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INFORMAL Z

Date post: 22-Mar-2016
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Primer número / First issue Junio / June 2011
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62
INFORMAL Z JUNIO/JUNE 2011 escriben/contributors: ALEJANDRA CELEDON / GABRIELA GARCIA DE CORTAZAR CRISTIAN OPAZO / DANIEL OPAZO / SERGIO ROJAS entrevista a/interview SHARON ZUKIN
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ZJUNIO/JUNE 2011

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ContentsEDITORIAL Z-4ALEJANDRA CELEDÓN Z-6GABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR Z-12INTERVIEW - SHARON ZUKIN Z-16DANIEL OPAZO Z-24SERGIO ROJAS Z-28CRISTIÁN OPAZO Z-50NOTES Z-54IMAGE CREDITS Z-56CONTRIBUTORS Z-58ABOUT Z-60

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ÍndiceEDITORIAL Z-5ALEJANDRA CELEDÓN Z-7GABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR Z-13ENTREVISTA - SHARON ZUKIN Z-17DANIEL OPAZO Z-25SERGIO ROJAS Z-29CRISTIÁN OPAZO Z-51NOTAS Z-55CREDITOS DE IMAGENES Z-57BIO Z-59ACERCA DE Z-61

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The ends of language (at the end of the world)

Editing a magazine today lacks all novelty and surprise, almost even interest at all. Myriads of digital publications and the overflowing amounts of information appeal to a public with no time or -quite often- skills to filter the uncountable data. The overwhelming instantaneity of information exceeds by far our reflection capacity, which in an unmistakable ‘sign of the times’ today seems to be restricted to 140 characters.However, this reflection is necessary. In our case, to think the city and the political (an indissoluble pair, from our point of view) emerges almost as an ethical demand facing the dominant tendencies that intend to naturalize the urban phenomena and sublimate or mystify architectural problems. The contemporary predominance of what several scholars have called post- politics -the politics of media, images and empty discourses; the messianic vision which attempts to replace ideology for management, paradoxically discrediting the very means and modes of the political (argument, dissent, organization, antagonism)- is nothing but the most visible feature of the anti-modern offensive.Facing this context, it might make sense and be interesting (and given the disuse critical thought has fallen into in certain realms, it may even arouse surprise and novelty) to generate a new space, open to debate, dissent and hopefully to well-based antagonisms about the city, society, politics and culture of present and past times.To recover the good habit of debate in an allegedly global urban society (this magazine, by the way, is edited between London and Santiago) deserves to be considered a project, and as such it has limits, a finite form that begins with the end of language: Z.

EDITORIAL

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Hacer una revista hoy carece de novedad, de sorpresa, casi incluso de interés. La profusión de publicaciones digitales y la sobreabundancia de información tienen por contraparte a un público carente de tiempo y en muchos casos, de la capacidad para filtrar la innumerable cantidad de datos. La abrumadora instantaneidad de la información excede por mucho la capacidad de reflexión, que en un indesmentible signo de los tiempos hoy parece limitarse a ciento cuarenta caracteres.Sin embargo, esta reflexión es necesaria. En nuestro caso, pensar la ciudad y lo político (un par indisoluble, desde nuestro punto de vista) emerge casi como una exigencia ética frente a las tendencias dominantes que, incluso muchas veces desde la academia, pretenden naturalizar el fenómeno urbano y cosificar o mistificar los problemas de la arquitectura, por dar algunos ejemplos. El predominio contemporáneo de lo que varios autores han denominado la post-política -la política de los medios, las imágenes y los discursos vacíos; la visión a veces mesiánica que busca reemplazar la ideología por la gestión empresarial y que en una paradoja notable, desacredita los propios medios y modos de la política (la argumentación, el disenso, la organización, el antagonismo)- no es sino el contexto o el rostro más visible de la ofensiva anti-moderna.Frente a este panorama sí adquiere sentido, luego interés (y dado el desuso en que ha caído el pensamiento crítico en ciertas esferas, puede incluso suscitar sorpresa y novedad) generar un nuevo espacio abierto al debate, al disenso, ojalá al antagonismo de posiciones bien fundamentadas respecto a la ciudad, la sociedad, la política y la cultura de éste y otros tiempos.Recuperar el hábito del debate en una sociedad urbana supuestamente global (esta revista, sin ir más lejos, se edita entre Santiago y Londres) merece ser considerado un proyecto, y en tal condición tiene límites, tiene una forma finita que comienza con el final del lenguaje: Z.

Los fines del lenguaje (en el fin del mundo)

EDITORIAL

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The outsider – History is not over

Though not authentic the letter Z has kept its originalities and specificities throughout history. It originated from an act of mimesis of the Phoenician symbol ‘I’, which was first lost, disappeared, and later on recovered by the Greeks, who assigned it a new name and symbol along the tradition of Eta (η) and Theta (θ). Zeta, then, originated as a copy of an original. In the transmission from Phoenician to Greeks, while vowels were designated by their sounds, consonants were named by the sound of the letter combined with a vowel in such a way to follow a law of ‘least effort’1. The only exception to the rule was the case of Z zed (tsade), the unique Phoenician name that passed into the English alphabet. “Its foreign origin is thus shown, not only by its form and its alphabetic position, but by its foreign name” (Taylor 1883:144). Z is at the same time an exception, a foreigner and a survivor within alphabet. By starting the first of many versions of INFORMAL with an outsider, I would argue that a quiet strong statement has already been located.

[Zoom in – Zoom out] and the political writing of history

“How does the cameraman compare with the painter? To answer this we take recourse to an analogy with a surgical operation. The surgeon represents the polar opposite of the magician. The magician heals a sick person by the laying on of hands; the surgeon cuts into the patient’s body. The magician maintains the natural distance between the patient and himself; though he reduces it very slightly by the laying on of hands, he greatly increases it by virtue of his authority. The surgeon does exactly the reverse; he greatly diminishes the distance between himself and the patient by penetrating into the patient’s body, and increases it but little by the caution with which his hand moves among the organs. In short, in contrast to the magician – who is still hidden in the medical practitioner – the surgeon at the decisive moment abstains from facing the patient man to man; rather, it is through the operation

ALEJANDRA CELEDÓN

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A pesar de no ser ‘auténtica’, la letra Z ha mantenido su originalidad y especificidad a través de la historia. Su origen se funda un acto de mímesis del símbolo fenicio ‘I’ el cual, tras perderse y desaparecer, fue más tarde recuperado por los griegos, quienes le asignaron un nuevo nombre y símbolo siguiendo la tradición de Eta (η) y Theta (θ). La Zeta se originó entonces como la copia de un original. En la transmisión desde los fenicios a los griegos, si bien las vocales eran designadas por sus sonidos, las consonantes eran nombradas por el sonido de la letra combinada con una vocal, siguiendo de esta manera una ley del ‘mínimo esfuerzo’2. La única excepción fue el caso de la Z, en inglés zed (tsade), único nombre fenicio que logró pasar intacto al alfabeto inglés. “Así queda demostrado su origen foráneo, no sólo en su forma y su posición alfabética, sino también en su nombre extranjero” (Taylor, 1883:144). Z es al mismo tiempo una excepción, una extranjera y una sobreviviente dentro del alfabeto. Creo que el hecho de empezar la primera de muchas versiones de INFORMAL con una outsider plantea desde ya una fuerte propuesta.

[Zoom in – Zoom out] y la escritura política de la historia

“[Q]ué relación guarda el operador con el pintor? Para responderla, permitámonos una construcción auxiliar basada en el concepto de operador que es usual en cirugía. El cirujano representa uno de los polos de un orden cuyo otro polo lo ocupa el mago. La actitud del mago que cura al enfermo poniendo su mano sobre él es diferente de la del cirujano que practica una intervención en el mismo. El mago mantiene la distancia natural entre él mismo y el paciente o, con más exactitud, la reduce un poco gracias al toque de su mano y la incrementa mucho gracias a su autoridad. El cirujano procede a la inversa: reduce mucho la distancia con el paciente –al penetrar en su interior- y la incrementa sólo un poco en virtud del cuidado con que su mano se mueve entre los órganos. En una palabra, a diferencia del mago (que está todavía en

La outsider1 – la historia no ha

llegado a su fin

ALEJANDRA CELEDÓN

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that he penetrates into him. Magician and surgeon compare to painter and cameraman. The painter maintains in his work a natural distance from reality, the cameraman penetrates deeply into its web. There is a tremendous difference between the pictures they obtain. That of the painter is a total one, that of the cameraman consists of multiple fragments which are assembled under a new law. Thus, for contemporary man the representation of reality by the film is incomparably more significant than that of the painter, since it offers, precisely because of the thoroughgoing permeation of reality with mechanical equipment, an aspect of reality which is free of all equipment. And that is what one is entitled to ask from a work of art”. (Benjamin, 1936)

Writing has a central role within politics. From Benjamin Author as Producer to Tafuri’s Historical Project, the writing of history has been assigned with a central role within the political realm. Architectural writing by extension is at the core of urban politics, when policy is understood along the lines of Rancière as legitimization of specific ways of seeing, feeling, acting, being in the world, with the others. Ranciere’s ‘politics of writing’ reminds us the implications of how history is studied and written. What is the difference between the words of history, and the words about history? What is the relationship between these words and the things they indicate? What is raised to the level of evidence or fact on historical accounts? The writing of words of history that name or unname things of the past is a discourse, rather than discipline, yet to be invented. This triggers a three-fold question for architectural writing: which are the objects of historical studies, what are their methods and procedures and how are these objects presented, what he calls the ‘poetics of knowledge’ including scientific, political and literary stands in non-traditional ways. On Rancière words: “…a study of the set of literary procedures by which a discourse escapes literature, gives itself the status of a science, and signifies this status’. A history that is scientific in the sense of systematic searches of veiled phenomena, that is political as much as anonymous subjects and communities are confirmed or denied by an appeal to history, and that is literary regarding techniques of writing and presenting history: the narrative-discourse dialectic or the question of words in relation to things. Writings of history ‘make’ the discipline insofar they offer possible answers to such questions. The writing of architectural history makes history and architecture, inasmuch as disciplines.

By [zoom in-zoom out] I do not only appeal to the expression that refers to the architectural procrastinating game done in CAD with the mouse, but also and paradoxically, I appeal to the critical writing of architectural history, something that we should not delay or postpone. What I am proposing is an end/telos of language as zoom in – zoom out, which is nothing else than the poetic of writing of my own ongoing thesis project, and one possible answer to some of the questions located above. Zoom-in stands for Benjamin’s cameraman/surgeon tactic, which invites to

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el médico practicante), el cirujano renuncia en el instante decisivo a ponerse de hombre a hombre frente a su enfermo; en lugar de ello se introduce operativamente en él. El mago y el cirujano se comportan, respectivamente, como el pintor y el operador de la cámara. El pintor observa en su trabajo una distancia natural frente a lo dado; el operador de la cámara, en cambio, penetra profundamente en el tejido mismo del hecho de estar dado. Las imágenes que ambos extraen son enormemente distintas. La del pintor es una imagen total; la del operador de la cámara es una imagen despedazada muchas veces, cuyas piezas se han juntado de acuerdo a una nueva legalidad. Si para el hombre de hoy la más significativa de todas las representaciones de la realidad es la cinematográfica ello se debe a que ésta entrega el aspecto de la realidad como una realidad libre respecto del aparato –que él tiene derecho de exigir en la obra de arte- precisamente sobre la base de su compenetración más intensa con ese aparato.”3

La escritura tiene un rol central en política. Desde el Autor como Productor de Benjamin hasta el Proyecto Histórico de Tafuri, se le ha asignado un rol central a la escritura de la historia dentro del ámbito de lo político. Por extensión, la escritura arquitectónica está al centro de la política urbana, entendiendo lo político a través de Rancière como legitimación de maneras específicas de ver, sentir, actuar, ser en el mundo, con los otros. Las ‘políticas de la escritura’ de Rancière, evocan las implicancias de cómo se estudia y escribe la historia. ¿Cuál es la diferencia entre las palabras de la historia y las palabras sobre la historia? ¿Cuál es la relación entre esas palabras y las cosas que indican? ¿Qué cosas se elevan a nivel de evidencia o hecho en los recuentos históricos? La escritura de palabras de la historia que nombran (o dejan de nombrar) cosas del pasado es un discurso, más que una disciplina, aún por inventar. Esto gatilla para la escritura arquitectónica una pregunta tripartita: cuáles son los objetos de su estudio histórico, qué métodos y procedimientos utiliza y cómo se presentan estos objetos, lo que Rancière llama ‘poéticas del conocimiento’, incluyendo puntos de vista científicos, políticos y literarios de manera no tradicional: una ‘historia’ que es científica, en el sentido de una búsqueda sistemática de fenómenos velados, que es política en cuanto sujetos y comunidades anónimos son confirmados o negados aludiendo a la historia, y que es literaria en cuanto a sus técnicas de escritura y modo de presentar la historia –la dialéctica narrativa-discurso o la relación entre palabras y cosas que aquí se discute. Las escrituras de la historia construyen la disciplina (o discurso) en la medida en que ofrecen posibles respuestas a esas preguntas.

Por [zoom in – zoom out] no sólo apelo a la expresión que se refiere al juego de procrastinación, propio de los arquitectos, hecha con el ratón en CAD, sino que también y paradojalmente, a la escritura crítica de la historia arquitectónica, algo que no se debe retardar o posponer. Lo que propongo es un fin/telos del lenguaje como zoom in – zoom out, que no es nada más que la poética de la escritura de mi propia tesis doctoral, y una posible respuesta a las preguntas formuladas por Rancière más arriba. El zoom

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penetrate into reality/the body. As in film, language operates through close-ups, fragments and snapshots, through ‘lowerings and liftings, interruptions and isolations, extensions and accelerations, enlargements and reductions’, by focusing on the hidden details of familiar and commonplace objects. Words penetrate the body and revolve around its organs. Zoom-out appeals firstly to a necessity of detachment to critically assess these objects of analysis. Only by keeping a distance from the object of criticism, a genuine political judgement and ‘crisis’ can be put forward. Crisis refers here to a final transformatory judgement, a potential somehow lost in critical practices. As Koselleck asserts: ‘The crisis is manifest – it lies hidden in the criticism’. Secondly, in terms of perceptibility, a ‘natural distance’ is required, as in Benjamin’s magician/painter, to allow the object to look at us in return. The concatenation between criticality, crisis and finally politics demand this distance in a two-fold sense. It is a distance between criticism and its objects on the one hand. It is a distance from operative practices what allocates the ‘destructive character’ or potential of history on the other. Such tension between the detachment and participation that characterizes criticism itself locates the historical project as always already the ‘project of a crisis’: “Although it is implicated with the object and phenomena it analyzes, historical criticism must be able to play in the razor’s edge that marks the boundary between detachment [zoom-out] and participation [zoom in]. Here resides the ‘fecund uncertainty’ of analysis, its endlessness, its having to return ever and again on its material, an at the same time, on itself ”.2

Within this historical project of crisis, that is, political criticism, Rancière invites us to dissolve the difference between the document and the historic event itself. Documents are no longer ‘dead indices of the past’, but become ‘fragments of the past still living in the present’. Fragments to be dissected by the surgeon, to be captured by the cameraman. He calls for the ambivalence between ‘story’ (Z-the outsider) and ‘history’ (A-mainstream) for a poetic elaboration of the object and the language of knowledge, challenging the conventional opposition between science and literature to become political. He stresses that ‘the narrative of the event becomes the narrative of its meaning’. Narrative (the events ordered as they occurred-A), and discourse (their arguments, explanations and commentaries-Z), become one (AZ). The writing of history –the end(s) of language(s)- is not only about history, but it is history.How this writing becomes political reminds as the normative ‘A to Z’ logic. A shift is required form the rationality of rules to the rationality of ‘ends’. Rationality, the core of Kantian critical judgement, can tell us how to get from A to Z, but we have to aim for a different, common and political sort of reasoning to know where Z should be.

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in se refiere a la táctica del camarógrafo/cirujano de Benjamin, que invita a penetrar en la realidad/el cuerpo. Como en el cine, el lenguaje debiera operar a través de primeros planos, fragmentos e instantáneas, a través de ‘bajadas y subidas, interrupciones y aislamientos, extensiones y aceleraciones, ampliaciones y reducciones’, enfocándose en los detalles escondidos de objetos familiares y ordinarios, como fuera canónicamente ejemplificado en Blow-Up. Las palabras penetran el cuerpo y giran en torno a los órganos. El zoom out apela, primero, a una necesidad de alejamiento para evaluar críticamente el objeto de análisis, ya que sólo al mantener la distancia frente al objeto de la crítica puede emitirse un genuino juicio político y establecer una ‘crisis’ . La crisis se refiere aquí al jucio transformador final, un potencial de algún modo perdido en prácticas críticas. Como señala Koselleck: “La crisis es manifiesta - se esconde en la crítica”.Segundo, en términos de perceptibilidad se requiere una ‘distancia natural’, como en el mago/pintor de Benjamin, de modo de permitir al objeto mirarnos de vuelta. La concatenación entre crítica, crisis y, finalmente, política, requieren de esta distancia en dos sentidos: por una parte, de la distancia entre la crítica y sus objetos; por otra, de la distancia con respecto a prácticas operativas con fines ideológicos, puesto que ésta es la que asigna el potencial a la historia. Dicha tensión entre distanciamiento y participación, que caracteriza a la crítica misma, posiciona siempre al proyecto histórico como un ‘proyecto de crisis’:

“Ya que está implicada con los objetos y los fenómenos que analiza, la crítica histórica ha de saber jugar en el filo de la navaja que hace de frontera entre el distanciamiento [zoom-out] y la participación [zoom-in]. Aquí reside la “fecunda incertidumbre” del propio análisis, su ser interminable, su continuo volver siempre y de nuevo sobre el material examinado y a la vez sobre sí mismo”4.

Dentro de este proyecto histórico, de crítica política, Rancière nos invita a disolver las diferencias entre documento, o evidencia, y el hecho histórico mismo. Los documentos no son más ‘indicios muertos del pasado’, sino que ‘fragmentos del pasado aún existentes en el presente’. Fragmentos a ser disectados por el cirujano, a ser capturados por el camarógrafo. Apelo aquí a la ambivalencia entre ‘historia’ (Z- the outsider) e ‘Historia’ (A- la oficial) para una elaboración poética del objeto y el lenguaje del conocimiento, desafiando a la oposición entre ciencia y literatura para convertirse en política: ‘la narrativa del evento se transforma en la narrativa de su significado’. Esta narrativa (los eventos ordenados como ocurrieron –A), y el discurso (sus argumentos, explicaciones y comentarios –Z) se vuelven uno (AZ). La escritura de la historia –el(los) fin(es) del lenguaje(s)- no es sólo sobre la historia, sino que es historia.El cómo esta escritura de historia se vuelve política nos recuerda la lógica normativa del ‘de la A a la Z’. Se requiere un cambio de la racionalidad de las reglas a aquella de los ‘fines’. La racionalidad, el centro del juicio crítico kantiano, nos puede decir cómo llegar de la A a la Z, pero tenemos que apuntar a un modo de razonar diferente, común y político para saber dónde debe estar Z.

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The most famous building in the London Zoo at Regent’s Park is the penguin pool. Designed by Berthold Lubetkin1 from Tecton, the pool and the gorilla’s Round House are the only two Grade I listed buildings within the complex. This category encompasses buildings “of exceptional interest, sometimes considered to be internationally important”2.

The pool, designed in close collaboration with Ove Arup, has an oval-shape plan with white walls, as boundaries of changing heights (from walls, to parapets, to windows), an inner pool and two ramps that spiral down and intertwine in the middle. Lubetkin designed a public life for the penguins, which allowed them to promenade and form “patient queues, displaying their comic resemblance to English City gents”3.

For seventy years, the pool’s users lived the modern life, until in 2004 they were re-localised to a new pool, more appropriate to current conceptions of wild animal keeping4. Today, as the pool remains empty, it may seem to be a mistake, a monument to the modernist tabula rasa. It may be interpreted as an absurd imposition to penguins that never adapted to its slippery ramps. It may also be understood as one of the most important buildings of 20th century architecture5, as when it is praised for successfully combining “the principles of modern architecture, the results of behaviourist research, structural virtuosity and humour”6.

However, the main significance of the penguin pool is not in its design (the modernist idea behind its organisation), nor in its architectonic materialisation (the structural and material solution).

ZooGABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR

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ZooGABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR

El edificio más famoso del zoológico de Londres es la piscina de los pingüinos. Diseñada por Berthold Lubetkin1 de Tecton en 1934, la piscina, junto a la Round House (casa de los gorilas), son los únicos edificios enlistados como Grado I, categoría que engloba construcciones “de interés excepcional, a veces considerados como internacionalmente importantes”2.

La piscina, realizada con la colaboración de Ove Arup en el diseño estructural, presenta una planta de forma ovalada, con blancos muros perimetrales que cambian de altura (pueden ser muros, parapetos o ventanas), una piscina interior y dos rampas curvas que se entrelazan al centro. Lubetkin diseñó para los pingüinos una vida en público, basada en paseos y “pacientes colas, mostrando su resemblanza cómica a los gentleman ingleses”3.

Durante setenta años sus usuarios vivieron una vida moderna, hasta que en 2004 fueron relocalizados ena una nueva piscina, más acorde con los conceptos actuales de mantención de animales salvajes4. Vista hoy, vacía, la piscina puede aparecer como un gran error, como un monumento a la tabula rasa modernista, como una imposición absurda a unos pingüinos que nunca se adaptaron a sus rampas resbalosas. También puede entenderse como uno de los edificios más notables de la arquitectura del siglo XX5, cuando se la ensalza por lograr combinar exitosamente “los principios de la arquitectura moderna, los resultados de la investigación sobre comportamiento, virtuosidad estructural y humor”6.

Sin embargo, el mayor interés de la piscina no está ni en el diseño (la idea modernista detrás de su organización) ni en su materialización arquitectónica (la resolución estructural y material

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A 1998 video footage7, from when the pool was still in use, offers a glimpse over some elements that are not there if the pool is only seen as an empty material structure today, or through pictures from the past. First, the ‘animal’ emotion that the visitors seem to display when they see the penguins frolicking and swimming around. The absolutely human environment disconnects the animals from any natural origin or medium, therefore making them closer to the other animals, those that are watching -all stirred up and happy- from the borders. Second, the ‘material’ emotion that is generated when the feeder slowly walks over the ramps to feed more penguins: the thin and carefully calculated structures from Arup are challenged by the gravitational effort.

To see the pool active and inhabited upsets any preconceived ideas, as it introduces a fleeting element of doubt. The penguin pool sways upon a difficult edge because in it, the human as collector and classifier, got to the point where he subjected the animals to live like humans. Moreover, he designed a habitat that can collapse under the weight of the same animal that created it: a snake biting its tail.

The penguin pool, seen as a historical fact is then, without a doubt, a far more interesting and relevant issue than when it is only observed from a material and architectonic point of view. It shows a limit in the relationship between humans and animals, a limit that nowadays has been dodged by the South American beach-like pool. The architectural guides also overlook the work’s implications, by reducing its cultural and historical relevance to mere formal characteristics.

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adoptada). Al ver un video de cuando aún era utilizada7, se puede entrever dos elementos que se escapan si sólo se observa la estructura material hoy, o del pasado a través de fotos. Primero, la emoción ‘animal’ que produce en los visitantes el ver a los pingüinos retozar y nadar en un ambiente totalmente humano, que desconecta a los animales de cualquier origen o medio natural y, por ende, que los acerca a los otros animales que observan, agitados y felices, desde los parapetos. Y, segundo, la emoción ‘material’ que provoca el hecho de ver al alimentador caminar por las delgadas rampas de Arup, en un desafío gravitacional a las estructuras cuidadosamente calculadas.

Ver la piscina activa y habitada desequilibra cualquier punto de vista tajante, ya que introduce un elemento de duda fugaz. La piscina oscila sobre una arista difícil, pues en ella el humano clasificador y coleccionista llegó al punto de someter a los animales a vivir como humanos, y más encima, diseñó un hábitat que puede colapsar bajo el peso del mismo animal que lo creó: una serpiente que se muerde la cola.

De este modo, la piscina, observada como hecho histórico, es sin, duda, mucho más interesante y relevante que vista sólo como hecho material y arquitectónico, pues muestra un límite en la relación entre humanos y animales. Este límite, hoy en día, ha sido evitado con la nueva piscina tipo playa sudamericana. Y, por otra parte, las menciones meramente arquitectónicas sobre la obra hacen olvidar sus alcances, reduciendo su relevancia cultural e histórica a meras características formales.

Por suerte existe YouTube.

Fotograma del video citadoStill from the mentioned video

La piscina en 2010The pool in 2010.

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Sharon Zukin on the privatisation of public space

In her more recent book, Naked City. The death and life of authentic urban places (2010), Sharon Zukin addresses the privatisation of public space in the United States and particularly in New York City via the case of Union Square Park. In this conversation with INFORMAL’s Daniel Opazo -which took place on April 28th, 2008- she advanced some of these issues.

Q: In The Cultures of Cities (1995), you wrote extensively about the transformation of Bryant Park as an example of private interests as the driving force of the renewal or renovation of public space. Since then, there have been several examples of the same process, with Washington Square Park as a controversial example. Do you think that in the last fifteen years or so, gentrification has come to be the main driving force of urban development in general terms?

A: First of all, let’s separate gentrification from the privatisation of public space, even though there are conditions that relate both phenomena, privatisation of public space and gentrification of private space. Since the 1990s, the model of Bryant Park has become the dominant model for governing public space in New York City. Both in the form of business improvement districts and parks conservancies, this model has been applied in other countries around the world, from Great Britain to South Africa. The basic idea –as you know- is that a private group with property interests around the park taxes itself to collect money to provide services, mainly sanitation and security, to keep the park beautiful and to open the park to uses by most of the public. I have to say that more people feel comfortable in parks under private governance than they did before, when the public sector of the city government totally controlled the parks.

INTERVIEW

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Sharon Zukin y la privatización del

espacio público

ENTREVISTA

En su libro más reciente, Naked City. The death and life of authentic urban places (2010), Sharon Zukin aborda la privatización del espacio pùblico en Estados Unidos y particularmente en Nueva York a través del ejemplo de Union Square Park. En esta conversación con Daniel Opazo de INFORMAL -realizada el 28 de abril de 2008- ella hizo algunos avances en estos temas.

P: En The Cultures of Cities (1995), usted escribió en extenso respecto a la transformación de Bryant Park como un ejemplo del interés privado como fuerza motriz de la renovación y cambio del espacio público. Desde entonces, ha habido varios ejemplos de este proceso, con Washington Square Park como un caso controvertido. ¿Cree usted que en los últimos quince años la gentrificación se ha convertido en la principal fuerza detrás del desarrollo urbano en términos generales?

R: Primero que todo, separemos gentrificación de la privatización del espacio público, aunque existen condiciones que relacionan ambos fenómenos, la privatización del espacio público y la gentrificación del espacio privado. Desde los años ‘90, el modelo de Bryant Park se ha vuelto el modelo dominante para el gobierno del espacio público en Nueva York bajo la forma de distritos de negocios (BID) y grupos de conservación de parques. Este modelo ha sido aplicado en otros países como Gran Bretaña y Sudáfrica. La idea básica es que un grupo privado con intereses de propiedad en torno al parque se cobra impuestos a sí mismos para reunir dinero para proveer servicios, principalmente sanitarios y de seguridad, para hermosear el parque y abrirlo al uso de la mayoría de las personas. Debo decir que más gente se siente cómoda en los parques bajo gobernanza privada que lo que solían hacer cuando el gobierno de la

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Partly this is because private associations have the money to invest in the park, to plant gardens, to hire gardeners, to maintain the furniture of the park, to introduce activities like chess or cafes, poetry readings or film showings in the case of Bryant Park; to interest a large segment of the public. That doesn’t mean that everybody wants to come to the park to hear poetry, to play chess or to see movies, but in general, the private associations’ ability to collect resources has enabled them to make parks more beautiful and more open to the public. When I went back to Bryant Park in 2007 to take some photographs, I took a picture of some young women who were sitting around, enjoying themselves and feeling obviously very free, underneath a statue of the early 20th century writer Gertrude Stein. And when I looked at this photograph later I thought to myself: this is a pleasure of the public, and especially women, in the open space of the park, that I would not had predicted from the private associations and business improvement districts taking over the management of the park. So, I’m able to see now benefits that the private association has brought to park space. By the same token, I don’t like that it is private association on which our pleasure depends. Private associations, to keep raising money for the park, depend on renting the park space to other private interests, for a variety of private activities that are not open to everyone, like Fashion Week, which I wrote about in 1995. Bryant Park has become so successful that I believe the commercial property owners who make up the Bryant Park Restoration Corporation –the private association that manages the park- no longer have to pay themselves for the upkeep of the park. However, that association feels bad about all the private uses of the park. So, they’re really quite divided in their attitude right now: economically, they like the fact that the private uses of the park raise money, pay for the park; but on the other hand, they don’t like that every part of the park is often taken up, occupied by these private uses. In order for them to bring services and activities and benefits to the public, they have to sell their soul; they really have to sell the park to private interests. For example, in the winter, for maybe two months there is free ice skating in Bryant Park on a portable ice skating rink, which I think is the only free ice rink in NYC; however, the ice skating rink is a big advertisement for a bank, which pays for it. So, this is all part of a very peculiar privatization that encourages people to depend on private interests for the pleasures of public space. Partly this is related to the mania for selling the names, or what we call the naming rights, of sport stadiums and theaters and cultural centers and concert halls to private interests; so that the new basketball arena which is planned for Central Brooklyn has been paid for by the British bank Barclays, and the name of the arena will be Barclays Center. There is a theater on 42nd Street called American Airlines Theater, so if you buy a ticket to a play, maybe you think you’re going to take a flight somewhere. I think there’s a kind of confusion about this, or maybe it’s only that the ones who remember an earlier condition who are sad about this. Younger people don’t realize that this is not, shall we say, the normal public sphere.

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ciudad controlaba los parques por completo. Esto se debe en parte a que los privados tienen el dinero para invertir en el parque, para plantar jardines, contratar jardineros, mantener el mobiliario, introducir actividades como ajedrez o cafés, lecturas poéticas o cine en el caso de Bryant Park; para interesar a un sector amplio de la población. Esto no significa que todo el mundo quiera venir al parque a oír poesía, jugar ajedrez o cer películas, pero en general, la capacidad de las asociaciones privadas para reunir recursos les ha permitido hacer los parques más bellos y abiertos al público. Cuando volví a Bryant Park en 2007 a tomar algunas fotos, fotografié a mujeres jóvenes que estaban sentadas disfrutando y sintiéndose evidentemente libres, bajo una estatua de la escritora de principios del siglo XX Gertrude Stein. Cuando miré esta foto más tarde pensé: éste es un placer del público en el espacio abierto del parque, y especialmente de las mujeres, que yo no hubiera predicho en cuanto al hecho de tener a las asociaciones privadas y distritos de negocios a cargo de la administración del parque. Entonces, hoy puedo ver beneficios que la gestión privada ha traído a los parques. Del mismo modo, no me gusta que nuestro placer dependa de una asociación privada. Las asociaciones privadas, para poder reunir dinero para el parque, dependen del arriendo del parque a otros intereses privados, para una variedad de actividades privadas que no son abiertas a todos, como por ejemplo la Semana de la Moda, acerca de la cual escribí en 1995. Bryant Park se ha vuelto tan exitoso, que pienso que los propietarios comerciales que componen la Bryant Park Restoration Corporation –la asociación privada que gestiona el parque- ya no tienen que poner dinero para el mantenimiento del parque. Sin embargo, ellos se sienten mal respecto a los usos privados del parque. En realidad, tienen contradicciones en su actitud: en lo económico, les gusta recaudar fondos y financiar el parque a través del uso privado, pero por otra parte, no están contentos con que cada sector del parque sea a menudo tomado, ocupado por estos usos privados. Para ofrecer servicios, actividades y beneficios al público, ellos deben vender su alma, realmente deben vender el parque a intereses privados. Por ejemplo, en invierno, por alrededor de dos meses funciona en Bryant Park una pista de patinaje sobre hielo gratuita, que creo es la única pista gratuita en Nueva York; sin embargo, la pista es un gran anuncio publicitario para un banco. Luego, todo esto es parte de una privatización muy peculiar que insta a las personas a depender de los privados para gozar del espacio público. En parte esto se relaciona con la manía de vender lo que llamamos los derechos de nombre, tanto de los estadios como de teatros y salas de concierto, al interés privado, de manera tal que el nuevo estadio de básquetbol planeado para Central Brooklyn ha sido financiado por el banco británico Barclays, y el nombre del estadio será Barclays Center. Hay un teatro en la calle 42 llamado American Airlines Theater; uno puede creer que al comprar una entrada está quizás comprando un pasaje hacia algún lugar. Creo que hay una suerte de confusión aquí, o quizá sólo es nostalgia de quienes recordamos una condición anterior. Los jóvenes no se dan cuenta que esto no corresponde a lo que podríamos llamar la esfera pública normal.

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Q: In 1995, you also wrote about the idea of ‘pacification by cappuccino’, which became a line that has been quoted many times when discussing the privatization of public space. However, and as a curious phenomenon, you have also written about the integration of women and children in these ‘privatized’ spaces, having in mind that many parks in NYC were in the past occupied for drug trafficking or other illegal activities that kept families away from public spaces. That has changed and some people feel now that those are more open and free, which seems largely as a contradiction. How do you assess the positive side effects of these forms of transforming public space?

A: On the one hand, the work of William Whyte –a journalist who became a sort of anthropologist of public space- influenced the new design of several urban parks in New York City. He believed, along with Jane Jacobs, that it was very important to establish ‘sightlines’ into the park, so that all activities in the park would be visible from outside the park, as well as from any point within the park. This contradicted the idea from the late 19th century – early 20th century landscape architect Frederic Law Olmsted, to create spaces of almost wild nature within the heart of the city. So, the large bushes and trees that hid the interior of parks like Bryant Park or Union Square Park until the 1970s and which permitted the illegal activities inside parks were torn down in the 1980s to make the entire park visible from outside. Of course, this works to a point, because there are many areas in cities where people carry guns and commit violent deeds in broad daylight, in the middle of the street. But these parks, with certain other changes, including increased private security guards as well as public police officers assigned to those parks, made it possible for people to observe everything going on in the park. Sometimes, when I pass Union Square Park, I laugh to myself because there are very tall old trees and they are quite beautiful, but there are relatively few of them. I think that park is maybe about 5 acres, is a small park, it has about 26 trees and it is mainly a park of commerce now, not necessarily a park of nature. And people enjoy it: there are probably many more people enjoying Union Square Park or Bryant Park now than they were 20 or 30 years ago. But these are urban parks in the sense of being parks of commerce, not parks of nature; it’s a different type of park, and the park of commerce, with its rented spaces to pay for the maintenance of the park, easily becomes not just a park of commerce but a commercial park. These days in NYC, a park is supposed to pay for itself – auto financing, in their words. For a park to pay for itself, it must attract commercial activities. It’s not just a matter of allowing commercial activities: it’s a requirement for a park to pay for itself to open the door to commercial activities all the time. Whenever a new park is proposed now –along the Hudson River, for example-, or a proposal is made to transform the old docks on the Hudson River to other uses, the public space is supposed to be paid for

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P: En 1995 usted escribió respecto a la idea de “pacificación por cappuccino”, que luego se volvió una cita frecuente al hablar de la privatización del espacio público. Sin embargo y como un fenómeno curioso, también ha escrito acerca de la integración de mujeres y niños en estos espacios “privatizados”, teniendo en cuenta que muchos parques en NY eran ocupados en el pasado por el narcotráfico u otras actividades ilegales que alejaban a las familias de los espacios públicos. Aquello ha cambiado y algunas personas perciben dichos espacios hoy como más abiertos y libres, lo cual parece una contradicción importante. ¿Cómo evalúa usted los efectos positivos de esta manera de transformar el espacio público?

R: Por una parte, el trabajo de William Whyte –un periodista devenido en una suerte de antropólogo del espacio público- influenció el nuevo diseño de varios parques urbanos en Nueva York. Él creía, junto con Jane Jacobs, que era muy importante establecer “líneas de visión dentro del parque, de manera tal que todas las actividades en él fueran visibles desde fuera, así como desde cualquier punto dentro del parque. Esto contradecía la idea del arquitecto paisajista de finales del s. XIX y principios del s.XX Frederic Law Olmsted, respecto a crear espacios casi de naturaleza salvaje en el corazón de la ciudad. Entonces, los grandes arbustos y árboles que escondían el interior de parque como Bryant Park o Union Square Park hasta los ‘70 y que permitían las actividades ilegales allí fueron derribados en los ‘80 para hacer el parque completo visible desde el exterior. por supuesto, esto funciona hasta un cierto punto, ya que hay muchas áreas en las ciudades donde personas andan armadas por las calles y cometen hechos de violencia a plena luz del día. Pero estos parques, con algunos otros cambios, incluyendo el aumento de vigilancia privada y pública asignada a ellos, ahn hecho posible que la gente observe todo lo que sucede allí. A veces, cuando paso por Union Square Park, me río porque hay árboles altos y antiguos y son muy bellos, pero son relativamente pocos, alrededor de 26. Pienso que ese parque debe tener cerca de 2 hectáreas, es pequeño y es principalmente un parque de comercio, no necesariamente un parque “de naturaleza”. Y la gente lo disfruta: probablemente haya hoy más gente disfrutando de Union Square Park o Bryant Park que hace 20 o 30 años. Pero éstos son parques urbanos en el sentido de parques de comercio, no de naturaleza; es un tipo diferente de parque, y el parque de comercio, con sus espacios arrendados para financiar su mantención, fácilmente se vuelve un parque comercial. En estos tiempos, se espera que un parque neoyorquino se autofinancie. Para que un parque logre esto, debe atraer actividades comerciales. No se trata sólo de permitirlas; es un requisito abrir las puertas a actividades comerciales de manera continua si se pretende el autofinancimiento. Cada vez que se propone un nuevo parque -a lo largo del río Hudson, por ejemplo-, o se hace una propuesta para transformar los viejos

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by commercial uses. This has become quite a burning issue, for example, on Pier 40 and also in the Brooklyn Bridge Park, because many residents do not want the public space of the waterfront to be leased completely to a hotel, or a high-rise apartment tower, or a store. Also in Union Square Park –which is a very interesting public space, although it has become more commercial and less natural in recent years-, the north side of the park is supposed to become a restaurant, but community groups have made a lawsuit to stop works from the restaurant, because they say ‘some people will not be able to afford entering the restaurant’. I myself am divided about that, because the park will remain in public use, the space that will be devoted to a restaurant has not been used for about 40 years and is really in great need of renovation or, let’s say, destruction and reconstruction. It’s a little space, but every zone is very complicated and contested. The green market occupies three zones of the park, especially on Saturdays, which is the big market day. Some of the farmers need electricity to run generators, primarily to provide heat for themselves in the winter, because the market is outside and it’s quite cold for half a year. Also, the farmers don’t have toilets, and they and their day workers stand there to sell without any place to go to the bathroom, and often they have to go to a local restaurant. The idea of providing electricity for generators is associated with an idea of providing toilets for the farmers and the workers at the farm stands, and providing running water for them also. But auto financing suggests that it would be good to have a commercial use of that space in order to pay for electricity and other uses, to subsidize some of the more public uses. So, this becomes a very interesting question. There has been a summertime restaurant outdoors in that area of the park, which is not very expensive; by the same token, I’m sure there are people who cannot afford six or ten dollars for a sandwich, a hamburger or a salad. I think there are great advantages to having a restaurant there that would demonstrate the value of the farmers’ market prose. But care has to be taken to make sure it’s not such a fancy restaurant that it would alienate people from the community. This would not displace the farmers market for longer than it takes to build the electricity lines and the toilets. There’s been a temporary displacement. I probably don’t understand completely the situation myself, but there is a lot of misinformation about this. One of the farmers whom I buy apples from was told by one of his customers that the Parks Department of the City Government was planning to sell the park, that’s absolutely not true… now I find myself in a very peculiar position of defending privatization! It’s difficult to sort out the benefits from the ultimate costs of privatization, or shall I say, to separate the immediate or short-term benefits from the long-term costs.

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muelles para otros usos, se supone que el espacio público debe ser financiado por los usos comerciales. Esto se ha vuelto un tema candente, por ejemplo, en el Muelle 40 y también en el Brooklyn Bridge Park, ya que muchos residentes no quieren que se entregue todo el espacio público del borde costero a un hotel, una torre o una tienda. De vuelta en Union Square Park –que es un espacio público muy interesante, aunque se ha vuelto más comercial y menos natural en años recientes-, el lado norte se iba a convertir en un restaurante, pero grupos comunitarios han puesto una demanda para detener las obras, porque dicen que algunos no podrán pagar el valor de la comida allí. Personalmente estoy dividida al respecto, ya que el parque permanecerá en uso público y el espacio destinado a restaurante no ha sido usado en cerca de 40 años, necesita de verdad una renovación. El parque es pequeño, pero cada zona es disputada. La feria (mercado) ocupa tres zonas del parque, especialmente el día sábado, que es el gran día. Parte de los granjeros necesitan electricidad para generadores, sobre todo en invierno, pensando que hace frío la mitad del año. Asimismo, los granjeros carecen de baños, de manera tal que ellos y sus trabajadores no tienen dónde ir al baño y deben usar los de los restaurantes. La idea de proveer electricidad para generadores se vincula con la provisión de baños y agua potable para granjeros y trabajadores de los puestos. Pero la lógica del autofinanciamiento dice que sería buena idea dar un uso comercial al espacio para pagar la electricidad y otros usos y así subsidiar los usos más públicos. Es un problema muy interesante. Ha habido en el pasado en esa zona un restaurante al aire libre en verano, no muy caro; sin embargo, probablemente hay gente que no puede pagar seis o diez dólares por una hamburguesa o una ensalada. Creo que hay grandes ventajas en tener un restaurant allí, pues demostraría el valor de la feria. Pero debe asegurarse que no se trate de un lugar muy elegante tal que excluya a los vecinos. La construcción no desplazaría a los granjeros por más tiempo del que tome construir las redes sanitarias, de energía y los baños. Ha habido ya un desplazamiento temporal. Probablemente yo misma no entiendo la situación por completo, pero sí hay mucha desinformación. Un cliente le dijo a uno de los granjeros que el Departamento de Parques del gobierno de la ciudad planeaba vender el parque, lo cual es absolutamente falso... ahora me hallo en la extraña posición de defender la privatización! Es difícil diferenciar los beneficios de los costos últimos de la privatización, o mejor dicho, separar los beneficios inmediatos o de corto plazo de los costos de largo plazo.

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DANIEL OPAZO

Zoning

For over a century, our cities have developed having as reference –foundation or frontier- a curious imaginary construction named zoning. Zoning is probably one of the chief examples of the anxiety for control so typical of modern architecture and urbanism. This anxiety is based upon the illusion of ‘total’ design of the city and in a certain way, it masks the development of urban modernization processes as led by corporate interests.

Here we face an interesting paradox or better, a sort of cyclic transformation: if during the 70s the neoliberal offensive focused on urbanism as a distorting factor of market laws (Hall, 2002), today it is clear that the bond between planning and real estate promotion is everyday but closer. This reminds us of the role played –according to Hall- by urbanists in postwar urban development, particularly in the United Kingdom and United States: ‘Instead, planning turned from regulating urban growth, to encouraging it by any and every possible mean. Cities, the new message rang loud and clear, were machines for wealth creation; the first and chief aim of planning must be to oil the machinery’1.

Even while being considered an emblem of functionalist urbanism and therefore the subject of negative considerations during the crisis of modern urbanism, zoning managed to survive. It did so by getting rid of its functionalist representational content and disguising as an operative and insubstantial instrument within the repertoire of urban planning. Zoning has since been fully integrated in the process of paradigm change in urbanism exemplified in the transit from urban planning to urban management, with the consequent change from the plan to the urban project as the main intervention instrument.

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DANIEL OPAZO

Zoning

Durante casi un siglo nuestras ciudades se han desarrollado tomando como referencia, base o frontera una curiosa construcción imaginaria denominada zonificación, quizás uno de los mejores ejemplos de la ansiedad por el control propia de la arquitectura y el urbanismo modernos, que supone a la vez la ilusión del diseño total de la ciudad y una máscara para el desarrollo de los procesos de modernización urbana orientados por el gran capital.

He aquí una interesante paradoja o más bien una transformación cíclica: si bien durante los años setenta la ofensiva neoliberal tuvo justamente como uno de sus principales blancos al urbanismo como factor distorsionador de las leyes del mercado (Hall, 1996), hoy es evidente que la vinculación entre planificación y promoción inmobiliaria es cada vez más estrecha, recordando el rol que según Hall jugaron los urbanistas responsables del desarrollo urbano de la postguerra, particularmente en Gran Bretaña y Estados Unidos: “En lugar de regular el crecimiento urbano, el urbanista se había dedicado a fomentarlo con todos los recursos que tenía a su alcance. La idea que predominaba era que la ciudad era una máquina de generar riqueza y que la función principal del urbanismo era engrasar la maquinaria”1.

Pese a considerársele casi un emblema del urbanismo funcionalista y por ende estar sometido a consideraciones bastante negativas durante el período de crisis del urbanismo moderno, el zoning logró sobrevivir despojándose de su contenido representacional funcionalista y camuflándose como anodino instrumento operativo, como un elemento más del repertorio de la planificación urbana. Incluso ha sido

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Another ‘curious’ paradox about zoning: the potential that it presents to real estate speculation probably resides in the very feature that has been historically criticized: its alleged normative rigidity. In fact, this hypothetically restrictive apparatus is functional to the system precisely because as written law it is unable to fully convey an idea or project (if there was any) of urban space. In the case of the city, so-called ‘legal gaps’ are even more important than normative itself and will keep being so for as long as urban governments lack executive faculties for urban management. In this regard, already in 1938 Lewis Mumford wrote: ‘Modern zoning schemes, not least in America, are chiefly attempts to standardize and stabilize pecuniary values. City development, however, cannot forever be left to individual enterprise: it must be placed (…) under competent regional and local authorities, who are empowered to purchase land, to design and build and operate new communities – or who may delegate these functions to organizations that will work under their direction’2.

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plenamente integrado en el proceso de cambio de paradigma que supone el paso desde la planificación a la gestión urbana y desde el plan al proyecto urbano como instrumento principal de intervención.

Probablemente y en otra “curiosa” paradoja, el potencial que supone el zoning para la especulación inmobiliaria reside precisamente en aquello que históricamente se le ha criticado, vale decir, su supuesta rigidez normativa. En rigor, este hipotético aparato restrictivo es funcional al sistema imperante justamente en tanto como ley escrita no es capaz de definir o traducir por completo una idea o proyecto de espacio urbano (si es que lo hubiera). En el caso de la ciudad, los célebres “resquicios legales” (léase lo que no está en la ley) son más importantes que la normativa misma y lo seguirán siendo mientras los gobiernos urbanos carezcan de facultades ejecutivas en la gestión urbana. Como ya escribía Mumford en 1938: “(L)os esquemas modernos de zonificación, y en América no lo son menos, son ante todo intentos por estandarizar y estabilizar valores pecuniarios. El desarrollo de la ciudad, sin embargo, no puede dejarse para siempre a la empresa individual: debe ser puesto (…) bajo autoridades locales y regionales competentes, con poder para comprar suelo, diseñar, construir y operar nuevas comunidades – o que puedan delegar estas funciones a organizaciones que trabajen en esa dirección” 2.

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SERGIO ROJAS

Aesthetics of discomfort and citizenship expressionTowards a critical culture

What I am about to put forward in this text is the development of a reflection on the aesthetic dimension of the manifestations of discomfort in the construction of collective forms of subjectivity. This dimension calls for considerations that go beyond the lack of basic goods and consumption (because ‘needs’ are not associated with desires). I intent to make a hypothesis on its meaning as a possible concept of critical culture.

In the October 1988 plebiscite, the option ‘No’ obtained the majority of votes, thus sanctioning the end of the military dictatorship. It is precisely today, October 5th, that we celebrate the eighteenth anniversary of this event. Along with its political and symbolic significance, what is known as ‘the No political campaign’ has remained in our memory. This expression not only refers to the resource systems and media processes that developed the aesthetics and discourse of the ‘No’ option, but also to the moment, memorable till this day, in which a collection of expectations, desires, and hopes found an aesthetic body within that campaign. The fundamental strategy was to give expression to a collective subject, built upon the idea that things could be radically different. The campaign’s slogan captured it in an accurate manner: ‘Chile, happiness is coming’. This phrase was not a representation of the immediate future, -the aftermath of the plebiscite-: it came from the absolute contraposition between the demand for a free citizenship and the existing political and police conditions in the country. This contraposition generates a potential of subjectivity (A. Negri), which is also a potential of future, because its gravity centre is not in the present, but in ‘what is to come’; a time of which all what is known is that it, things will be very different, a country with ‘a place for

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SERGIO ROJAS

Estética del malestar y expresión ciudadana

Hacia una cultura críticaLo que expongo a continuación es el desarrollo de una reflexión acerca de la dimensión estética de las manifestaciones de malestar que corresponden a la construcción de formas colectivas de subjetividad. Tal dimensión exige una consideración que atienda más allá de la carencia de bienes básicos de uso y consumo (pues las “necesidades” no se identifican con los deseos). Se ensaya aquí una hipótesis acerca de su significado para un posible concepto de cultura crítica.

En el plebiscito realizado en octubre de 1988, la ciudadanía dio mayoría a la opción “No”, sancionando con ello el fin de la dictadura militar. Precisamente hoy, 5 de octubre, se cumplen 18 años de ese acontecimiento. Junto a su significación política y simbólica, ha quedado también en la memoria lo que se conoce como “la campaña del No”. Con esta expresión se refiere no sólo el sistema de recursos y procesos mediáticos que desarrollaron la estética y el discurso del “No”, sino también el momento, hoy memorable, en que un conjunto de expectativas, deseos y esperanzas encontró un cuerpo estético en esa campaña. La estrategia consistió fundamentalmente en dar expresión a un sujeto colectivo que se constituía a partir de la idea de que las cosas podían ser radicalmente diferentes. Fue precisamente lo que se plasmó en el slogan: “Chile, la alegría ya viene”. El sentido de esta frase no consistía en una representación del futuro inmediato, post plebiscito, sino que provenía de una absoluta contraposición entre la demanda de libertad ciudadana y las condiciones políticas y policiales existentes en el país. Es esta contraposición lo que genera un potencial de subjetividad (A. Negri), que es también un potencial de futuro, porque no tiene su centro de gravedad en el presente, sino en “lo que vendrá”,

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everybody’ –something quite hard, if not impossible, to imagine. But the force of the collective subject rests precisely in that its enthusiasm regarding the future is not mediated by a political representation, thus lacking a determined critical perspective (in fact, there was always tension between the campaign designers and the leaders of the opposing parties, who wanted to imprint a more political nature in the campaign ).

The concept of citizenship, whose political and cultural significance is discussed in Chile today, evokes that enthusiasm, for one of its dimensions relates quite directly with the ideas of ‘participation’ and ‘civic society’. The concept has a juridical and political statute that technically defines the condition of citizenship, but it also has demand of recognition connotation, to which a kind of constant redefinition of the term ‘citizenship’ is owed. The solution cannot be theoretically hastened, because what gives sense to the concept is, precisely –although it may seem paradoxical– inequality and exclusion. Thus, ‘citizenship’ would be –more than something that is possessed or exercised- the abstract right to demand. To this respect, I am interested in the un-institutionalised expression of society that generates its own forms of expression, departing from some common desires and interests. People generate collective forms of subjectivity, not only from determined demands, but also from certain ways of expression. Could this aesthetic dimension of community involvement be considered an aspect of culture, or is it just a circumstantially adequate means to communicate

Grafitti terremoteadoEarthquaked grafitti

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un tiempo del cual sólo se sabe que será muy diferente, un país en el que habría “lugar para todos”. Cuestión, por cierto, difícil si no imposible de imaginar. Pero la fuerza de este sujeto colectivo se debe precisamente a que su entusiasmo por el futuro no está mediado por la representación política. Por lo tanto, carece de una perspectiva crítica determinada (de hecho, hubo siempre una tensión entre quienes definieron la campaña y los dirigentes de los partidos de oposición de la época, que querían darle un carácter más político).

El concepto de ciudadanía, cuyo sentido político y cultural se discute hoy en Chile, evoca aquel entusiasmo, en cuanto que en una de sus dimensiones se relaciona muy directamente con las ideas de “participación” y “sociedad civil”. El concepto tiene un estatuto jurídico y político que define técnicamente la condición de ciudadanía, pero ésta tiene también el sentido de una exigencia de reconocimiento, a lo cual se debe una suerte de constante redefinición del término “ciudadanía”. La solución no se puede apurar teóricamente, porque lo que le da sentido al concepto es precisamente –aunque parezca paradójico- la desigualdad y la exclusión. En suma, “ciudadanía” sería, antes que algo que se posee y se ejerce, un cierto derecho abstracto a exigir. A este respecto, me interesa la expresión no institucionalizada de la sociedad, que genera sus propias formas de expresión a partir de ciertos deseos o intereses comunes. Las personas generan formas colectivas de subjetividad, no sólo a partir de determinadas demandas, sino también en

Brigada ChacónChacón Brigade

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the ‘contents’ of a demand? If it were the latter, it would not be possible to consider this form of expression as an object in itself. In fact, the privilege of communication implies the subordination of the significant body to the ideological contents that are to be communicated, the body of language thus becoming invisible, ‘transparent’, for the sake of the clarity of meaning. Besides, the ability to use language as a means of communication presumes an instrumental availability of codes of production and reception of messages.

Quite contrarily, the reflection I propose only makes sense if we consider –only as a hypothesis, for the time being- that the social processes of aesthetical production imply, in essence, processes of subjectivity production. This is to say, the collective subject that ‘communicates’ its demands by generating determined representational resources, in a strict sense, does not exist prior to the generation of those resources. This subject constitutes itself in language, in an inter-subjective practice of expression.

The question about the ‘recipient’ also allows us to recognise the difference between these collective forms of expression and what would be the ability to use language as means of communication. In fact, to whom is the collective addressing? If we emphasise the ‘content’ of the demands, then the destination of their expressions would be the institution or authority that is politically responsible for the required concrete solutions. However, the linguistic depth of this expression, this is, the density of its rhetoric body, expand to unknown horizons what might be considered as ‘recipient’. The aesthetic density of the manifestation allows us to speculate the existence of an un-translatable semiotic energy –at least not totally¬– by any logic or political bureaucracy. The manifestation wants to draw our attention upon concrete problems but, at the same time, prevents an absolutely literal reading. An extreme case, where the need for a gesture seems absent, is what in street graffiti is known as tag: the ciphered writing of a name in a street wall (in the other extreme, we may find the heroic performance of Green Peace).

The forms of expression seem destined to a general public, as in ways of ‘drawing attention’, but we cannot but help noticing the prominence of the sign, showing its new and unknown character. If we were only looking at a communicational target, the value of aesthetic originality would be a noise in the message transmission, but in this case, the previously mentioned originality carries the advantage of a meaning with political outputs. As an example, I can mention the aesthetic-political project carried out by the Art and Art Pedagogy students from the University of Concepción, in the context of the demonstrations against the Act of Universities Funding. The action consisted in completely covering the university’s art gallery with 1500 square metres of garbage bags. The title of the intervention was ‘Project or Myth’.

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torno a ciertas formas de expresarse. ¿Acaso esta dimensión estética de la participación ciudadana podría ser considerada como un aspecto de la cultura, o es sólo un medio circunstancialmente adecuado para comunicar los “contenidos” de determinadas demandas? En este último caso, no sería posible considerar esa forma de expresión como un objeto en sí mismo. En efecto, el privilegio de la comunicación implica la subordinación del cuerpo significante a los contenidos ideológicos que se intentan comunicar, de tal manera que el cuerpo del lenguaje se hace invisible, “transparente”, en favor de la claridad del significado. Además, el recurso al lenguaje como medio de comunicación supone la previa disponibilidad instrumental de códigos de producción y recepción de mensajes.

Por el contrario, la reflexión que propongo sólo tiene sentido si se considera -por ahora al modo de una hipótesis- que los procesos sociales de producción estética implican, de manera esencial, procesos de producción de subjetividad. Es decir, el sujeto colectivo que “comunica” sus demandas generando determinados recursos representacionales, en sentido estricto no existe con anterioridad a la generación de esos recursos. Este sujeto se constituye en el lenguaje, en una práctica intersubjetiva de expresión.

La pregunta por el “destinatario” también nos permite reconocer la diferencia entre estas formas colectivas de expresión y lo que sería el recurso al lenguaje como medio de comunicación. En efecto, ¿a quién se dirige el colectivo? Si el énfasis se pone en el “contenido” de las demandas, entonces el destino de sus expresiones será la institución o autoridad políticamente responsable de las soluciones concretas que se requieren. Sin embargo, el espesor lingüístico de esa expresividad, esto es, la densidad de su cuerpo retórico, amplían hasta un horizonte incierto aquello que cabe considerar como su “destinatario”. La densidad estética de la manifestación misma nos permite conjeturar la existencia de una energía semiótica no traducible –al menos no totalmente- por cualquier lógica o burocracia política. La manifestación, por cierto, quiere llamar la atención sobre ciertos problemas concretos, pero a la vez impide una lectura absolutamente literal. Un caso extremo, en que la necesidad del gesto parece ausente es el procedimiento “graffitero” conocido como Tag: la escritura cifrada del propio nombre en un muro callejero (en el otro extremo encontramos la performance heroica del grupo ambientalista “Green Peace”).

Las formas de expresión parecen destinadas al público en general, pues se trataría, como se dice, de “llamar la atención”, pero no podemos sino reparar en el protagonismo del signo que señala su carácter inédito. Si se atiende sólo a un objetivo comunicacional, el valor de originalidad estética sería un ruido en la transmisión de mensajes, pero en este caso dicha originalidad es portadora de un plus de sentido con rendimientos políticos.

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Another element to consider is that these expressions are performed in ‘public space’, which not only means that messages circulate there, but that they make that space their body, their concrete medium. The concept of ‘public space’ in itself contains a paradox, because it is not simply available, and therefore the relationship with that space is one of recovery. It is said that re-appropriation of public space is an especially relevant topic for democratic processes of citizenship: does this mean that public space is, first and foremost, characterised by an inertial principle of exclusion, of expropriation? It is somehow curious that social demands are embodied in public space by altering its regular functioning, as if it was like a voice recovery, the right to be heard. This is why ‘public space re-appropriation’ rejects the regular conditions of admission and inscription. Why?

The density of the sign contributes in a decisive way, by its aesthetic originality, to the subject’s political legitimacy thereby expressed, as if it were a social legitimacy of the expression itself. The public grants tacit legitimacy to groups or collectives that express, in their language production, more than anything, the desire of being admitted. It all happens as if this desire of admission were already fulfilled by the expressiveness itself. Expression inscribes. How can we understand this kind of aesthetic legitimacy of a social subjectivity that is in the process of constituting itself ?

The creative re-appropriation practices of public space seem to work on the expression of their own exclusion: it is about making the lack of political representation in the aesthetic representation medium happen. The critical coefficient of these proposals work on a poetic of exclusion, because the aesthetic transgression does not suppress that limit but brings it to presence, the alteration wants to make it visible. This is to say, the demostrations, the graffitis, the collective shouts on the street, its signs, etc., do not want to suppress the limit; on the contrary, they expect it to remain there, because their effectiveness as expression relies on them. A teenager interviewed in El libro del Graffiti (The Book of Graffiti) says: ‘If you cannot rap, breakdance or make music, all that is left for you is to grab a spray can and tag your name on the wall (…) Their authors are, most of the time, underage boys looking for an identity, and trying to get rid of the marginality they are in (…)’1. This is why society celebrates the subjet´s manifestations and their limit, because somehow they herald a possible displacement of the horizon of reality.

By the way, we should oppose to the idea that, in matters regarding social demand, the aesthetic dimension would turn out to be something like ‘the opium of citizenship’. Or, even, that the concept of citizenship is the opium of the people. This critique only makes sense if one considers that the truly important thing in the social expression of

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Menciono aquí, a manera de ejemplo, el proyecto estético-político que realizaron, en el mes de mayo del 2005, los estudiantes de Pedagogía y Licenciatura en Artes de la Universidad de Concepción, en el contexto de las movilizaciones contra la Ley de Financiamiento Universitario. La acción consistió en cubrir completamente la pinacoteca de la universidad con 1500 mts. cuadrados de bolsas de basura. El título de esta intervención fue “Proyecto O-Mito”.

Otro elemento a considerar es que tales expresiones se desarrollan en el “espacio público”, lo cual no significa sólo que allí circulan los mensajes, sino que hacen de ese espacio su cuerpo, su soporte concreto. El concepto mismo de “espacio público” contiene una paradoja, porque no está simplemente disponible, y por lo tanto la relación con ese espacio tiene el sentido de una recuperación. Se dice que la reapropiación del espacio público es un tema especialmente importante en los procesos democráticos de la ciudadanía. ¿Significa esto que el espacio público se caracteriza ante todo por un principio inercial de exclusión, de expropiación? Desde una cierta perspectiva, resulta curioso el hecho de que las demandas sociales tomen cuerpo en el espacio público mediante la alteración de su funcionamiento regular. Como si se tratara ante todo de recuperar la voz, el derecho a ser escuchados. Por eso la “reapropiación del espacio público” rechaza las condiciones regulares de admisión e inscripción. ¿Por qué?

El espesor del signo contribuye de manera decisiva, mediante su originalidad estética, a la legitimación política del sujeto que allí se expresa, como si de tratara de la legitimación social de la expresión misma. El público concede tácita legitimidad a los grupos o colectivos que en la producción de lenguaje expresan ante todo su deseo de ser admitidos. Todo ocurre como si el deseo de admisión en parte se cumpliera ya en la expresividad misma. La expresión inscribe. ¿Cómo entender esta especie de legitimación estética de una subjetividad social en proceso de constitución?

Las prácticas de reapropiación creativa del espacio público parecen trabajar en la expresión de su propia exclusión. Se trata de hacer acontecer en el plano de la representación estética la falta de representación política. El coeficiente crítico de estas propuestas trabaja una poética de la exclusión, pues la transgresión estética no suprime ese límite, sino que lo trae a la presencia, la alteración quiere hacerlo visible. Es decir, la manifestación, el graffiti, el grito colectivo en la calle, la marcha y sus carteles, etc., no quieren suprimir el límite, sino, por el contrario, esperan que éste siga allí, pues de eso depende su efectividad como expresión. Un adolescente entrevistado en El libro del Graffiti, señala: “Si no puedes ‘rapear’, bailar Breakdance o hacer música, lo único que te queda es agarrar una lata de spray y poner tu nombre en la pared. (…) Sus autores son la mayoría de las veces menores de edad buscando una identidad e intentando

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demand is the political and economic content of those demands. For example, in June 2006, after his house got robbed, a lawyer initiated a personal fight against that specific offense, demanding more public safety to the Ministry of Interior. After demonstrating in Plaza Italia , he handed a document with 2900 signatures to that Ministry, along with testimonies from victims, gathered in his personal blog. Here we can find a rigorous economy of resources that tends to privilege urgency over contents. But, as I am suggesting, the aesthetic density of the expression itself demands in many other cases, a more complex analysis of the kind of subjectivity that produces its own presence in public space. The lack of content in the concept of citizenship is not a weakness, but a socio-political strength, because it exists precisely to be given content in each case.

Modernity, due to its political, social and economical conditions of historical emergency necessarily implies the promise of ‘universal inclusion’. The development of democracy, especially its ‘representative’ version, administratively places the issue of inclusion in the participation through ballot. This means the expression of the subject’s will regarding the decisions that influence its general social existence. The formal conditions for an efficient exercise of democracy are very clear: complete information, the most possibly direct effect in decision-making situations, the suppression of intermediate powers, a vocation of community involvement through secret ballot.

AnarquistasAnarchists

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desprenderse de la marginalidad en la que se encuentran (…)”1. Por eso la sociedad celebra esas manifestaciones del sujeto y su límite, porque de alguna manera anuncian un posible desplazamiento del horizonte de realidad.

Por cierto, habría que argumentar contra la idea de que, en cuestiones de demanda social, lo relativo a la dimensión estética vendría a ser algo así como “el opio de la ciudadanía”. O, incluso, que el concepto de ciudadanía es el opio del pueblo. Esta crítica sólo tiene sentido si se considera que lo único verdaderamente gravitante en la expresión social de demandas, sería el contenido político y económico de esas demandas. Por ejemplo, en junio de este año un abogado, tras sufrir un asalto en su casa, inició una lucha personal contra el delito, exigiendo al Ministerio del Interior mayor seguridad pública. Tras realizar una manifestación en Plaza Italia, entregó a ese Ministerio 2.900 firmas de adherentes, con testimonios de víctimas obtenidos en su blog. Hay aquí una rigurosa economía de medios, tendiente a privilegiar la urgencia de los contenidos. Pero, como lo vengo sugiriendo, el espesor estético de la expresión misma exige en muchos otros casos un análisis más complejo del tipo de subjetividad que de esa manera produce su propia presencia en el espacio público. La falta de contenido del concepto de ciudadanía no es su debilidad, sino su fortaleza socio-política, porque existe precisamente para ser en cada caso dotado de contenido.

Grafitti y TagGrafitti and Tag

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However, these conditions relate to a concept of democracy inherited from an individualistic conception of society, typical of the illustrated 18th century. It is quite obvious that this concept of democracy is today in crisis, which doesn’t necessarily mean that countries are willing to abandon this form of government, but that we lack of a general concept that could express what democracy means, in all its complexity, today. Norberto Bobbio points out that ‘By adopting the hypothesis of the sovereignty of the individual, who (…) creates political society, democratic doctrine imagined a state without the intermediary bodies (…)’2. The crisis is related to with the concept that formally placed the participation of the individual as the essence of democracy. But to work on what is commonly referred to as ‘the deepening of democracy’ implies thinking the issue of involvement beyond the formal procedures by which individuals let their interests and opinions on pre-determined matters be known.

The demand of a deepening of democracy originates in the processes of progressive social complexity, characteristic of the developments of modernity, under the name modernisation. This concept emphasises the material processes of realisation, placing the founding humanistic ideas of those processes between brackets. That is to say, the processes of modernisation make the fact that modernity has not been able to produce a feasible representation of society explicit (‘the conflictive and never ending construction of the desired order’, as Lechner pointed out in the ‘80s). Now, as the idea of universal inclusion is essential to the modern idea of society (with the abolition of a stratified society), modernisation processes inevitably generate, on the contrary, progressive exclusion phenomena. Modernisation is, in this way, the political truth of philosophical modernity. Issues such as the development of social policies, the speed of historical change, socio-cultural diversity, the contingency of the orders of quotidian life, question the very difference between inclusion and exclusion.

Let’s say it once and for all: exclusion is the modern condition of the individual. In fact, critical subjectivity itself results from a type of exclusion, for it is born out of a difference from the order of the real, typical exclusion of who –so to speak- has arrived ‘afterwards’. That discomfort directs subjectivity towards language, towards a form of collective subjectivity that expresses itself as such. Why?

The point is whether the desire of expression is always proportional to concrete needs for which a solution is requested. Thus, the aesthetic work of an expression would be pointless if it were not for the fact that, precisely, the subject recognises language itself as field of his/her exclusion. The need to try out ‘original’ forms of expression is not necessarily due to language being an exercise field of prohibition, but to the fact that the requests demand imagining social forms and processes that are

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La modernidad, debido a sus condiciones políticas, sociales y económicas de emergencia histórica, implica necesariamente la promesa de una “inclusión universal”. El desarrollo de la democracia, especialmente en su versión “representativa”, localiza administrativamente el tema de la inclusión en la participación a través del voto. Esto significa la expresión de la voluntad de los individuos respecto de las decisiones que inciden en su existencia social en general. Las condiciones formales para el ejercicio eficiente de la democracia parecen muy claras: información completa, una incidencia lo más directa posible en las instancias de toma de decisiones, supresión de poderes intermedios, vocación de participación ciudadana a través del voto secreto. Sin embargo, estas condiciones corresponden a un concepto de democracia heredado de una concepción individualista de la sociedad, característica del siglo XVIII ilustrado. De más está señalar que este concepto de democracia se encuentra hoy en crisis, lo cual no significa que los países den señas de abandonar esta forma de gobierno, sino que carecemos de un concepto general que pueda dar cuenta de lo que significa hoy la democracia en toda su complejidad. Norberto Bobbio señala que “partiendo de la hipótesis del individuo soberano que (...) crea la sociedad política, la doctrina democrática había imaginado un Estado sin cuerpos intermedios (...).”2 La crisis tiene que ver precisamente con un concepto que localizaba formalmente en la participación del individuo la esencia de la democracia. Pero trabajar en lo que suele denominarse una “profundización de la democracia”, implica pensar el tema de la participación más allá de los procedimientos formales mediante los cuales los individuos hacen saber sus intereses y opiniones respecto de asuntos previamente determinados.

La exigencia de una profundización de la democracia se origina en los procesos de progresiva complejización social, que son característicos del desarrollo de la modernidad, bajo el nombre de modernización. Este concepto pone énfasis en los procesos materiales de realización, dejando entre paréntesis las ideas humanistas fundantes de esos procesos. Dicho de otra manera, los procesos de modernización hacen explícito el hecho de que la modernidad no ha podido nunca producir una representación realizable de sociedad (“la conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado”, como señaló Lechner en los 80’). Ahora bien, así como la idea de una inclusión universal es esencial a la idea moderna de sociedad (con la abolición de la sociedad estamental), los procesos de modernización, en cambio, generan inevitablemente fenómenos de exclusión progresiva. La modernización es en este sentido la verdad política de la modernidad filosófica. Temas como los del desarrollo de políticas sociales, la velocidad del cambio histórico, la diversidad socio-cultural, la contingencia de los órdenes de la vida cotidiana, ponen en cuestión la diferencia misma entre inclusión y exclusión.

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different to the existing ones. For instance, issues concerning equality in education, the environment, minority rights, ecology, human rights, etc. belong with demands of social transformation that are so radical, that their total and concrete realisation would imply a society that is different to the one that exists. Further on, it could be said that the modern institutional character of any given political society necessarily hampers the possibility of imagining a different society. Or better, that it is possible to imagine a different society, but not from the political institutions in exercise. In the 17th century, the Scottish philosopher David Hume –one of the pillars of modern classic liberalism- wrote: ‘Of all mankind there are none so pernicious as political projectors, if they have power; nor so ridiculous, if they want it’3. In a sense, the separation between politics and imagination is an achievement of procedural democracy against fascist or totalitarian conceptions on representing the human community (thinking about the social from the measure of the ‘common’). Contemporary democracy, internally related to development of capitalism, resists the normative value that the representation of a ‘possible society’ (which is always in essence the society without classes) could have. This is the strict sense –since Kantian enlightenment– of the contraposition between democracy and revolution. The demands for a ‘different society’ (which often imply a different way of being human) are not met by the official spaces of participation; then, their aesthetic manifestation acquires prominence.

Between May and June 2006, highschool students were the protagonists of a series of demonstrations that lasted for several weeks, including marches, strikes and schools occupation. They explicitly demanded an equitable right to high quality education. Their demands were well known and legitimate, and there were also several technical studies on the subject. Students requested being included in the Presidential Advisory Commission for the study of the Constitutional Organic Education Law and the full-day school schedule. However, more important than the demands was the demonstration itself. On June 4th, 2006, the editorial of La Nación newspaper read as follows: ‘Today, perhaps as never before, another Chile is possible. The unforeseen political scene caused by the secondary students movement gives the country a unique opportunity to mitigate the brutal inequality that divides the Chilean people, a wish once espoused by all four presidential candidates in the last election’. The text expressed, without any doubt, the enthusiasm that the student movement triggered in an important part of the citizenry: the expectation of ‘a new Chile’. The political transversality of the movement was in tune with a certain ‘discomfort in democracy’, which was also transversal, but lacked a determinate subject or object.

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Digámoslo de una vez: la exclusión es la condición moderna del individuo. De hecho, la subjetividad crítica resulta ella misma de un tipo de exclusión, en tanto nace de una diferencia con el orden de lo real, exclusión característica del que –por decirlo así- ha llegado “después”. Ese malestar orienta la subjetividad hacia el lenguaje, hacia una forma de subjetividad colectiva que se expresa como tal. ¿Por qué?

La cuestión es si acaso el deseo de expresarse es siempre proporcional a las necesidades concretas cuya solución se demanda. Es decir, el trabajo estético de la expresión no tendría sentido si no fuese precisamente porque el sujeto reconoce el lenguaje mismo como campo de su exclusión. La necesidad de ensayar formas “originales” de expresión no se debe necesariamente a que sea el lenguaje un campo de ejercicio de la prohibición, sino a que las demandas plantean la exigencia de imaginar formas y procesos sociales diferentes a los que existen. Los temas relativos, por ejemplo, a la igualdad en la educación, al medioambiente, a los derechos de las minorías, a la ecología, a los derechos humanos, etc., corresponden a demandas de transformación social de tal radicalidad, que su realización concreta y total implicaría una sociedad diferente a la que existe. Y bien podría decirse que necesariamente la institucionalidad moderna de una sociedad política cualquiera, impide la posibilidad de imaginar una sociedad distinta. O, mejor dicho, una sociedad diferente se puede imaginar, pero no desde la institucionalidad política en ejercicio. En el siglo XVIII uno de los pilares del liberalismo clásico moderno, el escocés David Hume, escribía: “De todas las clases de hombres, la más perniciosa es la de los forjadores de utopías, cuando tienen en su mano el poder, y la más ridícula, cuando no lo tienen.”3. En cierto sentido, la separación entre política e imaginación es un logro de la democracia procedimental contra concepciones fascistas o totalitarias de representarse la comunidad humana (de pensar precisamente lo social a partir de “lo común” como medida). La democracia contemporánea, internamente relacionada con el desarrollo del capitalismo, resiste en este sentido al valor normativo real que podría tener la representación de una “sociedad posible” (que es siempre, en esencia, la sociedad sin clases). En esto consiste en sentido estricto -ya desde los tiempos de la ilustración kantiana- la contraposición entre democracia y revolución. Las demandas de una “sociedad diferente” (que a menudo implican también la idea de un modo distinto de ser humano) no encuentran eco en los canales oficiales de participación, y entonces adquiere protagonismo el cuerpo estético de su manifestación.

En los meses de mayo y junio de este año [2006], los estudiantes secundarios protagonizaron una movilización que –con marchas, paros y “tomas” de establecimientos educacionales- se prolongó por varias semanas. Exigían explícitamente el derecho equitativo a una educación de calidad. Las demandas eran, pues, legítimas, conocidas y varios estudios técnicos ya existían al respecto. Los estudiantes exigían

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In this sense, one could say that the discomfort of the individual was expressed in the manner of ‘rebel subjectivity’. The cultural production that emerges from the boundaries of the already coded social imaginary is often tagged as ‘critical culture’, as opposed to the allegedly ‘official’ or institutional culture, which is mainly displayed in the context of a consumption relationship. Even the difference between ‘high culture’ and ‘popular culture’ only makes sense within this consumption relationship. From here, there is only one step to the spectacle-culture and then, to commodity-culture.

When normalised social relations contradict pleasure expectations, revolt arises. Social order then appears as something artificial and arbitrary, as naked prohibition (the principle of authority exposed as somewhat arbitrary and absurd). Deprivation of pleasure would explain the fact that transgression has the nature of festive emancipation, a symbolic revolt coefficient, in which what really matters is precisely that festive plus, consisting in an alteration of the instituted parameters of subjectivity, a transgression of the everyday forms of finitude. The aesthetic sense of the revolt would then relate to the pleasure of difference, itself a sublimation of exclusion. On 2006 May Day, we witnessed the apparition of a series of groups, christened by the media as ‘anarchists’. For the general public, their acronyms did not say much (Bloque Anarquista [Anarchist Bloc], Hip Hop Activistas [Hip Hop Activists], CRA, OCL, FEL, Red Anarquista del Sur [Southern Anarchist Net], Clase contra Clase [Class against Class], Guachuneit), but there was a clear conscience that these groups’ being consisted, to a great extent, in their appearing. Anyway, this phenomenon is politically important when considering, for instance, a recent survey that shows that 4% of university students are against the democratic system and in favour of an anarchist type of government.

In 1994, Julia Kristeva stated that revolt was disappearing from culture, as ‘rebel ideologies’ fails and ‘commodity-culture’ progresses. Culture has come to be an indulgent spectacle, oriented to entertainment and fun, in the exact opposite direction of a work for understanding reality. So, we are dealing with a ‘culture’ of distance (what Debord called the ‘society of spectacle’), an aestheticisation of reality, resistant to critical thought and related to a society of exclusion. One could say that exclusion is also a structural condition of the society of spectacle. The distance between subjectivity and a seductive ‘spectacular’ reality prevents exclusion from turning into an understanding of the circumstance of the excluded.

Rebelliousness has to be considered in two dimensions: pleasure and emancipation. As Kristeva (1999) states: ‘When the excluded have no culture of revolt and must content themselves with ideologies, with shows and entertainments that far from satisfy the

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ser incluidos en el Consejo Asesor Presidencial que revisaría la LOCE (Ley orgánica constitucional de educación) y la JEC (Jornada escolar completa). Sin embargo, el gran acontecimiento fue la manifestación misma. El día 4 de junio, en la página editorial del diario La Nación se leía lo siguiente: “Quizás hoy como nunca otro Chile es posible. El imprevisto escenario político provocado por el movimiento de secundarios otorga al país una oportunidad única para mitigar la brutal desigualdad que divide a los chilenos. Anhelo en su oportunidad expresado por los cuatro candidatos presidenciales de las pasadas elecciones.” El texto expresaba, sin duda, el entusiasmo que en un enorme sector de la ciudadanía generó el movimiento estudiantil: la expectativa de “otro Chile”. La transversalidad política del movimiento sintonizaba, por un momento, con un cierto “malestar en la democracia”, también transversal, pero sin sujeto ni objeto determinados.

En este sentido, podría decirse que el malestar del individuo se expresa en la forma de una “subjetividad rebelde”. Suele denominarse a la producción cultural que surge desde el límite del imaginario social ya codificado, con el nombre de “cultura crítica”, en contraposición a la cultura instituida u “oficial” que se dispone principalmente para una relación de consumo. Incluso la diferencia entre “alta cultura” y “cultura popular” tiene sentido sólo al interior de esta relación de consumo. Desde aquí existe apenas un paso hacia la cultura-espectáculo y, luego, hacia la cultura-mercancía.

Cuando las relaciones sociales normalizadas contradicen las expectativas de placer, se produce la rebeldía. Desde ésta, el orden social aparece como algo artificioso y arbitrario; se muestra, pues, como desnuda prohibición (el principio de la autoridad exhibe así un viso de arbitrariedad y de absurdo). La privación de placer explicaría el hecho de que la transgresión adquiere el carácter de una festiva emancipación, un coeficiente de rebeldía simbólica, en que lo realmente gravitante es precisamente ese plus festivo, que consiste en una alteración de los parámetros instituidos de la subjetividad, una transgresión a las formas cotidianas de la finitud. Porque el sentido estético de la rebeldía correspondería al placer de la diferencia misma como sublimación de la exclusión. El Primero de Mayo de este año, en el marco de los actos y manifestaciones de conmemoración del Día del Trabajo, asistimos en Chile a la aparición de una serie de grupos bautizados por la prensa como “anarquistas”. Al público en general, sus siglas no decían mucho (Bloque Anarquista, Hip Hop Activistas, CRA, OCL, FEL, red Anarquista del Sur, Clase contra Clase, Guachunei), pero existe una clara conciencia de que el ser de esos grupos consiste en buena medida en su aparecer. De todas maneras, el fenómeno es políticamente importante si se tiene presente, por ejemplo, que en una encuesta reciente a estudiantes universitarios representativos de las Universidades del Consejo de Rectores, un 4% se manifestó contra el sistema democrático y a favor de un gobierno de tipo anarquista.En 1994 Julia Kristeva señalaba que la rebeldía estaba desapareciendo de la cultura, por

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demand of pleasure, they become rioters’4. The thug is the one that turns his exclusion into ‘identity’; he identifies himself with the social and political condition to which he has been relegated and therefore, he cancels his interior subjective difference (punk gangs, neo-Nazi groups, hooligans, etc.). The thug suppresses his internal difference, the very contradiction from which a critical perspective on society could emerge. He thinks of himself as one that cannot be admitted under any circumstance and In a certain way, he clings onto that exclusion because it is what defines his identity. As an example, one can quote a passage from a song by Chilean punk-rock band Curasbun: Young violent ones, our future was denied Alcoholic beings that hit hard and tough Young ones that made the streets our home In squares, corners and in every bar We are proud to be the socially resentful.

This ‘identity’ reduces the subjectivity of the excluded to a sort of discomfort activism; he makes his exclusion his own, by allowing himself to be defined as the subject of otherness, both aesthetically and as discourse. His passion is also an ideology of displeasure. In a certain way, the thug denies the possibility for other forms of society to exist, because he occupies the space for that possibility. Against the impossibility of transforming his conditions of existence, he becomes an ‘adversary’ of the social. Thus, exclusion itself is ‘incorporated’ into social order as the place of the other.We need to think in the dimension corresponding to the expression of difference itself, the possibility of an experience of exclusion radically different from the absolute exclusion of the thug. This is what the concept of critical culture is all about. We must point out that this does not mean a culture that develops itself in relation to what has not yet ‘entered’, for culture has always been –particularly in modernity- a relation with alterity (the growing importance of art in modern society as symptom). Given the cultural instability that characterises the development of modern societies (in the processes of ‘modernisation’), these have been labelled as high contingency or risk societies, as well as societies with a high entropy level, meaning that they tend to spontaneously evolve towards states of maximum disorder. This doesn’t simply mean lack of order but rather the result of multiple possible orders disputing the ‘real’.

Complexity thinking, as sociocultural denouement of modern subjectivity, finds its development conditions in the process of contingency increase that characterises contemporary society: a process that leads to the rise of cultural diversity and instability. This could lead to the end of culture in the ‘wasteland’ of capital production processes, unless it is possible to think of a culture that is defined precisely from its internal relation with otherness.

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cuanto fracasan las “ideologías rebeldes” y progresa la “cultura-mercancía”. Es decir, la cultura ha llegado a ser cada vez más un espectáculo simplemente complaciente, destinado a divertir y a entretener, lo cual se orienta en la dirección exactamente contraria a la de un trabajo de comprensión de la realidad. Se trata, pues, de una “cultura” de la distancia (lo que Debord denominó como “sociedad del espectáculo”), una estetización de la realidad, refractaria al pensamiento crítico, y en correspondencia con una sociedad de la exclusión. Podría decirse que la exclusión es una condición estructural de la sociedad del espectáculo. La distancia entre la subjetividad y una seductora realidad “espectacularizada”, impide que la exclusión pueda devenir en comprensión de la propia circunstancia.

La rebeldía tiene dos dimensiones a considerar: placer y emancipación. “cuando estos excluidos no tiene cultura-rebeldía, cuando deben contentarse con ideologías retrógradas, con shows y con diversiones que están muy lejos de satisfacer la demanda de placer, se vuelven matones”4. El matón es aquél que hace de su propia exclusión su “identidad”; se identifica, pues, con la condición social y política a la que ha sido relegado y llega, por lo tanto, a anular totalmente su diferencia subjetiva interior (pandillas punk, neonazis, las “barras bravas”, etc.). Suprime la diferencia interna, la contradicción desde la que podría surgir una perspectiva crítica sobre la sociedad. Se asume entonces como lo que no podría de ninguna manera ser admitido, y en ese sentido “quiere” ese orden que lo excluye, porque de eso extrae su identidad. Al respecto, el siguiente pasaje de una canción de la banda “Curasbun”:

Jóvenes violentos nos negaron el futuro Seres alcoholizados que golpeamos fuerte y duro Jóvenes que hicimos [de] las calles nuestros hogares En las plazas, en las esquinas y en todos los bares Orgullosos de ser los resentidos sociales.

Esta “identidad” reduce la subjetividad del excluido a ser una especie de militante del malestar; hace propio el lugar de su exclusión al dejarse determinar estética y discursivamente como el sujeto de lo otro. Su pasión es también una ideología del displacer. En cierto sentido, el matón es la negación de que otra forma de sociedad es posible, porque él ocupa el lugar de esa posibilidad. En la imposibilidad de transformar sus condiciones de existencia, se transforma en un “adversario” de lo social. La propia exclusión queda “incorporada” al orden social como el lugar del otro.Es necesario pensar en la dimensión que corresponde a la expresión misma de la diferencia, la posibilidad de una experiencia de la exclusión que sea radicalmente diferente de la exclusión absoluta del matón. A esto apunta el concepto de una cultura

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However, culture has never been a moment of absolute rest in the imaginary of a people. Therefore, a theory of culture necessarily involves a theory of cultural dynamics. ‘The dynamics of culture can be represented as neither an isolated immanent process nor the passive sphere of external influences. Both these tendencies are realised in conditions of mutual tension from which they cannot be abstracted without the distortion of their very essence’5. The idea of limit is essential to understand the dynamic character of culture that develops from a central tension. So, it is not about thinking culture only as a corpus of ‘contents’ that are being permanently mobilised (which would belong to the image of a society kept under siege by threatening and transforming forces from the ‘outside’), but to conceive it as though having the ability of relating itself with alien elements, a capacity of semiotic assimilation. Culture is always in relation with what has not still entered it; therefore, the more stable elements of culture are tested in that relationship and do not remain identical to themselves during the processes of assimilation. However, what happens when the system enters a relation of semiotic agency with realities alien to the system can be portrayed as an ‘explosion’. This is due to the fact that, strictu sensu, what enters the system from ‘outside’ are not just non-semiotic elements, as in contents not expressed in any language, but precisely contents expressed in another language, coded in a different manner, with a different logic corresponding with another imaginary, another kind of ‘domicile’. What happens next is not the silent assimilation of a language by another, but a moment of chaos from which new meanings emerge in an unforeseen manner within the same sociocultural horizon. Unpredictability has to do with the realm of meaning, because it implies a degree of alteration in the culture system, a sort of transformation without a guiding subject. Here we behold a world still in the process of resolution. In the aesthetic expression of difference (also in art) there is a subject looking for a way out.

‘Discomfort in democracy’ is a discomfort within the very condition of individuality, in the normalised forms of subjectivity. It is not just about the individual’s discomfort, but the discomfort in the social forms of individuality. Maybe the clearest example is the ‘contradiction’ between the wish of the young to be recognised as subjects, and their rejection of social forms of being ‘adult’. From individuality, subjectivity then looks for a way out, a semiotic harmony of desires in collective forms of subjectivity that are constituted in the level of expression itself. In this respect I find relevant the difference between ‘interest struggles’ and ‘desire struggles’ as established by Felix Guattari. Interest struggles are expressed about economic, social and union demands. Desire struggles, on the other hand, question everyday life, the environment, the problems of aggression and racism, etc. Individual discomfort occurs precisely in the

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crítica. Hay que precisar que esto no significa simplemente una cultura que se desarrolla en relación a lo que supuestamente “no ha ingresado” en ella todavía, porque la cultura siempre ha sido -especialmente en la modernidad- una relación con la alteridad (la importancia progresiva del arte en la sociedad moderna es un síntoma de esto). Dada la inestabilidad cultural que caracteriza el desarrollo de las sociedades modernas (en los procesos de “modernización”), éstas han sido denominadas como sociedades de alta contingencia o de riesgo, o también como sociedades con alto nivel de entropía, en el sentido de que tiende a evolucionar espontáneamente a estados de máximo desorden. Esto no significa simplemente ausencia de orden, sino más bien –si se nos permite la expresión- el resultado de múltiples órdenes posibles disputándose “lo real”.

El pensamiento de la complejidad, como desenlace socio cultural de la subjetividad moderna, encuentra sus condiciones de desarrollo en el proceso de aumento de la contingencia que caracteriza a la sociedad contemporánea, proceso que conduce al aumento de la diversidad e inestabilidad cultural. Esto puede conducir al fin de la cultura en el “descampado” de los procesos de producción de capital, a menos que sea posible pensar una cultura que se defina precisamente por su relación interna con la alteridad.

Ahora bien, la cultura nunca ha sido un momento de reposo absoluto en el imaginario de un pueblo. Una teoría de la cultura implica necesariamente, por lo tanto, una teoría de la dinámica cultural. “La dinámica cultural no puede ser presentada ni como un aislado proceso inmanente, ni en calidad de esfera pasivamente sujeta a influencias externas. Ambas tendencias se encuentran en una tensión recíproca, de la cual no podrán ser abstraídas sin la alteración de su misma esencia”5. La idea de límite resulta fundamental para entender ese carácter dinámico de la cultura que se desarrolla desde una tensión central. Es decir, no se trata de pensar la cultura sólo como un corpus de “contenidos” que están siendo permanentemente movilizados (lo cual correspondería a la imagen de una sociedad asediada desde el “exterior” por fuerzas transformadoras, percibidas a la vez como amenazantes), sino que ella consiste precisamente en una cierta capacidad de relacionarse con elementos extraños, se trata de una capacidad de asimilación semiótica. La cultura está siempre en relación con lo que todavía no ha ingresado en ella, por lo tanto los elementos más estables de ésta se ponen a prueba en esa relación, y no permanecen idénticos a sí mismos en los procesos de asimilación. Ahora bien, lo que acontece cuando el sistema entra en relación de agenciamiento semiótico con realidades extrañas al sistema se puede caracterizar como una “explosión”. Esto debido a que, en sentido estricto, lo que viene desde “afuera” al sistema no son simplemente elementos no semióticos, como si se tratara de contenidos no expresados en lengua alguna, sino contenidos expresados en otra lengua, contenidos codificados de otra manera, con otra lógica, en correspondencia con otro imaginario, otro tipo de “domicilio”. Lo que

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ideologically inarticulate level of desire, of which its emancipation coefficient consists in the convergence of singularities and mass effects not organised around standardised objectives.

The discomfort so expressed emerges from the subjective effects of the territorialisation of the individual within the normalised order of social existence. There lies the paradox: capitalism must capture discomfort in order to sublimate and integrate it into the processes of capital production. In this sense, capitalism is supported by the discomfort of the individual and develops itself along with it, but this process presupposes a demand that is impossible to meet by the system, as long as subjectivity is defined by a residue of desires that are inassimilable by any systemic power.

The hypothesis exposed here suggests that a critical culture is defined by its capacity of giving expression to the subjective, ideologically untranslatable, effects of discomfort which are produced by the normalisation of everyday existence. Contemporary society is by definition a society in crisis where places of cultural production proliferate. My proposition in this essay has been to try out a reflexive approach to the problem of ‘discomfort in democracy’ and to the collective forms of subjectivity generated in the realm of expression.

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se produce entonces no es la silenciosa asimilación de una lengua a la otra, sino un momento de caos, en el que emergen de manera imprevisible nuevos sentidos al interior de un mismo horizonte socio-cultural. La imprevisibilidad se refiere al ámbito del sentido, porque implica un grado de alteración en el sistema de la cultura, una especie de transformación sin sujeto rector. Estamos allí ante un mundo todavía en proceso de resolución. En la expresión estética de la diferencia (también en el arte) hay un sujeto buscando una salida.

El “malestar en la democracia” es un malestar en la condición misma de la individualidad, en las formas normalizadas de subjetividad funcionaria. No se trata sólo del malestar del individuo, sino en las formas sociales de individualidad. El ejemplo acaso más claro sea la “contradicción” entre el deseo de los jóvenes de ser reconocidos como sujetos, y su rechazo a las formas sociales de ser “adulto”. La subjetividad busca entonces, desde la individualidad, una salida, una sintonía semiótica de los deseos en formas colectivas de subjetividad, que se constituyen –como ya hemos señalado- en el nivel de la expresión misma. Al respecto me parece importante la diferencia establecida por Félix Guattari entre las denominadas “luchas de interés” y las “luchas del deseo”. Las primeras se expresan principalmente respecto a demandas económicas, sociales y sindicales. Las luchas del deseo, en cambio, plantean un cuestionamiento de la vida cotidiana, del medio ambiente, los problemas de la agresividad, del racismo, etc. El malestar individual acontece precisamente en el nivel inarticulado ideológicamente de los deseos, cuyo coeficiente de emancipación consiste en una convergencia de singularidades y efectos de masas, sin una articulación en torno a objetivos estandarizados.

El malestar que así se expresa surge de los efectos subjetivos de la territorialización del individuo en el orden normalizado de la existencia social. Esta es la paradoja: el capitalismo debe capturar el malestar, sublimarlo e integrarlo a los procesos de producción de capital. En este sentido el capitalismo se sustenta y desarrolla con el malestar del individuo, pero esto proyecta en último término una exigencia imposible para el “sistema”, pues la subjetividad comienza a definirse entonces por un residuo de deseos inasimilables por cualquier forma de poder sistemocrático.

La hipótesis aquí expuesta es que una cultura crítica se define por la capacidad de dar expresión a los efectos subjetivos del malestar, no traducibles ideológicamente, y que son producidos por la normalización de la existencia cotidiana. La sociedad contemporánea es por definición una sociedad en crisis, en la que proliferan los lugares de producción cultural. Mi propuesta ha sido aquí ensayar una aproximación reflexiva al problema del “malestar en la democracia” y a las formas colectivas de subjetividad que se generan en el plano de la expresión.

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‘Every language is an alphabet of symbols which exercise presupposes a past shared by the interlocutors’. This quote belongs to Jorge Luis Borges and even if well-worn, it is still productive. As pointed out by De Man and Derrida, among others, one can deduce from it that alphabets and by extension, grammar, are in the first place juridical systems: normative codes through which the always hazardous space of language –and certainly of representations- is apprehended.

Z / border signCRISTIÁN OPAZO

Therefore, to track alphabetic signs –or, in a higher level, grammar rules- is a way to tell the story of the order principles through which communities fruitlessly try to control the directions of the signs they set in motion. In this context we must then read the motto that set the aim of the Real Academia Española from middle 18th century onwards: ‘cleans, sets and casts splendor’. Any linguistic systematization, even if it claims not to, responds to a dream of order or, why not, to a paranoid instinct.

Combinatory principles of alphabetic signs as established by the RAE –e.g. use of S/Z- are a good proof of the isomorphic relationship between minor but passionate orthographic quarrels among scholars and the growing debates of Latin American culture (visible in public space).

Before suggesting an analogy, I supply here some facts that in my opinion are significant. Z is a border letter not only because of its position within the alphabet but also because of its illegitimate origin and precarious meaning. Z has

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Z / signo de fronteraCRISTIÁN OPAZO

“Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten.” La frase es de JL Borges y, aunque manoseada, continúa siendo productiva. De ella se deduce —como han señalado, entre otros, De Man y Derrida— que los alfabetos y, por extensión, las gramáticas son, ante todo, sistemas jurídicos: códigos normativos a través de los que se aprehende el espacio, siempre azaroso, del lenguaje y, cómo no, de las representaciones.

Pesquisar los signos alfabéticos —o, en un nivel mayor, las reglas gramaticales— es, por ende, una manera de historiar los principios de orden a través de los que las comunidades intentan, infructuosamente, controlar los sentidos de los signos que pone en movimiento. Léase, entonces, dentro de este contexto, la máxima que guió la misión de la Real Academia Española, desde mediados del siglo XVIII: “Limpia, fija y da esplendor.” Toda sistematización lingüística, quiéraselo o no, responde a un sueño de orden. O, por qué no, a un instinto paranoico.

Los principios combinatorios de los signos alfabéticos establecidos por la RAE —e.g. uso de S/ Z— son una buena prueba de la relación isomórfica que se da entre las pequeñas rencillas ortográficas —que tanto afanan a los académicos— y los ingentes debates de la cultura latinoamericana (palpables en la vía pública).

Antes de proponer una analogía, ofrezco algunos datos, a mi juicio, significativos. La Z es una letra de frontera no solo por su posición en el alfabeto sino que, también, por su procedencia bastarda

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been inherited –via Latin and Greek- from the Phoenician zai, which in Aramaic means weapon (hazardous genealogy). In the 1st century AD, Z was located at the end of the alphabet, to denote a sound inherited from Greek (foreign sign). Z remains in the Spanish alphabet as the graphic representation of the fricative and muffled sound that the sonority of S cannot express (emergency sign).

As a border letter, as a liminal spelling, Z always seems to remind us of the proximity of a disorder. In Moorish Andalusia, in Canaria and overseas, tongues distant from the Castilian core pervert their sound: Z/S are perpetually mistaken.

Thus, in Latin American context –I think- Z is more worth as a border sign than as a ‘fricative consonant phoneme’ (RAE). Z, stripped from its traditional sound, takes us back to the zigzag movement of our culture (between utopia and failure); to the thread that stitches a ripped fabric or body (think of Lotty Rosenfeld works); to the avenging trace of a rogue hero (the Z of Zorro in the California border); to a farce of post-coup political narrative (the Plan Z as mentioned in ghostly CIA reports).

Z –border spelling- reminds us that at the end of the day, alphabet is a battlefield (battles of meaning, of representation). Z, almost falling from the alphabet, evokes Castilian law and sudaca (or Moorish) detour. Z forces us to take position as readers and speakers. What is Z for us: a ‘fricative consonant phoneme’ or the stroke that remarks our different position?

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y significado precario. La Z, la heredamos, vía Latín y Griego, del zai fenicio, cuyo significado es, en arameo, arma (genealogía azarosa ). La Z fue puesta al final del alfabeto, en el S. I, para señalar un sonido heredado del griego (signo forastero). La Z permanece en el alfabeto español como grafía encargada de representar el sonido, fricativo y sordo, que la sonoridad de la S no puede designar (signo de emergencia).

Pues bien, como letra de frontera, como grafía liminar, la Z, parece siempre recordarnos la proximidad de un desorden. En la Andalucía mora, en Canaria y en Ultramar, las lenguas lejanas al tronco castizo pervierten su sonido: Z/S se confunden perpetuamente.

Así, en el contexto latinoamericano —creo— la Z vale más como signo de frontera que como “fonema consonántico fricativo” (RAE). La Z, despojada del sonido castizo, nos remite, por ejemplo, al movimiento zigzagueante de nuestra cultura (entre la utopía y el fracaso); al hilo que sutura una tela o un cuerpo rasgado (piénsese en los trabajos de Lotty Rosenfeld); a la huella justiciera de un héroe tránsfuga (la Z del Zorro en la frontera de California); a una farsa del relato político de post-golpe (el Plan Z mentado en los fantasmales informes de la CIA).

La Z —grafía de frontera— nos recuerda que el alfabeto es, a fin de cuentas, un campo de batallas (de sentido, de representación). La Z —cayéndose del abecedario— evoca la ley castiza y el desvío sudaca (o moro). La Z nos obliga a tomar una posición, como lectores y como hablantes. ¿Qué es, para nosotros, la Z: es “fonema consonántico fricativo” o es el trazo que marca nuestra posición diferente?

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Notes

ALEJANDRA CELEDÓN - The Outsider 1. Taylor, Isaac, 1983, Alphabet: An Account Of The Origin And Develo-pment Of Letter, J. Jetley, London, p 143-4 2. Tafuri, M. The Sphere and the Labyrinth, Cambridge: The MIT Press, 1987. My additions in brackets.

GABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR - Zoo1. Lubetkin, a Russian émigré, arrived to England in 1931. He was a pioneer of modern architecture in the UK, along others, such as Goldfinger, Breuer and Gropius. Lubetkin’s firm, Tecton, was responsible for many modernist architecture projects in the UK, such as the Highpoint Towers (1930), the Finsbury Health Centre (1935) and Dudley Zoo (1935), amongst others. 2. In England and Wales the authority for listing is granted by the Planning (Listed Buildings and Conservation Areas) Act 1990. It is presently administered by English Heritage, an agency of the Department for Culture, Media and Sport. Some Grade II listed buildings in the zoo are the Mappin Terraces (P. C. Mitchell y J. J. Joass, 1913-4), the Snowdon Aviary (Lord Snowdon and Cedric Price, 1962-4), the Casson Pavilion (Hugh Casson, 1962-5), amongst others.3. Jones, E. and Woodward C., A guide to the Architecture of London, Weidenfeld & Nicholson, London, 2009, p. 107.4. ZSL’s website is now announcing that a new exhibition will be opened on 27 May 2011, Penguin Beach. This new pool is said to resemble a South American beach. http://www.zsl.org/zsl-london-zoo/exhibits/penguins/5. Its inclusion in many modern architecture guides confirms this.6. Jones and Woodward, ibid.7. “London Zoo 1998 – Penguin Feeding Time”,vv

DANIEL OPAZO - Zoning1. Hall, Peter (2002). Cities of tomorrow: an intellectual history of urban planning and design in the twentieth century. Blackwell, Oxford. p. 379.2. Mumford, Lewis (1970). The culture of cities. Harcourt Brace Jovanovich, New York, p. 436.

SERGIO ROJAS - Aesthetics of discomfort 1. Here is an untranslatable pun: in Spanish, ‘Proyecto O-Mito’ can be read both as ‘Project or-myth’ and as ‘Project-I Omit’. TN. 2. José Yutronic y Francisco Pino: El libro del Graffiti, Pardepés, Santiago de Chile, 2005, pp. 192-193. Our translation.3. A central square in Santiago, typical for congregating multitudes (politics, sports, culture, etc). (Translator’s note).4. Bobbio, N. (1987). The future of democracy. A defence of the rules of the game. Minneapolis, University of Minnesota Press, p. 35. 5. D. Hume: “Essays and Treatises on Several Subjects”, Edinburgh, 1768. Section XVI. “Idea of a Perfect Commonwealth”.6. J. Kristeva, “The Sense and Nonsense of Revolt”, Columbia University Press, New York, 2001. 7. Juri Lotman “Culture and Explosion”, edited by Marina Grishakova, De Gruyter Mouton, Berlin, 2010.

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Notas

ALEJANDRA CELEDÓN - La Outsider1. He decidido conservar el término en inglés, dado que las posibles traducciones al español, forastero, extraño, extranjero, no representan completamente su significado, ya que el término se refiere precisamente a todas ellas.2. Taylor, Isaac, 1983, Alphabet: An Account Of The Origin And Development Of Letter, J. Jetley, London, p 143-4, y pasajes siguientes, nuestra traducción.3. Benjamin, Walter, 2003, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Itaca, México D.F., México, p. 80-1.4. Tafuri, Manfredo. La Esfera y el Laberinto. Vanguardias y arquitectura de Piranesi a los años setenta. Barcelona: Gustavo Gili, 1984. Paréntesis de la autora.

GABRIELA GARCÍA DE CORTÁZAR - Zoo1. Lubetkin, inmigrante ruso llegado a Inglaterra en 1931, fue pionero de la arquitectura moderna en Inglaterra junto a otros emigrados tales como Goldfinger, Breuer y Gropius. La firma de Lubetkin, Tecton, es responsable de numerosos proyectos modernistas en Inglaterra tales como los edificios Highpoint (1930), el Finsbury Health Centre (1935) y el zoológico de Dudley (1935), entre otros. 2. Según la ley de Conservación de Inglaterra y Gales, Planning (Listed Buildings and Conservation Areas) Act, 1990. Dentro de las obras enlistadas como Grado II se encuentran las Mappin Terraces (P. C. Mitchell y J. J. Joass, 1913-4), el Aviario Snowdon (Lord Snowdon, Cedric Price y Frank Newby, 1962-4), el Casson Pavilion (Hugh Casson, 1962-5), entre otros.3. Jones, E. y Woodward C., A guide to the Architecture of London, Weidenfeld & Nicholson, Londres, 2009, p. 107.4. El sitio web del ZSL proclama que para el 27 de mayo de 2011 se habrá inaugurado una piscina aún más grande que la que hubo después de la de Tecton, para una nueva exhibición: Penguin Beach. Simulará una playa sudamericana. http://www.zsl.org/zsl-london-zoo/exhibits/penguins/5. Por ejemplo: Glancey, J., Siglo XX arquitectura, las estructuras que dieron forma al siglo XX, Lisma Ediciones, Madrid, 2003.6. Jones y Woodward, ibid.7. “London Zoo 1998 – Penguin Feeding Time”, http://www.youtube.com/watch?v=4_VaufA3zn8

DANIEL OPAZO - Zoning1. Hall, Peter (1996). Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo XX. Ediciones del Serbal, Barcelona. p. 354.2. Mumford, Lewis (1970). The culture of cities. Harcourt Brace Jovanovich, New York, p. 436. Traducción del autor.

SERGIO ROJAS - Estética del malestar1. José Yutronic y Francisco Pino: El libro del Graffiti, Pardepés, Santiago de Chile, 2005, pp. 192-193.2. Norberto Bobbio: “El futuro de la democracia”, en La democracia socialista, Ediciones Documentas, Santiago de Chile, 1987, pp. 205-206.3. David Hume: “Idea de una república perfecta”, en Ensayos Políticos, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1982, p. 370.4. Julia Kristeva: Sentido y sin sentido de la rebeldía, Cuarto Propio, Santiago de Chile, p. 20.5. Yuri Lotman: Cultura y explosión. Lo previsible y lo imprevisible en los procesos de cambio social. Con prólogo de Jorge Lozano. Gedisa, Barcelona, 1998.

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Image creditsp. Z-12Picture taken by the author from the panels that explain the pool’s history, at the ZSL.p. Z-15a. Screenshot from the video “London Zoo 1998 - Penguin Feeding Time”, en You Tube (http://www.youtube.com/watch?v=4_VaufA3zn8)b and c. Pictures taken by the author.p. Z-16 y Z-17Video capture from the interview with Sharon Zukin conducted by Daniel Opazo, 2008.p. Z-26 y Z-27Illustration by the author, based on the plan of Santiago. p. Z-30“Earthquaked grafitti”, Alejandra Rivera.p. Z-31“Chacón Brigade”, Alejandra Rivera.p. Z-36“Anarchists”, Alejandra Rivera.p. Z-37“Grafitti and Tag”, Alejandra Rivera.p. Z-48“Full subway car”, Alejandra Rivera.

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Créditos de imágenesp. Z-12Fotografía tomada por la autora de los paneles que explican la historia de la piscina en el Zoológico de Londres.p. Z-15a. Captura de pantalla de video “London Zoo 1998 - Penguin Feeding Time”, en You Tube (http://www.youtube.com/watch?v=4_VaufA3zn8)b y c. Fotografía de la autora.p. Z-16 y Z-17Captura de video, entrevista hecha por Daniel Opazo a Sharon Zukin, 2008.p. Z-26 y Z-27Ilustración elaborada por el autor, a partir del plano de Santiago.p. Z-30“Grafitti terremoteado”, Alejandra Rivera.p. Z-31“Brigada Chacón”, Alejandra Riverap. Z-36“Anarquistas”, Alejandra Rivera.p. Z-37“Grafitti y Tag”, Alejandra Riverap. Z-48“Metro lleno”, Alejandra Rivera.

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ContributorsContributorsAlejandra Celedón is an architect and PhD researcher based in London. Her research focuses on the rhetorical tactics that connect architecture and the urban through the study of the modern ‘plan’.

Gabriela García de Cortázar Galleguillos (Chile) is an architect from the Universidad de Chile (2006), and MA Architectural History (Dist.), UCL, UK (2010). In 2011 she will start her doctoral research on the topic of walking both as everyday and political act.

Cristián Opazo is assistant professor at Catholic University (Santiago, Chile). He has also been Visiting Scholar at King’s College London. He writes on literature, drama and masculinities. His first book is Pedagogías letales: ensayo sobre dramaturgias chilenas del nuevo milenio (Cuarto Propio, 2011).

Daniel Opazo is an architect and educator based in Santiago. His research focuses on the production of public space, concerning the relationship between architecture, the city and the political.

Sergio Rojas is a philosopher and academic. He lectures at Universidad de Chile, Santiago. His last book is Escritura Neobarroca. Temporalidad y orden significante (Editorial Palinodia, 2010).

Sharon Zukin is a sociologist based in New York City. She has published several books on the cultural dynamics of contemporary cities. Currently she holds a professorship at Brooklyn College, CUNY.

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BioAlejandra Celedón es arquitecta e investigadora doctoral, con base en Londres. Su investigación se enfoca en las tácticas retóricas que conectan la arquitectura y la ciudad a traves de un estudio del “plan” moderno.

Gabriela García de Cortázar Galleguillos es arquitecto de la Universidad de Chile (2006) y MA Architectural History (Dist.), UCL, Reino Unido (2010). En 2011 iniciará su investigación doctoral en el Reino Unido sobre el caminar como acto cotidiano y político a la vez.

Cristián Opazo es profesor en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha sido profesor visitante en King´s Collegen London. Escribe sobre literatura, teatro y masculinidades en el Chile actual. Es autor de Pedagogías letales: ensayo sobre dramaturgias chilenas del nuevo milenio (Cuarto Propio, 2011).

Daniel Opazo es arquitecto e investigador, con base en Santiago. Su investigación se enfoca en la producción del espacio público, con énfasis en la relación entre arquitectura, la ciudad y lo político.

Sergio Rojas es filósofo y académico. Enseña en la Universidad de Chile, en Santiago. Su último libro es Escritura Neobarroca. Temporalidad y orden significante (Editorial Palinodia, 2010).

Sharon Zukin es socióloga, con base en Nueva York. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre ciudades, cultura y consumo. Es profesora en Brooklyn College, CUNY.

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About INFORMALINFORMAL is an editorial project on architecture, the city and the political. It is neither an academic journal nor a blog, but somehow it is located in an in-between territory between the former. It is published only in digital format.

INFORMAL is edited between London and Santiago. This issue has been edited by Gabriela García de Cortázar and Daniel Opazo. All translations made by the editorial team.

INFORMAL follows an inverse encyclopaedic order: its first issue is Z, and the last one will be A. INFORMAL is both inspired in Georges Bataille’s Critical Dictionary (originally published in the Documents journal) and in projects such as the book City A-Z Urban Fragments (Pile and Thrift) or even the television series QI, hosted by Stephen Fry,.

The following issue is Y-X, where gender topics may be explored, along with spatial coordinates and whatever the single letters may suggest.

We welcome contributions in English and Spanish. Formats accepted are: articles (until 1,500 words) and columns (up until 500 words). Articles or columns in other languages should be sent by the authors with the corresponding translation in English or Spanish, plus original, authorised or properly referenced images.

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Acerca de INFORMALINFORMAL es un proyecto editorial sobre arquitectura, la ciudad y lo político. No es una revista académica ni un blog, pero de algún modo se sitúa en un territorio intermedio entre ambos. Se publica sólo en formato digital.

INFORMAL es editada entre Londres y Santiago. Este número ha sido editado por Gabriela García de Cortázar y Daniel Opazo. Todas las traducciones han sido hechas por el equipo editorial.

INFORMAL sigue un orden enciclopédico inverso: su primer número es la Z, y el último será la A. INFORMAL se ha inspirado tanto en el Diccionario Crítico de Georges Bataille (originalmente publicado en la revista Documents), como en libros tales como City A-Z Urban Fragments (Pile y Thrift), o incluso en la serie de televisión QI, conducida por Stephen Fry.

El siguiente número corresponde a Y-X, un número que puede explorar temas de género, de coordenadas espaciales o lo que cada letra por separado pueda sugerir.

Aceptamos gustosos contribuciones en castellano e inglés. Los formatos aceptables son: artículos (hasta 1.500 palabras) y columnas (hasta 500 palabras). Los artículos y columnas en otros idiomas deben ser enviados por los autores junto con la traducción correspondiente al inglés o castellano e imágenes originales, autorizadas o debidamente referenciadas.

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