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hacia-una-historia-de-la-literatura-latinoamericana

Date post: 06-Jun-2015
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. o 1 Hacia una historia de la literatura latinoamericana
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. o 1

Hacia una historia de la literatura latinoamericana

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Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios

Hacia una historia de la literatura latinoamerican~

Ana Pizarro Coordinadora

Con la participación de:

Antonio Cándido, Antonio Cornejo Polar, Jean Franco, Beatriz Garza Cuarón, Rafael Gutiérrez Girardot,

Jacques Leenhardt, Franco Meregal!i, Domingo Miliani, Kenneth Ramchand,

Robert Schwarz, Mario Valdés.

Comisión asesora:

Rugo Achugar, Beatriz González, Carlos Pacheco.

El Colegio de México Universidad Simón Bolívar

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Portada: Ilustración de Francisco Toledo para el cuento "El Kami" de Jorge Luis Borges. Tomada del libro Zoologla Fantástica, México, Fondo de Cultura Económica, Colección Tezontle, 1984.

Primera edición, 1987

© El Colegio de México Camino al Ajusco 20 10740 México, D.F.

ISBN 968-12-0359-3 Impreso en México/Printed in Mexico

PREFACIO INTRODUCCIÓN

ÍNDICE

l. DELIMITACIÓN DEL ÁREA, Ana Pizarra Discusión, 26

7 9

21

11. LA PERSPECTIVA COMPARATISTA 33 Hacia una historia de la literatura hispanoamericana: la perspectiva comparatista, Mario Valdés 35 Discusión, 46 La perspectiva comparatista, Franco Meregalli 53 Discusión, 65

IIJ. LA HISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 77 Revisión de la historiografía literaria latinoamericana, Rafael Gutiérrez Girardot Discusión, 90 Historiografía literaria latinoamericana. Más allá del inventario y de la anécdota. La historia posible, Domingo Miliani Discusión,l12

79

101

IV. LITERATURA NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 121 La literatura latinoamericana y sus literaturas regionales y nacionales como totalidades contradictorias, Antonio Cornejo Polar 123 Discusión, 132

5

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6

Problemas para la historia de la literatura en las Indias Occidentales, Kenneth Ramchand Discusión, 145

V. LITERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA Literatura e historia, Jacques Leenhardt Discusión, 158 Literatura e historia, Antonio Cándido Literatura e história na América Latina (Do ángulo brasileiro ), Antonio Cándido Discusión, 179

APÉNDICE: Informe final

INDIC:E;_

137

149 15]

16&

174

189

PREFACIO

El presente volumen contiene los materiales de la discusión historiográfica llevada a cabo durante la reunión de expertos titulada Para una historia de la literatura latinoamen·cana que tuvo lugar en Caracas, Venezuela, entre el 26 y el29 de noviembre de 1982, con el apoyo de la UNESCO.

El proyecto del cual esta reunión cierra la primera etapa forma parte del programa de la Asociación Internacional de Literatura Comparada (AILC) y consiste en la elaboración de una historia de la literatura latinoamericana, desde una perspectiva comparatista y como una empresa de colaboración internacional en la investigación. Ella ha tenido su sede en la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, y trabajaron en la etapa preliminar de ella las profesoras Cannen Bustillos y Luisana Itriago, habiéndose iniciado este tra­bajo con el apoyo departamental del profesor Fernando Fernández. Agra­decemos en este sentido a las autoridades de la Universidad Simón Bolívar, en general, al vicerrector, profesor Gerardo Tálamo, como al director de Humanidades profesor José Santos Urriola, que nos han dado las facilida­des necesarias para llevar adelante este proyecto.

La reunión cuyos resultados publicamos ha sido posible gracias al apoyo financiero de la UNESCO y de nuestra Universidad. Agradecemos la colabo­ración prestada por la comisión asesora: los profesores Hugo Achugar, Carlos Pacheco y Beatriz González, así como la inestimable ayuda del per­sonal de CRESALC-UNESCO, de Márgara Russtto, Paula Atías, Peter Soelke y José Herrera, que hicieron posible el trabajo de traducción, secretaría y transcripciones. Para ellos, el reconocimiento de todo el grupo de trabajo de esta reunión.

A.P.

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INTRODUCCIÓN

"Todos los que en América sentimos el interés de la historia literaria -dice Pedro Henríquez Ureña- hemos pensado en escribir la nuestra. Y no es pereza lo que nos detiene: es, en unos casos, la falta de ocio, de vagar sufi­ciente( ... ); en otros casos, la falta del dato y del documento; conocemos la dificultad, poco menos que insuperable, de reunir todos los materiales. Pero como el proyecto no nos abandona, y no faltará quien se decida a darle realidad, conviene apuntar observaciones que aclaren el camino."l

Éstas eran las palabras del maestro dominicano en 1925. Desde enton­ces no han faltado los intentos de escribir esta historia. De los aciertos y errores que ellos han implicado es que vamos aprendiendo.

El presente volumen intenta aportar elementos a la discusión historio­gráfica, que en nuestro continente ha tenido un lugar escaso como reflexión, aunque ha contado sin embargo con exponentes de altísimo valor, como el mismo Pedro Henríquez Ureña. Como proyecto colectivo, la empresa inte­lectual que nos anima -la construcción de una historia de la literatura la­tinoamericana- tiene una razón de ser: nos parece que a título individual sus limitaciones son de lejos superiores a aquellas de una percepción colec­tiva de la historia. Pero es ésta una empresa de carácter aún más riesgo so, por cuanto implica para cada uno de los investigadores sobreponer el crite­rio de la labor colectiva a la fuerza de la opini9n individual. Es de este modo como fue llevado adelante el trabajo en esta reunión, y es en estos térmi­nos como podrá elaborarse una historia que dé cuenta del estado de la defi­nición de problemas, de la contemporánea reflexión sobre este proceso de

1 Pedro Henríquez Ureña, "Los caminos de nuestra historia literaria", en La utopía de América (Biblioteca Ayacucho, núm. 37), Caracas, 1978.

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10 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANJ/ INTRODUCCIÓN 11

tan grande complejidad. Para esto fuimos adelantando consultas, primeros tanteos. Así fuimos definiendo, como temas a discutir, los que abrimos al juicio riguroso de quienes compusieron la reunión que damos hoy a cono. cer al público. Nos parece importante entregar este material dado que la discusión y los planteamientos con que se encontrará el lector pertenecen, como decíamos, a una perspectiva no trabajada como elaboración colectiva en los estudios de literatura latinoamericana. Más allá de la existencia de importantes -y escasos- aportes individuales,2la reflexión en historiografía literaria es un campo abierto al estudio y fundamental para encauzar la' comprensión de la dinámica de los fenómenos literarios continentales. Pero si la reflexión historiográfica ha tenido escasa voz entre los latinoamerica._ nistas, la historiografía comparativa ha sido prácticamente inexistente en el continente. Éstas son las vías de reflexión que aporta el presente trabajo, La necesidad de desarrollar una labor en este sentido, en función del cono-­cimiento de la literatura latinoamericana y de su ubicación dentro de la literatura general -"verdaderamente" general, como diría E tiemble- es: una tarea que surge de esta lectura.

El primer problema que aborda el texto que presentamos tiene que ver con la delimitación del área de lo que constituye la literatura latinoameri­cana. En efecto, la historiografía literaria del continente ha utilizado crite­rios no siempre justificados de inclusión y exclusión. Como se verá en el primer capítulo, el concepto de literatura latinoamericana ha tenido, desde luego, relación directa con el concepto de Latinoamérica, noción ésta que ha sido bastante dinámica por cuanto ha ido incluyendo paulatinamente unidades culturales y geográficas diversas. Pero además, la literatura plantea problemas adicionales: por ejemplo, si se debe entender por literatura lati­noamericana la de los pueblos indígenas, o la del viajero, el conquistador, el colonizador -extranjero al continente, europeo las más de las veces­que escribió sobre América o a partir de una experiencia de ella. Si se debe entender por tal la publicada fuera y en otras lenguas, por los emigrados o exiliados. Si se debe entender por literatura latinoamericana la de los chica­nos, la de los hispanos, etc. Todos estos problemas son los relativos a la delimitación de una zona literaria.

Une zone littéraire, c'est, a rnon avis, -dice Werner Bahner- un en­semble de quelques littératures nationales avoisinantes qui se sont developpées sur la base des rnemes ou des similaires facteurs fonda­mentaux d'éconoffiie, de vie sociale, politique et culturelle pendant

2 Son importantes al respecto los trabajos de Carlos Rincón, A. Cándido, A. Ra­ma, A. Cornejo Polar, J.C. Mariátegui, J.A. Portuondo, Oldrich Belic, R. Fernández Retamar, J.A. Crow, entre la escasa reflexión al respecto.

e époque ou un laps de temps plus large. Une telle zone littéraire ~nanifeste, tres souvent, la meme tradition culturelle.3

En el caso de América Latina, ni los criterios lingüísticos, ni los geográ-

f . ru· Jos políticos dan cuenta por sí solos del espacio específico de lo ~S • . n rio: dan cuenta de él los parametros culturales que articulan, en su 1

eraergencia como en su contradicción la estratificada complejidad de las conv . d · d. d ¡ · ¡ manifestaciones literarias. En ese sentido, ~o po e_mos ~resc~ rr e _mve cultural al buscar un eje organizador del discurso hterano latmoamencano

o;stema que si bien se afinca fundamentalmente en tres lenguas euro-oo=- , . .. . eas -español, portugués y francés- mtegra tambien a los creoles en sus

p ;ontes como también a las lenguas indígenas. Es, pues, este sustrato var~ • · ¡ ¡ económico-social, histórico, común, el que gener~ espacio~ c_u tura es que -aunque posibles de regionalizar también~ constituyen asimismo_ un·ca~-

0 común al condicionar tal vez no las mismas respuestas, pero SI cuestw-p d 1 d" .. amientos similares en el discurso literario. De acuer o con a Iscus1on ~ue presentamos a lo largo del presente texto, lo ~ue d:Iimit~ el_ á_rea ~om­prensiva de una literatura latinoamericana es la eXIstencia de Sig~f¡cacmnes culturales comunes. Este criterio se establece frente a la precariedad de los criterios lingüísticos, geográficos o políticos instrumentados aisladamente.

El siguiente planteamiento puesto e.l) discusión en el trabajo que pre­sentamos es respecto de la perspectiva comparatista. Habría que preguntar­se primeramente por qué un comparatismo, q~é es y qu~ ha ~ido en el continente en donde ha tenido escasa trayectona, y en que medida puede sernas útil. ,

La carencia de una denominación única para el comparatismo en Ame­rica Latina nos entrega tal vez el primer signo de su situación en los estudios continentales. En efecto, en función de un mismo objeto se habla por una parte de "literatura comparada", por otra de "comparatis~~,, _de_ "crítica comparada" o de "métodos comparativos".4 Se apunta as1, mdistmtamen­te a un campo de investigación, al tipo de actividad que se desarrolla sobre ese campo, y a la forma de aproximación al mismo. El primer problema pues,

3 Werner Bahner, "La zone littéraire" (discussion),Neohelicon, vol. 1, núms.l-2, Budapest, 1973, p. 158. . , . ,

4 Véase Estuardo Núñez "Literatura comparada en Htspanoamenca , Compara­tive Literature Studies (Univ~rsity of Illinois) 1, i964, pp. 41-45; ~~ranio Co~tinho, "Conoeito e vantagens da literatura comparada", Congreso Braszle1ro de Lmgua e Literatura VI Rio de Janeiro 1975; Carlos Rincón, "El crítico, ¿un estratega en las luchas Jite~ari~s?", Revista de ~rítica literaria latinoamericana, año III, núm. 6, LUpa, 1977; Adalbert Dessau, "La investigación de la literatura latinoamericana Y los meto­dos comparativos", Casa de las Américas, año_ XIX, núm. ~~,La H~ba~a, 1974; Ana Pizarro ''Sobre las direcciones del comparatlsmo en Amenca Latma , Casa de las Améric~s, núm. 135, La Habana, 1982.

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1 12 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA,·~' INTRODUCCIÓN 13

' está constituido por la falta de definición del comparatismo que, como se~: ha señalado en relación con su situación general, no acaba de definir su~ objeto, sus metas y funciones, no acaba de determinar y sistematizar sus:: problemas básicos, así como sus relaciones con otras disciplinas. S ~

El problema no es propio, entonces, de nuestro continente, en donde;: los estudios de literatura comparada han tenido una historia bastante pre-(.; caria y reciente, y ello nos remite necesariamente a su desarrollo más allé; de sus fronteras. No ha sido diferente en Francia la apreciación de Renéi' E tiemble en su texto ya clásico de oposición al enfoque positivista de la: tradición francesa: Comparaison n 'est pas raison. La crise de la littératurei comparée (1963). Se propone allí Etiemble realizar "le diagnostic, en vue,'· qui sait, de prescrire o u du moins de suggérer quelques remedes". Ahora~­bien, la enfermedad a que alude el estudioso francés parece expresarse en>: una sintomatología generalizada. Se habla entonces de "crisis", y sobre esta!: situación apunta el investigador rumano Adrián Marino: -

I1 est devenu de mise, presque rituel, de se demander -a la suite de la polémique ouverte et entiérement justifiée par René Wellek si le com­paratisme est oui o u non en état de "crise", s'il s'est remis ou pas, quels en sont les remédes, etc. On se rappelle les objections majeures: "Pas d'objet distinct et pas de méthodologie spécifique" (. .. ). "Gran­de irnprécisions de ses techniques et vague catholicisme de ses préoccu- , pations", ObJet "imprécis", buts, techniques "restent mal flxés et-cétera" 6 '

Una mirada a los últimos congresos de la AILC y a un documento de la Société Franyaise de Littérature Comparée, de 1978, le permite apreciar el "état d'incertitude marquée" que lo lleva a señalar causas múltiples y anti­guas: "on dirait originaires".

Relaciones de hecho, relaciones causales, empirismo; el peso del positi­vismo sobre el análisis comparativo es evidente. Frente a él la proposición que postu1a "L'approche littéraire, critique et valorisante ( ... ) qui admet, voire exige, des comparaisons sans rapports historiques, ainsi que des géné­ralisations et des jugements de valeur ( ... ). Le comparatisme des faits face au comparatisme des structures Iittéraires."

El panorama general del comparatisrno está, pues, lejos de ser claro. En esta situación no podemos esperar claridad en el caso de nuestro conti-

5 Ana María de Rodríguez, "Aspectos de la literatura comparada en Latinoamé­rica", en Carlos Silva (ed.), Problemas de teoría y critica literaria latinoamericana, CELARG, Caracas, en prensa.

6 Adrián Marino, "Repenser la littérature comparée", Synthesis, VII, Bucarest, 1980, pp. 9-38.

nente en donde, corno decíamos, su historia es bastante reciente7 y se en-entra lo suficientemente atomizada como para dificultar la obtención de

e~ panorama global: algunas cátedras, algunos institutos de investigación ~n algún momento y escasa crítica comparativa. Sus problemas práctica· mente no han sido tematizados como tales, aun cuando han sido apuntados

arcial y en algunos casos felizmente por algunos latinoarnericanistas. 8

Cate la pena, en este sentido, preguntarse -en tanto que problema meritorio y propio de ~os estudios en América Latina~ :1 porqué de esta car~ncia. ~e sistematizacion. En efecto, ella llama la atenc10n dado que la aproxtmacmn comparativa es un enfoque implícito en la reflexión sobre la literatura con­tinental como totalidad, objeto teórico construido necesariamente sobre la base de la comparación entre las diferentes literaturas nacionales.

Asimismo, podemos observar que esta aproximación subyace en un tipo de análisis más o menos tradicional en nuestra crítica. Se trata de aquel en donde se consideraban los fenómenos propios de nuestra literatura desde una perspectiva dominada por un eurocentrismo proyectado muchas veces desde nuestra misma periferia. Allí, en el análisis de movimientos o auto­res, éstos resultaban ser epifenómenos surgidos en función de modelos más 0 menos obligatorios. Aun en desacuerdo con tales postulaciones debemos observar que en ellas se encuentra subyaciendo una noción de comparatis­mo que para nuestra literatura está guiada por una muy colonial noción de "influencia" o modelo.

Podría pensarse que una explicación de la carencia de sistematización de la que hablamos, es que estos estudios no acaban de surgir -en los tér­minos de una conceptualización más o menos clásica de comparatisrno Europa-América Latina- en la medida en que la comparación necesita de un corpus literario y cultural configurado, esto es, de un establecimiento de la identidad de cada uno de los términos a comparar. En ese caso el pro­blema residiría en que justamente el carácter de nuestro desarrollo literario y crítico apunta apenas a la configuración de esa identidad. Así planteado, el problema obedecería a una conceptualización discutible y pensamos que

7 Insistimos en que se trata de su historia como perspectiva de análisis, no así en tanto que campo de investigación. En este sentido se podría decir que nuestra litera­tura nace en el espacio propio del comparatismo, como es la literatura de viajes. Car­tas de relación, crónica colonial o relatos de viaje constituyen una copiosa "literatura de viajes" que se aleja un tanto del modelo clásico ~se trata de viajes de conquista~ pero que pertenecen con toda evidencia al género.

Es necesario precisar, en relación con esto, que al hablar de "literatura" estamos dándole al término la amplitud de "fenómeno literario", esto es incluyendo en él toda una serie de fenómenos ~a los que en parte nos referiremos~ que ya no son so­lamente escritura, ni serie erudita.

8 Véase sobre esto los trabajos de Dessau, A. Rodríguez, C. Rincón, A. Coutinho y Estuardo Núñez ya citados.

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HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA.·:i ¡N'!'RODUCCIÓN

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lo justo sería invertir sus términos.En este caso, la aproximación compara JI tiva puede constituirse claramente en un instrumento imprescindible para> una definición del campo y los problemas de la literatura latinoamericana.:'

Es así como los de su inserción en la literatura universal. Con razón f' señala A. Dessau que: "La investigación de la literatura latinoamericana no; es posible sin la aplicación sustancial de métodos comparativos" .9

Como podemos observar, pues, los probleÍnas que enfrenta el campa.; ratismo en nuestro continente, por una parte no se alejan de los generales de estos estudios en términos de definición de su campo y de su orientación,­metodológica. Por otra, además, enfrenta la necesidad de definir su sentido y su especificidad en la situación concreta de un continente que genera una· producción literaria de configuración singular, es decir, a partir de una his. ;' toria cultural surgida en las condiciones de un desarrollo económico-social,: dependiente. Respecto de este fenómeno las ciencias sociales latinoameri>­canas, en especial desde los años sesenta, han producido un detallado e in­novador corpus de estudios sobre la caracterización de nuestra formación, económico-social en sus distintos niveles de desarrollo e integración que--, son de indudable utilidad para la comprensión cabal del nivel de análisis que nos interesa.

Dado, pues, el estadio de desarrollo en que el comparatismo se encuen~ ,­tra en nuestro continente, dada la configuración de problemas generales de la perspectiva en los que se inserta y dadas las interrogantes planteadas por las condiciones históricas concretas de existencia de nuestra literatura, se· hace imprescindible llevar la reflexión por lo menos a algunos de los pro­blemas de base que el análisis comparativo plantea para nosotros. Es la dis-, cusión que se entrega al lector en el capítulo JI. Respecto de su necesidad para los estudios historiográficos en el continente, no habría más que pensar que el concepto "literatura latinoamericana" se construye sobre la base de-. una perspectiva de este tipo. En efecto: por una parte la pluralidad cultural de América Latina, por otra la pluralidad liugüística, la multiplicidad de paí­ses, así como la especial inserción que tiene su literatura en tanto que pro­ducción de un continente de estructura económica y social dependiente de las áreas metropolitanas y su inserción con las demás literaturas en general, exigen que nuestra percepción del continente como totalidad, es decir, en los diferentes niveles de sus contradicciones y sus convergencias sea visto en una perspectiva comparativa.

La perspectiva comparatista en nuestro caso debe desarrollarse de acuer­do con los propios elementos de una historia continental concebida, por una parte como una totalidad orgánica de nacionalidades o regiones y por otra como articulación de sistemas literarios diferenciados en donde las literaturas nacionales no desaparecen sumidas en una percepción uniforma-

9 A. Dessau, op. cit, p. 114.

dora, sino que la unidad pone en evidencia "las multánimes voces de los pueblos", como quería el maestro dominicano.

It is important -dice Irina Neupokoeva- in any case the choice of the word's structure, the selection of the material, the determination of its propositions and other correlations should be carried out pro­ceeding from the premise that in historical and literary synthesis the conception of the national specific must not dissapear, be dissolved in bigger zonal, regional or world formations ( ... ). Justas the national is not exclusive, but is only part of the general history of humanity, so also the world literary process is not "supernational", but is manifested in the development of the national literatures, in their mutual links and interaction.l o

La perspectiva comparatista debiera, por otra parte, apuntar a las espe­cíficas formas de apropiación con que América Latina en tanto que conti­nente de formación económico-social dependiente asume a las literaturas metropolitanas. Una de estas formas de apropiación más evidente es la "discronía" de la recepción, el desfase temporal con que se asumen y que determina las condiciones de desarrollo en las que son apropiadas, así como con la específica reformulación que el continente hace de sus parámetros. ti

Una importante noción a este respecto surge de la discusión que pre­sentamos: la de comparatismo contrastivo. En efecto, si el comparatismo apunta a la observación de fenómenos análogos, es importante señalar que en el caso de América Latina se trata de visualizar una relación que, esta­bleciendo los elementos que apuntan a la similitud de los fenómenos, pone también en evidencia aquellos que hacen su diferenciación. Detecta, en este sentido, el proceso de recepción en cuanto a la reformulación de un modelo. Esta reformulación tiene que ver, en el caso de la relación Europa­América, que constituye una de las relaciones de base para la comprensión de nuestra cultura, con una diferente forma de inserción de cada una en la historia. Lo importante es observar allí cómo se constituye esa relación, y qué es lo que hace a su diferencia: en ese sentido el concepto de "función histórica", que establece mecanismos diferenciales de funcionamiento ideo­lógico del texto en relación con la historia, es una noción fundamental propuesta por el profesor Antonio Cándido. El comparatismo contrastivo apunta también a las formas de articulación de las literaturas brasileña e hispanoamericana, o del Caribe con América hispana continental en donde a partir de historias diferenciadas por la relación colonial vinc~lada a dis:

lO Irina Neupokoeva, "National and world literature", Neohelicon, vol. l, núms. 1-2, Budapest, 1973, p. 130.

11 Ana Pizarra, op. cit. Algunas ideas de ese trabajo son tomadas aquí.

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' ~ HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICAN.f INTRODUCCIÓN

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tintas metrópolis, como asimismo a partir de una unidad estructural de lol;, procesos, se hace necesario poner en evidencia tanto a los elementos qu~ unifican como a los que individualizan los fenómenos observados. f-

Lo cierto es que el comparatismo en América Latina está por definir~ a partir del diseño concreto de los problemas que el discurso literario pla~ tea aquí, tanto internamente como en sus vinculaciones con otros procesof literarios. En la dimensión historiográfica, el problema parece apuntar a 1«-'­

construcción, a partir del análisis histórico-literario concreto, de los mod~­los organiza ti vos que permitan dar cuenta de la dinámica de la unidad en l~f pluralidad, y en ese sentido, de los procesos de estructuración, desestructú~; ración y reestructuración del discurso literario en el movimiento de la hiii toria desde donde emerge. Se trataría, pues de llevar a cabo una reflexió~:: comparativa de la pluralidad y la heterogeneidad de un continente cuyW, desarrollo se inscribe dentro de los parámetros de una estructura económi$: ca-social dependiente, lo que genera condiciones específicas de evolucióqi; cultural y literaria. __ ,

Una de las líneas de esa evolución, que nos parece fundamental en el' discurso lit~rario continental es consecuencia de la formación social hetét-­rogénea a que acabamos de aludir. Se trata de los procesos transculturaleS:~;­Como sabemos, pertenece a Fernando Ortiz el acuñamiento del término,tz'_­y lo entiende como el proceso transitivo de una cultura a otra:

No hubo factores humanos más trascendentes para la cubanidad ~dice Ortiz~ que esas continuas, radicales y contrastantes transmigracione~ geográficas, económicas y sociales de los pobladores; que esa perenni transitoriedad de los propósitos y que esa vida siempre en desarraigo; de la tierra habitada, siempre en desajuste con la sociedad sustentadora.:­Hombres, economías, culturas y anhelos todo aquí se sintió foráneo

1

provisional y cambiadizo, "aves de paso" sobre el país, a su costa, a su contra y a su malgrado.

El discurso literario de América Latina aparece marcado por la distar·' sión de las estructuras del lenguaje y de las estructuras textuales, en una subversión que se realiza a partir de la irrupción de otras articulaciones lin·

neradores encuentran su inserción en otros sistemas culturales, que, como ge ha señalado, coexisten sobre un mismo eje temporal. Es así como surge ~lenguaje de un Arguedas o de un Roa Bastos, cuando la relación es lati­e o-indígena, o de un Guillén, cuando es latino-africana o de un Naipaul nuando se trata del Caribe y los procesos configuradores se multiplican. e Estos procesos, en gran medida intertextuales, parecieran constituir una de las lineas fundamentales de un comparatismo latinoamericano.

El debate sobre la perspectiva comparatista está planteado en el pre­sente volumen a partir de las ponencias de los profesores Mario Valdés y Franco Meregalli.

Otro punto importante de la discusión que encontrará el lector es el de la literatura nacional y su forma de articulación con la literatura latino­americana.

Como sabemos, la noción de literatura nacional surge con la república y concretamente con el romanticismo. El nacionalismo literario se desarro­lla en distintos lugares del continente: por una parte es Esteban Echeverría quien lo impulsa, Ignacio Altamirano habla en México de una literatura na­cional mexicana, Juan León Mera publica en Quito su Ojeada histórico­crítica sobre la poes(a ecuatoriana, en 1868. Ubicada en su historia, esta proposición nacionalista en literatura no es sino la expresión en el campo político de la inicial organización de los estados nacionales.

Lo importante del fenómeno es que el nacionalismo literario en nuestro continente crece en menor o mayor grado en una dialéctica permanente con el continentalismo. Detrás de la noción de literatura nacional se asoma el perfil continental, cuando no se habla de literatura "nacional hispano­americana". Como bien señala Ardao, por literatura nacional se entienden distintos ámbitos: por una parte, a la literatura nacional de un detenninado país; por otra, a las literaturas nacionales teniendo en vista su comunidad con los demás países hispanoamericanos, y también se entiende una sola literatura nacional continentaL Es importante esta dialéctica con que se genera la noción de literatura nacional, por cuanto la aleja de los naciona­lismos estrechos que han existido en general en culturas como las germanas o eslavas. Como sabemos, entre estos últimos la idea de "ahna eslava" cons­tituyó una noción casi religiosa, mística, de superioridad en relación con

güí~t~ca~, de otras formas de_ relación ~o~ el mundo qu~ alteran el supu:sto otros pueblos en todos los aspectos de la vida culturaL equ~hbno de n~estra rom~rudad o l~tmtdad. El lenguaJe se pe~etra _ast de Al aproximarnos a la relación entre las literaturas nacionales y la lite­oralidad, necesitando _cubnr las funcmnes ~e un proceso tran~~usor diferen· ratura continental, concebida como zona literaria, esto es unidad orgánica te: se genera la n~ces1d~~ de ?~nar espacios de repre~entacmn, a ve~es de de relaciones, de tensiones, movimientos, intercambios cuya base se sitúa, entregar una configuracmn mthca, de desarrollar un discurso cuyos nucleos como señalábamos en una historia de parámetros comunes, es que nos pa-

rece que es necesario introducir la delimitación de región. Ésta implica una 12 Fernando Ortiz, "Del fenómeno social de la 'transculturación' y de su impar· delimitación interm~dia de. un conjunto que desarrolla una base de re~acio·

tancia en Cuba", Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, 1 esús Montero Editor, nes transculturales dtferenctadas, lo que de alguna manera genera un discur­La Habana, 1940. so de referente y enunciación específicos. Una de esas regiones está siendo

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18 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA;~- INTRODUCCIÓN 19

utilizada como- noción desde hace tiempo: la literatura del mundo andinci% También las literaturas del Caribe en todas sus diferenciaciones parece~:: constituir una unidad de discurso relativamente común, y como ha sid~i estudiado en relación con la anterior, con sistemas literarios diferenciadoi1; internamente. Ángel Rama ha hablado de otra región específica al plante~ el problema de la "cultura suratlántica", que comprendería parte de la Ati; gentina, el Uruguay y las provincias del sur de Brasil, de S:io Paulo a Rio:;' Grande do Sul, "de dominante pampeana, urbanizada, agrícola-ganader~Y inmigratoria e industrializada, dentro de cánones modernizadores". s~: apropiación de las culturas europeas implica un descentramiento en relá~; ción con su significación iniciaL Dice Rama:

Una cultura de la modernidad no es como se ha tendido a pensar res:' pecto a su presencia en América, una mera imitación desvaída de cultUi ras foráneas, un amasijo de influencias importadas, trasplantadas tat cual, sino una cultura que, liberada de pesadas amarras al pasado r~: moto y a su tradición gracias a azares históricos, consigue organizarse:: coherentemente a partir de los elementos de que dispone y evolucioni; hacia un punto focal que está situado en el futuro y no en el pasado~ Adquiere entonces, tal como creo visible en la Argentina, las caracteX' rísticas de una cultura de vanguardia, cuya potencialidad deriva de que explora territorios desconocidos, los inventa con audacia, los sueña 1'~­aún planifica y los convierte progresivamente en su propia realidad.lr

El discurso literario del continente aprehende, en tanto que espaciá' simbólico, estas diferenciaciones regionales, sus superposiciones, las contra,-­dicciones de la histórica pugna entre "modernidad" y "retraso". Recom:' truye como discurso las rupturas y las tensiones, el pasado y el presenté que se asumen con ritmos disímiles y en forma fraccionada, y que senV necesario aprehender conceptuahnente en un modelo organizativo de b historia literaria en donde sea posible tanto el diálogo de los grandes proce· sos con aquellos que se aproximan al status de los acontecimientos, comó quería Braudel, así como el diálogo de la globalidad conceptual de nuestra literatura con su existencia en tanto que manifestación concreta.

En el ámbito de las literaturas nacionales, el trabajo de Antonio Cor· nejo Polar proporciona la incitante dialéctica de los procesos nacionales, regionales y latinoamericanos, proponiendo un modelo sin exclusiones en donde la noción de literatura latinoamericana no es ya la serie erudita o "alta literatura", sino que es la configuración de los distintos sistemas lite· rarios que surgen de la heterogéne·a realidad latinoamericana. En este mis·

13 Ángel Rama, "Argentina: crisis de una cultura sistemática", INTI, núm. cspe­ciallO~ll, Julio Cortázar en Barnard, otoño, 1979, primavera, 1980, pp. 51-52.

rno espacio el profesor Kenneth Ramchand nos ofrece la perspectiva de las literaturas del Caribe inglés_

La crítica de la labor historiográfica ocupa el capítulo III. Allí se abre la discusión para hacer la crítica de aquellos esfuerzos gigantescos, que sig­nificaron siempre un aporte en la aprehensión del proceso que intentamos abordar nosotros como trabajo colectivo. Surgieron en general como esfuer­zos individuales, pecaron de diferentes reduccionismos y no tuvieron los ínstrumentos que el desarrollo del conocimiento sobre el continente entre­ga hoy para abordar el problema. Las proposiciones son polémicas, y la dis­cusión da cuenta de ello. De ambas se podrá extraer, sin duda lecciones po­sitivas, y su aporte a la discusión historiográfica, como podrá apreciar el lector, es indudable.

Los problemas propios de la periodización, que se desprenden del tema anterior, así cómo las nociones de "periodo" y "movimiento", constituyen materia de las intervenciones durante la discusión en general. En ella, la no­ción de "periodo" fue referida a la serie histórica, en tanto que "movimien­to" a la propiamente literaria. Una de las líneas de trabajo futuro deberá ser justamente el develamiento del carácter, del ritmo de desarrollo, de las articulaciones internas y externas de los movimientos literarios de América Latina, de sus recepciones, sus reformulaciones, así como de su constitu­ción a partir de un específico condicionamiento histórico. Es aquí justa­mente donde el "comparatismo contrastivo" como instrumento adquiere su plena función.

El capítulo V del presente texto aborda un problema enorme, el de literatura e historia. Está desarrollado también por dos grandes críticos, Antonio Cándido y Jacques Leenhardt. El aporte de ambos trabajos a la historiografía literaria del continente es de una riqueza muy grande. Ambos visualizan una perspectiva comparativa del discurso literario en relación con Europa, en donde los modelos explicativos deben constituirse a partir de la especificidad de un proceso literario que, en el caso de Antonio Cándido, asume una función histórica de doble referencia ("ambigüedad", señala él en un comienzo), lo que apunta a un nexo orgánico con las metrópolis de vinculación-liberación, que sería una caracterización fundamental de nues­tra forma de relación periférica con las metrópolis en el discurso literario. Nos parece que ambas proposiciones -J. Leenhardt señala el carácter de desarticulación fundamental de lo sociopolítico, lo cultural y lo económi· co en todo el coritinente- aluden a las condiciones de producción literaria en un espacio cuyo ritmo y dinámica histórica imposibilitan, como ya lo notó Mariátegui a comienzos de siglo, la utilización de modelos explicati· vos que no sutjan como una necesidad de la particular configuración de su desarrollo. En este sentido, la línea general de la discusión implica la con· cepción de una historia literaria no acumulativa de autores y obras, sino de una historia de los procesos a través de los cuales el imaginario de América

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20 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICAN

ha plasmado, en términos de necesaria contradicción, el desgarramiento su condición histórica.

Sabemos que el campo de la historiografía latinoamericana es un ám bito de problemas no resueltos y en gran parte no delimitados ni percib' dos como problemas. En este sentido, se trata de una discusión difícil. A' más, el diálogo pudo haber permanecido en la discusión de cada uno di~ ellos. De las dificultades, como de la importancia de este esfuerzo estarna!& conscientes de alguna manera todos los que apoyamos esta posibilidad. S~ trata finahnente nada más, pero también nada menos, que un paso en Ilii que Pedro Henríquez Ureña veía como "la toma de conciencia de lo clue'd: significa América en la historia, de sus posibilidades y de sus metas", que n~ es sino un paso más en la "utopía" del continente, un paso más "en busc~­de nuestra expresión". "

ANA PIZARR0:' Caracas, 198JÍ

I. DELIMITACIÓN DEL ÁREA

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Ana Pizarra

Al abordar este proyecto y al intentar la reflexión historiográfica, el primer problema que pareciera diseñarse es el de la delimitación del área. En efec­to, ¿bajo qué criterios entender cuál es el campo que abarca la denomina­ción de "literatura latinoamericana"?

Apuntar a criterios geográficos solamente, o lingüísticos o políticos aisladamente pareciera no bastar para dar cuenta de un proceso que impli­ca tanto a la literatura de los conquistadores europeos -españoles, portu­gueses y otros-. como a la literatura escrita en latín por los jesuitas expul­sados a fines del siglo xvm y publicada en Europa; tanto a la del Caribe latino como a las literaturas en lenguas indígenas; a las del Caribe no latino, como a las literaturas del exilio masivo de los últimos años, escritas en len­guas diversas. ¿Qué pensar de la literatura del Quebec en donde la Universi­dad de Montreal propicia un movimiento llamado "Unión de los latinos de

,, América", o de las literaturas de los grupos migratorios, corno la de los chi­, canos por ejemplo, o la de los "hispanos" en Estados Unidos?

Sucede que la acepción de "literatura latinoamericana", desde que To­rres Caicedo usara la expresión en la segunda mitad del siglo XIX ha respon­dido a un concepto de dinámica específica. No fuimos latinoamericanos desde el comienzo, del mismo modo como el nombre y la idea de Américal

:fueron entidades separadas y tardaron en con~tituírse en esta unidad que también progresivamente ha ido incorporando nuevos territorios. La litera­tura latinoamericana fue primero literatura de la América Hispana; Pedro Henríquez Ureña incorporó al Brasil y la llamó "Hispánica". En su Historia de la cultura en la América Hispánica, dijo:

1 Arturo Ardao, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, CELARG, Caracas, 1980.

23

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24 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

La América Hispánica, que conscientemente se designa con el nc,mlbril de América Latina, abarca hoy diez y nueve naciones; una es de portuguesa, el Brasil, la de mayor extensión territorial. Diez y ocho de lengua española. 2

Debe haber avanzado el siglo XX cuando empezamos a incluir el del Caribe de lengua latina en el concepto de literatura latinoamericana. literatura haitiana, sin embargo, pareció percibir antes que el continente pertenencia. En 1927 aparece en Haití la Revue Indigéne, órgano del miento del mismo nombre que daría lugar posteriormente a cm,tron;ictoif;

rias proposiciones. Allí, precede a una larga exposición introductoria de historia de la literatura continental, el siguiente propósito:

Nous devons connaitre la littérature et l'<ime de l'Amérique ( ... ). Les peuples ont vécu d'une vie aussi difficile que la nótre, connu les memes tátonnements, des vicissitudes semblables, l'ere caudillos et des pronunciamientos, la période ou s'affrontent les d'anarchie et les forces de cohésion et d'ordre, les temps pé11ibles puberté des jeunes nationalités. (. .. ) Nous sommes coupables rer l'Amérique Latine paree que les origines sont semblables et grand danger commun nous menace. 3

Integrada la zona francófona del Caribe, es recién en los últimos que el concepto de "literatura latinoamericana" empieza a incorporar mucha timidez a las literaturas del Caribe no latino -que han sido pr;íctica·i mente desconocidas hasta hace poco en el continente- en función de articulación que no siendo siempre evidente, se asienta en todo caso en neas estructurales de desarrollo. Primeramente existe una historia comútC-­del Caribe insular como conjunto, a pesar de la vinculación colonial a m~­trópolis distintas, una estructura económico-social similar sustentada en Ji economía de plantación, la trata de esclavos y su evolución posterior en:: toda una historia de cirnarronaje, cultura de resistencia, incomunicaciónf entre las islas y lucha entre las metrópolis, piratería, procesos independen,:: listas, etc. En esta medida hay la posibilidad de incorporación del Carib< al concepto de América Latina por las relaciones históricas comunes cott: importantes regiones del continente, por formas de desarrollo cultural siJ milares, y en el caso de la literatura, por la evidencia de temas, problemas~-' como de articulaciones que son asumidas tanto en el caso de las literatura~­del Caribe inglés y holandés como en el caso del francés y el espaftol, tanto'

2 Pedro Henríquez Ureña, Historia 'de la cultura en la América Hispánica, L1; Habana, 1979.

3 La Revue Indigene, núms. 1-6, jul., 1927-feb., 1928, Kraus Reprint, NeJt deln, 1971. pp. 5-6.

p&:LIMITACIÓN DEL ÁREA 25

las literaturas en lenguas metropolitanas como en los créole, pidgin eng­~i~h, el papiamento o su equivalente de Surinam, en los términos en que se asumen en la literatura latinoamericana.

Esta incorporación de la literatura caribeña al ámbito de la literatura latinoamericana se ha materializado de hecho con la incorporación de la re­gión en el premio anual de Casa de las Américas, en Cuba.

y es que el concepto de literatura latinoamericana tiene que ver direc­tamente con el de Latinoamérica, recién oficializado por organismos inter­nacionales a mediados de nuestro siglo -la regionalización de Naciones Unidas es posterior a la Segunda Guerra Mundial y da lugar a la creación de organismos como CEPAL en 1948, luego ILPE, CELADE, CLACSO, etc.- y constituido por un área en evolución hecha de incorporaciones sucesivas y marcada por intentos aglutinantes y centrípetos. Han entrado así a configu­rar lo que Ardao ha llamado los territorios latinoamericanos "'por accesión'':

Autoconcebida como expresión de una comunidad histórico-cultural en complejo desarrollo, pero una, la literatura latinoamericana ensaya un sorprendente paso. No completada a cabalidad la integración de las letras americanas de lenguas latinas -española, portuguesa, francesa­de las que saca su nombre, persigue la incorporación de las letras ame­ricanas de otras lenguas correspondientes a su área: autóctonas hacia un extremo, de procedencia europea no latina hacia otro. Estamos ante un cuarto nivel, o nivel supernumerario, de la integración literaria y culturallatinoamericana.4

El planteamiento en torno a qué es literatura latinoamericana tiene, pues, implicaciones de diverso orden, que proponemos a la discusión: por una parte su relación con el concepto de América Latina cuyo todo hete­rogéneo apunta, sin embargo, a una estructura globalabarcante que de hecho ha ido integrando históricamente diversos elementos. Por otra, la catego· ría "literatura latinoamericana'' implica también un acuerdo sobre la noción de "literatura" en nuestro continente. En efecto, la percepción social en América Latina ha ido asignando el carácter de "literariedad" a textos de diversa índole, así como lo asigna de hecho a expresiones de la oralidad que en otros continentes se remiten al folklore, entendido éste como cultura popular tradicional en desuso.

Quiero apuntar pues, con el planteamiento de estos problemas a la dis­cusión en torno a la delimitación del área de una historia de la literatura latinoamericana.

4 Arturo Ardao, "El americanismo literario y la integración latinoamericana" (en prensa).

l

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1 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINO AMERICAN-~ ..,.ITACIÓN DEL ÁREA

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26 27

Discusión 1 Para esto dejo la palabra a los participantes. Por lo demás, tenemos quí una representación bastante amplia de lo que podría pensarse ~ue es América Latina tanto del sector hispano como del sector brasi­leño, representación del Caribe e incluso de Canadá.

p;

i~-lean Franco: Me sorprende un poco el que la presentación no aborde el tópico de 1~~ crítica feminista y la marginalización de la mujer de la alta cultura. v¿!, creo que en ciert~ forma t~ene algún paralelo con lo que pasa c~n lo' Franco Meregalli: . . . , otros grupos margmados. Prenso que debemos abordar eso como tapie~ No por casualidad este problema ha srdo propuesto por Mano Valdes, además que en estos momentos hay aportes teóricos nuevos, sobrei; que va a hablar de la perspectiva comparatista, porque la delimitación todo de antropólogos. Hay muchísimas mujeres trabajando sobre est~ del área está relacionada intrínsecamente con la perspectiva compara-cuestión, descubriendo formas de literatura o haciendo otro trabajo\i tista. Creo que hay que hacer una observación fundamental: la litera-que es justamente lo que tú mencionabas, un trabajo sobre lo imagina::í- tura se expresa en una lengua, lo que caracteriza el instrumento con r~o latinoamericano, pero en relación con la construcción de lo que h~ que actúa es la lengua, no es la nación, no es el áxea geográfica, por eso s1do lo femenino. No sé si eso interesa en cuestiones históricas a lo~ yo creo que eltérmino latinoamericano es bastante ambiguo. Quebecno demás, pero si este grupo se olvida de este problema, yo creo que etf' forma parte de la literatura latinoamericana como se entiende en gene-trabajo en muy pocos años va a parecer anacrónico. ral, aunque desde un punto de vista lingüístico es indudable que Que­

Ana Pizarra: A mí me parece que no está olvidado el problema. Dentro de la noción$ de het~rogeneidad está el problema general de las literaturas margina!§ das. Tal vez eJ problema de la literatura femenina podría tener ud~ status de marginación a discutir en la órbita de la marginación qué{ también tienen las literaturas populares.

lean Franco: Sí, Josefina Ludmer tiene una frase que a mí me parece genial, que es::­el estudio de las tretas de los débiles, y yo creo que se trata de eso; te-~ nemas que tener por lo menos una sección que trate de las tretas, la~f

bec es americano y es latino, tan latino como el español o el portugués. Yo preferiría el término iberoamericano. En ese término se compren­den dos lenguas -el español y el portugués- y las demás zonas geográ­ficas, el Caribe, donde no se habla español ni portugués, pueden formar objeto de la perspectiva comparatista. El mundo iberoamericano, o si queremos llamarlo impropiamente, latinoamericano, está formado no por diecinueve naciones, una de lengua portuguesa y dieciocho de len­gua española, sino por dos partes: el mundo hispanoamericano y el mundo de lengua portuguesa. Desde luego, también el elemento geo­gráfico y el mismo elemento nacional es algo extrínseco a la literatura. Intrínseco a la literatura es la expresión, es la lengua.

estrategias de los débiles, de los que no tienen la palabra, porque noT Enrique Oteiza: tienen acceso en cierta forma a la cultura elaborada, formal. Yo pido excusas por provenir del campo de las ciencias sociales, ade­

Mario Valdés: Tengo una pregunta en cuanto a la relación con la literatura del Quebec! en francés, la literatura en inglés del Caribe, donde hay vínculos inte· lectuales, pero no hay una relación cultural lograda, donde la literatura no responde a las mismas preocupaciones. Especialmente, si hablamos,. del siglo XIX y buscamos incluir la literatura franco-canadiense del· Quebec, la literatura del Caribe inglés, me pregunto yo ¿cómo pode~ mos excluir a la literatura de Estados Unidos? Intelectualmente no es lícito decir que incluimos a Quebec, pero excluimos a la literatura de Estados Unidos, o incluimos a la literatura de Jamaica, pero excluimos a la literatura en inglés del Canadá.

Ana Pizarra: Creo que Mario Valdés ha entrado directamente en el tema de la deli­mitación del área que nosotros proponíamos en la presentación. Quiero señalar que frente a esto hemos intentado apuntar a los problemas, no, dar una respuesta.

más de no ser participante pleno y efectivo de la reunión y atreverme a dar mi opinión. Pero como ésta es una discusión que en las ciencias sociales hemos tenido en América Latina durante décadas -en relación con el comparatismo también- me siento estimulado a decir algo. Su aplicación naturalmente será parcial a este campo específico de la lite­ratura. Yo tiendo a pensar en una relación inversa a la que fue plantea­da recién: es a partir de la definición de un área cultural e histórica determinada que se define la perspectiva comparatista y no al revés, es decir que a partir de la perspectiva comparatista se defina la región. Sobre la existencia de América Latina creo que no vale la pena discu­tir. En términos históricos, culturales, es.una noción suficientemente asentada sobre la cual, además, dentro de la región hay consenso. Hay problemas de definiciones marginales, periféricas -que hasta dónde abarca, por ejemplo- pero el cuerpo central de esa definición me pare­ce que está planteada en términos culturales, históricos, sociales y de relación de autopertenencia consensual de las poblaciones que confor­man el grueso de la región. Éste sería el comentario, un poco desde otra perspectiva y pido excusas.

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28 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICA

1\IITACIÓN DEL ÁREA o-ELI

29

Domingo Miliani: f , ara cubrir los vacíos que haya podido dejar. En su comentario

Bien quiero hablar de los aspectos técnicos de las minorías !iterar Yo ~reo que nosotros estamos cayendo en una regresión metodol' que .. me preocupa. Es como cuando uno estudia la famosa climatol de América y se ciñe por las famosas isotermas o cuando hablamo las geografías políticas o sociopolíticas de Hispanoamérica y establ mas los conflictos de líneas fronterizas. Por ejemplo, me pongo a p sar en el caso de nuestra Guajira venezolana, que ni es colombiana es venezolana, es Guajira. Yo me imagino que cuando Mario habla caso de Estados Unidos habla de unos Estados Unidos de litera

gra ¡a P , · t t t · · t t de indicar cuáles son los escntores, emas, ex os y movrrmen os trat,•t. 08 más relevantes. Esto puede hacerse en la historia de la litera-eseiC · 1 b1

1atm. oamericana sin necesidad de conflicto. Pero os pro emas tura . . '1 · t' cuando él no trata de ser obJetivo o neutral. E v1ve en un ~ero-surgen · ·· d1f ..

rticular está sujeto a influencias y condiciOnes e a ormac10n po pa ' · · b' · t t · 1 De manera que sus premisas -no Importa cuan o Jehvas ra e soc1a . · b' · ·d d 1 de hacerlas- están planteadas desde una cierta su J~tlvi ~ '.y su se ec-

'6 de autores textos movimientos y temas esta parc1ahzada. Esta c1 n • • . . arcialización se muestra en su ~r~baJo, _en su comentano a pesar _de

p tar protegido de ello por su bibliografla. E~-lte problema se agudiza ~~ando él trata de relacionar la literatura con la sociedad, el país o la región donde ésta se produce.

Yo no sé como puede resolverse este problema, tal vez puede ha­cerse señalando en la particular historia literaria ~u e por una parte_ está la documentación, señalar -por otra parte- cuál es el co~ent~10 y, por último, señalar el intento de relaci~nar al texto con la h~stor~a cul­tural y social. Esta última puede ser lillportante para el histonador,

uede ayudarlo a determinar el tipo de literatura que se produce. ~or fo tanto no se trata de hacer historia social y cultural completa smo de tratar' aquellos aspectos que afectan el desarrollo de la literatura.

de expresión inglesa. ¿Y la chicana? Cuando el profesor Meregalli h~­bla enfáticamente de la literatura expresada en una lengua, caem~­en ~n sofisma lingÜístico: confundir lengua con escritura, es decir lit~ ratura es igual a grafemización lingüística de un discurso, y el discur~_ fonemizado de las literaturas orales queda afuera. La noción de un dli curso llevado nada más al plano de una lengua entendida por abstr~ ción grafémica nos crea problemas. El concepto de heterogeneidad, nll parece que es una de las cuestiones metodológicas interesantes quj; viene planteando el grupo estoniano de Tartu: Lotman, Uspensky. Ef~ el postulado de ver la literatura como un texto abierto inserto en tt contexto cultural que a su vez está ligado a un modo de producci6[* ideológico, conceptual El caso de Canadá, por ejemplo, con la liter~­tura de habla francesa y de habla inglesa, o de Estados Unidos con~ hispano-filipina, la hispano-chicana, la norteamericana del Norte, la su1.: lean Franco: . t t

1 h' t .

11.tera

1·a

· · · ¡· -;; .. , A · parece que es muy lillportan e no ornar a IS ona r reño-africana etc., o delcreolehmhano comparado con una Iteratutf~ mi me d hit . d 1.1

. · tomaren cuela ' · · · · · d"" acto individual e un s ona or I erariO smo europea, o del slang trmltano, nos van a crear la neceSidad de partu {) como ~n . . . , . , •.

un principio, de aceptar también dentro del proceso de la literatura e!f !a ~stit_ucmnahzaci?n de la hter~tura c~mo dpr:~t~~~;:n so~~e s~~~~c~~ grado de heterogeneidad del discurso. No solamente con el caso de 1~: mshtucmnes de P~I~es metr?po Itanos on e Y lenguas indígenas, sino exactamente con el problema de las dialectizáf;· nan los textos canomcos de Cierta manera. ciones múltiples, las subestratificaciones lingüísticas, de lo contrari~ vamos a caer en el viejo problema del .t:'arámetro, ~el paradigma lin*' K. Ramchand: güístico: las lenguas europeas. Ahora bien, ~1 espanol es ~na leng~~l No quise decir que no fuera un problema sino qu_e era un probl~~a europea. Y si fuéramos a tocar el tema de la literatura espanola perun'~-- diferente. Estaba tomando el punto de vista de algmen desde 1~ regmn, sular, ¿de cuál habla española se trataría?, ¿la catalana;, ¿l~ gallegai~ porque si estamos tratando de escribir nuestra historia, necesanamente Entonces tenemos un problema de sustrato, en donde mas alla del pro;: reaccionamos a lo que se ha hecho en otros países, puesto que nos sen-blema lexicográfico, del proble~a lingüístico inclusive, hay una semán·: timos atrapados en un diálogo que nosotros no empezamos y cuyos tica cultural expresada en ese diScurso que es donde se puede recuperat:: términos fueron establecidos en otra parte. un poquito una información cultural integra! d~ un país .t;tás allá deL No quise decir que debemos detenernos en la documentación sino problema lingüístico. Eso era lo que quería anadtr, nada mas. que podríamos registrar como en una computadora todo lo qu~ se ~a

escrito de manera tal que sirviera de base ·para fundamentar la h1stona de la región. Las dos tareas deben ser simultáneas. Debe haber un Cl_ler­po de datos. Por ejemplo, si el trabajo de una computadora ~ubtera registrado todo no tendríamos que haber esperado hasta el siglo XX para haber considerado una literatura femenin~. ~sto s~ de~e a_ la p~­cialización que hemos tenido por siglos al escnbu la histona hterana y al hacer selecciones y exclusiones de este tipo. La documentación sería algo permanente, que daría continuidad al proceso a lo largo de

Kenneth Ramchand: Uno de los asuntos que más me interesa de los que han discutido et:~ qué es la historia literaria. Yo veo la función principal del historiador:' de la literatura como el proveedor de una documentación tan completa:; como sea posible sobre lo que ha sido escrito en un determinado paí~~ o región. Su trabajo podría dividirse en dos partes: en la primera él_, entrega un comentario sobre lo que ha sido escrito y provee una biblia~;

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30 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICA DELIMITACIÓN DEL ÁREA 31

generaciones. mentario.

, Lo que cambiaría sería la etapa de interpretación o 1-

1 Por ejemplo, se puede hablar a principios del siglo XIX de la for­·ón de la literatura a través de la tertulia, de hombres, naturalmen-

m= · ·t Td t ;W#

Mario Valdés: ~· Creo que el punto de vista expresado por mi colega de Trinidad nel sita drásticamente revisión. En cierto punto, estoy de acuerdo con~ colega Franco, creo que la historia literaria tal como se ha practica~ y se ha escrito hasta hace unos veinticinco años queda casi comple{ mente desprestigiada, precisamente porque ha reducido y sigue ret;

t que tenían revistas y una c1erta m raestructura. o o es o era poco /'arable a la mujer. El hecho de que Gabriela Mistral piense que la a~dadera tarea .de la mujer es tener hijos y que escribir poesías es una

v:pecie de pobre sustituto para ella, es una cuestión ideológica. Así es ~ue creo que hay ~ue tratar de ver las prácticas ideológicas y la institu­cionalización de c1ertos textos.

ciendo las obras literarias a ciertas categorías institucion~les que¡ Roberto Schwarz: _, _ _ _ _ prolongan y llegan al punto donde destruyen el concepto vital de la~} Creo que en la cuest10n defmltona de una umdad como la que busca-teratura m1sma. :, mas hay dos aspectos: uno, esta unidad se define porque ella misma se

~ define como unidad. Por ejemplo, un sector considerable de la pobla-Hugo Achugar: __ }fi ción de América se considera latinoamericana, y porque se considera

Yo discrepo con lo expresado por el profesor Ramchand, en prinf~ es razón suficiente para estudiar el problema: porque se considera así. lugar, porque la metáfora tecnológica del computador olvida que h~f La otra cosa, naturalmente, es el cientista que viene de afuera, que mira un factor humano que es el que maneja el computador. Esa falai)b, un conjunto de fenómenos y observa que ahí hay una cierta unidad empirista de acoger todos los textos quizás podría ser útil-y no lo cr~: aunque nadie tenga conciencia de ella. Por ejemplo, creo que si mira-cierto- para la actualidad. Pero qué pasa cuando uno va hacia atr~- mos el siglo XIX no hay duda que sería interesante hacer una historia hacia el siglo XIX con los textos que los sectores hegemónicos decid~ comparativa de la que Estados Unidos de América forme parte. Es un ron que no tenían cabida en las publicaciones, historias o parnas~' tema muy interesante comparar la formación de la literatura nacional silvas, etc., del momento. Es decir, la canonización a la literatura coifk~ en Estados Unidos por oposición a Inglaterra. Con Brasil hay mucha institución ha funcionado desde siempre, y la pérdida es permanen~1: cosa comparable. Se puede comparar Henry James con Machado de Hoy en día es utópico recoger todos los textos porque por más critetÉ'C Assis de manera muy útil y eso no es una cosa arbitraria, corresponde objetivo, liberal, amplio que uno tenga, hay todo un material ah~; a un proceso efectivo de diferenciación de la literatura frente al proce-despreciable y hay textos que no son considerados actualmente cont; so hegemónico europeo. literarios y, por lo mismo, quedan fuera de una eventual computadoU} Entonces, creo que para la definición de este objeto hay que, de

~: cierta manera, confesar que existe un interés histórico-ideológico en Mario Valdés: >; juego, y que tiene algo que ver -y eso habría que definirlo mejor-

Bueno, yo no quiero seguir discutiendo un tema sobre el que estam~: con un cierto sentimiento de subdesarrollo que hace que la gente no de común acuerdo, pero que se tiene que instrumentar. El hecho d.:" esté interesada en escribir una historia en que estén bajo el mismo que la colega Jean Franco tenga que poner en la mesa la necesid~; título Estados Unidos de América del Norte y los otros países del de que este proyecto tome en cuenta el punto de vista de la crítiO:: continente. Eso, en cierta medida, hay que explicarlo porque si uno feminista, es la mejor indicación de que la historia de la literatura qli; no lo hace, se quedará con criterios que no corresponden a los que nos manejamos hoy en día es deficiente. Deficiente, porque responde a q; mueven acá. tegorías completamente artificiales europeas, que no tienen nada q~: ver con la realidad en Hispanoamérica. No quiero decir que estaríad-' acuerdo con un capítulo sobre crítica feminista, eso sería pecar en ( otro sentido y hacer del punto de vista de la creación femenina ruf literatura aíslada, marginal. El problema se va a solucionar en el punl~ de partida, en el deslinde y el modo de organizar el proyecto.

lean Franco: Yo estoy de acuerdo. No estoy abogando por una sección aparte, coníi en los manuales donde dice "Poetisas". Estoy refiriéndome a otra ce sa, en realidad es la misma cuestión de cómo se institucionalizan ciert~:­textos en determinados momentos.

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U. LA PERSPECTIVA COMPARATISTA

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HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA:

LA PERSPECTIVA COMPARATISTA

Mario Valdés

Existen dos modelos de investigación que dominan los estudios comparati­vos: el primero examina obras literarias con una perspectiva transnacional de acuerdo con los conceptos de periodos y movimientos literarios tales como el renacimiento y el surrealismo; el segundo modelo es una síntesis mundial de autores y de sus obras, organizada con un principio taxonómi-

) ca. Ambos modelos son claramente inadecuados para los estudios de las :.:cuestiones literarias que consideramos esenciales para Hispanoamérica. Me *'""w' brevemente a las limitaciones de ambos modelos antes de proponer

modelo alternativo. Los estudios comparativos basados en los conceptos de periodos y mo­

~ viimi<mt<Jsrtc son aplicables productivamente a las literaturas de Hispanoamé­de un número de fallas teóricas fundamentales. Los conceptos

penooo, tales como el renacimiento o el barroco, y de movimientos lite­tales como el surrealismo o el modernismo están limitados a conside­

factores diacrónicos y generalmente ignoran consideraciones sincrónicas forma. Peor aún, muestran una cierta indiferencia al patrón cultural de

producción literaria. Los conceptos de periodo, en la forma en que los usamos, son europeos

están referidos a la historia intelectual y cultural de Europa. Se les puede !exnmhr sólo en casos en los cuales se ha est~blecido una total dependen­¿c;:,s~~~~~:~,,~colonial, y entonces, sólo son aplicables a las formas coloniales {t y no a las literaturas indígenas. Existen numerosos ejemplos

esto alrededor del mundo, especiahnente en la India y en Hispanoaméri­Es por ello que aunque la poesía de Sor Juana puede adaptarse para co­

jmJSp,om!er a un concepto del barroco, la poesía náhuatl de México debe a un lado. En segundo lugar, el único verdadero aspecto transnacio­

de la literatura, la forma literaria, no concuerda con un concepto de

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36 HACIA UN A HISTORIA DE LA LITERATURA

periodos porque las formas prevalecientes en Europa han sido corno criterios de exclusión o de inclusión dentro del estudio de un do literario.

Puede argumentarse que no debe ponerse a los movimientos llt<"ario:ti en la misma categoría en la que caben los periodos literarios, ya que lo demuestra el modernismo los movimientos pueden salir de sus ongerler'Í culturales y ser trasplantados para originar un fenómeno literario vrgoro:ro'í en otro contexto cultural. Este es un argumento plausible. Es notatlle la sección de poética comparada del reciente congreso internacional de ratura comparada tuvo una jornada dedicada a "el modernismo ee:n:.;:~~·~~::l con otros movimientos literarios" y otra sección titulada "el s1 en un contexto internacional". No deseo disputar la validez de las taciones de nuestros colegas, en estas secciones, sino sólo señalar ellos hacen es de poca importancia para las investigaciones sobre Hisp:moczy américa, aun cuando sus presentaciones tratan de textos en lengua es¡Jafíol:d tales como las obras de Rubén Daría y de sus contemporáneos y las de Octavio Paz dentro del surrealismo. Esta forma de estudios cv'"l'"""'* vos son de poca utilidad en Hispanoamérica, dada la paradoja es<mc:ial mina la labor de estos colegas, Debido al hecho de que lm: moviimientosJitera;j rios como modelos conceptuales, son exclusivamente diacrónicos, no manera de encontrar el fundamento común de la poesía estudiada, a que sea en una forma aislada de su matriz culturaL Por ejemplo, si uno tudia las formas de versificación modernistas, conjuntamente con de versificación del simbolismo francés, la designación de modernista todo significado a la luz del desarrollo histórico de la forma poética, otra parte, si los estudiosos insisten en las conexiones temáticas del mcJdc:t·i nismo con la actitud decadente de Europa de principios de siglo, ""'"'"' hacerlo sólo si suprimen los fundamentos culturales de los esc:ritonlS dernistas. Mientras más penetre uno en la naturaleza del fenómeno li'ter,ari:o! más inadecuado aparecerá el concepto de movimiento literario.

Si nos ocupamos ahora del modelo de una literatura universal, no contraremos mucho que nos ayude. Una táxonomía de la literatura dial no es de mucha utilidad para los estudios comparativos y en es1Jecial! para Hispanoamérica. Su único interés incidental es el darle a los curiosorj un directorio internacional del mundo de las letras. Este modelo ir' rcc:ro:oro! todos los defectos de la historia literaria del siglo XIX sin incluir n.~~~~;;¡ de los logros que alcanzaron los estudiosos que buscaban describir e rísticas nacionales de la literatura. Una lista taxonómica en ordenn~·~~~~~~~ gico no puede ponerse en lugar de una descripción razonada del d y la interrelación de los autores y su obra.

Antes de ocuparnos del modelo que presento como alternativa, tanme destacar, a manera de introducción, en que existe un enfoque parativo que ha continuado vigente en Hispanoamérica después que se

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ha desechado en Europa y en Estados Unidos: me refiero a los estudios de influencia. Es notable que los estudiosos de Hispanoamérica continúen trabajando en proyectos tales como Faulkner y la novela hispanoamericana,

0 Walt Whitman y la poesía hispanoamericana, o más recientemente Octavio Paz y la poesía norteamericana. A pesar de que la influencia de un autor y su obra sobre la obra de otros es un hecho casi imposible de asegurar, pienso que hay muy buenas y sensatas razones para hablar de este fenómeno. Pri­meramente, lo que se destaca no son los detalles incidentales de la biografía de un autor sino más bien su uso particular de una temática y forma litera­ria. En segundo término, la literatura que se yuxtapone permanece anclada a su base cultural. En tercer lugar, en el mejor de los casos, surge un acuerdo de factores diacrónicos y sincrónicos cuando una intuición crítica de la forma literaria se pone dentro del contexto histórico de un desarrollo aná­logo en la otra literatura. Existe, por supuesto, una falla fundamental en los estudios de influencia, y es la suposición que el objetivo de los estudios literarios puede alcanzarse a través de la elucidación del proceso de produc­ción, de la composición realizada por autores diversos. Al enfrentarnos con lo que es seguramente la evidencia más incierta, hecha difusa por la incapa­cidad empírica de conocer lo que ha ocurrido en la mente de otro hombre, el resultado puede llegar a ser no sólo especulativo e idiosincrático sino también arbitrario y de interés egoísta. En otras palabras, no trato de resu­citar los estudios de influencia sino sólo señalar que fue en parte una bús~ queda seria de un modo de estudios comparativos en Hispanoamérica.

El modelo que propongo se basa en la hermenéutica fenomenológica y, -al aplicarlo a la literatura comparada restructura y corrige la dirección y el modo de la investigación comparatista en lo que toca a Hispanoamérica. Este modelo propuesto puede describirse gráficamente como si constara de tres círculos concéntricos. El círculo interior corresponde al fenómeno del texto literario. El siguiente círculo, más amplio, representa la dialéctica de los factores diacrónicos y sincrónicos de la historia literaria hispanoame­ricana, y como esto, son generalizaciones heurísticas. El círculo exterior señala el encuentro comparativo dentro del cual las bases semióticas de los textos producidos dentro de la matriz de una cultura se trasplantan al te­~eno de la literatura hispanoamericana. Trataré, en orden, de cada uno de estos círculos del modelo.

El círculo interior. El texto literario

Empecemos con el entendimiento tácito que aunque el texto literario sea también cualquier otra cosa, en un nivel empírico es un sistema cerrado de signos que se derivan del sistema lingüístico mismo. Este sistema de signos es el producto del trabajo de un escritor, y como artefacto nos es accesible

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a través del análisis de sus características fonnales. Sin embargo, un que se considere soló a partir de sus aspectos formales no puede tener gún sentido y, por lo tanto, puede describírsele ahistóricamente como secuencia fija. Un texto con significado implícito siempre estará en el mundo de la acción. La inteligibilidad específica de la escritura fundamentada en el entendimiento previo del lenguaje como acción Es así que la escritura como comunicación siempre es histórica. El eS<:ritnri el medio del lenguaje, el lector y el grupo social que provee los~ ~~,~~i~: la escritura, son todos fenómenos históricos. Por lo tanto, u constantemente debemos hacernos conscientes de que la mediación lica debe entenderse como mediación social. Si hemos de comprender página escrita debemos primero situar la página dentro de un escritura, y después situar esta escritura dentro de una práctica parti•ouh¡J de escritura tal como los periódicos, conferencias, poemas, etc.

ces, corno en una rápida secuencia en la experiencia de la~~~·~:~~~~;~!~! trataremos de situar la página dentro de la red completa de la escritura, de convicciones y de compromisos con estas de instituciones, y de la configuración total de la constitución histórica la cultura tal como la entendemos. Lo que quiero indicar es algo muy cilla y no quiero insistir demasiado en ello: la esencia de un texto historicidad. Si a un texto se le privara de su historia también se le de su sentido.

Por supuesto, un texto no adquiere sentido dentro de sus propios tes formales, sino sólo cuando cruza el umbral de la potencialidad al de la experiencia de un lector. Que un texto literario es una forma de municación, es la presuposición más fundamental de un texto literario. una página escrita alguien ha escrito algo con un contenido sigJni"ificali'¡¡j acerca de algo, para que alguien lo lea y, por lo tanto, lo actualice. Por siguiente, la estructura formal del texto lleva consigo la suposición de lo que está escrito fue escrito sobre algo, dirigido a alguien más que critor mismo. Por esto, los requisitos básicos del texto son: un escritor, referente y un receptor. El uso del lenguaje por el escritor se observa a vés de las características formales del texto; también la historicidad escritor y del medio lingüístico deben examinarse; después nos ocupan1m11~ del receptor, en nuestro caso el lector. Las suposiciones de ret:OilO<:inlieJnt~ y, por lo tanto, de que surja la comunicación son un componente mental del significado del escritor, tal como lo han mostrado Wolfang y otros autores. Es así que podemos hablar del lector implícito como del proceso de significado, e insistir en la autonomía semántica del texto terario. La autonomía semántica significa que la intención del autor y significado del texto ya no coinciden. Lo que el texto significa para sus tares importa más ahora que lo que el autor quiso decir cuando lo es<:ril>iól Si la relación entre texto y lector se reconoce ahora como el encargado

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la tarea de asignar un significado, debemos apresurarnos a agregar que la relación entre texto y lector surge de la habilidad para utilizar las estructu­ras formales que hemos descrito y también depende del encuentro histórico que hemos bosquejado.

Nada sería más ingenuo que tratar de enlazar el_significado con una ftgura abstracta e intemporal del lector. También mencionemos de inme­diato que exactamente en la misma forma en la que hay una falacia de la j¡¡tencionalidad que afirma el sentido del autor como un absoluto dado, también existe la falacia de\ texto absoluto la cual apareció con el New Criticism en Norteamérica. Esta es la falacia de tratar de considerar el tex­to como una entidad sin autor. Si la falacia de la intenc:ionalidad cierra sus ojos a la autonomía semántica del texto, la falacia del texto aislado también está ciega: no quiere ver la historicidad esencial del texto. El texto fue escrito por alguien, acerca de algo, para que alguien lo lea. Es imposible cancelar la historicidad del texto sin reducirlo a un fenómeno físico. En el discurso hablado la situación dialógica suministra todo un contexto de identidad, pero un texto escrito se dirige a lectores desconocidos y potenciahnente a innumerables lectores del futuro, todos los cuales tendrán la capacidad y el interés para leerlo. Esta universalización del auditorio sólo puede llevarnos a una conclusión: la de que el significado de un texto nunca puede estar completamente fijo; el significado cambiará porque es la respuesta del pre­sente y el futuro y porque cada una hace al texto importante o no impor­tante y continuará haciéndolo. Esta potencialidad de lectores múltiples es la contraparte dialéctica de la autonomía semántica del texto. Por lo tanto, hay la consecuencia drástica de que la apropiación del texto es una lucha que genera la dinámica total de la interpretación y concluye con una sensa­ción temporal de interpretación.

Mi argumento es que un comentario lúcido del texto depende de la inte­racción de fres factores generados independientemente: a) la secuencia for­mal de palabras escritas que se establece; b} la historia de esta secuencia, la cual incluye aspectos de producción, valor y función, así como de catego­rías asignadas de clasificación; y e) la experiencia de la lectura como con­cretización potencial. Este argumento se basa en las suposiciones de un en­foque fenomenológico de la filosofía del lenguaje.

El segundo círculo. Perspectivas histórico-estéticas

El modelo que propongo correlaciona el concepto fenomenológico del tex­to literario con las principales perspectivas histórico-estéticas de Hispano­américa. Este modelo, en cuyo segundo c-írculo concéntrico estarnos ahora, debe entenderse como un todo con partes fundamentahnente interrelacio­nadas. La definición más amplia con la cual podemos trabajar es la de un

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desplazamiento de enfoque dentro de un sistema de posibilidades. Concep; 1 tos clasificatorios que se deriven de factores no lingüísticos, tales como Revolución mexicana, no pueden servir en nuestro modelo ya que tal signación ignora los aspectos formales de los textos en cuestión. La validez: de una designación de grupo tal como: la novela de la revolución no ""'JV'"•l la situación porque aunque el término novela puede elaborarse en un de análisis formal, y el periodo histórico de la Revolución mexicana de a 1928 puede quedar establecido como un periodo en el cual la novela México se desarrolló siguiendo líneas específicas en el sentido de narrativa; esto no nos ayudaría aún a relacionar estos textos con el resto de Hispanoamérica. La falla básica es que este modo de clasificación se basa en un contenido literario que se superpone a periodos hi,;tórico-loollítico:s..l Examinemos otro ejemp:o: el término de "novela indigenista" hace referen. cia, en el mejor de los casos, a asuntos temáticos comunes, pero aún está muy lejos de establecer un verdadero desarrollo histórico del arte literario de Hispanoamérica. Lo que propongo es que tomemos la determinación fenomenológica de un texto literario y asignamos su cambio a lo largo de la historia de Hispanoamérica. Esto puede lograrse si modificamos nuestro concepto de la historia literaria y en vez de derivar nuestros conceptos de periodo de la historia política en una forma servil, logramos una interrela. ción de las perspectivas estéticas que están en la matriz de lo sociológico tanto corno en el desarrollo político de este continente.

Con el fin de elaborar este nuevo concepto de historia literaria, regre. sernas a algunas observaciones básicas sobre la recepción que un grupo hace de la literatura. Las relaciones de la voz literaria enunciante (o sea la voz narrativa, la voz lírica o el intercambio dramático) ha estado cambiando desde las épocas m~s antiguas en las que un relator adoptaba un cierto pa· pel frente a su auditorio, o cuando un trovador tomaba una actitud con· vencional al ejecutar su canción para sus receptores.

Sin embargo, las manifestaciones históricas de estas actitudes cambian· tes pueden percibirse como perspectivas. Quisiera describir éstas como ge~ neralizaciones heurísticas. Supongamos primero que los receptores son un auditorio bien dispuesto y que reacciona. La primera opción es que la voz puede dirigir al auditorio a través de un desarrollo que esté en gran parte de acuerdo con la visión propia que ellos tienen de la realidad. El segundo caso es cuando la voz indica un conjunto de imágenes que intentan trans­formar la visión que el auditorio tiene de la realidad. En tercer lugar, tene­rnos a la voz o voces que pueden estar ocupadas primordialmente con una expansión de la percepción consciente del auditorio. Por último, la voz puede invitar al auditorio a unirse a ella para participar en la redescripción del mundo que la obra de arte está desplegando. Por brevedad me referiré a estas perspectivas estéticas con los términos de: realidades paralelas, orden moral, más allá de la realidad, e integración de la realidad, y los usaré como

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marco de referencia para elaborar un nuevo concepto de la historia literaria hispanoamericana.

El siguiente paso, que es crucial, es relacionar las perspectivas estéticas con las estructuras sociológicas y la historia política de Hispanoamérica, ya que el objetivo final es ofrecer una matriz cultural integrada para la litera· wra. Es así que si tomamos en consideración una vez más la Revolución mexicana, podemos reconocer que el periodo de 1910 a 1928 no es sino la designación arbitraria para un movimiento social masivo. Podemos argu­mentar que los años que precedieron inmediatamente al derrocamiento de Porfirio Díaz son también parte del periodo revolucionario, tanto como el ep!1ogo del movimiento cristero de 1928; pero es innegable que la historia política de México se encontró en un estado de conflicto armado durante unos veinte años. Si agregamos ahora la información sociológica sobre los campesinos, los hacendados y las inversiones de capital extranjero en Mé­:xjco, tenemos los instrumentos con los cuales podemos darle consistencia a las perspectivas estéticas que he descrito antes. Lo que encontramos du­rante estos años es que hay un aumento marcado en el uso de realidades paralelas y orden moral y una disminución del de la expansión de la reali­dad y de la estética de la participación. Estas generalizaciones sólo pueden sernas útiles si el concepto de texto literario que hemos delineado antes lo ponemos a funcionar ahora como dato informativo de la expresión literaria.

El tercer círculo. Estudio comparativo

El tercero y más amplio círculo de nuestro modelo se basa en la premisa de que existen formas literarias universales, pero no hay interpretaciones uni­versales. La actualización que cada lector hace de un texto de otra cultura, ya sea en el lenguaje original o en una traducción será un trasplante cultu­ral que descubrirá facetas del texto inesperadas y a veces extraordinarias. Ésta esj en suma, una nueva vida cultural para el texto y cualquier estudio comparativo que ignore este hecho corre el riesgo de hacer una representa­ción completamente errónea de la recepción. En este punto será provechoso recordar que el análisis semiótico de los textos desde hace mucho ha soste­nido una distinción entre discurso e ideas temáticas· o, como algunos dirían, entre discurso e historia. La mayor parte de los enfoques semióticos se concentran en el estudio del discurso a trayés de diagramas y modelos ana­líticos y lo fundamental de este enfoque es que los eventos que presentan 1a idea central o las imágenes del texto se ven solamente como productos del discurso estructurado. Por lo tanto, el enfoque semiótico presupone un receptor del sistema de signos pero limita rigurosamente su indagación al sistema mismo.

Mi propósito al introducir el análisis semiótico en esta discusión es muy

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sencillo. No sólo estoy de acuerdo con los semiólogos en que los universales posibles para el estudio literario pueden obtenerse a través descripción de las relaciones formales sino que también sostengo que la organización formal de un texto la que se transmite de una cultura a Por esto es que propongo que el análisis semiótico del discurso es el con el cual podemos aprehender ese aspecto de la literatura que permane,eii inalterado cuando el grupo receptor cambia.

El control que se obtiene por medio del análisis semiótico del UUiCUJ'sitl

de escritores tales como Faulkner, Kafka o Proust es precisamente lo nos dará acceso a ese aspecto de los textos literarios que será la base recepción en una nueva matriz cultural.

El proceso que hemos descrito en el primer círculo concéntrico ahora repetirse cuando el texto externo entra a la matriz cultural de noamérica. Por lo tanto, en un sentido muy drástico Faulkner se en un autor hispanoamericano y lo que enlaza a este escritor con el conocen los lectores angloparlantes de Norteamérica es que ambos nan la misma organización formal de textos específicos.

Los intentos brevemente reseñados de construir un modelo brindan terés considerable si los ligamos a una teoría de la cultura y vemos el yecto de una historia literaria como el primer paso de una empresa que es la de desarrollar el conocimiento de la historia cultural de un Sin embargo, mis comentarios sobre la literatura y el proyecto de una toria literaria de Hispanoamérica tienden a fomentar una oposición minada por colegas que se ocupan de un quehacer mucho más IJ"imi"tadlo orientación que sólo responde a las necesidades institucionales y p<,da.gó:~-l cas de nuestras universidades. Este quehacer -basado en una cha del texto literario y, desde luego, completamente distanciado de consideración de una teoría de la cultura- señala numerosos obstáculos tratar de implantarse el modelo fenomenológico. No siendo mi lmten,ciónl en este lugar analizar nuestras instituciones de investigación y en:señian:"l como merecen, me limitaré a algunas sugerencias acerca de las cues1:io1ae•! de mi modelo que son más debatidas por mis colegas.

La mayoría de los sistemas implícitos o explícitos que están en para el estudio del texto literario parten de una ontología de carácter pírico-nominalista y resultan en una serie de reducciones de la obra de puesto que el estudioso trata de agotar el significado del texto aunq11e que logra producir es una versión más reducida, pobre e inútil

de arte. Estos sistemas de estudio de la obra literaria hace~~;·~~~~~:~~~ conocimiento del texto como fenómeno cultural o como comportamiento que se puede describir mediante un lenguaje vo. Tales sistemas no se r.efieren a la supervivencia de ese núcleo peJrsoJaal! que es la dinámica de la lectura que llamamos según los casos "la voz ca", "la voz narrativa", o "el interlocutor del diálogo".

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Por lo tanto, discrepo al nivel más fundamental con toda teoría que Jitnite al texto literario y lo reduzca al mismo nivel de un objeto material. La obra literaria tiene su materialidad desde luego, pero también tiene su correlación cultural como fenómeno estético. Estos estados corresponden a esa esfera del proceso histórico que hemos denominado esfera de lo esté­tico. Estos fenómenos culturales constituyen :p-na región del sentido huma­no irreductible a una economía política y a.'una política: desde luego la toma de conciencia no está limitada a las relaciones del yo con lo mío, en relaciones de apropiación. También hay relaciones de expropiación mutua, eventualmente de intercambio, participación y donación, y no hay duda que la toma de conciencia también incluye las relaciones de dominación y servidumbre, las cuales son relaciones sociopolíticas que eventualmente tienen su expresión económica de jerarquía y reparto de bienes e influen­cias. Pero sería un error fundamental tomar en cuenta sólo una parte del fenómeno y negar lo demás.

¿A dónde nos lleva este enfoque teórico sobre la obra literaria en cuan· to al proyecto de una historia literaria de Hispanoamérica? Espero por lo menos poder argumentar que la historia literaria de Hispanoamérica es un ínstrumento de investigación sobre la cultura de Hispanoamérica, la cual demanda el reconocimiento de una base teórica del proceso historiográfico que no reduzca la realidad cultural que entiendo como proceso dinámico de hacer el mundo.

Para resumir mi primera tesis sobre la identidad de la obra literaria re­gresaré a mi punto de partida en la filosofía fenomenológica. Mi existencia para mí mismo en este enfoque se vuelve tributaria de una constitución en la opinión de otro; y es así como recibimos el sí-mismo de quien lo consa­gra, que es la opinión del otro. Pues bien, esa mutua constitución median­te la opinión sigue siendo dirigida por los objetos, pero por objetos que no son ya cosas como lo son los bienes, las mercancías y los servicios en la esfera económica, ni tampoco corresponden a instituciones como en la es­fera política. Tales objetos culturales son las obras del arte, la literatura, la filosofía y aún del derecho. Por lo tanto, las posibilidades de poder elabo­rar una historia literaria de Hispanoamérica desde una perspectiva compa­rada prosigue en gran parte del modo en que se concibe de los objetos cul­turales propiamente dichos; las obras pintadas, esculpidas o, en nuestro caso, escritas, otorgan la densidad de la cosa, la dureza de lo real a esas imágenes del hombre que es la literatura. Es a través de estas propiedades que el objeto cultural existe en los hombres y entre los hombres. Es por la mediación de los objetos culturales como se constituye una dignidad hu­mana que sigue siendo instrumento y huella de un proceso de conciencia duplicada de reconocimiento de sí-mismo en otro sí-mismo. Por lo tanto, la aplicación del primer círculo concéntrico que he presentado aquí consiste en el rechazo categórico de todo concepto de reducción de la obra literaria

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y la elaboración del entendimiento del texto como una mediación entre individuo y la colectividad cultural.

En nuestro segundo círculo concéntrico hemos expuesto un cone<lpt(~1 de la historia pero no como un proceso hegeliano absoluto, ni talnp>o~¡¡¡ como un catálogo de acontecimientos sociales, sino como una ausencia reconstruirnos a través de documentos textuales. Por encima de todo, quiera que sea nuestro entendimiento del pasado, ese entendimiento está haciendo a nosotros los historiadores.

Si se rechazan, pura y simplemente, ambos tipos de prueba -el

liana y el empírico sociológico- los resultados son meramenttt~e~~:~:1~i~:~~~ Pero si al poner en duda un tipo de prueba se abre una cierta e para otro tipo y viceversa, se obtiene un modo de pensar que marcha cesar de un polo al otro, ensayando integrarlos. La realidad a la cual se fieren las experiencias del lector no puede entenderse si no se sitúan experiencias en una filosofía del ser en el mundo; una filosofía en la cual modo de acontecer y comportarse es comprensible como la colectividad grupo social. La perspectiva designada por una sociología tampoco comprender la realidad si no sale del marco de nociones puramente err¡pJrvi cas de simpliCidad y sustancialidad o si no se considera el modo de ser experiencia humana. Cada una de las pruebas remite a la contraria de un proceso dialéctico que más puede estimarse como abierto y pn,gresi. ¡ vo que meramente circular.

He descrito la tercera esfera concéntrica como la perspectiva compara­tiva con la suposición básica que la obra literaria no se limita a fronteras po­líticas ni aun a Ias de tiempo y espacio. Pero tomando en cuenta que la obra literaria es ante todo un objeto cultural que se realiza como experiencia personal, es necesario aislar los rasgos distintivos que tienen vigencia a tra­vés de un movimiento transnacional y transcultural. He destacado los. rasgos formales para trazar la trayectoria de literaturas de diversas lenguas y culturas en la determinación de la literatura de Hispanoamérica. No obstante, es de mayor importancia reconocer que la obra literaria en s.u vigor de objeto cultural no se deja reducir a una simple dicotomía que se­parara al proceso creador del texto y la lona afectiva en que se trabaja y se hace el tapiz que llamamos historia cultural. La obra literaria no se puede dividir en dos partes: forma y contenido. El concepto heurístico de la for­ma literaria no se debe confundir con la obra literaria misma. Este concepto no es nada más que un medio del estudioso para poder reconocer mejor el proceso histórico.

Podemos sugerir que el uso del artificio de la forma literaria es análogo al procedimiento del patólogo que analiza una muestra de sangre por me­dio de la introducción de reactivos que causan un cambio notable de color Y así registran una composición particular. Si logramos identificar las carac­terísticas de la forma narrativa de una obra como Absalom, Absalom, por

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·emplo, en el contexto ~e l.a ~ifu~ión de las tr~~~ccione~ de esta obra en ~ispanoamérica se podra d1stmgmr la compostcmn particular que se ha transmitido a través de los cambios .notab~~s de lengua y ~u_ltura.

La literatura comparada de onentacwn fenomenologlCa puede lograr a perspectiva perfectamente compatible con una perspectiva sociológica

;re la obra literaria. A mi juicio, únicamente la ~ob_re~eterminación. de .l~s 'mbolos permite disponer de una verdadera d1alect1ca que haga JUsticia

~~nto a una sociología de la cultura como a un entendimiento de la expe­ríencia de la obra literaria. Propongo, en consecuencia, que el proyecto de scribir una historia literaria de Hispanoamérica consista en interpretar el ~enómeno de la cultura en Hispanoamérica como el medio objetivo en que viene a sedimentarse la experiencia colectiva de sublimación que es la lite­ratura con su doble violencia de encubrir el ego del autor y descubrir el alter ego del lector.

Para concluir quiero indicar, aunque sea en modo esquemático, los medíos de operación del modelo que he descrito. El campo de investiga­ción de que me ocupo es el de la creación artística, si bien aquí me he limi­tado a la obra de arte literaria. El modelo presentado parte de la premisa que la obra de arte existe estéticamente como experiencia y no como obje­to físico. El modelo de investigación que he propuesto se describe en tres círculos concéntricos o, si se quiere, en tres esferas de operación. La prime­ra e interior es la fundamental ya que considera el fenómeno del texto lite­rario. Esta esfera de operación se ha expuesto en términos d·eunadialéctica entre la expresión y la experiencia. La segunda es la esfera de la historia y aquí la dialéctica se realiza entre la interpretación basada en dato.s ~incró­nícos y la colectividad cultural diacrónica en que todo lector partlctpa. La tercera esfera de operaciones es la del enfoque comparativo que reconoce el proceso transnacional y transcultural de la literatura y, por lo tanto, e la· bora medios para responder a este proceso. Comprende esta esfera una dialéctica amplia entre el estudio de la obra en su historia cultural y la rea­lidad vital de un proceso de transmisión que niega la matriz cultural de la obra sólo para darle vida nueva en otra cultura.

El proyecto que nos ocupa es el de lograr una historia de la literatura hispanoamericana y mi parte en este proyecto ha sido la de delinear el en· foque comparativo. Para cumplir con esta responsabilidad me corresponde comentar directamente sobre el quehacer mismo del proyecto. La tarea de escribir una historia de literatura que no pro¡)onga una reducción depende del reconocimiento de la dinámica cultural elaborada en un marco históri­co sociológico, e informada por un conocimiento de la obra literaria como experiencia.

A mi parecer, es imprescindible para lograr esta historia literaria que toda referencia directa a los textos literarios mantenga abiertas las posibili­dades interpretativas de la obra y no busque clausurar la sobredetermina-

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ción de la creación artística. Pero también, y con igual rigor, tenemos obligación de construir un marco histórico y sociológico que se preste estudio transnacional de las literaturas; es decir, a una perspectiva cuJ:np;¡c;~ rativa. Del mismo modo que enérgicamente rechazamos una historia ria que no tenga en cuenta la matriz cultural de la obra, debemos rec:hazar·~ una historia que pretenda describir una literatura en aislamiento.

En este modelo de investigación la historia literaria está situada en encrucijada de la crítica literaria y el estudio comparativo. Por consiguien. te,_ e! éxito del proyecto de una historia literaria en lengua castellana y qmza portuguesa del continente americano, depende en gran parte de la validez de la materia crítica que la informe y de la dimensión coJmr1rensiv, del marco histórico que la relacione con otras culturas y otras tradiciones. Del lado de la crítica literaria se recoge el comentario de los textos, un mentario que incorpore el análisis con la interpretación. La perspectiva comparativa se incorpora no solamente al estudio de las traducciones sino también al concepto heurístico de la forma literaria que facilitará el cono. cimiento de la transmisión transcultural de la literatura.

No solamente creo que es posible elaborar una orientación nueva de la historia literaria sino que creo que ya está en marcha en diversas empresas individuales y lo que exige la investigación ahora es un centro de trabajo que, por su ejemplo, nos dé un sentido de dirección y de futura coordina­ción. Espero que éste sea uno de los resultados del presente proyecto que nos ha traído a esta reunión en Caracas.

Discusión

Beatriz Garza: Creo que debemos concretar, lo más posible, las líneas de trabajo. En ese sentido valdría la pena explicar el concepto de "perspectivas esté­ticas", así como, en relación con la llamada teoría de la recepción, que es muy válida, ¿cómo, en concreto, considerar al lector?

Mario Va/dés: Bueno, primero ¿qué entiendo por perspectiva estética? Es importante entender que éste es un artificio, un concepto creado para poder deli­near históricamente ciertas tendencias un tanto priviligiadas del texto literario. Podemos notar que hay textos que en ciertas épocas se mar· ginan, porque pasan de boga en la preocupación estética de ese mo· mento. Si queremos entender por qué un poema que describe la flora y fauna de América en un momento entra como alta literatura y en otro corno reliquia del pasado, tenemos que entender que hay una función estética que podemos poner dentro de una trayectoria histórica. Una de las funciones estéticas, por ejemplo, que yo veo a través de la litera· tura es la didáctica. El hecho de que en cierto momento, lo didáctico

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se rechace no tiene que ver con el que es una corriente estética válida dentro de las posibilidades de expresión literaria. En cierto momento, se hace hincapié en crear una estética de parábolas, especialmente en la novela o en la poesía. La cuestión es que el lector se reconozca den­tro del mundo narrativo o poético elaborado y pueda compartir esas experiencias.

En cuanto al lector, se tiene que distinguir claramente entre el lector contemporáneo y el lector implícito en el texto literario, éste es el que me interesa. ¿CómO vamos a tratar al lector del siglo XVIII? Al lector implícito lo vamos a sacar del texto y del estilo del texto en su historia, en su marco histórico. Podemos construir la estrategia del tex­to que se dirige a un lector, ver las vinculaciones, tipos de voces, modos de apelar, ciertas debilidades del momento, ciertas ideologías del mo­mento dentro del texto. Para una historia literaria es importante el texto en un marco histórico porque se trata no del lector implícito de una obra, sino del lector implícito como una colectividad. Es impres­cindible que tengamos datos, a fin de que nos den la información de a quién se dirige el texto, cuáles son los argumentos que usa para ga:gar­se a ese público, cómo se distancia a una parte del público lector. Esta es una reconstrucción histórica que va a ligar el estudio detenido del texto literario con una estrategia y su marco histórico.

Jacques Leenhardt: En relación con lo que dice Mario del lector, me parece que para noso­tros, que queremos hacer una historia, hay que considerar también el otro concepto de lector. Quiero decir el funcionamiento social del tex­to en el marco de los seres reales. Evidentemente es muy difícil conocer de manera completa ese tipo de lector porque siempre faltan datos. Es siempre la noción de considerar una estrategia en donde habría que tra~ tar en el marco histórico el funcionamiento de la estética.

Mario Valdés: Yo lo veo como una dialéctica de la estrategia del texto y de una repo­sición histórica del público lector que acepta, rechaza, trastorna o cam­bia al texto literario. Estoy completamente de acuerdo.

lean Franco: Creo que se está pasando por alto en este estudio de la estrategia, la cuestión de la enunciación. Porque lo que pasa es que en este marco histórico, el enunciante o la forma de enunciación -porque no necesa­riamente es una persona- es la clave de la subjetividad. Es el problema de cómo se forma el sujeto en un cierto momento histórico, y además como se autoriza la obra literaria. Yo estoy trabajando, en estos mo­mentos, en Fernández de Lizardi y él tiene un gran problema en sus obras que se puede enfocar de la siguiente manera: cómo se autoriza como persona que puede hablar en ese momento, porque no es cura, no es erudito, no ha ido a la universidad. Cómo se autorizan, por lo

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tanto, estos nuevos tipos de textos, cómo demuestran un poder hablar. ·Me gusta mucho su forma, pero me ha parecido que eil mento toca usted el problema de la enunciación, que no se de>Sartc•ull

Hugo Achugar: Yo creo que está implícito, en parte del texto leído, pero me si podría ahondar en lo siguiente. Es obvio que la descripción de lector es necesaria, en función de un marco histórico y de una tiva de en:unciación. Pero esa enunciación no sólo se realiza en

cia a un marco histórico, a un determinado proceso s~c~::t~~~~~~c~~;~~1 a un sistema estético. Y a mí me parece que es una mental para la descripción de un determinado momento. Es en relación con un determinado acontecer histórico, pero <affif)Ieneal diálogo y exclusión con otras perspectivas de enunciación, no de texto sino de sistemas de textos. Entonces se tratará de sistemas tico-ideológicos en referencia a situaciones histórico-sociales.

Mario Valdés: Sé perfectamente que un novelista, por ejemplo, tratando con un tan difícil como la guerra civil española, tiene en su tradición cullliral~ literaria muchos sistemas que comparte. Sistemas no en uso en su lo inmediato, sino sistemas empleados anteriormente en su propia tura y tradición, y también, importados de otras culturas que han ruado parte de su desarrollo cultural. Entonces, estoy com]pletatnentoll de acuerdo: no podemos olvidarnos que el texto literario te está en relación dialéctica con el público, sino que es tradición de uso de sistemas estéticos, y éstos son los que yo Hamttba~ para contestar a Beatriz, perspectivas estéticas.

Franco Meregalli: Quisiera preguntar ¿en qué sentido dice "no sólo en lengua ca.sl<,lltma! y portuguesa"?

Mario Valdés: En el sentido de que no nos podemos olvidar que dentro de la hispanoamericana hay elementos literarios que no se expresan en tellano ni en portugués. Hay, por ejemplo, una tradición de oral en México, que es en náhuatl o en zapoteca. Entonces, enfoque mayor se tiene que dar a la literatura en castellano y gués, pero no con esa rigidez de negar que hay otros elementos existen dentro de la cultura hispanoamericana.

Franco Meregalli: El elemento fundamental y determinante es la lengua. Otras expr,esi11Jj nes en otras lenguas, desde luego que hay que tomarlas en cuenta, ya como elemento comparatista.

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Domingo Miliani: La ponencia del doctor Mario Valdés me parece de una gran validez, y lo que quiero simplemente es precisar algunas cuestiones que más que de tipo metodológico serían de tipo terminológico. Cuando él habla de los tres círculos concéntricos, tengo la impresión de que se trata de tres niveles abstractivos de la textualidad.

El primer nivel, el del texto como objeto verbal integrado, esta­mos de acuerdo en que no sería una concepción remitida nada más al significante, sino a la totalidad del texto, entendida en el sentido de Lotman, de una integración.

En el segundo nivel, veo que sería el modo de la codificación trans­verbal y literaria propiamente dicha. En este segundo caso lo que ob­servo es que él combina aspectos que tienen remisión directa al procem so del concepto histórico con lo que podría ser la codificación literaria. Con tbdo respeto, yo disiento del profesor Meregalli en que el soporte lingüístico sea determinante. Es el soporte material del discurso, pero no el determinante de la literatura; creo que el determinante diferen­cial de la literatura está no en la famosa literariedad de los formalistas, pero sí en la necesidad de establecer una semiología diferencial que nos permita, por ejemplo, hablar de una novela independientemente de la lengua en que esté escrita, de una obra trágica independientemen­te de la lengua en que esté escrita, de un ensayo independientemente de la lengua que esté escrito. A partir de ese segundo nivel, desde la recuperación ideológico-histórica del texto, se va a tener un tercer nivel que sería transígnico, en el sentido verbal, que sería transemióti­co, desde el punto de vista de la codificación literaria, para insertarlo en una teoría general de la cultura. Allí el texto se vuelve un macrosig­no cultural, comparable con una serie sígnica análoga, literaria, pero con una serie transliteraria de tipo estético, que es donde se puede lle­gar entonces a implantar la literatura: en una teoría de la cultura. Ésa sería mi primera observación.

Mi segunda observación es que el texto del profesor Valdés dice tácitamente que la literatura está entendida como un proceso equipa­rable a una teoría de la comunicación literaria. Esto es absolutamente válido, y permitiría, cuando se habla de alguien que ha escrito algo, hablar clara y llanamente del emisor literario, o del hablante literario. A mí la palabra "hablante" no me gusta, porque volvemos al problema de lo grafémico y lo fonémico. Los personajes hablan, pero el narrador primario o secundario lleva a un proceso de codificación literaria, que sería el aspecto que yo noto como vacío. Se habla de una codificación en el nivel del lector, pero no se habla de una codificación en el nivel del emisor literario.

Esto tiene muchísima pertinencia cuando usted se plantea el pro­blema del lector implícito o del lector explícito. Es decir, ¿cómo des­codifica diacrónicarnente cada comunidad de lectores un mensaje codificado en un texto? Sólo esta observación haría para este punto.

Lo otro que observo es que maneja una categoría lingüística saus-

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suriana como la sincronía Y la diacronía. Yo sé que el profesor está perfectame-nte e~ con?cimiento del modelo dialectológico Flydall que es extendido pnmero por Coseriu. Se habla no soian1e,,

1;;1

del adspe1 ?t~ s~cró1nico y d~a.crónico sino que también de las variacio. n~s ra op1c~s. e romantici~I?o europeo, .u~ romanticismo inglés

0 hiSpanoamencano, pero tamb1en un romantlctsrno argentino seJrrti·m,,n.il tal o socialista utópico. Y no solamente diatópicas sino que cua d do~ el eje~pl~ ~el lector se puede hablar perfecta Y claramente d~ 1~ vanante d1astrat~ca, y no solamente del lector sino del emisor. Cuand usted habla precisamente de la literatura indígena o inct¡g· en1·sta yo 0

1 t d ·r· , , me P_?n eo: ¿ca 1 ~e~ o _co~ceptua?, ¿produce conceptualmente con rela-CIO~ a una tematlca md¡genista del mismo modo un positivista como , ~lc1des Arguedas que un antropólogo que adopta una posición diastrá­tlca desde la post~ra del indio como Jesús Lara, como José María Arguedas, o un escntor del realismo social como Icaza?

Los tres serían indigenistas, pero la variación es de tipo diastrático ~n la cuar~a c_ategoría, qu~ sería la variación de oficio, tendríamos un~ hteratura mdtgena narrativa, y ésa sería una variación diafásica. Entre narradores tendríamos una sinfasía del discurso, pero tenemos una r. te~atura dramática del indígena, o una poetización del indígena y h:. bna que tocar un poco la categoría diafásica también.

Yo no sé si usted considera que esos aspectos pudieran ser incor­porables. dentro de un trabajo metodólogico, que a mí me parece de enorme rmportancia en realidad.

Mario Valdés: Sí, claro que sí. Casi todos sus comentarios parten de plantearse uno ~n que~a.cer de crítica literaria. Aquí yo traté de dar un esquema teó. n.c~ suflcientement~ amplio para poder defender los cambios que estoy Pidie~do, los cambios que son mayores, y a la vez indicar las diversas especies de operaciones.

Antonio Cornejo Polar: Yo quiero. hacer cuatro obse~aciones. Previamente quisiera decir que la ponencia me parece muy Interesante, y que requeriría tal vez una lectura muc~o más deten~da para poder calibrar las perspectivas que se abren a partrr de ella. Mis observaciones son un poco más concretas Una primera, que me está preocupando, no sólo en la ponencia, sin; e~ general en el debate, es que me da la impresión de que se está ha· ciendo una separación demasiado tajante entre literatura por un lado Y algo que llamamos historia, por otro. De alguna mane;a -no es as/ pero simplificando- estaríamos volviendo al viejo concepto de texto ~ contexto com? dos cosas a?solutamente independientes, o ligadas de una fo~ma mas o menos crrcunstancial y aleatoria. Yo creo que en cualqm~; caso, p.ero sobre todo en América Latina, significaría una separacwn demasmdo aguda, una doble reducción.

Por una parte, estamos reduciendo la historia a la serie política,

pERSPECTIVA COMP ARATIST A 51

'm1· ca social etc. y por otra estamos reduciendo la literatura a econo , ' ', . . · b. · especie de expresion puramente subJet1va o mtersu Jetlva, que

una , . y h b · f ncionaría en un plano mas o menos Ideal. o creo que a na que hu cer un esfuerzo por no confundir los términos, evidentemente, pero t:mbién, por encontrar alguna _forma de.mutua r~lación más e~trecha. Debo poner el ejemplo que senalo en m1 ponencm: ¿hasta que p_unto 1 proceso de formación de la nacionalidad argentina es independiente ~e la obra de ese momento?, ¿hasta qué punto los textos de ~armien· to, de Alberdi y de Echeverría no son el proceso de formacwn de la nacionalidad argentina? .

Por otTa parte, me preocupa la insistencia del prof~sor Mereg~h en aquello de que el lenguaje, la lengua, el idioma es el caracter esenctal, definitivo y fundamental que nos permite. d.esli?dar el ca!llpo. Sobre todo porque si esto se asocia al hecho de pnv~eg~ar el espanol Y el por­tugués, yo tendría la impresión que estamos hqmdandC: el proyecto._

En ese caso deberíamos estudiar la literatura espanola, de Espana, dentro de este Proyecto, como literatura española de Hispa.J!oaméric~. Si el idioma es lo más importante, entonces ¿para qué estudiamos la li­teratura hispanoamericana? Si el idioma es lo más importante, entonces ¿para qué distinguimos la literatura portuguesa de la brasile~a? Y o creo que hay que darle un peso grande a la lengua, pero que de mnguna m a· nera es un criterio determinante. Con respecto a esto, otra preocup~­ción: yo me doy cuenta, que en términos prácticos, el proyec~o podna paralizarse si es que incluimos a las litera!u~as en lengua.s .nahv~s, por· que eso nos crearía un problema metodolog1camente cas11mpoSl?le de resolver. En términos prácticos sería extraordinariamente comphcado, sin embargo no creo que pueda hablarse que esas lenguas forman una especie de s~strato y sean ajenas además a la literat_ura latn:oameric~­na. Al pensar, por ejemplo, en cualquiera de los paises andmos: Pe~u, Bolivia o Ecuador, no se puede sostener que la literatura sea la escnta en español. Me parece negar la evidencia de que la población de eso.s países no se reconoce en la literatura, sino fundamentalment.e en la li­teratura oral en quechua o en aimara. Que no podamos estudiarlo, que eso nos cree un problema metodológico terriblemente complicado, no significa que no tengamos una muy clara conciencia de esto. En ese sentido el proyecto tendría que llamarse: "Hacia una historia de la literatura latinoamericana en español y portugués", pero de ninguna manera es la literatura latinoamericana completa.

Mario Valdés: Bueno, primero, en ningún momento quise designar a un cuerpo l~a­mado literatura de textos privilegiados, como un canon que se mantle· ne sino que me refería dentro de los libros establecidos, también a la fil~sofía y aun al derecho. Creo que es el objeto cultural lo que impor­ta, y algo que no es literatura hoy en día, p~e~e se~ literatura p~a otra generación y viceversa. Pero tenemos que d1stmgmr entre el fenomeno como un hecho histórico y el procedimiento metodológico que vamos

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a seguir nosotros. Sería absurdo excluir el ensayo, la prédica, la histo~ ria, el ensayo filosófico, el de derecho, etc. Ahora la base de selección de los textos tiene que ser su valor como el objeto cultural y no la per~ tenencia a una categoría preestablecida o canon.

En el segundo punto hay quizás un malentendido. Yo no me refie~ ro a la lengua como un sistema de comunicación desprovisto de la co. m unidad, por el contrario, a esa lengua como la expresión de un pue. blo, como la manifestación cultural de una colectividad de gente, del pasado y del presente.

Ahora, en cuanto al tercer punto. Yo no voy a tomar ninguna pose hipócrita: yo no conozco nada, no podría empezar a leer un poema aimara. Pero no se trata de que nosotros podamos elaborar un estudio de las lenguas nativas de América, sino que se tienen que reconocer a]_

delimitar el terreno, no como un estorbo, sino como una parte del sus­trato cultural que es importantísimo.

Ana Pizarra: A mí me parece que es importante en este punto de la discusión, con­siderar los procesos transculturales. Porque pareciera que estamos ha­ciendo una separación muy tajante entre lo que son las literaturas en lenguas metropolitanas y las literaturas en lenguas nativas. Justamente, me parece que el carácter de una literatura latinoamericana, y el mis­mo interés comparativo de ella, es ver cómo las estructuras del lengua- , je y las estructuras míticas de esas literaturas y de esas lenguas nativas vienen a distorsionar las estructuras del lenguaje de las lenguas metro­politanas, llegando a caracterizar un discurso específico. El problema sería -en la medida en que no somos capaces y no tenemos los medios de hacer un estudio de las literaturas en lenguas nativas- establecer la delimitación. Es decir, tomamos en cuenta los procesos transculturales y llegamos allí hasta donde podemos, y luego mostramos nuestra inca­pacidad de ir hacia lo demás, que también forma parte, y tal vez ma­yoritariamente, de la literatura latinoamericana.

lean Franco: Creo que valdría la pena que discutiéramos un poco la necesidad de defi­nir en forma muy diferente la trasmisión oral y la escritura. La cultura de trasmisión oral bnplica también a la cultura de trasmisión hispánica. Tenemos que estudiar esa zona muy particular de creatividad porque en ella se destacan otras normas de creación, como la presencia de un auditorio, la necesidad de una comunidad, por ejemplo, y creo que te­nemos que hacer notar la diferencia.

Además, las formas de transmisión entre lo oral y la literatura, por ejemplo, los estudios de literatura de cordel en el Brasil, son muy im­portantes y hay que notar una cosa, para mí muy significativa, es que son los antropólogos, muchos norteamericanos, los que ya están trans­cribiendo esa cultura oral para nosotros.

LA PERSPECTIVA COMPARATISTA

Franco Meregalli

Los organizadores de la Reunión que tiene la tarea de discutir los criterios metodológicos y los procedimientos operativos que deben dirigir la realiza­ción de la Historia comparada de la literatura latinoamericana han conside­rado_ oportuno abrir los trabajos con relaciones sobre la "delimitación del campo". El primer problema que se nos presenta es: ¿Qué entendemos por América Latina? Quebec es un territorio sin duda americano, y en él se habla una lengua que es tan "latina" corno el español o el porgugués. Ha­blando de América Latina ¿se incluye o no se incluye Quebec? Yo creo que en general no pensamos en él, cuando hablamos de América Latina, aunque si pensamos en Haití, en la Martinica y en la Guadalupe. Hay por lo tanto un conflicto entre el criterio lingüístico y el geográfico. Desde un punto de vista metodológico, debería prevalecer un criterio lingüístico, por­que la relación entre la lengua y la literatura es intrínseca, mientras no lo es la relación entre la colocación geográfica y la literatura. Es indudable que la literatura que se hace en Nueva Zelanda tiene mucho más que ver con la ínglesa que con las literaturas asiáticas, que sin embargo se desarrollan mu­cho más cerca de Nueva Zelanda. Pero desde un punto de vista histórico la colocación geográfica es esencial. Ahora que, si damos la prioridad al fac­tor geográfico, se nos pone otro problema: ¿podemos incluir en el área de nuestra historia la literatura hecha en inglés~ en Jamaica y Trinidad o en el papiamento de Curayao? ¿Es el Caribe una realidad que hay que privilegiar en nuestro proyecto incluso forzando el término "latino-americano" para íncluir zonas de lengua no "latina"? Personalmente prefiero la expresión "iberoamericana" a la "latin0americana": se trata de una expresión más rigurosa, que dejaría fuera del objeto directo de la empresa las literaturas francófonas de América, y naturalmente las anglófonas, que sin embargo habría que tener en cuenta en la "perspectiva comparatista".

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A propósito de esta preferencia mía por el término iberoamericano quiero hacer algunas observaciones. Da la casualidad, que no es del todo una casualidad, que yo soy italiano; se sabe qué importancia tiene la pobla. ción de origen italiano en algunas zonas de Ibero -o, si queremos, Latino­américa. Como italiano, tendría que preferir la expresión "latinoamerica­na", que parece aludir también a dicho elemento italiano. Por otro lado, en los siglos XIX y XX la presencia de la cultura fraricesa en América Latina ha sido un factor, acaso el mayor, de unificación o al menos de atenuación de las diferencias culturales entre los pueblos iberoamericanos; por esto también se podría justificar de alguna manera, históricamente, el término "latinoamericano". Sin embargo, "América Latina" es un término que me parece más utilizado fuera que dentro del territorio interesado o de todas formas implica una óptica exterior. La discusión sobre el término puede parecer un poco ociosa; pero creo que la claridad en este caso, alcanzada después de una adecuada discusión, puede ayudar a aclararnos las ideas también a propósito de la articulación de la obra de que nos ocupamos.

Otra serie de consideraciones preliminares que quiero hacer antes de llegar explícitamente a lo comparatista (pero ya hemos visto que analizan­do conceptos generales se ilumina también el aspecto comparatista) se re­fiere a los términos "historia" y "literatura". ¿Qué es literatura? Me he ocupado específicamente de este problema y tengo ideas personales al pro­pósito, que obviamente no puedo expresar de una manera adecuada en esta sede. De todas formas, tliré que considero necesario dar una significación muy amplia a este término: "literatura", la entiendo no sólo pensando en los géneros de escritura más cargados de elementos estéticos: narrativa de invención y lírica, sino incluyendo la prosa de reflexión, la narrativa no de invención; el t~atro, la producción historiográfica, por ejemplo, debe considerarse producción literaria, y no sólo por lo que puede tener de valor estético (no existe una escritura que no tenga, mucho o poco, elemento "estético"), sino en sí. La herencia simbolista y la idea decimonónica del "arte por el arte" nos han llevado a privilegiar el elemento estético en la li­teratura: la verdad de esta afirmación puede constar, por ejemplo, al estudiar los criterios con que se han atribuido los premios Nobel por la literatura en eStas últimas décadas, comparados con los criterios que prevalecían a co­mienzos del siglo. Pero esta tendencia lleva a un aislamiento esterilizante del mismo "elemento estético". Viene luego lo de "historia". Hace sólo unos quince años, hacía falta valor para hablar de historia a propósito de la literatura. Durante el dominio del estructuralismo ahistórico, cierto terro­rismo pretendía que la historia Hteraria había acabado, que la única mane­ra legítima de estudiar la literatura era ocuparse del texto, y del texto en su superficie significante; parecía entonces que cualquier referencia a algo que fuera exterior al texto fuera una impuridad rechazable, y no sólo recha­zada por personas al tanto de las cosas. Fue poco más o menos en aquella

LA PERSPECTIVA COMP ARATIST A 55

época que nuestra Asociación Internacional de Literatura Comparada pla­neó su ambicioso proyecto de una Histoire des littératures en langues européennes. Ahora resulta que se ha redescubierto al autor por un lado y al receptor por el otro, y con ellos se ha redescubierto la historia, pero tam­bién como relación entre texto y referente extralingüístico. A una semiolo­gía literaria que se limitaba a estudiar el signo literario en sus dos polos de significante y significado, es decir, estrictamente como hecho lingüístico, se ha sustituido una semiótica pragmática, que no ignora la relación entre emisor, texto y receptor, y por lo tanto el contexto literario y la circuns­tancia extraliteraria. Cualquier texto tiene, además que una autorreferencia­lidad, una heterorreferencialidad, más todavía es heterorreferencialla co­municación literaria en que el texto se coloca. La literatura es un momento de la vida.

Todo esto nos dice que metodológicamente se justifica plenamente una historia literaria, y se justifica no sólo como historia de las formas sino co­mo historia del hecho literario dentro de la vida. Dentro de la vida social, dentro de la vida psicológica individual, dentro de la reflexión en todos sus aspectos, desde el estudio de lo económico a la filosofía y la mística. Ya estas afirmaciones implican una determinada manera de concebir la articulación de una historia literaria.

¿Cómo debemos articular nuestra historia de la literatura latinoameri­cana o iberoamericana, o como queramos llamarla? Podríamos pensar en una articulación que fundamentalmente privilegie los géneros literarios. Sería una articulación que se acerca a una concepción formalista de la his­toria literaria, concepción que tiene su parte de legitimidad y aun de nece­sidad. Pero pienso también que las formas literarias introducidas en un contexto diferente adquieren un significado diferente, sirven a propósitos diferentes. El romanticismo por ejemplo, ha preferido determinadas for­mas literarias a otras; formas literarias precedentes a la difusión del roman­ticismo pervivieron durante el predominio de éste, que en ninguna parte fue absoluto. En general, puede afirmarse que movimientos histórico-culturales no han destruido nunca completamente el pasado, que a veces pareció re­surgir después de ellos. En otras palabras, un movimiento es una cosa y un periodo es otra. En un periodo cronológico viven muchos movimientos en distintas fases de su desarrollo. El romanticismo convive con el neoclasicis­mo, y no sólo en el sentido de que éste sobrevive como forma rezagada durante el dominio del romanticismo. El neoclasicismo, por ejemplo, do­mina en arquitectura y escultura en las mismas décadas en que el teatro o la narrativa de invención domina lo que llamamos romanticismo. Por otro lado, los movimientos literarios no suelen ser sólo literarios. Cabe incluso decir que los ismos cambian la literatura como forma porque introducen en ella tendencias, gustos, valoraciones, temas diferentes: si la literatura puede cambiar un poco la vida, más la vida cambia la literatura.

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De estas premisas parece bastante lógico deducir que, sin negar las di­námicas inmanentes en las formas literarias, hay que destacar en la misma historia literaria el referente extraliterario, digamos la realidad histórica vi­tal. Hay que hacerlo en distintos sentidos: en un sentido diacrónico y en un sentido sincrónico-espacial. La periodización de la historia literaria debe hacerse, según yo, si es necesario, en función de hechos no literarios: de hechos, obviamente, que tengan un alcance tan enOrme que lleguen a cam­biar la vida literaria, que es una de las muchas facetas de la vida en genetal. La verdad es que hechos tan macroscópicos suceden raramente, y menos suceden con relación a un dominio espacial tan inmenso como es el territo­rio en que se desarrollan las literaturas latinoamericanas, o el poco menos inmenso en que se desarrollan las literaturas iberoamericanas.

Cuando hablamos de "literatura latinoamericana" habíamos por defi­nición de un conjunto de literaturas que se expresan en un idioma románi­co. Hay, por lo tanto, un hecho macroscópico en los orígenes de la "litera­tura latinoamericana": la introducción de las lenguas románicas en América, que empieza a comienzos del siglo XVI y no ha acabado todavía. El otro fenómeno macroscópico, que cambió la vida latinoamericana, es la inde­pendencia. En realidad se trata de un fenómeno que se manifiesta de ma­nera profundamente diferente en las dos partes de Iberoamérica. Dos son los acontecimientos que causan u ocasionan dicha independencia: el ejem­plo de Estados Unidos y la revolución francesa con sus consecuencias psi­cológicas y la ocupación napoleónica de la península ibérica. Ambos ele­mentos fueron determinantes lo mismo en Hispanoamérica que en Brasil, aunque las relaciones entrfl: los territorios americanos y la llamada madre patria se desarrollaron en _ellos de una manera muy diferente. Podemos de­cir que la historia latip_oamericana cambia sustanciahnente en 1821. Cam­biando radicahnente la situación general, debió cambiar sustancialmente también la literatura. Por ejemplo, se puede decir que la narrativa de inven­ción empieza en Hispanoamérica inmediatamente después de la independen­cia y en relación con ella. Por esto, creo que una historia de la literatura latinoamericana o iberoamericana hay que dividirla en dos grandes épocas, con un criterio extraliterario: antes y después de la independencia.

Dentro de estas dos grandes épocas debemos necesariamente realizar otros cortes cronológicos. No es que queramos, es que no nos queda más remedio que hacerlo. Pero aquí se complican las cosas. No hay aconteci­mientos extraliterarios de carácter tan enorme que nos permitan establecer un corte en el continuum histórico-literario en función de ellos. Hay movi­mientos literarios, o en general culturales, que vienen desde fuera y coloran de una manera groseramente sincrónica, muchos o todos los ambientes litera­rios iberoamericanos. No podemos sino acudir a ellos para individuar perio­dos o subperiodos. No se trata, por parte nuestra, de una postura ideológica en favor de lo específico literario; no se trata, para entenderse, de una afir-

ti,,.Al'~R.SPECTIVA COMP ARATIST A 57

ción parecida a la de la Introdurao a Literatura no Brasil de Afránio ~utinho, que se inspira en los escritos por el autor mismo definidos "in­

l~~;~;:~:~:,:e definitivos" de René Wellek. Podrá parecer incongruente que -% en un caso la necesidad de escoger para la periodización un

extraliterario, en otros la de privilegiar hechos literarios. Una obje­'Ófl parecida procede de una mentalidad logicista o racionalista, que supo­

ele que para un tipo de decisiones hay un tipo de soluciones al que hay que 11

fiel. Creo al contrario que la verdadera coherencia está en la 'la<lll!""" incoherencia. El dentista tiene muchas tenazas; sería curioso que,

de esto, y por coherencia se empeñase siempre en utilizar la misma telíaza en distintas circunstancias.

El hecho es que para la época independiente de América Latina no po­demos sino escoger criterios de periodización fundados en ismos culturales

flt:ult<Jiales, no siempre específicamente literarios). Estos ismos son, por lo durante el siglo pasado, de procedencia evidentemente europea, hay un proceso de adaptación a las circunstancias locales; pero

ore<lonnirtanteJnente son de origen francés, o llegan filtrados por la cultura el mismo romanticismo, que históricamente es una reacción al pre-

1 dtJminio del cosmopolitismo racionalista y clasicista francés, llega a Ibero­américa, directamente o por mediación de las culturas peninsulares, predo­minantemente de Francia, aunque no de origen francés.

De alguna manera, el romanticismo no ha acabado todavía. Pervive en e! realismo, resurge en el simbolismo y en el decadentismo. El naturalismo en cierto sentido continúa el popularismo romántico, aunque es todo lo contrario que una inclinación a una temática "romántica" en el sentido divulgado, y diría vulgar, del término. El decadentismo elitista reacciona al

, naturalismo y continúa cierto tipo de romanticismo. Todas estas reaccio­nes e imbricaciones crean un paisaje cultural y específicamente literario que dificulta muchísimo la necesaria periodización. La conclusión es: no tengo una propuesta clara de periodización de la literatura latinoamericana después de la independencia.

Me he acercado a la perspectiva comparatista, a la cual sin embargo no , he dejado de referirme, al decir que los ismos presentes en Latinoamérica,

por lo menos en el siglo XIX, son de procedencia europea, predominante­mente francesa. A este propósito tengo que aclarar cuál es mi concepto de comparatismo literario.

Las relaciones entre la lengua y la literatura son intrínsecas, puesto que la literatura se escribe, en general, en una determinada lengua. Las rela­ciones entre la literatura y una nación, al contrario, son extrínsecas. A veces sucede que uno no escribe en la lengua de su nación: lo que escribe perte­nece a la literatura de la lengua en que lo escribe, no a la literatura de su nación (Joseph Conrad no era inglés, pero sus "Obras pertenecen a la literatu­ra inglesa). Además, ¿qué significa "nación"? ¿Es nación cualquier forma-

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ción estatal? ¿Es nación Suiza que se expresa en diferentes lenguas? .¡, s añal" y lo "portugué_s" fo~rnan un s~bgrupo dent_ro de las len?uas y duda cabe de que Rousseau pertenece a la literatura francesa, no a la e P románicas. La m1sma unportanc1a que se atnbuye a la diferen-tura suiza". Uruguay ¿es nación o provincia? Nadie piensa que Rio demuestra la esencialidad de la relación. do Sul es una nación. Uruguay ¿es una nación sólo porque forma Análogamente, Brasil se define co~o n? ~spanoaiJ_I~ricano. ~n efecto, dad estatal? ¿O es una parte de la nación rioplatense? De todas diferencias macroscópicas en un mvel histonco-po~~-~Ico: Brasil no ~uva lo que se escribe en español forma evidentemente una unidad a rra de independencia; el libertador fue paradoJicamente el mismo expresión, indudablemente, de distintas naciones Pues bien' las gue . durante casi todo el siglo XIX constituyó un imperio, cosa que entre literaturas de distintas naciones que se exp~esan en la' misma 'historia brasileña algo esenciahnente distinto de la historia de las no interesan directamente lo que se suele llamar "literatura ,.pítOll""' hispanoamericanas. . La literatura comparada se ocupa de relaciones entre literaturas Por lo que se refiere a la historia lit_eraria, _no me _atrevo a expresar opl-lenguas diferentes. La relación entre la literatura portuguesa y la , s específicas. Sin duda hay conspicuas diferencms; pero creo que hay brasileña no es objeto del estudio comparatista (como lo entiendo OJG~\n analogías debidas lo mismo a la análoga colocación frente a las li-berando un empleo lingüístico de la expresión "literatura rarnt~ras europeas, especiahnente la francesa, como a las analogías de cons-una manera obviamente convencional, enseña Ferdinand de Saussure teta "n etnológica de los pueblos El descubrimiento de un sustrato de ddl , tRUClD . · d ¡

es e u ego no arbitraria y caprichosa, puesto que éste es el sentido cimiento "mágico", de origen indio o negro, por eJemplo, pue e re su -da e l l · · "li cono ¡ 1 .. d ·r· d ¡· ¡· n genera a a expres10n teratura comparada"). Por lo tanto n elemento común, otro, a exp os1on emogra 1ca e mega opo IS en cesario estudiar en la Historia comparada de la literatura · ' :~timas décadas (un fenómeno que es mucho más reciente_~ mucho_ más la relación.de continuidad y contigüidad entre la literatura acentuado que el análogo fenómeno en Europa), qu

1e se ~enücadlo1 m1

1sm_o literatura hispanoamericana, pero este estudio no constituye un Brasil que en Hispanoamérica, y causa un desp azam1ento e m eres comparatista de dicha obra. :cia las masas urbanas que puede reflejarse en la literatura.

Diferente es la cosa tratándose de las literaturas hi:;pamc>anae1"icitna¡¡jj De todas formas, me parece absolutamente claro que la costumbre _de la literatura brasileña. En general, se piensa en ésta como algo locar sin más a Brasil entre las repúblicas "latinoamericanas", ~ lo meJor a la literatura argentina o a la peruana. Pero no es así: la :roo elemento en una enumeración alfabética ("Boliv~a, Brasll,, ~o 1om-evidente es entre la literatura brasileña por un lado y la tJ-ia, .. ") es de rechazar. Brasil se puede comparar con H1spanoame_nca, no (o hispanoamericanas) por el otro, puesto que entre la literatura con cada una de las repúblicas hispanoamericanas, aunque se ex~lica muy Y la mexicana, geográficamente muy alejadas, existe un vínculo bien, desde un punto de vista geográfico como desde un punto ~e vista et~o· que no existe entre la literatura brasileña y la argentina lógico e histórico (de historia "evénementielle": que ~ien~ su ~porta~c~a, más cercanas: el vínculo de la lengua. La relación entre la' literatura aunque no la tiene tan exclusiva como pretend1a la h1s~onografla tra~IClo-ña Y la hispanoamericana (o hispanoamericanas) es intrínsecamente nal). que las Indias portuguesas hayan conservado ~u umdad, y las es~anolas de la llamada "literatura comparada", puesto que se trata de · la hayan perdido a pesar de los esfuerzos de su libertador. Las Indias por-se expresa en lenguas diferentes. Y diría que estas relaciones son el tuguesas eran algo mucho más compacto. Los portugueses no e~contraron más caracterizador de nuestra empresa. Nuestra empresa se justifica en los territorios que conquistaron formaciones estatales o nacionales de-todo en función de la presunción que estas relaciones sean tan estrechas sarro liadas que individualizasen partes de dichos territorios, como les suce­reúnan ambos elementos de una superior unidad, que existe aunque no dió a los españoles. La fragmentación hispanoamericana no sólo se explica, cluye unidades subordinadas: la literatura latino o iberoamericana .. Es sino que se justifica, dentro de ciertos límites. A propósito de esta fragmen-tificada esta presunción? Éste, repito, es el terna central de nuestro

0 tación, se impone aquí uno de los problemas más importantes de _nuestro

. Las relaciones entre la literatura brasileña y la hispanoamericana proyecto, también por lo que se refiere a la perspectiva com~~r~!Ista. Me Jan e~ buena medida, aunque de manera desigual en las distintas épocas, parece necesario articular en grandes regiones, superando la d1V1~1on actual relac10nes entre las dos naciones europeas que han dado la lengua a en estados (que puede ser, sin embargo, tenida en cuenta en un mvel subor· una de ellas, Y cuyas literaturas son el antecedente necesario de cada dinado ), Hispanoamérica y su literatura, teniendo en cuenta por un lado, de ellas. Se ha dicho que lo característico del portugués es no · hechos geográficos, étnicos, sociales, por el otro, hechos lingüísticos que en apéndice de España, que Portugal se define en cuanto se diferencia de realidad están estrechamente relacionados con ellos. paña. Sin embargo, es evidente que lo mismo lingüística que Los españoles dividieron originariamente las Indias en dos virreinatos,.

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la Nueva España y Perú. Se trata de una división que ponía de inmigración, tienen un tipo de autoidentificación en que el elemen-importancia que ellos daban a precedentes formaciones políticas, Jos es más presente que en Chile y Venezuela, donde la inmigración rios de los aztecas y de los incas: los españoles colocaron sus más importante. Todo esto crea dificultades en la individualización territorios ya políticamente organizados, confirmando la de naciones o estados dentro de la unidad hispanoamericana. Por chos territorios: México y Perú tienen en estos hechos una doble · aspectos los estados que están en, o se asoman al Caribe tienen ca-cación como naciones. No sucede lo mismo en otros casos. -Se sabe en común, por ejemplo, la necesidad más urgente de reaccionar a la primera mitad del siglo XVIII los Barbones crearon un nuevo t.l,¡e:;encw norteamericana que se nota incluso en la vida cotidiana; pero el de la Nueva Granada; y que en 1776 instituyeron un cuarto, el de] ,¡;laJil<nou evidente que el petróleo ha alejado la sociedad venezolana de la de la Plata. Las dos capitales de dichos virreinatos constituyen ahora a pesar de que la contigüidad demográfica, y no sólo geográfi~ centros de dos naciones, Colombia y Argentina, que sin embargo, a estas dos repúblicas. En resumidas cuentas, la necesidad de una '"'· ·~,.--prenden sólo una parte de los dos virreinatos borbónicos. De todas de Hispanoamérica en regiones más grandes, con agrupaciones de Buenos Aires y Bogotá no representan centros políticos importantes contrasta con la dificultad de realizar dicha división. La distin~ riores a los españoles, de manera que en este aspecto Colombia y más clara se puede hacer entre el Río de la Plata, nación casi exclusi~ son menos "naciones" que México y Perú. Lo son, sin embargo, blanca, y el resto, la Hispanoamérica mestiza; sin embargo, el ele~ otras regiones, que son el fruto de un proceso de fragmentación de mestizo, objetiva y subjetivamente, es decir, en la conciencia nacio~ dades administrativas españolas, que se verificó durante e tiene una importancia diferente en las distintas zonas y en las distintas después de la independencia, y que ha quedado irreversible hasta . Volviendo ahora a la perspectiva comparatista de nuestro proyecto, Bolivia dejó de ser el Alto Perú; la Gran Colombia se dividió en tres ,;~~~~;::~~~:~~.qué alcance tiene este elemento mestizo en la literatura Paraguay y UrUguay se separaron de Buenos Aires. El caso extremo h; Tendrá evidentemente, un alcance inferior donde el proceso de fragmentación lo encontramos en América Central, .elruner1to mestizo es menos presente, como en la Argentina actual, y mayor antigua capitanía general de Guatemala, a pesar de sus modestas el alcance mestizo de la población es testimonio de un pasado de nes, se fragmentó en nada menos que cinco estados, expuestos por su cMlizacié'n autónoma frente a la de origen español: en México, en Perú, en pequeñez a interferencias determinantes de potencias,_ e incluso de en Guatemala, en Paraguay, y en medida menor en otros estados. zaciones privadas, extranjeras. Es evidente que estas nuevas una tradición de cultura india que influye en la producción literaria. estatales corresponden menos al concepto de "nación" que de las Jl'odennos decir que existe una presencia literaria de las civilizaciones indias m os hablado antes. Sin embargo, no hay que dar una importancia literatura (o las literaturas) hispanoamericanas? Ninguna de las grandes nante a las divisiones administrativas españolas. Es, por ejemn~p,~lo~;'~s~~~~:l:::~~c~~~e: precolombinas, ni siquiera la maya, tenía "letras", en el sen-la razón de la existencia de un estado llamado Paraguay, que e que no tenía alfabeto; tampoco tenía ideogramas con un claro valor una población acentuadamente mestiza, que todavía hoy habla y utilizados para una producción literaria. En este sentido no indígena y continúa las fundaciones jesuitas de la época española. hablar de comparatismo, a propósito de la sin embargo indispen~ do entre Argentina y Brasil, Uruguay se hizo autónomo. ínvestigación sobre las relaciones entre la literatura hispanoamericana

La historia posterior a la independencia, como es natural, ha · herencia indígena. Se trata más bien de una presencia del folklore, de cido nuevos elementos de identificación nacional en las nuevas oral y en general de tradiciones indias, una presencia que a veces es estatales, que llegan a veces a individualizar de una manera localizar en el tiempo y no se puede considerar automáticamente regiones diferentes en América Latina. El mayor de estos a la época española. La misma manera de conocer del indio, el inmigración europea. Esta inmigración cambió tan profundamente "mágico", se ha introducido en la literat~ra hispanoamericana de determinados territorios que podemos distinguir dentro de estímulo de reflexiones europeas, como puede demostrar, por ejemplo, rica dos grupos esenciales: Argentina y Uruguay, blancos; y personal de Miguel Ángel Asturias, el "gran lengua" de los mayas. que tiene un porcentaje importante de población mestiza. formas, esta presencia mestiza acerca la Hispanoamérica mestiza a este hecho étnico se refleja de maneras diferentes en la conciencia parte del Brasil, más que al Río de la Plata. Ahora, sin embargo, la tintos países, en función de la importancia de la tradición indígena de megalópolis tiende a reducir la importancia de este elemento, da con la importancia de la inmigración europea. Es evidente que a transformar los conflictos raciales en conflictos sociales. Perú, pero también Paraguay, Ecuador, Bolivia, Colombia, que han Hasta ahora hemos hablado de lo inmanente en la realidad de la Amé-

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rica al sur del Río Bravo. Hay también en ella elementos que son aquí una observación sobre un tema que ya se discutió a propósito de específico de la investigación comparatista, como hemos visto, y proyecto. No cabe duda de que la literatura se hace también por ciales. Ahora nos queda por hablar de las relaciones literarias del personalidades, y que estas grandes personalidades deben ser estu~ iberoamericano con literaturas externas al mismo. También en este no sólo como autores de determinadas obras, sino en su unidad;creo podernos individualizar una oposición binaria esencial: por un lado hay que reaccionar a una concepción del texto como algo independien-laciones con literaturas que se expresan en las mismas lenguas del autor. El conocido manual de Wellek considera "exterior" una críti-Latinoamérica, por el otro hay todas las demás relaciones. Es que se ocupe del autor más que de los textos. Yo creo al contrario que, se trata de dos grupos profundamente diferenciados. Las puede haber un interés por el autor, de carácter biográfico en el entre las literaturas hispanoamericanas y la española constituyen puramente documental extratextual, puede haber también una to unificador y son esenciales. En sí no son objeto de examen biowafía que coloque la obra como manifestación de la vida del autor en pero lo son indirectamente, en cuanto España ejerció y sigue det:errnirtado momento y sea decisiva para la comprensión de la misma. una función mediadora entre la cultura europea e Hispanoamérica Sín embargo, nuestro proyecto debe considerar más los fenómenos colecti-del Index translationum de la UNESCO que en 1976 se publicaron 4 vos que los textos y los autores en sí; debe hablar de textos y autores sólo ducciones de idiomas extranjeros en España, contra 395 en la en función de dichos fenómenos. Análogamente, pienso que lo local debe apenas 19 en Venezuela. Distinta es la relación entre Portugal y }e! Objeto de la Historia comparada sólo en función de la visión de conjun-tiene una función de trámite entre las culturas aloglotasy Portugal). ¡0, Será necesario, como hemos dicho, individualizar regiones dentro del laciones culturales con el mundo exterior al dominio de las lenguas mundo hispanoamericano, más allá de la contraposición binaria propuesta y portuguesa, el objeto más obvio de la dimensión comparatista de de Hispanoamérica mestiza e Hispanoamérica blanca, pero el objeto especí-proyecto, en el conjunto constituyen un elemento unificador de fico de la empresa no debe ser lo distintivo regional, sino lo que por encima Latina, aunque de forma y en medida diferente. Diría que el element éste puede significar carácter general. A este propósito, hay que hacer unificador lo constituye la presencia francesa y también la imagen observación importante: las relaciones con literaturas exteriores, he-Arnérica Latina tiene Francia. dicho, pueden considerarse, en general, un elemento de unificación:

No creo que exista ni una tentativa sumaria de una visión citado el caso de las relaciones con la literatura francesa; pero pue-de dichas relaciones, de su importancia cuantitativa y su revelarse con caracteres específicos en determinadas regiones, y contri-naL El citado libro de Afránio Coutinho tiene una breve sección a identificar dichas regiones. Por ejemplo, se puede deducir de la Storia las "Influencias estrangeiras" en la literatura brasileña tratándose de Relazioni letterarie tra 11talia e l'America di lingua spagnola de Giu-vestigador tan autorizado, podernos dar por cierto que dichas páginas retj(¡eJ'P' Bellini, que es, que yo sepa, ejemplo único de una visión de conjunto jan el estado de la investigación en 1959, y concluir que en realidad relaciones literarias entre Hispanoamérica y una literatura europea, poco se sabía en 1959 al propósito. Queda evidentemente casi todo lo que era fácil conjeturar: que, después de la independencia, y en conco-cer. Se pueden hacer investigaciones bibliográficas que lleguen a ' con el desarrollo de la emigración italiana al Río de la Plata, la nes incluso de carácter estadístico. Se sabe que la literatura es de la literatura italiana tiene una importancia particular en esta que cantidad, pero la literatura es un fenómeno social, y sus aspectos y la caracteriza frente a otras. Es también de suponer, y lo hace su-titativos tienen su importancia. Yo creo que nuestra Literatura la obra de Fernando Alegría sobre Whitman en Hispanoamérica, que de América Latina debe tomar en cuenta todo el acontecer presencia de la literatura angloamericana es particularmente importante sólo algunas expresiones minoritarias consideradas elitistamente la zona del Caribe y contribuye a caracterizarla. dignas de atención. Debe haber una dialéctica a este propósito: el De todas formas, a propósito de las relaciones entre _la literatura ibero-no minoritario considerado valioso debe colocarse en relación histórica y las no ibéricas (así como, por lo demás, a propósito de las rela~ la literatura mayoritaria, que fue mayoritaria porque evidentemente con las literaturas ibéricas peninsulares), observamos que, si la presen-pondía a exigencias profundas. Sucede además que productos · de las literaturas de la América Ibérica fuera de ella no es objeto directo vulgares por la cultura de una época llegan a ser consagrados más la Historia, sin embargo hay que tenerla en cuenta, puesto que la ima-la misma cultura oficial como patrimonio de todo un pueblo: se que el resto del mundo pudo tener de América se reflejó en la que nuestra mente el caso de Martín Fierro, que nadie ahora se atrevería a tuvn de sí misma: nosotros reflejamos, en la imagen que tenemos de siderar con suficiencia, como se hizo cuando salió. Creo oportuno · mismos, también nuestra conciencia de la imagen que los otros

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tienen de nosotros. En este aspecto, la historia de los exiliados en aloglotas es un momento muy importante y particularmente la investigación comparatista. Piénsese, por ejemplo, en la presencia drés Bello en Londres o, antes, en la presencia de los jesuitas de las Indias en la Italia de fines del siglo XVIII.

Muchas más observaciones podría hacer a propósito de temas indirectamente relacionados con dimensión comparatista de la pero debido a las limitaciones de espacio y tiempo, prefiero memoria hablando de la concreta forma de inserción de esta dunensil la arquitectura de la otra. Alguien recordará que en Nueva York el proyecto de un tomo sobre Les réceptions littéraires en Amerique esquisse historique. Pensaba entonces en un libro aparte; pero la comparatista se puede insertar en una distinta arquitectura, que obra como dividida según una periodización y no según géneros o de manera que conserve, sin embargo, cierta autonomía. Preveía en proyecto dos primeros capítulos, sobre la herencia indígena y sobre rencia de las literaturas española en territorio americano de lengua y de la literatura portuguesa en territorio americano -de lengua Creo que tales capítulos tienen una relación tan estrecha con el interior de las literaturas interesadas que sus objetos pueden confluir parte dedicada a las literaturas iberoamericanas vistas, por así decirlo, dentro. La parte más comparatísta, que se refiere a la presencia de ras "extranjeras", es decir expresadas en lengua diferente, creo tratarse en una serie de capítulos identificados cada uno de ellos en de la periodización general de la obra, de manera que esta serie de los tenga un mínimo de continuidad y autonomía. Cada uno de los tulos debería abrirse con una introducción y cerrarse con una conjunto, pero debería también articularse en subcapítulos ucu"'"''" recepción de específicas literaturas: 1) literaturas clásicas y Biblia; 2 ratura francófona; 3) literaturas anglófonas (subcapítulo ur•orw1nan dividido en párrafos dedicados a la literatura inglesa y a lanorte.americ 4) literatura italiana; 5) literaturas germánicas; 6) literatura españo Brasil); 7) literatura portuguesa (en Hispanoamérica); 8) otras (eslavas, etc.). Naturahnente, estas secciones deberían tener una muy diferente según las literaturas y según las épocas.

La manera más segura de caracterizar nuestra empresa como comparada, garantizando cierta autonomía a su perspectiva e~:~~::.:!;, está en confiar a específicos colaboradores las articulaciones carácter comparatista: por un lado, el estudio fundamental en la tura de la obra, de las relaciones entre la literatura brasileña y la americana; por el otro, el estudio de las relaciones de dichas lit•oratunJ: (consideradas esta vez como unidad, aunque corno unidad articulada) las literaturas expresadas en otras lenguas: francesa, inglesa, etc. La

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de los colaboradores es en estos casos particularmente difícil, y es de

le-sumir que más acentuadamente será necesario dirigirse al mundo exterior p .. a Latinoamenca.

J)omingo Miliani: Quisiera primero confesar que leí la ponencia del profesor Franco Me­regalli con mucha atención, con un gran cuidado y preocupación. Mi preocupación estriba en lo siguiente: el profesor Meregalli desde el co­mienzo de la reunión de ayer ha insistido en el concepto inmanentista lingüístico del enfoque de la literatura comparada. Yo quiero llamar la atención sobre la evolución y las transformaciones metodológicas de lo que se ha llamado la "revolución lingüística" en el siglo XX. Si se llega a considerar una concepción lingüística posvossleriana o una con­cepción lingüística como la de Daniel Devoto en Italia, como la de Charles Bally en Francia, que proponían explicar todo el proceso de la cultura a través de la lengua, es una manera de desvirtuar anacrónica­mente lo que está ocurriendo en el campo de la lingüística contempo­ránea. Desde 1949 se produce una transformación radical: de un lado el transformacionalismo chomskiano y de otro lado las tendencias bloonfeldianas de un conductismo lingüístico. Pero estoy seguro que el profesor Meregalli, como especialista en lingüística conoce todo lo que ha sido la sociología del lenguaje y de la socio lingüística contem­poránea. Ya ni siquiera la lengua se puede estudiar fuera de una rela­ción con el contexto social, con los códigos socialmente compartidos dentro de una cultura. La lengua ya no es sino un código y no el deter­minante de una cultura ni siquiera de una historia. Entonces, me ma­nifiesto en primer lugar -con todo respeto- en un desacuerdo radical de posiciones, en lo de comprender la literatura como un fenómeno lingüístico inmanente en que se llegue a plantear que un método com­paratista de la literatura lleve a una reflexión inmanente dentro del campo de la lingüística, porque no hay pertinencia de la reflexión ex­tralingüística. Me parece una contradicción cuando él propone, por ejemplo, hacer un estudio comparativo de la literatura italiana y la argentina, que responden lingüísticamente a dos códigos opuestos. El hecho de establecer una dicotomia casi maniquea entre literatura his­panoamericana mestiza y no mestiza me parece que es un desconoci­miento drástico de la cultura latinoamericana, de las etnoculturas, y desconocer un principio de la sociología del lenguaje contemporáneo, que es lo que se llama las comunidades diglósicas. No se podría enten­der la literatura chicana, por ejemplo, porque ¿a qué código va a res­ponder?, ¿al inglés o al español? Una novela como Clayville y sus alre­dedores de Orlando Hinojosa, mitad de la cual está escrita en un slang inglés y mitad de la cual está escrita en un spanglish ¿a qué código res-

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ponde? El hecho de hablar de una cultura mestiza y de una cultura nt:l mestiza me suena a aquel viejo concepto de Sarmiento de los años ochenta: había que terminar con los valores indígenas, siguiendo Fenimore Cooper para llegar a la razas puras de América Latina. tonces creo que más que un criterio lingüístico hay un criterio racista dentro del concepto del profesor Meregalli y quiero dejarlo como cona. tancia de mi oposición como latinoamericano.

Él habla de que no se opone a la inserción de una literatura de ha. bla oral, pero remite al romancero español. En su ponencia, el profesor Meregalli declara históricamente inexistentes en el campo de la litera. tura a las culturas indígenas, como declarara Guillermo Morón, histó. ricamente extinguidos el millón quinientos mil indígenas venezolanos:~ no existen para la historia de Venezuela. En verdad, la Guardia Nacio­nal va a terminar de resolver el problema de nuestra doble etnia.

Las culturas africanas se ignoran drásticamente. Yo quisiera saber si en la literatura norteamericana, para poder entender a William Faulk. ner se puede ignorar el sustrato etnoafricano. O hablar de una literatu. ra latinoamericana que excluye a una literatura de lengua francesa como la haitiana o al créole haitiano. Pero lo más grave es cuando él dice "¿Existe una tradición de cultura india que- influye en la produc. ción literaria?, ¿podemos decir que existe una presencia literaria de las civilizaciones indias en la literatura (o las literaturas) hispanoamerica. nas? Ninguna de las grandes civilizaciones precolombinas, ni siquiera la maya, tenía 'letras', en el sentido de que no tenía alfabeto". Esto me confirma mi posición de ayer: confundir la literatura con un criterio grafémico, y aquí hay un criterio fonémico.

Yo quiero recordarle al profesor Meregalli que el doctor Yuri No­rossov, de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, desde hace más de treinta años viene haciendo una investigación rigurosa sobre los. jeroglíficos y las estelas mayas. Y precisamente me refiero a una grafé. mica de la lengua maya. De manera que, lingüísticamente, y por vía de la más moderna y actualizada lingüística, hay comprobaciones de que sí existe una escritura de la lengua maya. Entonces, él dice que en ese sentido no podemos hablar de comparatismo, a propósito de la indispensable investigación entre las relaciones de la literatura hispa· noamericana y la herencia indígena. Creo que difícilmente hay un pueblo de América Latina que se pueda considerar racialmente puro. Seria una monstruosidad considerarlo así y, por lo tanto, cultural­mente, y por consiguiente literariamente es así. Una historia de la literatura comparada que parta de estos criterios sería un genocidio cultural para América Latina. Sería una historia comparada de las razas puras en América Latina, no una historia de la literatura. Y con eso voy a concluir.

Franco Meregal/i: Bueno, yo creo que las palabras están hechas para entendernos, pero a veces se prefieren las palabras que no nos permiten entendernos.

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A mí me resulta extraño que se me acuse de racismo: no tengo la menor intención de racismo. Sólo quiero decir que el Cono Sur y sobre todo el Río de la Plata tiene una composición étnica diferente, que el elemento mestizo tiene menos importancia que en otros sitios. En Pa­raguay, por ejemplo, es mucho más importante el elemento mestizo, pero no hay valoración alguna en esto, absolutamente. Usted dice que recientes estudios demuestran que los ideogramas deben tener un sig­nificado lingüístico. Perfectamente, yo no estaba informado y le acep­to esta crítica. Pero yo no quisiera que fuera una reacción un poco nacionalista. Mi idea no er-a absolutamente la de afirmar la superioridad de una raza sobre otra, no sé siquiera si se puede hablar de razas; es sólo un elemento puramente descriptivo.

Antes he dicho que no hay que concebir el elemento comparativo únicamente como recepción de la cultura occidental de parte de Lati­noamérica, Sino también en el otro sentido. Desde luego, la lengua no es todo, la lengua es también cultura. Si hay una reacción tan violenta en cierto sentido es un elemento positivo, porque el sentido de la reu­nión es de una comparación y también de un choque de puntos de vista. Ahora, yo estoy perfectamente dispuesto a cambiar de opiniones por­que no hay opinión definitiva.

Hugo Achugar: Yo soy rioplatense, y en la ponencia se dice que el Uruguay, o sea mi país de origen, no se sabe si es provincia o nación. Yo quería señalar algunas cosas: creo que la distinción no es que sea simplemente moles­ta para la sensibilidad latinoamericana, la distinción es un error porque generaliza la autoconciencia de un sector de la Argentina, precisamen­te la provincia de Buenos Aires, históricamente autoconsciente de ser el poder en toda la zona, y mistifica la realidad argentina~ el norte ar­gentino y el sur argentino son tan distintos como el resto de Latino­américa. Entonces, es la clase oligárquica y la clase de la pequeña bur­guesía que ideologizaron todo el proceso rioplatense ya que se erigen como una autoconciencia pura. Pero eso es falso para el conjunto de la Argentina, es falso para el Uruguay, donde si bien la matanza de 1830 de los indígenas fue un exterminio, en el interior de la República, ha­cia la parte de Río Grande do Su!, la parte de conexión con Corrientes y con la presencia guaraní por el lado del Paraguay, hace que Uruguay -aparte de la cultura africana que también tiene- sea mestizo.

Antonio Cornejo Polar: Yo tengo una pregunta que se refiere al proyecto mismo. Yo no estoy muy informado -y eso quiero dejarlo en claro- sobre las nuevas ten­dencias del comparatismo y reconozco que los planteamientos del pro­fesor Meregalli aluden a una cierta concepción del comparatismo. Pero al mismo tiempo, me da la impresión que, en este caso, si esta concep­ción del comparatismo es la que va a funcionar, en el fondo estaríamos frente a dos proyectos distintos. Porque, en cierto sentido, hasta aquí

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veníamos hablando fundamentalmente de algo que podríamos llamar una historia social de la literatura latinoamericana en la cual hay un conjunto de problemas básicos que se han venido mencionando a tra~ vés de las otras comunicaciones. Pero si optamos por esta visión del proyecto, enmarcado dentro de esta visión del comparatismo, resulta que la mayoría de los problemas que nos preocupaban hasta este mo~ mento no tienen mayor importancia, y que más bien el proyecto debe. ría centrarse, por ejemplo, en las relaciones que hay entre la literatura brasileña y la literatura hispanoamericana. Creo que dentro de la otra visión -que estoy llamando "historia social de la literatura latinoame. ricana"- este problema es importante, pero de ningún modo medular Entonces, creo que sería prudente, en este momento -porque se no; ha presentado la ocasión de discutir esto- aclarar un poco por qué un proyecto comparatístico, en primer lugar, y en segundo lugar, dentro de qué versión del comparatismo va a producirse el proyecto.

Ana Pizarra: Quisiera aclarar que me responsabilicé de impulsar el proyecto dentro del Programa de la Asociación Internacional de Literatura Comparada por una determinada concepción de la literatura latinoamericana. '

A mí me parece que la historia de la literatura latinoamericana ne­cesita una percepción comparativa, por una parte, porque su mismo concepto implica un vínculo de las literaturas latinoamericanas entre sí y, por otra parte, por su vinculación transcultural, tanto interna como con Europa. En la medida en que la conformación de nuestras literatu­ras -y Antonio bien lo sabe- es fundamentalmente heterogénea, a mí me parece que el método comparativo, que en Europa considera haber superado el criterio de lo nacional, en nuestros países es incluso necesa­rio para comprender la dinámica de las literaturas nacionales, porque se trata de literaturas en donde hay, por lo menos, dos sistemas cultural­mente diferenciados. Entonces, esto es un poco la razón por la cual el proyecto está concebido como comparativo. Luego, ¿qué entendemos por comparatismo nosotros, latinoamericanistas? Eso creo que es lo que tenemos que decidir, yo creo que no se trata de importar el compara­tísmo que se utilizó en Europa, o el que se está utilizando en Estados Unidos, sino de formular las líneas de un comparatismo latinoame­ricano.

Franco Meregal/i: Naturalmente, el elemento social es indispensable, pero yo he venido en tanto que comparatista.

Mario Valdés: Yo quiero poner en claro los puntos que comparto con mi colega Fran· co Meregalli y los puntos que se distancian del comparatismo, tal como se practica en Europa y en América del Norte. Estoy totalmente de acuerdo con que la literatura latinoamericana no se puede considerar

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dentro de su aislamiento, que ella es parte del mundo. Esto debemos tomarlo en cuenta como un dato histórico como un hecho histórico el que ciertos autores en determinados mom'entos tienen éxito interna­cional y otros quedan marginados a la provincia.

Otro aspecto es que en ningún momento se ha sugerido una forma hecha de literatura comparada sobre el proyecto. La idea es establecer un~ ~istoria de la ~iteratura vinculada a la matriz cultural de Hispano­ame~ca. ~o se esta hablando del modelo de literatura comparada que muna el Siglo pasado: Voltaire en Inglaterra o Shakespeare en Alemania.

No hay prejuicio de parte de los comparatistas que venimos a compartir abiertamente.

JeiJ/1 Franco: Creo que hablar de la literatura comparada en el contexto de Latino­américa es como hablar de imperialismo. A mí me parece que no ten­dría que hacerse una comparación entre literaturas desarrolladas en circunstancias iguales~ sino entre un sistema que ha sido muy domi­nante, sobre todo en el siglo XIX y en donde la cultura, hasta hace poco, ha tenido una distinción mayor que la literatura hispanoameri­c.ana y en do~de la relación no es tanto de comparación o de analogía, smo de parodia, de contraste y asociación.

Antonio Cándido: L~ ponencia del profesor Franco Meregalli me interesó por aspectos difer~ntes y as~ectos que me parecen positivos. Yo no soy comparatista prop1a:nente d1cho. Hay muchas cosas que no entiendo de los aspectos de la literatura comparada, por lo tanto estoy tratando de instruirme respecto a lo que es una historia de las literaturas latinoamericanas des­de el pu~to de vista comparatista. Yo pienso, un poco empíricamente, que el Simple hecho de enunciar la necesidad de una historia de las literaturas latinoamericanas, ya implica en sí misma un presupuesto de comparación diferente de lo que se ha hecho normalmente en las aso­c~aciones oficiales, y hasta en los trabajos universitarios. Acepté parti­cipar en esta empresa debido principalmente a mi ignorancia, pues entendí que allí había una posibilidad curiosa de aventura intelectual para todos nosotros. En efecto, estamos en presencia de los otros So­mos literaturas de un continente que ahora está desarrollando un d~seo no literario: un deseo político o ideológico de unidad. Y para comple­tar esto está la perspectiva literaria, ante lo cual mi posición es básica­mente política, esto puedo decirlo con toda sinceridad. Aparte de esta posición política, me interesa mucho el diálogo que se puede estable­cer en:r~ repre~entantes de diversos países de ese todo complejo que es AJ?enca Latma. Y desde este punto de vista me parece que la po­nencia del profesor Meregalli trae elementos interesantes. Trae elemen­tos con los cuales estoy de acuerdo porque ellos representan otras for­m~s de~ problema, otras fonnas de indagación. Pero a pesar de esas afrrmacmnes, a veces un poco extrañas, que deben entenderse como

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un poco de humor del profesor Meregalli, yo veo allí una serie de pro~ blemas muy positivos y fecundos para nuestro interés. El primero de ellos se refiere a la posición que tiene Brasil en relación con los demás países.

Él plantea, aunque no de la manera como a mí me gustaría que fuera planteado, el problema del Brasil como una unidad que no cabe en una lista de países latinoamericanos. Yo creo que sí cabe: caben Ar~ gentina, Bolivia, Brasil, me parece normal. Pero también entiendo la duda del profesor Meregalli, ya que más allá de mis sentimientos afee. tivos, existe una realidad: es esa masa de lengua portuguesa frente a esa masa de lengua española. Dentro de esa masa de lengua española existen fenómenos culturales que no existen en Brasil. Es el caso de fénomenos corno Bolivia, Eduador, Perú, México o Guatemala, que poseen tradiciones literarias autóctonas. Este problema no existe en Brasil, ya que tenía organizaciones autóctonas muy primitivas, que no produjeron nada que se haya mantenido, pero Brasil tuvo el aporte de pueblos africanos. Nosotros somos, en gran parte, de origen africano; compartimos ese rasgo con Cuba, sobre todo, que es el país de Améri­ca Latina que más se parece a Brasil: por su formación racial, por el aspecto de la gente, por los tipos físicos, y hasta por el modo de ser y el modo de abrazar nos parecemos mucho.

También compartimos esto con esta misma Venezuela, con Pana. má, con otros países del Caribe, etc. Entonces, existe un mundo afro­americano tal como existe un mundo indoamericano. Sin duda alguna, cuando el profesor Meregalli da una visión un tanto porteña de la reali­dad de Argentina, no hay que olvidar que Argentina, Uruguay y parte de Brasil son los segmentos de América más euroamericanos. Pero el aspec­to racial no interesa para nada. Como dijo nuestro colega uruguayo, Argentina es mucho más mestiza de lo que se suele decir: en la guerra de las Malvinas, todos los soldados eran mestizos. Por eso el profesor Meregalli tiene razón, en la medida en que me recuerda que hay secto­res de mayor predominancia europea, tal como hay sectores con una presencia autóctona mayor y sectores en que la presencia africana es más considerable.

Yo creo, pues, que esos elementos deben ser recuperados de lapo­nencia del profesor Meregalli. Ésta me colocó ante el problema princi­pal: exactamente la presencia de Brasil frente a América Latina. Brasil es un hecho curiosamente excluido de América Hispánica. Este pro­blema es mucho más profundo de lo que se cree; si puedo extenderme más, quisiera contar una anécdota histórica. En 1965 hubo en Génova un notable congreso. Allí por primera vez nos encontramos intelectua· les europeos, latinoamericanos y africanos. Había una comisión presi· dida por Miguel Ángel Asturias; yo llegué un poco atrasado al congre· so y también estaba presente otro brasileño, Silvia Castro. El tema se denominaba "Unidad cultural de América Latina" y se pretendía fun· dar una revista de literatura latinoamericana, con vistas a realizar nue· vos congresos latinoamericanos. Habían nueve proposiciones presenta·

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das a la mesa Y todos estaban peleando; Asturias propuso resolver el asunto en otra reunión y quiso convocarme como presidente de esa sesión. Yo no quería, entonces Asturias en uno de esos gestos que no­sotros llamamos "español", dijo: "Acepte por Brasil"; entonces yo, por Brasil, asumí la presidencia. En la sesión siguiente dije que no ha­bían nueve proposiciones sino que se podían reducir a dos. La propo­sición A era de los argentinos y la proposición B era de los peruanos. Plantee que los peruanos y argentinos se reunieran y transformaran A y B en una sola. Muy bien, se reunieron y volvieron a la sesión, la cual presidía un brasileño. Ernesto Sábato hizo la lectura -estaban José Luis Romero, José María Arguedas, Matos Mar y Ciro Alegría- y dije­ron más o menos así: "La unidad cultural de América es algo induda­ble, nuestras costumbres son las mismas, nuestra lengua es la -misma. Nuestra unidad empezó el día en que el primer español pisó el suelo de América". Yo miré a Silvia Castro y éste me miró, pero él corno presidente no podía hablar. Cuando terminó la sesión dijo preocupado: "Pero ... hay un problema: debería caber también Brasil". Se suspen­dió la sesión y nuevamente se reunieron Matos Mar, Ciro Alegría, José María Arguedas, José Luis Romero, y dijeron: "Nuestra unidad cultu­ral es un hecho indiscutible. Nuestras tradiciones son las mismas etc Esto empezó el día en que el primer español y el primerportugué;, . _,;

Yo siempre cuento esto con mucho cariño, para mostrar como nosotros nos olvidarnos de Brasil; todos estuvieron de acuerdo en redac­tar un documento y sin embargo, Brasil fue completamente olvidado.

La ponencia del profesor Meregalli me parece importante en la medida en que él propone una teoría de las diferencias inobjetables y plantea observaciones fundamentales, según creo respecto de lo que nos interesa. Domingo Miliani, según mi parecer, planteó un punto que para mí es el eje de este asunto y es el problema de lo comparati­vo y lo contrastivo. Esto es fundamental, para mí ése es el proyecto. Ahora bien, la ponencia del profesor Meregalli era una contribución para una teoría de lo contrastivo, teoría del contraste dentro de la unidad. Por eso yo no veo cómo darle importancia a los aspectos nega­tivos sin hacer resaltar los positivos, América española y América por­tuguesa significan un problema gravísimo para nuestro proyecto no un problema afectivo, no un problema que implica nuestro deseo de uni­dad -que vamos a lograr- sino porque es un problema objetivo. De la misma manera como es un problema el hecho de que haya un compo­nente europeo mayor o un componente indígena mayor o un com-. . , ponente afncano mayor: tener la piel banca o menos blanca, ser de origen europeo o de origen mestizo, etc., y éste es un problema que no debe ser visto a través de los enfoques ideológicos eventuales, sino a través de las consecuencias literarias posibles.

Por lo tanto, ya que la comunicación del profesor Meregalli des­pertó un poco de pasión, yo también planteo el problema un tanto apa­sionadamente aunque en otro sentido: pensando en los pueblos de América, en las diferencias de América, y la convicción profunda que

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Es por eso que afirmo que mi proyecto, mi premisa esbásicarne¡ política. Yo estoy aquí no tanto como crítico literario o sor de literatura: yo estoy aquí, ante todo, como poo1~1í~tt1~ic~;o~,~~~~:: cano, no como partidario de un partido, sino como u político. La misma actitud que me lleva a ir a Cuba cuando puedo de pude ver, con ocasión del Premio Casa de las Américas, la ' concreta de esto que estamos planteando aquí ahora. Casa de ricas unió a América, realizó una cosa realmente ex.tr:loJrdinaria América y que estamos experimentando aquí, porque estamos wnve"·il sando sin mediación de las potencias imperialistas. Fíjense 1965 esa reunión de Génova se hizo en Italia. Otro congreso de latinoamericana fue convocado en Washington. Pero a partir uetesru.er.•l zo de Cuba y de la Revolución cubana, se vio esa necesidad de romper el aislamiento y Cuba unió sus esfuerzos y actividades en varios secta.. res, inclusive en el campo literario. Ésa es la base de nuestro proyecto: nos entendernos nosotros, en nuestra tierra, tornando en cuenta la esu. mada y deseada contribución de _los europeos como Jean Franco, Jac­ques _Leenhardt, Franco Meregalh; pero ahora somos nosotros los que conVIdamos, por lo tanto, ahora es otra la perspectiva. La perspectiva comparatista se m~difica completamente con ese hecho y ya no está sujeta a cánones clásicos, ya no está sujeta a la rutina del com¡Jaratud mo, p9rque nosotros estamos creando nuestras formas de compara. ci6n. Ese es el pro~lema, y las crearemos, con muchos errores: los pr{. meros trabajos serán malos, los segundos serán mejores, los terceros y cuartos serán maravillosos.

Yo pido 'disculpas por hablar tan enfáticamente: es que aquí está un luso·americano hablando como un hispano·americano. Pero yo quería resaltar eso. Al contrario de muchos colegas, veo en la contri· bución del profesor Meregalli un aspecto positivo que indica hacia una teoría de lo contrativo o del contraste, aunque no se plantea de lama· nera como yo lo haría.

Y el último señalamiento que yo haría sería el de incorporar con sabiduría y amor nuestras diferencias: sin nuestras diferencias no so· mos nada, nuestras diferencias son importantes, lo importante -lo que es realmente hermoso- es que precisamente con todas nuestras dife­rencias nosotros estemos formando cada vez más una enorme unidad. Nuestras diferencias son nuestra fuerza, no podemos apagarlas o igno­rarlas; creo que de igual manera, nosotros no debemos exagerar nues.-­tro nacionalismo. Aquí en América tenemos una tendencia terrible­ment_e nacionalista. Nosotros estamos en crisis de crecimiento desde la misma independencia, pero en el campo de los estudios literarios en el campo de los estudios comparados, yo estoy completamente a fa;or del hecho de reconocer en nosotros, continuamente y en cada momento,

COMPARATISTA 73

la contribución y el aporte de lo no americano, es decir, nuestra vincu· }ación esencial y umbilical con Europa. Nuestras matrices culturales son europeas, por eso yo quería llamar la atención hacia el hecho de que la integración de nuestras diferencias debe ser vista en función de nuestros orígenes y nuestros orígenes corresponden al destino his· tórico de cada país. Esto no puede realizarse sin una consideración constante respecto a la contribución europea, la cual está más viva que nunca y, diría más, nosotros somos muy proclives a usar Europa con· tra Europa, ésa es nuestra. venganza contra el colonizador. ¿Cuál es la influencia de Francia en América Latina? Francia fue para nosotros, por un lado, .factor de aliena~ión, y por el otro,. fue un ~ac!or de ~~n~· trucción nacionaL En la medtda en que el escntor brasileno se dmgta a Lisboa diciéndole: "Ya no tengo nada más para ti, ahora quiero pro· seguir, quiero a Mallarmé ... ",eso era un progreso muy grande. Por lo tanto, Francia fue para nosotros también un factor de liberación, por lo que me gustaría, confesando mi culpa de cosmopolita, proponerles a los compañeros que no perdamos de vista que nuestra relación es una relación dialéctica constructiva con esas metrópolis contra las cua­les nosotros luchamos. Esto es importante porque nosotros tenemos la tendencia en nuestros trabajos a pasar un poco rápidamente de los jui· dos de realidad a los juicios de valor.

Pido finalmente disculpas, porque estoy hablando demasiado, mu· cho más de lo que debía hablar. Prometo que no volveré a abrir la boca más.

Franco Meregalli: Yo agradezco mucho lo que ha dicho Antonio Cándido, y el tono con que lo ha dicho.

Domingo Miliani: Quiero agradecer sinceramente esa forma tan bella como el maestro Cándido, como siempre, ha hecho su planteo. Reconozco y acepto que hice mayor hincapié en aquellos puntos de divergencias que si fueron planteados con vehemencia y emotividad es porque yo tengo no la profesión, sino la pasión del tema literario. No tengo complejo de etnia ~quiero dejar muy claro eso: yo me siento muy orgulloso de mi mestizaje~ sino que me preocupan todas las implicaciones que des· de un punto de vista metodológico podrían derivarse de esta situación. Creo sinceramente en las posiciones del maestro Cándido. En esa mane­ra hermosa como él en su libro sobre la formación de la literatura bra· sileña ha puesto a dialogar universalmente los preceptos de lo que él lla­ma una literatura como sistema dentro de un contexto de universalidad.

A mí me parece que la búsqueda que estamos haciendo muchos compañeros en América Latina es precisamente la de la universalidad cultural -no solamente literaria- despejando precisamente los con· ceptos que nos han creado dificultades. Esto es lo que me preocupa desde el punto de vista del método. Cuando uno mira el proceso de las

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culturas africanas tienp.e a generalizar en un sincretismo éoncep(u,,1,

decir: la cultura del Africa, como si fuese una sola. Cutando perspectiva latinoamericana miramos las culturas europeas las diferencias lingüísticas, nosotros hablamos de la cultura de como si fuera una homogeneidad. También ocurre con resp1,cto perspectiva latinoamericana cuando se toma esa perspectiva ropa: se tiende a una generalización sincrética. El maestro señ.ala en su introducción a la Formación de la literatura b~~~~~~~~~ éste es un fenómeno de puntos de vista. Yo comparto el . la coherencia histórica, es un problema de puntos de vista; si no,sotr<>,21 miramos a América Latina basándonos en concepciones de lingüísticos solamente, no vamos a entender el fenómeno. El ;nuole<i ma demográfico y migratorio no es un elemento determinante creo que hay que buscar contrativamente las diferencias de Lati~o. mérica, más allá de las ta~onomí~s de tipo étnico, de tipo etnocuJt~. ral, para enc~ntrar otro tipo de mstrumental que nos defina, porque hay un resabiO de una metodología positivista que crea el problema de fondo.

Y o creo que la diferencia cultural de América Latina es una dife. renda aparente de las barreras lingüísticas, y que por debajo de esa& ~arreras. subyace una relación de identidad que se da hasta en signos smgulanzados. Nosotros estamos aquí en este sitio que se llama preci­samente "Sebucán". Hace una semana en Brasil, en casa de un amigo había un cuadro de pintura mineira, que representaba desde la per; pectiva de la pintura ingenua, la danza de las cintas que aquí lleva el nombre de "sebucán" y en Brasil "danza de las cintas". En Cuba, los esclavos negros de las plantaciones de café de Haití llevaron esa tradi· ción a la Sierra Maestra cubana. En Haití se baila normalmente; en Trí­nidad, en la zona periférica de Puerto España, junto con el parrang qu~ no es sino la parranda navideña de Hispanoamérica; se canta, s~ baila Y se construye el texto poético del parrang navideño, que es una manifestación que identifica a la cultura musical de Trinidad con ins· trumentos musicales y ritmos que tienen que ver con el folklore de nuestra región venezolana. Nosotros tenemos un calipso en el Callao

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que es tomado y puede ser una variante del trinitario. Entonces cuan· do yo insistía en la idea de una metodología contrastiva y al decir que no se podía seguir planteando el método de la literatura comparada con un criterio inmanentista lingüístico cerrado, yo lo que quería era llamar a una reflexión en ese sentido: que no podemos establecer dico­tomías ni generalizaciones en el terreno de lo latinoamericano. Nadie en literatura puede establecer una escisión dicotómica entre mestizo y no mestizo, porque somos mestizos, somos "mixturados" como dirían en Brasil. ¿Qué cultura no lo es? La cultura húngara es zíngara, es ger­mánica, es eslava, tiene elementos hispánicos ... entonces, si es así y si partimos nosotros refiriéndonos a las literaturas de habla hisp~a y portuguesa solamente, es un criterio de exclusión. Yo soy partidario, desde un punto de vista de un estudio global comparativo, de hablar

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de la literatura de América. ¿Por qué no estudiar también la literatura rteamericana vinculada a este proyecto?

no Hay una literatura afronorteamericana como la de Langs~on flughes que tiene mayor influencia en la litera~ura cubana y ~n la hte-

tura caribeña que la que puede tener postenormente Hemmgway o ra ¡· d ¡· F ulkner. Si hablamos, como J ean Franco de una Iteratura m o e l-

a te encontraríamos para Nicolás Guillén el modelo en Langston. En ~~m~mo terreno, Sor Juana Inés de la Cruz en los fines del siglo XVI,

U Poesía popular tiene elementos náhuatl y elementos de lo que en s . , ¡· podría llamarse esa poesía negroide, mezclada con una expre_swn m-güística en español. Entonces, no vamos a entend~r nuestr~ hteratura y no nos vamos a entender metodológicamente: ~~ no partu_no~. de. la

b e de que la coherencia está dada como la umctdad translmguíshca as ·¡ •t"dM e se recupera en ese tercer nivel o tercer cucu o caneen neo ~ .

qu d"ál Valdés. Desde entonces la literatura entra en 1 ogo como macrostgno complejo con un sistema universal de la cultur~. . ,

y nosotros debemos poseer un pensamtento yo no dtna sola­mente cosmopolita sino universalista o humanista para term~a:. de eliminar el problema por el cual en una época ~n Euro_pa no ex1s~10 ~a literatura hebraica porque tampoco e~taba esc~ta; la literatura hmdu, la literatura japonesa, la literatura chma no extsttan_ porque ~o e~tra­ban en los parámetros cartesianos de un eurocentnsmo racton?l.tsta. Si el profesor Meregalli se sintió incómodo, yo lo lamento muchtstmo, no fue mi intención ofenderlo, sino rectificar a fondo una ~etod~logía y una perspectiva del problema que a nivel ~e su ponenct~, da pte a 1? que hemos planteado. De manera que no es smo un~ cuestwn de recti­ficaciones metodológicas, en el fondo de las cuales se que perfectamen­te bien nosotros dos podemos llegar a un acuerdo.

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IH. LA HISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA

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REVISIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA

Rafael Gutiérrez Girardot

La historiografía literaria latinoamericana es, corno casi toda la historiogra· fía literaria del siglo XIX, una historiografía con propósitos nacionalistas. Con ese signo había nacido la moderna historiografía literaria, cuyo padre Friedrich Schlegel, la había deslindado de los llamados "estudios anticua­rios" al considerar toda obra de arte literaria como fenómeno único, histó· rico, ligado al tiempo y al espacio, esto es, a una época y a una "nación". El germen "nacionalista" de Schlegel floreció en Gervinus, en cuya Histo­ria de la literatura nacional de los alemanes (1835-1842) aseguraba: "Nos parece que ya es tiempo de hacer comprender a la Nación su valor actual, de refrescarle su mutilada confianza en sí misma, de infundirle orgullo de sus más viejos tiempos y gozo en el momento actual y el más cierto ánimo ·· de futuro." Para eso escribió su Historia de la literatura nacional . .. Y este propósito de hacer comprender a la nación su valor actual, determinó el criterio para calificar a un "clásico", esto es, para dar un juicio de valor. Tal criterio aparece formulado claramente en la famosa Histon·a de la literatura italiana (1870-1871) de Francesa De Sanctis -quien conocía a Schlegel y había escrito uno de sus más importantes ensayos sobre Gervinus- en la que concibe "lo clásico" como la plenitud de un desarrollo literario a la que ha llegado la conciencia nacional, como la plenitud expresiva o literaria de la nación. Con el habitual retraso hispano y la habitual carencia hispana de suficiente fundamentación teórica, aseguraba Marcelino Menéndez y Pela­yo en su Defensa del programa de literatura española (1878) que la historia de la literatura es un proceso orgánico -es el fundamento de la tesis de Schlegel- y que hay "un genio nacional" español, fundado en la "idea de la unidad peninsular" que resplandece en unos -los "clásicos"- y palidece en los "reflejos de una cultura extraña". Lo que en Gervinus y De Sanctis era claro criterio de lo "clásico" o representativo -por falso que fuera, era

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asible- adquiere en Menéndez y Pelayo el carácter de lo nebuloso. Hay un "espíritu español" que flota sobre la Península y que considera que Séneca es español porque nació allí. Pero hay una excepción a esa determinación_ geográfica de lo español: los semitas nacidos en la Península no son espafio. les, según el polígrafo montañés. Por su raza, su lengua y su religión éstos se diferencian radicalmente de la población "cristiana y latina de la Penín. sula", cuya idea de unidad es la base del "ingenio espafiol", o estilo, como lo llama en otro lugar, que ha "gallardeado en los tres dialectos, castellano, catalán y Portugués'' y en la "lengua extraña ... madre de todos los roman. ces: en la latina". Y aunque Menéndez y Pe layo asegura que la literatura es autónoma y que no ha de considerarse "encerrada ... en una unidad pan. teística, llámese Estado, genio nacional, índole de raza, etc.", lo cierto e~ que su programa de una historia literaria de España parte de la "idea de unj. dad peninsular" y del "estilo'' español que ha surgido en la Península. De ahí el que la realización fragmentaria, aunque monumental, de su primitivo programa se convirtió en una glorificación del "estilo" español, esto es, de la historia nacional del "territorio-nación" de la Península. Las Historias[¡~ terarias de Gervinus y de De Sanctis surgieron en un momento histórico de Alemania y de Italia, esto es, la época en que los dos países buscaban su uru. dad nacional. La de Menéndez y Pelayo, en cambio, acompañó el derrum­bamiento definitivo del imperio español y constituye con su fanatismo reli. gioso (Historia de los heterodoxos españoles), un desesperado intento de mantener la unidad perdida, esto es, de imponer el lazo de esa unidad im­perial española, el catolicismo.

Aunque Latinoamérica no compartía con España el problema de la de. cadencia, sino que se hallaba más bien, como Alemania e Italia, en busca de su "nacionalidad", de la difícil afirmación de la unidad continental pos· tulada por Bolívar y Martí, entre muchos más, la veneración conque beata. mente se acató a Menéndez y Pela yo llenó a la América independiente, he­rida ya por los nacionalismos reaccionarios y por los nostálgicos del pasado español, de "discípulos" del polígrafo montañés, quienes aceptaron un modelo de historiografía y crítica literarias ideológicamente contrarias a la realidad continental. Las Historias de Gervinus y De Sanctis ~Francía no tiene nada semejante~ pensaban en la unidad de sus naciones con propósi­to de afirmación presente y de 'perspectiva futura. Menéndez y Pelayo re· chazaba el presente y soñaba en el pasado. Y cada uno de sus "discípulos'~ latinoamericanos adoptó esa óptica miope (no precisamente la de su Histo· ria de las ideas estéticas en España) y, consiguientemente, en vez de traducir la "idea de la unidad" peninsular a la de la "unidad continental" y poten· ciarla políticamente con los postulados de Bolívar y Martí, prefirió ence­rrarse en los límites geográficos y administrativos virreinales y creer que­dentro de ellos también dominaba esa nebulosidad llamada "estilo" o "in· genio" peculiares, semejante al "español" de su maestro. De allí provienen

¡,.A HISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 81

la "argentinidad", la "colombianidad", la "peruanidad", la "m~xicanidad", es decir, esos monumentos vagos y muy frecuentemente cursis que se ha elevado a sí misma la miopía de la reacción política para encubrir no pocas veces su visceral beatería xenoft1ica y a la vez xenófoba (Jorge Juan y An­tonio de Ulloa la caracterizaron ejemplarmente en sus Noticias secretas de América, 1826, cap. VI, 11 parte) que los enriquecidos de las colonias heredaron de la madre patria. Parece que, en este aspecto, no ha habido nin­gún cambio hasta hoy. Uno de esos "discípulos" de Menéndez y Pela yo fue Ricardo Rojas. A su exuberancia y engolamiento rioplatenses y decimonó­nicos debe la historiografía literaria de las nuevas repúblicas la primera historia literaria monumental de una de las "Republiquetas" -para decirlo con Mitre~ latinoamericanas. Lo único modesto en esta obra farragosamen­te nacionalista, es el título: La literatura argentina. En cinco tomos la recoge la edición de sus Obras (2a. ed. 1924, Buenos Aires, naturalmente, en la librería "La Facultad"). El subtítulo es, como el contenido de los abundan­tes volúmenes, menos modesto: '¡Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el Plata." En el prólogo anunciaba que había concebido un ''sistema crítico para estudiar la literatura argentina como una función de Ia sociedad argentina". Y aunque en esto se diferenciaba de Menéndez y Pelayo, de quien decía no deberle nada, lo cierto es que coincidía con él sustancialmente. Al definir la literatura nacional como "fruto de inteligen­cias individuales", que "son actividades de la conciencia colectiva de un pueblo, cuyos órganos históricos son -el territorio, la raza, el idioma, la tradición", concluía que la "tónica resultante de esos cuatro- -elementos se traduce en un modo de comprender, de sentir y de practicar la vida, o sea en el alma de la nación, cuyo documento es su literatura" no hacía otra cosa que describir con más palabras lo que Menéndez y Pelayo había llama­do "estilo" o "ingenio espafiol" propio de la "unidad ibérica". Menos am­plio en la visión que su silenciado maestro, Ricardo Rojas tropieza con el problema de ''la conciencia nacional", esto es, que ella se mueve en una dualidad "entre un territorio que nos pertenece exclusivamente y un idio­ma que nos pertenece en común con otras naciones donde se lo habla con igual derecho y por iguales causas que entre nosotros mismos". Pero Rojas no soluciona el problema que, de haberlo planteado suficientemente, lo hubiera llevado a poner en tela de juicio como elementos especificas de la "literatura argentina" y de su "alma nacional", además de la lengua, la ra­za y la tradición. Las contradicciones a que conduce la concepción histo­riográfico-literaria de Menéndez y Pelayo se multiplican y ahondan en su "discípulo" Ricardo Rojas. Éste asegura, por ejemplo, que uno de los ele­mentos del "alma nacional argentina" es el lenguaje, pero apunta que en comparación con Europa, "nosotros escribimos en un idioma de trasplan­te ... ". Con ese criterio, la única lengua autóctona de la península sería la vasca. Si ese elemento del "ahna nacional" que es el idioma no es nacio-

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nal, sino de trasplante, ¿qué es entonces el "abna nacional" argentin ? de la historiografía literaria nacionalista europea, la latinoamerica-un alma autóctona, pero trasplantada? Con todo, sería injusto a. :~~cre:trunenl<e, la de cada literatura "nacional" desconoce el problema a estos historiadores de la literatura el que se hayan enredado en Ricardo Rojas, esto es, que está escrita en un idioma que no dones. Ellas no fueron "privilegio" de los latinoamericanos y de los exclusivamente a cada una de las gloriosas "naciones" -o "Re-ñoles, corno suelen suponer silenciosamente en toda la cultura como las llamó Mitre con razón- y de esa manera ha oculta~ cana los europeos y los españoles. Pues la "cartesiana" y el m~nto de la justificada emancipación los más fervorosos patrio~ Francia, por ejemplo, legó al mundo de entonces la obra y las más cursis manifestaciones de una perspectiva puramente literaria de Ferdinand Brunetiére, que era más Un ejemplo de ello, entre los muchos de este tipo que puebla~ nario Y nacionalista que Menéndez y Pelayo e infinitamente más hisltoriog;raltla literaria latinoamericana, es la alabada obra de Gonzalo PI-contradicciones que Ricardo Rojas. En ninguno de los dos La literatura venezolana en el siglo diez y nueve (aparecida en una tendencia de la ciencia, como el "positivismo", para Eiin-~eu,doeo,dicada al "Benemérito señor general Cipriano Castro, Restaura-miopía pacata que caracteriza los dictámenes furiosos de Brunetiére de ~enezuela. __ "). Al "juzgar'' la novela Mimi de Rafael Cabrera Malo, Goethe o sobre Flaubert. Pero lo que sí cabe reprochar es el hecho ejemplo, asegura el patriota Picón-Febres que para que esta obra sea los historiadores de la literatura de los países de lengua española . . para que ciertas digresiones no hagan que la novela aparez-y siguieron dogmáticamente los modelos nacionalistas de Menéndez ''rompida", es preciso "darles forma con los recurso~ naturales de este Y de Ricardo Rojas, esto es, que no reflexionaron sobre sus de literatura", de la que para Picón~Febres son eJemplos y modelos tradicciones, que no trataron de ponerlas en claro y que por esa fe¡

7u,,ñeces de Luis Coloma y El sabor de la tierruca de José María de P~re~

ocasionaron un retroceso en la concepción de lo que es historia de decir de obras "ro m pidas" por sus cursis intenciones sermonanas, es , . . p tura, tal como surgió, junto con la crítica en Voltaire Lessing sus propósitos de prédica reaccionaria, por su perspectiva m10pe. ¿ ~r -por sólo citar unos ejemplos conocidos- ~ se articuló ~n Fr. ' é 0 citó como modelos a Galdós y a "Clarín" o a la Pardo Bazán, mas

qun l" · li " en De Sanctis, entre otros, y tal como llegó a sedimentarse de :famosos en su tiempo que Colorna y Pereda? E nacmna smo -que en potencia~a en Menéndez y Pelayo y en su discípulo Ricardo Rojas. -Picón-Febres, como en Coloma y en Pereda era un anti~odernidad Y u~ todo, quten examine la canónica Historia de la literatura francesa de :protradición muerta- lejos de hacer ju~ticia a sus preten~10nes -¿~o: que Lanson (aparecida en 1894, reeditada ycoJ11¡>lem<:ntadapennanenl<,mente:.f precisamente un "patriota" tiene que citar ~o~e~os esp~noles?- m1rum1za una de las últimas ediciones es de 1955) o la igualmente canónica de la precisamente a los autores de quienes por prmc1p1o deb.Ia ~~org~_llecerse, Y toria de la literatura inglesa escrita por los franceses Émile Legouis y ~'maximiza", si así cabe decir, a aquellos autores cuya s1gmflcacwn se debe Cazamian (aparecida en 1926/1927 y reeditada y complementada 12 al "minimizado". Esta relación entre "minimizado" y "maximizado" ca-hasta 1957) no podrá menos de comprobar que en estas dos obras rresponde, entre otras más, a la habitual y rutinaria entre "precursor'_', Y res por su erudición no se percibe una concepción · uprecorrido", para usar la palabra de Borge~ en este cont~xto. Tal relac10n Y que ésta ha sido sustituida por un esquema ordenador que estrecha, máa ha determinado considerablemente el estud1o delmodermsmo, q~e h~_dado que el "nacionalismo", el horizonte del desarroiio literario, lo fragmenta ocasión a que se vierta tinta y se pierda ingenio en la d:termm_acwn. de con subdivisiones de subdivisiones y etiquetas y lo priva del contexto euro· quién fue 0 quiénes fueron los precursores de Rubén Dan o. ~Que h~b:era peo, es decir, de la comunicación extranacional específica de la vida litera· sido de los precursores sin Daría? A estos esfuerzos de determmar pnon~a~ ria de esos países. El defecto de la historiografía literaria que podría lla- des y que sólo pueden ser realizados coherentemente desde la perspectiVa marse "tradicional" no es propio y exclusivo de la historiografía literaria y ;on los instrumentos de una filología ahistórica y ateórica, subyacen hispánica, sino la consecuencia del nacionalismo que subyace a sus propósi· nacionalismos inconfesos pero patentes en el fervor con el que un Schulman tos. Es preciso agregar que este nacionalismo se hallaba latente en las con· 0 un M. Pedro González quieren demostrar que un hecho de la vida litera~ cepciones historiográfico-literarias de un Gervinus, de un Hettner, de un ria como fue la "jefatura" -horribile dictu- de Daría fue una usurpación De Sanctis, quienes iniciaron el proceso de "desuniversalización" de la con· indebida naturalmente del pobre hombre de Metapa. Por ese camino, no es cepción del padre -o de los padres- de la historiografía literaria moderna difícil llegar al ejemplo máximo de una historiografía literaria municipal-es decir, de Friedrich Schlegel principalmente y de su hermano AugusÍ nacionalista como el libro de Guillermo Díaz Plaja Modernismo frente a Wilhelm. 98 (1952), quien considera que el modernismo latinoamerü;ano es "femí-

La historiografía literaria latinoamericana es "nacionalista". Pero a di· neo" en tanto que el98 español es masculino. El hbro de D1az PlaJa es ma-

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nÍfestación de una conciencia colonialista frustrada e irrealizable propia del ambiente chileno", la "virilidad" o la "femineidad", mente. El libro de este "catalán universal" oculta tras la conh·'n""'· si se deja de lado el problema del deslinde entre crítica literaria valo-femenino-masculino, tras la "sexualización" de las estéticas llt<,rarias. e historia literaria descriptiva o, como hoy suele decirse, pragmática, aspiración reivindicativa múltiplemente arcana que supone preguntar: ¿cómo se define un valor, quién lo define, de qué modo se social positiva de lo masculino como dominador y la de lo femenino lo define y qué lo legitima para esa definición? La cuestión de lo débil, extemporáneo y sustancialmente dominable y dominado. forma parte de una vieja: disputa de la filosofía, especialmente dicativo es- también el Panorama literario de Chile d-e Raúl Silva afios 30, que ha conducido a que se la relegue al depósito de los seudo-(aparecido en 1961), aunque su afán no lo lleva a los excesos de donde la rescatan los militares y demás clientes de los valores Díaz Plaja. El Panorama pretende demostrar que es falsa la "c<mf'abulaci, etétnos, auténticos, nacionales, occidentales, etcétera. del odio" contra Chile, surgida de la Guerra del Pacífico, según la eual Si se resumen estas observaciones sobre la historiografía literaria nacio­le "era terreno ingrato para el espíritu". "De hoy en adelante -dice ' _naüsta con la fórmula de que ésta "valora", es decir, establece prioridades Castro- no se podrá decir que el país del cobre carezca de escritores. wn un criterio científicamente indefinible, entonces cabe concluir que El propósito -que recuerda al de Menéndez y Pelayo al escribir su atlrtque esta historiografía literaria nacionalista calme la sed patriótica de sobre La ciencia española- es enumerativo, es decir, arguye autores en jo& corazones y compense las frustraciones nacionales y sociales, y contri~ de argumentos. Y por eso resulta evidente que sus-juicios estéticos buye a satisfacer las vanidades, en realidad nada tiene que ver ni con historia tienen que ver con el proceso y la significación literaria dentro del oi con literatura. Estas historias literarias nacionales -''nacionalistas"- se to hispano que tiene la literatura que él reivindica. Frente a la obra puede citar el ejemplo de la de Félix Lizaso, Historia de la literatura hispa-de un Gonzalo Rojas, por ejemplo, Silva Castro apunta con la ineficaz rttJ-americana, 2 ts., 1965-1967, entre muchas más, cuyos defectos resume nía del ignorante que en La miseria del hombre, Rojas "para solaz de ésta, constituyen un género peculiar, compuesto de elementos heterogé-lectores maneja vísceras y recuerda, a lo largo de varios poemas, neos: biobibliografía, devocionario nacional, sucinto juicio literario funda-corporales y hechos físicos de que hasta ayer no se hizo habitual do- vagamente, y una pertinaz imprecisión en los datos. No tienen que ver en la poesía", sin percatarse, por lo menos, de que en 1911 apareció con historia, porque reducen el acontecer histórico a la cronología escueta, de los libros de poesía más decisivos de la literatura alemana; Y. no tienen que ver con literatura porque la valoración de lo que para di-Gottfried Benn en el que confluía un aspecto del romanticismo ph_as historias merece tal nombre, es extraliteraria, es decir, considera a la del proceso de la literatura que le siguió y que puede reswnirse muy literatura como pretexto de algo vago y generaL Esta crítica a .la historio-riamente con el título de la obra de un discípulo de Hegel, KatrlRo•seJilkJCOJ grafía literaria nacionalista no significa que se postule la autonomía de la La estética de lo feo (1853). Por otra parte, el nacionalismo de Silva literatura. Lo que Ricardo Rojas llama la "función" de la literatura y que tro, quien comparte su miopía con todos los "peruanistas", "rrtexic,mist para los historiadores literarios nacionalistas es expresión de la "cubanía", "argentinistas", "hondureñistas", es decir, con los seguidores latim>an del "alma argentina", del sexo viril español de esas letras, de la "peruani­canos de los "expertos" norteamericanos en la peruana región de A vac¡¡chltf dad", etc., sólo puede definirse empíricamente si se parte del texto literario o en el gobierno de Perón en dos años o en el "periodo de Sonora" para buscar en él las referencias a los demás contextos culturales y sociales. Revolución mexicana, etc., le impidió posiblemente cerciorarse de que Pero entonces, todas estas "almas nacionales" se difuminan y dejan el cam-lo menos desde la aparición de la edición española (1949) de Las ¡ID para divisar una red compleja de relaciones sociales, jurídicas, filosófi· literarias en la América hispana de Pedro Henríquez Ureña era cas, extranacionales, es decir, propiamente históricas. Y la "cubanía", el y superfluo hablar de la "confabulación del odio" contra Chile. 1f¡¡)ma argentina", el "ingenio español", su sexo masculino, etc., adquirirán

Es precisamente el "municipalismo" de la historiografía su sentido como expresiones históricas de determinados momentos y deter-cionalista el que plantea un problema central de la historiografía ntinadas aspiraciones de determinados estratos sociales. Y aunque estas his~ esto es, el de la valoración o, si se quiere, el de .Jos criterios de valor con torias nacionales nacionalistas aseguren que pretenden poner de relieve a la ha de juzgarse una obra literaria para ser considerada digna de entrar en, literatura como "función" de la sociedad, su examen mostrará que ellas monumental historia de la literatura de cada "Republiqueta". En este son testimonio de la función que un determinado estrato dio a la literatura. po reina la más absoluta arbitrariedad y confusión. Para todos los Junto con los programas de "veladas literarias", de "lecturas poéticas", listas, el supremo valor es un criterio indefinible e incaptable con el análisis de las preferencias de lectura que se inculcan en los colegios el "ingenio" o "estilo" español, el "ahna argentina", la "peruanidad", secundarios y determinan hábitos de lectura, etc., estas historias literarias

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fonnarán parte del material para estudiar la "función" que en una determinada una sociedad determinada dio a la literatura. Estas lllilto1rfu,>! literarias nacionalistas podrán servir como material auxiliar para explicar cómo y por qué se formaron en Latinoamérica los llamados "Estados nacio. nales", y cómo precisamente fueron estos nacionalistas los que al seguir el proceso europeo de la formación de los Estados nacionales justificaron ideológicamente los intereses miopes de las "altas clases", que al hacer caS\J omiso de los postulados de Bolívar y Martí, aniquilaron la posibilidad poU. ti ca de una América hispana emancipada y encubrieron sus rencores y ren. cillas con los nombres de "ahna argentina", "cubanía", "peruanidad.", etc, Los '"Estados nacionales'' hispanoamericanos constituyen la legalización solemne de los intereses de las parroquias de las llamadas "altas clases'\ y las historias literarias nacionales no son otra cosa que el intento de legiti~ mar sentirnentahnente esa cursi legalización.

A diferencia de esta historiografía literaria de tipo ''tradicional'', la de cuño marxista tiene, por causa de su inspiración, una concepción histórica y un marco unitario de ordenación precisos. Más exactamente: debería tenet-­los. Con muy pocas excepciones, como la de Juan B. Justo en Argentina1 el marxismo llegó a Hispanoamérica de segunda mano y más generahnente de tercera mano. José CarlosMariátegui, por ejemplo, lo tuvo de segunda mano

1

a través de una exposición antimarxista del pensamiento marxista, esto es1

del libro de Benedetto Croce Materialismo storico ed economia marxistica (1899). La obra, dedicada a Antonio Labriola, a un marxista extraordina­riamente lúcido, no leninista, era reflejo de las discusiones que en Italia había provocado la difusión del pensamiento de Hegel, cuya interpretación por Croce, en su famoso libro de 1906, Ció che e vivo e ció che e morto del/a filosofia di Hegel, podía compartir con la interpretación de Marx por Lenin en su Materialismo y empiriocriticismo y con la de Hegel por éste en sus llamados Cuaaernos filosóficos (apuntes y resúmenes hechos entre 1914 y 1916) un rasgo esencial: el de un esquematismo irritantemente clasifica· dar y dogmático, que en los dos casos, y aunque de signo político diferente1

condujo a una desdialectización de la dialéctica. El camino a Marx que siguió Mariátegui no contaba con obstáculo alguno: iba del esquemático Croce al esquemático Lenin, y en todo caso dejaba de lado a Marx. Lo importante era el esquema y su aplicación, es decir, el dogma. Su pontífice y guardián fue el partido. Y para éste era indeseable toda discusión con Marx. Por estos_ dos hechos, la recepción de Marx en Hispanoamérica no fue productiva¡ sino repetitiva y pasiva; no se enfrentó a problemas del pensamiento mar· xista, sino acató una imagen estática de la versión leniniana de Marx. Y lo que hubiera podido conduc:ir a una continuación, rectificación y enriqueci· miento del pensamiento y de la concepción históricos de Marx, fue sofocado por un esquema pétreo, que condujo a lo "vago y a lo grande" (W. Benjamin) o a sutiles bizantinismos escolásticos. La recepción del pensamiento marxis·

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ta en Hispanoamérica no contó con un Karl Korsch o con una obra como la del joven Lukács (Historia y conciencia de clases). La obra de Mariátegui, -en la que hubieran podido desarrollarse los impulsos de la "línea italiana", quedó realmente trunca. Su ensayo sobre "El proceso de la literatura" en Jos Siete ensayos de interpretación de la realidad pemana (1928) utilizó el esquema, y supo matizarlo de una manera que se acercaba en algunas posi­ciones a las sobrias de Pedro Henríquez Ureña en su ensayo "El descontento y la promesa" de sus Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), sabre todo en lo que se refiere a la función del "cosmopolitismo" en rela­ción con lo "propio". Pero su apreciación del "indigenismo" lo acercó a la historiografía literaria tradicional o nacionalista, si bien de tal manera que concretó lo que en é~ta era vago: en vez del "ahna nacional", de la "cuba­nía", del "estilo" o "ingenio", Mariátegui colocó a la "raza". Ésta era una valoración tan extraliteraria corno la de la virilidad de la literatura española

0 la del "alma nacional argentina". Era un a pn·ori, que 1 aunque más con­creto que el de sus vecinos nacionalistas, resultaba empíricamente indemos­trable. Con esto, Mariátegui -y los demás indigenistas que invocaban al marxismo-leninismo- sacrificaron un elemento esencial del pensailliento de Marx en aras del esquema, esto es, el de la seudoproblematicidad de la ~<taza", que éste había dilucidado con su peculiar y genial penetración en Sobre la cuestión judía (1843). No es preciso aducir en detalle los diversos indigenismos -como el de Alcides Arguedas, el de !caza, el de Jaime Men­doza o el de quien rechazó de manera dubiosa la presencia de Ernesto Guevara en Bolivia, esto es, "Tristán Maroff', entre muchos más- para comprobar que el "indigenismo" es un "racismo", y que, aunque sea el de Jos oprimidos, no deja de ser irracionaL Es tan irracional como la beatería de la supuesta generación del 98 ante el paisaje castellano, como la ideolo­gía alemana de la "sangre y el terruño", como los "regionalismos" franceses, esto es 1 como las sentimentalidades que coadyuvaron ideológicamente al advenimiento de los fascismos. En la irracionalidad y en el dogmatismo se tocan la historiografía literaria tradicional y la de pretensión marxista, o más exactamente la leninista.

Dentro de la numerosa literatura historiográfica de cuño leninista, la obra de Fran9oise Perus Literatura y sociedad en América Latina (1976), constituye un ejemplo de cómo el esquema -esta vez ornamentado con la terminología francesa- le impide captar la complejidad de los problemas del modernismo y su consideración en un horizonte histórico-social global, '~universal". Aparte de que los materiales histórico-sociales en que se basa su trabajo y su interpretación del desarrollo del capitalismo en Latinoamé­rica por ejemplo son demasiado precarios y de muy reducidas perspectivas, la insuficiencia del método -sólo exteriormente marxista; basta comparar sus análisis con los de El capital de Marx- la hace ciega para comprender desde un punto de vista histórico-social el fenómeno de los intelectuales. Su

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afirmación -para citar otro ejemplo- de que "resulta imposible realizar inttiograJia literaria latinoamericana. Consecuencia de su nacionalismo o de interpretación de la literatura con prescindencia de la estructura y la -según el caso- es su provincianismo, es decir ,Ja conside~ de clases en un momento dado, y de los efectos que esto tiene en la de los fenómenos literarios sin ninguna relación con fenómenos con-estructura ideológica de la sociedad en su conjunto", constituye una temPoráneos de otras literaturas. El-recurso a las "influencias", que es un ma simplificación de la noción diferenciada de la relación entre la éancepto muy problemático y sustancialmente estéril, no rompe este pro-"base" y la "superestructura" tal como la expuso Marx en su i¡bicianismo. Un segundo aspecto, que desde la revelación de la teoría de las fragmentado prólogo a la Crítica de la economía política teneraciones de Ortega se ha generalizado, es el de la ordenación del mate-Como para F. Perus lá crítica literaria "no es otra cosa que la rial según esta teoría mecánica, que reduce considerablemente el horizonte de la lucha de clases en torno a la literatura", resulta evidente que un ñjst6rico y no proporciona ningún criterio para la interpretación de los tex-rniento como el modernismo, que es "parte integrante del contexto..pligár. tos y para su periodización en un marco histórico-social. Así como mada-quico", tiene que ser objeto de combate. Para la historiografía literaria ,¡ne Perus ha sido impermeable a las suscitaciones de los marxistas como nacionalista, todo lo que no es nacional es objeto de rechazo y reproche, \Veúnann -se pueden agregar Claus Trager o Reirnar Müller-, los partida-La historiografía literaria leninista ha sustituido el "ahna nacional"~ la tíos y hasta devotos de la teoría de las generaciones, entre ellos no pocos "cubanía", etc., por la lucha de clases, ha reducido, como aquélla, ~~marxistas", han pasado por alto las investigaciones de la historiografía complejidad a un elemento histórico-social. Y al cabo resultará francesa de los "Annales" y más concretamente las de F. Braudel sobre el flua cuando haya concluido la lucha de clases y cuando en tal problema del "tiempo en la historia" y su duración. Tal teoría cierra las sociedad revolucionada busque su legitimación histórica en el pasado y pt¡.ertas a la consideración de cuestiones fundamentales para la descripción encuentre que la "lucha de clases" que llevó a cabo la crítica no sólo no de la historia de la literatura, como son los de la llamada vida literaria (re-contribuyó en nada al triunfo de la clase proletaria, sino que dejó en heren~ vistas, editoriales, bibliotecas, formas de la crítica literaria en los periódi~ cia un cementerio en el que yacen todos los que contribuyeron a ros, etc.), y hace caso omiso de los contenidos contradictorios de las obras nar sobre la sociedad. Y entonces, la crítica literaria de la sociedad de. un lapso. Reduce insosteniblemente la complejidad de los contextos y cionada comenzará a redescubrir, primero, temas literarios que la :fragmenta. Fragmentación es también el resultado de la ordenación del ma~ luchadora había condenado, y la nueva crítica comenzará a rescatar a 'ferial según criterios geográficos o genéricos, tal como lo hace E. Anderson difuntos. Tal es el caso de la crítica -para seguir cxo;:n:~e~stt~a~~~~;~~~:~~~~··>~ rmbert en innecesario beneficio de la didá~tica expositiva en su conocida indiferenciada de la madame Perus- en la República I Historia de la literatura hispanoamericana. Esta quiere continuar y comple-cuyo tema central es el de la "apropiación del legado ... " de la mentar Las corrientes literarias en la América Hispánica de Pedro Henríquez del pensamiento burgueses. No es necesario esperar a que triunfe el proleta~ (frefia, pero pone el acento en lo más exterior de esta historia ejemplar, riada para descubrir y rescatar ese legado burgués, sin el cual no hubiera si~. esto es, en las clasificaciones, y pasa por alto lo que hace que esta obra sea do posible la revolución proletaria. Y menos aún en Hispanoamérica, modelo: la concisa descripción de un proceso y la consideración de las le-"aquellas tierras invadidas de cizaña", como observó Pedro Henríquez tras del Nuevo Mundo como una totalidad. ña, en donde la acción de la inteligencia ha constituido hasta ahora el Una historia de la literatura hispanoamericana que quiera hacer justicia vínculo de unidad de la magna patria. El libro de la combativa madame a sus esfuerzos deberá evitar todo fraccionamiento, abandonar todo crite-rus apareció cuatro años después de la publicación de los trabajos del anglis· río reduccionista, y colocar la literatura hispanoamericana como totalidad ta de Leipzig, Robert Weimann, Literaturgeschichte und Mythologie, en en el contexto de la literatura europea, a la que pertenece por sus mismos el que plantea el problema de la relación entre el pasado y el presente, elementos y el aparato conceptual de que se sirve ... hasta para descu-la "apropiación del legado", que él considera como el problema brir lo autóctono indígena en ella. La totalidad exige que en su análisis gico decisivo de una historia literaria materialista. Ni dicha obra ni la ¡ii:imen la contemporaneidad y no la nacionalidad de los autores, la sirnul-Lukács, La peculiaridad de lo estético (1963), en la que se realizan taneidad de los géneros y la presencia de obras escritas que, como la litera-modificaciones del estéril esquema leninista -la de Weimann es túra rosa, o trivial, han sido descuidadas totahnente por la historiografía tuvieron cabida en la finísima, penetrante, matizada y renovadora · literaria, aunque forman parte de la vida literaria entendida sociológicamen-gación de madarne Perus. Sucumbió al esquema y al dogmatismo. te y aunque muy frecuentemente invaden el terreno de la llamada alta o

Aparte de los fundamentos teóricos de los dos tipos de gran literatura. Pero la colocación de la literatura hispanoamericana en el literaria, cabe contemplar brevemente algunos aspectos concretos de la contexto europeo exige, aparte de numerosos estudios previos comparati-

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90 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

vos •• sobre el_de~a~rollo social de las diversas zonas europeas das y las hispamcas, un conocimiento amplio y desprevenido de e~ropeas, y ante todo esa "irreverencia" frente a todos los autorelas cmlme~te a los europeos, que ha permitido a Borges dar el ·uici~ sobre nuestra tradición": "creo que nuestra tradición es Eur~ a n:~os ~erec~o a esa tr~dición". No sobra decir que cualquierpr"'y"'"'-·' :or~o-literano debe evitar las cegueras nacionalistas o dogmática as e madame Perus. Y cualquier complejo de inferioridad.

5'

Discusión

lean Franco: Yo tengo muy pocos comentarios sobre la discusión en partic 1 ' que esto~ de acuerdo con su crítica a los historiado u ar, ~?s dos h.J?os de historiografía: la nacionalista-romá~~~a Y la l~ta-;,~larxista. El problema es que estamos frente a una espec¡"·e"dc¡o,na •. Nl!

gma anca Y tenemo,s. que decir de dónde partimos. Sería m u e ~~o~~zar p~r una ~ntlca al nacionalismo, porque yo creo qu/el

smo ue un mtento de sintetizar lo heterogéneo Des ,

~~~~~:~a l~~i~l~:~ ~ab1ía una espe_cie de '!nidad naturai 0 a-~~;~~e aJo a monarqu¡a espanola que dab 1 .d '

tod? heterogéneo era una forma vertical El mund t \ a um ad al pecm d~ pirámide que daba unidad a la c~ltura latino es a _a en un~ e¡¡. noamencana o colonial. oamencana, hiSpa-

. Aho_ra, yo. creo que es a partir de la mitad del siglo XIX cuand 1 nac~onahsmo tle_n~ que inventar una nueva forma de sintetizar lo hote rogeneo en Amenca Lat" , e e­todo el siglo XIX. ¿Cóm~~~ ~~:ds: f::~ como un ?:an problema en creo que todo ese movimiento al que se re:fe~n~s~ea~I~n? Entonces yo

~~;n~ia ~ógica hde ese intento de sincretizar el estado, 1: ~~~~r~a ~~:~:-e a go co erente, un estado ficticio er , :

~~~!ó~~t~~a~:~ L~n~~cea~o~f:;: l~:~rf Y ~~e ~~~~es sl~7-~a~~~~~s :~~ gu t , a a enclOn y qUlzas como pre

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1r que el marxismo prolongó esa tendencia nacionalista;

parece m eresante porque el · b . ·

r:~::.~,r~.:e:~eb~~~;~~~~~ ~~E:e~:;,;;:::::~~o~~:g:nc~;~~:~: Creo que hasta el libro de F , d s y las f¡guras canomcas.

ernan ez Retamar Calibán t pecie de genealogía que incluye a Martí RodÓ Alf , a~ep a una es-

~~::~t~í ~u~ _difere~tes, pe:o que form'an part'e de ~~~ocor:ree~t:::: Alfonso .Re es 1 me es~onc~ert~ un poco poner en un mismo saco a que podría~os ~i:c!!~rta~!~~ eJemplo. Quizás eso sería una cuestión

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f{ay dos tipos de nacionalismos y los voy a ejemplificar con la historia de la literatura argentina de Ricardo Rojas, por una parte y con Las corrientes literarias en América Hispánica de Henríquez Ureña, por otra. Me voy a explicar: el nacionalismo es un fenómeno muy comple­jo en Europa y en América Latina. En América Latina no solamente tiene el aspecto de que los estados latinoamericanos quieren constituir·­se en nación, lo más difícil que hay en cualquier estudio de derecho constitucional, como nos ha tocado a muchos, es definir qué es una

nación. En el caso concreto del nacionalismo de Ricardo Rojas y de mu-

chos otros nacionalismos, es una reacción de los latinoamericanos y también hay una reacción igual y paralela de los españoles, contra el impacto de la modernidad. Entonces, en el caso de Ricardo Rojas, que afirma los valores hispano-indios y los subraya, y que busca el retorno al campo, al paisaje, al terruño, se trata de esos nacionalismos que tam­bién tienen relación con el regionalismo. Éste es un nacionalismo que es miope, en cuanto que no es una cosa positiva, sino una reacción contra; es una huida del mundo contemporáneo y tienen como origen la reacción contra la modernidad. También hay que tener en cuenta otra cosa que se quiere olvidar cuando se habla de nacionalismos en América Latina que a partir de 1870, más o menos, la expansión del capital extranjero conduce a una uniformidad necesaria para el capital y que por ese camino se encuentran entonces nacionalismos como reacciones al fenómeno de la uniformidad.

El otro nacionalismo, que quiero ejemplificar, es el de Pedro Hen­ríquez Ureña. El suyo, en realidad no se podría llamar nacionalismo sino más bien conciencia de la gran nación hispanoamericana. Henrí­quez Ureña pertenece al movimiento del Ateneo de la Juventud y a toda esa generación, en la que hubo un argentino hoy olvidado pero muy importante, que es Manuel Ugarte, y que acuñó el concepto de la "magna patria". Entonces, en Henríquez Ureña, más que un nacionalis­mo es una llamada a la toma de conciencia continental hispanoameri­cana. De una conciencia en el doble sentido de la palabra, no solamente de la conciencia en el sentido político, sino también de la conciencia del valor de la literatura latinoamericana como proceso. Como él dice, en un ensayo de 1928: "en busca, de nuestra expresión", es decir, del encuentro de nuestra expresión. Este sería otro tipo de nacionalismo, si así cabe llamarlo y, para diferenciarlo del de Ricardo Rojas, que es una huida, es un nacionalismo afirmativo y con proyecto de futuro, y por eso tiene Henríquez Ureña su idea de la utopía de América.

Ahora, sobre el problema del marxismo en América Latina, es un problema muy complejo, porque su reflexión en América Latina ha sido -con algunas excepciones- de segunda mano. Entonces esta reflexión de segunda mano ha creado un dogmatismo que es precisamente muy rígido y con esa rigidez viene a ser el revés del otro, del dogmatismo nacionalista, aunque los acentos que pongan sean diferentes, pero

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1

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cuando se ve el resultado para la historia literaria, se ve que los dos son selectivos y reduccionistas.

Mario Valdés: No puedo estar más de acuerdo que hasta ahora que el marxismo que hemos visto en Hispanoamérica es de una reducción total, y es un mar. xismo de segunda mano. Si se conociera, por ejemplo, aquí el pensa~ miento de Robert Weimann, crítico marxista de Alemania en teoría de la recepción donde el texto literario es una vinculación, una dialéctica de apropiar una cultura, ello nos llevaría mucho más a combatir la reducción. El programa que le ha llevado a desarrollar una teol"ía de la historia en los últimos diez años es precisamente una reelaboración de los principios marxistas tratando de establecer los medios por los cuales el texto literario está vinculado a la cultura y señalando que es la base sociocultural la que permite la recepción del texto.

lean Franco: Pero ¿no es una contradicción hablar de marxismo de segunda mano y luego citar a Weimann?

Mario Valdés: No, porque no estoy diciendoqueWeimann sea la respuesta a Hispano­américa, pero que en Hispanoamérica se le tiene que responder a alguien como Weimann.

R. Gutiérrez Girardot: Bueno, yo quiero decir también que he hecho una crítica a la historio­grafía literaria existente sin proponer alternativas. Una alternativa po­dría ser entre muchas otras, a propósito del marxismo, una nueva lec~ tura del famoso texto de Marx en el Prólogo a la crz'tica de la econom{~ pohtica en el que él habla -y habría que claríficar que él habla- q bien donde Len_in_ s3.Ca la-fórmula para 1? teoría de base y -superestruc­tura. Allí, precisamente",-10-que In e parece más interesante, más fll.!ctí~ fero, es que él después de formular esto en conceptn-snegeli3.nos como son los de ser y conciencia, lo especifica y habla en vez de ser, de las condiciones materiales de vida, lo que podría llamarse con Braudella cultura material. Lo que me parece más interesante es que al hablar de la superestructura, señala Marx que la componen no solamente la lite· ratura, que es uno de los elementos, sino también la religión, la filoso· fía y también menciona al derecho, de modo que si se tiene en cuenta esta relectura de Marx, sin la interpretación leninista, se puede llegar a formular el proyecto de una amplia historia social de la literatura con mucho sentido, en la cual la literatura ocupe un puesto necesario e in· dispensable dentro de la red de lo que se llama superestructura. Esto no es un concepto abstracto, sino que concretamente entiende la red de la cultura, o sea, el derecho, la religión, las artes y la filosofía. Efec· tivamente, si se mira cualquier época, por ejemplo, la española del si·

fJISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 93

glo XIX, vemos que la famosa Generación del 98 y todo el proceso del siglo XIX no se puede entender sin considerar 1 en primer lugar, lo que significó el krausismo español como un pensamiento secularizador, lo que sigllificaron los intentos de reforma jurídica, o sea la introducción del código civil -muy tarde en comparación con América Latina­como un intento de racionalización de la sociedad. Lo que significaron las artes, que son fenómenos que se ligan todos para posibilitar la res­puesta que da la literatura del 98 a todos los fenómenqs de la época, uno de los cuales es también la reacción precisamente en contra de es­tos intentos de modernidad. De manera que si se toma como ejemplo este periodo se podrá ver muy claramente que lo que Marx llama la superestructura no es otra cosa que la red de lo que se llama cultura en general y que no es solamente una red estática sino que tiene su propia dialéctica o dinámica, y al mismo tiempo que provoca: modernización provoca reacción contra la modernización.

~~~an Franco: Yo creo que podría ser interesante considerar que había una revolución burguesa a principios del siglo XIX que consistía precisamente en este proceso de racionalización de todos los aspectos de la vida. Eso expli-ca también, en parte, lo que pasó a las culturas marginales en América Latina. Durante la Colonia, por ejemplo, se puede dejar sobrevivir mu­chas culturas locales porque el pluralismo convenía a la Colonia, pero con la racionalización de la sociedad en el siglo XIX empiezan las accio­nes de genocidio contra los indígenas, el movimiento de poblaciones

-de un lado para otro, la migración a las ciudades. Esto cambia la vida cotidiana y, por lo tanto, la materia bruta de la literatura.

~~~·~'"'"M Meregalli: Primero, quisiera hacer una observación. En el programa de esta reu­nión: "Para una historia de la literatura latinoamericana" el adjetivo "comparada" ha desaparecido. ¿Es un hecho intencional o puramente accidental?

Gutiérrez Girardot: Yo se lo voy a responder desde el punto de vista de mi ponencia. Cuan­do digo que el que la historiografía literaria latinoamericana continen­tal reúna a hablar de influencias extranjeras -como en el caso del mo­dernismo, por ejemplo, o el caso de las vanguardias- eso no rompe el provincianismo. Quiero decir con eso que hay que ampliar para la nue­va historiografía literaria latinoamericana lo que se entiende por com­paratismo. Yo no pienso únicamente en el comparatismo desde el pun­to de vista de la literatura tal como lo hace la literatura comparada, sino ampliando más el campo a la comparación de las sociedades. Les voy a dar un ejemplo de las sociedades decimonónicas.

El Código de Napoleón en Francia fue el que abrió el campo al ca­pitalismo y a la sociedad burguesa, este hecho y la expansión del capi-

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tal, no se dan solamente en Francia, sino que el Código también se da en Alemania. Las resistencias que este se dan también en América Latina con la adaptación del Napoleón por Andrés Bello en 1854, que fue un fenómeno que

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otras cosas que intervienen en una definición de lo que es literatura. Pienso que para adelantar el trabajo habría que ponerse de acuerdo sobre esto.

mente o casi, sin mucho escándalo, transformó a la sociedad '"'ma.i& ti' Gutiérrez Girardot: americana. Bueno, yo soy enemigo de las definiciones, porque la definición, según , Por otradparhteb,

1con estudios comp.arativos de este tipo se en contra~ la fórmula escolástica, es la limitación del género próximo en la dife-

ra que cuan o a amos de Europa siempre pensamos en las capital rencia específica, y cuando se da el género próximo, la diferencia espe-Y no en las zonas periféricas de esos países. Un estudio cornparati:s. cífica se queda más de la mitad fuera. con los países latinoamericanos llevará a comprobaciones sorprende o. Prefiero, más bien, partir de un hecho pragmático, concreto, que tes de semejanzas estructurales y sociales. Es el caso de lo que ~n at· es la literatura, por lo menos desde el punto de vista material. Después mán se llama los medio-cultos, que es una especie de clase media coe- de haber elaborado el material se puede llegar a una definición, o a una una concepción precisa de lo que es la literatura, comparable al cas~ descripción, si se quiere, de lo que es literatura. Nosotros tenemos un español o latinoamericano. De allí que si nosotros hacemos esos estu~ considerable material acumulado, podríamos partir, antes de decidir, dios comparativos sociales para dar una base más amplia al comparatig. de lo que ha recogido Henríquez Ureña en Las corrientes literarias. ~o lit_erario se ~e que hay ~na nec~sidad de que para cualquier nueva Para explicarles lo que yo quiero decir con amplitud para conside-hlstona de la literatura latmoamencana haya el comparatismo como rar la literatura voy a dar un ejemplo. Durante los años 40 más o menos, un elemento fundamental. se leyó en América Latina, no solamente por un público muy general

Franco Meregalli: sino inclusive por las niñas de los colegios de monjas, las novelas llama­das triviales de Rafael Pérez y Pérez. Se difundió por toda América Latina una versión mutilada de la Amalia de José Mármol, que le qui­taba todo lo político y dejaba solamente el romance de Amalia y Eduardo. Había una selección de poesías en cuadernitos de todos los poetas de lengua española, no hechas con un criterio estético, sino con un criterio de recitabilidad. Entonces todas las criadas conocían los Veinte poemas de amor de Pablo Neruda. Al mismo tiempo circulaba una novela que se difundió mucho en los países andinos, Rosalba, de Arturo Suárez, un coloro biano, que repetía un poco aMada de Jorge Isaacs. Esa literatura, que se llama trivial era la que se leía en aquella época en que aparecieron las Ficciones de Borges, en que estaban apa­reciendo las novelas de Mallea, en fin, todo lo que se ha llamado reno­vación de la literatura del "boom". Pero esa literatura de renovación no tuvo ningún eco en la sociedad lectora, lo que tenía eco sobre ella eran esos cuadernitos de poesía, Rosalba, Pérez y Pérez y una cantidad de cosas. Entonces al querer hacer una historia de la literatura, antes de definirla hay que tener en cuenta este material y no valorarle, sino te­nerlo en cuenta, porque eso era lo que se leía, eso era lo que se enten­día por literatura.

Otra observación a propósito del romanticismo. Efectivamente la con. cepción nacionalista de la historia literaria es una herencia romántica Pero ¿de qué romanticismo? De un romanticismo degradado, porqu~ el espíritu del romanticismo, el de los hermanos Schlegel es completa. mente diferente, es el espíritu de la "belle littérature", es completamen~ te diferente, se trata de la superación del aislamiento de las naciones y en ese espíritu entiendo yo al comparatismo.

R. Gutiérrez Girardot: Yo quiero hacer una precisión cuando me refiero al romanticismo. Co­mo usted dice, nosotros conocemos la palabra romanticismo en sentido degradado. Yo me refiero al romanticismo de Friedrich Schlegel que es el padre de la moderna historiografía literaria y la consideración corno en Gervinus, de la historia literaria como una manifestación Y glorificación de la nación. En este sentido me refiero a la historiografía literaria romántica, que es, por ejemplo, la de Menéndez Pelayo con· cretamente.

Jacques Leenhardt: Bueno, yo pienso que es hora de elaborar una definición de lo que es para nosotros la literatura para un trabajo de conjunto. Me interesó mucho la definición bastante amplia que Gutiérrez Girardot nos dio de literatura, es decir, no únicamente los textos clasificados por los manuales de escuela en la categoría de literatura, sino más bien, corno decía Alfonso Reyes, en una definición que me gusta mucho, literatu· ra es historia con aderezo retórico, ciencia en forma amena, filosofía en bombonera, sermón u homilía religiosa. Está también el derecho y

Además hay otros aspectos: la función de la literatura. No se tra­taba de una literatura escrita para edificar a la gente, como la otra lite­ratura que sí era edificante, en cierto modo. Entonces cuando se quiere contemplar esos años, además de lo que se leía hay que tener en cuen­ta la función no solamente edificante sino, sobre todo, ornamental. La literatura tuvo durante mucho tiempo, especialmente a fines del siglo pasado y a comienzos del presente en las sociedades latinoamericanas una función ornamental, que no solamente se puede ver en la manera como se utilizaban los poemas y determinadas prosas en sesiones que no

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eran literarias, como sesiones de colegios o sesiones de grupos, también ornamental aun en la retórica parlamentaria. De quien quiera conocer lo que fue la literatura en una época, ner en cuenta todo este mundo: la oratoria parlamentaria, la sagrada, etc. Es decir, se va encontrando una cantidad de ffillterialo.~ hasta ahora no ha contemplado la historia literaria y que tiene que templarse si se quiere comprender en qué consiste-la literatura de época.

Mario Va/dés: Estoy completamente de acuerdo, pero el problema es cómo ... se dona !!las obras de renovación con esa base cultural.

J ean Franco: Yo creo que lo que está planteado es el problema de la deJnomtti''"" de la cultura y, por lo tanto, qué se ha hecho de toda esta cultura pular de siglos. Hay muchos trabajos que están progresando en sentido -Ángel .Rama, Josefina Ludmer, Beatriz S arlo, yo ffilLSIIla-. v~· convendría tomarlos en cuenta.

gl'ST<JR.IOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 97

narrativa no de invención, por ejemplo, la historiografía, la biografía, la autobiografía.

Achugar: queda una duda: si uno de los criterios es el de la recepción en el

momento en los distintos estratos sociales y también su recepción en el tiempo, yo siento que hay un problema de límites. Evidentemente en el pasado hay discursos de tipo científico, de las ciencias exactas, la mecánica o la matemática -pienso en D'Alembert, por ejemplo- que en cierto modo son recibidos hoy como literatura, pero ¿cómo proce­sar eso con el discurso de un matemático? En Venezuela circulan aho­ra los textos de Henri Laborit, con sus experiencias en biología, y está funcionando en un consumo de tipo literario. Es decir, ¿no hay que establecer un cierto límite?

Gutiérrez Girardot:

R. Gutiérrez Girardot:

Bueno, yo ·pienso que hay que diferenciar entre recepción y validez. Cuando usted habla de que el concepto de recepción es considerable­mente amplio, sólo puede referirse al presente. Cuando yo hablo de validez y doy el ejemplo de antologías, el concepto se refiere solamen­te a ese tiempo, lo que se leía o entendía por literatura. En el caso de Ia literatura de reflexión, depende de la función que tenga, si tiene in­fluencia o no. El caso de Ortega y Gasset sobre escritores puristas como Ayala, por ejemplo. Si no tiene una función así, sería ampliar excesi­vamente el concepto con el que se está trabajando y que tiene más o menos un consenso. Eso depende, entonces, de la función que tenga tanto la oratoria sagrada como los otros documentos escritos que se

Yo podría dar un ejemplo y haría la división. Lo que nosotros demos en castellano por literatura popular es muy diferente de

se entiende por literatura trivial en la lit_eratu~,r~;•:,:s;o~~c~i~~o;)lo~· ;gl;·: c~a:.~'~¡;~~;~:~;11 ;: lo que nosotros llamamos literatura rosa. Son-~ el límite entre la literatura trivial y la llamada literatura es tuante. El caso más ejemplar ~porque es precisamente el menos rada- es el de Rubén Daría. No solamente porque hay en río líneas que delatan alguna huella de la literatura trivial, sino él mismo escribió, en compañía de alguien, una novela llamada que es el prototipo de la novela trivial, es decir, que la '~'~::~;;~0~':; es el humus de donde sale la alta literatura, no hace falta caso de Borges, si se recuerda El hombre de la esquina rosada,

pueden considerar parte de la literatura de un momento determinado.

Si entiendo bien, en términos prácticos, sería establecer un marco so­ciocultural y relacionar a los textos literarios escogidos dentro de ese marco sociocultural, para llevar esto a un terreno práctico.

poemas de Evaristo Carriego. Es decir que hay una relación en ¡J(I¿r;u,tié;rre•z Girardot: autor entre literatura trivial y alta literatura. El problema de la;·,'"''"'"! "Bueno, yo pienso que se trataría de, como siempre, no de establecer ción en los autores de la alta literatura es ya otro ~ .. nhto.~o un marco sociocultural, sino una hipótesis. Ahora, ésa es una hipótesis lo que se refiere a la conexión entre literatura trivial y alta lit<,raturi:l previa, pero mucho más importante que una hipótesis -para no hablar hay que decir que hay un límite fluctuante entre las dos y que por de método- es lo que se llama la conciencia del problema. Sin preven-camino llega el tema, el material al hombre. ción alguna se va al material, se trabaja el material con hipótesis, por­

Franco Meregalli: A propósito de la distinción entre alta literatura y literatura trivial, parece importante que no tenemos que limitar el concepto de li'iter:atu::f<: ra a la llamada alta literatura, también porque hay expresiones se consideran cuando salen y que los siglos posteriores consideran literatura. También debemos considerar la literatura de reflexión

que -por eso soy enemigo de las definiciones- el texto o los textos mismos van pidiendo que se esclarezcan las referencias que ellos con­tienen, sean a la sociedad, a la religión, a la reflexión. Es decir, en el texto -dice el fenomenólogo- están las respuestas a las preguntas, la mitad por lo menos. Entonces, para actuar prácticamente con el mate­rial existente, se trataría de establecer una hipótesis, o más bien, de hacer preguntas para que los textos mismos vayan dando las respuestas

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98 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

y se vaya comprobando la hipótesis hasta llegar, después de la ción, a una posible definición.

Jacques Leenhardt: Yo tengo una pregunta. Lo que interesa es la construcción del Entonces, hay una vinculación entre la necesidad de construir to -lo que es lo literario para nosotros- pero ¿en qué tipo de ¿histórico-social? Me parece que el uso de la noción de peric,do to de la constitución del objeto sería importante para nuestra

lean Franco: Entonces, ¿cómo se define un marco histórico? no es un periodo?, ¿qué es entonces? .,

R Gutiérrez Girardot:

¿un marco hi:;tóriC<l j

Creo que el marco histórico que se debe escoger es un periodo, pero­no en el sentido de periodización sino en el de un lapso, lapso desde un punto de vista pragmático, el más accesible desde el punto de vista del material.

lean Franco: Entonces no estará usted de acuerdo con el acercamiento de Foucault por ejemplo, que ve un cierto periodo en que dominan unos discurso~ y que forman una especie de periodo epistemológico.

Para él hay momentos de ruptura en que se reorganizan todas las prácticas de todos los pensamientos, y a mí, por lo menos, me ha pare· cido bastante útil, por ejemplo, en relación con fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

99

,,.,fiJ•-rez Girardot: estaría de acuerdo si además de la teoría, Foucault lo hubiera pro­

bado con material histórico. Es por eso que Pierre Vilar, que es un gran historiador marxista, dice que Foucault violenta los textos.

Cándido: estoy de acuerdo con el cOlega Girardot, y me voy a detener sólo

en un aspecto de lo que él dijo. Concuerdo con la ventaja que represen­taría una nomenclatura, o una terminología, que sea más bien de tipo histórico y social, además de las razones que él aportó, por una razón que también me parece importante. Si yo adopto terminologías tradi­cionales de manual, como por ejemplo "barroco", "neoclasicismo", "romanticismo", "parnasianismo", "simbolismo", presentes en la lite­ratura brasileña, yo dejo de lado toda la riqueza eventual del periodo. En Brasil, por ejemplo, el novelísta más interesante del periodo románti­co no se enmarca en la estética romántica. Él era considerado román­tico por convención -se llamó Manuel Antonio de Almeida- pero no era romántico. Si yo adopto la designación de "romántico" y de "ro­manticismo", me veo obligado a forzar, a violentar las características estéticas de muchos escritores que no caben en esa categoría, en cam­bio, una categoría de tipo histórico y social permite, por ejemplo, de­finir la espina dorsal, que sería romántica, incluso en manifestaciones antirrománticas, contrarrománticas, neorrománticas, que se manifiestan en el periodo. Yo creo que en el caso de la literatura latinoamericana -en realidad quiere decir que cuando hablo de la literatura latinoame­ricana es con un poco de mala fe, porque estoy pensando en la litera­tura brasileña, que es la que yo conozco, las otras no las conozco- esto es muy marcado debido al conflicto de las influencias exteriores, que hacen que en un mismo periodo o momento, convivan una moda euro­pea, una supervivencia colonial, una influencia metropolitana, un· em­préstito tomado a otra literatura, y si nosotros decirnos, por ejemplo "simbolismo", "barroco", "neoclasicismo" no estamos dando cuenta de la realidad. Ésta es una razón por la cual yo estoy enteramente de acuerdo con el profesor Girardot.

Frcmco Meregal/i: Resulta claro que hay que distinguir dos cosas: el periodo y el movi­miento literario. Hay periodos que se pueden identificar con aconteci­mientos sociales, políticos en general, como la independencia, por ejemplo. El movimiento es una cosa distinta: él convive con otros mo­vimientos, yo sería mucho más pragmático: la periodización es un pro­blema esencial de historia de la literatura. Creo que a veces la periodi­záción se debe hacer con criterios extraliterarios, debido a que algunos acontecimientos son de tal importancia que individualizan también periodos en la historia literaria, otras veces se debe hacer dando el pre­dominio al concepto de movimiento, como en el caso del barroco, por ejemplo. La independencia, por su parte, es un fenómeno macros-

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100 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

cópico, que sirve tanto para el aspecto hispanoamericano como brasileño, y no es de carácter literario, pero es tan importante cambia también a la literatura.

R Gutiérrez Girardot: HISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA. Bueno, dos puntos para responderle. Cuando se trabaja con

social para la periodización, uno se encuentra con sorp:;r;e~s:;a¡s,,;:~'~'i':tt: 4(¡ ·2 no solamente son los acontecimientos políticos ni las LJ

nes sociales los que influyen en los periodos breves y los peJ'ÍO<los

MÁS ALLÁ DEL INVENTARIO Y DE LA ANÉCDOTA.

gos de los que habla Braudel, sino que son muchos otros teJlÓine110,,, .:1 ¡ que están fuera del control de }os políticos y de las sociedad'es: las; pe~tes, l~s m~as c~sechas, etc. Ese es un campo muy amplio que tra. ba!a l~,histonogr~fla francesa muy ejemplarmente. Entonces, la deno. mmac10n del penado sobre la base de un acontecimiento como la in~ ?ependencia resulta de todas maneras un poco parcial, aunque sea muy unportante. Ahora, en segundo lugar, yo he hecho la crítica de la his:­t~riografía li~eraria latinoamericana -que es el nombre que se le da ala h1s~anoamencana en general- para hacer una destrucción de esta his:. tonografía_ que dé c~po a una hispanoamericana en ese sentido, por

LA HISTORIA POSIBLE

Domingo Miliani

eso me refiero tamb1en a Las corrientes literarias de Henríquez Ureña que hace constantes referencias a fenómenos semejantes brasileños. !

_Quiero aclarar, ante todo, que la_ petición que me hizo la compañera Ana l!izarro fue la de trabajar una especie de inventario, balance crítico, de lo (Íite es la producción historiográfica hispanoamericana. Debo advertir que Preferí trabajar fundamentahnente aquellas historias literarias hispanoame­ricanas escritas en América Latina. Esto explica la omisión de libros corno el de Jean Franco, como el proyecto reciente que está coordinando Luis f¡¡¡go Madrigal en Ediciones Cátedra de Madrid, como algunos estudios de historia literaria publicada en América Latina, pero por autores norteame­ricanos, como el de Willy Knapp J ones.

Lo que voy a leer es una tentativa de ubicar lo que han sido los gran­des momentos de lo que pudiéramo~ llamar una ideología de la historiogra­fía literaria.

l. Balance general

Puede afirmarse que la historiografía literaria latinoamericana comienza G'<m el surgimiento de las nacionalidades, una vez concluida la independen­cia. Después del neoclasicismo, signado por las retóricas normativas de Boi­leau y Luzán, aparecen los primeros intentos por sistematizar la historia, dentro de una concepción íluminista y romántica.

Si la historia de los hechos políticos generados por la emancipación se gestó como una galería épica de los próceres conceptuados con una ópti­ca mesiánica, donde el héroe hacía la historia, 'la historia hacía el mito, el mito devenía en religión y el pueblo no figuraba en el recuento de los pro­cesos, la historiografía literaria no escapó a tales conceptuacionLos. Se habló de emancipadores intelectuales. Algunos lo fueron, en efecto. Así ocurre

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en relación con Olmedo, Bello, Heredia, Hidalgo y otros. Los primeros actuó marcadamente en la tendencia de nuestra crítica intelectual, al tudios fueron biografías cargadas de adjetivos que exaltaban a los "prínci.-- · toda la obra de un autor dentro de una codificación única de co-pes de las letras", a los "fundadores de la patria literaria". o escuela, a tiempo que predispuso favorablemente la recepción

Tanto los románticos sentimentales como los socialistasutópicclS fueroo ,<<Jsten<Jt del método generacional. 1

escritores compromeiidos a fondo con las luchas de los primeros P'"u'aos,,•~,, A partir de 1870, la historiografía literaria hispanoamericana encabalga políticos. Militaron indistintamente en las oligarquías liberal y conservadora proposiciones entre la lección de Sainte-Beuve y la redundante tríada Se enfrascaron en las polémicas sobre las formas de gobierno: federaiJcen: deterrninü' :ta de Hipolite Taine, cuyaPhi/osophie de l'Art (1865) devino en tral. Hicieron periodismo y, dentro de él, crítica biográfica, himno o necro. escritura de críticos e historiadores, hasta comienzos del siglo XX. logía de otros escritores. En el juicio privó la empatía política, la coinci- América Latina se inicia la simbiosis entre positivistas y modernistas, dencia u oposición de bando, corno método. Así ocurre con José'"Ma.n'a enfrentados a un romanticismo escolástico, oficializado en las aca-Heredia en Cuba, con Andrés Bello en Londres y Chile, con Juan Vicente González en Venezuela y Juan María Gutiérrez en Argentina_ Entre la bis. toria política y la historia literaria apenas si hubo deslindes. Tampoco los hubo entre el discurso literario y el político.

La reflexión en torno a una literatura nacional, como base ideológica de la historiografía, fue producto del romanticismo. La formularon Eche. venía, Sarmiento, Lastarria, Juan Vicente González, entre otros.

La querella entre clásicos y románticos se tiñó del debate ~a veces más encendido~ por la filiación de liberales o conservadores, federales o unita. rios (éstos llamados centralistas en algunos países} Las ideas de Mm e. Stael sobre literaturas nacionales, desde 1813 (De l'Allemagne), habían mostra. do la línea de meditación literaria en Europa, especialmente en Francia granero intelectual de Hispanoamérica emancipada de España. Esteb~ Echeverría es uno de los primeros en regresar nutrido de las nuevas ideas, Llega de París en 1830, anima en Buenos Aires la tertulia de Marcos Sastre) luego Salón Literario de Mayo. Juan María Gutiérrez también está en el secreto. Produce los primeros textos crítico-biográficos. Entre Chile y Ar­gentina no demora la polémica, centrada en el maduro Bello y el joven Sarmiento, exiliado en Santiago. La generación chilena de 1842, será unnú· cleo esencial en el proceso. En Venezuela será El Liceo Venezolano, que agrupa políticos, científicos, historiadores y costumbristas. La norma del bien escribir y buen gustar fue desplazada por el anecdotario épico y el jui· cio, más personal que literario.

La situación anterior de la crítica y la historia literarias presenta esca· sos cambios hasta mediados del siglo XIX. Resulta curioso observar cómo los socialistas utópicos, asiduos lectores de Leroux y Saint-Simon, para efectos políticos, no llegaron a aplicar de manera relevante las ideas críti· ca-históricas de aquellos innovadores europeos.

A partir de 1850, la dictadura intelectual de Charles-Augustine Sainte­Beuve (1804-1869) invade el territorio historiográfico y su Imposición alcanza nuestro siglo, cuando incluso la crítica de identificación francesa lo exhuma. Su célebre proposición de organizar la literatura por "familias del espíritu", a partir de las obras para llegar a una caracterología de los escri·

Críticos del modernismo, tan notables como José Enrique Rodó, Blanco Fo1nbcma o Pedro Emilio Col!, continuamente aluden a los tres conceptos que soportan la metodología de Taine: medio, raza, momento. En nuestro ccaso, la aparición de un Bosquejo histórico de la literatura venezolana, es­crito por don Julio Calcaño,2 romántico, escolástico y académico, dio lugar, por contraste indignado, al mayor inventario cultural del país, realizado por un brillante equipo de intelectuales positivistas: el Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes (1895), ambicioso intento de ordenar y valorar con perspectiva sociológica, nuestra heredad cultural.

La inclinación historicista y sociológica, respaldada por el positivismo, vigente hasta los años 30 de nuestro siglo, recibió nuevo impulso con las tentativas marxistas de José Carlos Mariátegui y la revista Amauta. La his­toria del regionalismo literario -positivista- y de las vanguardias de los afios 20, escindieron el campo.

Las décadas de 1930 a 1960 asisten al ingreso de la filología española, regida por Ramón Menéndez Pidal, trasegada por la emigración que disemi­nó la guerra civil. Con ella, el inicio de la segunda guerra mundial arroja por América a los discípulos alemanes de Karl Vossler y las enseñanzas de la estilística románica. Esta última alcanz~ prestigiosa difusión hispano­americana con maestros como Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso y

1 René Wellek, a este propósito, emite el siguiente juicio: "Diríase que Sainte­Beuve interpretara la caracterología cultivada en Francia por Le Senne y otros desde esa época. O los tipos de concepción del mundo definidos después por Dilthey, Jas­pers, Spranger y aun Jung, como un nebuloso ideal futuro al que darían comproba­ción empírica los estudios literarios." Historia de la crítica moderna, Madrid, Gredos, 1972; voL III, p, 63,

2 El título exacto es "Estado actual de la literatura venezolana"_ Calcaño lo publicó en el Diario de Caracas, en febrero de 1894_ José Gil Fortoul, positivista rele­vante, radicado en París, lo ironizó ese mismo año en una apostilla que tituló "Peque· ñeces académicas." Un año después, aparecía el Primer libro venezolano de literatura, ciencias y bellas artes. Existe reedición facsimilar: Caracas, Eds. del Consejo Munici­pal del Distrito Federal, 1974.

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un insigne alemán que enseñó en Venezuela, Cuba y Canadá: Ulrich Volpe.4 En la Unión Soviética, la escuela estoniana de Tartu, con las Ellos cambian, no sin resistencia, la visión historiográfica del positivism~_--; de Lotmann y Uspenski, han iniciado la línea aglutínante Plantean el estudio ínmanente del texto desde una perspectiva lingüística' m<itodo·s. Se procura el enfoque de conjunto más que los antípodas pero los resultados se perfilan más en el ensayo interpretativo que en 'x.t·jif¡:oliigl,OOS de las metodologías. En esas formulaciones más actuales puede tratado de historia literaria. Coetáneamente, al menos en Venezuela, apa. una nueva visión de la historiografía literaria, un deslínde concep-rece la estética literaria de Benedetto Croce, que el profesor Edoardo Cre. y metodológico entre teoría, crítica e historia literarias. mase propuso superar con su teoría relacionista.

Desde esa época, la crítica y la historia literaria se polarizan en el modo­de conceptuar el proceso de la literatura. De un lado, la estilística -no­exenta de impresionismo en el juicio~, centra la atención en el di"3curso mismo. Del otro, los epígonos de Mariátegui y Aníbal Porree, buscan conti­nuidad al historicismo. Sin renunciar a Taine, procuran adoptar, un tanto dogmáticamente, la tendencia marxista que concibe la obra como rejlejá de las condiciones materiales de la sociedad. Arque les Vela en México, Béc­tor Pablo Agosti en Argentína, Juan Marinello en Cuba, serán los teóricos más relevantes del momento. Pero la historia literaria no queda escrita esta vez, tampoco. En el caso cubano, la vertiente estilística tiene arraigo en los primeros trabajos teóricos de Cíntio Vitíer, Roberto Fernández Retamar y 1 osé Antonio Portuondo. Sólo después de la revolución socialista y, en es­pecial en los últimos años, nuevas orientaciones dentro de una semiótica­dialéctica, afloran por vía de difusión en las tareas emprendidas por Desi­derio Navarro y otros jóvenes investigadores.

La bifurcación y el enfrentamiento entre estilística románica y mands. mo dogmático, después de la segunda guerra mundial, adquiere significa. ción particular, cuando los ínstrumentos críticos se perfeccionan. La ten. dencia inrnanentísta recibe el refuerzo de la nueva crítica norteamericana, donde se asimila con originalidad la innovación institucional aportada por el formalismo ruso y el estructuralismo checo, llevados al norte, especial· mente por Roman Jakobson y René Wellek.

La tendencia historicista se remoza con la sociología de la literatura, asimilada en Lukacs y en Goldmann. La producción teórica es hoy copiosa.­La búsqueda de nuevas perspectivas metodológicas es estimulante. Congre­sos y reuniones, ensayos publicados en revistas y libros, dan cuenta de esta afanosa búsqueda por íntegrar instrumentos de análisis. La escuela sentióti~_ ca italiana, fincada en el marxismo a través de Gramsci y en la glosemática de Hjelmslev, abre nuevas posibilidades en trabajos como los de Galvano

3 Ulrich Leo recogió en libro sus estudios estilísticos sobre literatura venezola· na de la vanguardia, bajo el título Interpretaciones hispanoamericanas. Apareció en Santiago de Cuba, Universidad de Oriente, 1960. Fue reeditado con el título Interpre­taciones estilisticas, Caracas, Eds. de la Presidencia de la República (Fuentes para la historia de la literatura venezolana). 1972.

-El patrimonio acumulado por nuestra historiografía a lo largo de su tránsito p_or las líneas ideológicas, someramente apuntadas en el Balance, permiten álJotar algunos rasgos comunes, legibles en la mayoría de las historias líte­!Hrias. No todo es negativo ni desechable. Tampoco están cubiertas las ex­eectativas para un lector de hoy. No hace falta un listado de historias lite-­tárias para comprobarlo. s Esos rasgos podrían ser enumerados, entre otras, de la siguiente manera:

Zl. Aportes

ta producción de historias literarias hispanoamericanas a lo largo de un :~enterrio, aproximadamente, ha legado hasta ahora:

2J.l. Un registro más o menos coherente de textos y autores funda­-jnentales, como material de base para la documentación de cualquier em--presa historiográfica posterior.

En los casos de historias continentales, las omisiones son cuantiosas, 1os errores de filiación o datación, abundantes. Las historias m.cionales rea­lizan a veces un registro más confiable. Entre ellas hay algunas reahnente éXcepcionales por su rigor. Casi todas representan esfuerzos ímprobos de

'! J[JUJlVJtJU<» que dedicaron una vida a compilar informaciones, aunque a ve­les fallase el método, o el instrumental bibliográfico indispensable hu-

de afínarse sobre la misma marcha de la actividad historiográfica. Sea éomo fuere, este conjunto ha servido de cimiento a muchos trabajos mono­gráficos que, o refutan y amplían, o en numerosas ocasiones repiten juicios _y prejuicios críticos, a falta de una lectura directa de las obras.

2.1.2. Algunas de estas historias, por su exuberancia de anécdotas o su expansión discursiva sobre los contextos sociohístóricos de los países,

4 Cf Crítica del gusto, Barcelona, Seix-Barral (Biblioteca Breve), 1966. Y tam­'bién Ignazio Ambrogio~ "Hacia una teoría literaria marxista: Galvano della Volpe", _en Ideologías y técnicas literarias, Madrid, Akal Editor, 1975.

5 Existen numerosos repertorios bibliográficos sobre el tema. Se obvian por co­riocidos.

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106 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICA}{A,

más que historias literarias son prontuarios de la vida intelectual o cultu l de las naciones latinoamericanas. ra

2.1.3. Las historias comprensivas, en oportunidades relacionan mov¡. ~entos y corrientes co~ referentes europeos. En literaturas de habla espa. nola, el panorama es mas completo, pero excluye, con criterio elitista la literaturas de otras lenguas habladas en el continente, o asumen posÍu/ discriminatoria frente a las literaturas indígenas por no estar grafemizadaa en una escritura latina. s

2.1.4. Existen algunas historias que rompen el modelo biográfico-anec­dótico -o lo abrevian- para ocuparse de la producción literaria deS'de la perspectiva de las corrientes intelectuales. Es el caso de Las corrientes llte~ rarias en la América Hispánica, de Pedro Henríquez Ureña. Otros han ensa. yado una periodización referida al método generacional, introducido en la cultura hispánica por Ortega y Gasset, aplicado a la literatura española por Pedro Salinas y Juan Chabás. Es el caso del Esquema generacional de las letras hispanoamericanas, de José Juan Arrom.

2.1.5. Las historias discriminadas por géneros literarios, especialmente las de la puesía, la novela y el cuento, entran en el análisis o el comentario de las obras, con reducción del aparato biográfico, más propio de los diccio­narios. Se aproximan así a las historias críticas de la producción por géne­ros. En este sentido, guardando las distancias metodológicas o ideológicas, fue notable pionera la Historia de la poesía hispanoamericana, de Marcelino Menéndez y Pelayo. Entre las más modernas resaltan la Breve historia de la novela hispanoamericana, de Fernando Alegría y, por su innovación meto­dológica, la Historia de la novela hispanoamericana, de Cedo mil Goié.

2.1.6. Entre las historias sociales de la literatura, con metodologías modernas, adquiere relevancia particular la Forma9áo da literatura brasilei· ra, de Antonio Cándido y, muy controvertido, el intento de Alejandro Losada sobre los modos de producción social y literaria en el Perú.

En síntesis, estos aportes de las historias literarias se muestran de modo aislado en diferentes obras, labor individual de esforzados estudiosos. La complejidad cada vez mayor, la importancia y el reconocimiento alcanzados por nuestra literatura en los últimos años, justifica emprender un trabajo historiográfico de grandes equipos, donde puedan converger interdiscipli­nariamente los hallazgos metodológicos más actuales.

2.2. Limitaciones

2.2.1. De ordenamiento. La mayor parte de las historias literarias bis· panoamericanas al registrar y ordenar obras o autores, parten de una selec­ción basada en los códigos ideológico·estéticos dominantes en un determi· nado periodo y cuya conceptuación remite a paradigmas europeos. Pocas

l!ISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 107

reparan en la dialéctica de los "estilos de época", en sus variantes o 'f.¡¡allecltalJizacicones. Tal vez por eso mismo omiten buena parte de la produc­

emergente o aquella que responde a concepciones donde se opera la [:tra~1sgresión renovadora de normas institucionalizadas.

Otras veces minimizan la importancia de escritores no insertos en los principios de "consagración" protocolizados dentro de enfoques casi siem·

e arbitrarios o eurocéntricos. Con frecuencia ha ocurrido que esa con· :gración debe operarse en Europa, donde se construye e inventa la imagen de nuestra cultura, para luego reconocer méritos en el propio país donde ha crecido el escritor y fructificado la obra.

No es extraña la omisión de obras y figuras, inadvertidas en su momen­to por los historiadores literarios, descubiertos después por investigadores

0 académicos, en ensayos, monografías, tesis universitarias. Cuando la pro­yección posterior prueba una trascendencia capaz de rebasar los silencios y los olvidos involuntan·os, entonces vuelve a abrise la puerta de acceso que permite a esa figura o esa obra, el pasar a la historia, como ocurre con los neologismos en los diccionarios de las academias de la lengua, dos siglos después de haber ingresado en el habla.

Sería muy larga la lista de estos omitidos excepcionales. Tanto, que irónicamente podría originar una obra virtual titulable Historia de la otra literatura hispanoamericana.

Caso inverso es el manual onomástico que incluye, sin explicar por qué, cuanto autor haya boceteado alguna producción. Es el caso de un filologis­mo enunciativo y oportunista, cuya lectura exige un reordenamiento a pos­teriori para comprender esa suerte de enumeración caótica.

2.2.2. De valoración. Los códigos literarios e ideológicos dominantes en una épo,ca, valen tanto para los textos directos, como para las historias literarias. Estas imponen una corriente, niegan sus opuestas. Por ello el jui­cio axiológico no siempre está referido a la literatura misma. Más fácil es calificar que analizar.

La adjetivación magnificadora o peyorativa, aplicada a productores y productos literarios, es a veces la mejor salida de emergencia para e~adir el análisis. De manera semejante el anecdotario suplanta, en buena cantidad de casos, el abordaje significativo de textos y autores. A veces el resultado es un relato incidental que mira hacia un contexto generalizador, resultado de la imaginación de un no especialista de la historia, quien .termina haciendo li· teratura histórica, pero no historia literaria. Es una historia pretextual, pero no textual, en el sentido abarcador del término, como lo plantea Lotman.6

Las simpatías y las diferencias, tan del gusto de don Alfonso Reyes,

6 Cf Estrnctura del texto artz'stico, Madrid, Eds. Istmo (Col. Fundamentos), 1978.

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108 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERIC A¡¡ A

condicionan en este aspecto la epopeya o el escarnio de escritores y ob t.d · ¡ · · · ras s?me ~ as a ~na aXIo og1a nnpreCisa, donde hermetismo y ateísmo, Po;

eJemp o, pue en negar un poeta como Pablo Neruda, porque su poesía tanto pecaminosa, no se entiende. 'en t t E~ frecu~nt.e hallar, pudes, casos de incomprensión negadora cuando se ra a e movimientos que espuntan, a los cuales se les considera no rt . 'dl/' . lera.

n_os o J_uera e a zteratura, :specie de forajidos intelectuales. En la histo-no~r~Ia vene.zol~na fueron cele?res lo~ casos de excomunión literaria bajo e~ JlilCio de ,VI~anos de un~ cornente vigente, como ocurrió con el romantj. c1smo escolashco, defendido hasta los estertores por don Julio Calcaftb la Presidencia de la Academia de la Lengua, quien exorcizó 0 simplem 'etn cll'l d .. li .. ene a o a pro uc.ct?n va ostsnna. de l?s escritores positivistas. Igual sucedió con Gonzalo Ptcon Febres, reg10nahsta a ultranza, quien escribe su arrate. ma contra el modernismo en su Literatura venezolana del siglo XIX m 'ti! t y ' uy u ~ por o ros respectos. ya en el siglo XX, un crítico legendario como Jesus Semprum, desahogó sus conjuros indignados contra las vanguardias: en el momento de aparecer la revista válvula. Aquella minúscula del títul' le resultó incorporable a su ortografía apolínea.

0

. 2.2.3. De extrapolación. Más exacto sería hablar de superpob/ación, si extstiese la posibilidad de una demografía literaria opuesta a la mitolog' de las cons~gr~ciones. Se trata de una inversión cuantitativa de 2.2.L p~! este procedumento, ciertas historias incluyen un contrabando de "autoresu Y t~xtos cuya significación está en las circunstancias no precisamente lite­r~r~as de ~n dete~~inad~ momento político: el procerato, la relevancia CIVtca, la .~molac10n soctal o el entorno oportunista de intelectuales que rod~~n mmtsterial o diplomáticamente a un gobernante, el fracaso 0 la ex­pulsiOn de la otra historia, menos literaria y más implacable.

El periodismo, la oratoria religiosa, forense, mitinesca; el panfleto leído como ensayo, dan origen a divertidos sofismas que el historiador desarrolla para justificar la inserción en una literariedad resbaladiza, generadora de un humorismo involuntario. En estos extremos de compromiso, el adjetivo se transforma en epíteto homérico y tenemos, en lugar de historia, cantares de gest~ literaria, c?n lo~ cu~les se promu_eve un "valor" reahnente "impar"; se fabnca con raptdez musitada un procer-poeta, un novelista-mártir un primer-magistrado que deviene en primer prosista de la nación, un estilista de los gol~es de estado, o al menos un copartícipe que aconseja oportuna­ment~ a .ctert~s ~andatarios. Es la historia de los cultos locales, liturgia bajo especie hterana, literatura como sacralizadora mitológica. En periodos re­presivos:' crónicos por lo demás en nuestros países, abundan las apologías de ~n d1~ta~or o .algunos de sus ministros y embajadores que se refugian en la ~stona hterana con alguna antología de discursos. Basta un epistolario sentnn~ntal, u~ florilegio de ruedas de prensa, para consagrar a un represor travestido de mtelectual destacado, para llevarlo a la academia o, en caso

m,ST<ORIOGR.Al'ÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 109

iA~nl:rar·ro, el juicio por omisión de un historiador termina de escribirse en · cárcel o el exilio, en caso de supervivencia.

2.2.5. De conceptuación y método. Algunas historias continentales o :JJádonales, cuando abordan la periodización por la vía de corrientes, escue­tas o generaciones, no adoptan un método comparativo que permita reco­:iiocer las variables nacionales ( diatópicas) con respecto a un sistema o ·corriente universal, más allá del soporte lingüístico.

Hasta hace pocos años era común establecer tales correlaciones bajo el 'íiombre de "influencias", comprobadas o conjeturales, de un determinado áutor o autores extranjeros sobre uno nacional, quien muchas veces ignora­ba a aquel abuelo de ultramar con el cual guardaba tantas semejanzas. Con él nombre ambiguo de investigación de fuentes surgieron monografías y ·ensayos históricos de esta índole, algunos emparentados con la filología de raigambre hispánica, otros con las "familias espirituales" de Sainte-Beuve. M:uchos fueron verdaderas filigranas de analogías y parentescos, otras que­ilaron en la simple coincidencia temática.

Por un procedimiento similar, las agrupaciones generacionales, como exponentes de una escuela o corriente, encarcelaron a un autor en un solo código y generalizaron el juicio a toda su obra, como si los cambios y trans­'fonnaciones existenciales de cualquier individuo, dentro de un contexto, no se operasen en el escritor, quien así resultaría exiliado de la dialéctica de las ideologías literarias. Se olvida en estos casos que, en una misma época, _pueden coexistir corrientes y tendencias ideológicas contrapuestas, respecto 4e las cuales un autor puede adoptar la aceptación o el rechazo, o transgre­dir y negar en una obra posterior lo que fue su filiación intelectual de antes. Esto tiene poco que ver con las coincidencias cronológicas de una aproxi­mación en las fechas de nacimiento o con su participación en publicaciones comunes a las mentadas generaciones. Otras veces ocurre que la afinidad se produce en un escritor "insociable", no integrado en un grupo generacio­nal, con cuya mala conducta se arriesga a ser excluido de la historia, no im­porta que su producción, para lectores posteriores, resulte más significativa de esa corriente que la producción codificada del resto de la generación.

2.2.6. De temática pintoresca. La llamada crítica "contenidista" o cierta crítica temática, ha aportado graciosas piezas a la historiografía lite­raria de Hispanoamérica. Algunas son inolvidables por su ingenuidad. Son historias que agrupan las obras en una suerte de "topografía" literaria, con lo cual se aproximan más a las ciencias geográficas. A Veces la buena inten­ción es la de hallar originalidades o alejamientos de un europeísmo erigido en modelo, razón que no le resta mérito al candor de los ordenamientos.

Un caso memorable eS el de don Arturo Torres Rioseco y su singular taxonomía aplicada a nuestra narrativa, a partir de la cual la novela hispa­noamericana puede estudiarse como de los rios, de la sie"a, de la pampa, de la selva. Fue una verdadera lástima que no incluyera las del banano

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110 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICAN~t

(acreedoras a un Premio Nobel), las de los mares del Caribe, etc. El aprieto quizá habría sido ubicar El recurso del método en esa "loca geografía".

Otros historiadores, por la misma ruta geográfica más humana, se en. cargarían de agrupar las del negro, del indio o, los inclinados a la economía literaria aglutinaron las del petróleo, del café, del hierro, etc., saqueados transnacionalmente, nacionalizados literariamente.

3. La historia posible

Cien años después, ya adulta, la historiografía literaria hispanoamericana se presenta hoy como un reto y una tarea a cumplir, por parte de grandes equi. pos interdisciplinarios, para acceder a lo que podría llamarse la historia po~ sible o, sencillamente, como tantas cosas en nuestra América, la historia por hacer.

Más allá de las escisiones metodológicas y conceptuales, con el aprove. chamiento de una abrumadora teorización que prolifera en revistas pero no llega a la praxis historiográfica, creemos que en América Latina, justamente por motivos de vacío, existen hoy condiciones propicias para emprender un nuevo proyecto de historiar nuestra literatura en forma global.

3.1. Una historia verbal

Con los afinados instrumentos que viene aportando la moderna lingüística ya puede estudiarse el discurso literario de manera diferenciada respecto a una historia general de los discursos. Y podría superarse el esquema clasista de la historia literaria donde sólo ingresa la literatura escrita (grafémica}, entendida unilateralmente como literatura culta, por tanto excluyente de la literatura hablada (fonémica), subvalorada como "folklórica" o "popular", es decir, analfabeta y marginada, pero cuya riqueza se explota en la otra li· teratura culta, como materia prima.

3.2. Una historia transverbal

Con el desarrollo de las ciencias de los signos (semiología y/o semiótica), es posible una historia diegética de la literatura, donde el expediente de las "barreras lingüísticas", erigidas como fronteras postizas, quede abolido y no manipulado para ignorar y discriminar de la historia las literaturas de habla no hispánica.

La analogía cultural de América Latina es historiable, así, en los signos que rebasan el nivel de lengua, no importa que la literatura sea escrita en español, portugués, créole haitiano, inglés jamaiquino, slang trinitario; o hablada y transmitida en quechua, náhuatl, maya, guaraní, etc. Las recu-

giSTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 111

lirenLWLS de un pasado colonial común y una voluntad de liberación unen sociales, nutren la textualidad transverbal, están presentes y son

hecu.peratHe> en el plano semántico de la literatura.

Una historia social

La exhumación reciente de los trabajos de Mijail Bajtín y los rigurosos estu­díos de Yuri M. Lotman y Boris A. Uspenski, parecen abrir la perspectiva que resuelva en un plan~ cie~tífico social_ 1~ pugna ideol~gica y maniquea entre inmanentismojsocmlog1smo deterrnuusta de los metodos para estu­diar no sólo la literatura, sino la cultura, de la cual el proceso literario es función y no sistema.

La teoría de la cultura como texto abierto, propuesta por Lotman,7

entiende el proceso literario como un modo de producción ideológica de signos culturales verbales, cuya historicidad es recuperable en el sistema so­cial heterogéneo de las culturas, con sus diferencias regionales o nacionales. Donde el escritor ya no es más un secretario privado de los dioses, ungido del verbo mítico, sino un trabajador social que aplica fuerzas intelectuales a un medio de producción -el lenguaje- y produce un objeto heterogéneo proyectado sobre una sociedad en la cual el autor es signo de época y el mensaje, signo que rebasa su historicidad inmediata, aunque ambos estén indisolublemente vinculados por un contexto.

3.4. Una historia conceptual no ideologizadora

La historia literaria posible sería una historia de la producción de conceptos ligados por una visión del mundo, compartida socialmente, estratificada por las contradicciones de clase, singularizada por las abstracciones idiolec­tales de los autores, regida por leyes específicas, como vislumbró Marx en l844. Sería una producción de conceptos expresados en signos literarios y transliterados, de textos correlacionados a un contexto artístico más am· plio referido al sistema cultural en su conjunto.

3.5. Una historia de la lectura literaria

Los planteamientos, aún incipientes de una sociología .de la recepción del mensaje, permiten pensar que esa historia posible recupere la idea enuncia­da hace tiempo por Galvano della Volpe, en cuanto a que el texto, por su carácter polisenso, es susceptible de muchas lecturas, tanto axiológicas -por

7 Cf. op. cit. nota 6 y además: Semiótica de la cultura, Madrid, Eds. Cátedra, 1979.

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112 l{ISTORIOGRAFÍA LITERARIA LATINOAMERICANA 113

razones de ideología del lector- como de comprensión -por razones. Miliani: cambio histórico en la lectura-, en la medida en que el texto literario rebaasa''

1· f:ij)o¡nJi'u'gs

0tamente al final hay una frase que coincide con el planteamiento

su momento de producción. tuyo respecto del marco teórico, donde dice: "la clasificación de un Estos replanteamientos constituyen una de las rectificaciones más irn. marco teórico acogido sin dogmatismo, riguroso como lineamiento

portantes con referencia a la llamada sociologz'a del consumo que, desde su común -al equipo-, flexible y permeable como instrumento para la propio enunciado, concibe o confunde el mensaje literario con el objeto percepción de un texto abierto en nuestro espacio cultural". Y creo mercantil y al lector como receptor pasivo, usado más que usuario, feligréS: que sí es un riesgo, que por ejemplo la historia de Íñigo Madrigal es un y no copartícipe del proceso integral de la literatura. excelente intento, donde hay trabajos fabulosamente claros -como el

3. 7. Una historia con derecho a la universalidad

En la medida que esa historia sea capaz de romper la concepción del universa. lismo metropolitano centrado en Europa y ahonde en las variantes diferen. ciado ras de la producción latinoamericana en tanto función de una literatura general, en esa misma medida la cultura intelectual de América Latina con. quistará en forma endógena su espacio en la historia de la cultura, sin que ello sea concesión graciosa al buen salvaje que produce extraños textos aceptados como curiosidad por los sumos sacerdotes del juicio universal:

4. Final

La historia posible lo será, sólo, en la medida que un equipo interdiscipU. nario asuma la tarea con modestia, sin hipertrofias del ego, en actitud de respeto a la individualidad dentro del trabajo conjunto. La clarificación de un marco teórico acogido sin dogmatismo, riguroso como lineamiento común, flexible y permeable como instrumento para la percepción de un texto abierto en nuestro espacio cultural específico es la condición prima­ria. En nuestros países viene creciendo una cohorte de investigadores que estudian el problema y reflexionan en torno a sus aspectos esenciales. Ahí está en espera de la tarea y de quien acoja la iniciativa.

Discusión

Mario Valdés: Yo quiero decir que veo la llamada al equipo interdisciplinario como algo muy saludable, pero también veo el peligro inminente de que el resultado sea una serie de artículos relacionados sólo por un tópico, A lo mejor individualmente son aportaciones valiosas, pero en conjunto no, pues lo que todos queremos es una aportación a la historia de la li· teratura hispanoamericana como una historia de la cultura.

de Mignolo respecto a las Crónicas de Indias- sí corre el riesgo de dis­persión. Ahora, ¿qué es lo que evita el efecto de entropía en el propio texto de una historia de este tipo? Bueno, la adopción de un marco teórico común.

En lo interdisciplinario yo insisto mucho por una razón: una com­paratística con relación a las lenguas indígenas, o quien vaya a estudiar el fenóme'no de la literatura en lengua brasileña dentro del contexto sociocultural que estamos proponiéndonos, lógicamente tiene que manejar casi ambos niveles de lenguas, para poder establecer una com­paración en el plano verbal. Pero en los niveles transverbales a lo mejor el comparatista de orientación lingüística empieza a trastabillar, hace que se vuelva utópico, y cuando se llega al rango del nivel cultural real, y cuando se llega a un rango social real ... Entonces es una especie de estratificación del problema, partiendo naturalmente en una forma inductiva: historia de signos literarios como signos culturales de un contexto de signos sociopolíticos. Bueno, allí ineludiblemente entra el historiador, el historiador general de América.

Bueno, a mí me parece que necesitaríamos de un investigador social, sociólogo o politólogo, porque estamos cada vez llegando a este punto, tratando de definir el marco histórico y estudiar las diversas fases, pero ninguno de nosotros estamos en ese campo y ésa es la gran dificultad. Por eso yo insistí en la necesidad de la periodización de la formación de las distintas etapas del Estado en América Latina. También creo que es muy importante tener nociones sobre, por ejemplo, la división del trabajo, del ocio, de ciertas condiciones muy fundamentales que estructuran la vida cotidiana y que son también las que entran en lo imaginario-literario. Creo que es aquí en donde se necesita ese inter­cambio interdisciplinario.

11acques Leenhardt: Y o veo que Mario Valdés habla de construir un marco histórico y so­ciológico que se preste al estudio transnacional de las literaturas, y esto tiene que ver con la preocupación de J ean. Domingo habla de las recu­rrencias de un pasado colonial común y una voluntad de liberación en donde se unen destinos sociales, se nutre la textualidad transverbal. Se trata entonces de un problema común en donde no podemos ir más

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114

allá y se evidencia la necesidad de especialistas en ese campo. parece también importante la construcción de este marco.

Domingo Miliani: Precisamente, en la historiografía ya no literaria sino en la historiogra. fía política latinoamericana -por llamarla de alguna manera- se ha venido haciendo también una revisión y un cuestionamiento de las periodizaciones. Por ejemplo, los últimos trabajos de Tulio Halpertn rompen con el modelo de la periodización cerrada. En el caso de la periodización literaria ¿cuándo comienza y cuándo termina la con. quista y cuándo empieza la colonia?, ¿dónde empieza el humanismo renacentista de Garcilaso y dónde termina el barroco?, ¿dónde empie­za el barroco y comienza la ilustración?, ¿qué es el jesuitismo ilustra­do, barroco o ilustrado o barroco-ilustrado?, ¿dónde termina la con­cepción colonial ilustrada e iluminista de la literatura cuando nosotros seguimos todavía levantándole estatuas verbales a los próceres y no estamos haciendo la historia social de América? Creo que es un probl~ m a de periodización y de apertura, un cuestionamiento de la historio­grafía y de allí viene la relación interdisciplinaria.

lean Franco: No es exactamente que la historia sea la base, sino que la historia tam­bién es un modo de enunciación y es un discurso. Así que lo que tene­mos que elaborar son las relaciones entre el discurso histórico de ciertos periodos y el discurso literario: cómo se construyen, qué son las formas de enunciación en este periodo, cómo se autorizan como discursos. El hecho de cómo se autorizan lleva a una teoria del Estado; yo creo que el Estado es la base del poder y la autorización. Me parece que es lo que califica a la gente como sujetos, es aquí donde hacen falta los historiadores para intercambiar ideas y problemas.

Ahora bien, en este momento ha surgido de parte de los sociólogos un interés en la cuestión cultural. Por primera vez ellos se dan cuenta que los hombres no sólo son explicables por cuestiones políticas o por la sociología sino a través de la cultura y el lenguaje. Esto hace que haya instituciones que están trabajando en forma interdisciplinaria.

Roberto Schwarz: Quiero hacer una observación sobre la cuestión de la periodización. Yo tengo la impresión de que acá hay dos objetivos diferentes en la discu· sión: uno pasa por la unificación de América Latina, la cual pasa a su vez por la unificación nacional; una periodización que corresponda a este interés creo que realmente no es difícil: es la periodización que hay, digamos la político-social. Pero, por otra parte, está el interés de la democratización de la cultura, de la "desprivilegización" del arte culto, y esto corresponde a otra periodización, para la cual creo que hay poco trabajo preparatorio. Incluso hay un problema en combinar

,A J{lEiT<> RIOüblA.>'IA LITERARIA LATINOAMERICANA 115

esos dos intereses, porque en buena medida son antagónicos, y creo que vale la pena discutir eso un poco.

f Anw,.·u Cándido: Las comunicaciones de nuestros amigos Valdés y Miliani son mucho más directas de lo que parecen; ellas proponen realmente, una actitud de espíritu y una metodología de trabajo. En mí esto sugiere una gran dificultad, lo confieso honestamente. Yo vine preparado para una vi­sión, en cierta manera, tradicional y de esta manera, vine preparado para la literatura culta, literatura en la cual trabajo.

Lo que el profesor Miliani propone, con una gran competencia y de una forma plenamente convincente, es la necesidad de salir de la palabra esc:r:ita, salir de lo que yo, personalmente he considerado como literatura. Esta es una empresa bellísima y es una revolución. Nosotros podríamos hacer esta revolució'n, pero necesitamos ciertos métodos de trabajo. Valdés propone una teoría de niveles a partir de los cuales es posible que nosotros abarquemos la realidad del texto literario particu-lar y las articulaciones más generales posibles, a través de la compara­ción. Son dos cosas que no son incompatibles, porque Domingo Miliani propone así una nueva filosofía de la historia de la literatura y Valdés propone los lineamientos de una metodología. Ahora esto nos pone delante de una opción seria: si vamos a tratar de la literatura que yo he estado acostumbrado a tratar, por ejemplo, de la literatura en cierta manera oficializada, aprobada por medio de patrones de origen euro­peo o si vamos a hacer una historia que comprenda a la literatura ná­huatl, la literatura quechua o créole o papiamento, o slang de Trinidad y Tobago. Esto es una empresa mucho más seria, es una empresa para la cual, personalmente, no tengo la menor noción porque para mí lo que hay de revolucionario allí y que aprecio mucho, es incluir en el campo de la literatura lo que yo incluía en el campo de la antropología, del folklore, de la etnología. Entonces, es una posición elitista mía que tengo que superar, yo soy elitista por mi formación y mi clase. Enton­ces, si optamos por esta propuesta de Miliani, es una responsabilidad muy seria, es una revolución. y pienso que podemos llegar en estos días a· una razonable propuesta de historia literaria dentro de las literaturas consideradas tradicionales. No veo cómo podemos llegar, en estos días, a lo que propone Miliani, que es mucho más rico, más de acuerdo con ese espíritu de democratización de que habla Roberto. Si el equipo pudiera llegar a esto, sería una conquista revolucionaria.

Pizarra: A mí me parece, profesor, que en este sentido algo se había planteado antes, que vale la pena recuperar; si bien debemos reconocer la existen­cia de otros códigos, de otros sistemas literarios, tenemos que -dentro de una empresa colectiva posible- reconocer nuestra imposibilidad de entrar en ese campo. Pero eso no significaría no reconocer su existen-

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116 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

cia, no tenerlo como dato presente, que de alguna manera ramtJié:n ,,; a determinar el ritmo del proceso que vayamos diseñando.

117

incorpora aquello. Yo concuerdo con usted que la solución más fácil la que me parece más accesible, aquella para la cual yo vine preparad~ es ésta.

Antonio Cándido: El concepto de "historia posible" para Miliani no es lo que en francéa­se expresa como un pis aller: no podemos, entonces hacemos lo que es posible; el concepto de la "historia posible" de Miliani es una histo~ ria virtual, es un proyecto grandioso, es el proyecto de no renunciar.

Franco: Sí, creo que hay muchos trabajos, pero sigo insistiendo en que el marco teórico es fundamentaL Creo que hay que pensar en el Estado y creo que el estado, en el siglo XIX, trata de imponer, por ejemplo un idioma nacional en ciertos países, que se preocupa por crear una 'cultura na-

Roberto Schwarz: cional Y entonces ~one límites entre lo que es literatura nacional y lo Yo creo que el problema reside en afirmar que somos lo que '"no SO· que no es. Es muy Importante saberlo, porque ése es el poder que auto-mas, lo que no somos socialmente. Desde ese punto de vista ésa es la riza a que ciertas prácticas sean prácticas literarias y ciertas prácticas historia de un continente que no es e1 nuestro; en ese sentido, nuestra no sean prácticas literarias. En segundo lugar, creo que es muy impar-colaboración y contribución a un continente que no es el nuestro, tarn. tanteen nuestro enfoque observar quenosotrossiemprehemosvincula-poco va a ser grande. Es peligroso fabricar un continente latinoam~rica. do fenómenos que no siempre van unidos. no del cual no formamos orgánicamente parte, corremos el peligro de Siempre se vincula automáticamente capitalismo y democracia fabricar algo sumamente esquemático y, en alguna medida, vacío. Es había muchos pensadores, en el siglo XIX, que pensaban que con 1~ evidente que por convicción democrática, genérica, todos somos de la importación, el capitalismo iba a democratizar al país poco a poco a opinión que todas las culturas tienen igual peso, derechos, etc.; ahora través de la alfabetización, por ejemplo; era entonces culpa de los mar-debemos observar -es cruel, pero es así- que el futuro previsible de ginados si no adquirían la educación y por eso no fonnaban parte de esa dinámica obliga a esajerarquización. Mi visión del problema es que la alta cultura. Lo que se comprueba es algo que a mí me parece inte-la objetividad, por ejemplo, del capitalismo o de la centralización socia~ resante: que el capitalismo en América Latina ha sido un proceso vio-lista, destrozan gran parte de esas culturas. La convicción de:mc•criitíca'j!~Z lento, que nunca o casi nunca ha ido vinculado con la democracia sino no basta para abrir el mismo futuro, para todas esas culturas. Yo creo al contrario, por lo tanto, tenemos que pensar de nuevo en tod~s los que hay un elemento de ilusión en el democratismo indiferenciado, y-. modos de resistencia a la importación, que el capitalismo no es una es-creo que es peligroso llevar adelante una empresa historiográfica a par~ pecie de futuro inevitable, que en América Latina siempre ha sido una tir de una noción así. cosa impuesta desde afuera y que la forma de resistencia ha sido la

Antonio Cándido: Usted tiene razón, Roberto, pero estoy pensando en un tipo de trab~o que, precisamente, ya existe. Miliani ha dicho, sin especificar, que ya_ existen en América muchas tentativas en tal sentido. Los trabajos d'e Marise Mayer, los estudios de literatura de cordel, de literatura follefi; nesca en Brasil, por ejemplo, tratan de incorporar producciones popu• lares a la literatura oficiaL Ya hay material, entonces no es prw•iaJnOJl• te, como dice usted, una especie de fariseísmo crítico. Está dentro nuestros orígenes, de nuestra formación universitaria: hay estudios de· ese tipo de literatura pero nosotros los consideramos fuera de los des proyectos. Una historia de la literatura brasileña hecha ahora de Bossi, por ejemplo, que es la mejor historia que hay- no m<cw.y<> la literatura de cordel, no incluye a la literatura folletinesca, entorlCOlf¡ j::j pienso que si usted acepta el punto de vista de Domingo Miliani, ya tendrá material. Hay sí un material que no está, cuando él ""''"''•• el problema de lo transverbal, pero se podrían recorrer los estudios folklore. No se trata propiamente de que usted no pueda hacer el bajo: ya existen esos trabajos. La cuestión -como la señala es querer o no asumir una actitud metodológica que incorpora o

cultura popul~. Yo veo que esto puede ser algo muy ambiguo, pero las grandes resistencias populares campesinas, en el siglo XIX, en Canu­dos, en Brasil o en México, son importantísimas. ¿Cómo se difundían estos movimientos? Se difundían a través de la transmisión oral a través de la cultura tradicional. Creo que hay importantísimas cuesÚo­n.es en todo eso que están vinculadas con un mensaje histórico y polí­tico que tenemos que aclarar.

me preocupa lo que el maestro Cándido plantea. Es cierto, naso­hemos venido trabajando en una orientación, en una metodología

en el sentido de la literatura, en las universidades en los manuales. Por ejemplo, Anderson Imbert, un caso típico, dice:'la lite­ratura indígena prehispánica no existe porque no está escrita. Esto plan­tea en su introducción a la Antología de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, por ejemplo, José Alsina Franchi en España compila una Floresta literaria de la América Indígena que es un muestreo de litera­tura transcrita al español, traducida, de Ángel Garibay, de León-Portilla, de Jesús Lara, de una enorme cantidad de gente. Han incorporado la literatura de Adrián Recinos sobre el Popal- Vuh, los cientos de cosas

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sobre los indios mexicanos, el trabajo d.e Carlos. Horaci? ~a~is, campa. rativo, entre la poesía, lusitano-argentmo-mex1cano-h1spamca. Está la literatura del cordel y la tradición romancera galaico-portuguesa Romancero. Creo que es un trabajo perfectamente viable de realizar existe documentación, existe apoyo. Jesús Lara tiene una historiad~ la literatura quechua, León-Portilla tiene una historia de l.as literaturas precolombinas, y esas historias están historiadas pero no mcorporadaa a la historiografía general. Ahí es donde veo que hay, entonces una cont:iadicción. Para el aspecto de literatura oral, necesitamos de un método, como el de Osear Lewis, los trabajos de Eugenia Meyer de literatura oral. Esto se está dando también en la historia-histotia, se está viendo la realidad latinoamericana desde una perspectiva -como diría Unamuno de la intrahistoria- no protocolizada ni oficializada A mí me paree~ que es un cambio de actitud frente al problema. Cre~ que el maestro Cándido, y perdóneme usted, pero con todo cariño se lo digo, es quien menos está fuera de contexto, y quien mejor está P.reparado en este terreno para asumir una tarea de esta envergadura, Él tiene la preparación y formación de sociólogo, en primer lugar, des. de donde llega a la literatura, luego ha desarrollado uno de los modelos historiográficos fuera del común de los modelos de la historiografía li­teraria. La formación de la literatura brasileña, por primera vez, deja de ser un inventario biográfico-incidental para hacer la exposición de los argumentos para una interpretación de lo que él llama muy bien, del sistema literario de la producción intelectual en el Brasil. Entiende la tradición en un Sentido revolucionario: la tradición no es simplemen­te la memoria archivada de un pueblo, es la producción viva dentro de unos modos de producción conceptual de la literatura. De manera que,

119

gancia legitima, comprensible, pero desdichada de lo característico. Me parece un desliz desdichado el buscar lo característico de una nación.

Miliani: Yo no hablo de identidad nacional, hablo de signos diferenciales, de variables contrastivas dentro de los sistemas universales de la literatu­ra. La metodología del formalismo ruso arranca del estudio de los cuentos populares; el problema está en no seguir dejando de lado por­que es folklore y no es literario.

Yo insisto: vamos a estudiar esos fenómenos desde el punto de vista de la perspectiva de la literatura, porque allí hay una codificación. Cuando Shakespeare toma un novellino italiano, veronés, de los aman­tes de Verona y hace Romeo y Julieta, bueno, hay una relación inter­textual y transnacional, hay una relación de código transverbal inclusive pero hay que conocerlo y comprenderlo, y así está llena la literatura: y al revés, un elemento culto, como la décima de don Vicente Espine! termina en la improvisación de los decimistas cubanos. Y nosotros lo estamos estudiando desde el punto de vista de las transposiciones dia­críticas. Hacer literatura comparada e ignorar esos elementos instru­mentales, creo que sería quedarnos a medio camino.

~:$,berta Schwarz: Existe otra manera de enfocar el problema: estamos entre hacer una historia general del imaginario verbalizado de nuestros países, y de una historia de la literatura entendida como arte culto. Son cosas muy diferentes.

desde este punto de vista, no veo que se salga del modelo de la conte:<· iA,nfo,nio Cándido: tualidad. Pienso que la comunicación de Domingo coloca un problema como

Otro aspecto sería el de la comprensión de la literatura protocoli· opción. Estimula a la reunión a tomar una posición frente a opciones zada en verdadero estudio de la comprensión de la novelística de Mi· que son difíciles, entonces, tal vez, nosotros lleguemos a hacer la op-guel Ángel Asturias desvinculada de la tradición de las Tablillas que ción siguiente: lo que Domingo propone es la primera hipótesis, es cantan -como ya nos ha llegado la leyenda de los pueblos quiché-ca· ideal, pero no lo podemos hacer, tenemos que hacer lo segundo. Pero chiqueles o de la tradición del Popal Vuh, deja el setenta por ciento de él señala una opción que no podemos ignorar. los signos de impresión temática en el sistema cultural de los quiché-, Entender a Juan Rulfo comparándolo con el barroco occidental es entenderlo. A Pedro Páramo hay que entenderlo desde el punto de la tradición náhuatl. Es el caso de Arguedas; entender,inclusive, novela como Ecue- Yamba-0 de Alejo Carpentier sin tomar en cuenta la tradición afrocubana con referencia africana, o entender Corone[ de barranco de Arauja Lima, ejemplo de la literatura amazónica, igno­rando el continente guaraní, lo veo muy difícil. Hay una manera de integrar e incorporar, que forme parte de una ciencia más allá del mo· delo contrastivo de nuestra literatura; eso es lo que quería señalar.

Valdés: Habría que pensar en las respuestas que dio Gutiérrez Girardot, cuan­do se planteó la pregunta de la relación del texto literario de la llama­da alta literatura y el de la literatura triviaL Su respuesta a mí me hizo pensar, no se trata de negar la literatura trivial ni de menospreciar la llamada alta literatura sino de describir la relación, uno como fondo del otro.

Franco Meregalli: Yo voy a actuar como abogado del diablo. No quisiera llegar a la arra·

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IV. LITERATURA NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA

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LA LITERATURA LATINOAMERICANA Y SUS LITERATURAS REGIONALES Y

NACIONALES COMO TOTALIDADES CONTRADICTORIAS

Antonio Cornejo Polar

quisiera hacer una aclaración obvia: realmente plantear una ponencia los problemas que suscitan las relaciones entre literatura

l je~,~~t:c:e;~~;~~ literaturas regionales y literaturas nacionales es un poco . Esto debe entenderse como un esquema, y por otra parte, debe

!ente,nd.en;e también en un tono hipotético de proposición, de tentativa: La reflexión sobre nuestras literaturas nacionales y regionales y sobre

literatura latinoamericana íntegra es tarea difícil, compleja y riesgosa;lo un poco menos, sin embargo, si desde el comienzo se evitan algunos

lt>lartteamtieJ1tc>S tradicionales que han demostrado ser, _pese a la evidencia que a veces se revisten, totalmente improductivos. Interesa anotar al

lrespe:cta

primero, la conveniencia de debilitar el carácter causal de la relación América Latina y su literatura y la necesidad de evitar con todo cui­

dado la idea acerca de que la existencia de aquélla, como formación histó­rica suficientemente homogénea, y diferenciable, es previa a la existencia de la literatura que le corresponde, 1 y,

segundo, la urgencia de rechazar la noción de la literatura como ex­presión más o menos aleatoria de la realidad y la consecuente necesidad

I Aunque su desarrollo conceptual tiene otra dirección, la siguiente frase de Ro­berto Fernández Retamar podría representar este tipo de planteamiento: "La existen­cia de la literatura hispanoamericana depende, en primer lugar, de la existencia misma -y nada literaria- de Hispanoamérica como realidad histórica suficiente". Para una teorfa de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones, La Habana, Casa de las Américas, 1975, p. 49.

123

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124 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LP<TINC>AI~ERI<OAJ~.tié3

de situar nuestra literatura dentro de la historia social de América Latin como parte constitutiva de ella.2

1at

Probablemente el primer malentendido proviene de la aplicación d ¡ concepto europeo3 de literatura nacional y de su extensión a los espaci~ regionales y latinoamericano, especialmente en lo que toca al requerimien~ to de unidad, homogeneidad o sistematicidad como condiciones de exis­tencia de una nacionalidad y de su literatura, aunque debe reconocers que aquí se intentó aplicar esas categorías con extremo rigor: después d: todo ~y se trata sólo de un ejemplo- el Cantar de mio Cid es ubicado sin conflictos dentro de la literatura española y de la épica europea, pese a que para entonces ni Europa ni España tenían el grado de coherencia que se exige a América Latina para concederle la aptitud de producir una lite­ratura efectivamente latinoamericana.

Asimismo, la interpretación de la literatura como expresión de la realidad, impide ver lo que es esencial: que la literatura es también realidad y que actúa como factor de su dinámica histórica, tal como lo prueba el proceso formativo de la nacionalidad argentina (y otra vez se trata sólo de un ejemplQ) que no es previo ni independiente de la producción literaria de sus románticos. De aquí que cualquier reflexión sobre la literatura lati­noamericana, o sobre las literaturas regionales y nacionales que la constitu­yen, tenga que referirse sustancialmente al proceso histórico-social del que forman parte. En última instancia, si no se quiere reincidir en la metafísica de la identidad de nuestros pueblos y de sus producciones culturales, sólo cabe remitir tal concepto a la especificidad de ese proceso.

Por estas razones, en las páginas que siguen, no aparece 'la agenda clási­ca del asunto: ni la "cuestión previa" relativa a la existencia efectiva de América Latina, sus regiones y naciones; ni el problema de su disgregada índole corno obstáculo insalvable para la producción de verdaderos siste­mas literarios; ni -en fin- el examen y diagnóstico de la identidad latinea­americana, o de su proceso formativo, y su expresión por medio de la litera· tura. En todo caso, si aparecen, es dentro de una perspectiva distinta y opuesta a la usual.

Naturalmente esta perspectiva está elaborada bajo la conciencia de que la organicidad de una literatura depende más de la crítica que de la propia literatura. Es obvio que los textos dialogan entre sí y que sus sistemas de producción tienen convergencias efectivas y verificables, pero es el pensa· miento crítico el que descubre esos vínculos, los interpreta, y hasta propone

2 El pensamiento de Gramsci podría ser de gran utilidad para definir mejor este asunto. Cf Francis Guibal, Gramsci: filosofía, politica, cultura, Lima, Tarea, 1981, p. 80.

3 Aludimos en lo esencial a la fórmula positivista que condiciona la existencia de una literatura nacional a la consolidación de la unidad de la nación respectiva.

NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 125

ormula otros cuya legitimidad es fundamentalmente teórica.4 En este de cosas, la reflexión sobre la literatura latinoamericana no puede

el hecho decisivo de que esa misma reflexión está produciendo, de manera, su propio objeto. Bien pudiera suceder, entonces, que la

is~::~:~~· ~t: de una literatura tenga que ver más con las limitaciones del 161 crítico que con su desarticulación o que con el carácter des­¡emtu«•uu de su base histórico-social.

~utpuco'w lo anterior, conviene detenerse en una primera evidencia: en Latina, y· en cada una de sus regiones y países, se producen varias

lten1turas. Esta multiplicidad de literaturas no es (o no es únicamente) la proviene de la periodización, de la :egionaliza_ción o ~e la correlaci~n

ambas, aunque está fuera de dudas la 1mportancta que tiene este desplie~ temporal y espacial para la comprensión de nuestras liter~turas: gracias se pueden trazar las articulaciones procesales y contrashvas que orga­

el vasto campo de la literatura latinoamericana. Sucede sin embargo, que tal como habitualmente se realiza, este esfuer­

configurador supone la reducción de la literatura latinoamericana exc1u­l~iva1nente a la escrita en lenguas europeas y bajo normas estéticas propias

rleriv:ad:1sde Occidente.s En algunas ocasiones la serie histórica comienza periodo de otra filiación, el de las literaturas prehispánicas, pero su

l/!rat:1miertto suele tener algo de arqueológico, como si esas literaturas estu­clausuradas desde la conquista, aunque a veces se las vuelve amen­en otras coordenadas cronológicas, sólo que en estos pocos casos se

juzga más como manifestaciones folklóricas que literarias.6 El caso de literaturas en lenguas americanas es, por cierto, extremo; sin embargo es único: sucede algo similar, aunque en diversos grados, con las litera­

populares. Es claro que la marginación de ambas literaturas permite construir un

¡ .• c,om•us relativamente hemogéneo y resueltve problemas de metodología de otra manera serían (y lo son) gravísirnos; empero, aun si se prescinde contenido ideológico que subyace en ese recorte, parece evidente que

costo de la operación es demasiado alto: por resolver un asunto meto do-

4 Ángel Rama ha insistido recientemente en este punto; "La crítica no constru­las obras [pero 1 sí construye la literatura." La novela latinoamericana: 1920-1980,

Fltogota, Instituto Colombiano de Cultura, 1982, p. 15. ' recorte metodológico explícito, éste es el corpus sobre el que trabaja

i);~;;•~~~~~,~~~:?:a~p=ara proponer una sistematización (y regionalizac_ión) de la li~era· ff Los artículos más importantes de Losada han stdo reproductdos

de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), núm. 30, octubre, 1981. debate sobre arte y artesanía en América Latina podría ilustrar este tema

(litceratura/f·olklore) .. Cf. Néstor García Canclini: Las culturas populares en el cap ita­La Habana, Casa de las Américas, 1981; y Mirko Lauer: Crítica de la artesanía, Deseo, 1982.

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126 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA

lógico se termina por cambiar el objeto mismo de la reflexión. En efe t ese sistema literario no cubre la dimensión íntegra de la literatura lat~ 01

americana, ni de sus literaturas regionales y nacionales. No es sensato ins~~· ~n que la literatura de Bol~via, Perú o Ecuador es ú~ica y exclusivament1:~r literatura culta que se escnbe en español en esos patses. a

Se puede dis~utir, por cierto, la representatividad de la literatura cult esto es, su capactdad de representar a la totalidad social, incluyendo a 1 al grupos cuyas literaturas son marginadas. Hay algo de cierto: la gauches os el negrismo o el indigenism? ~fectivamente tr~~ladaron a la literatura asp~~: tos de las clases·castas oprumdas, pero tambwn es cierto que, corno cfec' 1 osé Carla~ ~ariátegu~, una co~a e~ la literatura indigenista y otra, compl~~ tamente d1stmta, la literatura mdigena.7 El conflicto es aún más hond Después de todo, si en Europa la revolución burguesa y la expansión d~j capitalismo produjeron sociedades más o menos homogéneas y articuladas en América Latina la debilidad y falta de autonomía de esa clase y la per: sistencia de modos de producción precapitalistas determinaron una aguda destintegración social. 8 Dicho en términos más cercanos a la pro blernática de la cultura: la_ racionalidad burguesa moderna no impregnó la totalidad del cuerpo social latinoamericano y jamás pudo consensualizarse, con el agravante de que su vehículo primero y más eficaz de formalización y difu. sión -~la escritura- quedó limitado a un sector que en muchos casos y du. rante largo tiempo ha sido o es minoritario. Naturalmente, el analfabetis· mo debilita y deteriora insubsanablemente la institucionalidad literaria 9

pero más que eso, sobre todo aunque no sólo en lo que Ribeiro lla~a "pueblos testimonio", lO fija límites tajantes entre los sistemas literarios que coexisten en América Latina y en sus espacios regionales y nacionales. La polaridad extrema confronta dos lenguas, dos procesos de formaliza. ción incompatibles (la escritura y la oralidad) y dos racionalidades en mu­chos aspectos anatagónícas. Supuesto lo anterior, es obvio que ningún sistema puede ser representativo de América Latina ni cubrir por sí mismo el vasto y heteróclito campo de las literaturas latinoamericanas.

El concepto de pluralidad parecería, pues, imponerse. Es preferible, en

7 Sobre estas literaturas interr.:ulturales o heterogéneas, cf Ángel Rama: "Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana", en: Revista de Litera­tura Hispanoamericana, 5, Maracaibo, 1974 y Antonio Cornejo Polar: "Las literatu­ras heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural", en: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 7-8, Lima, 1978. El planteamiento de Mariátegui, en: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta, 1.963, p. 292.

8 Cf Agustín Cueva: El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, FCE, 1978.

9 Cf Antonio Cándido: "Literatura y subdesarrollo", en: César Fernández Mo­reno (ed.): América Latina en su literatura, México, UNESCO-Siglo XXI, 1972.

10 Las Américas y la civilización, México, Extemporáneos, 1977.

NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 127

caso, al de unídad, aunque no fuera más que por el modo discrimina­con que se obtiene esa imagen: marginando, como se ha dicho, todas

literaturas que no coinciden con la normatividad de la dominante. Por , si se opta por trabajar con la categoría de pluralidad, el término lite­latinoamericana designaría a un espacio neutro, en el que coexistí-

varias y distintas literaturas, o tendría que perder su forma singular: que hablar, entonces, de las literaturas latinoamericanas. El peso em­de este plural desenmascara el contenido ideológico de las imágenes

siendo parciales y discriminadoras se ofrecen como portadoras del !.'cta1racter unitario que permite el uso del singular; al mismo tiempo, permite

reivindicación de las literaturas subordinadas, ahora instaladas, al igual la dominante, en ese espacio neutro que acoge a todos los sistemas que

se producen en América Latina. Sin embargo, pese a estos servicios, la categoría de pluralidad es insatisfactoria, como

lo demás suelen serlo, en distinto grado, todas las que repiten los datos observación empírica.

Por lo pronto, la aceptación de la pluralidad contraviene el sentido de experiencia histórica que es, precisamente, la que la constituye como

en última instancia, si la pluralidad existe no es por otra razón que por razón de la historia. En su obviedad, este dato permite fundar en la his­

una categoría que niegue la de unidadll y supere la de pluralidad, En fundamental se trata de lo siguiente: los más diversos grupos étnico­

nK"""' que producen literatura en América Latina están inmersos dentro un sólo curso histórico, lo que implica que sus sistemas literarios tanto

¡ nosp<Jrn>ou a los requerimientos de ese proceso, cuanto, a su manera, lo 1 com;tituyen. Ciertamente, cada grupo étnico y cada clase social experimen­

ta historia de manera distinta y hasta opuesta, pero en todo caso la [Pertmen<:ia a esa misma historia instaura una red articulatoiia cuya natura­

--basada en una aguda disparidad-·- es la contradicción. No deberla l s•orr•reJnd•or que sea así: después de todo una sociedad está hecha de las 1 con·tradlc:cl<}n<os entre sus clases.

Tal vez una breve referencia a la literatura de la conquista ilustre las ideas anteriores. En este campo la categoría de unidad, que ya se sabe que está elaborada mediante la exclusión de las disidencias, privilegia un solo sistema: el de la literatura española, para todo el ámbito de Hispanoame­rica; la categoría de pluralidad, sin negar por cierto la existencia de aquel sistema, añade el de las literaturas en lenguas nativas y las reivindica social y estéticamente, pero en general preserva su independencia y, por consi­guiente, propone una imagen doble de la literatura de la conquista, como si estuviera constituida por la yuxtaposición de los dos sistemas. Mucho más

11 Unidad artificial, produ¿ida por la exclusión de las literaturas subordinadas.

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128 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAJ'VIERICA.NA

correcto es definir la literatura de la conquista como una relación entr uno y otro y privilegiar el examen de sus contradicciones. e

A está tercera categoría podría denominársele totalidad contradicto. ria. Proviene básicamente de la historización de la pluralidad, esto es d la inmersión de las varias literaturas que se producen en América LaÍin e dentro del proceso histórico de nuestra sociedad y del examen de los co; flictos concretos que las separan y unen como factores de una totalidad también concreta e histórica. Paradójicamente es la índole contradictoria del vínculo la mejor garantía de la solidez de la estructura resultante: a fin de cuentas sólo la contradicción otorga necesidad a la acción y existe'hcia de los términos que la componen. De esta suerte, sin fingir una homoge. neidad a todas luces inexistente, se recobra la posibilidad de comprender globalmente, como un todo, a la literatura latinoamericana.

Un segundo ejemplo, más preciso que el anterior, pude ser útil en este momento. El proceso de expansión del capitalismo hacia la Amazonia, con sus etapas relativas a la explotación del caucho, la madera y el petróleo, es un proceso histórico único que, sin embargo, afecta de distintas maneras a los diversos grupos regionales y a los que promueven esta expansión desde los centros metropolitanos. Tal proceso genera -y en parte está consti­tuido por una intensa producción ideológica y simbólica, una de cuyaStna· nifestaciones más directas es la literatura. A este respecto, y para marcar sólo algunos puntos de interés, habría que rastrear la ligazón conflictiva que se establece entre la época oficial, celebratoria de la conquista de la selva por los pioneros que heroicamente afirman la nacionalidad y difunden el progreso; las varias opciones recorridas por los grupos no indígenas asen~ tados desde antiguo en esa región, que van desde la elegía que lamenta el fm de la "vida natural" hasta el relato de denuncia que eventualmente incluye la defensa de los grupos étnicos nativos; la revitalización en las sociedades tribales de la producción y difusión de mitos mesiánicos, corno imágenes de una vindicta más o menos cercana, etc. Se obtendría así un tramado muy complejo que ciertamente no se agota en el cruce de intere­ses e ideologías contrapuestos: son todas las instancias de los procesos de producción literaria y todos los estratos de la objetividad textual los que intervienen en el diseño de esta totalidad.12

Las reflexiones anteriores conducen a precisar que la posibilidad de comprender una literatura (y comprender una literatura es también consti· tuirla) no depende en absoluto de su homogeneidad ni de la homogeneidad de su base real. Probablemente en cualquier literatura, pero con toda nitidez

12 He establecido algunas precisiones sobre el concepto de totalidad contradic· toria en mi artículo "Para una agenda problemática de la crítica literaria latinoameri· cana: diseño preliminar", en: Casa de las Américas, XXI, 126, La habana, mayo-junió, 1981.

129

el caso de la literatura latinoamericana, la crítica debe habituarse a tra­sobre objetos cuya materia misma, por así decirlo, es la contradicción. perspectiva implica un reto casi abrumador en el orden de la metodo­

en algunas ocasiones, en efecto, el itinerario de las investigaciones que ir desde la oralidad hasta la escritura y frecuentar racionalida­vez incompatibles, para mencionar sólo algunos aspectos de la difi­del proyecto.

advertir que el planteamiento y desarrollo de la categoría de contradictoria, aunque obviamente tiene relaciones con el pensa-

de Hegel, Marx y Lukacs, surge del examen de la literatura latinoa­o más concretamente, de la necesidad de dar razón de las muchas que se producen en América Latina y de reafirmar el carácter

hec:ífica;mente latinoamericano de todas ellas. En cierto sentido este que es escuetamente histórico, representa la unidad de la diversi-

que la observación empírica pone de manifiesto.I3 Desde otra perspectiva, insistir en el singular para mencionar América

y literatura latinoamericana, pero al mismo tiempo reivindicar la irteJoen.cia latinoamericana de las variantes más dispares, corresponde a

decisión primaria: la de no renunciar al derecho de ser distintas ni a la · de ser uno dentro del curso de una historia que a todos compete.

El establecimiento de la historia corno eje de la reflexión sobre la lite­latinoamericana y sobre sus literaturas regionales y nacionales deter­

que todos estos términos pierdan el significado esencialista, normal­referido al concepto de identidad, y las connotaciones valorativas

tergiversan aún más el asunto; y que adquieran, en cambio, una cons­movilidad y una no menos fluida capacidad de relación: son procesos

abiertos, no excluyentes, que pueden articularse entre sí de mu­rnaneras distintas. No está de más recordar que hay obras que son a la y sin conflicto alguno, nacionales, regionales y latinoamericanas, según

con Pedro Páramo, Gran sertón: veredas o Yo el supremo, para roen­apenas tres casos obvios en los que no sobraría, en modo alguno, el

de su universalidad. De todas maneras, cada uno de los tér­en cuestión necesita algunas precisiones específicas.

En lo que toca a las literaturas nacionales habría que anotar: primero: que la evidente arbitrariedad del mapa político latinoameri­

no debe oscurecer el hecho decisivo de que cada uno de nuestros desde su constitución como estados independientes, ha experirnen­

una historia peculiar cuyos rasgos específicos se acumulan e intensifi-can el correr del tiempo;

l3 Evidentemente subyace en estos juicios el debate sobre empiria y teoría, im­de desarrollar aquí.

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130 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

segundo: que el concepto clásico de nación no se aplíca a casi ningu. no de nuestros países, pero que la historia que les es propia permite enten~ dedos como tales en la medida en que es capaz -corno está dicho antes­de articular sus contradicciones internas, y

tercero: que la experiencia histórica moderna de las naciones latino. americanas no está desligada de experiencias históricas anteriores, en algu. nos casos previas a la conquista, que representan parte legítima de una tra. dición que, aunque común a varias naciones, es asumida de distinta manera por cada una de ellas.

Es correcto, pues, hablar de literaturas nacionales en América Latina; son procesos históricos que surgen con la ruptura del orden colonial, pero que al consolidarse recapturan, y hacen propia, la experiencia anterior. En este sentido la profundidad temporal de las historias literarias nacionales es mucho mayor que la que tiene la nación misma corno estado indepen. diente. Por cierto, en todo este largo curso se reforrnulan constantemente las contradicciones que la hacen inteligible como un todo. Más todavía; es en el ámbito más breve de las literaturas nacionales donde esas contra­dicciones se hacen más agudas y donde adquieren, por eso mismo, mayor capacidad de relación.14

En lo que respecta a las literaturas regionales habría que precisar: primero: en un sentido inmediato, región implica la continuidad espa­

cial y la globalización de varias naciones, como sucede en la región andina, la caribeña o la rioplatense; sin embargo, en otras circunstancias, una sola nación puede participar de dos regiones, como sería el caso de Colombia, o constituirse por sí misma en una región, que sería el caso de Brasil;

segundo: por extensión, indirectamente, cabría establecer "regiones" en términos de una tipología histórico-antropológica, corno la que propone Darcy Ribeiro,ls o en función de homologías de índole social, que permi­tirían captar como un todo la "región" metropolitana de las grandes ciuda· des latinoamericanas, por ejemplo, y

tercero: en uno u otro caso, pero sobre todo en el primero, la región participa de un cierto proceso histórico, aunque obviamente esta comuni· dad de experiencia sea menos concreta que en el campo de las naciones.

Las literaturas regionales corresponden a un segundo nivel de articu· lación, con respecto a los sistemas literarios nacionales, pero en sí mismas tienen también naturaleza orgánica y se instauran igualmente mediante un tramado de contradicciones. En las regiones más integradas sus literaturas no representan más que una escala mayor de la problemática propia de las literaturas nacionales.

14 Cf mi artículo "El problema nacional en la literatura peruana", en: Queha· cer, 4, Lima, abril, 1980.

15 Cf nota 10.

131

El estudio de las literaturas regionales tiene, metodológicamente, una función: si por una parte integra varias literaturas nacionales, como Bolivia, Ecuador y Perú, en un sistema mayor, andino;por otra parte,

im1¡d~:mte un movimiento inverso, hace posible discernir variantes interiores aso,cum'" significativamente con otras similares de naciones o regiones

lo que la categoría regional afina y perfecciona la imagen '"'~li'" del uso exclusivo de la categoría nacional. En este sentido no

de tener interés examinar a la vez, por ejemplo, la novela del nor­brasileño y la novela indigenista andina. En lo concerniente a América Latina sería necesario señalar: primero: como proceso histórico abierto, América Latina va configu­

al ritmo de esa misma historia y extendiéndose a nuevos espacios si bien pueden poner en cuestión el nombre (ahora se prefiere hablar

"América Latina y el Caribe") no por ello impiden pensar en el conjun­ií~como una vasta y heteróclita suprarregión;

segundo: dada su magnitud y diversidad, el proceso histórico común a · Latina es difuso y más o menos genérico y resulta verificable sólo

con situaciones de máximo relieve, como el paso del orden al neocolonial, lo que significa que sus relaciones de conformación

más bien referenciales; tercero: en las últimas décadas, conforme se extiende y moderniza el

J~¡lita!iSJno dependiente en América Latina, se han producido ciertos fenó­de homogeneización y se han vigorizado los canales de comunica­

dentro del área, y cuarto: no puede desapercibirse que la ideología de la integración la ti­

desde Bolívar hasta el presente, es también una fuente de l!íl•-ciones y forma parte de la realidad de América Latina.

En términos generales, el sistema literario latinoamericano tiene una menos firme que los sistemas regionales o nacionales; sin embargo,

reciente, la internacionalización de la producción literaria ha ge­la intensificación de sus relaciones conformadoras, como lo demues-

por ejemplo, el paso de las audiencias literarias nacionales, o en algunos regionales, a la audiencia literaria latinoamericana. En este sentido,

~~~sistema literario latinoamericano no sólo obedece a la trama de sus con­f)á<lict:iones interiores, sino, también, a una contradicción mayor entre las

que conducen a la integración y las que, al revés, tienden a desmem­Tiene por esto ciertas fluctuaciones que dependen 'de la hegemonía

pueda adquirir en determinado momento una de esas dos fuerzas.l6 Se desprende de todo lo anterior que, desde la perspectiva propuesta,

16 Esto se manifiesta en ciertos momentos especialmente integrados, según lo Roberto Femández Retamar, "Intercomunicación y nueva literatura", en: Latina en su literatura, ed. cit.

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132 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA_

la literatura latinoamericana está formada por varios sistemas literarios que son parte de la heterogeneidad étnico-social de América Latina, pero estos sistemas no son independientes: producidos dentro de un proceso histórico común, se relacionan entre sí mediante vínculos de contradicción, que esa misma historia explica, y constituyen, como conjunto, una totalidad asimis. m o contradictoria. Es atributo del pensamiento crítico determinar el Nvel de abstracción que empleará para fijar los límites de esa totalidad, que pue~ den ser los de una nación, una región o los de América Latina íntegra, esta­bleciendo en cada caso la red de contradicciones concretas que definen ese objeto y el modo como se transforman históricamente. ...

Pensar así la literatura latinoamericana significa negar validez de lo& planteamientos que al privilegiar a un solo sistema -el c_ulto- de alguna manera convalidan el orden social latinoamericano y reaftrman sus condi~ ciones de opresión y discriminación; significa también superar el empiris. mo de una concepción pluralista, que atomiza la realidad y cultura latino~ americanas y en cierto modo las debilita; y significa, por último, reafirmar con sentido de plenitud, las muchas formas históricas en que es posible vivir en América Latina: una y diversa, total y desgarrada.

Discusión

Roberto Schwarz: Pienso que es cierto, en un sentido, que se privilegió lo culto Y se con· sideró lo otro inferior, retrasado. Es claro que con eso uno está dando fuerza a un prejuicio que consolida el orden, la dominación social. Por otro lado, si uno suprime la preeminencia de lo culto esto puede ser discutido crítiCamente, claro -en realidad, uno está cerrando los ojos: a la realidad de la dominación social. Hay un riesgo de que el demo~ cratismo cierre los ojos a la realidad de la opresión, y yo creo que eso es una cosa que vale la pena discutir.

Quiero decir una cosa más. Es interesante comparar a los marxis­tas o a la izquierda latinoamericana con los marxistas europeos en su trabajo de crítica literaria. Si uno toma, por ejemplo, el análísis de Walter Benjamin sobre los surrealistas, Benjamin va a decir que el SU· rrealismo es importante porque a través de lo que él llama la ilumina­ción profana descubrió o intenta liberar las fuerzas del inconsciente Y las fuerzas presentes en el tipo de convivencia que la ciudad grande crea en la inminencia de la revolución. Entonces el surrealismo es impor~ tan te por eso, porque encarna un momento nuevo de la histori~ mun· dial. Así da una especie de paráfrasis sociológico~marxista de la unpor· tancia del surrealismo. Georg Lukacs, en su librito sobre Soljenitsyn procura decir por qué éste es un gran escritor: porque,porprimeravez, se prueba la importancia de la autonomía ética, del coraje de tener su

,¡Tl<RATU,<ANACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 133

punto de vista delante de la burocracia. Este coraje es, digamos, fun~ damental para el desarrollo del movimiento socialista. Entonces, quiere mostrarnos cómo Soljenitsyn, en un punto capital del desarrollo de la historia mundial, es un hombre importante. Adorno, en su ensayo sobre Beckett, muestra que él usa el vocabulario de la filosofía exis­tencialista en un clima como después de la explosión de la bomba de hidrógeno, y ésta es la singularidad de Beckett. Para mostrar que es un gran escritor lo hace a través de la interpretación de la novedad histó~ rica, el sentido fuerte del gran escritor tiene que ver con que ahí surgió un nuevo momento de la historia mundial.

Estoy seguro que esto sucede en América Latina también, porque tenemos grandes escritores y seguro que revelarían que la historia m un~ dial pasa por América Latina también, que aquí pasan cosas reveladoras de la historia mundial. Incluso un crítico de izquierda podría hacer algo de este tipo en relación con los escritores latinoamericanos. Pero acá nos encerramos en la cuestión de la identidad, lo que tiene mucho fundamento porque son literaturas que están en estado de formación. Hay sin embargo, un problema: es que esta tentativa de interpretar con máxima energía conceptual, imaginativa, la actualidad, tiene su lugar real en la literatura culta. Esto no se puede esperar de los otros sectores del imaginario social -lo que no los disminuye en absoluto­pero no viven bajo el signo de la historicidad. Una de las característi­cas de la literatura culta de los tiempos modernos, es que vive bajo el signo de la historicidad, es que busca la nueva interpretación, lo que los otros sectores del imaginario social no hacen. Lo que no los dismi­nuye en nada, solamente no hacen eso. Pero nosotros vivimos en este mundo histórico y entonces existe el riesgo de que por democratismo renunciemos a esto y nos confinemos, nuevamente, bajo otros signos y otras ideologías, a una posición secundaria por eso.

f!)¡tonio Cornejo Polar: Sí, me parece muy interesante la observación de Roberto, pero creo que de la ponencia no se desprende -no hay ninguna especie de inten­ción- de valorar menos la literatura culta que los otros sistemas litera­rios, ni mucho menos. Lo único que dice la ponencia es que la literatura culta no es el único sistema, pero evidentemente, hay que estudiarla, no sólo porque allí se da con más intensidad eso que se ha llamado la modernidad -y uno de los primeros críticos marxistas de América La­tina, José Carlos Mariátegui lo entendía muy bien, y por eso defendía tan interesantemente la vanguardia y el surrealismo- sino también porque es en el nivel de la literatura culta donde se produce nuestra única relación con la literatura internacional. Bueno, hay muchas ra~ zones para no descuidarla y no es ése el planteamiento, pero creo que por más importante que sea la literatura culta, no puede ser represen­tativa de la totalidad de América Latina. Es decir, también debemos atender a los otros sistemas literarios que se dan en nuestro suelo, en algunos de ellos -y ahí si hay un cambio de país a país- esa literatura

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popular, esa literatura nativa, es realmente, por lo menos en término cuantitativos, más representativa que la literatura culta. 5

Por último, yo no planteo una especie de compet~ncia entre estas literaturas. Creo, simplem~nte, que no podem?s .segutt pensando que esta literatura es toda la hteratura nuestra. Asumsmo, no creo que et establecer una reflexión sobre la literatura popular o las literaturas en lenguas nativas implique cerrar los ojos al hecho de que. esas literaturas: subsisten porque hay un sistema social opresor. Es obv1o que si subsjs.­te es porque ese sistema opresor las ha subordinado y, por ejemplo, no les ha permitido el acceso a la escritura. No creo que haya la posibij¡. dad de una especie de romanticismo que encuentre una virtud eñ esas condiciones de subordinación, personalmente pienso que esas literatu-­ras son literaturas de resistencia, que surgen a través de un conju.nto de circunstancias extraordinariamente desfavorables Y que, evidente~ mente son en sí mismas un testimonio de esa opresión Y de esa dis.~ criminación.

J ean Franco: Sería interesante ir más allá, porque creo que usted, al igual que Gutié-. rrez Girardot, plantearon el proceso de la integración de esos sectores: al capitalismo, por un proceso de homogeneización, de la racionaliza. ción, como dijo Gutiérrez Girardot. Creo que eso se ha agudizado mu~ cho durante los últimos diez años, de forma que estamos ahora, en un proceso de gran cambio. Estas culturas están en proceso, o bien de perder las tradiciones, o bien de integrarse por medio de la cultura de masas en la civilización urbana y yo creo que aquí hay otro punto que registra la literatura culta -que tampoco me gusta mucho como nombre-: que no hay casi ningún novelista en los últimos veinte años que no haya registrado, de una forma u otra, la influencia de la cultura de masas, d:Uecta o indirectamente. Inclusive casi todos los escritores se aproximan allí, hacen cine, por ejemplo, con objeto de conquistar este público de "analfabetos" que no leía su literatura. También es direc­tamente obserrable esta influencia en la novela. La novela cambia de forma en ciertos momentos. Es toda la influencia del cine, de la radio· novela, de la telenovela, de la cultura de masas. Creo que todo esto parte de ese proceso de racionalización, que en realidad empezó en el siglo XIX y que estamos viendo en los últimos veinte años como una verdadera revolución industrial, un poco como sucedió en Europa en el siglo XIX.

135

agregaría además, un punto: a veces se piensa que no hay una respues­ta popular a esto, y diría que es un fenómeno estrictamente dialéctico. Es decir, efectivamente se producen vastos movimientos, movilización de grandes sectores que antes tenían diferencias muy marcadas entre si, pero al mismo tiempo, se van construyendo formas de respuestas, que pueden ser, por ejemplo, la reelaboración de ciertos mensajes reci­bidos Y que terminan portando un significado distinto del que había sido emitido desde arriba. Es decir, que nunca un proceso se da en una sola dirección, sino que también hay formas de resistencia. El proble­ma es que tal como va la historia de América Latina, estas culturas son culturas de resistencia y no son culturas emergentes, son culturas que realmente están subsistiendo en condiciones de precariedad y de peli­gro, y eso también hay que tenerlo presente.

Garza: El problema de los pasos concretos para trabajar en una historia de la literatura latinoamericana es que van a ser muy irregulares. ¿Cómo se incluirá este punto?, ¿se debe tomar lo que está consignado gráfica­mente y lo oral no? Lo planteo como problema.

Cornejo Polar: Yo decía antes, que en un nivel práctico, posiblemente esto sea irrea­lizable todavía con un grado suficiente de seriedad, de confiabilidad, de una relativa efectividad. Yo no creo que esto se pueda hacer de inmediato -esto viéndolo en términos prácticos-, pero lo que me pa­recería grave es que no tengamos conciencia de que hemos hecho esa supresión. Si adoptamos íntegramente esta linea, realmente sería una cosa tan extensa y tan complicada que nos llevaría años en poderla re­visar, pero lo que sí me interesa fundamentalmente es que haya una conciencia muy clara de que no estarnos trabajando todavía sobre la literatura de América Latina, que estamos trabajando sobre sectores de esa literatura y que en un futuro tenemos finalmente que dar razón del conjunto de nuestra literatura en una globalidad efectiva.

Antonio Cornejo Polar: Estoy totalmente de acuerdo, incluso en alguna parte de la ponencia

Lo importante sería que el proyecto realizara su autocrítica per­manente, en el sentido de ir produciendo un conjunto de materiales para la segunda versión de la historia. Que estuviera constantemente se­ñalándose a sí mismo sus limitaciones, recopilando material, compro ban­do hipótesis, viendo posibilidades de trabajo, tal vez en subproyectos más modestos relativos a este tipo de problemática que, por una parte, significaran la posibilidad de una segunda versión, y por otra parte, sig­nifica una especie de autocontrol de nuestras propias limitaciones.

digo que en los últimos años se está produciendo un proceso muy rá~ ~~)m,ingo Miliani: pido de racionalización como condición, precisamente, de la implan· Yo quería decirle a mi amigo, que tenemos una coincidencia más allá tación cada vez más feroz, si se quiere, del capitalismo en América de la forma del discurso. Solamente quería señalar un detalle: cuando Latina. Evidentemente esto tiene una relación muy estrecha con lo que: nosotros adoptamoo; el estatuto de la literatura culta de Europa, para estamos discutiendo, y estamos totalmente de acuerdo con Jean, pero llegar a ese grado de jerarquización y búsqueda de acceso a la univer-

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salidad de la cultura nuestra, entramos de hecho en el solo nivel d-, trabajo de lo que ha sido también el proceso historiográfico de é Antonio señala el caso del Poema del Cid: éste es insertable en una dición literaria europea en la medida en que un "escribano", no escritor, lo fija graférnicamente, y se vuelve, yo no sé si literatura o popular. Es literatura española, en todo caso; seria culta si se ve de el ángulo de toda la tradición épica europea, si forma parte de 1 serie del discurso épico, sería popular si adopta toda la querella de loa Antiguos y los Modernos sobre el genio de los pueblos anónimos etca Todorov, por el contrario, niega el concepto de narración primiÍiva; de épica primitiva. Cuando a América Latina viene el RomancerO qne también está recogido por escribanos en los cancioneros, pero no_ escrito por los escribanos, sino que forma parte de la tradición literaria popular hispánica, entonces en América es donde se vuelve popular anónimo, se vuelve canción, se vuelve tango, se vuelve corrido, se VUef. ve galerón venezolano, se vuelve copla, se vuelve redondilla, se vuelv~ cordeL Menos Martl·n Fierro, donde la misma estructura métrica la misma conceptuación de lo popular entra inmediatamente a la lit~ra· tura culta. Al revés de lo que pasa con aquel poema épico apócrifo,_t~l Beowulf en la tradición europea, que es un engendro, pero que _ a influir en la literatura culta, siendo genio de los pueblos, im·ent>d.o, por alguien. Yo quiero volver a llamar la atención, en ese eso coincido con Antonio: hay aspectos de nuestra lil<era.tura ""mo!b.···· mericana donde es relevante la presencia de una producción lll<>rarla.e popular importante, pero donde hay eso que León-Portilla turas en peligro." El caso de la tradición literaria de México, de de Guatemala, de Ecuador, de Bolivia no se puede llegar a una prensión de la literatura culta si se ignora el otro sustrato. es claro que no podemos hacer una historia utópica de la latinoamericana, pero no podemos partir de un patrón de porque entonces, qué es lo que vamos a comparar. ¿Vamos a rar o vamos a homologar miméticamente y vamos a volver a una tradición metodológica también ya protocolizada y Ahí es donde tendrá que venir un poco el problema de cómo salida al dilema expresivo de una literatura que no es lingüe sino también pluricodificada en su conceptuación del Distinto al caso de Europa. Los propios críticos europeos buscan la sagración y canonización de la literatura hispanoamericana, por el rácter de su exotismo. Lo que se llamaría, en el caso brasileño, "lo sito" de lo hispanoamericano, que no es sino una reversión de románticos que desde Chateaubriand toma la concepción del vaje para volverla código romántico, sentimental, de lo in~~:~~~~~~ de lo indígena. Hasta qué punto tenemos que revisar ese e bién de literatura culta. ¿El salvajismo, el himno del paisaje nos tipifica y nos diferencia también en la literatura culta, o la · es mucho más profunda, como la que plantea Antonio? Es una cia por una contradicción dialéctica permanente en nuestra

PROBLEMAS PARA LA HISTORIA DE LA LITERATURA

EN LAS INDIAS OCCIDENTALES

Kenneth Ramchand

pr<Jp<Jn¡;o hablarles en términos generales acerca de los problemas que nfr,ont:arrlos al querer construir una historia de la literatura de las Indias :cidlental'" de habla inglesa, pues no es mi intención cansarles con deta­

sobre lo que debe ser para ustedes un territorio desconocido. Esta exposición tiene su origen en dos motivos: Primeramente el examen de los problemas con que nosotros nos encon­

y sus respuestas pueden dar luz sobre problemas similares que sur· quienes construyen una historia de la literatura latinoamericana.

tiempo ellos pueden esclarecer el modo como la literatura de las Occidentales se podría insertar en un proyecto latinoamericano. Es

precisar que la expresión "literatura de las Indias Occidentales" Jtilizamc>S en el sentido de literatura del Caribe de habla inglesa. El tér-

Caribe lo empleamos para referirnos al área geográfica que incluye territorios franceses, españoles y de habla inglesa que en otros tiern­

, rormarcm parte de los respectivos imperios. El segundo motivo es que el examinar estos PJ9blemas fuera de su con­

propio e incluso en contextos muy diferentés dentro del debate lati­me:rican-o, podría dar a nuestra reflexión conjunta un cariz de frescura

La primera parte de nuestro trabajo es una observación de los intentos integrar a la literatura de las Indias Occidentales en unidades mayores la abarcan. En su mayoría estos intentos han sido rechazados por no

satisfactorios y cuando se mantienen lo hacen como construcciones in­'ctual.es que intentan contener y ordenar el movimiento de nuestra con­

Sin embargo, a pesar del rechazo estas aproximaciones no dejan tener alguna validez: expresan diferencias y similitudes, relaciones y co·

que pueden no ser aspectos principales pero sí elementos que

137

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138 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERIC

""' no pueden ser ~ej~dos . de lado por ning_una contribución honesta sobre nuestra compleJa rdentldad y sobre el Igualmente complejo irnagin . de nuestra literatura. ano

La literatura existe en el lenguaje y es por ello que no sorprende q ~os tentativas de l~s que ~ablarernos estén basadas en_ el hecho de que~~ literatura de las Indias OcCidentales aparezca como escnta en inglés.

1. La primera consideración tiene que ver con la literatura de las Jnd' Occidenta~es, como. una extensión o en relación de subordinación resp~~ to de la literatura mglesa. Como un cuerpo de escritura que le da sañg

1 ¡¡ .1

re nueva a a teratura mg esa.

A comienzos de los años cincuenta los habitantes de las Indias Occi­dentales, del Caribe anglófono, viajaron a Londres y durante los quince años siguientes por lo menos Londres se convirtió en la capital literaria de las Indias Occidentales. Sus libros eran impresos en Inglaterra para ser ven­didos a un público de habla inglesa, a un precio que guardaba relación con la economía inglesa. Los escritores del Caribe fueron lanzados como escri­tores ingleses, diferentes e incluso exóticos. Fueron vistos como un viento fresco que llegaba a la lengua y a la escritura inglesas.

Sin embargo esta identificación o vía de identificación fue instintiva.· mente cuestionada y esto contribuyó a esclarecer ciertas cuestiones de im­portancia: primeramente se observó que una simple mirada sobre los temas los personajes, y el mundo social invocados en esta escritura, así como ~~ consideración del punto de vista desde el cual ella era elaborada dejaba al margen la proposición de que pudiese ser de alguna manera literatura in· glesa. En segundo lugar esta consideración guió más bien a la observación fundamental de carácter técnico en el sentido de una descripción sistemá­tica de los modos en que el inglés de las Indias Occidentales se apartaba del inglés de Inglaterra. La observación puede simplificarse en los siguientes términos: el sistema sonoro del dialecto es el rasgo más diferenciador, y procede de los lenguajes africanos que constituyeron a los pidgins, patois (lenguas que son puente de comunicación rudimentaria derivados de ele­mentos yuxtapuestos procedentes de dos idiomas) y posteriormente al créole. Este se ha mantenido vivo oralmente.

Cuando la escritura nuestra comenzó a dejar de ser una mera imitación de la escritura inglesa de Inglaterra, es decir cuando la llamada "gente edu­cada" del Caribe vio que no había necesidad de ser (y ninguna posibilidad) gracias a Dios) un inglés negro, la naturaleza tomó su curso. Entonces la lengua inglesa del Caribe, con toda naturalidad y sin sentir vergüenza algu· na entró en contacto con el inglés hablado en las Indias Occidentales, en el Caribe anglófono. Lo que había sido visto como dos lenguajes se reveló así como uno solo. El inglés de las Indias Occidentales es una especie de espectro que fluye desde el dialecto más remoto hasta el uso formal más

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!iiOfishcacio, y la mayoría de los individuos cultos tienen este espectro para . El inglés del Caribe puede parecer similar al inglés de Inglaterra a la

pero al oído es otra lengua. La diferencia fundamental, el sistema fo-oló,gic:o, surge de las lenguas africanas y la preservación de estos sonidos encuentra en la lengua hablada del común de la gente de la región.

A partir de estas cuestiones podemos formularnos algunas preguntas conciernen a los problemas que nos ocupan aquí: ¿Tendría una histo­

de la literatura latinoamerjcana que asumir o probar que el españollati­)anlericano difiere del español de España' ¿Cuál es la relación entre lo

latinoamericano y lo normativo del continente? ¿Es posible des­los "criollismos" como "dialectos" y postular una conexión orgánica los dialectos y la normativídad? En el caso de no observar espacios

de lo "criollo" ¿puede acaso el investigador comenzar por lo que seguridad existe, esto es el habla y la escritura individual?

La segunda cuestión dice relación con la consideración de la literatura las Indias Occidentales como parte de la literatura mundial escrita en

En este caso nuestra literatura no es considerada en términos de sub-ordinaciém sino en forma de asociación con las otras literaturas de lengua

Ella tiene el mérito de acoplar las diferencias entre las literaturas constituyen el objeto de análisis y estimula de este modo la aproxima­comparatista. En esta aproximación las literaturas se exploran en su

ld~:t1~~~:c:~~'c':·~n~~t~er:;n~a:¿;,y al mismo tiempo en una inteligibilidad recíproca. El comparatista beneficia a la literatura de las Indias

f;:'()ccid<m1al<>S en el reconocimiento de las diferencias y las similitudes con literaturas.

Podemos entonces hacer la siguiente especulación: así como la litera­de las Indias se beneficia al ser considerada en términos paralelos con literaturas de lengua inglesa, podría tal vez también la literatura la­

¡¡';1;im>anne!cic:ma beneficiarse de las comparaciones y contrastes por lo menos primera instancia con las demás literaturas en español.

La tercera cuestión tiene que ver con la consideración de la literatura las Indias Occidentales como literatura de la Mancomunidad inglesa. Desde luego hay que considerar que Mancomunidad es el término para

~:,jescríbir a todos los países que formaron parte del imperio británico. En caso el enfoque se establece sobre la conexión imperial y las dificulta­

surgen por las siguientes razones: a) La Mancomunidad incluye una serie de países separados por gran­distancias, países cuyo clima, vegetación, vida animal, etc., varía tanto

para incluir desde la isla de Barbados hasta los helados deshechos Canadá. Con estos elementos vemos que la unidad no prueba ser tan

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140

viable si pensamos en la especificidad local y en la re ·t f t l · · Al 1 spuesta sensibl• •

escn or. ren e ad patSaJe. eer una obra de las Indias Occidental tor nativo pue e compenetrarse sensualmente senti ¡ . es

l .. 1 , rearraigoe

re ac10n con e texto que no le es posible cuando lee p · ' n africana o india. or ejemplo una

A partir de este fenómeno podemos especu1ar en 1 ·· t 1 t . . , . . 1 re acmn con ¡

ra ura a moamencana en los termmos siguientes· . A 1 a "f' · · ¿, caso as . · · geogra 1cas existentes entre los países latinoamericano · · d t l s ongman uu· lCUlt ....

es que en orpecen e establecimiento del concepto de un lit noamericana? a eratura 1-!ltí~

De lo que se trata es de la participación sensible junto con el del solaz y consuelo de leer una literatura que se sitúa en un . . autor~ N t t l t d paJsa¡e íntim

o se ra a por ~ anta e la comprensión meramente intelectu o: temas, que es un mvel mucho más asequible. al de los

. b) .L~ Mancomunidad británica incluye países en los que el in , pnmer IdiOma y otros en donde éste es aprendido como gles es

p . 1 una segunda len gua. as~re por ~ to este punto porque no es relevante respecto d ¡ · yecto latmoamencano. e pro.

e) La Mancomunidad ha sido establecida 0 integrada po · P b . t l . . . r paJses que

asaron aJO con ro nnpenal en diferentes períodos y d d"f E

· 1

. . e I erentes ma neras. XIste a VIeJa Mancomunidad (Indias Occidental · d • . ) 1 . • es y peno o escla· VIsta ' 'a nu~va Mancomumdad (India y Africa, Nueva Zelandia, Austr r Cana~a): deJando fuera a América del Norte que rompió sus atad a Ia, antenondad. uras con

Estas diferencias han operado en contra del acercamient d 1 M m "d d 1 rt t d 1 o e a anco-um a '. Y a_ I era ura e Caribe anglófono ha tenido un sentido d fi ·. do de su Identidad y de su filiación al considerar tal acercamiento. e

101

Respecto de los países latinoamericanos podríamos tal vez forrn 1 nos la p~egunt~ sigu

1 ie~te: ¿C~áles son las diferencias entre los imper~a~~:

mosten hi?s p~tses atm~amer~canos que digan relación con distintos ma­men os stoncos y con mcursmnes de distinta finalidad?

d) Aliado de las diferencias entre las colonias más ant1"guas y¡ · "t · di. asmas recien es extste una ferencta esencial basada en Ja pobl · · G d h acwn. rosso mo-o ay_ una mancomunidad negra y otra blanca. A los escritores de laman­

comumda?. negra los v~mo_s _reaccionar en sus obras a teorías racistas que fueron utiliZadas _para JUstificar la esclavitud y otras formas de opresión. En la mancomumdad negra el término identidad es a menudo sm· · · d f · · . 1 . onnno

e_ a mnacwn racta . El estigma de haber sido presidiarios 0 criminales de-portados nun~a tuvo que ser removido de una manera tan apasionada en 1~ mancomu:udad blanca: el australiano o el neozelandés nunca han sen­tido la necesidad de probar su humanidad.

Tanto la literatura de las Indias Occidentales com "t" ¡ hi · O SUS Cfl ICOS y O stonadores han tenido que enfrentarse con el espinoso problema de la

NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 141

y el color. Ha habido discusiones acaloradas sobre nuestra herencia Algunos opinan que nuestra sociedad es esencialmente africana, otros

su pluralismo y se pronuncian a favor de él, otros ven a las Indias de11taJes como el encuentro de pueblos y culturas argumentando que

mestizos culturales aún cuando no se nota en nuestra apariencia. discusión ha sido necesaria y liberadora. La historia de la literatura aribe anglófono no podría haber sido escrita de no haber sido empren­esta discusión.

del problema que nos ocupa podemos formulamos los si­interrogantes:

¿Se deberá la gran diferencia entre latinoamericanos y caribeños al de relativa escasez en el primer caso y de abundancia en el segundo

e1em<:nto poblacional de origen africano? ¿En qué medida la conside­del origen africano afecta los casos de Cuba y Brasil? ¿Hasta dónde

que tomar en cuenta la presencia de los pueblos indígenas en países de América Latina? La aproximación a la idea de mancomunidad ha forzado la conside­

de una multiplicidad de factores que han demostrado diferencias y militw1es entre los llamados países mancomunados. Pero aún cuando re­

el criterio de aproximación existe algo más, y que es tal vez ab-a lo cual nuestra literatura apunta. La literatura de las Indias Occi­

no ha sido capaz de evadir, incluso en sus primeros estadios el ser durante el periodo de relación colonial y luego el ser analítica

esta conexión formativa. Un extraordinario desarrollo en cuanto a tener conciencia sobre el y en la respuesta a la conciencia del otro acerca de nosotros se hace

en la obra de V .S. Naipaul, quien logra representar a los coloniza­como víctimas de sus propias ilusiones. Para Naipaulla colonia es un

!'símb,olo de desarraigo. En ella todos se encuentran alejados del hogar. Es forma de resistencia que encontramos en la escritura de Naipaul, y al­

veces surge de la fuerza de su pesimismo el hecho de considerar al ¡Jiarrraclo nuevo mundo -al cual convincentemente representa mientras le !"leernos- como aquel universo en el cual el hombre es tan sólo un huér-

En relación a esto y respecto de la literatura latinoamericana podría­hacer las siguientes especulaciones: ¿Será acaso la exploración de las

relaciones coloniales -para exorcizadas o para universalizarlas- uno de los elementos a considerar en la literatura latinoamericana? ¿Cuán obsesiona­dos están los escritores latinoamericanos con la idea de Europa o del colo­nizador?

4. La cuarta consideración dice relación con la literatura de las Indias Oc­cidentales como parte de la literatura del Caribe.

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142 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICAMft

Contrariamente a los enfoques previamente descritos éste busca r grupar todo más cerca "de casa" con el fin de conseguir una mayor cr ~~­bilidad geográfica. Los argumentos que hablan en favor de este enfo e l·

son generalmente los siguientes: que a) Población de origen africano en su mayoría. b) Predominancia de temas relacionados con la esclavitud y problemas

de raza y color. e) Una experiencia común de esclavitud y colonialismo en el crisol del

Caribe. (Véase a este propósito el análisis ejemplar de G.R. Coulthard lla. mado Race and Co/our in Caribbean Literature.) ,

El ~ntento de ign_orar las diferencias lingüísticas no ha tenido éxito, y era posrble que estuviese condenado a fracasar a causa de la simple y llana ignorancia por parte de las poblaciones del Caribe de las demás islas y sus: costumbres. Por otra parte hay un fuerte paralelismo entre las literaturas a nivel documental, pero nadie sabe hasta qué punto esto corresponde a una realidad social. Las aguas que nos separan, las diferentes lenguas, las orientaciones metropolitanas respectivas y los sistemas educacionales de las distintas islas han convertido a la literatura del Caribe en una abstracción que desde fuera se percibe a menudo mejor. Nosotros en el Caribe solemos hablar de los europeos, pero habría que saber si los que designamos con ese nombre se ven a sí mismos como tales. Me es fácil hablar de Jos latinoamericanos, puesto que tengo la ignorancia suficiente pero en el caso de ellos un latinoamericano puede ignorar los matices ; enfatizar su pertenencia a Latinoamérica de un modo razonablemente convincente.

Puedo elaborar a partir de estos problemas la especulación siguiente: ¿Están los países latinoamericanos aislados uno del otro a pesar de un idio· ma común? ¿Los hay que son más desarrollados como naciones que otros? ¿Hasta qué punto las nociones de Latinoamérica y de literatura latinoame~ ricana seguirán estando a la merced de las maniobras políticas o del desa­rrollo nacional separado de los países?

5. La quinta cuestión tiene que ver con la literatura de las Indias Occiden­tales propiamente tal.

Al respecto hay que confesar desgraciadamente que esto es tam­bién una construcción intelectual. Las islas desarrollaron sus literaturas se­paradamente y reconocieron sus afinidades en los años cincuenta. Los dos: factores principales que las llevaron a hacerlo fueron por una parte la reu­nión de los escritores en Londres y por otra la idea de federación y la crea­ción efectiva de una federación de territorios de habla inglesa al final de los años cincuenta durante más de dos años.

Con la desaparición de la federación y la independencia separada de las islas sólo dos elementos ayudan ahora, junto con la literatura de las rn-

NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 143

Occidentales, a impulsar la identidad de ellas. Por una parte en el te­académico la existencia de la Universidad de West Indies y por otra

dimensión deportiva: el equipo de cricket de las Indias Occidentales. En relación a esto podemos hacer las siguientes especulaciones: ¿Qué

juega el deporte en la conciencia de América Latina? ¿Qué esperanza de crear una federación, aunque fuese muy flexible, de los países la ti­

¿Crea la literatura latinoamericana conciencia latinoame­¿ Cuál es el propósito de reconocer o de construir una literatura

Los problemas de la crítica en las Indias Occidentales son complejos. observado que los intentos de construir un marco conceptual para

literatura de las Indias Occidentales han sido frustrados por las excep· y reservas y que mientras más se trata de encontrar similitudes, más

descubren diferencias. La historia de nuestra literatura se ha beneficiado embargo con esto y no hay razón para que no suceda lo mismo con La-

rasgo de la historia de la crítica es que ciertos elementos han pa­por momentos más significativos que otros, por eso las obras han

i;óscil,1do en su valoración en la medida en que ha cambiado nuestra percep· de ellas. La historia de la literatura de las Indias Occidentales ha tenido que re·

~~~~r~~~~sque tiene carácter temporal y que parte de la magia de las obras ¡;¡ consiste en que la interpretación o la historia crítica deben escri·

una y otra vez en el tiempo en nuevos términos, reconociendo obras·

~~'~d:C~,;i:";;;,~~~~ se han rechazado y aceptando otras nuevas. No se puede f; una historia definitiva y para todos los tiempos. El crítico litera­vale para su momento, la obra literaria es para siempre. Personalmen­

no creo que por 3.hora mi propio libro West Indian Novel and its Rack­sea inútil, pero estoy trabajando en una nueva publicación llamada History of West Indian Literature que recibe ese nombre justamen­

para sugerir cómo la propia percepción cambia constantemente. Está suficiente comprobado que tenemos dificultades y que debemos

~~~~:!~~s múltiples contradicciones cuando tratamos de formular nuestras 't\ sobre la realidad social y cultural y que es una tarea realmente in­k!Jllll!LlartLe tratar de relacionar el arte y la literatura con la realidad que la­j,it>rio,sarne:nte hemos definido. Pero el historiador de la literatura no debe

su responsabilidad. Por mucho tiempo la subjetiva verdad del otro ha sido impuesta en nombre de "lo universal" y "lo objetivo", y nues­intentos de encontrar qué es la verdad para nosotros han sido etique·

como subjetivos. Como reconocemos que es cierto -incluso en las fiCí<mcias- que la verdad es lo que el cuerpo pensante de hombres y muje·

de una sociedad y de un tiempo determinado creen, la crítica subjeti-del historiador de la la literatura no es considerada como verdad sin la

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144 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICA:N'A.

apropiada convalidación. Trabajamos con escritores, trabajadores del ima, ginario para establecer nuestra realidad y no debemos ser calificados de chauvinistas.

Pero existen responsabilidades. La responsabilidad de nuestro tiempo es ver nuestro mundo con firmeza y decir la verdad tal como la vemos, sin destruir o suprimir la evidencia, aunque sea contradictoria o perturbadora Pero también está la responsabilidad de los que vienen detrás. Deberno~ acopiar todo el material posible, disponible, asequible, para que aquellos que nos sucedan puedan, con mirada fresca, ofrecer otra interpretación hacer otra incursión más sobre nuestra propia significación, en su sentid~ y en su conocimiento.

Me gustaría ahora darle una mirada a la magia del trabajo literario. A pesar de todos los argumentos sociales y culturales que pueden ser aducj. dos en su contra, uno continúa reconociendo una literatura de las Indias Occidentales. Esto es posible al mirar los mismos textos. Encontraríamos dificultades al tomar los trabajos de un grupo de escritores de las Indias e intentar construir a partir de ellos una historia documental. Pero si en cam~ bio tomásemos del guyanés Wilson Harris Palace of the Peacock; The am'.. vants de Edward Brathwaite (Barbados), The Castaway de Derek Walcott (Santa Lucía) y la obra de V. S. Naipaul, In a Free State (Trinidad), uno no podrá evitar notar los motivos recurrentes encontrados en tal recorrido. El historiador podrá contarnos entonces que el viaje de los esclavos a las islas

1

de los conquistadores y de los trabajadores contratados ha sido una expe· riencia perf:tladora de la conciencia en las Islas Occidentales, y un elemento constitutivo de nuestra sociedad. El viaje lejos de las islas en el siglo XX -por la sobrevivencia económica, para escapar a la opresión o en la bús­queda de raíces- ha sido otra experiencia perfilad ora. También el viaje de vuelta a las islas, desilusionados, enriquecidos o prefiriendo la perversión familiar ha sido el tercer aspecto de una historia de recorridos y viajes. Las figuras o representaciones simbólicas de las obras citadas tienden a sercom· puestos, mixturas, y todos los viajes históricos se han convertido en intru~ siones. Sin conocer la historia uno se vería inclinado a observar estas obras como creaciones de una realidad ficcional común y además inclinado desde allí a verlas como manifestación de una conciencia de las Indias Occiden~ tales. Las distorsiones de los viajes actuales no interesan pues la verdad exa­minada es tan valedera como la verdad histórica.

Trato de explicar así que las obras literarias de las Indias Occidenta· les manifiestan la realidad de las propias Indias aun cuando no la hayamos definido. Sospecho que lo mismo debe ser cierto en el caso de las obras la­tinoamericanas.

f¡,tTE:RJ,TlJRA NACIONAL, REGIONAL, LATINOAMERICANA 145

Valdés: Primero expreso mi gran simpatía por la búsqueda de identidad de las Indias del Caribe. Reconozco también que es una visión importante para nosotros ver por qué ha fracasado el concepto de Caribe, como concepto, como una construcción para hacer una historia y por qué ha fracasado el llamado Commonwealth inglés: porque son artificiales, porque no responden a una cultura, porque no son una realidad cul­tural. Entonces 10 que yo digo es que como estudiosos, nuestra pri­mera responsabilidad es reconocer la realidad. Podremos tener deseos políticos -al igual que ustedes- de una situación diferente, de un futuro en donde el concepto de Latinoamérica quizás pueda englobar al Ca­ribe de habla inglesa, pero el hecho es que hoy la literatura y la cultura del Caribe de habla inglesa es una entidad separada y Kenneth Ram­chand lo decía al verse obligado a hablar de "ellos" los hispanoame­ricanos y "nosotros", los del Caribe.

. Ramchand: Estoy y no estoy de acuerdo. Me imagino que debe haberse tomado mucho tiempo para decidir cómo escribir una historia de la literatura latinoamericana, porque uno de sus propósitos debe ser reconocer y propugnar una conciencia latinoamericana. De modo que la noción o concepto que construimos no aparece automáticamente. Cuando leo Pedro Páramo y la obra de un autor guyanés, me veo frente a una conciencia muy similar. Latinoamericanos y west indians compartimos una misma conciencia a pesar de las diferencias sociohistóricas. ¿Qué es más importante, esta conciencia común o los factores materiales que nos separan? Creo que una conciencia de América Latina que no ex­cluya al Caribe no hispanoparlante puede ser propugnada y estimulada.

Pizarra: Lamento que hoy no esté con nosotros Arturo Ardao, quien justamen­te iba a asistir a esta sesión, porque es una de las personas que más ha trabajado el problema del concepto de América Latina. Yo difiero con Mario Valdés respecto al estado de la cuestión. A mí me parece que el estado del problema no es exactamente ése. Me parece, que de acuer­do con los trabajos realizados -entre otros por Ardao, y por estudio­sos cubanos- en el problema de la unidad interna del Caribe y su ar­ticulación con América Latina, pareciera ser que existe una especie de acuerdo sobre un tipo de unidad, si bien la diversidad del Caribe se dio a partir del sistema colonial mismo. A partir del sistema colonial se dio el Caribe como una organización en donde se encontraban dos tipos de vinculación. Por una parte, había una vinculación con las me­trópolis directamente, y por otra, había una desvinculación interna entre las diferentes islas, lo que formaba una especie de organización

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!46 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

contradictoria de relaciones, que establecía internamente que las isl no tuviesen relaciones entre ellas. Sin embargo, en una mirada m:s estructural de los periodos históricos que viven estas islas y su relaci' 8

con América Latina, pareciera que existe una -si no identidad- Por~n menos, similaridad ~e articu_laciones y ~e periodos, desde las relacione~ que establece el pnmer penado colomaL La base de esta articulaci' es una forma de desarrollo económico y social -la economía de plao~ tación con la trata de esclavos como fuerza de trabajo- que va gen~~ randa una forma de percepción del mundo propio del Caribe. Es decir hay formas de articulación de la sociedad y percepciones del mund~ comunes que están de alguna manera expresadas en la literatura can,.. beña. Los trabajos al respecto hablan de una unid;:td temática y de percepción frente al mundo. Ahora, en cuanto a problemas de enun~ ciación, pareciera ser que estas literaturas se organizan en sistemas simi­lares entre ellas y parecidos a la existencia de sistemas diferenciados en la literatura latinoamericana. Hay un sistema literario ligado a la me­trópoli, otro sistema literario en créole, papiamento o su correspon· diente anglófono y a veces incluso un sistema multilingüe. Es decir hay una creación literaria de dislocación de las estructuras lingüística; metropolitanas, como en América Latina. Por otra parte, la conciencia del concepto de América Latina ha ido incluyendo cada vez más -y esto se expresa en los diferentes organismos internacionales-la perte~ nencia del Caribe a un concepto de América Latina un poco más am­plio. En esto tenemos, por ejemplo, la proposición nominal que hace la UNESCO, de América Latina y el Caribe, en tanto que unidad que, siendo unidad, no es inseparable de América Latina.

Mario Valdés: Estoy de acuerdo contigo en que la politica colonial era de mantener las colonias en aislamiento unas con otras. Que esto sigue como un efecto poscolonial, también lo reconozco. Lo que me hubiera gusta~ do oír es el último punto sobre las coincidencias que son más que una herencia colonial, las coincidencias de toma de conciencia, porque po" demos decir que la búsqueda de identidad de los colegas del Caribe se parece a la búsqueda de identidad de las personas de todo el mundo. El hecho es que la u N ESCO pone ese término de Latinoamérica y el Caribe, y creo que ahí reconoce cierta realidad política, que el Caribe no debe de separarse del continente.

K. Ramchand: Puedo dar uno o dos ejemplos; cuando leo Cien años de soledad estoy consciente de algunos procesos sociales e históricos que reconozco tam­bién como propios. Además Macando, sus gentes, tipos, son realidades que identifico con mi aldea y gente. Quiero hablar desde allí del status de la obra literaria, pienso que la obra literaria puede proyectar la rea­lidad social y política inmediata, pero además, ir más allá y proyectar una verdad más honda, común a seres de otras latitudes. En ese senti-

NACIONAL, REGIO N AL, LATINOAMERICANA 147

do, al leer esa obra, siento que comparto de alguna manera una con­ciencia latinoamericana. Si escribimos una historia literaria pensando que cada obra debe expresar lo que ya sabemos, entonces, obviamen­te, las Indias Occidentales deben quedar afuera, pero si nos acercamos a las literaturas de unos y de otros, encontraríamos que esta literatura, producida en condiciones evidentemente diversas, apunta hacia una conciencia común, una conciencia del Nuevo Mundo que integra ambas esferas. El viaje de los conquistadores, los esclavos, los inmigrantes, ese viaje que ha sido identificado como elemento esencial de nuestra lite­ratura, en el siglo XX se hace en sentido inverso, en busca de raíces de solución económica o en escape de las duras realidades. Cuando le~ las literaturas de las Indias Occidentales, siento que todos esos viajes, todas esas búsquedas se hacen una sol¡l, un tema central, un mito fun­damental. Nosotros, hombres del Nuevo Mundo, estamos buscando El DoradQ en una forma u otra, ésta es una verdad común y unificado­ra, la imaginación literaria puede ir así más allá de los periodos y los países.

Meregalli: A mí, en realidad, me parece que no hay contradicción. Es evidente que en este proyecto de historia de la literatura latinoamericana no entra directamente la literatura de las Indias Occidentales, sin embar­go, desde un punto de vista comparativo es necesario y debe ser toma­da en cuenta la situación -lo mismo social que literaria- de las Indias Occidentales. Debemos tener en cuenta también la perspectiva diacró­nica: a lo mejor la situación actual de las Indias Occidentales no es la situación actual de Latinoamérica, y sin embargo, se parece a una situación de otro tiempo, entonces, en ese sentido habría que consi­derarlo.

'fffa<:ques Leenhardt: A mí me parece que es muy importante, como dijo Ana, integrar unos niveles de sistematización de la construcción cultural, es decir, cómo se organiza el bilingüismo, el trilingüismo, la existencia de una temáti­ca común regional y no sé si se podría entender en esto a toda Améri­ca Latina. Ahora, esta integración me parece más bien situarla en el sistema de la literatura que en lo que concierne a la lengua propiamente.

Garza: En relación con el marco de la lengua y con el marco de la literatura, creo que en el caso de Latinoamérica, los países hispanoparlantes, por un lado, y Brasil, por otro, no son comparables con el caso de las Indias Occidentales. Aquí no hay un fenómeno de disglosia, no se ha creado una lengua nueva, no ha evolucionado el español ni el portugués como en el caso del créole y el inglés británico. Desde luego que hay diferencias lingüísticas en Hispanoamérica, en relación con estratos sociales y con un territorio tan inmenso. Hay bilingüismo, hay influen-

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148 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LPmNClAl~ERI!]AJ~A •

cia de las lenguas indígenas, pero un hablante de la Patagonia con U: hablante del norte de México pueden entenderse básicamente e li que el marco lingüístico no tiene tanta importancia para la hist~riar~o la literatura en lengua española y en lengua portuguesa como lo tiene para la historia de la literatura en las Indias Occidentales. Ahí sí e problemático: usted hablaba de la diferencia entre la lengua hablada~ la lengua escrita en las Indias Occidentales. En español no sucede eso,

Mario Valdés: Yo quiero proponer a mis colegas una posición acerca de este proble~ ma: primero, que al elaborar el marco histórico se tome en cuenta al Caribe completo, como una parte integral de la realidad latinoamerica .. na. Segundo, que el papel específico de las obras literarias del Catibe de habla inglesa se determine en un futuro al elaborar más el trabajo porque puede haber -no quiero proyectar lo que no sé- casos en don: de tienen un papel mayor algunos autores y obras de las islas, y otros donde se constituyen más bien en un fondo, pero es imposible proyec~ tar sobre una literatura desconcocida.

Roberto Schwarz: Creo que un libro, como el que se está proponiendo, apunta a la for~ mación de una conciencia y de una identidad que no existe aún. y cuando se quiere formar una identidad hay una parte efectiva y una parte de deseo cultural, de deseo político. Escuchando la exposición de Kenneth Ramchand, todo brasileño se reconoce ahí, se reconoce de una manera extraordinaria, tanto desde el punto de vista objetivot como de lo que podemos imaginar. Creo que al componer este libro podemos imaginar un capítulo en que esté tratada esta materia, que hablará mucho a la imaginación de la gente, y efectivamente contri­buirá a una eJCtensión de la identidad. No es una cuestión científica; sino más bien de imaginación histórica, pero creo que sería muy ÍJn ..

portante.

Jacques Leenhardt: Respecto de la cuestión del francés, pienso que tal vez hay dos niveles. Un nivel para las islas de lengua sajona y otro nivel para el francés y las lenguas latinas, que ya están vinculados en el Caribe a través de varios movimientos culturales. Lo que pasa es que las literaturas de lengua inglesa, francesa y española no necesariamente tienen el mismo tipo de vinculación.

Ana Pizarra: Creo que se siente el peligro de que nosotros emitiéramos juicios sobre una literatura que en general no conocemos. Yo creo que no se trata de eso, sino de integrar a especialistas del Caribe a un diálogo que permita ampliar los puntos de vista.

V. LITERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA

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LITERATURA E HISTORIA

Jacques Leenhardt

enunciado mismo de la problemática que nos tiene reunidos, literatura historia, constituye de por sí un problema: el de la autonomía de estos

términos y, de ahí, el de la posibilidad de relacionarlos. No se podría efecto plantear la relación entre uno y otro sino en la medida en que se

i.'¡ji!StiJogtren claramente.

Existe, y en particular en los manuales escolares, una idea general vinculación. Consiste en postular la existencia de una historia, social y

¡;p<Jlíl:ica por lo general, cuyas grandes fechas serían pertinentes para esta· el ritmo de una descripción de la literatura. Por sólo tomar un ejem­

mas ciertamente no al azar: la victoria de Sucre en diciembre de 1824 !·consagra la independencia. El nombre de Ayacucho constituye sin embar­

un símbolo más que una fecha. No es, pues, la historia en sus acontecimientos la que está aquí presen­

sino un proceso que en esta palabra se encuentra representado. Por lo se puede afirmar que, en el área que nos ocupa, la representación del histórico es constitutiva de esta historia. Ésta sería una primera po­

~::~;~~~i~d~e cuestionar la dicotomía literatura (es decir, representación, á'J mediatizada) versus historia, dicotomía que el trabajo crítico

más adelante sobremontar por medio de un discutso sobre "litera­e historia". Esta primera paradoja se debe, por supuesto, a que busquemos empren­delimitaciones en el flujo temporal, delimitaciones que según la natura­de nuestro calendario, no pueden hacerse sino por años, decenios o

mientras que nosotros aspiramos a una fragmentación significativa, que posea una doble referencia: cronológica y literaria. El deseo de

fd<,lin1it:ar de una manera significante nos remite, por consiguiente, al pro-

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!52 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICA.NA

blema de la doble historicidad: la de la literatura y la de lo que 1 exterior. e es

¿Una historia de la literatura?

Nuestra reunión ha sido colocada bajo el signo prospectivo: Para una hist ~ ri~ de_ la literatura latinoamericana. ¿Cuál es el proyecto de semejan~e h1stona?

Se trata de enfrentarse a la atomización de las obras singulares tal c~mo s~ e~cuentr~n colocadas por orden alfabético del catálogo. Una 't:~ d1scontmmdad es msoportable desde el punto de vista del hombre, el qu siente vivir en él a la humanidad y tiene el sentimiento de su propia conti~ nuidad genérica. Hace falta pues, de toda necesidad, que esta serialidad de las obras se transforme en una cadena que represente la continuidad de la especie y, por ende, la particularidad de la cultura.

La primera tarea de una historia de la literatura consistiría pues en sus. tituir una serie de obras, la cual no es a priori susceptible de ser constituida en historia, por otra serie análoga -pero no idéntica- de la que se piensa que ella sí será hlstorizable: la serie de los autores.

Al pasar de las obras a los autores, se logra, a través del ol;>jeto nuevo de la biografía, un primer acceso a la historia. Aparece claramente, sin em­bargo, que si la biografía de los autores constituye ella misma la sustancia de la historia humana, este primer enfoque no responde adecuadamente a la pregunta de cuál es el sitio de la literatura dentro de esta misma historia.

Así pues, la historia de la literatura resulta ser una no-historia por dos razones:

a} No es historia porque la cadena de los autores y de sus biografías no constituye un objeto pertinente desde el punto de vista de un enfoque histórico. La perspectiva histórica no puede asirse de un flujo, según He­ráclito, de entidades discretas. La historia implica una organización en totalidades relativas y significativas e implica la constitución de un objeto mientras que, desde el punto de vista de la epistemología, la serie de las biografías no constituye un objeto para el enfoque histórico.

b) La historia de la literatura que no es pues una historia, tampoco tiene por objeto a la literatura ya que, como se acaba de ver, su principio de organización se refiere a los autores y no a la literatura.

¿Hacia una historia literaria?

Será preciso pues, regresar a lo que Lanson llamaba la historia literaria, la cual concibe a la literatura como un fenómeno social e histórico totat en su historicidad (entendiendo por esto que se trata de la literatura conside· rada en todas sus instancias: el texto, claro está, pero también la intervención

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el lenguaje, la difusión, carrera de los autores, instituciones escolares, ;adémica.s, etcétera.

Desde este punto de vista, el volumen de la UNESCO América Latina literatura ofrece una serie de aportes. Al colocar el acento sobre la

nstitLLCl<)n de una cultura, esta empresa no rechaza necesariamente la di­histórica, pero sólo la explota en el marco de estmcturas (menta­

lingüísticas, axiológicas, estéticas). Del mismo modo, la historia literaria se propone analizar procesos

tructttralles .. En la trama de las producciones, la historia literaria efectúa ,1in1itaciones, dando origen a tantas estructuras (llamadas escuelas, moví­

etc.), como hay puntos de vista. Aquí, un peligro la acecha en permanencia: el que reside en el punto

vista a partir del cual la delimitación ha sido efectuada. En la medida en la delimitación sólo considera unidades de tipo literario, es decir pro-

1/~íwoiones, está condenada a descansar sobre unas bases no falsas, cierta­!;n1ertte, sino abstractas. Así notamos a menudo cómo una historia literaria

transforma en una especie de cuadro clasificador con entradas contrasta­Ahí, la historia se reduce a una suerte de rítmica de elementos contra­fundada en oposiciones tales como lítote vs. lirismo, razón vs. sueño,

real vs. lo mágico, etc. Esta dinámica de contrastes estilísticos no cons­sin embargo, una historia en sí sola. Desde el punto de vista de la sig­

liaificacJión histórica de la actividad literaria, dos grupos o escuelas pueden ¡;;¡;com:tltUirun mismo objeto y no dos. El punto de vista de los actores no

pues, un determinante suficiente como para delimitar una uní­significativa, una estructura significativa. Así sucede con la historia de la literatura la cual, o bien no es historia

se considera a la literatura desde el punto de vista de sus procedimientos j¡if,orrnalles, O bien no concierne a la literatura si se la considera a través de

escritores. Se nos remite a la idea de una historia literaria en la cual, las ¡1;eiStructm:as de significación a todos los niveles (lingüístico, retórico, ideoló-

etc.), puedan ser constituidas en su historicidad. Es aquí donde encon­V'""'v' la necesidad de una periodización que, por lo que a América Latina jconciernoe, se plantea en unos términos muy específicos que están relacio­ll,,rino con el carácter particular de la historia del continente.

Pr<Jbl'errw teórico de la periodización en un proyecto historia literaria latinoamericana

un modo general, quiero decir, para la literatura de todos los países, la ¡ periodmtCl<Jn es una empresa temible. ¿Hablaremos en términos de siglos

o, como los ingleses, de la época de Chaucer o de la de Shakespeare? ¿Hablaremos siempre como los ingleses de los autores isabelinos o victo­rianos? Estas categorías, modeladas sobre la persona de un maestro o de un

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!54 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

príncipe, no existen en Francia ni en Alemania, ni tampoco en México en Venezuela en donde se prefiere delimitaciones por grupos o escuelas

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una parte, o bien cortes dentro de la trama sociopolítica. por . Pero si toda peri~dización es peligro~a, quisiera ahora desarrollar la rdea de que lo es particularmente para la literatura latinoamericana por l razones que a continuación intentaré explicar. as

A !in de medir ~sta d~ficultad, quisiera partir. de una definición ideal del penado. ¿En que consiste esta estructura particular de lo histórico Ha. ruada periodo? Al insistir en que se trata de una estructura de lo histórico hay que subrayar dos aspectos: '

l. Un periodo no es un objeto natural (razón por la cual las delimita­ciones del calendario resultan tan ineficaces). Es lo que se podría llamar un objeto construido, un artefacto conceptual. Un periodo se presenta pues, como una estructura de carácter histórico ( ¡se dan cuenta cómo esto; términos contradictorios se confunden aquí!), cuyos elementos están junta­dos por el que la delimita.

2. Un periodo es, pues, el resultado de un proceso, de una interven­ción y es s:l'n duda por esta razón que Carlos .Rama ha preferido la noción de periodificación a la de periodización. Algo del sujeto conociente se in­filtra por consiguiente en la organización de este objeto de conocimiento.

Una vez puestas las condiciones epistemológicas del proceso de perio­dización, examinemos cuáles son los elementos que entran en juego. En qué consiste, de un modo ideal, pues, un periodo.

Para saber dónde buscar la respuesta a esta pregunta, hay que regresar al enunciado inicial de esta comunicación: literatura e historia. Sabemos ahora que el problema reside en esta unión que la conjunción plantea, pero no explicita. El problema está pues en la articulación de niveles de realidad diferentes que se conciben corno heterogéneos sólo en apariencia. Se trata, pues, de mostrar una homogeneidad, de reunir lo aparentemente separado. La finalidad de esta "periodificación" es la producción de una unidad signi· ficativa más allá de la diversidad. Para concluir, un periodo es el encuentro coherente de lo literario, lo social, lo político, lo económico; en resumen, de la literatura y de la historia.

¿Podrá existir semejante encuentro coherente? Cada intento verda· deramente histórico de periodización se esfuerza por demostrar su existen­cia. Un poco por paradoja, pero sobre todo para apoyar mi argumenta· ción, diré que ha habido tal vez semejante periodo ideal, es decir un momento en que esta coherencia ha existido verdaderamente. Sería entre !660 y 1685 en Francia bajo Luis XIV. No es mi intención demostrar si esta hipótesis es acertada, sino visualizar la particularidad de este periodo tan breve y tan singular en la literatura y la cultura de Francia y tal vez del mundo. Este breve periodo presenta uno de los rarísimos casos de clasicismo, no en el sentido limitativo del concepto estético, sino justa·

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como concepto englobante, como el concepto de la homogeneidad un periodo.

Si el periodo ideal puede definirse como la articulación coherente y de los movimientos estéticos, ideológicos y socioeconómico­

¡U1C1C<JS, esto significa que un periodo, en el sentido ideal que le busco dar, descansa sobre la existencia de un acuerdo entre un público, un y una creatividad. Un tal acuerdo, cuando existe, produce en particu­

fuera de las obras de imaginación que constituyen la literatura, lo que 1hm'd' discursos filosóficos corno formulación más o menos sistemati·

del equilibrio de las tendencias propias a las tres instancias que acabo mencionar: el público, el poder y los creadores.

Una época clásica, por cuanto brinda una formulación a la tendencia a los diferentes actores sociales y culturales hacia el universalismo,

época "clásica" representa el tipo ideal, para retomar la expresión de Weber, del periodo. Ahora que poseemos una noción de aquello hacia lo cual tendemos

~~ct!anLdo procuramos delimitar la líteratura y la historia en periodos, pode­interrogarnos sobre la situación específica de América Latina.

periodización en el área latinoamericana

breve mirada sobre la literatura crítica en América Latina muestra la

~~~:~~~g~~~'~ extraordinaria de textos consagrados a la periodización. Se han l: artículos incontables y hasta tesis a esta pregunta. Antes que

de ello una solución del problema planteado, esta proliferación parece sintomática de una dificultad radical: si en efecto, el ideal de periodización lo constituye lo que he llamado un clasicismo, entonces,

¡;ning,un.a periodización satisfactoria es concebible en el área latinoamericana. Esta tesis merece algunas aclaraciones. El examen de la realidad lati­

f~;~~~~~:;~~~~~ muestra en efecto, desde el periodo de la Colonia, una desar· 1; fundamental de lo sociopolítico, lo cultural y lo económico en

el continente. Como lo dice en efecto Touraine:

On ne peut se contenter de dire que la conquete [ ... ] aboutit a l'in· corporation du territoire conquis dans l'économie dominan ~e, car la conquéte produit la désarticulation de l'économique et du soc1al.l

Sociológicamente, la desarticulación de las instancias se vuelve uno de los , rasgos distintivos de las sociedades dependientes, cuya manifestación, en lo

que aquí nos concierne, se marca por la.

1 A. Touraine, Les sociétés dépendantes, Paris/Gembloux, Ed. Duculot, 1976, p. 75.

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156 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINO AMERICA.~A

( ... ] discordance entre le fonctionnement du sy t · , t , , 1' t' . . s eme econom·

cen re a ex eneur et celm de la société et de la cultu . IqUe régionale.2 re nahonale et

La discordancia se convierte pues en la forma que toma el · cultural. mismo proceso

Si retomamos el perio~o ideal del clasicismo, éste se caracteriza . samente por la concordancza de todas sus instancias. Esta canco d p~ect­convierte pues, en forma misma que reviste el arte en este pe . dr an~ta se b

. 'd . no o segun la ten conoct a tesrs para la cual la forma artística se modela s b ¡

t "d 1 . . oreeconw cep o no teonza o de as relacmnes sociales vigentes: "Das ah S . · ist d' F "(L k' ) E ¡ w re OZiale te onn u acs . s a forma estética lo verdaderamente h · t · · social en el arte. IS onco y

La posibilidad a priori de una periodización requiere pues P t d 11 • • ,poruna ar e, un esarro o mas o menos autonomo de la sociedad y po t te 1 .. • . , r o rapar-

., una re acmn orgamca entre formas de arte y procesos sociale Ah b e t d" · s. ora 1 n, es as con 1cmnes no existen en América Latina cuya econ · determinada sucesivamente por la Colonia y por el i~perialismo omia está formas culturales, como lo observaba Touraine se encuentran en' ydculas

1 · • 1 ' es, ase en re acwn con a estructura socioeconómica.

Pero ad~más, la emergencia de formas culturales en América Latina queda sometida a su vez a un proceso discordante puesto que lo · · 1 · . quenace orgrtam~amente en e mtenor queda permanentemente confrontado a im· po acmnes y ~ penetraciones procedentes de los centros económicos /o culturales dommantes (o centrales si se quiere utilizar la metáfora esp Y, 1 centro-periferia). acm

De esto _se desprende, como lo recordaba R. Schwarz, que al estudiar el arte Y la hteratura en América Latina, hay que tener presente que 1 · _

" d f . ' ' am¡ porta:_wn ~ _ormas est~t.Icas constituye en sí misma una forma3 de la creacmn artlshca en Amenca Latina.

~sí, pues, la elabración de _una per~odización tropieza con la co-pre· sencta, en el terreno culturallatmoamencano, de instancias discursivas de form~s .estéticas arrancadas en general a su sustrato socioculturaL Saúl Yurktevtc subrayaba, al reunir tres autores tan diferentes como Vargas Llo­sa, Neruda Y García Márquez que en la obra de estos tres autores era posi­ble detectar:

la coexistence de diverses inst~nces discursives qui comportent des idéologies contradictoires. 4

2 Idem. . 3 V~r la intervención de R. Scharrarz en Idéologies, littérature et société enAmé-

nque 4Latine, Bru~~lles, Editions .de .1 'Unive~sité, 197 5, p. 15 3.

L . lnter.vencwn de S. Yurklevtc en Ideologies, littérature et société en Amén'que

atme, ed. c1t., p. 51.

157

esta observación, dejamos el terreno del análisis cultural para '"'''"'·nc" en el terreno marcado por el desafío del comparatismo litera-

en América Latina. Una misma forma, la discordancia discursiva por orientaciones ideológicas contradictorias entre sí es, por asÍ

la forma general de la creación literaria. ¿Cómo entonces emprender delimitaciones de coherencias que son los periodos?

palabras son evidentemente un tanto pesimistas, si se piensa en el mo­de nuestra reunión. Sin embargo, aspiran a ser constructivas al llamar

j!;J¡¡1estra atención sobre la naturaleza mal conocida de las dificultades, éstas bien conocidas que encuentra todo intento de periodización. Este aspec­constructivo, lo resumiré en algunos comentarios:

l. La desarticulación no debe ser enmascarada, ni tratada de una ma­vergonzante, como si fuese el resultado de una incapacidad de la in­

í{y¡"tiiga·cióm de hacer coincidir la literatura y la historia. 2. Siendo consustancial al proceso creativo, debe ser concebida como

forma más general de éste. 3. En la historia literaria europea, sin que esto sea dicho en general,

pe¡·io<iización está frecuentemente fundada sobre una conceptualidad ~~lab<)fada por los filósofos fuera de la literatura en sí. A este préstamo, así

a otros cuya importancia sólo empezamos a percibir, por ejemplo los ¡¡p1:és1:arr1os a los sistemas científicos y su conceptualidad (el darwinismo de

y los modelos termodinámicos en toda la literatura de la segunda mi­del siglo XIX, Geoffroy Saint-Hilaire para La Comédie humaine, etc.), podemos recurrir por lo común cuando se trata de literatura por falta sistemas filosóficos.

4. Habrá que examinar, pienso yo, la significación de esta ausencia de ¡;e<mc:eptm<lid.ad de referencia. Forina parte de la dificultad de la periodiza­

pero también ~y quisiera insistir en este punto ahora~ también for­parte del status de la literatura y del escritor en América Latina. Aquí

importancia del papel social desempeñado por el escritor sólo es tan gran­porque se le percibe a la vez como un poeta y como un pensador, como hombre de lo imaginario y de lo reaL

5. La relación general que vincula a la literatura con el pensamiento conceptual deberá por lo tanto retener nuestra atención. A este respecto, quiero simplemente subrayar que en mi opinión, el ensayo, tan fundamen­tal en América Latina como forma literaria, no debería, bajo ningún pre­texto, ser descartado de nuestra empresa. El ensayo pertenece tanto más a la literatura por cuanto es la única forma de orientación conceptual que haya

desarrollarse en América Latina. Sólo el ensayo constituye un inten­to, sólo él lleva adelante un combate contra la dislocación y aspira a orde-

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158 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA_

nar los diferentes elementos de la cultura de acuerdo con su lógica. Cl está que esta lógica tiene las mismas limitaciones que la subjetividad del aro sayista, ~ero 1~ _dornes_ticación de la mult~plicidad contradictoria impue~~ por la dislocac10n soctal representa por SI sola una etapa importante g cias al ensayo, en la constitución de una identidad cultural. • ra-

Par fin, acordaremos una importancia a este fenómeno sin olvidar qu la novela latinoamericana, más que ninguna otra y por razones que se d ~ jan fácilmente deducir de lo que acabo de decir ha integrado espontáne!. mente la forma y la disposición discursiva del ensayo a falta de dialog con la filosofía, del mismo modo que se ha hecho paródica y barroca a f~ ta de hacerse afirmativa y clásica.

En conclusión, cada vez que emprendamos una periodización imper­fecta, ya que uno no puede prescindir totalmente de ella, so pena de remi­tirnos al flujo de los autores o de las obras, el cual carece de significación -nuestra historia literaria de la América Latina integrará, por una reflexión adecuada, la causa misma de su imposible perfección.

Discusión

lean Franco: Creo que desde este trabajo surgen algunas preguntas, más bien mu­chas preguntas y problemas también. En primer lugar, me pregunto si cuando se concibe el tipo ideal de periodización no se está haciendo hincapié en dos categorías: la coherencia y lo orgánico, que en reali­dad tenemos que rechazar porque ¿cómo sabemos la coherencia? Esto tiene que ser estudiado desde un recorte sincrético. Yo no sé cómo se puede construir o cómo se puede entender la coherencia o la concor­dancia entre distintas ramas como lo social, lo politice, etc. Yo creo que hay que explicar más lo que es esta concordancia en el tipo ideal de periodización. En segundo lugar, a mí me preocupa este supuesto desarrollo orgánico, creo que en ningún país del mundo hay un desa­rrollo orgánico realmente, creo que lo orgánico es una excepción del siglo XIX y pienso que todos los países tienen desarticulaciones, saltos cualitativos, cosas Hwesperadas, etc. Ahora, lo que sí es importante, es que tratemos de encontrar una periodización y un marco histórico en que se puedan incluir los factores y las pulsiones, eso me parece importante.

Quiero, para iniciar la discusión, sugerir otro problema: se ha ha­blado de los géneros literarios como si fueran géneros dados, creo que hemos sido ofuscados por el predominio de la novela, y si uno exami­na cuidadosamente la época de la independencia, descubrirnos que el género más importante es el diálogo; es importante en ese momento ese diálogo que nunca se estudia. Además del diálogo hay todo un ma­terial de lo que se puede llamar géneros racionales. Pienso que existen momentos en que hay desarrollos interiores, la aparición de nuevos

<TJ,RA1'UJ1A E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 159

géneros y que son en sí mismos, quizás condensaciones de nuevos periodos.

Otro asunto para principios del siglo XIX que creo que debemos tomar en cuenta, es que es el momento utópico posindependentista de la sociedad latinoamericana en ciernes, en que se propone la literatura como modelo social, la literatura como modelo de las costumbres, y creo que este periodo utópico llega hasta mitad de siglo cuando, como dice Gutiérrez Girardot, empieza el establecimiento del Estado oligár­quico-autoritario. Esto me conduce a decir que para cualquier periodi­zación debemos tener por lo menos una teoría del Estado. Creo que realmente no podemos hacer la periodización cultural sin una teoría del Estado, y de las distintas formas del Estado, desde la Colonia hasta ahora. ¿Por qué? Porque, en cierta forma, es el Estado el que crea o que apoya o que deja espacio e instituciones en que las prácticas cul­turales se llevan a cabo.

en primer lugar, el problema del concepto de periodo ideal, que es provisional, se refiere a la dificultad misma de la periodización. Más que provisional es operacional. A lo mejor existe algo así como una coherencia en el periodo aludido de 1660 a 1685 -en realidad en todo el mundo hay incoherencia entre los niveles-, pero me pareció importante usar esta estrategia del mito de la coherencia en un perio­do, no para encerrarnos en una discusión hegeliana sobre la sociedad cerrada del tercer mundo, sino para ver lo específicamente latinoame­ricano como es la desvinculación de los niveles. En este sentido, lo considero concepto operacional. Luego, respecto al ensayo y los géne­ros literarios, evidentemente no son estructuras dadas. Para mí la no­vela no existe, el ensayo no existe y no los entiendo como géneros en sí. Lo que me interesa apuntar es a rasgos ensayísticos, a rasgos racio­nalizantes en el ensayo, en la literatura en general y en particular en la constitución de un tipo de producción que se dedica especialmente a estos rasgos racionalizan tes. En otro texto, traté de explicar el papel del ensayo dentro de la novela, y evidentemente la homogeneidad de los géneros no aparece cuando uno trabaja y lo hace concretamente con textos. Lo que me parece importante en el ensayo y en los géne­ros racionalizantes es la constitución del público como un destinatario, esto es la inclusión del otro en la perspectiva que se construye en esos géneros racionalizantes. Me parece -y Sarmiento es un ejemplo claro­que existe en ellos la búsqueda de la constitución de un acuerdo con el otro. En este sentido, la palabra diálogo me parece importante.

Respecto a la necesidad de una teoría del Estado evidentemente la constitución de lo cultural, de las lenguas donde se puede o no se puede escribir, todo pertenece a una definición general de la estructu­ra social, del espacio cultural en la estructura general, y la forma del Estado tiene importancia respecto de la existencia misma de esos luga­res culturales. Estoy de acuerdo contigo.

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160 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICAJ.:rA,

Antonio Cornejo Polar: Tengo una duda respecto al primero de los temas tratados

Jean porque el movimiento conceptual que propone la ponenc· Por aproximadamente el siguiente: se fija, en primer término, un concia :s ideal de periodo y en ese concepto se privilegian términos como e e~ 0

rencia, homogeneidad, organicidad, sistematicidad, etc. Luego e~ e~ segundo momento se toma el nivel más empírico del examen d; lar u~ lidad y se descubre que en esa realidad lo que prima es lo contrario:ef desartic~lación, la desi~tegración, etc. Se ?ice, además -esto me pare~ ce muy Importante y c1erto- que un penado no es un objeto natural sino un objeto a construir. Mi pregunta es ¿por qué construimos eSte objeto -el periodo ide~.- basándonos precisamente en aquellos rasgos (homogeneidad, organtctdad, etc.), que no se dan en la realidad? Por­que ese caso ideal es más bien irreal y en ese sentido parece ser poco operativo. Un sistema para ser operativo debe acercarse a un problema concreto y tratar de resolverlo. Yo tengo la impresión de que tanto en el periodo como en otras categorías tendríamos que acostumbrarnos a pensar que son objetos contradictorios y que en todo caso su coheren­cia, su sistemacidad, se dan en función de la contradicción interna que estos o~jetos efectivamente producen en la realidad y entre sí. No so~ lamente porque son contradictorios por este desfase entre movimiento social y movimiento de cultura sino porque también son contradicto­rios en la medida en que en su mismo momento, frente a un mismo hecho histórico, pueden haber varias respuestas sociales que pueden derivar de la distinta clase social, del distinto grupo étnico o de cual­quier otra circunstancia. En resumen, lo que qUisiéramos preguntar es ¿por qué y para qué crear un concepto que previlegia aquellas catego-rías que precisamente no se dan en la realidad? ·

J Leenhardt: Bueno, podría parecer una contradicción el intento de mi ponencia. Pero el concepto ideal de periodo surge de las historias literarias que existen, y lo que se ha tratado de fabricar ha sido construir este tipo de coherencia. Porque pareciera haber existido la necesidad, más allá de las discrepancias y más allá de la incoherencia, de organizar lo cultural como algo que tiene un sentido, y pareciera que no se puede hablar de historia sin que lo cultural y lo socio-político-histórico sea organizado. Por eso me parece bueno construir este concepto, a partir de lo que se ha hecho en periodización, para destruirlo. Es la situación que debe­mos enfrentar antes de trabajar, por eso la ponencia se entiende como un primer estado de decisión para poder organizar los elementos.

Respecto a la posibilidad del desarrollo de varias respuestas a una misma situación, me parece importante -y está en mi texto también­y el periodo puede abarcar varias respuestas a una pregunta.

Domingo Miliani: A mí me parece que hay una cuestión de fondo. Cuando nosotros ha~

E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 161

blamos de historia de los acontecimientos sociopolíticos, hablamos de una cosa, pero la historia literaria tiene que estar en una correlación pero no en una homologación Y en un isocronismo con los procesos de la historia social. A mí me da la impresión de que en la historia lite­raria hay un proceso de coherencia que está en el nivel perceptivo del historiador, no en el nivel de la dinámica de la producción de los mate­riales, objetos o signos literarios. Lo que no hay, es un isocronismo absoluto. Si nosotros seguimos hablando y partiendo del criterio de aplicar las categorías de periodización, de estilo, de corrientes euro~ peas, para el conocimiento del fenómeno literario latinoamericano, estamos partiendo de un principio falso. Jacques cita precisamente a Ro berta Schwarz para decir que una de las características específicas del caso de la literatura latinoamericana es la importación conceptual de aquellos elementos con los cuales se construyen los movimientos intelectuales de América Latina. Es un fenómeno que viene desde la Colonia. El humanismo renacentista que rige un poco el modo de conceptualización literaria del Inca Garcilaso ya no tenía vigencia para Europa, pero para América sí. El barroco comenzó a ser un código artístico en desgaste en Europa y en América Latina tuvo una vigencia mantenida casi hasta convertirse en un e~tilo crónico de la expresión artística, como lo planteó Carpentier. Este es un rasgo de diferenciación.

En segundo lugar, la periodización no se puede cerrar como se cierra la de la historia. Una periodización literaria, por lo menos, tena dría que distinguir tres aspectos: una fase inicial del proceso literario, en segundo lugar, una fase de institucionalización, don~e empieza a haber una redundancia de códigos -esos códigos com1enzan a ser redundantes y se desgastan más rápido en la literatura que en los proa cesas sociales y políticos- y una tercera fase de agotamiento y relevo.

Si hay una importación de corrientes y estilos europeos, ellos se mezclan cuando llegan a América y coexisten. Nosotros hablamos de corrientes de estilos y son los institucionalizados, dominantes. Cuando está en auge el superregionalismo literario en América Latina, por los finales del veinte y comienzos del treinta, subyace aplastado el proceso de las vanguardias, que más tarde se va a reconocer e institucionalizar. Es también el problema de la homologación, en el caso de los sistemas conceptuales de clase. Nosotros hablamos de una literatura burguesa en Europa, y en América, cuando nosotros vemos la insurgencia del romanticismo, del desarrollo de los géneros literarios del siglo XIX, no podemos aplicar la categoría burguesa, pue~ tene~os un modo ~e con­ceptualización feudal, esclavista de la reahdad, m~luso ,d_espues de I_a independencia, a tal punto que las estru~turas socwpohttcas de A~e­rica no se tocan. ¿Quiénes codifican la hteratura durante todo el Siglo XIX? La misma élite oligárquica, feudal y esclavista. En Brasil, la esclavitud se extiende hasta 1888, en Venezuela hasta 1854. El públi­co lector es el mismo público que retroalimenta ese sistema elitesco. No hay educación pública, hay un analfabetismo masivo, hay discrimi-

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162 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LJ,T![N<:>AMl<R!C,!.NA

nación racial con el indio y con ~1 ne.gro, inch~so con el pardo. Toda~ vía los pardos para entrar a las umvers1dades latmoamericanas a m ct· dos del siglo XIX tenían problemas. Sabemos que éste es un fenóme la-

. •ct 1m -que mc1 e natura ente en el consumo intelectual de la literatura p otra parte, buscar una coherencia o una homogeneidad cultural es. or

· dl Pre-Cisamente uno e os puntos en los cuales yo estoy en desacuerdo la metodología del trabajo, parto del principio de Lotman de def~o~ de que toda cultura es heterogénea y de que hay una dialéctica d n;ll' cultura qu.e ~stá continua~ente negando códigos y esa dialéctica e d: la contradicción de los cód¡gos culturales es una dialéctica a la cuall literatura no puede escapar. Entonces, la coherencia apunta al sistema d.?m~ante _de la co~ceptuación cultural y estaríamos haciendo tn: h1stona soc1al de la hteratura desde el punto de vista de los sistemas d conceptuación dominantes. Me parece una contradicción de métodoe Yo preferiría gue habláramos no de un método comparativo así absa: luto en un nivel de paradigmas europeos, sino de un método co~trasti­vo, es decir, ¿cuál es la diferencia, el efecto de contraste que se produce en el caso de la cultura latinoamericana, no corno analogía o coheren­cia con respecto a los códigos de Europa?

Roberto Schwarz: Bueno, quiero ,retomar algo que dijo Jacques pero por un camino un tanto diverso.El tiene la razón, naturalmente, cuando dice que tampo­co la cultura europea es propiamente orgánica. Ninguna cultura es real­mente orgánica, pero, creo que no se puede negar -y el latinoamerica­no lo experimenta con fuerza- que el desarrollo de la cultura europea es más orgánico que el nuestro y no podemos suprimir esta evidencia por patriotismo. Si uno toma, por ejemplo, una obra como la de Lu­kács, el panorama que él da de la novela europea depende evidente­mente del hecho de que la obra plantea en ritmos diversos, el paso del feudalismo al capitalismo, entonces él puede contar la misma historia con bases diversas en Rusia, Francia, Inglaterra, etc. Yo creo que este hecho del desarrollo continental del feudalismo al capitalismo da una cierta organicidad a la cultural europea. Este movimiento es de un tipo diverso de lo que tenemos en América Latina, y como hasta ahora la posición del mundo latinoamericano ha sido subalterna -esto efectiva­mente, no por complejo colonial sino que económica y políticamente subalterna- es inevitable que esta especie de organicidad del desa­rrollo del capitalismo en los países centrales nos parezca como una especie de casi modelo deseable-inalcanzable. Esto es parte objetiva de nuestra situación, creo que esto no hay que recusar lo como estereoti­po, lo que hay q_ue hacer es desarrollar posiciones más complejas res­pecto a esto y no tener simplemente un complejo de inferioridad por eso. Entonces, nuestra confusión de cierta manera es un elemento de vanguardia. En parte somos interesantes para Europa hoy por eso, por­que estarnos hace rato en la falta de organicidad en que Europa está entrando ahora. Éstas son cuestiones muy complejas, pero creo que

E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 163

para superar_ el hecho de que los conceptos europeos hayan sido nues­tra refe~enc1a no hay que perder esta referencia, hay que criticar la r~ferenCla y c~mprender en qué sentido fue referencia, o en qué sen­tido fue negativa, pero no sólo negativa, porque permitió pensar mu­chas cosas. Entonces, creo que ahí hay algo que hay que tomar sin prejuici?~ y no negar simplemente. Creo que es una cuestión que se debe cntlcar y comprender de manera política, que debe ser compren­dida políticamente.

Valdés: Creo que Jacques se estaba refiriendo al procedimiento de trabajo nuestro, y tenemos que distinguir, por ejemplo, entre el concepto de barroco que tuvieron escritores en Hispanoamérica como movimiento importado, y la metodología que vamos a desarrollar nosotros. Creo que es ,importante mantener esa diferencia, Jacques rechaza los perio­dos hechos y los géneros hechos, conceptualmente hechos. Creo que se puede desarrollar perfectamente una metodología amplia que tenga en cuenta la recepción y que ponga en su lugar el concepto importado que se heredó dentro de una época.

Pizarra: Me parece que no hay contradicción entre lo que plantea Jacques y las críticas a su planteamiento. En efecto, Jacques hace una crítica a los modelos organizativos de periodización que se han hecho en la histo­riografía tradicional latinoamericana -de allí la noción de "periodo ideal"- y que establecen una adecuación entre el discurso propiamen­te literario y los otros discursos históricos. Entonces, lo que él está planteando es otro criterio de coherencia para América Latina, como unidad de elementos contradictorios, dada una historia que es mucho más fragmentaria y contradictoria, de muchísimos elementos en articu­lación, mucho más dinámica, diríamos, que la que se da en otras áreas históricas. Creo que es eso.

.?ia·cq•"es Leenhardt: estoy de acuerdo, no he privilegiado la homogeneidad sino para cri­

ticarla, desde luego que es un problema difícil de resolver porque el concepto de periodo tiene, en sí mismo, el riesgo de lacerar. Ése sería el sentido de mi intervep.ción.

¡Anton,fo Cándido: Quiero destacar algunos elementos de la comunicación de Jacques Leenhardt que me parecen importantes para nuestro designio, para lo que estamos reunidos aquí, y muy prácticos. Quiero, antes, rescatar una expresión de nuestro colega Domingo Miliani que me parece fun­damental tomar en cuenta porque cuando hablamos de comparatismo debemos tener subentendido que estamos ·pensando también -y a veces todo el tiempo- en lo contrastivo. En relación con ese compara-

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164 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA.

tismo contrastivo, quiero llamar la atenciGn sobre algunos temas de la comunicación de Jacques que me parecen fundamentales. La comu~ nicación tiene muchos elementos importantes para nosotros aquí. Creo que es algo muy importante entre otras cosas, definir los aspec~ tos contrastivos que nos permiten delimitar nuestra área de ambos lados. De un lado, sabemos que nuestras literaturas están integradas a las literaturas del occidente europeo. Forzando un poco nuestro nacio~ nalismo, podríamos decir que ellas pertenecen a las literaturas del occidente europeo. Por otro lado, ellas no pertenecen :! las literaturas del occidente europeo por causa de los elementos contrastivos. Un gran escritor brasileño dijo que nosotros, los latinoamericanos, tene­mos la ideología del ocupante y del ocupado. Nosotros somos ocupa­dos culturalmente y recibimos cultura del ocupante, del imperialista, pero somos nosotros mismos los que representamos también las cultu­ras imperialistas. Entonces nosotros, latinoamericanos, somos al mismo tiempo ocupantes y ocupados, porque cuando combatimos la ideolo­gía del ocupante, más tenernos la sensibilidad del ocupado, Y muchas veces los instrumentos culturales que tomamos para ello son los del ocupante. Entonces somos agentes del ocupante. En ese sentido desta­caría los siguientes puntos de la comunicación de Jacques, dice:

"Aquí la importancia del papel social desempeñado por el escritor sólo es tan grande porque se le percibe a la vez como un poeta y un pensador, como un hombre de lo imaginario y de lo reaL"

En ese momento creo que él está dando una de las características propias, específicas del intelectual en América Latina: ~a de la multi­plicidad de tareas que él está llamado a desempeñar. El es al mismo tiempo periodista, hombre de Estado, novelista, conferencista, poeta, y los latinoamericanos aprendemos a venerar mucho a los grandes hom­bres de Estado porque son intelectuales. Entonces el intelectual, en América Latina, es venerado de una manera extremadamente ambigua. Creo que e·sto gue señala Leenhardt debe ser considerado por nosotros.

Por otra parte, señala Jacques Leenhardt: "El ensayo pertenece tanto más a la literatura, por cuanto es la

única forma de orientación conceptual que haya podido desarrollarse en América Latina."

Bien, creo que aquí se presenta otro problema. Cuando hay con­gresos internacionales, de filosofia, por ejemplo, los latinoamericanos llegan en una posición de calamitosa inferioridad, porque los ingleses, los alemanes muestran grandes pensadores: Hegel, Jean Paul Sartre, etc. Ahora bien, el pensamiento filosófico en América Latina toma muchas veces la forma de ensayo y Leenhardt señala que la importan­cia específica que tiene el ensayo en América Latina va a darle una pluralidad de funciones, que no tiene en Europa. El ensayista en Eu_ro­pa es muy estricto, aquí el ensayo desempeña inclusive la func1ón de orientación conceptuaL

Luego, más adelante, apunta: "Sin olvidar que la novela latinoamericana, más que ninguna otra,

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y por razones que se dejan fácilmente deducir de lo que acabo de ex­plicar, ha integrado espontáneamente la forma y la disposición discur­siva del ensayo a falta de dialogar con la filosofía, del mismo modo que se ha hecho paródica y barroca a falta de hacerse afirmativa y clásica."

Aquí hay otro elemento de importancia, y es que nuestra novela es mucho más que lo que es el género literario en Francia, en Inglate­rra. Son interpretaciones de la realidad, son visiones del mundo, son formas de acción, de tal manera que un país, una nación latinoameri­cana se reconoce a veces sustancialmente en sus novelistas, ellos la expresan. Y no siempre sus novelistas son tan buenos. Pienso, por ejemplo en los venezolanos, en Rómulo Gallegos y su famosa Doña Bárbara. El libro hoy no me parece una novela de primerísima grande­za, pero es una novela fundamental para América, porque es una visión. Ella hace aquí lo que haría el historiador, lo que un geógrafo haría, y lo hace bajo la forma específica de la novela. Lo mismo se podría de­cir de La Vorágine de José Eustasio Rivera, que me parece un libro insuperable, y que hace lo mismo: mostrar la realidad.

Entonces, me parece que podríamos ir haciendo un catálogo de proposiciones constructivas para este análisis, que más que compara­tisrno es contrastivo; lo que nos interesa aquí es el contraste, la comparación a través del contraste.

Franco: Bueno, algo referente a periodizaciones ...

l'Antonio Cándido: Personalmente me siento un poco inmaduro para llegar a esa etapa, tengo algunas ideas, pero ya que apareció el tema, diría lo siguiente: considerando lo que dice nuestro colega Girardot, pienso que una pe­riodización para ser menos riesgosa no debe basarse en categorías esté­ticas, para que, dentro de ella lo estético pueda aparecer mucho más. En segundo lugar, pienso que cuanto más genérico sea el cuadro, más ri­co será el contenido. Si elaboramos cuadros que no comprometan de­masiado podremos ser más libres estéticamente. Si hago la periodiza­ción más brillante, más rigurosa desde el punto de vista marxista, por ejemplo, corto la posibilidad de que una persona que no tenga ese punto de vista la comparta. Si hago una periodización brillante desde el punto de vista fenomenológico, corto al marxista esa posibilidad. Es por eso que yo pienso que en principio, la periodización es buena, no en si, pero hay que desarrollar mucho trabajo entre los cuadros crea­dos. La riqueza de las partes es la que va a reflejar el todo. Yo estoy pensando menos en el todo, en este momento. A él debemos llegar más adelante.

l!erme.th Ramchand: Me doy cuenta de lo diferente que es este debate en las Indias Occiden-

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166 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA,

tales. Voy a hacer un conjunto de observaciones desde ese punto de vista.

_ . Lo primero tiene que ver con_ la noción de periodización. El si _ mflcado ~or~al- de esta palabra tlene _qu~ ver co,n el tiempo, con u; proceso dracromco, pero el profesor Candrdo, esta proponiendo un e quema sincrónico, no cronológico sino horizontal, que incluye tod: Me satisface mucho poder pensar la periodización de esta manera· Pienso que necesitaríamos, desde nuestro punto de vista tanto ctei enfoque diacrónico como sincrónico.

Acerca de la idea de disociación entre forma artística y proceso social, deseo proponer varios aspectos. En primer lugar, debo decir que no estoy seguro que eso sea algo malo. En segundo término no pienso que sea un fenómeno restringido a Hispanoamérica o al á~bi~ to literario. Pienso que este tipo de ironía parece ser una característica de toda nuestra vida: esa separación entre las cosas que nos condicio~ nan y nos determinan aparentemente y lo que realmente somos y ha~ cemos. La forma artística no sólo está determinada por el proceso social, de la misma forma que nuestra vida no está únicamente deter~ minada por nuestras convicciones. En tercer término, no es que haya realmente una disyunción, sino que a veces lo que ocurre es que el vínculo entre proceso social y forma artística está oscurecido, oculto, es indirecto. El historiador de la literatura debe ayudar a descubrir, a hacer manifiesta esa conexión, ésta es parte de su trabajo. En cuarto lugar, es posible que debamos revisar la idea de disyunción y pensarla tal vez como una forma peculiar de conexión. Los autores que real~ mente importan en un determinado momento son aquellos que traba~ jan para lograr una ¡elación orgánica, y por eso tenemos la noción de "escritores comprometidos". Ellos perciben la desconexión y tratan de establecer una relación. La disyunción puede verse entonces como parte de un prOceso de "desfamiliarización". Cierta literatura nos hace ver un mundo diferente de nuestra cotidianeidad: lo hace extraño, no familiar. Esta disyunción, esta falta de armonía, esta sensación de ex~ trañeza que nos plantea la literatura puede ser un punto de partida invaluable en el surgimiento de una conciencia nuestra, diferente de la habitual aceptación de lo dado por la cultura europea.

Finalmente, quiero decir que en ocasiones debemos reconocer que la obra de arte existe aparentemente sin relación con el proceso social. Esto debe ser continuamente recordado por quienes trabajan sobre el fenómeno literario: que el espíritu creativo subsiste en medio de circunstancias muy adversas y no siempre está determinado de ma~ nera rigurosa por el hecho social. Es un hecho que olvidamos a veces al interpretar la realidad y la obra de arte.

Antonio Cándido: Pienso que estamos de acuerdo en los aspectos básicos. Sólo destaca~ ría que la idea de periodo a la que me referí se propone asumir

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tanto una visión diacrónica como sincrónica. Pienso que esto es muy importante.

En ~uanto a la segunda afirma_ción, sobre si la disyunción no es algo malo, ptenso que no estamos aqm para evaluar determinados hechos sino para establecerlos. Sobre su afirmación de que la disyunción e~ caracterizadora de nuestra literatura, estoy de acuerdo: pienso que por definición es la forma que predomina en nuestro producto cultural complejo, mestizo, múltiple.

La periodización es un mal necesario, es un objeto construido, pero debemos llegar absolutamente a una periodización. Ella debe tener un aspecto extraliterario, en función de una situación social, de aconteci-· mientas políticos, y un aspecto intraliterario. El concepto de periodo debería ser fundamentalmente extraliterario y el concepto de movi­miento, en cambio, intraliterario. En cuanto a la comparación contras­tiva, es natural porque hemos abandonado el concepto de influencia de influencia del emisor hacia el receptor. Con ce bid o como algo pasiv~ lo importante no es la influencia, que también existe, lo importante es la reacción, que puede ser no necesariamente negativa, puede ser una forma de aceptación.

Mrea¡rnz Garza: Respecto de lo de Leenhardt, no creo que haya ausencia de una con­ceptualidad de referencia, sino que hay que buscarla en las formas mis~ mas de la literatura, entendiendo por ésta algo muy amplio. También quería decir que hay rasgos esencialmente latinoamericanos, pero habría que observar con cuidado, porque la importación de formas estéticas constituye en sí misma una forma de operación de carácter más o menos universal.

!A11to¡"io Cándido: Sólo quería señalar, brevemente, algunas ideas importantes que han surgido a propósito de la periodización. Gutiérrez Girardot ha propues­to que la nomenclatura de periodo sea de carácter más histórico-social. Franco Meregalli hace una distinción fundamental: él ve la nomencla­tura de periodo como histórico-social y dentro de los periodos estarían los movimientos y las características. Mihani da al comparatismo de la perspectiva el carácter contrastivo y, finalmente, la comunica­ción de Jacques Leenhardt aporta también a la noción de periodo. Creo que todo esto debemos tomarlo en cuenta.

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LITERATURA E HISTORIA

Antonio Cándido

El terna que se me pidió fue "Literatura e historia en América Latina". Yo lo voy a abordar estrictamente desde el ángulo brasileño, pero con la pre­tensión de poder, virtualmente, extrapolar algunas conclusiones. A ustedes les toca decir si es posible la extrapolación. Personalmente, creo que es posible en la gran mayoría de los casos. Creo que es importante que sea posible y me gustaría fijar los puntos de afinidad discordante entre las literaturas en América Latina. Yo me voy a mantener estrictamente en el terreno de las llamadas literaturas cultas, las literaturas tradicionales de manual. Me voy a preocupar por las raíces, por el pasado. Mi exposición se dirige esencialmente al pasado.

Por eso mismo, emplear el punto de vista histórico en el estudio de la literatura en América Latina es importantísimo, necesario aunque sea para preparar otros tipos de enfoque. Esto tiene razones que desarrollaré poste­riormente y justamente por esto me parece que la historicidad específica de los hechos literarios en América Latina confieren a estos hechos algunos trazos de especificidad que los diferencian de los de las literaturas europeas.

En primer lugar, creo que la literatura latinoamericana ha sido siempre muy comprometida. Pero no utilizo el término en el sentido corriente. Nos decía ayer, muy bien, el profesor Miliani que la historia literaria de Améri­ca Latina, en muchos momentos, llega a confundirse con su historia polfti­ca. Esto es claro. Este es un tipo de compromiso diferente del que yo pro­pongo aquí. Yo digo que es comprometida la literatura cuando tiene conciencia o actúa como si tuviera conciencia de que es un factor positivo en la construcción de la cultura de un país. Entonces, desde ese punto de vista Borges, por ejemplo, puede ser tan comprometido como David Viñas. Me parece que éste es un rasgo propio de nuestras literaturas: ellas están siempre comprometidas. Por ejemplo, los poetas bucólicos brasileños del

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XVIII que hadan églogas, sonetos, epitalamios, metamorfosis en estilo j:,p,"ramc,nt< ítalo-hispano-portugués. Desde este punto de vista estaban pro­

empeñados, porque ellos querían demostrar que su país, bár-retralsa<dc , era capaz de expresarse en un lenguaje del mismo nivel que el lenguaje de las metrópolis. Por esto, llego a una conclusión

me ha valido muchos sinsabores en mi país, de que la literatura llama­' artificial" de los árcades en Brasil no es artificial, es una literatura que

a América los valores de la literatura culta del conquistador. nosotros sabemos, sin necesidad de citar a Fanon, que cuando domi­

s el lenguaje del conquistador empezamos a poder conquistar al con* Esto, desde mi punto de vista, es el hecho central de la literatu-

en América Latina. Nosotros utilizarnos los modelos refinados, aparentemente alienados, llegar a dominar el instrumento algo misterioso que daba acceso al

Jn¡urldo cultural del colonizador. Esto fue muy reforzado por los mamen-que se revelaron decisivos en la formación de muchas literaturas de

ji),m<éri,ca Latina. No sé si de todas, en todo caso sin duda en la del Brasil. el siglo XVIII, la ideología de la Ilustración presuponía que una élite de

Z"hnm,hn'< esclarecidos e iluminados eran detentares de la cultura y podrían, orientar y dirigir a los demás, Una concepción profundamente

jce<'itesca fue la forma de la ilustración, del despotismo ilustrado. Así que eso, la literatura en América no se desarrolló como pensaron los críti­románticos, corno una especie de evolución de lo popular hasta lo eru·

Desde mi perspectiva, ésa es una ilusión romántica, La literatura estaba ya lista en Europa, y miren ustedes, estaba lista en

momento de extremo rigor formal, erudito, que fue el renacimiento. por acaso Brasil, Argentina, hubieran sido descubiertos en el siglo XIV

1%,H hié'·'n'm podido recoger una literatura muy marcada por valores popu­, de los autos, de los cancioneros, de todo eso, pero no, nosotros fui­colonizados en un momento de casticismo excepcional, este casticismo

trasladó a América y contribuyó profundamente a segregar a la literatu­protocolizada, esta literatura protocolizada creó entre ella y posibles

populares, un abismo increfble, que sólo fue superado en el de los críticos románticos y los naturalistas que vinieron después.

ejemplo, Silvia Romero decía que la Hteratura brasileña se formaba en confluencia del aporte portugués, africano e indígena. No es verdad, la

~Jiterat1ua brasileña se formó con la transformación de la literatura portu­, con influencias laterales indígenas y africanas. Laterales, porque poderosas influencias fueron rechazadas, de esta manera la literatura

odiosa, y todo este mundo que es un mundo que hay que recoger para historia posible fue voluntariamente rechazado por nuestros creadores, quiero hacer juicios de valor, sino juicios de realidad. Esto sucedió así, esto la literatura en América Latina, fue una literatura muy castiza,

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170 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

culta, refinada, aparentemente muy artificial. Entonces, en estas literaturas es posible situarnos en dos ángulos opuestos: esto es considerar las litera. turas como prolongación de las literaturas metropolitanas, o lo contrario considerarlas como ruptura en relación con ellas. Nosotros sabemos que la~ dos cosas son verdad. Fue un proceso dialéctico, pero hay que mencionarlo para no caer en las exageraciones de las concepciones nacionalistas, qu~ por nacionalismo y patriotismo llegan a imaginar que nuestras literaturas están aisladas de las metropolitanas.

En Brasil, hubo, efectivamente, críticos que decían que nuestra litera­tura viene de los indios. Decía un crítico del romanticismo que había una producción poética indígena de alta calidad que consta que había sido conser~ vada y transcrita en documentos que estaban en conventos de los siglos XVI y XVII, pero después los portugueses las destruyeron por maldad y ya no tenemos más. Así que es muy relativo esto de las influencias de los indíge­nas en Brasil, creo que sabemos que nuestras literaturas son también ruptu­ras, son rupturas porque lo importante es que procedieron a una búsqueda de originalidad que terminó por hacerlos diferentes de las literaturas euro. peas. Esto se dio por su maduración interna y también gracias al esfuerzo de modificat la herencia metropolitana para ajustarla a las nuevas necesida­des expresivas. El caso, por ejemplo, de un género literario muy artificial, que viene directamente de Ovidio: en el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, la metamorfosis fue muy cultivada en Brasil. No hay nada más artifi­cial, menos brasileño que eso. Decir, por ejemplo, que la montaña que está cerca de Ouro Preto era un titán que se transformó en monte, que tal plan­ta era una ninfa que se puso a llorar. Pero lo curioso es que a través de la metamorfosis se pudo justamente dar nombre a la naturaleza física y se pudo justamente acentuar la diferencia en relación con Europa. Por eso digo que los géneros más aparentemente artificiales, que pueden indicar y que indican en parte una subordinación servil a modelos externos, son también una posibilidad de independizarse en relación con estos modelos. Por eso el nacionalismo en la crítica es siempre muy peligroso porque es válido como una tendencia para descubrir la famosa identidad, pero es muy nocivo cuan­do lleva a la noción de la insularidad.

Y o creo que el carácter comprometido de la literatura en Brasil y segu­ramente también en América Latina, es muy evidente cuando estudiamos las funciones históricas de la literatura y yo haría hincapié en este enfoque: la literatura a través de sus funciones. Por ejemplo, una de estas funciones que desgraciadamente refuerza el carácter un poco odioso de nuestra litera­tura es que la literatura fue en Brasil y creo que en América, más que en Europa, un instrumento muy específico de dominación. Por ejemplo, gra­cias a la literatura portuguesa, se forzó el predominio de la lengua portu· guesa. Ésta se volvió un criterio de clasificación social, de ingreso a la vida social, política y administrativa del país. La literatura se volvió hacia la

:LITERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 171

~,c,elebr:rción de las autoridades, de los virreyes, de los capitanes generales. manifestaciones curiosísimas en Brasil, que están siendo reunidas

el p1ofesor Castelo en 17 volúmenes. Y las del siglo XVIII, son en ¡,',.m<:ral así: "Conmemoración en las solemnes exequias de la serenísima in·

Dorotea, desgraciadamente fallecida en la ciudad de Lisboa." Es un manuscrito magnífico que está hecho en el pueblecito de Paracatú, en el siglo XVIII, con una caligrafía perfecta y secada con polvo de oro. En la aldea donde se escribió ese manuscrito se hicieron elegías, discursos, en el faustísimo.evento. Es una literatura evidentemente de imposición violentí­sima de los valores sociales de la colonización, de la religión, de los valores morales, estéticos, etc. Nosotros, en la capitanía de Sao Paulo, éramos bilingües hasta la segunda mitad del siglo XVIII. La lengua fue prohibida por orden real, y la literatura comparecía para eso. En la correspondencia de los capitanes generales, he leído que el capitán de Sao Paulo dice al capitán mayor, que se llamaba alcalde de una aldea: "el 15 de junio es la faustísima data del cumpleafios de su alteza serenísima el Príncipe Regente de Portugal. Espero que en esta aldea los profesores, maestres regios, letra· dos y otros hagan fastos poéticos, sonetos, discursos y composiciones. Y estoy seguro que su ahínco será todavía mayor que mi deseo." Entonces, por eso digo que la literatura compareció con fuerza de dominación. Ahora bien, veamos la otra parte. Al mismo tiempo que la literatura era esta fuerza de dominación, simultáneamente iba incorporándose en la literatura la realidad local, como a través de la metamorfosis, manifestando senti­mientos nuevos, con el nativismo, que después se volvió nacionalismo y en nuestros días en la conciencia de los problemas sociales. Esto marcó pro­fundamente a la literatura y esto fue la reacción interna de esta subordina· ción externa. Así por ejemplo, nace el hijo del capitán general de Minas Gerais, el conde de Caballeros, entonces el poeta Alvarenga Peixoto, que es un árcade importante hace un famoso canto épico al nacimiento del hijo del general y dice: "Mire Sefior Capitán, hijo que nace ahora, es brasileño, nació en Brasil" -y todo esto en una forma clásica perfecta en decast1abos ~amonianos. "Señor Capitán, cuando este nifio llegue a ser hombre quizás es él quien lo dirá, no yo: mire, yo soy de un país donde hay tanto sufrimien­to, donde hay razas diferentes, las riquezas están hechas por el negro, por el indio que están completamente privados de los bienes de la sociedad. Hay que ver a estos hombres. El oro que las metrópolis sacan de ~ste país para su gloria, para la grandeza de su reino, sin duda es una maravtlla, p_ero este oro, quizás pudiera quedar en su mayor parte acá." Entonces, le dtce: "Mire, Señor Capitán General, es posible que esto diga su hijo cuando sea hombre y se haga una celebración más por la riqueza del reino." Yo digo, e_ntonces: esos mismos instrumentos que reforzaban la dominación empe· zaban a crear un proceso contra la dominación, y por eso, creo que en el estudio de la literatura latinoamericana hay una categoría fundamental que

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172 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA,

debe ser considerada, que es la categoría de la ambigüedad. En la literatura brasileña hubo casos muy curiosos de conflicto entre la intención explícita y la estructura profunda, que llegaban a crear un doble significado. Voy a citar el caso de dos poemas épicos brasileños del siglo XVIII, el Uraguay -el nombre de un país que el poeta desconocía- de 1769, y el Caramurú -que es un nombre indígena- de José de Santa Rita Durao, de 178], Los dos tienen por finalidad celebrar la conquista del Uruguay, la conquista de las siete misiones y parte de Argentina. También a glorificar el conde deBo. badela, que es el capitán general y después virrey para la conquista del sur. Atacará a los jesuitas porque el marqués de Pombal, déspota ilustrado de Portugal era enemigo de los jesuitas. Los pobres indios, pobres diablos primitivos eran burlados por los jesuitas y encontrarían en el-paternal conde Bobadela y el marqués de Pamba!, y de Portugal, finalmente el estado que los sacaría de la miseria en que vivían en la naturaleza. Este es el tema pero el resultado es diferente, porque en la descripción el poeta adhiere' profundamente a la realidad natural del indígena. De allí que resulta una especie de honor ante la razón de estado que lleva a los ejércitos a des­truir a esta pobre gente. Esto, estructuralmente, se ve de una manera muy curiosa. En el Canto Il él describe el desfile de las tropas luso-brasileñas, portuguesas; los uniformes de los dragones, de los granaderos, el oro y el azul, el rojo y el negro, el verde y el blanco, el cañón que es arrastrado, el "rauco sol de la airada artillería" que se va. En el Canto III él describe el desfile de los indios en su aldea: el blanco y el verde de los indios, el azul, el dorado, el negro y el rojo ... Cuando pasa la caballería portuguesa dice: "el tropel de los velocísimos caballos". Cuando describe la caballería india dice; "tropel confuso de caballería que combate desordenadamente". La caballería organizada y la caballería desorganizada; el tropel confuso de caballería que combate desordenadamente y el tropel de los velocísimos caballos. Entonces resulta que de la oposición, del tratamiento de las dos realidades, estructuralmente el mundo indígena está valorizado contra el mundo luso-brasileño. La belleza de los uniformes es compensada por la belleza de las plumas. El caso más curioso es el de Caramurú, un poema muy largo que tiene trozos magníficos, allí el portugués -Caramurú­que fue el descubridor de la capitanía de Bahía se casó con una india, Paraguazú. En este casamiento se basó el rey de Portugal para decir que tenía derechos porque Paraguazú, como princesa indígena, había hecho donación al portugués de las tierras. Allí el caso está profundamente an­clado en la estructura. Toda la glorificación es de la conquista portuguesa. Toda la organización del poema es la valorización de la naturaleza local del indio. Lo más curioso es que cuando este matrimonio se va a Francia, lo que es un hecho -son los indios que estuvieron con Montaigne y de los que habla en el capítulo XXX del primer libro de los Ensayos, "Des Can· nibales", el ensayo famoso- fueron recibidos por Enrique li de Francia, y

1 ~:11TERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA -t: *'-'

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l:él bautizó a la india, y le dio el nombre de Catalina, por Catalina de Mé-t1:dicis, su esposa. ~{ En el poema portugués, Diego Álvarez Correa, Caramurú, narra a los fJranceses la belleza del mundo brasileño y la organización perfecta de la lvida de los indios, como si dijera que no son salvajes y que tienen una korganización natural equivalente a la de ellos. Mientras, la historia de la i···conquista, los hechos de armas portugueses, es narrada por la india. Hay un l:'cruce, en que el europeo se identifica con el local y la india con el europeo. }> Esto solamente para decir que yo creo que la utilización aparentemen­%,·te mecánica y servil de los modelos europeos fue nuestra manera de crear i:·a nuestra literatura y de transformarla en una expresión propia. De talma­rnera que del indianismo, por ejemplo, tendencia romántica brasileña de los ~;años !830-1860 copiada en gran parte de Chateaubriand, un comparatista j podría decir que es una copia de Chateaubriand, pero la verdad es que aun­*. que en el Brasil hubiera una especie de Chateaubriand, el indianismo sería ;.:completamente diferente, porque el indianismo no funcionó en Francia Í. como apoyo para desarrollar la conciencia nacionaL En realidad, el india­j,nismo, no en la apariencia estética sino en la función histórica es algo com­Z.:pletamente diferente, y es una creación nuestra, no europea. Í:·: Y yo creo que esto de la función histórica deja claro el compromiso ~;con la historia. Hay que decir, como una parte complementaria que estas

tendencias nos llevaron a excesos de nacionalismo y ahora estamos intere­L sados en otra etapa, que es construir otras visiones globales que no sean las t: visiones globales nacionales, sino las visiones continentales. Por eso estamos y- acá. Ahora -y esto es sobre todo autocrítica- yo temo que nuestra ten· t dencia globalizadora lleve a un desinterés simultáneo por el análisis particu­;- lar de los textos. Nosotros estamos desarrollando cada vez más teorías lite­harias de América Latina -y hay ejemplos brillantes- que son visiones de }-conjunto que nos ponen en el estado en que están Brasil y las historias 1; nacionales de literaturas en el siglo pasado. Así, como estas historias, quizás J:'este esfuerzo nos lleve a escribir y a esclarecer lo esencial que es el análisis 1 específico de los textos, a superar las clásicas dicotomías de formalismo 1:'- y contenidismo y en América Latina las de nacional y cosmopolita. i Finalmente, diría que quizás no tengamos todavía los elementos para {':organizar una historia literaria global latinoamericana, como decíamos, _,pero esto es un esfuerzo de parte de nuestra voluntad. Hay un voluntaris-mo muy grande en la creación de un punto de vista a propósito de una lite­ratura. Creo que también el pasado de nuestras literaturas nos puede ayudar. Porque los poetas de los siglos XVIII y XIX decían: nosotros queremos crear una literatura de nuestros países, y la crearon; querernos que exprese a nuestro país,. y lo consiguieron, con instrumentos importados, lo que no

quita originalidad. Nosotros podemos, quizás, hacer lo mismo. Yo les pido disculpa por haber excedido en el tiempo y por el español.

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LITERATURA E HISTÓRIA NA AMÉRICA LATINA (DO ÁNGULO BRASILEIRO)

Antonio Cándido

l. O estudo da literatura na América Latina lucra com o emprego de um ponto de vista histórico, inclusive como preparayao para outros tipos de in­vestigayáo. Isto, porque na América Latina, a partir de certa altura, a litera­tura foi muito consciente do seu papel de instrumento para adquirir cons­ciencia dos problemas sociais.

Estes tragos lhe d3.o um caracter que niio existe com o mesmo grau de intensidade nas literaturas matrizes da Europa, pois sao próprios de países novos, ou de países que est:io definindo a sua entidade nacional.

2. Por isso, a literatura na América Latina sempre foi "comprometi­da", mas em sentido especiaL Uso aqui este termo para indicar, nao tanto um desígnio ideológico, mas o empenho em contribuir para a construyáo da nacionalidade através da cultura. Sob este aspecto, o "cornpromisso" central foi a constituiyilo de urna linguagern culta, que desde o tempo da ColOnia permitiu incorporar a expressao da terra nova ao universo cultural dos países colonizadores. Ao rnesmo tempo, usar a linguagem do coloni­zador foi adquirir armas para definir a identidade do colonizado e reivin­dicar a sua autonomia.

No século XVIII as tendencias da Ilustrayáo favoreceram aqui este sentido da literatura, destacando nela a capacidade de "esclarecer" e o cunho nobilitante da cultura. Para os nossos "ilustrados", a escrita parecia um instrumento de elevayao e dignidade do país politicarnente subordina­do, por meio da ayáo das suas elites. lsto contribuiu para que na América a literatura adquirisse um acentuado cunho de "casticismo" e refinamento, perdendo qualquer conexiío mais funda com possíveis contribuiyües popu­lares. (Ernbora os críticos do século XIX ténharn criado, a partir do Rornan­tismo, a explicayao ilusória de urna literatura formada pela convergencia da contribuiyáo européia com as indígenas e, nalguns casos, africanas.)

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1 S:

!'.LITERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 175

3. Para estudar a literatura na América Latina há dais ángulos que ~\-podem gerar dais tipos de teorias e rnetodologias. Ambos silo válidos e f!náo devem ser considerados mutuamente exclusivos; e sirn que correspon­§'dem a dais "momentos" dialéticos do processo global: · a) a literatura corno prolongamento das literaturas metropolitanas -e

b) como ruptura em relayá.o a elas. As nossas literaturas sao "prolongamento" porque se ligarn organica­

fmente as do Ocidente, transplantadas para aqui já constituidas (singulari­E dade que deve ser levada em canta). Urnas e outras formam um todo cultu­!·ralmente afim, quando comparado comas de ciclos diferentes. No entanto, K- esta verdad e era política e afetivamente incOmoda para as jovens nay6es, Hornadas independentes no século XIX. Daí o esforyo para afirmar urna , peculiaridade extrema, que reforyava as razóes da Independencia, mas mio

~·- deve hoje obliterar a visao do estudioso. ;r Ao mesmo tempo, as nossas literatura sá.o "'ruptura", tanto politica­t: mente (como consciencia de separayao ), quanto esteticamente (como pro­{'cura de originalidade). Neste sentido náo sao mais literaturas européias it'praticadas no Novo Mundo, pois ganharam timbre próprio, nao apenas , devido a sua maturayao interna, mas ao esforyo de modificar a influencia

permanente das metrópoles, a firn de se ajustar as novas necessidades ex­pressivas.

Senda assim, o nacionalismo é válido enquanto tendéncia, mas nocivo quando se nutre da ilusao de insularidade, ou quando procura reduzir a literatura ao pitoresco provinciano. Por motivos políticos, fon;:amos fre­quentemente o ponto de vista nacionalista, que, levado ao extremo, torna inexplicavel o processo literário na América Latina, na sua dielática de pro­longamento e ruptura.

4. O caráter "comprometido" da literatura na América Latina se evi­dencia quando estudamos as suas funyóes históricas. Urna delas: mais do que na Europa, nas colónias, ande gestavam futuras nay6es, a literatura foi um instrumento de dominav<io. Por meio dela o colonizador foryou o pre­dominio da sua língua (que se tornou critério de classificayáo social), suge­riu e imp6s a celebrayáo das autoridades, o respeito a sua religiao, o culto dos seus valores morais e estéticos. Foi urna literatura praticada por cléri­gos, capitáes, funcionários, letrados que, o u pertenciam a classe dominante, ou se identificavam a ela, exprimindo a visao de mundo transplantada. Isto acentuou a tendéncia (já assinalada) para o refinamellto, o eruditismo, o jargá.o esotérico que restringia a comunicabilidade a minoria de partici­pantes do tipo de cultura que predominava.

Mas simultaneamente ela foi incorporando a realidade local e manifes­tando sentimentos novas, como o nativismo, que chegaria mais tarde ao nacionalismo e, afinal, a consciencia dos problemas sociais. E como os instru­mentos expressivos iam tambén sofrendo alterayóes e adapta96es, gerou-se

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no movimento contraditório de um processo e o eso a expressao ambígua capaz de expressar a ambígua realidade. De tal maneira que em muito~ casos a literatura celebrativa e conformista deslizou para a literatura reivi­dincatória, e o preito ao colonizador se tonnou rebeldia do colonizado.

O mais interessante é que isto ocorreu as vezes na mesrna obra, -que podia apresentar um plano ostensivo de !ouvor da colonizayao e, nos planos profundos, a presen¡;:a virtual do ponto de vista "americano" contra a im­posiyáo política. É o que aparece, por exernplo, em dais poemas épicos brasileiros, o Uraguai, de José Basí1io da Gama (1769), e o Caramuru, de José de Santa Rita Dunio (1781), nos quais se percebe o conflito latente entre enunciado e estrutura.

5. Assim, o movimento de reforyo das posiy6es de domínio podia suscitar, como contrário, um fermento que as rejeitava. Daí, nas literaturas da América Latina, a alienayao aparente ser por vezes ingrediente de liber­tayao. Fon;ando urn verso famoso, poderíamos dizer -"Sur des pensers nouveaux faisons des vers antiques", para sugerir como o ernprego de for­mas européias estabilizadas pOde servir com éxito para exprimir sociedades novas.

U ni. dos trayos próprios do nosso processo literário é este vínculo entre modelos estéticos impostas e a preocupayao de exprimir o "sentimento nacional", configurando um processo bem diferente do que ocorreu na Europa. Mesmo quando a nossa literatura nao era essencialmente diversa das metropolitanas na aparencia estética, era-o na funyao histórica. Por exemplo: a descriy:io da paisagem foi aqui reivindicayao de identidade nacional, afirmayao de urna peculiaridade que se desejava ressaltar, mesmo quando encarnada ern recursos expressivos iguais aos europeus. Um dos poemas mais populares do Brasil, a "Canyáo do exílio" do poeta rom3nti­co Gonyalves Dias, manifesta esse desejo de dizer algo novo corn recursos herdados; e isto o tornou urna espécie de hino nacional do sentimentalis­mo patriótico.

6. Literaturas como estas, profundamente "comprometidas" (no sen; tido amplo de contruyao de urna cultura), deven ser encaradas no seu mo­vimento dialético, essencialmente integrador, para poderse avahar a sua funyáo histórica nas diferentes etapas. N este nivel surge o problema dos periodos, os "momentos" ao longo dos quais elas se constituem e dlleren­ciam. Problema que tem sido um terreno fértil de debates, pois cada época e cada crítico costumam selecionar os que llies parecem "mais", o u "menos" nacionais; "mais", o u "menos" alienados; "mais", o u "menos" caracterís­ticos do país. Assim, para alguns o Barroco seria congenia! :i América Lati· na; ou o Romantismo, que selou a libertaya:o política; ou os regionalismos, manifestayóes "tipicamente" nacionais; ou as correntes modernas de vanguarda, que teriam pela primeira vez produzido obras capazes de pro· jey:io universal.

LITERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA 177

Mas ern todos estes juízos de valor, talvez o estudioso se deixe levar ~or ilus6es, devido ao fato de nao analisar devidamente a funy:io histórica. E claro que as preferencias estéticas sao legítimas, mas devem ser associa­das a esta análise, a fim de se chegar a um resultado mais objetivo. A afir­mayao costumeira que este ou aquele "momento" possue maoir ou menor autenticidade nacional pode trazer no subsolo o pressuposto (super-idea· lista) de urna espécie de "alma nacional", mais patente em dado ·momento literário (o latinoamericano senda "barroco", o u "lírico", o u "melancóli· co", ou "primitivo"). E acaba-se nurna busca de esséncias ...

Exemplo: as tendencias arcádicas e neoclássicas da literatura brasilei­ra, na segunda metade do século XVIII e corneyo do XIX, foram e ainda sao muitas vezes encaradas como manifestayóes de artificia:lisrno alienador, expressóes da situaya:o colonial, subserviéncia :i Metrópole. O corretivo teria vindo com o Rornantismo, que exprimiu valores locais e revelo u a paisagem e o homem do Brasil. No entanto, ambos os períodos sao igual­mente tributários dos modelos europeus, e a poesia bucólica é tao artificial na América quanto na Franya ou na Espanha. Adatar esta convenyáo, era instalar aqui um tipo de manifestayao cultural que elevava a ColOnia ao universo da Metrópole; e grayas a foryas de arnbigüidade já referidas, perrni­tiu exprimir urna situay<io político-cultural igualmente arnbígua. Vistas as coisas deste modo, Arcadismo e Romantismo formam um contínuo, no qual a ruptura estética coexiste com a unidad e do pro jeto histórico-cultural, que era construir na ColOnia, e depois na jovem N aya o, urna literatura que provasse a sua capacidade de integrar-se no concerto dos países civilizados.

7. Assim, o "compromisso coma história", por parte dos estudiosos, é devido a consciencia do caráter "comprometido" das literaturas latino­americanas, que leva a encará-las do angula da sua "funy:io" _ Daí derivam alguns perigos, para os quais o estudioso deve estar atento, mas que é difícil evitar no estado atual dos nossos trabalhos e conhecimentos: a hipertrofia do político e o descaso pela análise do texto. Na verdade, reconhecer a im­portancia do ponto de vista histórico, para ver a literatura como elemento do processo de construyao da cultura e da sociedade na América Latina, náo deve levar a desconhecer que os pontos de vista formais (nao formalis· tas) compóem com ele a atitude integradora, que permite estudar a litera­tura sem mutilar a sua realidade, que é estética.

8. Quanto a hipertrofia do político, lembremos que a posiy.io nacio­nalista pode ser devida a um intuito mais ideológico do que estético. Preso a necessidade de afirmar e reafirmar a independencia, neste continente sem­pre dominado por interesses e froyas estranhs, o estudioso procura ressal­tar os conteúdos locais, o animo de rebeldia, a rejeiy.io dos imperialismos. E esta atitute justa o faz muitas vezes desinteressar-se da performance propriamente literária.

9. De maiores consequéncias talvez seja urna tendencia que estáse

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acentuando entre estudiosos latinoamericanos, i medida que se procura pensar as literaturas do continente como um conjunto: refiro-me :lsvisóes g1oba1izadoras.

É notório atualmente o esforgo para elaborar urna teoria literária da América Latina. Senda um trac;o importante do nosso pensamento crítico isto pode nao obstante favorecer outro trayo, este, bastante negativo: a falt~ de interesse simultáneo pela análise particular dos textos, de maneira con­dizente com o ángulo das visóes teóricas e históricas globais. O que ternos visto quase sempre sao, de um lado, as interpretayóes gerais; de outro, as análises particulares de cunho formalista, desvinculadas delas.

Assirn, constituem-se duas fam11ias de estudiosos: os interesados pelo ángulo histórico-social, que tendem as vis6es globais ou as análises particu­lares esteticamente insatisfatórias; e os interessados na economía dos tex­tos, que tendem as soluy6es formalistas. N:io sei bem quais seriam as so­luyóes adequadas, e apenas vejo aqui e ali indícios de interesse por análises particularizadas do texto que procurem investigar a estrutura literária por meio de categorias interpretativas que levem em canta a sua face socio­cultural.

Tais estudos pertenceriam a um tipo integrador, capaz de correspon­der a natureza do processo literário na América Latina, como se procurou caracteriza-lo nestas notas. Eles permitiriam levar em conta a ambigüidade dos textos, n:io apenas no nivel das tensóes do discurso (tiio ressaltadas pela crítica anglo-norteamericana dos anos 30 e 40), mas das tensóes de estrutura, gerando- significados complexos que só podem ser entendidos se levarmos em conta os elementos da personalidade e da sociedade, transfor­mados em substáncia "específica" da obra. Isto talvez ajudasse a superar as dicotomías do tipo "formalismo" x "conteudismo" no tocante aos textos, como ajudaria, nas visóes globais, a superar as dicotomias do tipo "nacio­nal" x "cosmopolita", que seriam vistas integradamente no funcionarnen­to do processo.

10. O "cosmopolitismo" pode ser perigoso quando corresponde a urna atitude alienadora, que nos afasta do nosso país, fazendo desconhecer os seus valores e a sua realidade; e em consequencia, niio perceber quais siio os seus problemas. Mas será construtivo se for urna penetrayiio em profundi­dade nas obras universais que ajudam a sermos "cidadii.os do mundo". Ángel Rama mostrou como, no Uruguai, a "geray:io crítica" desenvolveu a sua consciencia pela assimilay:io das obras estrangeiras e descobriu a Amé­rica Latina como dimensiio intermédia, acima da nacional, mas abaixo da universal, o que lhe permitiu ao mesmo tempo rejeitar a acusayáo de estran­geirisrno e tomar conhecimento da realidade do continente.

Recíprocamente, o regionalismo náo é grave quando leva a procurar Os trayos peculiares do país, para definir a nossa identidade; mas será perigoso se gerar um provincianismo que compromete a visáo universaL Estes casos

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ajudam a en~ender a importancia de se pesquisar a funy:io dos movirnentos, das tendencias e das obras, e nos levam a perceber que nos estudos literá­rios d~ve ha ver um s:nt~ent~ de oportunidade histórica: quando podere­mos d1spensar a ~~~myao ma1s ou n:enos ~tensa das culturas estrangeiras, sem perder a pos1bilidade de construrr a visao do mundo?

1 L Na fase atual, talvez ainda n:io tenhamos um sistema organizado de conhecimentos para elaborar urna história global das literautras latino­americanas, que seja esteticamente satisfatória e atenda aos requisitos da visii.o histórico-sociaL Por isso fazemos tentativas, que no fundo sáo mais per­tinentes do ponto de vista político (digamos assim em sentido bem amplo). Trata-se de um momento inicial que suscita urna modalidade peculiar de literatura comparada, porque o seu objeto é um conjunto de países que de­sejam salientar os seus pontos de afinidade. Niio devemos descurar a pesquisa desta unidade, por mais relativa que seja e por mais Hmitayóes que tenha.

Talvez haja nisto o risco (fecundo) de "inventar" de modo meio arbi­trário urna vis:io integrada que nii.o se justifique plenamente de maneira objetiva, dada a importancia das diferenyas. Mas esta "invenqii.o" é huma­namente mais válida do que a capitulayii.o céptica, que, ao acentuar exces­sivamente a diversidade, transforma a diferenya em incompatibilidade. Ora, a unidade depende também da vontade consciente; no caso, dos escritores e estudiosos. Assim, os nossos rom:lnticos quiseram criar urna literatura na­cional e afirmaram te-lo feito. Descontando a quota de ilusáo, foi um pro­gresso, náo apenas histórico, mas estético, porque desenvolveu a atitude de pesquisa e liberdade.

Assim como as jovens nayóes latino-americanas lutaram no tempo da Independencia para afirmar a sua identidade, hojeé todo o continente que procura definir a sua. Inclusive no terreno literário. O melhor esforyo deve ser neste sentido, avaliando o peso do político no estético (dadas as pecu­liaridades do continente) e tecendo uma teoría literária da América Latina, que reflita o movimento da sua história, · -luta constante e contraditória, primeiro para se diferenciar internamente em nayóes; depois, para construir urna unidade continental que respeite a forya criadora da diversidade.

Discusión

Franco Meregalli: Otra observación respecto del voluntarismo. Yo creo que hay una vo­luntad política. Es perfectamente comprensible, inevitable y positivo. Ahora hay problemas en compaginar la voluntad política con la obje­tividad científica. Claro, la objetividad científica es una utopía porque cada persona, cada empresa se realiza desde una óptica y en una dete.r-

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minada situación histórica. Sin embargo, creo que tenemos la oblig ~ ción de aspirar a una objetividad científica. ¿Cómo? Con una actitu~ epistemológica muy crítica. Desde luego la objetividad científica 5 puede realizar más específicamente en las ciencias experimentales. E~ hecho de tener una voluntad política puede ser peligroso, puede llevar­nos a una imagen falsificada de la realidad histórica. Por lo tanto tenemos que volver, en cierto modo, a un método positivo. '

Mario Valdés: El profesor Cándido empieza señalando el carácter comprometido de la literatura en América Latina y señala que esto se puede apreciar al estudiar sus funciones históricas. Estoy totalmente de acuerdo. Aquí tenemos claramente expuesto un punto de partida para el trabajo. La función histórica es una forma de entrar al trabajo, al que hacer de la historia literaria. Y como dice el profesor Cándido, el punto de partida tiene que ser el estudio del texto literario, a partir del cual el texto se puede generalizar. Yo queria preguntarle al profesor Cándido, ¿cómo se pudiera elaborar brevemente lo que él entiende por la función histórica?

Antonio Cándido: No sé si seré capaz. Aquí por función histórica estoy interesado en crear una eventual discrepancia entre la apariencia estética y la función que la obra desarrolla o ejerce. Así, por ejemplo, en el caso extremo resulta curioso cómo a veces en América Latina hay que estudiar obras que son artísticamente poco valiosas, pero que sonhistóricamentemuy respetables. En Europa no creo que sea el caso. Un escritor francés como Proust, por ejemplo, no está pensando que está contribuyend~ al progreso de su país al escribir. Mallarmé no piensa que ahora con él Francia va a entrar a un nivel superior de civilización. Mientras que un escritor brasileño, por ejemplo, siente que tiene explícita o implícita~ mente la idea que su obra posee una función específica. En este caso estaba pensando, sobre todo, en las fases formativas, donde la litera­tura tiene la función de crear la nación porque está haciendo su aporte en el sector de la cultura. Esto puede extenderse mucho más, la fun~ ción depende de un análisis más profundo de la estructura de la obra. Por ejemplo, si yo tomo el poema que cité, Caramurú, este poema fue siempre considerado un logro de la colonización portuguesa, con el nativismo normal que todos los escritores americanos tenían y tienen, hay una referencia a la tierra, a la naturaleza, pero la estructura pro~ funda de organización muestra un dilaceramiento de la personalidad literaria. Esto se revela en el análisis de las estructuras profundas del texto, cuando se ven las contradicciones entre el papel de Portugal y la visión de un americano, donde se ve la función que el indio ejerce expresado en Europa y la función que ejerce el portugués expresado en América. Este estudio estructural demuestra que además del nivel semántico ostensivo del texto hay una función que puede desempeñar,

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y que se desempeña, y que está basada en la ambigüedad. A fines del siglo XVIII fue considerado un logro de la colonización y cuando llegó el nacionalismo fue considerado como el precursor de la idea de pa­tria. Fue considerado legítimamente las dos cosas: cuando se era colo­nia, socialmente el lector de la colonia fijaba un aspecto del poema, y cuando las condiciones del país cambian, y a medida que se torna independiente, cambiaron las lecturas del texto. Pero esto fue posible porque esto estaba latente en la estructura profunda del texto. La estructura se lo permitió, porque hay otros poemas donde eso no era posible.

Luego, cuando los románticos dijeron: éste es nuestro precursor porque hablaba de los indios, el critico moderno dice: éste es nuestro precursor, no porque habla de los indios, sino porque creó una estruc­tura ambigua que refleja, de cierta manera, la ambigüedad del mundo colonial y q1,1e hace que el verbo castizo de Europa -separado de la to­talidad de la nación, funcionando como instrumento de dominación de una pequeña clase todavía en la medida que es un texto literario válido- recoja posibilidades de revelación de la realidad, que se van manifestando según las posibilidades de lectura que se van desarrollan~ do en el suceder de la historia.

Achugar: ¿Sería válido como descripción de la noción de la función histórica, el decir que es el modo como la situación de enunciación organiza el dis­curso, es decir, como la organización del discurso está conformada, en parte, por la situación desde la que se enuncia la obra?

]A;ntonio Cándido: Quizás sea posible. Es una manera muy eficiente de decirlo. La situa~ ción ofrece al escritor un conjunto de estímulos que lo llevan a escoger un asUnto, un tema, pero al mismo tiempo, su hacer recoge en profun­didad la verdad que allí está. Debo decir que es muy difícil.

Desgraciadamente, como señaló el amigo Miliani, soy sociólogo de formación y, por lo tanto, tengo una ignorancia lingüística increíble. Creo, sinceramente, que sin una buena formación lingüística es impo­sible hacer el tipo de análisis que preconizo. Un estudiante me dijo hace varios años: "Profesor, antes que usted empiece, quería decir que considero su curso en este año, 1975, como un completo fracaso, por­que usted no fue capaz de realizar nada de lo que se propuso. Usted quiso mostrar de qué manera las condiciones de situación interesan en la medida en que se forman estructuras diferentes, no presencias paraJe~ las entre literatura y sociedad". Que aquello que situaciona la creación del texto, se vuelve texto mismo. "El texto -cabe la distinción entre lo estético, documental, etc.-, es una singularidad donde la realidad es transformada en algo completamente diferente, que ya no es la rea~ lidad, pero que expresa esta realidad". Entonces, digo, aquello que es externo, ya no es más externo, es interno. Mi curso era de literatura e

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ideología, entonces mi alumno señaló: "Usted fracasó completament no sé_ si tiene conciencia de esto." Yo respondí simplemente: "Lo q:~ me d1ce usted me demuestra dos cosas. Primero, que usted es un mu. chacha de buen carácter porque le voy a dar la nota ahora. Segundo no me gusta oírlo, pero en parte tiene usted razón, esto viene de m; falt~ de formación lingüística. Soy como Moisés, que vio la tierra pro~ metida, pero no pudo entrar." Creo, inmodestamente, que si tuvier los instrumentos lingüísticos y semióticos necesarios, yo y los que tam~ poco conocen la lingüística, seríamos capaces de hacer esta tentativ de mostrar que lo interno y lo externo desaparecen. a

Ana Pizarra: Y o quería referirme a la intervención del profesor Meregalli. Quiero entender que cuando el profesor Meregal1i plantea que a nosotros nos anima una voluntad política, evidentemente no se trata de una volun­tad político-partidista, sino de la concepción de voluntad política que desarrollaba ayer el profesor Cándido. Es decir, una voluntad política que apunta a buscar una coherencia, a buscar una unidad orgánica de similitudes y contradicciones en el discurso literario que finalmente nos entregaría esa imagen de América Latina que queremos aprehender conceptualmente, es decir una voluntad política, una función política que es esencialmente comparativa.

Antonio Cándido: Ayer había aclarado lo que entiendo por politica. Porque yo creo sin­ceramente que nosotros podemos hacer dos cosas. Así como podemos estudiar las literaturas brasileña, uruguaya, argentina, etc., como conti­nuidad en relación con Europa y como ruptura, así también podemos escribir una historia de las literaturas latinoamericanas acentuando su universalidad. E~to es posible. Entonces un peruano diría por ejemplo: la literatura peruana no tiene nada que ver con la brasileña, mire las diferencias. Allí hay una actitud voluntarista que es política. Es claro que hay diferencias, y a nosotros nos gusta cultivar las diferencias pero acá, nuestro proyecto es político en el sentido de que vamos -n~ a inventar- pero a acentuar las afinidades. Lo que sí vamos a inventar es la interpretación general.

Hay una verificación. Yo creo, por ejemplo, que el hecho de que la literatura sea un factor de dominación es evidente para toda Améri­ca Latina._ El hecho que en América Latina la literatura funcione de una manera comprometida es un hecho real y concreto. El hecho de que la parafernalia clásica del arcadismo se transformó, en América Latina, en un nacionalismo es curioso para un europeo, porque en Europa sim­plemente el arcadismo se terminó, mientras que en Brasil el indio fue, de cierto modo, la continuación brasileña del pastor bucólico. En Europa no hubo el aprovechamiento de lo artificial clásico para trans­formarlo en lo nacional americano. Entonces, vamos a descubrir esos rasgos. Por eso estoy muy interesado en lo que dice el profesor Leen-

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hardt. Él puso el dedo ~o?re el punto fundamental, sobre los aspectos en que el_ ensayo en Amenca no. es lo mismo que en Europa. La novela en Aménca pu~~e no ser lo m~smo. Hay una serie de cuestiones que ya muestran aflmdades por encrma de las diferencias y al mismo tiem­po demuestran 1~ diferencia es~n_cial con Europa, co'n la cual, por otra ~arte, estamos. v:_nculados. organ1camente. Porque si yo pienso en la h~eratura brasile~a y ~a literatur~ italiana, ellas son completamente d1ferentes. Pero S1 yo p1enso en la hteraturajaponesa o birmana, la lite­ratura brasileña es casi lo mismo que la italiana. Si consideramos el siglo de cultura, nosotros seguimos perteneciendo al mismo siglo de cultura europeo. Es cosa de niveles, y yo creo que de la misma mane~ ra como nosotros en Brasil somos tan diferentes regionalmente -Ángel Rama decía que no había un Brasil sino diversos, y que la literatura de Río Grande do Sul es más cercana de la literatura de Argentina que la literatura de Pernambuco, del Nordeste- y hacemos un esfuerzo para crear la unidad de su literatura así vamos a hacer nosotros acá. Un crí~ tico de Rio Grande do Sul dice que no hay una literatura en Brasil que hay diversas variaciones literarias regionales, pero reconocemos, al mismo tiempo, que es una misma literatura. Este esfuerzo hay que hacerlo, y es un esfuerzo político en este sentido. Es un esfuerzo en la medida que afirma la unidad sin ignorar las diferencias, en la medida que no quiere subordinarse servilmente a patrones importados desde Europa y reconoce su afinidad orgánica con Europa. Es cosa de niveles.

K. Ramchand: Deseo hablar sobre la relación metrópoli-colonia en las Indias Occi­dentales, relación que, sin ser idéntica, se asemaja a la de los países latinoamericanos. Por siglos leímos la literatura inglesa. Hoy reconoce~ mos que ella y todo el sistema educacional funcionaron como elemen­tos colonizadores y factores de control político. Hoy vemos también el poder descolonizador de la literatura de las Indias Occidentales.

Pienso que el profesor Cándido estaba refiriéndose a ese proceso de descolonización. Evidentemente no se trata de una tarea guiada por una linea de objetividad científica o por parámetros universales. Sin embargo, sentimos que había una realidad que nos era necesaria y de~ bíamos buscar a toda costa. Un libro sobre la subjetividad de la crítica me ayudó a resolver este complejo de subjetividad que pesa sobre no­sotros. Al leerlo, advertí que lo que había sido impuesto sobre nosotros como objetivo universal y clásico era tan subjetivo para otras personas. ¿Existe entonces una verdad científica absoluta? La "objetividad" tiene algo que ver con un consenso cultural que valida premisas que tienen algo subjetivo. Consecuentemente, el interés de nuestra litera­tura en una revaluación de nuestro mundo, no es un proceso que puede ser descalificado por subjetivo. El consenso del grupo pensante de nuestros países valida este proyecto. Podemos tomarlo como una hipótesis científica.

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Por otra parte, veo una preocupación por una critica formal, un crítica que preste atención al lenguaje y a la estructuración de la obraa es un interés que creo debe ser absolutamente respetado. '

Antonio Cándido: Es una observación personal muy interesante. Creo que usted está planteando el problema de cómo ve usted esta especie de correlación entre enfoque a través de la forma para llegar a lo importante, diga~ mos, de los significados. En la primera parte, cuando usted dice que reconoció muchas afinidades entre el proceso que yo describí y el que describió usted, si, sin duda, pero, también me llamó la atención lo contrario: cómo el proceso que yo describí para la fonnación de las literaturas en el siglo XVIII es lo contrario de lo que describió usted para las Indias Occidentales. Ahora, en las Indias Occidentales -y eso es muy importante- los escritores, los hombres conscientes están crean­do estructuras significativas, están de cierta manera creando una len­gua diferente de la inglesa, están incorporando, dando dignidad, status a las formas dialectales, al patois, pidgin english, todas esas cosas, de manera que la literatura que se crea, me parece, es una literatura muy anclada en la vida de la totalidad de la población. Mientras que el pro­ceso que yo describí en Brasil fue lo contrario. El proceso en Brasil fue obra de una élite que rechazó lo más posible las formas populares, rechazó los aportes indígenas y se creó un lenguaje culto, ese famoso casticismo que todos nosotros tenemos y que llega al ridículo: las for­mas de la correspondencia, del discurso, del trato personal es muy solemne en América Latina. Por supuesto en Brasil, hasta la vanguardia de los años veinte -lo que nosotros llamamos modernismo- imperaba en toda la literatura. Es lo contrario. Entonces, me parece mucho más simpático el proceso de las Indias Occidentales. El proceso es actual -en el siglo XX, en donde hay una conciencia democrática mucho más desarrollada- y la literatura se hace incorporando lo popular, mientras que nuestras literaturas lo conquistaron posteriormente con una lucha terrible que todavía sigue, porque son literaturas tremendamente aris­tocráticas, ésa es la verdad.

Jacques Leenhardt: Quisiera agradecer al profesor Cándido por haber desarrollado lo que nosotros necesitábamos, esto es, por desarrollar la voluntad política en una voluntad teórica y metodológica. Por eso me parece importan­te tomar uno de esos conceptos que él nos propone para leer a la lite­ratura latinoamericana en el marco de lo que se ha llamado aquí el comparatismo contrastivo. Por eso me parece que habría que apuntar a esas funciones históricas de la literatura. Mi alusión al ensayo parece entrar totalmente en este tipo de tratamiento de la materia literaria en el marco de América Latina. En segundo lugar, me parece que el con­cepto de discrepancia entre lo estético y la función social también es

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para nosotros una noción de base para la descripción de la literatura. Me parece, a propósito de esto, que habría que distinguir la ambigüe­dad o.:...que se produce en el proceso de producción estética- de la ambivalencia, de la polisemia, que se refiere al proceso histórico de la lectura.

~~ntonio Cándido: -- Me permito una aclaración, además, sobre el problema de la función. {_ Cuando se me preguntó por la ponencia, olvidé mencionar lo que res­

pecta a los periodos. Yo hablo de un caso que trabajé personalmente: el estudio de la función permite rectificar el estudio meramente esté­ticoMformal. Por ejemplo tradicionalmente en la literatura brasileña hay una gran ruptura que es la literatura colonial y la literatura inde­pendiente. La literatura colonial marcada por algo artificial, importa­do, europeo, portugúes, que es el arcadismo, el bucolismo, el neocla­sicismo. La literatura nacional, marcada por el romanticismo. Ahora bien, si apunto no al aspecto puramente estéticoMformal, sino a la fun­ción histórica, veo que el romanticismo se opone estéticamente al neoclasicismo, pero históricamente lo continúa. Digo más, el neocla­sicismo,-gracias a la ilustración, llevó a los románticos la visión ilustra­da, que los románticos continuaron. Ello les permitió incluso reforzar el proceso político de la independencia que fue en el fondo independen­cia política, manteniendo la oligarquía tradicional. Así que las mino­rías ilustradas que saben los doctores y hombres de leyes, formaron aquello que la ilustración decía que era normal, es Federico 11, es Catalina de Rusia, toda esa gente. Como dice en un romance portugués un señor que está hablando con un hombre pobre: "cállese usted, yo soy doctor de Coimbra; yo sé, usted no sabe nada. Hablo yo, usted se calla". Y él se calla. Ésta es un poco, caricaturizando, la posición de la ilustración, una élite que sabe. Esta posición que fue muy fuertemente definida en América, servía muchísimo a la oligarquía y se transmitió independientemente del romanticismo. Los románticos continuaron con la misma tarea ilustrada, la misma tarea de la cultura para las élites, de lenta difusión de la cultura popular. Entonces, en la función histórica de los periodos, veo en el caso del Brasil que más profunda­mente hay una continuidad funcional sobre la ruptura estética. Así que la cuestión de la función, para América, me parece fundamentaL

Domingo Miliani: Agradezco al profesor Cándido la tarea de clarificación metodológica de la crítica y de la historiografía, que me parece muy fecunda, sobre todo, cuando en el caso de América Latina se han ido dando, no sólo una concepción nacionalista, sino que hemos hablado hasta de un au­toctonismo, de un amerindianismo de la crítica literaria muchas veces, una lectura evidentemente literal del texto. Creo que es un aspecto de coincidencias metodológicas interesantes las que se dan entre -el plan· teamiento del maestro Cándido y muchas de las cosas que se han ido

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186 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

1 l¡,JTERATURA E HISTORIA EN AMÉRICA LATINA :f>

187

§: debatiendo a nivel tentativo en el grupo de Ruffinelli en Veracruz d ii'

Cornejo. en su revista, etc_. Y otra concl_usión interesante desde el Pun~ 2' to de v1sta del comparatlsmo contrastlvo. En los planteamientos d fijación conceptual que hace el profesor Cándido, en cuanto a cierto e periodos literarios brasileños, tengo la impresión de que hay casi má: bien una variación terminológica en cuanto a la designación de los pro~ cesas, que en cuanto al proceso mismo de producción literaria. Por ejemplo, cuando habla del arcadismo, neoclásico por la época, barroco por su discurso y connotati~o por la estructura subyacente, aquí hay una conceptualización lingüística clara y precisa. Es la conceptualiza~ ci6n metodologizante de la naturaleza, de la utilización de estructuras métricas clásicas italianas como la égloga, que se da en las églogasjuve~ níles de Bello, que se da en El Carnero colombiano, que se da en Velasco

conozco las ·prolongaciones neoclásicas. Arcadismo, por lo tanto, no compromete.

Creo que lo que usted dice comprueba que es posible extrapolar un poco de esto que tengo miedo de extrapolar. Una cosa que a no so· tras, los brasileños, nos deja en inferioridad en estas circunstancias es que los críticos latinoamericanos de habla española conocen muy bien toda la literatura de habla española, de Perú, de Cuba, de su país, mien­tras que nosotros conocemos sólo al Brasil. Ustedes conocen más a Brasil que nosotros al resto de América Latina.

En toda la poesía bucólica de los países, uno no puede olvidarse de las circunstancias. Creo que eso en particular es la intensidad del proceso en América, por eso, cuando los críticos románticos decían "el arcadismo las expresiones bucólicas son artificiales", se suponía que en Franci~ eran naturales, como si hubiera pastores con ovejas y pastoras en Chateau~sur-Marne y Versalles. El artificio es el mismo, pero yo creo que la cuota de funcionalidad social era mayor acá.

en Ecuador. El cortesanismo de los autores se da en los virreinatos -México y Perú- con Lunarejo, con Sor Juana, con Sigüenza y Gón~ gora, y con todo ese grupo de escritores de epitalamios, de sonetos barrocos, pero que connotan la realidad. Ahí veo un modelo interesan~ te de estudio por efecto de contraste de un periodo literario preciso: el caso del romanticismo lírico sentimental de Chateaubriand. Usted lo designa como un indianismo en el caso de la literatura brasileña y que se da en toda América a través de una traducción de A tala, que se hace el mismo año en que se publica la edición en francés en 1801. La realizan dos hispanoamericanos radicados en un arrabal de París: un mexicano, Fray Servando Teresa de Mier, y un venezolano, Simón Ro~ dríguez. Esa A tala termina por convertirse en un paradigma literario de imitación europea, pero donde hay una connotación de la realidad latinoamericana. Incluso una denotación, en cuanto a un idilio que se expresa en un estado de inocencia y en un paisajismo que va a ser ras-

ABeatriz Garza: . . . 1 Para caracterizar el comportamiento de la hteratura la,:moa~~ncan,~

go caracterizado! del romanticismo. El caso de La Cautiva de Esteban Echeverrfa, de los mismos años treinta, el caso de Cumandá, de Juan León Mera, el caso de El solitario de las catacumbas, de Fermín Toro, el caso de una novela indianista cubana muy curiosa de Gertrudis Gómez de Avellaneda, el caso de Anaida e lguaraya, de un romántico venezo· lana, José Ramón Yepes. Entonces, eso nos indica cómo hay efectiva­mente una relación serial de tipos literarios que, más allá de la diferen~ cia lingüística, se corresponde analógicamente y es comparable, desde el punto de vista de la diégesis. Sólo quería señalar estos detalles que me llaman la atención.

· que desarrolló el profesor Cándido, la categoría de la amb¡_guedad . t "? ¿no podría llamarse "de doble comportam1en o .

]Antonio Oíndido: . . J:- En muchos casos ni siquiera se puede decir que son actitudes ~onsCien~ , tes. El papel inconsciente es innegable. Yo creo que se podna hablar

de doble referencia.

Antonio Oíndido: Me parece muy interesante, y aprovecho la oportunidad para decir que usted tiene razón con la terminología. Cuando hablo del barroco, ro~ manticismo, está todo señalado sin ningún rigor. Prefiero para Brasil la definición "arcadismo", justamente porque arcadismo no compro~ mete, porque conserva lo barroco y también acoge lo neoclásico. Si yo hablo de neoclasicismo, desconozco lo que_hay de mejor en el arcadis~ mo brasileño, que es la supervivencia barroca; si yo digo barroco, des-

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APÉNDICE INFORME FINAL

La reunión de expertos en problemas historiográficos que bajo la deno­minación de Para una histan·a de la literatura latinoamericana, se reunió en Caracas entre los días 26 y 29 de noviembre de 1982, tuvo a su considera­ción, discutió y dio su opinión sobre los problemas que a continuación se señalan.

En primer lugar, y luego del análisis detallado de la situación de la his­toriografía literaria latinoamericana, por una parte, así como de la especifi­ca caracterización del diseño histórico-literario de América por otra, se consignó que las posibilidades de realización de esta empresa intelectual tendrían dos opciones: o bien mantenerse dentro de lo que tradicionahnen­te se ha considerado como literatura, es decir la literatura culta, escrita, y en lenguas europeas, o bien, re·alizar una historia general del imaginario latinoamericano, que articule los distintos sistemas literarios en una unidad orgánica que, advirtiendo las contradicciones, apunte a la constitución de una coherencia totalizadora latinoamericana. Señalando que ésta es la idea de lo que se llamó "la historia posible" de la literatura latinoamericana, y dado que si bien existen trabajos pioneros que contribuirían a avanzar en esta dirección, y que también existen limitaciones prácticas en los logros actuales de la investigación, se concluyó en la necesidad· de proponer una tercera opción. Esta opción atendería al diseño de una historia de la litera­tura culta, escrita y en lenguas europeas, pero sin dejar de lado los avan­ces específicos que se han logrado en el estudio de las literaturas populares e indígenas.

Los problemas debatidos en relación con la configuración de la periodización de esa hi'storia fueron:

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190 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA f: APÉNDICE 191

l. Delimitación del área

Se consideró que para delimitar el área de lo que es la literatura latinoame, ricana no son suficientes los criterios geográficos o lingüísticos, y se propu. so un criterio que superara sus limitaciones, esto es, un criterio semántico. cultural. En este sentido, además de los parámetros configuradores del universo histórico-cultural que permiten delimitar el concepto de América Latina se sefialó como importante el factor de autopertenencia consensual de los habitantes del área.

Pareciera que dentro del concepto evolutivo de América Latina, una de las últimas áreas de integración está constituida por el Caribe no latino, por lo que aún genera dudas como pertenencia. Atendiendo a una perspec­tiva estructural de los procesos culturales e históricos y a la organización de los sistemas literarios respectivos, se consideró la existencia de dos nive­les de integración del Caribe a América Latina, por diferente comunidad de desarrollo histórico: el Caribe latino primero, el Caribe no latino luego. Se constataron en este sentido diferencias y semejanzas entre estas literaturas y las propias del continente. Se reconoció sin embargo, que la aprehensión conceptual de América Latina y el Canbe no existe en la actualidad como una construcción. Lo que existe y se plantea como necesario y válido, es una voluntad de aprehender conceptualmente esa identidad.

Más allá del área geográfica se considera que la crítica y la historiogra­fía han venido restringiendo el corpus de la literatura latinoamericana al atender sólo al sistema culto. Se establece la necesidad de atender también a los sistemas literarios populares y a los sistemas literarios en lenguas nati­vas. Sobre las formas de integración de estos últimos sistemas en el proyec­to, se consideró que de alguna manera se debiera integrar en el todo cuando menos el avance que la reflexión crítica ha desarrollado al respecto en los casos en que sea significativo. Sobre lasiormas de integración de los siste­mas literarios populares se realizó una consideración similar.

Asimismo, la delimitación del área atendió a la especificidad del con­cepto de literatura. En este sentido se consideró que ella forma parte de la formalización estético-cultural de la misma manera que rasgos estético­culturales de otras formas ideológicas, como religión, derecho, filosofía, cultura en general. Esta interrelación permite ampliar la noción de la litera­tura hasta incluir en su ámbito discursos como la oratoria, los sermones, el discurso histórico, político, filosófico, etc. Ante el riesgo de una inclusión indiscriminada pareció de utilidad manejar el concepto de recepción, entendido como la percepción social que en el momento que éste surge se tiene de lo literario. Es el lector social del texto en su situación histórica, pues, el que determina los límites de su literariedad. Esta percepción social tiene una dinámina histórica.

La perspectiva comparatista y el problema de la transculturación

:se consideró respecto de este punto, y en primer lugar, que la perspecti­,, va comparatista es intrínseca a la noción de literatura latinoamericana, por una parte, por cuanto ella es la abstracción de las relaciones no sólo entre las literaturas de los países del continente, sino también por cuanto alude a la literatura de un continente de relación histórico-social dependiente, es decir que genera específicas formas de apropiación de las literaturas me­tropolitanas. Se consideró, por otra parte, que la perspectiva comparatista es incluso útil en el análisis interno de las literaturas nacionales por cuan­to ellas implican una configuración heterogénea de sistemas literarios

, diferenciados. Se constató asimismo la escasa utilización que se ha dado al compara­

tismo en el continente, destacando la necesidad de generar categorías , de análisis comparativo que surjan de la configuración propia de los fenó­, menos de América Latina. En este sentido se apuntó que la noción de com­paratismo para el continente debería rechazar la noci~'m de "influencia" para utilizar más bien un "comparatismo contrastivo". Este debería, funda­mentalmente, atender a la realidad heterogénea de las literaturas latinoame­ricanas, ya que esta situación constituye un aspecto tundamental de un comparatismo continentaL En esta línea, sus direcciones fundamentales serían:

a) Las literaturas latinoamericanas internamente en función de sus se­mejanzas y diferencias.

b) Las específicas formas de apropiación que la literatura latinoameri­cana desarrolla en tanto que expresión de una historia de continente colo­nial y dependiente, de las literaturas europeas, así como la forma en que se

, inserta en la evolución literaria de las literaturas en otras lenguas. Se apuntaron, como propios del desarrollo de una perspectiva compara­

tista en el continente, los procesos transculturales que son los que van a dise­ñar una gran línea del discurso literario de América en el sentido de subver­tir las estructuras del lenguaje de origen europeo a partir de estructuras de

, lenguaje insertas en otros procesos culturales (indígenas, africanos, etc.) o de núcleos míticos generadores de textualidad, configuradores también de procesos intertextuales propios de la literatura continental. Esto impli­có; desde luego, el señalamiento acerca de la conformación étnico-cultural de AmériCa Latina en el sentido de considerarla como una realidad rica y variada de carácter mestizo. Este mestizaje general reconoce la existencia de sectores predominantemente afro-americanos, indo-americanos y euro-

-, americanos. Se señalaron además elementos comparatistas a tener en cuenta como:

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192 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

a} Consideración de los procesos, atendiendo a la dialéctica específic entre los rasgos colectivos y la especificidad de los autores. a

b) Problemas de recepción, incluyendo en ellos la traducción. e) Como relación a privilegiar en el estudio interno de las literatura

latinoamericanas, la de la literatura brasileña con las literaturas hispano~ americanas.

Como aproximación metodológica se recomendó atender a las formas de la textualidad, tanto en cuanto a enunciado como a enunciación, cuyo análisis necesita desbordar un primer nivel histórico-estético hacia un mar­co más amplio, histórico-cultural, que encontraría articulación a su vez con una estructura social e histórica.

3. Literatura nacional, regional, latinoamericana

Se planteó la necesidad de observar el proceso de la literatura latinoameri­cana como parte integrante del proceso social de América Latina. Se puso en evidencia en este sentido que la crítica y la historiografía han venido restringiendo el corpus de la literatura latinoamericana al atender sólo al sistema"literario culto. Se consideró que, de acuerdo con las posibilidades dadas por el desarrollo de los estudios en esas áreas los distintos sistemas deben ser estudiados como una totalidad en donde se respete la diversidad real de los distintos sistemas literarios. En este sentido la categoría de totalidad contradictoria es la categoría válida tanto para las literaturas nacionales, para las regionales, como para la literatura latinoamericana ín­tegra. En este sentido se consideró fundamental que el criterio lingüístico en su sentido de escritura no es válido de modo excluyente para el proyec­to de una historia de las literaturas latinoamericanas, en donde lo oral de la producción literaria es una realidad relevante.

Frente a la dificultad práctica inmediata que surge de este análisis, dado que el campo de estudio está sólo parcialmente cubierto, surgió en la reunión una conciencia general de la necesidad de incluir el estado actual de la reflexión en estas direcciones. Se propuso en este sentido, como una posibilidad de realización práctica, la construcción de un modelo explicati­vo de la matriz cultural de la oralidad que permita apuntar en términos de desarrollo específico a aquellas áreas que están cubiertas por la investiga­ción en ese campo. Se consideró que un desarrollo integral de un proyecto de este tipo constituiría propiamente la historia literaria del futuro en Amé­rica Latina.

4. Crz'tica de la historiografia latinoamericana

La reunión realizó una crítica ampliamente documentada de la historiogra­fía tradicional latinoamericana, llegando a la conclusión de que distintas

APÉNDICE 193

concepciones reductivas han constituido las fuentes de esterilidad y limita­ción de las historias de la literatura latinoamericana. Estos reduccionismos han cOnsistido en nacionalismos, mecanicismos, provincianismos, criterio generacional, algunos criterios geográficos y genéricos. Se expuso un balan­ce sintetizador de la historiografía y se concluyó en la necesidad imperiosa de justificar el presente proyecto.

A partir de esta negación de la historiografía y de sus carencias, surgió la noción de "la historia posible", en tanto que la historia que podría dar cuenta de la dinámica continental como estructura de una totalidad. Esta "historia posible" habría rescatado las siguientes líneas de desarrollo: ser una historia verbal, transverbal, social, conceptual~ una historia de la lectu­ra literaria, una historia con derecho a la universalidad. Postula esta propo­sición la necesidad de un trabajo interdisciplinario a un doble nivel:

a) Dentro del campo de la literatura latinoamericana (con especialis­tas en literaturas orales, populares, indígenas, etcétera).

b) Solicitando la co)aboración de disciplinas auxiliares, como la histo­ria social, la antropología, la sociología, la lingüística, etcétera.

Hay un acuerdo en los miembros de la reunión en el sentido de que la realización de esa historia total pareciera desbordar las posibilidades con­cretas; sin embargo, el sentimiento general se da en el sentido de entregar el estado actual de la reflexión, así como proyectar un desarrollo de inves­tigación que logre articular una historia literaria de América visualizando esa dirección.

5. Periodos, movimientos y escuelas

La noción de periodo fue concebida también como una categoría que sur­ge como instrumento del desarrollo específico que estructura la realidad americana.

La revisión de la historiografía literaria latinoamericana permite obser­var que se ha trabajado con un modelo ideal de periodo, en términos de un sistema en donde la coherencia está dada en función de elementos perfec­tamente confluyentes y homólogos de la literatura, la sociedad y la histo­ria. Se destaca la imposibilidad de utilizar un modelo de periodo en estos términos para América Latina, por cuanto su condición dependiente orga­niza una coherencia en sentido diferente, esto es con base en la desarticu­lación de lo social, lo histórico y por lo tanto de lo literario. Frente a este problema se hace la proposición metodológica de:

a) Poner en evidencia esta desarticulación. b) Considerar la forma más generalizada del proceso creativo. e) Considerar al escritor y al pensador, a falta de un sistema concep­

tual de referencia, como constructores de su propio espacio intelectual.

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194 HACIA UNA HISTORIA DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA

Se reconoce en este sentido la "inorganicidad" de la cultura latino. americana en un enfoque contrastivo con la cultura europea.

Se considera que el concepto de periodo surge a partir del dato histó­rico y que la denominación de movimiento es relevante al desarrollo litera. rio mismo. Se trata en este proyecto de poner pues, la función estética en una trayectoria histórica.

Se sugiere tomar en cuenta, para el comparatismo contrastivo, la espe­cificidad de las formas genéricas en Latinoamérica, y a partir de sus cam­bios históricos, ver la posibilidad de establecer las etapas de su transforma­ción. Como ejemplo de esto, se propone tomar en cuenta el ensayo, la no­vela, entre otras formas que en América Latina adquieren funciones propias.

6. Literatura e historia

Se consideró que es importante partir de un punto de vista histórico por­que la literatura latinoamericana fue siempre muy "comprometida", en un sentido específico: no como designio ideológico, sino como un empeño en contribuir a la construcción de las nacionalidades a través de la cultura. Ella se ubica entre dos ángulos:

a) Como prolongación de las literaturas metropolitanas. b) Como ruptura en relación con ellas. Su función histórica Consiste en que ha sido aquí, entre otras -cosas un

instrwnento de dominación y simultáneamente un medio de reaccionar contra esa dominación, incluso dentro de la percepción que el continente tiene de sí _mismo. Se introduce la categoría de la "doble referencia" para caracterizar este comportamiento. En este sentido, la situación de enuncia· ción es un elemento de estructuración discursiva. El concepto de función histórica apunta a la resolución de la dicotomía historia-literatura. Esta dualidad de la función histórica tiene que ver con el problema de la perio­dización. En efecto, allí donde se parte de la exclusiva consideración de lo estético-formal y pareciera haber una clara división en periodos, tomar en cuenta lo histórico-funcional podrá mostrar una continuidad subyacente. Esta perspectiva pone en evidencia el carácter contradictorio no sólo de la historia, sino del discurso mismo que integra la historicidad tanto en su sin· taxis interna como en la heterogénea unidad de su dinamismo.

Hacia una historia de la literatura latinoamericana se terminó de imprimir en junio de 1987,

en los talleres de Programas Educativos, S.A. de C.V. Chabacano 65-A, 06850 México, D.F. Composición tipográfica y formación:

Grupo Edición, S.A. de C.V. Moras 543-bis, Col. del Valle, 03100 México, D.F.

Se tiraron 1 000 ejemplares, más sobrantes para reposición. Diseñó la portada Mónica Díez-Mart{nez.

La edición estuvo al cuidado de Jo el Palazuelos.


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