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Eley- Thompson Diálogos y Contro_1

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  • h6toorrai BIBLIOTECA 18

    Perry Anderson, Geoff Eley, Anthony Giddens, Bryan D. Palmer, William H. Sewell, Jr

    y Ellen Meiksins Wood

    E. P. Thonipson dilogos y

    controversias

  • Los captulos de Geoff Eley, William H. Sewell Jr. y Ellen Meiksins Wood fueron origi-nalmente publicados en Harvey J. Kaye y Keith McLelland (eds.), EP Thomson. Criti-cal Perspectives, 1990. El captulo de Bryan D. Palmer apareci en Social History, vol. 38/2 (1993). El captulo de Anthony Giddens forma parte de Social Theory and Modern Sociology, 1987. Y el captulo de Perry Anderson fue originalmente publicado en London Review of Books, 21'de octubre de 1993.

    NDICE

    Presentacin de Jos A. Piqueras 7

    Traducciones de Marina Sanchis (G. Eley, E. M. Wood, P. Anderson) M. Ferrandis Garrayo (W. H. Sewell, ir.) Teresa Casado (B. D. Palmer) Jos Carazo (A. Giddens)

    Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica: la formacin de un espacio pbli-co de la clase obrera, 1780-1850

    William H. Sewell, Jr. Cmo se forman las clases: reflexiones cr-ticas en torno a la teora de E. P. Thomp-son sobre la formacin de la clase obrera

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    Ellen Meiksins Wood Entre las fisuras tericas: E. P. Thompson y el debate sobre la base y la superestruc-tura

    Bryan D. Palmer La teora crtica, el materialismo histrico y el supuesto fin del marxismo: retorno a La miseria de la teora

    Anthony Giddens Fuera del mecanicismo: E. P. Thompson sobre conciencia e historia

    Perry Anderson Diario

    Centro Francisco Toms y Valiente UNED Alzira-Valencia Fundacin Instituto de Historia Social

    Casa de la Misericordia, 34 46014 Valencia

    Los autores, 2008

    Diseo Estudio Paco Bascun

    Imprime Artes Grficas Soler, S. L.

    La Olivereta, 28 46018 Valencia (Espaa)

    ISBN 978-84-95484-86-4

    Depsito legal V. 1.762 - 2008

    Foto cubierta La libertad de prensa, grabado annimo (1797) Bilsliothque Nationale, Pars

    115

    153

    201

    231

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  • 18 Presentacin

    expertos. Y Thompson, a travs de su obra y de las impugnaciones que la toman como punto de referencia beligerante, respetando sus argumentos, contina siendo para los historiadores sociales un va- lioso auxiliar a la hora de iluminar problemas y de pensar explica- ciones histricas. Pues con Thompson, el historiador podra hacer lo que ste escribi en su biografa de William Morris, quien en lugar de esforzarse por ser marxista, dijo, se congratulaba de que Marx estuviera con ellos en el movimiento socialista.

    Jos A. PIQUERAS ARENAS Universitat Jaume I

    EDWARD THOMPSON, HISTORIA SOCIAL Y CULTURA POLTICA: LA FORMACIN DE UN ESPACIO PBLICO DELA CLASE OBRERA, 1780-1850*

    Geoff Eley

    T A tradicin que existe entre los historiadores de teorizar sobre la formacin de los estados y el desarrollo poltico es muy po-

    bre. La mayora parece satisfecha con una categora de lo poltico concebida de manera limitada, una nocin del proceso poltico al- tamente institucionalizada y un modo de anlisis narrativo relacio- nado principalmente con las elecciones, partidos y parlamentos. Incluso, a priori, se desprecian las cuestiones tericas bsicas. Desde el carcter del Estado y sus relaciones con la economa y la sociedad civil, pasando por los procesos de articulacin de intere- ses y la formacin de bloques sociales, hasta el equilibrio entre coaccin y consenso en el sistema de gobierno, los potenciales pa- ra conformidad y oposicin, y las bases de cohesin del orden so-

    * Esta es una versin abreviada y revisada de un ensayo que apareci origi- nalmente en Archiv fr Sozialgeschischte, XXI (1981), pp. 427-457, bajo el ttulo, "Replantendose lo Poltico: Historia Social y Cultura Poltica en la Gran Bretaa de los siglos xvm y xix". La versin anterior contena extensos debates de las es- feras pblicas del siglo xvm y del radicalismo popular entre los aos 1790 y 1830, que han sido omitidos en el presente texto. Por lo dems he intentado tener en cuenta algunas de las discusiones sin alterar la estructura bsica del razona- miento.

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  • 20 Geoff Eley

    cial, los rasgos inherentes a la cultura poltica nacional rara vez se tratan como tales.

    Los historiadores britnicos no son ni mejor ni peor que otros en este sentido. Los mejores debates sobre el desarrollo poltico britnico en los aos 60 como el habido entre Edward Thompson y Perry Anderson-Tom Nairn no provienen del mbito del oficio, teniendo un impacto muy escaso en el discurso autocomplaciente de la historia poltica britnica) En cambio, se ha canalizado la energa hacia controversias ms particularizadas y mucho menos intimidatorias para los lmites convencionales del debate en la dis-ciplina, tales como la naturaleza de los partidos a principios del si-glo xvm, el conflicto entre laissez-faire y el intervencionismo del Estado a mediados del siglo xix o los orgenes del Estado de bien-estar. En este sentido, la enorme expansin de la historia social no ha sido de gran ayuda ya que la mayora de historiadores de lo so-cial ha sido notoriamente indiferente al mismo tipo de cuestiones:

    ' Para el intercambio en cuestin, la serie de ensayos en New Left Review y The Socialist Register durante 1964-1966, ver Richard Johnson, "Barrington Moo-re, Perry Anderson, and English Social Development", en Stuart Hall et al. (eds.), Culture, Media, Language, Londres, 1980, pp. 48-70; Keith Nield, "A Symptoma-tic Dispute? Notes on the relation between Mandan theory and historical practice in Britain", en Social Research, 47 (1980), pp. 479-595; Perry Anderson, Argu-ments Within English Marxism, Londres, 1980. Recientemente Anderson ha vuel-to a las tesis originales en "The Figures of Descent", New Left Review, 161 (1987), pp. 20-77, con la subsecuente crtica de Michael Barratt Brown, "Away with All the Great Arches: Anderson's history of British capitalism", New Left Re-view, 167 (1988), pp. 22-51. Ver tambin Philip Corrigan y Derek Sayer, The Great Arch. English State Formation as Cultural Revolution, Oxford, 1985; Geoffrey Ingham, Capitalism Divided: The City and Industry in British Social Develop-ment, Londres, 1984; y David Sugarman, "Law, Economy and the State in En-gland, 1750-1914: some major issues", en David Sugarman (ed.), Legality, Ideo-logy and the State, Londres/Nueva York, 1983, pp. 214-266. De nuevo, estos contribuyentes ms recientes son ms socilogos que historiadores por su forma-cin. De la misma forma, no ha habido prcticamente debate sobre Social Origins of Dictatorship and Democracy (Harmondsworth, 1966) de Barrington Moore Jr. entre los historiadores britnicos en comparacin con la historiografia alemana, donde Moore ha sido fundamental durante los ltimos veinte aos.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 21

    un inters en la extensin de la accin de gobierno (como las Le-yes del Pobre, la legislacin en educacin o el derecho penal) ra-ramente ha desembocado en una reflexin ms sistemtica sobre las formas del poder del Estado. De nuevo, las contribuciones pa-recen venir de autores que por afiliacin profesional no son estric-tamente historiadores.'

    Al mismo tiempo, la historia social de finales de los aos 60 desarroll un importante potencial en este sentido. En particular, se ampli el reconocimiento del lugar de lo "poltico" en la vida social, pasando el anlisis del ruedo institucional de partidos y otras instituciones pblicas, al campo de la "sociedad" y la "cultu-ra". Por entonces esto estaba conectado con propuestas sobre esti-los de vida alternativos y subjetividad radical, y con la populari-dad de la teora desviacionista, la idea de alienacin y las lecturas del joven Marx, lneas que a largo plazo dieron lugar al anlisis fe-minista, al florecimiento de los estudios culturales y a la apropia-cin de Gramsci y otros tericos culturales. Potencialmente esto ciment la poltica de manera ms profunda en un contexto social, confiriendo a las relaciones sociales y a la vida cotidiana un nuevo sentido poltico. Nuestra interpretacin del poder, la dominacin y la autoridad y sus posibles fuentes de resistencia se transform gracias a estos planteamientos. La historia social estaba engen-drando una concepcin radicalmente desinstitucionalizada del proceso poltico, cuyo impacto en la historia poltica era poten-cialmente enorme.

    Hasta este momento tales posibilidades han tenido una repercu-sin limitada en la prctica de los historiadores sociales y polticos.

    Ver la obra producida bajo los auspicios del curso del Centre for Contempo-rary Cultural Studies de Birmingham y la Open University "State and Society": Mary Langan y Bill Schwarz (eds.), Crisis in the British State, 1880-1930, Lon-dres, 1985; Gregor McLennan, David Held y Stuart Hall (eds.), State Society in Contempormy Britain, Cambridge, 1984. Ver tambin David Nicholls, "Fractions of Capital: the Aristocracy, the City and Industry in the Development of Modern British Capitalism", Social History, 13 (1988), pp. 71-83, que tambin es una contribucin ms al debate mencionado en la nota 1.

  • 22 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 23

    Una manera de conectarlo con el siglo xviii es a travs del con- cepto de 'espacio pblico'. Como propuso Jrgen Habermas, ste es "un espacio que media entre la sociedad y el Estado, en el que lo pblico se organiza a s mismo como el portador de la opinin pblica"? Se origin a finales del siglo xviii con el aumento de la participacin poltica y de la cristalizacin de los ideales de ciuda- dana, una consecuencia de la lucha contra el absolutismo (o, en el caso britnico, que permiti el fortalecimiento de la monarqua constitucional) y un intent5 de transformar la arbitrariedad en au- toridad racional, sujeta al escrutinio de la ciudadana organizada en un cuerpo pblico bajo la proteccin de la ley. Se relacion con la demanda de un gobierno representativo y una constitucin libe- ral, junto con las libertades civiles bsicas ante la ley (expresin, prensa, reunin, asociacin, conciencia y religin, habeas corpus, etc.). Socialmente, naci de las aspiraciones de una burguesa triunfante y con conciencia de su identidad, cuyas funciones eco- nmicas y estatus social implicaban una agenda de transformacio- nes acumulativa.

    En este sentido, el espacio pblico deriv slo parcialmente de las demandas intencionadas de los reformadores y de su articula- cin en el gobierno. Es ms, bsicamente requiri la transforma- cin previa de las relaciones sociales, su condensacin en nuevas disposiciones institucionales y la generacin de un nuevo discur- so poltico, social y cultural alrededor de este entorno cambiante.

    Jrgen Habermas, "The Public Sphere", New German Critique, 3 (1974), p. 49. Habermas present originariamente su tesis en Strukturwandel der Offentlich- keit, Neuwied, 1962, su primera y menos conocida obra en el mundo de habla in- glesa. Para un estudio sobre su acogida ver Meter Hohendahl, "Critical Theory, Public Sphere, and Culture: Jrgen Habermas and his Critics", New German Cri- tique, 16 (1979), pp. 89-118. Se ha seguido explorando estas ideas en una serie de libros de John Keane, aunque sorprendentemente incluyendo muy poco debate so- bre el propio Strukturwandel: Public Life and Late Capitalism, Cambridge, 1984; Democracy and Civil Society, Londres, 1988; y Civil Society and the State. New European Perspectives, Londres, 1988. MIT Press ha prometido sacar una traduc- cin de Strukturwandel para 1989.

    Los impulsos polticos programticos y deliberados emergieron con ms fuerza donde los procesos subyacentes de desarrollo so- cial estaban reestructurando el contexto general de comunicacin social. El espacio pblico presupuso esta mayor acumulacin de cambios socio-culturales. Se relacion con la expansin de la cul- tura urbana de provincias como el novedoso escenario para una vida pblica organizada localmente, con una nueva infraestructu- ra de comunicacin social (incluyendo la prensa y otros medios literarios, el aumento de un pblico lector, la mejora del transpor- te y de centros de socializacin adaptados tales como los cafs, las tabernas y los clubes) y con un nuevo universo de asociacin voluntaria. Al mismo tiempo, estas nuevas condiciones se acom- paaron de un resurgimiento de la poltica parlamentaria, origina- ria de la dcada de 1760 y que fue asentndose durante los arios siguientes.4

    El nacimiento de un espacio pblico requiri tambin de una transformacin de las relaciones de autoridad. Por decirlo de otro modo, la reconstitucin de la autoridad a travs de las modalida-

    Este argumento se ha desarrollado de manera ms extensa en Eley, "Re- thinlcing the Political", pp. 428 ff. Est basado en una amplia literatura secundaria, de los que los ms importantes son los siguientes escritos: John Brewer, "Com- mercialization and Politics", y J.H. Plumb, "Commercialization and Society", en Niel McKendrick, John Brewer y J.H. Plumb, The Birth of a Consumer Society, Londres, 1982, pp. 197-262 y 265-334; Peter Borsay, "The English Urban Re- naisssance: The Development of Provincial Urban Cultura c. 1680-c. 1760", So- cial History, 2 (1977), pp. 581-604; P.J. Corfield, The Impact of English Towns, 1700-1800, Oxford, 1982; John Brewer, Party Ideology and Popular Politics at the Accession of Geroge Cambridge, 1976; John Brewer, "English Radicalism in the Age of George III", en J.G.A. Pocock (ed.), Three British Revolutions: 1641, 1688, 1776, Princeton, 1980, pp. 265-288; Linda Colley, In Defiance of Oligarchy: The Tory Party, 1714-1760, Cambridge, 1982; John Money, Experi- ence and Identtity. Birmingham and the West Midlands, 1760-1800, Manchester, 1977; Nicholas Rogers, "The Urban Opposition to Whig Oligarchy, 1720-60", en Margaret Jacob and James Jacob (eds.), The Origins of Anglo-American Rad- icalism, Londres, 1984, pp. 132-148; y Linda Colley, "Whose Nation? Class and National Consciousness in Britain 1750-1830", Past & Present, 113 (1986), pp. 97-117.

  • 24 Geoff Eley

    des institucionales e ideolgicas del espacio pblico provoc que se reemplazara lo que en trminos britnicos del siglo XVIII impli-caba la existencia de una estructura previa de paternalismo de la gentry. Adems, si esa estructura de relaciones hegemnicas estaba en decadencia para ser reemplazada de modo gradual e irregular por otra (la cultura poltica parlamentaria organizada alrededor de un nuevo tipo de relaciones entre el gobierno central y local con el poder social de las clases dominantes), cmo iban las masas a reintegrarse en esta nueva situacin? cules fueron las conse-cuencias para el orden pblico? cul fue el equilibrio entre me-dios conciliadores y represivos? cmo se dirigi la labor de la re-novacin ideolgica? cules fueron los recursos de las clases populares y con cunto xito se movilizaron para la resistencia?

    Teniendo en cuenta estas consideraciones, quiero utilizar el trabajo de Edward Thompson para reflexionar acerca de algunos aspectos de la cultura poltica britnica de los siglos XVIII y xix. En primer lugar, quiero destacar la propia contribucin de Thomp-son al tema combinando y yuxtaponiendo su obra del siglo XVIII con la ms temprana La formacin de la clase obrera. A regln seguido tratar de desarrollar un razonamiento sobre ciertos ras-gos del cartismo como movimiento popular nacional que critica la visin de la formacin de la clase obrera propuesta por Thompson en la poca pre-cartista. En particular, este ltimo argumento ne-cesita de una atencin ms focalizada en la organizacin poltica nacional y en el papel de la poltica para la creacin de un senti-miento de colectividad de clase. Concluir con algunas observa-ciones generales acerca del problema de la conciencia y la forma-cin de la clase obrera.'

    A parte de The Making of the Working Class, Londres, 1963, los escritos re-levantes de Thompson son los siguientes: "Time, Work-discipline, and Industrial Capitalism", Past & Present, 38 (1967), pp. 59-97; "The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth Century", Past & Present, 50 (1971), pp. 76- 131; "Rough Music: le charivari anglais", Annales E.S.C., 27 (1972), pp. 285- 312; "Patrician Society, Plebeian Culture", Journal of Social History, 7 (1973- 1974), pp. 382-405; "Anthropology and the Discipline of Historical Context",

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 25

    II

    A grandes lneas, la obra de Thompson ha tratado de "la cultu-ra popular" en un sentido neo-antropolgico suave y generalizado que ha sacrificado el debate de las cuestiones polticas por la con-tinua bsqueda de "la historia desde abajo". Esto, junto con una presunta falta de atencin a la economa, contribuy durante la d-cada de 1970 a difundir la acusacin de "culturalismo". 6 Sin em-bargo, tanto en su obra anterior como posterior, el propio Thomp-son pone especial atencin en ambas dimensiones la poltica y la econmica mientras que las conceptualizaciones por l elegidas dejan mucho espacio para el debate resulta completamente impro-cedente acusarle de simple negligencia. En particular, su explora-cin de las prcticas tradicionales del siglo XVIII se ha ido locali-

    Midland History, 1 (1972), pp. 41-55; Whigs and Hunters: The Origin of the Black Act, Harmondsworth, 1975; "The Crime of Anonymity", en Douglas Hay et al. (eds.), Albion 's Fatal Tree. Crime and Society in Eighteenth-Century En-gland, Harmondsworth, 1975, pp. 255-344; "The Grid of Inheritance: A Com-ment", en Jack Goody, Joan Thirsk y Edward Thompson (eds.), Family and Inhe-ritance. Rural society in Western Europe, 1200-1800, Cambridge, 1976, pp. 328-360; "Eighteenth Century English Society: Class struggle without Class?", Social History, 3 (1978), pp. 133-166; y Folklore, Anthropology, and Social His-tory, Brighton, 1979.

    6 Ver Richard Johnson, "Edward Thompson, Eugene Genovese, and Socialist-

    Humanist History", History Workshop Journal, 6 (1978), esp. pp. 90 ff., y dos tex-tos del mismo autor: "Culture and the Historians", y "Three Problematics: Ele-ments of a Theory of Working-class Culture", en John Clarke, Chas Critcher y Richard Johnson (eds.), Working-class Culture. Studies in History and Theory, Londres, 1979, pp. 41-76, 201-307. Para el subsiguiente debate, ver las contribu-ciones de Stuart Hall, Richard Johnson y el mismo Thompson al "Culturalism: Debates around The Poverty of Theory", en Raphael Samuel (ed.), People 's His-tory and Socialist Theory, Londres, 1981, pp. 375-408; y Susan Magarey, "That Hoary Old Chestnut, Free Will and Determinism: Culture vs. Structure, or History vs. Theory in Britain", Comparative Studies in Society and History, 29 (1987), pp. 626-639. Ver tambin Gregor McLennan, "E.P. Thompson and the Discipline of Historical Context", en Richard Johnson et al. (eds.), Making Histories. Studies in History-writing and Politics, Londres, 1982, pp. 96-130.

  • 26 Geoff Eley

    zando de manera progresiva en el anlisis de la descomposicin de la economa de posesin, constituido por un "denso nexo socio- econmico" de "derechos de uso coincidentes" las costumbres de herencia, la realidad de lo que se estaba heredando, el carcter de la economa, las normas seoriales o sobre los usos de la tierra, la Ley de Pobres.7 Uno de los principales logros de Thompson ha sido el de insistir en el hecho que en sociedades concretas, lo "cul- tural" influye directamente en las relaciones econmicas y de mercado, o mejor dicho, que la actividad productiva se inserta en un denso tejido de prcticas tradicionales. A pesar de que sus pri- meras incursiones en el siglo xvnt combinaron, sin duda, con de- masiada facilidad las particularidades de un capitalismo agrario transformado con la nocin tpica ideal de una economa tradicio- nal paternalista, sta ya no es una crtica razonable.'

    Adems, en el desarrollo de este anlisis de la lgica de las prcticas agrarias capitalistas arraiga un razonamiento estimulante e innovador referente a la naturaleza del Estado del siglo xvitt. Al proceder de una disolucin parcial e irregular de la autoridad leg- tima localmente especificada "el viejo paternalismo en un mo- mento de crisis" y en la ausencia de un fuerte estado burocrtico bajo el modelo continental, Thompson sugiere que la dominacin poltica se "localiz, en primer lugar, en una hegemona cultural y slo en segundo lugar en una expresin del poder fsico (militar) o econmico". Al carecer de un aparato policial o militar centraliza- do, con la Iglesia debilitada como instrumento proveedor de con- formidad, la clase dominante no tuvo ms opcin que tolerar cier- ta efervescencia en lo que se refiere a movimientos populares. En Whigs and Hunters Thompson alega convincentemente que el me- dio de la dominacin hegemnica era la regla de la ley, no como un mero instrumento de poder de clase sino como una unidad

    ' Thompson, "The Grid of Inheritance", pp. 328, 342 y 347. Ver Thompson, "The Moral Economy", y el comentario de Elizabeth Fox

    Genovese, "The Many Faces of Moral Economy", Past & Present, 58 (1973), pp. 161-168. Segn "Patrician Society, Plebeian Culture", sta ya no era la cuestin.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 27

    compleja y relativamente autnoma de funciones contradictorias, al mismo tiempo coactivas, instrumentales y desconcertantes pero tambin restrictivas, equitativas dentro de ciertos lmites y, por lo tanto, legitimadoras:

    La hegemona de la gentry y la aristocracia del siglo xviu se expres, ante todo, no con fuerza militar, no en los miste- rios de un sacerdocio o de la prensa, incluso no en la coaccin econmica, sino en los rituales del estudio de los jueces de paz, en las quarter-sessions, en la pompa de los assizes y en el theatre de Tyburn.

    ste fue un legado especfico del siglo xvn, que defendi si- multneamente los derechos de propiedad contra la arbitrariedad de las incursiones reales, y gracias a esta virtud otorg un medio de resarcimiento potencial a los ms humildes, a saber, los "no- propietarios" que pudieron disfrutar de "derechos sobre la propie- dad o derechos de uso agrario nimios cuya definicin era inconce- bible fuera de las formas de la ley".

    La cuestion tiene enormes implicaciones para nuestra interpre- tacin del Estado del siglo xviti ya que, en base a este razonamien- to, las funciones del poder de Estado habran pasado de un aparato central a una reciprocidad inestable entre una mano de obra libre a medias y una gentry parcialmente paternalista, entre una "sociedad patricia" y una "cultura plebeya". Dicha reciprocidad de relaciones entre gentry y pueblo fue permitida en este sentido determinada por la propia debilidad del Estado. sta ltima se caracteriz por una "incapacidad para utilizar la fuerza con prontitud, por una bene- volencia ideolgica hacia las libertades del sbdito y por una bu- rocracia superficial y tan plagada de sinecurismo, parasitismo y clientelismo que apenas contaba con una presencia independiente". La "libertad del pueblo" fue, de hecho, "el precio que la aristocra- cia y la gentry pagaron por una monarqua limitada y un Estado dbil". Proporcion "el contexto estructural central para la reci- procidad de relaciones entre gobernantes y gobernados". Por con-

  • siguiente, la naturaleza del sistema poltico no se puede compren-der sin adentrarse ms all de los pasillos de Westminster, en el te-rritorio de una historia social "no politizada" que de forma habi-tual se abandona alegremente. Los historiadores polticos que se dedican al siglo xvm ignoran por completo este contexto. Como dice Thompson: "definir el control en trminos de hegemona cul-tural no es abandonar tentativas de anlisis sino preparar el anlisis desde los puntos en que este debera de plantearse: en las imge-nes del poder y la autoridad, y en la mentalidad popular de subor-dinacin". 9

    La importancia de la obra de Thompson en lo que ahora nos concierne se puede resumir como sigue. En primer lugar, y como ya se ha insinuado, lo que Thompson propone es una revisin ra-dical de nuestra interpretacin del proceso poltico. A pesar de que su propio enfoque formal sea la "cultura", est explcitamen-te motivado por el inters que demuestra tanto por las dislocacio-nes sociales del desarrollo capitalista como por las formas cam-biantes del poder del Estado. De hecho, su obra ha ido abriendo brechas sistemticamente en la antigua frontera disciplinaria en-tre lo "poltico" y lo "social", preocupndose principalmente por las bases cambiantes de la dominacin poltica, inters para el que el vocabulario conceptual del anlisis "gramsciano" ("hege-mona") resulta completamente apropiado. En este sentido, ni la prctica del gobierno (la expansin de la estabilidad poltica, el auge y cada de la oligarqua whig) ni la expansin de la cultura poltica provincial pueden debatirse adecuadamente sin explorar procesos ms amplios de negociacin ideolgica popular de los que normalmente se engloban en la mayora de historias polti-cas. 10

    9 Citas como sigue: Thompson, "Patrician Society, Plebeian Culture", pp. 387 y 403; y Whigs and Hunters, pp. 262 y 264.

    ' Tanto Brewer, Party Ideology and Popular Politics, como Money, Experien-ce and Identity, estn cerca de satisfacer esta necesidad. Ver tambin Nicholas Ro-

    En segundo lugar, la emergencia de un pblico burgus o de clase media no se defini nunca nicamente por la lucha contra el absolutismo, sino que tambin trat necesariamente los problemas de la contencin popular. Hasta ese punto "el espacio pblico" se define menos como el logro especfico clasista y autnomo de la ciudadana burguesa que como el escenario estructurado donde tiene lugar la disputa cultural e ideolgica esto es, el dominio p-blico donde la autoridad se constituye como legtima y se expone a la revisin popular, tanto dentro como fuera de los trminos aceptados del discurso dado. En este sentido, el tratamiento que Thompson hace del pueblo tiene que ver principalmente con la problemtica del espacio pblico. Las tres caractersticas que dis-tinguen la accin popular del siglo xvm para Thompson la tra-dicin annima, el contrateatro de la amenaza y la sedicin, la accin directa de la multitud proporcionan los materiales que Brewer utiliz para crear una "estructura alternativa de la poltica" posteriormente.

    En tercer lugar, la visin del florecimiento de un pblico "ple-beyo" en el espacio que deja un Estado dbil y no burocrtico con-tiene un slido argumento en lo que se refiere a la particularidad de la historia inglesa si la comparamos, p.e. con Francia o Alema-nia, ligando la interpretacin de la Guerra civil como Revolucin inglesa. Esta tesis fue desarrollada de manera convincente en los primeros escritos de Thompson durante la dcada de 1960. En este sentido la conexin con la idea de espacio pblico de Habermas se muestra de forma mucho ms clara, ya que el imperio de la ley en el siglo xvm consista en un legado especfico de las luchas del si-glo xvii contra la arbitrariedad de la realeza que, entre otras cosas, sirvi de cimiento para la autoridad legtima del acaudalado bajo

    gers, "Aristocratic Clientage, Trade and Independency: Popular Politics in pre-Ra-dical Westminster", Past & Present, 61 (1973), pp. 70-106; Rogers, "Popular Protest in Early-Hanoverian London", Past & Present, 79 (1978), pp. 70-100; y John Brewer y John Styles (eds.), An Ungovernable People: The English and their Law in the Seventeenth and Eighteenth Centuries, Londres, 1980.

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  • 30 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 31

    la majestuosidad y neutralidad de la ley. El radicalismo del siglo xvii tambin inaugur una serie de tradiciones intelectuales que volvieron a emerger con fuerza en los arios 70. Lo que no resulta tan claro es cmo estas ideologas formales (p.e. la tradicin dis- crepante del protestantismo radical, o la idea del "derecho natural" del hombre ingls) influyen en el concepto ms reciente de Thompson de cultura plebeya generalizada."

    En cuarto lugar, la sofisticada concepcin de lo poltico de Thompson est en completa continuidad con su celebrado anli- sis de la formacin de la clase obrera en Inglaterra. Hay, en esta obra ms temprana, un nfasis a ultranza en la importancia de las determinaciones polticas que no deja traslucir la etiqueta "cultu- ralista" de la "historia desde abajo" con la que se le ha relaciona- do a posteriori. En el razonamiento de Thompson la clase obrera se "forma" no slo desde sus experiencias de produccin bajo el impacto de la industrializacin, sino tambin desde una compleja conjetura poltica, que comprende tanto las antiguas tradiciones libertarias, como las ms recientes de democracia e igualitarismo y, lo ms decisivo de todo, la accin represiva del Estado y las formas de resistencia popular que provoc. De hecho, en muchos

    " Ver esp. Thompson, Making of the Working Class, pp. 17-101, y la afirma- cin de la p. 830 ff.: "Quizs fuese una formacin nica, esta clase obrera de 1832. El lento y poco sistemtico acrecentamiento de la acumulacin de capital haba significado que los preliminares de la Revolucin industrial se alargaron durante cientos de arios. Desde la poca de los Tudor en adelante esta cultura arte- sana se fue haciendo ms compleja en cada fase de cambio tcnico y social. Dela- ney, Dekker y Nashe; Winstanley y Lilburne; Bunyan y Defoe todos han hecho referencia a ella. Enriquecidos por las experiencias del siglo xvn, llevando a tra- vs del siglo xvin las tradiciones intelectuales y libertarias que hemos descrito, formando sus propias tradiciones de mutualidad en las sociedades de socorros mutuos y los clubs de negocios, estos hombres no pasaron en una sola generacin del campesinado a la nueva ciudad industrial. Sufrieron la experiencia de la Revo- lucin industrial como ingleses nacidos libres y que saban expresar sus ideas". Las afirmaciones referentes a la ideologa popular son ms especficas en la obra anterior que en la ms reciente.

    sentidos La formacin de la clase obrera trata sobre la descom- posicin final de la antigua estructura de la poltica paternalista antes sealada.

    Tomando la obra de Thompson en su conjunto, parece haber cuatro factores de fundamental importancia que explican esta transicin:

    1. el incremento de la presencia poltica de una nueva e inde- pendiente clase media; basada en parte en

    2. la creciente penetracin de las relaciones capitalistas en la industria y la agricultura;

    3. el clima ideolgico global, que comprende tanto (a) la reac- cin contra la Revolucin francesa como (b) el triunfo de la eco- noma poltica; y, finalmente,

    4. el reto de un nuevo radicalismo popular, que se nutri asi- mismo de estos tres factores.

    Se cree que estos elementos confluyeron en un complejo pro- ceso de cambio entre los arios 1790 y la Ley de Reforma de 1832 que, bsicamente, volvi a trazar las lneas del conflicto social y poltico y cre el entorno para el cartismo. Esto surge claramente de estudios locales, donde la magistratura se encuentra incmoda- mente suspendida entre lo viejo y lo nuevo: enfrentndose a la transformacin del comercio de granos y el abuso del laissez- faire, acuciada por las instrucciones del Ministerio del Interior que les insta a tomar la lnea dura sobre el control de precios y los al- borotadores del grano, mientras observan cmo la economa moral da pie a la agitacin poltica y al naciente unionismo comercial, aunque mitigando los peores excesos de la represin poltica y ju- dicial.0 El anlisis del radicalismo popular tambin ha desgastado

    " Ver esp. los dos excelentes estudios: Roger Wells, "The Revolt of the South-West, 1800-1801: A Study in English Popular Protest", Social History, 2 (1977), pp. 713-744; y Alan Booth, "Food Riots in the North-West of England 1790-1801", Past & Present, 77 (1977), pp. 84-107.

  • 32 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 33

    en buena parte la polmica hostilidad de Thompson en sus prime- ras crticas, y ahora parece bastante claro que la desaparicin del paternalismo dej un espacio abierto para el florecimiento de la ideologa transicional del jacobismo en Inglaterra. Como dice Thompson, durante la dcada de 1790, "la relacin de reciproci- dad se rompi. Al romperse en ese mismo momento, la gentry perdi la hegemona cultural de la que tan segura estaba. De re- pente, el mundo ya no pareca estar delimitado en cada punto por sus reglas ni vigilado por su poder. Un hombre era un hombre, por todo eso".13

    La dificultad ms importante surge probablemente con el pri- mero de los cuatro factores expuestos por Thompson: la difusin de una poltica independiente de clase media. Por un lado, a esta clase nicamente se le otorga un papel de clientelismo subordina- do y dependiente dentro de la estructura poltica en el siglo xviii. "Como peritos, abogados, tutores, administradores, comerciantes, etc. sus miembros estaban contenidos dentro de los lmites de la dependencia", y "al menos en las primeras siete dcadas del siglo no encontramos una clase media industrial o profesional que pon- ga freno de manera efectiva al poder predador de la oligarqua"." La burguesa comercial de mercaderes y banqueros haba alcanza- do un alto nivel de independencia y conciencia de su propia iden- tidad, especialmente entre la lite de regidores de Londres, aunque esto nicamente confirm el mismo sndrome: los elementos de la alta burguesa estaban bien integrados en "la heterognea pero unificada clase dominante de la era de los Hannover, y como tales no desafiaban las relaciones paternalistas dadas".'5 Sin embargo, por otro lado, a la clase media se le otorg un papel clave en la es- timulacin del radicalismo del nuevo artesanado de los arios de 1790: "ya que en el momento de la ruptura ideolgica con el pa-

    13 Thompson, "Eighteenth-century English Society", p. 165. Ibid., p. 143.

    15 Nicholas Rogers, "Money, Land and Lineage: The Big Bourgeoisie of Ha- noverian London", Social Histozy, 4 (1979), pp. 437-454.

    ternalismo, en la dcada de 1790, surgi en primer lugar menos desde la cultura plebeya que desde la cultura intelectual de la cla- se media discrepante, y desde all se transmiti a los artesanos".16 Actualmente ste es un punto de debilidad en la obra de Thomp- son. Sus rechazos a los controles independientes de la clase media sobre la Vieja Corrupcin pueden aceptarse sin dificultad, pero es- to en cuenta, la aparicin de una intelligentsia discrepante que apoya o permite el desarrollo de un radicalismo paynetiano se pa- rece ms a un deus ex machina.

    Cmo afrontarlo? El nfasis de Brewer en la "reconfiguracin de la poltica" en la dcada de 1760 ofrece una solucin ya que, al no cerrarse el frente de la oligarqua parlamentaria, se cre un nue- vo espacio para la oposicin legtima y seal hacia los dos punta- les de un futuro programa reformista, racionalizacin burocrtica y reforma constitucional general. Las cuestiones se exageraron du- rante la crisis constitucional de 1782-1784, que, junto al impacto de la Guerra americana ayud a sentar los cimientos de la oposi- cin parlamentaria a largo plazo y la base ideolgica de los parti- dos. Estos cambios tuvieron su equivalente en las provincias de la mano del vital Movimiento por la Asociacin de finales de los aos 70 del siglo xviti. Por otra parte, hay pocas dudas sobre el hecho de que el proceso de formacin cultural urbana llevar a un examen ms profundo en este sentido. Pero, en general, la naturaleza de la presencia de la nueva clase media, su sociologa y sus formas de cohesin ideolgica requieren de un anlisis ms profundo que el hasta ahora llevado a cabo por Thompson. La "formacin de la cla- se media en Inglaterra" a pesar del nfasis puesto en el concepto de clase como relacin sigue siendo la dimensin que falta en la obra de Thompson.

    Parte del problema se debe a una falta de especificidad socio- lgica. Tal y como Thompson lo utiliza, el trmino "plebe" puede prestar el mismo servicio que otros trminos tales que "el pueblo",

    16 Thompson, "Eighteenth-century English Society", p. 163 ff.

  • 34 Geoff Eley

    "la clase baja" o incluso "la multitud"." En cada caso el trmino connota un fenmeno social heterogneo cuya composicin varia-ba segn la situacin y los motivos, y cuyas formas de aparicin se definieron principalmente por medio de la ideologa o la cultu-ra. Como dice Thompson, "en las cuestiones de las que emergen la mayora de los disturbios: cuando las 'plebes' se unen como consumidores insignificantes, como personas que pagan impues-tos o que los evaden (contrabandistas), o en otros asuntos liberti-nos, econmicos o patriticos lorizontales'".' 8 Esto se tradujo en un bloque social muy inestable y poco cohesionado que parcial-mente aparece en una serie de momentos precipitantes (p.e. las grandes acciones populares en el siglo xvill), en parte en el con-texto fuertemente organizado del torysmo popular o del radicalismo de Wilkes. Thompson expresa esto de manera bastante acertada a travs de la metfora de un "campo de fuerzas" social... por mu-chas razones, con el pueblo en un polo, la aristocracia y la gentry en el otro, y hasta finales del siglo, los grupos de profesionales y comerciantes ligados por lazos de dependencia magntica a los gobernantes, o de vez en cuando, escondiendo la cara al entrar en accin junto al pueblo. 19 En este sentido, "los estratos medios" (profesionales, profesores, comerciantes, tenderos, pequeos pa-trones, miembros discrepantes del clero, oficiales menores, y todo tipo de intelectuales subalternos) pueden distribuirse entre los dos polos en constelaciones cambiantes, dependiendo de las circuns-tancias y del asunto.

    Sigue sin quedar claro porqu Thompson se resiste al siguiente paso lgico de un anlisis ms estructural. Pero parece derivar de su preferencia por las definiciones de experiencia de clase ("la clase surge cuando los hombres y mujeres viven sus relaciones productivas, cuando experimentan sus propias situaciones defini-

    Para la propia explicacin de Thompson, ibid., p. 145, n. 25; y para un de-bate til de connotaciones contemporneas, Brewer, Party Ideology, p. 235 ff.

    18 Thompson, "Eighteenth-century English Society", p. 145 ff. 19 Ibid., p. 151.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 35

    das, en el conjunto de las relaciones sociales, con la cultura y ex-pectativas heredadas, y cuando tratan estas experiencias en formas culturales"). 2 Sin embargo, no est para nada claro que esta pos-tura del principio anti-reduccionista excluya un anlisis de la es-tructura social per se. Thompson ya proporciona de forma natural algo de lo ltimo la participacin de los pequeos patrones, ten-deros e intelectuales de la parroquia es una caracterstica bien ob-servada de las manifestaciones plebeyas, mientras que tambin se otorga cierta importancia a las vctimas individuales de la oligar-qua, a los declass y excluidos. Pero, posiblemente, slo a travs de estudios sobre la formacin de clase a nivel regional en la ciu-dad, en el campo y en diferentes localidades ms sistemticos y cuidadosamente especificados, podemos entender por completo cmo el equilibrio del siglo xviit lleg a verse afectado.

    Esto tiene especial importancia una vez consideramos la dca-da de 1790. Como dice Thompson, el nuevo radicalismo de esta etapa se origin, por lo menos en parte, en la reestablecida disi-dencia de una intelligentsia de clase media, para la que la agita-cin contra la Test Act y Corporation Act fue especialmente perti-nente. Adems, por toda su magnificencia democrtica, el Rights of Man de Paine privilegi el ideal de pequea propiedad e inde-pendencia. Como dice Gwyn Williams: "el blanco en el que Paine siempre daba con infalible exactitud era el pequeo patrn, el ofi-cial, el pequeo fabricante, el tendero, de temperamento ambicio-so e inquisitivo". 2 ' Estaban claramente fuera de los principales centros de poblacin donde tomaron forma pequeos grupos de radicales, "reproduciendo los contornos de ese grupo social que parece haber respondido de manera ms calurosa a los impulsos democrticos oficiales, un disidente liberal, un mdico de pue-blo, pequeos patrones, un actor viajante"." Sin embargo, esta so-

    20 Ibid., p. 150.

    21 Gwyn A. Williams, Artisans and Sans-Culottes. Popular Movements in

    France and Britain during the French Revolution, Londres, 1968, p. 18. 22

    Ibid., p. 66.

  • ciologa vuelve a aparecer con infalible regularidad al principio de 1790 en diferente medida dependiendo del ms amplio apoyo del artesanado en general, desde la vanguardia del jacobinismo en Sheffield y Norwich a los ms inslitos reductos de civilizacin provincianos, donde un simple puado de individuos se podan reunir furtivamente en una casa privada o en un taller de impre- sin, o acurrucarse de manera protectora al calor del Stammtisch. En otras palabras, el movimiento no fue distinto del entorno pari- sino de los sans-culottes o del avanzado radicalismo renano de 1848 y su cuerpo articulado personific ampliamente el ideal de Paine de independencia modestamente acaudalada y libertad his- trica: oficios "tradicionales", en los que las lneas entre el ofi- cial, el pequeo patrn que ofrece empleo, el artesano y el tendero eran de notoria fluidez, y una emergente burguesa menor "de im- presores y boticarios, profesores y periodistas, cirujanos y clero disidente"." Por supuesto, el llamamiento poltico se hizo mucho ms amplio y de manera intencionada, extendindose a las capas populares mucho ms profundamente de lo que se haba extendido nunca. Como dice Thompson:

    En un extremo... la Sociedad de Correspondencia de Lon- dres trat de llegar a los cafs, a las tabernas y a las Iglesias di- sidentes de Picadilly, Fleet Street y el Strand, donde el oficial autodidacta se codeaba con el impresor, el tendero, el grabador o el joven abogado. En el otro extremo, hacia el este y sur del ro, toc a las comunidades obreras ms antiguas los trabaja- dores de la ribera de Wapping, los tejedores de seda de Spital- fields, el viejo bastin disidente de Southwark.24

    Pero la sociologa mixta del jacobinismo britnico y su ideo- loga cercana a Paine impuso una limitacin necesaria. Para asen- tarse, su llamamiento fue vehementemente democrtico, un liber-

    tarianismo radicalizado y robusto, que rechaz ex profeso lo pol- tico y se coloc en contra de las reivindicaciones econmicas de propiedad. Pero, al mismo tiempo, el individualismo econmico ejerci un constante empuje hacia una poltica de alianza de clase ampliamente concebida, que reuni a todos los productores "el granjero, el fabricante, el mercader, el comerciante, y as a travs de todas las ocupaciones que existan hasta llegar a los jornaleros comunes en contra de los parsitos y znganos, los placemen, los pensioners, los Lords of the bed-chamber, los Lords of the kit- chen, los Lords of the necessary-house y el Lord de Dios sabe qu", y la mayora de la aristocracia terrateniente que engordaba gracias al trabajo y esfuerzo de otros."

    En su forma pura esto suprima cierto tipo de contradiccin socio-econmica, ms claramente articulada a travs de las aspira- ciones emergentes de los sindicatos, ya que incluso en los mo- mentos ms oscuros de aislamiento y represin, muchos radicales de Paine todava buscaban la alianza con los liberales; y mientras esto permiti el admirable programa de reforma fiscal, educativa y social, requiri igualmente de la integridad de la propiedad pri- vada y del capital productivo. De este modo, al cerrar la puerta a cualquier posibilidad de sindicalismo sistemtico, dej solo al so- cialismo de pura cepa. Esto sigui suponiendo un problema duran- te el periodo 1830-1840, ya que los radicales siguieron dirigiendo su ardor hacia los aristcratas terratenientes, la corrupcin buro- crtica y los intermediarios, y contra las propiedades legtimas de los fabricantes y mercaderes. En este sentido, la democracia radi- cal de los primeros arios de la dcada 1790 fue el momento en el que se origin una crtica perdurable contra la aristocracia y el clero. Fue el autntico oponente del paternalismo de la gentry de Thompson, a la vez profundamente subversivo aunque sutilmente confinado por las circunstancias de su origen.

    36 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 37

    23 Thompson, The Making of the Working Class, p. 20. 24 Ibid., p. 20 ff.

    Thomas Paine, Rights of Man, ed. Henry Collins (Harmondsworth, 1969), p. 148.

  • 38 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 39

    Desde la publicacin de La formacin de la clase obrera he-mos asistido a muchos cambios. El enfoque general de Thompson, en particular su concepto de clase, cultura y experiencia, junto con la naturaleza de su marxismo, ha estado sujeta a revisin exhausti-va e inquisitiva." En particular, la tendencia estructuralista de gran parte del debate marxista de los aos 1970, con el acento puesto en el modo de produccin y en una concepcin de clase en torno a la economa, y la liberacin simultnea de la poltica e ideo-loga para un anlisis "relativamente autnomo", anclado al ante-rior mediante la causalidad estructural y "la determinacin en lti-ma instancia", dej extremadamente expuesta la nocin no suficientemente teorizada de la totalidad social en La formacin de la clase obrera. La ulterior lgica antirreduccionista de dichos debates, que produjo interpretaciones cada vez ms sofisticadas de la cultura e ideologa a travs de Gramsci, Foucault y los teri-cos del lenguaje y del discurso, han dejado muy atrs el clima in-telectual de los aos 1960, hasta el punto de poner en duda de ma-nera radical el materialismo clsico. 27

    Un rea clave en lo que aqu respecta ha sido el feminismo, y desde una posicin estratgica al final de la dcada de 1980 la desatencin hacia las cuestiones de gnero es una de las limitaciones ms claras de la obra ms tem-prana de Thompson."

    26 Ver sobre todo Anderson, Arguments, junto a los trabajos citados en la nota

    6. Ver tambin Harvey J. Kaye, The British Marxist Historians, Cambridge, 1984, esp. pp. 167-220; y Ellen Meiksins Wood, "The Politics of Theory and the Con-cept of Class: E.P. Thompson and His Critics", Studies in Political Economy, 9 (1982), pp. 45-75.

    27 Para una introduccin sobre estos procesos, ver Perry Anderson, In the

    Tracks of Historical Materialism, Londres, 1983; Stuart Hall, "Cultural Studies and the Centre: Some Problematics and Problems", en Hall et al. (eds.), Culture, Media, Language, Londres, 1980, pp. 15-48.

    28 Al mismo tiempo, The Making of the Working Class tuvo una fuerte influen-

    Una de las ms importantes y controvertidas aportaciones recientes en la historia social ha sido la reconsideracin de Gareth Stedman Jones de sus propios trabajos sobre la historia de la clase obrera del siglo xix en Lenguajes de clase. El principal vehculo de este nuevo enfoque, un original ensayo sobre el cartismo, aboga por la importancia constitutiva del lenguaje para ordenar percep-ciones del mundo social, ejerciendo eficacia poltica en s y no siendo la simple expresin de los intereses y experiencia formados en cualquier otro lugar. La ideologa cartista fue menos el reflejo de los intereses de la clase trabajadora emergente, argumenta, que un cuerpo de discurso existente que se estructur en la direccin de ste ltimo; y la poltica cartista revel menos la madurez de la conciencia de clase de Thompson que el bagaje heredado de una vieja tradicin radical del siglo )(VIII. En gran parte al estilo de Paine (l mismo modelado por un discurso oposicional ms tem-prano) se le ech la culpa de la explotacin econmica a la opre-sin poltica (el sistema de gobierno no representativo, corrupto y parsito) y no al contrario, y basndose en esto se levant un mo-vimiento "popular" contra los poderosos, como en contra de una crtica socialista del capitalismo o basada en el concepto de clase. Las polticas represivas del gobierno de los aos 1830 le otorga-ron al lenguaje poltico su poder movilizador, argumenta Stedman Jones, de la misma manera que la decadente posicin en los ms liberales aos 1840 signific el declive del movimiento. Dado el acento de la historia social en la economa y la sociologa de la formacin de la clase trabajadora como clave principal del auge y la cada del cartismo, esta explicacin marca una escisin todava mayor con los trabajos existentes. Pero, de manera ms radical,

    cia en la historia feminista temprana de finales de los 60 y principios de los 70, en particular el trabajo pionero de Sheila Rowbotham. Ver Sally Alexander, "Women, Class, and Sexual Differences in the 1830s and 1840s: Some Reflections on the Writing of a Feminist History", History Workshop Journal, 17 (1984), pp. 125- 149; y Sonya A. Rose, "Gender at Work: Sex, Class and Industrial Capitalism", History Workshop Journal, 21 (1986), pp. 113-131.

  • 40 Geoff Eley

    aleja las prioridades de la problemtica materialista ms reconoci- ble de la historia social y la traslada al tan distinto marco del an- lisis lingstico: el tema es "disociar la ambicin de una historia informada de manera terica de cualquier simple prejuicio sobre el papel determinante de lo 'social' ... como algo externo, y lgi- camente, anterior a la articulacin a travs del lenguaje"."

    Al poner el acento en la primaca del lenguaje poltico, Sted- man Jones nos seala los problemas de la conciencia de clase en el concepto de Thompson. As La formacin de la clase obrera lo libera con xito de una dependencia reduccionista en el desarrollo de fuerzas productivas (el sistema de fbrica y la mecanizacin). Al contrario, al poner de relieve la experiencia sobre la represin del movimiento radical, se basa en una relacin culturalmente me- diada entre el "ser social" y la "conciencia social" cuyas bases prcticas y modalidades son extremadamente inespecficas. De es- te modo, el papel de la represin del Estado en preparar el camino para un movimiento popular de amplia base entre los arios 1790 y 1830 se muestra claramente en la obra de Thompson: ahog a la oposicin ms moderada, rompi la alianza que pareca emerger con la clase media desde finales de la dcada de 1780 y principios de los arios 1790, arroj a los reformadores plebeyos de vuelta a sus propios recursos y los forz a una nueva radicalizacin de pro- grama y mtodo. De forma similar, la combinacin entre el dete- rioro econmico y la intransigencia del gobierno tambin dismi- nuy los efectos fragmentativos del seccionalismo de los oficios y empuj a diferentes grupos de trabajadores a la cooperacin. En- tre los artesanos, siguiendo a Iorwerth Prothero para Londres y a Clive Behagg para Birmingham, defendieron vehementemente las actividades entre oficios que pasaron progresivamente del plano econmico al plano poltico de la agitacin en Londres, empe- zando por el punto de inflexin de la campaa sobre el aprendizaje

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 41

    de 1812-1813; en Birmingham, algo ms tarde, en los arios 1820. Asimismo mientras que intervenciones coactivas del Estado ins- truyeron a los polticos en las polticas de independencia y los ais- laron de potenciales aliados entre la clase media (y sus lderes), la presin del desarrollo capitalista engendr nuevas formas de soli- daridad ms all de los oficios. El resultado fue una potente uni- dad de las demandas econmicas y polticas, concentradas en la panacea de la reforma parlamentaria."

    En comparacin, las asociaciones de oficio de Londres y de las West Midlands representaban un tipo de trabajador muy parti- cular a los artesanos en los "viejos, especializados y no revolu- cionados oficios manuales", e invariablemente a los "mecnicos" de mejor posicin econmica, como los denominaban los contem- porneos y no pudieron ser creadas para tipificar la clase trabaja- dora como un todo.3' Por supuesto, ni Prothero ni Behagg quisie- ron hacer dicha reivindicacin, y Edward Thompson (en el que ambos se inspiran) declara explcitamente la diversidad de la ex- periencia de la que estaba compuesta la clase trabajadora. Pero en la prctica, dada su insistencia en la determinante importancia de una conciencia hecha a s misma conseguida para la definicin de clase, Thompson identifica la clase trabajadora con las secciones artesanales y especializadas: hay una elisin crucial en su argu- mento cuando se est hablando del pen no especializado, del ocasional, del pobre y del vagabundo y finalmente la clase se de- fine principalmente por una configuracin especfica de "institu- ciones... de bases slidas y seguras de s mismas" que pueden, o no, haber sido "representativas" en general." En este sentido, un completo complejo de cuestiones relevantes, referentes a la forma-

    Ver, en general, Iorwerth Prothero, Artisans and Politics in Early Ninete- enth centwy London. John Gast and his Times, Folkestone, 1979; y Clive Behagg, "Custom, Class, and Change: the Trade Societies of Birrningham", Social History, 4 (1979), pp. 455-480.

    31 Prothero, Artisans, p. 5. Thompson, Making of the Working Class, pp. 193 ff. y 264.

    29 Gareth Stedman Jones, Languages of Class. Studies in English Working- Class History, 1832-1982, Cambridge, 1983, p. 7.

  • 42 Geoff Eley Edward Thompson, historia social y cultura poltica 43

    cin econmica de la clase trabajadora y sus divisiones internas de oficio, especialidad, nacionalidad y gnero, se han suprimido im-plcitamente.

    En otras palabras, la reivindicacin de Thompson de que la clase trabajadora ya estaba "creada" a principios de los aos 1830 (lo que tambin es asumido por Prothero) merece una reflexin cuidadosa, ya que asume un verdadero liderazgo cultural y polti-co de las secciones artesanales sobre el resto que nunca se ha de-mostrado por un anlisis emprico concreto. Thompson ciertamen-te considera otros grupos de trabajadores no artesanos (por ejemplo, los captulos sobre los jornaleros agrcolas o la inmigra-cin irlandesa), pero la seccin final crucial sobre "la presencia de la clase trabajadora" (que comprende casi la mitad de todo el li-bro) hace especial referencia de manera abrumadora a los artesa-nos y especficamente a tres figuras representativas John Gast en los oficios especializados, Gravener Henson en los trabajadores domsticos y John Doherty en los hilanderos de algodn como un nuevo tipo de proletariado especializado y semi-artesano. 33 Pero si "la conciencia de clase" tiene que definirse en algn sentido unitario mediante la actividad de este tipo, entonces cmo etique-tamos la conciencia de otros grupos de trabajadores que no estn incluidos en las mismas solidaridades, a saber la fbrica adecuada-mente proletariada o los trabajadores a pequea escala que cierta-mente pueden tener un fuerte sentido del "nosotros y ellos", pero que tambin perciben fuertes contradicciones de inters con los trabajadores de oficio especializados de mentalidad "aristocrti-ca"? A la inversa, cmo tratamos el desprecio de los artesanos por los intereses de los peones eventuales o no especializados y de otros grupos de proletarios? 34 Si, como muchos admiradores de

    33 Esto es especialmente verdad en lo referente al ltimo y generalizador cap-tulo sobre "la conciencia de clase", ibid., esp. p. 774.

    34 Como Francis Place, John Gast pudo ser mordaz en sus denuncias sobre la ignorancia, brutalidad e irresponsabilidad del pobre trabajador; ver especialmente Prothero, Artisans, pp. 298 y 331.

    Thompson han hecho, tomamos las "tradiciones artesanales" como fundamentales para la constitucin de los movimientos obreros en Europa durante el siglo xix y principios del xx, evadimos dicha di-ficultad y convertimos un momento coyuntural en una caractersti-ca permanente de la cultura de clase organizada." No slo era la ideologa del artesanado radical frecuentemente desdeosa e into-lerante con la clase en general y con sus problemas cambiantes, si-no que tampoco estaba capacitada para las necesidades particula-res de una clase trabajadora industrial, y durante las dcadas siguientes los ideales de una democracia de productores fueron gradual y regularmente decayendo frente a las diferentes doctrinas del sindicalismo y del socialismo temprano."

    En otras palabras, debera admitirse abiertamente la desunin y fragmentacin de la clase trabajadora sobre todo en esta tem-prana poca de formacin. Se puede detectar un grado mayor de solidaridad ms all de los oficios despus de 1820 sin tener que reivindicar que esta tendencia unificadora se extendi de alguna manera al conjunto de la clase trabajadora o que, por lo tanto, las significantes contradicciones seccionales se borraron. La mentali-dad artesana del movimiento popular en los aos 1820 debe ser aceptada por lo que fue, un fenmeno pasajero, que en breve tuvo que hacer frente a nuevas contradicciones y movilizaciones dentro de la clase en su conjunto. Por lo tanto, lejos de que las tradiciones artesanales de finales del siglo xvm y principios del xix constitu-

    35 Para referencias sobre esta literatura general, ver ibid., pp. 1-8 y 332-340.

    Para ejemplos representativos: Robert J. Bezucha, "The "Pre-Industrial" Worker Movement: The Canuts of Lyon", en Bezucha (ed.), Modern European Social History, Lexington, Mass., 1972, pp. 93-123; Joan Wallach Scott, The Glasswor-kers of Carmaux. French Craftsmen and Political Action in a Nineteenth-century City, Cambridge, Mass., 1974; William H. Sewell, "Social Change and the Rise of Working-class Politics in Nineteenth-century Marseilles", Past & Present, 65 (1974), pp. 75-109; y Donald H. Bell, "Worker, Culture and Worker Politics: The Experience of an ItalianTown, 1880-1915", Social History, 3 (1978), pp. 1-22.

    36 Ver especialmente Gareth Stedman Jones, "Class Struggle and the Indus-

    trial Revolution", en Languages of Class, pp. 50 ff.

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    yeran el movimiento obrero britnico, ste se model desde el campo de las contradicciones recientemente creadas por dichas tradiciones en la clase trabajadora en su conjunto p.e. con los tra- bajadores semi o no especializados, organizados o no organizados, hombres o mujeres, nativos o extranjeros. Si esto es as, es difcil aceptar que existiera una nica clase trabajadora en 1830, creada a partir de las experiencias precedentes en el ms fuerte sentido thompsoniano.

    El defecto de Thompson no es el haber mostrado cmo las l- neas de representacin entre la cultura radical de los arios 1820 (que era en gran medida artesana) y la clase trabajadora en su con- junto (una categora ms general de productores directos que tra- bajaban por un salario) se dibujaron realmente y de manera con- creta. El nfasis fundamental en "las instituciones de la clase trabajadora con conciencia de su propia identidad y de base slida sindicatos, sociedades de socorros mutuos, movimientos educati- vos y religiosos, organizaciones polticas, publicaciones peridi- cas, en las tradiciones intelectuales de la clase trabajadora, en los modelos de comunidad de la clase trabajadora, y en una estructura del sentimiento de la clase trabajadora" es absolutamente co- rrecto." Es por otra parte evidente que se debe prestar atencin a la incmoda, y de ninguna manera sencilla, cuestin emprica de los intereses particulares de la clase trabajadora que dichas institu- ciones incorporaron o excluyeron. Si nos podemos aferrar a este punto, ligado a la duradera aunque continuamente reorganizada fragmentacin de la clase obrera, la representacin se convierte en la cuestin clave, en el sentido que las instituciones de la clase tra- bajadora alcanzaron diferentes resonancias dependiendo de la si- tuacin. Su grado mximo se articul a travs de un ideal de co- munidad orgullosa, defensiva, inmune a la intervencin externa de la clase, unificada en el campo de la cultura, autnoma dentro de unos lmites pero las formas y extensin de dicha solidaridad variaban segn diferentes posibles factores: calidad de liderazgo,

    las jerarquas internas de gnero, aptitud y estatus, diversidad reli- giosa y tnica, la complejidad y homogeneidad de la estructura in- dustrial del rea, la eficacia de la represin, etc.

    Por lo tanto, el problema estratgico primordial que enfrenta al movimiento obrero (o, en realidad, a cualquier movimiento polti- co) era cmo movilizar el mximo de solidaridad desde una cir- cunscripcin socialmente definida que no tiene unidad esencial en la esfera de la conciencia, sino que, al contrario, una serie de leal- tades y preferencias particularistas y una experiencia altamente discrepante de la vida cotidiana, un mosaico de historias indivi- duales. El anlisis de la poltica de la clase obrera empieza con es- ta dialctica la interseccin dinmica y contradictoria de tenden- cias cohesionadoras y disgregadoras dentro de la clase en su conjunto (bastante alejada del campo ms amplio de las relaciones con otras clases y el Estado). La "unidad" de la clase trabajadora, a pesar de ser postulada a travs del anlisis de produccin y de sus relaciones sociales, sigue siendo una contingencia de la agita- cin poltica. Esto es a lo que se refiere el dicho: la historia de la clase es inseparable de sus luchas. Nos permite retener el acento que Thompson pone en la conciencia lograda sin suprimir la di- mensin "objetiva" de clase y su formacin econmica.

    I V

    En la prctica, por lo tanto, queda una laguna en la propuesta de Thompson. De las acciones y creencias de una minora radical articulada infiere la solidaridad implicada de los oficios especiali- zados y, ms all, la conciencia atribuida a la clase trabajadora en su conjunto. El proceso es llevado por el motor experiencial de la explotacin y de la represin del Estado, pero las conexiones clave todava se hacen a un nivel de aseveracin general una abstrac- cin injustificada de la conciencia unificada, que se supone ser tanto polticamente operativa como arraigada en una cultura gene- ralizada de valores comunes. Pero si, por otra parte, problemati- " Thompson, The Making of the Working Class, p. 194.

  • 46 Geoff Eley

    zamos la conciencia de la clase trabajadora intercambiando nocio- nes de causalidad expresiva en el anlisis lingstico del discurso poltico de la misma, como sugiere Stedman Jones, qu lugar queda para una historia social materialista? De hecho, Stedman Jones de ninguna manera agota el caso para las causas sociales del cartismo. Su explicacin est sorprendentemente prxima a una historia intelectual convencional si la entendemos como sofistica- da y perspicaz. Como dice Gray: "De un modo curioso, no se trata para nada del lenguaje sino de la filiacin de ideas". Se concentra en especificar la coherencia subyacente los orgenes, contenidos y atraccin del "lenguaje poltico pblico", sin mirar ms a fon- do los entornos institucionales, culturales y sociales en los que, en realidad, se produjeron los significados." Una vez se sita el len- guaje de esta manera concreta, podra decirse que Stedman Jones resulta menos desconcertadamente "idealista" (la crtica generali- zada de hoy en da) desde el punto de vista del historiador social." Es decir, se puede reconocer la importancia constitutiva del len- guaje sin quitarle su sitio a la historia social. Podemos admitir que el lenguaje forma parte de todas las prcticas sociales sin tener que ser l mismo eliminado de toda determinacin socia1.4

    Si seguimos esta lgica, quizs se pueda valorar de manera muy particular la idea de una clase trabajadora o de un pblico proleta-

    " Robert Gray, "The Deconstruction of the English Working Class", Social History, 11 (1986), p. 369; y Stedman Jones, "Rethinking Chartism", en Langua- ges of Class, p. 95, n. 10.

    39 Las principales crticas desde este punto de vista (a diferencia de una ms comprensiva como la Gray) han sido John Foster, "The Declassing of Language", New Left Review, 150 (1985) pp. 29-45; Dorothy Thompson, "The Languages of Class", Bulletin of the Society for the Study of Labour Histmy, 32 (1987), pp. 2- 47; y Ellen Meiksins Wood, The Retreat from Class. A New "True" Socialism, Londres, 1986, pp. 103-115.

    4 De hecho, Stedman Jones es ambiguo en este planteamiento. Niega cualquier deseo de "borrar la trascendencia del historiador social", deseando slo "ubicar su trascendencia en una perspectiva diferente" (Languages of Class, p. 24). Pero, por otra parte, su detallada explicacin saca casi por completo al lenguaje poltico car- tista del contexto material, y no queda clara su visin actual de la historia social.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 47

    rio. As se conservara el beneficioso nfasis que Thompson hace en la cultura y la experiencia, modulado a travs de instituciones espe- cficas y procesos de lucha, sin recurrir a una nocin pobremente especificada de "conciencia de clase", con sus connotaciones luck- sianas de unificacin necesaria y progresiva de la clase trabajadora. Los esbozos de dicho anlisis fueron desarrollados programtica- mente por Michael Vester en un interesante trabajo que ha pasado totalmente desapercibido a los historiadores britnicos:

    Dada la heterogeneidad de las situaciones, la unidad de la clase trabajadora slo se podra conseguir de manera indirecta en una coalicin... Slo un amplio e intenso sistema comuni- cativo, recargado de forma continuada por medio de su propia prensa, de sus organizaciones docentes, protectoras y de lu- cha, cre una base suficiente para la articulacin, el intercam- bio, el examen y un mayor desarrollo de ideas. El derecho a la comunicacin era una cuestin primordial en el conflicto entre el establishment y el movimiento de la clase trabajadora. La otra cara, la del laissez-faire, era una estricta regulacin de las libertades de expresin, de prensa, de reunin y de asociacin que se ejerci primeramente por la fuerza y ms tarde a travs de la manipulacin. Pero fue precisamente la represin, sobre todo las leyes excepcionales de 1792-1818, las que le enseria- ron al movimiento la necesidad de una mayor cohesin. Como resultado de la represin, y del avance discontinuo de la revo- lucin industrial, al movimiento de la clase trabajadora le falt continuidad. En cambio, se desarroll a travs de ciclos de de- rrota, reconsideracin y renovacin, cada uno a un grado ma- yor cualitativamente. Analizar los fracasos fue esencialmente el papel de los tericos destacados, de los periodistas y organi- zadores del movimiento... La fuente terica ms significativa en el primer movimiento de la clase trabajadora fue la "intelli- gentisia obrera" ("Arbeiterintelligenz"), un grupo de artesanos urbanos y de alguna manera rurales y de trabajadores indus- triales especializados que se basaban, en parte, en sus propias ideas y, en parte, en ideas originadas en otros lugares.'

    Michael Vester, Die Entstehung des Proletariats als Lernprozess, Frank-

  • 48 Geoff Eley

    Basndonos en esto, es posible abstraer un nmero de caracte-rsticas de la "presencia de la clase obrera" a principios del siglo xix, que maduraron bajo el cartismo pero que surgieron en las ex-periencias presentadas por Thompson, que compusieron de forma colectiva lo que podemos denominar un espacio pblico de la clase trabajadora.

    1. Una primera caracterstica de la nueva presencia de la clase trabajadora fue su postura deliberadamente poltica y opositora. Esto ya la distingui de la rebelda popular del siglo xvili, que si-gui siendo en gran parte "primitiva" y "pre-poltica" en el senti-do de Hobsbawm: por ejemplo,

    la resistencia a las disciplinas del trabajo, la defensa de los de-rechos tradicionales al auxilio, las prcticas de deportes y pasa-tiempos tradicionales, el abuso del alcohol para socializar o por necesidad, el gasto de los salarios ganados con esfuerzo en lu-jos menores, el robo de la propiedad o la vida en la calle de ni-os y adolescentes... una variedad de respuestas culturales que se resistieron a los imperativos del capitalismo y sus valores.'

    furt, 1970, p. 21 ff. El texto terico clave, que busc extender y reestructurar el marco de Habermas al problema de la emacipacin obrera, es Oskar Negt y Ale-xander Kluge, Offentlichkeit und Erfahrung: Zur Organisationsanalyse von br-gerlicher und proletarischer Offentlichkeit, Frankfurt, 1972. Aunque emblemtica para una corriente de la historia social de Alemania occidental, no ha tenido nin-gn impacto en el mundo de habla inglesa, incluyendo (de manera bastante sor-prendente) las diferentes discusiones de Habermas en New German Critique. De forma ms general, el debate sobre el espacio pblico no ha atrado la atencin de los historiadores de la clase obrera britnica, con la excepcin de Francis Hearn, Domination, Legitimation, and Resistance. The incorporation of the Nineteenth-Century English Working Class, Westport, Conn., 1978, un ejercicio desafortuna-do en el esquematismo sociolgico.

    42 Richard Johnson, "Notes on the Schooling of the English Working Class

    1780-1850", en Roger Dale et al. (eds.), Schooling and Capitalism. A Sociological Reader, Londres, 1967, p. 49.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 49

    Por supuesto, esta distincin puede fracasar en la prctica, y el mismo ataque a la costumbre puede ser suficiente para convertir su defensa en una empresa conscientemente poltica. 43

    Pero sea lo complejo que sea, en la prctica, la idea de un espacio pblico pro-letario requiere claramente de una concepcin desarrollada de or-den poltico y poder en el Estado, p.e. una orientacin coherente hacia el sistema en su conjunto, ya sea dentro de las instituciones o como reto a las mismas. Entre los aos 1790 y 1830 dicha concep-cin tom cuerpo y se convirti en axiomtica para los cartistas.

    2. En segundo lugar, se puede observar una unidad creciente de las quejas polticas y econmicas. La tendencia de los lderes artesanos de basar la solicitud de proteccin en una estrategia po-ltica de cabildeo parlamentario fue un punto clave en el trabajo de Thompson durante los aos 1810-1832, y cualquier intento de di-ferenciar de manera rgida la actividad "industrial" y la "poltica" en estos aos es seguramente equivocada. Se ha dicho reciente-mente del ludismo el emplazamiento clsico de la polmica com-partimentalista que representaba "una fase en el proceso por el cual los trabajadores llegaron a considerar el control democrtico del Estado como un medio esencial a la mejora de su condicin". 44

    Los aos 1833-1834 fueron un momento crucial en este sentido, cuando la reforma democrtica, sindical y social, y las agitaciones cooperativas confluyeron en una amplia correspondencia de aspi-raciones.45 El cartismo expresaba esta unidad.

    u Por otra parte, los polticos obreros podan ser igualmente hostiles a la bru-talidad y derroche de muchas prcticas y actividades "tradicionales". La historia social del ocio no ha estado exenta de un romanticismo equivocado de la vitalidad popular inhibida. Para algunas observaciones profundas sobre el tema, ver Gareth Stedman Jones, "Class Expression versus Social Control? A Critique of Recent Trends in the Social History of Leisure", en Languages of Class, pp. 76-89.

    John Dinwiddy, "Luddism and Politics in the Northern Countries", Social History, 4 (1979), p. 63.

    Ver esp. Iorweth Prothero, "William Benbow and the Concept of the 'Gene-ral Strike

    , Past & Present, 63 (1974), pp. 132-171; y Stedman Jones, "Class Struggle and the Industrial Revolution", pp. 57-62.

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    3. La emergencia de un pblico de clase obrera independiente presupuso las nuevas culturas urbanas del siglo xvm "una emana- cin de la creciente opinin pblica de las provincias que, alimen- tada por el auge de la industria y la mejora de las comunicaciones, empez a arrebatarle a Londres el liderazgo del radicalismo ingls en los ltimos arios del siglo xvm".46 Las relaciones aqu son ex- tremadamente complejas. Parece ser que la clase obrera logr su mxima independencia en las comunidades manufactureras ms all del control efectivo de las autoridades. A la inversa, fue ms dbil all donde un paternalismo reconstituido haba logrado rein- corporar las clases subordinadas a la nueva estructura de relacio- nes de autoridad que irradiaban de la iglesia, a menudo en ciuda- des industriales ms nuevas y ms pequeas. De cualquier modo esto slo se puede establecer a travs de un meticuloso estudio

    4. El grado de independencia dependa, naturalmente, de mu- chos otros factores aparte de los estructurales. Ms que alrededor de cualquier otra cosa, giraba alrededor de la actitud de la burgue- sa progresista. Ya se ha llamado la atencin sobre los efectos de la represin, que acabaron con las posibilidades de un bloque social ms amplio en los aos 1790, y mientras duraron las guerras, una combinacin de patriotismo y de pnico contrarrevolucionario fue suficiente para mantener a raya a la clase media. La coyuntura de

    46 F.C. Mather, Chartism, Londres, 1965, p. 8 47 La distincin fue establecida por Dorothy Thompson en un artculo hecho

    pblico en Cambridge durante el Seminario de Historia Social de 1978, titulado "The geography of Chartism", pero no se revela con pasmosa claridad dejando atrs su versin sinttica hasta The Chartists. Popular Politics in the Industrial Revolution, Londres, 1984. Pero ver esp. pp. 106-119, 173-223 y 237-270, y para una tabulacin del "Location and Timing of Chartist Activity", el Apndice, pp. 341-368. Ver tambin el libro de ensayos que lo complementa, James Epstein y Dorothy Thompson (eds.), The Chartist Experience. Studies in Working-Class Ra- dicalism and Culture, 1830-1860, Londres, 1982, que es la mejor gua para la in- vestigacin actual.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 51

    la post-guerra durante los aos 1816-1820 fue otro momento de ruptura en este sentido, durante el cual la oposicin parlamentaria "legtima" se fue alejando cada vez ms del movimiento popular "inconstitucional". Se hicieron esfuerzos para reconstruir una alianza populista a finales de los aos 1820 (p.e. a travs de las polticas educativas de Brougham, y la reemergente presin para la reforma parlamentaria), pero la gran traicin de la Ley de Re- forma de 1831-1832 produjo la ruptura ms clara de las que se ha- ban producido hasta el momento. Como dice Stedman Jones:

    La Ley de Reforma fue considerada como la gran traicin de lo que se haba pensado era una lucha comn. Las medidas del gobierno whig que siguieron el proyecto de la Irish Coer- tion Bill, el rechazo a la Ten Hours Bill, el ataque a los sindica- tos, el decreto de Municipalidades y la nueva Ley de Pobres fueron vistas como la confirmacin de la traicin de la clase me- dia. La consecuencia prctica que se extrajo fue que la clase trabajadora deba luchar por su propia emancipacin."

    5. Entre las instituciones pblicas de la clase obrera, la prensa resulta primordial. Entre 1830 y 1836 p.e. en la cumbre de inten- tos del gobierno de suprimir la prensa intimbrada por lo menos 562 peridicos y diarios, "que contenan cualquier tipo de prosa y poesa, escritas, impresas, publicadas, vendidas y compradas por los trabajadores".49 La importancia de la prensa tena muchas fa- cetas. La mayora funcionaba obviamente como un rgano inde- pendiente de la opinin de la clase obrera, y la primera prioridad de un movimiento local arrojado de nuevo a sus propios recursos

    " Stedman Jones, "Class Struggle and the Industrial Revolution", p. 57. " David Vicent (ed.), Testaments of Radicalism. Memoirs of Working-Class

    Politicians 1790-1885, Londres, 1977, p. 11. Para fuentes completas, ver Joel H. Wiener, A Descriptive Finding List of Unstamped British Periodicals, 1830- 1836, Londres, 1970; Patricia Hollis, The Pauper Press: A Study in Working-Class Radicalism of the 1830s, Oxford, 1970; y Wiener, The War of the Unstamped, Ithaca, NY, 1969.

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    por la retirada del patronato de la clase media fue la creacin de un peridico local. Tambin fue una fuente de noticias e informa-cin de otras regiones y ayud a unirse en un movimiento supra- regional. El servicio ms admirable de este tipo lo proporcion Northern Star de Feargus O'Connor fundada en 1837-1838, que probablemente contribuy ms que cualquier otro factor aislado a la cohesin de un movimiento nacional en los primeros aos del cartismo: con alrededor de 50.000 ventas en su momento lgido y un pblico lector infinitamente mayor, fue realmente un rgano nacional de opinin y proporcion un medio sin precedentes para la expresin de las quejas locales en la esfera nacional. La prensa fue tambin un foco crucial de agitacin local. Como dice David Jones, "los peridicos hicieron el trabajo de una organizacin pri-maria, imponiendo unidad al movimiento, publicitando a sus lde-res, nacionalizando los problemas y manteniendo unas pocas cuestiones en las mentes populares de manera constante". 5

    6. De similar estilo eran otras formas de produccin literaria. El panfleto ms conocido, Qu es un cartista? resuelto, logr gran difusin y se tradujo tanto al gals como al galico. Algunos individuos se especializaron en proporcionar al movimiento com-pilaciones estadsticas y manuales de opinin: p.e. "R. J. Richard-son, que tena su propia Biblioteca Popular, Joshua Hobson y Jo-seph Barker escribieron y editaron almanaques polticos baratos y los famosos Libros Rojos, Azules y Negros que proporcionaron estadsticas fundamentales a los conferenciantes carlistas". Gran parte de esta actividad tuvo lugar a nivel local y se hicieron consi-derables esfuerzos para centralizar y coordinar el flujo de literatu-ra publicada p.e. a travs de intercambios entre asociaciones lo-cales y de las llamadas Tract Loan Societies establecidas en Edimburgo, Londres y algunos lugares de Yorkshire. 51

    Como sea-la David Vincent, esto fue facilitado por un momento favorable en

    " David Jones, Chartism and the Chartists, Londres, 1975, p. 97. 51 El anterior est basado en el excelente resumen, ibid., pp. 94 ff.

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 53

    las condiciones de la produccin literaria: "por un tiempo el avan-ce tcnico permiti su disponibilidad, y el coste de la literatura y el acceso a los medios de publicacin se puso, cada vez ms, al al-cance de los trabajadores y no fue hasta despus del punto de in-flexin de mediados de siglo cuando todas las formas de publica-cin se convirtieron en intensivas en capital y tanto el acceso como el control empez a estar fuera de su alcance". 52

    7. Adems, el movimiento logr generar sus propias agitacio-nes y formas de organizacin. Algunos aos antes, Hobsbawm se-al una importante escisin de la tradicin radical-democrtica en dos ramas:, una radical-secularista basada en la cultura artesana de Londres y que fluye desde Paine, pasando por Owen, Carlile, Holyoake y Bradlaugh hasta principios de los aos 1880, y una in-conformista basada en los centros mineros y manufactureros del norte. Donde una distribua los recursos organizativos de la Socie-dad de Correspondencia, el panfleto, el peridico de la clase obre-ra y el debate pblico, la otra proporcionaba los estudios para la organizacin del grupo y los vehculos de agitacin en los lugares de reunin y la escuela del domingo. 53 Se trata de una importante distincin, siendo de importancia fundamental la relacin con la emergencia de nuevas formas de proletariado en contraposicin a la transmutada cultura del "pequeo-productor-convertido-en-pro-letario", enraizada en una tradicin mucho ms vieja de solidari-

    52 Vincent (ed.), Testaments, p. 11. Para el contexto completo del cartismo y la alfabetizacin de la clase obrera, ver los otros trabajos de David Vincent, Bre-ad, Knowledge, and Freeedom. A Study of Nineteenth Cemtury Working-Class Au-tobiography, Londres, 1981, pp. 109-195; "The Decline of the Oral Tradition in Popular Culture", en Robert D. Storch (ed.), Popular Culture and Custom in Nine-teenth-century England, Londres, 1982, pp. 20-47; "Communication, Community and the State", en Clive Emsley y James Walvin (eds.), Artisans, Peasants and Proletarians, 1760-1860. Essays Presented to Gwyn A. Williams, Londres, 1985, pp. 166-186.

    " Eric J. Hobsbawm, "Labour Traditions", en Labouring Men. Studies in he History of Labour, Londres, 1968, p. 372 ff.

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    dad colectiva.54 Hobsbawm sugiere que fue en la escuela del in- conformismo "donde los nuevos proletarios de las fbricas, los trabajadores agrcolas, los mineros y otros grupos similares apren- dieron a dirigir los sindicatos tomndola como modelo". En este sentido, el metodismo primitivo "fue para los mineros de Dirham de los arios 1840 o los trabajadores agrcolas de Lincolnshire de los arios 1870 lo que hoy es el Partido Comunista para los trabaja- dores franceses: el marco de liderazgo"."

    Pero es igualmente importante no ver estas diferentes influen- cias como antagonistas o movimientos rivales, por lo menos en la primera mitad del siglo xix. Los vigorosamente secularistas segui- dores de Owen adoptaron de manera deliberada las formas rituales de las prcticas religiosas en sus actividades sociales y educativas, mientras que despus de 1839 los cartistas adaptaron el espacio de reunin metodista primitivo para superar la prohibicin de las ma- nifestaciones de masa, infundiendo a los himnos y sermones de contenidos democrticos y a menudo anticlericales. Ambos casos eran tanto un acto de imitacin subversiva como una apropiacin positiva de una cultura afn." Los cartistas fueron particularmente ingeniosos en este sentido, combinando la recogida de firmas, el circuito de conferencias, la reunin pblica, la fiesta poltica po-

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 55

    pular y una panoplia de actividades educativas y recreativas dentro de un variado repertorio de agitacin popular."

    8. La fuerza de cartismo se revel de manera ms impresio- nante en la esfera cultural. Aqu la forma esencial fue la asocia- cin local. Reunindose en casas, aulas de escuela, salones parro- quiales, cafs, tabernas o en los especialmente erigidos "salones carlistas", mensual, semanal o incluso diariamente, el club cartista era la "maquinaria fundamental del movimiento"." Adems, y ms obviamente, el ciclo poltico de las reuniones pblicas, confe- rencias, sermones, fiestas y conmemoraciones, "una pltora de subcomits organizaban gran variedad de actividades familiares, desde desayunos populares, meriendas y cenas hasta producciones dramticas, lecturas de poesa, oratorios o bailes". Las manifesta- ciones pblicas se acompaaron de una imaginativa profusin de pancartas, retratos, retablos, iconografa radical y de otros disposi- tivos emblemticos. ste fue quiz el verdadero radicalismo del movimiento cartista que no se reprodujo en la experiencia de los movimientos obreros europeos hasta los logros mucho ms tardos de la subcultura socialdemcrata alemana y el sindicalismo medi- terrneo: ocupando el terreno "privado" de la vida diaria y la fa- milia, creando nuevas formas de sociabilidad colectiva, integrando de forma reciente lo personal y lo poltico, y creando mediante di- chas virtudes un espacio pblico diferenciado de actividad de cla- se trabajadora, a la vez cerrado para defenderse de la cultura de las clases dominantes y a la vez comprometido con una nueva for- ma de vida. Es aqu donde una esfera de intervencin social ms amplia se articul deliberadamente dentro de una visin poltica radical, donde las ideas de subcultura, hegemona y espacio pblico proletario adquirieron una trascendencia potencial.

    Eileen Yeo es una de las pocas personas que ha explorado estas posibilidades. Como dice: "parece asombroso el hecho de que al-

    54 Para esta distincin, ver Richard Johnson, "Really Useful Knowledge: Ra- dical Education and Working-Class Culture, 1790-1848", en Clarke Critcher y Johnson (eds.), Working-Class Culture, pp. 75-102.

    55 Hobsbawm, "Labour Traditions", p. 373 ff. Por supuesto desde finales de los arios 1970, la comparacin de Hobsbawm respecto al PCF ha sido mucho me- nos convincente, sin disminuir su pertinencia para el periodo inicial de la postgue- rra. Para una mayor y excelente discusin de la no conformidad, ver Robert Moore, Pit-Men, Preachers and Politics. The effect of Methodism in Dirham Mining Com- munity, Cambridge, 1974; y para un ttulo importante, Edward Thompson, "On History, Sociology and Historical Relevance", British Journal of Sociology, 27 (1976), pp. 387-402.

    56 Ver especialmente Eileen Yeo, "Robert Owen and Radical Culture", en Sid- ney Pollard y John Salt (eds.), Robert Owen. Prophet of the Poor, Londres, 1971, pp. 104 ff. Jones,

    Chartism and the Chartists, pp. 77-113. 58 Ibid., p. 77, tambin para lo siguiente.

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    gunos movimientos obreros entre 1830 y 1850, y especialmente los movimientos de protesta, aadieran actividades de ocio junto con el ritual de la religin y del ciclo de la vida aunque no fuesen directamente relevantes para sus objetivos y propsitos declara-dos". Al hacer esto, repudiaron tanto la cultura impuesta de la cla-se media como la violencia incipiente del proletariado no organi-zado. Existen varias caractersticas dignas de mencin. En primer lugar, porque "el objetivo era la solidaridad total del grupo y la ar-mona, la cultura estaba orientada a la familia y daba extrema im-portancia a la igualdad y participacin de las mujeres". En segun-do lugar, esto supuso una crtica prctica de las instituciones rivales, ya sea de la iglesia, del pub, del aparato de la filantropa de la clase media o del variado sistema de educacin "estipulado". En tercer lugar, la cultura radical desarroll un calendario de fies-tas y ceremonias alternativo, basado tanto en el "ao cristiano in-vertido" y en una variedad de fiestas especficamente radicales. Finalmente, hubo un intento deliberado de capturar el ciclo de la vida, "quitndole de las manos a la Iglesia los ritos fundamentales del viaje de la vida: bautizo, boda y muerte". Aqu se inclua todo, desde la formacin de una Iglesia cartista hasta la agresiva secula-rizacin del ritual religioso y la imposicin del nombre a los nios (en un caso extremo, un nio poda ser bautizado como "Feargus O'Connor Frost O'Brien McDouall Hunt Taylor")." En un marco

    Edward Thompson, historia social y cultura poltica 57

    diferente pero relacionado se le ha denominado "la lucha a travs del ritual" una lucha por la supremaca del ritual, centrada en "los ritos privados del proceso" y "los ritos pblicos de la comuni-dad".'

    9. Un aspecto particular de esta cultura independiente y cons-ciente de su propia identidad era su altamente desarrollado sentido del pasado no slo como una recopilacin de mitos e ideas sobre el pasado (p.e. como en la idea del "Norman Yoke" o la mitologa del "ingls nacido libre"), aunque evidentemente stas sean im-portantes, sino como una tradicin radical continua y en vas de desarrollo. La sensacin de pertenecer a dicha tradicin viva fue vital para mantener la solidaridad y para socializar nuevos miem-bros en el movimiento.

    construccin social e ideolgica de una esfera domstica femenina en contraposi-cin al mundo masculino aspirante a la ciudadana y a la actividad pblica, y en parte mediante la ideologa masculinista del salario familiar. De este modo, mien-tras que los hombres de la clase obrera se declaraban sbditos polticos responsa-bles en los aos 1830 y 1840, como ha argumentado Sally Alexander, las mujeres obreras se vieron condenadas al silencio pblico. Por muy admirable que fuese el espacio pblico de los cartistas y el sentimiento contra-comunitario que le acom-pa, crearon sin embargo, una tradicin poltica obrera basada en la subordina-cin de las mujeres. Como ha mostrado Barbara Taylor, esto contrastaba con la cultura del Owenismo, que era ms radical en su enfoque de las relaciones entre los dos sexos y la conducta en la vida personal. Ver especialmente Hall, "Tale of Samuel and Jemima"; Dorothy Thompson, "Women in Nineteenth-century Radi-cal Politics", en Juliet Mitchell y Anne Oakley (eds.), The Rights and Wrongs of Women, Harmondsworth, 1976, pp. 112-138; y The Chartists, pp. 120-151; Vin-cent, Bread, Knowledge and Freedom, pp. 39-107; Alexander, "Women, Class, and Sexual Differences"; Rose, "Sex, Class and Industrial Capitalism"; Barbara Taylor, Eve and the New Jerusalem. Socialism and Feminism in the Nienteenth Century, Nueva York, 1983. Para un estudio mayor de las relaciones entre gnero y cultura en la formacin de la clase media, ver ahora Leonor Davidoff y Catheri-ne May, Family Fortunes. Men and Women of the English Middle Class, 1780- 1850, Londres, 1987.

    6 David I. Kertzer, Comrades and Christians. Religion and Political Struggle in Communist Italy, Cambridge, 1980, pp. 131-168. Ver tambin las reflexiones dispersadas por Maria Antonietta Macciocchi, Letters from Inside the Italian Communist Party to Louis Althusser, Londres, 1973.

    59 Yeo, "Robert Owen", pp. 96, 99, 101, 103 y 105. Ver de la misma autora

    "Christianity in Chartist Struggle 1838-1842", Past & Present, 91 (1981), pp. 99- 139; y "Some Practices and Problems


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