+ All Categories
Home > Documents > Entre MilI YKant: apuntes éticos de Filosofía...Édgar Roy Ramírez Entre MilI YKant: apuntes...

Entre MilI YKant: apuntes éticos de Filosofía...Édgar Roy Ramírez Entre MilI YKant: apuntes...

Date post: 18-Feb-2021
Category:
Upload: others
View: 2 times
Download: 0 times
Share this document with a friend
5
Édgar Roy Ramírez Entre MilI YKant: apuntes éticos Abstract, Both. Kant and Mil! made perma- nent and different contributions to the mains- tream of ethical theory, in this paper a rappro- chement between the two thinkers is attempted. Resumen. Se intenta un acercamiento entre Kant y Mil!, aunque algo indirectamente, cons- cientes de que ambos interlocutores han hecho aportes que pertenecen a la corriente principal de la teoría ética. 1 El utilitarismo destaca la capacidad de dolor que posee el ser humano, capacidad que se pre- Lo que el imperativo categórico nos ofrece es un punto de vista moral, un criterio desde el cual enjuiciar la moralidad de nuestras acciones, normas e instituciones. Se alcanza así una idea regulativa, una medida racional crítica, cuya formalidad asegura la intersubjetividad buscada. D. García Marzá Solo, propondrá Mill, cuando los hombres se encuentran en pie de igualdad, cuando se establecen relaciones cordiales y solidarias, es posible la armonía social, que garantiza la felicidad generalizada de los miembros de la comunidad, hermanados por los lazos de la mutua simpatía. E. Guisán senta como universal. La evitación del dolor, al menos hasta donde esto fuere posible, el utilitaris- mo la eleva a rango ético. Se considera, por ello, sin fundamento ético ni tampoco justificación cualquier intento de inflingirle dolor al otro. Hay un claro reconocimiento de la vulnerabilidad. En consecuencia, y como proyecto impostergable, se plantea la necesidad de reducir el dolor al máxi- mo. Tal reducción, sobre todo del dolor degradan- te e injusto, puede verse como la otra cara de la moneda de procurar la felicidad del mayor núme- ro. Se desprende de aquí una restricción suma- mente pertinente: la felicidad del mayor número ha de lograrse sin que vaya en menoscabo de na- die; el dolor se convierte en piedra de toque para determinar la calidad del utilitarismo en cuestión. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (10 1), 71-75, Julio-Diciembre 2002
Transcript
  • Édgar Roy Ramírez

    Entre MilI YKant: apuntes éticos

    Abstract, Both. Kant and Mil! made perma-nent and different contributions to the mains-tream of ethical theory, in this paper a rappro-chement between the two thinkers is attempted.

    Resumen. Se intenta un acercamiento entreKant y Mil!, aunque algo indirectamente, cons-cientes de que ambos interlocutores han hechoaportes que pertenecen a la corriente principalde la teoría ética.

    1

    El utilitarismo destaca la capacidad de dolorque posee el ser humano, capacidad que se pre-

    Lo que el imperativo categórico nos ofrece es unpunto de vista moral, un criterio desde el cual

    enjuiciar la moralidad de nuestras acciones,normas e instituciones. Se alcanza así una idea

    regulativa, una medida racional crítica, cuyaformalidad asegura la intersubjetividad buscada.

    D. García Marzá

    Solo, propondrá Mill, cuando los hombres seencuentran en pie de igualdad, cuando se

    establecen relaciones cordiales y solidarias, esposible la armonía social, que garantiza la felicidad

    generalizada de los miembros de la comunidad,hermanados por los lazos de la mutua simpatía.

    E. Guisán

    senta como universal. La evitación del dolor, almenos hasta donde esto fuere posible, el utilitaris-mo la eleva a rango ético. Se considera, por ello,sin fundamento ético ni tampoco justificacióncualquier intento de inflingirle dolor al otro. Hayun claro reconocimiento de la vulnerabilidad. Enconsecuencia, y como proyecto impostergable, seplantea la necesidad de reducir el dolor al máxi-mo. Tal reducción, sobre todo del dolor degradan-te e injusto, puede verse como la otra cara de lamoneda de procurar la felicidad del mayor núme-ro. Se desprende de aquí una restricción suma-mente pertinente: la felicidad del mayor númeroha de lograrse sin que vaya en menoscabo de na-die; el dolor se convierte en piedra de toque paradeterminar la calidad del utilitarismo en cuestión.

    Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (10 1), 71-75, Julio-Diciembre 2002

  • 72 ÉDGAR ROY RAMÍREZ

    En todo caso, siempre será más fácil contri-buir a evitar el dolor (eliminar miseria, sufri-miento evitable, obstáculos a las potencialidades)que contribuir a la felicidad. Es más fácil ver quealguien (personas, grupos) padece dolor, deter-minar que sufre menoscabo, que especificar losfactores de la felicidad. En las desafortunadascondiciones sociales, dice Mill, aunque la felici-dad no fuera posible, se trata al menos de lograrla prevención o mitigación de la desgracia. De to-das maneras, se podrá juzgar la eliminación deldolor como condición necesaria, aunque no sufi-ciente, de la felicidad. En otras palabras, procu-rar la felicidad del mayor número y reducir almáximo el dolor no parecen disociarse. Asimis-mo habría que agregar que una felicidad obteni-da a un precio de dolor, no se reputaría una feli-cidad genuinamente deseable.

    11

    Es claro que Mill tiene sus preferencias bienmarcadas en torno a la felicidad: "Un ser con fa-cultades superiores necesita más para sentirse fe-liz ..."¡ Mill parece recordar las críticas kantianasal concepto de "felicidad" y está claro en que nohay automatismos: la felicidad no se gana sin es-fuerzo (resonancia aristotélica). La "felicidad" esun concepto complejo y rico, siempre por redes-cubrir. Cuanto más desarrollo "y aquí entra enjuego la historia" más se necesita para ser feliz.La dignidad es una de las condiciones centrales.

    Ahora bien, el utilitarismo milliano no se haceilusiones con la promoción de la felicidad: hay ne-cesidad de la construcción de los contextos apro-piados, cuya generación es definitivamente social,para el despliegue de los placeres superiores. Espreciso cultivar tales contextos. De ahí que ética ypolítica, al igual que en Aristóteles o en Shue, noestén separadas, ni tienen por qué estarlo-.

    III

    El interés por el bienestar de los otros esfuente de bienestar para sí, en una inteligenciacultivada o en el rectamente educado. La moralde la mayor felicidad del mayor número tiene suarraigo en el desarrollo de los sentimientos socia-

    les de la humanidad, sentimientos que quienes losposeen no desearían carecer de ellos. El principiode utilidad reconoce como una fuente de placer laprocura de la felicidad de los otros, la procura deuna existencia exenta de dolor y abundante en go-ces. El enfoque no es individualista: lo importanteno es la felicidad del agente, sino la de todos.

    IV

    La defensa de la felicidad aun tiene plenosentido en un tiempo desatento frente a las nece-sidades y aspiraciones de la gente común y co-rriente. El que la felicidad incluya la satisfacciónde las facultades más elevadas, diversidad de pla-ceres, calidad en las opciones, es sumamente im-portante en un mundo dominado por los negociosy no por la alegría, ni la solidaridad, ni el gustode vivir. No parece insensato el esfuerzo por ha-cer la vida más llevadera, más hospitalaria, másacogedora, más duradera, más digna. Para tal es-fuerzo es preciso superar cualquier intento de loque Mili llama "una infancia prolongada", queno es otra cosa que mantener la dependencia, lasubordinación, la indefensión. Es preciso, porello, generar los contextos apropiados que pro-muevan la autonomía y la apertura de oportuni-dades. Sin autonomía no parece haber la conse-cución de fuentes de placer genuinas. De ahí quetambién se vuelve imprescindible los desarrollosdel conocimiento y la sensibilidad.

    V

    "Cuando decimos que algo constituye el de-recho de una persona, queremos decir que pue-de exigir, con razón, de la sociedad que le prote-ja para su disfrute, ya bien mediante la ley o pormedio de la educación y la opinión pública":'.Mili plantea que la única justificación de tal po-sición radica en el principio de utilidad. Tuviereo no razón, lo que sí es cierto es que el recono-cimiento de derechos tiene consecuencias suma-mente importantes que cualquier utilitarista pue-de apreciar. Por otro lado, cabe resaltar que seríadarle sustancia al derecho el que su disfrute estégarantizado socialmente. Si tal fuera el requisi-to para hablar de derechos tal vez el discurso

  • ENTRE MILL Y KANT 73

    respectivo sería más cauto y más comprometido.Un derecho sin garantías sociales para su concre-ción no es propiamente un derecho o no ha sidopropiamente reconocido como tal, o se le planteapara efectos polémico s o como proyecto. Obvia-mente, el reconocimiento tiene que ver con laconstrucción de los mecanismos sociales o lasgarantías para que el derecho sea un compromisoreal y abandone la condición de mera proclama.

    VIInteresante por su resonancias actuales, es la

    afirmación milliana de no restringir la procura de lafelicidad al género humano, sino de extenderla " ...en cuanto la naturaleza de las cosas lo permita, a lascriaturas sintientes en su totalidad?". Hay una am-pliación de las preocupaciones étic~s a los otros se-res vivos y se da un paso importante de alejamientocon respecto a un antropocentrismo estrecho.

    VIIPor su lado, la ética kantiana parte de una ca-

    pacidad que también se puede considerar univer-sal, a saber: la capacidad de autonomía; y, elevala autonomía a concepto central de la ética. Porello, cualquier intento, o cualquier proyecto, per-sonal o social, de disminuir la autonomía o deatentar contra ella se considerará inaceptable.Kant no insiste o no plantea la necesidad de ge-nerar condiciones fácticas para que la autonomíaflorezca. Empero, si la razón se va construyendoen el debate público, en el examen de las pro-puestas con pretensiones racionales, es decir, nohay una razón preconstituida, la manera de cons-truirse es siguiendo pautas que no nos saquen deljuego racional y solo puede seguir las reglas quese da a sí misma, entonces parece claro que hayuna vinculación estrecha entre razón y autono-mía. Por el contrario, el uso dogmático de la ra-zón sería una negación de la crítica que es preci-samente el constituyente autorreferencial de larazón. No hay propiamente avance de la razónsin la crítica; en el juego de la crítica, en el recur-so a las mejores razones, se construye la razón.Kant también muestra las limitaciones del usoprivado de la razón. Súmese a ello que la autono-

    mía surge del uso práctico de la razón y se podrásacar la conclusión que las condiciones posibili-tadoras de la autonomía no tendrían por qué des-cuidarse desde una perspectiva kantiana, aunqueKant no se ocupara de ello.

    En todo caso, el reconocimiento y el respetoa la autonomía entrañan obligatoriamente el tra-tar a los otros como personas y no tendría por quéhaber exclusiones de punto de partida. En el tra-to personal habría que incluir la ausencia de en-gaño, la ausencia de violencia, la ausencia decualquier intento de reducir a alguien a la condi-ción de medio, objeto, instrumento, bien o pro-ducto. Es posible que tratar a alguien como per-sona involucre más, pero tales ausencias son con-diciones necesarias.

    La aspiración a la autonomía pasa por la con-ciencia de que la autonomía se construye con elmejor conocimiento disponible y con la mejor ca-pacidad para la acción. A Kant le podría sonar to-do esto como una reintroducción de la heterono-mía. No obstante, tal situación es inevitable si sequiere construir la autonomía, tan justamente va-lorada por Kant. El respeto de la autonomía impo-ne limitaciones sobre nuestras acciones y es un lí-mite que mejor no traspasar si consideramos quela ética opta por el diálogo, por la interlocuciónfrente a la fuerza, la intimidación o la violencia.

    VIII"Las leyes morales" podrían valer universal-

    mente sir. necesidad de que tuvieren que hacerlopara cualquier ser racional. Bastaría que obliga-sen, "diesen fundamento de una obligación", alos seres humanos. La universalizabilidad kantia-na es una aspiración, una exigencia, sumamenteimportante sin tener que extenderse a actores noclaramente identificables. ¿En cuáles otros seresracionales pensaba Kant? ¿Ángeles, dioses? Elacceso que tenemos a la razón es el acceso huma-no. En todo caso queda bien claro en la versióndel imperativo categórico del fin en sí mismo,que Kant hace referencia a los seres humanos:"obra de tal modo que uses la humanidad tantoen tu persona como en la persona de cualquierotro siempre a la vez como fin, nunca meramen-te como rnedio'".

  • 74 ÉDGAR ROY RAMÍREZ

    Kant pasa en una tensión constante entremantener la reflexión ética libre de las intromi-siones de la facticidad y los aportes que la condi-ción humana ofrece. Se plantea esta tensión por-que Kant es tributario de una realidad escindida.Por ello, se da una oscilación entre lo que se pre-tende a priori y la experiencia.

    IX

    Kant siempre, o casi siempre, mira a la felici-dad con ojos de sospecha. Empero no le quedamás que reconocer que para cumplir con el deber,se torna muy importante ocuparse de la felicidad:"Hasta puede, en cierto aspecto, ser deber cuidarde su felicidad; en parte porque ella (ya que a ellapertenecen habilidad, salud, riqueza) contiene me-dios para el cumplimiento del deber, en parte por-que la carencia de la misma (por ejemplo, la po-breza) encierra tentaciones a infringir el deber'".En este texto recuerda a Aristóteles, quien planteaque los bienes materiales son necesarios para lafelicidad. De pronto hay que dejar que la hetero-nomía se cuele porque su influjo es fructífero. Espreciso generar condiciones en las que el cumpli-miento del deber pueda florecer porque al parecerla razón pura no le basta a los agentes humanos.

    X

    ¿Cómo sería una sociedad kantiana desarro-llada? En una sociedad tal, los seres humanos ha-brían de contar con los medios necesarios paracumplir con el deber (o deberes), es decir, en talsociedad se promovería el ser tratados como finesy el conducirse como fines; la dignidad (" ... loque se halla por encima de todo precio, y por tan-to no admite nada equivalente (...) aquello queconstituye la condición únicamente bajo la cualalgo puede ser un fin en sí mismo ..."7 sería el re-conocimiento de la identidad del otro. Una socie-dad en que podemos reconocemos como finesexcluiría obviamente el padecer hambre, frío,tortura, inseguridad, sufrimiento evitable puestoque se verían como formas de obstaculizar lasposibilidades de autonomía y, por ello, como ma-nifestaciones de exclusión. La exclusión se re-chaza, a su vez, puesto que dificulta al máximo la

    interlocución, condición sencillamente indispen-sable en la tarea de la construcción de la razón.

    Por su lado, en la sociedad kantiana las ins-tituciones se ocuparían de sus tareas de maneratal que no se limitara o no se restringiera la asun-ción de la responsabilidad. Se encargarían explí-citamente del fomento de la autonomía, del fo-mento de la dignidad, del fomento de la condi-ción de persona. La economía y la política, me-nester es agregar, tendrían que estar orientadas ala erradicación de la exclusión.

    XI

    El deber kantiano se puede expresar, sin lostonos rigoristas, en función de las variantes delimperativo categórico: es un deber no utilizar alos otros (no convertirlos en medios, en objetos,en instrumentos) y respetarlos en cuanto persona;es un deber orientar la acción de manera tal quelas máximas puedan ser universalizadas.

    XII

    ¿Qué pasaría si la gente actuara porque legusta cumplir con el deber? ¿O si se sintiera incli-nado, por razones educativas o por razones de at-mósfera cultural, a alegrarse cada vez que viera eldeber cumplido? Si hubiera alegría, ¿sería dejarque la sensibilidad y, por ello, la heteronomía seintrodujeran? ¿Habría propiamente diferencia al-guna entre actuar por deber y actuar por la alegríade ver el deber cumplido? Al parecer no habríamanera decisiva de distinguir entre una y otra for-ma de actuar. Quizás lo que ocurre es que la auto-nomía y la heteronomía están más mezcladas delo que Kant estaría dispuesto a aceptar.

    XIII

    ¿Se puede resolver kantianamente un con-flicto de Kant? ¿Se le puede aplicar Kant aKant? Según Kant, no hay excepciones al nomentirás: no importa si alguien me preguntara elparadero de una persona con el objetivo de ma-tarla, el bienestar de la posible víctima no seríaun atenuante aceptable para mentir. El ejemplopodría hacerse más complejo involucrando a

  • ENTRE MILL Y KANT 7S

    grupos humanos vulnerables por razones de per-secución política: nuestra América está pobladade ejemplos.

    Ahora bien, está claro que en Kant no hayprocedimiento para dirimir conflictos entre debe-res. Tampoco hay, y esto es centralísimo, una je-rarquización fundamentada de deberes.

    ¿Es posible universabilizar el decir la verdadaun a costa de la vida de otras personas? Parecie-ra darse aquí un caso de esos en que se aplica que"es imposible querer que un principio semejantevalga en todas partes como una ley de la natura-leza". Se puede estar, más bien, en una situaciónen que necesitamos que otros protejan nuestrobienestar. ¿Cómo compaginar el decir la verdad yponer con ello en peligro a otros con el trato quedebemos darles en cuanto fines (personas), con elreconocimiento de su dignidad, con su condiciónde posibles miembros del reino de los fines? Silos seres humanos son siempre fines en sí mis-mos, sujetos de dignidad y autonomía, aunque nofueren los únicos, se reduce la posibilidad de queunos seres racionales, o un grupo, procedan pordeber al desproteger su bienestar.

    No hay automatismo de pertenencia a la co-munidad ética, el intentar asesinar a otros exclu-ye al potencial asesino de la comunidad ética,del reino de los fines. Por ello, no estaríamosobligados a decirle la verdad porque no parececoncordar genuinamente en términos kantianoscon el imperativo de los fines el decir siempre laverdad en contra del bienestar y sobrevivenciade las personas. La universalizabilidad kantianase somete a prueba, es decir, se averigua si es ge-nuina mediante la revisión o examen de si pro-duce exclusión, de si produce eliminación. Si asíocurriese, estaríamos ante una universalidad ile-gítima o espúrea.

    ¿Olvida Kant la dimensión comunitaria de laética? Si bien es cierto que Kant no insiste en lanecesidad de la comunidad ética que provea desentido a las preocupaciones éticas, el imperativocategórico con su exigencia de universalizabili-dad reconoce la importancia de los otros y aspiraa una comunidad cosmopolita, el reino de los fi-nes. En cuanto tal, el imperativo categórico nopermite las exclusiones. Por el contrario, la pro-cura de universalidad es claramente incluyente.

    De aquí se seguiría que quien intentare la ex-clusión se automargina como miembro de lacomunidad ética.

    XIV

    ¿Se podría dar una versión kantiana del uti-litarismo milliano? ¿Cabe plantearlo en forma deimperativo categórico? Tal vez se pueda dar la si-guiente variante: "actúa de tal manera o de acuer-do con la máxima de producir, hasta donde se pu-diere, la mayor felicidad del mayor número". ¿Estan solo un cambio lingüístico? ¿Apunta tal va-riante a un acercamiento entre Kant y Mili? Qui-zás se trate, además, de que el utilitarismo tam-bién incluye una noción clara de deber o deberes:el principal deber sería el de aumentar la felici-dad del mayor número posible de acuerdo con lascircunstancias y el alcance de la acción. Si la fe-licidad del mayor número juzgara la valía moralde una acción, no parece desencaminado planteara su vez el logro de la felicidad o su procura co-mo un deber. Tal enfoque acercaría el consecuen-cialismo con el deontologismo. Es obvio que labúsqueda de la felicidad, en la que la procura dela felicidad ajena fuera una fuente de felicidadpropia, pasa la prueba kantiana de la universali-dad aunque suene a heteronomía.

    Notas

    l. Mili, John S. El utilitarismo. Madrid: Alianza,1984, pág. 50.

    2. Shue, Henry. Basic Rights. Princeton: PrincetonUniversity Press, 1980; Aristóteles. Ética Nico-máquea. Madrid: Gregos, 1993.

    3. Mili, op. cit., pág. 117.4. lbid, pág. 54.5. Kant, Irnmanuel. Fundamentación de la metafísi-

    ca de las costumbres. Barcelona: Ariel, 429, 10.6. Kant, Irnrnanuel. Crítica de la razón práctica.

    Madrid: Alianza, 2000, A 166-167.7. Kant. Fundamentación ... , 434-435.

    Édgar Roy RarnírezEscuela de Filosofía

    Universidad de Costa Rica


Recommended