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Marx -la_ideologia_alemana

Date post: 18-May-2015
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Jcjnlinn llevnr de In idea rlc In grrweclnd. Tnn pronto como se r¡11Ílílscn csln idcn de ln cnbC1:n, consideriindob por ejem· plo comq 111111 idcn 11ncidn de In at1pcrsticióT1, como unn iclcn q11ctlnrínn sustrnítlos ni peligro de E.5e liomlne se In Yidn l11cl1nT1clo contrn la il11sió11 de la grri· n:dnd, de cuy:1s 11ocivns consec11c11cins le nporl:1Lnn nucvns y :1hunclrintcs pi·i;c.lrns todas ]as cstridísticris. Este hombre listo cm el prototipo de . 1111r:vos filósofos 1 cvolucionnrios · 12 1 .. J F.EUERJ3ACH CONTRAPOSICióN ENTRE: LA CONCEPCJól\' MATERIALISTA Y LA IDEALISTA [I NTRO VUCCI 6/\] Ú;/1JeoLoGIA- 4feM 4 NA ·-ve= 1'1AR.X )' cA.Jéie-Ls. .... ·...: /03
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Page 1: Marx  -la_ideologia_alemana

Jcjnlinn llevnr de In idea rlc In grrweclnd. Tnn pronto como se r¡11Ílílscn csln idcn de ln cnbC1:n, consideriindob por ejem· plo comq 111111 idcn 11ncidn de In at1pcrsticióT1, como unn iclcn rclig:io~n, q11ctlnrínn sustrnítlos ni peligro de nhognr~e. E.5e liomlne se pn~ó In Yidn l11cl1nT1clo contrn la il11sió11 de la grri· n:dnd, de cuy:1s 11ocivns consec11c11cins le nporl:1Lnn nucvns y :1hunclrintcs pi·i;c.lrns todas ]as cstridísticris. Este hombre listo cm el prototipo de . In~ 1111r:vos filósofos 1 cvolucionnrios :dcmn11c~.fll ·

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F.EUERJ3ACH

CONTRAPOSICióN ENTRE: LA CONCEPCJól\'

MATERIALISTA Y LA IDEALISTA

[I NTRO VUCCI 6/\]

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FEUEHDACII

Según a11unc1un los ideólogo~ 11lcmu11c:i, Alcu1nnin hn pusnJo en estos últimos nfíos por u1111 rcYol11cit)11 Hin igunl. El proceso de desco_mposició11 Je[ ~itilc11111 hcgcliu11n, c¡uc comenzó con Strauss, se lrn desarrollado hasta convcrtirtic en 1111n fenncntacióu u11ivcraal, r¡ue ha nrrnstrndo co11sign 11 todas lBs "¡ioteucias del pnsaclo". En 1111!clio di!) cuos gcn<!rul, han surgido poderosos reinos, pnr11 clcrrurnhar:;e tlc nuevo t!ll

s.:guida, han hri!ln<lo momc11tti11cun1cntc l11:roes, sepllltado~ 11ucvamc11tc en las tinicldns por otros rivnlcs 111ús 1111tlnccs y miis po<lcrosos. Fue ésta uua revolucit'i11 ju11to a lu cual 1n francesa es u11 juego <le chicos, una l11chn ceu111énica al ]¡ido de la cual palídece11 y resultan ridículas las luchas de ]o¡¡ di<Í· docos. Los principios se dcspln:r.nhnn, los hórnes ele! pe11sn­rnie11to se dcrrihahn11 los u1108 11 los otros i:o11 inu11dit11 ccle1·i· Jad, y en los tres aiios q11e transcurricrou Je HJ.12 a 'J!HS se removió el s11elo <le Alt:mnnin lllÚS c¡11c antes en tres siglos.

Y todo esto ocuuió, ni par·e..:cr, e11 his do111i11i<)S del pen­samiento puro.

Trátuse, en \'Crdud, de 1111 11cn11tcci111i"1110 i11ler<!S11111e: del proceso de p11trcfucció11 del Espirit11 nlisult1tu. Al npnga1sc Ja iiltimn chispu de vida, c11trnron en 1lcHcomposició11 la~ divcr· s11~ parles jntegrnules de -c>le c11p11t 111ort1111111, ~- .!licni11 ¡iaso a 1111evns combinaciones y se formnron 11uevas s11sti111ciall. Los inJustrinl1~s de la filosofía, r¡uc hustu r1<l11í hnlJian vivido de la explotaciún del Espíritu ulisoluto, urnij1íro11:w 1\1101 a

/tt?f· Cabeza muerta (N. ele la cd.).

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sobre lns JHlC\'ns cornli in nci 011cs. Cn el a uno se tlcclicah n nfnnosnmente a explotar el negocio de la parcelo que le hnhín locn<lo en e\lcrtc. No podín por menos de surgir In co.mpelencin. Al principio, éstn mnntcníase <lcntro de los límites de ln lrncnn a<lmini6trnción burgucsn, l\fás tar<lc, cuando yn el 1ncrcado nlcmnn se hnllnbn abarrotado y la rucrénncín, n pesar de to<lob los esfuerzos, no encontraba salida en el mercndo mundinl, loa negocios empezaron u r,charac a perder n lo mnncrn alcmnnn ncosturubrndn, mc­clin11le ln producción fnbril y a<lulterucln, el empeoramiento de ln cnlidn<l (le los productos y In adultcrnción tic In mntcria ¡nimn, la falsificnció11 de loa rótulos, lns comprns simulnclns. los cheques girntlos en clcseuLicrto y un sistema de créditos carente de to<ln baec renl. Y 111 competcucin se convirtió en una e11co11acln lucho, que hoy ac nos ensnlzn y prcscntn como un viraje de ln histo1·in univcrnal, como el creador de los rc­sultndos y eonquistns mns formi<lnLlcs.

Pata nprecinr en sus <lcbiclos términos toda esta ehnrla­lnncría de tenderos filosóficos que despierta un salu<lnLlc sen­timiento nocional hnstn en el pecho del lionrn~o burgués nlcmiin; pnrn poner pliistiearncnLc de relieve la mezquindad, l~ pcqueÓc7. provincionn de todo cate movimiento ncohcgc· linno y, sobre todo, el eonlrriste tragicómico entre lns ver<ln­derus hazuííus ele estos héroes y las ilusiones H1acitadus en torno n ellos, nccc:sitnmoa contemplar siquiera una vez todo el copcctñeulo de~dc un punto de vistu aitundo fuera de log 1í111hito~ de ¡\ lcmnni a. ! 2 l

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A. - l,A IDEOLOC!A EN GENERAL, 1' LA lfJF.OLOGJA ALEMANA EN l'Aln'ICULAR

Ln crítica n lt~n1111111 110 se hn salido, hnsta en catos cRfucr. zo.a suyos ele ültimn horn, del terreno de In filosofín. Y, muy Ic]'Oa de entrnr a invcHtigar aus premisos filogóficns generales, todos sus problemas brotan, incluso, sobre el terreno de un

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rletcnninaclo sistema filosófico, del sistema hegeliano. No sólo sus. rc~pucstas, sino también 1os problemas mif'mos, llevan consigo un engaño. La sumisión a Hegei es la razón de por qué ninguno de estos modernos críticos ha intentado siquiera una amplia nítica del sistema hegeliano, por mucho que cada urw de ellos afirme habm:se remontado sobre He¡?:r:l. Su polémica contra Hegel y la de los unos contra los otros se limita a que cada uno de ellos destaque un aspecto del sistema hegeliano, tratando de cnfrcritarlo, a la par contra el sistema en su conjunto y contra los aspectos destacados por los demás. Al principio, toro:íbanse ciertas catc¡¡;orías hegcli:i­nas purns y auténtica5, tules como las de substancia y uuto·· conciencia, pura profanarlas mi1s larde con nombres má~ \ 11!­garcs, como los....-de géncror-el Único, el hombre, etc.

Toda la érítica filosófica akmana desde Strauiis ha?la Stirncr se limita a la crítica de las i<lca!" religiosas.< 3 > Se pa1·tia de la religión, real y <le la,.ver<ladcra teología. Qué fuera la conciencia religiosa, la idea religiosa, se determinaba de dis­tinto modo en el curso ulterior. El progreso consistía en en¡;::lo­bar laq·1 i<leas metafísicas, políticas, jm:íclicils, rooralcP. v. rlc otro tiro ,supuestamente imperantes, hajo la esfera d~ laR ideas religiosas o teológicas, explicando asimismo la concien­cia política, jurídica o moral como conciencía religiosa o teológica y presentando· al hombre político, jurídico o moral y, en última instancia, "al hombre", como el hombre religio­so. ParlÍflse como premisa del imperio de la reli¡rión. Po<'o 11

poco, todil relación dominante se explicaba como una rr·la­ción religiosa y se convertía en culto, en eHlto del dcr<'cho, culto del Estado, ele. Por todas parles se veían dogmas, nn tia máa que dogmas, y ln fe en elloR. El muurlo era canonir.ado en proporciones eadn vez mayores, hana que, por filtimo, el venerable San Max pudo anntificarlo en bloque y darlo por liq11idado de una vez por todas.

Los viejos hcgcliunos lo comprendinn todo una YC7. que lo reducían a una de las categorír15 lógicas ele Hegel. Lo~ neo· hegeHan.oR lo cri~ic.ahan lodo ~in mils que deslizar por debajo de dio 1?cas rel1~1o~n: o declararlo como algo teológico. Lo~ neohegel1anos co1nc1dinn con los viejos hcgcliano3 en la fe en el imperio de la religión, d,~ los conceptos, de lo gc11crnl,

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dentro Jcl mu1Hlo cxi:tcnlé.!. La m11ca diferencia era que lo~ uno;; comLatía11 cou10 u,;,urpación el poder que los ot1·os reco­nocían y adawaLan como lcg,ítiruo.

Y, como cutre eBtos ncohcgdiano:; las ideas, los p,cnsa­mic11tos, ]05 concepto;L y, en g:.::nc:ral, los productos Je la con­cicucia por ellos indepcnJizaJa eran considerados como las verdaderas atadu1as Jcl h0mLrc, exactamente Jo mismo que los viejos hegelianos veían ch 1.:llos los auténticos nexo; de la I ,;,oci<.::dad humana, era lógico que tarubiéu los ucohegelÍanos ! ludiaran y se creyeran obligado,; a luchar solan1entc contra es- 1

tao ilu:;ioaes Je }a conciencia. En vista de que, según sn funtµ- ·¡

oía, las relaciones entre lo:i lu;n1bt·es, todos sus acto,;)' i;u moda... 1 de. conducirse, sus tralH•S y :.us barreras, sou otros tantos pro­dl!ctos de 6ll concicn...:ia, 10s neolicgelíanos forroula11 co11sc­ctH:11temente ante ellos el postulado moral de que deben tro- 1·1 car ~u conciencia :.iclu;d por l<i conciencia humana, crítica o eg0i,1a, derribancio cun ello sus barreras. Este postnlado de ca111biar <le conciencia vieue a ser lo mismo r¡ue el <le inter­prélar de otro modo Jo csi3ten1...:, es decir, Je reconocerlo por 1111.·<lio de otra intcrprcl<1ci1'1!l. Pese a su fraseología' s¡1¡H1cs­tao1enle ··revolucion:.iria", l0~ ideólo"os neohe'rrclianot"son en ":::. e , rea ii<l1.1J, los perfectos co11~c1 vado res. Los más jóvéne'3 entre cllvs han descubierto la exprc;,ión adecuada para designar su acti"idad cuando afirman que sólo iuchau contra "frases". Pero se olvidan de· ai1:i<lir que a estas frases por ellos comba­tida5 no saben oponer más que otras frase::1 y r¡ue, al combatir so!arncnte las frase:i de esti; mundo, no combaten en modo al¡;uno el mundo ical exis1cut<'. Los únicos resultados a que podía llegar esta crítica fihHóficn fueron algunos eselarcci­lllienlo:1 históricü·rdigio~os, hano unilaterales por lo demás, Bolire el cristianismo; to Ja:; .;;115 demá~ afirmacione~ se redu­cei1 a otras tantas maneras rn:is de adorn::ir su pretensión <le cn_tregarnos, con e:;tc.~ e~dart;cin1icntos insi;,;nificantes, <lescu­bnlllicntos de alcance hi~tórico-mundiaL

A ninguno Lle e~tos filósofos se le ha ocurrido 6iquicrn/1

preguntar por el eotronq11e <le la filosofía aleruana con la. realidad de Alemania, por el cnLonc1ue Je su critica con el:· propio mundo inater::.d que la r•.•dca. ;

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La,; premisas Je que ¡iurlimos i10 tienen nada arbitra­rio, no i;on ninguna clase de dog111as 1 sino ¡ire!llisns reales, <le l¡:¡s que sólo es posible ul,:itracrsc en la imaginación. Son los in<lividuCl.li reales, su acción y sus co11dic:io11cs materiales <le vitla, taulo aquellas con que se lia11 encontrado como lus engeu<lradas por su propia ncción. E:;tas premisas puetleu comprob.Ín;e, consiguie11temente, por la ví11 puramente cm·· pírica. L

La primera prcu1isa de to¡Ju liil:ltoriu l1um1111a es, natu­ralmente, In existcu..:in <le individuos liuiunno:; vivientes.(~¡ El primer e5tado de hecho com¡irolrnlile es, ¡ior tauto, la orga­nización corpórea <le el:ltus individuo;¡ y, eo1110 cou:iecue11da de ello, 6ll com p orla m icn to -li nci a t:l resto Je la uu t. u ra lezu. No potlemos entrar u exuminai: uquí, 11atural111e!lte, ui la co11-tcxlura físieu de los l101ulircl:l miolllOl:l ni las colldicio11cl:l nattl· ri~lcs con que los hombres bC <.:nct1entra11: l<tti geológical:l, lus oro-lii<lrográfiens, lus clirn1iticus y las de utru ti¡>o.(OJ Tuda lii:i. toriogrufín tiene uccesuriamente c¡ue partir de estos fún<la­mentod 11uturnlcs y de 111 modifii:ació11 que expei"Íl!1e11ta11 en el curso <le L1 historia por la ucción de lo~ hombres.

! Podemos distinguir ni hombre dt: lo~ 1111imalcs por la ¡ coneicncia, por la religión o por lo qt1e :;e quiera. Pero el

_, : hombre mismo se difere11ciu de los animales a partir· del mO·· mento en que comienza a producir 8118 11H:dioB de vidn, pnBo éste que se hulla cou<licioua<lo por s11 orgnni:r.ar.ión corporal.

·Al producir sus medios Je vida, el humlire produce inclirec:· tamcpte su propia vida muterial.

El modo como los; hombres prod11cP-11 sus medios <le virla depende, ante todo, de lu naturaleza mi!luln de los medios tlc viJa con que He encuentran y que se tn1lu lle rcpro<lueir. Eatc modo de protlucción !'O debe consi1k1arse eolumentc en cuun­to es lu reprodocción de la existencia fi>ica de loa individuos. Ea ya, rnño bien, uu determinado modo de la n<:tivic.luc.1 de estos individuos, un detcrlllinado modo de wuui(estar au vida, u11 ddcrmi11a<lo 111oclo de víJ,1 de los 111'.:!1110~. Tnl y como lo~ individuos manifiestan su vith, así H011. Lo que son coiuci<lc, por co11siguic11tc, con ~u prod11ceió11, tanto con lo que produ­ccu como con el modo có1110 pro<l11ecn. Lo <lll<: los i11Jividuos

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soll depe11cle, por tnnto, de los condiciollcs mater·inles de s11 ¡n aducción.

Estn producción sólo npnrcce nl nwlti¡;/icnrse la poúla­ción. Y presupone, n au vez, un i11tcrcnmlJio entre los. in<li­vi<luos. Lo 'formn de este iotercnrubio ae hnlln eou<lieio~rnda, n su vez, por In producción.

Las rClneiolles cnll·e unas nncioncs y otras dependen de In extensión en que coda una de cllns haya dcsarrolln<lo sus !ucn.ns productivos, In división del trnLojo y el intercambio interior. Es éste un hecho gc11cralmentc reconocido. Pero, no sólo las relaciones entre uno nación y otra, sino también toda In cstructurn interna de cndn nación depende del grado de dcsnrro !lo <le su producción y de su intcrcawhio interior y exterior. llnstn dóll<le se hnn desnrrollndo lns fuerzas pro· <luct iva3 de una nación lo indica del mo<lo roiis palpable el grado hasta el cual se ha desarrollado en ella la división del trabajo. Toda nueva fuerza productivo, cuando no se trata de una silllplc extensión cunntitativa tle fucrzns productivas ya conocidns con antcriorida<l (como ocurre, por ejemplo, cou la roturnción de ticrrns) trae como consecuencia un nuevo des· arrollo de In división <lel trabnjo.

Lo división del trnbnjo dentro de una nación se traduce, nntc todo, en ln Rc¡rnrnciú11 del trabajo industrial y comcrcinl con respecto ni lrnbnjo agrícola y, con ello, en la separación <le hf ciudad y el campo y en lo contrn(lieción de los intereses entre 1111a y otro. Su 1lt:s11rrollo .ulterior conduce a la separa­ción <lcl trnb":io eomcrcinl <lcl ln<lustriol. Al mismo tiempo, In división del trnbnjo dentro de eslas clifcrcntcs ramas ncn­rrca, n su véz, In formnción <le <livcrsos sectores entre los in­dividuos que coopcrnn en <leterminndos trabajos. La posición que ociipnn entre ,;í estos diferentes sectores se halla condi­ciona<la por el modo <le explotar 61 trnbajo ngrícola, indus· tri al y comercial (patriarcalismo, esclavitud,· estnmentos, cln­scs). Y las rnisu\ns n:lncioncs se 1;1\1cstron, nl dcsarrollnrse el comercio, en las relaciones entre difcrctitcs naciones.

Lns diferentes fosca de desarrollo <le la división del tra­bajo son otras tarJtns for111as disti11tns' de la propiedad; o, dicho en otros términos, cndn ctnpn de lo división del trnbajo determina tnmhién las rclncio11cs de los individuos entre sí,

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\, en lo tocnntc al material, él instrumento y el producto del trabajo.

Ln primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de propicdatl corresponde a la fase inci­piente de la prnducción en que un pueblo se nutre de la caza y la pc~ca, de la ganadería o, a lo sumo, de la ag1 icul­tura. En este tÍltimo caso, la propiedad tribual presupone la existencia de unn gran masa de tierras sin cultivar. En esta fase, la división del trabajo se hoilla todavía muy poco cles­urrollada y no es más que ln cxtensi,~¡; de l::J división natural rlel tr~bnjo existente en el seno de la familia. La organiT.ación social, en esta etapa, se reduce también, por tanto, a una am­pliación de la organización familiar: a la cabeza de la tribu se hnllnn sus ¡rfi.tri·'•cas, por debajo de ellos los miembros de h tribu y en el lugar más bajo de todos, los esclavos. La esclavitud Intente en la familia va desarrollándose poco a poco al crece_r la población y las necesidades, al extenderse el comercio extrrior y al aumentar las guerras y el comercio de trueque.

La•jeg:unda_ forma está representada por la antigua pro· piedad ,comuiu i ::: estatal, que brota como re:uJtado de la {usión ele diversé<s tribus para ionnar una ci1u:J.,;d, mediante 9cuerdo voluntario o por conquista, y en la que sig·ue exis­tiendo la e.<;clavilud. Junto a ]., propiedad comunal, va des­arrollándose ya, ahora. la propiedad privada mobiliaria, y más tnrrle la inmobiliaria, pero con10 fonna anormal, supe­ditada a aquélla. Los ciudadanos del Estado sólo en cunntu comunidad pueden ejercer su poder sobre los esclávos que trabajan para ellos, lo que ya de por sí los vincula a In forma de la propiedad comunal. Es la propiedad privada en común de los ciudadanos activos del Estado, obligados con respecto a los esclavos a permanecer unidos en este tipo natural de asociación. Esto explica por qué toda la or¡:!;anización ele l:r sociedad asentada sobre estas bases, y con ella el poder del pu.eblo, 'decaen a medida que va dcsarrollánclose la propiedad pr?v~da inmobiliaria. La división del trabajo aparece ya, ac¡uí, mas;desnrrollada. Nos encontramos ya con la contradicción entre la ciudad y el campo y, miis ta;de, con 1n contrndic<;i<Ín entre estnclos qt1e representan, de una r otra parte, ]oi; int<>

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rcsC! de ln vida urbana y los Je la vida rural, y, dentro de Lu rnismas ciudades, con 1a contradicción entre la industria y el comercio marítimo. La relación ele clases entre ciydnJa-11os y esclavos ha adquirido ya su pleno desarrollo. '

A toda esta conccpcióu de la historia parece contradecir el hecho de la conquista. Hasta ahora, venía considerándose la violencia, la guerra, el saqueo, el asesinato para ro~ar, etc., como Ja fuerza propulsora de la histor·ia. Aquí, tenemos que limitarnos ncce~ariamente a los puntos capitales, razón por la cual tomaremos el ejemplo palmario de la destrucción de una vieja civilizacióu por obra de un pueblo bárbaro y, como con:1ecuencia de ello, la creación de una nueva estructura de la sociedad, volviendo a ;:omenzur por el principio, (Tio;nu y lo~ bárbaros, d fc11tluli~1110 y las Gnlius, el I n1pcr:io Romano de Oriente y los turcos). Por parte del pueblo bárbaro con­quistador, la guerra si¡;ue siendo, como ya apuntábamos más arriba, una forma nonnul <le comer:cio, explotada tanto más cdosumer:le cuanto que, dentro del tosco modo de pro· Jucción tru<licional y 1i11ico posible puru estos pu;.:blos, el i11cremcnto de la población crea más npreniiantc,ipente la necesidad de nuevos me<lios <le producción. En It1ilia, por el cuutrario, por virtuJ <le la conccntrnción de la propiedad territorial (delermin1111a, además <le la compi:a de tierras y tl recargo de deuda:?. de s11s cultivador'"ª• por la herencia, ya que, a consecuencia de la grun ocio5idad y de la escasez de matrimonios, los viejos linajes iban extinguiéndose poco a pocu y sus hic11cs quedaban reuuidos en p~as manos) y de L1 tr,ansformación de lu;; tierras <le lnbor en terrenos de pas-10~ l provocada, aparte <lt! las causns económicas nonnales to­dílvÍa en la at:tuali1la<l vi1;cntes, por ln importut:iór1 de cen:a­le& ~ob~dos y arra1.1cados en concepto de tributos y de la c_ona1gu1~nte escnsez de co11sumidores pura el grar,o de Ita .. lia) '. ca111 desnparcc.:ió h población libre y los mismos esclavos morian en masa por inanición, y ienían que ser reemplazados con~tantcmente por otros nuevos, La esclavitud se"uÍa siendo la t..u~~ d~ toda la riro<lucciún. Los plebeyos, que oc~paLan Ulll\ '¡ po~1c10n intermedia entre 103 libres y los esclavos no lleaaron'/ • , o '\ kr nunca mas que una especie de lumpe11proletariado.' ¡ l ur otra parte y en general, Jlo]lla nunca fue más qne una"

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.:i111bd, q11c 111antcnin con lüs provincias una relación cnsi cx­i:lusi\allll'!llc política, la cual, como es 11at11rnl, poJia verGC rola o q11clira11tada de nuevo por. nco11!1:ci111ic11tos Je orden po lit ico.

Con el di.!;:.arrollo <le la propiedad pl'ivadn, surgen uq11í las 111i;1¡1•!s 1clat'i11ncs con que 1108 cnconlra1:cmos c11 !u pro­piedad privada de los ticu1pos modernos, aunque e11 propor­~·io111·s 111ús cxlc11rn:;. De una parte, uparl.!ce la conccnln1ción di.! la pro¡>il'ilad ¡;1 ivatl•1, r¡ue en Tiomn co1nic11za desde muy pronto ( 11na prueba de clb la tc11c1uos en ln ley agrurin li­cinia ( IJ) y que, dt~sJc lns gucnus civiles y soLrc todo La jo los empcn11lorcs, avanza muy rñpiJn111cntc¡ de olru purtc, y en corrcbción con esto, la lra11sformnció11 de los pequeíios ca111pcsino~ plebeyos e11 1111 prolclnrindo, r¡uc, 6in en:l•1¡q;o, d;ida "11 posici<i11 inten11c!diu entre lo!i cii1dada11os po­:'<·cdorc,; y lo:; e~cla1·os, !Hl llega n ndrpiidr \111 dco11rrollo in- ,, de¡> en di 1: n le.

La lci cera formn es la de la propiedad feudal o por \' e;la111entos. A>í como la A11tigiicclacl pnrlíu de la ci11<forl ~ 1 de su per¡111:l1a dcrnarención, la Edatl Tllcclia tenía como pun-to de partid;1 el Cll111po. E,te punto de arrnnr¡11c cli!ilinto li11-ILíliasc concli1:iu11ado por la ¡1olilaci611 con que se 1:ucontró !u Ednd lllcclia: t111a pol.Jaciún escasa, clisc111inr1da e11 grnndeg 1'

úreas )' a la ']lle los conc¡11istaclorcs nu aportaron grnn incrc- , 111enlo. De aquí q11c, ni co11tra1 io de lo que linliin ocurrido \ en Creciu y c11 Hornn, el dcs;irrollo fcud;il EC iniciara en 11n 1

tcn·eno in11cl10 lll<Í.S exli.;11!;o 1 preparado por lns conc¡11ist11a romanas y por la difusión de lu ugric11lturn, ni comic11~0 rclu­cionado con cllu~. 'Los tilti111os oiglo!i del I111pcrio Hn111n110 dcc:adc11le )' la co11q11isla por 108 p<opio~ liñrl1111 o,; clcsl111ye-r o n un a g 1 a n e a n t id ad de f 11 e rz ns ¡i ro d u et i v ¡1 ~ ; l n n" r i cu l tu r 11

veíase postrada, la i11duslrÍ;1 la11gÍ1idcciü por In fult~ rlc mcr· cndos, el CO!lli.!r·cio cuyó en el o(Jpor o ~e: ,.¡t) \'iolcntnmente intcrrumpiclo y la pobl;ici911 r11rnl y 11zlia11n ·d.r,:creció. Estos fue.lores preexistentes y el ·modo de organiznciór.1 de In con­qu~stu p_or·. ellos. co11cJicio11aclo hicieron que se dctinrrollaru, ha¡o .la 1nlluc11c1a de la estructura del ejército ger111ñ11ico, la prop~edncl fc11claL Tan1liié11 <!Sta se basn, COlllO Jn propicJnJ de la tnl111 )" Ja COJllllllUJ, Cll llll!l COlllllrlÍl];¡d, peto u é8tu no se

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r.nftcnlnn nhorn, en c11n11to clnsc dircctnmcnte productorn, log ¡ r.~clnvns, como oc11rrÍn r.n In socicdnd nntigun, sino los pcr¡11c- , iios cnmpc,inos dcrvos ele In glr·l1n. Y, n ln pnr con el des·

I· nrrollo completo <lcl feudalismo, npnrccc ln contrnposición 1

del .cn1npo con respecto o ln ciudnd. Ln orgnniznción _jcr;1r· r¡nica ele lri propiedad tcrritorinl y, en rclnción con ello, lns mcsnndns nrmnclns, dnhnn u ln nobleza el poder sob!"e los ~icrn'is. Estn orgnniznción fcndnl era, lo mismo r¡11e lo había aiclo ln propiedad comunnl nniip;un, una asocinción frente a In clnsc ¡noductorn dominada; lo que variaba era In for·mn de ln nsocincíón y In relación con ·Jos productores directos, Y" r¡11e las conrlieioncs de producción liabínn camhinclo.

A cstn orgnniznción fc11d;:il de In propicc1nc1 tcrritorin] corrcspcindín en In~ ciriclndcs fo proj1icdnd corporntiva, ln organización feudal del artcsnnndo. Aquí, la propicdncl cstri· h.;ihn, fundam:ntnl~1cntc, en el trnb;ijo de cncln uno. Ln nccc­s1dnd rlc nsociarsc pnrn linccr frente o ln llolilczn rnpnz nso· i cinrln; In cxigcncin de disponer de lugnrcs de vcntn comunes en 111in época cuando ~l industrial cm ol prnpio tiempo co· mcrcionle: la cn:cicntc compctcncin de ]05 siervos que huían de }o glcbn y ofluían en tropel n las ciud;¡dcs próspr.rns y flo. rcc1cnlc?, )' ln orgn11i7.nción fcurlnl de todo el pnís hicieron sur¡!Ír los gremios¡ los pcquciíos cnpitnlcs de los ortcsnnos sueltos, rc11nl<lo.~ ·poco n poco por el ohorro, y In cst;¡biliclnd d;J, 111'.•mcro rlc éstos en rnedin de un;i creciente población,

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l11c1eron r¡11c Pe dcsnrrollnrn ln rcl;ición entre oficiales y., ~prcndiccs, cng~nrlrnntlo en lns ciudades una jcrnrr¡uía sern~-1nntc n ln r¡11c 1mpr.rnhn r.n d cnmpo.

Por tonto, cluronte ln épocn fcudnl, la formn fundamental ' de. In propicclnd era ln ele la propiedad tcnitorial con el / trnbnjo de los siervos o ello vinculnclos, de unn parte, y rlc l otrn el trnbojo propio con un pequcíío cnpital que dominnbn : el trnlinjo de los oficinles de los gremios. Ln r.structuración \ d.c ~inbos fnctorcs hollñbnac dcterminocln por \ns condiciones lun1tntlns tle ln producción, por el escoso y rudirncnturio cu]. tivo de ln ticrrn y por ln incltrntrin nrtcsnnnl. La división del trnhnjo ac d~snrrolló muy poco, en el pcdnclo floreciente <le! fcudnli~mo. Todo ¡rníh licvnhn en s11 cntrníín ln contrndiccitín entre ln ciudnd y el c;impo; es cierto que In cstruclurnción

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de los estamentos se hallaha ~;;~1y rnmifiC'ada y patente, pero \ f11C'rn de la separación cnlrc prÍnC'ipcs, nobleza, clero y cam· • pc~ino~, en el cnmpo, y rnncstro1<, oficiales y aprcndicc~, y J

muy pronto la plebe <le los jornaleros, en la ciudad, no \ cncontrnmos nin¡::una otra diYisión importante. En la a¡rric11l­tura, ln división del trabajo veíase entorpecida por el cultiYo p~1rcclado, junto al que surgió después la industria a_ domi­cilio de los propios campesinos; en la industria, no existía división del ·trabajo dentro de cada oficio, y mny poca entre unos oficios v otros. La división entre la industria y el co· mercio se cn~ontró ya cstnblccida de antes en las Yiejas ciu· daclcs, mientras que en las nucvns Eólo se desarrolló más tar· ele, al entablarse entre las ciurlndcs contactos y relaciones.

La a~ni¡inción de territorios importante:; en reino~ fou· dales era una ncccsidnd, tanto parn la nobleza territorial como para las ciuclndes. De aquí que a la cabeza de la organización de 1n clase rlominantc, de la nohlcz;i, figurara en torlas p;irtcs un monarca.

Nos cncontrnmo::, pues, con el hecho de que dctcn;,ina­/, dos i11dividuo.s, r¡uc, como p1·orl11ctores. actúan de un dctcr.

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1

• minnrlo mo'do, contrncn entre sí" estas relaciones socinlc.« " políticos <lcterminadns. La ohscrvnción empírica tiene nccc~a­rinmcntc r¡uc poner de rclic\'c en cada caso concreto, cmri·

\ 1 ricamente y sin nin~unn c1a::c de falsificación. la traha7.Ón

~·,, existente entre la oq!nnizaeión !'ocia] ,:y· -política y la prodn<'-ción. Ln organización social v el Estado hrotnn con~tnntcmcn· ,te del proceso de vida de determinados individuos; pero de

''estos individuos, no como puedan -prcsentane ante la ima¡:>:i­:'nnción propia o ajena, sino tal y como r<'11lmcnr,, son: e~

\ :! decir, tal y como actúan y como producen materialmente y,

1

: p~r tanto .. ta_l y como _desarrollan. "".us activiclacl.eH ha~o dctcr· : minados limites. premisas r cond1c1ones materiales. indcpen·

dientes de su voluntad.<BJ

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La producción <le las idens y rcpreBcntacione5. oc ln con·

11 ciencia, opnreee al principio directamente cntrelnzadn <'on ln actividad moterinl y el comercio mntcrinl de los homhr<'~. ccimo cl lcn¡xuaje de la vida real. Lns reprcF-entacioncs, lo• pen­samientos, e1 comercio espiritual <le los hombres ~e prr'~•~nlan todavín, uquí, como emanación dirr.cta <le su comportnmicnlo

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ullll<-'rial. Y lo m1s1110 ocurre con lu producción espiritual, tal y como se manific~ta cu el knguuje Je la política, ele las le­yes, Je la moral, ele la religión, ele la metafísica, etc., d~ un pueblo. Los homLrcs son los productores de sus representa­ciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales Y ac_- ¡ tuJntc~, tal y como se linllan con<lici,nna<los por un. detcrrut· / nado desarrollo de sus fuerzas productivas )' por el 1ntercam- \ L>io que a él corrcspou<le, ha~ta llegar a sus formaciones wás awplias. La conciencia no puede ser nunca otra cosa qne_ el ¡ i><.:r consciente, y el ser .de los l1ornbres es su proceso de vida ¡, / real. Y si en toda la ideología los homLres y sus relaciones :i¡iarecen invertidos como e~ t'.11_a r:úmar.a oscura, este. f~nó_1~1_c-;/ 110 responde a su proce:;o h1:;lonco de vida, como la 1n>cr~1on . de los objetos al proyectarse wbre la retina responde a su¡¡ proce~o de vida directumcnte físico. · ~

Totalmente al contr:i1·io ele lo que ocurre en la filosofío alemana. que <lescien<le del ciclo sohre la tierra, aquí 'se as­cienJe de la tierra al ciclo. Es decir, no se parle Je lo que lo~ hombres dicen, se representan o se imag;in~n, ~¡ tj .. 1:1poco del homhre predica.lo, p1~n5a<lo, representado o imabnado, para lle~ar, arranca11do de aq11í, al hombre de cnrne'y hueso;

, •e parte del homhre qui! renlmente i:!CtÚa y. arranc:1ndo de ·su proceso de viJa r.::al, se expone tnmlúé11 el desarrollo de Í los reflejos ideoló .. icos y Je los ecos de este proceso <le vida. 'Tamhién las forn~aeion~::l nebulosas que se ~ondensan en el cerebro de los hombres son su11imaciones rfeccsarias <le su procew material de viJa, proceso empíricamente rc~istrable y sujeto a condicionl'a materiales. La moral. la reli¡.:i6n. la mc­tafí:ii'ca y cualquier otra ideolo:úa y las formas de conciencia que a ell:i~ corresponden pierden, ar í, la apariencia de su pro· pia !U9tantividaJ. No tienen su propia historia ni su propio Joarrollo. sino que los ho111lires que desarrollan su produc­ción material y su interca1nbio material cambian ta111Lién, al cambiar esta realidad, s11 pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia 1a yue determina la vída, sino t\ la vida la que dt:tcrrniua la co¡¡ciencia .. Desde el primer punto q de viata. se parte de Li concienciu como del individuo vivien··:. te,; desde el segunclo punto Je vista, que es el que correspon .. , \

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de a la vida rcul, se pnrtc del rnio1110 i11dividL10 reo! v1v1cnlc ¡·: y se considera ]u concie11eia solnlllelltc c:unio sr1 conciencia.

1 Y c5tC modo Je considerar lns cosas 110 es nlgo iucontJi ..

ciouaL Parte de lus condiciones ren leB y uo !ns pierde Je

I vista ni por un momcuto. S11s condiciones son los hombres, pero no vistos y plasmados a través de lu fautasín, sino en su

1 proceso de desarrollo reo] y cwpíricarnente rcgistrable, Lajo la acción de Jetcn1.:)nu<lus coJJdiciones. Ti111 pronto como se expone este proceso octivo tfo vidu, In liistoda Jejo de ser una colección Je hechos muertos, como lo es pura los cmpi· ristas, todavía abstractos, o uno acción inrngir1nriü de sujetos imaginarios, como puru los iJcnlistns.

Allí donde termino la cspeculució11, c11 ]¡¡ vida rcnl, co­mienza tambiéq la ciencia rcol y positivu, In exposición Je la acción práctica, del proceso práctico de cletinrrollo de los l.owbres. Tcrrninun ullí los frnsea sobre ln concicnciu y pílJ!ª a ocupar su sitio el saber renl. Lu filosofía iudepcndicntc pi(:r· Je, con b exposición de ]u rcalidod, el u1edío en que púcrlc existir. ·En lugur de ella, puede np¡¡rccer, a lo sumo, un com­pendio de los resultados más generales, nhstrní<lo Je ]u consi­deración Jcl desanollo histórico de lo!l hon1Lrei;. Estns nbs- ,' Í tracciones de por si, sepurndns de ln lii1;to1·in real; careccu: J ele toJo v:ilor. Sólo pueden servir para fu.::ilitar la ordenación· del material histórico, pnrn indicur In sucesión en serie de sus diferentes cstnllos. Pc1·0 110 )frecen en modo nlguno, como In filosofía, una receta o un patrón con urrcglo ol cual pucdnn aderezarse las épocas históricas. Por el eonlrnrio, ln tlificul-tnd comienzn nllí Jon<le se ulJOrda ln co11sidcración y orde­nación del material, sen el de u11n época pnsíicln o el del presente, la exposición real de ]11~ co~ns. Ln clirninnciiíu de estas dificultades húll:ise co11<licionuda por premisus CJllC en modo nl::;uno pueden cxpo11crae aquí, pues EC derivan siem­pre .del_ ~studio del ¡irnceso ele vidu rcul y 1lú la acei6n de los 1nd1v1duos. en catla época. Destacnre11ios aifuÍ _ulgunue de estas nlistracc1oncs, pum oponcdu8 n lu ideología, ilustrún­dolns con algunos ejemplos históricos.

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11/STOTUA

Trat1í1ulo~c de los 11lcm11ncs, Bitttn<los nl 111nrgc11 Je toJn prcmisn, debernos co111e117.11r scíinl:rndo <¡ue In primern pre­lllÍ$:t <le todn existencia h11111nnn y también, por tnnto, <lr. totln lii-"torin, es que los ho111J¡¡·cs $e linllcn, pnra "hacer his­toria", l'n condicio11f's de poder viYir" . .Ahora hicn, parn vivir lince fnltn comer, hclier. olojnrse hnjo un lecho, vestirse "y nl;:!t111os cosns in:ís. El pri111er hecho histórico es, por consi­guiente, In producción de los medios indiEpCnEnblcs parn In Bnli$fncrión de cslns ncccsidndcs, es decir, In producción de 1 n vid n mate r i o l 111 i E m o, y h o en be d l1 da de r¡ u e es éste un hccl10 histórico, Í111n co11clición f11ndnmcnt11] de todn historia, que lo mismo hoy que lince miles de aííoE, necesita cumplirse

-todos los rlíns )' n todas lwr:i~, simplr.mcnte pnrn a!'cgurnr la vitln Je los ho111lncs. Y n1m cunn<lo la virln de los sentidos se rcdu7.ca ni mínimo, n lo 111iis clcmcntnl, como en Snn Bruno, este míni1110 prcsupo11drá sicrnprc, 11cccsnri111ncnte, la nct ivicJn¡I ele 1:1 prod11cción. Por consiguiente, lo primero, en tocln conr.cpcit)n histcíricn, r.s oliservnr este l1ccho ft111dnme11-tnl en totln su si~11ific:ici6n y en todo su nlcnnce y colocnrlo en el l11g:nr r¡ue le corrc~pondc. Cosn r¡ue los :ilcmnnes, como es snhido, 110 hnn hecho nuncn, rnzón por In cunl In historio jnmás )¡¡¡ tenido en Akmnnin t1nn hase tcrrcnrzl ni, consiguicn· temcntc, hn cxis1iclo 111111cn nquí 11n histnriador. Log franceses y los i11g]c3cg, n1111 c11nr1do concibieron de 11n modo extraor· dinnriamcnle unilntr.rnl el entronque de este hecho con ln llumntln historia, ante todo micntrns cstohnn pri~ioneros de fo ideología política, l1icicron, sin embargo, lo~ primeros in­tentos encaminnclos n dnr n ln liistoriografín unn hnsc mnte· rialistn, nl escribir !ns primerns historins de ln soeicrlnd civil, del comercio y de In industria.

Lo segundo es qt1e. ln sati~facción de e~ln primern necc~ ')_, sidnd, In neción rle satisfnccrln y la n<lquisición rlel instru-\ mr.nto ncccs;:irio pnrn ello condt1cc n nueY;is nccesidndcs, v

Hegel. Condiciones geológicas, hidrogrúficas, ele. Los cuerpos humanos .. Necesidad, trabajo. (Glosa marginal ele J\1ar:r:)

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F'sln creación de necesidades' ~t1cYns constituye el primer ~<'ch.~ lii~t~1-.ico. Y ello dcrn~1c~tr.n i1~m;d.in_tnmcnte de q.uit'.n

es ti1 1a c~p1ntunl In gran i;abu.lunn l11stor1ca de Jo5 nlem,1ne5, r¡ue, cuando les f;iltn el matcrinl positivo )' 110 vale cha.l::lllehr con 11cccdadcs polí1ic1s ni litcrar·in~, no no~ ofrecen n1n!!11nn clase de historia, ~ino que hacen dcsfilnr ante nosotros los "tiempos prehistóricos", pero sin detenerse a explicarnos cómo se pasn de este nbsurJo de la "prehistoria" a la historia en sentido propio, aunque es evidente, por otra pnrte, que sus c~pcr.nlnciones históricas se lnnzan con espccinl fruición n esta ··prcliistoria" porr¡nc en ese terreno creen hallarse n snlvo de la ing:ercncin de los "toscos hechos" y, ni mi~rno tiempo, porqu.e nqui pueden dar r·icndn suelta a sus impnhos cspccu­lati,os y proJ!Óncr y echar por tierra miles de hipótesis.

El tercer factor que ar¡uí interviene de antemano en el <lcsarrollo histórico es el de que los hombres que renucran cliarinmentc .s11 propia 1·ida comienzan ni mismo tiempo a

/ crear a otros hombres, a procrc.~r: es la re~a.ción entre h?~1·· LJre y m~1jcr, entre padres e h11os, la familrn. Esta farnd1a,

qnc nbprincipio constituye ln tíriiea relación social, más tar-de, crnindo ·las ncccsi<la<lcs, al multiplicarse, crean 11llf''>l.1' relnciones sociales v, a su vez, al nnrncntnr e! censo humano, brotan nuevas nccc;i<lades, pnsn n ser (sah·o en .Alemania) una relación i;ccmH1aria y tiene, por tanto, que tratane y dcsarro­llnrse con arreglo a los datos empíricos c:dstcn~s, y no ajus· tá,naose al "concepto de la fnrnilin" misma, como se suele hacer en Alemania.•

l?or lo demás, estos tres aspectos de la nctividad socinl no deben considerarse como tres fases rlistintas, sino sencilla-

Construcción de viviendas. De suyo se comprende que, entre los salvajes, cada familia tiene su propia caverna o choza, como entre los nómades ocupa cada una su tienda aparte. Y e} desarrollo ulterior; de la propiedad privada viene a hacer aun más necesaria esta economía doméstica separada. Entre los pue­blos agrícolas, la economia doméstica común es tan imposible como el cultivo en común de la tierra. La construcción de ciu­dad~ representó un gran progreso .. Sin embargo, en todos los períodos anteriores, la supresión de la economía aparte, inse­parable de la abolición de la propiedad privada, resultaba impo­sible, entre otras cosas, porque no se daban las t.'Dndiciones ma-

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mer:te como es::>. como tres aspr.ctu~ o, para Jecirlo n la rua-11era nlcmana, c•.>mo ltes ·'111omcnLDs" r¡ue h~h existiJo desJ•: el pri!~cipio d.e la l1i~t~tia y Jesdc e! pri.~¡cr hombre y: que todavia hoy s1;;ui::n ng1cuJo en la lii:;torltl· ·

La proJuccióu Je la vicb, tau.lo Je ·la propia en el tra­bajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inme­diatamente cowo un;i Job]..: rdación -de una parte, co.u.io· una rela~ión natural, y de:: otra c_¡;iwo una relación social-; social, en el sentido de r¡ue por ella se entiende la cóopcru­ción de diversos inJiviJuos, cualesquiera r¡uc sean sus condi­ciones, Je cualc.p1ier· modo y pan:t cualquier fin. De donJc se de~prcnde que un determinado modo Je proc.luceión o una determinada fase industdul lleva siempre aparejado un deter-111i11,1do modo de coopcraciú11 o uua Jetcrmina<la fase social, modo de cooperación que e~, a su vez, ui1a "fuerza proc..!ue .. tiv..i"; que la suma de la.; fuerza!! prodw.!tivas accesibles al lio111brc co!ldicio11a el c::itado social y que, por tanto, la "his­toria de la liumaui<lad" dl'be cstlldiarsc y elaborarse siempre cu conexión con Ja liistoria de la industria y del intcrcpmhio.

l'cro, asimiswo es cvidenlc que en A.lcmania· no s,t;·puetle e>1:1·iliir este tipo <le liistoria, ya que los alemanes ca¡.ccen, no sólo de Li capacidad Je concepción y del material necesarios, ~inu t;iruLién Je la "c•~L·tc:za" adqui.:iJa a travé.s Je los sen­tidos, y que de a..i¡:ud he.lo del Hin no es posiLle reunir experiencias, por la sencilla razón de que allí no ocurre ya

teriales para ello. La implantación de una economía doméstica cole~liva presupone el desarroUo de la maquinaria, de la explo­tac10.n de las fu.erzas naturales y de muchas otras fuerzas pro­duct1v.a.s, por e,Jemplo de l::Js conducciones de aguas, de la ilu­m1nac1on por gas, de la c;ilefacción a vapor, etc., así como la su¡;1esión (de la contradicción] de la ciA1dad y el campo. Sin e~tás condiciones, la economía colectiva no representaría de por si a su vei; una nueva fuerza de producción, carecería de toda ba.:::e matenal, descansaría sobre un fundamento puramente teó­ric_o;. e; decir, sería ur:iu pun quin era y se reduciría, en la practica, a una. econom1a de tipo cor!vcnlual. Lo que podía lle­gar a consegu1~~e se revela en la agrupación en ciudades y

~,en la construcc1on de casas comunes pára determinados fines cune retos (prisiones, cuarleles, t.:tc.), Q\.ie la supi·esión de la eco~1omía aparte. no pue.dc Sl.!¡,~irarsc de la supresión de Ja fa­milia, e~ algo evidente por si mbmo. (Nota de Marx v Engels).

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hi.;turia alc:,u11a. Se 111a11ifie~ta, por lalllll, ya (k n11lcm11110, 1111a c:oncxi<Íll 111atcriali;ta de los ho111hrcs entre sí, condicio nada por las 11cccsidades y el ~110Jo d..: produceión y 1p1c es tan vieja ¡;:01110 los ho111Lrp J1is1uos; co11ex1ün que adopta eo11stante111cnlc nuevas forr1ú,1.S y c¡uc o[recc, por co11siguicntc, unn "historia", aun sin que exista cualquier aLsunlo político o religioso que tamLil!t1 n1a11tenga tlllido~ a los homl>rcs.

Solarucntc ahora, Jc:s¡iués de halicr consideradu yu cuatro

1nomentos, cuatro aspectos de las rdacio11cs lii:,tóricas origi­narias, caernos en la c11e11ta Je r¡uc el l1011d1rc. tiene tumLién "conciencia".• l'cro, tu11qioco é;;L11 es d1: nntL:u1u110 lllla con­cic11ci;i "1niru". El "cspi'titu" 11uce ya l11rndo con la maldición de estar "pre1-1aJo" de !llateria, c¡uc ac¡i1í se wanifiesta Lajo l;i forma de capns de aire e11 u1ovimie11to, de souidos, cu una p a !ali ra, li aj o In fo rm n J el kn 0 11 aje. El lenguaje es t n 11 v icjo como b co11cicncin: el lcng11nje Cti In i:o11cicnciu prúctica, la conciclll;ia real, que exi;;Le tumbié11 pi1r11 los ot1 us hombres y c¡ue, por tanto, cou1ieuza u existir tan1Li1~n para 111i wismo; y el le11g1rnje nace, co1110 la conciencia, de la 11cccsidad, de los apn;1nius dc:l iuterculllliio con los di.:111;is l1u111lircs. 17 l Donde existe una n:laeión, existe ¡iar·a mí, pues el u11i111al no se "co111portu" unte nadu ui, en general, podemos dceir que ten­ga "co111porlarnie1tlo" al 0 11uo. Para el :i11in1al, sus ;relaciones con otros no existen coiuo tales relacio11r.s. La concic1icia, por lanlo, es yu de a11lcn1a11u un producto social, y lo seguirá siendo mie11t1 as existan seres liu11u11ws. La conciencia es, ante todo, naturalrnc11te, conciencia del lllll11Jo i11111cdiuto y sen· sible q.ue nos rodea y co11eie11cin de los 11cxos liniltado~ con otras personas y cosas, fucrn Je] individuo cu11seiente de oÍ mismo; y es, al 11Ji::;rno tic111po, co11cicneia de la nul11ralcza, que ni ptineipio se c11f1c.:1Jtu al lio11dire <:olllo un poder ali:;o­

lutnu1é!lte extraiio, ournipote11tc e i11cx¡i11;;11ulile, note el que lo~ l1ollllJres sc cou1plHla11 de 1111 111LJdo p1rra111c11te a1Jiu1nl y que lo~ amcd1cntu corno u! g11nudo; eb, por_ ta11to, una con­cic11ci::J p11ra111cnte 1111imnl ele la 11ut11t11l1:;-.a ( rcli~ió11 1¡¡1t11ral).

• .Los h~>mbrcs tienen hist.oria porque ::;e ven obligados a prod¡¡c1r su vida y deben, ademas, producida de un dl!li1n11i11ado modo; esla necesidad cst;l impuestn por su orga11í:i:ación fisicn, Y otro tanto ocurre con su t:oncic11cia, (Gl0su rnarainal de f\lurx) .

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I11mcdi11tnmcnlc, vemos nquí que esln rr.ligiú11 nnt11rnl o c~tc dctcn11i11nrlo compotlnmicnlo lincin In 11nlurnlczn se hn· llnn dctc1111i11ndos por ln formn socinl, y n ln inversa. En este raso. como en todo!', In i<lentidu'd entre In 1111luraiezn y el l1ombrc 8C mnnificstn tomLién de tal modo (l\IC el compor· ta111icnlo li1iiitndo de los hombres hncin In naturnlczn eondi­t·ionn el li111itado comportamiento de unos hombres para con otros, y éste, u sil vez, su eomporlnmicnlo limitn<lo hacia la 11ntur:i lc?.n, prccisnn1c11te porque Jn nnturalczn apenas ha su­frido nún ning1111u modificación histórica. Y, de otra parte, In conciencia <le ln ncccsirlod de entablar relaciones con Jos individuos circ1111<lanlcs es el comienzo <le la concic11cia de que el hombre vive, en gencrnl, dentro de una sociedad. Este comienzo es nlgo tan u11i111ol como ln propio ,·ida socinl en c:stn fase; es, si111plernc11te, u11:1 conciencin grcgarin y, en este punto, el lio111brc sólo se distingue clcl carnero por cuanto su concicncin :sustituye nl instinto o es el suyo un instinto con~cienlc. Estn concicncin grcgnrin o trii)uol se dcsanolla y pcdcccionn después, al nnmcntnr. In producción, al acrecen· ,t:irsc las nccc¡;idndcr y nl multiplicarse In poblnción, que es el f::iclor solirc que <lcscnnso11 los clos anteriores. De este mo<lo se <lesorroliu· ln división <le] trobnjo, que originnrinm~ntc no pasabn de lo división <lcl lrnlrnjo en el acto scxunl y, miis tarclc, de unn tlivi!:'iún <le! trnbnjo introducidn de un modo "natural" en otcnció_n u Jas _clo~~s físicns (por ejemplo, 1n fuc1zn corpo1111). n lns nccesidoclcs, los coincidencin.'l fortui­tas, ele., ele. La divioión del trnlirnjo sólo se convierte en ver­tl'nclcrn división o pnrtir del momento en que se separan el trnbojo fí~íco y el i11tclcct11nl*. Desde este instante, p11cde ya In concicncin i111nginnrsc reolmenlc que es nlgo 1.11ús y nlgo <listinlo que lo conciencio de ln práctica existente, cine reprc­~cntn n:nl111enl1~ nl~o sin representar algo rcnl; desde este instnnte, &e holln lo conciencio en condiciones de cmnncipnrsc <le! mundo y c11tre[!nnc a la creación de la tcorín "pura", de ln lcologín "puro", lo filosofíu y In moral "puras", ele. Pero. nun cunndn esta teoría, csln tcolo"Ín, estn filosofía csln

1 r r ' mornl, ele., se hallen en contradicción con las relncioncs exis·

La primer;:i. forma de los ideólogos, lo; sacerdotes, dec~e .. (Glosa mnrginal de Marx).

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tc11tcs, esto sólo pndrá c:xplic~i"sc porque 1ns rclnciones ~ocia· les cxi!'Lcnlcs se hallan, n su vc7., en contradicción con la fuer­za productiva c:xi5lcnlc; cosa <)llC, por Jo demás, dentro de un determinado circulo nacional de relaciones, podrá suceder también a pesar de que la contradicción no se dé en el seno de esta órbita nacionnl, sino entre esta conciencia na­cional y 1n práctica de otras nncioucs; es decir, entre la con­ciencia nacional y general de una ¡:¡ación.* Por lo rlemás, es de todo punto indi[crcntc lo que la conciencia por ~í sola haga o emprenda, pues de toda esta escoria sólo ob­tcndremo·~ un rc.;;ulta<lo, a saber: que estos tres momentos,

•la fuerza productora, el estado social y la concicncin, put:>· <len y deben nece.:::ari;irnenle entrar en contradicción entre ú, ya que, co_u In división del trnunjo, se da la posibiJi. dad, miis auii; la rcnlidnd de que las actividades cFpiri­tun]es y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignen a diferentes individuos, y la posi­bilidad de ~uc no cai;::an en contradicción rc~ide sol<micnte en que 1·uelva a abandonarse la div-isión del tral;iajo. Por lo dcrnús, 'de suyo se comprende rp1e los "c5pcctros", los "nexos''. l "~ l . ,, l " " 1 " os c:ll es ¡¡u peno; es , os conceptos , os rcparog", no son más que la e:>»presión espiritual purnmcnte idealista, la idea aparte del in11ivirluo aislado, la representación de trabas y limitaciones muy r:uipfricas dentro de las cuales se mueve el modo de producción de lrr vida y Jn forofa de int•:rcamhio congruente con él.

Con ln divi$ión de] trabajo, que lleva implícitas toda~ estas contradicciones y que <lc,cnnsa, a su vez, sobre In divi. sión natural <le! trnbnjo en el seno de In familia y en la división "lle la sociedad en diversa$ familias conlrn,p11csta3, se da, al mismo tiempo, la distribución y, conerctnmc11tc la distribución desigual, tanto cuantitativa como cnnlitativar~cn­te,. del trabajo y de sus producl1Js; es decir, la propiedad, cuyo p.nruer germen, cuya forma inicial se contiene ya cn la fnn1Í· ha, donde la mujer y los hijos son los esclavos del muido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, Intente e~ la familia, es la primera forma de propiedad, que, por Jo

[Religión]. Los alemanes con Ja ideología en cw1nto t;ü (G!osa marginal de .Marx).

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dc:1nás, ya al¡ui conc:;po11dc pe1·ft.)Lamcntc a la definición de lu; n1oden1os cco11ornista~, ~c::;ún la cu:il es el Jerecho a Ji~· poner de la fuerza de Lrab:1jo Je otrns. Por lo Jemás, Jiyisión ,kl trabajo y propicda1J privada son términos- idénticos~ uuo tlc: ellos dice, r.cferido a la csdavitud, lo mismo que el otro, 1 cfcrido al producto de ésta.

La Ji,·isión del tra!Jajo llcv:i aparcjac.la, además, la con­tr;i<licción e;nt1c el i11tcri::s dd in<lividuo concreto o de una dt:tcrminad;i familia y el interf:s cormín de todos los indi­\ i1ltws relacionados cnt re ~í, interés cou1ún que· no existe, cier­t:1 n1ente, tan sólo en Ja idea, como al00 "general", sino que ~<! presenta en la realidad, ante todo, con10 una rebción Je 111utua dependencia de los i11Ji1'i1luos entre quienes aparece Ji1 iJiJo el trabajo. Finaln1t:11te, la llivisión del trabajo nos l.,rinJa ya el primer ejemplo Jt.0 cómo, mientras los l1orubres 'Í\·e11 en una socicdac.1 ll:tturul, mientras se da, por tanto, 1i11::i :;cpar::ici..Su entre el interés particular y c1 interés co­cn1i11, ruie11tras h: actividildcs, por con~iguicnte, 110 ;iparccen di,·ididas voluntariall!Cl\l(!, 5Í!IO por lllOUO natura), Jos ar.tos ¡:ropios del liomhrc se cri~cn ante él en ur1 "podep';ajeno y hclstil, que le sojuzga, en \"CZ ele ser :!l quien los domine. En efrcto, n partir cle! 1Jl(•1nento en que comienza a dividirse el l1 uliajo, cu e.la cu:.il se iu11í:n: en 1111 Jctermi11adó círculo exclu­~¡, o de activic.laJcs, que le es impuesto y <lcl que no pue­de sali1se; el ho1nLr.; es cazuJor, pescatlor, pastor o crítico crítico_, y no ticnc m<Ís rc111cclio <¡uc H:"uirlo 6ienJo si no e _,., >

•p1icre verse privudo d,: lr,s mee.líos tle vida; al paso (¡uc en la socicJa<l comunista, Llondc caJ" inJividuo. no tiene acotado un círculo exclusivo de actividad< s, sino que puede c.lesarro· ll:.11 sus aptitudes en la rai11a qu<: mejor le parezca, la socic­tJ¡¡¡] se encarga de re;;ular la producción general, con lo que hact: ~abalmcnt¡; po"i]J le r¡ 11c yo pueda Jcdicanue l1oy n esto Y m<lnana a nquello, ']lle pueda por la maiinna cazar, por l:r tartle pescar y por Ja lltlcl1c ap:1cc11tar el ga1wtlo·, y después. d<: comer, ~i 111c pbec, d1:dic;1rJ11e a criticar-, ~in 11ecc:.idad Ji; ecr e:xclllsiv:1menle cazador, pest~ador, pastor o crítico, según lo~ casos. f:,5tu plasmqci,-111 de ];is aclividatlcs sociales esta cu11;o~iJ:u::i~n. de 1it1e~lrus propio:; proJuclos en llll ~io<lcr material cng1<lo sobre no;otr9s, si1str:iítlo a nucElro control,

'lllc levanta u11¡1 l>anera u11te nuestra cx¡iei:tati,•u y lkstruye nuestros cálc11los 1 e:; uno de los lllOI1le11tos I1111dame11tnlcs que ;e dest¡1ca11 en todo el detiurrollo liistóri•:o nnlcrior, y prcci­snmc11le por virtud <le esta contrndieción entre el iuteréa particular y el interés co1111Í11 1 cobra t::l interé~ común, en cuunto J:,'s1ado, ima Ionnn p1·opia e inJcpendie11te, separu<ln de los reales intereses particulares y colectivos y, al mismo Lie111¡io, co1110 1111n comunidaJ ilusoria, p1:ro sit!mpre solue In Lasc reul J,~ los vínculos existentes, dentro e.le eatlu con­glolllcratlo familiar: y tril>ual, tales como ]u cnrue y lu snngn.:, In lengua, la división Jcl trahujo ell mayor escula y otros intereses y, sobre toJo, como más tarde habremos de dcsarro· llar, il liilse Je: las clases, ya co11Jicio11adas por la división del trabajo, r¡uc se forman )' Jifcrc11cia11 en cutlu nno de estos co.nglomcraJos li11111nnos y e11trc Ja:; cuales liny una c¡ue do· mma soLrc todas las demás.

De Jo11de ~e desp1enlle que todas la:i luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la de111ocrncia ln nrhtocrn­cia y la monarquía, lu luc!1a por el derecho de ~ufrngio, etc., no son sino ln:i formas ilusorias hnjo las que se ventilan las luchas reales entre las divenos clases (tlt.: lu 'que lo 3 histo­riado/es alemanes no tienen ni la más remota itlea, a pesar de haLérseles fncilitudo las ot·ientnc:ioncs 11ecesu1·ius acerca de c.11.o en los Anales Frnnco·A lemn1ws y cu La Sagrada Fa11.lllia)-_ Y se dcspre11de, nsi111ismo 1 qur. todu clase c¡ue nsp1re a 1mpb11tur su dominación, aunque ésta, como ocurre en el cnso del prolctnriatlo, cont!icionc en ulisoluto }n abo. lició~i d7 _ toJn la formn de ln wcicdnd anterior y de toda dom1nac1on en general, tiene que empezar co11<¡11istando el poder político, pura poder presentnr ull iuterés como c1 ·in­terés gen~rul, cosa n que .en el ¡nimer mo111c11to se ve oldiguda.

.Precisamente porque los inc.livic.luos sólu buscan su i11tcrés particular, que pu1·a ellos 110 coi11dde con 1n1 iut¡;rés co 111 iín Y porque lo general es siernpre la fori11n il11Horia ele la COlllll'.

nic!ad, se hace valer esto i.nte s11 n.:prc~e11t11·~·it5n como nlgo 11

'1J 'llO" lJ '" J ] '" e ll e o; e 111 cpc11t il.!11te" de ellos, corno 1111 i11terés gcneru.l" " BU vez especial y pec1tlinr, o ellos niis1nos tienen

nec(:unr1;1111e11tu que c11f1 e11tarsc en esta escisi1\111

con10 <!ti la delllocruciu Por otrn parte, la lucha prúclica de estos iutere-

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ses pnrtictt];ircs r¡t1c consln11te111entc y de un modo rcnl fC

cnfrentnn ;¡ los intereses comt1ncs o r¡uc ilusoriamcntc se creen tnlc~, i111po11c como nlgo ncce~nrio );i interposición ¡1rácticn y el tdrc11;¡mic11to por el i11tcrés "gcncrnl" ilt1soriu li;ijo ln formn del Estado. El poder rncial, es decir, la fuerzn rlc produc_ción multiplicad<i, r¡t1c nace por obra de la coope­ración de lós diferentes indivi<lt1os bnjo ln ;icción de In <li· visión del trnunjo, se les. np<1rccc n estos individuos, por no tratarse de una cooperación voluntario, sino natur::d, no como un poder propio, nsocindo, sino como un poder njcno, si­lt1ado ni iirnrgen de ellos, que 110 saben de dónde procede. ni n dónde se dirige y que, ¡ior tr\11to, no pueden yn dominar 1

sino r¡uc recorre, por el contrario, un;i serie de fases y etnpas ·de desarrollo pccu liar e independiente de la voluntad y de los actos de los lio111li1cs y r¡tic incluso dir·igc esta voluntad y estos ;ictos. Con esta "c11njc11nciórt", para cxpres;¡rnos en tér-111i11os comprc11sililes p;¡rn los filósofos, sólo puede nc;¡IJ;1rsc pndicndo de d<rn prcntisns prácticas. P11rn que se convierta cu un poder "insnporlnlilc", es <lccir, f!ll un poder contra el que liny r¡ttc sublevarse, CR ncccsn1 io que engendre n unn 11111511 de In hulllnnitlnd como absolutn111cntc "Jcsposcídn" y, n In par con ello, en co1nr11dicció11 con un mundo existente de rit¡uf!zns y de c11lt11r11, lo r¡uc prcRuponc, en nznbos c;¡~oR, un grnn i11cremcnto de ln fucrzn producli\·11, un alto grn<lo de su rlcsardlllo; y, ele otra pnrtc, c~tc dcsnrrollo dr. laR f11f!rzns prod11ctivns (que cntrniin yn, ni mismo tiempo, una existencia c111piríca dnd11 en un plano hísrórico-rrnivcrsal, y no en la vida puramente loen! ele los hombres) constituye t;imbién una premisa práctica absolutamente rieccsnri<1, porque sin ella sólo se gcneraliz;iría la esca~cz y, por tm1to, con In pobreza, comcnzarín de nuevo, n la pnr, la lucha por lo indispensable y se rccncrfn ncccsnrinmcntc en toda la i1m1un¿l ícia anterior; y, además, porque sólo este desarrollo universal de lns fuerzas procluctivns llevo consigo un intcrcnzubio universal <le los hombres, en virtutl de lo cual, por un11 parle, el fenómeno de lri masa "despos.cídn" se produce simnltiincnmcnlc en to· dos los pueblos. (cornpclcneia general), haciendo r¡úe c;:ida uno ele ?llos depcndn ele las conmociones de los otros y, por tíltimo, mstituye a individuos lzisrórico-w1ivc1·salcs, empírica·

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mundialc~, en vez Je individuos locales. Sin esto, mente . . 1 JI ·. · t' 0 no fenómeno local; ] " el comunismo ~o o cgari,1 a e:os ir e 1 • · · I ¡ · b' o podrian desarro· 2.º las mismas porencras re intcrcam 10 n .

· · l · por tanto 1n•oportab1c~. llnr•c como potencias !l'1Zl'Crso es ), · , - · . $Í;10- que seguirían siendo EÍruplcs "cinrnnst?n~Í:is'' sup:·nll· ciosas de puertas adentro, y 3:º toda ampliac1on del 1nter·

cambio acabaría con el comunismo local. El comunismo, empíricamente, sólo puede darse ~orno la

acción "coincidente" 0 simultánea de Jo:; pueblos dominantes, Jo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas _¡no-· ·d~ictivns y el intcréambio universal que. 11eva aparepdo. ¿Cómo, si no, µodría la propiedad, Pº'. e1e:mplo,. ten:r ~na historia, rcYestir diferentes formas, y la. propiedad tcn11or 1~l, supong:;imos, 'irégtÍrl las difcrcJJtCS pr:misa: • eici5tentes, prC~lO· naí:' cri Francia para p;is';ir de la pnreclac1~n a la centraliza· ción en pocos manos y en In;;lntcrra, a In inversa, de la con·

· · ) 1 · • hoy real· ccntrncion en pocas n1;inos a a parce ;ic1on, como . mente e$t;imos viendo? ;,O cómo explicarse que el comcrc10, que no' es sino el intcrcnmhio <le. los productos de di\"Crson incJi,,.nluo~ y pní~cs. llcp:uc n dom1nnr ,el mundo entero ~1.c· diant'c la rclnción entre ln nfcrl;i y la demanda -rclaC'1on que, como rlicc 1m ccononii~tn in¡:d¡;s., p:_ravita ~obre ln ti.er~.ª como el destino de lo~ antip:uos. rcpart1cndo con mnno 1n'1· sibl<' ];i felicidad y la rlC$"rncin entre lo~ liomhre~. creanrlo Y cJc

5tn1ycndo impc~Í<H•, nl11~1hrnnclo p11rhlo~.~ hncirnr.lc1lo' dcA·

aparecer--, rn'(cntras q11e, con b clestruec1on de la ·hn~·C, de la propieclacl pri,·a<ln. con la rcp:11lnción comunista de la pro· dticción y la abolición de In nct.itud en q11e lo~ hornhreA ~e comportan ante sus propios prorh1ctos como ante al11:0 extra· ño a ellos, el poder dc lo rr.lación de la oferta y la demancla se reduce a la nada v los hombre~ v11elvcn a hacerse dneño~ del intercambio. de Ía producción y del modo de su mutuo

com porla.rn ien lo? Para nosotrO$. el comunismo no es un e.srado ·que debe

implantarse, un ideal al que hnya de sujelaree la realidad. Nosotros llamamos comm;iismo al movimiento renl que anula y =·~upen al estarlo ele! co~;i? a:tunl: Las. condiciones d~ f:'F.IC

tn-0vimiento óC dcsr~cnden .. de la premisa actualmente rxt~· tente. Por lo derriás, la rna~a de lo~ simples obreros -de la

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fucrr.11. de trabajo excluida en masa del capital o <le cualquier :iatisfacción, por limitada que ella sen- y, por tanto, la pér­Jida no puramente temporal de cslc mismo trah:-ijo; como Íllo!nte 11e;ura de vida, presupone, n través de la co111pc.lcncia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede exi!tir en un plano hi5tÓrico-mundial, lo mismo que el co· munismo, su acción, aólo puede llegar a coLrar realidad como exiatcncia histórico-uniyer5al. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los indiviJuos directa­mente vinculada a la historia universal.

La forma de intercambio condicionada por las· fuerzas de producción existentes en todas las fases lsistóricas anteriores )' que, a su vez, las condiciona es la sociedad civil, c1uc, como se. ~lesprcnde de lo anteriormente expuesto, tiene con 1o pre­llll5a y como fundamento la familia simple y la familia com­puesta, lo que suele llamnr~c la tcibu, y cuya naturaleza queda preciaa<la en páginas nnti;riores. Ya ello revela que esta, so­::icúa<l olvil es el verdadero 1 hogar y escenario de toda la Jii3toria y cuiin absurda resulta la concepción .histórica ánte­rior que, haciendo carn omiso de las relacionc3 retf1es sólo mira, con su limitdción, a las acciones rcsonunles de ]os' jefes }' dd Estado.ISJ La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuo.>, en una determinada fase de des­arrollq de las fuerzas productiva3. Abarca toda la vida co­mercial e in<lustrial <le una fase y, en este sen~iclo, trascienclP. de los ~imites <le! _Estado y de b nación, ·!ii bien, por otra par~e, lH~ne necesanan1ente que hacerse valer al exterior como nn_c1onahdacl. y, vhta hacia el interior, como Estado. El tér­:mno de. sociedad civil apareció en el siglo XVIII, cuando ya 1

1•& rdsc1ones de propiedad se habían desprendido de los m~r­cos de la comtrnidad antigua y medieval. La soeicdnd civil e: cuanto ta_! eó.l? se d~:aarrolla con la burguesía¡ sin cruLar­g_ •,la organ1zac1on social que se desarrolla directnmcntc hn­!andose en_ la producción y el intercambio, y que fornia en tCJJas lu ~poca.s la L;ise del Estado y di:: toda otra suprn­c~iructura id:ah:;tu, se hu designado siempre, invnriablemcn­te, eon el m 1i;u10 non1brc.

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1

1

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1 1

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50/J/U:: LJ f•fWVUCCiúN DE l.A CONCIE::NCLI

En Ja his1oriu anterior es, cvidcnte1111.:nte, un hecho cm· pírico el que los individuos concretos, ul exlende¡-se sus ncti· ddndes hasta un plano hi:;1órico-u11ivernnl, se ven cada vez u1ñs rnjuzgados hujo urÍ po<lcr--cxtruii.o n ellos (cuyn oprcoión llcf!ílll luo:go n considerar como unn i.:edidiu del llu_rnudo es· píritu universal, cte.), poder que ndc¡uicre un curúc:tcr caJu vez mñs de masa y se rcvch en última instuncia como el mercado 111u11clial. Pero, nsimismo, sc dernucstru empíricumcn· ) te 'Jlll', con el clerrocnuliento del onlcn ;;ocia! existente por ,· obra de la revolución eomunistu (Je lo que linhlarcmos wiia ntlclantc) y la abolición de la propicdn¡} privada, idéntica u dicha 1·cvolución, se di:;uelve ese pod¡:r tnu uiisterioso pum los teóricos aleuiaues y, enlon< es, la ]ibernció~1 de cuda i!ldi­vidno se impone en la rnismu met)i_dn cn que lu historia se convierte totalrnc11tc en una historia llllÍ\'Cl'snl. Es evidellte, por lo qllc dejamos expuesto más urriLa, que la vcr<laJera tic¡ucza cspiritunl del individuo dcpcrnl,: lolnlmcllte de ln n· quczu <le slls relaciones reales. Sólo a:!Í se liberan los indivi· <luos concretos ele lus diferentes trnl,us 11acio11nlca y locales, ;;e peinen en ·contacto práctico CO!l la p1·odueción (incluyendo la espiritual) del mun<lo entero y se colOL:uu en condieioues de adquirir la cupacidn<l úcccsnrin nnru potlcr disfrutar esta multiforu1c y completa producción de lodu ln tierra (l¡¡s c1·eu­eio11es de los hombres). Lll dependeueia totul, forma uaturnl ele la coopernción histórico,1miucrsal de }o¡¡ iudivi<luos, se convierte, graci;:¡s a la revolueióu comtlfli~la, en el control. y la dominación consciente solirc e,¡tos J•CHlcres, qrw, nacidos de la acción de unos hombres sobre otroa, husla ahora lurn venido imponiéndose a ellos, nterrúmlolos y (loruinándolos, co1110 potencius ubsolutatucllt1,; cxlraiíns. ~\11ora. bien, esta eo11-cepción puede interpretarse, u su vez, de tm :n;odo especula,, tivo--idealistn, e~ decir, fnntústico, como Iu "uutocreución <lcl género" (la "socie<la<l como Hujcto"), rcp1:cscntúndosc lu serit.: HUccsiva de los i11di1·iduos relucio11ados entre sí eo1110 uu solo individuo l!llC rculi:rn el 1ni;,terio_ de engendrarse a sí

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mismo. Aquí, habremos de ·ver cómo los individuos se hacen los unos a los otros, tanto física como espiritualmente, pero no se hacen a sí mismos, ni .en la disparatada con,c~pción de San Bruno ni en el sentido del "único", del hombre "hecho".

E~~cepció~_-ªe_ _ !~_!:ij_st~!Í!l __ ~~!':§iste, pm;s, .. _en , exponer el, pr~o real <!_~ _pr()~U~cl~!:':1 _pa~~~~~c1:_o para. ello, ,d~ 1a, pr9-clucción material de la vida inmediata, y en corICeEfrJia.:-Iorma d~illtercaiñ]?J:o~ ~9r~s-iroñaiezff<r:a:---.e:~1~.-~-°.!!? .. _~~1~~ y~ngend1~~~~ _}:'_()r~l, es decir, lasociedad civif eº1sl)sjJ}I~ rnntes fa~~~J- co_~:uo el fiúiaan1enfo'IJe-toaá-fa füsto~~pr~:~h~ dñQQ:[i~en . su icci_óI_I _~A--~~ia}:i!~}3:staa9·s=eX:l!lfo_apao ~.Ji~e é! ·~:U!! .t99.9slos _diversos .. pr:oductos_te.óricos. y•: formas;.d~.)a éonciencia; la religión, la filosofía, la m-;;rar·etc:vasi,como es~r de esas _eremisas su procéso de,_-nac:imien~ tQ,,j~e, natura!~,.:~~-~~!irá_~~poner las cQsªs:,en,·s1L t~ (y tamfoen, por ello mismo, la, acción - recípfoca entre estos diversos aspectos) . No se· trata dec: buscar,¡ un<i categoría en cada período, como hace la concepción idealista de la historia, sino de mantenerse siempre sobre : el , terreno ,histórico real, de no ex Jlicar la ráctica partiendo' \Je, la 'idea, de explicar las forma~~()_!i~~-jdeológicas sobre la ·hase cde• a p~ctica material,__J!QE._.QQn!J.~ -se_J}~g~~~~ntemente¡; • ~l resultado de que todas las formas y todos los productos de' 1a c~_J?.<:>E:.2~TirJk..1~i-:m,fü~-~ _ espirimrrJ,,~­diante la reducción a· la ''autoconciencia~' o la transforinación é~::~.e-étrü;!~~-=-sI;i~~~~~~:=_~tc;~-~ pueden. disolverse por el der_:i:o_~_amiento._p:r.áctico.-de.JaB.ii_cla~ 'ci~~-s sociales rea1'eS;de que emanan estas quime:ras; · idealís~ ·tas; de~•qüelaiuerza""'pi:opulsora de la historia·, incluso la cele la ·religión, la filosofía, y toda otra teoría, no es la crítica,rsino la;,revolución. sta conce ción revela que la historia no· ter­:ll'.liÍla. disolviénClose en la ''autoconciencii!'.'; como e· espíritu del.espíritu";· s~· que en cada una de sus fases se 'encuentra .un · r.esultado 'matei-ial, tina suma de fuerzas de prdd~, .un.a, r~lación. históricamente creada con la . naturaleza •y en· (tr_e unos. y otros individuos, que cada -generación transfiere ;a'_ fa 0,quede sigue, una masa de fuerzas productivas; capitales r)'t1cir~unstancias, que, aunque de una parte sean modificados ¡por, la -.nuéva . generación, dictan a ésta, de otra parte, sus pro·

pÍ<lS con<licion'es de vida y le imprimen uu determinado des­arrollo, un carácter especial; de que, por tanto, las circuns· tancias hacen al hombre en la misma medida en que éste hace a las circunstancias. Esta s~ de fuerzas de E.!::.9-du.cci§n, capitales y formas de il_ltercamhlQ.__s.o.cial con qm~ cadª-.,j_nd~­,7f(h!oy ca<la ·g-enéiacT6n se encu~~1~!_!_.<lQ!fl!? __ c_on algo dado eserfüii~eEt~-::~_¿¡_! __ Q~Jo:ir_ú~- los filósoJo~se- r'eiiúseilfan como la "imhs.tancia'~ .y. Ja . .'.' cseucia~deLho.mb.r.e2:._ele..v.ándclo a apoteosis y comhatiéndo_lcu un fundamento real que no se ve -;~t;'áliado·-;;1 ·10-má~-mínimo en cuanto a su acción y a sus

j_nfluencias sobre el desarrollo de los hombres por el hecho de que estos filósofos se rebelen contra él como "autoconcien­cia" y como el "único". Y estas condiciones de vida con que las diferentes generaciones se encuentran al nacer deciden también si las conmociones revolucionarias que periódica­mente se repiten en la historia serán o no lo suficientemente fuertes para derrocar la base de todo lo exiStente. Si no se dan estos elementos materiales de una conmoción total, o sea, de una parte, las fuerzas productivas existentes y, de otra, la formación de una masa revolucionaria que se levante, no sólo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma "producción de la vida" vigente hasta ahora, contra la "actividad de conjunto" sobre que des­cansa, en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha prác­tica de las cosas el que la idea de esta conmoción haya sido proclamada ya cien veces, como lo demuestra la historia del comunismo.

T~_l<L!l.<?Q.~.§_p_i;;ión_.hisJóric_ét,J!?sta ahora, ha hecho caso ~--~isó .. dt¿ __ ~sta l:rn_s_!L~~-eL~.k histm.:\a~lía consi~~ -~mplw~_~te como algo acc~~2.tl9.i que nada tiene que ver con el desarrollo--hisfó'r!co.-Esto hace que la historia deba escri­birse siempre con arreglo a una pauta situada fuera de ella; la producción real de la vida se revela como algo protohis-t_onco, mientras que Ja ... hiatru:icidiill__se _!Il-ª!fifi~st~Lcomo ___ algo sepa!-'~do d~. ~':.. vida_u~ual, co~g~-~~~y_-~raterrenaL_ IJe este mouo, se exclu~~~Ja l:üs!2:r,fo .. ~! .. ~9,W..J29!"~<:1l!!Ü~QtO ~-}os h..?~?~e.~.E~cL~T~n~!~:r.~!t:Z!.e.,Jo que engendra la anti. tesis de naturaleza e historia. Por eso, esta concepción sólo a~er en laui8tona·-1as acciones políticas de los cau·

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dillos y jd .Estado, las luchas religiosas y las luchas teóricas en geperal, y se ve obliga_da .ª compartir, c:specialmente; en cada época histórica, las ilusiones de esta epoca. ~or eJem-

I'lo una época se imarrina que se mueve por motivos pura­, ' t' d l " l" . ' " mente "políticos" o "religiosos", a pesar e que a re 1g1_on

0 la "política" son simplemente las formas de sus motivos reales: pues hien, el historiador de la época de que. s~ trata acepta ein más tales opiniones. Lo que estos determmados

"f" " "" · ' " e el pr'c hombres se iguraron , se imaginaron ac rea e su_, . a, .. -tica real se convierte en la única potencia determinan~e. y activa que dominaba y determinaba la práctica. de estos· 4o:m~ bres. Y así, cuando l'! forma tosca con que se presenta ,la. di, visión del trabajo eñtre los hindúes y los egipcios. pr<:rvoca en estos pueblos el régimen de castas propio de. su Es!¡do y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas fue la potencia que engendró aquella tosca forma ,social. X, mientras que los franceses y los ingleses se. aferran, por-1o menos, a la ilusión política, que es, ciertamente· 1~ más cer­cana :i. la realidad, los alemanes se mueven .. en. la: :e~fera: del "espíritu puro;' y hacen de la ilusión religiosa Ja,.fuerza. mo-triz de la historia. _._ t. .. : t ;1 1 ,., ·

La filosofía hegeliana de la historia· es la · última con­secu~ITevada a·su '"exEresToñ·:-m.ás pura" de toda esta

- .~-__..,,.., ... ~.,<1...,.,=w.w."..,.,,,.,.,, """"""""-">''""'""~ ~-~

histor.!.2JQ:afía alemana, que no· gira en ·torno a· ·10s intereses :_~!§.i....1li.Jlq1!!9.:'~~~!'!..~.)ntereses -polit1~-~~' smo e:r:i·:to:fno.··a ( pensamientos puros, que más tarCJ.e"'1ían Bruno ·se represen_. ¡

tará necesariamente como una serie de "pensamientos?!.· ... q. üY .. · se devoran los unos a los otros, hasta que, por último, en este entredevorarse, perece la "auioconciencia", y por este mismo camino marcha de un modo todavía más consecu'ent San Max Stirner, quien, volviéndose totalmente de espaldá~ aJa historia real, tiene necesariamente que presentar todo 'el pi:oceso histórico como una simple historia de "caballeros'', ha,ndidos y espectros, de cuyas visiones sólo acierta a salvarse ) él,,. ,naturalmente, por la "no santidad".* Esta concepción

---.. -;·;·~--· -¡--:-~ ___ ,_ .. _ ... , : i .,;. La llamada historiografía objetiva consistía, cabalmente,

e.n:concehir las relaciones históricas como algo· aparte de 'la ac­trn~dad. ,_C¡:¡rácter: rea~cionario. (GLosa marginaL de Marx).

42 :·: ....

11,

es .rc~~<?_r.elig_~<:J~~-LP!~~~-1_1~~--al ... !!-_?~-~~~.~_i_g.~_!?~?.-,.~~F:1-a-=l ¡;·roto hombre de __ g~l~.!!" .. l.,l!'Xl,!!l_c,~ .. ~~-ª~~J~-h~~.!2.~A .. }\.J!~J.~--1~e n-eV:lr-de.sü fina ~~n,_:.i.~~-~E:t. ~~P l .. ~ .. 1?:t~.r1."~-~1!.:~.;~~~-~;~!.d .. -·-~·ª· 5'.s niCClios ·-de .. vida ·y de la vida m.-isgi~,,l'.2J .. ,..'!...Rm!rn~ltJ2!L.."~m­n1eras- i-'ellgfosas~. To-da~-;gra·~c~ii'~epción de la historia, unida a ;;-Cl!soliTélóñ"y a los escrúpulos y reparos nacidos de ella, es una incumbencia puramente nacion~l de los alem~nes Y 'sólo tiene un interés local para Alemama, como por e1emfilo laI'mportante cuesuon, repetidas veces plan.teada" en es.tos últimos tiempos, de cómo puede llegarse, en rigor, del remo de Dios al reino del hombre'', como si este "reino de Dios" hubiera existido nunca más que en la imaginación y los eru­ditos señores no hubieran vivido siempre, sin saberlo, en el "reino del hombre", hacia el que ahora buscan los caminos, v· como si el entretenimiento científico, pues no otra cosa es, de explicar lo que hay de curioso en estas formaciones teóri­cis perdidas en las nubes no residiese cabalmente, por el contrario, en demostrar cómo nacen de las relaciones reales sobre la tierra. Para estos alemanes, se trata siempre, en ge­neral, de explicar los absurdos con que nos encontramos por cualesquiera otras quimeras; es decir, de presuponer que to­dos estos absurdos tienen un sentido propio, el que sea, que es necesario desentrañar, cuando de lo "que se trata es, sim­plemente, de . explicar estas frases te"Óricas en función de las relaciones re~es existentes. Como ya hemos d.icho, la evaporiil c10n real y práctica de es.tas frases, la eliminación de estas ideas de la conciencia de los hombres, es obra del cambio de las. circunstancias, y no de las deducciones teóricas. Para la masa de los hombres, es decir, p~ra el proletari~do, e.stas ideas teóricas no existen y no necesitan, por tanto, ser elimi­nadas, y aunque esta masa haya podido profesar alguna vez ideas teóricas de este tipo, por ejemplo ideas religiosas, hace ya mucho tiempo que las circunstancias se han encar-gado de eliminarlas. . ..

El carácter puramente . nacional de tales problemas y de sus soluciones se revela, además, en el hecho de que estos teó­ricos crean seriamente que fantasmas cerebrales como los del "Hombre-Dios", "el Hombre", etc., han presidido en verdad determinadas épocas de la historia -San Bruno llega, inclu-

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so, a afirmar que sólo "la cnt1ca y los críticos han hecho la historia"- y, cuando se aventuran por sí mismos a las cons­trucciones históricas, saltan con la mayor premura sobre todo lo anterior y de los "mongoles" pasan inmediatamente a la historia verdaderamente "plena de 'sentido", es decir, a la his­toria de los Hallische y los Deutsche ]ahrbücher * y a la disolución de la escuela hegeliana en una gresca 'general. Se relega al olvido todas las demás naciones y todos los aconte­cimientos reales y se limita el theatrum mundi*i' a la Feria del Libro de Leipzig y a las mutuas disputas entre la "Crí­tica", el "Hombre" y el "único". Y cuando la teoría se de­cide siquiera por una vez a tratar te~realmente mslofiCOs,_ pOreJomploer-üglo X VIII, ,. hmHa a ofrecernoa la hfatorfa~ <k_ las ideas, des_~ada de los hechos y los desarrollos prácticos qlle-les_ sii:ven de base, y tamKfon en esto los mueve tl exclusivo propósito de presellt:Tr~a época como el" p~­bJ:!!? imperfecto, c9mo el antecesor todavía inci iente · de;.fa verdadera época histórica~ es ec1r, el período de fo: .,Júcha entre fi1ósofo;-aJ:emañe_s(l840-44f:-X esta finalidad de es¿r:r.: bir una historia anterior para hacer que brille con mayores destellos la fama de una persona no histórici:¡ y de' slls'lfan­tflsías, responde el· hecho de que se pasen por alto todos 'lds acontecimientos realmente históricos, incluso las in·gére!fcias realmente históricas de la política en la historia, ofr'éciérido a camhio de ello un relato no' basado precisamente eri~'eÚu'­dios, sino en especulaciones y en chismes literarios .·;cómo

. . . . . '· hubo de hacer San Bi·umf én' su Historiá; del Siglo XVIII/· de la que ya no se acuerda nadie. Estos arrogantes y gfartüifo'. cuentes tenderos' de ideas, que se considérari tan 1Miriita~ mente por encima'' de: 'to.dos'' ·los prejuicios nacioiiales ~ 'sdn p_u_es, en la realidad, 'mucho más nacionales fodavía qu,~r ~sói f1hsteos de las cervecerías . que sueñan con la uriidaCI ':ae Alemania. No reconocen como históricos los hechos' 'dé'"'fos dem~s pucb~os, viven en Alemania, con Alemania y' pai'~ºÁle"­mama, convierten el canto del · Rin' en un cántico litúrgico y conquistan la Alsaciá-Lorena despojando a la· filosÓfía''frar:»

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l

-t,·

cesa en vez de despojar al Estado francés, germanizando, en vez de las provincias de Francia, las ide'!s francesas. El señor Venedey es toClo un cosmopolita al laClo de San Bruno y San l\lax, quienes proclaman en la hegemonía,. universal Cle la teo­ría la hegemonía universal Cle Alemania.

lle estas consiCleraciones se desprenCle, asimismo, cuáJ,J. equivocado está Feuerbach cuando (en la Wigands Viertel­jahrsschrift, * 1845, vol. 2) se Cleclara comunista al calificarse como "hombre coy:i_ú.n" ._c9ro.itliend°-és.t.a..c.1l.alidad...!!.n un pre­~re y crtex_enClo, p_m:_..Y\_llQ,_l:~~ir de nuevo ~na mera categorí~_lo3~~~~J~.LmunClo exist!:lri.te ,qg_§.:igQ~ a 12s secuac~_s de_E.!1 determinfilio__.µru:tido revoludonariQ., :f 9da la deducción de Feuerbach en lo tocante a las relacidnes entre los hombres tiende simplemente a demostrar que los hombres se necesitan los unos a los otros y siempré se han necesitado. De lo que trata es de establecer la conciencia en torno a este hecho; Feuerbach aspira, pues, cg_m_o los demás teóricos, [A a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, lliJ mientras que lo que al vm;_d_i:¡_dfil:o comunista le importa es d~rrocar lo que existe. Reconocemos plenamente; por lo ae. más, que Feuerbach, al esforzarse por crear precisamente la conciencia de este hecho, llega todo lo lejos a que puede llegar un teórico sin dejar de ser un teórico y un filósofo. Es característico, sin embargo, que San Bruno y San Max colo­quen inmediatamente la idea que Feuerbach se forma _del comunista en lugar del comunista real, lo que hacen, en parte, para que también ellos puedan, como adversarios iguales en tango, combatir a~ ;;ornunismo como "esp~ritu del espíri­tu", .s;omo una categoda filosófica; y, por parte de San Bru­no, respondiend<?, además, a intereses de caracter pragmático.

~o· ejemplo del reconoein;ijento, y a la vez <lescono­ci.mientu. ile lo existente, gue Ferierbach ~ compartiendo cop nuestros adversarios, recordemos el pasaje ·ae-srr-Ftt-657Jjía del Futuro en que sostiene y 'desarrolla que el ser de Üna

reos a o 'del hombre. es, al mismo tiem Eºz su esencia, que las dete~mmrulas r~lacJ.Qnes--fil!Lform.i.rn la existeneia,,_eLmrufa -~1d~2'.J~-~-~.!iY!ci~clE.!LY..!!.:.indiviCluo_anü.nal o hum'ano c.ons-

* ·Revista trimestral de Wigand (N. de la ed.)( //'/

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· 11 " .,, · "fh Td : : t uy en a que o en _g uc su es~..i;i.cia se siente satis ec a. o a excepción se considera expresamente, aquí, como un accidente desgraciado, como una anomalía que no p&ede. hácerse. caro· Liar. Por tanto, cuando millones de proletarios no se s,ienten satisfechos, ni mucho menos, con sus condicio.nes : c1,e vida, cuando su "ser" [ ... ] , * cuando de lo :que • se i tratá,. en:. rea· lidad y para el materialista práctico, es .decir, !, para .el comunista, es de revolucionar el mundo existente,.·,de. atacar pr::ícticamente y de hacer camhiar las cosas con que,Jlos· en,con· tramos. Allí donde encontramos en Feuerbach ···semejantes concepciones, no pasan nunca de ·intuiciones.,~suelta_s,,,, que influyen demasiado poco en su modo general de,éoncebir .par¡i

- que podamos considerarlas más que como• simples::: gérmenes; susceptibles de des.arr.·ollo. La "concepción" feuei:bachiana:J deljr'¡ mundo sensible se Jiwita, de una parte,· a su 1mera ~contempla 1\.'fi ~i_ón y,_ de_ otra -llill-~-l!-1ª-·JP._e.-r.ª_.aensaci.ón.:-:..di.c~LJ:Wmbre'. en....x.~o.mlwes---h.istóácos.-r.eales"J ·,·'·'EH honibré'~.- es rcaliter* ;¡ ''el alemán". En el primer caso,.'.en:la .:contempla· ción del mundo sensible, tropieza necesariamentepcon1.:cosas que contradicen a su conciencia y a su sentimie:µto,t que: tras· to rilan la armonía por él presupuesta de todas "Has r¡partes del mundo sensible y, principalmente, del hom_hie cómla. na· turaleza. * ;> * Para eliminar esta contradicción;) :Feuerbach, s~e ve obligado_j:-~i,'.ecurrir auna. doble concepción,¡i,Joscilando en,tre un<l .. ~'?~~~i~I<?~fana~·-:'qu~---sol~~~~nmo::.:_~.~~:r~parec,e

• • ' "' • • •. ! .1 ~'.l ·í ~-~:.¡u i ~ ·t ') 1..'.T~'.";""i"'trrrn 1 ,

. ." El sentido de la frase que falta, é~~; aptBfiifi&dtiti{(mi~~''éL ~1guiente: cuando su "ser'~ [contradice· a sü "ésénci'a"!, se!;triitaká, indu~ablemente; de una anomalía, pero .:no,•P,e;1un.-;accide:ri.te des­graciado. Un hecho histórico que descansa sóbre ir.elaciones socia­les totalmente determinadas. Feuerba.ch se'"cóntenúi. con regis­tr0:r este hecho; no hace más que intérprétarÍ'er'ftiündo' sensible existente, se comporta hacia él solamente' cómo 1t'eórico] , cuando de lo que se trata, en realidad ... (N. de la ;~q.), :,;, ,, , .

*"' En realidad (N. de la ed.). .. .. ,.., .. ·· ., , ,. *" * El error. d.e Feuerbaci: CO!fSiste ne¡ eri; ,~~b'ordlnar '10. qtie

aparece sobre la tierra, la apariencia séhsibl!') de' lá realidad sen.:. sible compr.obada mediante la indagación-mfof iexacfa de' los he­c~os per~i~idos_por lo~ sentidos, sino en!.que;_,:no"acierte a'enjui­c1ar en ultima mstancia los datos de los sentidos sin verlos con los "ojos", es decir, a través de las "gafas", del filósofo; (Nota de Marx y F¿ngels). . · · "" · · ·

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soJ!.E~.l.<i .. _tip_J}:ª"z._X_~tr~_!uperior, filosófica, que contempla la ·~~~~ªQD:,1J_c::~~:r:i.9!.~~: __ 9_tt.le§:~s:- .. ~·o--vegüeeilññii<lo8en. siLle que le rodea no es algo <lTrectamente dadQ des<l~..!2da l!IP eternidad constantemente io-ual a sí mismo, sino el pi=O: dueto d_e la in,dustria y del esta~socia, en e señfiO.oOeqüe e~un product.Q_históciQQ,_el resqltado de la actividad de toda una serie de generaciones,_cada una de las cuales se encarama sobre los hombros de la anterior, sigue desarrollando su in­dustria y su intercambio y modifica su organ'ización social con arreglo a las nuevas necesidades. Hasta los objetos dé la "certeza sensorial" más simple le vienen dados solamente por el desarrollo social, la industria y el intercambio comercial. Así es sabido que: el cerez<:>, como casi todos los árboles fru­tales, fue transplantado a nuestra zona hace pocos siglos por obra del comercio y, tan sólo por medio de esta acción de una determinada sociedad y de una determinada época, fue entregado a la "certeza sensorial" de -Feuerhaeh. ' l

Por lo <lemás, en esta concepción de las COGas tal y como r~a.lmente son y han acaecido, todo profundo problema filo­s~f1co se red~1cc a un hecho empírfoó. puro y· sim. ple. Así, por ejemplo, el importante problema de las. re,laciones entre el hombre y la naturaleza (o, incluso, como dice ;Bruno: :......páo-. 110-, las "antítesis de naturaleza e historia", como si se tr~­tase d~ dos "cosas" distintas y el hombre no· tuviera siempre ante si una naturaleza histórica y una historia natural); del que han brotado todas las "obras inescrutablemente altas" so~re la "substancia': y_.~a "autoconciencia", ·desaparece por sí mismo ante la conVIcc10n de que la famosísima ·"unidad del h~mb~·e con la naturaleza" ha consistido siempre en, la indus­tria, siendo de uno u otro modo según ,el mayor o.·menor des­arrollo de la industria en cada época, lo mismo que la "lucha" del hombre con la naturaleza, hasta el desarrollo de sus fuer­zas productivas sobre la base correspondiente. La industria Y el comercio, la producción y el intercambio de las necesi~ dades de la vida se condicionan por su part~ y. se liallan a s~ v~z, c??dicionadas en cuanto al m.odo de, funcion,ar por' la d1stnhuc~on, por la organización de las diversas clases socia­le_s; Y asi ;e explica por ,qu~ Feuer~acl~, en Manchester por ejemplo, solo encuentra fábricas y maqmnas, donde hace unos

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cien años no había más que ruedas de hilar y telares movidos a mano, o que en la Campagna di Roma, d?:1de ,en l~ época <lr Au«usto no habría encontrado más que vmedos y villas de capitalistas romanos, ~ólo haya hoy pastizales.' y pantanos. Feucrbach habla <le la concepción de la ciencia de la natu­raleza, cita misterios q1;1c sólo se revelan a los ojos dél físico y del químico, ¿pero qué sería de la ciencia- ~atural, ··a no ~1·r por la ind.ustria y el comercio? Inclus() esta e~9J:¡cia !lªP~r,al "pura" adquiere tanto, su fin co°1:o su ~atc~ial .;s?_lªF~P.~e µ;rncías al comercio y a la industria, gracias a 1~, ,aqp~1,C1.~d sensible de los hombres. Y hasta tal punto es esta, _ac;t,1v1dad, este continuo laborar y crear sensibles, esta prodl!-!i9ÍÓn,: la base de todo el mundo sensible tal y como ahora existe,_ que si se inter:rumpiera aunque sólo fuese durante un ,año,,l~:!le.r­bach no sólo se encont.raría con enormes ,cambios en, ~l: ll:lun(lo natural, sino que pronto echaría de ,menos to9o; el: 1 wl;u~<:lo humano y su propia capac;d¿¡d de concepción y h,allt~ ·¡S_U~ pro­pia existencia. Es cierto que queda en pie, en ello, la.:.priori­<l-ªd de la naturalez.a. extei:ior. ~ t,Qdo esto no es· apliii:ahhl ai hombre ociginacio~ado por generatio cequiVoca, \pero ésta diferencia sólo tiene sentido siempre y cuanuo .. se ·.:consi, <lere al hombre como algo distinto de la naturaleza;J.Por: lo Jemás, esta naturaleza anterior a la hiStoria human~v·no ,·es la naturaleza en que vive :Feuerbach, sino \ina naturaleza qlie, fuera tal vez de unas cuantas islas cor alíferas australian~S'.' de re~iente formación, no existe ya hoy en parte'··alguha, 'ni existe tampoco, por tanto, para Feuerbach. · é' ii.''' r,;; .;.: ·.

,, Es cierto que ~eu.erbach les ·U:va a.: l.os ~ª. t·.·e·}· i. á.lj .. s.~:¿r~,'.""p. ;u·,· .. ~\ ros }ª _gran vcn_tªJª de que ve como tamb1en el,,;h~~~~~, .~s j un. objeto sensible"; pero; aun aparte de, qu'e·'solo 'l9'

1ve

como "objeto sensible" y no como "actividad sehsibl¿";ufuari-' teniéndose también en esto dentro de la teoría:; 1 $ii{ 'cón¿ebii

" • •• ". J, e,.·~· ! ~- • • ,., 1 '), • ,

los hombres dentro de su trabazón social dada, bajo 'las éoq~ dieiones de vida existentes qúc han hecho de 'elloi'-)d '\jJ~ son, no llega nunca, por eÍlo mi~mo, hasta el h9;TIB're'.'.~~-~i:

: : ::.)Lid 1{ 11 ..•

* Generación espontánea; el nacimiento de los ·s'eres1'Ór.gán!'-' cos a partir qe materias inorgánicas (N. de la ed.).

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~I

mente existente, hasta el hombre activo, sino qu~ se detiene en el concepto abstracto "el hombre", ~ só!o. consigue ri:con,~: ~cr en la sensación el "hombre real, md1v1dual, corporeo , es decir. no conoce más "relaciones. humanas" "entre el hom· bre y el h~mbre" que las del amor y la amistad, y a~~más, idealizadas. No nos ofrece crítica alguna de las eond1c~ones de vida actuales. l'i_o consigue nunca, por tanto, concebir el mundo sensible como la actividad sensible y viva total de fos individuos ~e lo forman:__ razón por la cual se ve OEI1gado, aTver,}:>Ür ejemplo, en vez de hombres sanos, un ~ropel de seres hambrientos, escrofulosos, agotados por la fatiga y tu­berculosos a recurrir a una "concepción más alta" y a la ideal "co~pensación dentro del género"; es decir, a reincidir en el idealismo precisamente allí donde el materialista comu­nista ve la necesictad y, al mismo tiempo, la condición de tina transformación ra.dical tanto de la industria como de la or­ganización social.

1,.,.En la medida en que Feuerb~h _i:s materialista, _n~~- . rec~ en 1fTilll~~~~L~!: r~ i:1~-~raa en _ _gu~ t?1!1ª Ia n:stor:ª, :\»­eñconsTde~~~1.<:>EL.º2·-~~!!,:_~al~a, 1V!_<,1~~riahsmo -e lust~~ia : aparecen comp~~-~~-~~~ .. "!!~!.?!~Un ~' co~~ue, Eºr lo d~mas, se .e:1ú~Jic.!LR~<!~~s ex.euesto.(~ · ·

La historia no es sino la sucesión de las diferentes ge­neraciones, c;J; un-;--dt!__laª-...J::JJ.ales : exp1oia-ros--'ffi1ifenales, cap1tale;-y.-:fuer~~-s---pr~du~tivas transiñiticfas'-:-por cuantas ' la l1añ-pre~eoi'Clo;--e8 .. decfr~- qiie~·-por 'Uña parte~~prosTgüeeñ · éon-dEio~----CO-mpletamdñTe--<fístiñfáS"laacHvíclaª _:~~PEee~i'.1}e, mien ras que, por otra parte, modifica las circunstancias an­teriores mediante úna actividad totalmente diversa, lo que po­dría tergiversarse especulativamente, diciendo que la l~istori~ posterior es la finalidad de la q'!-le la precede, como s1 dijésemos, por ejemplo, que el d(lscubrimiento de América tuvo como finalidad ayudar a que se 'expandiera la Revolución Francesa, interpretación mediante la cual la historia adquiere sus fines propios e independientes y se convierte en una "per-

. " (" 1 " t . . " l sona Junto a otras personas Junto a a au oconc1enc1a , · a ""Crítica", el "único", etc.), moientras que lo que designamos

l l b "d . . ' " "f. " " " ... d " con as pa a ras eterm1nac10n , in , germen , · I ea , de la historia anterior no es otra cosa que una abstracción de

/_¿/

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la historia posterior, de la influencia activa que la anterior ejerce sobre ésta.

Cuanto más vayan extendiéndose, en el curso de esta evolución, los círculos concretos que influyen los unos en los otros, cuanto más vaya viéndose el primitivo aislamiento <le las diferentes nacionalidades tlestruido por el desarrollo del modo de producción, del intercambio y de la división del trabajo que ello hace surgir por vía natural entre las diver· sas naciones, tanto más va la historia convirtiéndose en his­toria universal, y así vemos que cuando, por ejemplo, se in­venta hoy una máquina en Inglaterra, son lanzados a· la calle incontables obreros en Ia India y en China y se estremect toda la forma de existencia de estos países, lo ·qnc· quiere decir que aquella invención constituye un hecho -hlstó'rico­universal; y vemos también cómo el azúcar y el· café· dérrnies~ tran en el siglo XIX su significación histórico-universal po:i: cuanto la escasez de ebtos productos, provocada pol'' - el sistema continental napoleónico, incitó a los »alemanes a sublevarse contra .Napoleón, estableciéndose· :con' ello>·Ia base real para las gloriosas guerras de independenciaféle• 1813. De donde se desprende que esta transformación de Ja: hisroria· en historia universal no constituye, ni mucho Iliéhos;;o·unisiih­ple hecho abstracto de la "autoconciencia'', del ;espÍl~itu r uni­versal o· de cualquier otro espectro metafísico,' sino rin 1iecha perfectamente material y empíricamente comprobabld,' ·dél que, puede ófrccernOS' un tcstim·onio probatorio cuál quier' in~ dividuo; con sólo marchar por· la' calle y· detenerse •. conh4 b b . ' .. , _e er y. vestirse; . .. .r·-; in:;;;"

f -,;: ,Las ideas de la clase dominante son las ideas doiuinarites· íl ( d ' !i e~~É_oca; o; dicho en otros términ~"Ctaseque ejerfé ! el; p.oder material dominante; en la sociedad es; al ni:iill'O , t1empo,\su :~~der. esE,irit..z!!!!__<lúmJ_I.!En!E_: .Jill-:c;Iase. que· tieilC' f 1:1-:;;su,;,QÍspos1c10n los m-ecT10s para la producción mate:dal <lis'-' , p_one;1pon el!~···al mismo tiempo, de los medios para la pi-o¡ ¡ d_1.lCf,ron:;esp1n~ual_; lo que hace que se le sometan, al propib

U.erpp_o;:por:terrtnno medio, las ideas de quienes carecen de' ·~ 1-~sL.:~~~io_s:nece.!lari'os para -producir espiritualmente.,Las · idea·s· -~ .rJ1~1nan~es;,no::s.onl otdra . cosa que la -ex¡;u:e.sión idelil 'de liIB... \ .& a~.rnues·~matena es . _ ominantés, las misri:ias relaCiones · iniÍ~ _ _____.

1 e ria les Jorn in antes concebidas como ideas; EOr tanto, las re· luciones '1 ue hacen de una determinada clase la cl~~~--~?~:t;ni· namc-~Oíi-fa"riifüé0-~1as'{füé 'coiifieréri--ei-·papel dommant~~ :-us idea~. Los individuos que forman la clase dominante tie­nen l~-,~·¡;·ién, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase. y r.11 cuanto determinan Lodo el ámbito de una época histórica, se comprc11Je de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también como pe?~adores~ c~mo productores de ideas, que regulen la producc10n y d1stnbu­cióu de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean, por ello mismo, las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, en una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla <liviJida la dominación, se impone como idea domi­nante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como "ley eterna".

La división del trabajo, con que nos encontrábamos ya más arriba tpág8.l32-35]T como una de las potencias fun­damentales de la historia anterior, se manifiesta también en el seno de la clase dominante como CÍivisióndcltrana}o--físico e intelectÚal deiainiOCfo-qiíelilla--arte- de esta Clasesere­vela c~o l~ -que da s~nsa~_o~~ los -ideólogos concep­llvos actlvos-Cfeaicna clase, que hacen del crear la ilusión de esta ~ase acerca de sí misma su rama de alimentación fun­damental) ,_mientras que los ~~i~E!.~E:...~- ide~,:i e ilusiones una actit.~_ás-~~!._v,11: .. Y~.!.~S,~ptiv!: ya que SOñeii reaJidad)0,13...1!1ie:r_y.bi:_q,,~.-<J..!<tivos .d~ .. ~§tª-.cla~ y ruspoñen de poco tiempo para formarse ilusiones e ideas acerca de sí mismos. Puede incluso ocurrir que, en el seno de esta clase, el desdoblamiento a que nos referimos llegue a desarrollarse en términos de -cierta hostilidad y de cierto encono entre ambas partes, pero esta hostilidad desaparece por sí misma tan pronto como surge cualquier colisión práctica suscepti· ble de poner en peligro a la clase misma, ocasión en que <les­a parece, asimismo, la apariencia de que las ideas dominantes no son las de la clase dominante, sino que están dotadas de un poder propio, distinto de esta clase. La existencia de ideas revolucionarias en una determinada época presupone ya la

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existencia de una clase revolucionaria, acerca de cuyas, pre­misas ya hemos dfoho más arriba (págs. [34-37]) lo necesario.

A,hora bl.en, si, en la concepción del proceso histórico,· se separan las ideas de la clase dominante de esta clase misma; si se las convierte en algo aparte e independiente; iSl'·nos';li­mitamos a afirmar que en una época han dominado tales o cuales ideas, sin preocuparnos ni en lo mínimo ·'.de: las :con· diciones de producción ni. de los productores de''cstas:ideas; si, por tanto, damos de lado a los individuos y. a'fasusituacio" nes universales que sirven de hase a las ideas, 'podem'os<afir~ mar, por ejemplo, que en la época en que dofuinó:'.la'!aristo• cracia imperaron las ideas del honor, la lealtad; ~tc;n:nientrks que la dominación de la burguesía representó el inÍperio de las ideas de la libertad, la igtialdad, etc. <10 > Así s'e iniilo-iria'las

. . .. ~ . cosas, por regla general, la propia clase dominante> Esta ·~coñ-cepción de la historia, que prevalece entre todos' Iok' historia~ dores desde el siglo XVIII, tro~ necesaffari:fent~ coíFel ft;!!ÓJIL~_que imperan ideas cada vez m¡;'ahstractas, es de_cir,_g~e revi_s_ten_c.ada vez más de la forro.a de -ló~ En _efecto,_cada nueva clase que pasa a ocuj;!ai' 'eP1~'"üesfo':' de la_gµ~_dominó antes de ella se ve obligada;'¡:fa.r'a'.~pO'dei" sacar adelante lo~~persig!~,__A._presentar ·sil préipio::lfüté~és c01;nQ __ eLinter.és__común-de-todos_]º~ miembros 'de 1 la !soéieiliili, es decir, expresando esto mismo e_n términos.' idelile's::,, a~'ilh~ ~J,·imir_a sus iueas la forma de lo __ g_e.l:!e.rnl;..:'.U.:.:.:pres'ci:itari'esfí'.ls i<!_c:~s c<>.mo las únicas racionales y d~das · l::n;itvígeb:Cia'~áµg0~ lu!.a.-La clase revolncionaria a parece de·. ·ant~man'o,"·ya·' 'poi eI solo hecho de contraponerse a una clase,' rio',,d3ili.B' .i1áse;· siiiü como representante de toda la sociedad, co'rn'ó''.ftiai 1{'ín~~a· de la sociedad, frente a la elase única a lá.1 :'tlhk'~tfünrifü'iihi~. y , . . " .

puede' hacerlo así, porque en los, comieJ:i~ó~"sU"iht~'f-és ke armoniza realmente todavía más con ~f 'int~ré~''~6fu;íri.. ;de todas las demás clases no dominantes y, b~Jo' la opresiéíri"d.~ las relaciones existentes, no ha podido des~riÓÜ~rsé ari~\ori'ío el intm-és específico de una clase especial.*< Sii triunfo''~p~o-

• ,"·1 ! ;. : ~ ... ·'. i ·; ~ : ,t.. . . . ;, ~ . '

* La generalidad corresponde: 1) a, la cla.se contra el es­tamento; ?) a la competencia, al intercambio .mundial' etc.· 3}' al gran contmgente numérico de la clase dorrifnáhte; 4) k-ia Üüsión

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C' 1 vecha también, por tanto, a muchos individuos de las demás iJ clases que no lle"an a dominar, pero sólo en la medida en

'\./ b ••

,, . ,'?i ? que estos individuos se hallen ahora en cond1c10nes de ele-X \\' ,• , ~e varse hasta la clase dominante. Cuando la burguesía fra11~es,a

.. o-" derrocó el poder de la aristocracia, hizo posible con ello que 1, e~ muchos proletarios se ele.vasen por encima del proletariado,

d' pero tSlo los que pudieron llegar a convertirse en burgueses. Por eso,. cada nuevª_clase-instaur,a-su __ domifüi.ción siempre sobre una base más extensa que la d!lmin.ante_con anteriori­dad a ella, lo -~P:.1_~, a su vez, hace__q.u.e.,_más tarde, se .ahonde y_~gudice todavía -~~ULCO~tradi,~ción de Ja C~l!~~l!º-.f!.~ seeClora contra la ahm:a .. dotada de riquez~. Y ambos factores hacen que la lucha que ha de librarse contra esta nueva clase dominante tienda, a su vez, a una negación más resueltaf más radical de los estados s~ciales anteriores que la que pudieron expresar todas las clases que anteriormente habían aspirado al poder.

Toda esta apariencia según la cua] la dominación de una determinada clase no es más que la dominaci~n de ciertas idea¡;:, se esfuma, naturalmente, de por sí, tan pronto como la dominación de clases en general deja de ser la forma dl organización de la sociedad; tan pronto como, por consi­guiente, ya nó es necesario presentar un füterés particular como general o hacer ver que es "lo general" lo dominante.

Una vez que las ideas dominantes se desglosan de los individuos dominantes y, sobre todo, de las relaciones que brotan de una fase dada. del modo de producción, lo que da como resultado que el factor dominante en la historia sean siempre las ideas, resulta ya muy fácil abstraer de estas diferentes ideas "la idea" por antonomasia, el principio, etc., como lo que impera en la historia, concibiendo así todos estos conceptos e ideas concretos como "autodeterminaciones" del principio que se desarrolla por sí mismo en la historia. Así consideradas las cosas, es perfectamente natural también que todas las relaciones exister,tes entre los hombres se deriven

de los ~ntereses comunes (ilusión en un principio verdadeTa); 5) a la Ilusión de los ideál'Jgos y a la división del. trabajo. (GLosa marginal de Marx).

l./J

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del concepto del hombre, del hombre imagi':1ario, _de la cscn· ia del hombre del hombre por antonom~srn. As1 lo ha he· ~ho en efecto, Ía filosofía especulativa. El propio H.egel con· fies~ al final de su Filosofía de la Historia, que ·"su lo cons1•

dera' el desarrollo ulterior del concepto'~ y;: que .\re y expone en la historia la "verdadera teodicea'' (pág.• 446) ; Pero, cabe remontarse, a su vez, a los productores: ·"de] concepto", a lo!! teóricos, ideólogos y filósofos, y se llegará ·entonces al resul­tado de que los filósofos, los pensadores como :tales,. han do­minado siempre en la historia; resultado . que~ en . efecto, según veremos, ha sido proclamado ya por ·Hegel: Por .tanto; todo el truco que consiste en demostrar• el ~lto m1peno del ·espíritu en la historia (de la jerarquía, en Stirner) se red 11ec a los tres esfuerzos siguientes: ·' · · ··

l. 0 Desglosar las ideas de los iñdividuos dominantes, que dominan por razones cÍnpíric'as, bajo cohdfoion~s ,empí­ricas y como individuos materiales, de estos ir_idividuc?s 1;fomi­nantes, ~cconociendo con ello el i:mpel:io de las· icka~ o las ilusiones en la historia. · · · : 1

• 1 ·~-

2.º Introducir en este imped~'}J~~,J*s)d.~H?;~~n;:.?~~~il; demostrar la existencia de un.a trabazQp m1st1ca. enJ:re ~a,s i~eas sucesivamente dominantes, lo que s~ Io'gra'''.~on:c~l)ién,dolas como "autodeterminaciones dei pon<;ept9" qo j:ue; j~~ ... ro~ibJ~ porque estas ideas, por medio dél fum;IamentQ • e:inpíi·ico, ~obre que descansan, forman realmente una trabazón._ y :pq5r1uq, ~on­cebidas como meras ideas¡ se c;ollvierten ~.n; au~,«;>,<li.~~~n.ci~ncs, eri distinciones establecidas por ,el propio pens~Il,liS!Ilp\: ,,, ,

3.0 Para eliminar la apariencia mfatica de: estp ','~o,n.c~pto que se determina a sí mismo'', se lo convier.te en.::iin,[J;:pcrsona -"Ja autoconciencia"- O, .si se qu_iere l).par~~er C,Ol!_fO;,muy maten&lista, en una serie el.e personas r~presentantes- ''.del cop­cepto" en la historia, en "los pensadores", los "filósofos", ;Jos ideólogos, concebidos a su vez como los fab;ricailtes , de la historia, como ~l "Consej" de los Guardianes", como las po­tencias dominantes.* Con lo cual habremos eliminado de la

'" El hombre= el "espíritu humano pensante/' (Glosa mar-ginal de Marx). ·

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historia todos los elementos materialistas y ~o<lrcmos sollar tranquilamente las riendas al potro especul~t1vo. ___

1 Mientras que en Ju vida vulgar y corriente todo sh~p- · keeper * sabe perfectamente distinguir en~re l_o. qu~ algmen dice ser y lo que realment~ nucs~ra. lustonogr~fi_a no ha !2_gE_ado todavía ~~1!.s'.~~1~.-~n uE._~.!:1.ºc1m1cnto tan trivial co':11o éste. Cree a cad_'!_jpo.:_a__p_<_?_~.~~~-~~~~. lo g~ acerca de sí misma~y lo que se figura ~· - Este método histórico, que en Alemania ha llegado a imperar y--; florecer, debe desarrollarse ~n relación c?n _las ilusiones de los .ideólogos en general, por ejemplo, con las, ilu­siones de Jos juristas y los políticos (incluyendo, ~ntr_e est9s ] 05 estadistas prácticos), en relación con las ensonacwnes Y tcro·ivcrsaciones románticas de estos individuos, las cuales se

o ' • explican de un modo muy_ sencillo por s~1 -~~s1c10n pract1.ca en Ja virla, por sus negoc10s y por la d1v1s10n del trabajo.

[B. - LA BASE REAL DE LA' IDEOLOGÍA] .. ~

[l]

INTERCAMBIO Y FUERZA PRODUCTIVA

La más importante división del trabajo físico y ~spiritual es la. separac10n de la cmaacl y el campo. La contraehcc1ón entre el campo y la ciudad comienza t:un. el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen tribual al Estado, _de la localidag_~Ja_nación, y se mantiene a lo largo de tona 1a hisToria de la civilización hasta llegar a nuestros días (Anti· Corn-Law-Leaguef21).

Con la ciudad aparece, al mismo tiempo, la necesidad de la admmistración, de la policía, de los impuestos, etc., en una palabra, del régimen colectivo y, por tanto, de l_a política _en general. Sé mamf1esta aqtiC pÓr vez primera la separación ,ae~

* Tendero (N. de la ed.J.

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la población en dos grandes clases, basada en la división del trabajo y en los instrumentos de producción. La Ciudad es y~ obra de la concentración de la población, am-instru· me~tos _de produ~ión, úel capital, .del d~frtlte y', de _1ªs n~­c~es, al l~_aso_que el caII1QO sirve de exf!ollente' cabal­~ealíleCho con~_al _ aislamiento. y la s~led~. La contraposición entre la ciudad y el campo· sólO 'puede ;darse dentro de la propiedad privada. Es la expresióii":i:Qás palmaria de la absorción del individuo por la división d~l; trab'a}o; por una determinada actividad que le es impúest1¡1:; ,ab"so:i:ción que convierte a unos en limit.ados animales urbanos''{: a;''o'tro's en limitados animales rústicos, reproduéiendo ''diarhriie:ht~ este antagonismo de intereses. El trabajo v~elvé a':Je~b~quCfo fundamental, el poder sobre los individuos, y mieriii~~ 'éxista este poder, tiene que existir necesariamente 'Ja ·. prbpiMdad privada. La abolición de la antítesis enfr~ I~ ';ciud~d ''y. 1~1 campo es una de las primeras condiciones para la comunidad condi~ión que depende, ~ su vez, de una masa de premisa~ materiales, que no es p~s1ble alcanzar por obra de la ,simple voluntad, como cualqmera · puede percibir a prime'.t1d vista. (Estas condiciones habrán de ser desarrolladas más adelante). La s~~aración de la ciudad y el campo puede concebirse tam?1en como la separación del capital y la propiedad sobre la tierra, como. el :omien,zo. de una existencia

1 y, ~e un des­

arrollo del capital mdepend1entes de la propiedad territorial, ?et una pb:op1edad basada solamente eµ .el t:i;al:l.ajQ,1y r.~n el in ercam 10. · · · · · .. · ·

., ºl·'1.:..''\~~1fiffD;; .et ;.>·~

.. En las ciudades que en la Edad Media no Jµ~i;d:p_í t:rnns· n:i1t1das, ya acabada~, por Ja historia, anterior; sitio; qi.le~tB'(.]X~ g1eron como formac10nes nu.evas .basadas en. lo.s .sier.vos~ de la gleba converti,dos en hombres libres, el trabaj~ ¡ ~;p~~i~L de cada uno de estos era la única propiedad con .. qµ~ico;t:Itaba; fuera .del pequeño capital aportado por él ':Y, ,c()ll!li.~!eP,..te: casi exclus1_vamente en las he~ramientas, más necesarias,; La., com, peten~ia de los siervos fÜgitivos que consta:Ót~·~~~i~·::?tf gía~ a la ciudad, la guerra continua del campo cq~t;i;~ J.o~ ·.9~!lt.J,"os urbanos .Y: como consecuencia de ello, la necesidad de un poder militar organizado por . parte de las ciudades c:er:nex"o d'.e la propiedad en común sobre determinado t'rrab~j'J, I; ne·

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cesidad de disponer de lonjas comunes para vender las mer­caderías, ··en una época en que los artesanos eran al mismo

. tiempo commen;ants, * y la consiguiente exclusión, de estas lonjas, de los individuos incompetentes, el antagonismo de intereses entre unÓs y otros oficios, la necesidad de proteger un trabajo aprendido. con mucho esfuerzo y la organización feudal de todo el país: tales fueron las causas que movieron a los trabajadores de cada oficio a agruparse en gremios. No tenemos por qué entrar aquí en las múltiples modifica· ciones del régimen gremial, producto de la trayectoria histÓ· rica ulterior. La huida de los siervos de la gleba a las ciuda· des hiZo afluir a éstas una corriente ininterrumpida de fugi­tivos durante toda la Edad Media. Estos siervos, perseguidos en el campo por sus señores', presentábanse sueltos en las ciu· dades, donde se encontraban con agrupaciones organizadas contra las que eran impotentes y en las que tenían que re­signarse a ocupar el lugar que les asignaran la demanda de su trabajo y el interés de sus competidores urbanos, ya agre· miados. Estos trabajadores que afluían a la ciudad cada cual por su lado no podían llegar a ser nunca una potencia, ya que, si su trabajo era un trabajo gremial que tuviera que aprenderse, los maestros de los gremios se apoderaban de ellos y los organizaban con arreglo a sus intereses, y en los casos en que el trabajo no tuviera que aprenderse y no se hallara, por tanto, e·ncuadrado en ningún gremio, sin6 que fuese simple trabajo de jornaleros, quienes lo ejercían no llegaban ·a formar ninguna organización y seguían siendo para siempre una muchedumbre desorganizada. Fue la nece­sidad del trabajo de los jornaleros en las ciudades la que creó la plebe.

E tas ciudades eran verdaderas "asociaciones" creadas or l~sjdªd_inme.diflt~~reocupac1on e efender la Eropiedad_y_p,m;_~ulti_plicar ~~íos de Eroduccióq. y los m~.9~!!..ªti'2ksctlierentes vecin~La plebe d~s ciudades hallábase priviidadetodo poder, por el hecho de hallarse formada por un tropel de individuos extraños los unos a los otros y venidos allí cada uno por su parte, frente

Comerciantes (N. de la ed.).

/JS

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a los cuales aparecía un poJcr organiza~o, miliian~~nte per­lrcchado y que Jos miraba con n~alos OJOS y los. ~1gilaba cc­losnncntc. Los oficiales y aprendices de ¡cada of1c10 se halla­l:an organizados como mejor cuadraba, al interés de los maes­tros; la rclm:ión patriarcal que les· unrn a los maestros de lo,: gremios do;aba a éstos de un doble poder, por una r>?rt('!, n:c­dianie ;;u in.fluencia directa sobre la vida to.da· de·. )os .Ofi­ciales y, po1· otra parte, porque para los .oficiales· ql:re, t~aba­jaha11 con el mismo maestro ~ste. ~onstituía un ncx?:fea.l <le unión que Jos mantenía en cones10n frente a los ,()f1c;~~.les .de los dc1rnís maestros y los separaba de éstos; por1 .!~ihi!i;i~; lbs oficiales 8C JialJaban vinculados a la organización existente por su in1crés en llegar a ser un día maestros. ~st?'·~xpli.ca por q:1Jé, mientras la plebe se lanzaba, por lo mei;ios df!.;v;~z en cuando, <l sublevaciones y revueltas contra toda é~tá órga· nización urbana, las cuales, sin embargo, no enconfra.JJ~"Q ~e­pcrcmión alguna, por la impotencia de quienes l~s :??·s;t~W~R.· los oficiales, por sn parte, sólo se dejaran arrastra,r.'a .req11e· fios actos de resistencia y de protesta de.ntro de cada giciiiio, actos que son, en realidad, parte integrante de Ja'. ~xi.stencia <lcl propio régimen gremial. Las grandes insurreccioiie~,.de · 1a Ecbd J\I cdia partieron todas del campo, y PQJ.'. ello mjsn10 resultaron todas ellas fa1lidas, debido precisaiúente' a ,su'.~is­pcrsión y a Ja consiguiente tosquedad de la población, ~P.~i:n­pesina. .J .•• •:· ...

La división del tralrnjo entre los distintos grerri10s,,,ct:n. las ciudades, era todavía [completamente natural], y. ~n.Jos- -gr~· mios mismos no existía para nada entre Jos c!ife}:pn,\es · tr_;¡t

1b,a­

jaJores. Cada uno de éstos tenía que hallarse :.:versa?o<,en toda una serie de trabajos y hacer cum::ito ,f't;IS)H:!l'!,?ll1ientas le permitieran; el limitado intercambio y fa~' eséasa~. r~~~cio­nes de unas ciudades con otras, la escasez'. dej:ioblación y 1a limitación de las necesidades no permitían que. la división del trabajo se desarrollara, razón por la' cual quien quisiera llegar a ser maestro necesitaba dominar todo el oficio. De aquí que todavía encontremos en los artesanos medievales cierto interés por su trabajo especial y por su destreza para ejer­cerlo, destreza que puede, incluso, llegar hasta un sentido artístico más, o me.nos limitado. Pero a esto se debe también

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<'I que los artesanos medievales viviesen totalmente consa· ¡orados a su trabajo, mantuviesen una resignada actitud de scn·i<lumbrc respecto a él y se viesen enteramente absorbi­dos por :rns ocupaciones, mucho más que el obrero moderno, a quien su trabajo lo es indiferente.

. El capital, en estas ciudades, era un capital natural, for­mado por la vivicn<la, las herramientas del oficio y la clicn-. tela tradicional v hereditaria, cqpital irrealizable por razón del incipiente in"tcrcarubio y de' la escz.sa circulación, y que se heredaba de padres a hijos. No era, como en los t icn;ipos modernos, {in capital tasahlc en dinero, en el que tanto ria que se invierta en tales o en cuales cosas, sino un capital directamente entrelazado con el trabajo determinado y con­ncto de su poseedor e inseparable de él; era, por tanto, en este sentido, un capital estable.

El parn siguiente, en el desarrolio de la división del ti;:i­

liajo:-f;:1-crasepa1:acícíil~Ja -Qr.Qdt~jón y el ca.ruh.i.Q~~­i!fa'cwn <le una cla~! de comerciantes, separación ~ <'n las ciudades históric:imcn!e tradicionales (en las que, entre ___..-......... ...,-....,..-.___-~ .. _.___________ . otras cosas, existían judíos) se había ~~ª2.-~~J_12~silli_o y que. en las ciudad::s reciéñ·-frirnlaifr,'L.E.P t¿¡rd.Q_~!L.Iru'!S.CJl· 1~~--sc--e·stailT~;o-;;-'C-rr;;-J;· posibilidad de relaciones co­merciales que fuesen más allá de los ámbitos inme<liatos, posibilidad cuya realización dependía "ele los medios de co· mnnicación existentes, del estado de seguridad püblica Jo­¡rrado en el país y $!Ondicionado por las circunstancias polí­tica!' (sabido es que en toda la Edad Media los mercaderes hacían ~us recorridos en caravanas armadas) y de las ne­cesidades más primitivas o más desarrolladas de las zonas accesibles al comercio, con ai;reglo a su correspondiente grado de cultura.

Al constituirse- el cambio en una clase especial y al ex· tend~e el comercio, por mcd10 de los mercaacr.es, hasta mííS altídel'a periferia J.@Jlifuita a la ciudad, se ~pera inmcdia~ tamentenna acción rccÍJJroca entre la producción v CI-íJ1: tereammo.-:tas"cnfdades'~-relacionan unas con Ótras, ·-<l<' uii'aCiuaad a otra se llevan nuevos instrumentos de tra­bajo, y la separación entre la prodücción y el intercambio no tarda en provocar ¡;ma nnevn división de la producción

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entre las distintas ciudades, y pronto vemos cómo -cada una de ellas tiene a explotar, predominantemente, una rama' in­dustrial. La limitación inicial a una determinada localjdad comienza a desaparecer, poco a poco.

En la Edad Media, los vecinos de cada ciudad veíanse obligados a agruparse en contra de la nobleza rural; púa de­fender su pellejo; la expansión de] comercio y el desarrollo de las comunicaciones empujaron a cada ciudad a: conocer a otras, que habían hecho valer los mismos intereses,' 'e:ri lucha contra la misma antítesis. De las muchas vecin'dad~sb locales · d~ las diferentes ciud«ídes fue surgiendo así, paulatinamente, la clase burguesa. Las condiciones de vida d~los· ·rdHerentes burgueses o vecinos de los burgos o ciudades, empujadas'.~pot la reacción contra las relaciones existentes o por el tipo · de trabajo que ello imponía, convertíanse al' mismo tiempo en condiciones con¡_unes a todos ellos e independientes d~ :cada individuo. Los vecinos de las ciudades habían ido creando estas condi~iones al separarse de las agrupaciones .feudal~s, a la vez que fueron creados por aquéllas, por cuanto' se hallaban condicionadas por su oposic~ón al feudalismo; con 'el que se habían encontrado. Al entrar en contacto unas' ciuda­des cori otras, estas condiciones comunes ··se :<lesarrólla~on: hasta convertirse en condiciones de clase. Idénticas eondicio~ nes, idénticas antítesis e idénticos intereses tenían tnec'esiitia~ mente que provocar en todas partes, muy a grandes 'ras·gos, idénticas costumbres. La burguesía · misma comienza 'a" 'des­arrollarse poco a poco con sus condiciones,, se eschide luego, bajo la acción de la división del trabajo, en 'diferéntes'frac~ ciones y, por último, absorbe todas las clases 'po~éédofás' con que se había encontrado al nacer * (al paso que :hace' qu!3 la mayoría de la clase desposeída con que se encuentra ; y·· una parte de la clase poseedora anterior se desafro1leif 'pa1;a for­mar una nueva clase, el proletariado) , en; la medida en. !qüe' toda la propiedad anterior se convierte eu capital industrial o comercial. Los diferentes individuos sólp forman un:a cláse

• A;bsorbe 'primeramente las ramas de trabaj~ direct~mente pertenec1e~t~s ~!l.. Estado, y luego ~odos los estamentos ±. ·[más o menos] ideolog1cos. (Glosa marginal de Marx):'' · "' ·

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en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común c.ontra otra clase, pues por lo demás ellos mismos se enfrentan unos con otros, hostilmente, en el plano de la competencia. Y, de otra parte, la clase se sustantiva, a su vez, frente a los indi­viduos que la forman, de tal modo que éstos se encuentran ya con sus condiciones de vida predestinadas, por así decirlo; se encuentran con que la ciase les asigna su posición en la vida y, con ello, la trayectoria de su desarrollo personal; se ven absorbidos por ella. Es el mismo fenómeno que el de la absorción de los diferentes individl,lOS por la división del tra­bajo, y para eliminarlo no hay otro camino que la abolición de la propiedad privada y del trabajo* mismo. Ya hemos indi­cado varias veces cómo esta absorción de los individuos por la clase se desarrolla hasta convertirse, al mismo tiempo, en una absorción por diversas ideas, etc.

El que las fuerzas productivas obtenidas en una locali­dad, y principalmente las invenciones, se pierdan o no para el desarrolJo ulterior, dependerá exclusivamente de la exten­sión del intercambio .. Cuando aún no existe un intercambio que trascienda más allá de la vecin<la·d más inmediata no hay más remedio que hacer cada invento especialment; en cada localidad, y bastan los simples accidentes fortuitos, tales como las irrupciones de los pueblos bárbaros e incluso las guerr~s habituales, p~ra redu~.ir las fuerzas productivas y las necesidades de un pa1s hasta un punto en que se vea obligado a comenzar de nuevo. En los inicios de la historia todos los 8 .. • '

mve~tos teman. que hacen¡e diariamente de nuevo y en cada localidad; con mdependencia de las otras. Cuán poco seguras se hallan de una destrucción total las fuerzas productivas pobremente desarrolladas, aun en casos en que d comercio haya logrado una relativa extensión, lo demuestran los feni-

. cios, cuyas invenciones desaparecieron durante largo tiempo al s~r desplazada esta nación del comercio, por la conquista de Alejandro y la consiguiente decadencia. Y Jo mismo ocurrió en la Edad Media, por ejemplo, con la industria del cristal

*. .~especto al significado de la expre3ión "abolición del tr~baJ_o. (Aufhebung der Arbeit) véanse en el presente volumen las pagmas 76, 78, 81, 89-90, 235 248 251-252· 253· 259 262

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309, 346 (N. de la ed.). ' ' ' ·• ' '

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pul icromado. La permanencia de las fuerzas productivas ob­tenidas sólo se garantiza al adquirir carácter universal el in­ten::.:ml>io, al tener corno baEc la gran industria y al inco1·· porarsc todas las naciones a la lucha de la competencia.

J¿. <l i vi$ÍÓn cid trabaj~ entre ~~erentes_ ciu~:_~e::·t~ajo r:onro s1"u1cnte consccucncrn el uac1n11cnto -de hls matrufa:cttr-1:as~~eP~~·í"OíiJiüc· sc .. saHrrn-yaae los ·marcos del rég.imcn grem'íaTl~l primer flo'tecimiento de Ia"s: ma~ufac~ tura~ -en Italia, y más tarde en Flandes- tuvo conú)pi-'éniis.a histórica el intercambio con naciones extranjeras. Eil 'éíti-íJs paÍ5es -en Inglaterra y Francia, por ejemplo-, ·fas íná:~:úi~ facturas comenzaron limitándose al mercado interior. 'A1>lirte de las premisas ya indicadas, las manufacturas presuponen' una concentración ya bastante avanzada de la población" l "so~ brc todo en el campo- y de] capital, que comienza a ielinír'se en pocas ruanos, ya en el interior de los gremios, a de~pecho de los estatutos gremiales, ya entre los comerciantes> · . ·

El trabajo que desde el primer momento presupo~ií~' .el' funcionamiento de una máquina, siquiera fuese bajo la fodha mús rudimentaria, no tardó en revelarse como el m~s 'sifsc'ep': tihle de desarrollo. El primer trabajo que se vio inipiílsado

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y adquirió nuevo desarrollo mediante la extensión def inl!ei;' cambio fue el trabajo textil, que hasta ahora véníá~ Jj~,~~ cien do los cam pcsinos como actividad accesoria, par~. ;pro~ú~ rur,::e las necesarias prendas de vestir. La manufactura' 'textil fue In primera y siguió siendo Juego la más import'~¡'/(~' de todas. Ln demanda de telas para vestir, que crecía a medida que aumentaLa la población, la incipiente acumri~~~Í~p·;;y movilización del capital natural por efecto de la cfrcui~ción' acelerada y la necesidad de cierto lujo, provocada po'i'~'iciJ~~!. c:nos factores y propiciada por la "radua] expansióri_;·.def i~-' tcrcm~hiº: imprimieron ar arte tex1i1 un impulso cuamJ'taHvr' y cual11at1vo que lo obligó a salirse de los marcos de láJorma ele producción tradicional. Junto a los campesinos q~~;·tejí~í'i­para atender a sus propias necesidades, los cuales 8ÍO:uieron existiendo y existen todavía hoy, apareció en las cÍ1lífades una nueva clase de tejedores que destinaban todos ~iis. pro­ductos al mercado interior y, las más <le las veces ·incluso' a los mercados de fuera. ' " '

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El arte textil, que en la mayoría de los casos requería poca destreza y que no tardó en desdoblarse en una serie infinita de ramas, se resistía por su propia naturaleza a so· portar las trabas del régimen gremial. Esto explica por qué los tejedores trabajaban casi siempre en aldeas ·y villorrios sin organización gremial, que poco a poco fueron convir· tiénclose en ciudades y qüe no tardaron en figurar, además, entre las más florecientes de cada país.

Con la manufactura exenta <le las trabas gremiales cam· biaron también, al mismo tiempo, la~ rehciones de la pro· pic<laJ. El primer paso de avance sobre el capital natural­est ablc se bahía dado mediante la aparición <le los comercian­te:_-;, cuyo capital fue <les<le el primer momento un capital mó\·il, es decir, un capital en el sentido moderno de la pa· labra, en la medida en que ello era posible en las circunstan· cías <le aquel entonces. El segundo paso de avance lo dio la m~mufactura, que a su vez movilizó una masa del capital natural e incrementó en general la masa del capital móvil frente a la de aquél. Y la manufactura se convirtió, al mismo tiempo, en el rcfu,gio de los campesinos contra los rrremios

~ . e a que ellos no tenían acceso o que les pagaban mal, lo mismo que en tHI día las ciudades dominadas por los gremios habían Lrindaclo a la población campesina refugio contra [la nobleza rural que Ja oprimía].

Los comienzos de lns manufacturas trajeron consigo, ade­más, un período de vag?hundaje, provocado por la desapari· ción de las mesnadas feudales, por el licenciamiento de los ejércitos enrolados que habían servido a los reyes contra los vasallos, por los progresos de la agricultura y la transforma­c1011 de grandes extensiones de tierras de labor en pasturas. Ya esto sólo demuestra cómo la aparición de este vao-abu.n­daje coincide exactamente con la disolución del f~ud;lismo. f:n el siglo XI~l nos encontramos ya con determinados pe· nodos Je este tipo, aunque el vagabundaje sólo se generaliza Y c~nvierte en un. fenómeno permanente a fines del XV y <::om1cnz?s del XVI. Tan numerosos eran estos vagabundos, f!UC Eunquc vn_r de Inglaterra, para no citar más que a este mona1:c~, mando colgar a 72.000. .Hubo que vencer enor­rnes d1ficultadeo y una larguísima resistencia hasta logra.r aue

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se decidieran a trabajar. El rápido florecimiento de las ma­nufacturas, sobre todo en Inglaterra, fue absorbié:qdolo~, poco a poco.

La manufactura lanzó a las _iliyers.as_na.cio_nes al terreno de_ la co.mp.e.tencia,a=raluclÍ~mercial, venti!ada en forma-d~~n:.ªª-"-ªr:ancdes pro_~ect~ ___ y__p_w_hibicion~s, al pf.iso que antes, las naciones, cuando se hallaban en contacto, man" tenían entre si un inofensivo intercambio comercial. A par· tir de ahora, el comercio adquiere una significación polític'a.

La manufactura trajo consigo, al mismo tiempo,· una· ac· titud distinta del trabajador ante el patrono. En los gremios persistía la vieja relación patriarcal entre oficiales y maestros; en la manufactura esta relación fue suplantada por la rela­ción monetaria entre el trabajador y el capitalista; en el cam· po y en las pequeñas ciudades, esta relación seguía teniendo un color patriarcal, pero en las grandes ciudades, en lás ciu­dades manufactureras por excelencia, perdió en seguid.::, ·casi en absoluto, ese matiz. ·· · ·. · .

La manufactura, y en general el movimiento de la pro·\ ducción, experimentaron un auge enorme gracias a la expan~ sión, ~el com .. ercio como co;n~ecuenci~ del d.es~mi_ento l.:_~-­Al!!.e!_Ica y de la ruta mant1ma hacia las Indias Orientales; Los n~~vos· productos - importados de estas fierras, 'y· pfiñci­palmente las masas de oro y plata lanzadas a la circulación, hicieron cambiar totalmente la pos1c10n de unas clases con respecto a otras y asestaron un rudo golpe a la propiedad feudal de la tierra y a los trabajadores, al paso que las ex­pediciones de aventureros, la colonización y, sobre todo, la expansión de los: mercados hacia el mercado mundial,: que ahora se había vuelto posible y se iba realizando día tras día, hacían surgir una nueva fase del desaáollo ·histórico en la que en general no hemos de detenernos aquí.' La co~ Ionización de los países recién descubiertos . sirvió •de nuevo incentivo a la lucha comercial entre las naciones y le dio, por tanto, mayor extensión y mayor encono.

La expansión del comercio y de la manufactura sirvió para acelerár-laaéumulaci6n del· <f.jpit_~l móvil, mientr-as en Jos .)gre~i,os, en los· qüeffaoa-ésffmulaba -ia. · aiñp1ia:ción _de la producc1on, el capital natural permanecía estable o incluso

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decrecía. El comercio y la manufactura crearon l~ gran bur­p:uesía,_ al paso que en los grcriüosse-coñcent'faba la pequeña burguc:;ía, que ahorn :va no seguía dominando, como antes, en la,: ciudades, sino que tenía que inclinarse bajo la domi­nación de los grandes comerciantes y manufactureros.* De ac¡uí la decadencia Je los gremios tan pronto entraban en contacw con la manufactura.

Durante la época <le que hemos hablado, las relaciones cumcrcialcs entre las naciones revestían dos formas distintas. Al principio, la escasa ca9tida<l de oro y plata circulantes condicionaba la prohibición de exportar estos metales, y la industria, g'enera1mcnte importada del extranjero e impuesta por la necesidad Je <lar ocupación a la creciente población urbana, no podía desenvolverse sin un régimen de protec­ción, que, naturalm~nte, no estaba dirigido solamente contra la competencia interior, sino también, y fundamentalmente, contra la competencia de fuera. El privilegio local de los g~e­m ios hacíase extensivo, en estas prohibiciones primitivas, a toda la nación. Los aranceles aduaneros surgieron de los tri­¡, u tos que los señores feudales imponían a los mercaderes que atravesaban sus territorios como rescate contra el saqueo, que más tarde fueron percibidos también por las ciudacles y que, al surgir los estados modernos, eran el recurso más al alcance ele la mano del fisco para obtener dinero.

La aparición en los mercados europeos del oro y la plata de América, el desarrollo gradual de la industria, el rápido auge del comercio y, como consecuencia de eJlo, el floreci­miento de la burguesía no gremial y del dinern, dieron a todas estas medidas una significación distinta. El Estado, que cada <lía podía prescindir menos del dinero. obtuvo ahora, por razones de orden fiscal, la prohibición de exportar oro y r~l~ta; los burgúeses, que veían su gran objetivo de acapa· rac10n en estas masas de dinero lanza<las ahora nuevamente sobre el mercado, sentíanse plenamente satisfechos con ello: los anteriores privilegios, vendidos por dinero, convirtiérons~ en fuente de ingresos· para el gobierno; surgieron en la legis-

* Pequeños burgueses - clase media - gran burguesía. (Glo:::a marginp.L de Marx).

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!ación aduanera los aranceles de exportación, que, intcrpci· niendo un obstáculo en el camino de la industria, perseguían fines puramente fiscales.

El segundo período comcnzó __ ~Q!li_a_d_Q~ siglo xvn y~4-easi-hasta-fine.ICScíe1XVIII. El ~~mercio fla. 111.rve,,- ~ "ación habíanse desarrolfadü más-i"ápü:famenteq~ra:-manu· f aCtü:ra-;- la cuar·aesempe'Ilaha un-·papel~'ª-ªrícr;:lm,-.,..c'olo· niasco:iñeñZaron _a .. convert1rs-eeñ--íiñporfantes 'consumidores y las diferentes naciones fueron tomando posicio.Des,' 'ine0

<liante largas luchas, en el mercado mundial que: se abría. Este período comienza con las leyes de navegación Y' lós mo· nopolios coloniales. La competencia entre urias y ótras nacio-nes era eliminada, dentro de lo posible, por medio de·· aran­celes, prohibiciones y tratados; en última instancia;' la lucha de competencia se libraba y decidía por •medio de la· :gucrr~ / (principalmente, de la guerra maríti~a). La. nac1.·ó.ri '~ª_. s 'po• ~\ derosa en el mar, Inglaterra, mantenia su supremacia_··en el comercio y en la manufactura. Vemos ya aquí la concentra-ción en un solo país. : · • '' ·' ¡

La manufactura había disfrutado ·de una corista'tite· pro~ tección, por medio de aranceles protectores en el ']:nérc'ado 1 interior, mediante monopolios en el mercado cofonial y;' en el mercado exterior, llevando hasta el máximo 'las tarifas aduaneras diferenciales. Se favorecía la elabobciofr de las materias primas producidas e:h el propio país (laha 'Y·Hn9 en Inglaterra, seda en Francia), se prohibía la t\xpoi:taCi'óif'de di~ chas materias primas (la lana, en Inglaterra)'/~ lf pdr' 1qúe' se descuidaba o se combatía la elaboración d<q(mátetia 'j:irifha importada (así, en Inglaterra, del algodónY~ Como és !JiatüraI, la nación predominante en el comercio m'ai:ítin:id' Y' co'ino' po­tencia colonial procuró asegurarse tainbiéh lfa 'niáyoi; :exten?ión cuantitativa y cualitativa de la manufactura: Ésta no· podía en modo alguno prescindir de un régimen de pr()tección, ya que fácilmente puede perder su mercado y verse ;:ifruinada por los más pequeños cambios producidos en ottos paísés; es: fácil intro­ducirla en un país de condiciones hasta cierto puntó favora­bles, pero esto mismo hace que sea también fácil destruirla. Pero, al niismo tiempo, por el modo como funciona en el pa~1, principalmente en c1 siglo XVIII, la manufactura se

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r11trelaza de Lal nm11o con las relaciones de vida de una gran masa de individuos, que ningún país puede aventurarse a poner en juego su existencia abriendo el paso a la libre competencia. Depende, enteramente, por tanto, en cuan­to se Ja lleva hasta la exportación, de la expansión o la res­tricción del comercio y ejerce [sobre él] una influencia relativamente muy pequeña. De aquí su [importancia] se­cundaria y de aquí también la influencia de los [comercian~ tes] en el siglo XVIII. Eran los comerciantes, y sobre todo los armadores de barcos, quienes por encima de los demás pugnaban por conseguir protección del Estado y monopo­lios; y aunque también los manufactureros, es cierto, deman­daban y conseguían meQ.idas proteccionistas, marchaban cons­tantemen tc, en cuanto a importancia política, a la zaga de los comerciantes. Las ciudades comerciales, y principalmente las ciudades marítimas, convirtiéronse en cierto modo en cen­tros civilizados y de la gran burguesía, al paso que en las ciudades fabriles subsistía la pequeña burguesía acomodada. Cfr. Aikin, etc. ~XVIII fue el siglo del comercio. Así lo dice expresamente P1ñto ~Le commerce /ait la marotte du siecle" * y "Depuis quelque temps il n'est plus question que de commerce, de navigation et de marine".** * * *

Este período. se caracteriza tamhién por la .cesación de las prohihiciones de exportación de oro y plata, por el nacimien-

• "El comercio es la manía del siglo" (N. de la ed.). * • "Desde hac_e algún tiempo, sólo se habla de comercio,

de navegación y de marina" (N. de la ed.). "'* • Sin embargo, el movi:miento dal capital, aunque nota­

blemente acelerado, siguió manteniéndose relativamente lento. El desperdigamiento del mercado mundial en diferentes partes, ca­da una de ellas explotada por una nación distinta, la eliminación de la competencia entre las naciones, el desmaño de la misma producción y el régimen monetario, que apenas comenzaba a sa­lir de sus primeras fases, entorpecían bastante la circulación. Con­secuencia de ello era aquel sucio y mezquino espíritu de tendero que permanecía adherido todavía a todos los comerciantes y al modo y al estilo de la vida comerciál ·en sti conjunto. Compara­dos con los manufactureros, y sobre todo con los artesanos, estos mercaderes eran, indudablemente, burgueses y grandes burgue-· ses, pero en comparación con los comerciantes e industriales del período siguiente, no pasaban de pequeños burgueses. Cfr. A. Smith. (Nota de Marx y Engels).

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to del comercio de dinero, la apanc10n de los bancos, de la deu<la pública, del papel-moneda, de las especulaciones con acciones y valores, del agiotaje en toda clase de artículos y del desarrollo del sistema monetario en general. El capital vuelve a perder ahora gran parte del carácter natural toda­vía inherente a él.

La concentración del comercio y de la manufactura en un 1 país, Inglaterra, mantenida y desarrollada incesantemente a lo largo del siglo XVII, fue creando para este país, paulati­namente, un relativo mercado mundial y, con ello, una de­manda para Jos productos manufacturados de ese mismo país, que las anteriores fuerzas productivas de la industria no al­canzaban ya a satisfacer. Y esta demanda, que rehat0aba :¡3 capacidad de las fuerzas de pro<lucción, fue la fuerza pro­pulsora que dio nacimiento al tercer período de la propiedad privada desde la Edad Me<lia, creando la gran industria y, con ella, la aplicación de las fuerzas naturales a la producciónin:· dustrial, la maquinaria y la más extensa división del trabajo.

Las restantes condiciones de esta nueva fase -la libertad de competencia dentro <le la nación, el desa'rrollo dé la 'me­cánica teórica (la mecánica llevada a su apogeo por Newtón había sido, en Francia e Inglaterra, la ciencia más popular en el siglo XVIII), etc.- existían ya en Inglaterra. (L<dibre competencia en el seno de la misma nación hubo de ser eon­quü¡tada en todas partes por una revolución: en 1640 y 1688 en Inglaterra, en 1789 en Francia). La competencia obligó ene seguida a todo país descoso de 'conservar su pap('!l hist~pic;o. a proteger sus manufacturas por medio de núevas IÍ:iedidas arancelarias (ya que los viejos aranceles resultaban illsüfi­cientes, frente a la gran industria), y pg~() despu'.és, .a introducir la gran industria al amparo de aranceles, pro'tec­cionistas. Pese a es_tos-secursos_protect_q_¡:es_,-1!_gran -industria U~J:salizó._l-ª-..~Pelcncia (la gran industria es'Ta--.li~d práctica de colncrcíO:-y--los--aranceles proteccionistas 'n~ pa­san de ser, en ella, un paliativo; un dique defensivo· dentro de la libertad comercial), creó-los-m€dios_--.!k__cQlllll.IlÍcu.c.~ e! .. mog~r~o-:-~ercado m11n_d.i~. su férula el comer: ~10; ~?~~9 __ todo--~1:-C..<!IÚ~ªJ.~ ~~p_itaLind-ustr,-ial_y_ en9en­dro, con ellq, la rap1qa.51~~c:_ulac1~!1 (el desarrollo del sis·

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tema monetario) y,,Ja~ c~11tr;i,,J,i~.aÜÓJL"de--los·-capit:a-les. Por medio de Ja competencia universal, obligó a todos Jos indi­viduos a poner en tensión sus energías hasta el máximo. Destruyó donde le fue posible la ideologia, la religión, la moral, etc., y, 0011de no pudo hacerlo, la convirtió en una mentira palpable. Creó por vez primera la historia universa), h ~i en d ~ __ _g_l}~ JQ_da_ iiª§@]~~Iff.ffü:acla __ ;(i0::d2....~~2.i.~ de~.~~'? .<J.e ... c!la, .. d.cpeudic.i:a_.rleLU!!:!..ndQ_.~l!!S.DLIHlra.J.11 satisfl!.ccióQ...je s~ necesidades y acabando con el exclus~~~l:_!tura~ y pri­mitivo de nª-C.iillle~_ajsladas, ~-e h'!~.!a-·en~nces e~ist~~ COloco-· la ciencia de la naturaleza bajo la férula ctel capital y arran­có a la división del trabajo la última apariencia de un régi­men natural. ~~~-~~g~al.~, con tQ.d.o._lo_na­t1rr.al, en la medida en que es posible hacerlo dentro del 1 r a_!:>~j~:- . y_~!§.i!.1!]9_-.I<?.-ª~s~Jii.~r:tli~fon_~---ñ atE_tale_s-· á:~~~!~~!?~~ h~~.!!Q~S en el dinero. Creó, en vez de las ciudades naturales, fas grañ'<les" ciúdades' industriales modernas, que surg<';n de la noche a la mañana. Destruye, dondeq·liera que penetra, el artesanado y todas las fases anteriores Je la industria. Pone cima al triunfo [de la] ciudad comercial sobre eLcampo. [Su primera premisa] es el sistema automático. [Su desarrollo cn]gendró una masa de [fu]erzas pro[ductivas] que encontra· ban en la propiedad privada una traba entorpecedora, como los gremios lo habían sido para la manufactura y la pequeña explotación agrícola para los avances del artesanado. Estas fuerzas productivas, bajo Cl régimen de la propiedad pri­va<la, sólo experimentan un desarrollo unilateral, i;e convier­ten para la mayoría en fuerzas destructivas y gran cantidad <le eUas ni siquiera pueden llegar a- aplicarse, con la propie­dad privada. La gran industria crea por doquier, en general, las mismas relaciones entre las clases de la soCiedad, destru­yen?o c~n ello e.I _carácter propio _y_yeculiar de las <listíñlas nae1onahda<les. Fmalmente, mientras que la burguesía de cada nación sigue manteniendo sus intereses nacionales apar­te, la gran industria ha creado una clase que en todas las naciones se mueve por el mismo interés y en la que ha que­dado ya destruida toda nacionalidad; una clase que se ha <le_senten?ido realmente de todo el viejo murido y que, al mismo tiempo, se enfrenta a él. Ella hace insoportable al

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obrero no sólo la relación con· el capitalista, sino incluso la relación con el mismo trabajo.

Huelga decir que la gran industria no alcanza el mismo 1 nivel de ?esa:rollo en todas y cada ~ma de las _lot:alidadcs de un pais. Sm embargo, esto no detiene el mr nm1ento de ( clase del proletariado, ya que los proletarios engendrados por la gran industria se ponen a la cabeza de este movimiento y arrastran consigo a toda la masa, y puesto que los obreros eliminados por la gran industria se ven empujados por ésta a una situación de vida aun peor que la de los obreros de la gran industria misma. Y, del mismo modo, los países en qtie se ha desarroll~do un~ gran ~ndustria influy~n sohre los _paí~ 1 ses plZfs ou moins no industriales, en la medida en que estos se ven impulsados por el intercambio mundial a la lucha universal por la competencia:*

Estas diferentes formas son otras tantas formas de la organización del trabajo y, por tanto, de la propiedad. En l _todo período se ha dado una agrupación de las fuerzas pro· .'ductivas existentes, siempre y cuando así lo eXigieran e im­pusieran las necesidades.

• L.a competencia aísla a los individuos, no sólo a los. ,bur­gue5es, smo mas aun a los proletarios,, enfrentándolos a unos con otros, ª. pesar de que los aglutine. De aquí que ~nga' que' pasar largo tiempo antes de que estos individuos puedan agruparse, aparte de que para .esta agrupación -si la misma no ha de ser p~ran:iente l?cal- tieñ~ que empez.ar por ofrecer Ja gran in.dus­tria _los medios n~ces:;i;ios,, 18;s grandes ciudades industrial~s y los med10~ de comumcac10n rapidos y baratos, razón por la cual sólo es posible vencer tras largas luchas a cualquier poder organiiado q~': se enfrente a estos individuos aislados y que viven en con­dicione~ que. reproducen diariamente su aü;lamiento. Pedir lo contrario seria .tanto como pedir que la competencia no existiera en esta determmada época histórica o·que los individuos se qui.:. t~ran de. la cabeza aquellas relaciones sobre las que, cOIIio indi­viduos aislados, no tienen el menor control. (Nota de· Marx y Engels) •

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[2]

!.A REf,ACióN ENTRE EL ESTADO Y EL DERECHO Y LA PROPIEDAD

La primera forma de la propiedad es, tanto en el mundo antiguo como en la Edad Media, la propiedad tribual, condi­cionada entre los romanos, principalmente, por la guerra y cutre los germanos por la ganadería. Entre los pueblos anti­guos, teniendo en cuenta que en una misma ciudad convivían diversas tribus, la propiedad tribual aparece como propiedad del Estado y el derecho del individuo a disfrutarla como sim­ple possessio, * la cual, sin embargo, se limita, como la pro· pietlad tribual en todos los casos, a la propiedad sobre la tierra. La verdadera propiedad privada, entre los antiguos, al ignal que en los pueblos modernos, comienza con la pro­piedad mobiliaria. (La esclavitud y la comunidad) (el domi­nium ex jure quiritium).~'*

En los pueblos surgidos de la Edad Media, la propieda{l tribual se desarrolla pasando por varias etapas -propiedad feudal de la tierra, propiedad mobiliaria corporativa, capital manufacturero- hasta llegar al capital moderno, condicio­nado por la gran industria y la competencia universal, a la propiedad privada pura, que se ha despojado ya de toda apariencia de comunidad y ha eliminado toda influencia del Estado sobre el desarrollo de la propiedad. A· esta propiedad privada moderna corresponde el Estado moderno, pau­latinamente comprado, en rigor, por los propietarios priva­dos, entregado completamente a éstos por el sistema de la deuda pública y cuya" existencia, como revela el alza y la baja de los valores del Estado en la Bolsa, depende entera­mente del crédito comercial que le concedan los propietarios privados, los burgueses. La burguesía, por ser ya una clase, y no un simple estamento, se halla obligada a organizarse en un plano nacional y no ya solamente en un plano local y a dar a su interés medio una forma general. Mediante la

* Posesión (N. de la ed.). * * Propiedad de derecho quiritario o sea la propiedad del

ciudadano romano (N. de la ed.). '

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emancipación de la propiedad privada con respecto a la co· munidad, el Estado cobra una existencia especial junto a la sociedad civil y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización que se dan necesariamente los burgueses, tanto en lo interior como en lo exterior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses. La independencia del Estado sólo se da, hoy día, en aquellos

·países en que los estamentos aún rio se han desarrollado to­talmente hasta convertirse en clases, donde aún desempeñan cierto papel los estamentos, -eliminados ya en los países m~s avanzados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la población puede llegar a dominar sobre las demás. Es esto, en efecto, lo que ocurre en Alemania. El ejemplo f!-lás acabado del Estado moderno lo tenemos en Norteamérica. Los modernos escritores franceses, ingleses y norteamericanos se manifiestan todos en el sentido de que el Estado sólo existe en función de la propiedad privada, lo que, a fuerza de repetirse, se ha incorporado ya a la conciencia habitual.

Com9 el Estado es la forma bajo la ~ los_ individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes v en l~3u;~-e-~~Qfüle_~~a-foela.-·-1a-·socíeClacr·civil de una época, se siguc--cle aquí ql1_<'. _toda-sºlas"iñsfüncíoñ-es"comiinéstienen como IÍit~TliadoraTEstado y". adéfuicren-a--(rave-s--de-el una -:-forma ~}ili!Iallus10n ae que la ley se basa en la volun­tad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el derecho, a su vez, a la ley.

~he-p-r-i-va-d6-s€-de.s.arrolla, conLuntamente cón...J.a propic~p.ri~_omo._r.esultaclo_k la desint~gra~ión ·de la comunidad natural. Entre los romanos, el desarrollo· de -la propieclaa pnvaaa-yel derecho privado no acarreó más:.con­secuencias industriales y comerciales porque el modo de pro· ducción de Roma siguió siendo enteramente el mismo que antes.* En los pueblos modernos, donde la comunidad feudal fue disuelta por la ·industda y el comercio, el nacimiento de la propiedad privada y el derecho privado abrió una nueva

¡Usura] (Glosa marginal de Engels).

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fase, susceptible de un desarrollo ulterior. La ~riniera ciudad que en la Edad Media mantenía un comerc10 1~xtenso, por mar Amalfi fue también la primera en que se desarrollo un

' ' 1 l' derecho marítimo. Y tan pronto como, primero en ta 1a Y más tarde en otros países, la industria y el comercio se encar­"aron de seguir desarrollando la propiedad privada, se acogió de nuevo el derecho romano desarrollado y se lo elevó a autoridad. Y cuando, más tarde, la burguesía era ya lo sufi­cientemente fuerte para que los príncipes tomaran bajo su protección sus intereses, con la mira de derrocar a la nobleza feudal por me<lio de la burguesía, comenzó en todos los paí­ses --como en Francia, durante el siglo XVI-: el verdadero desarrollo del derecho, que en todos eJlos, exceptuando a lngla'lerra, tomó como base el derecho romano. Pero t~mbién en Inglaterra se utilizaron, para el desarrollo ulter10r ~el derecho privado, algunos principios jurídicos romanos ( prm­cipalmente, en lo tocante a la propiedad mol;>iliaria). (No se olvide que el derecho carece de historia propia, como carece también de ella la religión).

El derecho privado proclama las relaciones de J?l:Q.p.ie..d.ad existentes como el resultado de la volunta~p-~ral. El mismo jÚs utendi et abutenaí;r-~~sa, J;~~; parte, el hecho de que la propiedad privada ya uo guarda la menor relación con la comunidad y, de otra parte, la ilusión de que la mis­ma propicda·d privada descansa sobre la mera voluntad pri­vada, como el derecho a disponer arbitrariamente de la cosa. En la práctica, el abuti * * tropieza con limitaciones eco­nómicas muy determinadas y concretas para el propietario privado, si no quiere que su propiedad, y con ella su jus abutendi, pasen a otras manos, puesto que la cosa no es tal cosa simplemente en relación con su voluntad, sino que so­lamente se convierte en verdadera propiedad en el comercio e independientemente del derecho a una cosa (solamente allí se convierte en una relación, en lo que los filósofos llaman

* Derecho de usar y de abusar, o sea de consumir o des­truir la cosa (N. de la ed.).

* * El abusar, consumir o destruir la cosa ( N. de la ed.).

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una idea)."·"·" Esta ilusión jurídica, que reduce el derecho i>

la mera voluntad, conduce, necesariamente, en el desarrollo ulterior de las relaciones de propiedad, al resulta.do de que 1m 3 persona puede ostentar un título jurídico a una cosa sin llc<rai· a tener realmente ésta. Así, por ejemplo, si la t:om­pc;cncia suprime la renta de una finca, el propietario con­~crvará, sin <luda alguna el título jurídico de propiedad, y con él el correspondiente jus utendi et abutendi. Pero, naqa podrá hacer con él ni poseerá nada en cuanto propietario de la tierra, a mc~nos que disponga del capital suficiente para poder cultivar su finca. Y por la misma ilusiÓI! de los ju­rista's se explica el que para ellos y para todos los códigos en !,-'.Cl!eral sea algo fortuito el que los individuos entablen rela­ciones entre sí, celebrando, por ejemplo, contratos, conside­rando estas rebcioncs como nexos que se [pueden] o no con­traer, según se quiera, y cuyo contenido r dese] ansa íntegra­lllC'ntc sobre el [capr]icho individual de los contratantes. Tan pronto como el desari·ol1o de la industria y del comercio ha~e surgir nuevas formas de intercambio, por ejemplo, las. com­pmlías de ~eguros, etc., el derecho se ve obligado, en. cada caso, a dar entrada a estas formas entre los modos de adqui-rir la propiedad. .

Nada más usual que la idea de que en la historia, hasta ahora, todo ha consistido en la acción de tomar. Los bárbaros tomaron el Imperio romano, y con esta toma se explica el paso del mundo antiguo al feudalismo. Pero, en la toma por los bárbaros, se trata de saber si la nación tomada por ellos hahía llegado a desarrollar fuerzas productivas industriales como ocurre en los pueblos modernos, o si sus fuerzas pro­ductivas descansaban, en lo fundamental, simplemente sobre su unión y sobre la comunidad. El acto de tomar,se,halla, ade­más, condicionado por el objeto que se toma. La fortuna de un banquero, consistente en papeles, no pu~de en modo al­guno ser tomada sin que quien la tQme se. ~ometa, a .las con-

*** Relación, para los filósofos = idea. Ellos sólo conocen la relación "del hombre" consigo rriismo, razón' p'or la cual todas Ias relaciones reales se truecan, para ellos, en' 'ideas. (Glosa mar-ginal de Mar:x;). '

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diciones Je producción y de inlercam~io del_ país lomado. y ¡0 mismo ocurre con todo el capital mdustnal de un país industrial moderno. Finalmente, la acción de tomar se ter­mina siempre muy pronto, y cuando ya no h~y nada que wmar necesariamente hay que empezar a producir: Y de esta necesidad de producir, muy pronto declarada, se s1gu.e el que la forma de la comunidad adoptada por los conqmstadores instalados en el país tiene necesariamente que _corresponder a la fase de desarrollo de las fuerzas productivas; ~on que allí se encuentran o. cuando no es ése el caso, mochficarse a tono con las fuerza~ productivas. Y esto explica tamhi~n el hecho que se creyó observar por todas partes en la epoca posterior a la transmigr~u;:ión de los pueblos, a _saber: que los vasallos se c0 uvirticroa en señores y los conqmstadores ado.p­l aron muy pronto la lengua, la cultura y las costumbres de los conquistados. El feudalismo no salió ni mucho i~enos, ya listo y organizado, de Alemania, sino qu~ tu:? su, origen, por parte ele los conquistaJorcs, en la organ1zac10n g.'1errera :iue los ejércitos rucron <trlq11fri2nrlo dnrante la pro¡na conq~usta y se desarrolló ha$la couvcrlirse en el verdadero feudalismo después de ella, gracias a la acción de las fuerzas producti~as encontradas en los países conquistados. Hasta qué punto se hallaba condicionada esta forma por las fuerzas productivas lo revelan los intentos frustrados que se hicieron para Ím· poner otras formas uacidas de viejas rcminiscenc~as romanas ( Carlomagno, etc.).

[3]

[INSTRUMENTOS DE PRODUCCIÓN Y FORMAS DE PROPIEDAD NATURALES Y CIVILIZADOS]

... * [en] contra do. De lo primero se desprende la premisa de una división del trabajo desarrollada y de un comercio extenso; de lo segundo, la localidad. En el primer caso, es necesario reunir a los individÚos; en el segundo, se los

* Aquí faltan cuatro páginas en el manuscrito (N. de la ed.).

/J?

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encuentra ya, como instrumentos de producción, junto. al ins­trumento de producción mismo. Se manifiesta aquí, por tan­to, la diferencia entre los instrumentos <le producción natu­rales y los creados por la civilización. La tierra (lo mismo que el agua, etc.) puede considerarse como instrumento de pro­ducción natural. En el primer caso, cuando se trata de un instrumento de producción natural, los individuos son ab­sorbidos por la naturaleza; en el segundo caso, por un pro­ducto del trabajo. Por eso, en el primer caso, la propiedad (propiedad territorial) aparece también como un poder di­recto y natural, y en el segundo caso como poder del trabajo, especialmente del trabajo acumulado, del capital. El primer. caso presupone que los individuos aparezcan agrupados p'or cualquier vínculo, ya sea el <le la familia, el de la tribu, el de la tierra, etc.; en el segun do carn, en cambio, se los su­pone independientes los unos. de los otros y relacionados sola­mente por medio del inte1;cambio. En el primer caso, el in­tercambio es, fundamentalmente, un intercambio entre los homlJres y la naturaleza, en el que se trueca el trabajo de unos po.r los productos <le 9tros; en el segundo caso, tiene que haberse ya llevado prácticamente a cabo la división entre el trabajo físico y el intelectual. En el primer caso, el poder del propietario soure quienes no lo son puede descansar en relaciones personales, en una especie de comunidad; en el segundo caso, tiene necesariamente que haber cobrado forma material en un tercer objeto, en el dinero. En el primer caso, f'xiste la pequeña industria, pero absorbida por .el empleo del instrumento de producción natural y, por tanto, sin distribu· ción del trabajo entre diferentes individuos; en el segundo caso, la industria sólo consiste en la división del trabajo y sólo se realiza por medio de ésta.

Hemos partido, hasta ahora, de los instrumentos de pro­ducción y ya aquí se nos ha revelado la necesidad de la pro­piedad privada para ciertas fases industriales. En la industrie extractive ., la propiedad privada coincide todavía con el trabajo; en la pequeñp, industria y en toda la agricultura

* La que se dedica a la extracción ae· ri1inerales y materias primas (N. d,e Za ed.).

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_,_ ,,,

anterior, la propiedad es consecuencia necesaria. de lo: im., trumenlo,s de producción existentes; en la gran __ mdustria, la contradicción entre el instrumente de producc10n Y la pro­piedad privada es, antes que nada, un producto de la ind~1s­tria, y hace falta que, para poder engendra1~lo, la -gran m­<lustria se halle ya l.iastante desarrollada. Con ella, surge también, por tanto, la posibilidad de la abolición de la_ pro-piedad privada. . ..

La gran industria y la competencia. ~unde.n y umfica~ todas las condiciones de existencia, cond1c1onahdades y um­laterulidades de los individuos bajo las dos f,ormas más sim­ples: la propiedad privada y el trabajo. Con el dinero, se establece como algo for.tuito para los individuos toda forma de intercambio y el intercambio mismo. Ya en el dinero está implícito, por tanto, el que todo intercambio anterior sólo era intercambio de los individuos en determinadas condicio­nes, y no de loi;: individuos en cuanto tales individuos. y estas condiei~nes se reddccn a dos: trabajo acumulado, e8 decir, propiedad privada, o trabajo real. Al desaparecer estas. dos condiciones o una sola de ellas, el intercambio se paraliza. Los propios economistas moderno:,, como por ejemplo Sis­mondi, Cherbuliez, etc., contraponen la association des indi­vidus * a la associatiurz des capitaux:H• De otra parte, los individuos mismos quedan completamente absorbidos por la división del trabajo y reducidos, con ello, a la más completa dependencia de los unos con respecto a los otros. La propie­da<l privada, en la medida en que se enfrenta al trabajo, dentro de éste, se desarrolla partien<lo de la necesidad de la acumulación y, aunque en sus comienzos presente cada vez más marcada la forma de la comunidad, va acercándose -más y más, en su desarrollo ulterior, a la moderna forma de la propiedad privada. La división del trabajo sienta ya de ante­mano ]as premisas para la división de las condiciones de trabajo, las herramientas y los materiales y, con ello, para la diseminación del ca pi tal acumulado entre diferentes propie­tarios y, por consiguiente, también para la diseminación

* **

Asociación de individuosl ( N. de la ed.). Asociación de capitales ( N. de la ed.).

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1•11tn: el capital r el trabajo y ~ntrc las diferentes !º.r~~s <le la rnisma propiedad. Cuanto mas se ~esarrolle l_a d1;1s10n ?;I traba jo y crezca la acnmulació~, mas, se agud~zara. ~?rnh1~n c~a diseminación. El trabajo mismo solo podra cx1st1r haJO el supuc,¡to de ella. .

Nos encontramos, pues, aquí ante dos hechos.*** En pri­mer lugar, vemos que las fuerzas productivas aparece11 .. cº~? fuerzas totalmente independientes y separadas de los p1d1v1-duos, como un mundo propio al lado <le éstps:, lo que tiei¡ie su razón de ser en el hecho de que los individuos, cuyas fuer!las ,;on aquéllas, existen diseminados y en contraposición lo~ i,i~os con los otros, al paso que estas fuerzas sólo son fuerza~, r~31l~s \' verdaderas en el intercambio y la cohesión. entre . estos individuos. Por tanto, de una parte, una totalidad de ,fi;i,~rz~s productivas que adoptan, en cierto modo,. una, forma mate.· rial y que para los mismos individuos no son ya sus propfas fuerzas, sino las de la propiedad privada y, por taftto, sól,o son las de los individuos en cuanto propietarios privados .. En ningún otro periodo anterior habían llegado las fuerzas pro· ductivas a revestir esta forma indiferente para el inte.rcaziibio de los individuos como talés individuos, porque ~m. in.t~~cam­bio era todavía limitado. Por otra parte, a estas fuerzas pr()· ductivas se enfrenta la mayoría de los individuos, de quienes estas fuerzas !'e han desgarrado y que, p9r tanto, despojados de todo contenido real r:le vida, se han convertido en. indivi­duos abstractos y, por ello mismo, sólo en~onces se ~en. p11es­tos en condiciones de relacionarse los unos con los otros, co-mo individuos. ' . .. . · ,. ;

La única relación que atÍn mantienen Jps, incliy;i~_u'?~,··~~P las fuerzas productivas y con .su prnpia exi~~~:t;t,c¡ia~ d,.tr~b.aj~, ha perdido en .ellos toda apariencia de acti~~acl,pr,op~a y sólo conserva su vida empequeñeciéndola. Mientras. qú~ e~ ~?.s ·Pt'.· río dos anteriores la propia activi\fad y la crea,cióri d~·. la v,~da material apai:ecían separadas por el hecho de atr:ih.uirse a personas distintas, y la creac~ón de la vida materi~( por Ja limitación de los individuos mismos, se consideraba como, una modalidad subordinada . de 1~ propia actividad, ahora estos

Sismondi. (Glosa marginal de Engels),

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¿¡··

...,. 1

1

1los aspectos ~e dcsdohlan de tal modo, que ]~¡: vida matc~ial pasa a ser con:iiderad;1 como el fin, y la creac10~1 de esta vida

111 a tcria 1, el trahajo (ahora, la única fon:rn po:1~ le, pero f~:: ma negativa, como veremos, de la propia actividad), se

vela como medio. . . d º • d Las cosas, por tanto, han ido tan lejos, que los m iv1 .uos

uccesitau apropiarse la totalidad <le las fuerzas. prod~1c.t~v~s cxi-tcntcs· no sólo para poder ejercer su propia act1v1 a·,

· " , ' · · · E t apro :3Íüo, en general, para asegurar su propia existencia. ~ a · piación se halla condicionada, ante todo, por el objeto. que ,-e trata de apropiarse, es decir, por las f ucrzas p.rotluctivas, desarr~lladas ahora hasta convertirse .en u1:a totah~ad Y que sólo cxisteu denti"o <le un intcrcamb10 umversal. I º\tanto, esta apropiación deberá necesariamente tener, ya ~lesae este punto <le vista, un carácter u~iversa1 c1: consonanc1~ c.o,n las fuerzas productivas y con el mtercamb10. La aproprncrnn de e;;tas fuerzas 110 es, de suyo, otra cosa que el clesarrollo de las capacidades indiYidt:alcs c?:Tcspondicntcs. ª.,los instru· mcntos materiales de producc10n. La aproprnc10n de un? totalidad de instrumentos de producción es ya de por s1, consi"uicntementc, el desarrollo de una totalidad de capa­ci<lad~s en los in.dividuos mismos. Esta apropiación se halla, además, condic.iona<la por los individuos apropiantcs. Sólo. los proletarios <le la época actual, totalmente excluido~ ?el CJCr· cicio de rn propia actividad, se hallan en con<l1c10nes ~e hacer valer su propia actividad, -íntegra y no limitada, co1:s1s­tente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y cu el consiguiente desarrollo el~ una totalid~d de. capaci~la­dcs. Todas las anteriores apropiacrnnes revolucrnnanas halnan tenido 1111 carácter limitado; individuos cuya propia actividad Fe veía restrinfTida por un instrumento de producción y un intercambio lii~itados, se apropiaban este instrumento limi­tado de producción y, con ello, no hacían, por tanto, más que limitarlo nuevamente. Su instrumento de producción pasab;:i a ser propiedad suya, pc¡o ellos mismos se veían absorbidos por la división del trabajo y por su propio instrumento de producción; en cambio, en la apropiación por los proletarios es una masa de instrumentos de produe<ción la que tiene ne­cesariamente que verse absorbida por cada individuo y la pro-

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piedad sobre ellos, por todos. El moderno intercambio uni­versal sólo puede verse absorbido entre los individuos siempre y cuando se vea absorbido por todos.

La apropiación se halla, además, condicionada por el modo como tiene que llevarse a cabo. En efecto, sólo puede llevarse a cabo mediante una asociación, que, dado el carácter del proletariado mismo, no puede ser tampoco más que una asociación universal, y por obra de una revolución en la que, de una parte, se derroque el poder del modo de producción y de intercambio anterior y la organización social correspon­diente y en la que, de otra parte, se desarrollen el carácter universal y la energía de que el proletariado necesita para llevar a cabo la apropiación, a la par que el mismo proleta­riado, por su parte, se despoja de cuanto pueda quedar en él de Ja posición que ocupaba en la anterior sociedad. -

_Solamente al llegar a esta fase coincide la__J!IQpÍa activi­dad con la vida material lo < ue corresponde aLdesari:dllo de los in ividuos com~divi?u~tle_s___~ superación ·de e u a n to ha u.1,1_cll.Qs __ de__natm;al;.....y~.a....ello.-c.0-ix.es.p.orukl_~s­f o rm ación del_u:ahajo--€n-.pr.o.pia....actividad_y-1a_<le_Linterc'am­bio anterior condicionado en intercambio entre los individúüs eñ cuanto t;:J.les. Con_la a_P-r~¡Ú.ª-ció.n ..... d.é.J.ª totiiJ."ida~ las f u~S-p1:od-uoti:v-as-por--los-indiriduQS_as__o.da..d..oa.,.~tfilminá '· l.i! prQg1ed~riyada. Mientras que en la historia aD.feiíóºr'''se ~ianifcstaba sie~E.E!L.somo-fO.rtm.té! _ una -es12Ccla1 co.ndicló.P, ahora pasa a ser fortuit~.J.f.Wli§.Qúaci.ón_de .. 1º§.lr.ll!ll'.ül@_s2._i:üisi. mos, la adqms1c1on privad!...~rti~i,:..ile_c.ada...uhó .. ~ i;··. '-••:: ·

Los filósofos se han representado como un id'éaI, ;ál; que llaman "el hombre", a los individuos que no se veny'a·:~bfor­bidos por la división del trabajo, concibiendo todo esti j>J'.o: ceso que nosotros acabamos de exponer como el' 'pr_bc~so de desarrollo "del hombre", para lo que bajo los iíidividÜ.ós que hasta ahora hemos visto actuar en cada fase hiÚÓri'ca se des­liza el concepto "del 'hombre", presentándolo 'como la' fuerza propulsora de la historia. De este modo, se coticihc f~do est~ proceso corno el proceso de autoenajenación "'de!' iiomb1;e" Y la razón principal de ello está en que ·¿cin~tantemerité ~J atribuye por debajo de cuerda el individuo b:ie'<lio de la' fase posterior a la anterior y la conciéncia post~rior á los indi~Í-

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r

duos anteriores. Y esta inversión, que de antemano hace caso omiso de las condiciones reales, es lo que permite convertir !oda la historia en un proceso de desarrollo <le la cpnciencia.

Hesumicndo, obtenemos. de la concepción de la historia q uc dejamos expuesta los siguientes resultad9s: l. 0 _]¿~ ..tl_esar.rollo de las fucrzás productivas, se llega a una fase en la que surgen fuerzas -·Foductiv ~e.dius.....dc intercambio 1~, JaJO _as r_? ac10n~~~tes,__s.ólo_p.u.erlen ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas de producción, sino más ~üéci6nlmaquinaria y dinero);_)(, lo que ~e halla íntimamente relacionado con ello, rnrge una clase

---¡;o-¡racnada a soportar todos los"mcoíivéñ'íeñíC5deraSocl'edaa $in f;.2~ar de su~ vcntaps, que se·--vé-expuTsüdaºCfe-lá soC:le"áa_d_ y oblig;;;:ra-;·c;;;rüca"!'."~;-;;~ la más resuelta contrapo1<ición a to­das las demás clases; una clase que forma ]a mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nai·e la cenciencia rlc que es necesaria una revolución rádiea l, Ja conciencia comunista, conciencia que, naturalmente, puede llegar a for­marse también entre las otras clases, al contemplar la posi­ción en que se halla colocada ésta; 2.0

, ... qu.e las condiciones r~- qu~ __ pu__:_~~I_I--~~ylc~rse determinadas fuerzas de produc- · c10n rnn las condici.one~CJ.c-1a·c_loi;nrmrci:§_n-:-d-c :.~e;t~mi­naciilCTase de la sociedad, cuyo, poder social, emanado a; su rJqucza, cn~uentra su expresíóDTdeafü_t¿,i·,e!"actica en 1afimna ~p cada caso, razón por. la cuartoda lucha revolucionaria está necesariamente dirigida contra una claEe, la que hasta ahora domina;* 3.0 que _to<las las ante­,ri_ores revoluciones dejaron intacto el. modo <:le _achv1dail 1: solo trataLan de lograr otra distribución de, esta actividad';" una nueva IIlsfñbucion i'ICltrafiaJO entre otras-. personas,'< aT paso que la revolución comunista está duicr1da: 0

ant~~ior e activi a , e imina el traba i~!~Y..§.!IE!!ime l.!!....d.2mi­~on de Ia.s. clas~3Laj_,~acaEiar con las clases mismas, ya q"l.1'e est~ revoluc10n es. llevada a cabo por la clase a la que . la sociedad no c9nsidera como tal, no reconoce como clase y que expresa ya de por sí la disolución de todas las clases,

* Que. _la gente se halla interesada en ~ant~ner el \:!~ta~o de producc10n actual. (Glosa marginal de Marx). · -

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nacionalidades, etc., dentro de la actual sociedad; y 4.0 que, tanto para engendrar en ruasa esta conciencia comunista c0mo pa?a-llevm·-arlelañfe""la-cosa-lliisma, es necesariauna trans­formaCiün~ci"i--iiiasá de los homh1:es;-c¡ue -solo podrrconse'guir· se ~Tal1tc'iiilñiov1iii1eílfo i>racl:ico;·-mcufiiñteüñare·wzucion; y -~-·-¡o~:·-~;;;;:;Tg;;f;;ñt:e-;-l"~t l:~é;ñ1ílci6il.-ñ0_ sóloes-ñeZe-;;t:l·ia porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases. (IZ)

[C.] - EL COMUNISMO. PRODUCClóN DE LA FORMA MISMA DE INTERCAMBIO

El comunismo se distingue de todos los movimientos anteriores en que echa por tierra la hase de todas las rela­ciones de producción y de intercambio que hasta ahora han existido y por primera vez aborila de un modo consciente todas las premisas naturales como creación de los hombres antcrim·es, despojándolas de su carácter natural y sometién~

dolas al poder de los individuos asociados. Su institución es, por tanto, esencialmente económica, la elaboración maté'rial de las condiciones de esta asociación; hace de; las cohdiCiOnes existentes condiciones para la asociación. Lo ex~steptb;: 161 que crea el comunismo, es precisamente la •base 'real' p'ára liiicer imposible cuanto existe independientemente 'de' los' 'indivi" duos, en cu~nto este algo existente no 'es, siri errihargo, · 'Ot~a éosa que un produéto' •del intercambio' antetior.ii:le' IOs1 ii:i~ii~ viduos mismos. Los 'comunistas fr~tafi, : pot taiito;, 'práctié'á­ment~, las cóndición"es creadas por la pi'l?'dut'dóri. ·y, 'él· irit"er: cambio antériOres como coi:Idiciorics inorO.ánicas ~hl"lle'kar

o '~ ' o siquiera a imaginarse que las generaciones anteri~re~' se pi;¿~ pusieran 'o. ~ensaran suministrarles' materiales y siii c~e~r ''que :stas ~o?d1c10ncs fuesen, para los individuos que las Cteab:in~ ~no:g~mcas. L~ diferencia enfre el individuo' perso'[ü1f y'' ~l md1v1duo eontmgente no es una diferencia de conceptó , sino un hecho histórico. Y esta difercncl'a tiene dife.re~te's;ntido

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>'•.

.-q;ú11 las d'ifercntc~ épocas, como ocurre, por ejemplo, con • l csta1m:11to, algo casual para el individuo en el siglo X:Ylll,) también, plus 9u moins,* la familia. No es una difen:ncia t¡uc nosotros tengamos que establecer para todos lo~ tiem pus, siuo que cada tiempo de por sí la establece entre lo~ Jifcrc11te:; den1entos con que se encuentra, y no cierta­mente en cnanlo al concepto, sino obligado por las colisiones urntcrialcs de la vi<la. Lo que a la época posterior le parece casual en contraposición a la anterior y también, por tanto, eutrc los elementos que de la anterior han pasado a ella, es una forma <le intercambio que correspondía a un ~termi­nado desarrollo de las fuerzas productivas. La relación entre las fuerzas de producción y la forma de intercambio es la que media entre ésta y la actividad o el modo de manifestarse de los imlivi<luos. (ta forma fundamental de este. modo de manifestarse es, naturalmente, la forma m~terial, 'de 'la que. d~penden todas las demás, la espiritual, .la política, la 'reli­g10sa, cte.). La diversa conformación de la vida material d~­pende en cada caso, naturalmente,· de las necesidades ya des­arrolladas, y tanto la creación como la satisfacción de estas necesidades es. de suyo un proceso histórico, que no encon­traremos en mnguna oveja ni en ningún perro (recalcitrante argumento fundamental de Stirner adversus hominem * *. a yesar de . ~ue l.as ovejas y los perros, bajo sÚ forma ;~tual, ~on tamb1en, c1ert.a~e?te, aunque malgré eux, * * * productos <le u~ proceso h1stonco) . Las condióone.s bajo las cuales ma?tienen intercambio e~t~~ sí los individuos, ant~~ ·.·~e que <'e ~nte:~onga. la contraclicc10n, son condic!ones inheient.es. a su md1v1duahdad y no algo externo a ellos, condicion~s 'e~ las ·· c_uales estos ?e terminados individuos exÍst~~ies bajo ·Je­termu;ia<las relac10?es pueden únicamente producir.· i;iu, yÍda ~atenal Y lo relacionado con ella; son, por tanto ias· condi~ ciones d.e su propio modo de manifestarse, y es.te ~is~o 'mod~ ~= .;;mfestarse las produce.**.** La determinada' condición

J a que producen corresponde, pues, mientras no se inter~.

• Más o menos (N. de la ed.). .. :: Contra el hombre (N. de la ed.).

,.. ,.,. A pesar,,de ellos (N. de la ed.). Producc10n de la misma forma de intercambio (Glosa

marginal de Marx). ·


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