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EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL ... · de cultura puesto que la cultura no es un...

Date post: 05-Feb-2021
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Anales del Museo de América, 1 (1993): 37-49 EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL: REFLEXIONES EN TORNO A UNA PROPUESTA MUSEOGRAFICA Salvador Rovira Lioréns Museo de América ABSTRACT The elaboration of a museographical project to show in a short wiew the basic elements which configure the dense and varied American History is a challenge of not an easy response in a museum such as the Museo de América in Madrid, but a solution is aitempted in order to pro- vide for visitors with a reference framework. Geography (or ecosystems) and cultural development are currently understud as forming a unit, but the limited extension of this exhibition area, and the place and role that it plays within the museum exhibition considered as a whole, force us to dis- play in juxtaposed sections the geographic aspects of the Continent, how it was peopled and the different cultures (a selection) that grew and died from Prehistory up to recent times. Some thoughts on modern museology are also made. PREAMBULO El Museo, hablando en términos generales, nunca ha sido una institución políticamente neutra, como han reconocido numerosos autores (San Román 1992; Moody 1992). Su dependencia institucional y econó- mica de organismos p ŭ blicos en la mayoría de los casos hace que, lógi- camente, se halle integrado en la política cultural diseñada por dichos or- ganismos. En otros casos, cuado es una entidad privada la propietaria de fas collecciones, la manera de exponerlas responderá a los intereses de explotación de quienes detentan la propiedad o el usufructo de la obra de arte (Kirby 1988). No cabe, pues, esperar neutralidad cuando se habla de cultura puesto que la cultura no es un concepto aislable ni de la socie- dad que la genera (tanto da que se trate de una cultura viva, vigente, que de una arqueológia, pretérita), ni de los propios prejuicios del observador que la percibe y trata de describirla y aprehenderla. A menudo se confunde, quizás porque no hay más remedio que actuar simplificando términos, cultura y rasgos culturales. El observador percibe los rasgos, y su conjunto lo define como cultura tras acotarlos en el tiempo y en el espacio geográfico. Pero sería un iluso si creyera real- mente que eso es toda la cultura en cuestión. Las dificultades se hacen más evidentes cuando el observador ha de afrontar la tarea de recons- truir los rasgos culturales a partir de los ob j etos, de los restos materiales de la culltura (1) (digamos, por ejemplo, del conjunto de datos obtenidos de una excavación arqueológica ejecutada con metodología científica). 1. Restos materiales de la cultura y cultura material no son expresiones equivalen- tes. Para los norteamericanos cultura material significa lo que para los ingle- ses historia social (Pearce 1989: 3; Schlereth 1989: 11-12), mientras que en Europa, en eneral, entendemos por cultura materiallos restos materiales de la cultura (objetos) una vez estudiados para conocer sus características físicas, tipométricas y tecnológicas. 37
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  • Anales del Museo de América, 1 (1993): 37-49

    EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLOCULTURAL: REFLEXIONES EN TORNO A UNA

    PROPUESTA MUSEOGRAFICA

    Salvador Rovira LiorénsMuseo de América

    ABSTRACT

    The elaboration of a museographical project to show in a shortwiew the basic elements which configure the dense and varied AmericanHistory is a challenge of not an easy response in a museum such as theMuseo de América in Madrid, but a solution is aitempted in order to pro-vide for visitors with a reference framework. Geography (or ecosystems)and cultural development are currently understud as forming a unit, butthe limited extension of this exhibition area, and the place and role that itplays within the museum exhibition considered as a whole, force us to dis-play in juxtaposed sections the geographic aspects of the Continent, howit was peopled and the different cultures (a selection) that grew and diedfrom Prehistory up to recent times. Some thoughts on modern museologyare also made.

    PREAMBULO

    El Museo, hablando en términos generales, nunca ha sido unainstitución políticamente neutra, como han reconocido numerosos autores(San Román 1992; Moody 1992). Su dependencia institucional y econó-mica de organismos p ŭblicos en la mayoría de los casos hace que, lógi-camente, se halle integrado en la política cultural diseñada por dichos or-ganismos. En otros casos, cuado es una entidad privada la propietaria defas collecciones, la manera de exponerlas responderá a los intereses deexplotación de quienes detentan la propiedad o el usufructo de la obra dearte (Kirby 1988). No cabe, pues, esperar neutralidad cuando se hablade cultura puesto que la cultura no es un concepto aislable ni de la socie-dad que la genera (tanto da que se trate de una cultura viva, vigente, quede una arqueológia, pretérita), ni de los propios prejuicios del observadorque la percibe y trata de describirla y aprehenderla.

    A menudo se confunde, quizás porque no hay más remedio queactuar simplificando términos, cultura y rasgos culturales. El observadorpercibe los rasgos, y su conjunto lo define como cultura tras acotarlos enel tiempo y en el espacio geográfico. Pero sería un iluso si creyera real-mente que eso es toda la cultura en cuestión. Las dificultades se hacenmás evidentes cuando el observador ha de afrontar la tarea de recons-truir los rasgos culturales a partir de los ob jetos, de los restos materialesde la culltura (1) (digamos, por ejemplo, del conjunto de datos obtenidosde una excavación arqueológica ejecutada con metodología científica).

    1. Restos materiales de la cultura y culturamaterial no son expresiones equivalen-tes. Para los norteamericanos culturamaterial significa lo que para los ingle-ses historia social (Pearce 1989: 3;Schlereth 1989: 11-12), mientras queen Europa, en eneral, entendemos porcultura materiallos restos materiales dela cultura (objetos) una vez estudiadospara conocer sus características físicas,tipométricas y tecnológicas.

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  • 3 Contrá los excesos de intención socioló-gica provocados en el mundo de losmuseos y de las exposiciones tempora-les de la pasada década se éstan le-vantando algunas voces críticas que seoponen a que los museos se conviertanen un elemento más de la multimillona-ria industria del espectáculo. "Muchosprofesionales temen que, con los nuevoscambios, las galerías y los museos pier-dan su estrecha asociación con la erudi-ción auténtica, la conservación y la in-vestigación" (Deighton 1991: 45).

    2. La ambitedad viene aparejada al su-puesto inamismo de la sociedad y alnuevo carácter interactivo de la relaciónMuseo-Sociedad cuyos límites son im-precisos y, presumiblemente, cambian-tes. EI Museo pierde así su protagonis-mo científico como depositario de losbienes muebles del patrimonio cultural(la función social de la investigación his-tórica y su interes político-económico si-guen siendo un tema vidrioso cuandono conflictivo), ganando terreno comoservicio pŭ blico bajo las directrices yorientaciones de los animadores cultura-les.

    Salvador Rovira Lloréns

    4. La titulación definitiva queda a expensasde los que decidan los especialistas encomunicación pero, en cualquier caso,la idea que deberá expresar es la aquípropuesta.

    5 No conviene cargar las tintas innecesa-riamente en esta idea de falseamiento.Como es bien sabido, las dificultadesen la percepción y descripción de la re-alidad derivadas de la propia subjetivi-dad humana son un viejo caballo debatalla de los epistemólogos. Aquí elfalseamiento no proviene de cuestionesde percepción sino de la artificiosa di-sección de las partes de un todo.

    Es por ello que un buen n ŭmero de especialistas prefieren no hacer infe-rencias a partir de los objetos, limitando sus trabajos al establecimientode buenas clasificaciones de los mismos y caracterizando las culturas porsus conjuntos de materiales, como ya propugnara Pitt Rivers hace más deun siglo, modelo que ha hecho fortuna en la forma de exponer sus colec-ciones una gran parte de los museos por todo el mundo. El museo, comoes bien sabido, investiga acerca de los objetos que custodia y los exhibecon unos criterios determinados.

    Antropólogos e investigadores de la cultura material saben que lautilización de los objetos para explicar las culturas entraña dificultadesmetodológicas que no hay manera de sortear, tales como el sesgo y lainadecuación de los objetos que han sobrevivido, la imposibilidad de ve-rificación de la explicación cultural propuesta (especialmente cuando setrata de culturas "arqueológicas") y algunas más (Schlereth 1989: 19).Pero la evolución del propio concepto de museo, ahora más imprecisoque nunca al introducir el reto ambiguo de trabajar con la sociedad y pa-ra la sociedad (2) (Berck 1992: 72), invita a asumir esos riesgos cuandode lo que se trata es de reconstruir el pasado no como un ejercicio teóri-co, privado y para el consumo y la discusión entre especialistas, sino co-mo una oferta real (no exenta de cierta intención catequética) de recons-trucción histórica en la que el objeto material, la pieza encerrada en lavitrina, subordina su significado intrinseco a su papel como elemento dela cadena de una narración (3).

    Esta breve introducción era necesaria para justificar el diseño ydesarrollo temático de las salas que constituyen la segunda Area dentrodel desarrollo global de la exposición permanente del Museo de América.El epígrafe general que podría servir de título a toda la sección es: El Con-tinente Americano. La tierra y sus gentes (4). La amplitud de su contenidoes tal, que obliga a abrir un gran parentesis discursivo con un lenguajepropio -en cierto modo, de exposición "clásica"- para poner de manifiestola realidad geográfica tal y como es percibida por el ojo moderno, enten-dida como soporte físico del hilo de la Historia de América desde sus másremotos orígenes hasta la actualidad. No se trata, sin embargo, de una re-construcción de la Historia y el medio físico como una unidad (lo que Red-man [1973: 6] propuso como método de aproximación al human beha-viour , al comportamiento humano), sino de mostrar, primero, el escenarioen el cual se desarrolló la acción que pretendemos contar; luego, cómo laescena se fue poblando de personajes, y finalmente, cómo evoiucionó lavida de estos personajes al compás clel calendario.

    Ciertamente, esta yuxtaposición de bloques supone un falsea-miento de la "realidad" (5) en aras del dirigismo en la intención didácticaasumida como obligación por el Museo, volcándola hacia una mass me-dia de características predefinidas a la que no debe bastar la contempla-ción del objeto para extraer sus propias impresiones (como sucede, porejemplo, en las galerás y museos de Bellas Artes de corte clásico), sinoque hay que mostrar el objeto en uno o varios contextos ya inferidos o re-conocidos previamente por los especialistas. Decidimos a priori que deese modo el visitante conocerá y entenderá mejor el comportamiento hu-mano de los americanos, a pesar de la limitación que supone la imposibi-lidad de integrar en el paisaje sus variadas formas culturales.

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  • 7. El empleo de técnicas escenolráficas yaudiovisuales para reforzar el ilo narra-tivo del museo, bien dosificadas, es unabuena ayuda. Sin embargo el museo nopuede quedar absorbido por un desplie-gue tecnológico recreador de ambien-tes, debiencrose buscar el equilibrio en-tre la exposición de la colecciónpermanente del museo y las ayudascomplementarias. Por otro lado, la televi-sión como medio tiene grandes ventajassobre el museo para reproducir de for-ma "realista" cualquier situación, y su ac-ceso fácil al p ŭblico desde grabadoresy reproductores domésticos está suplan-tando el papel de los museos (Morton1988: 135( Pero hay algo que sólo elmuseo puede of-recer: la visión directa yla presencia real del objeto (sea unapieza, un ambiente o un paisaje,.depen-de del tipo de museo). Y esa cualidadha de ser explotada al máximo.

    EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL:REFLEXIONES EN TORNO A UNA PROPUESTA MUSEOGRAFICA

    Tal proceder no está fuera de los fines del museo de la postmo-dernidad (6), tras haber adquirido un papel importante en la concienciapŭblica como guardián y proveedor de conocimiento histárico (Crowther1989: 43). Pero el golpe de timán conduce a nuevos derroteros: pasar deunas colecciones limitadas de objetos americanos museables al conceptovariopinto de América como objeto museable, lo cual implica un cambiode dimensián considerable buscando hacer justicia al nombre de la insti-tucián: Museo de América. Sin embargo un museo no custodia conceptossino cosas, objetos materiales. En pasar del objeto al concepto (a la His-toria) consiste el juego, y las reglas escogidas, aun habiéndolo sido escru-pulosamente, no deben ocultar su naturaleza subjetiva, coyuntural.

    En las salas que constituyen el Area 2 tratamos de dar una ideade América y de su desarrollo cultural adaptada a las necesidades de co-nocimiento del visitante medio. En cierto modo compendia unos conoci-mientos básicos que resultarán imprescindibles para entender la intenciány el contenido de las Areas siguientes. Asimismo, aprovecha para descri-bir algunos de los resultados esbozados en el Area 1 a partir de los ins-trumentos que han servido para conocer las distintas realidades america-nas, resultando de este modo un eslabán narrativo.

    los pensadores europeos y americanos de los tiempos recienteshan desarrollado distintos conceptos de America que, si bien atinadosdesde sus propios puntos de vista, resultan difícilmente museables porquees el factor humano del presente el elemento concreto y esencial del dis-curso. Pero el factor humano, aun reconciendo su valor como factotum, essiempre el elemento implícito del discurso del museo y no una "pieza" dela exposicián . La inversián de estos valores sería como convertir el museoen un teatrillo donde se representaran comedias o dramas de tema histá-rico de dudoso acierto o parcelas muy limitadas del presente que, preci-samentepor esa limitacián, producirían una visián desenfocada de la reli-dad que pretenden mostrar, al tiempo que repetirían situaciones vivas quelos medios de comunicacián modernos pueden y suelen ofertar de Formamás cámoda y barata (7). Hay, además, otra cuestián que requiere unaactuacián con talante coherente: los criterios modernos sobre conserva-cián de bienes del patrimonio cultural insisten en la obligatoriedad demantener con fidelidad el estado actual de la obra que nos Ilega legadadel pasado y evitar intervenciones conducentes a la fabricacián de Falsoshistáricos. Aceptados estos criterios, no sería coherente utilizar los bienesculturales para recrear una historia con excesivos vuelos fantásticos.

    EL CONTINENTE AMERICANO COMO ESCENARIO VITAL

    Acorde con los objetivos de la opci6n antropológica evolucio-nista elegida como soporte subyacente de la narracián que el museooferta, no podíamos echar en el olvido la propia historia del continentecomo parcela del planeta Tierra, tomándola desde sus orígenes, muchoantes de convertirse en escenario interactivo de la presencia humanasobre su suelo. Se pretende con ello recordar al vistante que hubo untiempo de la historia geológica del mundo en que América no existía yque, a partir de su nacimiento, América fue evolucinando con ecosiste-

    6 El término postmodemo no parece dis-poner todavia de una adecuada defini-ción, resultando a ŭ n vigente la críticaelaborada hace algunos años por Lyo-tard (1986). Pero uno de los temas queemerge del discurso en torno al postmo-dernismo es la crisis de valores y creen-cias que legitimaban la forma de enten-der el pasado. Los postmodernosatacan a los museos porque represen-tan el pasado desacreditado y no ofre-cen guia alguna de cara al futuro (Jen-kinson 1989: 145). Confieso micortedad mental para entender las suti-lezas de ciertas posturas postmodernas(aunque no me preocupa demasiado)pero la propuesta de aproximación delmuseo a la sociedad de forma interacti-va es una experiencia razonable, ac-tual, cuyos frutos podrán ser evaluadosen el futuro. Tampoco abrigo demasia-das dudas respecto de la utilidad de lasnuevas tecnologías en imagen y sonidopara apoyar el discurso museográfico,en especial para suplir las lagunas y si-lencios acerca de la historia social quela cultura material produce y que tanto seestán enfatizando ŭ ltimanente. Pero meresisto a creer que la historia social delmundo sea conservable en su totalidad yexplicable desde el museo. El museo, en-tiendo, será siempre otra cosa.

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  • Salvador Rovira Lloréns

    8. No conviene olvidar que el mayor conti-gente de visitantes esperado será espa-ñol o, en todo caso, europeo, con unaconcepción eurocentrista ce la Geogra-fia y de la Historia.

    mas peculiares que la diferencian básicamente del Viejo Mundo (8). Sinembargo, y dado que este tema es más bien libresco, se desarrollará co-mo texto complementario en la Guía del Museo, en la que hemos reserva-do el adecuado espacio a la explicación de las sucesivas fases de Forma-ción del continente desde la perspectiva actual de la deriva continental yla tectónica de placas.

    La exposición en sí se abre con una breve introduccion cartográfi-ca, ligando así con uno de los ŭ ltimos apartados del Area 1 dedicado ala evolución histótica de la cartografía de América como instrumento delconocimiento, pero ahora con la intención de situar al visitante ante unarealidad física de enormes dimensiones: la magnitud del Continente Ame-ricano en comparación con el resto de los continentes. Un buen MapaMundi es el elemento visual que servirá a estos efectos, situándolo en elelemento arquitectónico a través del cual se accede a la sala. Esta prime-ra impresión visual pretende redimensionar y poner a punto la idea espa-cial de América que cada uno de los visitantes posee, derivada de sus co-nocimientos previos. Puesto que el papel de este mapa es producir unaimpresion gráfica de las dimensiones relativas de los continentes, no esnecesario un gran detallismo toponímo (que podría resultar incluso per-turbador). Es suficiente con que el visitante pueda comparar en una visiónrápida los tamaños de los escenarios que le son más Familiares. Los visi-tantes habituales de museos históricos disponen de recursos autómaticospara comparar factores tales como la dimensiOn del edificio, la extensióndel periodo histórico que se musea y la densidad conceptual y materialde la exposición en los museos que conoce. El Mapa Mundi servirá deadvertencia preliminar en estos casos, acerca de las posibilidades y limi-taciones del discurso subsiguiente, alojado en un contenedor (el edificio ysus salas) de tamaño relativamente reducido. El carácter necesariamentesintético de la narración queda así insinuado.

    El primer gran impacto acerca del continente americano se lograuna vez transpuesto el acceso a la primera sala Area 2, ocupada por unamaqueta de América de 15 metros de longitud de norte a sur, con latransformación de escala conveniente para que se aprecie el relieve. Eltamaño es el adecuado para que el espectador no pueda abarcar con unsólo golpe de vista toda la maqueta, resultando, por tanto, una invitacióna pasear por ella. En la instalación de la sala se ha previsto un ampliodeambulatorio elevado, a manera de balconada, que permite asomarsesobre América y observar los accidentes geográficos más sobresalientes.

    La escenografía de la sala está complementada con una progra-ma audiovisual continuo en videodisco, a cuatro pantallas situadas en lapared lateral al este del continente, comandado por ordenador, cuyasimágenes y sonidos muestran de manera ordenada diversos ecosistemasamericanos, como si se tratara de una excursión real por las tierras deAmérica, sincronizando el mensaie documental con un juego de luces quevan señalando el itinerario sobre la maqueta.

    La sala de la maqueta tiene una componente l ŭdica evidente, invi-tando a participar al visitante en un juego de movimientos y de recrea-ción de ambientes naturales. Pero su función principal es reforzar la ideade la inmensidad de América y hacer patentes los contrastes ecosistemáti-

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    cos derivados de su situación geográfica. Los bloques previstos de infor-mación audiovisual son los siguientes:

    -Hielos del Artico.-Tundra del Artico.-Bosques de coníferas del Subártico.-Región de los Grandes Lagos.-Estepas norteamericanas.-Praderas norteamericanas.-Desiertos norteamericanos.-Area de California.-Montañas Rocosas.-Tierras altas de Mexico central.-Bosque tropical: Yucatán, Colombia, Caribe.-Llanos del Orinoco, Campos del Brasil.-Selva amazónica.-Costa desértica andina.-Valles centrales andinos.-Nevados andinos.-Puna. Lago Titicaca.-Pampa argentina y uruguaya.-Bosques de coníferas araucanos.-Estepa patagona.-Tundra del sur de Chile y Tierra de Fuego.

    La exposición de la realidad continental queda completada conotras dos ayudas gráficas: un Mapa Geológico de los terrenos afloradosy otro Mapa del Aprovechamiento Actual del Suelo, en donde la acciónantrópica comienza a manifestarse. Este epilogo cartográfico está instal-do en el espacio de desahogo previsto tras el descenso de las gradas deldeambulatorio de la sala de la maqueta, y antes de franquear la entradaa la secci6n siguiente.

    Dedicar un espacio tan amplio a esta introducción de índole geo-gráfica, restándolo al resto de las salas, fue una decisión muy meditada.Tanto desde la vertiente de la historia social como desde la antropologíacultural el medio físico tiene un gran peso específico cuyo valor resulta su-perfluo señalar ahora. Pero, aun sin discutir o negar esta valoración, laspropuestas podrían haber sodo muy distintas: desde considerar el factorgeográfico un conocimiento presupuesto en el visitante (y por tanto las re-ferencias geográficas de carácter general e incluso regional resultaríaninnecesariamente redundantes) a, en el extremo opuesto, traducir al len-guaje espositivo el contenido de los manuales de geografía, zoología ybotánica de América (propuesta que consideramos a todas luces fuera delugar) (9). Aquí se ha optado por el juego de impresiones en el propio es-pectador a partir de una gran maqueta del continente y un reportaje au-diovisual, esperando conseguir con sus sugerencias el nivel de concienciaadecuado.

    9. El papel didáctico del museo no puedeni debe suplantar en ning ŭ n momentola función del libro como contenedor ytransmisor de conocimientos. El museono es un competidor de la cultura libres-ca sino uno de sus muchos complemen-tos (además, por supuesto, de ser uninstrumento de investigación que gene-ra nuevos conocimientos que se viertena la letra impresa). EI museo no suple allibro sino que debe ser una invitaciónal estudio más profundo de determina- -dos temas a tráves de la lectura. Pensarlo contrario es cargar las tintas sobre lafunción didáctica del museo (trantandode convertirlo en un microcosmos quese cierra sobre sí mismo) y confundir sufunción educativa e informativa con ladifusión de "pastillas" de cultura de fa-bricación propia para el consumo delos visitantes. Como propone Macdo-nald (1992: 162), la importancia delos museos en relación con el futuro de-sarrollo de la sociedad reside en cómopueden ayudar a sus audiencias a ex-plotar las luentes de información (el mu-seo es un depósito de información, pe-ro no el ŭ nico) en su demanda deconocimientos.Equilibrar los recursos informativos tieneuna impodancia capital en nuestro ca-so, pues la inmensa mayoría de losusuarios del Museo de América no sesienten en modo alguno identificadoscon ni reflejados en el desarrollo cultu-ral americano, excepto quizás en el ŭ lti-mo tramo de la historia colonial hispa-noamericana.Por otro lado, aspectos de la flora y lafauna americana se irán mostrando endiversos puntos de la exposición, vincu-lándolos a la narración. Existe tambiénel proyecto de crear alg ŭ n ambientecon reproducciones de plantas y anima-les autóctonos aprovechando algunode los espocios de los grandes cream-bulatorios del claustro.

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  • Salvador Rovira Lloréns

    10. Aunque para la mentalidad occidentalel hábito más frecuente y familiar Ilevaa la ordenación de los sucesos con re-ferencia al tiempo calendárico y al es-pacio geográfico, no es esa la ŭnicaposibilidad para reconstruir el pasado.La vieja propuesta de Morgan de estu-diar la sociedad y su cultura como unproceso evolutivo desde el salvajismo ala civilización, y sus posteriores remoza-mientos, son también un buen sistema.El tiempo y el espacio son, entonces,variables secundarias.

    11. Alguien podrá pensar que una organi-zación lineal de la historia, contada co-mo una sucesión de "hechos" = culturasentra en contradicción con la forma na-rrativa desarrollada desde el Area 3 enadelante, en donde el factor cronológi-co-espacial queda diluido (pero no

    frente a otros factores culturalesescogidos como clasificadores y con-ductores (economía, sociedad, ritos,etc.). Ciertamente es un contraste por-que son dos maneras distintas de dirigirla narración. Sin embargo conviene re-cordar que uno de los objetivos de laexposición permanente del Museo deAmérica es tacilitar la aproximación delos visitantes a la realidad americana através de sus colecciones, para lo cualexisten varias fórmulas teóricas pero lasprácticas son bastantes menos porquesiempre existen limitaciones. La princi-pal limitación viene dada por el volu-men y contenido de las propias colec-ciones en relación con el tema globalde la Historia de América, cuya dimen-sión sobrepasa con mucho las posibili-dades museográficas de la cultura ma-terial aquí custodiada.Conscientes de esta limitación, y unavez decidido que el Museo debe sergo más que un mero expositor de obje-tos correctamente clasificados en cuantoa su adscripción cultural, parece impres-cindib(e dedicar una parte introductoriade la exposición a revisar someramentela sucesión cultural en un relato museo-gráfico de cor-te clásico, acomodado alcontenido de los libros de arqueolo_giae historia con los que interacciona. bstaes una manera de aproximación a lahistoria muy desacreditada en la museo-logía postmoderna pues presenta (a his-toria como un proceso triunfalista (bur-gués) de mejoras y logros, y esconderos aspectos desagradables de la huma-nidad doliente (la exp(otación, la margi-nación, los conflictos, etc.) (Schlereth1989: 20-21), lo que Jenkinson (1989:145) denomina grandes silencios históri-cos. No se deja de reconocer, sin em-bargo, que los museos no monográficoscon colecciones antiguas procedentesde áreas extensas se adaptan mal aesas nuevas concepciones en las que elfetichismo del objeto está fuera de lu-gar. El Museo de América entra en lacategoría de dichos museos (hacer deél un museo monográfico es una preten-sión descabelladal, lo cual legitima anuestro juicio una sección organizadaen secuencias culturales.

    El conocimiento que de la geografía americana posee el visitantemedio ha de ser refrescado, evitando así el riesgo de que se produzcansituaciones de desorientación importantes, tanto más problables cuantomás nos adentremos en la exposición y cambiemos el hilo de referenciatiempo-espacio, fácil de seguir, por los estadios socioculturales y las pau-tas de comportamiento a partir del Area 3 que, si bien permiten un mejoracercamiento narrativo a la historia social americana (las diferentes es-tructuras de las sociedades, las formas peculiares de resolver las situacio-nes ordinarias o extraordinarias de la vida cotidiana, etc.) en las que elmedio físico es factor desencadenante de primer orden, obliga a un es-fuerzo personal de ubicación topográfica al no explicitarse ésta en el am-biente general por el que transita (10). Me refiero a que cuando el visi-tante entra en una sección encabezada con el rótulo "Per ŭ ", la refenciageográfica de cuanto va ver es evidente: el topónimo Per ŭ no sólo clasifi-ca y sitŭa en el espacio sino que aporta una serie de condiciones ambien-tales (la calidad de las refencias dependerá de la formación individual).En cambio al entar en una sección rotulada, pongo por caso, como "El ci-clo de la Vida", no hay refencias generales temporoespaciales sino cultu-rales, quedando al cuidado individual (con algunas ayudas, claro está) lacorrecta ubicación del contenido en sus esquemas personales.

    Llegamos así a otro mensaje, subliminal si se quiere, de esta pri-mera sección del Area 2: el escenario es tan extenso y variado que lacompresión de la historia de América requerirá del visitante un esfuerzo,una tensión perceptiva, y no una actividad pasiva meramente receptora.

    ENTRAN EN ESCENA LOS PERSONAJES

    Esta sección, con una superficie de unos 210 m 2, se ocupa delcomplejo proceso del poblamiento de América desde sus orígenes hastanuestros días. Mantiene un nexo con la anterior, si bien ahora el marcogeográfico (ya conocido) ha de entenderse como soporte físico de la ac-tividad humana.

    El proceso se ha divido en tres etapas:

    —El poblamiento primitivo.

    —Los aportes étnicos tras el contacto con los europeos (europeosy africanos en América).

    —Los aportes étnicos asiáticos, principalmente en los siglos XIX yXX.

    Como es sabido, el poblamiento primitivo de América por pe-queños grupos de cazadores y recolectores paleolíticos procedentes deAsia, durante los prolongados períodos de conexión territorial de amboscontinentes tras los afloramientos de la plataforma de Beríngia a lo largodel Pleistoceno, tiene a ŭn muchos aspectos que discurren por el terrenode la hipátesis y son temas de investigacián actual sujetos a revisión ocambio. Pero en una narración sintética como la que planteamos es lícitorecurrir a los descriptores esenciales, dejando a un lado los matices ac-tualmente en discusión.

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  • EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL:REFLEXIONES EN TORNO A UNA PROPUESTA MUSEOGRAFICA

    El mecanismo básico por el que se propiciaron estas primeras"migraciones" de bandas paleolíticas, com ŭ nmente aceptado, está ligadoa las glaciaciones pleistocénicas y, en particular, a la glaciación Wisco-sin. También se aceptan dos fases, diferenciadas por técnicas distintas deltrabajo de la piedra, por la morfología instrumental, por los tipos deasentamientos, etc.: una antigua, anterior a c. 25000 AP, y otra más re-ciente posterior a c. 1 5000 AP.

    El afloramiento de amplios puentes terrestres intercontinentalespracticables a pie Ilano a lo largo de dilatados períodos de tiempo, quedapuesto de manifiesto en el Mapa de las Tierras Afloradas durante la glacia-ción Wiscosin, vistas en proyección polar para evitar la deformación queotras proyecciones cartográlicas más habituales producen en estos territo-rios tan septentrionales. El mapa se acompaña de un breve texto explicativode unas 150 palabras, necesario para poner en situación al visitante en loscomienzos de esta nueva etapa del recorrido por el museo.

    El eje temporall lineal cobra ahora un gran protagonismo paraexponer, de una manera gráfica, el calendario de los sucesos más remo-tos (11). Un gran panel recoge a manera de tabla cronológica la secuen-cia de los principales hitos culturales americanos desde los presuntos orí-genes hasta la prehistoria reciente, en la que se da cabida también (enrenglón aparte) a la secuencia sincránica del Viejo Mundo, quizás másfamiliar y por tanto una referencia ŭtil dado que la prehistoria americanaposee una terminología propia, diferente de la europea (12).

    Una vez en suelo americano, el hombre primitivo fue ocupando elterritorio a lo largo de muchos milenios. Ello se hace patente en un Mapade Situación de los principales yacimientos arquelógicos con datacionesconocidas dentro de la prehistoria antigua, distinguiendo con códigos decolores las dos principales tradiciones líticas que caracterizan a los ame-ricanos más primitivos.

    Estas tradiciones líticas quedan ejemplificadas con una adecuadaselección de piezas del Museo (n ŭcleos, bifaces, raederas, puntas de pro-yectil, cuchillos, raspadores), ordenadas en una vitrina. Resulta pertinenteesbozar aquí de manera global las culturas paleolíticas americanas por dosrazones: 1) porque las colecciones del Museo referidas a este período sonescasas y, sobre todo, muy incompletas (13), impidiendo un tratamiento re-gional pormenorizado del tema tal y como se abordará en la sección si-guiente, y 2) porque hablar ahora de las culturas más primitivas y mostraralgunos objetos prototípicos es un buen complemento del inevitable aparatográfico con que se ha de explicar el poblamiento más antiguo de América.

    Un breve texto explicativo de no más de 200 palabras completala información de esta sala, cuyo encabezamiento: "Las Bandas de Pale-olítico Americano" hace una clara referencia a la terminología organiza-tiva de Service (bandas, tribus, jefaturas y estados) que servirá en adelan-te para subdividir los sucesivos estadios de complejidad social crecientede los grupos humanos.

    El segundo momento importante de aporte étnico (prescindiendoahora de los elementos culturales anejos) se produce a partir de 1492con la Ilegada de los europeos e, inmediatamente, de población negra

    12. Un modelo general periodizador delas fases antiguas de la prehistoriaamericana es una opción entre varias,y siempre contará con partidarios ydetractores. Además, la arqueologíade cada país suele enfocar con va-riantes propias sus etapas más anti-guas, lo cual complica si cabe el es-bozo unitario. Entre las muchasdiscusiones habidas en torno a la ter-minologia del paleolitico americano,véase a manera de elemplo una relati-va a Perŭ en Cuesta 11980: 32 y ss.).En nuestro caso se ha tirado por la ca-Ile de en medio, siguiendo en ciertomodo las actuales tendencias de obrasde consulta para el gran p ŭblico comoson los modernos Atlas Históricos.

    13. Muy importante y numerosa es la Co-lección Holmes de material lítico, com-puesta por n ŭcleos, bifaces, raederasy lascas diversas, formada a finalesdel siglo pasado y principios del ac-tual cuando fueron estudiadas antiguascanteras y talleres de talla de los in-dios de las praderas norteamericanas(Holmes 1919). Su adscripcián cultu-ral es dudosa pero muy probablemen-te de época paleoindia.El otro grupo de piezas liticas, con mu-chas puntas de proyectil, procede deChile.No disponemos, sin embargo, de re-presentación genuina de los tipos Clo-vis Folsom y Sandia que caracterizanla litica de grandes áreas del continen-te en el Pleistoceno final.

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  • Salvador Rovira Lloréns

    14. Conviene, con todo, tener presente quelos choques culturales traumáticos y lasexpansiones imperialistas no son tenó-menos exportados a América a partirde 1492. El desarrollo cultural del Mé-xico prehispánico proporciona buenosy tristes ejemplos de crueles enfrenta-mientos grupales para conquistar posi-ciones hegemónicas, y en Suramérica,el imperialismo de los Incas ejemplificael éxito teórico del sojuzgamiento ycambio cultural forzoso impuestos ma-nu militari. Cuando Ilegaron los epaño-les a las áreas nativas de mayor desa-rrollo no encontraron paraísoshabitados por el "buen salvale" sino so-ciedades estatales en tensión, circuns-tancia que favoreció la conquista y, alfinal, el predominio del más fuerte.

    africana. Se ilustrará con un gran Mapa sobre panel con los viajes deColón y las principales rutas de reconocimiento y conquista a lo largo delsiglo XVI y otro Mapa de las Colonias en el siglo XVII, destacando en esteŭ ltimo las áreas española, portuguesa, anglosajona y francesa. Estas ayu-das gráficas tienen por misión presentar las grandes líneas de avancesdel colonialismo europeo y cómo éste fue configurando una nueva estruc-turación geopolítica del territorio a lo largo de una centuria, cuya culmi-nación es el establecimiento de dos grandes bloques "europeizados": ellatinoamericano y el angloamericano. Se pretende, de esta manera gráfi-ca, poner de relieve que la aventura americana y sus posteriores conse-cuencias tuvieron varios protagonistas y que, si en sus inicios fue una em-presa gestada en el contexto de la España moderna de finales del sigloXV, bien pronto se convirtió en una empresa europea trasladándose enbuena medida al escenario americano las tensiones y pugnas que enfren-tan a los grandes imperios coloniales de Europa.

    Los primeros años de la presencia española son evocados conobra gráfica del museo, exhibiéndose aquí diversas escenas de las seriesde cuadros enconchados cuyo tema es la Conquista de México. Estos de-licados cuadros, pintados con la singularísima técnica del áleo sobre unsoporte de tabla y conchas de nácar, son obras mexicanas del siglo XVIIy narran, a veces de manera truculenta, los más destacados episodios dela cránica de Hernán Cortés en relación con la conquista de la capital az-teca, México-Tenochtitlan. Dejando aparte su valor intrínseco como obrasde arte, los enconchados son viñetas de la historia con un estilo y unatención doctrinal propios de su tiempo. Este hecho de armas, como tantosotros acaecidos durante las primeras décadas de la ocupación territorialamericana por las huestes españolas en nombre de la Corona, levantóenconadas protestas y contoversias entre los pensadores contemporáneospor los malos tratos infligidos al indio por el europeo, acabando por con-Figurar una "leyenda negra" en la que, como siempre sucede, hay partede verdad interpretada con Fines partidistas cuyas consecuencias se si-guen hasta la actualidad y quedan reflejadas en las posturas antagánicasde los escritores sobre temas indigenistas, unos negando el genocidio deindios, otros justificándolo en Función de la coyuntura y de la labor civila-dora Ilevada a cabo y otros , en fin, atacando duramente la política dereducción étnica provocada por los españoles en América.

    Conocedores de estas distintas posiciones historiográficas, en eldiseño de esta parte de exposición se ha procuardo no terciar en la polé-mica ni a favor de la postura triunfalista de la "España Imperial" (hoytrasnochada y, en general, vista con cierto desasosiego al otro lado delAtlántico) ni marcando las tintas en el catastroFismo ecosistemático y cul-tural que trastocó el mundo preexistente. El proceso histórico fue como Fuey las colecciones del Museo no permiten por ahora un desarrollo equili-brado de este tema (que será para algunos uno de los grandes silenciosaludidos en la nota 11), de ahí que optemos por no entrar en él, deján-dolo a la opinión formada del propio espectador (14). En cualquier caso,a estas alturas del desarrollo de la exposición no se trata tanto del análi-sis de la repercusión de la Ilegada de los europeos cuanto de señalar elhecho en sí de esta Ilegada y el subsiguiente puente oceánico regular quequedép establecido, a través del cual un importante contigente de colonosiría "emblanqueciendo" la población americana.

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  • EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL:REFLEXIONES EN TORNO A UNA PROPUESTA MUSEOGRAFICA

    Este Fenómeno de cruces raciales, especialmente notorio en el blo-que latinoamericano en donde el mestizaje repercute y estructura de for-ma peculiar la sociedad colonial, se muestra en la exposición a través deuna selección de cuadros del Museo de las series de las Castas.

    Finalmente, en los siglos XIX y XX tuvo lugar un tercer aporte étni-co importe, asiático, propiciado por las necesisdades de mano de obrabarata y abundante para construir las grandes obras p ŭblicas que se fue-ron acometiendo (la extensa red de los Ferrocarriles norteamericanos decosta a costa y el Canal de Panamá) y para alimentar de personal pococualificado las grandes fábricas de la América del desarrollo industrial.Con el tiempo, el agrupamientro de la población de origen chino en lasgrandes ciudades angloamericanos ha dado lugar a los numerosos Chi-natown, barrios de una gran personalidad en donde las tradiciones an-cestrales de sus moradores han tratado de resistir con desigual éxito losembates de civilización occidental. Esta etapa del poblamiento de Améri-ca no podemos ilustrarla con piezas del Museo directamente relacionadoscon el proceso, aunque, a manera de sugerencias, se exponen algunosobjetos de arte oriental. Las fotografías de archivo proporcionan el nece-sario apoyo visual.

    Si bien con fines didácticos se ha dividido esta sección relativa alpoblamiento de América en tres grandes apartados yuxtapuestos, dandouna Falsa imagen de sucesión, en el desarrollo real de los hechos se entre-cruzan y superponen, especialmente los dos ŭ ltimos (15). De ahí que fue-ra necesario completarla con gráFicos del crecimiento de la poblaciónamericana, mapas de procedencia de los aportes étnicos mejor documen-tados y mapas de distribución de estos aportes sobre los territorios ameri-canos confeccionados con los datos estadísticos más recientes, organiza-dos en una serie de paneles de ameno diseño. De este modo el visitantepuede percibir cómo se ha ido generando la variedad racial y la pobla-ción de América en las Edades Moderna y la Contemporánea.

    EL DESARROLLO CULTURAL AMERICANO. UNA VISION ARQUEOLOGICA

    Ninguna sección del Museo tiene un desarrollo historicistas de cortetan clásico como la que expone las diferentes culturas americanas bajo elepígrafe Desarrollo Cultural de Polo a Polo. Ocupa un espacio de unos360 m2, muy reducido para el tamaño y contenido de las colecciones delMuseo si en él pretendiéramos exponerlas como una mera serie de reliquiasde la cultura material. El objetivo, como se ha venido apuntando para todaesta Area, es otro: se trata tan sólo de ofrecer, en una excursión relativa-mente breve, una panorámica de las culturas americanas cuya variedad seexpresa en una primera aproximación mediante el impacto visual de mate-riales de distinta índole tributarios de cánones estéticos también diferentes,agrupados por espacios geográficos y culturas.

    E1 itinerario sigue la misma trayectoria general que ya ha expe-rimentado el visitante al encontrarse con la gran maqueta de América:un viaje imaginario desde las tierras norteñas de clima polar hasta lastambién desoladas regiones del Cono Sur. Pero aquí no serán los pai-sajes los que dirijan la narración sino las obras de los hombres, los ob-jetos cotidianos empleados en sus actividades domésticas, industriales o

    1 5. Probablemente a lo largo de la Histo-ria de América, durante la prehistoriareciente, se han ido produciendo pe-queños aportes étnico-culturales proce-dentes de Asia, Oceanía y Europa conanterioridad a las fechas consideradascomo clave (véase, p. ej. Alcina1985). Pero su peso sobre la configu-racion del mapa racial de América esirrelevante y su influencia sobre la evolu-ción cultural es más que dudosa. De ahíque no se hayan tenido en cuenta enesta sección aunque sí se habla de ellosen el capítulo correspondiente de laGuía del Museo.Cuando la superposición es más evi-dente es o partir de 1492, pues desdeque se estableció el comercio regularde América con Asia (el Galeón deManila desde 1573, por ejemplo) undébil goteo de asiéticos, refacionadosen principio con las plantaciones de tétraídas a América fue Ilegando al Nue-vo Mundo antes del boom del siglo XIX.Asimismo, y como es obvio, la Ilegadade europeos y africanos no se circuns-cribe a la etapa colonial y del comer-cio de esclavos, respectivamente sinoque se sigue hasta la actualidad. El es-quema plasmado en la exposición es,evidentemente, una simplificación opor-tunista.

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    16. Las visitas en grupo (colegiales, turistasy grupos de la tercera edad), con untiempo de permanencia limitada porcuestión de horarios e itinerarios de lasexcursiones de las que forman parte,siempre son un problema para la bue-na comprensión y disfrute de un mu-seo. La comercialización del museocomo una "oferta cultural" (el sentidomercantilista de la frase no deja deproducirme repulsión) impone ciertasmitaciones que hemos de aceptar,ofreciendo un "producto" vendible aesa clientela excursionista que no Ilegaal museo por iniciativa propia sinoarrastrado por una organización. To-da la informacián plasmada en la ex-posicián queda en manos del guia delgrupo, que es quien la interpreta y dis-tribuye. De su nivel de profesionalidaddependerá en gran medida el resulta-do de la visita y la impresián que el vi-sitante Ileve consigo.La visita al museo como experieciapersonal deliberada parte de otraspremisas en las que no entraré aqui yrequiere un mayor nivel de informaciándisponible, cuya seleccián en cadacaso es una decisián particular. Estepŭ blico resulta mucho más sensible alas tensiones y acentos del discursomuseográfico porque dispone del tiem-po suticiente para poner en sintoníasus propias pautas con el ritmo de laexposición.

    rituales. El viaje propuesto ahora no es tanto un recorrido por la geo-grafía humana actual de América como un recorrido por su historia. ElFactor humano es la clave, pero a la dimensión espacial se añade laprofundidad temporal de manera que a cada paso el viajero ha de de-ternerse, escudriñar en el pasado y asumir unas cuantas piezas delrompecabezas que, de forma acumulativa, configuran el mosaico cultu-ral del continente.

    Si mantener orientado al visitante mediante una señalización yrotulacián adecuadas es una preocupacián constante de nuestro proyectomuseográfico, aquí cobra particular protagonismo: cada zona está locali-zada en un pequeño mapa del continente y aquéllas mejor conocidasdesde el punto de vista arqueológico se ilustran con su secuencia culturalcompleta, resaltando en dicha secuencia las culturas que se hallan repre-sentadas en la exposicián, mediante un código de colores.

    Ciertas áreas arqueolágicas o etnográficas poseen un carácterunitario (p. ej. Mesoamérica, Area Andina Media, etc.) que hemos tra-tado de resumir en un breve texto introductorio de algo más de 1.000palabras, y que figura junto a otras ayudas gráficas como son los ma-pas de situacián y alguna fotografía de lugares relevantes (monumen-tos, edificios, o paisajes). Las ayudas gráficas y textos quedan integra-das en el recorrido mediante paneles externos a las vitrinas situadosconvenientemente, de manera que la necesaria detención ante los mis-mos no interrumpa la circulacián general y, al mismo tiempo, no se en-cuentren tan alejados que queden fuera de contexto. Se ha tratado deposibilitar dos niveles de recorrido en el visitante: uno más ligero, paraquienes deseen prescindir de las ayudas, y otro más completo, con unacirculación algo más compleja, en el que toda la información resultaaccesible (16).

    La elaboracián del guián para esta secci6n ha supuesto tenerque superar o pasar por alto hasta cierto punto muchos de los proble-mas que presenta la propia investigacián histárica americana. El volu-men de información disponible para las distintas regiones de Américaes muy desigual y ello influye necesariamente en lo que se puede contarde dichas regiones. Basta con hojear cualquiera de los manuales al uso.Pero también es cierto que dicha información es consecuencia de la re-levancia cultural otorgada a las distintas regiones y a la consiguienteinversián en investigacián. Con ser esto un problema (especialmenteagudo a la hora de clasificar con absoluta precisián materiales etnográ-ficos antiguos de procedencia dudosa dentro de esas regiones menosestudiadas), no es el ŭnico: distintas tradiciones metodológicas han en-focado de manera diferente la ordenación y periodización de las cultu-ras americanas seg ŭn los territorios en los que se implantaban. Así, enMesoamérica ha quedado sancionada por el uso la seriacián por Perío-dos (Preclásico, Clásico, Postclásico), subdivididos en Fases y Horizon-tes, con una intencián cronolágico-cultural guiada por el viejo sentir delinicio (Preclásico), el apogeo (Ciásico) y el declive (Postclásico) de lasgrandes civilizaciones. Las Fechas propuestas para los límites cronologi-cos de períodos y Fases varían de unos autores a otros, valiendo comoejemplo el siguiente, tomado de Weaver (1981: 57) para las fases delPeríodo Preclásico:

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  • EL CONTINENTE AMERICANO Y SU DESARROLLO CULTURAL:REFLEXIONES EN TORNO A UNA PROPUESTA MUSEOGRAFICA

    Weaver (1981)

    Preclásico reciente (400 A.C.-1 D.C.)(o Epi-Olmeca)

    Preclásico medio (1250-400 A.C.)(u Horizonte Olmeca)

    Preclásico temprano (2500-1250 A.C)(o Pre-Olmeca)

    Tolstoy (1978)

    Primeras Fases Intermedias 5-9(500 A.C.-1 D.C.)

    Primeras Fases Intermedias 1-4(900-500 A.C.)

    Período inicial (2400-1400 A.C.)

    En el caso del antiguo Perŭ en los Andes Centrales, la ordenaciánmás utilizada clasificada por Horizontes y Períodos, otorgando a ambosvocablos la misma categoría periodizadora (Horizontes y Períodos soncorrelativos, sin que los primeros compredan a los segundos ni vice-ver-sa), con la sutil referencia estructural de estar refiéndose a épocas de pre-sunta unidad (los Horizontes) y de poliformismo cultural (los Períodos).Otros autores más próximos a enfoques antropolágicos como Lavallée yLumbreras (1985) han propuesto denominaciones tratando de ser másexplícitos en los términos (17). También se aprecian diferencias en los lí-mites cronolágicos, seg ŭn los autores consultados. Valga como ejemplo:

    Lapiner (1976)

    Horizonte Reciente(1420-1532 d.C.)

    Período Intermedio Reciente(1100-1420 d.C.)

    Horizonte Medio(700-1100 d.C.)

    Período Intermedio Temprano(400 A.C.-700d.C.)

    Horizonte Temprano(1400-400 a.C.)

    lavallée y Lumbreras (1985)

    Imperio u Horizonte Inca(c:1440-1532 d.C.)

    Estados Regionales(1100-c. 1440 d.C.)

    Imperio Huari u Horizonte Medio(600-1100 d.C.)

    Culturas Regionales(500 .- 600 d.C.)

    Período u Horizonte Formativo(1750-500 a.C.)

    17. la terminología de Lavallée y Lumbre-ras carece de unidad conceptual. Enunos casos alude a aspectos tecnoló-gicos (Periodo Precerámico), en otrosa la manera de estructurar el territoriodistintos tipos de sociedad (CulturasRegionales y Estados Regionales) y enotros, en fin, a situaciones hegemóni-cas (Imperio Huari, Imperio Inca). Hayen ella, no obstante, la marcada inten-ción de añadir al término que denomi-na un periodo un contenido descripti-vo de carácter socio-cultural.

    Los problemas de periodizacián se agudizan en el Area Interme-dia, donde para los países continentales del entorno caribeño se usan ac-tualmente asépticos Períodos arqueolágicos numerados (del IV al VI paraFechas calendáricas comprendidas entre el 1000 a. de C. y el 1500 d. deC.). En la bibliografía de hace algunos años se usaban Períodos definidospor cambios estéticos en las producciones cerámicas (Decoracián lineal,Polícromo, etc.) (Snarskis 1981).

    Países como Colombia y Ecuador tampoco escapan a este proble-ma, estudiándose en los manuales clásicos como mosaicos de culturas oestilos sin claras acotaciones temporales (18), dándose como origen de losgrupos organizados en jefaturas una fecha imprecisa en tomo al 500 a.deC. (Lapiner, 1976). En Ecuador las seriaciones de fechas radiométricasobtenidas en las pasadas décadas han permitido elaborar mejores tablascronolágico-culturales (Alcina 1981) y matizar la estructura en Períodos(Precerámico, Formativo, de Desarrollo Regional, de Integracián) vigentedesde comienzos de la década de los sesenta. Nuevas matizaciones hansido añadidas por autores como Luis G. lumbreras, trantando de unificar

    18. Este problema es más acusado en elcaso de la arqueología colombiana.

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    en lo posible la periodización ecuatoriana con la del Perŭ dadas las simili-tudes observadas en los procesos evolutivos culturales de ambos territo-rios, divididos ahora por las fronteras políticas actuales (Lavallée y Lum-breras 1985).

    Finalmente, las "áreas marginales" ocupadas por tribus indígenasy estudiadas por la Etnología carecen de buenas tramas cronológicas. Losmétodos científicos aplicados a su estudio, dimanados de los enfoquesantropológicos y etnográficos, han encarado con desigual intensidad elestudio de los grupos residuales que sobreviven en nichos ecológicos des-conectados de las áreas de crecimiento moderno (es el caso de extensosterritorios de Suramérica o de las reservas de indios en Norteamérica).Sabemos, sin embargo, que muchos de estos grupos indígenas que viveno han vivido hasta hace relativamente pocos años entroncan con tradicio-nes y modos de vida paleoindios originados muchos miles de años atrás.

    Un segundo grupo de problemas circunstanciales proviene de lanaturaleza y contenido de las colecciones custodiadas en el Museo deAmérica, que no reflejan de manera adecuada toda la variedad culturaldel continente. Junto a las importantísimas y numerosas colecciones deobjetos peruanos prehispánicos están los relativamente menguados fon-dos mesoamericanos (aunque representados por piezas de singular rele-vancia). Una exposición diseñada con criterios de proporcionalidad ma-terial daría la falsa impresión en el visitante de una mayor importancia deciertas culturas peruanas (Moche, Chim ŭ , Mazca, Inca) respecto de lasmesoamericanas (Teotihuacán, Maya, Azteca), cuando el registro históri-co otorga niveles de complejidad y desatrrollo similares a ambas regionesnucleares de las altas culturas. Por otro lado, los distintos criterios u opor-tunidades de acopio habidas desde el siglo XVII, con las que se configu-raran las antiguas colecciones que son la base con la que se creó el Mu-seo en la década de los cuarenta, se adaptan mal a la filosofía actual delMuseo de América cuya intención no es exponer lo que se tiene (hubierasido una posible opción, aunque ciertamente desafortunada en los tiem-pos que corren), sino contar de la mejor manera la historia del hombre enAmérica a tráves de su riqueza cultural. Fue precisamente esa descom-pensación de la cultura material acopiada uno de los argumentos máspoderosos para huir de un desarrollo expositivo historicista en todo elMuseo. En esta sección de la que nos estamos ocupando, que sí tiene undesarrollo historicista, el visitante avisado percibirá las carencias de re-presentación de algunas culturas (que evidencian las secuencias cronoló-gico-culturales completas y mapas que ilustran y orientan cada parte delrecorrido), pero será consciente, al mismo tiempo, de que aquello que sele ofrece es una muestra compensada de los fondos disponibles y no unvacío intencionado.

    Es inevitable que estos condicionantes influyan en el discurso mu-seográfico y no se puede pretender dejar claro en el visitante aquello queno tiene claro la propia investigación. No es solución "elaborar" una his-torieta bien hilada por mor de una acción didáctica mal entendida. Tam-poco lo es bajar el nivel informativo porque ello no hace desaparecer laspáginas en blanco de la Historia de América. Las ausencias y los distintosenfoques son también elementos de la exposición.

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