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Howard P. Lovecraft - El Susurrador en La Oscuridad

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    Tened muy presente que en ltimo trmino no presencieningn horror visual. Decir que una -conmocin mental fuela causa de lo que deduje -aquella ltima gota que me hizosalir a escape de la solitaria granja de Akeley y lanzarme, en

    plena noche, por las desoladas montaas de Vermont en unvehculo requisado , no es sino querer ignorar los hechosms palmarios de mi experiencia final. No obstante las cosastan fascinantes que tuve ocasin de ver y or y la imborrablehuella que en m dejaron, ni siquiera hoy puedo afirmar siestaba o no equivocado por lo que respecta a mi horrible de-duccin. Ya que, despus de todo, la desaparicin de Akeleyno prueba nada. No se encontr nada anormal en su casa a

    pesar de las huellas de proyectiles que haba dentro y fuera

    de ella. Daba la impresin de que hubiera salido a dar unavuelta por las montaas y, por algn motivo desconocido, nohubiese regresado. No habla la menor indicacin de quealguien hubiera pasado por all, ni de que aquellos horriblescilindros y mquinas hubiesen estado almacenados en elestudio. El hecho de que Akeley profesara un temorreverencial hacia las verdes y abigarradas montaas y losinnumerables cursos de agua entre los que habla nacido y sehabla criado, tampoco quera decir nada en absoluto, pues secuentan por millares las personas sujetas a tan morbosas

    aprensiones. La extravagancia, adems, poda contribuir aexplicar los extraos actos y recelos en que incurri hacia elfinal.Todo comenz, por lo que a m respecta, con las histricas,y hasta entonces jams vistas, inundaciones de Vermont del3 de noviembre de 1927. Por aquel entonces era yo, al igualque sigo siendo hoy, profesor de literatura en la Universidadde Miskatonic en Arkham, Massachusetts, y un entusiastaaficionado al estudio del folklore de Nueva Inglaterra. Poco

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    despus de la inundacin, entre los numerosos reportajessobre calamidades, desgracias y auxilios organizados quellenaban las pginas de los peridicos, aparecieron una seriede extraas historias acerca de objetos que se encontraronflotando en algunos de los desbordados ros. En ellashallaron pie muchos de mis amigos para enfrascarse encuriosas polmicas, y acabaron recurriendo a mi confiandode que podra aclararles algo al respecto. Me sent halagadoal comprobar en qu medida se tomaban en serio misestudios sobre el folklore, e hice lo que pude por reducir a su

    justo trmino aquellas infundadas y confusas historias quetan genuina mente parecan tener su origen en las antiguas

    supersticiones populares. Me diverta mucho encontrar personas cultas convencidas de que deba haber algo demisterioso y perverso en el fondo de aquellos rumores.Las leyendas que atrajeron mi atencin. procedan en sumayor parte de lectores de peridicos, aunque una deaquellas increbles historias tena una fuente oral y a unamigo mo se la reprodujo su madre en una carta que leenvi desde Hardwick, Vermont. Lo que se describa enellas era en esencia lo mismo, aunque pareca haber tres

    variantes: una estaba relacionada con el ro Winoski cerca deMontpelier, otra tena que ver con el ro West en el condadode Windham, allende Newfane, y una tercera se centraba enel Passumpsic, condado de Caledonia, al norte deLyndonville. Desde luego, muchos de los artculos hacanreferencia a otros ejemplos, pero en ltima instancia todosellos parecan reducirse a estos tres. En todos los casos loscampesinos afirmaban haber visto uno o ms objetos muyextraos y desconcertantes en las agitadas aguas que bajabande las poco frecuentadas montaas, y haba una acusada

    tendencia a relacionar aquellas visiones con un primitivo ysemiolvidado ciclo de leyendas tradicionales que losancianos revivan para el caso en cuestin.Lo que la gente crea ver eran formas orgnicas muydistintas de cualesquiera otras vistas con anterioridad.

    Naturalmente, en aquel trgico periodo, los ros arrastrabanmuchos cadveres de seres humanos. Ahora bien, quienesdescriban aquellas extraas formas estaban totalmenteconvencidos de que no se trataba de seres humanos, a pesar

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    de algunas aparentes semejanzas en tamao y aspectogeneral. Tampoco, decan los testigos, podan ser las deningn animal conocido en Vermont. Eran objetos rosceos

    de un metro y medio de largo, con cuerpos revestidas de uncaparazn provisto de grandes aletas dorsales o alasmembranosas y varios pares de patas articuladas, y con unaespecie de intrincada forma elipsoide, cubierta con infinidadde antenculos, en el lugar en que normalmente seencontrara la cabeza. Resultaba realmente curioso hasta qu

    punto coincidan los relatos de las diferentes fuentes, aunqueen parte se explicaba por el hecho de que las antiguasleyendas, difundidas en otro tiempo por toda la montaosa

    comarca, aportaban un cuadro morbosamente vivido quepoda muy bien teir la imaginaci6n de todos los testigosimplicados. De lo que deduje que los testigos todos ellosgentes sencillas e ingenuas de comarcas escasamente

    pobladas haban vislumbrado los destrozados y abotagadoscadveres de seres humanos y animales domsticos en lasturbulentas aguas, y el recuerdo latente de las antiguas le-yendas les habla llevado a revestir de atributos fantsticos aaquellos cadveres dignos de la mayor compasin.

    Aquellas leyendas, aun cuando nebulosas, ambiguas y engran medida olvidadas por las actuales generaciones, tenanunos rasgos muy singulares y sin duda reflejaban lainfluencia de primitivos relatos tradicionales indios. Era algoque, aunque jams haba estado en Vermont, conoca bien

    gracias a la curiossima monografa de En Davenport, en laque se recopila material de la tradicin oral recogido conanterioridad a 1839 entre las personas ms ancianas delestado. Este material, por otro lado, coincide casi

    puntualmente con historias que he escuchado personal mentede boca de los ancianos campesinos de la regin montaosade New Hampshire. Brevemente resumidas, hacanreferencia a una raza oculta de monstruosos seres quehabitaban en algn perdido lugar de las ms remotasmontaas, en los densos bosques de las ms altas cumbres yen los sombros valles baados por cursos de agua de origen

    desconocido. Rara vez eran avistados estos seres, perohaba testimonios de su presencia, aportados por quienes sehaban adentrado ms all de lo normal en las vertientes de

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    determinada montaa o aventurado en las profundidades dedeterminados barrancos que hasta los lobos rehuan.En el limo depositado a orillas de los arroyos y en losterrenos yermos haba unas extraas huellas, que no podadecirse si eran de pies o de zarpas, y unos curiosos crculosde piedras, con la hierba arrancada a su alrededor, que no

    parecan haber sido colocados all ni configurados por laaccin de la naturaleza. Haba tambin unas cuevas dedudosa profundidad en las laderas de las montaas, cuyas

    bocas de acceso estaban cerradas por grandes piedrasdispuestas de forma nada casual y con ms extraas huellasde lo normal, las cuales se encaminaban tanto hacia el

    interior como hacia el exterior de la cueva en el supuestode que su direccin pudiera determinarse exactamente. Y lo

    peor de todo era lo que algunas personas arriesgadas habanvisto, ocasionalmente a la luz del crepsculo, en los msremotos valles y en los frondosos y empinados bosques porencima de los lmites normales de ascensin.Todo habra resultado menos alarmante si los relatosaislados de tales acontecimientos no hubiesen coincidido ental grado. En efecto, casi todos los rumores que circulaban

    tenan algo en comn, ya que sostenan que aquellascriaturas eran una especie de grandes cangrejos de colorrojizo, con muchos pares de patas y dos grandes alas comode murcilago en medio del lomo. Unas veces caminabansobre todas sus patas y otras solamente sobre el par trasero,utilizando las restantes para transportar grandes objetos denaturaleza desconocida. En cierta ocasin fueron vistos encrecido nmero, al tiempo que un destacamento suyovadeaba, de tres en lnea en formacin prcticamentemilitar, una corriente de agua poco profunda que discurra

    entre frondosos bosques. En otra ocasin, se vio una noche auno de aquellos seres volando, tras arrojarse de la cima deuna colina pelada y solitaria, y desaparecer en el cielodespus que sus grandes alas batientes reflejaron por uninstante su silueta contra la luna llena.Aquellos seres no parecan tener, por lo general, la menorintencin de atacar a los hombres, aunque a veces se les hizoresponsables de la desaparicin de algn que otro osadoindividuo --sobre todo personas que levantaban casas demasiado

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    cerca de ciertos valles o prximas a las cumbres dedeterminadas montaas. El asentamiento en muchos lugaresse hizo poco recomendable, perdurando esta creencia aunmucho despus de olvidarse la causa. Un escalofro seapoderaba de la gente al dirigir la mirada hacia algunos

    barrancos prximos en las estribaciones de aquellossiniestros y verdes centinelas, aun cuando no recordarancuntos colonos haban desaparecido y cuntas granjashaban ardido hasta reducirse a cenizas.Pero, mientras segn las ms antiguas leyendas aquellascriaturas slo atacaban a quienes violaban su intimidad,haba relatos posteriores que dejaban constancia de su

    curiosidad con respecto a los hombres y de sus tentativas porestablecer avanzadillas secretas en el mundo de los sereshumanos. Circulaban historias de extraas huellas de zarpasvistas en las proximidades de las ventanas de alguna solitariagranja al despuntar el dia, y de alguna que otra desaparicinen comarcas alejadas de los ncleos que se hallaban,evidentemente bajo los efectos del hechizo. Historias, por lodems, de susurrantes voces imitadoras del lenguaje humanoque hacan sorprendentes ofrecimientos a los solitarios

    viajeros que se aventuraban por caminos y senderos abiertosen los frondosos bosques y de nios aterrorizados por cosasvistas u odas en los mismos linderos del bosque. En la etapafinal de. las leyendas la etapa inmediatamente anterior aldeclinar de la supersticin y al abandono de los temidoslugares-, se encuentran sorprendentes referencias a ermi-taos y solitarios colonos que en algn momento de su vida

    parecieron experimentar un repulsivo cambio de actitudmental, por lo que se les rehua y rumoreaba de ellos que sehaban vendido a aquellos extraos seres. En uno de los

    condados del noreste parece que hacia 1800 estuvo de modaacusar a todas aquellas personas que llevaban una vidaretrada o excntrica de ser aliados o representantes de lasdetestables criaturas.Por lo que se refiere a la naturaleza de aquellos seres, las

    posibles explicaciones diferan sobremanera. Por lo generalse les designaba con el nombre de aqullos o losantiguos, aunque otras denominaciones tuvieron un usolocal y transitorio. Es muy posible que el grueso de los

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    colonos puritanos viese en ellos, lisa y llanamente, a la parentela del diablo, hasta el punto de hacer de aquellosseres el fundamento de una especulacin teolgica inspiradaen el terror. Quienes tenan sangre celta en sus venas sobre todo el elemento escocs-irlands de New Hampshirey sus descendientes asentados en Vermont gracias a los

    privilegios otorgados a los colonos en tiempos delgobernador Wentworth- los relacionaban vagamente conlos genios malignos y con los faunos que habitaban en lastierras pantanosas y en las fortificaciones orogrficas, y se

    protegan de ellos por medio de frmulas mgicastransmitidas de generacin en generacin. Pero las teoras

    ms fantsticas eran, con gran diferencia, las de los indios.Si bien las leyendas diferan segn las tribus, habla unaacusada tendencia a creer en ciertos rasgos caractersticos,estando unnimemente de acuerdo en que aquellas criaturasno pertenecan a este mundo.Los mitos de los pennacook, que por otro lado eran los mscoherentes y pintorescos, indicaban que los seres alados

    procedan de la celeste Osa Mayor y tenan minas en lasmontaas de la tierra de las que extraan una clase de piedra

    que no exista en ningn otro planeta. No vivan aqu,sealaban los mitos, sino que se limitaban a manteneravanzadillas y regresaban volando con grandes cargamentosde tierra a sus septentrionales estrellas. Slo atacaban a losseres terrestres que se acercaban demasiado a ellos o lesespiaban. Los animales les rehuan debido a un temorinstintivo, y no por miedo a que intentaran cazarlos. No

    podan comer ni cosas ni animales terrestres, por lo que sevean forzados a traer sus vveres de las estrellas. Era

    peligroso acercarse a aquellos seres, y a veces los jvenes

    cazadores que se aventuraban en sus montaas noregresaban. Tambin era peligroso escuchar lo quesusurraban al caer la noche sobre el bosque con vocessemejantes a las de una abeja que tratara de imitar la vozhumana. Conocan las lenguas de todas las tribus

    pennacooks, hurones, cinco naciones..., pero no pa-recan tener ni necesitar una lengua propia. Hablaban con lacabeza, la cual experimentaba cambios de color conforme alo que quisieran expresar.

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    Todas las leyendas, ya tuviesen su origen entre los blancos oentre los indios, se desvanecieron en el curso del siglo XIX,a excepcin de algn que otro atvico resurgir. El estado deVermont se fue poblando de colonos, y una vez levantadoslos habituales caminos y viviendas segn un plan fijado deantemano, sus habitantes fueron olvidando poco a poco lostemores y prevenciones que les impulsaron a poner enmarcha aquel plan, e incluso que hubieran existido talestemores y prevenciones. Lo nico que sabia la mayora de lagente era que ciertas comarcas montaosas tenan fama deinsalubres, improductivas y, por lo general, que era pocoaconsejable vivir en ellas, y que cuanto ms lejos se

    estuviera de ellas mejor marcharan las cosas. Con eltranscurso del tiempo, los trillados caminos que imponan lacostumbre y los intereses econmicos acabaron por arraigartanto en los lugares en que se asentaron que no haba por qusalir de ellos, y as, ms por accidente que por designio, lasmontaas frecuentadas por aquellos seres permanecierondesiertas. Salvo durante alguna que otra rara calamidadlocal, slo las parlanchinas abuelitas y los meditabundosnonagenarios hablaban ocasionalmente en voz baja de seres

    que habitaban en aquellas montaas; e incluso en aquellosentrecortados susurros reconocan que no haba mucho quetemer de ellos ahora que ya estaban acostumbrados a la

    presencia de casas y poblados y que los seres humanos no lesimportunaban para nada en el territorio elegido por ellos.Haca tiempo que sabia todo esto debido a mis lecturas y aciertas tradiciones populares recogidas en New Hampshire

    por lo que cuando empezaron a correr los rumores sobre lapoca de la gran inundacin, pude fcilmente deducir eltrasfondo imaginativo sobre el que se haban levantado. Me

    esforc en explicrselo a mis amigos, y, a su vez, no pudemenos de divertirme cuando ciertos individuos de esos queles gusta llevar siempre la contraria siguieron insistiendo enla posibilidad de que hubiera algo de cierto en aquellosrumores. Tales personas trataban de poner de relieve que las

    primitivas leyendas tenan una persistencia y uniformidadsignificativas, y que la naturaleza de las montaas deVermont, prcticamente an por explorar; no hacaaconsejable mostrarse dogmtico acerca de lo que pudiera

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    habitar o no en ellas. Tampoco se acallaron cuando lesasegur que todos los mitos tenan unos conocidos rasgoscaractersticos en comn con los de la mayor parte delgnero humano, ya que venan prefigurados por las fasesiniciales de la experiencia imaginativa que siempre producaidntico tipo de ilusin.Fue intil demostrarles a mis contrarios que los mitos deVermont apenas diferan en esencia de las leyendasuniversales sobre la personificacin natural que llenaron elmundo antiguo de faunos, dradas y stiros, inspiraron loskallikanzarai de la Grecia moderna y confirieron a las tierrasincivilizadas como el Pas de Gales e Irlanda, esas sombras

    alusiones a extraas, pequeas y terribles razas ocultas detrogloditas y moradores de madrigueras. Result intil,igualmente, sealar la an ms sorprendente similitud queguardaban con la creencia comn entre los habitantes de lastribus montaosas del Nepal en el temible Mi-Go oabominable hombre de las nieves que estespeluznantemente al acecho entre las cimas de hielo y rocade las altas cumbres del Himalaya. Cuando saqu a colacineste dato, mis contrarios lo volvieron contra m, alegando

    que ello no haca sino demostrar una cierta historicidad realde las antiguas leyendas; y que era un argumento ms afavor de la efectiva existencia de alguna extraa y primitivaraza terrestre, que se vio obligada a ocultarse tras laaparicin y predominio del gnero humano, y que era muy

    posible que hubiese logrado sobrevivir en nmero reducidohasta pocas relativamente recientes... o incluso hastanuestros mismos das.Cuanto ms me incitaban a la risa tales teoras, ms seaferraban a ellas mis empecinados amigos, llegando a aadir

    que incluso sin la ascendencia de la leyenda los rumores quecorran eran demasiado claros, coherentes, detallados ysensatamente prosaicos en su exposicin, como para sercompletamente ignoradas. Dos o tres fanticos extremistasllegaron al punto de querer encontrar posibles significadosen las antiguas leyendas indias, que atribuan un origenextraterrestre a los seres ocultos, al tiempo que citaban enapoyo de sus argumentos los increbles libros de CharlesFort en los que se pretende demostrar que viajeros de otros

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    mundos y del espacio exterior hacan frecuentes visitas a latierra. La mayora de mis adversarios, no obstante, eransimples romnticos que no hacan sino transferir a la vidareal las fantsticas tradiciones de faunos al acecho

    popularizadas por ese excelente autor de relatos de terrorque es Arthur Machen.

    II

    Como suele ser normal en tales circunstancias, esta apa-sionante discusin acab viendo la letra impresa en forma de

    cartas al Arkharn Advertiser, y algunas de ellas fueronreproducidas en los peridicos de las comarcas de Vermontde donde provenan las historias sobre la inundacin. El

    Rutland Heraldpublic media pgina de extractos de lascartas de ambos bandos contendientes, mientras que el

    Brattleboro Reformer reprodujo en extenso una de mislargas reseas sobre historia y mitologa, junto con unoscomentarios aparecidos en la columna de pensamiento eideas de El Diletante en apoyo y elogio de mis escpticas

    conclusiones. En la primavera de 1928 yo era ya una figura bastante conocida en Vermont, aun cuando jams habapuesto los pies en dicho estado. De aquellas fechas datan lasextraordinarias cartas de Henry Akeley que tan

    profundamente me impresionaron y me llevaron, porprimera y ltima vez, a aquella fascinante regin atestada deprecipicios verdes y susurrantes arroyos que corran entrefrondosos bosques.Casi todo lo que s de Henry Wentworth Akeley procede dela correspondencia que mantuve con sus vecinos y con su

    nico hijo, que viva en California, a raz de mi breveestancia en su solitaria granja. Akeley era, segn descubr, elltimo representante en su suelo natal de una vieja familiade juristas, administradores y agricultores de buena posicinmuy conocida a nivel local. En su caso, empero, la familiahaba derivado mentalmente de las cuestiones prcticas a la

    pura erudicin, pues fue un excelente estudiante dematemticas, astronoma, biologa, antropologa y folkloreen la Universidad de Vermont. Hasta entonces jams haba

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    odo hablar de l y apenas se deslizaban detallesautobiogrficos en sus comunicaciones, pero desde el primermomento me di perfecta cuenta de que era un hombreeducado, inteligente y de una gran personalidad, aunquefuese un recluso sin el menor aire de hombre de mundo.A pesar de la inverosimilitud de lo que deca, no pude evitar,en un primer momento, tomar los juicios de Akeley tan enserio como lo haca con otros impugnadores de mis puntosde vista. Por una parte, estaba muy cercano al fenmeno real

    visible y tangible sobre el que tan grotescamenteespeculaba; por otra, estaba asombrosamente dispuesto a dara sus conclusiones un carcter provisional, como hara un

    autntico hombre de ciencia. No se dejaba llevar por susinclinaciones personales, guindose siempre por lo queconsideraba datos contrastados. Desde luego, al principiocre que estaba equivocado, si bien le di cierto crdito porestimar inteligente su error, y en ningn momento se meocurri emular a unos amigos suyos que atribuan sus ideas ala locura y el miedo que profesaba a las solitarias y verdescumbres. Pude advertir que era un hombre que hablaba conconocimiento de causa y comprob que lo que deca deba

    proceder, casi con toda seguridad, de extraas circunstanciasque merecan consideracin, aun cuando apenas tuvieran quever con las fantsticas causas a las cuales l las atribua.Posteriormente, me remiti ciertas pruebas pertinentes quevenan a plantear la cuestin sobre bases algo distintas ysorprendentemente extraas.Lo mejor ser que transcriba ntegra, en cuanto sea posible,la larga carta en que Akeley se me daba a conocer, y queconstituye un importante hito en mi vida intelectual. Ya nola tengo en mi poder, pero mi memoria retiene casi palabra

    por palabra su asombroso mensaje. Una vez ms afirmo micreencia en la cordura del hombre que la escribi. Aqu estel texto... un texto que me lleg en los ilegibles y arcaizantesgarrapatos de alguien que evidentemente no tuvo muchocontacto con el mundo durante su apacible vida deestudioso.

    R.F.D. n.0 2.Townshend, Windhem Co., Vermont.

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    5 de mayo de 1928.

    Mr. Albert N. Wilmarth.118 Saltonstall St.Arkham, Mass.

    Estimado seor:

    He ledo con gran inters en el Brattleboro Reformers del23 de abril su carta sobre las historias que circulanltimamente acerca de extraos cuerpos que se han vistoflotando en nuestros ros durante las inundaciones del pasado

    otoo y sobre las curiosas tradiciones populares con las quetan perfectamente concuerdan. Es fcil comprender que unforastero adopte una postura como la suya, e incluso que El

    Diletante se muestre de acuerdo con usted. Tal es la actitudque suelen adoptar las personas educadas ya sean o no deVermont, y fue mi actitud de joven (ahora tengo 57 aos)antes de que mis estudios, tanto generales como del libro deDavanport, me indujeran a recorrer algunos rincones pocofrecuentados de las montaas de la comarca.

    Me vi impulsado a emprender tales estudios por las extraashistorias que oa de boca de ancianos granjeros sin la menorformacin, aunque lo mejor hubiera sido dejar las cosascomo estaban. Modestia aparte, dir que la antropologa ylas tradiciones populares no me son en absolutodesconocidas. Las estudi a fondo en la universidad, y estoyfamiliarizado con la mayora de las autoridades en lamateria: Tylor, Lubbock, Frazer, Quatrefages, Murray,Osborn, Keith, Boule, G. Elliott Smith, etctera. Para m noes ninguna novedad que las leyendas sobre razas ocultas son

    tan antiguas como la vida misma. He visto lasreproducciones de sus cartas, y de quienes participan de suopinin, en el Rutland Herald, y creo saber cul es el estadoactual de la polmica.Lo que intento decirle es que mucho me temo que susadversarios se hallen ms cerca de la verdad que usted, auncuando la razn parezca estar de su parte. Estn incluso mscerca de la verdad de lo que ellos mismos creen... pues se

    basan nicamente en la teora y, naturalmente, no pueden

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    saber todo lo que yo s. Si yo supiera tan poco como ellos,encontrara justificado creer como lo hacen. Estaracompletamente de su parte, Mr. Wilmarth.Como puede ver, estoy dando un gran rodeo hasta llegar alobjeto de mi carta, probablemente porque temo llegar a l.En resumidas cuentas, tengo pruebas fidedignas de que unos

    seres monstruosos viven realmente en los bosques de lasaltas cumbres por las que no transita nadie. No he visto aninguno de esos seres flotando en las aguas de los ros, comose ha dicho, pero he visto seres semejantes en circunstanciasque casi no me atrevo a repetir. He visto huellas,ltimamente las he visto tan cerca de mi casa (vivo en la

    vieja casa de los Akeley, al sur de Townshend Village, enlas estribaciones de Dark Mountain) que no me atrevosiquiera a decrselo. Y he alcanzado a or voces endeterminados lugares de los bosques que ni siquiera osaradescribir sobre el papel.En cierto lugar o las voces con tal claridad que me llev unfongrafo, junto con un dictfono y un cilindro de cera paragrabar; ya ver la forma de arreglrmelas para que pueda orusted la grabacin que consegu. Se la hice escuchar a

    algunos de los ancianos que habitan por estos contornos, yuna de las voces les impresion tanto que parecan no salirde su estupor debido a su semejanza con cierta voz (esasusurrante voz que se oye en los bosques y que Davenpontmenciona en su libro) de la que sus abuelas les habanhablado, al tiempo que trataban de imitarla. S lo que lamayora de la gente piensa de un hombre que dice orvoces.., pero antes de extraer conclusiones le pedira queescuchara la grabacin y que preguntase a los ancianos dellugar lo que piensan al respecto. Si usted halla una

    explicacin racional, tanto mejor. Pero, sin duda, debe haberalgo detrs de todo ello. Pues, como usted bien sabe, exnihilo nihil fit.Lo que me impulsa a escribirle no es el deseo de entablaruna polmica, sino proporcionarle una informacin que creoque un hombre de sus inquietudes encontrar del mayorinters. Esto se lo digo en privado. En pblico estoy de sulado,pues ciertas cosas me han demostrado que no convieneque la gente sepa demasiado de este asunto. Mis estudios son

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    absolutamente a ttulo particular, y no pienso decir nada queatraiga la atencin de la gente y les induzca a visitar loslugares que he explorado. Es cierto terriblemente ciertoque en aquellos parajes hay criaturas no humanas que nocesan de observarnos, que cuentan con espas entre nosotroscon vistas a recabar informacin. Gran parte de miinformacin proviene de un pobre desgraciado que, si estabaen su sano juicio (y a mi juicio lo estaba), era uno de esosespias. Aquel hombre acab suicidndose, pero tengo fun-dadas razones para creer que hay otros.

    Los seres proceden de otro planeta, y pueden vivir en elespacio interestelar y volar en l gracias a unas toscas y

    potentes alas resistentes al ter pero que resultan demasiadoingobernables para pensar en utilizarlas cuando estn en laTierra. Le hablar de ello ms adelante, si es que no metoma por loco. Vienen aqu para extraer metales de unasminas que hay en las entraas de los montes, y creo que sde dnde vienen. No nos harn ningn dao si les dejamosen paz, pero nadie puede predecir lo que ocurrira si lesimportunramos. Desde luego, a un buen ejrcito no lecostar nada arrasar su colonia minera. Eso es justo lo que

    ellos temen. Pero si llegara a suceder, otros vendran delexterior.., en nmero incalculable. No les sera difcilconquistar la Tierra, pero hasta el momento no lo hanintentado porque no tienen ninguna necesidad de hacerlo.Prefieren dejar las cosas como estn y evitarsecomplicaciones.Segn tengo entendido, quieren desembarazarse de m

    porque s demasiadas cosas acerca de ellos. En los bosquesde Round Hill, al este de aqu, he encontrado una gran

    piedra negra con jeroglficos indescifrables y a medio borrar.

    Pues bien, una vez que me la llev a casa todo cambiradicalmente. Si creen que s demasiado me matarn o mellevarn consigo al planeta de donde proceden. De cuandoen cuando les gusta llevarse hombres preparados para estaral corriente de cmo marchan las cosas en el mundo de loshumanos.Esto me lleva a m segundo propsito al escribirle esta carta,es decir, a rogarle que en lugar de aadir ms lea a la

    polmica, procure acallara. Debe mantenerse a la gente

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    alejada de estas montaas, y para lograrlo lo mejor es nodespertar ms su curiosidad. Bien saben los cielos que ya es

    bastante el peligro que se corre con promotores y agentesinmobiliarios dispuestos a inundar Vermont con tropeles deveraneantes que infesten las zonas despobladas y cubran lasmontaas de casitas del peor gusto. Me agradara muchoseguir en contacto con usted, y si quiere tratar de enviarle

    por correo urgente la grabacin fonogrfica y la piedra negra(tan desgastada est que apenas podr ver algo en lasfotografas). Y digo tratar, porque creo que estascriaturas se las arreglan para enterarse de cuanto aqusucede. En una granja prxima al pueblo hay un tipo

    llamado Brown, de siniestra catadura y peor talante, quecreo es un espa suyo. Poco a poco tratan de incomunicarmecon el mundo porque s demasiado acerca de ellos.Se sirven de los ms increbles medios para enterarse detodo lo que hago. Es posible que ni siquiera esta carta lleguea sus manos. Creo que lo mejor sera que abandonara esta

    parte del pas y me fuera a vivir en compaa de mi hijo aSan Diego, en California, si las cosas se ponen peor, pero noes nada fcil abandonar el lugar en que uno ha nacido y

    donde ha vivido su familia durante seis generaciones. Y,adems, difcilmente me atrevera a vender esta casa a nadieahora que esas criaturas se han fijado en ella. Al parecer,tratan de recuperar la piedra negra y destruir la grabacinfonogrfica, pero no lo conseguirn mientras yo puedaevitarlo. De momento, mis perros polica los mantienen araya, pues todava son pocos y an no se mueven bien porestos parajes. Como he dicho, sus alas no sirven de muchocuando se trata de vuelos cortos sobre la tierra. Estoy a

    punto de descifrar la piedra todo apunta a terribles

    revelaciones y creo que con los conocimientos que ustedposee del folklore tradicional podra ayudarme a encontrarlos eslabones perdidos. Supongo que est perfectamenteenterado de los espeluznantes mitos anteriores a la aparicindel hombre sobre la tierra los ciclos de Yog-Sothoth yCthulhu a los que se alude en el Necronomicn. Encierta ocasin tuve acceso a un ejemplar del libro, y segntengo entendido usted posee otro y lo guarda encerrado bajosiete llaves en la biblioteca de su universidad.

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    Para terminar, Mr. Wilmarth, creo que dados nuestrosestudios podemos sernos muy tiles el uno al otro. No quieroque usted corra ningn peligro, y creo estar en la obligacinde advertirle que la posesin de la piedra y de la grabacinentraa ciertos riesgos, pero estoy seguro de que usted nodudar en arrostrarlos en aras de la ciencia. Si me autoriza amandarle algo se lo acercar en coche hasta Newfane oBrattleboro, pues confo ms en las estafetas de correos deall. Le dir que vivo solo, pues ya no puedo tener a nadie ami servicio. No quieren quedarse debido a los seres quetratan de acercarse a casa por las noches y que hacen que los

    perros no cesen de ladrar. Me alegro de no haber ahondado

    en mis pesquisas mientras viva mi mujer, pues se habravuelto loca con todo esto.Confiando no haberle importunado en exceso y que usteddecida seguir en comunicacin conmigo en lugar de arrojarla carta a la papelera por creerla el desvaro de un loco,

    Queda atentamente suyo,Henry W. Akeley.

    P. D. Estoy sacando ms copias de algunas fotografashechas por m y que creo pueden contribuir a demostrarvarios de los extremos aqu mencionados. Los ancianos dellugar creen que se trata de algo tremendamente verdico. Selas enviar inmediatamente si le parece bien.

    H.W.A.

    Seria difcil describir mis sentimientos tras la primeralectura de tan extrao testimonio. Lo normal habra sido que

    me hubiera redo ms de tamaas incoherencias que de otrasteoras mucho ms plausibles que movieron a la hilaridad,

    pero haba algo en el tono de aqulla carta que me indujo aconsiderarla con paradjica seriedad. No es que creyera ni

    por un instante en la oculta raza procedente de las estrellasde la que hablaba mi corresponsal; pero lo cierto es que,despus de algunas serias dudas en un primer momento,llegu sorprendentemente a convencerme de su cordura ysinceridad, inclinndome a creer que su autor se haba

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    enfrentado con algn fenmeno real, aunque singular yanormal, que no acertaba a explicar si no era recurriendo a laimaginacin. Estaba seguro de que la verdad distaba muchode lo que me deca mi comunicante, pero por otro lado quizmereciera la pena investigar qu es lo que haba detrs detodo aquello. Aquel hombre pareca tremendamente excitadoy alarmado por algo, pero resultaba difcil pensar que suactitud era injustificada. ) En ciertos aspectos, era tan pun-tual y lgico... Y, despus de todo, su historia encajaba

    increblemente bien con ciertos mitos antiguos... incluso conlas ms inverosmiles leyendas indias.Que hubiese realmente alcanzado a or voces nada tran-

    quilizadoras en las montaas y que hubiese en verdad en-contrado la piedra negra de la que hablaba, entraba dentro 4elo posible a pesar de sus descabelladas elucubraciones..,elucubraciones que le debi sugerir el hombre del que sedeca era un espa de aquellos sers extraterrestres y que,

    posteriormente, puso fin a su vida. Era fcil deducir que estehombre deba estar loco de atar, pero probablemente lequedara una yeta de perversa lgica aparente que hizo que elingenuo de Akeley ya de por si predispuesto a tales cosas

    por sus estudios sobre el folklore creyera aquellahistoria. En cuanto a los ltimos acontecimientos, enconcreto a la imposibilidad de tener a nadie a su servicio,

    pareca que los modestos y sencillos vecinos de Akeleyestaban tan convencidos como l de que su casa era asediada

    por algo siniestro durante la noche. Que los perros ladrabanera algo que no poda ponerse en duda.Y luego estaba la cuestin de la grabacin fonogrfica, queno pude sino creer que la haba obtenido tal como dijo.Tena que tratarse de algo, pero no sabra decir qu:

    o ruidos animales que engaosamente recordaban el lenguajehumano, o el habla de algn ser humano oculto y al acechoal caer la noche, postrado en un estado no muy por encimadel de los animales inferiores. De la grabacin mi

    pensamiento pas a los jeroglficos de la piedra negra y aespecular acerca de cul podra ser su posible significado. Y,

    por otro lado, estaban las fotografas que Akeley hablaba deenviarme y que tan convincentemente los ancianos del lugarencontraban espeluznantes.

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    Mientras relea aquella ilegible carta, pens m4s que nuncaque mis crdulos adversarios podan estar ms en lo ciertode lo que yo haba admitido en un primer momento. Despusde todo, aquellas montaas por las que se rehua el paso

    podan ser el reducto de seres extraos y quiz condeformidades hereditarias, aun cuando no hubiese ninguna

    raza de monstruos nacidos en estrellas tal como pretenda latradicin. En tal supuesto, no resultara del tododescabellada la presencia de cuerpos extraos en los rosdesbordados. Acaso era excesivamente descabelladosuponer que tanto las antiguas leyendas como los recientesrelatos descansaban sobre un fundamento real? Pero incluso

    albergando tales dudas me sent avergonzado de que tangrotesca muestra de incoherencia como era la increble cartade Henry Akeley hubiera podido suscitaras.Al final, contest la carta de Akeley, adoptando un tono decordial inters y solicitando informacin ms detallada. Surespuesta me lleg casi a vuelta de correo, y en ella inclua,tal como me haba prometido, una serie de instantneas deescenas y objetos ilustrativos de lo que tena que contarme.Ech una mirada a las fotografas al tiempo de sacarlas del

    sobre y experiment la extraa sensacin de espanto que sesiente ante la inmediatez de lo prohibido, pues, a pesar de lo borrosas que estaban la mayora de ellas, posean unendiablado poder de sugestin, intensificado adems por elhecho de tratarse de autnticas fotografas: verdaderoseslabones pticos de lo que reproducan, y el producto de un

    proceso de transmisin impersonal sin sombra alguna deprejuicios, falibilidad ni falsedad.Cuanto ms las miraba, ms me convenca de que no mehaba equivocado al tomar en serio a Akeley y su historia.

    Desde luego, aquellas fotografas aportaban pruebasconcluyentes de que en las montaas de Vermont haba algoque, cuando menos, estaba fuera del alcance de nuestrosconocimientos y creencias. Lo peor de todo eran las huellasde pisadas: una instantnea tomada en un lugar dondereluca el sol, en un sendero totalmente enfangado en mediode una desierta altiplanicie. Una sola mirada me bast paracerciorarme de que all no haba trucaje alguno, pues losguijarros y briznas de hierba ntidamente perfilados que se

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    apreciaban en el campo de visin eran la mejor garanta de

    la correccin de la escala y hacan imposible cualquier

    intento de doble exposicin trucada. Por darle un nombre localifiqu de pisada, pero creo que sera ms exacto decirhuella de zarpa. An hoy me resulta difcil intentardescribirla, y lo nico que puedo decir es que era algohorrible, de rasgos similares a los cangrejos, y que no sabra

    precisar qu direccin segua. No era una huella muyprofunda ni reciente, pero su tamao era aproximadamenteel del pie de un hombre de estatura normal. A partir de unrastro central, se proyectaban en direcciones opuestas varios

    pares de pinzas dentadas; algo de todo punto desconcertante,si es que, como pareca, aquello era exclusivamente unrgano de locomocin.Otra de las fotografas -sin duda una instantnea tomadacon muy poca luz mostraba la boca de una cueva en unterreno muy frondoso, con una piedra esfrica obstruyendola abertura. En la superficie pelada que haba justo delante

    poda distinguirse perfectamente una densa red de extraashuellas, y al examinar la fotografa con una lupa comprobcon cierto desasosiego que eran similares a las de la otra

    instantnea. Una tercera fotografa mostraba un circulo deestilo drudico de piedras levantadas en las cumbres de una

    desolada montaa. En torno al cr ptico circulo la hierbaestaba muy aplastada y arrancada, si bien no pude detectarninguna pisada, m siquiera con ayuda de la lente. Se advertafcilmente que se trataba de un lugar perdido en el autnticomar de deshabitadas montaas que se divisaba en segundo

    plano y se perdan en un horizonte neblinoso.Pero si la ms espeluznante de todas las fotografas era

    aquella en que se vea la pisada, la ms sugerente sin dudaera la de la gran piedra negra encontrada en los bosques deRound Hill. Akeley la haba fotografiado desde lo que debaser su mesa de trabajo, pues podan verse hileras de libros yun busto de Milton en segundo trmino. A lo que pareca, lacmara haba enfocado verticalmente la imagen con unasuperficie algo curvado e irregular de uno por dos pies, perodecir algo ms preciso sobre aquella superficie, o sobre elaspecto general de la piedra entera, casi excede los lmitesdel lenguaje. Ni siquiera poda imaginar los rarsimos

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    principios geomtricos en que se haban inspirado para sucorte pues no caba duda de que se trataba de un corteartificial, ya que jams haba visto nada tan extrao einequvocamente ajeno a este mundo. Apenas pudedistinguir alguno de los jeroglficos esculpidos en lasuperficie, pero uno o dos de los que vi me dejaron atnito.Claro que muy bien poda tratarse de una falsificacin, puesyo no era la nica persona que haba ledo el monstruoso yabominable Necromonicn del rabe loco Abdul Alhazred.Con todo, me hizo estremecerme al reconocer ciertos ideo-gramas que mis estudios me haban enseado a poner enrelacin con los misterios ms espeluznantes e implacables

    de seres que haban tenido una semiexistencia descabelladaantes de formarse la tierra y los otros planetas del sistemasolar.De las cinco fotografas restantes, tres eran de terrenos

    pantanosos y montaosos que parecan evidenciar huellas deocultos y perniciosos moradores. En otra se vea una extraahuella en el suelo, muy cerca de la casa de Akeley, que,segn deca ste, haba fotografiado de maana tras unanoche en que los perros haban ladrado con mayor intensidad

    que de costumbre. Estaba muy borrosa, y difcilmente podan extraerse conclusiones de ella, pero tena undetestable parecido con aquella otra huella de pie o zarpafotografiada en la desierta altiplanicie. En la ltimafotografa se vea la casa de Akeley; una preciosa casa de

    blanca fachada con dos pisos y una buhardilla, construidahara algo ms de un siglo, y con un csped bien cuidado yuna vereda bordeada de piedras que conduca a una puertade estilo georgiano labrada con exquisito gusto. En el cspedhaba varios perros polica de gran tamao, tendidos junto a

    un hombre de aspecto agradable con una barba gris recincortada que deba ser el propio Akeley fotgrafo de smismo a juzgar por la perilla conectada a un tubo queempuaba en su mano derecha.De las fotografas pas a la extensa y apretujada carta,sumindome durante las tres horas siguientes en un abismode inexpresable horror. Aquello que Akeley no haba hechosino esbozar someramente en su anterior carta, lo describaahora con todo lujo de detalles, ofreciendo largas

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    transcripciones de palabras odas en los bosques durante lanoche, largas descripciones de monstruosas formas rosceasavistadas en medio de la frondosa espesura al caer la nochesobre las montaas, y una terrible narracin csmicaderivada de la aplicacin de una profunda y diversificadaerudicin a los interminables discursos de antao deldemente y fingido espa que acab suicidndose. Meencontr ante nombres y voces que haba odo en otroslugares relacionados con los ms espantosos que cabeimaginar Yuggoth, Gran Cthulhu, Tsathoggna, Yog-Sothoth, Rlyeh, Nyarlathotep, Azathoth, Hastur, Yian,Leng, el Lago de Hali, Bethmoora, la Seal Amarilla,

    Lmur-Kathulos, Bran y el Magnum Innominandum, y mevi transportado a travs de infinitos eones e inconcebiblesdimensiones a mundos antiguos y exteriores que el dementeautor del Necronomicn no haba sino empezado a intuir.All se me hablaba de los pozos de vida primigenia, de losros que descendan de aquel manantial y, finalmente, delriachuelo que, procedente de uno de aquellos ros, se habafundido inextricable-mente con los destinos de nuestro

    planeta.

    Mi cerebro era un torbellino que no cesaba de dar vueltas, ysi antes haba intentado encontrar una explicacin a lascosas, ahora empezaba a creer en los ms anormales yfantsticos prodigios. Las pruebas eran abrumadoras yaplastantes, y la fra y cientfica actitud de Akeley unaactitud que distaba siglos de lo demencial, fantico, histricoy hasta de lo gratuitamente especulativo, tuvo untremendo impacto sobre mis facultades crticas. Cuandoacab de leer aquella espantosa carta pude comprender lostemores que Akeley haba llegado a albergar, y me dispuse a

    hacer lo que estuviera en mis manos para mantener alejada ala gente de aquellas despobladas y encantadas montaas.Incluso hoy, cuando el transcurso del tiempo ha mitigado laimpresin experimentada y me ha hecho replantearme misacciones y horribles dudas, hay cosas de aquella carta deAkeley que no me atrevera a mencionar, ni siquieraexpresndolas en palabras sobre el papel. Casi me alegro deque hayan desaparecido la carta, la grabacin y lasfotografas... y slo deseo, por razones que no. tardar en

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    explicar, que no llegue a descubrirse el nuevo planetaallende Neptuno.Tras la lectura de aquella carta, puse fin definitivamente amis polmicas sobre los horrores de Vermont. Lasargumentaciones de mis contrarios quedaron sin respuesta o

    postergadas tras algunas disculpas, y con el tiempo lacontroversia cay en el olvido. Durante los ltimos das demayo y a todo lo largo de junio mantuve unacorrespondencia ininterrumpida con Akeley, si bien, debidoa que de vez en cuando se extraviaba una carta, tenamosque volver sobre nuestros pasos y efectuar una ingente laborde reproduccin. Lo que hacamos, en trminos generales,

    era comparar nuestras notas en los puntos oscuros de lamitologa con el fin de llegar a establecer una precisacorrelacin de los horrores de Vermont con el corpusgeneral de leyendas primitivas de todo el universo.De entrada, acordamos prcticamente que aquellas mor-

    bosidades y el infernal Mi-Go de las cumbres de Himalaya pertenecan a la misma categora de monstruosidadesencarnadas. Hicimos tambin interesantsimas conjeturas decarcter zoolgico que me habra gustado consultar a mi

    colega universitario, el profesor Dexter, de no mediar latajante orden de Akeley de no hacer partcipe a nadie, fuerade nosotros, de lo que suceda. Si desobedezco ahora esaorden, es porque creo que en el actual estado de cosas unaadvertencia acerca de aquellas remotas montaas deVermont ---y de aquellas cumbres del Himalaya quealgunos intrpidos exploradores cada vez estn msempeados en escalar. puede favorecer ms a la seguridad

    pblica que el guardar silencio. Algo concreto queestbamos a punto de desentraar era el desciframiento> de

    lhs jeroglficos de aquella ignominiosa piedra negra: algoque muy bien podra hacernos entrar en posesin de secretosms arcanos y ms asombrosos que cualesquiera otros hastaentonces conocidos por el hombre.

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    Hacia finales de junio lleg la grabacin fonogrfica, re-mitida desde Brattleboro, pues Akeley no confiaba en laseguridad que pudiera ofrecer el ramal que discurra al nortede dicha ciudad. Empezaba a tener cada vez ms sospechasde que era espiado, sensacin sta que se agrav debido a la

    prdida de algunas cartas, y hablaba continuamente acercade las insidias de ciertas personas a las que considerabainstrumentos y agentes de los seres ocultos. De quien mssospechas albergaba era del desabrido granjero WalterBrown, que viva solo en una ruinosa vivienda de la laderaque daba a los frondosos bosques y que era visto a menudoharaganeando por las esquinas de Brattleboro, Bellows Falls,

    Newfane y South Londonderry, del modo ms inexplicable ysin razn aparente alguna. Akeley estaba convencido de quela voz de Brown era una de las que en cierta ocasin oy enel curso de una horripilante conversacin; adems, en otromomento vio una huella de pisada o de zarpa en los aledaosde la casa de Brown, lo que juzg un siniestro presagio.Curiosamente, cerca de ella haba huellas de pisadas deBrown... pisadas enderezadas hacia la casa.As pues, la grabacin fue echada al correo en Brattleboro, a

    donde la llev Akeley tras conducir su Ford a lo largo de lassolitarias carreteras secundarias de Vermont. En la nota queacompaaba a la grabacin, confesaba que empezaba a tenermiedo de aquellas carreteras, y que ni siquiera se atreva a ira Townshend a hacer compras si no era a plena luz del da.Era peligroso, repeta una y otra vez, saber demasiado, amenos que uno se encontrara a remota distancia de aquellassilenciosas y siniestras montaas. Pensaba trasladarse loantes posible a California a vivir con su hijo, por muy duroque resultara abandonar el lugar donde se centraban todos

    sus recuerdos y sentimientos ancestrales.Antes de poner la grabacin en el aparato que ped prestadoal Rectorado de la Universidad, repas cuidadosamentetodas las explicaciones aparecidas en las diversas cartas deAkeley. La grabacin, deca, fue obtenida hacia la una de lamaana del 1 de mayo de 1915, cerca de la boca cerrada deuna gruta en la frondosa vertiente occidental de DarkMountain, justo encima de los terrenos pantanosos de Lee.De siempre, el lugar haba estado extraamente plagado de

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    curiosas voces, siendo ste el motivo de que hubiese llevadohasta all el fongrafo, el dictfono y unos cilindros paragrabar en espera de obtener resultados positivos. Anterioresexperiencias le haban inducido a confiar en que la Vsperade Mayo la horrible noche del Sabbat de las leyendas eso-tricas europeas sera con toda probabilidad una fechamucho ms fructfera que cualquier otra... y, efectivamente,no qued decepcionado de su eleccin. Ahora bien, era dedestacar que en adelante jams volvi a oft voces en aquellugar.Al contrario que la mayora de las voces odas en el bosque,la sustancia de la grabacin era casi ritual y contena una

    voz innegablemente humana, si bien Akeley no lograbaidentificarla. Desde luego, no era la de Brown; ms bien

    pareca corresponder a un hombre con mayor nivel deeducacin. La segunda voz, empero, constitua un autnticoenigma, pues se trataba de un maldito susurro que noguardaba la menor semejanza con el lenguaje humano, a

    pesar de expresarse con palabras que denotaban un excelenteingls y un acento acadmico.El fongrafo y el dictfono no debieron funcionar por igual a

    lo largo de toda la grabacin, y naturalmente ellorepresentaba un gran inconveniente debido a la le-jana y encubierta naturaleza del ritual, por lo que el registrode las voces era en realidad muy fragmentario. Akeley mehaba facilitado una transcripcin de lo que l crea eran las>

    palabras pronunciadas, y volv a repasara mientras medispona a escuchar el aparato. El texto tena ms detenebroso y enigmtico que de decididamente horrible,aunque el conocimiento de su origen y procedimiento dereproduccin le infunda un halo de horror superior a

    cualquier palabra que pudiera pronunciarse. Tratar dereproducirlo aqu en su integridad en la medida que lorecuerde, aun cuando estoy convencido de que me lo s dememoria, no slo por la lectura de la transcripcin, sino porhaber escuchado la grabacin infinidad de veces. No es algoque uno pueda olvidar fcilmente!

    (Sonidos irreconocibles.)(Una voz humana, masculina, culta.)

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    ...es el Seor de los Bosques, incluso para... y los presentesde los hombres de Leng... por lo que desde los abismos de lanoche hasta las vorgines del espacio, y desde las vorginesdel espacio hasta los abismos de la noche, siempre lasalabanzas al Gran Cthulhu, a Tsathoggua y a Aquel que no

    puede ser Nombrado. Siempre Sus alabanzas, y abundanciapara el Chivo Negro de los Bosques. I! Shub-Niggurath!El Cabrn Negro de las Mil Cras!

    (Una imitacin susurrante del lenguaje humano.)I! Shub-Niggurath! El Cabrn Negro de las Mil Cras!

    (Voz humana.)

    Y he aqu que el Seor de los Bosques, siendo... siete ynueve, descendi los peldaos del nix... le (tri) buta a El enla Vorgine, Azathoth, Aquel de Quien T nos has enseadomarav (illas)... sobre las alas de la noche muy lejos delespacio, muy lejos del... a Aquel de quien Yuggoth es el

    benjamn, girando solo en el negro ter del crculo exterior...

    (Voz susurrante.)... ir entre los hombres y encontrar las formas de hacerlo,que Aquel que est en la Vorgine debe conocer. A

    Nyarlathotep, Poderoso Mensajero, debe drsele cuenta detodo. Y El tomar la apariencia de los hombres, con lamscara de cera y la indumentaria que oculta, y descenderdel mundo de los Siete Soles para burlar...

    (Voz humana.)

    (Nyarl) athotep, Gran Mensajero, portador de singularalegra a Yuggoth a travs del vaco, Padre del Milln dePrivilegiados, Cazador al Acecho entre...

    (Interrupcin del dilogo por llegarse al final de la gra-bacin.)

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    Tales fueron las palabras que me prepar a escuchar cuandopuse en marcha el fongrafo. Confieso que un cierto temor yrenuncia me embargaban cuando apret la palanca y oi elrasgar de la punta de zafiro en los primeros surcos, peroexperiment una sensacin de alivio al comprobar que las

    primeras dbiles y fragmentaras palabras procedan de unavoz humana: una voz suave y educada, con un ligero acento

    bostoniano, y que en cualquier caso no era de nadie que procediese de la regin montaosa de Vermont. Mientrasescuchaba aquellas exasperantes y tenues voces, el dilogome pareci no diferir en nada de la transcripcin que tanescrupulosamente haba hecho Akeley. Y aquella suave voz

    bostoniana salmodiaba... I! Shub-Niggurath! El Ca-brn Negro de las Mil Cras! ...Y entonces o la otra voz. An hoy siento un estreme-cimiento retrospectivo cuando pienso en la tremenda im-

    presin que me caus, aun cuando ya estaba sobre aviso porlo que me haba dicho Akeley. Aquellos a quienes

    posteriormente he descrito la grabacin afirman no hallar enella sino una burda patraa o la mejor prueba de un estadode locura, pero estoy convencido de que pensaran de forma

    diferente si hubieran odo la maldita grabacin o ledo elgrueso de la correspondencia de Akeley (sobre todo, esaterrible y enciclopdica segunda carta). Despus de todo, esuna verdadera lstima que no me atreviera a desobedecer aAkeley y les dejara escuchar la grabacin a otros... y nomenos lstima es, asimismo, que todas sus cartas se

    perdieran. A m, que tena una impresin de primera manode los sonidos reales y que era conocedor del trasfondo y delas circunstancias en que se efectu la grabacin, aquellavoz me pareci algo monstruoso. Sigui inmediatamente a la

    voz humana en ritual respuesta, pero tuve la sensacin deque era un morboso eco que se reproduca a travs deinsondables abismos en inimaginables infiernos exteriores.Hace ya ms de dos aos que escuch por ltima vez aquelespeluznante cilindro de cera, pero an hoy, y estoy conven-cido de que en cualquier otro momento, puedo percibir enmis odos aquel tenue y diablico susurro, tal como alcanca escucharlo por vez primera:

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    I! Shub-Niggurath! El Cabrn Negro de las MilCras!

    Pero aunque aquella voz no abandona mis odos, no helogrado an analizarla lo suficientemente bien como paradar una descripcin grfica de ella. Era como el zumbido dealgn repugnante y gigantesco insecto transformadotediosamente en el lenguaje articulado de una rara especie, yestoy plenamente convencido de que los rganos que lo

    producan no guardaban la menor semejanza con los rganosvocales del hombre, ni incluso con ninguno de losmamferos conocidos. Tena ciertas peculiaridades de

    timbre, duracin y armona que hacan de este fenmenoalgo totalmente ajeno a lo propiamente humano y a la vidaterrenal misma. Nada ms captarlo mis odos aquella

    primera vez casi qued aturdido, por lo que el resto de lagrabacin la o sumido en una especie de inconscienteletargo. Al llegar el prrafo ms largo de la voz susurrante,se intensific en extremo aquella sensacin de implacableinfinitud que tanto me choc al or el precedente y ms

    breve prrafo. Al final, la grabacin terminaba bruscamente,

    en el momento en que se oa con desacostumbrada claridadla voz humana de acento bostoniano... pero yo segu sentadocon la mirada absurdamente perdida hasta mucho despus dedetenerse automticamente el aparato.Huelga decir que escuch muchas ms veces aquellaincreble grabacin, y que hice exhaustivos intentos paraanalizarla y comentarla tras comparar mis notas con las deAkeley. Sera intil y alarmista repetir aqu todo lo quesacamos en conclusin, pero puedo adelantar que creamoshaber dado con una pista del origen de algunas de las ms

    genuinas y repulsivas costumbres de las antiguas y crpticasreligiones de la humanidad. Nos pareca, asimismo, evidenteque haba vnculos antiguos y complejos entre aquellosmisteriosos seres extraterrestres y determinadosrepresentantes de la raza humana. Hasta dnde llegabanestos vnculos y hasta qu punto puede compararse su actualestado con el de pocas anteriores, no nos atrevamos aconjeturar, pero en cualquier caso daban pie a un sinfn deescalofriantes especulaciones. Pareca haber una horrorosa e

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    inmemorial relacin en determinados perodos entre elhombre y el infinito desconocido. Todo indicaba que losespantosos seres que aparecieron sobre la tierra procedandel misterioso planeta Yuggoth, en los confines del sistemasolar, pero no eran sino la vanguardia de una espantosa razaextraterrestre cuyo origen ltimo debe radicar incluso mucho

    ms all del continuo espacio-tiempo einsteniano o mayorcosmos conocido.Entretanto, seguamos hablando de la piedra negra y de culseria la mejor forma de enviarla a Arkham, pues Akeley noestimaba aconsejable que fuera yo a visitarle al escenariomismo de sus alucinantes investigaciones. Por una u otra

    razn, tema que fuera transportada siguiendo una rutaordinaria o convencional. Finalmente, decidi que lo mejorsera llevarla campo a travs hasta Bellows Fals, y allenviarla en el ferrocarril de Boston y Maine a travs deKeene, Winchendon y Fitchburg, aunque ello significabatener que conducir por caminos de montaa ms solitarios yms rodeados de bosques que la carretera principal queconduca a Brattleboro. Dijo haber visto a un hombremerodeando por la oficina de correos de Brattleboro cuando

    envi la grabacin fonogrfica, cuyo aspecto y movimientosno eran nada tranquilizadores. Aquel hombre pareca tenerun gran inters en hablar con los empleados de correos, ytom el tren en que iba la grabacin. Akeley confes que nose haba sentido del todo tranquilo hasta que no recibinoticias mas dicindole que la grabacin estaba a buenrecaudo.Por aquellos das -corra la segunda semana de julio seextravi otra carta ma, segn me enter por unacomunicacin de Akeley que evidenciaba cierto desasosiego.

    A raz de aquello, me dijo que no volviera a escribirle aTownshend y que enviase todas mis cartas a la Lista deCorreos de Brattleboro, adonde haca frecuentes visitas bienen su coche o en un autobs de la lnea regular que se habahecho cargo ltimamente del servicio de transporte deviajeros que vena prestando el lento ramal de ferrocarril.Me di perfecta cuenta de que su ansiedad iba en aumento,

    pues entraba en pormenorizado detalle al hablar sobre losladridos cada vez mayores de los perros en las noches sin

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    luna y las frescas huellas de zarpas que a veces encontraba alamanecer en el camino y en el barro que se formaba en la

    parte posterior del corral. En cierta ocasin me habl de todoun ejrcito de pisadas de perros, y para demostrarlo meenviaba una repulsiva e inquietante instantnea kodak. Lafoto fue tomada a raz de una noche en que los perros sehaban superado a s mismos en sus aullidos y ladridos.La maana del mircoles, 18 de julio, recib un telegrama deBellows Falls, en el que Akeley me comunicaba el envo dela piedra negra en el tren nm. 5.508 de la compaa B. &M., que sala de Bellows Fals a las 12,15 y tena anunciadasu llegada a la estacin del Norte de Boston a las 16,12.

    Calcul que llegara a Arkham para las 12 de la maana delda siguiente, por lo que permanec all toda la maana del

    jueves hasta que llegara. Pero viendo que daban las 12 y nollegaba nada, llam por telfono a la oficina de correosdonde me informaron que no se haba recibido ningn envoa mi nombre. A rengln seguido, y en medio de unacreciente alarma, puse una conferencia al factor de correosde la estacin del Norte de Boston... y apenas me sorprendienterarme de que no apareca ningn envo a mi nombre. El

    tren nm. 5.508 haba llegado con slo 35 minutos de retrasoel da anterior, pero en l no haba ningn paquete para m.Con todo, el factor me prometi realizar una investigacin

    para ver si apareca. El da concluy con una carta que leenvi a Akeley por la noche en la que le daba cuenta delestado de la situacin.A la tarde siguiente lleg, con encomiable prontitud, uninforme de la oficina de Boston; el factor me telefone encuanto se inform al respecto. Al parecer, el empleado deservicio en el tren nm. 5.508 recordaba un incidente que tal

    vez tuviera que ver con la prdida de mi paquete: unadiscusin con un hombre de voz muy extraa, aspectocampesino, de contextura delgada y con el pelo de colorarena, mientras el tren estaba estacionado en Keene, NewHampshire, poco despus de la una de la tarde.El hombre en cuestin, sigui diciendo el empleado, sehallaba muy excitado a propsito de una pesada caja queaguardaba, pero que no estaba en el tren ni figuraba en loslibros de la compaa. Deca llamarse Stanley Adams, y

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    tena un tono de voz tan extraamente pastoso y montonoque el empleado se qued aturdido y adormecido mientras laescuchaba. El empleado no poda recordar el final de laconversacin, aunque s que se despert al tiempo que eltren volva a ponerse en marcha. El factor de Boston aadique aquel empleado era un joven de una probidad yconfianza a toda prueba, de buenos antecedentes y conmucho tiempo de servicio en la compaa.Aquella misma tarde me fui a Boston a entrevistarme con elempleado en cuestin, tras obtener su nombre y direccin enla oficina. Era un tipo abierto y simptico, pero no tard encomprender que nada nuevo poda aadir a lo ya dicho. Por

    raro que parezca, ni siquiera estaba seguro de poderidentificar al extrao que le hizo la pregunta. Tras darmecuenta de que no tena ms que decir, regres a Arkham yme pas la noche entera escribiendo cartas a Akeley, a lacompaa de transportes, a la comisara de polica y al factorde la estacin de Keene. A mi juicio, ese hombre de singularvoz que tan extraamente haba afectado al empleado debadesempear un papel fundamental en todo aqueldesagradable asunto, y esperaba que los empleados de la

    estacin de Keene y los archivos de la oficina de telgrafospudieran decirme algo acerca de su persona y de los motivosque le impulsaron a preguntar cuando y donde lo hizo.

    Debo admitir, empero, que todas mis investigacionesresultaron infructuosas. Al hombre de la voz rara se le habavisto efectivamente en las inmediaciones de la estacin deKeene a primeras horas de la tarde del 18 de julio, y unviajero le asociaba vagamente con una pesada caja, pero eraalguien completamente desconocido para l y no haba

    vuelto a verle desde entonces. El desconocido no haba pasado por la oficina de telgrafos ni recibido ningnmensaje, y a la oficina no haba llegado ningn telegramaque pudiera relacionarse con la presencia de la piedra negraen el tren nm. 5.508. Naturalmente, Akeley colaborconmigo en las investigaciones, y hasta se desplaz a Keene

    para interrogar al personal de servicio en la estacin, pero suactitud era ms fatalista que la ma. Para l, la prdida de lacaja era el sntoma inconfundible de algo portentoso y

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    amenazador que nada bueno presagiaba, y no tena la menoresperanza de recuperarla. Hablaba de los indudables poderestelepticos e hipnticos de los seres de las montaas y de susintermediarios, y en una carta expresaba su convencimientode que la piedra no se encontraba ya en nuestro planeta. Porm parte, estaba enfurecido y con razn, pues me habahecho a la idea de que al menos se me presentaba unaoportunidad para enterarme de cosas profundas y sor-

    prendentes sobre los antiguos e indescifrables jeroglficos.Aquello me habra dejado mal gusto por algn tiempo de noser porque las cartas que segua recibiendo de Akeleyhicieron que el horrible problema de la montaa entrara en

    una nueva fase que acapar inmediatamente toda miatencin.

    IV

    Los seres desconocidos, me escriba Akeley con unacaligrafa cada vez ms temblorosa, haban empezado amontar un cerco en torno a l con una determinacin

    totalmente nueva. Los ladridos nocturnos de los perroscuando no haba luna o apenas brillaba se haban vueltoespantosos, y ya se habran producido intentos de atacarle enlas solitarias carreteras por las que transitaba durante el da.El 2 de agosto, cuando se diriga al pueblo en su coche, seencontr un tronco de rbol en medio del camino en un lugaren que la carretera discurra por entre una frondosa arboleda;los furiosos ladridos de los dos grandes perros que leacompaaban le indicaron muy a las claras que alguno deaquellos seres deba estar merodeando por all. No quera ni

    pensar lo que hubiese sucedido de no ser por los perros..., asque en lo sucesivo no se atrevi a salir ms sin dosejemplares cuando menos de su fiel y poderosa jaura. Tuvootros incidentes en la carretera los das 5 y 6 del mismo mes.En una ocasin un proyectil le pas rozando el coche, y enotra los ladridos de los perros le advirtieron de peligros ocul-tos en el bosque.El 15 de agosto recib una desesperada carta que meintranquiliz mucho, hasta el punto de hacerme desear que

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    Akeley dejase a un lado su pertinaz reticencia y acudiese ala justicia en busca de ayuda. En la noche del 12 al 13 sehaban producido unos espantosos hechos:se oyeron varios disparos en el exterior de la granja, y tresde los doce grandes perros fueron encontrados muertos a lamaana siguiente. Por minadas se contaban las huellas dezarpas que haba en el camino, y entre ellas podan verse lashuellas humanas de Walter Brown. Akeley intent telefoneara Brattleboro para que le enviasen ms perros, pero lacomunicacin se cort al poco de empezar a hablar.Posteriormente, se fue en coche a Brattleboro, en donde se

    enter de que los instaladores de lneas telefnicas habanencontrado el cable principal cortado con suma limpieza enun lugar de las despobladas montaas al norte de Newfane.Pero Akeley se dispona a regresar a casa con cuatro nuevosy excelentes perros y varias cajas de municin para su riflede repeticin de gran calibre. La carta, escrita en la oficinade correos de Brattleboro, lleg a mis manos sin ningnretraso.Mi actitud respecto a todo aquello haba pasado en pocotiempo de un inters cientfico a otro personal y alarmista.

    Tema por Akeley en su remota y solitaria granja, e inclusoalbergaba temores por mi mismo a causa de todo lo quesaba en relacin con el extrao caso de la montaa. Aquellotrascenda toda lgica. Acabara tambin por absorberme yengullirme a m? Al contestar a la carta de Akeley, le inst aque buscara ayuda, insinundole que si no lo haca l podraintentarlo yo. Le habl de mi intencin de ir a Vermont en

    persona a pesar de sus deseos en contra, y de ayudarle aexplicar el caso a las autoridades competentes. Por todacontestacin, empero, recib un telegrama expedido en

    Bellows Falls y que deca as:

    AGRADEZCO SU ATENCION PERO NO PUEDOHACER NADA. NO HAGA NADA PUESPODRIA PERJUDICARNOS A AMBOS. ESPEREEXPLICACION. HENRY AKELY.

    Pero el asunto se complicaba cada vez ms. Tras contestar altelegrama, recib una temblorosa nota de Akeley con la

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    sorprendente noticia de que no slo no haba enviado eltelegrama, sino que no le haba llegado mi carta a la queaqul daba contestacin. Tras apresuradas indagaciones enBellows Fals se comprob que el telegrama fue cursado porun extrao individuo de cabello color terroso y vozcuriosamente pastosa y susurrante, y eso fue prcticamentetodo lo que Akeley pudo sacar en claro. El funcionario detelgrafos le ense el texto original garrapateado a lpiz porel remitente, pero la caligrafa resultaba completamentedesconocida. Se apreciaba un error en la firma A-K-E-L-Y,sin la segunda E. Ciertas conjeturas eran, inevitables a partirde ah, pero la crisis le haba afectado de tal forma que no se

    par a meditar al respecto.Hablaba de la muerte de ms perros, de la compra de otrosnuevos, y del cruce de disparos que haba acabado siendouna nota peculiar de las noches sin luna. Las huellas deBrown y de al menos uno o dos seres humanos ms, que ibancalzados, podan verse casi siempre entre las huellas dezarpas que haba en el camino y en la parte trasera de lagranja. La situacin, reconoca Akeley, se haba vueltoinsoportable, y lo ms probable es que muy pronto se

    marchara a vivir a California con su hijo, vendiera o no lavieja casa. Pero no resultaba nada fcil abandonar el nicolugar que uno poda considerar realmente su hogar. Tratarade seguir all algo ms. Tal vez consiguiera ahuyentar a losintrusos.., sobre todo si abandonaba de una vez por todascualquier intento de profundizar en sus secretos.Contest inmediatamente a Akeley, renovndole misofrecimientos de ayuda, y le habl de nuevo de visitarle yayudarle a convencer a las autoridades del extremo peligroque corra. En su respuesta pareca menos predispuesto

    contra el plan de lo que su anterior actitud habra hechosuponer, aunque dijo que le gustara aplazar su salida unosdas ms... justo el tiempo suficiente para poner en orden suscosas y hacerse a la idea de que tena que abandonar el casimorbosamente querido suelo natal. La gente albergabasospechas sobre sus estudios e investigaciones, y lo mejorsera salir sin ruido de la comarca, sin provocar alborotos nique empezaran a circular rumores sobre su salud mental.

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    Habla pasado mucho, afirmaba, pero querra marcharse deun modo digno a ser posible.La carta lleg a mis manos el 28 de agosto, e inme-diatamente le escrib y ech al correo una carta de con-testacin animndole en sus proyectos. A lo que se vio, mis

    palabras de nimo surtieron efecto, pues Akeley pareca mstranquilo cuando contest mi nota. No obstante, no se hacamuchas ilusiones pues crea que lo nico que retena aaquellas criaturas era que habla luna llena. Confiaba que nohubiese muchas noches nubladas, y de pasada hablaba deirse a vivir a una pensin a Brattleboro cuando la lunaempezara a menguar. Volv a escribirle en tono animoso,

    pero el 5 de septiembre me lleg una carta que sin dudadebi cruzarse con la ma en el correo... y esta vez s que mefue imposible darle ninguna respuesta alentadora. En vistade su importancia creo que lo mejor ser transcribirlantegramente, todo lo mejor que mi memoria me permitarecordar aquella temblorosa letra. Poco ms o menos, decaas:

    Lunes

    Querido Wilmarth:Una postdata harto desoladora a mi ltima carta. Anoche elcielo estaba plagado de nubes aunque no llovi y no sevea luz procedente de la luna. La situacin empeortremendamente, y mucho me temo que se acerque el final,en contra de todo lo que esperbamos. Pasada la medianochealgo se pos en el tejado de la casa y los perros se

    precipitaron fuera a ver qu pasaba. Les oi ladrar y aullar, yseguidamente uno consigui encaramarse al tejado saltando

    desde un cobertizo bajo. Se entabl una feroz lucha allarriba, y o un espantoso susurro que jams olvidar. Y luegolleg hasta m un tufo irresistible. Casi al mismo tiempounos proyectiles atravesaron la ventana y a punto estuvieronde alcanzarme. En mi opinin, una avanzadilla de lascriaturas de la montaa se acercaron a la casa mientras los

    perros estaban entretenidos con lo que suceda en el tejado.Ignoro qu pasara all, pero me temo que esos seres estnaprendiendo a gobernar mejor sus alas espaciales. Apagu la

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    luz y utilic las ventanas a modo de troneras, y barr toda lacasa con fuego de rifle apuntando alto a fin de no herir a los

    perros, tras lo cual se puso fin a la contienda. Pero, a lamaana siguiente, descubr grandes charcos de sangre en el

    patio, adems de otros de una sustancia verde y viscosa quedespedan el olor ms nauseabundo que mi memoriarecuerda. Me encaram al tejado en donde encontr msrestos de aquella sustancia viscosa. Cinco perros habancado muertos... me temo que a uno lo mat yo por apuntarmuy alto, pues tena un tiro en el lomo. Ahora estoycambiando los cristales que se rompieron a causa de losdisparos, y dentro de unos momentos salgo para Brattleboro

    en busca de ms perros. Los hombres de las perreras debencreer que estoy loco. Le pondr otra nota a la vuelta. Espero

    poder mudarme dentro de una o dos semanas, aunque casime mata slo pensar en ello.

    Apresuradamente, Akeley.

    Pero sta no fue la nica carta de Akeley que se cruz con lama. A la maana siguiente -6 de septiembre recib

    otra. Esta vez eran unos mal trazados garrapatos que medesconcertaron por completo y que me dejaron sin saber qudecir o hacer. Una vez ms, lo mejor ser que reproduzca eltexto de la carta lo ms fielmente que la memoria me lo

    permita.

    Martes

    No se abri ningn claro entre las nubes de modo quetampoco hubo luna, la cual, por otro lado, est en fase de

    cuarto menguante. Si no fuera porque s que cortaran loscables una y otra vez que los arreglaran llevara electricidadhasta la casa e instalara un foco.Creo que voy a volverme loco. Es posible que todo lo que lehe escrito no sea ms que un sueo o simple locura. Yaestaban mal las cosas antes, pero esta vez sobrepasan todo loimaginable. Anoche hablaron conmigo... me hablaron enaquella horrible y susurrante yoz para decirme cosas que nome atrevo a repetir aqu. Les o con toda nitidez a pesar de

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    los ladridos de los perros., y en un momento determinado enque empezaba a no orse les, se oy una voz humana quevino en su ayuda. No se meta en esto, Wilmarth... es mucho

    peor de lo que sospechbamos. Ahora no quieren dejarme ir

    a California: quieren llevarme con ellos vivo, o lo queterica y mentalmente equivale a vivo.., y que les acompaeno slo a Yuggoth, sino mucho ms all... lejos de lagalaxia, y posiblemente ms all del ltimo crculo de anilloespacial. Les dije que no les seguira a donde ellos quierenque vaya, ni me dejara llevar del modo tan terrible queellos proponen, pero temo que todo sea intil. Mi casa esttan apartada que dentro de poco podrn presentarse lo

    mismo de da que de noche. Seis perros ms han muerto, ycuando hoy me diriga a Brattleboro senta que meobservaban desde los bosques que bordean el camino.Fue un error por mi parte tratar de enviarle la grabacin

    fonogrfica y la piedra negra. Ser mejor que destruya lagrabacin antes de que sea demasiado tarde. Le pondr unas

    lneas maana, si es que sigo aqu todava. Me gustarapoder llevarme a Brattleboro mis libros y otras pertenenciasy alojarme en alguna pensin. Si pudiera echara a correr

    ahora mismo y lo dejara todo detrs, pero hay algo dentrode m que me lo impide. Podra escaparme a Brattleboro,donde estara a salvo, pero tengo la impresin de que all mesentirla tan prisionero como en mi casa. Y, a mi juicio, nocreo que pudiera ir mucho ms lejos, ni aunque lo dejaratodo y lo intentara. Es realmente horrible.., no se mezcle entodo esto.

    Atentamente, Akeley.

    Despus de leer esta horrible carta no dorm en toda lanoche. No saba qu decir acerca del estado de salud mentalde Akeley. El contenido de la carta era totalmentedemencial, pero la forma de expresarlo habida cuenta detodo lo acontecido hasta entonces resultaba sombra ytremendamente convincente. Decid no contestarla,

    pensando que sera mejor aguardar hasta que Akeleydispusiera de tiempo para responder a mi ltima carta. Comoera de esperar, la respuesta lleg al da siguiente, aunque las

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    noticias frescas que se recogan en ella eclipsaronprcticamente las cuestiones que se planteaban en la carta ala que en teora responda. A continuacin reproduzco lo querecuerdo de su texto, garrapateado y lleno de tachadurascomo si hubiese sido escrito en el curso de un frentico yapresurado impulso.

    MircolesW...

    Recib su carta, pero es intil seguir hablando sobre el tema.

    Estoy completamente resignado. Me sorprende que an mequeden fuerzas para rechazarlos. No podra escapar ni aunen el caso de que estuviera dispuesto a abandonarlo todo ysalir corriendo. Me atraparan.

    Ayer recib una carta de ellos.., me la entreg un tipo denombre R. F. D. en Brattleboro Estaba mecanografiada yllevaba matasellos de Bellows Fals. En ella se dice lo quequieren hacer conmigo... No me atrevo a repetirlo. Tengacuidado Wilmarth! Destruya la grabacin. Quisiera

    decidirme y pedir ayuda tal vez ello me hara recobrar mifuerza de voluntad, pero quienquiera que viniese en ayudama pensara que estoy loco, a no ser que le presentara

    pruebas concluyentes. No puedo pedir ayuda a la gente si notengo un buen motivo... No tengo ni he tenido el menorcontacto con nadie en muchos aos.Pero an no le he contado lo peor, Wilmarth. Preprese paraleer lo que sigue, pues se va a llevar un sobresaltomaysculo. Pero no hago ms que decirle la pura verdad.Preprese, pues, como le digo: he visto y tocado a uno de los

    seres, o menos parte de uno de los seres. Fue algo horrible,Dios mo! Estaba muerto, naturalmente. Esta maana me loencontr junto a la perrera:uno de los perros lo tena entre sus garras! Trat deesconderlo en la leera para as poder mostrrselo y con-vencer a mis vecinos, pero en unas horas se evapor. Noqued ni el menor rastro de l. Como usted bien sabe, slo la

    primera maana tras la inundacin se vieron aque- -los seresflotando en los ros. Y aqu viene lo peor. Trat de

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    fotografiarlo para mostrrselo luego, pero cuando revel lapelcula en ella no se vea ms que la leera. De qu podaestar hecho ese ser? Al menos, puedo decir que vi y palpuno, y que todos ellos dejan huellas de pisadas. Sin dudaestaba hecho de materia, pero qu clase de materia? Nosabra cmo describir su forma. Era un enorme cangrejo, conun montn de anillos piramidales carnosos o ligamentos deuna sustancia espesa y viscosa, cubierto de tentculos en ellugar donde el hombre tiene la cabeza. Aquella sustanciaverde y pringosa era su sangre o jugo. Y a cada momentoque pasa crece su nmero sobre la tierra.Walter Brown ha desaparecido. No se le ha visto lti-

    mamente merodeando porninguna de las esquinas que solafrecuentar en los pueblos de los alrededores. Uno de misdisparos debi alcanzarle, aunque aquellas criaturas sellevan siempre consigo sus muertos y heridos.Esta tarde acud a la ciudad y no tuve el menor contra-tiempo, pero temo que comiencen a retraerse porque ya meconocen muy bien. Escribo esta carta en la oficina decorreos de Brattleboro. Tal vez sea una despedida. En talcaso, escriba a mi hijo, George Goodenough Akeley, 176

    Pleasant St., San Diego, California, pero no venga aqu porlo que ms quiera. Escrbale a mi hijo si no vuelve a saberde m dentro de una semana... y est atento a las noticias delos peridicos.- Voy a jugarme las dos ltimas cartas que me quedan... si esque an tengo arrestos. La primera es tratarenvenenar con gas a esos seres (tengo los productos qu-micos necesarios, y me he fabricado mscaras para m y paralos perros), y si veo que no- da resultado ir a contrselo al

    sheriff. Es posible que me encierren en un manicomio, peroen cualquier caso ser siempre preferible a lo que las otrascriaturas haran conmigo. Tal vez pueda conseguir que

    presten atencin a las huellas que hay en torno a la casa: son borrosas, pero puedo verlas todas las maanas. Puedesuceder tambin que la polica diga que trato de engaarles,

    pues la gente opina de m que soy un personaje muy extrao.Lo mejor sera que un polica pasara una noche aqu y loviera todo con sus propios ojos... aunque lo ms probable esque las criaturas se enteraran y no aparecieran. Me cortan los

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    cables del telfono cuando intento telefonear de noche; losempleados de la compaa tele fnica creen que es algo muyextrao, quiz puedan testimoniar en favor mo... si es queno llegan a creer que yo mismo corto los hilos. Hace ya msde una semana que estn sin reparar.Podra asimismo hacer que algn campesino de los aledaosatestiguara en mi nombre la realidad de los horrores, perotodo el mundo se re de lo que dicen esas gentes sencillas, y,

    por otro lado, hace ya tanto que no vienen por aqu que nosaben nada de lo - que est pasando. Ni uno solo de esos

    pobres granjeros se acercara a menos de una milla dedistancia de mi casa, ni por todo el oro del mundo. El cartero

    les oye hablar y luego viene a contrmelo en tono jocoso...Dios mio! Si me atreviera a decirle que no es sino la puraverdad. Creo que lo mejor sera llevarle a ver las huellas,

    pero siempre viene por la tarde y para entonces, por logeneral, ya estn borradas. Y si tratara de conservar- una

    poniendo encima una caja o una cazuela?... - Bah! Entoncescreera casi con toda seguridad que se trataba de una patraao una broma.Ojal no llevara una vida tan solitaria; pues la gente ya no

    pasa a yerme como sola. Nunca me - be atrevido a mostrarla piedra negra o las fotografas kodak ni dejar escuchar lagrabacin, pues, salvo los sencillos aldeanos, los demshabran credo que no era ms que una farsa y se habranechado a rer. Pero an puedo tratar de ensearles - lasfotografas. En ellas pueden apreciarse bien las pisadas, auncuando no aparezcan los seres que las produjeron. Qulstima que nadie viese aquel ser esta maana, antes de quese desvaneciera en el aire!Pero no s por qu me preocupo. Despus de todo lo que he

    pasado, tan bueno es un manicomio como cualquier otrolugar. Los mdicos me ayudarn a olvidar los malosmomentos que he pasado en esta - casa; slo eso podr

    salvarme. - Escriba a mi hijo George si no tiene prontonoticias mas. Destruya la grabacin y no se meta paranada en esto.

    Atentamente, Akeley

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    Esta carta me sumi en un terror abismal. No saba quresponder, as que me limit a garrapatear unas incoherentes

    palabras de consejo y aliento, envindoselas a micorresponsal por correo certificado. Recuerdo que en aquellacarta le instaba a Akeley a que se trasladara inmediatamentea Brattleboro y se pusiera bajo la proteccin de lasautoridades, aadindole que yo me dirigira all con lagrabacin fonogrfica y le ayudara a convencer a los juecesde su cordura. Creo que le deca tambin que haba llegadoel momento de alertar a la gente de la presencia de talesseres. Conviene sealar que en aquellos momentos deextrema tensin crea prcticamente en todo lo que deca

    Akeley, aunque pensaba que si no pudo hacer una fotografa- del monstruo muerto era ms culpa suya que atribuible aalgn fenmeno de la Naturaleza.

    V

    El sbado 8 de septiembre por la tarde, tras cruzarse alparecer con mis incoherentes lneas, recib una extraa y

    tranquilizadora carta, mecanografiada con toda pulcritud enuna mquina a todas luces nueva. Era una extraa carta en laque trataba de tranquilizarme y me haca una invitacin; enella se operaba una prodigiosa transicin en el curso delalucinante drama de las solitarias montaas. De nuevo echomano de la memoria para reproducira, y en esta ocasin,

    por motivos especiales, tratar de atenerme con la mayorfidelidad posible al estilo. Llevaba matasellos de BellowsPalis, y tanto el texto de la carta como la firma estaban amquina, como suele ser corriente entre quienes aprenden

    mecanografa. El texto, sin embargo, mostraba una granprecisin para tratarse de un aprendiz, de lo que deduje queAkeley debi escribir a mquina en algn momento de suvida... quiz en sus aos de estudiante. Si bien es cierto quela carta me tranquiliz bastante, bajo aquel alivio seocultaba una sensacin de desasosiego. Si Akeley estaba ensu sano juicio cuando experimentaba terror, lo estabatambin ahora en la nueva situacin? Y esas mejoresrelaciones a que se refera, qu era exactamente? Aquello

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    supona un cambio radical en la actitud que hasta entonceshaba mantenido Akeley. Pero lo mejor ser que reproduzcael texto, minuciosamente transcrito gracias a una memoriade la que, modestamente, me enorgullezco.

    Townshend, Vermont.Jueves, 6 de septiembre de 1928.

    Mi querido Wilmarth:Es para m un gran placer poder tranquilizarle respecto atodas las tonteras de que le he estado escribiendo. Digotonteras, aunque lo que trat


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