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5/23/2018 Lucio Gera Pastoral Popular Interpretacion
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Amuchstegui, Mara Mercedes
Lucio Gera y la pastoral popular: una inter-
pretacin histrica de sus orgenes
Tesis de Licenciatura
Facultad de Filosofa y LetrasDepartamento de Historia
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Pontifica Universidad Catlica Argentina
Santa Mara de los Buenos Aires
Facultad de Filosofa y Letras
Departamento de Historia
LUCIO GERA Y LA PASTORAL POPULAR
UNA INTERPRETACIN HISTRICA DE SUS ORGENES
Tesis presentada para optar por el ttulo de Licenciada en Historia
Alumna: Prof. Mara Mercedes Amuchstegui
Prof. Tutor: Dra. Miranda Lida
Ao: Septiembre 2010
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INTRODUCCIN
La Iglesia Catlica, inici hacia mediados del Siglo XX un proceso de renovacininstitucional que qued plasmado en el Concilio Vaticano II. Para muchos este fue un
punto de inflexin, un viraje en el cual la Iglesia busc redefinir su identidad volviendo
hacia el pasado, retornando a los primeros tiempos del cristianismo, al espritu que
animaba a las primeras comunidades.
Algunos consideraron era la conclusin lgica del humanismo cristiano que ya se
respiraba desde inicios del siglo XX, mientras que para otros dicho cambio era un
proceso cuasi revolucionario que rompa con lo conocido.
Es por ello que el Concilio y sus conclusiones fueron recibidos de distintos modos por
los episcopados nacionales y provinciales. Los sacerdotes, expectantes en muchos casos
abrazaron con mayor o menor entusiasmo las enseanzas del Concilio y sus mensajes
fueron convirtindose as en mensajes polismicos ya que cada uno fue interpretndolos
de diverso modo y con distintos grados de compromiso.
En Argentina la recepcin fue muy variada. Sectores tradicionales adoptaron el lenguaje
pero en muchos casos no fueron ms all de esa transformacin; sacerdotes jvenes se
volcaron hacia una opcin preferencial por los pobres, elaborando planes pastorales
orientados al pueblo y algunos llegaron incluso a optar por una va revolucionaria al
identificar la opcin por el pobre con una causa poltica. Como se ve, el Concilio dio
lugar a respuestas muy distintas y corolario de ello fue que la Iglesia universal dej de
presentarse ya as como una institucin monoltica y eso en Argentina se hizo patente.
Las tensiones internas afloraron y se manifestaron las diversas concepciones de Iglesia
que cada grupo y cada sacerdote tena.
Para conocer un poco ms de esta poca, de la Iglesia, la institucin, la organizacin, las
tensiones internas, los vnculos con la sociedad nos parece til estudiarla a travs de los
escritos de una de las figuras que vivi estas transformaciones y que refleja en sus
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trabajos y en su participacin las opciones que se presentaban. En este sentido, Lucio
Gera se nos presenta como un testigo y partcipe que permite entrever la complejidad de
su tiempo y circunstancias.
Gera, italiano nacionalizado argentino, se convirti en sacerdote en 1947. Ya ordenado
estudi teologa y se doctor en Alemania. Su labor como telogo, que desempe
fundamentalmente una vez que regres a Argentina desde la Universidad de Teologa
no le impidi desarrollar su trabajo pastoral tanto desde el plpito como desde la labor
misionera. Elabor asimismo, desde una comisin especialmente creada en el
Episcopado, un plan de pastoral orientado al pueblo, considerando las peculiaridades
locales, a los hombres de carne y hueso y sus ideas polticas, sus limitaciones, carencias,
etc. Logr as crear una pastoral diferente de las desarrolladas en otros pases de
Amrica Latina.
Fruto de esa prctica evangelizadora fue la reflexin teolgica conocida en la
actualidad como Teologa de la Cultura o Teologa del Pueblo, y considerada por los
especialistas como una rama de la teologa de la liberacin, de cuo latinoamericano por
excelencia.
En sus escritos se observan percepciones de la poca, sensaciones, tensiones, temores y
expectativas. En su actuar y en sus declaraciones, respuestas a persecuciones y
radicalizaciones. Es por ello que creemos, puede ser enriquecedor estudiar la poca a
partir de la biografa de este sacerdote, evitando caer en una lectura e interpretacin
lineal de su vida, ya que naturalmente sus acciones al igual que las de sus semejantes no
responden a un plan preconcebido sino que se deben al hombre y sus circunstancias.
Ahora bien, la figura de Gera no ha sido prcticamente abordada desde la perspectiva
histrica. Ello se debe a dos razones, principalmente. La primera es que la historiografa
vinculada a cuestiones eclesisticas se centr en la renovacin que supuso el Concilio
Vaticano II, en los cambios, rupturas y continuidades dentro de la Iglesia y en la
progresiva radicalizacin dentro de determinados grupos catlicos. La segunda razn es
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que tanto Gera como el grupo de telogos que se reunieron en torno a su persona
fueron estudiados desde la teologa y no especficamente desde la historia
Estado de la Cuestin
A) Los sesenta-setenta: proscripcin y progresiva radicalizacin.
Los estudios histricos que trabajaron los sesenta-setenta se han caracterizado por la
primaca de la mirada poltica. Esto se debe principalmente a que en la mayor parte de
las investigaciones se intent, desde distintas perspectivas, explicar la progresiva
radicalizacin de la vida poltica y social argentina.
Este prisma prevalece tanto en los textos que abordan el perodo dentro de un marco
mucho ms amplio, por ejemplo la historia de Romero, como en investigaciones
especficas de la poca. Un estudio ya clsico que explica muy bien la creciente
radicalizacin de determinados grupos de la sociedad es el de Richard Gillespie 1quien
analiza la articulacin de diversos elementos que convergen en la formacin de
Montoneros. En esta clave puede destacarse tambin el de Matilde Ollier2, acerca de la
insercin de la izquierda revolucionaria en la esfera poltica, o los de Marcos Novaro y
Vicente Palermo3. Tambin analiz la radicalizacin Robert Potash4, pero en este caso a
partir de la politizacin del ejrcito y de su creciente participacin e injerencia en el
mbito de gobierno. Pueden mencionarse tambin los estudios de Juan Carlos Torre5,
Oscar Teran6, Pablo Giussani7, Marcelo Cavarozzi8, Liliana De Riz9 y Mnica
Gordillo10.
1Gillespie, Richard, Soldados de Pern. Historia crtica sobre los montoneros, Buenos aires,Sudamericana, 2008.2Ollier, Matilde, La creencia y la pasin, privado pblico y poltico en la izquierda revolucionaria 1966-1976, Buenos Aires, Ariel, 1998.3Novaro, Marcos, Palermo, Vicente,La Dictadura Militar, Buenos Aires, Paids, 2003.4Potash, Robert, El ejrcito y la poltica en la Argentina, Buenos aires, Sudamericana, 1994.5Torre, Juan Carlos,La vieja guardia sindical y Pern. Sobre los orgenes del peronismo, Buenos Aires,Sudamericana, 1990.6Tern, Oscar, Nuestros aos sesenta, Buenos Aires, Punto Sur, 1991.7Giussani, Pablo,Montoneros, la soberbia armada, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1984.
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Asimismo, el perodo trabajado tambin ha sido estudiado desde otras perspectivas. Se
han realizado importantes aportes desde la historia social y se han incorporado
herramientas de otras disciplinas que han contribuido a explicar las transformacionessociales argentinas. Entre ellos podemos citar a los ms significativos como por ejemplo
los textos de Torcuato Di Tella11, Silvia Sigal y Eliseo Vern12o de Mariano Plotkin13,
Sergio Pujol14o Daniel James15. El comn denominador de estos autores es que intentan
explicar al peronismo evadiendo la opcin de hacer una historia poltica a secas segn
los cnones de la historiografa tradicional y aportan anlisis enriquecedores desde la
historia de las ideas, el anlisis del discurso o la sociologa.
B) La Iglesia y la renovacin: Unidad y Diversidad
Con respecto a los estudios histricos que abordan temas eclesisticos se ha producido
en los ltimos tiempos una renovacin. Las investigaciones, que han aumentado en
nmero y han profundizado algunos de los aspectos estudiados de la Iglesia Argentina,
su relacin con la sociedad, la cultura y tambin con el mbito poltico, han contribuido
a enriquecer la visin de esta ltima trascendiendo no solamente la simple imagen de
institucin monoltica sino tambin la imagen de institucin no afectada por los cambios
del mundo.
Contribuy a la renovacin historiogrfica la incorporacin de herramientas
provenientes tanto de perspectivas histricas tales como la historia social y la historia
cultural as como tambin de la sociologa y la antropologa.
8Cavarozzi, Marcelo, Autoritarismo y democracia, 1955-1983, Buenos Aires, centro editor AmricaLatina, 1983.9De Riz, Liliana, La poltica en suspenso, 1966-1976, Buenos Aires, Paids, 2000.10Gordillo, Mnica, Protesta, rebelin y modernizacin: de la resistencia a la lucha armada, 1955-1973
enNueva Historia Argentina, Tomo IX, Buenos Aires, Sudamericana, 2003.11Di Tella, Torcuato,Historia Social de la Argentina Contempornea, Buenos Aires, Troquel, 1998.12Sigal, Silvia, Vern, Eliseo, Pern o muerte, Los fundamentos discursivos del fenmeno peronista,Buenos Aires, Eudeba, 2003.13Plotkin, Mariano, Pern: del exilio al poder, Buenos aires, Cntaro, 1993.14Pujol, Sergio, Rebeldes y modernos, Una cultura de los jvenes enNueva Historia Argentina, TomoIX, Buenos Aires, Sudamericana, 2003.15James, Daniel, Sindicatos, Burcratas y movilizacin enNueva Historia Argentina, Tomo IX,Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
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A ello se sum la creciente utilizacin de criterios religiosos para los estudios. Estos
ltimos proveyeron a las investigaciones de una lgica propia trascendiendo as las
meras conceptualizaciones propias del mbito de la ciencia poltica, aunque algunosestudios se mantienen en esta lnea. Por ejemplo Roberto Di Stefano y Loris Zanatta 16
encuadran el anlisis de la Iglesia Argentina post-conciliar y su relacin con la sociedad
argentina en la dcada del sesenta a partir de lo que ellos consideran como la tendencia
a la destruccin del Mito de la Nacin Catlica. Mediante una clasificacin que
utiliza conceptos del mbito poltico analizan las posturas surgidas dentro de la Iglesia
luego de la eclosin de tensiones producida a partir del Concilio Vaticano II. De este
modo, establecen el fortalecimiento dentro de la Iglesia de dos posiciones: la de los
reformadores y la de los conservadores, polarizando las posturas.
Jos Mara Gho comparte esta visin y agrega al anlisis de la divisin entre
progresistas y conservadores la idea de una politizacin del clero anterior al Cnclave
puesta de manifiesto a partir de l17. Mayol, Habegger y Armada tambin describen esta
divisin destacando la necesidad de los sectores renovadores de compromiso contra la
violencia ejercida tanto por los conservadores como por los capitalistas18.
Esta simplificacin, la idea de los unos y los otros, francamente opuestos se mantiene
en gran parte de los estudios que buscan establecer clasificaciones claras y distintas no
atendiendo el riesgo de no comprender una realidad mltiplemente variada. Sin
embargo, debemos destacar que los autores previamente mencionados evitan caer en la
idea del Concilio Vaticano II como gestor de la divisin de posturas y sealan ms bien
el origen de las diferencias como muy anterior al Cnclave, aunque explicitadas a partir
de este ltimo.
16Di Stefano, Roberto; Zanatta, Loris, 2009,Historia de la Iglesia Argentina, desde la conquista hastafines del Siglo XX,Buenos Aires, Sudamericana, pp. 496-510.17Ghio, Jos Mara,La Iglesia Catlica en la poltica argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2007, p. 193.18Mayol, Alejandro; Habegger, Norberto; Armada, Arturo,Los catlicos posconciliares en la Argentina,Buenos Aires, Galerna, 1970, pp. 156-157.
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Esta continuidad del pensamiento renovador tambin es destacada por Zanca19. En
sintona tal vez con el viraje que realiza la ciencia histrica de la historia poltica hacia
una historia social, dicho historiador realiza un cambio similar al abordar elpensamiento catlico en la dcada del sesenta. Zanca investiga no ya desde una
perspectiva poltica sino desde la lgica propia del campo religioso y esto le permite
tanto superar la visin maniquea de dos Iglesias enfrentadas en una lucha por el control
de la institucin como estudiar los matices internos de una realidad muy heterognea.
As contribuye a la elaboracin de una visin menos esquemtica y esttica al evitar las
clasificaciones rgidas dentro de la Iglesia y al no oponer a esos mismos grupos en una
especie de contienda por el dominio de la institucin ya que los lazos de pertenencia
fueron fuertes y las divisiones no tan claras.
Es desde esta perspectiva que ve, a diferencia de los historiadores previamente
mencionados, al Concilio no como un espacio de ruptura sino como una bisagra,
remarcando no la eclosin sino el surgimiento, impulsado desde la jerarqua, de nuevos
espacios de legitimidad para los grupos que tenan distintas visiones eclesiales. Es decir,
Zanca seala que desde el Snodo se considera la posibilidad de diversidad en el interior
de Iglesia.
Ms all de las diferencias todas las investigaciones que hemos referenciado marcan
una caracterstica comn de la poca constituida por la diferencia generacional entre los
intelectuales y sacerdotes de la renovacin con los sectores ms conservadores y por la
distinta formacin entre ambas generaciones. Los sacerdotes renovadores, aunque
internamente tuvieran posturas muy diversas, tenan la caracterstica comn de haber
estudiado en el exterior empapndose as de nuevas tendencias filosficas y teolgicas,
llegando incluso a estudiar ciencias como la sociologa y la psicologa20.
19Zanca, Jos A,Los intelectuales catlicos y el fin de la cristiandad 1955-1966, Buenos Aires, Fondo deCultura econmica-Universidad de San Andrs, 2006.20Ver: Zanca, op. cit, p. 133; Ghio, op. oit, p. 193; Di Stefano-Zanatta, op. cit, p. 515.
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Una innovacin interesante del planteo de Zanca es su visin de ruptura de cristiandad.
Si otros pensadores21ven a los sectores renovadores como meros continuadores de una
postura integrista (aunque de distinto signo) Zanca seala el cambio, la ruptura del idealde cristiandad al destacar el surgimiento, junto con la generacin renovadora, de una
concepcin de Iglesia distinta que supone una identidad, una estructura abierta.
A partir de lo recientemente analizado observamos como si bien las investigaciones
abordan desde distintas perspectivas el estudio de la institucin eclesial y algunas
marcan al Concilio como espacio de ruptura y otras como espacio de dilogo, o unas
sealan la existencia de diversos sectores de modo polarizado mientras otras muestran
matices y enfatizan continuidades, todas ellas reflejan una Iglesia que luego del
Concilio Vaticano II ya no puede mostrarse como institucin monoltica.
Contribuyen a reflejar esta complejizacin de la esfera religiosa las recientes
recopilaciones de testimonios como Cristo Revolucionario de Lucas Lanusse22o La
voluntad de Anguita y Caparrs23 o Entre dos fuegos: Vida y asesinato del padre
Mugica de Martn De Biase24. En estos trabajos se pone de manifiesto el ambiente
intraeclesial, la diversidad de posturas, los dobles discursos y el clima social.
Buena parte de las nuevas investigaciones se han centrado en el estudio de los diversos
sectores religiosos, la creciente politizacin que los afect y su consecuente
compromiso que deriv en el traspaso de la lnea pastoral hacia la accin directa, en
21Ver: Altamirano, Carlos,Bajo el signo de las masas 1943-1973, Buenos Aires, Emec, 2007; Sarlo,Beatriz,La batalla de las Ideas, Buenos Aires, Ariel, 2001; Touris, Claudia, Sociabilidad e identidadpoltico-religiosa de los grupos catlicos tercermundistas en la Argentina (1966-1976).En: Moreyra,Beatriz I. y Mallo, Silvia C. (editoras).Miradas sobre la historia social argentina en los comienzos del
siglo XXI. Centro de Estudios Histricos Prof. Carlos S. A. Segreti. Centro de Estudios de HistoriaAmericana Colonial (CEHAC) Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin. Universidad
Nacional de La Plata, 2008; Donatello, Luis Miguel, Sobre algunos conceptos para comprender lasrelaciones entre religin y guerrilla en la Argentina de los 60 y 70 enNuevo mundo Mundos Nuevos,debates, 2008; Zanatta, op. cit, p. 542; Gho, op. cit, p. 204.22Lanusse, Lucas, Cristo revolucionario, la Iglesia militante, Buenos Aires, Vergara, 2007.23Anguita, Eduardo; Caparrs, Martn,La voluntad, una historia de la militancia revolucionaria en laArgentinatomo 2 (1969/1973), Buenos Aires, Definitiva, 200724De Biase, Martn, Entre dos fuegos, vida y asesinato del padre Mugica, Rafael Calzada, Ediciones de laFlor, 1998.
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algunos casos25. La utilizacin de herramientas provenientes, especialmente, de la
sociologa ayud en este sentido.
En esta clave de politizacin de un sector significativo del clero y del laicado, que
derivara en una profundizacin de la fractura en el mundo catlico, puede encuadrarse
el escrito de Donatello Sobre algunos conceptos para comprender las relaciones entre
religin y guerrilla en la Argentina de los 60 y 70 que analiza la complejizacin dentro
de la Iglesia y el dilogo cristianismo-marxismo que terminara propiciando el
acercamiento de un determinado sector a dicha ideologa26.
Otros escritos que pueden citarse respecto del dilogo entre religin e ideologa
comunista son los trabajos de Gustavo Morello Cristianismo y Revolucin, de Pablo
Ponza el Concilio Vaticano II y el ethos revolucionario en la Argentina de los sesenta
setenta27y de Martn Obregn Entre la Cruz y la Espada, la Iglesia Catlica durante
los primeros aos del proceso28, (aunque este ltimo excede el perodo de tiempo
abordado en este trabajo).
Resulta clarificador para comprender la articulacin entre ideologa y religin, o ms
bien entre religin y compromiso poltico, el trabajo de Claudia Touris, quien analiza la
vinculacin de ciertos grupos postconciliares con la militancia revolucionaria, a partir
del cierre del canal poltico que tuvo lugar con el gobierno militar inaugurado en 1966,
y que ocasionara la conversin del mbito privado y an de las manifestaciones de
religiosidad popular en un espacio alternativo de expresin y protesta social29.
25James, op. cit, p. 347; Romero, Luis Alberto,Breve Historia Contempornea de la Argentina, BuenosAires, Fondo de Cultura Econmica, 1999, pp. 224-229.26Donatello, op. cit, p. 8.27Ponza, Pablo, El Concilio Vaticano II y el ethos revolucionario en la Argentina de los sesenta-setentaenNuevo Mundo Mundos Nuevos Debates, 2008.28Obregn, Martn, Entre la cruz y la espada, la Iglesia Catlica durante los primeros aos del Proceso ,Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2005.29Ver: Arce, Natalia Gisele, Organizaciones religiosas y movimientos polticos: la renovacin conciliaren Argentina, en Carozzi, Mara Julia y Ceriani Cernadas, Csar (editores), Ciencias Sociales y Religin.Perspectivas en debate, Buenos Aires, Biblos/Asociacin de Cuentistas Sociales de Religin delMERCOSUR, 2007.
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El estudio de las manifestaciones de piedad o religiosidad popular realizado con la
incorporacin de la perspectiva de la historia cultural, favoreci un estudio de la Iglesia
que tiende a superar lo meramente institucional y traslada el foco de estudio desde elplpito hacia las calles, si bien hay una interaccin fluida entre ambos mbitos. En esta
clave puede entenderse la investigacin de Lida30.
C) Lucio Gera y la Teologa de la Cultura
La Teologa de la Cultura o Teologa del Pueblo, surgida en torno a los sectores
renovadores nucleados especialmente en torno a la Universidad de Teologa de Buenos
Aires, y alrededor de las figuras de Lucio Gera y Rafael Tello, como dijimos
anteriormente, no ha sido un tema abordado en profundidad an por las investigaciones
histricas.
Ms bien, han prevalecido las investigaciones o abordajes realizados desde una
perspectiva teolgica y la mayora de esos estudios se han enfocado en aspectos de la
Teologa de la Cultura o del Pueblo y en ciertas caractersticas de la Escuela de
Teologa Argentina. Por ejemplo, algunos trabajos se centran en la continuidad o
discontinuidad de la nueva teologa con respecto a la teologa tomista enseada
tradicionalmente31.
Otros se debaten acerca de la clasificacin de esta escuela de teologa. Scannone32, tal
vez el investigador ms especializado en el tema, la considera como una rama de la
teologa de la liberacin (teologa de origen netamente latinoamericano) pero la
distingue de esta ltima porque afirma que trasciende la visin social estructuralista y
considera al pueblo tanto desde las variables socio-econmicas como histrico
culturales.
30Lida, Miranda, Las masas catlicas en los aos de la dictadura, 1976-1982 en Entrepasados, nmero34, 2008.31Ver: Maccarone, Juan C., La teologa en Argentina, segunda mitad del siglo XX tradicin o ruptura?,en Teologa, 1992.32Ver: Scannone, Juan Carlos, Teologa de la Liberacin y doctrina social de la Iglesia , Madrid,Cristiandad, 1987.
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Ahora bien, desde la perspectiva histrica, como se mencion con anterioridad, los
estudios que consideran esta teologa son pocos y superficiales. Ejemplo de ello son las
referencias dadas por Zanatta y Di Stefano o por Gho, quienes simplemente remiten asta reflexin en el marco de un estudio ms bien global, es decir no son muy
especficos.
De este modo consideran a la Teologa del Pueblo como una corriente de pensamiento
nacida en 1979 con el fin de favorecer o de cooperar en el proceso de normalizacin de
la Iglesia luego de las convulsiones vividas dentro de la institucin y en el marco
poltico argentino durante las dcadas de los sesenta y setenta. Para Zanatta y Di
Stefano, la elaboracin teolgica de Gera es una mera relectura del Concilio en clave
moderada y tendiente a favorecer la unidad dentro de la Iglesia por sobre la
disgregacin causada por las radicalizaciones. La Teologa del Pueblo es transformada,
de este modo, en una reflexin elaborada por pensadores de la vanguardia de la
renovacin luego convertidos en punta de lanza de una Iglesia conservadora que ante el
retorno de la democracia, en la retrica de la reconciliacin social, intentara adaptar la
tradicional cultura nacional catlica a los tiempos modernos, a la secularizacin y
democratizacin de la sociedad contempornea33.
Comparte esta postura Gho, quien analiza a la Teologa del Pueblo como el fruto de la
realizacin de un pensador de la renovacin (Gera) al servicio del discurso de una
Iglesia conservadora, en el marco de una tendencia en este sentido. De este modo, es
presentada como una respuesta ambigua, una renovacin slo parcial que arrastra
elementos de la tradicin integralista pero que utiliza parte del nuevo bagaje doctrinario
con el fin de producir un resultado cualitativamente diferente 34y en esta lnea son
ubicados Gera, Scannone, Boasso, Farrell, O Farrell y Guillermo Rodriguez Melgarejo,
Alberto Methol Ferr.
33Di Stefano-Zanatta, op. cit, p. 546.34Gho, op. cit, p. 204.
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En conclusin, las investigaciones histricas que abordan dicha teologa lo hacen a
partir de 1979, es decir en el contexto de Puebla. Encontramos en esto una
contradiccin con los escritos de Gera que ya describen los planes de Pastoral Popular yreflejan una primera reflexin teolgica de lo que luego ser la Teologa del Pueblo,
desde fines de 1960. Tambin se contradice con lo sealado por los telogos que
consideran la existencia de la misma desde 1968, en el contexto de Medelln, de las
Conferencias de San Miguel y en el marco de la pastoral impulsada por el Episcopado
nacional a travs de una comisin especialmente creada para ello (COEPAL)35.
Es por esta falta de estudios especficos que nos proponemos estudiar, a partir de la
figura de Lucio Gera, el contexto tanto poltico como social, histrico y teolgico en el
que surgi en Argentina la Pastoral Popular a partir de 1968.
Es decir, se estudiar tanto el surgimiento de dicha pastoral y de su consecuente
elaboracin teolgica en el contexto de renovacin de la Iglesia como en la trama
histrica de una Argentina marcada por la proscripcin del peronismo, por el cierre de
canales de manifestacin poltica y social, por una creciente politizacin.
Se estudiar asimismo el plan de pastoral encabezado por Gera en un proceso ms
amplio de inculturacin de una Iglesia que intenta estar en contacto con la realidad
poltica y social argentina y que busca de este modo construir una nueva identidad.
35Ver: Saranyana, Jos Ignacio, Teologa en Amrica Latina, Madrid, Iberoamericana, 1999;Scannone, op. cit; Scannone, Juan Carlos, Perspectivas eclesiolgicas de la Teologa del Pueblo en laArgentina; Farrell, Gerardo T,Iglesia y Pueblo en Argentina, Historia de 500 aos de Evangelizacin,Buenos Aires, Patria Grande, 1992.
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CAPTULO I. EL INMIGRANTE Y EL BARRIO
El ao 1927 fue un ao difcil para la familia Gera. Fue aquel en que Jernimo Gera, unobrero de Pasiano (Vneto, Italia) decidi migrar en bsqueda de mejores condiciones
econmicas. Su destino fue Buenos Aires, a donde viajaron luego, en 1929 Ernesta
Favaro, su mujer junto con sus hijos Mara Pa y Lucio. Se instalaron en un primer
momento en el barrio de La Paternal y luego definitivamente en Villa Devoto.
La condicin de inmigrante marc la vida de la familia Gera36. Jernimo trabajaba
como obrero37 mientras Ernesta permaneca en la casa con los nios. Lentamente se
incorporaron a la vida de barrio y en ella tambin a la vida parroquial. El mate y la
vivencia religiosa, estaban presentes en la vida de los hijos del matrimonio. Si la
parroquia enseaba el catecismo a los nios, Ernesta les acercaba las prcticas piadosas
populares como el encender una vela38que permanezca rezando mientras se hacan las
tareas o a hacerse la seal de la cruz a Mara Pa y Lucio.
En 1930, a los seis aos, Lucio recibi su primera comunin y cuatro aos ms tarde,
vivi las celebraciones del Congreso Eucarstico Internacional que se realizaron en
Buenos Aires, como un verdadero hito que despert su camino vocacional. De ah en
adelante la vida parroquial transcurri en torno a la Iglesia de la Inmaculada
Concepcin en Devoto hasta que en 1936 ingres como seminarista de la
Arquidicesis de Buenos Aires en el Seminario Conciliar Metropolitano de la
36En mi ha jugado mucho la experiencia inmigratoria, una experiencia de solidaridad y de lucha; lo quees el inmigrante: esa mezcla de solidaridad, envidia, recelo; pero en el fondo de encontrar lo vivo () elinmigrante est obligado a preguntarse por su identidad qu soy en definitiva- y como a elegir unaidentidad. Y nosotros elegamos una identidad en las extracciones populares y no en la oligarqua. VerAzcuy, Virginia Raquel, Galli, Carlos Mara, Gonzalez Marcelo, Escritos Teolgicos Pastorales de Lucio
Gera, del preconcilio a la Conferencia de Puebla, 1956-1984, Buenos Aires, gape-Universidad CatlicaArgentina, 2006, p. 25.37En una entrevista reciente Lucio Gera recuerda: Mi padre era un obrero y para nosotros el mundoobrero era el mundo pobre. Mi padre no tena los diez centavos para tomar el colectivo al trabajo. Nohaba villas en ese tiempo, la pobreza estaba metida dentro de la institucin laboral, 27 de abril de 2009.38Gera recuerda: yo nac en Italia, y hasta mis cuatro aos estaba all. Mi padre vino a buscar trabajo yyo viva con mam en casas de tas. Una vez me ponen en una Iglesia al lado y vi las velas del altar yotras encendidas y a mi me llamaban la atencin las velas. Yo nio cerr los ojos y tuve la sensacin dever destellos. Eso me impresion mucho. El tema religioso yo lo asum, el simbolismo lo asum en lavela, en eso que se enciende y brilla, entrevista 27 de abril de 2009.
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Inmaculada Concepcin. All realiz sus estudios de preparacin al sacerdocio: cinco
aos de humanidades, tres de filosofa y cuatro de teologa.
Estando en el seminario, era difcil acceder a los libros que circulaban en Europa. La
guerra civil espaola, que tantos ecos y resonancias tuvo en Argentina y, luego, la
segunda guerra mundial, provocaron el corte de comunicaciones entre Europa y el Ro
de la Plata y como consecuencia de ello no llegaban libros para estudiar. Gera dir en
este sentido: Nuestro estudio de teologa fue sin ningn libro de Europa. Yo apenas si
llegu a ver un viejo libro de Maritain porque haba llegado antes de la guerra. No haba
revistas de teologa. Bibliogrficamente nuestro estudio de teologa fue un desierto, un
desamparo total. Lo cual quizs nos ayud a reflexionar39.
Adems de ayudar a reflexionar, el bache bibliogrfico favoreci el crecimiento de la
industria editorial tanto en Argentina como en Mxico40. La produccin argentina de
libros, incluso de teologa aument, exportando libros a Latinoamrica y tambin a la
pennsula ibrica. Editoriales como Difusin o Club de Lectores favorecieron la
divulgacin de autores catlicos si bien textos como los de Teilhard de Chardin o
Mourier seran accesibles mucho despus. El mismo Gera recuerda que quienes
despertaron su pasin por la reflexin teolgica, quienes lo inclinaron hacia la teologa
no fueron tanto los telogos como los autores literarios. Las letras, la poesa, fueron los
que lo movilizaron, lo condujeron hacia la reflexin teolgica. En una entrevista
reciente l resalta la influencia en su vida de Dostoievski, de Claudel, Blois y Papini.
Uno de los profesores que l recuerda ms influy durante la vida en el seminario fue el
sacerdote y poeta Leonardo Castellani. Es interesante encontrar en los escritos de Gera
una sensibilidad parecida a la de Castellani cuando canta a la belleza41. El otro sacerdote
que impact en l fue Hernan Benitez, orador, intelectual y pastor.
39Azcuy, op cit, p. 2640Ver: Largo Carballo, A, Gmez Villegas, Un viaje de ida y vuelta, la edicin espaola eiberoamericana (1936-1975), Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2007.41Ver la Esttica y el Sacerdote enJuntos en Su Memoria, 50 aos de sacerdocio con Lucio Gera,1997, pp. 96-105. Ver Avenatti de Palumbo, Cecilia Ante el enigma de la belleza,Nuevo Mundo55(1998) 7-11, 8.
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EL SACERDOTE: PASTOR Y TELOGO
Una vez concluida la etapa de formacin fue ordenado sacerdote por Mons. AntonioRocca el 20 de septiembre de 1947 y luego, entre 1948 y 1951, fue destinado a tres
parroquias diversas de Buenos Aires: San Bartolom en el barrio Sur, San Rafael en el
lmite de Devoto con Versailles y luego en la Parroquia del Pilar en pleno Barrio Norte.
Esta diversidad de destinos le permiti entrar en contacto y conocer distintos sectores
sociales. Su estada en plena Recoleta le hizo extraar el espritu barriero al que
estaba acostumbrado.
En esta poca entra en un primer contacto con los asesores de la Juventud Obrera
Catlica, rama especializada de la Accin Catlica, fundada en 194142y publica en la
revista Notas de Pastoral Jocista en 1951 un escrito titulado El sacerdote hecho
espectculo en el cual aborda temas de pastoral.
Aunque la pastoral le interesaba, no por ello descuid el estudio de la filosofa. Luego
de la ordenacin influy en l el existencialismo de la mano de Heiddegger y en 1952
decidi viajar a Europa para perfeccionar sus estudios en teologa. Obtuvo el grado de
Licenciado en Roma y el doctorado en Bonn (Alemania). Durante su estada en Europa
entr en contacto con textos como los de Congar y Teilhard De Chardin. Del primero, y
del mtico grupo de Lyon que durante los aos 30 haban desarrollado la Nouvelle
Theologieimpact en Gera la visin consensual que tenan de la religin, es decir una
religin que se basaba en una alianza, en una imagen de un Dios ms gentil que no se
impona sino que esperaba la respuesta del hombre. Llam su atencin la aspiracin a
42Ver Touris op. cit: La JOC, que haba sido fundada en 1925 por el sacerdote belga Joseph Cardjin,comenz a funcionar en nuestro pas en 1941. Su propsito era evangelizar a los jvenes obreros no sloen las fbricas, sino tambin en la calle y en sus lugares de esparcimiento. El objetivo de la JOC no eracrear sindicatos cristianos sino formar a los obreros segn los principios cristianos para luego conquistarel medio social.El mtodo de trabajo jocista se basaba en la pedagoga de la Revisin de vida: Ver, juzgar, actuar. El
punto de partida era pues el diagnstico de la realidad y su anlisis profundo para recin pasar a la accin.El mtodo de la JOC significaba as, un cambio de ptica importante respecto del modelo italiano ya quela realizacin del apostolado no parta de dogmas o de la formacin previa recibida en las parroquias sinode los problemas especficos de un mbito pastoral concreto.
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una teologa de trascendencia, ms interior y menos institucional43. De Teilhard de
Chardin, del cual slo haba escuchado poco en el seminario, y con poco entusiasmo
por medio de Castellani, le impact la idea de dilogo de la teologa con las realidadestemporales, que en cierto modo propona un cambio en la praxis cristiana: A Teilhard
de Chardin lo conocamos antes porque nos daban escritos mimeografiados y porque
tuve de profesor a Castellani, que no lo pasaba. De modo que lo empezamos a conocer
poquito sobre todo despus del cincuenta. Yo lo leo despus del sesenta. No tuvo influjo
en mi formacin, yo lo recibo despus de unos aos, con cierto entusiasmo. Es un
pensamiento que fecunda mucho todo el pensar teolgico. Evidentemente desde la
perspectiva de la ciencia moderna. Adems es un hombre ntimamente religioso,
piadoso. Sus escritos son de tipo jesuita, muy intensos. Su teologa est impregnada por
su veta religiosa y no es para nada atea44.
Podemos decir que si bien ambos pensadores no estuvieron presentes en su etapa de
formacin inicial, ellos fecundaron su pensamiento teolgico y esto se vio plasmado en
sus escritos posteriores y sobre todo en la revista de teologa que fund en 1962 junto
con otros profesores de la Facultad de Teologa de la Universidad Catlica de Buenos
Aires.
En julio de 1956 retorn a una Argentina nada parecida a la que haba dejado. La praxis
poltica haba virado ciento ochenta grados. El partido de masas que gobernaba cuando
l decidi viajar para estudiar se encontraba proscripto. Aquel peronismo que haba
conseguido las mejoras obreras que l apreciaba debido a su entorno personal45, estaba
vedado. Y no slo eso, sino que adems el gobierno instalado por la Revolucin
Libertadora intentaba desterrar cualquier vestigio de la herencia poltica peronista
llegando incluso a fusilar a quienes en cierto modo pusieran en riesgo sus objetivos,
como en el caso de los partcipes de la contrarrevolucin, encabezada por el General
Valle que pretendan volver al gobierno legtimo.
43Ver, Zanca, op. cit, pp. 151, 152.44Entrevista 27 de abril de 2009.45Entrevista 27 de abril de 2009.
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Gera retorn a este pas46donde las reglas del juego poltico haban cambiado y en el
cual los sectores obreros resistan la ausencia de su lder y en ese contexto retom su
labor con los asesores de la Juventud Obrera Catlica y public una serie de artculos enla revista Notas de Pastoral Jocista junto con otros pensadores como Hctor Madrioni.
All se pueden vislumbrar algunas de las cuestiones que llamaban su atencin, como por
ejemplo su preocupacin constante por la bsqueda de una pastoral ms incluyente,
orientada hacia los sectores obreros. Esto no parece raro, si se recuerdan sus orgenes
familiares y si se lo entiende como producto de la revolucin peronista. Tambin
existe, en este sentido, una crtica a la falta de presencia de la Iglesia en los sectores
populares en contraste con la labor realizada en los sectores medios de la sociedad:
La ausencia de la Iglesia en la clase obrera es trgica, desde luego para esta misma
clase. Pues desde el momento en que la Iglesia no ha asumido en el mbito de sus
solicitudes al destino temporal de la clase obrera esta ha perdido a la que podra ser su
ms autntica compaera en el camino hacia su promocin humano-cristiana. Ser ella
guiada en el camino de su promocin promocin que ya no ser cristiana por cualquier
mesianismo de tipo marxista. Pero la ausencia de la Iglesia en las masas obreras no es
menos trgica para la Iglesia misma, que al perder las capas proletarias de la sociedad
ha perdido uno de los elementos primordiales que deban integrar su catolicidad. Sern
stas las nuevas formas que cobra el cisma? No ya naciones sino capas sociales que se
desprenden del cuerpo de la Iglesia.
No slo criticaba la ausencia sino la prdida de catolicidad que implicara el permanecer
en esa tendencia:
No debemos ciertamente medir la catolicidad por una dimensin exclusivamente
cuantitativa: la Iglesia puede perder grandes masas humanas y no dejar por ello de ser
catlica. La catolicidad consiste ms bien en la estructura universal de la Iglesia y en su
dinamismo tambin universal, por el cual tiende a expandirse entre todas las naciones y
46En un primer momento fue designado capelln de las Hermanas de la Virgen Nia, dedicadas a la laboreducativa.
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capas sociales. () Este sera el real oscurecimiento de la catolicidad: que la Iglesia no
incluyera en su intencin universal a las clases obreras. Que ella que no puede pretender
nacionalizarse en un pueblo se tolerara a s misma particularizada en una sola clasesocial.47
Es interesante su constante hincapi en la necesidad de apertura a la realidad social y su
defensa, tal vez inconsciente, ante quien tilde su postura de filomarxista: La Iglesia no
debe ni aburguesarse ni proletarizarse, sino ser efectivamente catlica en la historia
concreta de este siglo, as como lo es en su estructura. Ser catlica, es decir no
abstraerse de este mundo, no ausentarse de sus estructuras temporales, sino crearse una
historia en todo lo que es este mundo y no slo en una parcela del mismo. ()
Empearse a fondo como catlica, es decir, empearse en todo lo que es este mundo.
Asumir los intereses humanos de cualquier clase y de esta forma estar presente en todas
las clases sin hacerse ninguna de ellas48.
Podemos decir que estos escritos reflejan los diversos elementos que configuran y
configurarn su reflexin: la influencia de sus orgenes familiares, la realidad y su
formacin, tanto la recibida en el Seminario, tradicionalmente tomista, como la recibida
durante su estada en Europa, empapada del humanismo cristiano.
Tambin debemos mencionar su preocupacin por la falta de participacin del laicado
en la formacin o en la vida de la Iglesia, es decir en la identificacin de la Iglesia
meramente con los clrigos, hecho que equivaldra a condenar a la Institucin al
aislamiento49 y su inquietud ante la falta de presencia del pensamiento catlico en la
intelectualidad y la falta de tradicin teolgica en Latinoamrica y sobre todo en
Argentina50.
47Gera,Reflexin sobre Iglesia, Burguesa y clase obrera, en Notas de Pastoral Jocista, 1957.en Azcuy,op. cit, pp. 109, 110.48Ibidem, p. 111.49Gera,Reflexin sobre el clero y el laicado, Notas de pastoral Jocista, 195650Esta inquietud se ve reflejada en un dialogo gestado en una de las asambleas de asesores de la JuventudObrera Catlica a raz de un texto de un contemporneo, Hctor Mandrioni (Ver Azcuy, op. cit, pp. 80-93).
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Esta inquietud nos permite abordar otro de los mbitos en los que particip Gera: el
mundo de la teologa. Desde el Seminario Mayor Metropolitano, al que fue destinado en
1957 y desde la facultad de Teologa de Buenos Aires en la que obtuvo la ctedra deTeologa Dogmtica se aboc a cultivar esta disciplina. En sintona con esto ltimo
tambin debemos referirnos a su afn por gestar una tradicin teolgica en Argentina
por medio de la creacin de la revista Teologa y de su colaboracin con la Revista
de Teologa de la Plata.
51
Lucio Gera con su hermana Mara Pa
Con su hermana al llegar a Buenos Aires
51Fotografas deJuntos en Su Memoria, 50 aos de sacerdocio con Lucio Gera, 1997.
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Ordenacin Sacerdotal, 1947.
Compaeros de Ordenacin (Gera: fila de Arriba, el cuarto de Izquierda a Derecha). Se
pueden observar los ornamentos sacerdotales propios de la Iglesia preconciliar en la que
se form Gera, que contrastarn con los austeridad de las vestiduras litrgicas
posconciliares.
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CAPTULO II. UN AIRE FRESCO: EL CONCILIO VATICANO II
Un hecho lo confirm en su actuar, su pensar y su visin crtica. Desde Roma, JuanXXIII, que haba sido elegido para ser Papa de transicin convoc a la Iglesia Universal
a reunirse para responder preguntas sobre si misma, para redefinirse frente al mundo
moderno.
El Concilio Vaticano II sera el aire fresco que Juan XXIII deca necesitaba la Iglesia
de casi dos mil aos. Lo defina como un aggiornamiento, como una renovacin tanto
en el espritu como en las formas.
Las puertas de este Concilio ecumnico se abrieron el 11 de octubre de 1962. Obispos y
miles de sacerdotes de todo el mundo asistieron a la cita y no tardaron en notarse en las
sesiones las ideas que desde haca un tiempo estaban presentes en la Iglesia. Ideas como
las de Jacques Maritain o Teilhard de Chardin52inspiradas en un humanismo cristiano
que invitaban a retomar el espritu del Evangelio.
La muerte sorprendi a Juan XXIII y los que esperaban que su sucesor, Pablo VI diera
marcha atrs se vieron decepcionados ante la continuacin del Concilio. Las reuniones
se realizaron hasta fines de 1965 y fruto del Concilio hubo diecisis documentos: cuatro
encclicas (Constituciones Conciliares), nueve decretos y tres declaraciones que en
cierta medida recogan los avances promovidos por la llamada doctrina social 53 y
estaban empapados del anteriormente mencionado humanismo cristiano. Como
sealara Meja en 1965, la teologa de los documentos conciliares () es la teologa
de la periferia. Los grandes artfices de esos documentos han sido hombres que, hasta
hace poco, eran sospechosos en Roma54.
52Ver Casas, Amalia, En Busca de las razones del otro, Conrado Eggers Lan y el dilogo catlicomarxista, 1958-1968, 2009, p. 8.53Ponza, op. cit, p. 3.54Meja, J.: Crnica Conciliar, Criterio, 1489/90, 24 de diciembre de 1965, p. 957, en Zanca, Jos, Elasedio a la Cristiandad enAnuario de Estudios Americanos, 63, 1, enero-junio, 107-130, Sevilla (Espaa),2006.
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A partir del anlisis de las encclicas y de todos los restantes documentos conciliares, se
puede percibir que hay un hilo conductor que los atraviesa y este es la idea de retorno a
las fuentes, es decir un regreso no slo al Evangelio, a lo escrito sino al espritu delEvangelio. Esta idea de vuelta a los orgenes es tan fuerte que incluso la Conferencia
Episcopal Argentina lleg a llamar al Concilio como un nuevo Pentecosts55.
Es ilustrativa tambin la percepcin de Enrique Angelelli quien al concluir el Concilio
reflexionaba: En estos cuatro aos sucedieron muchas cosas; la Iglesia ha recorrido
nuevamente los caminos de la Tierra Santa para descubrirse a s misma tal cual haba
salido de las manos de su Fundador; ha contemplado la primigenia forma, se ha
reconocido la misma, de Cristo; ha visto que a su rostro, siendo el mismo, los siglos le
haban cargado de mucho ropaje, tena el polvo de su peregrinar, no era fcil
reconocerla por los ojos profanos de los hombres, porque muchas cosas accidentales
haban sido consideradas como esenciales; la ley mataba al Espritu () ha sentido y
medido el peso de lo accidental y descubierto que es imperioso no olvidar las fuentes56.
Esta constante de fondo, la idea de retorno al espritu de las primeras comunidades
cristianas se ve reflejada en la definicin que la Iglesia hace de s misma. Ella se
presenta como misterio y como Pueblo de Dios. Ya no se define como cuerpo mstico
de Cristo sino que opta por poner el acento en la caracterstica comunitaria de la Iglesia,
pueblo que comparte creencias y que peregrina en el mundo. Las citas alusivas a los
Evangelios y a los Hechos de los Apstoles, que se refieren a las primeras comunidades
cristianas son recurrentes.
Es a partir de esta visin de Iglesia construida por todos, que no rompe con el pasado
sino que lo asume, que cobra nuevo impulso la idea de colegialidad dentro de los
Iglesia, idea que luego intentar plasmarse en reformas a nivel general y tambin en las
iglesias locales, por ejemplo con la creacin de senados episcopales para las
deliberaciones de los episcopados o la creacin de comisiones de trabajo integradas
55Conferencia Episcopal Argentina,Declaracin pastoral del Episcopado Argentino, La iglesia en elperodo posconciliar,1966.56Reflexiones personales de Angelelli escritas en Roma en 1965 en Azcuy, op. cit, p. 195.
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tanto por sacerdotes como por religiosos/as y laicos o la participacin de los miembros
de las comunidades en las decisiones de la vida parroquial.
Podemos decir que de fondo se respiraba el triunfo de las democracias en Europa, y
como seala Loris Zanatta, el aprendizaje dejado por la segunda guerra mundial57.
Asimismo cobra nuevo protagonismo el rol de los laicos. Este tema que recibi mucha
atencin en la atmsfera conciliar se ve reflejado en el documento Apostolicam
actuositatem. En este ltimo, los laicos son impulsados a la participacin en la misin
de evangelizar, de modo que sta no sea patrimonio de los religiosos y que se posibilite
la accin de los seglares en sus medios sociales impregnando de espritu cristiano el
pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad (13).
Igualmente, se los llama a tener una participacin ms activa tambin en el accionar
civil nacional e internacional y se los exhorta a la cooperacin en la bsqueda del bien
comn favoreciendo el crecimiento del sentimiento de solidaridad entre pueblos. Pasa a
ser deber de los laicos conocer el nuevo campo internacional y los problemas y
soluciones ya doctrinales ya prcticas que en el se originan sobre todo respecto a los
pueblos en vas de desarrollo (14) ya que con esta cooperacin dinmica y prudente
que es de gran importancia en las actividades temporales, los laicos rinden testimonio a
Cristo () y a la unidad de la familia humana (27).
Todos estos temas abordados durante el Concilio haban sido previamente mencionados
en los escritos de Gera. La necesidad de un laicado participativo, de una Iglesia
colegiada y de retornar al espritu de pobreza58.
57Conferencia dada por Loris Zanatta en Buenos Aires, 26 de agosto de 2009. Ver: Rojas, Guillermo,Aos de Terror y Plvora, el proyecto cubano en la Argentina, 1959-1970, Buenos Aires, SantiagoApstol, 2001, p. 211: menciona tambin como la Iglesia hace suyas ideas del bando vencedor, tantosocialistas como americanas, sustentadas ambas por un humanismo democrtico, no trascendente:Liberada de los nazis por las potencias aliadas, Europa internaliza las ideas de los vencedores () Todasestas circunstancias influiran y determinaran fuertemente el pensamiento catlico de la poca,acercndolo a las ideas de los vencedores y con ello al progresismo que en buena medida coincida conlos principios, con la filosofa animante de las potencias vencedoras.58Ver: Gera,Hay lgrimas en las cosas, Notas de Pastoral Jocista, 1957; Gera, sobre el misterio del
pobre en Grelot, Gera, Dumas, El Pobre, Heroica, Buenos Aires, 1962.
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Finalmente, el otro gran tema abordado por el concilio fue la necesidad de un espritu de
apertura y dilogo con el mundo moderno: con los creyentes y los no creyentes (ver
Nostra Aetate y Dignitatis Humanae). Como sealaba Paulo VI en el discurso deapertura de la segunda sesin, se plante como hecho fundamental tender un puente
hacia el mundo de hoy.
Este espritu de renovacin, apertura y dilogo59supuso asimismo una renovacin en las
prcticas litrgicas, prcticas que la Conferencia Episcopal describi como sacramento,
es decir signo e instrumento de la unin de los hombres con Dios y de la unidad de todo
el gnero humano60. Se hizo hincapi en el valor comunitario y humanista que deba
adoptar la praxis religiosa61.
Podemos decir entonces que el Concilio Vaticano II confirm algunas de las reflexiones
que Gera haba realizado previamente y en cierto modo la visin que tena de la Iglesia,
y que se encontraba latente desde su anterior viaje a Europa. Este Concilio, al que en un
primer momento vivi con fuerte expectativa sin animarse a abrazarlo, a la hora de
analizarlo en retrospectiva lo considera como una bisagra: si en este ao 2000, despus
de haber vivido la mayor parte de mi vida durante el siglo XX se me preguntaran cules
han sido los acontecimientos histricos que ms me han impactado e influido, no
dudara en nombrar en primer lugar el Concilio Vaticano II62.
Luego de su participacin en algunas de las ltimas sesiones63, mientras se escriba
Gaudium et Spes, al retornar al continente americano fue invitado a dictar conferencias
acerca de interpretaciones de los documentos conciliares64. Expuso sus estudios
exhaustivos acerca de las encclicas tanto en Per como en Ecuador y Brasil. All
59CEA 1966, op. cit, p. 11: Conciencia ms viva de s misma, reforma, dilogo con los dems hermanoscristianos y apertura al mundo de hoy: son las cuatro finalidades del Concilio.60CEA, op. cit, p. 12.61Ponza, op. cit, p. 2.62Ver: Azcuy, op. cit, p. 35.63Gera no viaj como perito, pero viaj a Roma invitado y pudo vivir el clima que se respiraba en elvaticano. Entrevista 27 de abril de 2009.64Ver: Gera, Comentarios parciales a Ecclesiam Suamen Gera, Geltman, Giaquinta, Ecclesiam Suam,Guadalupe, Buenos Aires, 1964. Gera, El Misterio de la Iglesia en Ferrara, Gera y Otros, LumenGentium. Constitucin Conciliar sobre la Iglesia, Guadalupe, Buenos Aires, 1966.
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incluso particip en Petrpolis de la primera reunin de telogos latinoamericanos junto
con Gustavo Gutirrez y Juan Luis Segundo, siendo sta considerada como apertura del
panorama a los telogos para pensar Amrica Latina.
En Argentina no fue el Arzobispado de Buenos Aires el que lo invit a exponer sus
conclusiones en torno al Concilio, sino ms bien algunos episcopados provinciales. Fue
invitado a dictar conferencias en diversas provincias de Argentina donde entr en
contacto con tradiciones del interior.
A qu se debe esta peculiaridad? El tema fue abordado en sendas oportunidades: la
recepcin del Concilio Vaticano II en Argentina no fue homognea. El Cnclave
despertaba expectativas, temores, y en algunos casos hasta franca oposicin. La
situacin poltica y social nacional era compleja, el clima intraeclesial tambin.
Generalmente a la hora de analizarlo los historiadores lo hacen a partir de una divisin
de aguas categrica: un grupo que se opuso a l y a sus reformas, los preconciliares, y
dentro de este grupo los que tuvieron extremas reservas y aceptaron una renovacin
pero slo de formas y no de contenido y por otro lado los que adhirieron
entusiastamente a los postulados, los postconciliares.
Asimismo, tienden a identificar al primer grupo con la jerarqua eclesistica y al ltimo
con el bajo y medio clero65, que son los sectores jvenes y de ello derivan una relacin
entre las distintas posturas y la diferencia generacional.
Muchos casos confirman este anlisis. Sin embargo la existencia de Obispos
renovadores como por ejemplo Mons. Zazpe, Mons. Angelelli, Mons. Devoto66plantean
la necesidad de evitar las divisiones categricas67.
65ver Gho, op. cit, p. 193,; Di Stefano-Zanatta, op. cit, pp. 190-494; Obregn, op. cit, pp. 25-32; Mayol-Habegger y Armada, op. cit: analizan los choques surgidos entre los distintos sectores por la participacinen los problemas econmicos, sociales.66Mons. Devoto, Obispo de Goya escribe al regresar del Concilio: La renovacin, no es, como podrasugerirles a algunos esta palabra, un afn de novedad, sino una revisin profunda para que la Iglesia se
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Incluso el Episcopado impuls algunas reformas que fueron ms all de lo discursivo68:
favoreci la creacin de rganos colegiados y la participacin de sectores de la
renovacin y del laicado y se crearon nuevas comisiones destinadas a diversos temascomo por ejemplo liturgia, accin social y desarrollo pastoral. Esta ltima, la Comisin
Episcopal para Pastoral69 fue integrada por Obispos, telogos, religiosas/os y laicos y
elabor un plan de pastoral nacional de conjunto. En ella participaron tanto Gera como
Rafael Tello, Gerardo Farrell, Fernando Boasso S.I., y Justino O'Farrell, socilogo70.
Esta ltima figura nos viene a mostrar un hecho significativo. Dentro de los sectores
renovadores estaban los que se haban formado en nuevas disciplinas como la
sociologa o la psicologa, e incluso quienes tenan formacin filosfica o teolgica
impartida en las universidades europeas. Podemos mencionar, en este sentido, a figuras
como Rau, Ruta, Ganchegi, Derudi, Aduris, Trusso, Mandrioni, Viscovich, Berardi,
Iriarte, Gaynor, Palumbo y otros71.
Los renovadores, o como el mismo Gera menciona en una entrevista, los que no
queran conservar algunas cosas se nuclearon en torno a la universidad de Teologa72
que pas de las manos de los jesuitas al clero diocesano, siendo Mons. Pironio el primer
decano y el impulsor de la renovacin dentro de la institucin al dar ctedras de la
facultad a quienes se haban formado en el exterior o compartan el aire renovador.
despoje de aquellas cosas, que de alguna manera han ido desfigurando su autntica imagen evanglica, osea imagen de la Iglesia tal como Jess ha querido que fuera, en Azcuy, op. cit, p. 208.67El mismo Gera al analizar las posturas seala Yo me acuerdo que la lnea de mis profesores era ms
bien en contra, Menvielle, Castellani, los curas viejos estaban ms bien en contra. En cambio la gentejoven, despus del primer desconcierto empez a apoyar el Concilio () (pero) entre los conservadoresestaban quienes aceptaban el Concilio y entre los posconciliares estaban quienes ya queran hacer untercer Concilio, entrevista 27 de abril de 2009.68 Igualmente si bien a nivel nacional la renovacin (al menos de las estructuras) fue rpida a niveldiocesano las mismas quedaron libradas a la voluntad de los Obispos decada dicesis. En muchos casosstos frenaron o detuvieron las reformas. Es significativo el caso de Mons. Buteler en Mendoza.69La experiencia de la Comisin Episcopal para Pastoral (COEPAL) durar desde 1966 hasta 1973.Touris seala que tuvo la particularidad de ser un espacio que permiti la articulacin de la reflexinteolgica y la discusin intelectual desde la perspectiva de las ciencias sociales con prcticas pastoralesque se inscriban dentro de las nuevas directivas conciliares. (2008)70Ver: Scannone, Perspectivas eclesiolgicas de la teologa del pueblo en la Argentina, p. 3.71Maccarone, op. cit., p. 163.72Ver Zanca, op. cit, p. 133.
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Adems de ocupar ctedras, estos hombres, impulsaron una renovacin en el mbito
pastoral promoviendo en los centros de estudios semanas de liturgia, congresos de
catequesis y jornadas bblicas73.
De todos modos, esta tendencia sobrepasaba los lmites de la universidad o de los
centros de estudios. La revista Criterio, desde 1957 dirigida por Jorge Meja, tambin se
haca ecos de estos aires. Intelectuales que abrazaban el humanismo cristiano llenaban
sus pginas y las de Estudios, intelectuales como Carlos Floria, Ludovico Ivanissevich
Machado, Jos Luis de Imaz, Emilio Mignone, Nstor Auza, Guido Di Tella, Horacio
Pea, Antonio Donini, Rafael Braun, Justino OFarrell, Alberto Silly, Jos E.
Miguens74.
Ahora bien, an evitando la polarizacin simplificadora dentro de la Iglesia (entre los
pre y los post conciliares y quienes mantuvieron posturas intermedias) algo es evidente:
la Iglesia Argentina se complejiz. En su interior emergieron legitimados desde Roma y
desde la jerarqua sectores con distintas visiones eclesiales y distintas concepciones de
pastoral que ya estaban latentes desde tiempo atrs. Como seala Juan Maccarone, los
que preferan reflexionar ms sobre el dato de fe (lo dado) que sobre lo construido (la
sntesis teolgica o el sistema) provocaron una activacin del dinamismo pastoral75, que
poco se pareca al espritu de cruzada del que habla Zanca y que caracterizaba a la
generacin anterior76.
A su vez, esta complejizacin puso en evidencia la creciente politizacin que se estaba
dando en los distintos cuadros de la Iglesia Argentina y que tampoco era nueva. Desde
tiempo atrs, tanto laicos como algunos sacerdotes se sentan identificados con las
opciones polticas del pueblo alejndose as del intento de la jerarqua de mantenerse
fuera de la rbita poltica.
73Maccarone, op. cit, 162.74Ver Zanca, Jos, El asedio a la Cristiandad, Intelectuales catlicos y sociedad (1950-1965),Anuario deEstudios Americanos, 63, 1, enero junio, 107-130, Sevilla, 2006.75Maccarone, op. cit, p. 162.76Zanca, Jos A,Los intelectuales catlicos y el fin de la cristiandad 1955-1966, Buenos Aires, Fondo deCultura econmica-Universidad de San Andrs, 2006, p. 20.
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Nos parece interesante resaltar un hecho que puede parecer obvio: si bien surgieron
diferencias, todo ello se dio dentro de la Institucin, es decir, no hubo un quiebre, al
menos en un primer momento. Como seala Zanca, la generacin desamparada, (asdenomina a los intelectuales renovadores catlicos) no cometi parricidio77, no opt por
la separacin o el alejamiento de la institucin eclesial: haba cosas que no queramos
conservar evidentemente, cosas que cuando vino la renovacin las asumimos. Es difcil
decir que estbamos con los conservadores porque algo queramos renovar, pero no
queramos quemar el Papado78.
LOS PRIMEROS PASOS HACIA UNA NUEVA PASTORAL
Gera vivi esta poca de intensa complejizacin y particip en los nuevos espacios
creados desde el Episcopado para la renovacin, principalmente la Comisin Episcopal
para Pastoral (COEPAL). Como dijimos con anterioridad, dicha comisin, a cargo de
Mons. Marengo, asuma algunas de las innovaciones impulsadas a partir del Concilio y,
por lo pronto, integraba a sacerdotes, religiosos y laicos. Como mencionaba Gera en el
grupo nuestro, en la COEPAL, siendo una comisin episcopal hubo por primera vez
mujeres: dos religiosas y una laica. Haba un modo de proceder nuestro que indicaba
aunque no hiciramos un artculo teolgico correspondiente que mostraba que haba
cosas que empezaban a cambiar.
La COEPAL se dedic a reflexionar sobre la accin pastoral y sobre su destinatario, el
pueblo, con su propia cultura, problemas, caractersticas, religiosidad y tensiones y a
partir de ello elabor un plan de pastoral nacional79.
Si bien en paralelo Gera fue designado decano de la Facultad de Teologa por el perodo
1966-1969 esta labor no le impidi continuar participando de la comisin. Junto con
ella elabor un plan nacional popular de pastoral de conjunto, cuya idea central, era ser,
77Zanca, op. cit, p. 43.78Entrevista, 27 de abril de 200979Politi, Sebastin,La Teologa del pueblo. Gnesis y perspectivas, Buenos Aires, Nuevas voces, 1990:seala que la reflexin de los miembros de esta comisin se inscriba en amplio movimiento de ideas,ntimamente vinculado a los procesos polticos y sociales.
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como seala su nombre, un plan a alcanzar por medio del trabajo conjunto de todos los
miembros de la Iglesia, no solamente el clero y los religiosos sino tambin los laicos.
Dicho plan, publicado por el Episcopado argentino est impregnado del lenguaje
conciliar a la vez que se encuentra influido por la Encclica Populorum Progressiode
Pablo VI y por las conclusiones de la reunin de la Conferencia Episcopal
Latinoamericana realizada en Mar del Plata en 1966 sobre temas de educacin,
apostolado de laicos y accin social, donde los Obispos reflexionaron sobre el papel de
la Iglesia en el desarrollo latinoamericano.
La idea de dilogo con el mundo est latente en todo el documento. Basta leer su
introduccin para verlo. Entre sus objetivos estn renovar la pastoral de acuerdo a la
mentalidad conciliar, institucionalizar el dilogo, crear organismos conductores de dicha
pastoral y estudiar y conocer las realidades argentinas80.
La idea de apertura al mundo, de conocer la problemtica social que inicia el
documento, estar presente a lo largo de l. Esto no es nuevo: en un encuentro pastoral
para 70 sacerdotes realizado en Chapadmalal, en 1966 Gera haba planteado esta
necesidad: se trata entonces de reconocer la realidad argentina, apercibirse de los
sntomas y realizar un diagnstico de la misma tal como el mdico ausculta el lugar del
dolor y la enfermedad () Es necesario detectar lo que Pablo VI en su discurso a los
Obispos de Amrica Latina denominaba los puntos neurlgicos. Hay que tratar de
conocer dnde le duele a la Argentina.81 Gerardo Farrell destaca esta reunin
sacerdotal por el abordaje que se realiz de la situacin argentina pero tambin como el
80CEA,Declaracin pastoral del Episcopado, 1967 Consideramos que el estudio de la realidadargentina, es una de las bases, sobre las que habrn de trabajar las comisiones episcopales con sus
respectivos subsecretariados tratando de mantener una permanente y actualizada toma de conciencia decuanto afecte, preocupe y angustie a la Iglesia y al pueblo del pas, porque como dice Su Santidad PabloVI: el pastor debe tener siempre los ojos abiertos sobre el mundo.181Gera, La Iglesia y el mundo en Gera, Silly y otros,La Iglesia y el pas, Bsqueda, Buenos Aires,1967. Describe esta reunin tambin De Biase, op. cit,p. 121: Lucio Gera, decano de la facultad deteologa del seminario de Villa Devoto y ms adelante uno de los tericos principales del MSTM indicque la finalidad del encuentro era analizar las orientaciones del Vaticano II para as intentar repetirlo ennosotros. Por ello agreg no se trata solamente de repetir citas sino de reproducir las actitudes conciliaresen lo ntimo de cada uno expandindolo hacia la realidad que nos circunda. De este modo adaptaremos elConcilio a la Argentina y sobre todo adaptaremos la Argentina al Concilio.
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punto en el cual se separaron aquellos que realizaban una lectura ms desde el dilogo
catlico marxista de los que lo hacan desde el catolicismo popular82.
Volviendo al plan de pastoral, es interesante ver que utilizan las categoras que estaban
en boga en el momento debido a la Cepal83 y a los procesos de descolonizacin:
desarrollo y subdesarrollo84. Como seala Carlos Altamirano, los conceptos
desarrollistas estaban latentes en todos los mbitos85y a partir de escritos de Pablo VI y
de otros documentos institucionales notamos que el mbito eclesial no era una
excepcin. El plan de pastoral por ejemplo denuncia la realidad local a partir de la
situacin de subdesarrollo y seala la necesidad de un desarrollo que no avasalle la
dignidad humana. Ahora, si bien hace suyas dichas categoras, si se lo compara con
otros discursos desarrollistas se observa una visin de progreso que excede lo
meramente econmico ya que promueve un concepto de progreso que sea integral, es
decir de todos los hombres y de todo el hombre. Asimismo debemos mencionar que
tambin, en sintona con el mensaje de Pablo VI plantean la necesidad de transformar
las estructuras86y la necesidad de una clase dirigente que preste odos a lo que sufre el
pueblo y que no busque el desarrollo sin tener en cuenta el principio de justicia social ya
que solamente buscando la justicia social se alcanzara la paz87.
Si bien es un documento que llama la atencin porque no es la tpica declaracin del
Episcopado, el cual tradicionalmente se manifest en trminos ms moderados, debe
82Farrell, op. cit, p. 210.83Comisin econmica para Amrica Latina, organismo dependiente de la Organizacin de las NacionesUnidas, responsable de promover el desarrollo econmico y social de la regin.84Incluso llego a gestarse una teologa del desarrollo.85Altamirano, op. cit, p. 73.86CEA, Declaracin pastoral del Episcopado, 1967: La Iglesia tiene pues una funcin ineludible de
animacin y de impulso promocional en el proceso actual de la Argentina y Amrica Latina. Latransformacin de las estructuras actuales y la integracin son metas hacia la cual tienden nuestros
pueblos, movidos especialmente por su vocacin y necesidad de ser.87El discurso de Pablo VI en las Naciones Unidas en 1966 refleja claramente las connotaciones socialesdel compromiso evanglico: La verdadera paz no es simplemente la no guerra. Porque un hombre nosolamente puede morir herido por una bala o destrozado por una bomba. Un hombre puede tambinmorirse de hambre y eso hoy sucede con multitudes enteras de hombre que son hijos de Dios comonosotros () no hay paz verdadera si los seres humanos tienen que vivir en habitaciones indignas, aveces de animales. No hay paz si no hay trabajo () Todo esto configura un estado de guerra, porqueguerra es destruccin. Y carecer de alimentacin, vivienda y ropa es ir destruyndose de a poco.
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aclararse que aunque es categrico, habla de desarrollo y no de revolucin. Debemos
asimismo resaltar que en este documento se ven elementos que luego sern centrales en
la reflexin pastoral que realizar Gera como la profundizacin de la renovacinlitrgica y el rescate de la religiosidad popular y que el proyecto de una pastoral popular
ya est presente desde 1966 y no como se lo suele presentar a partir de 1979.
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CAPTULO III.
ECOS DEL CONCILIO EN AMRICA LATINA Y EN ARGENTINA
MEDELLN
Un hecho clave le permiti a Gera ser testigo de uno de los acontecimientos ms
relevantes del siglo XX para la Iglesia Latinoamericana. Mons. Pironio lo invita como
asesor para asistir a la Conferencia del Episcopado Latinoamericano a llevarse a cabo en
Medelln en 1968, en la que ser el encargado de redactar la introduccin a las
conclusiones.
La segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Medelln encuentra una
Amrica Latina sensibilizada. El discurso inaugural de Pablo VI, primer Papa en cruzar
el ocano, sobre la situacin del continente funcion como visto bueno a los obispos
para asumir el horizonte conciliar en concreto. Esto quiere decir que los Obispos se
reunieron no ya para disertar acerca de las conclusiones del Concilio de modo abstracto
sino con el objetivo de adaptarlas a la realidad local. Para ello hicieron algo innovador,
partieron de la realidad de los pueblos latinoamericanos y siguiendo los lineamientos
conciliares de dialogar con el mundo, iniciaron sus reflexiones desde el hombre y no
desde la teologa88. De este modo, pensaron el Concilio cara a los pueblos
latinoamericanos, teniendo en cuenta sus propias historias, culturas, heridas y
conflictos: se ha vuelto hacia el hombre consciente de que para conocer a Dios es
necesario conocer al hombre (1).
Tal como lo haban hecho los sacerdotes argentinos en el plan de pastoral realizado el
ao anterior, los Obispos partieron de un diagnstico: se conjugan el hambre y la
miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la
marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases
sociales, brotes de violencia y escasa participacin del pueblo en la gestin del bien
comn (p8)
88Ver Berryman, Phillip, Teologa de la liberacin: Los hechos esenciales en torno al movimientorevolucionario en Amrica Latina y otros lugares, Mxico, Siglo Veintiuno Editores, 1989, p. 9.
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Hacindose eco del clima de la poca y de los conceptos en boga analizaron la situacin
del continente a partir del subdesarrollo y la explicaron como consecuente de laexistencia de estructuras de dominacin que provocaban la situacin de
dependencia. Debemos resaltar este anlisis porque a travs de l se refleja la crisis
del desarrollismo ya que no se habla slo de desarrollo y subdesarrollo, ideas que
encerraban posible optimismo para aquellas economas rezagadas que en algn
momento podran despegar, sino que se analizan las causas de esa situacin de
subdesarrollo y as entra en juego la teora de la dependencia elaborada y difundida por
los miembros de la Cepal.
A partir de all derivaron su anlisis en la necesidad de compromiso frente a esa
realidad. Plantearon la necesidad de acompaar al continente en los profundos procesos
de transformacin que estaba atravesando, apoyando especialmente la promocin
humana, acompaando a los pueblos en su voluntad de liberacin y rechazando la
opresin de todo tipo, tanto econmica como poltica y social.
Como dijimos con anterioridad, este tipo de afirmaciones son llamativas por lo
categricas y comprometidas89. Tal declaracin poltica puede solamente compararse
con la de Puebla que denuncia la ideologa de la doctrina de la seguridad nacional. Los
Obispos plantean la necesidad de justicia como condicin sine qua non tanto para la
paz90social como para la paz poltica91.
Miguel Concha Mano considera estas aseveraciones como testimonio del
reconocimiento de la Iglesia Latinoamericana de la necesidad de no reducir la fe
89Gera recuerda: Ac en mi biblioteca tena que ocultar el texto de Medelln porque si los militares lovean te llevaban preso Entrevista 27 de abril de 2009.90la paz es ante todo obra de la justicia. Supone y exige la instauracin de un orden justo en el que loshombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legitimas aspiracionessatisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad personal garantizada. Un orden en el que loshombres no sean objeto sino agentes de su propia historia (14a).91ver Farrell, op. cit, p. 220. El problema latinoamericano no se ubica solo en el nivel de un atraso tcnicoeconmico sino y principalmente en el poltico.
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cristiana al mbito privado y de tener incidencia en la realidad pblica de las relaciones
sociales y de las estructuras econmicas y polticas (1981).
Ahora bien, podemos notar en las declaraciones mencionadas la influencia subyacente
de la llamada Teologa de la Liberacin. Esta tendencia, en pleno auge durante la poca
de la conferencia, naci en Latinoamrica y sus ideas centrales reflejan, en cierto modo,
la realidad del continente.
Ellas pueden analizarse a travs de los escritos de sus representantes ms significativos,
Gustavo Gutirrez, Hugo Assman y Leonardo Boff. A pesar de las diferencias entre
estos ltimos existen elementos, ideas o conceptos comunes que permiten describir esta
reflexin teolgica. El primero y central es la opcin preferencial por los pobres92. Esto
no es algo novedoso en la Iglesia porque los pobres siempre fueron considerados y
mucho ms an a partir de la encclica Rerum Novarum, cimiento de la doctrina social
de la Iglesia. Lo novedoso, pero el elemento de cambio es que no son vistos ya como
objetos de caridad sino ms bien como agentes de su propia liberacin.
De ello se deriva la otra ida central: la suposicin que esa pobreza es producida por la
existencia de estructuras de dominacin, que no hacen ms que perjudicar a los
pueblos, sus economas y sus sistemas polticos93, provocando miseria, muerte y
dependencia.
92Ver Berryman, op. cit: a los telogos de la liberacin los moviliza el valor de las personas oprimidas,reflejado en la siguiente poesa:el hombre todo hombre-es:la criatura predilecta de Dios,hecho a su imagen y semejanza,dotado de inteligencia y voluntady por eso, llamado a ser libre y vivir en comunidad.
Y lo que es ms, todo hombre est llamado en Cristo a crecer hasta llegar a ser participe de la naturalezadivina y as llegar a la posesin definitiva de su realizacin en Dios. De aqu deriva la inmensa dignidadde la persona humana. Por ello todo hombre debe tener idnticos derechos y oportunidades para sudesarrollo y a su vez responder a sus deberes y obligaciones.Por lo tanto:El ms humilde de los guatemaltecos,el ms explotado y marginadoel ms enfermo e ignorante vale ms que todas las riquezas de la patria y su vida es sagrada e intocable93Ver Lowy, Michael, La teologa de la Liberacin: Leonardo Boff y Frei Betto enRebelin, 2007, p. 1:sintetiza la teologa de la liberacin como opcin preferencial por los pobres y seala que la novedad
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De all concluyen los telogos de la liberacin que para desterrar la pobreza, la
marginacin y la dependencia, es necesaria la destruccin o eliminacin de esas
estructuras opresoras por medio de la lucha94. Es a partir de este punto que en muchoscasos, la Teologa de la Liberacin es estudiada en relacin con la ideologa marxista.
Lowy, al analizarla seala la primaca del elemento antropolgico por sobre el
eclesistico, del utpico sobre el efectivo, del crtico sobre el dogmtico, del social
sobre el personal y de la ortopraxis sobre la ortodoxia95.
La influencia de esta escuela teolgica se puede analizar en el trasfondo de importantes
afirmaciones de los documentos de Medelln y en cierto modo influyeron tambin en la
figura de Gera. Se puede notar sin embargo que los obispos tomaron distancia de esta
escuela a la hora de determinar los medios para la eliminacin o transformacin del
sistema y as tambin lo har Gera. Acorde a lo pregonado por el Obispo brasileo
Hlder Cmara y a lo exhortado por Pablo VI96ellos optan por rechazar la violencia y
eligen como agente liberador y creador de un nuevo tipo de sociedad a la educacin.
Esta eleccin no dej de generar cierto malestar: contrariaba a Gustavo (Gutirrez) que
deca que la no violencia activa capaz nos debilitaba () Gustavo cuestionaba a dnde
iba esto97.
Es en este marco que plantean la necesidad de nueva evangelizacin y para ello la
necesidad de prestar importancia a las caractersticas culturales propias del pueblo y de
cada pueblo para poder organizar catequesis adaptadas y promover a la vez una
renovacin litrgica y pastoral popular acorde a las caractersticas locales.
radica en que el pobre ya no es considerado objeto de caridad sino artfice de su liberacin. Menciona a
estos pobres desheredados como pobretariado y dentro de este grupo comprende no slo a los pobressino tambin a los excluidos sociales.94Ver Berryman, op. cit: Argumentaban que la iglesia deba replantear su rol en la sociedad y prepararsea efectuar cambios. Los cristianos segn ellos deban liberar de la opresin de los bloques ideolgicos.se deca que la prctica revolucionaria era la matriz generadora de una nueva creatividad teolgica.95Lowy, op. cit, p. 2.96La figura de Pablo VI fue una figura de enorme importancia en la vida de Gera. En las entrevistasconstantemente hace referencia a la fuerza de los escritos del Papa del momento, de su claridad y tironeosinternos.97Entrevista Lucio Gera 27 de abril de 2009.
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Este apartado merece una atencin especial ya que el tema ser retomado por Gera y
Tello en Argentina dando lugar a la formacin de la posteriormente denominada
Escuela de Teologa Argentina y tambin porque luego ser nuevamente abordado en laConferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Puebla.
Como mencionbamos con anterioridad, los Obispos plantean la necesidad de conocer
la realidad latinoamericana para una nueva evangelizacin, partiendo de lo propio de
cada lugar. Si bien ven como caracterstica generalizada la condicin de continente
subdesarrollado (que comienza a comprenderse en la lnea de los vnculos entre centro-
periferia) tambin encuentran otra caracterstica comn a los pueblos sumamente
heterogneos, con tradiciones muy distintas, que es la existencia de una religiosidad
popular (en sus diversas manifestaciones).
Los Obispos analizan la presencia en todos los pueblos latinoamericanos de diversas
formas de piedad popular presentes, casi encarnadas en las sociedades desde la poca de
colonizacin hispnica pre-borbnica. Entre estas manifestaciones que permanecen
como vestigio o resabio de la poca de la conquista, mencionan por ejemplo las
devociones a los santos, las peregrinaciones, los votos y promesas y la religiosidad
basada en los sacramentos que muchas veces tienen ms un sentido social que religioso.
En la gran masa de bautizados de Amrica Latina las condiciones de fe, creencias y
prcticas cristianas son muy diversas no slo de un pas a otro sino entre regiones de un
mismo pas y entre los diversos niveles sociales. Se encuentran grupos tnicos
semipaganizados; masas campesinas que conservan una profunda religiosidad y masas
de marginados con sentimientos religiosos pero de muy baja prctica cristiana98.
Sealan asimismo, que estas manifestaciones varan de acuerdo al pueblo y estn casi
siempre teidas de supersticiones o elementos mgicos, forman parte de las culturas
98Documentos finales de Medelln, Pastoral popular, punto1.
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populares, es decir, adems de ser testimonio de la fe colectiva del pueblo, simple y
emocional, reflejan un elemento de su identidad.99
No dejan de ver el carcter imperfecto de esta religiosidad, impregnada de elementos
humanos pero consideran necesario protegerla por ser reserva de virtudes cristianas y
humanas y por considerarla como el aporte de la Iglesia Latinoamericana a la Iglesia
universal. Aade el documento de Medelln, que slo manteniendo y protegiendo esta
religiosidad, que es sumamente plural, la Iglesia ser verdaderamente incluyente: esta
religiosidad pone a la Iglesia ante el dilema de continuar siendo Iglesia universal o de
convertirse en secta100.
Concluyen as en la necesidad de una nueva pastoral que preste atencin a estas formas
de religiosidad popular descuidadas durante mucho tiempo, es decir que plantean la
necesidad de proyectar una accin orientada tanto a la reevangelizacin de dichas
formas de piedad popular como a la conservacin de las mismas frente a los grandes
cambios que sufre el continente, a las transformaciones sociales tales como la
explosin demogrfica, las migraciones internas, los cambios socioculturales, la escasez
de personal apostlico y la deficiente adaptacin de estructuras eclesiales101.
Finalmente, recalcan la necesidad de una mayor presencia en los medios de
comunicacin y en la utilizacin de los mismos para la evangelizacin. Estas
afirmaciones anteceden la mayor presencia meditica que la Iglesia tendr o intentar
tener a partir de la dcada del ochenta en la prensa escrita y en la radiofona y televisin.
99Los Obispos mencionan estas manifestaciones de fe como mixtas: sus expresiones pueden estardeformadas y mezcladas en cierta medida con un patrimonio religioso ancestral, donde la tradicin ejerceun poder casi tirnico; tienen el peligro de ser fcilmente influidas por prcticas mgicas y supersticiosas() pueden ser sin embargo balbuceos de una autntica religiosidad, expresada con los trmino culturalesde que se dispone. En el fenmeno religioso existen motivaciones distintas que por ser humanas sonmixtas y pueden responder a deseos de seguridad, contingencia, importancia y simultneamente anecesidad de adoracin () motivaciones que se plasman y expresan en smbolos diversos (95,.96)100Documentos finales de Medelln, Pastoral popular, punto3.101Documentos finales de Medelln, Pastoral popular, punto1.
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Es en estos ltimos apartados que podemos encontrar en germen, ya en 1968, lo que
luego ser el ncleo del pensamiento de Gera y del grupo de telogos que formarn la
Escuela Argentina de Teologa.
SAN MIGUEL
Medelln en cierto modo fue otro nuevo punto de partida generador de posturas a favory en contra dentro de la Iglesia clerical, es decir dentro de la Iglesia de los curas, ya
que entre el laicado argentino las conclusiones de la Segunda Conferencia del
Episcopado Latinoamericano no tuvieron demasiado efecto, sobre todo si se lo compara
con la Iglesia Uruguaya que tuvo un grupo laico muy activo. Gera en Apuntes para una
interpretacin de la Iglesia Argentina en Centro de Documentacin MIEC-JECI,
Montevideo102, refleja esta realidad: a partir de Medelln los conflictos ms fuertes se
verifican entre la corriente liberal y la de liberacin popular. Llama la atencin que
algunos representantes tpicos del progresismo o de la renovacin postconciliar
manifiesten escasa o nula simpata por las Conclusiones de la Segunda Conferencia del
Episcopado Latinoamericano.
1021970.
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Ahora, si bien Medelln dividi aguas, qued plasmada en la Iglesia una creciente
sensibilidad por parte de la jerarqua eclesial por el pobre, figura que trasciende el
planteo econmico, ya que pobre no es solamente el que no tiene para comer sino quetambin lo es el oprimido poltico, el que no puede participar o el marginado cultural.
De la mano de esa sensibilidad Medelln recoge el consecuente llamado a trabajar, a
participar, ms all del estado clerical o laical, por la justicia social y por los pobres que
son los que padecen las injusticias.
Ahora bien, como dijimos con anterioridad Medelln no fue el punto final de la
adaptacin del Concilio a la realidad local, ms bien lo contrario. Fue un punto de
partida y por eso la Comisin Episcopal Argentina decidi realizar una declaracin,
denominada declaracin de San Miguel por medio de la cual adaptaban las conclusiones
del Celam a la realidad Argentina.
El documento de San Miguel refleja de modo rico y fluido algunos aspectos de la
realidad eclesial argentina. Podemos empezar por sealar un hecho muy claro: es
evidente que en el escrito hay una gran diversidad de estilos que en cierto modo permite
entrever la existencia de diversas posturas dentro del Episcopado103.
Podemos encontrar en el documento final un captulo como el escrito por Mons. Tortolo
(Obispo de Entre Ros) acerca del sacerdocio que refleja una postura ms bien
conservadora y aborda el tema de la crisis sacerdotal y del celibato. Asimismo el
cuidado dedicado a este ltimo tema revela una cuestin que preocupa a la jerarqua: la
crisis del orden sacerdotal y los cuestionamientos en torno al celibato apostlico estn
en boga. Debemos recordar que para fines de 1960 y principios de los setenta gran
cantidad de sacerdotes optarn por la reduccin al estado laical o que incluso se
generarn movimientos como el encabezado por el Mons. Podest, Obispo de
Avellaneda, que impuls el movimiento de sacerdotes casados.
103Ponza, op. cit, p. 7.
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Otro captulo que se destaca por su moderacin es el referido a la pobreza, escrito por
Mons. Iriart