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LA CAUSA SAHARAUI Y LAS MUJERES
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LA CAUSA SAHARAUI Y LAS MUJERES

DOLORES JULIANO

LA CAUSA SAHARAUIY LAS MUJERES

«SIEMPRE HEMOS SIDO MUY LIBRES»

Diseño de la cubierta: Josep Bagà

1.ª edición, abril 19982.ª edición, noviembre 1999

© Dolores Juliano© de esta edición: Icaria editorial, s.a. / Ausiàs Marc 16, 3.º 2.ª / 08010 Barcelona© e-mail:[email protected]

ISBN: 84-7426-354-9Depósito legal B-17-048-1998Impreso por Romayà/Valls, s.a.Verdaguer 1 / Capellades (Barcelona)

Impreso en España. Prohibida la reproducción total o parcial.

ÍNDICE

Introducción 11

I. Luchas nacionales y de género 21

II. Unidad religiosa y diversidad social 27

III. La historia mítica y la historia colonial 37

IV. La parte visible de la cultura 49

V. La organización familiar 55

VI. Las fiestas de las mujeres 73

VII. De «hij@s de las nubes» a refugiad@s 83

VIII. La educación como prioridad 89

IX. Una esperanza: «free, fair and trasparentreferendum» 97

Glosario 103

Bibliografía 105

A todas las mujeres que con sus luchaspermiten que viva la esperanza.

AGRADECIMIENTOS

Este libro se realizó con la ayuda de las compañe-ras de la Unión de Mujeres Saharauis —que es la be-neficiaria de su venta—, y tiene como objetivo últi-mo apoyar y dar a conocer su trabajo. Agradezco atodas las mujeres que me concedieron su tiempo enlas entrevistas y la hospitalidad de sus haimas, y muyespecialmente a Suelma que fue quien me invitó a co-nocer de cerca la realidad de los campamentos de refu-giados, y allí me sirvió de guía e intérprete en muchasde las entrevistas. Agradezco también a Leila que mesirvió de lazarillo y a Amma que me dio el primer al-bergue. En el ámbito académico, dejo constancia demi deuda de amistad con Ferrán Iniesta, que genero-samente puso a mi alcance las antiguas crónicas.

INTRODUCCIÓN

Kalam men yafham leklam(Háblale a quien comprenda tus palabras)

Proverbios Saharauis

¿Por qué escribir un libro sobre las mujeres delSahara? Hay razones políticas que avalan un proyectode este tipo. En la medida que está en tramitación unReferéndum sobre la autodeterminación, absoluta-mente crucial para su supervivencia, y que este Refe-réndum depende —para su realización y para garanti-zar el cumplimiento de sus resultados—, de la coope-ración internacional, es conveniente que la mayorcantidad de gente posible, esté en condiciones de co-nocer, comprender y apoyar el proyecto de autodeter-minación del Pueblo Saharaui.

Pero debo confesar que esta circunstancia, válidapero coyuntural, ha sido sólo uno de los factores queme ha llevado a profundizar la relación con las amigasdel Frente Polisario; leer con avidez todo lo que hepodido encontrar relacionado con el tema; lanzarme ala aventura de tratar de descifrar algunas frases en ára-be, y finalmente visitar los campamentos y entrevistar

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allí a las mujeres. Me ha motivado principalmente lasolidaridad de género, pero encauzada metodológica-mente a través de ciertas preocupaciones teóricas.

Todo el movimiento feminista experimenta, en lasúltimas décadas, cierto cansancio con respecto a lasvisiones marcadamente victimistas, que han guiadolas investigaciones de género desde mediados de siglo.Hay en la actualidad una fuerte corriente que pone elénfasis, más que en los mecanismos patriarcales dediscriminación, en las estrategias desarrolladas por lasmujeres para neutralizarlos o superarlos. Esto permiterecuperar la actividad de mayor número de mujeres ybrindar marcos que mejoran el auto-aprecio, y redun-dan en más confianza en las propias fuerzas y en últi-ma instancia, en más eficacia en las reivindicaciones.

Pero si bien estos trabajos se han generalizado conrespecto a las mujeres del Primer Mundo, no pasa lomismo con las del Tercero. Filtros culturales y de cla-se, se combinan para hacernos invisibles sus estrate-gias reivindicativas, sobre todo cuando no coincidencon las nuestras. Así nos resulta fácil asumir posicio-nes paternalistas (o quizá maternalistas) con respectoa ellas. Normalmente tendemos a creernos los estereo-tipos más negativos con que se las describe. Éstos nosdicen que la explotación que suelen padecer (y que secorresponden con estrategias económicas globales,que no siempre cuestionamos abiertamente) la vivencon resignación, y que carecen de una autoconcienciasuficiente para desarrollar proyectos autónomos. Par-

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tiendo de la asunción de estos supuestos, con ciertafrecuencia grupos feministas u ONG, se plantean entresus objetivos desarrollar su conciencia de género o, ensus versiones más extremas «hacerles ver que son per-sonas». Independientemente de la buena voluntad quesuponen, este tipo de propuestas son profundamenteetnocéntricas, e implican un agravio a aquellas quepretenden ayudar. Parten de dar por supuesta su resig-nación, lo que tiene mucho más que ver con nuestraignorancia de sus estrategias, que con su falta de com-batividad. He dedicado un libro muy reciente, a tra-tar de rebatir estas construcciones teóricas desvalori-zadoras. (Juliano, 1998)

En el caso de las mujeres musulmanas, el estereoti-po desvalorizador según el cuál son sumisas y pasivas,está muy arraigado. Pese a que tanto las publicacionesrecientes de Mernissi, como los trabajos recogidos porla UNESCO en 1984 (Rassam y et al., 1984), señalanque las mujeres musulmanas desarrollan gran númerode estrategias individuales y colectivas para superar loslímites sociales que se les imponen, el imaginario occi-dental sigue aferrado a la imagen de la esclava o de laodalisca, obedientes ambas a los caprichos de su amo.

En la medida que después del derrumbe del Este,el mundo islámico se ha transformado en un ámbitode intervención preferente de las potencias occidenta-les, que han desarrollado contra los musulmanes múl-tiples agresiones que continúan y amplían las antiguasestrategias coloniales —desde el militarismo israelí,

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hasta la Guerra del Golfo, pasando por los bombar-deos a Libia y las sanciones económicas a Irak— estaimagen de la mujer árabe, cumple una doble función.En primer lugar, legitima las agresiones contra elmundo islámico al que se pinta como fanático, cruel yatrasado a partir del trato que da a sus mujeres, y ob-tuso y pasivo a partir de la presunta falta de reacciónde las mismas. En segundo lugar, permite afianzar unimaginario masculino según el cual las mujeres, todaslas mujeres, son naturalmente masoquistas y prontas aaceptar la tiranía masculina. De este modo la visiónandrocéntrica occidental, legitima sus agresiones y almismo tiempo da rienda suelta a sus fantasías eróti-cas, asignando a la mujer musulmana conductas pasi-vas y resignadas.

El problema se hace más difícil de superar, porquecuando se realizan investigaciones consultando a loshombres de una sociedad cualquiera, éstos tienden adesplegar un discurso que subraya sus privilegios degénero, como una manera de afianzar su propia posi-ción social. En el caso del mundo árabe, los hombresmusulmanes entrevistados por hombres occidentales,suelen desarrollar un discurso autovalorativo, que esexactamente el que los investigadores están dispuestosa creer, porque se corresponde con sus propios este-reotipos. Cuando se trata del discurso de las mujeresdel grupo, si éste no coincide con esas expectativas, laaceptación se vuelve más recelosa, y se calcula que es-tán manipulando las descripciones de sus experiencias.

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En realidad, si las mujeres mostraran una versióndistorsionada de los hechos (para quedar bien, o hacerquedar bien a sus hombres) y ellas fueran las únicas quelo hicieran (como parecen creer algun@s investi-gador@s) esto significaría que eran conscientes de susituación de discriminación y que la consideraban tannegativa, que les daba vergüenza mostrarla. Tambiénsignificaría que creían que las cosas debieran ser dife-rentes, pues las mentiras van normalmente en el senti-do de identificarse con las normas. Con lo que la inter-pretación de sus discursos, tendría que incluir los ele-mentos de contestación que implican. Pero además, notenemos por qué partir de estos supuestos. Tanto hom-bres como mujeres, en todas las sociedades, emiten susmensajes en términos de interrelaciones sociales, en lu-gar de limitarse a describir los hechos. Sus discursosson parte de sus estrategias de manipulación de la reali-dad, y de esa manera deben ser descodificados. Así porejemplo, cuando Caro Baroja describe las ceremoniasde puesta de nombre a los recién nacidos entre lossaharauis de mediados de siglo, y subraya que aunquelos actos eran iguales «la elección del nombre del niñoera mucho más importante que la del nombre de laniña», está reflejando la perspectiva de los hombres delgrupo, que es igualmente válida que la de las mujeres.Éstas, cuando las entrevisto actualmente, me dicen que«produce la misma alegría tener un niño que una niña,y se celebra de la misma manera». Ambas son opinio-nes emitidas desde un punto determinado de la estruc-

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tura social y describen acontecimientos que son suscep-tibles de múltiples lecturas.

Pero el desacuerdo sobre la interpretación de los he-chos, según el género de l@s informantes, no se refieresólo al valor asignado a determinadas prácticas concre-tas. Puede referirse incluso a los marcos globales de in-terpretación. Así Rassam puede consignar:

El hombre marroquí (y en general el musulmán)concibe a las mujeres en términos de una rígida y«natural» división que separa los dos sexos... Lamujer por su parte, no concibe la relación con elhombre en términos de una natural e inmutableoposición; ella tiende a señalar el carácter social(no natural) de las relaciones entre sexos. Esta di-ferencia de visión, más política en el caso de lasmujeres que en el de los hombres, es claramentedemostrable en los arreglos matrimoniales, dondeambos negocian sus diferentes visiones para llegara acuerdos. Esto lleva a pactos con la realidad, quepermiten a las mujeres incorporar su definición dela situación, en lugar de simplemente acordar conla dominación masculina.

Es precisamente el problema de la insuficiente in-formación sobre el punto de vista de las mujeres y susestrategias de negociación, lo que me ha llevado acompilar la información que presento aquí. Estaba es-pecialmente interesada en ver qué tipo de «pactos con

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la realidad» establecían y qué auto-imagen desarrolla-ban las mujeres saharauis; musulmanas inmersas en elproceso de creación revolucionaria de un país. Enparticular me fascinaba la posibilidad de conocer me-jor a las pobladoras de un ámbito geográfico, puenteentre dos mundos (África del Norte y la Zona Sub-sahariana) y entre dos tradiciones étnicas (la árabe y laberéber), y observar sus estrategias de selección yadaptación de contenidos culturales diversos.

En general, los temas relativos a las mujeres saha-rauis se encuentran dispersos en publicaciones diversas,o en notas de pie de página, incluidas en los análisis dela situación general del Polisario. Por el libro dePerregaux, sabía de su elevado nivel de organización ac-tual, de las responsabilidades sociales que asumían y desu autonomía. Por mis amigas saharauis que pasantemporadas estudiando en España, conocía su autocon-fianza y su conciencia de género. Pero encontraba todoesto muy poco explicado con relación a las pautas tra-dicionales de conducta entre sexos y escasamente trata-do en conjunto. Este vacío resultaba tanto más sensi-ble, dado que ellas mismas subrayaban:

Si no hubiese existido un pasado de la lucha de lamujer, y una participación y una consideración, lasmujeres saharauis no hubiesen podido respondertan rápidamente al llamamiento de la lucha. Paraentrar en lo presente siempre hay que ver lo pasado.(Entrevista a Abba, oct. 1997.)

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Y agregaba otra informante, Nasra Sidi Musa:

Esta participación masiva de la mujer saharaui enla sociedad, esta consideración y este respeto quegoza dentro de esta sociedad, no es nada nacido enestos últimos años, en lo que es la República ÁrabeSaharaui Democrática actual, sino que es algo queviene ya consigo en la historia del pueblo saharaui,la historia de la vida de nómadas, en que la mujerera considerada, era respetada y aportaba a la so-ciedad, como cualquier otro de sus miembros.

Se construye así una posibilidad de análisis en es-piral. Para entender cómo es el pueblo saharaui actual,y cuáles son su posibilidades de éxito en su enfrenta-miento con Marruecos, hay que entender primerocuál ha sido su construcción tradicional de los rolesde género. Además este conocimiento nos permitiráentender mejor la variabilidad y riqueza humana delmundo árabe. Como dice Guijarro (1997):

Lo entienda quien quiera y pueda, (los Saharauis)han sido más tenaces que los de enfrente (Marrue-cos). Gracias al esfuerzo de toda su sociedad ymuy especialmente de sus mujeres. Cuando lle-guen los problemas en Marruecos, que vendrán,nuestra tarea será escucharles y buscar en ellas elmodelo de mujer musulmana razonable y dialogan-te que siempre han sido, y en ellos a guerreros ca-

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ballerosos, dialogantes. Pueden aportarnos una víaprivilegiada para que Occidente entienda al mundoislámico. Dependerá de nosotros. Ellas y ellos si-guen en el Sahara, siendo como son. Como siem-pre fueron, Saharauis.

Así me puse a escribir el libro que deseaba leer, elque escuchara lo que las mujeres decían y le diera lamisma validez que al discurso de los hombres, el quepartiera del conocimiento de los estereotipos negati-vos, y tratara de ver cómo se cuestionaban en la vidacotidiana.

Para mí ha sido una aventura fascinante. El itine-rario me permitió conocer mujeres aún más dinámi-cas y emprendedoras, más comprometidas en la luchade su pueblo y en las reivindicaciones de género, másdivertidas y eficaces, que lo que había esperado. De-seo, a través de las páginas siguientes, compartir estoshallazgos con l@s lector@s amig@s, y darles datos yargumentos que fortalezcan su interés por el PuebloSaharaui, e incentiven su solidaridad.

Barcelona, enero de 1998

I. LUCHAS NACIONALES Y DE GÉNERO

Al umú madrasatun ida adetha adetta shadbentalliba al’aaraf

(La madre es una escuela, si te guías por ellas,te guiarás por un pueblo virtuoso)

Proverbios árabes

En la conferencia de prensa que dio la Unión de Mu-jeres Saharauis el 12 de octubre de 1997 —ante lasdelegaciones extranjeras que asistían a la conmemora-ción del día de la Unidad Saharaui— la secretaria dela misma, Mamma Sidi, señalaba que la asociaciónperseguía dos objetivos principales: luchar por la in-dependencia de su pueblo y por las reivindicacionesde sus mujeres.

Relacionar esta doble vertiente, la particular de lasluchas de género y la global, es muy frecuente en lassituaciones revolucionarias. En la mayoría de los casosse ha resuelto históricamente a través de lapriorización de los objetivos políticos generales, porsobre los específicamente relacionados con los proble-mas de las mujeres. Tal sería el caso del sandinismo enNicaragua, y de la mayoría de los movimientos revo-lucionarios de América Latina. Así el discurso implí-cito dirigido a las mujeres, por muchos movimientos

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que propugnan el cambio social, sería: «Apoyad pri-mero la revolución, y cuando triunfe tendremos encuenta vuestras reivindicaciones», aún a riesgo que lapostergación se transforme en relegación por tiempoindefinido.

En el mundo islámico, esta doble vertiente sueletomar un carácter antagónico, como nos muestranAssia Djebar o Samira Fellah para Argelia o FátimaMernissi para Marruecos. El discurso nacionalistapara las mujeres, en este caso sería aún más restricti-vo: «limitaos a apoyar el movimiento de nuestro pue-blo. Las reivindicaciones de género van contra nues-tras tradiciones y rompen la unidad de la lucha». To-dos los fundamentalistas y la mayoría de los partidosconservadores optan por esta idea.

Sin embargo existe una tercera posibilidad: que lasreivindicaciones de género formen una parte impor-tante de la tradición que se desea mantener y uno delos ejes de la nueva sociedad que se quiere construir.Es decir que resulten un rasgo diferenciador, con res-pecto al enemigo contra el que se lucha. Tal puede serel caso del Pueblo Saharaui, en su enfrentamiento conMarruecos. En estas circunstancias, las reivindicacio-nes de género pueden entenderse como una parte dela identidad étnica que se defiende y una de las basesde la lucha por la independencia.

Si esto es así, como creo, apoyar las reivindicacio-nes saharauis contra Marruecos, implica al mismotiempo apoyar un mejor estatus de las mujeres, tema

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este en que Occidente manifiesta interés, al menos ensus discursos políticos.

Se ha comprobado en más de veinte años de pac-tos no cumplidos, que la justicia de la reivindicaciónsaharaui de vivir libremente en su propio territoriohistórico, y lo injustificado de la agresión marroquí—que tantas vidas saharauis costó luego de la MarchaVerde en 1975, y tanto sufrimiento mantiene en vein-tidós años de exilio—, no motiva suficientemente almundo rico (autodenominado libre y democrático)para cumplir los compromisos internacionales.

El gobierno español entregó el Sahara a Marruecosy Mauritania, pese a que en 1974 el último goberna-dor español del Sahara, Gómez de Salazar, había ofre-cido a la colonia española un Estatuto de Autonomíaque había de culminar en la Independencia al produ-cirse la descolonización y que el entonces príncipe yactual rey de España lo refrendó personalmente. Esteincumplimiento de los compromisos previos se for-malizó a través de los Acuerdos de Madrid, firmadosseis días antes de la muerte de Franco. A partir de en-tonces, España suministró a los invasores armas yapoyo político, continuamente hasta la actualidad. Elresto de los poderes mundiales obraron con la mismainconsecuencia. Así aunque el Tribunal Internacionalde La Haya desestimó en 1975 la demanda de Ma-rruecos de poseer derechos previos sobre el Sahara, losorganismos internacionales no tomaron ninguna me-dida para impedir la invasión marroquí, ni aplicaron

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ninguna sanción a los invasores, una vez realizada (Se-gura, 1996). Tampoco se obligó a la monarquíaalauita a cumplir los términos de la Resolución 658de 1990, del Consejo de Seguridad de las NacionesUnidas, que proponía la celebración de un Referén-dum de autodeterminación para dar solución a lacuestión del Sahara Occidental, y permitir que los re-fugiados tomaran en sus manos la organización de supaís. Actualmente hay una nueva oportunidad de re-parar estas injusticias históricas: el Report of theSecretary General on the Situation ConcerningWestern Sahara informe de la ONU, 13 Noviembre1997, garantiza que se realizará el ansiado Referén-dum, esta vez con el apoyo de Estados Unidos, antesdel final de 1998.

En estas circunstancias, puede ser oportuno recor-dar al desmemoriado Primer Mundo, que su teóricapreocupación por la situación de las mujeres, tieneuna buena ocasión de manifestarse apoyando la causade un pueblo, que no solamente se ha caracterizadopor su respeto a los derechos humanos generales, sinoque tiene una tradición de reconocimiento de los de-rechos de las mujeres. Esto puede ayudar a los gruposfeministas y en general a la opinión pública democrá-tica, a tomar como propia la causa saharaui.

Pero no se trata de creer —acríticamente en estecaso— en planteamientos generales de reconocimien-tos legales para las mujeres, ya que en la actualidadcasi todos los países, aún los más discriminadores, re-

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conocen en sus constituciones igualdad de derechosentre los sexos. Es necesario analizar entonces, quétrayectorias históricas y qué condicionantes cultura-les, ecológicos y económicos han permitido en elSahara el desarrollo de relaciones de género másigualitarias que en otras partes del mundo islámico, eincluso mejores que en muchas sociedades tradiciona-les del mundo occidental. Por tratarse de una situa-ción poco frecuente, esta relación entre planteamien-tos de género y planteamientos revolucionarios nacio-nalistas, merece un análisis pormenorizado. Esto es loque intentaré desarrollar en las páginas siguientes.

II. UNIDAD RELIGIOSA Y DIVERSIDADII. SOCIAL

Yejlah min liptan luahed illi mahu siani(Los hijos nacidos del mismo vientre,

no siempre son del mismo carácter)Proverbios Saharauis

La posición de las mujeres en el mundo islámico hasido objeto de múltiples estudios, que normalmentedenuncian la discriminación que padecen desde elpunto de vista legal, materializado en menor partici-pación en la herencia, carencia de patria potestad, po-ligamia poligínica y falta de acceso directo a los tribu-nales, reemplazadas por tutores. También se ha de-nunciado la marginación social reflejada en el enclaus-tramiento, el uso obligatorio del velo y la delimita-ción de ámbitos separados para hombres y para muje-res. En cambio, pocas veces se señala que algunos pre-ceptos islámicos, como el que prohibe el consumo debebidas embriagantes, tienen un efecto positivo sobreel estatus general de las mujeres, pues evita situacionesde degradación y mal trato y cierra uno de los cami-nos, a través de los cuales los recursos económicos delhogar son utilizados unilateralmente por los hombres.

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Tampoco se subraya que el islam ha instituido desdesus comienzos el derecho de las mujeres a la herencia(aunque limitado), y la administración autónoma desus recursos económicos, aunque estuviera casada. Encomparación, recordemos que no sólo en el DerechoRomano, sino también en el Código Napoleónico lasmujeres estaban excluidas del derecho de administrarlibremente sus recursos, estando especialmente inca-pacitadas las casadas, ya que se consideraba que elhombre era el administrador natural de la totalidad delos recursos de la pareja. La exclusión de las mujeresde la herencia, era una práctica tan generalizada antesde la implantación de la fe musulmana, que Djebar(1994) considera que: «para las mujeres la revolucióndel islam ha sido en primer lugar hacerlas heredar. Esofue instalado por Mahoma por primera vez en la his-toria de los árabes». La combinación de derecho a he-rencia y de propiedad de la dote, ha posibilitado a lasmujeres de origen árabe, acceder a la posesión de re-cursos económicos que podían llegar a ser importan-tes, y a través de los cuales podían obtener reconoci-miento social. Como ejemplo puede señalarse queAbderrahman Ben Abdallah, en su historia de Tom-bouctou, la única mención que realiza de mujeres im-portantes, se refiere a «una gran dama, muy rica, muydeseosa de hacer buenas obras» que hizo construir lamezquita de Sankoré.

Además, estos análisis no tienen siempre en cuen-ta, que bajo el manto inmenso del islam viven socie-

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dades muy diferenciadas, que a través de prácticasconsuetudinarias transforman el estatus de las muje-res, a veces empeorándolo y otras mejorándolo.

Un ejemplo de la primera situación sería el de mu-chas sociedades africanas que practican la clitoroec-tomía como una forma de aumentar el control sobrela sexualidad femenina, práctica que no es propiciadapor el islam.

Según el informe de las Naciones Unidas: The World’sWomen 1995, la mutilación genital femenina afecta al70% o más de las mujeres de Burkina Faso, Djibouti,Eritrea, Etiopía, Mali, Sierra Leona, Somalia y Sudán.Del 50 al 60% en Benin, República Centro-Africana,Chad, Costa de Marfil, Egipto, Gambia, Guinea-Bissau,Kenia, Liberia, Nigeria y Togo. Del 20 al 30% enGhana, Mauritania, Níger y Senegal. Del 5 al 10% enUganda, Tanzania y Zaire.

Ejemplos de la segunda situación serían los pue-blos Tuareg que son matrilineales lo que significa queasignan la pertenencia de los hijos a la familia de lamadre y matrilocales, es decir que los nuevos matri-monios continúan viviendo con la familia de la mujer,o en sus proximidades, y nomadean con ella. Entrelos Tuareg las mujeres no usan velo y han tenido tra-dicionalmente el monopolio de la escritura y las bellasartes. También puede considerarse una mejora de lanorma islámica, la tradición de Mauritania de incluirla ascendencia femenina en los linajes agnáticos, quehabitualmente subrayan la línea masculina.

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En la zona sahariana conviven respecto de las mu-jeres, dos cuerpos de tradiciones: la árabe y la bereber,ambas musulmanas, que han sido objeto de un análi-sis comparativo por Holgado y Razgallah (1997). En-tre los bereberes, el poder político de los hombres seencuentra en cierta manera compensado con el reco-nocimiento del poder doméstico de las mujeres, se-gún un proverbio que dice «el hombre es un león enla calle, un conejito en casa». Además las viudas (fun-damentalmente entre los bereberes del sur de Marrue-cos) disfrutan de una independencia personal que lespermite ejercer libremente su sexualidad. Como con-trapartida, las sociedades bereberes excluían a las mu-jeres de la herencia, a pesar que El Corán señala quedeben heredar, aunque limita la cuantía a la mitad delo que heredan los hombres. Por otra parte entre losbereberes la dote recibida por la familia de la novia,como condición del matrimonio tiene menos impor-tancia que entre otros pueblos de la zona. Hay tam-bién diferencias referentes a la propiedad de la doteque se recibe al realizar el matrimonio, que entre loscabileños pertenece al padre de la novia, mientras queen el derecho islámico es de posesión absoluta de larecién casada.

El pueblo saharaui, formado mayoritariamente pornómadas que reivindicaban su origen árabe, tiene conrespecto a las mujeres un cúmulo de hábitos socialesque marcan condicionantes específicos, y globalmentefavorables. Algunos aspectos proceden de la tradición

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bereber y otros de sus ancestros árabes. Pero dentrode ese horizonte general, hay que, diferenciar a su vezentre las características de la sociedad tradicional, lasadquiridas durante los años en que estuvieron bajocolonización española y las que se han desarrollado enlos veintidós años de vida en los campamentos de re-fugiados. Esta última época además, tiene diferenciasentre la etapa guerrera y la que se abre en 1990 con elalto al fuego. En cada uno de los momentos ha cam-biado la división sexual del trabajo, así como las posi-bilidades, obligaciones y derechos de cada uno de losgéneros, dentro de la estructura social.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los fac-tores determinantes del estatus asignado a cada género,no hay que buscarlos solamente en los marcos ideológi-cos generales —en este caso el islam— sino también enlas normas de organización familiar, los equilibrios de-mográficos y las estrategias económicas. Cada uno deellos matiza y modifica las normas generales, que sibien se mantienen como marco global que legitima yotorga sentido a las prácticas reales, resultan tambiénsujetos a subrayados diferenciales y a interpretacionesdiversas.

Es importante hacer notar además que las mujeres,en cualquier época y lugar, no se limitan a aceptar pa-sivamente los condicionantes que se les imponen,sino que desarrollan estrategias para equilibrar su po-sición social, enfrentarse a los estereotiposdiscriminadores y mejorar su imagen y sus condicio-

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nes concretas de existencia. Estas estrategias basan aveces su eficacia en su invisibilidad: partiendo de unaaceptación formal del orden establecido, lo vanreformulando sutilmente a partir de acciones informa-les y cuestionamientos parciales. En estos casos las re-des de solidaridad femeninas son activadas para solu-cionar los problemas, sin cuestionar los marcosglobales de interpretación de la jerarquía de los roles.

También pueden considerarse cuestionamientosinvisibles los que realizan las mujeres que persiguensus propios objetivos personales (autonomía, influen-cia, poder, riqueza o libertad sexual) manteniendo unacatamiento formal a las normas sociales que quebran-tan. Ambas estrategias se corresponden con posicio-nes sociales débiles y se leen androcéntricamentecomo «peligrosidad de las mujeres», «afición a la hi-pocresía» o «debilidad moral», cuando representan enrealidad intentos de «ajustes secundarios» (Goffman,1972), término que describe las pequeñas infraccionesa los reglamentos que realizan sectores sociales sin po-der, para poder sobrevivir en un universo donde nocontrolan las reglas, un sistema que no tiene fuerzaspara cambiar, pero que resulta opresivo.

Los cuestionamientos invisibles forman parte delas estrategias de las mujeres en las sociedades tradi-cionales en todo el mundo y también lo eran entre lossaharauis en la época colonial, donde el reconocimien-to de su actividad política era escaso. Caro Baroja se-ñala que la sociedad saharaui de mediados de siglo,

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pese a ser globalmete igualitaria, tenía tres tipos desectores que sufrían algún tipo de discriminación: lasmujeres frente a los hombres, los negros frente a losblancos y los «majarreros» o artesanos. Él señala queestos sectores eran vistos como potencialmente peli-grosos para el orden social y que:

Tanto a mujeres, como a negros, como amajarreros, genéricamente el hombre común lesatribuye una serie de rasgos peyorativos como in-discreción, falta de honorabilidad, etc. y a ellossiempre van unidos otros de carácter peligroso,como hechicería o fuerzas malignas.

Pero para una lectura atenta, esto significa que seles reconocía potencia de cuestionamiento, aunque noreivindicaciones claras.

La otra estrategia, autoafirmativa, se correspondecon el cuestionamiento explícito de los códigosdiscriminadores, y puede darse solamente cuando lasmujeres han logrado un nivel de organización, reco-nocimiento social y autoestima, que les permite en-frentarse abiertamente con el sistema patriarcal yplantear sus propias reivindicaciones. He dedicado al-gunos trabajos anteriores (Juliano, 1996 y 1998) aanalizar las condiciones de posibilidad del surgimien-to de cada uno de estos tipos de reivindicaciones.

En general puede comprobarse que el discurso ex-plícitamente feminista ha surgido en el mundo occi-

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dental, después de la revolución industrial y el movi-miento ilustrado, en condiciones específicas que no serepiten fácilmente en otras sociedades. Es por eso in-teresante constatar, en el caso de las mujeressaharauis, no sólo la existencia de las reivindicacionesinvisibles, a lo largo de toda su trayectoria, sino tam-bién la presencia de un movimiento de mujeres bienorganizado, tendiente a representar en la legislatura—y en general ante las estructuras de poder de laRASD—, las reivindicaciones de género. Este paso delo implícito a lo explícito, significa un cambio cuali-tativo de las estrategias autoafirmativas y aumenta laeficacia de los planteamientos de género, pero su exis-tencia misma y su posibilidad de desarrollo sólo sonviables, cuando el conjunto de las mujeres han conse-guido desarrollar, a través de sus prácticas cotidianas,ámbitos de autorrealización y autoestima. Dentro delconjunto de los pueblos islámicos, las saharauis pare-cen haber realizado un camino muy coherente en estesentido, desde una sociedad tradicional en que habíanconseguido ámbitos importantes de autonomía y dereconocimiento (aunque sin enfrentarse abiertamentecon las discriminaciones globales) hasta la situaciónactual en los campamentos de refugiados, donde laasunción de importantes responsabilidades socialespor parte de las mujeres, va acompañada de peso polí-tico y reconocimiento público.

Esto permite que en el momento de imaginar elnuevo Estado que desean construir (y que puede estar

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próximo, una vez acordado el Referéndum), las muje-res puedan reivindicar el mantenimiento y desarrollo—de acuerdo a las nuevas circunstancias—, de unconjunto de pautas de vida favorables a las mujeres, yya incorporadas como consuetudinarias. Ser tradicio-nales y ser modernos con respecto a la situación de lamitad femenina de la población, no son en este casoopciones incompatibles. Como decía una mujer saha-raui entrevistada:

Las leyes y las normas que servirán cuando haya-mos regresado a nuestra patria, todavía no rigen,pero estamos seguras de que se basarán en el futu-ro, en algunas tradiciones que tenemos.

III. LA HISTORIA MÍTICAIII: Y LA HISTORIA COLONIAL

La zona occidental del desierto de Sahara, no sólo esuna zona de difícil acceso en términos físicos. Apartadacomo está de rutas terrestres fácilmente practicables yde centros poblados importantes, es también difícil ras-trear sus huellas en la literatura y en la historia.

El antiguo texto de geografía escrito por Abou-Obeïd-El-Bekri en 1067-68, describe la zona en ple-no proceso de islamización. Tribus bereberes matri-lineales, conviven en esa época con grupos de origenárabe y se enfrentan con las poblaciones negras delsur. En algunos casos mantienen costumbres paganas,como ofrecer sacrificios a los chemarîkhs o demonioso la permisividad a la prostitución. Poco dice el tra-bajo de Abou-Obeïd-El-Bekri de la vida de las muje-res del Sahara, salvo que eran muy bellas:

Se ven también jóvenes muchachas de bella figura,de piel blanca y de talle ligero y esbelto; tienen lossenos firmes, el talle fino, la parte inferior de la es-

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palda muy redondeada y los hombros muy anchos.

A continuación, Abou-Obeïd-El-Bekri hace un co-mentario de sus atractivos desde el punto de vista dela sexualidad masculina:

Ellas están tan favorecidas por la naturaleza, queofrecen siempre al hombre que las posee los atrac-tivos que sólo pertenecen a las vírgenes.

También consigna que en algunos casos desempe-ñaban diversos oficios junto con sus maridos, talescomo trabajar el cuero o realizar tejidos. El grueso dela descripción se atiene durante casi todo el texto, alpropósito utilitario de señalar detalladamente el em-plazamiento de los pozos de agua y de las minas desal, cobre y oro, del territorio.

Tres siglos más tarde, en Las Mil y una Noches, lamás completa recopilación de relatos míticos del is-lam, se habla poco de los nómadas del desierto —considerados viajeros o bandidos según los relatos—y menos aún de las tierras occidentales o magrebinas.

Sólo en La ciudad de Bronce (Noches 339 a 346)se describe el «mar mugiente, en los confines delMagreb, en el África Occidental» y se señala que:

El camino que allí conduce se hace muy penoso acausa de la falta de agua en las cisternas, y para lle-gar se necesitan dos años y algunos meses, y aun

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más para volver, ¡suponiendo que sea posible vol-ver de una comarca cuyos habitantes no dieronnunca la menor señal de su existencia!

Luego se agrega que:

Ese camino está sembrado de peligros y de cosasespantosas, y para seguirlo hay que cruzar un de-sierto poblado de efrits y genios, guardianes deaquellas tierras vírgenes de la planta humana desdela antigüedad... Esas comarcas del extremo Occi-dente africano están vedadas a los hijos de loshombres... nada turba el silencio que reina en tanvastos desiertos.

Pero hay que tener en cuenta que los relatos pala-ciegos del ciclo, han sido originados en un ambienteciudadano, centrado en la corte de los califas deBagdad. Así l@s autor@s de los relatos, tienen pococonocimiento de las formas de vida de los pastores, yno detallan sus costumbres, transcribiendo sólo losrumores que sobre esa zona lejana y hostil, llegaban ala corte. Quizá el relato de Abu-Kir y Abu-Sir (que co-mienza la Noche 487) sea el que más se refiere a lospueblos del Sahara, cuando cuenta que los protagonis-tas llegan a una ciudad hospitalaria y creyente, perosus habitantes sólo conocían los colores blanco y azulpara sus telas (lo que podría ser una referencia a losnómades de la zona occidental, también llamados

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hombres azules por el tinte de sus turbantes) e ignora-ban la existencia de las casas de baños o hammam. Enninguno de estos relatos, se da información sobre losroles de género imperantes en la zona. Hay que seña-lar, que aunque los relatos de Las Mil y una Noches, seocupen poco del Sahara Occidental, eso no ha mer-mado su popularidad en la zona, por lo que muchosde sus narraciones han sido incluidos en la tradiciónoral. Como ejemplo puede citarse el cuento de«Haroun el Rachid y los dos ladrones» recogido en larecopilación de Pinto Cebrián y Jiménez Trigueros.

No se tiene mejor suerte en obtener información so-bre la situación de las mujeres en la zona si se pasa de losrelatos míticos a la historiografía. Ibn Haldun (1332-1406) el mejor y más conocido historiador islámico me-dieval, se ocupa de la misma época que describen los re-latos de Las Mil y una Noches y dedica un tratado a lahistoria y costumbres de los nómadas bereberes. Pero sibien da importante información sobre la constituciónde los linajes, la sobriedad de las costumbres y la activi-dad bélica de estos pueblos, omite casi por completocualquier referencia a los roles de género y en general a laactividad de las mujeres. En su análisis de los oficios,sólo considera femenino el de partera (Cap. XXVIII,pp. 729-32) y cuando habla de la práctica del ayuno,menciona algunas mujeres ayunadoras. Salvo esas escasasreferencias, su Introducción a la Historia Universal, serefiere solamente al mundo de los hombres, considerán-dolo el único existente.

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En cambio, obtenemos datos interesantes si busca-mos entre las memorias de viaje del tangerino medie-val Ibn Battuta, que visita la zona entre 1352 y 1353.Para él también el desierto está poblado de genios ma-lignos, que distraen a los guías de las caravanas y lashacen perderse y perecer (p. 769), pero se preocupade darnos algunos datos sobre la organización familiary las relaciones de género, que encuentra extrañas yreprobables. Él consigna a los Massufa, identificadospor algunos estudiosos (ver Bataillon) como los ac-tuales Masduf, tribus de la parte sur de la zona delSahara, pero que son relacionados por AbderrahmanBen Abdallah con los Tuareg:

Asombra la condición de esta etnia por sus rarascostumbres. Los hombres nunca tienen celos desus mujeres, ni toman el nombre de su padre sinoel de su tío materno. La herencia recae en los so-brinos (hijos de la hermana) y no en los hijos pro-pios ...Sin embargo los massufies son musulmanesy cuidadosos de practicar las oraciones, aprender laley religiosa y estudiar el Corán, pero sus mujeresno tienen recato alguno ante los hombres, ni se ve-lan pese a cumplir fielmente con los rezos. Quienquiera puede desposarlas pero ellas no viajan consu esposo...

Esto es una descripción etnográfica casi perfecta,de un pueblo matrilineal y matrilocal. A través de in-

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formes de este tipo, es posible colegir que en el sigloXIV compartieran estas características casi todos losnómadas del desierto, aunque ahora las mantengansólo los Tuareg. Hay alguna documentación que per-mite precisar con bastante exactitud, cuándo se pro-duce el desmantelamiento de las filiacionesmatrilineales. El historiador Mahmoud Kati Ben El-Hadj El-Motaouakkel Kati (1468-1593) atribuye elcambio de la matrilinealidad a la patrilinealidad, entrelos nómadas del sur del Sahara, al soberano El HadjMohammed, su contemporáneo y amigo, que reinaentre 1493 y 1529 en Sudán.

Él decidió que las gentes de los poblados musul-manes, se casaran con quien quisieran, pero quelos niños nacidos de esas uniones serían de la mis-ma condición que sus padres.

Entre los que lo reconocen como Califa, están elcheikh Chamharouch de la raza de los genios (origenmítico de los bereberes, que según el mismoMahmoud Kati Ben El-Hadj El-Motaouakkel Katidescendían de mujeres humanas, fecundadas por espíri-tus del desierto) y el cherif hassanide Moulaï El-Abbàs.Esta patrilinealidad, estaba sin embargo condicionadapor la matrilocalidad. En efecto, si un hijo de un hom-bre de condición servil y madre noble, vivía con la fa-milia de esta, no heredaría la baja condición paterna,sino la del linaje materno.

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Aunque en la actualidad la pertenencia entre lossaharauis se fija por línea masculina y la mujer suelevivir con la familia del esposo (con algunas matizacio-nes matrilocales que analizaremos en los próximos ca-pítulos) se mantiene hasta la actualidad la interacciónamistosa de los sexos, la autonomía femenina y la noutilización del velo. La segunda parte del informe deIbn Battuta, se refiere precisamente a la amistad entrehombres y mujeres ya en el siglo XIV de nuestra era.El dice:

Allí las mujeres tienen amigos y compañeros (entrelos) extraños y del mismo modo los varones man-tienen amistades con mujeres ajenas a la familia,así por ejemplo, un hombre entra en su casa y en-cuentra a su esposa en compañía de un amigo y nodesaprueba tal conducta.

Este primer informe detallado, nos permite ras-trear la gran antigüedad de las prácticas que aún en laactualidad configuran la originalidad del modelo degénero saharaui, al mismo tiempo que da pautas pararelacionarlo con formas específicas de organización fa-miliar. La matrilinealidad es una forma de adscripciónal linaje, especialmente favorable a las mujeres, ya quesi la progenie pertenecerá a la familia de la madre, notienen sentido los rigurosos controles a la sexualidadfemenina, con que se aseguran la paternidad en las so-ciedades patrilineales. Por otra parte, la residencia ma-

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trilocal otorga a la mujer casada el apoyo de su propiogrupo de pertenencia y disminuye el poder del mari-do. Estas tendencias observables en el desierto, impli-caban cierta autonomía de las mujeres y eran objetode indignada reacción por parte de musulmanes deotras zonas, que temían que el ejemplo cundiera. Enefecto, Ibn Battuta riñe con su guía, porque éste per-mite que su mujer reciba visitas de amigos, y se niegaa volver a visitar su casa. Para él resulta incomprensi-ble la explicación del nómada:

La amistad de hombres y mujeres entre nosotrosestá bien vista y no tiene nada de sospechoso.Además nuestras mujeres no son como las vues-tras.

Sin embargo, esta forma de pensar era compartidapor el grupo étnico saharaui, y el asombrado viajeroconsigna varios ejemplos de amistad entre hombres ymujeres no emparentados. El análisis temprano quehace Ibn Battuta de las relaciones de género en elSahara, es un aporte doblemente valioso por su rique-za descriptiva y por su excepcionalidad.

Hay pocas constancias más de la situación de lasmujeres en el área. La historia escrita por MahmoudKati Ben El-Hadj El-Motaouakkel Kati nos da unejemplo de la consideración que se tenía en la zona alos deseos de las mujeres y el afán masculino por com-placerlos, cuando nos cuenta que durante su peregri-

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nación a la Meca, el califa Kanfan-Moussa (el nombredel soberano deriva del de su madre, lo que indica lafuerza de las tradiciones matrilineales en el área), hizoconstruir un río artificial en pleno desierto, cerca deTeghaza, porque su esposa había mostrado deseos debañarse.

En el siglo XV los portugueses comenzaron a reco-rrer la costa africana en busca de esclavos y riquezas.Su afán depredador no les permitió un contacto lo su-ficientemente continuado para conocer las costumbresde la zona, pero Gomes Eneas de Zurara, que recogelas memorias de los viajes, casi al mismo tiempo enque se iban produciendo los hechos, señala que hom-bres de la expedición de Antao Gonçalves se sorpren-dían por la libertad con que las mujeres los trataban.Se trataba de moriscas de la zona de Cabo Blanco. Laexpedición de Sueiro da Costa también nos deja en-trever algo sobre las mujeres del área, cuando relataque tras haber capturado una muchacha de la familiade un jefe de cabila, tratan de cobrar rescate por ella,pero que:

La morisca por la cual el alcalde de la nave portu-guesa quería hacer el cambio, se arrojó al agua ycomo persona habituada a este ejercicio, llegó pron-to a tierra a reunirse con sus parientes y amigos.

La muchacha de esta anécdota, no sólo era decidi-da y rápida en sus reacciones, sino que sabía nadar,

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habilidad que muchos de los marinos de las expedi-ciones europeas no poseían y que sus homólogas eu-ropeas tardarían siglos en adquirir. Su decisión coin-cide con la que manifiesta otra prisionera, que aunqueatada, se echa al suelo y no consiente en acompañar asus apresadores, provocando una situación confusa enque varios de sus compañeros huyen.

En general, la situación de las mujeres en las dis-tintas sociedades africanas interesó poco a los histo-riadores hasta fechas muy recientes, aunque no pasólo mismo con los estudios antropológicos que —des-pués de la primera guerra mundial— se desarrollaroncomplementariamente a las empresas colonizadoras.Para estos trabajos resultaba evidente el importanterol económico que jugaban las mujeres en las socieda-des tradicionales, y desde ellos se comienza a cuestio-nar su presunta subordinación. Ejemplares al respectoson los trabajos de Driberg (1932), Hunter (1933),Boserup (1970) y Pala & Ly (1982). Pero aunque to-dos ellos señalan un empeoramiento del estatus feme-nino a partir de la occidentalización (lo que constitu-ye una hipótesis extensible al área que nos ocupa), secentran en el África sub-sahariana y tienen escasas re-ferencias al mundo musulmán.

Referente a los estudios académicos modernos so-bre los pobladores del Sahara en concreto, hay quevolver al siglo pasado, para que al compás del interéscolonizador, los franceses comenzaran a publicar tra-bajos sobre el área (desde la crónica de Douls, a la

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más reciente recopilación de Bataillon). A comienzosde este siglo se incorporan los españoles en el interéspor el tema (Bens, Mulero Clemente) realizando estu-dios que culminan en los primeros años de la décadade los cincuenta, ya en plena colonización española,con el trabajo de Caro Baroja, en el que hay intere-sante información sobre los roles de género, entre lascabilas semi-sedentarizadas. Su trabajo incluye tam-bién un buen análisis de las fuentes documentalesexistentes hasta la fecha de su publicación.

La nueva situación de refugiados en campamentossedentarios, que ya lleva veintidós años, ha merecidotambién análisis y descripciones. Se destacan el traba-jo de Guijarro, que relata sobre todo las peripecias delos enfrentamientos bélicos, los estudios de Segura so-bre los conflictos políticos, los de Diego Aguirre so-bre historia política y militar del área, y los dePerregaux y Balaguer que son los únicos estudios has-ta la fecha, centrados en describir la organización ac-tual de las mujeres saharauis.

Pese a la relativa escasez de trabajos específicos sobrela zona saharaui, hay abundante información sobre elárea, aunque ésta se encuentra desperdigada en artícu-los sobre pastores nómadas en general, sobre el islam, osobre África del Norte. También existen muchos análi-sis de la situación de la mujer en el islam, que puedenservir como marco de referencia. Entre ellos se destacanlos ya citados de Mernissi y Djebar. En 1984 la Unescorealizó una compilación de las investigaciones que se

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habían realizado sobre la situación de la mujer en elmundo árabe (Rassam et al., 1984) pero no incluyenninguna referencia específica a la situación del área quenos interesa. El trabajo de Holgado y Razgallah, com-para globalmente la situación de las mujeres bereberescon las de ascendencia árabe, y aporta una buena reco-pilación de fuentes bibliográficas actualizadas.

Como consecuencia de todo lo dicho, puede en-tenderse que la escasa atención que ha prestado la in-vestigación occidental a las mujeres saharauis, y la di-ficultad de acceso a las fuentes árabes, hacen que estetrabajo se apoye en gran medida en entrevistas y ob-servaciones personales. Hay que hacer notar, sin em-bargo, que aunque hay pocos trabajos especializadossobre ellas, tod@s l@s observador@s coinciden en se-ñalar que la situación social de las mujeres saharauisdifiere de la de otras mujeres musulmanas, y tiene ca-racterísticas específicas que merecen un estudio espe-cial.

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IV. LA PARTE VISIBLE DE LA CULTURA

La luna, en el desierto, viste melfala melfa es azul vivo, con estrellas.Aquí abajo calor, moscas y arena.

La particular situación geográfica de los saharauis losconstituye en bisagras o articuladores entre dos mun-dos africanos, el norte arabizado y el sur negro. Estasituación resulta visible en la indumentaria y en lascostumbres, en las que según algunas interpretaciones,los habitantes del desierto han podido tomar lo mejorde ambos mundos.

Si prestamos atención a las vestimentas, vemos quetanto hombres como mujeres, usan preferentementeropas obtenidas con piezas de tela enteras, sin recortesni confecciones específicas. Ibn Jaldún considera queesta forma de vestir es propia de la sencilla vida nóma-da, mientras que los trajes confeccionados serían unaadaptación urbana. Por tal motivo resultaría obligato-rio realizar la peregrinación a La Meca con túnicas sincostura. Sin embargo este tipo de vestimenta no estáreñido con la elegancia y aun el lujo, según las telas uti-lizadas. Tal es el caso de los turbantes masculinos, nor-

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malmente azul-negros, y de las melfas que usan las mu-jeres de la zona. En el siglo XV, Gomes Eanes deZurara, consigna que las mujeres del desierto llevabanhaïks (o melfas) sobre el cuerpo desnudo. En la actuali-dad la llevan sobre otras prendas de ropa, a menudo dehechura occidental. Las melfas, directas herederas de lastúnicas de la época romana, consisten en una larga pie-za de tela con la que se envuelve el cuerpo, sujetándolasobre los dos hombros y que luego se pasa sobre losbrazos y la cabeza. A diferencia de los mantos de lasmujeres árabes de otras zonas, muy sobrios en los colo-res y de tejidos espesos, las melfas saharauis son de co-lores vivos, según las modas centroafricanas, y se con-feccionan en seda, lino o gasa semitransparente (en lu-gar de ocultar completamente la figura). Esto marcauna diferencia con otras zonas ya que la prohibición deusar velos traslúcidos, no sólo ha sido una costumbreen muchas áreas musulmanas, sino que en algunos ca-sos se ha llevado a la legislación civil, como en Turquíaen 1881, en que se encargó a los policías que levantaranactas de contravención, y elevaran al Ministerio corres-pondiente las actuaciones, si observaban que una mujerllevaba un velo ligeramente transparente (Afetinan).

Estas características diferenciales evidentes, secomplementan con otras de menor grado de visibili-dad, como es la falta de segregación por sexos, propiadel mundo social tradicional saharaui, que se mantie-ne en la actualidad. Hombres y mujeres compartenespacios públicos y privados. Cubiertas ellas las cabe-

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zas con sus melfas —como ellos con sus turbantes—regulan la abertura del velo de acuerdo a las condicio-nes climáticas, con independencia de la presencia oausencia de hombres. En realidad sólo en los casos deduelo, se prescribía en la sociedad tradicional, que lasmujeres permanecieran durante cuatro meses y diezdías en cierta reclusión, se taparan la cara y no lleva-ran alhajas (Mulero, 1945). Esta es la única restric-ción a la movilidad que se mantiene en la actualidad,y admite excepciones en caso de necesidad.

Las mujeres pueden, además, recibir visitas feme-ninas o masculinas aunque estén solas en casa, y saliro entrar por propia iniciativa, costumbres que comoya vimos, están documentadas desde el siglo XIV. Enentrevistas en los campamentos actuales, las mujeresancianas, describen así la situación antes de la vida enlos campamentos de refugiados:

Ella como mujer, en su haima, en su hogar, podíarecibir huéspedes, podía despedirles y hacer en rea-lidad lo que ella quisiera; tenía su palabra y ella larespetaba dentro de su familia. El hombre se au-sentaba mucho tiempo y la dejaba sola, con toda laconfianza de que ella dirigía la familia. Ella se ocu-paba de todo lo económico y social, tenía amista-des con otros hombres, y ya sea el padre, el herma-no o el marido tenían confianza en ella; sabían quepodía llevar la familia y podía llevar todo a cabo.Esta confianza se la ha ganado a través de la histo-

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ria y a través de todo el aporte que ella ha dado enla lucha; ese aporte social que ella ha hecho paraque tengan esa confianza en ella y para sermerecedora de esa confianza. (Entrevista a Abba.)

Las saharauis actuales tienden a explicar esta faltade restricciones a sus movimientos (rodeadas comoestán por pueblos como el marroquí o el argelino,donde el harén es la norma) por determinantesecológicos. Ellas dicen: «en la vida nómada, los hom-bres estaban mucho afuera, así que tuvieron queaprender a confiar en nosotras». Sin embargo esta si-tuación es el resultado de factores más complejos:matrilocalidad, tutela materna de los hijos, existenciade más hombres que mujeres, influencia de costum-bres bereberes, etc. En el otro extremo del continen-te, por ejemplo en Somalia, los pueblos nómadas queno podían mantener encerradas a sus mujeres, opta-ron por castrarlas (clitoroectomía e infibulación) enlugar de confiar en ellas.

La situación de privilegio comparativo de las mu-jeres saharauis, no siempre resulta visible para l@s vi-sitantes ocasionales, a l@s que pueden resultarles másevidentes que la cotidianeidad de las relaciones, cier-tas pautas de cortesía que dan protagonismo al hom-bre, en la atención de las visitas. Éste sería el caso delté preparado por el padre de la familia, o la costumbrede que uno de los progenitores (frecuentemente elhombre, aunque también puede ser la mujer) coma

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con los huéspedes, mientras que el resto de la familiaespera que terminen, para tomar sus alimentos. Aun-que las normas de cortesía con l@s extrañ@s son loprimero que se observa en una sociedad, y muchasveces lo único, constituyen sólo una ínfima parte delas interrelaciones sociales que se dan en el seno decada cultura.

Ante la no transparencia de las relaciones familiaresinternas, ante observador@s extrañ@s y a falta de unsólido trabajo de campo antropológico, recurro comoindicador de la situación de las mujeres, al discurso delas mismas en entrevistas formales e informales. Esevidente que la autopercepción no describe la «reali-dad» pero estos discursos autocentrados nos muestranuna autoimagen que ha sido construida socialmente ymodelada en confrontación con otros discursos y conexperiencias concretas. Marcan los límites de qué es loque en una sociedad determinada, las mujeres puedenpensar de si mismas.

En este caso, lo más notable es la imagen muy po-sitiva que tienen de su papel, en la sociedad tradicio-nal y en la actual. Al respecto son significativos cier-tos conceptos vertidos en las entrevistas, sobre el pa-pel de las relaciones de género:

Para las ancianas, los hombres son los que han na-cido para ayudar a las mujeres, para respetarlas,para facilitarles todo lo que sea posible la vida de lafamilia, criar a los hijos y a sus hijas. (Nasra.)

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También hay algunas frases que se reiteran en lasentrevistas:

«Siempre hemos sido muy libres.» «En nuestra so-ciedad se respeta mucho a los ancianos, pero másaún a las ancianas.» «Forma parte de las costum-bres de los hombres saharauis, atender a las muje-res, ya sean esposas, madres, hermanas o amigas.»

El discurso autoafirmativo va acompañado por laidea que estos logros no son recientes, sino que for-man parte de la ética tradicional del pueblo saharaui yque comenzaron a perderse en el período de seden-tarización que se produjo bajo dominio español. Deesta manera, el referente a las ancianas, no lo es a unasituación de subordinación sino de autonomía: «nues-tras madres, abuelas y bisabuelas nos decían: os estáisvolviendo muy sumisas».

Independientemente de los contenidos reales enque se apoya estaautoimagen, esta visión permite unirprofundamente la reivindicación nacionalista con lareivindicación femenina, pues les adjudica raíces tra-dicionales comunes.

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V. LA ORGANIZACIÓN FAMILIAR

Isidna ebjaima u la yenguesna ebuahda(Que Dios nos aumente con una familia

y no nos disminuya)Proverbios Saharauis

Dentro de los diversos elementos que han permitidoafianzar el particular estatus de las mujeres saharauis,puede considerarse significativa la endogamia de lina-je. En la sociedad tradicional, los matrimonios se rea-lizaban preferentemente entre primos paralelos patrili-neales y no faltaban —entre los casos estudiados en1952 por Caro Baroja— los matrimonios entre tíos ysobrinas. Esta pauta matrimonial, que tendía a refor-zar la solidaridad interna de los grupos familiares nó-madas y a evitar la dispersión de los recursos econó-micos, es característica también de los Tuareg y otrospueblos pastores. Para apreciar la antigüedad y arraigode esta costumbre en el mundo musulmán, baste con-signar que en Las Mil y una Noches se emplea la ex-presión «hija de mi tío» como sinónimo de esposa yla de «hijo de mi tío» como equivalente a marido. Entodas las sociedades patrilineales y patrilocales en quese da esta pauta de relaciones familiares, ésta refuerza

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el estatus familiar de la mujer que se casa, pues lamantiene cerca de su hogar de origen y le permite re-currir al conjunto del clan (que además de ser el de sumarido, es el suyo propio) en caso de conflicto. Ellano es vista entonces como una extranjera, de sospe-chosa lealtad al grupo, sino como un miembro de ple-no derecho del mismo, con pertenencia desde su naci-miento al linaje que se encargará de reproducir.Mernissi considera que la pérdida de este hábito en lacorte de los Califas, fue uno de los elementos que fa-voreció el incremento del poder masculino. En loscuentos que se mantienen actualmente como tradi-ción oral en el área saharaui, no faltan las recomenda-ciones de realizar matrimonios endógamos, así en «Elsecreto del cofre» (Pinto y Jimenez) un padre, antesde morir, recomienda a su hijo: «quisiera que te casa-ses con una joven de nuestra familia, discreta y nocuriosa, de ningún modo con una extranjera».

Con el matrimonio endógamo, el divorcio (funda-mentalmente el determinado unilateralmente por el es-poso, según la tradición islámica del repudio) se hacemás difícil que si se trata de casamientos exógamos,porque implica conflictos con familiares próximos, conlos que hay interdependencia económica y obligacionesde apoyo mutuo. En la sociedad saharaui nómada, estabarrera a la separación —que funcionaba tambiéncomo barrera a la discriminación y al mal trato— esta-ba reconocida en los comentarios que recoge CaroBaroja según los cuales, los matrimonios con mujeres

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de una cabila distinta eran más fáciles de deshacer. Estadificultad para separar, en caso de endogamia, los con-flictos matrimoniales de las querellas dentro del linaje,reflejaba la otra cara de los matrimonios endógamos, yes la que está expresada en el proverbio Ba-adak mendamak la yatlik, (Aléjate de tu sangre, que te mancha),Proverbios Saharauis.

Como en la mayoría de las sociedades tradiciona-les, el horizonte vital de la mujer saharaui hasta el exi-lio, estaba condicionado por el hogar y el cuidado desus hijos. A mediados del siglo, durante la coloniza-ción española, y siguiendo pautas de hondo arraigotradicional, las bodas se realizaban para las mujeres auna edad temprana. La media parece que se encontra-ba alrededor de los 18 años (aunque podían encon-trarse casos aislados en que se adelantaba esta edadhasta los 14 o 15 años, o se retrasaba hasta después delos 21). La diferencia de edad entre los cónyuges, so-lía ser bastante pronunciada, dándose incluso casos enque la edad del marido superaba a la de la mujer enmás de veinte años. La costumbre marcaba que losprimeros matrimonios fueran arreglados por las fami-lias. En las conversaciones previas —aunque era muyimportante la negociación económica sobre la dote,que normalmente llevaba a cabo el padre de la novia,o el jefe del clan—, las mujeres tenían un rol determi-nante. La conformidad de la novia, era un elementoque se tenía en cuenta. Esta posibilidad de elección deque disfrutaban las mujeres, queda reflejada en algu-

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nos cuentos tradicionales que subsisten hasta la actua-lidad. Así en «Yahdih quiere conocer mundo»(Cladelles, 1995) la muchacha elige a su marido entrecuarenta candidatos y luego de celebrar la ceremonialo rechaza, porque él protesta cuando ella se hace es-perar. Su razonamiento es: «decidle que se vaya. Noquiero ser su mujer. Si ya empieza a criticar desdeahora, ¿cómo va a ser nuestra vida?».

El novio debía entregar una cantidad considerablede bienes (normalmente camellos, alhajas y piezas detela) como aporte a la novia, y esta aportaba la haimaen que vivirían, que comúnmente había sido tejidapor ella misma, con ayuda de las mujeresemparentadas. Hay que señalar que en la actualidad,los recursos necesarios para el nuevo matrimonio losproporcionan el Estado y las dos familias, con lo queel sistema de dote ha entrado en decadencia junto contodo el sistema de contraprestaciones. En la actuali-dad incluso la haima —amplia tienda fabricada porlas mujeres— ha sido reemplazada en los campamen-tos de refugiados, por tiendas de campaña de fabrica-ción industrial.

La circulación de dinero que acompaña en muchassociedades, las negociaciones matrimoniales, tieneninfluencia en el estatus social de las mujeres. Cuando(en sociedades patrilocales) la familia de la novia tieneque entregar a la del novio una dote como condicióndel casamiento, esto produce una baja consideraciónde las mujeres. Así en la India —donde se suele dar

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esta circunstancia— las familias pueden considerar elnacimiento de hijas una verdadera desgracia, dadoque después de haber tenido que vestirlas y alimentar-las durante toda la infancia, al llegar a la edad en quepueden aportar trabajo, se casan y van a vivir con lafamilia del esposo, obligando además al hogar de ori-gen a un desembolso extra y considerable. En contra-partida, cuando es la familia de la mujer la que recibeel dinero, suele entenderse esta transacción como«venta de la novia», sin embargo esta interpretaciónsimplista necesita ser matizada. En muchos países ára-bes tiende a considerarse vergonzoso para una mujer,que su familia la tenga en tan poco, que la deje partirsin pedir compensación alguna. Tal es la interpreta-ción que recoge Fernea a mediados de siglo. Ademáses importante determinar quién recibe los recursos,pues si lo hace la novia, esto incrementa su autono-mía. Pero aunque lo haga su familia, mejora la esti-mación que se tiene por las hijas y los cuidados que seles prestan, pues (siempre en caso de patrilocalidad) ladote equilibra a hijos e hijas en el mantenimiento delos recursos familiares. Así los hijos aportarán trabajo,pero producirán gastos cuando se casen; mientras quelas hijas trabajarán para otro clan, pero aportarán re-cursos económicos al contraer matrimonio.

En el área saharaui, se ha considerado siempre tannormal que la dote circule en dirección a la familia dela novia, que tienen una frase hecha, que dice: Atunimentkum wa tuni ichetha amm (Dadme vuestra hija y

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su alimentación para un año), para expresar una de-manda excesiva y extemporánea (Pinto Cebrián,1996). Pero la dote, en la sociedad saharaui, no hasido un elemento que sirviera para enriquecer a la fa-milia de la novia, sino que normalmente se empleabapara hacer limosnas, pagar a los músicos y costear lafiesta de boda y los regalos entre los allegados. Si que-daba un remanente, era para la novia.

Por otra parte, la necesidad de pagar dote para po-der casarse tiende a hacer a los hombres más propen-sos a mantener un vínculo, que les ha costado dinero,aunque normalmente se lograba reunir los recursospor solidaridad entre todos los familiares y amigos.Así Caro Baroja puede consignar que, entre las razo-nes que daban los hombres saharauis de mediados desiglo para mantener un matrimonio aunque no fueramuy satisfactorio, estaba reiteradamente subrayado elhecho de que había implicado erogaciones económi-cas, que se perderían si se divorciaban.

La boda marcaba el inicio de una vida adulta en laque progenies numerosas (cinco o seis hijos) no eranexcepcionales. Esta situación de base, común a todo elIslam, estaba sin embargo matizada por unas especialesnormas de residencia. Pese a que los linajes son patrili-neales en el Sahara, las nuevas parejas tienen común-mente residencia matrilocal, por lo menos hasta des-pués del nacimiento del primer hijo. Dicen las entre-vistadas:

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Cuando una hija se casa, se queda un tiempo consu familia, para que le cuiden los niños, todo esocon un respeto y una consideración hacia la mujer,y hacia la familia.

Esta costumbre, que ha sobrevivido a la etapa desedentarización y que se mantiene vigente en los cam-pamentos, permite a la recién casada contar con elapoyo de su grupo familiar más directo en la primeretapa de su matrimonio, cuando inexperiencia y des-conocimiento mutuo hacen más probables los conflic-tos entre los esposos. En las entrevistas que realicé enel Campamento 27 de febrero (octubre 1997), la fun-ción de ayuda y protección a la mujer, resultaba explí-citamente reivindicada como base de este tipo de resi-dencia, sin hacer mención a factores económicos, quela hicieran deseable. Pero las ventajas de la matriloca-lidad, no se considera que sean sólo para la mujer.También se subraya la importancia para los padres detener cerca a sus hijas, que los atenderán mejor que loque lo harían los descendientes varones. Ese es el sen-tido del refrán que dice: Eli bla-emnat ma ta-aref nasenta mat (El que no tiene hijas, nadie sabrá cuándomurió), Proverbios Saharauis.

Luego de esta primera época de residencia con lafamilia de la novia, los nuevos esposos podían optarpor continuar siendo matrilocales, ser neolocales opatrilocales. Sin embargo la opción de establecerseapartados de las dos familias de origen, era poco via-

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ble en la época en que vivían de la cría nómada de ga-nado, pues implicaba escasa defensa contra los riesgosnaturales o los conflictos sociales. También significabaproblemas en caso de enfermedad y falta de ayuda enlas tareas cotidianas. Así, vivir con el linaje del mari-do, se consideraba la opción apropiada, pero existie-ron siempre múltiples excepciones.

La posibilidad matrilocal y la circunstancia de quela mujer mantenga su propio apellido (paterno) des-pués de casada, aunque no se lo transmita a los hijos,nos hablan de cierta autonomía de la mujer con res-pecto al marido y a la familia del hombre. La autono-mía no es sólo teórica, sino que se refleja en derechosconcretos, así en caso de divorcio —fuera cual fuese lacausa— los niños pequeños quedan siempre con lamadre, en contra de la costumbre árabe de asignarlosal padre. En la mayoría de los casos, la permanenciade l@s hij@s con la madre divorciada se transformaen definitiva. La mujer no pierde la tutela al volversea casar, mientras que el padre debe prestar siempreapoyo económico y mantiene como contrapartida elderecho de tomar parte en las decisiones que afectan asus hijos, fundamentalmente opinar sobre sus bodas ysobre sus estudios.

Otro elemento a tener en cuenta es la circulaciónde niñ@s. En las genealogías que he reconstruido seconstata como una práctica frecuente la permanenciade l@s niet@s primogénit@s con sus abuelas maternaso paternas, para ayudarlas y acompañarlas. Esta prác-

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tica, también constatada en estudios más antiguos,está tan generalizada, que es una broma común en lazona, preguntarse cuánta descendencia hay que tenerpara poder quedarse con algún hijo. También en estecaso se nota la situación de los saharauis como veci-nos de dos prácticas culturales diferentes. Entre losmarroquíes la proporción de niñ@s que viven separa-dos de sus padres biológicos es muy baja (0,03%) encambio en el África sub-sahariana los porcentajes sonmucho mayores: Liberia 0,29%, Botswuana 0,28%(The Worl’s Women, 1995). Según las entrevistas, lacirculación de l@s niñ@s en la sociedad tradicionalsaharaui incrementaba la autonomía de la mujer:

Anteriormente era una sociedad de nómadas, en quelos niños no iban a la escuela, no había tantas res-ponsabilidades con respecto a la familia. Actualmen-te te tienes que aguantar algunas cosas, para que lafamilia se críe en las carpas... Anteriormente los ni-ños podían criarse con la familia de la madre, comocon los tíos, en lo que sea. Actualmente es distinto.

La consecuencia de la movilidad infantil, era que laresponsabilidad maternal y el trabajo de crianza se com-partían, y que las mujeres ancianas solas, podían mante-ner su vivienda independiente, aunque normalmente ve-cina a la de l@s hij@s. Los motivos económicos queapoyaban estas prácticas en la época del nomadismo, seredefinieron durante la sedentarización de la época colo-

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nial, y han perdido todo peso en la situación anómala yprolongada de la vida en los campamentos de refugiados.En la actualidad, las explicaciones que se dan más fre-cuentemente para el mantenimiento de la adscripción deniñ@s a las haimas de las abuelas, son afectivas o ligadasa las ventajas que proporcionan para la capacitación ytrabajo extra-doméstico de las mujeres.

La movilidad infantil, aceptada como normal, hapermitido desarrollar estrategias como las vacacionesde los niños en países de acogida, y los estudios pro-longados lejos de la familia. Es un buen ejemplo decómo una práctica tradicional, se ha adecuado al desa-rrollo del nuevo proyecto de sociedad.

Otro elemento de gran importancia para entenderel estatus de las mujeres en una sociedad, y que heanalizado en otros trabajos (Juliano, 1998), es el índi-ce de masculinidad de una sociedad. Superávits relati-vos de mujeres han sido muy frecuentes en las dife-rentes culturas a través de la historia, ya que el mayornacimiento natural de niños se compensababiológicamente con la mayor resistencia de las niñas alas enfermedades infecciosas, lo que hacía equilibrar elnúmero y luego lo decantaba hacia una mayoría demujeres. En las sociedades que rechazan el celibato,esto explica que las opciones por la poligamiapoligínica (matrimonio de un hombre con varias mu-jeres) sean más frecuentes que la poliándrica (una mu-jer con varios hombres). En el caso del mundo mu-sulmán, la presencia de mayor número de mujeres que

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de hombres en edad de contraer matrimonio, y ladesaprobación social y religiosa de la soltería, son ra-zones que explican históricamente la permisividad a lapoligamia poligínica. Estos sistemas suelen ir acom-pañados por conceptualizaciones según las cuales lasmujeres «sobran» o valen poco y son fácilmentereemplazables.

Poligamia y desvalorización son así dos aspectos,en los que se concreta el fenómeno demográfico de lasupremacía numérica de las mujeres. Esto no es espe-cífico de los equilibrios demográficos del Tercer Mun-do. En la sociedad Occidental, en que este fenómenode existencia de mayor número de mujeres que dehombres, sólo ha comenzado a revertirse en nuestrosdías, también ha producido desvalorización femeninay facilidades para la promiscuidad sexual masculina.El caso inverso: mayor número de hombres que demujeres, ha producido el fenómeno de las «demogra-fías de frontera» donde frentes colonizadoresmayoritariamente masculinos se extienden sobre nue-vos territorios, y ha dado lugar a situaciones de mejorestatus femenino. El caso más conocido es el del Oes-te americano. El déficit de mujeres, sin embargo,también puede ser producido por prácticasdiscriminatorias específicas: infanticidio femenino,menor atención médica a las niñas o subalimentación,como ha estudiado Sen (1990) para amplias zonas deÁfrica y Asia, en cuyo caso se mantienen las prerroga-tivas masculinas, aunque las mujeres escaseen.

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En el Sahara, tradicionalmente había siempre máshombres que mujeres. Si bien tanto en Marruecoscomo en Argelia, el número de hombres y el de muje-res está equilibrado, si se analizan por separado las zo-nas desérticas donde viven los nómadas, se constataque en todas ellas hay predominio masculino (TheWorl’s Women, 1995). Esto también lo constata CaroBaroja a mediados de siglo, analizando la constituciónpor sexo de las cabilas, y ha constituido un freno evi-dente para la poligamia, dado que la desproporción esmás fuerte en las edades adultas. En el último censoque se dispone (1974), la cantidad total de mujerespor cada cien personas era de 47,8 y bajaba en variastribus del norte a 43,5 (Segura, 1996).

Diversas hipótesis pueden explicar esta anomalíaen la distribución de los efectivos por sexo. Puededescartarse en la zona el infanticidio femenino y noparece haber prácticas discriminatorias en cuanto a laalimentación de niños y niñas. En realidad, cuandolos refranes populares saharauis se refieren a alguienespecialmente mimado, y bien alimentado por su ma-dre, hablan de niñ@s indiferentemente: Ment errekbaliteralmente «la hija de la rodilla» (Pinto Cebrián,1997). En consecuencia es probable que los motivosde la alta tasa de masculinidad haya que buscarlos encausas naturales, más que en opciones sociales. Hapodido influir en este sentido la escasa propagaciónde las enfermedades infecciosas infantiles, dado el rela-tivo aislamiento de los grupos familiares en la socie-

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dad nómada tradicional. Puesto que estas enfermeda-des segaban —hasta el descubrimiento de losantibióticos— más vidas de niños que de niñas, suescasa incidencia puede explicar (como en las socieda-des europeas actuales) la persistencia en la edad adul-ta, de los índices de masculinidad producidos por elmayor número de nacimientos de niños.

Pero el mismo Caro Baroja señala que el desnivelse incrementa después de la infancia, lo que obliga apensar que ciertas condiciones de la vida del desierto,producían más mortalidad entre las mujeres adultas,que entre los hombres del mismo grupo de edad. Pue-de suceder que la extrema sobriedad alimentaria deestas sociedades, no permitiera la acumulación de re-servas grasas suficientes para afrontar el esfuerzo extraque significan embarazo, parto y lactancia, y queincrementara, por consiguiente, la mortalidad en estascircunstancias. Hay datos que apuntan en ese sentido,dado que la anemia femenina producida por deficien-te alimentación es endémica en la zona. Si tomamoslos datos de todo el Norte de África, vemos que afectaal 51% de las mujeres embarazadas y al 42% de las noembarazadas. Estas cifras son mayores que las delÁfrica Sub-sahariana, y sólo estan superadas mundial-mente por los índices de anemia femenina de algunaszonas asiáticas (The Worl’s Women, 1995). Pero hayque tener en cuenta también, en el caso de lassaharauis nómadas, que el continuo nomadismo alomo de camello, implicaba riesgos específicos para

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embarazadas, parturientas y mujeres en etapa de pos-parto, pudiendo producir partos prematuros y hemo-rragias.

La mortalidad materna por cada 100.000 nacimientosen los países desarrollados era en 1988 de 26, y en Áfri-ca del Norte de 360. (The Worl’s Women, 1995).

Douls, en 1880, informaba que había muchos ca-sos en que las mujeres parían durante los largos despla-zamientos, incluso montadas sobre los camellos. Por suparte Bens indica para comienzos de este siglo, la exis-tencia de una mortalidad elevada perinatal, que afectabatambién a l@s niñ@s. Sea cual fuere la causa, lo ciertoes que al llegar a la edad adulta, había más hombres quemujeres en condiciones de contraer matrimonio.

Este hecho ha significado que las posibilidades derealizar bodas múltiples simultáneas, hayan sido siem-pre escasas para los hombres de la zona. Así en las fi-chas de la época española, se constata menos de un3% de bigamia, porcentaje que se reduce aún más enla época actual. Este porcentaje es muy bajo si locomparamos con otras sociedades, incluso algunas oc-cidentales teóricamente monógamas. Marruecos tieneun 5%, mientras que algunos pueblos subsaharianosalcanzan proporciones mucho mayores: Senegal 46%,Togo 52% (The Worl’s Women, 1995).

Además en la zona estudiada, la posibilidad de rea-lizar nuevos matrimonios después de un divorcio,

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eran y son también ahora, numéricamente mayorespara las mujeres que para los hombres. Las mujeressaharauis no se han beneficiado pasivamente de estasituación, sino que han desarrollado estrategias paraafianzar y legalizar la opción monogámica. En la ac-tualidad, son frecuentes los contratos matrimonialesen que la novia exige al novio declarar bajo juramentoque no tiene otra esposa previa, y que renuncia a laprerrogativa islámica de tomar otra mujer, mientrasesté casado con ella.

Hay que reconocer una diferencia importante entrela poligamia simultánea (que beneficia sólo a los hom-bres) y la seriada constituida por matrimonios sucesi-vos, que otorga posibilidades semejantes a ambos gé-neros. Aunque la tradición coránica sesga también laposibilidad de divorcio y nuevo matrimonio en favorde los hombres, es un campo más manipulable por par-te de las mujeres, que la poligamia simultánea. La posi-bilidad que tiene el hombre musulmán de repudiar a lamujer, simplemente pronunciando la fórmula del re-chazo, mientras que las mujeres tiene que recurrir a lasautoridades religiosas, que deciden si le conceden o noel divorcio, puede producir situaciones de verdaderadiscriminación. Esto se da en Marruecos, donde muje-res que solicitan el divorcio por haber sufrido maltratopor parte de sus maridos, resultan obligadas a seguirconviviendo con ellos hasta que se les otorgue la sepa-ración legal, con lo que esto significa de riesgo, ya queel marido que se ha visto llevado a los tribunales, puede

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incrementar su agresividad. Así, aunque la Constitu-ción magrebí reconoce igualdad de derechos para hom-bres y mujeres, el Código de Familia resulta claramentediscriminador (ver el análisis de Moualhi). Pero dentrodel mismo horizonte islámico hay diferencias al respec-to, así en Túnez se ha procurado nivelar las posibilida-des de divorcio de ambos sexos, estableciendo una le-gislación común, que obliga a los hombres a realizar al-gunos trámites para lograr la separación, al tiempo quefacilita el acceso de las mujeres a la misma.

L@s saharahuis tienen al respecto prácticas tradicio-nales que como las anteriores, se basan en el Islam,pero que incorporan una lectura diferente de su signifi-cado. Así, cuando se les pregunta a las mujeres sobre si-tuaciones de maltrato en el hogar, ellas contestan queno tendría sentido, dado que el divorcio es la salidamás fácil para cualquier tipo de conflicto. Desde estepunto de vista, no encuentran que sea un inconvenien-te para la autoestima, la facilidad que tiene el hombrepara repudiar a la mujer, sino más bien una válvula deescape que impide que las riñas desemboquen en agre-siones. Referente a los obstáculos coránicos para que lamujer tome la iniciativa al respecto, ellas señalan queen el Sahara los divorcios se hacen siempre de comúnacuerdo pues «muy tonto tendría que ser un hombre,que sabiendo que su mujer quiere divorciarse, no le fa-cilitara las cosas». Él se expondría a la desaprobaciónsocial y en última instancia sería responsable, si la mu-jer no le es fiel. Como estrategia complementaria, las

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mujeres señalan que en caso de sospechar que el maridoquiere divorciarse, es mejor tomar la delantera y solici-tar ellas el divorcio, y relatan algunas anécdotas en esesentido:

Nuestras abuelas nos dicen, «hay que ser inteligentecomo mujer, y darte cuenta si el hombre ya no tequiere o quiere divorciarse e irte antes de que él lodecida, no dejar que él lo decida». Lo que te contarées una historia real, la mujer vive todavía. En una fa-milia, una señora que es muy arrogante, de estassaharauis, un día estaba en su casa con sus hijos y lle-gó el marido y ella se imaginó, en ese momento enque llegó el marido y se sentó, se imaginó que los es-taba mirando a los niños de una forma cómodiscriminándolos, o a ella, una cosa así, y en ese mo-mento pensó: «yo le voy a decir que quiero mi di-vorcio, antes de que él me lo pida». Y era sólo ima-ginación. Le dijo, «Fulano de tal, te quería decir unacosa, esta mañana antes de irte, pero te fuiste rápi-do», «¿Que quieres?, habla», le dijo, «Yo quiero pe-dir el divorcio». Le dijo «¿Por qué?» Ella dijo: «esuna decisión mía y quiero que se haga». Se fue al tra-bajo y se fue ella a ver unas amigas, y por la nochecuando llegaron de nuevo a la familia, a hacer un té,normal, el marido le dio el divorcio. Dijo ella «loque me imaginé no fue un error, no fue una equivo-cación, porque fíjate qué tan rápido él aceptó el di-vorcio». Esto da un ejemplo de que cuando una

mujer dice que quiere divorciarse, él siempre se ponede acuerdo. Se dan casos sí, en que se oponen; la ex-cepción de la regla siempre se da, pero generalmentelos hombres en sus cabales aceptan. Es que la tradi-ción, antes de tener una ley ni nada, era así por sísola. (Mamma)

VI. LAS FIESTAS DE LAS MUJERES

Huat el rabi u huat el galbi(Hay un tiempo para Dios y un tiempo

para mi corazón)Proverbios Saharauis

La vida en el desierto es dura, pero esto no implicaque no tenga sus aspectos amables. Allí la pobrezanunca es sórdida y se combinan armoniosamente unagran escasez de bienes materiales, con un uso elegantede los recursos existentes. Las tiendas de campaña ac-tuales, no son las haimas que las mujeres tejían conlana de camello, pero delimitan un espacio interior se-mejante, una especie de rectángulo de alrededor deseis metros por siete, con dos aberturas opuestas, si-tuadas en la mitad de los lados mayores. Alrededor dealfombras o esteras seleccionadas con gusto por lascombinaciones armoniosas de colores, se colocan col-chones o almohadones para sentarse o recostarse. Unamesita baja, o una simple bandeja con patas, sobre laque se disponen los elementos de servir el té, comple-mentan el ajuar. La tienda sirve de día de sala y denoche de dormitorio, es fresca y multifuncional. Enrealidad, luego de pasar algunos días en el espacio

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amplio y despejado de una haima, sin muebles quecorten la visión, ni obstruyan el paso, comenzamos apreguntarnos en qué momento de locura se decidióen la cultura occidental, que todo debía tener patas; ypor qué y para qué, llenamos nuestras casas de mue-bles pesados, que ocupan tanto lugar.

El ámbito de la haima es básicamente un ámbito desociabilidad, no hay puertas ni cerrojos y a lo largo deldía van llegando parientes y amig@s que se enteran delas noticias y toman té, luego de dejar su calzado a lapuerta. Estos hábitos de sociabilidad, implican pocasposibilidades de vida privada, sobre todo porque laaglomeración de viviendas de los campamentos actua-les, no permiten mantener los espacios despejados quetradicionalmente separaban entre sí las distintas hai-mas. Algunas haimas se rodean con un cerco de piedraspequeñas, separadas unas de otras, que dibujan en elsuelo un límite para resguardar la intimidad, pero ésteabarca poco más que lo que ocupan los tirantes que su-jetan las tiendas. La proximidad de las viviendas, con-trastando con la dispersión característica de la épocanómada, brinda mayores posibilidades de compañía ytrabajo en común, pero algunas mujeres saharauis, co-mienzan a pensar que sería bueno combinar los ratosde sociabilidad con momentos más íntimos. Muchasfamilias han levantado cerca de la haima, una habita-ción semejante, pero de mampostería la vida entoncesse diversifica entre esos dos ambientes y una pequeñacocina, también de mampostería para evitar incendios.

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Al atardecer, las familias suelen poner las alfombrasafuera y dedicarse a conversar, contar cuentos, pintar-se las manos con henna o jugar a distintos juegos.Entre éstos, que utilizan los materiales del desierto:tablero dibujado en la arena y fichas formadas porpiedrecillas y palitos, hay uno que juegan especial-mente las mujeres, se trata del Zic. Consta de cuatrohileras de doce hoyitos o más, realizados en el suelo.En los líneas exteriores se colocan las piezas de las dosjugadoras enfrentadas: palitos o piedritas. En lugar dedados se utilizan ocho palitos planos con una carapintada. Cuando caen todos menos uno de un lado,se puede sacar una pieza, y a partir de entonces seadelanta como si se jugara al parchis. Quien primerocoloca todas sus piezas en el sitio en que antes estabanlas de la adversaria, gana. Este juego debe remontarsea una tradición muy antigua, de hecho la forma alar-gada del tablero y la disposición de las piezas recuer-dan al Senet, que jugaba la reina egipcia Nefertari enlas representaciones de su tumba, hace más de tres milaños se diferencian en el hecho que en el Senet haytres hileras de diez casilleros, mientras que en el Zic,el número de casilleros y el de hileras suele ser mayor.

Los entretenimientos, que incluyen también canto ymúsica, se apoyan en una rica literatura oral —cultiva-da preferentemente por las mujeres— entre la que so-bresalen los relatos maravillosos, las fábulas y los relatoshumorísticos. Las veladas lúdicas con narración decuentos son más frecuentes cuando hace buen tiempo,

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o durante el ocio del Ramadán. Entre los cuentos quehan sido recopilados, de los que se relatan en la zona,no faltan los temas de género. Así hay algunos queenaltecen la valentía de las mujeres, como «El cobardeque se volvió valiente» (Pinto y Jiménez, 1996) en queuna esposa reemplaza a su marido en las batallas hastaque éste aprende de ella el coraje y supera su inicial co-bardía. Aunque los protagonistas de los relatos suelenser animales humanizados, en los cuentos se da comonormal la forma de organización familiar y social pre-dominante en el área, y se habla de residenciamatrilocal, de dote pagada por el hombre, del rechazode algunas mujeres a la monotonía de la vida cotidiana,de la fuerza de las ancianas, del interés de los nietos porhomenajear a sus abuelas, de los afanes de un maridopara colmar de regalos a la esposa que no quería perdo-narle después de una riña, de las fiestas que se dan paracelebrar el nacimiento de la primera hija, o de la im-portancia que tiene para una familia con muchos hijosy una única hija, la salud de esta última. Como en elcaso de otros cuerpos de relatos de tradición oral, losmensajes no son unívocos, y se mezclan con recomen-daciones a mantenerse recogidas en el hogar y ejemplosde matrimonios que se arreglan contra la voluntad de lamujer pero en general describen un mundo donde lasmujeres tienen peso y reconocimiento.

Además de los esparcimientos reseñados, existenlas fiestas propias del ciclo vital, las relacionadas conel trabajo y las nuevas celebraciones patrióticas. Entre

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las primeras, está la puesta del nombre a un/una re-cién nacid@. Se realiza a los siete días del nacimiento,y el procedimiento tradicional es que se les deje elegira las personas mayores de la familia, aunque en laactualidad se está generalizando la costumbre que seanla madre y el padre del recién nacido los que lo deter-minen. Mientras que en las vecinas Zambia-Senegal,la elección del nombre del niño es un privilegio exclu-sivamente paterno y la madre debe ignorarlo hasta elmomento de la imposición pública; en el Sahara lasmujeres consideran que sería impropio y discrimina-dor, que la madre no opinara en esas circunstancias.Aunque Caro Baroja señala que en caso de ser niño, elnombre se elegía preferentemente entre los de la pa-rentela por vía paterna, y si era niña se elegía entre losnombres de la familia de la madre, en realidad el pro-cedimiento era más flexible. En ambos casos se suelendar los nombres pre-seleccionados a palitos que se co-locan en la mano cerrada de una persona amiga. Lamadre se tapa los ojos y va sacando palitos hasta queun nombre haya salido tres veces, éste es el que seelije. Vecinas y amigas presencian la selección y la ani-man con gritos y bromas. Como en el caso del primerhij@, la pareja suele estar viviendo con la familia de lamadre, se considera una señal de cortesía elegir elnombre de un familiar allegado al padre.

Para los niños existe luego la fiesta de la circunci-sión que dura siete días (igual que la fiesta de bodascuando se trata de un primer matrimonio), pero las

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niñas no son sujetas a ninguna práctica de este tipo,por lo que la fiesta siguiente de su ciclo vital suele serla del primer Ramadán. Participar en este ayuno ri-tual, transforma a l@s niñ@s en adultos. Esto sucedepara las niñas después de los quince años, y para losvarones después de los diecisiete. Tan importante eraeste acontecimiento, que en la sociedad tradicionalpasaban a contar la edad por Ramadanes (dosRamadanes son 30 años, tres 45).

Tanto para los hombres como para las mujeres, lacelebración más importante del ciclo vital es la de laboda, fundamentalmente la primera, que es la que tra-dicionalmente se negociaba con participación de losdos grupos familiares. La boda va precedida, uno o dosmeses antes, por la petición de mano: jotba, en que seultiman los detalles de la dote que aportará la familiadel novio, y se celebra una gran comida (costeada porel novio) que se realiza en una haima ornamentada porla familia de la novia. Los gritos particulares de las mu-jeres (sgarit), y las salvas con pólvora que hacen loshombres, acompañan el estrépito de los tambores y ex-tienden el ambiente festivo a todo el campamento.

La boda misma, se celebra durante toda una sema-na, si es la primera de los contrayentes, o sólo durantetres días, si alguno de los dos ya ha estado casado. Enuna haima preparada especialmente, se recibe primeroa las mujeres de la familia del esposo (que aportan re-galos) y luego a éste y sus amigos. Allí esperan a lanovia. Las amigas de ella fingen esconderla y ella debe

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ser buscada y reclamada insistentemente para queacepte acercarse al prometido, luego la muchacha res-ponde a sus caricias arañándole y abofeteándolo, y seconsidera que su agresividad es muestra de su hones-tidad. Cuando después de muchas chanzas los dejansolos, aún l@s amig@s jóvenes les siguen haciendobromas: arrojándoles arena o tirando de las alfombras.

A diferencia de lo que pasa en otras sociedades(Gitanos, Marruecos o Argelia) no hay controles pú-blicos de la virginidad de la novia. Es interesante ha-cer notar, además, que las ceremonias de boda inclu-yen cierta posibilidad de descargar agresividad para lamujer, y que la virginidad se considera un asunto in-terno de la pareja. En el contexto saharaui, se esperacastidad prematrimonial y fidelidad durante el matri-monio, pero la infracción de esta norma, materializa-da por ejemplo en un embarazo de una muchacha sol-tera —aunque se considera un problema serio, y tienedesaprobación social— no implica la marginación fa-miliar, ni dentro de la comunidad, ni impide un ma-trimonio posterior. Es un inconveniente, más que undrama. Esta relativa permisividad resulta aún más in-teresante si se compara con otras tradiciones cultura-les como la española hasta hace poco tiempo, queconsideraba que la virginidad femenina era una cues-tión de honor, cuya falta debía lavarse con sangre,igual conceptualización está documentada más recien-temente en Colombia en la novela de GarcíaMárquez, Crónica de una muerte anunciada.

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Como existe la posibilidad de contraer fácilmentenuevos matrimonios, por parte de la mujer divorcia-da, esto ha dado origen a una tradición muy curiosa.Cuando en las entrevistas a mujeres que realicé en loscampamentos, preguntaba por las fiestas del ciclo vi-tal, me indicaban con gran regocijo, que además delas celebraciones del nacimiento y de la boda, las mu-jeres hacen a veces, la «fiesta del divorcio». Para estefestejo —que es, a la vez, desafío al marido anterior,autoafirmación y nueva presentación en el mercadomatrimonial— la divorciada, ayudada por su familiade origen, hace sacrificar una cabra y convida a pa-rientes y amigos a una gran comida, con música, queella preside ataviada con sus mejores galas, y adornadacon todas sus joyas. Asisten los posibles aspirantes asu mano, que le hacen regalos y aún se ha dado el casoque el ex-marido, al verla tan elegante y alegre, cam-bie de parecer y quiera reiniciar la relación. En esecaso debe hacerle a su vez presentes, y esperar la deci-sión de la antigua esposa, en pie de igualdad con losotros pretendientes. También mencionan casos en queel ex-marido, defraudado y ofendido por la alegría desu antigua mujer, irrumpe en la fiesta con violencia,pretendiendo echar a los músicos. Pero las relatorasestaban acordes en opinar que eso constituía una con-ducta impropia, muy mal vista por el conjunto de lasociedad.

Como en las sociedades europeas tradicionales,una parte importante de las fiestas femeninas se rela-

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cionan con las actividades cotidianas (ver Juliano,1992). No es de extrañar entonces que en una culturanómada, donde el trabajo en común era frecuente,éste se utilizara como ámbito de sociabilidad y rego-cijo. Caro Baroja coloca en primer lugar, entre losdistintos tipos de tuiza (los trabajos cooperativos enque se apoyaba la vida económica de los campamen-tos), la que realizaban las mujeres para hilar, tejer ocoser la tienda o haima, y subraya el carácter festivode estos acontecimientos. Él señala:

En el Sahara estas reuniones femeniles son expre-sión muy clara de la conciencia tradicional y po-seen sus ritos y prerrogativas. Cuando pasa unhombre delante de un grupo de mujeres que estánen tuiza, es usual que le lancen un ovillo de hilodel que han hilado, y si le dan con él, el hombretiene la obligación de regalar algo, para que conti-núen su trabajo. A esto se llama zarga, y al que hasido tocado por el ovillo, mazrug. Esto da lugar amultitud de bromas, alusiones y situaciones.

Las fiestas que afectan a un grupo mayor que losclanes familiares, no eran frecuentes en la época nó-mada y comenzaron a institucionalizarse en la épocasemisedentaria de la colonización española. Hay cons-tancia en 1952 de la celebración, el 1º de diciembrede la fiesta de El Mulud, con tambores, grito ritual delas mujeres, baile y cuestaciones. Esta fiesta era mixta,

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pero la siguió el 7 de diciembre una fiesta que dabanlas mujeres casadas en la haima de una anciana, y en laque los hombres no podían participar. Tanto ElMulud como su continuación siete días después, sonen la actualidad fiestas públicas y mixtas que se cele-bran en cada campamento y dentro de las familias coninvitaciones, comidas y estreno de ropa nueva.

Los recitales de música, canto y baile llamadosfarah, que en la sociedad tradicional acompañaban a lasbodas y otras celebraciones familiares, estaban siste-máticamente organizados, en términos de orden delas canciones, número de participantes, instrumentosempleados, etc. En la actualidad estos recitales acom-pañan las fiestas patrióticas, como la conmemoraciónel 12 de Octubre de la Unidad Saharaui, o la Fiesta dela Juventud, que se realiza anualmente e incluye com-peticiones de cantos y poesías entre las distintaswilayas (cada uno de los cuatro campamentos de refu-giados) y suelen recibir como invitados especiales arepresentantes de delegaciones extranjeras. Otras fies-tas patrióticas son: el 10 de mayo, en que se recuerdael Primer Congreso del Frente Polisario; el 20 demayo que se conmemora el desencadenamiento de lalucha armada; el 8 de marzo, en que la celebración deldía de la mujer trabajadora coincide con el recuerdodel primer mártir; y el 9 de junio que es el Día de losMártires, por la fecha en que cayó el primer secretariogeneral del Frente Polisario, el wali Mustafa Sayed.

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VII. DE «HIJ@S DE LAS NUBES»VII. A REFUGIAD@S

El maut fard wa rega mahi fard(La muerte es obligatoria, pero la esclavitud

no)Proverbios Saharauis

La vida tradicional nómada estaba articulada a travésde la solidaridad, pero también de la guerra entre dis-tintas facciones tribales que habitaban el desierto y seconsideraban a sí mismas «hijas de las nubes». Así laetapa de colonización que abarca desde fines de siglopasado para el norte de África en general, y desde1934 para la implantación española en el Sahara, sig-nificó un cambio en las relaciones entre los grupos,que se vieron obligados a reemplazar las estrategiastradicionales de resolución de conflictos —que ibandesde las negociaciones entre las partes, a las razziaspor deudas de sangre— por la aceptación de una le-gislación externa e impersonal, administrada por loscolonizadores.

En la lucha contra el colonialismo las mujeres estu-vieron presentes desde el comienzo y en primera lí-nea. Ellas recuerdan en las entrevistas:

En los años 60, se produjo la formación inicial delFrente, en contra de España, hasta 1970 o 1973.

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Las mujeres se rebelaron todas contra el colonialis-mo español y fueron las primeras que se metieronen la lucha e hicieron cuadros, y respondieron alllamamiento que se había hecho para la lucha encontra del colonialismo, y casi todas las células, enel inicio, en su mayoría estaban formadas por mu-jeres.

Cuando en la década de los setenta, la descoloniza-ción española entregó al territorio y al pueblo saha-raui a manos de Marruecos y Mauritania, la guerra deindependencia y la retirada a la Hammada Argelina,impusieron nuevas y duras condiciones de existencia.

En 1975, Hassan II instrumentó la Marcha Verdepara ocupar el territorio saharaui, originando un en-frentamiento armado, en el que la población de lazona fue bombardeada con napalm, y obligada final-mente a refugiarse en la zona de Tinduf, inhóspitoparaje en que no es posible la agricultura, ni el pasto-reo. Los saharauis respondieron a la agresión reforzan-do el Frente Polisario y organizando la población parala resistencia armada. En los cuatro años siguientes,ésta había resultado tan eficaz, que Mauritania optópor retirarse, oportunidad que aprovechó Marruecospara ocupar la totalidad del territorio.

En el refugio argelino, la división tradicional deltrabajo por género, que estipulaba para el hombre laespecialización en el pastoreo nómada y para las muje-res la atención familiar semisedentaria, se modificó

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transformando a los hombres en soldados —que vi-vían normalmente fuera de los asentamientos— y alas mujeres en organizadoras y agentes de la totalidadde la vida de los campamentos. Éstos están distribui-dos en cuatro wilayas —una de las cuales está gober-nada por una mujer— el Campamento 27 de febreroy el conjunto de oficinas, hospitales e instalaciones derecepción de huéspedes de Rabuni. Según el últimoinforme de ACNUR, el conjunto de refugiados en estoscampamentos es de 165.000, de los cuales sólo la mi-tad son asistidos por esa organización internacional.Prácticamente toda la organización de los campamen-tos está en manos femeninas. Ellas dicen:

En ese tiempo en que empezaron los campamen-tos, en que comenzó el exilio, aumentaron las difi-cultades pero también la gran participación, la par-ticipación masiva de la mujer en todo esto que esla administración, ya sea política o económica delos campamentos. Para entender toda esta etapa departicipación, no tenemos que olvidarnos en lasociedad actual, lo que es el nivel cultural de lasmujeres, todo lo que es la participación cultural,las capacidades que actualmente han desarrollado.Para ir con la sociedad actual y con el mundo ac-tual como un todo, tiene que haber una capacidaddeterminada y una participación determinada, parapoder ir conjuntamente, sino entonces te queda-rías al margen.

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En 1979 la ONU reconoció los derechos saharauisal territorio en disputa y exigió la retirada de las tro-pas marroquíes, pero no hizo ninguna presión efecti-va para que sus exigencias se cumplieran. Por el con-trario, todos los países interesados en negociar con losrecursos de la zona (bancos pesqueros o fosfatos) op-taron por tramitar con Marruecos las licencias corres-pondientes. Esta política también es la seguida porEspaña. La complicidad internacional en el despojoterritorial de los saharauis se mantuvo hasta 1988, enque la ONU auspició un Plan de Paz que fue aceptadopor Marruecos y por el Frente Polisario. Este últimoproclamó un alto el fuego temporal en 1990, que fueseguido por un cese bilateral de las hostilidades en1991, que se mantiene hasta la actualidad.

Desde el punto de vista de la división sexual deltrabajo, la paz, luego de tantos años de guerra, signi-fica reacomodaciones. Así como las mujeres habíanavanzado durante la contienda sobre algunos ámbitosconsiderados tradicionalmente masculinos, haciéndosemilitares (las únicas mujeres saharauis que no usanmelfa, son las milicianas, que llevan el turbante mas-culino como parte de su uniforme); ahora los hom-bres disponen del tiempo necesario para asumir elcontrol de la organización y la economía de los cam-pamentos. Ésta es una situación esencialmente nueva—en la sociedad tradicional se ausentaban frecuente-mente por el pastoreo y delegaban en las mujeres múl-tiples funciones de responsabilidad—, y requiere nue-

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vas y recelosas negociaciones sobre los espacios legíti-mos para cada uno, ya que las mujeres, que han de-mostrado enorme eficacia en sus trabajos, no parecendispuestas a replegarse a la vida doméstica. En algunasentrevistas se pone de relieve este recelo:

Todas las mujeres aquí en los campamentos de re-fugiados son trabajadoras, es decir que todas tra-bajan, no importa la edad ni las condiciones enque están; cada cual según sus capacidades tiene sutrabajo, cosa que facilitó el disponer de muchascosas con respecto a los derechos de la mujer en lasociedad. El Frente Polisario ha ayudado a las mu-jeres para que puedan ejercer todo tipo de trabajosy todo tipo de profesiones. Pero las mujeres en sí,han pensado si esta disponibilidad del Frente Poli-sario va a seguir después de la guerra, o si sólo sehará en esta etapa de la guerra, puesto que el Fren-te Polisario, en cierta manera, ha hecho una distri-bución por la que todos los hombres son militaresy van al combate, y todas las mujeres trabajan enlo que son las bases. Nos preocupa que es lo quepasará ahora. (Entrevista a Mariam.)

La preocupación por mantener los logros está bas-tante generalizada, otra entrevistada subraya:

Todo lo que son estos logros, esperemos que lasmujeres los mantengan; que los mantengan entre

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sus manos en tiempo próximo, porque lo han co-gido en un momento durísimo y han de conser-varlo cuando se descansa y cuando hay comodidad;hay que conservar todo lo que han logrado. Todolo que hemos logrado, lo hemos logrado en ausen-cia de los hombres, y no sabemos cuando ellos re-tornen a la sociedad, cuál será la realidad. Ellos so-cialmente han tenido más liberación dentro de lasociedad y dentro de todas las sociedades, han sidomás capacitados y entonces en una administración,se estima más un hombre que una mujer. No digoque sea más capacitado moralmente, ni cultural-mente, sino que las mismas condiciones sociales lehan favorecido a él mucho más que a la mujer.Cuando retornan los hombres al trabajo, esto seríaotra lucha y otro carácter de lucha. Sabemos queen la sociedad saharaui la mujer tiene ese respeto,tiene esa consideración y esa confianza, pero cuan-do se entra a competir en este campo conjunta-mente con los hombres, las mujeres no sabemostodavía como serán las cosas, ni el sistema en lasociedad. (Entrevista a Suelma.)

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VIII. LA EDUCACIÓN COMO PRIORIDAD

Etarbilla afdal men el asl(La educación es mejor que el origen)

Proverbios Saharauis

Como ya señalaban las entrevistadas, las nuevas condi-ciones exigían una formación específica, y los hombresy mujeres saharauis han aprovechado los veintidós añospasados en el exilio, para capacitarse. Esto hace que, encaso de cumplirse las espectativas suscitadas por la Mi-sión Baker de otorgar un referéndum honesto, y si segana, como creen los saharauis, la RASD pasaría a seruno de los pocos estados surgidos de condiciones colo-niales, que dispondrá de cuadros políticos, técnicos yadministrativos autóctonos, suficientes para su funcio-namiento y formados en una proporción importantepor mujeres.

Es interesante consignar que este interés intelec-tual, muy visible en la sociedad saharaui actual, se co-rresponde con su proyecto político de formar un Es-tado independiente, más que con una tradición. Losobservadores de la época colonial señalaban reiterada-mente el escaso interés de los saharauis por la

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escolarización y en general por todo el material escritoque no estuviese directamente relacionado con aspec-tos religiosos. Durante el tiempo de exilio, esta situa-ción ha sufrido un vuelco total y la formación acadé-mica en todos los niveles, ha pasado a ser una priori-dad política ampliamente consensuada por la pobla-ción.

El esfuerzo por alfabetizar a sus poblaciones se ha exten-dido por todo el mundo árabe en las últimas décadas,pero los resultados no son comparables a los logradospor los saharauis. Así aunque en Argelia se escolaricenen la actualidad el 95% de los niños (91% si contamossólo las niñas) mantiene todavía una tasa de analfabetis-mo adulto de 51% de las mujeres. En el caso de Ma-rruecos, se alfabetizan el 59% de las niñas y hay un69% de analfabetas entre las mujeres de más de quinceaños. En Mauritania, esta cifra sube al 73,7%.(Statistical Yearbook. Unesco 96)

Las mujeres no se han quedado atrás en este proce-so de capacitación: maestras formadas en Cuba, enAustria y en España, filólogas que estudiaron en Ale-mania, psicólogas que estudiaron en Argelia, médicase ingenieras capacitadas en Cuba, técnicas en infor-mática que han seguido cursos financiados por ONG

de distintas partes del mundo, forman parte de la vidacotidiana de los campamentos.

Esto es el resultado emergente, a su vez, de un in-tenso trabajo de alfabetización llevado a cabo sobre

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toda la población. Hasta 4º y 5º año, l@s niñ@s estu-dian en las escuelas de los campamentos o wilayas, 6ºy 7º grados (y en algunos casos hasta 9º) se cursancomo internos en las grandes escuelas mixtas 9 de Ju-nio y 12 de octubre. Las escuelas están a cargo demaestr@s saharauis, y ocasionalmente tienen apoyode organismos internacionales o de ONG.

L@s niñ@s disfrutan de la posibilidad de comple-mentar su trabajo anual con períodos de vacacionesen España, en Francia, en Alemania o en Italia, dondedesde hace años se los recibe por miles, en planes depermanencia con familias. Esta experiencia se ha mos-trado muy efectiva para paliar el aislamiento y los dé-ficits de alimentación de la vida en los campamentos,pero también para generar en Europa, una solidaridadamplia con los problemas de los refugiados, a partirde contactos personales. En la actualidad es muy difí-cil encontrar en cualquier campamento, niñ@s que nohayan realizado una o más visitas de este tipo.

Luego de la escolarización en los campamentos, vie-ne la formación secundaria, que se cursa principalmen-te en Argelia, Libia, España y Cuba. Esta formaciónqueda limitada a l@s más capacitad@s, y depende deque se consigan becas en los diversos países. Para l@srestantes existe formación profesional. En el caso de lasmujeres, hay dos escuelas para atender este nivel, la 27de febrero (que origina a su alrededor todo un campa-mento) y la Olof Palme, en el campamento de El Aiun.Ambas trabajan en coordinación con la Asociación de

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Mujeres Saharauis y con el Ministerio de Educación.Tienen alumnas en cursos anuales de idiomas, informá-tica, enfermería y magisterio y talleres permanentes deoficios tradicionales, como el tejido de alfombras ocorte y confección. Aunque ambas dan servicios seme-jantes, la 27 de febrero, que es más antigua, cuenta conmayor número y diversidad de talleres. Las reivindica-ciones de género entran dentro de su filosofía de traba-jo y forman parte de la formación de las jóvenes.

Así explica Mariam Zalek, la Directora de la escue-la 27 de febrero, el funcionamiento de la misma:

La escuela, no solamente tiene alumnas, no es sólopara formar, sino que tiene también gente traba-jadora, gente que produce. Es un centro de for-mación, que forma en diferentes especialidades.Algunas se especializan en lo que es educación, sonmaestras, enfermeras, y secretarias que trabajan enla administración y educadoras que trabajan enpuericultura. Hay además un centro de produc-ción, talleres de corte y costura, producción delana, tejer o hacer alfombras. Se llevan a cabo pro-yectos, anualmente, que vienen recomendados porONG. También dentro de la escuela general, hayuna escuela de enseñanza primaria para los niñoshijos de las trabajadoras, una casa de puericulturay otra que acoge a los niños desde seis meses a tresaños. Las alumnas vienen de las distintas wilayas arecibir formación, a lo largo de un curso y las tra-

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bajadoras son fijas aquí en la escuela. Las alumnasque están casadas, vienen solas; y las que no, vie-nen acompañadas de algún familiar, puede ser lamadre o la hermana; porque las casadas disponenya de sus propias tiendas, las cuales traen aquí paravivir en ellas; las solteras, como no tienen tienda,tienen que auxiliarse de algún familiar para vivircon él, que en este caso siempre suele ser la madre,o una hermana, o una vecina que sea muy cercana.El centro de formación, acoge a 150 alumnas; lasadmitidas se reparten entre las cuatro wilayas y elcampamento de la escuela. Se seleccionan las alum-nas según unos parámetros que pueden ser, porejemplo, para las que van a formarse para ser maes-tras, el nivel educativo. La alumna entonces puedeelegir, pero dentro de unos límites; si tiene un ni-vel escolar superior tiene más disponibilidades paraelegir más cosas, y si es muy bajo la elección esmuy limitada. Las chicas que vienen a formarseaquí son las que no concluyen sus estudios fuera, yla selección depende de un orden. Las primerasque no han terminado sus estudios son las que seescogen. Las que suspenden el bachillerato y queno pueden seguir estudiando fuera. Por ejemploentre las que suspendieron en 1993, o las que hansuspendido en 1994 o 1995, se suelen seleccionarlas de 1993, porque son las primeras que suspen-dieron y por lo tanto las primeras que se tienenque formar. Tienen derecho a formarse aquí. Dado

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que hay un número mayor de chicas que no termi-naron el bachillerato, no pueden acceder todas a laformación aquí, y para que haya un ajuste quevaya de acuerdo con todas, se suelen escoger lasprimeras que han dejado de estudiar. Las alumnastienen más o menos entre 18 a 26 años, aunquehayan excepciones. En algunos casos se escogen atrabajadoras o educadoras que trabajan en lapuericultura aquí, para repetirles la formación, yellas tienen más de 26 años. A lo largo del trabajoque realiza la escuela, siempre ha existido además,enseñanza para gente mayor, y un ejemplo de elloes que un 95% de la gente que trabaja aquí, hanpasado por esa campaña de alfabetización. Haycampañas de alfabetización sobre todo en el vera-no, para personas mayores. Todos los años se ha-cen en el verano.

También la Unión Nacional de Mujeres Saharauis,que está constituida como tal desde 1974, organizaen su sede cursos diversos de idiomas, informática yanimación cultural.

El resultado de toda esta actividad formativa no senota sólo en el ámbito cultural, sino también en el ám-bito de las costumbres, donde se ha establecido la ideaque «ser ama de casa no es una profesión» y que cadamujer debe asumir trabajos y responsabilidades públi-cas. Hay que matizar que el trabajo no es pagado, yaque no hay sueldos en la RASD, donde todos reciben de

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la ayuda internacional, ecuánime y honestamente repar-tida por la administración saharaui, lo necesario paravivir. De todas maneras, hay que hacer notar que eltrabajo comunitario o tuiza, forma parte de la tradi-ción saharaui, tanto para los hombres como para lasmujeres.

Una consecuencia importante del aumento de lasresponsabilidades y del incremento de la escolaridad,es el retraso de la edad de matrimonio de las jóvenes,que ha pasado de 17-18 años a una media de 24-25, yuna disminución de la edad de matrimonio de loshombres, lo que configura parejas más igualadas enedad, que además se originan en el acuerdo de loscontrayentes (no el de las familias) por conocimientoy noviazgos previos.

Sin embargo, la situación de exilio no favoreció ladisminución del número de hijos. La guerra continua-da, con su poda constante de vidas, actuando sobre unpueblo débil numéricamente ante su enemigo, llevó aapreciar un número elevado de hijos como la única for-ma de garantizar la supervivencia de su pueblo. Lasmujeres respondieron a esta demanda manteniendo unatasa de natalidad alta, pese a las nuevas funciones queadquirían, pero tienden a ver esta situación como co-yuntural. Así en los últimos veinte años, la poblaciónha crecido entre un 20% y 25% (Cooperació, Papersd’Informació 1997). Pero en lugar de considerar la ma-ternidad múltiple como un resultado natural de la rela-ción matrimonial, la consideran como un aporte espe-

cífico realizado a la supervivencia de su pueblo: «hemostenido más hijos de los que deseábamos; ha sido partedel esfuerzo que esperamos que se nos reconozca» decíaen una entrevista una diputada nacional saharaui.

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IX. UNA ESPERANZA: «FREE, FAIR ANDIX. TRANSPARENT REFERENDUM»

El kalam ala ajru(El diálogo se basa en su final)

Proverbios Saharauis

Después de veintidós años de duro exilio, en un lugarde temperaturas extremas, carente de agua y vegeta-ción, y azotado por los vientos, es comprensible quela menor esperanza de retorno sea recibida con mu-chas expectativas. Afortunadamente, en este caso eloptimismo que ha invadido al pueblo saharaui, parecejustificado. Luego que se estancaron las tratativas depaz, que debían culminar en 1992 con la celebraciónde un referéndum, las negociaciones parecían estar enpunto muerto. Pero el nuevo secretario general de laONU, Kofi Annam, ha dado este año un nuevo im-pulso al viejo proyecto. Su enviado personal, James A.Baker, ha realizado conversaciones con los represen-tantes del Polisario y con los marroquíes, y juntoshan acordado una nueva fecha para el Referéndum,que tendrá como única pregunta, la opción entre laindependencia o permanecer bajo el dominio de Ma-rruecos. Baker cuenta también con el apoyo de los

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EE UU, por lo que podría estar en juego un cambio enel equilibrio internacional de fuerzas en la región, conun desplazamiento de la influencia francesa y su reem-plazo por la norteamericana.

El obstáculo principal (que fue el que detuvo la cele-bración del anterior proyecto de referéndum, analizadopor Villate, 1992) es el del censo de posibles votantes,ya que mientras que los refugiados del Polisario en con-diciones de emitir su voto, son calculados en alrededorde 120.000 por la Secretaría de las Naciones Unidas, lapoblación marroquí desplazada a su territorio esinmensamente mayor. Por ese motivo el censo españolde 1974 y las familias de los censados, se transformanen la base aceptable para los padrones electorales, y lapreocupación saharaui es limitar el número de aquell@sque se pueden incorporar presentando testigos que cer-tifiquen su origen en la zona en disputa.

Una vez acordado este punto, el referéndum implicala repatriación de los refugiados, para votar en el terri-torio del que han salido hace tanto tiempo. Bajo elcontrol de la ONU, Marruecos se compromete a reducira menos de 60.000 sus efectivos militares en la zona, adevolver los 167 prisioneros políticos que mantiene in-comunicados desde hace años, a otorgar «completa li-bertad de expresión, de reunión y de prensa, tantocomo libertad de movimiento para personas y propie-dades dentro del territorio» (Punto 14 del Plan) y aacatar los resultados de la votación, que se realizará endiciembre de 1998. La República Árabe Saharaui De-

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mocrática ya ha puesto en libertad a los ochenta solda-dos marroquíes que había capturado y que no habíansido reclamados por Marruecos, que nunca confesabalas bajas que sufría.

Sea cual fuere el curso de los acontecimientos —yun mínimo sentido de justicia lleva a apostar por eltriunfo de la autodeterminación— el pueblo que volve-rá a su territorio histórico, será muy diferente del quese retiró bajo las bombas de la aviación marroquí. Lossaharauis han desarrollado una «evolución acelerada»que Guijarro (1997) describe como «una de las másfascinantes formas de revolución conocidas». Su formade vida tradicional, que ya había sido corroída por lasedentarización impuesta por la administración españo-la, ha pasado por más de veinte años de abandono delpastoreo nómada. Las técnicas tradicionales las apren-den ahora l@s niñ@s en la escuela, o en el Museo Na-cional del Pueblo Saharaui que han montado con ayudade la Universitat de Girona. La pertenencia clánica, quedaba el marco de los deberes y los derechos, se ha va-ciado de contenidos económicos. Incluso compite,como marco de identidad preferente, con las lealtadesgeneradas por el nuevo proyecto de Estado.

En estas circunstancias, será la condición de lasmujeres como ciudadanas, y no como integrantes delos grupos familiares, la que determinará sus posibili-dades de acceso a las nuevas estructuras de poder.Esto implica que los marcos normativos explícitos:constitución, leyes, reglamentos, pasarán a tener una

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importancia determinante como codificadores deprácticas que hasta ese momento eran transmitidaspor las costumbres. Este paso se ha mostrado siempremuy peligroso para los logros de las mujeres. Basterecordar la sustancial pérdida de derechos adquiridos,que significó para las mujeres europeas la instituciónde los Estados modernos después de la RevoluciónFrancesa.

En el caso de la República Árabe Saharaui, el pasode la tradición a las leyes escritas, se da en el marco dedos influencias contradictorias: por una parte la pre-sión del mundo árabe, muy receloso de cualquiercambio en el estatus de las mujeres, y fuertementeapoyado en la interpretación más negativa del Corán.Por otra parte la influencia occidental, empeñada enque se realicen reconocimientos formales de los dere-chos de las mujeres (aunque se desentienda de sucumplimiento práctico). En la experiencia de otrospaíses árabes en proceso de independencia, estas pre-siones significaron la aceptación de la colaboración fe-menina en la lucha contra los opresores, y el olvidoposterior de sus reivindicaciones, consideradas comooccidentalizantes por parte de los fundamentalistas. Elcaso más cercano, y que las mujeres saharauis conocenbien, es el de Argelia, donde la importante participa-ción de las mujeres en la revolución fue seguida depresiones para que retornaran a las formas de vidamás tradicionales. Ver al respecto el interesante análi-sis de Fellah (1995).

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Pero la situación del Sahara no puede compararsecon los anteriores, por dos elementos diferenciadores:su colonizador es otro país árabe (por lo que un énfasisen la condición islámica, no es un aspecto relevante dela unificación para lograr la independencia) y la tradi-ción de la que parten es mucho más favorable a lasmujeres, que la que prevalecía en el entorno. Ademáslas saharauis tienen un elevado concepto de su autono-mía de decisión, como se puede ver en sus manifesta-ciones sobre las compañeras de los campamentos:

Son mujeres que luchan por su causa, son mujeresluchadoras, son mujeres que aguantan muchísimo,aguantan el alejamiento de sus hijos, aguantan en-frentar todo esto para lograr sus objetivos. A pesarde todo esto se les ve en la cara, a mujeres queaguantan tanto, cuidan hijos, trabajan, luchan enestas condiciones tan duras, pero se les ve que es-tán bien, que están contentas, porque es una deci-sión libre de ellas. Es algo muy profundo paraellas, lo tienen muy profundo, entonces lo aguan-tan todo para poder lograr sus objetivos. Esto esuna herencia del pasado, no es nada que nacióaquí. (Entrevista a Suelma.)

En estas condiciones puede esperarse que haya con-tinuidad en los logros de las bien organizadas mujeressaharauis, que ocupan una parte importante de los car-gos actuales de las wilayas, como Mamma enumera:

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En lo que es la enseñanza, en magisterio, un 75%de los trabajadores de la enseñanza son mujeres.En guarderías y jardines de infancia un 100% sonmujeres. En la administración el 85% también sonmujeres, en la salud casi el 90% son mujeres. Casitodo lo que se lleva en los campamentos y se pro-duce en los campamentos, lo llevan las mujeres.Trabajaron, lucharon, además de la gestión políti-ca, en los comités políticos que tenemos; casi el90% de todos son mujeres que llevan la gestiónporque actualmente los campamentos están en suinmensa mayoría organizados por mujeres: los res-ponsables de comisiones son mujeres, los respon-sables de barrios son mujeres, los Consejos Popu-lares de dairas y de provincias en su mayoría sonmujeres.

También puede esperarse que, puesto que ya hanconseguido estar representadas en el primer parlamen-to del país, aunque sólo con cinco diputadas entre105, consigan ampliar su representación, y fundamen-talmente que consigan organizar un país moderno, sinperder por el camino las tradiciones que habían idoconfigurando durante siglos y que les permitían cier-tos ámbitos de libertad y autonomía. Tienen la capa-citación suficiente, incluyendo formación académica ypráctica administrativa, y tienen el deseo de llevarlo acabo. A las mujeres del resto del mundo nos corres-ponde sólo apoyarlas y dar a conocer sus logros.

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GLOSARIO

ENDOGAMIA. Se entiende por endogamia la normaque considera que los matrimonios deben realizarsepreferentemente entre personas emparentadas. Lo másfrecuente es que se propicie el matrimonio entre pri-mos.

EXÓGAMOS. Matrimonios exógamos son los que serealizan entre personas de distintos linajes.

MATRILINEALES. Grupos que asignan la pertenenciade los hijos a la familia de la madre.

MATRILOCALIDAD. Norma de residencia que estable-ce que la nueva familia que contrae matrimonio sequeda a vivir con el clan de la esposa.

PATRILINEALIDAD. El término se refiere a que los an-tepasados se cuentan sólo por línea masculina y se con-sidera que l@s niñ@s pertenecen al linaje del padre.

PATRILOCALIDAD. Norma de residencia que determi-na que un nuevo grupo familiar debe residir con elclan del marido.

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POLIGAMIA POLIGÍNICA. Matrimonio múltiple simul-táneo de un hombre con dos o más mujeres. El islampermite hasta cuatro esposas al mismo tiempo.

PRIMOS PARALELOS. Son los hijos de hermanos delmismo sexo. En el caso saharaui, su importancia se re-laciona con la preferencia por concretar matrimoniosentre hijos de los hermanos varones.

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— Proverbios Saharauis, Madrid, Miraguano Edicio-nes, 1997.

PLANTADE, N.: La guerre des femmes, Magie et amouren Algérie, La Boîte a Documents, 1988.

RASSAM, ALLAGHI, ALMANA, BAFFOUN, BELARDI,Hakiki, Talahita, Kashif-Badri, Oussedik, Kader:Social Science Research and Women in the ArabWorld. Unesco, París, 1984.

REPORT OF THE SECRETARY GENERAL ON THE

SITUATION CONCERNING WESTERN SAHARA.United Nations. 13 November 1997.

ROQUÉ, Mª A. (Edit): Las culturas del Magreb. Antro-pología, historia y sociedad, Barcelona, Icaria, 1996.

SEGURA I MAS, A.: Las dificultades del Plan de Pazpara el Sahara Occidental, 1988-1995, CuadernosBakeaz nº 16. Bilbao, 1996.

SEN, A.: «More than 100 million women areMissing», The New York Review, Hay versión encastellano: «Faltan cien millones de mujeres», Ed.de las Mujeres n° 15 Sgo. de Chile, Isis Interna-cional, 1990, 1991.

UNESCO: Statistical Yearbook, Unesco Publishing & BernanPress, Printes in United States of America, 1996.

UNITED NATIONS: The World’s Women 1995, Trendsand Statistics, New York, 1995.

VILLATE, J.: «Sahara Occidental, La Paz que Clama enel Desierto» en Hika, Donostia, 1992.

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Otros títulos de esta colección:

1. CORRUPCIÓN¿Qué sistema la produce?

José María Tortosa

2. CÓMO NOS VENDEN LA MOTOInformación, poder y concentración de medios

Noam Chomsky / Ignacio Ramonet

3. ¡HAGAN JUEGO!Políticas económicas de ajuste en el Tercer Mundo

James Petras / Steve Vieux

4. LA COMPASIÓN NO BASTAGenocidios a fin de siglo

Vicenç Fisas

5. SECRETOS QUE MATANExportación de armas y derechos humanos

Vicenç Fisas

6. EL MURO INVISIBLEEl Mediterráneo como espacio común

Bichara Khader

7. EN EL NOMBRE DE DIOSColonialismo versus integrismo en la tragedia argelina

Sami Naïr

8. AVISO PARA NAVEGANTES¿Autopistas de la información o monocarril de las corporaciones?

Herbert I. Schiller

9. EL PATIO DE MI CASAEl nacionalismo en los límites de la mera razón

José María Tortosa

10. GOLPE DE ESTADO AL BIENESTARCrisis en medio de la abundancia

Pedro Montes

11. CÓMO SE REPARTE LA TARTAPolíticas USA al final del milenio

Noam Chomsky

12. CAFÉ AMARGOPor un comercio Norte-Sur más justo

Setem

13. CHINA¿Superpotencia del siglo XXI?

Xulio Ríos

14. QUIEN PARTE Y REPARTE...El debate sobre la reducción del Tiempo de Trabajo

Jorge Reichmann / Albert Recio

15. COMERCIO JUSTO, COMERCIO INJUSTOHacia una nueva cooperación internacional

Michael Barrat Brown

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