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Disonancias en Arqueología Histórica (Quiroga)

Date post: 25-Nov-2015
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Revista Werken N o 7, Segundo Semestre 2005, Santiago de Chile. Pág. 89 - 109 89 DISONANCIAS EN ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA: la experiencia del valle del Bolsón DISSONANCES IN HISTORICAL ARCHAEOLOGY: the experience of Bolsón valley LAURA QUIROGA * * Becaria post doctoral CONICET- Docente del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. UBA. [email protected] RESUMEN Se plantean problemas teóricos y metodológicos propios de la arqueología histórica como campo disciplinario, considerando aspectos tales como la relación entre historia y arqueología, la segmentación de los campos disciplinarios y representaciones coloniales involucradas en la definición de los mismos. Se brinda una revisión crítica de los supuestos sobre los cuales se define la pertinencia de un período Hispano-indígena y colonial en los esquemas de periodificación del noroeste argentino. Por último se plantea la experiencia del Valle del Bolsón (Belén, Catamarca, Argentina) como caso de análisis. ABSTRACT Theoretical and methodological problems inherent to historical archaeology as a disciplinary field are discussed here, considering aspects such as the relationship between history and archaeology, and the division of disciplinary fields and colonial representations involved in their definition. A critical revision is provided on the assumptions underlying the relevance of a Hispanic-indigenous and colonial period to the periodization schemes in the Argentinean Northwest. Work at the Valle del Bolsón (Belén, Catamarca, Argentina) is presented as a case study. Palabras clave: arqueología histórica, experiencia colonial, espacios rurales Keywords: historical archaeology, colonial experience, rural spaces Recepción: 3 de Octubre de 2004 Aceptación: 30 de Marzo de 2005
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  • Revista Werken No 7, Segundo Semestre 2005, Santiago de Chile. Pg. 89 - 109

    89

    DISONANCIAS ENARQUEOLOGAHISTRICA:la experiencia del valle delBolsn

    DISSONANCES IN HISTORICALARCHAEOLOGY:the experience of Bolsn valley

    LAURA QUIROGA*

    * Becaria post doctoral CONICET- Docente del Departamentode Historia de la Facultad de Filosofa y Letras. [email protected]

    RESUMEN

    Se plantean problemas tericos y metodolgicos

    propios de la arqueologa histrica como campo

    disciplinario, considerando aspectos tales como

    la relacin entre historia y arqueologa, la

    segmentacin de los campos disciplinarios y

    representaciones coloniales involucradas en la

    definicin de los mismos. Se brinda una revisin

    crtica de los supuestos sobre los cuales se define

    la pertinencia de un perodo Hispano-indgena

    y colonial en los esquemas de periodificacin

    del noroeste argentino. Por ltimo se plantea la

    experiencia del Valle del Bolsn (Beln,

    Catamarca, Argentina) como caso de anlisis.

    ABSTRACT

    Theoretical and methodological problems

    inherent to historical archaeology as a disciplinary

    field are discussed here, considering aspects

    such as the relationship between history and

    archaeology, and the division of disciplinary

    fields and colonial representations involved in

    their definition. A critical revision is provided

    on the assumptions underlying the relevance of

    a Hispanic-indigenous and colonial period to the

    periodization schemes in the Argentinean

    Northwest. Work at the Valle del Bolsn (Beln,

    Catamarca, Argentina) is presented as a case

    study.

    Palabras clave: arqueologa histrica,

    experiencia colonial, espacios rurales

    Keywords: historical archaeology,

    colonial experience, rural spaces

    Recepcin: 3 de Octubre de 2004

    Aceptacin: 30 de Marzo de 2005

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    I. INTRODUCCIN

    La historia del Valle del Bolsn, es ante todo una historia de fragmentos materiales ydocumentales discontinuos con los que sin embargo, buscamos interpretar el paisaje rural -las estanciasy potreros- como mbito material de relaciones sociales. Se propone someter a discusin la pertinenciade las escalas regionales y temporales de observacin planteadas a partir de la informacin documentaly los restos arqueolgicos en el Valle del Bolsn (Pcia. de Catamarca, Argentina). Para esto se haplanteado una estrategia de investigacin destinada a generar la informacin que diera cuenta de laerosin y crisis de la estructura de asentamiento prehispnico y la conformacin de un nuevo paisajede carcter colonial. Un proceso observable slo en trminos de larga duracin, esto es, una serie deestructuras de asentamiento, de vida material, de relaciones sociales que se expresan como un juegoentre la continuidad y discontinuidad histrica. Sin embargo, no se busc reconstruir una secuenciahistrica lineal de asentamientos, esto es, que no esperamos una secuencia material que refleje paso apaso la historia reconstruida con documentos escritos sino, construir el relato en virtud de lasdiscontinuidades materiales registradas en el espacio, como evidencia de continuidad y cambiosoperados en las estrategias de reproduccin social que no siempre responden a la periodificacinhistrica ni a la divisin de campos acadmicos vigentes.

    II. ARQUEOLOGA E HISTORIA

    2.1. Textos y objetos

    Las investigaciones basadas en documentos y objetos historia y arqueologa- an discutenpor la hegemona de sus discursos y la relevancia de sus aportes. Resulta sorprendente y contradictorioque an aquellos autores que reclaman fuentes alternativas para la historia, consideren que la arqueologadeba ceder su lugar cuando las sociedades comienzan a escribir, en especial, cuando reconoce que elacceso a la escritura no era ni es, un recurso cultural igualitariamente distribuido (Burke 1991: 16-21). Por este motivo, la historia de la poblacin de Amrica colonial, como la historia de las clasessubalternas de la Europa Moderna (Guinzburg 1996, Thompson 1994), se enfrenta a problemasmetodolgicos similares de acceso a la informacin, en la medida que la escritura constituye un sabersocialmente restringido e institucionalizado. La oralidad de la cultura popular y el acceso desigual a lapalabra escrita, transforman el estudio de los sectores ocultados por el poder, en un campo de anlisismediatizado por testimonios indirectos, en el que las estrategias de investigacin responden a lanecesidad de extremar el anlisis crtico de los textos y al mismo tiempo, abordar otras fuentes deinformacin. Por esto no corresponde un estudio arqueolgico slo ante la falta de documentosescritos, sino que es posible -y hasta necesario- analizar las relaciones sociales desde un lugar diferente,el de los objetos y su contexto, an cuando se disponga de informacin histrica.

    Un segundo aspecto, no menos relevante que el anterior, corresponde a cuestiones metodolgicas ytericas propias de la arqueologa de perodos para los cuales se cuenta con informacin escrita. Lafrecuente discontinuidad entre la arqueologa de Amrica prehispnica y la historia de Amrica colonialno es tan slo un problema de fuentes y metodologas sino que responde a una concepcin evolucionistay occidental de la cultura y el desarrollo, donde escritura es sinnimo de civilizacin, priorizando eldiscurso escrito por sobre otras formas de registro y comunicacin. De tal forma que la posesin de laescritura no representa tan slo la apertura de un nuevo perodo histrico que se expresa en laformacin de campos disciplinarios diferenciados, como la distincin establecida entre historia yprehistoria, entre prehistoria y arqueologa histrica.

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    Este aspecto ha constituido un problema esencial para la definicin de arqueologa histrica comocampo de investigacin desde sus inicios hasta la actualidad. Sin embargo, la discusin sobre el lugarde los testimonios escritos en la investigacin arqueolgica se limit al mbito de lo estrictamentetcnico o metodolgico dejando de lado categorizaciones que son -a mi juicio- los verdaderosfundamentos de la divisin acadmica entre historia y arqueologa. En particular, sobre la definicinterica de un campo de investigacin especfico, denominado arqueologa histrica en pases queposeen un pasado colonial.

    En los inicios, la informacin obtenida a travs de registros escritos fue utilizada como fuente valederapara establecer puentes histricos y hasta evolutivos, entre la poblacin prehispnica conocida atravs de sus restos materiales y las poblaciones registradas por historiadores y etngrafos, que ocuparonla misma rea, llamada analoga histrica directa (Charlton 1981; Lyman, LH, OBrien, MJ. 2001). Ensegundo lugar, en el contexto de la Nueva Arqueologa, la historia fue nuevamente encerrada en losmrgenes de la analoga como herramienta de anlisis destinada a establecer un puente entre la baseemprica y la formulacin de hiptesis que luego seran contrastadas a travs del trabajo arqueolgico(Charlton 1981, Deagan 1982).

    Por esto Fournier considera como una visin simplista, la definicin de arqueologa histrica planteadaen funcin de aspectos tcnicos, ...es decir, el uso de documentos adems de la cultura material, unaarqueologa documental o ayudada por textos escritos (Fournier 1999: 77). Sin embargo, creo que ladimensin tcnica o metodolgica que significa el registro escrito o mejor dicho, la posesin de laescritura, coloca el debate no slo en el mbito de las herramientas metodolgicas sino en el mbitode las representaciones.

    En efecto, el campo de la arqueologa histrica ha discutido el problema de la escritura en trminosmetodolgicos, asumiendo como evidente y natural la distincin entre arqueologa histrica yprehistrica. As lo expresa Deagan refirindose al fundamento de la divisin de campos de investigacinespecficos:

    ...the relatively abrupt and intrusive appearance of literate societies in the culture history of NorthAmerica, providing a natural historical division of subject matter (...) The strict separation of historyfrom prehistory is in contrast to the attitudes of many archaeologist trained in Europe (Noel Hume1969). Probably due in part to the more gradual and variable spread of literacy in the Old World, manyEuropean archaeologist do not use a specific point in time, or even the presence of documents, todifferentiate between history and prehistory. Deagan (1982:154)

    Como seal anteriormente, detrs de los debates tericos y metodolgicos sealados, se encuentra elcriterio con el que se han construido y segmentado los campos acadmicos entre arqueologa e historia,aunque este aspecto no siempre sea explcitamente reconocido. Por esto sostengo que la arqueologahistrica no constituye una divisin natural como seala Deagan sino una naturalizacin de ladiscontinuidad histrica americana producto del dominio colonial.

    La relacin conflictiva entre textos y objetos como fuentes para construir una narrativa histrica esun problema que carece de sentido, si consideramos que el mayor aporte que la arqueologa puedebrindar al campo de las ciencias sociales es el de construir una teora de la cultura material, y como tal,una mirada alternativa sobre la sociedad, que no debe ser subsidiaria de la investigacin histricasino que debe plantear sus problemas y estrategias de investigacin en sus propios trminos.

    Por esto no corresponde un estudio arqueolgico slo ante la falta de documentos escritos, sino quees posible -y hasta necesario- analizar las relaciones sociales desde un lugar diferente, el de los objetosy su contexto, an cuando se disponga de informacin documental, sin embargo, es ms preocupantean, preguntarse por la adecuacin a un campo acadmico ms que a la relevancia de su aporte alproblema de estudio. Ms importante an, es necesario resaltar que textos y objetos de ningn modoconstituyen reflejos directos de la sociedad que les dio origen, en tanto sabemos que ambos recursos

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    son manipulados en el contexto de relaciones sociales asimtricas, aspecto que aquellos investigadoresque apelan a las analogas histricas ni siquiera han considerado necesario. Sin embargo, a pesar de lasdiferencias que podemos sealar para ambos caminos de investigacin, el objetivo sigue siendo elmismo: dar sentido al mundo material del pasado a travs de lneas de anlisis independientes (Hodder1988: 25).

    2.2. Las ciencias sociales: el lugar de la escritura

    El colonialismo es el fundamento de una diferenciacin de campos acadmicos y disciplinascientficas, destinadas a abordar con herramientas metodolgicas y tericas diferenciadas, las sociedadesoccidentales y el mundo colonizado. De tal forma que la divisin de los objetos de estudio atribuidosa cada disciplina cientfica en el mbito de las ciencias sociales, respondi a la condicin de unmundo construido e interpretado a partir de desigualdades regionales, fundamentadas en el desarrolloy evolucin superior que Occidente se atribua a si mismo, justificando as la divisin entre sociologay antropologa, entre historia y etnohistoria (Wolf, 1982).

    Como seala Carbonell, la etnohistoria constituye un lamentable engao basado en la distincin dedos tipos de saber -la historia y la antropologa- para dos tipos de humanidad (1993: 93). Sinembargo, el engao que nos ocupa no es el resultado de un mal fundamento, como concluye Carbonell,sino de la valoracin que Occidente atribuye a lo que considera uno de sus mayores logros civilizadoresy evidencia de progreso: la escritura. De modo que las fuentes de informacin a las que apelanhistoriadores y etnohistoriadores, constituyen no slo herramientas metodolgicas y estrategias deinvestigacin diferentes, sino la expresin de representaciones coloniales sobre el otro y sobre simismo.

    Efectivamente, una mirada etnocntrica y evolucionista de la ciencia occidental coloc la escritura -en particular los sistemas alfabticos- en la cima del desarrollo cultural de tal forma que gran parte delas poblaciones colonizadas no haban alcanzado un sistema que les permitiera el registro de su propialengua y con ello, de su propia historia, englobados bajo el rtulo peyorativo de sociedades grafas.Sin embargo, como seala Hill Boone los investigadores han elaborado una definicin de escritura a sumedida como la representacin grfica del lenguaje hablado a travs de signos fonticos, creandoentonces, una estrecha relacin entre el lenguaje hablado y el lenguaje escrito tal como sucede en elsistema de escritura occidental (1986: 5).

    De esta forma, los sistemas prehispnicos americanos de representacin -en gran medida relacionadoscon el campo artstico- no fueron considerados como sistemas de comunicacin quedando al margendel inters del historiador. Por esto, la posesin de la escritura permita ocupar el lugar de la enunciacin,del que escribe y con ello describir al otro segn los trminos de una relacin desigual. De esta formala escritura est estrechamente ligada a las representaciones coloniales sobre el otro y a la consiguientenaturalizacin de desarrollos desiguales (Mignolo 1989).

    Detrs de los debates tericos y metodolgicos sealados, se encuentra el criterio con el que se hanconstruido y segmentado los campos acadmicos entre arqueologa e historia, entre prehistoria ehistoria colonial, aunque este aspecto no siempre sea explcitamente reconocido. Por eso no serposible clasificar este trabajo en un mbito particular de las divisiones acadmicas del trabajo intelectualvigentes. Menos an en el campo exclusivo de la arqueologa histrica, continuadora de una concepcincolonial del pasado americano, en tanto enfatiza la ruptura y el rol fundador de un nuevo mundocolonial que requiere por esta condicin, un campo de estudio especfico.

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    III. REPRESENTACIONES COLONIALES

    La primera unidad del mundo construida por el imperio colonial espaol y portugus formestructuras polticas, econmicas y territoriales de una envergadura nunca alcanzada hasta el siglo XVI(Romano 1972). De este modo, la expansin colonial fue un proceso histrico pero de carcter geogrfico(Taylor 1994: 97).

    El dominio es el eje conceptual sobre el que se han basado diversos autores para definir el colonialismocomo ... establecimiento y mantenimiento del dominio de una potencia soberana sobre un puebloextranjero (Lee 1983:91), la implantacin de asentamientos en territorios distantes justificados porla teora y prctica de un centro dominante (Said 1996: 43) o la distincin entre un dominio formalo informal, si la relacin que se establece entre el centro y la periferia involucra adems de unaexplotacin econmica, un dominio poltico (Taylor 1999).

    La ocupacin y explotacin de territorios distantes involucra una diversidad de regiones y pueblos,articulados en virtud de un dominio de carcter colonial que establece relaciones productivas asimtricasentre sus componentes. Sin embargo, el colonialismo es un concepto amplio y mltiple que en granmedida ha generado el mundo actual, no slo por el devenir histrico de sociedades colonizadoras ycolonizadas, sino por las representaciones sociales que en funcin de relaciones de dominio, hanconstruido y modelado el mundo, desde el siglo XVI hasta el da de hoy (Rowlands 1989).

    Por esto, conceptos como eurocentrismo, modernizacin, primitivismo y colonialismo encierranrepresentaciones que han tenido -y tienen hoy- un gran impacto en las ciencias sociales (Schutte1999, Orser 1996). En particular sobre las escalas y unidades de observacin seleccionadas por losinvestigadores, quienes en funcin de escalas globales enmascaran la realidad diversa de pueblos yregiones, integradas a un sistema en el que -segn esta perspectiva conlleva- desaparecen los agentes,atrapados en una realidad distante que no construyen ni modifican. Sin embargo, la experienciacolonial es lo suficientemente compleja como para negarse a ser reducida a simples dicotomas talescomo centro-periferia, dominio-resistencia o esquemas funcionalistas.

    3.1. La Escala global, occidente se narra a s mismo

    En los ltimos aos la arqueologa histrica se ha reconvertido en un campo de anlisis querefleja con poca discrecin, la tendencia a encubrir bajo un concepto globalizador y hegemnico -como mundo moderno- la diversidad de experiencias histricas regionales porque la arqueologa delcapitalismo o del mundo moderno practicada en y desde la periferia no habla de otra cosa que no seade la experiencia del dominio colonial. La creacin de un sistema econmico de escala global desde elsiglo XVI, interrelacion espacios y poblaciones distantes, a travs de un dominio directo sobre elterritorio, generando una divisin del trabajo organizada en funcin de reas clasificadas comometrpoli-colonia o centro y periferia (Wallerstein 1979).

    El desarrollo de modelos globales como el sistema mundo o la teora de la dependencia, pusieron demanifiesto las falencias de un esquema de desarrollo y progreso que el dominio colonial haba impuestocomo argumento de legitimacin para el control de sus colonias (Champion 1989). En el contexto dela descolonizacin, era evidente que el colonialismo no haba transferido la civilizacin desde lametrpoli hacia regiones y pueblos distantes como fuente de desarrollo, sino que el supuesto progresorepresentaba la creacin de regiones perifricas como contrapartida de la consolidacin del centrodominante (Soja 1989).

    En la arqueologa americana el modelo de centro-periferia fue incorporado como referente terico parainvestigaciones regionales que escapan al contexto histrico para el cual ha sido definido en el origende su formulacin: la expansin europea desde el siglo XVI. Los problemas abordados desde estaperspectiva involucran organizaciones polticas con menor grado de institucionalizacin frente a los

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    estados expansionistas de la antigedad que de esta forma permiten considerar en conjunto losdebates de la arqueologa clsica y los estudios de arqueologa colonial (Gosden 1997).

    Por esto Champion plantea el anlisis de relaciones de larga distancia, especialmente entre sociedadescon patrones marcadamente diferentes de organizacin social o econmica y la posibilidad que talesinteracciones asimtricas puedan producir mayores transformaciones de las relaciones sociales, en undebate modelado por el concepto de relaciones entre centro y periferia. En esta adaptacin, se hapriorizado la dimensin espacial del modelo y la asimetra de los componentes integrados en el sistema,por sobre la definicin temporal o el carcter econmico de la interaccin formulados en el modelooriginal.

    La perspectiva de la escala global y los roles asignados a cada regin desde el sistema de la economa-mundo, atribuye la iniciativa histrica al centro y no a la periferia, no slo como creacin de un ordeneconmico mundial sino que tambin se reserv a s mismo la capacidad de modificar el orden vigentea travs de la prctica revolucionaria originada en el centro (Taylor 1994: 104). De tal forma que laescala global constituye una suerte de difusionismo, en tanto la modernizacin que conlleva laexpansin europea, es la creacin de un orden econmico determinado por un centro generador detransformaciones que se difunden hacia regiones distantes convertidas en reas marginales o perifricas.

    En los ltimos aos la arqueologa histrica adopta como escala inherente, la escala global al compsdel mundo surgido con el colonialismo. Esta perspectiva relega a un lugar secundario el estudio de laexperiencia colonial de los actores sociales si asimila -errneamente por supuesto- la arqueologa delcolonialismo con la simple recreacin de Europa en Amrica (Orser 1996: 58). El concepto de MundoModerno no representa un concepto superador del colonialismo, por el contrario, esta arqueologapracticada en la periferia, se encuentra atrapada por la tautologa cruel ...que slo puede ver unmundo totalmente dominado por el Atlntico occidental, dentro del cual cualquier oposicin a Occidentenicamente sirve para confirmar el poder perverso del propio Occidente... (Said 1993: 20) convirtiendola historia europea en el marco terico de referencia (Chakrabarty 2001).

    La arqueologa histrica entonces, ha sido reconvertida como la arqueologa del mundo moderno,signado por la formacin y consolidacin del sistema capitalista (Orser 1996: 27). Esto supone unacontinuidad histrica desde el siglo XV a la actualidad pero genera una inaceptable desvinculacincon el mundo precolonial. Por esto, los estudios planteados desde la periferia como problema deinvestigacin, han generado reacciones y cuestionamientos a la perspectiva de la escala global. ParaWolf las categoras de centro y periferia propuestas por Wallerstein, constituyen categoras deocultamiento, con las cuales se obstruye la posibilidad de analizar los procesos microhistricos de lasregiones y sociedades colonizadas que aparecen como meros apndices del irresistible ascenso delcapitalismo y las relaciones de mercado (1982: 39).

    En el mismo sentido, Prez Herrero seala que la historia colonial no debe ser simplemente la historiade los requerimientos del sistema econmico mundial dado que ... las sociedades coloniales no fueronun mero trasplante de las formas metropolitanas, ni una continuacin de las sociedades aborgenes,como tampoco la simple traslacin de los requerimientos del sistema, sino la interrelacin de dichosimpulsos... (1992: 9). Por esto Bonilla afirma que el anlisis del sistema colonial de la Amricaespaola debe ampliar sus problemas de investigacin, considerando no solamente la relacin metrpoli-colonia sino la dinmica propia de espacios regionales y relaciones locales de poder (1991: 2).

    Como seal en prrafos anteriores, la perspectiva de la escala global como sistema, relega a un lugarsecundario el estudio de la experiencia colonial de los actores sociales. Es evidente que abordar unsistema como objeto de investigacin, supone trabajar sobre los componentes del mismo y suinterrelacin, es decir, entender su funcionamiento. De tal forma que los contextos arqueolgicos enestudio, se interpretan como componentes materiales de un sistema econmico de escala mundial.

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    Si por el contrario, el contexto arqueolgico es observado como mbito de interaccin de actoressociales signados por las luchas establecidas para construir la desigualdad y el dominio tanto como lanegociacin o la resistencia, el anlisis de la sociedad colonial no ser el estudio de un aparato decontrol institucional y econmico sino de las prcticas que traspasan las instituciones y alcanzan elmbito de la vida cotidiana. Sin duda un mbito anrquico que se resiste a ser tratado como merocomponente segn la perspectiva funcionalista y sistmica propuesta por la escala global.

    En este sentido, una arqueologa del colonialismo que busque reconstruir tanto el dominio como laexperiencia de los actores constituye una voz disonante en el conjunto de la arqueologa histrica,del mundo moderno o del capitalismo... o como se la desee llamar. Efectivamente, una voz disonantees aquella que suena desapaciblemente, que falta a la consonancia y armona de una construccinterica que, por central y dominante, busca convertirse en autoevidente, incuestionable ygeneralizadora.

    IV. EL PERODO HISPANO-INDGENA EN EL REAVALLISERRANA

    La definicin de un perodo denominado Hispano indgena en la secuencia general del Noroesteargentino fue caracterizado en los siguientes trminos:

    En el Valle Calchaqu hemos colocado precediendo al perodo Colonial, otro quedenominaremos Hispano-indgena. Este perodo no ha sido definido arqueolgicamente, yslo tenemos de l referencias histricas. Correspondera aproximadamente a un perodo decien aos en que los indgenas del Valle del Hualfn y parte del de Yocavil permanecieron enestado de guerra con los colonos, vale decir hasta la cada de Chelimn poco antes de lamitad del siglo XVII, slo entonces comenzara el verdadero perodo que podemos denominarcolonial (Gonzlez 1955:30).

    El perodo as definido -a partir de informacin histrico documental- se estableca por lmitescronolgicos precisos tomados de sucesos histricos, como la cada de Chalimn, pero sin poderseconstituir en un contexto cultural arqueolgico. El perodo Hispano-indgena se define bsicamentepor el estado de rebelin que los trabajos histricos disponibles hasta ese momento para el rea(Montes 1959), planteaban como tema central, sin embargo, la investigacin arqueolgica no produjoinformacin que aportara, desde una perspectiva alternativa, en qu forma la conquista estaba alterandola vida de la poblacin calchaqu ms all del enfrentamiento y rechazo al dominio espaol en el rea,en definitiva, restos materiales que pudieran caracterizar el contexto cultural del perodo Hispano-indgena.

    Ms tarde, Nez Regueiro (1974: 88) reconsidera la secuencia de Gonzlez desde una perspectivaterica diferente, estableciendo perodos sucesivos, a partir de los cambios operados en la basematerial de la poblacin prehispnica. En cuanto al perodo que nos ocupa expres lo siguiente:

    La conquista trajo aparejada para los indgenas la ruptura de la economa basada en lacomplementariedad ecolgica; las sociedades aborgenes haban alcanzado una estructuraeconmica que la conquista destruy y con ello la posibilidad de subsistir con la organizacinsocial que tenan entonces. Su organizacin econmica y social se trastoc radicalmente yse modific su patrimonio cultural frente a este cambio de estructura y la incorporacin deelementos trados por los espaoles.

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    Sin embargo, en un primer momento, posiblemente para los grandes valles longitudinalesdel noroeste (Calchaqu, Santa Mara, Hualfn) durante un siglo (hasta el primer tercio delXVII) y para algunos lugares de la Puna hasta muy entrado el perodo Colonial hay unacontinuacin de los patrones socio-econmicos aborgenes bsicos. Recin con lacolonizacin efectiva, la fundacin de pueblos espaoles en las reas de los valles y laevangelizacin, se produjo un cambio violento y una ruptura total de los grupos indgenasen todos los niveles: econmico, social y religioso, con una brusca cada poblacional comolo indican las estimaciones para la poca (Difrieri 1961). Por ello es vlida la distincin dedos momentos: el Hispano-Indgena, como se encuentra representado arqueolgicamente enCachi Adentro y Caspinchango (Nez Regueiro y Tarrag 1972) y el Colonial en los pobladosespaoles, misiones, etc.

    A partir de estas citas, debemos discutir sobre algunos aspectos referidos a la pertinencia de la unidadHispano-indgena. Por un lado el manejo de la informacin arqueolgica disponible y por otra parte,los supuestos con los que se aborda el problema de las relaciones coloniales, nada menos que aquellosque han justificado la existencia de un perodo Hispano-indgena. El modelo etnohistrico decomplementariedad ecolgica planteado para el rea andina central (Murra 1972) permiti generaralgunas afirmaciones -de carcter especulativo- sobre el problema de los cambios en la subsistencia delos grupos indgenas durante el perodo de las rebeliones, aunque sin duda, Nez Regueiro se enfrenta la misma alternativa que Gonzlez: el uso de modelos o datos etnohistricos con el fin de suplir laescasa informacin arqueolgica disponible.

    El nfasis puesto en la ruptura de los patrones prehispnicos le permite diferenciar entre Hispano-indgena y Colonial como momentos sucesivos. Sin embargo, creo que los contextos arqueolgicos queel autor plantea como representativos de ambas condiciones, no siempre representan etapas diferentessino que podran ser inclusive, componentes de un mismo proceso colonial en la medida que ciudades,misiones, estancias y reducciones, funcionaron all an durante las rebeliones calchaques, es decir,durante el perodo que fue denominado Hispano-indgena.

    Hasta mediados del XVII, la expansin colonial espaola en la regin se enfrent a una resistencianativa recurrente (Lorandi 1988, Montes 1959). Las guerras calchaques sometieron a una graninestabilidad los intentos colonizadores por lograr el efectivo control del rea y su poblacin. Demodo que la informacin histrica disponible refleja las condiciones de la guerra ms que las relacionesintertnicas y dinmicas de cambio e interaccin social entre la poblacin nativa y la sociedad hispano-criolla en expansin.

    El perodo colonial no ha sido ni es un tema ignorado por la arqueologa del noroeste argentino, sinembargo, no se ha discutido en la misma medida con la que se ha escrito. Esto significa que el perodocolonial o Hispano-indgena se plantea a partir de algn hallazgo o sitio, que por encontrarse en ellosobjetos de procedencia hispnica, requieren alguna referencia especfica a esta etapa. An as se hautilizado el trmino colonial para asentamientos espaoles y el de Hispano-Indgena para diferenciarlosde los primeros, en los que dada una menor frecuencia de objetos europeos, en contextos que presentanalguna forma de continuidad con patrones prehispnicos, suponen etapas previas al dominio colonial.En especial, son las condiciones polticas de los valles -la autonoma indgena- las que han permitidohablar de un perodo aparte y diferenciado del Colonial, pero debemos preguntarnos si estos lmitescronolgicos tomados de la informacin histrica podrn tener correlatos materiales de igual precisin.

    Consultando otros autores que se han referido al perodo Hispano-indgena, sus trabajos evidencianlas dificultades que hemos sealado: la resolucin arqueolgica de un perodo que ha sido definidopor lmites temporales fijados por los documentos escritos o se da por sentado ocupaciones Hispano-indgena, en sitios que se mencionan en las fuentes, aunque se desconozcan los contextos materialesque deberan corresponderles (Raffino 1983, Semp 1973). An as el uso de modelos antropolgicoso datos etnohistricos, ha buscado suplir la escasa informacin arqueolgica disponible limitada en lamayora de los casos a ajuares funerarios (Haber 1996, Tarrag 1984, Baldini y Albeck 1983, Debenedetti

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    1921, Bruch 1911, Quiroga 2000) y en menor medida a contextos domsticos atribuidos al perodoHispano-indgena (Stenborg 2000, Johansson 1996, Haber 1996).

    Al referirnos a un perodo colonial se parte del supuesto que la estructura de control poltico yexplotacin econmica se encuentra plenamente instalada, sin embargo, el imperio espaol no fueuna estructura homognea, por el contrario, adquiri caractersticas de enorme diversidad si combinamoslas variables de espacio y tiempo. Los intereses de la Corona, la variedad ambiental y las condicionesestructurales previas de la sociedad indgena, dieron lugar a un mosaico de situaciones, o mejor,diversos procesos de dominio y explotacin colonial. La definicin de un perodo Hispano-Indgena,en trminos de informacin histrica, requiere que revisemos los supuestos sobre los que se ha construido,pero an as, no propongo con esto un cambio de rtulos sino un ajuste en el que ciertos aspectos quehan sido especialmente enfatizados, permitan considerar otras variables del proceso y de esta forma,enriquecer nuestro anlisis.

    V. ARQUEOLOGA DEL COLONIALISMO ENMBITOS RURALES: LA EXPERIENCIA DEL VALLEDEL BOLSN

    El dominio colonial del Tucumn trajo consigo un nuevo ordenamiento del territorio basadoen una red de asentamientos urbanos y en la consiguiente ruralizacin de las reas circundantes (DePaula y Gutirrez 1999). En este contexto, concebir el paisaje como una construccin social, significaasumir que el espacio no es resultado o reflejo pasivo de relaciones sociales, sino que es posibleestablecer una analoga entre la produccin y reproduccin de la sociedad y el espacio al mismotiempo (Soja 1986). Por esto, el estudio de la ruralizacin del paisaje y la sociedad a lo largo de lossiglos de dominio colonial constituye un problema de particular relevancia escasamente observado enla arqueologa histrica del noroeste argentino (Manasse, Noli y Arenas 2001, Yacobaccio, MaderoReigadas 1993, Haber 1999).

    La colonizacin por las estancias en el oeste catamarqueo (Larrouy 1921) constituye un procesoregional de ruralizacin que ha tenido un tratamiento exclusivamente histrico (Brizuela del Moral1988, 1990, Bazn 1986, Guzmn 1985, Semp 1973, 1983). Como caso de anlisis, el valle del Bolsno Cotagua (Figura 1), constituye un aporte al problema de la formacin de los paisajes coloniales en

    Figura 1.

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    la regin desentraando fragmentos de un pasado contenido tanto en los documentos escritos comoen las trazas materiales que evidencian desde entonces al da de hoy, un marcado carcter rural.

    5.1. El mbito de los valles altos

    El valle del Bolsn -como valle alto emplazado entre los 2300 y 2900 m de altitud - constituyeuna zona transicional ya que se encuentra en el lmite entre un ambiente de borde de Puna y unambiente de Valles y Bolsones (Korstanje 1993). Este aspecto cobra especial relevancia a la hora deevaluar las caractersticas ambientales del Valle del Bolsn en trminos de condiciones para una puestaen produccin regional -que hacen viable las explotaciones- como relaciones sociales y econmicasque modelan las unidades productivas all instaladas.

    En funcin del carcter estacional de las lluvias y las condiciones constantes de aridez, se ha utilizadoel trmino oasis como eje conceptual para caracterizar el poblamiento del oeste catamarqueo en laactualidad (Franzini Mendiondo etal. 1978). El trmino oasis encierra una diversidad de aspectosrelacionados con condiciones ambientales, relaciones sociales y por supuesto, condiciones histricasque adquieren particular relevancia a la hora de evaluar conceptos como disponibilidad y escasez. Elagua constituye un recurso escaso en funcin de demandas de consumo y dispositivos tecnolgicosimplementados, sin embargo, la obtencin del recurso no est determinada por la abundancia delmismo sino por posibilidades tecnolgicas y condiciones de acceso y apropiacin, de acuerdo conposiciones ms o menos ventajosas en el espacio social, lo que convierte el acceso a los recursossilvestres -agua y pastizales entre otros- en un mbito de conflicto entre actores sociales (Quiroga1999).

    En este sentido, es importante evaluar que las caractersticas condiciones ambientales de la reginhan sido consideradas como un factor limitante del desarrollo econmico, regin que entonces hasido caracterizada como de frontera ecolgica y social (Sosa Miatello, Lorandi y Bunster 1997). Sinembargo, es necesario confrontar las representaciones coloniales sobre el paisaje con las lgicas de laexplotacin colonial que pueden prever o descartar inversiones en dispositivos tecnolgicos, tendientesa la intensificacin econmica. La descripcin de condiciones naturales como argumento fundante decondiciones histricas observadas, naturaliza y enmascara la relacin compleja entre ambiente,tecnologa y relaciones sociales.

    5.2. La apropiacin colonial

    El actual Valle del Bolsn (Depto. de Beln, Catamarca) se corresponde con el antiguo topnimode Cotahau, hoy circunscripto a una pequea laguna ubicada en el sector sur del valle. La efectivaocupacin colonial en el rea se inicia con la finalizacin de las guerras calchaques. La referencia msantigua se remonta a 1687 con el otorgamiento de una merced de tierras en beneficio de Bartolom deCastro (Quiroga 2001, 2003). Al mismo tiempo, la mano de obra provino de los repartos ydesnaturalizaciones de indios con que las autoridades coloniales retribuan a quienes por anticipado,financiaban los gastos de la guerra. En relacin con la tierra, los documentos del siglo XVIII sealan lacondicin de propietarios, arrendatarios y residentes. Se mencionan propietarios descendienteslegtimos de aquellos beneficiados por las mercedes reales del siglo XVII sin embargo, tenemos pocosdatos sobre el origen de arrendatarios y ocupantes a excepcin de los padrones de indios atacameosresidentes en el Tucumn donde se registra el topnimo Cotao (Quiroga 2001).

    Durante el siglo XVIII la gran propiedad se fragmenta a travs de dote, ventas y sucesiones dando lugara una estructuracin de propiedades discontinuas mencionadas como chacra y potrero, ubicados en elfondo de valle y alturas superiores a los 2000 m respectivamente (tabla 1 y figura 2). En los casosanalizados, no se registra ninguna referencia sobre alguna forma de inversin en dispositivos tecnolgicospara la produccin en el potrero, sin embargo las chacras ubicadas en fondo de valle, contaban conmolinos, atahonas, tomas y canales de riego, adems de plantaciones y viviendas (Quiroga 2003).

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    DISONANCIAS EN ARQUEOLOGA HISTRICA...

    POTRERO ALTITUD CHACRAS ALTITUD RESIDENTES EN EL POTRERO EXPEDIENTESM.S.N.M. M.S.N.M.

    Las Cuevas 2700-2900 Hualfin 1914 Sin datos 1791-(Larrouy 1923: 25)Destinado al sustentode la iglesia de Hualfin

    Del Bolsn 2300-2700 Hualfin 1914 Sin datos 1809- AHC 990Documento de compra-

    venta2300-2700 Hualfin 1914 Julian de Aybar

    (encargado del potrero) 1792 AGN 17-2-1 Arrendatarios Atacameos Padrn de atacameos

    Azogasta - Belen 1250 Juan Aybar 1719 AHC84 (hijo ilegitimo de Prudencio Inventario de bienes de Aybar, propietario)Indio Juan Prudencio Aybar

    Antinaco - San Fernando 1713 Agustin Parrilla (arrendatario) 1783- AHC 523Documento de compra-

    venta

    Antofagasta 3500-4000 Estancia SantaRita de 1100 Indios atacameos 1767- (Sanchez OviedoGuazan (Andalgala) Institucin delEstancia de Singuil mayorazgo de Guazan

    Ampujaco 1700-2000 Belen 1250 Sin datos 1753-AHC 774Pleitopor tierras entreJoseph Cusapa(caciquede los indios deTiongasta asentadosen la banda de Belen ypotrero de Ampujaco) ypropietarios espaoles

    Laguna Blanca 3400-3800 Estancia Santa 1100 Sin datos 1746-AHC774Rita de Guazan Contratoentre(Andalgala tratantesEstancia de Singuil

    Guasayaco 2000-2500 San Fernando 1713 Jos Segovia 1789- AHC 614/620(encargado del potrero) Juicio por robo de aguas

    y ganados

    Las Manzas 2000-2500 San Fernando 1713 Jos Segovia 1789-AHC 614/620(encargado del potrero) Juicio por robo de aguas

    y ganados

    Asampay 2000-2500 San Fernando 1713 Sin datos AHC 719Expedienteextraviado

    Tabla 1. Articulacin de chacras y potreros

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    Las referencias constantes al ganado y los trabajos vinculados a dicha actividad, muestran que lospotreros fueron mbitos especializados en el pastoreo, reflejando la mnima inversin de la ganaderaextensiva colonial en las zonas de mayor altitud que tan slo requeriran pasturas y agua. De modo quelos valles altos del oeste catamarqueo denominados potreros- eran espacios productivos especializadosen las invernadas del ganado y de esta forma constituyeron eslabones secundarios de las redes mercantilesde la gobernacin y Chile.

    Diversos trabajos planteados en el mbito santamariano han sealado que an hoy existen ciertasmodalidades en el uso del espacio sustentadas en una explotacin vertical de los recursos definidoscomo circuitos ganaderos de carcter domstico o de subsistencia familiar (Tarrag 1992; Scattolin yKorstanje 1994; Sanz de Arechaga 1949; Combetto 1948). Tarrag plantea claramente la contradiccinque podra significar la vigencia de una prctica de origen prehispnico en una regin violentamentereprimida y cuya poblacin fue desarticulada a travs de polticas de reparto y traslado (1992: 140).Cmo se resuelve esta contradiccin?.

    Las prcticas de verticalidad coloniales observadas hoy en la regin no son el resultado exclusivo depersistencias prehispnicas sino que exigen ser problematizadas en relacin con condiciones ambientales,relaciones sociales y redes mercantiles coloniales. Los potreros muestran que las propiedades rurales alnorte de Beln, conformaron espacios discontinuos (chacras y potreros) y una forma de explotacin decondiciones ecolgicas verticales, segn una lgica de aprovechamiento colonial que no representa unacontinuidad directa con las prcticas de verticalidad atribuidas a la sociedad prehispnica sino una prcticaobservada tambin en segmentos de la sociedad hispano criolla. El caso del Bolsn muestra un ejemplohistricamente documentado sobre la formacin de circuitos ganaderos de corta y larga distancia durantelos siglos de dominio colonial. Me refiero a las actividades destinadas a la reproduccin de la poblacincoexistente con los grandes traslados de ganado mular hacia los mercados consumidores altoperuanos.

    Figura 2

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    DISONANCIAS EN ARQUEOLOGA HISTRICA...

    5.3. Formulando preguntas al registro material

    La larga duracin, como escala de anlisis temporal, tiene sentido en funcin de unaestructuracin del asentamiento que se expresa como un juego dialctico entre la continuidad ydiscontinuidad histrica (Braudel 1970: 57). En esta instancia inicial del trabajo de campo decidtrabajar con escalas temporales de gran amplitud que se traduzcan en cambios materiales y tangiblesobservados a travs del registro de restos en superficie. Por esto no se busc reconstruir una secuenciahistrica lineal de asentamientos, que refleje paso a paso la historia reconstruida con documentosescritos o la periodificacin arqueolgica (Gonzlez 1955 y Nez Regueiro 1974) sino cmo seinscribe el pasado en la configuracin actual del paisaje, esto es, el registro de la distribucin yvariabilidad de los asentamientos como trazas de configuraciones espaciales y sociales histricamenteanalizadas en una escala de larga duracin.

    En este caso la fotografa area fue utilizada para el registro de reas de instalacin en relacin concaractersticas geomorfolgicas diferenciadas. En segundo lugar, se busc la deteccin de asentamientosy una diferenciacin preliminar de ocupaciones prehispnicas, abandonadas o en uso (Quiroga 1998ms.).Con estos resultados sumado a las prospecciones realizadas anteriormente (Korstanje 1993) seestablecieron nuevas reas a prospectar. Durante el trabajo de campo se decidi registrar todo indiciode asentamiento -desde lo prehispnico a la actualidad- con el fin de registrar indicios materiales quenos permitan reconstruir las relaciones establecidas entre la ocupacin prehispnica y la resignificacincolonial a travs del registro de eventos de abandono y reocupacin observados a partir del relevamientoarquitectnico. La recoleccin superficial y su posterior trabajo comparativo permiti un criterio dediferenciacin preliminar que sacrifica la precisin cronolgica en funcin del reconocimiento de lavariabilidad observada en trminos de distribucin espacial, aspecto que en esta instancia de lainvestigacin es particularmente significativa aunque encierre variaciones temporales relevantes.

    Se defini una instancia de ocupacin post-formativa correspondiente a los perodos de DesarrollosRegionales e Inca e Hispano-Indgena y una instancia posterior denominada ocupacin colonial-poscolonial que se inicia con el repoblamiento posterior a las guerras calchaques y la instalacin delas unidades productivas coloniales que marcaron el carcter rural que perdura hasta el presente. Eneste caso es necesario diferenciar entre la apropiacin jurdica de la tierra -como evento de inicio deldominio colonial- y la efectiva ocupacin del rea que incluye a su vez, la expansin de las explotacionesagropecuarias y la reocupacin poblacional como procesos de ritmo y escalas temporales diferentes,esto es, diferenciar un evento histrico respecto de actividades que generen una impronta material enel espacio.

    5.4. La ocupacin colonial-post colonial: la desagregacin

    Los resultados obtenidos indican la ausencia de enclaves coloniales o bien de concentracionesde poblacin producto de antiguas reducciones. La instancia de ocupacin a la que denomin colonial-postcolonial est representada por un patrn arquitectnico recurrente integrado por uno o dosrecintos de carcter residencial, cercanos a una estructura de mayor dimensin que serva de corral. Eneste trabajo se presentan tres ejemplos que hemos relevado en el sector centro y sur del Valle delBolsn: Puesto Segovia, ubicado en el sector de mayor altitud del sector de La Angostura, PuestoLoreta Reyes en el fondo de Valle en el sector Bolsn y Puestos de Cura Quebrada, ubicados en laquebrada de acceso que conducen a los pastizales de mayor altitud, en lugares con disponibilidad deagua permanente (figura 3).

    Los restos prehispnicos que hemos relevado en La Angostura se asemejan a las aldeas de la clasificacintipolgica planteada por Semp caracterizado como ...aldeas formadas por recintos entre sistemas deandenes de cultivo y obras de irrigacin como boca-tomas, acequias y estanques para almacenar elagua... (1999: 250). En ningn caso los sectores prehispnicos de La Angostura evidencian trazas dereocupacin posterior en trminos de estructuras arquitectnicas ni elementos en superficie.

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    Con las evidencias consideradas puede afirmarse que el asentamiento en el sector sur de Cotahua sufriun proceso de desagregacin, desarticulando la antigua forma del poblado precolonial por viviendasdispersas asociadas a estructuras productivas de menores dimensiones en sectores con disponibilidadde agua y pasturas. Precisamente, el patrn resultante posterior, se caracteriza por la dispersin engrandes espacios de pequeas viviendas aisladas, abandonando claramente el patrn aldeano prehispnicoaglutinado. En pocas palabras, la ocupacin colonial-post colonial abandon el patrn aldeanoprehispnico por la dispersin de pequeas unidades de viviendas y corrales que sealan una claratendencia hacia la reduccin de la variabilidad y envergadura de la infraestructura productiva agrcolaprehispnica (Quiroga 2003, Korstanje y Quiroga 2004).

    VI. EL PROBLEMA DE LA CRONOLOGA:ARQUITECTURA Y CONSUMO

    El siglo XVI marca un cambio profundo en la produccin y el consumo que caracterizatanto el perodo colonial y republicano (Bauer 1999: 409), sin embargo, es necesario complejizareste aspecto observando comparativamente las caractersticas del consumo y el acceso a losbienes del mercado entre la poblacin urbana y rural. Los estudios sobre mercantilizacin de lapoblacin campesina en el Tucumn se refieren a la circulacin de bienes, pero desconocemossus prcticas de consumo. (Assadourian 1982, Garzn Maceda 1965, Snchez Albornoz 1968,Palomeque 1989, Santamara 1999, Mata de Lpez 1991, Conti 1993). A su vez, es necesariosealar que estas distinciones operan en el mbito de los bienes muebles, dado que su circulacinest afectada por procesos de cambio ms dinmicos inclusive que las variaciones registradasen los asentamientos. En efecto, las viviendas constituyen en s mismas, verdaderos palimpsestosque encierran contextos materiales de gran diversidad temporal coexistentes en la vida cotidianacampesina, producto de su ocupacin por generaciones o la incorporacin de viejasconstrucciones a las nuevas bases residenciales como se observa en el rea vecina de Laguna

    Figura 3. Chacras y potreros

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    DISONANCIAS EN ARQUEOLOGA HISTRICA...

    Blanca (Delfino 1996). Como lneas de observacin independiente, el emplazamiento de lasviviendas, variabilidad en tcnicas y materiales de construccin y los bienes muebles representanelementos que pueden responder a diferentes cronologas de mayor o menor estabilidad a lolargo del tiempo.

    Las recolecciones superficiales en el Valle de Cotagua no registran un solo caso de loza importada sinofragmentos de alfarera histrica pero de produccin y consumo probablemente local. La variacinmorfolgica entre el conjunto cermico prehispnico e histrico es claramente discontinua observadatambin en atributos tecnolgicos y la ausencia de representaciones como elementos decorativos. Demodo que las viviendas y los tems materiales plantean un contexto de difcil asignacin cronolgicacomo un conjunto. En efecto, asignar un perodo de ocupacin de una vivienda a partir de las fechasde fabricacin de manufacturas de algn tem particular no resulta un camino adecuado dado que norefiere el momento del descarte sino precisamente el de su fabricacin.

    El anlisis del paisaje en Cotagua que aqu se presenta, es el resultado de lneas de investigacinalternativa tendientes a reconstruir -a travs de fragmentos- la historicidad de las trazas del pasadoregistradas en el presente. En especial, sobre un rea virgen en materia de estudios tanto histricoscomo arqueolgicos. Por este motivo, se prioriz la amplitud de las lneas de observacin ms que laseleccin de algn aspecto particular, sin embargo, los resultados obtenidos al momento han generadonuevas preguntas ms que conclusiones definitivas. Es necesario contar con informacin que permitafijar una cronologa del abandono de los sitios prehispnicos y la cronologa de la ocupacin posterior.

    En este sentido, quiero sealar la necesidad de una arqueologa del colonialismo en las reas rurales dela gobernacin que no ha atrado la atencin de la arqueologa histrica, preocupada por los mbitosurbanos en mayor medida. La experiencia realizada me permite ratificar la importancia de reconstruirla historia de regiones poco frecuentadas por los investigadores ante la escasez de documentos o laausencia de sitios arqueolgicos de envergadura.

    VII. REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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