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Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos de la Baja … · Recibido: 02/03/2018....

Date post: 17-Oct-2020
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BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359 Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos de la Baja Edad Media * Walking among Ruins: Castilian Tabernacle-altarpieces of the Late Middle Ages FERNANDO GUTIÉRREZ BAÑOS Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid. Plaza del Campus Universitario, s/n. 47011 Valladolid [email protected] ORCID: 0000-0002-5352-2027 Recibido: 02/03/2018. Aceptado: 09/11/2018 Cómo citar: Gutiérrez Baños, Fernando: Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos de la Baja Edad Media”, BSAA arte, 84 (2018): 41-83. DOI: https://doi.org/10.24197/bsaaa.84.2018.41-83 Resumen: El desarrollo temprano del retablo dio lugar a diferentes soluciones. Una de ellas, centrada en las imágenes de culto que solían disponerse sobre los altares, consistió en albergar estas imágenes dentro de un baldaquino dotado de alas abatibles que permitían ocultarlas o mostrarlas según las necesidades litúrgicas. Se conoce a estos dispositivos como “retablos- tabernáculo”, los cuales contaron con difusión por todo el Occidente medieval. Este artículo indaga el desarrollo de estos retablos en Castilla, con especial atención a sus orígenes, evolución y rasgos propios con respecto a otros territorios. Palabras clave: retablo; escultura gótica; pintura gótica. Abstract : The early development of the altarpiece gave rise to different solutions. One of them, focusing on the cult images that were usually on display on the altars, consisted in housing these images in a baldachin with movable wings that made possible either concealing them or showing them in accordance with the liturgical requirements. These devices are the so-called ‘tabernacle- altarpieces’, widespread throughout the Medieval West. This article explores the development of these altarpieces in Castile paying attention to their origins, evolution and specific features with regard to other territories. Keywords: altarpiece; Gothic sculpture; Gothic painting. * Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Retablos-tabernáculo de la Baja Edad Media en la Corona de Castilla: estudio, documentación y difusión, referencia HAR2017-82949- P (MINECO/AEI/FEDER, UE), y en el G.I.R. IDINTAR: Identidad e Intercambios Artísticos. De la Edad Media al mundo contemporáneo. El estudio del retablo Wildenstein pudo ser realizado merced a una ayuda del plan de movilidad de personal investigador de la Universidad de Valladolid, cofinanciada por el Banco de Santander, de la que disfruté en 2013 en calidad de Visiting Fellow en el Index of Christian Art, Department of Art and Archaeology, de la Universidad de Princeton.
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  • BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos de la Baja Edad Media * Walking among Ruins: Castilian Tabernacle-altarpieces of the Late Middle Ages

    FERNANDO GUTIÉRREZ BAÑOS Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid. Plaza del Campus

    Universitario, s/n. 47011 Valladolid

    [email protected]

    ORCID: 0000-0002-5352-2027

    Recibido: 02/03/2018. Aceptado: 09/11/2018

    Cómo citar: Gutiérrez Baños, Fernando: “Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo

    castellanos de la Baja Edad Media”, BSAA arte, 84 (2018): 41-83.

    DOI: https://doi.org/10.24197/bsaaa.84.2018.41-83

    Resumen: El desarrollo temprano del retablo dio lugar a diferentes soluciones. Una de ellas, centrada en las imágenes de culto que solían disponerse sobre los altares, consistió en albergar estas imágenes dentro de un baldaquino dotado de alas abatibles que permitían ocultarlas o mostrarlas según las necesidades litúrgicas. Se conoce a estos dispositivos como “retablos-tabernáculo”, los cuales contaron con difusión por todo el Occidente medieval. Este artículo indaga el desarrollo de estos retablos en Castilla, con especial atención a sus orígenes, evolución y rasgos propios con respecto a otros territorios. Palabras clave: retablo; escultura gótica; pintura gótica. Abstract: The early development of the altarpiece gave rise to different solutions. One of them, focusing on the cult images that were usually on display on the altars, consisted in housing these images in a baldachin with movable wings that made possible either concealing them or showing them in accordance with the liturgical requirements. These devices are the so-called ‘tabernacle-altarpieces’, widespread throughout the Medieval West. This article explores the development of these altarpieces in Castile paying attention to their origins, evolution and specific features with regard to other territories. Keywords: altarpiece; Gothic sculpture; Gothic painting.

    * Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Retablos-tabernáculo de la Baja Edad

    Media en la Corona de Castilla: estudio, documentación y difusión, referencia HAR2017-82949-

    P (MINECO/AEI/FEDER, UE), y en el G.I.R. IDINTAR: Identidad e Intercambios Artísticos. De

    la Edad Media al mundo contemporáneo. El estudio del retablo Wildenstein pudo ser realizado

    merced a una ayuda del plan de movilidad de personal investigador de la Universidad de

    Valladolid, cofinanciada por el Banco de Santander, de la que disfruté en 2013 en calidad de

    Visiting Fellow en el Index of Christian Art, Department of Art and Archaeology, de la

    Universidad de Princeton.

    mailto:[email protected]://doi.org/10.24197/bsaaa.84.2018.41-83

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    La importancia creciente del retablo es una de las características más

    significativas del arte de la Baja Edad Media.1 España contribuyó a este proceso

    mediante el desarrollo de los grandes retablos murales que se cuentan entre las

    realizaciones más ambiciosas del periodo. Por ello es por lo que estos retablos

    han sido objeto de especial atención. Esto, sin embargo, ha tenido como

    consecuencia negativa el que, especialmente en Castilla, apenas se atienda al

    desarrollo anterior de este mueble, cuando los materiales son escasos, dispersos

    y fragmentarios, por lo que se suelen comentar brevemente a manera de prólogo

    imprescindible para el estudio de los “auténticos retablos”, que son los del siglo

    XV.2 A un aspecto relevante del desarrollo del retablo en Castilla en el periodo

    antecedente al gótico tardío, con el que se terminará solapando y con el que

    acabará interactuando, se dedica este estudio, que, en cualquier caso, no

    pretende elaborar una teoría general sobre el desarrollo de este mueble en

    Castilla.3

    Le Pogam, con ocasión de la exposición de París de 2009 dedicada a los

    orígenes del retablo, define este como “structure placée à l’arrière et au-dessus

    d’un autel, porteuse d’un décor figuré voire historié”.4 Entre sus múltiples

    variantes se encuentran los que, siguiendo la terminología propugnada por este

    autor, denominaremos “retablos-tabernáculo”. Le Pogam los define como “des

    images peintes ou sculptées protégées para un dais, un baldaquin ou une

    construction plus complexe et fermée (en forme d’«armoire» ou dotée

    seulement d’un fond)”.5 Con anterioridad, Frinta los había definido como

    “Wooden tabernacles with movable walls formed by panels painted on both

    sides, or provided with polychromed reliefs on their interior faces. Their

    principle is a combination of devotional sculpture with narrative painting

    disposed on hinged panels”6 y Lapaire los había definido como “retables en bois

    consistant en un baldaquin qui abrite une statue et est muni de quatre à six

    volets pouvant l’envelopper entièrement”.7 Cada definición tiene un matiz

    diferente. La de Frinta es la más restrictiva. La de Lapaire no exige la existencia

    de un desarrollo narrativo en las alas abatibles. La de Le Pogam ni siquiera

    1 El análisis de los aspectos litúrgico-funcionales de los retablos, unido a la indagación acerca de

    sus orígenes, forma parte de los intereses de la historiografía reciente sobre la materia, que tiene

    como hitos más relevantes el coloquio de Groninga de 2006, v. Kroesen / Schmidt (eds.) (2009),

    la exposición de París de 2009, v. Le Pogam (dir.) (2009), o la publicación realizada con motivo

    de la restauración del retablo de Westminster, v. Binski / Massing (eds.) (2009). 2 Berg Sobré (1989): 133-136, se limita a subrayar la horizontalidad de los primitivos retablos

    castellanos, que relaciona con la tradición de los frontales; Kroesen (2009): 52-53, señala el

    carácter fragmentario de la información disponible, que, no obstante, sugiere un desarrollo

    moderado del retablo, limitado, acaso, por la pervivencia de la tradición de la pintura mural. 3 Un panorama general en Ara Gil (2002). 4 Le Pogam (dir.) (2009): 18. 5 Le Pogam (dir.) (2009): 18. 6 Frinta (1967): 104. 7 Lapaire (1969): 169.

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    exige la existencia de alas abatibles. En este trabajo, consideraremos requisito

    necesario la existencia, cuando menos, de alas abatibles, cualquiera que sea su

    desarrollo decorativo. Esto nos llevará a incluir el retablo-tabernáculo de la

    capilla real de la catedral de Sevilla y a excluir, en cambio, piezas como la

    imagen titular del monasterio cisterciense de San Andrés de Arroyo (Palencia),

    que, de acuerdo con la definición de Le Pogam, entrarían dentro de la categoría.

    Puede que las fuentes castellanas de época se refieran a esta tipología con la

    expresión capiella de fuste.8

    Estos retablos son importantes en Castilla no solo por su número (una

    treintena a día de la fecha, de la que se ofrece relación completa en el apéndice

    de este trabajo),9 sino también por su contribución general al desarrollo de esta

    tipología, que tendremos ocasión de ponderar en las conclusiones. Sin embargo,

    apenas se les ha prestado atención. En la mayor parte de las ocasiones lo que

    tenemos para su estudio son piezas fragmentadas, deterioradas, manipuladas…

    en paradero, incluso, desconocido. En definitiva, una colección de ruinas sobre

    la que hacer un erudito ejercicio de anastilosis que permita comprender estos

    sórdidos pedazos como parte importante de una historia apasionante: el

    desarrollo del retablo en los estados occidentales de la península ibérica.10

    Más

    8 Empleada en un inventario de la catedral de Salamanca de 1275, donde se reseña “Vna capiella

    de fuste pyntada” en el altar de San Nicolás y “Vna capiella pyntada” en el altar de San Lorenzo,

    v. Guadalupe Beraza et alii (2009): 503-510, núm. 357. En el testamento dado en Cantillana el 26

    de septiembre de 1437 por don Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla (obispo, anteriormente, de

    Salamanca), el prelado dispone “que se faga en cada una de las dichas capillas [a saber, las

    fundadas por el obispo en Salamanca en la catedral y en el colegio de San Bartolomé] una capilla

    de madera en que pinten en ella de buena pintura la estoria de Sant Bartholomé”, v. Roxas y

    Contreras (1770): 235-243. 9 No consideraré los retablos-tabernáculo de finales del siglo XV procedentes del convento de

    clarisas de Calabazanos (Palencia), conservado en el Museu Frederic Marès (núm. inv. 1070-

    1071), y del convento de agustinos de Villadiego (Burgos), conservado en el Museu Nacional

    d’Art de Catalunya (núm. inv. 200683-CJT), piezas ambas señeras, puesto que son obras de

    importación, aunque existen posturas encontradas al respecto. 10 Solo cinco retablos-tabernáculo castellanos de la Baja Edad Media se han conservado en un

    estado de aceptable integridad: ejemplares de Castildelgado, de Fuentes de Nava, de Yurre, de

    Zuazo de Cuartango y el que aquí llamaremos “retablo Chiale”. El de Castildelgado (Burgos),

    conocido desde 1950 y conservado desde poco después en el Museu Frederic Marès, es el que ha

    tenido más proyección nacional e, incluso, internacional, por su calidad, por su integridad y por su

    presencia en destacadas exposiciones. El de Fuentes de Nava (Palencia) fue recuperado en 2017

    de la techumbre de la iglesia parroquial de Santa María de esta localidad y fue dado a conocer de

    inmediato en una exposición de patrimonio diocesano restaurado. Su superficie pictórica está

    prácticamente arrasada, pero su estructura se conserva íntegra. Se conserva en su lugar de origen.

    El de Yurre (Álava), conocido desde 1962, se conserva en la iglesia parroquial de Santiago de esta

    localidad y, a pesar de que es pieza notable, estrechamente relacionada con la de Castildelgado, ha

    tenido escasa repercusión más allá de los medios alaveses. El de Zuazo de Cuartango (Álava)

    entró muy pronto en el circuito del coleccionismo privado, lo que ha hecho de él una especie de

    obra fantasma que se ha podido ver en contadísimas ocasiones. Sobre este, v. Sáenz Pascual

    (1997): 211-234, ils. 20-21. Finalmente, el retablo Chiale, sorprendente por su integridad y por

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    allá de su carácter fragmentario, también ha lastrado la apreciación de la

    relevancia de los retablos-tabernáculo la atávica discriminación entre

    arquitectura, escultura, pintura y artes suntuarias en cualquier aproximación

    histórico-artística al pasado, que, en este caso, resulta especialmente

    injustificada en la medida en que los retablos-tabernáculo reúnen todas estas

    especialidades sin pertenecer por completo a ninguna de ellas, por lo que solo

    resultan comprensibles desde una visión integradora.

    Esta tipología no es privativa de la Corona de Castilla: encontramos

    ejemplares de ella en los distintos estados de la Corona de Aragón, entre ellos,

    algunos de valor fundacional para su desarrollo, como los fragmentos de Sant

    Martí Sarroca (Barcelona), de principios del siglo XIII, conservados en el

    Museu Nacional d’Art de Catalunya.11

    Ni siquiera es privativa de España: es

    una tipología de difusión general en el Occidente medieval durante los siglos

    XIII, XIV y XV. El ejemplar más antiguo que se conserva en un estado de

    relativa integridad es el de la iglesia de Alatri, en el Lacio, de mediados del

    siglo XIII,12

    pero algunas imágenes marianas manifiestan haber estado dotadas

    de alas abatibles hoy perdidas desde el entorno de 1200. El azar ha querido que

    el mayor número de ejemplares se conserven en regiones periféricas de Europa,

    siendo, en este sentido, especialmente destacable el conjunto que se conserva en

    los países escandinavos,13

    pero retablos de estas características existieron

    también en Francia o en Inglaterra.

    Los intentos más ambiciosos de formular una teoría general acerca de los

    retablos-tabernáculo fueron abordados por Frinta y por Lapaire, anteriormente

    mencionados, en sendos artículos escritos de manera independiente a lo largo de

    la década de 1960.14

    Su perfil y aproximación, bien diferentes, dieron como

    resultado conclusiones divergentes. Lapaire, cuyo perfil es de conservador, se

    acercó al tema buscando comprender los ejemplares conservados en el

    Schweizerisches Nationalmuseum de Zúrich. Para ello realizó una búsqueda de

    ejemplares, si no exhaustiva, sí, cuando menos, profunda, sistematizando sus

    características desde el punto de vista tipológico e iconográfico. Lapaire

    sostiene que su origen se encuentra no en las piezas suntuarias de similar

    configuración, que en ningún caso son anteriores a los ejemplares de talla, por

    lo que serían deudoras de estos, sino en algunos retablos románicos que

    enfatizaron su sección central disponiendo su imagen titular bajo un baldaquino,

    sus características, que lo emparentan con los retablos de Castildelgado y de Yurre, fue dado a

    conocer en 2016 por la firma Chiale Fine Art, v. Mor (2016), habiendo pasado de inmediato al

    coleccionismo privado. 11 Cook / Gudiol Ricart (1980): 294-295, figs. 369-370; Camps i Sòria (2008): 134-135, fig. 3.

    Recientemente se ha podido recuperar de manera ejemplar un nuevo espécimen de retablo-

    tabernáculo en la iglesia de Santa Maria de Cap d’Aran, v. Velasco Gonzàlez et alii (2013-14). 12 Le Pogam (dir.) (2009): 54, fig. 20. 13 Andersen (2015). 14 Frinta (1967); Lapaire (1969). Este tuvo una secuela, v. Lapaire (1972).

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    con lo que la pieza en su conjunto se configuró como una especie de tríptico

    rígido.15

    Frinta, cuyo perfil es de restaurador, se interesó por estos retablos a

    partir de la intervención que realizó sobre dos de los paneles del que aquí

    llamaremos “retablo Wildenstein” (un retablo-tabernáculo castellano de finales

    del siglo XIII), por entonces recién ingresados en las colecciones del

    Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Su artículo, de carácter más

    enumerativo y descriptivo que el de Lapaire, del que hemos destacado su

    carácter sistemático (que, por ello, peca, en ocasiones, de rigidez), se resiente de

    la falta de vocación de exhaustividad de Lapaire, lo cual le lleva a situar los

    ejemplares más antiguos a finales del siglo XIII, localizando su mayor

    concentración en España, por su ambiente conservador, pese a que reconoce la

    difusión general europea del tipo. Para Frinta los retablos-tabernáculo se

    originan en las artes suntuarias (primeramente, en la orfebrería y, quizás

    simultáneamente, en la eboraria), desde donde serían adoptados por las piezas

    de gran formato para las que, dada su fragilidad, sus características no son

    adecuadas, lo que habría repercutido en su escasa conservación. Ciertamente,

    algunas de las características de los retablos-tabernáculo tienen que ver con

    rasgos que se encuentran en piezas suntuarias desde la Alta Edad Media (así el

    interés por el tratamiento relivario de sus superficies o por el efectismo de los

    elementos abatibles), pero no creo que quepa afirmar que la tipología en su

    conjunto sea una derivación de las piezas de características similares de

    orfebrería o de eboraria, que no proporcionan ejemplos de cronología anterior a

    la de los testimonios más antiguos de retablos-tabernáculo. Como pondrá de

    manifiesto el análisis de algunos de los ejemplares castellanos que se conocen,

    su desarrollo tiene que ver más con la enfatización de la imagen de culto y con

    las artes monumentales que con las artes suntuarias, que pudieron contribuir,

    quizás, a su difusión y, más tarde, pudieron determinar algunas de sus

    características.

    En Castilla se documentan muebles de estas características desde la

    segunda mitad del siglo XIII. Las representaciones simplificadas que

    encontramos en las miniaturas del Códice Rico de las Cantigas de Santa

    María16

    y del privilegio rodado de 1285 por el que Sancho IV dispuso ser

    enterrado en la catedral de Toledo17

    se corresponden con ejemplares

    contemporáneos parcialmente conservados como el retablo de la capilla real de

    la catedral de Sevilla o como los retablos Wildenstein y de Arana (este en su

    15 Ejemplo característico sería el de Carrières-sur-Seine, de mediados del siglo XII, del que sería

    una derivación en madera el ceretano de Angostrina i Vilanova de les Escaldes, de la primera

    mitad del siglo XIII, v. Le Pogam (dir.) (2009): 26 y 34-37, núm. 3, y 54 y 60-62, núm. 8. 16 Gutiérrez Baños (2011a): 398, fig. 9. Se representan estructuras de este tipo en las cantigas

    XXXIV y XLVI. El conocimiento de estas estructuras y de su efectismo se manifiesta, asimismo,

    en el f. 1r del Códice de Florencia del marial alfonsí. 17 Gutiérrez Baños (1997): 211; Fuchß (1999): 176, il. 174.

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    primera versión). Quizás exista algún ejemplar anterior que no está identificado

    aún. El estudio de sus características y evolución debe basarse, principalmente,

    en el análisis exhaustivo de los fragmentos conservados, que permitirá

    comprender la lógica estructural de estas piezas y que, en consecuencia, hará

    posible situar en contexto hasta los fragmentos más devastados, extrayendo sus

    aportaciones al desarrollo de la tipología. Un análisis como el propuesto no es,

    sin duda, ameno, pero es necesario. Con carácter previo nos preguntaremos

    cómo y por qué estas obras nos han llegado en tan depauperada condición.

    1. LOS RETABLOS-TABERNÁCULO A LO LARGO DE LOS SIGLOS: UNA

    CARRERA DE OBSTÁCULOS

    Por sus propias características, los retablos-tabernáculo son estructuras

    frágiles. Esta circunstancia compromete su conservación. En efecto, son piezas

    susceptibles de caer en desuso relativamente pronto, incluso antes de que un

    eventual cambio de gusto estético dictamine su sustitución, lo cual, en el mejor

    de los casos, conlleva su desplazamiento a un lugar secundario del edificio o a

    otro edificio y, en el peor de los casos, conlleva el aprovechamiento de sus

    paneles como tablazón, susceptible de ser recuperada modernamente en estado

    ruinoso.

    Los ejemplares de la capilla real de la catedral de Sevilla y de la iglesia de

    Santiago de Villamanca (Álava) continúan presidiendo los espacios para los que

    fueron concebidos, incluso a pesar de que, en el caso andaluz, este espacio haya

    mudado. Sin embargo, de ellos solo se conservan sus baldaquinos, que siguen

    albergando las imágenes de culto para las que fueron creados. El de la iglesia de

    Santiago de Yurre llegó a nuestros días exornando el altar colateral de la

    Epístola. Para adecuar su estructura a las características del nicho

    correspondiente, se trastocó el orden de sus paneles, prescindiéndose, en este

    caso, de su baldaquino (fig. 1). La restauración de la pieza con motivo de la

    exposición Mirari de 1989-90 permitió recuperar su disposición originaria.18

    La

    continuidad en su uso se convierte, pues, en garante de su subsistencia. En

    cambio, su desplazamiento se convierte en la antesala de su enajenación (en el

    mejor de los casos, a pesar de que a menudo la memoria de su procedencia se

    diluye o se falsea) o de su empleo para usos espurios que comprometen su

    integridad y su misma subsistencia.

    Cuando en 1950 Luciano Huidobro dio a conocer dos de los paneles del

    retablo de la ermita de Nuestra Señora del Campo de Castildelgado (Burgos),

    dio cuenta de que “formaron parte de una custodia de madera en forma de

    políptico plegable, que sirvió para llevar en andas a la titular cuando salía en

    procesión […] Se dice que hay hasta cuatro ocultas en casas de cofrades para

    18 VV.AA. (1989): 446-449.

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    evitar su desaparición”.19

    En 1958 la pieza se encontraba ya en las colecciones

    de Frederic Marès, envuelta en una vaga referencia a su procedencia del entorno

    de Santo Domingo de la Calzada, a cuya diócesis perteneció Castiledelgado

    hasta el siglo XX.

    Fig. 1. Retablo de Yurre. Estado con anterioridad a su restauración. Foto © Archivo del Territorio

    Histórico de Álava, fondo López de Guereñu, núm. 4615 (fotógrafo: Gerardo López de Guereñu).

    19 Huidobro y Serna (1950): 34-35.

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    Los ejemplares hasta ahora comentados son los “afortunados”. En la mayor

    parte de las ocasiones estos retablos, deteriorados, desprovistos de la más

    mínima estima estética o devocional y perdida, en definitiva, cualquier

    funcionalidad, se vieron llamados a ser tratados como lo que descarnadamente

    eran, esto es, como vulgares trozos de madera, susceptibles de aprovechamiento

    con las más pintorescas finalidades en tanto que pura y dura tablazón.

    Las consecuencias que estos usos secundarios acarrean para la práctica

    totalidad de los retablos-tabernáculo son terribles: desmembrados, mutilados…

    están llamados a perder los relieves y molduras que muchos de ellos

    presentaban y a ver cómo se deterioran sus películas pictóricas, por lo que, en la

    actualidad, reducidos a una condición informe e ininteligible, apenas son

    susceptibles de cualquier aprovechamiento comercial o museográfico. En el

    pasado muchos de ellos entraron en un mercado anticuario marginal que

    condujo a que a menudo se les acabara perdiendo la pista, quedando, por tanto,

    sustraídos a cualquier tentativa de moderna investigación. Más recientemente,

    suelen ingresar en museos, donde, cuando no les aguarda la reserva, les espera

    una colocación discreta que haga pasar desapercibida su depauperada condición,

    renunciando, por tanto, a un montaje que pueda poner de manifiesto su

    singularidad y sus características originales: ocurre así en muchos museos

    eclesiásticos. Por ello es por lo que merece destacarse el ejemplar montaje con

    el que se exhiben las tablas de Heredia y de Jócano y el baldaquino de Gáceta

    en el Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria.

    El paso por el mercado anticuario de muchas de estas piezas conlleva un

    peligro no menor que el de la pérdida de su rastro, anteriormente señalado: el de

    su manipulación en aras de la consecución de una pieza estéticamente más

    atractiva y económicamente más rentable. Ilustran perfectamente esta casuística

    dos paneles conservados en los depósitos del Museu Frederic Marès, sin que

    podamos precisar las circunstancias exactas en que se produjo su manipulación,

    puntualmente registrada en el catálogo del museo de 1991.20

    Comento solo el

    primero de ellos, que aquí denominaremos “retablo Marès I” (núm. inv. 2225),

    donde cuesta reconocer uno de los paneles que en la posguerra se encontraba en

    el comercio barcelonés de Ignacio Martínez (fig. 2).21

    Para hacer más atractivo

    el panel interior izquierdo de un retablo-tabernáculo del que se conservaban,

    cuando menos, dos paneles, se desmontaron las particiones y arquitecturas

    sobrepuestas que, al tiempo que lo cohesionaban, lo compartimentaban,

    montándose de nuevo su estructura, pero con su disposición alterada: la altura

    de sus dos registros se igualó y las arquitecturas de su registro inferior se

    montaron en su registro superior y viceversa. Todo ello para que la pieza

    resultante pudiera servir de marco a una serie de cinco figuras en relieve (núms.

    20 VV.AA. (1991): 250, núm. 201 (texto de Yarza Luaces), y 432-433, núm. 433 (texto de Melero

    Moneo). 21 Arxiu Mas, C-90780.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 49

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    inv. 714-718) procedentes de algún otro conjunto. Estas figuras, pertenecientes,

    todas ellas, por razones iconográficas que más adelante se detallarán, al registro

    inferior de un retablo (no podemos precisar su tipología), exigían,

    necesariamente, alojarse en registros de idéntica altura. En el registro superior

    fueron emparejados el arcángel San Gabriel (parte de una Anunciación) y San

    José. En el registro inferior fueron alojados los tres Magos (parte de una

    Adoración de los Magos que tendría como referencia la imagen mariana titular

    del retablo). Buscando crear una composición simétrica, se colocó en el centro

    al Mago arrodillado que debería estar a la derecha.

    Fig. 2. Retablo Marès I (al fondo, retablo Mas C-93779).

    Izquierda: estado con anterioridad a su ingreso en el Museu Frederic Marès. Foto © Fundació

    Institut Amatller d’Art Hispànic, Arxiu Mas, núm. C-93780. Derecha, estado actual de la pieza.

    Foto © Museu Frederic Marès (fotógrafo: Antonio Ferro).

    Por supuesto, en todo este proceso los huecos en reserva para recibir

    relieves del estado original de la pieza hubieron de ser disimulados. Con razón

    el catálogo del museo de 1979 denominaba a este conjunto “cuadro-vitrina”.

  • 50 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    Cuando menos, en casos como este las piezas son accesibles y podemos evaluar

    sus circunstancias. Carecemos, en cambio, del más mínimo indicio del paradero

    de otro retablo-tabernáculo fragmentario que, procedente de Contrasta (Álava),

    fue fotografiado en el comercio barcelonés de Ignacio Martínez en 1956.22

    En

    este caso, con uno de los paneles interiores (no podemos precisar cuál) y con los

    dos paneles exteriores de un retablo-tabernáculo se montó un tríptico –es

    evidente el carácter moderno de la estructura portante– en el que encontraron

    acomodo figuras y relieves procedentes de distintos espacios de la estructura

    original: resulta claro, por ejemplo, por las razones iconográficas que más

    adelante se detallarán, que San José o que el Mago situado a la derecha en el

    registro inferior del panel central del montaje moderno deberían estar, en

    realidad, en otra posición.

    2. CARACTERÍSTICAS DE LOS RETABLOS-TABERNÁCULO

    El conocimiento preciso de las características de los retablos-tabernáculo,

    no solo desde el punto de vista de su mera presentación morfológica, sino

    también desde el punto de vista de su proceso de elaboración y desde el punto

    de vista de su desarrollo iconográfico, permite detectar estas “irregularidades”

    y, sobre todo, permite comprender unas piezas que, en la mayor parte de los

    casos, como consecuencia de las circunstancias anteriormente comentadas, han

    llegado hasta nosotros en un estado fragmentario, deterioradas y

    descontextualizadas. Recordemos que un retablo-tabernáculo es un dispositivo

    monumental destinado a ser colocado sobre un altar para dignificar una imagen

    de culto albergándola bajo un dosel de estructura arquitectónica que está dotado

    de alas abatibles (compuestas, normalmente, cada una de ellas, por dos hojas o

    paneles) que permiten, en su caso, cerrar la estructura encapsulando la imagen,

    que, de esta manera, queda sometida a un juego teatral de exhibición/ocultación

    que serviría para enfatizar la liturgia y para excitar la devoción. Denominaremos

    baldaquino al dosel de estructura arquitectónica. Denominaremos paneles

    interiores a los paneles de las alas abatibles más cercanos al baldaquino,

    destinados a cerrar sus costados. Denominaremos paneles exteriores a los

    paneles de las alas abatibles más lejanos al baldaquino, destinados a cerrar su

    frente, razón por la cual son más estrechos que los paneles interiores.

    Denominaremos, finalmente, anverso a las caras de estos paneles visibles

    cuando la estructura se encontraba abierta, que, en los ejemplares más antiguos,

    solían trabajarse en relieve, y reverso a las caras de estos paneles visibles

    cuando la estructura se encontraba cerrada.

    La razón de ser y punto de partida de estos retablos es, pues, la existencia

    de una imagen de culto, que no tiene por qué ser contemporánea del resto de la

    22 Arxiu Mas, G-37227.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 51

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    estructura: puede ser una imagen anterior.23

    Son muy pocos los retablos-

    tabernáculo castellanos que han llegado asociados a imágenes. Resulta

    indudable la vinculación originaria del de la capilla real de la catedral de Sevilla

    a su imagen titular, la Virgen de los Reyes, que se estima obra del segundo

    cuarto del siglo XIII (el retablo-tabernáculo, en cambio, se fecha ca. 1279) o del

    de la iglesia de Santiago de Villamanca a su imagen titular, y quizás también la

    del ahora en paradero desconocido de la ermita de los Mártires de Garray

    (Soria) a la imagen de la Virgen con el Niño que aparece en su interior en la

    fotografía que nos lo da a conocer.24

    En el caso de Yurre, la posible relación del

    retablo-tabernáculo con la imagen asociada a él se nos antoja, en cambio, a la

    vista de sus dimensiones, más complicada, a pesar de que puede ser antigua.25

    En el caso de Castildelgado, la posible relación del retablo-tabernáculo con la

    imagen de Nuestra Señora del Campo que en la actualidad recibe culto en el

    altar mayor de la iglesia parroquial de la localidad debe ser indagada.26

    Del

    repaso de los casos susceptibles de examen y de la iconografía asociada se

    desprende el protagonismo absoluto de las imágenes de la Virgen con el Niño

    en el siglo XIII, matizado, a partir de principios del siglo XIV, por el paulatino

    ascenso de las imágenes de los santos.

    Los baldaquinos que nos es dado conocer son, asimismo, escasos. Se

    limitan a los ejemplares de Castildelgado, de Gáceta, de Garray, de Sevilla y de

    Villamanca. En todos los casos se repite el mismo diseño: arco surmontado por

    un gablete con un rosetón en el espacio entre ambos. Ciertamente, se trata de un

    diseño recurrente e, incluso, banal en el gótico, pero, aún así, sorprende la

    escasa variación en el referido modelo, que se limita al diseño del arco y al

    tratamiento del rosetón. El ejemplar regio se distingue por la riqueza de sus

    materiales (plata repujada, labor que se atribuye al maestro Jorge de Toledo) y

    por la compleja elaboración de sus detalles, destacando el despliegue heráldico

    que presenta, acorde con el boato cortesano.27

    En relación con el baldaquino

    resulta relevante, asimismo, el tratamiento que se da al panel que le sirve de

    fondo, sobre el cual destaca la imagen de culto que es el foco principal de

    atención. En Castildelgado o en Zuazo de Cuartango remeda una rica tela que

    23 Lapaire (1969): 182-183. 24 Archivo Histórico Provincial de Soria, Fondo Carrascosa, núm. 986. 25 Merecería la pena indagar la posible relación del retablo-tabernáculo con la imagen de la

    Virgen con el Niño que, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, se venera en el mismo

    edificio, v. Enciso Viana et alii (1975): 621, fots. 904-905. 26 Debo el conocimiento de esta imagen a María José Martínez, quien la estima obra de finales del

    siglo XIII, v. Martínez Martínez (2016): 430-431, núm. 89. En Barcelona el retablo se exhibió

    durante un tiempo con una imagen procedente del monasterio cisterciense de San Andrés de

    Arroyo, que, aunque, evidentemente, no correspondía al conjunto, daba una buena imagen de lo

    que debió de ser en origen. En la actualidad se exhibe vacío. 27 Laguna Paúl (2013): 69.

  • 52 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    serviría para dar realce a sus respectivas imágenes titulares.28

    En Zuazo de

    Cuartango el efecto se completaba mediante un rosetón que, pintado en la parte

    superior, funcionaría como nimbo virtual de la imagen titular (detalle que se

    repite en Gáceta).

    En cuanto a los paneles que componen las alas abatibles, suelen estar

    constituidos, cada uno de ellos, por uno o por dos tablones de disposición

    vertical. Su fabricación no difiere de la que encontramos contemporáneamente

    en cualquier otro soporte iconográfico sobre tabla, como, por ejemplo, frontales

    o retablos pentagonales, cuyo discurso visual se resuelve, asimismo, mediante

    relieves o mediante pintura, pero debe atender a dos importantes

    especificidades. En primer lugar, se trata de paneles articulados, por lo que

    deben incorporar un sistema de unión y de articulación con el baldaquino y con

    los paneles colindantes. En segundo lugar, se trata de paneles susceptibles de ser

    vistos por cualquiera de sus dos caras, por lo que cualquier elemento de

    cohesión y de refuerzo de su superficie tiene que estar integrado en su programa

    decorativo e iconográfico (en otras estructuras, en cambio, al quedar ocultos

    estos dispositivos, su potencia o su colocación no estaban sujetas a ninguna

    restricción).

    El sistema de unión y de articulación de los paneles se conserva en un

    número limitado de casos, pues frecuentemente los paneles han sido serrados

    por alguno de sus costados para adaptarlos a su uso secundario. Los fragmentos

    que conservan estos elementos nos ponen ante un sistema de unión y de

    articulación pasmosamente sencillo, corroborado por los ejemplares que se han

    conservado completos y en conexión funcional y por los ejemplares europeos

    contemporáneos. El sistema consiste en la colocación de escarpias en los

    costados fuertes o sustentantes de la estructura (costados exteriores del

    baldaquino y costados exteriores de los paneles interiores) y de argollas para

    insertar en las escarpias en los costados débiles o sustentados de la estructura

    (costados interiores de los paneles interiores y costados interiores de los paneles

    exteriores).29

    Existían solo dos pares de piezas en cada articulación, lo que, si,

    por una parte, permitía montar y desmontar la estructura con mucha facilidad,

    por otra parte, repercutía en su fragilidad.

    El sistema de cohesión y de refuerzo de los paneles consistía, en los

    ejemplares más antiguos, en la adición, por el anverso, de una serie de listones

    que servían, además, para definir los encasamentos en los cuales se desarrollaría

    el programa iconográfico. A medida que se fueron imponiendo los retablos

    exclusivamente pintados, se fue imponiendo, como alternativa, el sistema

    28 Esta característica se documenta en otros contextos, v. Frinta (1967): 104. 29 Solo los retablos de Fuentes de Nava y de Los Balbases (Burgos) se apartan de este sistema,

    mostrando, como alternativa, un sistema consistente en argollas enlazadas que conozco en piezas

    contemporáneas de escaso porte y que me resulta extraño, pues no permitiría desmontar las piezas

    y era, si cabe, para una obra de este tamaño, más frágil.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 53

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    consistente en la superposición, por el reverso, de travesaños, a menudo, aunque

    no siempre, en relación con las piezas de articulación anteriormente descritas,

    razón por la cual aparecen incluso en paneles compuestos por un único tablón.30

    Las dimensiones de los paneles varían mucho de unas piezas a otras,

    respetando, siempre, la característica de que los paneles interiores son más

    anchos que los paneles exteriores. Atendiendo, únicamente, a su anchura, pues

    son absolutamente excepcionales los ejemplares que conservan íntegra su altura,

    podemos señalar que la anchura de los paneles interiores se encuentra en el

    rango comprendido entre 30 y 55 cm. Resultan, por ello, excepcionales los 70

    cm de anchura del retablo Marès I. Paneles más estrechos, como los de

    Almazán y de Heredia, corresponden a ejemplares tardíos cuyas alas abatibles

    quizás estuvieron compuestas por más de dos paneles. La anchura de los

    paneles exteriores se encuentra en el rango comprendido entre 20 y 40 cm.

    Resultan, en este caso, llamativos los 44 cm de anchura del retablo de Quintanar

    de Rioja. Las dimensiones máximas, completamente desplegados, de los

    ejemplares íntegramente conservados son 222 x 203 (Castildelgado), 132 x 142

    (Fuentes de Nava), 191 x 250 (Yurre), 109 x 173 (Zuazo de Cuartango, aunque

    a este seguramente le falten las cumbreras) y 139 x 184 (retablo Chiale).

    Característica recurrente, en cualquier caso, de estos paneles son sus cumbreras

    apuntadas, que permitían que las alas abatibles se acoplasen perfectamente a los

    gabletes del baldaquino, por lo que estas cumbreras presentan forma de

    triángulo isósceles en los paneles interiores y de triángulo rectángulo en los

    paneles exteriores. Los casos de paneles que han conservado sus cumbreras son

    relativamente escasos, pues las cumbreras eran un estorbo que dificultaba el uso

    secundario de los paneles, por lo que a menudo eran serradas y desechadas.

    El tratamiento técnico e iconográfico de estos paneles estaba bien

    diferenciado entre, por una parte, el anverso y, por otra parte, el reverso. Este

    tratamiento fue evolucionando con el paso del tiempo, como advirtiera Claude

    Lapaire en su panorama general europeo de la tipología.31

    En líneas generales,

    los ejemplares castellanos se ajustan al modelo propuesto por este autor, pero

    tienen matices propios en la articulación de su superficie y en la ordenación de

    sus programas iconográficos, los cuales se relacionan con tradiciones autóctonas

    en las artes monumentales, que, de esta manera, habrían desempeñado un papel

    modélico con respecto a los retablos-tabernáculos (discutiré estos matices a

    propósito de los retablos marianos). En estos retablos el tratamiento más rico

    material e iconográficamente corresponde, siempre, a sus anversos, esto es, al

    lado visible cuando las alas se encontraban desplegadas. Según Lapaire, los

    30 De esta manera, los travesaños proporcionaban una masa adicional en la que insertar escarpias

    y argollas, sirviendo, en cualquier caso, para evitar las fracturas y desplazamientos que podían

    producirse en los tablones por el peso que habían de soportar, dadas las especiales características

    de estas obras. De ahí que no siempre coincidan, necesariamente, con las articulaciones. 31 Lapaire (1969): 173-180.

  • 54 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    ejemplares más antiguos presentarían sus anversos trabajados en relieve y

    desarrollarían ciclos de la infancia de Cristo. Este modelo perviviría hasta

    principios del siglo XV, siendo el retablo de Leiggern (Suiza), de ca. 1420, el

    testimonio de cronología más reciente del mismo. Desde mediados del siglo

    XIV se difundirían los retablos completamente pintados, que desarrollarían, o

    bien ciclos de la infancia de Cristo como los de los anteriores, o bien ciclos

    hagiográficos, consistentes estos, o bien en la representación de escenas de la

    vida del santo titular (cuyo efecto visual sería similar al de los retablos más

    antiguos en la medida en que, como ellos, presentarían su superficie articulada

    en encasamentos que albergarían escenas narrativas), o bien en representaciones

    de santos de pie, cuyas figuras, carentes de una precisa relación con el santo

    titular, ocuparían, en su integridad, la altura de los paneles. Este segundo

    modelo, en cualquiera de sus variantes, pervivirá hasta finales del siglo XV.

    Desde finales del siglo XIII se encuentran en Castilla retablos-tabernáculo

    de carácter cristológico que incorporan relieves en sus anversos. El retablo

    Wildenstein y quizás el retablo de Arana en su primera versión son,

    seguramente, los más antiguos que se conocen. Mediado el siglo XIV, los

    retablos de Castildelgado y de Yurre y el retablo Chiale documentan la vigencia

    del modelo, con un intenso acento mariano (ciclo de la muerte y de la

    glorificación de la Virgen), que, por desgracia, no podemos constatar si se

    encontraba en los prototipos. El retablo Suma II, de ca. 1370-80, y la

    reelaboración del retablo de Arana, de ca. 1420-40, documentan, finalmente, la

    migración pictórica del modelo. Los ejemplares más antiguos nos muestran las

    suntuosas características de estos retablos en su formulación originaria: sobre

    fondos de plata corlada cuidadosamente trabajada en los que se habían dejado

    en reserva espacios ad hoc, se clavaban las arquitecturas de los encasamentos y

    las figuras o grupos en relieve que componían las distintas escenas del programa

    iconográfico. El retablo Wildenstein, que ha perdido sus relieves, permite

    documentar perfectamente cómo se preparaba la superficie del anverso. En

    ocasiones, los paneles no se elaboraban con arquitecturas y con figuras o grupos

    en relieve superpuestos, sino con arquitecturas y con figuras y grupos en relieve

    tallados en el grosor del propio panel, que, en este caso, tenía que ser de una

    única pieza. Esto se constata, especialmente, en el retablo de Quintanar de

    Rioja, de carácter hagiográfico (del que enseguida me ocuparé), que, al haber

    quedado sin policromar, permite apreciar la calidad exquisita de la labor de

    talla.

    Los retablos hagiográficos íntegramente pintados se generalizan a partir de

    mediados del siglo XIV, fecha correspondiente al retablo de la colegiata de

    Covarrubias, dedicado a Santiago el Mayor. Serían anteriores, únicamente, el

    fragmento anteriormente en la colección Gudiol, correspondiente,

    aparentemente, a la cumbrera de un panel interior de un retablo-tabernáculo de

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 55

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    ca. 1280-90 en la que se representaría una escena dedicada a San Gil,32

    y el

    fragmento de Quintanar de Rioja, de principios del siglo XIV, del que subsiste

    el panel exterior derecho, dedicado, aparentemente, a San Román. En los

    retablos hagiográficos que se generalizan a partir de mediados del siglo XIV se

    simplifica notablemente el tratamiento morfológico y técnico hasta ahora

    reseñado: ya no presentan elementos sobrepuestos por su anverso, puesto que

    compartimentación y discurso iconográfico se confían, íntegramente, al

    tratamiento pictórico, lo cual obliga a conceder mayor protagonismo a las

    estructuras de travesaños del reverso. Su advocación es de lo más variada

    (puede verse su relación en el apéndice). En todos los casos parece haberse

    seguido el modelo consistente en la representación de escenas narrativas en

    encasamentos ordenados en registros sucesivos que reseñara Lapaire: no se

    documenta, pues, el modelo alternativo, enunciado, asimismo, por este autor,

    que consiste en presentar una teoría de santos. Debemos considerar, sin

    embargo, el carácter singular del retablo de Quintanar de Rioja, que cabe

    entender como una solución de compromiso entre los dos modelos de retablo

    hagiográfico enunciados por Lapaire a partir no tanto de una posible influencia

    exterior (lo cierto es que todavía no se habían desarrollado los retablos

    hagiográficos que formula Lapaire) como de las especifidades propias de los

    retablos-tabernáculo castellanos que serán comentadas a propósito de los

    retablos marianos. En efecto, en el ejemplar de Quintanar de Rioja, como ocurre

    en los retablos marianos contemporáneos, el registro inferior, de mayor altura,

    albergaba figuras aisladas de pie, en este caso, de santos, a los que

    corresponderían las escenas narrativas de los registros intermedio y superior. En

    Quintanar de Rioja, José Gabriel Moya propuso reconocer a San Román.33

    Por

    calidad, tamaño, diseño, ejecución y desarrollo iconográfico esta obra fue, sin

    duda, una pieza excepcional.

    El último aspecto a considerar de los retablos-tabernáculo es el tratamiento

    del reverso de los paneles de las alas abatibles, susceptibles de ser vistos cuando

    el retablo se encontrase cerrado. Claude Lapaire, por desgracia, no hizo ninguna

    reflexión general al respecto, limitándose a señalar que, en ocasiones, los

    32 Cook / Gudiol Ricart (1950): 268, fig. 262. 33 Esteban Lorente et alii (2006): 333. Ciertamente, la escena de su martirio (registro intermedio)

    se ajusta a la que encontramos en los murales del siglo XIII del priorato benedictino de Saint-

    Romain-le-Puy, que, queriendo referirse a San Román de Antioquía, mezclan, quizás,

    características de diversos santos así denominados (a San Román de Antioquía le cortaron la

    lengua; a San Román de Roma, en cambio, lo decapitaron; otros santos de este nombre, aunque

    monjes, no fueron mártires), v. Deschamps / Thibout (1963): 113-114, lám. LIII-2. El martirio de

    San Román de Antioquía, ajustado, en este caso, a las fuentes, aparece en el anverso del retablo

    de Leiggern, v. Lapaire (1969): 171-172, fig. 5.

  • 56 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    retablos marianos presentaban en su reverso la Anunciación.34

    El modelo

    aparentemente más extendido es el que muestra un programa figurativo en el

    reverso de los paneles exteriores (que, al fin y al cabo, iban a ser los

    inmediatamente visibles cuando el retablo se encontrase cerrado), consistente,

    casi siempre, en monumentales figuras de pie de santos que no tienen por qué

    guardar una relación precisa con el programa iconográfico del anverso, y una

    decoración neutra en el reverso de los paneles interiores. Para los primeros se

    prefiere la representación de San Pedro y de San Pablo como síntesis del

    colegio apostólico, pero también encuentran su hueco San Fabián y San

    Sebastián, de popularidad creciente a finales de la Edad Media. Más

    excepcional resulta la presencia de profetas en el retablo Suma I. Para los

    segundos podemos encontrarnos con una superficie lisa, con una superficie

    jaspeada o con una superficie tachonada de estrellas. De manera extraordinaria,

    el programa figurativo podía extenderse por el reverso de los cuatro paneles del

    retablo: ocurre así en la versión primera del retablo de Arana, donde las figuras

    de San Pablo y de San Pedro del reverso de los paneles exteriores aparecían

    escoltadas por otros dos apóstoles en el reverso de los paneles interiores (se

    identifica, únicamente, a San Juan Evangelista en el reverso del panel interior

    izquierdo). Más excepcional aún es el caso del retablo Wildenstein, en cuyo

    reverso, organizado en registros, se desarrolla un programa figurativo de

    carácter narrativo dedicado a la pasión y resurrección de Cristo que

    complementaría el ciclo de la infancia de su anverso. La última opción es que el

    reverso presente, en su integridad, una decoración neutra, que puede ser un

    fondo tachonado de estrellas, como ocurre en la versión segunda del retablo de

    Arana,35

    o un fondo saturado de motivos vegetales estilizados, evocador de un

    rico paramento, como ocurre en el retablo de Yurre.36

    El ejemplar de

    Castildelgado presenta, asimismo, por su reverso una decoración que, más que

    neutra, es vulgar (superficie lisa oscura), por lo que habría que indagar si es la

    original: en algunos puntos se observa un tono rojizo que pudiera corresponder

    a una decoración anterior, más acorde con la que se ve en otros retablos. En

    cualquier caso, esta pieza nos conduce a una constatación del máximo interés: la

    existencia de retablos-tabernáculo cuyo reverso se dejó sin trabajar, incluso, en

    34 Lapaire (1969): 181. En los ejemplares castellanos este desarrollo iconográfico lo

    documentamos, únicamente, en el retablo Suma II, que, no obstante, plantea dudas que se

    comentarán en el momento oportuno. 35 VV.AA. (2008): 292 y 299. Esta capa fue eliminada durante la restauración de la pieza en 2006,

    v. p. 305. Se pueden ver fotografías en pp. 293 y 303 y en Sáenz Pascual (2012): fig. 5. 36 VV.AA. (1989): 446-447 (“dibujos de color azul, realizados con trepa sobre fondo bermellón”).

    También sería el caso del retablo de Jócano, del que solo se conserva el panel exterior izquierdo,

    v. VV.AA. (1989): 454-456 (“restos de decoración floral realizada con trepa en color rojo sobre

    un fondo blanco”), gráfico E.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 57

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    ocasiones, con la madera de los paneles en crudo,37

    lo que denotaría que,

    aunque estemos ante una tipología en origen abridera que seguía

    construyéndose conforme a esta característica, también contemplaba, al menos

    desde mediados del siglo XIV, piezas para las que ya no se preveía su cierre,

    con lo cual su despliegue iconográfico estaba llamado a perpetuarse de forma

    inamovible sobre el altar. La reserva de las pinturas murales de Villarán, de la

    segunda mitad del siglo XV, correspondiente a un retablo-tabernáculo abierto,

    incide en esta misma dirección (fig. 3).

    Analicemos ahora algunos casos singulares de particular interés.

    Fig. 3. Villarán (Burgos). Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora.

    Espacio en reserva para el retablo mayor.

    37 Así en los retablos de Covarrubias (según se pudo constatar en 2013 en su última restauración,

    efectuada por Francisco Jesús del Hoyo Santamaría, a quien agradezco la información), de León,

    de Almazán y de Heredia, este según el testimonio de Sáenz Pascual (1997): 348. No considero en

    este grupo el retablo de Quintanar de Rioja, pues, en este caso, el retablo en su conjunto quedó sin

    policromar.

  • 58 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    3. EN LAS RAÍCES DE LA TIPOLOGÍA: LOS RETABLOS MARIANOS

    Al menos una decena de los retablos-tabernáculo castellanos de la Baja

    Edad Media que a día de hoy es posible identificar estaban presididos, en sus

    baldaquinos, por monumentales imágenes de la Virgen con el Niño que servían

    de referencia a programas iconográficos centrados en la infancia de Cristo,

    desarrollados en los anversos de sus paneles, los cuales subrayarían el papel

    central de María en la historia de la Salvación. Entre ellos se encuentran dos de

    las piezas más emblemáticas de este grupo, a saber, los de Castildelgado (fig. 4)

    y de Yurre, tan estrechamente relacionados entre sí que se asume el carácter

    modélico del primero para con el segundo o, quizás mejor, la común derivación

    de ambos de un mismo prototipo. A este selecto grupo es preciso añadir ahora el

    retablo Chiale.

    Frente a la práctica integridad de estas piezas, la mayoría de los retablos de

    este tipo se conserva en un estado fragmentario que permite, no obstante,

    detectar que sus características fundamentales se repetían con bastante

    regularidad: en estas piezas el registro inferior presentaba un discurso propio

    protagonizado por la escena de la Adoración de los Magos, conseguida

    mediante la disposición, en los paneles interior y exterior izquierdos, de los tres

    Magos. La escena se aislaba, de esta manera, del desarrollo narrativo del resto

    del ciclo de la infancia de Cristo, desarrollado en los registros superior e

    intermedio. El carácter discriminado del registro inferior se complementaba con

    la representación de la Anunciación en los paneles interior y exterior derechos,

    normalmente a continuación de la imagen de San José que acompañaba a la

    Virgen con el Niño en la escena de la Adoración de los Magos, por lo que la

    Virgen anunciada quedaba aislada en el panel exterior derecho.38

    Subrayaba la

    singularidad de este registro el hecho de que sus figuras, aisladas, se

    dispusieran, cada una de ellas, en un compartimento individualizado, en

    contraste con los grupos de figuras de los registros superior e intermedio. En

    ellos se desarrollaba ordenadamente el resto del ciclo de la infancia de Cristo,

    leyéndose sus escenas, que se repiten con bastante regularidad,39

    de izquierda a

    derecha. Los retablos de Casildelgado y de Yurre contaban con un pequeño

    ciclo de la muerte y de la glorificación de la Virgen que subrayaba su carácter

    38 Esta anomalía pudo determinar que a veces se alterase el orden de las figuras, desplazando a

    San José al extremo de la derecha para no separar a los protagonistas de la Anunciación, aunque

    con ello se crease una nueva anomalía: presentar a San José como testigo de esta escena. Si en el

    ejemplar de Yurre podemos dudar de si esta colocación, que se aparta del prototipo que para esta

    obra representa el de Castildelgado, es genuina o responde al momento en que, al proceder a su

    repolicromado, se alteró, probablemente, el orden de algunos de sus relieves, en el retablo catalán

    de la infancia de Cristo del Museu Nacional d’Art de Catalunya, del siglo XIV, esta ordenación

    es, indudablemente, original, v. Favà Monllau (2009): 68-71, fig. 8. 39 Visitación, Nacimiento de Cristo, Anuncio a los pastores, Presentación de Cristo en el Templo,

    Magos ante Herodes, Matanza de los Inocentes y Huida a Egipto.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 59

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    mariano, reducido en el retablo Chiale a la escena de la Coronación de la

    Virgen. La reelaboración del retablo de Arana ca. 1420-40 simplifica este

    esquema al prescindir de la lectura discriminada del registro inferior,

    ofreciendo, por tanto, un desarrollo iconográfico continuado a partir del registro

    superior, que se inicia con la Anunciación. Solo el retablo Mas C-93779 se

    aparta claramente de este esquema.40

    Fig. 4. Retablo de Castildelgado. Foto © Museu Frederic Marès (fotógrafo: Antonio Ferro).

    40 De este retablo se conocen únicamente los paneles exteriores, donde se desarrolla un ciclo

    mariano, del que solo se reconoce con seguridad la Asunción de la Virgen con el incrédulo Tomás

    en el registro intermedio del panel exterior derecho (situado a la izquierda en la imagen) y quizás

    Cristo y la Virgen en gloria en el registro superior del panel exterior izquierdo (situado a la

    derecha en la imagen). Resulta complicado comprender la selección de los temas o su ordenación

    en una pieza que, por lo demás, parece intervenida (posible injerto en el panel exterior izquierdo).

    Se puede fechar en el siglo XIV, sin mayores posibilidades de precisión.

  • 60 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    Este modelo de retablo se caracteriza, pues, por el carácter discriminado de

    su registro inferior, donde, tomando como referencia la imagen titular de la

    Virgen con el Niño, se desarrollan, de izquierda a derecha, las escenas de la

    Adoración de los Magos y de la Anunciación mediante figuras ceremoniosas y

    aisladas dispuestas en encasamentos verticales que se contraponen a las escenas

    pintorescas y animadas dispuestas en los registros superior e intermedio, donde

    se aprecia una secuencia narrativa continuada. Claude Lapaire advirtió que era

    habitual en este tipo de obras reservar el encasamento situado a la izquierda de

    la Virgen para los Magos adorantes, aunque para ello hubiese que alterar el

    orden de las escenas.41

    Ocurre así en el retablo de Alatri, de mediados del siglo

    XIII, o en el retablo de Aosta, de la primera mitad del siglo XIV, o en tantos

    ejemplares escandinavos. Sin embargo, no es habitual que, rompiendo con

    cualquier secuencia narrativa, se represente la Anunciación a continuación de la

    Adoración de los Magos. En los ejemplares foráneos aducidos, la Anunciación

    se sitúa al comienzo de la secuencia narrativa ordinaria y, como hemos

    comentado, Lapaire señala que a veces se representa en el reverso de los paneles

    exteriores. Joaquín Yarza intentó justificar esta anomalía en el caso de

    Castildelgado apelando a la escasa disponibilidad de espacio en el encasamento

    que, de acuerdo con un orden narrativo lógico, habría de corresponderle

    (cumbrera del panel exterior izquierdo), donde, en los casos de Castildelgado y

    de Yurre y del retablo Chiale se aloja sin mayores problemas la Visitación, pero

    la reiteración de esta característica, distanciándose, claramente, de sus correlatos

    europeos, parece exigir otra explicación.

    La formación de este modelo de retablo mariano se puede rastrear, mejor

    que en los ejemplares de Castildelgado y de Yurre y en el retablo Chiale, de

    cronología relativamente avanzada (mediados del siglo XIV), en testimonios

    más antiguos. Resultan significativos, en este sentido, el retablo Marès I (al que

    nos hemos referido anteriormente por la severa manipulación a que fue

    sometido: atenderemos ahora, por supuesto, a su estado original) o el retablo de

    Contrasta (asimismo alterado), fechables ambos ca. 1300 por su estructura, por

    las características de sus arquitecturas y, en el caso de Contrasta (único del que

    se conocen relieves), por el estilo de sus esculturas, relacionable con los talleres

    burgaleses de finales del siglo XIII (fig. 5). Llama la atención en estas obras el

    hecho de que su registro inferior sea manifiestamente más alto que sus registros

    intermedio y superior. Se trata de una característica primitiva, llamada a carecer

    de continuidad a lo largo del siglo XIV. Esta característica, acompañada por la

    misma ordenación iconográfica, aparecía, asimismo, en el retablo,

    correspondiente en este caso a la tipología pentagonal, que, procedente del

    priorato benedictino de Santa María de Mave, se conserva, muy mermado, en la

    capilla de San Nicolás de la catedral de Burgos. Julia Ara lo fecha a finales del

    41 Lapaire (1969): 181.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 61

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    siglo XIII.42

    Más allá de sus diferencias tipológicas, todos estos retablos, así

    como sus continuadores del siglo XIV, remiten a un trasfondo común,

    caracterizado por la relevancia de la imagen mayestática en la definición de su

    ordenación y atento a las referencias proporcionadas por las artes

    monumentales.

    Fig. 5. Retablo de Contrasta.

    Foto © Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic, Arxiu Mas, núm. G-37227.

    42 Ara Gil (2002): 12-13, fig. 5; (2006): 180-181, fig. 1.

  • 62 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    En efecto, en estos retablos es patente la preeminencia de la imagen de

    culto, con respecto a la cual el conjunto ha surgido como mero complemento

    suntuario e iconográfico. Sus imágenes titulares son sucesoras de las imágenes

    de la Maiestas Mariae de la pintura románica, que, bien sea en soporte

    monumental (pinturas murales: por ejemplo, las de la iglesia de Santa Maria de

    Taüll), bien sea en soporte mueble (frontales: por ejemplo, el de Avià), se

    presentaban acompañadas a menudo por las figuras de los Magos para

    componer una Epifanía en la que primaba sobre cualquier consideración de

    carácter narrativo el reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios. Con el

    tiempo, el acento se puso no solo en su divinidad, sino también en su

    humanidad, adquirida mediante la Encarnación, incorporando, a continuación

    del grupo de la Adoración de los Magos, las figuras necesarias para representar

    la Anunciación. La figura de San José, situada inmediatamente a la derecha de

    la Virgen con el Niño, permitía componer un conjunto perfectamente simétrico,

    con tres figuras a cada lado de la imagen titular. Permitía, además, relajar un

    tanto el marcado carácter teofánico del grupo originario. Si bien la disposición

    de la Anunciación a continuación de la Adoración de los Magos contraviene,

    evidentemente, la sucesión cronológica de los acontecimientos, se ajusta a

    nuestros hábitos de lectura (resultaría completamente antinatural ver acercarse a

    los Magos por la derecha, aunque ocurre, por ejemplo, en el retablo-frontal de

    Quejana) y es consecuente, en cualquier caso, con una formulación no tanto

    narrativa como dogmática, orientada a subrayar la divinidad y la humanidad de

    Cristo, conseguida mediante el concurso de su Madre. La secuencia aparecía

    seguramente en origen en el llamado retablo de San Miguel de Aralar, de ca.

    1170-80, fabricado quizás como frontal para la catedral de Pamplona.43

    Aparece, indudablemente, en los paneles de Sant Martí Sarroca, de principios

    del siglo XIII. Solo falta enriquecer el friso así definido con otras escenas de la

    infancia de Cristo que proporcionen el contrapunto narrativo y anecdótico al

    carácter dogmático del friso para llegar a retablos como el de Santa María de

    Mave o como los retablos-tabernáculo marianos aquí analizados.

    A la altura del siglo XIII el arte castellano ofrece, en cualquier caso, en sus

    manifestaciones monumentales, testimonios de la asimilación de este desarrollo

    iconográfico que se erigen en precedente inmediato de su adopción en los

    retablos, a los que probablemente sirvieron de modelos. El friso presidido por la

    Maiestas Mariae flanqueada, a su derecha (izquierda del espectador) por los tres

    Magos que componen la Adoración de los Magos y, al otro lado, por la figura

    de San José que completa la escena precedente y por la Anunciación lo

    encontramos en los sepulcros núm. 1 y, probablemente, núm. 2, del monasterio

    cisterciense de Santa María de Palazuelos (Valladolid), de la primera mitad del

    siglo XIII.44

    Lo encontramos de nuevo en el sarcófago núm. 2 del monasterio 43 Rico Camps (2001): 318-323. 44 Ara Gil (1977): 32-36.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 63

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    benedictino de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), poco anterior a

    mediados del siglo XIII,45

    y, trasladado a otro medio (pintura mural en lugar de

    escultura) y a otro tipo de soporte (fondo de un arcosolio en lugar de costado

    largo de un sarcófago), en el sepulcro atribuido a don Pedro Fernández de

    Castro el Castellano († 1214) en la capilla de San Pedro del monasterio

    cisterciense de Santa María de Valbuena (Valladolid), de la década de 1240.46

    Todas estas obras no son sino el prólogo necesario para la más espectacular

    materialización de este programa iconográfico, que se ejecuta a finales del siglo

    XIII en la portada meridional de la iglesia de Santa María de Villalcázar de

    Sirga (Palencia), en el friso que, siguiendo la tradición del románico palentino,

    discurre por encima de las arquivoltas del vano de ingreso.

    En cualquier caso, el análisis de estos paralelismos en otros formatos y

    medios pone de manifiesto que la sucesión, en estos retablos, de Adoración de

    los Magos y de Anunciación no tiene tanto que ver con presuntos problemas

    espaciales como con el propio desarrollo del retablo (especialmente, del de esta

    tipología) en relación con la imagen mayestática, con respecto a la cual se

    concibe como complemento iconográfico. Tiene que ver, asimismo, con las

    artes monumentales autóctonas, que sirven de campo para la experimentación y

    para la formulación de propuestas. Esta circunstancia, unida a las diferencias

    con respecto a las piezas europeas de similar tipología e iconografía (incluidos

    los objetos suntuarios de similares características que más fácilmente pudieron

    ser conocidos en Castilla), apunta a los talleres palentinos y burgaleses como

    posible foco originario en la definición de un modelo cuyos ejemplos mejor

    conservados son, en fecha avanzada (mediados del siglo XIV), los retablos de

    Castildelgado y de Yurre y el recientemente dado a conocer retablo Chiale. El

    de Castildelgado presenta en el desarrollo de algunas de sus escenas

    peculiaridades iconográficas que fueron destacadas por Joaquín Yarza.47

    El de

    Yurre, más torpe y sumario en su ejecución, repite puntualmente el programa

    iconográfico del de Castildelgado.48

    45 Ara Gil (1992): 25-26. 46 Gutiérrez Baños (2005): t. 2, 234-236. 47 VV.AA. (1991): 393-394, núm. 384 (texto de Yarza Luaces); Ara Gil (2006): 185-188, figs. 4-

    5; Bango Torviso (com.) (2009): 354-355 (texto de Muñoz Párraga). 48 Enciso Viana et alii (1975): 60 y 621, fots. 906-913; VV.AA. (1989): 188-191, núm. 14 (texto

    de López de Ocáriz Alzola); Echeverría Goñi (dir. y coord.) (2001): t. 2, 439-444, núm. 1 (texto

    de Bartolomé García); López López de Ullíbarri (com.) (2007): 254-255 (texto de Franco Mata);

    Lahoz (2013): 175-178. Lo más llamativo en esta obra es el desorden de sus escenas, con la

    Presentación de Cristo en el Templo y la Dormición de la Virgen en el panel interior izquierdo y

    el Nacimiento de Cristo y la Matanza de los Inocentes en el panel interior derecho. Pienso que

    dicho desorden, absolutamente injustificable (rompe, por ejemplo, entre otras, la secuencia

    Dormición de la Virgen-Coronación de la Virgen), pudo producirse al ser trastocado el orden de

    los relieves con ocasión de su policromía definitiva en el siglo XV.

  • 64 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    4. LOS RETABLOS DE ARANA

    A principios del siglo XVIII, la modesta iglesia de la Asunción de Nuestra

    Señora de Arana, en el Condado de Treviño, renovó sus retablos. Para sus

    colaterales, dedicados a Santa Catalina –posteriormente a San José– (lado del

    Evangelio) y a San Miguel (lado de la Epístola), se reutilizaron viejas tablas

    medievales existentes en la parroquia: para los cuerpos principales, grandes

    paneles con santos de estilo gótico hispanoflamenco de ca. 1500-15; para los

    bancos, pequeños paneles con escenas de la infancia de Cristo de estilo gótico

    internacional de ca. 1420-40.49

    No importaba tanto alcanzar cualquier

    coherencia estética o iconográfica como poder fabricar un conjunto digno con

    los escasos medios existentes.50

    Con algunas tablas pertenecientes a la serie de

    la infancia de Cristo se fabricó un sagrario pequeño con destino al altar mayor.51

    La precaria situación de la iglesia de Arana, abandonada, de hecho, a su suerte,

    hizo que en 1995 los retablos fueran trasladados a la cercana iglesia de San

    Pedro de Treviño, desde donde en 2006 se acometió su restauración por parte

    del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de

    Castilla y León.52

    Esta intervención, además de recuperar un nuevo panel del

    ciclo de la infancia de Cristo (arcángel San Gabriel),53

    puso de manifiesto que

    las tablas de esta serie, insistiendo en una dinámica de reaprovechamiento que

    denota un medio bastante marginal, reutilizaban, a su vez, las tablas de un

    conjunto anterior, del que se recuperaron en sus reversos unas representaciones

    de apóstoles de estilo gótico lineal de finales del siglo XIII. Si bien hoy en día

    las piezas resultan difícilmente accesibles (no fue posible extraer las tablas de

    los bancos de los retablos colaterales por cómo estaban encajadas en el

    ensamblaje barroco, por lo que solo las tablas del sagrario pequeño, que se

    desmanteló, se montaron en un nuevo marco de exhibición, que, en cualquier

    caso, no permite examinar sus reversos), la cuidada documentación del proceso

    de restauración nos permite analizar el conjunto y nos permite reconocer en él

    un destacado ejemplo de retablo-tabernáculo que conoció dos etapas en su

    utilización: la original, que denominaremos “retablo de Arana I”, de finales del 49 Virgen de la Anunciación junto con Visitación y Nacimiento de Cristo en el retablo de Santa

    Catalina/San José y Matanza de los Inocentes y Adoración de los Magos en el retablo de San

    Miguel. El estudio más pormenorizado de los paneles de estilo gótico internacional de Arana se

    encuentra en Sáenz Pascual (1997): 235-252, ils. 22-25. 50 Sáenz Pascual (2012): 247-250. Los retablos colaterales se fabricaron en 1714-15. 51 Huida a Egipto (lado izquierdo) y Anuncio a los pastores (lado derecho), aprovechadas para los

    costados del sagrario pequeño, con sus escenas hacia el exterior. El interior del sagrario (esto es,

    el reverso de las tablas) fue pintado de rojo. 52 Archivo del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Castilla

    y León, núms. reg. 310.1 y 310.2; VV.AA. (2008): 290-315. La restauración fue efectuada por

    María Sánchez Carvajal y por Concha Prieto Cabeza. 53 Aprovechado para el fondo del sagrario pequeño, con la figura hacia el interior, por lo que

    había sido pintado de rojo para armonizar con el conjunto del interior.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 65

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    siglo XIII, correspondiente al momento de su fabricación, de la que se han

    recuperado las figuras de apóstoles de su reverso, y otra posterior, que

    denominaremos “retablo de Arana II”, de ca. 1420-40, en la que, manteniendo

    su estructura, se renovó su anverso con las escenas de la infancia de Cristo

    conocidas desde antiguo y enriquecidas ahora por la tabla del arcángel San

    Gabriel, repintándose, además, su reverso, en el que se renunció a cualquier

    discurso figurativo, con un tono granate salpicado de estrellas ocres que selló

    las figuras de apóstoles de la etapa anterior. Fue esta versión segunda, que

    reutilizaba íntegramente soporte y estructura de la versión primera, la que fue

    desmantelada y serrada a principios del siglo XVIII para fabricar los retablos

    colaterales y el sagrario pequeño que finalmente han encontrado acomodo en la

    iglesia de Treviño.54

    Para su aprovechamiento en los retablos y sagrario del siglo XVIII se

    eliminaron las siempre incómodas cumbreras, fragmentándose, además, sus

    distintos paneles de acuerdo con las unidades iconográficas que se definieron en

    la segunda etapa del retablo, única por entonces a la vista. Esto quiere decir que

    a los paneles que hoy podemos reconstruir virtualmente les falta una porción

    importante por arriba, presentando, además, recortes y rebajes por el resto de

    sus bordes, necesarios para encajarlos en los ensamblajes dieciochescos, los

    cuales impiden conocer con exactitud sus dimensiones originales o sus sistemas

    de articulación.55

    En cualquier caso, a pesar de la fragmentación, de la mutilación y de la

    pérdida de referentes estructurales, la reconstrucción de la disposición de los

    54 Discrepo, pues, de la interpretación de Sáenz Pascual (2012): 253, quien entiende que para la

    fabricación del retablo aquí denominado de Arana II fueron cortadas y reaprovechadas las tablas

    de estilo gótico lineal “como un soporte más, sin tener presente su decoración pictórica”. Esto le

    impide reconocer la estructura de la fase gótica lineal –“la estructura de este retablo es difícil de

    precisar. Por las dimensiones de la tabla de San Juan se nos hace complicado ponerlos en el

    mismo retablo a los tres, aun cuando pudiera ser sugerente iconográficamente”, v. Sáenz Pascual

    (2012): 255– y le impide reconstruir la disposición de la fase gótica internacional,

    indisociablemente unida a la comprensión de la fase anterior. El retablo solo fue desmantelado y

    serrado en el siglo XVIII para su aprovechamiento en el nuevo amueblamiento litúrgico de la

    parroquia. Por otra parte, Sáenz Pascual (2012): 254-255, enumera solo cinco fragmentos de la

    fase gótica lineal (pasa por alto los reversos del Nacimiento de Cristo y de la Matanza de los

    Inocentes), cuando, en realidad, se conservan siete: del conjunto del retablo falta solo la mitad

    inferior del panel exterior izquierdo. 55 No obstante, la tabla últimamente recuperada del arcángel San Gabriel aporta información

    relevante sobre la organización del anverso durante la segunda vida del retablo-tabernáculo de

    Arana: muestra cómo sus composiciones estaban delimitadas por un filete rojo, que en otras tablas

    solo se intuye o se conserva parcialmente, y, sobre todo, muestra cómo por encima de las mismas

    se disponían bandas con inscripciones que las identificarían, de las que queda un resto mínimo

    que permite apreciar fragmentos de escritura gótica mayúscula. En el siglo XVIII se prescindió de

    estas inscripciones y esta es la razón por la que a las figuras de apóstoles del reverso les falta una

    estrecha tira que una de manera coherente cada uno de sus dos fragmentos: las restauradoras

    estimaron la altura de esta tira en 6 cm, que sería la altura de las inscripciones del anverso.

  • 66 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    paneles del retablo-tabernáculo de Arana no ofrece duda alguna a partir de la

    interpretación de sus programas iconográficos, tanto del programa original del

    de finales del siglo XIII, del que se ha recuperado el reverso, como del

    programa revisado de ca. 1420-40, que siempre existió, únicamente, por el

    anverso. Este ofrecía, en dos registros, un ciclo de la infancia de Cristo que

    comprendía, en el registro superior, Anunciación y Visitación (parte de la

    izquierda) y Nacimiento de Cristo y Anuncio a los pastores (parte de la derecha)

    y, en el registro inferior, una escena perdida (pues falta la parte inferior del

    panel exterior izquierdo: a la vista de su secuencia narrativa en relación con la

    de otros retablos marianos pudo corresponder a los Magos ante Herodes),

    seguida por los Magos adorantes que, junto con la escultura titular de la Virgen

    con el Niño, compondrían la escena de la Adoración de los Magos y, ya en la

    parte de la derecha, la Matanza de los Inocentes y la Huida a Egipto (fig. 6).

    Aunque las escenas sean las mismas que hemos visto en muchos de los retablos

    marianos anteriormente comentados, se ha perdido, en buena medida, el espíritu

    que condujo a su formulación a finales del siglo XIII, materializado en el

    registro inferior discriminado, con su valor dogmático, que aquí está

    completamente ausente, habiendo cedido su puesto a un discurso

    completamente narrativo.

    Fig. 6. Retablo de Arana II (anverso).

    Composición de Francisco M. Morillo a partir de fotos del © Archivo del Centro de Conservación

    y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León (fotógrafo: Alberto Plaza).

    Del programa iconográfico original del retablo solo se conoce el reverso,

    resuelto mediante monumentales figuras de apóstoles en cada uno de sus cuatro

    paneles (fig. 7). Se reserva el lugar preferente (paneles exteriores) para las

    figuras de San Pablo (panel exterior izquierdo) y de San Pedro (panel exterior

    derecho). En el panel interior izquierdo se representa a San Juan Evangelista,

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 67

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    con su típica caracterización juvenil, en significativo gesto discursivo a partir

    del libro abierto que sostiene en su mano izquierda. En el panel interior derecho

    la ruina prácticamente total de su mitad superior impide identificar al cuarto

    apóstol. Las figuras manifiestan el carácter un tanto rígido, pero vivaz al

    tiempo, característico del periodo de afirmación del estilo gótico lineal. Todos

    ellos se presentaban, sobre un fondo de color ocre claro, asentados,

    ficticiamente, sobre los travesaños de refuerzo de la estructura del retablo-

    tabernáculo y albergados por marcos arquitectónicos pintados que ponen de

    manifiesto los recortes de estas tablas por sus costados y, sobre todo, por su

    parte superior.

    Fig. 7. Retablo de Arana I (reverso).

    Composición de Francisco M. Morillo a partir de fotos del © Archivo del Centro de Conservación

    y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León (fotógrafo: Alberto Plaza).

    Surge, inmediatamente, la pregunta de cómo sería en su estado original el

    anverso del retablo de Arana, del que solo nos es dado conocer su reelaboración

    del siglo XV. La restauración de 2006, que no fue consciente de la estructura y

    de la dinámica histórica del conjunto, no detectó nada bajo el estrato pictórico

    visible de las escenas del siglo XV. Por las fechas en que el conjunto de Arana

    fue originalmente fabricado, cabría esperar que su anverso mostrara, mediante

    relieves sobrepuestos, un programa mariano, aunque esta solución exigiría una

    disposición de listones por el anverso que, en principio, haría innecesarios los

  • 68 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    travesaños del reverso, que se remontan a la estructura original. En este sentido,

    podríamos preguntarnos legítimamente si el programa actual es, quizás, una

    actualización del programa original, realizada, por ejemplo, aprovechando los

    huecos en reserva de los relieves del siglo XIII ahora desechados, razón por la

    cual la intervención de 2006 no habría detectado nada. Sinceramente, no lo

    creo: según se ha indicado, espíritu y disposición del retablo de Arana II se

    apartan de los de los retablos marianos del siglo XIII. Pienso, por tanto, que

    cuando ca. 1420-40 se decidió poner al día un retablo-tabernáculo obsoleto y

    quizás deteriorado, se limpió por completo su anverso, para aprovechar,

    simplemente, su soporte, y se repintó su reverso.

    Así pues, los siete fragmentos del retablo de Arana, auténtico dos en uno,

    nos permiten conocer razonablemente un ejemplo de retablo-tabernáculo del

    siglo XV y solo parcialmente un ejemplo de retablo-tabernáculo del siglo XIII.

    El retablo de Arana I es notable, de entrada, por su antigüedad, pero es notable,

    asimismo, porque nos da la clave para situar en contexto uno de los ejemplos

    más destacados de la tipología: el retablo-tabernáculo aquí llamado retablo

    Wildenstein que, en estado fragmentario, se encuentra en Nueva York, en el

    Metropolitan Museum of Art (Cloisters Collection).56

    En efecto, el estilo de la

    fase más antigua de Arana es el estilo de las tablas de Nueva York. No se trata

    de una semejanza indicativa de afinidad cronológica o geográfica, como la que

    se ha apuntado entre el retablo Wildenstein y el retablo de San Cristóbal del

    Museo Nacional del Prado (relacionables, en último término, con el ambiente

    artístico burgalés de finales del siglo XIII),57

    sino de una identidad absoluta que

    propongo singularizar mediante la denominación de “Maestro de Arana”, activo

    a finales del siglo XIII en la diócesis medieval de Calahorra y La Calzada, de la

    que procederían, por tanto, las tablas neoyorquinas.

    5. LOS RETABLOS SUMA

    El Museo Cerralbo de Madrid conserva cuatro tablas castellanas de estilo

    gótico lineal procedentes de la antigua colección Suma.58

    Consideradas

    56 Núms. inv. 55.62a (panel interior derecho), 55.62b (panel interior izquierdo) y 1977.94 (panel

    exterior derecho), v. Post (1938): 733-734, fig. 276; (1941): 547-550, fig. 253; Gudiol (1941): 12,

    fig. 10; Cook / Gudiol Ricart (1950): 271, fig. 263; Frinta (1967): 111-112, figs. 9-13. 57 Gutiérrez Baños (2010): 16. 58 Yakichiro Suma fue ministro plenipotenciario de Japón en España entre 1940 y 1946. Reunió

    una importante colección de arte español que le fue retenida a su regreso a Japón, quedando

    muchas obras depositadas en el Museo Cerralbo. Finalmente, la mayor parte de su colección le

    fue restituida en 1964, convirtiéndose, con el tiempo, en el núcleo de los fondos de arte español

    del museo de Nagasaki, pero algunas obras permanecieron en nuestro país, donde habían sido

    adscritas en 1962 a distintos museos, v. VV.AA. (2005). Al Museo Cerralbo le correspondieron

    diez, siendo consideradas estas cuatro un lote (núm. inv. 31051), v. Adquisiciones… (1968): 43, figs. 70-71 (texto de Pérez Higuera).

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 69

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    habitualmente como una unidad por sus dimensiones, similares, y por su

    correspondencia a una fase estilística en la que no abundan los testimonios de

    pintura sobre tabla (aspectos ambos que denotan, a buen seguro, su procedencia

    de idéntico e ignoto lugar), un somero análisis de estas tablas pone de

    manifiesto que, en origen, pertenecieron, en realidad, a dos retablos

    completamente distintos, ambos correspondientes a la tipología de retablo-

    tabernáculo que aquí estamos analizando. Denominaremos “retablo Suma I” al

    que presenta escenas de la vida de Santa Clara (correspondientes al anverso de

    un retablo-tabernáculo) y “retablo Suma II” al que presenta una Anunciación

    (correspondiente, acaso, al reverso de un retablo-tabernáculo). En mal estado

    cuando fueron adquiridas por Suma, con el deterioro propio de los usos espurios

    que se dio a estas piezas, las cuatro tablas fueron finalmente restauradas en el

    museo entre 1987 y 1990.

    Fig. 8. Retablo Suma I (anverso). Foto © Archivo Fotográfico del Museo Cerralbo, Madrid.

  • 70 Fernando Gutiérrez Baños

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83

    ISSN: 2530-6359

    Del retablo Suma I, dedicado a Santa Clara, se conservan dos tablas (fig.

    8). La tabla primera (88,5 x 47 cm) muestra, por el anverso, en el registro

    superior, el Milagro de la multiplicación del pan y, en el registro inferior, la

    Muerte de Santa Clara. Por el reverso presenta un jaspeado. La tabla segunda

    (88 x 39,5 cm) muestra, por el anverso, en el registro superior, una escena de

    difícil interpretación que denominaré el Milagro del rayo de sol y, en el registro

    inferior, el Entierro de Santa Clara. Por el reverso muestra la efigie sedente del

    profeta Jeremías, identificado mediante la inscripción de la filacteria que porta:

    “IEREMIE PROPHETE” (fig. 9).59

    Subsiste, por encima de él, parte de la efigie

    mutilada de otro profeta sedente. Las dos tablas, compuestas, cada una de ellas,

    por dos tablones, están recortadas por arriba y por abajo. Nos encontramos ante

    los restos de un retablo-tabernáculo del que subsisten la parte inferior del panel

    interior derecho (tabla primera) y la parte inferior del panel exterior derecho

    (tabla segunda).

    Fig. 9. Retablo Suma I (reverso).

    Foto © Archivo Fotográfico

    del Museo Cerralbo, Madrid.

    59 Resulta llamativo el énfasis con que se hace hincapié en su condición de judío, patente en el

    pileum cornutum con que se toca, pues en otras representaciones de profetas en la pintura

    castellana de estilo gótico lineal no se incide en este aspecto, más propio de los judíos contumaces

    que disputan, como los doctores del Templo o como los magos Simón o Hermógenes.

  • Pasear entre ruinas: retablos-tabernáculo castellanos… 71

    BSAA arte, 84 (2018): 41-83 ISSN: 2530-6359

    Esta obra, de notables dimensiones, mostraría un ciclo de la vida de Santa

    Clara por el anverso y profetas por la parte frontal del reverso. Lo conservado

    representa apenas un tercio de la superficie de sus paneles.60

    Si bien las escenas

    narrativas del anverso parecen exigir como imagen titular del retablo una

    escultura de Santa Clara, las figuras de profetas del reverso piden,


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