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Hotel Pamplona Villava Abril 2010

Date post: 23-Mar-2016
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Revista mensual del Hotel Pamplona Villava Abril 2010 www.hotelvillava.com
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Amplios Salones para cualquier tipo de evento

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3. Programación musical

4. Segundo Concurso de Relato Corto

7. Infusión del mes

8.Relato ganador del 1er Concurso de Relato - 2009

www.hotelvillava.com

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Cenas con Música en directoJazz los días

24 de abril y

1, 8 y 15 de mayo con Iñaki Trio

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Si tienes un grupo de música y te interesa venir a tocar

Llamanos!

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2 Concurso deRelato CortoHotel PamplonaVillavaBases del concurso en www.hotelvillava.com o en el teléfono 948 333 676

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BASES:

1. Se podrán presentar todos los participantes sin límite de edad, siempreque el relato esté escrito en español, inéditos y no premiados en otrosconcursos ni pendientes de calificación.

2. Tema: relacionado con historias de viajeros o viajes. Los relatos nosuperarán el número de dos folios en formato A4, escritos por una solacara.

3. Se enviarán al correo electrónico: [email protected], al fax 948333 675 o personalmente en el Hotel Villava Avda. de Pamplona s/n31610 Villava ( Navarra ) incluyendo nombre y apellidos, domicilio, teléfonode contacto y fotocopia del DNI o documento que acredite su identificación.

4. El plazo de admisión será hasta el 01 de junio y la publicación delpremiado será el 01 de julio del 2010.

5. El Jurado estará compuesto por Ángel María Bidondo, profesor deliteratura.

6. Se establece el siguiente premio:

1. Noche de alojamiento y desayuno para dos personas en lafecha deseada, siempre que haya disponibilidad. ( excepto: 05/07 al 15/07y del 24/12/10 al 08/01/2011 )

2. Publicación del relato en la página web y blog del hotel. Ademásde su distribución en las habitaciones.

7. El ganador se dará a conocer el 01/07/2010 y será notificado por elmedio que fuere más conveniente. A partir de ese mismo día puedehacerse el premio efectivo.

8. Exceptuando el ganador del premio, a quien se comunicarádirectamente el fallo, no se mantendrá correspondencia con ningún otroparticipante, ni se devolverán los originales, quepasarán a ser propiedad del Hotel Villava. para su posterior publicación,sin que por ello tenga que devengar a los autores ningún derecho.

9. Se entiende y se asume que con la presentación de los trabajos, losparticipantes aceptan la totalidad de estas bases.

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6Parking Privado para nuestros clientes

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7Infusion del mes> Te Rojo con Naranja y Limon

Es tu aliado perfecto para mantener la línea y controlarel colesterol.Es el Té de los emperadores.

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El botones de Hemingway.

La última tarde que trabajé como botones en el hotel Villava me la pasé leyendo el libro que meregaló Ernest Hemingway. Pero de eso hace ya muchos años. Empecé a trabajar con solo doceaños. En vez de pasarme las tardes corriendo por las callejas de Pamplona tras las faldas de lasmozas, yo cargaba con las maletas de los turistas que llegaban a la capital de Navarra. Mi padrehabía muerto en la guerra civil española y yo era el mayor de mis seis hermanos así que, de undía para otro, me convertí en el cabeza de familia. Desde la puerta del hotel Quintana, en la plazadel Castillo, veía a los mozos jugar a los soldados, saltar a la comba, reírse y enamorarse, mientrasesperaba la llegada de los clientes en los taxis� ¡Ya me estoy yendo otra vez por los cerros deÚbeda! Si es que a los viejos como yo nos pierden los detalles� El caso es que ese año, el delcincuenta y nueve digo, cuando yo ya tendía veinticinco más o menos, un seis de julio, llegó ErnestHemingway al hotel la Perla, también en la plaza del Castillo, y yo lo vi. En cuanto se bajó del taxicon sus andares simiescos, con aquella barba blanca y las gafas de montura de acero, una turbade reporteros lo asaltó. Ese es Hemingway, el escritor de las Américas, me dijo el otro botones. Yohabía oído hablar de él antes, y todos los pamplonicas sabíamos que era un asiduo a los SanFermines. Era famoso en el mundo de la hostelería ya que había escrito un libro sobre nuestrasfiestas y eso había convertido lo que antaño solo eran unos festejos domésticos, para los del pueblo,en algo internacional. Los hoteles estaban siempre llenos por esas fechas. Hacía tiempo que nose le veía, me dijo el botones. Yo no dejaba de mirarlo. Y cuando estaba entrando al hotel la Perlavi que se le caía algo al suelo. Nadie pareció darse cuenta, así que salí corriendo, crucé la plazaasustando a las palomas, y llegué hasta la puerta del hotel la Perla. Me agaché y vi que era unpequeño cuaderno lleno de notas y borrones que no entendí. Dudé entre devolvérselo yo mismoo dejarlo en la recepción pero era una oportunidad única de ver de cerca a aquel hombre, así queentré al hotel y lo vi a punto de subir al ascensor. Como yo iba vestido de uniforme pasé inadvertidoy llegué con facilidad hasta él. Me acerqué tembloroso y le alargué el cuadernillo. Esto es suyo,mister, le dije. Él me miró fijamente un segundo y sin coger el cuaderno me dijo, coge mis maletasy sube, y yo lo hice y entré en el ascensor, me puse a su lado, mirando a la puerta, y me quedécallado. Sus maletas casi estaban vacías, recuerdo que no pesaban nada. Mientras el ascensorchirriaba, me sentía como un niño en la escuela, como si aquel hombre conociese los secretos dela vida que yo nunca llegaría ni a intuir. Gracias, me dijo, y metió el cuadernillo en el bolsillo de sugabardina. Sacó un libro de su maleta y me lo dio. Los buenos actos hay que premiarlos, me dijo,este es un buen libro, no lo regales, a no ser que ten otro libro bueno a cambio. Yo cogí el libroaunque no había entendido lo que me había querido decir. ¡Y no sabía leer! Pero no se lo dije, claro.El ascensor se paró bruscamente y Hemingway se alejó en silencio, sin mirar atrás. Ya nunca volvía verlo, vivo quiero decir. A los dos años volví a ver su cara en los periódicos. Se había descerrajadoun tiro en la garganta. Como su padre. Por aquel tiempo yo aún estaba aprendiendo a leer. Desdeque Hemingway me regalara el libro me había hecho la firme promesa de aprender a leer y escribir.Les pedí a mis compañeros del hotel que me enseñaran y me apliqué con voluntad hasta que sobrelos treinta conseguí leerme mi primer libro, no sin dificultad, todo hay que decirlo. Pasaron los añosy el hotel Quintana terminó cerrando. Yo seguí leyendo muchos libros, entre ellos los que habíaescrito Hemingway, por supuesto, y trabajé de botones en otros hoteles de la ciudad. Con el tiempome fui aficionando a escribir relatos, cosas de viejo, ya sabe, recuerdos de la infancia que apuntabaen un papel para no olvidarme de ellos, cosas de esas que solo le importan a uno mismo, ya sabe,y seguí leyendo libros sin parar. Hasta el día que me jubilé. Yo había llegado a amar mi trabajo casitanto como a los libros y me dio pena jubilarme. Por aquel entonces, como ya le dije al principio,yo trabaja en un hotel de las afueras de Pamplona, muy cerca de donde me había comprado unacasita, y la última tarde decidí leerme por fin el libro que me había regalado, hacía ya tantos años,Ernest Hemingway. Lo había reservado para aquel momento, no sé bien por qué. Fue una sensaciónextraña, como si en aquellas páginas hubieran quedado impregnados retazos del alma de Hemingway,como si escuchara su voz en cada renglón que leía, como si de nuevo estuviera encerrado con élen aquel ascensor y fuera él mismo el que me contara aquellas historias de soldados, de viejos yde amores. Fue una sensación muy agradable leer aquellos cuentos de Hemingway. Sinceramente,ahora mismo no recuerdo los títulos de los relatos, le estaría mintiendo, pero sé que me gustaron.De hecho debo tener por ahí, entre los cuadernos, algún apunte sobre aquella tarde. No sé, bueno,

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9Ilustración ganadora del 1er Concurso de Ilustración

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el caso es que cuando ya acababa mi último turno, no sé a cuento de qué, se me vinieron a lacabeza aquellas palabras de Hemingway, lo de cambiar el libro por otro. Me quedé en la puertadel hotel Villava esperando hasta que llegara un cliente. Tuve suerte. Al rato apareció un hombreque llevaba un libro bajo el brazo. Le cambio su libro por el mío, señor, si a usted no le importa,le dije cuando ya había dejado sus maletas en la habitación. Por aquel entonces yo era un viejo,de pelo entrecano y delgado como una cucaña, así que debí darle algo de pena al hombre y melo cambió. Antes de irme le expliqué la historia que se escondía detrás del libro y pareció mássatisfecho del cambio. Le pedí que después de leerlo lo cambiara por otro y que explicara la historiaal siguiente dueño. Me dijo que sí, casi empujándome fuera de la habitación. Y dejé el trabajo. Mejubilé y por fin pude encerrarme en mi casa a seguir leyendo y trabajando en mis apuntes, porqueaunque nadie los leyera, a mi me gustaba escribir, luchar conmigo mismo por sacar algo de dentro,algo que no se puede ver a simple vista, como había hecho aquel hombre fornido y de barbablanca hasta suicidarse. En primavera me paseaba por las callejas de Pamplona, disfrutando porfin de los paseos, viendo corretear a otros niños, viendo pasar delante de mis ojos otra época, otravida. Me pasaba horas leyendo en el café Iruña, chiquiteaba en el Txoco, y veía morir las tardesen los bancos de la plaza del Castillo. A menudo recordaba a Hemingway, e incluso alguna vezjuraría haberle visto a él, o quizás a su sombra, entrando al en el café Suizo o en casa Marcelino,o en el hotel Yoldi, bebiendo vino entre todas aquellas cabezas de toros, banderillas y fotos detoreros� ¡Otra vez me pierdo! ¡Condenada vejez! Pues eso, que un día, no hace mucho, meenteré que en el hotel Villava, en el que me jubilé, había una exposición de artistas locales. Cuadrosy esculturas. Decidí acercarme y así volver a probar el café de ese hotel, que ya se le digo yo, ya,es uno de los mejores de todo Pamplona, y así saludar a los antiguos compañeros. Me llevé unchasco. Con esto de la crisis habían reducido plantilla y el director y la comercial, los únicos quepodrían reconocerme, estaban reunidos. Me tomé el café en silencio, embobado con un cuadrode Irigoien, en el que se veía un árbol que parecía temblar, separado del resto de árboles por unmuro de cantos rodados, como viéndolos desde lejos� Bueno, el caso es que cuando me disponíaa marcharme, vi una pequeña estantería llena de libros. Pregunté al recepcionista y me explicóque era una idea que habían tenido unos compañeros hace unos años. Al parecer un cliente habíabajado una mañana con un libro que quería devolver a un botones que ya no estaba, o algo así,y como nadie lo quería se quedó en recepción. Hasta que un día se lo dejaron a una clienta queno podía dormir y ella les dio el suyo a cambio. Y así nació la idea, dijo el recepcionista al final.Después, algunos clientes les habían regalado más libros. Le pregunté si se acordaba del títulode aquel primer libro. Era de Hemingway, creo, me respondió. Me fui del hotel contento aunquecon un sabor agridulce. El mensaje de la cadena de libros que había comenzado Hemingway sehabía perdido y eso me provocaba una gran desazón. Esa noche no dormí nada, me la peséescribiendo febrilmente un relato muy corto, de solo dos páginas, que hablaba sobre Hemingway.Después me fui a una tienda de libros y compré una colección de relatos de Hemingway. El mismoque él me había regalado, con el que había comenzado todo. Me encaminé hasta el hotel y meacerqué a la estantería. Saqué los dos folios que había escrito y los metí en el interior del libro.Lo coloqué suavemente en la balda y me quedé mucho rato esperando a ver si algún cliente locogía. Nadie se acercó a la estantería y decidí marcharme cuando ya anochecía. Caminé a casa,pensando en el libro y en la vida, en que quizás en aquellos mismos instantes en que yo caminaba,alguien, quizás un lector como tú, habría escogido el libro y estaría leyendo mi relato, dando formasa mis palabras en la soledad de su habitación, recordando a Hemingway y al viejo que un díacargó con su maleta.

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Miguel Ángel Ortiz Olivera.Barcelona, abril de 2009.

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Impreso en el Hotel Villava

Abril 2010

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Avda. Pamplona sn31610 Villava

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www.hotelvillava.com

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