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E México y China - Dussel Peters · 2018-11-13 · texto sustantivo, las temáticas de aquellos...

Date post: 02-Apr-2020
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Enrique Dussel Peters Cassio Luiselli Fernández Coordinadores México y China: construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO CENTRO DE ESTUDIOS CHINA-MEXICO
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Enrique Dussel PetersCassio Luiselli FernándezCoordinadores

En este libro, pretendemos hacer no solo un me-recido homenaje a la brillante trayectoria profe-

sional y personal de Eugenio Anguiano Roch, sino dar también cuenta de los muy interesantes avatares de la relación entre China y México en las últimas cinco décadas.

Los 16 artículos reflejan la singular trayectoria de Eu-genio Anguiano Roch como embajador, funciona- rio y académico: su análisis invita y exige a un deta-llado conocimiento y análisis de China que permita interpretar los cambios en China, así como la relación México-China.

Si algo es común y destacable en éstos y muchos de los ensayos aquí reunidos es el reconocimiento a la labor analítica y académica de Eugenio, pero sobre todo a su actitud generosa, franca, constructiva y abierta, en trasmitir y compartir la amplitud de sus conocimien-tos. Se ha tratado y seguramente lo seguirá hacien- do de una vida fecunda y generosa. Como pocos, Eugenio Anguiano Roch ha predicado con el ejemplo; el reto será significativo para futuros académicos, fun-cionarios y embajadores.

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

CENTRO DE ESTUDIOSCHINA-MEXICO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

CENTRO DE ESTUDIOSCHINA-MEXICO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

CENTRO DE ESTUDIOSCHINA-MEXICO

Enrique Dussel Peters

Cassio Luiselli Fernández

Coordinadores

México y China: construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

CENTRO DE ESTUDIOSCHINA-MEXICO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MEXICO

Enrique Luis Graue Wiechers Rector

Leonardo Lomelí Vanegas Secretario General

Leopoldo Silva Gutiérrez Secretario Administrativo

Alberto Ken Oyama Nakagawa Secretario de Desarrollo Institucional

Raúl Arcenio Aguilar Tamayo Encargado del despacho de la Secretaría de Atención a la Comunidad Universitaria

Mónica González Contró Abogada General

FACULTAD DE ECONOMÍA

Eduardo Vega López Director

Alberto Morales Sánchez Secretario General

María del Carmen Aguilar Mendoza Secretaria Administrativa

Juan M. M. Puiz Llano Coordinador de Publicaciones

UNIÓN DE UNIVERSIDADES DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Henning Jensen Presidente

Roberto Escalante Semerena Secretario General

http://www.udual.org

CENTRO DE ESTUDIOS CHINA-MÉXICO

Enrique Dussel Peters Coordinador

Yolanda Trápaga Delfín Responsable

http://www.economia.unam.mx/cechimex

México y China: construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch

Enrique Dussel Peters Coordinador

Cassio Luiselli Fernández Coordinador

Horacio José Almada Anderson Edición

Socorro García Diseño y formación de interiores

D.R. ©2018, Universidad Nacional Autónoma de México,

Facultad de Economía

Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.

Primera edición: noviembre de 2018

ISBN: 978-607-8066-41-4

“Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales”

Impreso y hecho en México/Printed and made in Mexico.

Enrique Dussel Peters

Cassio Luiselli Fernández

Coordinadores

México y China: construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch

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Índice

Prólogo 9Cassio Luiselli Fernández y Enrique Dussel Peters

Sección I: Itinerario intelectual y diplomático de Eugenio Anguiano Roch

Autobiografía de una formación intelectual 17Eugenio Anguiano Roch

De cómo me encontré en el camino 39 de la diplomacia mexicanaEugenio Anguiano Roch

Entrevista a Eugenio Anguiano Roch en junio de 2018 69Flora Botton Beja

Algunos recuerdos de Eugenio Anguiano 107Yunao Shen

homenaje a eugenio anguiano roch

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Sección II: Debates y contribuciones de Eugenio Anguiano Roch

Desarme nuclear, China y otros extremos 113Jorge Eduardo Navarrete

Un amigo y un maestro 129Yolanda Trápaga Delfín

Un economista entre diplomacia y academia 143Ugo Pipitone

Contribuciones de la onudi a las ideas y la práctica sobre 151 la política industrial. Eugenio Anguiano en mi horizonteMauricio de María y Campos

Aprendiendo con el gran maestro 173Carlos Heredia Zubieta

Eugenio Anguiano – el embajador, el profesor, el amigo 191Liljana Arsovska

Eugenio Anguiano: misceláneas 199Salvador Arriola

Eugenio Anguiano, entre el hombre 209 y la institución atemporalSimón Levy-Dabbah

Cincuenta años de amistad y experiencias 219 de dos diplomáticos muy a la carreraRogelio Martínez Aguilar

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Firme confianza en el camino de desarrollo 237 sostenido de China: establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y MéxicoShikang Huang

La transformación china desde México, 255 la contribución de Eugenio Anguiano RochCassio Luiselli Fernández

Eugenio Anguiano Roch: diplomático, político 277 y académico. Algunas reflexiones sobre su pensamiento para la relación México-ChinaEnrique Dussel Peters

Sobre los autores 289

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PrólogoCassio Luiselli FernándezEnrique Dussel Peters

En este libro, pretendemos hacer no solo un merecido homenaje a la brillante trayectoria profesional y personal de Eugenio Anguiano Roch, sino dar también cuenta de los muy interesantes avatares de la relación entre China y México en las últimas cinco décadas.

Como coordinadores de esta obra compartimos la afortunada cir-cunstancia del interés en la socioeconomía China y la relación entre México y la República Popular China, además de la amistad y relación con Eugenio en torno a estos temas; pero también la de pertenecer a dos generaciones diferentes y cada uno relacionado con Eugenio en distin-tas épocas, lo que nos permitió tener más precisión en determinadas circunstancias y fenómenos en diversos momentos. Así, Cassio Luise-lli Fernández refiere a etapas tempranas de los vínculos y el interés de Eugenio en los temas de China, previas incluso a los tiempos de su pri-mera embajada en China a inicios de los años 70; destaca más bien los vínculos diplomáticos y quehaceres políticos. Enrique Dussel Peters, por su parte, inicia la relación de trabajo y amistad con Anguiano mucho más tarde, a inicios de la década del 2000, ya dentro de un marco más de amistad, formal y académico. Justamente, esta mútua amistad y recono-cimiento fue lo que nos permitió emprender una tarea que diera origen a este libro: un reconocimiento a la trayectoria académica y diplomática de Eugenio Anguiano Roch que cuenta con más de 40 años en su interés

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e insistencia sobre la República Popular China; en 2018 el tema parece obvio, a inicios de la década de los setenta del siglo xx el tema segura-mente fue más que difícil.

Ambos coordinadores consideramos que la trayectoria de Eugenio como embajador, funcionario y académico ha sido singular:

• Su análisis invita y exige a un detallado conocimiento y análisis de China que permita interpretar los cambios en China, así como la relación México-China.

• El extraordinario crecimiento de China y su posicionamiento como la otra gran superpotencia mundial es el evento geopolítico más relevante del presente siglo, mismo que está teniendo repercu-siones globales. El tema pareciera obvio en la actualidad, aunque en inicios de la década de los setenta no lo fuera (véase los diversos testimonios del propio Eugenio y otros analistas y colegas).

Nos parece notable el inicio de la vida diplomática de Eugenio en Pekín, con severas dificultades personales, familiares y académicas, como él mismo presenta en forma por demás franca y autocrítica. Funciona-rios, políticos, embajadores y académicos, desde esta perspectiva, son de “carne y hueso”, con dificultades, retos y ambiciones personales que resultan, en décadas posteriores, en sobresalientes personalidades como la de Eugenio mismo.

Eugenio ha sido un muy acucioso investigador, pero también un hombre de acción, lo que no es común. Su disposición generosa y amplia ha beneficiado a incontables estudiantes, investigadores, funcionarios y aún empresarios. Nosotros, y los autores de este libro, nos hemos bene-ficiado de ello y ésta ha sido la razón principal que nos ha motivado a escribir los ensayos y reflexiones que aquí se presentan. Es desde luego un homenaje, pero también una manera de agradecerle a Eugenio.

El documento se divide en dos secciones, escrito en total libertad por parte de los respectivos autores. Por un lado, un grupo de testimonios y exámenes de colegas, diplomáticos y funcionarios de Eugenio vincu- lados a la gestión de nuestro autor durante la década de los 70 y 80 del

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siglo xx. En segundo lugar, varios colegas de Eugenio buscamos presen- tar y discutir un grupo de propuestas de Eugenio en su trayectoria diplo-mática y académica en las últimas décadas y puntualmente en su relevan-cia en la relación México-China.

La primera parte, más breve, se centra en el itinerario intelectual y diplomático de Eugenio, según su propia memoria y otros testimonios sobre su trayectoria personal, intelectual y diplomática. Con claridad, en forma franca y amena, podemos conocer de sus intereses múltiples y los avatares de su formación personal e intelectual, así como sus re-flexiones y memorias sobre su muy productivo y relevante paso por la Cancillería mexicana, donde no solo fue dos veces embajador ante China, sino que ocupó otras relevantes embajadas y cargos de alto nivel. El lector encontrará de gran interés estas reflexiones, para conocer la historia diplomática de México en esos tiempos y en relación a temas y países clave. En este apartado se recoge también la extensa y muy atinada conversación, en formato de entrevista, entre él y la distinguida sinóloga de El Colegio de México, Flora Botton. Las preguntas formuladas por Flora concitaron respuestas o conversaciones de gran interés, desarro- lladas en forma clara y amena. Por último, en este primer apartado o sección decidimos incluir también el testimonio del diplomático y emba-jador chino, Yunao Shen, quien trató con Anguiano a su llegada a China en 1972 y lo siguió encontrando en diversas posiciones y circunstancias a través de los años. Resulta del mayor interés, conocer de la trayectoria de Anguiano, en voz de un destacado diplomático chino. Por ejemplo, sus conversaciones con Zhou Enlai y el encuentro del entonces presidente Echeverría y Anguiano con Mao Zedong (Mao Tse Tung)1, resultan de particular interés.

La segunda y más extensa sección, recoge los testimonios de otros doce autores, no solo de diversas profesiones e intereses, sino tam-bién de distintas épocas de relación con Eugenio. Estos doce capítu-los forman un muy rico cuadro de temas y encuentros entre Eugenio

1 En general preferimos en esta edición la romanización del idioma chino en el sistema Wade-Giles que en Pinyin. Cuando el autor del artículo prefiere el segundo usamos esta solución.

Prólogo

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Anguiano, los autores y sus circunstancias y coyunturas políticas. Así por ejemplo, Jorge Eduardo Navarrete, su distinguido contemporáneo, y quien también representara a México en China, reseña en su texto, el inicio de la carrera de ambos, entonces jóvenes economistas; ambos inician sus carreras en sendas embajadas latinoamericanas –Costa Rica y Venezuela– para posteriormente coincidir en temas multilaterales y asuntos vinculados a la desnuclearización, tema central de la muy ac-tiva diplomacia de entonces. Otro contemporáneo, Rogelio Martínez Aguilar y su sucesor en la Embajada en Costa Rica, desarrolla en un texto sustantivo, las temáticas de aquellos años y su relación de amistad y coincidencias profesionales, con Anguiano y, por cierto, también con Navarrete: los tres eran parte de aquella brillante generación de jóvenes, recién incorporados a la diplomacia mexicana a inicios de los años 70. Por su parte, Mauricio de María y Campos, también economista, pero de una generación posterior, se centra en la dinámica de la onudi y los debates sobre la política industrial y otros temas de la agenda inter-nacional, y de cómo sus vínculos profesionales y posterior amistad, con Eugenio Anguiano, contribuyeron a formar una agenda y visión co- mún en la agenda multilateral de México, ya entrados los años 80. De igual manera, Salvador Arriola, también economista, no toca sino tan-gencialmente el tema de China, pero da cuenta de varios puntos de encuentros de trabajo y de amistad con Anguiano, que subrayan la di-versidad de sus temas y campos de interés. Así, Arriola habla de la deci-sión del entonces presidente López Portillo, de no ingresar al gatt, de la conformación y operación del sela y, con Venezuela, de la fundación del “Pacto de San José” en apoyo a Centroamérica, en materia energética. Temas todos, en los que, de un modo u otro, Eugenio estuvo presente.

En esta sección, merece también destacarse el trabajo del embajador chino, Shikang Huang. En un amplio análisis de contexto histórico ex-plica, desde la óptica china, la importancia estratégica que entonces tuvo la decisión de México de establecer relaciones diplomáticas con China y del papel destacado de Anguiano al frente de la primera Embajada. Shikang describe las importantes conversaciones entre el presidente Echeverría y Mao Zedong (Mao Tse Tung), así como el viaje a la comuna

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Dazhai (Tachai entonces), donde fueron acompañados por el propio Zhou Enlai. Estos complejos arreglos diplomáticos fueron organizados por la Embajada de México.

Carlos Heredia, ya miembro de generaciones posteriores, hace un vívido retrato del investigador y profesor Eugenio Anguiano en el cide, de su generosa disposición a compartir sus conocimientos, como maes-tro y como investigador. En el mismo tenor, pero desde el ámbito del cechimex de la Facultad de Economía de la unam. Yolanda Trápaga reseña las tareas docentes y de investigación en la conformación de este importante centro de investigación y docencia. Hace, como Heredia, un retrato de los atributos humanos y la empatía del investigador y docente destacado, en homenaje al cual se establece la “Cátedra México-China Eugenio Anguiano Roch”. Trápaga señala también el importante papel de María Teresa Rodríguez, esposa de Eugenio Anguiano, en investigacio-nes sobre la agricultura de China. El texto de Ugo Pipitone, distinguido investigador y colega de Eugenio en el cide va en la misma dirección. Habla de sus muy gratas conversaciones matutinas y de la colaboración de ambos como investigadores “sénior” de esa importante institución. Pipitone destaca la condición de economista y diplomático de Anguia-no, finalmente dedicado a labores académicas y la sinergia positiva que esto conlleva: en este contexto, es de señalarse que Anguiano desarrolló una importante labor académica sobre China y Asia al término de sus años como diplomático, en las instituciones de investigación de más prestigio en México: El Colegio de México, el cide y la unam (ce-chimex), como también lo señala Enrique Dussel Peters en su trabajo. Tanto Liljiana Arsovska como Simón Levy, desde un tiempo más cerca-no contribuyen también con sendos textos sobre la labor ya de muchos años de Eugenio Anguiano, tanto como académico, como de hombre de acción. Sus textos son significativos pues no se originan o enfocan en el ámbito meramente de la academia o la investigación, sino que aña-den una perspectiva muy amplia a las tareas de Eugenio en la temáti- ca de las relaciones entre China y México. Levy señala la importancia de Anguiano en trasmitir una visión de largo aliento a los formulado- res de la política externa de México en relación a China.

Prólogo

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Por último, están nuestros respectivos trabajos que de alguna mane- ra cierran el libro. El de Cassio Luiselli cubre un dilatado lapso: arranca a fines de los años 60, cuando conoce a Anguiano en su doble calidad, la de su maestro en la (entonces) Escuela Nacional de Economía de la unam y la de su jefe en la Secretaría de Hacienda; posteriormente, da cuenta del generoso apoyo que le dio para poder estudiar en China (1974) a las “comunas populares”, así como diversos esquemas de empleo e industrialización rural. Posteriormente, Anguiano apoyó a Luiselli en la preparación del viaje de Estado del presidente López Portillo en 1978 y, tras diversos episodios de colaboración, ambos participan, en la vis-ta de estado del presidente Fox a China en el 2001. El trabajo cierra con una interpretación del autor de las implicaciones de la transfor- mación de China y sus implicaciones en el mundo actual. El trabajo de Enrique Dussel Peters, comienza por describir que conoció a Eugenio a inicios de los años 2000, primero por haber leído sus escritos y luego, personalmente, cuando éste apoyó con entusiasmo las labores de do- cencia e investigación del entonces novísimo Centro de Estudios de Chi-na y México, en la Facultad de Economía (cechimex). Dussel Peters destaca las contribuciones de Eugenio a la comprensión de los cambios en el modelo económico de China, a la vez que sigue acuciosamente los cambios y modus operandi de la elite dirigente de China y sus principa- les estructuras de poder. Es de destacarse en el trabajo de Dussel Peters, la crítica que hace con Anguiano, de la excesiva comercialización de la agen-da bilateral. Reducir las relaciones a los temas de comercio e inversión, por importantes que puedan ser, es un reduccionismo de gran miopía, que acaba por afectar o disminuir el rango de las relaciones bilaterales, que son de un gran valor geopolítico para ambos países.

Si algo es común y destacable en éstos y muchos de los ensayos aquí reunidos es el reconocimiento a la labor analítica y académica de Eugenio, pero sobre todo a su actitud generosa, franca, constructiva y abierta, en trasmitir y compartir la amplitud de sus conocimientos. Se ha tratado y seguramente lo seguirá haciendo de una vida fecunda y generosa. Como pocos, Eugenio Anguiano Roch ha predicado con el ejemplo; el reto será significativo para futuros académicos, funcionarios y embajadores.

Sección I:

Itinerario intelectual y diplomático de

Eugenio Anguiano Roch

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Autobiografía de una formación intelectual

Eugenio Anguiano Roch1

Con demasiada frecuencia uno lee biografías sobre el desarrollo inte- lectual de personas que son profesionistas, tanto en el sentido de su espe-cialización disciplinaria educativa como del uso de la misma en su vida laboral. En general, esos autos de confesión llevan la marca de los curri-cula usados para la consecución de empleos, ascensos o para adornar la trayectoria académica de las personas. Una introspección más sincera y honesta puede lograrse por medio de entrevistas: el sujeto es interrogado por un periodista, o mejor aún, por un escritor de talla sobre el desarro- llo de su vida intelectual, y de ello resulta una descripción menos subje-tiva y más real del entrevistado sobre su formación educativa - cultural.

Al haber aceptado el compromiso de escribir sobre mi propia forma-ción intelectual corro el riesgo de poner en evidencia mi vanidad y tratar de agrandar un ego que de por sí se refleja en la mera etiqueta endilgada al título de este ensayo o capítulo. Para evitar eso, anticipo mi intención de ser lo más sincero posible en la descripción que a continuación some- to a la benevolencia de los lectores, quienes juzgarán si realmente cumplo con tal intención.

Comenzaré señalando que mi preparación como el intelectual al que aspiro ser, ha sido caótica, tardía e incompleta. Lo primero puedo

1 Nació en la Ciudad de México el 15 de noviembre de 1938.

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explicarlo en unos cuantos párrafos y está ligado a la forma como fui edu- cado y al entorno familiar y social en el que crecí.

Los fundamentos

Cursé mis estudios de primaria en una escuela pública situada en el sur de la ciudad de México, entre 1945 y 1951, pero en esos siete años reprobé dos y terminé solamente el 5° de primaria, antes de irme a Mo-relia directamente a la secundaria, incorporada a la histórica Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Aquella primaria ocupaba un extenso terreno en una urbanización relativamente nueva a la que las autoridades del Departamento Central, como se llamaba al gobierno de la Ciudad de México, le pusieron el peregrino nombre de “Guadalupe Inn”, en sustitución del que los desarrolladores habían escogido, “Colonia Americana,” porque tales autoridades consideraron yancófilo este nom-bre: nunca supieron que el significado en español de la palabra “Inn” es venta o posta. El espacio ocupado por aquella, mi primaria, hoy en día es asiento de la misma, la escuela Guadalupe Victoria, pero además de la Escuela Nacional de Educadoras, cuyo campus actual era utilizado por nosotros –alumnos, profesores y personal administrativo– para ac-tividades cívicas, recreativas y de sembradío de hortalizas.

Acudían a esa escuela de gobierno las niñas y niños de familias asentadas en la Guadalupe Inn y colonias adyacentes, de niveles socio-económicos heterogéneos, por lo que, junto con los hijos e hijas de un funcionario bancario de alto nivel, de un general de ejército mexicano, de un diputado federal (mi padre), de empleados del gobierno local y federal, estaban los vástagos de comerciantes al menudeo, verduleros y repartidores de periódico. La escuela tenía su banda de guerra, un plan-tel de muy dedicados mentores y de directores con profunda vocación pedagógica. Eran tiempos de la posguerra mundial, en los que tenden- cias de izquierda brotaban frecuentemente entre los habitantes de esa zona de la ciudad. Recuerdo que durante un tiempo, quizá un par de años, se adoptó como rutina de los actos cívicos el rendir honores a la bandera

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y cantar el himno nacional los lunes; los miércoles era el “canto pana-mericano,” que se había derivado de la Conferencia Interamericana de Chapultepec de 1945, y los viernes cantábamos un fragmento de La Internacional.

En mi casa había una extensa biblioteca, casi toda de libros en español y algunos en francés. Mi padre era abogado de profesión e historiador autodidacta, además de político, originario de la sierra tarasca de Mi-choacán, concretamente del pueblo de San Juan Parangaricutiro, que sería sepultado por el volcán Paricutín; era bilingüe (español y tarasco) y leía francés. Su trayectoria incluía haber participado en el movimien- to vasconcelista de 1929, subcampeón de oratoria del concurso de El Universal; egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad Nico- laita, de la que sería rector en 1940-1943; profesor de historia universal de iniciación universitaria de la unam y fundador con Lombardo Toledano del Partido Popular en 1948. En consecuencia, en la biblioteca de mi padre predominaban los libros de jurisprudencia, de historia universal y de México, literatura general y mexicana, y filosofía.

Mi padre no seguía el avance cotidiano de la educación de sus hijos –dos hombres y una mujer, siendo yo el menor de los tres– pero con frecuencia tenía invitados en casa a comidas que arrancaban alrededor de las tres de la tarde y no pocas veces terminaban a las 7 de la noche. Entre algunos de los comensales que recuerdo bien haber visto, pero sobre todo escuchado (mi hermana y yo nos colábamos para oír las con- versaciones de sobremesa) estaban Alejandro Gómez Arias, Narciso Bassols, Diego Rivera, Gustavo Ávalos Guzmán, Manuel Moreno Sán-chez, Francisco Martínez de la Vega, Rosa Castro, Pepe Alvarado y otros. Además, muchos domingos mi padre me llevaba caminando a desayu-nar a la casa de Herminio Ahumada Ortiz, donde vivía el maestro José Vasconcelos, suegro de aquel; los adultos compartían alimentos en una mesa principal y los niños desayunábamos en el suelo (sobre una alfom-bra), leyendo los monitos de los periódicos y por ósmosis recibíamos el “maná” del filósofo.

De oído aprendí nombres de escritores y otros personajes, así co- mo de hechos significativos, mismos que luego buscaba en libros de la

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biblioteca paterna y así encontraba a veces referencias de lectura. Co-mencé a leer a los ocho años de edad, más tarde de cuando lo hacen los niños más despiertos, y los primeros libros que acometí (ningún adul- to me orientó para ello) fueron aquellos que tenían fotografías o grabados llamativos. Así, cuando estaba repitiendo el segundo año de primaria leí completa la obra Las cruzadas de Michaud, que llevaba grabados de Gustav Doré, en una bellísima edición en español editada en Barcelona por Montaner y Simón en 1887; después leería La divina comedia de Dante Alighieri, atraído por lo aterradores grabados de Doré sobre el infierno. Más adelante, y por pedido de mis hermanos mayores, nuestro padre nos regaló dos colecciones inolvidables de cuentos, relatos e histo-rias abreviadas: El libro de oro de los niños y El tesoro de la juventud.

Pero lo que atraería pronto mi atención sería una colección empas-tada en piel de obras de la literatura universal, de un tamaño que hoy llamaríamos “libros de bolsillo,” y que cabían en un espléndido librero de madera; todo ese conjunto se lo había vendido a mi padre un paisa- no y en ciertos momentos adversario suyo, Antonio Mayes Navarro, quien pasaba por un momento de adversidad económica. Entonces empecé a leer literatura de altos vuelos, sin la atracción de dibujos o gra- bados. Para entonces cursaba el cuarto año de primaria y era un niño precoz para la vagancia: constantemente me iba de pinta de la escuela y por consiguiente reprobé el año. En mayo de 1950 falleció mi madre, una hermosísima moreliana criolla, sobrina de Pascual Ortiz Rubio, y quien a la sazón tenía 36 años de edad. Evidentemente eso me afectó mucho pues apenas tenía 11 años cumplidos y la cercanía con mi madre había sido muy estrecha. Ya sea que debido a esa pérdida o por mi ten- dencia a vagar y a divagar, el maestro de cuarto año me amenazó con re- probarme otra vez, y cuando me preguntó por qué no estudiaba y faltaba tanto a la escuela, el pretexto que encontré a la mano fue decir que por- que leía. No me lo creyó el mentor y me requirió que le diera el nombre del objeto de mis lecturas y respondí: Los endemoniados de Dostoyevski (así se intitulaba la edición en español en la colección mencionada, de cuya casa editorial no guardo memoria). Cuando el profesor-inquisidor me apremió a que le describiera la novela, que efectivamente había casi

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terminado de leer, y empecé a relatársela, me detuvo y me dijo que ya había aprobado el año (aunque faltaban meses para que terminara el mismo).

Bien que mal a fines de 1951 terminé el quinto de primaria, cuando la mayoría de mis compañeros del primer año ya habían dejado el ciclo para entrar a la secundaria, lo mismo que mi hermana y hermano que eran tres y cuatro años mayores que yo, respectivamente, y comenzaban la preparatoria. Tenía pocos alicientes para prolongar mi estadía en la escuela Guadalupe Victoria y le pedí a mi padre que me mandara a Mo-relia para dar el salto a primero de secundaria. Me pusieron un pariente como profesor privado, que me preparó para que pudiera presentar los exámenes de admisión y acceder al siguiente escalón educativo: con la ayuda de mi padre, y con los resultados logrados en mi examen de ad- misión entré a la secundaria en 1952, sin haber cursado el sexto de primaria. Cuando años después pedí la revalidación de materias y ciclos aprobados para poder presentar el examen profesional en la unam, me agobiaba la posibilidad de que me vetaran y me obligaran a cursar el sexto de primaria, cosa que afortunadamente no ocurrió.

Mi educación y formación intelectual continuaron avanzando de forma caótica. En Morelia sólo estuve un año y tuvieron que regresarme a México a continuar mis estudios, porque llevaba un tórrido camino: mis primeras borracheras e incursión en la actividad política cuando tenía cumplidos 13 años, lo que implicó que abrazara la lectura de las ideas po-líticas, principalmente de izquierda, en especial algunas obras de Marx y Engels (Manifiesto comunista; La ideología alemana; Miseria de la filosofía; Anti-Dühring , etc.). En la ciudad de México me inscribieron en la Secun-daria 10, ubicada en Mixcoac, donde reprobé el segundo de secundaria porque asistí muy poco a clases, y tuve que repetirlo en el mismo inmue-ble, pero en horario vespertino y en un sistema de secundaria pública por cooperación (se pagaba una pequeña colegiatura). Corregí un poco el rumbo en cuanto a un mínimo de disciplina escolar y aprobé el segun-do de secundaria, en una época en la que empecé a leer a Octavio Paz, Alfonso Reyes, José Revueltas, Salvador de Madariaga, Pérez Galdós, Roger Martin Dugard, Hermann Hesse, García Lorca, Rómulo Gallegos,

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Pirandello, Wells, León Felipe y otros. Libros que eran de la biblioteca de mi padre y que todavía conservo, y es por eso que recuerdo las lecturas y aproximadamente la época en que las hice. Todo era por el placer de leer, pero sin método alguno ni metas por alcanzar, así fuera la mera búsqueda de la erudición. En lo que sí había algo de sistema y de propósito era en las lecturas sobre historia de las revoluciones: francesa, rusa y mexicana.

Educación media

En 1955 comenzaba yo a cursar el tercero de secundaria en esa escuela por cooperación, cuando se produjo de improviso una visita de mi tío abuelo y padrino, Pascual Ortiz Rubio, a nuestra vieja casa de la Aveni- da de los Insurgentes Sur. El patriarca del clan Ortiz Rubio-Roch le dijo a una hermana de mi padre (él no se hallaba en casa), la que hacia el papel de jefa del hogar de un viudo con tres hijos, que deberían mandarme a una escuela privada militarizada para enseñarme un poco de disciplina y él ofrecía expedir una carta, en su carácter de general de división reti- rado, a fin de que me dieran media beca. Como ya señalé, mi padre había sido seguidor de Vasconcelos, el adversario de Ortiz Rubio en las elec-ciones presidenciales de 1929, en las que el recién creado por Plutarco Elías Calles, Partido Nacional Revolucionario, ganaría mediante un es- candaloso fraude. Cuatro años después, mi padre se casaría precisa-mente con María Roch Ortiz, la hija huérfana de una hermana de Ortiz Rubio; ella estaba el 5 de febrero de 1930 con sus tíos y una prima en el automóvil en el que Ortiz Rubio se trasladaba para tomar posesión de su cargo; fue entonces cuando sufrió el atentado que casi le costaría la vida, y durante el cual mi madre recibió un rozón de bala.

Bueno, con aquella recomendación y apoyo de media beca entré a la Universidad Militar Latino Americana (umla), un caro internado para varones que se había establecido en 1943 y cerró en 1975. Una institución educativa que se regía por disciplina militar de cuartel, en tanto en lo académico era una escuela incorporada a la unam. Allí ter-miné el tercer año de secundaria e hice la preparatoria entre 1955 y 1957;

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de los 17 a los 19 años de edad. El atributo de universidad era porque al fundarse la institución en plena Segunda Guerra Mundial, obtuvo la autorización para convertirse en institución de estudios superiores. Cuando ingresé a la misma, el programa de estudios cubría todo el ci-clo de secundaria y preparatoria y hasta el segundo año de la carrera de Derecho, pero como no había facilidades para este último nivel, pronto el Consejo de Administración renunció a la idea de hacer de un cole- gio de enseñanza media una universidad. Los estudiantes de la umla en- trábamos los lunes a las 7:45 de la mañana y salíamos los sábados al medio día, excepto los arrestados entre los que frecuentemente me ha-llaba yo, sobre todo en el primer año de mi estadía en ese internado. Éste ocupaba un inmueble de tres cuerpos de construcción, de dos pisos cada uno –la planta baja eran aulas, comedor, enfermería y oficinas, los dor-mitorios y regaderas en la planta alta. Cerraba el extenso rectángulo una larga barda colindante con una barranca, y en el exterior había un campo de futbol que también servía para ejercicios a caballo, más las corres- pondientes caballerizas. Este conjunto está ubicado en el kilómetro 20 de la Carretera al Desierto de Los leones, en aquellos años despoblado en sus alrededores, y actualmente ocupado por la Escuela de Policía.

La umla estaba bien organizada en la parte militarizada, con tres compañías y media de infantería, banda de guerra y escuadrón de caballe-ría, unos 500 cadetes en total, y tenía cierto prestigio castrense, pero en lo académico adolecía de limitaciones. No tenía biblioteca y su laborato- rio de física y química era elemental. Los profesores, hombres en su ma-yoría y pocas mujeres, procedían en buena parte de la unam, y además de la Latino Americana, enseñaban en las preparatorias de esa casa de estudios y en colegios particulares.

La mayoría de los estudiantes eran originarios de diferentes estados de la República y un cierto número de ellos de países Centroamerica-nos y Caribeños. Alrededor de un 30 por ciento teníamos la casa en el Distrito Federal. Era una escuela ad hoc para disciplinar a jóvenes com- plicados, hijos de familias ricas en su mayor parte. Los que teníamos media beca o beca completa constituíamos el 10% de la población es-colar. En mi época tuve compañeros de El Salvador, Guatemala, Panamá,

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Venezuela y República Dominicana, e incluso un suizo, muchos de los cuales tenían familias que les pagaban, desde sus países de origen, alojamiento en hoteles de primera de la ciudad de México cuando es-taban francos. En otros casos, había jóvenes procedentes de hogares de altos ingresos de Tabasco, Chiapas, Veracruz, Chihuahua, Sonora y Baja California, que disponían de departamentos en Polanco, Las Lo-mas o Anzures, montados como moradas ocasionales y donde pasaban los fines de semana. También había un numeroso grupo de mexicanos y algunos extranjeros pertenecientes a familias de clase media, las que sacrificaban parte de sus presupuestos para dar a sus hijos una “buena educación”, entendiendo como tal la disciplina por encima de la cultura o del intelecto.

La multiplicidad de orígenes y situaciones familiares de los estudian-tes creaba una convivencia muy rica en cuanto a experiencias, modos de vida, idiomas propios y adquiridos, etcétera, de la que uno abrevaba conocimiento de costumbres, ideas, países y provincia mexicana, muy superior a los que hubiese adquirido en los salones de clase o a través de los medios de comunicación. Por otra parte, siempre hubo cadetes-es-tudiantes que traían una formación intelectual relevante y atípica del en- torno militarizado. Por ejemplo, en primero de preparatoria me tocó convivir y acercarme un poco a Jaime Labastida, Jaime Augusto Shelley del Castillo y Heraclio Zepeda, quienes cursaban el último año de pre-pa y en 1960 crearían en la unam, junto con Juan Bañuelos y Óscar Oliva, el grupo de “la espiga amotinada:” increíble que en el ambiente de la umla estuviesen formándose escritores, filósofos y poetas de tal renombre. Aparte de eso, cientos de egresados de la umla se formarían posteriormente en diferentes universidades como profesionistas des-tacados en ciencias sociales, medicina, ciencias puras y naturales, y se desempeñarían como empresarios, artistas, políticos, periodistas, acadé- micos y practicantes en sus especialidades, en la República Mexicana y en sus países de origen.

En cuanto a los profesores, había algunos que contaban con un respe-table bagaje cultural y educativo, y que impartían clases de gran vuelo. En la parte de humanidades (el sistema preparatoriano de entonces estaba

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dividido en las ramas de ciencias y de humanidades), recuerdo al profesor Francisco Gil Villegas, padre del destacado académico Gil Villegas Mon- tiel, que nos enseñaba literatura mexicana y literatura universal. Mate- ria que me sirvió para comenzar a darle sentido y orientación a las lecturas que había hecho y que hacía con menor intensidad dada la li-mitación señalada de ausencia de biblioteca en el internado. En esos tres años de escuela militarizada pude hacer la preparatoria sin los desvíos y desorden de la secundaria; experimenté vivencias que aceleraron mi en- trada a la adultez y, algo difícil de creer, pude ampliar mi horizonte inte- lectual. Una nota al pie: en la escuela militarizada era normal que los cadetes ganaran un grado al final de cada año escolar, y si se graduaban de preparatoria, les duplicaban el ascenso cualquiera que fuese su anti-güedad (los grados iban en escala ascendente de cadete de primera, cabo, sargento segundo, sargento primero a suboficiales); yo estuve tres años en la umla y me gradué allí de la prepa, y el grado que alcance fue el de ¡cabo!: me disciplinaron pero seguía siendo emocionalmente muy inmaduro.

Universidad y vida laboral

Sirva lo descrito hasta aquí para fundamentar mi aseveración inicial de que mi formación académica ha sido caótica. Ello no implica que tal desor- den hubiera terminado con la etapa de mi educación media, sino que en mi adquisición de conocimiento y cultura, así como del uso que daría en mi vida posterior a los años de niñez –adolescencia– juventud a esos dos elementos, entraría a una etapa menos desordenada y con propósi- tos un poco más claros. Al abordar ahora el relato de mi formación universitaria y profesional, lo hago para fundamentar mis otras dos afirma-ciones iniciales: que mi desarrollo intelectual ha sido tardío e incompleto.

Entré a la unam en 1958, sin necesidad de presentar examen de admisión; tal era el privilegio de que entonces gozaban las escuelas pre-paratorias incorporadas a la misma. Tenía la intención de inscribirme en la Facultad de Derecho, pero cuando llegué a las ventanillas de registro del edificio de Rectoría de la Ciudad Universitaria, me encontré una

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cola larga de estudiantes de ambos sexos para registrarse en Derecho y opté por formarme en una línea más corta que correspondía a la rama de economía. Así, con ese ínfimo grado de vocación, ingresé a la Escue- la Nacional de Economía (transcurriría más de una década y media para que hubiera un postgrado y la escuela se convirtiera en facultad). Cierto que en mi casa había un tío paterno, 18 años menor que mi pa-dre, y un primo hermano que habían estudiado economía o estaban ha- ciéndolo, respectivamente, de suerte que seguramente hubo algún efecto demostración en mi decisión, además del desgano para esperar turno en la ventanilla de Derecho.

Entre ese año y el de 1962 cursé la carrera de economía en el turno vespertino, pero me licenciaría apenas en 1965. Durante la primera mitad del primer año volví a caer en el desorden, agravado por mi determi-nación de jugar futbol americano y al mismo tiempo llevar una vida bastante desquiciada. Mi padre fallecería en junio de 1958, a la edad de 50 años, después de una vida muy agitada y turbulenta durante la cual se mantuvo fiel a sus principios y a su apego a la lectura y a la discusión franca de ideologías. Fue un hombre de izquierda pero no socialista o comunista, sino acaso un neo-hegeliano. Entonces yo todavía no cum- plía los 20 años y me prometí a mí mismo que enmendaría mi desper-diciada existencia y me propondría ser un estudiante sobresaliente. No obstante, era tarde para reponer los meses perdidos y, al finalizar ese pri-mer año académico debí presentar muchos exámenes en extraordina-rio, después de haber reprobado varias materias por falta de asistencia a clases: era la época del rector Ignacio Chávez y de una Universidad en la que todavía se reprobaba a los omisos y deficientes.

La recuperación del tiempo perdido y de los fracasos escolares sufri-dos me tomó los subsiguientes tres años; pagando materias en extraor-dinario y aún a título de suficiencia, con el riesgo de que si reprobaba una materia en esta última instancia, quedaría impedido de continuar en economía y tendría que buscar otra especialidad. Varios compañeros me aconsejaron que mejor repitiera el primer año, pero tomé la terca de-cisión de que, o terminaba la carrera de economía con mi generación, o me dedicaría a otra cosa. Me volví un estudiante dedicado y disciplinado,

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a la vez que retomaba la costumbre de ser un ávido lector, principal-mente de obras de economía en teoría, doctrinas económicas e historia económica, además de los textos que nos recomendaban los profesores como bibliografía de apoyo. Entonces no leía en inglés ni en ninguna otra lengua extranjera, pero el Fondo de Cultura Económica traducía al espa-ñol a buena parte de los pensadores en economía del mundo anglosajón, alemán y francófono. En cuanto a la literatura en general –la no especia-lizada en economía, historia o sociología– me subyugaron las novelas de Carlos Fuentes y de Mario Vargas Llosa, cuyo libro La ciudad y los perros, recreaba a mi juicio indirectamente la vida de la escuela militariza-da de la Ciudad de México donde yo había estudiado. También retomé las lecturas del marxismo, pero en obras más complejas como El capital en la edición traducida al español por Wenceslao Roces y publicada en tres tomos por el Fondo de Cultura Económica, en 1959. Además leí a otros filósofos del siglo xx , e incursioné de manera relativamente orde-nada en la lectura de las ideas políticas: de Maquiavelo a Isaiah Berlin.

En aquella época era muy común que los estudiantes de economía y de otras ciencias sociales de la unam, particularmente los que cursaban las materias en horario vespertino, trabajasen en las mañanas. Tuve mi primera experiencia laboral en octubre de 1958, en el First National City Bank, sucursal Ciudad de México, pero renuncié en marzo del siguiente año para afrontar el pago de materias en extraordinario, y también por- que quería tener las mañanas libres para practicar deportes, leer y en buena medida vagar. Sería apenas al comienzo del cuarto año de la carre-ra cuando, a pesar de mi resistencia pasiva, tuve que aceptar un empleo en la Dirección General de Estudios Hacendarios de la Secretaría de Hacienda; y ese mismo año de 1961, me convertí en uno de los mejores estudiantes, según las calificaciones obtenidas y mis intervenciones en clase, de mi grupo, al que se incorporaron compañeras y compañeros a quienes no conocía, y que procedían del horario matutino: ante el proceso de depuración natural (estudiantes que reprobaban, y los que abandonaban la carrera por razones varias o se cambiaban a otra dis- ciplina), de cinco grupos de estudiantes con promedio de unas sesenta personas cada uno, que había en el primer año, tres de ellos matutinos

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y dos vespertinos, en el cuarto año, penúltimo de la carrera, solamente quedaban dos grupos, todos con horario vespertino. Entre esos desco-nocidos (para mí) de mi generación llegó María Teresa Rodríguez, una alumna muy estudiosa y seria, que era de las compañeras más jóvenes, entre mujeres y hombres, de mi generación, y pronto nos hicimos no-vios. Seis meses después de haber terminado ambos los estudios (1962), contrajimos nupcias. Los dos trabajábamos en la Secretaría de Hacienda, en diferentes departamentos, y Teresa presentó y aprobó su tesis y exa-men profesional para obtener el título de licenciada en mayo de 1964; yo lo haría en 1965, como señalé en párrafos anteriores.

El periodo 1961-1970, cuando pasé de los 23 a los 32 años de edad, fue muy fructífero en cuanto a mi desarrollo intelectual y laboral. En la Secretaría de Hacienda encontré muchas oportunidades para profundi-zar en el estudio y conocimiento de la ciencia económica, a la par que iba ascendiendo en forma sostenida en el escalafón burocrático: de “analis- ta fiscal,” el escalón más bajo y en el que había comenzado, llegué a jefe de departamento. Sirva un breve recuento de tales oportunidades para explicar cómo fue el desarrollo intelectual que experimenté.

Primero, tuve las facilidades de tiempo para concluir exitosamente los últimos dos años de la carrera de economista y para ejercer la docen-cia, a partir de 1963, en las escuelas de Comercio y Administración y de Economía de la unam, como profesor de tiempo parcial en las mate- rias de problemas económicos de México, teoría económica y comer- cio internacional. De teoría también fui docente en la Universidad Anáhuac (privada). Logré afianzarme como catedrático de relativo pres-tigio e incluso ganar dos concursos abiertos de oposición en la unam, en introducción a la economía y en comercio internacional. Dado que en mi empleo en Hacienda había pasado a formar parte de una nueva unidad encargada de seguir la evolución de los procesos de integración económica regional en Latinoamérica y Europa, así como de las políticas comerciales derivadas de dichos procesos y del surgimiento en 1964 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (unctad por sus siglas en inglés), pude combinar la preparación aca-démica con la laboral.

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A mayor abundamiento, en esos años las autoridades hacendarias me dieron becas para estudios cortos y largos de especialización en mi profesión: un diplomado de 4 meses sobre evaluación de proyectos y desarrollo económico, organizado por la unam y por la Comisión Económica para América Latina (cepal), donde aprendí métodos es-tadísticos y matemáticos aplicados a la economía, y la posibilidad de ir a Inglaterra, con una excelente beca de la onu, para buscar un posgra- do en economía. Esto último resultó una experiencia contrastante en lo referente a resultados.

Desde que mi esposa y yo estábamos terminando la licenciatura teníamos como meta ir a la Gran Bretaña a hacer un doctorado en eco-nomía y comenzamos a estudiar inglés desde 1961. En esa época había en México únicamente dos o tres doctores en economía, que habían obtenido su grado en universidades estadounidenses. En las escuelas de economía de nuestro país no había estudios de posgrado. Por otra par- te, contaba México con notables economistas que únicamente poseían la licenciatura, y uno que otro entre ellos con estudios de posgrado en el exterior, pero todos con obra escrita muy respetable y enorme presti- gio profesional, como eran los casos de Ernesto Fernández Hurtado, Juan F. Noyola, Horacio Flores de la Peña, Víctor L. Urquidi (había cur-sado la licenciatura en Gran Bretaña), David Ibarra y Ricardo Torres Gaitán, quien sería mi tutor para la elaboración de mi tesis profesional. No había mucho estímulo en nuestro gremio para perseguir doctora- dos en el extranjero, que demandaban tres o más años de estudios de tiempo completo para obtenerlos. En cambio, parecían más reditua- bles, en términos de adquisición de conocimientos avanzados en perio-dos cortos de tiempo, los diplomados y las especializaciones en técnicas avanzadas, como las matemáticas financieras, econometría y planea- ción económica.

Por situaciones distintas, no pudimos irnos juntos como era nuestra intención a acometer los estudios de posgrado. María Teresa obtuvo primero una beca de la Secretaría de Hacienda para cursar la maestría en Economía que hacía poco había establecido el Colegio de México, mientras que yo pude finalmente partir a Inglaterra a la Universidad de

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Leeds en el norte de ese país, en el ciclo académico 1966-1967: había sido aceptado en el nivel de maestría, pero antes tendría que aprobar al final del año escolar un examen de calificación en teoría económi-ca y desarrollo económico, para a partir de ahí comenzar el programa del posgrado. La experiencia fue muy enriquecedora en cuanto a la ad-quisición de conocimientos más amplios y profundos en economía de los que había acumulado hasta ese momento. Fue también un periodo en que ejercité mi intelecto no sólo en el estudio y en las lecturas de la especialización, sino también porque tenía que escribir ensayos sema-nales e intercambiar ideas con estudiosos de otras áreas, en particular las de sociología y literatura universal. El contrapunto de ese verdadero avance académico y cultural – muy doloroso para mí – fue que no pasé el examen final de calificación (qualifying exam).

Regresé a mi trabajo en México en el mes de julio de 1967, para incorporarme a los estudios que le habían encomendado a nuestro De-partamento de Política Comercial, en el que fui promovido a subjefe del mismo, sobre los temas de la unctad, en particular los financieros y monetarios. En 1969, hice otro diplomado de 3 meses en la Universi-dad de Sussex, Inglaterra, sobre evaluación de proyectos y desarrollo. Me afiancé en la docencia en las cátedras de comercio internacional, y final-mente, publiqué un ensayo sobre la teoría del comercio internacional y países en desarrollo en la revista Comercio Exterior del Banco Nacional de Comercio Exterior, en dos números: diciembre de 1970 y enero de 1971. Dicho ensayo fue altamente apreciado por mis maestros y especialistas en la materia; luego me encontraría con que el Banco Centroamericano de Integración Económica lo había divulgado en la región como lectu-ra fundamental. Con esas actividades y resultados me reivindiqué a mí mismo del fracaso en Leeds, y llegué a la conclusión que el mismo no había sido producto de incapacidad intelectual, sino de mi nivel de inglés de entonces, que de ninguna manera alcanzaba para que yo presenta- ra dos importantes exámenes en un mismo día.

En el periodo 1971-1994 mi actividad laboral fue predominante-mente en la diplomacia, con algunos intermedios. Uno fue de enero de 1977 a julio de 1979, en que gracias a la invitación de Víctor Urquidi

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ingresé como investigador al Colegio de México, en donde aporté algo a los estudios de historia política e internacional contemporánea de Chi-na y del sudeste asiático, y en temas de energía con Miguel Wionczek y otros académicos; entre otras cosas, elaboré un balance de energía de China Popular, en un ensayo publicado en los Cuadernos de Energía que dirigía Miguel, que me parece fue el primer trabajo en ese campo publicado en idioma español. Sin embargo, la mejor experiencia fue ha-ber conseguido ingresar a la Universidad de Harvard, como fellow de lo que entonces se llamaba Center for International Studies (cuyas siglas adoptadas eran cfia para distinguirlo de la cia) con el apoyo financiero de El Colegio de México y de la Secretaría de Hacienda.

Dicho centro había sido fundado por Henry Kissinger en 1958, cuan-do él era profesor en Harvard en el área de política, gobierno y relaciones internacionales, con el fin de reunir cada año docente a académicos con practitioners; diplomáticos y funcionarios gubernamentales encargados de las relaciones internacionales, de varios países del mundo. Me tocó ser parte de la generación 1978 (septiembre) – 1979 (junio), compuesta de 18 personas, entre académicos y ejecutivos, de Estados Unidos y de una docena de países de varios continentes. Los fellows de México éramos Adolfo Aguilar Zinser y yo; aquella categoría implicaba que quienes la ostentaran tenían estatus de miembros de Facultad de la Universidad, al tiempo que estaban comprometidos a trabajar como investigadores-estudiantes. Además, dichos fellows eran invitados, de acuerdo a la tra-yectoria de cada persona, a participar en otras actividades curriculares de intramuros. Por ejemplo, Adolfo y yo fuimos invitados a ser parte de una de las casas de estudiantes de los colegios de Harvard, que si bien recuerdo era Winthrop House, dirigida entonces por el especialista en cultura maya, etnólogo y antropólogo Evon Vogt, famoso mundial-mente entre otras cosas por sus trabajos, libros y un diccionario sobre los tzotziles y los mayas de los altos de Chiapas. Cuando él nos presentó, destacó que hasta entonces (1978), el único otro mexicano que había sido parte del colegiado de esa casa era Octavio Paz.

También fuimos invitados Adolfo y yo a formar parte del Harvard-Massachusetts Institute of Technology political science seminar, un grupo

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interdisciplinario de unas 30 ó 35 personas de ambas instituciones de enseñanza superior, quienes se reunían cada tres semanas a cenar y a discutir temas en ciencias sociales y humanidades, tanto contempo-ráneos como históricos. Allí tuve oportunidad de dialogar con lo más granado de intelectuales y académicos de esos dos centros de docencia y pensamiento. Por último, en ese año académico fui invitado por el Council on Foreign Relations a dar conferencias en Boston, Búfalo y Atlan- ta sobre temas petroleros: eran tiempos de la revolución islámica en Irán, que entre otras cosas llevaría al segundo gran shock del petróleo, y que coincidieron con la aparición de México como potencia productora de hidrocarburos: al participar en todas esas actividades, que incluían mis aportaciones en seminarios del Centro y la escritura de una tesina final, recuperé mi confianza en el manejo oral y escrito del idioma inglés, y ra-tifiqué que el descalabro en la Universidad de Leeds había sido producto de mi inglés escrito, entonces precario para niveles universitarios.

Mi designación como Embajador de México en Costa Rica, a prin-cipios de 1971, de la cual ofrezco un amplio relato en otra parte de este libro, y después de allí mi paso como embajador por China Popular (dos veces), Argentina, Austria y Brasil, significó un cambio radical en mis actividades laborales e intelectuales. Tuve que cambiar mis hábitos de lectura y reflexión mental de cuestiones económicas –nacionales e internacionales; teóricas y prácticas– al estudio y análisis de las relaciones políticas internacionales, incluidas obviamente la praxis y la doctrina diplomática y consular, tanto en lo general como en lo concerniente a la historia de cada uno de esos países donde estuve acreditado, su evo-lución política y su posición en el mundo, en especial frente a México. También hubo cambios en el seno de nuestra familia –Teresa y yo ha-bíamos procreado hasta entonces una hija (1964) y en hijo (1968)–, mi esposa debió renunciar a su empleo en el Banco de México y sería apenas en 1994 cuando pudo retomar trabajos formales, mientras que los niños irían a Costa Rica, luego a otros países, a vivir y a educarse en el extranjero.

En el caso de China, donde serví un total de más de ocho años y medio, con un intermedio entre mi primera y segunda estadía allá de seis años y fracción, y donde nació nuestro tercer hijo, me convertí en

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un experto sobre su cultura e historia, y llegué a dominar medianamente el putonghua (lengua común), llamada comercialmente mandarín, y a conocer la base y la estructura del chino escrito, que es común a los diferentes idiomas y dialectos hablados de China. Dominar una lengua escrita como el chino, que no tiene alfabeto, sino radicales y fonemas puestos en ideogramas, sólo puede lograrse mediante la práctica ininte-rrumpida por años. Aún puedo leer con lentitud algunos textos del chino escrito en caracteres simplificados, pero la escritura en un nivel también básico la he perdido por falta de práctica continua. Afortunadamente hoy existen programas en software que le permiten a uno escribir textos: por ejemplo, se teclean palabras en chino por el sistema de translitera- ción pinyin y la computadora los transforma en ideogramas. En cuan- to a otras lenguas, en el tiempo que estuve en Viena tomé cursos en una academia privada y aprendí algo de alemán, hablado y leído, pero en este caso también he perdido mucho de lo primero y menos de lo segundo, por falta de práctica. En Brasil tuve un tiempo una profesora particular y logré dominar suficiente portugués escrito como para poder leer casi cualquier texto o libro que esté en esa lengua; hay que tomar en cuenta que hasta los 23 años yo era monolingüe y, a pesar de eso, a partir de en- tonces y hasta 1994, logré dominar el inglés, el chino en mucha menor me- dida, el portugués leído y algo del alemán escrito: esto ilustra en parte mi mención de que mi desarrollo intelectual ha sido tardío e incompleto.

No puedo dejar el relato de mi educación y aprendizaje de adulto, en mis 33 años de laborar en el servicio público (1961-1994), sin una referencia a los casi tres años (agosto de 1979 a marzo de 1981) en que fungí como director en jefe para asuntos económicos internacio- nales de la Secretaría de Relaciones Exteriores y luego como asesor del titular del ramo: Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa. Destaco la oportunidad que tuve entonces de participar en los debates sobre la crea-ción de un Nuevo Orden Económico Internacional, que se trasladaron a la Asamblea General de la onu en Nueva York, a la que también me tocó asistir cada periodo ordinario de 1979 a 1981 inclusive, para atender por parte de México los temas económicos y de política especial de la Asam-blea General. Además, en los últimos trimestres de 1980 y 1981, tuve la

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suerte de funcionar como suplente del representante permanente de México en el Consejo de Seguridad de la onu, que era Porfirio Muñoz Ledo. Mi ilustración intelectual en esa época fue en temas de petróleo y energía; cooperación económica internacional para el desarrollo; des-colonización y utilización del espacio ultraterrestre para fines pacíficos, mantenimiento de la paz y seguridad mundial. A esto debe aunarse que tomé el curso del prestigiado Seminario sobre Energía de la Universidad de Oxford, en agosto de 1980.

Incursión en la academia

El año de 1994 se inició con el levantamiento zapatista en México. A la sazón yo era embajador en Brasil y me impactó mucho lo ocurrido en Chiapas. Frente al gobierno brasileño y la prensa local tenía que mante-ner una posición acorde con mi investidura: representaba al presidente de México, que enfrentaba el reto zapatista, y no podía menos que ser congruente con mi papel. No obstante, en mi fuero interno reprobaba la reacción inicial de mi gobierno, que era la de una autoridad dispues- ta a castigar lo que consideraba actos ilegítimos e ilegales de rebeldía. Esa situación, aunada a una inconformidad sobre la manera cómo el presidente Carlos Salinas había manejado su relación con Brasil y La-tinoamérica en general, me llevaron a tomar una decisión extrema: renunciaría al pri y luego a mi cargo en el gobierno. Debo resaltar que el presidente Salinas me había designado a Brasil a fin de que trabajara en un proyecto geopolítico de envergadura: que México y ese gigan-te sudamericano se entendieran de una vez por todas y establecieran una gran alianza regional. Ese proyecto nació muerto, debido a la in-esperada renuncia del Presidente Fernando Collor de Melo, acusado de corrupción, con quien Salinas había acariciado la idea de una gran alianza mexicano-brasileira. Debo agregar que Carlos Salinas tuvo varios detalles de deferencia y simpatía para conmigo, a pesar de que en dos o tres ocasiones yo fui muy crítico de él y de algunas de sus políticas; el último de aquellos detalles fue ordenar, cuando ya era presidente de la

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República, que se me brindara toda clase de apoyos cuando caí grave-mente enfermo en Brasilia.

Y tal como lo anticipé en el párrafo anterior, en ese mismo mes de enero de 1994, pedí desde la capital federal de Brasil una cita con el Pre-sidente de la República, misma que me dieron en una fecha que coinci- dió con el anuncio de un cambio de táctica para enfrentar el levantamien-to zapatista: en vez de aplastarlo militarmente, negociar con sus líderes una solución política. Cuando llegué a Los Pinos para ver a mi jefe y en-tregarle mi renuncia, su secretario particular me dijo que no me recibiría ese día, pero que si yo quería fuera a ver al nuevo secretario de Relacio-nes Exteriores, que resultó ser Manuel Tello, en sustitución de Manuel Camacho, a quien Salinas había designado ese mismo día, 13 de ene- ro, como su representante personal para que negociara con los zapatis- tas. Fui a ver a Manuel Tello y le di la carta personal que había escrito para el Presidente y en la que no exponía los verdaderos motivos de mi re-nuncia: ¿falta de convicción sobre los argumentos esgrimidos o temor?; creo que era una combinación de ambos elementos. Tello me dijo, en ese lenguaje entre realista y formalista-burocrático, que mi renuncia era innecesaria puesto que todos nos iríamos a fines de noviembre, cuando terminara el sexenio, pero que la haría del conocimiento del Presidente.

A las pocas semanas me llamó por teléfono Tello a Brasilia para de-cirme que en su acuerdo del día anterior con el Presidente le había co- municado mi decisión, aunque no le entregó mi carta, y que la respuesta, “literal” agregó el canciller, era que a él no le gustaría mi salida pero si era una decisión personal firme, que la hiciera efectiva cuando quisiera. Esa respuesta me dio un gran espacio de tiempo; me quedé hasta me-diados de año en mi cargo y en el interim se concretó una invitación de Mario Ojeda, presidente de El Colegio de México, para que yo volviera a integrarme a esa institución en calidad de profesor e investigador aso-ciado, para ocuparme en concreto en la creación de un programa formal universitario de estudios de apec (acrónimo en inglés del mecanismo de Cooperación Económica en Asia Pacífico, al que México había accedido en noviembre de 1993). Ingresé al colmex en julio de 1994, después de renunciar a mi cargo y al gobierno, y a las pocas semanas hice efectiva

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mi renuncia al pri: así rompía con 33 años de servicio público y 25 de peculiar militancia en el partido político del gobierno,2 y comenzaba, a los 56 años de edad, mi “carrera” en la academia.

En el colmex estuve de 1994 a noviembre de 2008, cuando el pre-sidente en turno de la institución simplemente no renovó mi contrato anual y lo hizo el mismo día en que yo cumplía 70 años. El argumento era simple: ese presidente estaba empeñado en renovar generacional-mente la planta de profesores de la institución, sin considerar la capa-cidad intelectual y la producción de los académicos que éramos de la tercera edad, y yo fui presa fácil porque nunca busqué tener una plaza de planta en la burocracia académica, a pesar de que había llegado a ser director del Centro de Estudios de Asia y África (ceaa) del colmex. No obstante, en los casi 14 años de mi asociación con tan prestigiada institución, gané reputación como académico, aprendí muchas cosas nuevas y aporté mis conocimientos anteriores a la docencia y a la in-vestigación. Destaco dos productos intelectuales de ese tiempo: la di- rección del Anuario Asia Pacífico, donde además de hacerme cargo de coordinarlo, escribí ensayos sobre diversos temas durante cinco años, y la publicación del libro China contemporánea. La construcción de un país (desde 1949), editado por el ceaa-colmex en 2001. Hubo muchos otros trabajos académicos dentro y fuera del colmex, que no describo para evitar caer en el vicio de los curricula vitarum. Sólo agrego que en 2007 gané en concurso abierto, bajo el pseudónimo de “Maeda Masana” la Cátedra Extraordinaria Octaviano Campos Salas de la Facultad de Eco- nomía de la unam, para un curso de economía internacional de tres años. Al final fueron tantos los obstáculos burocráticos (descubrí que la academia en México puede ser tan burocrática como en el gobierno), que resultó imposible dictar todo el curso y el comité académico corres-pondiente me pidió que lo concluyera con la publicación de un libro: este fue Mercados Financieros Internacionales, editado por la Facultad de Economía de la unam el 22 de octubre de 2012.

2 No supe cuando ingresé al pri, porque simplemente me registraron cuando había alcanza-do el nivel burocrático de jefe de departamento en el Gobierno Federal, y cuando renuncié los dirigentes del pri tardaron más de un año en darse cuenta.

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Desde enero de 2009, el Centro de Investigación y Docencia Eco-nómicas (cide), me rescató a través de su director de entonces, Enrique Cabrero, quien a petición del conacyt y de la asesoría del Presiden- te Felipe Calderón, estableció un pequeño grupo de académicos para el estudio de las relaciones México - China y para generar propuestas de acción a fin de fomentar las mismas. He continuado mi asociación con el cide hasta este año de 2018 y han sido muchas las experiencias positivas en investigación, divulgación y docencia que he tenido en este centro de excelencia académica. En vez de extender más la descripción de las satisfacciones intelectuales que me ha brindado la comunidad del cide y las actividades que he podido desarrollar allí, quiero destacar mi encuentro con Ugo Pipitone, italiano convertido en mexicano por con-vicción, con más de treinta años de servir en el cide y unos 20 libros pu-blicados sobre temas de ciencias sociales varios y cuyos sujetos de análisis han sido México y otros países, así como personajes relevantes de la his-toria mundial. Con Ugo publicamos en 2012 y 2014 sendos volúmenes de lecturas selectas, uno sobre la historia de China desde la dinastía Xia a la fundación de la República Popular, y otro relacionado con la histo- ria de esta República de 1949 a 2014. Estos trabajos concebidos y hechos en asociación con Ugo, están entre mis mayores satisfacciones como académico e intelectual en ciernes. Pero ha sido aún mayor la recom-pensa que me han brindado mis diálogos matutinos con Pipitone, don-de abordamos desde lo irrelevante hasta lo sublime (así consideramos, medio en broma, nuestras charlas sobre historia, literatura, política, en fin, grandezas y flaquezas humanas).

Epílogo

El escribir esta larga nota me sirvió de ejercicio de introspección, respal-dado en algunos puntos con la búsqueda de noticias y otras referencias sobre fechas, nombres y otras situaciones. Al final he quedado satisfecho con el recorrido mnemotécnico, porque en base a él he tratado de ofrecer una descripción lo más honesta posible de mi desarrollo intelectual, el

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que reitero ha sido caótico, tardío e incompleto. No obstante, conside- ro que he logrado un nivel cuando menos similar al promedio de las muchas personas que en nuestro país se distinguen por su capacidad de efectuar sus actividades mediante el uso de la inteligencia.

He tratado también de evitar caer en un listado exhaustivo de trabajos publicados, cursos impartidos, conferencias en las que he participado y premios recibidos. Preferí destacar los reveses sufridos durante mi for-mación educativa, que creo haber superado con mi interés por la lectura y el auto aprendizaje. Mi desarrollo cultural también fue tardío, sobre todo en aspectos concretos como el dominio de idiomas extranjeros y en cuanto a colocarme como estudiante destacado, lo que pude hacer apenas en los últimos dos años de la licenciatura. Considero incompleto mi desarrollo intelectual, en tanto que no he podido dejar una obra escri- ta de alta calidad y trascendencia en al menos dos disciplinas: la econo-mía y las relaciones internacionales. Pero como soy un optimista irre-dento, confío en que en los pocos años de vida que me queden aportaré todavía algo digno del intelectual al que aspiro ser.

He vivido pasiones personales e inquietudes en varios aspectos del quehacer humano: en lo ideológico me considero cercano a la social de- mocracia, y en lo cultural me siento más como un académico que como un practicante. Logré formar con mi esposa, después de 55 años de ma-trimonio con varios altibajos, una unión basada en el amor habido entre dos intelectuales (ella sí completó la ruta escolar: licenciatura, maestría y doctorado), y hemos formado una familia de una hija y dos hijos, to- dos con profesiones universitarias a nivel de posgrado y que entre los tres nos han dado cinco nietos. En ese ámbito familiar, la lectura y las vi- vencias en países y culturas extranjeras han sido una constante.

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De cómo me encontré en el camino de la diplomacia mexicanaEugenio Anguiano Roch

Preámbulo

Al concluir el duro sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz (1911-1979), tomé la decisión de dejar mi empleo en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y buscar nuevos horizontes. Era diciembre de 1970 y el nuevo gobierno de Luis Echeverría Álvarez comenzaba a formarse a partir de la nominación de los titulares del gabinete presidencial en turno y de allí hacía los siguientes peldaños de la alta burocracia. A la Direc-ción General de Estudios Hacendarios –órgano sustantivo, junto con la Dirección General de Crédito, de la política hacendaria de aquellos años– había ingresado a principios de 1961, cuando estaba por cursar el cuarto año de la carrera en la Escuela Nacional de Economía de la unam: era el segundo trabajo, luego de uno que tuve en el First National City Bank de la Ciudad de México que duró solo seis meses, entre octu-bre de 1958 y marzo de 1959.

A la luz de la penuria que hoy en día reina en el mercado laboral mexi-cano, en particular para la población joven, aquella decisión personal se antojaría irresponsable, pero en los años sesenta del siglo pasado, cuando las oportunidades para la juventud universitaria del país parecían ilimita-das, era una reacción apenas congruente con las “expectativas racionales,” parafraseando la terminología de las teorías económicas neoliberales

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modernas. El nuevo equipo que arribaba a Estudios Hacendarios, ca-pitaneado por Héctor Hernández Cervantes (1923 -2010), un notable licenciado en economía,1 estaba integrado por personas que conocían mis capacidades, de forma tal que no me sorprendió mucho cuando el propio Hernández me ofreció una subdirección en su organigrama.

Por entonces, la organización de la burocracia era, en general, más directa y sencilla que ahora: por ejemplo, en Hacienda había un secreta-rio de Estado y tres subsecretarios (de ingresos, egresos y crédito públi-co), y en el siguiente escalón un director general por cada área (dirección) funcional; uno o máximo dos subdirectores generales, y luego los jefes de departamento. Después de laborar 10 años en la citada Secretaría, había llegado al nivel de jefe de departamento, pero a eso había que sumar otro tipo de beneficios: por recomendación de Hacienda, fui becado por la onu,2 para estudios de posgrado en Gran Bretaña; tuve apoyo para la obtención de dos diplomados, uno en México y otro en Gran Bretaña, y se me dieron facilidades para que me desempeñara como profesor por horas en la unam.

A pesar de esas ventajas, decliné la generosa oferta de “el rábano”, como afectuosamente llamaban a Hernández sus amigos y compañe- ros de generación, porque quería buscar otras opciones. Así, a media- dos de diciembre de ese año de 1970, me encontré instalado como uno de dos subdirectores de la oficina de Informe Presidencial de la Se-cretaría de la Presidencia. Víctor Alfonso Maldonado (1936 -2014), un muy querido amigo mío con quien había coincidido en la Secretaría de Hacienda, me invitaba a ser su “segundo de a bordo” en esa dependencia que estaba instalada en el tercer piso de Palacio Nacional, con ventanas que daban al Zócalo. Él tuvo que convencer a su superior inmediato y amigo personal, Porfirio Muñoz Ledo, nuevo subsecretario de la Presi-dencia, para que aceptara mi nominación y así entré a un proyecto que

1 Entonces no había en México facultades de economía, de suerte que quienes buscaban posgrados académicos tenían que hacerlo al extranjero.

2 Ese tipo de becas se suspendió a fines de los años sesenta, porque eran muy jugosas, y por tanto costosas, para dar lugar a becas por órganos especializados, regionales y otros del sistema de las Naciones Unidas.

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tendría una gran proyección como centro de documentación, análisis y asesoría en estrategias nacionales e internacionales del gobierno del presidente Echeverría: parecía ser una actividad predestinada a durar por lo menos los subsiguientes seis años.

Sorpresas te da la vida

Comenzaba el mes de febrero de 1971 cuando recibí una llamada te-lefónica de la oficina del Secretario de Relaciones Exteriores, Emilio O. Rabasa Mishkin (1925 -2008), con la que se me emplazaba a ir ver- lo a Tlatelolco la tarde del día siguiente. No tenía otra opción más que aceptar la cita a pesar de que no me daban indicio alguno de cuál sería el asunto por tratar, pero podría ser algo relacionado con las actividades que desplegábamos a todo vapor en esa inicialmente pequeña oficina de Informe Presidencial, a la cual se habían antepuesto las palabras “Di-rección General de Documentación e…” En términos de su personal, la oficina se había fortalecido con la contratación de una pléyade de talentosos jóvenes, entre otros: Luis Medina Peña, quien posteriormente sería Subsecretario de Educación y académico en el Colegio de México y el cide; Ricardo Valero Becerra, también académico y destacado inter-nacionalista, diplomático y subsecretario de Relaciones Exteriores; Jorge Chen Charpentier, futuro embajador de México en Hungría, Tailandia y otros países y organismos; Luis Ortiz Monasterio, otro internacionalista con incursiones como embajador de México en Colombia e Irán; Jorge Alberto Lozoya, internacionalista e historiador de El Colegio de México y de la Universidad de Stanford, quien con los años habría de desarrollar una brillante y heterogénea carrera en el servicio exterior mexicano y en organismos internacionales; Lozoya era en diciembre de 1970 asesor de Porfirio Muñoz Ledo.

Me encontraba, pues, inserto en un equipo de personas jóvenes, armadas de un sólido bagaje universitario y cultural que los llevaría a sobresalir en el ámbito nacional e internacional; por entonces mi espe-cialidad era la economía y mi ambición la de convertirme en lo que hoy

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se llamaría un tecnócrata en dicha disciplina: no había el menor indicio de que muy pronto mi proyecto como profesional cambiaría de rumbo.

Llegué puntual a la cita con el Canciller Rabasa a quien había visto a la distancia en Washington, en el corto periodo de su posición como emba-jador de México en Estados Unidos, durante la etapa en que Echeverría era presidente electo. Aquel no me conocía ni tenía idea de quién era yo, pero lo primero que me preguntó al comienzo de la entrevista fue si tenía ya cumplidos los 30 años de edad; cuando respondí que tenía 32 me dijo en tono relajado que el presidente de la República quería nombrar-me embajador ante el gobierno de Polonia, en cuya capital residía la sede del Consejo de Ayuda Mutua Económica (came) del bloque socialista europeo, y que la edad mínima para poder desempeñar tal cargo era y es aquella citada primero. Ante tan inesperado anuncio sólo acerté a decir que ya tenía un empleo acorde con mi profesión y gusto, pero agradecía la deferencia de que se me invitase a desarrollar una actividad, importan-te, pero alejada de mi proyecto personal. Don Emilio, con quien luego establecí una relación de amistad no obstante nuestros muy diferentes modos de pensar, alertó: “¿Va a decirle que no al presidente?” Ante tal conminación me sentí obligado a responder positivamente, balbucean-do apenas la sugerencia de que podría ser más útil como representante en otro país del bloque socialista como Checoeslovaquia: como estu- diante en Gran Bretaña había tenido oportunidad de visitar la bella ciudad de Praga, en el invierno de 1967, y me pareció un lugar muy atractivo donde comenzaba a ensayarse lo que luego se denominaría “socialismo con rostro humano.”

Concluyó aquella breve, pero muy significativa para mí, conversa- ción con el encargado de dirigir la Secretaria de Relaciones Exteriores, quien cerró con más o menos las siguientes palabras de advertencia: “No le diga a nadie –ni a su mujer– sobre la invitación que le he comunica- do; en unos días más lo llamaré de nuevo para precisar si usted será comisionado a Polonia o a algún país Centroamericano.” Dejé el des- pacho del Canciller a través de la oficina anexa que ocupaba su secretaria de muchos años, la extraordinaria Elizabeth García, con la que construi-ría una estrecha relación de amistad.

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Cuando poco después volví a ser llamado a Relaciones Exteriores y se me notificó que el presidente Echeverría había decidido postular-me como embajador de México ante el gobierno de Costa Rica, respiré con tranquilidad: había pasado horas de preocupación que obviamen- te compartí con mi esposa y compañera de la Universidad, María Teresa Rodríguez y Rodríguez, sobre las implicaciones que tendría un drásti-co cambio de nuestro modo de vivir (Teresa trabajaba entonces en el Banco de México); en particular nos amilanaba la posibilidad de que yo fungiera como embajador en lo que imaginábamos sería el acartona- do mundo diplomático europeo.

El trasfondo

El 29 de diciembre de 1970, al anunciar la inminente formación del Ins- tituto Mexicano de Comercio Exterior, el presidente Echeverría ratifica-ba un compromiso contraído durante su campaña electoral con grupos de empresarios nacionales, de crear un ente oficial destinado a coordinar las actividades públicas y privadas de fomento del comercio exterior. El imce iniciaría actividades en febrero de 1971, casi en paralelo con la designación de embajadores que fuesen promotores del intercambio comercial y económico entre México y los países de adscripción de tales diplomáticos; fue en este contexto en el que se produjo el llamado del secretario de Relaciones Exteriores recién relatado.

¿Cómo salió mi nombre entre los prospectos de diplomáticos pro- motores del comercio exterior? Esta es una interrogante que merece una respuesta amplia porque allí puede encontrarse un fondo político pocas veces explorado.

No obstante la conexión existente entre mi actividad profesional en la burocracia nacional y la política oficialista, conexión que se forjó en el país a partir de los años veinte con los gobiernos emanados de la Revo-lución mexicana, yo no militaba en el pri ni tampoco propiciaba acerca-mientos con personajes de la política nacional. En 1968 había formado parte, en tanto que profesor por horas en la Escuela de Economía, del

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movimiento que llevaría a la presentación de un moderado pliego pe-titorio de la comunidad universitaria al gobierno de Días Ordaz, cuyo secretario de Gobernación era Echeverría, contra los desmanes que ha-bía cometido la policía a raíz de un choque incidental entre alumnos del ipn y la unam. Ante la negativa del gobierno de siquiera considerar dicho pliego como un elemento de diálogo y distensión, aquel movi- miento inicial fue tomando forma de protesta cívica a la que el gobier-no respondió con medidas de represión creciente. Llegó un momento –para entonces se había enviado a los soldados a ocupar la Ciudad Uni-versitaria de la unam– en que los estudiantes decidieron convertir las protestas en un movimiento general de huelga y nos pidieron a los pro-fesores y funcionarios académicos que simpatizaran con las acciones pacíficas de protesta, que las siguiéramos apoyando con dinero o con firmas a los manifiestos que se generaban constantemente para conoci-miento de la opinión pública, pero ya sin que los mentores formáramos parte del consejo nacional de huelga.

La mayoría de los profesores del área de humanidades de las insti- tuciones universitarias del país, éramos en aquellos años mentores de medio tiempo, porque a la vez trabajamos en instituciones gubernamen-tales o en actividades profesionales libres. Éramos, por tanto, vulnerables a presiones patronales para que nos opusiésemos al extendido movi-miento estudiantil o nos mantuviéramos al margen. En mi caso concre-to y el de otros amigos y compañeros cuya principal fuente de trabajo era el gobierno federal, nos ocurrió que, en un momento dado de fines de septiembre de 1968, nuestros respectivos jefes nos advirtieran que a partir de entonces, todos aquellos cuyo nombre y firma aparecieran en proclamas del movimiento huelguista serían cesados. Había un núcleo de compañeros en las secretarías de Hacienda, Presidencia, Educación y la regencia del Distrito Federal que coordinaba la captación de firmas y de donativos en favor de los estudiantes; y cuando se dio la orden fulminante ya descrita, no alcanzamos a avisar a todos los integrantes de ese núcleo ad hoc, y cuatro o cinco de ellos fueron cesados al apare-cer sus nombres en algunos manifiestos del movimiento. Obviamente, hubo algunos entre ellos que decidieron jugársela públicamente con

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los huelguistas, para lo cual rompieron sus cordones umbilicales con el gobierno.

Meses después de la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, yo había enterrado mi repudio a la política represiva de un gobierno del que formaba parte en tanto que empleado federal, metiéndome más a fondo en mi trabajo como jefe del Departamento de Política Comer- cial de la Dirección de Estudios Hacendarios, y en mis clases en la Escue- la de Economía, entre las que figuraban las de comercio internacional y un seminario especial sobre el mismo tema. Es decir, me especializaba cada vez más en asuntos de economía internacional.

Cuando se avecinaba la época del “destape,” ese procedimiento que campeó por muchos años en la peculiar democracia mexicana, mediante el cual cada presidente sexenal seleccionaba personalmente al candidato a sucederlo, el cual luego ganaría aplastantemente las elec-ciones nacionales merced a la maquinaria gobierno-pri de cooptación de votos, se perfilaban como posibles seleccionados Luis Echeverría, Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda y Crédito Público y Emilio Martínez Manatou, secretario de la Presidencia.

En el ámbito externo estaban produciéndose importantes plan- teamientos políticos, uno muy importante fue el llamado “consenso de Viña del Mar”, alcanzado por 21 países de América Latina y el Caribe en una reunión de la Comisión Especial Coordinadora para América Latina (cecla), efectuada en Chile del 15 al 17 de mayo de 1969, de la cual resultó un documento de unas 6,000 palabras en el que se recogía un diagnóstico muy crítico de las relaciones interamericanas y se presen- taba un conjunto de propuestas de acción para destrabar las estancadas relaciones de cooperación en el “Hemisferio Occidental.” Un mes des-pués, el 11 de junio, el canciller chileno Gabriel Valdez (1919 -2011) visitaría al presidente Richard Nixon (1913 -1994), para entregarle el documento consensuado a nombre de los gobiernos latinoamericanos. Entre mayo y julio, el gobernador de Nueva York, Nelson A. Rockefeller (1908 -1979), efectuó, a petición del presidente Nixon, una amplia gira de trabajo por numerosos países americanos, durante la que recogió di- rectamente las posiciones y propuestas de cada uno de los gobiernos

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de los países visitados con respecto a sus relaciones con Estados Unidos. No debe olvidarse que en 1958 Nixon, entonces vicepresi- dente de su país, había hecho una gira a Sudamérica con resultados ca-tastróficos, porque fue repudiado duramente por la gente de Venezuela y Perú principalmente,3 y 10 años después Nixon, ya como presidente, quería sacarse la espina de su fracaso en nuestra región por lo que, da-dos los hechos relatados, armó una propuesta de acción para América Latina, misma que integró en un discurso de 40,000 palabras que llevó el título de United States Policy for the 1970s – A New Strategy for Peace. Su discurso fue ofrecido a su país y al mundo el 18 de febrero de 1970, como un “informe sobre el estado del mundo” (no de la nación). A dicho discurso se le llamaría “doctrina Nixon.”

Con respecto a Latinoamérica, el mensaje de tal “doctrina” era, por lo menos en lo concerniente a la cooperación que esta subregión espe-raría de los estadounidenses en el campo del comercio interamericano, que ella se organizase e hiciera propuestas concretas. A ese fin, dentro de cecl a se integró rápidamente un grupo informal de gobiernos, entre los que estaban México, Brasil, Argentina y Chile, los que coordi-naron un formidable trabajo de identificación de los productos que cada uno de los 21 países del “consenso de Viña del Mar” exportaban a Estados Unidos y los obstáculos arancelarios y no arancelarios que enfrentaba cada producto; a lo anterior se agregaban bienes que potencialmen- te podrían entrar al mercado estadounidense, siempre que tuvieran por parte de las autoridades de ese mercado un trato preferencial no recípro-co y no discriminatorio. Esa tarea la acometimos un grupo de expertos gubernamentales, apoyados por Bernardo Grinspun (1925 -1996), un notable asesor de la secretaría del Consejo Interamericano Económico y Social (cies), quien había formado parte del equipo del ministerio de economía del gobierno de Arturo Ilia en la Argentina. En la 8ª Reunión Extraordinaria del cies, efectuada en Caracas a principios de 1970, Washington había aceptado la creación de un ente cuyo nombre revela

3 Véase www.asisucedio.com/richard-tricky-dick-nixon/.

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claramente los propósitos del mismo: Comité Especial de Consulta y Negociación (cecon).

No se esperaban las autoridades estadounidenses del Departamen- to del Tesoro y de Aduanas que en sólo tres meses surgiera una lista tan precisa y contundente de lo que América Latina y el Caribe (alc) quería. La etapa de consulta estaba superada, el siguiente paso era la negociación. Aquí había un obstáculo institucional para que el gobierno de Nixon respondiera positivamente; la tarifa aduanera de su país solamente con-templaba tres tipos legales de tratamiento impositivo a importaciones del resto del mundo: una columna aplicable a todos los países; una segunda columna para países socialistas, en la que el tratamiento era discrimina- torio, y en tercer lugar un conjunto de aranceles concedidos a Japón, Corea del Sur y Taiwán y otros territorios que estaban bajo la protección política de Washington, a los que se concedía una trato preferencial para determinadas manufacturas que se produjesen bajo regímenes impo-sitivos in bond, es decir “maquiladoras.” La demanda de alc se acogía a las promesas de Nixon y a los acuerdos que para entonces, primave- ra de 1970, se habían alcanzado en la Conferencia de las Naciones Uni-das sobre Comercio y Desarrollo (unctad), que había arrancado en 1964 con reuniones generales cada 4 años, como un proyecto visiona-rio y ambicioso de cooperación entre países ricos y pobres: adopción de un sistema general de preferencias arancelarias y no arancelarias, no recíproco y no discriminatorio (excluyente), que los países desarrolla-dos concederían a los en desarrollo para ayudar a cerrar la brecha entre ricos y pobres.

Los detalles

Mi involucramiento en los trabajos y reuniones regionales que tuvie-ron lugar antes y después de la presentación del inventario comercial con peticiones concretas de cooperación por parte de Latinoamérica al gobierno de Washington, se dieron junto con algunas vivencias de las que quiero dejar constancia. La primera de ellas fue mi participación

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en una delegación mexicana que asistió en septiembre de 1967 a la iv reunión de expertos de cecla, celebrada en Bogotá y de la cual resultó un extenso documento de posición regional, denominado Carta del Tequendama, con miras a la segunda conferencia de la unctad que tendría lugar en marzo de 1968, en Nueva Delhi. El jefe de esa dele-gación era Gustavo Petricioli Iturbide (1928 -1998), quien dos años después ocuparía la Dirección General de Estudios Hacendarios; él fue seleccionado por las delegaciones de países participantes para que pro-nunciara el discurso de apertura de los trabajos de la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana, y nos pidió a algunos integrantes de la delegación mexicana que buscáramos en las librerías de Bogotá no-vedades bibliográficas relacionadas con Latinoamérica, para sacar de allí algunas frases o referencias que sirvieran para fortalecer su discurso. Tres de nosotros nos dimos a la búsqueda, cada uno por su cuenta, y hallamos una novela de Editorial Sudamericana (Buenos Aires), publi-cada dos meses atrás (mayo de 1967) y que tenía una letra de su portada invertida: se trataba de Cien años de soledad, de un escritor desconocido para quienes no éramos iniciados en la literatura regional. Con ese ha-llazgo, los economistas Jesús Silva Herzog Flores (1935-2017), Julio Zamora Bátiz y el que escribe, nos encerramos en nuestras respecti- vas habitaciones del hotel –que era precisamente el Tequendama– y de un tiro, hasta el amanecer del día siguiente, leímos azorados el libro de Gabriel García Márquez (1927-2014).

En 1970, comencé a participar en las sesiones del cies en la ciudad de Washington, relacionadas con el inventario comercial descrito en párrafos anteriores, que había sido sometido a la consulta de los exper-tos interamericanos. Lo hice ya como cabeza de la delegación guberna-mental mexicana, puesto que era mi dependencia de trabajo, Estudios Hacendarios, la responsable de coordinar esas tareas en la que también contribuían otras oficinas del gobierno federal; para entonces había ascendido a jefe del departamento de Política Comercial y mis superiores inmediatos eran Julio Zamora y Gustavo Petricioli, subdirector y direc-tor respectivamente de aquella dependencia. En un edifico cercano a la sede de la oea –el majestuoso edificio de principios del siglo xx que

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se encuentra en la esquina de la calle 17 y la Avenida Constitución de la capital estadounidense –, desahogábamos los trabajos de la Comisión Especial de Consulta y Negociación, y justamente en aquella sede esta-ba librándose el último capítulo de una batalla diplomática que había comenzado tres años antes, para el establecimiento de un organismo supranacional dedicado a combatir los actos de terrorismo que habían proliferado en varios países Latinoamericanos.

Corrían los últimos meses de la administración de Díaz Ordaz, aunque el 10 de octubre de 1969 ya se había “destapado” a Luis Echeve-rría, y el secretario de Relaciones Exteriores era Antonio Carrillo Flores (1909 -1986). Parecía que el gobierno mexicano estaba copado y que su oposición a la formación de una policía de seguridad hemisférica y a la defensa del derecho de asilo, se quedaba sola. Washington quería a toda costa parar el secuestro de agentes diplomáticos y de otras especia-lidades, en su mayoría estadounidenses, por organizaciones guerrilleras o de oposición a gobiernos duros como los de Argentina, Guatemala, Brasil, Uruguay y otros, los cuales eran después usados como rehenes de cambio por opositores que se encontraban presos, para su liberación y ulterior asilo en Cuba, con tránsito por la ciudad de México. Se buscaba que todos los países miembros de la oea cerraran filas en cuanto a limi- tar el asilo político y a coordinar actividades políticas de inteligencia a nivel intercontinental.

El gobierno de México se había plegado desde 1965 a las peticiones de Washington de vigilar el paso por su territorio de políticos izquierdis-tas o de civiles simpatizantes de la revolución cubana. Además, habían aumentado las diferencias entre México y Cuba por varios hechos y razones, de suerte que hacia fines de los sesenta ambos países estaban al borde de una ruptura. No obstante, Díaz Ordaz nunca dejó de manejar la independencia política de México en lo relativo a la libre autodetermi-nación en el caso de sus relaciones diplomáticas con Cuba, al ejercicio del derecho de asilo y otros elementos complementarios de suma utilidad para los gobiernos del pri. Incluso durante la crisis de 1968, cuando la retórica anti castrista subió de tono en México y fuentes policiacas y de seguridad gubernamentales buscaban elementos para culpar a La

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Habana de intervención en apoyo al movimiento estudiantil, nunca se llegó a la ruptura; había una relación implícita de conveniencia mutua: no rompimiento a cambio de que Cuba se abstuviera de propiciar direc-tamente movimientos subversivos en México.

Así las cosas, en aquel inicio de la primavera de 1970 se había llega- do al punto de que Estados Unidos, por boca de su secretario de Estado, William P. Rogers (1913 -2001) y del canciller brasileño Mario Gibson Barbosa (1918 -2007) tenían aparentemente acorralado a Cari-llo Flores, con el argumento de que las personas, reos políticos, liberadas a cambio de la vida de secuestrados por “grupos terroristas”, encontraban en México un reducto territorial que les abría el paso para refugiarse en Cuba. Es decir, los argumentos por los que nuestro país se oponía al establecimiento de un organismo supranacional dentro de la oea, que combatiera al terrorismo continental, carecían aparentemente de fuerza legal y ética.

Alguien del secretariado del cies me avisó que esa mañana se to-maría una decisión final sobre el tema y si ésta fuera por votación, qui-zá México tendría que abstenerse y con ello poner en entredicho a su gobierno. Le pedí a mi segundo de la delegación que me relevara y me fui caminando a la sede de la oea para ver si podía ver ese desenlace. Como ocurre en momentos definitorios, la conferencia de ministros de relaciones exteriores había creado un grupo de trabajo a puerta ce-rrada, mientras el plenario continuaba su gestión, para evitar la entrada de más gente que la estrictamente necesaria y así controlar filtraciones a la prensa. Obviamente los ministros se fueron a un salón más pequeño a formar el grupo de trabajo. Cuando intenté entrar a ese salón, me detu-vo la seguridad de la oea, pero al ver que mi gafete decía “México” con la frase “jefe de delegación” (lo era, pero de la reunión de expertos comer-ciales), me franquearon el paso. Cada lugar de los países participantes tenía cuatro asientos, dos en la mesa de deliberaciones y dos atrás y el de México lo ocupaban Carrillo Flores y Rafael de la Colina Riquelme (1898 -1996), representante del país en la Organización, y atrás estaba el embajador de México en Washington, Hugo B. Margáin (1913 -1997): ¡me senté junto a él!

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La defensa que hizo Carrillo Flores del derecho de asilo y contra la creación de una policía intercontinental fue magistral. Resumo lo esen-cial de un alegato diplomático impecable. “México –no es un verbatim sino un resumen hecho de memoria– no da asilo a personas que en-frentan cargos penales y cuando gobiernos de países amigos nos piden que las recibamos en tránsito a otro país, ellas tienen que ser legalmente catalogadas: no pueden ser consideradas por nuestro gobierno como te- rroristas porque la ley prohibiría su ingreso al territorio nacional; no clasi-fican como turistas ni menos como inversionistas (risas), entonces ¿qué son? Son personas que buscan asilo y, como consta en la historia de la oea, México ha sido un férreo defensor del derecho internacional de asilo. En cuanto a si México protege de alguna manera al terrorismo, le pediré –dijo Carrillo– a mi colega Rafael de la Colina que les lea al- gunos artículos del Código Penal Federal, donde se tipifican los actos de terrorismo (básicamente los artículos relativos a ataques contra los me-dios y vías de comunicación: el llamado delito de disolución social). En suma, no recibimos a terroristas sino a perseguidos y disidentes políti- cos que requieren asilo, temporal o permanente. En cuanto a que al menos se establezcan mecanismos intercontinentales para compar- tir información de inteligencia sobre posibles terroristas, la experien- cia en nuestra Organización es que ello nunca ha servido para algo útil”, remató Carrillo Flores. Al terminar su alocución, de unos 45 mi-nutos de duración, estalló un aplauso general y Gibson Barbosa cruzó la mesa rectangular para ir a darle un abrazo a don Antonio: se dio car-petazo al expediente que abriera Argentina en 1967 y que defendieran Washington y la Brasilia de los gobiernos militares anticomunistas.

Al terminar la sesión y pasar la gente a un coctel que se sirvió en el “Jardín Azteca” de la imponente sede de lo que muchos críticos del siste-ma llamaban o llaman el “ministerio de las colonias”, me identifiqué con los un poco sorprendidos diplomáticos mexicanos, tuve oportunidad de platicar unos 15 minutos con Carrillo Flores y, al salir, el embajador Margáin me dio un “aventón” a mi hotel en su limosina. En el camino le obsequié a él un libro que traía en una carpeta de mano con intenciones de leerlo esa misma tarde-noche: Zapata and the Mexican Revolution

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de John Womack Jr., publicado apenas el 22 de noviembre de 1967. En 1965 habíamos sido invitados Teresa y yo a comer en casa de una amiga estadounidense que estaba en México haciendo su tesis doctoral para la Universidad de Harvard, la cual versaba sobre el sistema político mexicano. Otros invitados eran Jesús Silva Herzog y su esposa Teresa Márquez, y una pareja de extranjeros: John Womack y su esposa britá-nica. Él estaba terminando su investigación de campo en México sobre Emiliano Zapata, la que lo había llevado a vivir en pueblos y rancherías de Morelos, Puebla, Tlaxcala y el Estado de México. Un trabajo obvia- mente duro y que le provocaría, según me enteré más tarde, el divorcio de su primera esposa.4

Al comenzar el otoño de 1970 tuvo lugar la ya comentada reunión de la cecon, que como se recordará es un órgano ad hoc del Consejo Interamericano Económico y Social (cies), “integrado por todos los representantes de los países de la oea” para resolver propuestas que ha-gan alguno o varios de esos países, o resolver disputas comerciales en las Américas.” (Figueroa Pla 2010) Lo novedoso de ese evento, el primero efectuado desde la creación del órgano en la 8ª reunión extraordinaria del cies en Caracas, fue que se convocó a nivel ministerial y para ate- rrizar las propuestas de 21 gobiernos latinoamericanos a Estados Unidos para que se les diera acceso al mercado estadounidense en condicio- nes preferenciales. Si bien de pocos países estuvieron presentes minis-tros o secretarios de Estado, y ello únicamente en la sesión inaugural del encuentro, no dejó de sorprender que México, uno de los motores del proyecto, estuviera representado por un funcionario a nivel de director general (Gustavo Petricioli), quien encabezó una nutrida delegación con-formada por funcionarios de varias dependencias del gobierno federal.

En esa sesión de arranque, el plenario eligió una mesa directiva com-puesta de una presidencia (Estados Unidos), dos vicepresidencias (una de ellas ostentada por Brasil) y una relatoría (México). Al concluir el

4 En el final del prefacio de la primera edición en inglés del libro de Womack, que no se incluye en las ediciones en español, hay el siguiente párrafo: The especial sacrifices my friends, my family, and my daughter made for me while I did this work rubbed sores too deep to cure now. I can only ask them to forgive me.

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evento, Julio Zamora, subjefe de la delegación mexicana y amigo per-sonal, le comunicó a Petricioli, en mi presencia, su decisión personal de regresar de inmediato a nuestro país a fin de participar en la toma de posi-ciones políticas que estaban cocinándose en la transición de un gobierno nacional a otro. Apenas había abandonado Julio la sala de conferencias de la oea, cuando Gustavo me indicó que yo quedaría al frente de nues-tra representación, y por ende como relator de la conferencia, porque él tenía que resolver varios asuntos personales y familiares en la misma ciudad de Washington y otros lugares aledaños: me dio una tarjeta con teléfonos donde yo podría localizarlo, sólo en caso de extrema necesi- dad, y me deseó suerte. En términos prácticos, yo era sin duda la perso- na de nuestra delegación que más conocía el contenido documental y la manera como se había llegado al consenso de alc, puesto que había participado en todo el proceso desde su gestación. Así, por tres semanas actué como el delegado jefe de México en una conferencia internacio- nal, cuando tenía cumplidos 31 años.

Las razones de mi designación como embajador de México

Cuando se inició el gobierno de Luis Echeverría, entre otras tareas más importantes, como la configuración de su gabinete, Echeverría pidió a varios miembros de ese gabinete y a otros funcionarios de su gobierno nombres de personas que tuviesen el conocimiento necesario para lle-nar el perfil de un nuevo tipo de diplomáticos: jóvenes, economistas o expertos en comercio y economía internacionales, y con suficiente reconocimiento público de sus capacidades. El propio Echeverría con-taría después, a otras personas y a mí, que cuando le presentaron varias listas, colocadas sobre una amplia mesa de la oficina del jefe del Ejecutivo en Palacio Nacional (la costumbre del presidente de despachar desde Los Pinos vendría meses después), le atrajo de inmediato el nombre mío que aparecía en por lo menos, dijo el presidente, cinco listas proporcio-nadas por sus cercanos colaboradores. Cuando él preguntó quién era

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ese Anguiano Roch Eugenio (las listas estaban por orden alfabético de apellidos paternos), nadie en el entorno inmediato tenía la menor idea de mi existencia y paradero.

En la efervescencia política-burocrática que siempre ha existido en los meses de configuración de nuevos gobiernos –hayan sido del pri o del pan– me habían invitado dos economistas y militantes políticos, Carlos Torres Manzo, entonces presidente del Colegio de Economis- tas, y Jorge de la Vega Domínguez, a la sazón jefe del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del pri, a participar como ponente en una reunión de campaña electoral del candidato priista, en la que se trata-rían temas económicos y sociales en Aguascalientes. Acepté la invitación, pero luego de asistir a un encuentro con los organizadores del evento mencionado, mismo que tuvo lugar en el auditorio Plutarco Elías Calles del pri, donde nunca había estado antes, y escuchar las indicaciones de cómo debíamos conducirnos los expositores, me sentí tan mal por el alto grado de manipulación, que esa misma noche llamé por teléfono a Torres Manzo para avisarle que no podría ir a Aguascalientes por razones de salud; excusa sin duda medrosa. Me perdí un acontecimiento interesan- te, pues el candidato se impacientó conforme avanzaba el programa de esa reunión, que resultó muy concurrida, y pidió a Horacio Flores de la Peña (1923 -2010), quien estaba sentado junto a él, que empujara desde el estrado a otras personas a lanzarse a hablar como espontáneos y así romper con la mecánica sosa y prefabricada hasta el más nimio detalle por los organizadores del programa: entre esos “espontáneos” estuvo Jesús Puente Leyva (1939 -2011), ex premio nacional de economía, quien demandó al candidato una definición más clara al parafrasear de la siguiente manera uno de los estribillos de campaña de Echeverría: “¿qué tanto arriba y cuánto para adelante?” También se me escapó la oportunidad de haber entonces conocido personalmente al candidato presidencial.

Tiempo después habría yo de más o menos deducir quiénes habían puesto mi nombre en las listas de posibles nuevos diplomáticos. Hugo Margáin fue seguramente uno de ellos, por el antecedente ya relatado; otro fue, porque me lo dijo posteriormente, Horacio Flores de la Peña,

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y desde luego Jorge de la Vega. Ignoro cuántos de los otros economis- tas que serían también nominados embajadores pasaron por una ex-periencia similar a la mía, porque en aquel momento no había manera de que intercambiáramos notas, puesto que ni yo mismo sabía la histo- ria de los listados. A posteriori quedó claro que el presidente de la Re-pública me seleccionó sin tener referencia personal alguna de mí, sino simplemente porque mi nombre apareció en más listas de recomenda-dos que el otras personas.

Como quiera que fuese, el hecho es que la Comisión Permanente de la xlviii Legislatura del Congreso de la Unión, ratificó en 22 de febrero de 1971 “Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios de los Estados Unidos Mexicanos ante los gobiernos de:”5 Dinamarca, Be-nito Berlín (1932 -1984), economista; Japón, Gustavo Romero Kolbeck (1923 -2008), economista;6 Uruguay, Julio Zamora Bátiz, economista; Australia, José Gamas Torruco, abogado; Brasil, Juan José Torres Landa (1911-1980), ex gobernador de Guanajuato; Suecia, Guillermo Calde-rón Martínez, economista; Italia, Francisco Medina Ascencio (1910 - 1993), ex gobernador de Jalisco; Costa Rica, Eugenio Anguiano Roch, economista; Noruega, Antonio Sordo Sodi, economista; Israel, Rosa- rio Castellanos Figueroa (1925 -1974), escritora. A esas personas agregó otras que serían ratificadas por el Poder Legislativo en distinta ocasión: Teófilo Roberto Borunda Ortiz (1912 -1980), ex gobernador de Chihuahua y designado embajador en Argentina; Antonio Ruiz Galindo hijo, empresario y nombrado embajador en la República Federal Alemana; Eusebio Antonio de Icaza González (1948 -2014), destinado a El Salvador y el único diplomático de carrera que entró en el paquete de nuevos embajadores; José Luis Martínez Rodríguez (1918 -2007), escritor y académico que se fue a Grecia; Pablo Padilla Ramírez, eco-nomista asignado como representante de México en Indonesia. En las

5 Diario de los Debates consultado en: http://cronica.diputados.gob.mx/DDebates/48/1er/CPerma/19710222.html

6 En 1966 yo había sido profesor suplente de Romero Kolbeck, en la cátedra de Comercio Internacional de la Escuela de Economía de la unam, y más tarde conocí de boca de él las causas por la que fuera nombrado titular de tan importante Embajada: muy distintas de las mías.

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subsiguientes semanas y meses la lista de economistas embajadores se amplió para cubrir a amigos míos como Jorge Eduardo Navarrete, quien habría de ir a Caracas, Rogelio Martínez Aguilar, quien me sustituiría en Costa Rica en 1972, y colegas como Víctor Manuel Barceló a Bogotá.

Ejemplo de profesionalismo en el servicio exterior mexicano

Esa súbita y numerosa designación política de diplomáticos que no eran parte del escalafón, evidentemente causó molestias en la Secretaría de Relaciones Exteriores, ya encabezada por un funcionario proceden- te de otra rama de la administración pública. Emilio O. Rabasa, hijo y nieto de personalidades involucradas en el servicio exterior, era amigo del nuevo presidente de la República, su cargo inmediato anterior había sido la dirección del Banco Cinematográfico, órgano público descentra-lizado, pero había sido enviado por Echeverría a Washington poco antes de que comenzara el nuevo sexenio gubernamental a fin de que adqui-riera un barniz de política exterior; Rabasa sustituyó a Hugo Margáin como embajador en Estados Unidos y cuando el 1° de diciembre se anunció el gabinete del presidente Echeverría, aquel quedó como secre-tario de Hacienda y Rabasa como titular de Relaciones Exteriores. Que dos funcionarios clave del gobierno provinieran de ser representan- tes oficiales de México en Washington, se interpretó en algunos círculos como una señal de que la entrante administración tenía la intención de mantener un estrecho acercamiento con el gobierno de Richard Nixon, o incluso una fuerte dependencia respecto al mismo, lo cual no ocurriría.

En otro contexto, el grupo de nuevos representantes en el exte- rior resultó ser más heterogéneo que un mero núcleo de promotores comerciales y económicos en potencia: 15 personas de las que sólo una mujer (Rosario Castellanos) y de aquellos, siete éramos economistas, un abogado, un empresario, tres políticos profesionales, un diplomático y 2 escritores. Desde nuestra ratificación por el Congreso de la Unión, el grupo fue llevado a eventos oficiales, como la inauguración formal del

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Instituto Mexicano de Comercio Exterior y a recorrer organismos pú- blicos vinculados con actividades relacionadas con el exterior, no sola-mente las económicas, sino también las políticas y culturales. En esos recorridos y también durante la exposición ante la prensa, tuve oportu-nidad de conocer e intercambiar opiniones con personajes de la literatura y la cultura como Rosario Castellanos y José Luis Martínez, pero también con el trío de ex gobernadores, mismos que habían conocido a mi padre, un político y ex legislador de oposición y fundador con Lombardo Tole-dano del Partido Popular (lo de socialista se agregó mucho más tarde).

De forma individual, todos hicimos un recorrido por las diferentes instancias de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para conocer su fun-cionamiento y familiarizarnos con el tipo de instrumentos que se utili- zan en la diplomacia. Eso en adición a un pliego de instrucciones que el propio titular de la Secretaría entregó personalmente a cada embajador, antes de su partida a los países de destino. Había una natural antipatía de los diplomáticos de carrera, quienes se sentían desplazados por lo que consideraban advenedizos o simplemente “embajadores políticos.” Una de las primeras cosas que aprendí fue que, según los atributos Cons-titucionales del jefe del Ejecutivo Federal, éste tiene la prerrogativa de designar a los agentes del gobierno en el extranjero, y el Poder Legis- lativo el de ratificarlos o no; en estricto sentido, todos los nombramien-tos de embajadores y cónsules generales y sus respectivas ratificaciones son de naturaleza política. El reglamento del Servicio Exterior simple-mente recomienda que, en la medida de lo posible, el presidente de la República escoja a personas del servicio diplomático de carrera para el llenado de jefes de misiones en el extranjero. No hay que olvidar que el más antiguo y hasta hace unos años único servicio civil de carrera del país es el de relaciones exteriores. En la década de los setenta, ese servicio se dividía en rama diplomática y consular, separación que en la actualidad ya no existe. Los embajadores de aquellos años eran seleccionados en más de un 50% por criterios políticos y no de especialización, en tanto que otros funcionarios de las embajadas eran en su mayoría diplomáticos o cónsules de carrera.

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Recorrí los laberintos de Tlatelolco –cuando la Secretaría de Rela-ciones Exteriores estaba en la Torre del mismo nombre– una semana antes de partir a San José de Costa Rica. Fue una experiencia enriquece-dora en cuanto a contacto humano y a la adquisición de conocimientos básicos del modus operandi de una entidad en la que yo era un iniciado, pero la que, sin entonces siquiera imaginarlo, sería mi casa de traba- jo por los subsiguientes 23 años, con algunas cortas interrupciones. De las entrevistas que tuve con funcionarios de la Secretaría, recuerdo en particular la sostenida con Joaquín Bernal y García, director del Protoco-lo y miembro de una muy relevante familia de antropólogos, intelectuales y diplomáticos. La conversación con el jefe del servicio diplomático, que era Jaime Fernández Macgregor, un hombre bondadoso que al darme la bienvenida a la profesión de diplomático no omitió agregar que nunca se la recomendaría a sus hijos. En fin, la luminosa explicación de Jesús Cabrera Muñoz Ledo, a cargo de la diplomacia cultural y quien habría de ser un gran apoyo para mi gestión; aparte de que él mismo sería posteriormente embajador en Costa Rica, donde estableció la “casa de México”. Podría seguir mencionando otros encuentros muy ilustrativos para quien debía aprender lo fundamental de la diplomacia mexicana –la actividad consular, cultural y sobre el patrimonio histórico de nues-tra Cancillería– pero me detengo para relatar el contacto que habría de resultar definitorio en mi recién comenzada función de diplomático: la visita al director en jefe de Asuntos Políticos Bilaterales, Alfonso de Ro-senzweig-Diaz Azmitia (1924 -2016), embajador él e hijo de embajador.

Era viernes casi al morir la tarde cuando llegué a la oficina de Ro-senzweig quien me recibió sin saco, con el chaleco desabotonado y la corbata aflojada; obviamente había estado en una de esas comidas que comienzan a las tres de la tarde y se prolongan hasta casi las seis, y tenía su escritorio lleno de papeles y documentos. Con amabilidad estudia- da me invitó a sentarme frente a aquel escritorio y después de unas breves palabras sobre Costa Rica, me dijo que dado lo avanzado de la hora lo más práctico sería darme un expediente sobre ese país para que yo lo es- tudiara el fin de semana y se lo devolviera el lunes siguiente, cuando él respondería a cualesquiera preguntas que tuviera sobre el tema. Esa

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me pareció una buena propuesta, sobre todo porque no tenía yo nada claro sobre el país de mi asignación y era obvio que el funcionario ci- tado no estaba de humor para contarme sobre la relación política mexi-cano-costarricense. Acepté y Rosenzweig pidió el expediente, que no era voluminoso, me lo entregó con la advertencia de que era estrictamente confidencial y me hizo firmar de recibido el documento.

Me esperaba una suerte de monografía o de pliego de instrucciones similar al que ya nos había entregado a los nombrados el propio secre-tario Rabasa. Pero lo que leí aquel fin de semana fue un notable infor- me político de las relaciones de México con Costa Rica desde la época de la Segunda Guerra Mundial hasta fines del gobierno de Díaz Ordaz. Aparte del relato sobre la mediación de la Embajada de México en San José, para que se firmara la paz en 1948 entre un grupo de sublevados encabezados por José Figueres Ferrer (1906 -1990) y el gobierno de Teodoro Picado Michalsky (1900 -1960); las elecciones para escoger al sucesor del presidente Picado las había ganado según todos los sondeos Otilio Ulate Blanco (1891-1973), pero la Asamblea Nacional domi-nada por legisladores del partido oficial le dio el triunfo a Rafael Ángel Calderón Guardia, por lo que al triunfo de los rebeldes, éste habría de partir al exilio político a México; me encontré un relato que parecía de ciencia-ficción, sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ese país centroamericano y la Unión Soviética, anunciadas por el emba-jador soviético en México. M. Oumansky (así estaba escrito el nombre) el 20 de mayo de 1944.

La Unión Soviética y México habían reestablecido relaciones diplo-máticas el 19 de noviembre de 1942, al calor de la guerra mundial y de la alianza entre los llamados “tres grandes” –Washington, Londres y Moscú– y poco tiempo después Konstantin M. Umansky (Oumans-ky) presentaría credenciales al presidente Ávila Camacho, que lo acre-ditaban como embajador de su país en México.7 Ucraniano de origen,

7 El primer intercambio de representantes diplomáticos entre México y la Unión Soviética se anunció el 16 de enero de 1943 y fue a nivel de ministros: Luis Quintanilla, consejero de la Embajada de México en Washington y Víctor Alexeivich Fedyushin cónsul general en Nueva York.

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él había sido un destacado periodista, luego embajador en Estados Uni- dos hasta 1941. Con esos antecedentes y su dominio de varios idiomas, entre ellos el español, Umansky pronto estableció una amplia red de relaciones públicas en México que lo hicieron muy conocido y popular. El establecimiento de relaciones entre Moscú y San José fue tomado con alarma por parte de intereses políticos y económicos estadouniden-ses, los que veían con temor una ampliación de la influencia soviética a Centroamérica, sobre todo en el país donde se ubicaba la oficina central para la región de la American Fruit Company. Como ya se mencionó, en Costa Rica gobernaba Picado Michalski, quien había asumido la presi-dencia por cuatro años (1944-1948) y en la época de la guerra mundial había un cierto clima interno de descontento por parte de los podero- sos cafetaleros del país.

En enero de 1945, decía el expediente de Relaciones Exteriores, que cito de memoria porque no estaba permitido, ni mucho menos llegó a ocurrírseme la idea de copiarlo, el embajador Umansky, su esposa y una pequeña comitiva partieron del aeropuerto de Balbuena de la Ciudad de México rumbo a San José de Costa Rica, en un avión de la Fuerza Aérea mexicana, que apenas había despegado cuando se precipitó en llamas a tierra.8 El documento no decía más que el entorno externo e interno en el que se habían dado las relaciones diplomáticas soviético-costarri-censes y que he resumido en los anteriores párrafos. La sospecha de que el accidente aéreo había sido objeto de un atentado quedó, sin embar- go, en la memoria colectiva.

El lunes siguiente, 22 de marzo, devolví a primera hora en la ofici-na del embajador Rosenzweig-Diaz, quien no estaba allí, el expedien- te confidencial y dos horas después salí en un vuelo de Líneas Aéreas de Costa Rica S. A. (lacsa), rumbo a ese notable país por su larga historia democrática, a donde llegué al filo de las 13:00 horas. En el aeropuerto internacional Juan Santamaría, me recibieron miembros del personal de la Embajada y un funcionario del protocolo tico. Era la primera vez en

8 Un reportaje relativamente reciente de ese acontecimiento se encuentra en: http://confa-bulario.eluniversal.com.mx/umansky-la-muerte-de-un-embajador/

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mi vida que llegaba a un país centroamericano, esta vez en compañía de Teresa y de los dos hijos que teníamos hasta ese entonces: mujer y hombre, de siete y tres años respectivamente. En el trayecto del aero-puerto que se ubica en la provincia de Alajuela, a 18 kilómetros de la capital, fui observando a la vez que conversando con el encargado de negocios de nuestra Embajada, el bello paisaje del altiplano y algunos puntos clave que reflejan la historia de los vínculos entre México y Costa Rica: el “Hospital México”, construido por el Instituto Mexicano del Seguro Social y donado a Costa Rica; la antena de la primera estación de radio de San José, donada por el gobierno de Plutarco Elías Calles, y finalmente el edificio de la Embajada, en el corazón de la capital, diseñado por ingenieros militares mexicanos y construido por “la viuda de Víquez y sus hijos”, como indicaba una placa hecha con azulejos y colocada en el vestíbulo de entrada del edificio, que albergaba tanto la residencia como las oficinas y el consulado mexicanos. En esa placa había tam-bién un poema a la ceiba de Antonio Mediz Bolio (1884 -1957), poeta, mayista, abogado, político y diplomático yucateco, que fue embajador justamente en Costa Rica y el primero en habitar la “casona” de México: edificio que estaba frente –como se identificaba su localización en la jerga local y en el correo– a la fábrica nacional de licores y a 75 varas al este de la Casa Amarilla (ministerio de Relaciones Exteriores).

La televisión local había organizado hacerme una entrevista grabada a las cinco de la tarde de ese mismo día, 22 de marzo de 1971, para un noticiero que pasaba a las ocho de la noche. Esa entrevista fue breve y comenzó con la pregunta obligada: “¿Cómo se siente en Costa Rica?,” que tuvo la respuesta clásica protocolaria. Pero la segunda pregunta fue de fondo, ya que me pedían opinión sobre el hecho de que reciente- mente el presidente José Figueres Ferrer –“don Pepe” como le llama-ban– había establecido relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y varios sectores costarricenses criticaban esa decisión (en el camino del aeropuerto a la residencia me había percatado de numerosas pintas en las paredes, en las que se repudiaba ese hecho con frases como “¡fuera comunistas!, etc.). Mi reacción fue acorde a lo que había aprendido en mi recorrido por los pasillos de la Secretaría de Relaciones Exteriores

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y más o menos dije lo siguiente: aunque seré embajador de mi país en Costa Rica solamente después de haber presentado mis credenciales al ministro de Relaciones Exteriores y luego al señor presidente de la Repú-blica, desde ahora digo que no puedo opinar sobre un asunto interno de Costa Rica. Lo que sí puedo, agregué, es contarles una historia que data de 1945, y les resumí el accidente fatal de Umansky, que impidió la pre-sentación de las credenciales de un ciudadano soviético al gobierno de un país con el que un poco antes el gobierno soviético había establecido relaciones diplomáticas. Hubo un par más de preguntas intrascenden- tes y terminó la grabación.

En la noche nos aprestábamos mi esposa y yo a ver el noticiero, el primero en el que yo aparecería dentro o fuera de mi país, cuando el mayordomo, un hombre que tenía trabajando en la Embajada mexi- cana más de 30 años, me anunció que me llamaba por teléfono “Don Pepe.” Sorprendido e incrédulo fui a la sala donde estaba la bocina y al contestar mi asombro me dejó casi mudo; del otro lado de la línea estaba la voz del presidente Figueres, no la de un secretario o empleado, quien directamente me agradeció lo que había dicho en mi entrevista, porque en las oficinas gubernamentales habían olvidado el hecho histórico al que había hecho referencia, lo cual era de gran ayuda para los intereses de su gobierno y del país. Apenas pude balbucear algunas frases y con-cluyó la llamada con el jefe de Estado ante el cual me acreditaría como representante de México una semana después: dudo que episodios se-mejantes, como el que un jefe de Estado o de gobierno le llame por teléfono personalmente a un representante diplomático recién llegado y que aún no es oficialmente embajador, les hayan tocado en suerte a otros colegas mexicanos y por eso dejo esta constancia para beneficio de la memoria escrita.

A la mañana siguiente los diarios locales como La nación y La Repú- blica traían como noticia entrevistas que me habían hecho inmediata-mente después de la grabación de la televisión, pero alguna columna traía como encabezado algo como lo siguiente: Costa Rica tiene relacio-nes con la Unión Soviética desde 1945: embajador de México. Seguían luego otros textos que relataban y documentaban los hechos de aquel

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año y calificaban de acierto del gobierno de Figueres el darle una solución de continuidad a los vínculos con Moscú, en beneficio de la convivencia pacífica internacional y de los intereses nacionales.

En la ciudad de México se llevaba al día siguiente, 24 de marzo, en el Palacio Nacional una reunión de representantes empresariales, funcio-narios gubernamentales y dirigentes sindicales para establecer las bases de un diálogo permanente entre esos tres sectores a fin de coordinar ac-ciones económicas, sociales y políticas que beneficiaran a todos y al país: esto aterrizaría en la creación de la Comisión Nacional Tripartita. En cier- to momento de la reunión, el Secretario de Hacienda, Hugo Margáin, habló sobre diversas iniciativas del gobierno de Echeverría que habían suscitado dudas o aún críticas, como había sido el caso del nombramien-to de economistas y otros promotores comerciales como embajadores de México ante los gobiernos de varios países extranjeros, pero que pron- to esas decisiones estaban dando frutos no limitados al comercio exterior sino en beneficio de la política exterior de México, en su más amplio sen-tido; Margáin citó el caso del novel embajador en Costa Rica y mostró los periódicos de ese país que fundamentaban su argumento.

La lección

El largo relato que he presentado tiene como objeto dejar constancia de dos elementos de la vida política mexicana que a menudo pasan desa- percibidos. El primero es que los presidentes de México no siempre toman decisiones basadas únicamente es los lazos de amistad-lealtad y confianza que construyen durante su carrera política y ascenso al po- der. La forma como el presidente Echeverría seleccionó a quien esto re- lata como embajador de México, sin conocerlo personalmente sino tomando referencias de sus cercanos colaboradores, sobre personas que tuvieran un perfil adecuado para un proyecto específico de política exterior que como presidente quería empujar, es congruente con la for-ma de operar de sistemas políticos modernos y democráticos, pero eso no necesariamente ha sido usual en el sistema político mexicano.

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La otra lección es sobre la solidez y el profesionalismo de la burocra-cia diplomática mexicana. La llegada de casi una decena de economistas sin antecedentes diplomáticos, aunque varios de ellos los teníamos en asuntos multilaterales de comercio exterior, para ocupar los cargos má- ximos a los que puede aspirar un diplomático de carrera, fue sin duda una ofensa para esos diplomáticos, además de una obstrucción a sus aspiraciones de avance profesional. No obstante, cuando los intrusos pa- samos a entrevistarnos, por instrucciones superiores, con los encarga-dos de las principales oficinas de asuntos sustantivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, encontramos la información necesaria para prepararnos e instruirnos en los fundamentos de la diplomacia. Alfonso de Rosenzweig-Diaz no tenía el menor ánimo personal para contarme sobre las relaciones que había entre México y Costa Rica, ni menos para responder posibles preguntas mías, que podrían ser de alcance elemen- tal. En vez de eso, el jefe de los asuntos político-diplomáticos bilaterales puso en mis manos un documento vital para mis preparativos en mi camino a Costa Rica. Dependió de mí apreciar lo sustantivo del docu-mento y saber hacer buen uso de su contenido. Meses después, cuando Alfonso fue, junto con el secretario Rabasa, a una reunión de la oea en Costa Rica, me dijo en una conversación de sobremesa lo que él sim-plemente pensó cuando ordenó que me dieran el expediente: ¡a ver si este muchacho tiene o no la capacidad de comprender!

Efectivamente, a los 32 años cumplidos yo era el más joven del gru- po de economistas promovidos a embajadores, pero tuve la oportuni- dad de ser enviado a Costa Rica, cuyo gobierno estaba integrado por va- rios profesionistas formados en México, comenzando con el primer vicepresidente de la República, el doctor en medicina Manuel Aguilar Bonilla y siguiendo con otros ministros y directores generales. Pocos días después de la entrevista del noticiero de televisión, que me hizo muy conocido para el público costarricense, presenté mis credenciales al presidente Figueres, ceremonia que tuvo lugar en la Casa Amarilla. Al concluir el tiempo protocolario de esa ceremonia y despedirme del presidente, se me ocurrió invitarlo a la Embajada de México a tomar un té (Figueres era estrictamente abstemio y cuando hacía brindis oficiales,

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le ponían refresco en su copa en vez de, por ejemplo, champaña). Para mi sorpresa, el jefe de Estado, rompiendo su propio protocolo, y fue unos minutos a nuestra representación diplomática, que estaba a una cuadra del ministerio de Relaciones Exteriores, y a donde se fue camina-do junto con otros miembros de su gabinete, mientras que yo era llevado en auto oficial, acompañado por el jefe del protocolo tico.

El 20 de mayo de ese mismo año de 1971, Figueres viajaría a México para una visita oficial de 3 días en la península de Yucatán. Fue la prime- ra actividad de ese género en el sexenio de Luis Echeverría, quien mo-vilizó a su gabinete lato sensu a Mérida para recibir a los visitantes. Mi esposa y yo viajamos con la delegación costarricense y fue una expe-riencia inolvidable ver, desde la perspectiva de los huéspedes, la formida-ble movilización del protocolo oficial mexicano. Cuando la delegación costarricense pasó a saludar al presidente Echeverría, mientras su con-traparte le presentaba a cada funcionario o funcionaria, por un error de organización de la parte costarricense nos pusieron a mi esposa y a mí al final de la delegación visitante y no hubo más remedio que saludar a mi jefe; Figueres vio el error y su salida fue un broma: me presentó al Presiente Echeverría como el hijo del embajador de México.

En enero de 1972 llegó a San José el primer representante diplomáti-co de la Unión Soviética en suelo centroamericano, Vladimir Kazimirov, rompiéndose así una fuerte resistencia política de muchos costarricen-ses a tener contacto con todo lo que fuera comunista. En la “guerra de liberación” de 1948, que capitaneó Figueres, un lema político de los re-beldes era democracia y “progreso social sin comunismo,” y durante su primera presidencia constitucional, 1953-1958, Figueres apoyó desde la social democracia muchos movimientos de oposición a las dictadu- ras de Centroamérica (Somoza) y el Caribe (Batista y Leónidas Trujillo) y contribuyó al triunfo de la revolución cubana, pero el 22 de marzo de 1959, en la plaza José Martí de La Habana, le reclamó a Fidel Castro las desviaciones que en su opinión estaba teniendo esa revolución: los organizadores del mitin le quitaron el micrófono a Figueres.

Pocas semanas después de haber presentado sus credenciales, el em-bajador Kazimirov me hizo la visita de cortesía de cajón y me agradeció

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a nombre propio y de su gobierno el respaldo que le había dado a las re-laciones soviético-costarricenses, lo cual nunca había sido mi intención, pero así quisieron interpretar los colegas soviéticos el efecto de lo que yo había relatado casi un año antes a un noticiero televisivo local.

Lo relevante se habría de producir poco después de esa visita de cor-tesía y lo paso a contar para concluir así este ya prolongado testimonio. En San José había dos grandes salas de cine que se consideraban “mexi-canas”; su propietario era un ciudadano costarricense que tenía fuertes vínculos de amistad e incluso familiares con mexicanos y él se adjudi- caba esa nacionalidad. El embajador soviético me preguntó si me gustaría ver un documental que habían hecho los cineastas de su país –famosos precisamente por sus documentales– sobre un tema de trascendencia internacional, pero quería hacerlo como una actividad cultural muy dis-creta, para evitar críticas de la prensa amarillista, y restringida a gente de su embajada y de la de México, y que como ese documental estaba en 35 milímetros tal vez pudiera yo conseguir que se exhibiera en uno de los “cines mexicanos”, de manera privada. Acepté la propuesta y conse- guí el cine para una función privada y matutina. El documental de hora y media de duración era sobre la revolución cultural en China: un do- cumento técnicamente magistral que mostraba los excesos cometidos por Mao y el partido comunista chino entre 1966 y 1969, años en los que los todavía formalmente aliados, la Unión Soviética y China Popular, estuvieron al borde de la guerra total.

Por esas fechas había sido llamado en medio de estrictas medidas de confidencialidad a la ciudad de México por el canciller Rabasa quien en su despacho particular de abogado, no en la Secretaría de Relaciones Exteriores, me comunicó que el presidente Echeverría quería mandarme a China, si es que yo aceptaba. Obviamente respondí afirmativamen- te y Rabasa me instruyó para que ese mismo día regresara a San José, en espera a que se corrieran los trámites de solicitud del beneplácito correspondiente y después de eso se haría de dominio público mi nueva asignación como diplomático. Posiblemente lo que movió a Kazimirov para proponerme que viéramos el documental citado fue que los servi-cios de espionaje de su país descifraron los mensajes correspondientes

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a los trámites para intercambio de agentes diplomáticos entre países –en este caso México y China– que establece la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961: ¿mera coincidencia o espionaje?, es algo que nunca sabré.

Bibliografía

Figueroa Pla, Uldaricio. 2010. Organismos internacionales. Editorial Jus-ticia de Chile: Chile.

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Entrevista a Eugenio Anguiano Roch en junio de 2018

Flora Botton Beja

Conocí a Eugenio Anguiano en 1972 cuando fue nombrado, por el pre-sidente Luis Echeverría, embajador ante la República Popular China con la que apenas se habían establecido relaciones diplomáticas. Antes de partir, Eugenio y su esposa Teresa vinieron al Colegio de México en cuyo Centro de Estudios Orientales se enseñaba el chino y había algu-nos investigadores que estudiaban a China. El interés que demostraron en todo lo que podíamos decirles sobre China fue una grata sorpresa, porque nos dimos cuenta que por fin tendríamos interlocutores en ese país que estudiábamos desde lejos. Allí comenzó una larga amistad que, además de la simpatía personal, se alimentó por el interés compar-tido sobre China. Eugenio y Teresa se dedicaron a estudiar a fondo a China y al mismo tiempo que cumplían con sus deberes diplomáticos fueron excelentes representantes de nuestro país. Eugenio volvió como embajador a China en 1982 a una China diferente, pero a la que conocía bien porque nunca dejó de seguir todos los acontecimientos que hicie-ron que ese país cambiara de rumbo. A lo largo de los años he tenido muchas conversaciones con Eugenio sobre sus dos estadías en China y siempre he pensado que debería compartir más ampliamente sus expe-riencias. Eso es lo que me motivó a hacerle esta entrevista.

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F.B.: Hola, Eugenio. La primera pregunta que te quiero hacer es la siguien-te: cuando te nombraron embajador –yo recuerdo muy bien ese momento, pues como sabes estaba en El Colegio de México y trabajaba sobre China– hubo dos reacciones: por un lado, hubo quienes dijeron: qué bueno que se manda una persona joven (tenías 34 años, ¿verdad?), dinámica, quien va a poder establecer relaciones no anticuadas, etc. Por otro lado, mucha gente dijo: pero, ¿cómo es posible que, después de no tener relaciones con China desde la Revolución, se manda a un joven con poca experiencia diplomática? ¿Qué tendrías que decir sobre eso, Eugenio?

E.A.: Hay un antecedente de que cuando se establecieron las relaciones de México con la República Popular, en febrero de 1972, se iniciaron una serie de especulaciones sobre quién sería el primer embajador de Méxi-co en ese país. Incluso Abel Quesada, en el Excélsior, en sus caricaturas famosas, dedicó dos o tres caricaturas donde ponía varios nombres y varios personajes en caricatura. Aparecían nombres desde personalida- des como Antonio Carrillo Flores, ex secretario de Relaciones Exterio-res, hasta una variedad de otros nombres de famosos. Nadie se esperaba que el presidente Echeverría sacara una persona no conocida en el ámbi-to político o diplomático por su gran trayectoria. Yo estaba en Costa Rica en ese momento. Y la razón por la cual Echeverría creo que me escogió, y simplemente especulo, fue porque así no quedaba mal con nadie de los famosos. Había demasiados personajes que querían ser el primer embajador de México en China Popular, y finalmente salió mi nom- bre. Hasta ahí no había mucho revuelo, pero el día que se hizo mi pre-sentación oficial en Tlatelolco con el secretario Emilio Rabasa, y fue la prensa nacional (la que cubre la parte de relaciones exteriores), al final de esa Conferencia, un periodista que yo no conocía se quedó en el des- pacho de Rabasa. Se me acercó y me dijo: oiga, deme una entrevista a mí, soy del Excélsior. El Excélsior de Julio Scherer. Y bueno, ¿quién es usted? Pregunté. Pues me llamo León Roberto García. Empezó su entrevista con lo siguiente:

–Por su edad, usted debe conocer bien el lenguaje universitario. –Naturalmente, dije. –¿Usted sabe lo que significa azotarse? –Respondí

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que azotarse significaba cometer errores, fallar en la ideología. –León Roberto agregó ¿usted no se azota? –No, yo no, dije.

Y de ahí siguieron a otras preguntas, hasta que se dio cuenta un funcionario de la Secretaria de Relaciones que estaba el periodista y lo sacaron del despacho del secretario. Pero llevaba suficiente material para su periódico Excélsior. Esa misma noche, yo fui al noticiero de 24 Horas en Televisa; Emilio Rabasa había concertado una cita por teléfo- no con Jacobo Zabludovski, para esa misma noche y en vivo; fue un evento de otra naturaleza: muy oficialista, muy amplia, eso sí, incluso pasaron películas de mi esposa Teresa y mis hijos que estaban en Costa Rica, hasta le llamó a ella por teléfono Zabludovski; eso a mí me gustó mucho y transcurrió entre las diez y las once de la noche tiempo de Mé-xico. Al día siguiente mi hermano me despierta muy temprano y me dice: mira el Excélsior. Ocho columnas: “Yo no me azoto. Primer embajador de México en China”. Eso fue realmente lo que provocó escándalo y, a partir de ahí, se dividió la prensa. El secretario Rabasa llamó a la prensa de nuevo y los regañó. Entonces salieron plumas de mucho prestigio, ex diplomáticos, como Rodolfo Usigli, ¡escribiendo en la revista Siempre! Un artículo cuyo encabezado era “Pónganle pañales al niño embajador”. Y quienes me empezaron a defender fueron los extremos: Nikito Nipon-go (Raúl Prieto), por el lado de la izquierda, y por el de la derecha el que me defendió fue Íñigo Laviada. Y los dos, con distintas argumentaciones, dijeron que haría buen papel para concluir esa parte. Eso me valió, prime-ro, ser conocido en el ámbito nacional, y dos, que el presidente le pidie- ra a Fausto Zapata, quien era el subsecretario de la Presidencia a cargo de la prensa, que organizara una reunión en su casa, con Julio Scherer, Carlos Fuentes y su esposa Silvia Lemus, Fernando Benítez, Samuel del Villar, en fin, a una pléyade de escritores combativos del Excélsior para que me conocieran. Y ahí en esa cena, tuve oportunidad de hablar am-pliamente con ellos. Eso me permitió ser más conocido, y Julio Scherer –a quien yo le reclamé lo del encabezado– se comprometió a darme otras ocho columnas para que escribiera lo que yo quisiera. Seis meses después cumplió su palabra.

Entrevista a Eugenio Anguiano Roch en junio de 2018

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F.B.: Bueno, Eugenio, es bien chistosa la anécdota ésa. Yo recuerdo muy bien el encabezado de “No se azota el embajador a China”, y yo quisiera saber, tam-bién, qué directrices recibiste de Relaciones Exteriores y del mismo presidente Echeverría cuando estabas por irte.

E.A.: De Relaciones Exteriores, que fue el primer conducto que me comunicó la intención de Echeverría de llevarme a China como repre-sentante de México, el mismo Rabasa habló mucho conmigo sobre la si- tuación de China a partir de un memo que yo había escrito en Costa Rica y que había mandado tanto a Relaciones como a Los Pinos. Un memo a propósito de la visita del presidente Nixon a fines de febrero de 1972, y yo desde Costa Rica, como muchas otras personas del mundo, vimos en la televisión la ida de Nixon a Pekín y luego a Shanghái. Entonces man- dé un memorándum, y a partir de ese memo, con Rabasa ampliamos ideas y él me dio indicaciones muy genéricas, temas políticos más que nada. Por su parte, el presidente Echeverría, me dijo, cuando fui a verle ya para irme, que estaba muy interesado en visitar pronto, en cuanto pudie-ra, oficialmente, la República Popular y que le gustaría reunirse con Mao. Todo mundo quería reunirse con Mao, y con el jefe de gobierno, que era Zhou Enlai; agregó Echeverría que yo trabajase con mucho entusias-mo; dejo para más adelante referirme a la instrucción más importante que recibí. Yo le había pedido a Rabasa y a Echeverría apoyos para esta primera embajada. Y me dieron dos tipos de apoyos: material humano y económico.

F.B.: También te quiero preguntar: escribiste este memo, pero ¿qué informa-ción tenías sobre China? Digo, todos, aun los que estábamos estudiando Chi-na, sabíamos muy poco de lo que estaba pasando entonces en ese país. ¿Cuál fue tu información, la información que tenías, y qué hiciste para prepararte?

E.A.: Yo tenía –en cuanto a lo primero– una tradición universitaria muy simpatizante con Mao y con el maoísmo. No fui un maoísta en el sentido amplio del término, pero sí me gustaba mucho y siempre estuve leyendo sobre la Revolución Cultural; sobre todo cuando repercute en

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Francia en mayo del 68. Entonces, la juventud o no juventud de más o menos izquierda, veíamos en la Revolución Cultural un gran evento. Me tocó ver en Londres, cuando estaba yo estudiando en el norte de Inglaterra, enfrentamientos de diplomáticos chinos con la policía. ¿Qué hice de 1970 a cuando me nombraron para China, en 1972? Bueno, me puse a leer libros, como por ejemplo aquella trilogía: China Imperial, China Republicana y China Comunista, coordinada por Franz Schurmann y Orville Schell, en la que participaron varios sinólogos e historiado- res y que tradujo el Fondo de Cultura Económica. Esa fue mi prepara-ción, pero estaba en Costa Rica, yo no pensaba ir a China; sencillamente, se me ocurrió poner un memorando para decir: México tiene que estar presente. Si ya Estados Unidos se adelantó con Nixon, que era un político muy anticomunista, México tiene que ir adelante. Ésa fue mi prepara- ción y mi argumento. Ahora, entre el momento en que me nombraron en México y el momento en que me fui a China, vino un gran margen de maniobra que me dio el gobierno de México. Primero, tuve contacto con El Colegio de México para, entre otras cosas, aprender por lo menos a balbucear las primeras palabras en chino, lo que me sirvió para fijarme bien los nombres propios y los de lugares en chino, y saber cómo decir-los. Lo que siguió después de todo esto es una cosa muy importante, porque me permitieron en mi viaje a China –ya con la familia–, que nos llevó un mes, que pasásemos 25 días en Londres, donde ya se habían he-cho arreglos para que en la Foreign Office se me atendiera y me recibieron muy bien. No sólo en la Foreign Office, sino hubo un par de comidas, una de ellas en un exclusivo club situado en Pall Mall. Ahí fue donde conocí a Stuart Schram, (quien me dio su biografía de Mao en la edición espa-ñol) y a otros sinólogos.

F.B.: ¿A Roderick MacFarquhar?

E.A.: No, él no pudo ir a esa comida, y me buscó después y me invitó a una cena en un pub muy elegante con su esposa. Entonces él era mp, miembro del Parlamento, me habló de la revista China Quarterly, de la cual él había sido director. MacFarquhar me dijo: usted debe conocer

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a una amiga mía, a Flora Botton. ¡Cómo no, sí la conozco! Fue mi res-puesta. Después de Londres hicimos escala de una semana en la colonia británica de Hong Kong, en donde tuve entrevistas con la Cámara de Comercio China, podríamos decir, con los maoístas o amigos de la Chi-na continental, y con el Club de Periodistas de Hong Kong. Ahí estaba, en ese Club de Periodistas –todavía no se iba a China continental– Da-vid Bonavia, y otros periodistas con los cuales hablé. Yo les saqué mucha información y comentarios. Ahí fue donde me enteré de los excesos de la Revolución Cultural, que todavía era oficialmente una cosa positiva y buena. Así, finalmente, llegué a China –si mal no recuerdo– un 5 de agosto de 1972.

F.B.: Tú dijiste antes que pediste personal, pediste sobre sueldos; todo está muy bien, pero ¿a quién elegiste para que te acompañara? ¿Alguien que te pudiera, de alguna manera, informar, alguien que tuviera conocimiento sobre China? ¿Existía alguien así en México?

E.A.: Lo descubrí. Primero yo seguí el consejo de la Secretaría de Re-laciones Exteriores, de privilegiar al personal de carrera. El ministro, que fue el encargado de abrir la embajada, era Guillermo Corona, un diplo-mático de carrera que me había ido a ver a Costa Rica cuando yo había sido ya nombrado a China para decirme que quería formar parte de mi equipo; esto fue en la semana previa a la que dejara San José. Entonces, me pareció un hombre sobre todo muy hábil, y su fuerte era abrir emba-jadas. También me dijeron de la existencia de un joven diplomático de carrera, egresado del Colegio de México, Martínez del Sobral, que había estudiado chino. El resto del personal era básicamente –no era muy gran-de la embajada– cinco diplomáticos más personal administrativo, tres hombres y dos mujeres, jóvenes que estaban muy dispuestos a ir a China; resultó un personal administrativo espléndido. Una de las mujeres era Estela Ponce de León, quien había ganado el primer lugar en el concurso de ingreso de cancilleres, un año antes de que yo me fuera a China y ha-bía expresado su interés de ir a ese país. Pero el gran descubrimiento fue el siguiente: recibí una carta de un vice cónsul, diciéndome que en Hong

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Kong había un mexicano, originario de Monterrey, ex jesuita, casado con una china, que trabajaba en el consulado como empleado local, y que el resto de su ingreso se lo ganaba dando clases de chino. Se llamaba Jesús Domene Vázquez. Entonces ese fue un nombramiento externo. Otro nombramiento externo, fue para un amigo, Moisés Aguilar. El nombramiento de Moisés lo trabajé desde aquí. El de Domene no se lo comuniqué, y cuando ya íbamos camino a Hong Kong, ya sabía que cuando llegara ya tenía una cita con él en el hotel Hilton. Entonces ahí, al día siguiente de mi llegada, desayuné con el señor Domene, de quien no conocía mucho y con el nombramiento en el bolsillo de mi saco, y pues como se dice, a la antigüita: viéndolo a los ojos y hablando, uno así confía o no confía. Y así fue. Desayuné con Domene, y él me estaba diciendo que le interesaba ir a China de lo que fuera, como em-pleado– y al final, cuando saqué el papel, le pregunté, “¿qué le parecería ser segundo secretario?”. Se le salieron las lágrimas. Y ése fue mi sinólogo. Los demás, ninguno realmente. El que se metió más en la parte política, de entrada, era yo. Traía ya el interés, la experiencia, etcétera.

F.B.: A ver, Eugenio, te quiero preguntar ahora: ¿cuáles fueron tus primeras impresiones? ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con funcionarios chinos? ¿Cómo te trataron, y qué crees que buscaban realmente ellos en su relación con México?

E.A.: Yo traía una idea, una señal, de qué era lo que le interesaba a China Popular, más o menos, de México. Con base en dos cosas: con el texto del comunicado conjunto del 14 de febrero de 1972, que se suscribió en la ciudad de Nueva York. Lo suscribieron Huang Hua y Alfonso García Robles. En un texto largo donde hay alguna frase donde decía más o me-nos que “el gobierno de China respeta y reconoce la decisión de México y de otros países latinoamericanos de intentar o de querer crear una zona libre de armas nucleares en su región. Y pedimos a las demás potencias nucleares –fue la palabra que usó en el comunicado conjunto el go- bierno chino–, (obviamente una de ellas era la República Popular mis-ma, que acababa de entrar a Naciones Unidas el año anterior) que se

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abstuvieran de usar armas nucleares en la región establecida. Bueno, ob-viamente era un texto muy genérico. Y el otro argumento me lo habían dado en Londres. Indirectamente me dijeron que China andaba buscan-do un país en América con el cual tener una relación muy estrecha para estar observando las reacciones de Estados Unidos, porque la visita de Nixon no se tradujo en el establecimiento de relaciones diplomáticas; ambas partes abrieron oficinas de enlace. Entonces ahí me hicieron un análisis en la Foreign Office, y fue el jefe del China Desk quien me dijo: “Cuba está descartada desde la crisis de los misiles porque Cuba tuvo que irse del lado soviético 100%.” Y desde entonces, las relaciones entre China y Cuba están no mal, pero sí frías. Después, los chinos tuvieron mu-cho interés en el gobierno de Salvador Allende. De hecho, Chile no fue el segundo país americano que estableció relaciones con China; fue el tercero, porque el segundo fue curiosamente Canadá. Primero fue Cu- ba, en el año sesenta, después Canadá, y poco después, el gobierno del frente popular de Allende, de Chile. También me dijeron que es obvio que, para Salvador Allende, es mucho más importante la relación con la Habana y con los cubanos que con Pekín. Entonces, con esos dos elementos, yo pensé que el camino iba a ser amplio y había muchas po-sibilidades.

Claro, la llegada físicamente fue un poco complicada, porque la hi-cimos como se acostumbraba entonces: no había ningún vuelo directo a China salvo Aeroflot y la línea rumana desde Moscú y Bucarest. Lle-gábamos a Hong Kong en avión; días después el trenecito que hacía el itinerario a la frontera nos llevó por los nuevos territorios, donde todos los pasajeros estaban obligados a bajarse en la penúltima estación antes de la frontera, excepto los que tenían visa para entrar a China continental; nos bajábamos en Lowu y de allí cruzábamos caminando el puente fron-terizo, a la mitad del cual nos recibió un oficial del Jiefangjun –o mejor dicho Ejército Popular de Liberación. Ya en el tren hongkonés había una persona muy amable que era de la Agencia de Noticias Xinhua (Chi-na Nueva), que nos ayudó con el equipaje. Ése era un representante del secretario del Partido Comunista Chino en Hong Kong, que era precisa-mente el director de la oficina de Xinhua en la colonia. El siguiente paso

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fue entrar por territorio chino por Shenzhen, que entonces era una aldea en donde había un gran edificio de arquitectura soviética –muy feo–, con altoparlantes a todo volumen con canciones de óperas revolucionarias. Otro era un edificio, una garita en realidad, donde pasaba un río de gente que eran básicamente chinos de Hong Kong y otros lados que iban a ver a sus parientes, y que pasaban con cañas de bambú con cargas de los dos lados. Un tercer grupo, los vip, era llevado a un bungalow con una terra- za de cemento, y con una parra, y pegadito estaban los campos labrados de la comuna. Y ahí vi, por primera vez, un letrero que decía “estación de Shenzhen”. Salimos a las tres de la tarde, después de que nos dieron de co- mer. No había aire acondicionado, solamente ventiladores eléctricos. Llegó un tren, que entró de reversa, tenía un vagón especial de vip y nos transportaron a Guangzhou con el anuncio de que esa misma tarde sal-dríamos en avión a Pekín. Pero al salir de la estación del tren al aeropuerto, nos dicen que no va a salir el avión porque hay mal tiempo. ¡Volteábamos a ver y el tiempo era maravilloso! Entonces, como era época de mu-cho movimiento, nos acomodaron en el hotel donde pudieron, que era uno junto al río Perla. Al poco tiempo cayó una tormenta y por la ventana se veían nada más las barcazas, el tráfico del río Perla, que se echaban los reflectores para no chocar. Estábamos no en el tercer mundo, si no en el cuarto, si se puede decir así. Al día siguiente llegamos a Pekín, ahí ya nos recibió un subdirector de protocolo y nos llevaron al Hotel Pekín, la parte nueva, que entonces era la parte de en medio, y ahí nos hospeda- ron. Pekín no era la ciudad de ahora, pero era muy bonita; tenía una avenida principal de este a oeste muy amplia (Chang’an), con muchos parques, muchas bicicletas, y el Hotel Pekín que era de corte señorial. A los cuatro días, presenté credenciales al presidente interino, porque no había jefe de Estado ordinario desde la revolución cultural. Habían defe-nestrado, y no sabíamos que ya había muerto, a Liu Shaoqi. El presidente interino era Dong Biwu, uno de los fundadores del Partido Comunis- ta de China quien me acogió con estudiado interés; y con una retórica muy usual entonces, “somos del tercer mundo, etcétera”. Estuvo presente en la ceremonia el vice ministro de Relaciones Exteriores que era Qiao Guanhua, quien me dio la impresión de ser un hombre muy abierto.

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Lo mismo, comprobaría más tarde, cuando criticaba a los soviéticos en su cara, que cuando decía que sería un buen amigo de México. Entonces, esas fueron mis primeras impresiones al entrar a China.

F.B.: Eugenio, dime, ¿qué antecedentes había de mexicanos en la República Popular? ¿Intelectuales? Sabemos de Sergio Pitol, y he oído hablar de un empresario, Germán Carrasco Franco, quien tenía relaciones comerciales con China, y también aquí se hablaba de alguna guerrilla que fomenta- ban los chinos –o que no fomentaban los chinos–, ¿había maoístas aquí, tenían relación con China? ¿Tú sabes algo de eso?

E.A.: Cuando me referí a las instrucciones que recibí de México, dejé a propósito a un lado la más importante de ellas. El presidente Echeverría me la dijo al final de una entrevista cuando fui a despedirme: que fue- ra a ver al secretario de gobernación, Mario Moya Palencia, porque me iba a dar una información muy importante, “que quiero que usted se lle- ve a China y cuando allá presente sus credenciales dígale al gobierno de China que no vamos a aceptar que vuelva a ocurrir una cosa similar. Ya le dirá el secretario de gobernación de qué se trata”. Y efectivamente, al día siguiente fui a ver al secretario de gobernación, quien a su vez llamó al que entonces era subsecretario, Fernando Gutiérrez Barrios, quien me entregó un dossier para que lo leyera, no me lo podía llevar, y me in-formara sobre un grupo de mexicanos que estudiaban, la mayoría de ellos, en la Universidad Patrice Lumumba, en Moscú y ahí con el apoyo de Moscú formaron el grupo Movimiento Armado Revolucionario. El famoso mar , que reclutó jóvenes –por cierto, ninguna mujer– y los lle-varon a entrenarse como guerrilleros a Corea del Norte. La mayor parte de ese grupo llegó a China por el ferrocarril transiberiano y los chinos los dejaron pasar a Corea del Norte. Otra parte, la minoría de ellos, llegó desde Polonia directamente a Corea del Norte, pasando por Irkutsk. Entonces, la idea era que, en el momento de presentar credenciales, que es una cosa protocolaria, yo le advirtiese a la autoridad a la que iba a pre- sentarlas, que el gobierno de México no iba a aceptar que volviera a ocurrir un incidente de semejante naturaleza. Pero lo estaba diciendo

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a través de un intérprete y estaba muy preocupado, pero lo tuve que decir con toda claridad. Entonces la respuesta de Dong Biwu, muy larga, en esencia fue: “no señor, si ya se acabó nuestra diplomacia de pueblo a pueblo; estamos en la etapa de la diplomacia de Estado a Estado. Noso-tros además de tener diferencias muy profundas con la Unión Soviética, ya no estamos fomentando ni promoviendo movimientos revolucio- narios ni en América Latina ni en África. Cada país que lo resuelva como pueda y como quiera. No va a pasar eso; por eso firmamos el comuni-cado conjunto de establecimiento de relaciones que refiere a los cinco principios de coexistencia pacífica, uno de los cuales es la no subversión en otros países”. Esa fue la instrucción toral que recibí del presidente Echeverría y la trasmití en el acto protocolario de presentación de cre-denciales como embajador de México, lo cual fue atípico porque, en condiciones normales, el acto de presentación de credenciales no se pres- ta para este tipo de cosas; pero, ahí sí, el gobierno de Echeverría estaba muy entusiasmado con China, pero no perdía de vista los problemas de seguridad. Y más valía que, de entrada, en el momento de euforia sobre el futuro de las relaciones, soltara su representante la queja citada. La otra cosa que me pasó en esa reunión es que el presidente Dong me dio su versión de un tema que seguramente pensaba que yo conocía. Me dijo: “Usted sabe de la guerra que tuvimos con la India. Usted, se-guramente, como la mayoría de los latinoamericanos, simpatiza con la India. Yo no le voy a decir que usted no tiene razón, porque como yo soy chino, usted no me va a creer. Pero le voy a dar un libro en inglés. Y me dio el libro de Neville Maxwell, India’s China War, un notable testimonio que cuenta todos los errores de Nehru y la posición de China. La ceremonia de entrega de credenciales generalmente dura media hora, cuando mu-cho, y en esta ocasión duró una hora, 45 minutos. Tomando en cuenta el tiempo que la traducción consumió.

F.B.: ¿Y que hay de los demás mexicanos en China?

E.A.: Desde la segunda mitad de los años cincuenta, hubo un movi-miento constante de mexicanos y mexicanas –mexicanas menos que

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mexicanos– que empezaron a ir a China a ver el gran milagro revolu- cionario chino. En los años cincuenta, sobre todo en la segunda mitad de ellos, cuando ya había pasado en China la campaña de las Cien Flores y la campaña para depurar a los contrarrevolucionarios, llegaron visitas de políticos mexicanos: Lázaro Cárdenas, su hijo Cuauhtémoc Cárde-nas, el General Heriberto Jara y otros; todos con gran simpatía por la revolución china. También llegó un personaje que después sería uno de los comerciantes mexicanos que, bajo instrucciones del Banco Na-cional de Comercio Exterior, operaría en los años sesenta tres grandes transacciones algodoneras con China: Guillermo Nasser Quiñones, a quien Mao recibió dos veces. De ese tamaño era el interés que tenían los chinos por jalarse a América Latina. Te estoy hablando de poco antes de que Fidel Castro triunfara en Cuba, en 1959. Luego, en los años sesenta, aparte de nuestro querido escritor Sergio Pitol, llegó también Eraclio Zepeda, poco antes de que estallara la revolución cultural –salió de Chi-na en 1965– y él también había estado en Cuba en los primeros años de la revolución. La Asociación Mexicana de Amistad con China dirigida por Esther Chapa, una comunista mexicana y luego por su hermana, organizó a varios grupos de turistas mexicanos que lograron ir de visita a China. Eso se paró en 1965. Los años siguientes estalla la Revolución Cultural y no volvió a haber más viajes hasta empezados los años 70. Germán Carrasco, no me queda muy claro si llegó a China antes de que estableciésemos relaciones, en cuyo caso habría sido cuando muy temprano en 1971, no puede haber sido antes, pero él llegó porque tenía interés en visitar Tíbet y entonces lo dejaron ir a Qinghai a tomar fotogra-fías, y finalmente, era un hombre muy rico, lo dejaron cazar en Xinjiang, borrego cimarrón. Fue uno de los que más tiempo estuvo en China sin ninguna conexión de tipo ideológico, o de tipo político; simplemente, él empezó comerciando no con China, sino con otros países asiáticos, y a China iba por cuestiones de cacería y luego fue un coleccionista no tanto de antigüedades, pero de arte. Otros mexicanos que estuvieron por ahí, antes de que abriéramos la embajada, fueron Jorge Alberto Lozoya y el equipo con el que hicieron esa película sobre China Popular que tú ya conoces; es decir, había siempre una corriente, pero en ese año de 1972,

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hasta donde yo supe ya no quedaba ningún mexicano que viviera ni en el Hotel de la Paz ni en el Hotel de la Amistad, que era donde generalmen-te se hospedaban los técnicos extranjeros. Después empezaron a llegar poco a poco, pero no en esos meses del verano del 72.

F.B.: También en el Hotel de la Amistad, según recuerdo, había todo un grupo de hispanohablantes: españoles que habían participado en la Guerra Civil y latinoamericanos que habían estado en movimientos de izquierda y que, de alguna manera, tuvieron que salir de su país. ¿Tú de alguna manera te conectaste con ellos?

E.A.: Yo personalmente me conecté poco con ellos. Con el personal de mi embajada sí se veían con regularidad; y los invitaban a la embajada de México porque desde muy temprano, sobre todo a partir de que tu-vimos una visita de Estado de Echeverría, recibimos material fílmico y empezamos a hacer sesiones de cine en la embajada de México.

F.B.: Sí. También según recuerdo, Eugenio, tú antes de irte conseguiste do-naciones de varias editoriales y eso fue la base de una biblioteca que yo conocí cuando estuve en China de agregada cultural.

E.A.: Así es, ese sería otro elemento; cuando nos mudamos donde está ahora la embajada, que ya es propiedad, un land lease de México, tuvi-mos espacio y adecuamos los libros que estaban guardados en cajas, en una mini biblioteca, que muy pronto se hizo popular. Pero, ¿cuál fue mi contacto con los extranjeros, sobre todo con los españoles? Bueno, en algún momento llegó de visita, antes de que estableciesen relaciones de España con China, Julio Álvaro del Vayo, fundador de la Unión So-cialista Española y del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. Ya muy viejo. Lo invité a cenar junto con un dirigente comunista maoísta español y entonces me dijo: aquí tenemos, usted lo va a conocer –yo ya había oído hablar de él– un señor llamado José Castelo. Pepe Castelo, quien era profesor de español para niños en China, que después fue-ron adultos; y era un hombre muy peculiar. Era tuerto, porque cuando

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muy joven entró al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, gru- po considerado terrorista, tratando de poner un artefacto explosivo case- ro, éste le estalló y perdió un ojo. Pepe Castelo era un hombre que se vestía con una gorrita tipo ferroviario italiano, y que andaba por las calles de Pekín siempre caminando, y la gente lo rodeaba, y lo seguía. En la Revolución Cultural, en lugar de saludarlo amablemente, le escupían; pero él seguía caminando igual. Él fue un contacto para muchos otros, latinoamericanos y españoles que estaban ahí. No los frecuenté con la regularidad que hubiera querido, porque entré muy rápido en muchas actividades con el gobierno chino, pero siempre tuvimos trato y reunio-nes en la embajada de México en las que Pepe estaba presente.

F.B.: También te quería preguntar, ¿con quién te relacionaste entre los diplo-máticos extranjeros, y a quiénes recuerdas?

E.A.: Había la fama, una fama con cierto grado de verdad, de que el cuerpo diplomático era una especie de zona cerrada en donde los diplo- máticos tenían sus cenas y consumían productos importados que no existían para la población china. Ahora, ¿cuáles fueron mis primeros contactos? Los más importantes que recuerdo fueron con la embajada de Dinamarca, con un embajador Janus Paludan, casado con una britá-nica que se había retirado del servicio exterior de su país. Era un hombre que conocía mucho China. Después, por el contacto que había tenido en Londres, me relacioné con el embajador John Addis, uno de los ve- teranos de la diplomacia británica. Con John tuve una relación muy abierta, muy directa. Y luego, un embajador australiano, nacido el mis-mo año que yo y que era académico. Venía de la Universidad Nacional de Australia en Canberra. Ése era Steve Fitzgerald que hablaba muy bien chino, y que fundó rápidamente la sociedad wucanhui que se reunía una vez al mes para comer y hablar sobre cosas de China con un crite- rio de que el grupo quedara integrado por diplomáticos de cualquier país del mundo, excepto los del bloque socialista europeo o de regíme- nes comunistas de otras regiones, y la lingua franca de la reunión (que era una vez por mes) era el chino. En todo momento sólo podía haber

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un embajador, los demás podían ser de cualquier otro nivel diplomático. Entonces, a esa reunión, el primer mexicano que entró fue obviamente Jesús Domene. Con Fitzgerald tuvimos muy buena relación. De América Latina, curiosamente, tuvimos una muy buena relación con el embaja- dor cubano. Digo curiosamente, porque no empezamos muy bien; con el primer embajador cubano, la relación no era buena. Él era un hombre joven y cuando yo llegué coincidí con él un año más. Pero luego llegó un veterano, fundador del partido comunista de Cuba junto con Blas Roca, su nombre era Ladislao González Carbajal, casado con una me- xicana. A él lo habían expulsado de México por comunista. Con él tuve mucho diálogo, mucha conversación, y también con el encargado de negocios de la India. La relación sino-india estaba rebajada enton-ces a nivel de encargados de negocios, después lo subirían a nivel de embajador; Brajesh Mishra era un hombre muy importante en la Cancille- ría India, que conocía muy bien la situación de China. Años después sería consejero de seguridad del gobierno de Vajpayee en la India. Apar- te de eso, en su momento hice las visitas de cortesía, que todo recién lle-gado hacía a los embajadores acreditados en China. Por último, tuve una relación a partir de 1974 con el segundo director de la oficina de enlace de Estados Unidos en China, que no era Embajada, y como tal, tenía actividades aparte, aunque bilateralmente, el diálogo sino-estadouni- dense era muy importante. El primer hombre que había llegado ahí para abrir esa oficina, había sido uno de los fundadores de la otan; el segundo fue nada menos que George Bush padre. Él había sido el emba- jador de Estados Unidos en la onu cuando la República Popular re-cuperó el lugar de China en esa organización, George H. W. Bush tuvo una relación de mucha simpatía con los chinos. Él era nada más director de la oficina de enlace, pero me hizo la visita de cortesía y a partir de allí tuvimos una relación no muy frecuente, pero nos veíamos en ciertas reuniones; en todo momento le inyecté a mis conversaciones con él el tema político. Él llegó hablándome de sus relaciones con México; yo no tenía idea, en 1974, quién era Jorge Díaz Serrano, cuando Bush me dijo que seguramente lo conocía, y le dije que no, Bush me explicó: he is my pal. Él es el dueño de Permargo, socio de Zapata, y Zapata soy yo.

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Es decir, compañías petroleras privadas. Años después, Bush escribió un libro, más bien lo escribió el historiador Jeffrey Engel basado en el diario de Bush, en donde habla de mí en algunas partes del diario. En una de ellas dice que cuando me conoció estaba en una cena de la embajada de Líbano (el embajador de Líbano también era un hombre muy sim-pático que se dedicaba a coleccionar arte). Escribe Bush que estaba en la embajada de Líbano y el embajador era un hombre mayor, muy serio, muy solemne, dedicado a la cultura y al arte. Y entonces llegó el embaja-dor de México, lo opuesto, dice: un hombre joven… no digo lo demás que dice porque no me queda a mí, pero el historiador que recogió el diario de Bush, pone una nota al pie que dice: Eugenio Anguiano nació en tal año, estudió economía en tal parte y demás aspectos relevantes de mi currículo. En agosto de 1975 hablé con Bush y ofrecí mi ayuda para intermediar en el caso de algunos estadounidenses detenidos en Vietnam del Sur desde la “liberación” de esa región por parte de Hanoi; Bush me dijo que no hacía falta intermediación alguna. A propósito, en la última etapa de la negociación para ese tratado de paz, octubre-di- ciembre de 1972, los chinos me habían conectado con la delegación de Vietnam del Norte y del Frente de Liberación Nacional del Sur, Le Duc Tho y madame Bihn, respectivamente. Esto, y cuando le sacamos a China la firma para el protocolo dos del Tratado de Tlatelolco, fueron los dos elementos políticos más relevantes de mi primera estadía en China, y que se conocen poco en el público. Sí quieres te lo cuento.

F.B.: Sí, por favor.

E.A.: El Tratado de Tlatelolco –que tiene un nombre más largo: “Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y El Caribe”, alias Tratado de Tlatelolco porque lo propuso finalmen-te México, y así se identifica– contiene dos anexos: los dos dedicados a las potencias nucleares del mundo. El segundo de ellos es para que las potencias nucleares firmen ese protocolo, obligándose a no trans-portar, no almacenar, no llevar ni por aire ni por tierra armas nucleares, ni dar asesoría técnica a los países de la zona libre de esas armas sobre

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tecnología nuclear bélica. Eso lo habían firmado en 1972 nada más Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética, que habían sido los promotores del Tratado de la No Proliferación. El Tratado de Tlatelol- co tiene un vínculo natural con el Tratado de No Proliferación que China repudiaba; hasta 1972 ni China ni Francia habían firmado ese tratado. Consecuentemente, no podía entrar en vigor, aunque ya lo habían rati-ficado el 75% de los Estados firmantes de América Latina y el Caribe. Esto había provocado ya que hubiera connatos de deserción de algu-nos países, por ejemplo, Brasil –que no había querido firmarlo y que a regañadientes lo había hecho– y otros países de la región. Entonces, en octubre-noviembre del 72 llegó la primera delegación mexicana de visita oficial a China, encabezada por dos secretarios de Estado y com- plementada con representantes empresariales, de partidos políticos y otros funcionarios federales. Era tan grande la delegación que nos divi-dimos, y una parte, dirigida por el Secretario de Recursos Hidráulicos, visitó comunas y zonas rurales, y otra, que estaba dirigida por el Secreta-rio de Economía, recorrió ciudades. Y ambas convergieron en Shanghái; yo acompañaba a los de Economía y María Teresa a los de Recursos Hidráulicos. En Pekín, el secretario de Economía, Carlos Torres Manzo había sido el orador oficial de la delegación. La despedida iba a ser en Guangzhou, y ahí iba a hablar el Secretario de Comunicaciones, y en Shanghái, en el punto intermedio, hablaría yo. Ahí se me ocurrió, sin que me dieran instrucciones de México, hacer un discurso político en el que le pedía a China que firmara el protocolo adicional II del Tratado de Tlatelolco. Lo hice el 2 de noviembre en Shanghái en una cena formal. Al día siguiente, en Nueva York, en la Asamblea General de la onu, la delegación china circuló mi discurso y también la respuesta oficial china al mismo, que lamentablemente no era favorable; China no podía firmar el protocolo citado, decía la nota, porque ella estaba en contra del Tratado de No Proliferación (tnp), digamos, el tratado madre. Dieron a conocer esto porque querían que se supiera urbe et orbi cómo había sido el debate, y que entendían a México, pero sus manos estaban atadas por la vinculación del Tratado de Tlatelolco con el tnp. Yo creo que es la primera vez, no he visto otra, a menos que sea de un país muy poderoso,

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en que un embajador, en alguna capital, haga una propuesta política y que ese país la lleve a las Naciones Unidas para poder justificar sus posiciones. Después, ya cuando el presidente Echeverría hizo su visita oficial en abril del año siguiente, en 1973, se resolvió favorablemente el asunto. Eso me marcó, porque finalmente se inició un proceso que tiene un valor político enorme, pues entró en vigor el primer Tratado de No Proliferación regional de la historia.

El otro hecho fue la negociación viet-estadounidense para poner fin a la Guerra de Vietnam. Dicha negociación estaba, en esos meses, entre septiembre y diciembre de 1972, en su etapa más crítica, porque ya se había llegado a ciertos acuerdos, entre las dos partes que sostenían pláticas secretas, en París. No hay que olvidar que una de las razones por las cuales Nixon decidió acercarse a China es porque quería sacar a su país del pantano de la guerra de Vietnam. Entonces, los chinos, cuan-do pasaba la delegación vietnamita por Pekín, me invitaron para que los conociera. Y así traté a Le Duc Tho, el jefe negociador de Vietnam del Norte, o sea, de la República Democrática de Vietnam, y a Madame Binh, que era la vocera del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur. Hacia fines de noviembre, casi diciembre, me llamaron los viet-namitas. Era la última vez que pasaron por Pekín en camino a París a ne- gociar con Henry Kissinger; Le Duc Tho me entregó, diciendo “para mis amigos mexicanos”, una copia del tratado que estaban ya a punto de concluir en París. Esa copia se la mandé al presidente Echeverría. Tenía-mos en nuestra embajada un correo diplomático que le permitía al per-sonal salir a Hong Kong con boleto pagado. Participaban todos, menos el embajador. Ésa era la regla. Entonces se podían rotar desde el últi- mo canciller hasta el ministro. El correo era cada quince días, y luego fue cada mes. Llevaban una valija diplomática a Hong Kong que deposita- ban después en un avión comercial, cuya empresa tuviera ligas para llegar al aeropuerto de la Ciudad de México. Esa vez mandé directamen- te el documento al presidente Echeverría. En eso entra el mes de diciem- bre, cuando las negociaciones se atascaron porque en el proyecto, en el borrador que yo tenía en mis manos, y que le mandé al presidente, había dos o tres cláusulas en donde Estados Unidos se comprometía a

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indemnizar a Vietnam. Si ya de por sí el arreglo era muy costoso política-mente para Nixon, imposible que además aceptara indemnizar. Enton- ces sucedieron los bombardeos estadounidenses en diciembre. Estuvo a punto de romperse el acuerdo. Fue en aquella Navidad de 1972, cuan-do los B52 de Estados Unidos bombardearon las afueras de Hanoi y el Puerto de Haiphong. Finalmente, los vietnamitas tuvieron que ceder y a fines de enero de 1973 se firmó el Tratado de París sin incluir el tema de las indemnizaciones. El presidente Echeverría conoció los detalles, del penúltimo borrador de lo que sería el Tratado de París. Y de ahí se abrió la puerta para que México estableciera relaciones diplomáticas con Viet-nam del Norte y posteriormente con Vietnam del Sur, y se diera la posi-bilidad con Camboya y con Laos. De los wikileaks que han salido, y esto me lo mandó uno de mis hijos, que lo encontró, aunque hay millones de wikileaks en las redes, había uno confidencial y lo firmaba el emba- jador John Jova de Estados Unidos, donde dice que la embajada de Saigón informa de un tal Eugenio Anguiano Roch que ha propuesto que México establezca relaciones con Vietnam del Norte y que dio una conferencia en la Foreign Secretariat School. O sea, el Instituto Matías Romero. Se dice en el mensaje que no sabemos quién es este embaja-dor –qué tanta influencia tenga– más allá de que Echeverría lo nombró embajador de México en China. Dice, al final: we know that Anguiano, whose career has been meteoric, may have the right access and to influence president Echeverria in 1970 1. Esto es parte de los documentos reservados o secretos del departamento de Estado que fueron filtrados al público a través de los wikileaks. Por eso, cuando yo vine al Colegio de México en 1977, hicimos un seminario, que Víctor Urquidi aprobó, sobre China y el Sureste de Asia. Eso fue muy importante para mí.

1 Sabemos que Anguiano, cuya carrera ha sido meteórica, puede tener el acceso adecuado e influir en el presidente Echeverría en 1970.

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F.B.: Eugenio. Quiero preguntarte ahora sobre la visita de Echeverría. Eso fue en abril del 73. Quiero que me cuentes cómo fue esta visita. Viste a Mao. Quiero que me digas cuáles fueron tus impresiones de Mao, de Zhou Enlai, en fin, cómo fue esta experiencia que, cualquier persona que estudia China, daría su brazo derecho por haber tenido.

E.A.: La visita de Echeverría se programó de una manera global. O sea, él inició algo que después llamaría la propaganda gubernamental “relación con los Pueblos del Mundo”. Pero la gira fue bien pensada –y eso adquiere relevancia a la luz de que estamos viviendo ahora en nues-tras relaciones con Estados Unidos–. Echeverría quería evitar a Estados Unidos y fue primero a Canadá, después al Reino Unido, luego a Bél- gica, a Francia, la Unión Soviética, y terminó su periplo en China. En-tonces, entre la Unión Soviética y China había constantes fricciones, y cuando Echeverría estaba en Moscú, les pidió a los soviéticos –porque los soviéticos no habían ratificado el Tratado de Tlatelolco: ya lo habían firmado, pero no ratificado– que lo ratificaran, y ellos dijeron que pues no estaban seguros porque tenían el problema de China, y por primera vez Echeverría se enteró de voz –yo ya le había informado a través de mis informes a la Secretaría del conflicto entre China y la Unión Soviética. Pero ahí fueron los dirigentes Brezhnev y Kosyguin, los que personal-mente echaron pestes contra los chinos. Le advirtieron a Echeverría: tenga usted cuidado, los chinos son muy tramposos, etcétera. Cuando llega Echeverría, lo fuimos a recibir a la vieja terminal del aeropuerto de Pekín, con Zhou Enlai y varios otros funcionarios del gobierno chino. Allí se tocaron los himnos nacionales. Desde el aeropuerto hasta la casa de huéspedes Diaoyutai, en donde se alojaría el presidente, todas las calles estaban llenas de gente. Se dijo que hubo un millón de personas desple-gadas y no es una exageración. Además, todo muy bien programado, porque iban en sus coches cinco estrellas, y de pronto se paran frente a la plaza de Tiananmen –que no se podía ver porque estaban por todos lados vallas de personas, y se baja Echeverría para saludar a la gente con María Esther Zuno. De repente sale de entre la gente una china que ha-blaba español. “¡Presidente, muy bienvenido!” Bueno, desde ahí empezó

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una visita que realmente impresionó mucho al presidente Echeverría y a su esposa. Toda muy bien coreografiada, muy bien hecha, pero lo im- portante fue lo político. Lo más importante fue que China aceptó fir- mar el protocolo adicional II del Tratado de Tlatelolco, con una nota al pie donde se señalaba que el gobierno chino no se sentía obligado con el Tratado de No Proliferación, vinculado técnicamente con el regional de América Latina y El Caribe. Eso abrió la puerta para que lo firmara Francia y lo ratificara la Unión Soviética, y entró en vigor, como ya dije, el primer tratado de una zona libre de armas nucleares de la historia: ¡nada más, pero nada menos!

La cita con el presidente Mao era, más que todo, simbólica porque no estaba obligado a recibirlo. En los preparativos para la visita del presidente Echeverría yo tuve un conflicto muy serio con la delegación mexicana que hacía los arreglos de la misma. Iba encabezada por un subsecretario y por el jefe de protocolo de Relaciones Exteriores y el jefe de la sección dos del Estado Mayor Presidencial. Tuve que pararlos a todos ellos por-que exigían que se pusiera en el programa el día y la hora la entrevista de Echeverría con Mao. Los chinos habían sido claros: “se hará lo posible para que se efectúe esa entrevista, que no es protocolariamente obligato-ria. El presidente Mao es presidente del Partido Comunista de China, no es el jefe de Estado.” Volviendo a abril de 1973, en el programa de la visita de Estado de Echeverría no figuraba esa entrevista, no obstante durante el segundo día de las misma, estábamos las delegaciones en una reunión con Zhou Enlai –esa sí era una sesión de trabajo– cuando de repente el primer ministro Zhou Enlai recibió un papelito y le dice a Echeverría, –estaban discutiendo una cosa realmente secundaria, de si un país debía o no producir sus propios automóviles–, “seguimos después con esta discusión porque ahora nos vamos a ver al presidente Mao”, y le dijo a Echeverría “nada más le quiero pedir un favor: usted dígame quienes van, porque nada más pueden acompañarlo dos personas de su delega-ción. No podemos meter a nadie de prensa, pero digan técnicamente qué material necesita la prensa mexicana.” Estaban allá Fausto Zapata, Miguel Alemán, alto funcionario de Televisa y otras personalidades que no pudieron ir a la entrevista. Bueno, ni el general Castañeda, Jefe

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de Estado Mayor, tuvo acceso; nada más fuimos Rabasa y yo. Fíjense en la actitud de Echeverría, mis respetos, al llevar a su representante directo en China, a pesar de que arriba de mí había un secretario y subsecre-tarios de Estado. Asistieron el jefe de la diplomacia, Emilio Rabasa y el embajador de México en funciones en China. Así fuimos los tres, en otros coches distintos, nos llevaron a Zhongnanhai –residencia de los gobernantes chinos–, fue la primera vez que yo entré en auto a ese an- tiguo parque imperial, cruzando esas callecitas que atraviesan partes con nombres tales como Lago Mayor, Lago del Centro, etcétera, hasta que llegamos a un bungalow, a una casita, con una terraza corredor a la en-trada y su escalinata de cemento. Entraba uno a la casa y tenía las típicas puertas de dos hojas de cristal, pero con una cortinita color gris. Luego accedía uno directamente a una sala donde los sillones estaban también forrados con un cubre polvo gris, y los muros cubiertos de libros con la clásica encuadernación china. Al lado, yo me alcancé a asomar, estaba la recámara de Mao. Ahí nada más entramos los tres mexicanos que yo mencioné, y en la parte china estaban Zhou Enlai, el embajador chino en México Xiong Xianghui, y el intérprete, que fue Huang Shikang,

F.B.: Que fue luego embajador en México y en Colombia, ¡Juanito!

E.A.: Correcto, también estaba la sobrina de Mao, Wang Haijung que tenía un alto cargo en el ministerio de Relaciones Exteriores, para ayudar al interprete Huang a entender el acento hunanés del presidente Mao. Al comienzo de la reunión, nos sentamos con Mao, quien sacó su cigarrito, y de entrada le pregunta al presidente Echeverría: “Oiga, presidente, y ¿mi embajador no le ha organizado ninguna revolución allá? Obviamente, le habían informado a Mao sobre lo que yo le había dicho a Dong Biwu en la presentación de mis credenciales. Entonces Echeverría responde: “No, no, el único que hace las revoluciones allá soy yo, por eso he mandado acá a un hombre joven, para que venga a entenderse con ustedes, un hombre que es inteligente, joven“ Y entonces Mao lo paró, “No. ¡A ver, momento presidente, no eche a perder a los jóvenes! No le diga tantas cosas buenas, ¡déjelo que lo pruebe!” Y de ahí entró Mao a explicar su

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visión del mundo de entonces, que era que las dos superpotencias eran la amenaza para la paz mundial pero la más peligrosa era la superpo-tencia revisionista, los soviéticos, porque era una potencia en ascenso mientras que Estados Unidos era una potencia en descenso. Y de ahí explicó todo su concepto, que después llevaría Deng Xiaoping al año siguiente, a la sexta reunión extraordinaria de la Asamblea General de la onu. Estuviera o no uno de acuerdo con lo que Mao decía, pues esa era su concepción, a mí me quedó una impresión muy viva. Un hombre, desde luego, de gran personalidad. Yo no me lo imaginaba tan alto, yo no soy muy alto, pero tampoco chaparro; me paré muy derecho al saludar- lo de mano y de hecho estábamos casi de la misma estatura. Lo que más me impresionó es que sí tenía síntomas de decadencia física notables, por eso impedía el protocolo chino la presencia de periodistas extranje-ros en los encuentros de Mao con dignatarios del exterior. Después los chinos le darían a la delegación mexicana película y fotografías toma- das por ellos de la entrevista Echeverría-Mao. Por otra parte, Zhou Enlai me impresionó muchísimo. Un hombre tan suave, tan directo, tan profundo en la mirada; porque, además, fuera de programa, él nos acompañó a la comuna modelo Dazhai.

F.B.: Hablando de Dazhai ¿No es cierto que estuvo en México Chen Yonggui, el héroe de Dazhai?

E.A.: Sí, fue una visita muy interesante por el simbolismo que repre- sentaban en aquel momento, en la época de Mao, las comunas populares. Chen Yonggui vino a México con una numerosa delegación de su país, y aquí lo recibieron los secretarios de Agricultura, de Recursos Hidráuli- cos y de Reforma Agraria, e hizo una gira impresionante en la República Mexicana con toda su delegación y con un grupo muy nutrido de mexi-canos. Arrancamos esa visita desde Ciudad Obregón y la presa Álvaro Obregón, seguimos por Hermosillo, Sinaloa con visitas en Culiacán y en varios ejidos del Estado, luego Nayarit, la Ciudad de México y termina-mos en Tabasco y Chiapas, Palenque, el cañón del sumidero y la presa de Chicoasén. Viajamos en avión, helicópteros, camión y automóvil. En

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Palenque, el antropólogo Eduardo Matos explicó a los visitantes chinos la historia de las ruinas arqueológicas y los invitó a que preguntaran. La pregunta de Chen Yonggui, que era un campesino casi analfabeto pero el jefe de la delegación de su país, fue: “¿Cuántas horas-hombre necesi- tó la construcción de este sitio?” Esta era la retórica que se usaba enton-ces en China Popular para explicar la Gran Muralla, o los hallazgos de la Revolución Cultural, como era la tumba del primer emperador chino: no sobre la grandeza de ellos sino del esfuerzo humano para construir tales obras. Bueno, esa visita fue muy importante porque en los ejidos que visitamos, la gente local estaba muy impresionada con la figura de Chen Yonggui: curtido por el sol, con su turbante-toalla en la cabeza, y le hicieron grandes fiestas. En un ejido en Sonora se puso una manta que más o menos rezaba: “somos hermanos, los campesinos comunis- tas chinos y los campesinos comunistas mexicanos.” Fue una visita nota-ble. ¿Por qué vino Chen Yonggui? Como reciprocidad a la visita oficial que había hecho Echeverría, acompañado de Zhou Enlai, a la comuna de Dazhai, que impresionó vivamente al presidente nuestro.

Otra cosa relevante de esa visita de Echeverría fue el recorrido que hicimos a una comuna a las orillas de Pekín; una comuna que tenía dos nombres: Amistad Sino-Coreana o Comuna Siempre Verde para visitan-tes no comunistas. Cuando llegamos a la comuna gran sorpresa; ¿quién crees que era el funcionario encargado de recibir al visitante y enseñarle la comuna a Echeverría? Deng Xiaoping, que acababa de ser rehabilitado. Yo no me había percatado de esa presencia hasta que Domene, quien iba en la comitiva, me dijo “mira, ahí está Deng Xiaoping”. Después él volvió a aparecer en la cena oficial de esa noche. Era su segunda aparición en público. Antes había estado con otro dignatario- estoy hablando de abril de 1973. Para mí, todo eso fue una experiencia notable, fui muy privi-legiado, entre todos los embajadores (muchos, incluso los europeos). Como el embajador soviético, con el que me llevaba muy bien, Vasily S. Tolstikov, un hombre muy rudo, que había sido comisario del ejército soviético y secretario del partido en Leningrado, actual San Petesburgo .

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F.B.: ¿Tú jugabas hockey, en la embajada Soviética, verdad?

E.A.: Si, así es. Tolstikov era un hombre durísimo, que no vaciló en de-cirle a la esposa del embajador de Austria en su despedida: “Yo conozco a su país, su ciudad Viena, es muy bonita.” “¿Ah sí, ¿cuándo estuvo?” “Cuando la ocupamos.”. La pobre señora dijo, “What a horrible memory” 2, o algo así. Vasily Tolstikov me dijo: “Oye, embajador (él nada más habla-ba ruso y tenía un intérprete que lo hacía en varios idiomas, entre ellos el español), qué suerte tuviste de ver a Mao. A mí me hubiera gustado verlo, después de todo lo que nos ha pasado. Pero yo soy el primer embajador [soviético] que ha venido a China a componer un poco las relaciones.”

F.B.: Eugenio, según recuerdo, uno de los resultados de la visita de Echeverría fue que ofreció becas a estudiantes chinos para que vinieran a estudiar a Méxi-co. Este programa lo conozco muy bien porque vinieron al Colegio de México a mejorar su español y a tomar cursos sobre historia de México, de América Latina, en fin, todo lo que tenía que ver con su formación tanto lingüística como de ciencias sociales con miras a América Latina. ¿Cómo fue eso?

E.A.: Eso me parece una visión de Echeverría insospechada. Cuando conoció a los intérpretes chinos que traducían en sus entrevistas con Mao y Zhou Enlai, preguntó quiénes eran y dónde habían estudiado. Le respondieron que eran funcionarios del ministerio de Relaciones Ex- teriores y que habían estudiado en Cuba, en los años sesenta. Entonces se le ocurrió que en México se hiciera un programa para que vinieran acá funcionarios similares, de los que quisieran, pero obviamente el mensaje era para los del ministerio chino de Relaciones Exteriores. Además, agre-gó otra cosa: invitó a varios niños a venir a México a aprender español. A ese grupo de niños se lo llevaron con el Secretario de Educación Víctor Bravo Ahúja y su esposa, Gloria, a Oaxaca al programa que tenían para la enseñanza del español en las comunidades indígenas de Oaxaca. El pro-grama de adultos se realizó en El Colegio de México y comenzó pocos

2 ¡Qué horrible recuerdo!

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meses después de que terminara la visita de Echeverría; el programa se prolongó y duraría todo el gobierno de Echeverría y el de López Portillo. Eran grupos de docenas, a veces dos docenas y media, en su mayoría hombres y unas cuantas mujeres los que llegaron aquí a participar en ese programa. Como en aquella época todavía no estaban muy confiadas las autoridades chinas en dejar a sus estudiantes, aunque fueran adul-tos, que vivieran donde pudieran, el presidente Echeverría les puso una casa de asistencia en la calle de Nueva York y estudiaban en El Colegio de México. Ya todos los que venían sabían algo de español, de manera que muy rápido, en lugar de ponerse a estudiar solamente la lengua, incursionaron en cursos de historia de México, la situación política de México, y de paso de América Latina. Fue una gran aportación en la for-mación de cuadros del gobierno y el partido comunista chinos. Muchos de esos egresados del Colegio de México más adelante serían embajado-res de su país y otros se convirtieron altos funcionarios. Recuerdo mucho a uno de ellos que llegó a ser un importantísimo traductor del Comité Central del Partido Comunista. Fue un gran programa.

F.B.: Yo todavía mantengo amistad con algunos de ellos. La mayoría ya están jubilados, pero fueron muy importantes para las relaciones entre China y México.

E.A.: Este programa pudo realizarse porque las relaciones de Cuba y China, que habían empezado muy bien en el año de 1960, se habían enfriado después de la crisis de los misiles y del conflicto entre China y la Unión Soviética, ya que Cuba le dio su apoyo a Moscú. Entonces no te- nían otro lugar donde mandar a sus gentes a estudiar español y, cuando se presentó la posibilidad de México, encontraron otra vía. Después se abrirían muchos otros países.

F.B.: Ahora se van a España.

E.A.: Desgraciadamente hemos perdido ese tipo de contacto. Sí, lo fi-nanció demasiado tiempo México con la casa de asistencia y, en la época

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de López Portillo, debió haberse hecho un arreglo distinto de manera que el gobierno chino cubriera parte de los costos para que el progra- ma siguiera.

F.B.: Me parece extraordinaria toda esta parte de la visita de Echeverría, de veras qué envidia. ¿Cómo se fue plasmando y modificando tu imagen de China?

E.A.: Yo partí de la idea de que la recuperación del asiento del país llamado China por parte de la República Popular en la onu era realmen-te un cambio notable, comparado con los veintidós años anteriores. Y que, de muchas maneras, la revolución maoísta tenía que entrar a un periodo de apertura política. No hay que olvidar que, en esa época, la época en que Mao logra recuperar el asiento de China en la onu, ha- bía ocurrido el incidente de Lin Biao, en septiembre de 1971. Cuando yo llegué a China, Lin Biao ya había desaparecido de la luz pública y había una campaña de crítica en su contra, misma que se amplió en el segun-do semestre de 1973 a Confucio (pi-Lin pi-Kong). Uno se preguntaba: ¿qué tiene que ver Confucio, que vivió dos mil quinientos años antes de Lin Biao, con éste? No había una versión oficial del gobierno chino de un intento golpe de Estado de Lin Biao hasta ese momento, principios de 1973, pero Domene me había llevado un documento que consiguió en el grupo de wucanhui, que pensamos era apócrifo y seguramente filtrado por Taiwán; se intitulaba “Documento 571”. Esto lo revelarían hasta el Décimo Congreso del Partido Comunista Chino, de agosto de 1973, el cual duró sólo cuatro días en medio de una total secrecía. El Con- greso tuvo lugar cuatro meses después de la visita de Echeverría y nunca se supo cuándo empezó, pero sí cuándo terminó, porque empezaron a sonar cuetes en toda la ciudad. Ahí fue cuando oficialmente se dijo que Lin Biao, su esposa Ye Qun, el hijo de ambos y otros militares habían intentado un golpe de Estado contra Mao Tse Tung, y que ¡el nombre del proyecto era “571”! O sea, el documento que pensamos unos meses antes que era apócrifo resultó ser verdadero. A partir de ese momento co-mienza una campaña que denuncia el intento de golpe de Estado de Lin

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Biao, a consecuencia del cual habían muerto él y sus acompañantes cuan-do el avión militar en que intentaban huir a la Unión Soviética (extraño, porque Lin había sido un feroz crítico de Moscú) se estrelló en territorio de Mongolia Exterior, y las noticias oficiales agregaban que una de las hijas del matrimonio Lin-Ye había delatado el complot a Zhou Enlai.

Después del Congreso se vincula la campaña contra Lin Biao con Confucio. ¿Qué estaba pasando? Una lucha de facciones. Se había hecho una pequeña apertura cultural, junto con la política surgida después del ingreso de la República Popular a la onu. Evidentemente, estaba ocu-rriendo en lo político interno una enorme purga de militares que habían sido seguidores de Lin Biao. Nos dimos cuenta de ella indirectamente porque los gobiernos revolucionarios provisionales que había en todo el país y estaban dominados antes por militares, empezaron a reformarse y a meter más civiles. Y luego, la otra cosa es que quedó tan disminuida la imagen de Mao dentro del liderazgo chino, porque de repente su segun-do de a bordo era el nuevo traidor, que ya nadie creía nada. Y al mismo tiempo, el grupo de la Revolución Cultural, o sea, la famosa “banda de los cuatro” a la que pertenecía la esposa de Mao, se dan cuenta de que es- taban perdiendo muchas posiciones y que era momento de volver a atacar a los moderados. Entonces se lanzan contra Zhou Enlai. Mao des-confiaba de Zhou Enlai por sus tratos con Estados Unidos. Ya había caído Nixon y su sucesor, Gerald Ford, visitó China en diciembre de 1975. Fue entonces cuando –lo sabríamos mucho tiempo después– Mao estuvo a punto de defenestrar públicamente a Zhou Enlai. En realidad, Mao había ordenado el regreso de Deng Xiaoping desde 1973, para que fuera tomando el control con sus cargos de antes, excepto el de secretario general del partido, de los asuntos del primer ministro, y en particular, los concernientes a las relaciones con Estados Unidos. Por otro lado, a Zhou Enlai se le había diagnosticado una enfermedad terminal. La última aparición pública de Zhou en Pekín fue en el IV Congreso de la Asamblea Popular de enero de 1975, cuando terminaron por resta-blecerse los sistemas institucionales de administración de antes de la Revolución Cultural, y se aprobó una segunda Constitución Política en la que quedó suprimido el cargo de presidente de la República. Zhou

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Enlai quedó ratificado como jefe de gobierno, primer ministro, pero ya estaba prácticamente retirado. Ese momento fue muy anticlimático porque en el banquete que ofreció Zhou Enlai, poco después del Congreso, a funcionarios chinos, cuerpo diplomático y prensa nacional y extranjera, era evidente que los días de vida del premier estaban con-tados. Me acuerdo muy bien, porque compartíamos la misma mesa los diplomáticos que habíamos llegado en fechas más o menos iguales, que el embajador danés, Janus Paludan se emocionó tanto de ver a Zhou Enlai, que se subió a la mesa para aplaudirle. El embajador de Bélgica, que era muy conservador, y que había estado en México antes, estaba escandalizado. “Un europeo no se porta así.”

Para mí en lo personal el otoño del 75 fue clave, porque me empe- zaron a pasar muchas cosas; entre otras, que el presidente Echeverría me dijera que se terminaba mi función y que me preparara para otra que, a la postre, no se realizó. Cuando les aviso a los chinos que ya me iba a ir, incluso presenté la petición de beneplácito al gobierno chino de mi sucesor, me preguntaron: –¿Qué quiere hacer usted de despedida? –Yo quiero visitar Tíbet, respondí. El jefe de protocolo Han Xu, quien des-pués habría de ser un gran embajador en Estados Unidos, dijo: vamos a preguntar; en caso de que no se pudiera lo llevaríamos a las gargantas del Yangtse. A los pocos días me manda llamar al protocolo y me infor-man que la cancillería y el gobierno de China me invitaban junto con mi esposa al Tíbet.

F.B.: ¡Cuando yo llegué a China, invitada por ti en el 75, no estaban porque estaban en Tíbet!

E.A.: Sí, el protocolo había advertido que nadie más de la Embajada es-taba invitado y me pidieron un favor: que no le dijera a nadie de nuestro viaje al Tíbet sino hasta que regresara del mismo, porque si no habría una avalancha de peticiones de otras embajadas para ir allá. El día que Teresa y yo partimos hacia Lhasa, fue Bush a visitar a Deng Xiaoping a despedirse porque ya terminaba su misión en China. Entonces, cuando el jefe de la Oficina de Enlace estadounidense sale de su entrevista, periodistas de

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prensa internacional le preguntan a Bush qué le había dicho Deng, a lo cual respondió que había sido muy cálido en la despedida y que le había comentado que en esos momentos de la mañana el embajador de México iba en camino a Tíbet. Entonces la noticia de mi viaje le dio la vuelta al mundo. El vuelo se hizo por etapas. Salimos con destino primero a Taiyuan, capital de Shanxi, mismo día llegamos a Chengdu, capital de Sichuan. El segundo día volamos después de la media noche, para alcanzar la cima de unas montañas que son estribación del Himala- ya, para que desde allí los pilotos se pudieran comunicar por radio a Lhasa para ver cómo estaba la neblina. Así de precarias eran las comu-nicaciones entonces. Llegamos a Lhasa, nos recibieron en el aeropuerto dos mujeres jóvenes vestidas como se vestían todas las mujeres en Chi-na: trajes llamados Mao, sus trenzas, y todas chapeadas por el sol, y con bolsas de hule con oxígeno. En el coche venían ellas adelante, nosotros atrás, y en la noche fuimos a una cena. Venían de la cancillería china algo así como quince personas con nosotros; desde luego intérpretes, tres funcionarios y gente de seguridad. La visita fue bastante generosa a pesar de que estaba todo tan controlado, porque nos permitieron ir a Shigatse, fuimos de Lhasa a Shigatse. Me acuerdo que, para irme, me preparé con Domene y con la guía Nagel suiza. La Nagel describía con detalle el palacio del Potala que había sido bombardeado por la artillería china en 1959, cuando el levantamiento del Dalai Lama: Se suponía que el Hall Occidental de los sutras estaba dañado de tal manera que no lo habían podido reconstruir en su estilo arquitectónico original. Pero en verdad cuando visitamos el Potala pudimos apreciar, sin ser verdaderamente expertos, que el Hall citado estaba completo e igual a lo descrito en la guía Nagel.

Cuando regresé a Pekín me encontré con una nube de periodistas, porque la noticia de mi visita había sido ya difundida entre otros periódi-cos por el International Herald Tribune en su edición de Hong Kong, que había puesto en su primera plana un encabezado que más o menos leía así “Mexican Envoy to Tibet”3. Un periodista me preguntó concretamente

3 Mexicano enviado al Tíbet.

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si había visitado el Potala y cómo había encontrado el Hall Occidental de los sutras, a lo que respondí que completo. Fui el primer embajador y el primer diplomático extranjero acreditado en China que visitaba el Tíbet, desde 1959. Antes de este año habían estado en esa región di-plomáticos y funcionarios indios, butaneses, y nepaleses. Supongo que cuando el gobierno chino tomó la decisión de que el pionero post 1959 fuera yo, sopesaron varias opciones: no podía ser un embajador del bloque socialista porque sería un testigo imparcial; tampoco uno de Asia que conociera la zona y podría ser un preguntón incómodo; tampoco un europeo occidental. Tendría que ser alguien del Tercer Mundo que no estuviera ni tan desinformado como para que sus descripciones de lo visto fuesen irrelevantes, ni tampoco tan informado como para criticar la marginación de los monjes tibetanos. Y además que no se les pudiera morir el invitado de un infarto. Un mexicano que vive a 2,300 metros sobre el nivel del mar, de 36, 37 años ¡Eso era lo ideal! ¡México, nuestro país amigo! Entonces, todo lo midieron muy bien. Ésa fue mi despedida de mi primera misión diplomática China Popular.

F.B.: Eugenio, tú regresaste a China en abril de 1982. Todos nos quedamos muy sorprendidos ya que no es muy frecuente que vaya un embajador por segunda vez al sitio en donde ha estado antes. ¿Cómo sucedió esto?

E.A.: Yo estaba trabajando en la Secretaría de Relaciones Exteriores como director en jefe para asuntos económicos y participé en la Reunión Cumbre Norte-Sur de Cancún de octubre de 1981 que fue el último esfuerzo mundial de negociaciones económicas norte-sur. En esa reu-nión participó Zhao Ziyang, que ya era primer ministro interino y, en consecuencia, la suya fue la primera visita de un jefe de gobierno en la historia de la República Popular China al continente americano. Cuando Deng fue a Estados Unidos, era vice primer ministro. Para la reunión cumbre de Cancún vinieron también dos personajes con mentalidad muy ajena a la idea de la cooperación internacional para el desarrollo: Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Fue la última reunión internacional en que se intentó modificar el orden económico mundial mediante una

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negociación política multilateral; eso iba contra de la corriente neolibe-ral, que estaban justamente empujando el presidente de Estados Unidos y la primera ministra del Reino Unido. En ese contexto, cuando terminó la reunión cumbre, le planteé al canciller, que era Jorge Castañeda de la Rosa, Jorge Castañeda padre, y al presidente López Portillo –a quién yo nunca le agradé mucho, pero sabía de mi papel como embajador en China–, la petición de volver a ese país con el mismo cargo de antes; y aproximadamente me dijo lo siguiente: “Bueno, a usted le gusta China, pues váyase allá”. Y me fui, y ahí estuve. Mi segunda estadía fue de casi cinco años y medio, más larga que la primera.

F.B.: Sí, yo los visité varias veces. Tú habías estado en China hacía algunos años atrás y te encuentras con una China absolutamente diferente: es la era de Deng Xiaoping. Cuéntame así, resumidamente, cuáles eran los cambios. Nada más te recuerdo que era la época en la cual lanzaron las cuatro moderniza-ciones, que China se abrió también a la inversión extranjera, que se hizo más fuerte el programa de planificación familiar introduciendo la política de un solo hijo, cayó la facción izquierdista de la llamada “Banda de los Cuatro”, etcétera. Entonces quiero que me cuentes tu visión de China cuando llegaste, las diferencias que encontraste.

E.A.: Llegué, en abril de 1982. En ese momento, yo tenía la fortuna de haber conocido personalmente a Deng Xiaoping cuando Echeverría llegó en 1973 y era la primera reaparición pública de Deng, después de su primera defenestración de 1966. Después sería otra vez purgado, de manera menos dura, en 1976. Llegué a una China en la que, efec-tivamente, estaban ejecutándose las famosas cuatro reformas para modernizar en este orden prioritario: la agricultura, la industria, la ciencia y tecnología, y la defensa nacional. Esas modernizaciones se anunciaron desde fines del 1978, y aún antes, pero empezaron a ejecu-tarse en 1980. Así, se abrieron las zonas económicas especiales, entró capital extranjero en volúmenes impresionantes de inversiones directas: ¡capitalismo puro!, ¿o no? Pero claro, China comunista ya estaba en las Naciones Unidas desde octubre de 1971, pero reclamaron su derecho a

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formar parte del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial apenas en 1980. Entonces llegaron representaciones de esas dos insti-tuciones económicas multilaterales a Pekín y trabajaron muy bien con los chinos.

F.B.: ¿Qué pasó con las relaciones con México?

E.A.: Se abrió la economía china sobre todo, obviamente, a los inver-sionistas de países económicamente avanzados, desarrollados, como Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, España y los países nórdi-cos de Europa Occidental; China intensificó y diversificó sus intereses económicos con el exterior. De Asia, además de Japón que ya tenía rela-ciones con la República Popular desde 1973, llegaron Singapur, Malasia y, más tarde, Corea del Sur, que había sido enemiga de la República Po-pular. En ese contexto de apertura económica, el gobierno chino brindó facilidades para que México también entrara en sus operaciones econó-micas; particularmente a Pemex. Pero era la época en que en México estaban muy entusiasmados en “administrar la abundancia”, como dijera López Portillo. Y al director de Pemex, el ingeniero Díaz Serrano, no le interesó en lo más mínimo participar en los contratos-riesgo que Chi-na estaba suscribiendo con varias empresas extranjeras y trasnacionales petroleras para la exploración y explotación de petróleo y gas marítimo en la plataforma continental de China. En cambio, Petrobras de Brasil sí lo hizo, uniéndose a un consorcio de empresas de varios países para bajar costos. En total, unas 43 empresas petroleras, privadas y estatales de varios países invirtieron en ese campo y encontraron petróleo. China dio un salto en los subsiguientes años: de ser intrascendente, a ser el sexto o séptimo productor mundial de petróleo crudo, la mayor parte del cual lo exportaba. Esas oportunidades no las aprovechamos nosotros. El gobierno chino, de 1982 en adelante, todavía se acordaba mucho de México y del acercamiento que había promovido Echeverría con China, y quería darnos facilidades que los agentes económicos mexicanos no aprovecharon. Ya hablé de lo de Pemex, pero tampoco hicieron nada los inversionistas privados mexicanos, que entonces no veían mucho

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al exterior. Ahora sí hay varios inversionistas mexicanos en China, pero no tantos como uno quisiera. A eso hay que agregar que pocos meses después de mi llegada, cuando termina el gobierno de López Portillo, viene la gran crisis financiera mexicana que llevó en los siguientes ocho años al estancamiento económico con inflación; lo que los economistas llaman “estanflación,” por ser un fenómeno de estancamiento con infla-ción y ya no hubo manera de hacer nada. Así nuestra embajada, perdió la importancia política y la gran deferencia que le daba el gobierno chi- no, por el interés que ese gobierno llegó a tener por México en la era de Mao, en que se consideraba a nuestro país como un actor internacional importante. Ya no nos necesitaba tanto, porque ya tenían diálogo directo y relaciones diplomáticas plenas con Estados Unidos. Nuestra emba- jada perdió esa primacía, ese lugar, realmente, esa posición de privilegio de tener acceso a los grandes dirigentes chinos de la época. Una de las co- sas que me pasaron a mí como embajador de México en China es que, como no había dinero de México, muchas misiones oficiales que ya es-taban comprometidas para participar en reuniones internacionales de diversas índoles, que se celebraban en Asia, las tuve que cubrir yo, por- que era más barato que me mandaran las instrucciones a mí, en vez de pagar pasajes y viáticos para varias personas desde México. Y funcionó muy bien el sistema a pesar de que todavía no se generalizaban los correos electrónicos, pero por varios conductos me mandaban instruccio- nes para conferencias de tecnología, desarrollo industrial, medio ambien-te, inversiones, etcétera, y pude trabajar mucho en temas internacionales.

F.B.: Además de lo económico, ¿qué cambios políticos viste?

E.A.: En lo político, además hay que mencionar que, a partir del 1982, Deng Xiaoping logra consolidar la idea que tenían él y sus colegas vete-ranos de restaurar las instituciones y al partido comunista en el nivel que tenían en los años cincuenta. Esta restauración se formaliza en el duo- décimo congreso del Partido Comunista, en el cual invitaron por prime-ra vez desde 1956 a diplomáticos para que asistieran a la inauguración y a la clausura del Congreso. En los años 60 y 70 ningún extranjero,

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diplomáticos o personalidades extranjeras amigas, fueron invitadas a presenciar dichos congresos. En el número 12, de 1982, tuve oportu-nidad de observar desde la galería (palcos de honor) el arranque del congreso, del cual surgió un nuevo liderazgo, compuesto por vetera- nos y dirigentes de edad media. Se designó, por ejemplo, un nuevo se-cretario general (quedó abolido el cargo de presidente del partido), que era uno de los dos lugartenientes de Deng, llamado Hu Yaobang. Al año siguiente vino la Asamblea Nacional Popular, y ahí se restableció la figu- ra de presidente de la República, y el primer ministro fue Zhao Ziyang, el segundo lugarteniente de Deng Xiaoping. De ahí hasta 1987, que yo estuve en China, funcionó esa idea de apertura económica, refor- mas económicas de variada índole, junto con un concepto de liderazgo colectivo del Partido Comunista de China. No se trataba, como piensan algunos, de incorporar conceptos de reforma política de tipo occiden- tal, de las democracias liberales; eso nunca estuvo en el esquema de Deng, ¡jamás! Entonces, lo que se hizo fue restaurar el sistema políti-co que habían fundado los comunistas chinos en los años cincuenta, y funcionó muy bien por cinco años, pero se empezaron a asomar las semillas de una crisis política que habría de explotar en junio de 1989. Pero en el tiempo de mi segunda reencarnación en China lo que sur-gió fueron los “muros de la democracia.” En las calles más populosas de Pekín y otras ciudades, donde se pegaban carteles dazibao que deman-daban una quinta modernización: la política. Pero la modernización política no al estilo que había pensado Deng, sino al estilo occidental y la primera víctima política fue Hu Yaobang, a quien hicieron renun-ciar a principios de 1987, el último año que yo estuve en China, con la aprobación incluso de Deng, su padrino político. Hu salió del comité permanente del buró político del partido, pero siguió en el comité per-manente. Después, en 1989 moriría de muerte natural. Cuando salía de China por segunda vez, pedí despedirme de Zhao Ziyang, que había sido primer ministro hasta la renuncia de Hu Yaobang, a quien Zhao sustitu- yó como jefe virtual del partido (Deng era el poder tras el trono); y entra como jefe de gobierno un hombre que habría de ser muy controvertido: Li Peng, a quien la gente llamaría en 1989 “el carnicero de Tiananmen”.

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En ese contexto, a pesar de que ya no era la embajada de México tan importante para las acciones políticas internacionales de China, porque ella ya tenía otros socios de diálogo más atractivos, yo tuve acceso por lo menos al secretario general del partido comunista, Hu Yaobang, y al que lo sucedió, Zhao Ziyang. Así terminó, digamos, en la parte política, mi misión en 1987, que se prolongó por razones fortuitas, iba yo a salir en mayo y se prolongó hasta más allá de la mitad junio del 87.

F.B.: Fue precisamente justo después de que tú te fuiste que yo fui a China a hacer una investigación y te puedo decir que fue la época más abierta que yo he conocido en China. Tenía una gran libertad, mis amigos chinos me visitaban, me invitaban, y eso se acabó en 89.

E.A.: Los amigos extranjeros, digamos, los especialistas extranjeros, que tenían años viviendo en China, algunos que habían sido purga- dos, reaparecieron todos, y venían a la embajada, a comidas… Hay varios incidentes que recuerdo aquí. Uno muy feo, con David Bonavía, que empezó a decirle a aquella gran mujer que fue purgada desde Yan’an, Ding Ling: “A ver, ¿por qué estás sentada aquí con éstos [se refería a funcionarios chinos] que te purgaron?”; en fin, había más apertura. Posiblemente la diferencia con la apertura de 1976 en adelante, es que la de los ochenta fue una apertura de tipo económico. No había una clase media china como la que ahora uno ve en los en los restaurantes de China. En la primera mitad de los 80 todavía había restaurantes de chinos y de extranjeros separados; aunque estaban los restaurantes de los hoteles abiertos a todos, pero no se formaba todavía una clase media. Efectivamente fue una época de gran apertura, y para algunos ex-tranjeros diplomáticos, que les encantaban las antigüedades, fue la época de oro; se abrieron las tiendas de antigüedades; en anticuarios como por ejemplo del barrio de Liulichang se hacían los grandes negocios.

Concluyo diciendo esto (comparando a México con China): cuando viene la apertura económica china, en México surge la crisis financiera de 1982, últimos años del gobierno de López Portillo, segui-da de la nacionalización de la banca, la devaluación y todos los demás

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contratiempos que conoces y que dejaron como herencia al gobierno de Miguel de la Madrid una deuda externa muy grande, y para acabar de complicar las cosas, el terremoto de 1985 que a mí me tocó estando en China. Nos despertábamos en Pekín oyendo la bbc, en un radio de onda corta, y ese día la noticia principal fue que el puerto de Acapulco había desaparecido y la Ciudad de México estaba destruida por un terre-moto. Así empecé yo la mañana, tiempo de Pekín, del 20 de septiembre de 1985, un día después de la tragedia en México.

F.B.: Lo último que te quiero preguntar Eugenio, aunque sería estupendo seguir conversando y que me contaras mucho más, desde tu regreso de China, ¿qué ha pasado, según tu percepción, qué pasa con China y qué pasa con las relaciones de México con China? Se dice que el gobierno mexicano nunca ha demostrado un interés muy grande en China.

E.A.: Eso es cierto parcialmente. Digo parcialmente, porque finalmente todos los presidentes mexicanos, todos, han ido a China en visita oficial desde el establecimiento de relaciones diplomáticas con China Popular, y regresan de su visita con un gran interés sobre China y ponen a un nuevo asesor para que impulse un nuevo programa con China. Pero a mí juicio, lo que más ha fallado no son esos arrebatos temporales de inte- rés y desinterés, sino la incapacidad institucional mexicana para impul- sar las cosas. Porque se crean grupos de alto nivel, incluso se inventan que tenemos una relación entre México y China, de carácter “estratégi-co,” como anunciaran el premier Wen Jiabao y Vicente Fox en la visita de aquel a la Ciudad de México. Luego, cuando viene el presidente Xi Jinping, ya en la época del presidente Peña Nieto, y algo tenían que agre-gar, dijeron conjuntamente que “México y China son socios estratégicos integrales”. Whatever that means.4 Es decir, en el caso mexicano lo ideal choca con la incapacidad institucional para empujar al sector privado a que se interese en China. Ahora hay más movimiento del sector priva-do en México que en mi época no existía, pero todavía es limitado en

4 Lo que eso quiera decir.

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relación al potencial. Y tampoco creas que en China hay mucho interés. En los años 80, 90, China se volcó a Europa, a la economía, al mundo, y a Asia. Si uno revisa el fenómeno del desarrollo económico chino, es- pecialmente de la industria y la de las cadenas de valor, es con Asia, especialmente con Japón y Corea del Sur, es allí a donde el interés chino se ha volcado. Es hasta los años 2000 que los chinos vienen a América Latina y en 2008 sacan el libro blanco sobre América Latina. En 2014 lo repiten, y es hasta ahora cuando están interesados, pero no siempre ha sido así. El caso es que, cuando nos tuvieron en la mira, en los años 70 –la primera vez que estuve– era por la circunstancia política inter-nacional que se vivía. México era para la República Popular su primera introducción en el continente americano, en un país cerca de los Esta- dos Unidos, que era todavía su adversario, a pesar de la visita de Nixon. Esas circunstancias históricas fueron después muy cambiantes.

F.B.: Bueno, muchísimas gracias, Eugenio.

E.A.: Al contrario, Flora, ha sido un placer.

Bibliografía

Engel, Jeffrey A. 2008. The China Diary of George H. W. Bush. The Making of a Global President. Princeton University Press: Princeton.

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Algunos recuerdos de Eugenio Anguiano

Yunao Shen

En la larga trayectoria diplomática de Eugenio Anguiano Roch, tuve el placer de coincidir con él en varios países y en diferentes periodos.

Eugenio tuvo el privilegio de sentar un antecedente raramente visto en los círculos diplomáticos: representar a México en China como Em-bajador, en el comienzo de la década de los 70 del siglo pasado, y diez años después, volviendo a ejercer la misma función a principios de la década de los 80.

En ambas ocasiones, yo trabajaba en la Cancillería de China, primero como Subdirector de la Sección de América Latina en la entonces Di-rección General de Europa y las Américas, y después, como Subdirector General al cargo de América Latina y el Caribe en la Dirección General de las Américas y Oceanía. Debido a ello, durante los dos mandatos de Eugenio como Embajador en China, tuve la oportunidad de atender directamente los asuntos de México y no faltaron ocasiones para vernos.

Como si eso fuera poco, más tarde tuve la suerte de encontrarme de nuevo con él en otras tres ocasiones: en 1987, cuando yo trabajaba en Buenos Aires como Embajador de China en Argentina, Eugenio también fue nombrado Embajador de México en el mismo país. En 1993, cuando representaba a China en Brasilia, Eugenio también llegó allí para empren-der su nueva misión en Brasil. Posteriormente, entre 1996 y 2001 tuve el honor de representar a China en México, mientras Eugenio se dedicaba

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a su honrosa labor de enseñanza e investigación académica sobre Asia y Africa en general, y China en particular, en el prestigioso Colegio de México y otras instituciones docentes.

En síntesis, a Eugenio lo conocí en Pekín, y con el correr del tiempo, continuamos nuestra amistad en diversos países durante varias décadas. De entre muchos recuerdos que guardo de Eugenio Anguiano, lo que más me impresionó fue cuando él llegó a Pekín para asumir el cargo del primer Embajador de México en Pekín porque se rompieron varias reglas, para entonces comunes, del protocolo.

China y México establecieron relaciones diplomáticas el 14 de fe- brero de 1972. Fue un acontecimiento de trascendental significado lla-mado a marcar una nueva época en las relaciones bilaterales y al que ambos países concedieron suma importancia. Para México, se trataba de un paso primordial de apertura diplomática y de multilateralismo en la política exterior del gobierno de Luis Echeverría. Para China, se trataba de abrir relaciones oficiales con el vecino sureño inmediato de Estados Unidos, y el mayor país latinoamericano en aquel entonces (hasta ese momento Brasil y Argentina no tenían relaciones diplomáticas con la República Popular China).

Además de la notable significación geopolítica, el acercamiento de China con México también tiene mucho valor desde ángulos históricos, culturales y económicos. La famosa “nao de china”, que prolongó la mi-lenaria “ruta de la seda” hasta América llevando una enorme cantidad de artículos de lujo y de uso diario de Oriente, y las cuantiosas monedas de plata mexicanas con imágenes de águilas, que circularon ampliamen- te en el territorio de China, evocan facilmente los lazos tradicionales que unieron a nuestros pueblos con efectos duraderos en diferentes épocas.

Los gobiernos de China y México publicaron un comunicado con-junto al respecto anunciando el mismo día la relevante decisión bilateral, conforme a una práctica habitual. Pero acto seguido, ocurrieron algunas prácticas poco comunes: conscientes de la importancia de tal aconteci-miento, y para dar mayor relieve al evento, el gobierno chino accedió a la sugerencia de la parte mexicana de publicar simultaneamente sendos nombramientos de sus Embajadores para acreditarse en el otro país:

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como consecuencia de ello, el gobierno chino nombró el 8 de abril de ese año a Xiong Xianghui como Embajador de China en México. El mismo día, el gobierno mexicano nombró a Eugenio Anguiano como Emba- jador de México en China. Ambos nombramientos fueron publica- dos el día siguiente en los principales diarios de ambos países.

La importancia que los gobiernos chino y mexicano asignaron a la apertura de las relaciones diplomáticas entre sí, se reflejaba también, entre otras cosas, en la selección de los respectivos primeros Embajadores.

El Embajador Xiong Xianghui, hombre de mucha confianza de Mao Tse Tung y Zhou Enlai, jugó un papel singular en la historia revolucio- naria de China y tenía amplia experiencia en asuntos internacionales. Por su parte, el Presidente Echeverría escogió como primer Embajador mexicano para China, a Eugenio Anguiano, entonces Embajador de México en Costa Rica, “joven preparado y destacado economista”, en palabras del propio Presidente Echeverría cuando así lo presentó al Pre-sidente Mao Tse Tung en su posterior visita de Estado a China.

El 9 de agosto de 1972, también por un previo acuerdo bilateral, los Embajadores Xiong Xianghui y Eugenio Anguiano entregaron respec-tivamente las cartas credenciales al Presidente interino Dong Biwu de China y al Presidente Luis Echeverría de México el mismo día.

Vale la pena subrayar que tanto la publicación simultánea de los res-pectivos nombramientos de Embajadores, como la entrega de cartas credenciales de los dos Embajadores en el mismo día, fueron algo fuera de lo común en la historia diplomática.

Tras estas disposiciones excepcionales, el flamante Embajador mexicano, de sólo 34 años, empezó sus funciones en Pekín. Hizo visitas de cortesía a diversas autoridades chinas. La entrevista más interesante fue con el entonces Primer Ministro Zhou Enlai.

Introducido por el Director General de Protocolo chino, Zhou En-lai lo saludó y miró atentamente a Eugenio con su carismática sonrisa, y le preguntó por su edad. En la conversación con Zhou Enlai, Eugenio tuvo la oportunidad de hablarle de temas de América Latina. El joven Embajador mexicano, ágil y elocuente, impresionó gratamente al Primer Ministro chino. Tanto es así, que terminada la entrevista y después de

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despedirse de Eugenio, Zhou Enlai preguntó al Ministro de Relacio-nes Exteriores de China, Ji Pengfei, quien estuvo presente, ¿cuál era la edad media de los Embajadores chinos en el exterior? Ji respondió que era de alrededor de 60 años. Zhou Enlai meneó negativamente la cabe- za diciendo: “(edad media) muy alta, muy alta. Mire ese Embajador lleno de vigor, sólo tiene 30 y tantos años, está en la flor de la vida”.

En esa misma ocasión, Zhou Enlai dio instrucciones al Ministro de Relaciones Exteriores de China de estudiar bien el problema de cómo rejuvenecer el cuadro de diplomáticos del país y escribir un informe al respecto para la Dirección Central del país.

En la década de los años 70 del siglo pasado, China todavía no había alcanzado a establecer el sistema de jubilación para los funcionarios pú-blicos. Sin querer, ni siquiera saber, Eugenio Anguiano, con su llegada a China, aceleró el proceso de rejuvenecimiento de las filas de diplomá= ticos chinos. Dejando aparte sus envidiables éxitos diplomáticos, docen-tes y académicos, y bastando con este aporte accidental y anecdótico, Eugenio Anguiano merece nuestro respeto y aprecio.

En la magnífica ocasión del 80 aniversario del natalicio de Eugenio Anguiano, nos unimos a los votos de sus amigos en México para desear- le desde la no tan lejana China: ¡Feliz cumpleaños número 80, lleno de sa- lud y alegría, y que cumpla muchísimos años más en compañía de sus seres queridos!

Sección II:

Debates y contribuciones de Eugenio Anguiano Roch

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Desarme nuclear, China, y otros extremos

Jorge Eduardo Navarrete

Eugenio Anguiano y yo pertenecemos a un conjunto de diplomáticos mexicanos que inició su actividad en los dos primeros años del gobier- no de Luis Echeverría Álvarez, al comienzo del octavo decenio del siglo veinte. En su primer informe anual de gobierno, en septiembre de 1971, Echeverría describió así el enfoque internacional de su gobierno:

En el campo de la economía internacional se libran hoy batallas decisivas para el progreso. La política exterior ha de volverse más activa frente a la variedad e intensidad de las relaciones entre los países. Nuestra diploma-cia fortalece su participación en los asuntos económicos y coadyuva, más ampliamente, en la difusión de nuestra cultura. Se ha iniciado una reforma en la organización y procedimientos de nuestro servicio exterior. Fueron designados nuevos embajadores y cónsules para integrar un cuerpo repre-sentativo de lo que el país piensa y necesita en esta fase de su existencia. (Echeverría Álvarez 1971:53)

Ambos, designados embajadores extraordinarios y plenipotenciarios a mediados de 1971 y de 1972, él a Costa Rica y yo a Venezuela, fui- mos dos de los funcionarios diplomáticos que compartíamos varias ca-racterísticas con el resto de los nombrados, que sumó alrededor de dos docenas: economistas, alguna especialización en comercio o finanzas

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internacionales y, a la sazón, entre 30 y 40 años de edad. Solo 3 o 4 per-sistimos en la función diplomática.

Eugenio lo hizo con particular distinción. Se le recuerda, sobre todo, como embajador en China, donde sirvió en dos ocasiones: de 1972 a 1976 y de 1982 a 1987. Su desempeño profesional, sin embargo, cubre otras importantes áreas: conectada con su largo desempeño diplomático bilateral y multilateral, se encuentra su labor como alto funcionario en la cancillería mexicana; en paralelo a lo anterior, se hallan las tareas aca-démicas, de investigación y docencia. Rastreo en este escrito dos temas conversados entrambos en numerosas ocasiones y, como coletilla, enu-mero algunas preocupaciones compartidas a lo largo de más de medio siglo y a lo ancho de dichas áreas de acción.

Desarme nuclear

Como muchos otros países débiles, México ha visto en la diplomacia multilateral un recurso frente a las asimetrías que marcan y definen bue- na parte de sus tratos bilaterales –en especial el más importante de ellos, con Estados Unidos. Convencido de la necesidad de impulsar el multila-teralismo, Anguiano contribuyó, en diversos momentos, a diseñar cauces y opciones multilaterales para plantear, discutir y acordar cuestiones que permitirían abordar mejor o hallar salida a cuestiones bilaterales, o subre-gionales, a veces enconadas.

Ante la amenaza nuclear

Si bien la primera expresión de apoyo de la República Popular China a la causa de la desnuclearización de América Latina fue negociada en el ámbito de las Naciones Unidas, en Nueva York, entre los representantes permanentes Alfonso García Robles y Huang Hua, como complemento del entendimiento para el establecimiento de relaciones diplomáticas, correspondió a nuestra embajada en Pekín, de la que Anguiano acababa

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de hacerse cargo, el seguimiento necesario para que tal actitud positi-va –que si bien no precedió a la de otros estados nucleares, dado que la República Popular no había sido admitida en Naciones Unidas– fuera conocida, apreciada y tomada en cuenta no solo por esos otros sino, en especial, por aquellos países de la región que manifestaban dudas y reti-cencias ante el objetivo, impulsado por México, de constituir la primera región poblada del planeta libre de la amenaza nuclear.

Esta amenaza sigue presente medio siglo después y es ahora aún más grave. La proliferación de las armas nucleares no se ha detenido. Más allá de los cinco estados nucleares cuyo carácter se reconoce en el tnp, varios otros poseen arsenales nucleares y disponen de medios de porteo. Algunos, como India, han logrado un status similar gracias a acuerdos bilaterales, con Estados Unidos en el caso de India, lo que debilita notablemente el régimen de no proliferación y su legitimidad política.1 Otros, como Paquistán y la rdpc, se presentan como estados nucleares de facto. Israel, país no signatario del tnp, ha optado por la ambigüedad: no reconoce pero tampoco niega poseer armas nuclea- res. Sin embargo, el oiea –ante el cual Anguiano actuó como repre-sentante permanente de México entre 1990 y 1992– considera que sí dispone de ellas y la Federation of American Scientists calcula su arsenal entre 200 y 500 ojivas.

En realidad, sin embargo, la amenaza nuclear más grave en este segundo decenio del siglo veintiuno no radica en la proliferación ho-rizontal –es decir, en que aumente el número de estados poseedores de armas nucleares– sino en la proliferación vertical –la actualización, modernización y elevación del poder letal y destructivo de los arsena-

1 Quizá sería útil considerar la posible conveniencia de invitar a la India, dado su carácter de estado nuclear cuasi formal, a firmar el Protocolo Adicional II del Tratado de Tlatelolco, o, alternativamente, a declararse dispuesta a asumir las obligaciones que establece. Como se sabe, “[e]l Protocolo Adicional II está dirigido a los Estados poseedores de armas nucleares. Dichos Estados se comprometen jurídicamente a no contribuir en forma alguna a que, en los territorios a los que se aplica el Tratado de Tlatelolco de conformidad con el Artículo 4, sean practicados actos que entrañen una violación de las obligaciones enunciadas en el Artículo 1 de dicho Tratado. Los Estados Partes en el Protocolo Adicional II se com-prometen, además, a no emplear armas nucleares y a no amenazar con su empleo contra las Partes Contratantes del Tratado de Tlatelolco.” (http://www.opanal.org/protocolos-adicionales/).

Desarme nuclear, China, y otros extremos

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les de los estados nucleares, reconocidos o no. La proliferación vertical no es un fenómeno nuevo. Estados Unidos la practica con entusiasmo, como muestra la revisión de febrero de 2018 de su posición de estrategia de seguridad nuclear, difundida por el Departamento de Defensa. Se postula, en opinión de la Arms Control Association, una serie de nuevas circunstancias en las que Estados Unidos podría decidir el uso de armas nucleares, en respuesta incluso a amenazas estratégicas no nucleares; prevé el desarrollo y construcción de armas nucleares nuevas, más utili-zables, en el sentido de que minimicen los daños colaterales y los alcan-ces de la contaminación radioactiva; rechaza la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares, firmado por más de 180 países, Estados Unidos entre ellos; abre, al menos potencialmente, una nueva carrera armamentista nuclear, ya que busca colocar a Estados Unidos, en palabras de Trump, “muy delante en capacidad nuclear de cualquier otro país”. (Arms Control Association, “The New U. S. Nuclear Strategy is Flawed and Dangerous”) En suma, propone un mundo mucho más amenazante e inseguro.

El esfuerzo por la prohibición

Conviene examinar con detalle el esfuerzo más novedoso a favor de la eliminación de las armas nucleares.2 El comité del parlamento noruego que discierne el premio Nobel de la paz –tras entregarlo en forma preci-pitada, hace ocho años, a un presidente de eua que se empeñó a lo largo de su mandato en modernizar el mayor arsenal nuclear del mundo– lo entregó en 2017 a ican, la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares –“por… sus esfuerzos pioneros para alcanzar, a través de un tratado, la prohibición de las armas nucleares” (www.no-belprize.org).

El ican es una coalición de organizaciones no gubernamentales –desde “pequeñas organizaciones locales que favorecen la paz hasta

2 La primera parte de este apartado se basa en Navarrete (2017).

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federaciones globales que representan a millones de personas” (www.icanw.org). Su número llega a 468, en 101 países. Entre ellas, de acuerdo al registro del propio ican, se encuentran dos establecidas en México: el Círculo Latinoamericano de Estudios Internacionales y Médicos Mexi-canos por la Prohibición de la Guerra Nuclear.

Con su decisión del 2017, el Comité Nobel retomó no solo la esen- cia de la voluntad del fundador del premio, expresada en su testamento, sino una tradición de distinguir, entre las más eminentes contribucio- nes a la paz, la lucha contra el armamento nuclear. Dos expresiones an-teriores de esta tradición fueron la premiación, en 1955, de las Conferen-cias Pugwash de Ciencias y Temas Mundiales y de su mayor animador, Joseph Rotblat –“por sus esfuerzos para disminuir el rol de las armas nu- cleares en los asuntos mundiales y, en el largo plazo, eliminar tales ar-mas”– y, en 2005, del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas y de quien a la sazón lo dirigía, Mohamed El-Bara- dei– “por sus esfuerzos para evitar los usos bélicos de la energía nuclear y promover la seguridad de los pacíficos”.

Gracias en buena medida a los esfuerzos de ican, el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares fue adoptado el 7 de julio de 2017 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En su nego- ciación participaron 135 países. México copatrocinó el proyecto de re- solución que dio inicio al esfuerzo y fue sede en 2014 de una de las reuniones preparatorias. Alrededor de un tercio de los miembros de la onu –los ocho poseedores de armas nucleares y buen número de sus aliados– boicotearon el proceso.

Una vez aprobado por amplia mayoría, el Tratado quedó abierto a firma, por un periodo ilimitado, a partir del 20 de septiembre de 2017 en la sede de la onu. Ese mismo día lo signaron 53 países, entre ellos Méxi-co. A la fecha del Nobel, en octubre de 2017, había recibido apenas tres ratificaciones (Guyana, Tailandia y Vaticano). La de México se produjo en enero de 2018. Entrará en vigor con la quincuagésima.

Y, ¿más allá de la ratificación? En atención a su compromiso con el tema, México podría encabezar varias acciones para acelerar el proceso de firma y ratificación. Una primera iniciativa diplomática, que podría

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ser emprendida en forma conjunta con Brasil, consistiría en conseguir sumar a los 33 países del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares de América Latina y del Caribe (opanal), que ya han acep-tado, con el de Tlatelolco, compromisos equivalentes a los que supone el nuevo Tratado. A la firma de éste, nuestra región se dividió por mi- tad: 16 signaron y 17 no lo han hecho. Una primera tarea es convencer- los de que lo hagan pronto. Conforme los estados nucleares y sus aliados incondicionales queden aislados, la presión política y moral sobre ellos ganará e en importancia y efectividad.

Tras la concesión del premio, la representante de Trump en la onu dijo, palabras más o menos, que “no vemos razón alguna para modifi-car nuestra posición”. Era de esperarse, el gobierno que representa “no ve razón alguna”, punto. Su negativa a certificar que Irán cumple con sus compromisos en el acuerdo sobre su programa nuclear, no ve nin-guna de las razones aducidas por los otros proponentes para señalar su disposición a llevar adelante el Plan Amplio de Acción Conjunta (jcpoa) –aprobado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la onu como anexo operativo de la resolución respectiva–. En este sen-tido, tras la incoherente declaración de Trump del 13 octubre de 2017 (cuyo texto puede leerse, no sin revulsión, en el portal de la Casa Blan-ca), el ministro alemán de Exteriores, Sigmar Gabriel, declaró: “Como europeos unidos, nos hallamos en extremo preocupados por la deci- sión del presidente de Estados Unidos que puede retrotraernos a una confrontación militar con Irán” (New York Times, 16 de octubre 2017). La jefa de política exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, había puesto de relieve, sin circunloquios, la profunda ignorancia que permea la actitud del gobierno estadounidense: una resolución del Con-sejo de Seguridad, en especial adoptada por unanimidad –recordó– no es un tratado susceptible de denuncia; no es un instrumento que pueda ser desconocido de manera unilateral por ninguno de los miembros de la onu, sea quien sea; es una decisión de observancia obligatoria para todos. Trump, desde luego, ignora y, si las conociera, no le importarían estas sutilezas de las relaciones y el derecho internacionales.

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Al discutir más recientemente, en otro texto (Navarrete 2018), op-ciones de acción política para México ante la amenaza nuclear también hacía notar y vale la pena reiterarlo que es necesario “explorar ahora otras avenidas”. Una, especialmente promisoria, es el proceso que le valió a ican, la Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nuclea-res, el Premio Nobel de la Paz 2017. El 7 de julio de ese año se adoptó el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares 3, abierto a la firma desde el 20 de septiembre y que entrará en vigor con la quincuagési- ma ratificación. México, en conjunción con otros votantes –como Aus-tria, Brasil, Chile y Suiza– podría emprender de inmediato una campaña de convencimiento de los que no votaron, como España, Portugal y No-ruega –entre muchos otros– para que se sumen a los signatarios.

Tal campaña sería sólo un primer paso en una operación más vasta, a lo largo de varios años. México y otros podrían proponer que los signatarios aceptasen un lapso de dos a tres años para ratificar el Tratado y conseguir así su vigencia a partir de 2020. Aunque los países nucleares y otros no firmantes no quedarían obligados, la presión política sobre ellos sería mucho más apreciable cuando el Tratado ya esté en vigor y una am- plia mayoría de la comunidad internacional haya aceptado las obligacio-nes convenidas.4

La cuestión de China, en el ámbito asiático

El informe del Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi que acaba de citar-se contiene asimismo una contribución de Eugenio Anguiano con su visión actualizada de las relaciones entre México y la República Po-pular China, en el contexto más amplio de la región del Asia-Pacífico

3 El proyecto de Tratado fue adoptado por 122 votos a favor, uno en contra (Países Bajos) y una abstención (Singapur). 70 países no tomaron parte en la votación ni en la Conferencia, en-tre ellos todos los poseedores de armas nucleares: https://www.un.org/disarmament/ptnw/.

4 En esencia, el Tratado prohíbe a los Estados parte “desarrollar, ensayar, producir, adquirir, poseer, almacenar, usar o amenazar con el uso de armas nucleares… desplegarlas en su territorio o asistir a otros a realizar acciones prohibidas”. Estas obligaciones ya han sido asu-midas por los Estados parte de tratados o acuerdos regionales de desnuclearización. Ibidem.

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(Anguiano 2018). No he tenido a la mano, al redactar estas líneas, una bibliografía completa, pero estoy seguro que superan el centenar sus textos impresos –libros, artículos, notas– sobre China, con predominio de aquellos que aluden a su relación con México. Como el que aquí refiero es, sin duda, uno de los más recientes, lo gloso enseguida como una suerte de acercamiento a su pensamiento actual sobre China y las interacciones sino-mexicanas.

Anguiano afirma que, además de Japón, al que se reconoce tal rango desde los años sesenta del siglo veinte, a finales de éste se contaban en Asia otras cuatro economías avanzadas: Corea, Hong Kong, Singapur y Taiwán. La República Popular China, por su parte, “emergió con una economía muy dinámica”, recuperando para sí el status de miembro fun-dador de la onu y el de miembro permanente del Consejo de Segu- ridad. Esta es, me parece, una manera de decir que cuando se habla de la región de Asia-Pacífico en buena medida se habla de China, de mane- ra similar a que, cuando se habla de América del Norte en buena medida se habla de Estados Unidos. En el Asia - Pacífico, además, Japón juega un rol equilibrador que no encuentra equivalente en Norteamérica. Más allá de China y del Asia - Pacífico, el análisis de Anguiano se extiende al conjunto de Asia y, de manera prominente, India queda incluida en el análisis de equilibrios y desbalances geopolíticos. Me pregunto si hubiera sido conveniente extender el análisis hacia el sur y enfocar a Oceanía o, al menos, a Australasia. Sobre todo en este siglo, las vinculaciones de China en esa dirección, con Australia por ejemplo, se han estrechado en mucho mayor medida que hacia el este y noreste, a través de la vastedad del Asia central y de la inmensa región ruso-siberiana. Las tensiones recien-tes entre Pekín y Canberra constituyen uno de los nuevos puntos álgi- dos en esta parte del mundo.

Aunque faltan muchos detalles y se requieren ciertas precisiones, la visión de conjunto que Anguiano ofrece de la evolución geopolítica de Asia, sobre todo en la región suroriental, tras la segunda guerra mundial, en las páginas 6 a 8 de su ensayo, arroja luz suficiente sobre un muy com-plejo entramado que no se entiende sin la consideración y ponderación de los elementos que enumera y explica. Se comprende cómo, ya en el

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siglo xxi, la región de Asia oriental –centralmente integrada por Corea, China y Japón– se constituye en “un nodo económico-financiero -tec-nológico de escala mundial”.

El autor se refiere a tres focos de conflicto activos actualmente en esa región: el diferendo de soberanía entre China y Taiwán, que, en ausen- cia de desafíos directos a la continuidad del statu-quo, puede mantener-se latente en forma más o menos indefinida, pues ningún protagonista tiene interés en alterarlo, “dado el intenso intercambio económico y de personas entre las dos entidades”; las ambiciones nucleares del gobier-no de la rpdc, que parecen haber entrado en una ruta de negociación directa con eua, en momentos en que ambos países son conducidos por gobiernos erráticos e impredecibles; y, las disputas marítimas en los mares del Sur de China y Oriental de China. El común denominador inquietante –que lleva a poner en duda la tranquilizadora conclusión de Anguiano, en el sentido de que “ninguno de esos focos rojos [excep-to quizá el de la rpdc] desataría previsiblemente conflictos mayores o incluso guerras a nivel regional y menos mundial”– es la actual admi-nistración estadounidense, que se ha insertado en cada uno de ellos.

Taiwán

Recuérdese que siendo presidente electo, en diciembre de 2016 Trump aceptó una llamada telefónica de “la presidenta de la República de China [en Taiwán]” que provocó protestas inmediatas de Pekín y la exigencia de que Estados Unidos reafirmase su compromiso con la política de “una sola China”. Más adelante se produjo la decisión uni-lateral de Trump de “reconocer” a Jerusalem como la “capital de Israel”, contrariando un extendido consenso de la comunidad internacional. ¿Quién garantiza que no puede producirse un arrebato similar que lleve a Trump a declarar el reconocimiento unilateral de la independen-cia de la “República de China” y la soberanía plena de su gobierno sobre el territorio de la isla? Tras la llamada telefónica, Trump ha dado mues-tras de su intención de elevar el status de las vinculaciones entre Estados

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Unidos y Taiwán. A mediados de junio se inauguró en Taipei una completa renovación del edificio del American Institute en Taiwán, con-siderado como la embajada de Estados Unidos, excepto por el nombre (Horton 2018).

RPCD

La ‘cumbre’ de Singapur entre Kim Jong-Un y Donald Trump el pasado junio se caracterizó por la opacidad de sus resultados, la ausencia de documentos formales conjuntos y la miríada de interpretaciones con- tradictorias a las que ha dado lugar. Fiel a su estilo, Trump la calificó como avance inconmensurable hacia la paz, o algo parecido. Como aparente-mente cada protagonista tiene su propia versión de lo conversado y lo convenido, puede convertirse en una fuente inagotable de controversias y, eventualmente, conflictos. Trump ha dicho que Kim aceptó eliminar sus arsenales nucleares, con vistas al objetivo común de desnucleariza-ción de la península coreana. Ni Kim, ni funcionario alguno de la rpdc ha corroborado tal aserto. Tenemos, en el mejor de los casos, otra fuente de controversias, choques y eventuales conflictos.

Mares del Sur y Oriental de China

Dista de estar claro que la injerencia directa de Estados Unidos en las complejas diferencias limítrofes –con bases geográficas e históricas– que complican estos enconados conflictos sea un factor que contribuya a resolverlos o a manejarlos de mejor manera. Siendo en el fondo cues-tiones de delimitación territorial de áreas marítimas, correspondería a la Autoridad Internacional sobre los Fondos Marinos, en los términos de la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, facilitar o procurar acuerdos bilaterales o un acuerdo multilateral entre los estados concernidos. Cuando alguna potencia desea hacer valer unilateralmente la libertad de navegación o su derecho de tránsito en zonas en disputa pueden provocarse reacciones que desemboquen en conflicto. En los

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últimos años, los incidentes en las dos zonas en disputa señaladas se han multiplicado y no solo entre los estados ribereños.

No prevé Anguiano cambios mayores en la configuración geoestra-tégica de Asia oriental, el área del Asia - Pacífico, donde identifica cuatro nodos de contacto y cooperación con México: la triada Corea, China, Japón –ya mencionada–, la ansea e India. Se trata, por cierto, de una región sujeta a tensiones geopolíticas muy intensas y, como tantas otras, en trance de transformación. Coincido con la sobriedad y mesura con la que evalúa los entendimientos, acuerdos y, más adelante, tratados con los que México podría colaborar y, de manera subsecuente, partici-par. Agregaría quizá dos elementos. En la perspectiva de intentar nuevos acercamientos, convendría explorar de hacerlos de manera conjunta. Con los otros tres estados de la Alianza del Pacífico, por ejemplo.

Anguiano recomienda, con toda razón y con sentido de urgencia:México debería sumarse a los 57 miembros que ya tiene el recién

establecido Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (aiib, por sus siglas en inglés), del que se ha marginado por petición de Washington (casi todos los aliados formales de Estados Unidos, menos Japón, han ignorado esa petición y suscrito capital a ese banco (Anguiano 2018:12).5

De la Alianza del Pacífico, Chile y Perú se cuentan ya como “miem-bros prospectivos no regionales”. Podría ser conveniente una iniciati-va conjunta, con Colombia y México, para, en ocasión de la Asamblea de Gobernadores de 2019, que tendrá lugar en Luxemburgo, plantear el ingreso como miembros no regionales. Un enfoque similar podría preverse para un acercamiento a la iniciativa “One belt, one road”, que acoje proyectos, sobre todo de infraestructura, en muy diversos ámbitos geográficos.

5 A julio de 2018 son 66 (43 regionales y 23 extrarregionales o 21 avanzados y 45 emergentes y en desarrollo).

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El funcionario de cancillería

Concluyo este texto con breves referencias al período, entre 1979 y 1982, en que Eugenio Anguiano y yo compartimos funciones en el área económica de la secretaría de Relaciones Exteriores bajo la conduc- ción del embajador Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa.6 Actuamos como director en jefe y subsecretario de Asuntos Económicos. Estuvi-mos directamente involucrados en algunas de las principales iniciativas internacionales de la administración. Me limito a enumerarlas:

Reunión Internacional sobre Cooperación y Desarrollo– Conocida como “cumbre de Cancún”, tras dos años de preparativos, congregó en octu-bre de 1981 a 22 jefes de Estado o de Gobierno de países avanzados (ocho) y en desarrollo (catorce).7 Como muchas veces ocurre, hubo sustituciones de última hora –Bruno Kreisky no acudió por enfermedad y Helmut Kohl decidió delegar en su canciller. De cualquier modo, los

6 Quizá la anécdota que sigue sirva para dejar constancia de la extraordinaria inteligencia, bonhomía y sentido del humor del embajador Castañeda. Cada semana encabezaba una comida de trabajo con los principales funcionarios de la srer: los subsecretarios, el oficial mayor, los directores en jefe y sus secretarios particular y privado. En una de estas ocasiones, don Jorge nos informó que las penurias presupuestarias forzarían el cierre de nuestra emba-jada en Addis-Abeba y pidió opiniones al respecto. Muchos nos manifestamos en contra, aduciendo todo tipo de argumentos –desde el recuerdo de la defensa de Etiopía en la Liga de las Naciones frente a la invasión mussoliniana hasta la posición de su ciudad capital como sede de la entonces Organización de la Unidad Africana. “Me han convencido –ma-nifestó Castañeda tras escuchar los argumentos–, mantendremos abierta la embajada. Me gustaría, dadas las razones que han esgrimido, que fuese alguien de alrededor de esta mesa quien se ofreciese para ser ahora el titular de tan importante embajada. ¿Algún voluntario?”. Se impuso un embarazoso silencio. Alguno de los subsecretarios lo rompió diciendo: “Yo iré donde la secretaría me destine”. La risa generalizada alivió el ambiente.

7 Alemania Federal (Hans-Dietrich Genscher), Arabia Saudita (Príncipe Fahd), Argelia (Chadli Bendjedid), Austria (Willibald Pahr), Bangladesh (Abdus Sattar), Brasil (Ramiro Elisio Guerreiro), Canadá (Pierre Elliott Trudeau - copresidente), Costa de Marfil (Simeon Ake), China (Zhao Ziyang), Estados Unidos (Ronald Reagan), Filipinas (Ferdinand Mar-cos), Francia (François Mitterrand), Guyana (Forbes Burnham), India (Indira Gandhi), Japón (Zenko Suzaki), México ( José López Portillo - copresidente), Nigeria (Alhaji Shehu Ghagari), Reino Unido (Margaret Thatcher), Suecia (Thorbjorn Falldin), Tanzania ( Julius Nyerere), Venezuela (Luis Herrera Campins) y Yugoslavia (Sergei Kraigher). También asistió el secretario general de la onu, Kurt Waldheim.

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intercambios entre Trudeau, Zhao, Reagan, Mitterand, Gandhi, That-cher y Nyerere fueron memorables en verdad; las largas peroratas de Ferdinand Marcos, jocosas.8 El objetivo formal de Cancún fue alcanzar los acuerdos necesarios para dar inicio a la “ronda de negociaciones glo-bales sobre cooperación internacional para el desarrollo” en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Como señalaba en sus vísperas Jaime Estévez (1981):

La próxima reunión cumbre de Cancún es la última esperanza para sal- var las Negociaciones Globales. La cumbre no podrá tratar en detalle los principales problemas, pero se espera que los tres países que impiden un acuerdo (Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania Federal) sean conven-cidos de la necesidad de alterar su posición y plegarse a la opinión de todas las otras naciones, dando término positivo a la prolongada fase de ‘nego-ciaciones sobre las negociaciones’ [...] La elección de François Mitterrand como Presidente de Francia ha favorecido los intereses del Tercer Mundo. En la reciente reunión de las potencias capitalistas realizadas en Ottawa (julio, 1981), el Presidente Mitterrand y el Primer Ministro de Canadá, Pierre Trudeau, postularon la necesidad de otorgar mayor atención a los problemas del Sur y asumir de conjunto una actitud positiva en la Confe-rencia de Cancún.

La declaración de los copresidentes de la cumbre parecía allanar el ca-mino para convocar las negociaciones globales. De vuelta a Nueva York desde el litoral de las Antillas, el ‘espíritu de Cancún’ se extravió en los meandros de la Segunda Comisión de la onu. Nunca volvió a mani-festarse.

Dos espacios de cooperación latinoamericana– A fines de los setenta y a lo largo del decenio siguiente mantuvieron una actividad notable dos orga-nismos regionales en cuya concepción y puesta en marcha México había

8 La sre publicó en 1982 una memoria basada en las grabaciones de las sesiones de trabajo. Nunca se reeditó y ahora es inconseguible.

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tenido una actividad destacada: el Sistema Económico Latinoamerica-no (sela)9 y la Organización Latinoamericana de Energía (olade)10. Ambos trazan sus antecedentes al decenio de los setenta del siglo xx cuando la región trató de delinear el camino institucional que la ayudara a moverse en un mundo gradual pero inexorablemente cada vez más inserto en la globalidad. La configuración institucional de la integración y la cooperación latinoamericana sigue siendo, en buena medida, una tarea inacabada.

9 “El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (sela) es un organismo regional intergubernamental, creado el 17 de octubre de 1975 mediante el Convenio de Panamá. Constitutivo del Sistema Económico Latinoamericano (sela), con sede en Caracas, Ve-nezuela. Esta integrado por 26 países [de la región…] Fundamentalmente, el sela está dirigido a promover un sistema de consulta y coordinación para concertar posiciones y estrategias comunes de América Latina y el Caribe, en materia económica, ante países, grupos de naciones, foros y organismos internacionales e impulsar la cooperación y la integración entre países de América Latina y el Caribe.” (http://www.sela.org/es/que-es-el-sela/).

10 “olade nace en el contexto de búsqueda de una nueva relación económica –más equitati-va– entre países más desarrollados y en vías de desarrollo de inicios de la década del setenta, cuyo alcance fue analizado por los países de América Latina y el Caribe. Así, las autoridades del sector de Energía, teniendo como objetivo el compromiso solidario con la defensa de los recursos naturales de la Región y la cooperación técnica sobre políticas de desarrollo sostenible e integral y sobre medidas para enfrentar la crisis de precios del petróleo, inicia-ron un intenso proceso de movilización política que culminó el 2 de noviembre de 1973 con la suscripción del Convenio de Lima, instrumento constitutivo de la Organización, que ha sido ratificado por los 27 países de América Latina y el Caribe” (www.olade.org/olade).

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Bibliografía

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Echeverría Álvarez, Luis. 1971. Primer Informe de Gobierno. Poder Eje-cutivo Federal: México.

Estévez, Jaime, 1981. “La cumbre de Cancún”. Nexos 1, octubre. Horton, Chris. 2018. “Don’t Call It An Embassy: U. S. Gives Its Taiwan

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tilateralismo”, en Centro Tepoztlán Víctor L Urquidi, A. C. México próspero, equitativo e incluyente: construyendo futuros. ctvlu: México.

------------. 2017. “Nobel, prohibición… y Trump”. La Jornada, octubre 19.

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Un amigo y un maestroYolanda Trápaga Delfín

“La vida sería infinitamente más feliz si pudiésemos nacer a la edad de ochenta y alcanzar gradualmente los dieciocho.”Mark Twain

Celebrando el cumpleaños del embajador Eugenio Anguiano Roch, en estas líneas voy a evocar distintos momentos del tiempo que tengo de conocerlo y que, medido en años, son pocos; pero que, con la regla de la amistad, ese tiempo se ha tasado abundantemente en enseñanzas, leccio-nes, calidez y afecto. Hablaré en primera persona pues son evocaciones de mi experiencia personal, no un asunto institucional.

Con motivo de la existencia del Centro de Estudios China-México, hace ya diez años, nuestro Centro se volvió un punto de encuentro para los interesados en diversos temas chinos; claro que sobre todo de eco-nomía, pues esa es nuestra especialidad. Ahí entraba la necesidad de acercarnos a los académicos, en primera instancia, pero luego a todo el que estuviera en algún punto del universo de la sinología, del comercio, de la inversión o hasta sólo de la curiosidad de ir a poner un pie en el país de Confucio. Así, fuimos conociendo a maestros, empresarios chi-nos y mexicanos, diplomáticos, estudiantes, buscadores de becas y a personajes de todo tipo, incluyendo maestros de wu shu, numerosas de-legaciones provenientes de China continental, así como especialistas de distintos países en los temas afines; y fuimos descubriendo otros ángu- los más allá del universo que los libros y la prensa nos habían abierto. En ese marco conocíamos ya a Eugenio Anguiano, con quien comentába-mos todo esto.

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Cuando Eugenio era estudiante de economía, yo no lo conocía. Ni más tarde tampoco, cuando fue embajador por primera vez en la República Popular. Ni sabía yo que estábamos, como país, reconocien-do entonces a la República Popular como titular de China en lugar de Taiwán; ni, menos aún, que Eugenio era el embajador y el primero en asentarse en esa latitud en nombre de México con todo y su familia. La verdad, como estudiante, yo no entendía de política internacional, más allá de interesarme en Cuba, Chile y Vietnam, por razones obvias para una estudiante de la unam. Era la década de los setenta.

Eugenio, Mao y el campo

Durante su primera estancia chinesca, le tomaron a Eugenio una foto extraordinaria, con Mao ya viejito y enfermo. Uno frente al otro, dándose la mano.

No es por fetichismo que me guste esa foto. Mao cambió la vida de cientos de millones de chinos; con ello, cambió también el mundo, pero además salió bien en cuadro. Creo que Eugenio no nos ha hablado sufi-ciente de ese tiempo, aunque sí escribió sobre la época del gran dirigente, la muerte de Mao y la fase post Mao.

En esa foto, Eugenio tiene el porte de un torero (aunque ser torero no sea algo recomendable). Me refiero a la energía que transmite al dar-le la mano al Gran Timonel, quien quizá ya no tenía fuerza suficiente como para responder con un buen apretón. Habrá que preguntarle al embajador Anguiano, quien luce el mismo gesto de bonhomía con que lo he visto siempre. Quizá Mao ni se dio cuenta, veía a tanta gente, y era tan egocéntrico…

Eugenio, seguro, estaba temblando de estar frente al monstruo de Hunan, por más tablas de diplomático que hubiera acumulado.

A mí, seguía sin llamarme la atención el reconocimiento por nuestro gobierno, de ese país tan raro. El jueves de corpus me seguía parecien- do lo más importante que había sucedido en el mundo. Nada que ver con la existencia de China.

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En México, el Partido Comunista (ilegal entonces) era totalmente prosoviético, y la influencia más importante de la izquierda universita- ria. Los maoístas eran menos y no se metían mucho con lo académico. La lectura de El Capital, estaba en el centro del debate en las faculta- des de ciencias sociales. Eso eclipsaba la lectura de Mao. En todo caso, se leía más a Lenin. Althusser dominaba el centro de las discusiones teóricas sobre el marxismo moderno. Y la teoría de la dependencia, junto con los exiliados del cono sur y algunos de América Central, ali-mentaban el debate. Bettelheim resultaba casi exótico escribiendo sobre la industrialización en China, de no ser porque era occidental y además francés. En realidad, su preocupación teórica era el análisis de las dos vías de tránsito al socialismo presentes en la historia: la soviética y la china. En la universidad, en clase, se discutía más sobre un tránsito al socialismo con o sin revolución.

La noticia que me pareció más fuera de lo común, difundida reitera-damente por Raúl Olmedo de la Facultad de Ciencias Políticas y Socia- les de la unam, era la necesidad de emular los da zi bao que publica- ban los estudiantes chinos en plena revolución cultural. En ese tiempo no nos llegaba suficiente información sobre el impacto real de la misma, que se habían cerrado las universidades y que en su segunda fase veinte millones de jóvenes habían ido al campo a aprender de los campesinos, entre otras cosas. Tampoco el Partido Comunista Chino había llega-do a la conclusión de lo negativo que había significado ese movimien- to para la historia de su país. Eso fue más tarde.

Viéndolo a la distancia, creo que privaba entre la mayor parte de la izquierda universitaria una posición favorable a los soviéticos, por pen-sar que era una sociedad más evolucionada por ser industrial, siendo los primeros en salir al espacio sideral, amén de otros logros científi-cos, campeones deportivos y enfrentando a los Estados Unidos en el marco de la guerra fría. Nadie señalaba que su agricultura era débil, pues eso no era evidente desde occidente, al funcionar como sistema, apro-visionándose de los países del bloque como Hungría o Polonia, cuyos campos no se habían transformado en el sistema koljosiano y seguían

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basándose en granjas familiares y no colectivas, y que producían para sí y para las economías del sistema comandado por Moscú.

China, por el contrario, era una economía predominantemente rural, de la que poca información nos llegaba. Además, entonces, como ahora, se despreciaba el estudio del campo por pensarlo un sector menor por su aporte regresivo al producto nacional y porque se pensaba que los campesinos devendrían proletarios aceleradamente. Era el tiempo en que los marxistas leían a Chayanov, un agrónomo microeconomis- ta ruso de tiempos de Stalin que señalaba la especificidad de las familias campesinas, aunque de manera ahistórica.

No hemos discutido con Eugenio sobre el socialismo y bien que nos haría falta. Sobre todo, cuando ya hay un modelo que tiene “peculiari-dades chinas”.

En cualquier caso, eran tiempos de pasiones, de pensar en los pro-blemas nacionales, un poco en los latinoamericanos, y menos a nivel planetario o en lo que sería más tarde la globalización.

Nuestro embajador, estuvo en la República Popular para represen-tarnos como país del Tercer Mundo (todavía no éramos emergentes, ni pagábamos membresía en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), y vivió ahí una época extraordinaria. Eugenio escribió un documento sobre la revolución cultural para un curso de maestría que impartió en la Facultad de Economía en 2014 (Anguiano 2014/b). No le conocía ningún escrito sobre las comunas populares, aunque conozco fotos de su visita a la comuna popular tipo, la vitrina oficial del campo chino. Habrá que pedirle una conferencia, acompañado quizá por Tere.

Luego, ignoro qué habrá pasado con Eugenio. A veces cuenta cosas. Tere, su esposa, también cuenta. Yo, aguzo los sentidos, a ver qué aprendo. Pero no tengo una continuidad en el tiempo. En cualquier caso, todavía no los conocía, ni tampoco les he preguntado para llenar el hueco.

Años más tarde, muchos, trabajando yo en el posgrado de la Facultad de Economía, seguía sin pensar siquiera en China. Yo me ocupaba ya de las agriculturas de los países industrializados y me concentraba en estu-diar la política agrícola en Estados Unidos, pues el debate campesinista

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versus descampesinista no me satisfacía para entender lo que pasaba en México. Ya el campo era un desastre en nuestro país, salvo los gloriosos años del Sistema Alimentario Mexicano, en la bisagra del fin de los seten-ta y el inicio de los ochenta, donde Cassio Luiselli1 fue coordinador de la exitosa puesta en marcha de un modelo de producción rural de primer mundo. Pero el experimento no duró, a pesar de los buenos resultados. El argumento de las autoridades fue que “era muy caro [ser de primer mundo]”. Al que irónicamente quisimos más tarde ingresar por la puerta falsa del neoliberalismo. Y ni lo logramos, ni tampoco fue más barato.

Ya entonces estaba yo atenta a la estructura de ingresos agrícolas en los países capitalistas, especialmente de Francia, por ser una estructura por lo menos atípica, si no es que aberrante, dentro del capitalismo y desde la teoría ortodoxa. Pero no sabía que las comunas populares en China habían dejado de ser vigentes para dar paso a las unidades de responsabilidad familiar en el campo chino. Con una estructura intere-sante de funcionamiento que nos hubiera convenido estudiar desde la década de los ochenta, en lugar de que Salinas echara a andar el fiasco de proyecto Vaquerías y modificara el artículo 27 de la constitución preten-diendo cambiar el esquema de propiedad social que nos emparentaba con el modelo chino.

Tampoco sabía yo quién era Deng, ni lo había visto fotografiado con su sombrero de vaquero en Estados Unidos. Qué ignorancia la mía.

Hasta que, teniendo a cargo el seminario de doctorado de la Facultad de Economía al empezar el nuevo siglo, no había tema, ni lectura, que no sacara a relucir el tema de China y su influencia avasalladora en el mun- do. No había fenómenos globales que se pudieran explicar sin China, mucho menos podía yo negarme a estudiar con urgencia lo que pasaba en ese país. Y así fue, hasta ahora.

1 Ulteriormente embajador en Uruguay, Corea del Sur y en Sudáfrica. Ahora en México, trabajando de nuevo los temas del campo, con gran conocimiento y tino analítico.

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Eugenio y el CECHIMEX

¿Cómo conocimos al embajador Anguiano?No lo sé, como dice la canción, no sé decirles cómo fue, pero desde

el primer momento hicimos buenas migas Enrique2 y yo, con él y Tere. Se incorporó a nuestros proyectos como lo más natural del mundo.

El recuerdo más remoto que tengo es la conferencia que dio en el ciclo semestral que iniciamos en 2005 sobre la República Popular, en la Facultad de Economía. Y donde habló sobre “El sistema político en China” (Anguiano 2005). Cosa que a todos nos venía muy bien pues, junto con la organización política de su territorio, no era algo que cuando menos yo tuviera claro, empezando por los nombres en mandarín que yo no lograba asociar con nada para retenerlos, por más que el pin yin los acercara a nuestro marco fonético. Hoy me cuesta menos trabajo, tras años de insistir.

Una cosa que me gusta, a diferencia de lo que hace la mayoría de los economistas, es que Eugenio usa mapas. Y eso te ayuda mucho a enten-der. Por el contrario, las diapositivas que proyecta en sus conferencias tienen tanta información, muchas veces, que hay que sacarles una foto con el celular para revisarlas luego. No puedes seguirle el paso a medida de la exposición. Hay otros cuadros, sin embargo, que son un tesoro por-que sintetizan un asunto que tardaría uno años en poder captarlo en su conjunto. Por ejemplo, la lista de dirigentes de la cúpula comunista china:

2 Enrique Dussel Peters: Coordinador del Cechimex y profesor del Posgrado en Economía de la unam.

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Cúpula del liderazgo: Comité Permanente del Buró Político

del 16 Comité Central del Partido Comunista de China

1. HU JINTAO (12, 1942) = Secretario general del Partido Co-munista, jefe de Estado y vicepresidente de la Comisión Militar Central (cmc)

2. WU BANGGUO (7, 1941) = Presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (apn)

3. WEN JIABAO (9, 1942) = Jefe de Gobierno (Primer Ministro) 4. JIA QINGLIN (3, 1940) = Presidente del Comité Nacional de la

Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (ccppc) 5. ZENG QINGHONG (7, 1939) = Vicepresidente de la Repúbli-

ca; presidente de la escuela central de partido 6. HUANG JU (9, 1938) = Viceprimer ministro (primero de 4) 7. WU GUANZHENG (8, 1938) = Secretario de la Comisión Cen-

tral de Disciplina 8. LI CHANGCHUN (2, 1944) = Encargado de propaganda e

ideología 9. LUO GAN (7, 1935) = Secretario de la Comisión Central de

Ciencia Política y Derecho del pc

Fuente: Anguiano (2014/b).

Siempre muy entusiasta, desde el momento en que pusimos la primera piedra del cechimex en 2008, contamos con el apoyo total e incondi-cional del embajador Anguiano, así como con su participación como miembro activo del Centro, y lo mismo con Tere.

A pesar de que hace más de diez años estábamos en la infancia de nuestro aprendizaje sobre China, y después con el arranque del ce-chimex , nunca nos hizo sentir que fuera pequeño lo que hacíamos: el ciclo de conferencias, los seminarios, las publicaciones. Por el contrario, siempre asistiendo, dando su punto de vista, proponiendo ideas, artícu-los, conferencias y tomando parte en todo lo que le solicitábamos. Así, también se sumó a la idea de organizar la publicación de unos cuadernos

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de trabajo –Cuadernos del Cechimex– donde salieran a la luz distintos artículos y documentos, y donde ha publicado varios artículos, y perte-necer al comité editorial con total compromiso.

Más tarde, en 2013, y en su honor, el Centro fundó la Cátedra Mé-xico-China Eugenio Anguiano Roch, en su cuarta edición ya, con el generoso financiamiento de agendasia3. A la cabeza de la cual está nuestro generoso amigo Simón Levy.

Los cursos

La vocación de Eugenio para enseñar, además su generosa disposición, es algo de lo que nos hemos beneficiado enormemente. Siempre nos ha dado su tiempo para impartir los cursos que le hemos pedido. Mismos que necesitábamos con urgencia cuando lo conocimos. La primera vez, en 2008, los alumnos éramos un conjunto heterogéneo de unos 10, que ni yo alcanzaba a saber bien quién era cada uno. Sin ningún recono- cimiento institucional nos inscribimos en “China: economía, política y sociedad”. Fue una introducción sobre China que ponía en su lugar lo que habíamos ido aprendiendo como autodidactas a lo largo de los años. No nos hizo examen ni nos pidió un ensayo.

Luego nos dio otros cursos. Siempre nos proponía un programa. Como si no tuviera toda la autoridad de impartir lo que decidiera que era necesario que aprendiéramos. Nos daba una bibliografía cuyas copias él mismo preparaba ahorrándonos el tiempo de ir a conseguirla, inclu-yendo libros enteros en pdf o escaneados. Por ejemplo, el gruesísimo volumen de Jonathan Spence (Spence, En busca de la China moderna), cuya copia Eugenio no conseguía antes del curso y estaba muy preocu-pado, hasta que lo obtuvo en pdf para que todos lo tuvieran; y lo mismo

3 agendasia se define como una organización de pensamiento independiente, no lucrati-vo, que promueve la reflexión sobre asuntos estratégicos entre México y Asia, que generen directrices que posteriormente los sectores gubernamental, productivo, político, cultural, comercial, educativo entre México, China y Asia puedan utilizar voluntariamente para su actuación en sus propios ámbitos.

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nos dio otro pdf con la copia del también voluminoso texto de Maurice Meisner (Meisner, Mao´s China and after, a History of the People’s Repu-blic). Las sesiones las acompañaba con diapositivas, cuadros sinópticos, cronologías (ver Anguiano “China: economía, política y sociedad” y “La República de China”), y desde luego, anécdotas. Los temas han sido di-versos: la historia de China, la historia de la República Popular, sobre su sistema político, sobre el Partido Comunista, sus congresos, la revolu- ción cultural, y sobre temas financieros.

Tanta dedicación a mí me sigue admirando en alguien que, sin más, podría pararse frente al público y hablar durante horas con vastos co-nocimientos. Pero no, su sencillez y su deseo de que lo que imparte sea transmitido en condiciones óptimas, resultan en enseñanzas que no po-dríamos tener con nadie más.

Con el tiempo Eugenio impartió un curso en 2016 a un grupo de estudiantes del doctorado en economía, que tampoco sabían gran cosa de China, ni idea de su historia, ni del sistema político, ni se les ocu-rría discutir sobre socialismo y capitalismo, mucho menos si se presen-taban con “características chinas”; pero que estaban haciendo modelos econométricos sobre la economía china. Después de tantos años no se había producido ninguna generación de estudiantes que le siguieran la pista a China de manera sistemática y a profundidad.

El último curso que dio fue al siguiente año en el Posgrado en Eco-nomía de la unam, con la idea de que fuera abierto a otras facultades e interesados. Eugenio escribió en su idea de alcanzar un público am-plio e interdisciplinario: “Propuesta de curso de posgrado de la Facultad de Economía-cechimex abierto principal, pero no exclusivamente, a estudiantes e investigadores de Economía, Historia, Ciencia Política y Relaciones Internacionales”

El 6 de febrero de 2017 Eugenio nos escribió: “Arrancó el curso ‘China y el mundo’ (nombre simplificado) con una asistencia de apenas seis personas… A reserva de que en la sesión del próximo viernes me confirmen los candidatos que son estudiantes regulares de posgrado si se quedan o no en mi curso, el panorama luce nebuloso: hay sólo dos posibles alumnos regulares.”

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En mayo nos cuenta qué pasó: “Está próximo a concluir mi curso so-bre China Popular y el mundo, y a pesar de que tuve sólo dos estudiantes regulares de la maestría de economía (¡y 9 oyentes!), he quedado muy satisfecho. Esto me anima a intentar otro curso, pero dirigido a estudian-tes de doctorado y de otras facultades además de la de Economía.”

¡Qué bárbaro! Yo he visto el comportamiento de ilustres académicos que por ningún motivo aceptarían dar un curso en esas condiciones. Pero Eugenio lo que quiere es que todo mundo aprenda y que él pueda transmitir todo lo que sabe. La realidad, sin embargo, es necia y la gente prefiere pensar en hacer negocios con China, pero sin estudiar. Después de tantos años y de la importancia de China en todos los ámbitos glo-bales, no creo equivocarme si afirmo que el volumen de los interesados en el tema no ha crecido.

Las trabas institucionales sólo permitieron la inscripción de dos alumnos. Lo que habla de la incapacidad de acoger a un egresado ilustre, de altísimo nivel e igual disposición para enseñar un tema tan relevante y sobre el cual no abundan los especialistas.

Las conferencias

En el ciclo organizado cada semestre por el cechimex desde 2005, Eugenio se convirtió en una figura central, tanto como conferencista, como asistiendo y participando, aportando ideas y análisis, tanto sobre la coyuntura como sobre la historia de China. Aquí es lindo mencionar que a veces viene Tere, su esposa, que también trabaja en la unam. Y también ella interviene cuando Eugenio está exponiendo. Y él le da las gracias.

En fin, los análisis de Eugenio sobre los temas económicos, en espe-cial financieros, y políticos, me han dado una mejor comprensión del funcionamiento del modelo chino. Aunque también me han surgido más preguntas.

Cuando nos centramos en un tema sectorial, como yo en agricultura y medio ambiente, se pierde gran parte de la película. El siguiente extracto de un texto de los cursos de Anguiano me permitió entender con más

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matices el análisis de la estructura productiva agrícola durante el perio-do del gran salto adelante y de la ulterior revolución cultural, pues no bastaba solamente con saber que China era una economía rural en esa época, ni su estructura productiva, sino entender los acontecimientos políticos que acompañaban y generaban decisiones de política agrícola. La siguiente cita es una síntesis clarísima de lo que sucedía en esos años y que daban el marco para muchas decisiones en el campo. Leyendo este párrafo pude entrar con mayor confianza a la lectura de este episodio, pero entendiendo que la confusión no era sólo mía, sino que provenía de la historia misma. Parece que no, pero esa idea me despejó el cami- no de la comprensión.

Esta porción de la historia contemporánea de China [la revolución cultu-ral] es poco comprensible porque significó el derrocamiento de una parte significativa del liderazgo comunista chino, la destrucción del orden insti- tucional establecido formalmente en 1954, con la proclamación de la pri-mera Constitución Política del régimen comunista chino y la formalización de los órganos del Estado creado por ellos, y el casi total aislamiento inter-nacional de la República Popular China… La revolución cultural (…) fue un verdadero asalto al poder establecido.

Los colegas de Mao en la cúspide del liderazgo del partido y del go-bierno –principalmente Liu Shaoqi, Deng Xiaoping en su capacidad de secretario del partido y Chen Yun como autoridad en política econó- mica– se dedicaban a reorganizar la maltrecha economía de los excesos del gran salto, Mao hacía giras por todo el país para motivar ideológica-mente a la gente y rescatar muchos de los lemas del gsa y a defender la co-lectivización del campo. En 1981, el partido comunista rectificó la historia oficial y condenó a esa revolución como un hecho negativo y perjudicial para China.” (Anguiano 2008/a)

Después de profundizar en este periodo, las “cuatro modernizaciones” me resultaron más lógicas. Todavía más la restauración del modelo de responsabilidad familiar, viendo los costos económicos, políticos y sociales de la revolución cultural. La ruptura con la Unión Soviética

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también la vi expresada más claramente en este proceso “post-Mao”, diría Eugenio.

Las presentaciones de Eugenio siempre resuelven alguna pregunta que tengo pendiente, aunque no se la plantee. El desarrollo de la sesión acaba aclarándome cuestiones que traigo pendientes. Sin embargo, y sé bien que no se dedica a eso, nunca habla de agricultura, mucho me-nos de medio ambiente. Y sé que en el segundo tema no íbamos a estar de acuerdo.

Por ejemplo, en una conferencia que dio sobre La era Xi, uno de los puntos fue “La ‘nueva normalidad’ de China: crecimiento menos rápi- do pero sustentable” (Anguiano 2014/b); y la discusión se daba en tor-no a un par de gráficas sobre el crecimiento del pib chino desde 2007, comparándolo con el pib mundial, el de Asia y el de Estados Unidos.

Claro que son los chinos los que dicen, mañosamente, que el creci-miento será “sustentable”, con doble significado: sostenido en el tiempo y conservando el medio ambiente. En términos de la economía ecológica y del marxismo, pretender eso es una contradicción en sus propios térmi-nos. Hablar hoy en día de crecimiento y además sustentable, es imposible, y para empezar si hablamos de China, pues lo que es admirable para la economía convencional, un crecimiento espectacular, visto desde el lado de la naturaleza este país ha excedido ya sus capacidades de crecimien- to dentro del marco de su dotación de recursos naturales, por lo que desde hace mucho tiempo crece a costa de recursos foráneos que no están en Marte, sino que su demanda agota los recursos de la Tierra.

No importa si es a través del comercio, de la inversión directa fuera de sus fronteras, del acaparamiento de tierras y de recursos naturales renovables y no renovables. Hacerlo le ha posibilitado decretar una veda de explotación forestal doméstica desde fines del siglo pasado y preocu-parse por recuperar las pesquerías que ha sobrexplotado por décadas en sus aguas nacionales, pero convirtiéndose en el principal consumidor de madera en el mundo, tanto legal como ilegal, o teniendo la flota pes-quera más grande del mundo que captura especies de manera ilegal en aguas internacionales o en aguas de otros países. Todo para mantener el crecimiento, pero por supuesto de forma absolutamente insustentable.

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Sólo la economía ambiental, de origen neoclásico, y en la que se basa el planteamiento del gobierno chino, sostiene que es posible, y además virtuoso, crecer en las magnitudes de la economía china en un momento en que el planeta no puede sostenerlo, ni dentro ni fuera de sus fronteras nacionales.

Bueno. Eso, no lo hemos discutido.¿Cuáles serían las implicaciones de tomar en cuenta estos elementos?

No vamos a tocarlo aquí, pero sí hay que señalar que está físicamente demostrado que Kuznets no tenía razón. Y hablar del socialismo con características chinas, es igual a hablar del capitalismo con características estadounidenses. Ambos modelos ponen al mundo en peligro.

Las mañanas

Eugenio es tempranerísimo. Cuando hay conferencia o algún evento, llega cuando abrimos el Centro, a veces viene también Tere. La plática se pone buena a esa hora, sentados en el sofá de mi cubículo.

Les ofrezco un café, un té o agua caliente. Muchas veces Eugenio quiere agua caliente. Como chino.

Platica de sus hijos, de China, de sus nietos, de Amparo, de Inglaterra. Nunca ha platicado de Costa Rica donde también fue embajador.

Habla del cide, de cuando estudiaba en la facultad, del curso que está preparando.

Se sienta en la mesa de la bibliotequita del Centro, y saca libros, los revisa, se concentra en algún anuario en chino de los que también tene-mos. O trae su computadora y afina la presentación que hará en un rato.

En tiempos más recientes, y tras el periplo que acabó sin que se lo-grara que Eugenio trabajara en la unam, en lugar de en el cide, él se presentaba como profesor e investigador de ese centro. Yo le dije un día que también era miembro del cechimex y que podría también señalarlo. Desde entonces, y con toda la sencillez del mundo, también se presenta como tal y dice “nuestro Centro”.

Eugenio, amigo, maestro: ¡muchas felicidades!

Un amigo y un maestro

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Bibliografía

Anguiano Roch, Eugenio. 2005. “El sistema político de China”. Ciclo de Conferencias del cechimex , miércoles 4 dse mayo.

_____. 2008/a. “La Gran Revolución Cultural Proletaria, 1966-1976”. Curso en la Facultad de Economía de la unam China: economía, política y sociedad.

_____. 2008/b. “Crecimiento económico, sector externo, crecimiento regional y empleo”. Curso en la Facultad de Economía de la unam China: economía, política y sociedad.

_____. 2010. “La República de China” (中华民国). Archivo elec-trónico.

_____. 2014/a. “China y su desarrollo en el siglo xxi”. Curso en la Fa-cultad de Economía de la unam Las políticas económicas en la rpch, primera parte.

_____. 2014/b. “China y su desarrollo en el siglo xxi. Era de Mao Ze-dong”. Curso en la Facultad de Economían de la unam Las Políticas económicas en la rpch, primera parte.

Bettelheim, Charles. 1973. Revolución cultural y organización industrial en China. México: Siglo xxi.

_____. 1975. Vía china versus modelo soviético. Anagrama: Barcelona.Meisner, Maurice. 1999. Mao´s China and after, a History of the People’s

Republic. The Free Press: New York.Spence, Jonathan. 2011. En busca de la China moderna. Editorial Tus-

quets: España.

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Un economista entre diplomacia y academia

Ugo Pipitone

Parte de la vida profesional de Eugenio Anguiano se ha desarrollado, antes, como funcionario de la Secretaría de Hacienda y, después, como diplomático asignado a diversas partes del mundo. Estamos frente a la historia de un hombre de las instituciones, un hombre del Estado. En este contexto, hay un aspecto que puede parecer marginal en el trayec- to de varias décadas de experiencia profesional. Cuando Eugenio decidió dejar el servicio diplomático renunció acto seguido al pri. Y a este pro-pósito, señala el interesado que, sin embargo, nunca supo con precisión cuando se afilió a ese Partido. En un esfuerzo de memoria Eugenio colige que probablemente esto ocurrió cuando fue nombrado jefe de departa-mento en el Gobierno Federal. Entonces fue “simplemente registrado” como miembro del partido de gobierno. En ese episodio, aparentemente nimio, se manifiesta una peculiaridad de la historia institucional mexi- cana del siglo xx. Una historia en la que no sería sencillo separar con un trazo seguro la línea divisoria entre régimen político y Estado mexicano. Al interior de esta ambigüedad institucional (donde muchos individuos eran inscritos al Partido por default) se desarrolló la vida profesional de miles de individuos cuyas experiencias conjuntas y cruzadas han cons-truido la historia de las instituciones de este país. Por un prolongado

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trecho histórico no resultó simple saber dónde terminaba el partido do-minante y dónde comenzaba el Estado. Un corolario de esta situación es que hasta hoy (y quien sabe por cuánto tiempo más) la diferencia, fundamental en cualquier democracia, entre gobierno y Estado resulta en México borrosa, como si se tratara de un asunto metafísico.

Vendría la tentación de pensar que más que la historia del Estado mexicano, a lo largo de casi un siglo se haya desplegado en el tiempo la prolongada aventura de un régimen político de partido hegemónico con, dicho entre paréntesis, dudosas credenciales democráticas. O sea, el dilatado despliegue de arbitrariedades normalizadas (como un dato de antropología nacional), manipulación social, fraude electoral y clientelis-mo. Así fue, pero no fue sólo esto. En las grietas de una construcción insti-tucional semi-autoritaria con rasgos de positivismo nacionalista (mismo positivismo que, corsi e ricorsi, vuelve a estar de moda en los círculos académicos desde hace algunas décadas) se desplegaron historias de vida que no pueden reducirse a expresión pasiva de los requerimientos de un régimen político que, entre retórica y cinismo, hacía coincidir las nece-sidades de poder de un partido político con las necesidades del Estado.

A lo largo de generaciones hubo en México una maquinaria institu-cional de confines inciertos entre un régimen de partido obsesivamente interesado en conservar su poder exclusivo (junto con los beneficios correspondientes en riqueza y prestigio) y un Estado pretendidamen-te delegado a representar los intereses de la sociedad en su conjunto. Entre estas dos dimensiones contrastantes por apariencia y sustancia, se jugaron las vidas de miles de funcionarios públicos cuyo recorrido profesional y cultural no puede restringirse a una función subordina- da a una estricta lógica de poder. Obviamente hubo de todo: individuos interesados exclusivamente en impulsar sus carreras personales sin molestarse por el contexto autoritario enmantado en el nacionalismo revolucionario, profesionales altamente capacitados, burócratas sin grandes ambiciones, arribistas sin escrúpulos y sin el menor sentido del Estado e individuos que buscaron avanzar en sus carreras mien-tras intentaban ejercer con responsabilidad su deber a pesar de las re- des clientelares circundantes. Volens nolens, Eugenio Anguiano fue parte

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por décadas de este universo humano heterogéneo por aspiraciones, cultura (profesional y cívica), pulsiones. Pero la lógica era inescapable: si se quería aspirar a cargos más o menos prominentes de la administra-ción pública, había que ser parte del Partido, aunque fuera de mala gana, sin interés e, incluso, con cierta inexpresada repulsión. Muchos mexi- canos valiosos tuvieron que pasar debajo de estas horcas caudinas. Eugenio Anguiano fue uno de ellos. Hubo individuos respetables y res-ponsables al interior de una maquinaria político-institucional que, en general, no era ni una cosa ni la otra.

La suya es la historia de un joven economista que, entre mérito, em-puje y buena suerte, encontró el camino que lo llevaría a representar a su país en el exterior en contextos tan importantes como el chino, el brasileño y el argentino, entre otros. Aunque yo no lo conocía entonces, no me cabe duda acerca de la dignidad y el empeño con que Eugenio asumió desde su juventud cargos de tanta importancia. A pesar de su carácter autoritario y clientelar, el régimen político mexicano tuvo que aprovechar talentos externos a su área de control más directa para colo-carlos en posiciones que le habrían dado alguna dignidad internacional. Y uno de los espacios institucionales donde el régimen supo trascender a sí mismo conteniendo sus pulsiones de control total de la maquinaria del poder, fue el del Servicio Exterior. Así encontramos a Octavio Paz en Francia y en la India, a Carlos Fuentes en Francia y a Sergio Pitol en Moscú y Praga, por limitarnos a algunos casos. Eugenio hizo parte de un grupo humano diferenciado a través del cual el régimen político me- xicano reconocía implícitamente su incapacidad para llenar todos los cargos diplomáticos con un personal criado y disciplinado en la escuela de su propio poder y en sus espacios de hegemonía cultural.

Eugenio supo encontrar su lugar en las grietas de un poder que, a pesar de su vocación, no podía controlarlo todo. Esto no sólo hizo bien a su carrera personal sino que le hizo bien al país presentando en el exte-rior las diferentes facetas de un México rico en culturas y expresiones más allá del nacionalismo revolucionario como ideología oficial del régimen.

Pero eso es sólo una parte de lo que creo poder decir acerca de Eugenio. Lo diré de esta manera: un embajador es un embajador y una vez

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terminada su misión en el exterior es natural que termine su interés por el país en el cual ejerció su función. Pero este no fue el caso de Eugenio, especialmente acerca de China. Y de esta forma, alguien que comen- zó su interés en China siendo embajador de México en ese país, mantu-vo y profundizó su interés volviéndose uno de los mayores estudiosos mexicanos en el tema. En esta calidad lo conocí hace casi una década atrás en el cide.

Voy a contextualizar nuestro encuentro. Un día fui convocado a una reunión en la dirección del cide. No había entendido muy bien la razón salvo que la palabra China revoloteaba genéricamente en la convocación. Las autoridades de la institución en la que yo trabajaba desde hace ya dos décadas, consideraron que mi interés vagamente manifestado hacia Chi-na justificaba mi presencia a la reunión mencionada. Ahí me encontré por primera vez con Eugenio que, dadas la forma de vestir y las mane- ras, parecía más a un diplomático (o a un funcionario de banco) que a un académico, como nos definimos benévolamente los individuos que vivimos entre más o menos austeros edificios universitarios. Años des- pués, frente a mis pullas (tal vez expresión de alguna envidia inconsciente) Eugenio me hablaría de su guardarropa, construido en tiempos di- plomáticos, al que estaba ahora obligado a dar algún uso. Ahí nos co-nocimos, en los momentos en que se definía apenas vagamente, la idea de formar un centro de estudios que no recuerdo si era sobre China o sobre las relaciones México-China. Cualquiera que haya sido la idea, nunca cuajó por falta de recursos, de individuos interesados o por lo que haya sido. Pero desde ahí comenzó nuestra relación que ha producido dos resultados mayores. El primero es un libro de dos tomos sobre lec-turas comentadas (por ambos) relativas a diferentes momentos críticos de la historia china. El segundo resultado ha sido un diálogo que nunca se ha interrumpido en la última década sobre variedad de temas que van del escenario geo-político internacional a indefinidas e imprecisas varias humanidades.

Otra vez tengo que contextualizar. Eugenio y yo somos dos ancianos. Él tiene ocho años más que yo aunque, según sus palabras, se vea mucho mejor en comparación conmigo. Y, entre paréntesis, lo peor del asunto es

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que tiene razón considerando que hace ejercicio desde su juventud y nunca fumó, exactamente lo contrario de mis costumbres. El asunto de la edad es relevante porque ninguno de los dos necesita largas horas de sueño. Moraleja: él llega al cide alrededor de las 6.30 de la mañana y yo poco después. Y a las 7.30, llueve, truene o relampaguee, nos en-contramos en la sala de maestros para nuestro primer, ritual, café del día. O, en ocasiones, manzanilla, dependiendo de las diferentes vicisitudes digestivas asociadas a nuestra no verde edad. Con la taza de café en mano y una o dos de las horribles galletas proporcionadas por la asociación de maestros del cide, nos sentamos en los cómodos sofás de la sala y comenzamos nuestro diálogo matutino que normalmente tiene una ca- racterística particular: la falta (que en realidad no hace ninguna) de cualquier orden preestablecido. Y así comienza el día, desde hace una década, bailoteando entre literatura (las últimas novelas leídas por él o por mí), historia, política y lo que corresponda al impredecible menú del día. A las 8.00 regresamos a nuestras respectivas oficinas y durante el resto de la jornada o él o yo visitamos al otro por una duda bibliográfica, un acontecimiento que se ha borrado de la memoria y por el cual se pide auxilio al otro o por una intuición de la que se siente la necesidad de informar o pedir una opinión. Al margen: en nuestra reunión mañanera hay un pequeño manípulo de habitués, en la forma de jóvenes investiga-dores del cide que presas de un stakanovismo mexica, también llegan temprano por su café y nos saludan desde lejos con un gesto de la mano. Normalmente no se acercan a dialogar con los dos ancianos. En parte porque los viejos tenemos objetos de interés (o códigos comunicativos) que nos son propios y no son fácilmente transferibles y en parte porque, frente a la afabilidad de Eugenio, se erige el talante normalmente en- tre esquivo y hosco de su interlocutor.

Es sobre esta base de frecuentación cotidiana que he llegado a per-cibir el extendido conocimiento de Eugenio acerca de la política inter-nacional y su cultura igualmente amplia a propósito de la historia y la política chinas. En múltiples ocasiones (especialmente en relación con China y Asia pero también en cuestiones latinoamericanas) la ayuda de Eugenio ha sido preciosa en ideas o indicaciones bibliográficas para

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sacar mis bueyes ocasionalmente atascados en alguna barranca. Entre nosotros la comunicación ha sido normalmente fluida lo que se debe so- bre todo a su buen carácter (lo que supongo sea una mezcla de genes y costumbre diplomática) y al hecho que es fácil el intercambio de ideas entre personas que, por razones de edad, comparten una memoria histó-rica en gran parte común acerca de personajes, acontecimientos, dilemas y frustraciones generacionales correspondientes a la segunda mitad del siglo pasado. Eugenio y yo somos hombres del siglo pasado prestados a este siglo y ninguno de los dos hemos terminado de hacer las cuen-tas con un pasado que alimentó esperanzas que quedaron frustradas (desde el nacionalismo revolucionario mexicano hasta la Revolución Cultural maoísta) y que propuso desarrollos inesperados (desde la actual revolución tecnológica pasando por el renacimiento de un liberalismo económico que parecía destinado a un inexorable declino, hasta llegar a la explosión económica china y, parcialmente, india). La historia no se fue por el lado previsto y nuestra generación (los nacidos entre fines de los años 30 y mediados de los 40 del siglo pasado), entre asombro y descon-cierto, no puede que intentar entender por qué nos equivocamos tanto imaginando aquello que no ocurrió sin ver lo que estaba madurando ba- jo nuestros pies y a nuestro alrededor. Eugenio y yo hemos compartido a lo largo de una década desconcierto y curiosidad y eso ciertamente ha mejorado mi existencia y espero que, si bien marginalmente, también la suya.

Nada era inexorable en nuestra frecuentación considerando nues-tras trayectorias previas: él provenía de un universo cultural saturado de la cultura nacional-revolucionaria y yo, de una cultura marxista con simpatías maoístas nacidas en 1966. Además, nada era inevitable dados nuestros temperamentos y caracteres. Me limito a un ejemplo nimio. Cuando nos tocaba asistir a algún evento formal en el cide o en otras partes, él tenía la tendencia a sentarse en las primeras filas y yo en las últi-mas. Con el tiempo terminamos por encontrar una mediación y ahora, cuando asistimos conjuntamente, normalmente nos sentamos en las filas intermedias. En la década pasada he aprendido cosas que no sabía gra- cias a Eugenio y he estado un poco menos aislado de lo que hubiera

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estado en mi propia institución. ¿No son éstas razones suficientes para sentir aprecio y reconocimiento hacia mi colega y amigo? Este libro co-lectivo en su honor es una pequeña muestra de la estima que muchos, en distintos ámbitos, sentimos hacia Eugenio. Enhorabuena.

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Contribuciones de la ONUDI a las ideas y la práctica sobre la política industrial. Eugenio Anguiano en mi horizonteMauricio de Maria y Campos

Introducción

Conocí a Eugenio Anguiano en la Universidad de Sussex en Gran Bretaña. Yo acababa de recibir mi diploma de Maestría en Desarrollo Económico en esa universidad con una tesis sobre la selección y adapta-ción de tecnología a la industria manufacturera mexicana y el Instituto de Estudios de Desarrollo (ids) organizó un seminario de varias semanas que compartí con él y otro joven mexicano hoy académico distinguido, Alejandro Nadal. El título del seminario era largo: “Políticas e Instru-mentos de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo Económico”. Lo que resultó muy breve fue el lapso necesario para establecer una excelente re-lación con Eugenio, quien a lo largo de los últimos 45 años me ha llevado a disfrutar y agradecer su amistad y consejo en diversas etapas de mi vida.

La primera importante relación de trabajo que establecí con él fue cuando me invitó a ser su adjunto en la cátedra de comercio internacional que impartía en la Escuela de Economía de la unam en el marco del Se-minario de Economía Internacional, que coordinaba Gustavo Romero Kolbeck. Fue mi primera experiencia como maestro, pero también la oportunidad de conocer a una serie de economistas en sus treintas y cua-rentas que integraban un seminario de alto nivel, que era algo así como un oasis en el desierto en una escuela que había sufrido los sacudimientos

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de la caída del Rector Ignacio Chávez y del Director Horacio Flores de la Peña en 1965 y sobrevivido la crisis del 68 con el Rector Barros Sierra e Ifigenia Martínez, seguida de un inusitado descenso en su nivel educati- vo y en su diversidad ideológica. Jesús Silva Herzog Flores, Jorge Eduar-do Navarrete, Rogelio Martínez Aguilar, Rosa Olivia Villa, eran junto con Eugenio y Romero Kolbeck, maestros de lujo que formaron a una nueva generación de economistas que habían de llegar a la diplomacia, invitados por el presidente Echeverría.

Eugenio Anguiano pronto habría de irse a representar a México en Costa Rica y un año después se convertiría en el embajador de México ante la China de Mao Tse Tung. La acelerada carrera diplomática as-cendente de Eugenio nos separó algunos años, pero siempre habríamos de mantener nuestra relación dado nuestro convergente interés por las cuestiones económicas internacionales. Nos tocó participar en di-versas reuniones de la onu y conferencias académicas. Mi carrera en las secretarias de Industria y Comercio y de Hacienda y Crédito Público facilitó nuestros contactos.

Fue sin duda mi ascenso a subsecretario de Fomento Industrial con Miguel de la Madrid lo que estableció un nuevo acercamiento cuando el regresó por 5 años más a China. Mi presencia en numerosas reuniones y foros en la onudi en Viena, permitió que yo estableciera una buena re-lación con la organización. Cuando en diciembre de 1989 me incorporé a somex –que había actuado como banco de desarrollo industrial– el dg de la onudi, el filipino Domingo Siazon, me invitó a formar parte de su Consejo Asesor. Ello me valió para que durante un par de años siguiera concurriendo periódicamente a Viena y reanudáramos nuestra amistad cuando él fue designado embajador ante Austria y organismos internacionales –incluyendo a la onudi– en el verano de 1990.

A principios de 1992 el Gobierno de Carlos Salinas inició la privati-zación de la banca nacionalizada y decidió incorporar a Banco Mexica- no somex al proceso. Me iba a quedar sin trabajo al fin de junio. Coin- cidió felizmente el momento en el que Eugenio Anguiano me llamara para avisarme que estaría vacante y sujeto a concurso un puesto de Di-rector Adjunto de la Organización, etiquetado para un Latinoamericano.

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Su llamada me cambió el ánimo. Sin pensarlo dos veces planté mi can-didatura con apoyo de Eugenio y del canciller Fernando Solana y tuve la fortuna de ser designado Director Adjunto de Asistencia Técnica para Operaciones. Mis antecedentes como subsecretario y miembro del Con-sejo Consultivo me ayudaron; pero no hay duda que contó mucho el cabildeo de mi amigo Eugenio embajador mexicano en Viena, muy ac-tivo en la Junta de Desarrollo Industrial.

Lamentablemente mi llegada a Viena en julio de 1992 coincidió con el anuncio de Eugenio de que pronto habría de concluir su misión y sería transferido como embajador a Brasil. Sólo tuvimos algunos me- ses para que me transmitiera sus conocimientos de la situación dramá- tica en que se encontraba la onudi, con una inusitada deuda con la onu por la falta oportuna de cuotas de los Estados Unidos, la inminente sa-lida de Canadá, una gran resistencia de Siazon a realizar un recorte pre-supuestal y un director general en medio de fuertes cuestionamientos financieros.

Cinco meses después de la partida de Eugenio habría de anunciarse la prematura salida de Domingo Siazon de la Dirección General, bajo el argumento de que había sido nombrado embajador de Filipinas en Tokio. Seis meses después decidí lanzarme como candidato para susti- tuir a Siazon como director general con el apoyo de Cancillería y de los embajadores mexicanos alrededor del mundo. En Viena conté con el apoyo de los jóvenes que él había formado y que continuaron con el nuevo embajador, Claude Heller: en particular Porfirio Thierry Muñoz Ledo. Desde China conté con el apoyo de Jorge Eduardo Navarrete; des-de Madrid con el de Jesús Silva Herzog Flores; desde Corea del Sur con el de Cassio Luiselli; desde Brasil con el de Eugenio. Todos formábamos parte del grupo compacto de economistas internacionalistas.

La celebración de sus ocho décadas me da oportunidad de referirme al importante papel de onudi en la promoción del desarrollo industrial y de realizar un esbozo de su papel intelectual y de asistencia en la for-mulación de políticas y construcción de instituciones en los países en desarrollo.

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La Historia intelectual de ONUDI

Desde la firma de la Carta de San Francisco hubo una convicción gene-ralizada de que era crucial promover el desarrollo económico y social para lograr y mantener la paz en el mundo y un consenso cada vez mayor de que la industria y la manufactura en particular desempeñaban un papel clave. Por un lado, era necesario ayudar en la recuperación, el de-sarrollo y la reindustrialización de las naciones que perdieron la guerra y que habían sufrido mucha destrucción de su planta productiva; por otro lado, se reconoció que las economías pobres o subdesarrolladas y en par-ticular las asiáticas y africanas que obtenían su independencia requerían políticas y apoyo del gobierno, especialmente en el lado financiero y de inversión, y la participación del sector empresarial para crear empleos, aumentar la productividad y seguir los caminos de los países ricos. El concepto de “países en desarrollo” y más tarde la distinción entre ellos y los países “menos adelantados” industrialmente, más atrasados, pasaron a primer plano.

En el caso de Europa y las economías desarrolladas, John Maynard Keynes y su escuela desempeñaron un papel fundamental, destacando el papel de la demanda agregada, y las políticas de ingresos, y la necesi-dad de estimular el ahorro, la inversión y el empleo, y la expansión de las infraestructuras y los sectores productivos para volver al crecimiento.

En el caso de las economías subdesarrolladas es importante recordar que desde la década de los 30 y especialmente la de los 40, durante la II Guerra Mundial, las escuelas regionales de pensamiento que se desa-rrollaron en América Latina, Asia y Europa, insistieron en la necesidad de emprender un desarrollo basado en estrategias de sustitución de im-portaciones. El impacto económico de la crisis de los años 30 y de la gue-rra en Europa, y luego en los Estados Unidos, así como en Asia-Pacífico, en términos de escasez e indisponibilidad de muchos bienes de consumo industrial e intermedios y componentes, condujo a la sustitución de im-portaciones y al fomentó de inversiones y políticas de apoyo en Amé-rica Latina y Asia. México fue un buen ejemplo de políticas, acciones y desarrollos exitoso. Incluso los sectores de servicios - como el cine y la

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música - recibieron un gran impulso en los años 40 durante la II Guerra Mundial y llevaron a grandes exportaciones de las hoy denominadas in- dustrias culturales y de entretenimiento para atender a los mercados de habla hispana en Latinoamérica.

Las conferencias de Gunnar Myrdal en 1928-29 en la Universidad de Estocolmo, basadas en la teoría clásica del valor, dieron lugar a la idea de la construcción de la casa social (“Wolkswirtschaft”) y la doctrina relacio- nada del bienestar general que condujo a la cuestión de las finanzas pú-blicas y economía práctica para el crecimiento y el empleo (“El elemento político en el desarrollo de la teoría económica”, publicado en sueco en 1929 y en alemán e inglés después de la II Guerra Mundial).

Después de la guerra y la creación de la onu y el consiguiente proce-so de descolonización en Asia y África, economistas del desarrollo como Arthur Lewis, Raúl Prebisch y Albert Hirschman se basarían en teorías de planificación y nuevas políticas, ideas y doctrinas que enfatizaban la nece-sidad de la sustitución de importaciones en los países de América Latina y la creación de políticas fiscales y crediticias para promover el desarrollo industrial mediante la protección del mercado de las industrias nacientes y la promoción de encadenamientos hacia adelante y hacia atrás.

En contraste, en India, la inclinación de Nehru por la “planeación” y la “autosuficiencia” dominaron las discusiones de política industrial y tenían poco que ver con la fascinación de lac por la sustitución de importaciones, la dependencia externa y el estructuralismo. El mismo Gunnar Myrdal con su “Drama Asiático” fue muy influyente en la onu, las Comisiones Económicas Regionales y los círculos académicos en la creación de un cuerpo de evidencia empírica y pensamiento que promo-vió una serie de estudios orientados a la rápida industrialización de los países en desarrollo (en 1974 habria de compartir el Premio Nobel de Economía con ¡Friedrich Hayek!). La Secretaría de las Naciones Unidas los llevó a cabo durante la década de los 50 a petición del Consejo Eco-nómico y Social (ecosoc).

Estos estudios condujeron a un programa de trabajo sobre indus-trialización y productividad, preparado por el secretario general de las Naciones Unidas en 1956 y respaldado al año siguiente por el ecosoc y

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la Asamblea General. En ese momento, se recomendó que se estableciera un órgano especial para tratar los problemas de la industrialización, cuyos órganos políticos podrían relevar a los dos órganos del examen detallado de esas cuestiones y cuya Secretaría podría llevar a cabo un trabajo más sustantivo que la Sección de Industria existente de la Oficina de Asun-tos Económicos dentro de la Secretaría. La Sección de Industria de la Secretaría se convirtió en una oficina en 1959, y en 1962 en el Centro de Desarrollo Industrial, dirigido por un Comisionado.

Posteriormente, diversos grupos asesores y órganos interinstitucio-nales consideraron propuestas para institucionalizar aún más las cues-tiones relacionadas con el desarrollo industrial dentro de la onu. En noviembre de 1966, la Asamblea General de las Naciones Unidas creó la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial como organismo especializado de las Naciones Unidas.

En enero de 1967, la Organización se estableció formalmente con sede en Viena, Austria, como un compromiso político y geográfico en la guerra fría entre los países capitalistas y socialistas. En comparación con el Centro de Desarrollo Industrial, la creación de la onudi tenía la in-tención de ampliar el trabajo de su predecesor. Además de las actividades normativas, y de foro de debate, con funciones analíticas y de difusión de información, la onudi comenzó a participar en actividades opera-cionales, es decir, en cooperación técnica.

Con el énfasis en boga por la planeación industrial y las políticas de desarrollo a través de la sustitución de importaciones en la década de los 60 y la asistencia financiera del pnud, el presupuesto y el personal de la onudi aumentaron –a pesar de la resistencia de los Estados Unidos y otros países industrializados– gracias a la urgencia de las naciones en desarrollo (el llamado Grupo de los 77) y el apoyo táctico de los países socialistas.

En los años 60, la onu y la unesco promovieron la incorporación de la ciencia y la tecnología a los problemas del desarrollo. Un comité consultivo fue establecido en 1963 por la Resolución 980 del ecosoc. En la sede de la onu en Nueva York, la idea de un Plan de Acción Mun-dial para la Aplicación de la Ciencia y la Tecnología para el Desarrollo

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prosperó como parte del Segundo Decenio para el Desarrollo. La fao y la onudi, se asociaron a estos esfuerzos. Como resultado de esta inicia-tiva, en 1970 muchos países asiáticos y los países latinoamericanos más avanzados –Argentina Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela– habían creado instituciones gubernamentales para desa-rrollar el marco institucional necesario en colaboración con la academia y las comunidades científicas y tecnológicas.

México creó su conacyt (1970), Chile su conycit, Colombia colciencias. El Plan de Acción de la onu, publicado en 1971, es-tableció sectores prioritarios para la I + D, así como para la aplicación de la tecnología existente y propuso la creación de un Fondo especial para la implementación exitosa del Plan.

El Capítulo X relativo al desarrollo industrial, destacó el papel de la onudi en el apoyo a la aplicación de la ciencia y la tecnología en 7 ramas industriales específicas: hierro y acero, metal mecánico, químico, forestal, textil, silicato (vidrio), alimentos e industrias de pequeña escala en general. También formuló recomendaciones institucionales y sec-toriales específicas para investigación y desarrollo. Finalmente incluyó una sección relativa al asesoramiento que la onudi proporcionaría a los países en desarrollo sobre la adquisición y transferencia de tecnología y la compra de maquinaria y equipo para procesos industriales, incluidas las mejores fuentes, precios y prácticas de negociación.

Sobre esta base, la onudi comenzó a proporcionar apoyo normati- vo e institucional a los gobiernos de África, Asia y América Latina sobre planeación y desarrollo industrial general, formulación de política indus-trial sectorial y regional, la construcción institucional y el desarrollo de instrumentos de política. Incorporó especialistas industriales e ingenie-ros y economistas de todas las regiones del mundo creando sus propias capacidades sectoriales, complementadas por el trabajo de asesores es-pecializados y firmas consultoras.

La onudi se ocupó en esos años de ayudar a países de Asia y Amé-rica Latina como México y la India en el desarrollo de ciertos sectores clave como alimentos, textiles y prendas de vestir, cuero y calzado, y a principios de los años 70 en la formulación de políticas y establecimiento

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de leyes e instituciones e instrumentos legales en cuestiones muy con- trovertidas como la regulación de los flujos de transferencia de tecnología y la regulación de las inversiones extranjeras.

La ley mexicana de marzo de 1973, que reguló los acuerdos de trans-ferencia de tecnología y las licencias para el uso de patentes y marcas es un buen ejemplo de dicho apoyo. El primer director del Registro de Acuerdos de Transferencia de Tecnología fue Enrique Aguilar, un inge-niero mexicano de la onudi que había trabajado con Monsanto y formó parte de la delegación que ayudó a la Secretaría de Industria y Comercio de México durante 12 meses a la preparación y expedición de las con-trovertida Ley. El modelo japonés inspiró gran parte de este proceso en el este y el sur de Asia y luego en América Latina.

Los 70 fueron también los años cuando muchas conferencias inter-nacionales tuvieron lugar sobre el tema de “crisis en la planificación”. La política industrial, sin embargo, permaneció sin oposición. En países más avanzados de América Latina, Asia y algunos países africanos, el papel de la onudi, en estrecha asociación con las comisiones económicas regionales, se volvió muy activo a fines de los años setenta. A mí me tocó ser designado Subdirector de Evaluación del Registro y viajar a Viena.

La onudi fue influída por los logros del mundo socialista en las industrias pesadas, pero también por la experiencia exitosa de Alemania y Japón en la reconstrucción y modernización de sus sectores manu- factureros en la posguerra , así como por los arreglos institucionales para la creación de nuevas capacidades industriales, el financiamiento de lar-go plazo, la promoción de conglomerados nacionales y la creación de campeones industriales, y la regulación de las inversiones extranjeras y la importación de tecnología. (El libro de Chalmers Johnson sobre la experiencia del miti tuvo una gran influencia en los países industriali-zados y en desarrollo).

La idea era construir industrias de consumo ligeras en los países en de-sarrollo, pero también pasar gradualmente a otras más sofisticadas e inten- sivas en capital: acero, petroquímicos, productos farmacéuticos, indus-tria automotriz y desarrollo de bienes de capital. La onudi promovió paralelamente la cooperación sur-sur –por ejemplo, transmitiendo la

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experiencia de México a Egipto en materia de promoción y regulación de la transferencia de tecnología y la inversión extranjera y la exitosa estra-tegia de desarrollo industrial de Corea a Malasia. También proporcionó una mayor asistencia en la esfera del desarrollo regional, creación de par-ques industriales, bancos de desarrollo industrial y fondos especializados. Los consultores latinoamericanos y asiáticos comenzaron a desempeñar un papel más importante en este proceso, después de los europeos.

Paralelamente, la onudi apoyó diversas iniciativas de los países en desarrollo y la unctad para redactar códigos internacionales de conduc- ta que pretendían establecer reglamentaciones mundiales sobre la trans-ferencia de tecnología y las empresas transnacionales. Sin embargo, el papel de liderazgo político en el contexto del Nuevo Orden Económi- co Internacional se dejó a la unctad. Por lo tanto, la falta de consenso mundial sobre estas cuestiones y la obligatoriedad de los códigos dejaron a la onudi relativamente ilesa.

Los años 80 se volvieron más desafiantes para los países en desarrollo y también para la onudi.

Como resultado de ambiciosos planes de desarrollo de muchos países –México en particular– y del crecimiento excesivo de la deuda externa, así como de la crisis del petróleo, la caída de los términos de intercam-bio, las altas tasas de interés y el proteccionismo excesivo, el crecimiento de las industrias nacionales se detuvo a principio de los 80; los programas industriales comenzaron a tambalearse y a menudo se terminaron por completo. Tuve el orgullo y el desafío de ser designado por el Presidente Miguel de la Madrid subsecretario de Fomento Industrial y poder im-plementar programas para el desarrollo de sectores como el automotriz, el electrónico y el farmacéutico con apoyo de la onudi. La llamada “década perdida” de los 80 de África y América Latina se prolongó a los 90, acarreando un proceso de estancamiento industrial y crisis de divi- sas que habrían de desembocar en la desindustrialización. Estados Uni-dos, Europa y Japón mantuvieron un firme control sobre el fmi, el Banco Mundial y los Bancos de Desarrollo regionales e impusieron pesados y contraproducentes programas de reforma estructural a los países que derivaron en mayores recesiones económicas e industriales.

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Solo Asia, con el despegue de China, Corea del Sur, India y países del sudeste asiático como Malasia y Vietnam, se interesaron por el apoyo sectorial y regional de onudi para el desarrollo industrial y tecnoló- gico, particularmente con miras a la construcción institucional, la promo-ción de inversiones y la innovación. En algunos países de América Latina surgió un nuevo interés a nivel sub-nacional o provincial para emprender estrategias y programas de promoción de inversiones industriales regio-nales o locales, orientados fundamentalmente al fomento de la pequeña y mediana empresa y la ied.

Ello estimuló el desarrollo de una red de oficinas de promoción de inversiones de la onudi ubicadas en países industrializados, orientadas a atraer y asistir a empresas medianas en Europa y Japón interesadas en invertir en países en desarrollo.

Esos acontecimientos también llevaron a la onudi a realizar muchos esfuerzos para asesorar a los países en desarrollo sobre cuestiones prácti-cas muy específicas, como la elaboración de manuales para la evaluación de proyectos industriales, la promoción de pequeñas empresas, el desa-rrollo de industrias ligeras y el fomento de la educación, la capacitación y la competitividad.

El final de la guerra fría y la transformación de la ONUDI

Un gran terremoto que sacudió la política y la economía mundial y las organizaciones internacionales fue la crisis en Europa del Este, la caí-da del muro de Berlín y, a principios de los 90, la perestroika en Rusia seguida del colapso de la Unión Soviética y el comecon. El delicado equilibrio de la guerra fría que prevaleció en la onu y en el resto del sistema internacional y permitió cierto margen de maniobra a los países en desarrollo desapareció en 1992, precisamente cuando Eugenio An-guiano era embajador de México en Viena y yo llegué como Director Adjunto de la onudi.

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El fin del mundo bipolar condujo a Estados Unidos, Europa occiden-tal y Japón al dominio económico de las organizaciones de las Nacio- nes Unidas; a la repentina gran pérdida de influencia de Rusia y todos los antiguos miembros de la Unión Soviética y Europa del Este y a una po- sición muy debilitada en términos de poder de negociación de los países en desarrollo y el Grupo de los 77 dentro del sistema de la onu. Todavía recuerdo la llamada nostálgica en una pared en la ciudad de Nueva York, junto a la sede de la onu: “Guerra Fría; Regresa”. Firmado: “los países en desarrollo”.

Aprendí estos hechos cuando llegué a la onudi en julio de 1992 como director adjunto. Para entonces, Estados Unidos ya tenía adeu- dos de cuotas en la onu y el Reino Unido, Alemania, Francia y otros países desarrollados estaban reduciendo sus contribuciones voluntarias. Al mismo tiempo, el pnud, la onudi y muchas otras juntas de organis-mos especializados de las Naciones Unidas estaban sumando la carga presupuestaria de nuevos programas orientados a apoyar la transición al mercado de las antiguas economías comunistas.

La instrucción del dg Domingo Siazon cuando llegué fue “hacer más con menos”, mientras esperábamos presupuestos adicionales para apo- yar a las economías en transición del ex-mundo socialista. Lo tuve claro cuando visité Moscú y San Petersburgo para ofrecer apoyo y proyectos para “la reconversión de plantas militares a la producción en tiempo de paz y las necesidades del consumidor”. Incluso cuando hubo fondos adicionales especiales del pnud, usaid, el Banco Mundial y el Banco Europeo y de países como el Reino Unido, Alemania, Francia y los Países Bajos para Rusia y Europa Oriental, gran parte del apoyo para el desarro-llo de proyectos, viajes y asistencia provinieron de líneas presupuestales financiadas con cargo al presupuesto ordinario de la onudi.

Nueve meses después, cuando fui elegido director general en marzo de 1993, obtuve una visión completa de este cambio y sus implicacio- nes para la onudi, que como otras organizaciones de las Naciones Unidas dependía de los Estados Unidos para el 25% de su presupuesto ordinario, y nunca habían estado muy interesados en la onudi, conven-cidos de que el mercado y las inversiones extranjeras directas constituían

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el mejor complemento posible a los esfuerzos de industrialización de los países en desarrollo y no las políticas y acciones financiadas por el gobierno o los organismos internacionales.

La onudi nunca recibió ningún pago de las cuotas de los Estados Unidos desde 1991, un año antes de mi llegada. Por ese motivo, Siazon, que no quería reducir los programas y despedir personal, optó por un préstamo de un millón de dólares de la onu, un enfoque poco con-vencional que solo pospuso el problema y condujo a un presupuesto de crecimiento cero y a mantener vacantes los puestos. Estos fueron los años en que, siguiendo las doctrinas neoliberales de Reagan y Thatcher de los 80, Clinton y Major continuaron convencidos de la necesidad de políticas que consolidaran el papel del mercado e hicieron hincapié en cambios profundos en los programas de las agencias de la onu, respon-sables de promover el desarrollo económico y tecnológico, el comercio y el bienestar social.

Mi llegada como Director General de la ONUDI en los años de Clinton después de la Guerra Fría (1993-97)

Mi primera decisión importante, cuando asumí mi puesto como Di- rector General de la onudi después de mi elección, fue hacer un recorte del 15% en el gasto para equilibrar el presupuesto ordinario, eliminando todo el nivel de los dg Adjuntos, sus oficinas y asistentes, un poco hete- rodoxo, medida difícil pero inevitable en tiempos de ingresos decrecien-tes. Los Estados Unidos y los países ricos aceptaron la decisión, y el grupo B (ex socialista) y los países en desarrollo se tragaron como cirugía inevi-table, esperando que la onudi fuera una organización más ágil y austera, pero que los programas sustantivos se habían salvado y no se reducirían. Se trataba de “eliminar la grasa” y así se procedió.

Sin embargo, los programas sustantivos sufrieron un cambio cualita-tivo en términos de una mayor orientación al mercado y una reducción de las acciones de apoyo a la política industrial. El componente de pla-nificación de la asistencia de la onudi a los gobiernos prácticamente

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desapareció en los nuevos proyectos técnicos en programas latinoame-ricanos y africanos, aunque se mantuvieron en el caso de los proyec-tos principales en ese momento dirigidos a China, India y Vietnam. La insistencia de sus propios gobiernos y el apoyo de algunos proveedores de asistencia, como Suecia y Alemania en el caso de Vietnam, fueron clave para esa evolución. Dentro de los órganos de gobierno de la onu-di prevaleció la convicción de que las decisiones sobre planificación y cuestiones de política industrial deberían dejarse en manos de los países asistidos, aunque podían hacerse excepciones a petición de los países y según la disponibilidad de fondos.

Este fue el caso de Cuba, que recibió asistencia sobre planificación y políticas industriales a pesar de la resistencia de los Estados Unidos; lo que causó malestar a sus representantes en Viena.

Los patrones cambiantes en la asistencia para el desarrollo industrial se establecieron gradualmente mediante una combinación de presio- nes de los países ricos, decisiones de los propios países en desarrollo y en transición a las economías de mercado afectadas por los programas de ajuste estructural del fmi y el Banco Mundial, la función decrecien-te del pnud como proveedor de fondos para la cooperación técnica y el retiro práctico como donantes (en especie) de países de Europa del Este, que migraron de proveedores a receptores de asistencia, incluso cuando algunos, como Checoslovaquia, mantuvieron durante un corto perío-do su cooperación tradicional en las industrias metálicas, químicas y de cerámica con los países en desarrollo hasta la partición que condujo a la creación de las Repúblicas Checa y Eslovaca.

Hubo muchos estudios de diagnóstico y sobre marcos de políticas emprendidos por la onudi para la reestructuración de los sectores industriales y las empresas estatales, el desarrollo del sector privado y el fomento de las pymes en Europa central y los antiguos países de la Unión Soviética entre 1993 y 1996, acompañados de manuales detalla-dos orientados al mercado. Los estudios incluyeron a Rusia:

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- “Reestructuración y revitalización de la región de Kaliningrado de la Federación de Rusia” (financiado por países escandinavos) fue un caso típico.

- “Estudios de sectores industriales de los países de la cei-Azerbai-yán, Kazajstán, Kirguistán y Uzbekistán.

- Estrategias, políticas y programas-pymes para Eslovaquia, Polonia, Hungría y Rumania.

Sin embargo, la racionalización de la onudi y la cobertura adicional de las economías de “transición al mercado” no fueron suficientes para los Estados Unidos y algunos donantes importantes como el Reino Unido, Alemania y los Países Bajos en la era posterior a la guerra fría.

En particular, el control logrado en el Senado de los Estados Unidos por los Republicanos en 1994, con Jesse Helms como presidente del Comité de Relaciones Exteriores, generó grandes presiones de reforma y recorte presupuestal de la onu y bloqueó el pago de las cuotas de los Estados Unidos. Helms argumentó en un famoso ensayo de Foreign Affairs que el contribuyente principal debería abandonar la onu si no se emprendían grandes reformas, incluida una reestructuración organizati-va y una racionalización institucional que deberían incluir la eliminación de organizaciones innecesarias después de la guerra fría, como la oit, la fao, la unctad y la onudi.

Estos argumentos influyeron sobre el Departamento de Estado y el Presidente Clinton y llevaron a un gran debate en Washington, pero también en Nueva York, Ginebra y Viena con respecto al futuro de la onu. El hecho de que los Estados Unidos y el Reino Unido ya hubieran abandonado la unesco y bloqueado el pago de las cuotas con atrasos importantes tuvo un gran peso en las discusiones. En Viena, tuvo lugar un debate específico en el que participó el conservador primer ministro sueco Carl Bildt, sugiriendo como posible compromiso la fusión de la onudi y la unctad.

Afortunadamente, en esa reunión el Grupo de los 77 y China, brindó un fuerte apoyo a la onudi y en particular el ex Presidente de Tanzania, Julius Nyerere, en esas fechas director del Instituto Sur-Sur en Ginebra.

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Viajé un mes después a su ciudad natal en Tanzania –donde se ha-bía retirado– con el fin de consolidar su apoyo. Resultó importante. A Nyerere le tenían un gran respeto en África y en el G-77, al igual que en diversos círculos de países desarrollados. Consiguió reunir apoyo para la onudi junto con su buen compañero Manmohan Singh, que más tarde se convirtió en primer ministro de la India.

No obstante, los Estados Unidos continuaron insistiendo en la desa-parición de la onudi y después, ante la oposición de países en desarrollo, China, Japón y algunos países europeos, optaron por salirse de la orga-nización, decisión que anunciaron en 1996 y en la que presionaron sin éxito a Gran Bretaña y Alemania para que siguieran sus pasos.

El hecho fue que en el período 1993-97 la onudi tuvo que luchar para sobrevivir ideológica y financieramente y mantener su relevancia como organismo especializado de las Naciones Unidas en cuestiones de desarrollo industrial con un presupuesto reducido en un 40% y una reducción de personal equivalente después del anuncio de salida de los Estados Unidos.

Cuatro desarrollos fueron clave para sortear las amenazas, en parti-cular la gran reducción presupuestal:

1- La drástica reforma estructural y organizacional, diseñada por la onudi, con la asistencia de algunos Estados miembros (países escandinavos bajo el liderazgo danés), Japón, China y consulto- res alemanes (Arthur D. Little, Frankfurt), que nos permitieron anticiparnos a la partida de la organización de los Estados Uni-dos y elaborar una nueva propuesta para los Estados miembros cuando los Estados Unidos y el Reino Unido lo anunciaron en la Asamblea General a principios de 1996.

2- La reforma programática garantizó la supervivencia básica de la onudi para las economías en desarrollo y en transición me-diante servicios básicos para el desarrollo industrial; pero tuvo que sacrificar algunos programas de innovación tecnológica y desarrollo de habilidades que eran importantes para los países industrializados más avanzados de Asia y América Latina, pero

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que provocaban temor entre los Estados Unidos y los países europeos de que más naciones seguirían el exitoso camino de Corea del Sur y otros tigres del sudeste asiático.

3- La asistencia continuada a la industrialización exitosa de los países asiáticos se complementó con un renovado apoyo para África. La Alianza para la Industrialización Africana desencadenada por una Cumbre de países africanos en Costa de Marfil fue clave para atraer un nuevo interés en las aspiraciones de industrialización de África y un papel potencial para las antiguas metrópolis –Francia, Gran Bretaña, Italia– y las nuevas potencias emergentes; Japón, China e India.

4- La incursión exitosa de la onudi en el campo cada vez más im-portante de estudios ambientales y proyectos relacionados –en estrecha relación con empresas privadas– particularmente pro-gramas de reducción del ozono bajo el Protocolo de Montreal y en asociación con el pnud y el Banco Mundial, hizo posible movilizar la experiencia financiera y técnica de empresas y con-sultores de países industrializados clave, como Austria, Alemania e Italia.

La onudi también creó una red de Centros de Producción más limpios en Asia, África y América Latina para promover el desarrollo industrial sostenible y fortalecer los vínculos entre pequeñas y medianas empresas, instituciones académicas y tecnológicas, con la cofinanciación de los países en desarrollo del país anfitrión y los países ricos de Europa.

Por último, pero no menos importante, la onudi formuló manua- les y organizó cursos de capacitación específicos sobre desarrollo indus-trial ecológicamente sostenible, así como seminarios sobre proyectos industriales de empoderamiento de género que fueron muy bien reci-bidos.

Estos procesos fueron posibles gracias a la disponibilidad dentro de la organización de buenos ingenieros sectoriales y expertos técnicos que pudieron adaptarse y responder rápidamente a las nuevas demandas en estas áreas y vincularse con importantes consultores externos.

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Desde esos años, los estudios ambientales y más tarde sobre eficien-cia energética y energía alternativa y asistencia para desarrollo de pro-yectos se convirtieron en una fuente de ingresos muy importante para la onudi.

El éxito de estas reformas, el suministro eficaz de asistencia técnica con menores fondos disponibles y el cabildeo oportuno y eficaz logra- ron convencer al Reino Unido y Alemania –los dos principales países ri-cos, que abiertamente amenazaron dejar la onudi junto con los Estados Unidos– de que les interesaba continuar como miembros. El fracaso en esta cuestión hubiera llevado a una reducción adicional inmediata del 13% en el presupuesto y a un shock psicológico que hubiera sido muy difícil de superar. Afortunadamente a fines de 1997 ambos países infor-maron oficialmente que seguirían siendo miembros de la onudi. En el caso del Reino Unido, la llegada del Partido Laborista al poder inclinó la decisión a favor de permanecer en la onudi.

El informe “unido 1993-1997. New Challenges. New Directions” (1997) ofrece un buen resumen de la evolución de los eventos, los de-safíos y los correspondientes cambios y mejoras en el desempeño de la organización con el apoyo de los Estados miembros durante los años de crisis y la transición a una nueva onudi.

Evolución reciente

Estoy convencido de que el difícil período de transición cuando tuve el privilegio de dirigir la organización fue el comienzo de una nueva etapa en su evolución que permitió en los siguientes 18 años recuperar y consolidar la posición de la organización como el principal proveedor internacional de apoyo y asistencia a los países industrializados, basada fundamentalmente, aunque no exclusivamente, en un enfoque de desa-rrollo sostenible orientado al mercado y la promoción de las inversiones extranjeras, la reforma estructural y la creación de instituciones para el desarrollo del sector privado.

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Mientras tanto, países emergentes: China, Corea del Sur, Singapur, Malasia, India y Vietnam, siguiendo las experiencias de Alemania y Japón desde el Siglo xix , han avanzado exitosamente con gobiernos fuertes ha-cia nuevas estrategias y políticas generadoras de altas tasas de crecimiento industrial y exportaciones, lideradas por estados desarrolladores y empre-sarios innovadores orientados al mercado. La onudi ha desempeñado un papel modesto pero políticamente importante en estos desarrollos –a pesar de que la asistencia en materia de política industrial prácticamente desapareció de la escena durante dos décadas– mediante programas concretos de fortalecimiento institucional, desarrollo regional, medio ambiente , eficiencia energética e innovación.

Las experiencias recientes de China y otras experiencias asiáticas exitosas, junto con experiencias interesantes de Europa del Este, América Latina y algunas de África deben conducir a nuevos caminos, políticas e instrumentos para el desarrollo industrial global sostenible global, don-de los vínculos intersectoriales –particularmente con el sector de servi-cios de tecnología intensiva– debería conducir a una función renovada de la onudi en cuestiones de desarrollo. Los servicios de desarrollo tecnológico e innovación deberían desempeñar un papel creciente.

Considerando la gran presencia y el actual liderazgo chino en la agen-cia, sería de esperarse que en el futuro inmediato pudiera desempeñar un papel importante en la promoción de proyectos de infraestructura física para el desarrollo industrial, en el marco de las nuevas iniciativas geo-estratégicas como la Nueva Ruta de la Seda y “One Belt-One Road”.

Las implicaciones sociales y laborales de las nuevas tendencias tec-nológicas en la industria y áreas relacionadas resultado de los avances en la fabricación, biotecnología, nuevos materiales y otros importan- tes campos de innovación –vincula dos a la cuarta evolución Industrial deberían traer consigo nuevos desafíos para la onudi en el campo de la investigación y la asistencia a los gobiernos y las empresas en materia de políticas públicas.

La organización debe estar preparada para estos nuevos horizontes y, si es posible, anticiparse a estos desarrollos y sus consecuencias, con previsiones y enfoques prospectivos, como aquellos que China, Corea

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del Sur, Japón, India, Vietnam y otros países están utilizando para replan-tearse el futuro.

Conclusiones.

La onudi ha hecho una gran contribución en sus diversas etapas al pensamiento sobre el desarrollo industrial y el diseño e implementación de las políticas de fomento y cuestiones asociadas, tales como el papel de la inversión extranjera, la transferencia e innovación de tecnologías y más recientemente el impulso a al desarrollo industrial limpio y la eficien-cia energética; a su vez ha recibido una fuerte influencia de las tendencias académicas, gubernamentales y empresariales imperantes. La asisten- cia sistemática al desarrollo industrial ha sido en diversas etapas muy apreciada por los gobiernos y foros de las Naciones Unidas, incluidas las Conferencias de las Naciones Unidas (Mujeres, Desarrollo Social, Medio Ambiente y Cambio Climático, entre otras.) y las reuniones anuales de coordinación del secretario general de la onu con los directores de las agencias especializadas y las instituciones de Breton Woods; así como en los foros regionales de alto nivel de Asia, África y América Latina.

La industrialización de los países en desarrollo fue el nombre del juego hasta finales de los 70.

Cuando surgió el nuevo paradigma neoliberal, a mediados de los 80, la onudi pudo adaptarse a las nuevas tendencias. Comenzó a darle mayor importancia a temas como la promoción de la inversión extran-jera y el impulso a las pequeñas y medianas empresas.

La hora crítica fue el inicio de los 90 cuando, tras del colapso soviético y el fin de la Guerra Fría, el papel del estado industrializador se desvaneció totalmente en América Latina y África y fue sustituido por el sector pri-vado, las reglas del mercado y la apertura acelerada al exterior. Rusia y los países socialistas dejaron de ser proveedores de asistencia técnica para la industrialización de países en desarrollo y se convirtieron en receptores de asistencia de la onudi para la privatización de empresas estatales, la reconversión de sus industrias armamenticias en productoras de bienes

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de consumo y la restructuración institucional para el tránsito a la eco-nomía de mercado. Los nuevos clientes mermaron los escasos recursos presupuestales disponibles para los países en desarrollo.

El fin del mundo bipolar produjo muchos cambios en la estructura, los objetivos y los programas de la onudi y disminuyó en particular su capacidad de prestar apoyo y asistencia en materia de política industrial en cuestiones clave como la adquisición de tecnología, el desarrollo y la innovación. La influencia de los Estados Unidos y Europa fue crucial en esa transición.

Sólo el continente asiático pudo escaparse de esa tendencia frustran- te debido a las grandes transformaciones ocurridas en China y el Sureste de Asia. En materia de desarrollo industrial, China, la India y Vietnam se convirtieron gracias a los apoyos de Japón, algunos países europeos, el pnud y el Banco Mundial, en los tres principales receptores de asistencia de la onudi.

Este nuevo paradigma prevaleció durante los últimos 30 años y ca-racterizó una etapa en la que la estabilidad macroeconómica y la orien-tación al mercado condujeron a que las cuestiones de política industrial, desarrollo sectorial y regional y equidad social desempeñaran un papel secundario y, a veces subterráneo. En más de un país de Medio Oriente, África e incluso América Latina la onudi tuvo que remar contracorrien-te para suministrar los apoyos demandados por los países en desarrollo.

Hoy día, con la exitosa experiencia china y asiática en la industriali-zación y las nuevas estrategias, políticas e instrumentos en el horizonte; con el fracaso de las economías de América Latina y África para crecer a partir de exportaciones de materias primas o de manufacturas con bajo contenido nacional; y la desindustrialización prematura que ocurre en algunas naciones en desarrollo, hay un amplio espacio para nuevas ideas y formulación de políticas públicas e iniciativas privadas nacionales en un contexto más globalizado, no obstante los actuales vientos y huracanes proteccionistas, liderados por los Estados Unidos de Trump.

La onudi puede y debe hacer una contribución sólida a la cons-trucción de nuevas ideas, especialmente sobre cuestiones de política, instituciones y mecanismos e instrumentos innovadores para abordar

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desafíos actuales y futuros del desarrollo industrial y tecnológico sosteni-ble e incluyente, en estrecho contacto con otras agencias especializadas, las Comisiones Económicas Regionales de las Naciones Unidas y los princi-pales países ricos y emergentes con experiencia e información acumulada.

En este proceso siempre estará presente la huella de México a través de muchos de sus embajadores que, antes y después de Eugenio, han contribuido a su evolución y a su desempeño en favor de la industria-lización de los países en desarrollo. También estará presente el rol que directivos mexicanos pudimos desempeñar en los desafiantes años 90 para garantizar la supervivencia y transformación de la onudi, a pesar de la fuerte resistencia de gobiernos mexicanos adversos, desencantados o incrédulos del rol que puede y debe jugar la política industrial y la intervención del estado en el desarrollo de las naciones.

Concluyo este ensayo recordando el destacado papel de Eugenio Anguiano en la generación de las ideas y el fortalecimiento de institu-ciones grandes, medianas y pequeñas en favor del desarrollo de México y de sus relaciones con el exterior. Más allá de las Naciones Unidas, me ha tocado en los últimos años convivir con él en muchos foros de inte- rés común como el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo –impulsado por Rolando Cordera en la unam– y en particular en la supervivencia y consolidación del Centro Tepoztlán Víctor Urquidi AC, creado hace casi 4 décadas, por Víctor Urquidi, entonces Presidente de El Colegio de México como centro de pensamiento estratégico nacional con visión independiente, interdisciplinaria, global y de largo plazo.

En los últimos 20 años, Eugenio lo presidió, apoyó a Rodolfo Staven- hagen (qepd) en la consolidación de sus actividades y hace 5 años, me convenció de que me hiciera cargo de encabezarlo. También con su alien-to y complicidad hace 2 años decidimos emprender una nueva aventura: la preparación del Informe “México prospero, equitativo e incluyente; Construyendo Futuros”, que recién hemos concluido para seguir pro-vocando la reflexión y el diálogo nacional.

En su 80 aniversario y a punto de cumplir mis 75, celebro los frutos de nuestra amistad y los buenos ratos que hemos podido compartir en México y en el planeta. ¡Salud, Eugenio y hasta la próxima!

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Aprendiendo con el gran maestro

Carlos Heredia Zubieta

Al alba, con los primeros rayos de sol, el embajador Eugenio Anguiano llega a su cubículo en el Centro de Investigación y Docencia Económi-cas, el cide. En un ritual que cumple con disciplina monacal, Anguiano trabaja intensamente durante las siguientes seis horas. Lee ávidamente libros y revistas especializadas sobre Asia del Este; prepara la clase que ha impartido durante los últimos ocho años en el cide sobre China, Japón y Corea; redacta conferencias que va a dictar por distintos rin-cones del planeta. Sólo se detiene para cumplir otro rito que lo nutre intelectualmente y le estimula el espíritu: gozar de una taza de café al calor de una animada conversación con Ugo Pipitone, su amigo entra-ñable en la última década.

Anguiano llegó al cide el 16 de enero de 2009, a invitación del Doc-tor Enrique Cabrero Mendoza, quien fuera su director general entre 2004 y 2013 y ocupara la titularidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) entre 2013 y 2018. El doctor Cabrero identificó el imperativo de explorar el abordaje de estudios sobre China y nos invitó al embajador Anguiano y a mí para echar a andar la tarea, que iniciamos con el acompañamiento cercano del entonces secretario académico del cide, David Arellano Gault.

El acompañamiento de los doctores Cabrero y Arellano en el cide se prolongó a partir de 2013 en la gestión de los doctores Sergio López

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Ayllón, director general, y Guillermo Cejudo Ramírez, secretario aca-démico, que se refrendó en abril de 2018 para un segundo mandato de cinco años.

He tenido el privilegio de acompañar a Anguiano en su labor docente desde su ingreso al cide. Hemos organizado de manera conjunta el curso Estudios Regionales: Asia, que toman los estudiantes del octavo (último) semestre de la Licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (lcpri). Para ser más precisos, el nombre completo del curso debería indicar que nos enfocamos únicamente en las tres naciones clave del este asiático. El temario es excesivamente ambicioso, pues en apenas sesenta horas lectivas trata de proporcionar a los alumnos una vi-sión panorámica contemporánea de China, Japón y la península coreana.

En el caso de estas naciones de historia milenaria, el atributo de ‘con-temporánea’ significa, en cada caso, a partir de la fundación de la Re-pública Popular China en 1949; de la rendición del Japón en 1945 y el Tratado de San Francisco tras la segunda guerra mundial; y desde el fin de la guerra de Corea en 1953. Apenas atisbamos el acontecer económico, político, social y cultural de cada uno de estos países.

En apretada síntesis, éstos son hoy los grandes temas en las indaga-ciones sobre China en el cide:

a) Marco funcional del sistema político chinob) Manejo de la política económica desde 1980c) Objetivos clave de la política económica del Estado chino y me-

dios para lograrlosd) Agenda económica y política de Xi Jinping: ¿ruptura o continuidad?e) Comportamiento de la economía china y pronósticos para 2016-

2020f ) Re-balance en China: externo, interno, ambiental y distributivog) Vulnerabilidades del sistema financieroh) Tendencias geopolíticas de China en la era de Donald Trump

El Embajador Anguiano ha resaltado en sus textos y conferencias que la estabilidad política de China puede quedar comprometida si su eco-

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nomía no puede sostener tasas de crecimiento por encima del mínimo de su Producto Interno Bruto de 7 por ciento anual. El Fondo Mone-tario Internacional ha clasificado a la economía china como ‘sistémica’, atributo que comparte solamente con otras cuatro economías: Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y el Reino Unido. Un quebranto de la segunda mayor economía del orbe podría conducir a una grave recesión global.

El tema de las tendencias geopolíticas cobra renovada importancia en la era de Donald Trump. La República Popular China ha ocupado paulatinamente los espacios que Estados Unidos está dejando vacíos. Sus aliados en Asia del Este, Japón y la República de Corea, se preguntan qué impacto tendrá la reticencia de Trump a continuar sufragando un porcentaje importante de sus gastos de defensa, a la luz de conflictos que se prolongan ya muchos años, como la anhelada paz en la península coreana o el contencioso entre China y Japón en las aguas del Océano Pacífico al sur de ambas naciones (Heredia Zubieta, 2011).

A continuación, presento una muestra de las conferencias, semina-rios, mesas redondas y otras actividades en las que Anguiano ha tomado parte en años recientes, sea en el cide o en otras instituciones académicas:

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Sin embargo, en el estudio y aprendizaje sobre China, el contexto his-tórico no podía quedar fuera. Ni lo acontecido a partir del triunfo del Ejército Popular de Liberación, ni la inclusión del pensamiento de Xi Jinping en la constitución china. Como decía líneas arriba, las conversa-ciones entre Anguiano y Pipitone han sido extraordinariamente fértiles. Han discutido el perfil histórico de Mao Zedong (毛泽东) desde que su nombre se escribía Mao Tse-Tung; han diseccionado el sueño chino (中国梦) y el socialismo con peculiaridades chinas; han escudriña- do el papel de Xi Jinping como líder central que rompe la idea del lide-razgo colectivo.

A Anguiano y Pipitone los acicateaba, sobre todo, el anhelo de con-tribuir a que los estudiantes de lengua española que quisieran abrevar en los grandes textos sobre China producidos en China misma, en Esta-dos Unidos y en el Reino Unido pudiesen tener acceso a una selección cuidada y comentada que priorizara los hitos históricos, y suministrara a los lectores elementos de comprensión de una historia ‘compleja, terri- ble y fascinante’, como ellos mismos la describen. En la mejor tradición de la academia británica, Anguiano y Pipitone dedicaron cuatro años de

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investigación a la compilación de dos Readers, volúmenes magistrales sobre historia de China, que están llamados a convertirse en referen- tes fundamentales para los investigadores y estudiantes hispanoparlantes:

1. China, de los Xia a la República Popular (2070 a.C.-1949) (An-guiano y Pipitone, 2012). Este volumen da cuenta de los diferen- tes periodos, temas, debates y momentos de un país cuyos cam-bios están destinados a alterar la vida del resto del mundo, a partir de una atinada selección de ensayos de connotados estudiosos de la historia y la cultura chinas que logra condensar las continuida-des y rupturas que han configurado la milenaria historia de ese país, desde su nacimiento como civilización, hasta la proclama-ción de la República Popular en 1949. Contiene diez capítulos: 一 Una civilización pristina; 二 De Confucio a Han Feizi; 三 La secuencia dinástica; 四 La dinastía Qing; 五 La irrupción del Occidente; 六 Rebeliones campesinas; 七 República, señores de la guerra y unificación nacionalista; 八 Movimiento 4 de mayo de 1919; 九 Resistencia nacional y guerra civil y 十 Mao y el Partido Comunista de China.

2. República Popular China. De la utopía al mercado. (Anguiano y Pipitone, 2014). El periodo de la República Popular cubre una minúscula porción de la larga historia de China, pero en los úl- timos 65 años han ocurrido profundas e insólitas transforma- ciones en esa nación, por lo que su estudio demanda una extensa bibliografía. Eugenio Anguiano y Ugo Pipitone han hecho un esfuerzo selectivo de lecturas para esta segunda antología sobre China, en la inteligencia de que por la vastedad del tema y la rá-pida caducidad de su actualización quedarán siempre lagunas testimoniales en un ejercicio de esta naturaleza. Habida cuenta de tal limitante, aparecen en las páginas de este libro algunos de los textos más significativamente vigentes para entender el fenó-meno contemporáneo chino aportados por expertos del calibre de Ezra F. Vogel, Frederick C. Teiwes, Mineo Nakajima, Laszlo

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Ladany, Justin Yifu Lin, Hu Angang, Stuart R. Schram, Roderick MacFarquhar, Merle Goldman, Minxin Pei y Michael Schoen-hals, entre otros.

Se trata de lecturas comentadas de artículos seleccionados de revistas especializadas y capítulos de libros, que introducen al lector al estu-dio de China a través de textos originales que resultan fundamentales para su comprensión, acompañados con prefacios o textos que ofrecen una visión de conjunto, escritos por Anguiano o por Pipitone.

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Ambos volúmenes resultan por demás didácticos. Cada capítulo con- tiene una Introducción de los coordinadores, que permite cubrir los va-cíos creados por el tiempo y recalibrar nuestra comprensión de China. En cumplimiento del propósito para el cual fueron escritos, estos libros

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han resultado la columna vertebral del syllabus o temario para el curso que cada otoño se ofrece en el cide, del cual sólo presento aquí el seg-mento correspondiente a China.

Estudios Regionales de Asia del Este: China, Japón y Corea

Regional Studies: East Asia – Contemporary China, Japan and Korea

Fecha Tema / Lecturas

Martes 21 agosto

塞翁失马 China: Ciclo dinástico y revoluciones El GMD y la vacilante República china Movimiento 4 de mayo; fundación del PPC Resistencia nacional y guerra civil. Mao y el partido comunista chino Lecturas: Anguiano-Pipitone, 2012: 261-433 (caps. 七 - 十, 172 pp.)Jung Chang Cisnes salvajes: caps. 1-3 (11-67)

Jueves 23 agosto

中华人民共和国 China Popular Transición, instituciones, desarrollo. Relaciones internacionales. Movimientos de rectificación. Lecturas: Anguiano-Pipitone, 2014, capítulos 一 17-53 y 二 55-120 (101 pp.). Jung Chang, Cisnes salvajes: 4-7 (68-145)

Martes 28 agosto

中国: 革命永久 China: Revolución continua (perpetua) Voluntarismo político: comunas populares y el gran salto. Rectificación y campaña de educación socialista; diplomacia beligerante.造反有理 Revolución cultural; China-EE UU-URSS; apertura política y los últimos años de Mao Zedong. Lecturas: Anguiano-Pipitone, 2014: capítulos 三 121-164 y 四 165-205 (83 pp.) Jung Chang: caps. 8-10 (146-200)

Jueves 30 agosto

实事求是 Transición post-MaoLa era Deng Xiaoping: restauración, reformas y apertura económica (改革 – 开放); crisis política y represión; gira al sur de China y rescate de las reformas. Anguiano-Pipitone. 2014: caps. 五 (207-252), 六 (253-322) y 七 (323-369) total=60 pp. Jung Chang, Cisnes Salvajes: caps. 11-14

Martes 4 septiembre

经济神奇 El milagro económico chino Reformas sin cambio político; transformación social; Quinta generación de líderes. Anguiano-Pipitone, 2014; 371-554. Jung Chang: caps. 15-16

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Jueves 6 septiembre

中国特色社会主义 Socialismo con características chinas¿Capitalismo de Estado? ¿socialismo de mercado? o ¿capitalismo de compadres? Huang Yasheng, Capitalism with Chinese Characteristics. Entrepreneurship and the State, “A detailed synopsis” xiii-xviii; cap. 5 “Capitalism with Chinese Characteristics” 233-298 (70 pp.). Minxin Pei, China’s Crony Capitalism. The Dynamics of Regime Decay. “Introduction” 1-22; “1. The Origins of Crony capitalism: How Institutional Changes Incentive Corruption” 23-48; 7 “The Spread of Collution: The Party-State in Decay” 216-255; “Conclusion” 256-268. (100 pp.). Jung Chang: caps.: 17-20

Martes 11 septiembre

China, potencia económica global Fin del milagro económico y su impacto mundial; políticas económicas de impacto global. Lecturas: Barry Naughton, “Is China Socialist?” Journal of Economic Perspectives Vol. 31, Number 1, Winter 2017, pp. 3-24.Jung Chang, Cisnes Salvajes, caps. 21-23.

Jueves 13 septiembre

Era de Xi Jinping: ¿el retorno al autoritarismo personal?El 19° congreso nacional del PCC y el 13° congreso de la ANP. Del liderazgo colectivo a un líder-núcleo: riesgos internos. Lecturas: Anguiano, “La era de Xi Jinping”, Cuadernos de trabajo del cechimex , Número 5, 2015 (16 pp.), y “El 19° congreso nacional del partido comunista de China”, Ibidem, Número 1, 2018 (24 pp.). Cheng Li, Chinese politics in the Xi Jinping era. Washington D. C.: Brookings Institution Press, 2016 prólogo y capítulo uno, pp. 1-39 . Robert D. Blackwill & Kurt Campbell, Xi Jinpin on the Global Stage. CSR N° 74, 02.2016 (67 pp.). Total=129 pp.Chang, Cisnes salvajes: caps. 24 - 26

Martes 18 septiembre

China en ascenso a potencia globalPosibilidades reales. Potencia hegemónica “con características chinas”Retos y oportunidades. Lecturas: From Deng to Xi. Economic reform, the silk road, and the return of the Middle Kingdom. LSE-SR023, 05.2017 (52 pp.). WEF Geo-economics with Chinese Characteristics, 2016 (34 pp.)FP Brookings, How Xi Jinping Sees the World, 2016 (21 pp.)CSIS. Statemen’s Forum: Wang Yi, 2016 (20 pp.). Total=126 pp.Chang, Cisnes salvajes: caps. 27, 28 y epílogo

Jueves 20 septiembre Examen parcial: China

*Ver bibliografía al final de este capítulo.

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Mi experiencia personal sobre China no se origina en el mundo aca-démico, sino a similitud del caso de Anguiano, en el del gobierno y la política pública. No en la diplomacia, sino en el servicio público en un gobierno estatal. Mi recorrido se inició cuando colaboré con el Gober-nador Lázaro Cárdenas Batel (2002-2008) en el estado de Michoacán como asesor para asuntos económicos e internacionales. Esas tareas me llevaron a promover la cooperación entre el puerto Lázaro Cárdenas y los puertos chinos, con énfasis en un hermanamiento establecido con el puerto de Ningbo en la provincia de Zhejiang.

Los principales puertos chinos: Shanghái, Zhenshen-Yantian, Ningbo-Zhousan, Hong Kong, Guangzhou, Qingdao, Tianjin, Dalian, Xiamen. Fuente: https://www.

aprendeaimportardesdechina.com/importacion-de-china/los-principales-puertos-de-china/

Durante ese periodo, se iniciaron una serie de relaciones entre gobier-nos subnacionales: Michoacán-Zhejiang, Jalisco-Shanghái y Ciudad de México-Pekín, que tuvieron como resultado el envío de centenares de

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estudiantes para aprender la lengua china y estudiar vías para el fortale- cimiento del comercio exterior y la inversión entre ambos países (Here-dia Zubieta et al, 2012). Yo realicé mi investigación doctoral en torno a la manera en que el desarrollo portuario tiene (o no, en el caso de eco-nomías de enclave) un impacto en el desarrollo territorial. El Embajador Anguiano fue una fuente invaluable para la orientación y la conclusión exitosa de mi pesquisa, mientras que la maestra Musacchio me mos-tró los abismales contrastes entre el Shanghái del siglo xxi y las huellas de la pobreza en su periferia.

Además del aprendizaje que ha significado para mí compartir labo-res docentes con Anguiano, en el otoño de 2017 tuvimos la fortuna de que nos acompañara como profesora invitada la maestra Marusia Musa- cchio, una de las sinólogas jóvenes más destacadas en México. A la sazón Marusia vivía en San Francisco, California, y se encontraba en la víspe- ra del nacimiento de su hija Mia Van Lamoen. Para fortuna del cide y de nuestros alumnos, Marusia se hizo el tiempo para venir a impartir clases a nuestra institución. Aun cuando su aprendizaje responde sobre todo a los ocho años que vivió en China (la mayor parte del tiempo en Shanghái), Musacchio se considera a sí misma como una discípula de Anguiano.

Cuando me invitó Cassio Luiselli a participar en este volumen en homenaje a los ochenta años de edad del Embajador Anguiano Roch, pensé inmediatamente en recabar el testimonio de Marusia sobre las principales contribuciones de Anguiano al estudio sobre China y a su comprensión en México y América Latina. Estas son sus palabras:

La embajada de México en China ha servido como indicador de la política exterior mexicana y de los alcances y las limitaciones de las administra-ciones que la encabezan. En ese sentido, Eugenio Anguiano corrió con la buena fortuna de desempeñarse como representante mexicano ante la República Popular China (rpc), al inicio de la década de los 70. En esos años, el presidente Luis Echeverría buscaba utilizar cualquier espacio dis-ponible en el estrecho mundo bipolar para llevar a cabo su visión de un México que, según sus palabras, ‘no creciera en soledad’.

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Así pues, la misión de Anguiano era histórica. En él estaba inves-tida la tarea de ser el primer representante de México ante la República Popular China para buscar nuevos espacios de acción. Debía hacerlo en un contexto internacional donde la estrategia triangular de Richard Nixon había transformado la configuración del esquema de dos polos de poder. La nación más poblada del planeta le daba la espalda a Moscú para mi- rar hacia Washington. Fue esa coyuntura la que le facilitaría a México tener un papel relevante en la estrategia de política exterior china.

La coyuntura la ponía la mesa a Echeverría para hacer su sueño de diversificar, aunque fuera un poco, nuestra política exterior. No obstante, fue el agudo instinto político de Anguiano lo que impulsó un intercambio nutrido cuyo fruto más sólido fue la adscripción china al Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe o Tratado de Tlatelolco.

La tarea era complicada, particularmente si se considera que Anguiano no alcanzaba los cuarenta años de edad y se desenvolvía en un país con una élite política sumamente experimentada. Los revolucionarios chinos llevaban desde la década de los veinte organizando movimientos de gue- rrillas, comunas, purgas, negociando con la Unión Soviética, Vietnam, Estados Unidos y, obviamente, construyendo la nueva república. Por los pasillos donde el mexicano se movía transitaban nada más y nada me- nos que políticos de la talla de Mao Tse Tung, uno de los grandes líderes del siglo xx , y de Zhou Enlai, el diplomático que, como ningún otro personaje, embrujaría a Henry Kissinger. Sorprende pues que alguien tan joven haya capitalizado su posición de manera tan eficaz. El triunfo de Eugenio An-guiano estuvo en que contaba con un instinto político fuera de serie y con una metodología disciplinada, que mantiene hasta la fecha, para devorar información y memorizarla.

Quizá también, en esos años, el tiempo corría de manera más lenta. Había espacio aún para pensar en grandes tendencias y para informarse bien. La inmediatez no se había apoderado aún de la reflexión. Para formar opiniones había que estudiar mucho, encontrarse con otros embajadores, colocar sus agendas dentro del tablero geopolítico, había que reunirse con oficiales chinos y escuchar de manera atenta, aprender a leer entre líneas.

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De no hacerlo, Anguiano corría el riesgo de quedar cegado ante lo que el gobierno le presentaba como una verdad monolítica.

Esa terquedad de estar bien informado fue lo que hizo de Anguiano un embajador excepcional y también una suerte de cronista de un momento histórico. Vería pues de manera cercana, casi íntima me atrevería a decirlo, cómo China no sólo se abría al mundo occidental, sino sembraba las se-millas para un cambio de modelo. Cuando Echeverría visitó la República Popular China en 1973 Anguiano lo acompañó a visitar una comuna, y ahí fue que conoció personalmente a Deng Xiaoping, quien acababa de ser rehabilitado después de la primera purga que sufrió durante la Revolución Cultural (lo purgarían una vez más, pero esa fue más breve). A pesar de que el embajador mexicano ya no estaba en su puesto, en 1978, cuando Deng lanzó las famosas Cuatro Modernizaciones, a la distancia Eugenio Anguia-no vería cómo la República Popular China abría su sistema económico a la inversión extranjera, el llamado socialismo de mercado, como lo bau-tizaron los chinos. Durante su segunda estancia al frente de la embajada, de 1982 a 1987, sería testigo de cerca del experimento económico más fructífero de la historia donde cientos de millones de chinos pudieron salir de la pobreza.

Por motivos geopolíticos y debido a la debacle económica mexicana y, posteriormente, a la apuesta por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), la relación bilateral nunca volvió a tener tanto peso como durante la primera estadía de Anguiano al frente de la represen- tación mexicana en Pekín. Como consecuencia, a pesar de tener nombres de la talla de Sergio Ley López y Jorge Eduardo Navarrete de embajado-res, la relación se desdibujó y China siempre permaneció como prome-sa incumplida de lo que pudo ser nuestra política exterior. Pero hoy, con la elección de Donald Trump, la situación es distinta. Nuevamente los inter-cambios sino - mexicanos cobran un sentido de urgencia. Es tiempo de que mi generación tome la estafeta y se atreva a cambiar de enfoque. Esperemos solamente que sean las enseñanzas de Eugenio Anguiano las que marquen la pauta del porvenir. De ser así, estaremos en buen camino’ (fin de la cita de Marusia Musacchio).

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Apuntes finales: Anguiano y las relaciones México-China

No puede quedar fuera de este texto un apunte sobre la contribución de Anguiano al estudio y el fortalecimiento de las relaciones entre México y China. Él mismo fue protagonista crucial del establecimiento de rela-ciones diplomáticas entre nuestro país y la República Popular en febrero de 1972. El embajador Anguiano destaca que a partir de entonces, cada uno de los presidentes mexicanos (Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Pon- ce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto) han realizado visitas oficiales a China, y cada uno de los Jefes de Estado y de Gobierno de China han visitado México

En 2003 la República Popular China desplazó a México como el segundo proveedor de productos al mercado de Estados Unidos, sólo detrás de Canadá. China alcanzó este logro a pesar de que no goza de tratamiento preferencial alguno de parte de los miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Algunas personas pueden ver el desplazamiento de México en el mercado estadounidense por parte de China como prueba del impacto negativo de la relación entre México y China. Anguiano, sin embargo, está convencido de que con una mayor densidad en la relación bilateral ambos países se benefician, por supuesto sin dejar de atender los intereses estratégicos de México.

Las relaciones políticas entre Pekín y México han sido buenas, pero distantes, aun cuando no se han registrado confrontaciones directas. Al final de 2003, el primer ministro Wen Jiabao y el presidente Fox acorda-ron dar a las relaciones bilaterales el carácter de estratégicas.

Entonces, en opinión de Anguiano, ¿cuáles son los desafíos para la continuidad de los vínculos entre ambos países? El embajador ha sos-tenido que además de las asimetrías comerciales y su rivalidad por el acceso al mercado de Estados Unidos, de la parte china no existe mayor obstáculo para la mejora de las relaciones.

Yo apuntaría que la cancelación unilateral del tren rápido de la Ciu-dad de México a Querétaro en noviembre de 2014 –contrato ganado por un consorcio de tres empresas propiedad del Estado chino– fue mo-

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tivo de un aviso de intención de iniciar el arbitraje por un reclamo de 600 millones de dólares, pues a su entender las autoridades mexicanas “no actuaron de manera transparente, de buena fe, ni garantizaron un debido proceso legal”. El proceso se desarrolla al amparo del acuerdo bilateral para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (appri México-China), firmado por ambos países el 11 de julio de 2008.

Desde el punto de vista mexicano, el Embajador apunta que las ba-rreras para una relación más cercana y de un nivel más elevado es prin-cipalmente la falta de una actitud mental para promover enfoques más ambiciosos en las esferas económica, política y cultural.

Por su parte, la maestra Musacchio nos recuerda la historia de los abusos indiscriminados contra la comunidad china en México. No hay que olvidar nunca la virulencia del movimiento anti-chino en México, donde más de 300 personas de ese origen fueron asesinadas en 1911 en la matanza de Torreón.

En otras palabras, es imperativo aprender de los errores, con el pro-pósito de ir más allá de meras declaraciones que distan de dar sustento al carácter estratégico de la relación chino-mexicana, así como expandir el horizonte de la cooperación en los ámbitos bilateral y multilateral. Las herramientas, los foros de diálogo y las instituciones ya están allí; corresponde a las partes aportar la voluntad política, la congruencia y la consistencia en sus vínculos.

Concluyo este texto con una reflexión final. La perseverancia, la resi-liencia, el tesón y la dedicación con que Eugenio ha entregado una vida al estudio de China tienen todo que ver con su familia, con sus ancestros, con su esposa, la doctora María Teresa Rodríguez y Rodríguez, con cada uno de sus hijos y nietos. Todos y cada uno de ellos han estado presentes a lo largo de las ocho décadas de fecunda travesía personal, familiar, pro-fesional y académica del Embajador Eugenio Anguiano Roch, que en-cuentra sus raíces en el estado de Michoacán y desde allí se ha proyectado al mundo entero. Dedico una nota especial a María Teresa, porque ella tiene su propia carrera académica y ha publicado textos fundamentales sobre el sector agropecuario en China y sobre los cambios en el mode- lo económico chino, y a su hija, la ministra Amparo Eréndira Anguiano

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Rodríguez, cuyos logros exceden con mucho el cargo que hoy ocupa en la Secretaría de Relaciones Exteriores, y que desde niña aprendió a hablar Putonghua, la lengua común de los chinos, con un dominio del lenguaje que muy pocos mexicanos han alcanzado.

Evidentemente, en el largo recorrido de Eugenio Anguiano su familia ha sido crucial. Y así como él a sus casi ochenta años empieza a trabajar con los primeros destellos del amanecer, a quienes hemos caminado a su lado por algún trecho de la ruta, nos queda la certeza de que siempre volveremos a él y a su obra en busca de luz.

Semblanzas biográficas

Eugenio Anguiano Roch (1938) fue embajador de México en China (en dos ocasiones) y también en otros tres países latinoameri-canos y uno europeo, además de otras representaciones en organismos internacionales. Fue profesor e investigador en El Colegio de México y director de su Centro de Estudios de Asia y África. Desde 2009 es profesor asociado al cide, con especialización en temas históricos y contemporáneos de China y Asia oriental, e investigaciones en mercados financieros internacionales.Ugo Pipitone Allione (1946) es profesor-investigador del cide des-de 1987. Se ocupa de temas de desarrollo económico con particular atención en América Latina y el Oriente asiático. Entre sus más recientes publicaciones se encuentran La esperanza y el delirio. Una historia de la izquierda en América Latina (Taurus-cide, 2015), Modernidad congela-da: Un estudio de Oaxaca, Kerala y Sicilia (cide, 2011); Para entender la izquierda (Nostra Ed., 2007); El temblor interminable (cide, 2006); Ciudades, naciones, regiones (fce, 2003).Carlos Heredia Zubieta (1956) es profesor asociado al cide des-de 2009. Fue director de su División de Estudios Internacionales entre 2010 y 2013. Sus líneas de investigación son: Estudios Regionales de Asia del Este; Estudios Regionales de América del Norte; Migración internacional en el corredor Mesoamérica-Norteamérica. Fue diputado

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federal en la lvii Legislatura al Congreso de la Unión (1977-2000). Es articulista de El Universal y comentarista frecuente en medios de comu-nicación de México, Estados Unidos y Canadá. Asociado fundador del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) y miembro del Consejo Asesor del Instituto de México en el Centro Woodrow Wil-son, de Washington, dc. Licenciado en Economía por el itam, Maestro en Economía por la Universidad McGill, de Montréal, Canadá y Doc- tor en Economía por la unam. Investigador nivel I del sni. Marusia Musacchio (1977) es maestra de Estudios Orientales por la Universidad de Harvard y Licenciada en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Vivió ocho años en China, donde tuvo una casa editorial y fue corresponsal de prensa y radio. Actualmente es ceo de Vigilamos. Anteriormente fue ejecutiva y responsable de la recaudación de fondos en El Colegio de México. Fundadora y Directora de Orienta International, consultora para el comercio entre Latinoamérica y Asia. Es Asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (comexi).

Bibliografía

Anguiano, Eugenio y Ugo Pipitone (editores). 2012. China, de los Xia a la República Popular (2070 a.C.-1949). Lecturas comentadas. Centro de Investigación y Docencia Económicas: México.

_____. 2014. República Popular China: De la utopía al mercado. Lectu-ras comentadas, (1ª. Edición). Centro de Investigación y Docencia Económicas: México.

_____.2015. “La era de Xi Jinping: ¿retorno del autoritarismo perso-nal?” Cuadernos de trabajo del Cechimex 5, pp. 1-16

_____. 2018. “El 19 Congreso Nacional del Partido Comunista de China”. Cuadernos de Trabajo del Cechimex 1, pp. 1-24.Chang, Jung. 2005. Cisnes salvajes: Tres hijas de China. Circe: Barcelona.Heredia Zubieta, Carlos. 2011. “China-Japón: saldos históricos, oportunida-des futuras”- En, Navarrete, Jorge Eduardo (coord.). La huella global de China: Interacciones internacionales de una potencia mundial. Centro

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de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades: Universidad Nacional Autónoma de México México, pp. 299-334.

_____, Alexis Rivera y Jing Wang. 2012. “Las relaciones internacionales de las entidades federativas mexicanas con las provincias chinas”. En, Dussel Peters, Enrique (coord.). Cuarenta años de la relación entre México y China: acuerdos, desencuentros y futuro. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía y Centro de Estudios China-México: México, pp. 337-346.

Huang, Yasheng. 2012. Capitalism with Chinese Characteristics. Entre-preneurship and the State. Cambridge University Press: Cambridge.

Li Cheng. 2009. “One Party, Two Coalitions in China’s Politics”. Brookings Op-Ed (http://www.brookings.edu/research/opinions/2009/08/16-china-li), agosto 16.Pei, Minxin. 2016. China’s Crony Capitalism. The Dynamics of Regime Decay. Harvard College: Cambridge.

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Eugenio Anguiano - el embajador, el profesor, el amigo

Liljana Arsovska

“A sus piernas Sr. Embajador” – fue la primera frase que esbocé ante el Embajador Eugenio Anguiano el 15 de septiembre de 1982. Como de costumbre, el Embajador de México en China y su esposa ese día organizaron una gran fiesta para conmemorar el día de la independen- cia de México. La imponente y bella embajada mexicana, localizada en el barrio de Sanlitun de Pekín, ese día abrió sus puertas para recibir a muchos chinos, extranjeros y por supuesto a los mexicanos que vivían, trabajaban o estudiaban en China.

Como novia de un mexicano, tuve el privilegio de asistir a esa gran fiesta donde conocí al Embajador.

Esa frase, aunque algo desafortunada, causó mucha risa entre los presentes y un rubor rojo encendido en el rostro de mi novio. La frase fi- guraba en el manual “Español en diez lecciones” que mi madre me envió desde Macedonia. Claro, la expresión correcta era “a sus pies Sr. Emba-jador”, pero cuando recién aprendes español entre los pies y las piernas, la distancia es corta.

La vergüenza me persiguió durante varios meses, pero logré sobre-ponerme y durante los próximos años en varias ocasiones tuve el placer de visitar la embajada y ver de nuevo al Embajador.

Con esa pequeña anécdota quise comenzar mi humilde homenaje a Eugenio Anguiano Roch, dos veces Embajador de México en China

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(1972 -1976) (1982 -1987), Profesor y Director (2000 -2003) del Cen-tro de Estudios de Asia y África, Director del Anuario de apec en El Colegio de México, Profesor del cide y de la unam y, sobre todo, gran conocedor de China.

Para expresar mi cariño, respeto y admiración hacia el Embajador decidí rastrear en las páginas chinas del Internet y particularmente en el buscador Baidu, las referencias al embajador ya sea por medio de citas, entrevistas, comentarios, etc. Y esto es lo que encontré…

Con motivo del festejo del aniversario 66 del establecimiento de la República Popular China, el Embajador en una entrevista para la agen- cia Xinhua declaro:

La mayor satisfacción de mi vida es haber sido dos veces embajador de México en China. En ambas ocasiones fui testigo presencial del vertigi-noso desarrollo y crecimiento económico del país. En ese tiempo el go-bierno de China enfocó todas sus fuerzas en el avance económico, en la implementación de las reformas y la apertura hacia la inversión extranjera. Esos esfuerzos se han reflejado en un gran auge y vigor que han trans-formado por completo el rostro del país. China en la actualidad cuenta con un sistema económico sólido que le permite alcanzar logros nota-bles y convertirse en la segunda mayor economía del mundo. Además de perseverar en la búsqueda de prosperidad para su pueblo, el gobierno chino contribuye activamente en el mantenimiento de la paz y el desarro- llo mundial. La prosperidad china brinda oportunidades de desarrollo a América Latina y el mundo entero. (en: http://www.81.cn/jwgz/2015-10/01/content_6707146.htm)

El 4 de noviembre de 2008, el embajador Eugenio Anguiano ofreció una entrevista al Diario del pueblo (Renmin Ribao), órgano oficial del partido comunista y del gobierno de China. El título de la entrevista que presentaré a continuación es: “China se adhiere al camino del desarrollo sostenible”.

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Las reformas de China y la apertura económica tienen el propósito de lo- grar la prosperidad común de la gente y por ello, el énfasis radica en el equi- librio entre el hombre y la distribución de la riqueza. Especialmente enco-miable es que el gobierno chino está pensando en un desarrollo sosteni-ble a largo plazo centrado en promover la construcción de una sociedad armoniosa donde el campo y la ciudad crecen sin descuidar la protección del medio ambiente – dijo el primer embajador de México en China, el Sr. Eugenio Anguiano visiblemente emocionado y agregó: Hay pocas ciuda-des en el mundo tan bien urbanizadas y planificadas como Pekín donde la gente vive bien.

El 14 de febrero de 1972, México y China establecieron formalmente relaciones diplomáticas y en el mes de mayo del mismo año, México abrió su embajada en China. Eugenio Anguiano Roch se convirtió en el primer embajador en México. Al respecto, Anguiano dijo con orgullo: “Soy un embajador de dos mandatos. La primera vez dejé a China en 1976 y volví de nuevo en 1982 y hasta 1987 me desempeñé como em-bajador de México en China”.

Con gran entrega y emoción el embajador continuó diciendo que, en 1971, la Asamblea General de la onu aprobó una resolución para restaurar la sede legítima de la República Popular de China en las Na-ciones Unidas. En 1974, la delegación china en la Asamblea General abogó por el establecimiento de un nuevo orden económico interna- cional. La exposición de la teoría del presidente Mao sobre los “tres mun-dos”, así como los postulados fundamentales de la política exterior de China, causaron una fuerte reacción entre la comunidad internacional. En aquel entonces el jefe de la delegación china era ni más ni menos que el mismo Deng Xiaoping. La posición de China en el escenario inter-nacional comenzó a cambiar y muchos países empezaron a establecer activamente relaciones diplomáticas con China.

“Afortunadamente, –dijo el embajador lleno de orgullo– México es-tuvo a la vanguardia. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestros dos países llevó las relaciones amistosas entre México y China a una nueva altura”.

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El embajador narró que durante su primera visita descubrió a un país fascinante, económicamente autosuficiente que no dependía del capital extranjero y donde no circulaban productos y mercancías de otros países.

En las calles de Beijing –dijo– no podías comprar productos extranjeros como Coca-Cola, pues todas las mercancías eran fabricadas por China misma. Más tarde, la Tienda de la Amistad se convirtió en un lugar fre- cuentado por los diplomáticos extranjeros en China. Allí había zapatos, ropa, refrescos y comidas excéntricas de Europa y otras partes del mundo. Lo que despertó en mí gran sorpresa y admiración era atestiguar que China, ese país nada rico, en aquellos tiempos ofrecía generosa ayuda a Tanza- nia, Zambia y otros países africanos construyéndoles ferrocarriles y otras obras de infraestructura.

En 1978, durante la Tercera Sesión Plenaria del Undécimo Congreso del Comité Central del Partido Comunista de China se tomó la deci- sión de implementar la reforma y la apertura. Para ese entonces, An- guiano se había ido al país, sin embargo, nunca dejó de observar de cerca los acontecimientos políticos, económicos y sociales de China.

Las decisiones políticas posteriores no fueron repentinas –comentó– en 1975, el primer ministro Zhou Enlai reiteró que los esfuerzos para mo- dernizar la industria, la agricultura, la defensa nacional, y la ciencia, y la tecnología modernas se redoblarán en el futuro. En la Cuarta reunión de la Asamblea Popular Nacional fueron emitidos fuertes señales que dejaron en claro los pasos a seguir para impulsar las reformas con miras a lograr los objetivos de las cuatro modernizaciones.

En su opinión, el proceso de reformas y apertura en China avanzó a través de constantes exploraciones y ajustes. Después de una serie de transformaciones profundas, la economía china comenzó a desarro- llarse rápidamente. Lo que más le sorprendió es ver cómo China abrió sus puertas a la inversión extranjera desde 1982, en muchos sectores

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de la industria ligera y particularmente, en el sector de la exploración petrolera.

Abrir el sector energético era un enfoque muy audaz. Los chinos no sólo demostraron no temerle a la inversión extranjera, sino que elaboraron una serie de leyes y reglamentos para normar la apertura y la inversión en el sector energético. De esa manera le mostraron al mundo entero su firme decisión de caminar con grandes pasos en las reformas y la apertura hacia el exterior. El mundo por su parte, se dio cuenta del amplio potencial que ofrecía China a las empresas extranjeras.

La amplia experiencia ha convertido a Eugenio Anguiano en un experto por excelencia en cuestiones de China. Manifestó que, desde su regreso a México, prácticamente se la pasaba ocupado debido a las constantes invitaciones por parte de varios sectores para ofrecer conferencias y charlas sobre China, enfocadas hacia las reformas, la apertura y las polí- ticas que el gobierno chino ha implementado para enfrentar el impacto de la crisis financiera, desatada por Estados Unidos. Enfatizó las altas tasas del crecimiento del pib de alrededor de 9% sostenidas durante varios años que incluso, a veces eran de dos dígitos. Para prevenir el so-brecalentamiento de la economía, el gobierno chino oportunamente interviene y realiza ajustes en el crecimiento y las políticas de desarrollo.

Hace poco leí un artículo que decía que actualmente en China los usua- rios de telefonía móvil sobrepasas los 550 millones de personas y China ocupa el primer lugar del mundo tanto en telefonía móvil como en telé-fonos fijos. Además, China es actualmente el tercer mayor exportador del mundo, sólo después de Estados Unidos y Alemania. Otra gran hazaña del gobierno chino es haber sacado de la pobreza extrema a más de 450 millones de habitantes.

En resumen, el socialismo con características china logró construir un modelo económico acabado y funcional. Bajo la premisa de la vigilancia constante y cuidadosa de todos los riesgos del desarrollo vertiginoso, el

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gobierno de la República Popular China impulsa el crecimiento econó-mico que, a su vez, propicia estabilidad social. (en: http://cpc.people.com.cn/GB/64093/64387/8277682.html)

El 13 de junio de 2016, el primer embajador de México en China, Eugenio Anguiano Roch y la señora María Teresa Rodríguez y Rodrí- guez, en calidad de profesores visitantes de América Latina, visitaron el Centro de estudios latinoamericanos de la Academia china de cien- cias sociales y con sus colegas chinos intercambiaron puntos de vista e impresiones sobre las relaciones de China con Latinoamérica. La re-unión de trabajo fue organizada por el Centro de estudios de México y el grupo de trabajo del proyecto innovador “China-Latinoamérica y la estrategia china hacia Latinoamérica”. El investigador Yang Zhimin, director ejecutivo del Centro de estudios mexicanos presidió la reu- nión en la cual participaron expertos externos, personal de la emba- jada mexicana en China y profesores e investigadores de la unam y del Colegio de la frontera norte.

El Embajador Anguiano en su discurso titulado “Las relaciones México-China-Estados Unidos”, desde el punto de vista de la historia comparada, dijo que las relaciones chino-estadounidenses son un fac- tor clave en el mantenimiento de la paz y la estabilidad mundial. Por su lado, la importancia de las relaciones entre México Estados Unidos se refleja en los intereses políticos y económicos de ambos países y en la geopolítica de América del Norte y América Central.

La profesora Rodríguez en su discurso titulado “Las relaciones co-merciales de América Latina con China”, enfatizó que la estrecha coope-ración económica y comercial entre China y América Latina, responde a los intereses y preferencias de las partes implicadas. Muchos países latinoamericanos se han beneficiado del “efecto China”, pero debido a los cambios en el modelo de desarrollo económico de China y la dis-minución de la demanda china hacia América Latina, el “efecto China” enfrenta desafíos. Recalcó también que la agricultura desempeña un pa-pel importante en las relaciones económicas y comerciales de América Latina con China.

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El Embajador Anguiano y la profesora Rodríguez con sus colegas chinos intercambiaron opiniones sobre la relación sino-mexicana en los años 70, así como sobre el estado actual y los desafíos en las relaciones entre China y Latinoamérica.

Eugenio Anguiano Roch, se desempeñó como embajador de Mé-xico en China en dos ocasiones, 1972 -1975 y 1982 -1987. Actualmen-te es Profesor del Centro de estudios económicos (cide). La señora Rodríguez es profesora del Instituto de investigaciones económicas de la unam. (en: http://www.chinacelacforum.org/chn/zgtlmjlbgjgx/t1372642.htm: Esto es sólo una pequeña reseña de las referencias so- bre Eugenio Anguiano en chino que aparecen en los buscadores chi- nos. En todos los buscadores en español e inglés podemos encontrar un sinnúmero de artículos, libros, conferencias, y ensayos escritos y dic-tados por el Embajador en múltiples foros académicos, empresariales, nacionales e internacionales.

Es para mí un gran privilegio conocer y poder disfrutar la producción escrita de Eugenio Anguiano, el Embajador, el profesor, el amigo y sobre todo, el excepcional ser humano.

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Salvador Arriola

El reconocimiento tico

Desde mi incorporación a la cepal, (México) en enero de 1971, recibí de parte de mis compañeros de trabajo, constantes referencias de afec- to y reconocimiento al joven embajador de México en Costa Rica, Eugenio Anguiano Roch. Así lo manifestaban Álvaro de la Ossa y Ro-drigo Bolaños, costarricenses que ocupaban las Jefaturas de Política Comercial y de Estadística respectivamente y Porfirio Morera Batres, subdirector de la Oficina en México. No se diga menos, de parte de Ra-món Carlos Torres y Ernesto Carranza, cepalinos egresados de la Escuela de Economía de la unam.

Durante ese periodo, uno de los más reconocidos promotores de la integración centroamericana y del papel de la cepal en ese compro-miso, el también costarricense, Carlos Manuel Castillo, me hablaba del dinámico Embajador Anguiano, quien se daba tiempo de dar clases de economía en la Universidad de San José.

Conocí en esos días, a Rigoberto Martínez Pérez, quien trabajaba en Nacional Financiera y que formaba parte de la generación de Eugenio, al igual que Jorge Eduardo Navarrete, Roberto Villa y Arturo González Sánchez, entre otros.

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No sería sino hasta 1978 cuando Rigoberto, alias Riguito, como le dice Eugenio, nos presentó y empecé a recibir de éste último, las primeras manifestaciones de su amplio conocimiento y sencillez, atribuciones que perduran hasta hoy.

Iniciaba mis labores en febrero de ese año, en la Dirección General de Asuntos Hacendarios Internacionales, recién creada y dirigida por Bernardo Sepúlveda, nueva área que había surgido de la famosa Direc-ción General de Estudios Hacendarios, en cuya sección internacional había trabajado Eugenio. Ello permitió que en nuestras conversaciones, Eugenio me pusiera al día, de los orígenes y tareas principales que en el área internacional habían caracterizado a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, previo a mi llegada.

Coordinación ejemplar

Después de mi paso por la cepal, en 1973, ingresé a la Secretaria de Industria y Comercio, al área internacional, que estaba a cargo del inol-vidable Roberto Dávila Gómezpalacio.

Además de atender los temas relativos a la participación de México en la Ronda Tokio del gatt, se me responsabilizó de dar seguimien- to a las tareas de nuestro país en la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (onudi).

Lo anterior, me permitió asistir a la Segunda Conferencia General de la onudi, en marzo de 1975, instancia en la que se aprobó por mayo-ría, la Declaración y Plan de Acción de Lima, que tenía como principal objetivo, el que los países en desarrollo alcanzaran para el año 2000, el 25% de la producción industrial mundial. Era la época de la “tiranía de las mayorías” como decía Kissinger y que más que nada, era conse-cuencia de la inmovilidad del mundo desarrollado para contribuir al desarrollo industrial de la ¡mayoría! Ello provocó que el documento de Lima no lograra el consenso requerido.

Posteriormente, como funcionario del área internacional de Hacien-da y Crédito Público, formé parte de la delegación mexicana que asistió

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a la Tercera Conferencia de la onudi que se celebró en Nueva Delhi, India, del 21 de enero al 9 de febrero de 1980. La delegación de México fue presidida por el expresidente Luis Echeverría y en su carácter de Director en Jefe para Asuntos Económicos de la Secretaria de Relacio-nes Exteriores, figuraba como segundo de abordo Eugenio Anguiano. Igualmente formaba parte de la misma, el Embajador ante los Organis-mos Internacionales con sede en Viena, Austria, Agustín García López Santaolalla de gratos recuerdos. Asimismo, participaban en la delega-ción, Carmen Moreno, Miguel Angel Rivera, Jesús Rodriguez Montero, José Carlos Barona y Ramón González Jameson.

Previo a la cita de Nueva Delhi, se llevó a cabo del 17 al 22 de di-ciembre de 1979, en la Habana, la Reunión Ministerial del Grupo de los 77, que acordó un documento de posición diferente al que algunos embajadores en Viena, con el apoyo de la Secretaria de la onudi ha- bían elaborado y que inconformó a la gran mayoría de las delegaciones, en virtud de que contenía diversas iniciativas que no coincidían con los planteamientos del Grupo, establecidos en ocasión de la Declaración y Plan de Acción de Lima de 1975 y que intencionalmente acerca- ban la posición de los 77 a las posiciones del llamado Grupo B de los países desarrollados.

Eugenio Anguiano nos solicitó en Nueva Delhi, en su carácter de coordinador de la delegación, le comentáramos sobre los anteceden- tes de la Habana 79 y Lima 75, con el objetivo de informar al licenciado Echeverría, y definir la posición de México en la primera reunión que sostendría el G-77, y en la que participarían aquellos delegados que ha-bían elaborado el documento de Viena, cuyas delegaciones continuaban sin acceder al contenido del documento que se había perfilado en la Habana.

En la Secretaría de Hacienda y Crédito Público habíamos elabora-do un texto, que contrastaba el Plan de Acción de Lima de 1975 con el presentado por los mencionados embajadores en Viena, ejercicio que aclaraba las desventajas de éste último, teniendo en cuenta que en Nueva Delhi se pretendía ir más allá del contenido del Plan de Acción de Lima.

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Se decía incluso, que el documento de Viena había contado no solo con el “apoyo” de la Secretaria, sino con el de varios países del Grupo B.

Después de las consultas al interior de la delegación mexicana, se nos autorizó a José Carlos Barona y al suscrito, a presentar en la Plenaria del G-77, el ejercicio que elaboramos en la Dirección General de Asuntos Hacendarios Internacionales.

La presentación provocó un importante “cisma”, dado que incluso, la delegación de la India que presidia la reunión acercaba más su posición al documento de Viena, en razón de que al contener párrafos asequibles a las delegaciones del Grupo B, permitía acercarse con mayor certidumbre al éxito de la Conferencia.

Se generó un impasse, que obligó al ministro de Relaciones Exteriores de la India, Narasimba Rao, y presidente de la Conferencia, a convocar en los días finales del encuentro, al llamado Grupo de Amigos del presi-dente, que consistía en 2 representaciones por el Grupo de los 77; 2 por el Grupo B y 1 por el Grupo D (Europa del Este). México formaba parte de la Vicepresidencia de la Conferencia, por lo que tenía derecho a par-ticipar como Vocero de los 77, al igual que Túnez, país cuyo embajador se había significado por defender el documento de Viena, al igual que algunos representantes de países del sur de América Latina.

En la cita negociadora del Grupo de Amigos y ante la dificultad de encontrar opciones que no lesionaran los acuerdos de Lima, el Jefe de la Delegación de México, se sostuvo en su posición de no acceder a las pretensiones del Grupo B.

Así concluyó la convocatoria que pretendía acercar las posiciones de las partes.

Cabe hacer notar, que la lógica de buscar el consenso por parte del país anfitrión, fue modificada, momentos antes de la plenaria final, en razón, de haberse presentado una seria tensión por el tema nuclear, entre la India y los Estados Unidos, lo que motivó a la primera ministra Indira Gandhi, a no insistir en la posición original de su país.

Eugenio fue pieza importante en establecer el dialogo al interior de la delegación, así como en presentar al expresidente Echeverría las

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opciones de negociación que permitieron a éste preservar las posturas establecidas por nuestro país, en la Declaración y Plan de Acción de Lima.

El 18 de marzo

El 18 de marzo de 1980, después del anuncio del presidente López Por-tillo fue un día especial y de regocijo, para quienes habíamos iniciado meses antes, los estudios para definir la posición de nuestra Secreta- ria (Hacienda y Crédito Público) en torno de la adhesión de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio , gatt.

Tuve la suerte de coordinar dichos trabajos y de presentar los resul-tados al Secretario de Hacienda, David Ibarra, quien participó en las dos reuniones principales en las que, bajo la conducción del presidente José López Portillo, las diferentes dependencias involucradas presentaron sus argumentos en favor o en contra de la incorporación al gatt.

Sin registrar aquí, algunos pormenores de la decisión tomada, deseo recordar que en ese debate nacional tuve la suerte de contar en el análisis e interpretaciones del tema, con los valiosos comentarios de mi ami- go Eugenio Anguiano, como lo había sido con su antecesor en el puesto de director en jefe para Asuntos Económicos de la sre, Manuel Ar- mendáriz, distinguido economista y joven Embajador, al igual que Eugenio.

La Sorpresa petrolera

Poco tiempo después en ese mismo año de 1980, y en uno de mis via-jes a Caracas, se dio la coincidencia de encontrarme nuevamente con Eugenio. Fuimos invitados al Palacio de Miraflores, a escuchar las pala-bras de bienvenida por parte del presidente Luis Herrera Campins, a los delegados que atenderían la reunión del sela.

En el transcurso de su intervención habló de la importancia de apoyar a los países de Centroamérica importadores de petróleo y recordaba el

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Acuerdo de Puerto Ordaz de 1974 en el que Venezuela estableció un mecanismo amplio de cooperación en favor de dichos países.

En 1979, al igual que 1973, la opep había tomado decisiones que tuvieron enorme impacto en el precio del petróleo y en la economía internacional.

Al referirse a ello, el presidente Herrera Campins, se dirigió a la de-legación mexicana que presidía Eugenio y señaló lo siguiente: “Deseo comunicarles, que ante la grave situación por la que atraviesan los paí- ses importadores de petróleo de Centroamérica y el Caribe, he decidido invitar a México, para que junto a Venezuela, establezcamos un Programa de Cooperación Energética en favor de dichos países”.

La cara de mi jefe de Delegación fue de asombro, dado que no había habido antecedente alguno de la propuesta, lo que lo impulsó de inme-diato a llamar al canciller Jorge Castañeda.

El 3 de agosto de ese mismo año de 1980, los presidentes de Mé-xico y Venezuela dieron inicio al citado Programa, del cual tuvimos la responsabilidad de participar en su concepción y en particular, en su funcionamiento desde la Secretaria de Hacienda.

La brecha social

No fue sino hasta 1993, que volví a encontrarme con Eugenio. Él era entonces, embajador de México en Brasil y el suscrito, Secretario Perma-nente del Sistema Económico Latinoamericano, sela y en ese carácter había sido invitado a participar en la iii Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebró en Salvador de Bahía. Eugenio no estaba plenamente complacido con los resultados de la Cum- bre, misma que se había comprometido a establecer una serie de accio-nes de ataque a la pobreza, y a otorgar prioridad al desarrollo social en las decisiones presupuestales, con el propósito de cubrir las necesida- des básicas en las áreas de la salud, la educación y la seguridad social.

Los temas señalados, se incorporaron a la propuesta iberoamericana, con vistas a la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social de 1995.

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Seguimos hoy, como apuntaba Eugenio, con las más altas brechas de desigualdad y con una menor voluntad para reducirlas.

Nos volvimos a encontrar nuevamente en Brasil en ocasión de la to- ma de posesión del presidente Fernando Henrique Cardoso el 1 de ene-ro de 1994 y a pesar de los protocolos y compromisos oficiales que le correspondían tuvimos la oportunidad de reunirnos con un gran amigo mutuo, insigne luchador por la integración latinoamericana, Sebastián Alegrett, quien fungía como embajador de Venezuela en Brasil.

Las charlas del vapor

Cualquier conversación con Eugenio, se convierte ineludiblemente, en una secuencia de anécdotas, sorpresas y narraciones difíciles de olvidar. Lo mismo sus vivencias al narrar su orgulloso origen michoacano, co- mo las responsabilidades como economista, incluyendo su paso por Teléfonos de México, o las de reconocido diplomático e investigador de su querido continente asiático.

De sus memorias en Corea del Norte y de la personalidad del Presi-dente Eterno, Kim Il-Sung, el Gran Líder, que cuenta con enorme cono-cimiento y pasión, hasta aquella que me narró de su viaje a Hong Kong.

Me decía, que durante una breve estancia en Hong Kong, se hospedó en el Hotel Hilton, y aprovechó un tiempo para acudir al vapor, el cual contaba con la presencia de cuatro huéspedes.

Después de unos minutos y rodeados de la bruma del vapor, uno de los presentes preguntó al que se encontraba más cerca ¿Usted a qué se dedica? Soy ingeniero industrial y estamos construyendo una em- presa de medicamentos en ésta ciudad. Este mismo, hizo la misma pre-gunta al siguiente personaje, quien señaló que era banquero y trabajaba para un banco inglés. Se le preguntó a la siguiente persona, de naciona-lidad japonesa, quien aseguró representar a una empresa internacional de alimentos. Inmediatamente, la siguiente pregunta recayó en Eugenio, quien les indicó que era diplomático mexicano, embajador de México en la República Popular China.

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Finalmente, el propio Eugenio le preguntó al último de los presentes, ¿y usted, a qué se dedica? ¡Yo me dedico a ser… rey!; ¡Rey de España, mi nombre es Juan Carlos, mucho gusto en conocerles!

Olvido histórico

Mi padre fue un entusiasta y conocedor de la historia y entre los temas favoritos que me transmitía, estaba aquel que marcó la presencia de los novohispanos en las Filipinas, Japón y China, a partir de 1565, año del inicio con Legaspi y Urdaneta, del Galeón de Manila o Nao de la China, que duraría 250 años fomentando el comercio y el intercambio cultural.

Es lamentable, que hoy, se nos diga a los mexicanos, que debemos adentrarnos y descubrir el Pacífico y sobre todo, que no tengamos co-nocimiento de los vínculos históricos que antes que nadie, desde nues-tro continente, iniciaron nuestros antepasados. ¡Debemos cacarearlo! y en particular, transmitirlo a las nuevas generaciones para que no las sorprendan.

Resalto de forma especial, la fortuna de contar con la amistad de Eu-genio, que por su paso por la diplomacia y la academia, lo convierten en el gran conocedor de esa zona prioritaria del mundo, y que como él seña-laba hace más de 40 años, se convertiría en la más dinámica y promisoria.

Desde tiempo atrás he intentado contribuir al reconocimiento y difu-sión de las principales manifestaciones que generó el galeón de Manila, a través de artículos, seminarios e iniciativas. Dichas acciones no hubieran sido posibles sin el consejo y concurso de mi amigo Genito.

Beneficios de su amistad

Siguiendo con las coincidencias, desde el inicio de nuestra estancia en Brasilia, hemos tenido la suerte de contar con la amistad del embajador de China, Li Jinzhang y de la embajadora, Huang Minhui, grandes co-nocedores de lo mexicano e igualmente amigos de Eugenio y de Tere.

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La Sra. Minhui formó parte de la 2ª generación de estudiantes chinos en el Colegio de México a mediados de los años setenta y ambos fueron embajadores de la República Popular de China en México.

El solo hablarles de Eugenio nos permitió empezar a recibir toda cla- se de invitaciones y sobretodo, sostener agradables diálogos sobre nues-tros dos países y preocupaciones comunes sobre el complicado pano-rama internacional.

¡Echate ese trompo a la…!

En abril de 1973, el presidente Luis Echeverría se convirtió en el primer presidente mexicano en visitar China, después de poco más de un año de haberse establecido las relaciones entre ambos países.

El presidente Echeverría fue recibido por el primer ministro Zhou Enlai y sostuvo una larga plática con el presidente del Comité Central del Partido Comunista Mao Tse Tung, quien se reunía en contadas ocasiones con jefes de Estado y de Gobierno.

Así también, se entrevistó con Deng Xiaoping –quien había resurgi-do a la política por decisión de Mao Tse Tung, y quien hiciera de anfitrión al presidente Echeverría en la visita a una comuna popular.

Jesús Puente Leyva me contaba alguna vez en Caracas, que como miembro de la delegación mexicana en China, había estado presente en la visita del presidente Echeverría a la citada comuna. Una vez con-cluidos los actos protocolarios –me decía–, apareció un niño como de 10 años de edad, quien inició para complacencia de los invitados una serie de malabares y piruetas con un “trompo”, igual a los que tenemos en México. Una vez terminada su actuación, nuestro querido Chucho, pidió al niño el trompo y ejecutó sus propias habilidades, terminando con el baile del mismo en su mano, y haciendo entrega del trompo, al gran Deng Xiaoping!

Siempre quise preguntarle a Eugenio, sobre este inolvidable pasaje, que mostró como siempre, la enorme personalidad de Puente Leyva, el mejor embajador de México en América Latina de los últimos años,

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quien merece como nadie, un especial homenaje de la Secretaria de Re-laciones Exteriores.

Queda para una nueva, larga y sustantiva charla con Eugenio la con-firmación de ésta maravillosa anécdota.

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Eugenio Anguiano, entre el hombre y la institución atemporal

Simón Levy-Dabbah

Eugenio Anguiano Roch, a sus 80 años, es el hombre y la institución que entrelaza la memoria y el futuro.

El hombre que vivió dos veces en el tiempo de Sanlitun, la zona di-plomática que vio crecer coles y luego centros comerciales; el hombre que fue encargado de ejecutar la política exterior mexicana para abrir los contactos con la naciente República Popular China y el hombre que dialogó con los reformadores, los pensadores mitológicos del partido comunista como Deng.

El tiempo lo ha vuelto una institución que atestiguó el conflicto por la sucesión de Mao. El testigo que se volvió actor entre la trama de la esposa de Mao y la Banda de los Cuatro y el hombre que supo leer la pre-sión de los veteranos en medio del oficialismo ascendido en la Revolu- ción Cultural.

La institución que dialogó con Zhou Enlai y Deng, es en mi opinión el diplomático de mayor influencia en las relaciones entre México y Chi-na, e inclusive con todo el lejano oriente. Un gran hombre que empezó a brillar desde una joven edad, convirtiéndose en embajador de Méxi- co ante Costa Rica con apenas 30 años, y siendo el primer representante de México ante China en 1972, a sus 34 años, en un momento de im-portante acercamiento entre nuestro país y el gigante asiático. Egresado de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de

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México, con posgrado en las universidades británicas de Leeds y Sussex, además de ser Fellow de la universidad de Harvard, su amplia capacidad fue reconocida a una temprana edad por el entonces presidente de la república, Don Luis Echeverría Álvarez, quién lo nombró al importante puesto que habría de desempeñar en China. Cuenta la anécdota que, al ser presentado ante el mismísimo Mao Tse Tung, el Lic. Echeverría dijo que como consideraba de gran importancia la relación entre Mé-xico y China, designaba al hombre más preparado que tenía, además de su gran potencial dada su juventud. Mao lo interrumpió, dicien-do: “No le enaltezca tanto, que echa a perder a los jóvenes, deje que él lo demuestre”.

Desde esa época su entendimiento de la política exterior de México es patente, como muestra un extracto de su artículo publicado en 1977, “México y el Tercer Mundo: Racionalización de una Posición”:

La tendencia a considerar como residual a la política exterior, de descan- sar para tales menesteres en un marcado bilateralismo, con el mayor centro de influencia sobre México-Estados Unidos, y de simplemente defender- se de circunstancias internacionales adversas a los intereses del Estado y la nación, han sido parte del carácter pasivo de la diplomacia mexicana y del divorcio existente entre principios establecidos y relativamente inaltera- bles, con el funcionamiento mismo de la política exterior de sus instrumen-tos. De ahí la constante improvisación de soluciones, el exagerado legalismo en que se refugian los voceros oficiales ante el exterior y la frecuente incon-gruencia entre declaraciones y actitudes reales. (Anguiano Roch 1977)

Así expresó en un par de oraciones toda la filosofía en política exterior que manejaron los líderes de México durante los años 1950 a 1970. El exembajador Anguiano, sin embargo, entra a la escena de la diplomacia externa mexicana justo en el momento en el que el entonces presiden- te Luis Echeverría cambiaba esta línea hacia una mayor participación de México en los temas internacionales. Comenta el mismo Eugenio:

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Llegaba el momento de voltear la mirada al resto de Latinoamérica, Euro-pa, África y Asia; eso significaba abandonar la actitud pasiva y meramente defensiva de la diplomacia mexicana, para hacerla dinámica y capaz de pro-mover iniciativas. (Anguiano Roch 1977)

Ingresa al servicio diplomático en su más alto nivel como embajador de México en Costa Rica, al inicio de la gestión del Lic. Echeverría, y llega a la cúspide al atraer la atención del presidente para la posición que éste consideraba como la más importante para su incipiente impulso hacia una cada vez más activa política exterior de México, la de embajador en la República Popular China, país que el Lic. Echeverría considero como de la mayor relevancia en el nuevo plano internacional, como eje de apoyo para los llamados países del Tercer Mundo. Este fue el primer paso hacia la grandeza y encumbramiento del exembajador Anguiano, al convertirse en el primer representante diplomático de México en China, en donde tuvo la invaluable oportunidad de conocer a grandes estadistas y personalidades líderes a nivel mundial, y a partir de lo cual se convirtió en una sobresaliente figura de la diplomacia mexicana.

Sus años de servicio en China le permitieron hacer una inmersión completa en la cultura y progresión de la República Popular China des- de los últimos años de Mao Tse Tung en el poder hasta el surgimiento de lo que el exembajador Anguiano consideró como la reorganización de China bajo el liderazgo de Deng Xiaoping. Esto le permitió entender que el futuro en las relaciones internaciones se basaba en un fuerte acerca-miento e intercambio de experiencias de todo tipo entre las naciones, ya fuera comercial, cultural, o de cualquier otro tipo, así como la transición hacia un multilateralismo como forma de impulsar el desarrollo de todas las naciones, especialmente de aquellas consideradas tercermundistas.

Muestra de su gran capacidad y entendimiento del futuro en las re-laciones internacionales, es la manera en la que predice la falta de visión de los políticos mexicanos, la cual se mantendrá vigente desde su publi-cación hasta la fecha, en otro extracto de su artículo de 1977, “México y el Tercer Mundo: Racionalización de una Posición”:

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Puesto que el enfoque tercermundista, sea en su aspecto bilateral o en el de las reformas al orden económico internacional, ha demostrado su im-posibilidad de satisfacer requerimientos de corto plazo, dada su exigencia de cambios político-económicos estructurales; ante una situación de crisis, el Estado no encuentra utilidad a la diplomacia multilateral y prefiere el retorno al bilateralismo con Estados Unidos. (Anguiano Roch 1977)

Durante los siguientes años de la década de los setenta y de los ochen-ta, mantuvo un constante crecimiento dentro del círculo diplomático, mostrando siempre un enorme conocimiento de la cultura china y del pensamiento oriental en su conjunto. Escribe el maestro Anguiano, en su libro China: Radiografía de una potencia en ascenso:

La clave para entender el crecimiento reciente de China y su inserción en un proceso de desarrollo económico, más que en la bondad de la econo- mía de mercado o en la inutilidad del dirigismo económico, reside en la visión de los líderes chinos y en su determinación en cuanto a perseverar en la aplicación de políticas económicas enfocadas al crecimiento; eso sí, ha habido grandes costos sociales y ecológicos en conexión con los varios modelos de crecimiento utilizados en China. (Anguiano Roch 2008/a)

Ha entendido como nadie en México, que la transformación de China comenzó no solo desde el fallecimiento de Mao y la transición de un país de una economía y cultura cerradas en extremo a los extranjeros a una de apertura gradual y dirigida, sino desde el mismo nacimiento de la República Popular China, casi 30 años antes. Indica el propio estu-dioso que muchos piensan que durante el maoísmo China no tuvo crecimiento alguno y que el dirigismo económico causaba muchísimo desperdicio. Sin embargo, la realidad muestra que bajo la dirección de Mao su país creció a un ritmo promedio de más del 5.8% anual desde 1952 hasta 1978. Asimismo, al fallecer, existía una gran uniformidad en los ingresos de la población. Esto, piensa el exembajador Anguiano, sentó desde mucho antes las bases para que China logrará el crecimiento explosivo de más del 10% anual durante las décadas de los ochenta y los

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noventa, e inclusive en parte del presente siglo. Al respecto de este punto, exhibe el maestro en el mismo libro China: Radiografía de una potencia en ascenso:

Estamos hablando de la transición de una economía cerrada a otra inte-grada comercial, económica y financieramente al resto del mundo, y del paso de un modelo de planificación centralizada y compulsiva a otro con uso de los mecanismos de mercado, siempre siguiendo los modelos fijados por el proyecto nacional de desarrollo de China. (Anguiano Roch 2008/a)

La última línea es patente de su clara postura, de un plan de surgimiento nacionalista engendrado desde los cincuenta.

¿Pero cuál ha sido el origen del éxito que ha tenido la política de desarrollo China? Se ha debatido mucho si es por el modelo político, o por la disciplina heredada de la cultura milenaria. Nuevamente, el maestro Anguiano indica, que él por su parte encuentra que:

En general, la sociedad china vive y se desarrolla bajo un régimen polí-tico autoritario, aunque relativamente lo es menos que hace unos años, que claramente rechaza toda posibilidad de adopción de métodos políti-cos pluripartidistas y de alternancia en el poder. Por su parte, la sociedad ha ido despolitizándose a consecuencia del desgaste sufrido durante los años cincuenta y sesenta. Se ha perdido el interés por la ideología, y si el partido comunista sigue atrayendo militantes eso se debe a que la mayoría de éstos los mueven razones utilitarias. (Anguiano Roch 2008/a)

El exembajador ha podido vivir muy íntimamente el final de una era y el surgimiento de una superpotencia en ciernes. Ha convivido y analiza-do cada parte de la cultura y la política China y por lo tanto se vuelve en un referente sin par de todo lo relacionado con ese país. Así complementa su visión sobre el éxito del proyecto de nación de China, refiriendo al tema de la falta de libertades políticas, de expresión y de derechos hu-manos en ese país:

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Con todas las limitaciones, contradicciones y desigualdades relatadas aquí, y muchas otras que no se han mencionado, la pregunta es: ¿Por qué no ha habido una nueva revolución o una rebeldía social generalizada? La respuesta más obvia es que no la ha habido por la gran capacidad del régimen en cuanto a entrega de resultados materiales y de prestigio inter-nacional. Crecer a tasas promedio cercanas a dos dígitos por más de dos décadas; mostrar una capacidad de respuesta como la actual ante la mayor crisis económica mundial (2008-2009), que también afectó a China al nivel de potencia económica, política y tecnológica mundial, son algunos de los hechos que le han dado legitimidad al régimen político de ese país.” (Anguiano Roch 2018/b)

Asimismo, expresa:

Los comunistas chinos continuarían con la reforma económica y con la apertura al exterior, pero mantendrían firmemente su autoridad para diri- gir y gobernar al país, rechazando las propuestas externas de democracia tipo occidental, juego político multipartidista y alternancia en el poder de los partidos políticos. (Anguiano Roch 2008/b)

Se mantiene pues la postura del maestro en cuanto al seguimiento de un plan trazado y expuesto en el muy largo plazo, forjado por un líder que buscaba la grandeza de su pueblo antes que la propia, y entendida por nuestro primer representante ante él.

Cuarenta y seis años después, Eugenio Anguiano se ha forjado un lugar como el mayor experto en los temas sino-mexicanos, después de haber sido embajador en Argentina, Austria y Brasil, así como una segunda vuelta en China en 1982. El haber ocupado tantos diversos cargos de alto nivel en la diplomacia le valió ser considerado el decano del medio en México, conocimiento que ahora busca transmitir a las generaciones más jóvenes al fungir como profesor asociado del Cen-tro de Investigación y Docencia Económicas (cide). Con su acostum- brada disciplina, a su edad sigue levantándose a las 4 de la mañana todos los días para llegar a impartir su cátedra. También sigue participando en

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foros y conferencias, escribiendo artículos de investigación, y ha escrito libros sobre China, buscando acercar su milenaria cultura a Latinoamé-rica. Es tal su influencia, que en los círculos académicos en los cuales participa le siguen nombrando embajador, como una forma de honrar su trascendencia e influencia.

Sería de gran utilidad, pues, seguir los consejos y apreciaciones de este gran hombre, el cual ha podido prever el resultado de las distintas políticas que se manejan en diversos países, y que sugiere que China sigue su ascenso de forma controlada y sin ambiciones desmesuradas. Comenta en su análisis realizado para el Centro de Investigación y Do-cencia Económicas (cide), El estudio de China desde cuatro enfoques: histórico, político, internacionalista y económico:

…el establishment chino ha dejado de mantener la tesis del ascenso pa-cífico de China, y el discurso ha vuelto a sus términos originales, los es-tablecidos a partir de octubre de 1971 y de la apertura económica de los ochenta. Según este discurso, China es un país en desarrollo y lo será por largo tiempo, dados el tamaño de su población y territorio. Para transfor-marse en desarrollada, esta nación requiere de paz y estabilidad política internacional, por lo que desde su posición de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la onu, China propugna por el mantenimiento de esa paz y seguridad colectivas. En lo bilateral, ella seguirá una política de respeto a la soberanía de los demás países, no intervención en sus asuntos internos y amplia interdependencia con todos los que acepten la reciproci-dad de trato y el beneficio mutuo.” (Anguiano Roch 2008/b)

Concluye así su ensayo:

“La historia del desarrollo económico de China se presta a muchas inter-pretaciones, no solamente en cuanto a su explicación y sus consecuencias, sino también por su efecto-demonstración sobre el resto del mundo. Lo más significativo del liderazgo chino, el de las reformas y el que le prece- dió, es su visión de largo plazo sobre lo que querían y quieren hacer de China, una vez que se fundó la República Popular.

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Además de esa visión de largo plazo, cuyo objetivo es hacer de Chi- na la potencia mundial que ya fue en el pasado remoto, el régimen chino ha sido capaz –en sus 60 años de existencia– de llevar a la práctica estrate- gias y políticas tendientes a tal objetivo, lo que no obsta para que a veces ellas se contrapongan, en el sentido de diferir radicalmente una de la otra (por ejemplo, la estrategia de autosuficiencia de Mao vs. la de apertura al ex-terior actualmente vigente). En última instancia, la legitimidad del régimen chino parece descansar en su capacidad para rendir resultados.

El éxito de la estrategia económica china de los últimos casi 30 años se erige como asombroso contraste del consenso de Washington y del fracaso de sus políticas para generar desarrollo. Y eso es un poderoso ejemplo de una estrategia de desarrollo alterna al modelo neoliberal.” (Anguiano Roch 2008/b)

Como un reconocimiento más a su larguísima y exitosísima trayecto- ria, el Centro de Estudios China-México (cechimex) de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, en conjunto con agendasia, el primer tanque de pensamiento indepen-diente no lucrativo que promueve la reflexión sobre asuntos estratégicos entre México y Asia, llevaron a cabo la Cátedra México-China Eugenio Anguiano Roch 2018, con la presencia de renombrados personajes del medio académico, expertos en el tema de las relaciones sino-mexicanas, tales como el Dr. Barry Naughton, profesor de la School of Global Poli-cy & Strategy de la Universidad de California, y el Dr. Enrique Dussel Peters, de la Facultad de Economía de la unam. El excelente resultado de la cátedra refleja la enorme reputación del ilustre embajador Anguiano entre sus seguidores y el medio académico de la nación.

Encima de todo su gran conocimiento y capacidad, entre sus múlti-ples atributos, Eugenio Anguiano es un hombre sencillo, de trato amable, muy trabajador y dotado de una férrea disciplina que le ha llevado a ser considerado un ejemplo a seguir. Tuvo la gran fortuna de conocer, y con- versar, con los grandes líderes de la China de los 70 y los 80, Mao Tse Tung, Zhou Enlai, Zhu De, así como el líder modernizador de China, Deng Xiaoping. Pudo conocer de cerca una China dominada por una

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economía rural, en la cual solo se veían bicicletas y comunas, y atesti- guó el gran cambio chino de los setenta a los ochenta, cuando se trans-formó hacia lo que es hoy en día, el gigante manufacturero del mundo. Reconocido por varios presidentes de México, su capacidad le ha vali- do el reconocimiento de la comunidad tanto diplomática como acadé- mica. En la segunda ha dedicado su gran capacidad y conocimiento para impartir conferencias magistrales, participar en la cátedra México-China, creada en la unam con la finalidad de fomentar un acercamiento entre ambos países. Su aportación ha sido invaluable en este esfuerzo, al pro-poner e impulsar un intercambio comercial, cultural y educativo para beneficio de la relación sino-mexicana. Le debemos mucho a el diplo-mático, al académico y al gran hombre que es Eugenio Anguiano Roch, cuya labor y esfuerzo tiene un merecido reconocimiento de parte de to- dos los que hemos tenido la gran fortuna de conocerlo y ser parte de su entrañable historia.

Bibliografía

Anguiano Roch, Eugenio. 1977. México y el Tercer Mundo: racionalización de una posición. Foro Internacional xviii (6), pp. 177-205.

Anguiano Roch, Eugenio. 2008/a. China: Radiografía de una potencia en ascenso. El Colegio de México: México.

Anguiano Roch, Eugenio. 2008. El estudio de China desde cuatro enfoques: histórico, político, internacionalista y económico. cide: México.

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Rogelio Martínez Aguilar

Seguramente Eugenio y yo nos conocimos de niños, aunque ninguno lo registra. Estos encuentros debieron haber tenido lugar en el rancho “Los Barandales” que Manuel Moreno Sánchez había convertido en un ex-traordinario lugar de reunión de sus múltiples amigos y de sus familias. Victoriano Anguiano, Moreno Sánchez y mi padre, conocido como “el indio Martínez” mantenían una amistad que se remontaba a los tiempos del conflicto entre el General Cárdenas y el General Serrato, que había conmocionado a la sociedad michoacana de los años 30. En la pequeña y bella ciudad de Morelia de aquellos años con aproximadamente 20,000 habitantes, una parte muy significativa e influyente de la población, la universitaria, había apoyado al gobernador del estado en su conflicto con el poder central. El fin del conflicto, como era de esperarse, no favoreció al gobernador, quien falleció víctima de un accidente aéreo y motivó la salida permanente del estado de un buen número de universitarios en lo que se llamó entonces la Diáspora michoacana. Parte de este grupo era asiduo a las comilonas en “Los Barandales”, donde al tiempo que los ni-ños trepábamos árboles o apedreábamos el ferrocarril México-Uruapan que pasaba por el rancho, los mayores ingerían asombrosas cantida- des de whisky y de cognac, tal como era la buena costumbre de aque- llos tiempos.

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En realidad mi relación con Eugenio se inicia varios lustros después, en 1961, cuando coincidimos en el grupo 2 del cuarto año de la Escuela de Economía. Nos encontramos tan tarde en la Escuela, porque Euge-nio estudiaba en el turno vespertino y yo en el matutino y no era sino hasta el cuarto año de la carrera que todos los cursos se impartían en el turno vespertino. No obstante, rápidamente nos identificamos, muy po-siblemente por los genes purépechas que ambos compartimos.

La primera acción en que actuamos bajo una modalidad de coope-ración fue la preparación de algunos exámenes finales. En circunstan-cias que no recuerdo con precisión, Eugenio nos invitó a María Teresa Rodríguez y a mí a preparar en su casa algunos exámenes. La invitación a Tere se explica por sí misma. Poco tiempo después iniciaron una rela- ción personal que ha perdurado más de cincuenta años. Mi participación en ese pequeño grupo es menos clara. Lo que si tengo presente con ni- tidez es el objetivo principal de nuestros encuentros: superar el gran escollo que representaba para casi todos los estudiantes de economía de entonces el examen final del curso de Comercio Internacional, impar-tido por el Maestro Torres Gaytán y su adjunto Agustín Acosta. Dicho con el debido respeto, esta pareja constituía independientemente de la altísima calidad académica de sus cátedras, un terror dentro de la Escuela, sobre todo para quienes habíamos tenido la osadía de apuntarnos en este curso. Fue así que en la espléndida biblioteca de la casona de Eugenio en Insurgentes, rodeados de incontables libros, bellos muebles de madera tallada y un espléndido óleo de cuerpo entero de la madre de Eugenio, lamentablemente ya entonces fallecida, nos dedicamos a la preparación del examen. Los tres logramos el objetivo buscado.

Así continuamos nuestros estudios al tiempo de fortalecer nuestra amistad, no sin que se presentaran algunos incidentes propios de la ju-ventud a los que me refiero brevemente porque destacan la bonhomía de Eugenio. Como consecuencia de una diferencia surgida casualmen-te en una reunión en mi casa (de mis padres para mayor precisión) y que ahora cuando la recordamos nos causa risa y nostalgia, Eugenio y Tere se distanciaron del pequeño grupo que solíamos reunirnos, al grado de retirarnos mutuamente el saludo. Así pasaron algunas semanas,

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hasta que un día vi que Eugenio se dirigía hacia mí. No sin cierto ner- viosismo, dada la corpulencia de mi amigo y la situación ya menciona-da por la que pasaba nuestra relación, me preparé para algún inciden- te molesto. Al estar a mi lado y de forma totalmente natural, Eugenio me comentó que su tío Roberto Anguiano Equihua, hermano de su padre, había sido nombrado Jefe del Departamento de Análisis y Política Fiscal en la Dirección General de Estudios Hacendarios y que habría un concurso para ocupar tres plazas de analista. Me alentó a que concursara. Recuperado de esta inesperada acción, contesté que me interesaba, no sólo porque sería mi primer empleo, sino sobre todo porque era de mi conocimiento que las Direcciones de Estudios Hacendarios y la de Cré- dito Público eran consideradas la “aristocracia” de la Secretaría de Ha-cienda, no solamente por el nivel de ingreso de sus empleados, sino por la calidad de las funciones a cargo de esas dependencias.

Habiendo resultado seleccionado para ocupar una de las plazas concursadas me incorporé a Estudios Hacendarios, donde permanecí por cuatro años (casi dos de ellos becado por la shcp en Polonia es-tudiando “of all issues” Planificación Económica Centralizada ¡Qué lejos estábamos entonces del neoliberalismo económico y del consenso de Washington!).

En la Dirección de Estudios Hacendarios trabajaba ya Eugenio y algunos otros amigos que fueron particularmente generosos en ilustrar-me y hacer más fácil la adaptación a mi nueva condición de fiscalista. Cabe mencionar que las tres plazas concursadas las obtuvimos Tere Rodríguez, Luz León Estrada, íntima amiga de Tere, y yo. Esto generó cierto “sospechosismo”. Injusto y sin base alguna, por supuesto.

Los siguientes años los dedicamos, tal como la situación del merca-do de trabajo para jóvenes economistas lo permitía entonces, a deam-bular por diversas dependencias. Algunas veces enriqueciendo nuestro acervo profesional; otras, simplemente a “vivir del presupuesto”. Yo pasé varios años en la Secretaría de la Presidencia (otra de las dependencias consideradas de élite) y otros más en lo que fue mi primer empleo de cier- ta importancia, como Subdirector de Crédito del Banco Nacional de Crédito Agrícola.

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No fue sino hasta las primeras semanas del año 1971, al iniciarse la administración del presidente Echeverría, que las sendas laborales de Eugenio y mía volvieron a cruzarse. Nos reencontramos en la Secretaría de la Presidencia; él como Subdirector en la Dirección General del In- forme Presidencial y yo como Subdirector en la Dirección General de Estudios Administrativos. Ambos en una circunstancia que nos sería muy enriquecedora a lo largo de los años: el jefe inmediato de nuestro respectivo jefe inmediato era el subsecretario Porfirio Muñoz Ledo, con quien por diversas razones y para asuntos distintos tuvimos un trato frecuente.

Esta nueva relación, sin embargo, duró poco tiempo por razones in-esperadas. En los primeros meses del año una bomba noticiosa cimbró al grupo de compañeros y amigos de Eugenio: el presidente de la República lo había designado embajador en Costa Rica. Como era de esperarse sus compañeros de generación de la Escuela de Economía nos dedicamos a organizar diversos eventos para festejar al joven embajador. Si mal no recuerdo el de menor edad nombrado hasta entonces.

Se integra así Eugenio al amplio grupo de jóvenes economistas que nombra el presidente Echeverría al iniciar su gestión. Hay varias ver-siones del origen de esta decisión. Alguna la menciona el propio Euge-nio en el texto que forma parte de éste volumen. Yo conozco otra, más anecdótica, pero que se entrelaza bien con las demás.

Según ésta versión, Luis Echeverría siendo subsecretario de Gober-nación realizó un viaje a Londres para participar en alguna reunión in-ternacional que lo obligaba a pasar algunos días en la capital del Reino Unido. El embajador de México le brindó las atenciones acostumbra- das a un alto funcionario del gobierno federal que visitaba una Emba- jada de México con motivos oficiales, aunque sin particular esmero. No obstante, Echeverría encontró en la embajada a un viejo compañero de generación de la Facultad de Derecho, Rubén González Sosa, Consejero a cargo de los asuntos económicos y quien aprovecho la oportunidad para “chaperonear” al funcionario llegado de México. Se cuenta que por razones realmente circunstanciales la estancia de Luis Echeverría en Londres coincidió con unos días muy ajetreados en eventos sociales

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en la propia embajada. Es conocida la actitud distante que Luis Echeve-rría mantuvo durante casi todos sus años como alto funcionario, hacia eventos donde se ofrecieran abundantes bebidas alcohólicas y se trata- ran asuntos triviales. Pues bien, se dice, según esta versión, que el subsecre-tario regresó a México con la convicción de que las embajadas eran más oficinas en el exterior especializadas en eventos sociales que en asun- tos de interés para el gobierno. Se supone también que González Sosa insistió en el abandono que las actividades en materia económica y co-mercial sufrían en las misiones mexicanas en el exterior.

Sea o no cierta la versión aquí apuntada la realidad es que el gobier-no de Echeverría se inicia con el nombramiento de un buen número de jóvenes embajadores y con un flamante subsecretario para Asuntos Económicos en la Cancillería, Rubén González Sosa, primer alto funcio-nario de una nueva rama de actividades en la Secretaría de Relaciones Exteriores, la económica.

Pronto se hizo evidente que el nuevo secretario de Relaciones Exte-riores, Emilio Rabasa, intentaba darle un nuevo perfil a la dependencia a su cargo. Alejarse en lo posible del tradicionalismo que caracterizaba al servicio exterior y a la propia Secretaría y dotar a sus actividades sus-tantivas de un mayor dinamismo consecuente con la situación política y económica internacional de aquellos años. El fin del colonialismo; la emergencia de nuevas naciones; el surgimiento de fuertes liderazgos regionales; la industrialización de regiones hasta recientemente rurales; un incremento en el intercambio de mercancías a nivel internacional, y un pronunciado incremento en las asimetrías entre los países desa-rrollados y aquellos en desarrollo, parecían justificar la designación de diplomáticos con una diferente perspectiva. Se encontró que los econo-mistas jóvenes podían satisfacer estos requisitos. Todo esto, por supuesto, enfrentó una fuerte resistencia entre el personal diplomático de carrera que nunca dejaron de considerar a los recién llegados como intrusos.

Yo personalmente nunca leí un documento que definiera los atribu-tos que debían cumplir los nuevos embajadores, pero se comentaba que eran tres: economistas de profesión, mayores de 30 años y menores de 40, y que hubiesen alcanzado al momento de su designación un nivel

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mínimo en el servicio público de subdirector general en el gobierno federal, o su equivalente en el sector descentralizado.

Así a mediados de 1971 me despedí temporalmente de Eugenio pen-sando que durante algunos años me perdería de su siempre entusiasta y positiva conversación.

Algo inesperado sucedió algunos meses después. Un muy cercano amigo, Juan Figueroa Torres (ya fallecido como un buen número de mis amigos), sobrino del maestro Torres Gaytán, me preguntó si yo ha-bía sido un buen alumno de su tío. Ante tan extraña pregunta, respondí que mi rendimiento había sido normal. De inmediato me indicó que hiciera una cita con el maestro, quien estaba buscando a algunos de sus exalumnos y que preparara un “curriculum vitae”

Hecha la cita me presenté en la modesta vivienda que ocupaba el Maestro Torres Gaytán. Subrayo lo de modesta porque era una demos-tración más de la integridad y honorabilidad con que se desempeñó el maestro durante su vida profesional y académica. Hay que recordar que fungió como Oficial Mayor de la entonces Secretaría de Bienes Nacio-nales y como Director General del Banco Nacional de Crédito Ejidal (banjidal), conocido en broma como el “Bandidal” por el saqueo de recursos que muchos de sus directivos realizaron en la institución. En estos tiempos de corrupción rampante, la figura de Torres Gaytán se en- grandece por su honestidad y vocación de servicio público.

Después de una corta y amena charla sobre la Escuela de Economía, me preguntó si tendría algún interés en incorporarme al servicio exterior. En realidad, jamás me había cruzado por la mente tal posibilidad, pero acostumbrado, como ya mencioné en otra parte del texto, a la movilidad en el empleo que caracterizaba a los economistas de aquellos años, le res-pondí que en principio sí. Me pidió que le dejara el “curriculum vitae”, no me hizo mayores comentarios, ni me proporcionó información adicional y me despidió afectuosamente.

Pasaron algunas semanas, quizá meses, yo casi había olvidado la reu-nión, cuando recibí una inesperada llamada telefónica de Eugenio quien se encontraba en la Cd. de México y me invitaba a que tuviéramos una

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comida solos. Por supuesto acepté y pocos días después nos encontrá-bamos en la Zona Rosa.

Al preguntarle qué hacía en México, comentó que lo habían llamado a México para un asunto sobre el que todavía no podía ser completamen-te explícito. Supuse, atinadamente, que le habrían asignado otra sede; pero honestamente ni remotamente pensé en China, nación con la que ni siquiera manteníamos relaciones diplomáticas. A continuación y luego de pedirme “absoluta” discreción me narró un reciente encuentro que había sostenido con el Canciller Rabasa, durante el cual éste había sacado de entre una alta pila de expedientes, uno que le mostró preguntándole:

“¿Conoces a esta persona?”.Resultó que se trataba de mi currículum. La respuesta de Eugenio fue

muy elogiosa y por elemental modestia la excluyo de este texto, excepto por una frase que le dijo a Rabasa y se me quedó grabada:

“Él te serviría muy bien donde lo pongas”.Acto seguido comentó que todo parecía indicar que me ofrece-

rían una Embajada. Por supuesto que Eugenio ya sabía que se trataba de Costa Rica; pero fiel al tradicional secretismo de la Cancillería, no me comentó nada en concreto.

En cambio, me habló con esa exuberancia que caracteriza sus na-rraciones en temas que le interesan, de su trabajo en Costa Rica. Hizo una detallada descripción de la modesta economía costarricense y de su potencial en el marco del Mercado Común Centroamericano, des-cribió con detalle las bellezas naturales del país y las particularidades de su población, enfatizó la importancia de la presencia de México en casi todos los campos de actividad interna y externa, tales como el eco-nómico, político y cultural. En fin, esbozó un vivo retrato de Costa Rica en lo interno y de su lugar en el mundo. No sospeché que ya me esta- ba dando información sobre mi próximo lugar de trabajo y más atribuí su amplia información a las cualidades de narrador y conversador que tiene Eugenio.

Pasados algunos días se hizo público el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China y el nombramiento de Eugenio como primer embajador de México en aquella potencia en

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ciernes. Empezaron, como un año antes, los preparativos para los múlti-ples festejos que se organizarían en torno al suceso, destacando, una vez, más los organizados por nuestra generación de Economía.

Por mi parte, yo seguía en ascuas y trabajando normalmente en la Secretaría de la Presidencia, hasta que días después del nombramiento de Eugenio, una mañana de un sábado del mes de junio (creo recordar), la secretaria particular de Alejandro Carrillo, mi jefe que se encontraba de viaje, entró como vendaval a mi oficina diciendo que “el Sr. secretario había llamado por la red y requería mi presencia en su despacho”. Que-dé muy sorprendido, casi pasmado. Yo nunca había hablado con Hugo Cervantes del Río, el secretario, pues como mencioné mi interlocutor de más alto nivel en la Secretaría era Muñoz Ledo. Adicionalmente, todo parecía indicar que a Cervantes el Río le tenían sin preocupación alguna, tanto los funcionarios, como las labores que realizábamos en la Dirección General de Estudios Administrativos.

Obviamente me apersone de inmediato en el despacho del secre-tario. Éste, quien seguramente hasta ese momento ni siquiera sabía de mi existencia, me recibió muy cordialmente e iniciamos una conversa-ción extraña (para mí), me preguntó por mi estancia como estudiante de posgrado en Polonia, mi opinión sobre la planificación regional y algunas otras generalidades tan intrascendentes que se han borrado de mi memoria. Al salir de su despacho su secretario me indicó que estuviera “al pendiente” pues podría volver a ser requerido.

De manera que simplemente quedé “al pendiente”, lo que no fue un periodo mayor a dos días hábiles. Una vez más, la secretaría de Carrillo Castro irrumpió en mi oficina indicándome que el secretario me daba la instrucción de dirigirme a la oficina del secretario de Relaciones Exte-riores, Emilio Rabasa. Así, sin más.

Después de esperar unos minutos en la antesala de Rabasa fui condu-cido a su despacho y en el pasillo me cruce con Jorge Eduardo Navarrete quien al paso me susurró “te espero abajo”.

Al entrar al despacho de Rabasa lo primero que escuche fue “No esperaba que fuera usted tan joven”.

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En realidad lo era, recién había cumplido 31 años y mi apariencia física me hacía parecer aún menor. No recuerdo si reaccioné al comenta- rio. A continuación Rabasa me dijo que después de analizar mi cu- rrículum y escuchar algunas opiniones (aquí vino a mi mente mi reciente conversación con Eugenio y sus comentarios) había decidido proponer al presidente Echeverría mi designación como embajador en Costa Rica. Añadió que sustituiría al embajador Anguiano, quien había desarrollado una brillante función en un país que era muy importante para México, por lo que el reto que tenía yo enfrente no era fácil.

Le agradecí muy sincera y ampliamente su intención de proponerme al presidente y añadí que buscaría a Eugenio para que me diera infor-mación sobre la Embajada. Reaccionó de inmediato diciéndome que con absolutamente nadie podía yo comentar lo del nombramiento. “Ni con su esposa”, añadió. Me explicó con el fastidio evidente de alguien que ha repetido lo mismo varias veces, que el nombramiento de un jefe de misión pasa por diversos tamices, uno de los cuales es el beneplácito que otorga el país receptor para aceptar la intención de otro estado de nombrar a determinada persona como embajador. En mi caso ni siquiera estaba el acuerdo presidencial, por lo que la solicitud de beneplácito no tenía fecha y sería una grave descortesía para el gobierno de Costa Rica que se filtrara que México tenía ya un embajador designado sin contar con el multicitado beneplácito.

De entrada me pareció que tendría mucho que aprender de prác- tica diplomática por ilógico que algunos aspectos me parecieran, co- mo aquello de no comentar ni con mi esposa. Obviamente nada de esto se lo expresé al Canciller. Al despedirme me dijo con extraña satisfac-ción: “Ya estaremos en contacto con usted que será uno de mis emba-jadores economistas”. El sentido de la expresión la explico un poco más adelante.

Al salir de las oficinas de Rabasa, tal como me lo había anticipado me esperaba Jorge Eduardo, quien fiel a su estilo me recibió con un “Fe-licitaciones señor embajador; ¿y ahora qué hacemos con las esposas y con el secreto diplomático?”. “A dónde vas, le pregunté. Yo a Costa Rica”. Añadió: “A Venezuela”

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Acordamos que hacia donde deberíamos ir primero era a un bar cer-cano para conversar e idear algo sobre cómo tratar un asunto de secrecía que ya no lo era tanto, pues era obvio que además de nosotros dos muy posiblemente Eugenio estuviera enterado. Coincidimos en que lo de las esposas era excesivo, pero que convendría guardar la mayor discreción posible.

Algún tiempo después durante una larga sobremesa en un viaje oficial de Rabasa a Costa Rica me aclaró aquella expresión que me seguía in-trigando: “sus embajadores economistas”. Resulta, como ya se comentó, que al inicio de la administración del presidente Echeverría se tomó la de- cisión de nombrar a jóvenes economistas como embajadores. Rabasa era abogado y no tenía contacto con estos profesionistas, de manera que los economistas que pertenecían al gabinete, como Carlos Torres Manzo y Horacio Flores de la Peña, así como otros que sin pertenecer al gabi- nete tenían influencia sobre el presidente empezaron a recomendar a distintos economistas para ocupar los puestos de embajador. Rabasa sintió que una parte importante de su personal le estaba siendo impuesta. Por lo que resolvió acudir a un economista por quien tenía un alto res-peto y estimación, el maestro Ricardo Torres Gaytán, quien había sido su jefe en el Banco Nacional de Crédito Ejidal. Le pidió recomendara a economistas que hubiesen sido sus alumnos y tuvieran merecimientos para el puesto. Ahí entré yo en escena y, según comentó Rabasa, Jorge Eduardo Navarrete. Debo mencionar que también incluyó a Eugenio en esa condición.

Algunas pocas semanas después de mi entrevista con Rabasa final-mente se hizo pública mi designación. A los 31 años me convertía en el embajador con menos edad al ser designado desplazando a Eugenio de esa posición, lo que motivó bromas entre ambos. Creo que aún con-servo este ambiguo “record”.

A finales del mes de agosto de 1972 arribé finalmente a Costa Rica en compañía de mi familia. Tal como me había descrito Eugenio, era un pe-queño y bello país que a mí me recordó a la Cuernavaca de entonces sin turistas chilangos. La residencia de la Embajada era una fastuosa man- sión que escondía, sin embargo, múltiples problemas de mantenimiento

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que como es natural la primera que se percató de ellos fue mi espo-sa. Debo mencionar que esa información la escamoteó Eugenio, que a cambio me dejaba aún sin estrenar unas espléndidas oficinas situadas en la más importante avenida de San José.

A los pocos días de mi llegada fui informado por el Protocolo de la Cancillería que el presidente Figueres recibiría mis cartas credenciales los primeros días de septiembre (lo que permitiría que celebrara la ce-remonia y recepción de la Fiesta Nacional ya como “full ambassador”).

El acto de entrega de cartas credenciales se celebraba en la Cancille-ría, conocida en San José como “La Casa Amarilla”, que se encontraba a escasos 50 metros (70 varas) de la Residencia. Aun así, el Protocolo no me permitió ir caminando, sino tuve que abordar un viejo Cadillac para la media cuadra que separaba a ambos inmuebles. Mi encuentro con Figueres tuvo cierto parecido al que narra Eugenio del suyo. Cuando lo saludé me preguntó: “¿Su papá está enfermo o porque lo envió a entregarme las cartas?” A este comentario siguieron risas del propio Fi-gueres y de los funcionarios presentes, así como un total desconcierto de mi parte, que algo debí balbucear. Una frase amable añadió Figueres que me invitó a sentarme antes que le entregara las cartas, lo que hice varios minutos después y ya en plena conversación, cuando me di cuenta que todavía las conservaba en mis manos. Por supuesto Eugenio apare-ció en el diálogo. Figueres comentó muy positivamente su desempeño en Costa Rica y me pidió transmitirle saludos. Esto sucedería en casi en todos los encuentros que tuve con el presidente, que fueron muchos durante mi gestión.

Podría afirmar que atinadamente percibí que tendría una buena rela-ción con el presidente pues de inmediato abordamos de manera abierta temas de interés común. Uno de ellos me tomó por sorpresa, pues no te- nía antecedente alguno. Se trataba del insumo que usaría la planta de Maseca que se había instalado recientemente en San José. Según Figue-res, Maseca se había comprometido a habilitar terrenos de siembra de maíz en Costa Rica y en lugar de ello la empresa estaba utilizando harina de maíz importada de México. Le ofrecí informarle cuanto antes lo que pudiera averiguar al respecto. Figueres tenía razón, Maíz Industrializado

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de Costa Rica (tortirica) no pensaba dejar de producir con la harina importada de sus plantas en México. En realidad nunca llegué a conocer en detalle el interés personal de Figueres en este asunto, pues corrían rumores contradictorios al respecto. Lo cierto es que la operación de la empresa mexicana nunca constituyó un problema entre los países y se desarrolló muy exitosamente.

La Costa Rica que Eugenio y yo conocimos, disfrutamos podría de-cir, ocupaba un lugar preponderante en la Centroamérica de entonces integrada para efectos políticos y de integración económica, sólo por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Aún un país de la importancia de Panamá, no era formalmente parte de Centroamé-rica y Belice continuaba siendo una colonia británica.

Los cinco países independientemente de sus regímenes político-de-mocráticos (Costa Rica era la única verdadera democracia en la región) habían sido capaces de agruparse en el Mercado Común Centroamerica-no (mcc) de una manera ejemplar desde 1960 en el marco del llamado Tratado de Managua y bajo una conducción muy adecuada de la Secre-taría de Integración Económica Centroamericana (sieca) conforma- da por funcionarios de muy alto nivel técnico y verdaderos devotos de la integración. Ya en los años 70 funcionaba como una especie de unión aduanera con una liberalización que cubría más del 90% de los productos de la región. Algunas excepciones importantes era el café sin tostar y el azúcar de caña.

Si se comparaba la rapidez con la que había avanzado el mcc con el ritmo lento de la alalc la diferencia era abismal. Ciertamente hay que considerar la magnitud de las economías y la amplitud geográfica de la segunda.

Aunque el objetivo principal del mcc era la sustitución de importa-ciones (principalmente de bienes de consumo) y la integración regional, el Tratado incluía cláusulas para facilitar la inversión extranjera e inclusive para incrementar el comercio con sus socios comerciales tradicionales, entre los cuales México ocupaba una modesta posición.

Al principio de la década de los 70 (periodo de la estancia de Eu-genio y mía en Costa Rica) casi el 30% del comercio internacional de

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Centroamérica era intra-regional. México exportaba en 1972 al mcc escasamente 36 millones de dólares, de los cuales un poco más de 9 millones se destinaban a Costa Rica con la siguiente distribución: 2.1 bienes de consumo; 5.4 materias primas y 2.1 bienes de inversión.

Aunque el modelo económico de México estaba lejos del libre co-mercio, los exportadores mexicanos entendían que casi concluido el proceso de sustitución de importaciones requerían de nuevos merca- dos para la pujante industrialización que caracterizaba a la economía mexicana; sin embargo, como hasta ahora no era Centroamérica lo que les interesaba. El Tratado de Managua también buscaba mercados externos y en sus cláusulas contemplaba algunas medidas de estímu-lo para los inversionistas extranjeros. El Banco Nacional de Comercio Exterior hizo un loable esfuerzo por convencer a inversionistas mexi-canos por llevar sus productos y sus inversiones a la región. Adicional-mente el Banco de México abrió una línea de crédito para proyectos de inversión al Banco Centroamericano por 10 millones de dólares. Los resultados, sin embargo, fueron limitados. Un reflejo de los tiempos.

En 1971 había 55 empresas mexicanas en Centroamérica con una inversión cercana a 90 millones de dólares. En Costa Rica destacaban Fertilizantes de Centroamérica (fertica), subsidiaria de la estatal mexi-cana fertimex; conducen, filial de condumex , y la ya mencionada tortirica filial del grupo Maseca. El peso específico de las empresas mexicanas era muy significativo. La empresa con mayor inversión en activos fijos en toda Costa Rica era fertica y la que generaba un nú-mero mayor de empleos era tortirica. La influencia trascendía la esfera puramente económica, pues el hecho de que fertimex empre- sa pública mexicana fuese la propietaria de fertica generaba también un efecto político entre ambos países.

Esta singular circunstancia dotaba al embajador mexicano de una posición particularmente influyente. Era no solo el representante del “gi-gante del norte” donde buena parte de los profesionistas, especialmente los médicos y los ingenieros, se habían formado; sino de una “potencia económica” con intereses privados y públicos en el país. Puede afirmarse que después del embajador estadounidense, era el mexicano el que atraía

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mayor atención de la prensa, por no mencionar la obvia influencia que gozaba frente a las autoridades gubernamentales. Baste mencionar que tanto Eugenio como yo teníamos acceso al teléfono directo del presiden-te Figueres. Condición que la continuó Oduber conmigo al sustituir a Don Pepe (como era conocido Figueres).

La cercanía con la Presidencia puede ejemplificarse con dos hechos anecdóticos. El primero se refiere al tiempo de Figueres. El día que el pre-sidente Echeverría visito Ciudad Universitaria con el rechazo estudiantil y las agresiones que generaron, recibí una llamada directa de Figueres preguntándome que estaba sucediendo en México, agregando que ha-bía ordenado tener lista la avioneta para que él y yo nos trasladáramos a México. “Hay que ayudar al muchacho”, añadió (el muchacho era Eche-verría). Yo que no tenía el menor conocimiento de lo ocurrido en c.u., llamé por teléfono a varios amigos, quienes me narraron lo sucedido y me informaron que el presidente se encontraba sano y salvo en Los Pinos. Con gran alivio así lo transmití a Figueres, agradeciéndole ampliamente, por supuesto, su quijotesca oferta.

En el caso de Oduber, sucedió que, con motivo de una visita de Fausto Cantú, entonces Director del Instituto Mexicano del Café, y que al igual que todos los políticos cercanos a Echeverría cada vez que visitaban Cos-ta Rica me pedían les gestionara una entrevista con el presidente, “pues tenían un mensaje personal” del presidente de México, llamé a Oduber por la línea directa que mencioné renglones arriba y me respondió que tenía cubierta su agenda hasta las nueve de la noche; en consecuencia, no nos podía recibir en su oficina, pero que le invitara un whisky en la embajada y el llegaría alrededor de las diez de la noche.

Es preciso comentar que la mayoría de las veces los mensajes per-sonales que supuestamente enviaba el presidente Echeverría eran ocurrencias de los visitantes o realmente insustanciales; no obstante, nun- ca me negué a tramitar esos encuentros, pues me daban oportunidad para conversar con el presidente de Costa Rica y plantearle asuntos que a mí en lo particular me interesaban. Eugenio, según lo comentamos en alguna ocasión, asumió la misma actitud.

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Pasaron varios años en que mi relación con Eugenio continuó siendo cercana en lo emocional, pero también ocasional. Aunque conservamos nuestro vínculo indirecto a través de la Secretaria de Relaciones Exterio-res, nuestros destinos geográficos se habían separado demasiado y con ello el contacto personal. Debo reconocer que la comunicación episto- lar nunca se vio reflejada en el afecto mutuo entre Eugenio y yo.

Fueron circunstancias personales, pero no vinculadas entre sí en lo absoluto, lo que volvió a entrelazar nuestras sendas.

Yo concluí mi misión en la Unión Soviética con relaciones persona- les frías, casi inexistentes, con el Canciller Castañeda con quien después de casi un año en ese puesto no había sostenido acuerdo alguno. Durante ese periodo, es pertinente mencionarlo, había yo viajado en dos ocasio-nes a la ciudad de México, recibido en audiencia por el presidente López Portillo y no había concretado ninguna cita con Castañeda. Al mismo tiempo, mis muy cercanos amigos, Jorge Eduardo Navarrete y Eugenio An- guiano, ocupaban los dos más altos puestos en la rama económica de la Cancillería; uno el de subsecretario, y el otro el de director en jefe.

Al regresar a México, finalmente me entrevisté con Castañeda quien para mi total desconcierto me despidió muy afablemente diciendo: “Em-bajador que pena que no hayamos conversado con anterioridad”, a lo que yo respondí fríamente: “la verdad no fue mi culpa”. Durante la conversa- ción que mantuvimos antes de las frases de despedida mencionadas, y también para mi sorpresa, Castañeda me ofreció la embajada en la India, a lo que respondí que había decidido regresar a México y así habría de manifestárselo al presidente con quien tenía una reunión agendada quin-ce días después. Otra vez, para mi azoro, Castañeda me pidió que no entregara renuncia alguna y que mientras decidiera mi “destino” conser-vara la plaza de embajador. Obviamente lo sucedido en esta entrevista lo comenté con Navarrete y con Eugenio y encontré en los dos reacciones que me parecieron ambiguas en términos parecidos a “no te apresures”.

En realidad se fraguaba una importante modificación en la estructura de la Cancillería que involucraba, tanto al área económica como a la ofi- cina del secretario. Navarrete y Eugenio, no sólo estaban enterados, sino eran piezas clave en los movimientos. Yo no tenía la menor idea.

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Pocos días después, estando en Puerto Vallarta, recibí una llamada de Jorge Eduardo en la que me decía que a Castañeda le urgía hablar conmigo, pues tenía una oferta que hacerme. Le contesté igual que al secretario, que tenía una audiencia con el presidente y que no me inte- resaba mantenerme en una posición diplomática. Agregué que tenía todavía pendientes unos días en el Pacífico.

Ante la frialdad de mi reacción, Jorge Eduardo comentó que tendría que adelantarme aunque fuera telefónicamente de que se trataba: Me ofrecían el puesto de Director en Jefe de Asuntos Económicos. Mi inme-diata reacción fue: “pero si ese es el puesto de Eugenio; yo no lo puedo tomar”. Navarrete me explicó que Castañeda había decidido crear una Comisión Asesora de Política Exterior y que Eugenio estaba muy intere-sado en pertenecer a ella. En otras palabras, la separación de la Dirección en Jefe por parte de Eugenio era voluntaria. Navarrete se explayó en la importancia de que los tres estuviésemos en puestos claves en la Secre-taría. Mi respuesta fue que en principio me interesaba, pero que primero estaba mi cita pendiente con el presidente, así como una conversación con Eugenio en la que éste me explicara su decisión.

Mi reunión con López Portillo resultó un fiasco para mí. Me recibió muy cordial como siempre y diciéndome: “¡Qué bueno que aceptó la oferta de Castañeda!”. Fue claro que mi destino inmediato se había de-cidido sin mi participación.

De esta forma una vez más se entrelazaban las carreras de Eugenio y la mía. Tuve una larga plática con Eugenio sobre el puesto que me dejaba y la decisión que había adoptado. La verdad, todavía muchos años después, su explicación me resultó confusa, pero al fin de cuentas respetable.

La concurrencia de Jorge Eduardo, Eugenio y mía, efectivamen- te dotó al área económica de la Cancillería de una influencia insospe- chada. Mucho influyó en ello el interés del propio Castañeda por los temas económicos y la estrecha relación personal que teníamos los cua-tro con el entonces poderoso secretario del Patrimonio Nacional, José Andrés de Oteyza.

Nuestro protagonismo y la presencia de la Secreatría Relaciones Ex-teriores se reflejaban significativamente en las comisiones mixtas bilatera-

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les de asuntos económicos y de cooperación técnica, siempre presididas por la Cancillería, esto es, por Jorge Eduardo, Eugenio o yo, así como en los diversos organismos económicos de la onu y en otros regionales, tales como olade, sela, cepal y otros. Por supuesto nuestras accio- nes encontraban con frecuencia cierta oposición por parte de la Secre-taría de Hacienda, y de la de Industria y Comercio.

Mencionar las múltiples acciones en que participamos en esa época Eugenio y yo, así como las circunstancias alrededor de las mismas, ocu-paría el espacio de un libro y no sólo el de unas páginas de remembran- zas de las experiencias de dos amigos que destinaron buena parte de su vida profesional a la diplomacia a la que ambos se incorporaron muy a la carrera.

Estos últimos años nuestra relación no se ha relajado; por el contra-rio, continúa siendo muy activa en el marco de las comidas mensuales de los miembros sobrevivientes de nuestra generación de la Escuela de Economía y en las sesiones del Grupo Tepoztlán Víctor Urquidi, al cual me incorporó Eugenio hace ya muchos años durante su periodo como presidente de este prestigiado grupo.

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Firme confianza en el camino de desarrollo sostenido de China: establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y MéxicoShikang Huang

México es un gran país relativamente especial en América Latina. Por razones históricas y geopolíticas, por un lado el pueblo mexicano ha abrigado durante mucho tiempo un fuerte sentimiento nacionalista y no ha cesado en manifestar sus diferencias con los Estados Unidos. La lucha de México por su independencia ha experimentado un camino largo y sinuoso. Después de la declaración de independencia del dominio colo-nial español en 1821, México fue sometido a la invasión e interferencia armadas de países capitalistas como Estados Unidos y Francia. En 1836, los Estados Unidos instigaron la rebelión en Texas, perteneciente a Mé-xico en aquel entonces, creando la “República de Texas”, y en 1845 la incorporaron como un estado propio. Para saquear más tierra, este ve-cino del norte declaró la guerra a México en 1846. Los comandantes del ejército invasor llegaron y ocuparon una gran parte del territorio mexicano. Pese a los heroicos combates de resistencia de los soldados y civiles mexicanos, el corrupto e incompetente gobierno de Santa Anna se apresuró a pactar la paz con los Estados Unidos y en 1848 firmó un tratado de paz humillante permitiéndole anexar más de 2.3 millones de kilómetros cuadrados de territorio, área mayor que la existente del México actual. El territorio anexado incluye a los actuales estados de Texas, California, Nuevo México, Arizona, parte de Colorado, Utah y Nevada de Estados Unidos. Los mexicanos nunca han podido olvidar

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esta página humillante en la historia de su país. Por otro lado, México se ha mantenido estrechamente ligado a los Estados Unidos política y eco-nómicamente. La mayor parte de su comercio exterior, deuda externa y capital extranjero no han podido separarse nunca del vecino del Norte. Sus relaciones con otras regiones y países no han sido muy estrechas.

Pero, después de asumir el cargo de primer mandatario de la nación mexicana en 1970, el presidente Luis Echeverría Álvarez, con su perspi-caz visión de estadista, comprendió rápidamente que la hegemonía de Estados Unidos estaba disminuyendo en ese momento. Hizo una se- rie de ajustes a las políticas internas y externas, cambió la práctica inac-tiva de sus predecesores en el escenario internacional y con frecuencia realizó actividades externas. Formuló la política de “diversificación de las relaciones exteriores” y trató de mantener un equilibrio entre las diversas fuerzas con el fin de elevar el status internacional de México, particular- mente la influencia en el “Tercer Mundo” a través del establecimiento de lazos económicos multilaterales y cambiar gradualmente la depen-dencia de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, afirmó en términos inequívocos que “México nunca sustituye una dependencia por otra”. Esta famosa declaración del presidente Echeverría fue altamente apre-ciada por el entonces primer ministro de nuestro país, Zhou Enlai. En noviembre de 1971, haciendo caso omiso de la amenaza y la intimi-dación de los Estados Unidos, Echeverría señaló en la vigésima sexta sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas que “la soberanía y la integridad territorial de la República Popular de China son legalmen-te inalienables”. Más tarde, instruyó a la delegación mexicana que asis- tía a la conferencia a votar por la restauración del puesto legítimo de China en esta organización internacional.

Fue así como se dieron las condiciones para al establecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y México con fecha 14 de febre- ro de 1971, y nuestro amigo Eugenio Anguiano fue enviado a China como primer embajador de México en nuestro país. Muy pronto Anguiano se hizo bien conocido en el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país por ser joven –tan solo 33 años – y dinámico, porque en aquel en-tonces había pocos diplomáticos en China con rangos tan altos.

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Visita del presidente Luis Echeverría a China

En un comienzo, el presidente Echeverría tenía pocos conocimientos sobre nuestro país. En una conversación con nuestro primer embajador en México, le preguntó de pronto si China seguía apoyando a guerri-lleros latinoamericanos. Después del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países, su comprensión de China se hizo cada vez mayor y empezó a prestar una creciente atención a la influencia de nuestro país en la comunidad internacional, en particular al status y al papel de China en el “Tercer Mundo”. Un año después, con la intención de fortalecer las relaciones con nuestro país, decidió visitar China inclu-yéndola en las seis naciones a visitar en 1973 –Canadá, el Reino Unido, Bélgica, Francia, China y la entonces Unión Soviética–, marcando la entrada de la política exterior de México en una nueva etapa. Antes de su visita, expresó su gran deseo de reunirse con el presidente Mao y el primer ministro Zhou, firmar con China un acuerdo comercial y otro sobre el intercambio tecnológico y cultural, concretar operaciones co-merciales, así como conocer la vida de nuestro pueblo y los logros del desarrollo de nuestro país como referencia para México.

El gobierno de nuestro país otorgó gran importancia a esta visita de Echeverría y decidió darle una cálida bienvenida. Tuve la suerte de ser designado como uno de los principales intérpretes de la delegación mexicana. Esto me hizo conocer al presidente Echeverría y también fue así el comienzo de mi inolvidable amistad con Eugenio Anguiano.

La primera impresión que me dio el presidente Echeverría fue que era enérgico, fornido, de buen humor y de pensamiento rápido. Según me contó un funcionario de la comitiva mexicana, al presidente le gustaba trabajar por la noche; de vez en cuando a la una o dos de la madruga- da llamaba a funcionarios para discutir el trabajo, lo que provocaba mu-chas quejas de sus subordinados. Durante su visita a China, también a veces nos hizo unos sorpresivos pedidos fuera del programa oficial para ver de cerca “la verdad”. Una vez, al final de la visita a la comuna de Malu en Shanghái, eran las 12 horas del mediodía, en el camino al hotel, propuso ir de compras y, terminadas, salió de la tienda y se fue a pie hasta

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un cercano restaurante popular para comer allí. En lugar de ir al salón del segundo piso, con un ambiente más tranquilo, se dirigió directamente a una mesa donde ya estaban sentados comiendo cinco clientes comu- nes y corrientes y ordenó los mismos platos que ellos comían. Conversó animadamente con estos clientes mientras comía y les preguntó sobre su trabajo y su vida. Al enterarse de que estaban conversando con el presidente mexicano, ellos expresaron inmediatamente su firme apoyo a la lucha mexicana por el derecho de 200 millas marítimas. Echeverría se puso muy feliz, diciendo: “No me esperaba que un ciudadano de a pie supiera nuestra lucha por la defensa de 200 millas marinas.” Aunque el repentino cambio de horario y lugar dio excelentes resultados, ello puso muy nerviosos a nuestros funcionarios del protocolo y personal de se-guridad. Después, Echeverría dijo orgullosa y maliciosamente a nuestro Director Adjunto de Protocolo: “¡He interrumpido todos sus arreglos!”

El presidente Echeverría, su esposa, así como su comitiva, estuvieron muy conmovidos por la cálida bienvenida que China les dio. A lo largo de la avenida Chang’an, una calle de diez kilómetros en Pekín, las banderas nacionales de China y México ondeaban con el viento junto con bande-ras de varios colores. Cuando la caravana llegó lentamente a Tiananmen y se detuvo, el presidente Echeverría, acompañado por el primer ministro Zhou, salió de la limusina y saludó agitando sus manos a la multitud que lo recibía. Había jóvenes estudiantes que con pasión le vitoreaban y grita-ban en español: “¡Bienvenido, señor presidente mexicano!” En Shanghái, cuando llegaron al aeropuerto ya a altas horas de la noche y justo deba- jo de la fuerte lluvia con el suelo empapado, les esperaban miles de ciu-dadanos, junto con las autoridades, para despedirlos. Cantaban, bailaban y gritaban entusiastas por la amistad entre los pueblos chino y mexicano. Esta escena hizo brotar lágrimas a muchos amigos mexicanos. La esposa del entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Rabasa, dijo: “Hemos visitado seis países. Solo China le ha dado al presidente mexicano una bienvenida tan cálida. Solo el pueblo chino tiene un sincero entusiasmo por nosotros”.

El presidente Echeverría y su esposa la señora Zuno exteriorizaron un agradecimiento especial al primer ministro Zhou Enlai y su esposa

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por acompañarles personalmente en la visita a la comuna popular Dazhai pese a sus múltiples compromisos (no sabían que en ese momen-to el primer ministro Zhou ya estaba gravemente enfermo). Cuando los distinguidos invitados llegaron a Dazhai, los miembros de la comuna agitaron en sus manos pequeñas banderas mexicanas y chinas dándo- les la bienvenida. Las esposas del presidente Echeverría y del primer mi-nistro Zhou, cogidas de la mano y agitando cada una la bandera del otro país pasaron a través de las masas de ambos lados. Los periodistas de los dos países tomaron rápidamente fotos de esta escena que simboliza- ba la amistad de los dos países. La señora Zuno estaba muy emocionada. Más tarde guardó la pequeña bandera mexicana en casa junto con la foto proporcionada por el periodista como un recuerdo precioso de su visita a China.

Pláticas Oficiales entre Lideres de los dos Países

Entrevista del presidente chino Mao Tse Tung con Luis Echeverría

Por supuesto, los eventos más importantes de la visita de Echeverría a China fueron conversaciones oficiales con los líderes de nuestro país. En particular se reunió con el presidente Mao y sostuvo conversaciones con el primer ministro Zhou. Durante los pocos días de la visita, el primer mi-nistro Zhou sostuvo cinco conversaciones con el presidente mexicano,

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cuatro veces en Pekín, cada una por un espacio de dos a tres horas, y la última, la quinta, se realizó en el tren de Dazhai a Xi’an. El primer mi-nistro Zhou prestó especial atención a la quinta ronda de conversaciones con Echeverría y se concentró en hacerle una presentación sobre el desa-rrollo económico de China. Tuve el privilegio de servir como intérprete para dicha reunión y conversaciones. Como Eugenio, todavía guardo un vivo recuerdo de la sabiduría, la paciencia y el estilo de negociación persuasivo del primer ministro Zhou.

Las cinco conversaciones entre las dos partes discutieron princi-palmente tres cuestiones: una fue sobre la “Carta de Derechos y debe-res Económicos de los Estados”, que era una iniciativa propuesta por Echeverría en las Naciones Unidas. El primer ministro Zhou expresó su aprecio y apoyo por los principios propuestos por Echeverría en la ter-cera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (unctad). Dijo que estos principios eran antiimperialistas y antimono-pólicos en el campo económico internacional y que los apoyaría en prin-cipio. Expresó: “Se trata de un gran problema en torno al cual hay mucha discusión y falta consenso común en el “Tercer Mundo”. Tiene que ser promovido. Conviene establecer primero los puntos en común como la igualdad y el beneficio mutuo, y cuando se establezcan puntos co- munes, se ayudará al “Tercer Mundo” a desarrollar su economía.”

El segundo tema de las conversaciones fue la firma del segundo pro-tocolo adicional del Tratado de Prohibición Nuclear de América Latina. México fue el iniciador y depositario del tratado latinoamericano de prohibición de las armas nucleares e hizo activos esfuerzos por que los cinco principales Estados poseedores de armas nucleares firmaran un protocolo adicional, un segundo protocolo, para asumir el respeto al tratado y no usar, ni amenazar con usar armas nucleares contra países latinoamericanos. En ese momento, los Estados Unidos y Gran Breta- ña habían firmado y aprobado el protocolo adicional. La visita de Echeve-rría perseguía el propósito de convencer a Francia y a la entonces Unión Soviética a que lo firmaran. Francia dijo que podría firmarlo, pero la enton-ces Unión Soviética no estaba de acuerdo para firmar. Por lo que la dispo-sición o negativa de nuestro país a firmarlo tendría un papel importante

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en la promoción del cambio de actitudes de esos dos países. El primer ministro Zhou informó a Echeverría sobre la posición de nuestro país con respecto al asunto del desarme y armas nucleares y afirmó que Chi-na no tendría ninguna dificultad en firmar el segundo protocolo por- que nos oponíamos a la guerra nuclear y ni siquiera habíamos consi-derados realizar pruebas nucleares en América Latina. El compromiso de China con esta obligación para con México y América Latina en su conjunto estaba garantizado. China siempre cumple con su palabra. El primer ministro también señaló que aún quedaba pendiente la confiabi-lidad del cumplimiento del tratado. El tratado era bueno para movilizar a los pueblos para que lucharan por este propósito, y fuera efectivo para las naciones que estaban dispuestas a observarlo. Sin embargo, había quienes rechazaban el firmarlo.

La última cuestión versaba sobre el desarrollo económico. Las dos partes presentaron sus respectivas experiencias. El primer ministro Zhou dijo que si no se resolvía el problema alimentario de un país, la indus- tria no podría desarrollarse y que si el problema agrícola se resolvía, ha-bría una base para desarrollar la economía y desarrollar aún más la indus-tria pesada. Después del final de cada reunión, Echeverría y su comitiva no podían dejar de expresar su profunda admiración por los amplios conocimientos de Zhou Enlai, la profundidad de sus reflexiones filosó-ficas y el respeto a los pequeños países.

Conversación con el primer ministro Zhou Enlai en el tren

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La visita del presidente Echeverría a China concluyó con éxito, lle-vándose la profunda amistad del pueblo chino al pueblo mexicano, y regresó a México con una buena impresión de China. Debido a su visita, la influencia de China en México se expandió enormemente. El presiden-te Echeverría adoptó una serie de medidas durante los siguientes años de su mandato para mejorar las relaciones amistosas entre China y México. Invitó a nuestro viceprimer ministro de agricultura a visitar México. En-vió a su hijo y a expertos a traer un lote de equipos de riego por goteo para enseñar esa tecnología de China. Invitó a una gran cantidad de jóvenes chinos a estudiar a México y organizó a personal especial para que se hiciera cargo de sus estudios y su vida cotidiana. Se ocupó personalmente de las principales visitas entre China y México. Con su promoción, se presentó una “fiebre china” en México y se registró un notable aumento de intercambios en los campos político, económico, cultural y educa- tivo entre los dos países. El embajador Eugenio también dedicó, desde Pekín, un gran esfuerzo para promover aún más el desarrollo de las rela- ciones bilaterales. Después de dejar su cargo, el presidente Luis Eche-verría volvió a visitar China en 1977 como enviado especial del nuevo presidente López Portillo y fue al Tíbet. Luego, visitó China muchas ve-ces en misión oficial o en calidad privada. Siguió contribuyendo al desa- rrollo de las relaciones sino-mexicanas. A su vez Eugenio Anguiano dejó China en enero de 1976 después de haber puesto fin a su primer man-dato como Embajador mexicano en nuestro país, e igualmente continuó manteniéndose muy atento a la marcha de acontecimientos de China y pudo atestiguar el progreso de nuestro país.

Continuo desarrollo de las relaciones bilaterales

Tanto China como México tienen antiguas civilizaciones que datan de miles de años, y son grandes países emergentes y en desarrollo. Las in-tensas visitas recíprocas de alto nivel de las dos partes profundizaron la confianza política mutua y dieron un buen impulso al desarrollo rápido de las relaciones bilaterales. Estuvieron de visita en México los siguientes

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principales dirigentes de nuestro país entre otros: el presidente Yang Shangkun (mayo de 1990), el consejero de Estado y ministro de Rela-ciones Exteriores Qian Qichen (marzo de 1993), el viceprimer ministro Zhu Rongji (1993), el primer ministro Li Peng (octubre de 1995), el entonces miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista Chino Hu Jintao (enero de 1997), el presidente Jiang Ze-min (noviembre de 1997), el primer ministro Wen Jiabao (diciembre de 2003), el después presidente Hu Jintao (septiembre de 2005, y ju- nio de 2012 para asistir a la cumbre del G20 en los Cabos), y el entonces vicepresidente de Estado Xi Jinping (junio de 2013) y después como presidente. Y por parte de México, después de Luis Echeverría, también realizaron visita de Estado a China todos los posteriores presidentes: el presidente López Portillo (octubre de 1978), el presidente de la Madrid (diciembre de 1986), el presidente Salinas (noviembre de 1993), el pre-sidente Zedillo (noviembre de 1996), el presidente Fox (junio de 2001), el presidente Calderón (julio de 2008), el presidente Peña (abril de 2013, después de asistir al Foro de Boao para Asia; y noviembre de 2014 junto a asistir a la 22ª Reunión Informal de Líderes del Foro de Cooperación Asia-Pacífico).

Hay que subrayar que cuando el primer ministro Wen Jiabao visitó México en diciembre de 2003 los dos países establecieron una asocia-ción estratégica. Durante la visita del presidente Xi Jinping a México en junio de 2013, los dos jefes de Estado anunciaron conjuntamente la elevación de las relaciones bilaterales a una asociación estratégica in-tegral. Además, en agosto de 2004, China y México establecieron los Comités Permanentes Intergubernamentales, que hasta la fecha han cele-brado seis reuniones. Durante la visita de Estado del presidente Calderón a China en julio de 2008, los dos líderes anunciaron conjuntamente el establecimiento del mecanismo de diálogo estratégico entre China y México y se llevaron a cabo cuatro de éstos. Durante los últimos dos año y meses, los dos jefes de Estado han efectuado tres visitas recípro-cas y cinco reuniones. El año pasado, los dos jefes de Estado se reunie- ron nuevamente durante la Cumbre del G20 en Antalya y alcanzaron un nuevo consenso importante sobre el desarrollo de las relaciones

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China-México. Desde la visita del presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional a México en noviembre de 2014 y la visita del expresidente del Senado de México a China en julio, los intercambios y la cooperación entre los órganos legislativos de los dos países también han entrado en una nueva etapa de desarrollo.

Debido a la falta de complementariedad entre los productos y la com-prensión entre los pueblos de los dos países, China y México tenían un bajo punto de partida para los intercambios económicos y comerciales. Solo después de la visita del presidente Echeverría y gracias a la aplica-ción de la política de reforma y apertura por parte de nuestro gobierno, el intercambio comercial entre China y México empezó a aumentar de a poco. Pero incluso en 1990 la totalidad de las exportaciones chinas a México apenas alcanzó los 42 millones de dólares norteamericanos y en 1992 los 180 millones de dólares. Según las estadísticas de México , la totalidad de exportaciones directas de China a México ascendió a los 400 millones de dólares y si se incluye al comercio indirecto y el contra-bando ilegal a través de los Estados Unidos, Hong Kong y otros lugares, superaría en gran medida esta cifra. Mientras tanto, también iban en aumento las visitas de empresarios de ambas partes. Tan solo entre 1991 y 1992, la Embajada de la República Popular China atendió más de 200 grupos empresariales nacionales que vinieron a México para negocios. En un momento la cantidad de productos chinos que se vendía en el país aumentó considerablemente, especialmente en los centros comerciales y puestos de venta de nivel medio y bajo. El mercado mexicano estaba lleno de productos chinos baratos como electrodomésticos, juguetes, adornos navideños, bicicletas, ropa y otros textiles, zapatos, artesanías, etc. Sin embargo, el gran desarrollo también trajo nuevos problemas. La población local mexicana veía con agrado que una gran cantidad de productos baratos y de alta calidad de nuestro país estaba en venta en el mercado mexicano, pero ello provocó un gran impacto en algunos secto-res de la industria nacional de México. La industria nacional mexicana era frágil e incapaz de competir con nuestros productos. Según los periódi-cos locales, la afluencia de productos chinos obligó al cierre a más de 850 fábricas pequeñas y medianas, y más de 200 000 trabajadores perdieron

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sus trabajos. Ante tal situación, la Secretaría de Industria y Comercio de México anunció repentinamente, en abril de 1993, investigaciones an-tidumping contra más de 4 000 tipos de productos de China e impuso altos derechos antidumping temporales. Estos productos representaban el 75% de todas las exportaciones de nuestro país a México. Este episo-dio constituía un gran revés para el entonces emergente desarrollo de la cooperación económica y comercial de los dos países.

En los años siguientes, como resultado de los esfuerzos hechos por ambas partes, se disiparon malentendidos mutuos y el intercambio co-mercial bilateral retomó la órbita ascendiente, y esta vez, más sana. En las últimas dos décadas se registró un gran aumento en la cooperación económica y comercial de los dos países. China es ahora el segundo socio comercial de México, y México, el segundo socio comercial de China en Latinoamérica. De acuerdo con estadísticas de las aduanas de China, en 2015, el comercio entre China y México fue de 43.85 mil millones de dólares estadounidenses, de los cuales las exportaciones de China, 33.795 mil millones y las importaciones chinas, 10.05 mil millo-nes: un aumento de 0.89%, 4.77% y 10.26% respectivamente en com- paración con el año anterior. Y por su parte, la Oficina Nacional de Esta-dísticas de México publicó el 12 de enero de 2017 los datos de 2016: el volumen de comercio bilateral de bienes entre México y China ascendió a 73 800 millones de dólares estadounidenses, un aumento de 7.7% en comparación con año anterior, de los cuales las exportaciones mexicanas fueron de 6 060 millones de dólares, un aumento de 26.8%, y las importa-ciones de México fueron de 67 740 millones de dólares, un aumento del 6.2%. México tuvo un déficit de 61.68 billones de dólares contra China. Para atenuar el problema del gran déficit mexicano, ambas partes han firmado una serie de acuerdos de productos mexicanos exportados a China, como ternera y maíz. La inversión de China en México alcanzó los 470 millones de dólares estadounidenses. Hay más de 70 empresas financiadas por China que han venido a invertir en la industria mexicana.

Se han podido observar alentadores intercambios amistosos en otros aspectos. En septiembre pasado, el lado mexicano envió a un viceminis-tro de la Secretaría de Defensa y otro adjunto de la Secretaría de Marina a

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visitar conjuntamente China para presenciar el desfile militar en conme-moración del 75 aniversario del triunfo de la guerra antifascista del frente oriental y para participar con una formación compuesta de 75 soldados hombres y mujeres de México; el desfile fue calurosamente acogido por el pueblo chino. En noviembre del año pasado, el barco hospital “Cien Buques” y la formación naval china visitaron México en sucesión, des-encadenando una “fiebre de la armada china” en la sociedad mexicana.

Además, los intercambios y la cooperación entre los dos países en áreas de cultura, ciencia y educación, y deportes han sido frecuentes enriqueciendo el contenido de la asociación estratégica integral China -México. Desde 1979, con el desarrollo de los intercambios cultura- les entre China y México, la parte mexicana comenzó a aceptar a jóvenes estudiantes chinos. A principios de la década de los ochenta, China envió a un cuantioso grupo de jóvenes estudiantes a estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, que hizo solícitos arreglos para que aprendieran el español en un primero año, y después otras especialidades. La escuela les prestó una especial atención y designó a personal especial para cuidar de ellos, lo cual muestra la profunda amistad entre los pueblos de los dos países. Luego, ha habido aún más estudiantes chinos en otras escuelas públicas. Tras terminar sus estudios y volver a China, un gran número de estos estudiantes ocupó puestos importantes en diversas ins-tituciones de China como decanos y profesores en varias universidades así como altos funcionarios gubernamentales. .

Visita de Estado del actual presidente mexicano a China

Cabe destacar la visita de Estado que realizó el primer mandatario me- xicano Enrique Peña Nieto a China en noviembre del año pasado junto con asistir a la reunión informal de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. La conversación formal de los dos jefes de Es- tado durante esta visita fijó los principales rumbos a seguir para las rela-ciones bilaterales en los próximos años. El presidente Xi Jinping dijo a su homólogo mexicano: “China y México son grandes países en vías de

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desarrollo e importantes naciones emergentes. Los dos países pueden proporcionar el uno al otro oportunidades de desarrollo. Ambos países se encuentran en decisivas etapas de reforma y desarrollo y enfrentan similares tareas y desafíos. Durante mi visita a México el año pasado, decidimos en común elevar las relaciones bilaterales a la asociación es-tratégica integral abriendo una nueva etapa de las relaciones entre los dos países. Durante más de un año, hemos puesto en práctica, uno tras otro, los consensos logrados. La asociación estratégica integral de los dos paí-ses ha tenido un punto de partida alto, dado alentadores pasos, registrado rápido desarrollo y logrado resultados prácticos. China está dispuesta a fortalecer su cooperación con México y dar pasos seguros y firmes para ir desarrollando sin cesar las relaciones sino-mexicanas a un nivel más alto, en áreas más amplias y a mayor profundidad.”

Xi Jinping manifestó a Peña Nieto: “Estoy dispuesto a continuar manteniendo estrechos contactos con usted para guiar el desarrollo de las relaciones entre los dos países desde la altura estratégica y con la pers-pectiva de largo alcance. Los dos países deben seguir comprendiéndo- se y apoyándose el uno al otro y profundizando la confianza mutua en cuestiones que atañen a los respectivos intereses fundamentales. Las instituciones gubernamentales, órganos legislativos, partidos políticos y autoridades locales de los dos países deben intensificar sus intercam- bios. Ambas partes deben agarrar bien los puntos de convergencias de sus estrategias de desarrollo y elaborar planes de acción pragmáticos, eficaces y bien dirigidos para forjar una nueva estructura de la asocia-ción estratégica integral”. Xi formuló la iniciativa “1,2,3”, a saber: tomar la cooperación financiera como motor, el comercio e inversión como lí- nea principal y, por último, las construcciones de infraestructuras y la cooperación energética y de alta tecnología como puntos priorita-rios. China acogerá con mayor agrado más productos mexicanos en el mercado chino y asegurará la exitosa organización de las actividades del Año Turístico de México y el segundo foro de directores universitarios China-México el año próximo. Ambas partes deben intensificar la coor-dinación multilateral para promover en común la evolución del orden internacional en una dirección más justa y razonable y salvaguardar los

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intereses conjuntos de los países en desarrollo. La parte china está dis-puesta a cooperar estrechamente con la mexicana para llevar a buen término la primera cumbre ministerial China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños a tener lugar en Pekín en el próximo año.

Xi Jinping dijo a Peña: “Tanto China como México están empeñados en la profundización de las reformas. En la actualidad, China está pro- fundizando de manera integral las reformas y promoviendo una nueva ronda de apertura al mundo exterior. En el tercer discurso sobre el Estado de la Unión, usted reiteró la firme voluntad del gobierno mexicano de llevar a cabo reformas estructurales y propuso diez medidas para profun-dizar las reformas con la energía, la electricidad, las telecomunicaciones, las finanzas, la construcción de infraestructura y el desarrollo económico y social de la zona sur como áreas prioritarias, las cuales también pueden ser el centro de la cooperación entre los dos países. Mientras que ambas partes hacen esfuerzos por la reforma y fortalecen la estrategia de desa-rrollo, podremos expandir continuamente la convergencia de intereses y abrir nuevas áreas para la cooperación.”

En tercer lugar, dijo Xi: “… debemos profundizar la amistad de los pueblos de los dos países mediante intercambios culturales. México es el país latinoamericano que tiene los intercambios más frecuentes con China en educación, cultura, deportes y turismo. En México se han esta- blecido el primer Centro Cultural de China en el hemisferio occiden-tal y el primer Instituto de Confucio abierto en América Latina. En la actualidad funcionan cinco Institutos de Confucio con más de 1 000 estudiantes estudiando chino. En 2014, entre China y México viajaron más de 60 000 turistas y el año pasado, esta cifra continuó mostrando un rápido crecimiento. Mientras tanto, ambas partes deben continuar sentando una base sólida para los intercambios de las humanidades en pro de las relaciones bilaterales y la cooperación entre los dos países.”

Por su parte, el presidente mexicano Peña Nieto felicitó al su homólo-go chino por la exitosa organización de la reunión informal de los líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico manifestando que la reunión había dado resultados alentadores y que el lado mexicano es-taba dispuesto a tomar esta reunión como un modelo para Asia-Pacífico.

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“En poco más de un año –dijo Peña– me reuní cuatro veces con el presidente Xi Jinping para avanzar juntos y conseguir logros notables de la cooperación en varios campos. China es un motor importante para el crecimiento económico mundial. México es un país importan-te de América Latina. Los dos países tienen consensos sobre muchos asuntos importantes. La cooperación entre México y China tiene un gran potencial y es de gran importancia. México espera sinceramente desarrollar una asociación estratégica integral México-China estrecha y confiable. Estoy dispuesto a seguir manteniendo buenas relaciones con el presidente Xi Jinping para inyectar nuevos impulsos al desarrollo de las relaciones bilaterales. Estoy de acuerdo con las importantes pro-posiciones presentadas por el presidente Xi Jinping sobre el desarrollo de las relaciones bilaterales, en particular, la propuesta de crear “1,2,3”, un nuevo modelo de cooperación entre los dos países. El lado mexica-no espera ampliar el comercio bilateral y la cooperación en inversión y promover la interoperabilidad. Las empresas chinas serán bienvenidas a participar activamente en la reforma de México, especialmente en la construcción de infraestructuras. El lado mexicano espera que arranque lo antes posible el fondo de inversión México-China. El lado mexicano también está dispuesto a fortalecer la cooperación con China en asuntos internacionales y continuará promoviendo activamente el desarrollo de las relaciones bilaterales.”

Eugenio Anguiano mantiene un firme confianza en el progreso de China

En 1982, Eugenio Anguiano se ofreció para ser por segunda vez embaja-dor de México en China, misión que concluyó en 1987. La experiencia de las dos misiones como embajador mexicano en China ha hecho de Eugenio un experto reconocido en México en cuestiones de China y las relaciones sino-mexicanas, siendo invitado frecuentemente a foros o conferencias para exponer sus puntos de vista sobre temas concernien-tes. Contaba en un reportaje del Diario del Pueblo (agosto de 2008) que

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durante su primera permanencia en China “descubría que China era un país económicamente autosuficiente, que no dependía de la inversión extranjera y no aceptaba productos extranjeros. En las calles de Pekín no se lograban comprar productos extranjeros como Coca-Cola. Todos los productos aquí estaban hechos en China”. Más tarde, la Tienda de la Amistad se convirtió en un lugar frecuentado por diplomáticos extran-jeros, incluido él, porque había zapatos, ropa, refrescos y caramelos de Europa. Sin embargo, lo que lo sorprendió y admiró fue que aunque China no era rica en ese momento, generosamente extendió la asistencia a Tanzania, Zambia y otros países africanos para ayudarlos a construir el ferrocarril.

“En 1978 –continuó diciendo en el reportaje– la Tercera Sesión Ple-naria del Undécimo Comité Central del Partido Comunista de China tomó la decisión de implementar la reforma y la apertura.” En ese mo-mento, ya había concluido su primera misión como embajador mexi-cano, pero todavía estaba preocupado por el desarrollo de China. Dijo: “En 1975, el primer ministro Zhou Enlai reiteró en la cuarta sesión de la Asamblea Popular Nacional que el pueblo chino se empeñaba en hacer realidad el magno objetivo de modernizar la industria, la agricultura, la defensa nacional y la ciencia y la tecnología del país.” Con el tiempo, se presentaron significativas señales de la reforma. En su opinión,. después de una serie de ajustes, la economía china comenzó a desarrollarse rá-pidamente. Lo que más le sorprendió es que China abrió sus puertas a la inversión extranjera desde 1982, permitiendo su participación en la explotación petrolera de China. Eugenio dijo que “abrir el sector ener-gético es un enfoque muy audaz, pero los chinos no solo no temen la inversión extranjera, incluso han formulado reglamentos para su par-ticipación en la explotación petrolera, haciendo pleno uso de capital y tecnología del exterior para desarrollar su propia industria petrolera. Esto ha hecho que el mundo vea la determinación de China de reformarse y abrirse, e incluso ha hecho que el mundo vea el potencial del vigoroso desarrollo de China”.

Según Eugenio, desde la reforma y la apertura, el crecimiento del Producto Interno Bruto de China ha alcanzado por 20 años un promedio

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anual de 9% o más, algunas veces tan alto como dos dígitos. China ya es la segunda economía mayor del mundo después de los Estados Unidos. Anguiano dijo que en 2015, el número de usuarios de teléfonos fijos en China llegó a 231 millones, una disminución de 18 443 millones respecto del año anterior, mientras que ese mismo año el número de usuarios activos de celulares en China alcanzó los 780 millones, lo que representa el 56.9% de la población nacional, ocupando el primer lugar en el mundo. Además, en un corto período de los últimos cinco años, la cantidad de personas pobres en China ha disminuido en más de 68 millones y la tasa de pobreza nacional ha disminuido al 3.1%. Para evitar el sobrecalentamiento de la economía, el gobierno chino ha intervenido y ajustado el crecimiento económico de manera oportuna. El embajador Eugenio Anguiano aseguró en una entrevista periodística su firme con-fianza en el camino de desarrollo sostenido de China manifestando que “el sistema socialista con características chinas ha establecido un siste- ma económico bastante completo, que el gobierno chino ha enfocado el desarrollo económico bajo la premisa de tener en cuenta una varie-dad de riesgos, y que el crecimiento económico ha promovido la estabi- lidad social “.

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La transformación China desde México, la contribución de Eugenio Anguiano Roch

Cassio Luiselli Fernández

Sin duda, el ascenso y transformación de China es el fenómeno político y económico más importante de nuestra era. Por su dimensión, celeri-dad e implicaciones, se trata de un cambio sin parangón en la historia contemporánea. En el caso se trata de una gran civilización que ha vuel-to a ocupar su lugar central en los asuntos del mundo. Como decía el gran historiador económico Angus Maddison “China está de regreso”. Por lo mismo, vivimos apenas el inicio de la era de una intensa disputa hegemónica entre las dos únicas superpotencias actuales: una China en ascenso y, quizá, el fin del largo siglo estadounidense. Es en este proceso donde nos proponemos poner una mirada mexicana y esta empieza a cobrar forma hace ya casi medio siglo.

En febrero de 1972 México anuncia el establecimiento de relacio-nes diplomáticas con la República Popular China y Eugenio Anguiano Roch es designado como su primer embajador (y el único que ha repe-tido dos veces el cargo: 1972-1975 y 1982-87). Anguiano llega a la sede de su misión en el mes de agosto de ese mismo año. Fue un acierto de la diplomacia mexicana abrir relativamente temprano relaciones con la República Popular China y haber enviado a un joven economista, que fue desde un principio un testigo y observador extraordinario de la Chi-na contemporánea y su prodigiosa transformación. Anguiano, desde su responsabilidad diplomática y en función de los intereses de México,

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fue protagonista del avance de nuestros nexos con ese inmenso país. No debe perderse de vista que, más allá de las tareas de embajador, fue desde entonces un asiduo estudioso de China.

El año del arribo de Anguiano, 1972, fue de eventos extraordina-rios, tras las visitas secretas de Kissinger y la llamada “diplomacia del ping-pong”, Nixon estuvo ahí en febrero de ese mismo año, anunciando una apertura de China al mundo que sería de enorme trascendencia. También se vivían enormes tensiones internas entre quienes se opo-nían tenazmente a la apertura y modernización, y las fuerzas moderadas proclives a las reformas y la modernización. Todavía se sentían los últi-mos estremecimientos de la Gran Revolución Cultural y Proletaria y, en el trasfondo, estaba también la precaria salud y el progresivo aislamien-to de Mao, cada vez más recluido dentro de las murallas de la Ciudad Prohibida.

Apenas un año antes, el aparente sucesor de Mao, Lin Biao moría en un misterioso accidente de aviación y Zhou Enlai, ya enfermo de cáncer, preparaba el retorno al poder de Deng Xiapoing y su equipo, lo que sucedió en 1973. En agosto se celebraba un crucial X Congreso Nacional el Partido Comunista de China que condenó a los radicales, empezando por Lin Biao.

Justo en esos tiempos convulsos, la embajada logró organizar una oportuna visita de Luis Echeverría a China, el primer presidente mexica-no en hacerlo. Echeverría y Anguiano se entrevistaron con los máximos dirigentes de la transformación china: Mao y Zhou Enlai con quien sen-taron las bases y delinearon las futuras relaciones entre China y México. Desde entonces, todos los presidentes mexicanos han visitado China.

Es claro que los años de Anguiano en esa embajada cubrieron un lapso crucial para el cambio en China. Para 1975 Deng, que había sufrido purgas, golpizas y humillaciones cuando la Revolución cultural, recupe-ró su cargo de viceprimer ministro y se instaló de nuevo en el Comité Central del Partido Comunista. Desde allí, con sus dotes de formida- ble organizador empezó a administrar el país, a preparar sus reformas y combatir a los radicales, capitaneados por la esposa de Mao, Jiang Qing, y un grupo de dirigentes de Shanghái. Era la legendaria “Banda de los

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Cuatro”, y la tensión y las sordas luchas intestinas estaban ahí; la embajada las conocía, las estudiaba, e informaba a México.

Poco tiempo después, cuando llegué a China en abril de 1974, en viaje de estudios, me sorprendía ver letreros y dazibaos por todos lados, criticando la traición de Lin Biao y, lamentablemente, se incluía a Con- fucio como pretexto para subrayar su carácter “derechista” y “reaccio-nario”. Las luchas intestinas estaban desatadas. Esto lo conversaba con Eugenio y María Teresa Rodríguez, su esposa y también muy distingui-da estudiosa de China. De hecho, los primeros caracteres chinos que aprendí a descifrar fueron “Lin-Biao” y “Con-Fu”.

Meses después de la partida de Anguiano de Pekín, en 1976, el “año del Dragón” según el calendario chino, se precipita el desenlace de la guerra intestina por el poder y la sucesión: Zhou Enlai muere en febrero y para abril, la banda de los cuatro parecía tomar de nuevo el control, e inmediatamente Deng es acusado por la señora Jiang Qing de incitar a una rebelión y es otra vez defenestrado. Mao Zedong murió el 9 de septiembre; y de forma dramática, los militares rodearon y arrestaron a la “banda de los cuatro”; Hua Guofeng, un incondicional de Mao, estuvo detrás de esto y se convirtió brevemente en su sucesor, hasta que Deng, rehabilitado en 1977 lo desplaza finales de 1978. Entonces inicia una nueva era. Estos dramáticos episodios fueron motivo de largas charlas y discusiones que tuve con Eugenio poco tiempo después. Le agradecí la recomendación que me hizo de estudiar el recuento de esos episodios que hiciera el historiador y sinólogo australiano Ross Terril.

Cuando Eugenio llegó a China de embajador, yo era estudiante de doctorado en la universidad de Wisconsin (Madison). En aquél enton-ces me empezaron a interesar los temas rurales chinos, sobre todo los vinculados al empleo. Me impresionaba lo que leía sobre las comunas populares y los esquemas realmente colosales de movilización del tra-bajo campesino en la construcción de presas, canales, terrazas; el trabajo masivo de la población para producir alimentos suficientes para cerca de mil millones de personas.

Eugenio y yo nos habíamos conocido antes, y nos hicimos amigos en dos diferentes, pero convergentes circunstancias: primero, coincidimos

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en la Secretaria de Hacienda, donde yo entré a trabajar muy joven en 1967, siendo estudiante de economía en la unam; mi trabajo, dentro de la Dirección de Estudios Hacendarios era la de apoyar los distintos estu-dios vinculados a temas internacionales sobre todo de comercio exterior, política comercial y arancelaria. Mis jefes eran dos buenos economistas: Julio Zamora Bátiz y Víctor Alfonso Maldonado, ambos colegas y amigos de un tal Eugenio Anguiano que estaba de licencia con una beca de es- tudios en Inglaterra. Hablaban de él con afecto y entusiasmo y todos esperaban su muy próxima reincorporación al equipo de trabajo. Por fin regresó Eugenio de Inglaterra y si bien, no trabajé directamente con él, sí era yo parte del mismo equipo donde Julio, Víctor Alfonso y él eran los jefes y hacíamos trabajo en equipo. Conversábamos mucho, sobre todo de economía internacional y simpatizamos pronto. La integración latinoamericana nos entusiasmaba, toda vez que hacíamos trabajo rela-cionado a la misma; la alalc entonces no cumplía aún ni siete años. Poco después, él entró a dar clases de economía internacional en la Es-cuela de Economía y tuve el gusto de tenerlo de maestro.

Como profesor, Eugenio era muy ameno y heterodoxo en cuanto que permitía diversidad de opiniones e intenso diálogo e interacción con los estudiantes. Nos enseñó la materia en torno a un texto clásico, el “International Economics” de Charles P. Kindleberger, pero leíamos y discutíamos libros muy en boga en aquellos años, como el Nuevo Estado Industrial de J. K. Galbraith. Las clases eran amenas y a menudo deriva-ban en prolongadas discusiones sobre México, su economía y relaciones internacionales. Había pues una sinergia entre la oficina en la shcp y la unam, con la presencia siempre jovial e inteligente de nuestro joven profesor Eugenio Anguiano. En 1970 me recibí de economista con una tesis sobre las preferencias arancelarias y mis charlas con Eugenio fueron muy valiosas para la tesis. Ese mismo año dejé la Secretaría de Hacienda para irme al posgrado en la Universidad de Wisconsin en Madison.

En Wisconsin mantuve el interés por la economía internacional, y lo aprendido en la unam, particularmente el libro de Kindleberger, me siguió siendo muy útil. Pero me interesé también por otras materias, como el desarrollo económico y la economía agraria, temas en los que

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Wisconsin es muy fuerte, con excelentes profesores. Se hablaba entonces de China, de su peculiar modelo y su posible apertura al mundo. Leí un librito de J.K. Galbraith “A China Passage”, en el que se relataba un viaje por el entonces misterioso país de en medio, al que él y un pequeño grupo de economistas tuvieron el privilegio de visitar a inicios de 1972, como signo de acercamiento y buena voluntad entre China y los Estados Unidos. El libro me resultó muy interesante, sobre todo en lo que decía de la economía y la agricultura, particularmente de las comunas populares. Estaba yo, justamente, estudiando temas de desarrollo agrícola y rural y me pareció fascinante hacer un estudio sobre el empleo en el medio rural chino, a través de pequeñas industrias rurales y otros esquemas de empleo masivo y explorar su posible aplicación en México.

A principio de 1973, escribí, entusiasmado sobre esta idea, a mi ami-go y profesor Eugenio Anguiano, a la sazón embajador de México en China; le propuse la posibilidad de poder ir a China y hacer la investi-gación de campo allá, vinculado a la embajada. Para mi grata sorpresa, el señor embajador me respondió de inmediato, lejos de disuadirme me alentó y me comentó que lo exploraría primero en la Cancillería y queda- mos en explorar posibilidades. No fue posible de inmediato y, sin aban-donar la idea, el tema se fue diluyendo. A mi regreso a México, tuve la fortuna de trabajar con Francisco Javier Alejo, quien, al frente de un grupo de economistas dentro del Fondo de Cultura Económica, estaba for- mando una suerte de “Think Tank” que luego se convertiría en el cide. Dentro del grupo, a mí me correspondían los temas agropecuarios y rurales. Poco después Javier le planteó al presidente de la República, un estudio para hacer un amplio programa de empleo en México. Le propu-se mi idea de hacer una visita de campo a China para estudiar el empleo rural, las comunas y la pequeña industria rural. Javier Alejo reaccio- nó muy favorablemente, pues además de conocer bien a Eugenio An-guiano, el propio presidente había estado allá y se interesaba vivamente por la China rural.

De tal manera que se pudo organizar el viaje. Conseguí buena parte del financiamiento del conacyt, todavía como estudiante de posgrado, tras entrevistarme y persuadir de la conveniencia del mismo a su director

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general, otro notable economista y amigo, Gerardo Bueno Zirión. El compromiso asumido era que a mi regreso prepararía un informe sobre el tema tanto para el conacyt como para el Grupo de Empleo, con Javier Alejo, cosa que hice al regresar. Eugenio me apoyó enormemente y me organizaron en la embajada un estupendo y muy intenso programa visitando comunas populares, centros de investigación y campos agríco-las experimentales. Me preparé lo mejor que pude leyendo profusamente sobre China y los temas de empleo rural dentro de las comunas popu-lares, principalmente. Eugenio me había recomendado un libro básico sobre China que compré y resultó un clásico imprescindible: “China, an Introduction” de Lucian W. Pye, profesor del mit.

Así, me convertí, gracias a Eugenio y sin saberlo, en el primer es-tudiante enviado por el conacyt y el gobierno de México a China. Llegué muy entusiasmado a principios de abril de 1974 y me quedé ahí por varias semanas. Entré por Hong Kong a Shenzhen, que era entonces un pequeño poblado rural de no más de 30 mil habitantes (hoy, es una vibrante metrópoli de más de diez millones de habitantes); ahí mismo me recibieron un par de intérpretes, que me acompañarían durante todo mi periplo. De ahí a Guangzhou (Cantón), de donde volé directo a Pekín–recuerdo el desolado aeropuerto, casi totalmente vacío. Abordé el avión ruso con una mezcla de entusiasmo, y aprehensión, tras un largo vuelo llegué hacia el fin de la tarde. Me instalaron en el hotel Pekín, sobre la gran avenida que cruza la Plaza de Tienamen. Era un hotel antiguo, deteriorado, pero tenía un encanto especial. Al anochecer fui al barrio Sanlitun, donde está la embajada de México. Eugenio no estaba en la ciudad por esos días, pero me recibieron en la embajada, muy cordiales, Tere y los (entonces) niños. Fuimos a cenar pato laqueado y a platicar sobre muchas cosas y también sobre mi calendario de actividades por muy diversos lugares de China.

En aquel tiempo, Pekín era una ciudad extensa polvosa y desvenci- jada. Me impresionaba su oscuridad y silencio por las noches. Mi progra-ma de trabajo se desarrolló en tres regiones –la primera, en las cercanías de Pekín; la segunda entre Nanjing y Shanghái y, por último en la feraz y hermosa provincia tropical de Guangzhou. Esencialmente, visitaba

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comunas populares –incluida la mítica y luego denostada “Tachai” (Da-zhai)– campos agrícolas, escuelas rurales e instituciones de investigación agronómica; me entrevistaba y discutía con los campesinos, investiga-dores y dirigentes y por las noches me retiraba temprano a las modes- tas habitaciones de las comunas, y aprovechaba para revisar mis notas de las entrevistas y experiencias del día. Habré visitado por lo menos una do-cena de comunas. Eran parte de la gran economía “celular autosuficiente” del maoísmo. Sobre cualquier cosa, debían de producir alimentos y más alimentos. Primero para la comuna misma y luego para entregar un cre-ciente excedente al estado, que se canalizaba al consumo alimentario urbano. Las comunas intentaban sobre todo retener y ocupar productiva-mente a la enorme fuerza de trabajo rural china. Eran parte consustancial de la gran utopía maoísta llamada el “Gran Salto Adelante” (gsa) puesta en operación en 1958. Las comunas eran enormes, autosuficientes y multiactivas. Trabajaban esencialmente con base en incentivos morales y no materiales. A mí me interesaban los proyectos de absorción masiva de mano de obra, ya fuera en la agricultura propiamente, o en la cons-trucción de caminos, presas, canales y otras obras de infraestructura, pero particularmente, dentro de las pequeñas industrias rurales.

Desde luego que fue una experiencia deslumbrante: fui testigo de cómo se desplegaba un inmenso esfuerzo a base de trabajo humano y muy poca mecanización; esfuerzos en verdad heroicos. Pero por mu-chas razones era poco lo que podría realmente aplicarse en México. No solo porque en general China entonces estaba mucho más atrasa- da, sino porque esos esquemas de trabajo masivo, realmente compulsivo y sin retribución material (aparte de la comida y servicios de educación y salud y de algunos satisfactores que proveía la comuna) eran muy difícil de contemplar para México. El ejemplo de producir acero en prácti- camente cada comuna era, a todas luces, excesivo e ineficiente. Pero ellos me comentaban que China debía de desarrollar esa “economía celular” también por razones estratégicas y militares: en caso de un ataque del “social-imperialismo” (la Unión Soviética), China podrá así fácilmente sobrevivir. Argumentos semejantes me esgrimían cuando les comenta-ba de la evidente ineficacia de empecinarse por producir arroz muy al

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norte o trigo muy al sur. En aquellos años los chinos seguían la filoso- fía maoísta de “caminar sobre dos piernas”, esto es, alentar por un lado la gran industria pesada y militar de alto contenido tecnológico y, por otro, las industrias rurales ligeras diseminadas por todo el territorio.

Aun así, algunas pequeñas industrias eran en verdad muy interesan-tes: talleres de producción y reparación de implementos agrícolas más o menos rudimentarios y producción de bienes y utensilios para la pobla-ción local. Particularmente, me llamaban la atención unos muy peque- ños tractores, cuyo motor se utilizaba también como fuente de poder para múltiples tareas. Había que reparar en dos cosas: primero, que la idea central entonces no era tanto la productividad como tal, sino lograr el máximo de empleo local o regional, y segundo, que se debía garanti- zar la alimentación de la comuna y generar excedentes para volcarlos en áreas deficitarias. Un tema clave y del mayor interés era el de la ventaja de integrar –al interior delas comunas– una gran variedad de actividades, logrando múltiples sinergias entre las mismas. Estudié el tema y leí con entusiasmo al economista escandinavo, Jon Sigurdson, el gran experto en “pequeñas industrias” en China e India (Sigurdson 1977), a quien luego contacté, y con quien me mantuve en comunicación. No hay que olvidar que por aquellos años estaban en boga las tesis de las “tecnolo- gías intermedias”, alentadas también por las ideas de la “convivenciali- dad” de Ivan Illich y de “lo pequeño es hermoso” de F. E. Schumacher: elección de tecnologías (technology choice). Se trataba de un modelo de desarrollo muy local, con pocos encadenamientos hacia afuera o, dicho en otras palabras, de cadenas locales de valor de limitada productivi-dad y sin conexión con industrias fuera de la comuna o de la región. La tecnología era simple, pero se consideraba apropiada dadas las condi- ciones locales, la gran disponibilidad de mano de obra, el escaso capital1 y la pobre infraestructura. El tema ha perdido interés, sobre todo ante el

1 En realidad el modelo de Sigurdson era más complejo: hablaba de tecnologías capa- ces de “escalarse” hacia arriba y hacerlas capaces de adquirir más complejidad y productivi-dad conforme se atienda a mercados más amplios (o también era posible el escalamiento “hacia abajo” a partir de simplificar proceso de industrias de más concentración de capital y tecnología).

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acelerado cambio tecnológico inducido por la revolución digital de las dos o tres últimas décadas y más todavía porque China lo abandonó del todo en la era de Deng Xiapoing. Sin embargo, en teoría microeco-nómica, las isocuantas son las que son: en principio se pueden lograr rendimientos o productividades iguales con diversas mezclas o combi-naciones de capital y trabajo. Por eso, la discusión no acaba por terminar.

Sea como fuere, el modelo inducido por el “Gran Salto Adelante” terminó abruptamente, después de la catastrófica hambruna de princi- pios de los años 60. También se terminaron los excesos de la malhadada “Revolución Cultural y Proletaria”. Justamente eso fue lo que trajo de re- greso a Deng a la conducción de la administración y a la política en China. Recuerdo esas conversaciones con Eugenio Anguiano (Anguia-no Roch 2017). A mi regreso de China, presenté mi informe tanto al conacyt, en una reunión con Gerardo Bueno y los principales funcio-narios del Consejo, como a mis colegas del cide que estaba en pleno proceso de fundación. Pero hubo más, Javier Alejo me pidió preparar una síntesis del informe para el presidente Echeverría y me llevó a Los Pinos para comentarlo directamente con él. Lo hice con gran entusiasmo y tras larguísimas horas de espera, por fin pude hablar muy brevemente con el presidente: le comenté del mérito que tenían algunas tecnologías y diversas pequeñas industrias rurales chinas (y de la India) y que de-berían estudiarse con más detalle. Pero las comunas populares no eran equivalentes a los ejidos, sino a una combinación de los mismos con los municipios, lo que hacía imposible, además de no recomendable, adap-tarlas en México. Después la conversación derivó en las virtudes (inne-gables) del pequeño tractor multifuncional y la conveniencia de traer a México un prototipo del mismo, lo que no sucedió.

Era todavía largo final de la narrativa del socialismo a ultranza, sin mercados formando precios, que preconizaba Mao Zedong . Eugenio, si bien dedicado a muchas otras tareas diplomáticas, se mantuvo estudian-do a China y, más precisamente, sus cambios notables del fin de esa época e inicio de una nueva era bajo Deng Xiaoping. Conversábamos mucho sobre estos cambios. Recuerdo que le pedía a Eugenio me apoyase con el presidente Echeverría para ser embajador en el Vietnam victorioso, tras

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la guerra con Estados Unidos, cosa que hizo y le agradecí mucho, pero pronto supimos que tenía yo el impedimento de no contar con treinta años de edad, edad mínima reglamentaria para ser nombrado embajador.

Más tarde, siendo asesor del presidente López Portillo, éste me en-comendó prepararle notas para su próxima visita de estado a China (octubre de 1978). Me di a la tarea y de inmediato me comuniqué con Eugenio para conocer sus puntos de vista y escuchar sus consejos. Él estaba entonces como investigador visitante en la Universidad de Har-vard y viajé hasta allá para conversar con él. Me ayudó a concertar muy importantes entrevistas con académicos y sinólogos de gran prestigio, como John K. Fairbank, Dwight Perkins y Lucian Pye en el mit. Tam- bién conversé con Noam Chomsky. En Boston tuve una muy interesan- te entrevista con el legendario periodista y antiguo corresponsal del “Time” en China, Theodor White. Eran los tiempos cruciales del arran-que de la era de Deng Xiapoing, entonces aún inciertos, y si bien la “Ban-da de los Cuatro” había sido derrotada, subsistían temores de que las luchas intestinas por el poder no estuviesen del todo resueltas. Pero sobre todo, se abrían muchas interrogantes sobre los derroteros del modelo reformista de Deng. Ese viaje fue crucial, no tanto por las entrevistas que gracias a Eugenio logré concertar, sino por los diálogos que mantuve con él. En las muy interesantes conversaciones, se nos unió un joven mexicano sumamente inteligente e inquieto, que conocí entonces y con quien mantuve una estrecha amistad hasta su muerte temprana: Adolfo Aguilar Zinser.

Acompañe al presidente López Portillo a su viaje, que incluyó Japón y las Filipinas (si bien este último no fue visita formal de Estado). La visi- ta de estado a China estuvo muy bien; tenía yo, por fortuna, muy buena información y análisis que ofrecerle al presidente para las diversas visi- tas y las conversaciones al más alto nivel, así como ideas acerca de posi-bles discursos y conferencias. En ese tiempo México, entre otras, poten- cia petrolera mundial, tenía un gran estatus internacional y si bien no se concretaron grandes cosas, fue una visita importante desde el pun- to de vista diplomático y político, justo cuando China se abría al mundo y arrancaban las “Cuatro Modernizaciones” de la era Deng Xiaoping.

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Anguiano siguió su brillante carrera diplomática por varios países e instituciones intergubernamentales, pero se mantuvo estudiando y cercano a la vida académica, publicando y tomándole el pulso a Chi-na en esas décadas de cambio vertiginoso. Por mi parte, me dediqué a otras tareas, sobre todo de política agroalimentaria y, si bien me mantu- ve atento a los que sucedía, me alejé de los estudios formales sobre China y Asia. Recuerdo la sorpresa que me causó escuchar del desman-telamiento de las comunas populares y su sustitución por un sistema de “responsabilidades” que poco a poco fue evolucionando hacia la aparición de derechos de propiedad virtuales, esquema de suyo muy interesante y que dio entonces a China un gran crecimiento agrícola. Anguiano regresó a China para una segunda embajada en tiempos del presidente Miguel de la Madrid (1982-1987). Por esas fechas publiqué un extenso estudio comparado entre el sistema alimentario chino y el de México (Luiselli 1983).

Para finales de los años 90, el cambio en China era más que evidente y su crecimiento seguía imparable. Esto exigía una nueva interpreta- ción de sus circunstancias internas y, sobre todo, de su creciente y cam-biante papel en el mundo. A finales de 1998, a mi regreso de la embajada en Sudáfrica, me encontré de nuevo con Eugenio. Él estaba trabajan- do en el Colegio de México, donde elaboraba, con apoyo de Gabriel Székely, informes periódicos sobre la apec, pero también investigaba sobre China y conocía como nadie en México el contexto de los cambios y quiénes eran los protagonistas principales, tanto en el Partido Comu-nista de China, como en el aparato del Estado. Por mi parte, di clases en el colmex sobre África un par de semestres, pero también asistía yo a sesiones de seminario que conducía Eugenio y donde también participaba María Teresa Rodríguez, trabajando sobre la agricultura en China. Ahí discutíamos sobre el enorme cambio que se estaba gestan- do en China y sus implicaciones. Uno de los temas era el de su próximo acceso a la omc y todo lo que ello significaría para el comercio global. México empezaba ya a acumular un déficit importante con China y se hacía evidente que nos estaba compitiendo con ventaja no solo en ter-ceros mercados, sobre todo el de los Estados Unidos. Creo que en esos

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años empezamos a construir una nueva narrativa sobre China, su eco- nomía e influencia mundial. Eugenio Anguiano fue clave en todo esto, pues tenía como pocos, un análisis y una visión continúa de las grandes mutaciones chinas, tanto en su economía como en sus cambios de lide-razgo. En lo personal, aprendí mucho de mis conversaciones y presenta-ciones académicas con él.

Ya en el gobierno de Vicente Fox, ambos fuimos invitados por el Canciller Jorge G. Castañeda a formar parte de la delegación mexicana en su visita de Estado a China en junio del 2001, como asesores del presidente en la materia. En el vuelo de Tokio a Pekín pudimos Eugenio y yo, conversar con el presidente y participar en las mesas de conversa-ciones oficiales en el Gran Salón del Pueblo. Ambos recomendamos al presidente Fox ser firme en materia de política comercial con China y en buscar medidas para reducir el creciente déficit comercial de Mé-xico, así como fomentar coinversiones y otras medidas similares. Sin embargo, no tuvimos demasiado eco y las conversaciones con Jiang Zemin no llegaron mucho más allá de vagas promesas hacia México, mientras que nuestro país dio por fin su apoyo para el ingreso de China a la omc. Me impresionó la diferencia con la visita de estado de Ló-pez Portillo, veintitrés años antes, no solo porque tuvieron mucho más sustancia política y formalidad, sino porque era evidente que para los chinos, México había perdido mucho status e interés, en parte porque la apertura y ascenso político chino hacía que hubiesen decenas de jefes de estado aguardando visitar Pekín. El nuevo momento se reflejaba en un protocolo de visitantes muy simplificado y rutinario. Recuerdo particu-larmente el banquete de estado con comida occidental, de muy regular calidad, en marcada comparación con la suntuosidad del banquete de variadísimos platillos chinos de 1978. Un detalle, si se quiere, pero muy revelador.

Pocos años después, en la unam, se funda el prestigioso Centro de Investigaciones México-China (cechimex), donde Enrique Dussel Peters, al frente de un grupo de jóvenes y muy calificados investigadores dieron gran impulso y renovado rigor a los estudios sobre China, con én-fasis en las relaciones económicas con México, pero de ninguna manera

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limitado a esto. Eugenio Anguiano, apoyó con generosidad y entusias- mo las tareas del cechimex , consciente de que se trataba de un impor- tante relevo generacional; algo semejante hizo en el colmex y en el cide. A partir de 1999, me encontraba trabajando yo en el tec de Mon-terrey (Campus Ciudad de México) y lo invité a varias conferencias y dis-cusiones. Seguí estudiando a China y preparé clases sobre su desarrollo y sus implicaciones globales e invité a Eugenio a dar algunas conferencias sobre esos temas.

El trabajo diplomático e intelectual de Anguiano abarca los dos pe-riodos claramente discernibles en el proceso de transformación de la China actual. El primero, a partir de fines de 1949, la China radical de Mao Zedong que podemos llamar “socialismo sin mercado”, fue una épo- ca de gran fervor y movilizaciones populares, de grandes experimen-tos sociales. China recuperó su autoestima, su cohesión, su sentido de propósito. Pero también se dieron estruendosos fracasos y retrocesos, sobre todo el del “Gran Salto Adelante” y la “Gran Revolución Cultural y Proletaria”. Aun así, en la época de Mao, China logró crecer y, sobre todo, recuperar su sentido de unidad y destino; retomó su cohesión territorial y política.

En este punto, vale la pena preguntarse: ¿Cuáles eran los rasgos prin-cipales de esa nueva narrativa de esa interpretación? (Luiselli Fernández 2011).

El segundo período, a partir de 1976-78, inició con Deng Xiaoping y de alguna manera permanece a la fecha. No hay que olvidar que Deng fue miembro del Partido Comunista Chino desde 1924, un aliado de Mao desde siempre, que estuvo en la lucha desde la épica “larga marcha”; un militar de grandes méritos en combate, un hombre de estado que tras sufrir purgas y reveses, logró llegar al poder a la muerte de su mentor, y a la vez su némesis, que en 1978 lanzó las ya legendarias “cuatro mo-dernizaciones”, que podemos llamar un “socialismo con mercado”, un socialismo con características chinas: ahí arranca el mayor período de crecimiento económico que registra la historia. Japón en su momen- to creció con mucha velocidad, los países del sudeste asiático y Corea lo hicieron también, pero ninguno tiene la dimensión y la densidad de

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China, y ésta ha crecido inclusive más rápido que aquellos países asiáticos que le precedieron en el crecimiento.

El ascenso de China es el mayor fenómeno político, económico, y quizá cultural del siglo xxi; altera irreversiblemente el poder y los arre-glos económicos mundiales; de alguna manera podemos decir que con China, la globalización se bifurca y cambia, se hace cada vez más pola-rizada. No debemos dejar de tomar en cuenta que el ascenso chino de estos tiempos se da con el telón de fondo de una crisis clara en Europa y, de menor manera, en los Estados Unidos, que siguen siendo, por lo menos hasta ahora, los otros dos grandes centros de poder mundial; asimismo, tómese también en cuenta que los países emergentes, lo ha-cen en muy buena medida inducidos por la dinámica portentosa de la economía China. Para entender este fenómeno, resulta inevitable aten- der a algunos rasgos de su historia, pues poder crecer durante décadas a tasas elevadísimas ha sido solo posible gracias a su densidad histórica y cultural, a su condición civilizatoria y su profunda y larga tradición cul-tural y política. China ha tenido la fortaleza institucional y la disciplina interna requerida para asimilar un cambio estructural de gran calado. Además, China se siente, y se sabe la “tierra de enmedio”, el punto cen-tral de la humanidad. Posee una visión sinocéntrica del mundo, misma que encuentra su raíz en el hecho de que se trata del mayor continuo histórico-cultural que conoce la humanidad con más de cuatro mil años de historia ininterrumpida. China nunca ha sido conquistada ni ha sido ocupada plenamente por otra potencia. Desde luego, ha sufrido invasio-nes (sobre todo en su calamitoso siglo xix), pero China nunca ha sido colonizada. Es por lo tanto un país o una región cultural muy homogé- nea y sumamente original. La China que emerge de la deslumbrante dinastía Han tiene una gran cohesión, una gran unidad; desde luego cuenta con importantes minorías, más o menos 90 millones de personas que no son chinos Han, pero hay que tomar en cuenta que son apenas el 6% de la población de ese enorme país.

China, de alguna manera, ha representado siempre la “otredad” del occidente, ha fascinado desde siempre a los viajeros que la visitan, empe-zando por Marco Polo hasta los azorados turistas de hoy, porque tiene un

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vector de civilización completamente diferente. China no se enraíza en la tradición judeocristiana, en China no hubo Renacimiento ni Ilustra-ción; no existió nunca una religión dogmática e institucional. China tiene su propio camino, su propia fisonomía cultural, y me gusta ver-la así, mucho más que un “país”; como señaló el gran sinólogo Lucien Pye: “China en realidad no es un estado nación, es una civilización ves-tida con el ropaje estrecho de un estado nacional” (Pye 1972). Por eso se habla ahora de China como de un “estado civilización”, un estado que no tiene que ver con el modelo occidental de Westfalia.

China, con cerca de 1 400 millones de habitantes es la mayor unidad política, cultural y económica del mundo; con una superficie de 10 mi-llones de kilómetros cuadrados ocupa el tercer lugar por su dimensión territorial y además cuenta con una gran biodiversidad y abundantes recursos naturales que, sin embargo, resultan insuficientes para las ne-cesidades de su vertiginoso desarrollo. En su ascenso, China necesita interactuar intensamente con el resto de mundo para sostener su proceso de crecimiento.

Hoy por hoy China es ya un gigante político, miembro permanen-te del Consejo de Seguridad de la onu, un gigante militar y potencia nuclear, pero también es un gigante económico; se trata de la segunda economía mundial, medida por su producto interno bruto en dólares no- minales y por paridades equivalentes de poder de compra, está próxima si no es que ya superó a los Estados Unidos. Con sorpresa, hemos sido testigos de cómo China rebasa las expectativas: lo que creíamos que iba a suceder allá por los años 2030 se está adelantando, está sucediendo en esta década, porque su proceso de expansión es sumamente rápido. Hoy se ha convertido no solo en el primer exportador, sino en el primer ente comercial del mundo entero. Desde 2008 es también el primer productor mundial de automóviles, y desde hace más de una década se convirtió en el primer consumidor de energía, acero, diversos meta-les, cementos, ciertos granos y productos básicos o commodities. Pero es también desde luego, el país número uno en emisiones de bióxido de carbono. Su crisis ambiental es de vastísimas dimensiones.

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En relación con su historia, vale la pena mencionar brevemente al-gunas cosas. Primero, su sentido de continuidad, téngase presente a la China de los ciclos dinásticos; y también de ruptura; así como la tem-prana irrupción, ya milenaria, de la visión confuciana de búsqueda de armonía y equilibrio, de respeto a la autoridad; todos, elementos de un vector de civilización muy rico, original y sostenido en el tiempo. China tuvo una “ventaja temprana” respecto a occidente. Europa vivía aún el bajo medioevo, cuando la civilización de la dinastía Tang lograba un esplendor artístico y tecnológico sin precedente ni paralelo en el mundo. Aún no despuntaban los estados nacionales europeos, cuando en China existía ya una clase dirigente avanzada y un servicio civil con base en exá- menes competitivos (los mandarines).

China cultivaba la tierra con prácticas de riego y fertilización y medía sus aumentos en rendimientos cuando la agricultura era una actividad primitiva y azarosa en prácticamente todo el resto del mundo. Todos co- nocemos los adelantos tecnológicos de China: papel (e imprenta de cierto tipo), brújula, pólvora, etc. Todo mucho antes que occidente. Sin embargo, esta ventaja se fue erosionando con el paso del tiempo, sobre todo a partir del Renacimiento. A partir del Siglo xiv o xv empieza occidente a avanzar más rápido; aun así China se mantuvo como la mayor economía del mundo, por su tamaño demográfico, desde siem- pre mayor al del resto del mundo. Solo hasta el siglo xix, un siglo terri- ble para China, la ventaja de los países occidentales fue ya absoluta en el ámbito económico, militar y tecnológico. Los chinos recuerdan al siglo xix como el “siglo de las humillaciones”, un siglo sumamente comple- jo que le costó a China mucho y que terminaría con el colapso de mile-nios de ciclos dinásticos.

Los primeros 50 años del siglo xx fueron también años difíciles para China. Establecieron un régimen republicano de corta vida, luego luchas intestinas profundas, invasiones japonesas y más tarde una cruenta guerra entre el ejército “nacionalista” y los revolucionarios comunistas liderados por Mao Zedong, quienes por fin, emergieron como los ven-cedores. Es muy conocida esa historia, la saga de China, pero es nece-sario señalar que fue solo hacia la mitad de siglo xx , cuando nació la

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República Popular China en octubre de 1949 que cambiaría la historia y China retomaría su rumbo ascendente.

En lo primero que hay que reparar es en la velocidad y la escala del cambio que ha ido induciendo el ascenso de China. Entre 1978 y el 2015 el crecimiento ha sido algo por encima del nueve por ciento anual. Algo jamás visto. En los últimos años, el ritmo de crecimiento ha disminui- do, pero se mantiene elevado, alrededor del 6% anual. Otra cosa impor-tantísima para explicar ese cambio estructural es la muy elevada tasa de ahorro-inversión; tasas así no existen en el resto del mundo, los chinos han sido capaces de ahorrar y de invertir más del 40% del ingreso, por eso, el caudal de inversiones y el cambio dramático en la dotación de infraestructura. Ahora toca estimular el consumo y el mercado interno.

China, poco a poco va incorporando su propia tecnología, su pro- pia manera de hacer las cosas, donde el Estado sigue teniendo un rol y un peso decisivo. Sin embargo, su ingreso per cápita es todavía mucho más bajo que el de los países hoy desarrollados, Estados Unidos, Euro- pa o Japón, y es más o menos del nivel de Colombia actual. En térmi- nos per cápita pasarán muchos años –y muchas cosas– para que China iguale en términos brutos a los Estados Unidos y aún a Europa Occiden-tal. Es por eso que hay que reparar en la historia, pues China no “emer- ge”, sino que más bien, deberíamos insistir en que China está de regreso. Esto es, visto a largo plazo, China se estanca en términos relativos, y oc-cidente asciende, viene la ilustración y la revolución industrial y rebasa a China; pero a partir de mediados del siglo xx, China vuelve a crecer y hacia los años 80 comienza a hacerlo exponencialmente. Esto significa, sencillamente, que está recuperando su lugar primordial en el conjun-to de las naciones y que dicho proceso aún está lejos de culminar. Por lo pronto, esto nos permite afirmar que, por primera vez en más de siete siglos occidente se verá forzado a compartir el poder en el mundo, en el centro de escenario internacional con China.

Visualizando a China como superpotencia, hay que considerar pri-meramente que este enorme crecimiento que se prolonga por ya por cuarenta años le ha generado a China una enorme capacidad productiva instalada, infraestructura, tecnología y creciente capacidad militar, entre

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muchas otras cosas. Resulta impresionante constatar que han entrado al mercado laboral global, más de 600 millones de personas. Por eso, en-tre otras cosas hemos vivido toda una época de salarios bajos, de inflación moderada, de consumo relativamente abundante y a bajo precio. Por ese enorme acceso de población china a los mercados laborales, se ha conseguido la producción de bienes manufacturados a muy bajo precio. Asimismo, la expansión china ha explicado una tercera parte el crecimien-to económico global en los últimos diez o quince años por lo menos, y ahora será aún más, puesto que mantiene su dinamismo en relación a una Europa y un Estados Unidos que están apenas recuperándose de la Gran Recesión, misma que China sorteó mucho mejor. Esto no es irrelevante, pues explica el cambio en la correlación de fuerzas econó-micas que se está viviendo en el mundo. Como mencioné, China tiene el primer lugar en reservas líquidas del mundo, un enorme ahorro acu-mulado. Esto es, se trata del primer acreedor del mundo, y desde luego, del primer acreedor de los Estados Unidos. Es también y con mucho el primer receptor de inversión extranjera directa, seguido solamente por Estados Unidos. No solo incorporaron 600 millones de trabajadores a los mercados laborales, sino que 300 millones de personas han salido de la pobreza en China. Es ya la primera potencia comercial del globo; el “taller del mundo” como suele decirse, con un amplio dominio en ma-nufacturas ligeras. Va “comoditizando”, valga la expresión, a gran cantidad de manufacturas.

Estos son los datos centrales de un éxito deslumbrante y que es moti-vo de gran orgullo para a los chinos. Desde luego, siguen teniendo reza-gos y problemas, sigue habiendo pobreza y analfabetismo, marginación y grandes desbalances urbano - rurales. Pero su desarrollo y transforma-ción están acreditados. Todo esto debe resaltarse porque más pronto que tarde, va a rebasar a los Estados Unidos como la primera economía del planeta2. Sin embargo, conviene reparar en el hecho inédito de que se trata de una superpotencia “pobre”, o como dicen algunos expertos,

2 De hecho, los puede haber rebasado ya en la medición del PIB por paridades del poder de compra (2017)

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una superpotencia prematura. Pero el hecho es que con una cuarta par-te del ingreso per cápita de los Estados Unidos, y más o menos vale la estadística para Europa, llegará a tener la misma dimensión global, esto tiene implicaciones importantes. Así por ejemplo, cuando China iguale a Estados Unidos o a Europa Occidental o a Japón en ingreso per cápita, la sola economía china equivaldrá a todo producto de la economía global actual. Será un mercado de consumos “medios”, pero inmensamente grande.

Ahora veamos las implicaciones políticas globales de esto. Este gigan-te geopolítico mantiene la doctrina de su “ascenso pacífico” y lo viene cumpliendo en general. China tiene mucho cuidado en sus relaciones internacionales, proclama la paz, la cooperación y busca un entendimien-to armónico con los demás países. Sin embargo, no se puede soslayar que es un país ya objetivamente muy poderoso y las cosas serán armo-niosas, siempre y cuando éstas no pongan en serio entredicho sus inte-reses primordiales, sobre todo, en relación a su ineludible rival, Estados Unidos. Tiene con qué hacer valer sus intereses: es miembro, como dije, del Consejo de Seguridad, tiene un ejército muy importante con capa-cidad nuclear y evidentemente sustituye ya a Japón en el escenario de Asia-Pacífico como el país primordial, en términos de los indicadores objetivos de poder. Existe, aparejado al auge de China, un dramático cambio o “corrimiento” del poder global hacia toda Asia del Este. Vamos a tener en China, a la primera en economía y el país más poblado3: un mercado de proporciones hasta hace poco inimaginables.

Pero, ¿es sostenible a largo plazo el ascenso chino, con crecimiento asombroso, exponencial? Desde luego las tasas de crecimiento se mo-derarán, y se presentan desafíos y serios dilemas, pero es claro también que el nivel de avance resulta, en lo esencial, irreversible. La cohesión interna de China, su disciplina y sentido de propósito, así como su ca-pacidad de planear, de mirar a largo plazo, permiten ser optimistas. Pero, de nuevo: ¿cuáles son los dilemas que hay que tomar en cuenta? Hay algunos internos propios de China, aunque por la dimensión se nos

3 Es previsible que la población de la India supere a la de China hacia el año 2040.

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reflejan a todos, y hay otros que tienen que ver absolutamente con el mundo global, con el mundo contemporáneo, pero su dimensión en China los torna todavía más urgentes. Son, por ejemplo sus enormes problemas de contaminación y sus enormes emisiones de gases de efec-to invernadero que ya aceleran el cambio climático y el calentamiento global, así como su enorme “huella ambiental” (y de carbono); también preocupa su enorme agricultura que, con rendimientos cada vez de me-nor expansión y que compite por la tierra cultivables disponible con la industria y la urbanización masiva. Añádase la excesiva concentración de poder en un país enorme, con provincias cada vez más prósperas y que resienten el enorme poder discrecional de Pekín y los dirigentes chinos. Pero quizá la más seria limitante a largo plazo será el rápido e irreversible envejecimiento de la población. Mucha gente en china pron-to será vieja para ocupar determinados puestos de trabajo y también se requerirán muy cuantiosos recursos para cubrir pensiones, desviándo- los de otras ingentes prioridades.

Con una China consumiendo, ya no como Estados Unidos, sino como cualquier país latinoamericano, su desafío ambiental, simplemen-te, no será sostenible a mediano o largo plazo4. Todo esto va a ir definien-do nuestro siglo xxi al requerir enormes cambios institucionales, nuevas tecnologías y culturas de producción y consumo, arreglos de poder y gobernanza distintos. La activa participación de China en esto resulta-rá imprescindible. Mucho importa, y enriquecerá al espíritu humano, la presencia de una China vibrante, poderosa y pacífica en el mundo que hay que ir construyendo; y hacerlo en paz, es uno de los grandes desafíos que tenemos frente a nosotros. Toda vez que no podemos olvidar que vivimos ya las primeras etapas de una creciente rivalidad entre las dos grandes potencias de este siglo: Estados Unidos, la potencia inevitable-mente declinante y China, la potencia en claro ascenso.

A través de toda esta formidable transformación, hemos tenido la for-tuna de contar con la lúcida y generosa presencia de Eugenio Anguiano. Lúcida, porque Eugenio no ha dejado jamás de estudiar e investigar este

4 Para los temas ambientales chinos véase: Luiselli Fernández (2014).

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país en perpetuo cambio y hacerlo con rigor y con una dosis de sano escepticismo, tomando distancia de coyunturas e impresiones pasaje- ras. Generoso, porque siempre ha estado dispuesto a compartir sus vas- tos conocimientos, a hacer docencia, a asistir a encuentros, seminarios, y a debatir libremente. Estoy convencido de que Anguiano seguirá estu-diando, aportando y debatiendo sobre China y muchos otros temas. En lo personal me he enriquecido mucho de todo esto, de la sabiduría de mi amigo, colega y profesor. Muchas gracias, Eugenio.

Bibliografía

Anguiano Roch, Eugenio. 2017. “Esa extraña revolución cultural prole-taria”. Revista de la Universidad de México.

Lucien, Pye. 1972. China: An Introduction. mit Press: Cambridge.Luiselli Fernández, Cassio. 1983. “Análisis comparativo de los sistemas

alimentarios de China y México”. Estudios de Asia y África 18 (2), pp. 155-190.

Luiselli Fernández, Cassio. 2011. Debate sobre el rol de China en la Región. aladi: Montevideo.

Luiselli Fernández, Cassio. 2014. “China y su desafío ambiental: ¿cambio civilizatorio?” Revista Configuraciones 36-37, pp. 85-94.

Sigurdson, Jon. 1977. Rural Industrialization in China. Harvard East Asian Monographs 73.

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Eugenio Anguiano Roch: diplomático, político y académico. Algunas reflexiones sobre su pensamiento para la relación México-ChinaEnrique Dussel Peters

Conozco a Eugenio Anguiano Roch desde hace unos 15 años, a través de lecturas probablemente incluso desde antes. Personalmente, y más allá de sus escritos, ha sido de las personas que más me ha impactado en mi vida académica vinculada con China, ya que conozco pocas personas que continúen siendo diplomáticos y políticos y, paralelamente, acadé-micos, ambos en forma sencilla, coherente, transparente y generosa.

Más allá de la “formalidad” de pertenecer o no al cuerpo académico y al Servicio Exterior Mexicano, considero que Eugenio no ha dejado de ser un diplomático en el sentido positivo y propositivo: como una per- sona y un político interesado en reflejar a México en el exterior y permi-tir un dinámico diálogo con contrapartes en el exterior, también con la República Popular China. Su vivencia personal habiendo sido dos veces embajador de México en China (1972 -1976 y 1982 -1987), su cono-cimiento histórico, político, de la estructura política, del Partido Comu- nista Chino, así como de la toma de decisiones en la República Popular China y su altísimo reconocimiento en China son características con los que, hoy en día, pocos políticos y diplomáticos en México y en Amé- rica Latina y el Caribe (alc) cuentan. Eugenio no ha dejado de cultivar estas relaciones personales e institucionales durante décadas, particu-larmente resultado de su interés personal y de su convicción de la im-portancia de estas relaciones y de la propia República Popular China,

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tanto en México como en otros países; así, Eugenio ha sido un visiona- rio sobre el tema desde hace décadas y que hoy en día está cosechando sus frutos. Por otro lado, y como académico, desde su regreso de China como embajador Eugenio ha buscado socializar su conocimiento perso-nal e institucional en México y en América Latina y el Caribe a través de las instituciones académicas, particularmente en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (cide) y el Centro de Estudio China-México (cechimex) de la Facultad de Economía de la Univesidad Nacional Au-tónoma de México a través de cursos, artículos en libros y otros medios de difusión, y asumiendo diversos puestos directivos (particularmente en El Colegio de México).

En varios de los cursos que Eugenio ha impartido en el cechimex no olvidaré su énfasis en conocer la polis actual china, su historia, cultura, eco-nomía y sociedad, y por ende un enfoque desde sus inicios forzosamente interdisciplinario, así como su constante invitación para que los asisten- tes se entusiasmen y especialicen en temas de su interés. Los cursos de Eugenio, desde esta perspectiva, fueron una “delicia” en cuanto a la riqueza de información y a las constantes referencias bibliográficas y persona- les: de su análisis de Sun Yat-sen, sus conocimientos geopolíticos asiáticos y de la relación entre Japón y China durante el siglo xx a su conocimien- to puntual de la gestación del Estado socialista chino desde finales de la década de los cuarenta del siglo xx; las sesiones sobre el inicio de la épo- ca de las reformas de Deng, los diversos Congresos del Partido Comunista y los avances y contradicciones entre las diversas corrientes del Partido Comunista Chino y de China con otros países –su conocimiento y en- tusiasmo sobre el acercamiento con Estados Unidos desde la década de los sesenta del siglo xx hasta el establecimiento de las relaciones diplomá-ticas con Estados Unidos es “exuberante”– eran para iniciadores como yo en el tema entre intimidatorios –ante la ignorancia personal– y buscaban convertirse en una invitación constante para que participáramos en las múltiples lecturas que ponía a nuestra disposición: Shambaugh, Fairbank, Ezra Vogel, la colección del Cambridge History of China con sus 15 tomos, así como docenas de escritos de colegas chinos, mexicanos y muchos otros.

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En estos primeros cursos en los que participé impartidos por Eu- genio desde inicios del siglo xxi en la Facultad de Economía de la unam no tenía suficiente consciencia de las implicaciones de estos cursos: los asistentes, en muchos casos, “huyeron” del tema –o en términos prác-ticos no continuaron con una trayectoria especializada– dada sus impli-caciones: la República Popular China y sus características eran diferentes a la mayoría, si no es que la totalidad de los países conocidos; era difí-cil, si no es que imposible, integrar a China en nuestros conocimientos eurocentristas y continuar con una perspectiva latinoamericana y mexi-cana: el estudio sobre China per se requería de una enorme dedicación y mucho trabajo que, al menos en el corto plazo, no sería reconocido por nadie (sic) y con resultados y posibilidades laborales inciertas; es decir: “gran inversión y con un retorno incierto”; la creciente presencia China global ha mejorado la certidumbre sobre la importancia de China, pero estamos hablando de finales de la década de los noventa e inicios del si- glo xxi (aunque la dedicación y trabajo requeridos para la comprensión de China no ha disminuido).

Las implicaciones de Eugenio como político, diplomático y acadé-mico han sido significativas.

Por un lado, Eugenio siempre ha sido una persona jovial, paciente y extremadamente generosa. En pocas ocasiones experimenté a Eugenio serio o hasta enojado, en la mayoría de los casos ante diplomáticos y políticos mexicanos desinformados y con decisiones erróneas, y, por el contrario, siempre buscando invitar a profundizar y mejorar el conoci-miento sobre China; es llamativa y contrastante esta actitud –y particu- larmente con otros diplomáticos y políticos– con ínfimos conocimientos sobre China pero con una actitud retadora y vertical que en muchos casos más bien refleja sus propias carencias. Esta experiencia de Eugenio, por otro lado, también le valió costos personales y políticos: en el me-dio académico en muchos casos fue considerado como un diplomático y político –un académico en el siglo xxi sin doctorado no pareciera ser académico (sic), desde la perspectiva de muchos tecnócratas y fun-cionarios de la academia, con poco sentido de contenidos–; el no ser un “académico tradicional” y sin ser miembro del Sistema Nacional de

Eugenio Anguiano Roch: diplomático, político y académico. Algunas reflexiones

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Investigadores (sic) tuvo importantes costos en varias instituciones aca- démicas para Eugenio. En el medio diplomático y político, por otro lado, Eugenio era considerado un académico sin partido y hasta “echeverris-ta”, siendo que su cercanía al presidente Echeverría se restringiría a su convicción de la importancia de China y que era indispensable para Mé- xico entablar una relación diplomática y activa; su reconocimiento a este sexenio al respecto siempre fue un punto de partida relevante. No obs-tante, y particularmente desde finales de la década de los 80 y ya en el siglo xxi, fui testigo de las “dificultades” de diversos partidos políticos con Eugenio Anguiano Roch: si bien su conocimiento y trayectoria eran intachables, presentaba hasta en los niveles más altos su opinión propia y análisis, lo cual le costó amistades y cercanía con el poder y los tomadores de decisión en los respectivos sexenios; su propia ignorancia sobre China, por otro lado, también resultaba intimidatoria ante el expertise de Eugenio.

Para terminar esta breve reflexión introductoria no puedo más que señalar que es para México y América Latina y el Caribe un lujo contar con el conocimiento y entusiasmo por parte de Eugenio Anguiano Roch sobre la República Popular China: se trata probablemente de uno de los máximos conocedores sobre la China actual –con énfasis en su sistema político y la toma de decisiones–, así como de la reciente historia de su relación con América Latina y el Caribe. Si tuviéramos 10 Eugenios en México o en alc, otra sería nuestra relación con China en la actualidad.

En el contexto anterior el documento presenta tres capítulos y con el objetivo de buscar una relación estratégica con China con base en un fundamento y entendimiento político, tema que se ha perdido en la re-lación bilateral al menos desde la década de los ochenta; el argumento, desde esta perspectiva, busca retomar el análisis del propio Eugenio Anguiano Roch. El primer capítulo aborda un grupo de argumentos del reciente análisis de Anguiano Roch al respecto: la reciente historia política de China y, particularmente, características de la relación entre México y China. El segundo capítulo, y muy breve, señala la crecien- te “comercialización” de la relación entre ambos países, y contrastante con el primer apartado. La última sección resume alguno de los princi-pales resultados del artículo y sugiere un grupo de propuestas.

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1. La relevancia de la relación política-estratégica entre México y China

Eugenio Anguiano Roch tuvo la gran dicha de ser el primer embajador de México en la República Popular China pero, además, de haber partici-pado en un momento histórico único que permitió el desarrollo intenso y extenso entre México y China. El propio Anguiano Roch así lo refiere:

“En ese entonces llegué a la conclusión de que México había sido realmen-te considerado por el gobierno y el liderazgo chinos como su principal socio político en América en los años en que yo había estado allí como embajador… Tenía entonces, y ahora también, la certeza de que nuestra representación diplomática había desempeñado un activo papel durante los primeros cuatro años de la relación bilateral que rebasaba el peso espe-cífico de nuestro país en el contexto mundial, gracias en gran parte a que el gobierno chino así lo quería y nos bridaba acceso en Pekín a niveles po- líticos sólo comparables a los países que históricamente han sido los principales interlocutores de China … En los subsiguientes poco más de cinco años que duró mi segunda misión diplomática en China, percibí que la importancia política de México para ese país ya no era la de antes”. (Anguiano Roch 2012:44-45)

El mismo autor ha destacado en muchos de sus escritos el núcleo de los contenidos de esta nueva relación política entre ambas partes:

“La cooperación sino-mexicana se dio principalmente en el ámbito de la diplomacia multilateral. La visita del presidente Echeverría a China, en abril de 1973, no sólo sentó un precedente bilateral importante, ya que desde entonces todos los jefes de Estado que ha habido en México, hasta el más reciente, Vicente Fox, han ido a China, sino que también completó un es-fuerzo iniciado en octubre del año anterior para que China suscribiera el protocolo del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en América Latina, mejor conocido como Tratado de Tlatelolco”. (Anguiano Roch 2001:44)

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El análisis de Eugenio Anguiano Roch es entonces de una enorme riqueza, tanto desde una perspectiva política, como de relaciones in-ternacionales y específicamente con respecto a la relación entre alc y México con China porque él mismo experimentó la trascendencia de una relación político-estratégica entre México y China durante la primera de sus dos estancia en China y, como él mismo reconoce, poste-riormente esta relación ya había mermado en su importancia estratégica, particularmente para China.

Un par de reflexiones surgen de lo anterior. Primero, la importancia –¿hasta supremacía ?– de los contenidos políticos en la relación bilate-ral entre dos países. Segundo, el señalamiento por parte de Anguiano Roch que México y China en algún momento contaron –y muy pro-bablemente continúan fundamentando su relación binacional desde entonces– con un sólido fundamento y estrecha colaboración mutua, particularmente en el ámbito de la cooperación internacional, y con re-sultados palpables en el corto y mediano plazo, tanto en la propia rela- ción bilateral como en el ámbito multilateral propuesto. Tercero, la re-lación bilateral en la actualidad –y al menos desde finales de la década de los ochenta del siglo xx– ha perdido este vínculo político bilateral (Anguiano Roch 2012:3), ya sea por la falta de preparación y masiva orientación hacia los países del Tratado de Libre Comercio de Améri- ca del Norte (tlcan) o por su desinterés y falta de capacitación.1

Del análisis de Anguiano Roch se desprenden múltiples propuestas en cuanto al acercamiento, en todos los casos destacando el tema de la esencia de lo político, tanto en el ámbito bilateral como regional y

1 “La conclusión que saco de mis experiencias en China, relatadas brevemente y únicamente con el fin de fundamentar mi visión sobre las relaciones sino - mexicanas, es que los go-biernos mexicanos del siglo pasado invirtieron mucho en el capital político de esa relación, mismo que no se ha aprovechado por varios factores, uno ya explicado en lo referente a los años ochenta y el otro, referente a los noventa, cuando el gobierno y los interes econó- micos mexicanos estaban volcados a la apertura económica y a la consolidación de la rela- ción con América del Norte, por lo que China no contaba en las perspectivas de la estrategia exportadora mexicana… A mediados de 2002, China desplaza a México como segundo principal proveedor al mercado de Estados Unidos, a pesar de no contar con el tratamiento preferencial del que México gozaba por el tlcan, y entonces cundió el pánico en nuestro país por la amenaza china” (Anguiano Roch 2012:46-47). Véase también An-guiano Roch (2016, 2018).

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multilateral (Anguiano Roch, “La relación México-China: desempeño y propuestas para el periodo 2016-2018” y “La relación México-China en el ámbito político”).

2. La creciente “comercialización” de la relación entre México y China

La vertiente tecnocrática responsable en México de la toma de decisio-nes desde finales de la década de los ochenta –y hasta 2018– ha sido sin lugar a dudas la responsable de “comercializar” in exceso la relación con la República Popular China –y con otros países– y mostrándose incapaces de hacer un planteamiento político-estratégico. Si bajo la administración de Carlos de Salinas y Gortari (1988 -1995) se buscó romper explícitamente con la estrategia de desarrollo anterior –conocida como importación sustituiva de importaciones–, la mayoría de los go-biernos desde entonces, y particularmente vis à vis China y Asia Pacífico fue inercial y reflejando una gran ignorancia sobre la creciente presencia China en el mundo y en América Latina y el Caribe (alc).

Tres aspectos son relevantes para la comprensión del argumento.En primer lugar, la importante debilidad institucional por parte de

alc con respecto a Asia y puntualmente vis à vis la República Popular China. Es sorprendente que países como Argentina, Brasil y México, en-tre otros, presenten muy débiles instituciones públicas, privadas y acadé-micas, entre otras, sobre China, tanto en su comprensión general, como en el análisis puntual del comercio, la inversión, la toma de decisiones en China, así como aspectos vinculados con proyectos de infraestructura, empresas chinas, el intercambio académico y mucho otros (Arnson y Heine 2014). Esta debilidad institucional también se refleja en la ínfima capacidad de alc de elaborar estrategias y agendas bilaterales puntuales. Esta debilidad, por cierto, no se limita sólo a alc, sino que también es sintomática en la propia República Popular China. En el caso especí- fico de México se refleja, también, en la falta de inclusión de China en los Planes Nacionales de Desarrollo en las últimas décadas y debilida-

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des evidentes en las instituciones responsables de la relación con Chi- na, específicamente la propia Embajada de México en China, la Secre-taría de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Economía, entre otras. Si bien es importante reconocer esfuerzos –incluso en el incremento del personal–, éstos todavía distan con la relevancia socioeconómica de China para México.

En segundo lugar, y un tema que requiere de mucho mayor análisis y conocimiento en el futuro, si bien China se ha convertido en el segun-do socio comercial de México desde 2003, y además de la debilidad institucional vis à vis China arriba señalada, el desconocimiento sobre China en alc incluye, además, una generalizada percepción negativa en los medios latinoamericanos, tal y como lo examinan Armony y Ve-lásquez (2015). Aunado a aspectos actuales e históricos de racismo y discriminación hacia “los chinos” (Gómez Izquierdo 1992), la mezcla resulta particularmente explosiva: ignorancia, racismo y falta de estrate-gias generan una seria dificultad para una relación bilateral en el corto, mediano y largo plazo.

Tercero, y resultado de diversas propuestas en México vis à vis Chi-na (Agendasia 2012; Dussel Peters 2011, 2016; Dussel Peters y Levy-Dabbah), existe coincidencia en la importancia en recuperar el ámbito político –estratégico en la relación México– China y dejar de lado, o para momentos posteriores, temas de discordia o diferencias como se han presentado en el ámbito comercial. En la historia reciente del siglo xxi, por ejemplo, buena parte de la relación entre México y China se ha concentrado en las disputas comerciales desde el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (omc) en 2001: las cuotas com-pensatorias negociadas entre China y México en el marco de su adhesión a la omc durante casi una década, y la concentración en temas álgidos como el comercio en la cadena hilo –textil– confección, acero, aluminio y otros metales, así como de múltiples otras manufacturas ligeras, entre otras, han tensado en demasía la relación bilateral, sin iniciar en aspec- tos político-estratégicos –multilaterales, regionales y bilaterales– que bien pudieran convertirse en la base de la relación bilateral de largo pla-zo; las discordias y diferencias también deben manejarse, aunque bien

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pudieran ser posteriormente y un ámbito mayor. Buena parte de este enfoque y estrategia ha dependido de las últimas administraciones mexicanas y su énfasis técnico-comercial como el primordial ámbito de la relación internacional con otros países, incluyendo a China. El análi- sis y la invitación de Eugenio Anguiano Roch al respecto son funda-mentales.

3. Conclusiones

El planteamiento de Eugenio Anguiano Roch –como funcionario público, diplomático y académico– es una invitación al diálogo entre los diversos sectores interesados en China, tanto en alc, México y en China. Invita sobre todo a la coherencia y transparencia en los diversos sectores, demostrando que éste diálogo sí es posible, aunque los cos- tos personales en este caso fueron altos; la expectativa es que los diversos sectores tuvieran una mayor comprensión para permitir un construc- tivo y crítico análisis de las relaciones internacionales y de la econo- mía política, puntualmente para la relación de México con la República Popular China.

La vivencia de Eugenio Anguiano Roch y su análisis resaltan la crítica importancia de la relación político - estratégica en las relaciones interna-cionales, y por encima de otros niveles de la relación bilateral. México y China tuvieron en la década de los setenta, cuando iniciaron su relación diplomática en 1972, varios años de una comprensión mutua y de su relevancia, particularmente en el ámbito multilateral; el propio Anguia- no Roch vivió, sin embargo, posteriormente la caída de este interés mutuo y particularmente por parte de China. Lo anterior es relevante ya que de ninguna forma podemos asumir que en una relación bilateral ambas partes estuvieran efectivamente interesadas o incluso en condi-ciones de priorizar la relación bilateral en el ámbito político-estratégico: en 2018, por ejemplo, si bien existen buenos argumentos para que Mé-xico busque un acercamiento profundo y extenso en este sentido, la Re- pública Popular China por otro lado se encuentra en pleno ascenso de

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su posicionamiento global y en su relación con Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, entre muchas otras naciones, por lo que no es obvia su priorización con México. Al mismo tiempo, sin embargo, México le pudiera ser funcional a China en el ámbito regional latinoamericano, por ejemplo en el del Foro celac-China, donde los avances han sido redu-cidos desde sus inicios; el liderazgo mexicano en este ámbito pudiera ser de interés estratégico para China.

De igual forma, Eugenio Anguiano Roch invita a generar conoci-miento puntual –en su caso sobre las estructuras políticas y la toma de decisiones en China, así como del liderazgo por parte del Partido Comu-nista Chino, incluyendo sus contradicciones y dificultades– para efec-tivamente lograr un diálogo concreto y así identificar las “características chinas”, históricas y actuales. Sin estos esfuerzos muy difícilmente alc y México lograrán un diálogo político-estratégico con China.

Bibliografía

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Gómez Izquierdo, Jorge. 1992. El movimiento antichino en México (1871-1934). inah: México.

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Sobre los autores

Eugenio Anguiano Roch es Licenciado en Economía por la Uni-versidad Nacional Autónoma de México, con estudios de posgrado en las universidades británicas de Leeds y Sussex. Fellow del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard. De 1961 a 1994 trabajó en las Secretarías de Hacienda y Crédito Público y de Relaciones Exteriores de México. Fue embajador de México en Costa Rica, China (en dos ocasiones), Argentina, Austria y Brasil. Representante perma-nente de México en Naciones Unidas-Viena; representante suplente de Gobernadores de la Organización Internacional de Energía Atómica; representante suplente de México en el Consejo de Seguridad de la onu. De 1994 al 2008 fue profesor e investigador de El Colegio de México; director de su Centro de Estudios de Asia y África, y coordinador del Pro-grama de Estudios apec. Desde enero de 2009 es profesor asociado del Centro de Investigación y Docencia Económicas y miembro del Centro de Estudios China-México de la Facultad de Economía de la unam.

Salvador Arriola Barrenechea nació en Ciudad de México 1948 y es licenciado en economía por el itam. Entre sus cargos destacan: funcio-nario internacional de la División de Política Comercial de la cepal, jefe del Departamento de Negociaciones Comerciales Multilaterales y subdirector de Asuntos Internacionales de la Secretaria de Industria y

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Comercio y de la Secretaria de Comercio, subgerente de Fidecomisos en Nacional Financiera, subdirector y director general de Asuntos Hacen-darios Internacionales de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, embajador en Uruguay y representante permanente en la aladi, secre-tario permanente del sela, embajador en Guatemala, cónsul general en São Paulo, secretario para la Cooperación Iberoamericana en la Secreta-ría General Iberoamericana y embajador de México en Brasil.

Liljana Arsovska es profesora-investigadora en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México. Áreas de docencia e investi-gación: lengua, lingüística y traducción del chino al español. Autora de la primera Gramática práctica del chino. Editora y traductora de Vidas I y Vidas II, antologías de novelas cortas de la literatura china. Traductora de El Arte de la Guerra del maestro Sunzi; Yo no soy una mujerzuela, Una palabra vale más que mil, El gran salto del pequeño Liu de Liu Zhenyun; La flor suprema de Jia Pingwa; El crepúsculo de Fang Fang; entre otros.

Flora Botton Beja es profesora-investigadora en el area de China del Centro de Estudios de Asia y Africa de El Colegio de México. Tiene una maestría en filosofía del México City College, una maestría en Estudios Orientales de El Colegio de México, estudios de posgrado en la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres y comple-tó estudios de doctorado en la Universidad de Michigan. Es autora de: China: su historia y cultura hasta 1800, Bajo un mismo techo: La familia tradicional en China y sus crisis (con Romer Cornejo) y coautora de La dinastía Han. Coordinó la Historia Mínima de China.

Mauricio de Maria y Campos es investigador asociado de El Cole-gio de México y presidente del Centro Tepoztlán Víctor Urquidi ac. Es economista por la unam y maestro en Economía del Desarrollo por la Universidad de Sussex. Fue secretario ejecutivo de la Comisión Nacio-nal de Inversiones Extranjeras, Director General de Promoción Fiscal (shcp) y Subsecretario de Fomento Industrial (secofi) (1982-88); di-rector adjunto de Banco Mexicano somex 1989-92; director general de

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Sobre los autores

la onudi (1993-97), embajador de México para Asuntos Multilaterales (1998-2000) y en Sudáfrica (2002-07) y director del Instituto de Inves-tigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social-Universidad Iberoamericana (2008-14).

Enrique Dussel Peters es doctor en economía por la Universidad de Notre Dame (1996). Desde 1993 trabaja como Profesor Tiempo Completo en el Posgrado de Economía de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su investigación y do-cencia se concentra en organización industrial, economía política, teoría del desarrollo, comercial y regional; inversión extranjera en México y en América Latina y el Caribe, análisis de la estructura productiva en Mé-xico y América Latina; estudios sectoriales (electrónica, autopartes y automotriz, agroindustria y farmoquímica, entre otros) y territoriales (en México y Centroamérica). Coordinador del Centro de Estudios China-México (cechimex) de la unam y Coordinador de la Red Aca-démica de América Latina y el Caribe sobre China (Red alc-China) http://www.dusselpeters.com

Carlos Heredia Zubieta es profesor asociado en la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Econó-micas (cide) desde 2009. licenciado en economía por el itam, maestro en economía por la Universidad McGill y doctor en economía por la unam. Ha trabajado en la Secretaría de Hacienda, en el Gobierno de la Ciudad de México y en el Gobierno de Michoacán. Fue diputado federal a la lvii Legislatura en 1997-2000. En el cide ha impartido desde 2011 junto con Eugenio Anguiano Roch el curso de Estudios Regionales de Asia del Este. Nacido en Tampico, Tampico, en 1956.

Shikang Huang nació en Shanghái en 1937. Graduado en 1958 en la Universidad de Lenguas Extranjeras en Pekín cursó estudios de post-graduados de la universidad. En 1962, fue admitido por el Ministerio de Relaciones Exteriores de China como intérprete del departamen-to de traducciones, y luego fue promovido sucesivamente a cargos de

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funcionario y agregado de la misión comercial de China en Chile, sub-jefe del departamento de Américas y Oceanía del Ministerio, segundo y primer secretarios de la embajada china en México, jefe de división y consejero del departamento de Américas y Oceanía del Ministerio, embajador chino en Chile, México y luego Colombia hasta finalmente retirarse en 2000.

Simón Levy-Dabbah es doctor en derecho de las Asociaciones-Pú-blico Privadas por la Facultad de Derecho de la unam. Es especialista en Derecho Chino por la Indiana University School of Law y la Escue- la de Leyes de la Univesidad Popular de China. Tiene estudios de maestría en administración y dirección internacional por el itam. Es presidente del Consejo de Latin Asia, vicepresidente de China Hol-ding Investment Group y vicepresidente del Consejo Xinhua-Latinasia. Actualmente se desempeña como profesor en la Maestría de Derecho Constitucional y de la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la unam. Es colaborador en publicaciones nacionales y extranjeras en materia de comercio exterior.

Cassio Luiselli Fernández es originario de Guadalajara, Jalisco. Ac-tualmente es investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (pued) de la unam. Estudió la licenciatura en economía en la unam y sus estudios de maestría y doctorado en la Universidad de Wisconsin (Madison). Tiene un doctorado en geografía y estudios ambientales por la Universidad de Sudáfrica. Es Profesor Emérito del Tecnológico de Monterrey (Campus Ciudad de México); profesor visitante en varias universidades y funcionario público; funcionario internacional (cepal e iica) y embajador de México en Corea del Sur, Sudáfrica y Uruguay; representante permanente de México ante la aladi.

Rogelio Martínez Aguilar nació en la Ciudad de México (1941) y es licenciado en economía, unam; cuenta con un posgrado en Plani-ficación Económica, Escuela Central de Planificación y Estadística en

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Varsovia, Polonia. Es profesor de asignatura en la unam y cuenta con experiencia en varias otras universidades. En la Secretaría de Relaciones Exteriores ha sido director en jefe de Asuntos Económicos, embajador de México en Costa Rica, Venezuela (concurrente en Trinidad Y Tobago y Granada), la urss (concurrente en Mongolia), la República Democrá-tica Alemana y en Israel (concurrente en Chipre).

Jorge Eduardo Navarrete nació en México en 1940 y es economista por la unam; investigador en el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la unam. Subsecretario de Relaciones Exteriores (1979-85) y de Energía (1995-00); de 1972 a 2003, embajador de México, distinguido como embajador eminente, en Reino Unido, China, Brasil y Alemania, entre otras sedes, y representante permanente en Nacio-nes Unidas en Nueva York. Libro y artículo más recientes: Tramas del mercado petrolero mundial, pued, unam, México, 2018, y “China en 2018-2022: el segundo quinquenio, comportamiento económico e influencia global”, Economía unam, No 44, mayo-agosto 2018.

Ugo Pipitone trabaja desde hace tres décadas como profesor-inves-tigador en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (cide). Entre sus últimos libros están: La esperanza y el delirio. Una historia de la izquierda en América Latina (Taurus-cide, 2015) y Un eterno comienzo. La trampa circular del desarrollo mexicano (Taurus-cide, 2017). A co-mienzos de 2019 aparecerá la tercera edición de La salida del atraso. Un estudio económico comparativo (Fondo de Cultura económica-cide).

Yunao Shen nació en julio de 1937 en la Provincia Zhejiang de China. Se graduó del Instituto de Relaciones Exteriores de Pekín en 1960 y entró en la Cancillería China en el mismo año. Ha sido agregado de la Embajada China en Cuba, subdirector de América Latina en la Di-rección General de Europa y Américas del Ministerio de Relaciones Exteriores, Director de México, América Central y Caribe en la Di-rección General de las Américas y Oceanía, consejero de la Embajada China en Perú y subdirector general de las Américas y Oceanía de la

Sobre los autores

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Cancillería China. De 1986 a 1988, fue embajador de China en Argenti-na. De 1988 a 1993 fue embajador de China en Brasil. De 1994 a 1996, fue presidente de World Affairs Press. De 1996 a 2001, fue embajador de China en México. De 2002 a 2012, fue vicepresidente de la Asociación de Amistad de China con América Latina. Actualmente es investigador en la Fundación China para Estudios Internacionales.

Yolanda Trápaga Delfín es profesora del Posgrado en Economía y de la Facultad de Economía de la unam; Coordinadora del Campo de Conocimiento de Economía Política del Posgrado en Economía de la unam. Es la responsable del Centro de Estudios China-México (ce-chimex) de la Facultad de Economía de la unam y coordinadora del eje temático “Recursos naturales y medio ambiente” de la Red Académi-ca de América Latina y el Caribe sobre China (Red alc-China).

Universidad Nacional Autónoma de MéxicoFacultad de Economía

Centro de Estudios China-México

México y China: construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch

Esta edición se terminó de imprimir en noviembre de 2018 en los talleres de Editores Buena Onda, S.A. de C.V.

Suiza 14, Col. Portales Oriente, Ciudad de México 03570Su composición se realizó con las familias tipográficas:

Arno Pro 8:10; 9:15; 12:15American typewriter 11:15; 12:15; 20:30; 24:26; 32:34

El tiraje consta de 500 ejemplaresEl cuidado de la edición estuvo a cargo de:

Horacio José Almada Anderson y Socorro García

Enrique Dussel PetersCassio Luiselli FernándezCoordinadores

En este libro, pretendemos hacer no solo un me-recido homenaje a la brillante trayectoria profe-

sional y personal de Eugenio Anguiano Roch, sino dar también cuenta de los muy interesantes avatares de la relación entre China y México en las últimas cinco décadas.

Los 16 artículos reflejan la singular trayectoria de Eu-genio Anguiano Roch como embajador, funciona- rio y académico: su análisis invita y exige a un deta-llado conocimiento y análisis de China que permita interpretar los cambios en China, así como la relación México-China.

Si algo es común y destacable en éstos y muchos de los ensayos aquí reunidos es el reconocimiento a la labor analítica y académica de Eugenio, pero sobre todo a su actitud generosa, franca, constructiva y abierta, en trasmitir y compartir la amplitud de sus conocimien-tos. Se ha tratado y seguramente lo seguirá hacien- do de una vida fecunda y generosa. Como pocos, Eugenio Anguiano Roch ha predicado con el ejemplo; el reto será significativo para futuros académicos, fun-cionarios y embajadores.

México y China:construcción de una relación estratégica. Homenaje a Eugenio Anguiano Roch

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