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Juan Pablo II 1998 Carta Encíclica Fides et ratio - LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN

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  • 8/6/2019 Juan Pablo II 1998 Carta Encclica Fides et ratio - LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZN

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    Ioannes Paulus PP. II

    Fides et ratioa los Obispos de la Iglesia Catlica

    sobre las relacionesentre Fe y Razn

    1998.09.14

    BENDICIN

    Venerables Hermanos en el Episcopado,salud y Bendicin Apostlica

    INTRODUCCIN - CONCETE A TI MISMO

    La fe y la razn (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espritu humano se elevahacia la contemplacin de la verdad. Dios ha puesto en el corazn del hombre el deseo de conocerla verdad y, en definitiva, de conocerle a l para que, conocindolo y amndolo, pueda alcanzar

    tambin la plena verdad sobre s mismo (cf.Ex 33, 18; Sal 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3;Jn 14, 8;1Jn 3, 2).

    1. Tanto en Oriente como en Occidente es posible distinguir un camino que, a lo largo de los siglos,ha llevado a la humanidad a encontrarse progresivamente con la verdad y a confrontarse con ella.Es un camino que se ha desarrolladono poda ser de otro mododentro del horizonte de laautoconciencia personal: el hombre cuanto ms conoce la realidad y el mundo y ms se conoce a smismo en su unicidad, le resulta ms urgente el interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre supropia existencia. Todo lo que se presenta como objeto de nuestro conocimiento se convierte porello en parte de nuestra vida. La exhortacin Concete a ti mismo estaba esculpida sobre el dinteldel templo de Delfos, para testimoniar una verdad fundamental que debe ser asumida como la regla

    mnima por todo hombre deseoso de distinguirse, en medio de toda la creacin, calificndose como hombre precisamente en cuanto conocedor de s mismo .

    Por lo dems, una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad como en distintas partesde la tierra, marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo quecaracterizan el recorrido de la existencia humana: quin soy? de dnde vengo y a dnde voy? porqu existe el mal? qu hay despus de esta vida? Estas mismas preguntas las encontramos en losescritos sagrados de Israel, pero aparecen tambin en los Veda y en los Avesta; las encontramos enlos escritos de Confucio e Lao-Tze y en la predicacin de los Tirthankara y de Buda; asimismo seencuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurpides y Sfocles, as como en lostratados filosficos de Platn y Aristteles. Son preguntas que tienen su origen comn en lanecesidad de sentido que desde siempre acucia el corazn del hombre: de la respuesta que se d atales preguntas, en efecto, depende la orientacin que se d a la existencia.

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    2. La Iglesia no es ajena, ni puede serlo, a este camino de bsqueda. Desde que, en el MisterioPascual, ha recibido como don la verdad ltima sobre la vida del hombre, se ha hecho peregrina porlos caminos del mundo para anunciar que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6).Entre los diversos servicios que la Iglesia ha de ofrecer a la humanidad, hay uno del cual esresponsable de un modo muy particular: la diacona de la verdad.1Por una parte, esta misin hace ala comunidad creyente partcipe del esfuerzo comn que la humanidad lleva a cabo para alcanzar la

    verdad;2

    y por otra, la obliga a responsabilizarse del anuncio de las certezas adquiridas, inclusodesde la conciencia de que toda verdad alcanzada es slo una etapa hacia aquella verdad total que semanifestar en la revelacin ltima de Dios: Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entoncesveremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conocer como soyconocido (1 Co 13, 12).

    3. El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo quepuede hacer cada vez ms humana la propia existencia. Entre estos destaca lafilosofa, quecontribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta:sta, en efecto, se configura como una de las tareas ms nobles de la humanidad. El trminofilosofa segn la etimologa griega significa amor a la sabidura . De hecho, la filosofa naci y

    se desarroll desde el momento en que el hombre empez a interrogarse sobre el por qu de lascosas y su finalidad. De modos y formas diversas, muestra que el deseo de verdad pertenece a lanaturaleza misma del hombre. El interrogarse sobre el por qu de las cosas es inherente a su razn,aunque las respuestas que se han ido dando se enmarcan en un horizonte que pone en evidencia lacomplementariedad de las diferentes culturas en las que vive el hombre.

    La gran incidencia que la filosofa ha tenido en la formacin y en el desarrollo de las culturas enOccidente no debe hacernos olvidar el influjo que ha ejercido en los modos de concebir laexistencia tambin en Oriente. En efecto, cada pueblo, posee una sabidura originaria y autctonaque, como autntica riqueza de las culturas, tiende a expresarse y a madurar incluso en formaspuramente filosficas. Que esto es verdad lo demuestra el hecho de que una forma bsica del saberfilosfico, presente hasta nuestros das, es verificable incluso en los postulados en los que seinspiran las diversas legislaciones nacionales e internacionales para regular la vida social.

    4. De todos modos, se ha de destacar que detrs de cada trmino se esconden significados diversos.Por tanto, es necesaria una explicitacin preliminar. Movido por el deseo de descubrir la verdadltima sobre la existencia, el hombre trata de adquirir los conocimientos universales que le permitencomprenderse mejor y progresar en la realizacin de s mismo. Los conocimientos fundamentalesderivan del asombro suscitado en l por la contemplacin de la creacin: el ser humano sesorprende al descubrirse inmerso en el mundo, en relacin con sus semejantes con los cualescomparte el destino. De aqu arranca el camino que lo llevar al descubrimiento de horizontes de

    conocimientos siempre nuevos. Sin el asombro el hombre caera en la repetitividad y, poco a poco,sera incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal.

    La capacidad especulativa, que es propia de la inteligencia humana, lleva a elaborar, a travs de laactividad filosfica, una forma de pensamiento riguroso y a construir as, con la coherencia lgicade las afirmaciones y el carcter orgnico de los contenidos, un saber sistemtico. Gracias a esteproceso, en diferentes contextos culturales y en diversas pocas, se han alcanzado resultados quehan llevado a la elaboracin de verdaderos sistemas de pensamiento. Histricamente esto haprovocado a menudo la tentacin de identificar una sola corriente con todo el pensamientofilosfico. Pero es evidente que, en estos casos, entra en juego una cierta soberbia filosfica quepretende erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal. En realidad,

    todo sistema filosfico, aun con respeto siempre de su integridad sin instrumentalizaciones, debereconocer la prioridad delpensarfilosfico, en el cual tiene su origen y al cual debe servir de forma

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    coherente.

    En este sentido es posible reconocer, a pesar del cambio de los tiempos y de los progresos del saber,un ncleo de conocimientos filosficos cuya presencia es constante en la historia del pensamiento.Pinsese, por ejemplo, en los principios de no contradiccin, de finalidad, de causalidad, comotambin en la concepcin de la persona como sujeto libre e inteligente y en su capacidad de conocer

    a Dios, la verdad y el bien; pinsese, adems, en algunas normas morales fundamentales que soncomnmente aceptadas. Estos y otros temas indican que, prescindiendo de las corrientes depensamiento, existe un conjunto de conocimientos en los cuales es posible reconocer una especie depatrimonio espiritual de la humanidad. Es como si nos encontrsemos ante unafilosofaimplcita por la cual cada uno cree conocer estos principios, aunque de forma genrica y no refleja.Estos conocimientos, precisamente porque son compartidos en cierto modo por todos, deberan sercomo un punto de referencia para las diversas escuelas filosficas. Cuando la razn logra intuir yformular los principios primeros y universales del ser y sacar correctamente de ellos conclusionescoherentes de orden lgico y deontolgico, entonces puede considerarse una razn recta o, como lallamaban los antiguos, orths logos, recta ratio.

    5. La Iglesia, por su parte, aprecia el esfuerzo de la razn por alcanzar los objetivos que hagan cadavez ms digna la existencia personal. Ella ve en la filosofa el camino para conocer verdadesfundamentales relativas a la existencia del hombre. Al mismo tiempo, considera a la filosofa comouna ayuda indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad delEvangelio a cuantos an no la conocen.

    Teniendo en cuenta iniciativas anlogas de mis Predecesores, deseo yo tambin dirigir la miradahacia esta peculiar actividad de la razn. Me impulsa a ello el hecho de que, sobre todo en nuestrotiempo, la bsqueda de la verdad ltima parece a menudo oscurecida. Sin duda la filosofa modernatiene el gran mrito de haber concentrado su atencin en el hombre. A partir de aqu, una raznllena de interrogantes ha desarrollado sucesivamente su deseo de conocer cada vez ms y msprofundamente. Se han construido sistemas de pensamiento complejos, que han producido susfrutos en los diversos mbitos del saber, favoreciendo el desarrollo de la cultura y de la historia. Laantropologa, la lgica, las ciencias naturales, la historia, el lenguaje..., de alguna manera se haabarcado todas las ramas del saber. Sin embargo, los resultados positivos alcanzados no debenllevar a descuidar el hecho de que la razn misma, movida a indagar de forma unilateral sobre elhombre como sujeto, parece haber olvidado que ste est tambin llamado a orientarse hacia unaverdad que lo transciende. Sin esta referencia, cada uno queda a merced del arbitrio y su condicinde persona acaba por ser valorada con criterios pragmticos basados esencialmente en el datoexperimental, en el convencimiento errneo de que todo debe ser dominado por la tcnica. As hasucedido que, en lugar de expresar mejor la tendencia hacia la verdad, bajo tanto peso la razn saber

    se ha doblegado sobre s misma hacindose, da tras da, incapaz de levantar la mirada hacia lo altopara atreverse a alcanzar la verdad del ser. La filosofa moderna, dejando de orientar suinvestigacin sobre el ser, ha concentrado la propia bsqueda sobre el conocimiento humano. Enlugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad, ha preferidodestacar sus lmites y condicionamientos.

    Ello ha derivado en varias formas de agnosticismo y de relativismo, que han llevado lainvestigacin filosfica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general.Recientemente han adquirido cierto relieve diversas doctrinas que tienden a infravalorar incluso lasverdades que el hombre estaba seguro de haber alcanzado. La legtima pluralidad de posiciones hadado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones

    son igualmente vlidas. Este es uno de los sntomas ms difundidos de la desconfianza en la verdadque es posible encontrar en el contexto actual. No se substraen a esta prevencin ni siquiera algunasconcepciones de vida provenientes de Oriente; en ellas, en efecto, se niega a la verdad su carcter

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    exclusivo, partiendo del presupuesto de que se manifiesta de igual manera en diversas doctrinas,incluso contradictorias entre s. En esta perspectiva, todo se reduce a opinin. Se tiene la impresinde que se trata de un movimiento ondulante: mientras por una parte la reflexin filosfica halogrado situarse en el camino que la hace cada vez ms cercana a la existencia humana y a su modode expresarse, por otra tiende a hacer consideraciones existenciales, hermenuticas o lingsticasque prescinden de la cuestin radical sobre la verdad de la vida personal, del ser y de Dios. En

    consecuencia han surgido en el hombre contemporneo, y no slo entre algunos filsofos, actitudesde difusa desconfianza respecto de los grandes recursos cognoscitivos del ser humano. Con falsamodestia, se conforman con verdades parciales y provisionales, sin intentar hacer preguntasradicales sobre el sentido y el fundamento ltimo de la vida humana, personal y social. Ha decado,en definitiva, la esperanza de poder recibir de la filosofa respuestas definitivas a tales preguntas.

    6. La Iglesia, convencida de la competencia que le incumbe por ser depositaria de la Revelacin deJesucristo, quiere reafirmar la necesidad de reflexionar sobre la verdad. Por este motivo he decididodirigirme a vosotros, queridos Hermanos en el Episcopado, con los cuales comparto la misin deanunciar abiertamente la verdad (2 Co 4, 2), como tambin a los telogos y filsofos a los quecorresponde el deber de investigar sobre los diversos aspectos de la verdad, y asimismo a las

    personas que la buscan, para exponer algunas reflexiones sobre la va que conduce a la verdaderasabidura, a fin de que quien sienta el amor por ella pueda emprender el camino adecuado paraalcanzarla y encontrar en la misma descanso a su fatiga y gozo espiritual.

    Me mueve a esta iniciativa, ante todo, la conviccin que expresan las palabras del ConcilioVaticano II, cuando afirma que los Obispos son testigos de la verdad divina y catlica.3Testimoniar la verdad es, pues, una tarea confiada a nosotros, los Obispos; no podemosrenunciar a la misma sin descuidar el ministerio que hemos recibido. Reafirmando la verdad de la fepodemos devolver al hombre contemporneo la autntica confianza en sus capacidadescognoscitivas y ofrecer a la filosofa un estmulo para que pueda recuperar y desarrollar su plenadignidad.

    Hay tambin otro motivo que me induce a desarrollar estas reflexiones. En la Encclica Veritatissplendorhe llamado la atencin sobre algunas verdades fundamentales de la doctrina catlica, queen el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas .4Con la presente Encclicadeseo continuar aquella reflexin centrando la atencin sobre el tema de la verdady desufundamento en relacin con lafe. No se puede negar, en efecto, que este perodo de rpidos ycomplejos cambios expone especialmente a las nuevas generaciones, a las cuales pertenece y de lascuales depende el futuro, a la sensacin de que se ven privadas de autnticos puntos de referencia.La exigencia de una base sobre la cual construir la existencia personal y social se siente de modonotable sobre todo cuando se est obligado a constatar el carcter parcial de propuestas que elevan

    lo efmero al rango de valor, creando ilusiones sobre la posibilidad de alcanzar el verdadero sentidode la existencia. Sucede de ese modo que muchos llevan una vida casi hasta el lmite de la ruina, sinsaber bien lo que les espera. Esto depende tambin del hecho de que, a veces, quien por vocacinestaba llamado a expresar en formas culturales el resultado de la propia especulacin, ha desviado lamirada de la verdad, prefiriendo el xito inmediato en lugar del esfuerzo de la investigacinpaciente sobre lo que merece ser vivido. La filosofa, que tiene la gran responsabilidad de formar elpensamiento y la cultura por medio de la llamada continua a la bsqueda de lo verdadero, deberecuperar con fuerza su vocacin originaria. Por eso he sentido no slo la exigencia, sino incluso eldeber de intervenir en este tema, para que la humanidad, en el umbral del tercer milenio de la eracristiana, tome conciencia cada vez ms clara de los grandes recursos que le han sido dados y secomprometa con renovado ardor en llevar a cabo el plan de salvacin en el cual est inmersa su

    historia.

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    CAPTULO I - LA REVELACIN DE LA SABIDURA DE DIOS

    ess revela al Padre

    7. En la base de toda la reflexin que la Iglesia lleva a cabo est la conciencia de ser depositaria deun mensaje que tiene su origen en Dios mismo (cf. 2 Co 4, 1-2). El conocimiento que ella proponeal hombre no proviene de su propia especulacin, aunque fuese la ms alta, sino del hecho de haberacogido en la fe la palabra de Dios (cf. 1 Ts 2, 13). En el origen de nuestro ser como creyentes hayun encuentro, nico en su gnero, en el que se manifiesta un misterio oculto en los siglos (cf. 1Co 2, 7;Rm 16, 25-26), pero ahora revelado. Quiso Dios, con su bondad y sabidura, revelarse as mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf.Ef1, 9): por Cristo, la Palabra hecha carne, ycon el Espritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina.5sta es una iniciativa totalmente gratuita, que viene de Dios para alcanzar a la humanidad ysalvarla. Dios, como fuente de amor, desea darse a conocer, y el conocimiento que el hombre tienede l culmina cualquier otro conocimiento verdadero sobre el sentido de la propia existencia que su

    mente es capaz de alcanzar.

    8. Tomando casi al pie de la letra las enseanzas de la Constitucin Dei Filius del ConcilioVaticano I y teniendo en cuenta los principios propuestos por el Concilio Tridentino, laConstitucinDei Verbum del Vaticano II ha continuado el secular camino de la inteligencia de lae, reflexionando sobre la Revelacin a la luz de las enseanzas bblicas y de toda la tradicin

    patrstica. En el Primer Concilio Vaticano, los Padres haban puesto en evidencia el carctersobrenatural de la revelacin de Dios. La crtica racionalista, que en aquel perodo atacaba la fesobre la base de tesis errneas y muy difundidas, consista en negar todo conocimiento que no fuesefruto de las capacidades naturales de la razn. Este hecho oblig al Concilio a sostener con fuerzaque, adems del conocimiento propio de la razn humana, capaz por su naturaleza de llegar hasta elCreador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe. Este conocimiento expresa una verdad quese basa en el hecho mismo de que Dios se revela, y es una verdad muy cierta porque Dios ni engaani quiere engaar.6

    9. El Concilio Vaticano I ensea, pues, que la verdad alcanzada a travs de la reflexin filosfica yla verdad que proviene de la Revelacin no se confunden, ni una hace superflua la otra: Hay undoble orden de conocimiento, distinto no slo por su principio, sino tambin por su objeto; por suprincipio, primeramente, porque en uno conocemos por razn natural, y en otro por fe divina; porsu objeto tambin porque aparte aquellas cosas que la razn natural puede alcanzar, se nosproponen para creer misterios escondidos en Dios de los que, a no haber sido divinamente

    revelados, no se pudiera tener noticia .

    7

    La fe, que se funda en el testimonio de Dios y cuenta conla ayuda sobrenatural de la gracia, pertenece efectivamente a un orden diverso del conocimientofilosfico. ste, en efecto, se apoya sobre la percepcin de los sentidos y la experiencia, y se muevea la luz de la sola inteligencia. La filosofa y las ciencias tienen su puesto en el orden de la raznnatural, mientras que la fe, iluminada y guiada por el Espritu, reconoce en el mensaje de lasalvacin la plenitud de gracia y de verdad (cf.Jn 1, 14) que Dios ha querido revelar en lahistoria y de modo definitivo por medio de su Hijo Jesucristo (cf. 1 Jn 5, 9:Jn 5, 31-32).

    10. En el Concilio Vaticano II los Padres, dirigiendo su mirada a Jess revelador, han ilustrado elcarcter salvfico de la revelacin de Dios en la historia y han expresado su naturaleza del modosiguiente: En esta revelacin, Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tm 1, 17), movido de amor, habla a

    los hombres como amigos (cf.Ex 33, 11;Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf.Ba 3, 38) para invitarlosy recibirlos en su compaa. El plan de la revelacin se realiza por obras y palabras intrnsecamenteligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvacin manifiestan y confirman la doctrina

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    y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican sumisterio. La verdad profunda de Dios y de la salvacin del hombre que transmite dicha revelacin,resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelacin .8

    11. La revelacin de Dios se inserta, pues, en el tiempo y la historia, ms an, la encarnacin deJesucristo, tiene lugar en la plenitud de los tiempos (Ga 4, 4). A dos mil aos de distancia de

    aquel acontecimiento, siento el deber de reafirmar con fuerza que en el cristianismo el tiempotiene una importancia fundamental .9En l tiene lugar toda la obra de la creacin y de la salvaciny, sobre todo destaca el hecho de que con la encarnacin del Hijo de Dios vivimos y anticipamos yadesde ahora lo que ser la plenitud del tiempo (cf. Hb 1, 2).

    La verdad que Dios ha comunicado al hombre sobre s mismo y sobre su vida se inserta, pues, en eltiempo y en la historia. Es verdad que ha sido pronunciada de una vez para siempre en el misteriode Jess de Nazaret. Lo dice con palabras elocuentes la ConstitucinDei Verbum: Dios habl anuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora en esta etapafinal nos ha hablado por el Hijo (Hb 1, 1-2). Pues envi a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbraa todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (cf. Jn 1, 1-

    18). Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres , habla las palabras de Dios(Jn3, 34) y realiza la obra de la salvacin que el Padre le encarg (cf.Jn 5, 36; 17, 4). Por eso,quien ve a Jesucristo, ve al Padre (cf.Jn 14, 9); l, con su presencia y manifestacin, con suspalabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurreccin, con el envodel Espritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelacin .10

    La historia, pues, es para el Pueblo de Dios un camino que hay que recorrer por entero, de formaque la verdad revelada exprese en plenitud sus contenidos gracias a la accin incesante del EsprituSanto (cf.Jn 16, 13). Lo ensea asimismo la ConstitucinDei Verbum cuando afirma que laIglesia camina a travs de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplan en ellaplenamente las palabras de Dios .11

    12. As pues, la historia es el lugar donde podemos constatar la accin de Dios en favor de lahumanidad. l se nos manifiesta en lo que para nosotros es ms familiar y fcil de verificar, porquepertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cual no llegaramos a comprendernos.

    La encarnacin del Hijo de Dios permite ver realizada la sntesis definitiva que la mente humana,partiendo de s misma, ni tan siquiera hubiera podido imaginar: el Eterno entra en el tiempo, elTodo se esconde en la parte y Dios asume el rostro del hombre. La verdad expresada en larevelacin de Cristo no puede encerrarse en un restringido mbito territorial y cultural, sino que seabre a todo hombre y mujer que quiera acogerla como palabra definitivamente vlida para dar

    sentido a la existencia. Ahora todos tienen en Cristo acceso al Padre; en efecto, con su muerte yresurreccin, l ha dado la vida divina que el primer Adn haba rechazado (cf.Rm 5, 12-15). Conesta Revelacin se ofrece al hombre la verdad ltima sobre su propia vida y sobre el destino de lahistoria: Realmente, el misterio del hombre slo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, afirma la Constitucin Gaudium et spes.12Fuera de esta perspectiva, el misterio de la existenciapersonal resulta un enigma insoluble. Dnde podra el hombre buscar la respuesta a las cuestionesdramticas como el dolor, el sufrimiento de los inocentes y la muerte, sino no en la luz que brotadel misterio de la pasin, muerte y resurreccin de Cristo?

    La razn ante el misterio

    13. De todos modos no hay que olvidar que la Revelacin est llena de misterio. Es verdad que contoda su vida, Jess revela el rostro del Padre, ya que ha venido para explicar los secretos de

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$8http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$8http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$8http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$9http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$9http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$9http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Chttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Bhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Ahttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$9http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$8
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    Dios;13sin embargo, el conocimiento que nosotros tenemos de ese rostro se caracteriza por elaspecto fragmentario y por el lmite de nuestro entendimiento. Slo la fe permite penetrar en elmisterio, favoreciendo su comprensin coherente.

    El Concilio ensea que cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe .14Con estaafirmacin breve pero densa, se indica una verdad fundamental del cristianismo. Se dice, ante todo,

    que la fe es la respuesta de obediencia a Dios. Ello conlleva reconocerle en su divinidad,trascendencia y libertad suprema. El Dios, que se da a conocer desde la autoridad de su absolutatrascendencia, lleva consigo la credibilidad de aquello que revela. Desde la fe el hombre dasuasentimiento a ese testimonio divino. Ello quiere decir que reconoce plena e integralmente laverdad de lo revelado, porque Dios mismo es su garante. Esta verdad, ofrecida al hombre y que lno puede exigir, se inserta en el horizonte de la comunicacin interpersonal e impulsa a la razn aabrirse a la misma y a acoger su sentido profundo. Por esto el acto con el que uno confa en Diossiempre ha sido considerado por la Iglesia como un momento de eleccin fundamental, en la cualest implicada toda la persona. Inteligencia y voluntad desarrollan al mximo su naturalezaespiritual para permitir que el sujeto cumpla un acto en el cual la libertad personal se vive de modopleno.15En la fe, pues, la libertad no slo est presente, sino que es necesaria. Ms an, la fe es la

    que permite a cada uno expresar mejor la propia libertad. Dicho con otras palabras, la libertad no serealiza en las opciones contra Dios. En efecto, cmo podra considerarse un uso autntico de lalibertad la negacin a abrirse hacia lo que permite la realizacin de s mismo? La persona al creerlleva a cabo el acto ms significativo de la propia existencia; en l, en efecto, la libertad alcanza lacerteza de la verdad y decide vivir en la misma.

    Para ayudar a la razn, que busca la comprensin del misterio, estn tambin los signos contenidosen la Revelacin. Estos sirven para profundizar ms la bsqueda de la verdad y permitir que lamente pueda indagar de forma autnoma incluso dentro del misterio. Estos signos si por una partedan mayor fuerza a la razn, porque le permiten investigar en el misterio con sus propios medios,de los cuales est justamente celosa, por otra parte la empujan a ir ms all de su misma realidad designos, para descubrir el significado ulterior del cual son portadores. En ellos, por lo tanto, estpresente una verdad escondida a la que la mente debe dirigirse y de la cual no puede prescindir sindestruir el signo mismo que se le propone.

    Podemos fijarnos, en cierto modo, en el horizonte sacramental de la Revelacin y, en particular, enel signo eucarstico donde la unidad inseparable entre la realidad y su significado permite captar laprofundidad del misterio. Cristo en la Eucarista est verdaderamente presente y vivo, y acta consu Espritu, pero como acertadamente deca Santo Toms, lo que no comprendes y no ves, loatestigua una fe viva, fuera de todo el orden de la naturaleza. Lo que aparece es un signo: escondeen el misterio realidades sublimes .16A este respecto escribe el filsofo Pascal: Como Jesucristo

    permaneci desconocido entre los hombres, del mismo modo su verdad permanece, entre lasopiniones comunes, sin diferencia exterior. As queda la Eucarista entre el pan comn .17

    El conocimiento de fe, en definitiva, no anula el misterio; slo lo hace ms evidente y lo manifiestacomo hecho esencial para la vida del hombre: Cristo, el Seor, en la misma revelacin delmisterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubrela grandeza de su vocacin ,18que es participar en el misterio de la vida trinitaria de Dios.19

    14. La enseanza de los dos Concilios Vaticanos abre tambin un verdadero horizonte de novedadpara el saber filosfico. La Revelacin introduce en la historia un punto de referencia del cual elhombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por

    otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana nopuede agotar, sino slo recibir y acoger en la fe. En estos dos pasos, la razn posee su propioespacio caracterstico que le permite indagar y comprender, sin ser limitada por otra cosa que su

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    finitud ante el misterio infinito de Dios.

    As pues, la Revelacin introduce en nuestra historia una verdad universal y ltima que induce a lamente del hombre a no pararse nunca; ms bien la empuja a ampliar continuamente el campo delpropio saber hasta que no se d cuenta de que no ha realizado todo lo que poda, sin descuidar nada.Nos ayuda en esta tarea una de las inteligencias ms fecundas y significativas de la historia de la

    humanidad, a la cual justamente se refieren tanto la filosofa como la teologa: San Anselmo. EnsuProslogion, el arzobispo de Canterbury se expresa as: Dirigiendo frecuentemente y con fuerzami pensamiento a este problema, a veces me pareca poder alcanzar lo que buscaba; otras veces, sinembargo, se escapaba completamente de mi pensamiento; hasta que, al final, desconfiando depoderlo encontrar, quise dejar de buscar algo que era imposible encontrar. Pero cuando quise alejarde m ese pensamiento porque, ocupando mi mente, no me distrajese de otros problemas de loscuales pudiera sacar algn provecho, entonces comenz a presentarse con mayor importunacin[...]. Pero, pobre de m, uno de los pobres hijos de Eva, lejano de Dios, qu he empezado a hacer yqu he logrado? qu buscaba y qu he logrado? a qu aspiraba y por qu suspiro? [...]. Oh Seor,t no eres solamente aquel de quien no se puede pensar nada mayor (non solum es quo maiuscogitari nequit), sino que eres ms grande de todo lo que se pueda pensar (quiddam maius quam

    cogitari possit) [...]. Si tu no fueses as, se podra pensar alguna cosa ms grande que t, pero estono puede ser .20

    15. La verdad de la Revelacin cristiana, que se manifiesta en Jess de Nazaret, permite a todosacoger el misterio de la propia vida. Como verdad suprema, a la vez que respeta la autonomade la criatura y su libertad, la obliga a abrirse a la trascendencia. Aqu la relacin entre libertad yverdad llega al mximo y se comprende en su totalidad la palabra del Seor: Conoceris la verdady la verdad os har libres (Jn 8, 32).

    La Revelacin cristiana es la verdadera estrella que orienta al hombre que avanza entre loscondicionamientos de la mentalidad inmanentista y las estrecheces de una lgica tecnocrtica; es laltima posibilidad que Dios ofrece para encontrar en plenitud el proyecto originario de amoriniciado con la creacin. El hombre deseoso de conocer lo verdadero, si an es capaz de mirar msall de s mismo y de levantar la mirada por encima de los propios proyectos, recibe la posibilidadde recuperar la relacin autntica con su vida, siguiendo el camino de la verdad. Las palabras delDeuteronomio se pueden aplicar a esta situacin: Porque estos mandamientos que yo te prescribohoy no son superiores a tus fuerzas, ni estn fuera de tu alcance. No estn en el cielo, para que nohayas de decir: Quin subir por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y lospongamos en prctica? Ni estn al otro lado del mar, para que no hayas de decir Quin ir pornosotros al otro lado del mar a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en prctica? Sinoque la palabra est bien cerca de ti, est en tu boca y en tu corazn para que la pongas en prctica

    (30, 11-14). A este texto se refiere la famosa frase del santo filsofo y telogo Agustn: Noli forasire, in te ipsum redi. In interiore homine habitat veritas .21A la luz de estas consideraciones, seimpone una primera conclusin: la verdad que la Revelacin nos hace conocer no es el frutomaduro o el punto culminante de un pensamiento elaborado por la razn. Por el contrario, sta sepresenta con la caracterstica de la gratuidad, genera pensamiento y exige ser acogida comoexpresin de amor. Esta verdad relevada es anticipacin, en nuestra historia, de la visin ltima ydefinitiva de Dios que est reservada a los que creen en l o lo buscan con corazn sincero. El finltimo de la existencia personal, pues, es objeto de estudio tanto de la filosofa como de la teologa.Ambas, aunque con medios y contenidos diversos, miran hacia este sendero de la vida (Sal 16[15], 11), que, como nos dice la fe, tiene su meta ltima en el gozo pleno y duradero de lacontemplacin del Dios Uno y Trino.

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    CAPTULO II - CREDO UT INTELLEGAM

    La sabidura todo lo sabe y entiende (Sb 9, 11)

    16. La Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el vnculo tan profundo que hayentre el conocimiento de fe y el de la razn. Lo atestiguan sobre todo losLibros sapienciales. Loque llama la atencin en la lectura, hecha sin prejuicios, de estas pginas de la Escritura, es el hechode que en estos textos se contenga no solamente la fe de Israel, sino tambin la riqueza decivilizaciones y culturas ya desaparecidas. Casi por un designio particular, Egipto y Mesopotamiahacen or de nuevo su voz y algunos rasgos comunes de las culturas del antiguo Oriente reviven enestas pginas ricas de intuiciones muy profundas.

    No es casual que, en el momento en el que el autor sagrado quiere describir al hombre sabio, lopresente como el que ama y busca la verdad: Feliz el hombre que se ejercita en la sabidura, y queen su inteligencia reflexiona, que medita sus caminos en su corazn, y sus secretos considera. Sale

    en su busca como el que sigue su rastro, y en sus caminos se pone al acecho. Se asoma a susventanas y a sus puertas escucha. Acampa muy cerca de su casa y clava la clavija en sus muros.Monta su tienda junto a ella, y se alberga en su albergue dichoso. Pone sus hijos a su abrigo y bajosus ramas se cobija. Por ella es protegido del calor y en su gloria se alberga (Si 14, 20-27).

    Como se puede ver, para el autor inspirado el deseo de conocer es una caracterstica comn a todoslos hombres. Gracias a la inteligencia se da a todos, tanto creyentes como no creyentes, laposibilidad de alcanzar el agua profunda (cf. Pr20, 5). Es verdad que en el antiguo Israel elconocimiento del mundo y de sus fenmenos no se alcanzaba por el camino de la abstraccin,como para el filsofo jnico o el sabio egipcio. Menos an, el buen israelita conceba elconocimiento con los parmetros propios de la poca moderna, orientada principalmente a ladivisin del saber. Sin embargo, el mundo bblico ha hecho desembocar en el gran mar de la teoradel conocimiento su aportacin original.

    Cul es sta? La peculiaridad que distingue el texto bblico consiste en la conviccin de que hayuna profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razn y el de la fe. El mundo y todolo que sucede en l, como tambin la historia y las diversas vicisitudes del pueblo, son realidadesque se han de ver, analizar y juzgar con los medios propios de la razn, pero sin que la fe seaextraa en este proceso. sta no interviene para menospreciar la autonoma de la razn o paralimitar su espacio de accin, sino slo para hacer comprender al hombre que el Dios de Israel sehace visible y acta en estos acontecimientos. As mismo, conocer a fondo el mundo y los

    acontecimientos de la historia no es posible sin confesar al mismo tiempo la fe en Dios que acta enellos. La fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que descubra, en el sucederse de losacontecimientos, la presencia operante de la Providencia. Una expresin del libro de los Proverbioses significativa a este respecto: El corazn del hombre medita su camino, pero es el Seor quienasegura sus pasos (16, 9). Es decir, el hombre con la luz de la razn sabe reconocer su camino,pero lo puede recorrer de forma libre, sin obstculos y hasta el final, si con nimo sincero fija subsqueda en el horizonte de la fe. La razn y la fe, por tanto, no se pueden separar sin que sereduzca la posibilidad del hombre de conocer de modo adecuado a s mismo, al mundo y a Dios.

    17. No hay, pues, motivo de competitividad alguna entre la razn y la fe: una est dentro de la otra,y cada una tiene su propio espacio de realizacin. El libro de los Proverbios nos sigue orientando en

    esta direccin al exclamar: Es gloria de Dios ocultar una cosa, y gloria de los reyes escrutarla (25, 2). Dios y el hombre, cada uno en su respectivo mundo, se encuentran as en una relacinnica. En Dios est el origen de cada cosa, en l se encuentra la plenitud del misterio, y sta es su

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    gloria; al hombre le corresponde la misin de investigar con su razn la verdad, y en esto consistesu grandeza. Una ulterior tesela a este mosaico es puesta por el Salmista cuando ora diciendo: Mas para m, qu arduos son tus pensamientos, oh Dios, qu incontable su suma! Son ms, si losrecuento, que la arena, y al terminar, todava estoy contigo! (139 [138], 17-18). El deseo deconocer es tan grande y supone tal dinamismo que el corazn del hombre, incluso desde laexperiencia de su lmite insuperable, suspira hacia la infinita riqueza que est ms all, porque

    intuye que en ella est guardada la respuesta satisfactoria para cada pregunta an no resuelta.

    18. Podemos decir, pues, que Israel con su reflexin ha sabido abrir a la razn el camino hacia elmisterio. En la revelacin de Dios ha podido sondear en profundidad lo que la razn pretendaalcanzar sin lograrlo. A partir de esta forma de conocimiento ms profunda, el pueblo elegido haentendido que la razn debe respetar algunas reglas de fondo para expresar mejor su propianaturaleza. Una primera regla consiste en tener en cuenta el hecho de que el conocimiento delhombre es un camino que no tiene descanso; la segunda nace de la conciencia de que dicho caminono se puede recorrer con el orgullo de quien piense que todo es fruto de una conquista personal; unatercera se funda en el temor de Dios , del cual la razn debe reconocer a la vez su trascendenciasoberana y su amor providente en el gobierno del mundo.

    Cuando se aleja de estas reglas, el hombre se expone al riesgo del fracaso y acaba por encontrarseen la situacin del necio . Para la Biblia, en esta necedad hay una amenaza para la vida. Enefecto, el necio se engaa pensando que conoce muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijarla mirada sobre las esenciales. Ello le impide poner orden en su mente (cf. Pr1, 7) y asumir unaactitud adecuada para consigo mismo y para con el ambiente que le rodea. Cuando llega a afirmar: Dios no existe (cf. Sal 14 [13], 1), muestra con claridad definitiva lo deficiente de suconocimiento y lo lejos que est de la verdad plena sobre las cosas, sobre su origen y su destino.

    19. El libro de la Sabidura tiene algunos textos importantes que aportan ms luz a este tema. Enellos el autor sagrado habla de Dios, que se da a conocer tambin por medio de la naturaleza. Paralos antiguos el estudio de las ciencias naturales coincida en gran parte con el saber filosfico.Despus de haber afirmado que con su inteligencia el hombre est en condiciones de conocer laestructura del mundo y la actividad de los elementos [...], los ciclos del ao y la posicin de lasestrellas, la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras (Sb 7, 17.19-20), en unapalabra, que es capaz de filosofar, el texto sagrado da un paso ms de gran importancia.Recuperando el pensamiento de la filosofa griega, a la cual parece referirse en este contexto, elautor afirma que, precisamente razonando sobre la naturaleza, se puede llegar hasta el Creador: dela grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analoga, a contemplar a su Autor (Sb 13,5). Se reconoce as un primer paso de la Revelacin divina, constituido por el maravilloso librode la naturaleza , con cuya lectura, mediante los instrumentos propios de la razn humana, se

    puede llegar al conocimiento del Creador. Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer aDios como creador de todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo alimpedimento puesto por su voluntad libre y su pecado.

    20. En esta perspectiva la razn es valorizada, pero no sobrevalorada. En efecto, lo que ella alcanzapuede ser verdadero, pero adquiere significado pleno solamente si su contenido se sita en unhorizonte ms amplio, que es el de la fe: Del Seor dependen los pasos del hombre: cmo puedeel hombre conocer su camino? (Pr20, 24). Para el Antiguo Testamento, pues, la fe libera la raznen cuanto le permite alcanzar coherentemente su objeto de conocimiento y colocarlo en el ordensupremo en el cual todo adquiere sentido. En definitiva, el hombre con la razn alcanza la verdad,porque iluminado por la fe descubre el sentido profundo de cada cosa y, en particular, de la propia

    existencia. Por tanto, con razn, el autor sagrado fundamenta el verdadero conocimientoprecisamente en el temor de Dios: El temor del Seor es el principio de la sabidura (Pr1, 7;

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    cf.Si 1, 14).

    Adquiere la sabidura, adquiere la inteligencia (Pr4, 5)

    21. Para el Antiguo Testamento el conocimiento no se fundamenta solamente en una observacin

    atenta del hombre, del mundo y de la historia, sino que supone tambin una indispensable relacincon la fe y con los contenidos de la Revelacin. En esto consisten los desafos que el pueblo elegidoha tenido que afrontar y a los cuales ha dado respuesta. Reflexionando sobre esta condicin, elhombre bblico ha descubierto que no puede comprenderse sino como ser en relacin : con smismo, con el pueblo, con el mundo y con Dios. Esta apertura al misterio, que le viene de laRevelacin, ha sido al final para l la fuente de un verdadero conocimiento, que ha consentido a surazn entrar en el mbito de lo infinito, recibiendo as posibilidades de compresin hasta entoncesinsospechadas.

    Para el autor sagrado el esfuerzo de la bsqueda no estaba exento de la dificultad que suponeenfrentarse con los lmites de la razn. Ello se advierte, por ejemplo, en las palabras con las que el

    Libro de los Proverbios denota el cansancio debido a los intentos de comprender los misteriososdesignios de Dios (cf. 30, 1.6). Sin embargo, a pesar de la dificultad, el creyente no se rinde. Lafuerza para continuar su camino hacia la verdad le viene de la certeza de que Dios lo ha creadocomo un explorador (cf. Qo 1, 13), cuya misin es no dejar nada sin probar a pesar del continuochantaje de la duda. Apoyndose en Dios, se dirige, siempre y en todas partes, hacia lo que es bello,bueno y verdadero.

    22. San Pablo, en el primer captulo de su Carta a los Romanos nos ayuda a apreciar mejor loincisiva que es la reflexin de los Libros Sapienciales. Desarrollando una argumentacin filosficacon lenguaje popular, el Apstol expresa una profunda verdad: a travs de la creacin los ojos dela mente pueden llegar a conocer a Dios. En efecto, mediante las criaturas l hace que la raznintuya su potencia y su divinidad (cf.Rm 1, 20). As pues, se reconoce a la razn del hombreuna capacidad que parece superar casi sus mismos lmites naturales: no slo no est limitada alconocimiento sensorial, desde el momento que puede reflexionar crticamente sobre ello, sino queargumentando sobre los datos de los sentidos puede incluso alcanzar la causa que da lugar a todarealidad sensible. Con terminologa filosfica podramos decir que en este importante texto paulinose afirma la capacidad metafsica del hombre.

    Segn el Apstol, en el proyecto originario de la creacin, la razn tena la capacidad de superar

    fcilmente el dato sensible para alcanzar el origen mismo de todo: el Creador. Debido a ladesobediencia con la cual el hombre eligi situarse en plena y absoluta autonoma respecto a Aquelque lo haba creado, qued mermada esta facilidad de acceso a Dios creador.

    El Libro del Gnesis describe de modo plstico esta condicin del hombre cuando narra que Dios lopuso en el jardn del Edn, en cuyo centro estaba situado el rbol de la ciencia del bien y del mal (2, 17). El smbolo es claro: el hombre no era capaz de discernir y decidir por s mismo lo que erabueno y lo que era malo, sino que deba apelarse a un principio superior. La ceguera del orgullohizo creer a nuestros primeros padres que eran soberanos y autnomos, y que podan prescindir delconocimiento que deriva de Dios. En su desobediencia originaria ellos involucraron a cada hombrey a cada mujer, produciendo en la razn heridas que a partir de entonces obstaculizaran el camino

    hacia la plena verdad. La capacidad humana de conocer la verdad qued ofuscada por la aversinhacia Aquel que es fuente y origen de la verdad. El Apstol sigue mostrando cmo lospensamientos de los hombres, a causa del pecado, fueron vanos y los razonamientos

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    distorsionados y orientados hacia lo falso (cf.Rm 1, 21-22). Los ojos de la mente no eran yacapaces de ver con claridad: progresivamente la razn se ha quedado prisionera de s misma. Lavenida de Cristo ha sido el acontecimiento de salvacin que ha redimido a la razn de su debilidad,librndola de los cepos en los que ella misma se haba encadenado.

    23. La relacin del cristiano con la filosofa, pues, requiere un discernimiento radical. En el NuevoTestamento, especialmente en las Cartas de san Pablo, hay un dato que sobresale con muchaclaridad: la contraposicin entre la sabidura de este mundo y la de Dios revelada en Jesucristo.La profundidad de la sabidura revelada rompe nuestros esquemas habituales de reflexin, que noson capaces de expresarla de manera adecuada.

    El comienzo de la Primera Carta a los Corintios presenta este dilema con radicalidad. El Hijo deDios crucificado es el acontecimiento histrico contra el cual se estrella todo intento de la mente deconstruir sobre argumentaciones solamente humanas una justificacin suficiente del sentido de laexistencia. El verdadero punto central, que desafa toda filosofa, es la muerte de Jesucristo en la

    cruz. En este punto todo intento de reducir el plan salvador del Padre a pura lgica humana estdestinado al fracaso. Dnde est el sabio? Dnde el docto? Dnde el sofista de este mundo?Acaso no entonteci Dios la sabidura del mundo? (1 Co 1, 20) se pregunta con nfasis elApstol. Para lo que Dios quiere llevar a cabo ya no es posible la mera sabidura del hombre sabio,sino que se requiere dar un paso decisivo para acoger una novedad radical: Ha escogido Dios msbien lo necio del mundo para confundir a los sabios [...]. lo plebeyo y despreciable del mundo haescogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es (1 Co 1, 27-28). La sabidura delhombre rehsa ver en la propia debilidad el presupuesto de su fuerza; pero san Pablo no duda enafirmar: pues, cuando estoy dbil, entonces es cuando soy fuerte (2 Co 12, 10). El hombre nologra comprender cmo la muerte pueda ser fuente de vida y de amor, pero Dios ha elegido pararevelar el misterio de su designio de salvacin precisamente lo que la razn considera locura y escndalo . Hablando el lenguaje de los filsofos contemporneos suyos, Pablo alcanza el culmende su enseanza y de la paradoja que quiere expresar: Dios ha elegido en el mundo lo que es nadapara convertir en nada las cosas que son (1 Co 1, 28). Para poner de relieve la naturaleza de lagratuidad del amor revelado en la Cruz de Cristo, el Apstol no tiene miedo de usar el lenguaje msradical que los filsofos empleaban en sus reflexiones sobre Dios. La razn no puede vaciar elmisterio de amor que la Cruz representa, mientras que sta puede dar a la razn la respuesta ltimaque busca. No es la sabidura de las palabras, sino la Palabra de la Sabidura lo que san Pablo ponecomo criterio de verdad, y a la vez, de salvacin.

    La sabidura de la Cruz, pues, supera todo lmite cultural que se le quiera imponer y obliga a abrirse

    a la universalidad de la verdad, de la que es portadora. Qu desafo ms grande se le presenta anuestra razn y qu provecho obtiene si no se rinde! La filosofa, que por s misma es capaz dereconocer el incesante transcenderse del hombre hacia la verdad, ayudada por la fe puede abrirse aacoger en la locura de la Cruz la autntica crtica de los que creen poseer la verdad,aprisionndola entre los recovecos de su sistema. La relacin entre fe y filosofa encuentra en lapredicacin de Cristo crucificado y resucitado el escollo contra el cual puede naufragar, pero porencima del cual puede desembocar en el ocano sin lmites de la verdad. Aqu se evidencia lafrontera entre la razn y la fe, pero se aclara tambin el espacio en el cual ambas puedenencontrarse.

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    CAPTULO III - INTELLEGO UT CREDAM

    Caminando en busca de la verdad

    24. Cuenta el evangelista Lucas en los Hechos de los Apstoles que, en sus viajes misioneros, Pablolleg a Atenas. La ciudad de los filsofos estaba llena de estatuas que representaban diversos dolos.Le llam la atencin un altar y aprovech enseguida la oportunidad para ofrecer una base comnsobre la cual iniciar el anuncio del kerigma: Ateniensesdijo, veo que vosotros sois, por todoslos conceptos, los ms respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestrosmonumentos sagrados, he encontrado tambin un altar en el que estaba grabada esta inscripcin:Al Dios desconocido. Pues bien, lo que adoris sin conocer, eso os vengo yo a anunciar (Hch 17, 22-23). A partir de este momento, san Pablo habla de Dios como creador, como Aqul quetransciende todas las cosas y que ha dado la vida a todo. Continua despus su discurso de este

    modo: El cre, de un slo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz dela tierra fijando los tiempos determinados y los lmites del lugar donde haban de habitar, con el finde que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por ms que no seencuentra lejos de cada uno de nosotros (Hch 17, 26-27).

    El Apstol pone de relieve una verdad que la Iglesia ha conservado siempre: en lo ms profundo delcorazn del hombre est el deseo y la nostalgia de Dios. Lo recuerda con nfasis tambin la liturgiadel Viernes Santo cuando, invitando a orar por los que no creen, nos hace decir: Diostodopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que te busquen, y cuando teencuentren, descansen en ti .22Existe, pues, un camino que el hombre, si quiere, puede recorrer;inicia con la capacidad de la razn de levantarse ms all de lo contingente para ir hacia lo infinito.

    De diferentes modos y en diversos tiempos el hombre ha demostrado que sabe expresar este deseontimo. La literatura, la msica, la pintura, la escultura, la arquitectura y cualquier otro fruto de suinteligencia creadora se convierten en cauces a travs de los cuales puede manifestar su afn debsqueda. La filosofa ha asumido de manera peculiar este movimiento y ha expresado, con susmedios y segn sus propias modalidades cientficas, este deseo universal del hombre.

    25. Todos los hombres desean saber 23y la verdad es el objeto propio de este deseo. Incluso la

    vida diaria muestra cun interesado est cada uno en descubrir, ms all de lo conocido de odas,cmo estn verdaderamente las cosas. El hombre es el nico ser en toda la creacin visible que noslo es capaz de saber, sino que sabe tambin que sabe, y por eso se interesa por la verdad real de loque se le presenta. Nadie puede permanecer sinceramente indiferente a la verdad de su saber. Sidescubre que es falso, lo rechaza; en cambio, si puede confirmar su verdad, se siente satisfecho. Esla leccin de san Agustn cuando escribe: He encontrado muchos que queran engaar, peroninguno que quisiera dejarse engaar .24Con razn se considera que una persona ha alcanzado laedad adulta cuando puede discernir, con los propios medios, entre lo que es verdadero y lo que esfalso, formndose un juicio propio sobre la realidad objetiva de las cosas. Este es el motivo detantas investigaciones, particularmente en el campo de las ciencias, que han llevado en los ltimossiglos a resultados tan significativos, favoreciendo un autntico progreso de toda la humanidad.

    No menos importante que la investigacin en el mbito terico es la que se lleva a cabo en elmbito prctico: quiero aludir a la bsqueda de la verdad en relacin con el bien que hay que

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    realizar. En efecto, con el propio obrar tico la persona actuando segn su libre y recto querer, tomael camino de la felicidad y tiende a la perfeccin. Tambin en este caso se trata de la verdad. Hereafirmado esta conviccin en la Encclica Veritatis splendor: No existe moral sin libertad [...]. Siexiste el derecho de ser respetados en el propio camino de bsqueda de la verdad, existe an antesla obligacin moral, grave para cada uno, de buscar la verdad y seguirla una vez conocida .25

    Es, pues, necesario que los valores elegidos y que se persiguen con la propia vida sean verdaderos,porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza.El hombre encuentra esta verdad de los valores no encerrndose en s mismo, sino abrindose paraacogerla incluso en las dimensiones que lo transcienden. sta es una condicin necesaria para quecada uno llegue a ser s mismo y crezca como persona adulta y madura.

    26. La verdad se presenta inicialmente al hombre como un interrogante: tiene sentido la vida?hacia dnde se dirige? A primera vista, la existencia personal podra presentarse comoradicalmente carente de sentido. No es necesario recurrir a los filsofos del absurdo ni a las

    preguntas provocadoras que se encuentran en el libro de Job para dudar del sentido de la vida. Laexperiencia diaria del sufrimiento, propio y ajeno, la vista de tantos hechos que a la luz de la raznparecen inexplicables, son suficientes para hacer ineludible una pregunta tan dramtica como lapregunta sobre el sentido.26A esto se debe aadir que la primera verdad absolutamente cierta denuestra existencia, adems del hecho de que existimos, es lo inevitable de nuestra muerte. Frente aeste dato desconcertante se impone la bsqueda de una respuesta exhaustiva. Cada uno quiere ydebeconocer la verdad sobre el propio fin. Quiere saber si la muerte ser el trmino definitivo desu existencia o si hay algo que sobrepasa la muerte: si le est permitido esperar en una vidaposterior o no. Es significativo que el pensamiento filosfico haya recibido una orientacin decisivade la muerte de Scrates que lo ha marcado desde hace ms de dos milenios. No es en absolutocasual, pues, que los filsofos ante el hecho de la muerte se hayan planteado de nuevo esteproblema junto con el del sentido de la vida y de la inmortalidad.

    27. Nadie, ni el filsofo ni el hombre corriente, puede substraerse a estas preguntas. De la respuestaque se d a las mismas depende una etapa decisiva de la investigacin: si es posible o no alcanzaruna verdad universal y absoluta. De por s, toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, sepresenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre. Adems de estauniversalidad, sin embargo, el hombre busca un absoluto que sea capaz de dar respuesta y sentido atoda su bsqueda. Algo que sea ltimo y fundamento de todo lo dems. En otras palabras, busca una

    explicacin definitiva, un valor supremo, ms all del cual no haya ni pueda haber interrogantes oinstancias posteriores. Las hiptesis pueden ser fascinantes, pero no satisfacen. Para todos llega elmomento en el que, se quiera o no, es necesario enraizar la propia existencia en una verdadreconocida como definitiva, que d una certeza no sometida ya a la duda.

    Los filsofos, a lo largo de los siglos, han tratado de descubrir y expresar esta verdad, dando vida aun sistema o una escuela de pensamiento. Ms all de los sistemas filosficos, sin embargo, hayotras expresiones en las cuales el hombre busca dar forma a una propia filosofa . Se trata deconvicciones o experiencias personales, de tradiciones familiares o culturales o de itinerariosexistenciales en los cuales se confa en la autoridad de un maestro. En cada una de estasmanifestaciones lo que permanece es el deseo de alcanzar la certeza de la verdad y de su valor

    absoluto.

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    iversas facetas de la verdad en el hombre

    28. Es necesario reconocer que no siempre la bsqueda de la verdad se presenta con esatrasparencia ni de manera consecuente. El lmite originario de la razn y la inconstancia del coraznoscurecen a menudo y desvan la bsqueda personal. Otros intereses de diverso orden puedencondicionar la verdad. Ms an, el hombre tambin la evita a veces en cuanto comienza a divisarla,

    porque teme sus exigencias. Pero, a pesar de esto, incluso cuando la evita, siempre es la verdad laque influencia su existencia; en efecto, l nunca podra fundar la propia vida sobre la duda, laincertidumbre o la mentira; tal existencia estara continuamente amenazada por el miedo y laangustia. Se puede definir, pues, al hombre como aqul que busca la verdad.

    29. No se puede pensar que una bsqueda tan profundamente enraizada en la naturaleza humanasea del todo intil y vana. La capacidad misma de buscar la verdad y de plantear preguntas implicaya una primera respuesta. El hombre no comenzara a buscar lo que desconociese del todo oconsiderase absolutamente inalcanzable. Slo la perspectiva de poder alcanzar una respuesta puedeinducirlo a dar el primer paso. De hecho esto es lo que sucede normalmente en la investigacincientfica. Cuando un cientfico, siguiendo una intuicin suya, se pone a la bsqueda de la

    explicacin lgica y verificable de un fenmeno determinado, confa desde el principio queencontrar una respuesta, y no se detiene ante los fracasos. No considera intil la intuicinoriginaria slo porque no ha alcanzado el objetivo; ms bien dir con razn que no ha encontradoan la respuesta adecuada.

    Esto mismo es vlido tambin para la investigacin de la verdad en el mbito de las cuestionesltimas. La sed de verdad est tan radicada en el corazn del hombre que tener que prescindir deella comprometera la existencia. Es suficiente, en definitiva, observar la vida cotidiana paraconstatar cmo cada uno de nosotros lleva en s mismo la urgencia de algunas preguntas esencialesy a la vez abriga en su interior al menos un atisbo de las correspondientes respuestas. Son respuestasde cuya verdad se est convencido, incluso porque se experimenta que, en sustancia, no sediferencian de las respuestas a las que han llegado otros muchos. Es cierto que no toda verdadalcanzada posee el mismo valor. Del conjunto de los resultados logrados, sin embargo, se confirmala capacidad que el ser humano tiene de llegar, en lnea de mxima, a la verdad.

    30. En este momento puede ser til hacer una rpida referencia a estas diversas formas de verdad.Las ms numerosas son las que se apoyan sobre evidencias inmediatas o confirmadasexperimentalmente. ste es el orden de verdad propio de la vida diaria y de la investigacincientfica. En otro nivel se encuentran las verdades de carcter filosfico, a las que el hombre llega

    mediante la capacidad especulativa de su intelecto. En fin estn las verdades religiosas, que encierta medida hunden sus races tambin en la filosofa. stas estn contenidas en las respuestas quelas diversas religiones ofrecen en sus tradiciones a las cuestiones ltimas.27

    En cuanto a las verdades filosficas, hay que precisar que no se limitan a las meras doctrinas,algunas veces efmeras, de los filsofos de profesin. Cada hombre, como ya he dicho, es, en ciertomodo, filsofo y posee concepciones filosficas propias con las cuales orienta su vida. De un modou otro, se forma una visin global y una respuesta sobre el sentido de la propia existencia. Con estaluz interpreta sus vicisitudes personales y regula su comportamiento. Es aqu donde deberaplantearse la pregunta sobre la relacin entre las verdades filosfico-religiosas y la verdad reveladaen Jesucristo. Antes de contestar a esta cuestin es oportuno valorar otro dato ms de la filosofa.

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    31. El hombre no ha sido creado para vivir solo. Nace y crece en una familia para insertarse mstarde con su trabajo en la sociedad. Desde el nacimiento, pues, est inmerso en varias tradiciones,de las cuales recibe no slo el lenguaje y la formacin cultural, sino tambin muchas verdades enlas que, casi instintivamente, cree. De todos modos el crecimiento y la maduracin personalimplican que estas mismas verdades puedan ser puestas en duda y discutidas por medio de lapeculiar actividad crtica del pensamiento. Esto no quita que, tras este paso, las mismas verdades

    sean recuperadas sobre la base de la experiencia llevada que se ha tenido o en virtud de unrazonamiento sucesivo. A pesar de ello, en la vida de un hombre las verdades simplemente credasson mucho ms numerosas que las adquiridas mediante la constatacin personal. En efecto, quinsera capaz de discutir crticamente los innumerables resultados de las ciencias sobre las que se basala vida moderna? quin podra controlar por su cuenta el flujo de informaciones que da a da sereciben de todas las partes del mundo y que se aceptan en lnea de mxima como verdaderas?Finalmente, quin podra reconstruir los procesos de experiencia y de pensamiento por los cualesse han acumulado los tesoros de la sabidura y de religiosidad de la humanidad? El hombre, ser quebusca la verdad, es pues tambin aqul que vive de creencias.

    32. Cada uno, al creer, confa en los conocimientos adquiridos por otras personas. En ello se puedepercibir una tensin significativa: por una parte el conocimiento a travs de una creencia parece unaforma imperfecta de conocimiento, que debe perfeccionarse progresivamente mediante la evidencialograda personalmente; por otra, la creencia con frecuencia resulta ms rica desde el punto de vistahumano que la simple evidencia, porque incluye una relacin interpersonal y pone en juego no slolas posibilidades cognoscitivas, sino tambin la capacidad ms radical de confiar en otras personas,entrando as en una relacin ms estable e ntima con ellas.

    Se ha de destacar que las verdades buscadas en esta relacin interpersonal no pertenecenprimariamente al orden fctico o filosfico. Lo que se pretende, ms que nada, es la verdad mismade la persona: lo que ella es y lo que manifiesta de su propio interior. En efecto, la perfeccin delhombre no est en la mera adquisicin del conocimiento abstracto de la verdad, sino que consistetambin en una relacin viva de entrega y fidelidad hacia el otro. En esta fidelidad que sabe darse,el hombre encuentra plena certeza y seguridad. Al mismo tiempo, el conocimiento por creencia, quese funda sobre la confianza interpersonal, est en relacin con la verdad: el hombre, creyendo,confa en la verdad que el otro le manifiesta.

    Cuntos ejemplos se podran poner para ilustrar este dato! Pienso ante todo en el testimonio de losmrtires. El mrtir, en efecto, es el testigo ms autntico de la verdad sobre la existencia. l sabeque ha hallado en el encuentro con Jesucristo la verdad sobre su vida y nada ni nadie podr

    arrebatarle jams esta certeza. Ni el sufrimiento ni la muerte violenta lo harn apartar de la adhesina la verdad que ha descubierto en su encuentro con Cristo. Por eso el testimonio de los mrtiresatrae, es aceptado, escuchado y seguido hasta en nuestros das. sta es la razn por la cual nosfiamos de su palabra: se percibe en ellos la evidencia de un amor que no tiene necesidad de largasargumentaciones para convencer, desde el momento en que habla a cada uno de lo que l ya percibeen su interior como verdadero y buscado desde tanto tiempo. En definitiva, el mrtir suscita ennosotros una gran confianza, porque dice lo que nosotros ya sentimos y hace evidente lo quetambin quisiramos tener la fuerza de expresar.

    33. Se puede ver as que los trminos del problema van completndose progresivamente. Elhombre, por su naturaleza, busca la verdad. Esta bsqueda no est destinada slo a la conquista deverdades parciales, factuales o cientficas; no busca slo el verdadero bien para cada una de sus

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    decisiones. Su bsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida;por eso es una bsqueda que no puede encontrar solucin si no es en el absoluto.28Gracias a lacapacidad del pensamiento, el hombre puede encontrar y reconocer esta verdad. En cuanto vital yesencial para su existencia, esta verdad se logra no slo por va racional, sino tambin mediante elabandono confiado en otras personas, que pueden garantizar la certeza y la autenticidad de la verdadmisma. La capacidad y la opcin de confiarse uno mismo y la propia vida a otra persona

    constituyen ciertamente uno de los actos antropolgicamente ms significativos y expresivos.

    No se ha de olvidar que tambin la razn necesita ser sostenida en su bsqueda por un dilogoconfiado y una amistad sincera. El clima de sospecha y de desconfianza, que a veces rodea lainvestigacin especulativa, olvida la enseanza de los filsofos antiguos, quienes consideraban laamistad como uno de los contextos ms adecuados para el buen filosofar.

    De todo lo que he dicho hasta aqu resulta que el hombre se encuentra en un camino de bsqueda,humanamente interminable: bsqueda de verdad y bsqueda de una persona de quien fiarse. La fecristiana le ayuda ofrecindole la posibilidad concreta de ver realizado el objetivo de esta bsqueda.En efecto, superando el estadio de la simple creencia la fe cristiana coloca al hombre en ese orden

    de gracia que le permite participar en el misterio de Cristo, en el cual se le ofrece el conocimientoverdadero y coherente de Dios Uno y Trino. As, en Jesucristo, que es la Verdad, la fe reconoce lallamada ltima dirigida a la humanidad para que pueda llevar a cabo lo que experimenta comodeseo y nostalgia.

    34. Esta verdad, que Dios nos revela en Jesucristo, no est en contraste con las verdades que sealcanzan filosofando. Ms bien los dos rdenes de conocimiento conducen a la verdad en suplenitud. La unidad de la verdad es ya un postulado fundamental de la razn humana, expresado enel principio de no contradiccin. La Revelacin da la certeza de esta unidad, mostrando que el Dioscreador es tambin el Dios de la historia de la salvacin. El mismo e idntico Dios, que fundamentay garantiza que sea inteligible y racional el orden natural de las cosas sobre las que se apoyan loscientficos confiados,29es el mismo que se revela como Padre de nuestro Seor Jesucristo. Estaunidad de la verdad, natural y revelada, tiene su identificacin viva y personal en Cristo, como nosrecuerda el Apstol: Habis sido enseados conforme a la verdad de Jess (Ef4, 21; cf. Col 1,15-20). l es la Palabra eterna, en quien todo ha sido creado, y a la vez es la Palabra encarnada,que en toda su persona30revela al Padre (cf.Jn 1, 14.18). Lo que la razn humana busca sinconocerlo (Hch 17, 23), puede ser encontrado slo por medio de Cristo: lo que en l se revela, enefecto, es la plena verdad (cf.Jn 1, 14-16) de todo ser que en l y por l ha sido creado ydespus encuentra en l su plenitud (cf. Col 1, 17).

    35. Sobre la base de estas consideraciones generales, es necesario examinar ahora de modo msdirecto la relacin entre la verdad revelada y la filosofa. Esta relacin impone una dobleconsideracin, en cuanto que la verdad que nos llega por la Revelacin es, al mismo tiempo, unaverdad que debe ser comprendida a la luz de la razn. Slo en esta doble acepcin, en efecto, esposible precisar la justa relacin de la verdad revelada con el saber filosfico. Consideramos, portanto, en primer lugar la relacin entre la fe y la filosofa en el curso de la historia. Desde aqu serposible indicar algunos principios, que constituyen los puntos de referencia en los que basarse paraestablecer la correcta relacin entre los dos rdenes de conocimiento.

    http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Shttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Uhttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$Thttp://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html#$S
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    CAPTULO IV - RELACIN ENTRE LA FE Y LA RAZN

    Etapas ms significativas en el encuentro entre la fe y la razn

    36. Segn el testimonio de los Hechos de los Apstoles, el anuncio cristiano tuvo que confrontarsedesde el inicio con las corrientes filosficas de la poca. El mismo libro narra la discusin que sanPablo tuvo en Atenas con algunos filsofos epicreos y estoicos (17, 18). El anlisis exegticodel discurso en el Arepago ha puesto de relieve repetidas alusiones a convicciones populares sobretodo de origen estoico. Ciertamente esto no era casual. Los primeros cristianos para hacersecomprender por los paganos no podan referirse slo a Moiss y los profetas ; deban tambinapoyarse en el conocimiento natural de Dios y en la voz de la conciencia moral de cada hombre(cf.Rm 1, 19-21; 2, 14-15;Hch 14, 16-17). Sin embargo, como este conocimiento natural habadegenerado en idolatra en la religin pagana (cf.Rm 1, 21-32), el Apstol considera ms oportuno

    relacionar su argumentacin con el pensamiento de los filsofos, que desde siempre haban opuestoa los mitos y a los cultos mistricos conceptos ms respetuosos de la trascendencia divina.

    En efecto, uno de los mayores esfuerzos realizados por los filsofos del pensamiento clsico fuepurificar de formas mitolgicas la concepcin que los hombres tenan de Dios. Como sabemos,tambin la religin griega, al igual que gran parte de las religiones csmicas, era politesta, llegandoincluso a divinizar objetos y fenmenos de la naturaleza. Los intentos del hombre por comprenderel origen de los dioses y, en ellos, del universo encontraron su primera expresin en la poesa. Lasteogonas permanecen hasta hoy como el primer testimonio de esta bsqueda del hombre. Fue tareade los padres de la filosofa mostrar el vnculo entre la razn y la religin. Dirigiendo la miradahacia los principios universales, no se contentaron con los mitos antiguos, sino que quisieron darfundamento racional a su creencia en la divinidad. Se inici as un camino que, abandonando lastradiciones antiguas particulares, se abra a un proceso ms conforme a las exigencias de la raznuniversal. El objetivo que dicho proceso buscaba era la conciencia crtica de aquello en lo que secrea. El concepto de la divinidad fue el primero que se benefici de este camino. Las supersticionesfueron reconocidas como tales y la religin se purific, al menos en parte, mediante el anlisisracional. Sobre esta base los Padres de la Iglesia comenzaron un dilogo fecundo con los filsofosantiguos, abriendo el camino al anuncio y a la comprensin del Dios de Jesucristo.

    37. Al referirme a este movimiento de acercamiento de los cristianos a la filosofa, es obligadorecordar tambin la actitud de cautela que suscitaban en ellos otros elementos del mundo culturalpagano, como por ejemplo la gnosis. La filosofa, en cuanto sabidura prctica y escuela de vida,poda ser confundida fcilmente con un conocimiento de tipo superior, esotrico, reservado a unospocos perfectos. En este tipo de especulaciones esotricas piensa sin duda san Pablo cuando pone enguardia a los Colosenses: Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofa,fundada en tradiciones humanas, segn los elementos del mundo y no segn Cristo (2, 8). Quactuales son las palabras del Apstol si las referimos a las diversas formas de esoterismo que sedifunden hoy incluso entre algunos creyentes, carentes del debido sentido crtico. Siguiendo lashuellas de san Pablo, otros escritores de los primeros siglos, en particular san Ireneo y Tertuliano,manifiestan a su vez ciertas reservas frente a una visin cultural que pretenda subordinar la verdad

    de la Revelacin a las interpretaciones de los filsofos.

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    38. El encuentro del cristianismo con la filosofa no fue pues inmediato ni fcil. La prctica de lafilosofa y la asistencia a sus escuelas eran para los primeros cristianos ms un inconveniente queuna ayuda. Para ellos, la primera y ms urgente tarea era el anuncio de Cristo resucitado medianteun encuentro personal capaz de llevar al interlocutor a la conversin del corazn y a la peticin del

    Bautismo. Sin embargo, esto no quiere decir que ignorasen el deber de profundizar la comprensinde la fe y sus motivaciones. Todo lo contrario. Resulta injusta e infundada la crtica de Celso, queacusa a los cristianos de ser gente iletrada y ruda .31La explicacin de su desinters inicial hayque buscarla en otra parte. En realidad, el encuentro con el Evangelio ofreca una respuesta tansatisfactoria a la cuestin, hasta entonces no resulta, sobre el sentido de la vida, que el seguimientode los filsofos les pareca como algo lejano y, en ciertos aspectos, superado.

    Esto resulta hoy an ms claro si se piensa en la aportacin del cristianismo que afirma el derechouniversal de acceso a la verdad. Abatidas las barreras raciales, sociales y sexuales, el cristianismohaba anunciado desde sus inicios la igualdad de todos los hombres ante Dios. La primeraconsecuencia de esta concepcin se aplicaba al tema de la verdad. Quedaba completamente

    superado el carcter elitista que su bsqueda tena entre los antiguos, ya que siendo el acceso a laverdad un bien que permite llegar a Dios, todos deben poder recorrer este camino. Las vas paraalcanzar la verdad siguen siendo muchas; sin embargo, como la verdad cristiana tiene un valorsalvfico, cualquiera de estas vas puede seguirse con tal de que conduzca a la meta final, es decir, ala revelacin de Jesucristo.

    Un pionero del encuentro positivo con el pensamiento filosfico, aunque bajo el signo de un cautodiscernimiento, fue san Justino, quien, conservando despus de la conversin una gran estima por lafilosofa griega, afirmaba con fuerza y claridad que en el cristianismo haba encontrado la nicafilosofa segura y provechosa .32De modo parecido, Clemente de Alejandra llamaba al Evangelio la verdadera filosofa ,33e interpretaba la filosofa en analoga con la ley mosaica como unainstruccin propedutica a la fe cristiana34y una preparacin para el Evangelio.35Puesto que estaes la sabidura que desea la filosofa; la rectitud del alma, la de la razn y la pureza de la vida. Lafilosofa est en una actitud de amor ardoroso a la sabidura y no perdona esfuerzo por obtenerla.Entre nosotros se llaman filsofos los que aman la sabidura del Creador y Maestro universal, esdecir, el conocimiento del Hijo de Dios .36La filosofa griega, para este autor, no tiene comoprimer objetivo completar o reforzar la verdad cristiana; su cometido es, ms bien, la defensa de lafe: La enseanza del Salvador es perfecta y nada le falta, por que es fuerza y sabidura de Dios; encambio, la filosofa griega con su tributo no hace ms slida la verdad; pero haci


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