+ All Categories
Home > Documents > El Libro Del Pueblo - Peregrinacion - Zenna Henderson

El Libro Del Pueblo - Peregrinacion - Zenna Henderson

Date post: 29-Oct-2015
Category:
Upload: leon-emmanuel-n
View: 204 times
Download: 5 times
Share this document with a friend
Description:
ciencia ficcion
Popular Tags:

of 156

Transcript
  • ZENNA HENDERSON

    El Libro del Pueblo

    Peregrinacin

    Minotauro

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    2

    Ttulo original: Pilgrimage:

    The Book of the People Traduccin de Matilde Horne y F.A.

    Primera edicin: junio de 1994 Zenna Henderson, 1960 Ediciones Minotauro, 1975, 1994 Rambla de Catalunya, 62. 08007 Barcelona Tel. 900 30 o 27 ISBN: 8445071343 Depsito legal: B. 16.2091994 Impreso por Romany/Valls ' Verdaguer, i. Capellades (Barcelona) Impreso en Espaa A todos mis querubes y a las campanas

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    3

    NDICE

    ARARAT................................................................................................................................................... 14 GALAAD .................................................................................................................................................. 32 POTAJE..................................................................................................................................................... 50 DESIERTO................................................................................................................................................ 75 CAUTIVERIO..........................................................................................................................................102 JORDN ..................................................................................................................................................138

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    4

    La ventanilla del autobs era un cuadrado oscuro contra la noche de formas indistintas. Los ojos de Lea dejaron lentamente la niebla difusa de la distraccin y enfocaron el mundo; al fin se le materializ la cara, en dbiles fragmentos, apenas visibles en la penumbra del interior del autobs. Mira, pens, todava tienes una cara. Inclin la cabeza y observ la luz plida que se le deslizaba por el borde ntido y delicado de la mejilla. Los ojos abiertos no vean ningn color, slo oscuridad; los rizos recogidos en las sienes y la curva de las cejas, todo como una fotografa fuera de foco en la oscuridad exterior. Esto es lo que parezco a la gente, pens de un modo impersonal. Mi exterior est intacto: una cscara de huevo y nada dentro.

    La figura de al lado se movi en el asiento. Despierta, querida? La cara redonda resplandeci en las sombras. Parece que

    durmi bien. Estuvo usted tan quieta desde que yo sub. Djeme que encienda la luz. La mujer movi los dedos sobre la cabeza de Lea. Estas luces son de veras ingeniosas. Cmo habrn conseguido que apunten en la direccin justa? La luz se encendi y Lea apart los ojos parpadeando. Demasiado fuerte? La cara de la anciana se arrug en una sonrisa. Me recuerda cuando yo era joven y venamos de la oscuridad y encendamos la lmpara de petrleo. Yo parpadeaba como usted ahora. Aunque cuando yo tena los aos de usted ya haba luz elctrica. Pero yo tuve mis dos primeros antes de la electricidad. Me cas a los diecisiete y estos dos no pudieron venir ms rpido. Usted no puede tener ms de veintids o veintitrs. Seor. Yo ya haba dado cuatro al mundo por ese entonces La ventanilla del autobs era un cuadrado oscuro contra la noche de formas indistintas. Los ojos de Lea dejaron lentamente la niebla difusa de la distraccin y enfocaron el mundo; al fin se le materializ la cara, en dbiles fragmentos, apenas visibles en la penumbra del interior del autobs. Mira, pens, todava tienes una cara. Inclin la cabeza y observ la luz plida que se le deslizaba por el borde ntido y delicado de la mejilla. Los ojos abiertos no vean ningn color, slo oscuridad; los rizos recogidos en las sienes y la curva de las cejas, todo como una fotografa fuera de foco en la oscuridad exterior. Esto es lo que parezco a la gente, pens de un modo impersonal. Mi exterior est intacto: una cscara de huevo y nada dentro.

    La figura de al lado se movi en el asiento. Despierta, querida? La cara redonda resplandeci en las sombras. Parece que

    durmi bien. Estuvo usted tan quieta desde que yo sub. Djeme que encienda la luz. La mujer movi los dedos sobre la cabeza de Lea. Estas luces son de veras ingeniosas. Cmo habrn conseguido que apunten en la direccin justa? La luz se encendi y Lea apart los ojos parpadeando. Demasiado fuerte? La cara de la anciana se arrug en una sonrisa. Me recuerda cuando yo era joven y venamos de la oscuridad y encendamos la lmpara de petrleo. Yo parpadeaba como usted ahora. Aunque cuando yo tena los aos de usted ya haba luz elctrica. Pero yo tuve mis dos primeros antes de la electricidad. Me cas a los diecisiete y estos dos no pudieron venir ms rpido. Usted no puede tener ms de veintids o veintitrs. Seor. Yo ya haba dado cuatro al mundo por ese entonces y haba enterrado uno. Mire, fotografas de mis nietos.

    Vengo de visitar al ltimo de todos, el benjamn de Jenny. Una nia luego de tres varones. Usted me recuerda un poco a ella, los ojos oscuros y ese color de pelo. Jenny lo usa ms largo, pero las dos tienen ese mismo tinte rojizo. La mujer busc en el bolso. Lea senta que las palabras caan sobre ella como un agua tibia y espumosa. Tom automticamente la billetera abultada que le tenda la mujer y mir sin ver las ventanitas de celofn: ...y stos son Arthur y Jane. Ah, aqu est Jenny. Mrela, mrela bien y dgame si no se parece a usted.

    Lea tom aliento y recorri de vuelta una larga y dolorosa distancia. Clav los ojos en la billetera.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    5

    La cara la miraba ahora sonriendo, expectante. Bien? Es... Lea no tena voz. Carraspe secamente. Es bonita. S, lo es. La mujer sonri. No opina que se parece un poco a usted? Un poco... comenz a repetir Lea, y se le apag la voz; la mujer entendi que esto

    era una respuesta. Adelante, mire a los otros y dgame cul de los nios le gusta ms. Lea volvi las pginas de celofn y se qued mirando algo, con los ojos bajos. Bueno, con cul se ha quedado? La mujer se inclin hacia Lea. Bueno! Un jadeo

    de indignacin. Eso es mi licencia para conducir! No le ped que husmeara mis papeles! La anciana le arrebat a Lea la billetera y apag la luz. Hubo unos cuantos movimientos

    y murmullos en el asiento de al lado hasta que la tranquilidad volvi otra vez. El zumbido del autobs era casi hipntico y Lea se hundi de nuevo en aquella

    apata, excepto una punta minscula de incomodidad que continuaba aguijonendole la conciencia. Tendra que hacer algo en la prxima parada. El billete alcanzaba hasta all. Luego qu? Habra que decidir otra vez. Y todo lo que ella quera era nada... nada. Y todo lo que tenia era nada... nada. Por qu tena que hacer algo? No bastaba que ella no...? Lea apoy la frente contra el vidrio de la ventanilla, disolviendo aquel nebuloso reflejo de ella misma, y clav los ojos en la oscuridad. El hbito la domin de nuevo, y los dolorosos pensamientos volvieron a los viejos surcos, los trillados senderos que llevaban a una futilidad sin remedio, a una nada oscura. Retuvo el aliento, y luch contra el horror... la amenaza...

    Todas las luces del interior del autobs se encendieron de pronto, y hubo un murmullo y un movimiento de gente adormilada. El autobs marchaba ahora ms despacio entre las luces desperdigadas de las afueras de un pueblo.

    Era un pueblo pequeo. Lea ni siquiera recordaba el nombre. Ni siquiera supo en qu direccin iba cuando dej la estacin. Se alej de la parada de autobs caminando con pasos rpidos y silenciosos por la acera agrietada, complacindose en el balanceo rtmico del cuerpo despus de las largas horas de inactividad. La mente todava le daba vueltas, a ciegas, apartada, distrada, encerrada en s misma.

    El distrito comercial fue quedando atrs, y Lea comenz a subir por una calle empinada. Arriba y al cabo de un rato se encontr con una baranda. Se apoy en el borde esperando a que se le pasara el mareo. Escudri la oscuridad. Es un puente!, pens. Sobre un ro. Sinti que algo se encenda en ella. Es la respuesta, se dijo, animada. S, y luego... nada ms! Apoy los codos en la baranda, enmarcndose el mentn y las mejillas con las manos, los ojos puestos en la oscuridad de all abajo, una oscuridad cerrada donde no haba ni siquiera una onda que reflejase las luces del puente.

    La voz familiar, tan razonable, hablaba de nuevo. Hay que desprenderse de ese dolor. Que sea slo una incomodidad transitoria. Deja de respirar, deja de pensar, deja de sufrir, deja de alimentar ese ciego deseo. Lea se movi por la acera, acariciando la baranda. Puedo soportarlo ahora, pens. Ahora que s que hay un fin. Puedo soportar un minuto ms de vida... para decir adis. Sinti un estremecimiento en los hombros y la risa que se le ahogaba en la garganta. Adis? A quin? Quin notara que ella se haba ido? Una onda que se detiene en un mar tempestuoso. Que el agua tranquila la dejara sin aliento. Que esa bondad impersonal la ocultara, la disolviera, de modo que nadie pudiera suspirar y decir: Eso fue Lea. Oh, agua bendita.

    No haba nada que lo impidiera. Lea se encontr defendiendo lo que iba a hacer como si le hubiesen puesto alguna objecin. Escucha, pens. Te lo he dicho tantas veces. No hay razn para seguir. Puedo aguantarlo cuando la inanidad me envuelve ocasionalmente, pero no recuerdas? No recuerdas la maana en que estabas sentada vistindote, con un zapato puesto y el otro todava en la mano, y no podas encontrar una razn vlida para terminar de calzarte? Ninguna razn! Acabar de vestirse? Para qu? Por qu tenas que ir a trabajar? Por qu? Para ganarte la vida? Por qu? Para tener que comer?

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    6

    Por qu? Para no morirte de hambre? Por qu? Porque tienes que vivir! Por qu. Por qu? Por qu!

    Y no haba respuestas. Y me qued all sentada hasta que el aire gris se disolvi a mi alrededor, como otras veces. Pero entonces... Lea junt las manos y se las retorci dolorosamente. Recuerdas qu ocurri entonces? El cielo distorsionado se desgarr derramando todo el horror de un mundo sin significado y sin sentido; una existencia irracional que daba vueltas y vueltas como las manecillas de un reloj sin cara, una nada amenazadora que tironeaba del hilito de razn que an me quedaba enredndolo y enredndolo. Lea se estremeci y apret los labios tratando de recobrarse. Eso fue slo el principio... Poco despus esos mismos abismos de inutilidad llegaron a ser un refugio y no algo de lo que era necesario escapar, una negatividad casi cmoda comparada con ese horror positivo que era vivir. Pero ya no aguanto ni una cosa ni otra. Se dobl sobre la baranda. Y no tengo por qu hacerlo. Se enderez y contuvo una nusea repentina y seca. Las aguas han de ser ms profundas en el medio se dijo. Profundas, rpidas, silenciosas, alejndome de esta intolerable...

    Y mientras daba un paso adelante se oy un gritito, perdido dentro de ella. Pero yo hubiese podido tener amor a la vida! Cmo he llegado a

    este punto muerto? Calla, le deca la oscuridad a la vocecita, calla! No te molestes en pensar. Trae

    dolor. No descubriste que trae dolor? No tienes que pensar nunca ms, ni hablar nunca ms, ni respirar nunca ms despus del prximo aliento...

    Los pulmones de Lea se llenaron lentamente. El ltimo aliento! Empez a deslizarse a lo largo de la baranda del puente de piedra, hacia la oscuridad, hacia el acabamiento de todo, hacia el Fin.

    No tienes verdaderas ganas. La voz risuea sorprendi a Lea como un golpe en la cara. Por otra parte, aunque lo quisieras de veras no podras aqu. Quiz te romperas una pierna, pero nada ms.

    Me rompera una pierna? La voz de Lea era de estupefaccin, y algo grit dentro de ella, decepciona da: Te estoy hablando!

    Claro. Unas manos fuertes la apartaron de la baranda y la arrastraron a un asiento dentro de lo que pareca ser un pequeo kiosco. Tienes que ser muy nueva aqu, llegada en el autobs de las nueve y media de la noche.

    El autobs de las nueve y media de la noche repiti Lea inexpresivamente. Porque si hubieses estado aqu a la luz del da sabras que este puente es

    un engao y una ilusin, por lo menos en lo que a agua se refiere. No podras ahogar un mosquito en este ro. Hay un dique arriba, y aqu slo arena y tamariscos. Adems, no quieres morir, mucho menos con un abrigo tan hermoso como se, casi nuevo!

    No quieres morir repiti Lea como un eco distante. De pronto se solt con una sacudida de aquellas manos firmes y torci el cuerpo tratando de librarse del brazo que la sostena.

    Quiero morir! Vete! Habl con una voz cada vez ms aguda y casi escupi la ltima palabra.

    Pero no me oste? El resplandor del farol ms cercano en el collar de luces que perlaba el puente brill sobre una sonriente cara de muchacha, no mucho mayor que Lea. No tendrs lo que piensas si tratas de suicidarte aqu. Probablemente te quedes tendida en la arena toda la noche, quiz con una rama afilada de tamarisco clavada en el hombro, y la pierna rota dolindote corno todos los diablos. Y maana te encontrarn las hormigas, y las moscas, los moscardones que zumban. Los atrae la sangre, ya lo sabrs. Tu sangre, derramada en la arena.

    Lea ocult la cara, con violencia, hundiendo las uas en el cuero cabelludo. Esta... esta criatura no tiene por qu rascar esa costra que resuma sangre, pens. Sera tan fcil

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    7

    saltar a la oscuridad, a la nada, y no quedarse pensando en moscardones y sangre, tu propia sangre.

    Adems... el brazo la rodeaba de nuevo, llevndola de vuelta al banco, no puedes querer morir y perderlo todo.

    Todo es nada jade Lea, tratando de volver a un camino gastado y conocido. No es nada. Slo una tiza gris que escribe palabras grises en un cielo gris de tormenta. No hay nada! No hay nada!

    Esa frase tan redonda tienes que habrtela dicho miles de veces para haber llegado tan adentro en la oscuridad dijo la voz, seria ahora. Pero tienes que volver, lo sabes, tienes que sentir de nuevo el deseo de vivir.

    No, no! gimi Lea, retorcindose. Djame ir! No puedo. La voz era dulce, las manos firmes.

    Los Poderes me enviaron aqu a propsito. No puedes volver a la Presencia con tu vida deshecha. Pero no me escuchas, no es cierto? Deja que te diga.

    Te llamas Lea Holmes. Yo me llamo Karen, si quieres saberlo. Dejaste tu casa en Clivedale hace dos das. Juntaste todo tu dinero y compraste el pasaje que te llevara ms lejos. Te pasaste dos das sin comer. Ni siquiera sabes muy bien en qu estado te encuentras, excepto que es un estado de desesperacin y agotamiento completos, no es as?

    Cmo... cmo sabe? Lea sinti que algo muerto desde haca mucho se mova dentro de ella, y volva a morir bajo la chata monotona de la voz de la muchacha. No importa. Nada importa. Usted no sabe nada! Una ira nauseosa alete en el estmago vaco de Lea. Usted no sabe lo que es vivir de cara a una pared y sin embargo tener que caminar y caminar, da tras da, arrastrando siempre una rueda de molino, sin ninguna esperanza de poder atravesar la pared, nada, nada, nada! Ni siquiera un eco! Nada!

    Lea se arranc de las manos de Karen, y en un movimiento ciego y enloquecido corri a la baranda de cemento y se arroj a la oscuridad.

    Una vuelta y otra vuelta en el aire, interminable, lenta, lenta. Se tardaba tanto en morir? Cay blandamente en la arena.

    Ya ves dijo Karen, agachndose en la arena y alzando la cabeza de Lea. No puedo permitir que lo hagas.

    Pero... yo... yo salt! Las manos de Lea tocaron la arena a los costados y alz los ojos y mir las luces de los coches que pasaban all arriba como bastones a lo largo de una cerca de piquetes.

    S, saltaste. Karen ri con una risita clida. Mira, Lea, todava hay maravillas en este mundo. No todo est en el fondo de un pantano. Cul es esa otra cita que has estado usando como anestesia?

    Lea volvi de mala gana la cabeza y se sent. Djeme sola. Karen insisti con una voz imperiosa. Cul era esa otra cita? No hay ms maravillas para m cit Lea con las manos sobre los labios. Excepto

    preguntarme por qu ya no puedo maravillarme. Y por qu todas las maravillas parecen haberse agotado... Unas lgrimas calientes le quemaron los ojos, pero no llegaron a caer. No ms maravillas...

    El enorme vaco que estaba all esperando siempre se extendi y extendi distorsionando...

    No ms maravillas? Karen rompi la burbuja con una risa tierna. Oh, Lea, si yo slo tuviera tiempo! Ninguna maravilla! Pero tengo que irme. La ms increble maravilla... Hubo un breve silencio y los coches pasaron arriba, uno tras otro. Escucha! Karen tom las manos de Lea. Ya no te importa lo que pueda pasarte, no es cierto?

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    8

    No! dijo Lea, pero una dbil voz murmur una protesta detrs de ese grito desanimado.

    Sientes que la vida es insufrible, no? Insisti Karen. Que nada puede ser peor. Nada dijo Lea, embotada, con un susurro ahogado. Escucha entonces. Karen se arrim a ella en la oscuridad. Te llevar conmigo. En

    verdad no tendra que hacerlo, especialmente ahora, pero ellos entendern. Te llevar all conmigo y luego, luego, si cuando todo haya terminado t todava piensas que no hay nada de que maravillarse en el mundo, yo misma te llevar a un sitio mucho ms apropiado para suicidios, y te dar un empujn!

    Las manos de Lea se retorcan tratando de librarse de s mismas. Pero dnde... Ah, ja! ri Karen. Recuerda que no te importa! No te importa! Bien, ahora

    tendr que taparte los ojos, un minuto. Levntate. Deja que te ponga esta bufanda sobre los ojos. Listo. Me parece que no est demasiado apretada, y s lo suficiente. La charla de Karen sigui y sigui, y Lea busc apoyo de pronto en la muchacha, sintiendo que el mundo se disolva alrededor. Se tom del hombro de Karen y dio unos pasos tambaleantes de la arena a terreno ms slido. Oh, te marea no ver nada? Pregunt Karen. Bueno, est bien. Te la sacar. Desat la bufanda. De prisa, tenemos que tomar el autobs y es casi la hora. Arrastr a Lea a lo largo de la vereda del puente, hacia la otra orilla, dejando atrs el pueblo.

    Pero... Lea trastabillaba de cansancio y hambre, cmo estamos otra vez en el puente? Esto es una locura! Estbamos abajo...

    Preocupada, Lea? Karen la tranquiliz tocndole el hombro. Si nos damos prisa tendremos tiempo de que comas un sandwich antes de que llegue el autobs. Yo invito.

    Un sandwich y un vaso de leche ms tarde, el autobs se acerc rugiendo a la acera, devor a Lea y a Karen y se alej ruidosamente. Veinte minutos despus el conductor, discutiendo, abri la portezuela a la oscuridad.

    Pero, seora, no hay nada ah! La casa ms prxima est casi a dos kilmetros! Ya lo s sonri Karen. Pero ste es el sitio. Alguien nos espera. Ayud a Lea a

    bajar los peldaos. Gracias! Dijo volviendo la cabeza. Muchas gracias! Gracias! Murmur el conductor cerrando brusca mente la portezuela. Ni

    siquiera es un cruce! Qu gente loca! El autobs se fue rugiendo camino abajo. Las dos muchachas miraron la retirada de

    lucirnaga del autobs hasta que desapareci detrs de una curva. Bueno! Karen suspir, feliz. Miriam est esperndonos por aqu en algn sitio.

    Luego iremos... Yo no. La voz de Lea era de una terquedad inexpresiva en la casi tangible

    oscuridad. No me mover un centmetro ms. Quin se cree que es usted? Me quedar aqu hasta que pase un coche...

    Y te tirars al camino? La voz de Karen era fra y dura. No tienes derecho a obligar a un desconocido a que sea tu verdugo. Te parece bien derramar tu sangre sobre alguien cubrindolo de pies a cabeza?

    No me hable ms de sangre! grit Lea, herida en lo vivo pues Karen estaba sacndole fuera todos los pensamientos. Djeme morir! Djeme morir!

    S, quiz tendra que dejarte morir dijo Karen sin ninguna simpata. No estoy segura de que valga la pena evitarlo. Pero mientras ests en mis manos vendrs conmigo y te callars. Las nias lloronas me aburren.

    Pero... usted... no sabe! Lea solloz sin lgrimas, trastabillando detrs de Karen, arrastrada por el brazo, evitando cactos y arbustos, llorando el todo protector consuelo de la nada que ya hubiera sido suyo si Karen no hubiera intervenido.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    9

    Quiz te sorprenda solt Karen, pero al menos Dios lo sabe, y no le has dedicado un solo pensamiento en toda la noche. Si tienes tantas ganas de meterte en la casa del Seor aunque nadie te haya invitado, ser mejor que dejes de lloriquear y pienses en alguna excusa convincente.

    Usted es mala! chill Lea, como un nio. De modo que soy mala. Karen se detuvo tan bruscamente que Lea se la llev por

    delante. Quiz debiera dejarte sola. No quiero que esta cosa maravillosa que est ocurriendo sea estropeada por tantas estupideces. Adis!

    Y Karen desapareci antes que Lea alcanzara a parpadear. Desapareci completamente. No se haba odo ni el sonido de una pisada, ni el susurro de un arbusto. Lea se encogi en la oscuridad, sintiendo que el pnico le creca en el pecho y la dejaba sin aliento. El elevado arco del cielo resplandeca sobre ella y la noche de pronto hostil se cerraba arrastrndose, cada vez ms cerca. No haba ninguna parte a donde ir, ningn sitio donde esconderse, ningn rincn a donde pudiera retroceder. Nada... Nada!

    Karen! chill Lea, echando a correr ciegamente. Karen! Cuidado. Karen sali de la oscuridad y la tom por el brazo. Hay cactos ah. La

    voz continu con una exasperada paciencia: Muerta de miedo por quedarse sola en la oscuridad dos minutos y catorce segundos, y todava piensas que una eternidad de lo mismo sera mejor que vivir... Bueno, he hablado con Miriam y me ha dicho que puede ayudarme a tratar contigo, de modo que ven... Miriam, aqu est ella. Crees que vale la pena salvarla? Lea retrocedi, sorprendida, mientras Miriam se materializaba vagamente en la oscuridad.

    Karen, deja ese tono de censor dijo la sombra. Ya sabes que no podras abandonar a Lea ahora. Necesita ayuda, y no reproches.

    Ni siquiera quiere ayuda dijo Karen. Hablan como si yo ni siquiera estuviese aqu dijo Lea, resentida. No aqu. No aqu.

    La ola de desesperacin creci y creci y al fin rompi sobre ella. Oh, djenme ir! Djenme morir!

    Lea se apart de Karen pero la sombra de Miriam la envolvi con brazos clidos. Tampoco quiere vivir, pero no lo aceptars, as como no aceptas que no quiera

    ayuda. Es tarde dijo Karen. La sillita de oro? Supongo que s dijo Miriam. De todos modos el shock ser inevitable. Cuanto

    ms contacto mejor. De modo que las dos prepararon la silla, la mano tomando la mueca, la mueca

    tomada por la mano, y se agacharon. Vamos, Lea dijo Karen, sintate. Los brazos alrededor de nuestros cuellos. Puedo caminar dijo Lea framente. No estoy tan cansada. No sean tontas. A donde vamos no puedes ir caminando. No discutas. Estamos retrasadas. Sintate. Lea apret los labios, pero se sent, torpemente, tomndose con fuerza cuando Karen

    y Miriam se incorporaron, levantndola del suelo. Todo bien? pregunt Miriam. Todo bien dijeron a la vez Karen y Lea. Y ahora? dijo Lea esperando a que empezaran los pasos. Bueno ri Karen, no digas que no te lo advert, pero mira hacia abajo. Lea mir hacia abajo, y abajo, y abajo! All abajo se escurran unas luces a lo largo de

    la borrosa cinta de un camino. All abajo se extenda el roco enjoyado de los faroles de una calle. All abajo toda la panormica perfeccin del valle brillaba mgicamente en la noche. Lea se miraba incrdula los dos pies que le colgaban en el aire; nada debajo sino aire, el mismo aire que le mova el cabello y le golpeaba los prpados a medida que aumentaban la velocidad. El terror la sofocaba. Los dos brazos apretaron convulsivamente los cuellos de las muchachas.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    10

    Eh! jade Karen. Nos ests ahogando! No ten gas miedo. No aprietes tanto. No aprietes tanto!

    Ser mejor que la tranquilices susurr Miriam. No te oye. Tranquila dijo Karen en voz baja. Lea, tranquila. Lea sinti que el miedo se alejaba de ella como una marea que retrocede. Afloj los

    brazos. Los ojos que no entendan se alzaron a las estrellas y bajaron de nuevo a las luces. Dej escapar un leve suspiro y apoy la cabeza en el hombro de Karen.

    Estoy murindome, se dijo. Salt del puente y esto es mi agona, el delirio que precede a la muerte. Tardo mucho en morir. No me sorprende, con esa espina de tamarisco que me ha traspasado el hombro.

    Lea cerr los ojos y los miembros se le aflojaron! Lea estaba tendida en una oscuridad de plata, detrs de los ojos cerrados, y

    saboreaba esa annima inercia que separa el sueo del despertar. Una calma serena le cantaba en el cuerpo, un tranquilo zumbido. Se senta tan annima como un alga transparente que flota inmvil entre dos capas de agua clara. Respir despacio, pues no quera perturbar esa quietud de espejo, esa paz transparente. Si respiras con rapidez, empiezas a pensar, y si piensas... Lea se movi, se le estremecieron los prpados que no queran abrirse, pero la conciencia y la luz crecientes la despertaron del todo. Se qued tendida y sin moverse en la cama, tratando de ser otra sbana blanca entre dos sbanas de algodn. Pero las sbanas blancas no oyen el canto de los pjaros en la maana ni huelen desayunos. Se volvi y esper a sentir otra vez el peso doloroso de la vida, esa carga que la abrumara, que la trastornara con aquella quemante inutilidad.

    Buenos das. Karen estaba sentada en el alfizar de la ventana, extendiendo una mano abierta, con la palma hacia arriba. Sabes cmo llamar la atencin de un pjaro, con unas migas en la mano? Me pregunto si notan otra cosa que no sea comida o unos huevos. Respiran alguna vez por la pura alegra de respirar?

    Deshizo las migas entre las manos y las ech fuera de la ventana. No s mucho de pjaros dijo Lea con una voz espesa y herrumbrosa. Y tampoco

    mucho de la alegra, me parece. Endureci el cuerpo esperando a que aquel pesado horror descendiera de nuevo. Clmate dijo Karen volvindose desde la ventana. Te he tranquilizado. Quieres decir... que estoy curada? pregunt Lea tratando de recordar los

    episodios de la noche anterior. Oh, no. Simplemente te he desconectado, por un tiempo. La curacin es algo lenta.

    Tienes que hacerlo t misma. Yo puedo llevarte la cuchara a los labios, pero el esfuerzo de tragar depende de ti.

    Qu hay en la cuchara? pregunt Lea ociosa mente, dejndose llevar por aquella corriente de paz.

    De qu tienes que curarte? De la vida. Lea apart la cara. Crame de la vida. Otra vez lo mismo. Podemos pasamos palabras todo el da una a otra y no llegar a

    ninguna parte. Adems, no tengo tiempo. Tengo que irme ahora. La cara se le ilumin a Karen, y se movi alrededor del cuarto, levemente. Oh, Lea! Oh, Lea! En seguida, rpidamente: Te espera el desayuno en el otro cuarto. Te dejo. Volver luego y entonces... bueno, quiz se me haya ocurrido algo. Dios te bendiga.

    Karen se desliz fuera del cuarto, pero Lea no oy que la puerta se cerrara. Fue hasta el otro cuarto, sintiendo una inquietud que reemplazaba la inercia enfermiza

    de costumbre. Deshizo un poco de jamn entre los dedos y se sirvi una taza de caf. Al fin sali del cuarto, sin probar nada. De vuelta en el dormitorio se toc el raro camisn que tena puesto. De pronto se lo sac, con un solo y repentino movimiento, y se escurri dentro de sus propias ropas.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    11

    Prob el pestillo, no giraba. Martille dbilmente con los puos en la puerta cerrada. Corri a la ventana y sentndose en el alfizar comenz a pasar las piernas al otro lado. Los pies le golpearon en algo invisible. Sorprendida, extendi una mano y toc una cosa con la punta de los dedos. Sac lentamente las dos manos y se qued mirndolas cuando tropezaron con un obstculo.

    Volvi a la cama y la mir un rato. Al fin se puso a tenderla, rpida, minuciosamente, doblando bajo el colchn los bordes de las sbanas y ahuecando la almohada de plumas. Luego se dej caer en el borde de la cama y se mir las manos apretadas y tensas. Poco a poco fue deslizndose hasta caer al suelo de rodillas. Hundi la cara en las manos y le susurr a aquella pena rida que le quemaba los ojos: Oh, Dios! Oh, Dios! Ests de veras ah?

    Durante un largo tiempo se qued all de rodillas, sintiendo que apretaba la cara contra los barrotes que le impedan salir al mundo, y que ahora, quizs a causa de Karen, eran algo inerte e impersonal, y ya no ms aquella maligna carga de agona, la criatura deliberadamente malvada que haba sido antes.

    Entonces, de pronto, oy una voz incongruente, la voz de Karen: No has comido. Lea alz la cabeza, sorprendida. No haba nadie en el cuarto. No

    has comido dijo otra vez la voz, como enunciando simplemente un hecho. No has comido.

    Lea hizo un esfuerzo y se incorpor, sintiendo que la sangre le corra otra vez por las piernas entumecidas. Tiesamente fue cojeando hasta la otra habitacin. El caf humeaba todava agradablemente aunque ella senta que haba pasado toda una vida desde que lo haba servido en la taza. El jamn con huevos estaba todava caliente. Rompi la tostada crujiente y tibia y comenz a comer.

    Lo pensar todo dentro de un rato le murmur a la mesa. Y es posible que luego me ponga a chillar.

    Karen lleg de vuelta en las primeras horas de la tarde, precipitndose a travs de una puerta que se abri antes que ella la tocara.

    Oh, Lea! grit tomando a Lea por los hombros y hacindola girar en una danza enloquecida. Nunca lo adivinaras, ni en un milln de aos! Oh, Lea! Oh, Lea!

    Karen cay con Lea sobre la cama y ri alegremente. Lea se apart. Qu tengo que adivinar? La voz pareca tan seca y tensa como los ojos sin

    lgrimas. Karen se sent enderezndose rpidamente. Oh, Lea! Lo siento tanto. Estoy tan excitada que lo olvid. Escucha. Jemmy dijo

    que asistirs a la Reunin esta noche. No puedo decrtelo. Bueno, no podras entenderme sin una larga explicacin, y aun entonces... Mir los ojos extraviados de Lea. Duele, no es cierto? pregunt en voz baja. Aunque yo te haya tranquilizado, se abre paso corno un cuchillo desafilado, no es as? No puedes llorar, Lea? Ni siquiera una lgrima?

    Lgrimas... Las manos de Lea estaban inquietas. De qu serviran todas las lgrimas. Se llev las manos al nudo apretado que tena en el pecho. Le dola mucho la garganta. Cmo podra soportarlo? susurr. Cuando t permitas que salga otra vez, cmo podr soportarlo?

    No tendrs que soportarlo sola. No haba necesidad de que lo soportaras sola. Y no lo soltar en ti hasta que tengas fuerzas suficientes.

    De cualquier modo... Karen se puso de pie, vivamente. Comers de nuevo, y despus una siesta. Te ayudar a dormir. Luego la Reunin. All encontrars tu nuevo principio.

    Lea se encogi, temerosa, mirando cmo creca la Reunin. Risas y gritos y msicas y corrientes secretas giraban alrededor del cuarto.

    No te mordern! Susurr Lea. Ni siquiera se darn cuenta de que ests aqu, si t no lo deseas. S respondi a la pregunta muda de Lea. Tienes que quedarte, te guste o

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    12

    no te guste, aunque te parezca que no servir de nada. No s muy bien por qu Jemmy llam a esta Reunin, pero me parece bastante apropiado que te encuentres con nosotros en la escuela. Creme o no, pero aqu me eduqu, y aqu... Bueno, aqu las maestras deshacan lo que nosotros ramos, o lo hacan todo, depende del punto de vista. Sabes, los adultos pueden ocultar muy bien cualquier secreto, pero los nios... Karen ri. Pobres querubines... o quizs eran los ms sabios. Sin que nadie se lo pida, estn dispuestos a decirles las cosas ms ntimas a cualquier adulto que quiera escucharlos, y quin est ms preparado para escuchar que una maestra? Pregntale alguna vez a una maestra cunto aprenden del ambiente del nio y de las actividades cotidianas de la familia slo por lo que hacen o dicen, a veces de un modo casi inconsciente. Los nios son la clave de cualquier comunidad, un hecho que es ms cierto entre nosotros que en ninguna parte. Es as como las maestras se han visto envueltas tan a menudo en los asuntos del Pueblo. Recurdamelo alguna vez y te contar, cuando tengamos un minuto libre. Bueno, Melodye, por ejemplo. Pero ahora...

    El cuarto pareci de pronto ordenarse a s mismo y aquietarse en una espera atenta y expectante.

    Jemmy estaba sentado a medias en una esquina del pupitre de la maestra, de frente al Grupo, apretando un pedazo de papel en una mano.

    Nos hemos reunido hoy en Tu nombre dijo. Un murmullo corri por el cuarto y se apag. Por consideracin a algunos de entre nosotros, los procedimientos se harn hoy de viva voz. S que alguien del Grupo se ha asombrado de que los hayamos invitado a todos. Hay dos razones principales. La primera, para compartir esta alegra con nosotros... Un deleitado estremecimiento musical dio vueltas por el cuarto, seguido por una dbil risa. Francher! dijo Jemmy. La otra es el proyecto que quisiramos iniciar esta noche.

    En los ltimos pocos das se ha hecho cada vez ms evidente que ha llegado la hora de tomar una decisin muy importante. Decidamos lo que decidamos, muchos tendremos que decirnos adis. Habr separaciones dolorosas. Habr cambios.

    Haba una pena tangible en el cuarto, y una dbil escala menor de notas tristes que bajaba y suba, al borde de las lgrimas.

    Los Viejos han decidido que sera prudente registrar nuestra historia hasta hoy. Por eso estis todos vosotros aqu. Cada uno de vosotros guarda en la mente una importante parte de nuestra historia. Cada uno de vosotros ha influido de modo indeleble en el curso de los acontecimientos, en nuestros Grupos. Queremos que contis vuestras historias. No que las reinterpretis a la luz de lo que ahora sabemos, pero s que nos transmitis las premisas originales, las primeras tentativas, los primeros logros... Un murmullo se alz en la habitacin. S respondi Jemmy. Como si lo viviramos de nuevo, exactamente lo mismo, incluido el dolor.

    Bien alis el pedazo de papel, en orden cronolgico... Oh, antes que nada, dnde est el aparato grabador de Davey?

    El aparato? pregunt alguien. Qu tienen de malo nuestros recuerdos?

    Nada dijo Jemmy, pero queremos que este registro sea algo independiente de cualquiera de nosotros, que vaya con cualquiera que se vaya, y se quede con cualquiera que se quede. Compartimos los recuerdos generales, por supuesto, pero todos esos detalles mnimos... Bien, de cualquier modo, el aparato de Davey. El aparato haba llegado a la mesa sin hacerse notar. Bien, en orden cronolgico... Karen, t eres la primera...

    Quin, yo? Karen enderez el cuerpo, sorprendida. Bueno, s se contest a s misma, aflojndose. Creo que soy la primera.

    Acrcate al pupitre dijo Jemmy. Ponte cmoda. Karen le apret la mano a Lea y murmur: Preprate a or maravillas! y

    luego de abrirse paso entre las filas de pupitres se sent detrs de la mesa. Creo que dar nombre a este principio dijo. Ya hemos advertido alguna

    vez la analoga, recuerden.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    13

    el arca se pos sobre las montaas de Ararat. Y adems, Ararat es ms potico que monte Calvo! Y ahora sonri, para retomar el tiempo. Vuestra ayuda, por favor.

    Lea, fascinada a pesar de s misma, observ a Karen. Vio que la cara le cambiaba y se haca ms joven. Vio que el cabello se le ordenaba de otro modo y era ahora ms largo. Sinti que Karen se despojaba de aos como si fuesen finas capas de tejido, y se inclin hacia adelante, escuchando cmo la voz de Karen, ms alta y ms joven, comenzaba...

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    14

    ARARAT En Cougar Canyon siempre hemos tenido problemas con las maestras. La escuela, por

    supuesto, es apenas una escuela de campaa, aislada, inaccesible. No hay nada en ella que pueda atraer a una maestra. Sin embargo, como el Pueblo contina trayendo hijos al mundo, aun nuestro pequeo Grupo alcanza a reunir anualmente nueve escolares, el nmero reglamentario de acuerdo con las normas del condado.

    Naturalmente, yo ya no estoy en edad escolar, al menos en la edad escolar de Cougar Canyon, y desde hace tiempo. Pero a veces, cuando comienzan las clases, falta algn alumno, y entonces vuelvo a inscribirme para un curso especial. Ahora, sin embargo, trabajo en otro nivel. Pap mismo me prepar, hace dos veranos, para mis exmenes secundarios, y me prometi que si este ao estudio bien, el ao que viene ir al Exterior. All obtendr mi diploma de maestra, y yo misma podr ensear y no necesitaremos recurrir a los Extraos. S, los chicos, en general, preferiran que la escuela permaneciese cerrada, pero los Viejos quieren que se instruyan, y aqu, entre nosotros, los Viejos tienen siempre la ltima palabra.

    Como pap es presidente del consejo escolar, yo me entero de muchas cosas que los otros chicos no saben. En el verano, por ejemplo, escribi a la Inspeccin diciendo que este ao volveramos a ser ms de nueve, y pidi que nos enviaran una maestra. Le contestaron que no quedaba ninguna que no hubiese odo hablar de Cougar Canyon, de modo que tendramos que buscarla nosotros mismos aunque fuese bajo tierra. Eso de bajo tierra me son como una broma demasiado macabra, pues todos sabemos que en un rincn de nuestro cementerio se levantan las tumbas de cuatro de nuestras maestras. Es verdad que siempre nos mandan a las ms viejas, a las desheredadas y sin hogar, a las desahuciadas, dispuestas siempre al fin y al cabo les queda poco tiempo de vida a tirar un ao aqu, otro all, en empleos que nadie aceptara, ya que en nuestro Estado no hay una buena ley de pensiones y las maestras, por lo general, mueren en la brecha. No obstante, viejas y todo, desalentadas como llegan, Cougar Canyon les reserva siempre toda clase de emociones violentas, y de horrores, aunque nada de todo esto sea, en verdad, premeditado.

    Sin embargo, en estos ltimos aos tuvimos bastante suerte. Los Viejos piensan que empezamos a adaptarnos, pero los ms disconformes afirman que la Travesa nos ha debilitado. Cualquiera de las dos explicaciones puede ser justa, tal vez las dos; o quiz las maestras mismas han empezado a cambiar, y son ms fuertes. De cualquier modo, las dos ltimas duraron casi hasta fin de ao. Pap las llev a Kerry Canyon, donde aguardaban las ambulancias; y ahora, despus de una breve temporada en una casa de salud, estn sanas otra vez. Antes, en cambio, casi siempre cambibamos de maestra cuatro veces por ao.

    Bueno, lo cierto es que escribi a una agencia de la costa, y despus de un intercambio de cartas, conseguimos, por fin, una maestra.

    Pap lo anunci durante la comida. Es demasiado joven dijo, tomando un escarbadientes mientras se balanceaba en

    su silla. Mam le sirvi una segunda porcin de pastel a Jethro y volvi a levantar su tenedor. Ser joven no es un crimen dijo. Adems, para los chicos ser un cambio agradable. S, pero es una lstima dijo pap, explorndose una muela con el escarbadientes. Mam frunci el ceo. Yo no saba con exactitud si por el hecho de que pap haba

    querido decir que era una lstima que una maestra tan joven fuese a parar a un lugar como Cougar Canyon. No es que seamos en realidad malos o crueles. Lo que pasa es que todos los maestros son Extraos y nosotros lo olvidamos a veces... sobre todo los chicos.

    Nadie la obliga a venir opin mam. Pudo decir que no. S, pero... Pap enderez la silla. Basta de pastel, Jethro. Ve afuera y ayuda a

    Kiah a traer la lea. Karen, t y Lizbeth: a lavar los platos. Pronto, hijos.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    15

    Todos obedecimos. En Cougar Canyon los hijos obedecen siempre a sus padres, aunque tengo entendido que en el Exterior no ocurre as. Me fastidi porque yo saba que pap quera alejarnos para poder hablar con mam como hablan los mayores, de modo que le dije a Lizbeth que yo levantara la mesa y me puse a trabajar lentamente y en silencio, aguzando el odo.

    No pudo conseguir ningn otro empleo dijo pap. La agencia me inform que en los dos ltimos aos le consiguieron dos colocaciones, pero que en ninguna de las dos alcanz a terminar el curso.

    Bueno. Mam frunci los labios y arrug el entrecejo. Entonces, si es tan mala, por qu diablos la contrataste?Como si pudisemos elegir! dijo pap, rindose. En seguida se puso serio. No, no fue por falta de capacidad. Es una buena maestra. Segn ella, la despidieron sin motivo. Pidi recomendaciones y el director de una escuela escribi, al parecer: La seorita Carmody es una maestra excelente, pero no nos atrevemos a recomendarla.

    No nos atrevemos? repiti mam, perpleja. No nos atrevemos, s, eso dijo. La agencia asegur que haba investigado a fondo, y

    que no haban podido explicarse el motivo de los despidos. Sin embargo, la muchacha no consigui ningn otro empleo en la costa. Escribi diciendo que deseaba tentar suerte en otro Estado.

    Ser horrible tal vez o deforme sugiri mam. Pap lanz una carcajada. Horrible o deforme! dijo. Sac un sobre del bolsillo. Mira, aqu tienes la foto que

    acompaaba la solicitud. Yo haba terminado de levantar la mesa y me inclin por encima del hombro de pap. Caramba! dije. Pap me mir, levantando una ceja. Haba sabido evidentemente, desde un principio,

    que yo escuchaba toda la conversacin. Me puse colorada pero no me mov. Me pareci que pap me dejara entrar en el

    mundo de los mayores, aunque slo fuese por la puerta trasera. La joven de la foto era hermosa. No poda tener ms aos que yo, pero era mucho ms

    bonita. Cabello oscuro, corto y ondulado, y una piel cremosa, finsima, que pareca brillar con luz propia. Haba en su mirada un no s qu de perplejidad, de desconcierto, como si las cejas oscuras fuesen dos signos de interrogacin horizontales. La boca se le curvaba en una expresin de tristeza, no mucho, en verdad: apenas lo bastante para que uno se preguntase por qu, y sintiese, inmediatamente, el deseo de consolarla.

    De algo estoy seguro dijo pap. De que va a alborotar a la gente de Canyon. No s dijo mam con aire pensativo. Qu dirn los Viejos cuando vean llegar al

    Canyon a una Extraa joven y atractiva? Adonday Veeah murmur pap. No lo haba pensado. Ninguna de las maestras

    anteriores estaba en edad de crearnos problemas. Qu pasara? pregunt. Si un miembro del Grupo se casara con una

    Extraa, quiero decir. Imposible dijo pap con un tono tan parecido al de los Viejos que comprend por

    qu lo haban elegido en la asamblea de la primavera. Y Jemmy? dijo mam, preocupada. No hace ms que decir que tendr que

    buscar otro Grupo. No le gustan las muchachas de aqu. Y si esta Extraa... Qu edad tiene?

    Pap despleg la solicitud. Veintitrs aos dijo. Hace tres que termin sus estudios.

    Jernmy tiene veinticuatro dijo mam frunciendo los labios. Pap, mucho me temo que debas rescindir el contrato. Si pasara algo... Bueno, bastante tuviste que esperar para que te eligieran, y sera una verdadera lstima que algo anduviera mal ahora.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    16

    No puedo. La seorita Carmody ya est en camino. Y las clases empiezan el lunes. Pap se despein el mechn que le caa sobre la frente. Siempre hace lo mismo cuando est preocupado. Nos estamos ahogando en un vaso de agua dijo con forzado optimismo.

    Bueno, esperemos que el Grupo no tenga problemas. Y ella tampoco dijo pap, sonriendo. Dnde estn mis cigarrillos? Sobre la biblioteca. Mam se puso de pie, recogi el mantel, y lo dobl para evitar que las migas

    cayeran al suelo. Pap chasque los dedos y los cigarrillos llegaron por el aire desde la habitacin

    contigua. Mam entr en la cocina. El mantel se sacudi sobre el cesto de papeles y la sigui. La noche del domingo pap fue a Kerry Canyon a buscar a la nueva maestra. En

    realidad, ella deba haber estado con nosotros el sbado por la tarde, pero cuando lleg a la cabecera del condado ya haba pasado la hora de la salida del autobs. La carretera termina en Kerry Canyon. Es decir, para los Extraos. Ms all no hay un verdadero camino, y es mejor as. Los turistas nos dejan en paz. Claro est que a nosotros no nos es difcil ir de un lado a otro con nuestros automviles. Por eso, precisamente (a causa del estado de los caminos), el mundo se detiene en Kerry Canyon y tenemos que hacerlo todo: ir en busca de pasajeros, de provisiones...

    En casa, todos los chicos quisieron quedarse levantados para esperar a la nueva maestra, y mam los dej, pero a eso de las siete y media los ms pequeos empezaron a dormirse, y a las nueve slo quedbamos Jethro y Kiah, Lizbeth, Jemmy y yo. Pap deba de haber vuelto haca rato, y mam empezaba a sentirse nerviosa e intranquila. Por fin, a las nueve y cuarto, omos que el coche tosa y estornudaba en el camino. La ancha sonrisa de alivio de mam se reflej en todas nuestras caras.

    Claro! exclam. Olvid que traa a una Extraa en el coche. Tuvo que venir por el camino y la llanura de los Asnos es realmente intransitable.

    Sent a la seorita Carmody antes que ella llegase a la puerta. Yo esperaba, y de pronto la sent, tan claramente que supe entonces, con miedo y orgullo a la vez, que yo era como mi abuela, y que pronto tendra que llevar la carga y la gracia del Don, ese Don que nos abre las puertas de todas las mentes, las del Pueblo y las Extraas, y que permite, adems, aconsejar y ayudar, aclarar pensamientos y emociones.

    Y entonces la seorita Carmody apareci en el umbral, parpadeando un poco a causa de la luz, sostenindose el cuello del abrigo para protegerse del spero viento del otoo. Llevaba en la cabeza un pauelo claro, y su piel tena esa textura mate y luminosa de la foto. Sonrea tmidamente, pero con miedo, adems. Yo cerr los ojos y entr, simplemente. Era la primera vez que yo entraba en alguien. La seorita Carmody temblaba de pies a cabeza, fatigada, desconcertada, y muy adentro de ella descubr una pregunta, gastada demasiado repetida que no entend. Y bajo esa inseguridad haba tanta delicadeza, tanta ternura, una pena tan angustiosa que los ojos se me llenaron de lgrimas. Entonces, cuando pap la presentaba, volv a mirarla (entrar en alguien lleva tan poco tiempo), y advert a mi lado un sobresalto. En seguida, vertiginosamente, me met en la mente de Jemmy.

    Jemmy y yo habamos vivido siempre muy juntos, y muchas veces hablbamos sin palabras, pero yo nunca haba entrado en l de este modo, y sin que l lo supiese. Me sent intimidada, avergonzada, al descubrir tan claramente sus emociones, y sal de l cuanto antes, pero sabiendo que Jernmy ya nunca buscara otro Grupo, y que los Viejos no podran detenerlo.

    Todo esto ocurri en menos tiempo del que se necesita para decir cmoestusted y estrechar una mano. Mam baj las escaleras lanzando breves exclamaciones y llev a la seorita Carmody y a pap a la cocina para servirles una taza de caf. Jemmy le dio una palmada a Jethro y le dijo que subiese las maletas de la seorita Carmody... por las escaleras, no por el aire. Al fin y al cabo no queramos perder a nuestra maestra antes que hubiese puesto los pies en la escuela.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    17

    Esper hasta que todo el mundo se acost. La seorita Carmody en su cama fra, fra, y todos los dems, claro est, protegidos por nuestras propias sbanas. Qu pena me dan los Extraos!

    Luego fui a buscar a mam. Nos encontramos en el oscuro vestbulo y nos abrazamos y ella me consol.

    Oh, mam murmur. Hace un momento entr en la seorita Carmody. Tengo miedo.

    Mam volvi a estrecharme entre sus brazos. Me lo imaginaba. Es una responsabilidad muy grande. Tienes que ser

    prudente y lcida. Tu abuela supo llevar su Don con gracia y dignidad. T eres como ella. Pero, mam, ser una Vieja! Mam se ech a rer. An te faltan aos y aos de aprendizaje para ser una Vieja. El trabajo de consejera

    es demasiado pesado. Es necesario que lo diga? rogu. No quiero que nadie lo sepa an. No quiero

    ser distinta de los dems. Se lo dir al Ms Viejo. No es necesario que lo sepa ningn otro. Mam me abraz otra vez, y yo, un poco ms tranquila, regres a mi cama. Tendida en la oscuridad dej la mente en blanco, sin saber cmo lo haca. Sent a mi

    familia alrededor, y era como el roce suave de unos dedos, como si me sostuviese una mano clida y afectuosa. Algn da yo pertenecen a al Grupo como ahora perteneca a la familia. Pertenecer a otro? Con una rara sensacin de pnico, apart a la familia. Yo quera estar sola... ser nicamente yo misma, y ningn otro. Yo no quera el Don. Al cabo de un rato me qued dormida.

    La seorita Carmody sali para la escuela una hora antes que nosotros. Quera tener todo preparado en la escuela. Kiah, Jethro, Lizbeth y yo fuimos a pie y bajamos al valle para recoger a los tres pequeos Armister. El cielo era tan azul que podamos sentir su sabor, un delicado sabor otoal de mieses y de hojas secas. Las clases comenzaban; las hojas de los lamos tapizaban de oro el camino, y nosotros marchbamos con el corazn ligero y el paso ligero. A decir verdad, Jethro tena el paso demasiado ligero, y la tercera vez que lo hice bajar le di una buena bofetada. Cuando llegamos a casa de los Armister lloriqueaba todava.

    Es bonita! les grit Lizbeth a los chicos que venan corriendo al portn, ansiosos por saber algo de la nueva maestra.

    Y es joven aadi Kiah, apartando a Lizbeth. Es ms pequea que yo moque Jethro, y todos nos echamos a rer, porque

    aunque no tiene todava doce, Jethro mide ya un metro setenta. Debra y Rachel Armister tomaron del brazo a Lizbeth y se adelantaron con las

    cabezas muy juntas, atentas a las noticias que les proporcionaba Lizbeth acerca del cabello, el vestido, el esmalte de uas, las maletas y el camisn de la maestra, aunque yo no poda saber cmo ella se las haba ingeniado para descubrir tantas cosas.

    Jethro y Kiah se unieron a Jeddy y treparon al cerco de alambres que bordea el sendero y caminaron por el alambre ms alto. Jethro se aventur a dar un paso o dos por encima del alambre, pero cuando advirti que yo lo miraba baj de un salto. Sabe perfectamente bien, como todos los chicos del Canyon, que a un nio de su edad le est prohibido caminar por el aire en la va pblica.

    Tomamos el atajo que lleva a Mesa Road en busca de los chicos Kroginold. Los Kroginold haban arrancado suspiros a pap, ms de una vez.

    Bueno, despus de la Travesa, en el ltimo momento, cuando el aire ruga alrededor y el calor aumentaba, el Pueblo se dispers. Los miembros de nuestro Grupo abandonaron la nave unos segundos antes que se hiciera pedazos en la hondonada, detrs del monte Calvo. La nave estall, literalmente, y los fragmentos se desparramaron por el barranco, provocando un incendio que desnud las colinas en muchos kilmetros a la redonda. Cuando los miembros del Pueblo los que haban quedado con vida se reunieron otra vez,

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    18

    se fund Cougar Canyon, y se descubri que la aleacin de la nave era aqu un metal muy apreciado. Nuestro Grupo vivi desde entonces de la explotacin de las minas del barranco, aunque la venta del producto plantea ciertos problemas. Todo el mundo sabe que no hay ese metal en la regin, as que es preciso enviarlo fuera y traerlo luego de vuelta.

    De cualquier modo, nuestro Grupo de Cougar Canyon es quizs el ms grande de todos los del Pueblo, aunque podemos asegurar que hubo otros sobrevivientes. La abuela lleg a descubrir la presencia de dos Grupos ms, aunque nunca pudo saber dnde estaban, y como en esta nueva vida queremos pasar inadvertidos, no nos empeamos en buscarlos. Pap recuerda algo de la Travesa, pero algunos de los Viejos quedaron ciegos e invlidos a causa del calor y tratando de evitar que los otros ardieran como estrellas fugaces.

    Pero volviendo a mi relato, pap sola lamentar que los Kroginold, precisamente, hubiesen ido a parar a nuestro grupo. Los Kroginold son gente rebelde ya lo eran antes de la Travesa y no hay peores alumnos que sus hijos. Los dems, en general, recordamos siempre que es necesario ser prudentes con los Extraos.

    Cuando llegamos a casa de los Kroginold, Derek y Jake peleaban revolcndose en un montn de hojas secas, con tanto entusiasmo que ni siquiera nos oyeron. Me agach y le solt una palmada al trasero ms prximo. Los chiquillos se incorporaron, muertos de risa, entre una nube de hojas secas: dos imgenes de ese dios Pan que aparece en el libro de mitologa.

    Bueno nos pregunt Derek mientras revolva las hojas buscando sus libros, qu especie de vejestorio nos ha tocado esta vez?

    No es ningn vejestorio respond con una clera un poco injustificada. No s por qu, pero Derek me saca siempre de mis casillas. Es joven, y hermosa.

    S, ya me la imagino! dijo Jake, y volcando la gorra lanz sobre las tres nias aterrorizadas una nube de hojas secas.

    No sabes lo que dices intervino Kiah. Nunca tuvimos una maestra tan bonita. Lo que es a m no me va a ensear nada! grit Derek, y subi flotando a la copa de

    un lamo en el recodo del camino. Yo s te voy a ensear murmur. Tom un puado de sol y tir de los tensores tan rpidamente que Derek cay como

    una piedra. Chillaba como un gato, pensando sin duda que iba a matarse, pero lo detuve a cincuenta centmetros del suelo. Aunque la sacudida y la cada casi lo haban dejado sin aliento, Derek grit:

    Se lo contar a los Viejos! Est prohibido tirar de los tensores! Cuntalo si quieres repliqu, mientras avanzaba con paso rpido por el camino

    cubierto de hojas. Yo hablar tambin. Ya veremos, criatura insolente, cmo explicas esa subida al rbol.

    Me senta avergonzada. Al fin y al cabo me estaba pareciendo a los Kroginold, pero estos chicos me exasperaban realmente.

    Nuestra ltima parada antes de llegar a la escuela era la casa de los Clarinade. Cada vez que yo pensaba en los mellizos Clarinade se me encoga el corazn. Iban a la escuela por primera vez, con dos aos de retraso. La seorita Kroginold deca que antes de nacer, Susie y Jerry, los mellizos, se haban repartido un solo cerebro. La ocurrencia es digna, ciertamente, de la maledicencia de los Kroginold; aunque no puede discutirse que comparados con los otros nios de Canyon los mellizos Clarinade estn un poco atrasados. Carecen de muchos atributos del Pueblo. Pap dice que esto puede ser un efecto retardado de la Travesa que ser superado con los aos o un presagio de lo que el futuro reserva aqu a nuestros hijos, a todo el Pueblo en verdad. Slo pensarlo me da escalofros.

    Susie y Jerry esperaban tomados de la mano, como siempre. Eran nios tmidos y retrados, pero estaban muy contentos porque empezaban a ir a la escuela. Jerry, que hablaba casi siempre por los dos, contest tmidamente a nuestro saludo.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    19

    De pronto Susie nos sorprendi a todos, exclamando: Hoy vamos a la escuela! No es cierto que es maravilloso? le dije tomando entre mis manos su manita fra. Y

    adems tendrs una maestra muy hermosa. Pero Susie se hundi en su ruborizada turbacin y no dijo una sola palabra ms en el

    resto del camino. Jake y Derek me inquietaban. Caminaban delante murmurando entre ellos, y de vez

    en cuando nos miraban a hurtadillas y se echaban a rer. Era evidente que tramaban alguna diablura para asustar a la nueva maestra, y yo deseaba ansiosamente que la seorita Carmody se quedara con nosotros. En aquel momento descubr que tendran que pasar muchos aos para que me admitieran entre los Viejos. Trataba de entrar en las mentes de Derek y Jake, y de descubrir sus intrigas, pero no lograba traspasar aquellos susurros burlones y sibilantes y aquellas miradas duras y opacas.

    Acabbamos de doblar el ltimo recodo del camino, e bamos a entrar en el patio de la escuela, cuando de pronto, entre los arbustos, se nos apareci Jemmy, con las manos a la espalda. A aquella hora Jemmy deba de estar desde haca tiempo en las minas. Mir furiosamente a Jake y Derek, y observ luego a los otros nios.

    Cuidado en la escuela, eh? les dijo. Y vosotros dos, los Kroginold, haceros los graciosos y ya veris. Os har volar por encima del monte Calvo y luego tirar de los tensores. Esta maestra se queda.

    Susie y Jerry se abrazaron, mudos de terror. Los Kroginold enrojecieron y adelantaron la barbilla, desafiantes. Los dems miramos asombrados a Jemmy, que nunca se enojaba ni levantaba la voz.

    Hablo en serio, Jake y Derek. Perded la lnea y los Viejos entendern al fin ciertas cosas. El asunto de la campana de Kerry Canyon por ejemplo.

    Los Kroginold cambiaron una mirada inquieta. Las nias contuvieron el aliento. Una regla muy estricta prohbe exhibirse fuera del Grupo. Si Derek y Jake eran los que haban lanzado al vuelo la campana de Kerry Canyon el cuatro de julio ltimo...

    Y ahora adentro! orden Jemmy sealando la escuela con un movimiento de cabeza.

    Los asustados mellizos se precipitaron por el camino de hojas secas, como un par de hojas brillantes. Los otros chicos fueron detrs. Los Kroginold, enfurruados, se adelantaron mirando de vez en cuando por encima del hombro, murmurando entre dientes.

    Jemmy mene la cabeza, frunciendo el ceo. Es hora de que se civilicen dijo. Cada dos por tres nos quedamos sin maestra. Tienes razn dije cautelosamente. Jemmy, cabizbajo, pateaba unas hojas. No tiene sentido matarlas de un susto. Claro que no asent, disimulando una sonrisa. De pronto, Jemmy sonri tristemente, como si se burlara de s mismo. Para qu te lo digo si t ya lo sabes bien? Toma. Jemmy adelant las manos que haba tenido escondidas hasta entonces, y me

    alcanz un ramillete de hojas otoales multicolores. Dselas. Un regalo del primer da. Oh, Jemmy! dije envuelta en el naranja, el grana y el oro de las hojas. Son

    hermossimas. Fuiste al monte Calvo esta maana. S, s. Pero que ella no sepa de dnde son. Jemmy desapareci. Corr para alcanzar a los chicos antes que llegaran a la puerta. Dominados por una

    repentina timidez daban vueltas al pie de las escaleras del porche, y se escondan unos detrs de los otros.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    20

    Por favor susurr. Desayunasteis con ella esta maana. No os va a comer. Vamos, entrad.

    De pronto me sent empujada a la cabeza de la fila y entr guiando a mi pequeo y sosegado grupo. Mientras le daba a la seorita Carmody el manojo de hojas otoales, los dems chicos se acomodaron tranquilamente en sus pupitres de otros aos. Slo los mellizos se haban quedado de pie, muy juntos, asustados y plidos.

    La seorita Carmody puso las hojas sobre el escritorio, y arrodillndose junto a los mellizos les apart con dulzura las apretadas manitas.

    Estoy tan contenta de que hayis venido a la escuela les dijo con su voz clida. Necesitaba un primer grado para que la escuela marchase bien, y aqu tengo un pupitre que parece hecho para mellizos.

    Los llev a un lado del aula, junto a la estufa panzuda que en el invierno calentaba a los Extraos y bastante cerca de la ventana. Haba all un pupitre doble, de polvoriento esplendor, que el Pueblo haba heredado sin duda de alguna aldea fantasma de las colinas. Debajo del pupitre, dos cajones de madera servan de apoyo a las piernecitas demasiado cortas, y del orificio del tintero brotaba una llama de deslumbrantes hojas rojizas, idnticas a las que me haba dado Jemmy.

    Los mellizos se deslizaron en el banco con las manos juntas otra vez, y miraron a la seorita Carmody con los ojos muy abiertos. La maestra les sonri, se agach, y les toc con las puntas de los dedos los hoyuelos de las redondas barbillas.

    Sonrisas escondidas dijo. Las dos caritas asustadas se iluminaron fugazmente con una sonrisa trmula. Luego

    la seorita Carmody nos habl a todos. No llegu a or aquel discurso de bienvenida. Yo estaba demasiado ocupaba

    pensando en el ramillete de hojas otoales, y en las palabras con que la seorita Carmody los haba hecho sonrer (las mismas que empleaba la seora Clarinade), y en el viejo pupitre que hasta ese da haba estado en el cobertizo. Pero cuando nos pusimos de pie para saludar a la bandera y entonar el himno matutino, yo ya haba resuelto el problema. Pap la haba puesto al tanto, sin duda, la noche anterior, en el camino. Los mellizos eran una preocupacin constante en el Grupo, y todos ansibamos que aquel primer ao de clase fuera para ellos realmente feliz. Pap conoca tambin la frmula de la sonrisa, y el lugar donde se guardaban los pupitres. En cuanto al ramillete de hojas, bueno, algunas crecan al pie de la montaa, y la escarcha poda cambiarles el color en esta poca del ao.

    As transcurri el primer da de clase y todo pareca marchar a pedir de boca. La seorita Carmody era una maestra excelente y hasta Derek y Jake estudiaron con inters.

    La amenaza de Jemmy haba bastado, pareca, para que los Kroginold no intentaran ninguna nueva travesura. Excepto aquella estpida historia de la tiza. La seorita Carmody explicaba algo junto al pizarrn, y de cuando en cuando, sin volverse, buscaba a tientas la tiza. Jake, deliberadamente, la cambiaba entonces de lugar. Yo ya estaba a punto de intervenir, cuando la seorita Carmody chasque los dedos con fastidio y tom firme mente la tiza. Jake advirti que yo lo miraba y se encogi en su asiento. No se lo dije a Jemmy, pero Jake se qued tranquilo una larga temporada.

    Los mellizos progresaban poco a poco. Rean y jugaban con los otros, y al medioda Jerry iba a veces con sus compaeros mayores a la orilla del arroyo, de donde volva tan despeinado y mojado como ellos despus de haber trabajado un rato en la construccin de un dique.

    La seorita Carmody se adaptaba tan bien a los hbitos de la comunidad, y era tan querida por todos, que ya empezbamos a pensar que al fin una maestra nos durara todo el ao. Ya haba aguantado a pie firme algunas emociones que haban ahuyentado a sus predecesoras. Por ejemplo...

    Una vez que Susie ley sin equivocarse toda una pgina (seis lneas), la seorita Carmody le dio como premio un petirrojo de papel. La nia, emocionada, volvi a su asiento flotando, literalmente, a diez centmetros del suelo. Yo contuve el aliento hasta que

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    21

    Susie se sent acariciando con un dedo el cromo brillante. Mir entonces de reojo a la maestra. La seorita Carmody, muy tiesa, sentada detrs de su escritorio, apoyaba las manos en los bordes, como si estuviera a punto de levantarse, y miraba a Susie con una expresin de sorpresa incrdula. Pero en seguida mene la cabeza, sonriendo, y se hundi otra vez en sus papeles.

    Yo suspir aliviada. Nuestra penltima maestra haba tenido una pataleta cuando una de las chicas, distradamente, haba ido flotando hasta su asiento porque le dola un pie. Yo haba tenido la esperanza de que la seorita Carmody fuese ms fuerte, y aparentemente no me haba equivocado.

    Esa misma semana, un medioda, Jethro lleg corriendo a la escuela. Valancy (cuando estbamos solas yo llamaba a la seorita Carmody por su nombre de pila, pues al fin y al cabo slo tena cuatro aos ms que yo) me explicaba unos tests y mediciones del curso que yo preparaba en aquellos das.

    Eh, Karen grit Jethro por la ventana. Puedes venir un momento? Para qu? pregunt fastidiada por la interrupcin. En ese preciso instante yo

    estaba a punto de comprender qu era lo normal en una curva de inteligencia normal. Es urgente grit Jethro. Cerr el libro. Perdneme, Valancy. Ir a ver qu pasa. Quieres que vaya contigo? me pregunt Valancy. Si es algo serio... Oh, no. Una tontera, sin duda dije, y me escabull. Cuando alguno del Pueblo dice que es urgente, todos sabemos que el asunto puede

    ser grave. Adonday Veeah murmur mientras corra con Jethro por el sendero que lleva al

    arroyo. Qu pasa? Ms dificultades? Mira dijo Jethro. Vi entonces a los chicos. Rodeaban a un asustado pero orgulloso Jerry, y en el aire,

    sobre las bases de una represa, flotaba un enorme peasco. Quin lo levant? murmur azorada. Yo confes Jerry, sonrojndose. Me volv entonces a Jethro. Y t? Por qu no tiraste de los tensores? Llegaste corriendo como un loco... Tirar de los tensores? gimi Jethro. En o? Ya sabes que no nos permiten

    levantar cosas tan grandes, y menos an bajarlas. Adems admiti, avergonzado, no recuerdo ese maldito juego de nias.

    Oh, Jethro. Qu estpido eres a veces. Mir a Jerry. Cmo se te ocurri? Jerry se puso a temblar. Vi cmo lo haca pap una vez en la mina...

    Te dejan levantar en tu casa? No s. Jerry aplast el barro con el pie y baj la cabeza. Nunca levant nada

    antes. Bueno, lo sabrs ahora. Los chicos no tienen que levantar nada que un Extrao de la

    misma edad no pueda levantar con las manos. Y menos cuando no es capaz de bajarlo. Ya lo s dijo Jerry, debatindose entre el miedo y el orgullo. Bueno, recurdalo entonces. Tom un puado de sol, tir de los tensores, y el peasco volvi a su sitio en la

    ladera de la montaa. A las nias les es ms fcil tirar de los tensores, al menos con el sol. Por supuesto, slo

    los Viejos unen los rayos del sol y de la lluvia, y nicamente los Ms Viejos los de la luna y las tinieblas, capaces de mover montaas. Pero Jethro saba cmo tirar de los tensores, y no deba haberlo olvidado. Habamos corrido el riesgo de que Valancy viera lo que no deba ver.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    22

    Volv a la escuela y slo entonces entend lo que haba ocurrido: Jerry haba levantado el peasco. Los nios levantan objetos pequeos casi desde que aprenden a caminar. En esos casos no es necesario bajarlos, pues los objetos se alzan a unos pocos centmetros, y slo unos segundos. Luego la gravedad misma los devuelve al suelo. Pero Jerry y Susie nunca haban levantado nada. Estaban alcanzando el nivel de los otros nios. Quiz la Travesa los haba retrasado, como deca pap, y quiz los nicos afectados eran los Clarinade. Estaba tan entusiasmada con el descubrimiento que me olvid y sub al porche de la escuela sin tocar la escalera. Por suerte, Valancy estaba colgando unos grabados de la alta y anticuada moldura del aula, justo debajo del cielo raso, y no se dio cuenta. El esfuerzo le haba encendido la cara y me pidi que le alcanzara el escabel para poder terminar el trabajo. Traje el escabel y se lo sostuve, y de pronto... casi la hago caer a Valancy. Cmo haba colgado aquellos cuatro primeros grabados antes que yo llegase?

    Aquel otoo el tiempo fue excepcionalmente seco. Esto no nos preocup demasiado, pues la lluvia, cuando hay un Extrao cerca, es una molestia terrible. No hay ms remedio que dejarse mojar. Pero cuando pas noviembre y nos acercamos a Navidad, empezamos a inquietarnos. El arroyo se qued reducido a un hilo de agua, luego a unos charcos, y al fin se sec. Los Viejos pasaron toda una noche en el dique buscando una solucin al problema. Una precaucin elemental exiga que alejramos a Valancy, y Jemrny se ofreci voluntariamente y la llev a Kerry Canyon a una funcin teatral. Yo estaba todava despierta cuando llegaron de vuelta, pasada la medianoche. Desde que haba empezado a desarrollar el Don, yo tena largos perodos de desasosiego, en los que no me senta como un ser distinto de los dems, sino como parte de todos los del Grupo. Mis futuros estudios me ensearn a apartarme, cuando no quiera estar con los otros. Aunque no sabemos quin me instruir. Desde que muri la abuela, nadie sabe ver en el Grupo, y los libros y archivos que hubiesen podido ayudarnos se perdieron en la Travesa.

    De cualquier modo, yo estaba despierta y asomada a la ventana, en la oscuridad. Jemmy y Valancy se detuvieron en el porche antes de separarse. (Jemmy dorma esos das en la mina.) No necesit imaginar nada ni recurrir al Don para entender aquella pantomima. Cuando las sombras de los dos se confundieron, cerr los ojos y la mente. La emocin de Jemmy y Valancy me hubiese permitido entrar en ellos en aquel momento, pero yo haba estado observndolos todo el otoo. Saba muy bien lo que ocurra entre ellos. Saba tambin que ms de una vez Valancy haba subido llorando a su cuarto, y que Jemmy pasaba largas horas de soledad en el peasco que corona la hondonada, en la cima del monte Calvo, como si quisiese que el corazn se le confundiera con la piedra y fuese tan inaccesible a los Extraos como el peasco mismo. Yo conoca muy bien los sentimientos de Jemmy, pero curiosamente despus de aquella primera noche no haba podido leer otra vez en Valancy. Haba algo en ella, ajeno a los Extraos y al Grupo, que yo no alcanzaba a entender.

    La puerta se abri y se cerr; los pasos ligeros de Valancy atravesaron el vestbulo, y sent que Jemmy me llamaba desde afuera. Me ech un abrigo sobre los hombros y baj las escaleras, tiritando. Jemmy me esperaba junto a la escalera del porche, a la luz de la luna, preocupado y triste.

    Me rechaz me dijo, simplemente. Oh, Jemmy! Le pediste... S. Dijo que no. Cunto lo siento. Me acurruqu en el peldao superior cubrindome los tobillos

    helados. Pero Jemmy... S, ya lo s replic Jemmy. Es una Extraa. No tengo ningn derecho. Pero si ella

    me aceptara, no vacilara un instante. Toda esta historia de la pureza del Grupo... Est muy bien dije dulcemente mientras no le toque a uno, no es cierto? Pero

    piensa, Jemmy, podras vivir como un Extrao? Tu vida entera sera una continua represin, o perderas a tu mujer. Sera mejor que aceptases el no ahora, y no edificar algo que luego tendrs que destruir. Y si hubiera hijos... Call un momento. Jemmy, podras tener hijos?

    Jemmy retuvo bruscamente el aliento.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    23

    No lo sabemos, no es cierto? continu. No hemos podido comprobarlo. Quieres realmente que Valancy sea parte de este primer experimento?

    Jemmy se dio con la gorra un furioso golpe en el muslo. Luego se ri. T tienes el Don dijo, aunque yo nunca le haba revelado mi secreto. Sabes,

    hermanita, que te querrn muy poco cuando seas una Vieja? A la abuela la queran todos respond tranquilamente. De pronto grit: No,

    Jemmy, no me apartes, t, precisamente t. No me basta saber que soy distinta, en medio de un Pueblo que tambin es distinto? Oh, Jemmy, t al menos no me abandones.

    Yo estaba a punto de echarme a llorar. Jemmy se sent a mi lado y me palme el hombro como en otros tiempos. Clmate, Karen. Haremos lo que haya que hacer. He descargado en ti mi mal

    humor, y eso es todo. Qu mundo ste! Jemmy suspir. Yo me arrebuj en mi abrigo. Tena el alma helada. Pero el otro mundo no existe murmur. La Morada. Y nos quedamos un rato callados, compartiendo esa tristeza honda que es la trama

    misma de la vida del Pueblo, aun para aquellos que no conocieron la Morada. Pap dice que es algo as como una memoria racial.

    No es porque no me quiera dijo al fin Jemmy. Me quiere. Me lo dijo. Por qu entonces? Yo no entenda que alguien pudiera rechazar a mi hermano. Jemmy se ech a rer. Era una risa triste, entrecortada. Porque es diferente, dice. Diferente? Ella? Eso me dijo, como si fuese una confesin. No puedo casarme, soy diferente, dijo.

    Qu te parece? Es gracioso orlo en boca de una Extraa. Pero no sabe que somos el Pueblo. No puede saberlo. Piensa que es distinta de

    todo el mundo. Por qu? No lo s. Sin embargo, hay algo en ella... Una especie de coraza, una pared. Nunca

    encontr nada igual en una Extraa, ni tampoco en la gente del Pueblo. A veces me parece uno de los nuestros, y de pronto me estrello contra un muro de piedra.

    S, es cierto, yo lo sent. Durante un instante escuchamos el silencio del mundo nocturno. Luego Jemmy se

    puso de pie. Bueno, Karen, buenas noches, hasta maana. Yo tambin me puse de pie. Hasta maana. Jemmy se alej a la luz de la luna. Cuando lleg al portn, se volvi y me mir desde

    las sombras. No me resignar dijo. La quiero. El da siguiente amaneci templado y sin viento, lo que era raro en el mes de

    diciembre y en nuestras montaas. Una especie de calma amenazadora flotaba entre los rboles, y delgadas humaredas se elevaban en el cielo lechoso: signos de la sequa que asolaba la regin. Detrs del monte Calvo asomaba apenas visible una rara masa de nubes que se confunda con el cielo blanco.

    En la escuela todos estbamos inquietos. Los ms pequeos, a causa del tiempo; Valancy, plida y acongojada luego de la noche anterior. Yo quera ayudarla, pero mi mente se estrellaba una y otra vez contra aquel muro infranqueable.

    Al fin algo ocurri. Jerry se enoj con Susie, la empuj, y la nia cay sobre una caja de acuarelas que Debra haba dejado abierta en el suelo. Susie se ech a llorar. Debra grit,

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    24

    y Jerry ri entre dientes, feliz y turbado a la vez. Valancy, sin volverse, busc algo con qu golpear el escritorio y restablecer el orden, y derrib el viejo florero cuarteado donde unas flores silvestres se marchitaban en un agua de tres das. El florero se rompi y un agua nauseabunda corri por el escritorio mojando el informe mensual que Valancy tena ya casi listo.

    Durante un instante hubo un silencio de muerte. Luego Valancy estall en una carcajada nerviosa que se contagi a toda la clase. Limpiamos como pudimos a Susie y el escritorio, y Valancy decidi que el da era muy apropiado para trepar por las laderas del monte Calvo. Buscaramos ramas y hojas para adornar el aula, pues se acercaban las fiestas.

    Todos llevbamos el almuerzo a la escuela, de modo que recogimos las cestas y un hule que los chicos haban trado para trabajar en la represa del arroyo. El arroyo estaba seco, y el hule poda servir ahora como mantel para traer de vuelta las hojas.

    Dejamos la escuela charlando y jugueteando, y yo casi me qued con el cuello torcido tratando de vigilar a todos los nios a la vez, decidida a cortar por lo sano cualquier intento de vuelo y otras actividades especiales del Grupo. Los pequeos, entusiasmados, podan olvidar las reglas.

    Fuimos por la hondonada, pasamos por la represa de los chicos, y trepamos por el lecho seco de los torrentes que bajan como una escalinata desde la meseta. Ya arriba, desplegamos el hule y pusimos en l nuestras provisiones, como si estuvisemos en un verdadero picnic. De pronto me llam la atencin el silencio. Mir y vi a Debra, Rachel y Lizbeth que observaban aterradas el almuerzo de Susie. Susie sacaba tranquilamente de su cesta media docena de koomatkas y las depositaba junto a sus sandwiches.

    Las koomatkas son casi las nicas plantas que sobrevivieron a la Travesa. Se dice que en el equipaje de un tripulante se encontraron cuatro koomatkas intactas. Se las plant y se las cuid como a bebs, y hoy casi todas las familias del Grupo cultivan una planta de koomatkas en algn rincn oculto. Las koomatkas no son hoy tanto un alimento en el sentido terrestre como un ltimo recuerdo de otras muchas maravillas semejantes perdidas junto con la Morada. Se las reserva para las grandes ocasiones. Susie las haba robado sin duda en algn momento de distraccin de su madre. Y ahora estaban all, a plena luz, sobre el mantel, ante los ojos de una Extraa.

    Antes de que yo pudiera esconderlas o decir algo, Valancy se dio vuelta y vio las frutas que brillaban levemente con un resplandor verde azulado. Las mir un rato, con los ojos muy abiertos, y extendi la mano. Iba a decir algo, me pareci, pero baj la cabeza, se ech hacia atrs, y se tom las manos con fuerza. Las nias, sin dejar de mirar a Valancy, guardaron las koomatkas en la cesta de Susie, y consolaron silenciosamente a la nia. Susie acababa de entender lo que haba hecho, y pareca que iba a echarse a llorar por haber traicionado al Pueblo ante una Extraa.

    En aquel momento, Kiah y Derek rodaron sobre el improvisado mantel, disputndose un bizcocho. Pusimos el almuerzo a salvo, limpiamos las manchas de chocolate de las camisas de los chicos, y olvidamos el incidente de las koomatkas. Sin embargo, despus de comer, cuando nos echamos a descansar y contemplbamos las nubes amenazadoras que avanzaban por el cielo del medioda, me sorprend de pronto tratando de descifrar la expresin de Valancy en el momento en que haba visto las frutas. Era imposible que las hubiera reconocido!

    Luego de un breve descanso enterramos los restos del almuerzo la colina estaba demasiado seca y no era posible quemarlos y reanudamos la marcha. Al cabo de un rato la cuesta se hizo ms empinada. Las manzanitas, espinosas y enmaraadas, se nos prendan a la ropa, nos lastimaban las piernas y se enganchaban a los extremos del rollo de hule. Todos mirbamos ansiosamente el aire libre, all arriba, y si Valancy no hubiera estado all con nosotros hubiramos podido flotar sobre muchos obstculos, ahorrndonos aquellas molestias. No detuvimos un momento, jadeando y resoplando, y seguimos adelante.

    Al cabo de casi una hora llegamos a un pequeo claro rocoso, una especie de islote en aquel mar de manzanitas, apoyado en la ladera del monte Calvo. Nos echamos aliviados sobre los lomos de granito, sintiendo cmo el corazn nos golpeaba el pecho.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    25

    De pronto Jethro se incorpor y oli el aire. Valancy y yo, alarmadas, miramos alrededor. De la pequea hondonada lateral vino una sbita rfaga de viento que nos trajo un olor acre y penetrante de arbustos quemados.

    Jethro corri a lo largo de la ladera del monte Calvo, y se perdi de vista en la hondonada. Volvi en seguida, haciendo ademanes, corriendo y flotando a la vez.

    Es espantoso jade. Espantoso. La hondonada est en llamas, y el fuego se acerca.

    Valancy nos reuni a todos con una mirada. Cmo no vimos el humo? pregunt con una voz tensa. No haba humo

    cuando salimos. La pendiente no se ve desde abajo dijo Jethro. Toda esta parte podra arder sin

    que visemos el humo. Este lado del monte Calvo es como un valle cerrado con muchas hondonadas.

    Qu haremos? gimi Lizbeth, abrazndose a Susie. Lleg otra rfaga de viento y de humo, y todos tosimos, y yo descubr entonces a

    travs de las lgrimas una larga lengua de fuego que lama las laderas. Valancy y yo nos miramos. Yo no poda leerle el pensamiento, pero en m slo haba

    pnico. El fuego se acercaba, y estbamos rodeados por una maraa de manzanitas. En un momento pens que podamos escapar por el aire, pero los ms chicos no saban flotar en lnea recta ms que unos pocos segundos, y no podamos abandonar a Valancy. Me llev las manos a la cara. Yo no quera ver aquella inmensa extensin de manzanita seca, que ardera como una antorcha cuando la alcanzase el fuego. Y la lluvia no llegaba. La manzanita verde no arde fcilmente, pero luego de tantos meses de sequa...

    Los nios pequeos lloraban ahora. Alc la cabeza y vi a Valancy que me miraba fijamente, con una intensidad insoportable. En ese momento las llamaradas, brillantes y terribles, asomaron detrs de ella, en la hondonada.

    Jake, con un grito ronco, se separ de nosotros y se elev un par de metros por encima de la manzanita. Los pies se le enredaron en las zarzas, y cay pesadamente entre las ramas espinosas.

    Debajo del hule! La voz de Valancy reson como un latigazo. Todos debajo del hule! Debajodelhule!

    La voz de Valancy era sibilante y helada. Desenrollamos el hule, lo extendimos, y nos metimos debajo. Esperando an en ese espantoso momento que Valancy no me viese, fui flotando a donde estaba Jake y lo ayud a incorporarse. No poda levantarme con l, de modo que lo llev a empujones y a la rastra al refugio del hule. Valancy segua de pie, de espaldas al fuego, tan cambiada, tan extraa, que cerr los ojos y me acurruqu con los otros chicos.

    De pronto Valancy se puso a hablar con una voz terrible y atronadora que me hel los huesos. Ahogu un grito. Una ola de miedo recorri el grupo y me asom y mir.

    Llegar un da mi ltima hora y ver an la figura de Valancy, de pie, tensa, ms alta que nunca, entre las convulsivas nubes de humo, con las manos extendidas, los dedos apartados, mientras ordenaba palabras con una voz de contenido terror, palabras que me angustiaban, pues yo tena que haberlas odo alguna vez, y no las conoca. Y mientras miraba sent en m un fro helado, un fro sobrenatural y paralizante que me hel las lgrimas en la cara vuelta hacia el cielo.

    Y entonces, de los dedos de Valancy, de sus manos tendidas, brotaron relmpagos, saltaron de uno a otro dedo. Y las nubes, en lo alto, respondieron con otros relmpagos. Con un brusco movimiento de la mano, Valancy lanz hacia el cielo el fro, el relmpago, el humo espeso y mvil. Y el rugido siseante de la lluvia ahog el rugido de las llamas.

    Me qued de rodillas, bajo el diluvio, y durante un instante interminable mir aquellos ojos vacos, desesperados, acosados. Luego Valancy cay pesadamente hacia adelante, y yo apenas alcanc a sostenerle la cabeza que ya iba a golpear la piedra.

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    26

    Entonces, mientras yo tena la cabeza de Valancy en mi regazo, temblando de fro y de miedo, y los chicos lloraban detrs, o que pap nos llamaba. En seguida lo vi. Vena con Jemmy y Darcy Clarinade en la camioneta, notando en la lluvia, sobre la empapada y humeante extensin de manzanita, sobre la ladera de la inaccesible montaa. Pap baj; una rueda del coche roz una rama y gir lentamente en el aire. Entre los tres nos levantaron a todos y nos depositaron sanos y salvos en la querida y decrpita camioneta.

    Jemmy recibi en sus brazos el cuerpo inerte de Valancy, y se acurruc en el asiento, mirando acusadoramente al mundo.

    Yo y los chicos nos amontonamos alrededor de pap, aliviados y felices. Pap nos abraz a todos, y luego me tom la barbilla y me mir a los ojos.

    Por qu llovi? me pregunt muy serio, exacta mente como un Viejo, mientras el agua me chorreaba por el pelo y l estaba all completamente seco, protegido por su coraza.

    No s solloc, parpadeando en la lluvia. Fue Valancy... con relmpagos... haca fro... Valancy habl.

    De pronto, ya sin fuerzas, me desplom en el piso de madera de la camioneta, y a pesar de mis aos me ech a llorar como los otros chicos.

    Un grupo solemne y silencioso se reuni esa noche en la escuela. Yo estaba sentada en mi pupitre, con los dedos entrelazados, asustada de mi propio Pueblo. Nunca haba asistido a una reunin oficial de Viejos. Todos estaban sentados en pupitres, excepto el Ms Viejo, que ocupaba la silla de Valancy. Valancy, con un rostro de piedra, esperaba en el pupitre de los mellizos, desgarrando con dedos nerviosos unos pauelos de papel.

    El Ms Viejo golpe con el bastn el escritorio y pase por el cuarto una mirada ciega. Nos hemos reunido dijo para investigar... Valancy se puso de pie de un salto. Oh, basta! grit. No pueden despedirme enseguida? Dganme que me vaya y

    me ir. Sintese, seorita Carmody dijo el Ms Viejo.Valancy se sent dcilmente. Dnde naci usted? pregunt con dulzura el Ms Viejo. Qu importa? pregunt Valancy, y luego dijo, resignada: Est en mi solicitud.

    Vista Mar, California. Y sus padres? No lo s. Hubo un estremecimiento en el cuarto. Cmo no lo sabe? Oh, todo esto es tan intil dijo Valancy. Pero si tienen que saberlo... Mis padres

    eran hurfanos. Los encontraron despus de una explosin y un incendio, perdidos en las calles de Vista Mar. Crecieron en casa de un viejo matrimonio que haba perdido en el incendio todos sus bienes. Al fin se casaron, y nac yo. Ahora estn muertos. Puedo irme?

    Un murmullo recorri la sala. Por qu dej sus otros empleos? pregunt pap. Antes que Valancy pudiese responder, se abri bruscamente la puerta y entr

    Jemmy, marcando el paso. Vete orden el Ms Viejo. Por favor dijo Jemmy, desarmado de pronto. Djeme. Es tambin un problema

    mo... El Ms Viejo acarici el bastn y luego asinti en silencio. Jemmy sonri apenas,

    aliviado, y se sent en un banco de atrs. Contine le dijo a Valancy el Ms Viejo. Bueno dijo Valancy, perd mi primer empleo porque... me sorprendieron en un acto

    de levitacin... as lo llamaran ustedes, supongo. Quise reparar un postigo de mi cuarto. Se

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    27

    haba trabado y... bueno... sub a arreglarlo, simplemente. El director me vio. No poda creerlo, y se asust tanto que me echaron.

    Valancy call y esper. Los Viejos se miraron entre ellos. Yo me puse a atar cabos, pensando que con un

    poco de sentido comn hubiera podido descubrir la verdad haca tiempo. Y el segundo? El Ms Viejo se inclin hacia adelante y apoy la mejilla en el hueco de la mano. Valancy enrojeci, sorprendida. Bueno... dijo titubeando. Llam a mis libros... estaban en el escritorio quiero

    decir, y... Entendemos dijo el Ms Viejo. Entienden? Ustedes? pregunt Valancy, perpleja. El Ms Viejo se puso de pie. Valancy Carmody, abre tu mente! Valancy lo mir, y de pronto se ech a llorar. No puedo, no puedo solloz. Ha pasado mucho tiempo. Soy distinta. Estoy sola.

    No se dan cuenta? Todos murieron. Soy una extraa. Ya no eres una Extraa dijo el Ms Viejo. Ests entre los tuyos, Valancy. Karen

    me dijo, entra en ella. As lo hice. Al principio tropec una vez ms con el muro impenetrable. De pronto, con

    un sbito grito silencioso, de angustia y de alegra, me encontr con Valancy. Vi los secretos que la haban atormentado desde la muerte de aquellos padres hurfanos... que eran del Pueblo. Y los ancianos... No slo pertenecan al Pueblo, eran adems los Ms Viejos de la Travesa.

    Reviv con Valancy aquellos secretos aterradores y ocultos. Haba tenido que vivir como una Extraa, haba tenido que esconder todas sus diferencias, ahogando todos los Dones del Pueblo. Haba vivido siempre asustada, temiendo traicionarse, y sintindose profundamente sola, pues crea ser la ltima sobreviviente del Pueblo.

    Y entonces, de pronto, Valancy entr en m, inundndome con una presencia de poder desconocido...

    Abr los ojos y vi a los Viejos que miraban fijamente a Valancy. Hasta el Ms Viejo haba vuelto hacia ella su rostro arrugado y la observaba con asombro.

    Inclin la cabeza e hizo la Seal. Las Persuasiones y los Designios perdidos murmur. Todo est en ella. Yo supe entonces que Valancy, que haba vivido encerrada en s misma, protegindose

    de un mundo donde cualquier acto irreflexivo poda traicionarla, y que haba vivido ignorada entre nosotros, e ignorndonos, no slo era del Pueblo. Tena poderes que nadie, desde la muerte de la abuela, haba conocido, e incluso poderes superiores. Mis pensamientos incoherentes se resumieron en uno. Ahora haba alguien que poda instruirme. Ahora yo llegara a ver, aunque no tanto como Valancy.

    Me volv hacia Jemmy, para compartir con l mi asombro. Jemmy miraba a Valancy como el Pueblo mismo debe haber mirado la Morada en la hora definitiva. Luego fue hacia la puerta.

    Valancy se apart rpidamente de m y de los Viejos. Jemmy la esperaba con la manos extendidas.

    Dej la escuela y me precipit por el sendero como una poseda, flotando y corriendo hasta que llegu al porche de casa y ca en brazos de mam.

    Oh, mam! Es de los nuestros! Y Jemmy la quiere. Es maravillosa! Me ech a llorar en los brazos tibios y acogedores de mam. As que ahora no necesito ir al Exterior para ser maestra. Ahora tenemos una maestra

    permanente. Pero ir de todos modos. Quiero parecerme a Valancy, y Valancy ha

  • ZENNA HENDERSON El Libro del Pueblo Peregrinacin

    28

    completado sus estudios. Adems, para vivir en el Exterior hay que ser disciplinada, y esto puede servirme. Tengo tantas cosas que aprender... pero Valancy me acompaar. El Don no me apartar de todos.

    Tal vez no debiera decirlo, pero hay una razn por la que quiero apresurar mis estudios. Pronto trataremos de descubrir a los otros sobrevivientes del Pueblo. Los muchachos de aqu no me gustan.

    Era corno si unas cortinas de plata centellearan cerrndose sobre algn cuadro mgico, que se recordaba con deleite. Lea respir hondo, y con una comprensin, casi repentina, corno el estallido de una burbuja, advirti que se haba olvidado completamente de s misma y de sus dificultades por primera vez en muchos meses. Y se senta bien, oh, tan bien, tan sin asperezas, tan animadamente descansada. Si al menos... Si al menos... se dijo en silencio, y en seguida se estremeci oyendo el golpe desnudo y seco de las cosas tal como son contra ese bendito refugio que Karen le haba facilitado. Apret las manos, con amargura.

    Alguien ri quedamente en el silencio del cuarto. Todava no lo encontraste, Karen? Empezaste a buscar hace bastante

    tiempo... No tanto. Karen sonri envuelta todava en los recuerdos que acababa de evocar.

    Y tengo mi ttulo ahora. Oh, y he olvidado tanto, la estupefaccin, el terror. Se qued perdida en sus ensoaciones, un rato, y luego sacudi la cabeza y se ri. Bien, Jemmy. He entendido mi deber y he cumplido.


Recommended