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Ludovico Silva - Anti-Manual para marxistas, marxólogos y marxianos.pdf

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    LUDOVICO SILVA

    ANTI-MANUALpara uso de marxistas, marxlogos

    y marxianos

    MONTE AVILA EDITORES, C.A.

    Monte Avila Editores C.A.Caracas / Venezuela

    3.EDICIN: OCTUBRE 1978

    Digitalizacin y maquetacin:Biblioteca Virtual Omegalfa

    http://www.omegalfa.es/http://www.omegalfa.es/http://www.omegalfa.es/http://www.omegalfa.es/
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    DOS CLAVES

    La verdad cientfica es siempre paradjica.

    MARX

    Las publicaciones agudas y amenas delos viejos ateos del siglo XVIII, escritascon talento, que atacan ingeniosa y abier-tamente al oscurantismo clerical domi-nante, resultarn, a cada paso, mil vecesms adecuadas para despertar a la gentedel letargo religioso, que las exposicionesaburridas del marxismo, secas, no ilustra-das casi con ningn hecho bien seleccio-nado, exposiciones que prevalecen ennuestra literatura y que, con frecuencia(hay que confesarlo), tergiversan el mar-xismo.

    LENIN

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    INTRODUCCIN

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    ICE el lugar comn que uno acaricia una idea durantelargo tiempo; pero la verdad es que no todas las ideastienen tersa la espalda; hay algunas cuyo lomo es espi-

    noso, como el de un lagarto antediluviano. De esta especie esuna idea que me obsesiona desde hace aos: la elaboracin deun Diccionario Heterodoxo del Marxismo, o un Diccionario delMarxismo Heterodoxo, que es casi lo mismo. En un principiopens en invitar a una serie de autores de diversos pases paraque cada uno elaborara uno o varios artculos de su especiali-dad. All deban figurar trminos como valor de uso, plusva-la, subdesarrollo, dialctica, alienacin, ideologa, mate-rialismo, filosofa y tantos otros necesitados de una revalora-cin, una redefinicin que aleje de ellos el fantasma del dogma.Pero se trata de una buena idea que hasta ahora ha fracasado.En vista de ello, he emprendido yo solo la labor de construirese Diccionario. Es una labor difcil, pero no imposible. Heempezado por uso cuantos conceptos, filosficos en su mayo-ra. La extensin de los artculos dedicados a cada concepto dacuenta de su importancia y complejidad. Me arriesgo a publi-carlos, con la deliberada intencin de incitar a los estudiososdel marxismo. Por qu nuestros economistas, socilogos o fil-sofos no pueden contribuir a la elaboracin de ese gigantesco ynecesarsimo Diccionario? Por qu no hacerlo aqu, en el sub-desarrollo, para demostrarles a los pedantes franceses, a losimpertrritos ingleses, a los alemanes muertos del esprit du s-rieux, a los marmolizados soviticos, a los norteamericanosanestesiados, a los intrincados italianos, que aqu, en estas tie-rras, es posible hablar de Marx con tanta o ms altura que enotras tierras? Aqu hay economistas que pueden hablar sobre losconceptos de modo de produccin, fuerzas productivas o es-tructura econmica con la mayor propiedad y sin estar sujetos adogmas venidos de otras partes; pueden, con todas las de la leyy con un conocimiento de Marx sur le vif, tomar las categorasclsicas y ponerlas a vibrar al ritmo de los terremotos de la cor-dillera andina; pueden actualizar a Marx, como por ejemplo lo

    han hecho en Norteamrica, Paul Baran y Paul Sweezy en elanlisis de la sociedad estadounidense. Aqu hay fsicos, bilo-

    D

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    gos, matemticos y filsofos capaces de formular un conceptode materia que supere al mismo tiempo las polvorientas no-ciones de los manuales soviticos (que, extraamente, notransmiten la ciencia sovitica) y las emasculadas investigacio-

    nes de la ciencia alemana y norteamericana; un artculo sobreel concepto de materia sera esencial en ese Diccionario de missueos. Aqu hay socilogos que bien podran hacer el anlisisde las clases sociales que Marx no tuvo tiempo de hacer. Aquhay literatos que pueden medir la temperatura del estilo litera-rio en que el marxismo clsico se expres. Aqu hay, en fin, lonecesario para construir esa gigantesca enciclopedia de quehablo, y que el mundo moderno necesita urgentemente.

    Pero hablemos algo ms acerca de ese Diccionario. Por qudebe ser heterodoxo? La pregunta es interesante. Es la mismaque, a su hora y circunstancia, tuvieron que hacerse GalileoGalilei, Johannes Kepler, Giordano Bruno y Nicols Coprnico,para quienes el mundo no estaba construido segn las leyes deuna Iglesia, aunque la Iglesia pretendiera constituirse en la leydel mundo. El heterodoxo lucha contra una Iglesia constituida.Hay en el mundo moderno una nueva Iglesia, que es el mar-xismo ortodoxo. Al igual que la Iglesia cristiana, tiene princi-pios revolucionarios que, por desgracia histrica, pueden con-vertirse en dogmas, en principios de fe. A la religin cristiana leocurri fosilizarse en edad temprana. Ya San Pablo, con todassus vociferaciones polticas, convirti la doctrina de Cristo, queera esencialmente dinmica y mundana, en una suerte de para-digma celestial, fijo y esttico. Los Padres de la Iglesia o lapatrstica suavizaron un poco la exageracin paulina. SanAgustn, en particular, devolvi un poco a la doctrina de Cristosu espritu mundano, su sensualidad. Pero le sobrevino la teo-loga. Con la teologa se revitaliz lo que Agustn tena de dog-mtico, que no era poco. Vivi en los mismos aos en que secelebr el Concilio de Nicea (325 d.C.), convocado por el em-perador Constantino. Un concilio poltico-religioso, a partir delcual se hizo oficial la religin cristiana, esto es, se convirti endogma. Y al convertirse en dogma, cre la posibilidad de la

    heterodoxia. Desde aquel momento, la heterodoxia siempre fueuna posicin esencialmente poltica, religiosa slo por aa-

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    didura, porque la religin siempre ha sido una cuestin de pol-tica (al menos, a ello nos ha acostumbrado el cristianismo).Nunca fue una cuestin meramente terica, como han preten-dido mostrarla algunos representantes de la ortodoxia, tanto en

    los viejos tiempos como en los nuestros. Ser heterodoxo no esviolar un dogma. Al fin y al cabo, violar un dogma es algo tancomn como violar a una doncella: hay quejas, pero hay pla-cer. Ser heterodoxo es practicar un estilo de vida y de pensa-miento que vayan en contra del orden establecido. Como medeca un poeta amigo: Lo importante no es cambiar, sino cam-biar la manera de cambiar. Lo importante no es cambiar a Sta-lin, sino cambiar la manera de cambiar a Stalin.

    Es, pues, una cuestin de maneras. Quin ha dicho que lasmaneras no son importantes? El capitalismo es una manera, o,como dicen los economistas, un modo de produccin. Cmose podr cambiar esta manera o modo? La historia nos est di-ciendo que la nica forma de cambiarla es la indicada hace msde cien aos por Carlos Marx. l nos deca que de las entraasdel capitalismo haba de surgir la explosin. No es eso lo queest ocurriendo actualmente? No est el monstruo capitalistaretorcindose de entraables dolores? No tena razn Marxcuando hablaba de la necesidad lgica de las crisis peridicasdel capitalismo? La crisis energtica de 1974, ocasionada por elalza de los precios del petrleo impuesta por los pases produc-tores (que al mismo tiempo son los pases subdesarrollados,por irona de la historia) es un claro ejemplo de la recurrenciade las crisis en el sistema capitalista. Los grandes monstruosindustriales se desmoronan y entran en crisis frente a una sim-ple alza de precios. Qu dbil es el sistema capitalista! Cunfcil es su catalogacin entre las formas de produccin yamuertas!

    Esto deberan saberlo todos los que escriben manuales demarxismo. En lugar de hablar tanto de la superestructura, labase, el reflejo, y tantos otros paradigmas, deberan hablar decmo entenda realmente Marx la estructura de la sociedad ca-

    pitalista, y cmo sus conceptos eran fundamentalmente dinmi-cos y no estticos. All est el secreto de la dialctica comoforma dinmica de comprender la historia, y no esa dialctica

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    materialista que nos transmiten los manuales, fijada en tresleyes hipostticas, cuadriculada en un lgebra que no han po-dido entender ni siquiera los cientficos rusos. Que yo sepa, noes la dialctica la que hizo que Yury Gagarin volase en torno a

    la Tierra, ni la que puso en un luntico espectro de metal ahurgar la cara sedienta de la Luna. La dialctica, malamenteempleada, slo sirve para confundir a los seres humanos. Peroun captulo, a ella consagrado, existe, y por tanto, ahora mecallo.

    Hace falta escribir acerca de los manuales. Son los manualeslos que confunden a Marx con las momias de Marx.

    Hacer unAnti-manualno slo significa escribir en contra deciertos manuales de marxismo, sino escribir de modo no-manualesco.Esta observacin es importante, pues es muy fcilescribir libros, y escribirlos de acuerdo con recetas. Escribirsobre los manuales de un modo crtico equivale a superar suforma, su estilo, su sintaxis, su armadura. Hay que escribir li-brementey esto ya no es tan fcil, hay que escribir liberta-des, hasta donde sea posible.

    Esto no implica que todos los manuales sean malos. Los dela URSS (ya lo deca el propio Lenin) suelen ser invariablemen-te malos, pero en otras partes hay buenos manuales. Pinsese,por ejemplo, en el manual de Pierre Salama y Jacques Valier,Une introduction a lconomie politique,1 que rene todas lascondiciones de un manual: es manuable,puede manejarse f-cilmente, a diferencia de esos hipoptamos intelectuales queautores como Konstantinov, Kuusinen o Rosental quieren ha-

    cernos pasar por manuales; se necesita un atril, y hasta unacierta liturgia, para poderlos consultar; es, por otra parte, es-quemtico, didctico, sin que ello implique una distorsin delpensamiento presentado ni su reduccin a frmulas resecas;est claramente escrito, y est diseado segn una estructuraterica rigurosa; y, finalmente, no fue escrito por rdenes de unpartido o por alguna comisara ideolgica, sino por el libre afnde divulgar el pensamiento econmico de Marx. El lector puede

    1Edicin de Franois Maspero, Pars, 1973.

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    pensar tambin en el excelente manual de Ernest Mandel Ini-ciacin a la teora econmica marxista, donde el prestigioso ycombativo economista belga condensa toda su sabidura eco-nmica, ampliamente demostrada en su Tratado de Economa

    marxista.El manual de Mandel2es el resultado de unas confe-rencias para obreros, dictadas en Pars, y recuerdan, por susencillez y precisin, a aquellas conferencias que, tambin paraobreros, dict Marx en Londres y que luego se convirtieron enese excelente manual de economa marxista que l titul eningls Value, Price and Profit (Addressed to workingmen).

    En castellano existe el manual de Marta Harnecker Los con-ceptos elementales del materialismo histrico.3Por diversos mo-tivos es un buen manual. La autora chilena (hoy dolorosamenteexpatriada por los orangutanes antimarxistas que se han apode-rado de Chile) se dirige a un pblico estudiantilque por cier-to le ha respondido con gran calor con la deliberada inten-cin de hacerlo pensar y ayudarlo a tener una representacinntida de la doctrina de Marx, con base en una exposicin rigu-rosa y didctica realizada en un estilo particularmente claro yconciso. En uno de los captulos del presente Anti-manual ledirijo una serie de crticas al tratamiento que Marta Harneckerhace de un determinado problema el de la ideologa delpensamiento de Marx. Pero esas crticas no implican una mi-nusvaloracin de su esfuerzo terico. Como todo libro, el suyoest sujeto a crticas. Pienso que su lado ms dbil es el apegoincondicional a la interpretacin que hace Louis Althusser de lateora marxista. Ello convierte al manual en un manual de al-thusserianismo, y carga con todas las ambigedades y exagera-ciones de Althusser. Althusser ha creado, a su modo, una nuevaIglesia marxista, y por tanto, una nueva ortodoxia. Los althusse-rianos se creen poseedores de secretos y misterios concer-nientes a la obra de Marx, y los que no somos althusserianostenemos que resignarnos a leer a Marx con nuestros pobresojos y no a travs de la complicadsima y artificiosa lupa que leaplica Althusser en su altar de La Sorbona. De todo ello ha sur-

    2Edicin en castellano: ed. La Oveja Negra, Bogot, 2aed., 1971325a ed., Siglo XXI, Mxico, 1974.

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    gido un nuevo manualismo o un modo manualesco de pensar aMarx, que est causando grandes daos y que ha propagado ennuestro continente una peculiar pedantera universitaria. Param, un buen manual es aquel que incita a leer a Marx, porque

    es en Marx, en su vibrante estilo, en la claridad mediterrnea desu prosa, donde debemos buscar el secreto de ese mensajedoctrinal que ha partido en dos al mundo, y que terminar porunificarlo.

    Marx era un pensador heterodoxo. Toda su obra es unaconstante e implacable crtica,tanto del orden capitalista esta-blecido como de sus justificadores cientficos o ideolgicos. Supensamiento se resiste, espontneamente, a ser convertido enIglesia. Convertir a Marx en ortodoxia es descaracterizar a Marx,es convertir su ciencia en ideologa, como lo recordaba aguda-mente Marcuse en su libro sobre El marxismo sovitico,que es,por cierto, un anti-manual. Los manuales soviticos le hanpuesto una camisa de fuerza al pensamiento de Marx y lo handesfigurado de tal modo, que hoy pasa por marxismo en elmundo entero una entelequia terica que nada tiene que vercon Marx. Obsrvese lo que escriba Lenin en 1922, en su ar-tculo Sobre el significado del marxismo militante:

    Las publicaciones agudas y amenas de los viejos ateos delsiglo XVIII escritas con talento, que atacan ingeniosa y abier-tamente al oscurantismo clerical dominante, resultarn, a ca-da paso, mil veces ms adecuadas para despertar a la gentedel letargo religioso, que las exposiciones aburridas del mar-xismo, secas, no ilustradas casi con ningn hecho bien se-

    leccionado, exposiciones que prevalecen en nuestra literatu-ra y que, con frecuencia (hay que confesarlo) tergiversan elmarxismo.4

    Si el propio Lenin, forjador de la mayor revolucin de nues-tro siglo, nos adverta del peligro de transformar el marxismoen una Iglesia con sus correspondientes catecismos, breviarioso manuales, por qu hemos nosotros de perdonar a todos esoshacedores de manuales que tanto dao han hecho al pueblo?

    4V.I. Lenin, Obras escogidas, ed. Progreso, Mosc, 1969, pp. 689.

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    S muy bien que, al publicar este ensayo, surgirn los ine-vitables adoradores de la URSS que me acusarn de antiso-vitico. La acusacin no ser nueva para m, puesto que enotros libros he criticado duramente los falseamientos de la or-

    todoxia. Pero debo aqu hacer constar que yo no soy de ningu-na manera antisovitico. Para m, el pueblo sovitico es quiz lamayor garanta histrica de defensa contra el neofascismo queemerge actualmente en el mundo. Tambin el pueblo chino loes, y si este pueblo est ideolgicamente separado del soviti-co, gran parte de la culpa la tiene el pensamiento manualesco.Si resucitase Marx, les dara su viejo grito: Unos!El capitalismose est retorciendo, busca desesperadamente el modo de con-

    tener su crisis y su inflacin, no halla qu hacerse con los pa-ses subdesarrollados, est al descubierto con su CIA, con suimperialismo y con sus monopolios internacionales: no es en-tonces la hora de que las fuerzas anticapitalistas se unan y denla batalla final?

    Pero, para ello, es preciso que los marxistas se aclaren conrespecto a su doctrina. Es preciso abandonar de una vez portodas el pensamiento manualesco en lo que tiene de eclesisti-co. Es importante dar una dura batalla terica para que, en elmarxismo contemporneo, triunfe el pensamiento de Marx, ypara que podamos, as, superar a Marx realizndolo (la philo-

    sophie devenue monde,de que hablaba Sastre), inventando losconceptos y categoras que l habra inventado si viviese ennuestro siglo.

    LS.

    Caracas, diciembre de 1974

    EPLOGO DEL PRLOGO

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    El manuscrito del presente ensayo fue enviado en diciembrede 1974 al Premio Literario instituido por la Asociacin Pro Ve-nezuela; result ganador por unanimidad. Cuente, pues, la nadaortodoxa Asociacin Pro Venezuela con mi agradecimiento porla distincin acordada, que demuestra una vez ms la utilidadde unirse empresarios y artistas. Igualmente, conste mi agrade-cimiento a los tres integrantes del jurado, personas a quienesadmiro y que no pararon mientes en eso de premiar un libroharto extrao y de colores tan subidos. S que, hasta ciertopunto, pese a la unanimidad que hubo, fue un reto para ellos.Ellos salieron airosos y yo sal premiado.

    Debo aclarar que este libro no es enteramente mo. El cap-tulo sobre el Modo de Produccin (cap. VI) fue escrito, a peti-cin expresa ma, por el economista Hctor Silva Michelena,quien all demostr cmo se puede ser economista y eleganteal mismo tiempo. Se lo agradezco, y le envo un vaso de bonvino, que dira el maestro Berceo. El Apndice II, sobre RosaLuxemburgo, fue escrito por el no menos economista y elegan-

    te escritor Armando Crdoba. Un geniecillo interior me dijo queHctor y Armando, que ya han escrito libros en colaboracin ya cuatro manos, se sentiran complacidos de trabajar conmigoen unAnti-manual. Los artculos de ambos son profundamenteantimanualescos. Ya se ve que eso de pensamiento manuales-co es toda una categora... Lo propio digo del excelente artcu-lo de mi amigo el economista mexicano Alonso Aguilar, quienpasa una rpida y fulminante mirada al marxismo de los ltimos

    aos.L.S.

    Febrero, 1975

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    I.

    LA SITUACIN DEL MARXISMO

    E puede hablar de situacin del marxismo de dos ma-neras: una, externa al pensamiento de Marx, y otra, inter-na al mismo. Desde un punto de vista externo al pensa-

    miento de Marx, la situacin del marxismo puede describirsecomo un abigarrado conjunto de interpretaciones, determinadas

    no slo por las tendencias individuales de los intrpretes, sinotambiny en primer trminopor los meandros y vicisitu-des del mundo contemporneo. El mundo del siglo XX, aunquesiga en esencia siendo un mundo capitalista, ha conocido en suseno el prodigioso crecimiento de la tendencia socialista, inspi-rada, con mayor o menor grado de fidelidad, en el pensamientode Carlos Marx, y en particular en su anlisis de la sociedadcapitalista, basado en la experiencia histrica de Europa Central

    y Occidental, segn confesaron Marx y Engels en el prlogo de1882 a la edicin rusa delManifiesto del Partido Comunista.

    Este punto de vista externo se sita fuera del pensamientomismo de Marx y atiende preferentemente al desarrollo de loque conocemos como marxismoy, por supuesto, al desarro-llo del anti-marxismo. Su objeto propio sera la enumeraciny descripcin de las interpretaciones del pensamiento de Marx,y podra atender a diversos criterios de clasificacin: intrpretes

    ortodoxos o heterodoxos, intrpretes crticos o apologistas, in-trpretes militantes o bien au dessus de la mele, intrpretesmarxistas o marxlogos o marxianos, etctera. Hay infinitasvariedades, y la literatura es monstruosamente dilatada. Cier-tamente, se podra practicar una seleccin muy rigurosa de au-tores e interpretaciones. Nos limitaramos, partiendo de Engels,a autores como Plejanov, Lenin, Lukcs, Korsch, Riazanov,Gramsci, Marcuse, Sartre, Mandel, Lefebvre, y algunos otros

    nombres ilustres como Sweezy, Baran, Rubel, Maritegui, Navi-lle, Colletti, etctera. Sin embargo, un estudio objetivo no po-

    S

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    dra prescindir, por ms selectivo que fuese, de ciertas vulgari-zaciones que ha sufrido el pensamiento de Marx, incluso lasms pedestres. Hay toda una literatura, procedente casi siemprede escritores autodenominados socialistas, que ha practicado lo

    que con gran rigor llamaba Marcuse en El marxismo sovitico,la conversin de la teora de Marx en ideologa. Una historiadel marxismo no puede prescindir de este material, pues sumisma tendencia a dogmatizar y a fosilizar el marxismo lo haconvertido en centro de la polmica en numerosas ocasiones ypor diversas razones, entre las cuales descuella el hecho de quetal fosilizacin se ha realizado desde el poder.No sabramos, eneste sentido, prescindir del materialismo de Stalin, cuya in-

    fluencia est lejos de haberse extinguido. Muchos marxistasque, obedientes a la desestalinizacin oficial no se atreven apronunciar el nombre de Stalin, siguen en el fondo siendo losfieles discpulos de ese fantasma de que habla Sartre en susSituations.Aunque una poderosa corriente crtica se haya abier-to paso en nuestro siglo dentro del campo del pensamientomarxista, el viejo dogmatismo sigue realizando su labor de zapaen muchas cabezas aparentemente crticas. Algunas escuelas de

    intrpretes de Marx, como la que protagoniza Louis Althusseren Francia (con seguidores en otros pases), a pesar de propo-nerse abiertamente una relectura crtica de Marx, han inventadoun nuevo y sutil dogmatismo, un crculo cerrado de clavesinterpretativas que a menudo obligan a Marx a pensar comoAlthusser, en lugar de ser a la inversa. Para romper los viejosdogmas, los althusserianos inventan nuevos dogmas, y le dictana Marx normas de pensamiento. As, por ejemplo, decretan el

    carcter ideolgico y premarxista del concepto de alienacin,sin darse cuenta de que, segn ese razonamiento, habra quedeclarar premarxista e ideolgico esto es, anticientfico elcuerpo analtico de las grandes obras econmicas de Marx, enlas que el concepto de alienacin juega un papel central. En elcurso de un volumen que actualmente escribo sobre la aliena-cin de la obra de Marx, he topado con una definicin formal ymadura de la alienacin, en los Grundrisse;he topado con la

    terminologa de la alienacin profusamente diseminada en laCrticade 1859; he topado con la definicin de la alienacin en

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    los Grundrisse,incorporada luego al anlisis de la plusvala enEl Capital; y he topado, en fin, con largas y frecuentes caracte-rizaciones de la alienacin en el enorme manuscrito de lasTheorien ber den Mehrwerto Libro IV de El Capital.Slo un

    prejuicio cientificista como el de Althusser puede hacerse elciego ante tales evidencias. Lo cual, deca antes, es una nueva ysutil forma de dogmatismo (Ver, ms adelante, el captulo sobrela alienacin).

    Historiar todas estas variaciones interpretativas es la tarea delo que he denominado punto de vista externo. Es un punto devista necesario, mas no suficiente. En este libro, mi punto devista para echar una mirada panormica al pensamiento deMarx, ser ms que todo el interno. Pero no me desentenderdel punto de vista exterior al pensamiento de Marx. La distin-cin entre ambos puntos de vista es, en realidad, puramenteanaltica; pero es una distincin til, porque nos permite sepa-rar tericamente la evolucin de las interpretaciones, de la evo-lucin del pensamiento mismode Marx. Acorde con su propiateora, el pensamiento de Marx no se detiene o se petrifica enel punto histrico en que naci; por el contrario, se desarrollacon la historia misma, lo que revela su carcter fundamental deciencia predictiva, ese carcter de prospeccin cientfica queconstituye uno de sus rasgos ms notorios. El punto de vistainterno, pues, tiende a caracterizar el estado actualdel pensa-miento de Marx. Debe, por supuesto, complementarse con elpunto de vista externo, pues buena parte de la evolucin ntimadel pensamiento de Marx est determinada por el choque conlos intrpretes, as como tambin, y principalmente, por el sur-gimiento de nuevas formas sociales, nuevos problemas que traeconsigo la historia. Los enunciados bsicos del mtodo deMarx, no pueden acaso rendir una inmensa utilidad para elanlisis de fases del capitalismo desconocidas por Marx? Nocabe, por ejemplo, un anlisis marxista del capital de los gran-des monopolios financieros de nuestro siglo? La descripcinque hace Marx del mercado mundial en La ideologa alemana,no puede servir de presupuesto terico para una teora marxis-

    ta del subdesarrollo? Igual ocurre, por ejemplo, con la teora dela acumulacin originaria de capital. Aunque expuesta por Marx

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    para explicar el surgimiento del capitalismo de Europa Central yOccidental, la teora de la acumulacin resulta indispensablepara explicar la gnesis del subdesarrollo. As lo expone, porejemplo, el economista mexicano Alonso Aguilar en un prrafo

    de gran inters:Las formaciones sociales no se diseminan como las en-fermedades contagiosas: surgen a consecuencia de undesarrollo previo; y as se forma, concretamente, el mer-cado, que como se sabe es una categora histrica. Deaqu nuestra insistencia en cuanto a que para ahondaren el estudio del subdesarrollo es menester examinar laforma en que se desenvuelve el capitalismo; y paracomprender esto ltimo es necesario seguir de cerca eldesarrollo del mercado y, especficamente, la fase queva desde el momento en que el producto del trabajo seconvierte en objeto de cambio, en mercanca, hastaaquel en que adquiere tal carcter la fuerza misma detrabajo. El estudio de la acumulacin originaria no slono es, por tanto, una cuestin especulativa o secundaria,sino algo fundamental para entender cmo se origina el

    subdesarrollo y toman cuerpo las ms graves deforma-ciones de nuestras economas.1

    Parecidas consideraciones, en las que se manejan las ms diver-sas piezas del instrumental de Marx, han sido hechas por nu-merosos economistas y socilogos preocupados por aclarar elfenmeno del subdesarrollo. La teora de la acumulacin, porejemplo, ha sido largamente utilizada por el economista afri-

    cano Samir Amin en su excelente tratado sobre Laccumulationa lchelle mondiale,y en otras obras suyas.2El nfasis de Marxen poner en el centro mismo de su teora socioeconmica elcambio tecnolgico, ha dado lugar a profundos desarrollos con-temporneos para explicar la dinmica histrica, tales como el

    1Alonso Aguilar,Mercado interno y acumulacin de capital, ed. Nuevo Tiem-po, Mxico, 1974, p.74 (Subrayados mos).

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    Vase Categoras y Leyes fundamentales del capitalismoy El capitalismo perif-rico, publicados por ed. Nuestro Tiempo en 1973 y 1974, respectiva-mente.

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    realizado por el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro en su obraEl proceso civilizatorio, especie de cosmogona de inspiracinmarxista, que sirve de adecuado marco histrico para la cabalindagacin sobre el subdesarrollo. El nfasis en la tecnologa,

    que ignoraron casi totalmente los herederos marginalistas de laeconoma clsica, es elevado al rango de teora de largo alcancehistrico. El marxismo vivo no consiste en aplicar a Marx co-mo quien aplica un cartabn o un molde. Por el contrario, con-siste en asimilar y continuar crticamente su concepto de la his-toria y su anlisis del capitalismo. El mismo Ribeiro, por ejem-plo, ha rechazado la idea de una clase social burguesa en elcontexto latinoamericano; en su obra El dilema latinoameri-

    canoprefiere hablar de patriciado. Lo importante de todo estono reside en la verdad o la falsedad de semejante caracteriza-cin, sino en el esfuerzo consciente por transformar el pensa-miento marxista desde dentro de l mismo, a fin de elaborar lascategoras que habra elaborado el propio Marx en caso de viviren nuestros das. Por eso podemos hablar de un punto de vistainterno al pensamiento de Marx. El punto de vista que he califi-cado de externo se limita, generalmente, a parafrasear a Marx

    o a leerlo con una lupa deformante. El punto de vista internolee tambin a Marx, pero no con el exclusivo fin de explicarloo glosarlo, sino con el deliberado nimo de transformarlo. Pa-radjicamente, la misin ms elevada del pensamiento de Marxes semejante a la misin ms elevada del proletariado: la denegarse a s mismo. De ah las sensatas palabras de Pierre Navi-lle:

    El pensamiento marxiano, aquel que fue expresado porMarx en su tiempo, es una obertura, un prefacio; el pensa-miento marxista, el nuestro, es un desarrollo, una progre-

    sin, tal vez una metamorfosis. Es posible que en el futuro elnombre mismo de Marx desaparezca, como smbolo de unaciencia social, mas por el momento designa el nico fun-damento a partir del cual se puede construir algo purifica-dor. 3

    3 Pierre Neville, De lalienation a la jouissance,Preface la nouvelleditiin, ed. Antrhopos, Paris, 1970, p. iv.

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    Lo importante es entender este nico fundamento con un cri-terio no dogmtico, exento de esa mana apologtica que con-siste en aplicar las palabras de Marx (y las de Lenin y Stalin)como si se tratara de moldes rgidos, no sujetos a la corrosinde la historia ni susceptibles de ser modificados por las circuns-tancias de los nuevos tiempos. Ese nico fundamento ha deser entendido como un cuadro dinmico de variables, de cate-goras histricas tales como la de modo de produccin; esdecir, hay que tomar el pensamiento de Marx como una fuentede permanente incitacin intelectual para aquellos cientficos ypensadores actuales que no se contentan con la comodidadterica del dogma o la consigna ideolgica, sino que estn de-seosos de hacer avanzar ese caudaloso ro de ciencia socialcuyas compuertas abri genialmente Marx. Hay quienes pre-tenden eliminar la dialctica heracltea de ese ro, y en vez deconcebirlo como una fluencia o devenir continuos, prefierenentenderlo como un paisaje muerto y congelado, de fras pie-dras tericas cinceladas de una vez para siempre como pensa-mientos eternos e invariables. Lo que es el dominio de la teoraviviente es concebido as como el dominio de una ideologapetrificada. Tal es la actitud dogmtica.

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    II

    DIALCTICA Y DOGMA

    L dogmatismo sigue siendo uno de los grandes enemigosdel pensamiento de Marx y de su libre desarrollo crtico.No es tanto un enemigo terico como un enemigo prc-

    tico. En el dominio de la teora propiamente dicha, el pensa-miento dogmtico es de tan acusada pobreza que no constitu-

    ye sino un ridculo enemigo. Su caracterstica esencial es larepeticin mecnica de un cierto nmero de frmulas que bienpodran llamarse los diez mandamientos de la ley de Marx-Lenin-Stalin. Si los loros fuesen marxistas, seran marxistasdogmticos. El dogma es, por definicin, oscuro para s mismo.Pero el marxista dogmtico no quiere reconocer esto, y preten-de hablar en nombre de una ciencia social rigurosa, demostrati-va y operativa. El dogmtico religioso de la teologa racional

    era, al menos, sincero, y postulaba la oscuridad e inefabilidadde los dogmas cristianos. No instaba a los cristianos a indagarcon las armas del pensamiento lgico o teortico del misteriode la Trinidad. Peda tan slo fe ciega, pues reconoca que sloel entendimiento divino poda comprender la trinidad-uno dePadre, Hijo y Espritu Santo. De igual modo, la sensibilidad delos grandes msticos deca que sentir a Dios consista en unentender no entendiendo, como deca San Juan de la Cruz.

    Segn este genial poeta, la percepcin de la divinidad slo po-da tener lugar en una noche oscura del alma. La fe religiosaes, pues, al menos sincera, y la sensibilidad mstica tiene elbello atenuante de ser altamente potica, como en Francisco deAss, en Teresa de Jess, en el maestro Eckhart o en Cyprien dela Nativit de la Vierge, el excelso traductor de San Juan de laCruz descubierto por Paul Valry.

    Pero el dogmtico marxista no es sincero ni, por supuesto,

    potico. Es simplemente ridculo, y tanto ms lo es cuanto msse empea en hablar ex cathedra y en adoptar ese petulante

    E

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    esprit du srieux que Sartre sealaba como rasgo genuino delmarxismo vulgar. Hace algn tiempo tuve la oportunidad decombatir, en un peridico venezolano, con uno de estos docto-res de la iglesia marxista. En un arranque de originalidad, este

    doctor deca: el marxismo es la ciencia que utiliza el mtododialctico en el estudio de los fenmenos sociales. Despus dehaberse buscado una frase como esa, extrada de algn manualsovitico, la dej caer ante mis narices como quien deja caer lastablas mosaicas de la Ley de Dios. Yo le pregunt ingenuamen-te si l saba en verdad lo que era la dialctica, y por supuesto,no me respondi nada. La dialctica es el mtodo marxista,repeta sin cesar el loro intelectual. Est bien: admitamos que la

    dialctica es el mtodo marxista. Pero, cmo funciona esa dia-lctica? Funciona acaso, como creen los manualistas, segnesas tres imperturbables leyes de la dialctica que repiten in-cansablemente, uno tras otro, los catecismos de marxismo-leninismo (y, antes, los de stalinismo)? Existe, en verdad, unalgica dialctica que sea realmente lgica y al mismo tiempodialctica?

    Las tres clebres leyes son, como es bien sabido, la ley de launidad y lucha de contrarios, la ley del salto de la cantidad ala cualidad y la ley de la negacin de la negacin. Semejanteterminologa es puramente hegeliana y aunque, en efecto, Marxtom numerosos trminos de Hegel, nunca postul semejantesleyes formalmente. Por el contrario, en El Capitalhabla tan slode que he coqueteado (kokettierte)aqu y all, en el captulosobre la teora del valor, con el modo de expresarse propio deHegel.1

    Si Marx mismo reduce su posicin a un coqueteo con laterminologa hegeliana, por qu los marxistas han de elevar ala categora de leyes lo que el propio Marx jams postul deese modo? Es cierto, se dir, que tambin Marx en el mismopasaje, habla de mi mtodo dialctico, y aade que no slo esdistinto al de Hegel sino que es directamente su contrario uopuesto (ihr direktes Gegenteil). Estas palabras parecen anun-

    1Karl Marx, Das Capital,Nachwort zur zweiten Auflage, Dietz Verlag,Berlin, 1962, vol. I, p. 27.

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    ciar la aplicacin rigurosa de un mtodo de exposicin de losresultados de la investigacin. Y en efecto, segn este mtodo,el anlisis de la sociedad capitalista revela la coexistencia defuerzas opuestas en su seno: el capital se opone al trabajo, la

    plusvala se opone al salario, el valor de cambio se opone alvalor de uso, la apropiacin privada capitalista se opone a laalienacin o expropiacin de la clase productora, etctera. Peroesto es muy distinto a una presunta aplicacin, por parte deMarx, de la lgica dialctica. Marx jams habl de una lgicadialctica. Su dialctica nunca fue, ni quiso ir, ms all de unmtodopara la presentacin de los hechos histricos segn sudinmica estructural, que result sercomo lo haba escrito ya

    en el Manifiestode 1848una dinmica de antagonismos, deluchas de clases. Puede as hablarse de opuestos histricos,pero no de polos de una contradiccin en el sentido estricta-mente lgico del trmino. Es cierto que, en El Capital, Marxhabla de contradicciones de la sociedad burguesa. Pero elhecho de que Marx haya empleado ese trmino hegelianizanteno significa que ste sea cientficamente correcto; por el contra-rio, es una metfora de corte idealista, tan slo explicable den-

    tro de un contexto como el hegeliano, donde la idea podacontradecirse a s misma. Pero el proletariado y la burguesa noson, en sentido estricto, contradictorios, al menos desde el pun-to de vista de la lgica. Son, en todo caso, opuestos histricosantagnicos. Los manuales dicen que Marx tom la dialcticahegeliana y la dot de contenido materialista. Lo que no nosexplican, ni nos pueden explicar, es que en un paso tericosemejante no slo se invierte la dialctica de Hegel, sino que

    se la transforma completamente, de un modo radical, tan radi-cal que ya en Marx no se podr hablar de la dialctica comolgica,sino como mtodo de exposicin de la estructura capi-talista.

    El error bsico del dogmatismo de las tres leyes consiste endescribir el mtodo dialctico de Marx mediante una terminolo-ga lgico-formal, con el deliberado propsito de presentarnosun engendro, un hbrido intolerable: la lgica dialctica, que

    subyace en expresiones tales como dialctica materialista omaterialismo dialctico, extraas a Marx. Una dialctica de la

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    materia no es, pese a la insistencia de Engels, sino un panlo-gismo, una suerte de pantesmo laico, por no decir un animis-mo. En realidad de verdad, es un hegelianismo de los ms ran-cios, una reconversin del mtodo de Marx a los lineamientos

    de la Fenomenologa del Espritu. Mientras Hegel vea en laGran Revolucin Francesa la reconciliacin de lo divino con elmundo, Marx no vea ah otra cosa que la revolucin industrialy el derrumbe del feudalismo. No vea un proceso lgico denegaciones ntimas de la Idea en su desarrollo, sino el desarro-llo de antagonismos materiales de carcter histrico.

    En otra parte 2 he sealado como muy sintomticas ciertasvacilaciones verbales de Marx: unas veces, es cierto, nos hablade Widekspruch, trmino que designa propiamente la contra-diccin; pero en la mayora de los casos nos habla de Gegen-

    satz,que designa la idea de contraste, oposicin, antagonismo.

    Lo cualcomentaba yono hace sino probar que, en elplan de Marx, no figuraba (lo prueba aplastantemente su

    Miseria de la filosofa)la aplicacin rgida de esquemas l-gicos hegelianos a la historia, pues ello equivaldra a supo-

    ner en Marx precisamente la ideologa proudhoniana, se-gn la cual la historia se rige por la Idea o las ideas, losprincipios, y no al revs. Lo que hace Marx es sealar lasleyes que concretamente presiden la sntesis y superacinfutura de los antagonismos sociales.

    Esto es lo que se resisten a admitir los dogmticos de toda laya,empeados, como avestruces, en esconder la cabeza para no

    ver la realidad, como si con este caso eliminasen la realidad.De qu han servido, en el terreno de la investigacin cientficade nuestro tiempo, las tres clebres leyes de la dialctica? Nisiquiera los cientficos oficialmente marxistas han podido apli-carlas. Los vuelos espaciales soviticos son tan dialcticos co-mo los norteamericanos. La ley de la unidad y la lucha deopuestos de que nos hablan manuales como el de Rosentaldebe su importancia a que est determinada por el hecho de

    2Cfr. mi libroEl estilo literario de Marx,ed. Siglo XXI, Mxico, 1971, pp.38-39.

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    que la ley enunciada refleja la naturaleza objetivamente contra-dictoria de las cosas y de los procesos del mundo real, segnreza el manual.3Apartando el grave error epistemolgico impli-cado en la teora pseudomarxista que concibe a las leyes y a los

    pensamiento en general como reflejos de lo real,4 salta a lavista el absurdo idealista de esa naturaleza objetivamente con-tradictoria de las cosas. Si tomamos en serio tal enunciado,tendremos que concluir que Marx era un desaforado metafsico,o cuando menos un extrao filsofo pantesta, una contradic-cin es, hasta nueva orden, una figura lgica, y por tanto, unafigura ideal. De modo que una contradiccin objetiva en lascosas no sera sino una ideainserta en las cosas mismas, en la

    realidad. Sera un quidditas,una esencia de neto carcter me-tafsico. El hecho de que esa esencia sea presentada comocontradictoria no le resta ni un pice de su rigidez metafsica.Nada de extrao tiene que el enunciado manualesco terminecayendo en su propia trampa, esto es, hablando de viejos fan-tasmas filosficos tales como el ser y el no ser. Rosental noshabla del carcter contradictorio del movimiento, del desarrollodel mundo objetivo, y se responde a s mismo en estos trmi-

    nos:

    Hemos dicho ms arriba que todo se halla en movimiento,que todo cambia. Pero, en qu consiste el movimiento, elcambio? En la unidad interiormente concatenadade lo es-table y de lo variable, de la identidad y de la diferencia, delreposo y del movimiento, del ser y del no ser, de lo quedesaparece y de lo que nace.5

    Como se ve, el vocabulario no puede ser ms anticuado. Pareceque oyramos hablar a un presocrtico, y que hubiesen pasadoen balde los veinticinco siglos que nos separan de la coinciden-

    3M.M. Rosental, Principios de lgica dialctica,ed. Pueblos Unidos, Monte-video, 1965, pp.143.

    4

    Para un crtica de la teora del reflejo, ver mi Teora y prctica de la ideolo-ga,Nuestro Tiempo, 1971, p. 34 y ss.5M.M. Rosental, ob. cit., p. 144.

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    econmicos marxistas, como por ejemplo el de Ernest Mandel.Pero entre esos trminos no hay, estrictamente hablando, unacontradiccin, como s la hay entre proposiciones como lluevey no llueve puestas en relacin de conjuncin. La socializacin

    de la produccin no se limita, ni mucho menos, a ser la meranegacin del modo privado de apropiacin. Son, eso s, formasantagnicas que se desarrollan en la estructura misma del modocapitalista de produccin; son opuestos histricos que se impli-can el uno al otro, y cuyo choque permanente producir, tardeo temprano, el resquebrajamiento del sistema dominado por elcapital.

    Algo parecido ocurre con otro de los puntales de la lgicadialctica: la ley de la negacin de la negacin. Segn esta ley,de neto corte hegeliano, una determinada forma histrica sepresentara como tesis susceptible de ser negada por unaanttesis, negacin que a su vez producira una sntesis que noconsiste en la lisa y llana negacin de la tesis, sino en su su-peracin o Anfhebung. Frente a esta logomaquia cabe pregun-tarnos si estamos o no estamos hablando de lgica. Pareceraque estamos hablando de lgica formal, pues los inventores deesa ley utilizanya lo deca antesel vocabulario lgico-for-mal, al que superponen artificialmente un trmino extrao: lasuperacin (el vocablo castellano reproduce muy escasamentela multiplicidad de sentidos que el vocablo alemn tiene enHegel). Pero, en lgica formal, la negacin de una negacin noproduce sntesis alguna; simplemente, afirma el trmino ini-cialmente negado. Si yo niego la proposicin no llueve, tanslo obtendr la proposicin llueve, que no tiene nada desntesis ni de superacin de la frmula primitiva. Pero no: losmanuales insistirn en que no se trata de lgica formal, sino delgica dialctica. Hay que preguntarse: para qu hablar delgica, cuando se podra hablar como lo hace el propioMarxde mtodo?La nica lgica existente es la lgica formal,la lgica matemtica. Los sujetos de la lucha de clases no sonsujetos lgicos, sino histricos. Hegel quiso hacer una lgicade la historia, pero su empeo fracas, pese a las geniales in-

    tuiciones de su magno cerebro. La teora, desarrollada en elManifiestode Marx y Engels, de la historia como un teatro de la

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    lucha de clases, no es una teora de lgica dialctica ni estampoco una filosofa de la historia. Marx nunca quiso ponerlemoldes ideales a la historia, como se los puso Hegel. Hacerfilosofa de la historia, en el plan hegeliano, es en realidad ha-

    cer historia de las ideas o Ideengeschichte. Marx se propusojustamente lo contrario. El idealismo de Hegel estaba cargadode maravillosas intuiciones histricas. Por ejemplo, su modo decomprender la antigedad, o su modo de comprender el cris-tianismo, corresponden a un estudio detallado de la historia.Pero Hegel quera que la historia marchase segn un ritmo dia-lctico, segn una extraa lgica de negaciones y afirmaciones.Pero la historia le jug malas pasadas. Segn su lgica, el Esta-

    do prusiano deba ser algo as como la culminacin de la histo-ria. No slo no fue la culminacin de la historia, sino que fue elgermen del totalitarismo poltico que hemos vivido en el sigloXX. Con razn deca Burckhardt, en su Reflexiones sobre la his-toria universal y a propsito del Estado prusiano, que bienpronto vera Alemania erigir sobre s misma la horrible cabezadel poder absoluto. No se equivocaba. La Guerra Europea y laGuerra Mundial le han dado la razn. Y han demostrado, de

    paso, los resultados a que conduce una interpretacin idealistade la historia, o una interpretacin logicista como la de Hegel,o como la que millares de epgonos quieren que sea la deMarx.

    Si la contradiccin entre proletarios y burgueses fueseinevitable, fatal y mecnica, ya tendramos nosotros al socialis-mo, existiendo entre nosotros. No tendramos esa horripilantecaterva compuesta por los obreros burgueses, los burcratas del

    trabajo asalariado. No tendramos una serie de pases autode-nominados socialistas, que en realidad conservan y protegen noslo las formas capitalistas de alienacin, sino que inventannuevas formas. Para justificarse, han inventado una peculiarlgica dialctica, segn la cual las contradicciones del capita-lismo son antagnicas y las del socialismo son no antagni-cas. El manual de Kuusinen dice lo siguiente:

    Las contradicciones no antagnicas,propias de la sociedadsocialista, se producen en una sociedad en la que coinci-

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    den los intereses fundamentales de las clases y grupos quela integran. De ah que tales contradicciones no se resuel-van por la lucha de clases, sino mediante los esfuerzos con-juntos de clases que son amigas de todos los grupos socia-

    les, bajo la direccin del Partido marxista-leninista.6

    Ahora bien, una contradiccin antagnica o no antagnicason poco ms o menos lo mismo que la cuadratura del crculoo que la hipotenusa neurtica, o el hierro de madera. Yo noveo ninguna razn para que proposiciones como llueve o nollueve, que son contradictorias, sean antagnicas. Pero hayms. El manual supone estar hablando desde una sociedad so-

    cialista,la Unin Sovitica, lo cual supone, a su vez, que esthablando desde un paraso terrenal donde las contradiccionesno son antagnicas. La burocracia monstruosamente desarrolla-da, la divisin del trabajo llevada al extremo capitalista de divi-sin del trabajador, la existencia de una economa monetaria ymercantil, la represin ideolgica, el antisemitismo descarado,parecen ser contradicciones no antagnicas. No lo son, sinduda, para la pupila del manualista, sedienta de axiomas, o

    para el ojo dogmtico. Lo lamentable de todo esto no es la re-levancia o inters tericos que puedan tener esos manualesque, dada su obesidad, no son ni siquiera manuales.

    Es lamentable que tengan tanta influencia prctica, que sean tanledos y difundidos. Mientras los gobernantes de la URSS al-muerzan con el Secretario de Estado norteamericano, las pren-sas de la editorial Progreso editan toda clase de manuales, oeditan unas obras escogidas de Marx y Engels donde no figu-ran, por supuesto, los ataques a la dialctica hegeliana de Mise-ria de la filosofani la visin general del capitalismo que hay enlos Grundrisse,obra que no sali a la luz en rusosino en losaos cincuenta (1956), cuando se desprendieron los vendajesde la momia de Stalin. En los Grundrisse,publicados en ale-mnen 1939 por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Mosc, haygraves advertencias sobre el futuro del movimiento socialista.Una de esas advertencias es sta: no habr socialismo all don-

    6Kuusinen,Manual de marxismo-leninismo,Grijalbo, Mxico, 1960, p. 85.

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    de la fuerza de trabajo siga siendo una mercanca; no habrsocialismo all donde persista y se agudice la lucha de clases;no habr socialismo all donde haya una relacin antagnicaentre capital y trabajo.

    Pero los manuales se encargan de decir lo contrario. Las con-tradicciones socialistas son no antagnicas. Cmo puede serno antagnica la relacin entre el capital y la peculiar mercan-ca que es la fuerza de trabajo? No hay un antagonismo irre-ductible entre un Estado todopoderoso y unos intelectuales quese atreven a decir la verdad? Vaya lgica dialctica!

    En cuanto a la tercera ley, la de la conversin de la cantidad en

    cualidad, las cosas no andan tampoco muy bien. No fue Marx,sino los alquimistas, quienes descubrieron este principio. Yantes de los alquimistas, lo descubrieron todos los buenos co-cineros de este mundo. Cualquier chef de cocina sabe que lacantidad se transforma en cualidad. No es necesario, para de-mostrar esta ley, recurrir a aburridos ejemplos qumicos, comolo hacen los manuales y el propio Engels. Brillat-Savarin, sin serningn dialctico, saba muy bien y lo demuestra su libro

    sobre La vraie cuisine francaiseque en materia de cocina lacantidad se transforma en cualidad.

    Una cantidad exagerada de picante hace irrespirable a una so-pa. Una cantidad exigua, la deja inspida. Pienso que, en laciencia social, esta ley es intil, porque sirve para explicarlotodo. Es una ley que puede rendir algunos frutos cuando pen-samos, por ejemplo, que la acumulacin cuantitativa de capitaltrajo consigo la cualidad capitalista. Pero, de resto, esa ley no

    sirve para nada, o sirve para todo, que es lo mismo. En materiade ciencia social, cualquier cantidad puede transformarse encualidad. La rentaper cpita, por ejemplo, es una cantidad cua-litativa. Pero de nada nos sirve, como no sea para hacernos lailusin de que es una renta correctamente distribuida. Yo vivoen un pas de alta renta per cpita, y en ese mismo pas hayunas desigualdades sociales monstruosas.

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    III.

    ELMATERIALISMO FILOSFICO

    A llamada filosofa materialista-dialctica, hemos visto,sirve de muy poco. El mtododialctico no funciona co-mo sistema filosfico. En cambio, s funciona como pun-

    to de vista para comprender el desarrollo de la sociedad huma-na. Si yo fuera un escritor de manuales, me contentara conesto. Ya es una cosa mayscula disear un mtodo para enten-

    der el movimiento de la sociedad.Pero no. Los manuales, y no slo los manuales, se empeantercamente en hacer de Marx un filsofo.No les basta con elcientfico social omniabarcante que triunf, en su propio yo,sobre la divisin del trabajo intelectual; quieren que sea tam-bin un filsofo. Caen, con ello, en la ms burguesa de lastrampas ideolgicas que se han colocado en torno a la calaverade Marx. En efecto, nada gusta tanto a la filosofa burguesa

    como catalogar a Marx de filsofo, e inscribirlo en la larga listade los hacedores de sistemas. Es lamentable tener que decirlo,pero el principal culpable de ese enredo es Federico Engels, elamigo entraable de Marx. Es algo muy curioso, por cierto,puesto que durante largos aos fue Engels quien ms se ocup(la correspondencia con Marx es prueba clara) de alejar de lamente de Marx los fantasmas filosficos. Incluso lleg a repro-charle, leyendo el manuscrito del volumen I de El Capital, el

    carcter demasiado abstracto de los captulos iniciales; repro-che que, afortunadamente, no oy Marx. No slo no lo admitisino que, adems, exalt las virtudes metodolgicas de la abs-traccin en el Prlogo de su obra.

    Yo no creo que exista, ni que jams haya existido, un marxis-mo-leninismo. Lo que s ha existido es un engelsianismo-leninismo. Las teoras de Marx acerca de la ideologa, acercadel Estado, acerca de la produccin mercantil y la divisin del

    trabajo, no casan en modo alguno con las de Lenin, por msque los manualistas soviticos se empeen, con sus torrentes de

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    citas, en demostrar lo contrario. La teora de Lenin sobre laideologa revolucionaria se contrapone polarmente a la deMarx, para quien una ideologa revolucionaria era una contra-dictio in terminis.La idea leninista del Estado termin por forta-

    lecer al mximo al Estado, como lo demostr la dictadura deStalin, o como lo sigue demostrando hoy el Estado sovitico; encambio, para Marx el Estado deba tender a su desaparicin, enuna sociedad socialista, y no a su fortalecimiento. La divisindel trabajo, que comienza, dice Marx en La ideologa alemana,con la divisin entre trabajo fsico y trabajo intelectual, se havisto extraamente incrementada en la sociedad heredera deLenin. Persisten la produccin mercantil y la economa mercan-

    til y monetaria, pese a los vanos forcejeos tericos de algunoscomunistas afincados en la idea de que esa forma de produc-cin puede subsistir en el socialismo (teoras que han prospe-rado, sobre todo, en Yugoeslavia, pero que tienen validez parala Unin Sovitica).

    De nada vale la conocida argumentacin de que Lenin podrhaberse equivocado en la teora, pero no en la prctica. De sercierto este argumento, lo nico que probara es que en Leninhaba una profunda ruptura entre teora y prctica y, por tanto,una profunda ruptura con Marx.

    Pero el problema es engelsiano. Lenin fue un campen de lalucha revolucionaria. Tambin lo fue Engels. Eso no lo discuto.Lo que me preocupa es el dao, el profundo dao que los es-critos tericos de ambos campeones han hecho y siguen ha-ciendo entre los militantes de la causa comunista. De sobra s

    que por decir estas cosas mi nombre ser vedado de miles depublicaciones, y que no podr entrar a ciertos pases. Ello metiene sin cuidado. Tampoco puedo entrar a Norteamrica. Yono soy ms que un estudioso del marxismo, y he procuradoleer a Marx, en quien he hallado innumerables sorpresas. Tan-tas, que, de enumerarlas, se caeran sobre sus espaldas todoslos manualistas que en el mundo han sido. Es la tremenda ver-dad, an no entendida del todo: la moral comunista, que debe-

    ra basarse en la verdad, se ha basado en la mentira. El desga-rrn de 1956, cuando el XX Congreso de PCUS, no fue sino unavaga aproximacin a la verdad, que bien pronto fue tapiada por

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    lodazales de odio. El desterrado escritor Solyenitzin, por mscristiano y antisovitico que pueda ser, pas por el Archipila-go Gulag y, segn cuenta, pasaron por all nada menos que 66millones de rusos. Supongamos que es verdad slo una peque-

    a parte: unos 10 millones. No basta?Deca que el problema es engelsiano. Y lo es, al menos en loque respecta a la filosofa de Marx. Para decirlo de una vezpor todas: no hay una filosofa de Marx. Podr haber, en eseconvento al revs que es el Kremlin, una filosofa marxista.Pero, en todo caso, no est inspirada en Marx, sino en Engels.En Engels se inspiraron Lenin y Stalin, y en Engels se sigueninspirando los catecmenos del marxismo. Ya tuvieron su Diossacrificado: Marx. Tan slo les bastaba traicionarlo y desfigurar-lo, tal como hicieron los ministros de Cristo. Si juzgsemos aCristo por lo que dijo y escribi Pablo, mal andaramos en ma-teria de Cristo. Pablo hizo de Cristo un profeta al estilo del Vie-jo Testamento, con sus sublimes dicterios, sus blasfemias divi-nas, su ira incontenible. Engels, sin quererlo, transform a Marxen un vetusto filsofo. Lo hizo portador de un sistema. Lo legas a las nuevas generaciones comunistas, que lo aceptaroncomo a un maestro. Les hizo creer que Marx era un filsofo, unredentor de este mundo, un visionario ebrio de palabras sagra-das. Y as lo creyeron, y lo siguen creyendo. Y as los obligan acreer en Marx como se cree en Santa Catalina. Ello significa untriunfo de la ideologa sobre la ciencia. Los marxistas creyentesno tienen verdadera razn para enfadarse cuando los doctoresde las universidades norteamericanas califican a Marx de ide-logo. Estos doctores, ms atentos a los marxistas que al propioMarx, saben muy bien aprovechar la oportunidad, puesto que,en efecto, Marx ha sido convertido en pura ideologa.

    Se supone que Marx invent una cosa llamada por los manua-les materialismo filosfico. Desde luego, los manuales hacenuna que otra reverencia a materialista autnticos de otras eda-des, tales como el que el divertido Kuusinen llama el eminentematerialista Demcrito, precursor, segn l, de los experimen-

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    tos atmicos soviticos.1 Pobre Demcrito de Abdera! Cmoiba l a saber que un idealismo trasnochado y vagamente spen-gleriano lo iba a convertir, anacrnicamente, en el fundador dela fsica atmica sovitica? El problema es que esa fsica es tan

    sovitica como norteamericana.Pero oigamos lo que nos dice el Manual sobre el materialismomarxismo-leninismo es su doctrina filosfica: el materialismodialctico e histrico. Esta doctrina toma al mundo tal comoexiste en la realidad, lo examina en consonancia con los datosde la ciencia avanzada y de la prctica social. El materialismofilosfico marxista es el producto legtimo del secular desarrollodel conocimiento cientfico. Esta declaracin es conmovedora-mente cursi, como todas las declaraciones de amor. Pero lasdeclaraciones amorosas, al menos, quedan en secreto.

    Cmo puede el manualista saber que el marxismo toma almundo tal como existe en la realidad? Debemos aceptar comodogmas que hay cosas que existen y que, adems, existen en larealidad. El idealista imaginario que los manuales combatenpuede, con toda razn, preguntarse sobre esas cosas, y el ma-

    nualista le dir: no lo est usted viendo acaso con sus propiosojos? Por otra parte, tomar al mundo tal como existe en larealidad implica un presupuesto metafsico: que el mundo esy tiene una realidad, una quidditas inconmovible. Tan in-conmovible como lo es la base inconmovible de todo el mar-xismo-leninismo. Por qu habra de ser inconmovible unadoctrina como la de Marx, fundada precisamente sobre la ideadel cambio? Una doctrina inconmovible es lo ms parecido al

    esqueleto de un dinosaurio. Marx, hoy, cambiar a Marx. No setomara a s mismo como cadver terico sino como organismoviviente, cambiante y vivificador. Esta doctrina toma al mundotal como existe en la realidad. Podemos preguntarnos: culrealidad? Toda realidad? Si es todarealidad, entonces esa doc-trina es metafsica y ahistrica. Si es una parte de la realidad,

    1Ver Kuusinen, Manual de marxismo-leninismo,Grijalbo, captulo I, que

    pertenece a la Seccin Primera, titulada precisamente Fundamen-tos Filosficos de la concepcin marxista-leninista del mundo. Elcaptulo I se titula El materialismo filosfico.

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    entonces ser ciencia social, no filosfica. La contradiccinasoma sus dientes por todos lados. Por otra parte, se suponeque esta ciencia trabaja en consonancia con los datos de laciencia avanzada. Cul ciencia? Los cientficos soviticos jams

    se han basado en Marx para hacer sus descubrimientos. Ni si-quiera los cientficos sociales. Los mejores economistas y soci-logos marxistas pertenecen a otros pases. Los experimentos enla Luna nada tienen que ver con la dialctica. De ser as, loscalculistas norteamericanos seran los mejores dialcticos. Perono. Hay que insistir en el dogma. Marx, como Jehov, cre laluz y las tinieblas, los mares y los cielos, y su espritu flotabasobre la faz de las aguas. Religin, nada ms que religin y

    opio del pueblo, como dijera Marx en su clebre frase de1843. Por ltimo, el materialismo filosficomarxista es el pro-ducto legtimodel secular desarrollo del conocimiento cientfi-co.2La frase es digna de anlisis. El secular desarrollo del co-nocimiento cientfico, cmo va a producir una filosofa? Sepodra admitir lo inverso: que de la filosofa haya nacido elpensamiento cientfico. Adems, la frase parece admitir, absur-damente, que el pensamiento cientfico evolucion hacia la

    filosofa. Cualquier estudiante sabe que eso no es verdad. Pero,aunque as fuese, el pensamiento de Marx no sera el productolegtimo de tal evolucin. Por el contrario, es su hijo bastardo,su hijo no querido, su hijo repudiado. Esa tradicin occidental,que tan bien conoci Marx, era su principal enemiga terica.Los manualistas quieren convertirlo en un hijo de esa tradicin.Pero es falso. Marx mir esa tradicin como quien mira, desdelejos, una catarata. Oy su ruido, pero se apart de l. Sorbi lo

    que pudo, que fue mucho, pero la detest y la impugn. Dequ le sirvieron sus estudios de latn y de griego, su jurispru-dencia, su mitologa? Le sirvieron para burlarse de esa tradicin.Supo, desde muy joven, que los representantes de esa tradicineran los burgueses, grandes revolucionarios primero y, luego,grandes impostores. Los estudios le sirvieron, como a todobuen estudiante, para detestar todo cuanto haba estudiado.

    2Subrayados mos, L.S.

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    Reza tambin el Manual: La burguesa reaccionaria odia espe-cialmente la doctrina del marxismo-leninismo y su filosofa, elmaterialismo dialctico e histrico.3Creo que esto es falso. Lospensadores burgueses se han sentido siempre muy complacidos

    de que exista una filosofa marxista. Existiendo esa filosofa,ellos pueden atacarla en el terreno que les es propio. Y el te-rreno ha sido abonado por los marxistas, empeados en hallaruna filosofa en la obra de Marx.

    Ejemplo tpico son los Manuscritos econmico-filosficosde1844. Cuando esos manuscritos se publicaron, muchos filsofosdel marxismo creyeron haber despertado de eso que Kant lla-mara su sueo dogmtico. Ms les hubiera valido seguir dur-miendo. El mismo ao (1932) en que se hizo, en el InstitutoMarx-Engels-Lenin de Mosc, la edicin cientfica de los ma-nuscritos de Marx, apareci una edicin fragmentada, hechapor Landshut y Meyer (Leipzig, 1932), en cuya Introduccin secrey conveniente afirmar que esos manuscritos de Marx eranuna obra maestra de filosofa. A continuacin, un enjambre deautores de diversos pases cayeron sobre el panal tan ricamentepresentado. Descubrieron lo que andaban buscando: que Marxera un filsofo. Se hicieron los avestruces ante aquello de quelos filsofos no han hecho ms que interpretar el mundo dediversas maneras. Suponan tambin que aquello otro de quelo que importa es cambiarlo, cosa que dijo enrgicamenteMarx en su Tesis sobre Feuerbach, no era un asunto que debapreocuparlos: al fin y al cabo, el mundo estaba ya cambiado; yahaba socialismo.

    Solamente quedaban contradicciones no-antagnicas, o sea,una manera de disfrazar y pintarrajear el ya macilento rostro dela dialctica. Lo malo de todo esto es que el socialismo, al me-nos en los trminos en que lo plante Marx, no existe.

    En otras palabras: el gigantesco paso dado por la Unin Sovi-tica no es todava la negacin de la negacin. Hay que recor-dar que capitalismo es una palabra econmica. El capital, haabandonado su imperio en la Unin Sovitica? La mercanca

    3Subrayado mo, L.S.

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    suprema, el dinero, ha perdido all alguna parte de su vigencia?El socialismo, tal como lo entienden los pases socialistas, norepresenta ninguna negacin de la negacin capitalista. No esun paso dialctico. Es, si se quiere, un engendro histrico. Y no

    est de ms recordar, como lo hace Marcuse en El marxismosovitico,4que la ley de la negacin de la negacin fue prohi-bidaen la Unin Sovitica.

    El marxismo sovitico pretende que el paso desde unatransicin explosiva a una transicin dialctica ha sido po-sible en la URSS gracias al establecimiento del Estado sovi-tico. De acuerdo con esta concepcin, y siguiendo el ejem-plo de Stalin en 1938, la ley de la negacin de la negacindesapareci de la lista de las leyes dialcticas fundamenta-les. Evidentemente, la concepcin marxista sovitica de ladialctica resulta muy idnea para la estabilizacin ideol-

    gica 5del rgimen establecido: asigna al Estado la tarea his-trica de resolver las contradicciones no antagnicas, yexcluye, en el plano terico, la necesidad de otra revolu-cin en la ruta hacia el comunismo.

    Ms adelante, Marcuse sintetiza en una frase admirablementesencilla algo que, en realidad, es muy difcil de definir:

    Lo que se halla aqu en juego no es tanto una revisin de ladialctica como la pretensin de considerar socialista a unasociedad que no lo es. La dialctica es utilizada pre-cisamente para sustentar esa pretensin.

    Lo que pasa con la dialctica pasa tambin con el materialismofilosfico. La razn de ello es muy simple: el materialismo filo-

    sfico eso se ha querido que sea asla dialctica. La pre-gunta que se impone es sta: por qu no separar ambos con-ceptos? El materialismo filosfico es una ideologa ms; la dia-lctica, en cambio, es un mtodo de descubrimiento. Es lamisma diferencia que hay entre la filosofa y la ciencia social.

    4Herbert Marcuse,El marxismo sovitico,Alianza Editorial, Madrid, 1971,

    pp. 157-158.5Subrayado mo, L.S. Karl Marx, Grundrisse der Kritik derpolitischen Oeko-nomie.Marx- Engels-Lenin Institut, Mosc, 1939, pp. 6.

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    La filosofa siempre pretendi conocer la realidad, el to hom,laquidditas,las primalidades del ser (que deca Duns Scoto); pe-ro hoy no se puede seriamente pretender conocer la realidad sino se maneja la ciencia social. Bastante tarde hemos aprendido

    que, en efecto, el hombre es un animal poltico, a pesar de queun metafsico sensato nos lo dijo hace muchos siglos. Marx lorecord en sus Grundrisse:

    El hombre es, en el sentido ms literal del trmino, unzoonpolitikn;no es tan slo un animal social, sino ademsun animal que no puede individualizarse ms que en la so-ciedad. La idea de una produccin realizada por un indivi-

    duo aislado, que viva fuera de la sociedad, (...) es tan ab-surda como la idea de un desarrollo del lenguaje sin quehaya individuos que vivan y hablenjuntos.6

    La ciencia y la tecnologa moderna han transformado revolu-cionariamente el concepto de materia, y lo han hecho a travsde una transformacin revolucionaria de la materia misma.Lafilosofa no ha acompaado a la ciencia en este proceso. O

    mejor dicho, la ha acompaado, pero ha tenido que ser a costade negarse a s misma como filosofa. Por eso, un materialismofilosfico, en nuestros das (y no en los de Leucipo o Demcri-to), al conservar dentro de s el elemento anacrnico de la filo-sofa, corrompe forzosamente el otro elemento: la materia. Laverdadera revolucin filosfica de nuestros das tiene que con-sistir en revolucionar el pensamiento mismo.Pero esto equivalea negar la filosofa. En vano se pretende hacer pasar a Marx por

    un viejo filsofo constructor de sistemas que marchan ms deacuerdo con la Idea que con la realidad. Ello significa descono-cer la raz de la gran revolucin intelectual que implica el men-saje de Marx. Si ste deca que haba que dejarse de interpre-tar el mundo para dedicarnos a cambiarlo (verandern), pala-bras que diriga precisamente a los filsofos, ello significaba ysignifica hoy ms que nunca que una de nuestras tareas bsicas

    16Karl Marx, Grundrisse der Kritik derpolitischen Oekonomie.Marx- Engels-Lenin Institut, Mosc, 1939, pp. 6.

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    ha de ser la de transformar el pensamiento, puesto que el pen-samiento forma parte del mundo. Esta idea ha sido expresadafilosficamente (por ejemplo, por Lukcs) como la identi-ficacin de Sujeto y Objeto; en realidad, se trata de la unin de

    la teora y la prctica. El materialismo filosfico, con su modoanticuado de entender la dialctica, las separa violentamente, ypor eso yerra ah donde ms presume de estar en lo cierto. Eneste sentido, como en muchos otros, la mayora de los manua-les (y tambin muchos manualistas de corazn) no hacen msque traicionar a Marx. No es una disculpa en modo alguno elque muchos lo hagan de buena fe. El mismo Engels, a quiennadie puede acusar de mala fe, desfigur el verdadero sentido

    que para Marx tena la dialctica. Y sta ha terminado por ser loque, segn vimos, deca Marcuse: una ideologa al servicio deun orden establecido. Muchos pensarn que yo mismo, al es-cribir estas cosas, acto de mala fe. Puede ser, pero en todocaso lo prefiero a ser portador de una buena conciencia marxis-ta que me exima de penetrar crticamente en el conjunto delpensamiento marxista. El comunismo, deca Marx en su juven-tud, es el movimiento real. Por ello mismo, es rechazable esa

    quietud, esa inamovilidad serfica de los cuerpos doctrinariosexhibidos en el pensamiento manualesco. Un pensamiento queno se renueva a s mismo es un pensamiento muerto. Su carc-ter de huesa terica proviene de su separacin de la prctica,que est en movimiento continuo. Ello es una forma de aliena-cin, la alienacin ideolgica, que consiste en creer que lasideas marchan independientemente del movimiento histricoreal. Si Marx fue un materialista, ello se debe precisamente a

    haber afirmado lo contrario. Afortunadamente, dentro del mo-vimiento marxista contemporneo hay unas cuantas cabezasque siguen acompaando a Marx en aquella idea. Son las cabe-zas crticas, las que no aplican a Marx como un paradigma, lasque no entienden la dialctica como un sistema filosficoinamovible y perfecto, sino como un mtodo que debe trans-formarse con la historia misma que es su objeto epistemolgico.El dilema ni Marx ni Jess es falso. Marx no cre una religin,

    sino una ciencia. No hay pues, que ritualizarlo.

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    IV

    LA ALIENACIN DE LA ALIENACIN

    OS manuales ms consagrados por la tradicin del mar-xismo escolar no hablan casi nunca de alienacin. Cuandolo hacen, es muy de pasada, y en todo caso nunca hincan

    el diente en este problema como lo hacen, por ejemplo, con elproblema de la dialctica. No hay, que yo sepa, una teora

    oficial de la alienacin. Ello tiene, en parte, una explicacinhistrica. Cuando el tema de la alienacin alcanz verdaderadifusin, ya la dictadura de Stalin se haba extinguido. Hay otrarazn: los pensadores burgueses (no menos interesados en de-formar a Marx) se lanzaron como buitres sobre los Manuscritoseconmico-filosficos de 1844,y se suscitaron las ms diversaspolmicas y opiniones sobre este aspecto de Marx, que ellos novacilaron en calificar de la verdadera filosofa del autor de El

    Capital.Llegaron algunos a calificar aquellos manuscritos comola obra ms genial de Marx. En el fondo, lo que les interesabademostrar es que Marx fue en realidad un filsofo, y no uncientfico social. Ello les llev a centrar todo el inters de laobra de Marx en lo que bautizaron como el Marx joven. Porsu parte, los pensadores de los pases socialistas no parecieroninteresarse demasiado en una teora que, examinada a fondo,termina por demostrar que en los pases socialistas hay alie-

    nacin, es decir, que no hay socialismo.Sin embargo, ya he dicho al comienzo de este ensayo que unantimanual no debe limitarse a examinar lo que dicen los ma-nuales, ni tampoco a condenar a todos los manuales; debeexaminar tambin, con suma cautela, el pensamiento de aque-llos que, disfrazados de antimanualistas y ataviados con cierta

    sans faonde libertad intelectual (la del llamado mundo libre),son en el fondo tan manualistas como cualquier escribiente de

    la Academia sovitica. El problema no es escribir manuales hay manuales muy buenos, el problema es tener un pensa-

    L

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    miento manualesco.A fin de dilucidar esta intrincada cuestincon la mayor brevedad posible, la dividir analticamente envarios aspectos o tendencias, no sin antes hacer constar que loque el anlisis separa, a menudo se encuentra unido o entrela-

    zado en la realidad.1) Hay la tendencia, predominante entre los grupos con-

    servadores de cientficos sociales y psiquiatras norteamericanos,a considerar que la alienacin, a pesar de ser un concepto queest en la raz misma del pensamiento de Marx, puede ser sepa-rado de esto y ser puesto al servicio de los intereses de la so-ciedad capitalista monopolista, caracterizada por una clase diri-gente dominada por las grandes corporaciones multinacionales.Para los psiquiatras (y sobre todo para sus astutos congneres,los analistas motivacionales, que inducen la lealtad inconcientedel pblico hacia el mercado capitalista), estar alienado nosignifica otra cosa que estar separado del sistema social. Es l-gico que, para ellos, la disidenciasea sntoma de alienacin, deanormalidad o disfuncionalidad. El criminal, por ejemplo,siempre ser culpable; jams lo ser la sociedad. Se puede asllegar hasta el extremo de enjuiciar a un Presidente (como ocu-rri con Richard Nixon) y obligarlo a renunciar, a fin de querecaigan sobre un individuo todas las responsabilidades de lasociedad. De este modo, la sociedad, o el sistema, conservan subuena conciencia y reservan toda la vergenza para el indivi-duo que fue elegido por millones de hombres y mujeres. Por laalienacin del individuo se escamotea as la alienacin de lasociedad. Es el individuo el que est enfermo, y no el sistemasocial del capitalismo de las corporaciones. Este modo de pen-sar es manualesco, porque sirve para tranquilizar las concien-cias de quienes siguen a pies juntillas la ideologa del sistemaestablecido. Poco importa que sea verdad lo que dicen estospsiquiatras; lo importante es que tranquilizan. Por su parte, loscientficos sociales conservadores (y los llamo as porque hayotros llamados radicales) hacen algo parecido en el terrenoque les es propio. Construyen un sistema social terico de unabrillante apariencia cientfica, no slo por su rgida metodologa

    y su lgica impecable, sino por la enorme cantidad de datosempricos que manejan (ellos usan bancos de datos, mientras

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    en otras partes se siguen usando los obsoletos libros). Pero esesistema social es un sistema a priori,porque ya antes de serconstruido tiene un fin; la justificacin del sistema real. Suelellamarse a estos cientficos sociales estructural-funcionalistas

    porque, por un lado, construyen estructuras tericas, y por elotro, estas estructuras estn en funcin del sistema real queexplican; pero no en funcin de denuncia, sino de encubri-miento y justificacin. Por eso, no son en realidad cientficos,sino idelogos. El caso del enjuiciamiento y renuncia del Presi-dente no significa para ellos un conflicto o crisis interna delsistema; es tan slo una disfuncin, un caso (esta vez fue elllamado caso Watergate). Si unos negros encarcelados y con-

    denados a muchos aos de prisin por tonteras que a un blan-co le costaran un mes de crcel, se rebelan, braman y protes-tan violentamente, ello ser atribuido por los cientficos socialesa una disfuncin, cuando no a complejos de inferioridad o aalguna otra monserga semejante. Claro que no hablarn en estelenguaje sencillo en que yo hablo. Lo harn de un modo sofis-ticado (as dicen all), con grandes sutilezas, con estadsticas ycon ese estilo literario que les es peculiar y que parece fabrica-

    do por eunucos intelectuales. Para ellos, el caso del Presidenteser un caso de alienacin. No se dan cuenta de que las fe-choras de ese Presidente son el producto mismo del sistemasocial que lo eligi. Para ellos, los negros estn alienados. Nose dan cuenta de que, en realidad, estn segregados, discrimi-nados. Por ltimo, tanto psiquiatras como cientficos sociales nose dan cuenta de su propia y peculiar alienacin, que es alie-nacin ideolgica. Y ambos son manualescos. El conductista

    que prepara cerebros para el sistema capitalista, les pone unmanual en la cabeza; el funcionalista hace un manual para eluso de la entera sociedad. Que esos manuales no tengan aspec-tos de manuales sino de sophisticated papers, no les quita unpice de su carcter.

    2) En losManuscritos del 44se habla de una alienacin dela esencia humana (des menschliches Wesens), lo que presu-pondra el reconocimiento de un ncleo metafsico en el

    hombre. Esta expresin, que fue negada por el mismo Marxaos despus, sea en declaraciones expresas (como en elMani-

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    fiesto Comunista),sea mediante la directa elaboracin de unateora de la alienacin no fundada filosficamente, sino desdeel punto de vista de la ciencia social, esta expresin, deca, hasido el punto de arranque de otra tendencia que se revela, al

    fondo, como manualesca y deformante. La tendencia parte,claro est, de los filsofos, y ms especficamente de los hei-deggerianos. No me detendr demasiado en este punto. Desta-car tan slo los siguientes puntos: a) estos filsofos parten deuna supuesta concepcin antropolgica de la alienacin enMarx. Es cierto que losManuscritos del 44dan pie a veces paraello; pero no es menos cierto que ya en los mismos manuscri-tos se anuncia una concepcin socioeconmica de la aliena-

    cin, pues sta viene definida como una situacin del trabajohumano frente a la produccin de mercancas, la propiedadprivada y la divisin del trabajo. Por otra parte, en el trata-miento que, en sus obras mayores, dar Marx a la alienacindesaparecer todo vestigio de concepcin antropolgica y defundamentacin ontolgica del ser del hombre. Los autoresrepresentativos de esta tendencia hablan claramente de unametafsica de la alienacin. As lo hace por ejemplo el filsofo

    venezolano Ernesto Mayz Vallenilla, de quien citar un frag-mento en el cual estn mezclados todos los rasgos que caracte-rizan esta tendencia:

    quisiramos esbozar algunos problemas que presenta esaalienacincomo sntoma que afecta al hombrecuandoella se cuestiona en aquella subyacente regin de races o

    fundamentos que parecen sostenerla y conferirle sentido. Es-te propsito (...) implica necesariamente que semejante fe-nmeno se coloque ahora en relacin con una serie deproblemas que encuentran su asiento en la antropologamarxista,a travs de cuyo anlisis es posible detectar cla-ramente aquellas bases o races metafsicasque lo susten-tan. En efecto, sloa partir de la expresa consideracin dela idea del hombreque subyace en el pensamiento de Marxvalga decir, en la tematizacin y anlisis de aquellos ras-gos ntico-ontolgicos que determinan la estructura del en-

    te humano en cuanto tales posible que se pueda llegar acomprender lo que el fenmeno de la alienacin representa

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    en el mbito de una existencia signada por su finitud, surazn de ser dentro del comportamiento humano...1

    No hace falta mucha perspicacia para darse cuenta de que estaposicin tiende a ponerle, a la concepcin marxista de la alie-nacin, un cerco metafsico que la limita a ser una concepcinms del ser del hombre: una concepcin esencialista. En Ve-nezuela, tambin el filsofo Federico Riu ha sostenido que eluso emprico-sociolgico de la alienacin se encuentra seria-mente impedido por ese fundamento metafsico esencialista.Riu sostiene (precisamente polemizando conmigo) que esefundamento metafsico existe en los Manuscritos del 44. Esto esuna verdad a medias, pero aunque fuera totalmente verdad, esfalsoen contra de lo que sostiene Riu apoyndose en autorescomo Pierre Navilleque no se encuentra en las obras madu-ras de Marx, no digamos ya la terminologa de la alienacin,sino una teora, y hasta una definicin de la misma, totalmentedeslastrada de cualquier fundamentacin de corte metafsico.Ms adelante citar la definicin de la alienacin que da Marxen los Grundrisse,escritos, como recordaba Mandel, in temporenon suspecto.2b) Se nota tambin, en esta tendencia, una mar-cada inclinacin a entroncar la concepcin marxista de la alie-nacin con ciertos rasgos del pensamiento de Martin Heideggerque, segn estos autores, constituyen tambin una teora de laalienacin. Una crtica detallada de esta tendencia me llevarademasiado lejos. El Daseinde Heidegger tiene un modo de ser:seren-el-mundo. Este modo de ser, que lo liga estrechamentea los entes a la mano, lo limita hasta el punto deconvertirloen un ser impropio. Esta impropiedad, pues, le viene de su

    1 Ernesto Mayz Vallenilla, Del hombre y su alienacin, ediciones delInciba, Caracas, 1966, pp. 33-34 (Subrayados mos).

    2Las opiniones de Riu pueden consultarse en la Revista Nacional deCultura, Caracas, 1970, n 194: Sobre los significados del conceptode alienacin. Mi respuesta se encuentra en mi libro indito De louno a lo otro, prximo a publicarse por la Universidad Central de

    Venezuela. [Nota del editor: esta obra fue publicada en 1975 por laUCV]. El problema de la esencia lo trato por extenso en otro libro:Marx y la alienacin (Monte vila Editores, Caracas, 1974).

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    propia condicin: es una determinacin de su ser. Acudamosde nuevo a Mayz Vallenilla, tpico exponente de esta tendencia.Despus de citar unas palabras de Heidegger que por su abs-trusidad lingstica ahorro al lector, Mayz nos explica:

    La impropiedad, y por ende la alienacin, son de tal suerteexponentes concretos del modo de ser el Daseinun seren-el-mundo. Es justamente por tener esa constitucin de ser-en-el-mundo y poseer su Existencia como posibilidad esen-cial ese modo de ser que es la impropiedad, que el Daseinexiste regular y positivamente como un ser alienado. Laalienacin constituye, de tal manera, antes que un fen-

    meno episdico comprobado por circunstancias fortuitas ocontingentes, un modo de ser esencial al Dasein,valga de-cir, una estructura constitutiva de su comportamiento quedisea el perfil y la forma del existir cotidiano del hombre.3

    Estas palabras casi no necesitan comentarios. Baste notar quesu nica relacin con Marx es que son el exacto opuesto delpensamiento de ste. Si Marx hubiese pensado que la aliena-

    cin, en lugar de ser un producto histrico, fuera un fenmenoinherente a la naturaleza humana, para qu propondra la re-volucin comunista y la desalienacin? Nadie sera tan insensa-to como para proponer un movimiento revolucionario paraeliminarle en un futuro la nariz al ser humano, porque la narizes inherente al ser humano. Que hasta ahora, en la prehistoriade la humanidad, el hombre haya sido un ser histricamentealienado, no significa que la alienacin no pueda ser superada,

    tambin histricamente (cosa que est todava lejos, por cierto).Lo importante es que la alienacin es un fenmeno histrico,yno un constitutivo esencial del Dasein.En la comunidad primi-tiva, la alienacin consista en el escassimo desarrollo de lasnecesidades, lo que obligaba al hombre a ver en la naturalezaun alienum prdigo y amenazante a un tiempo. Pos-teriormente, la divisin del trabajo, la propiedad privada y laproduccin mercantil (que ha culminado en un desarrollo exa-

    3E. Mayz Vallenilla, ob. cit., p. 66.

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    gerado de las necesidades), han conformado el fenmeno his-trico de la alienacin del hombre. Y no de aquel MenschqueMarx criticaba a los idelogos alemanes, sino del hombre real ehistrico. Finalmente, anotemos que si hay un concepto filos-

    fico de la alienacin, es el de Heidegger, pero no el de Marx.Tambin esto es pensamiento manualesco. No se necesita es-cribir manuales para tener pensamiento manualesco. Pero tam-bin hay que tener la suficiente perspicacia para advertir quehay manuales tan bien hechos, y tan fieles a Marx, que parad-jicamente son antimanualescos.

    3) Como deca al comienzo de este captulo, es sintomtico

    el hecho de que en los manuales consagrados por la tradicinmarxista escolar no aparezca sino muy de pasada cuandoapareceel tema de la alienacin. Por ello mismo, es tambinsintomtico el hecho de que los buenos manuales de marxismo,los manuales heterodoxos, hagan nfasis en la alienacin comotema cardinal del pensamiento de Marx. Para demostrarlo, co-mentar brevemente dos ejemplos. Me refiero a Le marxisme,de Henri Lefebvre, y a Iniciacin a la teora econmica mar-

    xista,de Ernest Mandel. Ambos tienen en comn el hecho deser libros muy breves; es decir, no slo son manuales, sino queson manuables.Ello los diferencia notoriamente de esos mamo-tretos de ms de quinientas pginas que autores como Konstan-tinov, Kuusinen o Rosental llaman manuales. Ni siquiera sonverdaderos manuales!

    El manual de Lefebvre, que tiene ciento veinticinco pginas,consagra doce de ellas a la alienacin. Comienza con lo que he

    llamado el error filosfico, esto es, comienza por decir que laalienacin es un aspecto filosfico esencial del marxismo, pococonocido a pesar de su celebridad.4Que fuera un tema pococonocido (o mejor dicho, explotado) es comprensible si mira-mos la fecha del manual: 1948. Eran los mismos tiempos enque Sartre y Merleau-Ponty, en Les temps modernes,tocaban laprimera clarinada de la heterodoxia marxista. Eran tambin los

    4Henri Lefebvre, Le Marxisme, PUF, Pars (8a ed.), 1961, pp. 36-48. lacita es de la p. 37.

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    tiempos en que haba empezado a dar sus frutos la alemanaEscuela de Frankfurt, con los Ensayos sobre la sociedad, deMarcuse, y con la Dialctica del iluminismo, de TeodoroAdorno y Max Horkheimer. Era Stalin.

    No obstante, el manualque para su poca es sorprendenterectifica el error filosfico: El hombre no poda desarrollarsesino a travs de contradicciones; por tanto, lo humano no podaformarse sino a travs de lo inhumano. Despus de tan brillan-te frase cae, por el hueco de un parntesis, en el error esencia-lista: Lo humano no es sino el lado negativo: es la alienacin(por lo dems, inevitable) de lo humano. No es un bonito con-suelo para los que luchan por la liberacin del hombre: si laalienacin es inevitable, para qu luchar? Sin embargo, Le-febvre dice otras cosas, como la siguiente, que me permitir(quin me lo impide?) citar en extenso:

    l muestra (Marx) que la alienacin del hombre no se defi-ne religiosamente, metafsicamente o moralmente. Por elcontrario, las metafsicas, las religiones y las morales con-tribuan a alienar al hombre, a arrancarlo de s mismo, avolverlo en contra de su verdadera conciencia y de susverdaderos problemas. La alienacin del hombre no es te-rica o ideal, no est situada solamente en el plano de lasideas y de los sentimientos; es tambin, y sobre todo, prc-tica, y se revela en todos los dominios de la vida prctica.El trabajo est alienado: servilizado, explotado, vuelto unfastidio, algo aplastante. La vida social, la comunidad hu-mana, se encuentra disociada por las clases sociales, arran-cada de s misma, deformada, transformada en vida poltica,engaada, utilizada por el Estado.5

    En otra parte, Lefebvre toca nuevamente el nervio del asunto:

    La alienacin es, sobre todo, prctica, es decir, econmica,social, poltica. En este terreno real, se manifiesta por el he-cho de que los seres humanos estn librados a fuerzas hos-

    5Ibd., pp. 39-40.

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    tiles, que sin embargo no son sino los productos de su ac-tividad, pero vueltos contra ellos y llevndoselos a destinosinhumanoscrisis, guerras, convulsiones de toda especie.6

    Esta manera de caracterizar la alienacin casa perfectamentecon la de Marx, y es su fiel interpretacin. Lo dice un manualque no es manualesco, o que no piensa en trminos culinarios:no nos da recetas. Nos da maneras de pensar a Marx, pero nonos ofrende dicindonos cmo debemos pensar a Marx, ni mu-cho menos a esa entelequia que


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