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El punto de vista de un Dragón

Date post: 19-Feb-2016
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¡Buen día, compañero! Permíteme presentarme. Mi nombre es Barbu. Soy un dragón barbudo. Posiblemente no lo sepas, pero un dragón barbudo no es un dragón en realidad. No, compañero, soy un lagarto. Me llaman dragón barbudo porque tengo esta hilera de escamas espinosas debajo de mi mandíbula. Cuando algo me perturba, puedo inflarla o ponerla de color negro. Pero eso no ocurre muy a menudo. Soy muy dulce y dócil. Tengo diez años, lo cual es bastante para un dragón barbudo; aunque, en realidad, me siento como si tuviera seis años. Soy australiano, pero ahora vivo en el aula 121 de la escuela primaria Newman.
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vista de un por Jennifer Weinstein ilustrado por Gideon Kendall dragón El punto de
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Page 1: El punto de vista de un Dragón

ISBN-13:978-0-547-03638-0ISBN-10:0-547-03638-8

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4.5.1

HOUGHTON MIFFLIN

Libritos niveladosen línea

Nivel: S

EDL: 44

Género:Fantasía

Estrategia:Resumir

Destreza:Comparar y contrastar

Número de palabras: 2,302

HOUGHTON MIFFLIN

vista de un

por Jennifer Weinsteinilustrado por Gideon Kendall

dragón

El punto de

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Lecturas niveladas

Número de palabras: 2.326

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La magia del trabajo en equipo

La imaginación de las hermanas Belton

El punto de vista de un dragón

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por Jennifer Weinsteinilustrado por Gideon Kendall

dragónvista de unEl punto de

Copyright © por Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o medio, electrónica o mecánicamente, incluyendo fotocopia o grabación, ni por ningún sistema de almacenamiento de infor-mación, sin el permiso por escrito del propietario de los derechos del contenido, a menos que dicha copia esté expresamente permitida por las leyes federales de propiedad intelectual. Cualquier solicitud de permiso para copiar cualquier parte de este trabajo debe ser enviada a Houghton Mifflin Harcourt School Publishers, atención Permisos, 6277 Sea Harbor Drive, Orlando, FL. 32887-6777.

Impreso en Chile

ISBN: 978-0-547-26977-1 ISBN Edición Chile: 978-0-547-87281-0

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¡Buen día, compañero! Permíteme presentarme. Mi

nombre es Barbu. Soy un dragón barbudo. Posiblemente no lo

sepas, pero un dragón barbudo no es un dragón en realidad.

No, compañero, soy un lagarto. Me llaman dragón barbudo

porque tengo esta hilera de escamas espinosas debajo de

mi mandíbula. Cuando algo me perturba, puedo inflarla

o ponerla de color negro. Pero eso no ocurre muy a menudo.

Soy muy dulce y dócil. Tengo diez años, lo cual es bastante

para un dragón barbudo; aunque, en realidad, me siento como

si tuviera seis años. Soy australiano, pero ahora vivo en el

aula 121 de la escuela primaria Newman.

Bueno, generalmente vivo en el aula 121. Sin embargo, esta

semana estoy de vacaciones en la casa de Manuel.

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Comenzaré desde el principio. El aula 121 es un buen lugar

para vivir. Siempre pasa algo, lo que hace que mis días sean muy

interesantes. Los chicos me han cuidado realmente muy bien. De

hecho, durante las primeras semanas en la escuela, todos venían

una y otra vez al acuario a mirarme. Todos querían ayudar, pero

el Sr. Garrett los hacía venir en turnos. Era emocionante. Me hacía

sentir muy importante. Debo admitir, sin embargo, que el aula

121 suele ser un lugar con mucha bulla, y a veces me resultaba

difícil dormir mi siesta. Sin embargo, he aprendido cosas muy

interesantes. Incluso descubrí que tengo un talento natural para

las matemáticas...¡quién sabe cuándo podré aplicarlo!

De todas maneras, ayer estaba en mi acuario haciendo

mis estiramientos matutinos, inflando mi barba y ese tipo de

cosas, cuando el Sr. Garrett entró con una mujer que no había

visto nunca.

—Aprecio este gesto, Sra. González —le escuché decir—.

Estoy tan feliz de que esté dispuesta a encargarse de él durante

el receso de invierno. Estaré fuera de la ciudad mientras la

escuela permanezca cerrada y no puedo dejarlo solo.

¿Encargarse de él?, pensé. ¿De quién? ¿De mí? Miré a los dos

adultos que me miraban. Los saludé con mi pata izquierda

delantera para sugerirles que no quería hacerles daño.

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La Sra. González se sonrió. —Hola, pequeñín —dijo con

una voz apacible—. Vendrás a casa con Manuel y conmigo

esta semana.

Me detuve en la mitad del saludo. ¿Manuel? ¿El pibe

(esta es otra manera de decir tipo) que siempre pierde su bono de

almuerzo? ¿El pibe que siempre se olvida de cerrar el grifo después

de lavarse? ¿Ese Manuel? Repentinamente, me puse nervioso.

El Sr. Garrett colocó mi acuario en un carro y me llevó

por la escuela hasta afuera. El suelo estaba cubierto de nieve

y me daban temblores cuando una brisa de aire frío se colaba

por la parte superior de mi casa. ¡Brrrr! Vengo del desierto

y tengo sangre fría. Esto significa que mi cuerpo no puede

generar calor por sí mismo como lo hacen los humanos. Mi

cuerpo está a merced de la temperatura del ambiente que me

rodea...¡y no puedo acostumbrarme al clima frío!

—Le di instrucciones a Manuel sobre cómo cuidar a

Barbu —le informó el Sr. Garrett a la Sra. González—. Le

daré un poco de alimento para reptiles y otras provisiones

para que las lleve a su casa hoy.

—Bueno, gracias —dijo la Sra. González mientras me

colocaba en el asiento trasero de su automóvil—. Estoy

segura de que va a estar bien.

Yo no estaba tan seguro de ello.

La Sra. González saludó al Sr. Garrett mientras se alejaba

en su automóvil. —¡Nos vemos la semana que viene!

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Una semana completa lejos del aula 121, me dije mientras

tragaba saliva. Eso sí que es un largo tiempo. Me estaba

poniendo tan nervioso que temía empezar a mudar la piel,

o sea cambiarla, antes de lo habitual. Solo deseaba que la

familia González estuviera preparada para recibirme.

En el auto, mantuve mis piernas firmes en medio del

acuario en un esfuerzo por mantener el equilibrio. Sentí como

si estuviera en un terremoto mientras avanzaba a empujones

y daba tumbos de aquí para allá. Me pareció como si el viaje

hubiera durado una eternidad. Los demás automóviles hacían

mucha bulla con sus bocinas y viraban bruscamente de un

lado a otro. En dos ocasiones la Sra. González se detuvo

abruptamente, y di vuelcos por todo el acuario. Se supone que

son los canguros los que saltan, no los dragones barbudos.

¡Nunca había estado tan nervioso en mi vida!

Page 7: El punto de vista de un Dragón

6

Finalmente, para mi alivio, me llevaron al interior de la

casa y me dejaron en la habitación de Manuel. Su habitación

era totalmente distinta a lo que me había imaginado. Estaba

limpia y ordenada. Interesante, pensé. Quizás este pibe no sea

tan malo.

Me acurruqué en un rincón del acuario y dormité. Era

maravilloso estar en un lugar tranquilo al fin, lejos del alboroto del

tráfico y del aula 121. Cuando me desperté, sentí un olor a comida.

Mmmmm, puchero, pensé. Puchero es otra palabra para

referirse a la comida. Estaba pensando en unos grillos

jugosos y regordetes o una cucaracha, cuando Manuel entró

a la habitación.

—Hola, Barbu —me dijo.

Enseguida lo saludé con mi pata delantera, como saludo a

todos los chicos en el aula 121. Aprecio que me den mi puchero y mi

agua para que no me muera de hambre o deshidratación.

—Traje a casa tus cosas —me dijo mientras ponía una

caja sobre la cama. Sacó una pequeña bolsa de plástico con

gránulos y los colocó en el acuario. No los reconocí, pero olían

a comida. No eran las meriendas de proteínas para reptiles que

solía comer. Una vez, había escuchado por casualidad al Sr.

Garrett decir que había comprado mis meriendas en la misma

tienda en la que compró las del hámster, que está con los niños

de segundo grado en la sala de abajo. Comí algunos de los

gránulos. Eran extraños, pero sabrosos.

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—Desafortunadamente —continuó Manuel—, el Sr. Garrett

no tuvo tiempo de decirme todo porque había ALGUIEN

que no dejaba de interrumpirlo. Por lo tanto, simplemente me

entregó esta caja con una nota en la parte superior.

Supuse que ese ALGUIEN era Jacobo, el pibe que se

sienta junto a Manuel. Esos dos niños están siempre riñendo

y el Sr. Garrett generalmente debe separarlos.

Manuel procedió a leerme la nota: “Cuidados para tu

mascota del aula”.

1. Alimenta a tu mascota todos los días. Limita

las meriendas.

2. Asegúrate de que tu mascota tenga mucha agua limpia.

3. Asegúrate de que haga el suficiente ejercicio diario.

4. Limpia la casa de tu mascota frecuentemente”.

Dobló la nota y la colocó en su bolsillo. —Comencemos

con tu alimentación.

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De pronto, Manuel me sacó del acuario y me llevó a

la cocina.

—Disculpa, pero no tenemos grillos —explicó mientras me

ponía en el suelo junto a un bol con comida—. Mi abuela tiene

un perro que come sobras de comida para la cena, por lo que

pensé que podrías hacer lo mismo con estos restos de bistecs.

Como soy omnívoro, puedo comer de todo. El puchero

es el puchero después de todo. Los restos realmente estaban

muy buenos.

Mientras comía, sonó el timbre de la puerta y la Sra.

González entró a la cocina, seguida de un niño con un abrigo

y una gorra roja.

¿Quién era? Corrí de prisa por el piso de mosaicos en un

intento por permanecer inadvertido. ¡Era Jacobo!

Page 10: El punto de vista de un Dragón

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Cuando Manuel se dio cuenta de que era Jacobo, su

rostro enrojeció. —¿Qué quieres tú aquí? —preguntó.

—Mi mamá me hizo venir —explicó Jacobo—. El Sr.

Garrett la llamó y le preguntó si yo podía ayudarte a cuidar

a Barbu.

De mala gana, Manuel dijo: —Está bien, puedes ayudarme.

Acaba de comer y ahora necesita hacer un poco de ejercicio.

—¿Qué comió? —preguntó Jacobo.

—Bistec —respondió Manuel—. Sé que en la escuela

generalmente come grillos, pero no tenía. Entonces, pensé

qué alimento podría ser saludable y sabroso, y compartí mi

cena con él.

En ese momento, me sentí orgulloso de Manuel. No era el

chico atolondrado que parecía ser en el aula 121. Estaba haciendo

un gran esfuerzo por cuidarme bien.

Jacobo sonreía. —Bien, entonces dijiste que ahora

necesita hacer ejercicio, ¿verdad?

—Así dice la nota —respondió Manuel.

—Pero ¿cómo hace ejercicios un dragón barbudo?

¿Ejercicios? No soy, en absoluto, el tipo de lagarto que

trota un kilómetro o levanta unas cuantas pesas. Mi idea de

ejercicio es inflar la barba o hinchar los ojos. No hay mucha

necesidad de correr cuando vives en un acuario.

—Mi abuela lleva a su perra Pixie a caminar todas las

noches después de cenar —respondió Manuel—. Así que

voy a sacar a Barbu a caminar tan pronto como encuentre

una correa.

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—¿Vas a sacar a un lagarto a caminar? —preguntó Jacobo.

Había una combinación de sorpresa y diversión en su voz.

—Por supuesto —dijo Manuel—. Caminar es una buena

manera de hacer ejercicio, ¿no es cierto?

Jacobo se encogió de hombros. Manuel salió de la

habitación y regresó con una correa rosa y un collar

adornado con piedras brillantes.

—Mi hermana tenía un gato al que le gustaba salir a

caminar —le contó a Jacobo.

Cuando Manuel se acercó con la correa rosa intenté

escurrirme. Desafortunadamente, me acorralé en un rincón y

Manuel me recogió fácilmente. Me colocó el collar alrededor

en el cuello y añadió la correa. ¡Qué humillante!

Además de sentirme avergonzado por mi apariencia

con un collar y una correa, estaba preocupado por otra cosa

mucho más importante: el frío. Tan sólo esperaba que los

niños recordaran que los reptiles no están hechos para el frío.

Felizmente, lo hicieron.

—Espera un minuto —dijo Jacobo—. ¿Recuerdas que el

Sr. Garrett nos contó que la única manera para que un lagarto

se caliente es que se acueste al sol en un día caluroso?

—Tienes razón —le dijo Manuel—. No podemos sacar a

Barbu en un clima como este.

Page 12: El punto de vista de un Dragón

Jacobo levantó algo de la mesa, cerca de la pared.

—¿No es ésta una de esas almohadillas térmicas que se

pueden calentar en el microondas?

—Sí, mi madre solía calentarla cuando yo tenía

tortícolis. Conserva el calor por un largo tiempo después

de haberla calentado.

—Bueno, esta almohadilla térmica ya estará caliente

cuando salga del microondas y debería mantener a Barbu a

gusto mientras estamos afuera.

Los niños tenían razón, aunque debo confesar que,

al principio, tuve mis dudas. Pero, ya lucía ridículo

con el collar y la correa, así que llevar la almohadilla

térmica no podía de ninguna manera hacerme

ver más extravagante aún. De hecho,

la almohadilla térmica se sentía

maravillosamente caliente

cuando los niños la

ataron a mi cuerpo.

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Page 13: El punto de vista de un Dragón

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Afuera, Jacobo, Manuel y yo caminamos por la acera,

lejos de la nieve. Había unas cuantas personas más en la calle

paseando sus perros.

Cuando se nos acercaban, todos hacían lo mismo.

Primero decían: “Buen día, niños”. Luego bajaban la vista

y me veían. De pronto, se les borraba la sonrisa y sus ojos

se hacían enormes. ¡Se bajaban de la acera hacia la nieve,

tratando de alejarse de mí!

Jacobo y Manuel se reían cada vez que esto ocurría. Yo

también lo disfruté mucho. Incluso comencé a pavonearme

un poco.

Cuando finalmente regresamos a la casa, Jacobo y

Manuel estaban hablando. Resultó que a los dos les gustaban

las películas de ciencia ficción. Nunca habían hablado de ello

en clase. Me pregunté qué más tendrían en común.

Manuel me colocó en mi acuario y encendió la lámpara

del escritorio, que se sentía muy agradable y acogedora

después del frío. Me regodeaba bajo la tibia luz mientras

escuchaba a los niños hablar.

Más tarde Jacobo preguntó: —¿Qué harás mañana?

—Cuidaré a Barbu —respondió Manuel—. ¿Necesitas

ayuda? Podríamos probar distintos ejercicios con él, porque

no creo que le haya gustado la nieve realmente.

¡No te equivocas!, pensé mientras dormitaba.

—Manuel —preguntó Jacobo—, ¿miraste dentro de esta

caja que te dio el Sr. Garrett?

—No, todavía no —respondió Manuel.

Page 14: El punto de vista de un Dragón

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Esto despertó mi interés y espié a través del costado del

acuario. Jacobo sostenía una pequeña caja con algo escrito en

ella. —Acá dice Meriendas para hámsteres.

Manuel corrió hacia Jacobo.

—¡Oh, no! Estos gránulos son similares a los que le di

a Barbu apenas llegó a casa hoy. El Sr. Garrett había puesto

algunos en una bolsa plástica sin rótulo. ¡No sabía que en

realidad eran golosinas para hámsteres!

—Lamento haberte dado los gránulos equivocados,

Barbu —se disculpó Manuel.

En ese momento deseé poder hablar. Les hubiera dicho

a los niños que no se preocuparan; las meriendas para

hámsteres eran sabrosas, y estaba muy agradecido de que

Manuel y Jacobo me cuidaran con tanta dedicación.

—Y mira esto —continuó Jacobo—. Aquí hay una rueda

de ejercicios para hámsteres. Barbu es demasiado grande

para usar una rueda de ejercicios. ¡El Sr. Garrett debe haberte

dado la caja equivocada!

Manuel y Jacobo se miraron fijamente y luego clavaron

su mirada en mí. Se hizo una larga y preocupada pausa.

Finalmente, Manuel dijo: —Creo que va a estar bien. Es

omnívoro, por lo tanto, el alimento para hámsteres no

debería hacerle mal. Podemos investigar un poco sobre la

mejor manera de cuidarlo de ahora en adelante. ¡Juntos

podremos ingeniárnoslas!

Page 15: El punto de vista de un Dragón

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Jacobo regresó a su casa poco después, y Manuel y yo

nos quedamos solos. Pensé en cómo Jacobo y Manuel nunca

se llevaban bien en la escuela, pero esta noche parecía que

realmente estaban a gusto juntos.

Bueno, ha sido un largo y frío día. Creo que me

acurrucaré bajo la lámpara del escritorio de Manuel y cerraré

los ojos. Sé que comí meriendas para hámsteres, pero eso no

me hace nocturno como un hámster. Los dragones barbudos

somos diurnos, por lo tanto, voy a descansar por la noche

como cualquier buen cristiano. Quién sabe qué extrañas

proezas me harán hacer esos niños mañana. Quizás, me

hagan nadar en la bañera. O correr en alguna especie de

tonta rueda de ejercicios para dragones barbudos. Supongo

que me enteraré pronto. Buenas noches, compañero.

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El punto de

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