliado

por el amor y vivificado por la alegría divina.

María santísima, a quien invocamos como "Causa de nuestra alegría", nos ayude a

cumplir con fidelidad esta misión. ¿Quién ha experimentado mejor que ella la cercanía

del Señor, fuente de alegría y paz? Nos encomendamos a su protección materna

para ser siempre, pero sobre todo en este tiempo, testigos creíbles de la alegría de

Cristo.

(Domingo 16 de diciembre de 2001)

Volver Aplicación

Benedicto XVI

En este tercer domingo de Adviento, la liturgia propone un pasaje de la carta de

Santiago, que comienza con esta exhortación: «Tened, pues, paciencia, hermanos,

hasta la venida del Señor» (St5, 7). Me parece muy importante, en nuestros días,

subrayar el valor de la constancia y de la paciencia, virtudes que pertenecían al

bagaje normal de nuestros padres, pero que hoy son menos populares en un mundo

que, más bien, exalta el cambio y la capacidad de adaptarse a situaciones siempre

nuevas y distintas. Sin quitar nada a estos aspectos, que también son cualidades del

ser humano, el Adviento nos llama a potenciar la tenacidad interior y la resistencia del

alma que nos permiten no desesperar en la espera de un bien que tarda en venir,

sino esperarlo, es más, preparar su venida con confianza activa.

«Mirad al labrador —escribe san Santiago—; espera el fruto precioso de la tierra

aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened

también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la venida del Señor

está cerca» (St 5, 7-8). La comparación con el campesino es muy expresiva: quien ha

sembrado en el campo, tiene ante sí algunos meses de espera paciente y constante,

pero sabe que mientras tanto la semilla cumple su ciclo, gracias a las lluvias de otoño

y de primavera. El agricultor no es fatalista, sino modelo de una mentalidad que une

de modo equilibrado la fe y la razón, porque, por una parte, conoce las leyes de la

naturaleza y hace bien su trabajo y, por otra, confía en la Providencia, puesto que

algunas cosas fundamentales no están en sus manos, sino en manos de Dios. La

paciencia y la constancia son precisamente síntesis entre el empeño humano y la

confianza en Dios.

«Fortaleced vuestros corazones», dice la Escritura. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Cómo

podemos fortalecer nuestros corazones, que ya de por sí son frágiles y que resultan

todavía más inestables a causa de la cultura en la que estamos sumergidos? La

ayuda no nos falta: es la Palabra de Dios. De hecho, mientras todo pasa y cambia, la

Palabra del Señor no pasa. Si las vicisitudes de la vida hacen que nos sintamos

perdidos y parece que se derrumba toda certeza, contamos con una brújula para

encontrar la orientación, tenemos un ancla para no ir a la deriva. Y aquí se nos ofrece

el modelo de los profetas, es decir, de esas personas a las que Dios ha llamado para

que hablen en su nombre. El profeta encuentra su alegría y su fuerza en la Palabra

del Señor y, mientras los hombres buscan a menudo la felicidad por caminos que

resultan equivocados, él anuncia la verdadera esperanza, la que no falla porque tiene

su fundamento en la fidelidad de Dios. Todo cristiano, en virtud del Bautismo, ha

recibido la dignidad profética; y cada uno debe redescubrirla y alimentarla,

escuchando asiduamente la Palabra divina. Que nos lo obtenga la Virgen María, a

quien el Evangelio llama bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de las

palabras del Señor (cf.Lc 1, 45).

(Ángelus, Plaza de San Pedro, Sábado 12 de diciembre de 2007)

Volver Aplicación

S.S. Francisco p.p.

Hoy es el tercer domingo de Adviento, llamado también domingo de Gaudete, es

decir, domingo de la alegría. En la liturgia resuena repetidas veces la invitación a

gozar, a alegrarse. ¿Por qué? Porque el Señor está cerca. La Navidad está cercana.

El mensaje cristiano se llama «Evangelio», es decir, «buena noticia», un anuncio de

alegría para todo el pueblo; la Iglesia no es un refugio para gente triste, la Iglesia es la

casa de la alegría. Y quienes están tristes encuentran en ella la alegría, encuentran

en ella la verdadera alegría.

Pero la alegría del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón de ser

en el saberse acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda hoy el profeta Isaías

(cf. 35, 1-6a.8a.10), Dios es Aquél que viene a salvarnos, y socorre especialmente a

los extraviados de corazón. Su venida en medio de nosotros fortalece, da firmeza,

dona valor, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida,

cuando se vuelve árida. ¿Cuándo llega a ser árida nuestra vida? Cuando no tiene el

agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por más grandes que sean

nuestros límites y nuestros extravíos, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante

las dificultades y ante nuestras debilidades mismas. Al contrario, estamos invitados a

robustecer las manos, a fortalecer las rodillas, a tener valor y a no temer, porque

nuestro Dios nos muestra siempre la grandeza de su misericordia. Él nos da la fuerza

para seguir adelante. Él está siempre con nosotros para ayudarnos a seguir adelante.

Es un Dios que nos quiere mucho, nos ama y por ello está con nosotros, para

ayudarnos, para robustecernos y seguir adelante. ¡Ánimo! ¡Siempre adelante! Gracias

a su ayuda podemos siempre recomenzar de nuevo. ¿Cómo? ¿Recomenzar desde el

inicio? Alguien puede decirme: «No, Padre, yo he hecho muchas cosas... Soy un gran

pecador, una gran pecadora... No puedo recomenzar desde el inicio». ¡Te equivocas!

Tú puedes recomenzar de nuevo. ¿Por qué? Porque Él te espera, Él está cerca de ti,

Él te ama, Él es misericordioso, Él te perdona, Él te da la fuerza para recomenzar de

nuevo. ¡A todos! Entonces somos capaces de volver a abrir los ojos, de superar

tristeza y llanto y entonar un canto nuevo. Esta alegría verdadera permanece también

en la prueba, incluso en el sufrimiento, porque no es una alegría superficial, sino que

desciende en lo profundo de la persona que se fía de Dios y confía en Él.

La alegría cristiana, al igual que la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de

Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías

exhorta a quienes se equivocaron de camino y están desalentados a confiar en la

fidelidad del Señor, porque su salvación no tardará en irrumpir en su vida. Quienes

han encontrado a Jesús a lo largo del camino, experimentan en el corazón una

serenidad y una alegría de la que nada ni nadie puede privarles. Nuestra alegría es

Jesucristo, su amor fiel e inagotable. Por ello, cuando un cristiano llega a estar triste,

quiere decir que se ha alejado de Jesús. Entonces, no hay que dejarle solo. Debemos

rezar por él, y hacerle sentir el calor de la comunidad.

Que la Virgen María nos ayude a apresurar el paso hacia Belén, para encontrar al

Niño que nació por nosotros, por la salvación y la alegría de todos los hombres. A ella

le dice el Ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). Que ella

nos conceda vivir la alegría del Evangelio en la familia, en el trabajo, en la parroquia y

en cada ambiente. Una alegría íntima, hecha de asombro y ternura. La alegría que

experimenta la mamá cuando contempla a su niño recién nacido, y siente que es un

don de Dios, un milagro por el cual sólo se puede agradecer.

(Ángelus, San Pedro, domingo 15 de diciembre de 2013)

Volver Aplicación

P. Jorge Loring, S.J.

1.- Dice san Pablo que Dios quiere que todos los hombres se salven.

2.- Dios nos invita a todos al banquete de la gloria eterna.

3.- Pero muchos rechazan la invitación, pues prefieren dedicarse a las cosas de este

mundo.

4.- ¡Qué torpeza! escogen lo caduco y desprecian lo eterno.

5.- Es el misterio de la libertad del hombre que puede rechazar la voluntad de Dios.

6.- Este respeto de Dios a la libertad del hombre es un exponente de que Dios no

quiere salvarnos a la fuerza. Él nos invita, pero si le rechazamos, nos respeta. Invita a

otros.

7.- Él ve con pena nuestra torpeza, pero no nos coacciona.

8.- Nos ha hecho libres para que seamos nosotros los que elegimos el camino del

cielo o del infierno.

9.- Pidamos a Dios que nos dé luz y fuerza para usar bien de nuestra libertad.

10.- Que no seamos sordos a su llamamiento, convencidos de que Dios quiere lo

mejor para nosotros.

11.- Algunos dicen: «Yo soy católico, pero no practico». Esto es tan absurdo como

decir: «Yo soy futbolista, pero jamás he dado una patada a un balón». Hay que ser

coherente. Toda ideología supone un compromiso. Quien no cumple, no es católico.

Volver Aplicación

Inicio

Directorio Homilético

Tercer domingo de Adviento

CEC 30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozo

CEC 227, 2613, 2665, 2772: la paciencia

CEC 439, 547-550, 1751: la manifestación de Jesús como el Mesías

Para la primera lectura

CEC 30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozo

30 "Se alegre el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puede

olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que

viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de

su inteligencia, la rectitud de su voluntad, "un corazón recto", y también el testimonio

de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría

no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte,

precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el

testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar de

todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas a

ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para

ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti (S. Agustín, conf. 1,1,1).

163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de

nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "tal

cual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna:

Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un

espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos

asegura que gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15,36; cf. S. Tomás de A., s.th. 2-

2,4,1).

Dios mantiene y conduce la creación

301 Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da

el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la

lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es

fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza:

Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo

hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se

conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo,

Señor que amas la vida (Sb 11, 24‑26).

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El

que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es

caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,

templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a

nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5,

25):

Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece

en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la

confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamado

hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna (San Basilio, Spir. 15,36).

1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del

bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre

desinteresada y generosa; es amistad y comunión:

La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para

conseguirlo, corremos; haci a él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S.

Agustín, ep. Jo. 10,4).

1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo

como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "caridad,

gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad,

modestia, continencia, castidad" (Gál 5,22-23, vulg.).

2015 El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin

combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la

mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las

bienaventuranzas:

El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante

comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce

(S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant. 8).

2362 "Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son

honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y

fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y

gratitud" (GS 49,2). La sexualidad es fuente de alegría y de placer:

El Creador...estableció que en esta función (de generación) los esposos

experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los

esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que

el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber mantenerse en

los límites de una justa moderación (Pío XII, discurso 29 Octubre 1951).

Para la segunda lectura

227 Creer en Dios, el Unico, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas

para toda nuestra vida:

Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración

de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Nada te turbe / Nada te espante

Todo se pasa / Dios no se muda

La paciencia todo lo alcanza /

quien a Dios tiene/Nada le falta:

Sólo Dios basta

(poes. 30)

2613 S. Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración:

La primera, "el amigo importuno" (cf Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente:

"Llamad y se os abrirá". Al que ora así, el Padre del cielo "le dará todo lo que

necesite", y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones.

La segunda, "la viuda importuna" (cf Lc 18, 1-8), está centrada en una de las

cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de

la fe. "Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?"

La tercera parábola, "el fariseo y el publicano" (cf Lc 18, 9-14), se refiere a la

humildad del corazón que ora. "Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador". La

Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: "¡Kyrie eleison!".

2665 La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración

de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al

Padre, en todas las tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo.

Algunos salmos, según su actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo

Testamento ponen en nuestros labios y gravan en nuestros corazones las

invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador,

Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra,

nuestra Luz, nuestra Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres...

2772 De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete

peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de paciencia

y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que seremos" (1 Jn 3, 2; cf

Col. 3, 4). La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados hacia la venida del Señor,

"¡hasta que venga!" (1 Co. 11, 26).

Evangelio: la manifestación de Jesús como el Mesías

439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza

reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico "hijo de David"

prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9. 15). Jesús

aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho (cf. Jn 4, 25-26;11, 27), pero no sin

reservas porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una

concepción demasiado humana (cf. Mt 22, 41-46), esencialmente política (cf. Jn 6, 15;

Lc 24, 21).

Los signos del Reino de Dios

547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos"

(Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos atestiguan que

Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).

548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf.

Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a

los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros

fortalecen la fe en Aquél que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es

Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mt

11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan

evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le

acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).

549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15),

de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús

realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí

abajo (cf. LC 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más

grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de

Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.

550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26):

"Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros

el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del

dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el

príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente

establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de

la Cruz", himno "Vexilla Regis").

1751 El objeto elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad. Es

la materia de un acto humano. El objeto elegido especifica moralmente el acto del

querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al bien

verdadero. Las reglas objetivas de la moralidad enuncian el orden racional del bien y

del mal, atestiguado por la conciencia.

Volver Direc. Homil.

Inicio

iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.

Volver Información

InicioEste Boletín fue enviado por: [email protected]

Provincia Ntra. Sra. de Lujan - El Chañaral 2699, San Rafael, Mendoza, 5600, Argentina Instituto del Verbo Encarnado


Recommended