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La Magia de Albert Goshman

Date post: 08-Apr-2016
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Albert Goshman es uno de los magos de cerca más importantes de la historia con miles de actuaciones en el Castillo Mágico destinadas al perfeccionamiento constante del primer acto de magia de cerca compacto y estructurado como tal. En este libro podrás estudiar todos los detalles de su espectáculo completo así como sus mejores técnicas y juegos. Una obra mágica para entender y disfrutar de uno de los personajes más influyentes de la magia.
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La magia de Albert Goshman
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Page 1: La Magia de Albert Goshman

La magia de

Albert Goshman

Page 2: La Magia de Albert Goshman

@Albert [email protected]: 978-84-940499-7-2Depósito Legal: AS 00991-2015Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta obra sin permiso de sus autores.http://mysticalibros.es/

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La Magia de GoshmanPatrick Page y Albert Goshman

Revisado por:Kathy Diamond

Ilustrado por:Paul Butler

Traducido Por:Ricardo Sánchez

MYST I CAl ibr� de magia

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ContenidoConócete a tí mismo por Gabi Pareras 9Mira Debajo del Salero 13Mi Amigo Albert 15

Presentando a Albert Goshman 17Antes de “Magiar” para ti 19Vida y obra de Albert Goshman 23Al Principio 25Palabras Sabias 45

El Acto 51

Preparación 57Salero y Pimentero 61Transposición Plata/Cobre 75La Rutina de Esponjas de A.G. 81Monedas a través de la mesa 91Chink-a-Chink 99La Moneda Clavada 109Winged Silver 113La Moneda bajo el Vaso 121La baraja nudista 133Las Cartas ascendentes 141

Otros Juegos 149

Las Cartas a Través del Periódico 153

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La Carta en el Monedero 163El Vaso a Través de la Mesa 169La Rutina del Bol de A.G. 177Desaparición de diez monedas 185

Técnicas 191

Clink Pass 194Preparación para el empalme 197Cargar una moneda 198Desparición Tankai 199Cambio al lanzar 200Falso depósito al lanzar 201

Palabras finales 203

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9La magia de Albert Goshman

CONÓCETE A TI MISMO por Gabi Pareras

Uno de mis mayores pecados es no haber aprendido idiomas. Pero he crecido rodeado de aficionados que sí podían leer libros de magia en más de un idioma. En todos estos años nadie me ha hablado del contenido de este libro. Y sin embargo, gracias al trabajo de Mysti-ca, acabo de leer las seis ¡SEIS! páginas más sinceras, descarnadas y sabias que recuerdo:

Palabras sabias: “Tu eres la magia.” (Jay Ose)

Sí, porque la magia es un arte encarnado que se realiza en primera persona, siendo cada uno de nosotros marco de nuestra propia obra.

“Debéis centraros en ser únicos.”

Porque el arte no se juzga por comparación ni los artistas compi-ten entre sí. Ser mejor o peor no es relevante en absoluto frente a la diferencia. Ser mejor o peor que otros no tiene el más mínimo valor. Pero ser diferente, distinguirse, lo fundamenta todo.

“Si escribiese una lista con las diez cosas más importantes en un espectáculo de magia, la última de ellas serían los efectos. “

A. Goshman establece aquí el criterio de valor sobre el efecto al modo en que lo hizo el maestro Arturo de Ascanio con la técnica. Un 10% fundamental, pero un 10%.

“El mago profesional hace juegos viejos para público nuevo y el aficionado juegos nuevos para público viejo.”

De nuevo me viene a la mente el maestro Arturo de Ascanio al

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que recuerdo diciendo que hay que envejecer con los juegos.

“La buena magia se construye EN AUSENCIA DE TECNICAS.”

Arturo, Arturo, estas en todas partes, cuando también dices que la técnica perfecta es la técnica que no existe. ¿No es acaso lo mismo?

Insisto, seis páginas que me han estremecido de placer, sucintas, claras y contundentes. Es decir, con las mismas cualidades que la magia de quien las pronuncia-escribe: el genial Albert Goshman.

Con respecto al libro en su totalidad he de decir que desde la primera página me ha absorbido. Toda la primera parte es como una biografía abreviada de la vida de Albert Goshman tan bien na-rrada y ajustada a lo fundamental que no necesitas más para ver e imaginar al personaje y su grandeza. Un tipo sin el barniz de lo so-cialmente correcto, pero de fuerte carácter y lucida inteligencia que nunca se negó a sí mismo. Más bien todo lo contrario. Creo que todo esto se ve claramente reflejado cuando le ves actuar aunque sea en una grabación de dudosa calidad.

Nunca se mira las manos mientras realiza sus pases, sino a ti. Para luego dirigirte al cruzar su mirada con la acción “tramposa”, justa y oportuna, aprovechando cada hueco, cada resquicio, cada momento de breve relajación. Y tu, que no podrás apartar la vista de ese rostro entre desafiante y socarrón, sin darte cuenta, tendrás la atención cautivada. A partir de ese instante, manejará tu mirada con la misma destreza que si fuera una marioneta.

No es ni detallista ni cuidadoso. Los objetos se lanzan de una mano a otra, se tiran sin miramiento sobre el tapete: monedas, cha-pas de bebidas, monturas de monedero, se desparraman sin dibujo ni forma alguna. Encarna como nadie la soltura ascaniana, es decir, la distancia física con la “trampa”.

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Cuando realiza sus monedas a través de la mesa, por ejem-plo, se puede apreciar claramente el modo de concebir sus juegos, nada sobra porque nada está de más. En cada fase final las monedas quedan en la situación inicial justa para realizar la siguiente. Sin retocar, sin recolocar, sin nada. Sencillamente, la rutina continúa en el punto en el que se quedó. Hasta llegar a esa última moneda, la más limpia, clara y contundente última moneda que yo he tenido posibilidad de conocer.

De manera recurrente, ninguna acción es más importante que otra, dejando así que el gesto mágico, traducido en palabras mági-cas como “vete” o “por favor”, adviertan de la desaparición de una moneda tan solo un instante antes de que se produzca, para, inme-diatamente, con sonrisa malintencionada, pasar al efecto siguiente. Su mirada es la imagen misma de la despreocupación, esto es, la distancia psíquica con la “trampa”.

Pero, ¿dónde está la moneda? Basta ahora una mirada a la especta-dora y otra hacia el pimentero (gesto mágico transformado aquí en mirada mágica) para que ésta, sorprendida ante la actitud del mago, advierta de repente que algo ocurre. Tímidamente acerca su mano al pimentero, inclina la cabeza, lo levanta e, incomprensiblemente, una vez más (¿cuántas van?) aparece debajo la moneda desaparecida, sintiendo en esos instantes que el mago que tiene a su lado es un auténtico demonio. No imagina lo que está todavía por llegar.

La interacción con las dos espectadoras que lo circundan es cons-tante, siempre con la complicidad pícara del público. Ellas alucinan y el resto de espectadores goza de esas reacciones, pero en un estado a su vez de asombro constante. La pregunta es ¿cómo reírse de esa complicidad con la boca abierta por el pasmo?

Sabemos que “si escribiese una lista con las diez cosas más impor-

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tantes en un espectáculo de magia, la última de ellas serían los efec-tos. “ La pregunta que cabe hacer es ¿cuál sería la primera que en-cabezaría la lista? Efectivamente, el incomparable Albert Goshman.

¿Cómo es posible hilar un número, todo un acto de magia, al modo de un tapiz: sin parches, sin fisuras, sin remiendos? Solo hay un modo sea cual sea el talento (o talentos) que se pongan en la em-presa: actuando delante del público, sesión tras sesión. Tanta mara-villa es imposible imaginarla en la soledad del artesano que pule sus pases, sus ardides. No es mera cuestión de concepción mágica, sino más bien de experiencia acumulada y fina inteligencia para extraer de ella hasta la última gota.

Por eso mismo, sólo Albert Goshman puede elevar este acto a su máxima expresión mágica y artística porque nace, crece y ma-dura en primera persona, al modo de una segunda piel. Por eso su acto tiene edad, carácter, arrugas, humores. En definida, una vida interior mágica, volcada hacia fuera, hacia el que mira.

Este prólogo se está convirtiendo en un vicio. Seguiría y se-guiría, juego tras juego. Como esa bola inexistente que se pasa de una mano a la otra. Esa moneda al vaso, con el “click, click” que avisa de su mágico regreso. O la coreografía digital con la que pausa su “Chink a chink”. Y esos pañuelos que como una danza del velo adornan cómicamente su versión de la baraja Dévano.

Todo esta en este libro de apenas doscientas páginas. Como un reflejo negro sobre blanco de “una vida traslada al papel”. Sea cual sea su precio, este es su verdadero valor, el valor de toda una vida. ¿Se puede pedir más?

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Mira Debajo del Salero

El Castillo Mágico abrió sus puertas de roble tallado y cristal el 2 de enero de 1963. Era sólo una deteriorada mansión en la que los magos podían charlar y compartir ideas. Cuando abrimos tenía-mos 150 miembros, tres salas restauradas, una barra de bar con seis banquetas, Irma (nuestra pianista invisible) y un grupo de magos dirigidos por el difunto Jay Ose.

Un día, durante el primer año, me encontraba inmerso en una operación de reparación/destrucción de parte del mobiliario de la cocina cuando un compañero con acento de Brooklyn entró ex-plicándome que lo estaba haciendo mal. No parecía un mago. En aquella época todos los magos eran como Mandrake, caballeros elegantes con chaqué de gala, pero este tipo llevaba una camiseta sucia y se presentó como Albert Goshman: “El Panadero que es un Embustero”1. El Hermano Bill le había contratado para impartir la primera conferencia del Castillo Mágico. Me explicó que sabía todo lo que había que saber sobre cocinas ya que había sido panadero en Brooklyn. Me dijo que hacía magia con chapas de botella y saleros. Obviamente Albert nunca encajaría en la elegancia Victoriana y so-fisticada del Castillo. ¡Qué locura!

Albert Goshman terminó extendiendo su visita al Castillo desde la dos semanas que tenía planeadas a, más o menos, veintidós años convirtiéndose en uno de los magos de cerca más importantes del Castillo Mágico y del mundo. Transformó su habilidad con las bo-las de esponja en algo grande... ¡una pequeña fábrica que producía esponjas, narices de payaso... y dinero! Goshman dejó de amasar

1 “The Baker who is a Faker” en el original.

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pasta en Brooklyn para conseguir “una pasta” en Hollywood.

Como mago, Albert es un perfeccionista que nunca deja de tra-bajar en su espectáculo. Su teatro es el tapete, él es la estrella y sus manos sus asistentes... ¡un gran reparto! Me enorgullece presentarte al único e irrepetible... ALBERT GOSHMAN... una leyenda de la magia moderna y un gran amigo.

Milt larsen

15 Abril de 1985

Hollywood California.

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Mi Amigo Albert

Muchos magos sólo tienen sus efectos, pero Albert tiene su per-sonalidad. Y no sólo tiene eso, también su timming, misdirección y comunicación con los espectadores es excelente.

Es imposible hacer un juego una vez y que salga bien. Tienes que hacerlo una y otra vez hasta que fluya solo y tenga continuidad; tienes que hacerlo miles de veces hasta que salga sin pensar. Albert lleva haciendo el mismo acto tanto tiempo que no necesita pensar. Puede tener la cabeza en otro sitio distinto y, aún así, llevar a cabo su espectáculo sin problemas. Éste es el único modo de convertirse en un buen mago. Fred Kaps era un gran mago que admiraba mucho a Albert Goshman y señalaba lo impresionante que era ver cómo, repitiendo constantemente los mismos efectos, se podía llegar a per-feccionarlos.

Cuando era joven, Albert Goshman acudió a un congreso en Co-len, Michigan. Allí se encontraba también un reportero del New York Times que nunca había estado en un congreso de magos y que tenía que escribir un reportaje. Este hombre se fue diciendo que había visto a adultos jugando con dedales y pañuelos pero que, sin embargo, se había encontrado con algo único: un panadero que hacía magia y que era capaz de convertir una moneda de cobre en plata. Escribió en su artículo que deberían llevarse a Albert Gosh-man a Washington.

Desde entonces, Albert se labró una reputación y la gente comen-zó a conocerlo a través de sus monedas, esponjas y buena magia. Tomó un juego de El Arte de la Magia de T. Nelson Downs en el que una moneda aparecía bajo un objeto de la mesa y lo convirtió

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en una preciosa rutina utilizando sólo dos objetos: un salero y un pimentero. Aquello se convirtió en su sello de identidad.

Estoy seguro de que cualquier mago haría bien en estudiar su espectáculo para aprender cómo se construye un fantástico acto de magia de cerca.

Dai Vernon

Marzo de 1985

Hollywood, California

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Presentando a Albert Goshman

Debe haber poca gente en el mundo, entre los interesados en la magia, que nunca hayan oído hablar de Albert. Es una de esas per-sonas que encajan perfectamente como “personajes” de cuento. En la vida real es el personaje protagonista de muchas anécdotas que se han propagado por el mundo de la magia. La mayoría de ellas son ciertas, aunque se hayan adornado con algún detallito para embelle-cerlas y pulirlas hasta hacerlas tan increíbles que, ni el mejor cuenta cuentos, podría imaginarlas.

Albert es mi amigo aunque vivamos a más de 8.000 kilómetros de distancia. Como el mundo se hace cada día más pequeño, de vez en cuando tenemos la oportunidad de vernos y en cada ocasión le admiro un poco más.

Oigo una y otra vez (desde hace más de cincuenta años) que “los verdaderos artesanos están desapareciendo” referido, casi siempre, a alfareros, ebanistas o cualquier otra ocupación de las que asociamos a la artesanía. Sin embargo, la misma expresión no puede aplicarse (por mucho que digan algunos veteranos) a las profesiones teatrales. Realmente hay gente que podría sacar los colores a cualquier leyen-da del pasado o cantantes cuyas voces maravillarían a los expertos de otras épocas. Ese es el lugar que habita Albert Goshman.

Albert es un verdadero artesano en la profesión que ha escogido: la magia de cerca. No por los escenarios, las luces, la orquesta o las grandes letras en marquesinas. Tampoco por la escandalosa adula-ción de los jóvenes admiradores clamando por un autógrafo o la desproporcionada atención de mujeres maduras tratando de revivir un pasado que probablemente nunca haya existido.

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No, Albert nunca ha experimentado nada de esto. Sus recompen-sas siempre se han encontrado en el “cara a cara” cuando quién le ha contratado le entrega el cheque y le estrecha la mano mientras dice algo así como: “Fantástico”, “Increible” o “Eres el mejor”. Al-bert siempre ha gozado de la satisfacción de saber que hablaban con sinceridad.

Ha habido cientos... no... miles de magos que se han ganado la vida engañando a los espectadores de un modo u otro pero los ver-daderos profesionales de la magia de cerca se pueden contar con los dedos de una mano. Albert no es el primer profesional de la magia de cerca; hay otros que anduvieron el mismo camino mucho antes, pero ninguno alcanzó la misma fama.

La fama de Albert es otra cosa a tener en cuenta. ¿Cuántos magos han recorrido el mundo con un puñado de juegos que caben en un bolsillo? He conocido a muchos magos viajeros que dicen que estos pequeños efectos les han abierto muchas puertas. Albert, sin embargo, viaja específicamente para hacer sus “pequeños efectos”. Nadie hace magia de cerca como Goshman. Él es quien, casi indivi-dualmente, ha conseguido convertir la magia hecha en una mesa en algo comparable a un evento teatral. Cuando un grupo de profanos se sienta alrededor de una mesa con Albert saben que están en pre-sencia de un Maestro y lo reconocen pagando dinero por tener el privilegio de sentarse con él.

En las páginas que siguen, querido lector, encontrarás los cómos y por qués de la magia de Albert y eso también es un privilegio.

Patrick Page

Londres, 1980

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Antes de “Magiar” para ti

Hace mucho tiempo que conozco a Patrick Page. Nuestro primer encuentro fue puramente casual en un ascensor subiendo a Tan-nen´s en Nueva York.

La vida está llena de felices coincidencias y nuestro segundo en-cuentro pareció estar predestinado. Fue en mi primer viaje a Lon-dres. Llegué tarde y tomé el autobús desde el aeropuerto hacia el centro. Estaba allí porque había enviado una factura a Harry Stan-ley y ni la había ingresado ni contestaba mis cartas. Como era tarde, le pedí al taxista que me buscara un hotel cerca de Stanley´s Unique Magic Studio para poder ir a la tienda lo antes posible a la mañana siguiente.

Estuvimos dando vueltas mucho tiempo, lo que en aquella épo-ca no era un problema puesto que los taxis eran muy baratos. Al final encontramos habitación en un hotel de una pequeña calle a un precio desorbitado. Por la mañana busqué un teléfono público y decidí llamar primero a Davenport and Company ya que había conocido a Betty Davenport hacía unos años en un congreso en Estados Unidos. Por casualidad, fue Pat Page quien contestó el telé-fono y me preguntó que desde dónde llamaba. Una pegatina en la cabina de teléfono me indicó que estaba frente al Museo Británico. Pat me dijo que cruzara la calle y caminase un poco hacia la derecha hasta encontrar Davenport´s. El taxista y yo nos habíamos recorrido todo el área metropolitana de Londres para terminar a sólo unos cientos de metros de Davenport´s.

Durante mucho tiempo viajé a Londres aproximadamente cuatro veces al año. Pat dejó Davenport´s y se dedicó a la magia a tiempo

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completo. Al mismo tiempo comenzó junto a Vic Pinto a producir cintas de vídeo y de audio con el nombre de “Sounds of Magic”. Grabé para ellos una cinta de audio llamada “Confesiones de un Fabricante de Bolas de Esponja”. Pat me dijo que fue la cinta que mejor se vendió de todas y eso que no tenía juegos de magia, sólo mis reflexiones sobre el arte de actuar.

A lo largo de los años Pat escribió varios libros de magia con bue-nos resultados y el éxito de la cinta nos dio la idea de trabajar en un libro con la vida y magia de Albert Goshman. Durante los tres años siguientes, en cada viaje a Inglaterra, Pat pasaba a recogerme al hotel para grabar en cinta de audio los juegos que le iba haciendo.

A principios de 1980 Pat me envió un manuscrito listo para ser editado. Estuvo sobre mi mesa unos cuatro años porque tenía la absurda idea de corregirlo y editarlo yo mismo. Sin embargo, yo tenía un negocio que mantener a diario y llegaba a casa demasiado cansado para trabajar en el libro.

Un día le dije, medio en broma, a Kathy Diamond que se podía encargar de editar y corregir el libro ella misma, ya que se dedicaba profesionalmente a la magia en Los Ángeles. Resultó que había es-tudiado literatura en la universidad y era capaz de teclear a una ve-locidad endemoniada. El trabajo de edición fue mucho más duro de lo que esperábamos en un principio. El espectáculo había cambiado desde que Pat escribiera el manuscrito; además había coloquialis-mos británicos y diferencias de gramática que debían ser corregidas. El espectáculo es bastante complejo y, como muchas cosas debían hacerse al mismo tiempo, se habían colado varios errores debido al tiempo transcurrido entre que Pat me viera hacer los juegos y pu-diese describirlos.

Kathy vino a casa a diario durante casi seis meses y rehicimos el

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manuscrito desde el principio. También aproveché para añadir al-gunas cosas que no estaban en el original (La desaparición silenciosa de diez monedas y mi versión del vaso que atraviesa la mesa). El Chink-A-Chink y la rutina de esponjas tuvieron que ser comple-tamente reescritos y tuvimos que actualizar Las Carta a Través del Periódico y la Carta en el Monedero porque habían sido extraídas de unas antiguas notas de conferencia. Kathy también escribió la introducción del espectáculo y el capítulo de técnicas.

Paul Butler se nos unió cerca del final del proyecto para hacer las ilustraciones. Él es quien ilustra en la revista Genii y tiene en su haber las ilustraciones de otros libros de magia.

También quiero darle las gracias a mi mujer Dorothy que aguanta largos periodos de soledad forzosa mientras recorro el mundo con mis tonterías y sin la cual, nunca podría haber escrito este libro.

Así que, querido lector, tienes en tus manos una versión actuali-zada de mi espectáculo: Magic by Gosh.

Albert Goshman

29 Abril 1985

Los Ángeles, California

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Vida y obra de Albert Goshman

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25La magia de Albert Goshman

Al Principio

Si sólo te interesan los efectos no es necesario que leas este capí-tulo. No hay juegos, técnicas o milagros, sólo una pequeña reseña sobre la vida de Albert Goshman. La mayoría de la información fue compilada en un periodo de muchos años mediante conversaciones mantenidas a lo largo del mundo, otras cosas han llegado a través de sus amigos y todos los detalles familiares provienen del propio Albert.

Harry Philip Goshman, un inmigrante polaco, se casó en 1919 con Minnie Herskowitz, una inmigrante Húngara. La boda tuvo lugar en Nueva York. Su descendencia, en orden de aparición, fue Albert, Charles, Hyman, Melvin y Lily. Goshman senior, conocido por sus amigos como H.P., era panadero.

Aunque su apellido era Goshman, Albert descubrió que tenía un tío en Sudamérica que se apellidaba Goshminsky. Parece que, al igual que otros miles de inmigrantes, el padre de Albert cambió su nombre al llegar a Estados Unidos.

La afición por la magia de Albert comenzó una tarde cuando te-nía alrededor de trece años. En aquella época era un niño tímido e introvertido que no sabía qué hacer o decir cuando se encontraba con el resto de niños del vecindario. Le invitaron a una fiesta y, en palabras de Albert; “Un listillo hizo que una moneda desapareciera y volviera a aparecer”, convirtiéndose en el centro de atención. A Albert le gustó lo que vio y comenzó a recopilar toda la información mágica que pudo, principalmente de cómics y revistas infantiles. Llegó incluso actuar durante un concierto del instituto... un día que a Albert le gustaría no recordar.

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Los días de estudiante pasaron y dejó el colegio para ayudar en la panadería de sus padres, en la que permaneció hasta 1941, año en el que Estados Unidos estaba a punto de entrar de lleno en una guerra que causaba estragos en Europa. Albert no pudo entrar en el ejército al ser rechazado por causas médicas pero aún así decidió ayudar como pudiese. Se fue a Buffalo para trabajar manejando una máquina en la Curtis Wright Aeronautical Company desde las cua-tro de la tarde hasta medianoche, cinco días a la semana.

Ahí estaba, con veinte años, en una ciudad desconocida y rodea-do de desconocidos, sin nada que hacer en su tiempo libre. Vivía en un ático en los extrarradios de la ciudad y, cada noche, al terminar de trabajar se iba a la cama, se levantaba tarde, comía y volvía al tra-bajo, lo que rápidamente se convirtió en algo demasiado aburrido.

Tras unas semanas de rutina, Albert decidió que había llegado el momento de explorar la ciudad de Buffalo. Comenzó a levantarse un poco más temprano para poder pasear durante unas horas antes del trabajo y, durante una de sus expediciones, descubrió una tien-da de libros usados. Albert disfrutaba rebuscando en las estanterías cuando encontró un libro de juegos de cartas de Howard Thurston. Lo compró por 25 centavos y pasó los siguientes meses estudiándo-lo concienzudamente, junto a otros libros que encontró en la misma librería. Parecía que la pequeña chispa de su infancia seguía viva y estaba a punto de convertirse en una gran llamarada.

Albert dedicó seis meses a practicar diligentemente antes de darse cuenta de que no sería capaz de llegar a hacer un salto realmente invisible. Esto fue años antes de descubrir que la mayoría de los afi-cionados tampoco serían capaces de hacerlo. Sin embargo, el insec-to de la magia ya había picado y Goshamn estaba completamente inmerso en su afición.

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Varios meses después Albert decidió abandonar la fábrica de Cur-tis Wright y volver a Nueva York, donde descubrió una tienda de magia llamada Holden´s (West 42nd Street). Convenció a su herma-na Lily para que le acompañase en su primera visita y no tardó en convertirse en un adicto: “Probablemente compré todos los trucos de 25 centavos que tenían en el catálogo y la mayoría de ellos fueron tremendamente decepcionantes. Un día compré La Cerilla Flotan-te, un pedazo de alambre con un bucle en un extremo y una punta en el otro. Lo tiré inmediatamente”.

Albert se convirtió en un asiduo de Holden´s y no tardó mucho tiempo en descubrir otra tienda, la de Stuart Robson. Un día, al sa-lir de Holden´s, decidió pasar a ver el ambiente de Robson´s Magic Shop pero, para su sorpresa, al llegar descubrió a la misma gente que veía en Holden´s. Poco tiempo después Lou Tannen abrió su tienda y Goshman disfrutó de tres locales distintos para visitar cada sábado.

A partir de entonces, Albert vivió un sueño. Trabajaba durante toda la semana en la panadería para unirse los sábados a sus amigos aficionados a la magia para hacer la ronda de tiendas, desde Hol-den´s a Tannen´s pasando por Robson´s con algún viaje ocasional al centro para visitar la legendaria tienda de Al Flosso. Cuando ter-minaban su peregrinaje se reunían como una bandada de cuervos en la cafetería de la calle 42 para diseccionar juegos, magos y ambiente mágico de una forma que recordaba más al Marqués de Sade que a un grupo de aficionados.

Lo que ni Albert ni sus amigos sabían es que estaban recorriendo un camino muy antiguo. En ese mismo instante, grupos de aficio-nados estaban haciendo lo mismo en prácticamente todas las gran-des ciudades del mundo. Albert y sus amigos eran unos “locos de la magia” que no se diferenciaban de cualquier grupo de fanáticos de

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su hobbie.

Las visitas a los teatros locales de variedades eran obligatorias siempre que tuvieran a un mago en el programa ya que, en aquella época, los magos aficionados sentían un temor reverencial ante los magos profesionales. La idea de vivir de algo que amaban tanto como la magia parecía un sueño imposible, aunque en algunos ca-sos llegó a realizarse.

La cadena de cines Loewe comenzó a programar un concurso de magia semanal para aficionados, cada vez en un teatro distinto. El presentador era Louis Zingone y, como nunca conseguía suficientes participantes, Zingone ofrecía la enorme suma de “dos dólares” a la tropa de magos locales para hacerse pasar por aficionados. Albert compitió con dos efectos: la Nieve China y las Cuchillas de Afeitar Tragadas aunque nunca llegó a ganar. Entre los premios se encon-traban discos de 78 revoluciones con juegos de cartas automáticos.

Albert se unió a un grupo mágico organizado por el Departamen-to de Parques Urbanos de Nueva York y dirigido por “Doc.” Abe Hurwitz (padre del ventriloquista Shari Lewis). El grupo se formó para apartar a los chicos de la calle mediante el único sistema que Hurwitz conocía: enseñarles algunos juegos de magia. Además de a Shari Lewis, Albert recuerda a algunos de esos chicos que llegaron a ser conocidos: Bill Simon, Jerry Bergman, Frank Garcia y Ken Krenzel.

El 15 de septiembre de 1946 fue un gran día para la vida de Al-bert. Dorothy Lipsius se convirtió en la señora Goshman (y sigue siéndolo a día de hoy). Aquello no cambió la vida de Albert que siguió trabajando en la panadería de su padre y haciendo magia. En los años siguientes tuvieron cuatro hijos: Marylin, Larry, Robert y Steven.

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Albert continuó trabajando en su magia sin saber que estaba construyendo los cimientos de lo que llegaría a ser una exitosa ca-rrera mágica. Durante este periodo de crecimiento pensaba que sa-bía todo lo que había que saber sobre magia y era, en sus propias palabras, “El bastardo más crítico vivo.”

En 1960 las cosas empezaron a torcerse en la vida de Albert. El negocio de la panadería no funcionaba y él y sus hermanos termina-ron disolviendo el negocio que su padre había levantado hacía tan-tos años. En aquel momento tenían tres panaderías y tuvieron que vender una de ellas para obtener liquidez. Sus hermanos Hyman y Melvin se quedaron una de las tiendas y Albert se convirtió en el dueño de la panadería original de su padre en Nostrand Avenue, Brooklyn.

En lugar de mejorar, todo empeoró. La panadería dejó de dar dinero y tuvo que ser cerrada. En aquel momento Albert tenía mu-jer, cuatro hijos pequeños y la obligación de mantenerlos. En los meses siguientes hizo todo lo que estuvo en su mano para conseguir dinero: vendió seguros, hizo fotgrafías de bebés, vendió helados y trabajó para la Don Company vendiendo equipamiento para res-taurantes. Le enviaron una semana a Philadelphia para formarse y cuando volvió, se suponía que tenía que comenzar a enviar pedidos. En su lugar, Albert se fue a dar una conferencia de magia a Buffalo, llegó tarde a Nueva York y fue despedido.

Después trabajó como comercial para una panificadora. Tras unas semanas de trabajo no había conseguido ni un solo pedido y fue nuevamente despedido. Todo iba de mal en peor. Daba igual lo que hiciera, nunca conseguía el dinero suficiente para pagar las facturas.

Tuvo que replantearse su situación, que era desesperada. Tenía mujer e hijos pero no dinero, trabajo o proyectos. Sólo le quedaba


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