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F.Ferrarotti.LaHdeVcomoMet

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    ConvergenciaUniversidadAutnoma delEstado de [email protected] (Versin impresa): 1405-1435MXICO

    2007Franco FerrarottiLAS HISTORIAS DE VIDA COMO MTODO

    Convergencia, mayo-agosto, ao/vol. 14, nmero 044Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    Toluca, Mxicopp. 15-40

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    http://redalyc.uaemex.mx

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    1Traduccin del italiano de Jos Manuel Recillas. Revisin, Daniel Gutirrez Martnez.

    Las historias de vida como mtodo1

    Franco Ferrarotti Universidad Sapienza de Roma

    Abstract:This paper provides strong arguments that validate the qualitative methods as privileged strat e gies for the study of theso cial as pects, par tic u larly in the case of the stories of life; one of the fun da men talarguments is that hu mans are not a piece of data,but rather, a pro cesswhich acts creatively in their quo tidian world, where the latterim plies ac knowledging its evocativeand re-creativesense, el e ments that im ply the possibility of self per ception of the in di vid ualsubject of the his tory of life in its experiencial relation

    with the contextual environment. The relation be tween text and con text is created by the in di vid ual as part of his ex perience process, in so far as a his toric agent. In the end, the his to ries of life have the capacity of ex press ing and formulating the quo tidian lived ofthe so cial, for mal and in for mal structures, from there the fundamental contribution to the so cialre search.

    Key words: histories of life, quotidian life, qualitative methods .Resumen: El trabajo da argumentos de fondo que legitiman a los mtodos cualitativos como estrategias privilegiadas para el estudiode lo so cial, en forma par tic u lar en el caso de las historias de vida; uno de los argumentos centrales es que el hombre no es un dato sinoun proceso, el cual acta en forma creativa en su mundo cotidiano, es decir, lo so cial implica una historicidad. Un segundo argumento es elde la necesaria vinculacin entre texto y contexto, en el que este ltimo implica reconocer su sentido evocativo y re-creativo,elementos que implican la posibilidad de la autopercepcin del individuo-sujeto de la historia de vida en su vinculacin experiencialcon el ambiente con tex tual. La relacin en tre texto y contexto la realiza el individuo como parte de su proceso vivencial en tanto queagente histrico. Las historias de vida tienen, finalmente, la capacidad de expresar y formular lo vivido cotidiano de lasestructuras sociales, formales e informales, de ah su aporte fun da men tal a la investigacin so cial.Palabras clave: historias de vida, vida cotidiana, mtodos cualitativos.

    ISSN 1405-1435, UAEM, Mxico, nm. 44, mayo-agosto 2007, pp. 15-40

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    Han transcurrido treinta aos, casi una generacin, desde que publiqu Vite di baraccati(1975). Setrata de un lapso ms bien breve, en el cual, sin embargo, los temas de la pobreza, de la marginacinmetropolitana y de la exclusin so cial parecan destinados a transformarse muy pronto en asuntosresiduales, si no es que irrelevantes, como para considerarse apenas sujetshonteux (temas no muy

    honrados). Por no mencionar el problema del marco metodolgico de la investigacin. Sobre todo,los socilogos elaboraban escombrados bajo el peso del inalcanzable modelo de las cienciasnaturales, afligidos por un invencible sentimiento de culpa por no ser lo suficientementerigurosos, exactos en los clculos estadsticos y en absoluto certeros de la verificacin de sushiptesis. Era la poca en la cual se hablaba, en tre socilogos y, en gen eral, en treestudiosos delos asuntos sociales, del mtodo de las historias de vida como un mtodo serio para el anlisissociolgico, tal vez el nico que nos permitiera tener un contacto directo con lo vivido de las per so nasy, por ende, con la materia prima, fundamento de la investigacin so cial; pero se podra decir quese corra el riesgo de provocar una sonrisa de complacencia. Como las sonrisas que se lesreservan a los escritores de segunda categora o a novelistas fracasados, y que en el variopinto campode la investigacin so cial insina una vocacin literaria miserablemente abortada.

    En ese tiempo triunfaban, como an hoy priman, los mtodos cuantitativos, y por razonesms que ineluctables: son mtodos rigurosos, que compiten en la precisin numrica con las cienciasduras, llamadas con temeridad exactas, de la naturaleza, con suficiente distancia de aquellasdisciplinas de la vaguedad y de la superficialidad como son las ciencias humanas tradicionales, en espe cial las histrico-morales. Otras razones suelen ser dadas por los interesados pdicamentesusurradas, pero su peso es indudable: los mtodos cuantitativos permiten previsiones,acerca del xito y el tiempo real necesario para la investigacin, sobre todo seguros y, porlo tanto, de consecuencias tranquilizantes para los que piden las investigaciones, que con gustopagan con tal de tener en la mano los resultados de la misma en tiempo real, con grupos dediagramas y tab las del todo consecuentes a su acercamiento, en par tic u lar, del tipo pragmtico. Adems de todo lo anterior, en cuanto a los investigadores concierne, incluso en las

    investigaciones sobre el terreno el clebre field-work (trabajo de campo), no debenensuciarse las manos ms de lo necesario. Los instrumentos cuantitativos cuestionarios,apuntes, escalas de actitudes,

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    frmulas para los coeficientes de correlacin, etctera estn ya preconcebidos de manera quepuedan ser utilizados y evaluados por los mismos colegas. Basta aplicarlos siguiendo de maneraescrupulosa las instrucciones para el uso y mantenindose a la higinica distancia de los objetos dela investigacin.

    Al respecto, las pginas introductorias de Pi erre Bourdieu a La miseria del mundo2

    resultaniluminadoras y plenamente compartibles: Cmo, de hecho, no experimentar un sentimiento deinquietud en el momento de hacer pblicas declaraciones privadas, confidencias reunidas en unarelacin de confianza? [...] Ningn contrato est tan cargado de exigencias tcitas como uncontrato de confianza (Bourdieu, 1993: 7).3Bourdieu llega a citar a Spinoza: No deplorar, no rer,no odiar, sino comprender. Es justo a la comprensin profunda, y no slo a la descripcin delos contornos externos, para lo que sirven las historias de vida. Pero, obvio, tienen un precio que elsocilogo cuantitativo puede ignorar de manera olmpica: obligan a ganarse la confianza de losinterlocutores, a no limitarse a colocar una cruz en la casilla justa (s, no, no s), a saberescuchar y, en esta capacidad de escucha, a saberrealzar la bsqueda ms all del sim ple reportesociogrfico-inventarial o del reporte policial. En otras palabras, en tre los investigadores y losobjetos de la investigacin debe instaurarse una relacin significativa, una autntica interaccin,

    que, en tanto in volucre de manera nat u ral a las per so nas sobre las que se con duce lainvestigacin, reclame al investigador permanecer en la causa y derribar el muro defensivotradicionalmente colocado al pie de la cultura entendida como cap i tal privado. Y la investigacinmisma abandona su estructura asimtrica que realiza, de este modo, ms que una empresa cognoscitiva,se trata de una operacin de poder. Las historias de vida ayudan a comprender que en lainvestigacin so cial todo investigador es tambin un investigado.En el caso de la investigacin de Bourdieu, los frutos de esta impostacin resultan

    vistosos, pues permiten lanzar una mirada en los ngulos oscuros de las sociedades de laabundancia. En par tic u lar,

    2 Hay una edicin en espaol: La miseria del mundo (1999), Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Parte de estasobservaciones sobre la obra de Pierre Bourdieu vieron la luz, bajo la forma de una resea, en el Suplemento cultural

    del diario IlSole 24 Ore.3 Cursivas en el original.

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    ayuda a medir el orden de grandeza y a comprender el sentido y la dinmica de las nuevas formasde pobreza. Esta ya no es la desnutricin crnica del siglo pasado; aunque ciertamente, y sobre todoen tre los inmigrantes ms recientes y desesperados, casos de este tipo no faltan. Por el contrario, lanueva pobreza est dada por la exclusin so cial y por la imposibilidad objetiva y psicolgico-

    cultural de participar en la vida de la comunidad.E

    s una pobrezama te rial, pero en primer lugarmoral e intelectual, que se hunde de forma ver ti cal en la conciencia de los marginados,condenados a vivir, o, ms sencillamente, a sobrevivir en la gris desolacin de las banlieues(suburbios) del mundo. La nueva maneradel sistema de aprovecharse de los marginadados al fi nalde este siglo no es ms la confiscacin, por parte del capitalista, de la plusvala. Es el abandono, eldescuido, el estar al margen de la sociedad y de la historia.Las vo ces que provienen del gueto norteamericano son, en este sentido, relevantes y nos

    hacen entender cmo laAutobiografade Malcolm X no es slo un texto revolucionario, sino tambinun testimonio de vida cotidiana para meditar y analizar. Numerosos preconceptos yestereotipos se vienen abajo: por ejemplo, la idea de que en tre los pobres hay mucha solidaridad. Enrealidad, reina una soberana desconfianza, casi paranoica, y la razn resulta evidente por susdeclaraciones: los pobres no tienen mrgenes, no pueden permitirse el lujo de un encuentroequivocado; no colaboran porque no tienen nada que poner en comn, nada sobre lo cualcolaborar (Bourdieu, 1993: 169). Pero tambin para quienes se han integrado en el sistema y queposeen un trabajo reg u lar, las metas vitales se presentan demasiado estrechas. Pinsese en el obreroque se halla descartado, cortado de improviso, por la innovacin tecnolgica (Bourdieu, 1993:331) o en los vacos ineliminables del trabajo del turno nocturno. Dice Danielle, empleadade Correos: Jams veo el sol [...]. Se est de pie, siempre de pie [...]. Cuando me levanto para iral trabajo, la noche cae (Bourdieu, 1993: 373). El movimiento fisiolgico del capitalismo en trealta y baja coyuntura, en trecrisis yboom, tambin toca a los profesionistas intermedios de la estructuraproductiva, esos que se podan mantener razonablemente ms all y a buen resguardo respecto delas oscilaciones del mercado. Vistos desde abajo, como escribe Bourdieu, son estos profesionistasintermedios de la estructura productiva, determinados por la estrechez de las innovaciones

    tecnolgicas, con sus carreras y expectativas destruidas, quienes manifiestan la ms profundaangustia y una incertidumbre casi to tal sobre sobre las perspect ivas futuras . Se sienten al garete.Son tal vez la

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    encarnacin ms inquietante de lo que Max Weber llamaba la proletarizacin del alma.De frente al extravo de estas figuras sociales, que se sienten presas en un engranaje del que conocenmuy poco y del que no estn en posibilidad de gobernar, parece evidente, una vez ms, que losproblemas del individuo no son ni se reducen a una cuestin meramente in di vid ual. Lamentalidad progresista est acostumbrada, por generaciones, a recurrir, en esta fragmentacin, alEstado, en par tic u lar al Estado so cial, mencionado a menudo con irona inconsciente, Estado debienestar o WelfareState. Las pginas que la investigacin de Bourdieu reserva a la violencia de lainstitucin no dejan en pie muchas ilusiones. Del sistema escolstico a ese otro pensionstico,Bourdieu registra con frialdad la rendicin del Estado. Lo que queda del Estado es eso queNietzsche previ correctamente: en tre todos los glidos monstruos, ciertamente el ms glido.Bourdieu subraya: el que comprende menos, el ms reacio a entender, el ms burocrticamenteprotegido y lejano, el menos capaz de comunicacin no violenta (Bourdieu, 1993: 905).

    De acuerdo con Bourdieu, respecto a todo lo dems, es necesario repensar la poltica,sustrayndose de manera contempornea tanto a la arrogancia tecnocrtica como a la declinacindogmtica. Sobre estos preceptos del ilustre acadmico, se pueden legtimamente mantenerintactas las reservas, sobre todo por parte de aquellos que saben que la poltica es todo menos que

    una obra piadosa; es ms, se resuelve en una ardua lucha de poderes en tre centros oligarcas que seraingenuo sostener la idea que sean lmpidos en sus operaciones internas.4 No obstante, es verdad quela misma lucha por el poder surtira tal vez mejores resultados si en vez que al barullo deaproximaciones incluso generosas, fuese conducida en una situacin de ms actualizadoconocimiento de los problemas, segn el clebre pero nunca escuchado dicho: Conocer paradeliberar. Los gobernantes escribe al fi nal de su trabajo Bourdieu son prisioneros de unentourage(entorno) de jvenes tecncratas que a menudo ignoran casi todo de la vida cotidiana desus conciudadanos, y a los cuales nunca recuerda su misma ignorancia (Bourdieu, 1993: 941). Es proba ble que Bourdieu, al escribir estas palabras, tuviese en mente los jvenes commisdEtat(comisionados del Estado) que salen de la clebre

    'A este respecto, permtaseme remitir a mi SimoneWeil: la pellegrinadellassoluto (1996), en especial el captulo II: Ipartitipolitici: un male non necesario, pp. 37-61.

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    ejemplo de Lionel Trilling y Dwight Mac Don ald a John U. Nef y a A. Koyr, por no mencionar a unsocilogo recin desaparecido, de pasado poltico turbulento, pero no por ello para guardarlo ensilencio, Jules Monnerot (1946).El de bate propiamente filosfico es por s mismo rico y articulado. Esto remite, en par tic u lar, a

    La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologa trascendente (1961) de Edmund Husserl, y a las crticashacia Galileo en cuanto a que la matematizacin de la naturaleza nos habra separado de todaposibilidad de contacto significativo con el mundo de la vida, o inclusive reducir a separar lariqueza de la experiencia vivida para rigidizarlaen la sequedad y en las formas estandarizadaspor las frmulas matemticas: o sea, dicho en otras palabras, hasta hacer perder a la ciencia todosignificado por la vida y su sentido de empresa humana en nombre de la geometrizacin delmundo. En trminos polticos, la misma crtica se puede hallar en la Dialctica de la Ilustracin, deMax Horkheimer y Theodor Adorno, para quienes el lenguaje cientfico fsico-matemtico habrasustrado a los seres humanos, en tanto que seres oprimidos, la fuerza de expresarse. No esdifcil ver cunto de nostlgico e irracionalmente romntico est presente en stas y otrascrticas del mismo estilo, observando cmo una expresin matemtica no es ms que un lenguaje,del todo sim i lar a otros lenguajes, y, por lo tanto, capaz de poder expresar una representacin

    numrica de la cualidad de la experiencia, una vez que se hayan definido las cualidades justaso pertinentes para expresarlas de forma matemtica.Empero, queda en pie la observacin fun da men tal de que los hechos sociales no son susceptibles

    de elaboraciones de segundo grado en sentido matemtico. Por qu? Por la sencilla razn de queel hombre no es un dato, sino un proceso, y que las leyes que tienen que ver con l, no pueden sertimeless y spaceless, vlidas en cualquier contexto e intemporales. Tal vez existe en el hombre ensociedad una indeterminacin ms alta que la correspondiente en la naturaleza, tambin slopor el hecho incontrovertible que el hombre es un an i mal no programado y en esto es radicalmentediferente, y que lo digan los sociobilogos, de los animales no humanos. Es cierto, como muchasveces ha sido observado, que en sociologa el dato cuantitativo, estadstico, a menudo es fun da mental y que sus repeticiones dan lugar a la definicin de una clase de fenmenos, que a su vez devienen

    el tipo interpretativo de algo socialmente vasto; pero lo real se manifiesta en sociologa no tanto yno slo en la repeticin y en la uniformidad, cuanto en la ruptura revolucionaria, en la diferencia,

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    en el momento de la crisis crisis como ruptura, pero, en primer lugar, como separacin. Hayentonces en la crisis una funcin epifnicaprobablemente no subrogable, incluso porque lasrevoluciones sociales no se pueden construir de forma gil o reproducir artificialmente enlaboratorio.

    La historicidad de la ciencia ofrece saludables lecciones de sobriedad de la misma medida en elestudioso llevado a razonar en los modos de un tematismo puro, es decir, razonar hasta enloquecer,confirmando con tradeseo o inconscientemente el dicho que considera al loco como aquel que haperdido todo menos la razn. Y entonces, est eso que con gusto llamar el baile de losparadigmas. stos no slo desfasan, como supuso Thomas Khun, sino que evolucionanvoltendose in clusive sobre s mismos. Tambin en los ejercicios de la ciencia que se suponen pordefinicin racionales, hay que tener presente los aspectos imprevistos de las modas intelectuales yde las vagas influencias, a-racionales pero potentes, que demasiado correctivamente se reasumen amenudo en el sugerente y por dems genrico trmino de Zeitgeist o espritu del tiempo trmino sugestivo, si no es por otra cosa que por la presencia del trmino Geist, pero tambinirritante, debido a que todo sumado, resulta inaferrable. Esto es sobre todo cierto para esas

    ciencias de lo vago o del ms o menos, que en Francia son llamadas ciencias humanas; mientras que enpases de lengua inglesa se presentan como socialsciences. En el clima men tal en el cual estninmersas y del cual son variablemente condicionadas, aparece el clima demasiado mvil, capazde evoluciones radicales en un arco de tiempo relativamente breve.En un tiempo no tan lejano, en los aos de la inmediata posguerra, se acostumbraba pensar en

    trminos de una gran dicotoma. Permtaseme usar una terminologa ms bien brbara, en esetiempo se poda ser estructuralistas o bien relacionales. Los primeros trataban losfenmenos sociales como cosas comme des choses, sentenci mileDurkheim, en tanto lossegundos se atrincheraban al in te rior de grupos primarios, llamados tambin cara a cara; y a partir deah se disponan a disear esos refinados arabescos que presuman expresar cientficamente los variados retculos de las relaciones interpersonales. La tensin en treambas impostaciones, quepor un instante pareci dramtica, era sostenida, por una parte, por Talcott Par sons; pero con ltoda, o casi toda la tradicin sistemtica europea, y por otro, el pintoresco in ven tor de la sociometra,el infatigable viajero con sombreroJacob L. Moreno, pero tambin el austero y distradamentearistocrtico mdico y socilogo

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    australiano Elton G. Mayo, ilustre teorizador de las relaciones humanas en la in du stria.

    Al parecer esa poca hoy est cerrada y aquellos de bates, ya entonces fervorosos y colmados depathos: actos hoy, reledos con atencin nos parecen desvados y polvorientos. Se trata ms bien deuna severa leccin para quienes se imaginan el progreso cientfico como una suerte de lisa carretera

    sin curvas o interrupciones o vueltas en U, por no hablar de las retractaciones y arrepentimientos,vinculadas al sup remo criterio de la autocorregibilidad interna; mientras, tratndose tambinde una informacin de conjunto, la evolucin de las ciencias no tarda en manifestarse por loque es: una empresa humana, slo humana, una historia constelada por contrastantesescuelas y por grupos contrapuestos, una historia hecha, ciertamente, de conquistas cientficas,empero tambin de luchas polticas, de celos mortales, de conjuras y de sangre.La tensin ahora ha mutado de registro. Pasa y se manifiesta en tregrupos de analistas sociales

    que se refieren a la cantidad o bien a una impostacin, contraria y simtrica, que se funda sobre lacualidad. No se trata de una querella de poca monta. No se agota en el mbito acadmico, puesenvuelve importantes intereses econmicos y a sus representantes. Para comprender su sustanciaes necesario dirigirse a la perspectiva histrica. Du rante 150 aos el socilogo vivi en su limbo,umbrtil y apartado. Con paciencia, hizo antecmara. En muchas ocasiones se cubri la cabezade cenizas. Padeci todo el sentido de inferioridad que era capaz de sufrir. Como los que temenverse acusados de bancarrota, desesperadamente imit y se dirigi hacia los cientficos de la naturaleza;intent elaborar una fsica de las costumbres; temi ser atrapado en flagrancia de lesa rigurosidadcientfica, no saber mostrar eficazmente la exactitud de su ciencia enferma, como tuvo quellamarla un ilustre erudito napolitano. No es casualidad que la instancia positivista, todava en suslmites histricos y tericos, sea an el momento fundante de las ciencias sociales en cuanto cienciasde observacin observacin de los datos y de comportamiento externo para llegar a lainterpretacin de la motivacin interna, en el sentido del actuar humano en cuanto accin delindividuo sin gu lar o bien como actuar recurrente cristalizado en las instituciones. Pero hoy son lasmismas ciencias de la naturaleza, las ciencias exactas, que se ven constreidas aautoproblematizarse, las que se aproximan cada vez ms, y de manera por completo imprevista, a lasciencias de lo vago y que renuncian o penosamente comienzan a

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    renunciar al concepto de ley intemporal, necesaria o de necesidad, universalmente vlida,timeles and spaceless, a fa vor del concepto de uniformidad tendencional en sentidoprobabilstico.

    Por otro lado, las ciencias sociales y la misma sociologa se estn moviendo y transformando.L

    os lmites del positivismo comtiano son ahora tan evidentes que resultan innegables. Por lodems, se trate del fisicalismo comptiano o del cosalismo durkhemiano, en ocasiones hallaroncrticos aguerridos y sutilmente despiadados. No slo en la cultura italiana, convertida enprovincia de un veterano-humanismo en esencia antisociolgico. Tambin en Francia, donde la grancamada de Durkheim no sufri jams serias interrupciones. En Francia, escribi SimoneWeil,[...] existe una escuela de sociologa gracias a la cual se pueden estudiar los mitos, el folclor, lascivilizaciones antiguas y las de las poblaciones de color sin hallar, por ninguna parte, alguna huellade espiritualidad. Y, ms adelante, al abordar a los griegos antiguos, prosigue: Hay relacionesindefinibles por medio de nmeros. Y eso era experimentado por los griegos no como unaocasin de jaque o de angustia, sino de alegra, pues la nocin de equilibrio era la nocinfundamental y la injusticia en un hombre consista en ignorar sus lmites (Weil, 1966: 245).

    Es entonces posible teorizar un encuentro en tre cantidad y calidad a medio camino? Alparecer, no por el momento. La impostacin cuantitativa en las ciencias sociales goz y goza en laactualidad de un gran fervor. Cuando el jefe de una compaa tiene problemas en undepartamento, el socilogo cuantitativo lo conforta con las respuestas obtenidas de lostrabajadores en torno a sus investigaciones; todo es elaborado a travs del suministro de uncuestionario con respuestas precodificadas; al fi nal, el jefe puede leer algunas tab las limpias, conporcentajes y cru ces hechos como es debido. Se trata de un lenguaje seco, que se comprende deinmediato y lo tranquiliza, aunque despus las autnticas razones de la agitacin de los trabajadoresni siquiera se hayan desentraado. Cuando los soldados estadounidenses en el frente del Pacfico,en la Segunda Guerra Mundial, bloqueados tal vez por complejos religiosos o psicolgicos, nodisparaban, fue la investigacin de Sam uelStouffer y sus colaboradores la que aplac la angustia delos Estados mayores con los diagramas de la mon u men tal investigacin sobre losAmerican Soldier.

    Los mtodos cuantitativos tratan a las per so nasque forman parte de una situacin so cial poranalizar; como por ejemplo, el comportamiento de los colonizadores frente a los indgenas. No hayque

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    escandalizarse. Se comportan exactamente como cualquier profesionista, es decir, como aquellosque, bajo contrato, ofrecen un servicio a un cliente, el cual no tiene posibilidad alguna de con trol,profano como es, sobre el servicio mismo.

    En realidad, la investigacin so cial, conducida con mtodos estrictamente cuantitativos,

    an hoy en posicin dominante en treaquellos de cultura sociolgica, debe mucho de su xito arazones de naturaleza ex tracientfica.

    a)Co in cide y corresponde al estilo de pensamiento y a la mentalidad tecnocrtica sobresalienteen la gestin de la empresa in dus trial y financiera.

    b) Ofrece resultados ilusoriamente ciertos, expresados con la restrictiva coherencia formal de los aparatos numricos.

    c)Al no basarse sobre una conciencia problemtica autnoma, no se plantea el problema de laeleccin de los temas de encuesta.

    d)En este sentido, se encuentra en la disponibilidad de venderse en el mercado al mejor postor.Pero despus se puede mencionar una ventaja de naturaleza tcnica: valindose de

    instrumentos conceptuales preconstituidos, o sea elaborados independientemente del tipo y

    de las caractersticas humanas de la investigacin, se encuentra en posibilidad de conducir sondeosde opinin masivos, que proporcionan al menos la ilusin de totalidad y de una cierta capacidadpredictiva, y todo esto en un arco de tiempo razonable.

    Por el contrario, la investigacin cualitativa histricamente ha privilegiado los estudios decomunidad. Adems de la experiencia extraordinaria de la Escuela de Chi cago en los aos treinta,son estudios clsicos los de Helen y RobertLynd (1929) (MiddletownyMiddletown in Transition) y los deAr thur J. Vidich y Jo sephBensman (1958) (Smalltown inMassSociety). Contrario a las investigacionescuantitativistas, en vez de dejar caer sobre el objeto de estudio categoras, esquemas y cuestionariospreelaborados y usados en formas intercambiables, descuidando con esto el contexto histricoespecfico, las investigaciones cualitativas tienden a hacer emerger, desde abajo en contactodirecto con el objeto de investigacin (observaciones participantes y esa que, en mi Trattato disociologa [Ferrarotti, 1968], llamo investigacin de fondo), las reas problemticas y loseventuales conceptos operativos. stas no son

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    elaboradas en el escritorio, sino que son el fruto de una impostacin de la investigacin esencialmenteinductiva y que no puede partir sino sobre la base de una exploracin preliminar. stasconsienten elaborar o ensayar y poner en punto una serie de conceptos sensibilizantes, como losllama HerbertBlumer, los cuales hacen posible la construccin de lo que yo llamo conceptos

    operativos (debido a que se pueden operacionalizar, es decir, descomponer en sus par tespara ser puestos en relacin con vari ables importantes para los fines de la investigacin).No es casualidad que, para la reunin de los datos empricos a travs del anlisis cualitativo, sea

    fun da men tal la historia de vida.5 Es claro que la lectura de documentos biogrficos poneproblemas ms complejos que una mera elaboracin estadstica de respuestas precodificadas.Para empezar, la reunin de las historias de vida presupone, como antes he subrayado, una relacinde confianza en tre entrevistador y entrevistado. Ninguno contara a un magnetfono susErlebnisse,sus experiencias vividas. Esto significa que la investigacin es concebida como una con-investigacin y que cada investigador, lejos de poder atrincherarse tras un armamento metodolgicopreconstituido, es a su vez un investigado. En otras palabras, la investigacin cualitativa nosayuda a comprender que el cientismo, incluso el de ascendencia iluminista, es la caricatura de laciencia, una caricatura tan atroz como para hacer decir a un escritor de la inteligencia de Vol taire que las

    huellas de conchas halladas en ciertas rocas alpinas eran producto del paso de peregrinos, quienesregresaban del viaje de Tierra Santa. Nos hace comprender, tambin, que el rigor cuantitativo acrticodesdea la calidad. El rigor cientfico, en sentido propio, histricamente consciente, la llama.

    Sin embargo, es cierto que muchos investigadores cualitativos, puestos de frente a una masaimponente de ma te rial autobiogrfico, no saben qu hacer y lo usan al mayoreo, a lo ms como ma terial ilustrativo de hiptesis elaboradas antes, reducindolo a apndices romnticos de la investigacin, auna pincelada de color. La cuestin de la conexin en trehiptesis terica y documento biogrficoemprico permanece abierta. Se

    5 Remito a mi investigacin sobre las periferias metropolitanas y, respecto al establecimiento epistemolgico, enparticular a Storia e storie di vita(1981) y a La storia e ilquotidiano (1986). Cfr., en cuanto a la intervencin de IlioAdorisio,Lidentitperdutadellasociologia, en IlManifesto, 21 de abril de 1989.

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    necesitara en vez de proceder, con extrema atencin analtica, a la lectura de las historias de vida,con el objetivo de llegar al ncleo y hacer emerger las reas problemticas; stas expuestasnaturalmente ms a menudo en trminos de percepcin psicolgica individual, se asociande consecuenc ias con l a s de te rminantes de l contex to h i s tr i co-econmico-

    cultural meta-in di vid ual, de forma tal que evidencian el entrecruzamiento dialctico ode reciprocidad condicionante en tre individuo, cultura y momento o fase histrica. Lo quesignifica, tomando en cuenta las historias de vida, el aprehender el nexo en tre texto, contexto eintertexto. Respecto a las investigaciones cuantitativas, la diferencia es fun da men tal: en la bsquedacuantitativa las categoras tericas estn preconstituidas y descienden sobre el ma te rial emprico, conel fin de reordenarlo segn un diseo preestablecido fuera de la investigacin en su hacerseefectivo. En la investigacin cualitativa, el proceso de categorizacin parte de la base; est menosdefinido de manera apriorstica; ms que considerar los resultados, tiende a indicar,problemticamente, las direcciones en las cuales se necesita excavar y explorar. En este sentido, lainvestigacin cualitativa es una bsqueda tpicamente abierta, que in duce al analista a practicar esavirtud de la humildad que ya Ba con consideraba esencial para cualquier cientfico.

    Entonces, tengo frente a m una historia de vida, muy bien registrada y, por lo tanto,

    desenbobinada.La he obtenido a partir de mi in ter loc u torganndome su confianza.6

    Se establecien tre nosotros una corriente emptica, frgil, pero suficientemente sostenida y basada en unproceso de interaccin que cancel, al menos por un tiempo, las asimetras culturales y lossaltos de la estratificacin so cial. La recopilacin de la historia de vida implica, para elinvestigador, algunas renuncias y la aceptacin de algn principio tico ms bien importante. Esnecesario renunciar a la cultura entendida como cap i tal privado e instrumento antagnico deconfrontacin y de poder, y al unsono requiere aceptar colocarse en la misma longitud de onda del inter loc u tor, reconocer que investigador e investigado se hallan relacionados, en el mismo ttulo, enla misma empresa. El resultado de esta compleja operacin, para la cual no hay reglas metodolgicaspreestablecidas y que constituye en sentido

    6En Storia e storie di vita, op. cit., propuse la biografa de grupo, pero para este fin se necesitar profundizar el discurso

    en otra parte.

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    estricto el momento cualitativo y la primera fase orientativa de cualquier investigacin so cial, es lahistoria de vida que ahora tengo enfrente. Qu hay que hacer al respecto? Cmo utilizar estosmateriales, a menudo desiguales y deshilvanados, pero fundamentales para la reflexinsociolgica?L

    a historia de vida es un texto. Un texto es un campo, un rea ms bien definida.E

    s algovivido: con un origen y un desarrollo, con progresiones y regresiones, con contornossumamente precisos, con sus cifras y su significado. Debo aproximarme a este texto con atencinhumilde, silenciando al aventurero in te rior. Se requiere acercarse al texto con el cuidado y elrespeto debido a otro distinto de uno mismo. Se entra en el texto. No basta con leerlo con la atencinexterna de quien lee slo para informarse. Es necesario habitarlo.

    As es como entro al texto de la historia de vida. Lo pueblo. Establezco con l una relacinsignificativa en la cual ni mi identidad ni la alteridad del texto tienden a prevalecer. Leo con calma, yes as que del texto emergen las reas problemticas, sas en las cuales el relato se mueve con msrapidez, los momentos de crisis se vuelven preciosos, epifnicos y reveladores. La historia devida se me presenta entonces como una historia de constricciones que pesan sobre el individuo unconjunto de condicionamientos ms o menos determinantes, y al mismo tiempo como uncomplejo de estrategias de liberacin, que el individuo pone en juego aprovechando las buenasocasiones, los atisbos intersticiales.Las reas problemticas de una historia de vida pueden concernir la socializacin primaria (fa

    milia, escuela), la esfera sex ual, el trabajo y la posibilidad de hallar una ocupacin, como se dice,creativa, los vnculos con la pareja y con los hijos. Es el vnculo en tre texto y contexto lo que da lamedida y el carcter de las reas problemticasy de los temas emergentesde una vida. Estar desocupado,por ejemplo, en una situacin en la cual la desocupacin es un fenmeno extrao y nonecesariamente de masas, es algo distinto de serlo cuando la desocupacin es un fenmenoendmico. El desocupado, en ese caso, no se siente forzosamente rechazado, un excluido de lasociedad, un marginado. Por as decirlo, est en buena compaa.La historia de vida puede ser vista, desde esta perspectiva, como una contribucin esencial a la

    memoria histrica, a la inteligencia del contexto. Sin embargo, ligar texto con contexto no es tareasencilla como parece a primera vista. No se trata slo de un asunto de aproximacin de datos,

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    ms o menos pertinentes. En tre historia e historia de vida hay una lnea de demarcacin que puedefracturarse.7 Quiz se habla demasiado fcil de memoria histrica. La relacin en tre historia ymemoria coloca un problema an irresuelto. El concepto mismo de memoria no esfcilmente aferrable, es elusivo y evanescente. Ms que de memoria, habra que hablar en plural:

    de memorias.E

    n efecto, la memoria es una realidad plural, dinmica, proteiforme. Ms que unarealidad dada, fijada, se trata de un magma, de un proceso. Es cierto que no se le puedeconsiderar como una placa pasiva que registra de forma neutra, notarial, desde lo externonuestras experiencias. Es reactiva, huye al con trol puramente lgico. Es enigmtica, en ocasionespuntualiza en la reconstruccin de los particulares hasta la crueldad, a veces de repente bloqueada,apagada, perdida en un vaco turbio.El gran descubrimiento de Freud consiste, en esencia, en haber acertado que a veces la

    memoria, en apariencia sin razn, se bloquea, oculta en vez de recordar, se inhibe ycancela, en parte o completamente, lo vivido. Tiene la capacidad de remitir y de recrear, ascomo la capacidad inquietante de dicotomizar, oscurecer, seleccionar. Entonces, la memoriatambin es facultad de olvidar. Al inicio de sus Confesiones, Rousseau habla de posibles vacos dememoria. Se preocupa de su credibilidad con el lector. Asegura que esos eventuales vacos los

    colmar con algunos leves ornamentos. Ms adelante veremos que ser necesario algo ms que algnartificio retrico. Puedo haber supuesto verdadero afirma Rousseau lo que pudo haber sido,jams lo que conoca era falso. Pero es este escrpulo por la verdad lo que nos revela la imposibilidad dereconstruir la propia infancia. El joven Jean-Jacques que lee en voz alta al padre relojero las Vidasparalelasde Plutarco, se entusiasma, reflexiona, es profundamente edificado por esa literatura o,ms bien, por el recuerdo de esa literatura, pero cuarenta aos despus. No es el joven el que habla, es eladulto, el pensador, el escritor ya de amplia experiencia, el hombre de mundo que le presta al niode entonces cuanto, ahora, ha aprendido de la vida.

    7 Decisivo puede ser el aporte de las historias de vida para una primera exploracin de esas culturas y pueblos que,desde el punto de vista eurocntrico, parece que no tienen historia (cfr., por ejemplo, Grohs, TheChanging SocialFunctions of AfricanAutobiographies).

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    La reconstruccin de esa infancia no puede resultar ms que artificiosa. Pero no slo eso.Rousseau excava en su propia infancia no tanto para reconstruirla tal y como en efecto fue, comopretende y como no se cansa de asegurarle al lector, sino que adems excava en ella para descubrir,descubrindose a s mismo, la esencia del hombre, el concepto uni ver sal de humanidad, su arquetipo

    como principio metafsico. Hace coincidir el descubrimiento de s mismo con el de la humanidad.Comprendidos antes an que pensar, tal es la suerte comn de toda la humanidad escribe y yo lasent ms que nadie. Ignoro lo que fui a los cinco o seis aos; no s cmo aprend a leer: me acuerdo slo delas primeras lecturas, del efecto que tuvieron en m, y de ese tiempo resalto la conciencia de m mismoque desde entonces ya jams me abandon (Rousseau, 1988: 17).

    En verdad? Es lcita alguna duda.8El hecho es que para comprender y reconstruir el espritu, laatmsfera de un tiempo que ya no existe, para sentirse de alguna manera en verdad contemporneo des mismo y de los hombres de tiempos pasados, la mayor dificultad no est constituida por lo quehara falta saber, sino ms bien por todo lo que hara falta saberolvidar, ignorar, poner en treparntesis, sus pender de alguna manera. Quiz Mark Twain tiene razn cuando escribe suAutobiografarenunciando a cualquier criterio lgico preconstituido, sea de tipo cronolgico otemtico. A veces escribe btonsrompus, como llegue, dejndose ir a placer, guiado slo por los

    reclamos imprevisibles de las experiencias ms diversas, abandonndose a las reacciones de lamemoria y de la fluida asociacin de ideas y asonancias.La memoria es estimulada en formas y por factores a menudo imprevisibles o del todo

    casuales. Puede bastar un olor o un sonido, una msica que se aleja para despertar y hacernosrecordar una pgina entera de vida, a recrearla, evocndola, un pasaje del alma. O bien un rostro,una lnea par tic u lar del horizonte, una fotografa. De visita por primera vez en Israel, hallndoseen el desierto de Galilea, IgnazioSilone exclama

    8Para este mbito problemtico, es menester deslizarse casi de manera sbita en trminos de metaficismo gratuito.ElmireZolla: Por s mismo [...] el hombre se hace a los harapos de su pasado, a su identidad biogrfica [...] una vezsustrados de la dominacin de su arquetipo privado, se comprende el juego arquetpico complexito o se instaura, diceKeats, una comunidad con las esencias, una especie de unidad, se prueba un xtasis, y subraya Keats, que destruyea la persona (Zolla, 1994: 79).

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    de repente: Pero es que este paisaje ya lo haba visto. Es la tierra donde nac. Es la misma tierra,rida y pedregosa, de la Marsica. Entonces, se dan muchos tipos de recuerdos, adems de los msexplcitos y conocidos, como el vi sual, el locativo, el acstico, el olfativo. Hay recuerdos fundados sobreconexiones significativas, pero no aferrables de inmediato. Georg Simmel atribua el pathos, elsacudimiento nostlgico y el urea que tomamos contemplando ciertas ruinas, en parte yacubiertas por la vegetacin, al hecho de que una obra del hombre poco a poco est regresando ala naturaleza (Schama, 1995; Ferrarotti, 1994; Rilke, 1949).Hgase la experiencia directa que pre cede a cualquier autobiografa. Se busca regresar a las fuentes,

    de regresar y as dar jaque a la cronologa y al calendario. De repente se es vctima de una tendenciadoble, contraria y simtrica. Por un lado, se experimenta la poderossima sensacin del tiempo quepasa; por la otra, surge la imperativa pregunta: Quin soy? De dnde vengo? A dnde voy?Pasaje, entonces, transformacin continua y necesidad de permanencia, metamorfosis y per sona,fluir de sensaciones, constante renovacin y envejecimiento de las clulas corporales,decaimiento fsico y al unsono construccin de la subjetividad, dominio de un younitario, coherente, responsable. Entonces se vuelve a los orgenes. Se reclama el pasado, elestupor infantil, el primer descubrimiento del S-mismo y del mundo en torno a uno. Se trata de un

    complejo juego de claroscuros. Se procede en tre destellos, relmpagos de luz vivida y sombrasfijas, opacidades misteriosas. La memoria recuerda y cancela: pizarra luminosa y a la vez esfingecallada, inquietante sobre el marmreo silencio.

    Se recuerda el estupor infantil, pero para el nio esta actitud es en verdad de estupor? O, porel contrario, no aparece como estupor del adulto blas(desconcertado), que ha visto tanto y que tantoha vivido, que piensa de nuevo en la infancia como un bao purificador y en una afortunadaexcursin a la isla de los Lotfagos? La infancia: isla perdida, soada, reinventada repensada por elhombre adulto, ya no es aquella; se tra duce en trminos distintos, reenva a la edad adulta unaimagen que reclama al hombre la do lo ro sa conciencia que la recreacin ha concluido, y que en lainocencia se consum. El adulto repiensa en su infancia y crea una inocencia mtica de la cual seimagina que sea la fiel depositaria, en tanto en la realidad la infancia es, en primer lugar, ambigua,

    inocente y perversa, desalmada y cruel. Sartre dijo: Es el paraso. Alcanzado en la fase de ladesesperacin absoluta, acaso demasiado exhibida para ser genuina, el hombrefinito, aseguraGiovanni Papini: Jams tuve una

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    infancia. Como decir: jams fui un nio; siempre fui un adulto. En verdad? Y entonces, qudecir de ese nio que ciertos domingos otoales en Florencia, ya aburrido y decorado el horizonte,daba lar gos paseos, tomado de la mano con un padre taciturno? Es verdad: existe unmisterioso sentido del destino que puede emerger y manifestarse en los aos ms tempranos de la

    infancia y de la juventud primera.E

    l resto de la vida pasa despus para probar y confirmarse asmismo y a los dems lo que desde el principio saba o intua. En este sentido tiene razn AlexanderPope: Thechildis fa thertotheman (el nio es padre al hombre). Pero existen tambin los late bloomers, los queflorecen tarde.La infancia existe. Hay una poca de la vida en que es obligado por parte de los hombres

    maduros y en el umbral de la vejez, a mirar en los ojos de un nio, como recelaba Dostoievsky, losmisteriosos reflejos de un mundo distinto. Negar la infancia y la memoria es un modo ms bienapresurado para presentarse y autoavalarse como hijo de nadie, a lo ms de s mismo, homusnovus.Entonces slo hay un modo de aceptarse y de dar un sentido a las inquietudes primersimas: hacercoincidir el destino propio con el de la humanidad entera; descubrir en el s-mismo in di vid uallaesencia del hombreuni ver sal y recabar, a partir de este descubrimiento, la regla salvfica de unasuprema autoterapia.

    En el fin de sus Confesiones, Rousseau tiene un propsito explcito: Tout le reste du jour, enfoncdans la fort, jycherchais, jytrouvaislimagedes pre mierstemps, dont jetraaisfirementlhistoire; je faisaismain-basse sur les pe titsmensonges des hommes; jyosaisdvoiler nuleurnature, suivre le progrs du temps et des chosesquilontdfigure, et comparantlhomme delhommeaveclhommena tu rel, leurmontrerdans son perfectionnementprtendu la vritablesource desesmisres. Monmeexalte par ces con templations sub limes slevaitauprs de la Divinit, et voyant del mes semblablessuivredanslaveugleroute de leursprjugs, celle de leurserreurs, de leursmalheurs, deleurscrimes, je leur criais dunefaiblevoixquilspouvaient en ten dre: Insenssquivousplaignezsanscesse de la nature, apprenez que tous vos mauxvousviennent de vous (1988).9

    Entonces, es la sociedad y no la naturaleza la que est bajo acusacin. La infancia es la edadbuena y feliz, la de los paseos en los bosques, en contacto con las fuerzas naturales y sus bellezasincontaminadas, antesque la obra del hombre y sus diseminadas intervenciones la devastasen. La

    9Las cursivas son mas.

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    sociedad tcnicamente progresada se ha barbarizado humanamente al mismo tiempo. Slo elburgus privilegiado, asido de manera triunfal sobre un trono de poder econmico y decoro so cialque vierte lgrimas y sangre, puede decirse satisfecho. En formas diversas, con una crtica radical dela sociedad y de sus reglas, pero no por ello con una exaltacin ditirmbica de la naturaleza, estaactitud regresa con una sin gu lar persistencia en otros autores.El intento de vincular texto y contexto, es decir, vincular la historia de vida a las caractersticas

    contextuales del cuadro histrico objetivo, en el cual la historia de vida se ha ido desenvolviendo, nopone slo la cuestin de la relacin en tre microanlisis y macroestructura, que algunos autores indicancomo teoras de medio nivel o teoras meso, las cuales garantizaran las conexiones mi cro-macro, con una terminologa que parecen ventilar las instrucciones tipogrficas de un mapa antesque acercarse a un discurso teortico (Col lins, 1992). Ese intento obliga, en primer lugar, aconstatar que es ineliminable un cierto grado de colaboracin en tre cantidad y cualidad, y entoda evidencia demuestra la inconsistente banalidad de la guerra intelectual por alguno declaradacon tra la sociologa cualitativa (Ferrarotti, 1989). La vinculacin en tre texto y contexto comportala descomposicin del concepto de contexto segn una tri ple directiva:

    a)Contexto en el sentido histrico, con su pe cu liar dificultad en el relacionarse con la memoria

    in di vid ual, no slo en el sentido de un presunto abuso de la memoria (Todorov, 1995) quegroseramente es equiparada a una suerte de magazzinede informacin fragmentaria, sino de unhorizonte histrico en el sentido de mbito problemtico (Ferrarotti, 1987).

    b)Contexto en el sentido evocativo yrecreativo.c)Contexto en el sentido de cuadro objetivo socioeconmico-estadstico, en el cual el acercamiento

    numrico es, por supuesto, fun da men tal.Parece importante, llegados a este punto, profundizar en el concepto de contexto en su sentido

    evocativo y re-creativo por una razn intuible: consiente el examen de la autopercepcin delindividuo-sujeto de la historia de vida en su vinculacin experiencial con el ambiente con tex tual.

    Qu es lo que vemos cuando miramos? De cierto sabemos que nada es observable deinmediato. En otras palabras, miramos con los ojos y vemos con los recuerdos, las impresiones, las

    lecturas precedentes. Miramos con los ojos de cuerpo, pero vemos tambin, o quiz, sobre

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    todo, con los ojos de la mente. Todo lo que vemos es, en sentido lit eral, un djvu.Cuando Maurice Halbwachs, el eminente miembro de la camada durkhemiana y autor de Los

    marcos sociales de la memoria, lleg por vez primera a Londres, le pareci ya haber estado ah. Lahaba visto a travs de las novelas de Charles Dick ens. Ahora la vea de nuevo. Cada persona

    lleva dentro de s sus paisajes, parte y conjunto estmulo de sus recuerdos sus paisajes del alma,el fichero de sus recuerdos. La importancia del libro de Si monSchama (1995) consiste enhacer comprender, si no es que demostrar en sentido estrecho, el peso de la memoria en lacontemplacin de cualquier paisaje, y de subrayar la fundamental unidad de la experienciahumana, en la invencible tendencia a sacralizar bosques, rocas, corrientes de agua, atribuyndolessignificados que trascienden sus caractersticas empricas. En esta prospectiva, el libro es de enormeoriginalidad, desafa y afronta los lugares comunes y la pereza de la sabidura convencional. Enefecto, hay toda una tradicin de pensamiento de ascendencia cartesiana en realidad platnicaque se fundamenta, justifica y celebra el dualismo: naturaleza y cultura, res cogitansyres extensa, alma ycuerpo, empiria y teora. Asumiendo una perspectiva bastante orig i nal, la contribucin de Schama sefunda en el intento de reunir los dos trminos. La presencia humana parece ser esencial incluso paradocumentar la ausencia. No es verdad que es imposible retirarse en el desierto al modo de los ascetas y delos anacoretas de los siglos II y III slo porque en el desierto se hall el petrleo. Si observamos undesierto, si contemplamos las ondas arenosas en apariencia inmviles, prontasa retomar suimprevisible danza no apenas se eleve el temibleghilio, peor an, el Kahan-sinque quema los ojos yenturbia la vista, el buen sentido nos dice que es desierto aquello que est privado de la presenciahumana. Lo paradjico es que es el hombre, con su presencia, quien de fine al desierto.Los paisajes escribe Schama son cultura antes de ser naturaleza; construcciones de laimaginacin proyectiva sobre la selva, sobre el agua y la roca [...]. Es necesario reconocer que una vez queuna cierta idea de paisaje, de un mito, de una visin se ha establecido en un sitio dado, conquista una partic u lar capacidad de confundir las categoras, de hacer ms re ales las metforas de sus referentes; detransformarse, de hecho, en una parte del cuadro (1995).

    Los ejemplos adoptados por Schama son enormemente placenteros. Las pginas dedicadas al

    mariscal del Tercer Reich, el naziH

    ermannGring, quien hacia las postrimeras de 1934 se preocupadel estado de los

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    bosques en los con fines de los territorios orientales y se pasea en tre los bosques vestido como unacomparsa del Freischtz, de autntico hipoptamo, sensual y voraz, digno acompaantecomplementario del anal vegetariano de Hit ler, son de un humorismo ne gro ir re sistible, mssubrayado por el gen eral understatement. Pero ms relevantes son las observaciones que Schamadedica al De Germaniade Tcito.

    Aqu la selva deja de ser la escena de una opereta de dudoso gusto.Es sacralizada en cuanto sede dela divinidad primigenia, que de las races emerge y se afirma como la fuerza indgena destinada acastigar la arrogancia racial, ms all de la presunta superioridad tcnica, de Publio Quintilio Varo yde sus legiones. En la densa, oscura y atemorizante foresta de Teutoburgo, Varo y sus tropas caenvctimas de la emboscada de Arminio. Con un atrevido vuelco comparativo, no extrao en estelibro, Schama compara a Varo con el gen eral Custer circundado por los indios: Pobre Quintillo Varo, el Custer del bosque de Teutoburgo; Custer por ms de una razn, debido aVeleioPatercolo, el nico testimonio sobreviviente, presta par tic u lar atencin a la arrogancia racial ycultural de Varo, quien desprecia a los germanos que no tienen nada de humano ms que la voz y lasartes. Pero Arminio, quien haba sido educado en las artes militares de los romanos, era unindgena, no era ciertamente un incauto, y despus tocar a Agrcola vengar la vergenza de la

    derrota de Varo, copiando en parte la tcnica militar y las estrategias de Arminio. Por lo tanto, stedeba volverse un mito, el hroe del bosque alemn por excelencia, como tal desempolvado en losaos previos al nazismo y por ese su ministro de agricultura, Rudolf Darr, a quien le es atribuida lapaternidad del sloganBlue undBoden(Sangre y tierra).El anlisis de Schama es en gran parte deudor de Tcito, pero no parece ser del todo conciente

    del intento pedaggico que mueve la tiesa escritura tacitiana como, siglos despus, justificar laparadjica defensa del canibalismo hecha por Montaigne. En ambos casos, se trata para Tcito, decolocar frente a nuestros ojos a los corruptos romanos, y para Montaigne el de los hipcritascatlicos europeos, el ejemplo de costumbres primitivas pero genuinas, sobrias, de ad mira blesimplicidad.10Schama eleva una cuestin diversa y muy interesante: hasta qu punto se

    10Pginas memorables sobre Tcito y sobre la desesperacin cvica (se abrieron de par en par las puertas del temploy una voz sobrehumana anunci que los dioses

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    puede incitar el mito, la necesidad de santificar los orgenes, la obsesin por el inicio.El verdadero problema observa con mucho equilibrio consiste en decidir si es posible tomar elmito en serio en sus mismos trminos, respetar su coherencia y complejidad sin dejarse cegarmoralmente por su fuerza potica [...]. De esto estoy seguro. No tomar el mito en serio en la vida de unacultura claramente desencantada como la nuestra significa, en efecto, empobrecer nuestra

    comprensin del mundo que tenemos en comn [oursharedWorld].Schama hace valer la misma impostacin en su ge nial examen del agua y de las montaas. La

    reconstruccin de la vida y obra del sin gu lar amigo del agua que fue Gian Lorenzo Bernini, con lasfuentes de los cuatro ros, de la barcaza de la Plaza de Espaa y del Tritn, es rica de acercamientosimprevistos tanto como la reconsideracin de Henry Da vid Thoreau y de John Muir nos obliga a ver de nuevo las interpretaciones, hoy ya tradicionalizadas, por recientes movimientos decontestacin. Ms all de ponerse como una novedad absoluta, acaso sea necesario convencerse deque gran parte de la contestacin y de la contracultura juvenil contempornea encuentra en losromnticos del antepasado siglo a sus progenitores, si no es que a sus ejemplares arquetipos.La comparacin en tre texto y contexto no es, por lo tanto, asimilable a una secuencia histrica

    racionalizada. Conoce y re-conoce. Ve y re-ve. Se dan exploraciones de nuevos territorios y

    retornos improvistos, casi como que un arquetipo sobrepuesto guiase la experiencia del sujeto en losmeandros del ms amplio contexto colindante. La relacin en tre texto y contexto es esencialmente uncondicionamiento recproco. No se trata de dos realidades que se enfrentan de manera especulativa. Unaes la otra, influye y al mismo tiempo es influida por la otra. Tiendo a ver slo lo que ya he visto. Perohe aqu que el contexto me sorprende con lo imprevisto. En este sentido, nadie est jams solo.Interdependemos. No percibo nada, en ninguna circunstancia, absolutamente por s solo. Elpaisaje que contemplo a su vez me contempla. En realidad, me coopta, me absorbe, me hacevolverme parte de l mismo. Puedo mirar el paisaje en cuanto el paisaje mira que miro. Un poeta toc estepunto delicado y crucial:

    partan...) escribi Lidia StoroniMazzolani (Limperosenza fine, 1972); a propsito del intento pedaggico de Tcito yMontaigne, cfr. mi La tentazionedelloblio, 1994, pp. 44-56.

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    El secreto de la grandeza de Rem brandt no es acaso que l vea y pintaba hombres como si se tratara depaisajes? Mediante la luz y la sombra (con los cuales se tocan la esencia de la maana o el arcano de la tarde),l hablaba de la vida de aquellos a quienes retraa, y esta vida se transformaba en vasta y potente [...]. Noes acaso Cristo como un rbol solitario, erigido con tra la ruina? [...] l poda pintar retratos porquepenetraba profundamente en los rostros como si se tratara de pases de vasto horizonte y de elevados cielos

    agitados (Rilke, 1949: 42-43).Esto no significa mucho. Slo quiere decir que el texto ni el contexto se pueden reducir o anular uno

    al otro y que en tre ellos no existe un nivel dominante de prioridad. El agente histrico es unindividuo que hace ciertas cosas, toma o no ciertas decisiones, se mueve, transcurre su tiempo devida. Y todo esto tiene sitio en un marco que, sin embargo, no es esttico, sino reactivo, lo ayuda olo bloquea, lo estimula o lo paraliza. No es verdad, como alguien afirm, que las macro-estructurascontextuales no hacen nada. Ayudan o impiden el despliegue de comportamientos individualessobre el plano microsituacional. Su configuracin, sea en su codificacin for mal, en sentido jurdico,tanto como en su presentacin como hbito tradicionalizado, es un presupuesto importante parael anlisis y la comprensin de las historias de vida.

    Igualmente carente, o cuando menos unilat eral, es la concepcin que agota el significado y la tareade las historias de vida en la reconstruccin de la cultura, la historia, la tradicin de una comunidad,de un grupo o de una capa so cial (Bruschi, 1996: 117).11 No es posible sostener con buenas razones queesta concepcin est completamente errada. Al contrario, ella es memoria, dentro de ciertos lmites, yexpresa adecuadamente la primera fase de las historias de vida en la pura y sim ple ampliacin delos horizontes, para el cual a partir del caso in di vid ual se construye el caso gen eral, aparece unprograma al unsono excesivo y reductivo: excesivo, a causa de la pretensin de ampliar el horizontehistrico ya de por s correspondiente a periodizaciones elaboradas, con base en la lgica del relatohistrico, que atraviesa las vicisitudes individuales; reductivo, por va del papel subalternoreconocido en los materiales biogrficos respecto del plano histrico en sentido pleno. El verdaderodesafo que las historias de vida arrojan a la investigacin so cial es ms bien para verse en la

    11 El texto de Bruschi es probablemente uno de los mejores compendios metodolgicos hoy existentes en Italia.

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    tentativa de tomar, expresar y formular la pulpa, por as decir, lo vivido cotidiano, de las estructurassociales, formales e informales.

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    Franco Ferrarotti. Socilogo italiano. Referencia mundial en cuanto a las metodologas dehistoria de vida. Naci en la regin de Piemonte, Italia, en 1926. Realiz estudios de Filosofa en laUniversidad de Turn en 1950. Fund con su amigo Nicola Abbagnano en 1951, I Quaderni diSociologia(Los cuadernos de sociologa), que continu hasta 1967. Despus cre la revista de la que esan di rector: La Critica Sociologica (La crtica sociolgica). En 1961, obtuvo la primera ctedra desociologa en Italia en la Universidad de Roma La Sapienza, convirtindose en la actualidad en la

    referencia de la sociologa italiana. En tre los numerosos premios que ha recibido se puedemencionar el premio literario de excelencia de la Academia del Lincei en 2001. Ha enseado enEuropa y en Amrica. De manera par tic u lar se ha interesado en los movimientos sociales y en losproblemas de la sociedad in dus trial. Por otro lado, ha popularizado una metodologa de tipocualitativo. En las dcadas de 1950 y 1960, llev a cabo una serie de investigaciones sobre elsindicalismo, la transformacin

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    Convergencia, nm. 44, mayo-agosto 2007, ISSN 1405-1435, UAEM, Mxico

    del trabajo, las comunidades y la sociologa urbana. Actualmente (2007), es profesor emrito delUniversidad de Rome La Sapienza.

    Envo a dictamen: 18 de mayo de 2007. Aprobacin: 07 de juniode 2007.


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