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José Emilio Pacheco. Aproximación

Date post: 17-Dec-2015
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En este artículo, José Emilio Pacheco plantea una línea metafísica en la poesía mexicana del siglo XX.
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American Association of Teachers of Spanish and Portuguese is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispania. http://www.jstor.org Aproximación a la Poesía Mexicana del Siglo XX Author(s): José Emilio Pacheco Source: Hispania, Vol. 48, No. 2 (May, 1965), pp. 209-219 Published by: American Association of Teachers of Spanish and Portuguese Stable URL: http://www.jstor.org/stable/336098 Accessed: 20-05-2015 22:38 UTC Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/ info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. This content downloaded from 148.206.159.132 on Wed, 20 May 2015 22:38:31 UTC All use subject to JSTOR Terms and Conditions
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  • American Association of Teachers of Spanish and Portuguese is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispania.

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    Aproximacin a la Poesa Mexicana del Siglo XX Author(s): Jos Emilio Pacheco Source: Hispania, Vol. 48, No. 2 (May, 1965), pp. 209-219Published by: American Association of Teachers of Spanish and PortugueseStable URL: http://www.jstor.org/stable/336098Accessed: 20-05-2015 22:38 UTC

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  • APROXIMACION A LA POESIA MEXICANA DEL SIGLO XX Jos?f EMILIO PACHECO

    El siglo XX comienza para M xico en 1910.* No es casual que el mismo afio en que se inicia la Revoluci6n y el viejo orden empieza a ser liquidado, sea la fecha que puede sefialar el nacimiento de la moderna literatura mexicana. Ministro de Instrucci6n P iblica en el gabinete de Por- firio Diaz, Justo Sierra vuelve a abrir las puertas de la Universidad y propicia la fundaci6n del Ateneo de la Juventud. Alli, en tomo del dominicano Pedro Henriquez Urefia, se refine la joven generaci6n. Bus- can una cultura mexicana que recoja la herencia nativa, si, pero no ignore que la preceden treinta siglos de tradici6n uni- versal. Del Ateneo, estos j6venes saldrin a la lucha revolucionaria o al exilio. Para unos seri la citedra y el pensamiento filos6fico (Antonio Caso); para otros, la tormenta y la vida en perpetua guerra con- sigo mismos y con los demais (Jose Vascon- celos); o los afios de lucha y de sangre, materia de sus libros perdurables (Martin Luis Guzmain). ?Y la poesia?: Manuel Gutikrrez Naijera habia muerto en 1895; Manuel Jos6 Oth6n en 1906; Salvador Diaz Mir6n despuds de Lascas (1901) apenas escribia. Los poetas de Mexico, la segunda generaci6n modernista, eran Ama- do Nervo, Luis G. Urbina, Efr6n Rebo- Iledo y Jose Juan Tablada. Nervo y Ur- bina habian dado lo mejor de si tiempo atr~is. Rebolledo habia acertado a expresar los temas er6ticos en alejandrinos y ende- casilabos tallados con un esmero pamasiano. Pasaria una decada antes que Tablada vol-

    viera a sorprendernos con sus innova- ciones, alianza de la poesia oriental con la vanguardia europea. Poco sabemos de Tablada. Esperemos sus obras completas para la real medida de su importancia. Mientras tanto, nadie puede negarla: como Nijera, como L6pez Velarde, Ta- blada es el renovador. Y como ellos, un poeta al que es necesario apreciar en su poesia, no s6lo en su influencia.

    Entre la Revista Moderna y el Ateneo hubo poetas estimables: Rafael L6pez, Roberto Argilelles Bringas, Manuel de la Parra. Pertenecen (la frase es de Henri- quez Urefia) al Mexico que termina en 1910 y no al que entonces comienza. Son otros los que surgen entonces: Enrique Gonzalez Martinez y, del Ateneo, Alfonso Reyes. (Dos aclaraciones: ?no podemos considerar poesia la prosa de Julio Torri, especialmente en De fusilamientos? Fuera injusticia no mencionar a una olvidada: Maria Enriqueta (1875). Gracias a ella, dej6 de considerarse el hecho de escribir actividad impropia de la mujer. Con sus libros de lectura para la escuela primaria molde6 la sensibilidad de muchas genera- ciones mexicanas. El tono desgarrado de su lirica no tiene antecedentes ni continua- dores. Maria Enriqueta es un caso aparte y una gran vocaci6n: a los noventa afios continia su trabajo). Si exceptuamos a Diaz Mir6n que no es propiamente un modernista, de esta corriente el mais grande poeta, en Mexico, es Gonzalez Martinez (1871-1952). Reacciona no contra Dario: contra una poetica ya vuelta retdrica en manos de sus imitadores. La vida interior, la serenidad, la pesadumbre de una exis- tencia hecha de perdidas y despedidas son las notas de Gonzalez Martinez. Ahon- dando en ellas dio sus mejores paiginas. Siempre fiel a si mismo, en la uiltima tpoca

    * En algunos pasajes del texto se aprovechan y refunden, fragmentariamente, el articulo "La poesia mexicana en 1960" (Mexico en la Cul- tura, Novedades, 31 de diciembre de 1960), y algunas notas escritas para los recitales que la Universidad organiz6 en 1963 en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec.

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  • 210 HISPANIA

    Ileg6 a los temas sociales (Babel, 1949). Epilogo y resumen de su lirica son las bellisimas "Estancias" de su libro final, El nuevo Narciso (1952).

    Alfonso Reyes (1889-1959) fue el pri- mero de nuestros prosistas; autor de una obra que es en si misma toda una litera- tura, no quiso, segin Antonio Castro Leal, "dar a la poesia mais que una parte de su coraz6n y de su tiempo." Pero Reyes, el gran escritor mexicano, es tambien un poeta al que no se ha apreciado justa- mente: como tal se inici6 en las letras, y poeta sigui6 toda su vida. Llam6 al volu- men que recoge todos sus versos Cons, tancia podtica: a la vez continuidad y documento probatorio. Asi, el mejor modo de hacer justicia al Reyes poeta es em- prender el trabajo antol6gico. Con todo, si Alfonso Reyes no hubiera escrito muchas composiciones excelentes en que el humor se da la mano con la ironia y la ternura, bastaria la Ifigenia cruel para admirar su talento creador. Aparte, ya lo dijo Octavio Paz, la prosa de Reyes no seria lo que es si no fuese la prosa de un poeta.

    A medio camino entre la disoluci6n del Ateneo y el surgimiento de Contem- porineos; mejor dicho, aislado, i'nico, en- contramos a Ram6n L6pez Velarde (1888- 1921). Su prestigio se ha mantenido en alto cuarenta afios, y en los iiltimos ha aparecido un libro exhaustivo de Allen W. Phillips' y un magnifico ensayo de Paz2 que dejan a un lado los aspectos superfi- ciales (semejanzas o diferencias con Lu- gones o Herrera y Reissig) en que in- sistieron algunos otros criticos.

    Con s6lo tres libros de poemas (La sangre devota, 1916; Zozobra, 1919 y El son del corazdn, publicado en 1932 a once afios de su muerte) Ram6n L6pez Velarde, como todo gran poeta, cambi6 entre noso- tros las condiciones de la lirica. Antes de lI, la poesia era una; d1 la hizo otra, la dej6 distinta. Caso curioso: no ha tenido imitadores. Quizai algunos en la tercera decada del siglo; pero copiaron la estruc-

    tura y no pudieron reproducir lo que habia dentro. En meses pasados se volvi6 a publi- car todo lo escrito sobre Ram6n L6pez Velarde; en todas partes se recit6 la "Suave Patria." Algunos, para ser originales, por no cefiirse a la corriente dijeron que se trataba de un mal poema, de un poema indigno de su autor. En realidad, desde todos los aingulos en que quiera examinair- sele, "Suave Patria" es un poema extraordi- nario, pero no el tinico ni el representativo de L6pez Velarde. Tampoco es el "cantor de la provincia"-aunque mucho de ese recato, de esa contenci6n que se ha querido hacer caracteristica de lo mexicano, haya pasado a enriquecer la honda modulaci6n de sus poemas. Mis alli de los antece- dentes que le sirvieron para nutrir su originalidad, L6pez Velarde hizo de su poesia un recinto inviolable que s6lo 61 frecuent6 y que a su muerte qued6 vacio y cerrado-para siempre. Invent6 un idio- ma dentro del espafiol para vencer su sole- dad y darle forma a su pesadumbre. Sus temas son los eternos temas; su lucha, la etema guerra entre el deseo incolmable y la realidad de piedra o de ceniza. Pero el poeta que habia tras ese hombre que nos describen (Qpara qua?) sus contemporaineos era tan grande y tan autentico que hizo esos poemas suyos, y ahora, al escucharlos, ya son nuestros.

    L6pez Velarde es un poeta eterno. Resis- tir4 las modas y los cambios del gusto. Cada 4poca lo redescubrira y su poesia seguiri tan viva como hoy "para el pasmo y la gloria/de la humanidad giratoria."

    En los afios que corren entre 1920 y 1925 los movimientos europeos de van- guardia, los "ismos," alcanzaron a influir en un pais que comenzaba a reconstruirse, a buscar su propia nacionalidad. Manuel Maples Arce (el mejor poeta de este grupo), Luis Quintanilla, German List Arzubide fundaron el "estridentismo," con preten- siones de modificar la sociedad y como reacci6n ante la poesia de su momento. Mqiscara de la muerte, la moda los venci6:

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  • POESIA MEXICANA 211

    nada hay mais viejo ahora que sus metA- foras al autom6vil o a la f ibrica-sus versos no se pueden leer sin una sonrisa, en tanto que la poesia de Gonzalez Martinez que pretendieron aniquilar los "estridentistas," conserva mis de un rescoldo vivo. No todo fue fracaso, sin embargo, y el estridentismo humedeci6 el terreno para que pudiera cumplirse la gran renovaci6n Ilevada a cabo por los "Contemporineos"-grupo sin grupo, archipidlago de soledades, como ellos mismos se Ilamaron. En junio de 1928 apareci6 el primer naimero de la revista que dio nombre a la mayor generaci6n de la poesia mexicana moderna, generaci6n que coincide en el tiempo con la espafiola de 1925, y que por encima de algunas caracteristicas comunes (el sentido critico, la avidez por participar de las nuevas corrientes universales . . .) refine a una serie de escritores muy distintos entre si; quienes, por eso mismo, enriquecieron y diversificaron la tradici6n poetica, al grado de casi cuarenta afios despues (afortuna- damente) nos sigue sustentando su lecci6n.

    Frank Dauster es autor del ainico volu- men critico que atiende en su conjunto a la obra de los Contemporineos3 y A. P. Debicki de un estudio en profundidad de la poesia de Gorostiza." A su vez, Ra1il Leiva ha dedicado al grupo los ensayos centrales del volumen en que estudia nuestra lirica del siglo veinte.5 Tales libros dispensan de muchos pormenores, quizai ociosos dentro de los modestos limites de la presente nota informativa. Es signifi- cativo que dos norteamericanos y un guate- malteco se hayan interesado en comentar a varios de los mejores poetas actuales de Mexico-y, me atrevo a decirlo, del idioma espafiol. Entre nosotros, apenas si Ilegado el remanso de las obras completas o escogi- das (disponemos de las de Villaurrutia, Ortiz de Montellano, Owen, Novo, Torres Bodet y Pellicer. Acaban de publicarse la Poesia de Jos6 Gorostiza y los Poemas y ensayos de Jorge CuestaG), comienza a ser verdaderamente difundida y apreciada la

    admirable poesia de los Contemporineos. Bernardo Ortiz de Montellano (1899-

    1949), el mayor cronol6gicamente, es sin mengua de su calidad uno de los mis borrosos en el grupo. Iniciado bajo la influencia de Nervo y de Tagore, autor de poemas deliberadamente infantiles, en su madurez ley6 y tradujo a Eliot. Asi, con nuevas armas, entr6 a un terreno que en la poesia mexicana le pertenece por entero: el mundo de los suefios.

    A fin de siglo naci6 tambien Carlos Pellicer; y, precozmente, empez6 a ser conocido al mismo tiempo que L6pez Ve- larde. Hasta 1962, cuando apareci6 su Material poetico (1918-1961), fue posible apreciar la magnitud de Pellicer. Desde sus comienzos modernistas hasta su clisico presente, Pellicer ha sido un poeta de grandes paisajes empefiado en cantar la hermosura del mundo que, asimismo, ha escrito los mejores poemas religiosos y civiles de la actual poesia mexicana. Si acaso su mayor estatura la alcanza en el soneto, casi en todo momento Pellicer es gran poeta que todavia espera un am- plisimo estudio y una precisa antologia.

    Nacido en 1901, Jose Gorostiza public6 en 1939 el mayor poema escrito en nuestro pais: Muerte sin fin, perfecto y desolado canto de un universo regido por el cons- tante frenesi de la destrucci6n. Critica de la existencia y critica (y desengaiio) de la poesia, Muerte sin fin es una obra maestra y como tal 6nica, irrepetible. Aparte de Muerte sin fin, la obra de Goros- tiza, fruto de una conciencia tan rigurosa y lkicida como la de Paul Valery o T. S. Eliot, y hecha toda de esencia e interiori- dad, incluye nada mais unas magnificas Canciones para cantar en las barcas (1925), un Preludio (1939) que lo es en realidad de Muterte sin fin; varios sonetos y el poema "Declaraci6n de Bogota" (1948).

    La misma obsesi6n de la muerte, aunque expresada con distintos recursos, late en la breve e intensa poesia de Xavier Villau- rrutia (1903-1950). Y justamente Nostalgia

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  • 212 HISPANIA

    de la muerte fue el titulo de su mejor libro y el que conviene a todos sus versos. Aun- que Villaurrutia fue ante todo (exterior- mente) un hombre de teatro y un critico, su actividad mais entrafiable era la poesia. En ella, hay otra vez el lamento del hom- bre que ve desgastarse, con su propia vida, todas las cosas que lo rodean; pero sabe que un dia sus palabras expresarin tambikn a muchos que no supieron encontrarlas. Villaurrutia eligi6 casi siempre el verso libre, aunque sus dos series de "DNcimas" no podrin faltar en ninguna selecci6n representativa.

    Salvador Novo (1904) public6 sus pri- meros versos con intenciones afines a la vanguardia. Prosista excepcional, sus dos mejores libros de poesia aparecieron en 1933. Mientras Espejo es la dolorida in- vocaci6n de la infancia, Nuevo amnor rescata y hace durar el sabor de ceniza del encuentro, la separacibn, la memoria de lo perdido. Ya en un terreno estricta- mente tecnico, los poemas de Novo repre- sentan la mis memorable realizaci6n de una tentativa muchas veces frustrada en castellano: dar validez poetica al prosaismo, que con tanta eficacia maneja la lengua inglesa.

    Poligrafo es tambien Jaime Torres Bodet (1902) que a lo largo de una vida dedi- cada al servicio de su pais (como diplo- maitico, ministro, director de la UNESCO) ha podido escribir una importante obra de ensayista y de critico, sin menoscabo de su tarea lirica. De sus Obras escogidas apart6 mucho de su labor de juventud: basta y sobra para admirar al poeta Torres Bodet la lectura de poemas como "Con- tinuidad," de libros como Fervor y Sin tregua.

    Jorge Cuesta (1903-1942), el ide6logo del grupo v el finico poeta mexicano "con leyenda"-que refiere la tradici6n oral y nunca la historia literaria-, fue, en todos sentidos, victima de su implacable inteli- gencia. Si entre sus ensayos-apenas re- copilados al comenzar 1965-hay varios de

    los mejores que se han escrito en Mexico, la poesia de Cuesta surge como la desola- ci6n de una conciencia que interroga el enigma y s6lo encuentra el desamparo.

    Poeta menor-con todo lo que de elogio puedan tener esas palabras-es el descono- cido, el singular Gilberto Owen (1905- 1952). En cierto modo, la suya es la poesia mis actual de su generaci6n. No seria ex- trafio que Owen fuera redescubierto en 1980. Linea y Perseo vencido guardan, para quien se atreva a franquear el recinto, mis de una sorpresa.

    Elias Nandino (1903) no particip6 de las contiendas libradas por el grupo. Por sus afios y su amistad con los Contemporai- neos, Nandino debe considerarse (como 10o hace Frank Dauster) en esta misma gene- raci6n. Nandino es un poeta mis impor- tante de lo que -1 mismo y algunos otros creen: public6 demasiado (incluso dos to- mos de sus Poesias antes de 1950) y los irboles no dejan ver el bosque-para de- cirlo Ilanamente. Nandino, como Oth6n, ha sido un poeta de lento y firme desarro- 110; cada nuevo libro supera al anterior.

    Entre los Contemporaneos hay que citar asimismo a Octavio G. Barreda (1899- 1964), fundador de las dos revistas en las que naci6 la actual literatura mexicana: Letras de Mexico y El Hijo Prddigo. Poeta de un solo libro, Sonetos a la Virgen (1938).

    Al borde de la segunda guerra mundial, apareci6 la otra generaci6n designada con el nombre de la revista en que se congre- garon esos poetas. Octavio Paz (1914), el mis importante del grupo y uno de los mayores liricos de la actual poesia en castellano, afirma que los de Taller, antes que decir algo personal, querian realizarse en algo que los trascendiese. Ejercicio espiritual, actitud que tenia que vivirse, la poesia, como el amor, era una tentativa por recobrar al ser adinico, previo a la escisi6n y a la desgarradura: una experiencia capaz de transformar al hombre y de cambiar al mundo. En 1960 el volumen Libertad bajo

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  • POESiA MEXICANA 213

    palabra recogi6 la obra po tica de Paz escrita entre 1935 y 1958. Pocas veces el t&rmino "obra" puede aplicarse tan justa- mente como en el caso de Paz a fin de designar una creaci6n que ha sabido, a cada paso, variar y diversificarse. Reno- vada incesantemente, la poesia de Octavio Paz ha mantenido una invariable fidelidad a los temas y los prop6sitos (soledad y comuni6n) enunciados desde el primer momento. Cada etapa ha nutrido la siguiente en un raro equilibrio entre varie- dad y continuidad. Los criticos europeos distinguen varias epocas en el trabajo de Paz. La primera es su epoca espafiola que se cierra y compendia en 1949. Luego Paz asume de lleno la experiencia surrealista en Aguila o sol (1951), su flnico libro de poemas en prosa. Su carrera diplomitica lo lleva por primera vez a la India y fruto de ese encuentro con el mundo oriental es Semillas para un himno (1954). Cuatro afios despu s llega la plenitud con La esta- cidn violenta-que incluye El cdntaro roto y Piedra de sol. Aqui, al nombrarse, el poeta se reconoce, une lo dividido, sale de si para hablar de nuestra historia y nuestra biografia. Lo que dice es el amor, la c61lera, el recuerdo, la esperanza de todos. S61o un instante (el amor, el poema) que se- yergue contra lo perdido, en medio del tiempo y su frenetica destrucci6n, nos de- jari probar la verdadera vida. S61o un instante que aisle de la discordia en que todo se engendra y se termina. La poesia en manos de Paz deja de ser refugio, artificio, consuelo y toma su lugar en la existencia. Las palabras vuelven a ser pala- bras: a dar nombre. Y magia, realidad, memoria, presagio, el poema se convierte en el tiempo, es el tiempo, el rio irrepetible en que se mira un mundo devastado. Como la misma Piedra de sol (el Calen- dario azteca) el poema es un orden cerrado, una circunferencia. Al terminar, renace, se encadena a su eterno, a su vivo fluir: avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre. Salamandra, el mais reciente libro,

    aparecido en 1962, prueba que Paz ni se repite ni se desconoce: es, como dice Emmanuel Carballo, el mejor y el mas joven de nuestros poetas.

    La generaci6n de Paz se desgarr6. Como habia ocurrido en la anterior con Enrique Gonzalez Rojo, dos poetas de Taller, Al- berto Quintero Alvarez y Rafael Vega Albela, murieron antes de cimentar su autintica obra. Los demis, han sido opa- cados por el gran prestigio de Octavio Paz o buscaron la oscuridad para hacer y para hacerse (Neftali Beltrnn, Octavio Novaro, E. G. Guerrero, Carmen Toscano, Manuel Lerin, Vicente Magdaleno .. .)? Muy distinto es el caso de Rafael Solana (1915) que ha relegado la poesia a segundo t6r- mino en su activa carrera de prosista y autor teatral. Mientras que el otro poeta importante de Taller, Efrain Huerta (na- cido el mismo afio que Paz) en Los hom- bres del alba (1944) alza el canto de un amor que sobrevive la noche y el vacio y el horror de la ciudad. En versos gacidos y templados por su misma pasirn, convierte la poesia en instrumento de furia o de ternura y arma en el combate por un destino menos inhumano. Como a tantos poetas de su edad, el "compromiso" llev6 a Huerta hasta unos poemas que mostra- ban su ideologia, no su talento. La excep- ci6n fue el magnifico Avenida Juarez (1956) que concilia la indignaci6n poli- tica con el arte. Iltimamente Efrain Huerta ha regresado a su mejor epoca crea- dora: lo demuestra El Tajin (1963).

    Sin ruptura con los poetas anteriores y en fraternidad con los que Ilegaron de Espafia en el exilio republicano, surgi6 el grupo de la revista Tierra Nueva-con todo, mais afin a los Contemporineos que a Taller. Ni Jos6 Luis Martinez (que sobresale como critico e investigador de las letras nacionales) ni Jorge Gonzalez Du- ran quisieron Ilevar hasta sus Iiltimas con- secuencias el riesgo de la poesia. Manuel Calvillo (1918) domin6 la ret6rica de la epoca; la olvid6 m~s tarde para escribir un

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  • 214 HISPANIA

    Libro del emigrante, concebido en secuen- cias narrativas de enorme riqueza. S61o publicado en fragmentos, cuando se edite el Libro del emigrante, seria un aconteci- miento. De Tierra Nueva sali6 uno que invariablemente se menciona entre los cinco mis destacados de las promociones que suceden a los Contemporineos: Aliu Chumacero (1918). Predomina en su poesia el afin de oponer el rigor artistico al desorden de los dias y de las cosas; la limpieza expresiva, a la amarga tiniebla en que finalmente se disuelve la esperanza del hombre. Desde Paramo de suefios (1944) a Imd genes desterradas (1947) la voz de All Chumacero hall6 el equilibrio entre modernidad y tradici6n. De su inicial apego a los Nocturnos de Villaurrutia conservr6, acaso, la conciencia literaria que le per- miti6 escribir Palabras en reposo (1956). De mon6logo, su poesia lleg6 a ser dialogo con el mundo cotidiano, evocado tras una superficie anecd6tica que rehusa el tono narrativo y puebla de simbolos su voz, tan s61o analoga a si misma. Rota la oscuridad, la apariencia de muro que cuida la entrada a estos poemas, se abre ante nosotros, se hace diifana, todo aquella hermosura des- cifrable. Jose Cirdenas Pefia (nacido el mismo afio que los dos anteriores y muerto en 1963) hizo de la contemplaci6n de la belleza legitima defensa ante la tragedia que, desde nifio, le impuso la existencia. ~1 gustaba que le Ilamasen poeta roman- tico, y mucho hay de cierto en esa defini- ci6n. Lo mejor de su obra queda en un volumen p6stumamente aparecido: Los contados dias (1965).

    Si la historiografia, en afios recientes, abus6 del concepto de las generaciones .hasta qud punto resulta vilido hablar en esta nota de una Generaci6n del 50 o de la revista America, en cuyas paiginas se dio a conocer? La revista America sigui6 la politica de puertas abiertas que un siglo atris recomend6 Altamirano para el desa- rrollo de la literatura nacional. Animada por los poetas Efri n Hemrnndez y Marco

    Antonio Millin, tuvo el m rito de servir para el aprendizaje de esa nueva promo- ci6n. De sus colaboradores salieron los que habrian de renovar la prosa narrativa (Arreola, Rulfo) y el teatro (Carballido, Luisa Josefina Hemrnindez, Sergio Magafia) y los poetas que liegados a la madurez for- man el grupo mis activo e importante de la poesia mexicana actual. Rub6n Bonifaz Nufio (1923), sabiamente, domin6 pri- mero las disciplinas tradicionales para for- jar despues su propio cauce. De la per- fecci6n formal (Imdgenes, 1953) pas6 a lo cotidiano, a lo prosaico. Encontr6 alli la raiz de Los demonios y los dias (1956), poemas de protesta que se nutren del malestar contemporaineo, no del ficil optimismo. Su siguiente libro, El manto y la corona (1958) esti bellamente concebido como un canto de amor en varias estancias. Su unidad es la naturaleza contradictoria del sentimiento amoroso que, pese al desplome que trae consigo, es la uinica manera de trascender la irremediable soledad, el vacio. Fuego de pobres (1961) es hasta hoy el libro mis perfecto de Rub6n Bonifaz Nufio y una obra extraordinaria- mente significativa. Toda la experiencia anterior y la cercania con los poetas na- huas y latinos se suman al intimo conoci- miento de la realidad de que saldrin sus versos. (Bonifaz public6 una Antologia de la poesia latina, 1956, en colaboraci6n con Amparo Gaos y en 1963, una admirable traducci6n de Las Gedrgicas virgilianas). Fuego de pobres resulta un libro absoluta- mente contemporineo y original por el per- fecto manejo de sus influencias. Posee un ritmo propio y un lenguaje caracteristico: el castellano que se habla en Mixico.

    Esa misma fusi6n entre el habla popular y el idioma portico, la ha logrado con otro sentido Jaime Sabines (1925). A diferencia de sus compafieros, Sabines ya ha reunido en un tomo su producci6n (Recuento de poemas, 1962) y si es mucho lo que puede esperarse de su poesia futura, ya debe ser considerado un poeta mayor. Quizi en los

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  • POESIA MEXICANA 215

    afios que vienen su obra se haga la mais conocida de su generaci6n: Sabines crea sus poemas con las palabras y las sensa- ciones del hombre comfin. Y ese "realismo" mueve las aguas estancadas, es justo y saludable pasado tanto tiempo de hacer poesia sobre la poesia. Si la aspereza colo- quial es una fase del temperamento de Sabines, otra (y no menor) es la ternura. Junto a ella, la capacidad de asombro, el deslumbramiento frente al doloroso milagro de existir y andar el camino junto a los demais, urden el poderio de una voz natural que celebra lo diario con las diarias pala- bras: la ciudad, la casa, el campo, la lluvia -elevados a la altura del arte por el poeta mis directo de las actuales letras mexicanas.

    Rosario Castellanos (1925) es el nombre mis alto de nuestra poesia femenina-y pese a lo gastado del tirmino, creo que vale la pena fincar esa distinci6n, ese matiz peculiar. No por la importancia de Rosario Castellanos se pueden olvidar otras poe- tisas: Concha Urquiza (1910-1945), sobre- saliente en sus poemas misticos; Margarita Michelena (1917) con dos textos defini- tivos: A las puertas de Sidn, Enigma de la rosa; tambihn Enriqueta Ochoa, Maria Luisa Hidalgo, Gloria Riestra, Griselda Alvarez; Margarita Paz Paredes (1922), duefia de una vasta bibliografia entre cuyos titulos recordables esti Coloquio de amor. Tampoco hay que soslayar a Guadalupe Amor (1920), quien con sus liras y sus decimas alcanz6, en el pasado inmediato, una popularidad que no conoce ningiin otro poeta mexicano actual; ni a Dolores Castro (1923) que ha destacado-pese a su voluntario alejamiento-con libros de acen- drada pureza y autenticidad como La tierra estd sonando (1959) y Cantares de vela (1961); ni a Emma Godoy (1918) que tambikn ha tomado de su fervor religioso la fuerza de su poesia. Pero Rosario Caste- llanos ha escrito una obra que abarca todos los generos (la novela Baluin Candn ha difundido su nombre mis alli de nuestras fronteras) y su poesia registra varias 6pocas,

    al fin complementarias mas que opuestas. La conciencia del mestizaje, la perduraci6n de una raza vencida han dado forma y profundidad a muchos de sus versos. Al lado de esos temas, el desamparo que su- cede a la p rdida del amor fue una de sus constantes preocupaciones expresivas; con rigor y belleza, culmin6 en "Lamentaci6n de Dido"-uno de los grandes poemas es- critos en Mexico. Referidas a un tema clisico, sus emociones se objetivaron. Y la objetividad prevalece en sus dos mejores libros: Al pie de la letra (1959) y Livida luz (1961). En ellos, como dice Xirau, en su voluntad de ser, Rosario Castellanos ha afirmado la presencia necesaria de la comu- nidad. No s6lo por compartir sus penas y alegrias, vale esta poesia para el lector: tambidn por la excelencia artistica de las piginas en que deja Rosario Castellanos el testimonio de su vida y su mundo.

    Jaime Garcia Terres (1925) es duefio de una formaci6n humanistica nada co- min. Quiza de ella nace el que su poesia resulte tan diversa de la que denomina a su generaci6n. Mas rica en sustantivos que en adjetivos, enemiga de la ret6rica la poesia de Jaime Garcia Terres se refiri6, pr6xima a lo elegiaco, al desplome de un mundo para siempre perdido (Las provin- cias del aire, 1956). Como otros escritores de su edad, Garcia Terris dej6 la intima pesadumbre para hablar de la que agobia a todos los hombres (Los reinos comba- tientes, 1961). Este iitilimo volumen in- cluye una serie de parifrasis (Donne, Marvell, Corbiere), resueltas con autintica maestria.

    Miguel Guardia (1924) es otro de los poetas cimentados no en la precocidad sino en un paulatino descubrimiento de si mis- mos. Los motivos poeticos de siempre habi- taron sus primeros trabajos y fueron reve- lando su personalidad (Tema y variaciones, 1952). La gran tentaci6n del prosaismo se ha aduefiado de Guardia, para bien de su poesia, desde que apareci6 El retorno (1956). Nueve afios despuNs, su libro mis

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  • 216 HISPANIA

    reciente, Palabra de amor (1965), muestra que Guardia, con oficio cada vez mis seguro, ha ahondado en su desgarramiento para comunicarlo con una voz henchida de esperanza y rebeldia.

    Critico iconoclasta que ha hecho una norma de la insumisi6n, Jesuis Arellano (1924) anim6 algunas de las revistas que, junto a Amdrica, difundieron los primeros trabajos de su generaci6n. La poesia de Arellano tiene la virtud de no parecerse a nadie; sin embargo hasta ahora su dureza, su acritud estain todavia lejos de cimentar una expresi6n convincente. En Acto propi- cio, Fernando Sanchez Mayans (1925) habia logrado encontrar un ambito propio, pero al igual que otros de su generaci6n, prefiri6 el teatro como medio expresivo. Jorge Hernandez Campos (1923), uno de los poetas mis interesantes de este periodo, ha dado a conocer, desde su voluntario exilio en Roma, poemas originales y reno- vadores, entre los que destaca "El presi- dente" (incluido en A quien corresponda, 1961).

    Las intenciones de realizar una poesia desprendida de lo subjetivo las representan tambidn A. Silva Villalobos (1929) y Horacio Espinosa Altamirano. Este iltimo con su mis acabado libro: Los signos del destierro (1962). Por el afio de su primer titulo, que no por su edad, entra a destacar en esta generaci6n Marco Antonio Montes de Oca (1932). A los 21 afios deslumbr6 con Ruina de la infame Babilonia. El poder verbal y la capacidad metaf6rica de Montes de Oca, el caudal incesante de su vocabulario no son caracteristicas frecuen- tes en la poesia mexicana. Como todo poeta destacado, Montes de Oca encontr6 enemigos que en vez de admirarlo y dis- frutar con la belleza de sus poemas, se dieron a encontrarle defectos: la oscuridad, el exceso de fantasia

    (,puede esto ser mo-

    tivo de acusaci6n?); sobre todo, no lo con- sideraron capaz de escribir un poema organizado que no fuese mera acumulaci6n de imagen tras imagen.

    .Por qud no se ha

    querido juzgar a Montes de Oca dentro de sus intenciones y su capacidad personal?

    ,Por qu6 exigirle lo que no dese6 hacer? No

    es muy digno de fiar el critico que descali- fica a un autor porque no escribe o piensa como el. Montes de Oca permaneci6 fiel a sus maravillosos dones hasta Delante de la luz cantan los pdjaros (1959) que in- cluye dos libros anteriores: Contrapunto de la fe (1955) y Pliego de testimonios (1956) y agrega varias secciones ineditas. En los dos recientes volkimenes Cantos al sol que no se alcanza (1961) y Fundacidn del entusiasmo (1963) Montes de Oca ha escuchado lo que sugirieron sus criticos y buscado una concreci6n que en rigor no le pertenece. La calidad poetica, la belleza verbal no estin ausentes (no en vano se es Montes de Oca) pero el antiguo esplen- dor imaginativo se ha disminuido. No obstante, las iltimas publicaciones mues- tran que este poeta excelente ha enrique- cido su expresi6n y esti muy cerca de la plenitud.

    En esta misma, posible Generaci6n de 1950 habria que incluir a los poetas es- paiioles de Mexico, los que sobre esta mis- ma tierra crecieron y empezaron a escribir, los "trasterrados"-como propone Arturo Souto Alabarce en el Uinico ensayo que sitida a esta generaci6n de dos paises.7 Llegados desde su infancia a este pals, (son poetas espafioles o mexicanos? Hasta la fecha, excepto Souto, nadie ha querido deslindarlo y casi todos los confinan en la zona intermedia, en la tierra de nadie. Discutir su posible arraigo o desarraigo, sus "vivencias" nacionales o su trasfondo penin- sular, es tarea que excede los limites de esta informaci6n. El caso es que con ellos (y con los espafioles y sudamericanos que ya en su madurez aqui han vivido y traba- jado) nuestro presente literario se ha en- riquecido. Y no es poca la deuda con talen- tos tan altos como los de Ram6n Xirau y Manuel Durin-mis conocidos por su esplndida obra ensayistica que por su poesia.8 0 como Carlos Blanco Aguinaga,

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  • POESIA MEXICANA 217

    J. M. Garcia Ascot, Jose Pascual Bux6, Luis Rius, Csar Rodriguez Chicharro, Tomas Segovia . . . No me parece ofender a ninguin nacionalismo pedir que, respe- tando sus raices, consideremos entrafiable- mente a estos poetas, en doble pertenencia, "espafioles de M6xico," entre otras causas porque, lo ha dicho Octavio Paz, el idioma es la Uanica nacionalidad del escritor.

    Hacia 1954 o 55, con la serie "Los pre- sentes" que anim6 Juan Jose Arreola y la primera Revista Mexicana de Literatura, dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo, comenzaron a aparecer varios poetas que por su edad acaso deban con- siderarse los "precursores" de la mis joven generaci6n. No es ocioso anotar que si tradicionalmente los grupos y promociones surgian en sus propias revistas, los nuevos poetas mexicanos, por una serie de innu- merables circunstancias, despertaron al se- creto y la magia de las letras amparados en la generosidad de sus mayores que, noble- mente, les han permitido compartir, sin distinci6n de rangos, todas sus empresas culturales. Es justo mencionar con que amplitud y bondadosa libertad Elias Nan- dino abri6 las paiginas de su revista Esta- ciones para que, desde 1957, practicaran su aprendizaje muchos j6venes que en mis de una ocasi6n defendieron ideas contrarias a las del director, sin que Nandino coartara esas divergencias.

    ,Cuail es la aportaci6n de las nuevas

    voces al desarrollo de la poesia mexicana? (Son un simple eco de sus predecesores? Para responder a tales preguntas contamos nada mis, a la fecha, con un ensayo de Ra61l Leiva-el critico que, con Frank Dauster ha estudiado en toda su amplitud nuestra lirica del siglo veinte. Pese a su honestidad, el trabajo de Leiva9 es muy controvertible, ya que sus juicios de valor no se sustentan en el examen de las obras como un fin en si mismas: al rev's de lo que dcurria en su libro Imagen de la poesia mexicana contempordnea antes de juzgar a los nuevos poetas, Leiva empren-

    de una revisi6n heterodoxa de nuestra lirica en este medio siglo y se propone calificar el m6rito portico de acuerdo con la capa- cidad de los poetas para "llegar al pueblo" y su evasi6n o compromiso frente a la batalla ideol6gica de nuestro tiempo. Pero independientemente de las posibles discre- pancias o afinidades, sin polemizar ni sus- cribir sus opiniones, quiero que tomemos del ensayo de este especialista los nombres de quienes integran "la joven poesia mexi- cana."

    Resulta prematuro atrever juicios sobre el trabajo incipiente de estos poetas. Si de la n6mina que proporciona Leiva ya hay algunos que han dejado de escribir (o al menos, desde hace varios aiios se abstienen de publicar)

    icu.intos alcanzarin la pleni-

    tud aferrados al trabajo portico, o quidnes, como es regla en Hispanoambrica, ocu- parin el verso linicamente como transito hacia otros generos? (Las revistas literarias estain Ilenas de vaticinios, casi invariable- mente fallidos. Se ha dicho que en los paises de nuestro continente el 99 por ciento de los que escriben novelas, cuentos, ensayos, comedias, articulos periodisticos, argumentos cinematogrificos y aun gace- tillas, episodios para radio o televisi6n y slogans comerciales, anhelaron en su ado- lescencia ser poetas: al igual que un buen nuimero de abogados, medicos y politicos profesionales. Como causa coadyuvante, ?puede explicar ese resentimiento el des- precio con que es mirada la actividad del poeta?)

    Para fundamentar la hip6tesis de una Generaci6n del 60 hay en ese afio dos publicaciones significativas: el nuimero de la Revista Mexicana de Literatura (dirigida por Juan Garcia Ponce y Tomas Segovia), dedicado a una antologia de los Nuevos poetas10; y la aparici6n de La espiga amoti- nada: un volumen colectivo que refine los libros de cinco poetas j6venes, presentados por Agusti Bartra. Juan Bafiuelos (1932), el mayor en edad y temperamento lirico contribuy6 a La espiga amotinada con

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  • 218 HISPANIA

    Puertas del mundo. En su declaraci6n de principios (cada uno de estos libros estai antecedido por un resumen de las perso- nales opiniones en torno de la poesia y la sociedad actual), Bafiuelos defini6 la protesta del grupo contra la realidad y el deseo comfin de participar en la transformaci6n del hombre y la reforma del mundo. De manera similar, Oscar Oliva (1937), Jaime Augusto Shelley (1937), Eraclio Zepeda (nacido el mismo afio) y Jaime Labastida (1939) presentaron sus juicios y sus poemas reunidos (res- pectivamente en La voz desbocada, La rueda y el eco, Los soles de la noche y El descenso). La poesia mis descarnadamente viva, segin este volumen, pareci6 ser la de Oliva; mientras que el instinto poetico de Bafiuelos y Shelley-como lo demostraron despues-se aviene mis con el subjetivismo que con el poema objetivo: de protesta social. Zepeda, por su parte, se mostr6 menos afortunado en estos versos que en sus excelentes relatos de Benzulul. Labas- tida, finalmente, fue el que logr6 conciliar de modo mis efectivo sus capacidades con el gefnero de escritura que le interes6 para probar, en el arte, la eficacia expresiva de su conciencia politica. Mis joven que sus compafieros fue, obviamente, el menos ma- duro. En los iltimos afios no ha aparecido mis libro de este grupo que La gran escala (1961) de J. A. Shelley. Ca6tico y un tanto abstacto, incluye sin embargo un bello poema en prosa: "Agostos." Bafiuelos ha prometido dos libros: uno de poemas civiles y otro de lirica menos colectiva. Oliva apenas ha publicado uno o dos tra- bajos que lo muestran ahondando su acierto anterior. Zepeda ha superado los ejemplos de su verso que da el tomo con un canto er6tico: "Gisela." Y Labastida, sin por ello renunciar a sus convicciones, se ha encontrado en poemas ya no circuns- tanciales. Si vemos los defectos de La espiga amotinada, seri posible apreciar me- jor sus cualidades y el futuro ilimitado que se abre a su expresi6n: cualidades, defec-

    tos y futuro compartidos por los poetas citados inmediatamente-y que entre sus virtudes tienen, junto a los de La espiga amotinada, el ejercicio de la autocritica y la fraternidad: no siempre puestas en pric- tica por sus antepasados.

    Las limitaciones compartidas serian, en t&minos muy generales, la carencia de medios propios para enunciar sus pensa- mientos o sentimientos; el empleo, a me- nudo, de f6rmulas que ya enmohecidas, han engendrado una ret6rica hostil a la poesia; la casi general falta de disciplina que suscita la profusi6n de las palabras sin un matiz que las regule. Y el hecho de buscar en la protesta el sentido de la crea- ci6n (tendencia que en si no es censurable y que los acontecimientos de nuestro tiem- po hace poco menos que necesaria) pro- picia con alguna frecuencia la redacci6n de antipoemas que no hablan de la con- ciencia social que los anima, no llegan al piblico a que se dirigen, ni guardan rela- ci6n con lo que ayer u hoy se consider6 belleza. Pero el aceptar la poesia no como un don o anatema divino: como un deber para consigo mismo y los demis y un arte que para serlo requiere un trabajo exterior, un oficio (para decir las cosas con sus nom- bres) equilibra y hace esperar que en un lapso inmediato se superen esas caidas que son la entrafia misma del aprendizaje poetico.

    De los poetas que menciona Leiva, Hugo Padilla y Homero Garza (ambos de 1936) fundaron en Monterrey, a mediados de la d6cada anterior, una revista de avanzada: Katharsis. En Mexico se incorporaron al primer grupo de la Revista Mexicana de Literatura, y antes de publicar un libro se encerraron en un silencio que ojala sea quebrantado. Acaso Padilla fue el anico poeta joven que supo asimilar a su perso- nalidad la influencia de Paz: con una imaginaci6n semejante a la de Montes de Oca y mayor don de forma, Padilla estaba (Qesta?) Ilamado a ser el primero de su generaci6n. De los j6venes nacidos en el

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  • POESiA MEXICANA 219

    mismo 1936, Isabel Fraire y Jose Antonio Montero, ninguno ha juntado sus poemas en volumen. La primera colabor6 en Katharsis y ha seguido publicando hasta aduefiarse de un estilo propio. Incon- fundible a su vez puede ser J. A. Montero que ha podido hacerse de un instrumento expresivo muy directo, manifiesto en versos acres y doloridos-muchos de ellos de autintica hermosura. Otra mujer, Thelma Nava (1931) en este 1965 debe de someter su talento a la prueba del libro; asi como Francisco Cervantes y Gast6n Melo (los dos de 1938), el primero con una produc- ci6n ya muy vasta. En 1964 todos estos poetas mostraron el fruto de su actividad. Los criticos han sefialado al mis joven y al finico que cuenta ya con una obra, Homero Aridjis (1940) como el poeta mais destacado de su generaci6n. En plena ado- lescencia, Aridjis se impacient6 por verse en letras de molde y public6 La musa roja (1958). Los libros posteriores han reivin- dicado con creces el disculpable error: Los ojos desdoblados (1960), La tumba de Filidor (1961), Antes del reino y La dificil ceremonia (1963). En 1964, al dar a cono- cer Mirdndola dormir Aridjis se ha aduefiado de un lenguaje personal y mues- tra una rara intensidad en cada una de sus piginas. Aridjis trasciende, con verda- dero don poetico, la ret6rica actual del erotismo.

    Muchos nuevos poetas han surgido. De ellos los criticos destacan a Gabriel Zaid (1930) y al mais joven, Alejandro Aura (1944). Sobre esta promoci6n ha caido la ardua tarea de sostener la con- tinuidad de nuestra lirica. Los preceden, forman su mrs legitima tradici6n, su herencia y su pasado inmediato algunas de las generaciones, poetas y poemas mis grandes que ha conocido, en el siglo veinte, la poesia del idioma espafiol.

    NOTAS 2 Allen W. Phillips, Ramon L6pez Velarde, el poeta y el prosista (Mexico: Instituto Nacional de Bellas Artes, Departmento de Literatura, 1962). 2 Octavio Paz, El camino de la pasi6n. Revista Mexicana de Literatura, nuimero doble 11-12 (noviembre-diciembre 1963). 3 Frank Dauster, Ensayos sobre poesia mexicana. Asedio a los Contemporaneos (Mexico: Ediciones de Andrea, 1963). V&ase tambi6n la Breve historia de la poesia mexicana del mismo Frank Dauster. (Mexico: Ediciones de Andrea, 1956). 4 Andrew P. Debicki, La poesia de Jose Goros- tiza (Mexico: Ediciones de Andrea, 1962). 5 Radl Leiva, Imagen de la poesia mexicana contempordnea (Mexico: Universidad Nacional Aut6noma de Mexico, Centro de Estudios Litera- rios, 1959). 6 En el Fondo de Cultura Econ6mica (Col. "Letras Mexicanas") se han publicado: Xavier Villaurrutia, Poesia y teatro (1953); Salvador Novo, Poesia (1961), Jaime Torres Bodet, Qbras escogidas (1961). Se imprimi6 en 1964 la Poesia de Jose Gorostiza. En distintas series y colecciones la UNAM edit6: Bernardo Ortiz de Montellano, Sueho y poesia (1952), Carlos Pellicer, Material poetico (1962). En 1965 apareci6 una selecci6n de poemas y ensayos de Jorge Cuesta. 7 Arturo Souto Alabarce, "Nueva poesia es- pafiola de Mexico," I-II, Ideas de Mexico, Nii- mero 6, junio-agosto de 1954; y niimero 7-8, setiembre-diciembre de 1954. 8 Ram6n Xirau ha escrito el uinico ensayo que, hasta hoy, busca caracterizar esta generaci6n, y estudia sus autores y sus obras: "Nuevos poetas de Mexico," en Poetas de Mdxico y Espaiia (Madrid: Jose Porrfia Turanzas, 1962). Los poetas comentados en este ensayo son Rub6n Bonifaz Nufio, Jaime Garcia Terres, Manuel Durin, Rosario Castellanos, Jaime Sabines y Tomais Segovia. 9 Radl Leiva, "La generaci6n iltima y la poesia mexicana del siglo XX, Cuadernos de Bellas Artes, octubre de 1963. 10 Revista Mexicana de Literatura (Nueva

    .poca) No. doble, especial 6-7. "Nuevos Poetas" (Mar- cos Aguayo, Homero Aridjis, Juan Bafiuelos, Francisco Cervantes, Isabel Frayre, Jaime Labas- tida, Chema Lugo, Jos6 Antonio Montero, Qscar Oliva, Jos& Emilio Pacheco. Jaiine Augusto Shelley, Eraclio Zepeda.) diciembre 1959-enero 1960.

    STUDENT MEMBERSHIPS Please remind your students-and other teachers' students-that they may join the AATSP for $3.00, receive Hispania, and enjoy all other privileges of membership, except the right to vote.

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    Article Contentsp. 209p. 210p. 211p. 212p. 213p. 214p. 215p. 216p. 217p. 218p. 219

    Issue Table of ContentsHispania, Vol. 48, No. 2 (May, 1965), pp. 207-404Front MatterHenry Grattan Doyle (1889-1964) [pp. 207-208]Aproximacin a la Poesa Mexicana del Siglo XX [pp. 209-219]Notas sobre la Novela Hispanoamericana Actual [pp. 220-225]La Cruz en el "Responso a Verlaine" [pp. 226-229]Simbolismo en el Teatro de Carlos Muiz [pp. 230-233]Aspectos Clsicos de la Poesa de Luis Cernuda [pp. 234-246]The Sea and Machado [pp. 247-254]The Influence of Pirandello in two Plays of Manuel and Antonio Machado [pp. 255-260]Madrid in the Mirror: "Esperpento de la Hija del Capitn" [pp. 261-266]Cervantes, Catedrtico de "Casos de Conciencia" [pp. 267-274]The Phonemic Systems of Argentinian Spanish [pp. 275-283]Dissertations in the Hispanic Languages and Literatures-1964 [pp. 284-294]Letters to the EditorSome Impressions of Brazilian Universities [pp. 295-299]"Modern Portuguese" Text Specifications [pp. 299-302]Problems of Teaching Journalism in Spanish [pp. 302-304]La Familia Fernndez [p. 305]

    Shop-TalkAATSP Committee Report on Articulation in Illinois [pp. 306-311]Time, a Constant Factor in Second Language Learning [pp. 311-313]The Role of Written Exercises in an Audio-Lingual Program [pp. 313-316]The Pendulum Swings: A Critique of "One-Approach" Methods [pp. 316-318]Living Spanish beyond the College Classroom [pp. 318-323]

    Official Announcements [p. 324]The President's Corner [p. 325]Notes on Usage"Maverick," un Americanismo de Antecedentes Hispnicos [pp. 326-330]

    Spanish in the Elementary SchoolsCalifornia's Compulsory FL Law-Threat or Promise? [pp. 331-334]

    The MLA Foreign Language Program [pp. 334-340]Notes and News [pp. 340-351]The Hispanic World [pp. 351-380]Books of the Hispanic WorldReview: untitled [pp. 380-381]Review: untitled [pp. 381-382]Review: untitled [p. 382]Review: untitled [pp. 382-383]Review: untitled [p. 383]Review: untitled [pp. 383-384]Review: untitled [p. 384]Review: untitled [pp. 384-385]Review: untitled [pp. 385-386]Review: untitled [p. 386]Review: untitled [pp. 386-387]Review: untitled [p. 387]Review: untitled [pp. 387-388]Review: untitled [pp. 388-389]Review: untitled [p. 389]Review: untitled [pp. 389-390]Review: untitled [p. 390]Review: untitled [pp. 390-391]Review: untitled [pp. 391-392]Review: untitled [p. 392]Review: untitled [pp. 392-393]Review: untitled [p. 393]Review: untitled [pp. 393-394]Review: untitled [p. 394]Review: untitled [p. 394]Review: untitled [pp. 394-395]Review: untitled [p. 395]Review: untitled [p. 396]

    Chapter News [pp. 396-399]ReviewsReview: untitled [pp. 399-400]Review: untitled [pp. 400-401]Review: untitled [pp. 401-402]Review: untitled [pp. 402-403]Review: untitled [pp. 403-404]

    Review: Correction [p. 404]


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