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Lacunza Heraldo Del Segundo Advenimiento - Alfredo Felix Vaucher

Date post: 14-Oct-2015
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El Dr. Vaucher ha realizado una encomiable investigación en América y Europa, sobre la vida y obra del sacerdote jesuita Manuel de Lacunza y Díaz, quien en 1790 culminó los tres tomos de su obra: La Venida del Mesías en gloria y majestad, libro que fuera transformándose en una de las mayores influencias del gran desarrollo del milenarismo ocurrido en el siglo XIX. El estudio del Dr. Vaucher dio con la primera publicación de su trabajo en 1941, en Francia, y en 1993 se publicó un suplemento. En 1968 apareció una última edición revisada, también en francés. La presente publicación ha sido preparada con el material del Dr. Vaucher y publicada en forma de artículos en la revista Adventista El Centinela de Agosto de 1967 a Agosto de 1969.
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LACUNZA, un Heraldo de la Segunda Venida de Cristo Dr. Alfredo Félix Vaucher Versión digital editada por:
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  • LACUNZA, un Heraldode la Segunda Venida

    de Cristo

    Dr. Alfredo Flix Vaucher

    Versin digitaleditada por:

  • LACUNZA, un Heraldo de la Segunda Venida

    de Cristo

  • LACUNZA, un Heraldo de la Segunda Venida

    de Cristo

    Dr. Alfredo Flix Vaucher

  • Edita

    AEGUAEGarcia i Fria, 57-59, 4, 2

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    PUBLICACIONES INTERAMERICANAS,divisin hispana de la Pacific Press Publishing Association.

    1350 Villa Street, Mountain ViewCalifornia 94040, EE.UU. de N. A.

    2005, Aula7activa-AEGUAE, en versin digital para todo el mundoDepsito Legal: B-13024-2005

    NDICE

    Captulo 1:El jesuita Manuel de Lacunza y Daz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...9

    Captulo 2:El memorial de Manuel Lacunza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..13

    Captulo 3:Contenido de la famosa obra de Lacunza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...17

    Captulo 4:El mtodo exegtico y el sistema de Lacunza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .21

    Captulo 5:Extractos y anlisis de la obra de Lacunza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 27

    Captulo 6:Diversas ediciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..28

    Captulo 7:Las traducciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 32

    Captulo 8:Los precursores de Lacunza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36

    Captulo 9:Reacciones ante la obra de Lacunza. Acogida y polmicas en Italia . . . . . . . . . . 40

    Captulo 10:Reacciones ante la obra de Lacunza en Francia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..45

    Captulo 11:Recibimiento de la obra de Lacunza en Inglaterra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

    Captulo 12:Resonancias de la obra de Lacunza en Estados Unidos y Alemania . . . . . . . . . . 52

    Captulo 13:La venida del Mesas llega a los Pases Bajos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

  • Captulo 14:La obra de Lacunza en Espaa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58

    Captulo 15:Recepcin dada a La venida del Mesas en Amrica Latina. I . . . . . .. . .. . .. . . .. 63

    Captulo 16:La venida del Mesas en Amrica Latina. II . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . ... 67

    Captulo 17:Acogida y polmicas en Amrica Latina. III . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . ..71

    Captulo 18:La Inquisicin . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .76

    Captulo 19:La Congregacin del ndice . . . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..81

    Captulo 20:La influencia de Lacunza . . . . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. . 85

    7

    PREFACIOEl Dr. Alfredo Flix Vaucher ha realizado una encomiable investigacin,en Amrica y Europa, sobre la vida y la obra del sacerdote jesuita Manuelde Lacunza y Daz. La primera publicacin de su trabajo apareci en1941, en Francia, y en 1993 se public un suplemento. En 1968 apa-reci una ltima edicin revisada, tambin en francs. La Revista Chilenade Historia y Geografa, en su edicin de enero-junio de 1951 publicuna traduccin de 60 pginas del libro del Dr. Vaucher.

    Transcribimos dos de los comentarios aparecidos en diversasrevistas sobre la obra que nos ocupa:

    ...Vaucher conoce el mtodo histrico, ha realizado una diligen-te y detallada investigacin en las fuentes mismas, y ha hecho unaexposicin completa de la obra [de Lacunza] en su naturaleza, sustraducciones y extractos, sus vicisitudes gloriosas y humillantes; y to-do esto con una riqueza de informacin que da testimonio de una pa-ciencia infinita y de un juicio crtico excelente (Pietro Franceschini,profesor de la Universidad Gregoriana, en La Civilt Cattolica, 6 denoviembre de 1943, pg. 183).

    ...La obra del Sr. Vaucher es la ms profunda y completa que sehaya escrito sobre el gran jesuita chileno, y merece ser traducida eimpresa en Chile... La bibliografa dada por Vaucher constituye unafuente inagotable para el investigador, y la descripcin de las diver-sas ediciones de La Venida del Mesas es la ms completa que co-nozco (Carl H. Schaible, en Revista Chilena de Historia y Geografa,enero-junio de 1948, pg. 264).

    El Dr. Vaucher ha sido profesor y director en el Seminario Adventistade Salve, Collonges, Francia. La Universidad Andrews, de BerrienSprings, Mchigan, EE.UU., le confiri el ttulo de doctor honoris cau-sa. Actualmente goza de un merecido retiro en Suiza.

    Publicaciones Interamericanas se complace en presentar al p-blico la presente obra con el material preparado por el Dr. Vaucher ypublicado en forma de artculos en la revista El Centinela de agostode 1967 a agosto de 1969

    LOS EDITORES

  • 9CAPTULO 1

    El jesuita Manuel de Lacunza y Daz

    (NOTICIA BIOGRFICA)

    MANUEL DE LACUNZA Y DAZ naci en Santiago de Chile, el 19 dejulio de 1731.1 Su padre, don Carlos, hijo de don Juan y doa BernardaIziaurris se haba desposado en primeras nupcias con doa BernardaCortina. Al enviudar, contrajo el segundo matrimonio, en 1730, condoa Josefa Daz y Durn, hija de don Manuel Daz y Montero y deRafaela Durn Ravaneda.2 El casamiento de estos ltimos tuvo lugaren 1715. Don Carlos de Lacunza era originario de la villa de Artajona,Navarra Perteneca a una familia noble, pero pobre. Muri en 1740.3

    Dos tos maternos de Lacunza eran monjes: uno, Manuel DazDurn, franciscano; el otro. Diego, jesuita. Dos tas eran religiosas:Clara, carmelita; Rosa, capuchina.

    Despus de la muerte de don Carlos, el abuelo materno se ocupde la educacin del pequeo Manuel. Lo hizo entrar en agosto de1741 en el colegio de San Francisco Javier, perteneciente a los je-suitas.

    El 7 de septiembre de 1747, Lacunza fue admitido en la Compaade Jess. Despus de un noviciado de dos aos, pronunci sus vo-tos, fijando su residencia durante cinco meses en el colegio deBucalemu, no lejos de Santiago. Sus superiores, queriendo darle lec-ciones de teologa y de moral, lo llamaron a la capital. Entr en el co-legio de San Pablo, en 1754, y realiz un segundo noviciado. Al aosiguiente recibi la ordenacin sacerdotal. La profesin solemne delos cuatro votos ocurri el 2 de febrero de 1766.

  • manuscrito haba sido sometido al examen del Consejo de Indias, pa-ra obtener autorizacin de imprimirlo.

    Tenemos pocas informaciones sobre el empleo del tiempo del P.Lacunza durante los ltimos aos de su vida. Hervs y Panduro de-ca en 1794, hablando de nuestro autor: Escribe actualmente sobrela primera venida del Mesas.10 Este trabajo ha perecido. Una cartadirigida a Jos Valdivieso,11 entonces establecido en Rvena, paraanunciarle el deceso de Lacunza, dice que ste haba quemado suspapeles antes de morir. La carta est firmada por Pedro Snchez,12

    y est fechada en mola, el 26 de junio de 1801. Sin duda, Lacunzano quera dar al pblico una obra inconclusa, de la cual no estaba sa-tisfecho.

    En 1799, el rey de Espaa autoriz a los jesuitas desterrados avolver a sus respectivos pases de origen. La Audiencia de Santiagoenvi al P. Lacunza una suma de 400 pesos para su viaje de retorno.Pero Lacunza debi morir sin ver otra vez su tierra natal. En la ma-ana del 18 de junio de 1801, se hall su cadver en un foso al bor-de del ro Santerno, que corre cerca de la ciudad de mola, antes dedesembocar en el Reno. La vspera, durante su paseo habitual,Lacunza haba expirado en ese lugar, solo y sin socorro. Haba po-ca agua en el foso. Se supone que sufri un ataque de apopleja, osimplemente un malestar seguido de asfixia.13 El cuerpo fue trans-portado al domicilio y sepultado en la iglesia del Po Sufragio. Comoel edificio fue sometido a restauraciones en 1888, ninguna inscripcinevoca el recuerdo del P. Lacunza.14

    (1) Francisco Mateos, Revista Chilena de Historia y Geografa, Santiago, 1er.sem., 1950, pgs. 136, 137, otros dan la fecha 17 de junio. (2) Rafaela Durn(m. 1790), hija de Diego Durn (m. 1729). Juan Luis Espejo Tapia, RevistaChilena de Historia y Geografa, Santiago, 1er. trim., 1914, pgs. 200-203,207. Enciclopedia herldica y genealgica hispanoamericana (Alberto y ArturoGarca Carraffa), tomo 48, Madrid, 1933. (3) Jos Toribio Medina Zavala,Diccionario biogrfico de Chile, pg. 441, Santiago 1906. Guillermo de laCuadra Gormaz, Origen de doscientas familias coloniales de Santiago, pg.113, Santiago, 1948-1949. (4) Alfonso Martnez Carrasco, La expulsin delos jesuitas, Madrid, 1932. (5) Antonio Madariaga, Jesuitas expulsos de Espaaliteratos en Italia, Salamanca, 1897. Giuseppe Mazzini, Gesuiti Cileni in ImolaBolonia, 1937. (6) Diego Agustn Barros Arana, Historia jeneral de Chile, to-

    1110

    En 1767, los jesuitas, que ya haban sido echados de Francia yPortugal, fueron expulsados de Espaa y de todas las posesiones es-paolas.4 Ninguna nacin quera recibir a los proscriptos, y por esose los transport a los Estados Pontificios. Los de Chile, arrestadosel 26 de agosto de 1767, llegaron a Italia, despus de un largo viaje,y se establecieron en mola, que actualmente se halla cerca de la l-nea frrea de Miln-Ancona, a 35 km al sudeste de Bolonia. Los pri-meros contingentes hicieron su entrada en septiembre de 1768; losdems, en la primavera siguiente.5

    Qu recursos tena el padre Lacunza? El rey de Espaa le hacapagar, con cierta regularidad, como a todos los jesuitas desterra-dos, una modesta pensin. Lacunza gozaba igualmente de un redu-cido beneficio eclesistico en Chile. Finalmente, su familia le hacaparticipar de rentas comerciales, y le enviaba de tanto en tanto algnsocorro financiero.6

    Viendo que su exilio corra el riesgo de prolongarse indefinida-mente, Lacunza busc la soledad, propicia para meditar, y se dedi-c al estudio de las Santas Escrituras. A medida que avanzaba ensus investigaciones, los comentarios del Apocalipsis, a los cuales te-na acceso, le parecan cada vez ms insuficientes, y considerabacon espanto la separacin existente entre su propio sistema y losque eran corrientes en su poca. Hubiera renunciado a proseguir sutrabajo, nos dice Mazzotti,7 si el crdito de su confesor y de muchossabios a los cuales consult, no le hubiera hecho acallar sus escr-pulos.

    Lacunza dictaba sus reflexiones a un secretario, el P. Juan JosGonzlez Carvajal y Vargas (1739-1822).8 Suceda frecuentementeque interrumpa el dictado para obtener mediante la oracin la solu-cin de un problema de exgesis. Podemos decir que deba ms asus rodillas que a su cerebro.

    Hacia el ao 1775, Lacunza se puso a la obra, alrededor de dosaos despus de la extincin de la Compaa. La redaccin definiti-va debi comenzar una decena de aos ms tarde, porque en su pr-logo Lacunza menciona la inclusin en el ndice de la obra de Zoppi9

    sobre la segunda poca de la Iglesia. La obra de Lacunza qued ter-minada en 1790. Sin embargo, desde el ao precedente, un ejemplar

  • CAPTULO 2

    El Memorial de Manuel Lacunza

    El memorial con que Lacunza contest a los reque-rimientos de Antonio Porlier, Ministro de Gracia y Justicia,

    es un documento de gran valor histrico y literario. Es,adems, uno de los pocos de carcter autobiogrfico que

    nos queda del laborioso jesuita.1

    CARLOS III se haba propuesto de tal manera estimular la actividadliteraria de los jesuitas desterrados, que les asegur que premiarasus desvelos. Orden que no se pusieran trabas a la publicacin desus obras y ofreci duplicarles las pensiones vitalicias de que goza-ban.2 He aqu, con ortografa actualizada, la notable carta del P.Lacunza al ministro Porlier:

    mola, noviembre 22 de 1788.

    Excelentsimo Seor:

    Con la carta de V. Exc. del 9 de octubre que nos ha comunicadoa los americanos el seor comisario don Luis Gneco, me animo yotambin, y me tomo la libertad, entre otros muchos, que podran ha-cerlo, de presentarme delante de V. Exc. por medio de este simple,humilde, y respetuoso memorial.

    Yo, Seor, he ocupado mi tiempo en Italia en el estudio formal, ymeditacin atenta de la Biblia Sagrada, y de toda suerte de escrito-res eclesisticos, que o la han interpretado, o hablado sobre ella.En este estudio y meditacin de muchos aos, he hecho en fin, conla ayuda de Dios, algunos descubrimientos (a mi pobre juicio, y al jui-

    1312

    mo VII, pg. 569, Santiago 1886. Medina, Noticias bio-bibliogrficas de losjesuitas expulsos de Amrica en 1767, pg. 184, Santiago, 1914. (7) GiuseppeCristino Mazzotti (1759-1825), obispo de Tvoli, 1818-1820, de Cervia,1820-1825 tradujo el libro de Lacunza sobre la segunda venida de Jesucristodel castellano al italiano, en 1809, mientras era cura en Rvena. (8) EnriqueTorres Saldamando, Los ttulos de Castilla en las familias de Chile, I, pg. 46,Santiago, 1894. (9) Giuseppe Zoppi, dominicano y jansenista, L Epoca se-conda della Chiesa, Lugano, 1781. ndice de los libros prohibidos, por de-creto del 20 de enero de 1783. (10) Lorenzo Hervs y Panduro (1735-1809),Biblioteca jesutico-espaola de escritores que han florecido por siete lustros,Roma, 1794, manuscrito del Colegio de Loyola, Azpeitia, Espaa. (11) JosValdivieso (1735-1828), jesuita ecuatoriano, autor de una Carta apologticaen defensa de la obra de Juan Josafat Ben Ezra (Lacunza), Mjico, 1824;Londres, 1826. (12) Archivo de la provincia de Toledo, Colegio de Chamartnde la Rosa, Madrid. Francisco Mateos, Razn y fe, pgs. 353, 354 Madrid,1943. (13) Pedro Pasos (1743-1839), Elenco dei Gesuiti espulsi dal Cile emorti in Imola, o altrove, dal 1767 al 1835, pg 10, manuscrito de la Bibliotecacomunal de mola. (14) Alfredo Flix Vaucher, Une clbrit oublie, 1941,pgs 27-33. Trad. Hctor Marcelo Hammerly Peverini, Revista Chilena deHistoria y Geografa, Santiago, 1er. sem., 1951, pgs. 69-76.

  • o contraria a alguna verdad conocida, en este caso de que no des-espero, yo me presentara a los pies de V. Exc. con toda seguridad,y no dudara de pedir humilde, e instantemente su proteccin, no yasolamente como a un hombre sabio, sino como a un ministro real,constituido en alta dignidad, cuya bondad y beneficencia sin ejemplarhasta ahora empezamos a experimentar con admiracin, y con el msprofundo reconocimiento, principalmente los americanos.

    La obra la envo a V. Exc. en nuestro idioma espaol, pues en lla escrib. La tengo tambin traducida por otro en buen latn, en aten-cin al escrpulo de algunos, a quienes parece todava una especiede sacrilegio escribir de cosas tan sagradas en otra lengua, que enla que tienen por sagrada; como si todos los antiguos Padres y es-critores eclesisticos, griegos y latinos, hubiesen escrito en otra len-gua que en la suya propia; como si el gran Bossuet no hubiese es-crito su exposicin del Apocalipsis en francs; como si tantos otrosescritores franceses e italianos, etc., no sirviesen cada da a su pa-tria, con toda suerte de escritos bien sagrados en su propio idioma;como si, en fin, la lengua espaola debiese sola ser exceptuada deesta natural libertad...

    Suplico por ltimo a V. Exc., que si acaso los jueces que V. Exc.sealare para el examen de este escrito me fuesen de algn modocontrarios, se me d traslado de sus reparos; digo si stos son sus-tanciales, y dignos de alguna consideracin y no palabras vacas, oargumentos que no salen de la misma cuestin; pues de esta espe-cie de argumentos, que nada prueban, ya yo estoy lleno por ac, ycansado de satisfacerlos.

    En suma, yo pongo a los pies de V. Exc. y abandono enteramen-te a su disposicin ese pobre hurfano... ste no puede, Seor, com-parecer con vuestra presencia con aquel traje civil, ni con aquellos or-namentos naturales, o artificiales, que son tan del gusto de nuestrosiglo; pero al fin, en falta de todo esto, lleva muchas verdades, las cua-les, yo s bien, por dondequiera que se hallen, y sean las que fue-ren, son siempre estimables, y siempre hallan buena acogida entre losque aman la sabidura. Nuestro Seor guarde a V. Exc. muchos aos.

    Su humilde siervo, y capelln, Manuel Lacunza, natural de Santiagode Chile.3

    15

    cio de muchas personas doctas y sensatas), descubrimientos nue-vos, verdaderos, slidos, innegables, y de grandsima importancia.

    Sobre stos tengo escrita una obra, en que propongo a los sabiosotro sistema escriturario diverssimo del que han seguido hasta aho-ra los doctores, en el cual se entienden al punto, y se entienden consuma facilidad, en su propio y natural sentido, todas las Escrituras;esto es, los Profetas, los Salmos, los Evangelios, los escritos de losapstoles, el Apocalipsis, etc., sin que sea necesario el recurso a sen-tidos arbitrarios, violentos, impropsimos, que no pueden satisfacer aun hombre racional, que desea y busca la verdad, por ms que sepresenten escoltados de un ejrcito terrible, por numeroso, de escri-tores catlicos, doctos y pos; pues todos han partido del mismo prin-cipio, y seguido el mismo camino.

    Para explicarme con ms libertad y claridad en un asunto tan di-fcil y tan delicado, yo me finjo un judo, mas un judo cristiano y ca-tlico-romano, enterado suficientemente en la causa de los cristianos,no menos que en la de los judos. Tomo el apellido de Ben-Ezra nosolamente por haber sido este Ezra un rabino de los ms doctos ysensatos, sino principalmente por haber sido espaol, con la cir-cunstancia de haber escrito en Candia, desterrado de Espaa.

    La obra es pequesima respecto de su grande asunto. No es ex-posicin metdica de las Escrituras; por consiguiente, no es seca,ni enfadosa, sino como un discurso seguido sobre toda ella, o dirmejor como una coleccin de muchos eslabones, que unidos y en-lazados entre s, forman una grande y fortsima cadena, cuya consi-deracin hace comprender, sin gran dificultad, el misterio grande deDios encerrado en las Escrituras, ya respecto de los judos, ya res-pecto de las gentes [gentiles].

    Yo bien quisiera, Seor excelentsimo, si esto me fuese permitido,poner este hurfano escrito en manos de V. Exc. primeramente co-mo en manos de un hombre sabio, sin otra consideracin; pidiendo aeste hombre sabio un examen privado, prolijo, atento, riguroso, justoy racional; si no por s mismo, pues se lo impiden otras ocupacionesde mayor importancia, a lo menos por personas de buen talento,capaces de juzgar un recto juicio. Si despus de este recto juicio nose hallase en l alguna cosa de sustancia ciertamente reprensible,

    14

  • CAPTULO 3

    Contenido de la famosa obra de Lacunza

    LA VENIDA DEL MESAS EN GLORIA Y MAJESTAD: tal es el ttuloque Lacunza dio a su obra. Qu pudo sugerrselo? En la versin dela Biblia llamada Vulgata latina, la palabra griega dxa se ha traduci-do por gloria en S. Marcos 13: 26 y por majestad, en S. Mateo 24:30 y 25: 31. La expresin en gloria y majestad no se encuentra muyfrecuentemente en la literatura cristiana anterior a Lacunza. Labadic,a quien Lacunza probablemente no ley, se sirvi de una frase an-loga: en majestad y en gloria.1 Las palabras latinas in gloria et ma-jestate se encuentran en un escrito polmico atribuido a Rab Samuel,judo de Marruecos convertido al cristianismo, que vivi en el siglo XI.2

    Pietro Colonna, muerto alrededor de 1540 y que escribi con el seu-dnimo de Galatinus, us las palabras cum gloria et majestate.3

    Fue Lacunza, en los medios catlicos, y su traductor ingls Irving,en los crculos protestantes, quienes pusieron de moda la locucinen gloria y majestad. El misionero Wolff, judo convertido, la emplecorrientemente a partir del momento en que ley a Lacunza.4 Arribas,que negaba haber conocido a Lacunza a pesar de deberle prstamosbastante importantes, us esa locucin una decena de veces.5

    El tema. El tema del libro es el retorno y el reino futuro de Cristo.Slo la primera parte del argumento (el retorno) est expresamenteindicada en el ttulo. La segunda (el reino), implicada en las palabrasen gloria y majestad, est netamente subordinada a la primera, enel pensamiento de Lacunza, lo que le permiti afirmar, hacia el finde su discurso preliminar: Yo slo trato un punto particular, que es lavenida del Mesas, que todos esperamos.

    Concentr toda su atencin en uno de los dogmas fundamenta-les de nuestra fe: la segunda venida de N. S. Jesucristo, dice Urza.6

    Se puede juzgar la amplitud que Lacunza da a su argumento por

    17

    No hay constancia documental de la actitud de Porlier ante laspeticiones del escritor chileno. Es probable que, sometida a la con-sideracin de los doctos, y tratndose de tema tan delicado, cayeraen manos de la Inquisicin.4

    (1) Vase Ricardo Donoso Novoa, Revista de Humanidades, Buenos Aires,1961, pgs. 39, 40. (2) Deca Porlier en una nota enviada a Jos Nicols deAzara, marqus de Nibiano (1730-1804): Enterado el Rey de que muchosde los ex jesuitas de las Indias establecidos en Italia han dedicado sus ta-lentos a la composicin de obras tiles en varios ramos de literatura, de-seoso S.M. como tan benfico protector de las letras, de que no queden sinrecompensa sus tareas y desvelos, me manda encargar por punto general aU.S. procure ir recogiendo todos los escritos trabajados por los referidos exjesuitas, y los remita a mis manos, alentando a todos los que se hayan em-pleado en este loable ejercicio a que concluyan y perfeccionen las produc-ciones que tuvieran proyectadas, asegurndoles de parte de S.M. sern pre-miados y recompensados sus desvelos, a proporcin de su mrito ydesempeo. A cuyo fin tomar U.S. las medidas que halle ms oportunas pa-ra que esta soberana disposicin llegue a noticias de todos aquellos a quie-nes pueda convenir, y en caso de que alguno tuviese ya enteramente con-cluida alguna de sus obras, dispondr U.S., desde luego, su remisin a mismanos. Dios guarde a U.S. muchos aos. San Lorenzo, 9 de octubre de 1788.(3) El original de este documento se conserva en el Archivo Histrico Nacionalde Madrid, Documento de Indias, nm. 509, y ha sido publicado por prime-ra vez por don Mario Gngora en la Revista Chilena de Historia y Geografa,Santiago, 1954-55, pgs. 247-251 (Vctor Anzotegui y Enrique SanhuezaBeltrn, Vulgarizacin de Lacunza y el lacuncismo, Revista Mapocho,Santiago, tomo III [1965], No. 3, pg. 103). (4) Ricardo Donoso Novoa, Revistade Humanidades, Buenos Aires, 1961, pg. 42.

    16

  • captulo 8 examina una objecin sacada de la descripcin del juiciofinal que se lee en S. Mateo 25. El captulo 9 est consagrado al es-tudio de un pasaje del captulo tres de la segunda epstola de S. Pedro,relativo a la conflagracin final.

    En la segunda parte, Lacunza pasa revista a diez profecas bbli-cas: (1) La estatua metlica de Daniel 2. (2) Las cuatro bestias deDaniel 7. (3) El anticristo. Para l no se trata de un individuo, sinode un cuerpo moral. (4) El fin del anticristo. (5) Los judos. Su con-versin final y su restablecimiento nacional en Palestina. (6) La igle-sia cristiana. (7) Babilonia y sus cautivos. (8) La Mujer-Iglesia de Apoca-lipsis 12. Interpretacin escatolgica. (9) El tabernculo de David.Aplicacin de Ams 9 a la restauracin final de Israel. (10) El montede Sin. Estudio de Isaas 2.

    Portada de la edicin de la

    obra de Lacunza hecha en

    Londres en 1826

    19

    las palabras siguientes: Yo comprendo en esta segunda venida delMesas no solamente su manifestacin, o su revelacin, como la lla-man frecuentemente San Pedro y San Pablo, sino todas las cosasque a ella se ordenan inmediatamente, o tienen con ella relacin in-mediata: as las que deben precederla, como las que deben acom-paarla, como tambin todas sus consecuencias.7

    Plan y anlisis. Al fin de su discurso preliminar, Lacunza indic cla-ramente el plan adoptado: Esta obra, o esta carta familiar, que ten-go el honor de presentaros, parceme bien (buscando alguna espe-cie de orden) que vaya dividida en aquellas tres partes principales aque se reduce el trabajo de un labrador: esto es, preparar, sembrar yrecoger. Por tanto, nuestra primera parte comprender solamente lospreparativos necesarios, y tambin los ms conducentes; como alla-nar el terreno, ararlo, quitar embarazos, resolver dificultades, etc.La segunda comprender las observaciones, las cuales se puedenllamar con cierta semejanza el grano que se siembra... En la tercera,en fin, procuraremos obtener todo el fruto que pudiremos de nues-tro trabajo.

    En el encabezamiento de la obra, Lacunza coloc una dedicato-ria al Mesas Jesucristo (cerca de tres pginas). El P. Luengo, de quienno puede sospecharse parcialidad hacia el autor, ha encontrado allmucha piedad y devocin, y algunas expresiones magnficas.8

    Sigue un prefacio de doce pginas. Lacunza refuta en l algunasobjeciones.

    Viene en seguida el discurso preliminar, que ocupa diecisiete p-ginas. Este discurso del P. Lacunza es sentido, persuasivo, elocuente,dice Urza.9

    La primera parte de la obra (cerca de 160 pginas) contiene nue-ve captulos. El primero es un tratado breve de hermenutica. En elsegundo, Lacunza examina el valor de la tradicin en la interpreta-cin de las Escrituras. El captulo 3 presenta las ideas corrientes acer-ca del retorno de Cristo, a las cuales Lacunza opone las propias enel captulo siguiente. Sigue, en el captulo 5, una disertacin acercadel milenarismo. El captulo 6 establece dos resurrecciones, sepa-radas por un intervalo de tiempo muy largo. Una disertacin acercadel doble juicio de los vivos y de los muertos ocupa el captulo 7. El

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  • CAPTULO 4

    El mtodo exegtico y el sistema de Lacunza

    EL MTODO. Cuando Lacunza estaba an en Chile, dedicado a lapredicacin y a las diversas actividades de su ministerio, gustabaya de la Palabra de Dios, que prefera sondear directamente. En sudedicatoria, expresa el deseo de que los sacerdotes sacudan el pol-vo que cubre sus ejemplares de la Biblia, para dedicarse a un estu-dio atento del Libro divino. Pablo de la Concepcin (Galisteo), en-cargado de examinar la obra de Lacunza, escribi estas palabraselogiosas: Infunde adems un profundo respeto a la veracidad de lasSantas Escrituras, y empea a su lectura a todos los fieles, y muy par-ticularmente a los sacerdotes, a los cuales pertenece ms que a otrosuna exacta inteligencia y su explicacin. A un talento muy distinguidoy original leemos en Agier el P. Lacunza una un conocimiento pro-fundo de la Santa Escritura. Parece que ella estaba presente por en-tero en su espritu; sus citas, muy bien adaptadas al propsito de sutrabajo, ofrecen aplicaciones escapadas tal vez a los intrpretes msrenombrados por su sabidura y sagacidad.1

    Al decir de Lacunza, todas las herejas naceran del abandonodel sentido literal de las Escrituras. Sin negar la utilidad de su sen-tido secundario, cuando se trata de levantar el espritu de los fie-les, es necesario atenerse al sentido principal para todo lo que se re-fiere a la doctrina. En lo que a esto atae, el Ben-Ezra catlico delsiglo XVIII se muestra un digno heredero del Aben-Ezra judo del si-glo XII.

    Violentamente atacada en una carta de Alfaro,2 la hermenuticade Lacunza ha sido defendida con energa por el autor de una di-sertacin apologtica annima.3 Urza asegura que las pginas de

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    La tercera parte comprende diecisis captulos. El primero des-cribe la venida gloriosa del Seor. Los dos siguientes dan una ideadel juicio final. Los captulos 4 y 5 se refieren a los cielos nuevos y ala tierra nueva, y los dos siguientes a la nueva Jerusaln. El captu-lo 8 da una interpretacin proftica del Cantar de los Cantares. El 9prev una nueva distribucin de la Tierra Santa entre las doce tribusisraelitas. El 10 se refiere al resto de las naciones, llamado a participarde la felicidad de la era milenaria. Los tres captulos siguientes des-criben esa dicha. El captulo 14 trata de lo que pasar al final delmilenio. El 15 se ocupa del estado del universo despus del juicio fi-nal. El 16 se refiere a la felicidad eterna de los justos.

    (1) Jean de Labadie (1610-1674), Le Hraut du grand Roy Jsus, pgs. 94,131. msterdam, 1667. (2) De Adventu Messiae, quem Judaei temere ex-pectant. La carta del presunto judo de Marruecos, obra del siglo XI, es enrealidad composicin del propio Alfonso de Burgos (Luciano Serrano, O.S.B.,Los Conversos D. Pablo de Santa Maria y D. Alfonso de Cartagena, obisposde Burgos, pgs. 17, 18. Madrid 1942. (3) Galatinus, Opus de arcanis ca-tholicae veritatis, columnas 185, 186. Frankfurt, 1612. (4) Joseph Wolff(1795-1862), Researches and Missionary Labours among the Jews,Mohammedans, and other Sects, pg. 52, 2 ed., Londres, 1835. Narrativesof a Mission to Bokhara, 5 ed., 1848, pgs. 6, 95. (5) Francisco TiburcioArribas (1815-1876), El Misterio de Iniquidad, 2 ed., Madrid, 1873, pgs. 56,74; 121, 122, 245, 532, 536, 537, 540, 561, 576. Vase tambin San Bernardo,Opera omnia, 1, pg. 735. Pars, 1719. Cornelius Jansenius, obispo de Gand,Comm. in sua Concordia evang., pg. 878. Lovaina, 1577. (6) Miguel Urza,El P. M. Lacunza, Santiago, 1914, pg. 11. (7) Lacunza, Venida, primera par-te, cap. 1. (8) Manuel Luengo (1735-1816), Diario de la expulsin de los je-suitas de los dominios del Rey de Espaa, tomo 24, 1790, pg. 250. 9) MiguelUrza, Las doctrinas del P. M. Lacunza, Santiago, 1917, pg. 18.

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  • 3. Dos resurrecciones corporales, separadas por un largo inter-valo.

    4. Reino terrestre de Cristo, en dos fases sucesivas, el perodo mi-lenario y la eternidad.

    Lacunza demostr una gran independencia de espritu en todo lo quedepende de la opinin, al mismo tiempo que una entera sumisin ala autoridad de su iglesia en lo que toca a los dogmas y a la discipli-na. Expres opiniones arriesgadas con respecto a asuntos dejadosa la apreciacin individual. No rechaz ningn dogma. La IglesiaCatlica Romana era a sus ojos la nica iglesia autntica. El papaera, segn l, el vicario de Cristo. Lacunza defendi, contra los pro-testantes, el dogma catlico de la presencia corporal de Cristo en laeucarista, y vio all un argumento en favor de su literalismo rgido. Heaqu el veredicto de Pablo de la Concepcin: En dicha obra no secontiene cosa alguna contra nuestra santa fe.

    El P. Mateos dio este testimonio: Lacunza pudo errar; pudo saliro no con su intento de obtener un milenarismo catlico. Pero de subuena voluntad no se puede dudar; su fe arraigada y su profunda de-vocin a Jesucristo y a la Iglesia fueron las que le pusieron la plumaen la mano.10

    Ved la declaracin de un adversario, Blas Joaqun lvarez dePalma: No se trata aqu de culpar a Juan Josafat de hereje claro ymanifiesto. Son expresas y terminantes las palabras con que reco-noce y confiesa el dogma catlico tradicional.11

    En su prefacio, Lacunza asegura haber consultado a muchos sa-bios catlicos de primer orden; stos, despus de un examen pro-longado y minucioso, no pudieron sealarle error alguno, ni nadareprensible.

    Menndez y Pelayo se neg a insertar a Lacunza en su catlogode los heterodoxos espaoles.12

    Es verdad que a veces Lacunza se mostr un poco duro con lospadres y los doctores de la iglesia que no vean las cosas como l.Podemos reprobar a un hombre de corazn que se deja llevar porel ardor de sus convicciones personales? Y podemos impedir aun hombre de espritu el hacer un poco de irona, llegada la oca-sin?

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    Lacunza acerca de la exgesis bblica son un foco de luz para lainterpretacin de las Sagradas Escrituras: jams se ha formuladoun cdigo ms completo, luminoso y cientfico sobre dicha materia.4

    Esto es llevar la admiracin demasiado lejos.Se ha reprochado a Lacunza el recurrir arbitrariamente tan pron-

    to al sentido literal como al sentido alegrico, segn las necesida-des del momento. No es imposible notar algunas inconsecuencias dedetalle en una obra tan voluminosa como La venida. Pero esto nomengua para nada el valor del tratado terico de Lacunza sobre laexgesis bblica. Se podra reprocharle ms bien el haber seguido de-masiado rigurosamente su mtodo. En materia de exgesis, como encualquier otro asunto, es necesario evitar los excesos. El mtodo deinterpretacin adoptado por Lacunza ha sido el mismo del abateBernard Lambert.5 Pujati lo ha sometido a una crtica discreta, desdeel punto de vista del Nuevo Testamento.6

    El sistema. Incontestablemente, el sistema de Lacunza tiene unabase bblica. Es lo que proclam el abate Morrondo: Este es el sis-tema del P. Lacunza que expuso fundado en la Biblia, y nada ms queen la Biblia, y por lo mismo prescindi, puede decirse que en abso-luto, de los intrpretes, de los comentarios y de toda erudicin pa-trstica, teolgica e histrica y de la ciencia juda.7 Pablo de laConcepcin resumi el sistema de Lacunza en dos puntos: la venidagloriosa de Cristo, seguida del reino milenario, y la conversin de losjudos. El P. Vasse reduce la obra de Lacunza a tres tesis funda-mentales: la cada de la iglesia cristiana, la restauracin de la sina-goga y el reino milenario.8 Esto es subestimar la importancia del re-torno de Cristo en el pensamiento de Lacunza. Vidal se mostr injustocuando dijo: El objeto principal de Lacunza no es, segn creo, el rei-no de Jesucristo y la vocacin de los judos, sino ms bien la repro-bacin de la Iglesia actual.9 Este crtico ha venido a subrayar, en elsistema de Lacunza, lo que tena ms riesgo de escandalizar al lec-tor catlico.

    Permtasenos indicar los puntos esenciales del sistema del P.Lacunza:

    1. Advenimiento premilenario de Cristo.2. Conversin futura y restablecimiento de los judos.

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  • CAPTULO 5

    Extractos y anlisis de la obra de Lacunza

    MUCHO tiempo antes de haber acabado su obra, Manuel Lacunzaprest fragmentos de ella a algunos amigos de quienes solicitaba opi-niones. Hubo copias ms o menos fieles de esos fragmentos que cir-cularon hasta en Amrica, sin la autorizacin de nuestro jesuita. s-te se lamenta, en el comienzo de su prefacio, de la indiscrecin deciertos amigos poco escrupulosos y poco delicados, que le crearondificultades por su celo intempestivo. Pide encarecidamente que lascopias aludidas sean arrojadas al fuego y que no se juzgue su obraen base a esos bosquejos, por los cuales rehsa aceptar toda res-ponsabilidad.

    Un erudito argentino ha publicado uno de esos extractos, descu-bierto por l en el Archivo General de la Nacin, en Buenos Aires.1

    Otro extracto, perteneciente a la Biblioteca Nacional de Santiago deChile, fue publicado por el religioso lazarista Emilio Vasse.2 El autordel extracto fue Ignacio Anda y Varela (1757-1822), quien en SanFelipe se dedic a copiar la obra de su primo hermano el jesuita M.Lacunza, cuyo manuscrito (id est copia) existe en poder de don Ben-jamn Parraca.3

    ngel Vicente de Zea public en Lima un eptome de la obra deLacunza, escrito por Miguel de Eyzaguirre Arechavala (1770-1821).4

    Zea dice en la advertencia: El Todopoderoso... a Chile condecor conel precioso tesoro de una sabidura extraordinaria, comunicndole anuestro Lacunza el espritu de inteligencia de las profecas que anun-cian su gloria y su magestad; hacindole en cierto modo su precur-sor, que lo d a conocer, que lo seale como con el dedo, y que pre-pare los caminos para su segunda venida. El mximo literato, el honor

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    (1) Pierre-Jean Agier, Vues sur le second avnement de Jesus-Christ, 1818,pg. 113. (2) Miguel Alfaro y Beaumont, Contestacin del sacerdote Cristfiloa Juan Josafat Ben-Ezra sobre la venida del Mesas en gloria y magestad,I, Mxico, 1826, pgs. 26-37. (3) Disertaciones crtico-teolgicas sobre lasdoctrinas de Juan Josafat-Ben-Ezra, I, Mxico, 1848, pgs. 17-68. (4) MiguelUrza, Revista Chilena de Historia y Geografa, Santiago, XII, pg. 148. (5)Bernard Lambert, Exposition des prdictions el des promesses faites Iglisepour les derniers temps de la gentilit, I, Pars, 1806, 1809, pgs. 297, 298.(6) Giuseppe Maria Pujati (1733-1824), Esame della opinione dai moderni mi-llenari cattolici riprodotta e difesa del regno visibile in terra di Ges Cristo,caps. 16-20. Venecia, 1814. (7) Cristino Morrondo Rodrguez, La proximidadde la catstrofe del mundo y el advenimiento de la regeneracin universal,Jan, 1922, pg. 194. (8) Emilio Vasse, El lacuncismo, pgs. 9, 12, (9) Vidal,1, pg. XV. (10) Francisco Mateos, Revista Chilena de Historia y Geografa.,Santiago, 1er. sem. 1950, pg. 143. (11) lvarez de Palma, arzobispo deGranada (1815-1837), citado por Juan Buenaventura Bestard (1763-1831),Observaciones que presenta al pblico por precaverle de la seduccin quepudiera ocasionarle la obra intitulada La Venida del Mesas en Gloria y Majestadde J. J. Ben-Ezra, I, Madrid, 1824, pg. 277. (12) Marcelino Menndez yPelayo, Historia de los heterodoxos espaoles, VI, 2 ed., Madrid, 1930, pgs.482-485.

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  • jestad, que con el nombre de J. J. Ben Ezra compuso el abate americano DonM. Lacunza y que ha reducido para utilidad de todos, el R. P. PresentadoFr. ngel Vicente de Zea, Capelln del Santuario de N. gloriosa Patrona S.Rosa de S. Mara, del Orden de Predicadores, y natural de la Ciudad deArequipa, Lima, 1825, tomo 3, Biblioteca Andover, Boston: Biblioteca Na-cional, Lima. (5) Eyzaguirre (Doctor don Miguel), Fiscal de la Audiencia deLima, Compendio de la obra de Lacunza, etc., manuscrito en poder de su pa-riente don Jos Ignacio Vctor. Ramn Briseo (1814-1910), Estadstica bi-bliogrfica de la literatura chilena, tomo I, pg. 525, Santiago, 1862. (6) Unnuevo Anticristo, Propuesto por Juan Josafat Ben Ezra, Hebreo Cristiano (ElAbate Manuel Lacunza). (7) A New Antichrist. Extracts from the Coming ofthe Messiah in Glory and Majesty, by J. J. Ben Ezra. Translated from theoriginal Spanish and published by William David Smart Los ngeles, California.Al reverso: 1929. (8) Un Prophte a parl Ben-Ezra. Nouveaux Commentairesdes Prophties de Daniel, de lAntichrist et les Nouveaux Cieux et la NouvelleTerre. Adaptation et notes de A. Antomarchi, Pars. El prefacio lleva la fechade julio de 1934. Nueva edicin, 1963. (9) Vues sur le second avnement deJsus-Christ ou Analyse de lOuvrage de Lacunza sur cette importante ma-tire, Pars 1818. (10) Las Doctrinas del P. Manuel Lacunza contenidas en suobra La Venida del Mesas en gloria y majestad, Santiago, 1917. (11) VaseEmilio Vasse en Revista de bibliografa chilena y extranjera, pg. 201, Santiago1917.

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    de los americanos, el astro de primera magnitud en el cielo de las le-tras, el imponderable ex-jesuita, Abate D. M. Lacunza. Jos IgnacioVctor Eyzaguirre Portales (1817-1875) estaba en posesin del ma-nuscrito que haba servido a esa edicin.5 Cuando lleg la noticiade que la obra de Lacunza haba sido puesta en el ndice, casi todala edicin, alrededor de un millar de ejemplares, fue entregada al fue-go. Posteriormente esta obra fue traducida por William David Smartde Los ngeles, California.6 Hay en ella tres trozos: uno acerca delcaptulo 2 del libro de Daniel, otro acerca del captulo 7, y el terceroacerca del anticristo. Smart abrevi el texto de Lacunza, un poco di-fuso, moderniz la ortografa y agreg un prefacio fechado en julio de1928. Conserv el mismo contenido de la edicin espaola, salvo al-gunas supresiones.

    Un pastor bautista canadiense, que haba ejercido su ministerioen Amrica del Sur, public algunos fragmentos de la obra de Lacunza,tomados de la edicin de Londres fechada en 1816.7 Tambin el pas-tor Antonio Antomarchi-Doria (1868-1952) ha traducido los extractospublicados por el Sr. William David Smart.8

    El magistrado jansenista Pierre-Jean Agier (1748-1823), autorde varios comentarios sobre el Apocalipsis y los Profetas, public sinnombre de autor un anlisis de la obra de Lacunza, segn la traduc-cin latina de Gonzlez Maneiro.9

    El presbtero chileno Miguel Rafael Urza (1865-1948) se sirvide la ltima edicin de Londres (1826) y public un compendio mi-nuciosamente exacto de la obra de Lacunza.10 Este libro, que tieneun carcter netamente apologtico, ha suscitado polmicas in-terminables.11

    (1) Abel Chneton (1888-1943), En torno a un Papel annimo del siglo XVIII,Buenos Aires, 1928. El extracto est precedido de un estudio del mismo in-vestigador. Vase A. Chneton, Un precursor de Sarmiento y otros ensayoshistricos, pgs. 97-201, Buenos Aires, 1934. (2) Emilio Vasse (1860-1935),Extracto de la obra intitulada La Venida del Mesas en gloria y majestad,escrita por el abate Lacunza, ex-jesuita espaol ao de 1803. Con una ad-vertencia y notas, Santiago, 1915. (3) Pedro Pablo Figueroa Luna (1857-1909),Diccionario biogrfico general de Chile, 4 ed., tomo 1, pg. 87. Santiago,1897. (4) Compendio de la obra titulada La Venida del Mesas en gloria y ma-

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  • la de Tournachon-Molin, impresa en 1812, que se bas en la prime-ra. El lugar de su impresin no es la Isla de Len, sino probablementeValencia. La tercera edicin fue hecha en 1815 en la Isla de Len,al igual que la primera, y tambin basada en sta. Para la tercera edi-cin se hizo posteriormente un agregado que contena la censura deFray Pablo de la Concepcin,1 pero annima y sin fecha. Parece quela edicin ms corriente es la segunda. Despus sigue la primera. Latercera es ms rara.2

    A qu debemos la primera edicin? Alvear, gobernador de la Islade Len, en tiempos de la libertad de imprenta en Espaa, la impri-mi all en castellano.3 Don Felipe Tolosa, cuyo nombre figuraba enla portada, era impresor de Vic, en Catalua. Habiendo hecho laInquisicin un sumario acerca de l, declar no haber participadoen la publicacin de la obra. Ninguna aprobacin eclesistica acom-pa esa edicin. Pedro Segovia tena la imprenta de la Marina, enla Isla de Len.4

    La segunda edicin, de 1812, es un poco abreviada. Furlong dicehaber visto un ejemplar de esa edicin, la cual vio la luz en Valencia,Espaa. La aprobacin est firmada por Pablo de la Concepcin, car-melita descalzo, y fechada en Cdiz el 17 de diciembre de 1812. Alprincipio del primer volumen se encuentra una advertencia a los lec-tores, firmada por Tournachon-Molin.5 En la portada figura el nombredel impresor, Felipe Tolosa, como en la primera edicin. Los pasa-jes bblicos estn citados en latn.

    La tercera edicin es casi idntica a la primera, con caracteres ti-pogrficos muy pequeos, sin aprobacin eclesistica y los pasajesbblicos en latn. Hay otra edicin espaola: Yo tengo una edicin,en dos tomos, impresa en Granada por Francisco de Benavides enel ao de 1823.6

    B. En Inglaterra

    Belgrano, despus de ser reemplazado por San Martn en el mandodel Ejrcito del Norte, fue enviado con Rivadavia a Europa en misindiplomtica. Ambos se embarcaron el 28 de diciembre y llegaron aLondres a mediados de mayo de 1815. Belgrano, embarcado nue-

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    CAPTULO 6

    Diversas ediciones

    ANTES de estar terminada, en forma de extractos ms o menos au-tnticos, la obra de Lacunza haba circulado en Italia, Espaa y Amricadel Sur. Haba provocado una viva admiracin en unos y un verda-dero furor en otros.

    Los amigos de Lacunza queran imprimirla, esperando que su cir-culacin tendra el mismo efecto que el sol cuando disipa las brumasmatinales. Una carta del jesuita argentino, padre Gaspar Jurez (1731-1804), en enero de 1791, testifica que los sabios jesuitas se esforza-ron por publicar la obra de Lacunza en diversos idiomas. Los admi-radores de Lacunza, extranjeros en su mayor parte, estabansecundados por un eclesistico italiano que debe haber sido el jesuitaGiovanni Vincenzo Bolgeni (1733-1811). Todo pareca favorecer elproyecto. Las suscripciones estaban ya reunidas, pero Lacunza ha-ba puesto una condicin: deba obtenerse las aprobaciones nece-sarias. La oposicin de la jerarqua hizo naufragar la empresa. Parademostrar la hostilidad de las altas esferas romanas contra el siste-ma de Lacunza, basta citar al padre Manuel Luengo (1735-1816), queescribi en su Diario indito: La venida del Mesas no se ha impresotodava, y verosmilmente no se imprimir jams.

    En Venecia, unos judos se ofrecieron para publicar la obra, peroLacunza no consinti.

    Las ediciones son todas pstumas. Helas aqu, repartidas geo-grficamente:

    A. En Espaa

    La primera edicin de la obra de Lacunza fue impresa en la Isla deLen, frente a Cdiz, probablemente en 1811. La segunda edicin es

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  • Santo Oficio. Menndez y Pelayo10 dice que esta edicin ha sido he-cha segn un manuscrito que perteneca al cardenal MiguelGarca-Cuesta,11 y que pas a manos de los jesuitas de Santiago deChile. Segn Qurard,12 Chamrobert haba usado tambin el ma-nuscrito latino de Grgoire.13

    (1) Pablo Francisco Jos Galisteo (1751-1819), natural de Carcabuey (reino deCrdoba), predicador del Rey Fernando VII, orador muy elocuente. Sermn,Crdoba, 1788. Sermn, Cdiz, 1808. Censura dada a dos cartas de obser-vaciones hechas contra la obra titulada: La venida del Mesas en gloria y ma-jestad, por Juan Josafat Ben-Ezra, Cdiz, 11-4-1818, manuscrito ArchivoSilveriano de Burgos, caj. 52. El Monte Carmelo, Burgos, 1956, pg. 92-97.Ismael de Santa Teresita, O.C.D., El P. Pablo de la C. milenarista? El MonteCarmelo, 1956, pgs. 88-97. La Censura de 1812 fue impresa en Buenos Airesbajo el nombre de Salvador de la Concepcin. El franciscano Jos Vidal yGaliana, La venuta del Messia in gloria e maest, I, Roma, 1834, pg XIII, di-ce: II P. Salvatore della Concezione Carmelitano scalzo di Cadice un uomo chenella famiglia religiosa alla quale apparteneva era molto considerato per la suadottrina e per la sue religiose virt. (2) Vctor Anzotegui y Enrique SanhuezaBeltrn, Vulgarizacin de Lacunza y el lacuncismo, Revista Mapocho, Santiago,tomo III [1965], No. 3, pg. 105. Carl Heinrich Schaible, Las primeras edicionesde la obra del P. Lacunza, Santiago, 1948. (3) Jos Servando Teresa deMier-Noriega y Guerra (1763-1827), Memorias, Madrid, 1915, pg. 321. Sabinade Alvear y Ward, Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de Len (1749-1830),brigadier de la Armada, Madrid, 1891. Gobernador de la Isla de Len desdeel 6 de marzo de 1810 al 23 de marzo de 1811. (4) Dionisio Prez, Ensayo debibliografa y tipografa gaditanas, Madrid, 1903. (5) La librera Tournachon-Molin,rue de Savoie, 6, Pars. Emilio Vasse Revista de bibliografa chilena y extran-jera, Santiago, 1917, pg 187. (6) Ludwig Albrecht (1861-1931), Sobre la obradel jesuita espaol Lacunza, Madrid, 1903, pg. 7. Edicin corregida y au-mentada, con adiciones y apndices, Granada, Francisco Benavides, 1823, 2volmenes en 4. Antonio Palau y Dulcet (1867-1954), Manual del librero hispano-americano, Barcelona, IV, 1926, p. 167. 2 ed., VII, 1954, pg. 322. (7) El do-minicano Isidoro Celestino Guerra, nacido en Buenos Aires, fallecido en 1820.(8) Rubn C. Gonzlez, Un ilustre editor de Lacunza: el General Manuel Belgrano(Londres, 1816), Criterio, 27-1-1955, Buenos Aires, pg. 50. Paul Henri Besson(1848-1932), M. Belgrano, editor de un comentario del Apocalipsis, La Reforma,B. A., 1923 pgs. 148-150. (9) El jansenista Paulin Pierre de Chamrobert(1799-1879). (10) Marcelino Menndez y Pelayo (1856-1912), Historia de losHeterodoxos Espaoles, 2 ed., VI, Madrid, 1930, pg. 484. (11) Miguel GarcaCuesta (1803-1873). (12) Joseph-Marie Qurard (1797-1869), Les superche-ries littraires dvoiles, 2 ed., I, Pars, 1869, pg. 508. (13) El jansenistaHenri-Baptiste Grgoire (1750-1830).

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    vamente el 15 de noviembre, estaba de vuelta en Buenos Aires en fe-brero de 1816. Haba llevado el manuscrito que el padre Guerra7 po-sea de la obra de Lacunza, con el fin de hacerlo imprimir en Londres.Era uno de los ms decididos partidarios con que las ideas lacun-cianas contaban en el Ro de la Plata... Durante los siete meses desu misin en Londres, Belgrano encontr tiempo para tratar acercade la impresin del libro, que saldra a luz en el ao 1816, en cuatrogruesos volmenes... Segn Eduardo Irving, esta edicin, de milquinientos ejemplares, estaba destinada a Sudamrica, a donde fueexpedida en su totalidad.8

    La ltima edicin en 3 volmenes se considera la mejor; se hizoen Londres en 1826. Contiene un retrato de Lacunza en el primero y laaprobacin de Pablo de la Concepcin. Incluye una carta apologticade Valdivieso y Viescas en el tercero. Los pasajes bblicos estn tra-ducidos al castellano en el texto, pero aparecen en latn en las notas.

    C. En Mxico

    La edicin de Puebla de los ngeles, en 5 tomos, es de 1822-1823.Fue mencionada por Jos Nicols Maniau y Torquemada en la apro-bacin que ocupa la cabeza de la coleccin Discursos varios en de-fensa de J. J. Ben-Ezra, Mxico, 2-6-1824. Dice que esta edicin fuehecha con el consentimiento del obispo de Puebla. Los pasajes b-blicos estn en latn.

    Otra edicin hecha en Mxico en 1825, consta de 3 volmenes,en 5 tomos. Tiene un retrato de Lacunza en el primer tomo, un pare-cer del mercedario Fray Manuel Mercadillo, el dictamen del Dr. JosNicols Maniau y Torquemada, la licencia del ordinario y el dicta-men de Fray Pablo de la Concepcin. Los pasajes bblicos estn ci-tados de la versin espaola de Felipe Sco de San Miguel.

    D. En Francia

    Hay una edicin en cinco volmenes enmendada, particularmente encuanto a las citas, hecha por Pedro de Chamrobert,9 en Pars en 1825.Lleva la aprobacin del padre Pablo de la Concepcin, calificador del

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  • El primer volumen falta. La Biblioteca del Instituto Pontificio, en Roma,posee un manuscrito que contiene lo que le falta al de Pars.

    Ahora transcribir los testimonios inditos de dos contemporne-os de Lacunza, que pude copiar en los archivos del Colegio de Loyola(Azpeitia). En la nota dedicada a Narciso Gonzlez, Hervs y Pandurodeclara: Dej manuscritos dos tomos de la obra del ex jesuita Lacunzasobre el reino temporal de Jesucristo, traducidos al latn.8 Por otraparte, aqu est lo que escribi Manuel Luengo: Estos dos tomos fue-ron traducidos a dicho idioma por el padre Narciso Gonzlez, de laprovincia de Mjico (sic), que muri pocos meses ha en la misma ciu-dad de Bolonia; y verosmilmente Haba puesto la mano en la traduc-cin del tercero, y despus se ha encargado de la continuacin al-guien que hasta ahora no me es conocido.9

    La muerte impidi a Narciso Gonzlez terminar su trabajo. La tra-duccin del tercer tomo se debi a la pluma del jesuita Maneiro, deVeracruz. Sin duda Jurez se refera a Maneiro, cuando escribi des-de Roma en 1791: En Bolonia se est traduciendo en latn por undocto mejicano (sic) que fue tambin jesuita.10

    Segunda traduccin latina

    En una nota de Hervs y Panduro sobre Miguel Garca (1741-1794),encontr lo siguiente: Traduccin latina de la obra del seor Lacunzasobre la segunda venida de Jesucristo. Aqu todava Luengo aportauna confirmacin ms: Los dos primeros tomos de esta obra, escri-tos en espaol por el jesuita chileno Lacunza y puestos en latn porel mejicano (sic) Narciso Gonzlez, aparecern en la misma lenguaescritos por el padre Miguel Garca.

    Un ejemplar de esta traduccin de los dos primeros tomos subsisteen los archivos de la provincia de Toledo, en el Colegio de Nuestra Seoradel Recuerdo, en el barrio Chamartn de la Rosa, al norte de Madrid.

    Traduccin latina abreviada

    El padre Marcadillo, en el aviso favorable con el cual hizo preceder laedicin de Mxico (1825), dijo haber ledo en manuscrito la traduc-

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    CAPTULO 7

    Las traducciones

    EN EL curso de un viaje hecho por Europa en 1797, un chileno lla-mado Nicols de la Cruz y Bahamonde, conde de Maule, pas pormola y encontr a Lacunza en compaa de otros sesenta jesuitasvenidos de Chile veinte aos antes. Hablando de esa entrevista, di-jo que la obra de Lacunza sobre el Apocalipsis (La venida del Mesasen gloria y majestad) haba sido traducida en casi todas las len-guas cultivadas de Europa.1

    Lorenzo Hervs y Panduro, que escribi en 1794, haba visto enRoma los manuscritos de dos traducciones latinas y de una italiana.1

    El misionero Jos Wolff, que se sirvi de la traduccin inglesa, se re-firi a una traduccin alemana,3 de la cual creo que no subsiste nin-gn rastro. Escribiendo desde Roma a Ambrosio Funes el 12 de ene-ro de 1791, un tal padre Jurez dijo que un sabio jesuita habatrabajado en una traduccin del espaol al latn, y otro en una tra-duccin italiana.4 Juan Buenaventura Bestard dijo tambin que la obrade Lacunza haba sido admirada en toda Italia, donde se la haba tra-ducido inmediatamente al italiano y al latn.5

    Primera traduccin latina

    Codronchi, arzobispo de Rvena, a partir de 1785, estuvo en posesinde una traduccin latina completa, manuscrita, de la obra de Lacunza.Se han sacado de ella muchas copias, de las cuales una fue propiedaddel obispo de Pava, DAllegre, quien leg esos manuscritos a BenedettoVejluva, un cannigo de Asti.6 Bestard vio tambin una copia en LaHabana, en 1814.7 Finalmente, una copia fue donada por DAllegre aGrgoire, quien la prest a Agier. Los dos ltimos volmenes de eseprecioso manuscrito se encuentran en la Biblioteca del Arsenal, en Pars.

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  • n en enero de 1811. Mazzotti se propuso publicar su traduccin; pe-ro los telogos de Roma hicieron fracasar la empresa.

    Traduccin inglesa completa

    En su discurso preliminar, que lleva la fecha del 17 de enero de 1827y que ha sido reimpresa en 1859 con otro ensayo en Edimburgo, el tra-ductor, Edward Irving (1792-1834), relata en qu circunstancias conocila obra de Lacunza. Cerca de 1823, un clrigo anglicano recibi unejemplar de la edicin espaola de 1812 y lo prest a un amigo de Irving.ste, en 1827, tradujo y public en Londres toda la edicin de 1812.

    Traduccin inglesa abreviada

    Fue impresa en Dubln en 1833; pero no se nombra al compilador, a pe-sar de que ste escribi un prefacio en que se muestra muy entusiasta.

    Traduccin francesa

    Comprende cuatro volmenes. Fue hecha para el conde GabrielPaisselier (1767-1846), erudito de la ciudad de Lyon, por el Sr.Delompnes (padre) en Lyon, en 1827 y 1828, segn la edicin es-paola impresa en Londres en 1816. El manuscrito est en los ar-chivos de la iglesia jansenista de Lyon.

    (1) Nicols de la Cruz y Bahamonde (1760-1828), Viaje de Espaa, Franciae Italia, VI, pg. 61, Madrid, 1808. (2) Lorenzo Hervs y Panduro (1735-1809),Bibl. Jes. Esp., II, folio 28. (3) Travels and Adventures of the Rev. JosephWolff, I, Londres, pg. 455, 1860; y pgs. 282, 623, 1861. (4) Pedro JuanGrenn, Los Funes y el padre Jurez, I, pg. 233, Crdoba, 1920. (5) JuanBuenaventura Bestard (1763-1831), Observaciones que presenta al pblicopor precaverle de la seduccin que pudiera ocasionarle la obra intitulada LaVenida del Mesas en Gloria y Majestad de J. J. Ben-Ezra, I, Madrid, 1824,pg. 6. (6) El jansenista Benedetto Vejluva (1763-1835). (7) Juan BuenaventuraBestard, I, pg. 6. (8) Hervs, II, folio 23. (9) Manuel Luengo (1735-1816),Diario de la expulsin de los jesuitas de los dominios del Rey de Espaa,tomo 24, 1790, pg. 254. (10) Grenn, I, pg. 149.

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    cin latina de la obra, ejecutada por el sabio e ilustre Maneiro. Al vol-ver a Mxico en 1799, Maneiro traa una elegante edicin de la tra-duccin latina de la cual era autor.

    La Biblioteca de la ciudad de Niza y la del Vaticano, poseen cadauna un ejemplar de esta traduccin abreviada.

    Otra traduccin latina abreviada

    Se ha atribuido un resumen de la obra de Lacunza a Giovanni VincenzoBolgeni (1733-1811). Despus de una visita que hice en 1937 a losarchivos de la Compaa de Jess, en Roma, el padre Jess Juambelzme mostr una coleccin manuscrita que lleva sobre la tapa la ins-cripcin: Lacunza-Bolgeni, y que comprende dos partes.

    Traduccin italiana completa

    Desde el ao 1790, un jesuita se dedic a traducir al italiano la obrade Lacunza. Si creemos a Luengo, que desaprob esa empresa, eltraductor fue Bolgeni. En 1794, Hervs ya pudo ver el manuscritode esta traduccin.

    En el curso del verano de 1948, el Dr. Giuseppe Mazzini me mos-tr un manuscrito conservado en el Convento de los FranciscanosMenores de la Observancia, en mola, un grueso volumen encuader-nado en tres partes. Una corta biografa de Lacunza, annima, ocu-pa las pginas 3-8 del primer tomo.

    Medina menciona una copia que estaba en posesin de don CarlosMorla Vicua, de Chile. La Biblioteca Classense, de Rvena, poseeotra copia que perteneca al bibliotecario, Paolo Pavirani (18041855).

    Traduccin italiana abreviada

    La citada Biblioteca Classense conserva el manuscrito de otra tra-duccin italiana, obra de Giuseppe Cristino Mazzotti, entonces (des-de 1802) cura de Santa Mara Magdalena, en Rvena, ms tarde obis-po de Tvoli (1818-1820) y luego de Cervia (1820-1825). Mazzotticomenz su trabajo, dedicado a Po VII, en junio de 1809 y lo termi-

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  • catlicos y entre los protestantes de todos los tiempos. Nada de sor-prendente, en consecuencia, tiene lo que se puede encontrar a la vezen el jesuita Lacunza o en el judo convertido Rab Samuel. Se tra-ta, en suma, de un terreno comn en teologa, y resulta difcil com-prender el porqu de este reproche que un crtico chileno, VicuaMackenna, dirigi a Lacunza: Segn el sistema, el Mesas deba ve-nir dos veces a la tierra, y no una sola como han juzgado los cristia-nos. La primera sera la venida de la pasin y sta ya se habra cum-plido, segn las profecas. La segunda, de la gloria, suceder mstarde en vista de los vaticinios que el autor deduce del Antiguo Testa-mento, y especialmente del Apocalipsis de San Juan.4

    Es verdad que Lacunza relacion con la segunda venida del Mesasmuchas profecas que la exgesis tradicional aplica a la primera. Enesto se aproximaba a los rabinos, que esperan todava el cumplimientode los orculos mesinicos. En el discurso preliminar, Lacunza re-prochaba a los intrpretes catlicos el haber restringido a la primeravenida de Cristo casi la totalidad de las profecas bblicas, no dejan-do nada, o casi nada, para la segunda. El crey dar una prueba deequidad hacia Israel al reconocer francamente que la mayor parte delas profecas mesinicas (todas las que tienen por objeto el Reino)esperan todava su cumplimiento.

    Mucho antes de Lacunza, Jean-Pierre Polier ya haba escrito:Sabemos que algunos han trabajado para llevarlos [a los judos] aCristo, pero... he notado tambin que han expuesto mal diversas pro-fecas, y que tenemos el deber de justificar el real y pleno cumpli-miento en el primer tiempo de su advenimiento, donde no hubo msque un ligero comienzo de muchas cosas, como la vocacin de losgentiles... Luego, los profetas del Antiguo Testamento que hablan delasunto, consideran para la mayor parte el pleno y perfecto cumplimientode lo que fue prometido para la poca de su llamado, y para su se-gunda venida. Y los que se imponen el deber de justificar su pleno yperfecto cumplimiento en el primer tiempo se engaan, y las recha-zan, porque ven bien que las cosas no pueden ser presas de la suer-te. Y como estos pobres ciegos esperaron bajo el reino de su Mesasun estado maravillosamente glorioso y floreciente, el cual no han vis-to en el primer advenimiento, he credo que la nica manera de li-

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    CAPTULO 8

    Los precursores de Lacunza

    EL PADRE Lacunza no invent el sistema teolgico que lleva su nom-bre. Su originalidad consiste, no en haber hallado en la Biblia el sen-tido que nadie haba imaginado, sino en haber combinado en formade sistema consistente y lgico las interpretaciones de sus predece-sores judos, jansenistas y protestantes.1

    Antes de suscribirnos a este veredicto algo severo del Padre Vasse,ser bueno que examinemos atentamente las relaciones existentesentre el sistema de Lacunza y otros a los cuales se lo ha aproxima-do.

    El abate Morrondo, quien reivindicaba la autonoma del pensa-miento de Lacunza con relacin a la teologa judaica, admita no obs-tante algunas semejanzas entre las ideas de nuestro autor y las es-peranzas mesinicas del pueblo judo.2

    Para explicar estas analogas, no es indispensable recurrir a lashiptesis de una copia directa. Como los rabinos, Lacunza pudo sa-car su teologa de los profetas del Antiguo Testamento. El jesuitadebi necesariamente concordar en algunos puntos con los exge-tas judos.

    Se ha pensado desacreditar el milenarismo atribuyndole un ori-gen judaico. Como si todo el cristianismo no tuviese sus fundamen-tos en la religin de Israel! Se olvida fcilmente que los que escri-bieron el Nuevo Testamento adoptaron, al menos parcialmente, elpunto de vista milenario.3

    En cuanto a la idea fundamental del libro de Lacunza (doble ad-venimiento del Salvador, en humildad primeramente y en gloria des-pus), se sabe que es esencialmente bblica. Se la encuentra entrelos cristianos de los primeros siglos, ortodoxos y herticos, entre los

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  • de ciertos discpulos de Jansenio. Pero estas similitudes son ms biencoincidencias.

    (1) Emilio Vasse, El lacuncismo, pg. 17, nota 14. El presbtero chileno Urzaha defendido la tesis de la originalidad absoluta de Lacunza en un artculo deLa Nacin de Santiago, aparecido el 15 de junio de 1928. (2) Cristino MorrondoRodrguez, La proximidad de la catstrofe del mundo y el advenimiento de laregeneracin universal, Jan, 1922, pg. 194. (3) La distincin de las dosetapas en la introduccin del reino mesinico pertenece a la tradicin apo-calptica y se funda en una combinacin de antiguas profecas (Alfred Loisy,tudes Bibliques, pg. 280, 3 ed., 1903). (4) Vicua Mackenna, en la Revistade Buenos Aires, 1871, tomo 24, pg. 95. Vase tambin lo que escribi JorgeHuneeus Gana en Cuadro Histrico, pg. 53, Santiago, 1910, respecto de laobra de Lacunza: Con razn movi tan largo debate entre los escritores te-logos catlicos, que no podan mirar impasibles que se tratara de probar conla misma Biblia y los evangelios que el Mesas deba venir por segunda veza la tierra. Esta teora del jesuita chileno, que en el fondo vino a resucitar laantigua doctrina de los milenarios, est sostenida con ingenio agudsimo, conelocuencia elegante y con erudicin asombrosa. (5) Jean-Pierre Polier, Lavenue du Messie, Lausana, 1666, en el prefacio. (6) Juan de Maldonado, S.J.(1536-1583), Commentarii in Propheta Jer., Bar., Ez., Dan., Pars, 1610.Maguncia, 1611. Aben-Ezra, Biblia Hebraica Rabbinica, Venecia, 1526, 1549,1568, 1617; Basilea, 1619 (Grecia y Roma, tercera monarqua; Islam, 4). (7)Oecolampadius, In Dan., Ginebra, 1558, pg. 31; 1567, pgs. 26, 27. PierreJurieu, Accomplissement des Prophties, tomo 1, pg. 213, 3 ed.

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    brarlos de este escrpulo es hacindoles conocer por los profetasmismos, que ellos nos hablaron de dos reinos, y de dos advenimien-tos de Cristo, y que ese estado glorioso y floreciente de Cristo no nosfue prometido sino para su segundo reino, y para el tiempo de sullamado despus de la abolicin del anticristo.5

    Se ha visto que Lacunza se inspir en el mismo literalismo queel rabino Aben-Ezra. Tambin rechaza la interpretacin tradicional dela cuarta monarqua (Daniel 2) como el Imperio Romano. Sobre es-te punto, igualmente, haba sido precedido por Aben-Ezra. Lacunzareuni a Babilonia y Persia en una sola monarqua, de la cual hizola primera. De este modo, Grecia constituy la segunda, Roma la ter-cera y los brbaros la cuarta. La concordancia entre Aben-Ezra yBen-Ezra (Lacunza) se limita a esto: los dos se niegan a aplicar aRoma lo que Daniel dijo acerca de la cuarta monarqua. Dudo queLacunza haya ledo el comentario de Aben-Ezra, pero debi conocerel punto de vista de ese rabino por intermedio de Juan de Maldonado.6

    Hay otro punto sobre el cual la interpretacin de Lacunza est msde acuerdo con los autores judos que con los exgetas catlicos.Para stos la piedra que debe golpear y pulverizar la estatua metli-ca de Daniel 2, representa el reino espiritual del Mesas, inauguradoen el momento de su primera venida. Para Lacunza, como para lamayor parte de los exgetas judos o protestantes, se trata induda-blemente del reino que el Mesas establecer cuando aparezca congloria y majestad.7

    Entre los antepasados espirituales de Lacunza se ha citado al aba-te Joaqun de Flora. Aunque Lacunza es literal y Joaqun es alegri-co, ambos tienen en comn el deseo de permanecer dentro de laortodoxia catlica y el inters en el libro del Apocalipsis. En las inter-pretaciones de las profecas de ese libro hay semejanzas en la es-catologa de Lacunza y la de Joaqun. No puede decirse, sin embar-go, que Lacunza fue joaquinista.

    Tambin se trat de asustar a los lectores de Lacunza acusn-dolos de sostener ideas luteranas y calvinistas. Pero de este cargo,tuvo influyentes defensores.

    El jansenismo fue otra fuente atribuida a la obra de Lacunza, de-bido a interpretaciones suyas del Apocalipsis que se parecan a las

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  • traduccin en castellano, abreviada, hecha segn un manuscrito la-tino.1 Caballn persisti, y escribi una nueva refutacin.

    Dos jesuitas de la provincia de Quito, Ecuador, Jos Valdivieso(1735-1828) y Ramn Viescas (1731-1799), tomaron la defensa deLacunza. Sus escritos circularon mucho tiempo bajo la forma de co-pias manuscritas que luego fueron publicadas en Mxico.2

    En una carta fechada en Sevignano el 7 de noviembre de 1814,el cannigo Manuel de Lubelza Snchez de la Vega (1751-1832) agra-dece a Valdivieso por el placer que ste le proporcion con la lecturade nuestro buen Lacunza. Segn sus propios trminos, estaba ma-ravillado, arrebatado y aturdido. Felicita a Valdivieso por su apologa.

    Ramn Diosdado Caballero (1740-1830) escribi desde Rmini aPedro Rodrguez (nacido en 1735), profesor del Colegio de Crdobadel Tucumn, Argentina, antes de la expulsin, y presbtero en Rvena,Italia, despus de la misma, para manifestarle la viva admiracin quele haba producido la lectura de la obra de Lacunza. Le peda insis-tentemente informaciones acerca de la vida y muerte de ese hombreincomparable. Se lamentaba de que, habiendo estado varias vecesen mola, no haba conocido a ese autor; hubiera querido besar, derodillas, la mano que haba escrito cosas tan sublimes. Amrica, de-ca, ha dado al mundo un ngel que ha abierto un nuevo camino pa-ra favorecer el conocimiento de las Escrituras en general, y espe-cialmente del Apocalipsis.

    El jesuita chileno Pedro Snchez, nacido en 1733, se dirigi aValdivieso (mola, 26 de junio de 1801) para comunicarle la noticia deldeceso de Lacunza. Muy sensible ante esta desgracia, senta no po-der presentar a Lacunza mil preguntas acerca de las Santas Escrituras.Pero dice tener algo de consuelo pensando en que si Dios se haballevado a Lacunza, dejaba a Valdivieso.

    Recordaremos que el mexicano Narciso Gonzlez haba hecho pre-ceder los dos primeros volmenes de su traduccin latina de la obrade Lacunza por un elogio en forma de carta dirigida al autor, y firma-da por Christophilus Thocaltichenus.3 Esta carta fue reproducida en elcomienzo de la edicin de Londres, de 1816. Nuestro traductor ha-ba ledo la obra que Ben-Ezra le hiciera llegar, obra que an no habaobtenido las opiniones favorables de los telogos destacados. Aade

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    CAPTULO 9

    Reacciones Ante la Obra de Lacunza. Acogida y

    polmicas en Italia

    SE HA dicho, y con razn, que los anales de la bibliografa no regis-tran muchos libros que hayan tenido la misma suerte que el deLacunza, La venida del Mesas en gloria y majestad. Pocas obras re-ligiosas han suscitado tanta curiosidad, provocando viva admiracinen unos y ardiente oposicin en otros.

    Agier ha reproducido una nota biogrfica sobre Lacunza, recibidade Italia, pero sin darnos a conocer el nombre de su autor. ste, quehaba escuchado en Miln la lectura del trabajo de Lacunza, no ocul-taba su admiracin hacia l, y declara haberse valido del testimoniode dos sabios religiosos: Ramn Ximnes, nacido en 1743, y LuisCarrillo y Sotomayor (1744-1822).

    El jesuita Juan Crisstomo de Aguirre Asndigue, fallecido en 1808,fue uno de los primeros en combatir a su cofrade.

    Bestard tuvo oportunidad de leer una carta dirigida a un perso-naje de Madrid, en marzo de 1800, cuyo autor, que aprobaba la obrade Lacunza, se vea obligado a admitir que la generalidad de los te-logos espaoles que se encontraban en Italia no le eran favorables.

    Lacunza encontr un serio adversario en Toribio del Caballn. Estejesuita espaol nacido en 1728, que no haba ledo sino un bosque-jo de la obra de Lacunza, se apresur a refutarlo en castellano. JosValdivieso, por su parte, hizo notar que el extracto utilizado por Caballnno haba sido reconocido como suyo por Lacunza, y le hizo llegar una

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  • el padre Pujati escribi desde Praglia al padre Gregorio Suardi (1729-1809), para decirle que esperaba con impaciencia un resumen de laobra del jesuita americano que deba enviarle el padre Camillo Varisco.Antonio Codronchi (1748-1826), arzobispo de Rvena y luego limos-nero mayor de Napolen en Miln, prest la obra a Paolo LambertoDAllegre (1751-1821), obispo de Pava. Pujati recibi el resumen es-perado, pero ste no lo convenci. Ms tarde, dedic un captulo a larefutacin de Lacunza en su obra sobre el milenarismo moderno.8

    La defensa del padre Lacunza y del milenarismo fue tomada porotro jansenista, el abate Luigi Giudici (1758-1835).

    El abate Eustachio Degola (1761-1826) asign a Lacunza un lu-gar honorable, al lado de los jansenistas Du Guet, Asfeld, Etmare,Joubert, Houbigant, Lambert y Agier.9

    Jean Emmanuel (1799-1861), en una carta de Pavea del 12 de ju-lio de 1854, nombra a sus maestros en exgesis: los mismos autoresjansenistas, y la lista termina con el nombre de Lacunza.

    El abate Giovanni Battista Vertua (1784-1855) haba combatido elmilenarismo. Pero se dej ganar, l tambin, por las ideas de Lacunza,motivo de alegra para Emmanuel, que pudo escribir: En Soresina,tenemos el venerable cura Vertua, del cual Ud. me pidi noticias. Vivean, y est trabajando en una nueva edicin de su Scienza Eminentedi Ges Cristo, con agregados importantes; entre otros, uno bastan-te largo sobre la opinin milenaria y sus concomitancias. Expone elargumento usado por Lambert, Lacunza y Agier.10

    Giuseppe Bayma (1816-1892), profesor del Seminario de Bertinoro(Forl), puede figurar tambin entre los discpulos de Lacunza.11

    (1) A. F. Vaucher, Un extracto de la obra del P. Lacunza. Revista Chilena deHistoria y Geografa, Santiago, No. 94, 1939, pgs. 181, 182. (2) Discursosvarios en defensa de Juan Josafat Ben-Ezra, Mxico, 1824. (3) Teocaltiche,75 km al ENE de Guadalajara. (4) Carta de Camao, del 29 de enero de 1793,publicada por Ricardo Victorica, Gaceta del Foro, pgs. 217, 218. BuenosAires, 30 de septiembre de 1928. Francisco Antonio Zacaras (1714-1795).(5) Confutatio libri, cui titulus La venuta del Messia in gloria e maest, ms.in-fol. 12 pginas. (6) Segundo Heredia y Ro, Allocutio ad litteratos adversusmillenariorum moderatorum systema. Roma, 1827, 1828. (7) La venuta delMessia in gloria e maest, Roma, 1834, 2 volmenes. (8) Pujati, Esame de-

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    que, imbuido como estaba de los errores corrientes, se haba visto obli-gado a inclinarse ante la pura doctrina bblica y que no le quedaba du-da alguna. Todo lector imparcial, dice, le dar la razn a Lacunza. Losque lo condenan lo hacen por ignorancia: son ciegos que conducen aotros ciegos. Conjetura que tal vez los judos mismos lleguen a con-vencerse, despus de haberlo ledo, y que todos los cristianos se re-gocijarn por igual en la espera del Rey que viene.

    La Biblioteca Nacional de Buenos Aires conserva copias de doscartas del jesuita Joaqun Camao y Bazn (1737-1820), quien nohaba ledo ms que la mitad del primer tomo de La venida. La proli-jidad del autor, dice, y el poco respeto que mostraba hacia los Padresde la Iglesia, lo haban desanimado y hecho renunciar a la lectura.Camao rechaza el milenarismo, y la nocin de un anticristo colecti-vo le parece una hereja. Estaba convencido de que la obra no se-ra impresa si el examen quedara a cargo de telogos concienzudos.Y si llegase a ser publicada, los clamores del episcopado y de las r-denes religiosas la sacaran inmediatamente de circulacin.

    Otros jesuitas echaron pestes tal es la expresin de Camaocontra la obra de Lacunza. El ms moderado, Domingo Muriel(1718-1795), haba expresado su opinin en una carta. Declaraba quelas ideas de Lacunza coincidan con las del nuevo Papas prohibi-do, vale decir, con Zoppi. Segn Camao, Jos Guevara (1719-1806)nunca quiso leer a Lacunza. Aade que uno o dos chilenos acusarona Lacunza de desvergenza intelectual. Otro jesuita haba escrito aun amigo, dicindole que la obra infame contena 129 proposicio-nes errneas. Finalmente el gran Zacaras escribi al autor una car-ta de fuego reprobndole el querer salir al pblico con esa novedad:dicen que escribi as por mal informe, sin haber ledo la obra.4

    La nmina de las refutaciones y los ataques de que fue objeto laobra de Lacunza debe incluir tambin los siguientes trabajos: el delex jesuita Agustn Martnez (1725-1787), mencionado por Bestard; unestudio annimo en latn que se conserva en el Colegio de Stonyhurst;5

    la obra de Segundo Heredia y Ro (1777-1849);6 y una refutacinen italiano del franciscano espaol Jos Vidal y Galiana.7

    Desde los primeros aos del siglo XIX, la atencin de algunos jan-senistas se dirigi hacia la obra de Lacunza. El 12 de febrero de 1807,

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  • CAPTULO 10

    Reacciones ante la obra deLacunza en Francia

    VENDR en majestad y gloria, dijo el padre Bernard Lambert-Laplaigne hablando de Jesucristo.1 Como Lacunza, Lambert reco-mienda el estudio de las Escrituras y elogia igualmente su interpre-tacin literal. Anuncia la apostasa de los gentiles, y la conversin yrestauracin de los judos. No se puede establecer con certeza un la-zo de dependencia de Lambert a Lacunza. Pero estos dos telogos,uno jesuita y el otro dominicano y jansenista, deben ser considera-dos como los ms ilustres representantes del milenarismo catlicomoderno. Lambert se bas en el protestante Daniel van Breen y enel jansenista Michel Pinel.

    El abate Grgoire hace alusin a la obra de Lacunza por primeravez en una carta a Eustachio Degola (Pars, 14 de julio de 1807):El seor DAllegre tiene la bondad de hacer copiar para m un ma-nuscrito interesante concerniente al retorno de los judos. Tengo elprimer volumen.2 El 11 de agosto, Grgoire escribi a Degola, des-de Sarcelles: El seor Bary, que est aqu, me ha trado muchas no-ticias de Turn y de Miln, y adems el primer volumen de una obrasabia y grande intitulada Messiae adventus cum gloria et majestate(La venida del Mesas con gloria y majestad), cuyo manuscrito origi-nal fue prestado al seor DAllegre, nuevo obispo de Pava; ese pre-lado tuvo la bondad de hacrmelo copiar por entero.3

    Fue el abate Grgoire quien puso a Agier en contacto con el librode Lacunza. El 24 de diciembre de 1810, Agier escribi de Pars aDegola: Hace varios meses que estoy con la obra de Lacunza inti-tulada Messiae adventus cum gloria et majestate. La he ledo dos ve-ces; he hecho un extracto, y actualmente estoy escribiendo un an-lisis. Es una obra preciosa.4

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    lla opinione dai moderni millenari catt. riprodotta e difesa, Venecia, 1814, pgs.100-108. (9) Saggio di osservazioni sulla chiave dell Apocalisse (CdiceVaticano No. 13, 136 pgs. 41, 42, 49). (10) Carta al jansenista francsAmbroise Gulon (1796-1866), 12 de septiembre de 1853. (11) Bayma, I set-tari moderni. Trattenimenti storico-profetici dellanno 1856, ms. Curia vesco-vile di Bertinoro, 256 pginas.

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  • ayudados por el conocimiento de muchas lenguas, nos hemos con-vencido de que en Francia, Italia, Espaa, Inglaterra, Alemania yPolonia, el nmero de sacerdotes catlicos y de fieles fervientesque admiten ese reino de Nuestro Seor sobre la tierra como una opi-nin bastante probable, y aun ms probable que la opinin comn,es mayor de lo que parece y de lo que se piensa generalmente.14

    Tenemos otro discpulo reconocido de Lacunza en Philippe-Augustede Lambilly. ste hace figurar a Lacunza en una lista de partidariosdel reino futuro de Cristo, junto a Campanella, Ribera, Vieira y Agier.13

    El pastor Antonio Antomarchi se ha esforzado porque el pblicoprotestante de habla francesa adopte las ideas escatolgicas deLacunza.16

    (1) Bernard Lambert-Laplaigne (1738-1813), Expos des prdictions et despromesses faites lglise pour les derniers temps de la Gentilit, 11, pg.107. Pars, 1806. (2) Ver Angelo De Gubernatis (1840-1913), Eustachio Degola,pg. 332. Florencia, 1882. (3) Ver Pietro Savio, Devozione di Mgr. AdeodatoTurchi alla Santa Sede pg. 443. Roma, 1938. Autgrafo en los Archivosdel Vaticano. (4) Archivo Manzoni, Miln. (5) Archivo Port-Royal, Pars. Vaseuna refutacin de Lacunza en Dissertation sur lavnement glorieux deJsus-Christ. Pars, 1827. (6) Pierre-Jean Agier, Commentaire sur lApocalypse,I, pg. LIX. Pars, 1823. (7) Louis Silvy (1760-1847), Discours sur les pro-messes renfermes dans les Ecritures, et qui concernent le peuple dIsral,pg. 59. Pars, 1818. (8) Franois du Jacquemont (1757-1835), carta citadaen un manuscrito annimo: Rponse quelques observations anciennes etnouvelles de M. Silvy sur le commentaire de M. Agier. (9) Carta del 8-3-1830,en Eugne de Jacquemont, Une me de Jansniste. Franois Jacquemont,pg. 393. Lyon, 1914. (10) Pierre Lachze, Le Retour des Juifs, pg. 329.Pars, 1846. (11) Mditations religieuses et prophtiques, pg. 382 Tolosa,1840. (2 ed., pgs. 457, 458.) (12) Antoine Madrolle (1792-1861), La GrandeApostasie, pg. 285. Pars, 1850. (13) Le Rgne de Dieu, pgs. 97-100. Pars,1860. (14) Gabriel Gras (1816-1895), De la venue glorieuse de Notre SeigneurJsus-Christ, pg. 9. Niza, 1878. (15) Lglise et les Prophtes, pg. 8, Nantes,1868, II. (16) Ben Ezra, 1934, 1963.

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    El anlisis apareci en 1818. El antiguo oratoriano Jean-LouisRondeau (1759-1832), secretario de Grgoire, haba prestado el an-lisis a Louis Bridou, fallecido en 1822; ste se lo haba devuelto conuna cartita fechada el 10 de septiembre de 1818, y un manuscritode cuatro pginas donde se opona al sistema de Lacunza, expues-to por Agier.5 Agier pone a Lacunza a la altura de Du Guet, Mraulty Joubert.6

    La aparicin del anlisis de Agier fue seguida de una obra de LouisSilvy acerca de las profecas. A propsito del restablecimiento deIsrael, Silvy deca: Se ha encontrado casi palabra por palabra eserazonamiento en el padre Lacunza.7

    Agier inici en la lectura de Lacunza a un amigo de Silvy,Jean-Franois Jacquemont. En una carta del 28 de mayo de 1824,Jacquemont escribi: En cuanto al Apocalipsis del seor Agier, heencontrado en l grandes bellezas y grandes defectos... No dejo deadmirarme de que l y Lacunza, su gua, hayan tenido tanta luz so-bre los ltimos tiempos.8 Escribiendo a un sobrino, SauveurJacquemont (1793-1874), el viejo jansenista, mencionando las obrasde Agier, agreg: Si quieres ver tambin la del jesuita Lacunza, que-dars sorprendido por las ideas que la lectura de los profetas, y so-bre todo de Daniel, le dieron acerca de los acontecimientos que es-peramos.9

    Es a Lacunza no nombrado a quien Pierre Lachze debe laidea del futuro restablecimiento de los sacrificios? Acontecer en esetiempo como en los comienzos del cristianismo, en que los judosmezclaban los sacrificios de la ley en el templo de Jerusaln con laobservancia de la nueva ley aportada por Jesucristo.10

    Una de las interpretaciones ms originales y ms discutibles deLacunza la de las cuatro bestias de Daniel 7 ha sido adoptadapor Pierre-Franois Delestre-Boulage.11 El abogado Antoine Madrolleno ocultaba su admiracin por Lacunza, a quien asociaba conLambert.12 J. Andr Pezzani (1818-1877), abogado en la corte impe-rial de Lyon, conoca el libro notable de Lacunza, al cual se acer-caba en ms de un aspecto.13

    Entre el clero catlico de su poca, Gabriel Gras no era el nicoque se inclinaba al milenarismo: Despus de numerosos viajes, y

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  • Las conferencias profticas realizadas en Albury Park, en lo deHenry Drummond, de 1826 a 1830, contribuyeron a que se conocie-sen en Inglaterra las ideas de Lacunza.3

    Como William Hamilton (1780-1835) criticara los mtodos deLacunza, Drummond tom la defensa de este ltimo.4

    Alexander Begg (1800-1868) no menciona a Lacunza ms queuna vez, pero coincide a menudo con l: es partidario del literalismoen la interpretacin de las profecas; cree en la proximidad de la pa-rusa (advenimiento de Cristo); defiende el milenarismo contra Hamiltony Ralph Wardlaw (1779-1853).5 Cuando Begg fue atacado porAlexander Gardner (1799-1875), lo defendi William Anderson (1799-1873), pastor de Glasgow.6

    Otro discpulo de Lacunza fue William Wollaston Pym (1792-1852),vicario de William, Herts.7

    En el curso de los aos que siguieron a la publicacin del Ben-Ezrade Irving, Lacunza fue frecuentemente mencionado por la prensa re-ligiosa de habla inglesa. Aunque es imposible citar a todos los auto-res ingleses que invocaron la autoridad de Lacunza, enumerar a al-gunos: Edward Thomas Vaughan (1777-1829); el lugarteniente GeorgeHorsley Wood (1794-1874); Charles Popham Miles (1810-1891);Joshua William Brooks (1790-1882); William Thorp (1763-1833);Andrew Robert Fausset (1821-1910); Henry Grattan Guinness(1835-1910); Ernest Meter Cachemaille (1836-1933).8

    El quiliasmo tuvo un adversario en James Grant (1802-1879).9 Enfavor del milenarismo catlico abog en Inglaterra un italiano, GiovanniBattista Pagani (1806-1860).10 Pagani acusa a Lacunza de habermezclado errores con las ideas catlicas del milenio. Distingue, ltambin, tres clases de milenarios y dos resurrecciones corporales.Da la misma aplicacin que Lacunza a la piedra que destruye la ima-gen de Daniel 2. Por otro lado, Pagani mantiene la interpretacin tra-dicional de las cuatro monarquas y rechaza algunas ideas de Lacunza,tales como la identificacin de Babilonia con Roma catlica, la expli-cacin de la bestia de los dos cuernos de Apocalipsis 13 y el resta-blecimiento de los sacrificios israelitas.

    Sin querer, Irving, que se mostr reservado sobre las opiniones fu-turistas de Lacunza, ha contribuido a fundamentar el futurismo pro-

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    CAPTULO 11

    Recibimiento de la obra deLacunza en Inglaterra

    HACIA 1825, un ejemplar de la edicin de 1812 de La venida del Mesasen gloria y majestad despert la curiosidad de algunos protestanteslondinenses, que tradujeron algunos extractos de la obra. Profunda-mente afectado por la prdida de su primognito, Eduardo Irving co-menz a preocuparse por las profecas y a predicar la doctrina del re-greso de Jesucristo en la iglesia presbiteriana de Hatton Garden. Porentonces un amigo le prest el libro de Lacunza. Aunque no compar-ta las creencias especficamente catlicas de Lacunza, ni aprobabatodas las interpretaciones de la profeca contenidas en La venida, Irvingdecidi traducir y publicar la obra completa de nuestro jesuita.

    En el discurso preliminar puesto al principio de su traduccin (I,pgs. xxvi-xliv), Irving se separa de Lacunza en los siguientes as-pectos: retiene la interpretacin tradicional de las cuatro monarquasuniversales; da a los das profticos un valor simblico (un da prof-tico = un ao literal); rechaza el sistema futurista en lo que concierneal libro del Apocalipsis y, finalmente, cree en un anticristo individual.

    Irving mantena estrecha amistad con Samuel Taylor Coleridge(1772-1834). Thomas Finlayson Henderson (1844-1923) atribuye ala influencia de ste la amplitud de las ideas que caracteriz a Irving.

    ste, a su vez, ejerci influencia sobre su amigo Coleridge en loque toca a las profecas bblicas. El Museo Britnico posee un ejem-plar del primer volumen del Ben-Ezra de Irving, anotado por Coleridge.1

    El telogo escocs Thomas Chalmers (1780-1847), del cual Irvingfue el sufragneo en Glasgow (1819-1822) antes de ser llamado aLondres, se convenci tambin de ciertas ideas de Lacunza. Chalmerses an ms sobrio que Lacunza en la descripcin del milenio, peroigualmente realista en su concepcin del paraso futuro.2

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  • (5) Ralph Wardlaw, Sermons, Edimburgo, 1829, pgs. 489-526. AlexanderBegg, A Connected View of Some of the Scriptural Evidences of theRedeemers Speedy Return, and Reign on Earth with His Glorified Saints,During the Millennium, Paisley, 1829; 4 ed., 1831 (6) Alexander Gardner,Millenarianism Indefensible, Paisley, 1832. William Anderson, An Apology forMillennial Doctrine, Glasgow, 1830-1831. (7) William Wollaston Pym, Thoughtson Millenarianism, Hitchin, 1829; 3 ed., 1831. (8) Edward Thomas Vaughan,The Churchs Expectation, Leicester, 1828. George Horsley Wood, TheBelievers Guide to the Study of Unfulfilled Prophecy, Londres, 1831. CharlesPopham Miles, Lectures on the Book of Daniel, Londres, 1840-1841. JoshuaWilliam Brooks, Elements of Prophetical Interpretation, Londres, 1836. Essayson the Second Advent and Kingdom of Christ, Londres, 1834. 4 ed., 1843.William Thorp, The Destines of the British Empire, Londres 1831; 2 ed., 1839.Andrew Robert Fausset, The Second Advent. The Millennium, Londres, 1880.Henry Grattan Guinness, The Approaching End of the Age, Londres, 1878.Ernest Meter Cachemaille, The Visions of Daniel and the Revelation, Londres,1911. (9) James Grant, The End of all Things, 2 ed.; Londres, 1866-1867.Grant fue atacado por Alfred George Goodwyn, The Substance of ThingsHoped for, Londres, 1867. (10) Giovanni Battista Pagani, The End of the World,Londres, 1855. (11) Samuel Roffey Maitland, An Attempt to Elucidate tireProphecies Concerning Antichrist, Londres, 1830; 2 ed., 1853. (12) JamesHenthorn Todd, Discourses on the Prophecies Relating to Antichrist in theWritings of Daniel and St. Paul, Dublin, 1840. Six Discourses on the PropheciesRelating to Antichrist in the Apoc., Dubln, 1846. William De Burgh, Lectureson the Second Advent of Our Lord, Dubln, 1832; 4 ed., 1845. The ApocalypseUnfulfilled, Dubln, 1823; 5 ed., 1857. Antichrist, Dubln, 1839. (13) EmilioVasse, El lacuncismo, pgs. 32-39. (14) John Sidney Davenport Edward Irvingand the Catholic Apostolic Church, pgs. 9, 10. Nueva York, 1863. FrancisSitwell, Gods Purpose in Creation, pgs. 133, 134, 149, 276. Edimburgo,1865 (8 ed., 1899, pgs. 136, 137, 153, 276). William Bramley Moore, TheChurchs Forgotten Hope, Glasgow, 1902, pgs. 121, 122, 175; (3 ed., 1905,pgs. 222, 223, 328, 329). The Cherubim of Glory, pg. 435, 1917. (15) SamuelPrideaux Tregelles, The Jansenists: their Rise, Persecutions by the Jesuits,and existing Remnant, Londres, 1851, pg. 97. Andrew Miller, The Brethren,Londres, 1879, pg. 5. (16) John Arnott MacCulloch, art. Brethen (Plymouth).Encyclopaedia of Religion and Ethics (Hastings), II, pg. 843, 1926. (17) AchilleMaulvault, art. Lambert, Encyclopdie des Sciences Religieuses(Lichtenberger), VII, pg. 693. (18) Georg Friedrich Mller, The Second Comingof Christ, Bristol, 1881.

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    testante por medio de su traduccin del Ben-Ezra. Samuel RoffeyMaitland (1792-1866)11 fue uno de los primeros en valerse de Lacunzapara justificar el abandono de la interpretacin tradicional de las cua-tro monarquas. El ejemplo de Maitland fue seguido por JamesHenthorn Todd (1805-1869), por William De Burgh (1800-1866), y porHenry Browne (1804-1875).12

    Vasse ha mostrado la influencia de Lacunza en la formacin dela Iglesia Catlica Apostlica llamada Irvingiana.13

    Los telogos irvingianos John Sidney Davenport (1808-1900),Francis Sitwell (1787-1865) en una obra pstuma, y William BramleyMoore (1831-1918) no disimulan sus opiniones coincidentes con lasde Lacunza.14 Los misioneros irvingianos contribuyeron a propagarideas semejantes a las de Lacunza, no solamente en Gran Bretaa,sino tambin en muchos otros pases.

    Si los hermanos de Plymouth, conocidos con el nombre de dar-bistas, hubieran tenido la costumbre de citar sus fuentes, Lacunzaaparecera frecuentemente en sus escritos. No he encontrado su nom-bre, sino en los de Samuel Prideaux Tregelles (1813-1875) y AndrewMiller (1810-1883).15 John Arnott MacCulloch, en un artculo consa-grado a esa denominacin protestante, hace intervenir a Lacunza co-mo origen del movimiento,16 Achille Maulvault (1834-1918), hablandode Lambert, ha sealado la influencia ejercida sobre la escatologadarbista por los corifeos del milenarismo catlico moderno: Lacunzay Lambert.17 El futurismo darbista proviene directamente de Lacunza,aunque se aparta de ste en ms de un punto. Georg Friedrich Mller(1805-1898) haba comenzado a comprender la importancia del re-torno de Jess en 1829, poco tiempo despus de la publicacin delBen-Ezra de Irving.18

    (1) Notes on English Divines, ed. Derwent Coleridge. II, Londres, 1853, pgs.335-348. (2) Thomas Chalmers, Works, X, pgs. 149-174. (3) HenryDrummond (1786-1860), Dialogues on Prophecy, Londres, 1828-1829. (4)William Hamilton, A Defence of the Scriptural Doctrine Concerning tire SecondAdvent of Christ, from the Erroneous Representations of Modem Millenarians,Glasgow, 1828. Henry Drummond, A Defence of the Students of Prophecy,in Answer to an Attack of the Rev. Dr. Hamilton of Strathblane, Londres, 1828.

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  • la guerra del Armagedn. Pero el debate que se origin referente a laprofeca an


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