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Parroco y señor macate 1853 1893

Date post: 10-Dec-2014
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Alejandro SalinasAlejandro SalinasAlejandro SalinasAlejandro Salinas

PARROCO Y SEÑOR: GAMONALISMO EN MACATE PARROCO Y SEÑOR: GAMONALISMO EN MACATE PARROCO Y SEÑOR: GAMONALISMO EN MACATE PARROCO Y SEÑOR: GAMONALISMO EN MACATE (ANCASH) (ANCASH) (ANCASH) (ANCASH) –––– 1853 1853 1853 1853----1893189318931893

Seminario de Historia Rural Andina

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

Page 3: Parroco y  señor macate 1853 1893

© D.R. Parroco y señor: Gamonalismo en Macate (Ancash) – 1853-1893

Alejandro Marcelo Salinas Sánchez

© D.R. 1° edición Seminario de Historia Rural Andina

SEMI�ARIO DE HISTORIA RURAL A�DI�A – U�MSM

Rector: Manuel Burga Díaz

Directora: Nanda Leonardini

Director Fundador: Pablo Macera

Jr. Andahuaylas 348 Telf. (51-1) 428 – 0887 Lima 1

[email protected]

Lima–Perú, marzo 2005

Edición: Sara Castro García

Carátula: Gamonal macatino en Chuquicara (Huaylas), 1904 (Foto Colección Privada).

Contracarátula: Ficha de empresa minera “Macate A.M.C.” s/f (Colección Ernesto Melgar Salmón-Museo

Banco Central de Reserva).

Escaneo: Juan Zárate Cuadrado

Impresión: Miguel Pinto Huaracha

Depósito legal: 1501012005-1688

ISBN: 9972-9955-6-9

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“... las quejas que se elevan acerca de los abusos cometidos por algunos párrocos, la moralidad de estos y el servicio pastoral dejan mucho que desear en una parte de las parroquias; y esto se explica fácilmente si se toma en consideración la larga, triste y desordenada época porque ha pasado el país y la independencia casi completa en que viven en sus doctrinas, ajenos a todo espíritu de mansedumbre, de jerarquía y de disciplina”.

Félix Cipriano Coronel Zegarra Ministro de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia 1887

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Mapa de la provincia de Huailas Departamento de Ancachs – 1865

Fuente: Paz Soldán, Mariano Felipe. Atlas Geográfico del Perú. París, Librería de Fermín Didot Hijos y Ca., 1865.

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende reconstruir el escenario histórico donde fueron definiéndose los vínculos

socio-económicos y políticos en la zona norte ancashina durante el siglo XIX. Abordaremos este

proceso desde una perspectiva de larga duración con el fin de mostrar no sólo las repercusiones de

los cambios coyunturales, sino el sustrato inmanente en la mentalidad de los actores sociales.

Definido así nuestro marco metodológico los resultados de este ensayo no serán aún definitivos, y

sólo deben ser considerados como hipótesis sobre los mecanismos de cambio introducidos por el

sistema gamonalista en la sociedad republicana. El caso aquí estudiado tiene un carácter peculiar,

en tanto no se refiere a la típica microsociedad andina decimonónica, feudalizada y ajena al resto

del país. Esas condiciones eran extrañas al pueblo de Macate, pues estando ubicado en el extremo

norte del Callejón de Huaylas tuvo dos niveles de comunidad espacial: por un lado forma parte del

antiguo cordón de economías complementarias a Huaraz, pero a su vez busca su propio lugar en el

hinterland cuyo punto central estaba en Chimbote, y por ese conducto mantuvo permanentes

relaciones con la capital de la República.

Existen importantes estudios sobre el gamonalismo1 en la sierra central (Manrique, Mallon)

y sur (Burga y Flores Galindo, Hünefeldt), los cuales detallan las características de este fenómeno

referidos al monopolio de la propiedad territorial y el usufructo de la mano de obra indígena. Hay,

sin embargo, una menor historiografía para la región ancashina, si bien podemos decir que allí el

gamonalismo adquiere un aspecto acorde con el concepto clásico de entidad semifeudal. En ese

contexto, importa sobremanera la advertencia de Nelson Manrique acerca de que en el Estado

republicano el gamonal andino cumplió el papel de puente cultural entre el mundo occidental

modernista y el indígena tradicional. En una suerte de feudalismo indianizado estos rústicos

mandones sostuvieron un vínculo vertical y despótico sobre el campesinado indígena, pero con

ciertos rasgos paternalistas2. Por su parte, Burga y Flores Galindo ponen énfasis en el carácter

heterogéneo de los grupos gamonales repartidos en una variada jerarquía con respecto al poder

1 De acuerdo con Jorge Basadre, en 1863 el escritor colombiano José María Samper utilizó el término gamonal para

referirse “... al hombre rico de un lugar pequeño, propietario de las tierras más valiosas, especie de señor feudal de

parroquia, que influye y domina soberanamente en el distrito, maneja a sus arrendatarios como borregos, ata y desata

como un San Pedro en caricatura, y campea sin rival como el gallo entre las gallinas”. Basadre, Jorge. Sultanismo,

corrupción y dependencia en el Perú republicano, p. 22.

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económico y por ende a la capacidad de influencia política. Empero, en el fondo todos reproducían

un sistema de dominio servil que daba origen a una red de barrocas relaciones personales al interior

de las haciendas, y cuyas negativas consecuencias se expandieron al resto de la sociedad3.

Sarfatti y Bergman plantean una interesante analogía histórica en cuanto al papel social

cumplido por el corregidor y el gamonal en los siglos XVIII y XIX, en tanto ambos representan la

continuidad de un poder fáctico. En la sociedad colonial el corregidor tenía la facultad exclusiva

otorgada por la Corona para comerciar con los indios, y al mismo tiempo un mandato para actuar

como autoridad política y judicial en un territorio dado. Durante la República aunque las leyes

sancionaron desde un inicio el servilismo de las clases populares, en las comunidades del interior

las nuevas autoridades y los señores rurales preservaron su estatus dominante. De tal manera, que

el corregidor puede ser visto como el precursor del gamonal, y éste la figura auténtica de un

corregidor moderno4. Además el conflicto social en el mundo andino tuvo un carácter dual y

excluyente, porque identificaba ciertos rasgos étnicos con una realidad clasista determinada, en

tanto los terratenientes y gamonales eran blancos o aparentaban serlo, mientras los pongos y

yanaconas fueron siempre indígenas. El problema consiste, entonces, en comprender cómo se

articularon estos microgobiernos despóticos con la democracia formal republicana. La pugna

ideológica entre conservadurismo y liberalismo, la debilidad del gobierno central y las cíclicas crisis

económicas influyeron sin duda en las opciones tomadas por los grupos regionales beligerantes.

Más aún durante la Guerra del Pacífico cuando insurge el nacionalismo como tercer elemento

integrador, los gamonales jugaran una serie de opciones en cuanto a la supervivencia y manejo del

Estado hasta ubicarse con ventajas dentro de la República Aristocrática post-bélica.

Desde mediados del siglo XIX, fortalecida la autoridad estatal, las elites provincianas

utilizaron los puestos burocráticos para legitimar su antiguo señorío sobre el pueblo campesino.

Quienes ostentaban mayor influencia gracias al control de crecidos cuerpos paramilitares y la

grosera maniobra de agentes y funcionarios intermedios podían negociar senadurías o diputaciones

con los caudillos de turno. Especial interés merece el análisis de los espacios de conflicto entre los

mandones locales y sus niveles institucionales legitimados en la Prefectura, subprefecturas,

gobernaciones y municipios. Sin duda la supervivencia del espíritu corporativo en estas formas

políticas hacía que su funcionamiento se asemejara mucho al de los organismos coloniales a pesar

de su sentido republicano. El cabildo preserva así los intereses del gamonalismo frente a los afanes

centralistas del Estado. Además, allí era más viable el ingreso de los sectores medios, dado que la

2 Manrique, Nelsón. Yawar Mayu: Sociedades terratenientes serranas, pp. 43-44. 3 Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República Aristocrática, p. 161. 4 Sarfatti, Magali y Bergman, Arlene. Stratification in Peru, p. 32.

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representación parlamentaria y los cargos del Ejecutivo estaban reservados para las aristocracias

provincianas vinculadas a los partidos limeños dominantes.

En medio de este sistema dominante ¿cuáles fueron los espacios de poder abiertos para la

Iglesia? Consumidos gran parte de los bienes del clero en la campaña independentista, los obispos y

párrocos sufrieron en las décadas siguientes una creciente merma rentística, circunstancia agravada

cuando el liberalismo de los 50 y 60 ataca los fundamentos jurídicos de los privilegios económicos

eclesiásticos planteando continuamente suprimir diezmos, primicias, capellanías y la

desamortización de su masa patrimonial. El empobrecimiento de los curatos trajo el relajamiento

moral de los doctrineros, quienes hallaron en el abusivo cobro de derechos parroquiales y el

desempeño de lucrativas actividades mundanas una sólida base para establecer feudos distritales.

Ejemplos sobre la difundida presencia de párrocos gamonales y corrompidos atiborran los legajos

de la Sección Capítulos del Archivo Arzobispal de Lima, y reflejan la terrible distancia entre los

nobles ideales espirituales de la Iglesia y el pragmatismo materialista de sus hombres.

Sin embargo, no fue sencillo para el poder civil provinciano aceptar la competencia de los

religiosos en el monopolio y goce de los recursos productivos y mano de obra indígena. Conforme

fueron forjándose alianzas entre los gamonales para repartirse el control de las nuevas

institucionales locales republicanas, surgieron ciertas desavenencias con las actividades económicas

permitidas al fuero eclesiástico. En medio de esta disputa se ubicaron los indígenas, cuya defensa

de derechos justificaba las acciones de ambos contendientes. El amparo formal del indio por las

leyes civiles estuvo orientado a eliminar los servicios personales prestados a los párrocos,

facilitando así su enganche en el circuito de las haciendas. La mala administración de los bienes

parroquiales y la necesidad de rebajar los aranceles eclesiásticos fueron desde entonces banderas de

lucha contra la Iglesia. A partir de este hecho la política se teñirá de clericalismo y anticlericalismo,

y en ese nuevo contexto, muchos párrocos no dudaron en tomar las armas para defender caudillos

conservadores como Manuel de Vivanco.

Es importante advertir la coexistencia paralela de una realidad regionalista cuya lógica

afirmaba cierta autonomía del gobierno nacional. En esos espacios las relaciones señoriales eran

fortalecidas por la mínima influencia del mercado y la escasez monetaria, y ello a su vez determina

el ejercicio del poder en pequeña escala por clanes familiares con raíces coloniales. Así, los

cuerpos edilicios cumplirán una tarea decisiva para canalizar los esfuerzos de las elites locales en el

montaje de la Nación como mancomunidad política5. Ello nos lleva a preguntarnos ¿cuáles eran los

intereses solidarios entre el centro limeño y la periferia gamonalista provinciana? Sin duda, la

5 Maiguashca, Juan. “El proceso de integración nacional en el Ecuador: El rol del poder central, 1830-1895”, p. 365.

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aristocracia capitalina comprendía la necesidad de convalidar en los municipios el dominio fáctico

de los señores locales, pero no se atrevió a establecer el sistema federal. Prefirió mediante otras

leyes, como aquella referida a la contribución indígena, respaldar la autoridad del gamonal

procedente de un dominio fáctico. Asoman entonces otras interrogantes sobre los reales efectos del

liberalismo en este sistema político, y los mecanismos usados por los párrocos y sectores medios

para insertarse en los señoríos locales y mejorar su estatus.

A inicios de la República, el Callejón de Huaylas comprendía un conjunto de estancias,

caseríos y tierras de pequeñas familias campesinas minifundistas. Desde los núcleos urbanos y

comerciales, las poblaciones blancas y mestizas organizaron los sectores agropecuario, minero y el

gobierno civil. La masa campesina llamada con desprecio “indiada”, estaba sometida por la “gente

decente”, y si bien la urbe y el sector rural mantenían sus propios códigos culturales, las relaciones

productivas integraban asimétricamente a estos sectores sociales dentro de la nacionalidad peruana6.

La estructura socio-económica ancashina presentaba así dos sectores contrapuestos: una extensa

masa de peones tributarios y una minoría de viracochas mineros y agroexportadores. Por entonces

la frontera agrícola ancashina abarcaba unas 160,000 Hás. repartidas entre 164 familias, con un

promedio de 970 Hás. por familia7. En ese contexto, los indígenas se hallaban muy lejos de la

ciudadanía, pues primaban las condiciones de patronazgo y clientelaje como normal social

consuetudinaria.

En estas páginas hemos deseado reunir y analizar la mayor cantidad de material

hemerográfico y de archivo que fundamenten todas las observaciones y críticas contenidas en ellas.

Esto no ha sido fácil si consideramos la amplitud de las fuentes primarias, por lo cual para

reconstruir un solo hecho ha sido necesario consultar de manera paralela varios fondos

documentales. Por ello, el mérito del trabajo historiográfico radica en el esfuerzo sumario y

sistematizador de los datos recogidos, aunque desde luego algunos temas se hallan mejor

documentados que otros. No podría ser de otra manera dado que cada registro nos lleva de

inmediato a un cúmulo de nuevas fuentes. En cuanto al estilo expositivo deseamos que sea sencillo,

pero no simplista. Del mismo modo, intentaremos desarrollar un esquema general, sin perder la

particularidad de los procesos y la individualidad de los hechos.

Este trabajo consta de dos capítulos: el primero, detalla el potencial productivo del distrito

de Macate, y las complejas coaliciones sociales y políticas establecidas entre los diversos sectores

del gamonalismo huaylino. En el segundo, analizamos los mecanismos usados por el párroco Julián

Durán para convertirse en el más importante gamonal macatino durante cuatro décadas (1853-

6 Stein, William W. El levantamiento de Atusparia, pp. 40, 43. 7 Alba Herrera, Claudio. Atusparia y la revolución campesina de 1885 en Ancash, pp. 15-16.

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1893). La azarosa trayectoria de este personaje revela el creciente laicismo del poder religioso en

los Andes. Este proceso no podría explicarse si lo disociamos de las condiciones creadas por la

semifeudalidad rural. Durán no implantó un modelo socio-económico, sólo supo aprovechar las

ventajas de su estatus sacerdotal hasta transformarlo en soporte ideológico de un señorío laico.

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CONCLUSIONES

El siglo XIX significa para la comunidad indígena la continuación del dominio socio-económico

bajo nuevas formas políticas. No puede considerarse empero, que hubo una situación inamovible,

pues la propiedad agraria constituirá un espacio de conflicto entre el Estado y la sociedad rural. La

conversión del campesino en ciudadano debía pasar necesariamente por la disolución de los

vínculos comunitarios sobre la tierra, y su acceso a ella como propietario individual libre del

ominoso tributo personal situándose así en el mismo estatus jurídico que el resto de la población8.

De esa manera, el campesino indígena encontraría un camino para insertarse en el modelo

productivo que en teoría iba a construir la República.. Pronto, sin embargo, por pragmatismo

económico y prejuicios étnico-culturales los viejos terratenientes encontraron en el gamonalismo la

forma más viable para darle un falso ropaje de modernidad a la vieja feudalidad.

En ese contexto, nuestras microsociedades andinas republicanas constituyeron espacios en

los cuales pequeños clanes familiares impusieron su dominio sobre hinterlands con cierta dinámica

regional, pero desprovistos de mecanismos capaces de articular un mercado interno que contribuya

a la modernización de las fuerzas productivas. Dentro de esta mentalidad señorial, los sectores

medios (comerciantes, mineros, etc.) y los párrocos hicieron de la servidumbre y el control de las

instituciones locales la base para articular sus relaciones políticas con la aristocracia limeña. El

caso de Macate revela toda esa compleja red de alianzas y pactos distritales, provinciales y

departamentales que sostienen la administración pública. Hubo sin embargo, serios conflictos en la

definición de actitudes colectivas frente al gobierno central. Basta con citar la coyuntura conflictiva

de los 50 entre liberales y conservadores para observar el grado de beligerancia que podía alcanzar

la participación del pueblo en la defensa de sus derechos apoyándose en las medidas efectistas

aplicadas por los movimientos caudillescos, como fue el caso de la abolición del tributo indígena.

En este punto conviene precisar ciertas etapas en el desarrollo del gamonalismo ancashino,

a partir del impacto causado por la política fiscal sobre la demografía. Como hemos visto hasta

mediados del siglo XIX se percibe una clara tendencia en la reducción de la propiedad territorial, y

por ende una limitadísima expansión de los sectores agropecuarios. Aquí no podemos dejar de

mencionar el creciente parasitismo de las haciendas huaylinas sobre las estancias indígenas,

8 Moscoso, Martha. “La Tierra: Espacio de conflicto y relación entre el Estado y la comunidad / Siglo XIX”, pp. 367-370.

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situación que hacía muy difícil la capacidad de recaudación tributaria. ¿Existió entonces una

mancomunidad de intereses entre el gamonalismo provinciano y la fiscalidad nacional diseñada

desde la capital?. En realidad asistimos mas bien a una enconada disputa por la sobreexplotación de

la fuerza laboral y la pequeña propiedad parcelaria, cuyo trágico final fueron los cíclicos

movimientos indígenas antifiscales. El desmantelamiento de las propiedades de la Iglesia

representa una transferencia de capital a manos de una nueva generación de gamonales9.

Iglesia y Estado convalidaron a su manera el soporte ideológico del gamonalismo mediante

políticas conservadoras basadas en el acceso restringido a la ciudadanía, y la reproducción de

formas serviles en su propio beneficio. De acuerdo con ello, la jerarquía eclesiástica mantuvo una

tensa relación por la defensa del fuero y bienes eclesiásticos frente a la secularización impulsada

por ciertos sectores liberales. El interés de los párrocos por controlar los colegios electorales, y su

defensa de los caudillos clericalistas, como lo hizo Julián Durán con Manuel Vivanco y Nicolás de

Piérola, revela que la ideología de Bartolomé Herrera pudo haber perdido la batalla en el Congreso,

pero se manifestaba cotidianamente en la actuación de los religiosos con su feligresía. En 1876 El

Comercio se preguntaba ¿por qué los párrocos tendrían interés en apoyar el movimiento pierolista?.,

y llegaba a la conclusión de que las razones podrían estar en que el caudillo civil representaba

entonces “las prácticas supersticiosas, los altos aranceles parroquiales”10.

El papel ideológico cumplido por la Iglesia en la construcción de la institucionalidad y la

ciudadanía republicanas es ciertamente complejo. Ideólogos como Herrera consideraban que el

acceso al cuerpo político, el ingreso a la civilización pasaba por una introspección del individuo en

cuanto a sus derechos y obligaciones con el Estado. Esa tarea moral sólo podían ejecutarla los

eclesiásticos, y por tanto los párrocos debían asumir la tarea de abrir los ojos del pueblo,

convirtiéndose así en tutores de la soberanía popular. El objetivo del conservadurismo será

entonces forjar una República católica con ciudadanos católicos guiados por el clero en la

construcción de la nacionalidad11. Sin embargo, las condiciones críticas de la economía

decimonónica mandarían esta tarea espiritual al desván de la conciencia religiosa fluyendo, en

cambio, un pragmatismo materialista.

El caso del párroco Durán en Macate permite rastrear paso a paso el surgimiento y

desarrollo de un señorío espiritual con sólidas bases materiales. Las circunstancias de

empobrecimiento de los curatos por la pérdida de diezmos y capellanías, abrieron un ancho campo

9 Tantaleán, Javier. Política económico-financiera y la formación del Estado / Siglo XIX, pp. 127-128 10 Editorial (El Comercio), p. 2. 11 Demélas, Marie Danielle e Saint-Geours, Yves. Jerusalén y Babilonia / Religión y Política en el Ecuador 1780-1880, p.

172.

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para la especulación productiva y comercial desde las parroquias. Pero ello no bastaba, pues

recursos sin poder efectivo hubiesen puesto a los párrocos a merced de los demás gamonales. Y es

allí cuando cada párroco estudia su entorno social y define su estrategia de dominio sin el más

mínimo escrúpulo, y con la mayor prevención toda vez que se enfrentaban a los vecinos notables de

los pueblos donde el destino o la decisión de sus prelados los había mandado. La lenidad de las

instituciones judiciales y los funcionarios públicos tuvo en los párrocos señores su mejor fuente de

alimentación. La modernidad introducida por las nuevas vías de comunicación (ferrocarriles) y la

consecuente presencia de capitalistas extranjeros terminó convertida en elemento en la lógica del

gamonalismo cercano a las economías del litoral. La hacienda serrana tuvo entonces que recluirse

en enclaves agropecuarios vinculados a capitales mercantiles que no afectaran sus viejas relaciones

feudalizadas.

En los años inmediatos a la post-guerra se produjo una intensa confrontación entre las

autoridades nacionales y el gamonalismo ancashino motivada por el cobro de impuestos y control

de los patrimonios territoriales. La contribución personal generó además una creciente protesta

campesina, la misma que fue canalizada por pequeños y medianos hacendados y mineros, los cuales

quisieron convertir al Callejón de Huaylas en uno de los principales núcleos antifiscales. La

mayoría de estos gamonales habían pensado que apoyando a Andrés A. Cáceres iban a establecer

una mejor relación con el gobierno central, por oposición a la conflictiva política hacendaria de

Miguel Iglesias. El párroco Durán estuvo entre aquellos caceristas de ocasión, y no dudó en

participar liderando montoneras durante la rebelión de Atusparia, formando así parte de un amplio

movimiento político. Los gamonales plantearon entonces el problema como una limitación del

derecho de propiedad, pues los tributos eran confiscatorios y trastornaban su decadente sistema de

usufructo de la economía regional.

¿Cuáles fueron las estrategias empleadas por este párroco para mantener su señorío durante

cuatro décadas? Como hemos visto, Durán resistió inconmovible el paso de una decena de

gobiernos, desde el conservador Echenique hasta el populista Cáceres, gracias al uso de los viejos

mecanismos de dominación gamonalista, pero supo sobre todo actuar con pragmatismo adaptando

sus intereses e ideología a los cambios políticos del último cuarto del siglo XIX. Tuvo además

criterio oportuno para diversificar sus inversiones participando en todos los ramos productivos

(agricultura, minería y comercio), y estableció alianza con facciones locales para neutralizar a sus

enemigos y vencer en la disputa por el poder en Macate. Fue en ese sentido, un hombre que no sólo

cumplía con los rasgos típicos del gamonal en tanto era autoritario y al mismo tiempo paternalista,

sino que agregó a ello la influencia de su condición religiosa.

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Por diversas razones la burocracia eclesiástica republicana otorgó amplios márgenes de

autonomía a los párrocos provinciales. De esa manera, estos tuvieron facilidades para aprovechar

los mecanismos de movilización social que el sistema gamonalista había abierto para los señores

locales. Sin embargo, el señorío parroquial se sustentaba en una serie de prácticas abusivas y

cobros exagerados de derechos parroquiales, por lo que se mantuvo en permanente conflicto con la

comunidad cuyos reclamos constantes llegaron hasta el Arzobispado limeño . Lamentablemente, la

instancia judicial canónica pocas veces actuaba contra los párrocos infractores, y por eso los

gamonales prefirieron forjar alianzas para compartir con ellos su dominio fáctico en el mundo rural.

Sin duda, a lo largo del siglo XIX e inicios del siglo XX, los párrocos fueron los más

activos acaparadores de tierras y recursos comunales. Estudios de Jaime Urrutia revelan que en

dicho período ser párroco resultó, al parecer, una vía de acumulación similar a la de comerciante,

arriero o ganadero. Por lo demás, el párroco tuvo frente a las autoridades civiles la ventaja del

control ideológico ejercido sobre los indígenas. Este dominio se expresaba en amenazas y chantajes

ante las protestas de los comuneros, referidos a la negativa de enterrar a los muertos, bautizar a los

niños, realizar misas, etc. Los párrocos se muestran inflexibles y rapaces cuando se trata de obtener

las primicias de las comunidades, o aumentar arbitrariamente los aranceles eclesiásticos por sus

servicios. Resultaron así la punta de lanza del sistema de despojo permanente sobre los recursos

comunales, lo cual motiva numerosas quejas y rebeliones populares12.

12 Urrutia, Jaime y otros. “Las comunidades en la región de Huamanga, 1821-1968”, pp. 443-444.

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Í N D I C E

Introducción 11

Capítulo I. Espacio geográfico y contexto social 17

1.1 Macate. Tierra de estancias y minas 17

1.2. Iglesia, Estado y poder político 34

1.3. Gamonales, clubes políticos y elecciones 46

Capítulo II. Señorío religioso y gamonalismo 63

2.1 La violenta década inicial (1853-1863) 63

2.2 Auge y crisis del señorío (1864-1884) 68

2.3 Ocaso del párroco señor (1885-1893) 82

Conclusiones 91

Bibliografía 95

Documentos 107

Anexo documental 111

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