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El Padre María Eugenio del Niño Jesús, Carmelita · PDF fileKEY WORDS:...

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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 487-518 - ISSN: 0034 - 8147 El Padre María Eugenio del Niño Jesús, Carmelita Descalzo LUIS J. FERNÁNDEZ FRONTELA VALLADOLID RESUMEN: El padre María Eugenio, hombre y carmelita del siglo XX, que vi- vió los grandes acontecimientos de este siglo, desde sus primeros tiempos en el Carmelo supo captar el fin fundamental o apostolado específico la Orden, la oración y las obras -contemplación y apostolado-, en fidelidad al espíritu de los Fundadores. Dos son las aportaciones del padre María Eugenio al Carmelo, el haber contribuido a descubrir la misión o apostolado específico de la Orden: la vida interior, la pastoral de la oración y de la espiritualidad, y la difusión de la doctrina de los “Santos fundadores”, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San- ta Teresa del Niño Jesús, su “celeste protectora”. Y en segundo lugar haber contribuido a la unión de los carmelos femeninos franceses, siendo flexibles con los fundamentos de la vida carmelitana, y abiertas a la adaptación a las exigencias de los nuevos tiempos. PALABRAS CLAVE: Carmelo, María Eugenio, Teresa del Niño Jesús, Juan de la Cruz, María Alberta, Quiero ver a Dios, Carmelitas Descalzas, The Father Marie-Eugene of the Child-Jesus, Carmelite SUMMARY: Father Marie Eugene, a man and Carmelite of the 20th century who lived through the great events of his times, was able from the beginning of his life as a Carmelite to understand the fundamental goal and the specific apostolate of the Order: prayer and works (contemplative and apostolic) in faithfulness to the spirit of its Founders. Father Marie Eugene’s contribution to Carmel was twofold: first, to help in discovering the specific mission or aposto- late of the order (the interior life, the apostolate of prayer and spirituality) and to make known the teachings of the “Founding Saints”,Teresa of Jesus, John of the Cross and Therese of the Child Jesus, his “heavenly protector”; and se- cond, to contribute to the unification of women’s Carmelite convents in France,
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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 75 (2016), 487-518 - ISSN: 0034 - 8147

El Padre María Eugenio del Niño Jesús, Carmelita Descalzo

LUIS J. FERNÁNDEZ FRONTELA VALLADOLID

RESUMEN: El padre María Eugenio, hombre y carmelita del siglo XX, que vi-

vió los grandes acontecimientos de este siglo, desde sus primeros tiempos en el Carmelo supo captar el fin fundamental o apostolado específico la Orden, la oración y las obras -contemplación y apostolado-, en fidelidad al espíritu de los Fundadores. Dos son las aportaciones del padre María Eugenio al Carmelo, el haber contribuido a descubrir la misión o apostolado específico de la Orden: la vida interior, la pastoral de la oración y de la espiritualidad, y la difusión de la doctrina de los “Santos fundadores”, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San-ta Teresa del Niño Jesús, su “celeste protectora”. Y en segundo lugar haber contribuido a la unión de los carmelos femeninos franceses, siendo flexibles con los fundamentos de la vida carmelitana, y abiertas a la adaptación a las exigencias de los nuevos tiempos.

PALABRAS CLAVE: Carmelo, María Eugenio, Teresa del Niño Jesús, Juan de la Cruz, María Alberta, Quiero ver a Dios, Carmelitas Descalzas,

The Father Marie-Eugene of the Child-Jesus, Carmelite

SUMMARY: Father Marie Eugene, a man and Carmelite of the 20th century

who lived through the great events of his times, was able from the beginning of his life as a Carmelite to understand the fundamental goal and the specific apostolate of the Order: prayer and works (contemplative and apostolic) in faithfulness to the spirit of its Founders. Father Marie Eugene’s contribution to Carmel was twofold: first, to help in discovering the specific mission or aposto-late of the order (the interior life, the apostolate of prayer and spirituality) and to make known the teachings of the “Founding Saints”,Teresa of Jesus, John of the Cross and Therese of the Child Jesus, his “heavenly protector”; and se-cond, to contribute to the unification of women’s Carmelite convents in France,

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in a spirit of flexibility with respect to the basic elements of Carmelite life and openness to adaption according to the needs of modern times.

KEY WORDS: Carmel, Marie Eugene, Therese of the Child Jesus, John of the Cross, Marie Albert, “I Want to See God”, Discalced Carmelites.

El padre María Eugenio, Henri Grialou, nacido el 2 de diciembre

de 1894, es un hombre del siglo XX, que ha sido definido como un siglo de “cambios profundos y acelerados”, cambios que han repercu-tido sobre el modo de pensar y sobre el comportamiento de los hom-bres; un siglo de extraordinario progreso científico, de guerras totales, de crisis económicas y de desigual prosperidad, de revoluciones en la sociedad y en la cultura. Algunos de los acontecimientos que han marcado al siglo son la Primera Guerra Mundial (1914-1918); la de-presión económica de 1929, los regímenes totalitarios, la segunda Guerra Mundial (1939-1945), la descolonización, la expansión de los ideales democráticos, la Guerra Fría, el concilio Vaticano II, el acon-tecimiento más importante de la Iglesia durante el siglo XX.

Todos estos acontecimientos fueron vividos de cerca por el P. María Eugenio, quien de niño le tocó vivir el enfrentamiento entre la Iglesia y el laicismo, de tal manera que cuando, a los 11 años, decide entrar en el seminario de la Congregación del Espíritu Santo tiene que salir de Francia para ir a Susa en el Piamonte italiano, donde, debido a las leyes sobre enseñanza, la congregación del Espíritu Santo tiene su escuela apostólica. En su juventud, le vemos de soldado y oficial del ejército, vive la movilización como un deber para con Francia, la patria amenazada: “En estos momentos en que Francia entera se alza contra el bárbaro enemigo invasor, en que la patria se ve amenazada, es justo que nosotros los seminaristas, que nos conmovemos tan fácilmente por todas las causas nobles, no nos quedemos los últimos, los menos entusiastas ni sobre todo los menos valientes para cumplir con nuestro deber”1. En las trincheras de la Primera Guerra Mundial, a pesar de su espíritu patriótico, descubre que “la guerra es dura, te-rrible, salvaje...”. Al fin de la misma será condecorado con la Legión de Honor y la Cruz de guerra. Para el P. María Eugenio, a pesar de su

1 GUY GAUCHER, La vida del Padre María Eugenio del Niño Jesús,

Enrique Grialou (1894-1967), Monte Carmelo, Burgos, 2007, p. 62.

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patriotismo, la guerra termina siendo la “maldita guerra”, en la que los franceses se han vuelto “prácticamente igual de salvajes que los alemanes”, donde “no se respeta a los heridos como antes, al menos en ciertos lugares”. Llega a descubrir, como les paso a tantos comba-tientes, que la guerra fue un fracaso: “nos ha quitado muchas fuerzas físicas y morales, ha destruido muchas de esas ilusiones necesarias para actuar, espero que no haya quitado el ardor para perseguir un ideal”. En 1939 vuelve a ser movilizado como oficial reservista, sir-viendo en el ejército y cumpliendo como “ciudadano y cristiano”, hasta que es licenciado, 27 de junio de 1940, a raíz del armisticio, donde experimenta la derrota de Francia: “la derrota de Francia se afirma con el doble armisticio. Las condiciones son duras. No es más difícil a nosotros que hemos combatido en los Alpes y hemos mante-nido la superioridad sobre los italianos, comprender que nos han po-dido imponer tales condiciones”.

Debido a sus compromisos en el gobierno de la Orden, primer de-finidor general, tiene la oportunidad de conocer la realidad de la or-den a lo largo y ancho del mundo. En Medio Oriente, donde visita la Misión de Bagdad, Palestina, El Cairo; en Extremo Oriente, India, Vietnam y Filipinas, Hong-Kong, Macao. También conocerá África, Canadá y Méjico, donde establecer el Instituto Notre-Dame de Vie.

El P. María Eugenio es también el fundador del Instituto Secular Notre Dame de Vie (1932), un signo de modernidad, a través del cual dar personalidad y estabilidad a un grupo de personas afín a la espiri-tualidad del Carmelo. Es a partir de la espiritualidad de Teresa de Jesús: la búsqueda de Dios, la vida de oración, la interioridad vividas en lo cotidiano de la vida, como el P. María Eugenio llega a estable-cer la finalidad del Instituto de Notre-Dame de Vie. Vivir en el mun-do es la divisa de los institutos seculares, en este sentido el P. María Eugenio con su obra busca abrir a los cristianos que viven en el mun-do, el camino de la contemplación y de la santidad, haciendo que los miembros que la forman testimonien al Dios vivo y le revelen a los hombres de nuestro tiempo.

La constitución apostólica Provida Mater, de Pío XII, 1947, reco-nocía a los institutos seculares como estado canónico de perfección. El motu proprio Primo feliciter, 1948, trazó sus líneas fundamentales. La peculiaridad de los institutos seculares es que sus miembros viven

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en el mundo. El carácter secular les distingue esencialmente del es-tado religioso, con el que tienen en común el anhelo de perfección, en una forma aprobada por la Iglesia. No responde a la esencia de un instituto secular ni el vestir hábito religioso, ni la vida en comunidad al modo de las órdenes, ni tampoco la aceptación del género de vida propio de las comunidades religiosas. Y aunque sus miembros se obligan a llevar una vida acorde con los consejos evangélicos, no se comprometen a ello mediante votos públicos, sino sólo mediante un voto, promesa o juramento privado. Aunque se advierte en muchos de ellos cierta tendencia a acomodarse, de una u otra forma, a las comu-nidades religiosas tradicionales, su género de vida les distingue clara y expresamente de los religiosos. La idea del P. María Eugenio es que los miembros de Notre-Dame de Vie se hiciesen presentes en el mun-do: “Quisiera que llegarais donde nosotros (los religiosos) no pode-mos llegar, a los bulevares, a alta mar, a todas partes”, para testimo-niar la existencia de Dios.

No debemos identificar al P. María Eugenio sólo con la fundación del Instituto Notre-Dame de Vie, su obra más querida, es un miembro de la Orden del Carmen Descalzo, en la que ha hecho de todo, desde los servicios y cargos más humildes hasta ejercer cargos en el gobier-no central de la orden, pasando, en los últimos maños de su vida, por el de provincial de la provincia de Aviñón, donde le aguarda la muer-te mientras daba los primeros pasos en la adaptación de la vida reli-giosa a los nuevos tiempos y a las exigencias del Vaticano II. Desde sus primeros tiempos en el Carmelo, en el que vivió como carmelita hasta su muerte y jugó un papel fundamental en la misma como miembro del gobierno de la Orden, supo captar el fin fundamental de la Orden, la oración y las obras -contemplación y apostolado-, en fi-delidad al espíritu de los padres fundadores, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Dos son las aportaciones del padre María Eugenio al Carmelo, el descubrir la misión o apostolado específico de la Orden: la vida interior, el pastoral de la oración y de la espiritualidad, y la di-fusión de la doctrina de los “Santos fundadores”, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Santa Teresa del Niño Jesús, su “celeste protecto-ra”. La contribución a la unión de las Carmelitas Descalzas francesas. 1. EN EL CARMELO DESCALZO

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No era fácil por aquel entonces, primeros años de la década de

1920, entrar en contacto con el Carmelo masculino en Francia. El Carmelo como otras muchas órdenes, a comienzos del siglo XX, tuvo que exiliarse del suelo francés. Ya en 1880 el Carmelo francés, res-taurado a partir de exclaustrados españoles de la provincia de San Joaquín de Navarra, había sufrido una primera exclaustración. Los carmelitas se refugiaron, en la provincia de Aquitania en diversos conventos españoles, fundamentalmente en Calahorra, donde situa-ron el noviciado y la formación, los de la provincia de Avignon en Cherasco y en el Piamonte italiano donde establecieron el noviciado, otros lo hicieron en Mónaco. A partir de 1883 pudieron volver a res-taurar la vida carmelitana en territorio francés, recuperando la mayor parte de los conventos.

En 1901, debido a la ley de congregaciones, concretamente a su artículo 13: “ninguna congregación religiosa podrá formarse sin una autorización dada por una ley que determine las condiciones de su funcionamiento”, completada con un decreto ministerial, del 1 de ju-lio de 1901, en el que se pedía que “los estatutos deberán contener el compromiso de someterse al ordinario del lugar”, los Carmelitas, jun-to con los Dominicos, Jesuitas, Cartujos, Benedictinos, que se nega-ron a aceptar dicha ley, tuvieron que marchar al exilio. Unos se refu-giaron, como anteriormente, en Calahorra, sobre todo frailes de la provincia de Aquitania, otros, los de la provincia de Avignon lo hicie-ron en Montecarlo y en Bélgica. Durante la expulsión, gobernó al Carmelo francés el P. Constantino, superior de la semiprovincia de Avignon, quien ejerció la función de gobierno desde Saint Omer. En 1905 tuvo que comparecer ante los tribunales, acusado de infligir la ley de 1901. Se le acusaba, de entrada, en enviar instrucciones a los religiosos de Italia, Bélgica, España; admitir miembros en la Orden Tercera y en la cofradía del Carmen. Entre 1908 y 1919, que comien-za el proceso de restauración, muchos carmelitas que quedaron en te-rritorio francés, conseguido el permiso de exclaustración, se integra-ron en el clero secular.

Teresa del Niño Jesús, junto con Santa Teresa de Jesús, y San Juan de la Cruz, son el medio que despiertan en María Eugenio el de-seo de hacerse carmelita. Personalmente no tuvo ningún contacto con el Carmelo y menos con su rama masculina, los Carmelitas, los cua-

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les, desde 1905 estaban exiliados en Bélgica, Italia y España. A los 18 años, 1912, cuando recibe la tonsura, visita por primera vez un Carmelo, el convento de las Descalzas de Rodez, donde se encuentra con la hermana portera María Alberta con la que habla sobre el Car-melo. Esta visita, que se va a hacer habitual cada dos o tres semanas, no provoca en él la atracción hacia la vida conventual. Habrá que es-perar a que, finalizada la guerra y reintegrado al seminario, la priora de Rodez, Madre Marie Eugéne du Sacré Coeur, le envíe la Subida al Monte Carmelo de San Juan de la Cruz, después de leer gran parte de la obra se la devuelve. Tampoco esta lectura le atrae al Carmelo: “muchacho, esto no está hecho para ti, buscar siempre lo más duro, esto es una ascesis de gigante”.

Será de nuevo la hermana Maria Alberta, la tornera del Carmelo de Rodez, quien, con motivo de su ordenación de diacono le da a leer la obra del padre carmelita Alberto Parent Vie de Saint Jean de la Croix, editada en Paris en 1891, en donde subraya los aspectos más acéticos que místicos en la vida de San Juan de la Cruz. María Euge-nio la lee en la noche del 13 al 14 de diciembre de 1920, al terminar la lectura exclama: “¡Es exactamente esto!” Es, a través de esta obra, que en un principio la encontró “insípida”, como el Padre María Eu-genio descubre su vocación de carmelita. Al día siguiente de su lectu-ra, 14 de diciembre habla con monsieur Belmon, su director espiri-tual, del descubrimiento de su vocación al Carmelo: “Creo que estoy loco". El director, que no estaba de acuerdo con la decisión, lo con-firma: “En efecto, creo que lo está”, pero añade: “Veremos”. A co-mienzos de 1921, mientras va madurando su decisión de pasar al Carmelo: “No había visto nunca a los padres carmelitas y no sabía cómo eran2… Sin embargo, era una evidencia, una certeza: tenía que entrar en el Carmelo. Estaba dispuesto a hacer todo como ellos”; lee el Libro de la Vida y Las Fundaciones de Santa Teresa. En la Semana Santa de 1921 se afianza en él la llamada al Carmelo de tal manera que su director, monseñor Belmon, le anima a dar el paso: “Si no te marchas tú, yo mismo te haré irte. Tienes una fe formidable en la gra-cia”.

El 14 de agosto de 1921 se promulga el decreto sobre la heroici-

2 Los Carmelitas vuelven de su exilio en Bélgica, instalándose en Avon el 24 de agosto de 1920.

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dad de las virtudes de la “pequeña carmelita de Lisieux”. Monsieur Belmon le encarga traducirlo para el carmelo de Rodez. Este hecho la dará ocasión de conocer a la madre María Eugenia del Sagrado Co-razón, con la que se carteará y le dará la dirección de los carmelitas de Avon.

El 2 de octubre 1921, confía a su madre su deseo de entrar en el Carmelo, lo que provoca una crisis en la familia, que no acepta, sobre todo su madre que le llega a maldecir, que se hiciese fraile carmelita. El obispo diocesano, Mons. de Ligonnes, tampoco ve con buenos ojos el deseo de Enrique de pasar al Carmelo, y no tiene buena impre-sión del Carmelo. En un encuentro con él le dice: “amigo mío, hijo mío, ¿quieres ir con los carmelitas, ahí donde el padre Jacinto?” Vas a ir a ver al padre Vabre y te pondrás a su disposición”. La alusión al P. Jacinto era dura. El escándalo provocado por la deserción del padre Jacinto Loyson, episodio sucedido 50 años atrás, había ensombrecido durante mucho tiempo el Carmelo en Francia3.

3 Jacinto Loyson abandona el Carmelo en 1869, sale de la Iglesia después

del Vaticano I, cuando contrae matrimonio con Emilia Meriman. Funda una iglesia galicana y evoluciona hacia el teísmo universal, pero no olvida sus años en el Carmelo. En agosto 1870 escribe a Roma pidiendo volver a la vida común, pero un mes después rompe definitivamente con el Carmelo. El 15 de octubre visita, de incognito, el convento de Broussey, donde hizo el noviciado. Hasta su muerte, 1912, como consta en su diario evoca las fiestas de la Orden y los aniversarios de su vida religiosa. Su salida de la Orden y su ruptura con la Iglesia, su apostasía, como fue presentada en la época, creó una fuerte impresión en el mundo católico francés de la época. Bernardette, la vidente de Lourdes, cuando conoció la secularización del carmelita descalzo, a quien denominaba el gran pecador, se impuso una mortificación especial con una clara intención: conseguir la conversión del P. Jacinto Loyson. La Madre Rafaela de Jesús, priora de Saint-Chamond, a quien había ayudado el mismo Padre Jacinto en la fundación, pidió a sus monjas oraciones y sacrifi-cios por la salvación del alma de este “fraile infiel a su vocación”. Santa Teresita oró por él y su conversión, al que llama “el desdichado pródigo”. Ofrece su última comunión, 19 de agosto de 1897, por su conversión. En 1910 el P. Elías de la Madre de la Misericordia le envía una reliquia y una imagen de Teresita y Celina, hermana de Santa Teresita, priora de Lisieux le envía un ejemplar de Historia de un alma. En agradecimiento al Carmelo de Lisieux por el envío de Historia de un alma confiesa que “me he sentido emocionado por muchas cosas de las que he leído en el libro. Si bien debo añadir que estoy lejos de haber quedado convencido”. Reconoce que “ama al Carmelo”. MARIE-LAURENT DE LA RÉSURRECTION, Hyacinthe Loyson et le Carmel, en Carmel, 118, Diciembre 2005, pp. 109-117.

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El obispo diocesano para intentar disuadirle le pone en contacto con el padre Juan Celestino Vabre, que trataba de formar un equipo de misioneros en la diócesis, quien invita a María Eugenio, por en-tonces diácono, unirse al grupo de misioneros. María Eugenio lo re-chaza, confiándole su proyecto de entrar en el Carmelo

El sábado 4 de febrero de 1922 Monseñor Verdier, obispo auxi-liar, le ordena sacerdote junto a otros seis compañeros. Toda la fami-lia, incluso su “indignada” madre, por su decisión de entrar en el Car-melo, que había declarado que no vendría, está presente.

24 de febrero de 1922, entra en el noviciado de los Carmelitas de Avon. El 10 de marzo, toma de hábito, cambiando el nombre de En-rique por el de María Eugenio del Niño Jesús, en agradecimiento a la priora de Rodez que le puso en contacto con el Carmelo, y lo del Ni-ño Jesús por su devoción a Teresa de Lisieux. El día la canonización de Teresa de Lisieux, 29 de abril 1923, fue para él uno de los días más felices de su vida, viendo cumplido un viejo deseo.

En el noviciado, donde se acostumbra a la lectura, meditación y anotación de las obras de los Santos del Carmelo, descubre que la oración y la misión son las dos piezas fundamentales del Carmelo, dos manifestaciones de una vida profunda. El convencimiento que adquiere de que la riqueza del Carmelo está en la doctrina de sus San-tos del Carmelo, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux, haciéndola accesible a todos y adaptada a las necesidades del tiempo presente, le llevará, desde el comienzo de su ministerio, a difundirla, tanto oralmente, por medio de la predicación, como a través de sus escritos. Junto a las grandes figuras del Carmelo descubre al Profeta Elías con el que se identifica. El celo de Elías es para él la divisa del Carmelo, celo que se ejerce a través de la oración y las obras -contemplación y apostolado-4. “El profeta está constantemente entre-gado a su acción interior o exterior. Se confía a Él y ésta es toda su ocupación. Dios tiene que disponer de él para mantenerlo en la sole-dad o para enviarlo de una a otra parte. Su abandono le permitirá en-trar sucesivamente en las intimidades más secretas con su Dios, le empujará a las empresas más secretas con su Dios, le empujará a las

4 MARÍA EUGENIO DEL NIÑO JESÚS, Quiero ver a Dios, Editorial de

Espiritualidad, Madrid 2002, pp. 136-146.

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empresas exteriores más audaces pero, cumplida su misión, le hará volver constantemente a Dios que habita en el desierto: Vivit Domi-nus in cuius conspectu sto! La armonía entre la contemplación y la acción es realizada por la misma Sabiduría divina gracias a su acción en el profeta y gracias a la fidelidad de éste”5. 2. APOSTOLADO ESPECÍFICO

Acabado el noviciado y los años de formación, el 1 de enero de 1925, es nombrado director de la revista Carmel, a la vez que se de-dica con ardor a la predicación, llegando a ser un predicador muy demandado, lo será a lo largo de toda su vida. La dedicación a la Re-vista y a la predicación le lleva a descubrir que el apostolado especí-fico del carmelita es la difusión de la doctrina de los Satos del Carme-lo.

Debemos tener presente que tuvo que llegar el siglo XX para que el Carmelo Descalzo tomase conciencia de una sensibilidad apostó-lica específica. En esa toma de conciencia influyen una serie factores: La promoción de la teología espiritual entre las ciencias teológicas; el crecimiento de la figura y del magisterio de San Juan de la Cruz a partir de la década de 1920; en 1926 fue proclamado Doctor de la Iglesia, así como de las otras figuras del Carmelo, Santa Teresa y Santa Teresita, el huracán de gloria, como fue denominada la Santa de Lisieux; la demanda creciente al Carmelo Descalzo por parte de la Iglesia de un servicio apostólico especializado. La conjunción de es-tos factores llevó al Carmelo Descalzo a definir su puesto en la Igle-sia y a orientarse hacia un apostolado especializado que va a quedar delimitado por el cultivo de la Teología espiritual, la pastoral de la vida interior, la pastoral de la oración, la difusión de las grandes figu-ras del Carmelo Descalzo. Desde comienzos del siglo XX, con-cretamente con Pío X6 nos encontramos con una serie de invitacio-

5 Ibíd, p. 454. 6 En la carta apostólica Ex quo Nostre, que dirige al General del Car-

men Descalzo, Clemente de los Santos Faustino y Jovita, y a toda la Orden, 7 de marzo de 19146, reconoce que Santa Teresa es “honra y prez de todo el orbe católico y una de las mayores glorias que enaltecen a la Iglesia”, de ahí que invite a propagar “entre los buenos” el conoci-miento y la devoción a Santa Teresa, de la cual afirma que está dotada

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nes a la Orden para que se dedicase al cultivo del campo específico de lo que conocemos como espiritualidad y a la divulgación y trans-misión del magisterio de los Santos de la Orden, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Dentro del renacer católico que se dio en Francia a partir de los primeros años del siglo XX, la década de 1920 se caracteriza por la renovación espiritual y por el interés hacia la mística y los místicos. A lo largo de la década se asiste a la controversia sobre la contempla-ción adquirida o infusa, y a la aparición de Revistas y publicaciones que se dedican a la mística y a la espiritualidad: La Vie Spirituelle, ascétique et de mystique, 1919, la Revue d´Ascétique et de Mystique, 1920. Es en este contexto donde nace Études Carmélitanes y el bo-letín Carmel, la dos publicaciones del Carmelo Descalzo francés del momento. También en estos años aparece una serie de obras sobre mística y espiritualidad, como la del canónigo Saudreau, Les degrés de la vie spirituelle, 1920, y L´État Mystique, sa natura, ses phases, et les faits extraordinaires de la vie spirituelle, 19217, segunda edi-ción de la obra L´État mystique, sa natura, ses phases, aparecida en París en 1903, en ella hace un llamamiento a la vuelta a la tradición espiritual de San Juan de la Cruz, Santa Teresa, San Francisco de Sa-les. A. Farges publica en París, 1920, Les Phénomènes mystiques dis-

de toda una serie de valores: grandeza de ánimo, bondad de corazón, energía de carácter, admirable sentido práctico en sus relaciones socia-les, gran destreza en el manejo de los negocios. Declara que la Santa con “su doctrina sobre la ciencia de la salvación fue tan eficaz y eleva-da, que en poco o en nada cede a la de los grandes Padres y Doctores de la Iglesia”. Alaba en ella “su fe, inconmovible, su sumisión al magiste-rio de la Iglesia, total”, así como su espíritu evangélico: “el ardor con que ansiaba que todos los hombres participasen del don precioso de la fe”.

Pío XI, con ocasión del Doctorado de san Juan de la Cruz, en su alocución a los formadores de la Orden: "…fulgentissima astra (S. Teresa y San Juan de la Cruz), atque alios viros et feminas in ascetica et mystica vita in exemplum enitentes, quibus religiosa familia vestra per aetatum decursum a legiferis parentibus usque ad Teresiam ab Infante Jesu fuit dives? Tantum doctrinae thesaurum, quem Spiritus Sanctus eorum ope universae Ecclesiae comparavit, vos portantes atque hinc ductricis sapientiae splendorem haurientes...".

7 La obra L'État Mystique, sa Nature, ses Phases, tuvo una primera edición en París y Angers en 1903.

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tingués de leurs contrefaçons humaines et diaboliques. El P. Poulain, en 1922, publica Las Gracias de oración. En 1923 aparece Perfection chrétienne et Contemplation selon S. Thomas d’Aquin et S. Jean de la Croix de Garrigou-Lagrange, en donde toma posición a favor de la llamada a la vida spiritual de todos los cristianos. Précis de théologie ascétique et mystique de Tanquerey y La contemplation del P. Joret. En 1924 Joseph Maréchal da a luz la obra Études sur la psychologie des mystiques. Landrieux, obispo de de Dijon, publica Sur les pas de S. Jean de la Croix dans le désert et dans la nuit; Le divin Méconnu, ou les dons du Saint Esprit. En 1926 aparece el tomo III de Histoire littéraire du sentiment religieux en France de Brémond que lleva por título La conquête mystique. Anteriormente, en 1916, había publicado el tomo II que llevaba por título L´invasion mystique; años más tarde, en 1933, aparece el tomo XI, titulado Le procès des mystiques.

En 1932 sale a la luz el primer tomo del Dictionnaire de spiritua-lité ascétique et mystique. Se asiste a una nueva orientación, más mística o espiritual, en la formación del clero a partir de la década de 1920, en ello influye la aparición de toda una serie de obras como Le Christe, vie de l´ame de Columba Marmion, aparecida en 1918, La vie intérieure del Cardenal Mercier, o Dieu en nous del P. Plus, que responden a un mayor deseo de vida interior, lo que va a marcar esta década como consecuencia del desencanto originado por el fracaso de la Gran Guerra. No debemos olvidar en esta orientación más espiri-tual que se da a la vida cristiana la influencia que tuvo la difusión de la Historia de un alma de Santa Teresa de Lisieux, cuya primera edi-ción es de 1899 y cuya difusión fue en aumentos en los años posterio-res, sobre todo en los años de la Gran Guerra8. A la altura de 1930, frente a la tentación del activismo apostólico, se afirma la contempla-ción, vista como la gran necesidad de la Iglesia de aquel momento.

La revista Carmel nacida en 1911 en Bélgica, debido al exilio de los carmelitas descalzos franceses, como boletín mensual de 11 pági-nas de la Orden Tercera. Cuando nace Carmel, serán cuatro revistas

8 La edición de 1899 lanzó a la calle 4.000 ejemplares, en la de 1900 fueron 6.000. En 1915 eran 211.115 los ejemplares de Historia de un alma que se había editado. En 1905 ya había sido traducida al inglés, polaco, italiano, holandés, polaco, alemán, portugués, español, japonés, ruso. Guy Gaucher, Así era Teresa de Lisieux, Monte Carmelo, Burgos, 1996, pp. 552-557.

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del Carmelo Descalzo en activo: Stella del Carmelo, fundada en 1874 por los carmelitas de Siena, Italia; Les Chroniques du Carmel, funda-da en 1879 por los carmelitas franceses y, a la altura de 1911, editada por los Carmelitas de la provincia de Brabante; El Monte Carmelo, fundada en Madrid en 1900 y editada por los Carmelitas de la Provin-cia de San Joaquín de Navarra9. Su primer director, al que sustituirá el P. María Eugenio, fue el P. María José del Sagrado Corazón, cono-cido como el Padre eterno por su luenga barba blanca10. Con el P. María Eugenio de director el boletín evolucionará hacia una revista de espiritualidad carmelitana: “Este boletín intentará, ante todo, ser carmelitano, mostrándose fuertemente impregnado del espíritu y de la doctrina de nuestra santa Orden”11. Carmel se hará eco de la actuali-dad carmelitana, y eclesial, dará a conocer a los santos del Carmelo: “presentar en su integridad el testimonio y la doctrina de los maestros que fueron los reformadores del Carmelo”12. Entre los artículos que firma el P. María Eugenio en esos años en que dirige Carmel, están: el dedicado en 1925 a Santa Teresita con motivo de su canonización, donde presenta “El caminito como un verdadero camino que conduce a las más altas cumbres. En marzo de 1926 publica La humildad de San José y su Misión divina, y en julio de este mismo años dedica un artículo a la Virgen del Carmen, Regina decor Carmeli. En 1926, con motivo de la promulgación de las Constituciones de las Carmelitas

9 Al mismo tiempo que Carmel nace la revista Études carmélitaines, que

será dirigida hasta 1932 por P. María José del Sagrado Corazón, el mismo que fundó y dirigió Carmel. En 1932, con motivo de la división del Carmelo Descalzo francés en dos provincias, se asignó una revista a cada una de las nueva provincias, Études carmélitaines, que pasó a ser dirigida por el P. Bru-no de Jesús María, a la provincia de Paris y Le Carmel a la provincia de Avignon-Aquitania.

Luis María Soler, La prensa carmelitana, en Monte Carmelo, 413, 1917, pp. 175-178.

10 Sobre el P. María José del Sagrado Corazón, LOUIS-MARIE DE JÉSUS, Cent ans de la revista Carmel 1911-2011.

11 En 1953, siendo director el P. Domingo de San José, con el nacimiento de la Revista Scapulaire, que con el tiempo cambiara el título por Vives flammes, Carmel se desprende de todo lo que hace referencia a la Orden Tercera, de lo que se ocupa esta nueva revista, para ser una revista de Espiritualidad.

12 MARÍA EUGENIO DEL NIÑO JESÚS, Quiero ver a Dios, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1998, p. 14.

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Descalzas, Carmel trabajó por fomentar la relación entre carmelitas, descalzos y descalzas, en Francia. En este sentido el P. María Euge-nio, que dedicó su primera editorial a Teresita “que ella proteja nues-tros primeros pasos”, envió el primer número que sale bajo su direc-ción a todos los carmelos, aunque algunos que no estaban por el acer-camiento entre los carmelos, lo rechazó. En los dos años que el P. María Eugenio ejerce la dirección de Carmel logró que la revista pa-sase de 200 a 3000 suscriptores.

En estos primeros años de su vida carmelitana, y aprovechando los dos grandes acontecimientos que vive la Orden del Carmen Des-calzo, la Canonización de Santa Teresita, 1925, y la proclamación de San Juan de la Cruz como Doctor de la Iglesia, 1926, va a dar inicio a uno de sus apostolados más preferidos, el de la predicación, a través de la cual “presentar en su integridad el testimonio y la doctrina de los maestros que fueron los reformadores del Carmelo”13. En los Carmelos femeninos, donde no había sido habitual la presencia de un Carmelita, se considera al P. María Eugenio como “una llama ardien-te, eliánica”, que hablaba del Carmelo y de sus santos “con conoci-miento de causa”14.

El inicio de su apostolado, en el otoño de 1925 con la predicación de sendos triduos en Amiens y Rodez, coincidiendo con la canoniza-ción de Santa Teresita, su predicación va dirigida a sacar a la Santa de Lisieux del estrecho marco, el de los milagros, en el que la devoción popular la tenía metida, de hecho se la tenía por “la taumaturga más grande de los tiempos modernos”15, y no sólo por los milagros que se la atribuían, pues durante la Gran Guerra, sin haber sido aún beatifi-cada, fue, junto a la Virgen María, de las más invocadas por los sol-

13 Ibid, p. 14. 14 Crónica del Carmelo de Caen, del 29 de mayo de 1927, en GUY GAU-

CHER, La vida del Padre María Eugenio del Niño Jesús, Monte Carmelo, 2007, p. 110.

15 En el arraigo de la devoción a Santa Teresita juega la invocación que se hace a ella como Santa soberana, apoyada en los milagros, “la lluvia de rosas”, que tras su muerte la atribuyeron, un milagro se le atribuye en 1899, otro en 1900, 3 en 1902, 7 en 1903, 3 en 1904, 5 en 1905, 12 en 1906, 11 en 1907, 21 en 1908, 77 en 1909 y 23 en los les primeros meses de 1910. AN-TOINETTE GUISE, Les miracles de Soeur Thérèse de l’Enfant-Jésus entre 1898 et 1926 genèse d’un culte. p. 63.

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dados para afrontar el infierno de las trincheras. Esto hizo que el ce-menterio de Lisieux se convirtiese en lugar de peregrinación para los soldados que se encomendaban a Teresa del Niño Jesús16. Los solda-dos la tenían por amiga, confidente, santa: “la amamos, la vene-ramos, la imploramos”. Los soldados, con esta visita al cementerio, reconocen que la deben la gracia de una buena muerte, de su protec-ción en el campo de batalla, de su vuelta a la fe y de una compresión sincera de la vida cristiana17. A partir de su canonización, 1925, pero sobre todo en la década de 1930 es cuando se descubre la enverga-dura doctrinal de la “pequeña carmelita”, llegando, en 1932, a que el jesuita Gustavo Desbuquois proponga declarar a Santa Teresa del Ni-ño Jesús doctora de la Iglesia18.

16 Nuestra Señora la Virgen María, el Sagrado Corazón, San Miguel,

Patrón de Francia y “vencedor de Lucifer”, Juana de Arco, heroína nacional, son a quien los soldados rezan y se encomiendan durante la Gran Guerra. ALEXANDRE COLLADO, Le combat des catholiques français pendant la grande guerre: une vision de la Croix de l'Isère. Histoire. 2015, dumas-01259831.

17 En 1916 el oficial Pierre Mestre, laico próximo al Carmelo, que había descubierto Historia de un alma siendo niño en Lisieux, lleva a cabo la iniciativa de enviar al Papa Benedicto XV las peticiones de decenas de soldados pidiendo la canonización de Teresa del Niño Jesús, “nuestra querida protectora”. Suppliques des soldats de la première Guerre au Pape Benoît XV, Archives du Carmel de Lisieux.

18 El pronunciamiento de Desbuquois tuvo lugar en el congreso Teresiano de 1932 celebrado en Lisieux con motivo de la inauguración de la cripta de la basílica de Lisieux. Entre los argumentos de Debouquois estaba el siguiente: “Para Santa Teresa del Niño Jesús, la doctrina, que hemos puesto de relieve, era evidentemente la doctrina tradicional, universal, del amor de Dios al hombre y del amor del hombre a Dios. Contempla el amor de Dios bajo un prisma especial, el Amor Misericordioso; amor que se realiza en el hombre, gracias a la humildad, completada por el abandono y la esperanza en el Amor Misericordioso. Santa Teresa enseñó esta doctrina de todos los tiempos, sin modificarla, pero sí haciéndola más asequible, la enriqueció con enfoques nuevos, originales, con intuiciones profundas sobre el Corazón de Dios y la psicología del alma humana. La propuso como una doctrina universal de sal-vación y de santificación para que toda alma: alma santa, tibia o culpable, pudiera aprovecharse y sentirse esencialmente llamada a la humildad, al abandono, a la esperanza y al amor, y, digamos la palabra, al estado de "in-fancia espiritual". Sagrada Congregación de Causa de los Santos, La doctora más joven de la Iglesia, Monte Carmelo, Burgos, 1998, pp. 44-45.

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La dedicación del P. María Eugenio a Santa Teresita, de cuya doc-trina afirma que tienen un carácter eminentemente carmelitano, pero a la vez es adaptable a los tiempos presentes, le llevará a convertirse en “un especialista de la glorificación de la Pequeña Santa”. Para el Pa-dre María Eugenio la grandeza de la Santa de Lisieux, a la que consi-dera “una de las mayores maestras espirituales de todo los tiempos”, a la altura de San Benito y Santa Teresa, está en su doctrina. La “pe-queña carmelita” es la realización moderna del espíritu del Carmelo y de la doctrina espiritual de sus reformadores”. Desde este momento y a lo largo de su vida va a consagrar su apostolado de la predicación y de la escritura a demostrar la originalidad de su “amiga de la infan-cia”, como gustaba llamarla desde en 1908, cuando con 13 años de edad leyó la obra La rose effeuillée19, haciendo ver que aunque no nos aporta conclusiones teológicas nuevas, y no se la puede encerrar en una espiritualidad clásica, está a la altura de los grandes espirituales de todos los tiempos. Para el P. María Eugenio a Santa Teresa del Ni-ño Jesús hay que “estudiarla en sí misma, llegando a establecer un sistema de pensamiento propio, a través del cual descubrir que ella, que se ha acercado a la verdad sin prejuicios, tiene por misión revelar a las almas al Dios amor, haciéndolas volver a la pureza y a la inte-gridad de la doctrina evangélica, y enseñando el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y el abandono total”20. El “cami-

19 La devoción de María Eugenio a Santa Teresita se intensifica durante

la Primera Guerra Mundial cuando siendo subteniente en la batalla de Verdun no perdió ninguno de los soldados a sus órdenes, llega a afirmar que “Sor Te-resa aparta las balas”. María Eugenio declarará que Teresa le había conce-dido todo lo que la pidió: “Me ha protegido mucho a mí y a mis reclutas”. MARÍA EUGENIO DEL NIÑO JESÚS, Tu amor creció conmigo. Teresa de Lisieux un genio de la vida espiritual, EDE, Madrid 1990, p 14. LOUIS MENVIELLE, Le Père Marie-Eugène de l’Enfant-Jésus et le théocentrisme de Thérèse, en Thérèse et ses théologiens, p. 126.

En mayo de 1924 la revista La Vie Spirituelle, editada por los dominicos, publicó un número especial sobre la beata Teresa del Niño Jesús, y en 1925, el Padre Petitot, publicó el primer libro que se acerca a la Santa de Lisieux, Santa Teresa de Lisieux, Un renacimiento espiritual.

20 Quiero ver a Dios, pp. 940-963. Sobre la dedicación del Padre María Eugenio a Santa Teresita puede verse la introducción a la obra de María Eugenio del Niño Jesús, Tu amor creció conmigo. Teresa de Lisieux un genio de la vida espiritual, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 1990, pp. 13-25.

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nito”, el camino de la infancia espiritual, conduce a Teresa del Niño Jesús a la cumbre del amor.

En septiembre de 1945, en un retiro con las carmelitas de Lisieux, da a conocer la idea de celebrar en 1947 un congreso teológico para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Santa Teresita21. 10-13 de julio de 1947. El congreso, que se celebrará en París, en el Insti-tuto Católico bajo la presidencia de su director, tenía por finalidad “sacar a la luz el mensaje espiritual de la pequeña santa de Lisieux, cuya oportunidad no ha dejado de aumentar en el transcurso de este medio siglo”22. La conferencia de clausura, presidida por el nuncio apostólico, Monseñor Roncalli, corrió a cargo del padre María Euge-nio, en ella afirma que “cada época histórica el Espíritu Santo suscita un guía… En el umbral del nuevo mundo, que se anuncia más grande y poderoso que los precedentes…, Dios ha escogido a Teresa del Ni-ño Jesús para revelar y hacer amar el amor…”.

En 1926-1927 se multiplicaron en los Carmelo franceses las cele-braciones en honor de San Juan de la Cruz, declarado Doctor de la Iglesia, 24 de agosto de 1926, celebraciones que van a servir para que San Juan de la Cruz, al que considera uno de los grandes maestros del pensamiento, sea mejor conocido en Francia, a lo cual va a colaborar el P. María Eugenio, que a lo largo de este año llegó a predicar 12 tri-duos en honor del Santo en distintos lugares de Francia, entre ellos Rodez y Lisieux. Su intención era presentar la vida y doctrina del Santo para sacarlo del cliché en que se le tenía encerrado en Francia, donde al margen de ser poco conocido, se le tenía como “campeón del ascetismo y de la rigurosa mortificación”. En su predicación deja-ba que fuesen los textos, la doctrina de San Juan de la Cruz, los que hablasen a los fieles. Para el padre María Eugenio, san Juan de la Cruz no es sólo el doctor de la nada y de la noche, el campeón del as-cetismo, es el doctor del amor, “el doctor del Espíritu Santo y del

21 El congreso, organizado conjuntamente entre el obispado de Bayeux, los provinciales carmelitas descalzos de Francia y el Carmelo de Lisieux, tendrá lugar en el Instituto Católico de París, el P. María Eugenio será el encargado de pronunciar la conferencia de clausura. Del congreso saldrá el proyecto de publicar íntegramente los manuscritos originales de Historia de un alma.

22 Carta del Papa Pío XII al obispo de Lisieux, François Picaud, en Revista de Espiritualidad, 24 (1947) 241-245.

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amor”. A lo largo de su vida apostólica recomendará a no tener a San Juan de la Cruz “un santo temor” y aconsejará la lectura del Santo y el conocimiento de su doctrina, para él, como había sucedido en tiempos pasados, “no hay peligro alguno en leer a San Juan de la Cruz”, que alimenta en sus lectores “la sed y el hambre de Dios”. In-vita a comenzar la lectura del Santo por la Llama de amor vivo, donde el lector se encontrará con “las más elevadas descripciones de san Juan de la Cruz, las más bellas explicaciones de la gracia en vuestras almas”. A continuación recomienda leer el Cántico espiritual23.

Con motivo del cuarto centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz, en el mes de noviembre y en Montpellier a comienzos de di-ciembre de 1942, una serie de conferencias, dadas por algunos de los profesores que, una década antes, habían asistido a su curso de ora-ción, Jacques Paliard, profesor en la Facultad de Aix, El alma de San Juan de la Cruz. Louis Lavelle, La contemplation selon Saint Jean de la Croix, Aimé Forest, la experiencia de San Juan de la Cruz24. 3. HACIENDO DE TODO EN EL CARMELO

Desde que entra en el Carmelo, María Eugenio se siente llamado a la vida contemplativa y de retiro, esto es lo que nos explica que, pa-sado el ajetreo de la canonización de Santa Teresita y el doctorado de San Juan de la Cruz, pidiese al general de la Orden permiso para to-marse un año de vida puramente contemplativa que le permitiese dis-cernir mejor su vocación y misión. Años más tarde, 1930, cuando asista en Avon al capítulo provincia en el que se divide el Carmelo Descalzo francés en dos provincias, lo que a él no le gustó, propone fundar un Desierto en Francia, donde los carmelitas pudiese vivir una intensa soledad que favoreciese la contemplación. Cuando consigue del General de la Orden permiso para pasar una temporada en un de-sierto de España, 14 de agosto de 1928, es nombrado superior del Pe-tit Castelet de Tarascon-sur-Rhône, el seminario menor, con el encar-go de reorganizar la vida del petit Noviciat, seminario. Para él fue un

23 MARÍA EUGENIO, Juan de la Cruz, presencia de luz, Editorial de Espiri-tualidad, Madrid, 2003, pp. 170-173.

24 Las conferencias fueron publicadas muchos años después, con motivo del cuarto centenario de la muerte de San Juan de la Cruz, 1991, con el título, Chant nocturne, Saint Jean de la Croix, mystique et philosophie.

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verdadero sacrificio aceptar este destino ya que él que no se siente llamado y en el que no cree.

En los primeros momentos de la Restauración, mediados del siglo XIX, las vocaciones eran abundantes y llegaban en buena parte desde los seminarios diocesanos. Cuando cambia la dinámica vocacional, al Carmelo Descalzo francés no le quedó otro remedio que idear nuevas formas de reclutamiento vocacional, como habían hecho otras congrega-ciones religiosas en la segunda mitad del siglo XIX, que crearon semi-narios que solían recibir el nombre de escuelas apostólicas o juniorados. Los carmelitas iniciaron esta obra en 1878 en Montelimar, donde el P. Zacarías de la Natividad estableció la Escuela apostólica de San Alberto para adolescentes de 12 a 15 años, la cual debido al decreto de 1880, que suprimía las ordenes y congregaciones religiosas, tuvo que suspender su función mientras los adolescentes de la misma fueron acogidos en el seminario diocesano por el obispo de Valence, Monseñor Cotton. Cuando en 1881 los religiosos regresan del exilio vuelve a abrir la es-cuela Apostólica, ahora en Tarascon bajo la supervisión del P. Francisco de Sales. Durante los 20 años de vida, antes de su supresión en 1902, enviaba una media de 15 jóvenes al noviciado. Le Petit Castelet no será restaurado hasta la vuelta de los carmelitas descalzos a Francia, 1920. Para ser admitido en este seminario o escuela apostólica carmelitana los padres de los niños debían suscribir una declaración por la cual prome-tían no oponerse a la vocación de sus hijos ni reclamarles. La formación de esta escuela, que tenía por misión, recoger las vocaciones nacientes, sostenerlas y desarrollarlas hasta la edad de entrar en el noviciado, tenía tres pilares fundamentales: La piedad, basada en que los niños debían confesarse todas las semanas y asistir cada mañana a misa, se les da permiso para comulgar casi diariamente y el domingo debían vestir el hábito de San Alberto, su modelo y patrón. Los domingos y los días de fiesta asistían a los oficios en la capilla conventual, incluso al canto de la salve los sábados por la tarde y las vísperas de las fiestas de la Virgen. El segundo pilar es la ciencia, la cual se basaba en el estudio del latín, aprender a hablar y escribir la propia lengua, y el estudio de alguna lengua moderna, nociones de aritmética, geometría, historia e historia natural, formación religiosa y canto, el cual era visto como “instrumento precioso de educación estética y medio indispensable en el culto que es uno de los empleos de nuestra vocación”. El tercer pilar de la escuela lo constituyen las actividades al aire libre o ejercicios corporales: recrea-

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ción, juegos, paseos y vacaciones. Si los niños respondían al sacrificio, tenían buena salud y eran dóciles de carácter, y de inteligencia abierta, finalizados los estudios clásicos eran enviados al noviciado25.

Al ser nombrado responsable de Le Petit Castelet, donde se en-cuentra con una pequeña comunidad de 4 religiosos y 10 niños semina-ristas, el P. María Eugenio, que tiene que preparar a niños, a partir de los 11 años, para ser carmelitas, hace de todo: superior de la comunidad, director de seminario, maestro, Lo mismo das clases que lleva la for-mación espiritual a los niños, y la administración del seminario, como él dice en carta a su familia: arquitecto, maestro de obras, pintor, pro-fesor, leñador, sobre todo escritor”. A pesar de las múltiples ocupa-ciones no abandona ni la predicación ni el apostolado de la pluma26. Entre sus tareas estaba también el ocuparse de reclutar los candidatos a carmelitas, para lo cual utilizaba la revista Carmel. Apenas cree en esta obra, lo cual no le fue fácil llevarla adelante. En carta a su madre y a su hermana Berta llega a afirmar: “Es una delicada tarea, yo no la deseaba, pero la obediencia me dará luz y fuerza para consagrarme a ella”78. El P. María Eugenio, que tiene experiencia de lo que es el dis-cernimiento vocacional, llega a la conclusión que Le Petit Castelet no es el mejor camino para captar vocaciones para el Carmelo para lo cual hay que exigir una mayor madurez a los candidatos27. En el mes de marzo es nombrado prior del convento de Agen, a donde se trasla-da el noviciado. Durante el tiempo en que estuvo de prior, 19 novi-

25 La idea va a prender en el Carmelo restaurado español, que lo será a partir de los religiosos de la provincia de Aquitania. El primer colegio prepa-ratorio, que es como se llamó en España a la escuela apostólica, se abre el 23 de noviembre de 1888 en Ávila siendo su primer director el P. Víctor de la Cruz. CLAUDIO DE JESÚS CRUCIFICADO, Educación e instrucción durante nuestra restauración en España, en Monte Carmelo (1918) 381-400.

26 Predica en los Carmelos de Auch, Carpentras, Aviñón, Uzès, Orléans, Lyon-Fouvière, Nantes, Perigeaux, Montpellier, Toulon, Sète, Bergerac, Fi-geac, Arles, Caen. En la catedral de Agen, a la Orden Tercera de Beaune y Pau, en el seminario mayor de Agen y a la Federación Nacional Católica.

27 Los resultados no fueron muy halagüeños. El primer curso fueron 10 niños los que tuvo a su cargo; el curso 1930-1931, fueron 15 los niños que comienzan el curso, aunque sólo 9 van a acabarlo. En Carta a su hermana Berta la pide: “Reza por las inscripciones a nuestro Pequeño Noviciado. Es-tamos más que nunca en crisis y no veo cómo vamos a salir de ella”. GUY GAUCHER, La vida del Padre María Eugenio del Niño Jesús, Enrique Grialou (1894-1967), Monte Carmelo, Burgos, 2015, pp. 120-121.

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cios tomaron el hábito, de los cuales profesaron 9. En el capítulo pro-vincial de 1936 es elegido superior de la comunidad de Monte Carlo, donde estaba establecido el colegio de filosofía de la provincias y en-tre otras tareas que lleva a cabo está la de profesor de Derecho Canó-nico y de Historia de la filosofía, como él dice “tomo lo que dejan los demás”.

En 1931 comenzó un curso de oración en Marsella que se prolon-gará a lo largo de la década, llegando a dar 40 cursos, que están en la base de lo que va a ser su gran obra, Quiero ver a Dios28. El curso, que parte de una enseñanza práctica y viva, consistía en un una char-la, seguida de media hora de oración y adoración en la capilla, estaba dirigido no a religiosas o fieles, sino a intelectuales, donde no falta-ban profesores de enseñanza media y superior que deseaban aprender a orar y avanzar en el camino espiritual, entre ellos los filósofos Gas-ton Berger o Jacques Paliard. El Padre María Eugenio, apoyado en la Sagrada Escritura y en la enseñanza de los maestros del Carmelo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresita, trata de enseñar como Dios actúa en la vida del creyente y como este puede cooperar con él.

Desde la década de 1920 la espiritualidad de las distintas órdenes religiosas adquiere una gran importancia en Francia como alimento de las órdenes terceras y de los movimientos apostólicos vinculados a las mismas. En esta línea debemos situar la aparición en 1949 de la obra del P. María Eugenio Quiero ver a Dios, que será completado en 1951 con la publicación Soy hijo de la Iglesia. En 1957 se publicarán como una única obra29. La obra pretende ser un comentario al libro de Las Moradas de Santa Teresa, completado con la enseñanza de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa del Niño Jesús, con lo cual viene a ser un compendio de espiritualidad carmelitana, No parte de la curio-sidad intelectual, ya que está pensada como manual de vida cristiana bajo el doble aspecto de oración y acción, para ayuda de todos aque-llos que quieren avanzar en el camino de la oración y la contem-

28 Los cursos de oración tienen tres momentos. 1º. De 1931 a 1937, se in-

terrumpe al ser nombrado definidor general. 2º de 1941-1942. 3º 1959. 29 Desde 1950 que fue traducido al italiano se han difundido más de

100.000 ejemplares de la obra.

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plación. El P. María Eugenio parte del principio de que la intimidad con la Trinidad, con el Dios amor, es para todos los cristianos. La obra, cuyos capítulos pueden ser leídos independientemente, forma un todo sobre el conocimiento de sí mismo, la oración, las distrac-ciones, los dones del Espíritu, el demonio, las noches, los favores ex-traordinarios, el desposorio y el matrimonio espiritual. El P. María Eugenio sigue en Quiero Ver a Dios, el esquema de Las Moradas de Santa Teresa con sus siete estancias que son otras tantas etapas para llegar hasta Dios. 4. MISIONES

Con motivo del 25 aniversario de la proclamación de Santa Tere-sita como patrona de las misiones, 8 de junio de 1952, el General de la Orden, P. Silverio de Santa Teresa, dirigió a todos los religiosos y religiosas carmelitas descalzos una carta en la que reflexionaba sobre el espíritu misionero de la Orden, arraigado en el espíritu de Elías, contemplativo y activo a la vez: “Se infiere que nuestra Sagrada Re-forma es eminentemente contemplativa y misionera… Las dos vidas, no sólo no son antitéticas, sino que viven juntas en perdurable y dulce hermandad, y no pueden separarse, sin que se debilite su vigor y, aca-so, su total eficacia”.

La carta presentaba el espíritu misionero como algo consustancial al espíritu carmelitano: “la vocación teresiana es vocación misione-ra”, ya que Santa Teresa había fundado “su Desca1cez para procurar por medios del retiro, penitencia y oración, el aumento de la fe cató-lica, conversión de herejes, cismáticos y paganos y para que Dios se dignara dar buenos sacerdotes a su Iglesia, doctos y celosos”.

Presenta a Santa Teresa del Niño Jesús, “la misionera más excelsa del siglo XX, la Santa más invocada de nuestro tiempo, la miniatura más hermosa de perfección evangélica que sea dado imaginar”, emi-nentemente apostólica y misionera: “he venido para salvar almas, y sobre todo, para rogar por los sacerdotes”. Afirma que “la vida de to-do apostolado es la oración”. De ahí que los misioneros pidiesen in-sistentemente el patronato de Santa Teresita, “por haber sido un alma excepcionalmente misionera; pero desde su retiro del Carmelo, si bien con su maravillosa pluma realizó también un apostolado escrito de una eficacia rara vez conocida, ni aún a los apologistas más ar-

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dientes y fogosos del valor inefab1e de la conversión de las almas a la fe verdadera”.

Recomendaba que todo carmelita adquiera el doble espíritu de contemplación y acción, “al modo y estilo del gran Profeta Elías, de nuestra Madre Teresa de Jesús y de su i1ustre hija Teresa del Niño Jesús”30.

Finalmente pide oraciones31, para que la Orden consiga “carme-litas descalzos santos y cultos, preparados del modo más perfecto y en número que responda a las necesidades de nuestras misiones en cuanto sea posible”. Anuncia la celebración, en el año jubilar en que se recuerda la proclamación de Santa Teresita como patrona de las misiones, celebrar un congreso misionero32.

30 Para animar la conciencia misionera, el General de la Orden manda que

la carta sea leía, en el refectorio o en el capítulo conventual, al menos una vez al año. La carta consta de 19 apartados: l.-Una fecha gloriosa. 2.-Razón de es-te Patronato. 3.-La vida interior y el apostolado de las almas. 4.-La oración en nuestra Madre Santísima. 5.-Los apóstoles oran y misionan. 6.-Oración y apostolado en el Carmelo. 7.-La Virgen de Ávila ilustre misionera. 8.-Apos-tolado de oración y penitencia. 9.-Las primeras Misiones de la Descalcez Te-resiana. 10.-El primer documento oficial de nuestras Misiones. 11.-Se embar-can los primeros misioneros de la Reforma. 12.-El segundo y tercer envío de obreros evangélicos. 13.-E1 apostolado Descalzo de alta espiritualidad. 14.-Los Yermos en el Carmelo. 15.-Fervores misioneros de la Congregación de S. Elías. 16.-El Seminario de San Pancracio «In urbe». 17.-Misiones Teresia-nas en diversas partes del globo. 18.-Las Hijas de Sta. Teresa solicitadas en las Misiones de infieles por los propios misioneros. 19.-En connubio espiri-tual Sta. Teresa del Niño Jesús y San Francisco Javier.

31 La carta ordena que, todos los carmelitas, religiosos y religiosas, bajo su jurisdicción, reciten a diario la oración Pro Missionibus, compuesta por Su Santidad Pío XI en honor de Santa Teresita, Patrona de las Misiones: “¡Oh Santa Teresa del Niño Jesús, que habéis merecido ser proclamada Patrona de las Misiones Católicas de todo el mundo! Acordaos del ardentísimo deseo que habéis manifestado. cuando estabais en la tierra de plantar la Cruz de Cristo y anunciar el Evangelio en todas partes hasta la consumación de los siglos; y por él os suplicamos que, en conformidad con vuestra promesa, ayudéis a los sacerdotes, a los misioneros y a toda la Iglesia”.

32 En esta línea recomienda celebrar un acto literario sobre las Misiones y su Protectora, costumbre que debería continuarse en la festividad de la Santa Teresita o el 14 de diciembre, fecha de la publicación del Breve que la de-claró Patrona de las Misiones Católicas.

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El espíritu misionero es algo muy arraigado en la Iglesia francesa del siglo XIX, de hecho en 1900 dos tercios de todos los misioneros eran franceses. Ese espíritu misionero va a cuajar a partir 1850 con la rehabilitación o el nacimiento de toda una serie de instituciones mi-sioneras. En este contexto el Carmelo Descalzo femenino francés de-sarrolla el espíritu misionero, no sólo por medio de la oración y el pa-drinazgo de ciertos misioneros, sino haciéndose presente en lo que se llamaba tierra de misión, fundamentalmente el Extremo Oriente: Chi-na, donde Francia ejerció una especie de protectorado sobre las mi-siones católicas durante la segunda mitad del siglo XIX, e Indochina, territorio de dominio colonial francés.

En la expansión del Carmelo francés en territorio misionero inter-vinieron una serie de monasterios: El Carmelo de Bayona, fundando en Mangalore en la India, 1871; el Carmelo de Laval que participa en la fundación del Carmelo de Shanghai; el monasterio de Liesse, en 1891 funda en Haifa; Lisieux participa en 1861 en la fundación de Saigón, Vietnam; el Carmelo del Corazón de María de Marsella re-fuerza el Carmelo Saigón en 1890-1892; el Carmelo de Tours ayuda con monjas al Carmelo de Saigón en Vietnam, al de Shanghai, China, 1885 y al de Chungking, 1895 y 1899; el Carmelo de Pau, en 1872, funda en Argel. El P. María Eugenio, siendo definidor general, entre marzo y abril de 1939, llevó a cabo la visita canónica a los conventos de la Orden en Oriente Medio, visita que volverá a repetir entre prin-cipios de noviembre de 1947 y finales de enero de 1948. Como defi-nidor general, se preocupó por los carmeles de Hong Kong, los de las Indias, Japón, Vietnam, Corea. Le preocupaba el porvenir del Carme-lo en Chin tras la victoria de Mao Tsé Tung en 1949 y el estableci-miento del comunismo. El Padre María Eugenio era consciente que se necesitaban “reductos de oración detrás de la muralla roja”. Pronto el Carmelo tuvo que replegarse en China, los carmelitas, en enero de 1952, se refugian en Japón, mientras que las madres carmelitas lo hicieron en distintos países del Extremo Oriente. El único Carmelo que se mantuvo en China fue el de las Carmelitas de Shanghai.

Ejerciendo de Vicario General, a la muerte del General de la Or-den, P. Silverio de Santa Teresa, entre finales de noviembre y prin-cipios de febrero, realizó un viaje por las fundaciones carmelitanas de Asia: El Cairo, Bagdad, Hong Kong, Filipinas, en donde, al margen de implantar Notre-Dame de Vie, recomendando la adaptación a la

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cultura filipina: “Hay que volver a pensar Notre-Dame de Vie y tra-ducirlo en filipino”33, organizó los Carmelos femeninos en federa-ciones; Saigón, Singapur, Colombo, la India, Bombay, Beirut, Jeru-salén, Tel-Aviv. En este viaje sacó una serie de consecuencias.

De este largo viaje por Asía saca una serie de conclusiones que hacen referencia a los religiosos que se envía a los lugares de misión, los cuales deben ser elegidos con discernimiento, preparados adecua-damente para la tarea que se les encomienda y ser enviados en nú-mero suficiente y cuidar su salud, su alimentación y su descanso. Pide también que los religiosos en tierra de misión se adapten y adapten “la regla, las constituciones y el ceremonial” a estos lugares de mi-sión y a su cultura: “Las usanzas de la vida religiosa deben ser con-formes a las exigencias del país”. Se dio cuenta que la Orden debía echar raíces en los lugares de misión, favoreciendo las vocaciones na-tivas: “incorporar a la vida carmelitana personas de otras culturas. De hecho a las Carmelitas Descalzas establecidas en Japón las reco-mienda adaptar “el espíritu del Carmelo a cada país y a cada raza. Es normal que, dentro de un cierto tiempo, adoptéis algunas usanzas ja-ponesas”. Pide que la dirección de las comunidades y provincias en tierra de misión debe ser dejadas a la responsabilidad de las voca-ciones nativas: poco a poco, hay que dejar la dirección a los habitan-tes del país: “Hemos creado en la India una provincia de padres car-melitas descalzos que es completamente indígena”. 5. LAS CARMELITAS DESCALZAS

Uno de los campos de trabajo del P. María Eugenio en el Carmelo

es el de las Carmelitas Descalzas, consistente en lograr la unidad del Carmelo femenino francés.

33 En octubre de 1956 escribe a María Luisa Goux, responsable de la

fundación de Notre Dame en Filipinas, diciéndola: “Nosotros estamos habituados a presentar lo sobrenatural en formulas y modos que cuadran con nuestro humanismo occidental y mediterráneo, sin embargo el buen Dios es libre e independiente de los modos humanos. El escoge los medios para comunicarse adaptándose a cada alma y a cada civilización… El sabrá hablar a las almas filipinas… Dejar al buen Dios elegir la manera de comunicarse”. Centre Notre-Dame de Vie, Une figure du XX siècle, le Père Marie-Eugène de l´Enfant-Jésus, Editions du Carmel, Venasque, 1994, p. 14.

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El origen del Carmelo francés, desde sus comienzos, a principios del siglo XVII, tiene tres procedencias. Española, a través de la fundación de París, 1604, de donde proceden la mayor parte de los monasterios franceses. La bula In supremo dada por Clemente VIII puso el monas-terio de la Encarnación de París bajo la jurisdicción del Papa, dando un gobierno especial a las Carmelitas Descalzas de Francia al no estar establecidos los Carmelitas Descalzos en Francia. El Papa nombró a algunos sacerdotes para que colegialmente gobernaran los monaste-rios, entre ellos destaca Pedro Berulle. En la misma bula era nombra-do Visitador "pro tempore" el General de la Cartuja, hasta que los Carmelitas Descalzos se establecieran en Francia. Cuando los monas-terios comenzaron a multiplicarse, el General de la Cartuja renunció a este cargo. Entonces Paulo V expidió el Breve Cum alias de septiem-bre de 1606 por medio del cual facultaba al nuncio para nombrar cada trienio a un sacerdote secular como Visitador, revocando el derecho concedido a los Carmelitas Descalzos en caso de establecerse en Francia. El mismo Papa, en 1614, a petición de los "Superiores fran-ceses34" emitió el 17 de abril de 1614 el Breve Cum pridem, mediante el cual sometió a perpetuidad todos los Carmelos de Francia al cuida-do, visita, corrección y gobierno de Berulle y sus sucesores, los gene-rales del Oratorio de Jesús. Con este Breve se derogaron las disposi-ciones de la Bula de erección y del Breve acerca del gobierno de las monjas. Este será el régimen que seguirán los carmelos franceses de la observancia beruliana, que dependerán jurídicamente hasta el mo-mento de la Revolución de los superiores del Oratorio, después de la Revolución, al no existir los oratonianos, y sin variar para nada su status jurídico, pasaron a depender de los obispos diocesanos, quienes nom-braban a los vicarios de los conventos.

La segunda procedencia es italiana, por medio de la fundación de Avignon, desde donde tienen origen los carmelos de Carpetrás, Cavai-llon, que lograron sustraerse de la jurisdicción de los superiores france-ses, quedando bajo la jurisdicción de la Congregación de Carmelitas Descalzos de Italia, ya que el condado de Venusino, donde estaban situados los conventos, era territorio de los Estados Pontificios. La tercera procedencia es de los Países Bajos de donde proceden los carme-

34 Se conocía por este nombre a los sacerdotes seculares Santiago Galle-mant (1569-1630), Andrés Duval (1564-1638) y Pedro Berulle (1575-1629), éste será el más conocido.

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los de Valenciennes y Nancy, las fundadoras procedían del Carmelo de la Asunción de Burdeos que emigraron a Lorena para ponerse bajo la jurisdicción de la Orden. De Nacy procede Neufchâteau, asi como Sain Nihiel. Morlaix, Lila, que nace por traslado de las monjas de Morlaix, 1619, cuando el obispo de la diócesis quiso ponerlas bajo la jurisdicción de los superiores franceses, y Douai. Todos ellos mantuvieron la vincu-lación con los superiores de la Congregación de Carmelitas Descalzos de Italia ya que los territorios en que fueron fundados no estaban dentro de la jurisdicción francesa en el momento de la fundación35.

En el siglo XIX, cuando comienza la restauración, los Carmelos descalzos estaban bajo la jurisdicción de los obispos diocesanos. En la mayor parte de los carmelos franceses se dio una aversión a la Orden patrocinada por los llamados carmelos de la observancia francesa o de berulianos, los cuales constituían dos tercios de los con-ventos de carmelitas descalzas existentes en Francia. Estos carmelos estaban abanderados por los de la Encarnación de París y el de Poi-tiers, a los que apoyaron los sucesivos obispos de la diócesis de Orleans: Pie y Gay36, Frente a Monseñor Gay Don Guéranger, abad de Solesmes se pronuncia por los que eran partidarios de la obedien-cia a los superiores del Carmen Descalzo37.

35 Rafael Mejía, Carmelos en el mundo (1604-1990), Editorial Monte

Carmelo, Burgos, 1992. 36 Cuando la Madre María Isabel de la Cruz, priora de Meaux, publica en

1872, La vie de Saint Jean de la Croix, premier carme déchaussé et coadjuteur de Sainte Thérèse, avec une histoire de qui s´est plus considérable dans la Réforme du Carmel, par le R. P. Dosithée de Saint Alexis, Monseñor Gay escribe a los carmelos de la observancia francesa, diciéndoles que lo que se pretende es hacer ver que ellos no tienen el espíritu de Santa Teresa: la finalidad de este libro es persuadir al mundo, y principalmente a todas vosotras, mis queridas hijas, que vuestra situación en Francia no ha dejado de ser irregular y que ello lo es hoy más que nunca, que no poseéis el espíritu de Santa Teresa y que vuestras antecesoras en religión no lo han tenido debido a que jamás han sido gobernadas por los carmelitas, únicos depositarios del espíritu, y que por consiguiente vuestro deber e interés es dejar vuestra observancia para uniros a la Orden y teneros al fin por hijas de Santa Teresa. Stéphane-Marie Morgain, Pierre Bérulle et les Carmélites de France, Les éditions du Cerf, Paris, 1995, pp. 18-19.

37 Monseñor Gay siendo uno de los vicarios generales de la diócesis y su-perior de las carmelitas descalzas de Poitiers y Niort, presentó un informe al obispo para avalar la publicación por el carmelo de Poitiers de Regle primi-

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A mediados del siglo XIX, 1856, el P. Gregorio María de San José publica en Gand la obra, Prologue historique sur les constitucions de religieuses Déschaussées de L´Orden de Notre Dame du Mont Carmel, en la que defiende la adhesión de los carmelos femeninos a la Orden, lo cual encuentra respuesta favorable en algunos conventos: Carcasona, Montpellier, Bergerac, fundación patrocinada por el P. Domingo de San José, Bagnères de Bigorre, Pamiers. Montpellier, Lyon, donde jugó un papel fundamental el cardenal Bonal, quien impuso a la comunidad la observancia de las constituciones y el ceremonial de la congregación italiana, junto con el cardenal hay que señalar el papel del P. Herman Cohen, prior por entonces de los carmelitas de Lyon. Este movimiento va a ser acusado por el obispo Federico Margueye de proselitismo por parte del Provincial y del P. Herman Cohen38. Las Carmelitas Descalzas que seguían la observancia francesa a mediados del siglos XIX, y para contrarrestar el influjo de los restauradores en los carmelos de Francia que comenzaban a aceptar la observancia de la Orden, publicaron en Troyes, 1846-1861, y Poitiers, 1887-1889, la obra titulada Croniques de l´Ordre des carmélites en France, donde se aplican a sí mismo el título de Orden de las Carmelitas Descalzas.

Los monasterios franceses observaron las constituciones de Alcalá edición de 1581, retocando varios puntos en lo que hacía referencia a la jurisdicción de la Orden del Carmen Descalzo y los sufragios de los religiosos, puntos que expresaban la comunión entre la rama masculina y femenina del Carmen Descalzo. En esta misma línea las Constitu-ciones de 1623, Teresiano-berulianas, eliminaron todo lo que hacía referencia a los Carmelitas Descalzos. La profesión se hacía a los visitadores. La autoridad corresponde a Bérulle y a sus sucesores en el Oratorio. También se eliminó la hermandad de sufragios entre los Des-calzos y las Descalzas y se quitó el epílogo, en donde se hacía referencia a seguir las constituciones de los padres y el ceremonial de la Orden en tive et constitutions des religieuses de l´Ordre de Notre Dame du Mont-Carmel selon la reformation de Sainte Thérèse pour les monastéres de son Ordre en France. Poitiers, Imprimerie de Henri Oudin, 1865, en el que afirmaba que “esta edición es la reproducción exacta de todas las ediciones publicadas en Francia desde hace dos siglos”.

38 En la zona de Lyon trabaja la madre Rafael de Jesús, fundadora de los carmelos de Saint Chamond, Ouillins, Roanne, con buenas relaciones con los PP. Juan del Sagrado Corazón y el P. Jacinto Loyson. FRANÇOISE SIX, Teresa de Lisieux en el Carmelo, Herder, Barcelona 1981, pp 118-119.

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los puntos no fijados en sus constituciones. Este texto no será ya cam-biado hasta 192439.

En el último cuarto del siglo XIX se dio la discusión entre ambas tendencias, las que seguían la observancia francesa, cuyo deseo es seguir las constituciones de Santa Teresa, las de Alcalá 1581, tal y como había sido traídas de España por Ana de Jesús, y las que querían seguir la observancia de la Orden, éstas argumentan a las otras que sus constitu-ciones, la de Bérulle de 1623, no estaban aprobadas por la Santa Sede, lo motiva que los monasterios de la observancia francesa recurran a la Santa Sede buscando la aprobación de sus constituciones. La Santa Sede se decide por una solución de compromiso cuando, el 27 de agosto de 1887, distingue las dos observancias existentes en Francia: las que si-guen las constituciones de Santa Teresa dadas por los pontífices y las que siguen las constituciones dadas por Bérulle. A continuación da la siguiente norma: “que los carmelos franceses puede seguir las constitu-ciones que recibieron en el momento de su fundación”. La Congre-gación de Obispos y regulares, para las que siguen la observancia fran-cesa, no altera la fórmula de la profesión, que se debía seguir haciendo a los visitadores, a pesar de que desde la restauración a comienzos del siglo XIX no existen tales visitadores y dependían directamente de los respectivos obispos diocesanos, los cuales se hacían representar ante los respectivos monasterios por un delegado, que pasa por ser el superior jurídico de la comunidad y que interviene en determinadas cuestiones de la vida comunitaria.

En la década de 1920 se desata un movimiento tendente, por una parte, a la unión del Carmelo francés con el centro de la Orden, y por otra, a la unificación de usos y costumbres. La ocasión vino en 1926 con la aprobación de las Constituciones de las carmelitas Descalzas adapta-das a las exigencias del Código de Derecho canónico de 1917 y el cere-monial en 1928. Frente a esta tendencia a la unidad, un pequeño grupo de monasterios abanderado por los monasterios de Poitiers y Clamart publicaron, 1924, su propio texto constitucional y consiguieron que en Roma aprobase, 1935, su propio Ceremonial. Un sector del episcopado, por miedo a perder poder frente a los monasterios, impidió aceptar las constituciones de la orden. El movimiento de unión de los monasterios

39 Las llamadas Constituciones de Francia de 1924, no son otras que las teresiano-berulianas de 1623 adaptadas al nuevo derecho canónico.

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va a ser abanderado por la Madre Inés de Jesús, priora de Lisieux, quien, aprovechando la devoción de Pío XI a Santa Teresita, expone al Papa las exigencias de este movimiento en pro de la unidad: la falta de una cabeza en el Carmelo Francés; la división que existe sobre las constitu-ciones ya no tiene razón de ser; la unión, sin cambiar la jurisdicción del ordinario, debe realizarse mediante la vinculación al tronco de la Orden y a unas únicas constituciones, las de los padres, que han sido revisadas más recientemente; la necesidad de tener un carmelita, “uno de los nuestros” a quien poder consultar cuando se presente la ocasión; “la fusión de los corazones, y que la unión sea pedida en nombre de Su Santidad”. En esta línea, que considera un deber, va a trabajar el P. María Eugenio desde que inicia su trabajo apostólico como carmelita. El P. María Eugenio, que estaba seguro “que Dios quiere esta estrecha unión para nuestro Carmelo de Francia”, traba-jará por la unidad de los carmelos, lo que, personalmente, le va a costar la ruptura con la Madre María Eugenia, la priora del Carmelo de Rodez, quien le había animado a entrar en el Carmelo, y a quien, por su oposición a la unión, tacha de beruliana. Para el P. María Eugenio la vida carmelitana debe basarse en la vuelta a las fuentes, en el enraizamiento en la doctrina de los Santos del Carmelo, y en la lec-tura asidua de los santos carmelitas: “Volver al pensamiento integral de los santos reformadores: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz: “somos sus hijos y su pensamiento debe ser el nuestro”, y junto a los funda-dores Teresa de Lisieux. El acercamiento del P. María Eugenio a los carmelos vendrá con motivo de los dos grandes acontecimientos car-melitanos de la década de 1936, la canonización de Santa Teresa del Niño Jesús y el doctorado, que le llevará a predicar triduos y retiros en gran parte de los carmelos: la mayoría de las carmelitas no habían hablado nunca con un padre carmelita”, con lo cual se gana la simpa-tía de los mismos, el Carmelo de Lisieux le tiene por “hijo espiritual de San Juan de la Cruz”, las monjas de Caen le califican de “llama ardiente eliánica que “hablaba del Carmelo, de los santos y con cono-cimiento de causa”.

En 1936, Pió XI impuso a todos los monasterios de Carmelitas Descalzas del mundo las Constituciones de la Orden. Un pequeño número de Carmelos franceses se resistió, continuando con las consti-tuciones de Clamart. Será el monasterio de Clamar el último en acep-tar las Constituciones de la Orden en 1951.

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Pío XII, a partir del fin de la segunda guerra mundial, fijó como uno de los puntos esenciales de su pontificado, la renovación de la vida religiosa, para adaptarla a los nuevos tiempos. Esta renovación, que no debía alterar los elementos esenciales de la vida religiosa, así como lo específico de cada congregación, debería basarse en la fide-lidad a la herencia tradicional y en una prudente adaptación. El 21 de noviembre de 1950 publicó la constitución apostólica Sponsa Christi, encaminada a “fomentar y renovar en la Iglesia de Dios la sagrada y venerable institución monástica”40. La constitución apostólica subra-ya la irrenunciabilidad de la vida contemplativa, la conveniencia de los votos solemnes, la necesidad de la clausura papal para todas las monjas. Para adaptarse a las nuevas necesidades, se promulgó unas disposiciones que mitigan la clausura, través de la creación de la lla-mada clausura papal menor, que permitía la reunión de las monjas con otras personas en lugares concretos del monasterio. Se insiste en la obligación de realizar un trabajo adecuado y remunerado, que “proporcione a las Monjas el sustento necesario y contribuya también al provecho de los pobres, de la sociedad y de la Iglesia”; se reconoce que la vida contemplativa tiene su dimensión apostólica intrínseca, con lo cual abre las puertas, siempre que las constituciones lo preve-an, a algunas obras de apostolado como catecismo, preparación de los niños a la primera comunión, guía espiritual. La Sponsa Christi, al constatar la situación de grave escasez en la que se encontraban mu-chos monasterios, recomendaban la agrupación de los monasterios femeninos independientes, formando federaciones. La finalidad que tienen las federaciones como aclara la Inter praeclara, la instrucción para la aplicación práctica de la Sponsa Christi, es ayudar a superar los daños que pueden surgir del aislamiento de los monasterios y promover el bienestar espiritual y material de los mismos.

En 1946 la priora de Lyón, la Madre María de la Trinidad, como portavoz de un grupo de carmelos franceses, buscando afianzar la unidad y la vitalidad de los mismos, pidió al Papa Pío XII restaurar la figura de los Visitadores generales, incluso sugiere el nombre del Pa-dre María Eugenio. En este contexto el P. María Eugenio será nom-brado, 23 de febrero de 1948, por Pío XII visitador de los carmelos de

40 Dos días más tarde, el 23 de noviembre, se publica Instrucción Inter Praeclara, que tenía por finalidad llevar a la práctica la Constitución Sponsa Christi.

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Francia, lo que le obliga a hacer una visita a los carmelos franceses en el verano de 1948. El P. María Eugenio entiende que su misión es la de fomentar la unión del Carmelo francés y vitalizar las comunidades.

De la constitución apostólica Sponsa Christi el P. María Eugenio subraya la importancia concedida a los votos solemnes, la clausura papal, el trabajo. Le preocupa, lo que cree es una novedad para la vi-da contemplativa, la obligación de aceptar un apostolado exterior, en caso de necesidad y por un tiempo limitado. De hecho manifestará su inquietud por este punto al mismo Pío XII cuando le recibe en au-diencia el 11 de enero de 1952, y lo vuelve a subrayar en el informe que remite al papa el 28 de febrero de este mismo año, donde mani-fiesta que la aceptación del apostolado es una amenaza a la esencia de la vida carmelitana, que es esencialmente contemplativa. Pío XII ter-minará por moderar la exigencia del apostolado externo dejándolo al arbitrio de los obispos, en Francia los obispos lo rechazarán.

A partir de 1950, con la publicación de la Constitución Apostólica Sponsa Christi, su misión irá dirigida a dar a conocer dicha constitu-ción a los carmelos e intentar la aplicación de sus enseñanzas. El P. María Eugenio parte del principio: ser exigente con los fundamentos de la vida carmelitana y flexibilidad en las adaptaciones. Desde este principio trabajará por salvaguardar “el corazón de la vocación car-melitana”, su dimensión contemplativa, que para él está en las dos horas de oración, la soledad, el silencio. En segundo lugar conseguir una adaptación flexible y razonable a la evolución de la sociedad en lo que se refiera al trabajo, para lo cual cree necesario revisar el con-cepto de pobreza, ya que en los nuevos tiempos la pobreza no se en-tiende como vivir de limosna, sino vivir del trabajo: “la pobreza con-siste en ganarse la vida, y en cubrir sus necesidades”, para lo cual piensa que las monjas deben vivir de un trabajo remunerado, siempre y cuando no vaya contra lo que, para él, son elementos fundamentales de la vocación carmelitana: silencio, soledad y oración. En la adapta-ción a los nuevos tiempos y a los medios modernos, concretamente en lo que hace referencia al trabajo doméstico, le lleva a recomendar “comprar las máquinas necesarias” para realizar las tareas domésticas y liberar así a las monjas de tareas innecesarias, con lo cual podrán dedicarse a las ocupaciones propias de la vida carmelitana. Reco-mienda también mejorar la higiene personal y comunitaria, pidiendo introducir las duchas, así como suavizar ciertos rigores. Igualmente

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propone nuevos estatutos para las hermanas torneras. Para los car-melos con pocas hermanas, que no pueden llevar la vida carmelitana, propone en unos casos su supresión, en otros la fusión con otros car-melos.

El Padre María Eugenio, como Delegado para la organización de las federaciones de las carmelitas de Francia, busca superar el aisla-miento de los monasterios y promover el bienestar espiritual y mate-rial de los mismos. Estaba convencido que las federaciones, a pesar de unir a los monasterio, no lograría los resultados previsto, si no “to-man conciencia de las necesidades de nuestro tiempo y de unirnos en la oración e inmolación por la iglesia”; después de consultar a todos los monasterios y celebrar dos asambleas en Lisieux, octubre de 1953, organizó el Carmelo francés en cuatro federaciones, que tenían por objeto “procurarse mutuamente ayuda fraternal no sólo para fo-mentar el espíritu religioso y la disciplina monástica, sino también para favorecer las cosas económicas”. Los estatutos fueron aprobados por Roma en 1955: Federación de San Juan de la Cruz de Avignon-Lyon, Federación de Santa Teresa de Toulouse-Burdeos, Federación de Santa Teresa del Niño Jesús de Lisieux, Federación de San José de Paris.


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