+ All Categories
Home > Documents > Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Date post: 26-Oct-2015
Category:
Upload: spitty-agadar
View: 193 times
Download: 2 times
Share this document with a friend
Popular Tags:
35
Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo FRANCISCO DE QUEVEDO ISBN - 84-9822-510-8 Jaime González Galilea [email protected] THESAURUS: Quevedo. Barroco. Siglo XVII. Petrarquismo. Novela Picaresca. Prosa del Siglo de Oro. Lírica del Siglo de Oro. Teatro del Siglo de Oro. Política del Siglo de Oro. Góngora. OTROS ARTICULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS: Lope de Vega. Góngora. RESUMEN DEL ARTÍCULO: Francisco de Quevedo (1580-1645), símbolo por excelencia del Barroco, produjo una ingente obra literaria que cubre prácticamente todos los géneros y temas del siglo de Oro, desde el tratado ascético hasta las sátiras escatológicas, en ambos sentidos de la palabra. Dominó como ningún otro escritor todos los recursos del español y dio a luz los más hermosos sonetos de amor, pero también algunas páginas lamentables por su intolerancia. Fue retrógrado en sus ideas, pero es moderno en su angustia vital, y fieramente humano en sus contradicciones. Es posiblemente el mayor creador léxico que haya existido en nuestro idioma; y sus palabras no han arraigado en la lengua, al contrario que los neologismos cultistas que denostó. Siempre excesivo, polarizó su vida en torno a extremos contradictorios: al ánimo pendenciero y la corrupción política se unen el recogimiento religioso y la denuncia de los vicios sociales. Pesimista filósofo, agresivo chistoso, tierno enamorado, en guerra civil consigo mismo y con los demás. Artista de la paradoja, amo de los conceptos, no ha aportado ningún personaje memorable a la literatura universal. Su mejor personaje resultó ser él mismo. Empeñado en mostrar la verdad oculta tras las apariencias, su propia personalidad sigue siendo un enigma oculto tras una máscara burlona. “Como ningún otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura”. (J. L. Borges, 1978:28) En las siguientes páginas se ofrece un resumen de su agitada biografía y una visión de conjunto y particularizada de sus obras en prosa y en verso, así como de sus piezas teatrales. - 1 © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM
Transcript
Page 1: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

FRANCISCO DE QUEVEDO

ISBN - 84-9822-510-8

Jaime González Galilea

[email protected]

THESAURUS: Quevedo. Barroco. Siglo XVII. Petrarquismo. Novela Picaresca. Prosa

del Siglo de Oro. Lírica del Siglo de Oro. Teatro del Siglo de Oro. Política del Siglo de

Oro. Góngora.

OTROS ARTICULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS:

Lope de Vega. Góngora.

RESUMEN DEL ARTÍCULO:

Francisco de Quevedo (1580-1645), símbolo por excelencia del Barroco, produjo una

ingente obra literaria que cubre prácticamente todos los géneros y temas del siglo de

Oro, desde el tratado ascético hasta las sátiras escatológicas, en ambos sentidos de la

palabra. Dominó como ningún otro escritor todos los recursos del español y dio a luz

los más hermosos sonetos de amor, pero también algunas páginas lamentables por su

intolerancia. Fue retrógrado en sus ideas, pero es moderno en su angustia vital, y

fieramente humano en sus contradicciones.

Es posiblemente el mayor creador léxico que haya existido en nuestro idioma; y

sus palabras no han arraigado en la lengua, al contrario que los neologismos cultistas

que denostó. Siempre excesivo, polarizó su vida en torno a extremos contradictorios:

al ánimo pendenciero y la corrupción política se unen el recogimiento religioso y la

denuncia de los vicios sociales. Pesimista filósofo, agresivo chistoso, tierno

enamorado, en guerra civil consigo mismo y con los demás. Artista de la paradoja,

amo de los conceptos, no ha aportado ningún personaje memorable a la literatura

universal. Su mejor personaje resultó ser él mismo.

Empeñado en mostrar la verdad oculta tras las apariencias, su propia

personalidad sigue siendo un enigma oculto tras una máscara burlona. “Como ningún

otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja

literatura”. (J. L. Borges, 1978:28)

En las siguientes páginas se ofrece un resumen de su agitada biografía y una

visión de conjunto y particularizada de sus obras en prosa y en verso, así como de sus

piezas teatrales.

- 1 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 2: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

1. Vida

Nace Francisco Gómez de Quevedo y Villegas en Madrid el 17 de septiembre

de 1580, en el seno de una familia de mediana nobleza de origen santanderino,

dedicada al servicio de la casa real. Su padre, Pedro Gómez de Quevedo, ejercía

como secretario particular de la reina doña Ana de Austria; y su madre, María de

Santibáñez, también desempeñó cargos en palacio. Nuestro escritor alardeó siempre

de sus ascendientes hidalgos y de la tópica pureza de sangre de los montañeses; y, al

igual que sus padres, permaneció siempre vinculado a las actividades de la corte, que

conoció desde niño.

Con seis años sufre la muerte de su padre, y poco después la de su hermano

mayor Pedro, lo que pudo causar su pesimismo incurable. Sus primeros estudios los

realiza en el Colegio Imperial de los jesuitas en Madrid, de quienes tomaría el tono

combativo de su ideología. Los defectos físicos de Quevedo – pies deformes, leve

cojera y extrema miopía – no pudieron pasar desapercibidos a las burlas de sus

compañeros. Lejos de resignarse, se volcó en los estudios y fue desarrollando pronto

un carácter altanero y polemista, presto a responder con su afilado ingenio o incluso

con la fuerza física.

En 1596 se matricula en la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudia

lenguas clásicas, francés, italiano, filosofía, física y matemáticas. En esta época

conoció al futuro duque de Osuna, don Pedro Téllez Girón, compañero de trapisondas

juveniles. Perseguidos por algún duelo, los dos amigos habrían huido hacia Sevilla y

Osuna, y sus familiares habrían tenido que acudir a personajes influyentes para eludir

el castigo de la justicia. Por este motivo, Quevedo se licencia de bachiller con un año

de retraso, en 1600, poco después de morir su madre.

Siguiendo a la corte en su traslado, la familia Quevedo se muda a Valladolid,

en cuya Universidad Francisco se matricula en Teología. En el ambiente literario y de

fiestas de la nueva capital, Quevedo se hace notar divulgando breves manuscritos

chistosos en los que ridiculiza a personajes, usos y costumbres de la época. También

en Valladolid sus composiciones poéticas empiezan a ser conocidas y celebradas,

multiplicándose los contactos del nuevo artista: Lope de Vega y Cervantes le otorgan

su amistad; se cartea con el humanista flamenco Justo Lipsio… y comienza su

enemistad con Luis de Góngora. Cuando se publica la antología de Pedro de Espinosa

Flores de poetas ilustres (1605), el joven Quevedo ocupa un lugar destacado con 18

poemas seleccionados, incluida la letrilla Poderoso caballero es don Dinero (Blecua

660).

- 2 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 3: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Regresa la corte a Madrid en 1606 y con ella nuestro poeta. Recién adquirida la

mayoría de edad, accede a la herencia de los padres, cuya mayor parte está

constituida por un censo – un préstamo – sobre la aldea de La Torre de Juan Abad, en

Ciudad Real. La villa pagaba sus réditos con dificultad, motivo de inacabables pleitos

entre La Torre y su señor. A pesar de ello, La Torre proporcionó a Quevedo dinero

para vivir con cierta holgura, así como un lugar de retiro donde escribir y descansar a

distancia de los afanes de la corte.

Empieza una intensa actividad literaria: Comienza las traducciones de

Anacreonte y Focílides; redacta los primeros Sueños, el ensayo España defendida y

su obra de erudición bíblica Lágrimas de Jeremías castellanas. En las calles, sus

opúsculos festivos – Epístolas del Caballero de la Tenaza, Escarramán…– gozan de

gran popularidad mediante transmisión manuscrita u oral. Pero Quevedo todavía no

entrega sus textos a la imprenta. Prefiere regalar sus manuscritos a los grandes y

poderosos que puedan protegerle, con dedicatorias personalizadas al efecto. Uno de

los cortejados de este modo es su conocido el duque de Osuna, a quien dedica en

1609 las traducciones Vida y tiempo de Phocílides y Anacreón Castellano. Al año

siguiente Osuna es nombrado Virrey de Sicilia, y allí recibe de su amigo la dedicatoria

de El mundo por de dentro (1612).

Una crisis moral y espiritual sacude a Quevedo en 1613, cuyo sentimiento

profundo y doloroso de arrepentimiento plasma en el libro de poemas Heráclito

Cristiano. Lo dedica a su tía Margarita de Espinosa, a pide perdón en la dedicatoria:

“Solo pretendo, ya que la voz de mis mocedades ha sido molesta a Vm. Y

escandalosa a todos, conozca por este papel mis diferentes propósitos.” Pero a

finales de 1613 Quevedo es llamado a Sicilia por el duque de Osuna. Allí actuará

como secretario, consejero, y hombre de confianza del virrey, interviniendo en la

administración y en funciones diplomáticas de todo tipo. Gozando de autoridad y

reputación, es enviado en 1615 a Madrid por el Duque para alcanzar el nombramiento

de virrey de Nápoles, lo que consigue repartiendo cuantiosos sobornos entre la

corrupta corte. En la cumbre de su poder político, goza además de amplia fama entre

sus coetáneos por su extraordinaria erudición y su brillante inteligencia. Además

Quevedo es recompensado por el rey Felipe III con el hábito de la Orden de Santiago

(1617).

Quevedo acompaña al de Osuna en su corte napolitana, como secretario de

hacienda. Allí participa activamente en una política belicosa hacia la república de

Venecia, potencial amenaza, en conjunción con Francia y Saboya, del dominio

español en el Adriático y en el Milanesado. Como embajador político del Duque,

- 3 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 4: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

efectúa diversas y complicadas misiones. Para una entrevista con el Papa viaja a la

Ciudad Eterna, donde posiblemente concibió sus poemas “Buscas en Roma a Roma,

¡Oh peregrino!” (B 213) y “Esta que miras grande Roma agora” (B 137).

Frente a las agresivas operaciones diplomáticas y navales del Duque, la

república véneta contraataca con diversas intrigas que culminan en la llamada

Conjuración de Venecia (18 de mayo de 1618) que a la postre acabaría minando el

prestigio de Osuna y Quevedo, acusados de implicación en la misma. Se ha

demostrado recientemente que el poeta no participó directamente en los hechos, pues

estaba en Madrid en la fecha de la conjura. Pero sobre ambos políticos pesaban las

graves acusaciones aireadas por los venecianos, quienes sugirieron un supuesto plan

del Duque para apoderarse de Venecia e independizarse de la corona española al

frente de un poderoso estado italiano.

Nuevamente viaja Francisco a España para defender la rectitud de su señor

ante el Consejo de Estado, pero las intrigas ajenas y las desconfianzas propias van

distanciándole de su amigo. Ya en Nápoles, Quevedo renuncia a su cargo y regresa

definitivamente a Madrid. Finalmente el duque de Osuna es depuesto y posteriormente

encarcelado (1620), muriendo en la prisión en 1624. Su ex secretario le dedicará

entonces el vibrante soneto “Faltar pudo su patria al grande Osuna” (B 223) y otros

cuatro poemas fúnebres (B 242, 243, 244 y 289).

El proceso contra Osuna también alcanza a Quevedo, salpicado por el

escándalo de los sobornos. En 1620 le condenan a prisión en Uclés; pena

posteriormente conmutada al destierro en La Torre de Juan Abad, donde retoma la

actividad literaria, sin perder de vista la política. Redacta la Política de Dios y da por

primera vez a la imprenta una obra completa y autorizada: La hagiografía Epítome a la

vida ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado F. Thomás de Villanueva (1620).

En 1621 sube al trono Felipe IV con su privado el Conde Duque de Olivares, a

quien Quevedo envía inmediatamente una copia dedicada de su Política de Dios. Es

absuelto de su destierro, pero en 1622 se le confina de nuevo en La Torre. Gracias al

favor de Olivares, regresará a la corte e intervendrá en los festejos organizados con

motivo de la estancia en Madrid del príncipe de Gales.

Durante los siguientes años compagina las actividades cortesanas y literarias.

Acompaña al rey en sus viajes por Andalucía y Aragón, y escribe para Olivares la

comedia laudatoria Cómo ha de ser el privado (1627).

Su carácter, cada vez más agrio, ayuda a aumentar el número de sus

enemigos. Critica ferozmente a Juan Ruiz de Alarcón, con quien cruza letrillas

- 4 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 5: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

insultantes. Se involucra en la polémica acerca del copatronazgo de santa Teresa de

Jesús, escribiendo el Memorial por el patronato de Santiago (1628), que habría de

causarle muchas enemistades y problemas, además de un tercer destierro a La Torre

de Juan Abad.

Pronto regresará a la corte, donde no duda en componer poesías de

circunstancias y comedias palaciegas – hoy perdidas – , cuya redacción combina con

sátiras y con la gravedad de Marco Bruto. En 1632 es nombrado secretario del rey,

aunque a título honorífico, ya que se niega a aceptar responsabilidades directas. En

todo caso, sus contemporáneos le suponían cierta capacidad de influencia.

En 1634, ya cincuentón, e instigado por los grandes de la corte, que no

aprobaban su pertinaz y escandalosa soltería, contrae matrimonio con la viuda doña

Esperanza de Mendoza, Señora de Cetina. El resultado es calamitoso: los cónyuges

solo conviven tres meses y pronto se consuma su divorcio.

Al fracaso matrimonial se unen los desengaños de la política y los

desencuentros con el gobierno de Olivares; así como la amargura de las pullas de sus

enemigos, que publican en 1635 la diatriba El tribunal de la justa venganza contra los

escritos de don Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas,

licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo

entre los hombres. Todo ello le incita a pasar largas temporadas de retiro en La Torre,

cuyo título de Señor ostenta oficialmente desde que lo compró en 1622.

Distanciado del grupo de poder de Olivares, Quevedo se aficiona a la facción

rival, liderada por el duque de Medinaceli, de cuyas reuniones es asiduo. En 1639,

estando alojado en casa del de Medinaceli, es apresado por las fuerzas policiales y

conducido inmediatamente a un calabozo del convento de San Marcos en León, donde

permanecerá cuatro años. Durante toda su reclusión no se le tomó declaración ni se le

abrió proceso. Mucho se ha especulado sobre la causa última de su reclusión; hoy

sabemos que el Conde Duque le acusó por persona interpuesta de “enemigo del

gobierno y murmurador dél, y últimamente por confidente de Francia y correspondiente

de franceses.”

En la prisión mantiene el temple de su carácter gracias a las letras, y se dedica

a componer tratados religiosos: La constancia y paciencia del Santo Job, La vida de

San Pablo, y La providencia de Dios. Tras la caída del gobierno de Olivares, en 1643,

Quevedo – gravemente enfermo de tumoraciones en el pecho – es puesto en libertad.

Regresa a Madrid y dedica sus últimos meses a preocuparse de la impresión

de sus obras y de sus poesías. Se retira a La Torre, y después a la cercana Villanueva

- 5 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 6: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

de los Infantes, en busca de atención médica. Allí muere cristianamente el 8 de

septiembre de 1645.

2. Obra en prosa

2.1 Obras festivas

Bajo esta denominación se recoge un conjunto de opúsculos de carácter jocoso, cuya

mayor parte fue creada por Quevedo durante su estancia juvenil en Valladolid. Sus

rasgos comunes son la brevedad y la comicidad, lo que les permitió una rápida

divulgación popular mediante la copia manuscrita y la lectura en grupo a viva voz.

En efecto, estas obrillas del joven autor parecen ideadas para causar un

impacto inmediato en sus contemporáneos, cumpliendo una función similar a la que

hoy desempeñaría una columna periodística. El carácter público y la actualidad de los

personajes y situaciones descritos facilitaban la comprensión directa a los receptores

de la época, y ofrecen al lector actual una rápida caricatura de tipos y estampas de la

sociedad del Siglo de Oro.

Prácticamente todas ellas se apoyan en la imitación paródica de otro tipo de

textos: Cartas, memoriales, tratados… Quevedo evita el relato y prefiere apoyarse en

la copia burlesca de los documentos oficiales, de los libros de texto, de las epístolas

aduladoras, subrayando el sinsentido y vacuidad de los mismos con su habilidad para

el esperpento y el chiste conceptual.

Así, la abundancia de decretos o pragmáticas que se emitían en la corte por un

sinnúmero de situaciones es satirizada irreverentemente por Quevedo. Premática que

en este año de 1600 se ordenó (1600) dicta normas que han de combatir el uso de

tópicos literarios desgastados y el abuso de las frases hechas en el lenguaje cotidiano.

Premáticas del desengaño contra los poetas güeros (1605) sirve como despiadada

crítica literaria, que su autor insertó posteriormente dentro de El buscón. Y en otro

ámbito bien distinto, Premática que han de guardar las Hermanas Comunes (1609) y

Premática que han de guardar las Hermanitas del Pecar (1609) legislan jocosamente

el desempeño profesional de las cotorreras y la tarificación de las mismas en función

de su categoría.

El joven Quevedo parece conocer bien los tipos marginales de la sociedad: Un

buen número de ellos – rufianes, estafadores, tahúres, gariteros, matones a sueldo…-

son retratados en la segunda parte de Capitulaciones matrimoniales y Vida de Corte y

oficios entretenidos en ella (1600). La primera parte de la misma es una sátira del

matrimonio, tema recurrente de nuestro autor, que repetirá en Desposorios entre el

Casar y la Juventud (1624).

- 6 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 7: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Otra aversión recurrente e inseparable de la anterior es el asunto de Carta de

un cornudo a otro, intitulada “El siglo del cuerno” (1622). Obsesiona tanto a Quevedo

la abundancia de maridos tolerantes en la España del XVII como su profesionalización:

“que es oficio que si el mundo anduviera como había de andar, se había de llevar por

oposición como cátedra y darse al más suficiente (…). No hay cosa más acomodada

que ser cornudo (…).”

Y si la monetarización de los afectos se daba con tal frecuencia en las casadas,

Quevedo la encuentra mucho más generalizada – y molesta – entre las solteras. Las

lindas pedigüeñas son ridiculizadas a menudo por el solterón Quevedo, quien

consideraba más virtuosa la tacañería que la prodigalidad. Las Epístolas del Caballero

de la Tenaza (ca. 1605) son una hilarante colección de cartas en las que un galán tan

agarrado como un alicate emplea toda clase de excusas peregrinas para no soltar ni

un céntimo a su ávida novia. La popularidad del tacaño fue tal, que a su autor le

llegaron a motejar – y él llegó a firmar jocosamente alguna vez – como “el caballero de

la Tenaza”, lo que sugiere cierto grado de identificación entre escritor y personaje.

La fama de Quevedo gracias a estos escritos es imparable. El propio escritor,

con su aspecto singular, se autorretrata en el Memorial que dio don Francisco de

Quevedo y Villegas en una Academia pidiendo plaza en ella (1612), riéndose el

primero de sus propios defectos:

Don Francisco de Quevedo, hijo de sus obras y padrastro de las ajenas, (…)

persona que si se hubiera echado a dormir, no faltaran mantas con la buena

fama que tiene (…); ordenado de corona, pero no de vida; que es de buen

entendimiento, pero no de buena memoria; es corto de vista, como de ventura;

hombre dado al diablo y prestado al mundo y encomendado a la carne;

rasgado de ojos y de conciencia; negro de cabello y de dicha; largo de frente y

de razones; quebrado de color y de piernas; blanco de cara y de todo; falto de

pies y de juicio; mozo amostachado y diestro en jugar a las armas, a los naipes

y otros juegos; y poeta, sobre todo, hablando con perdón, descompuesto,

componedor de coplas, señalado de la mano de Dios.

Quevedo – como antes Góngora – no se detiene ante el chiste escatológico.

Gracias y desgracias del ojo del culo, aunque rebosante de ingenio, dio pie al

estereotipo de un autor siempre chocarrero y atrevido y, por tanto, a la atribución

indebida de muchos escritos inconvenientes.

- 7 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 8: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

En su madurez, Quevedo, para defenderse de una eventual denuncia a la

Inquisición, dio a la imprenta una selección expurgada de sus obras festivas. En

Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio (1629), de título claramente exculpatorio,

reconoce sólo como suyas las Epístolas del Caballero de la Tenaza y el Cuento de

cuentos – una anécdota redactada casi exclusivamente con frases hechas y clichés –

a los que añade dos novedades: El Libro de todas las cosas y otras muchas más –

sátira de los adivinos – y La Culta Latiniparla, catecismo paródico en el que ridiculiza a

las mujeres que imitaban el habla cultista (“Por no decir «Tengo ventosidades», dirá:

«Tengo eolos o céfiros infectos»”). Completa los Juguetes una recopilación

autocensurada de los cinco primeros Sueños, que comentamos en el siguiente

epígrafe.

2.2 Obras satírico-morales

Entre 1605 y 1622 compuso Quevedo una serie de cinco relatos fantásticos titulada

genéricamente Sueños y discursos, en donde son criticados burlonamente diversos

personajes y vicios de su época. El primero de la serie es el Sueño del Juicio Final, en

el que describe – con el pretexto de haberlo soñado – la resurrección de los muertos y

su comparecencia ante el Tribunal de Dios. Van desfilando en breve aparición las

prostitutas, junto a los avaros, los médicos, los jueces, así como los representantes de

oficios manuales: taberneros, sastres, libreros y zapateros, conducidos por los

demonios. “Tras ellos venía la Locura en una tropa con sus cuatro costados: poetas,

músicos, enamorados y valientes, gente en todo ajena de este día.” (es decir, sin

juicio). La vista se despacha con rapidez, y no tienen que esforzarse mucho los

demonios en reclamar a los pecadores, pues casi todos se condenan a sí mismos por

sus palabras; es decir, por las palabras que el autor pone en sus bocas para

condenarlos.

El alguacil endemoniado no recurre la excusa del sueño, sino que se ambienta

en una sacristía donde Quevedo asiste al exorcismo que efectúa un clérigo sobre un

agente de la justicia poseso. El diablo que lo habita es elocuente e ingenioso: “¿Quién

podrá negar que demonios y alguaciles no tenemos un mismo oficio? Pues, bien

mirado, nosotros procuramos condenar, y los alguaciles, también.” Don Francisco

entabla un animado coloquio en el que le pregunta acerca del infierno y de las penas

que allí sufren poetas y enamorados “por ser cosa que a mí me toca”. Satisface el

diablo su curiosidad, y le ofrece detalles para enmendar las pinturas de Jerónimo

Bosco (1450-1516). Después describe las condenas de mercaderes, reyes y jueces,

- 8 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 9: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

criticando la corrupción de la Justicia con mayor seriedad. Acaba el maligno

despotricando de las mujeres, hermosas y feas; y elogiando a los pobres, únicos

incapaces de condenarse.

A un cuadro de El Bosco se asemeja el Sueño del Infierno (1608). Quevedo,

guiado por su ángel custodio, desciende por providencia de Dios al camino del infierno,

que siguen los presuntos condenados habituales: taberneros, médicos, letrados,

jueces, mujeres, ricos, boticarios… pero también eclesiásticos, teólogos y soldados.

Llegados al lugar de la condenación, el relato se vuelve un retablo hirviente donde se

suceden breves intervenciones de figuras esperpénticas, que se expresan a gritos

desgarrados. Quevedo exprime a toda velocidad la desazón o el ridículo de cada

infeliz condenado que chilla y se revuelve entre chiste y chiste. Y el lector moderno

percibe inmediatamente el caos, el griterío, la grotesca pesadumbre. Y nos

preguntamos si Quevedo, siempre tan conflictivo en sus relaciones con los demás, se

anticipaba a la frase de Sartre: “El infierno son los otros.”

Las breves estampas varían en su tono más o menos serio o jocoso, pero no

en su intensidad. A un hidalgo orgulloso de su linaje, un demonio le atormenta

diciéndole las verdades:

Reímonos acá de ver lo que ultrajáis a los villanos, moros y judíos, como si en

estos no cupieran las virtudes que vosotros despreciáis. Tres cosas son las

que hacen ridículos a los hombres. La primera, la nobleza; la segunda, la honra;

y la tercera, la valentía. (…) Y porque veáis cuáles sois los hombres

desgraciados, y cuán a peligro tenéis lo que más estimáis, hase de advertir que

las cosas de más valor en vosotros son la honra, la vida y la hacienda. La

honra está en arbitrio de las mujeres, la vida en manos de los doctores y la

hacienda en las plumas de los escribanos. ¡Desvaneceos, pues, bien, mortales!

El mundo por de dentro (1612) se centra en lo engañoso de las apariencias

mundanas. El narrador pasea de la mano del Desengaño por la calle de la Hipocresía

y este le va descubriendo a cada paso que nada en el mundo es lo que parece: No

están tan tristes los deudos del difunto, ni tan desconsolada la viuda, ni es tan dichoso

el rico, ni es tan cumplidor el alguacil, ni la belleza de una dama es más que tramoya y

artificio.

Acaba el ciclo con el Sueño de la Muerte (1622), compuesto tras el paréntesis

italiano. Precedida de una escolta de médicos, boticarios, cirujanos y barberos, hace

su aparición una mujer muy galana y de figura donosa, la Muerte, que acompaña a

- 9 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 10: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Quevedo por la ultratumba. Allí, el Mundo, el Diablo y la Carne andan en pleito contra

el Dinero, mayor enemigo del alma que los otros tres juntos. Tras conocer distintas

clases de muertes – de amores, de frío, de hambre, de miedo y de risa – van

desfilando personajes que no existían sino en los refranes y frases hechas: El rey que

rabió, Pero Grullo, la dueña Quintañona, el marqués de Villena en su redoma (con

quien mantiene un coloquio relativo a la política española y veneciana), dejando para

el final a Diego Moreno, prototipo de cornudo, indignado con Quevedo por haberle

convertido en protagonista de un entremés. Personaje y autor se buscan en una

violenta reyerta que acaba despertando a este de su sueño.

Müller (1978:239) afirma que los Sueños no tienen sólo un valor estético o

lúdico, sino también un contenido político-moral de crítica a la realidad social de la

época. Pero los orígenes aristocráticos de Quevedo le impiden reconocer la verdadera

causa de la miseria nacional: “Un feudalismo mundano y religioso que, apegado a sus

añejos privilegios, obstaculiza todo progreso económico”. Por eso, “Su sátira se fija en

los síntomas superficiales (…) de un sistema herido de muerte: los pequeños parásitos

(…), los oficiales de las industrias (…), la pequeña corrupción de la burocracia judicial

y administrativa que sólo puede medrar a la sombra de la total corrupción del Estado.”

Como estrambote del ciclo de los Sueños se presenta el Discurso de todos los

diablos o Infierno enmendado (1627), en el que vuelve Quevedo a descender a los

infiernos para hacer hablar a difuntos célebres. Julio César y Bruto discuten, en un

anticipo del Marco Bruto, acerca de si gobernó mejor el césar o el Senado. Alejandro

Magno y su privado Clito, Nerón y su maestro Séneca, reflexionan sobre la relación

entre el príncipe y el valido. Aun sin abandonar las acostumbradas escenas de

condenados y chistes demoníacos, se advierte en esta sátira una deriva hacia temas

políticos de mayor importancia, precediendo lo que será La hora de todos. El relato se

cierra con el curioso discurso de Plutón a los diablos:

Mando que todos vosotros tengáis a la Prosperidad por diabla máxima,

superior y superlativa, pues todos vosotros juntos no traéis la tercera parte de

gentes a la sima que ella sola trae. Ésta es la que olvida a los hombres de Dios

y de sí y de sus prójimos. Ésta los confía de las riquezas, los enlaza con la

vanidad, los ciega con el gozo, los carga con los tesoros, los entierra con los

oficios...

La Hora de todos y la Fortuna con seso es la sátira más lograda de Quevedo.

Escrita en la década de 1630 y retocada tras salir de la prisión, se imprimió en 1650.

En la escena inicial, Júpiter reúne a los dioses del Olimpo en excéntrica asamblea, --

- 10 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 11: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

pues las deidades son grotescas y alocadas en su aspecto y comportamiento – para

rectificar las costumbres de la diosa Fortuna, que, como es sabido, no mira a quién

favorece. Decreta Júpiter que todos los hombres en el mundo, en un día y una hora,

se encuentren con lo que cada uno merece, a modo de experimento.

Síguense cuarenta cuadros en los cuales la situación humorística se crea por el

cambio repentino de circunstancias: Un insoportable “hablador plenario” se convierte

en tartamudo; un casamentero se encuentra casado con la picarona que intentaba

colocar a otro; la obra de un poeta culto es tan oscura que acuden a ella murciélagos y

lechuzas; el tabernero aguador se sorprende arrojando vino por la ventana.

En la segunda mitad del libro se suceden viñetas de tema político, que aluden a

la situación de Italia, Nápoles, Venecia, Holanda, Alemania… interpretada bajo el

prisma quevediano, que a veces ofrece sugestivas imágenes, como es la descripción

de Italia en el cuadro XXIII haciendo equilibrios en una maroma mientras Francia y

España esperan su caída para adueñársela.

El cuadro XXXIX, La isla de los monopantos, es una acérrima alegoría

antisemita dirigida contra el Conde Duque (personificado como Pragas Chincollos) y

los miembros de su gobierno, a quienes retrata como hebreos disimulados que acuden

a una siniestra asamblea conspiratoria de judíos de toda Europa. Aparte el lamentable

racismo del episodio, este evidencia la enemistad final entre Quevedo y Olivares,

quien, de haber conocido el texto, hubiera tenido sobrado motivo para encarcelarlo.

En varios pasajes de La hora de todos se plantea una doble perspectiva de

tratamiento en ciertos temas. Al discurso de un personaje sigue el de su antagonista;

de modo que, por primera vez en la prosa de Quevedo, éste no deja bien claro cuál es

su punto de vista y se limita a expresar los distintos argumentos posibles. Además de

ser un rasgo de madurez del escritor, esta ambigüedad le permite mayor libertad de

tratamiento en los asuntos políticos. Así sucede, por ejemplo, con los discursos del

morisco y el renegado en Turquía; en la viñeta del Rey de Inglaterra; el cuadro

dedicado a los negros; la disputa entre indios araucanos y holandeses; o con el

razonado alegato de la mujer en defensa de sus derechos, opuesto al típico discurso

misógino:

- Tiranos, ¿Por cuál razón (siendo las mujeres de las dos partes del género

humano la una, que constituye mitad) habéis hecho vosotros solos las leyes

contra ellas, sin su consentimiento, a vuestro albedrío? Vosotros nos priváis de

los estudios, por invidia de que os excederemos; de las armas, por temor de que

seréis vencimiento de nuestro enojo los que lo sois de nuestra risa. Habéisos

- 11 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 12: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

constituido por árbitros de la paz y de la guerra, y nosotras padecemos vuestros

delirios. El adulterio en nosotras es delito de muerte, y en vosotros,

entretenimiento de la vida. Queréisnos buenas para ser malos, honestas para ser

distraídos. (…) Hoy es día en que se ha de enmendar esto, o con darnos parte

en los estudios y puestos de gobierno, o con oírnos y desagraviarnos de las

leyes establecidas, instituyendo algunas en nuestro favor y derogando otras que

nos son perjudiciales.

2.3 Novela picaresca

Su única incursión en la novela es la Historia de la vida del Buscón llamado don

Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños. Compuesta hacia 1605, fue

impresa por primera vez en 1626 sin permiso de Quevedo, quien jamás reconoció su

autoría.

Tomando la estructura autobiográfica y evolutiva del Guzmán de Alfarache

(1599), su protagonista, Pablos Pablo de San Pedro, narra la historia de su progresivo

envilecimiento. En la primera parte explica su origen deshonroso: Nacido en una

familia segoviana de cristianos nuevos, su padre es un barbero ladrón y su madre una

hechicera alcahueta. Conoce en la escuela a Diego Coronel, a quien acompaña a

estudiar a la universidad de Alcalá, hospedándose en la pensión del licenciado Cabra,

“archipobre y protomiseria”. Los estudiantes, al reconocerle como “nuevo”, le someten

a una lluvia de escupitajos. Enterado del ajusticiamiento de sus padres, decide

regresar a Segovia para cobrar la herencia de manos de su tío, que es el propio

verdugo.

La segunda parte está centrada en los viajes de Pablos, y en la forja de su

sueño de ascender de clase social. Tras un viaje en el que se topa con diversos

personajes esperpénticos de la España barroca – un arbitrista estrafalario, un trasunto

del maestro de esgrima Pacheco, un poeta sospechosamente gongorino, un

decadente soldado, un ermitaño tahúr… – recibe el dinero de su tío e inmediatamente

le abandona, renegando para siempre de sus orígenes. Se dirige a Madrid a lomos de

“un rucio de la Mancha”, y conoce en el camino al hidalgo arruinado Toribio Rodríguez,

quien le explica que fingiendo nobleza es posible medrar en la corte y le ofrece

introducirle en su círculo, lo que acepta Pablos muy ilusionado.

En la tercera parte se dan cita la degradación total, el desengaño, y el fracaso

definitivos. Los amigos de Toribio, a pesar de las apariencias de clase, no dejan de

ser un ridículo grupo de “caballeros de rapiña”. Van todos a parar a prisión, de donde

- 12 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 13: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Pablos sale corrompiendo al carcelero. Por dos veces cambia su nombre y finge ser

un caballero para seducir a mujeres, siendo finalmente descubierto y apaleado; la

segunda vez es el propio Diego Coronel quien le delata. Arruinado, se dedica a la

mendicidad; después será actor de comedias, y por último, galán de monjas. Acaba en

Sevilla, miembro de una banda de malhechores y asesinos. Amancebado con una

prostituta, decide marcharse a las Indias para probar fortuna. Termina confesando: “Y

fueme peor, pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de

vida y costumbres.”

Desde la primera página, Quevedo deslumbra al lector con un lenguaje

conceptista, plagado de ironías y antítesis, en la que cada palabra muda su significado

en función de las que siguen. Del padre barbero, Clemente Pablo, cuyo apellido y

profesión lo identifican como converso, “dicen que era de muy buena cepa, y, según él

bebía, es cosa para creer.” ¿Qué es lo que hemos de creer? El lenguaje en manos de

Quevedo muestra a la vez las apariencias del mundo y lo que estas esconden, en un

permanente juego de equilibrios inestables entre fingir y desenmascarar.

Pero el autor, por joven que sea, ya tiene una visión avisada y pesimista,

diríamos que escarmentada, del mundo. Y constantemente incita al lector a elegir,

entre todas las interpretaciones posibles, la menos ingenua: la peor, por tremenda que

sea. Cuando Pablos explica a Coronel que su padre “había muerto tan honradamente

como el más estirado”, no hemos de olvidar que nadie muere más estirado que un

ahorcado. Y si hay pasteles de carne en la mesa del verdugo, tiene su lógica que en

lugar de una bendición se rece un responso.

Lázaro Carreter (1983:495-496) señala que El Buscón comparte con Guzmán

de Alfarache ciertos episodios y la misma visión pesimista del mundo. Pero se

diferencia de este en la ausencia de didactismo y de protesta social. Quevedo ni

moraliza ni protesta, y ahí precisamente radica su originalidad. Se limita a contemplar

la miseria y ruindad humanas a través de un prisma que deforma y aísla, para

transformarlos en sustancia cómica. De ahí la organización guiñolesca del libro, la

frialdad de Pablos, la imposibilidad de que brote una chispa de simpatía. El Buscón

más que un “libro de burlas”, es un libro de ingenio. Su argumento no es más que un

pretexto para la creación estética de una densa red de conceptos, carente de

emociones.

Aunque, como vimos arriba, siempre caben interpretaciones más pesimistas. M.

y C. Cavillac (1983:498) han apuntado que la intención de Quevedo no parece haber

- 13 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 14: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

sido la positiva de rivalizar con Mateo Alemán en riqueza de invención y potencia

creativa, sino la negativa de destruir la ficción del Guzmán.

En la obra del judío Alemán no solo se protesta de la sociedad entera, sino que

su protagonista logra al final redimirse y regenerarse, en plano de igualdad con los

justos. Tal idea debió ser insoportable al clasista Quevedo, que en respuesta crea a un

pícaro converso para condenarlo a la caída y al fracaso cada vez que intenta fingir

hidalguía o trepar por la escala social.

La España de Felipe III aún se regía por un sistema estamental, en el que la

aristocracia se esforzaba por mantener a raya los intentos de ascensión social,

desconfiando particularmente de los judíos conversos o “cristianos nuevos” y de sus

descendientes. El hidalgo Quevedo compartía esta ideología antisemita y la dejará

traslucir en varios escritos satíricos y políticos, empezando por el Buscón.

Quevedo pinta a los conversos como carentes de toda virtud: La madre de

Pablos es tan vil como la Celestina; su padre es bebedor, ladrón y ha tenido

problemas con el Santo Oficio; el clérigo Cabra – pelirrojo como Judas y con apellido

de cristiano nuevo – es avaro y ruin hasta matar de hambre a sus pupilos.

Pablos es indigno por su sangre y por su propio comportamiento, y sufrirá

castigos siempre que intente saltar las barreras de clase. En la universidad, reservada

a los cristianos viejos, estos le escupirán por ser nuevo. Si intenta cambiar de

identidad o simular limpieza de sangre, será descubierto. Nunca podrá cambiar de

estado.

Molho (1983:497-500) interpreta que El Buscón está concebido para dar a la

casta dominante la conciencia de su dominación, basada en la impermeabilidad de los

estamentos. Quevedo, conservador y aristócrata, anima al mantenimiento del sistema

estamental y a la desconfianza hacia pícaros y buscones. Pero además de la jerarquía

de los estamentos está la jerarquía del poder económico, que introduce el desorden y

la trampa en el cuerpo social: El noble arruinado (don Toribio) tiene linaje, pero no

dinero, lo que le convierte en parásito. Y el adinerado sin linaje (don Diego) se

identifica con la nobleza, pero no deja de ser un advenedizo. El Buscón describe ese

universo vacío de esperanza y rectitud, donde todos son pícaros intentando ascender,

donde todo el mundo se oculta bajo máscaras.

2.4 Obras políticas

La obra política de Quevedo – extensa pero desigual – ofrece el interés de la

cercanía de su autor a los centros de poder. Sus trabajos, empero, son de ideas poco

novedosas cuando no retrógradas; y se nota en ellos ausencia de un firme fundamento

- 14 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 15: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

lógico. El inquieto político dejó de lado los postulados estoicos y ascéticos,

prescindiendo de escrúpulos a la hora de justificar su discurso.

Abre la lista España defendida y los tiempos de ahora (1609); obra incompleta,

cuyo borrador se conserva. Con ella se proponía Quevedo componer un gran tratado

enciclopédico en elogio de España, los españoles, su idioma y su cultura, a quienes

consideraba injustamente criticados en las obras de los mayores humanistas de la

época: Joseph Scalígero, Marco Antonio Muret, y el geógrafo Gerardo Mercator.

En los primeros capítulos, Quevedo describe y alaba la geografía patria, su

historia antigua, el nombre de España y su origen y etimología. Más importancia aún

concede a la defensa de la lengua española y su gramática, concebida como una

respuesta a los comentarios vejatorios de Mercator en su Atlas. Examina la historia del

léxico español, con un alarde de erudición de filología latina, griega y hebrea; pero

finalmente la pasión le puede y pasa a la diatriba personal contra Mercator, al que

enumera con fervor las glorias de la literatura española.

La obra, demasiado ambiciosa y falta de un plan integral, nunca llegó a

terminarse y menos a enviarse al rey Felipe III, para quien Quevedo escribió la

dedicatoria. Sin embargo, es interesante para reconocer algunos rasgos

característicos de nuestro autor: Falta de sistematización, que suple con facilidad de

discurso; devoción por la erudición y la filología, aunque a veces fuerza demasiado

sus interpretaciones; amor castizo a España, llevado hasta el extremo; y aguda

capacidad crítica, que llega a la polémica temperamental.

Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás es la obra política más

ambiciosa de Quevedo, en la que reúne un corpus ideológico y un manual de gobierno

construido a partir de la lectura de los evangelios. Su primera parte (redactada en

1618) fue enviada al conde duque de Olivares en 1621, e impresa en 1626; mientras

que la segunda parte no se imprimió hasta 1655. Crosby ha observado que la primera

parte de Política de Dios es la obra quevediana que alcanzó mayor número de

ediciones en vida de su autor. Buena parte de sus lectores interpretaron –

erróneamente, si creemos a Quevedo en el prólogo de la segunda parte – que el texto

criticaba a personas concretas del gobierno de Felipe IV, lo que explicaría su éxito de

ventas.

Partiendo de la glosa de ciertos pasajes evangélicos, Quevedo va obteniendo

paralelismos que sirven para desgranar una serie de amonestaciones al rey: debe

ejercer la carga del gobierno sin delegarlo en validos; saber la cuenta de sus gastos;

castigar públicamente a los malos ministros; preguntar lo que dicen de él; llevar tras de

- 15 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 16: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

sí a sus ministros y no al revés… Preocupa particularmente al autor la actuación de

validos y ministros, de quienes desconfía. Quevedo, desde una concepción divina y

patriarcal del poder, piensa que sólo el rey puede gobernar con acierto España. Llega

a afirmar que “Los reyes son vicarios de Dios en la tierra”. Al proceder de Dios, el

único límite a la autoridad del rey es su sujeción a la ley divina por medio de la religión

católica.

Política de Dios es la expresión de una concepción del gobierno no ya absolutista,

sino de regresión a los tiempos y valores del feudalismo. Oponiéndose abiertamente a

Maquiavelo y a las formas de gobierno de inspiración luterana, Quevedo niega el

concepto de “razón de Estado” y se sirve del texto bíblico como fundamento ideológico,

subordinando la política a la religión y la moral católicas.

Hacia 1620 Quevedo se interesa por la historiografía política, centrando su

atención en la época de la que puede aportar un testimonio directo. Concibe así

Mundo caduco y desvaríos de la edad (1621), en la que pasa revista a los hechos de

los últimos años de Felipe III, con especial énfasis en la política de Venecia y en las

hazañas militares de Gonzalo de Córdoba.

Mayor atractivo ofrece Grandes Anales de quince días (1621), en el que, con el

ritmo de un reportaje periodístico, transmite la muerte de Felipe III, el ascenso de la

nueva camarilla y la defección de la anterior. El encarcelamiento del duque de Osuna,

el asesinato del conde de Villamediana, y sobre todo, la crónica de la ejecución del

marqués de Siete Iglesias son narrados con innegable nervio por Quevedo.

La propuesta que en 1617 lanzó la Orden de los Carmelitas para que Santa

Teresa de Jesús fuese la nueva copatrona de España junto a Santiago desencadenó

una exacerbada – y estéril – polémica en aquella sociedad en crisis. Quevedo,

caballero de la Orden de Santiago, se sintió obligado a defender públicamente la

exclusividad patronal del apóstol. En el Memorial por el patronato de Santiago (1628)

plantea una concepción belicista del Estado – “son las Españas bienes castrenses

ganados en la guerra por Santiago” –, y deja claro que no resulta aceptable la idea de

que el ejercito invoque a una monja antes de entrar en batalla. Su extrema

vehemencia y notoriedad le enemistaron con el rey, siendo Quevedo desterrado a La

Torre.

Desde allí compuso una continuación del mismo tema en tono más sosegado: Su

espada por Santiago (1628). Además aprovechó de nuevo sus experiencias

personales para componer un memorial dirigido al rey, Lince de Italia u zahorí español

(1628), en el que repasa la política de las repúblicas italianas y despliega sus amplios

- 16 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 17: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

conocimientos de la actualidad diplomática europea, al tiempo que hace notar su valía

al rey. Debió surtir efecto, porque a las pocas semanas Quevedo fue llamado de nuevo

a la corte.

El chitón de las tarabillas, obra del Licenciado Todo-lo-sabe (1630), marca el

máximo momento de servilismo de Quevedo hacia Olivares. Escrito por encargo del

valido en respuesta a un razonado trabajo de Mateo de Lisón y Biedma, defiende con

más falacias que argumentos la política económica del Conde Duque. Libelo ingenioso,

pero excesivamente venenoso y satírico, El chitón causó escándalo y fue denunciado

a la Inquisición, con lo que su efecto fue contrario al deseado. Además, ciertos pasajes

podían interpretarse como una crítica encubierta al valido. Todo ello produjo un

deterioro de las relaciones entre Olivares y Quevedo.

Es poco conocido el opúsculo Execración por la fe contra los judíos (1633), cuyo

manuscrito ha sido descubierto recientemente, y que constituye la más furibunda

muestra de intransigencia por parte de Quevedo. De carácter confidencial, este

discurso presenta una documentada argumentación antisemita y exhorta al monarca a

actuar contra los judíos y conversos, proponiendo su expulsión y su muerte a cuchillo

puerta por puerta.

La primera parte de la Vida de Marco Bruto se publica en 1644; nunca pudo

completarse la segunda. Traduciendo el texto de las Vidas Paralelas de Plutarco,

Quevedo aporta sus glosas en las que reflexiona sobre todo tipo de temas inducidos

por la historia del político Bruto, de la que son elementos esenciales la conspiración, la

traición y el dilema del tiranicidio. Imposible dejar de encontrar paralelismos entre los

conjurados romanos y la camarilla de los opositores a Olivares.

Marco Bruto sigue una línea discursiva sinuosa, no siempre clara y a veces con

las contradicciones típicas de su autor. Quevedo prefiere a un gobernante justo antes

que a un tirano; pero condena sin reservas el tiranicidio. Pueden extraerse del texto

otras ideas políticas, que oscilan entre el acostumbrado conservadurismo –

infravaloración de la mujer, inmovilismo ideológico, aceptación de las calamidades por

providenciales – y otros postulados más modernos, como la defensa de la libertad,

aunque desde una perspectiva aristocrática. Este es su encendido elogio que

Quevedo pone en la voz del patricio Marco Bruto:

“Perder la libertad es de bestias; dejar que nos la quiten, de cobardes. Quien por vivir queda esclavo, no sabe que la esclavitud no merece nombre de vida, y se deja morir de miedo de no dejarse matar.”

- 17 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 18: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

2.6 Obras filosóficas

Polígrafo meritorio, no es Quevedo un gran filósofo. Su labor en este campo no ofrece

innovación alguna y no deja de ser un comentario a pie de página del estoicismo de

Séneca, debidamente adaptado al cristianismo de la época.

La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas

ajenas (1634) es una mezcla de exposición popular de Séneca con referencias

teológicas. Repite el autor las paradojas que supone el hecho de empezar a morir

desde el mismo instante de nacer, el ya trillado tópico Cotidie morimur:

“A la par empiezas a nacer y a morir; y no es en tu mano detener las horas; y

si fueras cuerdo, no lo habías de desear; y si fueras bueno, no lo habías de temer.

Antes empiezas a morir que sepas qué cosa es vida; y vives sin gustar della, porque te

anticipan las lágrimas a la razón.”

No hay novedad alguna en las ideas tantas veces desgranadas anteriormente

por filósofos estoicos y ascetas cristianos, aunque brilla en el discurso la prosa

conceptista de su autor. Sus reflexiones neoestoicas se centran principalmente en tres

aspectos: El conocimiento de uno mismo, el desengaño de las apariencias vanas, y la

ponderación de la muerte.

Nombre, origen, intento, recomendación y descendencia de la doctrina estoica

(1635) es una descripción básica del estoicismo, al que añade comentarios acerca de

la escuela epicureísta y los cínicos. Su principal fuente son las obras del neoestoico

Justo Lipsio, con quien había mantenido correspondencia en latín. En la segunda parte

del libro se incluye la Defensa de Epicuro, a quien dedica grandes elogios, intentando

demostrar que los principios del epicureísmo no contradicen ni al estoicismo ni al

cristianismo, opinión difícilmente aceptable para la mayoría de filósofos. En todo caso,

Quevedo llega a dar una interpretación deformada de los clásicos con tal de

integrarlos en la ortodoxia cristiana.

También en 1635 publica sus traducciones al castellano de los estoicos

clásicos Manual de Epícteto y Vida y tiempo de Phocílides.

El mismo aire pesimista se observa en De los remedios de cualquier fortuna

(1638), traducción y glosa de un apócrifo de Séneca, en el que se sugieren consuelos

estoicos a veinte clases de desdichas que pueden sobrevenir (muerte, destierro, dolor,

pobreza...). Quevedo añade al texto original sus propios consejos de resignación

cristiana, apurando al máximo los temas hasta llegar casi a la reiteración obsesiva.

- 18 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 19: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Las obras neoestoicas en la década de 1630 se corresponden con los tiempos

difíciles en la vida del escritor, quien de nuevo se refugió en los libros. Ettinghausen

(1983:560) dice al respecto: “La atracción que ejercían en él los ideales de

imperturbabilidad estoica y de no depender más que de sí mismo estaba en proporción

directa con su propia necesidad de disponer de un escudo eficaz ante la adversidad y

ante su modo de ser, que era esencialmente contrario al estoicismo.”

2.7 Obras ascéticas

Con Virtud militante contra las cuatro pestes del mundo (1635), Quevedo se convierte

en predicador laico, que construye su sermón en cuatro partes fustigando la envidia, la

ingratitud, la soberbia y la avaricia. El celo en la defensa de la ortodoxia católica se

muestra en la abundancia de citas eruditas tomadas de los Padres de la Iglesia, sin

dar cabida en momento alguno a los filósofos clásicos ni a otra fuente que no sea la

Biblia. El tonante sermón contiene algunas de las páginas más pesimistas y amargas

de Quevedo, incapaz de hallar virtud alguna en la condición humana.

Durante sus años de prisión en San Marcos, Quevedo buscó consuelo en la

composición de temas religiosos. Providencia de Dios padecida de los que la niegan y

gozada de los que la confiesan es un impresionante trabajo teológico que defiende la

existencia del alma y de la divina Providencia. Sus fuentes son la obra de Séneca De

Providentia Dei y el tratado De Anima de Francisco Suárez. El texto tiene además un

tono vitalista y hasta poético cuando describe la riqueza de la creación y de sus

criaturas, muy diferente al de sus tratados filosóficos.

La proyección de sus sentimientos es evidente en La constancia y paciencia

del Santo Job en sus pérdidas, enfermedades y persecuciones y también en La caída

para levantarse, el ciego para dar vista, el montante de la Iglesia en la vida de San

Pablo Apóstol (1644). El relato está orientado a exaltar lo paradójico de la Providencia

divina cuando esta escoge como gran propagador de la fe a quien había sido su

perseguidor implacable: “El mundo levanta para derribar, Dios para levantar derriba.

Solo Pablo tropezó en abundancia de luz y ciega inundado de claridad”. Quevedo

busca en la fe, como San Pablo, la redención de sus errores anteriores.

- 19 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 20: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

3. Obra poética

3.1 Transmisión

La mayor parte de la poesía de Quevedo no fue publicada en vida de su autor, aunque

gracias a la circulación en copias manuscritas y la inclusión en ciertas antologías logró

una difusión más que notoria. Al final de su vida tenía pensado preparar la edición de

sus obras completas y la de sus poesías. Después de su muerte, el impresor Pedro

Coello quiso publicar las obras poéticas, pero no pudo encontrar todas. Con la

colaboración de Josef González de Salas, amigo erudito de Quevedo, que titula y

anota los poemas, sale a la luz El parnasso español, monte en dos cumbres dividido,

con las nueve musas castellanas (Madrid, 1648). Siguiendo la voluntad del autor, se

ordenan por temas que se asocian a las musas canónicas, aunque el libro no incluye

más que seis apartados, en lugar de los nueve del título.

González de Salas murió antes de poder completar la edición del segundo

volumen, tarea que finalizó el sobrino Pedro Aldrete Quevedo. Se publica así en 1670,

Las tres musas últimas castellanas. Segunda parte del parnaso español, que aporta

nuevos poemas quevedianos, pero también otros apócrifos. Permanecieron inéditos

los poemas de manuscritos perdidos y los que Aldrete no se atrevió a presentar a la

censura.

Durante muchos años se atribuyeron impropiamente a Quevedo toda clase de

poemas conservados en manuscritos anónimos, particularmente los de carácter

satírico, erótico y político. La antigua edición de Astrana Marín, que incluye muchos de

este tipo, ha sido desplazada por la recopilación de José Manuel Blecua, quien ha

depurado cuidadosamente las fuentes. Reconoce Blecua como auténticos de Quevedo

un total de 876 poemas, cuya misma numeración y clasificación temática seguimos.

3.2 Poemas metafísicos

En ellos Quevedo emplea la poesía como cauce de expresión de su pensamiento

filosófico y se plantea los problemas más graves de la existencia. Su principal fuente

es la escuela estoica de Séneca, que predica el dominio de las pasiones y la

impasibilidad ante los reveses de la fortuna. Lo original en Quevedo no son las ideas,

sino la forma de expresarlas, como veremos.

El tema fundamental de su poesía filosófica lo es de toda la poesía barroca: La

muerte, la inmediatez, la simultaneidad vida-muerte. A lo que se une la angustiosa

- 20 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 21: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

rapidez con que la muerte se acerca. Ya no es la muerte sólo el fin de la vida, ni el mar

al que van a dar los ríos; ahora la muerte invade la vida, la ataca con agresividad.

Paralelamente, la vida es una carrera imparable cuyo control escapa a la voluntad.

Tales aspectos se advierten en el poema “¡Cómo de entre mis manos te

resbalas!” (B 31). El primer cuarteto se divide simétricamente entre dos versos

dedicados a la vida – a la que asocia los verbos “resbalas” y “deslizas”— y los dos

siguientes a la muerte, cuyos adjetivos “mudos”, “callado”, “fría”, la presentan como

una aparición silenciosa. Ese sigilo no impide que el segundo cuarteto introduzca la

idea de violencia asociada a la “feroz” muerte. En los tercetos se lamenta con angustia

desgarrada la paradoja de que el hombre no puede desear vivir un día más sin dejar al

mismo tiempo de acercarse a la muerte. El último verso impacta al lector con tres

repeticiones que califican a la vida, tres siglos antes de inventarse el blues: “Cuán

frágil es, cuán mísera, cuán vana.”

Concepto inseparable en Quevedo es el del tiempo, estrechamente unido a la

muerte. El tiempo es discontinuo porque la vida está hecha de una sucesión de

instantes no conectados con lo anterior ni con lo posterior; cada uno es ejecutor del

que le antecede y víctima del siguiente. Vivir es sentir que, en cada momento,

perdemos el instante que habitábamos, lo que nos condena a una perpetua desazón.

Así se nota en “¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?” (B 2), cuyo primer

terceto ilustra de modo simple, pero con incontestable urgencia, la acelerada premura

del tiempo.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;

hoy se está yendo sin parar un punto:

soy un fue, y un será, y un es cansado.

La presencia constante de la muerte en todos y cada uno de los instantes

vividos conduce a la multiplicación de las identidades del poeta, con su consiguiente

despersonalización: El yo pasa a ser él, otro diferente; no hubiera sido tan efectivo

decir “soy un fui, y un seré, y un soy cansado.” La misma idea ronda el segundo

terceto:

En el hoy y mañana y ayer, junto

pañales y mortaja, y he quedado

presentes sucesiones de difunto

- 21 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 22: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Lo presente queda anulado por lo sucesorio: el poeta descubre con horror que

no es más que un difunto que camina desde el pañal a la mortaja. Y ni siquiera es un

solo muerto con su propia identidad, sino una multiplicidad de sombras.

La originalidad de este grupo de poemas filosóficos está en su expresión, en su

estilo paradójico, su tono desgarrado, capaz de conmover al lector actual, y de

distinguir a Quevedo de otros poetas que abordaron los mismos temas. Puede

comprobarse en los poemas “¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!” (B 3), “Vivir es

caminar breve jornada” (B 11), “Todo tras sí lo lleva el año breve” (B 30).

El senequista Quevedo llega incluso a invocar a la muerte en “Ven ya, miedo

de fuertes y de sabios” (B 28), y desearla con delicadeza en “Ya formidable y

espantoso suena” (B 8), donde dice que la parca “más tiene de caricia que de pena”.

La idea de la aceptación de la muerte no está reñida en Quevedo con un sentido

cristiano de la misma, aunque la expresión no lo evoque directamente, como podemos

ver en “Señor don Juan, pues con la fiebre apenas” (B 1).

3.3 Poemas religiosos

A pesar de las acusaciones de ateísmo por parte de sus enemigos, y de su vida a

menudo desordenada, Quevedo cultivó un sincero sentimiento religioso. Precisamente

el arrepentimiento es la base de los poemas de su Heráclito cristiano, donde anhela

“Un nuevo corazón, un hombre nuevo” (B 13), desnudo de sí mismo y cercano a Dios.

Junto al arrepentimiento, el desengaño por el mundo se deja notar en plegarias

como “Bien te veo correr, tiempo ligero” (B 39) y “Amor me tuvo alegre el pensamiento”

(B 40), donde lamenta que la apariencia vana de las cosas le distraiga de la salvación

eterna. La angustia de la muerte material se ve mitigada aquí por la fe cristiana.

En contraste con el arrebato y la ternura de la poesía religiosa de Lope de

Vega, Quevedo a veces se queda en una expresión demasiado conceptista,

demasiado intelectual, de la fe. Así sucede en “Pues hoy pretendo ser tu monumento”

(B 35), donde la eucaristía es pretexto para un juego de conceptos de precisión

matemática. También se observa cierto distanciamiento en la serie de sonetos

dedicados a glosar palabras de Cristo – por ejemplo, “Mujer llama a su madre cuando

expira” (B 176) –, donde el teólogo poeta no se aparta un ápice de la ortodoxia

cristiana.

- 22 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 23: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

3.4 Poemas morales

Bajo la segunda musa de El Parnasso Español, Polimnia, se reúnen las “poesías

morales, esto es, que descubren y manifiestan las pasiones y costumbres del hombre,

procurándolas enmendar”, según titula González de Salas. Asoma aquí el ceño del

don Francisco moralista, a medio camino entre el filósofo y el satírico. En efecto, las

composiciones poemas morales de Quevedo comparten su enfoque neoestoico con

los graves poemas metafísicos.

Los temas en general no son nada novedosos: el tópico Beatus ille (“Dichoso tú,

que alegre en tu cabaña”, B 60), críticas de la avaricia (“Quitar codicia, no añadir

dinero”, B 42), de la gula (“Que los años por ti vuelen tan leves”, B 64), del fingimiento

(“Lágrimas alquiladas del contento”, B 54), de la hipocresía (“No digas, cuando vieres

alto el vuelo”, B 110). A veces se echa de menos en estas composiciones la viveza y

la intensidad que encontramos en los poemas metafísicos, y hasta en los satíricos,

donde los mismos temas adquieren mayor fuerza expresiva.

Pero también en este grupo hay piezas impagables, como el que según Blecua

(1987:XVII), es “el mejor elogio de los libros que conoce la poesía española de todos

los tiempos”: el que comienza “Retirado en la paz de estos desiertos” (B 131).

Es ineludible comentar la Epístola satírica y censoria contra las costumbres

presentes de los castellanos (B146), dirigida al conde duque de Olivares, en la que

reconocemos al Quevedo más conservador. Tras un comienzo brioso, pero ambiguo

en su interpretación (“No he de callar, por más que con el dedo…”), se lanza al ataque

contra los vicios e incapacidades de las clases altas de su tiempo, ocupadas en juegos

de cañas y lidias de toros. En contraste, elogia como ideal la “virtud desaliñada”, los

valores rancios de los castellanos medievales: la honestidad, la severidad, el heroísmo

guerrero. La larga epístola, de valor más documental que poético, acaba

recomendando al valido que imponga “la militar valiente disciplina”, y si así lo hace,

habrá de “restaurar más que Pelayo”.

3.5 Poemas amorosos

Heredero de la tradición del amor cortés, de Petrarca y del platonismo renacentista,

que dieron pie a una pléyade de monótonos poetas, Quevedo sobresale de la lista

como uno de los grandes. A decir de Dámaso Alonso (1962:519), es “el más alto poeta

de amor de la literatura española”. Los tópicos petrarquistas – el dolor de la pasión, el

aguijón del amor ignorado, el tormento de la ausencia, la belleza desconcertante y

destructora, las parejas de contrarios – son retomados por Quevedo con una

- 23 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 24: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

expresión personalísima que los revitaliza, los intensifica y les devuelve el brillo de la

originalidad.

Véase, por ejemplo, cómo le da la vuelta al tópico de la pareja nieve-fuego, en

el soneto A Aminta, que se cubrió los ojos con la mano (B 306).

Lo que me quita en fuego, me da en nieve

la mano que tus ojos me recata;

y no es menos rigor con el que mata

ni menos llamas su blancura mueve.

Ya no es como solía la dama de insensible hielo duro; el ardor que se nota en

sus ojos ha de ser disimulado por la nívea mano, cuya palidez resulta ser tan excitante

y tan letal como aquellos para el enardecido poeta.

Los poemas de Quevedo, al contrario de lo acostumbrado en el amor cortés, no

sitúan a la amada en el principal centro de atención. Este lo ocupa el paisaje interior

del poeta, generalmente lleno de dolor. En su poesía no aparece prácticamente el

destello de la “joie” o gozo dichoso, ni siquiera el recuerdo de los días felices, lo que

nuevamente lo separa del tópico cortés. El amor no es sensualidad, sino tormento,

rabia, obsesión, agonía, ruina:

Amor me ocupa el seso y los sentidos;

absorto estoy en éxtasi amoroso;

no me concede tregua ni reposo

esta guerra civil de los nacidos. (B 486)

Aunque el objeto del amor sea sublime, la pesadumbre se convierte en un dolor

que se siente como físico, que se somatiza – (“En los claustros de l’alma la herida”, B

485) – y que sume la vida en un progresivo caos. Al llegar al último verso sólo queda

desolación y pavor.

La gente esquivo y me es horror el día;

dilato en largas voces negro llanto,

que a sordo mar mi ardiente pena envía.

A los suspiros di la voz del canto;

la confusión inunda l’alma mía;

mi corazón es reino del espanto.

El amor duele, el amor muerde. Que a nadie extrañe entonces que Quevedo se

exprese a gritos. El soneto Dejad que a voces diga el bien que pierdo (B 360) es, de

- 24 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 25: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

principio a fin, ejemplo del alarido desgarrado como medio de expresión poética y

afectiva. Desconcertante, pero que toca hasta el endurecido corazón del lector actual.

De gritar solamente quiero hartarme;

sepa de mí a lo menos esta fiera

que he podido morir y no mudarme.

Dámaso Alonso (1962: 497-580) ha identificado el grito febril de Quevedo como

rasgo inconfundible de su personalidad y de su modernidad. Alonso reconoce la

exasperación como centro de la lírica quevediana. Su pena nace ligada a un

pesimismo inseparable del hecho de existir, e incorpora una angustia permanente en

su poesía. “Quevedo es un atormentado: es un héroe – es decir, un hombre –

moderno. Como tú y como yo, lector: con esta misma angustia que nosotros sentimos.

(…) Sí, angustiado y desnortado, como nosotros, como cualquiera de nosotros.” (575-

577)

Nuestro héroe no podía librarse totalmente de la angustia de la muerte, y a ella

viene a solaparse la angustia del amor. Quevedo reacciona sublimando su amor,

intelectualizándolo, desligándolo de la materia. En “Mandóme, ¡ay Fabio!, que la

amase Flora” (B 331) distinguirá entre amar y querer, y reconocerá, de acuerdo con la

doctrina del neoplatonismo, que cuando el amar reside en el entendimiento es eterno.

Amar es conocer virtud ardiente;

querer es voluntad interesada,

grosera y descortés, caducamente.

El cuerpo es tierra, y lo será; y fue nada;

de Dios procede a eternidad la mente:

eterno amante soy de eterna amada.

Pero hay un tema muy original, por el que Quevedo se distingue de la tradición

neoplatónica y de todos sus contemporáneos, que se resume en el motivo de la

“ceniza enamorada”, recreación de un verso de Propercio. El amor sobrevive a la

muerte no sólo en el entendimiento del alma siempre anhelante; sino también en las

cenizas que conservarán eternamente – a modo de galardón -- las huellas de la llama,

de la pasión que las consumió.

La idea surge como fuerte intuición en “Qué perezosos pies, qué entretenidos”

(B 475):

Del vientre a la prisión vine en naciendo;

- 25 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 26: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

de la prisión iré al sepulcro amando,

y siempre en el sepulcro estaré ardiendo.

y toma forma evolucionada en “Si hija de mi amor mi muerte fuese” (B 460), llegando a

su culminación en el soneto Amor constante más allá de la muerte (“Cerrar podrá mis

ojos la postrera”, B 472), considerado por Dámaso Alonso “seguramente el mejor de

Quevedo, probablemente el mejor de la literatura española”. (1962:526)

Ha sido tan amplia y profundamente comentado este soneto que resulta

forzoso remitir a los estudios sobre el mismo de Amado Alonso (1955), Dámaso

Alonso (1962), Kelley (1973), Lázaro Carreter (1983) y otros detallados en la

bibliografía. Dice Lázaro de los dos versos finales, serán ceniza, mas tendrán sentido/

polvo serán, mas polvo enamorado:

Quevedo, bordeando la impiedad, logra así cerrarnos la garganta de emoción,

de pasmo (…), despertando en el lector esa sorpresa inicialmente admiratoria

que siempre provoca el insurrecto, el rebelde. Y el soneto se cierra con esa

fantástica visión de un montoncito de ceniza, de polvo, lívido, seco, tierra ya,

pero aún estremecido de amor. (1983: 298)

3.6 Poemas satíricos

Los versos amorosos los guardaba Quevedo para la intimidad; en público hacía

circular los humorísticos. El humor fue la imagen pública que vistió para brillar en

sociedad, remedio para ocultar su intimidad y arma para atacar a sus enemigos.

Sátiro de la cabeza a los pies, su capacidad para la poesía burlesca es

extraordinaria. Cualquier tema se presta a pasar por la lente concavoconvexa de sus

versos y conceptos, con resultados que abarcan una amplia gama de matices

humorísticos, desde la fina sonrisa a la carcajada vitriólica, a lo largo de más de 300

piezas. Hasta de sí mismo se ríe, en el romance “Pariome adrede mi madre” (B 696).

Blanco fácil son los que presentan una apariencia física estrafalaria, a quienes

ridiculiza mediante la intensificación de hipérboles y conceptos, llegando a retorcer las

sufijaciones de las palabras hasta extremos inesperados. Así procede en el soneto A

un hombre de gran nariz (B 513), donde crea “érase un naricísimo infinito”. A un calvo

(B 527) le hace decir “Pelo fue aquí, donde calavero”. A un cornudo (B 601) le espeta:

“cuernos pisas con pies de cornería”.

- 26 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 27: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Repetidamente ridiculiza a los que practican el engaño: en el campo

profesional, los médicos, los boticarios, los letrados, los jueces y alguaciles; en otros

ámbitos, las mujeres con maquillaje, las vírgenes fingidas, las parejas adúlteras…

Todas las caras de la apariencia engañosa de la realidad.

El desdén aristocrático de Quevedo se plasma en las composiciones que

critican el afán de lucro y el papel del dinero como igualador de clases sociales (“Pues

amarga la verdad”, B649; “Madre, yo al oro me humillo”, B660). El dinero también

corrompe las relaciones amorosas, condicionadas al previo pago. (“La morena que yo

adoro”, B 655; “Que le preste el ginovés”, B670). Quevedo se rebela contra la

situación, más preocupado por su economía que por la moral:

Solamente un dar me agrada,

que es el dar en no dar nada. (B 658)

La feroz misoginia de Quevedo, con numerosos precedentes en la cultura y la

literatura occidental, considera que las mujeres son pedigüeñas que solo miran en el

hombre el dinero, y que el matrimonio prácticamente garantiza el adulterio:

Sabed, vecinas,

que mujeres y gallinas

todas ponemos:

Unas cuernos y otras huevos.

Viénense a diferenciar

la gallina y la mujer

en que ellas saben poner,

nosotras solo quitar. (B643)

Se prodigan los retratos grotescos de mujeres en la antítesis de la belleza

petrarquista: “Rostro de blanca nieve, fondo de grajo” (B 551), “En cuévanos, sin cejas

y pestañas” (B 618).

¿Cómo se explica que este hombre sea el mismo que canta poemas amorosos

a Aminta, a Flora, a Lisi…? En las sociedades machistas, es habitual que los varones

muestren en público una actitud fanfarrona que no tiene por qué coincidir con sus

sentimientos íntimos. Nos imaginamos a Quevedo explicando jocosamente delante de

sus amigos sus encuentros sexuales, al estilo del arcipreste de Hita: Noches con una

fregona (“Ya que al Hospital de Amor”, B 788); o con una vieja ventera, que resulta ser

mucho más complaciente que las mujeres jóvenes (“Pues el bien comunicado”, B 792).

No deja de ser otra vertiente del desgarrón afectivo de Quevedo señalado por Alonso.

- 27 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 28: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

La sátira sirve también para desmitificar la cultura establecida, de cuyos temas

se da una visión degradada y caricaturesca. Quevedo se toma a risa la mitología

clásica (“Bermejazo platero de las cumbres”, B 536), el romancero (“Viejo verde, viejo

verde”, B 692; La toma de Valles Ronces), Don Quijote (“De un molimiento de güesos”,

B 733). Su obra más importante en este campo es el Poema heroico de las necedades

y locuras de Orlando el enamorado (B 875), extenso y sorprendente poema en octavas

que, a pesar de quedar inconcluso, es una de las cumbres de la poesía burlesca del

Siglo de Oro.

Indica con gran acierto el título de un soneto que las miserias de esta vida

pueden ser motivo de llanto y de risa también (“¿Qué te ríes, filosofo cornudo?”, B

545). Observando el soneto “La vida empieza en lágrimas y caca” (B 535), donde

trastoca en cómicas sus graves meditaciones filosóficas, comprendemos cómo era

capaz Quevedo de variar su prisma según la ocasión.

3.6.1. Sátiras personales. Quevedo, Góngora y el gongorismo.

Un capítulo aparte está formado por los versos dirigidos contra el poeta cordobés, de

los que no sabemos qué es más sorprendente: si el afiladísimo ingenio derrochado en

la injuria, o lo despiadado y duradero de su enemistad.

Jauralde (1999: 899-924) ha estudiado con detalle el desarrollo de la disputa,

que parece haberse iniciado por los celos de Góngora sobre el joven Quevedo, quien

ensayaba con éxito la deformación grotesca de los romances gongorinos. La serie de

poemas en los que don Luis despreciaba a Valladolid y su río Esgueva fueron

avispadamente contestados por Quevedo (“Ya que coplas componéis”, B 826). A partir

de ahí se sucedieron los cruces de réplicas in crescendo a lo largo de 25 años, hasta

llegar al insulto personal. Entre otras lindezas, Góngora fue tildado de judío (B 829), de

tahúr (B 833) y de puto (B 837), es decir, homosexual; conducta esta última que en la

época se castigaba con la muerte en la hoguera. No se enfrentó a la pira el cordobés;

aunque su rival no tuvo empacho en prepararle un Epitafio nada condescendiente

(“Este que, en negra tumba, rodeado”, B 840).

El desprecio de Quevedo por la poesía culteranista le inspiró también poemas

en los que parodiaba este estilo, oscilando entre la burla y el disparate. Tal es la

Receta para hacer Soledades en un día (B 825), incluida al frente de la Aguja de

navegar cultos:

Quien quisiere ser culto en sólo un día

La jeri (aprenderá) gonza siguiente:

- 28 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 29: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Fulgores, arrogar, joven, presiente,

Candor, construye, métrica armonía (…)

O este otro soneto Contra el mesmo (B 838):

¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,

Góngora bobo, con crepusculallas,

si cuando anhelas más garcivolallas

las reptilizas más y subterpones?

No obstante, también ensayó Quevedo la estética gongorista en poemas serios

de alto nivel estético. Véase el precioso soneto “En crespa tempestad del oro undoso”

(B 449) o la décima Al ruiseñor (“Flor con voz, volante flor”, B 208).

Sobre las razones del choque entre los dos grandes poetas barrocos, Jauralde

(1999:924) dice: “Estéticamente, [Quevedo] padece constantemente de su formación

organicista en un mundo abierto cada vez más a horizontes impensables, y reacciona

con profundos desgarros expresivos. Las más de las veces, en sus asonadas públicas

grita lo que padece y destruye lo que se crea a su alrededor, aunque sean los

bellísimos y difíciles versos de un poeta andaluz.”

3.7 Jácaras y bailes

Trabajó también Quevedo las jácaras, subgénero de romances protagonizados

por las mujeres de vida alegre y sus jaques, o rufianes. Se caracterizan por la

expresión en primera persona y el uso de la germanía, es decir, la jerga de los

delincuentes, de la que acredita cumplido conocimiento. Nuestro autor produjo al

menos una docena de jácaras, que obtuvieron notable éxito y difusión popular,

particularmente la Carta del Escarramán a la Méndez. (“Ya está guardado en la trena”,

B 849)

Estrecha relación con las jácaras mantienen los bailes, pequeñas piezas

teatrales destinadas a la representación con música y danza en los entreactos de las

comedias barrocas. Quevedo produjo una decena de ellos, con anécdota mínima y

grotesca, en los que vuelven a aparecer como personajes habituales los jaques y las

damas pedigüeñas: Los valientes y tomajonas (B 865), Las valentonas y destreza (B

866), Las sacadoras (B870)…

- 29 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 30: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

4. Obras teatrales

Sólo se conserva una comedia larga de Quevedo, la titulada Cómo ha de ser el

privado (1627), concebida para elogio de Olivares en representaciones palaciegas. La

acción está ambientada en una corte napolitana que no es más que un trasunto de la

española, donde los personajes reales se disimulan bajo anagramas. El marqués de

Valisero corresponde con el conde duque de Olivares; el duque de Sartabal figura don

Baltasar de Zúñiga, el rey don Fernando simula a Felipe IV… El público también

identificaría fácilmente situaciones políticas de actualidad, tales como los fastos por la

visita del príncipe de Gales y su noviazgo fallido con la infanta María. Acerca de esta

cuestión, comenta Valisero al rey:

No haya en tu reino festín,

cañas, toros ni saraos,

que no goce, y cada día,

con presentes y regalos

del hospedaje se agrade.

Pero hacelle tu cuñado,

sin ser hijo de la Iglesia,

ni lo apruebo ni lo alabo.

Dado su carácter adulatorio, esta comedia ha venido siendo relegada por la

crítica, que la otorgaba escaso valor literario. Últimamente se ha reavivado el interés

por su estudio, como obra en la que se combinan teoría política y teatro, así como por

su valor documental de los primeros años del reinado de Felipe IV, y también como

pieza clave para entender la relación entre Quevedo y Olivares.

Se conservan también algunos entremeses de Quevedo, que nos han llegado

mezclados con otros de dudosa atribución. Esta es la lista de los que son unánimente

adjudicados por los críticos a nuestro autor: El marión (dos partes), El marido

Pantasma, La venta, El niño y Peralvillo de Madrid, El zurdo alanceador (llamado

también Los enfadosos), El Caballero Tenaza, La ropavejera, Diego Moreno (dos

partes), Bárbara (dos partes), La vieja Muñatones, La destreza, La polilla de Madrid.

No se hallan en ellos grandes cuadros dramáticos, sino personajes

caricaturescos que a menudo coinciden con los retratados en otras partes de su obra.

Superior al talento narrativo o dramático de Quevedo es su capacidad de crear

personajes a partir de la observación de la realidad, para después proceder a

deformarlos, y esto es precisamente lo que hace en los entremeses. Comentamos a

continuación el argumento de los más celebrados.

- 30 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 31: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

El Caballero Tenaza es una traslación a las tablas del famoso personaje de sus

epistolario festivo (cf. 2.1), empeñado en negarse a todas las peticiones de su

antagonista, la insistente pedigüeña Anzuelo. Sobre el mismo tema del dinero

construye El niño y Peralvillo de Madrid, cuyo protagonista es un mocito que emigra a

Madrid, prevenido por su madre para evitar los sablazos de la capital. Pronto

presencia cómo varios infelices son despojados y ajusticiados por las pidonas,

tocándole luego a él practicar la resistencia numantina.

El marido Pantasma es sátira contra el matrimonio, donde el recién casado

Lobón se aparece como un espectro a su amigo Muñoz, quien presencia los

sufrimientos de aquel, agobiado por esposa y suegra. Espantado de la visión, Muñoz

hace votos de soltero, pero en ese momento llega Lobón de nuevo, ahora viudo, y le

aconseja, en el colmo del cinismo cómico, casarse para poder así disfrutar de la

viudedad.

El marión presenta dos cuadros con el tema del mundo al revés, cuyo

protagonista es el afeminado don Constanzo, ridículo figurón. En la primera parte, tres

mujeres, doña María, doña Bernarda y doña Teresa, rondan bajo su ventana al marión.

Ellas disputan por el favor de don Constanzo y desenvainan las espadas. La

intervención de su padre, preocupado por la honra de su hijo, calma los ánimos e

introduce el baile. En la segunda parte, Don Constanzo, casado con doña María,

interpreta el rol de malcasado, sufriendo los golpes y abusos de su esposa. El

entremés es una antítesis jocosa de las comedias de capa y espada y los dramas de

honor.

El entremés de Diego Moreno – individuo que aparece en el Sueño de la

Muerte, (cf. 2.2) – está construido íntegramente con burlas de este personaje de frase

hecha, paradigma de los maridos consentidores y protagonista de todos los chistes de

cornúpetas.

La ropavejera pinta una escena macabra y truculenta, protagonizada por una

vieja que vende, no ropas ajadas, sino remiendos de cuerpos humanos – “Yo vendo

retacillos de personas” —, a una clientela ávida por aparentar. A una dama le alquila

una dentadura; a un cojo le proporciona dos piernas y tinte capilar; un castrado solicita

bigote y aspecto viril; otras dos dueñas necesitan tratamientos de belleza urgentes en

sus rostros envejecidos. A todos complace la ropavejera-esteticista al momento y

también en el baile final. El inquietante entremés critica la hipocresía y la simulación,

pero los intercambios de repuestos corporales aportan un matiz monstruoso, de

- 31 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 32: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

deshumanización total, de descomposición caótica de las personas, en un chispazo

surrealista no muy lejano de algunas escenas vislumbradas en los Sueños.

La estructura de los entremeses, breve, directa y cómica, se ajusta plenamente

a la capacidad satírica de Quevedo. Apenas un chiste escenificado, en el que no hay

que justificar complicadas relaciones o mantener la tensión dramática. Pero un chiste

que retrata lo absurdo de la sociedad de su tiempo, donde el dinero lo corrompe todo,

el fingimiento es uso común y las relaciones humanas no son apenas fiables. Ante

tanta angustia, Quevedo organiza un carnaval instantáneo donde las máscaras

risueñas de los cómicos ahuyentan por un momento tan terrible miseria, sin llegar a

cuestionar las razones de fondo que la producen.

- 32 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 33: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

BIBLIOGRAFÍA Ediciones de obras de Quevedo

- Cómo ha de ser el privado. Ed. L. Gentilli. Viareggio-Lucca, Mauro Baroni, 2004.

- Discurso de todos los diablos. Ed. Pérez Zúñiga. Madrid, Celeste, 1999.

- El buscón. Ed. P. Jauralde. Madrid, Castalia 1990.

- El chitón de las tarabillas. Ed. M. Uri Martín. Madrid, Castalia 1998.

- Execración contra los judíos. Ed. F. Cabo Aseguinolaza y S. Fernández Mosquera.

Barcelona, Crítica, 1996

- Historia de la vida del Buscón. Ed. I. Arellano, Madrid, Espasa Calpe, 1997.

- La Hora de todos y la Fortuna con seso. Ed. J. Bourg, P. Dupont y P. Geneste,

Madrid, Cátedra, 1987.

- La Hora de todos y la Fortuna con seso. Ed. L. López Grigera, Madrid, Castalia, 1978.

- La vida del Buscón. Ed. F. Cabo Aseguinolaza, estudio preliminar de F. Lázaro

Carreter, Barcelona, Crítica, 1993.

- Los sueños. Ed. I. Arellano, Madrid, Cátedra, 1991.

- Los sueños. Ed. H. Ettinghausen. Barcelona, Planeta, 1987.

- Sueños y discursos. Ed. J. Crosby, prólogo José Hierro. Madrid, El Mundo, 1999.

- Obras Completas. Ed. F. Buendía. Madrid, Aguilar 1997, 6ª reimpresión, 1986. (2

vols).

- Obras completas en prosa. Ed. dirig. por A. Rey, Castalia, Madrid, 2003-2005. (3 vols)

- Obra poética. Ed. J. M. Blecua, Madrid, Castalia 1999. (3 vols)

- Poemas escogidos. Ed. J. M. Blecua, Madrid, Castalia 1979.

- Poesía original completa. Ed. J. M. Blecua. Barcelona, Planeta 1987.

- Poesía varia. Ed. J. O. Crosby. Madrid, Cátedra 1992.

- Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. Ed. J. Crosby, Valencia,

Castalia-Illinois University Press, 1966.

- Prosa festiva completa. Ed. C. García Valdés, Madrid, Cátedra, 1993.

- Prosa satírica de Quevedo. Ed. I. Arellano, Madrid, Ollero y Ramos-Random-

Mondadori, 2003.

- Vida de Marco Bruto. Madrid, Espasa-Calpe 1999.

(Para los entremeses de Quevedo véase también: Asensio, E., 1965)

- 33 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 34: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

Estudios

Alonso, A. (1955): «Sentimiento e intuición en la lírica», en Materia y forma en poesía,

Madrid, Gredos.

Alonso, D. (1962), «El desgarrón afectivo en la poesía de Quevedo», en Poesía

española, Madrid, Gredos.

Asensio, E. (1965): Itinerario del entremés desde Lope de Rueda a Quiñones

Benavente (con cinco entremeses inéditos de don Francisco de Quevedo), Madrid,

Gredos.

Ayala, F. (1974): Cervantes y Quevedo. Barcelona, Seix Barral.

Blanco Aguinaga, C (1978): «“Cerrar podrá mis ojos…”: Tradición y originalidad», en

Sobejano G., (ed.), Francisco de Quevedo, Madrid, Taurus, pp. 300-318

Borges, J. L. (1978): «Quevedo», en Sobejano G., (ed), Francisco de Quevedo, Madrid,

Taurus, pp. 23-28

Castro, A. (1978): «Escepticismo y contradicción en Quevedo», en Sobejano G., (ed).,

Francisco de Quevedo, Madrid, Taurus, pp. 39-43.

Cavillac, C. y M. (1983), «A propos du Buscon et de Guzmán de Alfarache», cit. en

Rico, F. (ed.), Historia y Crítica de la Literatura Española, Madrid, Crítica, vol. 3, p. 498

Chevalier, M. (1992): Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal, Barcelona, Crítica.

Ettinghausen, H. (1983): «Francisco de Quevedo and the neoestoic movement» (trad.

al español), en Rico, F. (ed.), Historia y Critica de la Literatura Española, Madrid,

Crítica, vol. 3, p. 557-560.

Jauralde Pou, P. (1999): Francisco de Quevedo (1580-1645). Madrid, Castalia.

Kelley, E. N. (1973): La poesía metafísica de Quevedo. Madrid, Guadarrama.

- 34 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM

Page 35: Francisco de Quevedo.unlocked.pdf

Jaime González Galilea – Francisco de Quevedo

López Aranguren, J. L. (1983): «La política de Dios», en Rico F, (ed.), Historia y Critica

de la Literatura Española, Madrid, Critica, vol. 3, pp. 566-570.

Lázaro Carreter, F. (1983): «Originalidad del Buscón», en Rico, F. (ed.), Historia y

Critica de la Literatura Española, Madrid, Crítica, vol. 3, pp. 493-496.

Lázaro Carreter, F. (1978): «Quevedo entre el amor y la muerte. Comentario de un

soneto», en G. Sobejano (ed.), Francisco de Quevedo, Madrid, Taurus, pp. 291-299.

Lida, R. (1981): Prosas de Quevedo, Barcelona, Crítica.

Molho, M. (1983) «Cinco lecciones sobre el Buscón», en Rico, F. (ed.), Historia y

Critica de la Literatura Española, Madrid, Crítica, vol. 3, pp. 497-500.

Müller, F. W. (1978): «Alegoría y realismo en los Sueños de Quevedo», en G.

Sobejano (ed.), Francisco de Quevedo, Madrid, Taurus, pp. 218-241.

Nolting-Hauff, I. (1974), Visión, sátira y agudeza en los «Sueños» de Quevedo, Madrid,

Gredos.

Roncero, V. (2002): El humanismo de Quevedo, Pamplona, Eunsa.

Sobejano, G. (1983), «”Cerrar podrá mis ojos…” y la lírica amorosa», en Rico F., (ed.),

Historia y Critica de la Literatura Española, Madrid, Critica, vol. 3, pp 603-606.

- 35 – © 2006, E-EXCELLENCE – WWW.LICEUS.COM


Recommended