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London Jack - El Talon de Hierro

Date post: 14-Apr-2018
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    EL TALON DE HIERRO

    JACK LONDON

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    CAPTULO I

    MI AGUILA

    La brisa de verano agita las gigantescas sequoias y las ondas de la

    Wild Water cabrillean cadenciosamente sobre las piedras musgosas.Danzan al sol las mariposas y en todas partes zumba el bordoneo me-

    cedor de las abejas. Sola, en medio de una paz tan profunda, estoy

    sentada, pensativa e inquieta. Hasta el exceso de esta serenidad meturba y la torna irreal. El vasto mundo est en calma, pero es la calmaque precede a las tempestades. Escucho y espo con todos mis sentidos

    el menor indicio del cataclismo inminente. Con tal que no sea prema-turo! Oh, si no estallara demasiado pronto!1

    Es explicable mi inquietud. Pienso y pienso, sin descanso, y nopuedo evitar el pensar. He vivido tanto tiempo en el corazn de la

    refriega, que la tranquilidad me oprime v mi imaginacin vuelve, a

    pesar mo, a ese torbellino de devastacin y de muerte que va a desen-cadenarse dentro de poco. Me parece or los alaridos de las vctimas,ver, como ya lo he visto en el pasado2, a toda esa tierna y preciosa

    carne martirizada y mutilada, a todas esas almas arrancadas violenta-mente de sus nobles cuerpos y arrojadas a la cara de Dios. Pobres

    mortales como somos, obligados a recurrir a la matanza y a la destruc-cin para alcanzar nuestro fin, para imponer en la tierra una paz y una

    felicidad durables!

    1La segunda revuelta fue en gran parte la obra de Ernesto Everhard, aunque,

    naturalmente, en cooperacin con los lderes europeos. El arresto y la ejecu-cin de Everhard constituyeron el acontecimiento ms notable de la primaverade 1932. Pero haba preparado tan minuciosamente ese levantamiento, que suscamaradas pudieron realizar igualmente sus planes sin demasiada confusin niretardo. Despus de la ejecucin de Everhard, su viuda se retir a Wake RobinLodge, una casita en las montaas de la Sonoma, en California.2 Alusin evidente a la primera revuelta, la de la Comuna de Chicago.

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    Y, adems, estoy completamente sola! Cuando no sueo con loque debe ser, sueo con lo que ha sido, con lo que ya no existe. Pienso

    en mi guila, que bata el vaco con sus alas infatigables y que empren-di vuelo hacia su sol, hacia el ideal resplandeciente de la libertad

    humana. Yo no podra quedarme cruzada de brazos para esperar elgran acontecimiento que es obra suya, a pesar de que l no est ya ms

    aqu para contemplar su ejecucin. Esto es el trabajo de sus manos, lacreacin de su espritu3. Sacrific a eso sus ms bellos aos y ofreci

    su vida misma.He aqu por qu quiero consagrar este perodo de espera y de an-

    siedad al recuerdo de mi marido. Soy la nica persona del mundo quepuede, proyectar cierta luz sobre esta personalidad, tan noble que es

    muy difcil darle su verdadero y vivo relieve. Era un alma inmensa.Cuando mi amor se purifica de todo egosmo, lamento sobre todo que

    ya no est ms aqu para ver la aurora cercana. No podemos fracasar,porque construy demasiado slidamente, demasiado seguramente.

    Del pecho de la humanidad abat ida arrancaremos el Taln de Hierromaldito! A una seal convenida, por todas partes se levantarn legiones

    de trabajadores, y jams se habr visto nada semejante en la historia.La solidaridad de las masas trabajadoras est asegurada, y por primera

    vez estallar una revolucin internacional tan vasta como el vastomundo4.

    3Sin que esto implique contradecir a Avis Everhard, puede hacerse notar que

    Everhard fue simplemente uno de los muchos y hbiles jefes que proyectaronla segunda revuelta. Hay, con el curso de los siglos, estamos en condiciones deafirmar que, aunque Ernesto hubiese sobrevivido, el movimiento no habra poreso fracasado menos desastrosamente.4 La segunda revuelta fue verdaderamente internacional. Era un plan demasia-do colosal para que hubiera podido ser elaborado por el genio de un solo hom-

    bre. En todas las oligarquas del mundo los trabajadores estaban listos paralevantarse a una seal convenida. Alemania, Italia, Francia y toda Australiaeran pases de trabajadores, Estados socialistas dispuestos a ayudar a la revolu-cin de los dems pases. Lo hicieron valientemente; y fue por eso que, cuandola segunda revuelta fue aplastada, fueron aplastados ellos tambin por la alian-za mundial de las oligarquas y sus gobiernos socialistas fueron a su vez reem-

    plazarlos por gobiernos oligrquicos.

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    Ya lo veis; estoy obsesionada por este acontecimiento que desdehace tanto tiempo he vivido da y noche en sus menores detalles. No

    puedo alejar el recuerdo de aquel que era el alma de todo esto. Todossaben que trabaj rudamente y sufri cruelmente por la libertad; pero

    nadie lo sabe mejor que yo, que durante estos veinte aos de conmo-ciones he compartido su vida y he podido apreciar su paciencia, su

    esfuerzo incesante, su abnegacin absoluta a la causa por la cual murihace slo dos meses.

    Quiero intentar el relato simple de cmo Ernesto Everhard entren mi vida, cmo su influencia sobre m creci hasta el punto de con-

    vertirme parte de l mismo y qu cambios prodigiosos obr en midestino; de esta manera podris verlo con mis ojos y conocerlo como lo

    he conocido yo misma; slo callar algunos secretos demasiado dulcespara ser revelados.

    Lo vi por primera vez en febrero de 1912, cuando invitado a ce-nar por mi padre5, entr en nuestra casa de Berkeley6; no puedo decir

    que mi primera impresin haya sido favorable. Tenamos muchos in-vitados, y en el saln, en donde esperbamos que todos nuestros hus-

    pedes hubieran llegado, hizo una entrada bastante desdichada. Era lanoche de los predicantes, como pap deca entre nosotros, y verdade-

    ramente Ernesto no pareca en su sitio en medio de esa gente de iglesia.En primer lugar, su ropa no le quedaba bien. Vesta un traje de

    pao oscuro, y l nunca pudo encontrar un traje de confeccin que lequedase bien. Esa noche, como siempre, sus msculos levantaban el

    5 John Cunningham, padre de Avis Everhard, era profesor de la Universidaddel Estado en Berkeley, California. Su especialidad eran las ciencias fsicas,

    pero se dedicaba a muchas otras investigaciones originales y estaba considera-do como un sabio muy distinguido. Sus principales contribuciones a la cienciafueron sus estudios sobre el electrn y, sobre todo, su obra monumental titula-da Identidad, de la Materia y de la Energa, en la cual estableci sin refuta-cin posible que la unidad ltima de la materia y la unidad ltima de la fuerzason una sola y misma cosa. Antes de l, esta idea haba sido entrevista, pero nodemostrada, por Sir Oliver Lodge y otros exploradores del nuevo campo de laradioactividad.6 Las ciudades de Berkeley, de Oakland y algunas otras situadas en la baha deSan Francisco estn ligadas a esta ltima capital por abarcas que hacen latravesa en algunos minutos; virtualmente, forman una aglomeracin nica.

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    gnero y, a consecuencia de la anchura de su pecho, la americana lehaca muchos pliegues entre los hombros. Tena un cuello de campen

    de boxeo7, espeso y slido. He aqu, pues, me deca, a este filsofosocial, ex maestro herrero, que pap ha descubierto; y la verdad era que

    con esos bceps y ese pescuezo tena un fsico adecuado al papel. Loclasifiqu inmediatamente como una especie de prodigio, un Blind

    Tom8 de la clase obrera.Enseguida me dio la mano. El apretn era firme y fuerte, pero so-

    bre todo me miraba atrevidamente con sus ojos negros... demasiadoatrevidamente a mi parecer. Comprended: yo era una criatura del am-

    biente, y para esa poca mis instintos de clase eran poderosos. Esteatrevimiento me hubiese parecido casi imperdonable en un hombre de

    mi propio mundo. S que no pude remediarlo y baje los ojos, y cuandose adelant y me dej atrs, fue con verdadero alivio que me volv para

    saludar al obispo Morehouse, uno de mis favoritos: era un hombre deedad media, dulce y grave, con el aspecto v la bondad de un Cristo y,

    por sobre todas las cosas, un sabio.Mas esta osada que yo tomaba por presuncin era en realidad el

    hilo conductor que debera permitirme desenmaraar el carcter deErnesto Everhard. Era simple y recto, no tena miedo a nada y se nega-

    ba a perder el tiempo en usos sociales convencionales. "Si t me gus-taste enseguida, me explic mucho tiempo despus, por qu no habra

    llenado mis ojos con lo que me gustaba?" Acabo de decir que no temaa nada. Era un aristcrata de naturaleza, a pesar de que estuviese en un

    campo enemigo de la aristocracia. Era un superhombre. Era la bestia

    rubia descrita por Nietzsche9

    , mas a pesar de ello era un ardiente de-mcrata.

    7 En ese tiempo los hombres tenan la costumbre de combatir a puetazos parallevarse el premio. Cuando uno de ellos caa sin conocimiento o era muerto, elotro se llevaba el dinero.8Msico negro que tuvo un instante de popularidad en los Estados Unidos.

    9 Federico Nietzsche, el filsofo loco del siglo XIX de la era cristiana, queentrevi fantsticos resplandores de verdad, pero cuya razn, a fuerza de darvueltas en el gran circulo del pensamiento humano, se escap por la tangente.

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    Atareada como estaba recibiendo a los dems invitados, y quizscomo consecuencia de mi mala impresin, olvid casi completamente

    al filsofo obrero. Una o dos veces en el transcurso de la comida atrajomi atencin. Escuchaba la conversacin de diversos pastores; vi brillar

    en sus ojos un fulgor divertido. Deduje que estaba de humor alegre, ycasi le perdon su indumentaria. El tiempo entretanto pasaba, la cena

    tocaba a su fin y todava no haba abierto una sola vez la boca, mien-tras los reverendos discurran hasta el desvaro sobre la clase obrera,

    sus relaciones con el clero y todo lo que la Iglesia haba hecho y haciatodava por ella. Advert que a mi padre le contrariaba ese mutismo.

    Aprovech un instante de calma para alentarlo a dar su opinin. Er-nesto se limit a alzarse de hombros, y despus de un breve "No tengo

    nada que decir", se puso de nuevo a comer almendras saladas.Pero mi padre no se daba fcilmente por vencido; al cabo de al-

    gunos instantes declar:Tenemos entre nosotros a un miembro de la clase obrera. Estoy

    seguro de que podra presentarnos los hechos desde un punto de vistanuevo, interesante y remozado. Hablo del seor Everhard.

    Los dems manifestaron un inters corts y urgieron a Ernesto aexponer sus ideas. Su actitud hacia l era tan amplia, tan tolerante y

    benigna que equivala lisa y llanamente a condescendencia. Vi queErnesto lo entenda as y se diverta.

    Pase lentamente sus ojos alrededor de la mesa y sorprend enellos una chispa maliciosa.

    No soy versado en la cortesa de las controversias eclesisticas

    comenz con aire modesto; luego pareci dudar.Se escucharon voces de aliento: "Contine, contine!" Y el doc-tor Hammerfield agreg:

    No tememos la verdad que pueda traernos un hombre cualquie-ra... siempre que esa verdad sea sincera.

    De modo que usted separa la sinceridad de la verdad? pre-gunt vivamente Ernesto, riendo.

    El doctor Hammerfield permaneci un momento boquiabierto y

    termin por balbucir:

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    Cualquiera puede equivocarse, joven, cualquiera, el mejor hom-bre entre nosotros.

    Un cambio prodigioso se oper en Ernesto. En un instante se tro-c en otro hombre.

    Pues bien, entonces permtame que comience dicindole que seequivoca, que os equivocis vosotros todos. No sabis nada, y menos

    que nada, de la clase obrera. Vuestra sociologa es tan errnea y des-provista de valor como vuestro mtodo de razonamiento.

    No fue tanto por lo que deca como por el tono conque lo decaque me sent sacudida al primer sonido de su voz. Era un llamado de

    clarn que me hizo vibrar entera. Y toda la mesa fue zarandeada, des-pertada de su runrn montono; y enervante.

    Qu es lo que hay tan terriblemente errneo y desprovisto devalor en nuestro mtodo de razonamiento, joven? pregunt el doctor

    Hammerfield, y su entonacin traicionaba ya un timbre desapacible.Vosotros sois metafsicos. Por la metafsica podis probar cual-

    quier cosa, y una vez hecho eso, cualquier otro metafsico puede pro-bar, con satisfaccin de su parte, que estabais en un error. Sois

    anarquistas en el dominio del pensamiento. Y tenis la vesnica pasinde las construcciones csmicas. Cada uno de vosotros habita un uni-

    verso su manera, creado con sus propias fantasas y sus propios deseos.No conocis nada del verdadero mundo en que vivs, y vuestro pensa-

    miento no tiene ningn sitio en la realidad, salvo como fenmeno deaberracin mental... Sabis en qu pensaba cuando os oa hablar hace

    un instante a tontas y a locas? Me recordabais a esos escolsticos de la

    Edad Media que discutan grave y sabiamente cuntos ngeles podanbailar en la punta de un alfiler. Seores, estis tan lejos de la vida inte-lectual del siglo veinte como poda estarlo, hace una decena de miles

    de aos, algn brujo piel roja cuando haca sus sortilegios en la selvavirgen.

    Al lanzar este apstrofe, Ernesto pareca verdaderamente encole-rizado. Su faz enrojecida, su ceo arrugado, el fulgor de sus ojos, los

    movimientos del mentn y de la mandbula, todo denunciaba un humor

    agresivo. Era, empero, una de sus maneras de obrar. Una manera que

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    excitaba siempre a la gente: su ataque fulminante la pona fuera de s.Ya nuestros convidados olvidaban su compostura. El obispo Mo-

    rehouse, inclinado hacia delante, escuchaba atentamente. El rostro deldoctor Hammerfield estaba rojo de indignacin y de despecho. Los

    otros estaban tambin exasperados y algunos sonrean con aire de di-vertida superioridad. En cuanto a m, encontraba la escena muy alegre.

    Mir a pap y me pareci que iba a estallar de risa al comprobar elefecto de esta bomba humana que haba tenido la audacia de introducir

    en nuestro medio.Sus palabras son un poco vagas le interrumpi el doctor Ham-

    merfield. Qu quiere usted decir exactamente cuando nos llamametafsicos?

    Os llamo metafsicos replic Ernesto porque razonis metaf-sicamente. Vuestro mtodo es opuesto al de la ciencia y vuestras con-

    clusiones carecen de toda validez. Probis todo y no probis nada; nohay entre vosotros dos que puedan ponerse de acuerdo sobre un punto

    cualquiera. Cada uno de vosotros se recoge en su propia concienciapara explicarse el universo y l mismo. Intentar explicar la conciencia

    por s misma es igual que tratar de levantarse del suelo tirando de lalengeta de sus propias botas.

    No comprendo intervino el obispo Morehouse.Me parece que todas las cosas del espritu son metafsicas.

    Las matemticas, las ms exactas y profundas de todas las cien-cias, son puramente metafsicas. El menor proceso mental del sabio

    que razona es una operacin metafsica. Usted, sin duda, estar de

    acuerdo con esto.Como usted mismo lo dice sostuvo Ernesto , usted no com-prende. El metafsico razona por deduccin, tomando como punto de

    partida su propia subjetividad; el sabio razona por induccin, basndo-se en los hechos proporcionados por la experiencia. El metafsico pro-

    cede de la teora a los hechos; el sabio va de los hechos a la teora. Elmetafsico explica el universo segn l mismo; el sabio se explica a s

    mismo segn el universo.

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    Alabado sea Dios porque no somos sabios murmur el doctorHammerfield con aire de satisfaccin beata.

    Qu sois vosotros, entonces?Somos filsofos.

    Ya alzasteis el vuelo dijo Ernesto riendo . Os sals del terrenoreal y slido y os lanzis a las nubes con una palabra a manera de m-

    quina voladora. Por favor, vuelva a bajar usted y dgame a su vez quentiende exactamente por filosofa.

    La filosofa es... el doctor Hammerfield se compuso la gargan-ta algo que no se puede definir de manera comprensiva sino a los

    espritus y a los temperamentos filosficos. El sabio que se limita ameter la nariz en sus probetas no podra comprender la filosofa.

    Ernesto pareci insensible a esta pulla. Pero como tena la cos-tumbre de derivar hacia el adversario el ataque que 1e dirigan, lo hizo

    sin tardanza. Su cara y su voz desbordaban fraternidad benigna.En tal caso, usted va a comprender ciertamente la definicin que

    voy a proponerle de la filosofa. Sin embargo, antes de comenzar, lointimo, sea a hacer notar los errores, sea a observar un silencio metaf-

    sico. La filosofa ea simplemente la ms vasta de todas las ciencias. Sumtodo de razonamiento es el mismo que el de una ciencia particular o

    el de todas. Es por este mtodo de razonamiento, mtodo inductivo,que la filosofa fusiona todas las ciencias particulares en una sola y

    gran ciencia. Como dice Spencer, los datos de toda ciencia particularno son ms que conocimientos parcialmente unificados, en tanto que la

    filosofa sintetiza los conocimientos suministrados por todas las cien-

    cias. La filosofa es la ciencia de las ciencias, la ciencia maestra, siusted prefiere. Qu piensa usted de esta definicin?Muy honorable... muy digna de crdito murmur torpemente el

    doctor Hammerfield.Pero Ernesto era implacable.

    Cuidado! le advirti. Mire que mi definicin es fatal para lametafsica: Si desde ahora usted no puede sealar una grieta en mi

    definicin, usted ser inmediatamente descalificado por adelantar ar-

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    gumentos metafsicos. Y tendr que pasarse toda la vida buscando esapaja y permanecer mudo hasta que la haya encontrado.

    Ernesto esper. El silencio se prolongaba y se volva penoso. Eldoctor Hammerfield estaba tan mortificado como embarazado. Este

    ataque a mazazos de herrero lo desconcertaba completamente. Su mi-rada implorante recorri toda la mesa, pero nadie respondi por l.

    Sorprend a pap resoplando de risa tras su servilleta.Hay otra manera de descalificar a los metafsicos continu Er-

    nesto, cuando la derrota del doctor fue probada , y es juzgarlos porsus obras. Qu hacen ellos por la humanidad sino tejer fantasas et-

    reas y tomar por dioses a sus propias sombras? Convengo en que hanagregado algo a las alegras del gnero humano, pero qu bien tangi-

    ble han inventado para l? Los metafsicos han filosofado, perdnemeesta palabra de mala ley, sobre el corazn como sitio de las emociones,

    en tanto que los sabios formulaban ya la teora de la circulacin de lasangre. Han declamado contra el hambre y la peste como azotes de

    Dios, mientras los sabios construan depsitos de provisiones y sanea-ban las aglomeraciones urbanas. Describan a la tierra corno centro del

    universo, y para ese tiempo los sabios descubran Amrica y sondeabanel espacio para encontrar en l estrellas y las leyes de los astros. En

    resumen, los metafsicos no han hecho nada, absolutamente nada, porla humanidad. Han tenido que retroceder paso a paso ante las conquis-

    tas de la ciencia. Y apenas los hechos cientficamente comprobadoshaban destruido sus explicaciones subjetivas, ya fabricaban otras nue-

    vas en una escala ms vasta para hacer entrar en ellas la explicacin de

    los ltimos hechos comprobados. He aqu, no lo dudo, todo lo quecontinuarn haciendo hasta la consumacin, de los siglos. Seores, losmetafsicos son hechiceros. Entre vosotros y el esquimal que imagina-

    ba un dios comedor de grasa y vestido de pieles, no hay otra distanciaque algunos miles de aos de comprobaciones de hechos.

    Sin embargo, el pensamiento de Aristteles ha gobernado a Eu-ropa durante doce siglos enunci pomposamente el doctor Ballingford;

    y Aristteles era un metafsico.

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    El doctor Ballingford pase sus ojos alrededor de la mesa y fuerecompensado con signos y sonrisas de aprobacin.

    Su ejemplo no es afortunado respondi Ernesto . Usted evocaprecisamente uno de los perodos ms sombros de la historia humana,

    lo que llamamos siglos de oscurantismo: una poca en que la cienciaera cautiva de la metafsica, en que la fsica estaba reducida a la bs-

    queda de la piedra filosofal, en que la qumica era reemplazada por laalquimia y la astronoma por la astrologa. Triste dominio el del pen-

    samiento de Aristteles!El doctor Ballingford pareci vejado, pero pronto su cara se ilu-

    min y replic:Aunque admitamos el negro cuadro que usted acaba de pintar-

    nos, usted no puede menos de reconocerle a la metafsica un valorintrnseco, puesto que ella ha podido hacer salir a la humanidad de esta

    fase sombra y hacerla entrar exila claridad de los siglos posteriores.La metafsica no tiene nada que ver en todo eso contest Er-

    nesto.Cmo! exclam el doctor Hammerfield . No fue, acaso, el

    pensamiento especulativo el que condujo a los viajes de los descubri-dores?

    Ah, estimado seor! dijo Ernesto sonriendo , lo crea descali-ficado. Usted no ha encontrado todava ninguna pajita en mi definicin

    de la filosofa, de modo que usted est colgado en el aire. Sin embargo,como s que es una costumbre entre los metafsicos, lo perdono. No,

    vuelvo a decirlo, la metafsica no tiene nada que ver con los viajes y

    descubrimientos. Problemas de pan y de manteca, de seda y de joyas,de moneda de oro y de velln e, incidentalmente, el cierre de las vasterrestres comerciales hacia la India, he aqu lo que provoc los viajes

    de descubrimiento. A la cada de Constantinopla, en mil cuatrocientoscincuenta y tres, los turcos bloquearon el camino de las caravanas de

    hindes, obligando a los traficantes de Europa a buscar otro. Tal fue lacausa original de esas exploraciones. Coln navegaba para encontrar

    un nuevo camino a las Indias; se lo dirn a usted todos los manuales de

    historia. Por mera incidencia se descubrieron nuevos hechos sobre la

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    naturaleza, magnitud y forma de la tierra, con lo que el sistema dePtolomeo lanz sus ltimos resplandores.

    El doctor Hammerfield emiti una especie de gruido.No est de acuerdo conmigo? pregunt Ernesto. Diga enton-

    ces en dnde err.No puedo sino mantener mi punto de vista replic speramente

    el doctor Hammerfield . Es una historia demasiado larga para que ladiscutamos aqu.

    No hay historia demasiado larga para el sabio dijo Ernesto condulzura . Por eso el sabio llega a cualquier parte; por eso lleg a Am-

    rica.No tengo intenciones de describir la velada entera, aunque no me

    faltan deseos, pues siempre me es grato recordar cada detalle de esteprimer encuentro, de estas primeras horas pasadas con Ernesto

    Everhard.La disputa era ardiente y los prelados se volvan escarlata, sobre

    todo cuando Ernesto les lanzaba los eptetos de filsofos romnticos,de manipuladores de linterna mgica y otros del mismo estilo. A cada

    momento los detena para traerlos a los hechos: "Al hecho, camarada,al hecho insobornable", proclamaba triunfalmente cada vez que asesta-

    ba un golpe decisivo. Estaba erizado de hechos. Les lanzaba hechocontra las piernas para hacerlos tambalear, preparaba hechos en em-

    boscadas, los bombardeaba con hechos al vuelo.Toda su devocin se reserva al altar del hecho dijo el doctor

    Hammerfield.

    Slo el hecho es Dios y el seor Everhard su profeta parafraseel doctor Ballingford.Ernesto, sonriendo, hizo una seal de asentimiento.

    Soy como el tejano dijo; y como lo apremiasen para que lo ex-plicara, agreg : S, el hombre de Missouri dice siempre: "Tiene que

    mostrarme eso"; pero el hombre de Tejas dice: "Tengo que ponerlo enla mano". De donde se desprende que no es metafsico.

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    En cierto momento, como Ernesto afirmase que los filsofos me-tafsicos no podran soportar la prueba de la verdad, el doctor Hammer-

    field tron de repente:Cul es la prueba de la verdad, joven? Quiere usted tener la

    bondad de explicarnos lo que durante tanto tiempo ha embarazado acabezas ms sabias que la suya?

    Ciertamente respondi Ernesto con esa seguridad que los ponafrenticos . Las cabezas sabias han estado mucho tiempo y lastimo-

    samente embarazadas por encontrar la verdad, porque iban a buscarlaen el aire, all arriba. Si se hubiesen quedado en tierra firme la habran

    encontrado fcilmente. S, esos sabios habran descubierto que ellosmismos experimentaban precisamente la verdad en cada una de las

    acciones y pensamientos prcticos de su vida.La prueba! El criterio! repiti impacientemente el doctor

    Hammerfield. Deje a un lado los prembulos. Dnoslos y seremoscomo dioses.

    Haba en esas palabras y en la manera en que eran dichas un es-cepticismo agresivo e irnico que paladeaban en secreto la mayor parte

    de los convidados, aunque pareca apenar al obispo Morehouse.El doctor Jordan10 lo ha establecido muy claramente respondi

    Ernesto . He aqu su medio de controlar una verdad: "Funciona?Confiara usted su vida a ella?

    Bah! En sus clculos se olvida usted del obispo Berkeley11 ironiz el doctor Hammerfield . La verdad es que nunca lo refutaron.

    El ms noble metafsico de la cofrada afirm Ernesto sonrien-

    do , pero bastante mal elegido como ejemplo. Al mismo Berkeley selo puede tomar como ejemplo de que su metafsica no funcionaba.

    10 Profesor clebre, presidente de la Universidad de Standford, fundada pordonacin.11 Monista idealista que durante mucho tiempo confundi a los filsofos de supoca, negando la existencia de la materia, pero cuyos sutiles razonamientosacabaron por desmoronarse cuando los nuevos datos empricos de la cienciafueron generalizados en filosofa.

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    Al punto el doctor Hammerfield se encendi de clera, ni ms nimenos que si hubiese sorprendido a Ernesto robando o mintiendo.

    Joven exclam con voz vibrante , esta declaracin corre pa-reja con todo lo que ha dicho esta noche. Es una afirmacin indigna y

    desprovista de todo fundamento.Heme aqu aplastado murmur Ernesto con compuncin .

    Desgraciadamente, ignoro qu fue lo que me derrib. Hay que "ponr-melo en la mano", doctor.

    Perfectamente, perfectamente balbuce el doctor Hammerfield. Usted no puede afirmar que el obispo Berkeley hubiese testimoniado

    que su metafsica no fuese prctica. Usted no tiene pruebas, joven,usted no sabe nada de su metafsica. Esta ha funcionado siempre.

    La mejor prueba a mis ojos de que la metafsica de Berkeley noha funcionado es que Berkeley mismo Ernesto tom aliento tranqui-

    lamente tena la costumbre de pasar por las puertas y no por las pare-des, que confiaba su vida al pan, a la manteca y a los asados slidos,

    que se afeitaba con una navaja que funcionaba bien.Pero sas son cosas actuales y la metafsica es algo del espritu

    grit el doctor.Y no es en espritu que funciona? pregunt suavemente Er-

    nesto.El otro asinti con la cabeza.

    Pues bien, en espritu una multitud de ngeles pueden balar en lapunta de una aguja continu Ernesto con aire pensativo . Y puede

    existir un dios peludo y bebedor de aceite, en espritu. Y yo supongo,

    doctor, que usted vive igualmente en espritu, no?S, mi espritu es mi reino respondi el interpelado.Lo que es una manera de confesar que usted vive en el vaco.

    Pero usted regresa a la tierra, estoy seguro, a la hora de la comida ocuando sobreviene un terremoto.

    Sera usted capaz de decirme que no tiene ninguna aprensindurante un cataclismo de esa clase, convencido de que su cuerpo in-

    substancial no puede ser alcanzado por un ladrillo inmaterial?

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    Instantneamente, y de una manera puramente inconsciente, eldoctor Hammerfield se llev la mano a la cabeza en donde tena una

    cicatriz oculta bajo sus cabellos. Ernesto haba cado por mera casuali-dad en un ejemplo de circunstancia, pues durante el gran terremoto12 el

    doctor haba estado a punto de ser muerto por la cada de una chime-nea. Todos soltaron la risa.

    Pues bien, hizo saber Ernesto cuando ces la risa , estoy espe-rando siempre las pruebas en contrario y en el medio del silencio

    general, agreg: No est del todo mal el ltimo de sus argumentos,pero no es el que le hace falta.

    El doctor Hammerfield estaba temporariamente fuera de combate,pero la batalla continu en otras direcciones. De a uno en uno, Ernesto

    desafiaba a los prelados. Cuando pretendan conocer a la clase obrera,les expona a propsito verdades fundamentales que ellos no conocan,

    desafindolos a que lo contradijeran. Les ofreca hechos y ms hechosy reprima sus impulsos hacia la luna trayndolos al terreno firme.

    Cmo vive en mi memoria esta escena! Me parece orlo, con suentonacin de guerra: los azotaba con un haz de hechos, cada uno de

    los cuales era una vara cimbreante.Era implacable. No peda ni daba cuartel. Nunca olvidar la tunda

    final que les infligi.Esta noche habis reconocido en varias ocasiones, por confesin

    espontnea o por vuestras declaraciones ignorantes, que desconocis ala clase obrera. No os censuro, pues cmo podrais conocerla? Voso-

    tros no vivs en las mismas localidades, pastis en otras praderas con la

    clase capitalista. Y por qu obrarais en otra forma? Es la clase capi-talista la que os paga, la que os alimenta, la que os pone sobre loshombros los hbitos que llevis esta noche. A cambio de eso, predicis

    a vuestros patrones las migajas de metafsica que les son particular-mente agradables y que ellos encuentran aceptables porque no amena-

    zan el orden social establecido.

    12 El terremoto que destruy a San Francisco en 1906.

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    A estas palabras sigui un murmullo de protesta alrededor de lamesa.

    Oh!, no pongo en duda vuestra sinceridad prosigui Ernesto.Sois sinceros: creis lo que predicis. En eso consiste vuestra fuerza y

    vuestro valor a los ojos de la clase capitalista. Si pensaseis en modifi-car el orden establecido, vuestra prdica tornarase inaceptable a vues-

    tros patrones y os echaran a la calle. De tanto en tanto, algunos devosotros han sido as despedidos. No tengo razn?13.

    Esta vez no hubo disentimiento. Todos guardaron un mutismosignificativo, a excepcin del doctor Hammerfield, que declar:

    Cuando su manera de pensar es errnea, se les pide la renuncia.Lo cual es lo mismo que decir cuando su manera de pensar es

    inaceptable. As, pues, yo os digo sinceramente: continuad predicandoy ganando vuestro dinero, pero, por el amor del cielo, dejad en paz a la

    clase obrera. No tenis nada de comn con ella, pertenecis al campoenemigo. Vuestras manos estn blancas porque otros trabajan para

    vosotros. Vuestros estmagos estn cebados y vuestros vientres sonredondos. Aqu el doctor Ballingford hizo una ligera mueca y todos

    miraron su corpulencia prodigiosa. Se deca que desde hacia muchosaos no poda veme los pies . Y vuestros espritus estn atiborrados

    de una amalgama de doctrinas que sirve para cimentar los fundamentosdel orden establecido. Sois mercenarios, sinceros, os concedo, pero con

    el mismo ttulo que lo eran los hombres de la Guardia Suiza14. Sedfieles a los que os dan el pan y la sal, y la paga; sostened con vuestras

    prdicas los intereses de vuestros empleadores. Pero no descendis

    hasta la clase obrera para ofreceros en calidad de falsos guas, pues nosabrais vivir honradamente en los dos campos a la vez. La clase obreraha prescindido de vosotros. Y credmelo, continuar prescindiendo.

    Finalmente, se libertar mejor sin vosotros que con vosotros.

    13 Durante este perodo, varios prelados fueron expulsados de la Iglesia porhaber predicado doctrinas inaceptables, sobre todo cuando su prdica recorda-

    ba en algo al socialismo.14 La guardia extranjera del palacio de Luis XVI, rey de Francia, que fueraguillotinado por su pueblo.

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    CAPITULO II

    LOS DESAFIOS

    En cuanto los invitados se fueron, mi padre se dej caer en un si-lln y se entreg a las explosiones de una alegra pantagrulica. Nunca,

    despus de la muerte de mi madre, lo habla visto rerse con tantas ga-nas.

    Apostara cualquier cosa a que al doctor Hammerfield nunca lehaba tocado nada semejante en su vida dijo entre dos accesos de risa

    . Oh, la cortesa de las controversias eclesisticas! No notaste quecomenz como un cordero, me refiero a Everhard, para mudarse de

    pronto en un len rugiente? Es un espritu magnficamente disciplina-do. Habra podido ser un sabio de primer plano si su energa se hubiese

    orientado en ese sentido.Necesito confesar que Ernesto Everhard me interesaba profun-

    damente, no slo por lo que pudiera decir o por su manera de decirlo,sino por s mismo, como hombre? Nunca haba encontrado a alguien

    parecido, y es por eso, supongo, que a pesar de mis veinticuatro aoscumplidos, todava no me haba casado. De todas maneras, debo confe-

    sar que me agradaba y que mi simpata fincaba en algo ms que en suinteligencia dialctica. A pesar de sus bceps, de su pecho de boxeador,

    me produca el efecto de un muchacho cndido. Bajo su disfraz defanfarrn intelectual, adivinaba un espritu delicado y sensitivo: Estas

    impresiones me eran transmitidas por vas que no s definir sino comomis intuiciones femeninas.

    En su llamada de clarn haba algo que haba penetrado en mi co-razn. Me pareca orlo todava y deseaba escucharlo de nuevo. Me

    habra gustado ver otra vez en sus ojos ese relmpago de alegra quedesmenta la impasible seriedad de su rostro. Otros sentimientos vagos,

    pero ms profundos, bullan dentro de m. Ya casi lo amaba. Supongo,

    empero, que si nunca ms lo hubiera vuelto a ver, esos sentimientosimprecisos se habran esfumado y que lo habra olvidado fcilmente.

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    Pero no era mi sino no volver a verlo. El inters que mi padresenta desde hacia poco por la sociologa y las comidas que daba regu-

    larmente excluan esta eventualidad. Pap no era socilogo: su espe-cialidad cientfica era la fsica y sus investigaciones de esta rama

    haban sido fructuosas. Su matrimonio lo haba hecho perfectamentedichoso; pero despus de la muerte de mi madre, sus trabajos no pudie-

    ron llenar el vaco. Se ocup de filosofa con un inters al comienzoindeciso y moderado, luego creciente de da en da; se sinti atrado

    por la economa poltica y por las ciencias sociales, y como posea unsentimiento de justicia muy vivo, no tard en apasionarse por el ende-

    rezamiento de entuertos. Advert con gratitud estas muestras de uninters remozado por la vida, sin sospechar adnde sera llevada la

    nuestra. Con el entusiasmo de un adolescente, se entreg con alma yvida a sus nuevas investigaciones, sin preocuparse ni remotamente

    adnde lo llevaran.Acostumbrado de tanto tiempo al laboratorio, hizo de su comedor

    un laboratorio social. Gentes de todas clases y de todas las condicionesse encontraban all reunidas: sabios,' polticos, banqueros, comercian-

    tes, profesores, jefes obreristas, socialistas y anarquistas. Los incitaba adiscutir entre ellos y despus analizaba las ideas de los polemistas

    sobre la vida y sobre la sociedad.Haba trabado conocimiento con Ernesto poco antes de la "noche

    de los predicantes". Despus que se marcharon los convidados, mecont cmo lo haba encontrado. Una tarde, en una calle, se haba

    detenida para escuchar a un hombre que, encaramado en un cajn de

    jabn, hablaba ante un grupo de obreros. Era Ernesto. Perfectamenteimbuido de las doctrinas del Partido Socialista, era considerado comouno de sus jefes y reconocido como tal en la filosofa del socialismo.

    Poseyendo el don de presentar en lenguaje simple y claro las ms abs-tractas cuestiones, este educador de nacimiento no crea descender

    porque se trepase a un cajn para explicar economa poltica a los tra-bajadores.

    Mi padre se interes en el discurso, convino una cita con el ora-

    dor y, una vez trabado el conocimiento, lo invit a la cena de los reve-

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    rendos. Me revel enseguida algunos informes que haba podido reco-ger sobre l. Ernesto era hijo de obreros, aunque descenda de una vieja

    familia establecida desde haca ms de doscientos aos en Amrica15.A los diez aos se haba ido a trabajar a una fbrica y ms tarde haba

    hecho su aprendizaje como herrero. Era un autodidacto: haba estudia-do solo francs y alemn, y en esa poca ganaba mediocremente su

    vida traduciendo obras cientficas y filosficas para una insegura casade ediciones socialistas de Chicago. A este salario se agregaban algu-

    nos derechos de autor de sus propias obras, cuya venta era restringida.Esto fue lo que pude saber de l antes de ir a la cama; me qued

    mucho rato desvelada escuchando de memoria el sonido de su voz. Measust de mis propios pensamientos. Se semejaba tan poco a los hom-

    bres de mi clase, me pareca tan extrao, tan fuerte! Su dominio meencantaba y me aterrorizaba a la vez, y mi fantasa se ech a volar tan

    bien que al cabo me sorprend considerndolo como enamorado. ycomo marido. Siempre haba odo decir que en los hombres la fuerza es

    una irresistible atraccin para las mujeres, pero ste era demasiadofuerte. "No, no exclam , es imposible, absurdo!" Y a la maana

    siguiente, al despertarme, descubr en m el deseo de volver a verlo, deasistir a su victoria en una nueva discusin, de vibrar una vez ms ante

    su entonacin de combate, de admirarlo en toda su certidumbre y sufuerza, despedazando la suficiencia de los dems y sacudindoles sus

    pensamientos fuera de su rutina. Qu importaba su fanfarronada?Segn sus propios trminos, ella funcionaba, produca sus efectos.

    Adems, su fanfarronada era bella para verla, excitante como un co-

    mienzo de batalla.Pasaron varios das, empleados en leer los libros de Ernesto quepap me haba prestado. Su palabra escrita era como su pensamiento

    hablado: clara y convincente. Su simplicidad absoluta persuada aun-que uno dudase todava. Tena el don de la lucidez. Su exposicin del

    tema era perfecta. Sin embargo, a pesar de su estilo, haba un montn

    15 En esta poca, la distincin entre gentes nacidas en el pas o venidas de fueraera neta y celosamente marcada.

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    de cosas que me desagradaban. Atribua demasiada importancia a loque 1 llamaba la lucha de clases, al antagonismo entre el trabajo y el

    capital, al conflicto de los intereses.Pap me refiri, divertido, el juicio del doctor Hammerfield sobre

    Ernesto: "Un mequetrefe insolente, hinchado de suficiencia por unsaber insuficiente". No quera encontrarlo de nuevo. El obispo Mo-

    rehouse, en cambio, se haba interesado por Ernesto y deseaba viva-mente una nueva entrevista. "Un muchacho inteligente sentenci , y

    vivaz, demasiado vivaz, pero es demasiado seguro, demasiado seguro".Ernesto volvi una tarde con mi padre. El obispo Morehouse ha-

    ba llegado ya, y tombamos el t en la veranda. Debo aclarar que lapresenci prolongada de Ernesto en Berkeley se deba al hecho de que

    segua cursos especiales de biologa en la Universidad v tambin por-que trabajaba mucho en una nueva obra titulada Filosofa y Revolu-

    cin16.Cuando Ernesto entr, la veranda pareci sbitamente achicada.

    No es que fuese extraordinariamente grande no meda ms que 1,75m , sino que pareca irradiar una atmsfera de grandeza. Al detenerse

    para saludarme, manifest una ligera vacilacin en extrao desacuerdocon sus ojos intrpidos y su apretn de manos; ste era seguro y firme,

    lo mismo que sus ojos, que esta vez, empero, parecan contener unapregunta mientras me miraba, como el primer da, demasiado deteni-

    damente.He ledo su Filosofa de las clases trabajadoras le dije, y vi

    brillar sus ojos de alegra.

    Naturalmente me respondi , usted habr tenido en cuenta elauditorio al cual estaba dirigida la conferencia.S, y es a propsito de esto que quiero discutir con usted.

    Yo tambin tengo que pedirle algunas aclaraciones dijo elobispo Morehouse.

    16 Este libro ha continuado imprimindose secretamente durante los tres siglosdel Taln de Hierro. Existen varios ejemplares de sus diversas ediciones en laBiblioteca Nacional de Ardis.

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    Ante este doble desafo, Ernesto se alz de hombros con aire jo-vial y acept una taza de t.

    El obispo se inclin para cederme la precedencia.Usted fomenta el odio de clases le dije a Ernesto. Me parece

    que ese llamado a todo lo que hay de estrecho y de brutal en la claseobrera es un error y un crimen. El odio de clases es antisocial y lo

    considero antisocialista.Pido un veredicto de inocencia respondi . No hay odio de

    clases ni en la letra ni en el espritu de ninguna de mis obras.Oh! exclam con aire de reproche.

    Tom mi libro y lo abr.Ernesto beba su t, tranquilo y sonriente, mientras yo hojeaba.

    Pgina ciento treinta y dos le en alta voz : "En el estado ac-tual del desarrollo social, la lucha de clases se produce, pues, entre la

    clase que paga los salarios y las clases que los reciben".Lo mir con aire triunfal.

    Ah no hay nada que tenga que ver con el odio de clases me dijosonriendo.

    Usted dice "lucha de clases".No es lo mismo. Y, crame, nosotros no fomentamos el odio;

    decimos que la lucha de clases es una ley del desenvolvimiento social.Nosotros no somos responsables de esa ley, puesto que no la hacemos.

    Nos limitamos a explicarla, de la misma manera que Newton explicabala gravedad. Simplemente, analizamos la naturaleza del conflicto de

    intereses que produce la lucha de clases.

    Pero no debera haber conflicto de intereses exclam.Estoy completamente de acuerdo respondi . Y es precisa-mente la abolicin de ese conflicto de intereses el que tratamos de

    provocar nosotros los socialistas. Dispnseme, djeme que le lea otropasaje. Le alcanc el libro y volvi algunas pginas . Pgina ciento

    veintisis: "El ciclo de las luchas de clases que comenz con la disolu-cin del comunismo primitivo de la tribu y el nacimiento de la propie-

    dad individual, terminar con la supresin de la apropiacin individual

    de los medios de existencia social".

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    Yo no estoy de acuerdo con usted ataj el obispo, y su cara p-lida se encendi ligeramente por la intensidad de sus sentimientos .

    Sus premisas son falsas. No existen conflictos de intereses entre eltrabajo y el capital, o por lo menos, no debieran existir.

    Le agradezco dijo Ernesto gravemente que me haya devueltomis premisas en su ltima proposicin.

    Pero por qu tiene que haber conflicto? pregunt el obispoacaloradamente.

    Supongo que porque estamos hechos as dijo Ernesto alzndosede hombros.

    Es que no estamos hechos as!Pero usted me est hablando del hombre ideal, despojado de

    egosmo? pregunt Ernesto. Son tan pocos que tenemos el derecho deconsiderarlos prcticamente inexistentes. O quiere usted hablarme del

    hombre comn y ordinario?Hablo del hombre ordinario.

    Dbil, falible y sujeto a error?El obispo hizo un signo de asentimiento.

    Y mezquino y egosta?El pastor renov su gesto.

    Preste atencin declar Ernesto . He dicho egosta.El hombre ordinario es egosta afirm valientemente el obispo.

    Quiere conseguir todo lo que pueda tener?Quiere tener lo ms posible; es deplorable, pero es cierto.

    Entonces lo atrap . Y la mandbula de Ernesto chasque como

    el resorte de una trampa. Tomemos un hombre que trabaje en los tran-vas.No podra trabajar si no hubiese capital interrumpi el obispo.

    Es cierto, y usted estar de acuerdo en que el capital perecera sino contase con la mano de obra para ganar dividendos.

    El obispo no contest.No es usted de mi opinin? insisti Ernesto.

    El prelado asinti con la cabeza.

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    Entonces, nuestras dos proposiciones se anulan recprocamentey nos volvemos a encontrar en el punto de partida. Empecemos de

    nuevo: los trabajadores de tranvas proporcionan la mano de obra. Losaccionistas proporcionan el capital. Gracias al esfuerzo combinado del

    trabajo y del capital, el dinero es ganado17. Se dividen esa ganancia. Laparte del capital se llama dividendos; la parte del trabajo se llama sala-

    rios.Muy bien interrumpi el obispo. Y no hay ninguna razn para

    que ese reparto no se produzca amigablemente.Ya se olvid usted de lo convenido replic Ernesto . Nos he-

    mos puesto de acuerdo en que el hombre es egosta; el hombre comn,tal cual es. Y ahora usted se me va a las nubes para establecer una

    diferencia entre ese hombre y los hombres tales como deberan ser,pero que no existen. Volvamos a la tierra; el trabajador, siendo egosta,

    quiere tener lo ms posible en el reparto. El capitalista, siendo egosta,quiere tener todo lo que pueda tomar. Cuando una cosa existe en canti-

    dad limitada y dos hombres quieren tener cada uno el mximo de esacesa, hay conflicto de intereses. Tal es el que existe entre capital y

    trabajo, y es un conflicto insoluble. Mientras existan obreros y capita-listas, continuarn disputndose el reparto. Si esta tarde usted estuviera

    en San Francisco, se vera obligado a andar a pie: no circula ningntren en sus calles.

    Cmo? Otra huelga?18 pregunt el obispo con aire alarmado.S, pleitean sobre el reparto de los beneficios de los ferrocarriles

    urbanos.

    El obispo se encoleriz.17En aquellos tiempos, grupos de hombres de presa posean todos los medios

    de transporte y el pblico deba pagar tasas para servirse de ellos.18 En aquellos tiempos de desatino y de anarqua, tales disputas eran frecuen-tes. A veces, los obreros rehusaban trabajar; otras veces, eran los empleadoreslos que se negaban a dejarlos trabajar. Las violencias y las revueltas resultantesde esos desacuerdos ocasionaban la destruccin de muchos bienes y de no

    pocas vidas. Todo esto nos parece hoy inconcebible; ocurre lo mismo con otracostumbre de la poca, la que tenan los hombres de las clases inferiores deromper los muebles cuando rean con sus mujeres.

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    No tienen razn grit . Los obreros no ven ms all de sus na-rices. Cmo pretenden contar luego con nuestra simpata...

    ... cuando se nos obliga a ir a pie? concluy maliciosamenteErnesto.

    Pero el obispo no par mientes en esta proposicin completiva.Su punto de vista es demasiado limitado continu . Los hom-

    bres deberan conducirse como hombres y no como bestias. Habrtodava nuevas violencias y crmenes y viudas y hurfanos afligidos.

    Capital y trabajo deberan marchar unidos. Deberan ir de la mano ensu mutuo beneficio.

    Otra vez se fue a las nubes hizo notar Ernesto framente. . Va-mos, apese, y no pierda de vista nuestra premisa de que el hombre es

    egosta.Pero no debera serlo! exclam el obispo.

    En este punto estoy de acuerdo con usted. No debera ser egos-ta, pero continuar sindolo mientras viva dentro de un sistema social

    basado sobre una moral de cerdos.El dignatario de la Iglesia qued azorado y pap se desternillaba

    de risa.S, una moral de cerdos prosigui Ernesto sin arrepentirse .

    He aqu la ltima palabra de su sistema capitalista. He aqu lo quesostiene su Iglesia, lo que usted predica cada vez que sube al plpito.

    Una tica de marranos, no se puede darle otro nombre.El obispo se volvi como buscando la ayuda de mi padre; pero

    ste mene la cabeza rindose.

    Me parece que nuestro amigo tiene razn dijo . Es la polticadel dejar hacer, del cada uno para su estmago y que el diablo se lleveal ltimo. Como lo deca las otras tardes el seor Everhard, la funcin

    que cumpls vosotros, las gentes de la Iglesia, es la de mantener elorden establecido, y la sociedad reposa sobre esa base.

    Esa no es; sin embargo, la doctrina de Cristo exclam el obis-po.

    Hoy la Iglesia no ensea la doctrina de Cristo respondi Er-

    nesto. Es por eso que los obreros no quieren tener contactos con ella.

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    La Iglesia aprueba la terrible brutalidad, el salvajismo con que el capi-tal trata a las masas trabajadoras.

    No aprueba objet el obispo.No protesta replic Ernesto ; por consiguiente, aprueba, pues

    no hay que olvidar que la Iglesia est sostenida por la clase capitalista.No haba examinado las cosas bajo este aspecto dijo ingenua-

    mente el obispo . Usted debe estar equivocado. S que hay muchastristezas y ruindad en este mundo. S que la Iglesia ha perdido al... a

    eso que usted llama el proletariado19.Vosotros nunca habis tenido al proletariado grit Ernesto. El

    proletariado creci fuera de la Iglesia y sin ella.No entiendo bien... confes dbilmente el obispo.

    Se lo voy a explicar. Como consecuencia de la introduccin delas mquinas y del sistema fabril, a fines del siglo dieciocho, la gran

    masa de los trabajadores fue arrancada de la tierra con lo que el mundoantiguo dei trabajo qued dislocado. Arrojados de sus aldeas, los tra-

    bajadores se encontraron acorralados en las ciudades manufactureras.Las madres y los nios fueron puestos a trabajar en las nuevas mqui-

    nas. La vida de familia ces. Las condiciones se tornaron atroces. Esuna pgina de historia escrita con lgrimas y con sangre.

    Lo s, lo s interrumpi el obispo, con angustiada expresin .Fue terrible, pero eso pasaba en Inglaterra hace un siglo y medio.

    Y fue as como, hace siglo y medio, naci el proletariado mo-derno continu Ernesto . Y la Iglesia lo ignor: mientras los capita-

    listas construan esos mataderos del pueblo, la Iglesia permaneca

    muda, y hoy observa el mismo mutismo. Como dice Austin Lewis20

    alhablar de esta poca, los que haban recibido la orden de "Apacentada

    19Proletariado, palabra derivada del latn Proletarii. En el sistema del Censo

    de Servio Tulio, era el nombre dado a los que no prestaban otro servicio alEstado que educar a los nios (proles), en otras palabras, a los que no tenanimportancia ni por la riqueza, ni por la situacin, ni por sus aptitudes especia-les.20 Autor de varias obras econmicas y filosficas, ingls de nacimiento y can-didato al cargo de gobernador de California en, las elecciones de 1906, por lalista del Partido Socialista, del cual era uno de sus jefes.

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    mis ovejas" vieron sin la menor protesta a esas ovejas vendidas y ago-tadas hasta la muerte...21 Antes de ir ms adelante, le ruego que me

    diga redondamente si estamos o no de acuerdo. Protest la Iglesia enese momento?

    El obispo Morehouse vacil. Lo mismo que el doctor Hammer-field, no estaba acostumbrado a esta ofensiva a domicilio, segn la

    expresin de Ernesto.La historia del silo dieciocho est escrita dijo ste . Si la Igle-

    sia no ha sido rauda, deben encontrarse huellas de su protesta en algu-nos pasajes de los libros.

    Desgraciadamente confes el dignatario de la Iglesia , creoque ha estado muda.

    Y hoy todava permanece muda.Aqu ya no estamos de acuerdo.

    Ernesto hizo una pausa, mir atentamente a su interlocutor yacept el desafo.

    Muy bien dijo, lo veremos. Hay en Chicago mujeres que traba-jan toda la semana por noventa cntimos. Protesta la Iglesia? Es una

    novedad para m fue la respuesta. Noventa cntimos! Es espantoso.Protesta la Iglesia? insisti Ernesto.

    La Iglesia ignora. El prelado se debata con firmeza.Sin embargo, la Iglesia ha recibido este mandamiento: "Apacentad a

    mis ovejas" dijo Ernesto con amarga irona; luego, recobrndose desbito, agreg : Perdneme este movimiento de acritud; pero puede

    usted sorprenderse de que perdamos la paciencia con vosotros? Ha-

    bis protestado, ante vuestras congregaciones capitalistas contra elempleo de nios en las hilanderas de algodn del Sur?22. Nios de seis

    21No hay en la historia pgina ms horrible que la del tratamiento de los nios

    y de las mujeres reducidos a la esclavitud en las fbricas inglesas durante lasegunda mitad del siglo XVIII de la era cristiana. Fue en esos infiernos indus-triales donde nacieron algunas de las ms insolentes fortunas de la poca.22Everhard habra podido encontrar un ejemplo todava ms probatorio en la

    actitud adoptada por la Iglesia del Sur antes de la Guerra de Secesin, cuandoasuma abiertamente la defensa de la esclavitud, segn se advierte en los do-cumentos siguientes. En 1835, la Asamblea General de la Iglesia Presbiterianadeclar que "la esclavitud est reconocida en el Antiguo y el Nuevo Testa-

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    y siete aos que trabajan toda la noche en equipos de doce horas. Nun-ca ven la santa luz del da. Mueren como moscas. Los dividendos son

    pagados con su sangre. Y con este dinero se construyen magnficasiglesias en Nueva Inglaterra, en las cuales sus colegas predican agrada-

    bles simplezas ante los vientres repletos y lustrosos de las alcancas dedividendos.

    No lo saba murmur el obispo.Su voz desfalleca y su cara haba palidecido como si sintiera

    nuseas.De modo, pues, que usted no ha protestado?

    El pastor hizo un dbil movimiento de negacin.La Iglesia est entonces tan muda ahora como en el siglo die-

    ciocho?

    mento, y no est condenada por la autoridad divina". La Asociacin de losBaptistas de Charleston deca en su mensaje del mismo ao: "El derecho quetienen los amos de disponer del tiempo de sus esclavos ha sido netamentereconocido por el Creador de todas las cosas, el cual es seguramente libre para

    investir a quiere le d la gana de la propiedad de algn objeto que le agrade" Elreverendo E. D. Simn, doctor en Divinidad y profesor del Colegio MetodistaRandolph Macon, en Virginia, escriba: "Los extractos de las Santas Escriturasafirman de una manera inequvoca el derecho de propiedad sobre los esclavos,con todos los corolarios que se desprenden de ella. El derecho de comprarlos yde venderlos est claramenteexpuesto. En resumen, sea que consultemos la

    poltica juda instituida por Dios mismo, sea la opinin y las prcticas unni-mes del gnero humano en todos los tiempos, sea en fin las prescripciones del

    Nuevo Testamento y la ley moral, estamos obligados a concluir que la escla-vitud no es inmoral. Una vez establecido este punto y que los primeros africa-nos fueron reducidos legalmente a la servidumbre, el derecho de retener en staa sus hijos se desprende como consecuencia inevitable. Vemos, pues, que laesclavitud existente en Amrica est fundada en derecho.

    No es de asombrar que la misma idea haya sido retomada por la Iglesiauna o dos generaciones despus, relativa a la defensa de la propiedad capita-lista. En el Museo de Asgard se encuentra un libro titulado Essays in Applica-tion, escrito por Henry Van Dyke y publicado en 1905. Segn hemos podidoconjeturarlo, su autor era un hombre de iglesia. La obra es un buen ejemplo delo que Everhard habra llamado mentalidad burguesa. Hay que hacer notar lasimilitud entre la declaracin de la Asociacin de Baptistas citada ms arriba yla que escribi Van Dyke setenta aos ms tarde: "La Biblia ensea que Dios

    posee al mundo. Lo distribuye a cada hombre segn su voluntad, conforme alas leyes generales.

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    El obispo no respondi nada y por esta vez Ernesto se abstuvo deinsistir.

    Y no olvide que cada vez que un miembro del clero protesta, lolicencian.

    Me parece que eso no es justo.Sera usted capaz de protestar? pregunt Ernesto.

    Mustreme primero dentro de nuestra comunidad males comolos que acaba de sealar y har or mi voz.

    Me pongo a su disposicin para mostrrselos dijotranquila-mente Ernesto; le har hacer un viaje a travs del infierno.

    Y yo reprobar todo!El pastor se haba erguido en su silln, y en su suave rostro se

    extenda una expresin de dureza guerrera.La Iglesia no permanecer muda!

    Lo echarn a usted advirti Ernesto.Le demostrar lo contrario fue la rplica . Ya ver usted, si es

    cierto todo lo que dice, que la Iglesia se ha equivocado por ignorancia.Y creo ms an: que todo lo que hay de horrible en la sociedad indus-

    trial es debido a ignorancia de la clase capitalista. Esta remediar elmal en cuanto reciba el mensaje que la Iglesia est en el deber de co-

    municarle.Ernesto se ech a rer. Su risa era brutal, y me sent inclinada a

    asumir la defensa del obispo.Recuerde le dije que usted no ve ms que una cara de la me-

    dalla; que aunque no crea en la bondad, hay muchos buenos entre no-

    sotros. El obispo Morehouse tiene razn. Los males de la industria, porterribles que sean, son obra de la ignorancia. Hay que tener en cuentaque las divisiones sociales son demasiado acentuadas.

    El indio salvaje es menos cruel y menos implacable que la clasecapitalista respondi; y en ese momento estuve tentada de tomarle

    tirria.Usted no nos conoce. No somos crueles ni implacables.

    Prubelo dispar con tono desafiante.

    Cmo podra probrselo, tan luego a usted?

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    Comenzaba a encolerizarse. El sacudi la cabeza.No le pido que me lo pruebe a m, sino que se lo pruebe usted

    misma.Yo s a qu atenerme.

    Usted no sabe nada respondi brutalmente.Vamos, vamos, hijos mos! dijo pap, conciliador.

    Me ro yo de... comenc con indignacin; pero Ernesto me in-terrumpi. .

    Tengo entendido que usted tiene invertido su dinero en las hi-landeras de la Sierra, o que lo tiene su padre, lo que da lo mismo.

    Qu tiene que ver esto con el problema que nos preocupa? ex-clam.

    Muy poco enunci lentamente , salvo que el vestido que ustedlleva est manchado de sangre. Sus alimentos saben a sangre. De las

    vigas del techo que la cobija a usted gotea sangre de nios y de hom-bres vlidos. No tengo ms que cerrar los ojos para orla caer gota a

    gota a mi alrededor.Uniendo el gesto a la palabra, se recost en el silln y cerr los

    ojos. Estall en lgrimas de mortificacin y de vanidad ultrajada. Nun-ca en mi vida haba sido tratada tan cruelmente. El obispo y mi padre

    estaban tan embarazados y trastornados el uno como el otro. Trataronde desviar la conversacin hacia un terreno menos implacable. Pero

    Ernesto abri los ojos, me mir y los apart con el gesto. Su boca erasevera, su mirada tambin, y no haba en sus ojos la menor chispa de

    alegra. Qu iba a decir? Qu nueva crueldad iba a infligirme? Nunca

    lo supe, pues en ese momento un hombre que pasaba por la acera sedetuvo para mirarnos. Era un mozo fuerte y pobremente vestido, quellevaba a la espalda una pesada carga de caballetes, de sillas y de pan-

    tallas de bamb y retina. Miraba la casa como si dudase de entrar paratratar de vender algunos de esos artculos.

    Ese hombre se llama Jackson dijo Ernesto.

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    Con la constitucin que tiene observ secamente , podra tra-bajar en lugar de andar haciendo el mercachifle23.

    Fjese en su manga izquierda me hizo notar dulcemente Er-nesto.

    Lanc una mirada y vi que la manga estaba vaca.De ese brazo sale un poco de la sangre que yo oa gotear de su

    techo continu Ernesto con el mismo tono dulce y triste . Perdi subrazo en las hilanderas de la Sierra, y, lo mismo que a un caballo mu-

    tilado, vosotros lo arrojasteis a la calle para que se muriera. Cuandodigo "vosotros" quiero decir el subdirector y todas las personas em-

    pleadas por usted y otros accionistas para hacer marchar las hilanderasen vuestro nombre. El accidente fue causado por el cuidado que ese

    obrero pona para ahorrar algunos dlares a la Compaa. El cilindrodentado de la cortadora le enganch su brazo. El habra podido dejar

    pasar la piedrita que haba visto entre los dientes de la mquina y quehabra roto una doble hilera de engranajes. Cuando quiso sacarla, su

    brazo fue atrapado y despedazado hasta el hombro. Era de noche. Enlas hilanderas haca horas extras. Ese trimestre pagaron un fuerte divi-

    dendo. Esa noche, Jackson llevaba muchas horas trabajando y susmsculos haban perdido su resorte y su agilidad. He aqu por qu fue

    atrapado por la mquina. Tena mujer y tres hilos.Y qu hizo la Compaa por l? pregunt.

    Absolutamente nada. Oh, perdn! Hizo algo. Consigui hacerledenegar la accin por daos y perjuicios que haba intentado el obrero

    al salir del hospital. La Compaa emplea abogados muy hbiles.

    Usted no cuenta todo dije con conviccin, o quizs no conocetoda la historia. Tal vez ese hombre haya sido insolent.

    23 Existan en esa poca millares de pobres comerciantes llamados mercachi-fles o buhoneros. Transportaban de puerta en puerta toda su existencia demercaderas. Era un verdadero derroche de energas. Los procedimientos dedistribucin eran tan confusos y desatinados como todo el conjunto del sistemasocial.

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    Insolente! Ja, ja! Su risa era mefistoflica . Oh, dioses! In-solente, con su brazo triturado! Era, con todo, un servidor dulce y hu-

    milde, y nunca dijo nadie que fuera insolente.Puede ser que en el tribunal insist . El juicio no le habra sido

    adverso si no hubiese habido en todo este asunto algo ms de lo queusted nos ha dicho.

    El principal abogado consejero de la Compaa es el coronel In-gram, y es un hombre de ley muy capaz. Ernesto me mir seriamente

    durante un momento y luego prosigui : Voy a darle un consejo,seorita Cunningham: usted puede hacer su investigacin privada so-

    bre el caso Jackson.Ya haba tomado esa resolucin respond con frialdad.

    Perfectamente dijo Ernesto, radiante de buen humor . Le voya decir dnde puede encontrar al hombre. Pero me estremezco al pen-

    sar en todas las que usted va a pasar con el brazo de Jackson.Y he aqu cmo el obispo y yo aceptamos los desafos de Ernesto.

    Mis dos visitantes se fueron juntos, dejndome mortificada por la in-justicia infligida a mi casta y a m misma. Ese muchacho era un bruto.

    En ese momento lo odiaba, y me consol al pensar que su conducta erala que poda esperarse de un hombre de la clase obrera.

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    CAPITULO III

    EL BRAZO DE JACKSON

    Estaba lejos de imaginar el papel fatal que el brazo de Jackson iba

    a jugar en mi vida. Ni siquiera el hombre, cuando consegu encontrar-lo, me hizo gran impresin. Al borde mismo de los pantanos vecinos

    de la baha ocupaba un cuchitril indescriptible24, rodeado de charcos de

    agua corrompida y verdosa que exhalaban un olor ftido.Se trataba, efectivamente, del personaje humilde y bonachn queme haban descrito. Estaba ocupado en un trabajo de retina y laboraba

    sin descanso mientras conversaba con l. Mas, a pesar de su resigna-cin, sorprend en su voz una especie de amargura incipiente cuando

    me dijo:Bien pudieron haberme dado para el puchero con un puesto de

    sereno25.

    No pude sacarle nada importante. Tena un aire estpido quedesmenta su habilidad en el trabajo. Esto me sugiri una pregunta.

    Cmo fue que la mquina le llev su brazo?

    Me mir de un modo ausente, reflexionando. Luego mene la ca-beza.

    24 A crazy ramshackle house, expresin destinada a pintar el estado de ruina yde deterioro de las casas en que se albergaban en esa poca gran nmero detrabajadores. Pagaban siempre un alquiler al propietario, y un alquiler enorme,dado el poco valor de esas covachas.25 En aquel tiempo, el robo era muy corriente. Todos se robaban recproca-mente. Los prncipes de la sociedad robaban legalmente o hacan legalizar susrobos, en tanto que los pobres diablos robaban ilegalmente. Nada estaba seguroa menos que fuese custodiado. Un crecido nmero de hombres eran empleadoscomo guardianes para proteger las propiedades. Las casas de los ricos erancombinaciones de fortalezas, de stanos abovedados y de cajas fuertes. Latendencia que todava notamos entre los chicos de apropiarse del bien ajeno esconsiderada como una supervivencia rudimentaria de esta disposicin al des-

    pojo, entonces universalmente extendida.

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    Yo qu s; sucedi as no ms.Un poco de descuido tal vez?

    No, yo no lo llamara as. Estaba trabajando horas extras, y meparece que estaba algo cansado. Trabaj diecisiete aos en esa fbrica,

    y he observado que la mayora de los accidentes ocurren poco antes delsilbato26. Apostara cualquier cosa a que se lastiman ms obreros una

    hora antes de la salida que durante todo el resto de la jornada. Un hom-bre no se encuentra tan gil cuando sud la gota gorda horas y horas

    sin parar. He visto muchos tipos cepillados, cortados o despanzurradospara saberlo.

    Tantos le ha tocado ver?Cientos y cientos, y chicos a montones.

    Aparte de ciertos detalles horribles, su relato del accidente eraconforme a lo que ya haba escuchado, Cuando le pregunt si haba

    violado cierto reglamento sobre el manejo de la mquina, mene lecabeza.

    Con la derecha hice soltar la correa de la mquina y quise sacarla piedra con la zurda. No me fij si la correa estaba desprendida del

    todo. Me pareca que la mano derecha haba hecho el esfuerzo necesa-rio, estir vivamente el brazo izquierdo... y no hubo caso, la correa

    estaba desprendida a medias... y entonces mi brazo fue hecho picadillo.Debi sufrir atrozmente dije con simpata.

    Hombre! La molienda de los huesos no era agradable.Sus ideas sobre la accin de daos y perjuicios parecan un poco

    confusas. La nica cosa clara para l era que no le hablan acordado la

    menor compensacin. De acuerdo con sus impresiones, la decisinadversa del tribunal se deba al testimonio de los capataces y del subdi-rector, los cuales, segn sus palabras, no dijeron lo que debieron haber

    dicho. Y yo resolv irlos a buscar.

    26 Los trabajadores eran llamados a sus tareas y despedidos de las mismas pormedio de silbatos a vapor horriblemente chillones, que desgarraban los tmpa-nos.

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    Lo indudable de todo esto era que Jackson se encontraba reducidoa una lamentable situacin. Su mujer estaba enferma y el oficio de

    fabricante ambulante no le permita ganar lo suficiente para alimentar asu familia. Estaba atrasado en su alquiler y su hijo mayor, un mucha-

    cho de once aos, trabajaba ya en la hilandera.Bien pudieron haberme dado para el puchero el puesto ese de se-

    reno fueron sus ltimas palabras cuando me separ de l.Despus de mi entrevista con el abogado que haba asumido la

    defensa de Jackson, as como las que tuve con el subdirector y los doscapataces odos como testigos en la causa, comenc a darme cuenta de

    que las afirmaciones de Ernesto eran bien fundadas.Al primer vistazo consider al hombre de ley como un ser dbil e

    incapaz, y no me asombr de que Jackson hubiese perdido su proceso.Mi primer pensamiento fue que ste tena su merecido por haber elegi-

    do semejante defensor. Despus, dos afirmaciones de Ernesto acudie-ron a mi memoria: "La Compaa emplea abogados muy hbiles" y "El

    coronel Ingram es un hombre de leyes muy capaz". Me puse a pensarque, naturalmente, la Compaa estaba en condiciones de pagar talen-

    tos de positivo mrito, cosa que no poda hacer un pobre diablo comoJackson. Pero este detalle me pareca secundario; a mi entender, deban

    haber seguramente algunas buenas razones para que Jackson hubieseperdido su pleito.

    Cmo se explica usted que no haya ganado el proceso? pre-gunt.

    El abogado pareci un instante cohibido y mortificado y me sent

    apiadada por esta pobre criatura. Luego comenz a gemir. Me pareceque era llorn por naturaleza y perteneca a la raza de los vencidosdesde la cuna. Se quejaba de los testigos, cuyas deposiciones haban

    sido favorables a la parte contraria: no haba podido arrancarles unasola palabra favorable para su cliente. Saban de qu lado calentaba

    ms el sol. En cuanto a Jackson, haba sido un necio que se haba deja-do intimidar por el coronel Ingram. Este, que era brillarte en los con-

    trainterrogatorios, haba envuelto a Jackson con sus preguntas y

    arrancado respuestas comprometedoras.

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    Cmo podan ser comprometedoras esas preguntas s tena a lajusticia de su parte? le pregunt.

    Qu tiene que hacer aqu la justicia? pregunt a su vez. Ymostrndome los volmenes acomodados en los estantes de su pobre

    escritorio, agreg : Fjese en esos libros: leyndolos, he aprendido adistinguir entre el derecho y la ley. Pregnteselo a cualquier curial;

    bastar con que haya ido slo al catecismo para que sepa decirle lo quees justo, pero para saber lo que es legal, hay que dirigirse a estos libros.

    Me quiere usted hacer creer que Jackson tena todo el derechode su parte y que, sin embargo, fue vencido? pregunt con cierta va-

    cilacin. Quiere usted insinuar que no hay justicia en la corte del juezCaldwell?

    El abogadito abri tremendos ojos; luego toda huella de combati-vidad se esfum de su cara.

    Volvi a sus quejas.La partida no era pareja para m. Lo mantearon a Jackson, y a m

    con l. Qu posibilidades tena de ganar? El coronel Ingram es ungran abogado. Cree usted que si no fuera un jurista de primera fila

    tendra entre sus manos los asuntos de las Hilanderas de la Sierra, delSindicato de Bienes Races de Erston, de la Berkeley Consolidada, de

    la Oakland, de la San Leandro y de la Compaa Elctrica de Pleasan-ton? Es un abogado de corporaciones, y a esa gente no se le paga para

    que sea tonta27.Por qu solamente las Hilanderas de la Sierra le pagan veinte

    mil dlares por ao? Usted comprender que es porque eso es lo que

    vale para los accionistas. Yo no valgo esa suma. Si valiese eso, no seraun fracasado, un muerto de hambre, obligado a ocuparme de asuntos

    27 La funcin de los abogados de corporaciones era la de servir por mtodosdesleales los instintos rapaces de esas asociaciones. En 1905, el seor TeodoroRoosevelt, presidente a la sazn de los Estados Unidos, deca en su discurso deapertura de Harward: "Todos sabemos que en el estado actual de cosas un grannumero de los miembros ms influyentes y mejor distribuidos del foro seespecializan en todas las aglomeraciones ricas, en la preparacin de planesaudaces e ingeniosos encaminados a permitir a sus clientes ricos, individuos ocorporaciones, la evasin de las leyes dictadas en el inters pblico para regirel empleo de las grandes fortunas.

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    coma el de Jackson. Qu cree usted que habra cobrado si hubieseganado el proceso?

    Me imagino lo habra esquilmado a Jackson.Y qu hay con eso? grit con tono irritado. Yo tambin tengo

    que vivir28.l tiene mujer e hijos.

    Yo tambin tengo mujer e hijos. Y no hay en el mundo nadiems que yo para preocuparse de que no se mueran de hambre.

    Su rostro se dulcific de pronto. Abri la tapa de su reloj y memostr una fotografa de una mujer y dos nenas.

    Mrelas, ah las tiene. Las hemos pasado amargas, de veras. Te-na intenciones de mandarlas al campo si hubiese ganado este asunto.

    Aqu no se encuentran bien, pero carezco de medios para llevarlas avivir a otra parte.

    Cuando me levant para despedirme, volvi a sus gemidos.No tena ni la ms remota posibilidad. El coronel Ingram y el

    juez Caldwell son dos buenos amigos. No quiero decir con esto queesta amistad hubiera hecho decidir el caso contra nosotros si hubiese

    logrado una deposicin conveniente en la contraprueba de sus testigos,pero debo agregar, sin embargo, que el juez Caldwell y el coronel

    Ingram frecuentan el mismo club, el mismo teatro. Viven en el mismobarrio, en donde yo no puedo vivir. Sus mujeres estn siempre metidas

    una en casa de la otra. Y entre ellos todo se vuelven partidas de "wihst"y otras rutinas por el estilo.

    Y usted cree, sin embargo, que Jackson tena el derecho de su

    parte?No lo creo, estoy seguro. Al principio, cre que hasta tena cier-tas perspectivas, pero no se lo dije a mi mujer para no ilusionarme en

    vano. Se haba encaprichado con unas vacaciones en el campo y yaestaba bastante contrariada para agregar nuevas desilusiones.

    28 Este ejemplo da una idea de la lucha a muerte que hacia estragos en toda lasociedad. Los hombres se despedazaban mutuamente, como lobos hambrien-tos. Los lobos grandes se coman a loa pequeos, y Jackson era uno de los msdbiles en esta horda humana.

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    A Pedro Donnelly, uno de los capataces que haban declarado enel proceso, le, hice la siguiente pregunta:

    Por qu no hizo notar usted que Jackson se haba herido cuandotrat de evitar un deterioro de la mquina?

    Reflexion largo rato antes de contestarme. Despus mir con in-quietud a su alrededor y declar:

    Porque tengo una magnfica mujer y los tres chicos ms lindosque se puedan ver.

    No comprendo.En otras palabras, que hubiera sido, peligroso no hablar as.

    Entiendo menos, todava...Me interrumpi y dijo con vehemencia:

    Yo s lo que digo. Hace muchos aos que trabajo en las hilande-ras. Empec siendo un mocoso de la lanzadera, y desde entonces no he

    dejado de sudar la gota gorda. A fuerza de trabajo llegu a mi situacinactual, que es un puesto privilegiado. Soy capataz, para servir a usted.

    Y me pregunto si en toda la fbrica habra un solo hombre que metendera la mano para que no me ahogase. Antes, estaba afiliado a la

    Unin, pero permanec al servicio de la Compaa durante dos huelgas.Me trataban de "amarillo". Mire las cicatrices en la cabeza: me lapida-

    ron a ladrillazos. Hoy no hay un solo hombre que quisiera tomar unacopa conmigo si lo invitara y no hay un solo aprendiz en las lanzaderas

    que no maldiga mi nombre. No tengo ms amigos que la Compaa.No es mi deber sostenerla, pero es mi pan y mi manteca y la vida de

    mis hijos. Es por eso que no dije nada.

    Se le podan hacer reproches a Jackson? le pregunt.No, l debi haber obtenido una reparacin. Era un buen traba-jador, jams haba molestado a nadie.

    No era usted libre para declarar toda la verdad, como haba ju-rado hacerlo?

    Donnelly sacudi la cabeza.La verdad, toda la verdad y nada ms que la verdad agregu en

    tono solemne.

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    Su cara se anim de nuevo. La levant, no hacia m, sino hacia elcielo.

    Me dejara asar cuerpo y alma a fugo lento en el infierno eternopor el amor de mis chicos respondi.

    Enrique Dallas, el subdirector, era un individuo con cara de zorroque me mir de arriba abajo insolentemente y se neg a hablar. No le

    pude arrancar una sola palabra relativa al proceso y a su propia deposi-cin.

    Obtuve ms xito con el otro capataz. James Smith era un hombrede rasgos duros y el corazn se me apret cuando me le acerqu. El

    tambin me hizo comprender que no era libre; a lo largo de nuestraconversacin advert que aventajaba mentalmente al trmino medio de

    los hombres de su clase. Al igual que Pedro Donnelly, crea queJackson debi haber obtenido indemnizacin. Fue ms lejos, y calific

    de crueldad el hecho de haber arrojado a la calle a ese trabajador des-pus de un accidente que lo privaba de toda capacidad. Fa tambin me

    cont que se producan frecuentes accidentes en la hilandera y que eranorma de la Compaa luchar hasta el lmite contra las demandas que

    le entablaban en casos semejantes.Eso agreg representa para los accionistas algunas centenas

    de miles de dlares por ao.Entonces me acord del ltimo dividendo cobrado por pap, que

    haba servido para pagar un lindo vestido para m y libros para l.Record la acusacin de Ernesto diciendo que mi falda estaba

    manchada de sangre, y sent mi carne estremecerse bajo mis vestidos.

    No hizo usted resaltar en sus declaraciones que se haba heridocuando intentaba preservar a la mquina de un deterioro?No respondi, y se mordi los labios amargamente . Afirm

    que Jackson se haba herido por negligencia y que la Compaa nopoda ser de ninguna manera censurada ni considerada responsable.

    Hubo negligencia de parte de Jackson?Si uno quiere, puede llamarle negligencia, o puede emplear otra

    palabra. El hecho es que un hombre est cansado luego de haber tra-

    bajado varias horas consecutivas.

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    El individu comenzaba a interesarme. Era ciertamente de unaespecie menos ordinaria.

    Usted es ms instruido que la generalidad de los obreros le dije.Es que pas por la Escuela Secundaria me respondi. Pude se-

    guir los cursos mientras haca las veces de portero. Mi sueo era ha-cerme inscribir en la Universidad, pero muri mi padre y tuve que

    venir a trabajar a la hilandera. Me hubiera gustado ser naturalistaagreg con timidez, como si confesara una debilidad. Adoro a los ani-

    males. En lugar de eso, entr en la fbrica. Cuando me hicieron capa-taz, me cas; luego vino la familia y... ya no era dueo de m.

    Qu quiere usted decir con eso?Quiero explicarle por qu testimoni como lo hice en el proceso,

    por qu he seguido las instrucciones dadas.Dadas por quin?

    Por el coronel Ingram. Fue l quien esboz para m la deposi-cin que deba hacer.

    Y que le hizo perder el pleito a Jackson.Hizo un gesto afirmativo y los colores se le subieron a la cara.

    Y Jackson tena una mujer y dos nios que dependan de l.Lo s dijo tranquilamente, pero su rostro se ensombreci an

    ms.Dgame continu . Le fue fcil al hombre que era usted,

    cuando segua los cursos de la Escuela Secundaria, transformarse en elhombre capaz de hacer algo semejante?

    Lo repentino de su acceso de clera me sorprendi y me asust.

    Escupi29

    un juramento formidable y apret el puo como para pegar-me.Le pido perdn dijo al cabo de un momento . No, no fue nada

    fcil... Y ahora, me parece que lo mejor que puede hacer es marchar-se... Usted me sonsac todo lo que quera. Pero permtame que le ad-

    29 Digamos, no para explicar el juramento de Smith, sino el verbo enrgicoempleado por Avis, que esas virilidades de lenguaje, comunes entonces, expre-saban perfectamente la bestialidad de la vida que se llevaba, vida de felinosms que de seres humanos.

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    vierta una cosa antes de irse: de nada le servir repetir lo que le dije.Negar todo, pues no hay testigos. Negar hasta la ltima palabra, y si

    es menester lo negar bajo juramento ante la mesa de los testigos.Despus de esta entrevista, fui a buscar a pap a su escritorio en

    el edificio de la Qumica y all lo encontr a Ernesto.Era una sorpresa inesperada, pero l vino hacia m con sus ojos

    audaces, firme apretn de manos y esa curiosa mezcla de seguridad ycordialidad que le era familiar. Pareca haber olvidado nuestra ltima

    reunin y su atmsfera un poco tormentosa; pero hoy no estaba conhumor para hacerle olvidar aquella noche. He profundizado en el caso

    Jackson le dije bruscamente.Al instante su atencin y su inters se concentraron en lo que iba

    a decir, y, sin embargo, yo adivinaba en sus ojos la certeza de que misanteriores convicciones haban sido alteradas.

    Me parece que he sido tratada muy mal confes, y creo que,efectivamente, un poco de su sangre colorea el piso de mi casa.

    Es natural respondi . Si Jackson y todos sus camaradas fue-sen tratados con piedad, los dividendos seran menos considerables.

    Nunca ms tendr alegra al ponerme un lindo vestido agregu.Sentame humilde y contrita, pero encontraba muy dulce repre-

    sentarme a Ernesto como una especie de defensor.En ese momento, como siempre, su fuerza me seduca. Pareca

    irradiar como una prenda de paz y de proteccin.No la tendra mayor si se pusiese un vestido de arpillera dijo

    gravemente . Hay hilanderas de yute, como usted sabe, y all ocurre

    la misma cosa. En todas partes es lo mismo. Nuestra tan decantadacivilizacin est fundada en la sangre, empapada en sangre, y ni ustedni yo ni nadie podemos escapar a la mancha escarlata. Con quines ha

    conversado usted?Le cont todo lo que haba pasado.

    Ninguno de ellos es libre en sus actos dijo . Todos estn enca-denados a la implacable mquina industrial, y lo ms pattico en esta

    tragedia es que todos estn ligados a ella por los lazos del corazn; sus

    hijos, siempre esta vida joven a los cuales su instinto les ordena prote-

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    ger. Y ese instinto es ms fuerte que toda la moral de que son capaces.Mi propio padre ha mentido, ha robado, ha hecho toda clase de cosas

    deshonrosas para ponernos el pan en la boca, a m, a mis hermanos yhermanas. Era un esclavo de la mquina; sta machac su vida, la

    consumi hasta la muerte.Pero usted, por lo menos, es un hombre libre le interrump.

    No del todo replic . No estoy atado por lazos del corazn.Doy gracias al cielo por no tener hijos, aunque los quiero con locura.

    Sin embargo, si me casase, no me atrevera a tenerlos.Verdaderamente, sa es una mala doctrina exclam.

    Lo s muy bien. Y su cara se entristeci . Pero es una doctrinaoportunista: soy revolucionario, y eso es una vocacin peligrosa.

    Me ech a rer con aire incrdulo.Si yo tratase d entrar por la noche en casa de su padre para ro-

    barle los dividendos de la Sierra, qu hara l?Duerme con un revlver en su mesa de noche. Es muy probable

    que disparase contra usted.Y si yo y algunos otros condujsemos un milln y medio de

    hombres30 a las casas de todos los ricos, habra muchos tiros cambia-dos, no es as?

    S, pero usted no lo hace.Es justamente lo que estamos haciendo. Nuestra intencin es

    tomar no solamente las riquezas que estn en las casas, sino todas lasfbricas, los Bancos y los almacenes. Eso es la revolucin. Es algo

    eminentemente peligroso. Y temo que la masacre sea todava mayor

    que lo que imaginamos. Como deca, pues, nadie es hoy absolutamentelibre. Estamos atrapados en los engranajes de la mquina industrial.Usted ha descubierto que usted misma lo estaba y que los hombres con

    quienes habl tambin lo estaban. Pregunte a otros: vaya a ver al coro-

    30 Alusin al total de los votos obtenidos por la lista socialista en las eleccionesde 1910. El aumento progresivo de este total indica el rpido crecimiento delPartido de la Revolucin en los Estados Unidos. Era de 2.068 votos en 1888,de 123.713 en 1902, de 435.040 en 1904, de 1.108.427 en 1908 y, en 1910, de1.608.211.

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    nel Ingram; acose a los reporteros que impidieron publicar el casoJackson en los diarios, y a los mismos directores de esos diarios, y

    entonces descubrir que todos son esclavos de la mquina.Poco despus, en el curso de nuestra conversacin, le hice una

    simple pregunta a propsito de los riesgos de trabajo que corren losobreros y me obsequi con una verdadera conferencia atiborrada de

    estadsticas.Eso lo encontrar en todos los libros dijo. Se han comparado las

    cifras y est plenamente comprobado que los accidentes, relativamenteraros ea las primeras horas de la maana, se multiplican segn una

    progresin creciente. a medida que los trabajadores se cansan y pierdensu actividad muscular y mental. Quiz usted ignore que su padre tiene

    tres veces ms probabilidades que un obrero de conservar su vida y susmiembros intactos. Pero lo saben las compaas de seguros31. A su

    padre le cobraran cuatro dlares y pico de prima anual por una plizade mil dlares, pero a un pen le cobraran quince dlares por la misma

    prima.Y a usted? le pregunt . Y en el momento mismo que haca

    la pregunta me di cuenta de que senta por l una inquietud fuera de locomn.

    Oh!, a m respondi descuidadamente , como soy revolucio-nario, tengo ocho probabilidades, contra una del obrero, de ser muerto

    o herido. A los qumicos expertos que manipulan explosivos, las com-paas de seguros les piden ocho veces ms que a los obreros. En

    cuanto a m, creo que ni siquiera querran asegurarme. Por qu me lo

    pregunta?

    31 En esta lucha perpetua entre fieras, nadie, por rico que fuese, estaba segurodel porvenir. Esta preocupacin por el bienestar de su familia llev a loa hom-

    bres a inventar los seguros. Este sistema, que en nuestra edad esclarecida pare-ce absurdo y cmico, representaba entonces una cosa muy seria. Lo msgracioso es que los fondos de las compaas de seguros eran frecuentementesaqueados y disipados por los personajes encargados de administrarlos.

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