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Mouffe-Chantal-PracticasArtisticas-Y-PoliticaDemocratica.pdf

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Prácticas artísticas y de mocracia agonísti ca Chantal Mouffe Museu d’Art Contemporani de Barcelona Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona Barcelona; Bellaterra (Cerdanyola del Vallès), 2007 Practicas artisticas.. Mouf #89 12/7/07 15:47 Page 5
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    Prcticas artsticas

    y democracia agonstica

    Chantal Mouffe

    Museu dArt Contemporani de Barcelona

    Servei de Publicacions de la Universitat Autnoma de Barcelona

    Barcelona; Bellaterra (Cerdanyola del Valls), 2007

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    Consejo asesor de la coleccin ContraTextos:Manuel J. Borja-Villel, Rafael Grasa, Clara Plasencia, Magda Polo, JorgeRibalta y Gerard Vilar

    Chantal MouffeChantal Mouffe: Every Form of Art has a Political Dimension:Interview with Rosalyn Deutsche, Branden W. Joseph, and ThomasKeenan, Grey Room, n 2 (Winter 2001), pp. 98-125. 2001 byGrey Room, Inc. and the Massachusetts Institute of Technology.

    de esta edicin, Museu dArt Contemporani de Barcelonay Servei de Publicacions de la Universitat Autnoma de Barcelona

    Traducciones de Jordi Palou (Por una poltica de identidad democrtica)y Carlos Manzano (La dimensin poltica de las formas artsticasy Prcticas artsticas y poltica democrtica en una era pospoltica)

    Edicin:Museu dArt Contemporani de BarcelonaPlaa dels ngels, 108001 Barcelona. Spainhttp://[email protected] 978-84-89771-41-3

    Universitat Autnoma de BarcelonaServei de Publicacions08193 Bellaterra (Barcelona). Spainhttp://[email protected] 978-84-490-2492-4

    Impreso en Espaa - Printed in SpainUniversitat Autnoma de BarcelonaServei de PublicacionsDepsito Legal: B-30.948-2007

    Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puedeser reproducido sin el permiso previo y por escrito del editor.

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    Prcticas artsticas y polticademocrtica en una era pospoltica

    Pueden las prcticas artsticas desempear an un papel crticoen una sociedad en la que la diferencia entre el arte y la publici-

    dad ha quedado desdibujada y los artistas y los trabajadores cul-turales han pasado a ser un elemento imprescindible de la pro-duccin capitalista? Al examinar a fondo el nuevo espritu delcapitalismo, Luc Boltanski y Eve Chiapello1 han mostrado que enel desarrollo de la economa de redes posfordista se aprovecharonlas peticiones de autonoma de los nuevos movimientos de los aossesenta y se las transform en nuevas formas de control. Ahora seutilizan las estrategias estticas de la contracultura la bsquedade la autenticidad, el ideal de autogestin, la exigencia anti-jerrquica, que han substituido al marco disciplinario carac-terstico del perodo fordista, para promover las condicionesque necesita el modo actual de reglamentacin capitalista. Enla actualidad, la produccin artstica y cultural desempea unpapel fundamental en el proceso de valorizacin del capital y,mediante la neogestin, la crtica artstica ha pasado a ser unelemento importante de la productividad capitalista.

    En vista de ello, algunos han afirmado que el arte ha perdi-

    do su capacidad crtica, porque cualquier forma de crtica esautomticamente recuperada y neutralizada por el capitalismo.Sin embargo, otros ofrecen una opinin diferente y consideranque la nueva situacin abre vas para estrategias diferentes deoposicin. Se puede apoyar esa opinin recurriendo a las ideas

    1 Luc Bolstanski y Eve Capiello: El nuevo espritu del capitalismo.Madrid: Akal, 2002.

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    de Andr Gorz, para quien, cuando la autoexplotacin

    adquiere un papel fundamental en el proceso de valorizacin,la produccin de la subjetividad pasa a ser un marco del con-flicto fundamental... Las relaciones sociales que eluden laapropiacin de valor, el individualismo competitivo y el inter-cambio en el mercado muestran, por contraste, estos ltimos ensu dimensin poltica, como ampliaciones del poder del capital.As resulta posible un frente de resistencia total a dicho poder,que necesariamente rebasa el mbito de la produccin deconocimiento con vistas a la aparicin de nuevas formas de

    vida, consumo y apropiacin colectiva de los espacios comunesy de la cultura cotidiana.2

    Desde luego, hay que abandonar la idea moderna de la van-guardia, pero eso no significa que sea imposible forma alguna decrtica. Lo que hace falta es agrandar el mbito de la interven-cin artstica en una multiplicidad de espacios sociales paraoponerse al programa de movilizacin social total del capitalis-mo. El objetivo debe ser el de socavar el marco imaginario nece-

    sario para su reproduccin. Como dice Brian Holmes, el artepuede ofrecer una oportunidad para que la sociedad reflexionecolectivamente sobre las figuras imaginarias de las que dependesu propia consistencia, su autocomprensin.3

    Personalmente, creo que las prcticas artsticas pueden desem-pear un papel en la lucha contra la dominacin capitalista, pero,para ver cmo se puede hacer una intervencin eficaz, es necesarioentender la dinmica de la poltica democrtica, que, a mi juicio,solo se puede lograr mediante el reconocimiento de lo poltico en

    su dimensin antagonista, as como del carcter contingente decualquier tipo de orden social. Solo desde esa perspectiva sepuede comprender la lucha hegemnica que caracteriza la polti-ca democrtica, la lucha hegemnica en la que las prcticas arts-ticas pueden desempear un papel decisivo.

    2 Entrevista con Andr Gorz, Multitudes, n 15, 2004, p. 209.3 Brian Holmes: Artistic Autonomy, www.utangente.org.

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    PRCTICAS ARTSTICAS Y POLTICA DEMOCRTICA EN UNA ERA POSPOLTICA

    El antagonismo poltico

    El punto de partida de las reflexiones tericas que voy a pre-sentar es la dificultad que experimentamos actualmente ennuestra era pospoltica para concebir los problemas queafrontan nuestras sociedades de un modo poltico. Al con-trario de lo que los idelogos neoliberales quisieran hacernoscreer, las cuestiones polticas no son meros asuntos tcnicoscuya resolucin corresponda a expertos. Las cuestiones propi-amente polticas siempre entraan decisiones que requieren

    una alternativa entre opciones opuestas. Esa incapacidad parapensar polticamente se debe en gran medida a la hegemonaindiscutida del liberalismo. Permtaseme especificar, para evi-tar cualquier malentendido, que el trmino liberalismo, talcomo lo uso en el presente contexto, se refiere a un discursofilosfico con muchas variantes, unidas no por una esenciacomn, sino por una multiplicidad de lo que Wittgenstein llamaparecidos de familia. Desde luego, hay muchos liberalismos,

    algunos ms progresistas que otros, pero, salvo algunas excep-ciones, la tendencia predominante en el pensamiento liberal secaracteriza por un planteamiento racionalista e individualistaque no puede entender adecuadamente el carcter pluralista delmundo social, con los conflictos que el pluralismo entraa ypara los cuales no podra haber nunca una solucin racional: aeso se debe la dimensin de antagonismo que caracteriza lassociedades humanas. La concepcin liberal tpica del liberalismoes la de que vivimos en un mundo en el que hay, en realidad,

    muchas perspectivas y valores y que, por limitaciones empricas,nunca podremos adoptarlos todos, pero que, si los juntamos,constituyen un conjunto armnico. Esa es la razn por la queese tipo de pluralismo debe negar lo poltico en su dimensinantagonista y, por tanto, no puede entender la impugnacin queafronta la poltica democrtica. De hecho, uno de los principiosfundamentales de ese liberalismo es la creencia racionalista en ladisponibilidad de un consenso universal basado en la razn. No

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    es de extraar que lo poltico constituya su punto ciego. El li-

    beralismo tiene que negar el antagonismo, ya que, al sacar a lasuperficie el ineludible momento de decisin en el sentido mspropio de tener que decidir en un mbito indecidible, el anta-gonismo revela el lmite mismo de cualquier consenso racional.

    La poltica como hegemona

    Junto al de antagonismo, el de hegemona es, en mi planteamien-

    to, el otro concepto decisivo para abordar la cuestin de lopoltico. Para reconocer la dimensin de lo poltico como laposibilidad siempre presente del antagonismo, hay que reconocerla falta de un mbito final y la indecidibilidad que permea todoorden o, dicho de otro modo, hace falta reconocer el carcterhegemnico de todo tipo de orden social y el hecho de que todasociedad sea el producto de una serie de prcticas encaminadas aestablecer orden en un marco de contingencia. Lo poltico est

    vinculado con los actos de institucin hegemnica. Es en ese sen-tido que tenemos que diferenciar lo social de lo poltico. Losocial es el mbito de prcticas sedimentadas, es decir, prcticasque ocultan los actos originarios de su institucin poltica con-tingente y que se dan por sentadas, como si estuvieran auto-fundamentadas. Las prcticas sociales sedimentadas son unaparte constitutiva de cualquier sociedad posible; no se ponen enentredicho todos los lazos sociales al mismo tiempo. De modoque lo social y lo poltico tienen la condicin de lo que Heidegger

    llam dimensiones existenciales, es decir, las necesarias paracualquier vida en sociedad. Lo poltico, entendido en su sentidohegemnico, entraa la visibilidad de los actos de institucinsocial, lo que revela que no se debe considerar la sociedadcomo el despliegue de una lgica exterior a ella, sea cual fueresu origen: fuerzas productivas, desarrollo del Espritu, leyes dela Historia, etc. Todo orden es la articulacin temporal y pre-caria de prcticas contingentes. La frontera entre lo social y lo

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    poltico es esencialmente inestable y requiere desplazamientos

    y renegociaciones constantes entre los agentes sociales. Lascosas podran ser siempre de otro modo, por lo que, alpredicar todo orden, se excluyen otras posibilidades. Es en esesentido que se le puede llamar poltico, ya que es la expre-sin de una estructura particular de relaciones de poder. Aspues, el poder es constitutivo de lo social, porque lo social nopuede existir sin relaciones de poder que le den forma. Lo queen un momento determinado se considera el orden naturaljunto con el sentido comn que lo acompaa es el resul-

    tado de prcticas hegemnicas sedimentadas; nunca es la ma-nifestacin de una objetividad ms profunda y exterior a lasprcticas que le dan su ser.

    As, todo orden es poltico y est basado en alguna forma deexclusin. Siempre hay otras posibilidades que han sido reprimi-das y que se pueden reactivar. Las prcticas articulatorias medi-ante las cuales se establece determinado orden y se fija el signifi-cado de las instituciones sociales son prcticas hegemnicas.

    Todo orden hegemnico es susceptible de impugnacin porprcticas hegemnicas contrarias, es decir, prcticas que inten-tarn desarticular el orden existente con vistas a instalar otraforma de hegemona.

    Una vez reconocidos esos principios tericos, es posibleentender el carcter de lo que llamo lucha agonista,4 que con-sidero el ncleo de una democracia con vitalidad. Lo que est enjuego en la lucha agonista es la configuracin misma de las rela-ciones de poder en torno a la cual se estructura una sociedad

    dada. Es una lucha entre proyectos hegemnicos opuestos quenunca se pueden conciliar racionalmente. Una concepcin ago-nista de la democracia requiere un reconocimiento del carctercontingente de las articulaciones poltico-econmicas hegemni-cas que determinan la configuracin concreta de una sociedad

    4 Vase un desarrollo de este planteamiento agonista en ChantalMouffe: La paradoja democrtica. Barcelona: Gedisa, 2003, captulo 4.

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    en determinado momento. Son construcciones precarias y prag-

    mticas que se pueden desarticular y transformar a consecuenciade la lucha agonista entre adversarios. A diferencia de los diver-sos modelos liberales, el planteamiento agonista que propugnoreconoce que la sociedad est siempre polticamente instituida ynunca olvida que el mbito en el que se producen las interven-ciones hegemnicas es siempre el resultado de prcticashegemnicas anteriores y que nunca es neutral. Esa es la raznpor la que niega la posibilidad de una poltica democrtica noadversaria y critica a quienes, por pasar por alto la dimensin de

    lo poltico, reducen la poltica a un conjunto de iniciativassupuestamente tcnicas y de procedimientos neutrales.

    El espacio pblico

    Con vistas a sacar a la luz la relevancia del modelo agonista depoltica democrtica para las prcticas artsticas, quiero exami-

    nar sus consecuencias para la concepcin del espacio pblico.La ms importante es la de que impugna la difundida concep-cin en la que, aunque en formas diferentes, se basa la mayorade las teoras sobre el espacio pblico, concebido como elmbito en el que puede surgir el consenso. Para el modelo ago-nista, el espacio pblico es, al contrario, el campo de batalla enel que se enfrentan diferentes proyectos hegemnicos, sin posi-bilidad alguna de conciliacin final. Hasta ahora he hablado delespacio pblico, pero debo apresurarme a concretar que no esta-

    mos tratando aqu de un nico espacio pblico. Segn elplanteamiento agonista, los espacios pblicos son siempre plu-rales y la confrontacin agonista se produce en una multiplici-dad de superficies discursivas. Tambin quiero insistir en unsegundo aspecto importante. Mientras que no existe un princi-pio subyacente de unidad ni un centro predeterminado en esadiversidad de espacios, siempre existen diversas formas de arti-culacin entre ellos; y no nos encontramos ante el tipo de disper-

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    sin concebido por algunos pensadores posmodernos. Tampoco

    nos referimos al tipo de espacio homogneo que vemos enDeleuze y sus seguidores. Los espacios pblicos siempre estnestriados y estructurados hegemnicamente. Una hegemonadeterminada es el resultado de una articulacin concreta de unadiversidad de espacios, y eso significa que la lucha hegemnicaconsiste tambin en el intento de crear una forma diferente dearticulacin entre espacios pblicos.

    As pues, mi planteamiento es claramente muy distinto deldefendido por Jrgen Habermas, quien, cuando concibe el espa-

    cio pblico poltico (que llama esfera pblica), lo presentacomo el lugar en que se produce la deliberacin encaminada aun consenso racional. Desde luego, ahora Habermas reconoceque es improbable, dadas las limitaciones de la vida social, quese pueda alcanzar de forma efectiva semejante consenso y con-cibe su situacin ideal de comunicacin como una idea regu-ladora. Sin embargo, conforme a la perspectiva que propugno,los impedimentos para la situacin de comunicacin ideal de

    Habermas no son empricos, sino ontolgicos, y el consensoracional que presenta como idea reguladora es, en realidad, unaimposibilidad conceptual. De hecho, requerira la presencia de unconsenso sin exclusin, precisamente aquello cuya imposibilidadrevela el planteamiento agonista.

    Tambin quiero indicar que, pese a una terminologa similar,mi concepcin del espacio pblico agonista difiere tambin delde Hannah Arendt, que ha llegado a ser tan popular reciente-mente. En mi opinin, el problema principal que plantea la con-

    cepcin del agonismo por parte de Arendt es, dicho en pocaspalabras, un agonismo sin antagonismo. Lo que quiero decires que, mientras que Arendt insiste mucho en la pluralidadhumana y en que la poltica trata de la comunidad y la recipro-cidad de los seres humanos, que son diferentes, nunca reconoceque esa pluralidad es la causa de los conflictos antagonistas.Segn ella, pensar polticamente es desarrollar la capacidad paraver las cosas desde una multiplicidad de perspectivas. Como

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    atestigua su referencia a Kant y su idea del pensamiento amplia-

    do, su pluralismo no es fundamentalmente diferente del liberal,porque est inscrito en el horizonte de un acuerdo intersubjetivo.De hecho, lo que busca en la doctrina del juicio esttico de Kantes un procedimiento para comprobar el acuerdo intersubjetivo enel espacio pblico. Pese a importantes diferencias entre sus plan-teamientos respectivos, Arendt, como Habermas, acaba conci-biendo el espacio pblico de forma consensual. Desde luego,como ha sealado Linda Zerilli,5 en su caso el consenso es elresultado del intercambio de voces y opiniones (en el sentido

    griego de doxa) y no de un Diskurs racional como en Habermas.Mientras que para este el consenso surge mediante lo que Kantllama disputieren, un intercambio de argumentos limitados porlas reglas lgicas, para Arendt es una cuestin de streiten, en laque el acuerdo se produce mediante la persuasin, no mediantepruebas irrefutables. Sin embargo, ninguno de ellos es capaz dereconocer el carcter hegemnico de toda forma de consenso yla inerradicabilidad del antagonismo, el momento de

    Wiederstreit, lo que Lyotard denomina el diferendo. Es sin-tomtico que, pese a encontrar su inspiracin en aspectos dife-rentes de la filosofa de Kant, tanto Arendt como Habermascomparten la actitud de conceder preferencia en la esttica deKant al aspecto de lo bello y pasar por alto su reflexin sobre losublime. Se debe sin duda a su evitacin de el diferendo.

    Prcticas artsticas crticas y hegemona

    Ahora estamos en condiciones de entender la relevancia de laconcepcin hegemnica de la poltica para la esfera de las prc-ticas artsticas. Sin embargo, antes de abordar esa cuestin,quisiera subrayar que, conforme al planteamiento que propugno,

    5 Linda Zerilli: Feminism and the Abyss of Freedom. Chicago: TheUniversity of Chicago Press, 2005, captulo 4.

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    no se debe entender la relacin entre arte y poltica como la de

    dos esferas constituidas por separado el arte, por un lado, y lapoltica, por otro y entre las cuales sera necesario estableceruna relacin. En lo poltico hay una dimensin esttica y en elarte una dimensin poltica. Esa es la razn por la que hesostenido que no es til hacer una distincin entre el arte polti-co y el apoltico. Desde el punto de vista de la teora de la hege-mona, las prcticas artsticas desempean un papel en la consti-tucin y el mantenimiento de un orden simblico dado o en suimpugnacin, y esa es la razn por la que tienen necesariamente

    una dimensin poltica. La poltica, por su parte, se refiere a laordenacin simblica de las relaciones sociales, lo que ClaudeLefort llama la mise en scne, la mise en forme, de la coexisten-cia humana y en eso es en lo que radica su dimensin esttica.

    La cuestin real se refiere a las formas posibles del arte crti-co, las diferentes formas como las prcticas artsticas puedencontribuir a la impugnacin de la hegemona dominante. Unavez que aceptamos que las identidades nunca estn dadas de

    antemano, sino que son siempre el resultado de procesos de iden-tificacin, que estn construidas discursivamente, la cuestin quese plantea es el tipo de identidad que las prcticas artsticas crti-cas deben ir encaminadas a fomentar. Est claro que quienespropugnan la creacin de espacios pblicos agonistas, en los queel objetivo es revelar todo lo reprimido por el consenso domi-nante, van a concebir la relacin entre las prcticas artsticas y supblico de forma muy diferente que aquellos cuyo objetivo es lacreacin de consenso, aun cuando lo consideren crtico. Segn el

    planteamiento agonista, el arte crtico es el que fomenta el disen-so, el que vuelve visible lo que el consenso dominante sueleoscurecer y borrar. Est constituido por una diversidad de prc-ticas artsticas encaminadas a dar voz a todos los silenciados enel marco de la hegemona existente.

    En mi opinin, el planteamiento agonista es particularmenteapropiado para entender la naturaleza de las nuevas formas deactivismo artstico que han surgido recientemente y que, de formas

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    muy diversas, van encaminadas a impugnar el consenso existente.

    Esas prcticas artstico-activistas son de tipos muy diferentes, desdeuna diversidad de nuevas luchas urbanas como Reclaim thestreets en Gran Bretaa o Tute Bianche en Italia, pasandopor las campaas Alto a la publicidad en Francia y NikeGround-Rethinking Space en Austria. Podemos encontrar otroejemplo en la estrategia de correccin de la identidad de TheYes Men, que, con diferentes identidades por ejemplo, como re-presentantes de la Organizacin Mundial del Comercio, hacenuna stira muy eficaz de la ideologa neoliberal.6 Su objeto es el de

    poner la mira en las instituciones que fomentan el neoliberalismoa expensas del bienestar de las personas y adoptar sus identidadespara ofrecer correctivos. Por ejemplo, el siguiente texto aparecien 1999 en una parodia del sitio de la OMC en Internet: LaOrganizacin Mundial del Comercio es una gigantesca burocra-cia internacional cuyo objetivo es ayudar a las empresas aplican-do el libre comercio: la libertad de las empresas transnacionalespara hacer negocios como les parezca. La OMC pone esa libertad

    por encima de todas las dems, incluida la libertad para comer,beber agua, no comer ciertas cosas, dar tratamiento a los enfer-mos, proteger el medio ambiente, cultivar los productos agrco-las propios, organizar un sindicato, mantener servicios sociales,gobernar, tener una poltica exterior. Todas esas libertades sufrenel ataque de las grandes empresas que actan bajo el velo dellibre comercio, ese derecho misterioso que, segn se nos dice,debe pasar por delante de todos los dems.7 Algunas personasconfundieron el sitio falso con el real y The Yes Men se las

    arreglaron incluso para aparecer como representantes de la OMCen varias conferencias internacionales en las que una de sus inter-venciones satricas consisti, por ejemplo, en proponer un

    6 Vase, por ejemplo, su libro The Yes Men. The True Story of the Endof the World Trade Organization, publicado por The DisinformationCompany Ltd, 2004.7 Sitio del grupo The Yes Men en la red Internet: http://www.theyesmen.org

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    mecanismo para la vigilancia telemtica de los trabajadores en

    forma de falo dorado de un metro de largo.Naturalmente, esas formas de activismo artstico representansolo una forma posible de intervencin poltica para los artistasy hay muchas otras formas como los artistas pueden desempearun papel crtico. Segn Richard Noble, podemos distinguir cua-tro formas distintas de hacer arte crtico. Adems del tipo deobras que de forma ms o menos directa abordan crticamente larealidad poltica, como las de Barbara Kruger, Hans Haacke oSantiago Sierra, hemos de citar las obras de arte que exploran

    posiciones o identidades caracterizadas por la otredad, la mar-ginalidad, la opresin o la victimizacin. Ese ha sido el modopredominante de hacer arte crtico en los ltimos aos: artefeminista, arte homosexual, arte hecho por minoras tnicas oreligiosas, pero tambin debemos incluir aqu la obra de KryzstofWodiczko. En tercer lugar, debemos referirnos al tipo de artecrtico que investiga su propia condicin poltica de producciny distribucin como en los casos de Andrea Fraser, Christian

    Phillipp Mueller o Mark Dion. Tambin podemos distinguir elarte como experimentacin utpica, los intentos de imaginar for-mas de vida substitutivas: sociedades o comunidades construidasen torno a valores en oposicin al ethos del capitalismo tardo.En este caso encontramos, por ejemplo, los nombres de ThomasHirschhorn (Monumento a Bataille), Jeremy Deller (Batalla deOrgreaves) o Antony Gormley (Campo Asitico).8

    Lo que hace que todas esas muy diversas prcticas artsticassean crticas es que se las puede considerar, aunque en formas

    diferentes, intervenciones agonistas en el espacio pblico. Desdeluego, su objetivo no es el de hacer una ruptura total con el esta-do de cosas existente para crear algo absolutamente nuevo. Enla actualidad los artistas ya no pueden aspirar a constituir unavanguardia que ofrezca una crtica radical, pero esa no es una

    8 Richard Noble: Some Provisional Remarks on Art and Politics, enThe Showroom Annual 2003/2004.

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    razn para proclamar que su papel poltico se ha acabado. Lo

    que se debe abandonar es precisamente la idea de que ser polti-co significa ofrecer semejante crtica radical. Esa es la razn porla que algunos sostienen que en la actualidad ya no es posibleque el arte desempee un papel crtico, porque siempre resultarecuperado y neutralizado. Vemos un error similar entre quienescreen que radicalidad significa transgresin y que cuanto mstransgresoras son las prcticas ms radicales son. Despus, cuan-do advierten que no hay transgresin que no pueda ser recupera-da, sacan tambin la conclusin de que el arte ya no puede desem-

    pear un papel poltico crtico. Hay tambin quienes conciben elarte crtico desde un punto de vista moralista y consideran que supapel es el de la condena moral. De hecho, en vista de que actual-mente nos encontramos en lo que Danto llama la condicin delpluralismo sin criterios ya generalmente acordados para juzgarlas producciones artsticas, existe una marcada tendencia asubstituir los juicios estticos por juicios morales y a fingir quedichos juicios morales son tambin polticos. En mi opinin,

    todos esos planteamientos son, en realidad, antipolticos,porque no son aptos para entender la especificidad de lo polti-co. Al contrario, una vez que se concibe la lucha poltica con-forme al planteamiento hegemnico que he delineado, resultaposible entender el lugar decisivo de la dimensin cultural en lacreacin de una hegemona y ver por qu los artistas puedendesempear un papel importante en la subversin de la hege-mona dominante. En nuestras posdemocracias, en las que secelebra un consenso pospoltico como gran avance para la

    democracia, las prcticas artsticas crticas pueden desbaratar laimagen agradable que el capitalismo de las grandes empresasest intentando difundir, al situar en primer plano su carcterrepresivo, y tambin pueden contribuir, de muy diversas formas,a la construccin de nuevas subjetividades. Esa es la razn por laque las considero una dimensin decisiva del proyecto democrti-co radical.

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    Seleccin bibliogrfica

    Chantal Mouffe (ed.): Gramsci and Marxist Theory. Londres:Routledge & Kegan Paul, 1979.

    Chantal Mouffe y Ernesto Laclau: Hegemony and SocialistStrategy: Towards a Radical Democratic Politics. Londres:Verso, 1985. Traduccin al castellano: Hegemona y estrategiasocialista. Hacia una radicalizacin de la democracia. Madrid:Siglo XXI, 1987.

    Chantal Mouffe (ed.): Dimensions of Radical Democracy:Pluralism, Citizenship, Community. Londres: Verso, 1992.

    Chantal Mouffe: Le Politique et ses enjeux. Pars: LaDcouverte, 1994.

    Chantal Mouffe: The Return of the Political. Londres: Verso,1993. Traduccin al castellano: El retorno de lo poltico.Barcelona: Paids, 1999.

    Chantal Mouffe (ed.): Deconstruction and Pragmatism. Londres:Routledge, 1996. Traduccin al castellano: Desconstruccin y

    pragmatismo. Buenos Aires: Paids, 1998.

    Chantal Mouffe (ed.): The Challenge of Carl Schmitt.

    Londres: Verso, 1999.

    Chantal Mouffe (ed.): The Legacy of Wittgenstein: Pragmatismor Deconstruction (con L. Nagl). Nueva York: Peter Lang, 2001.

    Chantal Mouffe: The Democratic Paradox. Londres: Verso,2000. Traduccin al castellano: La paradoja democrtica.Barcelona: Gedisa, 2003.

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    Chantal Mouffe: On the Political (Thinking in Action).

    Londres: Routledge, 2005.

    Captulos de libros y artculos publicados recientemente

    Pluralism, Dissensus and Democratic Citizenship, enEducation and the Good Society. Fred Inglis (ed.). Basingstoke,Hampshire: Palgrave MacMillan, 2004.

    Teoria Politica, Direitos e Democracia, en Repensando aTeoria do Estado. R. Fonseca (ed.). Belo Horizonte (Brazil):Editora Forum, 2004.

    The End of Politics and the Challenge of Right-WingPopulism, en Populism and the Mirror of Democracy. F.Panizza (ed.). Londres: Verso, 2005.

    Eine kosmopolitische oder eine multipolare Weltordnung?,en Deutsche Zeitschrift fuer Philosophie, vol. 53, 2005(Berln).

    Schmitts Vision of a Multipolar World Order, en The SouthAtlantic Quarterly, vol. 104, primavera 2005.

    The Limits of John Rawlss Pluralism, en Politics,

    Philosophy & Economics, vol. 4, n 2, junio de 2005.

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