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EL CLÓSET Y LA TOLERANCIA: DOS MUERTES EN VIDA1
Xabier Lizarraga Cruchaga
RESUMEN:En el presente trabajo se reflexiona, desde la doble perspectiva de la
Antropología del Comportamiento y la sexo-política, los significados del llamado“clóset”, así como las resonancias sociales, psicoafectivas y políticas de vivir enel “clóset”, en la medida en que supone ocultamientos, fingimientos, engaños,miedos, culpas y vergüenzas; también se analiza, discute y contra-argumentala tesis, defendida por algunos desde el discurso jurídico, del denominado“derecho al clóset”, como intríseco a un “derecho a la intimidad” o “a laprivacidad”.
PALABRAS CLAVE:Clóset, derecho, homosexualidad, homofobia, orden hegemónico.
In memoriam Karl Heinrich Ulrichs (1825-1895)
Con admiración y cariño para Víctor Hugo Flores Ramírez
Que se cierre esa puerta,
que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
por donde campos, sol y rosas quieren vernos.
Esa puerta por donde
la cal azul de los pilares entra
a mirar como niños maliciososla timidez de nuestras dos caricias
que no se dan porque la puerta, abierta. . .
[…] Y arriesgado es besarse
y oprimirse las manos, ni siquiera
mirarse demasiado, ni siquiera
callar en buena lid…
Carlos Pellicer: “Recinto”
1 Esta es una versión corregida y aumentada de lo publicado en el blog “El clóset roto”,con el mismo título: http://closet-roto.blogspot.com/?zx=311f033cc6737fd1; en estaversión también se retoman fragmentos del libro Semánticas homosexuales.Reflexiones desde la Antropología del Comportamiento –en prensa–, pero se agregannuevas reflexiones a partir de otras lecturas y la participación en diversos debatessobre el tema.
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Una pregunta se propaga como eco no sólo interminable sino insidioso,
inquietante, y taladra el ánino: ¿El clóset es para guardar la ropa o el Yo? Y la
respuesta sigue suspendida sobrevolándonos a todos, tanto homosexuales
como bisexuales, transexuales… Incluso en muchos casos sobrevuela a
heterosexuales que callan, esconden y disimulan algunas cosas que sienten,
piensan y hacen. Consecuentemente, cada quien responde la pregunta para sí
mismo como puede o, quizás, como le permiten o imponen las circunstancias
que median nuestro vivir, incluso antes de nacer. Porque como atinadamente
apuntaba Paco Vidarte:
…las circunstancias nunca vienen luego: están dadas de
antemano y aterrizamos en ellas precipitados desde el útero
materno. Y lo que sale del útero no es un yo. No en todos los
casos. […] “Yo soy yo y mi circunstancia” sólo lo puede decir un
individuo estupendamete instalado en el tejido social: ha nacido
tan entre algodones que trae un pan, un yo y unas circuntancias
estupendas debajo del brazo. Algunos hemos nacido sólo con un
pan y unas circunstancias, pero sin yo, despolitizados socialmente
desde tan temprana hora. […] la circunstancia […] ha sido
impuesta, la circunstancia les pertenece a los demás…2
En un orden político-social acotado por una ideología de exclusiones y
confrontaciones, el homosexual —léase: cualquiera que no responda a las
normas heterosexuales y sexo-genéricas impuestas— descubre que ha nacido
en un entorno hostil,3 en un escenario en el que están establecidas unas
circunstancias para la vida que le son adversas, unas circunstancias
2 Vidarte, P. (2010:33) Ética marica. Proclamas libertarias para una militancia LGTBQ; los entrecomillados son del autor.3 Sullivan, A. (1999) Prácticamente normal.
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heterocéntricas que condenan a una cadena perpetua o, todo lo más, a vivir en
libertad condicional: tolerado... Justificándose, rindiendo cuentas. Por lo que,
bajo protesta de guardar silencio y “las formas”, se conmina a fingir, ocultar o
maquillar el Yo, con el fin de parecer aceptable, respetable, confiable ante los
demás. La circunstancia en la que nace todo homosexual, bisexual, trans, lleva
implícita la demanda de no hacerse evidente, que permanezca en el clóset;4
aunque con fugaces escapadas quizás pueda disfrutar momentos de sosiego,
algunos placeres apenas murmurados y experimentar una falsa y efímera
sensación de libertad. Pero reconozcámoslo, a lo largo de la vida todos
construimos un Yo más allá de las expectativas de los demás, de la opinión de
los otros, de los supuestos sociales; un yo en permanentes gerundios: siendo,
estando, sintiendo, deseando. Y nos vemos comprometidos a tomar una de
dos vías: el sometimiento o la resistencia; aceptar las circunstancias impuestas
y plegarnos a la voluntad de los demás o incidir y provocar cambios, abrirnos
camino y construir alternativas… Algo que, ya en 1862, Karl Heinrich Ulrichs
apuntaba en una carta dirigida a varios miembros de su muy conservadora y
religiosa familia:
El tío Wilhelm opina que los uranios [homosexuales] son una
amenaza para el orden de Dios en la sociedad, y da a entender
que por eso habría que meterlos en prisiones o manicomios.
Respondo: sólo alteran y modifican aquella sociedad que está
construida en forma exclusivamente dionia [heterosexual]. Pero la
mayoría dionia no tiene ningún derecho a construir la sociedad en
forma exclusivamente dionia. Tal construcción constituye más
4 Vélez-Pelligrini, L. (2008) Minorías sexuales y sociología de la diferencia.
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bien un abuso indignante: porque nosotros tenemos tanto derecho
a la existencia en sociedad como vosotros.5
No obstante el tiempo transcurrido desde entonces, una amplia mayoría
de homosexuales siguen sin oponer resistencia a ese abuso que denunciaba el
gran jurista alemán. El homosexual de clóset se somete a las dinámicas y
reglas del orden heteronormativo, participando en el juego de las apariencias; y
para ello, se adiestra en las artes del ocultamiento, borra socialmente su yo y
adopta el fingimiento, el engaño como modo de vida: dibuja sonrisas
complacientes incluso cuando le hieren los comentarios o chistes homófobos, y
teje una mentira tras otra para complacer a mamá, al maestro, al policía, al jefe
e incluso al anónimo transeunte con quien se cruza en la calle… En pocas
palabras, pretende ser otro para complacer al sistema que le niega ese
“derecho a la existencia en sociedad” al que aludía Ulrisch.
El clóset, sin embargo, es un instrumento torturante, que humilla y
denigra, aunque se asuma como boya para no morir ahogado en el turbulento
mar de la homofobia; por lo que se argumenta como estrategia de
sobrevivencia. Y sin duda puede evitar algunos sobresaltos, aunque en
realidad sólo disimula y redirecciona la discriminación y las amenazas.6 Vía el
clóset, la discriminación persiste, incluso se incrementa porque se ejerce contra
uno mismo. El clóset fortalece a la homofobia y la transfobia, a las numerosas
fobias introyectadas y que subyacen en las circunstancias en las que se vive,
5 Ulrisch, K. H. (1862) en Zubiaur, I. —ed.— (2007:51) Pioneros de lo homosexual. K.H. Ulrisch, K. M. Kertbeny, M. Hirschfeld; las cursivas son del autor, los corchetes míospara dar el significado actual de algunas palabras ya en desuso.6 Eribon, D. (2001) Reflexiones sobre la cuestión gay.
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generando una sociodistonia vergonzante.7 El clóset es el aval que el propio
individuo afectado suscribe ante las políticas de discriminación.
En cualquiera de sus modalidades, el clóset implica mentiras, sumisas
teatralizaciones y silencios, fingimientos y borramientos mediados por el miedo,
por amenazas reales o imaginadas y por unas obsesivas ganas de “ser
alguien” ante los ojos de los demás; por el deseo de quedar bien con el otro.
Consecuentemente, al permanecer en el clóset, el homosexual y la lesbiana, el
bisexual, el travesti, el transgénero y el transexual, el hermafrodita incluso,8 se
condenan a sí mismos al ostracismo y cometen atrocidades que afectan su
soy, su ser como sujetos de deseo con identidades propias; identidades que
permiten la construcción de alianzas y vínculos, de colectivos conscientes y en
movimiento. El clóset, que puede servir de recurso —como cualquier disfraz—
para participar en una comedia de enredos, no sólo atenta psicoafectivamente
al individuo, también limita sus lealtades y la complicidad con sus pares.
No obstante, una emoción sigue latiendo y genera preguntas que, en
más de un sentido, se entrecruzan y crean un nudo de no fácil solución: ¿El
clóset es aceptable como estrategia de sobrevivencia? ¿Podemos considerar
que “el clóset” constituye un derecho? ¿Es un “derecho” estar toda la vida en el
clóset o sólo el estar en él de manera temporal, dado que las circunstancias
nos obligan a entrar, y salir implica un proceso?
7 Sociodistonia: conflicto experimentado por el individuo, en función de que su realidadsexo-afectiva o erótica es calificada negativamente y por tanto rechazada en elcontexto social en el que vive y se expresa; ver: Lizarraga, X. y L. G. Juárez (1989)“En torno al concepto de sociodistonia y las preferencias sexo-eróticas”.8 Opto por el término “hermafrodita”, en vez del más utilizado “intersexual”, en virtud deque el segundo corresponde a un discurso bio-médico que parte de la premisa de quesólo existen dos sexos, mientras que la biología reconoce, en no pocas especies, másposibilidades, sean o no sean fértiles. El “sexo” no tiene por qué ajustarse a unaconcepción binaria, que sólo reconoce la existencia de “machos” y “hembras”.
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Es importante, para intentar dar un prinicpio de respuesta a algunas de
tales preguntas, reflexionar una y otra vez sobre una pluralidad de aspectos y
ubicarnos en sitios estratégicos: puntos de mira que nos permitan una amplia
persperctiva. Es necesario colocarnos ahí donde no únicamente podamos
tener una panorámica del paisaje todo —el bosque, dirían los clásicos— sino
también comprender los detalles —ver los árboles—. Por ello, invito a que no
hagamos tabula rasa, como si todos viviéramos la misma situación o
tuviéramos igualdad de oportunidades; aunque sin duda compartimos la misma
circunstancia: la heteronormatividad, que por definición deviene homófoba,
tránsfoba y demás.9 Requerimos un punto de mira que nos permita acceder a
operativas generalizaciones sin dejar de considerar casos aislados; esos a los
que la más de las veces se les da carpetazo porque sólo son casos aislados,
algunos árboles. Necesitamos detenernos el tiempo que haga falta a
contemplar esos árboles, todos los que podamos, porque son los que hacen
posible el bosque y producen el oxígeno de la diversidad… ¡Pero cuidado! No
por querer defender a unos cuántos árboles, condenemos al bosque.
El heterocentrismo nos pone a homosexuales, bisexuales, trans y
hermafroditas contra las cuerdas, por lo que es necesario reconocer que todos
nos sentimos en mayor o menor medida atrapados y, por ende, desorientados
o duvitativos ante una encrucijada que demanda reflexión y estrategias para
llegar a buen fin. Las circunstancias — homofobia, misoginia, noción binomial
de los sexos y sexo-géneros — parten de una falsa premisa: la razón de ser de
la sexualidad es la reproducción,10 por lo que numerosos yos se construyen a
9 Fone, B. (2008) Homofobia. Una historia.10 No pocas especies se reproducen asexualmente y hay especies sexuadas que sereproducen sin intercurso genital: en algunas lagartijas a través de la partenogénesis yen humanos gracias a los grandes avances científicos y tecnológicos. Para profundizar
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contracorriente. Las circunstancias impuestas suponen maneras estereotipadas
de pensarnos, imaginarnos y evaluarnos a quienes no somos heterosexuales11
o no respondemos a las expectativas que los demás se hacen de nosotros por
las cartas credeciales que al nacer presentamos —o eso parece— en la
entrepierna.12 Por consiguiente, la heteronormatividad y el pensamiento simple
binomial nos acechan, nos tienden una emboscada antes de nacer y con
mayor o menor consciencia siempre caemos en ella... A veces para salir,
resistiendo al influjo de las circunstancias, otras veces para sólo sobrevivir y
morir resignados, devaluados y humillados.
¿Vivir en el clóset no es doblar las manos, bajar la cabeza y ofrecemos
en sacrificio al dogma de vida que el orden hegemónico impone? ¿Para no
hacer ruido y no crear conflico, es preferible anularnos como sujetos sociales si
no respondemos a la norma? ¿Defendemos la tranquilidad de papá o de la
empresa en que trabajamos antes que a nosotros como personas?13 ¿Nos
ofrecemos al chantaje? ¿Estamos dispuestos a humillarnos ante los demás
porque presuponen que hay menos de un 5% como nosotros, y eso nos
convierte, a la luz de las estadísticas, en anormales…?14 Y respecto a este
último punto, es hora que se reconozca la imposibilidad de saber qué
porcentaje de la población somos homosexuales, bisexuales o trans, porque
precisamente quienes están en el clóset sesgan los resultados de las
investigaciones al respecto… Y además, no importa: el derecho a ser un sujeto
al respecto, ver: García Leal, A. (2008) El sexo de las lagartijas yhttp://es.wikipedia.org/wiki/Inseminaci%C3%B3n_artificial11 Herrero Brasas, J. A. La sociedad gay. Una invisible minoría.12 Lizarraga, X. (2011) “Problematizando los sexos, géneros, identidades y erotismosdel animal humano.”13 List Reyes, M. (2005) Jóvenes corazones gay en la Ciudad de México.14 Lizarraga, X. (2011) “Problematizando los sexos, géneros, identidades y erotismosdel animal humano.”.
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social no tiene por qué estar condicionado por la normalidad demográfica;
mucho peor la tendrían, en tal caso, los albinos, los que no hablan euskera, los
síndrome de Down, las etnias de todo el mundo, los que padecen progeria 15 y
genios como Albert Einstein o Stephen Hawking —este último anormal por
partida doble, por lo menos—. Y para muchos de ellos, no hay posibilidad de
clóset alguno y resisten, salen adelante. ¿Han vivido miedos, vergüenzas
discriminaciones, desprecios o amenazas? Sin duda, pero el clóset no es la
única posibilidad de sobrevivir; de hecho, sólo permite sobrevivir claudicando.
Para vivir y no únicamente sobrevivir de manera lastimosa, necesitamos
resistir los envites y apechugar con nuestras rabias, sobreponiéndonos a ellas,
venciendo obstáculos y creándonos alternativas, nuestros personales
horizontes, y para ello tenemos que actuar… Y eso sólo es posible
haciéndonos visibles ante nosotros mismos y frente a los demás, obligando a
que se nos vea como lo que somos, no como quisieran que fuéramos.
Debemos escucharnos y hacer que nos escuchen, aunque desafinemos en los
coros que entonan en casa, en la escuela, en el trabajo o en la calle. La
resistencia activa es la única vía honesta con nosotros mismos que tenemos,
en la medida en que conformamos minorías; una plural minoría que desagrada
al orden hegemónico…16 Y que no tiene por qué agradarle. Al respecto,
recordemos lo apuntado por Serge Moscovici:
La minoría por definición no debe agradar. Una minoría vive con
el desagrado de la mayoría, es una realidad. No deben inventarse
minorías agradables, las minorías agradables no han sido nunca
verdaderamente muy influyentes. […] la capacidad primera de
15 http://es.wikipedia.org/wiki/Progeria16 Herrero Brasas, J. A. La sociedad gay. Una invisible minoría.
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una minoría es crear un conflicto y ser capaz de guiarlo, sino no
hay invención, no hay cambio. […] El conflicto es un dato
fundamental, no solamente de la historia sino de la creación de la
subjetividad. Sería mejor que todo mundo se amara, pero la
realidad no es así.17
El conflicto no lo anulamos estando en el clóset, sólo lo postergamos. Se
intenta suavizar , pero no se consigue realmente; redireccionar , pero se
redirecciona hacia uno mismo; evadir pero sólo se logra aparentemente… Si no
es que se agrava en el ánimo. De hecho, en el poema “Décimas de nuestro
amor” de Xavier Villaurrutia, descubrimos esa inquietud doliente, sangrante,
que clama por salir y agrava el amor convertido en dolor, cuando dice:
I
A mí mismo me prohibo
revelar nuestro secreto
decir tu nombre completo
o escribirlo cuando escribo.
Prisionero de ti, vivo
buscándote en la sombría
caverna de mi agonía.
Y cuando a solas te invoco,
en la oscura piedra toco
tu impasible compañía.
II
Si nuestro amor está hecho
17 Acosta Ávila, M. T. (2006:160) “La psicología de las minorías activas revisitada:entrevista con Serge Moscovici”; las cursivas son mías.
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de silencios prolongados
que nuestros labios cerrados
maduran dentro del pecho;
y si el corazón deshecho
sangra como la granada
en su sombra congelada,
¿por qué dolorosa y mustia,
no rompemos esta angustia
para salir de la nada?
III
Por el temor de quererme
tanto como yo te quiero,
has preferido, primero,
para salvarte, perderme.
Pero está mudo e inerme
tu corazón, de tal suerte
que si no me dejas verte
es por no ver en la mía
la imagen de tu agonía:
porque mi muerte es tu muerte.
[…]18
El conflicto siempre está ahí, en nosotros, viviendo ese conflicto que
supone la circunstancia que se nos impone por ser como somos, sentir lo que
sentimos, desear y amar a quienes deseamos y amamos, por más que
18 http://www.poemasde.net/decimas-de-nuestro-amor-xavier-villaurrutia/
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pretendamos escondernos en guetos o pasar inadvertidos en casa y en la
calle. La circunstancia es conflictiva, por eso demanda silencios, discreción y
buenas maneras en la reunión familiar, obliga a engaños para merecer un
sucedáneo de respeto y no ser mayormente molestado; obliiga fingimientos
para no escandalizar o infartar al padre o a la abuela cuya edad y situación
cardiaca se presta para el chantaje. Por ello, en el clóset ninguna minoría
puede airearse, respirar y actuar, promover cambios; sólo rendirse y humillarse,
aceptar una condición de esclavitud… Y sí, he dicho: esclavitud. Recordemos,
si es que parece exagerado el término, lo apuntado por el brillante historiador
Paul Veyne:
…un esclavo es un sub-hombre por destino y no por accidente, la
esclavitud antigua tiene en el racismo [y podríamos agregar en la
homofobia] la analogía psicológica más próxima. Además, como
el poder que el amo tiene sobre este instrumento humano no se
halla sometido a un reglamento, sino que es total y directo, el
esclavo no será nunca un simple asalariado, sino un hombre
abnegado, que obedece desde el interior de su alma…19
El clóset, en tanto que institución y aparato ideológico de las políticas del
heterosexismo, promueve, avala y fortalece los dispositivos de opresión–
represión que se ejercen sobre los integrantes del a veces desdibujado
colectivo LGBTTTI; un orden que impone una invisibilidad social y una
supresión de derechos… ¿Podemos, por tanto, defender un “derecho al
clóset”, como pretenden algunos? ¿No se trataría de un planteamiento
19 Veyne, P. (1990:61-62), “El imperio romano”; el corchete y las cursivas son mías.
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esquizoide demandar, como apuntara con ironía Jesús Calzada: “un derecho a
no tener derechos”?20 Lo que nos remite a Friedrich Nietzsche:
Quien se posee realmente a sí mismo, es decir, quien se ha
conquistado definitivamente, considera en lo sucesivo que es
privilegio suyo castigarse, indultarse, compadecerse a sí mismo:
no necesita ceder eso a nadie, más sí puede encomendarlo
libremente a otro, por ejemplo a un amigo –pero sabe que con ello
otorga un derecho y que sólo desde la posesión del poder pueden
otorgarse derechos.21
Por lo que me atrevo a insistir: el clóset supone un borramiento y un
sometimiento, una anulación de poder y, por tanto, de derechos. No sólo
distorsiona la realidad de cada yo sino que, con frecuencia, obliga a tomar
caminos no elegidos de buen grado, como entregarle el poder a otros y
obedecer… Casarse para formar una familia heterosexual, porque mamá
insiste en ello y demanda nietos, porque papá necesita una descendencia que
pepetúe el linaje y herede los negocios asociados a su apellido o porque en la
empresa requieren a nuestra pareja oficial para encuentros sociales de
relevancia quizás económica. Y ello, sin que importe que con tales simulacros
se esté obligando a otros a vivir, sin saberlo, una farsa: los cónyuges e hijos,
sin ir más lejos, son utilizados como parte del vestuario y el maquillaje,
convertidos en involuntarios comparsas de una representación que ignoran se
lleva a cabo. El clóset se significa como un “mecanismo” que, en algunos casos
supone supervivencia —pensemos en la situación de amenaza carcelaria o
peligro de muerte en que se encontraban los homosexuales en la Alemania
20 Jesús Calzada en comunicación personal y declaraciones públicas en numerososforos, tales como “Los Martes de El Taller” (1987-1997).21 Sánchez Pascual, A. [Ed.] (2002:132-133) Friedrich Nietzsche. Aforismos.
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nazi, en la Rusia de Stalin y en la España de Franco, 22 y en la que se
encuentran hoy en Irán y Mauritania, por ejemplo—; pero en países como
México, siempre termina por afectar a otros y por enajenar al individuo que lo
vive. Y digo enajenar, en el sentido en que lo definen los diccionarios:
…pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro
derecho sobre algo […] sacar a uno fuera de si; entorpecerlo o
turbarle el uso de la razón o de los sentidos […] desposeerle,
privarse de algo […] retraerse…23
Mediante el clóset, el homosexual se enajena porque acepta ser
desposeido de su yo al pretender no ser identificado, visto como es y, con no
poca frecuencia, al no querer verse a sí mismo; por tanto, aunque no quiera
reconocerlo se vive indigestado de vergüenzas, miedos, culpas o todas las
anteriores; quizás con sigilosas escapadas al placer deseado, pero siempre
lejos de una vida plenamente propia. El homosexual de clóset se impone una
lamentable ceguera: no ve que juega un rol de esclavo del heterocentrismo. Es
por ello que el homosexual de clóset, a diferencia del propuesto por Sigmund
Freud, podemos significarlo como el Edipo de nuestros días: un Edipo atrapado
en y por el discurso que lo condena a arrancarse los ojos y a vagar por el
desierto: el oráculo de las circunstancias en que nació así lo decreta, si se
atreve a atentar contra el reino heterosexual y familiarista de su padre el rey
Layo y su desconsolada madre Yocasta. Es un Edipo porque se piensa ilícito y
se obliga a ser sumiso y respetuoso del orden hegemónico, un Edipo trágico
que se somete a los designios del destino-circunstancia y dócilmente se
22 Herrero Brasas, J. A. (2001) La sociedad gay. Una invisible minoría; Aldricho, R.(ed) (2006) Gays y lesbianas. Vida y cultura, un legado universal.23 Alonso, M. (1991:1674) Enciclopedia del idioma —tomo II Letras D-M—.
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entrega y se castiga... Se condena a ser conducido por Antígona,24 en su papel
de tolerancia: el habitante del clóset quiere mostrarse “normal”, “obediente” y
“sumiso”; por consiguiente, como el protagonista de la tragedia edípica, se
resigna a vivir un extravío emocional culpígeno, permeado por el miedo a no
encajar en el sistema, y se condenan a la cegera… Tragando ansiedades y
frustraciones, disimulando sudores y con un permanente temor a que se le
escape una mirada inoportuna o un comentario delator que lo ponga a
descubierto.
Pero en realidsad, la tolerancia es sólo un barniz que disimula rechazos
y desprecios, y como el mismo clóset, media y condiciona el movimiento, obliga
a fingir, tanto a quien tolera como a quien es tolerado; amén de que es
humillante ser tolerado, en la medida en que el sustrato semántico e ideológico
de la palabra “tolerar” es: “llevar con paciencia […] disimular algunas cosas que
no son lícitas, sin consentirlas expresamente […] Soportar, llevar, aguantar…”25
La tolerancia es una política en modalidad afectiva–opresiva, una
política de discriminación discreta, si se quiere sutil, pero implacable, porque
implica una severa vigilancia: sé quien eres, te he estado observando y no me
gustas, aunque te soporto porque así me lo demandan las leyes o la
conveniencia en una determinada situación.26 La tolerancia no es más que una
modalidad de violencia que pasa con frecuencia inadvertida, ya que adopta la
forma pretendidamente protectora y benévola de la libertad bajo fianza. Tanto
el clóset como la tolerancia son dolorosas modalidades de arresto domiciliario
que obligan, en nombre del bien colectivo y las buenas costumbres, a limitar la
24 Pascual, A. M. y T. Gómez (2008) Dioses y mitos de todos los tiempos.25 Alonso, M. (1991:3976) Enciclopedia del idioma —tomo III Letras N-Z—.26 Recordemos las declaraciones del gobernador de Jalisco Emilio González Márquez:http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/c9bf3233bdc19a11f955b9c8514efee8
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expresión; e incluso promueven la construcción de guetos, tanto físicos como
emocionales.27 El clóset y la tan promomocionada tolerancia connotan una
demanda de mesura formal y cautelas: favor de no molestar, sea discreto. Sus
diferencias, sin embargo, también son evidentes, aunque terminen por llevar
siempre al individuo a un estado de indefensión: el clóset obliga a no mostrar lo
que se es; la tolerancia exige serlo bajo estrictas normas de conducta, porque
no se ofrecen garantías ni compromisos sociales para con el tolerado, sólo
algunas dádivas a modo de limosna. Uno y otra suponen, por tanto, dos formas
de morir en vida… Y la alternativa, por tanto, que tenemos que platearnos es:
¿morir vivo o vivir muerto?
Sin embargo, muchos se conforman con ser tolerados porque sienten
que se pueden mover con cierta libertad… e incluso asomar la cabeza fuera
del clóset en más ocasiones, frente a más gente.28 Por lo mismo, en no pocas
regiones del país se envidian, y no sin razón, las oportunidades que ofrece la
Ciudad de México, que se la anuncia y publicita como gay friendly. Muchos
claman por ese pretendido “estado de libertad”, aunque en realidad en el D. F.
sólo se acotan unas cuantas calles para algunas expresiones de la
homosexualidad, la bisexualidad y la transgeneridad, siempre con vistas a lo
27 Cabe apuntar, que un bay, un sauna u otro espacio sólo para homosexuales, nonecesariamente se significa como “gueto”, en la medida en que se le da el valor deespacio de encuentro; el bar es “gueto”, finalmente, en el caso de las sexualidades dehoy, en sociedades como la mexicana, cuando se le tiene como un espacio en el que
se liberan tensiones porque se le adjudica el valor de “espacio protegido”, “espaciooculto”, “espacio clandestino”. Es el propio homosexual el que significa de gueto o noun bar, un hotel, una playa… Y eso es aplicable a lugares de encuentro yesparcimiento para travestis, transexuales, bisexuales y demás.28 Todo homosexual de clóset, si tiene relaciones sexuales o entabla amistad con otroshomosexuales, hace salidas temporales y cautelosas con aquellos con los queinteractúa. El clóset permanente al 100% es, por tanto, también infrecuente, aunqueno inexistente en tanto existe la homosexualidad reprimida o negada, vía losmecanismos de defensa que ha identificado el psicoanálsis;http://www.superarladepresion.com/superarladepre/3depre_defensas.htm
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redituable que podemos llegar a ser económicamente. Pero las políticas de la
tolerancia no son ni mucho menos aceptación o igualdad de derechos, por más
que así se quiera hacer ver y vender como producto consumible; y para
comprobarlo basta con plantearnos una pregunta: ¿Se aceptarían plantones de
contigentes del colectivo LGBTI en el zócalo capitalino o en el Paseo de la
Reforma, como se permiten e incluso protegen los de otros movimientos
sociales?29 Puedo asegurarles que la respuesta es: No.
Sin embargo, una buena cantidad de miembros del colectivo, hoy por
hoy, se conforma con esa política de la tolerancia; y muchos se conforman
porque quieren ser integrados, en otras palabras: asimilados por el orden social
hegemónico. Lo que no es de extrañar, si pensamos que se sienten como a la
deriva en un bote sin remos en medio de un mar tempestuoso, soñando con
llegar a tierra firme y poder vivir como uno más entre los desconocidos
aborígenes, aunque éstos resulten amenazadores. Por ello, muchos —desde el
clóset o fuera de él— los hay que reivindican, aferrándose a una resbalosa
lógica jurídica, un presunto derecho al clóset. Con argumentaciones que
parecen sólidas, por más que respondan a epistemologías que consolidan el
orden heteronormativo de las exclusiones. Defienden la idea de un “derecho al
closet” sustentado en un presunto derecho a la privacidad o la intimidad, y lo
pretenden elevar a rango de derecho humano fundamental, a través de
declaraciones tales como: es facultad del individuo decidir lo que a su parecer y
29 Pensemos como ejemplo en los platones del Sindicato Mexicano de Electicistas:http://www.terra.com.mx/noticias/articulo/1167896/Transforma+planton+del+SME+a+Zocalo+capitalino+en+tianguis.htm,de Andrés López Obrador: http://wikileaks.jornada.com.mx/cables/elecciones/amlo-convoca-a-un-planton-en-defensa-del-voto-cable-06mexico4238/ y los “400 Pueblos”(http://noticias.univision.com/mexico/noticias/article/2007-05-24/400-pueblos-cumplen-5-anos#axzz1m0wu6TKV).
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atendiendo a su circunstancia personal de vida, desea se sepa o se ignore de
sí mismo, de su vida, de sus identidades.30
Y con ello, una vez más, volvemos al tema con que iniciamos: las tan
traídas y llevadas circunstancias.
Como contra-argumento, y sólo para invitar a mayores reflexiones, cabe
decir que no es posible negar que estar en el clóset permite algunas calmas
temporales y sobrevivir en circunstancias muy extremas, como en los
mencionados casos del nazismo, el stalinismo y en las actuales sociedades
fundamentalistas; pero cuando el silencio, el ocultamiento y el fingimiento no
responde a ese tipo de realidades extremas, devienen en rendición e infección
emocional que carcome al individuo, que lo enferma porque supone vivir
permanentemente mediado por el miedo al qué dirán, cuando no por la
vergüenza, agachando la cabeza y tragando insultos y desprecios. Y puede
derivar —y de hecho, con frecuencia deriva— en trastornos emocionales
lamentables: los casos de requerimientos terapéuticos por las ansiedades que
llega a generar no son pocos, en la medida en que la homofobia introyectada31
mueve a buscar “curaciones” inexistentes para algo que no es una
enfermedad, e incluso en ocasiones deriva en suicidios32 que no pueden
evitarse porque presuntamente nadie sabe lo que vive y sufre el individuo.
Ahora bien, tampoco olvidemos que no es poco frecuente que, aún estando el
individuo fuera del clóset, en su entorno familiar sigan negándolo, reacios a
30 Como se lee en http://www.facebook.com/note.php?note_id=282333089833231 Lizarraga, X. y L. G. Juárez (1989) “En torno al concepto de sociodistonia y laspreferencias sexo-eróticas” y List Reyes, M. (2009) Hablo por mi diferencia. De laidentidad gay al reconocimiento de lo queer.32 El de Xavier Villaurrutia es uno de los muy lamentables que podríamos tener enmente; aunque muchos lo nieguen o silencien, todo apunta que una prolongada luchainterna lo llevó a tal triste salida:http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/222/1/2006138P183.pdf.
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reconocer su realidad… por lo que, salir del clóset supone también ayudar a
salir de él a padres, amigos y demás, impedir pretendan mantenernos y
mantenerse ellos en él cuando hemos decidido no escondernos ni fingir.
Salir del clóset no es sencillo, no resulta fácil, por lo que todos
necesitamos vivir nuestro propio proceso para conseguirlo; para unos es más
difícil, más largo, tortuoso, lacerante y doloroso que para otros, pero una vez
fuera de él se descubren los lados luminosos de haberlo hecho, los alivios que
acarrea: quitarnos las cadenas es la única opción para llegar a ser lo que
realmente queremos ser . No obstante, también es necesario reconocer que no
se sale del clóset sólo una vez, sino que es algo que se hace en numerosas
ocasiones.33 Las mencionadas circunstancias hacen que el proceso se
prolongue casi indefinidamente, que se tenga que salir constantemente en
tanto no se consiga transformar el orden social que genera tales circunstancias
y al que, como mencionaba Moscovici, desagradamos… Por lo menos,
mientras sólo se busque una integración a un orden que por definición deviene
excluyente. Ahora bien, ello no supone, como algunos quieren interpretar, que
uno tiene que andar diciendo a cada persona que conocemos: “Hola, soy
homosexual” —o bi, trans, lo que fuere—; salir del clóset únicamente supone
no estar fingiendo, mintiendo y encondiéndonos, no estar constantemente
cuidando nuestra manera de hablar, de movernos, de mirar, por miedo a que
en cualquier momento suenen las alarmas y nos alejen o agredan; no estar en
33 Recordemos lo apuntado por José Antonio Herrero Brasas (2001:363) La sociedadgay. Una invisible minoría: “…nunca es un «todo» o «nada» […] Por el contrario, haymuchas salidas del armario. Cada vez que un gay o una lesbiana [añadamosbisexuales y trans también] conoce a una nueva persona, ya sea el dependiente deunos grandes almacenes, el encargado de personal de la empresa en que solicitatrabajo, o unos nuevos amigos que hace en la playa, ha de hacer frente una vez más ala decisión de revelar o no revelar su orientación. Podrá llegar incluso aacostumbrarse, pero nunca podrá predecir las reacciones en cada caso concreto.Cada nueva salida del armario supone un nuevo riesgo emocional.”
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el clóset es no sentirnos obligados a hablar de la homosexualidad en tercera
persona… Dejar de dar vueltas para evitar ser visto antes de entrar a un bar
gay.
Dejarnos paralizar por el miedo es rendirnos y volcar toda la homofobia
del sistema sobre nosotros mismos. Con frecuencia nos paralizamos en
nombre de lo mucho que queremos o admiramos a nuestros padres y amigos,
pero esa parálisis es verdaderamente vergonzosa, porque con nuestros
silencios, fingimientos y ocultamientos lo que estamos haciendo es, por un
lado, dejarnos amar por gente que no sabe quiénes somos; y por otro, supone
conformarnos con tener una existencia avasallada por los criterios, las
ideologías, los proyectos a futuro y las expectativas de los demás. Sin duda
papá y mamá, que aprendieron la misma homofobia y misoginia que nosotros,
llevan años haciéndose ilusiones sobre lo que quiesieran que fuéramos, y salir
del clóset es quitarles la venda de los ojos y quizás atormentarlos; pero ¿es
aceptable asumir el tormento nosotros deteriorando nuestro hoy y nuestro
mañana? Responder afirmativamente a esta pregunta supone asumir una
culpa y, a modo de penitencia, estar dispuesto a vivir en el clóset. Sin embargo,
reconozcámoslo: nadie debe ser lo que otros quieren que sea; siempre
seremos lo que bien o mal consegamos hacer de nosotros mismos, superando
obstáculos, cosechando éxitos, asimilando fracasos, digiriendo frustraciones,
enfrentándonos incluso con nosotros mismos para no ser un simulacro o un
títere manejado por hilos que mueven los que están mucho más allá, incluso
más allá de la casa paterna, de la empresa o la iglesia a la que puede acudirse
buscando paz.
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¿Hay posibilidad de paz y éxito vital, sin sentirnos en paz con nosotros
mismos? Difícilmente, porque el miedo, la culpa, la vergüenza y el servilismo
siempre dejan secuelas.
Es necesario detenernos a pensar que, por lo general, antes de dar los
pasos que nos lleven a salir del closet nos la pasamos suponiendo, imaginando
que algo terrible nos pasará si los demás llegan a saber qué sentimos, cómo
somos, qué deseamos, con quiénes nos identificamos y a quiénes amamos.34
Y también hay que reconocer que en ocasiones sí ocurren cosas lamentables y
dolorosas: aquellos que decían amarnos nos dan la espalda, nos retan, nos
insultan, nos golpean, nos apartan o nos quieren arrastrar a terapias
lacerantes. Pero ¿el homosexual de clóset se pone a pensar si realmente lo
quieren esos que dicen quererlo, cuando siente que lo rechazarán por ser
como es? ¿Cómo definen el amor parental y el de los amigos? Y ellos ¿aman
realmente cuando engañan o sólo se limitan a dejarles amar a los demás una
apariencia?
Sin duda, también son posibles las expulsiones de la escuela o el
trabajo, pero si no hemos conseguido construirnos redes sociales firmes,
basadas en la honestidad y la confianza, de poco nos servirá que finjamos,
siempre estaremos en desventaja porque cualquier guiño, gesto, movimiento o
palabra que se escape se puede volver pretexto o material para el chantaje; y
mientras no estemos fuera del clóset no podremos tomar medidas legales
contra la discriminación o la extorsión: renunciamos a nuestros más intimos
derechos. Argumentar la posible pérdida del trabajo o de una herencia es, sin
duda, algo que se esgrime para defender “estar en el clóset”, de ahí que vivir
34 List Reyes, M. (2009) Hablo por mi diferencia. De la identidad gay al reconocimientode lo queer.
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en él es vivir en función de las expectativas y normas del amo heterocéntrico,
es estar muerto en vida… Esclavizado.35
Aludir “un derecho al clóset” es, por otra parte, un acto oportunista,
incluso de manipulación ideológica, y más si se hace utilizando la cómoda
tercera persona del singular o del plural, que significa utilizar de excusa, de
parapeto y trinchera a quienes son nuestros pares. Y sin duda esa fue una
estrategia muy utilizada en Alemania, Inglaterra y otros países europeos en el
siglo XIX —aunque no fue la única—. Una estrategia que resultó políticamente
útil en ese tiempo-lugar y que seguirá siendo importante y útil hoy en día en
aquellos lugares en los que la homosexualidad o el ser trans supone
persecución legal, encarcelamiento, tortura o condena de muerte; pero en
países como México, Estados Unidos, Alemania, España, Argentina, Ecuador,
Japón, etcétera, el clóset se significa como aceptar que la propia vida se
desgaste y diluya en continuados fingimientos, mentiras, engaños y
ocultamientos cotidianos: supone claudicar ante la homofobia y obligar a
aquellos a los que decimos querer, a que nos quieran sin conocernos —por lo
que también devienen víctimas de la homofobia—.
En función de lo anterior, cabe preguntarnos: ¿Al argumentar
jurídicamente un “derecho al clóset” se contempla a los otros, a los que se les
obliga a sostener voluntaria o involuntariamente el engaño? Porque si no es
así, deviene en argumento tendencioso y parcelario: supone velar por los
intereses de unos, a costa de los derechos a otros. Por tanto, es lícito pensar
que “defender un derecho al clóset” es calificable de “sofisma”, y más si se
desea apuntalar argumentando que es intrínseco a un “derecho a la intimidad o
35 Idem.
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la privacidad”. ¿Por qué? Porque sus intenciones se ajustan, en los hechos, a
las definiciones de sofisma y sofista:
Razón o argumento aparente con que se quiere defender o
persuadir lo que es falso.
[…] del que por medio de discursos capciosos y falaces trata de
embaucar a las gentes…36
Cabe, además, recordar lo apuntado por Michel Onfray:
…el sofista profesa un perspectivismo metodológico, y
simultáneamente caracteriza para la mayoría al individuo
aficionado a razonamientos arteros que se propone ganar por
todos los medios…37
Y es que el presunto derecho a la intimidad, a la privacidad, más que
brumoso es como el agua: carece de forma definida e inevitablemente se
adapta al continente… Y el continente es, en este caso, a todas luces
circunstancial, ergo: misógino, heterocéntrico y homófobo, amén de oportunista
y mercantilista, en la medida en que responde a los intereses del orden
hegemónico y a los de aquellos que juzgan o litigan cuando se presenta una
demanda; y en ocasiones, justo es decirlo también, el demandante queda un
paso atrás, en suspenso y a la sombra de una siempre incierta sentencia.38
36 Alonso, M. (1991:3806) Enciclopedia del idioma —tomo III Letras N-Z—.37 Onfray, M. (2008:79) La fuerza de existir. Manifiesto hedonista.38 Y en este punto, si acudimos a las argucias que no son infrecuentes en losabogados durante los juicios, podríamos estar ante una serpiente que se muerde lacola, más que una paradoja: El infividuo “A” –fuera del clóset–, que ha tenidoencuentros sexo-eróticos con el individuo “B” –que está en el clóset–, bien puedeargumentar que “es facultad suya decidir que, atendiendo a su circunstancia personalde vida, desea que se sepa que tuvo relaciones sexuales con B” ; por consiguiente sino se le permite a “A” hacer pública esa parte de su vida personal porque se deseaproteger a “B”, el pretendido derecho sólo beneficia a “B”, y si “A” hace uso de “suderecho a informar, dar a conocer” su relación con “B” –que por motivos personales le
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Reconozcámoslo, ese “derecho a la intimidad” se nos niega
cotidianamente a todos cuando bancos, partidos políticos y demás nos acosan
telefónicamente en nuestra propia casa publicitándose y presionándonos,
cuando de pronto nos descubrimos en un noticiero de televisión sirviendo de
imagen para ilustrar una noticia, cuando se usa nuestro nombre o nuestra
imagen, cuando nos acosan en casa los Testigos de Jehova o los miembros de
cualquier otra creencia o cuando se hace referencia a nosotros en radio,
televisión o prensa escrita sin que expresamente hayamos consentido explícita
o implícitamente a ello. La intimidad y la privacidad, finalmente, no están
garantizadas por el poder judicial, por lo que nos las tenemos que construir
cada uno de nosotros cada día: las buscamos tras unas paredes y unas
puertas cerradas —como clamaba Carlos Pellicer en su poema— y las
conquistamos cerrando los ojos, no acudiendo a ciertos sitios, limitando nuestra
acción en la vía pública o ignorando el “qué dirán” de quienes, en nombre de
ese orden social impuesto, murmuran o nos señalan con el dedo. La intimidad
está en nosotros mismos, nadie nos la garantiza. Difícilmente un juez castigará
al paparazzi que acosa a una estrella de cine o a una figura pública tomándole
fotos —muchas veces acechando escondidos, otras veces con todo el descaro
del mundo— para que los medios de información saquen provecho económico
haciendo públicas ciertas verdades o mentiras sobre sus amores, desamores,
idas y venidas; los jueces, llegado el caso, la mayoría de las veces se inclinan
por los mass media aludiendo a un “derecho a la información”.39 Y cabe de
interesa–, se puede decir que vulnera el “derecho” de “B” a que no se sepa de su vidalo que él no quiere compartir… ¡Que duda cabe: el banquete de sofismas está servido!39 Tras la demanda que interpuso la princesa Carolina de Mónaco ante el Tribunal deEstrasburgo, argumentando que la prensa (los paparazzi) violaban su intimidad yprivacidad, el Tribunal dio la razón a la prensa argumentando el “derecho a la
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nuevo preguntarnos: ¿No tienen el mismo derecho a la información los padres,
los amigos, las potenciales parejas oficiales, los hijos y los compañeros de
trabajo? Tampoco amonestará ningún juez a aquellos que, domingo a
domingo, tocan el timbre de nuestras casas para endilgarnos propagandas y
proselitismos. ¿Dónde empieza y termina el tan cacareado derecho a la
intimidad y a la privacidad frente al derecho a la información, a la publicidad y a
las campañas proselitistas? ¿Se trata de un derecho que, como el dios Jano,
mira simultáneamente en direcciones opuestas?40
El clóset obliga a otros a vivir mentiras ajenas, engaños, incluso a ser
protagonistas involuntarios de numerosas farsas. ¿Un homosexual, un trans
tiene derecho a ello? Personalmente, sostengo que no, como también se
opondrán muchos de los que, hoy por hoy, son engañados… la mujer que se
casó con un hombre homosexual que quiere “taparle el ojo al macho”, el
hombre que pide matrimonio a una mujer transexual sin conocer su proceso
que se prolonga durante toda su vida, el hijo que no sabe realmente quién es
su madre, su padre, su tía o su abuelo. Ahora bien, si existieran argumentos
irrefutables de que sí es un derecho, cabría sostener que es un triste derecho:
injusto tanto para los que ignoran quiénes somos como para nosotros mismos.
Y es que, como el “derecho” se ajusta a las circunstancias del orden
hegemónico — heterocéntrico —, los argumentos que pretenden defender “un
derecho al clóset” sólo pueden esgrimirlos quienes desean ser integrados,
información”: http://es.noticias.yahoo.com/tribunal-estrasburgo-desestima-demanda-carolina-m%C3%B3naco-alemania-publicaci%C3%B3n-144013984.html40 Jano –dios de las puertas, de los principios y los finales– presidía los cambios y sele honraba antes de una guerra, por lo que quizás podríamos, sin temor a errardemasiado, pensar como guerras los litigios dado que en ellos las artes y armas jurídicas relucen y muestran sus debilidades y fortalezas; Pascual, A. M. y T. Gómez(2008) Dioses y mitos de todos los tiempos.
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asimilados, diluídos por dicho orden;41 y en oposición a ello, estamos los que
no buscamos integración ni asimilación, que no sólo combatimos fingimientos,
vergüenzas o culpas, sino que nos proponemos revolucionar el orden social,
deconstruir el actual de las exclusiones y las fobias, para generar uno nuevo
sin protagonistas ni comparsas; un orden en el que palabras como
“heterosexual” y “homosexual”, “hermafrodita”, “bisexual” y “transexual” no
generen más delirios ni conflictos que otras, como “árbol”, “ciudadano” y
“turista”. Y para conseguir eso, tendremos que sonreirnos todos a nosotros
mismos y una vez fuera del clóset levantar la voz en un coro multicolor:
La gente me señala,
me apunta con el dedo,
murmura a mis espaldas…
y a mi me importa un bledo.
[…]
Yo sé que me critican,
me consta que me odian,
la envidia les corroe,
mi vida les agobia…
[…]
Me mantendré
firme en mis convicciones,
reportaré mis posiciones.
Mi destino es el que yo decido,
el que yo elijo para mí,
41 Sullivan, A. (1999) Prácticamente normal.
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¿A quién le importa lo que yo haga?
¿A quién le importa lo que yo diga?
Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré…
Alaska y Dinarama: A quién le importa.
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