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OBRAS COMPLETAS DE D. ARMANDO PALACIO VALDÉS foto …

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Project Gutenberg's El idilio de un enfermo, by Armando Palacio Valdés This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.net Title: El idilio de un enfermo Author: Armando Palacio Valdés Release Date: June 13, 2008 [EBook #25777] [Last updated: August 19, 2011] Language: Spanish *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL IDILIO DE UN ENFERMO *** Produced by Chuck Greif and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net OBRAS COMPLETAS DE D. ARMANDO PALACIO VALDÉS foto de Palacio Valdés TOMO I
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ProjectGutenberg'sElidiliodeunenfermo,byArmandoPalacioValdés

ThiseBookisfortheuseofanyoneanywhereatnocostandwith

almostnorestrictionswhatsoever.Youmaycopyit,giveitawayor

re-useitunderthetermsoftheProjectGutenbergLicenseincluded

withthiseBookoronlineatwww.gutenberg.net

Title:Elidiliodeunenfermo

Author:ArmandoPalacioValdés

ReleaseDate:June13,2008[EBook#25777]

[Lastupdated:August19,2011]

Language:Spanish

***STARTOFTHISPROJECTGUTENBERGEBOOKELIDILIODEUNENFERMO***

ProducedbyChuckGreifandtheOnlineDistributed

ProofreadingTeamathttp://www.pgdp.net

OBRASCOMPLETASDE

D.ARMANDOPALACIOVALDÉSfotodePalacioValdés

TOMOI

ELIDILIODEUNENFERMOMADRID

LibreríadeVictorianoSuárez.PRECIADOS,NÚMERO48.

1894ESPROPIEDADDELAUTOR

MADRID.—HijosdeM.G.Hernández,Libertad,16dup.º

CAPÍTULOS:I,II,III,IV,V,VI,VII,VIII,IX,X,XI,XII,XIII,XIV,XV,XVI,XVII

DEDICATORIA

Amihijo.Congratasorpresapudeaveriguarquealgunasdelasobrasquehelanzadoala

publicidadestabanagotadasyotrasapuntodeestarlo.Fuepasiónincontrastabledemiánimo,noesperanzadelucroodegloria,laquemearrastróanovelarenesta edad tanpoco felizpara lasmusas.Desdeque, recién salidode las aulas,entreguémisprimerascuartillasa la imprenta,viclaramentequenoeraésa lavíaparalograrloshalagosdelavanidadnilosregalosdelcuerpo.Nuestranación sehalladesdehacealgunosañoscondisposición indiferente,

másbienhostil,haciatodaslasmanifestacionesdelespíritu.Lapasióndeloútil,un sensualismo omnipotente, invade a la sociedad española, y muysingularmenteaesaclasemediaqueen laprimeramitaddel siglo tantasy tangallardasmuestrasdiodesuamoralojustoyalobello.Lajuventud,dequiensuelen partir los impulsos generosos, los anhelos espirituales, no se ocupaactualmentesinoenabrirsepasoacodazosparallegaralpoder,alainfluencia,ala comodidad. Mi padre me decía que, en su tiempo, viendo un joven errarsolitarioconun libroentre lasmanos, sepodíaapostar aqueeste libroerade

versos.El tuyo tedicequeactualmentehayseguridaddequeel libroes la leymunicipal o un compendio de Derecho administrativo. ¿Caminamos por estesenderoalacivilizaciónyalengrandecimientodelapatria,ovamosderechosalabarbarieyaldespreciode lasnacionescultas?Túo tushijos lo sabréis.Yomoriréantesdequeseaverigüe.De todos modos, a nadie se le oculta que las letras cuentan con pocos

apasionadosenEspaña.Laprensaperiódica,envezdedifundirlasyalentarlas,contribuyenopococon sudesvío a la tristezay languidezenquevegetan.Esmás;lafacilidadqueelprimeradvenedizologra(acondicióndesolicitarlo)paraver sus producciones, malas o buenas, ensalzadas hasta las nubes, demuestramejoraúneldesdénconquesemiran.Perocomonoexisteenestemundo tan relativonadaabsolutamentebuenoo

malo, pienso que hay en tal desvío algúnmotivo para regocijarse.Cuando lasletrassehallanenaugeyagitanyapasionanalpúblicoyengendrandisputasyenciendenlacóleradeloscríticos,meparecepuntomenosqueimposiblequeelescritorsesustraigaalainfluencianocivadetantoruido.Elanhelodelaplausoylasventajasmaterialesqueconsigoarrastraporunaparte,yporotraeltemoralascensurasde loscríticos, le turban, leexcitan, le impiden,en suma,escribirconaquellaserenidadsinlacualsehaceimposiblelaproduccióndeunaobradearte duradera. Ya no consulta libremente el oráculo de la naturaleza, sino lasaficionesdeunpúblicotornadizooelgustodealgúncríticoirascible,pedanteyramplón.Porfortuna,de talesplagas,queabundanenFranciayenotrasnaciones,nos

vemos libres los escritores españoles. Aquí, ni el interés con que el públicoacogenuestrasobraspuedeseducirnos,niellátigodelacríticadebeinspirarnoscuidadoalguno.Disfrutamosdeenvidiable libertad.El literatoespañolsabedeantemanoque,escribaenunaformaoenotra,seaosadoocomedido,páguesedel arte y la medida, o escriba cuantos desatinos le acudan a la mente, searealista, o romántico, o clásico, el resultado ha de ser poco más o menos élmismo.Ysialgunararavezelpúblicoy laprensa tejencoronas,nosonciertamente

para los que cultivan su arte con amory respeto, sinopara quienes le ofrecenmanjares picantes y llamativos. El vulgo no agradece que se le deleitesuavemente,que se lehagapensary sentir.Paraotorgar su aplausoesprecisoque el escritor le deslumbre o por el número de obras, o por su desmesuradamagnitud, o por el relumbrónde los efectos, o condescripciones aparatosas yprolijos análisis de caracteres, tan prolijos como falsos, o con un lenguajearcaicoypedantesco.Elvulgodesprecialosincero,lonatural,loarmónico.Para

obtenersuadmiraciónprecisaserunpococharlatánycursi.Escritoresconozcode indisputablemérito, tantoenEspañacomofueradeella,aquienessi se lesquitase losgranitosde charlatanería conque sazonan susobras, dejarían en elmismopuntodeserpopulares.Perosobretodaslascosasdeestemundo,elhombreadocenadoodialamedida.

Nadaleenfurecetantocomoverunaobraproporcionadayarmónica.Alquelaproducedipútaledesdeluegoporartistaapocadoyenclenque.Componerobrasmonstruosas, emitir ideas estupendas, no decir jamás algo que no seacompletamente nuevo, inaudito, aunque sea un desatino: tal es el secreto parasujetarle.Undíaseentusiasmaráconcualquierescritor francésque identifiquelaspasioneshumanasalosciegosimpulsosdelasbestias,quedescribanuestrosamoresconlalibertadbrutalyrepulsivaquesisetratasedelosdeuntoroyunavaca: al siguientecaerádehinojosanteunmístico rusoque tengaapecadoelamorconyugalynieguealostribunaleselderechoajuzgaralosdelincuentes.Enunauotraformaadoraráeternamentelalocuraolacharlatanería.Losquecomoyoaborrecenloexcesivonoalcanzaránjamássusfavores.¿Qué

importa?Aunqueme agrada el aplauso público,mi espíritu no vive de él. LagloriaseencuentraentrelascosasqueSénecaconsiderapreferibles,noentrelasnecesarias. Puedo vivir feliz sin la admiración del vulgo y los elogios de laprensa;tantomáscuantoquedecasitodoslospaísescivilizadosdelgloborecibotestimoniosdesimpatíaquemealientanymecalman.Y, sin embargo, te lo confieso ingenuamente, hijomío, aunque renuncio sin

doloraloshomenajesdelosrevisterosyasusadjetivosarrulladores,nopuedomenos de sentir tristeza pensando que jamás seré el héroe de una de esasovacionesnocturnasconquelamuchedumbreobsequiaasusfavoritos.Nosoyhipócrita;mealegraríadellegarsiquieraunanocheenlavidaamicasacomouncónsul, precedido de lictores con las fasces en alto o rodeado de ciriosencendidos, como Nuestro Señor Sacramentado cuando se digna visitar a losenfermos.Meconsueloimaginandoquelosdiosesmehanconcedidoelgustodelasartes

yalgunaescasahabilidadenunadeellasparaembelleceryhacerfeliceslosdíasdemivida,noparadejarloscorrerenmediodelasmiserablesinquietudesqueengendraelamorpropio.Meconsueloasimismoconlaideadequetambiénenmateria de triunfos el exceso se paga cruelmente. La medida no es sólo laesencia del arte, sino que lo es también del mundo entero, como afirmabaPitágoras.Tantovivopersuadidodeello,quejuzgolocura,comoHoracio,hastaelexcesoenlavirtud.

Insanisapiensnomenferat,æquusiniqui

Ultraquamsatisestvirtutemsipetatipsam.Siemprehe tenido la intuicióndeestagranverdad,quenutrióalpueblomás

grandequehapisado la tierrayprodujoel artemásasombroso.Encasi todasmisobrassehallarácomotendenciamásomenosostensible.Desgraciadamente,como la reflexión y el estudio no la habían confirmado,me aparté de ella endiversas ocasiones. Falsos conceptos unas veces, otras estímulos de vanidadliteraria,mearrastraronahacerlo.Me arrepiento, en primer término, de haber principiado a novelar demasiado

pronto.En laedad juvenil sepuedeserexcelentepoeta lírico,peronocultivarcon acierto un género tan objetivo como la novela realista. Sólo en la edadmaduraesdadoalartistaemanciparsedeloslazosconquesusensibilidadleataal mundo fenomenal y adquirir la calma, la perfecta serenidad necesaria paraconcebirypenetrarenelcarácterdesussemejantes.Asimismodeploroelempleodeciertosefectosde relumbrónquehallarásen

algunas de mis obras. Cuando salieron de mi pluma ten por seguro que noatendíaalconsejode lasmusas,sinoalgustodepravadodeunvulgofrívoloynecio.Mepesa,finalmente,dehaberescritomásdeloquedebiera.Lafecundidadtal

comoelvulgodeloscríticoslaentiendees,enmiopinión,unvicio,nocualidaddignadeaplauso.Paraquelasobrasdearteseacerquenalaperfecciónynazcanviables,esmenesterquesenutrananteslargotiempoenelcerebroysetrabajencon sosiego. No se me oculta que hay espíritus privilegiados a quienes bastapocotiempoparaengendraryproducirfrutosdelicados;perojuzgoqueniaunaestos mismos les perjudicará un saludable retraso. Recuérdese el ejemplo deGoethe, que concibió a los veinte años la idea de Fausto y no terminó suinmortal poema hasta los ochenta. Actualmente, oprimidos unas veces con elafándelucro,otrasconlapasióndelagloria,losqueescribimosparaelpúblicovivimos en una fiebre devoradora de producción. El público exige a cadainstante novedades: es menester servírselas, aunque vayan hilvanadas. Si noaparece cada poco tiempo un libro nuevo en los escaparates de los libreros,pensamosconterrorquesenosvaaolvidar,sinpreverqueéseeselmediomásseguro para ello; porque ese público cuya atención anhelamos cautivar a todacostaesunSaturnoquedevoranuestrospobreslibrossindigerirlos:esigualqueledenamascarcarnedediosesopiedrasberroqueñas.No,compañeros,no:tratemosdeproducirobrassazonadas,sacandodenuestro

ingeniotodoelpartidoposible.Quienhayaproducidounasolaobraensuvida,si es bella, jamás será olvidado. No nos fatiguemos en dilatar nuestrapopularidadagradandoalamuchedumbre,sinoenobtenerlaaprobacióndelos

pocos hombres de gusto que existen en cada generación.Éstos son los que alcaboimponensucriterio.Siasínofuese,sielrenombredelescritordependiesedelaturbamulta,nielQuijote,nilaIliada,nilaDivinaComedia,niningunadelasobrasmaestrasdelingeniohumano,seríanestimadasenloquemerecen.La fecundidaddelescritornodebemedirseporelnúmerodesusobras, sino

poreltiempoqueéstasduranenlamemoriadeloshombres.Escritorfecundoesaquelqueatravésdelasedadeshacesentirsuinfluencia,fecundizaconsuobraelpensamientodelaposteridad,vivecontodaslasgeneraciones,lasacompaña,las instruye, les hace gozar y sentir. En este supuesto, Cervantes con un sololibroesmásfecundoqueLopedeVegaconsusmillaresdecomedias.Lejos,pues,deenorgullecermeporelnúmerodeobrasquellevoescritas,me

avergüenzopensandoenlosgrandesescritoresquetraslargaylaboriosavidanohan producido otro tanto. Es un vicio de la época al cual tampoco he podidosustraerme.Nadierecorrerálasmuchaspáginasqueseguiránaéstaconigualpacienciaque

tú,hijomío.Enellasleeráslahistoriaíntimademipensamiento.Sobreellasheexprimidolasangredemicorazón.Atitelasdedico,noaningúnprócerquelaspongabajosuamparo,noaningúncríticoquelasdefiendaylasalabe.Algunavez, leyéndolas, las lágrimas se agolparán a tus ojos. ¡Llora, sí! Harta razóntendrás para ello. Por debajo de la ficción verás palpitar la tremenda realidad,adivinaráslostormentosdetupadreytupropiadesdicha.Loqueparalosdemáses fábulamásomenosdivertida,para ti será tristey solemneconfesión.Pocovale desde el punto de vista del arte, pero he gozado escribiéndola. No haymedio más eficaz de suavizar nuestros dolores, de aplacar nuestra cólera yarrojarelvenenodelaspasionesqueverlasreflejadasenelespejodeunaobradearte.Ninguna otra recompensa espero. Estoy plenamente satisfecho. Pero si al

recorrerelmundo,cuandolleguesalaedadviril,escuchandotunombre,algunosojos brillan con simpatía, algunasmanos se extienden hacia ti, será quizá quealguienrecuerdetodavíaloscantosdetupadre.Estréchalas,hijomío:recibeestasimpatíacomounaherenciasagrada.Cortaes,perohasidoganadaconalegríaysinmancilla.

Ilatout,ilal'artdeplaire,Maisiln'ariens'ilnedigère.

VOLTAIRE.

I

Abriose la puerta y entró en la sala un joven flaco, que saludó a loscircunstantes inclinando la cabeza. Las dos señoras, sentadas en el diván dedamascoamarillo,y el caballerode luengabarba, situadoalpiedelbalcón, leexaminaronunmomentosincuriosidad,contestandoconotralevísimacabezada.Eljovenfueasentarsecercadelveladorquehabíaenelcentro,ysepusoamirarlasestampasdeunlibrolujosamenteencuadernado.Reinaba silencio completo en la estancia esclarecida amedias solamente.La

luzdelsolpenetrababastanteamortiguadaaltravésdelaspersianasycortinas.Detrás de la puerta del gabinete vecino percibíase un rumor semejante alcuchicheodelosconfesonarios.Elcaballerodelabarbaseobstinabaenmiraralacalleporlasrendijasdela

persiana, dándose golpecitos de impaciencia en el muslo con el sombrero decopa.Lasseñoras,sindespegarloslabiosyconsemblantededuelo,paseabanlamirada repetidas veces por todos los rincones de la sala, cual si tratasen deinventariar la multitud de objetos dorados que la adornaban con lujo derelumbrón.Al cabo de buen rato de espera, se entreabrió la puerta del gabinete y

escucháronselasfrasesdecortesíadedospersonasquesedespiden.Laseñoraquesemarchabacruzólasalaconunahermosaniñadelamanoysefuedandolasbuenastardes.EldoctorIbarraasomólacabezacalvayvenerable,diciendoentonoimperativo:—Elprimerodeustedes,señores.Adelantoseconprontitudelcaballeroimpaciente.Yvolvióareinarelmismo

silencio.El joven flaco siguió hojeando el libro de estampas, que era un tratado de

indumentaria, sin hacerse cargo del minucioso examen a que le estabansometiendolasdosseñorasdeldiván.Eracasiimberbe,dadoqueeltenuebozoquesombreabasulabiosuperiornomerecíaenconcienciaelnombredebigote.Apesardeesto,secomprendíaquenoerayaadolescente.Loslineamientosdesu rostro estaban definitivamente trazados y ofrecían un conjunto agradable,donde se leían claramente los signos de prolongado padecer.Alrededor de losojosnegrosybrillantesadvertíaseuncírculomoradoque lescomunicabagrantristeza; en lospómulos,bastanteacentuados, teníados rosetasdemalagüero,paraelquehayavistodesaparecerdeudosyamigosenlaflordelavida.

Entantoqueelbarbadocaballeroseestuvodentroconeldoctor,nuestrojovencontinuórepasando lospreciososcromosdel libroconsusdedos tanfinos, tandelicados,queparecíanhacecillosdehuesosprontosaquebrarse.¿Perocontalesmanospuedeunhombretrabajar?¿Sepuededefender?Eranlaspreguntasqueacualquieraleocurriríanmirándolas.Lasseñorasdeldiváncontempláronlasconlástimaysehicieronunaleveseñalconlosojos,quequeríadecir:¡pobrejoven!Después se hicieron otra señal, que significaba: ¡qué pantalones tan bonitoslleva, y qué bien calzado está! Indudablemente aquel muchacho les fuesimpático.Laviejaseirritóensuinteriorcontralasmujeresinfames,comohaymuchasenMadrid,queseapoderandeloschicosylesbebenlasangre,aligualdelasantiguasbrujas.Lajovenpensóvagamenteensalvarlelavidaafuerzadeamorycuidados.—El primero de ustedes, señores—dijo nuevamente el doctor Ibarra,

despidiendoalcaballero,quesaliógraveyerguidocomounsenadorromano.Lasdosseñorasavanzaronlentamentehaciaelgabinete.Antesdeencerrarse,

la niña dirigió unamirada de inteligencia al joven flaco, tratando sin duda dedecirle:«Nosoyyolaquevengoaconsultar;esmimadre.GraciasaDios,yoestoy buena y sana para lo que usted gustemandar.» Los labios del joven seplegaronconsonrisaimperceptibleysiguióexaminandoelpintorescomantodeuncaballerode laOrdendeAlcántaraque lehabíadadogolpe,alparecer.Noobstante, de vez en cuando volvía los ojos con zozobra hacia la puerta delgabinete. Trataba inútilmente de reprimir la impaciencia. Aquellas señorastardabanmuchomásdeloquehabíacontado.Dejóellibro,selevantó,ycomono había nadie en la sala, se puso a dar vivos paseos sin perder de vista elpestillo, cuyo movimiento esperaba. Al cabo de media hora sonó por fin lamalhadadacerradura;peroaúnenlapuertaseestuvieronlasseñoraslargoratodespidiéndose.Cuando terminaron, laniña lemiró:«No tengo laculpadequeustedhayaesperadotanto:hasidomamá¡queestanpesada!»Eljovencontestóconotramiradaindiferenteyfríayentróenelgabinete.Laniñasaliódelasalaconunnuevodesengañoenelcorazón.EraelcélebredoctorIbarraunancianofrescoysonrosado,pequeñito,conojos

vivos y escrutadores, todo vestido de negro. El gabinete donde daba susconsultasdistabamuchodeestardecoradoconellujocursiyempalagosodelasala. Se adivinaba que el doctor, al amueblarla, siguió elmodelo de todas lassalasdeespera,alpasoqueenelgabinetehabía intervenidomásdirectamenteconsusgustosycarácteruntantoestrafalarios,resultandounadecoraciónseveraymodesta,noexentadeoriginalidad.Lamesaenelcentro,lasparedescubiertasdelibros,yelsuelotambién,dejandosóloalgunossenderosparallegaralsofáy

alamesa.Porunodeelloscondujoeldoctor,delamano,anuestrojoven,hastasentarlo cómodamente, quedándose él enpiey con lasmanos en losbolsillos.Despuésdepermanecer inmóvil algunos instantes examinando con atención elrostrodesencajadodesucliente,dijoponiéndoleunamanoenelhombro:—¿Eslaprimeravezquevieneustedaestaconsulta?—Sí,señor.—Bien;digausted.El joven bajó la vista ante la mirada penetrante del médico, y profirió con

palabrarápida,dondebajoaparentefrialdadsetraslucíalaemoción:—Vengo a saber la verdad definitiva sobre mi estado. Estoy enfermo del

pecho. El médico que me ha reconocido dice que me encuentro en segundogradodetisispulmonar,yporsilacienciatieneaúnalgúnremedioparamimal,medirijoausted,queestáreputadocomoelprimermédicoquehoytenemos.—Muchasgracias,querido—contestóeldoctor,dirigiéndoleunalargamirada

decompasión.—Lereconoceréaustedyledirémiopiniónconfranqueza,puesque así lo desea... Pero antes de que procedamos al reconocimiento, necesitosaberlosantecedentesdesuenfermedad...Vamosaver...¿Cuántotiempohacequeestáustedenfermo?—Enrealidad,puedodecirque loheestadosiempre.Apenas recuerdohaber

gozado un día de completa salud. Siempre he tenido una naturaleza muyenclenque,yhepadecidocasiconstantemente...unasvecesdeunoyotrasvecesdeotro...generalmentedelestómago.—¿Malasdigestiones?—Sí,señor;siemprehansidomuydifíciles.—¿Condolores?—Noloshe tenidohastahacepoco.Durante laniñezhepadecidomucho.A

loscatorceoquinceañosempecéasentirmemejor,acomerconmásapetitoymepusehastagordo,dado,porsupuesto,mitemperamento;peroalllegaralosveinte,nosésiporelmuchoestudiaroeldesarreglodelascomidas,olafaltadeejercicio, o todo esto reunido, volvieron a exacerbarse mis enfermedades, ypuedo decir que, durante una larga temporada, mi vida ha sido un martirio.Después mejoré cambiando de vida; pero he vuelto a recaer hace ya algúntiempo.—¿Aquéocupacionessededicausted?Eljovenvacilóuninstanteyrepuso:—Soyescritor.

—Malaprofesiónesparaunanaturalezacomolasuya.Lascircunstanciasconqueustedestrabajangeneralmente...alasaltashorasdelanoche,hostigadosporlapremuradeltiempo...lafaltadeejercicio...yeltrabajointelectual,queyadepor sí es debilitante... ¿Y dice usted que de algún tiempo a esta parte se harecrudecidolaenfermedaddelestómago?—El estómago, no tanto: lo peor es la gran debilidad que siento en todomi

organismodesdehacetresocuatromeses.Unacarenciaabsolutadefuerzas.Encuanto subo cuatro escaleras, me fatigo. No puedo levantar el peso másinsignificante...—¿Hatenidoustedalgúnsíncope,osienteustedmareosdecabeza?—Mareos,sí,señor;peronuncahellegadoaperderelsentido.Sinembargo,en

estosúltimostiemposhetemidomuchasvecescaermeenlacalle.—¿Toseusted?—Haceunmesquetengounatosecillaseca,yellunesheesputadounpocode

sangre.Mealarmébastanteyfuiaconsultarconunmédicoqueconocía...—¿Lasangrevinoenformadevómitoomezcladaconsaliva?—Nadamásqueunpoquitoentrelasaliva.—Antes,¿nohabíaustedconsultado?—Sí, señor,muchasveces;perocomose tratabadeunaenfermedadcrónica,

me iba arreglando con los antiguos remedios: el bicarbonato, la magnesia, lacuasia...—Bien;demeustedlamano.El doctor Ibarra estuvo largo rato examinando el pulso del joven. Después,

observó con atención susojos, bajandopara ello el párpado.Quedose algunosmomentospensativo.—Desearíareconocerleelpecho.—Cuandoustedguste.¿Esnecesarioquemedesnude?—Seríamejor.Aquínohacefrío.El joven empezó a despojarse velozmente. Parecía tranquilo a primera vista.

Noobstante,quienleobservaseconcuidado,notaríaquehabíacrecidounpocolapalidezdesurostro,yqueteníalasmanostrémulas.Cuandoestuvodesnudodemedio cuerpo arriba, interrogó con lamirada almédico. Éste consideró elmiserable torsoque teníadelante, conprofunda lástima.Lascostillaspudierancontarsearespetabledistancia:elcuellosalíadesusestrechoshombroslargoydelgado,yadornadoconprominentenuez.Hízoleseñadequesetendieseenel

sofáyfueasacardeunarmarioelestetoscopio.Despuéssecolocoderodillasalladodelsofá,ycomenzóelreconocimiento.Eldoctorseentretuvolargoratoapalpar y repalpar el pecho, apoyando los dedos y dando sobre ellos repetidosgolpecitos.Enelladoderechoalgolellamólaatención,porqueacudíaallíconmás frecuencia. Nada turbaba el silencio del gabinete. El joven observaba dereojolafisonomíaimpasibledeldoctor.Unamoscasepusoazumbartristementeentornodeellos.Peroaúnmástristezumbabaelpensamientoporelcerebrodenuestro enfermo, quien sentía escapársele la vida cuando se hallaba en losumbrales.Todoslosinstantesdedichaquehabíagozadoacudieronentropelasuimaginación: la vida se le presentó engalanada y risueña, como una mujerhermosaque leesperase:hastasusdoloresyquebrantos leparecieronamablesen aquel momento en que le iban a notificar que dejaría de sentirlos parasiempre.Noobstante,sisusideasyrecuerdoslepusierontriste,noconsiguieronenternecerle.Habíaensualmatalfondodeenterezayorgullo,queconsiderabaindignoasustarseconlaperspectivadelamuerte.Eldoctortomóelinstrumento,selopusosobreelpechoyaplicóeloído.—Tosa usted... así... no tan fuerte... Ahora respire usted con fuerza y

acompasadamente.Hubounlargosilencio.—Vuélvase usted un poquito... así... Tosa usted otra vez... Basta... Respire

ustedconfuerza...Nuevo silencio, durante el cual el enfermo comenzó a acariciar una idea

horrible.—Ahorahableusted.—¿Dequéquiereustedquehable?—Reciteversos,yaqueesustedliterato.—Bueno, recitaré los que más me convienen en este momento—repuso el

jovensonriendoconamargura.YempezóadecirenvozaltalaadmirablepoesíadeAndrésChenier,tituladaLeJeunemalade.Cuandohuborecitadoalgunosversos,elmédicoleinterrumpió:—Basta...Sigaustedrespirandotranquilamente.Tornóareinarelsilencio.Unlarguísimoratoseestuvoelmédicoconeloído

atento a lo que en las profundidades del pecho de nuestro joven acaecía,explorandolosmáslevesmovimientos,losruidosmásimperceptibles,comoelladrónquefuesedenocheapenetrarenunacasa.Avecescreíasentirlospasosde la muerte, como el soldado los de su enemigo, y la frente del anciano se

arrugaba,perovolvíaaserenarsealmomento,adquiriendoexpresiónindiferente.Su atención era cada vezmás profunda.En tanto, el paciente tenía fijos en eltecholosojos,dondeempezabanadibujarselasseñalesdeunasombríadecisión.Lascejassefruncían:lasnegraspupilasdespedíanmiradascadavezmásdurasytristes.Eldoctorlevantóalfinlacabeza,ypreguntófríamente:—¿Quémédicolehadichoaustedqueestabaensegundogradodetisis?—Ninguno—repusoelenfermoconlamismafrialdad.El anciano sepusoenpievivamente,y lemiró llenodeestupor.Después se

santiguóexclamando:—¡Jesúsquéatrocidad!—Ysonriendoconbenevolencia:—Hahechousteduna

locura,joven.¿Quéhubieseustedganadoconqueledijeraquesemoría?—Saberlodeunmodoindudable.—Muchasgracias;¿ydespués?—Después...después...despuésyonoséloquehubierapasado.—Sí, lo sabe usted... peromás vale que no lo diga.Afortunadamente, le ha

salidobienlatreta;porquenonecesitodecirlequenotieneustedningúnpulmónlesionado:sólohayunlevedesordenenlasfunciones.Loqueustedtiene,saltaalavistadecualquiera,porquelollevaescritoenelrostro:eslaenfermedaddelsigloXIX, y enparticular de las grandespoblaciones.Está usted anémico.Ladispepsia inveterada que padece no acusa tampoco ninguna lesión en elestómago, y es perfectamente curable. No tiene usted, por consiguiente, nadaquetemer,porahora.Recalcoestaspalabrasparaqueustedcomprendaqueurgeponerseencura,porquealalarga,estaenfermedadengendralaqueustedcreíaya tener...Y ahora se ofrece paramí una grave dificultad.Yo puedo recetarlealgunosmedicamentosquelealiviarían,perosólomomentáneamente.Mientrassubsistansuscausas,laenfermedadnosecuraráradicalmente,yleharáaustedpadecercruelmentetodalavida,yalcaboconcluiráconellademasiadopronto...Háblemeustedconfranqueza...Nosotros,losmédicos,somoslosconfesoresdeloshombresquenocreenenlaconfesión...¿Esustedcasado,osoltero?—Soltero.—Peroustedtieneunamujerqueleamademasiado...—Acaso...—repusoeljovensonriendoyruborizándoselevemente.—¿Tendríaustedfuerzasparaalejarsedeellaporunatemporada?Lafrentedelenfermosearrugó,ysusojosadquirieronexpresiónfijaydura.

—Nodeseootracosa.—Perfectamente... ¿Y pudiera usted también dejar sus negocios y pasar una

largatemporadaenelcampo,sinhacerabsolutamentenada?—Creoquesí.—Entoncesnoshemossalvado.Noimportaqueseaunsitiouotrodondeusted

vaya, en elNorte o en elMediodía; lo indispensable es que usted descanse yrespireairemáspuro,quecorraustedentrelosárbolesunasvecesyotrasalsol,quecomaustedalimentossuavesynutritivos,quese levanteustedtempranoynoseretiretarde,quetrueque,enfin,lavidaartificialyantihigiénicaquelleva,porotranaturalysencilla,yquedéaesepobrecuerpoloqueestáreclamandoagritos.El anciano médico se alargó todavía bastante dándole consejos sobre su

proceder en lo futuro. El joven le escuchó religiosamente, concediéndole larazón en su interior. Cuando hubo terminado, se levantó y quiso pagarle. Elmédiconoloconsintió:sentíamuchasimpatíahacialosjóvenesescritores,yenelcasopresentecomprendíaseque lasimpatíaeraaúnmásviva.Llevolede lamano hasta la puerta de la estancia, y al despedirse le pronunció otro cortodiscurso,dándoleafectuosaspalmaditasenelhombro:—Noserloco,noserloco,joven.Tengafirmeporlavida,queustednosabelo

que pasará cuando la suelte... Y sobre todo, más vale pájaro en mano... Loshombresquetienen,comousted,valoreinteligencia,debenreservarseparalasempresas grandes y útiles. Cúrese usted, robustezca usted su cuerpo, y verácómo después no siente tanto desprecio por la existencia...Adiós, joven...Nodejeusteddeescribirmeprontodesdesuretiro,paraqueleenvíeunareceta.Porahoranoquierodarlemedicamentos.Necesitosaberlainfluenciadelcambiodevidaydeclimasobresuorganismo...¿SellamaustedD.AndrésHeredia,noesverdad?...Perfectamente:nomeolvidaré...Adiós,Sr.Heredia;nodejeusteddeirsecuantoantesdeMadrid.Alpasearlamiradaporlasala,elmédicotropezóconunclienteque,sentado

enundiván,tosíaapretandolassienesconlasmanos.Bajandolavoz,añadióaloídodeljoven:—Esepobresecuraráenotrocampodistintodelqueustedvaavisitar...Adiós,

querido,adiós.

II

Andrés Heredia perdió en la niñez a su padre, magistrado del TribunalSupremo,quehabíatenidolaflaquezadecasarse,yaviejo,conunasobrinitadediezyochoaños.Sutardíomatrimonioyalgunosquebrantosdefortuna,queporlabajarepentinadelosfondospúblicoshabíaexperimentado,dieronconélenlasepultura.Elfrutodeestaunióndesacertadafueunniñomenudoyenteco,quesecriótrabajosamenteafuerzademimosycuidados.A la muerte de su padre heredó 40.000 reales de renta que, unidos a la

viudedad de sumadre, les consintió vivir con bienestar en la corte. La jovenviuda no quiso contraer nuevo matrimonio, aunque no le faltaron buenascoyunturasparaello.Cifrólosanhelosylasesperanzastodasdesuvidaenaquelniño, que necesitaba de sumaternal solicitud para no perecer al golpe de lasmuchas dolencias que padeció en la infancia: para ella era un goce intenso ycontinuo irlas venciendo y verle salvo y cada vez más robusto. El chico, almismo tiempo, ibadescubriendounnatural sensibleydespejado:adorabaasumadreylaenorgullecíaconsustriunfosenelcolegio:todoslosmesesdiplomadehonor:entodoslosexámenessobresalienteonotablementeaprovechado.Mástarde,cuandoalcanzólosdiezyseisaños,letrajounperiódicodondeaparecíanunosversosfirmadosporél.Lisonjeadaensuvanidaddemadre,lapobremujerrompióallorar.DesdeentonceslacarreradeAndrésquedófijada:fuepoeta.Nohubo revista literaria ni periodiquillo de provincias que no se viesecomprometido a insertar algunade sus lacrimosas composiciones, ni certamenpoéticoo juegos florales dondenoganaseuna escribanía deplata, algún librolujosamente encuadernado, y tal vez que otra hasta la misma flor naturalreservadaa lospoetastrosmáspreclaros.Elgéneroenquemássobresalíaeranlas leyendas. Con una cruz de piedra, un par de jinetes rebujados en sendascapas, un camarín bien amueblado, una dama de rara belleza, un castillo conventanasojivalesyunanochede luna llena, tenía lobastantenuestromanceboparaarmarunbeléndeseismildiablosmuyinteresante,capazdeponerlacarnedegallinaacualquiera.Cuandotuvobastantenúmerodecomposiciones,publicó(a ruego de algunos amigos) un tomo; y después otro; y después otro. Lecostaban un caudal; pero lo daba por bien empleado, porque los periódicosdonde tenía amigos comenzaban a llamarle «el inspirado poeta, nuestroparticularamigoD.AndrésHeredia.»Pordesgracia,sumadresemurióantesdeverle en el pináculo de la gloria: murió rápidamente de una tisis pulmonar.Andrés,quesólocontabaveinteañosalasazón,tuvoporcuradordesusbienesaunhermanodeladifunta;peronoquisovivirconél,ysetrasladóconalgunos

desusbártulosalafonda.Aquídacomienzoparael jovenHerediaunaeramuydiversadel restodesu

vidaanterior.Pasórepentinamentedelaatmósferatibiadesucasaalfrescodelacalle,delaexistenciadulceytranquilaqueelamorosocuidadodesumadrelehacía observar, a la desarreglada y trashumante de las fondas. El exceso delibertad le hizo daño. Su naturaleza había cambiado bastante desde los diez yseis años. Elmétodo riguroso, la conducta ordenada, habían conseguido darleunarobustezrelativa;desuerteque,altrasladarsealafonda,sehallababastantefuerte para disfrutar de la vida. Por otra parte, su curador le pasaba unamuybastante cantidad para sostenerse con desahogo. De todas estas ventajascomenzóausarlargamentenuestrojoven,presentándoseenelmundoconelbríoylapetulanciade lospocosaños.Pisó los teatrosamenudo,y loscafés,y lossalones, y hasta los lugares menos santos; contrajo amistades y deudas;despeñose en aventuras amorosas que no son el amor. Todo le sonrió en unprincipio.Masnosepasómuchotiemposinquelanaturalezadieseelgritodealarma.Denuevosepresentólaantiguadolenciadelestómago,másásperaquenunca, por la falta de método en las comidas y el desdén de los remediosoportunos. Y el constante padecer que le envenenaba todos los placeres,comenzó a influir de modo notable en su carácter: se tornó hipocondríaco,pesimista, irascible. Llegó un instante en que se vio precisado a retirarse delcomercio social, para no tener a cada instante alguna reyerta. Se hizosusceptible,desconfiado;unapalabra ledesconcertaba,unamirada lehería;notranscurrían ocho días sin que riñese con algún amigo por cualquier bagatela.Unodeellos,médico,despuésdeciertaescenaviolenta,ledijoquenodiscutiríamásconélmientrasnosepusieseencura.Estolehizovolverensí:comprendióqueestabaefectivamenteenfermo,huyóconparticularcuidadotodaocasióndedisputa,ycomenzóajaroparseconlosremediosqueusualmentesedancontralabilis.Nolefuemalconellos:elestómagoseleentonó,comióconmásapetito,yalcabopudovolveralavidaordinaria,aunqueresentidoyquebrantado.En esta época había dado paz temporalmente a las musas, y descendió a

escribir en prosa, no vil, sino poética y ensortijada como ninguna. Entró derevisteroenunperiódico,yconocasióndelossaraos,banquetes,funcionesdeteatro, corridas de toros y toda laya de fiestas públicas y privadas, comenzó asoltardelaplumaunmillóndelindasfrasecillasingeniosasyacicaladas,quenohabíaotracosaquealabarentre lasdamas.Ycomonaturalconsecuenciade labogadesusartículos,tambiénsupersonaalcanzóinusitadofavorenlossalones.Se le juzgó fino, gentil, elegante: las mamás le bloquearon con sonrisas ylisonjas.Peronoestabaporlosamoreslícitos:gustabademorderenlamanzana

prohibida,yesfamaqueenpocotiempolediomuchosyfuertesbocados.Porcierto que uno de ellos le costó un lance de honor, del cual salió levementeherido;peroesto lehizoganarprestigio entre el sexo femenino.Últimamente,tuvolamalaventuradeligarseaunamujernojoven,nibella,nirica,perotanhábilyexperta,detalinfernalatractivo,queenpocotiempologróatarledepiesymanos,tenerlerendidoysumisoasuspiescomounesclavo.Eralaesposadeunaltoempleadoaquienlasaventurasdesuseñoranoparecíandarfríonicalor.CesaronlasdeAndrésaltropezarcontalmujer:dejólavidaalegreybulliciosa,y hasta el trato de sus amigos íntimos; no pensó desde entonces más que enservir y festejar a su ídolo. Y de esta suerte transcurrieron más de dos años,perdiendoenaquellosamoresneciossus fuerzas físicase intelectuales;porquehabíaabandonadoelestudio,yhastalaplumayanoleservíamásqueparatrazaralgunasinsulsascomposicionesenhonordesudama.Alllegaralamayoredadentróenlalibredisposicióndesusbienes,quehalló

nopocomermados,graciasalbuenairequesupodarlessuseñortíomientraslosmanejó.Conestemotivohubodisputasyfuertesdesabrimientosentreambos,yaunamagosde litigio: al fin sezanjóel asuntopor la intervencióndealgunosamigos oficiosos, no sin perder Andrés en la transacción buena parte de suhacienda. Estos disgustos y todos los demás se compensaban por los dulcesmomentos que sus vergonzosos amores le hacían pasar. Mas al fin, tambiénfueronperdiendomuchoensuatractivo:laesposadelempleadoseempeñabaenabusardesupoderyenexigirmayoressacrificios,almismotiempoqueelamorse iba gastando en el pecho del evaporado joven. Esto produjo tirantez entreellos, algunas reyertas y no pocas desazones. Andrés concluyó por desear unrompimiento; pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomarunaresoluciónviolenta,comosucedecasisiempreenlasrelacionesañejas.Presentose al cabo lo que era inevitable. Su salud, siempre arrastrada y

temblona, se resintió de modo alarmante. Ya no eran solamente la delgadezsingular, la fatiga y la inapetencia los fenómenos que se advertían en suorganismo.Enlosúltimostiemposcomenzóasentiragudosdoloresdeestómagoaciertashorasdeldía,queledejabanextremadamenteabatidoytriste.Cuandoenlacalleleacometían,apretabafuertementelapartedoloridaconelpuñodelbastón,yasícaminabaconelrostropálidoyangustiado,sinoírnivernadadeloqueasualrededorpasaba.Porfortuna,duraronpocotiempo:elbismutoquelerecetóelamigoconquiensolíaconsultarseconsiguióaliviarlosnotablemente.Pero a los pocos días, un esputo de sangre, que arrojó al toser, le asustó.

¿Estaría tísico?Semejante idea le llenódeespanto.Nuncahabíapensadoen lamuerte,sinocomoelementoartísticoqueutilizabaparasuspoemasrománticos,

sacándolaarelucir,demasiadamenteporcierto,enapoyodelasinceridaddesusansias amorosas,y comomediodeconseguirunbálsamopara suspenas.Masahora, la muerte se le presentaba de modo mucho menos simpático, lívida,descarnada, hedionda, empuñando en sus huesosas manos la guadaña fatalapercibidaasegarleelcuello;eralamuertesinconsonantesniripios,totalmentedesnuda de galas retóricas. En su presencia sintió impresiónmuy distinta a laque le había inspirado el poemaAmor ymuerte, que pocosmeses antes habíapublicadociertarevistaliterariatituladaLosEcosdelManzanares:sintiófríoymiedoyapegosincondiciónalavida,delacualtantasveceshabíamaldecidoenverso.Pasódosdíasenextraordinariaagitación,encerradoensucuarto,sinver a su amiga ni otro ser vivientemás que a la doméstica que le servía suscortas refacciones, sin resolverse a consultar con algúnmédico de experienciaporeltemordeadquirirlafatalcertidumbredesudesgracia.Laagitación,noobstante,cedióyse transformó,comosucedegeneralmente,

en abatimiento y tristeza. Y poco a poco, de este abatimiento, del que muycontados humanos escaparían en idéntico caso, brotó como planta vigorosa laresignación,omásbienunaindiferenciaestoicayvaronilnacidadelavergüenzadehabersentidomiedo.Sucorazónalzosebravamenteanteelfantasmaterribledelatisis,ydijo:«Nosemueremásqueunavez...Díasantesodíasdespués...¡Bah!¡Quéimporta!»Yporunsupremoesfuerzodelavoluntadquedósereno,completamente sereno, observando su propia tranquilidad con noble orgullo.Sólo un pensamiento logró enternecerle dulcemente: «Mi madre murió tísica;allávoyajuntarmeconella.»Yderramóalgunaslágrimasquelerefrescaronelalma.Despuésarreglóinmentetodassuscosas,trazandounaminutaidealdesutestamento, se lavó, se vistió con pulcritud y salió de casa en busca de la deldoctorIbarra,unodelosmáscelebradosmédicosdeMadrid,resueltoasaberlaverdad de su estado y el tiempo que aún le quedaba de vida. Algo siniestro,espantoso,flotabaporencimadesuresignación,sinqueélmismoseatrevieseadefinirlo.¡Cuándistintasfueronsusimpresionesalsalirdeaquellacasa!Habíaentrado

pocos momentos antes indiferente, frío, con el espíritu desmayado y el pasovacilante.Alsalir, lepalpitabaelcorazónfuertemente, losojos le relucían, lasmejillas se coloreaban, lospiesbailaban sobre la escalera con redoble firmeyalegre. Es que el doctor Ibarra, elmédicomás afamado de la corte, un sabiorespetadoentodaEuropa,unsemidiósdelaciencia,leacababadeprometerlavida.¡La vida! Al poner el pie en la calle, la encontró hermosa y amable como

nunca.Elsolresbalabaporeldiáfanocristaldelfirmamentocondulcesosiego,y

sus rayos caían sobre la ciudad como suave y divina bendición. Discurría lagente por las aceras en animado movimiento; brillaban los cristales de losescaparates y los de los balcones; cruzaban los carruajes hacia el paseoestremeciendoelpavimento,ydespidiendodesusruedasvivosygratosreflejos;unpianomecánicoalzabasussonesenmediodelacalle tocandoelbrindisdeLucrecia;unavendedoradevioletascruzabaconelcestilloenlamano,dejandotrassielambienteperfumado;escuchábanselasrisasdelosniñosquejugabanenel balcóndeun entresuelo; veíase la linda cabecita rubiadeuna jovenquedesdeotrobalcónmuchomásaltoexplorabalacalle,evitandolosrayosdelsolcon la pantalla de su mano nacarada... Todo era grato y placentero; todopalpitaba, todo cantaba, todo resplandecía. El cielo enviaba una dulce sonrisaprotectoraalatierra.Latierracontestabaconfrescascarcajadasdejúbilo.El alma de Andrés también reía. Quedó inmóvil un instante a la puerta del

bendito doctor, deslumbrado, el corazón henchido de emociones, bebiendo yaspirando la luzque le inundaba, gozando comodicha infinita el vaivény losrumoresdelacalle.Ydelfondodesuespíritucavilosoytristesalióungritoquedominótodaslasemociones,todaslasideasydeseos.¡Vivir!Vivir,vivirdecualquiermodoquefuese;vivirsinplaceres,porqueelvivires

el mayor de todos. Era el grito de ¡socorro! de un ser en peligro, el ruegoacongojadodeuncuerpodolorido;elmandato imperiosode lanaturalezavivaqueluchaconlamuertedesdeelcomienzodelmundo.¿Cómoalgunosminutosantesdesdeñabaa talpunto lavida,cuandoahora renunciaríadebuengradoatodoslosgocesdelatierraporposeerla?Noacertabaacomprenderlo.Mientrascaminabahaciasucasa,bañándoseenladichadevivir,ibapensando

enelmodomásadecuadodecumplirlospreceptosdeldoctorIbarraysatisfacerel deseovehemente, irresistible, de su atribulada naturaleza.Se acordódequeteníauntíoenunadelasprovinciasdelNorte,párrocodeciertaaldeapintorescay sana, al decir de los que la habían visitado, y decidió escribirleinmediatamente.Escribiole,enefecto,arreglóelcobrodesusinteresesconelagenteencargado

deellos,hizosuequipajeyaldíasiguienteseembarcóeneltrendelNorte,sinverasuamante,nidarparteanadiedesumarcharepentina,comoquienescapadeviolentaytemerosapersecución.Nilajusticianienemigomortalalgunoleperseguían.Elúnicoqueleacechaba

lospasos,esperandoimpacienteelmomentooportunodeacometerle,eraaquelfantasmapálidoyhediondoqueselehabíaaparecidoalarrojaralgunasgotasdesangreporlaboca.

III

Cuando el joven Heredia se acercó al despacho del ferrocarril minero queenlazaelpuertodeSarrióconlavilladeLada,solicitandounbilletedeprimera,el expendedor le clavó una mirada honda y escrutadora, y le examinódetenidamentede lacabezaa lospies,preguntándoseconcuriosidad:—¿Quiénserá este joven? Me parece que no le he visto hasta ahora. ¿Algún nuevoingenieroquehayantraídolosIturraldes?Estábienflaquitoelpobre.En la vasta sala de espera, negra por el polvo de carbón, no había nadie.El

expendedor pudo examinar largo rato aún al viajero.Al cabo de un cuarto dehoradepasearporaquelinmensoysuciocamaranchón,aparecióunmozoconelrostroembadurnadotambiéndecarbón,empuñandounacampanadebroncequehizosonarconfuerza;yencarándosealpropiotiempoconnuestrojoven,gritóreciamente:—¡Viajerosaltren!—Oye,Perico—gritóelexpendedordesdelataquilla.—¿Quiéntehamandado

darlaseñal?—Eslahora—repusoelmozo,malhumorado.—Y¿quiéntehadichoatiqueeralahora?—Elreloj.—Pues aquí no hay más reloj que yo; ¿lo entiendes, mastuerzo?—dijo el

expendedor con voz colérica, sacando cuanto pudo el airado rostro por laventanilla.—¡Vaya,vaya!¡Puesnofaltabamásqueestuviésemosaquísujetosala voluntad de los señores mozos!—Usted dispense, caballero—prosiguióvolviendolosojosaAndrés;—peroestemozoesmásanimalqueelandarapie...Hoy no podemos salir a la hora en punto, porque va el señor gerente con elingeniero a reconocer unasminas...De todosmodos, no será cosa lo que nosretrasemos...Andréslevantólamano,comodiciendo:—¡Pormínosemolestenustedes!Ysiguiópaseandoporlasalaconlamismacalma.—¿Quiereustedfacturarelbaúl?—¡Ah!Sí,señor;semeolvidaba.Facturado el baúl, creyó que podía salir a dar algunas vueltas fuera de la

estación.—No se aleje ustedmucho, caballero: el señor gerente no tardará en llegar:

sueleserpuntual.

En efecto, el gerente y el ingeniero tardaron poco en aparecer, conversaronunos instantes con el expendedor y se metieron en un coche reservado, algomenos sucio que el que aAndrés le tocó en suerte. El hombre de la taquilla,despuésdeapretarlamanorepetidasvecesalgerenteyalingenieroydehacerun sinnúmero de saludos con su gorra galoneada, se dirigió en voz alta almaquinista:—Yapuedesarrancar,Manuel.Silbó la locomotora, prolongada, triste, agudamente; lanzó después sordos

bufidosdeangustia,cualsilecostaseesfuerzossupremosremoverelcortejodevagonesqueleseguían;porúltimo,empezóacaminarsuaveymajestuosamente;despuésconmásceleridad,aunquenomucha.El valle en que estaban asentados el pueblo y la estación de Navaliego,

intermedia entre la villa marítima y la carbonífera, y adonde había llegadonuestrojovendesdelacapitalconsólohoraymediadediligencia,eraamplioydilatado: lavista sederramabaporél sin toparobstáculoenalgunas leguas:elterreno solamentehacía levesondulaciones.Enelpaísdondenoshallamos, elmásquebradoymontuosodelaPenínsula,elvalledeNavaliegoconstituyeunafelizodesdichadaexcepción,segúnelgustodequienlomire.Esmásáridoqueelrestodelaprovincia;haypocoarbolado.Noobstante,sembradosaquíyallá,se ofrecen muchos y blancos caseríos que resaltan sobre el verde pálido delcampoyrompenalegrementelamonotoníadelpaisaje.El tren o trenecillo donde Andrés iba empaquetado lo atravesó todo lo

prontamentequelefueposible,ysedetuvoalafaldadeunamontaña,delantedeotra estación. Allí se subió al mismo coche unmatrimonio obeso que saludócortésmenteanuestroviajero.Unhombre,calzadodealmadreñas,gorrodepañonegroybufanda,quesepaseabapordelantedelaestaciónydictabaórdenesencalidad de jefe, hizo señal con lamano, y el tren tornó a silbar y a bufar y apartir.El valle se había ido cerrando poco a poco. Losmontes que lo estrechaban

estaban vestidos de árboles, dejando entre su falda y la vía férrea hermosaspraderas de un verde esmeralda. Andrés contemplaba con júbilo aquelexuberante follaje,queen lavidahabíavisto,comparándolocon laempolvadapraderadeSanIsidro.Esindecibleeldesprecioqueentalinstanteleinspirabaelrecintodelafamosaromería,dondenoexistemásverdequeeldelasbotellas.Unhombreaparecióporlaparteexteriordelcoche,preguntándole:—¿Adóndevausted?—ALada.

—Bueno,entoncesyamedaráustedelbillete;nohayprisa...¡Sr.D.Ramón!...¡SeñáMicaela!... (dirigiéndoseconefusiónalmatrimonioobeso). ¡Ustedesporacá!Haceyalomenosdosmesesquenovienenaveralchico:yasé,yaséqueGaspara ha parido un niño muy robusto... ¿Vienen ustedes a ver al nieto,verdad?...D.ªMicaelacadadíamásgorda.—Puesnoesporloquedejodepasar,hijito.—¡Qué ha de pasar usted, señora! ¡Con esas espaldas y esas!... ¡Vamos,

hombre,sidaganasdereír!—Que sí, que sí, hijito; que lo estoy pasandomuymal desde el día de San

Bartolomé;quelodigaRamónsino...—Esverdad, esverdad—bramósordamenteel elefantedelmarido.—Loestá

pasandomuymal...Amímeparecequeeshistérico...Andrésdejóde escuchar la conversacióny semudóa laotraventanillapara

seguircontemplandoelpaisaje.Alpocorato,elrevisorsealejóyvolvióareinarsilencioenelcoche.El valle se había cerrado aúnmás. Las faldas de losmontes avanzaban casi

hastaelbordede lavía,dejandopoquísimoespaciodecampo.A trechos, sóloquedabalaanchurasuficienteparaelpasodelriachueloquecorríaporlacañada.Los árboles extendían de cerca, y por entrambos lados, sus ramas, cual sitratasendeatajarlamarchadeltren.Paroseésterepentinamente,cuandomenosseesperaba,enmediodelamayor

apretura de la garganta, donde no había rastro de estación ni otra fábrica demenorcalidadquehiciesesusveces.Andrés,despuésdeasomarlacabezapor lasventanillasymiraryremiraren

vano,seatrevióapreguntarasuscompañeros:—¿Quésignificaestadetención?—Nada,queseapearáaquíelgerente.—¡Ah!Maridoymujercambiaronentoncesunamiradamenosvagaymortecinaque

las que ordinariamente despedían sus ojos revestidos de carne. Un mismopensamientocruzóporsusacuosasmasasencefálicas.—Si el maquinista quisiera parar antes de llegar a Piedrasblancas—dijo la

mujer—nosahorrábamosdeshacerelcamino.—Esverdad—dijoelmarido.—DíseloaFelipe.

—Nosésicederá.—¿Quésepierdeconpedírselo?Elnoyalotienesencasa.El marido asomó su faz redonda por la ventana, y espió largo rato los

movimientosdelrevisor.Alfinseresolvióahacerseñadequeseacercase.Vinoelrevisor,escuchólaproposicióndelafazredondaylahallóunpocograve.Eracomprometido para el maquinista y para él; ya les habían reprendidoseveramente por actos semejantes; el servicio se interrumpía; los viajeros sequejaban;seperdíanalgunosminutos...Lamujerescancióunvasodevino,ysellegóconélareforzarlosargumentos

de su consorte. Negocio terminado. El tren pararía media legua antes dePiedrasblancas,¡perocuidadoconbajarseenseguida!¡Muchocuidado!—Pierdaustedcuidado.En efecto, al poco rato el tren detuvo un instante sumarcha; sólo el tiempo

necesarioparaquemaridoymujerdijesenaAndrés:—Buenastardes,caballero,felizviaje—ysebajasenconlapremuraquelesconsentíalapesadumbredesuscuerpos.Tornó a quedarse el joven solo. No tardó en abrirse nuevamente el valle,

ofreciéndose a los ojos del viajero con amena perspectiva. Era más fértil yfrondosoqueeldeNavaliego,peromenosextenso:unríoderespetablecaudalcorríaporelmedio:lascolinas,queportodasparteslocircundaban,demedianaelevaciónycubiertasdeárboles.Allá,alolejos,losojosdeljovencolumbraronun grupo de chimeneas altas y delgadas como los mástiles de un buque yadornadasdeblancosynegrosyflotantespenachosdehumo.Entornosuyo,unapoblación cuya magnitud no pudo medir entonces. Era la metalúrgica ycarboníferavilladeLada.Mucho humo, mucho trajín industrial, mucho estrépito, muchas pilas de

carbón,muchosrostrosahumados.Alapearsedeltrenvacilóunmomentoacercadeloquehabíadehacer.Decidioseainterrogaralprimermozoquelesalióalpaso.

IV

—Oiga usted: ¿me podría informar si hay en la villa algún alquilador de

caballos?—Sí,señor;haydos.—¿Quiereustedguiarmeacasadeunodeellos?Pero en aquelmomento un joven alto, de nariz abultada y bermeja, vestido

decentementeconpantalónychaquetanegros,bufandaalcuello,negratambién,yanchosombrerodepaño,tambiénnegro,losabocó,preguntandoalviajero:—¿Seríausted,porcasualidad,elsobrinodelseñorcuradeRiofrío?—Servidor.—Puesvengodepartedesuseñor tíoparaque, sigustade irconmigoa las

Brañas,lohagacontodasatisfacción.Tengoenlacuadradoscaballerías...El enviado del cura mantenía suspendido el sombrero sobre la cabeza, sin

quitárseloporenteroniacabardeencajárselo.—¡Ah!¿Vieneusteddepartedemi tío? ¡Cuántomealegro!...Peropóngase,

por Dios, el sombrero... No esperaba yo esa atención... Pues cuando ustedguste...Lopeoreselbaúl...nosécómolohemosdellevar...—Que se lo traiga unmozo hasta la posada, y de allí podrámarchar en un

carro...Elcarreteroesdesatisfacción.—Perfectamente...Vamosallá.Ambos se emparejaron, entrando en la industriosa villa como dos antiguos

conocidos.—Vaya,vaya...pueslaverdad,noesperabayoquemitíomeenviasecaballo...

Noledecíacategóricamenteeldíaenquehabíadellegar.—Tampocomelodioélcomoseguro.Yoteníaasuntejosquearreglaraquí,en

Lada,ypensandovenirhoy,se lodije...Entoncesmedijo:—Hombre,Celesto,mañana puede ser que venga un sobrino mío en el tren de la tarde: ¿quieresllevarmicaballoporsiacaso?...—Oromolidoquefuera,señorcura...¡Vaya,quenofaltabamás!—Peroloraroesqueustedmehayaconocidotanpronto.Celestohizounamuecahorrorosaconsunarizmulticolora.Porqueestiempo

demanifestarquelanarizdelmensajeronoerabermeja,comoaprimeravistalehabíaparecidoaAndrés,sinoque,dominandoestecolornotablemente,todavíadejabaqueotrosmatices,tirandoaamarillo,verdeymorado,seofreciesenconmás o menos franqueza entre los muchos altibajos y quebraduras que lasurcaban.Enverdadqueeradignadeexamenaquellanariz.Ungeólogohubieseencontradoenellaejemplaresdetodoslosterrenosvolcánicos.

—¡Ca,noseñor,noesraro!Elseñorcuratuvocuidadodedecirme:—Mira,misobrinovienemuydelicadito,casihéticoelpobrecito;demodoqueno teserádifícilconocerlo...Yefectivamente...No dijomás porque comprendió que no debía decirlo.Andrés se puso triste

repentinamente,ycaminaronensilenciohastallegaralaposada,queestabaalasalida de la villa. Fueron a la cuadra, enjaezóCelesto los caballos, sacáronlosfuera. ¡Enmarcha, enmarcha!...No; todavíano.Celestono se sientebiendelestómago, y se hace servir una copa de ginebra, que bebe de un trago, comoquienvierteelcontenidoenotravasija.Andrésquedópasmadodetallimpiezayfacilidad.Ahorasí;enmarcha:¡Arre,caballo!Losruciosemprendieronporlacarreterauntrotecochinero.Lasvíscerastodas

deljovencortesanoprotestaronenseguidadeaquelnefandotraqueteo,yacosadeunkilómetroclamarondetalsuerte,quesevioobligadoatirardelasriendasdelcaballo.—¿Sabeusted,amigo,queeltrotedeestejamelgoesunpocoduro?Siusted

tuvieselabondaddeirmásdespacio...—Sí,señor;conmuchogusto.Puesnoleoínuncaquejarsealseñorcuradesu

caballo.Antesdicequeesunaalhaja...—Comoyonoestoyacostumbradoaestaclasedemontura...—Esoserá...Aunquevayamosconcalma,hemosdellegaraloscureceracasa.Y ambos se emparejaron y se pusieron a caminar al paso, unas veces vivo,

otrasmuerto,desuscabalgaduras.Conformesealejabandelavillaindustrial,elpaisajeibasiendomásameno.La

carretera bordaba las márgenes de un río de aguas cristalinas, y era llana yguarnecidadeárboles.Elpolvoyelhumodecarbóndepiedraqueinvadíanlavillaysuscontornos,ensuciándolosyentristeciéndolos,ibandesapareciendodelpaisaje.Lavegetaciónseostentabalimpiaybriosa:sólodevezencuando,entalocualraroparaje,seveíaelagujerodeunamina,ydelantealgunosescombrosquemanchabandenegroelhermosoverdedelcampo.—¿Ydequépadeceusted,señordeHeredia,delpecho?—No,señor;másbiendelestómago.—¿Notieneustedganasdecomer?—Pocas.—¡Hombre, lecompadezcodeveras!Debedeserfuertecosaesodesentarse

delante de un plato de jamón con tomate y no podermeterle el diente.Nohepadecidonuncadeesemal...Bienesverdadquetampocoustedpadeceríasise

hubiera pasado cinco años en el seminario comiendo judías con sal, y arrozaveriado:saldríausteddeallícomiéndoselascorreasdeloszapatos,comoestecura...—¿Esustedcura?—No,señor;esundecir:estudioparaello.—¡Yameparecía!—Notengotomadasmásquelasórdenesmenores...Veráusted:cuandoentré

enelseminariofueconlaintencióndeseguirlacarreralata;perosemuriómipadrehacecosadeseismeses,ynoheaprobadomásqueunañodeteología.Lapobre de mi madre no puede sostenerme tanto tiempo en el seminario ni enposada tampoco:esnecesarioabreviar lacarrerayordenarsecuantoantes...Sino puedo ser teólogo, seré cura demisa y olla... ¿Y qué importa?...De todosmodos,lacuraperíaandaperdida;¿verdad,D.Andrés?—Nomeparecetanmalacarrera.—Se asegura el garbanceo y nada más. Ya sabe usted que hasta se están

vendiendolosmansosdelasparroquias...—¿Ycómoestáustedahoraaquí,enlaaldea?—Desde el fallecimiento demi padre (que en gloria esté) vivo en casa: los

negocios no han quedado muy bien, y costará todavía algún tiempo elarreglarlos.Apesar de todo cuento,Diosmediante, cantarmisa de aquí a dosaños...Ea,bajémonosunpocoaestirarlaspiernasyatomarunpiscolabis...¿Noquiereustedecharuncuarterónounacopita,D.Andrés?Sehallabandelantedeunacasuchasolitaria,sobrecuyapuertatremolabauna

banderita blanca y encarnada, dando testimonio de que allí se rendía culto aBaco.—No tomo nada, pero bajaré a acompañarle a usted.Me está lastimando el

diablodelasilla.—Noperderáustedeltiempo—dijoCelestoacercándoseatenerleelestriboy

bajando cuanto pudo la voz.—Va usted a ver una de las mejores mozas delpartido, más derecha que un pino, bien armada y bien plantada... Se chuparáustedlosdedos...Las muecas que el seminarista hizo al proferir tales palabras no son para

descritas.Susojosacuososbrillaroncomodiamantesbrasileñosy lavolcánicanarizseestremeciódejúbilo.—Vamos,Amalia,sandunguera,échameunacopadebalarasayaesteseñorlo

queguste. ¡Asípudierasecharte túen lacopa, salerosa,ybeberteyocon toda

satisfacción,masquereventasedespuéscomounagranada!—¿Tanmalestómagoteharía,capellán?—Nolosé,cieloestrellado;loúnicoquepuedodecirteesquemealborotarías

mucholosnervios.—Pues tila,querido, tila.¿Quéquiereusted tomar,caballero?(dirigiéndosea

Andrés).—Unvasodeagua.Mientras Amalia lavaba el vaso en un barreño colocado al extremo del

mostrador,Andréslaexaminóasutalante.LosdatosdeCelestoleparecieronexactos.Eraunamozadearrogantefiguray

buenos ojos, de brazos rollizos y amoratados; gorda y colorada en demasía.Cuandoabría labocaparareír,enseñabaunosdientesblancosysanos,aunquenadamenudos.—Échameotra,caraderosa,quecuandoteveosemesecaelgaznate...Vamos,

D.Andrés,¿noselallevaríaparacasadebuenagana?—¿Y para quéme había de querer este señor en su casa?—preguntó riendo

maliciosamentelajoven.—Paradarteconfites,princesa;—¿noesverdad,D.Andrés?—¡Vaya!—Nomegustanlosdulces.—¿Ysiyotelosdiera,lucero?—preguntóelseminaristaconvozalmibarada,

entrandoenelrecintocerradoporelmostradoryacercándoseconpasodegatoalamoza.—¡Bah!... entonces me los comería con mucho gusto—replicó ella en tono

irónico.—¿De veras, cielo?—preguntó Celesto cogiéndola al mismo tiempo por la

barba y clavándole sus ojos claros de besugo, encendidos por una chispaamorosa.Andrés consideró que debía salir a ver cómo andaban los caballos. No se

habían movido del sitio; tranquilos, cabizbajos, abstraídos. Los examinódetenidamente,revisósuscascosavercómoestabandeherraduras,arreglólosaparejos,mientrasescuchabadentrodelatabernaunalegreycontinuadoretozar,salpicado de frases tiernas, carcajadas y no pocos golpes. Allá, después debastante rato, salióCelestocon lasmejillaspálidasde fatigay lasnaricesmásrequemadasqueantes.

—Vamos, en marcha... Hay que apretar el paso... ¡Qué moza, D. Andrés!¿verdad?...Pues tieneunahermanaquevaasermejorqueella todavía... ¡Quéchiquilla más espetada y más rica!—tan bien formadita por delante como situvieraveinteaños,ynotienemásdecatorce...¡Arrecaballo!¿Noreparausted,D.Andrés,cómoagradecenloscaballosqueeljineteecheunascopitas?Escosasabida;parahacerandaruncaballoremolón,nohaycomoverterseentrepechoyespaldaunjarritodeginebra...Puesahídondeustedlave,D.Andrés,laAmalitanotienenadadearisca.—Ya,yaveoquesabeustedbuscarlelospliegues.Celestoriódesatisfacciónhastasaltárselelaslágrimas.—¡Bah!Yaseloshanbuscadoantesqueyootrosmuchos.Mediviertounpoco

conellacuandovoyyvengo...peronopasadeahí...Porsupuesto,D.Andrés,queestonoduramásquehastaquetomelasórdenesmayores,porquenoquieroserunmalsacerdote...—Haráustedmuybien;deotromodo,másvalequesigausteddistintacarrera.—Nada,nada,estoyresueltoaello:elmismodíaquemeordenesanseacabó...

fueravino,fueramujeres,yvidanuevacomoDiosmanda...Siguiómoviendolalenguaelseminaristaconcrecientebríomientrasdurabala

operaciónqueenlacabezalehacíanlascopitasdeginebra.Cuandosecansabadehablar,entonabaalgunacanciónpicarescaconribetesdeobscena,quehacíareírnopocoaljovencortesano.Laalegríaescontagiosa,comolatristeza.LadeCelesto consiguió pegársele y llegó pronto a hacerle el dúo, poniendo eninusitadoejerciciolasfuerzasdesusdesmayadospulmones.Noporesodejabandecaminarapasovivoporlaamenacarretera,queceñía

comounacintablancalasfaldasdelascolinas.Elvallese ibacerrando.Pordetrásdelascolinasfrondosasasomabanyasus

crestasalgunasmontañasanunciandoquelosviajerosnotardaríanenpenetrarenotraregiónmásfragosa,enelcorazónmismodelasierra.Enefecto,lacarreteraterminó bruscamente cerca de una fuerte apretura de los montes, donde seasentabauncaseríodepocaimportancia.Desdeallísiguieronporuncaminotanpronto ancho como estrecho, que faldeaba la montaña a semejanza de lacarretera, y estaba sombrado a largos trechos por los avellanos de las fincaslindantes.Elpaisajeeracadavezmásagreste.Elvallesehabíatrasformadoencañada, por donde un río bullicioso y cristalino corría entre angostas aunquemuy deleitosas praderas.A trechos la cañada se amplificaba, como si deseasemerecer tal nombre; otras veces se cerraba hastamás no poder trocándose enverdadera garganta, donde había poco más espacio que el que ocupaban el

caminoyelrío.Éste, amedidaquecaminabanhacia sunacimiento, ibaperdiendoencaudal,

aunque ganando mucho en amenidad y frescura: más vivo, más diáfano ysonoro.Losgrandesguijarrosdecoloramarilloqueformabansulechodejábansever con toda limpieza, y hasta en los pozosmáshondos, labrados al bordedealgunapeña,explorabanlosojostodoslossecretosdelfondo...Lasmontañasaveces se levantaban sobre él a pico, y eran blancas y coronadas de vistosacrestería,entrecuyosagujerossemostrabaelazuldelcielo.Elmusgoformabaen ellas grandes machones de un verde oscuro, que resaltaban gallardamentesobrelablancuradelacaliza.Muchedumbredearbustos,yenocasionesárboles,metíanlasraícesdentrodesusgrietasyaparecíancomocolgadosenretorcidasyfantásticasposicionessobreelrío.La voz del seminarista, entonando sin cesar sus groseras anacreónticas,

resonabaformidablementeentrelaspeñas.Andrés callaba ya como un mudo. Se hallaba sobrecogido de respeto y

emoción ante aquella vigorosa naturaleza, que no había vistomás que en lospaisajesalóleooalaaguada.—¿EstamosmuylejosdeRiofrío,amigo?—No,señor;yahemosentradoenelconcejodelasBrañas.Riofrío,queesla

capital,estáenelcentromismo.Encuantosalgamosdeestaapreturaysubamosun repechito corto, lo veremos. A usted no le gustarán estos peñascotes,¿verdad?acostumbradoavivirenlasciudades...—Alcontrario,meencantan:estoeshermosísimo.Elseminaristavolviósurostroinflamadoporlaginebra,temiendoqueAndrés

bromease;peroviéndolemuyserio,hizounalevemuecadesorpresa,yarreandoal caballo con la vara de avellano que empuñaba, tornó a coger el hilo de sucanciónfavorita.

«LamujerqueesgordaytiernaYtienebuenapierna...Yalcurahacepecar,

Merecierasercondesa,marquesa,duquesaYelcuracardenal.»

Ynodiopazalcánticohastaquedivisóaunamuchachaque llegabaconuncestosobrelacabeza.—Hola, Telva, cuerpo bueno: ¿adónde te vas a estas horas, chiquirritilla?

SupongoquenoseráaLada...

Almismotiempolecerrabaelcaminoconelcaballoyleaplicabagolpecitosenlasmejillasconlavara.—PuesaLadamevoy.—¿Ysitecomenloslobos?—Pocoseperdería.—Seperdíaunamozacomounsol.—¡Sí,delmediodía!Déjamepasar,Celesto.—Enseguidita;peroantesvasadecirmeadóndevas.—ALada,¿nolosabes?—Esonoesverdad:tútevasaMarínallevarfrutaatutía,ydecaminoavera

tuprimo.—¡Buenagana tengoyodeveraprimosnia tíos!Vamos,déjamepaso,que

llevoprisa.Andréshabíaseguidocaminando,enlasospechadequelaconversaciónibaa

serlargaynomuydivertida(paraélalmenos).Subió el repechito de que había habladoCelesto, avanzó algomás, y al dar

vueltaaunrecododelcamino,ofreciosedeimprovisoasuvistaunespectáculoque le dejó suspenso.A sus pies, allá en el fondo, se columbrabaunvallecitoamenoyvirginal,surcadoporunriachuelocristalinoquehacíaeses,dejandoaentrambosladospraderasdeunverdedeslumbrador.Cerrabanestevallealgunascolinas pobladas de árboles de tonomás oscuro. Por detrás de las colinas, ensegundotérmino,alzabansufrentealtísimasmontañasdepiedrablanca;másalláde éstas alzábanse otras aúnmás altas; después otrasmás altas todavía, y asísucesivamenteunaserieindefinidadepeñascos,apoyándoselosunossobrelosotros, cual si se empinasen para echar una ojeada a aquel rinconcito fresco ydeleitoso.La tarde fenecía y comenzaba el crepúsculo. Andrés quedó en éxtasis ante

aquelsemicírculoinmensodemontañas,queparecíanlosescañosvacíosdeuncongreso de dioses. En los más altos tocaban casi las nubes rojas queacompañabanalsolensudescenso.Desdelascolinasalosmásbajosmediabacortísimadistancia,aunquelavistasueleengañarentalescasos.Manchandodeblanco el verdeoscurode las colinas, aparecían sembrados, omejor, colgadossobreelvallealgunoscaseríos.Enlomáshondosepercibíaunomayorquelosotros,descansandoentreelfollajedeunavegetaciónsoberbia.—AquéldebedeserRiofrío—sedijoAndrésponiéndoselamanoporencimadelosojos,aguisadepantalla,paraexaminarleconmáscomodidad.Maslagentilaldeaseresistíaa

lainspección,ocultándoseamediasdetrásdelosárboles,queleservíanentodasu extensión de poético baluarte. No podía darse nada más bello. El río,iluminadoporlosrayosoblicuosdelsol,erauncinturóndeplatabruñidaqueloaprisionaba.Nuestroviajeroexperimentóladulcesorpresadelquetropiezaconuntesoro.Recordólosvallesvírgenesdelasnovelasporentregas,yconvinoenquenuncasehabíaimaginadocosatanlindayrecatada.Dichoso,pensó,elquehayanacidoenesteapartadoretiroynuncaloperdiódevista.Almismotiempovino a su mente un tropel de tristes reflexiones, inspiradas en parte por sulastimosoestado,enpartetambiénporlaamarguradelosescritoresrománticos,deloscualesestabasaturado.Mascuandosehallabaporenteroembebidoenellas,heaquíqueuncaballo,

enjaezadoysinjinete,llegaycruzavelozmente.ReconocióalpuntoeljamelgodeCelesto.—¡Canario! ¿Qué habrá sucedido? ¡Si lo habrámatado!—Ya todaprisadiolavueltaybajóhaciaelsitiodondelodejara.Celestoseencontrabaensituaciónapuradísima.Encogido,doblado,hechounovillo,yacíaalpiedeunade las paredillas del camino,mientras Telva se erguía un pocomás arriba, enactitudairada,losojoscentelleantes,lasmejillaspálidas,arrojándolesinpiedadtodoslospedruscosquehallabaamano.Ylalengualamovíaconigualceleridadquelasmanos.—¡Desvergonzado! ¡Puerco! ¡Eso te enseñan en el seminario, gran tuno!

¡Malosdiabloste llevena tiya todosloscapellanes!¡Venacá,venotravezyveráscómotearrancoesasnarizotaspodridas!Andrés se interpuso y logró que lamoza no arrojasemás guijarros sobre el

desdichadoseminarista,queestabaapuntodepasarlomuymalsiunodeellosleacertaba; mas los denuestos continuaron a más y mejor, mientras se ibaaplacandolentamentelacólera.—¡El demonio del capellanzote!... ¡Si pensará que está tratando con alguna

pendanga!... ¡Sucio! ¡sucio! ¡suciote!...Ya se lodiré a tumadre, que creequetieneunsantoencasa... ¡Anda,andaconelsanto! ¡No, lasmisasque túdigasquemelasclavenaquí!De esta suerte prosiguió vociferando y alejándose poco a poco, mientras

Andrés levantaba del suelo a la víctima y la sacudía con la mano el polvo.Celesto se tocó por todas partes, a ver si tenía algún paraje del cuerpomagullado,ydijoexhalandounsuspiro:—¡Quégranyegua!—Yopenséquelehabíatiradoaustedelcaballo,porquepasódelantecongran

rapidez...

—Sí, como huele cerca la cuadra no ha querido esperar. Monte usted, D.Andrés.—¿Yusted?—Yovoyperfectamenteapie.Asísehizo.Celestoestabaunpocoavergonzado.—Porsupuesto,D.Andrés,quetodosestoslíosconcluiráneldíaquetomelas

órdenesmayores—dijodespuésdecaminarunratoensilencio.—Tiene usted razón—repuso Andrés sonriendo irónicamente,—ese día...sanseacabó.—Justamente...sanseacabó.Bajaroncontodososiegoalvalleporuncaminoestrecho,trazadoenzig-zag.

La casa rectoral era la primera del pueblo, alejada buen trecho de las otras.Delante de ella se detuvieron. Era de un solo piso, vetusta; gran corredor demadera ya carcomida, cubierto casi todo él por una vigorosa parra, que loaprisionabapordebajoconsusmilbrazossecosyleservíadehermosaguirnaldaporarriba;elvastoalerodeltejadopobladodenidosdegolondrinas;lapuertadelacallenegraporelusoypartidaalmediocomolasde todaaquellacomarca;por entrambos lados huerta, cuyos árboles frutales aventajaban con mucho laalturadelapared.—¡Hola,señorcura!...¡DoñaRita,doñaRita!...¡Vamos,despáchenseustedes,

carambita,quetraigoforasteros!—principióagritarCelesto,aplicandoalpropiotiemporudosgolpesalaparteinferiordelapuerta,queeralaqueestabacerrada.Casialmismotiempoaparecíanenelcorredoryenlapuertarespectivamente

elcuradeRiofríoysuama.—¿Quiénes?—preguntaronelcuradesdearribayelamadesdeabajo.—¡Casinadie!...Susobrinoenpersona,señorcura—contestóCelesto.—¡Cáscaras!Mealegro...Nopenséyoqueseríatanpuntual.Allávoy,allávoy

ahoramismo...Peroya sehabíaadelantado la señoraRita, con su fazmórbidaypáliday la

figura de perro sentado, a recibir al viajero con entusiasmo que rayaba enfrenesí.—¡Virgen delAmorHermoso! ¡El señoritoAndrés! ¡Qué escuálido viene el

pobrecito!¡Siparteelcorazón!Yalproferirtalespalabras,comoAndrésnosehabíaapeado,lebesabaunade

lasmanos con efusión.Anuestroviajero le sorprendió agradablementeque su

malestadodesaludpartieseelcorazóndeunapersonaquenuncalehabíavisto.Echópieatierra,sedespidióafectuosamentedeCelesto,yabrazadodesutíoyescoltadoporelama,subiólatortuosaescaleradelarectoral.

V

El cura de Riofrío frisaba en los sesenta años. Era un hombre pequeño ygrueso,decuellocorto,rostromofletudoyrojo,opormejordecir,morado;losojos claros y redondos, como trazados a compás; ágil en sus movimientos, apesar de la obesidad, y fuerte como un atleta. La expresión ordinaria de sufisonomía,dura,casiferoz;mascuandoteníaqueexpresaralgo,aunquefueselomás insignificante, v. gr., cuando preguntaba la hora o el tiempo que hacía,hinchabadetalsuertesunarizborbónica,abríalosojosdesmesuradamenteylosclavabacontalfuerzaenelinterlocutor,queéstenecesitabamuchapresenciadeánimoysangrefríaparanoecharseatemblar.Andrés se sintió profundamente intimidado cuando su tío le propuso que se

quitaselasbotasysepusieselaszapatillas.—Meparecequenohayzapatillasenlamaleta...Vienenenelbaúlquetraeun

carretero—dijo,conelaspectoencogidoyelacentodelqueconfiesaundelito.—¡Cómo!¿Notraeszapatillas?—No,señor—seatrevióaresponderconvozdébil.—Bien;entoncestepondrásunasmías.Elcuraentróunmomentoenlaalcobaoscuradelasala,ysalióempuñandoun

par de zapatillas como lanchas, que dejó caer con estrépito a los pies de susobrino.—Ahoraquítateesagabardina.—¿Quégabardina?—La que traes puesta, hombre... no vale nada... parece de papel... Te estás

muriendodefrío.Andréscomprendióquesereferíaaljaquette.—No,señor,notengofrío.—Sí lo tienes; ponte ese chaquetón forrado; ya verás qué pronto entras en

calor.

En el chaquetón que le presentaba su tío cabían cómodamente, amás de él,otrosdossobrinos.PeroAndrésestabatanasustado,queselometiósinreplicar.—Ahora hace falta que te abrigues esa cabeza, hombre, ¡esa cabeza!... El

sombrerolastimalafrente...Esperaunpoco;tengoyoungorroquetevendrádeperilla.Eraungorrodeterciopelonegro,altoyvueludo,queletapólasorejas.Cuando

semiróenelespejilloquecolgabasobrelacómoda,hacíaunafiguratanlúgubreyextraña,tansemejantealadeunamortajado,quesintiómiedo.—Siéntateahoraenesesillón.—Noestoycansado.—Siéntate,digo,yrespondea loquevoyapreguntarte.¿Mecontestaráscon

todafranqueza?—Sí,señor.—¿Cómoteencuentrasdelestómago?—Así,así.—Esonoesdecirnada...Túmehasprometidofranqueza...—Meencuentromedianamente.Elcura,quepaseabapor lasalacon lasmanosatrás,sedetuvodelantedesu

sobrino,yclavandoenélunamiradadeincreíbleferocidad, ledijoconacentoenérgico:—¡Puesesnecesariocurarse!Andrésnorespondió.—¡Pues es necesario curarse!—repitió en voz más alta y sin dejar de

atravesarleconlamirada.—Procuraré—dijoAndrésentredientes.—¿Cómo?—Procuraré.—Procurarás... está bien; está perfectamente—dijo el cura dulcificándose un

pocoycontinuandosuspaseos.—Loprimeroquedebemoshacerparacurarnoses cuidar del abrigo, sobre todo del abrigo del estómago. Traerás faja, ¿no escierto?—No,señor.—¡Cómo!¿Notraesfaja?—exclamóquedandoinmóvil,petrificado.—No,señor;nomehahechofalta.

—Mañana te pondrás una mía de franela. A mí me da cinco vueltas. A tisupongoquetedaráalgunamás.—¡Me dará quince!—pensó con desesperación Andrés, que sudaba ya

copiosamentedentrodelazamarra.Elcurasiguiópaseandoydesenvolviendosusistematerapéutico,fundadocasi

exclusivamenteenelalgodónylalana.Andrésleexaminabaentantoconvivacuriosidadnoexentademiedo,imaginandoquehabíahechomuymalenveniracaerenlasgarrasdeaquelsalvaje.Concluidalaexposicióndelsistema,elcuraseinformódemuchascosas,que

nosabía,tocantesalafamilia.Treintaañoshacíaquedesempeñabaaquelcurato,sin traspasarsus términosmásquecuatroocincovecespara ira lacapitaldelobispado.HabíasidomuycamaradadelpadredeAndrés;lehabíaqueridoenelalma; pero desde su matrimonio no le había vuelto a ver. En cierta ocasiónhabían reñido por cuestión de intereses: se habían cruzado entre ellos algunascartasmuyagrias,queAndréshabíaencontradoentre lospapelesdelministro.Éste le decía en una que «para llegar a la posición que él ocupaba en lamagistratura, algún discurso y algunas partes intelectuales se necesitaban.» Elcura respondía que «para alcanzar el estado sacerdotal también se requeríancualidades de inteligencia.»Elministro replicaba furioso: «Cuando a ti te hanordenado,hombredeDios, ¿nohabríanpodidoordenar igualmenteal jumentoquetellevóaValladolid?»Estasyotrasgroseríassehabíanolvidado,alparecer,por ambas partes. Elmagistrado, cuando hablaba del cura a su hijo, le decía:«Más claro que mi primo Fermín, el agua.» El cura, cuando se refería almagistrado,llevabasiempreeldedoalafrenteconrespeto,paraindicardóndeestabaelfuertedesuprimo.Aunquealgosabíadeloquehabíapasadodespuésde la muerte de aquél, no estaba al corriente de los varios sucesos ni de lasreyertasqueelmuchachohabía tenidoconsucuradorpormotivode intereses.Andrés,unpocomástranquiloya,empezóareferírselaspormenudo.Alllegaral punto del rompimiento se le inflamó el rostro de tal manera al cura, queAndréstemióunacongestión.—¡Pobremuchacho!...¿Yquéesdeesabuenapieza?—¿Quién,mi tío?... Pues paseándosemuy tranquilo y comiéndose la tercera

partedemifortuna,quelehecedidopornollevaraunhermanodemimadrealostribunales.—¡Majadero!—gritó el cura abalanzándose a él con los ojos terriblemente

inyectados; pero dulcificándose súbito, añadió:—Tú no tienes la culpa... eresHeredia al fin y al cabo, como tu padre, comoyo, comomi hermanoPedro...

¡Unostarambanastodos!...Laconversaciónsehabíaprolongado.LaseñoraRitaentróaencenderunvelón

deaceite,pueslaestanciayaestabacasientinieblas;despuésextendióelmantelparalacenasobreunamesadecastaño,negraypulidaporlosañosdeuso.Alpocoratovinoconunacazuelahumeante,quedepositósobrelamesa,diciendo:—Lacenaenlamesa.—¡Santapalabra!—exclamóelcuralevantándose.Alsentarsefrenteaél,Andrésobservóquelaluzdelvelónheríadellenocierto

cuadroquecolgabadelapared,representandounmilitaracaballo.—¿Quégeneralesése,tío?—preguntó,dandoporsupuestoqueeraungeneral.—D.RamónCabrera—dijoelcuraahuecandolavoz.—¿Noleconocesporsu

miradadeáguila?—Yextendiendoenseguidalamanoderechasobrelacazuela,a guisa debendición,masculló algunaspalabras en latín, queAndrés nopudoentender.—¡Acenar,muchacho!—Cabrerafueungrangeneral—dijoAndrésparaadularasutío.—¡Quiénloduda,chico,quiénloduda!—exclamóéstedejandocaerlacuchara

sobre el plato.—Sólo algún liberal botarate puede llamarle todavía cabecilla...¡Anda,andaconelcabecilla!...SilehubieranvistoenlabatalladeMuniesaconel anteojo en la mano, me entiende usted, echando líneas y paralelas... Aquí,escondidadetrásde este repecho, la caballería para cargar cuandohaga falta...En la retaguardia los batallones navarros... En la vanguardia los castellanos...«Capitán Tal, despliegue usted su compañía en guerrilla y moleste usted alenemigoporelflancoderecho...CoronelCual,protejaustedconunbatallónalcapitánTalparaelcasoderetirada...ComandanteTal,ataqueustedconcuatrocompañías aquella posición... Coronel Cual, proteja usted con un batallón alcomandante Tal en el caso de retirada... Brigadier Tal, marche usted con losregimientos Tal y Cual por el flanco izquierdo a coger la retaguardia delenemigo...BrigadierCual,prepáreseustedaatacardefrenteenelmomentoqueyoloordene.»ElcuradeRiofrío,alponerestasórdenesenbocadeCabrera,imitabalavozy

losademanesimperiososdeungeneralenjefe;señalabaconeldedolosdiversosrinconesdelasala,cualsirealmenteestuviesenescondidosenellosbatallones,regimientosybrigadas.—Y mientras tanto—continuó,—¿qué hacía el general Nogueras? Figúrate,

muchacho,quelehabíanhechocreerqueCabreranoeramásqueuncabecillade

malamuerte,unestudiante,unteólogoquenosabíapalabradelartedelaguerra.Así que, tomando el anteojo, me entiende usted (el cura hacía ademán deaplicárseloalojoderecho),dijoasusayudantes:«Muchachos:elseminaristaseatreveapresentarnosbatallacon losdesharrapadosque lesiguen;esnecesariodarleunalecciónmuyduraparaqueensuvidavuelvaaponersedelantedeungeneral español.» En seguida,me entiende usted, da sus órdenes y dispone elataque.Suenaeltoquedefuego,¡pin!¡pan!¡pun!deaquí,¡pin!¡pan!¡pun!deallá...¡pom!¡pom!suenalaartilleríadelosliberales.Ladeloscarlistas,calladaesperando la ocasión... Los liberales parece que llevan ganada la batalla, yavanzan...EnestoelgeneralNogueras,queseguíacontemplandoconsuanteojoelcombate,mientrascharlabayreíaconsusayudantes,seponeseriodepronto...«¡Rayosytruenos!¿Quéesloqueveo?...¡Lavanguardiadelejércitoenvuelta!¿Dedóndemil rayosha salidoesa tropa?¿Quécaballería es aquélla?...Aver,unodeustedes,aenterarsedeporquéretrocedenlosbatallonesdecazadores...Que cargue la caballería... ¿Dónde está?... ¡Si tiene cortado el paso!... ¡Losplanes de este seminarista ni yo los entiendo, ni el diablo que lo llevetampoco!»...Enestollegaunayudantegritando:«Migeneral,escapeV.E.auñadecaballo,porqueestamosenvueltosyvamosacaerenlasmanosdeCabrera.»El general Nogueras, acto continuo, pone espuela al caballo, diciendo: «¡Quécabecillaniquébarajas!...¡Ésteesungeneralconsumado,quedaquinceyrayaatodoslosgeneralesdelareina!»El cura, al terminar su descripción, tenía el rostro tan inflamado que daba

miedo. Algunas gotas de sudor le salpicaban la frente. Se le había caído laservilleta,queestabaprendidaporunapuntaalalzacuello.—Habráncogidoustedesmuchosprisioneros—dijoAndrés.—¿Cómonosotros?—repusoeltíoconacentoirritado.—Yonohesidonunca

militar...¡niganas!Después comió con tranquilidad la sopa, y durante la cena siguió la

conversación estratégica. Al finalizar, rezó en voz alta un Padre Nuestro enaccióndegracias,acompañadodelsobrino,yambossefueronalacama,pocodespuésquelasgallinas.

VI

Poco después que cantara el gallo por vez primera, se personó el cura deRiofríoenelcuartodesusobrino,voceandoyacomosifuesenlasdocedeldía.Abriólaventanaconestrépito,ylosrayosfríos,perohermosos,delsolmatinaldieronenelrostrodenuestrojoven,quelosacogióconunamuecanadaestética.—Vamos, gran dormilón, arriba: ¡arriba, hombre, arriba! Si te dejase, serías

capazdeestarteenlacamahastalassietedelamañana.Andrésoyóentresueñoselabsurdodesutíoyarrugólasnaricesconespanto.—Vamos,muchacho, vamos—siguió el cura sacudiéndole,—queya sonmuy

cercadelasseis.—¡Ah,lasseis!...¡lasseis!—dijoelsobrinorestregándoselosojos.—Sí,hombre,sí,lasseis...¿AquéhoratelevantabasenMadrid?Estoyseguro

dequenobajaríadelasochoolasnueve.—Porahí...—respondióAndrés,cadavezmásaterrado.—¡Esclaro!—prorrumpióelcurachocandocon fuerza lasmanos.—¡Yluego

queréisnoestarenfermos,ynoteneresecolordecirioquetútienes!¡Cocidosen la cama, me entiende usted, toda la mañana como si fueseis a empollarhuevos!...Vamos,vamos,levántatequehoyesdomingo,yesnecesariomudarselaropa.—Melahemudadoayer—contestóAndrés,pensandoganaralgunosminutos.—¿Cómo ayer?—replicó el cura lleno de estupor.—Si ayer fue sábado,

muchacho...—Yeso¡quéimporta!—PeroenMadrid,chico,¿noosmudáislacamisalosdomingos?—EnMadridsemudalagentelacamisacuandoestásucia.—¡Bah,bah,bah!Nomevengasconmonadas;enMadrid losdomingosson

domingoscomoaquí,yentodatierradegarbanzos,ylosdomingossehicieronparadescansaryponersecamisa limpia loscristianos...Conquearriba,quemevoyaafeitar...Alasocholamisa...Yaquesehubovestidonuestrojoven,connopocotrabajoydolordesualma,

seasomóalaventana.Envezdetropezarsuvistaconlosbalconesdelacasadeenfrente,pudoderramarlaasubuen talanteporelmagníficopaisajequehabíacontemplado el día anterior. La rectoral estaba más alta que el pueblo,dominándolo perfectamente, y lo mismo al valle. Éste se presentaba con lapúdica frescurade lamañana, saliendodelnegromantoque lanoche lehabíatendido.

Todavíanosehalevantadolaneblinaqueporlastardesdesciendesobreelrío.Laspraderasque loguarnecen estánmatizadasdeblancopor la escarcha.Lascimas de las altas montañas se ofrecen a lo lejos teñidas de fuerte color denaranja.Losbosquesdecastañosesparcidosporlasfaldasdelascolinasguardanaúntodaslassombras,todoslosmisteriosdelanoche.Debajodeestosbosquesduermeseguralaaldea,cuyascasasblancasdéjanseverapenasentreelfollaje.Enlosángulosyrinconesdelvallelaescarchaestanfuertequepareceunmantodenieve.Elcieloestádiáfano,deunazulpálido,tirandoaverdeenelLevante,oscuro hacia el Poniente. Algunas nubecillas leves y blancas, como copos devellón,flotan,noobstante,porlaatmósfera;losrayosdelsollastiñenavecesdecolor de rosa; resbalan lentamente por el cristal del firmamento; en ocasionesdescansanbrevesmomentos sobre la cimade lospeñascosmás altos, como siviniesenadredeaprotegerlossecretosamoresdelosgeniosdelamontaña.Portodosladosesnecesariolevantarmucholavistaparaverelcielo.—Estoy metido en una jaula—pensó Andrés,—en una jaula deliciosa. Sin

embargo,hacetiempoquenoherespiradotanbien:parecequesemeensanchaelpechoymeentraconelairenuevavida.Después se rió de sus ilusiones, achacándolas a las ideas tan favorables al

campo que le había inculcado el doctor Ibarra. Así que hubo tomado eldesayuno,encompañíadesutío,seechófueradecasa,paracomenzaraponerporobraloquelehabíanrecetado.Delante de la rectoral estaba el camino, que hacia la derecha y bajando

conducíaalpueblo,yporlaizquierdaysubiendoguiabaaLada;elmismoqueélhabía traído. Detrás había una huertecita en declive con hortaliza y frutales:despuésdelahuertaunbosque,tambiénendeclive,pertenecientealosmansosdelaparroquiaydenominadolaMata.Noeraunamataenlaacepciónverdaderade la palabra, sino un bosquecillo formado de árboles de distintas clases,plantadosporelantecesordelactualpárroco,yquenocontaríandeexistenciamás de cuarenta años. Debido a lo cual, los que crecen lentamente, como elroble,elnogal,elhaya,etc.,noteníanaúnlacorpulenciaquehabíandealcanzarconel tiempo;encambio,otrossepresentabanen laplenituddesudesarrollo.Veíansesoberbiosplátanosdeespléndidoramajeconsusanchashojaserizadasdepicos;magníficosolmosdeoscuracopatalladaenpuntacomolasagujasdelas catedrales, y formada de espesísimas ymenudas hojas; grandes y robustoscastañosdeaspectopatriarcal,exuberantesdesaludyfrescura;alladodeéstosostentabanlosabedulessusblancosydelicadostroncos.Habíatambiénacaciassilvestres sosteniendo con endebles pilares una inmensa bóveda de hojas;numerososfresnosdeelegantefigura,representandoensucopabiencortadala

pulcritudclásica;espinerassilvestres,tejos,álamos,morerasyotrasvariasclasesdeárboles,todosfraternizandoenelpedazodetierraparroquialquelasaficionesselváticasdelcuraanteriorleshabíaasignado.Andréssintióundeseoirresistibledeensotarseenaquellaespesura.Apesardel

vagoterroralodesconocidoqueunbosqueinspirasiempre,sobretodocuandonosehanvistomásquelosdelRetirodeMadrid,ydelmiedorazonablea losbichosqueallísuelentenerguarida,penetróenélresueltamente.Nuncahabíavistovegetación tanpoderosa,entregadaporenteroa simisma,

librepara engrandecerseyostentar caprichos extrañosymonstruosos.Elbuencura había arrojado un puñado de gérmenes en aquel pañuelo de tierra. Lanaturalezahabíarespondidoalllamamientoconunasacudidaformidabledesusfuerzasinteriores,levantandosobrelaalfombradecéspeduninmensotemplodecúpulas movibles, una catedral de verdura cuyos fustes de todos colores ytamaños se alineaban en serie indefinida hasta perderse de vista. Y de susbóvedasaltasytupidas,rasgadasavecesporsingularcaprichoparaquesevieseelcielo,bajabamásgratafrescura,unsilenciomásreligiosoquedelasnavesdepiedra de nuestras iglesias góticas. La luz, entrando con esfuerzo al través deaquella múltiple celosía, caía sobre el césped discreta, misteriosa, llena deexquisitadulzura,convidandoalasemocionesprofundasysuaves.Experimentóunaturbacióndeliciosaalponerlaplantaenaquelrecinto.Elolor

acreypenetrantedelaselva,cargadodeemanacionesbalsámicas,productodelsudordelosárbolesylatierra,leembriagódulcemente.Lainfinitadiversidaddeluces y sombras que bailaban sin cesar, el contraste de los variosmatices delverde, desde el negro profundo hasta el dorado, le ofuscaron. Se sentó,mejordicho,sedejócaersobreelcésped,yacometidoa lavezpor laadmiración,eltemor,elbienestarylasorpresa,girólavistaentorno,contemplandoeltemplosublime de la naturaleza. No osaba mover un dedo siquiera por no turbar lamajestadsilenciosaylapazdesusnaves.Olvidoseenunpuntodetodasuvida,desusplacerescomodesusdolores:creyónacerdenuevoenotrasregionesmásaltas,más puras,más felices. Aquellos árboles, llenos de vigor, henchidos desaludyde fuerza, le seducían: su inmovilidad augusta, el recogimientode suscopas, le causaban una sensación melancólica: la fortaleza de sus enormesbrazos,queseextendíanporelespaciofirmesypoderosos,repletosdesavia,leinfundían respetoyenvidia.Elbosque todoseofrecíaconvidadesordenadayexuberante, con el brío y la soberbia de la juventud: ningún árbol carcomido,ninguna planta marchita; todo viril, todo sano, todo fuerte. Jamás la flacanaturaleza de nuestro joven se sintió tan humillada. Junto a aquellos atletascrasos y pletóricos que ostentaban sumusculatura sosteniendo sin esfuerzo la

enormemasadesuscopas,sintiosetanpobre,tanpequeño,queseasombrabadevivir.Masestahumillación,lejosdecausarlepena,parecíaregenerarle.Unaalegría

extrañapenetrabaensucorazónyseesparcíaportodosuser,inundándoledetalsuertequelecausabacongojas.Eraunaalegríaqueleapretabalagargantaylerefrescaba la sangre.Nunca experimentara sensación de placer tan puro ni unsentimiento tan profundo de la belleza. Por primera vez ¡él, que había escritotantos millares de versos! vio cara a cara la poesía; el corazón se lo dijoclaramente. Era la poesía genuina, esplendorosa y diáfana, sin estrofas niconsonantes,nimuchomenos ripios,quenacede lacomunicacióndeunalmasensible con la naturaleza. Era la poesía que en aquelmomento expresaba unmirlo,quevinoaposarsecerca,consusnotaspurasycristalinas.Elbosqueseestremeció de dicha al escuchar aquel grito aflautado, aquel canto tierno ymelodioso que recogía la frescura, las armonías, los misteriosos hechizos delbosque, para dirigirlos alHacedor comoun himnomatinal de gracias.Andréstambiénsufrióunasacudida.Laemoción,quelehabíaidoembargandopocoapoco, se desbordó en lágrimas por sus ojos. Lo que sentía era tan nuevo, tandulce,quellegabaahacerledaño.Elllantolerefrescó.

VII

Sonaron por tercera vez las campanas de la iglesia, respondiendo con unconciertobulliciosoeininteligiblealcantoclaroysosegadodelmirlo.Andrésselevantóparaoírmisa.Estabalaiglesianomuylejosdelarectoral.Cuandollegóa ella, aún no habían terminado el rosario, que en las aldeas precede losdomingosalsacrificioincruento.Peroalrosarioasistensolamentelasmujeresylosdevotos: losespíritus lúcidos, los temperamentosvolterianosde laaldeasequedanenelpórticofumandoycharlandoenaltavoz.Enocasiones,lasvocessontanaltas,queelcuraseveenlaprecisióndesalira

imponerlessilencio.Contalmotivo,lespronunciasiempreundiscurso,enquelosllama,entreotrascosas,escribas;perolosfeligresesrecalcitrantesnosedanporofendidos,yrecibenlaspedradasdelpastorbajandolacabezaconsonrisillairónica.Nuestrojovenentróenlaiglesia,queerareducidaypobre,ydespuésdehacer

unagenuflexiónanteelaltarmayor,siguióhastalasacristía,cuartitomáspobre

aúnquelaiglesia,conunaventanillaredondapordondeentrabanlosrayosdelsol.Unarcacontiradoresamododemostradorocupabaenteralaparteinferiordellienzomásgrandedepared;uncrucifijohorriblementeensangrentadopendíasobreelarca.LoprimeroconquetropezófueconCelestoque,derodillasalapuerta, rezaba el rosario. Esparcidos por el recinto, unos sentados, otros dehinojos,estaban:elmaestrodeescuela,queeraunjovenrubioafeminado,contraje de labrador en día de fiesta; el escribanodel lugar, que trabajaba toda lasemana en Lada y venía los sábados por la tarde a pasar el domingo con sufamilia;rostroenjuto,narizaguileña,aspectoderaposo;ciertocaballerollamadoD.Jaime,hijodelpueblo,quehabíallegadorecientementedeAmérica:colordeaceituna,ojospequeñosyhundidos,enfermodelhígado,decuarentaycincoacincuenta años de edad; el sacristán y otras dos o tres personas, que por suaspectorepresentabanlatransiciónentreellabradoryelcaballero.—Buenosdías,señores.—Santosybuenoslostengausted.El rosario terminó en seguida.D. Fermín entró en la sacristía tan altanero y

furibundocomoelconquistadorqueponeelpieenunaciudadcapitulada;entródiciendoconincreíblearroganciaycrueldad:—EstanochehaheladocomoenDiciembre;meparecequenovamosatener

frutaesteaño.Los circunstantes asintieron; no les quedaba otro recurso. Sin embargo, el

escribanoseatrevióaapuntarhumildementequenoseperderíamásquelafrutatemprana;laquevienetardeaúnpodíalograrse.—¿Creeusted?—dijoelcuraclavándolesusojospreñadosdeamenazas.—Sí,señor—repusoelescribanocongranpresenciadeánimo.Contraloquepudierapresumirse,donFermínnocayócomounrayosobreél.

Sacóuninmensopañuelodeyerbasparasonarseyreplicó:—Noséquéledigaausted,D.Félix;ahoraestátodalasaviaarribayapenas

hacaídoflor...—¡Esoquéimporta!...Losperalestienenlacortezadura,yloscastañosylos

nogaleslomismo—dijoelescribanoconcrecienteosadía.Lamismaaterradoramiradaporpartedelcura.—Me alegraré, D. Félix, me alegraré; mis perales deMarco han echado un

carrode flor esteaño...Noquisiera,poralgodebueno,que semeperdiera lacosecha...¿Yusted,D.Félix,cómotienesupomarada?Elcura,mientrashablaba,sehabíadespojadodelboneteyempezabaameterse

el alba de lienzo ayudado por el maestro y el sacristán. D. Félix hizo unadescripción detallada del estado de su finca: algunos pomares habían cargadomucho;otros,encambio,noteníanunasolamanzana.—Algoraroestápasandocon la sidra—terminó diciendomientras arreglaba un pliegue del alba, que elmaestroyelsacristánhabíandejadomal.—Anteslospomaresproducíanunañoydescansabanalotro.Ahorasecontentancondarunpuñadodemanzanastodoslosaños.—Merear, Domine, portare manipulum fletus et doloris—murmuró el cura,

poniéndose el manípulo en el brazo izquierdo.—Vamos, D. Félix, no ofendausted a Dios con esas quejas. Un hombre, señores (volviéndose a loscircunstantes),queharecogidoelañopasadotreintaysietepipas...—¿Y eso qué tiene que ver?Yo he recogido treinta y siete pipas de sidra y

tengoquincedíasdebueyesdepomarada;yD.PedrodeMarínnotienemásdenueve,yhacedosañosmetióenellagarmuycercadecincuentapipas.—Reddemihi,Dominestolam inmortalitatisquamperdidi,etc.—murmuróel

curaponiéndoselaestola.—PerodígameacómolehanpagadoaustedlaspipasyacómoselashanpagadoadonPedro.—¡Hum,hum!—gruñóelescribano,cogidoenelgarlito.—¡Eh!...¿quétal?Queselodigaaustedes,señores,queselodiga—exclamó

elcuraconairetriunfal;ysinquereraguardarlaréplicaqueelescribanoestabameditando, semetióconunsolomovimiento lacasullapor lacabeza, tomóelbonete, hizo una profunda reverencia al Cristo ensangrentado, y salió de lasacristíadirigiéndosealaltarmayor.Granrumorenlaiglesiaalaaparicióndelsacerdote:lasmujeressearrodillan,

lamayorpartedeloshombrestambién.Enlasacristíaseoperaunmovimientodeconcentraciónhacia lapuerta.DonFermín,dentrodelpresbiterio, inclinadoprofundamente,comienzaarecitarconvozhuecayoscuralasprecesdelamisa;unniñoquetienealladolecontesta.Elmaestro,elescribanoyCelestoabrenunenormemisaldeletrascoloradas,locolocansobreelarcadelavestimenta,yconvozdestempladaprincipianacantar.Imposiblequesedieraalgomásinarmónicoyendiablado.Andrés,despuésdehaberloscontempladounratoconespanto,serefugióen lapuertaydesdeallícomenzóaexplorar los rinconesde la iglesia.Estaba enteramente ocupada por la gente de la aldea, todos labradores; lasmujeresdelante,vestidaslamayorpartedeteladeestameñanegra,pañuelosdecolor a la garganta y la cabeza cubierta conmantilla de franela; los hombresdetrás, con chaquetadebayetaverdeo amarilla, calzóncortodepana,mediasblancasdelanasujetasporligasdecolor.Todosasistíanconprofundadevoción

yrecogimientoalamisa.Eljovencortesano,nomuyfervoroso,paseóunayotravezsumiradadistraída

porelconcurso,ahorafijándoseenunamujerquepellizcabaasuhijoparaquese estuviese atento, después en un ancianoque rezaba con los brazos en cruz,mástardeenunosniñosqueseentreteníanenmeterlacabezaporelenrejadodelaltar. Había algunos rostros bastante agradables entre las mujeres, frescos ysonrosados,loscuales,pormásqueaparentasenmuchaatenciónyrecogimiento,no dejaban de volverse amenudo, y con visible curiosidad, hacia el forasteropálido que se apoyaba en el quicio de la puerta de la sacristía. Había,particularmente, uno moreno, gracioso, de nariz levemente aguileña, bocachiquita y fresca, ojos no muy grandes tampoco, pero negros y vivos, frenteestrechayadornadaconrizosdepelonegro,queconsiguióllamarlelaatención.—¡Vayaunachicasalada!—pensó,devorándolaalmismotiempoconlosojos.Ala joven aldeana también debió de extrañarle Andrés, porque le miró larga yfijamente un buen espacio, sin importarle nada de la insistente curiosidad deéste.Despuésquelehuboexaminadoasusabor,hizounalevísimamuecaconlos labiosy entornódenuevo losojos al altar.El forastero, con lapercepciónclarayfinadelhombreculto,adivinóporestamuecaquenohabíagustado.Elrostrotrigueñonovolvióainclinarsehaciasuladoentodoeltiempoquedurólamisa.Encambio,Andrés,porunaespeciedeatracciónmagnética,apenaspudoquitarleojo.AlmudarelmisalparaleerelEvangelio,lajovenselevantó,tomóun hacha de cera que tenía delante, colocada sobre unos palitroques, y fue aencenderla en uno de los dos cirios que ardían al pie de la verja del altar.Entoncesnuestrohéroepudocontemplarunafiguramásaltaquebaja,esbeltayairosa, un pecho subido y pronunciado que, digámoslo en menoscabo de supureza,nofueloquemenosimpresiónlecausódesdeelprincipio.AlllegaralOfertorio,elcurasedispusoapredicarasusfeligreses.Algunosde

éstos, losmáspróximosa lapuerta, se salieron; lasmujeres se sentaron;en lasacristía, el escribano también se sentóenunbanco, sacóelbotedeplatacontabaco y se puso a liar un cigarro: no tardaron en acompañarle algunos otros.Andrés,elmaestroyD.Jaimepermanecieronenlapuerta.—«Tengoquedeciros una cosa—comenzó el cura en el tonomás cavernoso

quepudoadoptar.—Tengoquedecirosquesoisunosverdaderosfariseos,porqueaparentáiscumplircon lospreceptosdeNuestroSeñor JesucristoydeNuestraSantaMadre la Iglesia, y hacéis,me entiende usted, befa de ellos en secreto.Venís amisa, rezáis el rosario, asistís a las procesiones; pero es porque no oscuestaningúntrabajo.Encambio,siamanoviene,noosimportatrabajarendíafestivo,faltandoaunodelosprimerosmandamientosdelaleydeDios,quedice

«santificarlasfiestas...»Loquehacenmisfeligresesentiempodeyerba,comoahora,esunverdaderoescándalo,yestádandoquedecir,meentiendeusted,atodaslaspersonaspiadosasdelconcejo.Conlamayorfrescuralevantanlayerbalos domingos, la cargan y marchan con su carro chillando por el medio delpueblo, como si Dios no losmirase, como si no clavasen con su pecado unaespinamásenlacabezadenuestroRedentor.Estonoestábien,noestábien,yesperoqueoscorrijáis, sinoqueréisser lossepulcrosblanqueadosdequenoshablaelEvangelio,llenosdepodredumbre,meentiendeusted,ydeinmundiciapordentro,ylimpiosporfuera...esoes...»Peroalgunomedirá:¿Demodoque,bajoningúnpretexto,sepuedetrabajar

losdomingos?...Yolecontestaré:Distingo...SiJuan,PedrooDiego,pongoporcaso, tienen la yerba tendida en la heredad y temen que se les pierda de nometerlacuantoantesenlatinada,bienporqueeldíaamenazanubladoyamanecea llover, obien,meentiendeusted, porqueya esté secade algunosdíasoporcualquier otra causa; si aprovechan la mañana del domingo para meterla, yefectivamentelameten,procurandonodarescándalo...nopecan...PerosiJuan,PedrooDiego seponena revolver layerbaoameterlaundomingopor estarmásdesocupadosellunes,oporque,meentiendeusted,quierenconcluircuantomásantesesta laborparacomenzarotra,opordecirque la tienenen la tinadaantes que los demásvecinos, o por cualquier otra causa queno sea legítima...entoncespecanmortalmente.»Por consiguiente, ya lo sabéis... No se puede trabajar los días festivos sin

causa;quelooiganbienesosqueestánalapuerta...¡sincausalegítima!...Losque trabajen pecan mortalmente y están condenados, si no se limpian en elsagradotribunaldelaPenitencia,alaspenaseternasdelinfierno.»Porconsiguiente,ya losabéis...El tercermandamientode la leydeDioses

«santificar las fiestas.»Todosestamosobligados,meentiendeusted,aguardarlosdíasdeprecepto,nosóloparabiendenuestraalma,sinoporelejemploquecon nuestra buena conducta damos a los otros. Los que falten a este sagradoprecepto sin necesidad, cometen un grave pecado. Dios ha descansado elséptimo día cuando hizo el Universo, y quiere que nosotros descansemostambién...»Porconsiguiente,yalosabéis...»Todavíasiguióelcurabuenratoarrastrandoconesfuerzoelcarrodelapalabra,

repitiendolosmismosconceptos,avecesconlasmismaspalabras,buscandoenlosnudillosde losdedos,que frotabasuavemente,nuevas ideasyargumentos.Lavozeraprofunda,particularmenteal terminar losperíodos:alprincipiarlos,másgangosaqueprofunda.

Losrostrosdelosfeligresesexpresabanaburrimientoresignado.Lasmujeres,sentadas en el suelo, miraban cara a cara al cura con ojos distraídos. Loshombres de la puerta bostezaban, abriendo la boca hasta descoyuntarse lasmandíbulas.Andrés,elmaestroyD.Jaime,fatigadosdeescuchar,sereplegarontambiénhaciaelbancodondeestabaelescribano.Seempeñóunaconversaciónanimada acerca de lo que podía recaudarse entre los vecinos para la fiestaparroquial,quenoestabamuylejos.Elescribano,D.Jaimeyotrodelosqueallísehallabansosteníanlacausadelosvecinosyseoponíanaqueselesgravase,alegandoquelafábricaaúnteníaalgunosfondos:elmaestroyCelestodefendíanladelcura.Al fin terminó éste su plática, y prosiguió la misa. Todos volvieron a sus

primitivospuestos.Loscantantesapenastuvieronyaquedecirenadelantemásqueaményet cumspiritu tuo, respondiendoal cura.Cuandoéste, despuésdecantar solemnemente el ite misa est, echó la bendición al pueblo, loscircunstantes se volvieron unos a otros, diciendo un «buenos días» amical yapresurándosearecogerlossombreros.Algunossemarcharon;otros,entreellosAndrés,esperaronalcura,queentróenlasacristíamascullandolatines,losojosbajos y las manos juntas. Después que se despojó de la casulla, saludó conexpansiónasusamigos.Cuandonuestrojovensaliódelaiglesia,lascampanasrepicabanalegremente.

El sol bañaba ya enteramente el valle. Mozos y mozas formaban pintorescosgrupos dentro y fuera del pórtico, que empezaban a moverse en dirección alpueblo.Enunodeellosatisbóalamorenitaquelehabíallamadolaatención.—Oigausted,Celesto,¿quiénesaquellachicamorenaqueestáalaizquierda

delhombredelaboina?—¿Cuál,ladelpañueloazul?—No,ladelpañuelonegroycoralesenlagarganta...laqueahorasedespide,

mireusted.—¡Ah, sí!... la hija de Tomás el molinero... No piense usted en ella, D.

Andrés... (bajando la voz y en tono confidencial). Yo le daré a conocer otrasmuchomásamablesencuantoustedsemejoreunpoco...Ésaesunayegua.

VIII

Almes de hallarse en lasBrañas,Andrés habíamejorado notablemente. Sinotras medicinas que el andar constantemente al aire libre, montar a veces elcaballejo de su tío, salir otras con Celesto a cazar (en realidad a espantarpájaros), jugara losbolos,acostarseylevantarse temprano,acudióelapetitoydesapareció la extremadadebilidadque le inquietaba.El color siemprepálido,pero se iba tostandounpoco.Bajaba amenudoalpueblo, compuestodeunascuantas docenas de casas, blancas unas, pardas otras, todas pequeñas y de unsolopiso,diseminadassinordenporelespaciodetierrallanaqueelríodejabaensumargenderecha.Lasgrandeshuertas,quealgunasdeellasteníandetrásoaloslados,ensanchabanbastanteelperímetrodelaaldea.Enelcentro,ohaciaelcentro,estabaloquepudierallamarseplaza,oseaunpedazodetierracercadoatrozosporcasas,atrozosporárboles,surcadoporlaacequiadeunmolino,quesesalvabapormediodeunpontóndemadera.Talpedazodetierrasincultivarservía de desahogo al pueblo. En el medio había una columna de madera,carcomidaporlaintemperie,acuyoextremosehallabasujetaunacampanaquese hacía sonar con cadena. Servía para convocar a los vecinos en caso denecesidad,ytambiénlautilizabaelcurapararezarelAngeluscuandolashorasdel mediodía o el oscurecer le sorprendían entre sus feligreses. Los queanduviesencercaseagrupabanentorno,lacabezadescubierta,losojosbajos:elcura, de pie en la escalerilla que servía de pedestal, dominándolos a todos,rezabaenaltavoz,dandoconlentitudtrescampanadasantesdecadaAveMaría.En una cierta mañana en que Andrés bajó al pueblo, halló gran número dehombresreunidosalpiedelacolumna.Seintrodujoenelgrupoparasaberdeloquesetrataba.Unvecinososteníaconcalor(conelcalorrelativoqueempleanlospaisanoshastaen losnegociosmás importantesde lavida)queel torodelconcejo no servía, que era demasiado corpulento y que había causado gravesdañosasusvacasyalasdeotros.Losperjudicadosapoyaronlosargumentosdelpreopinante,ydespuésdebrevediscusión,enquesólosostuvolacausadeltoroel vecino encargado de mantenerlo (por haberse encariñado con él, según seasegurabapor lobajo),decretose,deacuerdogeneral,que fuesevendidoenelprimermercado,ysecompraseotrodemenortamaño.SolíaporlastardesiradormirlasiestaalaMata,debajodeunagranacacia,y

seplacíaextremadamenteenescucharhorasenteras losgorjeosde lospájaros,los rumoresde los árboles, el cantode los insectos.Tendidoboca arriba en elcésped,contemplabasinpestañearelfirmamento,sumergiendolamiradaensusprofundossenosazules,pensandoalgunasvecesdescubrirdetrásdeellosalgúninefable misterio. Aquella posición le mareaba al cabo. Entonces solía ver elcielocomo inmensomardecuyasaguas salían formandobosquesdealgas las

copas de los árboles: los pájaros eran las naves que lo surcaban. Cuando elviento azotaba las hojas y removía la tenue gasa azul que las envolvía, corríagozoextrañoportodosucuerpo,acometíanlelocosdeseosdevolarporaquellasdiáfanasregiones,imaginábaseenmediodeellassolo,perdido,árbitrodesurcarla inmensidaden todasdirecciones, sentíaseenvueltoyacariciadopor lasolassutilesdel éter; lavista entonces se leofuscaba; elvértigo seapoderabade sucabeza. Quedaba algunos instantes con los ojos abiertos sin ver, con elpensamientodespierto sinpensar.Era,noobstante,unmareo tandelicioso,unbienestartangrande,quehubieraqueridoqueduraseeternamente.Enlaaldeacomenzabanatratarleconfamiliaridad:lellamabanD.Andrésel

sobrino del señor cura, y le instaban para que entrase en las casas, y leagasajabanmuchocuando le teníandentro.Sehabíacorrido lavozdequeerarico y que «escribía en los papeles.» No había necesidad demás para que elpuebloenterolerespetaseyseinteresaseporsusalud.Ningúnvecinohabíaque,altropezarleporloscaminos,nolepreguntasesiteníamásganasdecomer.ElapetitodeAndrésfueporunatemporadalacuestiónpalpitanteenRiofrío.Cuandosehuborepuestounpoco,Celestoseatrevióaproponerleunasalida

nocturnaacazadeaventurasgalantesporloscaseríoscomarcanos:elcuranoseenteraríadenada:tampocoD.ªRita:despuésquetodossehubiesenretirado,élcolocaríaunaescalerademanodebajodelaventana,yporellabajaríaysubiríasinquealmaalgunaloadvirtiese.Peronoaceptólaproposición.Seencontrabaenunodeesosperíodosdelavidaenquelasmujeresinteresanpoco,enquelofemeninonobastaallenarelalmaembargadaporotraclasedesentimientos.Deunlado,laadmiraciónylassorpresasquediariamenteleproporcionabaaquellaricanaturaleza;deotro, lanecesidadimprescindiblederestaurarsuorganismo,derenovarse,deasegurarsuvidaexpirante.Sin embargo, en este sosiego físico y espiritual que disfrutaba todavía su

temperamento, excesivamente impresionable, se alarmaba alguna vez. Eranleves y periódicas sacudidas que, por fortuna, duraban poco. Los domingos,cuandoibaamisa,solíacontemplaraaquellamuchachamorenadelprimerdíaarrodilladaenelmismositioyejecutandoa la lecturadelEvangelio lamismaoperacióndelevantarseyencendersuhacha.Desdelapuertadelasacristíaselaveía admirablemente. Y como no hubiese por allí cerca otro objeto másinteresanteenque fijarse (salvo lamisa), laverdadesqueAndrésse fijabaenellamásde lacuenta.Esto se ibamurmurando,por lomenos, enungrupodemujeresciertodomingoalsalirdelaiglesia.Masnosecreaqueanuestrojovenseledabaunarditedelamorenita.Lapruebadeelloesqueentodalasemanavolvía a acordarse de su figura ni del santo de su nombre. Creía estar a

demasiadaalturaenachaquesdeamorparairaenamorarseenundosportresdeunamuchachamorenaqueenciendeunhachadeceraenmisa.Pero loqueesmirarla, no hay más remedio que confesarlo, la miraba con profunda yescrupulosaatención.Y¡quiénsabe!sinohubierasidoporaquellamalhadadamuecadedesagradoquehizolachicaelprimerdía,nohubierasidoimposiblequenuestrohéroeprocuraseponersealhablaconella.Peroera tansusceptiblecomo impresionable; tenía aquella mueca siempre delante de los ojos comobarrerainsuperable.Porotraparte,despuésquesalíadelaiglesia,yanohallabaocasión de verla en toda la semana. Según le habían dicho, no habitaba en elmismopueblo,sinoalgomáslejos;cosadeuntirodebalahacialamontaña.Nohabía, pues,modo de verla sino haciéndole una visita. Andrés no pensaba enello.Ciertosuceso,puramentecasual,vino, sinembargo,amodificarun tantosus

planes y sentimientos en este punto.Celebrábase en los términos del concejo,pero a distancia respetable, la romería de Nuestra Señora de la Peña, en elcorazónmismode lasierra.Aunquepara llegaralsantuario laascensiónfuesepenosa,erasiempredelasmásconcurridas.Enlasaldeasacaeceamenudoquenosonlasmáspróximasyasequibleslasromeríasanimadas;quizáporeldeseoque nos arrastra a todos a vencer dificultades, aunque sea para divertirnos.Celestovinoaproponerleelsábadoporlatardelaexcursiónaella;selapintócontanhermososcoloresque,aunariesgodefatigarse,consintióenir,contalquelavueltanofuesedenoche.—Vendremosantesdeponerseelsol,D.Andrés...yleaseguroquevendremos

bienacompañados.Esto dijo el seminarista guiñando un ojo. Y, en efecto, al día siguiente de

madrugada, cuandoaúnno seveíadel todoclaro, llamóagrandesgolpesa lapuertadelarectoral.DespertaronaAndrésdesuprofundosueño,ydespuésdemuchosacudirle,consiguieronponerleenpieyqueseaderezase.Elviaje,aunquelargoydifícil,nodejódeseralegre.Eltiempoestabasereno;

el sol todavía no molestaba gran cosa. Celesto iba armado de gaita. Andrésllevaba las provisiones. Cuando pasaban por delante de algún caserío, sedeteníana instanciadel seminarista;descolgabaéste lagaitade loshombrosycomenzaba a soplar con furia. El toque de alborada, risueño y bullicioso,estremecía de júbilo la silenciosa aldea; las gallinas batían las alasdespertándose,ladrabanlosperros,lospuercosgruñíanensupocilga,lasvacassacudíanlacadenaquelassujetabaenelestablo,dentrodelascasasoíaserumordepasosyconversaciones.Notardabaenabrirsealgúnventanilloyaparecerporél un rostro fresco y sonrosado que al ver a Celesto sonreía mostrando unos

dientesadmirables.—¿Erestú,capellán?—Soyyo,Josefina.—¿Quévientos te traenporaquí?... ¡Ah!sí, la romeríade laPeña;yanome

acordaba.—¿Tevienesconnosotros?—No;iréhacialatarde.—Venteahora,ytellevaremosenbrazos.—Soymuypesada.—¡Aunquefuesesdeplomo!—¿Deveras?Yaséquenotefaltavoluntad;peroestaúltimavezhasvenido

muyflojodelseminario.—Venaprobarlo.—Notengogana.—¿Loveusted,D.Andrés?Me tienemiedo.Adiós, Josefina, hasta la tarde.

¡Cuidadoquefaltes!—¡Ya!Porquesinmínohayromería.—¡Muchoquesí!Adiós,resalada.Tornaba Celesto a inflar los carrillos, y tornaba la gaita a exhalar sus notas

penetrantesalegrandolacampiña.Cuandosalíadelaaldea,seechabaotravezelinstrumentoalaespalda.De caserío en caserío fueron subiendo hasta el paraje donde se celebraba la

romería.Eraunapraderaendeclive,cercayadelacimadeunadelasmásaltasmontañas. Formaba pequeña hondonada verde entre dos escuetos picachosblancos:lacapilladelaVirgenenelcentrocompletamenteaislada.Nohabíaporallíningúnotroedificio.Desdelasprimerashorasdelamañanaacudiólagentede los contornos y mucha también de sitios lejanos. Al mediodía estaba laromeríaentodosuesplendor.Lamuchedumbresederramabaporlosalrededoresde la capilla en pintoresca y agradable confusión. Los vivos colores de lospañuelos y delantales resaltaban prodigiosamente sobre el terciopelo negro delosdenguesyfaldasdeestameña,lomismoquelaschaquetasverdesyamarillasde los hombres lucían sobre los calzones negros de pana. El constantemovimiento de aquella multitud abigarrada producía una especie de titilaciónquedeslumbraba.Todoeraruidoyalgazara.Aquíenungrupobailabanalsondelagaitayel tamborunascuantasparejas:alláenotrohacíanlomismootrasal

toque destemplado de una zanfonia. Lasmesas de confites,más duros que elpedernal,ylascestasdefrutaestabanrodeadasdemujeresyniños:lospuestosdevinoysidra,atestadosdehombres.AndréshabíatropezadoaprimerahoraconRosa;peroéstapasótanseriaasu

lado,quenoleentrarondeseosderequebrarla.Celestolellevódeunladoaotro,haciéndolebebercontrasuvoluntadalgunossorbosdesidraenloscorrosdeloshombres (los que el seminarista se propinaba eran tragos horrendos) y tomaravellanasdemanodelasmozasqueleibapresentando.Lastalesmozas,amigasdeCelesto,eranexcesivamenteamables,enseñabanmucholosdientesalreírybromeaban con harta desenvoltura. De uno en otro grupo iban rodando,parándose a saludar a éste y al otro paisano, casi todos ebrios ya, que lesentreteníanlarguísimoratoconcharlaimpertinenteygrosera.Andrésseaburríasoberanamente.Porelcontrario,Celestoparecíacadavezmásalegre,yseguíacon marcado interés todas las conversaciones, por necias y disparatadas quefuesen.Alatardedieronconsucuerpocercadeungrupodemuchachasquebailaban

la giraldilla un poco apartadas del grueso de la gente. Detuviéronse acontemplarlas.Rosaestabaentreellas,moviéndoseconmásligerezaygarboqueninguna,luciendosutalleflexible,queaprisionabaunpañuelodeManila,regalodesuseñortíoelamericanoD.Jaime,yadornadalacabezaconotrocoloradodeseda,pordebajodelcualasomabanlosrizosdesunegrocabello.Uncollardegruesoscorales leceñía lagarganta,ypendientes largosdeperlascolgabandesusorejas.TeníalahijadelmolinerodeRiofríofiguraarroganteyesbelta,yensus movimientos había gracia inexplicable. Su rostro trigueño y sonrosadoofrecíaordinariamenteexpresióndurayhastadesdeñosa;peroeratanvivo,tanfresco,tansalado,quecausabaenloshombresimpresiónplacenteraypicantealmismotiempo.En pie, a cierta distancia del corro,Andrés la contempló sin pestañear buen

rato,siguiendoconatenciónsusmovimientos.Celestosehabíacoladodentrodelagiraldilla, y estaba causando entre lasmozasmucha risay algazara con susdicharachosymuecas:lasabrazaba,lespasabalamanoporelrostrocuandobienlevenía,lespegabafuertesempujones,sinqueningunasedieseporofendida.—Vamos,D.Andrés,véngaseamenearunpocolaspiernas,queestaschicaslo

desean.Lasmozas, avergonzadas,protestaron.Andrés sonrió, sinatreverseaaceptar.

Alfin,atraídoporeldeseoirresistibledeaproximarseaRosayporlanecesidaddesacudirelaburrimiento,seintrodujotambiénenelcorro.

La primera a quien sacó a bailar fue a Rosa. Creía con esto rendirle unhomenaje;tratabadecaptarsesusimpatía.Mas,contraloqueesperaba,lajovenaldeana, al verle frente a ella en actitud de invitarla al baile, le volviórápidamente la espalday se puso a bailar con la compañeraque tenía al lado.Andrés quedó un instante suspenso y corrido. Luego, fingiendo indiferencia,sacóaotramuchachaysiguióbailando.Peroeldesaire,siquierafueseeldeunazafia aldeana, le roía el alma. Por más que aparentase alegría, y brincase ycantase como un estudiante crapuloso, lo cierto es que tenia los nerviosexcitados y prestos a dispararse. Después de bromear largo rato, sin dignarsemirar a su linda enemiga, pero con el pensamiento fijo en ella, atraído por eldesairepasadocomoporunimán,ybuscandoeldesquitecomoeljugadorquehaperdido,sepusodeimprovisootravezfrenteaellaylainvitódenuevo.Elmismoresultado.Rosadiolavueltaysepusoabailarconotraamiga.EntonceslosnerviosdeAndrésnopudieronsufrirmás.Soltosebruscamentedelarueda,ymurmurando algunas palabras coléricas, se alejó del corro. Celesto le siguióinmediatamente,muyapurado.—¿Noselodecíayoausted,D.Andrés?—ledijocuandolehuboalcanzado.

—¿Porquénohaqueridoustedhacercasodemí?¡Alfinlehadadolacoz!En tanto, las mozas rodeaban a Rosa y le afeaban su conducta. A cuantas

advertencias lehacíancontestabaconacentoirritadoyungestoaltivodereinasalvaje:—Yosoyunaaldeana.Noquierobailarconlosseñores.TalresultadoobtuvoelprimerpasodeAndrésparaacercarseasumorenitade

laiglesia.Cuandoalmeterseenlacamaaquellanocherecordabaellance,seleencendíalasangreydisparabainjuriasmentalescontralarústicachicuela.Porlamañana, al vestirse, todavía las seguía disparando, porque todavía seguíarecordando el desaire. Al mediodía lo mismo. Allá en el pensamiento, y aunentre dientes, la apellidaba tonta, soez, presumida y hasta fea. Pero, contra suvoluntadysusesfuerzosparadistraerse,nopodíaapartarladelaimaginación.Despuésdelmediodía,envezdeirseadormirlasiestaalaMata,comotenía

porcostumbre, sebajópian,pianito,alpueblo, sinobjetodeterminado.Estabacasi desierto. La gente se habíamarchado al trabajo: la mayoría de las casascerradas.ElsoldeJunioalumbrabayquemabaenlaplazaaunoscuantosniñosmedio desnudos que jugaban arrastrándose por el suelo. Andrés la atravesólentamente,comoquienmarchaalaventura,yfueasalirporelextremoopuestodelaaldea.Allíseabríaunacañadaqueibaalamontaña,pordondebajabaunarroyotributariodelríodelasBrañas.

Lacañadaera frondosay amena,y tenía el atractivode lodesconocidoparanuestro joven, quien, al dar los primeros pasos en ella, de ningún modo sehubieraconfesadoqueleimpulsabaotromóvilqueelpuroamoralospaisajes.Siselohubieraconfesado,seguroquehubiesedadolavuelta.Paramejor recrearse, no quiso seguir el camino que ceñía la ladera: prefirió

caminar por el álveo mismo del arroyo, que en el verano estaba casi enjuto.Formabansobreéllosavellanosquesalíandelasfincaslindantesunaespesísimabóveda,tanbajaqueavecesnopermitíaelpasodeunhombresindoblarse:enocasiones llegaba hasta interponerse como una barrera, como una muralla deverdura:entoncesnuestrojovenseveíaobligadoabuscarunagujeropordondecolarse,sosteniendoconlasmanoselramajemientraspasaba.Aunladoyaotroveía,porentrelashojas,laalfombraverdedelaspraderasqueelsolmatizabadeoro. En el cauce del arroyo no penetraban sus rayos. Era un túnel fresco yoscuro;tanfrescoque,apesardeloelevadodelatemperatura,sentíadevezencuandolevesescalofríos.Silasramasdelosavellanosnolepermitíancaminarderecho, la naturaleza del suelo tampoco le dejaba afirmar el pie condesembarazo.Ellechodelarroyoerapedregosoydesigual.Además,aunquenotrajesemuchaagua,todavíaeralabastanteparaformarmenudoscharcos,queseveíaobligadoasalvarsaltandodepiedraenpiedra.Éstasalgunavezfalseabanysemojabalapuntadelasbotas.Entoncessoltabaalgunaviolentainterjecciónyse detenía a tomar aliento; porque el tránsito, aunque no vivo, era fatigoso.Paseabalavistaentorno,yentodaspartestropezabaacortadistanciaconunatupidacortinaverde.Estabacomoperdido, anegadoenunmardeverdura.Lamonotoníadelcolorempezabaamarearle.Sóloelhilodeaguaquecorríaporelsuelodespedíahermosavislumbredeplata,quealegrabalaoscuragalería.

Apuntoestabayadesuspenderlaexcursiónporella,puesle ibaenfriandoyfatigandounpoco,ysaltaralospradosyluegoalcamino,cuandoacertóaoírdetrásdelfollajerumordevoces.Elcorazónlediounsalto;élsabríaporqué;ysinvacilar, apoyó lospies en laparedilladeguijarros, cubiertademusgo,queseparabaelpradodelarroyo,apartólasramas,seagarrófuertementeaunamásgruesa que las otras, y dando un brinco, cayó sobre el céspedmullido de unamuyhermosapradera.El paisano, que encorvándose liaba un hacecillo de varas, levantó la cabeza

sorprendido.Lamuchacha,quealgomáslejos,sentadaenelsuelo,mirabapastaraunasvacas,tambiénsevolvióinstantáneamente.—¡Diablodeseñorito!—exclamóelpaisanotranquilizándoseinmediatamente.

—Mehaasustado...Saltacomouncontrabandista.Lamuchachalemirófijamentesindespegarloslabios.—Dispensen ustedes—dijo Andrés un poco acortado.—Venía siguiendo el

caucedelarroyo,ynosabíayadóndeestaba...Oívocesysalté...—¿Y qué caza venía usted siguiendo, señorito?—preguntó el paisano con

acentosocarrón.—No traigo carabina... ya lo ve usted... Venía tan sólo por conocer estos

lugares,quetodavíanohevisto.—Y también por ver a esta reitana, ¿verdad?—dijo el aldeano soltando una

groseracarcajada.Lareitanasepusoencendidacomounacereza.Andréstambiénseruborizóy

nosupoquécontestar.—Vaya, estoy viendo—continuó el paisano—que voy a tener que armar

garduñasalrededordecasaparalosseñoritosquemequierencomerlasuvas.—¡Padre!—exclamólamuchachasofocada.Andréssonreíaestúpidamente.—¿Quenoselasquierencomer?—repusoelpaisano.—¡Anda,anda!¡Puessi

túnolasguardasesbien,yadaríanbuenacuentadeellas!¿verdad,D.Andrés?—Tieneustedunashijasmuyguapas—dijoéste,yasereno.—PerolaquemáslegustaaustedesRosa.—¡Padre!—volvióaexclamarlachicaconvozangustiada.—Verdadquesí...Perocomoyonolegustoaella,notendráustednecesidad

deponergarduñas.—¡Quiá!—exclamóelaldeano,soltandootravezlacarcajada.—Nocreausted

eso,D.Andrés...Lasmuchachasestánrabiandoporquealgunolesdigaalgo,ysiesunseñorito,mejorquemejor...Mireusted,yotengodoshijas;puesnosécuálde ellas tiene más ganas de salir de casa... Yo les digo: ¿cuándo diablos meatrapáis un señorón rico que osmantenga para queme dejéis en paz?... Peronada... se pasa el tiempo... van al mercado los jueves, van a las romerías, ynada...noacabandedejarmesoloamisanchas.—Pues yo me atrevo a desembarazarle de una—dijo Andrés adoptando el

mismotonozumbóndelpaisano.—Delasdosnomecomprometo.—Nome lo jure, que lo creo... Pero en estos asuntos me gusta mucho que

intervenga tambiénel cura...Yustedesno lopuedenvermásquealdemonio,¿verdad,señorito,verdad?Yelpaisanonocesabadereírconsocarronería.—Según—repuso Andrés, otra vez acortado.—Algunas veces también nos

gusta...—Cuando tropiezan una moza guapa y rica. ¡Ya!... Aquí viene usted

equivocado...Nilounonilootro...Aquínopodemosofrecerlemásquemiseriay compañía... Vaya—concluyó, echándose a la espalda el haz que acababa deliar,—hasta luego, queme voy... Rosa, a ver si te das arte para atrapar a esteseñorito...QuedeconDios,D.Andrés...Y se alejó riendo, conpasoperezoso, hacia la casa, que estaba situada en la

partesuperiordelafinca,albordedelcamino.Andrés leestuvomirandohastaquedesapareció,pornoatreverseaconvertir

los ojos hacia Rosa. Mas al fin tuvo que hacerlo. Entonces vio que lloraba,ocultandoelrostroconlasmanos.Acercoseaellaysesentósilenciosamenteasulado.—¿Porquéllorausted,Rosa?...¿Tengoyolaculpa?—No,señor—contestóentonocolérico.—¿Entonces?—¡Estepadre,quenotienemásgustoqueavergonzarme!

IX

DesdeaqueldíaAndrésacudióacasadeRosa.Ibadeordinarioporlastardes,

despuésdecomer,ysevolvíaalarectoralaltoquedeoración.Avecestambiénporlamañanaleguiabanaellaeldeseoylospies.Lacasaeracomoladetodoslospaisanos,aun losmejoracomodados,pobreyfea:enelpisobajoestaba lacocina,conpavimentodepiedrayescañodemaderaahumada:arribahabíaunasalita con dos cuartos: en uno dormían Rosa y Ángela; en el otro, su padre;abajo,enuncuartucho,Rafaelyelcriado.Estabaaislada,cercadelcamino,ytenía delante una corralada; por detrás,miraba a la finca dondeAndrés habíapenetradodeimproviso,yteníapuertaparaelserviciodeella.LlamabanaaquelsitioelMolino,pormásquenoestuvieseallí,sinounpocomáslejos.Tomásysufamilianoeranconocidosmásquepor«losdelMolino:»Tomáselmolinero,Rosadelmolino,Rafael el delmolinero, etc.En el pueblo, «ir alMolino,» lomismosignificabairefectivamenteatalsitioquealacasadeTomás.Lastierrasque éste cultivaba, el molino, la casamisma que habitaba, no le pertenecían:todo lo llevabaenarriendo,comosupadreysuabuelo.SuhermanoJaime,alllegar,haríacosadeunaño,de la isladeCuba,quisocomprar lacasería;masaunque daba por ella lo que no valía realmente, su propietario, un marquésresidenteenMadrid,noselaquisovender.Tomásvivíaconbastantedesahogo,dadasucondición,perosineconomizarunochavo,yavecesuntanticoapurado.SuhijaÁngelaeraunamuchachotafrescayrobusta,dediezyochoaños,uno

más que Rosa, que tenía poco de particular, lo mismo en lo físico que en lomoral.Rafael,unchicuelodecatorce,depocascarnesymuchamalicia.ARosayalaconocemos.Pocomásdedosañoshacíaqueestoschicoshabíanquedadohuérfanosdemadre,muerta, segúndecíanen laaldea,«depuntadecostadoypulmonía.» Desde entonces, Ángela y Rosa quedaron al frente del manejointerior de la casa, lo cual no les excusaba de asistir al trabajo en tiempo delabores,paraayudarasupadre,aRafaelyalcriado.Andrés,conbuenacuerdoparasusplanes,tratódecaptarselaamistaddeestas

personas,yloconsiguióalcabodepocosdías.EscuchabariendolaschanzonetaspesadasygroserasdeTomás;bromeabaconÁngela, dejandodeslizar siempreque podía alguna lisonja, que en el campo, como en la ciudad, producenadmirablesefectos;contabaanécdotaspicantesaRafael,yleproveíadetabaco;hablaba del tiempo y las labores al criado, una especie de animal tardo yperezoso como el buey y con la testa casi tan dura. En cuanto a Rosa, suconductaeradistinta:adoptabalareservadiplomáticayfríadequehacenusoloshombres refinados para vencer a los seres inocentes, y que suele ser de felizresultado.Todos le trataban con familiaridad, y hasta parecían haberse olvidado del

motivoque lehabía traídoa la casa: tantocuidadoponíaenmostrarse llanoy

amable. Las tardes lluviosas las pasaba sentado en el escaño de la cocinacharlando con la familia, interesándose por las intrigas de la aldea, tancomplicadasomásque lasde lacorte,ydandosupareceracercadeellascontodaseriedad.D.Félixhabíaprestado14.000realesaJuaneltabernero.Todossemostraban sorprendidos de esta liberalidad, porque Juanno tenía unpalmodetierradondecaersemuerto.EltíoTomás,sinembargo,meneandoelfuegoconun tizón, decía sentenciosamente: «El hombre que engañe a D. Félix no hanacido todavía: de alguna parte saldrá ese dinero, aunque sea de las tiras delpellejo del pobre Juan.» Algunas veces se vertían consideraciones filosóficassobre el mundo y la sociedad: el problema de los intereses materiales era elúnico digno de atención. El tío Tomás parecíamás escéptico y pesimista queSchopenhauer: el pobre siempre debajo, el rico siempre encima; para el pobrelospalos,parael rico losgustos: loúnicoquedebíaprocurarseenestemundoeraelhacerse rico.Burlábasezafiamentede loscuras; contabaacercadeellosmil chascarrillos obscenos: no obstante, como todos los aldeanos, erasupersticioso,pormásqueloocultaba.Sudonaireburdoysoezheríaavecesenlovivode lasridiculeceshumanas: teníauntemperamentoobservadorcargadode malicia: bajo su exterior calmoso y frío se adivinaba un espíritu sagaz ytraviesoquehabíacarecidodemediosparadesenvolverse.AAndrésno leeranadasimpático;peroteníasusrazonesparasufrirleyaunparabailarleelagua.Cuando estaba bueno el tiempo, solía ir directamente a las fincas donde

trabajaban,sinpasarporcasa.Allísesentabasobreelcésped,alasombradeunárbol,dándolesconversacióncuandoel trabajoeraen losprados,obien sobreunacestaconlasombrillaabierta,sienlosmaizales.Avecesponíaempeñoenayudarles,tomandoelazadón,lapalaolaguadañaqueleprestabaporalgunosmomentoselcriadooRafael:acometíaconardorlatareabajolamiradaburlonadeTomásysushijos,quehacíanaltoparacontemplarle:golpeabacontodassusfuerzasysincompásalgunolatierra,sudaba,seinflamabayalpocoratosoltabaelinstrumento,rendidoyjadeante,pálidodefatiga.Hombresymujeresreíanalverleenaquelestadoyleaseguraban,bromeando,quenoservíaparaaldeano.Élsosteníaqueestafatigaleveníabien;yasíera,enefecto;cadavezseencontrabaconmásfuerzayapetito.Su reserva y disimulo con Rosa produjeron al fin el resultado propuesto.

Aquellafierecilla,cuandovioquenolahacíancaso,empezóadomesticarse.Yanohuía cuandoél llegaba, ni ponía la cara seria, ni se fingíadistraída cuandohablaba.Pasadoalgúntiempo,concluyóporacogerleconlasonrisabenévolayrespetuosaquelosdemás,ydirigirlelapalabra,aunquepocasveces.Hastaselefiguró a Andrés que las preferencias calculadas que otorgaba a Ángela no le

hacíanmucha gracia.Observando siempre con el rabillo del ojo, advirtió que,cuandoseacercabaaaquéllaylehablabaentonoconfidencial,Rosasealejabaconcualquierpretexto.Unavezque llegóhallándoseéstasolaen lacocina,alcabodeuninstanteledijoentonoindiferente,perodondeseadivinabaalgoqueanuestrojovenleagradómucho:«Ángelaestáarriba.»Entonces comprendió que era preciso variar de táctica. No le pesó nada, en

verdad:alcontrario,seimponíaextremadamolestiapararepresentarsupapeldedisplicente.ORosaseibahaciendocadadíamásgraciosa,oaélleibahaciendocadadíamásgracia.Nopodíaversufigura,aunquefuesedeespaldas,sinsentirextraordinario deleite; no podía escuchar su voz sonora y cristalina sinconmoverse. Si Rosa hubiera tenido algunas nociones de coquetería, no lahubieraengañadoaquelseñoritoconsucaraseriaysusmodalesdiplomáticos:muyprontoadvertiríaqueletemblabanlasmanoscuandoibaaentregarlealgúnobjeto,yseleescapabandelosojosmiradasrelampagueantesycodiciosas.Lapobrenoentendíajotadel«arteamatorio,»nieracapazdevereldoblefondodelas acciones humanas. Tenía diez y siete años; el alma, como si no hubiesecumplido los catorce. La ignorancia, la falta de trato y la vida constante detrabajo habían cubierto los gérmenes de delicadeza artística, de admirablepenetraciónqueentodamujerexisten,yleshabíanimpedidobrotar.Poseía,sinembargo,unaciertaaltivezquepodíaconfundirseconlarusticidad,unorgullosalvaje que a veces colocaDios en las almas inocentes como ángel custodio;arma que el pudor tiene cuando la naturaleza no le ha otorgado el don de laperspicacia.Laasperezadesucarácterlehabíavalidolaopinióndeneciaymalcriada, pero la había salvadode un gravísimopeligro; y esto era lo que nadiesabíaenlaaldea.Ya que nuestro joven la encontró mejor dispuesta, comenzó a dirigirle a

menudo la palabra, tuteándola, por supuesto, como hacen los señores de laciudadconlaschicascampesinas,inventandoalgunasbromasparahacerlareír,yprocurando por todos los medios imaginables captarse su simpatía, aunquedejando aparecer lo contrario. Nada de requiebros, ni mucho menos frasesamorosas:comprendíaqueeraespantarlacaza,quelafrutaestabamuyverde,yqueeramejortenerpacienciaysacudirelárbolcuandosazonase.Laembromabaconalgúnmozoquenoleparecieserivaltemible,improvisabacontraelladevezencuandoalgunasredondillasburlescas,quedejabansorprendidosyextasiadosatodos,muyparticularmenteaRafael,quenosehartabadereíryrepetirlas,ycontemplar con admiración a Andrés, como si el hacer versos fuese cosa demilagro,ylaengañabasiemprequepodíacontándolealgunaestupendapatraña,enmediode laalgazarageneral.Encambio,Rosa,queposeía singularaptitud

pararemedarlosgestosyademanesdecuantaspersonasveía,unavezqueentróen confianza, se puso a imitar los deAndrés con tal gracia y perfección, quepudieracompetirconelmejorcómicodeMadrid.Seatusabaelbigoteyabríalos ojos desmesuradamente lo mismo que él cuando estaba distraído; hacíaademán demeterse lasmanos en los bolsillos, y se encogía de hombros pararemedarle cuando iba paseando; contrahacía su risa, su modo de andar ysentarse,laformadellevarseelcigarroalaboca.Cuandoestonobastabaparahacerle callar, se burlaba de su extremada delgadez; ponía un palito derechosobre el escaño y lo tiraba de un soplo, parodiando la poca consistencia deljoven;alsalir,leabríaelventanillosuperiordelapuerta,invitándoleapasarporél.Ángela,aveces,lareprendíaporsufaltaderespeto.Debromaenbromallegaronaveniralasmanos,estoes,aretozaralegremente

donde quiera que se encontraban, generalmente en los prados. Claro es queAndréseneste juegollevaba lapeorparte.Si tratabadesujetaraRosapor lasmuñecas,éstadeunasacudidasezafaba,dejándoletambaleando;cuandoqueríapellizcarla,ellaasuvezleteníatanbiensujeto,queleeraimposiblemoverse.Nohallabamododecausarla lamenormolestia.Encambioella, cuandose loproponía,jugabaconélcomoelgatoconunratoncillo,lehacíadarvueltasparamarearle, levantábale en peso, sentábale siempre que quería y obligábale aponerse de rodillas pidiendo perdón; todo esto con gran risa y regocijo de lospresentes, que animaban aAndrés y le ayudaban de vez en cuando.Rafael seperecía por ver aD.Andrés jugando con su hermana. Éstamostraba tambiénhallarseensusgloriasretozando;gozabaencorrerybrincarcomounacervatilla,y en desplegar su prodigiosa agilidad; la rica sangre que corría por sus venasansiaba el movimiento, y así que lo conseguía, salpicaba de vivo carmín lasrosasfrescasdesusmejillas.Encuantoseponíaajugarseembriagaba:másquepara vencer a su contrario, atacaba y semovía con vertiginosa rapidez por elplacer que esto le proporcionaba. En ocasiones, Andrés se estaba quieto,dejándose atormentar por ella sin compasión por contemplar a su sabor aquelhermosomodelodemujer,mórbido,exuberanteyvigorosocomounaVenusdelSeptentrión, ágil y nervioso como las hijas del Mediodía. Aquella naturalezavirginal como la de un niño, espléndida como una rosa de Alejandría, tanpródigadeloqueaélhacíafalta,lefascinabayleatraía.Eralasaludylabellezaconfundidas.Laprimeraimpresióndeagradoquehabíasentidoalverlasedilatócon el tiempo, fuese infiltrando, por decirlo así, en su carne lentamente, yconcluyópor sojuzgar su temperamento.El contacto frecuentede los juegosybromas había contribuido a sobresaltarlo. No apreciaba como debía su almacandorosa, ni su innato y vivo sentimiento del pudor, ni su imaginación

pintoresca;pero,encambio,ningúncuerpomortalfueadmiradoydeseadocontanta intensidad como el deRosa, a las pocas semanas de relacionarse con eljovencortesano.Nadadeestosospechabaella,porqueAndrésteníabuencuidadodeocultarlo

bajoexteriorindiferenteyjocoso.ParaRosanoeramásqueunseñoritollanoyamablequegustabadejugarconellayembromarla.Hastaentonceshabíatenidomuymalaideadelosseñores.UnavezquehabíaidoaLada,variosjóvenesquesalíandeuncaféledijeronalgunasfrasesobscenas:otravez,unosseñoresquehabían venido de caza a Riofrío, hallándola sola en un camino, le dijerontambiénpalabrotasgroseras,yunodeellossepropasóavíasdehecho.Además,ensuvidaexistíaciertoacontecimiento,delquehablaremosmásadelante,queledaba razón para odiarlos y temerlos. «¡Los señores! Unos puercos todos, sinvergüenza y sin religión,» decía a sus amigas. Andrés, con su procedercomedido,leobligóarectificaruntantoestaopinión.Peroaunquesemostrasemásdelicadoquelosotros,hayqueconfesarlo,erade

lamismapasta.Nohabíaformadoplanparaseducirla,peroaspirabaahacerseamardeella,incitadoalavezdesubelleza,quesentíayapreciabavivamente,yalosabemos,ydelosobstáculosquesucarácterariscoydesdeñosoleoponía.Algunavez,retozando,laadmiraciónyeldeseoquerebosabandelalmahabíansalidoalosojos;sedetenía,quedabainerte;lacontemplabaconmiradahúmedayanhelante,yestabaapuntodeflaquearyrendirseapedirlehumildementeunbeso de su fresca boca;mas al instante, el temormuy fundado de asustarla yperdersuconfianzaleobligabaaseguirrepresentandoelpapeldejovenaturdidoybromista.AdivinabaqueRosa,colocadas lascosasenel terrenoserio,nosedejaríatocarlapuntadelosdedos.En una ocasión, sin embargo, no pudo resistirmás y se entregó. Fue en las

postrimeríasdeJulio...EstabaRosaapacentandoelganadodecasa,cincooseisvacas y dos o tres becerros, en un prado de las cercanías. Andrés, que lahusmeaba,aparecióporallíconlacarabinacolgadadelhombro(lacazaeraelpretexto que adoptaba para vagar por los contornos siempre que le convenía).Rosa, sentada sobre el césped, miraba con ojos extáticos cómo pastaban lasvacas.—¿Aqueséenquéestáspensando,Rosa?—¡Jesús,quédiablodehombre,mehaasustado!—exclamólachicavolviendo

lacabeza.—Dejémonosdesustos...¿Aqueséenquéestabaspensando?—¿Enqué?

—PensabasenJacinto,eldelatíaColasa.—Lomismoqueenusted.—¡Esoquisierayo!...Puesmira,meloheencontradoayerylehesacadodel

cuerpoquetequería.Aconsejelequetelodijesecuantomásantesy,sobretodo,quehablaseatupadre...Haquedadoenello.Rosa,alobservareltonoserioenquehablaba,lemirósorprendida.Después,

viendo señales de burla en su rostro, hizo una mueca desdeñosa y guardósilencio.Anuestro joven lepareció tan lindaenaquelmomento, sin saberporqué, que, después de contemplarla extasiado un rato y sentir cierto cosquilleotentador por el cuerpo, se arrojó a decir en tono de burla, pero con voztemblorosa:—Túnoquieresanadiemásqueamí,¿verdad,Rosa?—¡Yalocreo!...Lomismoqueustedamí.—¿Deveras?—¡Vaya!El tono de la joven era irónico. Andrés lo advertía con disgusto, porque

deseabatomasesuspalabrasenserio.—Yotequieromucho,Rosa;másdeloquetúpiensas...—Y ¿para qué me quiere usted?—preguntó volviendo hacia él su rostro y

mirándolefijamente.Andrésquedóuninstantesuspenso.—Tequiero...yonoséporquétequiero...Nolopuedoremediar.—¡Ya, ya! ¡Buen truchimán va usted saliendo!... ¡Qué condenada vaca,

siempre empeñada enmeterse por el prado del tío Fernando!... ¡Garbosa, eh!¡Garbosa,fuera!¡Garbosa,aquí!Viendoquelavacanoobedecía,selevantóyfueaellacorriendo,ylaobligóa

separarsedela linde.Cuandotornaba,Andrés,quehabíavueltounpocoensuacuerdo,selevantóy,saliéndolaalencuentroytomándolaporlasmanos,ledijoenbroma:—¿Conquenomequieres,eh?...Puesahoravasaquerermealafuerza.Y se trabó con ella a brazo partido, queriendo besarla. Rosa se defendió

bizarramente,aunquelarisaleimpedíaavecesdesplegartodassusfuerzas.Unbuen rato lucharon y retozaron comodos cachorros por el campo.Andrés, nopudiendodeningúnmodoacercarloslabiosalrostrodelazagala,porprimeravezperdióelrespetoquelateníaytratódehacerusobrutaldelasmanos.Rosa

seformalizóderepenteylerechazóconviolencia.Peroél,sinhacercasodeestavigorosa advertencia, se obstinó en el primer intento. Ella entonces,encolerizada,learrojóalsuelo,yechándolelasmanosalcuelloyapretándoselomásdelacuenta,lepreguntóseveramente:—¿Volveráustedahacerlo?¿volveráusted?Andrés dijo que no, y pudo levantarse. Pero estaba tan irritado, que fue a

buscarensilencioelsombreroqueselehabíacaído,recogiótambiénlacarabinaysemarchósindespedirse.Nialdíasiguientenienotrostresparecióporelmolino.Sudesabrimientoen

parte era verdadero, en parte fingido. Conveníale saber si Rosa sentía por élalgún interés o simpatía, y ningún medio mejor para averiguarlo. Ocho díasdeterminópasarsinvisitarla;peroalquintoyanopudocontenersuimpaciencia:así que comió, lanzose al campo con la escopeta al hombro, resuelto a ver aRosa.Pordisimularnofuedirectamentealsitiodondeaquellosdíassolíaestarapacentandoelganado.Tomóelcaminodelmonteyascendióporélbuenrato.Cuando juzgóelmomentooportuno,comenzóadescender lentamentehaciaelpradoconsabido,queestabaenlafaldadelamontaña.Notardóencolumbrarlodesdeloalto.Erauncampodefigurairregular,másverdequeloscontiguosportenerriego,todoélcircuidopordosfilasdeavellanos,cuyasramas,saliendodelatierraenapretadohaz,tomabanlaformadeenormesramilletes.LafiguradeRosa sentada en medio y la de las vacas que, diseminadas, mordíantranquilamentelayerba,resaltabancomopuntosnegrossobreelverdeclarodelcésped.Buentrechoantesdellegardisparóuntiro,comosienefectoanduviesedecaza,masenvezdeprepararconestoelencuentroyhacerlomáscasual, loechóaperder.Rosa,advertidadesupresencia,fuesecorriendoaocultarentrelosavellanosde las lindes.Cuandobajóhasta tocarenellasyechóunamiradaalprado,noviomásquealasvacas.SudignidadnolepermitíaponerseabuscaraRosa.Así que, despuésdedescansar breve rato con la carabina apoyada en lasebe, afectando distracción y fatiga, tuvo mal de su grado que alejarse, sinconseguirloquesehabíapropuesto,elpasotardo,elánimocaído.Yasehallabaaregulardistancia,ycercadeperderdevistaelventurosoprado,

cuandolavozdeRosarompióelsilenciode lacampiña,entonandounadelasmelodías largas y melancólicas del país. Detuvo el paso, y sonriómaliciosamente.Después,poquitoapoco,deshizoelcaminoandadoyseacercóde nuevo a la sebe. Pero en vano se estuvo allí plantado otro buen rato,apoyándose en la carabina, en actitud meditabunda. Rosa no tuvo a bienpresentarse. Otra vez se vio precisado a marcharse, ahora más descontento ycabizbajo.

Al llegar al sitiode antes,Rosavolvió a cantar.Entonces el jovencortesanoentendió,condeleite,quesetratabadeunjuego:lacoqueteríanopodíaadoptarformamásinocenteysencilla.Ysinvacilartornóapasovivo,saltóalpradoycomenzóaregistrarloescrupulosamente.—Rosa...Rosa...¿Teescondesdemí,pícara?...Yaparecerás,anoserque te

hayasmetidoenunagujero,comolosgrillos.Alcabolahallóagazapadaal ladodeunavellano.Alversedescubierta,hizo

unagraciosamuecadeenfado.—¡Déjemeusted,D.Andrés...déjemeusted!Ycorriódenuevoaocultarseenotrositio.Andréslasiguió.—Esonovale...yaestásdescubierta.Tornóahallarlaenlamismaposiciónqueantes,metidadentrodelcanastillode

ramas de otro avellano. La mueca que entonces hizo fue más expresiva,ejecutandovisiblesesfuerzosparaenfadarse.—¡Vamos,D.Andrés,déjemeusted!...¡déjemeusted!Yviendoqueeljovenseacercabaacogerla:—¡Déjemeusted,caramba!...¡Quépesadez!...¡Noquierobromasconusted!—¿Y por qué no quieres bromas conmigo, Rosa?—repuso él, avanzando en

actitudhumilde.—Porqueno...Márcheseusted.—¿Medespides?—Sí.—Esaesunafaltadecortesía.—¡Bien...mejor!...—Y tú, que eres una chica amable y bien educada, no serás capaz de

cometerla;estoysegurodeello.—¡Qué pez me ha salido usted!—dijo ella clavándole una mirada entre

respetuosayburlona.—Noséporquédiceseso—repusoélconfatuidad.—Vamos,déjemeenpazyváyaseacazar.Yaldeciresto,fueseasentarunpocomáslejos.Andréslasiguió,ysesentó

silenciosamenteasulado.Losdossemiraronunrato,pugnandoparanoreír.—Lasmanosquietas,¿eh?—preguntóella.Andréscontestóafirmativamenteconlacabeza.

—¡Vaya,vayaconD.Andrés!¡Tanbuenoyencogidocomoparecía!¡Puesnovasacandopocolospiesdelasalforjas!—Querrásdecirlasmanos.—Esoes,lasmanos...¡cierto!—repusosoltandoareír.—Puesbien,lasvolveréametersitúmelomandas.Yonopuedohacernada

quetedisguste...Tequierodemasiadoparaello...—Pocoseconoce.—¿Pues?—Cuandosequierealaspersonas,selasvieneaver...—Nohasidoporfaltadevoluntad...Estosdíashetenidomuchísimoquehacer

—dijoél,relamiéndoseinteriormenteporeltriunfoqueempezabaavislumbrar.—Nocreaustedqueamísemeimportabanada...Solamentequemipadreme

decía:«¿CómonovieneD.Andrésahora?»ytodoslosdecasalomismo.¡Comosiyotuvieseobligacióndesaberporquévieneustedodejadevenir!—Puesbiensencilloessaberporquévengo...No se dio por entendida, y siguió mirando fijamente al suelo. Después de

esperarenvanolapregunta,Andrésdijoenvozmásbaja,dondesetraslucíalafuerzadelcapricho:—Sivengoesporti,exclusivamenteporti.Lapastora soltóunacarcajadadeburlaparadisimular laemociónplacentera

queestaspalabraslecausaron.Elruborsubióasusmejillas.—Ycuandonovieneusted,¿porquées?—Tambiénporti.—¿Sabe usted que tiene gracia eso? Cuando viene es por mí, y cuando no

vienetambién...Andrésleexplicó,riendo,estacontradicción.Eldíapasadohabíacreídoque,

lejosdeserlesimpático,ellaleodiaba:poresosehabíaestadotantotiemposinveniravisitarla:nolegustabarelacionarsesinoconlaspersonasquelequerían.Después se puso a recordar las circunstancias con que la había conocido, lasmisasquehabíaoídosinatenciónpormirarla...—Sí,sí,yameacuerdo...Yodecía:¿Peroquémiraráeseseñorito?—Ydeldesairequemehicisteenlaromería,¿teacuerdas,pícara?—¡Vayasimeacuerdo!¡Mediounarabiacuandoustedvinoasacarme!—¿Porqué?

—Porlasdemás,quemellamaríantontaviendoqueunseñoritomeprefería.—Laverdadesqueentoncesnometeníasmuybuenavoluntad,¿eh,Rosa?—Verdadqueno.—¿Yahora?—Ahora...ahora...ahora...¿quéséyo?¡Quépreguntastieneusted,D.Andrés!Lazagalahizoungestode impaciencia.Noestabaensunaturaleza,ariscay

desdeñosa,elconfesarsussentimientos.Poralgosushermanos,cuandoreñíancon ella, la apellidaban «cardo» y «puerco-espín.» Andrés, que la ibaentendiendo, no insistió, y mudando de conversación, procuró hacerla reírrecordandolassimplezasdelcriadooalgúndichomaliciosodeRafael.Lacharlaentoncesseanimó.Rosacontabacongraciamilpequeñosepisodiosde lavidadelaaldea,describiendoconpintoresca,yaquenocorrecta,expresiónlostiposylasactitudes.Andrés,lamayorpartedeltiempo,noatendíaalargumentodeldiscurso por contemplar más a su placer el juego expresivo y gracioso de sufisonomía,susojosbrillantes,subocavirginal,losmovimientosvivos,resueltos,desucuerpo,mórbidoyexuberantedevida.Peroestacharlainterminabledeunaparteyestacontemplaciónextáticadela

otra, cesaron súbitamente.Detrásde ellos,unavoz irritadadehombreprofirióterriblesblasfemias,queleshizovolverlacabezaconespanto.Enpie,cercadeellos,conunahozenlasmanos,vieronaunpaisanoviejo,lafazdemudada,losojosinyectadosensangreporlacólera,elcual,encarándoseconRosa,vociferómásquedijo:—Oye,grandísimapendona,¿notehedichoyaquesilavacavolvíaasaltara

la tierra te ibaacortar lasorejas?...¿Sabesquemeestándandointencionesdehacerloparaqueaprendasdeunavezatenermáscuidado,malacabra?Andrés, repuesto de la sorpresa, se puso en pie vivamente, y con palabra y

actitudenérgicassedirigióalaldeano:—Loprimeroqueustedvaahacereshablarcomosedebe,¿looyeusted?Elpaisanoquedósorprendidoasuvezdeesteexabrupto,sepusomáspálidoy,

mirándoleconextrañafijeza,balbucióhumildemente:—Yo...hablo...comodebo.—Nohablaustedtal.—Yonomemeto con usted... no semeta usted conmigo... La vacame está

causandotodoslosdíasperjuicios...—Puesquéjeseustedaljuez.

—Antesdequejarmealjuez,hedearreglaraesagrandísima...—Yaselibraráusteddehacerlo.—Loveremos.Y el aldeano se alejó lentamente, murmurando amenazas salpicadas de

groserasinterjecciones.Cuandoyaestabaaalgunadistancia,sevolvióydijoentonomásalto:—Siesadesvergonzadanoestuviesehaciendoporqueríasconlosseñoritos,las

vacasnosaltaríandelprado.Andrésseenfurecióaloíresto,yrecogiendovelozmentelaescopetadelsuelo,

hizoademándeapuntarle.En lasaldeas, lasarmasde fuego inspiranun terrorsupersticioso.Elaldeano,alverelcañónfrenteasí,seasustómuchoycomenzóagritar,extendiendolasmanoshaciaAndrés:—¡Notireusted,señorito!¡notireusted,señorito!Eljovenbajóelarmayledejómarcharse.CuandosevolvióhaciaRosa,laencontróriendoporelterrordelpaisano.Sin

embargo,notardóenponerseseriayendecirlegravemente:—Yaloacabausteddeoír,D.Andrés.LoquehadichoeltíoFernandonocrea

ustedqueseacosadeélsolamente.Enelpueblolohabráoído...Meestáustedcausandomuchodaño...Hágameelfavordemarcharse...Andrés tratódepersuadirlaaquedespreciaseeldichodel aldeano, inspirado

sindudapor lacólera;pero fueenvano.Ella sabíamejor loquepasabaenelpueblo; no quería verse en lenguas de la gente. El joven se vio obligado adespedirse.

X

Algunosdíasdespuésdeestesuceso,alahoradesalirAndrésdecasaporlatarde,sutíoleretuvo,diciéndoleconsolemnidadinusitada:—Andrés,necesitohablarcontigo.Eljovendejóotravezelsombreroencimadelamesa,ymirandoconsorpresa

alcurasesentó.—No,no,mejoresquesalgamosdepaseo;elasuntoesdelicado,yporesos

andurrialespodremoshablaranuestrasanchas.—Comoustedquiera.Cogió el párroco su bonete, echose el balandrán sobre la sotana con peligro

inminentedeasarsevivo,ysacandodeunrincóndelasalaeltremendocayadoenquesolíaapoyarse,fueaavisaralaseñoraRitadequesalía.—¿Adónde?—preguntóésta,malhumorada.—VoydepaseounratoconAndrés.—Depaseo...depaseo... ¡dichosopaseo!...Yyoaquíesperaque teespera,a

queledéganadetomarelchocolate.—Noteapures,mujer...Procuraréveniratiempo.—No,pormípuedequedarseporallá...Haréelchocolatealaseis,ylodejaré

quemarsealrescoldo...ElcuradeRiofríoquedóanonadado.Laperspectivadeunchocolatecontela

porencimayrequemadoleaterró.—Nohagastal,mujer,nohagastal...Vendréatiempo.—Yaledigoqueamínomeimporta,quesequedeporallísigusta...—Pero,mujer,notesulfuresportanpoco...Hasdeserrazonable.—YosoycomoDiosmecrió... yusted también...Peronohede estarhecha

unaesclavatodoelsantodíaalpiedelfogón,sinpoderdisponerdeunminuto...—Bueno... bueno... bueno: entonces me quedaré en casa... no hay nada

perdido,mujer.—No, señor, no; váyase con el sobrino de paseo, que aquí queda la esclava

tostándoselapiel,hastaquealseñorseleantojesacarladelfuego.—Vamos,mujer,noteincomodes...mequedaré...—¡Sinomeincomodo!¡Incomodarmeyo!...¡Anda,anda,puesbuenasoypara

incomodarme!...Váyase,váyasecuantoantesconelsobrino...El párroco, viendo que la tormenta arreciaba y que no había esperanza de

conjurarladeningúnmodo,despuésdevacilaralgunosinstantes,girósobrelostalonesysaliódelacocinaconelsemblanteencendido.Andrésleesperabaalapuerta de casa. Cuando estuvieron a algunos pasos de ella, el cura dijo conterrible entonación «que las mujeres eran todas unas bestias.» Andrés no seatrevió a preguntar el motivo que tenía para pronunciar este dictamen tandesfavorablealbellosexo,aunquelosospechaba.Algunospasosmáslejos,dijo«queeramejortratarconlasvacasqueconellas.»ElmismosilencioporpartedeAndrés.Porúltimo,elcuradeclaró«quehabíahechomuybienunfilósofo,

nosabíacuál,enllamaralamujeránimaimperfecta,porque,enefecto,ningunateníalasfacultadescabales.»Yaquesehubodesahogadounpocodeestasuerte,quedómástranquilo.Yelpaseocontinuósinnuevasinterrupciones.Estabalatardeserena.Elsolmolestabatodavíabastante,porlocual,después

debajaralpueblo,eligieronelcaminosombríoqueconducíaalamontañaporuna cañada paralela a la delMolino.Marchaban pareados, a no ser cuando elcamino era demasiado estrecho, que iban uno en pos de otro. Andrés, queabrigaba vehementes sospechas, muy próximas a la certeza, de lo que su tíoqueríadecirle,trataba,porcuantosmedioshallaba,dedivertirledesupropósito.Preguntábaleacadapasoaquiénpertenecíanlasfincasquedejabanaloslados;seenterabamenudamentedelariquezadecadavecino,delaformadelcultivo,de las vicisitudes agrícolas de los años anteriores. El cura respondía de buengrado a la granizada de preguntas que el sobrino le disparaba: hasta parecíacomplacido demostrar sus conocimientos en el cultivo y valor de las tierras.Cuando la conversación aflojaba, Andrés hacía supremos esfuerzos parareanimarla.Mas llegó un momento en que fue preciso hacer alto. La montaña estaba

delante, y el camino comenzaba a ser harto pendiente y agrio para un paseohigiénico. D. Fermín propuso descansar en un bosquecillo de robles queseñoreaba el camino: subieron a él y se sentaron. «Ya estoy cogido;preparémonos,»pensóAndrés.Elcuraselimpióelsudordelrostroydelcuellocon un desmesurado pañuelo de yerbas, se sonó después con horrísonotrompeteo, dijo tres o cuatro frases insignificantes a propósito del calor y lahumedad, y por último, encarándose con su sobrino y clavándole sus ojosgrandes, redondos y saltones como los de los cíclopes, y tan fogosos, le dijopausadamente, dejando caer las palabras graves y solemnes como lascampanadasdeunrelojdetorre:—Tengoentendido,Andrés,quevisitasconhartafrecuencialacasadeTomás

elmolinero;que tepasasallí lashorasmuertas...Mehandichoademásqueelmotivodeestasvisitasesunadelasmuchachas,lamásjoven,aquienalparecerhacescocos...Estomedisgusta,Andrés;muchomedisgusta.Túnohasvenidoaquíahacercocosalasmuchachas,meentiendeusted,sinoarobustecerte...Yonotedigoquehagasvidadefraile;cadaedadpidelosuyo.Losjóvenesdebendivertirseygozaryhastahacerdiabluras...perooo(aquíunapausa)peroconsucuenta y razón... En esta aldea no tienes, me entiende usted, muchachas quepuedanemparejar contigo...Yonoquisierapornada en elmundoquepasasesentremisfeligresesplazadecalavera,nimuchomenosquetemetiesesenalgúnbelénqueacarreasedisgustosatodos...Elponerteacortejaraunapobrealdeana

podrá parecer mal a muchos... Acaso alguno creerá que llevas intenciónperversa... En fin, que no está bien. La muchacha con quien hablas es unacriaturainocente,meentiendeusted,ycándidacomounapaloma...Yolaestimoaellayatodalafamilia...Laheconfesadodesdechiquita...Sentiríaquecontulabiademadrileñoturbaseselalmadeesapobreniña...—¡Pero,tío,sinohaynadadeesoqueustedpiensa!...Sonchismesdelugar...

Entro en casa de Tomás como en otras muchas del pueblo... Es verdad quebromeo algunas veces con Ángela y Rosa, pero sin dirigirme en particular aninguna...—Bien,bien...celebraréqueasísea...Amínomeconsta;melohandicho...

Pero, de todos modos, te aconsejo que obres con prudencia y procures, meentiende usted, no dar motivo a que la gentemurmure... Habla con todas lasmuchachas y bromea cuanto quieras, pero no te particularices... ¡Nada departicularizarse!...Siguió D. Fermín dándole consejos otro ratico. El joven los escuchó

pacientemente,puestoqueunavezqueotra le interrumpíaparadeshaceralgúnerrorodisculparsuproceder.Cuandoeltemayanodiomásdesí,selevantaron,cambiólaconversación,ypasotraspasollegaronhastalarectoral.Elcurasubióa tomar el chocolate yAndrés se volvió al pueblo, por no querermeterse tantempranoencasa.Nodejarondehacermellaeneljovenlaspalabrasdesutío.Alláenelfondo

ya hacía algún tiempo que pensaba lo mismo y se dirigía idénticasrecriminaciones. Los devaneos que traía con Rosa, por más que no fuesenguiadosdeunaintenciónmalévola,desobracomprendíaquenopodíanacarrearalachicamásquedisgustos.Cuandomenoslacolocabanenmallugaralosojosdelosvecinos,laestorbabanparahallarotronoviomásadecuadoyconformeasu clase. Los mozos en las aldeas se alejan, con razón, de las muchachasfestejadasdelosseñoritos.Por otra parte, sentíase cada vez más aprisionado en las redes de aquel

capricho,quepodíamuybientransformarseenpasiónverdadera.Las gracias corporales de Rosa le habían dado golpe desde que la vio;mas

ahora, lavivezadesugenio,sunatural tímidoybondadosoconaparienciasdedesenfadadoyhuraño,lafrescuradesumismaignorancia,leibancautivandoendemasía.Cuantomástiempopasase,másdificultosoleseríaromperelencanto.«Nada, nada, es necesario cortar esto de una vez. Ya me encuentro bastantefuerte: dentro de algunos días tomo el camino de Madrid,» se dijo mientrasbajabaconlentopaso,lacabezabaja,losojosenelsuelo,haciaellugar.Peroal

pocotrechosehizootrareflexión,quevinoamodificarlaprimeraalgúntanto.«En Madrid aún debe de hacer mucho calor: mejor será que aguarde hastaentrado el otoño;mientras tanto, haré lo quemi tíome ha dicho; frecuentarémenoslacasa,yprocurarédistraermedeotromodo.Pordepronto,hoynovoyallá.»Caminóconestaresoluciónenlamenteunespaciodecienvaraslomenos.Parecíairrevocable.Alascienvaras,noobstante,sedijo,levantandolacabeza:«Yalcabo,¿quéimportaquevayaodejedeirunoscuantosdíasmás?Detodosmodos,pocodespuésdemarcharme,nadieseacordarádetalestonterías,yRosaseguirásiendolamismaparatodos.Loqueinteresaestenerfuerzadevoluntadparanoenamorarserealmente...Ylatendré.»Bien pertrechado de esta fuerza de voluntad, que procuraba administrarse a

grandes dosis pormedio de oportunas reflexiones, caminó con paso rápido lavuelta del Molino, cruzando el pueblo y entrando en la cañada. Después demarchar algún trecho por ella, vio a lo lejos, no muy apartada de la casa deTomás, a unamujer que iba en la misma dirección con una herrada sobre lacabeza.Porlafigurayelmododeandar,másqueporeltraje,pueslasaldeanassevistengeneralmentede lamismamanera, imaginóqueeraRosa.Aceleróelpaso y, acercándose más, pudo cerciorarse de que no se había equivocado.Entoncescorriósobrelapuntadelospies,paranohacerruido,hastacolocarsedetrásdeella,ylasujetósuavementeporloshombros.—¡Vamos,vamos,pocabroma,D.Andrés!—exclamóellariendo.Aquélpersistióensujetarla.—¡Quevoyatirarlaherrada,déjemeusted!Noobedeció.—¡Queladejocaersobreusted!En losmovimientos que hizo para desasirse, la herrada se tambaleó y soltó

buenapartedeagua,quevinoadarsobreelrostroycuellodelajoven.Alsentirlafrialdad,dejóescaparungrito.—¡Pobrecilla! ¿Te has mojado? Perdóname—dijo Andrés realmente

compadecido.Ysinpoderresistirlatentación,sujetolauninstanteporlosbrazosyladioun

fuertebesoenlamejillahúmedaybrillante.—¡Eso es peor!... Vamos, déjeme usted... ¡Cómo se conoce que traigo la

herrada!...Déjemeustedllevarlaacasa,yveremossidespuéshaceburlademí.—¿Prometesvolver?—Tengoqueiralafuenteporeljarrodeaguaparalacena.

—¿Yéstaquetraes?—Esdelrío.—Bien;entonces,¿paraquéhedeentrarencasa?Teaguardo;venpronto.Sentoseelcortesanosobreunadelasparedillasdelcaminoaesperar.Notardó

muchoenaparecerdenuevoRosaconunjarritodebarronegroenlamano.Y,sinacordarsedeldesafío,seemparejaron,enderezandoelpasohacialafuente.Por el camino le fue contandoAndrés cómo su tío le había impedido venir

primero,aunquesindarcuentadelaconversaciónqueconélhabíatenido.Rosaleexplicóloquehabíahechoeneldía.PorlamañanahabíaidoconRafaelauncastañar en busca de hoja para lecho del ganado; después había estado en elmolino limpiando centeno; así que comió tuvo que ir a la Formiga, lugarbastantealtodelamismaparroquia,poruncelemíndemaízparamolerlo.—¡Quélástimaqueyonolohubiesesabido!—¿Paraqué?—Paraacompañarte.—Nomegustanlosacompañamientos...ymásporesossitios...¿Noveusted

quetodoelmundomeconoce,ysereiríanalvermeconunseñorito?Andrésdijoqueal primeroque se riese le rompería la cabeza.Rosa sostuvo

quenohabíamotivo,quecadacualpodíareírsecuandobienleantojara.Lafuenteestabaunpocoapartadadelcamino,enunahondonadasombreadade

arbustos y zarzas. Bajábase a ella por un sendero empinado y resbaladizo.Mientras el jarro se atracaba de agua lentamente con el hilito que caía de lacanal, los jóvenes se sentaron en un banco tosco de piedras, y continuaron sucharla,entreveradaderisa.Andréssosteníaconformalidadqueibanaumentandomuchosusfuerzasconelejercicio,quelevantabayaunaporcióndelibrasmásapulso.Rosaseburlabadeesteaumento:cadacualteníalasfuerzasqueDioslehabíadado:noqueríacreerenlaeficaciadelagimnasia,queeljoventratabadeexplicarleconcalor.Quisoqueellaleapretaselamano,averquiénresistíamás.Elorgulloleimpidióchillar,aunquebuenasganasselepasarondehacerlo.Encambio,ellanoaguantóelapretónsindecir«¡basta!»,locualllenóderegocijoaljoven,aquienhacíasufrirlasuperioridadmusculardeunamujer,pormásquefuesealdeana.Altiempoderecogereljarro,jugaronconelagua.Ellalesalpicólacarapara

vengarse de lo que antes le había hecho. Él arrojó desde lejos una piedra alcharco,yconsiguiómojarlabastante.Entoncesellacorrióaélvelozmente,ylepaseórepetidasveceslasmanosmojadasporelrostro.Andrésluchódébilmente

pordesasirse.Elcontactodeaquellasmanos,unpocodeformadasporeltrabajo,morenitasyregordetas,lecausóexquisitodeleite.Cansadodejugar,sesentóyatrajo suavemente hacia sí a la joven por la punta de los dedos. Rosa teníaarremangada la camisa y lucía unos brazos redondos y tersos que, si no eranmodelo acabado de perfección escultórica, no dejaban por eso de ser bellos.Andréssacóelpañuelo,lossecóesmeradamente,ydespuésdeacariciarlosalgúntiempoconlavista,seresolvióabesarlos.Laaldeanaledejóhacer,sonrienteysorprendida de que un señorito se humillase a posar los labios en sus rudosbrazosdelabradora.—Vamos—dijoalfin,—voyarecogereljarro,queyaestáoscureciendo.Subierondenuevoporel senderitoalcamino real,y tornaronaemparejarse.

Andrés le propuso que fuesen de bracero, como los señores en la ciudad, yviéndola suspensa, sin saber en qué consistía, se lo explicó prácticamente. Lazagalaloencontrómuygracioso.Sedejóconducirdeestemodo,soltandoacadainstantefrescascarcajadas,yhaciéndolemilpreguntasacercadelascostumbrescortesanas.El camino estaba solitario.Mas al doblar uno de sus recodos, tropezaron de

frenteconunhombre,vestidodemodosingularenaquelpaís,conlevitanegradealpaca,pantalónychalecoblancosysombrerodejipijapa.EraD.Jaime,eltíode Rosa. Ésta, al divisarlo, se apartó bruscamente de Andrés, con señales degrande turbación. D. Jaime, que tuvo tiempo para verlos perfectamente, lossaludóconvozmelosaydejoamericano.—Buenas tardes,señores...¿Vienendedarunpaseíto,verdad?Estábien... la

tardeconvida.—No, señor; no venimos de paseo—dijo Andrés.—Encontré a Rosa en la

fuente,ylaveníaacompañandohastasucasa.—Estábien,señor,estábien.Lasjóvenesandanmalsolasaestashorasporlos

caminos...Vengodetucasa,Rosita:estuveunmomenticocharlandoconÁngelayconRafael...Rosasecontentóconsonreír,todaruborizadaaún.—Vaya,nolesquierointerrumpir...Sigan,siganadelante...Hastaotroratico.Y D. Jaime se alejó en dirección al pueblo, mientras su sobrina y Andrés

siguieronhaciacasa.Despuésdeesteencuentro,cesóporcompletolaalegríadeaquélla:quedópensativa,inquieta.FueronvanostodoslosesfuerzosdeAndrésporhacerlareír.Hastaselefiguróqueestabaunpocotrémula.—Vamos,chica,no teapures tantoporque tu tíonoshayavistodebracero...

Despuésdetodo,aunqueselodijeseatupadre,noesningúndelito.Rosanegabaestar apurada,pero su silencioobstinadoy laprisapor llegar a

casadecíanbienclaro locontrario.Al llegar a casa, sedespidieron.Andrés lainstó de nuevo para que desechase todo temor. Ella repitió lomismo: que noteníaningúnmiedo,peroqueeraya casinocheyde seguro la esperabanparacenar. Y después de prometer Andrés volver al día siguiente, se separaron,dándoseunlargoyafectuosoapretóndemanos.Eralahoradelcrepúsculo,tansuaveymelancólicaenelcampo.Lasmontañas

quecerrabanelvalleperdíansurelieve,ofreciéndosealavistacomoinformesymonstruososbultos.Elpedazodecieloquedejabanverreflejabadébilmentelaluzmoribunda del sol, puesto ya hacía bastante tiempo, y rompiendo a duraspenas esta cárdena luz, comenzaban a brillar algunos tímidos luceros.Extinguíanselosrumoresquelasfaenasagrícolasdespiertanensemejantehora.Yanochillabanloscarrosderegresodelastierras:yanoseoíanlosgritosdelospaisanosazuzandoalganadoalmeterloenelestablo:yanosonabanlasesquilasde las vacas, nimugían alegremente losbecerros al sentir cerca a susmadres.Sólo las notas prolongadas, tristes, del canto de un aldeano se dejaban oírsuavemente, apagadas por la distancia. El rumor creciente, avasallador, de losinsectossehabíaapoderadodelaatmósferaenardecida.Elgritosuave,límpido,aflautado,delsaporompíaunaqueotravezlamonotoníadeesterumorconfusoymareante.Andrés caminaba hacia la rectoral, lentamente, con el sombrero en lamano

para mejor refrescarse, gozando una vez más la poesía encerrada en aquelestrechovalle,elamablesosiegoquereinabaenlacampiña,laexquisitadulzurade aquella hora plácida y serena. Al principio, cuando tornaba de la casa deRosa,sentíaalgúnmiedoycaminabaconmáspresteza;masahoraconlasaludle había entrado también confianza en sí mismo; creíase bastante fuerte paratumbar a cualquiera de un garrotazo, y de vez en cuando, para cerciorarse deello, hacía furiosos molinetes con su bastón de acebo. En los intermediosmarchaba tranquilamente,dejandovagarsumiradapor loscontornos indecisosdelosmontesylosárboles,yelpensamientocorrerlibrementeporlosrecuerdosplacenterosdeldíaodeotrosanteriores.Nopocasvecesletienearrancadoaestedulcísimoembelesoelrepiquelento,argentino,melancólico,delascampanasdelaiglesia,doblandoalaoración.Susecosvibrantesyarmoniososdespertabanuninstante la campiñadormiday se perdíandespués comoblando suspiro en lossenososcurosdeloscastañaresyenlasquebradurasdelasrocas.Iba,pues,el jovencortesanoemboscadoensusmeditaciones,cuandodelante

deél,deunodelosladosdelcamino,sealzóunasombraquealinstantetomóla

forma humana. Y de esta forma salió poco después una voz que dijoprosaicamente:—Buenasnoches.El joven había echado un paso atrás y apretado con fuerza su bastón. Al

escuchar el saludo se tranquilizó de unmodo y se inmutó de otro; porque almomentologróreconocerelquetaninopinadamentelecortabaelpaso;elcualno era otro que el americano D. Jaime, a quien había saludado no muchosminutosantescercadelacasadeRosa.D.Jaimeseapresuróaexplicarelencuentro.—Mehabíasentadounmomenticoadescansar...Latardeestátangrataqueno

apetecemeterseencasa,¿verdad,señor?Andrés,quehabíavueltoensíperfectamente,pusoendudaestaexplicaciónen

elfuerointerno;peroselimitóacontestar:—Síqueestámuyhermosa...lanoche,nolatarde.Peroamímeesperamitío

paracenar,ynopuedodisfrutardeella...Conquehastalavista,donJaime.—Aguárdeseuninstante,señor,quecaminaremosjuntos...Yotambiénmevoy

hacialaposada,porquealfinlacenaesloprimero,¿verdad?Andréscontestónomuysatisfecho:—¡Claro!Yseemparejaron,marchandoporelsombríoydesigualcaminodelacañada

endirecciónalpueblo.—Usted,señor,estaráencantadodeestepaís,¿verdad?—Mucho.—¡Tan pintoresco, tan verde, tan frondoso!... Y luego con estos aires tan

saludablesqueaquíserespiran...Ustedsehapuestomuybueno,señor...pareceotro.—Hemejoradobastante;escierto.—Nohaycomolabuenavidaynoacordarsedelosnegocios...Lostrabajosde

cabezaconcluyenconlapersona...Amímehanhechomuchodañotambién.«¿Quétrabajosdecabezahabrátenidoestemercachifleestólido?»dijoAndrés

parasí,yenvozalta:—Tieneustedrazón,lostrabajosintelectualesdebilitan:encambioelejercicio

corporalylavidadelcampoobranmilagros.—Así es, señor, así es. Pero a los jóvenes les cuesta trabajo llevar esta vida

sencilla.Amí,queyasoyviejo,nomeimporta...Peroustednosécómopuede

vivirsinsusteatrosysuscafésysuscírculosdepersonasinstruidasconquienpoderhablardeciencias...ysaberloquepasaenlapolítica.—¡Oh,perfectamente!Creaustedquelopasoamaravilla.—Esoconsisteenquesabebuscarsedistraccionesagradables,aunqueseaentre

estasbreñas...Andréssepusoenguardiaobservandoeltonillozalamerodeestaspalabrasyla

risitafalsaquelasacompañó.—Nadadeeso.Misdistraccionessonidénticasalasdeustedyalasdetodoel

mundo.—Vamos,señor,nodigaesoporDios.Yasabemosquetraeatodaslaschicas

dellugarrevueltasconsuspalabritasdemiel.EnparticularmisobrinitaRosanopuedeocultarqueestáchaladitalapobre.«Este tíomequiere tirar de la lengua; ya comprendoporquéme esperaba,»

pensóAndrés.—¡Bah! el bromear y reírse con las chicas, lo hago yo y lo hace usted y lo

hacentodos.Esunadistracciónqueenningunapartedejadehaber.—Muchoquesí,señor,muchoquesí;perolasbromitasdeunjoventanbien

parecido,taneleganteychistosocomoustedsuelentraerotroresultadoquelasnuestras.—Mil gracias, D. Jaime, es favor. Yo pienso que cuando las bromas son

inocentes,nilasdeunosnilasdeotrosproducenresultadoalguno.—Esolodice,peronolopiensa.Ningúnmozodelpueblonideloscontornos

ha conseguido amansar a mi sobrinita Rosa más que usted... Era una cabramontés,yustedlahapuestoblandayamorosacomounagatita...—¡Qué tontería! Ni yo hablo con Rosa de otro modo que con las demás

jóvenes del pueblo, ni ella se habrá fijado en mí más que en cualquier otrohombre.—Laverdadesquehatenidomuybuengusto,señor...Rosaesunpimpollito

muy fresco y muy apetitoso—dijo don Jaime, como si no hubiese oído laspalabrasdeAndrés.—En efecto, es una muchacha muy linda y graciosa... pero yo nunca la he

habladomásquecomounbuenamigo...lomismoqueasuhermanaÁngela...—¡Qué raticos tan agradables habrá pasado cerca de ella después que la ha

puestomansita!—¿Pero no le digo a usted, hombre de Dios, que no tengo con Rosa más

relacionesquelasdepuraamistad?—dijoAndrésbastantepicado.—Noseincomode,señor,noseincomode...Ustedeslosjóvenesdelacorteson

aficionadosadivertirsecuandoselespresentaocasión.NadatienedeparticularquejuegueysediviertaunpoquitoconRosita...—YonomediviertonijuegoconRosa:latratocomoaunaniñamuydecente,

hijadeuna familia aquien estimo...Para jugarydivertirmeen el sentidoqueustedpareceindicar,buscootraclasedemujeres.—¡Vamos,señor—replicóelindianoconacentoinsinuanteymeloso,—queya

seleescaparádevezencuandounabracico...yalgomás!—SeñorD.Jaime,meestáustedofendiendo.Repitoaustedquenosemeha

pasado por la imaginación nada semejante a eso... Yme sorprende que ustedhagaasusobrinatambiénlaofensadecreerquepuedasufrirlo...—Esunabroma,señor,noseofenda...Comonoteníamosdequéplaticar,se

meocurrieronestasniñeríasporpasarelrato.Yaséyoqueustedesincapaz...yqueRosita,aunqueunpocovivadegenio,estábieneducadaporsupadre...—Mealegrodequeustednopiensetalesdisparates...ysilospiensa,peorpara

ustedqueseequivoca.El indiano pidió perdón de nuevo. Andrés disertó otro poco contra la

chismografíadelpueblo;yenestosdimesydiretesdieronsobreél,conlocualnuestrojovencortórepentinamenteymuyasuplacerlaconversación.—Vaya,D.Jaime,yosigoalarectoral;hastalavista.—VayaconDios,señor;páselobien.Subió el joven madrileño malhumorado y cabizbajo el repechito que le

quedabahastalacasadesutío,ymientrasseibaacercandolentamenteaella,nodejaba de preguntarse con alguna inquietud: «—¿Por qué habrá queridosonsacarmeesebergante?»

XI

La idea que Andrés había formado, por rumores y conjeturas más que porexperiencia,delmelosoD.Jaime,era laadecuada.Elentendimientoescaso, laconciencia turbia, losapetitosdespiertos, lacondiciónmansaypeligrosacomoladelaguadetenida.Supadrelehabíaembarcadoaloscatorceañosentreotros

cuantosmillaresdeovejashumanasque lametrópolienviabaanualmentea lascoloniasultramarinas.Aloscincuentahabíavuelto,sininstrucción,sincreenciasreligiosasysinsalud,perocontreintaocuarentamilduros,ganadosenelfondode una bodega vendiendo arroz y tasajo para los negros. La vida de bestiaenjauladaqueobservóporespaciodetreintayseisañosnoeraapropósitoparadesenvolver losgérmenesde inteligenciaybondadque laprovidenciadeDiosnoniegaaningunacriaturahumana.Suspensamientos, sus sentimientosy losactos todos de su voluntad eran vulgares y sórdidos. En cambio, el encierroenardeció y sobresaltó su temperamento y lo inclinó a los goces sensuales,buscandoenelloslacompensacióndelosquelalibertad,lainstrucciónyeltratosocialofrecen.Biensedeclarabanlastorpesaficionesenelmiraropacodesusojos,hundidosyextraviados,yenlapalidezcadavéricadelasmejillas,alacualtambiéncontribuíaladolenciacrónicaqueleaquejabahacíaalgunosaños.Alllegarenelveranoanteriorasupueblonatalhabíasealojadoencasadesu

hermanoTomás,quienpensóquese leentrabaconél la fortunapor lapuerta.Pronto vino en cuenta de su error. El indiano, aunque tuviese dinero, ni lomostraba. Largos seis meses lo tuvo de huésped en casa, haciendo porobsequiarle no pocos sacrificios, sin obtener más recompensa que algunoslivianos regalos a las chicas y aRafael. Cuando le pidió dinero para comprarmásganadoypagaralgunospicosquedebía,D.Jaimepusomuymalacara,perose lootorgóenpréstamoaldiezporciento: lehacíagraciaespecial,porque lamayorparteloteníacolocadoaldoce.Desdeentonces,elindianoestuvoencasadesuhermanocomoenascuas:temíaacadainstantenuevasdemandasytemíaademásquelefaltaseelréditodeloquelehabíaprestado.SinofueseporquelasgraciasdeRosaobrabanyasobresuservivoyardorosoinflujo,sehubieraidoinmediatamente. Este influjo, de índole grosera, fue el que le retuvo y fuetambiénelqueleobligómástardeasepararse.Veamoscómo.No el carácter alegre y desenvuelto de su sobrina, ni la gracia singular que

imprimía a sus palabras y actitudes, ni la rara altivez que custodiaba suinocencia, fueron las que cautivaron a D. Jaime. De esta suerte, su pasión,aunquesenil,hallaríadisculpa.LoúnicoquevioyaprecióenRosafuelaforma,o por aproximarnosmás a la verdad, la carne.No era apto para sentir ni auncomprender otras pasiones más subidas. Pareciole, así que la vio, un bocadoapetitoso.Alcabodealgunosdíasdevivircercaycontemplarlalargamenteentodaslasposturas,concibióporellaunatorpeydesenfrenadaafición.Guardosedemostrarla,porquedetrásdesusvicios,yaunsobreponiéndoseaellos,estabael hombre práctico, el aldeano egoísta y receloso. Temía que, conocida suflaqueza, la familia se aprovechase para saquearle. Además, no quería verse

comprometido.A imitación de otrosmuchos paisanos que habían llegado condinerodeCubaantesqueél,aspirabaaennoblecersusangreyadquirirmayorprestigiouniéndose a alguna señoritapobrede lavilla, abandonadapor estoyporviejadelosjóvenes.Peroaunquenolamostrase,laprocurabaalgunasalida.Ensucalidaddetíocarnal,estabaautorizadoparausarconlamuchachaciertasfamiliaridades que no les serían permitidas a otros hombresD. Jaime usaba yabusaba.Comovivíabajoelmismotechoyestabaencontinuocontactoconellapara todos los menesteres de la vida, se aprovechaba lindamente de susfacultadesmuymásdeloqueharíaotrotíomenossucio.«Rosita,tráemeesto.—Rosita, ve por lo otro.—Rosita, sube sobre este banco y alcánzame aquelloszapatos.—Rosita,átameestacinta.—Rosita,pégameelbotónde lacamisa.»Ycuando iba y cuando venía y cuando subía y cuando bajaba, las manosamarillentasyvelludasdeD.Jaimelapellizcaban,lasobaban,lamimabanylaestrujaban.Rosa,aunqueavergonzadaalgunasveces,cuandolascariciassubíandepunto,

ymostrandotambiénciertavagainquietudqueellamismanoseexplicaba, lasacogíaconagradecimiento,creyéndosesimplementelapreferidadesutío,olaque más había simpatizado con él. No observaba la infeliz que no se lasprodigabatanfrecuentesyvivasalavistadelosdemáscomoalhallarsesolos.Yamedida que el tiempo se deslizaba, el requemado indiano se iba derritiendomásymásenhalagos,entreteniendosuvergonzosasensualidad.Pero llegó un instante en que la hoguera creció de talmodoque fue preciso

alimentarlaarrojándolacombustibleoapagarladepronto,sopenadeabrasarsevivoenella.Yoptóporloprimero.Nohabíaquepensarenmatrimonio:estolojuzgaba solemne dislate, no solamente por las ventajas que otra unión podíareportarle, sino porque se echaba para siempre sobre los hombros la carga detodalafamilia.Ysinconsiderarqueeralahijadesuhermano,unapobreniñaignorantequelerespetabaencalidaddetíoydecaballero,pensóenotracosa.Yno sólo pensó, sino que puso en vías de obra su pensamiento. Comenzó porprepararelterreno.Alefectofuedesnaturalizandopocoapocolaíndoledesuscariciaspaternales;mas la joven,advertidapor lavozsalvadoradelpudor, sinpensarnadamalodesutío,lasevitóinstintivamente,noacercándoseaélcuandopodía pasar sin hacerlo y escapándosele de las manos cuando era forzosocolocarse a su alcance. D. Jaime entonces varió de táctica: ya que no podíaseducirlaconloshalagos,intentócorromperlaconlaspalabras.Principióconloscuentosverdes,queRosaescuchabasincomprenderlamayorpartedelasveces,bienqueélentoncescuidabadeexplicárselos.Siguiómás tardecon losdichosgroserosydedoblesentido,yconcluyóporlasfrasesobscenasvertidasentodos

los instantes del día en los oídos de la niña. Tampoco logró el resultadopropuesto. Rosa, al oír aquel cúmulo de asquerosidades, pensó que su tío sehabíavueltolocooqueteníaalgúndiablometidoenelcuerpo,comohabíaoídomuchas veces referir en los ejemplos de las novenas, y huía de élcuidadosamente,yandabaporlacasasobresaltada,inquieta,aterrada,aunquesinatreverse a contar lo que sucedía a su padre ni a Ángela. El americano,desesperado, y desesperando de conseguir nada por estos medios, se arrojóentoncesaunaintentonacriminal.Largotiempoanduvoacechandoelmomentooportunoybuscandoocasiónde

encontrarseasolasconRosayencircunstanciasenquepudierallevaracabosupropósito con alguna esperanza de buen éxito. Al fin creyó hallarla. La horamejor era la de misa, los domingos, cuando a la chica le tocase quedarguardandolacasa,porquelaaldeaentoncesestabasolitariaylamayorpartedelas casas cerradas. En la de Tomás, por hallarse un poco apartada, siemprequedabaalgunoteniendocuidadodeella,undomingounoyotrodomingootro.D.JaimeesperóelturnodeRosaconimpacienciaydisimulandosusintenciones.Cuando las campanas tocaron amisa se fue a la iglesia con la demás familia.Aqueldía,envezdesubirhastalasacristía,comosiempre,sequedóalapuerta,yalpocoratodeponerseelcuraenelaltar,sealejósinruidodelaiglesiaytomóprecipitadamenteelcaminodelMolino.

Cuandollegó,Rosaestabaalladodelfuegoarreglandolacomida.Alverasutíodelante, lediounvuelcoel corazón, sepusopálida, comoa lavistadeungravepeligro.Mediaronpocaspalabras.DonJaimesequejódeunfuertedolorde estómago y Rosa se dispuso a hacerle una taza de té. Pero antes de quehubieseterminado,elamericanolaabrazódeimproviso.Ella,quepresentíaesteataque repentino, no dio un grito ni pronunció siquiera una palabra; pero lorechazó con fuerza y decisión. Hubo una lucha sorda y rabiosa que duróbastante.Lachicasedefendíagallardamenteyconsiguióportresocuatroveceszafarse de las manos del viejo; pero éste la perseguía por los rincones de lacocina y volvía a sujetarla.Al principio, ella le guardaba aún cierto respeto yprocurabadesasirsesinhacerledaño.Pocoapoco,vistalatenacidadbrutaldesutío, se fue encolerizando, subiósele la sangre toda a la cara, y al versenuevamente a punto de ser cogida, alzó lamano, y con ella cerrada le dio enplenafazuntremendogolpe,quelehizocaerhaciaatrás,sangrandoporlanariz.Alcaerselastimótambiénenlacabezaconunodeloscortesdelescaño.Rosaabrióazoradalapuertaysaliócorriendo,sinsaberadónde.Cuandovolvió,alcabodeunahoradevagarporloscaminos,hallóalafamilia

ocupadaenprodigarcuidadosaldescalabradoindiano:Tomásaplicándolepañosde vino y romero; Ángela haciendo tila para quitarle el susto. Contra lo queesperaba, nadie se dio por enterado de lo acaecido, ni le dijeron una palabrasospechosa.D.Jaimehabíaarregladoyaelasunto,contandoquesehabíacaídoporalcanzarunjarrodelechedeloaltodelaalacena,mientrasRosasehabíaidoaverunavecina.Alcabodealgunosdías,ydespuésdecurarselaheridadelacabeza,determinódejarlacasadesuhermanoytrasladarsealpueblo,dondeeltabernero se acomodó a mantenerle, lo mismo que a su otro huésped, elexcusadordelaparroquia,porunmódicoestipendio.Variasrazonesteníaparacambiar de domicilio.La primera ymás importante era el temor de queRosadescubriesesuatentado,puesdesdeaqueldíaniledirigiólapalabranisiquierale miraba, lo cual podía llamar la atención de su padre, y por ahí venir enconocimientodelosucedido.Otrotemorera,comoyahemosdicho,eldeperdereldineroprestadooeldeverseobligadoaabrirlabolsadenuevo.Tomáslosintiómucho,puescomprendióalfinquepocoonadapodíaesperar

ya de su hermano. En cambio Rosa tuvo una verdadera alegría. El indianocontinuó visitándolos de vez en cuando, siempre para llorar alguna pérdida oquiebradesucaudal,conelobjetodequenose lespasasepor la imaginacióndemandarleauxiliospecuniarios.LapasiónhaciaRosa,aunquemezcladaahoraderencor,nomermaba;antesparecíacrecerconelalejamientoyelrecuerdodelvigorosomojicón recibido.Particularmente,cuandoAndrés llegóenelmesde

AbrilaRiofríoycomenzóarequebrarasusobrina,seencendiódemodonotablecon el combustible de los celos. No se le ocultaba al mísero que Rosa ledespreciabamásamedidaqueibagustandoeltratodeljovencitomadrileño.Conestolafiguradelachicafuecreciendoensurecalentadocerebro,ylaqueantesle parecía una caprichosa rapazuela buena tan sólo para un fugaz devaneo, alverlaahorafestejadayperseguidaporunjovendistinguidodelacorte,adquiriógrandesproporcionesasusojosylajuzgó¡ohpoderdelavanidad!dignadeseramadaporlofino.Enestadisposicióndeánimo,fácilserácomprendercuántoleatormentaría el buen éxito que, al decir de la gente y a lo que él observaba,obteníaAndrésensusamores.Aparentandoabsolutaindiferencia,nodejabadeespiar sus progresos, inquiriendo aquí y allá cuando la propia observación nobastaba.Ni perdía uno solode los pormenores quedenotaban la aparicióndelamorenelpechodeladoncella,padeciendoencadaunodeellosmiltorturasydesviviéndose,noobstante,poraveriguarlos.Alcaboempezóarondarleunpensamientoquepodíaconcluirdeunavezcon

sus penas, sacarle triunfante y llevarle de pronto a la dicha: el de casarse conRosa. Era muy duro, sin embargo, renunciar a sus ambiciones señoriales yquedar ligado para siempre a una zafia aldeana y a una familia que había depesareternamente sobre susespaldas.Asíque, tanprontocomo leacudióa lamente, se apresuró a rechazarlo. Pero la endiablada idea volvió de nuevo apresentárseleconmásalegrescolores.Tornóa rechazarlapormediodeun sinnúmerodejuiciosasreflexiones.Alospocosdíasvolvióacolárseleenelmagínmásrisueñaydeslumbradoraqueantes.Traboseentoncesunaverdaderabatallaenelánimodenuestroindiano,decuyasresultasandabainquieto,silenciosoydesvelado, sin ganasde comer, vagandopor los caminoshasta bien entrada lanoche.Nosecansabadepesarlosinconvenientesdelauniónconsusobrina,quenoeranpocosnileves.Perocomoalmismotiempolapasiónleespoleabayloscelostantoleroían,avecesaquéllosleparecíannada,ydecidíaenunpuntosumatrimonio.Enunamismahorasecasabaysedescasabavariasveces.Entancongojosoestadodeindecisiónsehallabaelamericanocuandosucedió

lo que hemos visto en el capítulo anterior: el encuentro con los amarteladosjóvenesylaconversaciónconAndrés,aquienquisosonsacar.Aquellanochelepicaronlosceloscrudelísimamenteyeldemoniodelavoluptuosidadlepresentóasusobrinamáshermosayapeteciblequenunca.Tantoque,dandoaltrastecontodas sus ambiciones y temores, se resolvió a salir de aquelmiserable estadohaciéndolasuya.Tomadaestaresolución,descansócomosilequitasenungranpesodeencima,ylogródormirtranquilamente.Alotrodía,aunquenoeradomingo, seafeitócomosi lo fuese, sepusootro

pantalón,metióenlosdedostodassussortijas,ydespuésdetomarelchocolateen compañía del excusador y de ofrecerle un cigarro puro, generosidad quesorprendiómuchoalclérigo,fueasucuartoaarreglarunpocoelcabello,yalinstantesaliódecasaytomóelcaminodelMolinoconlosojueloschispeando,secoelgaznateyloslabiostrémulos.Nuncasalvóladistanciaquemediabaentreelpuebloylacasadesuhermanotanrápidamente.Cuandollegó,Tomásestabapartiendoleñadelantedelapuerta.—¿Dedóndediablosvienestantemprano?—lepreguntólevantandolacabeza

consorpresa.—Oye, Tomás, necesito hablar contigo de un asunto importante... Vámonos

arriba.Elmolinero se inmutóvisiblemente al escuchar estaspalabras.Pensóque su

hermanoleibaareclamardegolpeelpréstamo.—Vamos—contestóenvozbaja,dejandocaerelhachadelasmanos.Y ambos entraron en la casa y subieron, uno en pos de otro, la escalera

ahumadaqueconducíaalasala.D.Jaimesesentó:Tomásquedóenpie.—Pues, Tomás—comenzó aquél echándose hacia atrás en la silla y jugando

conlacadenadelreloj,gordacomounamaroma,—voyadecirteunacosacontoda reserva... Siempre he tenido confianza en ti, y ya sabes que te he dadobastantespruebasdeaprecio...Lascircunstanciashacenqueuno...vamos...unono haga las cosas cuando quiere hacerlas, sino cuando puede... ya lo sabes...Sabestambiénqueteaprecio,¿noesverdad?Tomás,conlafazdespavoridaylosojosenelsuelo,hizoseñaldeafirmación.—Yasabesquetehedadobastantespruebasdeapreciarte,ydeapreciara tu

familia...Creoquetúmeapreciaslomismoqueyoati,ylafamilialomismo...Pues,Tomás, tengoquedecirte una cosa...Amímeparecequeno estoybiensolo...Unhombrenoestábiensolo,¿noteparece?SeñalafirmativadeTomás,queempezabaadudaryconfundirse.—Yo soy, como tú sabes, muy cariñoso... No lo puedo remediar... Cuando

aprecioaunapersona,soycapazdedarlelasangredelbrazo,¿estamos?...Puescon la familia siempre he sido muy franco..., ya lo sabes... Lo que yo tuve,siempreha sido tuyo...Tehe tratado siempre como loque eres... porque amínuncamehadolidogastaruno,dosotres,estandolafamiliapormedio...Pues,Tomás, yo me voy haciendo ya viejo... Tengo dos años más que tú... ¿No teparecequedebocasarme?Tomásestabayamenos asustado, pero al oír estaspalabras recibióun fuerte

desengaño:siemprehabíapensadoheredarasuhermano.Procuró,sinembargo,nodejarlotraslucir,ycontestóvagamente,siempreconlavistafijaenelsuelo:—Sí...sí...siteparece...—Estoy decidido...Amíme encanta la familia...Después de trabajar tantos

años lejos de su pueblo, necesita uno descanso... No se puede vivirtranquilamentesinocasado...rodeadodelafamilia...cuidandodesusintereses...Yo los tengomuydescuidados,bien lo sabes...Amíme robacualquiera,y esporque no tengo ningún apego al dinero... ¿Para qué lo he de tener? Si fuesecasado,yaseríaotracosa...,miraríamásporélycuidaríadenosoltarlocomolosuelto...Tomás,túbiensabesquepuedocasarmeconunaseñorita...Aunquenosoyunjovencito,aningunadelavillalediríaenvidoquenomedijesequiero...Hoy,entrelasmuchachas,orossontriunfos...Peroyosoymuyconsiderado...Amímetiramucholafamilia...yesodequemañana,uotrodía,sielmarquésosechadelacasería,tengantushijasqueiraserviraunamo,meduelemucho...Puedescreerlo.Hubounapausa larga,durante lacualTomásardíaencuriosidaddesaberen

quépararíaaquello,aunquelodisimulabaperfectamente.Elamericanosiguió:—Tútienesunashijastrabajadorasyhacendosas...muybieneducadas...Sería

lástimaqueseviesenobligadasaservirlaspobrecillas,oquesecasaranconunpaisanosin recursosque lasmatasedehambre...Enel tiempoqueaquíestuvemeheencariñadomuchoconellas...Y,francamente...vamos...entreuna...quealfinyalcaboesmisobrina...yotracualquiera,prefieroqueseaunadeellaslaquemelleve...Los ojos deTomásbrillaronde alegría; pero con el dominio que ejercen los

paisanos sobre sus emociones, comenzó a santiguarse con cierta sorpresaburlona.—¡Mal año para tí, demonio!... ¡mal año para tí!... ¡Nunca pensara!... ¿Qué

diablodemoscatehapicado?—PuesmehapicadotuhijaRosa.—¡Yameloolíayo!Eselmismodiabloesachica...Másarteraqueellanola

hayentodalaría...¡Miratúqueparaatraparaunpeztanlargocomotú,quehacorridolassietepartidas,yasehabrádadomañalaindina!Tomás halagaba de este modo la vanidad de su hermano, quien reía

beatíficamente,apesardesaberaquéatenerseencuantoasusdotesdeseductor.—Enfin,Jaime—siguióelaldeanoencogiéndosedehombros,—simelahabía

dellevarotrobribón,másvalequeseastú.

D.Jaimeriótambiénlagracia:estabaparareírlotodo.—Ella es lista como una anguila y saltarina como una cabra... pero tiene el

corazónigualqueunamantecafresca...Esmuynoble...muynoble...yalmismotiempomuyamorosa...Teniendocuidadodesujetarlaunpocoporlapiernaserácomouna cordera...Después, nadamelindrosapara comer... lomismo sepasaconcarnequeconunaspocasdejudías...Enhabiendopanenlamasera,yaestásatisfecha...Notemalgastaráuncuarto,Jaime...Esto llegó al corazón del indiano, que expresó su contento con un silbido

especial,dándosealmismotiempofuertespalmadasenlasrodillas.—Voyallamarlaparadarlelanoticia...Noandarámuylejoslamuypícara...

Deseguroqueyasabeloqueestamoshablando...¡Lascogealvuelo!Elaldeanoseasomóalacajadelaescaleraygritó:—Ángela, di a Rosa que venga en seguida... Está en la huerta escogiendo

avellana...Lafisonomíadel indianosenublóalpensarque ibaaencontrarse frentea la

joven. Por primera vez se le ocurrió que podía ser desairado. No tardó enpresentarseRosa.—¿Quémequería,padre?—Saludaatutío,mujer...notehagasladisimulada—profirióTomásentono

dezumba,querebosabadealegría.Lajovenquedóinmóvilysorprendida.—¡Vamos,picarona—dijoelpadresacudiéndolarudamenteporelhombro,—

quebuenpájarohasatrapado!-¡Yo!—¡Sí,tú!...Ahítienesatutío,queyaseentregócomounborrego...¿Quémil

diabloslehasdadoacomerparasujetarleasíporlasorejas?Yviendoquelachicalemirabacadavezconmássorpresa:—¡Abrelosojos,tunanta...abrelosojos!...Acabadedecirmequequieresertu

marido.Rosa frunció repentinamente el entrecejo, y después de un instante de

vacilación,enquetemblaronsuslabios,comoparadecirmuchascosasalavez,dejóescaparestaspalabrassecamente:—Faltaqueyoquierasersumujer.Tomássoltóunacarcajadaestrepitosa.Acostumbradoalasalidasoriginalesde

suhija,pensóqueéstaeraunadeellasylaencontrómuychistosa.

—Nosería,padre,nosería,quelodigocomohayDiosenloscielos;quenoquiero.El aldeano cortó repentinamente el hilo de su risa y se quedó extático

mirándola.—Vaya,vaya,chica...¡quémeestásahícantando!—Quenoquiero.—¿Quenoquierescasartecontutío?—dijoclavándolaunamiradaaguda.—No,señor,noquiero—dijoRosaconfirmeza.Padreehijasemiraronuninstantealosojos.Tomássepusoextremadamente

pálido. Un relámpago siniestro cruzó por su fisonomía. Después avanzólentamentey,sacudiéndolaporelbrazo,lepreguntóconiramalreprimida:—¿Porquénoquieres,di,porquénoquieres?Rosa,atemorizada,bajólacabeza;peroaúndijoconfirmeza:—Porquenomegustaparamarido.Apenashabíapronunciadolaúltimapalabra,cuandosupadrecayósobreella

comounafiera;lavolcóentierraysepusoadarlecocesconincreíbleferocidad.Parecíagolpearsobreunavaca.—¡Ah,maldita!¿Conquenotegusta?...¿Yesto,di,tegusta?...¿eh,tegusta?...

¿eh,tegusta?...¡Toma,toma,recondenada,malditaseatuestampa!NosesabecómolahubieradejadoanomediarD.JaimeynosubirÁngelade

la cocina. Entre ambos le apartaron. Desde lejos, sujeto por los brazos, lepreguntabaconrabiosasorna:—¿Conquenoquieres,eh?Rosa,hechaunovilloenel suelo, sangrandopor el rostro, contestabaconel

valorpasivoysalvajedelasaldeanasavezadasalosgolpes:—No,noquiero;¡noquiero!—¡Ya querrás, remaldita!... ¡yo te haré querer!... ¿Estás orgullosa porque te

cantaaloídoelsobrinodelseñorcura,verdad?...¿Nosabesparaquétequiereatielsobrinodelseñorcura,verdad?Yoteloenseñaré,grandísimayegua...yoteloenseñaré.D.Jaime,viéndolealgomássosegado,fueacogerelsombreroqueteníasobre

unasilla,ysedispusoairse.Tomás,mirándoleconinquietud,ledijo:—Pierde cuidado, Jaime...A ésta ya la curaré yo de su enfermedad... ¡Mira,

tengoallílasmedicinas!Y apuntaba a un rincón de la sala, donde estaban arrimados unos cuantos

garrotes.D.Jaime,sinresponderpalabra,bajólaescaleraysaliódecasacontrazadeir

muydesabrido.

XII

Aquella tarde, reparandoAndrés enunaherida recientequeRosa tenía en lamejilla,lepreguntóconinterés:—¿Quéeseso,Rosita?—Quemehelastimadoconunaramaalcogermanzanas.—¿Porquétesubesalospomares?...Undíavasamatarte.—Porquemegustanlasmanzanasverdes—repusoencogiéndosedehombros.Alostresdíasselepresentóconunanuevaheridaenlafrente.—Pero,chica,¿tehaslastimadootravez?—Sí.—¿Cómohasidoeso?—Puesestabamipadrepartiendoleña,saltóunaastillaymedioenlafrente.—¡Quéatrocidad! ¡A riesgodesaltarteunojo!...Tencuidado,chica,con tus

ojos,quemegustanmucho.Rosasonriótristemente.Por último, otro día la halló con un brazo en cabestrillo sobre un pañuelo

anudadoalagarganta.Aquellavezsehabíacaídoviniendodelafuenteconunaherradaenlacabeza.Andrésquedópreocupado.Noacertabaaexplicarsetantascoincidencias; pero como no tenía dato alguno que pudiese suministrarleexplicación más verosímil, pronto se disiparon sus cavilaciones. Rosa estabarisueña y jovial, tan viva de lengua y de ademanes como siempre. Tomás,cuando le veía, que eran pocas veces, le acogía con el mismo tono entrerespetuosoyzumbónquetanmallesabíaenelfondo.Alcabosupoloquepasaba,deunmodocasual.Sehallabaciertatarde,contra

sucostumbre, leyendoenelcorredordecasa, resguardadode losrayosdelsolpor la parra, cuyos sarmientos pendían del alero, formando fresca y tupidacortina. La luz se quebraba entre sus pámpanos, los doraba, los hacía

transparentes, y llegaba hasta él suave y dormida. Aunque abstraído en lalectura, percibió claramente los pasos del ama, que entraba en la sala y dabavueltasponiendoenordenlosmuebles.Elcura,quehabíaidoalaiglesia,llegópocodespués,yentróenlacasasinverasusobrino,ysubióalasalaquejándosedel calor. Entablose un diálogo, y al instante comprendió que ignoraban supresenciaenelcorredor.—¿NolehandichonadadeloquepasaenelMolino,señorcura?—preguntaba

D.ªRitaconsuvoznasal,quejumbrosa.—¿Quémehabíandedecir,mujer?...¿QueAndrésbromeaunpocomásdela

cuentaconRosa?...Yaestoycansadodesaberlo...Porciertoquehacealgunosdíaslehehabladodeello,aconsejándolequedejaseesastonterías...—¡Buen caso hace él de sus consejos!... Vamos, veo que usted no está

enterado...¿NosabequeD.Jaimequierecasarseahoraconella?—¿Quédices,mujer?...—Loqueoye.Haceyamásdeochodíasquelapidióasuhermano,que,por

supuesto,¡abrióunojo!...Perolachica,pásmeseusted,seniegaacasarseconsutío,ytodosdicenquetienelaculpaelsobrinodelcura,quelahalevantadodecascos... El padre, con esto, dicen que la pega cada pie de paliza que la ponecomounabreva.Pero ella se empeña enqueno, y queno, y nohayquien lasaquedeahí...—¡Medejastonto!...Nosabíaunapalabradetodoeso...—¡Claro!ustednuncaquieresabernadadeloqueperjudicaasusobrino.—¿YquébarajastienequevermisobrinoconqueD.Jaimequieracasarsecon

Rosa,yconqueéstanolequieraaél?—Porquesisusobrinitonoanduviesehaciéndolelarosca,lachicasedaríacon

uncantoenlospechosporatraparasutío...Peroyaseve,austednohayquetocarleelsobrinito,porqueenseguidaseponehechounavíbora...Puessépalousted,quetodoelmundolodice,quehasidoyesuncalaveraperdido...yquesivinotanmaloaestepueblo,nohasidoporenfermedadqueDioslehayadado,sinoporlosexcesosdecomerybeber,ydeotrascosas...—Vamos,Rita,déjameenpazynodigassimplezas...Demasiadoséloquees

misobrino.—¡No,siyonodigonada!¡Yamelibraríayodedecirlenada!...¡Puesbueno

esustedparaquelediganadamalodesufamilia!...Yesoquebienpocosehanacordadodeusted siempre,yconbastantedespego lehan tratado...Noparecemásqueteníanamenguaalternarconusted...

—¡Vaya,lacancióndesiempre!...Otecallas,omevoy...—Váyase, váyase... Yo no puedo menos de decir la verdad, porque si no,

reviento...Ylaverdadesque,cuantomejoresunoenestemundo,peorlepagan.Desvívase usted por dar gusto en todo a una persona, por tenerle las cosas apunto, por cuidarla cuando está enferma... Tuéstese usted la cara al lado delfuegotodoeldía...Métaseenelríohastamediapiernaparalavarlaropa,ycojaun reumatismo... Pase las noches en claro, cuidando de la lejía...Ymañana uotro día, si falta esa persona, irá una, si amano viene, a pedir una limosna...mientras la familia, que en la vida se ha acordadodel santo de su nombre, sedivertiráytriunfaráengrandeconeldineroquelequede...Seoyóelruidodelasilladelcuraallevantarseconviolencia.—No;nosevaya...yomeiré...¡siyosoyelúltimomono!¡siyaséquequien

privaaquíeselsobrinito!...PeroalgúndíaleabriráDioslosojos...Alfinsehadesaberquiénessonlosquesirvendesinteresadamente,yquiéneslosquevienensolamenteapescarunaherencia.DoñaRitasaliódelasaladisparandoesteúltimoyenvenenadoflechazo,ydio

unfuertegolpealapuertaparahacerloaúnmásprofundo.Elcurasequedósolo,desahogandosuenojoconunsinfinde¡porras!y¡barajas!proferidaseneltonomáscavernosoquehallóenlasconcavidadesdesusregistrosvocales.Fácilesdepresumir,conociendoeltemperamentovivoyexaltadodeAndrés,

latristeimpresiónqueestaplática,escuchadaporfuerza,lecausaría.Delasdosnoticiasdesagradablesqueporellaaveriguó,laszurrasquesupadredabaaRosay la hostilidad de D.ª Rita, la que más le disgustó, como era natural, fue laprimera.Encuantoalasegunda,teníademasiadoorgulloparanodespreciarelodiodeunasirvienteenvidiosa,pormásquenolosospechase.Perosusituaciónenaquelinstanteeracrítica.Nopodíaentrarenlasalasindar

a conocer a su tío que había oído la conversación: esto le avergonzaba yavergonzaríaaúnmásalcura.Porotraparte,éstepodíasalirdeunmomentoaotroalcorredoryencontrarseconél,locualerapeor.¿Quéhacer?Noviomediomásadecuadodesalirdelapuroque,montarcautelosamentesobrelabarandaydescenderalsueloporlaparra,agarrándoseconpiesymanos,comohabíahechootrasvecesparaprobarelprogresodesusfuerzasyagilidad.Unavezenlacalle,corrióacasadeRosa.Alversejuntoalapuerta,vacilóun

instante por el temor de hallarse con el molinero, a quien no hubiera podidoocultar en aquella sazón la cólera de que estaba poseído. Por fortuna habíasalido:sóloRosasehallabaenlacocina.—Oyes...¿conquetupadretepegadepalosparaquetecasescontutío?—le

preguntóconvozalterada,sindarlesiquieralasbuenastardes.Lachicaquedósorprendidaalverletanagitadoydescompuesto.—¿Esverdadquetemataagolpes,di?—profiriódenuevo,viendoquenole

contestaba.—Algunosmeda...¿PeroporquéseapuratantoD.Andrés?—Porqueesunainfamiaquetepegueporesegaznápiroasqueroso...Aquí, sedesató en improperios contraD. Jaime.Dijoque le iba a romper la

cabeza:queéleraquieninducíaasuhermanoparaquelamaltratara;quebuenabodaibaahacersisecasabaconaquelavaroquelamataríadehambre:quemáslevalíacasarseconunaldeanoycuidarcabrasenelmonte,etc.,etc.;unmontónderazonesproferidasconextraordinariaviolencia.ContraTomásnoseatrevióarevolverse por no herir los sentimientos de Rosa, aunque buenas ganas se lepasarondehacerlo.Éstaleescuchabaconelasombropintadoenlosojos.Allá,aloúltimo,soltóla

carcajada.—¿QuémalayerbapisóhoyD.Andrés,quetanfuriosoviene?—Ninguna;loquehayesquemeirritaquetehagandaño...¡ymásporesetío

viejo!—Puesnoseapuretanto...Amínosemehacennovedadlosgolpes...Además,

esmipadreypuedepegarmecuantoquiera.Andréscallóuninstante;despuésapuntótímidamente:—Tantotepuedemaltratar,quealfinnotengasmásremedioquehacerloque

éltemanda.—¿Casarme con mi tío? ¡Eso sí que no!... ¡Que pegue, que pegue lo que

quiera,yaveráloquesacaenlimpio!Al joven se le ensanchó el corazón al observar el tono resuelto de estas

palabrasydirigióalaaldeanaunamiradacariñosa.DesdeaqueldíanopusomáslospiesensucasapornotropezarconTomás,

cuyaenemistadyanoignoraba;perolaviotodaslastardesenelmolino.Pasabatres o cuatro horas y a veces más cerca de ella en aquel rincón, dondeúnicamente les turbabadevezencuandolavisitadealgúnpaisanoque traíaamolersufuelledemaíz.Elmolinoestabaadosadoalapeña,medioocultoentreelfollaje.Tansólosevislumbrabaelcolorrojodeltecho.Lasparedes,vencidas,resquebrajadasenmuchaspartes,vestidastodasdemusgo,seconfundíanconelcéspedylosárboles.Laacequiaqueledabamovimientocaíapartidaentres,deocho a diez pies de altura, por unas canales de madera toscamente labradas,

negras por la humedad y apuntando a las aspas, que al girar levantabanremolinosdeespumaytapabancasiporenterolasaberturasenmediopuntopordondeel aguapenetraba.Dentro todoera tosco tambiéncomo fuera.Una solaestanciarectangularconpisodemadera,manchadodeharina,llenodeagujerosy rendijas, por las cuales se veía a las ruedas revolver furiosamente con susbrazosderobleelhazdelagua.Aunlado,ymetidasensendoscajonesbruñidospor el uso, estaban las tres piedrasmoledoras que daban vueltas triturando elmaíz o el centeno y arrojando por intervalos iguales un copo de harina en elcajón.Andrés pasaba dulcemente las horas en aquel recinto. Sentado sobre una

medidaal ladodeRosaseplacía refiriéndolecuentosyaventurasmaravillosasentresacadas de las muchas novelas que había leído. Ella escuchaba atenta yansiosa,interesándoseporlospersonajeslomismoquesilostuvieraalavista,sonriendocuandoeranfelicesyderramandoalgunalágrimacuandolessoplabademasiadoladesgracia.Andrésera implacablealnarrar laspenalidadesdesushéroes.Describíalascontodoslospormenoresdequeeracapazynosecansabanuncadeamontonarsobreellosdesdichas.QuizáleestimulaseelgustodeveraRosaenternecida.Cuandosecansabadeestar sentado, solía levantarsey trajinarporelmolino

arreglando lo que le parecía estar desarreglado, estudiando con atención surudimentario mecanismo, entreteniéndose en pararlo y en echarlo a andar denuevo.Rosasolíaalzarlacabezaygritarle:—Noenrede,D.Andrés...¡Madremía,quérevoltosoes!Eljovenvolvíaasusitio.—Bien,puesahoracuéntametúuncuento,sideseasquemeestéquieto.—Yalehecontadotodoslosquesé.—Rebuscaenlamemoria.—¿QuierequelecuenteelcuentodeLabuenapipa?—No;éseno—contestabariendo.—¿Entonces quiere que le cuente el de aquel pastor que tenía la pierna

hinchada,tanprontoselehinchabacomoseledeshinchaba?—Tampoco.—Pues no sé otro... Aguárdese un poquito... voy a contarle el de La peñaencantada...Vamos,noseacerquetantoamí,quenopuedocoser.«Una vez era un rey y tenía tres hijas muy hermosas, muy hermosas, muy

hermosas.Laprimerase llamabaClara, lasegundaAna, la terceraMaría.Este

reysefuealaguerra,ydejóelreinoencargadoaunhermanoqueeramuymalo,muymalo,muymalo...»Andrésparecíaescucharatentamente,pegadoalasfaldasdelazagala.Loque

hacíaenrealidaderacontemplarcondeleitesuslabios,quesemejabanhechosdecarnedecereza,susmejillas,queteníanellustredelamanzana,susojosnegros,donde brillaba el sol de la primavera. Sentía, al cabo de un rato, el mismoadormecimiento suave y feliz que le embargaba, cuando niño, escuchando loscuentos que le refería la costurera de su casa. Ahora se mezclaba con unaembriaguez voluptuosa, que suspendía su pensamiento, le columpiaba en losespaciosyledisponíaalasefusionestiernas,alosgocesinefables,alossueñosde color de rosa. El monótono rumor de la acequia y el traqueteo suave yconstantedelpisotrabajabantambiénporarrobarle.Rosaconcluíasucuento.Éldespertabaconpenay,embelesadoaún,preguntaba:—¿Nosabesotro?No,Rosa no sabía otro, o no quería contarlo: gustabamás de oír los suyos,

llenosdeenredoymovimiento.Como la alegría de la joven era constante, y ninguna sombra alteraba la

serenidaddesurostronilapazdeaquelloslargosysabrososcoloquios,Andréshabíallegadocasiaolvidar,ensuegoísmo,latristesituaciónenquesehallabalapobreniñadentrodecasa.Unavez,sinembargo,vinoconseñalesenlacarade los malos tratos de su padre. La fisonomía de Andrés se nublórepentinamente,yconvozconmovidalepreguntó:—¿Tesiguepegandotupadre?Lachicaseencogiódehombrosysonriódemodoexpresivo.Él bajó la cabeza y se mantuvo callado unos minutos. De pronto rompió a

hablarconviolencia.—Pero¿nohayuntiroquematealpillodetutío?...¡Esebribóncreequeteva

a entrar el amor con los palos!... Estoy viéndole azuzar a tu padre... «Pégale,pégale,queyacederá»...Sino fuesepor ti,ya lehubiera rotoelbautismo...yaunsiletropiezo,nosésipodrécontenerme.—¡Madre mía, cómo se apura D. Andrés!—exclamó riendo la aldeana.—

Cualquierapensaría,alverletanenfadado,quemequeríadeveras.Andréssonriótambiénenternecido.—¡Vayasitequiero,Rosita!—contestóacariciándolelamejilla.Peroaquellaspalabras lehicieronconsiderarmás tarde,cuandoseretiróasu

casa,queestabacausandomuchomalaRosa:seechójustamentelaculpadelo

quelapasaba:convinoconsigomismoenquesucomportamientodejabamuchoquedesear en la ocasión presente: consideró que seríamás noble apartarse deellapronto,antesquesintieseunverdaderoyfuerteinterésporél;y,porúltimo,falló que a los quince días justos, a contar del de la fecha, se despediría deaquellasaltasmontañas,verdespraderasyríocristalino,paralavillaycortedeMadrid.MientrasllegabalahoradepartirseguiríavisitandoaRosa,haciendoloposibleporsercautoenlaspalabrasyreprimirlosímpetusdesucorazón.Masaldía siguientede tomadaesta resolución, sobrevinounacontecimiento

que la modificó bastante. Se hallaba por la tarde, como de costumbre, en elmolino sentado al par de Rosa en grata y amorosa plática, cuandorepentinamenteseaparecióporallíTomás.ComonuncaselehabíaocurridoiraaquellahoradesdequeAndrésfrecuentabaelsitio,Rosaseinmutómuchísimoyelmismojovensesintiótambiénnopocoturbado,aunqueprocuródisimularlo,acogiendoconsonrisaamistosaalmolinero.—Hola,D.Andrés,¿tambiénvieneustedalmolinoacomermelaharina,como

losratones?—dijoelpaisanoriendocampechanamente.—¿No ve usted qué gordo me voy poniendo con ella?—repuso Andrés

aceptandolabroma.—Puestengacuidado,queheechadoporlosrinconesbolitasdefósforos.—Soyunratónmuyfinoyloshuelodelejos.—¡Ya! Usted es un ratón madrileño, más tuno que los ratones de la aldea,

¿verdad?Yaldeciresto,sincesardereírconmaliciaburda,entróenelmolino,dejóen

el sueloungrancestoque traía sobre loshombros,y sepusoa trastearpor laestancia.Sacómaízdeunfuelle, lomidió, lovertióenelcesto,anduvoconelmecanismodelasruedasyejecutóotrasmaniobras.Mientrastanto,Andrésyélseguían tiroteándose como dos grandes amigos. Rosa, que conocía bien a supadre,guardabasilencioobstinado,aplicándoseacoser.AlcabodeunratoTomáslallamó.—Rosa.—¿Quéquería?—Venacá.Lachicaselevantóyfuehaciasupadre.Ésteseplantófrenteaella,mirándola

severamente.—Oyes,¿porquénohaspuestoamolerelmaízdeltíoÁngel,comotemandé?—PorquevinoTelva,ladelaCuesta,conuncelemín,diciendoquenotenían

quécomerencasahoy...Tantome rogóquese loeché...EstanochesepuedemolereldeltíoÁngel.—¿YatiquiéntemeteahacerfavoresaTelvasinpermisomío?—Comootrasveceslohiceynomedijonada,yopensé...—¡Pensaste!¡pensaste!...Puesparaquenopiensesotravez,toma...Ysinmásaviso,ledescargóuntremendobofetón.Tantremendo,quelachica

cayóalsuelocomoprivadadesentido.AlveraquelactodebarbarieAndrés,sepusoenpievivamente.Lasangrele

subióalrostroynopudomenosdeexclamar:—¡Québrutalidad!...¿Porquélepegausteddeesemodotanbárbaro?—Porquequieroenseñarlaaobedecer.—Ahoranohabíamotivo.—¡Ta,ta,ta!...¿Yaustedquiénlemeteenesto,D.Andrés?...Soysupadrey

hagoloquequiero.—¡Vergüenzadebíadarleensañarseasíconunapobrechica!—Puessinolegusta,D.Andrés,tómeloendosveces.Enmicasamandoyo.

Váyasealasuyasinoquiereverlo.—Ahoramismo—dijo;yechándoleunamiradairacundaydespreciativa,salió

furiosodelmolino.Nootracosasehabíapropuestoelastutoaldeano.Quedaronlascosasamedida

desudeseo.Andrésnofuemásalmolinoporlastardesnimenosvisitólacasa.Conestoparecíandesatadasaquellasrelacionesquejuzgaba,nosinrazón,comounobstáculoparaellogrodesusfines.Pero comoes la contrariedad en los amores cebo apetitosoy señuelo elmás

eficaz,elamordeRosahaciaAndrésvagohastaentonces,llenodevacilacionesy dudas, tomó cuerpo de pronto y se transformó en verdadera pasión. El deljoven subió también algunos palmos. Y como natural consecuencia de esto,aunqueno sehablaron con la libertadde antes, nopor esodejarondeverseyhablarseconfrecuencia,oraenlafuente,oraenlosprados,oraenalgúncaminodondesetropezabanadrede.Andrés espiaba con afán las salidas de Rosa, se emboscaba detrás de los

árboles,yencuantolaveíasola,¡allávoy!corríaaemparejarseconella.Yestasentrevistas al aire libre, que el temor de ser observados hacía breves ymelancólicas,eran, sinembargo,paraambosmásgratas todavíaque las tardesserenas del molino. Nunca se cruzaron entre ellos palabras tan cariñosas ni

miradas tan suaves y tiernas como entonces. Rosa, que acogía siempre losrequiebros del joven cortesano con risa y desconfianza, poco a poco se fuehaciendomásgraveysosegada;seponíaencendidaalverle;lemirabafijamentemientras él tenía los ojos en otra parte, y cuando llegaba el momento desepararse, en la inflexión temblorosa y enternecida de la voz se adivinaba laemociónqueembargabasualma.

XIII

Transcurrieronalgunosdías.ElenojodeD.Jaimeporeldesairerecibidofuecreciendo. En su interior no daba toda la culpa a Rosa; hacia partícipe a suhermano por haber tolerado el galanteo deAndrés una porción demeses conseñales de no disgustarle. Después, pensaba que Tomás no había hecho lobastanteporcomplacerle,nohabíaobradocon suficienteenergíapara rendir aRosaarecibirleporesposo.Porquesibieneraverdadquelacastigaba,yavecescruelmente, estos castigos quedaban desvirtuados por el efecto de consentirlapasar tardesenterasconsuamanteenelmolino;yaunqueúltimamentehabíancesadoestasvisitas,todavíanousabaconelladeladebidavigilancia,porqueentodas partes y a todas horas se veían y se hablaban, de lo cual era testigo elpueblo. Él mismo los sorprendió más de una vez en las encrucijadas de loscaminosoalaorilladelrío,ysehabíavueltopornotropezarconellos.De todo esto formaba el indiano un capítulo de agravios contra su hermano.

Empezóamirarledemalojo,yabullir en sucabeza la ideadequeaquél, socapa de protegerle, tenía la mira puesta en el señorito de Madrid, trabajabaastutamenteporencenderleconlacontrariedadyhacerlecaerenunatrampadedonde saliese comprometido y obligado por las leyes divinas y humanas acasarseconsuhija.Conestodejóde iralMolino,semostrósecoconTomáscuando lehablaba;

porúltimo,undíalenegóelsaludo.Almismotiemponoseocultóparadecirenconfianzaporelpueblo loqueenelMolinoocurría: lasentrevistasdeAndrésconsusobrina,delascualessacabapartidoparacalificaraaqueldedisolutoyasu hermano de necio; la presunción de la chica desde que un señorito larequebraba; la fingidaoposicióndel padre, etc., todo adobado con la babadelodioyeldespecho.Nopararon aquí las cosas.Resolvióvengarsede las supuestas ingratitudesy

ofensasdesuhermano.Elmejormedioerareclamarlealpuntoloscatorcemilrealesque ledebíaysacarleasubastapública losbienes,enelcasosegurodequenopudiesedevolverlos.Esta idealeprodujovivodeleite.Mas,despuésdemeditarunpocosobreella,comprendióquehabíadecausarmalísimoefectoenelpueblo,porqueal caboera su familia.Arrojarse él enpersonaaperseguirlajudicialmenteyarruinarlaibaaparecerunactodecrueldadinusitado,yleharíadesmerecerenelconceptodelosvecinos.Entonces imaginó una gran bellaquería. Fue cierta tarde a ver a D. Félix el

escribano, y pretextando que necesitaba fondos con urgencia para remitir aAmérica, lepropusoel traspasodeladeuda,medianteunrazonabledescuento.AceptóD.Félixelnegocio,porqueerabueno:Tomásposeíabastanteganado,yademás una finquita adquirida tiempo atrás de la subasta de losmansos de laparroquia,quebienvalíaellasolaloscatorcemilreales.Nosepasaronveinticuatrohorassinqueelescribanolerequirieseverbalmente

al pago. Tomás quedó sorprendido y aterrado. Nunca había pensado que suhermanopudierahacerle tal ruindad.Desde luegocontestóquenodisponíadeesedinero,ypidióprórroga.D.Félix,conreparosypalabrasambiguas,llegóaprometérsela, o tal creyó el desgraciado almenos.Mas, a los dos días, se viocitadodeconciliaciónanteeljuezmunicipal.Selepresentóelrecibo,reconociólafirmayvolvióadeclararqueporelmomentonoleeraposiblepagaraquelladeuda; que pagaría los réditos vencidos y firmaría nueva obligación,comprometiéndoseasaldarlaeneltérminodeseismeses.DonFélixnoadmitióeste arreglo, quedó disuelto el acto, y a instancia suya fue expedido por eljuzgadodeprimerainstanciadeLadadespachodeejecucióncontraelmolinero,porvalordeloscatorcemilreales.Yunamañana, cuando la familia sedisponía a comer, entrópor lapuerta el

escribano(D.Félix,no,queeraparte;otro)acompañadodedosalguaciles,paraejecutarelembargo.Detrásdeellos,algunoscuriososqueleshabíanvistocruzarpor el pueblo, los cuales se mantuvieron un trecho separados de la casaesperandoverenloqueparabaaquello.Tomás los recibió extrañamente inmutado, como si le viniesen a notificar su

sentenciademuerte.—¡Nohayqueapurarse,hombre,nohayqueapurarse!—ledijoel escribano

con semblante risueño.—Las cosas hay que tomarlas como vienen; cachaza ymuchopecho.Después le preguntaron dónde tenía el ganado. Parte estaba en los prados y

parte en el establo. Era necesario juntarlo todo. El infeliz se vio obligado a

acompañarles hasta el prado, para traer al establo lo que le faltaba. Iba másmuertoquevivo,pálido,silencioso;selehabíaconcluidolavenajocosadequetanto abusaba.A lavueltanopudo resistir; semetió en lahuertade casay searrojódebrucesdebajodeunárbol,mesándoseloscabellossinarticularpalabra.Sacaron el ganado del establo y lo juntaron todo delante de casa. Ángela y

Rosa,enelcorredor,sollozabanfuertemente.Rafaeldabavueltasentornodelosalguaciles,agitadoy tembloroso,con la fazdemudaday reventandopor llorar.Cuando aquéllos sacaron las cuerdas que traían enrolladas y se dispusieron aamarrarlasvacas,estallóengemidoslastimeros.—¡Agapito... Agapito... por Dios, no me las lleve!... ¡Agapito!... ¡señor

escribano!... porDiosnome las lleve... por sumadre... nome las lleve... ¡porDiosnome las lleve!Ydeshecho en llanto, corría deuno a otro lado con lasmanosplegadaspidiéndolesmisericordia.Losalguacilesatabanensilencio,conlacabezabaja,sinatreverseamirarle.El

escribano,conlamismacaraderisa,ledijo:—Eh,tonto,nogrites:yatelasvolveremos.Cuando terminaron y se prepararon amarchar, los alaridos del chico fueron

terribles. Los curiosos allí congregados trataban de consolarle en vano. Segúnpasabanpordelantedesusojoslasvacas,llamábalasagritosporsusnombres.—¡Parda!... ¡Garbosa!... ¡Salia!... ¡Nome llevéis laSalia!...Agapito,por tu

madre...¡nomelleveslaSalia!Pero cuando viomarchar una hermosa novilla, que era su favorita, no pudo

contenerse.Corrióaellayseagarrócontodassusfuerzasaloscuernos.Losalguacilesquisieronenvanosepararle;cuantomástirabandeél,conmás

rabioso esfuerzo asía de los cuernos y del cuello del animal, que a su vez searremolinabaysacudía lacabezaparazafarsedeunosyotros.Algunosde losquepresenciabanlaescenareían;otroslacontemplabanconlástima.Alfinconsiguieronarrancarlelapresa.Elchicovolvióagritar:—¡Cereza! ¡Cereza!... Por Dios, me dejéis la Cereza... Señor escribano,

déjemelaCereza...Peroviendoquesealejabansinhacercaso,dejódesuplicar.Sepusoarecoger

piedrasdelsueloyaarrojárselasllenodeira.—¡Ladrones! ¡ladrones!... ladrones de vacas... ¡Déjame la Cereza, ladrón!...

¡Dejaesavaca,ladrón!Ytantomenudeabalaspedradasycontalfuria,queunalguacilsevioobligado

avolverseparacastigarle.Elmuchacho sepusoen salvocorriendo.A losdos

minutosyaestabaallíotravezapedreándolesygritando:—¡Dejaesavaca,ladrón!...¡dejaesavaca,ladrón!Y de esta suerte, huyendo cuando venían a cogerle y tornando en seguida a

tirarlespiedras,lesfuedandopormásdemedialeguaunamuypesadaescolta.Los curiosos sehabíandiseminado.Reinaba completo silencio en elMolino.

ÁngelayRosapermanecíanenelcorredor,cadacualenunrincón,conlacabezaentrelasmanos.De pronto oyeron en la escalera los pasos de su padre, torpes y vacilantes,

como losdeunbeodo.Rosaseestremeció.Quisoocultarseensucuarto;peroantes de que pudiese hacerlo, ya el bárbaro molinero había caído sobre ella,mudoy rabiosocomoun tigre.Laarrojóal sueloyempezóadarle tremendosgolpes con una gruesa vara de fresno. A los pocos segundos la desdichadasangrabaportodaspartes,peronoexhalabaunaqueja.Encambio,Ángelagemíapidiendocompasión,sinatreverseaintervenirparadefenderla.La vara se quebró al medio. Con los cachos aún estuvo aporreándola buen

espacio.Cuando se cansó, asiolapor los cabellosy la arrastróhasta el cuarto,dondeladejóexánimeyensangrentada.Después,volviéndosehaciaÁngela,ledijoconvoztemblorosaaúnporlacólera:—Veaabajoytraeunpedazodeboronayunjarrodeagua.Ángelaseapresuróacumplirlaorden.Elpadrefueotravezalcuartoycolocó

unoyotroenelsuelo,exclamando:—¡Ahí tienes lo que has de comer y bebermientras seas tan perra!... ¡Yo te

bajaréloshumos!...Despuéscerrólapuertayseguardólallave,y,encarándoseconÁngela,ledijo

conacentoamenazador:—¡Sitratasdedarleunamigajamásporlarendija,cuentaconmigo!Bajódenuevolaescalera.Ángelasefueaunrincónallorar.ElMolinovolvió

aquedarensilencio.

XIV

Por lanoche supoAndrésen la taberna loacaecidoenelMolino.Celesto lerefirió laescenaconpelosyseñales.Tan tristeyabatido ledejóel relato,que

para confortarse un poco bebió contra su costumbre, y le hizo daño. Entre elexcusador y Celesto le llevaron a casa. Por la mañana al despertarse norecordabanadadeloquehabíapasadoenlataberna.Perosírecordóconterribleclaridad la situación en que sus imprudentes galanteos habían colocado a lapobre Rosa. Después de recapacitar un poco entre sábanas acerca del mejorpartidoquepodíatomarpararedimiralachicadetantocuidadoydolor,noviomás adecuada salidaquepartirse cuanto antesdeRiofrío: lomismoqueveníapensandohacíayabastantetiemposinponerloporobra.Supartidarestableceríalacalmaenaquellafamilia.Tomásysuhermano,noviendocercaelobstáculocapitalparaellogrodesuspropósitos,apelaríanamediosmássuaves.LamismaRosa,pasadoalgúntiempo(yestoeraloquemástrabajocostabaimaginarasuamorpropio)leiríaechandoenolvidoyseacomodaríaalapostreaserlaesposarica y sumisa de su tío el indiano.Y sin poner los pies fuera del lechoquedóresuelto demodo irrevocable que al día siguientemuy tempranitomontaría acaballoparatomarenLadaeltrendelamañana.Loprimeroquehizodespuésdelevantarsefuebuscarasutíoparacomunicarle

aquel designio. Hallolo en la huerta totalmente abstraído en la contemplaciónmelancólicadeunpiedeberzaenquelasorugassehabíanensañado.Andrésnoanduvoconrodeos.Seloanunciódegolpeyporrazo.—Tío,mañanamevoy.Elpiedeberzasesintióabandonadosúbitamente.—¿Cómo...cómo...cómo?—Quemañanamemarcho.—¡Peroasí,tanderepente!¿Quémoscatehapicado,chico?—Demasiadosabeusted, tío,cuáles lamoscaquemepica—profirióAndrés

conacentotriste.—Pormiculpaestánpadeciendoalgunos...Noquierosermástiempocausadedisgustos...El pie de berza volvió a ser instantáneamente objeto de la más profunda

atención.Unbuenratoseestuvoelcuradevorándoleconlosojosensilencio.Alcabo,sindejardeexaminarleconparticularcuidado,articulóporlobajo:—Tienesrazón,Andrés...Enconciencianopuedoretenerteaquí...Andrésguardósilencioyconcentrótambiénlúgubrementesuatenciónsobrela

maltrechaplanta.Elcurafueelprimeroenlevantarlacabeza.—¿Perocómodiablotehasmetidoenesosenredijos?...Muchomesorprende...No encontrando explicación que pudiese dejar satisfecho a su tío, Andrés

prefiriónodarninguna.Ambos,pues,semantuvieroncallados.Alcabo,nuestro

jovensefueotraveztristementehacialacasaysepusoaarreglarelbaúl.Mientras las manos trabajaban poniendo en orden los bártulos, el cerebro

tampocodescansaba,saltandoporencimadelossucesosdelverano,oloqueesigual, por losvariosypoéticos lancesde su amorosodevaneo.Yobservóconcierta sorpresa que su corazón estaba más ligado de lo que presumía a lahermosaysencillaaldeana.¡Cosamásrara!Nopodíapensarenqueibaadejardeverlaparasiempresinsentirun fríoparticularhacia la región izquierdadelpecho... ¡Pobre Rosa, tan sencilla, tan buena! ¡dejarla en poder de aquellosbárbaros! (Almeditaresto,volvíaunospantalonesdel revésy losdoblabaconcuidado.)LaverdaderaqueDioshabíasidoinjustoconél:ledabalasaludenpagodehaberrobadolapazyladichaaunainocenteniña.¿Nosecansaríaalapostre de susmercedes y le castigaría de algúnmodo, que le doliesemucho?(Envolvíaunasbotasenpapelesylasmetíaenunrincóndelcofre.)Elqueteníala culpa de todo era aquel asqueroso indiano que se había interpuesto taninoportunamente entre ellos... No, no; quien tenía la culpa de todo era él; nodebíaforjarseilusiones.¿Quiénlehabíametidoadeciramoresaunachicaconlaquesabíadeciertoquenohabíadecasarse?...¿Peroenquéhabíadepasareltiempodeotrasuerte?Laconversacióndesutíolecansaba;ladelospaisanosmás;Celesto lehacía recalarsiemprea la taberna.Luego, ¡Rosaera tan linda!¡tenía tantísima gracia! Era digna por todo de ser una señorita... (Colocabacuidadosamenteunacamisaconelcuellohaciaabajoparaquenosearrugara.)¿Quépensaríadeélluegoquesupiesesupartida?Portodaspartesquesemiraseeraaccióninnobleelirsesindecirlesiquieraunapalabradeconsuelo;algoquejustificase su conducta. Le causaba fuerte pesadumbre aparecer a los ojos deRosacomounserodioso,sinentrañas.Sipudiesetenerunaentrevistaconellaantesdemarchar, quizá lograse convencerladeque la separación era elmejorpartidoquepodíantomar:acasoconalgunasvivasprotestasdecariñoyciertasvagasesperanzasdevolverseaverconel tiempoendulzaría laamargapíldoraqueleibaapropinar.Pero¿cómoarreglarseparaello,estandoencerradaporelcafredesupadre?(Aprensabalaropaconambasmanosporqueelbaúlnoqueríacerrar.) En vano dio vueltas a la imaginación larguísimo rato para buscar unmedio.Noparecía.Muchotiempodespuésdehaberarregladoelequipaje,todavíaseguíalapista

dealgunatrazaquelepusieraencomunicaciónconRosa,aunquenofuesemásqueporbreves instantes.Despuésdecomer, salioseadarunpaseosolitario,aversielfrescodeloscamposdespertabaensucerebroalgunabuenaidea.Nada;noveíaningúnpuntoluminoso.Allá,hacialatarde,acordosedequecomenzabaen la iglesia la novena de San Rafael, patrono del pueblo. Su tío le había

anunciadoquepredicaríaD.José,elexcusador:—«elmejororadordelconcejo,unpicodeoro»—taleshabían sido laspalabrasdel párrocopara encarecer lasdotesdesucoadjutor.Pasoentrepaso,deshizoloandadoyseencaminóhacialaiglesia,tristesiempreycaviloso.Habíacomenzadoyalanovena.Elpicodeoroestabaenelpúlpitodiciéndola

porunlibro.Elmonaguillolealumbrabaconuntrozodecirio,porquelaiglesiaempezabaaquedarseoscura.Buennúmerodemujerucas repetían,arrodilladassobreelpavimentodetierraapisonada,laspalabrasdelexiguoeclesiástico,quesalían arrastradas y gangosas de su boca, como es de rigor en casos tales.UnenjambredechicosrodeabaelaltarportátildeSanRafael,queparecíaunascuade oro; otros semantenían derechos por los contornos del presbiterio, bajo lavigilancia del cura, que no cesaba de dar vueltas, administrando equitativascorreccionesconsumuletaalquenoseestabaquieto.AlapuertadelasacristíatropezónuestrojovenconCelesto,derodillas,conlasmanosplegadas,losojosenblanco,enéxtasiscompleto;tanarrobadoquenolevio.Conservabatodavíaen lamejilla izquierdaseñalesdeunareyertaquehabía tenidoen la taberna latardeanterior.ArrimoseAndrésalarcadelavestimenta,debajodelCristoensangrentado,y

sin atender poco ni mucho a lo que se celebraba, siguió dando rienda a supensamiento.Segúnseibaaproximandolahoradepartir,elrecuerdodeRosalehacíamás cosquillas en el alma. Fue a la puerta otra vez y echó una intensamiradaalaiglesia,aversiporcasualidadlaveíaentrelasmujeres;perofueenvano.NiaRosaniaÁngelalogróecharlavistaencima.Aquienvioúnicamenteentre la gentemenuda fue aRafael, el cual, sin saber por qué, le pareciómássimpático que otras veces.La remota semejanza conRosa quizá fuese parte aello.Después que D. José y todos los fieles a coro dijeron buena porción de

oraciones,queanuestrojovenleparecieronunamisma,oporloabstraídoqueestaba, o porque en realidad no discrepasen mucho unas de otras, rompió elexcusadoracantaraltoytendidounvillancicoalaVirgensinacompañamientodeórgano,porquenolohabía,nideinstrumentomusicalalguno.Asílavozdelclérigo, engolada y espesa y muy celebrada en la comarca, se ostentaba máspura. Casi todas las mujerucas contestaron entonando un estribillo, que porcantarseen todas las festividades religiosasde laparroquiasabíandememoriahastalosmásdurosdeoído.Volvióelexcusadoracantarotraletraytornaronlasmujerucas a responderle con el mismo estribillo: y así por varias veces.Terminadoelcanto,bajóD.Josédelpúlpitoysehincóderodillasanteelaltarde San Rafael para pedirle que le inspirase el sermón que tenía escrito y

aprendidohacíamásdequincedías.Reinó grave silencio en la iglesia. Nadie osaba turbar, ni aun los mismos

chicos, la edificante oración del coadjutor. En aquel momento fue cuando aAndrésleacudiólaideadeservirsedeRafaelparahablarconRosaporúltimavez.¡Sielmuchachoseavinieseallevarleunrecado!...Lointentaría.Yconlaesperanzadedarunatiernadespedidaalajovenaldeanayjustificarsuproceder,lebailóelcorazóndealegría.Cuandoelexcusadorsubióalpúlpito, terminadasuplegaria,nopudoreprimirungestodeimpaciencia.MientrasD.José,enloaltodelasagradacátedra,sesonabaconunpañuelode

yerbas y se limpiaba las narices repetidas veces de un modo mesurado eimponente, propio para ejercer saludable fascinación en el ánimo de aquellossencilloscampesinos,elcuradeRiofrío,transformadoenhostiario,ordenabaelconcursodesuertequetodospudiesenoírcómodamentealorador.Yparavigilartoda la iglesiay tener cuentaqueningúnmuchacho se excediese, abrió con lamuletaunpasilloporelcentroycomenzóapasearporélgravementedesdelapuertahastaelaltarmayoryviceversa,apercibidoamolerloscascosalprimeroquesedesmandase.Elexcusadorprincipióentonomuybajito,muybajito,paramayorsolemnidad.

Despuésfuegradualmentelevantandoelgallohastaretumbarenlaiglesiacomoun trueno. Parecía obra de milagro que tal estentórea voz saliese de aquelcorpúsculo liliputiense. Aunque es verdad que el calor de sus conviccionesteológicasdebíaserpartemuyprincipalafortalecerlo.AAndrés,quesedispusoaescucharlepor recurso, lepareciómuybienel exordiodel sermón,elegante,atildado.Lospárrafosquelesiguierondesdecíanmuchísimodeél.Másadelantevolvióasoltarotroperíodomajestuosoygrandilocuente,queanuestrojovenleagradó sobremanera; pero luego se despeñó en un fárrago de vulgaridades ychocarrerías, de las que no menos quedó asombrado, «¡Vaya un hombreoriginal!»dijoparasí.Otroperíododesuperiorcalidad;otroenseguidanecioyarrastrado. Finalmente, Andrés, por medio de cierta sentencia original que lepareció haber leído, se puso sobre la pista y vino a comprender lo que aquelrevoltijo de cosas buenas y malas significaba. D. José estaba triturando unpreciososermóndeBordalue.Elpañoerasuperior,peroelzurcidodetestable.Noleparecíaasíalpárroco,queseguíapaseandososegadamenteporelcentro

delaiglesia,puestossusojosterriblesentodoslosrincones,dispuestoareprimircualquier irreverencia. No pasaba una vez por delante del púlpito que noasintiese con la cabeza a lo que su coadjutor estaba pregonando. Alguna vezllegaba hasta decir en voz alta: «Muybien, don José,muy bien.»Con esto elexcusadorseanimabahastaquererecharlasentrañasporlabocaapurosgritos.

Pero cuando la aprobacióndel cura se convirtió en entusiasmoy semanifestómás ostensiblemente fue cuando D. José comenzó a trazar la pintura de unanimalmonstruosoyhediendo:elrostropeludocomoeldeunmico,elhocicoapuntadocomo lahiena, losojoshundidosyatravesados, los labioscolgantes,lasgarrascomolosogros...Elcuranocomprendióalpronto.Enpie,delantedelpúlpito,seguíacongrancuriosidadlaspalabrasdelexcusador,haciendoinútilesesfuerzosporadivinaraquiénserefería.Alcabovinoaaveriguarlo,cuandoelexcusadorpusoasumonstruoungorrofrigiosobrelacabeza.—¡Ah, sí, Garibaldi—exclamó lleno de alegría!...—Muy bien, muy bien...

¡Duroenél,D.José,duroenél;duroenesepillo!...Y emprendió de nuevo su paseomurmurando injurias contra el enemigo del

Papa.D. Josésiguió tambiéndándoleduro,como leaconsejaban,porunbuenrato.Despuéspasóaotroasuntoypor fin terminódeseando lagloriaeternaatodoslospresentes.Cuandolagentesaliódelaiglesiaerayaanochecido.Andrésseemboscópor

las cercanías, y cuando atisbó a Rafael abocole con las debidas precaucionesparanosernotado.Elchicosemostróacortadoycomodescontentodeaquellaconferencia. Hacía ya tiempo que no oía a su padre más que maldecir delseñorito madrileño. Además, él había sido la causa de que le subastasen lasvacas.Así que cuandoAndrés le propuso llevar un recado a su hermana, dijoresueltamentequenoseencargabadenadaytratódeapartarse.—Esperaunpoco,Rafael...YomevoymañanaparaMadridynovolverémás

porestatierra...Peroantesdemarcharmequisieradeciradiósatuhermana...¿Atíqueteperjudicaesoniatupadretampoco?...Yolohago,porquelapobrenocrea que la desprecio... En cuanto me vaya quedaréis en paz. Tu tío sedesenfadaráyosdarádinerootravezparacomprarlasvacasysecasarácontuhermana...Elchicoguardósilencio.Andréscomprendióquedudabadesupartida.—Sipiensasquenomemarchopuedespreguntárseloalcriadodemitío,que

bajóhoyelcaballodelmonte...Ycomoviesequevacilabasacódelbolsillounamonedadeplatayselapuso

enlamano.—¿QuéquierequeledigaaRosa?—Quecuandooigasilbarestanocheenlacalle,bajealacocinaymeabrala

puerta.—¿PeronovequeduermeÁngelaconella?

—Ya lo sé... puede salir del cuarto cuando todos estén durmiendo, sin hacerruido...Ángelatieneelsueñopesado...—Bien;yoselodiré...yluegoellaquehagaloqueleparezca.—Esoes:muchasgracias,Rafael.Elchicosealejósincontestar.Andrésentróenlarectoral,diolaúltimamanoasuequipaje,fuealacuadraa

vercómohabíabajadoelcaballo,ycuandollególahorasepusoacenarconsutío. Mientras duró la cena hablaron poco. Andrés estaba preocupado eimpaciente;sutíomostrábasetriste,yviendoqueelsobrinoloestabatambién,callaba, agradeciéndole esta tristeza, que creía originada por la marcha. Pocodespuésambosseretiraronasuscuartos.Elcuraledijo:—Puedesdormirapiernasuelta,Andrés.Yomeencargodellamartealahora.Envezdehacerloquesutíoleencargaba,saliósigilosamentedecasacuando

presumióquetodosestabandormidos,yenderezólospasoshaciaelMolino.La noche estaba fresca, como todas las de otoño en aquel país; el cielo

despejadoy cubierto de estrellas; la luna aúnno había salido.Al poner el piefueradecasa,elsosiegodelcampolerefrescócomounbañoycalmósufebrilimpaciencia. Bajó lentamente la calzada de la rectoral, atravesó el pueblodormidoyentróen laoscuracañada.Allí, apesarde lodiáfanodelambiente,caminócasientinieblas.Elruidomonótonodelarroyoquecorríaasuladoylaoscuridadleinfundieronmelancolía.Nopudomenosdepensarqueeralaúltimavezqueatravesabaaquelcamino,tantasvecestrilladoycontalalegríadurantealgunosmeses.Alverentreelfollajemarchitodelosárbolesblanquearlacasade Rosa, se sintió aún peor impresionado.Acercose cautelosamente a ella, seescondiódetrásdeunárbol, ymetiendo losdedosen laboca lanzóun silbidoagudoyprolongado.AsilbardeestemodolehabíaenseñadosuamigoCelestoen las correríasnocturnasquehicieran allá en laprimavera.Esperóbuen rato,fijalavistaenlapuertayeloídoatento;peronadavionioyó.Lanzósegundosilbidoytornóaesperar.Elalmaseledesmayóviendoquelacasaguardabasupaz de sepulcro. Tornó a silbar conmás fuerza. Entonces imaginó que oía unleveyvagorumordentrodeledificio.Todofueilusión;lapuertasiguiócerrada.«Vaya, murmuró con ira, abrochándose el gabán, ese granuja no ha dado elrecado;»yluego,contristeza:«Adiós,Rosita,yanovolveréaverte.»Ymuyasupesar,despuésdeaguardartodavíaunrato,comenzóaalejarselentamentedeaquellossitios,cavilosoyconelcorazónapretado.Aldarotravezsobreelpueblo,fuecuandosaliódesumeditación.Envezde

continuar hasta la rectoral, se sentó sobre unmadero que había delante de las

primeras casas. Sacó el reloj y vio que no eran más de las diez; y noencontrándose aún con deseos de acostarse, determinó de gozar un rato de lahermosura y serenidad de la noche. El fresco era demasiado vivo para estarquietomuchotiempo.Sepusoadarvueltasporloscontornosdellugar.Nosupocómofue;peroalasoncemenoscuartoestabadenuevodelantedela

casadeRosa,conlosdedosenlabocaylanzandounsilbidoquevibróagudoypenetrante en la estrecha cañada. Esperemos. No se oye nada. Nada. ¡Quéfastidio!Meparece...Sí;un rumorcasi imperceptible.Algomayor. ¡Ohdicha,abrenlapuerta!—¿Erestú,Rosa?—Chiiiis,nohablealto,D.Andrés...—¿Puedoentrar?—dijodesuertequenolooyómásqueellayelcuellodela

camisa.—Sí;muydespacito... ¡cuidadoconhacerruido!...Aguarde;déjemecerrar la

puerta... Va a tropezar con algo. Deme usted la mano; yo le llevaré hasta elescaño.Quedaron efectivamente en completas tinieblas.Rosa hablaba en falsete, tan

bajitoquesuspalabrassalíandelabocacomolevísimosoplo.Cogiódelamanoa Andrés y le guió suavemente hasta el escaño que había delante del hogar,donde tantas veceshabían formado tertulia en las tardesde lluvia.Se sentó, ytirandodelamanoaljovenleobligóasentarsetambién.—PenséqueRafaelnotehabíadadomirecado.Haceunahoraestuvesilbando

ahídelante—dijoélenfalseteysinsoltarlamanodesuamiga.—Bien leoí,bien leoí;peroestabaÁngeladespiertaynopodíabajar...Por

ciertoquemehizoreírcuandomedijo:«¿Oyes,Rosa?AhíestáJuaneldelatíaMaríasilbando.Querráqueleabra...Puesyapuedeaguardarsentado...—Sí,si,dije yo paramí, no estámal Juan de la tíaMaría el que silba.»Me hacía ladormida sin chistar, a ver si ella se dormía también; pero nada; ese pecadoparecíatenerortigasdebajohoy.Nocesabadedarvueltasyvueltas...—Puesporunpocomemarchosindespedirme.—¿Cómosindespedirse?—preguntóellavivamente,dejandoelfalsete.—¿PeronotedijonadaRafael?—No me dijo más que usted vendría esta noche a hablar conmigo, y que

silbaríaparaqueyobajase...Nadamás.—PuesyoledijebienclaroquemeibamañanaparaMadridyque...Advirtióunestremecimientoenlamanoqueteníacogidaysedetuvo.Rosano

dijounapalabra.Élguardósilenciotambién,ysearrepintiódehaberledadolanoticia así tan de repente. El temblor súbito de aquellamano halagó su amorpropio y le enterneció. Después de largo rato de silencio dijo ella con vozapagada,comosilefaltaseelaliento:

—Sientohaberleconocido,D.Andrés.Este,pensandoqueeraunarecriminación,seapresuróacontestar:—Yonopenséquetupadrellevaselascosasatalextremo...Mehandichoque

porpocotemataayer...—Nohagacaso:mepegóalgomásqueotrasveces.—Ydespuésdeunapausa

añadióconamargura:—¡Ojalámehubiesematado!—¿Quisierasmorir?—preguntóélconmovido.—Sí—repusoellafirmemente.—¡PobreRosa!—exclamóacariciandolamanodelaaldeana.—Tehecausado

muchodaño...perdóname...—¿Por qué?... Usted no ha tenido ninguna culpa, D. Andrés: he sido yo.

¿Quiénmemandaba hacer caso de usted? ¿No sabía demasiado que usted nopodíaserparamí?Yosoyunapobrealdeanayustedunseñorito...Biensabequeyono leescuchéalprincipio;peroustedsiguió tanhumilditoy tanbuenoquenecesitabaserdepiedraparanoquererle...cuantomás—añadióbajandolavoz—queustedsiempremegustómucho.—Nocreasquemevoyparasiempre:elañoqueviene,Diosmediante,hede

volver.Unavozquesonóarribalosdejóheladosdeespanto.EralavozdeÁngelaque

llamabaaRosa:—¡Rosa,Rosa,Rosaaa!Iba gradualmente alzando el tono. Después, como la casa era muy chica y

habíagransilencio,laoyerondecirporlobajo:—¡Madremía,sinoestáenlacama!Ydespuésgritarcontodalafuerzadesuspulmones:—¡Padre, padre! Levántese, padre; Rosa no esta aquí, Rosa no está aquí,

padre...Oyeron en seguida el golpede los talonesdel aldeano al echarse fuerade la

cama.Rosa, que apretaba convulsivamente lamano deAndrés conteniendo elaliento,alsentirloseestremeciófuertementeyexclamóconangustiadavoz:—¡Madredelalma,quevaaserdemí!Yambosporunmovimientosúbitoselevantarondelescañoydieronalgunos

pasoshacialapuerta.Almismotiempoescucharonarribarumordepasosyunavozásperaquedejaba escapar terribles interjeccionesy amenazas.Cuando lospasostomaronladireccióndelaescalera,Rosaexclamóacongojada:

—¡Quemematamipadre,D.Andrés;quemematamipadre!Yconrápidomovimientoseechófueradecasa,arrastrandoconsigoaljoven.Notuvierontiempomásqueparasalvarcorriendoladistanciaquelesseparaba

deunrecodoqueelcaminohacía.Tomásaparecióenseguidaconelcandilenlamanovomitandoinjurias.—¡Ahperra,perra!¿Tehasescapadocontuseñorito,eh?¡Yavolverásynos

veremoslascaras!Yseentróotravezenlacocina,sinhacercasodeÁngelaqueleinstabacon

muchaslágrimasygemidosparaquefuesenenbuscadesuhermana.

XV

Corrieronbuenespaciodesalados,creyendoquelosseguían.ElqueprimerosecansófueAndrés.—Es inútil correr—dijo poniendo una mano en el hombro de Rosa para

detenerla.—Nadienossigue.Volvió la aldeana hacia atrás el rostro, donde aún se pintaban el terror y la

zozobra, escuchó con atención un rato, y cerciorándose de que su padre no laperseguía, respiró librementey se fue serenando.Masal tropezar susojosconlosdeAndrés,turbosedenuevoysellevórápidamentelasmanosalpechoparasubirelpañolónquesehabíaechadoalbajara lacocina.No traíamásque lacamisa y una enagua.Al verse en aquella figura delante del joven sintió granvergüenza.Ambosquedaronconfusosuninstante,sinsaberquéhacernidecir.Ellafuelaqueprimerorompióelsilencioconvoztemblorosa.—Yomevuelvoacasa,D.Andrés...aunquemipadrememate.—¡Eso sí queno!—contestó él reteniéndola por el brazo.—Ahoranopuedes

volverdeningúnmodo.Esnecesarioqueantessetempletupadreunpoco...Siestanochepudierasdormirenotracasa,mañanaleecharíamosalgunosamigos...ytalvezlecalmaríamos...—Pero¿dóndevoyadormir?—¿Notienesningúnparienteenelpueblo?—AmitíoJaimenadamás.—¡Bribón!—murmuróeljovenconrabia.

Volvieron a quedarmeditabundos. Rosa levantó la cabeza con alegría: teníaunaidea.—MitíaEugeniaviveenMarín.Hacetiempoquenonoshablamos.Mipadre

hareñidoconella...pero¿quéimporta?—¿YdóndeestáMarín?—Aunaleguadeaquí,caminodeLada.—Vamosaallá—repusoeljovenresueltamente.Yecharonaandarabuenpasoporelangostocaminodelacañada.La noche estaba más clara. El disco de la luna asomaba grande, rojo,

inflamado, por encima de las montañas. El ambiente era diáfano. Corría unabrisafinayhelada,encajonadaentrelasparedesdelagarganta.Losfugitivosmarcharonunratoensilencio.Andrés,aturdidoporlasituación

singularísimaenquesehabíapuesto,noestaba,sinembargo,disgustado.Devezen cuandomiraba con el rabillo del ojo a su amiga, admirando la bravura deaquellachica,queen lance tanapuradomarchaba serena, confiándoseenél,yseguradesímisma.Noseoíamásruidoqueelqueelloshacíanalpisarlashojassecassembradas

porelcaminoyelmurmullolánguidodelriachuelo.Avecesunsoplomásfuertedelabrisalevantabasordorumorentrelasramasmediodesnudasdelosárboles.Elarroyoestabacubiertodeunabrumablancayespesa,porencimadelacualasomabansuspuntaslosjuncosyarbustosquecrecíanenlasorillas.Alaluzdelalunaestemantodebrumaresplandecíatanblancocomolanieve.Andrés observó, en una de sus frecuentes ojeadas, queRosa iba descalza, y

detuvoelpaso.—Nohabíareparadoenquevasdescalza,Rosa.—Tampoco yo—repuso ella mirándose tranquilamente a los pies.—Cuando

chicaandabamuchoasí:nosemehacenovedad.—No,nopuedesseguirdeesemodo:tevasahacerdaño.¿Quieresponertemis

zapatos?Lajovensoltóunacarcajada.—¿Sabequetendríagracia,D.Andrés,queustedfuesedescalzo?—Noserámásquehastalarectoral.Cuandopasemosporallíentraréysacare

misborceguíesdecaza...Vaya,póntelos,quemedasgustoenello...Laaldeanase resistiómucho tiempo,enbromaprimero,enseriódespués: le

parecíaunabsurdo.Andrésinsistíaconafán,acometidodeimpulsocaballeroso

y galante: mas no pudo vencer su obstinación. Entonces se detuvo y dijoresueltamente:—Nodoyunpasomássinoaceptas.Ella le miró sorprendida; pero viendo que, en efecto, no se movía, tomó el

partidodeaceptar.Eljovencortesanosedespojórápidamentedesuszapatos,lahizo sentarse sobre la paredilla del camino, arrodillose delante y la calzódelicadamente,gozosodedarunapruebadeestimaciónaaquellagentilcriatura,que tantas le había dado de constante afecto. Ella la recibió sonriendo,ruborizada y enternecida. Como Andrés tenía el pie chico, los zapatos leajustaronregularmente.Sepusieronenmarchadenuevo.Rosaprotestabaacadapasodeaquelcambio

tanextravagante;sedolía,confrasesquerevelabansincerapena,dequeAndrésfuese de aquelmodo indecoroso, exponiéndose a coger una enfermedad. Peroéstereíaymarchabadandobrincosparaconvencerladelafortalezadesuspies,vestidos solamente de un fino calcetín. Al fin ella calló. En vez de proferirpalabras,mirabaasuamigodevezencuandoconternurayadmiración.Andrés,que sentía sobre sí estasmiradas, las evitaba.Llegaron al pueblo, y envezdecruzarporél, lo rodearon;no fuesequealgúnvecinoanduviera todavíapor lacalle. Subieron después el camino de la rectoral. Al llegar a ella, el joven seentróconcautela, sacó susborceguíesydejóotravez lapuerta entornada, sinecharlallave.Algomáslejossesentósobreunapiedraysecalzó.—Ahorayatepuedodecir,Rosita,quemeibahaciendoundañoterrible.—¡Siesmástestarudo!—repusoellaconunamuecadeenfado.Emprendieron otra vez el camino con brío. Subieron otro poco más,

traspusieron la colina que cerraba por aquella parte el vallecito de Riofrío, ybajaronlacuestahastaquedieronsobreelrío.Elcamino,queeraelmismopordondemesesantesAndréshabíavenidodeLada, fue llanodesdeentonces.EljovencortesanopreguntóasucompañeradóndeestabaMarín.—Allá, después de un trecho, dejaremos el camino y tomaremos la cuesta.

Marínestádetrásdeaquelmontequeveamanoizquierda—dijoapuntandoconeldedo.El paisaje estaba bañado de luz. Los árboles resaltaban como en pleno día.

Comoaquelvalleeramásabierto,labrisadelanochenohabíadejadoreposarlabruma sobre el río: manteníala en las orillas formando dos blancas murallasgaseosas,pormediodelascualeselaguasedeslizabasuavemente,despidiendoreflejosplateados.Porencimaseextendíanlospardoscastañares,arraigadosenlas faldasde lascolinas.Allá, a lo lejos, cercade la luna, alzábanse lascimas

dentadasdelasmontañas,envueltasenfinísimocendalblanquecino.Elsosiegoy la hermosura de tal espectáculo despertaron en el alma deAndrés emociónsuave.Elmágicoatractivodeaquellanochepoéticaleprodujounasacudidadegozo: cruzópor su serun soploblandoyvoluptuoso,que le embargóalgunosinstantes, y en su corazón palpitaron ansias inefables, indefinibles. Volvió losojos aRosa y la halló hermosa y serena como el paisaje que tenía delante.Yacometido de súbita ternura hacia ella, la tomó una mano y la estrechódelicadamente. La joven volvió también el rostro. Sus ojos se encontraron ysonrieron.Después,cogidosporlosdedos,caminaronensilencio.Pocoapoco ibanacortandoelpaso.Alcruzarpordelantedeuncaserío, les

salió al encuentro un perro ladrando.Bastó queAndrés se bajara a coger unapiedra para que el can se alejase. Este suceso les sirvió de tema para charlaralgunos momentos. Andrés habló de un perro de caza muy hermoso que lehabían robado enMadrid. A Rosa le gustabanmucho los perros, pero no losqueríaencasaporquesupadre,cuandoeranviejosynoservían,loscolgabadeunacuerdaylosmatabaapalos.—¿Yporquélosmatadeesemodo?—preguntabaAndrés.—Para aprovechar el pellejo: todos hacen lomismo—respondió ella.—¡Qué

corazóntienenloshombres!Algomáslejosoyeronpisadasdecaballos,ysedetuvieron.Veníanhaciaellos.

Apartáronse un poco del camino y se escondieron entre los arbustos de lasmárgenesdelrío.Notardóenaparecerunarecuademulos:elarrieromontadosobreunodeellos.—EseltíoPedro,elmantequero—dijoRosaaloídodeAndrés.—¡Fortunaque

nonoshayavisto!Cuando la recua se alejó, salieron de su escondite y siguieron la marcha.

AndrésquisoinformarsedelafamiliaqueRosateníaenMarín.Éstalecontómilpormenores referentesaella.La tíaEugeniaerahermanadesudifuntamadre:estaba casada, pero elmarido andabaporSevillaganándose lavida: teníaunahijadelaedaddeÁngela,llamadaMáxima,yunhijoyamozotambién,queeraquien llevabaelpesode la labranza: estabanbiende intereses;pero eranmuyavarostodos,particularmentesutía:decíanqueelmaridosehabíamarchadoporno sufrir su miseria: por cosa de pocos reales en una cuenta de maíz, habíareñidoparasiempreconsupadre.Nianosotrossiquieranossaludacuandonosveenelmercado...Asíquetengomiedoquenomeadmitaensucasa—terminódiciendo tristemente. Andrés la tranquilizó acerca de este punto. Si eran tanavaros,condinerosearreglaría.

Llegaronal paraje enque era forzosodejar el camino llanoy tomar el de lamontaña.Dejáronlo,enefecto,ycomenzaronasubirporunsenderotrazadoenzig-zag entre los castaños. Dentro del castañar la sombra era espesa. Comollegaban del camino alumbrado por la luna, apenas veían. La oscuridad lesinfundiórespeto,yguardaronsilencio.Rosacomenzóamarcharmásdeprisa,dejandoatrásasuamigo.Ésteasuvez,

impresionado dulcemente por el misterio profundo del bosque y la agitaciónsilenciosadelospájaroseinsectosquepululabanporelsueloyelfollaje,aflojóelpaso.Allevantarlacabezaseencontrósolo.—Rosa,Rosa,aguarda.—Vamos,D.Andrés,camineunpocomás.Lavozdelaaldeanahizocorrerderepenteporsucuerpounestremecimiento

amoroso.Cuando se juntó a ella y le dio otra vez lamano,Rosa la sintió tanardiente y temblorosa que separó bruscamente la suya. No intentó de nuevotomarla,yprocurórefrenareltiernoyvagodeseoquecomenzabaaembargarle.Desdeestemomentohubomenosconfianzaentreellos.Salieronalcabodeloscastañares,ysedispusieronadoblar lacolinaqueles

separabadeMarín.Hacialacumbreestabadesembarazadadeárboles.Elterrenoeramásárido.Lalunalesalumbrónuevamente.Rosatornóasercomunicativayseaproximóasuprotectorrisueñayconfiada.

Perounrumorquecreyóadvertirdetráslahizoponerseseriadeprontoydetenerelpaso.—¿Nooyóusted,D.Andrés?Parecequevienegente...—Nooínada.Ambos quedaron atentos, silenciosos, sin pestañear siquiera. Después de un

rato,losdospercibieron,enefecto,confusorumordevocesalláabajo,entreloscastañares.—Vienenabuscarnos—dijolajovenempalideciendo.—Lopeor es—repusoAndrés, echando unamirada ansiosa a todas partes—

queaquínohaydondeesconderse.¡Estátandesnudoesto!—Alamanodeallá,encuantosebajaunpoco,hayunestablo...—Puesvamosalacarrera,aversilogramosdoblarelmonteantesdequenos

vean.Corrieronbriosamentehastaquedarembazados.Alfinconsiguierontrasponer

lacolina,ydeteniéndoseunpuntoa tomaraliento,bajaronotravezdecorridahaciaelestablo,quenodistabamuchodelacumbre.Lapuertaestabacerradaconllave.Losfugitivossemiraronacongojados,sin

saberquéhacer.Enmuchotrechoalaredondanohabíanadadondeguarecerse.Oíase ya formidable rumor de voces hacia la cumbre que acababande doblar.Rosa señaló con mano trémula al pajar. Andrés escaló la pared prontamente,apoyándose en las estacas que para subir había clavadas: tiró de la portillaenrejada de madera que lo cerraba, y la abrió sin dificultad. Desde adentroextendiólasmanosaRosa,queyasubía,yhaciendoungranesfuerzoconsiguiósuspenderlaycolocarlajuntoasí.El pajar estabamediado de yerba. Subieron por ella ayudándose con pies y

manoshastaponerseenlomásalto,ysedejaroncaerexánimesdefatigasobreelrústicodiván,quecrujióysehundiósuavementebajosupeso.Andrésapartólasyerbas que le cubrían la cara y miró por la ventana. Rosa hizo lo mismo.Esperaron.Al través de las toscas rejas veíase la vasta pradera, en declive, que habían

recorrido, iluminada por la luz nocturna. Abajo estaba limitada por algunosárboles,cuyascopasoscurascontrastabanconelcéspedbañadode resplandor.Allá,alolejos,blanqueabalacimadeunamontañaenelvaporluminoso.Desdeloaltodelcielo, la luna inmóvildejabacaersosegadamentesobreelpaisaje laondatibiadesuluz.Fuéronseacercandolasvoces.Elcorazóndelosjóvenespalpitabafuertemente.

Grandefuesupasmoyalegríacuandovieroncruzarpordelantedelaventanauntropel de hombres riendo y gritando. Rosa los reconoció en seguida: era unapartidademozosdeRiofrío:entreellos ibaCelesto,gesticulandoalegremente,coneldescomunalsombrerodefieltroenelcogote.Losamantesdejaronescaparunsuspirodeplacerysemiraronrisueños.—Yanomeacordaba—dijoRosa—dequemañanaeslafiestadeSantaTeresa

enMarín.Estosmozosvan a la hoguera. ¿Novioqué alborotado ibaCelesto,donAndrés?Yalrecordarlagrotescafiguradelseminaristariócontodasualma.Andrés,

porcontagio,tambiénsedejóarrastrarhacialarisa.Cuandolosímpetusseibancalmando, Rosa tornaba a despertarlos contrahaciendo los ademanes ridículosdelaprendizdecura;yparamejorfingirlosquitóelsombreroasuamigoyseloencasquetóenlaparteposteriordelacabeza.Asíestuvieronalgunosmomentos,entregados a una alegría infantil, completamente olvidados de la singular ycomprometida situación en que se hallaban. Sosegadas al cabo aquellas

avenidas,quedaronsilenciososyembarazados,nosabiendoquédecirse.Andrésfueelprimeroquehabló.—SihayhogueraenMarín,nopuedesbajarenesatraza,Rosa...Ellanocontestó.Ambosmeditaron.Eljoventornóadecir:—¿Sabes lo mejor que podíamos hacer?... Pasar aquí la noche... Mañana

temprano,yobajaríaalpuebloyavisaríaatutíaparaquetesubiesenropa...Tampocorespondiólaaldeana.Sentadasobrelayerba,conlacabezabaja,los

ojos extáticos y mordiendo una brizna de paja, parecía abstraída en gravemeditación.Andrésseaventuróalfinapreguntartímidamente:—¿Quédices,Rosa?La zagala alzó los hombros, y con los labios hizo unamueca expresiva que

significaba indiferencia y dolor al mismo tiempo. Andrés la comprendió, yapoderándosedeunadesusmanos,dijocariñosamente.—Notepongastriste...Veráscómomañanaloarregloyotodo.La joven siguiómuda. Al cabo de un instante, Andrés observó que por sus

mejillasresbalabanalgunaslágrimas.—¡Nollores,Rosa,nollores!—profirióconacentoconmovido;yrozandocon

loslabiossuoído,lepreguntó:—¿Esverdadquemequieres?—¿Puessinolequisiera—repusoella,apartándoledulcemente—estaríaaquía

estashoras?Al escuchar su voz, volvió a sentir el joven cortesano el mismo

estremecimiento amoroso que le había acometido algunosminutos antes en elcastañar.Unaemocióndeliciosa,unaesperanza tentadoradeplacer sacudió sucuerpo de los pies a la cabeza, arrollando y confundiendo como ola poderosatodos los restantes sentimientos.No quedómás que un deseo.Y sin acertar areprimirse, estrechó a la joven entre sus brazos brutalmente, aplicó los labiosardorososasumejillayconvoztrémulaledijo:—Dameunapruebadequemequieres...dameunaprueba.Rosa hizo esfuerzos desesperados para desasirse. Al cabo lo consiguió

arrojándole, con un empellón, de espaldas sobre la yerba, inerte, sin aliento.Después lemiró fijamente, con expresión tan triste ydoloridaque el joven sesintió conmovido.Alzose en cuanto pudo, y de nuevo se sentó a su lado consemblanterisueño,aunqueunpocoavergonzado.Dejó losmedios de fuerza, que con una aldeana son inútiles; pero inquieto,

febril, espoleadoporundeseoomnipotente, comenzóa ensayar conella todoslos recursos de su experiencia amorosa, losmil artificios delicados que habíaaprendidoenelcomerciodelasdamascortesanas.Latributó,unotrasotro,loshomenajes y acatamientos que saben rendir los amantes finos, las cariciasapasionadas, el testimoniodeunamor respetuosoen la apariencia, en realidadlibreydesvergonzado.La pobre Rosa, que había rechazado con denuedo las acometidas bruscas y

groseras, no tuvo fuerzas para resistir este género de ataque tan diferente, tannuevoparaella.Sunaturalezarústicayperezosafuedespertando,yalcaboserindió.Serindió,aturdidaporaquellahuidade lacasapaterna,conmovidaporlassúplicasyloshalagostiernosdeljovencortesano,embriagadaporelaromafrescodelhenoyelvahoespesoycalientequesubíadelestabloporlosagujerosabiertos sobre el pesebre. Los copos de yerba crujientes y delicados, querodeaban el nido abierto por sus cuerpos, fueron los cortinajes de su lechonupcial.Laluna, inmóvilenelespacio,queseveíaporlaventana,sulámparaveladora.

XVI

El sol había sucedido a la luna en el firmamento cuando los fugitivosdespertaron.Laluzentrabaatorrentesporlaventanadelpajar.Andrésseincorporóelprimerosobresumullidolecho.Rosa,alabrirlosojos,

se encontró con los del joven fijos en ella, y por unmovimiento instintivo devergüenzasetapólacaraconlasmanos.Élselasapartósuavemente,ylediountiernoyprolongadobesodegratitudenloslabios.Ellaseincorporóasuvez,yconsemblanteasustadodijo:—Vámonos,vámonos...puedevenirdeunmomentoaotroJosé...—¿QuéJosé?—ElhijodeltíoIndalecio...elamodelestablo.—¿Yaquéhadevenirahora?—Aordeñarlasvacasyecharlasfuera.Andrésquedóuninstantepensativo.—¿Sabes,Rosa—dijoal finsonriendo—que tengohambre?...Con loqueme

has dicho, me viene deseo de tomar leche... ¿Quieres que le ganemos por lamanoaJosé?La aldeana manifestó escrúpulos antes de cometer el hurto; pero Andrés

prometiódejaralgúndineroenpago,yquedó resuelto.Descolgáronsehastaelpesebreporunode losagujerosquehabía sobreél.Lasvacas, alver aquellosintrusosbajarapoyandolospiescercadesuscuernos,sacudieronconsustolascadenas que las sujetaban. El establo se hallaba bastante oscuro; sólo por lasgrietas de la puerta y por un ventanillo que la pared tenía penetraban algunosdelgadoshilosdeluz,enloscualesbailabaelpolvo.Andrésnosabíaordeñar;Rosasí,ydesdeluegosedispusoahacerlo.Masse

ofreció una dificultad: no tenían vasija. Buscaron y rebuscaron por todos losrincones del establo, y al fin dieron, allá sobre la viga, con unamuy tosca demadera.Rosa soltóunade las crías, que fuederechamente ameterse entre laspatasdelamadre,ycomenzóamamarconansia,dándolefrecuentescabezadaspara que la leche bajase.Los jóvenes contempláronla risueños.Al cabode unrato, Rosa la arrancó a viva fuerza de allí, y volvió a sujetarla al pesebre:despuéssepusoaordeñar,dándosemuybuenatraza.Cuandohubomediadoeljarro de madera, se lo ofreció a Andrés, pero éste negose a aceptarlogalantemente si antes ella no bebía. La leche caliente y espumosa dejó en loslabiosdeRosauncercoblancoamododebigote.Andrésseloquitó,riendo,conun beso. En seguida bebió lo que restaba. Aquel desayuno campestre lesinfundióalegría:sinsaberporqué,reíanalmirarse.Eljovencortesanosacóunamonedade plata y la echó en la vasija.A la aldeana le pareció undespilfarroescandaloso: la leche que habían tomado valíamuy poco; quisometérsela denuevo en el bolsillo; pero Andrés persistió en dejarla, y la dejó. Despuéssubieronnuevamentealpajar,yconvinieronenqueRosapermanecieseinmóvilybienocultaentrelayerbaporsiJosévenía,mientraseljovenbajabaalpuebloyavisabaalaprimaMáximaparaquelesubieseropa.Saltódesdelaventanaalsuelosinapoyarseennada,ysedispusoadescendera

laaldea,queestabaapoco trechodeallí,asentadaen la faldade lacolina.Lamañanaeraespléndidayfresca.Elsol,querelucíavivoyhermosoenelazuldelcielo, no bastaba a templar la brisa fina que llegaba de las montañas, dondealgúndíaqueotrocomenzabayaacuajar lanieve.ElvalledeMaríneramásestrecho que el de Riofrío, pero no menos risueño y ameno. Ofrecía, por laestaciónenquenoshallamos,un tonoamarilloque los rayosdel sol tornabanbrillanteydorado.Loscastañaresylosbosquesdehayas,consufollajegualdoyverde, semejabangrandes telas de brocado extendidas sobre los collados y lasmontañas.Losblancoscaseríoscolgadosaquíyallá,unosenfrentedeotros,se

enviabanunsaludomatinal.Entornodelaaldeahabíauncírculodeárbolesqueapenasledabansombraya.Alláenelfondobrillabacomouncristalelrío,entreelfollajemarchitodelasplantasacuáticas.Andréssesintióalegreysatisfecho,apesardeloscuidadosqueleimponíala

situación original en que se había colocado. Con la salud le había venido lafuerzaparaafrontarlosrevesesdelavida.Elsosiegodelcampo,obrandocomoun calmante sobre su excitado organismo, había logrado darle confianza en símismoyaplomo.Enaquelinstantegozabacomonuncadelaplenituddelavida:sucorazón latía firmeyacompasado: laalegríaque rebosabadelcieloyde latierrapenetrabaensusercomounbálsamofortificante.Bajóapasovivoporlahúmedapradera,despuéssaltóauncaminoqueibaendirecciónalaaldea.Latierra,cubiertadeescarchadurayseca,sonababajosuspies.Llegóalavistadelpuebloyloatravesóporelmedio.EramáschicoqueRiofrío,ynollanocomoéste, sinopendiente: lascasaspequeñasydesiguales,con toscoscorredoresdemadera, de los cuales pendían largas ristras de mazorcas de maíz queamarilleabanalsolcomopreciosostapicesdetisúdeoro.Enaquelinstantetodoeraanimaciónybulliciopor lascalles.Nosólo losvecinos, sinomuchagentellegadalavíspera,discurríaporellasalegremente,hablandoenaltavoz,riendoyllamándose a gritos. Debajo de los hórreos, descansando sobre tablerosimprovisados, había grandes zaques de vino bien repletos que no tardarían endeshincharse. Atados a las rejas de las ventanas estaban muchos rocinesenjaezadosdelosromerosqueacababandellegar.Loschicos,aspadosdentrodelos trajes nuevos que estrenaban, formaban numeroso grupo que girabaanhelante y respetuoso en torno del cohetero. Por encima de las doradasmazorcas asomaban la cabeza, adornadaya conpañuelosde colores chillones,lasjóvenesaldeanas.Algunosgalanes,decalzóncortodepanaychaquetaverdeoamarilla,platicabanconellasdesdeabajo,con lamontera terciadasobreunaorejaparamáspresumir.Algúnqueotroborrachomatutinoexcitabalarisadelagentequeandabacercaconsusgroserasocurrencias.Andréspasóporelpueblodespertandocuriosidad,nosorpresa,porquesolían

acudir a la fiesta,muy celebrada en los contornos, algunos señoritos deLada.RosalehabíadichoquelacasadelatíaEugeniaestabahacialasalida.Cuandose vio cerca preguntó porMáxima a una joven que se peinaba a la puerta decasa,delantedeunespejilloroto.—Allílatieneusted...¿Noveaquellamozadelpañueloblancoquelimpiala

ropaaunchico?...Esaes.Eljovensedirigióaella,yunpocoavergonzadolecontócómosuprimaRosa

habíahuidodecasa,aconsecuenciadeunapalizaqueelpadrelahabíadado,y

que se hallaba escondida en el establo del tío Indalecio esperando que lasubiesen alguna ropa, pues estaba medio desnuda. La prima mostrosecomplacienteydispuestaallevarleloquelehiciesefaltaenseguida.Andréslesuplicó que guardase el secreto y lo prometió. Quedaron convenidos en quemientrasellasubíaalestabloenbuscadeRosa,élsequedaríaenelpuebloparadisimular.Y,enefecto,comenzóapasearporlacalle,alintentodequeleviesen.Alcabo tropezócondospaisanosdeRiofrío,yentródebajodeunhórreoconellosabeberunacopa.CuandoleparecióqueRosayMáximateníanyatiempoparaestardevuelta,despidioseysedirigióacasade la tíaEugenia.Recibioleésta,queyaestabaenelsecreto,conlasatisfacciónhipócritayelservilismoquedespliega lagentedelcampoante losseñores.Rosaseestabaarreglandoenelcuartodesuprima.Laviejasedoliódelosmalostratosqueelpadreladaba,yrefirióaljovenlahistoriadetodoslosdisgustosqueconsucuñadohabíatenido,achacándolosalcarácterdíscoloyegoístadeéste:hablóconenternecimientodesudifuntahermana,quehabíasidomuydesgraciada:nosedioporentendidadela escapatoria ni de la clase de interés que su sobrina podía inspirar al jovencortesano.Alfin,presentoseRosa.Llegabavestidadenuevoconsayanegradeestameña que dejaba ver medias blancas y finas, delantal bordado de flores,dengue de pana, corales a la garganta, y ceñida la cabeza con un pañuelocoloradodesedacuyosflecoslecaíangraciosamentesobrelassienes.Máximahabíasacado,porvanidad,elfondodelbaúlparavestirla.Presentosesonrienteyroja como una amapola. Nunca le pareció tan linda a Andrés. El pañuelobermejo,pordebajodelcualasomabanlosrizosdeuncabellonegroybrillantecomoelébano,hacíaresaltarsurostrotrigueño,iluminadoahoraporunasonrisay encendido por el rubor. Clavó sus ojos en ella con expresión de gozo y desinceroafecto,comosihallaseaunaprendadelcorazónaquiennohubiesevistoenmuchotiempo,comosiRosafuerayaunserqueleperteneciese.Estamiradallegóhasta el fondodel almade la aldeana.No supieron qué decirse. Por fin,Andréspronuncióalgunaspalabrasincoherentessobrelobienquelesentabaeltraje de su prima. La tía Eugenia y Máxima los contemplaban sonriendomaliciosamente.A las once se celebraba lamisa solemne de la parroquia, y como ya habían

repicadolasegundavez,todosenlacasasedispusieronasalirparaoírla.LatíaEugenia,Andrés,Rosa,Máximay un sobrinito que tenían consigo se echaronfueradecasa,dejándolacerrada.Lagentequecirculabaporlacallecomenzóamoversetambiénendirecciónalaiglesia.Andrésmarchabadelante,conRosayMáxima.LatíaEugenialosescoltabadandolamanoalpequeño.Porelcamino,queeraquebradoyamenoymuysombreadodeárboles,comocasitodoslosde

la montaña, Rosa y Andrés no cesaron de hablarse con los ojos tiernamente,mientras los labios articulaban palabras insignificantes acerca de la fiesta, deltiempoode lahoguerade lanocheanterior.CuandoMáximasorprendíaentreellosalgunamiradacariñosa,bajabalavista,sonriendoconmalicia:mostrábasecomplacienteconexceso;lestirabadelalenguaparaquesedijesenamoresensupresencia;dabalevesempujonesaRosaparaqueseaproximasemásaljoven;leshacíapreguntasuntanticoimpertinentesquelosruborizaba;adoptaba,enfin,unaactitudprotectora,queAndrésencontrabamuychistosa.Enaquelmomento,el joven cortesano lo encontraba todo bello. Sus labios iban constantementeplegadosconunasonrisafeliz.La iglesiaeramásgallardaque ladeRiofrío,muybienenjalbegadita.Estaba

asentada sobre un descanso que hacía la falda de lamontaña: detrás tenía porescolta un vasto y hermoso castañar en declive. Como era tanta la gente queacudíaaoírlamisasolemne,éstasecelebrabaalairelibreenunaltarerigidoenla trasera de la iglesia. Los fieles la oían esparcidos debajo de los castaños.Debajodeloscastañoshabíatambiénunatribunaparaloscantoresformadaconcuatro bancos. El altar estaba protegido por un dosel o toldo formado concolchas:alaizquierdahabíancolocadounpúlpitoparaelpredicador.Andrés,Rosa,latíaEugeniayMáximasesentaronalasombradeuncastaño,

aguardandolamisa.Loscontornosdelaiglesiaofrecíangrataperspectiva.Losromeroshormigueabanpor todaspartesconmuchaalgazara.Algunosclérigos,con sobrepelliz, se movían aceleradamente entre el concurso, arreglando lospreparativos.Elgaiteroytamborileroocupabansusitiodehonorenlatribuna,yel cohetero, rodeado siempre de un enjambre de chicos, semantenía en lugarapartado conunhazde cohetes en la unamanoyunamecha encendida en laotra, grave, inmóvil, silencioso, bien persuadido de su alto y principalísimodestino.Salióporfinelclérigooficiante,seguidodeldiáconoysubdiácano.Lacasulla

y las capas pluviales brillaron al sol despidiendo vivos reflejos. Lamuchedumbreseacomodóparaasistiraloficiodivinocongraveyprolongadorumor, que fue poco a poco apagándose. Soltaron la voz los clérigos yaficionados de la tribuna. Detrás de los clérigos que celebraban, a guisa deayudante,vestidotambiénconsobrepelliz,manejandounenormeincensario,vioAndrésaCelesto.Sunarizrelucíaalaluzdelsolcomounaguindilla.La misa era larga y pesada. Andrés no lo advirtió. Mientras el sacerdote

oficiabaylamuchedumbreatendíaprosternada,susojosapenasseapartabandelos de Rosa, que muy a menudo los volvía también hacia él, húmedos yextáticos.Elsitioqueocupabaneramuyagradable.Descubríasedesdeallítodo

elhermosovalledeMarín.Corríaunfresquecilloligeroysanoqueagitabalosárboles. Las hojas marchitas se desprendían, giraban un momento y caíandespués como lluvia sobre el césped. Cuando el sacerdote elevó la Hostia, lagaita y el tambor tocaron con brío la marcha real, el hombre de los cohetesdisparóprofusióndeellosenun instante; lamuchedumbrese inclinóaúnmás,hasta tocar casi con la frente en el suelo. Andrés sintió un enternecimientosingular, y antes de levantarse, buscó a tientas la mano de Rosa y la apretósuavemente.Cerca de terminarse la misa, Celesto comenzó a hender trabajosamente la

muchedumbre arrodillada, dando a besar un escapulario. Cuando tropezó conAndrésy levioal ladodeRosa,nopudoreprimirunmovimientodesorpresa;pero al instante se recobró y les tendió el escapulario, que ellos besarondevotamente.Cuandotodohuboconcluido,Andrés,queconocíalaavariciadelospaisanos

en general y de los parientes de Rosa en particular, en vez de aceptar losofrecimientosdelatíaEugenia,lainvitóacomerenalgunataberna,juntamenteconMáxima,CelestoyD.Joséelexcusador,quehabíacantadoenlamisa.Porindicacióndelseminarista,muyversadoenestosasuntos,bajaronallagardedonPedro,situadoenelfondodelvalle,aunostrescientospasosdelpueblo.Eraunedificio rústico, que por un ladomiraba a la pomarada y por otro a un vastocampoderegadío,enelcual,porserelúnicositiollanoydespejadoquehabíacerca, celebrábase la romería, con permiso de su propietario. Como había yaalgunagentedentrodellagar,Andréspreguntóalatabernerasilespodíanservirla comida en la pomarada. Respondió que sí, y acto continuo se colaron derondón en ella. Mientras la recorrían de un cabo a otro para hacer tiempo,Celesto, llamandoaparte aAndrés,quiso sonsacarley enterarsedelmotivodeestarallíRosa.Eljovenreplicóque,nopudiendomarcharseaqueldíaporestardescalzoelcaballodesutío,habíavenidoalafiestadeMarín,dondesehabíatropezadocasualmenteconRosa.Miroleelseminaristacomodiciéndole:¡amíconesas!perosecallórespetuosamente.Sentáronseparacomerdebajodeunmanzano,cuyasramas,pendienteshasta

tocarconlaspuntasenelsuelo,formabanunaglorietanatural.Andréssetendióal ladodeRosacomoamanterendido,aprovechandotodaslascoyunturasparadecirlealoídopalabrasazucaradas.Lajovenescuchábalasaturdida,embelesada,los ojos húmedos, las mejillas encendidas: gustaba con delicia aquella miel,percibiendo,noobstante,undejoamargoenelfondo,porelvagopresentimientodelasdesgraciasquelaamenazaban.La tabernera les sirvió una fuente enorme de jamón con tomate. Todos la

atacaron ardorosamente. Andrés, después de hacer plato a Rosa, se sirviótambiénconmanolarga.—¿Se acuerda usted, amigo Celesto—dijo metiendo un buen pedazo en la

boca,—de cuando usted me compadecía por no poder comerme un plato dejamóncontomate?—Hombre, es verdad—repuso el seminarista levantando los ojos con

admiración.—¡Parecementiraloqueustedhacambiado,D.Andrés!Todos le felicitaron.Comieronalegremente;corrióbastanteel jarrodelvino;

Andrés bebía sidra embotellada: cambiáronse muchas pullas entre Celesto,Máxima,Andrésyelexcusador.El follajeamarillentodelpomarquebraba losrayos del sol. La brisa de la montaña los templaba. Respirábase un ambienteembalsamadoporelaromadelayerbaydelasmanzanasapiladas.Laalegríaseapoderó de todos.Rosa, que había sonreídomelancólicamente hasta entonces,recobró su carácter bullicioso. Cuando terminaron, ella,Máxima y Andrés sepusieron a retozar entre los árboles, persiguiéndose con gritos. Sentábanse adescansarbreves instantes formandogrupodebajodealgúnárbolyenseguidatornabanaljuegoconmásardor.Habíanentradoenlafincaalgunospaisanosdelosquebebíanenellagar,para

seguirhaciéndoloencompañíadelexcusadoryCelesto.LatíaEugeniacharlabacon la tabernera algomás lejos. Al cabo de un rato había estallado ya fuertedisputametafísicaentredonJoséyelseminarista,quelosaldeanosescuchabanboquiabiertos. Versaba sobre la diferencia que existe entre la sustancia y elatributo,lascosasqueexistenperséylasquesóloexistenconrelaciónaotras.Los campeones sostenían encendidos, encolerizados, sus opiniones, tomandocomoejemploparaladefensalosobjetostangiblesqueteníandelante,eljarro,losvasos,lostenedores.Tantosefueenredandoladisputaytanaltasfueronlasvoces, queAndrés y sus amigos se acercaron.Y pasando de lo abstracto a loconcreto, llegaron a proferirse de la una y la otra parte palabras insultantes yfeas.Porúltimo,sonóunabofetada.HubodatosalinstanteparacreerquequienlahabíarecibidoeralamejillaizquierdadeCelesto;elcual,lejosdepresentarladerecha, como aconseja el Evangelio, se fue sobre el diminuto eclesiástico,iracundo y encrespado, y seguramente le hubiera causado algún gravedesperfectoconsusmanossacrílegasanohaberletenidoAndrésylospaisanos.Contodo,mientrashacíainútilesesfuerzospordesasirse,anunciabaverbalmentesu intención irrevocable de cortar las orejas al excusador. Éste, muy pálido,parecíamanifestarporlobajo,confrasescortadas,quenoconsiderabasuficientela corrección infligida, antes bien juzgaba de absoluta necesidad un razonablesuplementodepuñadasquecompletaselaobracomenzada.

Sin embargo, los anuncios pavorosos de Celesto no tuvieron inmediatocumplimiento,graciasalaintervencióndelosbebedores.Alcabodeunrato,elseminaristayelexcusadoreranlosmejoresamigosdelmundo,yseabrazabanybesabantiernamentevertiendolágrimas.Andréssealejódelgruporiendo,ysepusodenuevoajugarconRosayMáxima.Elsolhabíatraspuestoyabastanteelmediodía.Máximapropusoquesaliesena

dar una vuelta por la romería. Andrés y Rosa accedieron gustosos. El campoestaba animado sobre todo encomio: aquí danza, allí fandango, en otro ladomerienda. La muchedumbre bullía por todas partes con ruidosa algazara.Nuestrosjóvenescruzaronporelmediolentamente,parándoseacontemplarlasdanzasolasmesasdeconfites,dondeAndrésconvidabaasuscompañeras.Lagente los miraba con curiosidad. Andrés, que se había despojado del gabán,vestíachaquetacortayceñida,pantalónestrechoysombrerohongo.Desuerteque,conunñudosogarroteen lamano,másparecía jándalo recién llegadodeJerezqueelpoetadelicadodelossalonescortesanos,yformabaconRosamuylinda y concertada pareja. Aquélla marchaba a su lado con inocente orgullo,risueñayfeliz,comounanoviaquevienedelaiglesiamostrandoasuesposo.Éltambién iba justamente pagado de ella: no veía en todo el campo moza másagraciadanidemásalegregusto.Pero,sinsaberquiénlatrajera,yahabíacorridolavozporlaromeríadeque

Rosasehabíaescapadodecasaconelseñoritoquelaacompañaba.Yestofuecausa de que tanto los mirasen y tanta sonrisa maliciosa advirtiesen en losrostrosentornadoshaciaellos,que, enojadosymolestosal cabo,determinaronvolversea lapomarada.Máximaarrastróconsigoa algunasde susamigasyavariosmozos con ellas. Llamaron después a un ciego que tocaba el violín, ydebajodelospomares,sinservistosdelagente,armaronunanimadobailecercadel grupo de bebedores, donde Celesto y el excusador aún seguían dándosemutuas satisfacciones. Nuestro joven, tocado de la común alegría, alborotó yenredómásqueninguno;bailóconRosaelfandango,locualhizoreírnopoco,pues echaba las piernas al aire de modo harto original. Rosa experimentótambién la embriaguez del bullicio y mostrose en su verdadero ser, risueña,graciosa, picaresca.De vez en cuando, no obstante, cruzaba por su rostro unasombra:poníasederepenteseriaypálida,yclavabalosojosconobstinaciónencualquierobjeto.Andrés,encuantoloadvertía,procurabadistraerla.En uno de los ratos en que juntos se sentaron sobre el césped a descansar,

vieronllegarmuydeprisaydemudadaalatabernera,quecuchicheóuninstanteconCelesto. Éste se vino acto continuo haciaAndrés y, llamándole aparte, ledijo:

—D. Andrés, es necesario que usted se escape en seguidita... Están ahí losguardias...—¿Aprenderme?—Meparecequesí,señor.—Puesyonomeescapo—replicóel jovencon resolución.—Nohecometido

ningúndelito.—D.Andrés,porlosclavosdeCristo,seesconda...Mireustedquenosabealo

queseexpone.Estospaisanossonmuyladinosylevanaarmarunatrampa.—Nada,nada;nomeescapo.Atodoesto,Rosasehabíaacercado,sospechandodeloquesetrataba,ycon

vozanhelanteytemblorosacomenzóadecirle:—Escóndase,D.Andrés,escóndase...¡PorlaVirgenSantísimaseesconda!...Detrásvinieronalgunospaisanosy, enteradosdel caso, le rogaron lomismo.

Unodeellosllegóadecirle:—Véngaseconmigo,D.Andrés; saltaremosaeseprado,yyo le llevaréaun

sitio donde esos perros pachones no den conusted... Por la noche se puede iradondeguste.Perotodaslasinstanciasfueroninútiles.Eljovenseobstinóennomoversedel

sitio.Alcabo,lostricornioscharoladosdelosguardiasbrillaronalláenlapuertadel lagar y avanzaron por entre los árboles. Andrés no pudo impedir que sucorazón latiesemás de prisa. Detrás de los guardias venía Tomás, que se fuequedandorezagado.Eljovenseadelantóypreguntóaunguardia:—Vienenustedesaprenderme,¿verdad?—¿EsustedelSr.D.AndrésHeredia?—Servidor.—Puessí,señor;traemosordendedetenerleydeentregarasupadrelajoven

quesehaescapadoconusted.—Bien;estoyasudisposición.YdirigiéndoseaRosa,que sollozabaperdidamente enbrazosdeMáxima, le

dijoentonoafectuoso:—Notengascuidado,Rosita;nosvolveremosaverpronto.Los guardias hablaron un instante con Tomás para indicarle, sin duda, que

podíadisponerdesuhija.DespuéssedirigieronaAndrésmuyfinos.—Cuandoustedguste,caballero.

—Vamosallá...Adiós,DJosé...Celesto,hágameelfavordeavisaramitío...Hastalavista,señores.Loscircunstanteslevieronmarcharconasombroytristeza.Antesdeentraren

el lagar tropezó con Tomás. El paisano bajó la vista ante la mirada fija yprovocativadeljoven.En la romería la gente estaba ya enterada del suceso; así que todos

suspendieron los bailes y danzaspara verle pasar.Andrésmarchaba charlandoconlosguardias,afectandoindiferencia.Cuandohubopasadopordelantedeunadanza, aunaaldeana se leocurrióentonarcierta copladeunantiguocantodeaquellacomarca:

Simellevanprisionero,Nomellevanporladrón:MellevanporqueherobadoAunaniñaelcorazón.

Andrésnopudomenosdesonreír,yvolviendoelrostrohaciaaquelsitiohizounsaludoconlamano.Loscivilestambiénsonrieron.Despuésquesalierondelaromería,caminaronlavueltadeLadapordistintos

parajesdelosqueeljovenconocía,salvandouncolladoymarchandodespuésacampotraviesabuentrecho.Lada,sinembargo,estabaporallímáscercadeloqueélpresumía.Llegaronenelmomentomismoqueanochecía.Duranteelviajelos guardias tratáronle muy cortésmente, dejando traslucir que no concedíanimportanciaalgunaasudelito,yquesospechabanquetodosequedaríaenaguadecerrajas; peronoconsiguióhacerlesdecir siTomáshabía estadoenLadaadenunciarlo.Dejáronloenlacárcel,alojadoenelmejorcuarto,queeratodavíamuysucioy

destartalado. El alcaide le trató con respeto y amabilidad, sabiendo, como losguardias, que el detenido no era ningún criminal. Como estaba rendido de lanocheprecedenteydelasemocionesdeldía,seacostóvestidosobreelcatrequele dieron, y durmió unas cuantas horas profundamente. Por la mañana muytempranoyaestabaallísutío,quehabíasalidodeRiofríoantesdelamanecer.—¡Perohombre!...¡perohombre!El jovennosupoquécontestarybajó lacabeza.Afortunadamenteno fueron

másallálasrecriminacionesdelcura.Inmediatamentecomenzóahablardelosmediosdesacarledelacárcel.Teníasuplanformado:iraveraljuezydecirlequiénerael reoy todoloquehabíapasado.Yenefecto,así lohizo.Entoncessupoqueel tíoTomáseraquienhabíadenunciadoaAndréscomoraptordesuhija Rosa. El juez, en cuanto averiguó que el joven detenido era hijo de un

antiguo ministro del Tribunal Supremo, a quien conocía de nombre, escritorpúblico y hacendado, se apresuró a venir a tomarle declaración. Después,mediantefianza,decretólaexcarcelación.—Ea,yaestás libre—ledijo su tío llevándolea almorzar aunaposada.—Lo

queimportaahora,demoniodemuchacho,esquetemarchescuantoantes...Lodemás,meentiendeusted,corredemicuenta...Yomeencargodeprobarquenohahabidotalrobonitalescalabazas...Así se hizo. Aquella misma tarde Andrés subió de nuevo a un coche del

ferrocarril minero, pernoctó en la capital de la provincia, y con veinticuatrohorasmásdeviajeseplantóenMadrid.

XVII

¡Quégordo!¡quémoreno!¡quécambiadoestáusted,amigoHeredia!¿Dóndesehapuestousteddeesamanera?Por donde quiera que iba, llegado a la corte, escuchaba estas o semejantes

exclamaciones.Losamigos leabrazabanconefusión; lasamigasadmirabansuporte varonil, aunque no faltó quien dijo que veníamás ordinario; porque losgustossonmuyvarios.Nohayparaquéasegurarquelastalesexclamacioneslesonabanbien.Durante

algunosdíasgozódelasorpresadesusamigosyconocidos,paseandocomoentriunfosurostroatezadoporlastertuliasyteatros.Entródenuevo,ycongusto,en lavidaanimadadeMadrid.Como traíaprovisiónde salud,acudióprestoatodoslosparajesdondeserindecultoalplacer,anudóantiguasrelaciones,tornóaescribirenlosperiódicosyaleerpoesíasenlossalones.Pasadoslosprimerosmomentos,enqueapurótodaslasemocionesplacenteras

que la corte le ofrecía, después de su voluntario apartamiento; cuando estasemocionessegastaronyelespírituquedóenreposo,acudiolemásamenudoelrecuerdodeRiofríoyde sudevaneoconRosa.Alprincipioprocuróahogarlo,aturdiéndoseconocupacionesyrecreos;yloconsiguió:despuésyanopudo.LaimagendeRosaselerepresentabatristeydolorida,padeciendolascrueldadesdesu padre, que, después de lo pasado, serían, a no dudarlo,muchomayores.Ycomenzó a punzarle el remordimiento, particularmente en ciertos momentos,cuandosequedabasoloencasaolavistadelosárbolesylasfloresletraíaala

memoria lahermosacampiñade lasBrañas.Habíaescritoa su tíoparaque leenterase de lo que allí acaecía en su ausencia, y no acababa de recibircontestación.Ciertamañana,porfin,almorzandosoloenelcomedordelafonda,le trajoelcamarerounacarta.Encuantovioelsobreseapresuróaabrirlaconmano trémula. Su tío le decía que el proceso seguido contra él no tendríaconsecuencias; que Tomás había hecho cuanto pudo por enredarle ycomprometerle,perono lohabía logrado,porqueRosadeclaró repetidasvecesque se había huido de casa por miedo de sus castigos, no por instigación deAndrés.Estasdeclaracionesencendierondetalmodolairadelmolinero,queundía faltó poco para matarla a golpes. El pueblo estaba indignado: algunosvecinosselohabíanrecriminadoduramente,peronohacíacaso.Porúltimo,elasuntoestabazanjado,porqueTomás,viendoquenosacaríanadaenlimpio,sevinoalasbuenasyseapartódelaquerellamediante5.000realesqueelcuraleentregó.Todoquedaba,pues,sosegadoporentonces.Podíavivirsin temor.Loquehabíahecho,sinembargo,eraunacalaveradademalgénero:habíadestruidolapazdeunafamilia.D.Fermín,alfinaldesucarta,lereprendíaseveramenteyconmuyjustasrazones.Cuandonuestrojoventerminódeleerla,quedómástranquilo.Encuantosalió

decasasefuederechamentealadeunbanqueroygiró,alaordendesutío,eldinerodelproceso.Despuéshizo loposibleporolvidaraquellos sucesosenelbulliciodelavidamadrileña;peronoloconsiguióenmuchosdías.Alcabodealgún tiempo, sinembargo,el recuerdopunzantede susamores idílicos se fuesuavizando, haciéndose más dulce y melancólico; se transformó en un sueñopoético,quesolíaacariciarleenlosinstantesdemalhumor.Alostresmesesdesuregresohabíacaídoyaenlamismavidaperezosa,estéril

y antihigiénica que antes de irse a lasBrañas.Despierto, parabamuypoco encasa: en cambio dormía un número crecido de horas, lo cual le ocasionabafrecuentes disgustos con el cocinero y criado del comedor. Los almuerzosdurabandesdelasnuevehastalasdoce.Nuncapudocumplirconestepreceptodelreglamentointeriordelacasa.Almorzabaalauna,alasdosyalgunasveceshasta las tresde la tarde.Elsueñoleembargabapor lamañana,el letargomásbien,porqueeraunverdaderoletargoelquesentía,uncansancioincomprensibleque le privaba de todas las fuerzas. Cuando por las instancias del criadoconseguía levantarse, todavía leduraba largo ratoesta languidez:apenaspodíatenerseenpie;bostezabaamenudoydaríacualquiercosaportornarnuevamentealacama.Poco a poco se fuerondisipando los colores de susmejillas, pormás que el

organismo no parecía resentirse. No obstante, pasados algunos otros meses,

comenzódenuevoasentiralgunamolestiaenelestómago:empalidecióaúnmásyenflaqueció.Achacoloaldesarreglodelashorasdedormirycomer.Noledioimportancia:siguióhaciendolamismavida.PorestetiemporecibiócartadesutíoenquelenoticiabacómoRosasehabía

escapadonuevamentedecasapornopodersufrirlosmalostratosconstantesdesupadre,quien laachacaba la ruinay lamiseriaenquehabíacaído.Sehabíamarchado aLada y estaba sirviendo en casa de unos señores ricos.Andrés seconmovió con aquella carta. Acudieron de golpe a su imaginación lasimpresiones de los seis meses de vida campestre; sintió algo parecido a lanostalgia, deseos vehementes de renovar los sencillos placeres que habíadisfrutado y anhelo de ver a Rosa. ¡Pobre Rosa! Por espacio de dos días suimagenlepersiguiósincesar:después,lasocupacionesyplaceresaqueestabaentregadoconalmayvidalafueronalejandopocoapocodesuimaginación.PasóelveranoenMadrid,porquenoosabairotravezaRiofrío.Loscaloresno

le probaron bien. En el invierno se recrudeció un poco su enfermedad delestómago; además, le acometió un catarro pertinaz que le hacía toser bastanteporlasnoches.Ycomosesintiesecadadíapeor,tomóelacuerdodeirseenlaprimaveraconunamigo,quelebrindóapasardosotresmesesenunafincaderecreoqueteníaenlamontañadeCataluña.Recobrose del estómago con la vida activa del campo; pero la tos siguió

molestándolebastante.Parahacerladesaparecer,porconsejodelosmédicos,sefueatomarlasaguasdePanticosa.Noconsiguióaliviarsenotablemente.Volvióenmediano estado aMadrid en elmes deSetiembre.Desde esta época ya nogozóundíadesalud;cadadíapeor,másflacoymáspálido.EnNoviembre lesorprendió un fuerte vómito de sangre que le hizo comprender lo grave de sudolencia.Todavíaanduvocercadeunmesporlacalle;perohabiéndolerepetidoconmásfuerza,sevionecesitadoaquedarseencasa.Ynovolvióasalir.Enunode losúltimosdíasdelmesdeEneroexpirabaenbrazosdedosamigosque leacompañaronfielmenteenaquellosúltimosyangustiososmomentos.

FIN

NOVELASDELMISMOAUTOR

————— PESETAS

ElSeñoritoOctavio,untomo.(Agotada) 3MartayMaría(ilustradaporPellicer),untomo.(Agotada) 3ElIdiliodeunenfermo,untomo 4Aguasfuertes(novelasycuadros),untomo 4José,untomo 3,50Riverita,dostomos 6Maximina(segundapartedeRiverita),dostomos 6ElCuartopoder,dostomos 6LaHermanaSanSulpicio,dostomos 6LaEspuma(ilustradaporAlcázaryCuchy),dostomos 8LaFe,untomo 4ElMaestrante,untomo 4

PUBLICADAENINGLÉS

(Próximaapublicarseenespañol)

ELORIGENDELPENSAMIENTO—————

LospedidosaD.VICTORIANOSUÁREZPRECIADOS,48

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