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Morris Lessmore adoraba las palabras. Adoraba las historias Adoraba los libros. Su vida era un libro escrito por él mismo, página a página. Lo abría cada mañana y escribía sobre sus alegrías y tristeza, sobre todo lo que había aprendido y todo lo que había deseado.

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Pero en toda historia siempre surge algún contratiempo. Un día el cielo se ennegreció. El viento comenzó a soplar y soplar….

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… y todo lo que había alrededor de Morris se quedó esparcido. Incluso las palabras de su libro.

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No sabía qué hacer ni hacia dónde ir, así que comenzó a caminar. Arriba y abajo.

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Entonces, una casualidad afortunada se cruzó en su camino. En lugar de mirar hacia abajo, como acostumbraba a hacer, Morris Lessmore levantó la cabeza y vió en el cielo una chica encantadora que volaba llevada por un animado grupo de libros voladores.

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Morris se preguntó si su libro podría volar, pero de ninguna manera podía hacerlo. La única cosa que hacía era caerse al suelo y hacer un ruido sordo muy triste. La chica que volaba se dió cuenta de que Morris tan solo necesitaba una buena historia, así que le envió su cuento preferido. El libro era un chico amable que le pidió a Morris que le siguiera.

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El libro le llevó a un edificio extraordinario donde parecía que “era el nido” de muchos otros libros.

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Morris entró lentamente y descubrió el lugar más misterioso y acogedor que nunca antes había visto. Entre el aleteo de numerosas páginas, Morris escuchaba las conversaciones tenues de mil historias diferentes, como si cada libro le susurrara una invitación a la aventura.

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Entonces, su nuevo amigo voló hacia él y se posó sobre su brazo. Se abrió con la esperanza de ser leído. De repente, la sala se llenó de vida. Y así fue como comenzó la vida de Morris entre los libros.

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Morris trataba de mantener los libros siguiendo algún tipo de orden, pero ellos siempre se mezclaban. Las tragedias necesitaban animarse, por eso visitaban a las comedias. Las enciclopedias, cansadas de tantos acontecimientos, se relajaban con los cómics y las novelas. Al final, todo se convertía en una locura. A Morris le encantaba ocuparse de los libros, arreglaba con mucho cuidado los que tenían las cubiertas frágiles y desdoblaba las páginas del resto.

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De vez en cuando, Morris se introducía en un libro y desaparecía durante muchos días

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A Morris le gustaba compartir los libros con los otros. A veces era un libro que todo el mundo quería leer y otras veces encontraba algún libro solitario con una historia poco conocida. “todas las historias son importantes” les dijo Morris. Y todos los libros le dieron la razón.

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Por la noche, después de que se explicaran las historias que se tenían que explicar, y que todo el mundo fuera al lugar que le correspondía en la estantería, el diccionario gordo tenía la última palabra: ZZZZZZZZZZzzzzzzzzzz Era entonces cuando Morris Lessmore volvía a escribir en su libro. Escribía sobre sus alegrías y tristezas, sobre todo lo que había aprendido y todo lo que había deseado.

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Los días pasaron.

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Y también los meses.

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Y los años.

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Y más años …

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Y Morris Lessmore se fue encogiendo y arrugando. Pero los libros no cambiaban, las historias continuaban igual. Ahora sus viejos amigos lo cuidaban de la misma manera que él los había cuidado antes. Y cada noche se leían a ellos mismos para que Morris los escuchara.

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Hasta que un día escribió la última página de su libro. Bajó la cabeza y con un suspiro agridulce dijo: “creo que ha llegado la hora de seguir adelante”.

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A los libros les supo mal, pero lo entendieron. Morris se puso el gorro y cogió el bastón. Antes de salir, se giró y sonrió, después se despidió: “os llevaré a todos aquí” dijo, y se señaló el corazón.

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Los libros agitaron las páginas para decir adiós y Morris Lessmore salió volando. Y mientras volaba se transformó en aquel joven que conocieron muchos años atrás.

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Los libros se quedaron en silencio durante un rato. Y entonces se dieron cuenta que Morris Lessmore se había olvidado una cosa. “Es su libro”, dijo su viejo amigo. Y allí estaba la historia de Morris, todas sus alegrías y tristezas, todo lo que había aprendido y todo lo que había deseado.

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En aquel momento, los libros escucharon un pequeño sonido. En la puerta había una niña que miraba a su alrededor con admiración. Entonces, pasó algo fantástico. El libro de Morris Lessmore voló hacia ella y se abrió. La niña comenzó a leer. Y así acaba nuestra historia, igual que comenzó…

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… con un libro que se abre.