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    Julia Buti Jimnez

    La cornica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures,and Cultures, Volume 37, Issue 1, Fall 2008, pp. 27-71 (Article)

    DOI: 10.1353/cor.0.0009

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    Accessed 13 Oct 2014 15:31 GMT GMT

    http://muse.jhu.edu/journals/cor/summary/v037/37.1.jimenez.html

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    Julia Buti JimnezU N I V E R S I D A D N A C I O N A L D E E D U C A C I N

    A D I S A N C I A

    LA CORNICA . FALL -

    Goza de merecido reconocimiento la cultura catalana de la Edad Media; baste

    remitirse a Ramn Llull, que ha sido un puntal firme en Europa, aunque haya

    brillado ms por su pensamiento que por sus valores literarios, los cuales en

    gran parte son de bastante reciente valoracin y ms an en referencia a lassecuelas que tuvo para con el Humanismo. La produccin medieval de estas

    letras, por otro lado, suele concebirse de modo monoltico, mientras que hay

    que verla compuesta por dos facetas, valiosas ambas pero muy diferenciadas a

    pesar de los entrecruzamientos, afinidades y antagonismos: la que corresponde

    a la imagen ms puramente tradicional como las crnicas reales o la oratoria

    de san Vicente Ferrer y la que ya desde el siglo XIV cavila, entre grandes

    dificultades, cmo romperla para dar un paso adelante. Me refiero a la

    humanista, en la que vamos a fijarnos y que, a causa de la etapa que cubre

    siglos XIV y XV algunos denominaran primer Humanismo.1

    1 Dada la disparidad en expandirse el movimiento, cuando la onda llega a otras literaturas enesta pennsula se est ya en pleno Renacimiento, el cual tambin suele llamarse Humanismorenacentista; el desfase cronolgico hace muy necesaria la tarea de definicin, que evitarafaltas de entendimiento. Si se considera en rigor como humanista a lo transitorio, lo quemarca la andadura entre las dos grandes edades, puede que hubiera que restringir el uso del

    vocablo en las distintas literaturas para este primer Humanismo, el que empieza a reavivar

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    Los textos literarios que se dan bajo el signo humanista o bien en el perodo

    en el que ya se ha introducido esta corriente en la literatura catalana, junto con

    el conjunto luliano, constituyen principal pero no exclusivamente el bagaje

    de los denominados clsicos de estas letras. Aqu daremos unas notas muy

    generales sobre ellos, sin entrar en el detalle ni de un modo sistematizado,

    pero procurando destacarlos y situarlos en su contexto inmediato, lo que

    lleva irremisiblemente a relacionarlos con los orgenes humanistas en la

    pennsula itlica, por aparecer en momentos cercanos a aquellos inicios.2

    Asimismo, sin dejar excluidas las alusiones puntuales que se considerenpertinentes hacia otras literaturas, se tendern puentes hacia la produccin en

    la Corona de Castilla, como referente de inters para un estudio coordinado

    del movimiento, especialmente en sus epgonos catalanes. Debido a su grado

    de pureza y tambin de adversidad, amn de situarse en otro siglo, es ms

    autnomo y queda ms desvinculado de sta el primer momento cataln, el de

    la Cancillera barcelonesa, el cual se abre especialmente al exterior (Avin,

    Bolonia), es datable desde finales del rescientos y cuenta con hechos como

    las primeras alabanzas a Petrarca.3

    Estos pocos apuntes pretenden mostrar que nuestra pennsula ofrece un

    panorama muy completo, as como se da un mismo clmax, real y literario, como

    bien atestiguan en el siglo XV las cortes de Juan II o la napolitana de Alfonso

    el Magnnimo, en las que coinciden si no las mismas figuras, personalidades

    de parecida sensibilidad que escriben en las tres lenguas: castellano, cataln

    el clasicismo, dejando los calificativos para las correspondientes pocas; sin perder de vistaque el Humanismo clsico es el primer y fundamental punto de referencia de todos loshumanismos. En cualquier caso, a pesar de la carencia de una terminologa general y susinconvenientes, sin duda tiene utilidad el ir reuniendo los estudios particulares en conjuntoscoherentes, por razones histrico-geogrficas u otras, como ocurre insertando el Humanismocataln en el hispnico.2 Preferentemente con este enfoque y por lo que respecta a Petrarca lo he tratado sobre todoen Petrarca en las letras cata lanas del siglo XIV, que, junto con El Humanismo cataln,ofrecen tres caras complementarias sobre la corriente humanista en estas letras.3 La loa que manifiesta una epstola latina del escribano real Pere Pont, en 1386, ha sido

    considerada por Giuseppe avani la partida de nacimiento del Humanismo cataln (133).Acerca de la recepcin del movimiento puede verse tambin el captulo El decenio de 1380enmi La recepcin del Humanismo (del siglo XIV al XV).

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    y latn.4 Ello no obsta a que haya unos rasgos estilsticos que son comunes

    y otros en los que se oponen los caudales literarios de ambas Coronas;

    pero sea a travs de su conjuncin o su disyuncin la pennsula ofrece una

    aportacin que en su conjunto puede ser pieza que contribuya al engranaje del

    Humanismo en general, no slo por el hecho de ampliar la gama de respuestas

    literarias y de modelos humanos sino tambin por sus peculiaridades, que

    aqu destacaremos en cuanto al cataln, y muy especialmente debido a su

    proximidad al momento florentino.

    As pues, desde el convencimiento del inters del estudio del movimientoen su contexto peninsular, nos vamos a centrar en la literatura catalana de

    acuerdo con los criterios indicados. Y aunque no podamos apoyarnos apenas

    en bibliografa especfica por parte de la crtica en los ltimos decenios,5

    puesto que ha predominado la negacin del Humanismo, hay que recordar

    que el estudio del movimiento en las letras catalanas haba empezado con

    fuerza a principios del siglo XX, sobre todo por parte de Jordi Rubi i Balaguer

    y tambin Martn de Riquer.6Por otro lado, la situacin de desconocimiento

    ya se haba manifestado anteriormente desde perspectivas ms generales,

    advirtindose que esta parcela estaba pendiente de estudio:

    Ne ci farebbe alcuna maraviglia se in Ispagna si trovassero uomini, che avesseroespresso la loro ammirazione per lantichit o pel Petrarca. Soltanto questa partedella letteratura non conosciuta, o forse noi non ne abbiano saputo scoprire letracce. (Voigt 346)

    4 Entre los motivos que da el lingista Antoni M. Badia i Margarit para considerar bajo elconcepto humanstico la produccin en lengua verncula de este tiempo se halla que hubo autoresde espritu universal que sin dejar de ser tambin buenos conocedores del latn, eran al mismotiempo buenos escritores en romance y perseguan su dignificacin (171).5 Casi excepcionalmente hay que citar a Miquel Batllori, quien ofrece un enfoque con alcancerealmente peninsular, pues incluye la corona portuguesa; resumo sus teoras en El Humanismocataln. engo que remitir tambin a mi Sobre el Humanismo cataln y las periodizaciones, quese centra principalmente en la discusin cientfica.6 La situacin actual la ha resumido Albert Hauf con ocasin de adscribir al profesor Batllori enla tradicin de estos estudios, la cual pasa por el estudio del Humanismo: radici representadapels Rubi pare i fill ... i tamb per Mart de Riquer; tradici ara en bona part recuperada en elsnombrosos treballs de Jlia Butiny i daltres, desprs duna etapa daparent ruptura dialctica ...duna ms limitada opci filolgica (52).

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    Nuestro objeto de observacin van a ser las obras de creacin en lengua

    catalana,7por lo que quedan al margen los gneros no estrictamente literarios

    (biografas, epstolas, historia, oratoria,8 tratados doctrinales, traducciones,

    etc.) y la produccin latina.9 Ello nos ofrece ya una nota a contrastar por

    parte del mbito hispnico no slo del cataln en comparacin con el

    conjunto occidental, pues estos gneros que estamos excluyendo constituyen

    precisamente la casi totalidad o al menos la gran parte de lo que en otras

    literaturas se muestra con orientacin humanista en ese mismo perodo.

    Asimismo procurar resaltar un aspecto que parece propio del contextopeninsular: pues aunque lo humanstico persigue la tradicin clsica y

    viceversa, se suele reconocer como humanista lo que acusa la recepcin de ese

    signo observamos que el cambio experimentado en este mbito y en esta poca

    no se manifiesta slo a travs del rescate o relectura de los clsicos puesto que

    tambin se da un vuelco profundo y de fina perspicacia respecto a la misma

    tradicin; es decir, el cambio redunda con fuerza en ambas vertientes.10Ello

    explicara algo que puede parecer paradjico: que aun siendo el Humanismo

    peninsular menos rupturista ofrece a la vez menor superficialidad.

    Desde los textos catalanes daremos en primer lugar una vista de conjunto,

    recurriendo a grandes rasgos a la divisin ya clsica en situaciones

    comparatistas que atiende a los gneros, temas y formas (Guilln). Despus

    7 Nos atenemos al concepto filolgico-literario, defendido por Poggio Bracciolini y propiode las dos primeras generaciones humanistas, sin reducirlo al estricto filolgico-lingstico

    que inici Valla; aquel Humanismo concebido en sentido amplio, que incluye el recurso de laimitacin y absorcin de los modelos culturales clsicos, se constata tempranamente en estasdos Coronas, como fundamentan oms Gonzlez Roln, Pilar Saquero Surez-Somonte yAntonio Lpez Fonseca (61-63).8 A La Cancillera y la oratoria parlamentaria se le dedica un captulo en Buti y JosepYsern, donde tambin pueden consultarse los tratados religiosos y morales.9 Hay que destacar su importancia, como muestra el repertorio bio-bibliogrfico de MaringelaVilallonga, que rene a 64 autores del siglo XV cataln.10 sta es una de las principales conclusiones de la triloga que he elaborado sobre estemovimiento en las letras catalanas partiendo de mediados del siglo XV y remontando hacia

    los orgenes, la cual se compone de los siguientes libros: Tras los orgenes del Humanismo: ElCurial e Gelfa, En los orgenes del Humanismo: Bernat Metge y Detrs de los orgenes delHumanismo: Ramn Llull.

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    nos referiremos de un modo bastante global a los autores, a efectos de un

    intento de aclaracin en cuanto a los que cabe denominar humanistas en estas

    letras, y tambin respecto a su audiencia. Por ltimo, tras una mirada muy

    general a la pennsula, haremos alguna reflexin sobre el itinerario que estas

    obras humanistas en cataln efectan en el curso del tiempo.

    res grandes gneros se van a renovar a travs de los textos en lengua catalana

    con muy distinta fortuna literaria: el dilogo, la narrativa y la poesa. El

    primero genera una obra humanista por excelencia, Lo somnidel barcelons

    Bernat Metge, la cual se data todava en el ltimo ao del siglo XIV; enella se emula el pasado clsico por medio de contenidos nobles a tono con

    la expresin. Este gran dilogo filosfico-moral se sita en el entorno de la

    Cancillera de Barcelona, en la que se acusan rasgos humanistas incipientes en

    la actitud lingstica y en algunas traducciones desde el reinado de Pedro el

    Ceremonioso, pero donde, tras la muerte sbita de Juan I el Humanista (1396),

    al que sucede su hermano, Martn I el Eclesistico, se sufre una situacin muy

    contraria a la renovacin, yendo sus defensores a parar a la crcel.

    Su autor haba empleado en 1381 el debate tradicional en el burlesco Llibre de

    Fortuna e Prudnciacon intencionalidad demoledora del viejo gnero, mientras

    que en Lo somni construye ya una obra dialogada al estilo clasicizante;11

    esta obra versa sobre la inmortalidad y la virtud, armonizando las distintas

    tradiciones en una muy respetuosa e inteligente hibridacin, de una riqueza

    culturalista, racionalista y esttica sorprendentes. La obra se compone de

    cuatro libros y en cada uno de ellos el autor muestra distintas facetas de su

    personalidad; stas asimismo presentan diversas interpretaciones segn lasaudiencias, de modo que las que ofrecen peligrosidad dada la situacin de

    represin poltica12estn ocultas gracias a un juego de fuentes clandestinas,

    que ya empez a descubrir un humanista en el siglo XV, Ferran Valent (Riquer,

    11 Los rasgos estn an ms depurados en otro dilogo suyo sin datar y que se conserva muyfragmentado, Apologia, pues en el prlogo alega seguir el estilo de los antiguos y de Petrarca acausa del hecho de prescindir del dixit(Obras de Bernat Metge160). ambin hace de interlocutorBernat, que conversa aqu con un tal Ramn, para quien he sugerido la identidad de Llull.12 Para una ambientacin puede verse la edicin de las Obras de Bernat Metge realizada porMartn de Riquer (87-149).

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    Histria de la Literatura Catalana 466), y que componen un complejo pero

    ordenado entramado.13

    Metge charla con su amigo el monarca recientemente fallecido en los dos

    primeros libros y despus con los personajes mitolgicos de Orfeo y iresias.

    Se parte de una apertura dialogante hacia las tradiciones en busca de la

    objetividad, con manifiesta tendencia al sincretismo, de acuerdo con frases,

    talante y en el mismo orden que el Llibre del gentil e los tres savis, donde Llull

    hablaba con judos, cristianos y mahometanos; si bien el humanista aade y

    prioriza el caudal de la gentilidad, avalado por una cita del agustiniano DeCivitate Dei. Por otro lado, segn argumento en El dilogo en Llull y en Metge,

    desde el arranque de la conversacin se aprecia un desdoblamiento ntimo

    entre el personaje de Bernat nombre del autor y la figura del aparecido,

    desdoblamiento que podra tener tambin ascendencia luliana; a ello se suma

    un ejercicio de introspeccin, que acusa clara influencia de san Agustn, pero

    que bajo este aspecto procede de las Confesiones.

    Metge, a lo largo de toda la obra se mantiene alejado del ms leve rastro deuna mentalidad vieja, pues cuando refleja hechos como el materialismo de

    la vida de ultratumba, lecturas socarronas o irnicas se delatan a travs de

    las fuentes que remeda o utiliza; su gua fiel y familiar son los clsicos,14a los

    que hace conjugar con lo ms vlido de la tradicin (adems de las Escrituras,

    san Agustn, Llull o Casiodoro). Es ms, la metdica filtracin que realiza, de

    acuerdo con la vigencia de la racionalidad y la burla de los moldes caducos,

    le lleva a un rechazo del misoginismo del Corbaccio, responsabilizando a la

    doctrina petrarquesca del giro retrgrado de Boccaccio, el cantor del amor.15

    13 Puede consultarse el hipotexto de las fuentes en Buti, En los orgenes del Humanismo:Bernat Metge500-503.14 De Virgili, Sneca, Ovidi, Oraci, Luc, Staci, Juvenal, e molts altres poetes te diria o quen'han scrit, mas tu has aquells tant familiars, que no seria ls sin empnyer ab la m la nauquan ha bon vent (Lo somni. El sueo 98). Estas palabras del rey Juan parecen un recuerdode la sesta compagnia, o los poetas que Virgilio mostr a Dante (Buti, En los orgenes delHumanismo: Bernat Metge151).15 A esta visin de la obra, que se asegura desde una lectura homognea del texto, se accede atravs del recorrido por claves progresivas, que desembocan en una stira de Horacio (SermonumII, 5) y en la introduccin al VIII del De casibus boccacciano (Buti, Una nova font de Losomni de Bernat Metge: Horaci y La font ms amagada i ms externa de Lo Somni: Un altre

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    Sea por su tratamiento, sea por la temtica la muerte y la filosofa moral,

    Metge rehabilita el dilogo no slo a causa del lenguaje y estilo sino adems

    por su aire de modernidad, pues es una obra que, gracias a sus planteamientos

    de hedonismo y por explotar las diversas vas humorsticas de la stira a la

    chanza, etc., permite ser leda hoy con el mayor agrado.16Hasta el punto

    que, aun habiendo alcanzado los dilogos gran desarrollo en los siglos

    inmediatos, ni en las letras catalanas ni en las castellanas se lleg a los logros

    de este primero, en el que se emplea la dialctica a la bsqueda de la verdad;

    los siguientes suelen tener una orientacin didctica o bien asumen posturaspartidistas de superioridad o desde el dogmatismo (Buti, En los orgenes

    del Humanismo407-15). Por todo ello, aunque es sabido que el dilogo como

    gnero no ha prosperado hacia la actualidad, en el atractivo y elegancia de la

    prosa de Lo somni, por un lado, y por otro, en su rigor y profundidad, podra

    verse un avance de lo que iba a ser el gnero del ensayo, gnero que casi dos

    siglos despus Montaigne cultivara con esplendor y vive an con robustez

    en nuestros das.

    La narrativa en prosa va a dar el gran salto tambin como respuesta a una

    exigencia de realismo, pero sus consecuencias literarias van a ser no slo ms

    directas y efectivas sino de gran envergadura. Me refiero a la configuracin

    de la novela, como narrativa larga y en prosa;17la preceden la narrativa breve

    dentro del engarce del Decamerny la modalidad exclusivamente sentimental

    de la Fiammetta, por lo que la deuda hacia Boccaccio es definitiva. La primera

    somni, respectivamente). Sin embargo, a Lo somnino correspondera considerarla de un modocategrico como una obra crptica, puesto que aun sin conocerse sus significados posiblemente hasido siempre la obra literaria de mayor prestigio en estas letras; ha sido as, sin reservas, a pesar desus misterios escondidos y de que stos eran algo conocido, pues se refiere a ellos el mismo autor afinales del libro II (Lo somni. El sueo152, 156). Cabe tener en cuenta que a esta utilidad del textopor medio de la belleza, ms all de los mismos conceptos, se refiere el Convivioen pasajes queMetge ha utilizado en ese mismo libro II (Buti, En los orgenes del Humanismo299-302).16 Se recomienda la edicin bilinge Lo somni: El sueoque seguimos, si bien se puede consultarmi traduccin anterior (2004), as como la del Curial e Gelfa, en (pginaactualmente en reestructuracin).17 El ensamblaje de argumento y sentido lo efecta Chrtien de royes anteriormente, sibien utiliza el verso; hay que anotar de todos modos que su obra no influye en estas muestrascatalanas, cuyos autores sin embargo conocan bien la narrativa artrica, la cual informaba a su

    vez los relatos del autor francs.

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    obra que responde ya al gran gnero moderno lo hace desde la modalidad

    caballeresca, pues todava era sta una institucin vigente; en primer lugar,

    se hallan los tres libros del annimo Curial e Gelfa,18seguido de cerca por

    el valenciano Tirant lo Blanch. Por lo tanto, es dentro del subgnero de la

    caballeresca donde la novela tiene su gnesis.19

    La explicacin de su formacin hay que buscarla en relacin con la evolucin

    de la historia, pues junto con notas literarias novedosas como el humor culto,

    el erotismo o el alto sentido artstico, hay que apreciar un dato relevante: la

    proximidad a los cronistas. Es decir, estas dos primeras muestras estn tocadaspor la presencia de figuras20y hechos histricos, antiguos y contemporneos,

    que aparecen desfigurados literaria e intencionadamente en sus relatos.21No

    en vano se ha comparado estrechamente el Curial e Gelfa alVictorialde Pero

    Nio por sus caracteres cercanos a lo biogrfico; o bien en las dos novelas se

    han visto superpuestas aventuras y vivencias caballerescas entre la realidad y

    la ficcin.22

    18 Esta novela, quizs de mayor valor literario que el Tirant, es bastante desconocida, posiblementepor no haberse descubierto el manuscrito hasta el umbral del siglo XX. Hay una edicin inminenteen la editorial Anacharsis (oulouse), a cargo de Antoni Ferrando.19 Para la distincin de la novela caballeresca frente a los idealistas libros de caballeras, a los quecorresponde un mundo de ficcin inverosmil, as como para la cercana de caballeros histricosy literarios que caracteriza a la primera frente a los segundos, hay que acudir a Riquer, Histria dela Literatura Catalana575-602.20 Se impone el recuerdo del gusto del retrato propio de esta poca y que tanto se cultiva enla pintura; si bien en este arte literario prevalece la obra de Metge, en cuyo dilogo, no slo seexponen esplendentes retratos de la galera de Valerio Mximo y de reinas contemporneas,

    sino que el mismo autor deja su autorretrato en cuatro expresiones y poses muy diferenciadas encada uno de los cuatro libros (Buti, cnica del arte del retrato y del autorretrato en BernatMetge).21 A Curial se le ha adjudicado a menudo la figura del Magnnimo; pero a esta identificacin aligual que a la de personajes de la novela con otros histricos o de su tiempo se accede gracias aun conjunto de pistas o bien de situaciones paralelas o invertidas, en las que suelen intervenir el

    juego onomstico y las fuentes literarias. El autor, en su afn por demostrar que responde a unarealidad, recurre ms al juego culturalista que al culto del retrato, puesto que no son prioritarioslos rasgos psicolgicos; aunque se han considerado en varias ocasiones, como por ejemplo enel reconocimiento del paralelo entre la reina Mara de Castilla, la mujer del rey Alfonso, y laprotagonista femenina, Gelfa, por su beatera o por la tendencia a las depresiones anmicas.

    22 Para estos aspectos en el Curialpuede seguirse la adecuacin al caso amoroso del Magnnimoestudiada por Anton Espadaler, o bien contrastarse la rplica del plano literario respecto al real ehistrico en un cuadro sinptico (Buti, Tras los orgenes del Humanismo270-271). En cuanto

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    Adems, hay que recordar las discusiones de los humanistas sobre la

    metodologa histrica (Garin 40) o alrededor de la licitud de los elementos

    aptos para un uso literario, lo cual se extiende a las leyendas o a los discursos

    en boca de personajes; en lo tocante a las conflictivas poticas ficciones se

    adivina su eco con gracejo a inicios del III del Curial,23 puesto que en este

    libro el autor se ve obligado a recurrir a un estilo elevado, pero no abandona

    la escritura realista cosa que logra, por ejemplo, escribiendo en clave de

    irona dado que l se opone con todo convencimiento a la retrica de loa.

    odo ello permite entrever alrededor de aquellas disputas tericas un no mansland entre el cronista, el dietarista, el notario y el historiador, quienes relatan

    batallas por encargo o cantan los riunfos reales.24Es en este recodo cortesano

    en el que un autor muy sensible a estas preocupaciones de teora literaria y que

    menosprecia la escritura panegrica parece que ha alentado un nuevo gnero,

    muy flexible por aadidura, pues presenta una caracterstica que es connatural

    al mbito literario tan disperso que estamos sealando: la de ser un gnero

    aglutinador de muchos otros, a los que incluye cmodamente en su seno.

    Esta novedad literaria quizs sea la de ms alcance del perodo si consideramos

    que la literatura ha seguido por esta va hasta la actualidad, postergando la

    al Tirant,se recomiendan especialmente las dos monografas de Riquer (Aproximaci al Tirant loBlancy Tirant lo Blanch, novela de historia y de ficcin), donde se detalla cmo algunos pasajespresentan una lectura divertida o crtica a la luz de hechos coetneos (especialmente en la ltima,11-15).23 El autor advierte en este prlogo que las Musas no van a ayudarle por no haberlas cultivado,

    pero que a pesar de ello usar del estilo de las poticas ficciones scrites no en la manera que a lamatria se pertany, mas ax rudament e grossera com yo haur sabut fer (Aramon i Serra 3: 13);la actitud a favor del realismo a ultranza la reafirma despus, en un momento cumbre, un sueode tema mitolgico en que rubrica su teora literaria. Pues aqu nada menos que se reprende aHomero y Virgilio por haber deformado la realidad, aqul siendo favorable a Aquiles y el segundopor la alteracin del famoso caso de Dido. Aunque hay que tener en cuenta que Curial justificasu atrevimiento por actuar respaldado por Apolo, la altura de criterio del autor, despreciandocualquier servilismo, queda clara en la sentencia pues se est representando un juicio con laque ensalza la objetividad frente a las deformaciones interesadas o subjetivas en nombre del Arte:contra veritat escriure, nom par sie loor (Aramon i Serra 3: 89).24 Para seguir cmo alrededor del rey Alfonso se discute acerca de los elementos empleados enlos relatos de ficcin y los reales, hecho anejo a las discusiones acerca de la historia, vase EulliaDuran (388). Sobre este enclave y la gestacin de este gnero, as como la relacin con el Curial,puede verse Buti, Sobre els orgens de la novel .la.

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    escritura irreal por muy preciosista, culta y elaborada que fuera.25O sea que el

    estilo realista es un fruto y un acierto propio de aquellos momentos y que

    llega hasta hoy. Ni que decir tiene que es el estilo que, a travs del Tirant, se

    valora en el Quijote; si bien hay que entenderlo en amplitud, pues este realismo

    va ms all de los modos estilsticos, como avala la obra de Martorell, que

    encierra toda una filosofa de vida.26 Mientras que el estilo de pompa, que

    luca las vestiduras ms tpicamente humansticas, por lo general de raigambre

    mitolgica, ha quedado totalmente desfasado; las obras que visten as, por

    muy valoradas que fueran en su da, hoy son obras de poca.Este gnero funde muchos otros en una nueva unidad: cuentos, epstolas,

    crnicas, sermones, etc. Pero ello no ocurre quizs tanto en aras de un

    aprovechamiento como con conciencia de artstica amalgama, como puede

    confirmar el hecho de que aparezcan usados de modo innovador y muy

    variado con enfoque burlesco o solemne, con tcnicas de recorte y collage,

    en proyecciones salpicadas o prolongadas, conteniendo unas fuentes a

    otras,27etc., arrogndose el autor una total libertad en su aplicacin, con

    25 Hay que recordar que todava se escriba as y ese estilo alegrico era muy aplaudido, comoatestiguan obras de Santillana, de Boccaccio y de Petrarca. La percepcin de otra literatura, queconsagra una nueva manera de escribir, cercana a lo veraz, se expone esplndidamente en elpasaje de Curial en el Parnaso (Aramon i Serra 3: 76-88), en el que se incluye el sueo recinaludido. Varios signos literarios hacen patente la nobleza de este acontecimiento: el que tengalugar cuando Curial se halla en la Acrpolis donde l y su squito no pueden soportar la emociny se desmayan, que la visin onrica vaya enmarcada por el noble gnero del apstrofe en elcual el autor tutea al libro, dirigindose a l como los clsicos y que preceda a la imitatiode laEneida, a la que seguidamente se amoldarn las aventuras del hroe. Para seguir la construccinarquitectnica de las fuentes a travs del hipotexto de la obra, vase Buti, Tras los orgenesdel Humanismo451. (Cabe anticiparse a distinguir que el estilo propio de la literatura alegricadestinado a desaparecer no equivale al uso del lenguaje alegrico que veremos ms adelante altratar de las formas).26 sta podra verse apoyada por las intertextualidades de Lo somni que figuran en la novela(Buti, En los orgenes del Humanismo 425-29), ya que Metge adems de buen escritor es elprimer pensador laico de la Pennsula (Batllori 46-48).27 Un caso claro de cmo la inclusin o superposicin sirve para precisar la expresividad puede

    verse en un pasaje famoso del II del Curial, en la visita del caballero a un monasterio de monjasen el que todas se lo rifan, captulos que dejan transparentar que son un remedo decameroniano;ahora bien, esto tiene lugar en tierras de Provenza y se inserta en un contexto en el que se est

    recordando la novela provenzal delJaufr, en concreto recuerda el conocido como el pasaje de losleprosos, que es un alegato contra el amor lujurioso. El juego de las fuentes, pues, da el tono exactoen cuanto a la virtud amorosa que est acuando el autor: liberada pero de una rectitud estricta,

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    clarividencia de sus posibilidades formales y de sus funciones.

    As pues, vemos el dilogo puro en el Curial e Gelfacomo en Metge, sin el

    dixit, empleado a efectos de relevar unos pasajes que con toques de humor

    pero cargados de reprensin rememoran la Divina Comedia; el autor lo hace,

    pues, en son de garanta de su aristocracia literaria y como buen conocedor

    de la obra dantesca, a fin de dar autoridad a su ria. Aunque bien se cuida

    de contraponerse a la solemnidad que otorgaba Dante a su texto por situarse

    en el ultramundo, pues l aclara por medio de Melchior de Pand que su

    mundo es ste, el terrenal (Buti, Tras los orgenes del Humanismo66-81,especialmente 70).

    As, su actitud respecto a las fuentes puede responder a la identificacin o al

    rechazo, o bien a ambas cosas, como sucede a menudo con la obra petrarquesca

    por parte de estos autores catalanes, que lo admiran pero no lo aceptan en

    toda su dimensin. Ello supone tambin una nueva manera de relacionarse

    con la audiencia, selectivamente, como vimos con Metge; pues en el caso del

    Curialel lector afn minoritario sin duda hace una lectura reflexiva sobreun viaje vital, mientras que a una mayora le llega slo la lectura superficial,

    que ofrece una bella historia de amor entreverada de episodios entretenidos.

    Sin embargo, el sello humanstico respira por dondequiera que se analice

    su texto: la obra arranca bajo los auspicios de Petrarca28 y, tras dar nueva

    vida a varios pasajes decameronianos relatos que se integran en la obra

    progresivamente, cierra con un paralelo del Somnium Scipionis(Buti, Tras

    los orgenes del Humanismo120-27). La funcin didctica que desempean los

    hroes, vencedores en la virtud amorosa, se orienta por tanto a este modelo

    clasicista y no a un paraso dantesco, como se poda prever que ocurriera al

    haberse apoyado los tres dilogos puros sucesivamente en el Infierno, Paraso

    terrenal y Purgatorio de la Comedia. Si bien lo hace nota a tener en cuenta

    lo cual le permite eliminar prejuicios pero defender la honestidad (Buti, Tras los orgenes delHumanismo37-43, 91-96).28 En concreto por medio de una frase del prlogo que Francisco Rico reconoci en las Familiares

    (Rico, Primera cuarentena89-90), y que complet con el De remediis(Buti, Tras los orgenes delHumanismo31-37). Sin embargo, frente a Petrarca, el novelista defiende la tesis del matrimonio,segn sellan las bodas de los ejemplares protagonistas al final de la obra.

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    y que destacamos desde una ntima armona con el caudal cristiano, como

    certifica el que aquel pasaje final ciceroniano est construido sobre una frase

    evanglica.

    Por otro lado, el nivel de pureza humanstica del Curial es especialmente

    llamativo en cuanto a la aspiracin al equilibrio humano, nota que descuella

    sobre todo gracias al personaje de Melchior de Pand, el sabio mentor tras el

    cual se ha visto al mismo autor.

    La sociedad sin duda era an muy medieval, pero por lo visto tuvo la suficiente

    sintona con estos primeros humanistas como para entender o incluso contribuir

    a provocar una produccin literaria fresca y nueva que, aun bajo formas como

    la caballera, estaba henchida de renovacin; pues, llmense Curialo Santillana

    o el Magnnimo, son figuras que se encuadran ya en un nuevo tipo humano. De

    hecho, la caballera humanista. En rigor no se pueden homologar a los hombres

    del medioevo puesto que son los que van a dar el testigo a los hombres del XVI;

    la evolucin de aquella institucin deja marcados claramente los peldaos en la

    literatura y a la inversa: del suave pero trascendente cambio en la concepcinde la virtud por parte de Curial, que afirma desde las primeras lneas que es el

    hombre quien domina a la Fortuna y por tanto su propio destino, va a suceder el

    progresivo desengao y burla de Martorell para llegar, finalmente, a la sabidura

    de Cervantes, cuando la caballera ya ha sucumbido.

    Situamos el segundo momento del Humanismo cataln alrededor de la corte

    del Magnnimo, en Npoles (Miguel), en cuyo entorno no dudamos en ubicar

    si bien hipotticamente, a pesar de la inclinacin de parte de la crtica desde

    el descubrimiento del manuscrito hasta la poca reciente la novela del Curial.

    Pues esta primera obra literaria de ficcin histrica, una novellalarga pero al

    estilo boccacciano, adems de los hechos histricos, lingsticos y literarios

    que inclinan a encuadrarla en los crculos italianos, est impregnada del

    sentido humanstico que preponderaba en aquel enclave cortesano.

    Por ltimo, el momento valenciano, que agrupa importantes obras de distintos

    gneros, entre ellas la denominada novela total, el Tirant lo Blanch,29amn de

    29 Desde un enfoque humanstico no nos extendemos ms en la obra de Martorell, pues su mayoro menor adscripcin es algo todava muy pendiente de estudio: por un lado, su obra no presenta

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    una copiosa produccin de poesa, as como de prosa teolgica y de orientacin

    didctica, en torno a los cenculos y certmenes literarios que germinaban en

    la bulliciosa Valencia, ciudad que triplica su poblacin a lo largo del siglo

    XV. Ahora bien, a pesar de su vitalidad, de la moda clasicizante y de darse

    un lenguaje sofisticado eminentemente artstico conocido como valenciana

    prosa, en cuanto a sensibilidad e ideologa humanista se est muy lejos de las

    consecuciones literarias mencionadas hasta aqu.

    Uno de los autores de apariencia ms clasicista y representativo de este

    nuevo lenguaje que alcanza cotas de alta moda, Joan Ros de Corella, dejarelaboradas obras en prosa y poesa pero carentes de inspiracin de prstina

    carga humanstica;30 a pesar de la diferencia ambiental, quizs pudieran

    ponerse del lado de las que describe Johan Huizinga en las cortes de Borgoa,

    que responden a una renovacin muy formal o superficial y que contrastan

    fuertemente con las que hasta ahora hemos visto en dilogo y en narrativa.

    El gnero potico ofrece un caso muy peculiar, pues la figura que rompe

    definitivamente con la repetitividad y con la deuda trovadoresca pormanifestar una autenticidad y una actitud personal que pueden considerarse

    notas caractersticas de los nuevos tiempos, el gran poeta valenciano Ausias

    March, no logra liberar al verso, como ya en el siglo XVI har un Pere Seraf

    bajo una clara influencia petrarquesca; por un igual, tampoco su ideologa

    expresa una adscripcin a los planteamientos propios de una sensibilidad

    removida en sus cimientos. En sus poemas se observan rasgos ambivalentes:

    la manera de dirigirse a la divinidad o su expresin del miedo a la muerte

    una confeccin coherente como las que hemos sealado en Lo somnio el Curial e Gelfa; pero,por otro, su fuerte hedonismo, su visin desengaada de la vida y su alta voluntad esttica,impiden alinearla con las tpicas obras del medioevo. Y a pesar del tradicional amor-aventurasargumental, hay que considerarla bajo la ascensin de la moda de los temas mitolgicos, yaque est cuajada de leyendas clsicas incrustadas segn las nuevas tcnicas, tal como es propiode esta corriente, as como frecuenta la hibridacin de tradiciones, rasgo caracterstico deestas letras en esta etapa, amn de practicar la aglomeracin compositiva de gneros (epstolasamatorias, cartas de batalla, discursos, parlamentos...) que hemos visto en el Curial. Es ms,suele recoger los testimonios de otras literaturas a travs de su versin reciente en cataln, lo

    que incluso podra indicar un reconocimiento de la dignidad literaria de su momento.30 Su produccin incluso ofrece un contrapunto respecto al Tirant lo Blanch, cuyo culto a lahumanitasno se somete a la idea de provecho moral como ocurre en la obra de Corella.

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    en su famoso Cant espiritual son signos ya de nuevo cuo, pero no lo es su

    concepcin del pecado, que exhibe el influjo escolstico. Sin embargo, su obra

    influye frecuentemente en los poetas del siglo XVI castellano.31

    La expresin dramtica que, sin embargo, ya comenzaba en el siglo XV en

    Castilla la andadura de su renovacin con Juan del Encina, autor consciente

    del bien hacer de las nuevas generaciones (Gonzlez Roln, Saquero Surez-

    Somonte y Lpez Fonseca 64), no da en el dominio catalanoaragons el paso

    a los nuevos tiempos, a pesar del mantenimiento de una intensa actividad

    tradicional (Romeu i Figueras). Y si se cultiva especialmente en los crculosde Valencia, incluso con curiosas muestras bilinges, no da lugar a una

    produccin de relieve o al menos de aliento renovador para esta literatura.

    Vamos a dar tambin una vista de conjunto sobre las temticas, si bien

    forzosamente ser sta una mirada no slo resumida sino muy selectiva.

    Hay que tener en cuenta que algunos temas son muy sensibles a un nuevo

    enjuiciamiento o al menos son muy temidos por los representantes de las viejas

    guardias; entre ellos el del suicidio, tema que los clsicos en determinadoscasos consideraban virtud. Hasta tal punto es as que en el Scipi e Anibal, la

    traduccin de fray Antoni Canals de parte delAfricade Petrarca, en la que el

    dominico emplea una lengua ya dignificada, su finalidad no es otra a la luz del

    prlogo y eplogo que la de mostrar la aberracin de los suicidas, para lo cual

    el caso de Anbal y el famoso poema italiano le eran propicios,32pues el brillo

    ejemplar de los antiguos tena en jaque al estamento ms tradicional.

    Coherentemente, podemos oponerle respecto al mismo tema a los dos autores

    que hemos considerado como humanistas, el del Curial y Bernat Metge. A

    lo largo del IV libro de Lo somniflota un reproche a Petrarca por no ser ms

    decidido en su reconocimiento de las virtudes de acuerdo con el concepto de la

    uirtusromana que el italiano mismo defenda; ello se desprende fcilmente del

    cotejo de los pasajes que rescata del original de Valerio Mximo y que Petrarca

    haba variado o retocado en la epstola XXI, 8 delas Familiaresdisminuyendo

    su naturalismo (Buti, En los orgenes del Humanismo371-74).

    31 Para los distintos aspectos apuntados, vanse los estudios de Robert Archer y M. eresa Girons.32 Este punto se desarrolla en Buti, Sobre la traduccin de una traduccin.

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    ambin se aprecia en la lletra dendreacon que Metge cierra su Griselda, la cual

    es traduccin del Griseldispetrarquesco. Las cartas envoltorias con que remeda

    la funcin de marco de las SenilesXVII no slo le hacen de espejo sino que

    le sirven para arremeter en cuestiones ideolgicas; as, en cuanto a este punto

    concreto, pormenoriza la ejemplaridad de Porcia frente a la Senilpetrarquesca,

    que la citaba sin aclaraciones (Buti, Del Griselda catal al castell28), pues el

    secretario real especifica, bajo un halo virtuoso, que se mat com sab que Varr,

    marit seu, era mort (Obras154). Ello es acorde tambin con el tratamiento de la

    epstola de las Familiarescitada, donde aparecen como suicidas Porcia y Lucrecia,pero en los pasajes correspondientes de Lo somnise han aadido algunas ms,

    como Julia y la griega Hipo; amn de aumentar otros casos de virtud firme, ms

    all de las estrictamente suicidas, como el de Artemisia, que bebi pulverizados

    los restos de su marido a efectos de ser su sepulcro.

    Pero recordemos que no rompen nuestros autores con un hondo cristianismo,

    al que en realidad estaban remozando gracias a la pureza de los clsicos; y

    esto afectaba tambin a la moral, la cual se desprenda o alejaba del carcter

    normativo para pasar a entenderse como una potencia o disposicin interior,

    dignas de admiracin en situaciones heroicas. En congruencia, el notario

    cataln, que ensalza a mujeres de la realeza de su tiempo con curriculadudosos

    desde un punto de vista tradicional una de ellas tenida por asesina, pone a su

    vez los puntos sobre las es acerca del suicidio, al dirigirse al adivino iresias,

    tras mentar el caso de Lucrecia, a fin de distinguir bien el comportamiento

    de los cristianos, ms racional al respecto que el de los gentiles. Y realza su

    puntualizacin con un significativo vocativo:Pus meravellador s que loador, per (e esquivador s en nosaltres christians,o que fu); car, punint lo peccat estrany en lo seu cors, mat aquell. Vosaltres,gentils, ho havets loat, car acustumat ho havets, quant vos plahia. (Lo somni.El sueo242)

    No le va a la zaga en osada sin merma tampoco de respeto el autor del

    Curial, donde no slo la protagonista mora, Cmar, que es el personaje

    verdaderamente ejemplar en amor, es una suicida, sino que alaba el suicidio de

    Catn en un dilogo puro el ms noble de las tres ocasiones en que apareceel gnero antiguo destacado, el que mantiene esta joven poco antes de morir

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    con su madre, Ftima.33Adems, el autor subraya su actitud por medio de la

    contradiccin o desafo que hace de la costumbre en cuanto al tratamiento

    de los restos de los suicidas, pues insiste en los honores que recibieron sus

    huesos; as, consta que se sepultaron en tierras cristianas,34 cosa vetada en

    una sociedad para la que suicidarse no se vea como un asunto psicolgico de

    desesperacin sino como un vicio (Schmitt 4). Si contrastamos con las letras

    castellanas vemos tambin que se ha considerado rasgo de novedad el suicidio

    de Melibea en La Celestina, a pesar de utilizarse como elemento didctico.

    Interesan asimismo otros aspectos relativos a la muerte de esta joven mora enreferencia a su contraposicin con el precedente virgiliano de Dido, por corregir

    aspectos con que los glosadores y traductores medievales haban empaado su

    fama, a causa de la pretendida infidelidad a su marido o colgndole el haber

    actuado cegada por la pasin (Buti, Algunas consideraciones 39-41).

    Segn bien atestigua este texto, la voluntad de revocar la transmisin de los

    hechos no se reduca a un mero afn filolgico; y ello permite considerar a

    estos autores verdaderos hombres de letras o litterati.35

    Otra temtica podemos derivar tambin de la confrontacin con Canals, pues

    as como con el suicidio en De arra de nimael dominico ataca la lujuria,

    dedicando una extensin pareja a condenar a los lascivos, cosa que puede

    oponerse al alto grado de erotismo de un Tirant lo Blanch; si bien tampoco est

    exentode esta nota el Curial,obra llena de sensualismo en la que se describe por

    ejemplo con detalle el edulcorado sabor que deja un largo beso en la boca.36

    33 Virtut s fortalesa del meu cor, e Cat, honor de tots los romans, me mostr en tica locam de la libertat; e per aquell caminar, e a tal maestre tal dexebla (Aramon i Serra 3: 131).La respuesta egosta de su madre es adecuada a la concepcin muy baja en valores morales queencarna este personaje en la obra.34 Este deseo no slo constituye las ltimas palabras de la joven antes de tirarse por la ventanasino que se especifica despus que su cuerpo fue tratado con veneracin por Curial (Aramon iSerra 3: 151) y enterrado con toda dignidad: B embalsamat e mirrat ab totes les circumstnciespertinents, en una molt rica caxa fonch ms, e despuys, en terra de christians aportat e ab honorsepultat (3: 158); mientras que la Iglesia, al privar de sepultura cristiana a los suicidas, consumabasu expulsin de la sociedad de vivos y de muertos (Schmitt 12).35 La rectificacin del mal uso de pasajes de la Antigedad tambin la practic Metge (en

    cuanto a Lucano y el marco del Llibre de Fortuna e Prudncia, vase Buti, En los orgenes delHumanismo 105-115).36 El gesto de inclinarse el caballero hacia Cmar, que est enferma y postrada, es aprovechado

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    Hay un tema tambin que he rastreado desde los primeros momentos de la

    introduccin de este movimiento y que vemos aparecer posteriormente: la

    dependencia de la fama respecto al bien hacer de los escritores (Buti,Un par

    de notas sobre el humanismo cataln), lo que en cierto modo se relaciona con

    aspectos ya mencionados, por ejemplo al referirnos a lo histrico y lo literario

    tratando de los orgenes de la novela. En primer lugar aparece aquella idea en

    el documento de cesin de la biblioteca del Ceremonioso, el 11 de septiembre

    de 1380, en el que se han reconocido rasgos de Salustio.37 De nuevo parece

    reflejarse del prlogo de Bellum Iugurthinum, en boca de su hijo, Martn I,quien, el 26 de enero de 1406, en Perpin, pronuncia una pieza parlamentaria

    en la que ya se fij un humanista, Pere Miquel Carbonell, que a pesar de

    las formas medievalizantes incluye ya un nuevo espritu de emulacin frente

    a los clsicos. Por ltimo, en el famoso y ya citado prlogo al III del Curial

    observamos que, tras comparar los hechos del protagonista con los de Hrcules

    y Hctor y de afirmar que sus actos son dignos de recuerdo, dice el autor con

    humor que si fueran escritos por ito Lvio, per Virgili, Staci o algun altre gran

    poeta o orador (Aramon i Serra 3: 16) seran muy estimados.

    Sobre la fama este autor destaca adems una escena, entre las varias ocasiones en

    que deja traslucir polmicas de la poca, pues deja dicho, tras un torneo en que

    ha habido conductas y resultados conflictivos, que hay que discernir el mrito y

    el valor frente a su misma resonancia; y a la vez, como veremos seguidamente,

    parece indicar que en los crculos cortesanos se disputaba en torno a esta

    cuestin alcanzando a los personajes del acervo clasicista. Prcticamente el libro

    II gira alrededor de ese torneo en Melun y es ah donde recogemos dato de tanrico valor sociolgico, pues nos permite acceder a algo muy propio de la vida

    caballeresca: las discusiones sobre los hechos de caballera y la trascendencia

    por la herona mora que sabra ab ell, e ab aquells envessos dels labis lo bes tan stretament,que ne lo un ne lo altre no podan espirar ne tornar al, contrastant aquell lonch e molt cobejatbesar. E com ax per un gran spay estats fossen, apartaren-se lo un del altre. ... E Cmar roms enlo lit, lavant ab la lengua los seus labis per pendre lo ucre daquella poca de saliva que dels labisde Johan en los seus era romasa (Aramon i Serra 3: 141). Sobre este pasaje trat en un congresode la Universidad Complutense sobre los sentidos de la literatura (Lo ucre de la saliva que dels

    labis de Johan en los seus era romasa).37 Se ha reconocido la sombra del captulo 8delDe coniuratione Catilinae(Riquer, Histria de laLiteratura Catalana354).

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    que tiene la fama de los mismos. La gente discute ah sobre la actuacin de

    Salisberi al congregar a todos los caballeros en contra de Curial38y se recuerda

    al propsito que Aquiles pudo matar a Hctor contra la caballera, lo cual es algo

    discutible, pero que efectivamente mat de modo cobarde a roilo al conjuntar

    a todos contra l. La viveza de las disensiones hace que la conversacin adquiera

    tonos y virulencia desmesuradas, por lo que el rey tiene que intervenir zanjando

    la discusin:

    E com sobre aquest debat se escampassen moltes paraules, e ja quasi descompostes,

    lo rey, qui era molt savi senyor, manant-los callar, tolgu la qesti. (Aramon iSerra 2: 167)

    Podramos seguir con un tema muy importante, el amoroso, no concebido

    en s mismo, pues no ha dejado de estar siempre en lugar preeminente en

    cualquier literatura, sino desde la contemplacin de la filosofa amorosa como

    exigencia derivada de una determinada filosofa, cosa que ocurre de modo

    acusado entre las partes filosfica y moral de Lo somni; o bien considerado

    como virtud, a la luz de nuevos baremos, como hemos apuntado ya en el

    Curial. No es ngulo de observacin desdeable cuando el Humanismoms avanzado en el tiempo se inclinar por el platonismo en cuanto a esta

    temtica; pero no vamos a avanzar por esta lnea, resbaladiza y abstracta

    aunque muy trascendente, si bien el simple hecho de anotarla puede haber

    bastado para resaltar que, a efectos de discernir rasgos humanistas, no habra

    que pretender hallar nuevos temas ni tampoco localizarlos con puridad en el

    clasicismo. Es decir, con los temas no sucede como con los gneros, que se

    generan, renuevan o recrean; sencillamente porque son los mismos de toda laEdad Media. Pero ahora, bajo una nueva sensibilidad, se enfocan bajo otros

    ndices de valoracin, sea como rplica o como matiz, en una revisin de los

    cdigos morales que se desprende de una ideologa que avanzaba de modo

    imparable de la mano del racionalismo.

    An dentro de los temas podramos hacer una cala en las figuras mitolgicas.

    He seguido en parte la de Fortuna, tan de moda en el Humanismo, a

    38 Estos comentarios interesan asimismo en cuanto al reflejo con la realidad por el paralelismodel protagonista con Hctor, con quien cabe recordar que se aluda a menudo al Magnnimo, puesaparece frecuentemente como el nuevo y animoso troyano (as en la Tragdia de Caldesade JOanRois de Corella).

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    consecuencia del fuerte contraste que ofrecen las grotescas del Curial y de

    Metge (sta en el Llibre de Fortuna e Prudncia) frente a las muy bellas de Mena

    o Santillana (en el Laberinto de Fortunay la Comedieta, respectivamente);39

    majestuosas y hierticas las de los ltimos frente a las revolucionarias y

    divertidas de aqullos.40Asimismo podramos aadir dos casos de las mismas

    literaturas atribuidos a la Fortuna, semejantes por el fin trgico y catico o

    sin sentido, los de La Celestinay el Tirant lo Blanch,pues ambos se oponen

    por el uso de la figura y su efecto, en la primera didctico, y en la segunda,

    con humor manifiesto y sobre todo con relatividad o cierto distanciamiento.Cabra contrastar una vez ms este mbito con el que estudiaba Huizinga, en

    el que no vea realmente una diferencia esencial entre la alegora de la Edad

    Media y la mitologa del Renacimiento (291), pues en estas obras catalanas la

    diferencia es contundente.

    ambin podra analizarse el papel de Venus, diosa tan vituperada a lo largo

    del medioevo, en que era tildada de lujuriosa; en la recin citada introduccin

    mitolgica al III libro del Curialse la reivindica gracias al trasfondo y con

    citas de la Divina Comedia hasta el punto que los insultos que se le hacen de

    puerca sucia y maloliente (truja sutza, vil e pudent) o bien como diosa de

    luxria e de puteria (Aramon i Serra 3: 71) no slo se leen como cmicos

    sino como injustos. La divinidad clsica, a la luz del cristianismo, es por tanto

    rehabilitada en profundidad (Buti, Algunas consideraciones sobre potica

    medieval en el Humanismo cataln 41).

    En cuanto a las formas, que por su amplitud obligan an ms a resumir, hay

    39 Mis primeros trabajos en el campo hispanista contrastaron el Curial e Gelfa conautores delos mismos aos de la literatura castellana, en concreto con los dos citados en Juan de Mena y elCurial y La Comedieta de Ponay el Curial e Gelfafrente a frente; sobre el rastro de Fortunatrat en El paso de Fortuna por la Pennsula durante la Baja Edad Media.40 En el Curialse aprecia sobre todo a comienzos del III libro, donde usa de las poticas ficcionescon franca burla del Genealogiae deorumde Boccaccio, obra con carga muy medieval (GarcaGual 194). Metge, aunque trata el tema de la Fortuna en Lo somni, es en el Llibre de Fortuna ePrudnciadonde muestra a la diosa segn una visin aparentemente escolstica, pero bajo la cualse adivina otra revolucionaria y divertida que responde a los nuevos parmetros (la tesis doctoralde Miguel Marco, Libre de Fortuna e Prudncia:Estudio de las fuentes literarias y edicin crtica,que, bajo esta lectura, fue presentada en la UNED en 2004, est en curso de publicacin en la RealAcademia de Buenas Letras de Barcelona).

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    que recordar en primer lugar dada su cercana temporal la influencia de los

    trecentistas y sus procedimientos; muy en especial a Boccaccio y, afinando

    an ms, el Decamern,41 tanto por sus tcnicas literarias y motivos como

    por el estilo y lenguaje. En una palabra, sin el Boccaccio en vulgar las obras

    que hemos considerado principales en lengua catalana no existiran o desde

    luego seran muy distintas. Probablemente son deuda suya asimismo el

    elemento humorstico, que se observa con firmeza en las distintas etapas del

    movimiento, as como tambin el sensualismo, acompaado de una firme

    orientacin moral.Y estas tres notas son fuertes detonantes de las tres obras principales de creacin

    el dilogo y las dos novelas caballerescas; si bien no son slo exclusivos

    de ellas, como evidencia la crtica sarcstica del Spill(1460) de Jaume Roig,

    compuesto por 16.246 tetraslabos. Cabe comentar que esta obra narrativa

    comparte dos notas con el Tirant: el carcter enciclopdico y la interpretacin

    abierta de la obra. Adems, en un contexto comparatista hay que ponerla de

    lado a la prxima novela picaresca, no por sospechar evidentemente ningn

    tipo de influencia pero s por la precedencia en cuanto a ser ambas relatos

    negros de crtica social y autobiogrficos.

    Si hemos excluido el precisar por dnde pasa la lnea de lo que podemos

    denominar humanstico en cuanto a los temas, ms an tambin respecto

    a las formas, pero sin duda en el momento valenciano obras de contenido

    plenamente tradicional muestran nuevos aditamentos. Es un hecho en la Vita

    Christi (edicin pstuma de 1497) de Isabel de Villena, que aun impregnada de

    teologa de autores como Francesc Eiximenis y de obras como lasMeditationaeVitae Christifalsamente atribuida a san Buenaventura, emplea un cataln muy

    estilizado as como un estilo alejado del habitual, segn el cual encumbra de un

    modo decidido e inslito a la mujer y utiliza una expresin caractersticamente

    femenina (por ejemplo, con abundancia de diminutivos). Al fin y al cabo

    como quizs tambin la Vida de Santa Catherina de Sena(1499) de Miquel

    Peres revela una nueva manera de sentir la vivencia religiosa.

    41 Cabe recordar la valiosa traduccin al cataln (Riquer, Histria de la Literatura Catalana468-70), del mismo ao (1429) que la de la Divina Comdia, sta a cargo de Andreu Febrer y enesplndidos tercetos.

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    Pero aunque el captulo de la delimitacin de rasgos formales y su

    entrecruzamiento est quizs falto de profundizacin, se distingue de

    modo innegable la novedad en algunas parcelas. As, en cuanto a la teologa

    potica enarbolada por Boccaccio, ideologa que tiene su correspondiente

    en otras artes como puede verse a travs de la paulatina introduccin de

    gentiles como modlicos; en escultura, concretamente en iglesias de Pisa,42

    y que alcanza en lo literario extremos como el uso del lenguaje alegrico

    con apropiacin del sentido sagrado, cosa que estaba reservada a la ciencia

    teolgica. Este recurso, aunque solemne, no se emplea con gesto servil sinoprecisamente usurpador, aplicando al campo profano un elemento que

    corresponda al teolgico. Por ello he llegado a calificar las obras en que

    triunfa el nuevo espritu, debido a este afn de expansin de lo humano y

    su triunfo, de Profanas Escrituras; no me refiero tanto a hechos como que

    los dioses mitolgicos vehiculen mensajes cristianos43o cosas por el estilo,

    a algunas de las cuales nos hemos referido tratando del alegorismo, sino al

    empleo en obras profanas de los recursos antes propios de la teologa, como

    por ejemplo ocurre con el encubrir sentidos ocultos o profticos, tal comovemos en Lo somni(Buti, Algunas consideraciones 20-22, 31-33).

    Esta multiforme elevacin de los diversos campos no tuvo tampoco una

    manifestacin explosiva, con drsticas adhesiones o rechazos, sino que fue

    una inundacin lenta de ascensiones pero con profundo calado. El proceso

    de dignificacin era muy propio de los textos petrarquescos y no hay que

    olvidar el sentido ascendente del ltimo y popular cuento del Decamern, al

    que se suma Metge y un buen nmero de traducciones europeas al margende que cada autor entendiera de modo distinto el modo de ennoblecer un

    texto, como veremos a continuacin al referirnos a los Griseldas cataln y

    latino. En consonancia con todo ello se halla la nueva y delicada atencin a

    expresiones o entornos considerados anteriormente menos elitistas desde la

    42 Me refer a ello, en relacin con la relevancia de la figura del gentil en Un llibre catal, ungentil itali i la cultura europea.43 En el Curialel hroe, cado en el vicio, es conminado por Baco a una vida de estudio en elescenario de otro sueo mitolgico (tantost lo jorn segent fu cercar libres en totes les facultats,e torn al studi, segons havia acostumat, Aramon i Serra 3: 179) y se convierte gracias a laspalabras de san Gregorio que pronuncia aquel dios.

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    alta literatura,44como sucede con el mbito popular, al que ser tan sensible

    Santillana, autor de serranillas y recolector de Refranes que dizen las viejas

    tras el fuego.45

    La precisin en las delimitaciones se hace muy difcil y no slo en relacin

    con temas y formas cuando el mismo mentor del movimiento, Petrarca,

    presenta una oscilacin tal que es contradicho o corregido en profundidad

    por un admirador suyo como Bernat Metge. Segn hemos dicho, ste, que

    puede situarse en un extremo de rupturismo o de radicalismo humanista

    si es lcito aplicar este vocablo a los miembros del movimiento queensalza el equilibrio denuncia como medievalizante en el terreno moral a

    Petrarca, al que los humanistas daban la primaca (Buti, En los orgenes

    del Humanismo343-55).

    Ahora bien, el mismo Metge puede aparentar un carcter no clasicista desde

    una lectura superficial, sea por la capa de disimulo que le lleva a escribir en

    clave, sea porque explota posturas de conversin espiritual que le convienen

    para salvaguardar su obra; puesto que en primersimo lugar tena que obtenercredibilidad. Esta explicacin sirve de avance para las actuales posiciones

    44 Podramos ver una reivindicacin en el prlogo del II del Curial, donde al mostrarse una vezms admirador de los traductores de los relatos de ristn y Lancelot, alega que, por seguir eluso antiguo o el modo de escribir tradicional, condesciende en aceptar el galicismo cavallerserrants (Aramon i Serra 2: 7). Asimismo, los dos novelistas citados equiparan la grandezade la caballera tradicional y la antigua; se puede observar en el Tirant en la interseccin delGuillem de Vroic y el resto de la novela, cuando aparece por primera vez el protagonista, enque Martorell recurre a un fragmento del cierre del ciclo de la materia de Bretaa, la Mort

    Artu(Buti, Una nova font del Tirant lo Blanc ), que le sirve de engranaje de modo parejotanto monta a como en otros pasajes menos lucidos se rememoran encuadres de grandezaclasicista.45 La conexin mental que podemos establecer con la referencia inmediata al caso Griseldano es casual, como testimonia la imagen con que Metge alude a su traduccin de este relato:La istria de la qual fou per mi de lat en nostre vulgar transportada ... tant s notria que

    ja la reciten per enganar les nits en les velles, com filen en ivern entorn del foch(Lo somni.El sueo244). Imagen que procedera del Genealogiae deorum, precisamente de un libro, elXIV, que versa sobre teora literaria y en el que Boccaccio insista en la nobleza de su prosa;concretando ms, el captulo se titulaStultum credere poetas nil sensisse sub cortice fabularum,donde defiende que la altura potica e incluso sagrada se halla hasta en la ms vulgarmanera de narrar, esto es en los cuentos de las viejas. Cabe aadir que la intertextualidadsealada parece verse avalada por un error de los manuscritos (Buti, Del Griselda catal alcastell46-47).

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    antagnicas en la interpretacin de sus obras, pues tanto hoy como en su tiempo

    responden a lo que captan las distintas audiencias.46Y esta multiplicidad por

    cierto es lo que ha propiciado la conservacin de Lo somni, incluso a manos

    del monarca adverso a su ideologa, pues la brusquedad del cambio poltico

    obligara a Metge a agudizar el carcter polisemntico propio del signo

    literario. Pero su magistral adecuacin no slo fue garanta de pervivencia, sino

    tambin muestra de un gran pragmatismo (Hankins), al conseguir combinar

    autenticidad y honestidad gracias a una exquisita dosis de culturalismo.

    Estos hechos, junto con el carcter de transicin que define a este movimiento,especialmente en sus orgenes, acentan el inters hacia las figuras que acusan

    rasgos mixtos, o sea que muestran conjunta o alternadamente los signos de

    una y otra poca. Si no hay duda del carcter contrario a lo humanista en un

    predicador como san Vicente Ferrer, hasta el punto de que la misma lengua

    y estilo se suelen oponer abiertamente a los de Metge (Riquer, Histria de la

    Literatura Catalana249), pocas veces resultan las adscripciones tan claras.

    En el mbito cataln la ruptura con el medievalismo es rotunda en mentalidaden algunos autores de un modo que quizs no se d en otras literaturas,

    pero no lo es en otros (Antoni Canals, Ausias March), por lo que se da una

    interesante gradacin en lo ideolgico; en el plano literario, sin embargo, en el

    que suelen concordar todos los tocados de algn modo por esta tendencia en

    la absorcin de los clsicos, se ofrece asimismo un rico abanico por la distinta

    asimilacin, pues no todos los leen con los mismos ojos de aceptacin y sobre

    todo les atribuyen muy diferente prioridad en lo filosfico y moral. As pues,

    y al margen de los matices que aparenten las personalidades de filiacin msclara, hay que valorar en mucho aquel buen nmero de figuras mixtas que a lo

    largo de todo el perodo, especialmente el valenciano, dejan obras de creacin

    de relieve.

    Un ejemplo claro lo tenemos en la Tragdia de Caldesa, la preciosa obrita de

    Ros de Corella, en que una bella escena de voyeurismo, de lo ms atrevido

    en contenidos y con el lenguaje ms recargado, atiborrado de resonancias

    46 Las audiencias entre las que se cuenta la del futuro se hacen explcitas en el encargo deescribir la obra, en el libro II de Lo somni, como explico en En los orgenes del Humanismo281-87,en especial n310.

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    clasicistas, sirve de teraputica moral al ms viejo estilo, a modo de remedio;

    o bien el mismo Tirant lo Blanch, que luce pasajes rayanos en el mnage trois

    y de brillante afeccin al desnudo y al cuerpo, tiene en muy alta consideracin

    todava viejos cdigos caballerescos.

    odo ello abre la puerta ms an que en otros movimientos para considerar

    el captulo de las figuras mixtas, sin nimo de alinearlas en donde no les

    corresponda, pero s atentos al impacto que reciben de la nueva corriente

    aunque no pudieran o supieran seguirla en hondura.47 Hay que considerar

    mucho, pues, en relacin con este Humanismo, los perfiles ambivalentes de lasfiguras mixtas, que titubean entre las innovaciones formales y una ideologa

    anticuada; sin que ello quiera decir que todos sean humanistas, pero tampoco

    excluyndolos de toda mencin, como suele ocurrir. En puridad en las letras

    catalanas habra que reconocer como humanistas en su plenitud a Bernat

    Metge y al autor del Curial.

    Esta sintomtica difusa en temas y formas, pero coincidente en ambas

    Coronas, se asegura sin embargo por efectos de peso, como hemos visto enla renovacin que experimentan los gneros literarios. Y si en las cortes de

    Borgoa se daba el cambio de modo muy formal, en nuestras latitudes, en

    que no se rompi nunca con la tradicin,48 la suavidad del giro mental se

    muestra quizs incluso ms pronunciada. Pero ya hemos ido viendo que el

    cambio fue una realidad; ahora bien, afect de pleno a los dos caudales, al

    clasicista y al tradicional.49No en vano la necesidad de un reformismo se haba

    47 Una de las vas hbiles para discernir conceptos es el anlisis desde aspectos puntuales; as, enLa conciencia lingstica de las letras catalanas de la Edad Media lo observ desde la conciencialingstica dentro del Proyecto de Investigacin dirigido por Emma Martinell, que tena comoobjetivo analizar esta conciencia en los textos de distintas literaturas.48 No digamos ya en lo que Batllori llamaba la pdica Contrarreforma (192).49 Si hemos aludido a la distinta manera de verse las mismas figuras mitolgicas, tambin puedeapreciarse la diferente valoracin de las bblicas; he reseguido especialmente la de Job en la obrade Metge (En los orgenes del Humanismo246-52). Pero es curioso observar que tambin en Llullla influencia de este libro veterotestamentario se proyecta de modo distinto al tradicional esdecir, no como adalid de la paciencia sino como figura inquietante y rebelde, precisamente comosucede en Lo somni y a travs del Libre del gentil e los tres savis; es decir, esta figura encierrauno de los aspectos en que detrs del Humanismo aparece el lulismo (Detrs de los orgenes delHumanismo: Ramn Llull).

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    dado ya de modo pronunciado en un autor muy principal: en el precisamente

    cristiansimo Ramn Llull. En quien no extraa que clave sus races un autor

    como Metge, renovador en exigencias como la coherencia moral y el talante

    dialogador (Buti, El dilogo en Llull y en Metge).

    Es cosa sabida, pues, que la corriente que distingue lo medievalizante de lo

    humanstico se presenta de un modo dulce adems de lento y salpicado; pero

    si fue preciso por motivos de ocultacin, ante una sociedad muy cerrada, y

    lo facilit el componente culturalista a causa del nuevo elitismo, su suavidad

    sobre todo se debi a que ambas pocas, vieja y nueva, se fundaban al finy al cabo en los mismos caudales. Es decir, si Ernst Robert Curtius mostr

    de manera irreversible al parecer que a lo largo de toda la Edad Media se

    mantuvo el clasicismo, cualquier obra humanista en nuestro territorio, por

    atrevida que se muestre, evidencia lazos fuertes con la tradicin, a la que de

    hecho est renovando, impulsando o dando nueva vida. Por ello, el autor de

    mayor purismo clasicista, Bernat Metge, en realidad es un precedente del

    humanismo cristiano (Buti, En los orgenes del Humanismo 404). O sea que

    no se da el rupturismo en ningn caso en la pennsula.

    Ahora bien, dado que tampoco es factible hacer distinciones claras de

    acuerdo con tales caudales puesto que se entrelazan, si no se emplean

    ambos indistintamente,50 habra que atender sobre todo a los modos de

    hibridacin de los mismos, a la manera de tratarlos, pues esto s que difiere

    en profundidad; ello no supone slo perseguir la actitud o talante, aunque

    como predeterminacin es importante, sino tambin pulsar el ambiente y

    los resultados: por darse con mayor o menor adversidad o naturalidad porparte del entorno, as como con ms o menos superficialidad o intensidad

    por parte de los autores, e incluso con distinto entusiasmo; puesto que los

    rasgos significativos, como el hedonismo o el laicismo, aparecen en el texto

    en dependencia del contexto, bien mediatizados por l o bien como reaccin.

    En Castilla, donde la irrupcin fue menos virulenta, no hubo reacciones

    como el calificado por algunos historiadores como golpe de estado y que

    50 O sea que una traduccin clsica puede proceder de una mentalidad muy medievalizantea la vez que una obra bblica como la recin citada de Job es capaz de incentivar un librorevolucionario.

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    sigui al fallecimiento inesperado de Juan I, en Aragn, a raz del cual tanto

    trabajo dio demostrar a sus partidarios que el rey no se haba condenado pese

    a la muerte sbita.51Ello es un claro exponente de cmo se ve condicionada

    la aparicin de elementos de idnticos caudales que ahora conjugan tan

    peculiarmente; incluso, como hemos apuntado, con intromisin del uno en

    parcelas propias del otro.

    En ambas Coronas descuellan individualidades introductoras de la nueva

    sensibilidad, como Metge y Santillana; el notario, ms decantado hacia el

    modelo florentino inicial, y el marqus, hacia la figura del literato humanistacomo podan serlo los que en Npoles rodeaban al Magnnimo. Pero los

    dos han asimilado a los clsicos y a travs de los trecentistas italianos, como

    muestran sus respectivas imitationes. Si bien, en cuanto a praxis de la absorcin,

    hay que destacar la figura del barcelons, en quien raya en arte extraordinario

    con autores como Ovidio, Horacio o Cicern, as como choca su comprensin

    y grado de franqueza para con los florentinos.

    Sin embargo, en el conjunto peninsular no se da ese entendimiento ydiscusin que de modo generalizado se dio en Italia buena prueba de la

    diferencia ambiental nos la brinda el que una figura como el Magnnimo no

    quisiera regresar a la Pennsula, sino que prepondera ese conglomerado de

    figuras mixtas, con rasgos confusos o mezclados; en ms o menos afortunado

    equilibrio al tener un pie en cada etapa, pero siempre frenados, a saber en qu

    medida por el ambiente contrario o por los esquemas mentales heredados.

    La transicin se aprecia tanto en la teologa como en la poesa, pero no slo

    porque se marquen escalones bastante claros en la corona catalanoaragonesa

    en la primera, desde san Vicente Ferrer a Eiximenis y Felip de Malla, sino

    porque la mayora de los mismos autores son ambiguos: se discuten todava

    hoy los rasgos nuevos y viejos de Ausias March, cuyos poemas inspeccionan

    su intimidad con toda sinceridad pero teme tanto al infierno.

    51 Y la salvacin de su alma no slo se consigna en textos del tenor de una literatura menor,como los libros de viajes as, en el Viatge al Purgatori de Sant Patrici (1397) de Ramon dePerells, sino que tambin se argumenta en el dilogo de Lo somni, donde figura bajo el avalde Petrarca en calidad de defensor de aquel tipo de muerte, hecho que, a mi entender, se recogede un modo crtico (Buti, En los orgenes del Humanismo282-83).

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    La traduccin es tambin un esplndido campo de observacin debido a las

    tcnicas y planteamientos que se van diferenciando de la poca anterior,52pero

    incluso los traductores de obras como la Eneidapensemos en Enrique de

    Villena estn muy anclados en lo viejo; resulta ms novedoso Ferrer Sayol,

    padrastro de Metge y traductor del De rusticade Paladio, pues aunque contemos

    con un texto ya muy deturpado, en su prlogo acusa rasgos renovadores an

    tmidos o desdibujados, quizs a causa de la fecha, puesto que la inicia en

    1380 y la concluye en 1385 pero vividos y expresados con decisin y claridad

    (Buti, Sobre el prlogo de Ferrer Sayol).Pues bien, en todas las situaciones apuntadas, lo que denominamos o

    reconocemos como humanista depende del tratamiento53 ms que de la

    misma temtica, figura o mtodo en s mismos. Se pueden graduar obras y

    autores, segn semejanzas y contrastes, pero en ambas Coronas, aun cuando

    la novedad aflora de modo epidrmico, los autores ya no son medievales. He

    ah a un Juan de Mena, que, pese a su defensa encendida de la reina Mara,

    esposa del Magnnimo, al vibrar indignado ante los amores napolitanos del

    marido,54es ya un seglar dedicado al estudio, preocupado por temas de lengua

    y autor del principal poema pico culto medieval de las letras castellanas: el

    Laberinto de Fortuna(1444).

    As tambin, en el afn de concentrarnos en un factor de oposicin acerca

    de la irrupcin de la novedad, podemos acudir a lo epicreo-asctico, que a

    menudo se ha sealado como distintivo; pero quizs resulta ms rentable limar

    52

    Puede verse una visin del panorama hispnico en Roxana Recio, cuyas coordenadas me hanservido para extender la aplicacin a ms textos (Buti, Sobre la traduccin de una traduccin;Los pasos hacia la modernidad desde la traduccin a partir de la Edad Media; Metge, buentraductor de Sneca).53 Segn Garca Gual, el nfasis con el que se recobra en el Renacimiento la mitologa tienemucho de singular. No slo porque aqu los antiguos dioses recobran sus figuras, que en la EdadMedia haban ocultado bajo disfraces diversos y estrambticos, sino por la intensidad vital con laque ahora se les invoca, con un sentimiento que es muy distinto a lo medieval (184).54 Es revelador de las distintas tendencias en una misma poca que algunos poetas delCancionero de Estiga recogido en Npoles, entre 1460 y 1463 muestran contrariamentebenevolencia, cantando a su esposa y a su amante. Este cancionero rene dos poemas seguidosde Iohan de apia, LVI y LVII, dedicados respectivamente A la muy excellente reyna de Aragnet de Seilia y A madama Lucrecia, o bien otro poeta, Carvajal, canta la belleza de Lucrecia ylas virtudes de la reina.

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    los extremos y atender al signo vital:55hacia la inclinacin negativa-positiva

    en cuanto a lo humano, pues hacia lo ltimo suele ser la nueva disposicin

    claramente favorable. Por ejemplo, si para un medievalizante la vida es una

    prueba, pues es como la concibe irremisiblemente, para un humanista una

    muestra muy clara la tenemos en el Curialse convierte en una oportunidad.56

    No puede extraar, pues, que la derrota histrica de Ponza, Santillana la

    torne en victoria, pero no slo se debe a la vestidura alegrico-mitolgica de

    nuevo cuo que engrandece al Magnnimo sino tambin a su interpretar las

    circunstancias polticas, acorde con la evolucin de la misma Historia, quetambin iba a dar el vuelco en esta coyuntura.

    Al igual que en los orgenes humanistas de otros pases no ejercieron un papel

    a considerar las Universidades y, en la Corona catalanoaragonesa, aparte de

    estos tres focos urbanos, parece no poder sealarse otro con entidad; ocurre

    as con el entorno mallorqun,57donde no qued una produccin de relieve,

    a pesar de contar con importantes familias de humanistas, como los Valent,

    entre los que hemos citado a una figura de particular inters, traductor de las

    Paradoxaciceronianas, Ferran Valent.

    Este humanismo cataln podramos caracterizarlo a grandes rasgos con

    las notas siguientes: uso y ennoblecimiento temprano de la lengua vulgar;

    asimilacin intensa de los tres grandes trecentistas italianos; races firmes

    en Llull; concepcin de una literatura digna, seria, nueva y gratificante, pero

    exultante, vivida y reflejo muy prximo al mundo real. odo ello afluir, a

    marcha pausada tambin, a una actitud renacentista de ms brillo, pero ms

    55 Hay que tener en cuenta que en aquella oposicin entran implicaciones religiosas junto a lasmorales; pero dado que lo pagano no sustituy a lo divino, pues no se perdi lo religioso, espreferible atender a connotaciones de corte preferentemente laico o ambiguo, como la apuntada.Esto es acorde con la cita de Garca Gual y el planteamiento del prrafo anterior, que implica unamoral menos normativa y ms tolerante.56 Aqu tendramos una explicacin profunda de la afinidad que se advierte entre esta novela y elGriseldade Metge, que concibe tambin as la vida (Buti, Tras los orgenes del Humanismo107).Ello es opuesto a la visin que daba el Griseldisde Petrarca, puesto que, segn Rossella Bessi, esta

    versin consiste en una reescritura religiosa de la boccacciana, a fin de con apoyo escritursticio

    y patrstico asentar la vida como unaprobatio fidei(713).57 Baste solamente la mencin cuando no le han reconocido entidad los expertos, como GabrielEnsenyat, y dado que adems no afloran obras literarias destacadas de creacin.

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    vaca, que manifiesta ya con claridad la obra de un Joan Ros de Corella.58En

    una palabra, del rechazo del medievalismo compacto se abocar al carpe diem

    del Renacimiento, el cual sin embargo habr perdido la intensidad e inquietud

    caractersticas del Humanismo as como el clmax de inestable transicin que

    lo define.

    En el reinado de los Reyes Catlicos la sensibilidad humanista ser ya acogida

    desde la corte, por lo que empezar a calar socialmente e incluso se practicar el

    buen latn; a partir de este punto, en que se afluye al Humanismo renacentista,

    pasa a descollar la produccin en lengua castellana incluso dentro de laCorona catalanoaragonesa. Ello robustece el Humanismo hispnico que en

    su conjunto abarca un recorrido extenso y de amplio espectro, con un campo

    literario de gran riqueza.59

    Los ambientes, por otro lado, muestran puntos similares en ambas Coronas,

    posiblemente hemos apuntado ya al ritmo de la evolucin de la misma

    caballera. Veamos un caso muy concreto: estudiando el Curial e Gelfaadvert

    concomitancias con la Comedieta de Pona del Marqus de Santillana,60

    lascuales se suman a las similitudes vistas entre el protagonista caballero marcado

    por su amor al estudio y los libros, que apresa una galera de corsarios cerca

    de la isla de Ponza y el Magnnimo, protagonista de batalla y Comedieta.61

    Entre otras cosas, los nombres de aquellos caballeros de ficcin coinciden con

    los de la obra del Marqus: vemos tambin a Pero Maa (CurialII, 101), Pere

    de Muncada (ib., 143; 144) y Pins (ib., 101). Ramon Folch de Cardona es el

    nombre del embajador del rey de Aragn (III, 154-62) que interviene a favor

    58 Puede verse en parte traducida al espaol en la edicin de Vicent Martines Peres.59 Sin reducirse a la literatura, sino desde la historia de la cultura, se estudia en Batllori 27-109.60 Con pocas variaciones el Curial se sita hacia mediados del siglo XV; los defensores de su

    vinculacin al Magnnimo tenemos una fecha de referencia clara con la muerte de ste, en 1458, lacual pudo determinar la interrupcin de la obra, cuyo nico manuscrito (en la Biblioteca Nacionalde Madrid; puede verse digitalizado) qued si no inacabado, s no redondeado o ultimado. Es portanto poco anterior al Tirant lo Blanch, que se data entre 1460, fecha del comienzo, y 1490, en que

    ve la luz la edicin; si bien en 1464 se declara acabada.61 Alfonso V el Magnnimo, que rene una corte privilegiada de humanistas en Npoles y unadestacadsima biblioteca (Marinis), fue derrotado en 1435 junto a Ponza, hecho que canta donigo Lpez de Mendoza en su poema alegrico, el cual enva dedicado en 1443 a doa Violantede Prades, cuyo esposo fue un capitn de la famosa batalla naval.

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    de Curial en su lucha con los leones.62Los cuatro nombres, Maa, Muncada,

    Pins y Cardona corresponden a personajes reales que intervinieron en la

    batalla de Pona, segn recoge la Comedietade Santillana:

    All se nonbravan Maas e Boyles,Pinoses ... Muncadas,

    All los de Prades e los de Cardona. (vv. 569-570; 579)

    As como encontramos en otra estrofa de la misma Comedieta de Pona

    nombres de otros tres caballeros (Joan Ximenes de Urrea, Blasco dAlag

    y Joan Martines de Luna), que lucharon tambin con Curial y el rey Pedroen Melun:

    Don Johan Martines de Luna, laltre ha nom don Pero Cornell, laltreha nom don Blasco dAlag, laltre ha nom don Johan Ximenes deUrrea. (Aramon i Serra 2: 82)

    All se nonbravan los Lunas e Urrea,Yxar e Castro, Heredia, Alagn. (Comedieta,vv. 561-562)63

    Sin pretender demostrar contactos ni intencionalidades, pues la onomsticapodra ser quizs una pista falsa, el hecho es que se designa un nuevo tipo de

    caballero, ya aludido como caballero humanista, denominacin que aunque

    suele aplicarse al modelo literario procede de una realidad que diferencia esta

    caballera de la de pocas anteriores. Esto es, el mundo que surga demandaba

    a los autores un nuevo tipo de obras, el cual segn una smosis ya conocida

    responda al mundo que reflejaban.

    Pasamos a continuacin a fijarnos en los tiempos, ya que, a pesar de tratarse de

    la misma dinasta rastmara desde 1413 tambin en Aragn, el movimiento

    humanista marca periodizaciones con confluencias y disparidades. En Castilla,

    hay que partir de la produccin literaria del reinado de Juan II (1406-1454),

    de signo cortesano y que ha sido atendida desde el clasicismo recientemente

    (Gonzlez Roln, Saquero Surez-Somonte y Lpez Fonseca 63 et passim),

    hasta llegar a la de los Reyes Catlicos, etapa abierta ya al Humanismo

    62 Ya hemos comentado que el combinar historia y ficcin, as como el cuestionarse sus valores,

    era algo propio de los crculos humanistas italianos que pudo tener consecuencias en el nacimientode la novela.63 Prrafos tomados de Buti, Tras los orgenes del Humanismo239-40.

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    renacentista del Quinientos. En Aragn, hasta esta ltima etapa en que

    se experimentar un desnivel o parn del empuje humanstico anterior,

    sobresalen tres momentos diferenciados (Buti, Barcelona, Npoles y

    Valencia) de acuerdo con los ncleos de la Cancillera, en Barcelona, la corte

    napolitana y Valencia, estos dos ltimos coetneos y por tanto a menudo en

    relacin, si bien de distinto entorno social y realizaciones.

    En ambos reinos cabe sealar que se da una introduccin temprana,

    extremadamente en el caso de la corona catalanoaragonesa, donde se exalta a

    Petrarca a poco de su muerte. Asimismo, en los dos mbitos se manifiesta deuna manera intermitente e irregular, no uniforme. El momento de Metge es tan

    prximo al origen boccacciano-petrarquesco que se entiende bien que incluso

    el dilogo, clasicista por antonomasia, est completamente determinado por

    las figuras de los grandes mentores, Boccaccio que transparenta a menudo

    el influjo de Dante a travs del Trattatello in laude di Dante y el Commento

    alla Divina Commedia y Petrarca, as como que nos transmita sus mismas o

    parecidas preocupaciones.

    Ms inclinado hacia las consignas esteticistas aparece el Cuatrocientos en

    las dos Coronas comparativamente con la rotundidad de aquella primera

    percepcin de sntomas de cambio. De hecho en Aragn se ir pasando de

    la actitud de portavoz de una nueva sensibilidad a las actitudes de pose, que

    abundan en el ltimo momento, el valenciano; en Castilla, los portavoces

    fueron menos extremistas en lo que a pureza humanstica se refiere (Prez

    Priego, Boccaccio en la obra literaria de Santillana 494) y sus actitudes

    pueden confundirse ms fcilmente con las de moda o de apariencia mssuperficial. Ahora bien, tambin aqu se reconocen polmicas al estilo italiano

    y se percibe la deuda para con los grandes trecentistas, patente incluso en Juan

    del Encina (Piera 86).

    Por otro lado, hay que hacer constar que en el crculo humanista de Aragn

    situado en Italia (desde la conquista de Npoles por el Magnnimo en

    1443) confluyen los principales humanistas no slo italianos sino tambin

    peninsulares.64

    Entre las figuras que son valoradas en todo el mbito hispnico

    64 Cabe destacar a Lorenzo Valla, Bartolomeo Facio, Giovanni Pontano o el Panormita, autor

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    se halla la del poeta Jordi de Sant Jordi, que acusa ya la huella petrarquesca;

    coronado de laurel por Santillana en el poema titulado Coronain de Mossn

    Jorde, responde al perfil de poeta cortesano y de caballero, pues sirvi a su

    soberano en campaas militares, cayendo preso en 1423 como recuerda

    su emotivo poema Presoner (Jordi de Sant Jordi). ste sera pues el punto

    de encuentro ms efectivo, ya que en el territorio catalanoaragons el

    primer momento fue interrumpido bruscamente por la muerte accidentada

    del monarca y en el ltimo, a pesar de los brillantes cenculos literarios

    valencianos,

    65

    no pulula un mbito cultural del calibre del que generan la cortede Juan II ni, sobre todo, a finales de siglo, la de los Reyes Catlicos (Valden

    Baruque).

    Sin embargo, y aun respondiendo a la misma corriente, los crculos eruditos

    peninsulares se caracterizan frente a los europeos, lo cual nos lleva a dar unas

    ltimas notas que enfrenten las producciones.66En primer lugar, para observar

    una marcha al unsono, basta advertir que al m


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