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El paisaje funerario bajoimperial en el centro de Hispania: rito, sociedad y

poblamiento

Article · January 2017

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Miguel Contreras Martínez

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MUSEOARQUEOLÓGICOREGIONAL

Zona Arqueológica

VIDES MONUMENTA VETERUMMADRID Y SU ENTORNO EN ÉPOCA ROMANA

Volumen II

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CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL

PRESIDENTE:

CONSEJERO DE PRESIDENCIA, JUSTICIA Y PORTAVO-CÍA DEL GOBIERNOÁngel Garrido García

VOCALES:

DIRECTOR DE LA OFICINA DE CULTURA Y TURISMOJaime Miguel de los Santos González

DIRECTORA GENERAL DE PATRIMONIO CULTURALPaloma Sobrini Sagaseta de Ilúrdoz

DIRECTORA GENERAL DE PROMOCIÓN CULTURALMaría Pardo Álvarez

DIRECTOR GENERAL DE UNIVERSIDADES E INVESTIGA-CIÓNJosé Manuel Torralba Castelló

ALCALDE DE ALCALÁ DE HENARESJavier Rodríguez Palacios

CATEDRÁTICA DE ARQUEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRIDMª del Carmen Fernández Ochoa

CATEDRÁTICO DE PREHISTORIA DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRIDGonzalo Ruiz Zapatero

SECRETARIO DEL CONSEJO:

SECRETARIO GENERAL TÉCNICOPedro Guitart González-Valerio

MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID

DIRECTOREnrique Baquedano

JEFE DEL SERVICIO DE DIFUSIÓN Y COMUNICACIÓNLuis Palop Fernández

JEFE DEL SERVICIO DE ADMINISTRACIÓNJosé María Pérez Mármol

JEFA DEL SERVICIO DE EXPOSICIONESMaría Carrillo Tundidor

La revista ZONA ARQUEOLÓGICA ha sido evaluada por el Grupo de Investigación de Evaluación de Publicaciones Científicas(EPUC), asociado al Consejo Superior de Invesigaciones Científicas (CSIC), y está incluida, entre otras, en las siguientes bases

de datos: Arts & Humanities Citation Index ® , DICE y LATINDEX

ZONA ARQUEOLÓGICA, Nº 20-IIVIDES MONUMENTA VETERUMMADRID Y SU ENTORNO EN ÉPOCA ROMANA

EDITOREnrique Baquedano

COMITÉ CIENTÍFICO

Antonio Alvar(Universidad de Alcalá)

Manuel Bendala(Emérito Universidad Autónoma de Madrid)

Pilar Fernández Uriel(Universidad Nacional de Eduación a Distancia)

Julio Mangas(Emérito Universidad Complutense de Madrid)

María del Carmen Fernández Ochoa((Universidad Autónoma)

COORDINADORAIsabel Baquedano Beltrán (MAR)

SECRETARIASandra Azcárraga Cámara

DISEÑO, MAQUETACIÓN Y PREIMPRESIÓNVicente Alberto Serrano / Esperanza Santos

IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓNB.O.C.M.

ISSN1579-7384

ISBN978-84-451-3595-2978-84-451-3583-9 (obra completa)51-3497-9DEPÓSITO LEGALM-5074-2017

© De la presente edición:Museo Arqueológico RegionalPlaza de las Bernardas s/n28801 Alcalá de Henares

© De los textos: sus autores

© De las ilustraciones y gráficos: sus autores

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El paisaje funerario bajoimperialen el centro de Hispania: rito, sociedad y poblamiento

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ResumenLa muerte constituye, junto con el nacimiento y el matrimonio, uno de losmomentos de paso más importantes en el ciclo biológico de los individuos.Durante el Bajo Imperio se produjeron una serie de cambios importantes enla estructura social, económica y política de los territorios bajo la influenciade Roma y el mundo funerario reproduce de forma fiel la forma de pensa-miento de la sociedad en la que se incluye. La contextualización de estemundo funerario en el marco territorial y su observación a diferentes esca-las de detalle nos proporciona una visión dinámica del papel de la muerteen el conjunto de la articulación de las sociedades.

Palabras clavePaisaje funerario, Bajo Imperio, Territorio, Necrópolis, Península Ibérica,Complutum.

AbstractDeath is, like birth and marriage, one of the most important change times inthe existencial cycle of human beings. Major changes in social and ideologi-cal structures were produced in Later Roman Empire and funerary remains arethe expression of beliefs. They reproduce accurately the structure of thinkingof the society in which it is included. The contextualization of this funeralworld in the territorial framework and its observation at different levels givesus a dynamic vision of the role of death in the whole of the articulation ofthe societies.

KeywordsFunerary landscape, Later Roman Empire, Territory, Burial site, IberianPeninsula, Complutum.

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El paisaje funerario bajoimperial en el centro de Hispania: rito, sociedad y poblamiento

Miguel Contreras Martínez*

En el mundo romano, la concepción de la muerte care-cía de una definida visión del más allá. Después defallecido, un individuo, para pervivir como tal, necesita-ba que alguien recordara su existencia y, cuando eraolvidado, su individualidad desaparecía y su almaentraba a formar parte de una categoría difusa de seresultraterrenales. La única manera de pervivir despuésdel fallecimiento era que alguien te evocase y que fue-ras recordado por un grupo de personas: bien la fami-lia, bien un determinado colectivo, o bien el conjuntode la sociedad (Remesal, 2002: 370). Los rituales fúne-bres en general, y los romanos en particular, constitu-yen una clara expresión de esa necesidad de perduraren la memoria.

Desde muy antiguo, la singular naturaleza del registrofunerario atrajo la atención de historiadores y coleccionis-tas que comenzaron a atesorar objetos y a “excavar”numerosas necrópolis en busca de restos y tumbas dela Antigüedad. El interés de estos primeros estudiososse centró principalmente en los elementos de señaliza-ción de los enterramientos –especialmente apreciadospor sus valores arquitectónicos, artísticos y epigráfi-cos– y en las propias tumbas, con especial atención porlos materiales de ajuar (Gelichi, 1997: 157-158). Estostrabajos pioneros permitieron la ordenación y clasifica-ción crono-tipológica de una ingente cantidad de obje-tos y monumentos.

No fue hasta las décadas de los años setenta yochenta de la pasada centuria cuando los investigado-res empezaron a dirigir su atención a otras posibilida-des de análisis que ofrecían las prácticas funerarias.Esta nueva visión de la arqueología –enmarcada en elcontexto de los postulados de la denominada NewArchaeology– proponía cambios en la forma de enten-der e interpretar el registro arqueológico. Los elemen-tos materiales deben ser contextualizados dentro delsistema que los genera y, por tanto, constituyen unaclara expresión de los modelos sociales, culturales oideológicos de las sociedades pretéritas (Ucko, 1969;Chapman et alii, 1981; Alekshin, 1983). En España, estanueva concepción del mundo funerario ha caminadohasta nuestros días de la mano de la denominada“Arqueología de muerte”, generando en los últimosaños una cuantiosa bibliografía (González, 2001; Vaque-rizo, 2002; Vaquerizo et alii, 2006; Andreu et alii, 2011;Marco et alii, 2009; Sevilla, 2014).

Sin embargo, una de las “revoluciones” más impor-tantes en la investigación del ámbito que nos ocupavino de la mano de la denominada escuela francesa oÉcole des Annales (Áries, 1977). Según sus postulados,la actitud de los individuos ante el fenómeno funerarioa lo largo de la historia define dos grandes formas deenfrentarse a la muerte: la mort aprivoisée –muerte“próxima, familiar” que se vive como una manifesta-ción cercana a la familia y al grupo–, y la mort ensauva-gée - la muerte que causa miedo y temor, la que se ale-ja de los espacios y de los ámbitos cotidianos de las

* Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid

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sociedades-. El objeto funerario –ajuar, tumba, necró-polis– no puede entenderse como una realidad aislada,propia de cada período y cultura, sino como parte de unfenómeno evolutivo y cambiante que excede las pro-pias divisiones temporales de la Historia. Así, pues, lamuerte debe ser estudiada como un proceso de largaduración (longue dureé), dentro de complejas manifes-taciones de carácter global, en el ámbito de las menta-lidades, de los comportamientos socioeconómicos y delos paisajes, tanto rurales como urbanos. El estudio dela tumba y los objetos de ajuar van a dejar paso así a laintegración de estos elementos funerarios en contextosamplios, incluyendo las celebraciones fúnebres y susrestos materiales dentro de la esfera ideológica quedefine la sociedad de cada momento.

Los conceptos de “territorio” –espacio ocupado porun determinado grupo– y “paisaje” –conjunto de ele-mentos naturales y humanos que configuran este terri-torio– sirven de soporte a una extensa red tejida por lasrelaciones entre los elementos que definen al grupo. Enel campo de la arqueología en general, y de la arqueo-logía funeraria, en particular, el objeto debe ser estudia-do en un contexto extenso en la que la pieza de ajuar,el monumento y la propia necrópolis forman parte deun entramado de relaciones entre personas, asenta-mientos y territorios. Este proceso dialéctico entrevivos y muertos evoca necesariamente una relacióncon el territorio tanto rural como urbano y, en conse-cuencia, una transformación del paisaje (Azkárate,2002: 121). Territorio y paisaje van a articular, desde elpunto de vista conceptual, nuestra forma de entender yestudiar el “mundo funerario”.

El centro de la Península Ibérica puede definirse entodas las etapas de nuestro pasado y presente como unlugar de contacto y de tránsito entre las poblacionesmeridionales y septentrionales del territorio hispano.La ciudad de Complutum y su área de influencia cons-tituye un claro exponente de esta afirmación, y así lomuestra el hecho de su propia re-fundación y trasladohacia las tierras de la vega del río Henares, mejor comu-nicadas que las del antiguo oppidum prerromano (Ras-cón y Sánchez, 2006: 61).

La ciudad en el mundo romano no se reducía única-mente al recinto habitado, sino que formaba una unidadindivisible con su espacio circundante. Civitas –el propionúcleo habitado– y ager -su territorio de interaccióndirecta- formaban una unidad inseparable. El área deinfluencia de la ciudad de Complutum comprendía másde la mitad de lo que hoy ocupa la actual Comunidad de

Madrid, extendiéndose hacia el E, incluyendo una ampliafranja de la provincia de Guadalajara. Carecemos casipor completo de datos que nos permitan definir conexactitud su superficie (Gómez-Pantoja, 2013: 69), aun-que podemos establecer de manera aproximada suslímites con el resto de territorios de las ciudades que larodeaban. El único punto que podríamos tomar comofijo es el términus Augustalis de Colmenar Viejo para,desde aquí, trazar un límite descendente hacia el S esta-bleciendo la divisoria con el territorio de Mantua en elcurso del Manzanares. Por el S, el límite con el territoriode Titulcia se puede establecer en el cruce con el Jarama,aguas abajo de la desembocadura del Manzanares. Des-de aquí llegaba hasta Arganda, a juzgar por un miliariode la Calzada Complutum-Titulcia-Toletum encontradoen el despoblado de Valtierra, que cuenta la distancia –14millas– a partir de Complutum. El límite oriental es muydifuso por la falta de datos y marcados accidentes natu-rales. Solamente se puede afirmar que el territorio deComplutum limitaba con los de Ercávica, al E, y Segon-tia, por el NE, hasta llegar a las cumbres de las sierras deAyllón y de Guadarrama, más allá de las cuales se halla-ban los territorios de los municipios de Duratón/Sepúlve-da y de Segovia (Gimeno, 2013: 47). Sin embargo, pare-ce que en los siglos III, IV o V d. C. el territorio compluten-se debió prolongarse por el S hasta el Tajo, puesto queel ager de Titulcia se define sólo en las dos primeras cen-turias de la era, momento en que su rango de munici-pium otorga a este núcleo la necesidad de contar con supropio territorio. Esto confiere al ya impreciso límite S deeste territorio, un carácter cambiante, alcanzando sumáxima extensión en el período que estamos estudian-do (Rascón y Sánchez, 2010: 337).

Territorio, paisaje, ciudad y ager complutenses con-forman, pues, el ámbito conceptual y espacial de estetrabajo.

I. El paisaje funerario bajoimperialEl objeto funerario –ajuar, enterramiento o la propianecrópolis– es la expresión material de la mentalidaddel grupo y el reflejo de su actitud frente a la muerte yal más allá. La sociedad en cuyo seno se genera la “pér-dida” refleja ciertos aspectos de su propia identidad através de ceremonias y ritos que aseguren la eternamemoria del finado y su “recuerdo” más allá del espa-cio temporal en el que se desarrolló su vida. Así, el sig-nificado de este objeto funerario excede la esfera de loestrictamente religioso o ideológico y tiene sus raícesmás profundas en la propia naturaleza del grupo.

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Nuestro análisis del mundo funerario se articula apartir de las relaciones entre las variables conceptuales–territorio, necrópolis, asentamientos– y espaciales–ciudad y ager– ya mencionadas. La construcción de laimagen del “paisaje funerario” bajoimperial que propo-nemos tiene en cuenta estas relaciones y muestra estemundo de la muerte y del más allá a partir de tres esca-las de análisis: el territorio, los asentamientos y la pro-pia tumba. El objetivo final será articular una visióndinámica y global de los contextos funerarios que no selimite a un único punto de vista. Las ceremonias y lamanera de entender el mundo de la muerte tienenimportantes implicaciones no sólo en los aspectosrituales directamente relacionados con el tratamientodel propio finado, sino en la propia articulación de losasentamientos y de todo el territorio.

El estudio del mundo funerario y su contextualiza-ción en el ámbito del territorio, de los asentamientos ode la propia tumba tiene como consecuencia una apro-ximación al fenómeno a partir de diferentes escalas deanálisis. Así, hablaremos de la “muerte percibida” paraacercarnos al estudio del papel de los espacios funera-

rios con el territorio; mientras que nos referiremos a la“muerte en sociedad” para estudiar la organización delas necrópolis y su relación con los asentamientos,urbanos o rurales. Por último, la “muerte familiar”abordará el estudio de aspectos relacionados con elritual de enterramiento y las creencias.

I.1. La “muerte percibida”La visibilidad del mundo funerario -reflejada en el territo-rio a través de los elementos señalizadores- y la interac-ción de éste con el mundo de los vivos -a partir del bino-mio necrópolis/asentamiento como base para la articula-ción del espacio- juegan un papel determinante en laconcepción del mundo del más allá en la sociedad roma-na bajoimperial. Monumentos, necrópolis y núcleoshabitados se articulan con otros elementos del paisaje,tales como calzadas, espacios productivos, etc., esta-bleciendo una imagen del territorio que es fiel reflejo dela mentalidad romana. Aunque desde el punto de vistaespacial, recintos funerarios y lugares de habitación tie-nen diferenciada su ubicación, no existe una definidaseparación conceptual entre el mundo de los vivos y el

MIGUEL CONTRERAS MARTÍNEZ / El paisaje funerario bajoimperial en el centro de Hispania: rito, sociedad y poblamiento 229

Fig 1. Localización del ager complutense en el centro de Hispania

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de los muertos. Ambos universos son inseparables einconcebibles uno sin el otro. El territorio de las ciuda-des romanas dibuja una imagen en la que asentamien-tos y trazado viario se matizan y enriquecen con la posi-ción de epígrafes y necrópolis.

En el caso de los monumentos funerarios epigráficos,la falta de contextualización de la casi totalidad de losmismos sólo nos permite referirnos a ellos en el marcode una amplia escala de análisis, más relacionada con lainterpretación del mundo de la muerte en el territorioque en el ámbito de los propios asentamientos. Un altoporcentaje de las inscripciones funerarias localizadas enla zona de estudio fueron halladas en las proximidadesde la ciudad de Complutum y su distribución pareceseguir la alineación de las antiguas calzadas existentesen la zona. Uno de los puntos más interesantes, apartede su dispersión por todo el territorio complutense es lacronología de estos monumentos. Los datos obtenidosdel análisis de los elementos externos e internos de lasinscripciones fechan la mayor parte de ellas hacia elsiglo II d. C., con algunos ejemplares que podrían perte-necer al siglo I d. C. y muy pocos que podrían extender-se hasta mediados del siglo III d. C. No hay, prácticamen-te, inscripciones funerarias que se puedan adscribir acronologías bajoimperiales en el territorio que estamosanalizando (Ruiz Trapero, 2001: 40).

Como viene siendo habitual, conocemos en mayormedida las necrópolis que se encuentran en la propiacivitas o en su entorno próximo (Rascón y Sánchez,2010), además de algunas noticias sueltas sobre espa-cios funerarios desperdigados por el territorio excava-dos en los últimos años (Galindo y Sánchez, 2005; Vigil-Escalera et alii, 2009, Heras et alii, 2014; Herrera, 2014;Morín et alii, 2013; Agustí, 20081). La disposición deestos enclaves cementeriales conocidos viene a confir-marnos una vez más la importancia que los ejes viariostuvieron en la articulación del territorio complutense enépoca romana; importancia que se materializa de formaevidente en la propia ciudad de Complutum, situada enun cruce importante de vías.

Aunque los hallazgos de recintos funerarios sonsensiblemente menores al de los núcleos de habita-ción, ambos espacios formaban parte de una única rea-lidad. Así, la visibilidad de las necrópolis a través de suposición y los monumentos funerarios, junto a su ubi-cación en las zonas exteriores de los núcleos habitados,nos acerca a la importante presencia que debierontener en la vida y organización de estos asentamientos.El caso de Complutum representa la norma común res-pecto a la ubicación de estos enclaves en relación a lasciudades romanas. Aquí, los espacios funerarios tienencomo clara referencia los accesos viarios a la ciudad,creando una especie de orla o cinturón exterior en laque el mundo ultraterrenal que “habitan” los antepasa-dos rodea y protege los designios de sus descendientesen el interior del recinto urbano. La monumentalizaciónde las sepulturas que se desprende de la existencia demausoleos y monumentos epigráficos crea áreas fune-rarias adyacentes a la propia urbs que llegan a compe-tir en importancia y presencia con los propios núcleoshabitados.

No tenemos muchos datos que nos permitan confir-mar la evolución espacial que desarrollaron las necró-polis del centro de Hispania a lo largo de toda la época

VIDES MONUMENTA VETERUM MADRID Y SU ENTORNO EN ÉPOCA ROMANA230

1 La actualización y revisión de los datos sobre el mundo fune-rario en el territorio de estudio ha sido posible gracias a losresultados de las intervenciones arqueológicas recientes refle-jados en las memorias de intervención realizadas por losarqueólogos y equipos encargados de la excavación. Dichasmemorias, depositadas en la Dirección General de PatrimonioHistórico de la Comunidad de Madrid, arrojan un voluminosocaudal de información que permanece inédito en su mayorparte. Agradecemos a dichos equipos todas las facilidadesdadas para su consulta y utilización en este trabajo. Sin lasaportaciones de sus trabajos hubiera sido imposible llevar acabo el presente estudio que supone, en gran medida, unacontextualización de estos importantes hallazgos de los últi-mos años.

Lám 1. Monumentos epigráficos funerarios: ara, estela ycuppa (Foto M.A.R./ Mario Torquemada)

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romana, pero las noticias sobre la disposición de loselementos funerarios recogidas, tanto en la ciudadcomo en los espacios suburbiales, parece indicar queno debió haber modificaciones sustanciales en cuantoal espacio elegido para enterrar a los difuntos. En lospuntos en los que se ha documentado la perduracióndel asentamiento –el caso de algunas noticias sobreespacios funerarios asociados a la propia Complutum ola necrópolis del asentamiento de La Magdalena– noparece observarse cambio de ubicación, aunque sí sedocumentan importantes modificaciones en la organi-zación. En este sentido, los trabajos desarrollados en lanecrópolis occidental de Complutum por el equipo deS. Consuegra y P. Díaz del Río han sacado a la luzrecientemente un conjunto de tumbas de cronologíabajoimperial en el mismo espacio en el que se tienenoticia del hallazgo de un gran mausoleo y algunastumbas del siglo I d. C. (Rascón y Sánchez, 2010: 342); ytambién en la necrópolis suburbana de La Magdalena(Heras et alii: en este volumen), donde conviven unpequeño grupo de tumbas de cronología altoimperial,junto a una extensa necrópolis de inhumación quearranca a finales del siglo III d. C.

Aunque los espacios de ubicación de las necrópolisparecen continuar utilizándose a lo largo de todo elImperio, la cronología de los monumentos epigráficosnos indica ciertos cambios a partir de la segunda mitaddel siglo III d. C. Parece que, con la generalización delrito de inhumación se reduce la magnificencia de laseñalización al exterior de las estructuras sepulcrales,mientras que aumentan en número los enterramientoscon un acondicionamiento interior más cuidado. Lastumbas parecen ahora reivindicar en mayor medida supapel como nueva y eterna morada del difunto y seacondicionan al interior –cubierta de ímbrices, paredesrecubiertas de opus, ajuares que acompañan al difunto,libaciones, etc.–, abandonando de forma generalizadala importancia de la señalización al exterior. Los espa-cios funerarios de cada grupo o familia quedaban per-fectamente delimitados, formando un paisaje funerariocompuesto por recintos sacros de carácter familiar osocial cuyas tumbas se monumentalizan al interior.Cipos, aras, estelas, cuppae dejarán paso a un paisajesepulcral más sobrio en su aspecto exterior, pero máselaborado en su tratamiento interior.

En el territorio, el aumento considerable de explota-ciones de naturaleza agropecuaria durante el BajoImperio quizá ayude a entender la mayor presencia deespacios funerarios en estos momentos siempre vincu-

lados a estos núcleos de habitación y, muchas veces,compitiendo en su ubicación con estructuras de tipoproductivo y artesanal (como en el caso de Las Zorreras(Agustí, 2008; Morín et alii, 2016) o La Magdalena(Heras et alii, 2014a). Las necrópolis, aunque localiza-das en número sensiblemente menor que los asenta-mientos, reflejan una clara interconexión con los encla-ves agropecuarios o urbanos que las generan. Pese adiferenciarse claramente los espacios de los vivos y delos muertos, ambos núcleos presentan una estrecharelación que los une desde el punto de vista conceptual.

La lectura de la muerte y su papel en el territorio,pese a presentar todavía importantes lagunas relativasa su formulación, debidas a carencias de contextualiza-ción y escasez de registro, nos ofrece algunos elemen-tos de reflexión. En el Bajo Imperio se produjeron cam-bios notables en el ámbito funerario que debieron serfiel reflejo de las importantes transformaciones ocurri-das en todos los ámbitos de la vida del Imperio. Elincremento de los núcleos de explotación rural suponeun importante auge de la nobleza propietaria de estosgrandes fundi; nobleza que traslada sus centros depoder a sus villae, llegando a competir en esplendor yriqueza con los núcleos urbanos, de los que dependen.El mundo funerario participó de ese nuevo significadoy se implantó con fuerza como parte integrante de laidentidad de estos centros. Esta podría ser una de lascausas del aumento de los espacios funerarios docu-mentados de cronología bajoimperial respecto a los delas primeras centurias del Imperio.

I.2. La “muerte en sociedad”A diferencia de los cementerios actuales, las necrópolisantiguas eran espacios abiertos y transitables (Tranoy,2000: 107), y estaban ubicadas en los lugares de accesoa las ciudades y villas, o en los cruces de las vías, paraasegurarse la accesibilidad y la repetida visita de losciudadanos. Esto garantizaba la supervivencia de losdifuntos en la memoria y convertía los sepulcros enimportantes elementos de representación social(Vaquerizo, 2002: 85; Toynbeee, 1971). Los recintossepulcrales se consideraban sagrados ya que, segúnlas primeras concepciones escatológicas romanas, elalma del difunto permanecía cercana a los vivos y resi-día en la propia tumba. La ordenación de los enterra-mientos y las tipologías de los espacios sepulcrales–desde los grandes monumentos hasta las tumbas sen-cillas- constituían un fiel reflejo de las diferencias socia-les que estructuraban la vida de los núcleos habitados.

MIGUEL CONTRERAS MARTÍNEZ / El paisaje funerario bajoimperial en el centro de Hispania: rito, sociedad y poblamiento 231

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La unidad jurídica que formaba una ciudad romana–colonia o municipio– encerraba, como hemos dicho enapartados anteriores, un complejo binomio: la ciudad ysus tierras –civitas y ager–. En muchos casos, y Complu-tum parece ilustrar uno de ellos, resulta difícil discernircuáles eran los límites concretos de la ciudad, ya que cier-tas villas y parte del territoriummantienen estrechas rela-ciones con la ciudad, que los administra y regula con susleyes y sus notables, pertenecientes a la élite municipal. Esun hecho para el mundo romano que la sociedad urbanano puede desligarse de la rural, del mismo modo que elmundo de los vivos tampoco puede desligarse del mundode los muertos (Sevilla Conde, 2014: 42). Jurídicamente seconsidera como espacio urbano no sólo el núcleo habita-do, sino también una serie de áreas extraurbanas forma-das por jardines, propiedades o edificios públicos adya-centes, llamada área periurbana y que constituye unazona de transición entre el campo y la ciudad.

Esta indefinición de los propios límites y las áreasde influencia de los grandes núcleos habitados nos lle-va a analizar los recintos mortuorios como parte indivi-sible de éstos. La “muerte en sociedad” es la expresiónde esta indivisibilidad y aborda el estudio de este ámbi-to como parte de los espacios de poblamiento.

I.2.1.Paisaje funerario urbanoLos espacios funerarios asociados a la civitas son fielreflejo de la unidad existente entre hábitat y necrópolisen el mundo romano. La ciudad de Complutum se orga-nizaba según una distribución urbanística ortogonal,clásica, con unos límites precisos, rodeada de áreasfunerarias y sagradas, que jalonaban las vías de acce-so. La mayor parte de estos recintos sagrados hoyestán desaparecidos y los conocemos a partir de lasnoticias sobre hallazgos y excavaciones de finales delsiglo XIX. Es el caso del denominado “paisaje sagrado”que se extendía entre las puertas N y O de la ciudad endonde se ubicaban diversos monumentos, conocidospor la aparición de lápidas, cuppae y el mausoleo de losAnios (Rascón, 2007: 124). En esta misma zona se ubi-can las necrópolis del Camarmilla –compuesta por unbuen grupo de edificios funerarios, inhumaciones yestelas encontradas por Demetrio Calleja y GuerraBerroeta a finales del siglo XIX– (Vallejo, 2005:149), la“necrópolis Oeste” –excavada entre los años 1995 y1997–, y el mausoleo de Aquiles y el área sepulcral dela vía N –de la que conocemos noticias sueltas sobrehallazgos y la sala pavimentada del gran mausoleo(Rascón, 2004: 199)–. La ciudad aparece delimitada

también al S y al E por sendos espacios sepulcralesconocidos por noticias antiguas y recogidas en la CartaArqueológica de 1976 (Fernández Galiano, 1976).

La lectura de todas estas referencias establece níti-damente la imagen de la ciudad, jalonada en todas suspuertas de acceso por áreas funerarias en las que mau-soleos e importantes edificios compartían espacio coninhumaciones más modestas coronadas con estelas ylápidas. De casi todas ellas nos han llegado únicamen-te las noticias y algunos de los monumentos epigráfi-cos y solamente tenemos datos recientes de la necró-polis occidental, excavada en los años 1997 y 1998 porel equipo de P. Díaz del Río y S. Consuegra2.

La excavación de esta necrópolis, localizada junto auno de los accesos a la ciudad, permitió documentar entorno a una treintena de tumbas de inhumación cuyosmateriales apuntan a un arco cronológico entre finalesdel siglo III y finales del siglo IV d. C. Este espacio forma-ba parte de un ámbito funerario más amplio, que seextendía hacia el O y el S, hasta entroncar con el límitede la ciudad por el área sagrada del mausoleo de losAnios y la zona del Juncal. La necrópolis se extendía deforma lineal con una clara orientación N-S, siguiendo ellímite establecido por la ciudad.

La disposición de las tumbas no es uniforme entodo el espacio analizado. La orientación predominanteparece ser la orientación N-S, con pequeñas variacio-nes respecto al eje geográfico. Sin embargo, compar-tiendo espacio con las anteriores encontramos algunassepulturas cuyo eje geográfico es E-O. Parece claro quelos sepulcros con dirección del eje N-S son anteriores alas del eje E-O; o así lo demuestran los dos únicoscasos en los que tumbas con diferentes orientacionesse superponen. Aunque también parece claro el interéspor convivir en el espacio y no por borrar el rastro de latumba anterior. En ambos casos, la tumba más moder-na, de dirección EO, se excava a menor profundidad,garantizando la integridad en la conservación del fina-do anterior. Quizá pueda tratarse, no de una nueva uti-lización del espacio funerario, sino de unir la nuevamentalidad funeraria a planteamientos ideológicosanteriores, en un intento de perpetuar la vinculación delos nuevos difuntos con sus ancestros más directos.

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2 Agradecemos a Susana Consuegra y su equipo que nos faci-litaran el acceso directo a la documentación de esta interven-ción. Todas las conclusiones extraídas en el presente trabajoderivan del análisis directo de los datos de campo y nos per-miten apoyar ciertas conclusiones en datos proporcionadospor una intervención reciente sobre uno de los recintos fune-rarios localizados a la entrada de Complutum, “la necrópolisOeste” o de Las Matillas.

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El paisaje funerario urbano reconocible en Complu-tum a partir de las noticias de excavaciones antiguas yalgunas investigaciones más recientes indica, pues,una importante presencia del ámbito sacro y funerarioen la organización de la ciudad. El núcleo urbano,importante encrucijada de caminos en la Hispaniaromana, organiza su trazado interno –calles, manzanasy centros administrativos– y externos –necrópolis yespacios sagrados– a partir de este trazado viario.

I.2.2.Paisaje funerario periurbanoComplutum presenta un interesante desarrollo espacialque comienza desde el mismo momento de su funda-ción en época romana. La ciudad y sus áreas suburbia-les se distribuyen a lo largo de un pasillo marcado porel sinuoso cauce del río Henares, formando una especiede corredor habitacional en el que se suceden, casi sininterrupciones, explotaciones agropecuarias, áreas pro-ductivas y artesanales, junto con necrópolis a lo largode varios kilómetros. Los espacios funerarios localiza-dos tanto en la ciudad como en los suburbios cercanospresentan esta continuidad e indefinición, no quedandoclaro, en muchos casos, si actúan como una extensiónde la propia ciudad, o si forman parte de núcleos dehábitat próximos, pero distintos funcionalmente deésta. El Campo Laudable –un pequeño núcleo agrope-cuario, con elementos funerarios claramente relaciona-dos con la trama viaria que daría paso posteriormentea un barrio episcopal en torno a la iglesia y al marty-rium– (Rascón y Sánchez, 2010: 350), la villa del Val–una villa suburbana con un importante proyecto arqui-tectónico durante los siglos III y IV d.C.– y la necrópolisde los Afligidos (Sánchez y Rascón, 2006), la Magdale-na –un destacable espacio con elementos residenciales,artesanales y funerarios con una cronología paralela ala de la propia Complutum– (Heras et alii, 2014a) o elmismo Equinox (Martín et alii, 2006) –con elementosfunerarios y agropecuarios propios de este tipo de esta-blecimientos y con una cronología tardía– jalonan estecorredor lineal relacionado con la ciudad, aunque conalgunas características que lo hacen diferente.

Así, núcleos de diversa funcionalidad –funeraria,habitacional, cultual, industrial, agropecuaria, etc.– cons-tituyen una especie de barriada lineal que no puedeentenderse sin la cercanía de la ciudad y cuyo desarrollocorre necesariamente paralelo a la evolución de ésta.No contamos, sin embargo, con estudios de conjuntosobre estos espacios y su uso y evolución en épocaromana, sobre todo en el caso del ámbito funerario. La

escasez y dispersión de los datos sobre la mayor partede estos yacimientos, hacen necesario que intentemosacercarnos a este mundo funerario suburbial a partir delos ejemplos más recientes.

Uno de los yacimientos llamados a arrojar luz sobrela evolución de este tipo de espacios es el enclave de LaMagdalena, todavía en proceso de excavación y cuyosdatos nos han sido facilitados por sus excavadores, C.Heras y A. Bastida, a quien agradecemos la informa-ción. Este complejo yacimiento arqueológico se locali-za a una distancia aproximada de 4 kilómetros al E dela ciudad de Complutum. Los trabajos arqueológicoshan permitido documentar y estudiar un importanteconjunto de restos de un asentamiento suburbial conun desarrollo cronológico muy similar a la de la propiaComplutum. Se trata de uno de los complejos de tipoproductivo/artesanal -a juzgar por la cantidad de hor-nos cerámicos y estructuras de almacenamiento y pro-ducción relacionadas con el trabajo del hierro y otrosmateriales- más importantes de la ciudad y su entorno(Heras et alii, 2014a).

La necrópolis de este conjunto sigue una disposi-ción lineal, posiblemente impuesta por el trazado de lavía romana que partía desde la ciudad hacia el NE, endirección a Caesar Augusta. Esta necrópolis parecetener un arranque temprano en época romana, sobreun espacio sin duda reconocible en esos momentos yque puede ser la causa de la utilización de este espa-cio como uso funerario: la existencia de un área tumu-lar con enterramientos calcolíticos (Heras et alii,2014b). Esta estructura, reconocida y respetada por lanecrópolis romana, parece marcar el punto central ymás importante de esta necrópolis. Junto a estepequeño conjunto funerario de cronología antigua seempezarán a ubicar algunas tumbas, todavía pocas,de cronología altoimperial (Heras y Bastida, en estevolúmen), pero será a partir del último cuarto del sigloIII d. C. cuando comience a desarrollarse en esta zonauna extensa necrópolis. Los trabajos de excavaciónhan puesto al descubierto en torno a dos centenaresde tumbas con rito de inhumación, excavadas en elsuelo a partir de una orientación E-O en sus lados lar-gos, en las cuales, los difuntos eran colocados biencon la cabeza al E o bien con la cabeza al O. Debido aque la excavación se encuentra todavía en curso,todavía es pronto para establecer consecuencias ritua-les sobre esta disposición. El estudio final de detallepodrá arrojar interesantes consecuencias sobre estedato.

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Otro de los datos más relevantes en cuanto al estu-dio de la relación de los espacios funerarios con losespacios de ocupación en los núcleos extraurbanos esla amortización de espacios usados anteriormente parainstalar allí la necrópolis. En el caso de La Magdalena,el escaso número de tumbas de cronología altoimperialparece contrastar con la gran actividad artesanal y pro-ductiva que debió tener este enclave desde los prime-ros momentos. Sin embargo, es todavía una incógnitala ocupación habitacional, en el caso de que la hubiera,de este sitio. Sin duda, la cercanía de la urbs establecióuna estrecha relación entre ambos puntos. Propieta-rios, artesanos y auxiliares de este gran centro podríanresidir en la propia Complutum o en cualquier otroenclave suburbial próximo. El escaso número de ente-rramientos de cronología altoimperial, comparado conla abundancia de estructuras productivas de estasfechas nos permite extraer algunas conclusiones intere-santes, aunque todavía provisionales a falta de estu-dios de conjunto sobre el asentamiento y el entorno. Ajuzgar por el importante número y entidad de hornos,canales, cubetas y estructuras de almacenamiento nosencontramos en época altoimperial ante un gran centroproductivo que debió cubrir ampliamente la demandade los habitantes de la propia ciudad y que utilizó el ejede comunicaciones de la misma para dar salida a partede su producción. La presencia de un pequeño númerode tumbas de cronología altoimperial, muy cerca de losenterramientos prehistóricos, en un espacio carente deuso productivo, parece indicar un gran espacio sagradorespetado y conocido en torno a los primeros ances-tros. Junto a ellos, aunque de manera todavía muy

poco profusa, un pequeño grupo de tumbas quizá enun intento por reconocer el carácter sagrado de esteespacio y por vincularse a la memoria de los antepasa-dos de todo el grupo. En estos primeros momentos, elrecinto sagrado es un lugar frecuentado, conocido yrespetado, pero carente de una orientación claramentefuneraria, ya que se utiliza principalmente como espa-cio productivo relacionado con otros centros cercanosy con la propia ciudad. No será hasta finales del siglo III

d. C., momento en que parece disminuir sustancial-mente la orientación productiva de este espacio, cuan-do eclosiona la ocupación de este punto por un impor-tante número de sepulturas. El espacio sagrado, cono-cido y respetado desde los primeros tiempos de la ocu-pación romana del sitio, alberga ahora una importantenecrópolis de inhumación. Sin duda, la cercanía a laciudad de Complutum y la disposición de un importan-te número de asentamientos a lo largo de la vía hacenecesario interpretarlos de manera conjunta para valo-rar cambios de función e interacción entre los diferen-tes puntos encontrados.

I.2.3.Paisaje funerario ruralLa eclosión de estudios sobre los momentos posterio-res al Bajo Imperio que ha tenido lugar en el centropeninsular durante las últimas décadas, no ha tenidodesarrollo paralelo en la investigación sobre este terri-torio en época romana. Son pocos los yacimientosconocidos y publicados completamente, aunque elincremento de las intervenciones de “salvamento” vin-culadas al auge de los proyectos urbanísticos de losúltimos decenios ha sacado a la luz un importante volu-

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Fig 2. Dispersión de necrópolis perirurbanas en relación a Complutum

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men de información. Sólo la revisión sistemática dedichas intervenciones y su estudio de conjunto en elcontexto global del territorio podrá arrojar luz sobreesta parte importante de nuestra historia.

En el mundo rural hispanorromano, villae y otrostipos de asentamientos orientados a la explotación delterritorio se articulaban en torno a dos elementos: elnúcleo habitacional y productivo –centro de la hacien-da– y las vías de comunicación –eje fundamental parael correcto funcionamiento de la producción e inter-cambio de los productos generados–. La disposición delos espacios funerarios refuerza el papel de estos dosfocos de atracción y se localizan en clara referencia aambos.

No es objetivo de este trabajo enumerar de formaexhaustiva todos los enclaves funerarios localizados,sino ilustrar, a partir de los ejemplos más relevantes,las dinámicas de interrelación de los ámbitos sepulcra-les con sus núcleos habitacionales relacionados. Conta-mos con importantes ejemplos de necrópolis excava-das de forma más o menos completa y que nos revelanimportantes datos sobre el mundo funerario bajoimpe-rial en el territorio de estudio: c/ Gerona, nº 4 en Mósto-les (Galindo y Sánchez, 2005; Galindo et alii, 2012), Vir-gen de la Torre en la zona E de Madrid (Herrera, 2014);El Jardín en Arroyomolinos (Vigil-Escalera et alii, 2009)y Las Zorreras en Yunquera de Henares-Guadalajara-(Agustí, 2008; Morín et alii, 2013; Morín et alii, 2016 ). Entodos ellos, excepto en la intervención de la c/ Gerona,nº 4 de Móstoles que incluiremos para completar lahorquilla cronológica del Bajo Imperio, se han realizadointervenciones más o menos completas de los núcleosde asentamiento asociados, lo que nos permitirá inser-tar el espacio funerario en el conjunto de la organiza-ción y orientación funcional del hábitat.

La intervención en la c/ Gerona, nº 4 de Móstoles(Madrid), permitió excavar parcialmente un espaciofunerario, seguramente relacionado con algún núcleoagropecuario en las cercanías del Arroyo del Soto,afluente del Guadarrama (Galindo y Sánchez, 2005: 8).Los trabajos de excavación localizaron un conjunto detumbas de cronología bajoimperial con 13 inhumacio-nes en fosa excavadas directamente en el suelo, y res-tos de una posible cremación. El estudio tipológico delmaterial fundamentalmente cerámico asociado a losenterramientos arroja una horquilla cronológica entreel tercer tercio del siglo III y mediados del siglo IV d. C.La ausencia de restos asociados a espacios de hábitat oexplotación en el entorno inmediato nos impide, por el

momento, extraer conclusiones sobre el papel de estanecrópolis en el conjunto del asentamiento agropecua-rio, así como sobre la extensión del conjunto funerario.Aunque de forma poco definitoria ya que no hay estu-dios específicos que puedan confirmarlo, podemosreseñar la convivencia de ritos de inhumación y crema-ción en el mismo espacio, aunque es ampliamentemayoritaria la inhumación –sólo hay un ejemplo deincineración–.

En el caso del yacimiento arqueológico de La Zorre-ras, en Yunquera de Henares (Guadalajara) (Morín etalii, 2013; Agustí, 2008), se ha excavado un asenta-miento de carácter agropecuario con dos espaciosdiferenciados: el primer espacio formado por una seriede estructuras de carácter habitacional y productivo–sectores A y B– y, un segundo espacio –sector C–, decarácter funerario, aunque se encuentra salpicado dealgunas estructuras de carácter productivo, tales comocanales y cubetas de almacenamiento. El estudio de ladisposición espacial de las tumbas, nos permite obser-var, aparentemente, dos grandes ámbitos. El ámbito O,formado por varios conjuntos de sepulturas de direc-ción mayoritariamente NO-SE, en el que se encuen-tran, desde el punto de vista constructivo, los sepul-cros más elaborados –tumbas con paredes construidasen opus caementicium– y presenta una organizaciónmás irregular. El segundo conjunto está organizadosiguiendo claramente un eje de orientación NO-SE, lamisma que la propia orientación de las tumbas y para-lela a un canal que parece delimitar la necrópolis haciael E. Esta orientación podría correr paralela a una anti-gua vía de acceso desde el S, aunque no tenemos indi-cios materiales para apoyar esta hipótesis. Este grupode sepulturas está formado exclusivamente por tum-bas con una construcción sencilla, directamente exca-vadas en el terreno natural y sin tratamiento interior dela fosa.

El complejo hispanorromano de la Virgen de la Torrese localiza en la zona centro-oriental de Madrid, en unazona cercana a la confluencia de los ríos Jarama y Man-zanares. Este asentamiento presenta una ocupación dila-tada en el tiempo que, para época romana, parece arran-car del siglo I d. C. (Sigillatas de importación y otrosmateriales apuntan a esa cronología) y, después de unperíodo que llegaría hasta la segunda mitad del siglo II d.C., parece que no hay ocupación hasta la primera mitaddel siglo V d. C. (Herrera, 2014: 372). El espacio funerarioasociado a momentos bajoimperiales se dispone en unárea próxima a las estructuras de ocupación más rele-

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vantes, y salpicada de silos y pequeños elementos aso-ciados con la producción artesanal y agropecuaria delenclave. Se documentan un conjunto de tumbas deinhumación dispuestas según un eje lineal de direcciónE-O sin apenas elementos constructivos que puedanestablecer diferencias entre unas tumbas y otras, aexcepción de los contenidos de ajuar, en el caso detenerlo. Los excavadores resaltan la existencia de dosfases, basándose en el cambio de orientación de lasfosas –N-S, las más antiguas y E-O las más modernas–.

Por último, El Jardín (Arroyomolinos) parece marcarun cambio importante en la concepción del ámbitofunerario en el mundo rural. En la primera mitad delsiglo V d. C. se construye una tumba sobresaliente,posiblemente para uno de los propietarios de la hacien-da (Vigil-Escalera et alii, 2009: 63). Esta tumba monu-mental, señalizada al exterior con un mausoleo recu-bierto de estucos pintados que en su interior alberga elcuerpo del difunto y algún personaje de su familia ensendos ataúdes de plomo, será el foco desde el que seirradie la necrópolis posterior, ya de cronología tardo-antigua. Esta manera de concebir los espacios funera-rios en torno a tumbas de personajes principales nostraslada al mundo rural, la idea de los martyria, o elpapel que los espacios de culto van a tener, a partir deestos momentos, como focos de atracción en torno alos cuales se disponen el resto de los personajes rela-cionados, en un intento de reproducir tras la muerte laestructuración jerárquica de la propia sociedad. El cen-tro del espacio más importante –en este caso señaliza-

do por un mausoleo, y posteriormente por una ermitao iglesia– es ocupado también en la muerte por el per-sonaje principal y, a su alrededor, giran el resto de losindividuos allí enterrados. Su proximidad al sepulcroprincipal marcará también su importancia social o reli-giosa.

I.3. La “muerte familiar”El último nivel de análisis, el más cercano al propiohecho de la muerte, analiza los aspectos particulares dela tumba y el enterramiento. Planteamos al inicio de estetrabajo el estudio del mundo funerario como un fenóme-no de larga duración (longue dureè) cuyo desarrolloexcede cualquier división temporal y espacial tradicio-nal. En esta línea, el análisis de los aspectos ritualesdebe ser analizado también bajo esa componente diná-mica y evolutiva que refleja la propia sociedad en la quese enmarca el hecho funerario. Esta propuesta de estu-dio del mundo funerario bajoimperial debe insertarse,pues, en la trayectoria continua del significado de lamuerte en las sociedades pretéritas. Sólo así podremosentender el ámbito funerario en toda su dimensión.

I.3.1.La morada del difunto: la elección del espacioSegún la creencia romana, la tumba se convierte en lamorada eterna del difunto. Su construcción, monumen-talización y acondicionamiento interior eran claramentereflejo de su posición y de su pertenencia a un determi-nado grupo familiar o social. Desde su nueva morada,el difunto seguía perteneciendo y “participando” en lasdecisiones y actividades del grupo y favorecía o perju-dicaba el designio de lo que había de sucederles. Portanto, los aspectos de elección del lugar y construcciónde la tumba tenían suma importancia, ya que la tumbase convierte en la manifestación de un determinadogrupo familiar y social en la esfera ultraterrenal; unámbito al que los romanos concedían un status prefe-rente.

En lo que respecta a la construcción y monumenta-lización de las sepulturas, debemos afirmar que lamayor parte de ellas aparecen sin indicios de una granmonumentalización al exterior. Se trata de simplesfosas excavadas en el suelo que carecen de revesti-miento ni coronación arquitectónica. Debemos inter-pretar esta proliferación de tumbas más modestas, des-de el punto de vista de su aparato constructivo, comouna posible extensión de la necesidad de enterrar y pre-servar al individuo y su memoria frente al grupo. Enmuchos casos, se documentan, aunque suponen un

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Lám. 2. Vista aérea y detalle de tumba con revestimiento inte-rior de opus caementicium. Necrópolis de Las Zorreras,Yunquera de Henares, Guadalajara (Foto AUDEMA, S.A. /Departamento de Arqueología)

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escaso número respecto al total del conjunto, unaspocas sepulturas con una estructura más compleja.Ejemplos de este tratamiento tenemos en la necrópolisde Las Zorreras (Yunquera de Henares) –donde apare-cen cinco tumbas las paredes recubiertas de opus cae-menticium–, El Jardín (Arroyomolinos) –en la que selocalizaron dos mausoleos en torno a los cuales se dis-pusieron el resto de las tumbas–, o en La Magdalena(Alcalá de Henares) –donde, de un total de 180 tumbas,se localizaron solamente restos de una estructura cons-tructiva de opus en dos de ellas–. La singularidad deestas tumbas en el conjunto de los espacios funerariosdebe ser interpretada como indicativa del estatus privi-legiado que debían ostentar en vida los personajes allíenterrados. En el caso de los ámbitos rurales, en losque las necrópolis forman parte de los asentamientosagropecuarios podrían corresponder a miembros de lafamilia de los propietarios de la hacienda. El mundofunerario traslada así a la esfera religiosa la mismaestructura social que existía en los núcleos de habita-ción, ya sean urbanos o rurales.

Otro tipo de monumentalización de las sepulturas y,por tanto, de realce de la posición del difunto en su últi-ma residencia es el revestimiento con tejas, bien en lasparedes o, fundamentalmente, en la cubierta de la tum-

ba. Sin duda se trata de un acondicionamiento internode la sepultura reproduciendo y señalando su funciónde morada para el eterno descanso del difunto. Aunqueel revestimiento puede hacerse con tégulas planas, escomún el uso de imbrices también para la cubierta,dando la sensación de un verdadero tejado. Las tumbascon cubierta de teja son también minoritarias en el con-junto de las necrópolis, aunque parecen corresponder aun tipo de enterramiento que se extiende por todo elámbito complutense: urbano (la necrópolis Occidentalde Complutum), periurbanos (La Magdalena) y rurales(necrópolis de la c/ Gerona, 4)

Las tumbas construidas únicamente con una fosaexcavada en el suelo, sin ningún tipo de tratamiento delas paredes y sin estructuras arquitectónicas de granporte suponen, como hemos indicado en párrafos ante-riores, la gran mayoría de las encontradas en las necró-polis de esta cronología. Se trata de tumbas sin unarelevancia aparente, que pueden ser utilizadas por unou otro miembro del grupo al que pertenece el espaciosagrado donde se construye la sepultura. La relevanciadel finado no parece estar predefinida en la construc-ción de la fosa, sino que se resaltará con un tratamien-to especial del cadáver y la aportación de un ajuar másrico, en detrimento de la propia monumentalización dela sepultura. No se han conservado, en la mayoría delos casos, indicios de posibles estructuras que corona-ran la tumba y señalaran su importancia hacia el exte-rior. Recordemos también que las estelas funerarias seadscriben mayoritariamente a momentos altoimperia-les (Ruiz Trapero, 2001: 40). Todo parece apuntar a unespecial tratamiento del interior del sepulcro, con laproliferación de enterramientos en ataúd, acompaña-miento de elementos de vajilla y tocador junto al difun-to, construcción de cubiertas a partir de ímbrices, simu-lando la cubierta de los tejados de las casas. El propiorito de inhumación parece indicar una mayor relevanciadel propio enterramiento, en detrimento de las grandesmanifestaciones exteriores.

La orientación de las sepulturas ofrece un ampliorango de variabilidad entre diferentes necrópolis e,incluso, dentro de un mismo espacio funerario. Pese aque algunas oscilaciones menores respecto a los gran-des ejes geográficos pudieron ser condicionadas pormultitud de factores ajenos al propio ritual –existenciade vías, monumentos funerarios, el propio relieve,etc.–, el análisis de conjunto muestra que la disposiciónde las sepulturas supuso un indicador ideológico delritual funerario. La lectura de este parámetro en las

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Lám. 3. Vista del Mausoleo de la necrópolis de Arroyomolinos(Foto AREA, S.C.M./ Luis Hernández y Lidia Vírseda)

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necrópolis analizadas ofrece algunos datos concluyen-tes. En los espacios funerarios en los que se han podidodocumentar la casi totalidad de las estructuras funera-rias y su articulación en el conjunto delasentamiento –Las Zorreras (Yunquera de Henares), Vir-gen de la Torre (Madrid), La Magdalena (Alcalá de Hena-res)– se observa una disposición lineal a lo largo de uneje que posiblemente deba vincularse con la direcciónde la vía de acceso al asentamiento, siguiendo las pau-tas propias de la organización de los espacios funerariosen el mundo romano. Esta disposición en torno a un ejelineal parece abandonarse en momentos finales delImperio, para organizarse en torno a un único puntocentral, como el caso de El Jardín (Arroyomolinos), enel que, a inicios del siglo V d. C., se realizó un primerenterramiento en un mausoleo. Sin duda, la relevanciade los personajes allí enterrados viene indicada por lamonumentalización de la tumba.

La orientación en la disposición general de las tum-bas en las necrópolis marca posibles claves para cono-cer cuestiones cómo la ubicación, relación con otroselementos del paisaje e incluso, procesos temporales yorganizativos de la ocupación del espacio funerario. Sinembargo, la orientación del propio eje de la tumba sedebe explicar a partir de cuestiones ideológicas vincu-ladas con aspectos rituales y religiosos. En algunas delas necrópolis estudiadas se han podido documentartumbas orientadas según el eje N-S –con ligeras varia-ciones respecto a los orígenes geográficos– junto asepulcros que siguen una orientación E-O. Este hechose documenta en todas las necrópolis estudiadas, aun-que es significativo resaltar que, en los casos en los queexiste algún caso de tumbas con ejes de orientacióndiferentes que se superponen entre ellas, siempreserán las tumbas de dirección E-O las que corten a lasde dirección N-S, marcando un claro elemento secuen-cial. Es importante destacar que, pese a tratarse de unaactividad invasora en algunos casos de estructurasanteriores, en los casos documentados en que unasestructuras más tardías afectan a otras más tempranasno parece que la afección sobre la tumba anterior seapor desconocimiento ni con objeto de alterar la estruc-tura anterior, sino más bien para perpetuar la vincula-ción entre ambos elementos funerarios. Parece obede-cer más a una forma de vincular ambos enterramien-tos, uniendo el designio del nuevo difunto con el mun-do ultraterrenal de los antepasados. Este hecho seaprecia de manera clara en la necrópolis Occidental deComplutum, en la que se observan algunos casos de

tumbas superpuestas. En estos casos la nueva sepultu-ra se excava a menor profundidad, posiblemente paraafectar lo menos posible y no destruir completamentela tumba anterior.

I.3.2. Creencias y ceremonias: el ritualUna vez seleccionado y acondicionado el espacio parael enterramiento del miembro del grupo fallecido, laexpresión ritual remarca el tránsito del difunto hacia unanueva posición. Su memoria asegura la pervivencia delindividuo en el grupo, y la extensión de su influenciaeterna en la vida del conjunto de la población.

Hablar de ritual funerario en el mundo de la Anti-güedad supone abordar necesariamente el paso de lacremación, como tratamiento predominante del cadá-ver durante la época republicana y el Alto Imperio,hacia la inhumación. Así, la adopción del rito de inhu-mación supuso una importante ruptura con el pasadoanterior; pasado que, en el caso de la cremación, teníaimportantes raíces incluso en la tradición prerromana.En Roma, aunque no de manera uniforme, este cambiose produjo hacia el siglo II d. C., coincidiendo con la pro-moción de la burguesía itálica y el empuje de la influen-cia oriental, patente en la multiplicación de sarcófagos(Sevilla Conde, 2014: 155). En el interior de la Penínsu-la, el cambio del ritual de enterramiento empieza a pro-ducirse de forma paulatina a partir de finales del siglo IId. C. y la inhumación aparece ya plenamente consolida-da a partir de mediados del siglo III. En el área de estu-dio se han podido documentar tres casos en los queparece existir una clara convivencia de ambas prácticasfunerarias. El primero de los casos corresponde a unaexcavación antigua, en el yacimiento de La Torrecilla,en la que se localizó una tumba «con algo de ajuar… yparte de la estructura de adobes de un ustrinum»(Lucas y Blasco, 1980: 78) de difícil adscripción cronoló-gica. En la necrópolis de La Magdalena, se han docu-mentado al menos tres o cuatro enterramientos de inci-neración en el contexto de la necrópolis de inhumación,aunque son de cronología altoimperial (Heras y Basti-da, 2016: en este volúmen).

En el caso de la necrópolis de la c/ Gerona, nº 4, enMóstoles, se localizaron, en el contexto de una necró-polis con rito mayoritario de inhumación (13 inhuma-ciones), los restos de una posible cremación (estructu-ra nº 2030) dentro de un recipiente de cerámica comúnenterrado en una pequeña fosa en el suelo (Galindo ySánchez, 2005: 55). El precario estado de conservaciónlleva a los autores a no ser concluyentes abriendo la

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posibilidad de que se trate de parte de algún banquetefunerario. No obstante, es difícil, aunque tampoco defi-nitivo, pensar en este tipo de restos como parte de unbanquete debido a su conservación dentro de una fosa,no documentada en el resto de materiales de estascaracterísticas del yacimiento. Por otro lado, tampocoes descabellado pensar en esta convivencia de ritos enuna necrópolis que, según los autores, parece arrancaren el tercer tercio del siglo III d. C. (Galindo y Sánchez,2005: 131).

La segunda mitad del siglo III d. C. marca en el inte-rior peninsular el tránsito a la generalización de la inhu-mación como rito funerario (Sevilla Conde, 2014: 159).El rito aparece ya perfectamente consolidado en todaslas necrópolis de cronología bajoimperial estudiadas,momento en que parece haberse culminado el procesode “transformación ritual” que será el que modifique,de forma decisiva, el ritual, las creencias y, a la postre,el mundo funerario (Fuentes, 1991: 590). Sin duda, estedato es importante por cuanto ahora se observa plena-mente un cambio en la mentalidad, en la que los obje-tos y el ritual se alejan de forma definitiva de la tradi-ción anterior, para adquirir un nuevo significado. No setrata de la inclusión de nuevos materiales en ritualesconservados de momentos anteriores o de adaptarnuevos rituales a antiguos significados ideológicos oreligiosos. En el Bajo Imperio parece consolidarse laaculturación alcanzando el ámbito de las creencias y dela construcción ideológica de la muerte. El proceso deromanización culmina, pues, con esta “transformaciónritual”.

I.3.3. Vivir después de la muerte: ajuares y enseresfúnebresLas manifestaciones rituales del enterramiento sonmúltiples y, en algunos casos, difícilmente interpreta-bles a partir de los restos arqueológicos. La presencia oausencia de materiales de ajuar en las tumbas es, qui-zás, el resto más evidente y, por eso, es uno de los quehan tenido mayor profusión en la investigación delmundo funerario.

La mayoría de los estudios de estos materiales cen-tran su análisis en cuestiones tipológicas, incluyendocon el término “ajuar” a todos los restos depositados enla tumba. No obstante, existe una importante diferencia-ción entre aquellos materiales que acompañan al difun-to como parte de su indumentaria o adorno personal, deaquellos que se depositan en la tumba como expresióndel deseo de acompañar y servir en el eterno descansodel individuo (Ciurana, 2011: 340). En este aspecto esimportante resaltar que, a diferencia de lo que ocurre enotros momentos históricos no demasiado alejados en eltiempo, los enterramientos bajoimperiales no presentanindicios de un vestido excesivamente ornamentado, yaque los broches de cinturón, fíbulas, botones, etc… sonprácticamente inexistentes. Destaca en este aspecto delvestido, el hallazgo de restos de calzado en un significa-tivo número de enterramientos. También los elementosde adorno personal –anillos fundamentalmente, pulse-ras y cuentas de collar– son escasos en el conjunto de losenterramientos.

Así como la presencia o ausencia de elementos devestido o adorno podríamos relacionarlo con la idea de

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Lám. 4. Enterramiento de cremación. Estructura 2030 de laNecrópolis de la c/ Gerona, nº 4, Móstoles (Foto ARQUEOES-TUDIO, S. C. / Lorenzo Galindo y Vicente M. Sánchez)

Lám. 5. Restos de calzado. Estructura 1100 de la Necrópolis dela c/ Gerona, nº 4, Móstoles (Foto ARQUEOESTUDIO, S. C. /Lorenzo Galindo y Vicente M. Sánchez)

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remarcar de forma tácita la importancia del difunto fren-te a otros moradores del espacio funerario o acompa-ñantes en el viaje al más allá, la deposición de ciertosobjetos de vajilla o tocador puede asociarse a la creenciade que el difunto tenía, durante su existencia en el másallá, las mismas necesidades de alimento y cuidadoque durante su vida en la tierra. Los recipientes podrí-an contener alimentos de la última comida realizadapor los seres queridos y que, posteriormente, acompa-ñan al difunto en su nueva etapa. Aunque existen múl-tiples combinaciones de objetos cerámicos de ajuar, elconjunto más numeroso, dentro de los que presentanajuar, está formado por entre dos y tres recipientes–cuenco/olla, cuenco/plato/olla, etc.– y colocadosmayo-ritariamente a los pies del individuo.

Los objetos de ajuar se completan con numerososelementos sin funcionalidad aparente, que acompañanal difunto como amuletos y que debieron contar con unsignificado preciso durante la vida del finado. Así,encontramos una pesa del plomo con apliques de hie-rro (Galindo y Sánchez, 2005: 145), un cuchillo de hie-rro, una hoz (Heras y Bastida, 2014), una llave de hierro(Agustí, 2008: 117). La presencia de monedas en el inte-

rior de las tumbas no es extraña, aunque tampoco mar-ca la tendencia general de las tumbas. Su hallazgo seha relacionado con el rito pagano del pago a Caronte enla travesía al más allá, aunque su prolongado uso en eltiempo, junto con rituales orientales posteriores, podríallevar a consideradas, en muchos casos, amuletos uobjetos destinados a remarcar y facilitar el nuevo esta-tus del difunto en el más allá (Ciurana, 2011: 342).

El hallazgo de clavos en la mayoría de los enterra-mientos nos indica que los difuntos eran depositadosen la tumba dentro de un ataúd o sobre un catafalco demadera. Sólo los más importantes marcaban su dife-rencia por medio de un sarcófago. Dichos sarcófagoseran una magnificación del propio ataúd de maderaque, en muchos casos, se disponía dentro del sarcófa-go. En la zona de estudio se han encontrado los restosde dos sarcófagos de plomo en la necrópolis de El Jar-dín; sarcófagos que debieron albergar, según los exca-vadores (Vigil-Escalera et alii, 2009: 96), personajesimportantes, relacionados con la hacienda agropecua-ria que se encuentra en sus cercanías y que supusieronel germen de la necrópolis que se desarrolla despuésen las cercanías de los mausoleos.

VIDES MONUMENTA VETERUM MADRID Y SU ENTORNO EN ÉPOCA ROMANA240

Lám. 6. Enterramiento con ajuar. Tumba 5100 de la Necrópolis de “La Magdalena” (Foto TRÉBEDE ARQUEOLOGÍA/ César Héras yAna Bastida)

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I.3.4. La pervivencia en la memoria: después delentierroUna vez cerrado el sepulcro y celebrado el silicernium,o banquete funerario el difunto, se integraba en elcolectivo de los dii Manes. No desaparecían, sino quecambiaban de estado. Está documentada la presenciaen el interior de las tumbas de los restos de este ban-quete, haciendo partícipe al finado de dicha ceremonia.Pero este cuidado por la alimentación y por el difuntono acababa con el funeral, sino que eran frecuentes losrituales de libación a través de los conductos quecomunicaban la tumba con el exterior. Algunos deestos conductos se han encontrado en la necrópolisOeste de Complutum o en la de la c/ Gerona, nº 4 (Mós-toles)

II. A modo de conclusiónEl ritual funerario forma parte de los comportamientosdel grupo y expresa las normas y relaciones que defi-nen una sociedad en concreto. En este sentido, la iden-tidad del grupo queda necesariamente vinculada alsepelio, ya que su imagen en vida se proyecta en todaslas manifestaciones fúnebres (Hodder, 1982: 151). Lamuerte, y su significado en la esfera social, forma parte

de la propia naturaleza del individuo. Desde tiemposinmemoriales, los seres humanos han desarrolladoimportantes rituales y ceremonias para magnificar suimportancia y como respuesta a la “pérdida” de unmiembro del grupo. Sin embargo, en la Antigüedad, lamuerte no debe ser entendida como tal ausencia, sinoque los antepasados seguían formando parte de lacomunidad, influyendo en los designios de ciudades yasentamientos rurales y, compartiendo espacio conellos. En los asentamientos, la vida y la muerte forma-ban parte indivisible del conjunto. Por eso, el estudio delos contextos funerarios debe integrarse y entenderseen el conjunto de la relaciones del territorio. El mundode la muerte debe trascender la propia tumba, parainsertarse en contextos más amplios (área funeraria,ciudad, territorio) que nos permitan interpretar las acti-tudes ideológicas y sociales del grupo ante la muerte.

En la línea evolutiva que se puede observar en eltratamiento de los difuntos durante toda la Antigüedad,el Bajo Imperio marcó un período de importantes cam-bios. Cambios sin duda adscribibles a transformacionestanto sociales como ideológicas que tienen un claroreflejo en la esfera de las creencias y de los ritualesfúnebres. La generalización del rito de la inhumación

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Lam. 7. Detalle estructura de libación. Tumba 14600 de la Necrópolis Occidental de Complutum (Foto TAR,SCM/Susana Consuegra)

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frente a la cremación obligó a trasladar a la propia tum-ba y a la disposición de los restos del finado la expre-sión de su posición social y su estatus respecto al gru-po. Las indicaciones que antes se plasmaban en lospropios monumentos y textos epigráficos se trasladana la tipología de las tumbas y, lo que es más importan-te, al propio tratamiento del difunto y del ritual de ente-rramiento.

La actitud de las sociedades ante la muerte es unclaro indicador de su desarrollo social y de su comple-jidad. Las transformaciones en el ámbito funerario son,como hemos dicho, producto de importantes cambiosen todos los ámbitos de la vida de las sociedades quelo generan. Sólo analizando el mundo de la muerte ysus implicaciones en el conjunto de las relaciones quelos elementos de las sociedades establecen entre ellospodremos entender de forma global su significado. Sucontextualización en el marco espacio-temporal en elque se desarrolló permitirá no sólo comprender aspec-tos relacionados con el mundo de las creencias o delmás allá, sino que completará la imagen de las socieda-des pretéritas en todo su contenido.

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