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El Edificio de Dios - Witness Lee

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    El edificio de Dios

    CONTENIDO1.  La mezcla de Dios y el hombre2.  La casa de Dios en el sueño de Jacob3.  El principio subyacente a la edificación divina presentado en el Evangelio de

    Juan4.  Vida y edificación en el Evangelio de Juan5.  La edificación según las enseñanzas contenidas en las Epístolas

    PREFACIO

    Este libro se compone de mensajes dados por el hermano Witness Lee para unentrenamiento celebrado en la ciudad de Altadena, California, durante el verano de1963. Los mensajes no fueron revisados por el orador.

    CAPÍTULO UNO

    LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE

    Lectura bíblica: Gn. 2:9-12; 6:14-16; Éx. 25:8-9; 1 R. 6:1; Jn. 1:14; 2:19-21; Ap.21:2, 12, 14, 23; 22:1

    En las Escrituras se nos presentan diversas vertientes de la verdad con respecto amuchos temas importantes. Por ejemplo, una de las vertientes o líneas que podemos

     percibir desde el inicio mismo de las Escrituras hasta su conclusión, concierne al temade la vida divina. También podemos detectar una línea de pensamiento que trata sobrela redención, otra que trata sobre el pecado, e incluso otra que trata sobre el enemigo deDios, Satanás, el diablo. La obra de edificación que Dios lleva a cabo constituye unalínea de suma importancia, la cual se halla presente en toda la Biblia. Sin embargo, hoyen día muchos cristianos no le dan la debida importancia a este tema; es difícil encontrar

    un libro o escuchar mensajes que traten sobre el edificio de Dios.

    Al inicio mismo de las Escrituras encontramos el pensamiento relacionado con la vidadivina y la edificación, y el concepto de que dicha vida tiene como finalidad el edificiode Dios. De hecho, los primeros dos capítulos de la Biblia nos proveen un plano odiseño del plan de Dios. Todos sabemos que un plano tiene como finalidad laconstrucción de un edificio. En Génesis 2 encontramos el árbol de la vida, y junto alárbol de la vida encontramos las aguas vivas que fluyen (vs. 9-10). En este fluir de aguade vida encontramos los materiales preciosos requeridos para el edificio de Dios: oro,

     bedelio (una especie de perla) y ónice (vs. 11-12).

    Al comienzo de las Escrituras vemos la vida con los materiales para la edificación, y alfinal, cuando las Escrituras alcanzan su conclusión y máxima consumación, vemos un

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    edificio, representado por la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Este edificio, cuyo centroes la vida, está edificado con oro, perlas y piedras preciosas. Esto nos muestra que lasEscrituras, por un lado, son un libro de vida, y por otro, un relato concerniente aledificio de Dios. Así pues, a lo largo de toda la Biblia podemos encontrar muchasreferencias concernientes a esta obra de edificación; por lo cual podemos afirmar con

    toda certeza que las Escrituras son un relato de la edificación que Dios realiza.

    LA CREACIÓN DE DIOS Y EL EDIFICIO DEDIOS

    En primer lugar, debemos percatarnos de la diferencia que existe entre la obra creadorade Dios y Su obra de edificación. En los sesenta y seis libros que componen lasEscrituras, únicamente los dos primeros capítulos de Génesis tratan sobre la creación.Una vez finalizada Su obra de creación, la labor de Dios consiste en edificar. Así pues,la mayor parte de las Escrituras, desde el tercer capítulo hasta el último, trata sobre el

    edificio de Dios.  

    Como hemos visto, al comienzo de las Escrituras está el huerto de Edén, mientras que alfinal de las mismas vemos una ciudad. Un huerto nos presenta un panorama natural, unaescena de la naturaleza; pero una ciudad es diferente, pues es una edificación. CuandoDios completó la creación, obtuvo un huerto, pero no un edificio. Es decir, el resultadofinal de Su obra de creación fue un huerto, pero ello no le satisfizo. Por tanto, desde esemomento Dios dio inicio a una labor adicional, la cual no consistió en crear sino enedificar. Es únicamente después de haber completado Su obra de edificación a lo largode todas las generaciones que Dios obtendrá, no sólo un huerto, sino un edificio.

    En la creación, la persona de Dios no se forjó en Sus criaturas en ninguna medida. Sinembargo, al realizar Su obra de edificación, Dios mismo se mezcla con Su creación. EnSu obra de creación, Dios creó algo con Sus manos, pero Él mismo no era el material;mientras que en Su obra de edificación, Dios edifica consigo mismo como el material.Así pues, en la obra de edificación que Dios realiza, Él se mezcla con Su creación. Portanto, el edificio de Dios consiste en la mezcla divina de Dios mismo con Su criatura, elhombre.

     Nosotros formamos parte tanto de la creación de Dios como de Su edificio. Como merascriaturas que forman parte de la creación de Dios, nada de Dios se ha forjado en nuestro

    ser; pero, como aquellos que forman parte del edificio de Dios, ciertamente algo de Diosse ha forjado en nuestro ser. Si nuestro ser no poseyera nada de Dios mismo, noformaríamos parte de Su edificio y solamente seríamos parte de Su creación. Así pues,¿en qué consiste el edificio de Dios? Consiste en la edificación conjunta de Dios y elhombre.

    EL ARCA REPRESENTA A CRISTOCOMO LA EDIFICACIÓN CONJUNTADE DIOS Y EL HOMBRE

    En las Escrituras, la primera edificación dispuesta por Dios fue el arca de Noé(Gn. 6:14-16). El arca tipifica a Cristo el Redentor, quien llega a ser nuestro

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    Salvador. Él trae consigo redención, liberación, salvación, seguridad yprotección. ¿Por qué, entonces, el arca debía ser una edificación? Es posible quenos hayamos percatado de que el arca de Noé tipifica a Cristo, peroprobablemente no sepamos por qué era necesario que fuese una edificación.Detrás de ello se encuentra el pensamiento divino que muchos han pasado por

    alto.

    Erigir un edificio simplemente significa unir diversos materiales. Cristo, elRedentor y Salvador, es una edificación. Él no solamente es Dios, sino tambiénun Dios-hombre; Él es Dios y el hombre conjuntamente edificados. En elprincipio, Cristo era únicamente Dios. Juan 1:1 dice que en el principio era el

     Verbo, y el Verbo era Dios. Sin embargo, el versículo 14 dice que el Verbo se hizocarne. El Verbo, quien es Dios mismo, se mezcló con la humanidad. Estoconstituyó una edificación. El versículo 14 dice que cuando Cristo, el Verbo deDios, se hizo carne, Él fijó tabernáculo entre nosotros. El Señor encarnado es,pues, un tabernáculo, una edificación en la que el material divino se mezcla con

    el material humano. En Cristo está tanto la divinidad como la humanidad. Susdos naturalezas son los materiales que se han entremezclado a fin de seredificados conjuntamente como una sola entidad. Cristo el Salvador, quien esDios encarnado, es la edificación, la mezcla, de la divinidad y la humanidad, esdecir, el edificio compuesto de Dios y el hombre.

     Antes de ser salvos, únicamente formábamos parte de la creación de Dios; noformábamos parte de Su edificio. En el mejor de los casos, sólo formábamosparte de los materiales requeridos para dicha edificación. Sin embargo, ahoraque somos salvos, Dios se ha mezclado con nosotros. Él ha mezclado lanaturaleza divina con la naturaleza humana, haciendo de nosotros un edificio

    divino.

    Los números tres y cinco aparecen con frecuencia en relación con la edificacióndel arca. El arca tenía trescientos codos de longitud, cincuenta codos de ancho ytreinta codos de alto. Además, tenía tres pisos, no dos ni cuatro, y tenía una sola

     ventana o tragaluz. El número tres hace alusión al Dios Triuno —el Padre, elHijo y el Espíritu—, mientras que cinco es el número que denotaresponsabilidad, de la misma manera que los cinco dedos que tenemos en cadamano asumen la responsabilidad de hacer muchas cosas. El número cinco estácompuesto de cuatro más uno. El número uno representa al único Dios,mientras que cuatro es el número que denota a las criaturas, tal como los cuatro

    seres vivientes mencionados en Apocalipsis 4:6-8. Así pues, cuatro más unosignifica el Creador añadido a las criaturas para llegar a ser una edificación.Cristo es Dios mismo mezclado con la creación, es decir, el “uno” mezclado conel “cuatro”. Cristo es el verdadero “cinco”, y como tal, Él es el Dios-hombre, Diosmezclado con la humanidad, quien se hace responsable por nosotros delante deDios. Además, en este Cristo, el arca, están los “tres pisos”: el Padre, el Hijo y elEspíritu.

    EL TABERNÁCULO Y EL TEMPLOREPRESENTANLA MEZCLA DE DIOS CON SUS CRIATURAS

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    Los números tres y cinco aparecen también muchas veces con relación a laedificación del tabernáculo relatada en el libro de Éxodo (25:8-9). Muchos delos componentes del tabernáculo medían tres y cinco. Así como el arca tenía trespisos, el tabernáculo también tenía tres partes: el atrio, el Lugar Santo y elLugar Santísimo. Las tablas del tabernáculo medían un codo y medio de ancho,

    por lo cual, al emparejarse dos tablas, medían un total de tres codos de ancho.La altura de estas tablas era de diez codos, y cada tabla estaba dividida en dosmitades de cinco codos de altura cada una, al igual que los Diez Mandamientostambién estaban escritos sobre dos tablas con cinco mandamientos en cada una.

    En el Lugar Santo encontramos tres muebles: la mesa de los panes de laproposición, el candelero y el altar del incienso. Asimismo, el arca deltestimonio guardaba en su interior tres cosas. Hay muchos otros aspectosrelacionados con el tabernáculo en los que vemos los números tres y cinco.Nuevamente, el número tres representa al Dios Triuno, mientras que el númerocinco representa la adición de Dios a Sus criaturas; por tanto, el edificio de Dios

    es la mezcla de Dios con Sus criaturas.

    En relación con esto, también podemos mencionar diversos aspectos en cuantoa la edificación del templo (1 R. 6:1). El templo es un cuadro completo de lamezcla de Dios con Sus criaturas. Nuevamente, en el templo vemos el atrio, elLugar Santo y el Lugar Santísimo. Estos representan los tres “pisos” del DiosTriuno. Cuando Cristo el Señor se encarnó, Él afirmó ser el templo. Por un lado,al encarnarse, Él era el tabernáculo; pero, por otro, en Juan 2:19 Él dijo:“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. El cuerpo del Señor era untemplo, la casa de Dios, que el pueblo judío derribó, pero el Señor se levantónuevamente después de tres días. Ésta es una prueba más de que el Señor

    mismo es una edificación.

    LA IGLESIA ES LA MEZCLA DE DIOS Y ELHOMBRE

    El principio según el cual el Señor es una edificación es que Dios se mezcla conla humanidad, y este mismo principio rige toda obra edificadora que Diosrealiza. Por tanto, la iglesia es también la mezcla divina de Dios mismo con lahumanidad. La iglesia no pertenece a la vieja creación. La iglesia es el edificio deDios, el cual está compuesto por Dios mismo como el material divino que se ha

    mezclado con el material humano, el hombre. En este sentido, la iglesia puedeser considerada un híbrido. Un híbrido es una mezcla de dos vidas y naturalezasque llegan a constituir una sola entidad. La mezcla de un ciruelo y un durazno,por ejemplo, es una planta híbrida. La iglesia es un híbrido divino por ser lamezcla de Dios con el hombre.

    Tal vez hablemos mucho sobre la edificación de la iglesia; sin embargo, tenemosque percatarnos de que tal edificación consiste en mezclar a Dios con el hombre.Cuanto más nos mezclemos con Dios, más seremos edificados juntamente comouna sola entidad. Si Dios no está presente, resulta imposible que seres humanossean juntamente edificados como una sola entidad. Aun si esto fuera posible, taledificación no sería el edificio de Dios, sino una simple edificación o agrupación

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    humana. La iglesia, por ser el edificio de Dios, no es una mera combinación ocomposición humana, sino que es la mezcla de Dios y la humanidad.

    LA NUEVA JERUSALÉN, LA MÁXIMA

    CONSUMACIÓNDE LA MEZCLA DE LA DIVINIDAD CON LAHUMANIDAD

    Después de la iglesia, la siguiente etapa en cuanto al edificio de Dios es la NuevaJerusalén (Ap. 21:2). El arca de Noé, el tabernáculo, el templo, Cristo, la iglesia yla Nueva Jerusalén, todos forman parte de la obra edificadora de Dios. Sinembargo, todas estas entidades constituyen diferentes aspectos de un mismoedificio, y no diferentes edificios. De hecho, en la Nueva Jerusalén podemoshallar elementos relacionados con el arca de Noé, con el tabernáculo erigido por

    Moisés y con el templo levantado por Salomón en la vieja Jerusalén.Ciertamente podemos ver a Cristo como la casa y el templo de Dios, y tambiénpodemos ver la iglesia. Por tanto, la Nueva Jerusalén es la suprema expresióndel edificio de Dios y su consumación.

    En la Nueva Jerusalén se encuentran inscritos los nombres de las doce tribus deIsrael y los nombres de los doce apóstoles del Cordero (vs. 12, 14). Las docetribus de Israel representan a los santos de la era antiguotestamentaria,mientras que los doce apóstoles representan a los santos de la eraneotestamentaria. Esto nos muestra que la Nueva Jerusalén es una entidad

     viviente compuesta por todos los santos que vivieron tanto en la época del

     Antiguo Testamento como en la época del Nuevo Testamento.

     Además, Dios es la luz de la Nueva Jerusalén, y Cristo es la lámpara (v. 23). Diosestá en Cristo, y a partir de Dios que está en Cristo fluye el Espíritu como el ríode agua de vida (22:1). Dios el Padre es la luz, Dios el Hijo es la lámpara y Diosel Espíritu es el río de agua viva. Desde el centro, esto es, desde el trono de Dios

     y del Redentor, el Dios Triuno fluye a toda la ciudad para que se produzca lamezcla de Dios con Sus criaturas. Éste es el verdadero significado del edificio deDios. Por tanto, la Nueva Jerusalén es una entidad viviente compuesta por todoslos redimidos a lo largo de todas las generaciones, cuyo centro es Dios en Cristomediante el Espíritu Santo. Así pues, se trata de un hombre universal y

    corporativo que se ha mezclado con Dios a fin de llegar a ser el Cuerpo vivientede Cristo y una ciudad edificada.

    La Nueva Jerusalén es un cuadro completo de la mezcla del Dios Triuno con Suscriaturas redimidas, es decir, de la mezcla de la divinidad con la humanidad.

     Ahora, Dios ya no es meramente un Dios que está fuera del hombre, sino que Éles el Dios que está dentro del hombre.

     Además de este único edificio, no existe otro edificio de Dios. Dios únicamentetiene un edificio en el universo. ¿Por qué, pues, el Señor habló en Juan 14:2 de“muchas moradas”? En 2:16, el Señor claramente indicó que la casa del Padre esel templo. Entonces, ¿qué es la casa del Padre mencionada en 14:2? Este

     versículo dice: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo

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    os lo hubiera dicho; voy, pues, a prepar ar lugar para vosotros”. ¿Cómo podemoshacer concordar este versículo con el edificio de Dios? Cuando algunos predicanel evangelio, les dicen a las personas que si ellas no creen en Jesús, se irán alinfierno, pero que si creen, irán a una mansión celestial, o a ciertas instalacionesen los cielos. ¿Acaso deberíamos creer que hoy, mientras Dios edifica Su iglesia,

    Él también está construyendo mansiones en los cielos? Muchas veces se me hacondenado por predicar que no hay “mansiones celestiales”. Al predicar así, noobstante, mi propósito no es predicar en contra de las mansiones celestiales,sino, más bien, ayudar a los hijos de Dios a conocer en qué consiste el verdaderoedificio de Dios. El verdadero edificio de Dios no es un palacio en los cielos, sinola mezcla de Sí mismo con Su criatura, el hombre.

     Algunos himnos contienen el pensamiento de que Dios es un Dios que está enlos cielos y que, un día, nosotros también iremos a los cielos. No piensen que yono creo que los cielos existen. Ciertamente creo que los cielos existen y que hayun Dios en los cielos, pero los cielos, donde está ahora Dios, no son la eterna

    morada de Dios. Podemos demostrar esto con lo que Apocalipsis 21:2 dice: “Y vila santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuestacomo una novia ataviada para su marido”. En la eternidad Dios morará en laNueva Jerusalén, la cual desciende del cielo. Quizá tengamos el concepto de queiremos a los cielos, pero el hecho es que Dios descenderá de allí. La morada deDios en la eternidad es Su edificio divino, la Nueva Jerusalén, la mezcla de ladivinidad con la humanidad.

    EL PENSAMIENTO CENTRAL DE LASESCRITURAS

    Debemos cambiar nuestra manera de pensar. Si examinamos dónde se originael concepto de “las mansiones celestiales” , descubriremos que procede de lasenseñanzas del catolicismo romano y se basa en supersticiones. Ciertamentecreemos en un paraíso preparado por Dios, pero tenemos que comprender ytener presente que el pensamiento divino, tal como es presentado a lo largo delas Escrituras, no da lugar a la idea de que Dios está buscando una moradafísica. Una morada física jamás podría satisfacer a Dios. El pensamiento divino,que ocupa un lugar central en las Escrituras, es que Dios está buscando obtenerun edificio divino, el cual consiste en la mezcla de Sí mismo con la humanidad.Él está buscando una entidad viviente compuesta por personas vivas, las cuales

    han sido redimidas por Él y se han mezclado con Él.

    Después de Su obra de creación, Dios comenzó la obra de producir el edificiodivino, la cual sigue llevándose a cabo. Incluso en nuestros días, Dios siguerealizando la obra de producir el edificio divino, la cual consiste en mezclarsecon el hombre. Predicamos el evangelio no solamente para ganar almas o parasalvarlas del infierno, sino para ministrar a Dios al hombre mediante el Espíritua fin de que Dios pueda mezclarse con el hombre. De esta manera, obtenemoslos materiales necesarios para el edificio divino. Asimismo, ministramos aCristo a los santos a fin de que ellos puedan mezclarse con Cristo y, así, seredificados juntamente con Él. Éste es el pensamiento central y fundamental querige todo cuanto hacemos.

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    Si mediante mi ministerio no he sido capaz de ayudar a las personas a que semezclen más y más con Cristo, entonces mi ministerio habrá sido un completofracaso. El éxito de un ministerio estriba en ministrar a Cristo a las personas,ayudándolas, así, a mezclarse con Cristo. Quizá antes de recibir dicho ministeriohayamos poseído apenas un poco de Cristo, pero después de recibirlo,

    obtenemos mucho más de Él. Este ministerio nos ministra a Cristo mismo yhace que crezcamos más en Cristo y que nos mezclemos con Él continuamente.Esto lleva a cabo la obra de edificación, la cual consiste en la mezcla divina deDios con el hombre.

    Mezclarse con Dios día a día es un asunto profundo, central y fundamental. Losesposos deben amar a sus esposas, y las esposas deben sujetarse a sus esposos;no obstante, el hecho de que los esposos meramente amen a sus esposas nosignifica mucho. El auténtico amor, aquel que es verdaderamente valioso a losojos de Dios, es el amor que resulta de la mezcla de Cristo con los esposos. SiCristo está mezclado con el amor de una persona, allí vemos el edificio divino.

     Algunas personas dicen que las mujeres japonesas son muy sumisas a susmaridos. Sin embargo, la sujeción de una esposa a su marido no tiene mucho valor de por s í; más bien, la sujeción de las esposas debería ser producto de lamezcla de Cristo con ellas. Si hay algo de Cristo mezclado con la sumisión deuna esposa, allí hay algo del edificio divino. Tanto el amor de los esposos comola sumisión de las esposas deberían ser producto de la mezcla de Dios con elhombre, es decir, el edificio divino.

    No olviden que después de que Dios terminó Su obra de creación, la obra deedificación que Él está realizando hoy consiste en mezclarse con el hombre. Entodas nuestras experiencias espirituales, Dios tiene que mezclarse con nosotros,

    lo cual constituye el edificio divino. No basta con ser personas humildes,amorosas y sumisas, sino que en todo ello tiene que realizarse la obra divina deedificación, la cual consiste en que Dios se mezcle con nosotros. Por todo lodicho, ahora podemos comprender qué es el edificio de Dios, la casa de Dios y lamorada de Dios. La morada de Dios no es otra cosa que la mezcla de Dios con elhombre. En esto también consiste la edificación de la iglesia. Que la gracia deDios nos permita ver cada vez más claramente, que la mezcla de Dios con elhombre es, de hecho, el verdadero edificio divino.

    CAPÍTULO DOS

    LA CASA DE DIOS EN EL SUEÑO DEJACOB

    Lectura bíblica: Gn. 28:10-22; Jn. 1:51; 14:2-6, 20; 1 P. 2:5

    En las Escrituras vemos primero la obra de creación de Dios y, después, Su obra deedificación. En el capítulo anterior vimos que una vez finalizada la obra de creación,Dios obtuvo un huerto, el huerto de Edén, y que una vez concluida Su obra deedificación, Él obtendrá la santa ciudad, la Nueva Jerusalén. Una ciudad es muydiferente de un huerto. En un huerto podemos contemplar un paisaje natural compuesto

     por todo aquello que Dios creó. La ciudad, en cambio, es una obra de edificación; no es

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     producto de la naturaleza, sino que es algo que ha sido edificado. Tenemos que tener enmente estos dos cuadros: un huerto y una ciudad.

    Después que Dios completó Su obra de creación en Génesis 2, vemos el huerto de Edén,en el cual Dios puso al hombre creado por Él. Dios puso al hombre frente al árbol de la

    vida con el propósito de edificar al hombre consigo mismo, al hacer que el hombre leexperimentará a Él como vida (vs. 8-9). Junto al árbol de la vida se encuentra un río quefluye, y en la corriente de dicho río hallamos materiales preciosos que son aptos para eledificio (vs. 10-12). Esto se hace mucho más claro al considerar los últimos doscapítulos de las Escrituras. En los últimos dos capítulos de Apocalipsis vemos unaciudad edificada con esos materiales preciosos, a saber, una ciudad de oro, perla y

     piedras preciosas. Esto nos revela que después de Su obra de creación, Dios se propusollevar a cabo una obra de edificación, la cual consiste en forjarse en el hombre y forjaral hombre en Sí mismo.

    Todas las Escrituras nos revelan estas dos obras de Dios: la obra de creación, y la obra

    de edificación, en la que Dios se forja en el hombre y el hombre es forjado en Dios. Eledificio de Dios consiste, pues, en la mezcla de la divinidad y la humanidad. Por tanto,al final de las Escrituras encontramos una ciudad, el edificio de Dios, y dicha ciudad esla mezcla de Dios con todos Sus redimidos, entre los cuales se incluyen tanto los santosdel Antiguo como del Nuevo Testamento, quienes juntos constituyen un vaso que tienea Dios mismo como su contenido y se han mezclado plenamente con Dios y están llenosde Él. En esto consiste la mezcla de Dios con el hombre, a saber, el edificio de Dios.

    CASA DE DIOS Y PUERTA DEL CIELO

    En Génesis 28 Dios revela por primera vez que Él y el hombre habrían de serconjuntamente edificados al traer los cielos a la tierra y llevar la tierra a los cielos, a finde unir los cielos y la tierra. La historia de Betel, relatada del versículo 10 al 22, esmaravillosa y está llena de principios divinos relacionados con el edificio de Dios. Esnecesario recurrir a la totalidad de las Escrituras para poder explicar este breve relatoacerca de Betel.  

    Antes de aquel tiempo, el hombre era un viajero errante. Cuando Jacob tuvo su sueño enBetel, él era un viajero errante que no tenía hogar y que tampoco podía hallar reposo. Élincluso tuvo que recostar su cabeza en una piedra lisa y dura, que le sirvió de almohada.Sin embargo, si leemos este pasaje de la Biblia detenidamente nos daremos cuenta de

    que no solamente el hombre era un viajero errante, una persona carente de hogar, sinoque incluso Dios mismo carecía de hogar y de un lugar de reposo. En semejantesituación, Dios le dio a Jacob un sueño simple en el que una escalera establecida en latierra llegaba hasta los cielos. Por aquella escalera ascendían y descendían los ángelesde Dios. Después que Jacob despertó, dijo algo maravilloso: “¡Cuan terrible es estelugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo” (v. 17). Verdaderamente, un

     joven tan travieso como Jacob no pudo haber dicho por sí mismo algo tan maravilloso.

    Al hablar de la puerta del cielo, él indicó que los cielos estaban abiertos y que las personas podían entrar allí. En otras palabras, las personas podían entrar en Diosmismo. Al igual que una calle, una escalera es un camino, excepto que es un caminovertical. Aquella escalera era un camino vertical que unía la tierra a los cielos, es decir,que ascendía del hombre a Dios y descendía de Dios al hombre. Además de esta

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    escalera, este camino vertical, vemos que los cielos, donde está Dios, están abiertos.Esto significa que hay una entrada mediante la cual el hombre puede acudir a Dios ytener contacto con Él.

    En lo que se refiere a los cielos abiertos, este lugar es la puerta del cielo; mientras que

    en lo referido al lugar aquí en la tierra, dicho lugar es Betel, la casa de Dios, la moradade Dios y el lugar de Su reposo. El lugar del reposo de Dios no se halla en los cielos,sino que está en la tierra. Quizá nosotros queramos ir al cielo, pero Dios quiere venir ala tierra. En Mateo 6:10 dice: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo,así también en la tierra”. Dios anhela venir a la tierra porque la tierra ha sidomalignamente corrompida, usurpada y ocupada por el enemigo de Dios. Dios desearecobrar la tierra. Hoy en día en el cristianismo circula un concepto errado. Las personascon frecuencia hablan acerca de un “hogar celestial”, pero no existe tal cosa en lasEscrituras; más bien, el propósito de Dios es tener una morada, un Betel, aquí en latierra.

    LA ESCALERA CELESTIALEn este cuadro podemos encontrar todos los principios divinos que rigen la obrade edificación que Dios realiza. El edificio divino consiste en la apertura de loscielos a fin de que los cielos se unan a la tierra y la tierra se una a los cielos pormedio de la escalera celestial. Si queremos ver qué es esta escalera, debemosreferirnos a Juan 1:51, que dice: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cieloabierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Sinduda alguna, ésta es una referencia a Génesis 28. En Génesis 28 hay unaescalera sobre la cual los ángeles de Dios ascienden y descienden, mientras que

    en Juan 1 esta escalera es el Hijo del Hombre, sobre quien los ángeles de Diosascienden y descienden. Por tanto, la escalera es el propio Señor Jesús, el Hijodel Hombre, el Cristo encarnado.

     Además, en Juan 14:6 el Señor dijo: “Yo soy el camino ... nadie v iene al Padre,sino por Mí”. El Señor Jesús no es un camino horizontal, sino el camino verticalpor el cual, y a través del cual, venimos a Dios. Cristo es el camino, y como tal,Él es la escalera. Es Él quien trae los cielos a la tierra, y es Él quien une la tierraa los cielos. Es Él quien introduce a Dios en el hombre e introduce al hombre enDios. Él es el camino, el camino vertical, que une a Dios con el hombre y haceque los cielos y la tierra sean uno.

    En Juan 1:51 el Señor dijo que los ángeles de Dios ascendían y descendían, nosobre el Hijo de Dios, sino sobre el Hijo del Hombre. En el primer versículo deeste capítulo vemos que el Señor es, en la eternidad pasada, el Verbo eterno, laexpresión de Dios. Después, según el último versículo de este mismo capítulo,

     vemos que el Señor es, en la eternidad futura, el Hijo del Hombre. ¿Cómo hallegado el Verbo eterno a ser el Hijo del Hombre? Haciéndose carne, tal como lodice el versículo 14. El Verbo eterno se encarnó y fue hecho el Hijo del Hombre.El Hijo del Hombre es Dios mezclado con el hombre, un Dios-hombre. Él es unhombre procedente de los cielos que, sin embargo, está en la tierra; y, al mismotiempo, es un hombre en la tierra que, no obstante, continúa en los cielos y

    procede de los cielos. Este maravilloso Hijo del Hombre une a Dios con el

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    hombre y hace que los cielos y la tierra sean uno. Por tanto, Él es la verdaderaescalera.

    No debemos olvidar que Juan 1:51 es una referencia a Génesis 28. Junto con laescalera celestial de Génesis 28 tenemos los cielos abiertos y Betel, la casa de

    Dios aquí en la tierra. Esto nos muestra que, debido a que el Señor Jesús es elcamino celestial y vertical, tenemos los cielos abiertos y la casa de Dios aquí enla tierra.

    EL ACEITE DERRAMADO SOBRE LA PIEDRA

    Génesis 28:18-19a dice: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra quehabía puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Yllamó el nombre de aquel lugar Bet-el”. Jacob dio el nombre de Betel nosolamente a aquel lugar, sino también a la piedra. Esto es muy significativo.

     Aquella piedra, la cual era Betel, la casa de Dios, fue el lugar en el cual ese viajero errante pudo descansar su cabeza. Además, este lugar donde el hombrehalló reposo, es también la morada misma de Dios. No solamente aquel lugar,sino también aquella piedra sobre la cual se derramó aceite, la almohada sobrela cual el hombre descansó, es Betel, la casa de Dios. Allí donde el hombre hallareposo, mora Dios.

    Para que haya una casa de Dios aquí en la tierra, tiene que haber piedras sobrelas cuales el aceite sea derramado. En las Escrituras el aceite representa alEspíritu Santo, el tercero del Dios Triuno, que viene a visitar al hombre. CuandoDios está escondido en los cielos, Él es el Padre; nadie puede conocer al Padre

    en Sí mismo y nadie jamás le ha visto. Cuando Dios se manifiesta abiertamenteante el hombre y entre los hombres, Él es el Hijo, Cristo. Cuando Dios vienesobre las personas y entra en ellas para visitarlas de una manera personal ysubjetiva, Él es el Espíritu. Por tanto, el aceite es un símbolo del Dios Triuno,quien visita a las personas de una manera subjetiva.

    ¿Qué es, entonces, la piedra? La piedra es el material requerido para la obra deedificación. Por eso, en este relato del sueño de Jacob se nos habla primero de lapiedra como material de construcción y, luego, de la casa de Dios, el edificio.Después de que el aceite fue derramado sobre la piedra, ésta se convirtió en lacasa. Asimismo, cuando acudimos al Señor, somos hechos piedras vivas que han

    de ser edificadas como casa espiritual en el Espíritu, por el Espíritu y con elEspíritu (1 P. 2:5). Somos, pues, piedras sobre las cuales el Dios Triuno haderramado el Espíritu Santo como aceite.

    El edificio de Dios consiste en que Dios mismo se derrama sobre nosotros comoEspíritu. Nosotros somos las piedras, y Él es el aceite. Cuando Él se derramasobre nosotros, en virtud de dicho aceite nosotros llegamos a ser Betel, la casade Dios, el templo de Dios en donde mora el Espíritu de Dios.

    DIOS ENTRA EN EL HOMBRE,

     Y EL HOMBRE ENTRA EN DIOS

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    El principio fundamental respecto al edificio de Dios consiste en que Dios entraen nosotros y que nosotros entramos en Dios. Como hemos visto, el Señor es elHijo del Hombre quien, como la escalera celestial, trajo a Dios al hombre y llevóal hombre a Dios. Por Su encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre. CuandoÉl se hizo carne, hizo que Dios mismo entrara en el hombre. Antes de que esto

    sucediera, Dios jamás se había vestido de carne, pero por medio de laencarnación del Señor, Dios vino al interior del hombre. Después de esto, ocurreuna “vuelta en U”. Después de descender con Dios, el Señor subió con elhombre. Por medio de la encarnación, Él introdujo a Dios en el hombre; ydespués, por medio de Su muerte y resurrección, Él introdujo al hombre enDios.

    En el Evangelio de Juan vemos la venida del Señor y la ida del Señor. Su venidafue Su encarnación, y Su ida fue Su muerte y resurrección. Al venir el Señor anosotros, Él introdujo a Dios en el hombre, y al partir, Él introdujo al hombre enDios mismo. En Juan 7:33-34, el Señor les dijo a las personas que Él iba a un

    lugar al que ellos, en ese momento, no podían ir; pero después de un tiempo, enJuan 14:2-6, Él les dijo a Sus discípulos que los llevaría adonde Él estaba. Ellugar en el que Él estaba no era los cielos, sino Dios mismo. Es como si Él lesdijera: “Yo estoy en el Padre. El Padre es el lugar donde Yo estoy. Yo, por mediode Mi encarnación, traje a Dios a ustedes, pero ahora es necesario que Yo muera

     y resucite. Por Mi muerte y resurrección, los introduciré a ustedes en Diosmismo. Entonces, en ese tiempo, ustedes podrán estar donde Yo estoy”. 

    Cristo es el camino por medio del cual el hombre puede ir, no al lugar dondeestá el Padre, sino al Padre mismo. El versículo 20 dice: “En aquel día vosotrosconoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Estas

    tres preposiciones “en”, las cuales son sorprendentes, nos dan a entender quedebido a que Cristo está en  el Padre y nosotros estamos en  Cristo, ahoranosotros estamos en  el Padre. Por tanto, allí donde está Cristo, nosotrostambién estamos (v. 3). Antes de Su muerte y resurrección, sin embargo, Élúnicamente había introducido a Dios en el hombre; fue por medio de Su muerte

     y resurrección que Él introdujo al hombre en Dios.

    Leamos nuevamente el Evangelio de Juan. Al leerlo, veremos la venida e ida delSeñor. En realidad, la venida e ida del Señor constituyen el proceso mediante elcual se lleva a cabo la edificación divina. La venida del Señor hace que Diosentre en nosotros, y Su ida hace que nosotros entremos en Dios mismo. Por

    medio de Su venida y Su ida, Él hace que Dios se mezcle con nosotros.

    El Señor no habló en vano sobre la escalera celestial en Juan 1:51. En realidad, elprincipio subyacente a la escalera celestial es hallado a lo largo de todo el librode Juan. Éste es un cuadro completo de la eternidad venidera. Si hoy en díaposeemos algún grado de perspicacia espiritual, diremos: “Oh Señor, Tú eres laescalera celestial. Cada día los ángeles ascienden y descienden sobre Ti. Y cadadía Tú traes algo celestial a la tierra y llevas algo de la tierra a los cielos”.  

     Aquel día en que nos arrepentimos y creímos en el Señor, Él, como la escaleracelestial, trajo algo celestial a nuestro ser y llevó algo desde la tierra hasta elinterior de Dios mismo. El momento mismo en que recibimos al Señor Jesús, Élse convirtió para nosotros en la verdadera escalera celestial. Desde ese momento

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    se abrieron los cielos para nosotros, y Betel fue establecida aquí en la tierra;Betel es la casa de Dios, que a la vez también es la morada de Dios y el lugardonde el hombre halla reposo. Así pues, el Señor, como la escalera celestial,introdujo a Dios en nuestro ser y también nos introdujo en Dios mismo. Él es laescalera celestial que une los cielos a la tierra y une la tierra a los cielos; es decir,

    mezcla a Dios con nosotros y a nosotros con Dios.

    Esta mezcla es la obra divina de edificación, a saber, el edificio de Dios. A lolargo de las generaciones y hasta el final de esta era, lo que Dios ha venidohaciendo y seguirá realizando es llevar a cabo esta obra divina de edificación.Dios, por medio de Cristo, se imparte continuamente al hombre y hace que elhombre entre en Dios; en esto consiste el edificio de Dios.

     Algún tiempo después que el travieso Jacob tuviera aquel sueño, él se convirtióen padre de una gran familia, de una gran casa. El Antiguo Testamento no hablade la casa de Abraham, ni de la casa de Isaac, sino de la casa de Jacob, la casa de

    Israel. La casa de Israel es la casa de Dios. ¿Cómo es posible que la casa de un joven tan travieso como Jacob llegara a convertirse en la casa de Dios? Elloocurrió al venir Dios a las personas de esta casa y al ser ellas llevadas a Dios.Ésta es la historia del pueblo de Israel. Dios mismo vino al pueblo de Israel, yDios llevó al pueblo de Israel a Sí mismo.

    En Éxodo, Dios ordenó al pueblo de Israel que construyera un tabernáculo. Entodo el tabernáculo vemos la mezcla de dos materiales: el oro y la madera deacacia. El oro representa la naturaleza divina, mientras que la madera de acaciarepresenta la naturaleza humana. El edificio de Dios consiste en la mezcla de lanaturaleza divina con la naturaleza humana. Hacemos hincapié en este hecho

    debido a que necesitamos percatarnos de que la edificación de la iglesia no essino la mezcla de estas dos naturalezas. Es menester que Dios se mezcle connosotros día a día por medio de la escalera celestial y los cielos abiertos. AsíBetel es producido.

    LA PRESENCIA DE DIOS, UN CIELO ABIERTO,BETEL EN LA TIERRA Y LA ESCALERACELESTIALEN LAS REUNIONES DE LA IGLESIAPor ser cristianos, nosotros celebramos muchas reuniones, las cuales formanparte de nuestra vida cotidiana. No reunirnos sería cometer suicidio espiritual.Cuando nos reunimos, sin embargo, ¿cómo podemos hacer que los demásperciban que los cielos están abiertos y que hay un camino vertical que va desdenosotros a Dios y de Dios a nosotros? ¿Cómo es posible manifestar Betel, la casade Dios, al reunirnos juntos? Logramos esto al permitir que Dios se mezcle connosotros todo el tiempo. Cuanto más Dios se mezcle con nosotros al reunirnos,más haremos que las personas perciban que entre nosotros está la presencia de

    Dios, un cielo abierto, Betel y un camino vertical que, como escalera celestial,trae Dios al hombre y lleva al hombre a Dios.

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    Es posible que en nuestras reuniones recibamos la visita de jóvenes traviesos, talcomo Jacob. Quizá tales personas sean viajeros errantes, pero si nosotrosestamos mezclados con Dios, ellos percibirán un sueño; ellos se percatarán enmedio nuestro de que los cielos están abiertos y que hay una escalera por la cualalgo asciende desde la tierra y algo desciende desde los cielos. Ellos percibirán

    Betel. Esto es lo que la gente debería percibir entre nosotros. Los “Jacob”errantes que asisten a nuestras reuniones deberían percibir tal clase de sueño.Ellos deberían exclamar: “¿Qué es esto? ¿Es posible que exista algo así en estatierra? ¡Estoy en un sueño!”. Ellos deber ían percibir algo diferente, maravilloso

     y extraño. Finalmente, los “Jacob” traviesos despertarán y dirán: “Esto no esotra cosa que la entrada a los cielos, la escalera que es el camino verticalmediante el cual las personas tienen contracto con Dios y Betel, la casa de Dios”.Esto es la iglesia y en esto consiste la vida de iglesia.

    La vida de iglesia no consiste simplemente en predicar, cantar himnos y gritar odar exclamaciones. Si estamos mezclados con Dios, entonces, aun cuando

    permanezcamos sentados silenciosamente, sin orar ni gritar, las personaspercibirán la presencia de Dios en medio nuestro. Sin embargo, si no estamosmezclados con Dios, cuanto más gritemos, más disgustada se encontrará lagente. Ellos dirán: “¿Qué es esto? Si queremos escuchar a la gente dar gritos, esmejor que nos vayamos al estadio. Allí se grita mejor. ¿Qué necesidad tenemosde venir aquí?”. 

    Nuestra unión unos con otros depende únicamente de que Dios se mezcle connosotros. Día a día tenemos que percatarnos de cuál es el verdadero significadode derramar el aceite sobre la piedra. Tenemos que experimentar

     verdaderamente a Dios como Espíritu de vida que se mezcla con nuestro ser. Si

    nuestra vida diaria es una en la que, de manera concreta, Dios siempre semezcla con nosotros, entonces, siempre que nos reunamos, todos percibirán quese hallan en un sueño maravilloso. Ellos jamás imaginaron que podría existir unlugar así en la tierra. Ellos se percatarán de que los cielos están abiertos y veránBetel, la casa de Dios sobre la tierra, en la cual hay un camino vertical que trae aDios al hombre y lleva al hombre a Dios.

     Yo he participado en esta clase de reuniones muchas veces. La primera vez que visité al hermano Watchman Nee en Shanghai, me quedé por un tiempo allí.Muchas veces, durante aquellas reuniones, sentía que era partícipe de un sueñomaravilloso. Las reuniones eran como un sueño para mí. Jamás había

    imaginado que existiera algo tan precioso sobre esta tierra. Si alguno mehubiera preguntado en aquella ocasión cómo me sentía, habría respondido:“¡Aquí está la entrada al cielo y la presencia del Señor!”. Incluso al entrar en ellocal de reuniones, y antes de que comenzara la reunión en sí, ya se podíapercibir que el Señor estaba allí. Además, en el momento en que comenzaba lareunión, nadie se atrevía a hablar a la ligera, pues la presencia del Señorinspiraba reverencia a los que allí estaban reunidos. Con frecuencia talesreuniones eran sosegadas, sin mucho bullicio. Comenzaban con suavescanciones y oraciones quedas, pero ciertamente podíamos percibir que los cielosse abrían. Percibíamos la presencia del Señor en Su casa, Betel. Jamás olvidarélo que experimenté aquellos años.

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    Según lo dispuesto soberanamente por el Señor, yo nací en el cristianismo y fuicriado en varios entornos cristianos. Por ello, pude asistir a diversas clases dereuniones cristianas, incluyendo reuniones de grupos “fundamentalistascristianos”, de grupos presbiterianos y bautistas, de grupos de la Asamblea delos Hermanos y grupos pentecostales. Después de haber pasado por estas

    experiencias, puedo testificar que una reunión cristiana apropiada no consisteen esto o aquello, sino en que los participantes puedan percibir la presencia delSeñor, un cielo abierto, Betel sobre la tierra, y una escalera celestial que une loscielos y la tierra y que trae a Dios al hombre y lleva al hombre a Dios. Ésta esuna reunión donde los cristianos son partícipes de la edificación, una reunión enla cual participan Dios y el hombre.

    Esto fue un sueño para Jacob, quien entonces no era más que un joven errante;pero, ¡alabado sea el Señor que este sueño se ha hecho realidad! A lo largo de lasgeneraciones que han pasado por esta tierra, este sueño se ha venidocumpliendo y seguirá haciéndose realidad. Si hay seriedad en nuestra relación

    con el Señor, experimentaremos que Dios se mezcla con nosotros. Entonces, alreunirnos disfrutaremos de Betel, el lugar donde se nos abren los cielos, ydisfrutaremos de Cristo, quien, como Hijo del Hombre, es la escalera celestial, elcamino vertical por el cual las personas tienen contacto con Dios y mediante elcual Él visita a las personas a fin de mezclarse con la humanidad. En estoconsiste el edificio de Dios. Si hemos de hablar sobre la edificación de la iglesia,tenemos que percatarnos de esto. Es menester que tengamos el sueño de aquel

     joven errante. Entonces tendremos un lugar de descanso, que es la morada deDios.

    Que el Señor tenga misericordia de nosotros. En estos días tenemos que volver

    nuestra mirada hacia el Señor para que Él nos libere de diversos conceptoserróneos a fin de que comprendamos la manera en que Él hará realidad Su

     verdadera edificación aquí en la tierra. La verdadera edificación es Betel.

    Por un lado, Dios hoy tiene una iglesia; pero, por otro, Él todavía carece de unhogar permanente. Al mismo tiempo, muchas personas vagan en el desierto, sinhallar reposo ni encontrar hogar. Ellas necesitan percibir un sueño. Quiera elSeñor que seamos fieles para que entre nosotros se pueda ver la mezcla de Dioscon el hombre a fin de que tales personas puedan ver dicho sueño. Así pues,toda vez que tales personas errantes se reúnan con nosotros, ellas deberánpercibir un sueño en el cual vean los cielos abiertos, vean Betel en la tierra, y

     vean que uniendo Betel y los cielos está la escalera celestial, el Hijo del Hombre,el Señor Jesús.

    CAPÍTULO TRES

    EL PRINCIPIO SUBYACENTEA LA EDIFICACIÓN DIVINA

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    PRESENTADO EN EL EVANGELIODE JUAN

    Lectura bíblica: Jn. 1:14, 51; 2:16, 19, 21; 14:1-6, 10-11, 16-21, 23; 15:4-5; 16:16-23; 20:19-23; 14:28; 17:21-24, 26

    El principio subyacente a la edificación divina es que Dios se mezcla con la humanidad.La obra de edificación es diferente de la obra de creación. En la obra de creación algollega a existir a partir de la nada; sin embargo, la obra de edificación consiste en unircosas que ya existían anteriormente. Cuando el Señor Jesús se hizo carne, Él era Diosque se mezclaba con el hombre. Por tanto, en Su condición de Dios en la carne, el SeñorJesús constituía una edificación. Así pues, en Él vemos el principio subyacente a laedificación divina.

    Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. En esteversículo podemos detectar el principio subyacente al edificio de Dios. En el textooriginal en griego aparece la forma verbal de la palabra tabernáculo, la cual fuetraducida “fijó tabernáculo”. El tabernáculo es una edificación. Por tanto, el Señor sehizo carne según el principio subyacente al edificio de Dios. También podemos ver estemismo principio cuando el Señor hace referencia al sueño de Jacob en el versículo 51.En este versículo, el Señor revela que Él mismo es la escalera celestial (Gn. 28:11-22).Él es el camino vertical que hace posible el edificio de Dios, pues fue en virtud de Él y

     por medio de Él que Dios se mezcló con la humanidad, y la edificación divina consiste, precisamente, en mezclar a Dios con el hombre.

    En Juan 2:16, el Señor les dijo a quienes vendían palomas en el templo: “No hagáis dela casa de Mi Padre casa de mercado”. Según este versículo, la casa del Padre era eltemplo, un edificio mucho más sólido y estable que el tabernáculo. Si bien eltabernáculo y el templo existieron en épocas diferentes, ambos cumplían el mismo

     propósito. Ambas edificaciones eran símbolos que representaban al pueblo de Israelcomo morada de Dios (Lv. 22:18; Nm. 12:7; cfr. He. 3:5-6). Después, en Juan 2:19, elSeñor dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. En este versículo, alhablar del templo se hace referencia al cuerpo físico del Señor, tal como nos lo indica elversículo 21, el cual dice que: “El hablaba del templo de Su cuerpo”. En aquel tiempo,los judíos procuraban destruir el cuerpo del Señor. Sin embargo, el Señor dijo que si

    ellos destruían Su cuerpo, en tres días Él lo levantaría de nuevo, con lo cual claramentedaba a entender que Él habría de resucitar de los muertos (Mt. 16:21).

    Ahora, debemos percatarnos de algo muy importante. Lo que los judíos destruyeron fueel cuerpo de un hombre, Jesús; sin embargo, lo que el Señor levantó en resurrección noera únicamente Su propio cuerpo, sino también Su Cuerpo místico, esto es, la iglesia, elCuerpo de Cristo. Los judíos destruyeron el cuerpo de Jesús, pero el Señor resucitó unCuerpo mucho mayor en Su resurrección. Todos nosotros fuimos resucitados cuando elSeñor Jesús fue resucitado (Ef. 2:6). En Su resurrección, el Señor levantó el Cuerpo deCristo. Por tanto, la casa del Padre mencionada en Juan 2:16 es el templo, y según elversículo 19 el templo no solamente representa el cuerpo físico del Señor sino también

    el Cuerpo de Cristo, en el cual están incluidos todos los santos a quienes el Señorresucitó mediante Su resurrección. Este templo es el Cuerpo místico de Cristo, la casa

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    de Dios (1 Co. 3:16; 1 Ti. 3:15). La casa del Padre es el templo, y el templo es elCuerpo místico de Cristo, el cual incluye al propio Cristo además de todos Susmiembros, a los cuales Él resucitó mediante Su resurrección de entre los muertos.

    JESÚS ES UNO CON DIOS

    Habiendo comprendido esto, abordemos ahora el capítulo catorce del Evangeliode Juan. En el primer versículo el Señor nos dice: “No se turbe vuestro corazón;creéis en Dios, creed también en Mí”. Este versículo nos da a entender que elhombre Jesús era uno con Dios. Si deseamos creer en Dios, tenemos que creeren Jesús, pues Él y Dios son uno (10:30). Por tanto, tenemos que relacionarnoscon Él de la misma manera que lo haríamos con Dios. En Juan 14:1, el Señorparecía decirles a Sus discípulos: “Si ustedes supieran que Dios y Yo somos uno,no se turbarían vuestros corazones. Están turbados simplemente debido a queno se dan cuenta de que Yo y Dios somos uno. Ustedes piensan que Yo soy sólo

    un hombre, y cuando un hombre muere, le ha llegado su fin. Por tanto, se hanturbado vuestros corazones. Sin embargo, quisiera decirles que Yo y Dios somosuno. Aun si Yo muriese, no ha llegado mi fin. Aun si los dejo, seguiré estandopresente. Tienen que darse cuenta de que Yo, el Hijo del Hombre, Jesús, soyuno con Dios. Si ustedes creen en Dios, también tienen que creer en Mí”. 

    Dios no está limitado por el tiempo ni el espacio. Los discípulos pensaban quecuando el Señor los dejara, Él ya no estaría presente. Ellos no se habíanpercatado de que, debido a que Él es uno con Dios, aun cuando Él los dejaba,seguía estando presente. Así pues, para Él no había diferencia alguna entre ir y

     venir, pues los dos eran lo mismo. Puesto que Jesús era uno con Dios, los

    discípulos no debían turbarse en sus corazones ni sentirse afligidos. Ellosdeberían haberse dado cuenta de que, en realidad, Su ida les traería mayores beneficios (16:7).

    LA CASA DEL PADRE

    En Juan 14:2 el Señor dijo: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si asíno fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. ¿Aqué se refiere la casa del Padre mencionada en el capítulo 14 de Juan? Tenemosque explicar las Escrituras con las propias Escrituras; ésta es la manera mássegura de hacer un estudio expositivo de la Palabra. Si queremos saber a qué serefiere la casa del Padre mencionada en Juan 14, debemos remitirnos al capítulodos de este mismo libro, donde dice que la casa del Padre es el templo (v. 16).

     Además, según lo dicho en los versículos del 19 al 21, el templo representa alCuerpo místico de Cristo, en el cual están incluidos todos los miembros deCristo, quienes constituyen la morada de Dios (Ef. 2:21-22). No sería lógicoafirmar que la casa del Padre mencionada en Juan 14 es diferente de la casa delPadre mencionada en Juan 2. En Juan 2 vemos claramente que la casa delPadre es el templo, el cual, a su vez, representa al Cuerpo místico de Cristo comomorada de Dios. Por tanto, al usarse el mismo término en el capítulo 14,también se hace referencia al Cuerpo de Cristo.

    Tanto la versión  King James  como otras versiones de la Biblia en el idiomainglés traducen Juan 14:2 de la siguiente manera: “En la casa de Mi Padre

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    muchas mansiones hay”. Dichas versiones usan el término “mansiones” paratraducir la palabra griega monai. Pero la palabra griega monai  no es más que elsustantivo que corresponde al verbo morar o permanecer, el cual aparece, porejemplo, en Juan 15:4-5, en donde se nos habla de permanecer en el Señor y deque el Señor permanezca en nosotros. Por tanto, este sustantivo griego usado en

    Juan 14:2 debería traducirse “moradas”. Ahora bien, si la casa del Padre es elCuerpo místico de Cristo, y dentro de esta casa hay muchas moradas, ¿en quéconsisten tales moradas? Es obvio que tales moradas son los muchos miembrosdel Cuerpo. Así pues, tenemos que darnos cuenta de que, por ser miembros delCuerpo, todos nosotros somos moradas debido a que Cristo mora, o permanece,dentro de cada uno de nosotros. Esto se halla demostrado en Juan 14:23, dondeel Señor mismo afirma que Él y el Padre harán Su morada en aquellos que leaman. Por tanto, las muchas moradas son los muchos miembros del Cuerpomístico de Cristo.

    LA VENIDA Y LA IDA DEL SEÑOR

    En el versículo 3 de este mismo capítulo, el Señor dice: “Y si me voy y os preparolugar,  vendré otra vez”. El Señor no dijo que “Él vendría”, sino, más bien: “Heaquí, vengo”. Esto quiere decir que la ida del Señor era también Su venida, y queÉl venía a los discípulos por medio de Su ida. Hay quienes han dicho que lafrase: “vendré otra vez”, se refiere a la segunda venida del Señor, la cual ocurriráen el futuro. Sin embargo, tenemos que afirmar que esta interpretación no es lacorrecta. La frase “vendré otra vez”, en este versículo, se refiere al retorno delSeñor en resurrección. El Señor les estaba diciendo a Sus discípulos que Élhabría de morir; debido a esto, los discípulos se habían turbado en sus

    corazones, pues ellos pensaban que el Señor iba a dejarlos. Ellos no se dabancuenta de que al ir a Su muerte, el Señor hacía posible Su venida en otra forma.En aquel momento en que el Señor hablaba con Sus discípulos, Él había venidoa ellos, pero no en toda plenitud. Ciertamente Él había venido a ellos mediantela encarnación, pero sólo podía estar entre Sus discípulos; todavía no podíaestar dentro de ellos. Así pues, el Señor había completado el primer paso de Su

     venida, el cual consist ió en Su encarnación, pero todavía era necesario que Éldiese un segundo paso a fin de poder entrar en Sus discípulos. Para efectuar estesegundo paso, Él tenía que irse, a fin de poder venir otra vez. En este sentido, Suida era Su venida.

    Podríamos dar una ilustración de estos dos pasos mediante el siguiente relato.Supongamos que cierto día unos padres les compran una sandía a sus hijos. Al ver la sandía en la mesa, enseguida los niños sienten un gran aprecio por ella.Luego, los padres les dicen: “Discúlpennos, pero tenemos que llevarnos lasandía”, lo cual entristece mucho a los niños, pues ellos piensan que ya no

     volverán a ver la sandía. No obstante, los padres les dicen: “No se aflijan ni seinquieten por ello. Tenemos que llevarnos la sandía para poder cortarla.Después que la hayamos cortado en pedazos, la volveremos a traer para queustedes la puedan comer”. Así pues, el primer paso fue la adquisición   de lasandía. Sin embargo, la sandía podía estar sólo entre los niños y no en ellos. Portanto, se requería de un segundo paso. La sandía tenía que ser “matada”. Sólo

    entonces, después de haber sido “resucitada”, podría ser puesta nuevamente enla mesa, si bien esta vez sería puesta allí en otra forma, una forma en la que los

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    niños podrían ingerirla con facilidad. Por ende, la ida de la sandía no significabaque ella los dejaría, sino que su ida equivalía a su venida.

    El Señor Jesús había venido a Sus discípulos mediante Su encarnación, peroaun así, Él no podía entrar en ellos. Él tuvo que ir a la cruz, ser muerto y

    sepultado, para entonces ser resucitado. Después de cumplir con estos pasos, Élregresó a Sus discípulos como el Espíritu (20:22; 1 Co. 15:45). Por tanto, la idadel Señor era Su venida.

    INTRODUCIDOS EN DIOS

    En Juan 14:3 el Señor dice: “Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y ostomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. Laexpresión “a Mí mismo” es una expresión enfática. Tal expresión nos indica quela ida del Señor tenía como propósito poder recibir a los discípulos al interior de

    Sí mismo haciendo que ellos estuvieran en Él. Él también les dijo que ellosestarían allí donde Él estuviese. ¿Dónde estaba el Señor al pronunciar estaspalabras? Él estaba en el Padre (vs. 10-11, 20). Además, el lugar adonde el Señoriba, era en realidad una persona: el Padre (vs. 12, 28). Después, en el versículo4, el Señor les dijo a los discípulos que ellos ya sabían el camino para ir adondeÉl iba. Tomás entonces le preguntó cómo es que ellos podrían saber el camino; yel Señor respondió: “Yo soy el camino” (v. 6). El lugar adonde el Señor iba erauna persona, y el camino mediante el cual los discípulos podían ir allí, eratambién una persona. Así pues, la meta final era el Padre, y el camino medianteel cual se llegaba a dicha meta final era el Hijo. Esto resulta evidente cuandoleemos el versículo 6, en el cual el Señor dice: “Yo soy el camino, y la realidad, y

    la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Por tanto, nosotros no estamos encamino a algún lugar físico, sino que nos dirigimos al interior de una personadivina: el Padre, quien es Dios mismo. Además, el camino mediante el cualentramos en Dios el Padre es también una persona: el Señor Jesús. Por tanto, espor medio del Señor como el camino que nosotros podemos estar allí donde Élestá, es decir, en el Padre.

    Los versículos 10 y 11 dicen: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre estáen Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sinoque el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras. Creedme que Yo estoy enel Padre, y el Padre está en Mí; y si no, creedme por las mismas obras”. Muchos

    enseñan que el Señor está en los cielos, y puesto que nuestro destino es estar allídonde el Señor está, nosotros también estaremos en los cielos. Sin embargo,esta interpretación es completamente errónea. El Señor jamás nos dice en estecapítulo que Él está en los cielos; más bien, nos dice una y otra vez que Él estáen el Padre y que Él ha de preparar el camino mediante el cual nosotrospodremos ser introducidos en Dios mismo. El Señor declaró que el día deresurrección nosotros sabríamos que Él está en el Padre, que nosotros estamosen Él, y que Él está en nosotros (v. 20).

    Hubo un tiempo en que nosotros estábamos separados de Dios; había una grandistancia entre nosotros y Dios. Este distanciamiento entre nosotros y Dios se

    debía al pecado, el mundo, la carne y el yo. Nosotros estábamos alejados deDios, separados de Él por muchos impedimentos y obstáculos. Pero mediante

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    Su muerte y resurrección, el Señor Jesús eliminó esta distancia entre nosotros yDios, con lo cual nos introdujo en Dios mismo. La muerte del Señor y Suresurrección prepararon el camino para que nosotros pudiésemos entrar enDios y pudiésemos tener contacto con Dios. Fue mediante Su muerte yresurrección que el Señor nos trajo de regreso a Dios y nos introdujo en Él.

    Juan 14 nos revela claramente que el lugar donde el Señor está y el lugar al cualnosotros hemos sido traídos, no es un lugar físico, sino una persona divina.Muchos cristianos se apoyan en Juan 14 para afirmar que ellos irán al cielo. Sinembargo, éste es un concepto ajeno a las Escrituras. El concepto que predominaen la mente divina no es que nosotros iremos al cielo, sino que Dios mismo seestá forjando continuamente en nuestro ser al mismo tiempo que nosotrosestamos siendo forjados en Dios. El pensamiento predominante en la mentedivina es que Él mismo se introduzca plenamente en nuestro ser y nosotrosseamos introducidos plenamente en Él. La morada de Dios no es un lugar físicocarente de vida, sino que está compuesta por personas vivas; asimismo, nuestra

    morada es el propio Dios vivo. En Salmos 90:1 Moisés oró: “Señor, Tú nos hassido morada / De generación en generación”. El Señor es nuestra verdaderamorada; nosotros permanecemos en Él y hacemos morada en Él. Además,nosotros somos la morada y residencia del Señor.

    DIOS Y EL HOMBRE SON MORADAEL UNO PARA EL OTRO

    Juan 14:16-17 dice: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que estécon vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede

    recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porquepermanece con vosotros, y estará en vosotros”. Estos versículos nos muestranque el Espíritu de realidad, el Espíritu Santo, permanece en nosotros. Nosotrossomos Su morada.

    El versículo 18 dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Este versículonos muestra nuevamente que la ida del Señor era Su venida. Los discípulossentían temor porque Él se iba, pero el Señor les dijo que no los dejaríahuérfanos; por el contrario, Él venía a ellos, no en forma de carne, sino en formadel Espíritu, en forma del otro Consolador. Por un lado, el Consolador es elEspíritu de realidad, es decir, Aquel mencionado en el versículo 16; por otro, el

    Consolador es el propio Señor, Aquel que viene a los discípulos según el versículo 18. En otras palabras, el pronombre “Yo” del versículo 16 se  refiere a lamisma persona que viene según el versículo 18. Si éste viene, ello quiere decirque aquél viene; uno es la transfiguración del otro. Ambos se refieren a unamisma persona, aunque en diferentes formas. Antes de Su muerte, el Señorestaba en forma de carne; después de Su resurrección, Él estaba en forma deEspíritu. Si bien las formas son diferentes, la persona es una sola y la misma.

    Después, en el versículo 19 el Señor dijo: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. ElSeñor dio a entender en este versículo que Él resucitaría después de “un poco”,es decir, después de menos de setenta y dos horas. Era como si Él dijera: “Ahora

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     voy a morir, pero después de poco, viviré, resucitaré. Además, viviré en ustedes,de tal manera que ustedes vivirán por Mí. Yo viviré y ustedes también vivirán”. 

    En el versículo 20, Él dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en MiPadre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Aquí, “aquel día”   es el día de

    resurrección. El Señor estaba diciéndole a Sus discípulos que el día deresurrección Él regresaría como el Espíritu, y que entonces ellos conocerían queÉl está en el Padre, que ellos están en Él y que Él está en ellos. Por tanto, ellostambién estarían en el Padre, pues estarían en el Hijo, y dondequiera que el Hijoestuviera, ellos también estarían allí. Mediante Su muerte y resurrección, el Hijointroduciría a los discípulos en Sí mismo, y puesto que el Hijo está en el Padre,los discípulos también estarían en el Padre. Además, el Señor estaría en losdiscípulos. En esto consiste la edificación. El Señor, mediante Su muerte yresurrección, está forjando a Dios mismo en nuestro ser y nos está forjando anosotros en el interior de Dios.

    En el versículo 21 , Él dijo: “El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése esel que me ama; y el que me ama, será amado por Mi Padre, y Yo le amaré, y memanifestaré a él”. Reitero, es imprescindible que nos demos cuenta de que eneste capítulo no se habla de nada físico, no se habla de ninguna mansióncelestial; más bien, este capítulo nos habla de una persona, el Señor, que semanifiesta a aquellos que le aman.

    En el versículo 23, el Señor dice: “El que me ama, Mi palabra guardará; y MiPadre le amará, y v endremos a él, y haremos morada con él”. ¿En qué consisteesta morada? Esta morada no es una mansión celestial. Nosotros mismos somoslas moradas, las muchas moradas que forman la casa del Padre. La casa del

    Padre es el Cuerpo místico de Cristo, el templo de Dios, y las muchas moradasen esta casa son los muchos miembros de Cristo. El Señor está en el Padre,nosotros estamos en el Señor, y el Señor está en nosotros. Esto nos da aentender que el Padre es la morada del Señor, que el Señor es nuestra morada, yque nosotros somos la morada del Señor. Por tanto, el Señor y nosotros somosmorada el uno para el otro, debido a que estamos en Él y Él está en nosotros. Espor esto que en Juan 15:4 el Señor dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”.

     Aquí no se nos habla de ninguna mansión celestial, sino de que moramos el unoen el otro.

    EL ESPÍRITU QUE MORA EN NOSOTROSEn Juan 20:21 el Señor le dijo a Sus discípulos: “Como me envió el Padre, asítambién Yo os envío”. Cuando el Padre envió al Hijo, el Padre lo envió y   almismo tiempo vino en Él. Así también, el Hijo envió a los discípulos y, alhacerlo, Él mismo vino en ellos. Esto es lo que nos muestran los versículos 22 y23 de este mismo capítulo: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo:Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados, les son perdonados;

     y a quienes se los retenéis, les son retenidos”. El Espíritu, quien es el propioSeñor, estaba en los discípulos; como resultado de ello, ellos poseían laautoridad, el conocimiento y el entendimiento necesarios tanto para perdonar

    los pecados de las personas como para retenérselos. Ellos poseían tal autoridadno por sí mismos, sino en virtud del Espíritu que moraba en ellos.

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    En Juan 14:28 el Señor dijo: “Habéis oído que Yo os he dicho: Voy, y v engo a vosotros”. Tenemos que darnos cuenta de que la muerte y resurrección delSeñor no significó que Él nos dejara, sino que Él diera un paso adicional

     viniendo a nosotros para entrar en nosotros e introducirnos en Dios. MedianteSu resurrección, pudimos conocer que el Señor está en el Padre, que nosotros

    estamos en el Señor y que el Señor está en nosotros. En esto consiste la obraedificadora que el Señor realiza. Mediante Su muerte y resurrección, Él forjó aDios mismo en nuestro interior y nos forjó a nosotros en el interior de Dios,haciendo que Dios y nosotros nos mezclemos para ser uno. Éste es el edificiodivino, la casa del Padre. Así, Dios y Sus redimidos moran el uno en el otro.Nosotros moramos en Dios, y Dios mora en nosotros. Por tanto, Dios y nosotrosmoramos el uno en el otro (15:5).

    CAPÍTULO CUATRO

    VIDA Y EDIFICACIÓNEN EL EVANGELIO DE JUANLectura bíblica: Jn. 1:1, 4; 10:10; 1:14; 2:19; 15:4; 14:2, 20, 23; 17:21-23

    Hemos visto que Dios, en conformidad con Su plan, lleva a cabo Su obra en dossecciones: la obra de creación y la obra de edificación. La creación tiene como finalidadel edificio de Dios. Dios realizó Su obra de creación en concordancia con Su propósito,el cual consiste en que se produzca una edificación al mezclarse Dios con Sus criaturas.Los primeros dos capítulos de los sesenta y seis libros que conforman las Escrituras

    tratan sobre la creación, mientras que desde el tercer capítulo hasta el último, lasEscrituras tratan sobre la obra de edificación que Dios realiza. La obra de creación fuecompletada en aquellos dos primeros capítulos, pero el tiempo que corresponde a laobra de edificación comienza en el tercer capítulo de las Escrituras, abarca nuestro

     presente y se extiende hacia el futuro.

    Una vez terminada la obra de creación, Dios obtuvo el huerto de Edén, un panorama dela creación, y una vez acabada la obra de edificación, Dios obtendrá una ciudad, la cuales una señal, un símbolo, que representa al edificio de Dios, la Nueva Jerusalén. En elhuerto habían muchas cosas creadas, pero nada había sido edificado. Sin embargo, en elhuerto ya estaban presentes los materiales necesarios para la edificación: oro, bedelio(una especie de perla) y ónice, una piedra preciosa. Al final de las Escrituras, estos treselementos — oro, perlas y piedras preciosas —  se hallan conjuntamente edificados comocomponentes de una ciudad. Toda la ciudad de la Nueva Jerusalén está compuesta deoro, sus puertas son perlas y los cimientos del muro son piedras preciosas. Todo lodicho anteriormente nos muestra que en el universo entero, conforme al plan de Dios, laobra divina consta únicamente de dos secciones: la obra de creación y la obra deedificación. Hoy en día estamos en el período que corresponde a la obra de edificación ysomos partícipes del proceso que corresponde a dicha edificación.

    EL PRINCIPIO SUBYACENTE AL EDIFICIODE DIOS

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    El principio subyacente al edificio de Dios consiste en que Dios se forja en nuestro ser ynosotros somos forjados en Su propio ser; es decir, Dios y nosotros, la divinidad y lahumanidad, nos mezclamos para conformar un solo edificio. Crear consiste en hacerque, a partir de la nada, algo llegue a existir. En cambio, edificar consiste en unir, juntar,dos elementos que ya existen. Dios y el hombre están presentes, pero todavía existe la

    necesidad de cierta labor para unir a Dios con el hombre a fin de que los dos lleguen aser una sola entidad y para reunir muchas personas como una sola en Dios y con Dios.En esto precisamente consiste la obra de edificación.  

    Ahora ya conocemos cuál es el principio subyacente al edificio de Dios y tambiénsabemos en qué consiste la obra que Dios realiza en nuestros días, los cualesconstituyen el período, la era, de Su edificación. Lo que Dios siempre ha hecho ycontinúa realizando, es forjarse a Sí mismo en nuestro ser y forjarnos a nosotros en Él,con lo cual nos une a todos nosotros en Dios, y por Dios, como una sola entidad.Podemos ilustrar esto con la manera en que se elabora el concreto, el hormigón armado.Dios es el cemento, el Espíritu es el agua y nosotros somos las piedras. Cuando el

    cemento es puesto en el agua y las piedras son puestas en el cemento, las piedras sonunidas por el cemento y por el agua; como resultado tenemos un edificio de concreto.

    Dios primero llevó a cabo Su obra de edificación al venir, como la persona divina, yencarnarse en la humanidad a fin de edificar al hombre con Dios, es decir, a fin deedificar un Dios-hombre. En los cuatro mil años que abarcan desde los días de Adánhasta los días de Cristo existieron millones de personas, pero ninguna de ellas era unaedificación de Dios con el hombre. Antes de la encarnación, Dios era Dios, y el hombreera hombre. Dios y el hombre, el hombre y Dios, jamás se habían mezclado como unasola entidad hasta el día en que Dios mismo se encarnó y nació en un pesebre. Estehombre era un hombre único, pues Él era Dios mezclado con el hombre y el hombremezclado con Dios, es decir, un Dios-hombre. Así pues, lo que Dios hizo para forjarse aSí mismo en el hombre y para que el hombre fuera forjado en Él, constituyó elcomienzo del edificio divino.

    LA VIDA TIENE COMO FINALIDAD LAEDIFICACIÓN

    El Evangelio de Juan trata sobre la vida. Sin embargo, debemos percatarnos deque este Evangelio también trata sobre la edificación. El apóstol Juan escribió

    este Evangelio, las Epístolas de Juan y Apocalipsis, el último libro de la Biblia. Al final del libro de Apocalipsis encontramos una ciudad en la que está el árbolde la vida. La ciudad es la edificación, y el árbol es la vida. Por tanto, en laNueva Jerusalén están presentes tanto la vida como la edificación. La vidadivina tiene como finalidad la edificación, y la edificación se compone de la vidadivina.

    En el Evangelio de Juan también vemos que la vida tiene como finalidad laedificación. El Señor Jesús vino para que tengamos vida, y Él mismo vino anosotros como vida (10:10). Juan 1:1 y 4 dice: “En el principio era el Verbo, y el

     Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios ... En El estaba la vida”. Además, el

     versículo 14 nos dice que Él se encarnó para ser un hombre y que este hombre es

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    un tabernáculo. Puesto que un tabernáculo es una edificación, ello demuestraque Dios mismo y Su vida tienen como objetivo la edificación.

     Al final del primer capítulo de Juan el Señor le dijo a Natanael que éste vería alos ángeles de Dios subir y descender sobre Él mismo en calidad de Hijo del

    Hombre (v. 51). Hemos visto que esto hace referencia al sueño de Jacob, el cualera un sueño sobre la edificación. En este sueño vemos la escalera celestial y loscielos abiertos. Jacob derramó aceite sobre la piedra que había usado comoalmohada y la llamó un edificio: Betel, la casa de Dios. La casa de Dios estáformada por el hombre, o sea la piedra, y por el Espíritu Santo, el aceite que sederrama sobre el hombre. Cuando el Espíritu Santo es derramado sobrenosotros, llegamos a ser Betel, la casa de Dios.

    El Señor vino en la carne en calidad de tabernáculo, y nos dijo que Él es laescalera celestial, cuya finalidad es Betel, la casa de Dios y el templo de Dios.Esto nos muestra que el Señor vino a nosotros para ser nuestra vida con el

    objetivo de hacer realidad el edificio de Dios, la casa de Dios. El primer capítulode Juan trata sobre este asunto.

    CAMBIAR LA MUERTE EN VIDAPARA EDIFICAR LA CASA DE DIOS

    En el segundo capítulo de Juan encontramos dos relatos; en el primero se nosnarra cómo el Señor convirtió el agua en vino, y en el segundo, cómo el Señorlimpió el templo, la casa de Dios. En el versículo 19, Jesús les dijo a los judíos:“Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Los judíos no entendieron

    que el Señor se refería a Sí mismo como templo. El Señor mismo era el temploque los judíos intentaban destruir, pero Él levantó el templo en tres días; esdecir, mediante Su resurrección, Él volvió a edificar aquello que los judíoshabían derribado. Más aún, en Su resurrección y mediante Su resurrección, elSeñor levantó y edificó no solamente Su cuerpo físico, sino también a todos lossantos en calidad de miembros de Su Cuerpo místico, a fin de que ellos sean eltemplo de Dios, la iglesia.

    El primer relato del capítulo dos de Juan nos revela el principio según el cual elSeñor vino para ser nuestra vida; este principio consiste en obtener vida de lamuerte, así como se obtuvo vino del agua. Después, en el segundo relato, se nosrevela el propósito por el cual el Señor vino para ser nuestra vida; dichopropósito es que la casa de Dios sea edificada. La manera en que el Señor edificala casa de Dios es que introduce a Dios mismo en nuestro ser y nos introduce anosotros en Dios, haciendo, así, que nosotros lleguemos a ser moradas de Dios yque Dios sea una morada para nosotros; es decir, hace que Dios more ennosotros y que nosotros moremos en Él, de tal manera que Dios y nosotros,nosotros y Dios, lleguemos a ser morada el uno para el otro, una morada mutua.

    En el primer capítulo de Juan se nos presenta al Señor como el Verbo de Dios,Dios mismo, en quien está la vida. El Señor mismo se encarnó para ser unhombre y se llamó a Sí mismo el Hijo del Hombre. Como Hijo del Hombre, Él esla escalera celestial, la cual tiene como objetivo Betel, la casa de Dios. Después,en el capítulo dos se nos muestra que el Señor viene a nosotros para ser nuestra

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     vida, para obtener vida de la muerte, lo cual está representado por el v ino y elagua, con el propósito de edificar Su Cuerpo místico como casa de Dios. Él lograesto introduciendo a Dios en el hombre e introduciendo al hombre en Dios.

    CRISTO LLEVA A CABO LA OBRA DEEDIFICACIÓNPOR MEDIO DE SU ENCARNACIÓN,SU MUERTE Y SU RESURRECCIÓN

    En todas las Escrituras, es mayormente en los libros escritos por Juan, suEvangelio y sus Epístolas, en donde se nos dice que nosotros estamos en Dios yDios está en nosotros, que nosotros moramos en Dios y Dios mora en nosotros.Por ejemplo, Juan 15:4 dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Permanecerel uno en el otro mutuamente de esta manera, es llevado a cabo mediante la

    obra de Cristo. Cristo se encarnó a fin de traer a Dios al hombre; y Él retornó aDios junto con el hombre. Cuando Cristo vino al hombre, Él vino con Dios. Él vino con un don, un regalo, que es Dios mismo. Después, Él volvió a Dios con unregalo, que es el hombre. Él vino con Dios por medio de la encarnación, y Élllevó al hombre consigo por medio de la muerte y la resurrección. Al venir, Élintrodujo a Dios en el hombre; al ir, Él introdujo al hombre en Dios. Por mediode Su venida e ida, Él edifica la casa de Dios forjando a Dios en el hombre yforjando al hombre en Dios. Por medio de Su venida e ida, Él hace del hombre lamorada de Dios y hace de Dios la morada del hombre. De este modo, Dios y elhombre, el hombre y Dios, se convierten en morada el uno para el otro.Entonces, al final y conclusión de los escritos de Juan vemos un edificio, la

    Nueva Jerusalén, edificada por la mezcla de Dios con el hombre.

    En los primeros trece capítulos de Juan no encontramos frases como: “T ú,Padre, estás en Mí, y Yo en Ti” o “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”.Sin embargo, en el versículo 20 del capítulo catorce el Señor nos dice: “En aqueldía vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en

     vosotros”. Esto se refiere a la obra de edificación que, en primera instancia, sellevó a cabo mediante la primera venida del Señor; en Su encarnación, el Señorintrodujo a Dios en el hombre y, después, al irse, en Su muerte y resurrección,introdujo al hombre en Dios mismo. Si no hubiese sido por la muerte yresurrección de Cristo, nosotros, los seres humanos, estaríamos muy lejos de

    Dios. Entre nosotros y Dios habría una gran distancia, una gran separacióncompuesta por el mundo, Satanás, la carne, la concupiscencia y otras cosas.Pero, por Su muerte y resurrección, Cristo eliminó tal distanciamiento y preparóel camino para llevarnos cerca de Dios e introducirnos en Él. Cristo es el caminomediante el cual llegamos a Dios. Él eliminó la distancia que separaba alhombre de Dios; es decir, quitó de en medio el pecado, el mundo, laconcupiscencia, la carne e, incluso, al enemigo, Satanás. Él aun eliminó lamuerte. Así pues, Él quitó de en medio todo aquello que constituía una barrera oimpedimento entre nosotros y Dios, a fin de llevarnos cerca de Dios eintroducirnos en Él.

     Ahora bien, después de Su resurrección, Él no solamente puede declarar queestá en Dios y que Dios está en Él, sino también que nosotros estamos en Él y Él

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    está en nosotros. Es por Cristo, mediante Cristo y en Cristo que nosotrosestamos en Dios. Ésta es la edificación en la que Dios se mezcla con lahumanidad, la cual Cristo ha realizado mediante Su muerte y resurrección.

    LA CASA DEL PADRE Y SUS MUCHASMORADAS

     A la luz de todo esto, ahora podemos comprender en qué consiste “la casa de MiPadre” mencionada en Juan 14:2. Esta casa no es una mansión celestial; más

     bien, la casa del Padre es el Cuerpo místico de Cristo con Sus muchos miembros, y cada uno de estos miembros es una morada. El versículo 23 también nos hablade una morada. Este versículo dice: “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama,Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos moradacon él”. Todos y cada uno de los creyentes, todo aquel que ha sido salvo yregenerado, es un miembro del Cuerpo místico de Cristo y es una morada en la

    casa del Padre, el Cuerpo.

     A fin de comprender la primera parte del capítulo catorce, tenemos queconsiderar como contexto la totalidad del libro de Juan. No podemos aislar losprimeros dos versículos e interpretar que las muchas moradas son unasmansiones en los cielos. En lugar de ello, iluminados por el contexto de todo ellibro, podemos conocer el verdadero significado de estos versículos. El Señor noestá edificando un “salón” celestial. Él está edificando el Cuerpo místico, la casade Dios, en la que Sus muchos miembros son las muchas moradas.

    Nosotros mismos somos unas de estas muchas moradas. El Señor ha

    introducido a Dios en nosotros y nos ha introducido en Dios a fin de hacer queDios y nosotros seamos uno, esto es, a fin de forjar a Dios en nosotros yforjarnos a nosotros en Dios. Es por esto que con frecuencia los escritos delapóstol Juan nos hablan de permanecer nosotros en Dios y Dios en nosotros, ode estar nosotros en Dios y Dios en nosotros. También en estos escritos Juannos habla de la ciudad santa, el edificio de Dios, cuyo centro y suministro de

     vida es el Dios Triuno. Si consideramos todos los escritos de Juan en suconjunto, podremos descubrir que el verdadero significado de tales escritosestriba en que la vida tiene como finalidad la edificación.

    PERMANECER EN EL DIOS TRIUNO Y NEGARNOS A NOSOTROS MISMOSPARA MANTENER LA UNIDAD DE LAEDIFICACIÓN

    La verdadera edificación de la iglesia jamás podrá hacerse realidad si carecemosde la experiencia apropiada de la vida divina. Si permanecemos en Cristo ydejamos que Cristo permanezca en nosotros, llegaremos a experimentar lo quees la edificación de la iglesia. La vida tiene como finalidad la edificación, y laedificación se compone de la vida divina. Tenemos que declarar: “Hoy, yo estoyen el Señor y Él está en mí. Además, yo permanezco en el Señor y Él permaneceen mí”. Al decir esto, sin embargo, debemos recordar que Él es la vid y nosotros

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    los pámpanos; no solamente estamos estrechamente vinculados a la vid, sinotambién a los otros pámpanos. No solamente estamos edificados con el Señor,sino con el Señor y con todos los miembros de Su Cuerpo.

    Una vid tiene muchos pámpanos, sin embargo, todos los pámpanos constituyen

    una sola vid; no están separados. Cuando estos pámpanos son separados de la vid, son muchos pámpanos individuales; pero al permanecer en la vid, todosellos son uno en la vid. Si decimos que permanecemos en el Señor, tenemos queexaminar si somos uno con los otros miembros o no. Si no somos uno con losdemás miembros, dudo mucho que verdaderamente permanezcamos en elSeñor. Reitero, a fin de permanecer en el Señor, tenemos que ser uno con todoslos otros miembros. Cuando todos los pámpanos permanecen en el Señor, todosellos conforman una sola vid. En esto consiste la realidad del edificio de Dios.

    En la totalidad del Nuevo Testamento, Juan 17 es el único capítulo que tratadirectamente sobre la unidad de la iglesia, el Cuerpo de Cristo. En este capítulo,

    el Señor ora varias veces pidiendo que nosotros seamos uno. Conforme a los versículos del 21 al 23, podemos ser uno únicamente en el Dios Triuno. Cuandopermanecemos en el Dios Triuno, somos uno; pero cuando no permanecemosen el Dios Triuno, estamos separados. De hecho, cuando usted permanece enDios y yo permanezco en Dios, usted y yo somos uno; pero si ninguno de los dospermanece en Dios, estamos separados. Jamás podremos ser uno por nosotrosmismos. Podemos ser uno únicamente en Dios, en el Señor y en el Espíritu. Éstaes la única manera en que la edificación se hace realidad.

    Puedo dar testimonio de estas cosas basado en muchas de mis propiasexperiencias. Tres hermanos —un hermano cantonés, un hermano mandarín y

    un hermano estadounidense moderno—  no siempre pueden ser uno, pues sontres personas diferentes. Muchas veces, sin embargo, ellos son uno, no por elhecho de que ellos sean cantoneses, ni mandarines ni estadounidenses, sinodebido a que ellos están en Dios. Otras veces, quizá uno de ellos se obstine enactuar conforme a su propia mentalidad peculiar; en tal caso, los otros doshermanos le temerán. Ellos simplemente no podrán lidiar con ese hermano.Probablemente todos hemos tenido tal clase de experiencia con los santos. Heconocido hermanos muy queridos pero que eran obstinados, aparentemente sinningún sentido ni lógica alguna. En tales ocasiones, he deseado que tal hermanoobstinado sea quebrantado, a fin de que podamos ser uno en Cristo. Si alguienestá completamente inmerso en sí mismo, nadie podrá ser uno con él. Aun si

    oramos juntos, es posible que luego discutamos. Quizá uno de los hermanos ore y, después, otro hermano ore en contra de lo que ha dicho el otro en su oración.Si todos estamos inmersos en nosotros mismos y ninguno está en Cristo al vivir

     y permanecer en el Señor, no habrá unidad; más bien, habrá separación eindividualismo.

    Cuando nos negamos a nosotros mismos, estamos en el Espíritu, y cuando otrohermano se niega a sí mismo, está en el mismo Espíritu. Entonces, maravillosa yespontáneamente, somos uno en el Señor. Tanto los hermanos mandarines,como los cantoneses y los estadounidenses, todos ellos reconocerán que hansido puestos en la cruz y que ahora se hallan en la resurrección del Señor.Nosotros estamos en la resurrección, el Señor resucitado está en nosotros, y leposeemos como nuestra vida. Nos damos cuenta de este hecho y, basados en él,

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    nos negamos a nosotros mismos. ¡El resultado es maravilloso! Somos uno en la vida de resurrección y en el Señor resucitado. Somos conjuntamente edificados,no mediante las enseñanzas o las doctrinas, sino por la muerte y resurreccióndel Señor. En la muerte y resurrección del Señor, somos conjuntamenteedificados como una sola entidad en el Señor. No existe otro modo en que

    podamos hacer realidad la verdadera edificación de la iglesia.

     A esto se debe que dondequiera que nos reunamos como iglesia con los santos,es imprescindible no obstinarse ni insistir en nada. Esto quiere decir quetenemos que negarnos a nosotros mismos y ponernos a un lado. Tenemos queolvidarnos de nosotros mismos. Si todos hacemos esto, el resultado será quetodos estaremos en la resurrección del Señor, todos estaremos en el Espíritu ytodos seremos uno en el Señor. Entonces, el Señor será manifestado, no enconformidad con usted, o conmigo o con ninguna otra persona, sino según Élmismo, pues el que será expresado será el Señor crucificado y resucitado.Nosotros hemos sido puestos en la cruz y ahora es el Señor quien vive en

    nosotros. Ésta es la única manera en que el Señor edifica la iglesia. No hay otramanera. Esto no se logra por medio de debates o enseñanzas. Cuanto másenseñanzas tengamos, más divisiones habrá; y cuanto más debates tengamosentre nosotros, más opiniones y más divisiones habrá. La unidad de laedificación divina es posible únicamente al experimentar nosotros la muerte delSeñor y Su resurrección. Es la cruz y el Cristo resucitado lo que nos introduce enDios e introduce a Dios en nuestro ser. Es mediante esta muerte y resurrecciónque el Señor hace que nosotros y Dios seamos conjunta y mutuamenteedificados. En esto consiste el edificio de Dios.

    Como veremos, los escritores de los libros de los Hechos y las Epístolas también

    nos muestran algo con respecto a esta edificación. En numerosas ocasiones ellosdicen que la edificación se lleva a cabo en nuestro espíritu. Es en nuestroespíritu y por medio del Espíritu que somos conjuntamente edificados como unasola entidad en el Señor.

    La edificación divina es el Cuerpo único, la iglesia única, el Betel único, eltestimonio corporativo único del propio Señor; finalmente, la Nueva Jerusalénserá la consumación. La Nueva Jerusalén, en realidad, no es un lugar físico sinouna composición viviente conformada por aquellos que han sido redimidos y

     vivificados por el Espíritu, quienes están en Dios y tienen a Cristo como su vida.

    Que el Seño


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